Érase Dos Veces Cenicienta
Érase Dos Veces Cenicienta
Érase Dos Veces Cenicienta
Érase dos veces una muchacha a la que todo el mundo Cenicienta llamaba.
Don Mariano era su padre y viajaba que te viaja por qué comerciante era y nunca estaba en su casa
Don Mariano - Hasta luego
Dos veces se había casado el bueno de Don Mariano, la segunda con Lucrecia. Engreída y
malcriada, Doña Lucrecia tenía dos hijas, Eugenia y Margarita.
Aahhy! Margarita y Eugenia. Caprichosas egoístas y engreídas se pasaban el día mirándose al
espejo arreglándose el peinado y probándose mil vestidos así todo el día todo el día, todo el día y ni
tan siquiera la cama se hacían.
Cenicienta si limpiaba recogía y fregada hasta la chimenea limpiaba por estar todo el día de cenizas
rodeada Cenicienta la llamaban.
Doña Lucrecia - Cenicienta
Margarita - Cenicienta
Eugenia - Cenicienta
La verdad que Cenicienta ya estaba un poco harta de ser siempre la que hacía las labores de la casa.
Su madrastra ya lo sabía, pero no decía nada.
Ella espera que te espera, esperaba que esperaba, hasta que esto un día cambiará.
Un buen día, prontito por la mañana, llegó una carta procedente de palacio.
El príncipe Federico, ya casarse deseaba y para buscar esposa un gran baile preparaba. Todas las
muchachas allí invitadas estaban, así él podría elegir a la que más le gustara.
Cenicienta - ¿Pero qué se habrá creído este príncipe engreído? ¿Qué somos sus muñequitas para
que él venga y elija? Además ni que todas las mujeres quisiéramos ser princesas.
Y no todas las mujeres tenían esa intención, sin embargo Eugenia y Margarita, aahhy! Margarita y
Eugenia, sí que estaban bien loquitas por convertirse en princesas. ¿Para qué? No lo sabían, pero
sonaba tan bien.
Los días pasaron, pasaron y más pasaron y el día del baile llegó y aunque éste para Cenicienta era
un día normal, un día como cualquiera, Eugenia y Margarita llevaban todo el día como vaca sin
cencerro.
Eugenia - Ahhh
Margarita - Ahhhh
Corrían por los pasillos probándose mil vestidos. Se pintaban, retocaban y gritaban.
Eugenia - Ahhh
Margarita - Ahhhh
Eugenia - Ese vestido es mío
Margarita - No, es mío
Eugenia - ¿Cómo te lo has puesto, gorda?
Margarita - Es mio
Eugenia - Mamá
Margarita - Mamá
Doña Lucrecia - Niñas silencio, que tenemos que irnos ya, así que: culo en pompa, tetas fuera,
labios adelante y a por el príncipe
Cenicienta se quedó muy pensativa, algo tenía por dentro que salírsele quería.
Cenicienta: ¡Momento! Ya lo tengo. Al baile tengo yo que ir para decirle a este príncipe lo que de
todo esto pienso. Pero así vestida no me dejarán entrar. Si uno no va arreglado, en palacio no se
puede entrar. Yo no tengo nada así, no me gustan los corsets, los tacones de aguja… Entonces,
¿cómo he de ir?
Y como por arte de magia su hada madrina apareció.
Hada Madrina - ¡Cenicienta! Hola linda, ¿así que al baile quieres ir?
Cenicienta - Pues Hada Madrina, la verdad es que quiero, pero a ver ¿cómo lo hago? Necesitaría un
vestido
Hada Madrina - Un vestido
Cenicienta - Pues si
Hada Madrina - ¡No hay problema! Para eso estoy aquí, para cumplir tus deseos
Cenicienta – ¿De verdad verdad?
Hada Madrina - Pues si
Y el hada madrina (Agita la varita)
Todo sucedió muy rápido. De pronto la ropa de Cenicienta se transformó; ahora llevaba un vestido
lleno de volados, encaje, brillantes y puntillas. ¡Ajustado!
Cenicienta - Gracias
Hada Madrina - Un momentito, aún falta lo mejor.
Y el hada madrina (Agita la varita)
Frente a los ojos de Cenicienta, unos zapatitos de cristal aparecieron.
Cenicienta - Hada madrina, Por aquí esto si que no. Si fuesen de horma estrecha, pase; si fuesen de
tacón, pase. Por ver la reacción del príncipe y sólo por un ratito haría ese esfuerzo, ¡pero de cristal!
¿Te has puesto a pensar en lo peligroso que es esto? ¿Qué pasaría si piso una roca y se rompe? ¡Me
cortaría los pies!
El hada madrina se quedó estupefacta, petrificada, anonadada, patidifusa.
Hada Madrina - ¡Uy! yo no lo había pensado y estuve regalando zapatitos de cristal como si fueran
estupendos. En fin ya lo arreglaré; por ahora cambió estos.
Y el Hada Madrina (Agita la varita)
Los zapatos de cristal muy pronto se transformaron en unos mucho más suaves y flexibles y sin
tacón
Como ya era muy tarde Cenicienta se fue a lomo de un caballo y rápida como el viento galopaba y
galopaba.
Hada Madrina - No te olvides de volver antes de la medianoche a esa hora y hechizo se rompe
Cenicienta - No te preocupes hada madrina, sólo me llevará un rato y gracias
Y así a lomos de caballo rauda como el viento galopando y galopando muy prontito se plantó en la
puerta de palacio.