La Era de La Posverdad
La Era de La Posverdad
La Era de La Posverdad
Posverdad
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GUADALUPE NOGUÉS
¿Podemos hacer un libro con un proceso 100% abierto?
Hace un tiempo empezamos a preguntarnos cuál era el arma más efectiva contra una de las
amenazas más claras de nuestra época: la posverdad, y el mejor antídoto que se nos ocurrió es una
bomba de comunicación orientada por la empatía y alimentada por evidencia. Una herramienta
que desnaturalice narrativas y que conecte con tantas personas y puntos de vista como sea posible:
una Guía de Supervivencia en Tiempos de Posverdad, cuya manifestación última será en forma de
libro, para poder prestarlo, moverlo, compartirlo y tenerlo en la mesa, que sirva de consulta y
defensa como lo que es: una guía.
Queremos hacer un libro distinto, desarrollado por su comunidad desde el principio, y para eso
queremos proponerles, y pedirles, que participen. Durante los próximos meses y hasta el
lanzamiento oficial del libro (que prevemos para septiembre), vamos a publicar algunos capítulos
(uno por mes), con el objetivo de que lo conozcan, lo lean de antemano, lo comenten y
desmenucen. Queremos charlarlo con ustedes a medida que lo vamos haciendo, que nos digan lo
que piensan, lo que sienten cuando lo leen, lo que esperan encontrar en los próximos capítulos.
Pensamos en esta forma de desarrollar el libro como una aplicación práctica de una idea que,
para nosotros, hoy es bandera: ‘Hacer, medir, aprender, repetir’.
Démosle a la posverdad algo que no vio venir: una comunidad enorme que busca conectar con
quienes piensan distinto, que trabaja para superar prejuicios, y se arriesga a cambiar de idea.
Cada año, el diccionario Oxford elige la ‘palabra del año’. En 2016, esa palabra
fueposverdad, definida como ‘las circunstancias en las que los hechos objetivos
influencian menos a la opinión pública que las apelaciones a la emoción o a las
creencias personales’. A fines de 2017, el término ingresó al diccionario de la Real
Academia Española, pero allí fue definido de modo ligeramente distinto: ‘distorsión
deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de
influir en la opinión pública y en actitudes sociales’.
Hay quienes consideran que no deberíamos hablar de posverdad sino sencillamente
de mentira o falsedad. La definición en español parece acompañar esa idea, como si
se tratara siempre de un engaño intencional. Pero esta mirada hace perder un poco
de vista el hecho de que no siempre hay una intencionalidad en ignorar la
información que se tiene, en pos de tomar posturas que la contradicen y se basan en
la emoción. A veces, y tal vez sea esta una de las componentes más críticas del
problema, lo que ocurre es que hay cierta indiferencia ante la distinción misma
entre lo que es la mentira y lo que es la verdad. A veces, que algo sea verdad
simplemente no es importante para la persona.
El uso más frecuente que se le da a la palabra posverdad está asociado a la política.
Se habló mucho de la política de la posverdad en el contexto del referéndum sobre
la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea (Brexit) y de las elecciones
presidenciales en Estados Unidos que terminaron con Donald Trump en la Casa
Blanca. En ambos casos, las campañas electorales de quienes ganaron se apoyaron
en algunos datos que luego quedó claro que eran falsos, como que el Reino Unido
ahorraría dinero si se separaba de la UE, o bien en frases vagas como ‘hagamos
grande a Estados Unidos otra vez’. Hubo exageraciones, desinformación y falsas
promesas, como si los políticos hubieran decidido revivir la frase de H. L.
Mencken: ‘Hay una solución conocida para todo problema humano: clara, plausible
y equivocada’. Alrededor de estas elecciones se generó un ambiente
depolarización exacerbada, en el que lo que dicen los nuestros está bien y lo que
dicen losotros está mal, sin importar si es verdadero o no.
No es que las mentiras partidistas en política sean cosa nueva. Ya Tucídides habla
de ellas en su libro sobre la Guerra del Peloponeso, en el siglo V a. e. c., cuando
dice “Para adaptarse a todos los cambios y los acontecimientos, las palabras
también tuvieron que alterar sus significados habituales”. Lo novedoso es
que, cuando quedó claro que las campañas estaban inundadas de datos falsos,
muchos de los votantes no se sintieron engañados, como si laverdad, en su
sentido más extenso o incluso en el más limitado, ya no fuera relevante frente a
cómo los hizo sentir. Ya no había en algunos políticos ni siquiera una intención
deparecer estar diciendo la verdad, porque lo que se decía era fácilmente
contradicho por los hechos que estaban al alcance de todos.
Hubo voces alertando contra esto, voces expertas que no fueron tomadas en cuenta.
Quizás también la tendencia a desconfiar de los expertos es algo a considerar en
todo este asunto.
Es demasiado temprano para saber si estamos en la ‘era de la posverdad’. Pero
sabemos que este fenómeno se ve en otras áreas más allá de la política, áreas en las
que tenemos datos, sabemos cosas y, aun así, hay quienes hacen a un lado todo eso
y toman una postura que no se sostiene en los hechos. Por ejemplo, sabemos que
las vacunas son mayormente seguras y muy eficaces para prevenir enfermedades, y
que los seres humanos somos en gran parte responsables del calentamiento
global que amenaza nuestra supervivencia. Sin embargo, hay quienes creen que las
vacunas provocan autismo, o que el cambio climático antropogénico es una mentira.
¿Por qué pasa esto? ¿Hay también en estos casos una desconfianza hacia los
expertos? ¿Será que los expertos no logran comunicar adecuadamente sus ideas y
por qué las sostienen?
Hablar de la posverdad nos obliga a hablar de la verdad. Y acá tenemos problemas
con una palabra que significa diferentes cosas según el contexto. El concepto de
verdad es algo muy concreto en áreas como la matemática, la lógica o la metafísica,
en donde la verdad se obtiene deductivamente. No es ese el sentido de verdad
acerca del que hablaremos en este proyecto. Abordaremos acá la verdad como
una cuestión fáctica, como la correspondencia entre lo que decimos y lo que
ocurre en el mundo. Nuestro enfoque sobre la verdad será más bien práctico.
Esto es, asumiremos que existe un mundo real, independiente de nosotros, que
la realidad existe y que podemos acceder a ella.
Nuestro acceso a la realidad es imperfecto porque es a través de herramientas
imperfectas: nuestra experiencia es subjetiva, nuestros sentidos nos cuentan qué
ocurre, y nuestras interpretaciones acerca de lo que significan los hechos pueden
variar. Podríamos llorar sobre la leche derramada, quejarnos de nuestros límites, o
podríamos aceptar que es lo mejor que tenemos a disposición y, dado esto,
considerar nuestras limitaciones como parte del proceso para acceder a la realidad.
A partir de ahora y en el resto de este proyecto,verdad debería leerse en este
sentido: no como algo absoluto y de certeza total, pero tampoco como un ‘vale
todo’. Y es esta delicada distinción uno de los puntos centrales que trataremos en
las próximas entregas.
