Victor Samuel Rivera - Pestilencia y Alteración
Victor Samuel Rivera - Pestilencia y Alteración
Victor Samuel Rivera - Pestilencia y Alteración
E F
E
STUDIOS ILOSÓFICOS
LXVII
194
2018
E F
STUDIOS ILOSÓFICOS E STUDIOS FILOSÓFICOS
E STUDIOS FILOSÓFICOS
Comentarios kantianos a algunas de las sentencias
sobre arte conceptual de Sol Lewitt
Rafael García-Sánchez
Tiempo de la erótica, erótica del tiempo.
La filosofía pre-límite de Eugenio Trías
Jonatan Caro Rey
Adolf Reinach, fenomenólogo realista
y “amigo del mirar”
Carlos López Segovia
E F
TH. W. Adorno y el psicoanalisis: La categoría
freudiana del “inconsciente” en la teoría
STUDIOS ILOSÓFICOS
sobre el Expresionismo musical
Pablo Frau Buron
Pestilencia y alteración. La corrupción
E F
política como dispositivo
Víctor Samuel Rivera
STUDIOS ILOSÓFICOS
AÑO 2018 ENERO-ABRIL VOL. LXVII Nº 194
E La Revista ESTUDIOS FILOSÓFICOS, S
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E s t u d i o s F i l o s ó f i c o s L X V I I ( 2 0 1 8 ) 8 9 ~ 11 9
89 E STUDIOS FILOSÓFICOS
VÍCTOR SAMUEL RIVERA
1
Cfr. Gianni Vattimo y Santiago Zabala, Hermeneutic Communism. From Heidegger to Marx,
New York, Columbia University Press, 2011, cap. I.
90
PESTILENCIA Y ALTERACIÓN. LA CORRUPCIÓN POLÍTICA COMO DISPOSITIVO
2. El faktum 2008
2
Cfr. Giorgio Agamben, Arqueología filosófica. Signatura rerum. Sobre el método [2008], Barcelona,
Anagrama, 2010, pp. 109-150.
91
VÍCTOR SAMUEL RIVERA
(Parece haber algo corrupto en todo esto: ¿cómo puede llegar a valer el
doble la representación bursátil de empresas quebradas cuyos precios han
subido con la mera introducción de dinero fabricado, a pesar de que ese valor
no parece guardar relación alguna con la productividad de esas empresas?
Que quede esto sentado).
Los detalles históricos o anecdóticos de 2008 han quedado registrados para
la ilustración de los presentes y de generaciones venideras por Michael Moore o
Noam Chomsky, o bien por filmes americanos en estos años más recientes para
facilitar la comprensión histórica de lo que pasó y continúa sucediendo. El he-
cho, sin embargo, es que el orden legal y administrativo de los Estados Unidos
–y de las demás democracias avanzadas que actuaron con ellos– hizo solidari-
dad con la corrupción económica, poniendo en evidencia algo que será objeto
de la reflexión hermenéutica, esto es, cómo así es posible lo que, al final, ambas
instancias significan como el aparato de una experiencia social de corrupción.
Nadie podría negar que nos hallamos aquí ante un faktum hermenéutico.
Immanuel Kant usó la palabra faktum para apelar a una clase de evidencia so-
cial que, de alguna manera, socava el lenguaje popular normal, y fuerza, cons-
triñe a hacer filosofía, tanto sobre el lenguaje como sobre la evidencia misma,
que sirve así de punto de partida3. En la hermenéutica, podemos decir que el
faktum del 2008 constituye una evidencia de que el mundo histórico y social
no se halla adecuadamente expresado en los términos de los publicistas, los
políticos o incluso los expertos analistas económicos; en efecto, los medios
de prensa, los analistas de televisión, los grandes economistas del momento
pasaron buena parte del 2008, como lo hacen aún ahora, diciéndonos que todo
estaba de hecho muy bien, ignorantes de que su lenguaje no parecía estar en
condiciones de incorporar el acontecimiento a sus propios recursos en una
situación en que, antes que ignorantes, aparecen a la experiencia del faktum
ellos mismos como cómplices, encubridores y aun socios –ya que asociados en
la mentira pública para gestionar los efectos malos del gran fraude–; ¿no apa-
recen así ellos mismos como culpables (y por ende, como corruptos)? Como
hizo notar hace tiempo el conde Joseph de Maistre, es de notar que cuando
ellos dicen que todo está muy bien, es precisamente cuando la experiencia del
“mal” lo “inunda todo”4.
En cualquier caso, es manifiesto que la crisis económica de 2008, tomada
como un acontecimiento histórico, sobrepasa los lenguajes sociales. Lo que
3
Cfr. Roberto Torretti, Manuel Kant. Estudio sobre los fundamentos de la filosofía crítica [1967],
Buenos Aires, Charcas, 1980, pp. 545-546; José Gómez Caffarena, El teísmo moral de Kant,
Madrid, Ediciones Cristiandad, 1983, pp. 120 y ss.
4
Cfr. Joseph de Maistre, Considérations sur la France suivie de l’Essai sur le principe générateur des
constitutions politiques et des autres institutions humaines, troisième édition, revue et corrigée par
le même, Paris, Chez Potey, Libraire de S. A. R. Monseigneur Duc d’Angoulême, 1821, p. 55.
94
PESTILENCIA Y ALTERACIÓN. LA CORRUPCIÓN POLÍTICA COMO DISPOSITIVO
5
Gianni Vattimo y Santiago Zabala, op. cit., p. 10.
6
Cfr. Joseph de Maistre, Considérations sur la France, p. 3; René Johannet y François Vermale,
«Une introduction et des notes», en Comte Joseph de Maistre, Considérations sur la France,
Paris, Vrin, 1936, p. 2.
7
Joseph de Maistre, Considérations sur la France, pp. 6, 10, 38, 70, 116.
8
Cfr. Víctor Samuel Rivera, “Evento y milagro. El 11 de septiembre: ¿Gianni Vattimo o Joseph
de Maistre?”, en Diánoia LXII/79 (2017) 49-75. Sobre el uso de “evento” en el lenguaje de
la hermenéutica contemporánea, cfr. Enrico Readelli, “Evento”, en Filosofia teoretica.
Un’introduzione, E.Ronchi (Ed.), Torino, UTET, 2009, pp. 21-45. Sobre el conde Joseph de
Maistre en general, cfr. Claude Boncompain y François Vermale, Joseph de Maistre, Paris,
Éditions du Félin, 2005; Robert Triomphe, Joseph de Maistre. Étude sur la vie et sur la doctrine
d’un matérialiste mystique, Genève, Droz, 1968; José Osés, “De Maistre y Donoso Cortés.
Hermeneutas de lo inefable”, en Revista de Estudios Políticos 152 (2011) 75-114; O. Bradley, A
Modern Maistre. The Social and Political Thought of Joseph de Maistre, London, Lincoln, 1999; C.-
J. Gignoux, Joseph de Maistre. Prophète du passé, historien de l´avenir, Paris, Nouvelles Éditions
Latines, 1963; VV. AA., “Maistre (le comte Joseph-Marie de)”, en Biographie Universelle
(Michaud) ancienne et moderne, ou Histoire, par ordre alphabétique, de la vie publique et privée de
tous les hommes qui se son fait remarquer par leurs écrits, leur actions, leurs talents, leurs vertus ou
leurs crimes, Paris, Chez Madame C. Desplaces, s/f, t. XXVI, pp. 174-182.
95
VÍCTOR SAMUEL RIVERA
9
Cfr. Vìctor Samuel Rivera, “Novum, evento y violencia fundante. Bagua (Perú)”, en Estudios
Filosóficos, LXIII/183 (2014), pp. 332 y ss.
10
Gianni Vattimo, Esperando a los bárbaros, Buenos Aires, Fedun, 2014, p. 48.
11
Cfr. Joseph de Maistre, Considérations sur la France, pp. 36-37.
12
Cfr. Cicerón, Sobre la adivinación. Sobre el destino. Timeo, Madrid, Gredos, 2009, pp. 73 y ss.
96
PESTILENCIA Y ALTERACIÓN. LA CORRUPCIÓN POLÍTICA COMO DISPOSITIVO
conjetural del pronóstico, es decir, una cierta incertidumbre en que vienen en-
vueltos, como bien ha notado de Maistre, vale tanto para los pronósticos ordi-
narios de los analistas como para los arrojados a la incertidumbre13.
No habría que descorazonarse de la dimensión divina de lo impredecible
(o de lo inexplicable). Su cumplimiento, de alguna manera, no pertenece al
ámbito donde se mueven los personajes que pronostican, aunque finalmen-
te, muy a pesar suyo, los someta. No siendo posible la familiaridad con lo
impredecible, y no habiendo ya en el mundo presente del que las demo-
cracias capitalistas son instalación un rol social para los adivinadores reli-
giosos, es razonable que sean los intérpretes quienes ocupen el lugar vacío,
aunque justamente no los intérpretes del tipo de los analistas, los sabelotodo
de la televisión americana, etc., ya que fueron antes incapaces de pronosti-
car; eso se significa diciendo que la interpretación en estos casos es ontológi-
ca, o sea, es trabajo de los filósofos, de allí que sea pertinente referirse, como
se ha hecho, a un “llamado del Ser”. Es la línea genérica de la hermenéutica
como pensar de la actualidad (histórica y social) que ha hecho frecuente
Gianni Vattimo14. Consideramos aquí que pensar, hacer hermenéutica de los
fenómenos sociales, es una tarea que va íntimamente ligada a la elaboración
(histórica) de pronósticos, y que su eficacia, incluso si esta es adivinatoria,
como parece haber sugerido Carl Schmitt, es el objetivo de la filosofía dirigi-
da a los problemas sociales15.
Con la anterior salvedad, vamos a seguir y profundizar la huella kantiana
como punto de partida de una elaboración filosófica. A nuestro juicio, Kant
procedió de este modo en sus obras, y en especial en las político-morales, bajo
dos supuestos, uno correcto, otro incorrecto. El correcto fue adjudicar carácter
de evidencia al lenguaje común, bajo la suposición de que este de alguna ma-
nera expresa, aunque no de manera explícita, la materia de la investigación.
Una posible simplificación en el concepto del lenguaje, o quizá una cuestión
de mera estrategia, lo llevó al segundo supuesto, que es el que tomamos por
incorrecto: considerar que el lenguaje, que se halla históricamente situado,
puede ser examinado de modo filosóficamente fructífero independientemente
del horizonte histórico y social en el que se halla instalado; de haber advertido
lo anterior, tal vez Kant hubiera sido más cauteloso al extraer inferencias uni-
versalistas y racionalistas de su examen del lenguaje moral, así como de lo que
se llama la construcción racional de sus consecuencias; esta última operación
13
Cfr. Joseph de Maistre, Considérations sur la France, p. 37.
14
Cfr. Gianni Vattimo, “Ontologia de l’attualità”, en Gianni Vattimo (Comp.), Filosofia, 1987,
Bari, Laterza, 1988, pp. 201-223; Giovanni Giorgio, “Nihilismo hermenéutico y política”, en
Carlos Muñoz, Daniel Leiro y Víctor Samuel Rivera (Coords.), Ontología del declinar. Diálogos
con la hermenéutica nihilista de Gianni Vattimo, Buenos Aires, Biblos, pp. 241 y ss.
15
Cfr. Carl Schmitt, “Interpretación europea de Donoso Cortés” [1951], en Carl Schmitt, teólogo
de la política, México, Fondo de Cultura Económica, 2001, p. 230.
97
VÍCTOR SAMUEL RIVERA
16
Cfr. John Rawls, Liberalismo político [1993], México, Fondo de Cultura Económica, 1996,
cap. III.
98
PESTILENCIA Y ALTERACIÓN. LA CORRUPCIÓN POLÍTICA COMO DISPOSITIVO
margen del mundo histórico donde los analistas y los sabelotodo constituyen
el centro: allí donde habitan los excluidos de ese mundo, los que habitan en el
margen, por así decirlo17. Allí se hallan los que no alcanzan su identidad en la
persona del analista, el político, el publicista, etc., sino en la persona del des-
empleado o del indignado español, por así decirlo. Esto sugiere librar aquí al
discurso de obedecer a ese lenguaje, para explorar un lenguaje anterior, aquel
desde el cual es posible para el hombre, a través de la “corrección”, cultivar
la inteligencia al igual que todas y todos: ese lenguaje anterior es también y
de manera primera el del desempleado o del indignado que, por ser no ana-
lista, no publicista, etc. es también no correcto. Ese es el ámbito del filósofo,
en tanto es también un indignado y no un analista, un sabelotodo, etc. Se ha
de hacer ahora un abordaje desde el lenguaje ordinario que (curiosamente) es
procedencia para el de ellos.
Hay una hermenéutica de la corrupción en las democracias avanzadas que
está implícita en los pobladores no publicistas que se indignan; nosotros hemos
llamado “corrupción” a la experiencia que 2008 nos ha significado, haciendo
uso para expresar esa experiencia de nuestro lenguaje. Vayamos ahora a lo más
elemental que hace el usuario de un lenguaje: a su etimología.
“Corrupción” procede del latín corruptio, que es a su vez la forma sustan-
tivada, el nombre de algo que remite al verbo corrumpo, corrupi, corruptum;
la significación arcaica latina básica es “aniquilar” o “destruir”, vinculada
también a “alterar” o “falsificar” (moneda), y también a “corromper”, en el
sentido social que nos es familiar, a una persona, o también a un administra-
dor estatal o un funcionario; que algo se corrompe porque se “aniquila”, por
tanto, puede tener el sentido de haberse alterado, lo que en el caso del asunto
público no conduce a la idea de su aniquilación física, sino de la pérdida de
su capacidad de actuar, su dis/capacidad de hacer lo que le es propio; “co-
rromper” resulta allí como de/potenciar, des/activar; se trata de cambiar algo
que subyace inútil, como un funcionario o un juez corruptos, que no dejan de
ser jueces o funcionarios, aunque la corrupción los incapacita para actuar o
ejecutar lo que ellos son, con lo que el corrupto es y no es a la misma vez, es
como otro (alter) de sí mismo. Esta, como veremos, termina siendo la entrada
principal para “corromper” y sus derivados en nuestro español.
El Diccionario de la Real Academia Española (RAE) en su versión de 195618
–que es la que el autor tiene disponible en su biblioteca–, la entrada princi-
pal para “corromper” es “alterar y trastocar la forma de alguna cosa”, tam-
bién “echar a perder”, “pudrir”; “sobornar” (un funcionario); interesan las
17
Cfr. Víctor Samuel Rivera, “Ex Oriente salus. Política desde el margen”, en VV. AA, .Ontología
del declinar. Diálogos con la hermenéutica nihilista de Gianni Vattimo, Buenos Aires, Biblos, 2009,
pp. 311-334.
18
Real Academia Española, Diccionario de la lengua española. Décimo octava edición, Madrid,
Espasa-Calpe, 1956.
100
PESTILENCIA Y ALTERACIÓN. LA CORRUPCIÓN POLÍTICA COMO DISPOSITIVO
entradas del RAE más remotas y secundarias, en tanto es bien sabido que en
los usos sociales efectivos las acepciones se traslapan y se re-significan las
unas con las otras. El diccionario RAE de 1956 cita “pervertir a una mujer”
(en este tiempo de las democracias tan avanzadas sería más correcto agregar
“un hombre, mascota, niña o niño”), pero también “pervertir las costumbres”,
“incomodar, fastidiar” (a alguien) y, al último, “oler mal”, es decir, adquirir
olor pestilente. Y aquí hay elementos interesantes filosóficamente, que refuer-
zan lo antes adelantado. Si estamos en lo correcto, y el conjunto de todas las
significaciones se traslapan y confunden en el uso, se ha de permitir referir
todas a la primera entrada, la principal, que es inusualmente filosófica. En ella
“corromper” es “alterar la forma”, es decir, aparece como un modo relativo
a la esencia “de una cosa”; en ese modo lo que es –sin importar su definición
o su clase– se corrompe cuando ocurre algo así como el trastocamiento, la
distorsión, la alteración de la esencia. No la aniquilación, el fin, o la muerte de
la esencia, sino una alteración que la deteriora o de/potencia a la misma vez
que la conserva y mantiene y que tiene lugar con ella; “rompe” y malogra a la
misma vez que acompaña y preserva la esencia (lo que se puede inferir de
la etimología de co-romper).
Las esencias que se alteran en la corrupción se de/potencian; es interesan-
te observar que no se de/potencian las cosas, sino las esencias en las que las
cosas se hallan instaladas. Es importante subrayar en este carácter esencial
de aquello que se malogra o echa a perder en la corrupción, que disemina un
alcance ontológico, desde la entrada principal RAE a todas las derivadas.
Se observa que las entradas secundarias RAE son de dos tipos; unas son
relativas a diversas esencias en particular que se corrompen, otras relativas
a los efectos de la corrupción en el mundo humano. De un lado, tenemos
“alterarse” respecto de un tipo particular de “cosa”, como “una mujer”,
“las costumbres”; en “pudrir”, referido a la naturaleza, en contraste con
los asuntos relativos al hombre. Las entradas finales de la RAE se refieren
a los efectos de la alteración en relación con un ser humano, lo que vale
para “pervertir” y también para “incomodar” y “oler mal”. Lo que se altera
también nos altera, esto es, lo alterado es eso mismo, que ahora nos altera,
nos perturba, nos choca, nos molesta y nos incomoda, y nos hace así otros
de nosotros mismos; la esencia alterada se apodera de nosotros y nos sus-
trae de nosotros mismos hacia ella, que es lo que la significa. Incomodarse,
para decirlo con un tecnicismo de Ludwig Wittgenstein, se convierte en un
síntoma o criterio de la esencia19; este significa, presenta la esencia alterada,
19
Cfr. Robert Albritton, “On Wittgenstein’s Use of the Term Criterion”, en Georges Pitcher
(dir.), Wittgenstein: The Philosophical Investigations, London, MacMillan, 1958, pp. 231 y ss.;
Pilar López de Santa María Delgado, Introducción a Wittgenstein. Sujeto, mente y conducta,
Barcelona, Herder, 1986, pp. 115-117. En términos generales, cfr. Alfonso García Suárez, La
lógica de la experiencia. Wittgenstein y el problema del lenguaje privado, Madrid, Tecnos, 1976.
101
VÍCTOR SAMUEL RIVERA
20
Cfr. Jesús Connil Sancho, Ética hermenéutica. Crítica desde la facticidad, Madrid, Tecnos, 2006,
p. 273.
21
Ludwig Wittgenstein, “Investigaciones filosóficas”, en Tractatus Logico-Philosophicus.
Investigaciones Filosóficas. Sobre la certeza, estudio introductorio de Isidoro Reguera, Madrid,
Gredos, 2009, p. 406.
22
Cfr. Pilar López de Santa María Delgado, op. cit., pp. 113-116; Alfonso García Suárez, op.
cit., pp. 111 y ss.
102
PESTILENCIA Y ALTERACIÓN. LA CORRUPCIÓN POLÍTICA COMO DISPOSITIVO
23
Cfr. R. M. Hare, El lenguaje de la moral [1952], México, Instituto de Investigaciones Filosóficas/
Universidad Autónoma de México, 1975, cap. VI; Alfonso García Suárez, op. cit., pp. 156 y ss.
24
Cfr. Ludwig Wittgenstein, Investigaciones filosóficas, p. 473 (IF, 545, 546).
103
VÍCTOR SAMUEL RIVERA
naturales, extraños a los políticos y los sabelotodo, pero familiares a los filóso-
fos. Pensemos en una manzana.
Tengo una manzana. Me pregunto por sus efectos, esto es, por lo que presu-
ponemos son consecuencias previsibles y esperables respecto de una manzana:
la podemos partir en trozos con un cuchillo, la cesta de fruta es un buen lugar
para guardarla, puede hacerse jugo de manzana, en el mercado hay que buscar-
la en la sección de fruta, es buena como ingrediente en una dieta, etc. Definitiva-
mente, la manzana huele a manzana. Cuando la manzana se pudre o corrompe,
esto es, se “altera la forma” de manzana, esta (la forma) no desaparece, no es
destruida o aniquilada, sino que permanece la misma, solo que bajo una forma
tal que los efectos, vale decir, los acontecimientos que podemos predecir de
manzana no son más los mismos, o bien no son los mismos en todos los casos,
y lo que pasa con manzana cambia (se trastoca) de manera que sus efectos, lo
que es previsible de una manzana, se ha vuelto extraño; esto nos conduce a una
situación de incertidumbre y desconcierto, donde no sabemos ya qué hacer o
esperar (qué se hace o se espera con manzana). El margen de lo esperado deviene
incierto. La esencia de la manzana sigue siendo la misma en esta manzana que
tengo, solo que los efectos pronosticables se han alterado. Si la manzana se ha
podrido, esto es, si se ha corrompido, aunque siga siendo manzana (es manzana),
quizá no podamos cortarla con un cuchillo, o bien ya la cesta no sea un lugar
apropiado para guardarla; sería extraño, mas no imposible, hallarla alterada
como está en la sección de fruta en el mercado; habría que ser muy valiente para
ingerirla como parte de una dieta y, definitivamente, aunque todo lo demás
puede tanto ser como no ser, la manzana no huele ya más a manzana.
Es notorio que en las cosas naturales corrompidas la pestilencia sea un
rasgo más confiable de que se ha alterado la esencia, es decir, que lo mismo
ha sido des/activado en sus efectos y, en relación con sus consecuencias, se
ha trastocado es un no-lo-mismo. Ocurre con seres definitivamente muertos,
no como en manzana, sino como en un cadáver, en cuya podredumbre se
halla la esencia alterada, pues el ser que apesta se clasifica aún como en estado
viviente. Ya que las significaciones posibles en los usos sociales se traslapan,
lo que se ha sugerido sobre la alteración ontológica de manzana, incluyendo
su pestilencia, puede razonablemente trasladarse al mundo histórico y social.
El primer indicio de la alteración de la esencia, aquello que la establece como
tal, es que genera malestar e incomodidad, lo cual es una manera de apestar;
como ya se ha visto, la alteración de la esencia tiene como criterio en el mun-
do humano el que lo altera también a este como la experiencia de un mal, en
calidad de evento malo. Alteración de la esencia en el mundo social, como la
pestilencia que incomoda en la manzana alterada, es co/alteración; lo mismo
corrupto es así experimentado como un mal presente o la presencia de un mal.
La pestilencia de la alteración de la esencia corresponde a la alteración
del mundo del hombre en que acontece. Esto malo del evento malo podría, sin
104
PESTILENCIA Y ALTERACIÓN. LA CORRUPCIÓN POLÍTICA COMO DISPOSITIVO
embargo, llegar a ser un mal consentido, es decir, un mal que de alguna ma-
nera es deseado, como se expresa en los sobornos. Un soborno corrompe, pero
la efectividad del soborno radica en que se hace atractivo desde la esencia
misma que se altera. Pervertir a una mujer (u hombre, mascota, niña o niño)
es en cierta medida hacer que la mujer, mascota, hombre, niña o niño deseen
aquello que apesta en su propia corrupción; es la modalidad en que ellos y los
pequeños ellos y ellas aparecen alterados y se hacen “correctos” alteradamen-
te, algo que recuerda de manera sencilla a los periodistas, expertos y señores
sabelotodo políticamente correcto/ hablantes. Aun así, lo que es deseable, por
ser corrupto, es ontológicamente malo; acontece una modalidad mala de la
esencia, que ahora es pervertida. Una esencia alterada puede sobornar, esto es,
hacerse deseable en su carácter pestilente mismo.
Un mundo histórico instalado en un mal muy grande es un mundo muy
corrupto, pero cabe pensar que, si ese mundo es instalado, vale decir, si sub-
siste en el tiempo histórico, pueda hablarse de un soborno ontológico; en este
soborno el evento malo seduce y pervierte, malogra la experiencia de la esen-
cia, que es deseada en su forma alterada y no en la otra forma; incomoda poco
o simula su incomodidad con alguna compensación análoga a un soborno.
En la esencia alterada y deseable de un mundo instalado y sobornado onto-
lógicamente el hombre que la habita es sustraído de la incertidumbre y del no
saber propio de lo podrido. Puesto que desea ese mundo, puede pronosticar el
mal que produce, ponerlo en escena y actuarlo, como el funcionario corrupto
actúa corruptamente, realizando un mal cuyo acontecer depende de su praxis
corrupta; la esencia alterada de ese mundo se llena así de consecuencias/ efectos
previsibles, que apestan a la vez que son deseables. En el caso que es de nues-
tro interés, si se auxilia la economía corrupta es porque esa misma economía
corrupta es deseada, porque se toma por correcto políticamente por sus agentes
perpetuarla en el tiempo, por decirlo así. Cuando esto ha sucedido, acontece
que el mal de la alteración actúa, se realiza en la actividad de los agentes socia-
les; su propia acción genera en la realidad la norma “correcta”, correcta políti-
camente, aunque mala ontológicamente. Pero entonces el mal, a la vez moral y
ontológico, se ha convertido en un dispositivo, es decir, para usar a nuestro modo
este término de Giorgio Agamben, en una forma ontológica de disciplina, que
ordena de modo no voluntario las acciones relativas a que se dispone en el dis-
positivo, que se instala y adquiere el rango de una esencia25.
De pasada, esto resuelve una paradoja pendiente en la hermenéutica, que
es la experiencia histórica y social del mal: ¿cómo el Ser puede acontecer como
un mal? El Ser parecería estar más allá de esas distinciones, pero al realizar-
se como acontecimiento, adquiere también la tonalidad emocional que lleva
25
Cfr. Giorgio Agamben, ¿Qué es un dispositivo, seguido de El amigo y de La Iglesia y el Reino [2006],
Barcelona, Anagrama, 2015.
105
VÍCTOR SAMUEL RIVERA
consigo la diferencia entre lo bueno y lo malo, que en el caso del miracle/ évé-
nement 2008 resulta claramente pregnante: es lo que a ese acontecimiento lo
hace pestilente y, en consecuencia, revela el carácter arcaico de la corrupción
que porta consigo. Sea permitido ahora un paréntesis sobre el mal y la herme-
néutica de Gianni Vattimo.
Gianni Vattimo es el filósofo de tradición hermenéutica más notable del pre-
sente tiempo que niega interés filosófico al mal. Piensa que el mal no es acon-
tecimiento y que carece de sentido interpretarlo, como aquí se ha hecho, como
una experiencia histórica y social genuina, que requiere reflexión y frente a la
que no es posible la indiferencia del filósofo. En esto ha abordado el tema de
modo tal que no corresponde a la experiencia histórica y social en cuyo seno la
hermenéutica misma alcanza su significado; ya hemos comentado esto antes y
en gran medida el presente escrito es para encarar la tesis del filósofo turinés26.
Como ha notado Schmitt, el interés en el bien y el mal es tan básico en el
hombre como el de lo bello y lo feo, o de quién es amigo o enemigo27; inte-
reses como los mencionados son trascendentales de la existencia humana en
un mundo y es razonable considerarlos existenciarios, es decir, condiciones de
posibilidad de la comprensión humana, aquello sin lo cual esa misma condi-
ción resulta in/interpretable. Vattimo mismo, en diversas obras, subraya el rol
de los existenciarios en el pensamiento hermenéutico a partir de Sein und Zeit
de Heidegger (1927)28. Estos existenciarios, como es bien sabido, no son meros
conceptos o categorías, sino que tienen relevancia filosófica porque se trata de
condiciones necesarias para la comprensión de la condición humana. Es notorio
que estos existenciarios acontecen, son el ser del hombre que se realiza como in-
terpretación histórica. ¿Cómo no habría de preocuparse el hermeneuta del acon-
tecer de estos existenciarios? Es precisamente en ese acontecer que el Ser hace
sus “llamados” al hombre y, con toda certeza el mal, como nos parece evidente,
es capaz de llamar al hombre y el hombre de prestarle lealtad).
26
Cfr. Gianni Vattimo, “Il male que non c’è 1,2”, en Della realtà. Fini della filosofia, Milano,
Garzanti, 2012, pp. 197-207; René Girard y Gianni Vattimo, ¿Verdad o fe débil? Diálogo sobre
Cristianismo y relativismo [2006], Buenos Aires, Paidós, 2011, pp. 53, 62-63; Víctor Samuel
Rivera, “Discurso sobre la Lección de despedida de Gianni Vattimo”, en Teresa Oñate et al.
(eds.), El compromiso del espíritu actual. Con Gianni Vattimo en Turín, Madrid, Aldebarán, 2010,
pp. 224-226,
27
Carl Schmitt, El concepto de lo político [1932], Madrid, Alianza Editorial, 2002, pp. 56 y ss.
28
Por ejemplo, cfr. Gianni Vattimo, Introducción a Heidegger [1971], Barcelona, Gedisa, 2006, pp.
36 y ss.
106
PESTILENCIA Y ALTERACIÓN. LA CORRUPCIÓN POLÍTICA COMO DISPOSITIVO
29
Giorgio Agamben, Estado de excepción [2003], Buenos Aires, Adriana Hidalgo editora, 2007.
30
Giorgio Agamben, El reino y la gloria. Una genealogía teológica de la economía y del gobierno,
Buenos Aires, Adriana Hidalgo editora, 2008.
31
Giorgio Agamben, Arqueología filosófica, Signatura rerum. Sobre el método [2008], Barcelona,
Anagrama, 2010, pp. 109-150.
32
Cfr. Giorgio Agamben, ¿Qué es un dispositivo?, pp. 17-22.
33
Cfr. Ibíd, p. 20.
34
Cfr. Ibíd, pp. 30 y ss.
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VÍCTOR SAMUEL RIVERA
35
Ibíd., p. 23.
36
Cfr. Thomas Kuhn, La revolución copernicana, Barcelona, Hispamérica, II, 1978, pp. 262, 286-294.
108
PESTILENCIA Y ALTERACIÓN. LA CORRUPCIÓN POLÍTICA COMO DISPOSITIVO
37
Cfr. Pierre-André Taguieff, Les contre-réactionnaires. Le progressisme entre illusion et imposture,
Paris, Denoël, 2007.
38
Cfr. Joseph de Maistre, Considérations sur la France, 1821, p. 8.
39
Cfr. Ibíd., p. 6.
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VÍCTOR SAMUEL RIVERA
40
Cfr. Giorgio Agamben, “Mundo y Tierra”, en Lo abierto. El hombre y el animal [2002], Buenos
Aires, Adriana Hidalgo editora, 2007, pp. 134-136; Gianni Vattimo, “Del diálogo al conflicto”,
en Teresa Oñate et al. (Coords.), op. cit., p. 31.
41
Cfr. Víctor Samuel Rivera, “Ex Oriente salus”, p. 331.
42
Cfr. Martin Heidegger, “El origen de la obra de arte, Sendas perdidas [Holzwege, 1935], Buenos
Aires, Losada, 1960, p. 51.
110
PESTILENCIA Y ALTERACIÓN. LA CORRUPCIÓN POLÍTICA COMO DISPOSITIVO
43
Cfr. Ibíd., p. 54.
111
VÍCTOR SAMUEL RIVERA
44
Cfr. Joseph de Maistre, Essai sur le principe générateur des constitutions politiques et des autres
institutions humaines, Paris, Société Typographyque, 1814, pp. 14-17.
113
VÍCTOR SAMUEL RIVERA
hiciera absolutamente nada por merecerlo, entre otras cosas, pensaron que los
efectos sociales que se había gestado a través de la administración Bush re-
querían de una corrección. Y fueron defraudados, pues Obama y sus adminis-
tradores y los sabelotodo, etc. siguieron haciendo “lo correcto”. El poblador
instalado en el horizonte de las democracias, que tiene la experiencia de esta
corrección, es testigo indignado de lo que encuentra ahora como un proceder
corrupto, que parece haber pasado de una administración a la contraria; tradu-
ce –sin saberlo– una experiencia ontológica: la de una esencia alterada. Algo lo
incomoda, fastidia e inquieta y acontece a la manera de un evento malo. El pro-
ceder corrupto actúa como un dispositivo de las democracias, cuyo arquetipo
es precisamente el régimen de los Estados Unidos. En cierta medida, la expe-
riencia de la incomodidad es síntoma de im/potencia ante la esencia alterada;
que no se sabe qué hacer, que no hay pronóstico para orientarse en la praxis.
Que algo que se espera como efecto previsible de esa esencia no funciona, esto
es, es inoperante y no actúa.
El mecanismo de corrección es esperado de la esencia misma como su
efecto previsible a la manera del niño o niña pervertidos. Quien esto espera
desconoce que una esencia alterada altera también los criterios de qué se ha
de hacer o no hacer, desorienta e inoperativiza a los dis-puestos mismos para
corregir acciones malas. Cuando los anarco/ socialistas españoles o griegos
parecieran a veces albergar esperanza en que opere la corrección de la esencia
de/potenciada, esta misma parece obrar correctamente en la misma medida en
que es corrupta, es decir, en la medida en que administra el mal que el evento
malo ha apestado. Ellos, los anarquistas o socialistas españoles o griegos, ellos
mismos se hallan dis-puestos a alterarse por el dispositivo que quisieran desac-
tivar, y es por ello que en la práctica colaboran trágicamente con la adminis-
tración del mal que repudian, e incluso lo agravan. Una esencia alterada en el
mundo histórico y social, como se ha visto, es (siguiendo en esto a Agamben)
un dispositivo de gobierno que obra a través de dictámenes que los hombres
realizan. Es, pues, un proceder que constituye, realiza una esencia que ha de/
potenciado, dis/capacitado una realidad anterior, que es lo corrompido de la
esencia alterada misma: es lo mismo alterado.
Es bien conocido que Jacques Derrida afirma, en referencia a las democra-
cias, que su régimen es preferible al de otras alternativas imaginables de orga-
nización de un mundo histórico porque es capaz de autocorregirse, vale decir,
que puede deconstruirse autorreferencialmente45; no habría, por definición,
nada más allá donde buscar la corrección, sino que las democracias serían el
(único) dispositivo de gobierno capaz de realizar por sí mismo ese más allá:
dicho de otro modo, la corrección de las democracias procedería del régimen
45
Cfr. Jacques Derrida,Voyous: Deux essais sur la raison, Paris, Éditions Galilée, 2003; Patrice
Vermeren, “La aporía de la democracia por venir y la reafirmación de la filosofía”, en
Enrahonar. Quaderns de Filosofia, 48 (2012), pp. 85 y ss.
114
PESTILENCIA Y ALTERACIÓN. LA CORRUPCIÓN POLÍTICA COMO DISPOSITIVO
46
Cfr. Thomas Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas [1962], México, Fondo de Cultura
Económica, 1985, pp. 192-197.
47
Galileo Galilei, Diálogos acerca de dos nuevas ciencias [1638], Buenos Aires, Losada, 1944.
48
Cfr. