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Resumen: Este trabajo pretende exponer las diferencias y similitudes que se producen alrededor de la
lactancia materna examinando los aspectos más controvertidos históricamente. Se trata de
comprender la forma en que la fisiología materna y la construcción social de la lactancia dan
lugar a una retroalimentación entre ambas. El análisis se enfoca, principalmente, sobre las
distintas prácticas en el inicio del amantamiento tras el parto, la duración de la lactancia, las
creencias y supersticiones sobre la misma, la lactancia por otra mujer y la lactancia artificial
teniendo en cuenta la perspectiva del contexto sociohistórico, cultural y situacional en la que
fueron realizadas.
Abstract: In this article we highlight differences and similarities that occur around breastfeeding,
examining the most controversial aspects along history. We try to understand in which way
the maternal physiology and the social construction of breastfeeding give rise to a constant
feedback between both processes. The analysis focuses mainly on the different practices
at the beginning of the breastfeeding after the birth, duration of breastfeeding, beliefs and
superstitions about it, allomaternal nursing and the artificial feeding, considerating the
perspective of the sociohistorical, cultural and situational context where they were performed.
I. Presentación
Este trabajo tiene su origen en la información recogida acerca de la lactancia, dentro
de una investigación etnográfica sobre la Maternidad, en la zona norte de la provincia de
Guadalajara (España). La información utilizada se ha obtenido a través de Observación
Participante, entrevistas en profundidad y documentación bibliográfica procedente de dis-
tintas Ciencias Sociales. El grupo de confidentes ha sido heterogéneo en edad, procedencia,
formación y desarrollo laboral, con el objetivo de obtener la información desde las distintas
perspectivas. Tener acceso a información procedente de mujeres de distintos grupos gene-
racionales ha sido un privilegio que ha permitido conocer e interpretar las opiniones, creen-
cias y prácticas sobre la lactancia materna a lo largo de un siglo. La revisión de documen-
tación bibliográfica ha sido fundamental para comprender y contextualizar la información
etnográfica y comprender la gran exégesis que existe sobre las representaciones y prácticas
relacionadas con la lactancia.
La producción láctea en la mujer tras el parto es una actividad fisiológica que forma
parte del proceso reproductivo y, como en el resto de los mamíferos, la finalidad del aman-
tamiento es proporcionar una adecuada nutrición a la descendencia. A diferencia de otros
animales, en el ser humano la lactancia es una construcción social y, por tanto, depende del
aprendizaje, creencias, valores, normas y condicionantes socioculturales que evolucionan
o involucionan al compás de los tiempos y de los individuos que los viven y configuran.
Históricamente, la alimentación al pecho materno ha sido la única forma de garantizar
la salud y supervivencia del recién nacido y su fracaso una de las causas fundamentales de
mortalidad infantil. El tema de la lactancia materna ha estado presente en los tratados de
los grandes pensadores, filósofos, médicos e historiadores a lo largo de los siglos, pero en
la mayoría de los casos el acercamiento al tema se realizaba desde un punto de vista del
adoctrinamiento moral, considerando a la mujer como un ser ignorante o caprichoso. Las
referencias sobre el amantamiento son frecuentes pero indirectas; con poca información que
nos permita comparar las prácticas dentro de la vida cotidiana y/o en distintas sociedades.
Uno de los temas relacionados con la lactancia más estudiado desde las distintas discipli-
nas ha sido el de las amas de cría o nodrizas, a través de los cuales podemos conocer ciertos
patrones en las costumbres en distintos lugares y épocas. Desde la Edad Media, todo tratado
de partería y cuidados de la infancia contenía un capítulo destinado a los consejos sobre la
lactancia y al asesoramiento acerca de la elección de la nodriza en los casos que era nece-
sario. Algunos autores fueron extremadamente críticos con aquellas mujeres que recurrían
a una nodriza sin tener un motivo que impidiera la lactancia. Gutiérrez de Godoy (1629) ha
sido quizás el autor más importante y fuente de inspiración para otros autores posteriores
por su obra en la que defiende las razones por las que las mujeres están obligadas a criar a
sus hijos ellas mismas. Bonélls (1786) diserta sobre los beneficios y razones para que una
mujer amamante a su hijo, reprendiendo a aquellas que ponen a su hijo a criar con una no-
driza sin razón. Josefa Amar y Borbón (1890), mujer intelectual y aristócrata, elaboró un
manual orientado hacia las mujeres donde se incluyen consejos para el embarazo y para la
lactancia y los requisitos que debe cumplir un ama de cría. Aldecoa y Juaristi (1939) realiza
una revisión sobre la práctica de la lactancia mercenaria a lo largo de la Historia y sobre el
abuso que se hace de esta figura en algunas circunstancias.
Desde la segunda mitad del siglo XX, la lactancia por ama o nodriza ha sido un tema
objeto de estudio desde distintas ramas de las Ciencias Sociales. Las razones para que este
tema haya prevalecido sobre otras prácticas de lactancia pueden estar relacionadas por una
lado, por la importancia que estas prácticas cobraron en la sociedad y que en muchos ca-
sos pasaron a convertirse en una actividad-oficio demandado por distintos estamentos de
la sociedad; por otro lado, por ser una actividad con gran transcendencia para la salud y
Revista de Antropología Experimental, 15. Texto 23. 2015 409
supervivencia de muchos lactantes. Otra razón de peso ha podido estar en la gran cantidad
de documentación y bibliografía existente en los archivos de hospicios e inclusas, tanto a
nivel provincial como nacional y que ha servido como fuente de datos para la investigación.
Los trabajos sobre las amas de cría o nodrizas han sido muy prolíficos en las últimas
décadas: Del Hoyo (1991) realiza un estudio sobre las cualidades que debía reunir una no-
driza y el examen físico al que debía someterse a través de las obras de grandes médicos de
la Antigüedad como Sorano de Éfeso, Oribasio, Mnesiteo, Ecio y Galeno, cuyos consejos
serán seguidos hasta el siglo XX; Peruga (1993) analiza la lactancia asalariada en Valencia
durante el siglo XVIII a través de la revisión de los anuncios en la prensa local de la época;
Borrel I Sabater (1995) examina los motivos que podían coexistir junto con la aportación
económica para que una mujer decidiera ejercer como nodriza en Girona durante el siglo
XVIII; Knibiehler (1996), con su trabajo sobre las nodrizas en la Francia del Antiguo Ré-
gimen, se ha convertido en una de las referencias básicas sobre las prácticas relacionadas
con la figura de las nodrizas; Abou Aly (1996) nos muestra, a través de los textos de los
médicos de la Antigua Grecia, las recomendaciones a tener en cuenta para elegir nodriza.
Fraile (1999) ilustra el pintoresco viaje de algunas campesinas a la ciudad para ejercer como
nodrizas entre finales del siglo XIX y principios del XX y cómo aparecen reflejadas por la
literatura de su época; López (2005) describe las diferentes pruebas que se citan en la obra
de Oribasio de Pérgamo, siglo IV d.C., para comprobar la calidad de la leche de las nodri-
zas; Colmenar (2007), en su trabajo, nos muestra la legislación y reglamentos relativos a las
nodrizas como medida encaminada a proteger a la infancia; Soler (2011) analiza el imagi-
nario literario de la nodriza en España a través de la obra de Pardo Bazán y Pérez Galdós;
Cabrera (2012) realiza un recorrido histórico sobre el oficio de nodriza, donde incluye la
lactancia de auxilio que realizaban las mujeres de clase más modestas hasta las nodrizas
empleadas en las casas reales y que fueron inmortalizadas por los pintores de la corte junto
con los infantes a su cuidado; Illantes (2013) revisa la complejidad y las dificultades que
existían en la vida cotidiana de los niños expósitos, la organización de la lactancia, su ali-
mentación y las causas y motivos que motivaban a algunas mujeres a amamantar a un niño
de forma puntual por caridad rechazando cualquier compensación; Martínez (2014), desde
la perspectiva de la Enfermería examina, la importancia que han tenido las nodrizas como
una profesión que se enmarca dentro de los roles femeninos relacionados con los cuidados
de los niños a su cargo.
La gran importancia dada a las razones y consejos sobre la lactancia materna que sabios
y eruditos, desde los tiempos de Aristóteles hasta la actualidad, han empleado para justi-
ficar su conveniencia para la madre y para el hijo, seguramente, se encuentra en el hecho
de que gran cantidad de mujeres que se lo podían permitir, no querían dar el pecho; lo que
nos demuestra el débil equilibrio entre lo natural y lo cultural de las actividades humanas.
Frecuentemente, se cita dentro de las culturas clásicas a las madres espartanas como ideal de
maternidad por el hecho de que amamantaban a sus hijos independientemente de su rango
y posición social. En realidad, lo que hacían era seguir las normas y las costumbres esta-
blecidas, como también lo era la norma de que todos los recién nacidos fueran sometidos a
un examen minucioso por un grupo de ancianos, como informa en su obra Plutarco (San-
cho Rocher, 2012: 171); si se detectaba alguna deficiencia o malformación, sería expuesto,
desechado o abandonado en el Monte Taigeto, una forma de eutanasia que en la actualidad
escandalizaría, pero que para dicha sociedad era tan normal como el amamantamiento del
niño que pasaba dicho examen.
En la obra de los grandes antropólogos culturales, las prácticas y creencias relacionadas
con la lactancia materna no aparecen directamente como objeto o categoría de estudio.
Margaret Mead (1973 [1935]) fue la primera antropóloga que nos ofreció una reflexión
etnográfica sobre las distintas pautas de crianza en sociedades primitivas de Nueva Guinea,
enumerando las diferentes prácticas y tabús relacionadas con la lactancia en dichas comu-
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nidades y la forma en que los niños adquieren una forma de temperamento o personalidad
según la forma en que han sido socializados.
En España se realizaron algunos estudios etnográficos de recopilación de costumbres
populares, ya avanzado el siglo XX, en los que se incluían, de forma somera, aspectos sobre
la lactancia materna (Casas Gaspar, 1947). La mayoría de trabajos sobre la lactancia provie-
nen de la Puericultura y Pediatría, a través de los cuales se realizó una gran labor a favor de
la lactancia natural en forma de manuales científicos para profesionales o divulgativos para
las madres y educadores, con una gran carga paternalista y dogmática (Aldecoa y Juaristi,
1939. Frías Roig, 1946. Loste Echeto, 1951). Para encontrarnos un estudio etnográfico, pro-
piamente dicho, debemos esperar hasta los años ochenta en los que reaparece el interés por
recopilar el folklore y las costumbres populares. Domínguez (1988) recoge las creencias y
prácticas transmitidas entre las distintas generaciones sobre “cultura popular natalicia” en
la Alta Extremadura.
Desde los años noventa surge un gran interés por el estudio de lactancia materna desde
las distintas perspectivas de las Ciencias Sociales en España e Iberoamérica: López (2004)
recoge las costumbres sobre el arte de amamantar en el Campo de Cartagena; Castilla
(2005) analiza la falta de amamantamiento en la construcción de la buena maternidad; Mar-
tín (2009) examina algunos aspectos relacionados con la lactancia dentro de las costumbres
sobre los hitos vitales en Valladolid; Talayero y Hernández (2009) realizan un aporte histó-
rico sobre la alimentación al pecho; Marton y Echazú (2010), en su trabajo, muestran como
la presión pro-lactancia materna por parte de los profesionales de la salud puede convertirse
en una forma de violencia simbólica contra la mujer; Massó (2013) nos ilustra la forma en
que el amamantamiento en la actualidad se convierte para algunas madres en una forma de
protesta e insumisión; Losa y otros (2013) profundizan en el rol que desempeñan las abuelas
en las prácticas de lactancia materna.
En el área anglosajona, los trabajos han estado muy relacionados con la investigación y
los estudios cross-cultural; alguno de ellos destacando por su influencia sobre investigacio-
nes posteriores (Dettwyler, 1987, 1988, 2004. Stuart-Macadam y Dettwyler, 1995. Maher,
1995. Obemeyer y Castle, 1996. Britton, 2003. Smith y otros, 2012. Hewlett y Win, 2014).
Algunos son trabajos etnográficos en sociedades primitivas y otros son compendios de va-
rios autores que ilustran distintos puntos de vista de la disciplina antropológica sobre los
temas más controvertidos en la lactancia.
Las nuevas tecnologías de la información, en los últimos años, se han convertido en la
herramienta de comunicación para madres y padres. Existe un gran número de páginas en
Internet de organizaciones científicas relacionadas con la salud, así como asociaciones y
grupos pro-lactancia donde “las usuarias” acuden en busca de información o consejos. Los
blogs y foros lactivistas, actualmente, están sustituyendo de forma alarmante la transmisión
de conocimientos interpersonales e intra-culturales que tradicionalmente provenían de la
familia, amigos y profesionales de la salud. También encontramos en las redes sociales opi-
niones contrarias; aquellos que ven en estos grupos de presión pro-lactancia una ideología
casi fundamentalista de naturalización de las prácticas de la maternidad y de la lactancia
y que se basan en la condición de mamífero del ser humano. Las opiniones realizadas en
los foros y blogs deben de ser tenidos muy en cuenta, ya que ilustran la creación de nuevas
ideologías y prácticas sobre la alimentación al pecho que de otra forma no podríamos iden-
tificar.
Aunque todas las sociedades han contemplado la lactancia materna como un hecho na-
tural y necesario para la vida del recién nacido, las prácticas sobre la misma han sido muy
diferentes según los contextos socioculturales y temporales, siendo también variable el sig-
nificado e interpretación que el individuo da a dichas prácticas en un momento y circuns-
tancias específicas, o lo que es lo mismo, según las representaciones sociales que existen en
cada grupo, momento y lugar.
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Para comprender las distintas prácticas y representaciones sociales que se producen so-
bre la lactancia materna en distintos contextos, es necesaria una “deconstrucción” de las
mismas, a través de la cual se pretende examinar cómo dentro del mismo concepto se en-
cuentra una gran amalgama de similitudes, diferencias, controversias y significados.
La lactancia materna, como proceso determinado por la biología y construido sociocul-
turalmente, muestra varios ejes representacionales a través de los cuales se pueden estudiar
convergencias o divergencias ideológicas, religiosas, culturales y políticas que se interre-
lacionan e imbrican entre sí como son: la fisiología e importancia de la lactancia materna,
creencias y supersticiones relacionadas con la lactancia, momento en que se inicia la puesta
al pecho, duración del amamantamiento, alimentación con leche de otra mujer y la lactancia
artificial como sustituto o complemento de la materna.
variable por el cansancio propio del parto. Tras un descanso de varias horas tras el naci-
miento, el bebé demandará ser alimentado de forma periódica, siendo esta succión frecuente
y enérgica el mecanismo que ayudará a establecer, consolidar y mantener el proceso de
lactancia.
La leche materna es variable en su aspecto, cantidad y composición tras el parto, adap-
tándose a las necesidades también variables del recién nacido. Durante los cuatro primeros
días postparto, hasta que sube la leche, se produce el calostro, un líquido amarillento y
espeso en pequeña cantidad (unos 2-20 ml/ toma) pero suficiente para las necesidades del
niño en ese momento. La composición y propiedades del calostro son específicas de cada
especie, resultando de suma importancia la ingesta del recién nacido por su fácil digesti-
bilidad y su efecto laxante que estimula evacuación de las heces. El calostro es rico en an-
ticuerpos específicos, confiriendo al recién nacido una protección contra los gérmenes del
medio ambiente donde se encuentra. Aunque en la actualidad las organizaciones científicas
internacionales recomiendan de forma masiva que el recién nacido ingiera el calostro, no
siempre fue así; durante siglos se transmitió la idea de que era una leche inadecuada que no
se debía permitir tomar al recién nacido.
Posteriormente, tras la subida de la leche o “calentura láctea” se comienza a producir la
leche de transición, con más contenido calórico, lactosa y grasa que los calostros. Esta leche
irá variando a partir de los quince y veinte días postparto, adquiriendo las características
específicas de la leche madura. Este último tipo de leche tampoco es igual durante toda la
lactancia ya que sus calidad y cantidad serán variables según el niño sea alimentado de for-
ma exclusiva o alternando con leche de fórmula adaptada. La succión frecuente y periódica
del bebé mantiene los niveles de prolactina, hormona responsable de producir y mantener
el volumen de leche materna y sus características (Quintero, 2001. Martín-Calama, 2009).
Según pasan los meses y se comienza a introducir otros alimentos en la dieta infantil, el niño
toma menos veces el pecho materno y el volumen de leche disminuye hasta desaparecer.
En otras ocasiones, es la madre quien por alguna causa decide retirar la lactancia materna
y reduce el número de tomas de pecho sustituyéndolas por otro tipo de alimentación hasta
destetar al niño.
Hasta el siglo XX no se conoció la composición y la concentración de los distintos
elementos en la leche humana aunque se sospechaba desde muy antiguo que existían di-
ferencias con las de otros mamíferos por los malos resultados que se obtenían cuando se
alimentaba con ellas a los lactantes. La concentración y la composición de la leche varía
cualitativamente de unos animales a otros, por lo que la alimentación con leches vaca, oveja
o cabra no es adecuada durante los primeros meses de vida, ya que produce una sobrecarga
renal y metabólica en el organismo del niño de pocos meses (Talayero y Hernández, 2009:
17). Por esta causa, hasta que las leches adaptadas se comercializaron y demostraron que
podían ofrecer garantías en la nutrición infantil, no existió ningún alimento para los niños
de pocos meses por lo que la muerte era casi segura cuando no se podía amamantar al niño.
La cantidad y composición de la leche materna varían según el tiempo transcurrido des-
de el parto, adecuándose a las necesidades nutricionales de la edad de cada lactante. De ello
se deriva que la lactancia materna procedente de la propia madre es el alimento más ade-
cuado para el niño, pero no es igual ni en todas las madres ni en todos los casos, pudiendo
concurrir situaciones por las que el proceso de lactancia no se desarrolle de forma óptima y
sea necesario recurrir a otras alternativas.
niños en los que por alguna razón no era posible la lactancia materna. La mayoría de las so-
ciedades y culturas ha utilizado prácticas y rituales para que la mujer que daba a luz tuviera
leche suficiente para criar a su hijo. En muchos casos se relacionaban con creencias paganas
como arrojar calostros a las paredes de la habitación de la recién parida o colocar ciertas
prendas o hierbas bajo el colchón para que tuviera abundancia de leche (Martín, 2009: 22)
o rituales religiosos como oraciones escritas e imágenes de la virgen o santos que se escon-
dían en algún lugar de la casa.
En las grandes culturas clásicas del Mediterráneo, frecuentemente, existía alguna Diosa
Madre relacionada con la lactancia: en Egipto la diosa Isis, en Grecia la diosa Hera y en
Roma la diosa Rumia. La necesidad de una deidad a la que pedir por una buena lactancia
confirma la idea de que en muchas ocasiones el fracaso lácteo era una realidad muy temida
y frecuente. Cuando ciertos factores escapaban al control y entendimiento humano, poner
las expectativas en la intercesión de dioses, amuletos o remedios pudo proporcionar cierta
esperanza y tranquilidad beneficiosa a las madres que se encontraban en dicha situación.
Las representaciones artísticas de la Virgen María lactando a su hijo Jesús aparecieron
durante los primeros siglos de la era cristiana. Se transformaron o adaptaron las antiguas
creencias paganas de la zona del Mediterráneo en el culto a la advocación de la Virgen como
María Lactáns, Galactotrofusa, Virgo Lactans, Madonna Lactans o la Virgen de la Leche,
cuyas imágenes han llegado a nuestros días a través de la pintura, escultura e iconografía en
el caso de la iglesia ortodoxa. Según Knibiehler (1996), la representación de María como
madre lactante, posee una gran significación simbólica sobre la maternidad: “la leche evoca
la devoción sin límites de la madre, la entrega de su cuerpo,… ”. Durante los siglos XV y
XVI, muchos palacios, ermitas, iglesias y catedrales poseían alguna imagen de la Virgen
lactando al niño, que estaba en consonancia con los cánones de belleza de cada momento
artístico (Rodríguez Peinado, 2013). Este tipo de representaciones de la Virgen disminuyen
a partir del Concilio de Trento que censuró las imágenes del pecho desnudo de María. La
Contrarreforma Católica trajo consigo la potenciación de la advocación de la Inmaculada
como ejemplo de perfección y virtud y el abandono del culto a la representación de la Vir-
gen María como madre nutricia y educadora del hijo divino. La protección de la lactancia
pasó a ser desempeñada por aquellas representaciones que ensalzaban la virginidad, como
es el caso de las santas cuyo martirio consistió en la mutilación de los pechos (Fernández,
2000: 66). El culto a Santa Águeda se extendió por los pueblos y ciudades de nuestro país
como la principal intercesora de las enfermedades de los pechos y de la lactancia.
La fe y esperanza en la intercesión de santas o vírgenes fue durante siglos una práctica
en la que se confiaba para asegurar el éxito de la lactancia y la supervivencia del niño. Reli-
carios con una cédula bendita en su interior, medallas y escapularios con la Virgen o la Cruz
de Caravaca colgados sobre la cuna o en alguna prenda del niño son costumbres que han so-
brevivido hasta épocas recientes. La utilización de remedios caseros y amuletos protectores
contra el mal de ojo que podía afectar negativamente a la lactancia o dañar al niño ha sido de
uso común por toda la geografía nacional, al margen de las autoridades eclesiásticas, como
las higas de azabache, sonajeros portadores de algún talismán, abalorios de coral, medias
lunas de plata o los llamadores de ángeles (Domínguez, 1988: 147-151. Abad y Moraleja,
2005: 38). La eficacia simbólica de estas creencias y supersticiones pudo constituirse en un
escudo protector que daba seguridad y tranquilidad a las madres sobre su capacidad de éxito
en la lactancia y mantenía alejado el temido “aojamiento” sobre los lactantes a los que se
consideraba seres vulnerables que debían ser protegidos.
En la actualidad, nos encontramos con un mosaico cultural dentro de la misma sociedad
con una superposición de distintas prácticas y creencias. Algunas de ellas han llegado de
la mano de nuevos sectores de población inmigrante, otras son resignificaciones de viejas
creencias o supersticiones y otras han nacido al compás de las nuevas tecnologías de la co-
municación como “nuevas informaciones” o “nuevas filosofías de vida”, relacionadas con
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los pechos de las mujeres cuando tenían molestias, una actividad que siguió practicando
hasta que se casó. Los consejos sobre esta práctica aparecen frecuentemente en los tratados
y manuales de partería del siglo XIX y principios del XX (De Navas, 1795: 175. Dugés,
1837: 312. Moreau, 1842: 318. Chailly-Honore, 1846: 147. Vidal de Cassis, 1848: 225). Se
aconsejaba la succión por un adulto o un perrillo recién nacido de raza mediana o grande
cuando era necesario evacuar la leche del pecho para mantenimiento de la lactancia, sobre
todo en caso de mastitis en los que se debía desechar la leche de la mama afectada. Este
recurso fue utilizado por las nodrizas en el viaje a la ciudad para “tirar del pecho” y evitar
quedarse sin leche cuando no llevaban consigo a su hijo por haberse quedado en la aldea con
la familia o por haber fallecido (Fraile , 1999).
El primer día, tras el parto, al bebé se le ofrecía una infusión de anís en grano para calmar
la sed y ayudar a iniciar los movimientos intestinales. En realidad esperar unas horas no evi-
taba los calostros y, según nos refieren nuestras confidentes, el niño mamaba sin problemas;
aunque es cierto que se desaprovechaba el fuerte reflejo de succión del recién nacido tras
el nacimiento y el efecto beneficioso que la succión del pezón tiene sobre la contractilidad
uterina para evitar hemorragias postparto. En la mayoría de los casos, la subida de la leche
se producía sin problemas y la lactancia se prolongaba hasta cerca de los dos años si no exis-
tían contratiempos. Las matronas, parteras, abuelas, madres y hermanas eran las encargadas
de ayudar y asesorar a las madres inexpertas sobre la lactancia y cuidados del recién nacido.
Actualmente, en la mayoría de las instituciones sanitarias se ha establecido el fomento e
inicio precoz de la lactancia materna, por lo que solamente quedan al margen de estas medi-
das aquellos casos en que la madre no pueda o no quiera dar el pecho; así como los neonatos
que por alguna razón no puedan ser puestos al pecho materno y deban ser alimentados a
través de otros métodos.
Durante el embarazo muchas mujeres ponen grandes ilusiones en la lactancia materna,
fijándose unas metas de gran exigencia, sintiéndose posteriormente decepcionadas cuando
las expectativas no se cumplen. Falta de subida de leche, grietas del pezón, mastitis y la falta
de engorde del niño son las principales causas de fracaso en el inicio de la lactancia materna.
La importancia y el valor que la mujer y grupo familiar dan a la lactancia materna es un fac-
tor que predispone a favor o en contra de la misma. Mujeres jóvenes con nivel sociocultural
bajo suelen tener mayor tendencia a evitar la lactancia materna así como interrumpirla de
forma precoz ya que la “leche de biberón” se percibe como una ventaja importante para el
tándem madre-hijo. También existe el caso contrario, mantener a toda costa la lactancia ma-
terna ineficaz, evitando darle leche de fórmula o alimentación complementaria aun cuando
el desarrollo del bebé no es correcto y su salud puede estar en peligro. Esta circunstancia
suele producirse dentro de grupos culturales donde se da una gran importancia a la lactancia
materna y también en mujeres donde la lactancia natural es percibida e idealizada como
factor indispensable para la buena maternidad.
También hay ocasiones, previamente al parto, en las que la mujer ha decidido no dar el
pecho, ya sea por cuestiones laborales, mala experiencia previa o porque no quiere depender
en el desarrollo de la vida cotidiana de las rutinas de la teta. Esta decisión de no amamantar
a su hijo suele chocar con las recomendaciones de los sanitarios que la atienden y que se ad-
hieren al fomento de la lactancia materna por encima de todo, clasificando a la mujer como
“mamá que no quiere dar la teta”, de forma un tanto despectiva. Pedir la pastilla para evitar
la subida de la leche y exigir que le entreguen un biberón de leche de fórmula para el niño
se convierte en una hazaña casi imposible durante la estancia hospitalaria por las presiones
a favor de la lactancia natural.
Para sanitarios, familiares y amigos prevalece el concepto de “madre nutricia”, como
si fuera después de la gestación la condición indispensable para ser una buena madre. La
naturalización de la lactancia y su promoción a toda costa, incluso sin tener en cuenta los
deseos de la madre, se convierte en una práctica cercana al concepto de violencia simbólica
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de Bourdieu (2000: 12) ya que los profesionales de la salud ponen en tela de juicio la deci-
sión de la mujer, lo que en cierta forma le hace sentir culpable del no amantamiento (Marton
y Echazú, 2010).
distintas sociedades para que el niño dejara de succionar el pecho ha sido aplicar alguna
sustancia o alimento desagradable como, por ejemplo, barro, savia amarga, pimentón o ajo
(Domínguez, 1988 : 157. López, 2004: 225. Molho, 1950: 89. Mead, 1973 [1935]: 65). En
algún caso, cuando el niño todavía seguía con sus peticiones de forma insistente, alguna
de nuestras confidentes nos refiere que tenían que recurrir a asustarle colocándose una piel
de conejo sobre el pecho; práctica que también era conocida y empleada en otros lugares
de España (López, 2004: 225). En la actualidad las necesidades en cuanto el destete son
similares, sobre todo en algunos casos que el niño demanda insistentemente succionar el
pecho materno como consuelo o para poder conciliar el sueño. En algunos casos se utilizan
prácticas similares a las ya citadas y en otras ocasiones se busca en el consejo experto, una
forma que no traumatice al pequeño.
La existencia de un nuevo embarazo ha sido, sin duda, una de las causas por las que se
finalizaba la lactancia, debido a la creencia de que podía ser peligroso para la madre ges-
tante como para el hijo que venía de camino; en algunos casos, ciertamente, era un riesgo si
existía malnutrición en la madre o padecía alguna enfermedad. Una nueva gestación obli-
gaba a las madres a buscar un sustituto alimenticio, ya fuera a través de leches de animales
o introducción precoz de alimentación complementaria, poniendo en grave peligro la salud
infantil ya que en la mayoría de los casos ninguno de los métodos elegidos era el adecuado
a las necesidades nutricionales del niño hasta cumplidos los cinco meses. Por otra parte, la
mujer conocía que poco a poco comenzaría a disminuir la producción de leche y no podría
continuar amamantando a su hijo aunque lo deseara.
Actualmente, la gestación no buscada tras el parto suele ocurrir como consecuencia de
la confianza en la protección anticonceptiva de la lactancia materna. No se recomienda la
supresión de la lactancia si la madre y el hijo tienen un buen estado de nutrición, continuan-
do el amamantamiento mientras exista flujo lácteo; si lo desea, tras el próximo parto puede
continuar la lactancia en tándem, que consiste en dar el pecho a sus dos hijos pequeños. Lo
más habitual es el destete del hijo mayor sobre los cinco o seis meses de la nueva gestación
para que cuando nazca el nuevo hermanito no exista tanta dependencia y sobrecarga en la
crianza.
La duración de la lactancia, frecuentemente, está relacionada con el éxito o fracaso ini-
cial, las representaciones sociales de los padres sobre la lactancia natural y la necesidad de
incorporación de la madre al puesto de trabajo. También hay que tener en cuenta factores
derivados del niño, que ante posibilidad y variedad en la oferta de alimentos rechaza las
tomas de pecho materno por sí mismo. Existe un buen número de mujeres que consiguen
mantener la lactancia hasta los diez o quince meses y, en algunos casos, hasta los dieciocho
meses y dos años, siendo hechos aislados los que continúan a edades mayores y que coin-
ciden con mujeres con formación académica, que tras posponer varios años la decisión de
tener un hijo aparcan el mundo laboral para entregarse a la crianza del pequeño a tiempo
completo.
Frecuentemente, los grupos pro-lactancia, para justificar una lactancia prolongada más
allá de los dos años, hacen alusión a estudios sobre el destete en otros mamíferos, cuyas
teorías enumera Dettwyler (2004): destete al alcanzar el triple o cuádruple del peso del na-
cimiento; destete al alcanzar un tercio del peso de adulto; destete de acuerdo con el tamaño
del cuerpo adulto; destete en función de la duración del período de gestación o destete en
función de la erupción dental.
Sobre la duración de la lactancia también se han realizado estudios basados en restos
fósiles que nos acercan a las prácticas que pudieron existir en sociedades primitivas. Un
ejemplo son las investigaciones sobre restos de un niño neanderthal, en el que se ha deter-
minado que fue destetado con seis meses (Perkins, 2013). Pero estos resultados sólo nos
informan que el pequeño sobrevivió a un destete temprano y no que todos sus congéneres
lo fueran a dicha edad.
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La comparación sobre la duración del periodo de lactancia con otros mamíferos u otros
primates siempre llevará un sesgo importante: por un lado, por las diferencias metabólicas
y de crecimiento de las distintas especies y, por otro, porque en el ser humano las pautas se
trasmiten a través del aprendizaje y no son instintivas. También existe el mismo problema
al examinar similitudes y diferencias con “culturas tradicionales o primitivas”, si no se tie-
ne en cuenta contextualizar el escenario sociocultural y ecológico donde se desarrollan las
prácticas.
Entonces, ¿existe una duración óptima de la lactancia materna? Desde luego, depende
de distintos perspectivas individuales, representaciones socioculturales y condicionantes
que afecten a madre e hijo. Por tanto, la respuesta siempre es tan variable como lo son las
distintas configuraciones socioculturales y personales de los individuos.
Lactancia solidaria.
Ofrecer, entregar y alimentar con leche materna a un niño de otra mujer pueden consi-
derarse actos de solidaridad, de reciprocidad o de altruismo. Este tipo de lactancia va más
allá del hecho de compartir un alimento; ha constituido, a través de la historia, la condición
necesaria para que el niño sobreviviera y se convirtiera en un miembro del grupo social. A
este tipo de alimentación, que no persigue recompensa material, se le ha llamado “lactancia
solidaria o lactancia de auxilio” y ha constituido una práctica común en el mundo rural hasta
los años sesenta; en el que las leches de fórmula comenzaron a estar al alcance de las eco-
nomías domésticas. Existían circunstancias como partos complicados, cansancio materno,
infecciones postparto, falta de leche o malformación del pezón que hacían necesario ama-
mantar al recién nacido por otra mujer hasta encontrar una solución al problema. También la
muerte materna durante el parto o postparto obligaba a alimentar al niño por una mujer que
estuviera lactando a su propio hijo hasta encontrar una nodriza que pudiera amamantarle los
primeros meses.
Revista de Antropología Experimental, 15. Texto 23. 2015 419
En los núcleos pequeños de población, donde todos se conocían ante un caso de necesi-
dad, parientes o vecinas en periodo de lactancia se ofrecían para amamantar al pequeño de
forma puntual. Si este este periodo se alargaba por alguna causa, se repartían “las tetadas”
entre varias mujeres, lo cual hacía más liviana la sobrecarga y evitaba carencias para el pro-
pio hijo. Dentro del contexto sociocultural donde se ha recogido información etnográfica,
compartir leche de la misma mujer no daba lugar a ningún tipo de obligación familiar o
económica por las familias implicadas; como tampoco existía tabú o prohibición de ningún
tipo relacionado con el parentesco como ocurre en la doctrina del Islam, donde la madre y
hermanos de leche deberán atenerse a los tabús al efecto (Khatib-Chahidi, 1995: 115).
Como se conocía desde había tiempo que ciertas enfermedades podían transmitirse a
través de la leche materna, se recomendaba un examen médico antes de contratar un ama de
cría; esto no ocurría en el caso de vecinas o conocidas bien intencionadas, pudiendo el niño
contagiarse de ciertas patologías infecciosas, como la sífilis o la tuberculosis, esta última
muy frecuente en todo el país hasta los años sesenta. A partir de los años ochenta del siglo
XX, la epidemia de SIDA puso de manifiesto la posibilidad del riesgo de transmisión del
virus a través de la leche materna, por lo que los padres tomaron conciencia de los riesgos
que podía correr el niño al ser amamantado por otra mujer.
En la actualidad aparece una nueva categoría que es la “lactancia altruista”; ésta deno-
mina la donación del excedente de leche materna a Bancos de Leche de algunos hospitales.
Su finalidad es de alimentar a niños prematuros o con necesidades nutricionales especiales
que no pueden ser cubiertas por su propia madre. La donación de leche es anónima tanto
para la mujer que la entrega como para la familia del niño que la recibe. En los Bancos de
Leche se recolecta, analiza, procesa y conserva la leche de la mujer donante para ponerla a
disposición de los Servicios de Pediatría que puedan necesitarlo (AEBLH, 2014). Las dona-
ciones son puntuales y sólo si la madre tiene excedente de leche, sin más remuneración que
la satisfacción del acto altruista en sí mismo. Los Bancos de Leche en Europa no persiguen
ningún beneficio económico y tampoco comercian con la leche materna.
Lactancia mercenaria.
A medida que en los grupos humanos aparece la estratificación y la diferenciación so-
cial, los hijos de las clases acomodadas frecuentemente fueron amamantados por mujeres
de clase social más baja o necesitada; el amantamiento podía ser de forma voluntaria u
obligatoria, como en caso de siervas o esclavas. Algunas veces la propia madre no quería
o no podía amamantar al recién nacido y en otras ocasiones la lactancia era considerada
como una práctica de individuos de rango inferior. La capacidad económica y/o el poder
de algunas familias les permitía contratar u obligar a otras madres a alimentar a sus hijos.
De esta forma, aparece la tradición de las nodrizas o amas de cría, responsables de la ali-
mentación, cuidados y educación de un niño de otra familia. A la práctica de alimentar a un
niño ajeno al pecho, que generalmente era recompensada con algún tipo de bien material,
se ha denominado, en los círculos académicos y literarios, como “lactancia mercenaria”,
distinguiéndola de aquellas situaciones que se realizaban por solidaridad o necesidad sin
una recompensa material establecida a priori.
Las referencias más antiguas a las nodrizas o amas de cría se encuentran en textos ba-
bilónicos del siglo XIX a.C.: las Leyes de Esnunna y el Código de Hammurabi, donde se
establecen normas, condiciones, obligaciones y pago de una nodriza. En la Biblia, la figura
de la nodriza aparece sobre todo en los libros del Antiguo Testamento, donde es una figura
asociada a la crianza de niños de casas nobles o ricas. En el Corán, se hace referencia explí-
cita a la figura de la nodriza, no existiendo reparo alguno, siempre que el padre y la madre
estén de acuerdo y la mujer contratada reciba el pago acordado según las costumbres del
lugar (Muhammad, 2014: 14).
420 Revista de Antropología Experimental, 15. Texto 23. 2015
A través de los registros escritos del Antiguo Egipto, Grecia y Roma, tenemos conoci-
miento de lo extendida que se encontraba la utilización de nodrizas entre las clases acomo-
dadas y los nefastos resultados que se producían en gran parte de las ocasiones (Aldecoa
y Juaristi, 1939). La lactancia por una nodriza o ama de cría ha sido una práctica muy
extendida en nuestro país. Las referencias escritas en la España medieval ya aparecen en
las “Partidas” de Alfonso X, el Sabio, donde se menciona a las amas de leche como una
costumbre admitida y bien considerada para la crianza de los príncipes e infantes. En esta
obra se hace referencia a las condiciones que deben reunir las amas de cría; a saber, tener
buena y abundante leche, buena salud y ser bien parecidas y, sobre todo, buen linaje y bue-
nas costumbres (Alfonso X, 1807: 45). Unas características y cualidades que coinciden con
las recomendaciones para la elección de nodriza realizados varios siglos antes por Sorano
de Éfeso en su el tratado Gynecología (Del Hoyo, 1991: 197).
Las disposiciones de Alfonso X, el Sabio, sobre los requisitos de una nodriza fueron la
orientación que siguieron muchos médicos y moralistas en sus consejos sobre la lactan-
cia mercenaria hasta bien entrado el siglo XX. A las recomendaciones ya mencionadas, se
añadió la realización de una revisión médica para comprobar que la mujer elegida tuviera
suficiente leche y no sufriera ninguna enfermedad contagiosa que pudiera malograr al niño
que se ponía a su cuidado (Vidal y Vidal, 2012: 79. Aldecoa y Juaristi, 1939: 22). También
se prestó gran atención a las costumbres y al aspecto de las mujeres que optaban al puesto
de ama de cría, ante la posibilidad de que las conductas fueran transmitidas no solo por la
socialización sino a través de la leche.
La figura de la nodriza sustituía a la madre natural en la lactancia, en los cuidados del
niño y en la educación para que ésta pudiera desempeñar las obligaciones de la corte o de
la sociedad. Es importante considerar que al evitar la lactancia, la madre reiniciaba el ciclo
reproductor al mes de parir, lo que favorecía acortar el periodo intergenésico y aumentar el
número de los nacimientos, ya que a pesar de contar los infantes con buenas nodrizas y los
mejores cuidados de la época la mortalidad en la infancia temprana era altísima (Cabrera,
2008). Reinas, princesas y mujeres de noble cuna tenían la misión fundamental de engen-
drar el mayor número de herederos posibles, lo que por otro lado llevaría consigo una gran
debilidad de su organismo y por ello, en algunas ocasiones, una mala capacidad para el
amantamiento.
Las costumbres sobre la lactancia con ama traspasaron los límites de los palacios y casas
nobles para asentarse también en las clases burguesas y acomodadas, por lo que la lactancia
por la madre natural quedó reservada a los pobres y gente humilde para los que no existía
otro método efectivo de alimentación que garantizara la supervivencia para el recién nacido.
En los hospicios y casas de acogida para niños expósitos era necesario contar con unas amas
de leche que realizaran la “lactancia de auxilio” cuando llegaba un recién nacido, o para
alimentar a aquellos niños que permanecían en dichas instituciones. También se contrataba
“amamantaderas” que acudían a horas determinadas para alimentar a los expósitos dentro
de la institución o bien criaban al niño en su casa hasta la época del destete, el fallecimiento,
la adopción o prohijamiento por alguna familia.
La necesidad de compensar la mísera economía doméstica animaba a estas mujeres a
ejercer como amas de cría o a acoger a un expósito para criarlo en su casa hasta los siete
años. Las nodrizas que ejercían en las casas acomodadas tenían una mayor consideración
social y salario que las que criaban niños del hospicio, pues éstas, en muchos casos, tar-
daban en cobrar y debían de tener varios niños a su cargo así como estar disponibles si se
producía un caso urgente que atender (Nieto, s.f). La remuneración era escasa pero nada
desdeñable para un hogar humilde; sin embargo es posible, según estiman algunos autores,
que coexistieran otras razones para que una mujer decidiera ejercer como nodriza, como la
de compensar emocionalmente la pérdida del hijo fallecido, la necesidad moral de dar utili-
Revista de Antropología Experimental, 15. Texto 23. 2015 421
búsqueda comenzaba antes de la fecha de parto, sobre todo, cuando existían antecedentes
de otros hijos que no habían podido ser criados por la madre natural. En otras ocasiones,
la necesidad de un ama de cría era una urgencia vital ante la enfermedad, muerte o falta de
leche en la madre.
Aunque la utilización de una nodriza fuera una práctica frecuente en familias acomoda-
das, en algunas ocasiones también familias de renta baja se veían obligadas a buscar una
mujer que amamantara el recién nacido ante la imposibilidad que la madre criara ella misma
a sus hijos. Generalmente, existía algún hijo anterior que había fallecido por fracaso de la
lactancia a través de su propia madre o mediante lactancia artificial. Enfermedades maternas
como tuberculosis y desnutrición, ausencia de subida de leche, falta de pezón, escaso flujo
lácteo o pérdida del mismo eran las causas más frecuentes que llevaban al lactante, inexo-
rablemente, a la muerte.
Dos de nuestras confidentes de mayor edad fueron criadas con lo que ellas denominan
“ama”, una información de primera mano que nos muestra e ilustra estampas de épocas
pasadas. La primera informadora, nacida en 1916, pasó a convivir en el hogar del ama,
dentro del mismo pueblo donde residía su familia hasta que fue destetada. Años más tarde,
su hermana, siete años menor, también pasaría a ser criada de la misma forma en un pueblo
cercano; la familia le cogió tanto cariño que hubiera querido quedarse con ella. La segunda
informadora nació en 1923 y su madre había perdido a varios hijos previamente por no po-
derlos criar con el pecho, por lo que recurrieron a un ama de cría que convivió con la familia
hasta el destete mientras también alimentaba a su propio hijo.
La lactancia mercenaria fue disminuyendo en los años cuarenta y cincuenta de forma
muy importante, como consecuencia de los buenos resultados que se obtenían con las nue-
vas fórmulas de leche adaptada y por consiguiente en las representaciones sociales de las
madres sobre la lactancia mercenaria. Gracias a las hemerotecas-online, que actualmente se
encuentran a disposición de cualquier usuario de internet, se ha constatado la frecuencia de
los anuncios sobre la oferta y la demanda de amas de cría en la prensa escrita hasta los años
cuarenta y cincuenta del pasado siglo. Un buen número de mujeres que se ofrecían como
amas de cría correspondía a madres jóvenes solteras o que habían enviudado recientemente
y en otros casos eran madres con varios hijos a su cargo para las que este tipo de lactancia
podía suponer una aportación a la economía doméstica que podían compatibilizar con sus
actividades domésticas. Aprovechar el flujo lácteo y entrar como ama de cría en una casa
acomodada podía convertirse en un recurso económico nada despreciable y la garantía de
un lugar donde vivir y comida y vestido durante varios meses o años.
Algunas familias acomodadas siguieron contratando nodrizas para sus hijos ante los
malos resultados que, tradicionalmente, se habían conseguido con la lactancia artificial o
porque consideraban que era una leche más natural. La alta tasa de mortalidad infantil, cu-
yas causas muchas veces no llegaban a conocerse, era un factor que contribuía a mantener
la figura del ama de cría. El último anuncio que se ha localizado en prensa escrita pertenece
a los años sesenta (La Vanguardia. 1963), lo que nos acerca a la posibilidad de que estas
prácticas sobrevivieran de forma puntual mientras existió un desajuste importante de estra-
tificación social y en las representaciones sociales sobre la lactancia mercenaria.
Aunque para médicos y salubristas este tipo de lactancia era la causa de muchos males
de la infancia, para los padres, que por una u otra razón se encontraban ante la necesidad de
alimentar al niño recién nacido, obviamente, las representaciones sobre la lactancia con ama
de cría eran muy distintas. Es cierto que, en algunas ocasiones, se convirtió en una costum-
bre, dentro de las clases adineradas, más que necesidad. En la mayoría de los casos “la leche
de otra mujer” fue la que procuró una posibilidad de supervivencia a miles de niños y por
otra parte para el ama de cría, el excedente de leche podía contribuir al bienestar económico
de su familia, a retrasar la posibilidad de un nuevo embarazo o a contribuir a criar a un niño
ajeno como acto de caridad cristiana.
Revista de Antropología Experimental, 15. Texto 23. 2015 423
de la leche de animales para alimentar a los niños pequeños fueron adoptados en muchos
países.
En el año 1873 llegaron a España las primeras harinas lacteadas de Nestlé destinadas
al consumo infantil. Las controversias sobre su utilización generaron gran polémica en los
medios de comunicación entre defensores y detractores (Boatella, 2012: 175). En 1905 se
construyó la primera factoría de la empresa en España, lo que e impulsó la comercialización
de estos productos. Unos años más tarde, en 1910, comienza también la producción de leche
condensada La Lechera, proporcionando una nueva visión en las posibilidades de nutrición
infantil (Nestle, 2007).
Aunque existían harinas lacteadas y leches condensadas en nuestro país desde los inicios
del siglo XX, éstas resultaban caras para las economías modestas o se desconocía la existen-
cia de ellas, sobre todo, en los núcleos rurales. No será hasta casi finales de los años cuarenta
cuando su comercialización se incremente en nuestro país; convirtiéndose la leche Pelargón
en el seguro de vida para muchos lactantes que no podían ser alimentados con leche materna
los primeros meses de vida.
La leche condensada fue utilizada, sobre todo, para complementar la alimentación in-
fantil cuando la lactancia materna no era suficiente. A partir de los cinco o seis meses, si era
necesario complementar la alimentación del niño, se solía emplear la leche de vaca en las
ciudades y de cabra en los pueblos. La mayoría de las familias de las zonas rurales tenían
una o varias cabras destinadas a la alimentación de chicos y grandes. Este pequeño animal
se alimenta con tallos y hojas de lugares donde no llegan otros herbívoros, conviviendo con
vacas y ovejas sin competir por el alimento. Su cuidado y vigilancia se distribuía por turnos
entre las familias, por lo que el coste de mantenimiento era bajo en proporción con la can-
tidad de leche que se obtenía.
A partir de los años sesenta y setenta, la alimentación artificial con leches de fórmula
adaptada se incorporó de forma exagerada a las pautas de alimentación infantil en algunos
sectores de la sociedad. Los buenos resultados obtenidos con la leche artificial en la ali-
mentación de los recién nacidos se introdujeron en las representaciones sociales sobre la
lactancia artificial, desplazando a la lactancia materna en algunas ocasiones sin que existie-
ran razones o circunstancias para ello. Aunque algunas mujeres vieron una liberación en la
posibilidad de dar biberón de forma segura y librarse de la incertidumbre e incomodidades
de “la teta”, fueron más numerosas las que alimentaron a sus hijos ellas mismas; por dos
razones fundamentalmente: la primera por considerar que era la mejor leche y la segunda
porque la consideraban más cómoda.
Contar con leches de fórmula adaptada ha logrado dar respuesta a las necesidades de
aquellas madres que no podían o no querían dar el pecho sin tener que poner en riesgo la
salud del niño. Acortar el periodo de lactancia porque la madre debe trabajar o por cualquier
otra causa no ha significado un problema para el niño, como en épocas anteriores cuando
debía recibir fórmulas poco adecuadas o la introducción de alimentos inapropiados para su
edad. Si bien la leche de fórmula adaptada no puede competir con las características de la
leche humana, las distintas presentaciones existentes en el mercado son productos totalmen-
te adaptados a las características nutricionales de las distintas etapas del desarrollo infantil.
En la actualidad, los principales motivos para utilizar la lactancia artificial suelen ser
similares a las de épocas anteriores: las anomalías del pezón, la falta de subida de leche,
flujo insuficiente, grietas, mastitis, experiencias previas desafortunadas o problemas rela-
cionados con la salud del niño. A estas causas se les une la opción y la decisión materna de
no lactar; una decisión que es un derecho pero que, generalmente, no es bien visto, a veces,
por el círculo familiar o por el personal sanitario. El tiempo y entrega que supone la lactan-
cia materna requiere posponer ciertas actividades de la vida laboral o personal de las que
la mujer, a veces, no puede o quiere prescindir. Durante los primeros meses la madre se ve
Revista de Antropología Experimental, 15. Texto 23. 2015 425
casi obligada a dar explicaciones del porqué de su decisión, lo que al fin y al cabo se percibe
como una intromisión de los demás en la decisión sobre su maternidad y crianza.
La alimentación artificial no debe considerarse como un producto de la modernidad; hay
suficientes referentes históricos sobre su utilización. Lo novedoso, realmente, es la posibi-
lidad de decidir entre la lactancia materna y la lactancia artificial sin poner en grave peligro
la vida del niño.
Agradecimientos
A Dña. María Ángeles Andrés Marco por su ayuda inestimable en las correcciones y comentarios al
manuscrito.
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