Entonces, hay un mundo real ahí afuera que parece comportarse con reglas
propias y en el que ocurren cosas. Eso que ocurre son hechos, hechos reales. No
existen los ‘hechos alternativos’. Tenemos datos acerca de esa realidad, contamos
con información como nunca antes en la historia de la humanidad. Tenemos
también la capacidad y las herramientas para entender cada vez mejor el mundo,
para conocerlo incluso en aquellas cuestiones que nos son esquivas. Para eso, hace
falta entender varios puntos primero. Por un lado, necesitamos poder
distinguir algo que se sabe de algo que no se sabe. ¿Cómo averiguamos cuál es la
verdad? ¿Qué información necesitamos? ¿Cómo la conseguimos?¿Cómo sabemos
lo que sabemos? Por otra parte, debemos entender cómo se difunde la información.
Los medios de comunicación tradicionales están siendo desplazados por nuevos
medios. Con las redes sociales se volvió muy sencillo compartir noticias, algunas
ciertas y otras falsas. Todos podemos publicar contenido nuevo que rápidamente se
suma y se mezcla con lo ya disponible. En pocos minutos una noticia de un
atentado o un terremoto puede dar la vuelta al mundo, pero del mismo modo lo hace
un rumor, una noticia falsa o un chisme mundano. Por un lado, la capacidad de
generar y consumir contenido de manera paralela a los medios de comunicación
tradicionales nos da mucha independencia y libertad. Por el otro, a veces se vuelve
especialmente difícil saber qué valor darle a cada información particular.
Aunque sea en forma tentativa y provisoria, con aciertos y errores, tenemos la
capacidad de conocer la realidad y transformarla a partir de ese conocimiento, como
lo demuestra toda la historia humana desde la invención de las primeras
herramientas de piedra hasta la de la inteligencia artificial. Sin embargo, muchas
veces nosotros mismos cerramos ese acceso, y necesitamos estar, como mínimo,
abiertos a la posibilidad de que sea así.
Además de todo esto, no estamos solos. Independientemente de si le otorgamos a
este hecho una carga moral, toda diversidad de perspectivas genera un nosotros y
un los otrospero, a la vez, compartimos todos este mismo planeta, esta misma
realidad. Compartimos también preocupaciones, problemas y esperanzas. Para
poder conversar esas diferencias de perspectiva con esos otros, necesitamos
ponernos de acuerdo en cuáles son los hechos que observamos desde nuestras
particulares perspectivas. Sin ese primer acuerdo, no hay intercambio posible de
ideas o argumentos, no hay modo de tener experiencias compartidas y corremos el
riesgo de volvernos impermeables al otro. Tener una realidad común a todos es una
base que puede permitir tanto que concordemos como que discrepemos en rumbos
posibles de acción. Pero estaremos juntos y conversando, y ese es el primer paso. Es
por eso que la pelea contra la posverdad es, también, una pelea por preservar la
posibilidad de vínculo humano.
Podemos tratar de entender mejor la posverdad, especialmente para poder
detectarla, enfrentarla, y sobrevivir (nosotros y nuestra especie) a ella. El camino es
largo y complejo, sí, pero también muy interesante y transformador. El solo hecho
de transitarlo puede no sólo enseñarnos mucho sobre el mundo (y sobre nosotros
mismos), sino darnos la posibilidad de recuperar agencia. De reclamar la
oportunidad no sólo de observar en libertad el mundo como es, sino de usar las
mejores herramientas posibles para imaginar el mundo como queremos que sea, y
así ayudar a construirlo.
Si te explicara los trucos te daría una solución pero no te daría todas las
soluciones.
James Randi, mago profesional y desenmascarador de charlatanes.
Cómo sabemos lo que sabemos
Como un primer paso para empezar a recorrer el camino que nos permitirá
identificar la posverdad y enfrentarla, necesitamos darnos cuenta de cómo
podríamos diferenciar algo que se sabe de algo que no.
Para abordar esto, una pequeña historia: la de la vitamina C y los resfríos.
A veces está bueno contar historias. No porque las historias en sí demuestren algo.
No lo hacen, ya que como autora selecciono las historias que ilustran lo que quiero
contar y además, en todo caso, no son generalmente más que anécdotas
particulares, algo muy lejos de ser prueba de nada. Pero las historias muchas veces
son interesantes en sí mismas, nos dan contexto, nos presentan épocas y personas.
Además, las historias están con nosotros desde hace mucho. Son parte de nuestra
humanidad.
Hace no tantos años era muy común tomar vitamina C para evitar los resfríos
invernales. El sonido de la tableta naranja efervescente disolviéndose en agua es
parte de la infancia de muchos de nosotros. No es que nuestros padres estuvieran
locos: la idea de que tomar 1 o 2 gramos de vitamina C por día protege de los
resfríos fue difundida nada menos que por Linus Pauling, uno de los científicos más
importantes del siglo XX. Sus descubrimientos acerca de la naturaleza de las
uniones químicas le valieron el Premio Nobel de Química en 1954. Además, luego
del horror de las bombas nucleares en Hiroshima y Nagasaki, se convirtió en un
importante activista político, lo que le valió un Premio Nobel de la Paz en 1962.
Así que, cuando Pauling se abocó, a fines de los años ’60, a defender la idea de que
los resfríos se pueden prevenir o acortar con la ingesta de vitamina C, muchos lo
tuvieron en cuenta. Pauling fundó un instituto para investigar los beneficios de la
vitamina C. ¿Se alcanza a ver el problema? Cuando alguien diseña un
experimento, lo hace para averiguar sialgo es o no del modo que imagina,
no para probar que algo es del modo que imaginan. Pauling ya estaba convencido
de esta idea, aun antes de hacer los experimentos. Hay una enorme diferencia entre
creer que algo puede ser cierto, y estar convencido de que algo es cierto antes de
tener pruebas concretas de que es así. Eso, de por sí, ya es una muy mala señal si
queremos averiguar si algo funciona o no.
Pauling había comenzado a tomar diariamente 3 gramos por día de vitamina C y
estaba seguro de que se resfriaba menos, y de que eso ocurría debido a la megadosis
de esa vitamina. Con esa creencia, y sumando algunas investigaciones que había
leído sobre el tema, en 1970 escribió un libro de comunicación de ciencia que tuvo
mucho éxito y que instaló en la sociedad la idea de que la vitamina C era efectiva
contra los resfríos. Alrededor de todo esto comenzó la industria de venta de
suplementos de vitamina C en las farmacias. Pocos años después, ya eran millones
y millones las personas que seguían el consejo de Pauling de tomar 2 o 3 gramos de
vitamina C por día.
Después de todo, parecía razonable: Pauling, un hombre de una inteligencia y
dedicación notables, premiado por la comunidad de investigadores, decía que la
vitamina C curaba los resfríos. Debía de tener razón, ¿no? No. Las opiniones de los
científicos no tienen más valor que la de cualquier otro, salvo cuando están
basadas en evidencias. Cuando es así, no sólo dejan de ser meras opiniones sino
que deja de ser importante quién es el emisor (o si ese emisor es o no un científico).
Para obtener evidencias, se necesita realizar una investigación científica que cumpla
determinadas reglas para dar resultados confiables. La ciencia es un cómo, no
un qué (y menos que menos un quién).
Más allá de haber probado megadosis de vitamina C sobre sí mismo, los primeros
experimentos de Pauling, en su instituto fundado para tal fin, dieron resultados que
parecían avalar la efectividad de la vitamina. Pero hacia 1980 comenzaron las
primeras dudas, basadas principalmente en que metodológicamente los
experimentos de Pauling no eran del todo correctos, y en que las interpretaciones de
los resultados eran sesgadas.
¿Qué podría haber hecho Pauling para confirmar si su sospecha era cierta? Para
empezar, podría haber comparado un grupo de personas que recibiese la vitamina
con uno que tomase algo que luciera igual, pero que no tuviera vitamina (lo que
llamamos placebo). Además, como lo que se evaluaba era la aparición de resfríos
—una enfermedad de sintomatología muy variable entre las personas—, habría sido
necesario que estos grupos estuvieran compuestos por muchos individuos
(disminuyendo de esa manera el peso de las particularidades de cada uno), y que el
estudio fuera suficientemente largo en el tiempo. Pero, si Linus todavía hubiera
querido tener más información, debería haber repetido el experimento varias veces,
y esto debería haber dado siempre más o menos el mismo resultado para poder
afirmar que efectivamente la vitamina C funcionaba contra los resfríos.
Algunos de los problemas metodológicos de los experimentos de Pauling eran que
no tenían un grupo de personas control que recibiera placebos, que los grupos eran
muy pequeños, o los resultados no eran adecuadamente interpretados.
Otros institutos se sumaron poco a poco en la investigación de este tema. A medida
que se hacían nuevos estudios, estos eran progresivamente mejores y más
cuidadosos desde el punto de vista metodológico. Y acá empezaron las diferencias
grandes, porque los resultados que se fueron obteniendo se inclinaban hacia que las
personas tratadas con vitamina C y las tratadas con un placebo se resfriaban igual.
En el mejor de los casos, el grupo tratado con vitamina manifestaba resfríos menos
severos, pero no mucho más que eso. Pauling no aceptó estos resultados y nunca
cambió su postura al respecto. La comunidad médica y científica, que tenía en
cuenta la calidad y cantidad de las evidencias disponibles, nunca lo avaló.
Entonces, cuando uno evalúa en conjunto las evidencias sobre este tema, y excluye
la opinión de Pauling, no parece que se justifique consumir dosis tan altas de
vitamina C. No se justifica que gastemos dinero en comprar estos suplementos en la
farmacia. La cantidad de vitamina C que necesitamos para estar saludables bien
puede obtenerse con una dieta adecuada rica en alimentos que la contienen. Sin
embargo, estos suplementos se siguen vendiendo en las farmacias y muchos los
siguen comprando. ¿Por qué? Algo está pasando, y necesitamos entenderlo.
Evidencias, necesitamos evidencias
La información, tanto la de buena como la de mala calidad, nos llega de muchas
maneras distintas. Hablamos con vecinos, amigos, familiares. Leemos diarios,
vemos la tele. Participamos de redes sociales. Escuchamos a expertos, a nuestros
médicos, a nuestros referentes culturales, a los famosos. Tenemos también nuestra
experiencia personal: los aprendizajes de la vida. Todo eso confluye en hacernos
llegar opiniones o ideas acerca del mundo en un bombardeo que no siempre
logramos evaluar con cuidado.
No todo en la vida es intercambiar información, claro. Los seres humanos somos
muy complejos. Pensamos a partir de una combinación de varios componentes que
se mezclan y entrelazan: razón, emoción, valores, tradiciones. Somos seres
individuales, todos diferentes, pero con mucho en común. Valoramos la belleza del
mundo. Hay quienes ven belleza en el arte, y hay quienes la ven en la matemática o
en la naturaleza. Pensar en términos de evidencias quizás parezca algo muy frío y
analítico, algo que borra las sutilezas que nos hacen ser quienes somos. Pero yo
creo que no es así. Justamente veo en esto una prueba más de todo lo que nos une
como personas, y me parece hermoso.
A veces, tenemos en cuenta nuestra propia experiencia personal o la de otros.
Volviendo a lo de la vitamina C, si solemos consumir con regularidad suplementos
de 1 o 2 gramos de vitamina C por día y nos parece que nos resfriamos menos que
otras personas, posiblemente tendamos a pensar que eso se debe a que la vitamina C
nos está protegiendo. Si algún familiar o amigo nos dice que hace esto, quizás lo
tomaremos en cuenta también. Y si un deportista o artista famoso dice lo mismo,
quizás nos resulte aún más poderoso. Después de todo, los famosos suelen tener
acceso a ‘lo mejor de lo mejor’ y, si ellos eligen algo, seguramente es porque es
maravilloso. ¿O no?
El problema con las posturas que parten de experiencias personales (propias o
ajenas), es que eso no es de ninguna manera garantía de que no sean
completamente equivocadas. En todos los casos mencionados antes, podemos
encontrar los mismos problemas. ¿Cómo saber si realmente nos estamos
enfermando menos que otras personas? ¿Estamos contando bien cuánto se enferma
la gente, o sólo es una vaga impresión que tenemos? Y aun si fuera cierto que nos
enfermamos menos, ¿cómo podemos saber si se debe a la vitamina C que tomamos
como suplemento? ¿La causa no podría ser cualquier otra cosa como, por ejemplo,
cuánto dormimos, cuán expuestos estamos a los virus que causan el resfrío, o lo que
comemos? Cuando empezamos a diseccionar lo que podría estar pasando vemos
que, más allá de la sensación de que algo que hacemos funciona, no tenemos
realmente pruebas claras de que sea así.
Ahora subamos un escalón en esta escalera ficticia. Ya no es un amigo u otra
persona quien nos dice que desde que toma vitamina C se resfría menos. Ahora
leemos en un diario que se realizó una encuesta con 1000 personas y el 82% de
ellas considera que es así, que la vitamina C previene los resfríos. ¿Y ahora? ¿A
esto le creemos más? Podríamos pensar que 820 personas es muchísima gente y que
esto tiene más peso que lo que nos dijo nuestro amigo o vecino. Pero no es así. La
realidad no se vota. La democracia no sirve para averiguar si un hecho real es
o no de determinada manera. Una encuesta sí es útil, en cambio, como método
para averiguar la opinión de la gente respecto de un tema. En este caso, sirve
justamente para saber lo que opinan acerca de la vitamina C. Pero un agregado de
opiniones que no se basan en evidencias no es de ninguna manera más que eso: un
agregado de opiniones. Este es un punto urticante pero clave: una encuesta no es
un método válido para conocer mejor los hechos del mundo natural. Esas 820
personas pueden estar tan equivocadas como nuestro amigo, vecino o famoso,
respecto de si la vitamina C efectivamente previene resfríos.
¿Entonces? Estas personas (un amigo, un famoso, o una encuesta) no son expertas
en el tema, pero lo que dicen suele tener cierto impacto en nosotros. Las opiniones,
anécdotas o relatos de experiencias propias son datos que tenemos en cuenta. Y
puede que sirvan. O puede que no. No podemos saberlo sólo con esta información.
Es increíble cuántas veces por día intercambiamos este tipo de informaciones entre
nosotros. Cuando empezamos a prestar más atención, vemos que está en todas
partes: nos recomendamos desde dónde comprar las mejores verduras a médicos o
electricistas. En general, trato de estar atenta a cuando esto ocurre. En muchos
casos no parece ser demasiado importante hacerlo o no. Por ejemplo, si la
conversación es acerca de gustos personales, sentimientos o ideas, las opiniones y
experiencias son centrales. Pero si el tema que estamos tratando se refiere a la
realidad del mundo y creo que se pone en juego algo más relevante (si alguien
duda respecto de la seguridad de las vacunas, por ejemplo), ahí sí me esfuerzo en
detectar si la información que me llega, o la que yo digo, está sostenida por
evidencias confiables, o no. No siempre me sale, claro, pero estar atenta ayuda,
creo.
¿Pero qué pasa si la persona que nos recomienda tomar vitamina C para no
resfriarnos es un médico o un experto en otra área relevante para este problema? Y
acá hay algo importante, tanto que merece volver a decirse: no es tan
importante quién dice, sino en qué se está basando esta persona para decirnos
esto. ¿Se basa en su experiencia personal? ¿Desde que él o ella toma vitamina C le
parece que se resfría menos? Si es así, no es en principio una situación diferente
respecto de lo que decíamos antes y estamos frente a otro Pauling. Volvemos a estar
hablando de opiniones, de casos anecdóticos.
¿Qué pasa si, en cambio, esta idea se cimienta en algún tipo de evidencia, de prueba
más poderosa? Lo primero sería preguntarnos cuáles podrían ser estas evidencias.
¿Qué buscaríamos como dato confiable? Si hay investigaciones científicas que
muestran que la vitamina C protege de los resfríos mediante estudios cuidadosos en
los que, por ejemplo, comparan cuánto se enferman un grupo de personas que no
toma los suplementos y otro grupo que sí lo hace, ya tenemos información más
confiable. Si nuestro médico nos dice eso, basándose en información de este tipo,
ahí sí es más confiable que si lo leyó en una revista en la que un famoso recomienda
tomar vitamina C, o si se está basando en su propia experiencia personal,
anecdótica, al igual que nuestro amigo ficticio o las 820 personas de la encuesta.
Lo que importa no es si algo es enunciado o no por un experto, sino qué es lo que
esa persona está usando como insumo para afirmar algo. Sí, la opinión de un
médico, como pasaba con la opinión de Pauling, vale lo mismo que la de
cualquiera: nada, a menos que esté respaldada por evidencia. No es una
cuestión de inteligencia o de títulos. Pocos más preparados o más inteligentes que
Pauling, que igual se equivocó con este tema.
Hay algo en esto que, a veces, complica estar alerta. Cuando alguien nos hace este
tipo de recomendaciones, muchas veces lo hace con afecto, pensando en nuestro
bienestar. Es difícil buscar si hay o no evidencias detrás de lo que nos dicen porque
parece ser una muestra de desconfianza y, por extensión, un rechazo al interés que
muestra esa persona en nosotros. Algo que intento hacer en estos casos, y acá soy
yo quien está haciendo una recomendación basada en mi experiencia personal (y
que celebraría ver medida y confirmada en un experimento controlado), es separar
los tantos: me quedo con lo bueno -la muestra de cariño (‘¡gracias!’)- e,
igualmente, me pregunto si eso que me dicen es o no como me dicen.
Pero no sólo existen las equivocaciones, sino que hay personas que explotan la
ambigüedad o, incluso, la falta de información sobre cómo elegimos en qué
información confiar. La industria de la publicidad (¿o debería decir 9 de cada 10
publicistas?) aprovecha esta confusión a su conveniencia todo el tiempo mostrando
odontólogos, nutricionistas o médicos que nos recomiendan determinados
productos, sin que sea claro si esos productos son o no en verdad efectivos o si
atravesaron un proceso metodológicamente válido para sustentar lo que dicen.
Entonces, ¿qué características esperaríamos en una afirmación para poder confiar
más en ella? Necesitamos que este tipo de afirmaciones estén sostenidas por
evidencias de calidad. Por ejemplo, si leemos directamente un trabajo científico, o
si nos lo cuenta un experto, o lo leemos (adecuadamente expuesto) en un medio de
comunicación, podemos confiar más que si esta información no existiera y
solamente contáramos, como mucho, con opiniones o experiencias personales. No
hay reglas que puedan aplicarse ciegamente, pero sí podemos incorporar algunas
‘reglas generales’ que nos pueden orientar. Lo importante es que empecemos a
ver la confianza en una afirmación como un continuo y no como un blanco o
negro. No es cuestión de estar o no seguros sino de estar un poquito más o un
poquito menos seguros a medida que aparece evidencia nueva.
Esta es otra pequeña cosa que me parece bella, además de útil. No existe la certeza
absoluta en las afirmaciones que se refieren a hechos del mundo real, pero sí hay
cosas más confiables que otras. Donde quizás algunos se sientan incómodos con la
incerteza, yo veo algo bello y flexible, en donde no se me obliga a tomar partido
absoluto por algo sino que más bien se me invita a apoyar de forma proporcional a
la confianza que tenga, y a basar esa confianza en las evidencias con las que
cuento.
Cuando quisimos evaluar si la vitamina C efectivamente previene los resfríos o no,
vimos que no pudimos hacerlo a menos que tuviéramos en cuenta el tipo y
calidad de las evidencias científicas que había al respecto. No bastó con que
nuestros padres nos hubieran dado los suplementos de chicos, ni con el hecho de
que un experto como Linus Pauling sostuviera esa postura. Nuestro experto de
referencia era nada más y nada menos que un doble Premio Nobel, queridísimo y
admirado por sus colegas. Era un hombre sumamente inteligente y capaz que, justo
en este tema en particular, estaba completamente equivocado. Porque, por más
Premio Nobel que fuera, era también un ser humano, con la capacidad de
equivocarse que tenemos todos los seres humanos. Y porque podemos –y
solemos– equivocarnos, es que necesitamos una metodología para entender qué
es evidencia y qué es, apenas, opinión.
Cómo acercarnos a la verdad
Aceptamos entonces que hay un ‘afuera’, un mundo real. Pero también sabemos
que no podemos confiar demasiado en nuestra experiencia personal o en nuestras
intuiciones. Para obtener respuestas, necesitamos un modo de encarar las preguntas
buscando evidencias concretas y confiables. Tenemos ya este ‘modo de abordar
preguntas’: las herramientas de la ciencia nos permiten examinar nuestras
creencias, lo ‘más fuera de nosotros’ que se puede.
Cuando pensamos en la ciencia puede que recordemos asignaturas de nuestras
escuelas secundarias en las que se nos pedía aprender datos de memoria o realizar
procedimientos de modo mecánico sin entenderlos realmente: conocer las
características que describen a los artrópodos, balancear ecuaciones químicas o
enunciar las leyes de Newton. También es posible que la palabra ciencia nos evoque
un tipo de noticia de los medios de comunicación, como cuando se envía un satélite
nuevo al espacio o se descubre un posible medicamento que cura una
enfermedad. La ciencia es todo esto, sí. Es una acumulación de conocimiento ya
logrado por la humanidad mediante la actividad científica. Es un producto,
es lo que sabemos. Pero la ciencia es mucho más que resultados.
Es también una metodología, una serie de herramientas mentales. Es
un proceso, un ‘verbo’. Es cómo sabemos lo que sabemos, es un mecanismo que
nos permite lograr conocimiento.
Cuando acá hablemos de ciencias, nos referiremos sólo a las que comparten
la metodologíade realizar observaciones o experimentos que nos permiten averiguar
cómo ocurren determinados fenómenos del mundo real. Haremos foco en
la manera en la que se responden las preguntas y no tanto en el tema que abordan
esas preguntas. Así, en este uso de la palabra ciencia, quedan incluidas las ciencias
naturales, que son las que estudian fenómenos de la naturaleza. Y también
consideraremos ciencia a otros problemas que no parecen formar tan claramente
parte de la ciencia en cuanto al tema, pero sí cuando tomamos en cuenta la
metodología que utilizan como, por ejemplo, cuando se quiere averiguar si un
nuevo medicamento es o no efectivo. No discutiremos acá ni lo que ocurre con las
ramas no empíricas de la matemática, ni lo relacionado con la tecnología, por
ejemplo. Respecto de las ciencias sociales, hay áreas en las que este enfoque
metodológico aplica, como la econometría o la psicología experimental, y otras en
las que no tanto. Por eso, creemos que, para la discusión de cómo acercarnos a la
verdad, es irrelevante de qué tema estamos hablando. Lo que necesitamos es
entender mejor la ciencia, entendida como metodología, como verbo, como manera
de acercarse al conocimiento, y no como un contenido disciplinar. Como dijo Karl
Popper en su libro Conjeturas y refutaciones, “la clasificación en disciplinas es,
comparativamente, poco importante. Somos estudiantes de problemas, no de
disciplinas”.
En este proyecto, llamaremos conocimiento científico a aquel que puede ser
obtenido con esta metodología, sin prestar atención al tema. Este conjunto de
herramientas nos permiten averiguar si una idea que tenemos sobre el mundo se
corresponde con el mundo o no. La ciencia, la de responder preguntas con este tipo
de mirada de búsqueda de evidencias, empieza a estar en casi todo lo que nos rodea.
Lo que a nosotros nos importa para acercarnos a cuál es la verdad es entender
cómo se genera conocimiento confiable. En gran parte, aunque no solamente,
este conocimiento proviene de la actividad científica entendida como una
metodología en particular quegenera evidencias con mayor o menor grado de
confiabilidad.
La solución para todas las soluciones
Respecto de la vitamina C, llegamos a una solución, a algo que podemos decir que
sabemos: las evidencias científicas, que son muchas y muy confiables, no apoyan la
idea de que la vitamina C sea efectiva contra los resfríos. Esta es la verdad en este
tema, y si viene alguien a decirnos que en realidad para él o ella la vitamina C
funciona, es sólo una opinión y no mucho más.
Como ya mencionamos antes, esto no es una verdad absoluta pero es algo que, al
estar sostenido por muchas evidencias, tiene un grado de certeza extremadamente
alto. Y acá empieza a aparecer un desafío que me parece interesante: si la
confianza que puedo tener en una afirmación es más un ‘degradé’ que algo
categórico y, en algún punto, necesito decidir si confío o no, ¿qué hago? A mí me
gusta pensar en estos términos: no hay certeza total, pero puedo operar en el
mundo con poca, bastante, o mucha confianza en una afirmación, sin dejar de tener
presente que se trata de verdades que pueden ir volviéndose más confiables o
menos confiables a lo largo del tiempo, según lo que vayan diciendo las evidencias.
En mi caso, yo ya decidí: no compraría nunca más un suplemento de vitamina C. O
por lo menos no lo haría a menos que aparezca evidencia nueva, de calidad, a su
favor.
Pero, después de tanto trabajo de tanta gente, sólo tenemos esta solución y ninguna
otra. No sabemos si otras vitaminas funcionan o no para lo que se promete, o si la
vitamina C es buenísima para alguna otra cosa, ni sabemos más acerca de nada.
Estamos corriendo atrás de los problemas y seguimos sin saber si hay o no algo que
podemos hacer nosotros para movernos mejor en este mundo lleno de información
que unas veces es correcta y consistente y otras es irrelevante, incompleta o,
directamente, contradictoria.
El tema del saber o del conocimiento es tan resbaloso como el tema de la
verdad. La filosofía tiene montones de definiciones de qué es saber. Nuestra
posición en esto es la misma que la que tomamos para la definición de verdad:
algo práctico, provisorio, gradual, y siempre sujeto a revisión a la luz de la
evidencia. En este marco, si queremos saber, necesitamos poder encontrar esas
pocas afirmaciones confiables —esto es, apoyadas por evidencia— que parecen
estar perdidas en medio de ese mar de conocimiento. No sólo debemos encontrarlas,
sino que también debemos aceptarlas para no caer en la posverdad. ¿Pero cómo
lograrlo?
James Randi es uno de los magos y escapistas más famosos del siglo XX. No es un
mago de libros, como Harry Potter.
Sé que no hay magos de verdad, y eso no me impide disfrutar a pleno de personajes
imaginados.
No tiene superpoderes y, lo más importante, no dice tenerlos. Inspirado por el
trabajo de Harry Houdini, Randi se dedicó a ser un ilusionista de escenario. Durante
medio siglo hizo presentaciones en teatros y en la televisión que lo volvieron muy
popular. Lo que él sabe, y lo sabe muy bien, es cómo engañarnos para hacernos
creer que hace magia ‘de verdad’.
Cuando vemos un truco de magia cualquiera, sabemos que quien tenemos delante
no tiene realmente poderes sobrenaturales. Sabemos que estamos siendo engañados
pero, si es un buen mago, no entendemos cómo. Y eso es lo que disfrutamos como
espectáculo: la sorpresa de que sucede lo aparentemente imposible. Ese es el
contrato tácito entre el mago y el espectador: vamos a suspender la incredulidad por
un rato y permitirnos disfrutar del asombro, pero teniendo siempre en claro que esto
es un espectáculo, y el mago, un artista. Pero hay quienes rompen este pacto y dicen
tener poderes paranormales, y los hay de todas las formas, con distintos discursos y
en todo contexto histórico.
En la década del ‘70 se hizo muy famoso el ilusionista Uri Geller, quien decía tener
poderes verdaderos. En sus muchas apariciones en televisión y en otros medios,
mostraba cómo podía doblar cucharas con la mente o adivinar lo que alguien estaba
pensando. ¿Pero qué gracia tiene hacer trucos si a la vez estás convenciendo al otro
de que no es algo que lográs gracias a tu habilidad, sino porque tenés supuestos
poderes? Para Randi, y para casi todos los otros magos profesionales, lo fascinante
es que quienes los miren traten, infructuosamente, de darse cuenta de cómo están
logrando escapar de un espacio pequeño, atados con cadenas y esposas, o de qué
manera están haciendo esos trucos con monedas, pañuelos o palomas. Ahí están el
arte y el placer de la magia: que el público sepa que no es cierto, y al mismo tiempo
crea (por un rato) que sí lo es. En cuanto el mago pretende convencer a su audiencia
de que sus poderes son reales, de que puede hacer aparecer y desaparecer objetos, o
de que puede adivinar el pensamiento, se convierte en un fraude. James Randi, en
paralelo con su propia carrera de ilusionista, comenzó a dedicarse casi
profesionalmente a exponer a Uri Geller y otros supuestos ‘psíquicos’, repitiendo en
televisión sus trucos y explicándolos ante la audiencia. También expuso los trucos
de pastores que decían comunicarse con Dios y tener poderes, que convencían a
quienes los escuchaban de abandonar tratamientos contra el cáncer y otras
enfermedades para intentar sanarse mediante rezos y donando dinero, curiosamente,
a esos mismos pastores.
Así, Randi logró impedir que varias de estas personas pudieran seguir lucrando con
sus acciones fraudulentas. Esta actitud de desenmascarar a quienes viven a costa de
las vulnerabilidades de las personas presenta, sin embargo, un problema: quien
expone a los ‘profetas’, ‘psíquicos’ o personas con ‘poderes paranormales’, siempre
está corriendo detrás de ellos. De la misma manera, quienes hoy tratan de refutar
con argumentos bien específicos los tratamientos de ‘medicina alternativa’ que no
funcionan, explicando punto por punto por qué no funcionan, o quienes intentan
demostrar por qué determinadas afirmaciones, del tema que fuere, son incorrectas,
siempre están un paso atrás. El programador Alberto Brandolini formuló
el Principio de Asimetría del Disparate como “la cantidad de energía necesaria para
refutar tonterías es un orden de magnitud mayor que la necesaria para
generarlas”. Decir una tontería o una mentira es muy rápido. Conseguir
pruebas convincentes que la puedan destruir lleva mucho tiempo. Es una
carrera perdida antes de empezar, pero es una carrera que igual hay que
correr.
Ver esto nos pone de frente a una tensión: mientras es esencial que se investigue
adecuadamente todo para conseguir evidencias confiables, nosotros, como
sociedad, necesitamos mientras tanto poder tomar decisiones y, a veces, no
podemos esperar mucho.
¿Cómo combatir estos fraudes de manera más efectiva? ¿Cómo podríamos estar un
paso adelante? En palabras del mismo Randi, que muy pronto se dio cuenta de que
no daba abasto para exponer a todos estos charlatanes, “si te explico los trucos te
daría una solución pero no te daría todas las soluciones”.
Lo mismo nos ocurre, no ya con los fraudes, sino con el conocimiento en general.
Cada conocimiento nuevo, relacionado con cuestiones fácticas, se logra de manera
particular, meticulosa y exigente, y es indispensable que así sea. Pero nosotros, los
que queremos usar ese conocimiento para tomar mejores decisiones, ¿cómo
hacemos para encontrarlo e identificarlo? ¿Hay algún atajo, o estamos condenados a
evaluar afirmación por afirmación, para ver si es confiable o no?
Necesitamos una ‘solución para todas las soluciones’ y la necesitamos con
urgencia, para no hundirnos en el mar de informaciones irrelevantes o
inconsistentes mientras tratamos de identificar aquellas que sí son valiosas y más
confiables. No alcanza con ir detrás de las afirmaciones que aparecen en los medios
o en las redes sociales tratando de averiguar si es cierto o no que el café genera
cáncer, si es cierto o no que los inmigrantes o los refugiados son delincuentes, si es
cierto o no que las vacunas funcionan, o si es cierto o no que el horóscopo puede
decir qué nos ocurrirá en la semana, o si es cierto que poner un impuesto a las
bebidas azucaradas ayuda a prevenir la diabetes. ¿Cómo podríamos, en cambio, dar
una solución más general, con ciertas reglas que puedan ser aplicadas a situaciones
nuevas?
Podemos tratar de hacer fact-checking de todo, pero como mecanismo es algo muy
lento y difícil, que requiere de dedicación y cierto nivel de pericia. Es algo que
esperamos, y como sociedad deberíamos exigir, que hagan los periodistas o
agencias de noticias antes de publicar sus historias. Y también es algo en lo que
podemos, nosotros, tomar la iniciativa de exigir antes de creer o de repetir una
información como válida. Por la positiva, existen generadores de información
confiables que se manejan con guías de cómo hacer un buenfact-checking, así como
también existen listas de sitios de internet poco confiables, que se vio que difunden
noticias falsas. Pero el fact-checking es algo que no alcanza como solución para
nosotros, el público general. Es valioso que exista, por supuesto, pero no alcanza.
Las listas de sitios poco confiables dejan se ser útiles enseguida, porque quien
quiera difundir falsedades puede generar un nuevo sitio y ya. Es más, ¿qué les
impide a ellos mismos compilar los sitios de internet confiables y decir que no lo
son?
No queremos que nos den pescados, queremos aprender a pescar y ser, así, más
independientes. El fact-checking no nos va a proteger de las noticias falsas que
abundan y se distribuyen, muy fácilmente, por las redes sociales. Quizás logren
identificar algunas, pero no todas ni lo suficientemente rápido.
Es esencial la investigación profesional, que permite encontrar e interpretar las
evidencias que permiten evaluar las afirmaciones. Es esencial también el
periodismo profesional, ése que comunica de manera adecuada, luego de verificar la
veracidad de lo que se dice.
Pero aun así, necesitamos otra herramienta, otra mirada. En algún punto cada uno
de nosotros debe convertirse en un agente activo, un seleccionador de
información. La metodología de la ciencia, como modo de responder preguntas de
muchas áreas del conocimiento, puede sernos útil para esto. Es esta mirada la que
necesitamos para acercarnos a encontrar la solución para todas las soluciones de la
que hablaba Randi, y no perdernos en este mar tormentoso lleno de información
confusa o fraudulenta. Es ésa la mirada que nos va a permitir comprender mejor
cómo sabemos lo que sabemos y en qué medida lo sabemos. Es eso, por lo tanto, lo
que nos ayudará a distinguir lo cierto de lo falso y la verdad de la mentira.
Este proyecto intenta, entre otras cosas, abordar este desafío: el de buscar,
aunque sea de manera aproximada, una posible solución que sirva para todas
las soluciones o, al menos, para una gran parte de ellas. Una solución que nos
permita adelantarnos un poco en esta carrera que, si nos limitamos a ir
chequeando punto por punto, viendo si cada afirmación particular es cierta o
no, posiblemente perdamos siempre.
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Una guía de supervivencia en tiempos de posverdad. Un análisis práctico que va de lo cotidiano y
personal a lo político y social. 368 páginas a 2 tintas.
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Autor
Guadalupe Nogués
Bióloga molecular retirada de la mesada. Involucrada ahora en la ciencia, la
comunicación, la educación y cómo entretejerlas. La posverdad la hacemos entre
todos y la deshacemos juntos.
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Revisores
Valentín Muro
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Guía de supervivencia en tiempos de posverdad
Posverdad
Rápido y sucio
Investigadores revelan que las noticias falsas se amplifican en redes mucho más rápido que las
verdaderas. Un estudio de verdad para entender lo falso.
¿No va a debate?
¿Cómo conversamos entre nosotros cuando no estamos de acuerdo? ¿Conviene siempre debatir o a
veces puede ser contraproducente?
HAY 77 COMENTARIOS
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1.
GONZALO SEFFINO on Mar 19, 2018 at 11: 23
Responder
2.
MATÍAS LUCERO on Mar 19, 2018 at 11: 45
Responder
3.
MARCOS on Mar 19, 2018 at 15: 08
Responder
Muy lindo tu artículo, pero abstracto, salvo el caso de la vitamina C, no hay
ejemplos controvertidos. Veo que sos bióloga, yo hace un tiempo leí a Richard
Dawking, el gen egoísta, las bases biológicas de nuestra conducta, muestra
ejemplos de cómo se aplica la teoría de los juegos a la selección natura,
conductas evolutivas estables, relación entre los sexos, etc.
En el artículo hablas algo de la política y la postverdad. Nos están matando,
grita una chica en una marcha feminista. Muere una mujer cada 30 horas grita
desesperada otra mujer. En los diarios solo muestran los casos de mujeres
muertas. Pero sabias que por cada mujer que muere en un hecho de violencia
mueran dos hombres? Si una mujer muera cada 30 horas, entonces un hombre
muere cada 15 horas?.
Si, pero a las mujeres las matan sus parejas, grita otra feminista, los hombres
se matan entra ellos y a las mujeres las matan sus parejas. Pero sabias que las
mujeres se sienten atraídas por hombres violentos, no será que las mujeres
eligen parejas sexuales violentas. Ponele que en un grupo, el 10% son
violentos, y el otro 10% son todo lo contrario, se podría hacer un experimento
para saber por quienes se sienten atraídas las mujeres?
Una cultura patriarcal, que oprime a las mujeres? Esto es postverdad o es un
hecho? Más del 95% de las personas detenidas, en las cárceles, son hombres,
menos del 5% son mujeres. Más del 90% de las personas en situación de calle
son hombres. Más del doble de las personas que se suicidan son hombres.
Primero las mujeres y los niños, son dichos populares, deja pasar primero a las
mujeres. Lo último que se da cuenta un pez es que vive en el agua, porque esta
naturalizado. Ninguna mujer fue obligada a ir a ninguna guerra. Hasta los
esclavos se los obligaban a ir a la guerra, se los usaba de carne de cañón.
1.
Hola Marcos:
Cómo explica muy bien la nota, los hechos se validan con evidencia.
Vos nombras un montón de números y estadísticas. Serías tan amable
de alcanzar las fuentes a este lector.
Gracias
Bruno
1.
1.
2.
2.
0.
3.
0.
1.
2.
2.
4.
ANA LIA on Mar 19, 2018 at 16: 46
Responder
y dado que en este momento solo se trata del mercado , se puede decir
cualquier cosa si se le agrega que es cientificoy se han dicho y se dicen
barbaridades,ej: publicado en el diario Clarin de Argentina en los comienzos
de la investigacion del Genoma Humsno:se descubrio el gen de la infidelidad
de la mujer inglesa…No es una broma aunque lo parezca.Es este un ejemplo
banal por lo absurdo, el tema es que realmente se puede decir cualquier
cosa!!! Y remarco la palabra DECIR, porque se trata de lo que se dice .Me
encanto tu articulo y me parece muy importante la tarea que se han propuesto,
vere si puedo aportar algo pero me da la sensacion, quizas equivocada…que
nos vamos a leer entre los que ya estamos anoticiados de la “posverdad”Como
llegas al moz de la esquina que ni lee diaros trabaja 12 horas y vota en contra
de si mismo en las elecciones por ser objeto de la posverdad?
0.
Otro ejemplo, que las mujeres ganan el 30% menos que los hombres.
En los noticieros los periodistas lo deforman y dicen que a las mujeres
ganan por cada hora trabajada el 30% menos y eso no es lo que dice la
estadistica y lo que quieren las feministas, lo que dice el estudio
estadistico y lo que quieren las feministas es que las mujeres trabajen
menos horas y ganen lo mismo que los hombres. Por ejemplo, si un
hombre trabaja 12 horas al dia y gana 10 mil pesos y una mujer trabaje
solamente 2 horas al dia y gana 7 mil pesos, la mujer gana el 30%
menos que el hombre, pero trabaja mucho menos tiempo que el
hombre.
0.
Te mando un saludo!
0.
https://elfindelamisandria.blogspot.com/2017/11/brech
a-salarial-final-de-un-mito.html
1.
5.
JUAN MANUEL on Mar 19, 2018 at 18: 58
Responder
Muy buen artículo. El otro día, no se si viene al caso, con un grupo de amigos
se generó un debate sobre la seguridad de viajar en avión o en auto. Uno de
ellos utilizaba el argumento ”Cuando yo manejo me siento más seguro que en
un avión, donde si se empieza a caer yo no puedo hacer nada. En cambio en
una colisión de frente puedo llegar a hacer algo”.
Estamos hablando de posverdad al tomar sentimientos personales y ponerlos
dentro del argumento? La posverdad vine de la mano del ”Sentido común”?
Gracias por tanto!
Miau! =)
0.
1.
0.
2.
6.
ANA on Mar 19, 2018 at 20: 16
Responder
7.
SOMER on Mar 19, 2018 at 23: 41
Responder
0.
1.
Responder
0.
9.
MARTÍN on Mar 20, 2018 at 00: 27
Responder
Una nota muy clara, gran puntapié inicial, aunque el tema es presa del mismo
lenguaje que nos puede alejar o acercar a “la verdad que más apoyo tiene en
trabajos empíricos recientes de calidad”. Si bien definís el “conocimiento
científico” en algunas ocasiones contrastás “información de calidad
comprobable” con “conocimiento” a secas; ahí no puedo sino preguntarme
qué es el conocimiento no científico, y más que nada si se lo puede llamar
conocimiento, por lo menos al momento de evaluar el grado de verdad de la
información que se ponga en duda. Digo, yo “sé” muchas cosas de mis amigos
(por dar un ejemplo), los “conozco” y mi experiencia me da indicios de lo que
es esperable, pero la información de la que yo disponga en ese tipo de
cuestiones nunca puede tener un grado de certeza comparable con el del
conocimiento obtenido a través del método científico. Qué hago cuando la
posverdad se mete con asuntos ya de por sí plagados de sesgos emocionales?
No soy partidario de vivir en la incertidumbre, creo que, como vos decís, se
pueden sostener posturas máxime con el mismo grado de certeza que permite
la evidencia disponible. Pero ahora yendo a la certeza, yo persona ajena al
lenguaje y conceptos de muchos ámbitos de la ciencia, necesito una serie de
traductores confiables, cómo defino cuáles son? Por cada estudio que me hago
tengo que hablar con 12 medicos especialistas, y verificar sus credenciales? Y
qué hay de quienes expiden esas credenciales? Es un tema que me fascina más
de lo que me preocupa, pero todo de una u otra forma nos llega filtrado,
incluso lo que nos llega “sin intención”. Creo que reconocer cuáles y cómo
funcionan esos filtros también es un punto importante para definir el grado de
certeza que implica determinada información, aún más cuanto más lejos de su
punto de origen uno se encuentra.
Probablemente esté siendo muy atropellado y poco claro, pero lo importante
es que me tocaron una fibra sensible, banco el proyecto y trataré de aportar mi
granito de arena, procurando aclarar mis ideas también en el camino.
0.
10.
LEOK on Mar 20, 2018 at 00: 48
Responder
0.
0.
MARCOS on Mar 20, 2018 at 11: 57
Responder
1.
0.
0.
11.
MARCOS on Mar 20, 2018 at 13: 10
Responder
0.
12.
JULIÁN on Mar 20, 2018 at 14: 46
Responder
Citar siempre al mismo autor, ¿es plagio o posverdad?
¡Muy interesante el proyecto que se viene! ¡Gran forma de empezar!
0.
13.
SEBA on Mar 20, 2018 at 19: 38
Responder
14.
MARCOS on Mar 21, 2018 at 09: 32
Responder
0.
En esta te banco.
15.
FRANCISCO M. GÓMEZ S. on Mar 21, 2018 at 10: 25
Responder
0.
1.
2.
JOFI on Mar 29, 2018 at 11: 10
Responder
16.
JULIÁN on Mar 21, 2018 at 15: 37
Responder
0.
17.
ANDREA on Mar 22, 2018 at 23: 20
Responder
Hola Guadalupe, había leído algún otro artículo tuyo en esta línea y me parece
el tipo de cosa loable y útil que yo nunca podría hacer ;) . Ahora ando
corriendo, pero me tomo el atrevimiento de pasarte un par de referencias que
capaz pueden resultar útiles.
La primera es de Habermas, el filósofo alemán contemporáneo (que ha venido
lidiando con este temita de la verdad hasta hacer su propia propuesta, que
rankea alto entre las teorías de la verdad contemporáneas). En la Introducción
a su libro “Entre naturalismo y religión” dice que hay dos tendencias opuestas
que caracterizan la situación de nuestra época: la creciente influencia política
de las ortodoxias religiosas [ie lo que hacen los evangelistas en Brasil, los
protestantes más fundamentalistas que apoyan a Trump, o los
fundamentalistas musulmanes, por ej], y la expansión de las imágenes
naturalistas del mundo [ie cierto cientificismo exagerado: la creencia en que la
ciencia salvará al mundo y que quienes no lo entiendan es porque son muy
ignorantes].
Habermas dice que esta oposición entre religión y naturalismo “delata una
secreta complicidad: si falta en ambos lados una disposición a la
autorreflexión, en cierto sentido ambas tendencias contrarias se dividen el
trabajo de
poner en peligro la cohesión de la comunidad política mediante una
polarización de las visiones del mundo” (p 10). Lo dijo unos años antes que el
11S, y lamentablemente los hechos le dieron la razón.
0.
Muchas gracias!
18.
AYE on Mar 23, 2018 at 12: 14
Responder
Excelente artículo!
Yo me pregunto: ¿por qué una explicación nos seduce más que otra?.
Más allá de si se acerca a la verdad o no. Verdad entendida como teoría que
sobrevive al método científico, verdad como correspondencia de los hechos,
verdad como consentimiento construido comunitariamente.
Qué hace que nos inclinemos más por algo que por otra cosa?
Evidentemente nuestras decisiones están íntimamente relacionadas, afectadas,
por sesgos, sentido común, deseos, emociones, un sinfín de cosas difíciles de
medir. Un inconsciente.
La posverdad se sirve de eso para enmascarar mentiras, crea una especie de
encapsulamiento de algo que carece de validez para penetrarnos. Se impone
apuntando a la sensibilidad antes que al raciocinio.
Varios sospechamos que es un discurso creado desde las minorías poderosas y
asumido por mayorías silenciosas.
Toda verdad es política (en el sentido de que está relacionada con algún tipo
de poder). La posverdad está fuertemente sujeta a la condición política y esta
condición siempre puede ser resistida.
Entonces, debemos deconstruir las consignas impuestas con ligereza y así
podremos dejar al descubierto los intereses fraudulentos.
19.
ALEJANDRO on Mar 25, 2018 at 13: 13
Responder
20.
FEDERICO on Mar 25, 2018 at 13: 25
Responder
0.
PELA on Mar 26, 2018 at 14: 21
Responder
0.
0.
https://www.facebook.com/C5N.Noticias/videos/vb.87
545580838/10156852466380839/?type=2&theater
La encontré por Facebook… no se si se podrá ver por
otro lado.. quizás Youtube
0.
21.
SERGIO on Mar 28, 2018 at 12: 55
Responder
0.
1.
22.
CYNTHIA on Mar 31, 2018 at 17: 09
Responder
23.
GASTON CIG on Abr 17, 2018 at 18: 04
Responder
Que interesante disparador para confrontar con uno mismo los pilares de
nuestra propia construcción de la realidad. No puedo dejar de sentir que el
discurso científico es también un acto de fé. Y algunas veces percibo la
presentación de evidencias como una liturgia donde el científico nos ilumina
de manera casi carismática.
He llegado a un escepticismo casi pirroniano. Espero con entusiasmo este
ejercicio. Los sigo.
24.
JUAN on May 9, 2018 at 14: 31
Responder
Hola Guadalupe, hermosa nota, te felicito, siempre estoy atento a los artículos
que va sacando El gato… Trabajo en Ciencia y además soy artista plástico.
Como consideras que juego todo esto de la posverdad en el ARTE? Es
confiable la opinión de un experto al considerar que cierta
manifestación/expresión del hombre es arte?, que un determinado artista es
mejor que otro?, que tiene más peso la opinión de un crítico?, como juegan en
este caso los sentimientos y emociones en la verdad?. Con esto no quiero
obtener una respuesta claro, la idea es quizá generar una inquietud o debate
no?. Un saludo y gracias por tu artículo. Juan
25.
FRANCISCO M. GÓMEZ S. on Jun 3, 2018 at 06: 14
Responder
26.
RODOLFO VAZQUEZ on Jul 14, 2018 at 18: 44
Responder
Hola Guadalupe,
te felicito por el articulo .
Aparte de despertar en mi un sentimiento de alivio por la iniciativa (todavía
hay alguien que no se asusta por meterse con cosas complicadas) me conectó
con otro articulo felino (https://elgatoylacaja.com.ar/aprender-de-hongos/) .
El querido viajante tiene (desde mi particular visión) en común con la
problemática de la postverdad en los medios la dificultad para desarmar la no
verdad.
Imaginé a cada evento de publicación de una postverdad como un grafo donde
las aristas y los nodos representan todas las cosas que se deberían comprobar
para poder desarticular a la misma.
Con lo cual me surgieron muchas preguntas:
1) Cuales serian las heurísticas para estos casos?
2) Se debería untar de hongos a los comunicadores / mediáticos / etc y esperar
a ver el resultado?
Gracias y saludos
27.
RODOLFO on Jul 15, 2018 at 09: 25
Responder
28.
NICOLÁS on Jul 19, 2018 at 16: 01
Responder
Hola, simple pregunta… tendrá este tag “guía de supervivencia en tiempos de
posverdad” forma de libro impreso?
Gracias!
0.
Responder
29.
MARTÍN on Ago 11, 2018 at 00: 58
Responder
Excelente nota !
Gracias por tu compromiso =D
30.
VERO on Ago 23, 2018 at 09: 50
Responder
Muy buen articulo y opiniones diferentes. Quizas la verdad es tan dura que
tuvimos que recurrir a la construccion de la postverdad para seguir adelante.
31.
ROBERTO on Sep 2, 2018 at 17: 32
Responder
Un temazo, gracias! Un libro que me dio vuelta la cabeza en este sentido es
“Pensar rápido, pensar despacio” de Daniel Kahneman. Mi resumen sería algo
así como que no somos seres (solamente) racionales, sino también
fuertemente emocionales… o si se quiere, racionales sí, pero en el contexto de
nuestras verdades—las que incluyen ‘datos’, pero prefiltrados por nuestras
experiencias, prejuicios, valores y los de nuestro grupo.
32.
DIEGO LOBOS on Nov 28, 2018 at 10: 03
Responder
Muy grosos todos tus artículos!!! Ya tengo el libro en mis manos y junto con
los artículos que ya venía leyendo, he podido empezar a cambiar prácticas
diarias. Soy docente de jóvenes adultos y, como seguramente pasa en
muchísimas otra aulas, en las mías los debates son cruentos, más aun cuando
emerge mi condición de abortero, ateo, pro ESI nueva versión, anti religión,
pro LGTB y, como cereza de un postre incomible, comunista, es decir casi
todo lo malo que puede haber en el mundo.
Estos artículos y EL LIBRO vinieron a mostrarme uno por uno los errores que
estaba cometiendo en mis intentos infructuosos de comunicar mis ideas sobre
temas candentes de estos últimos años. 2018 fue especialmente duro y me
convenció de que no estaba haciendo bien mis deberes, el efecto rebote se
hizo sentir con fuerza y me encuentro con estos textos tuyos que cristalizan
mis intuiciones. Me equivoqué duro y trabajé para las ideas que trataba de
combatir, garrón total…
https://elgatoylacaja.com.ar/pensar_con_otros/capitulo-1/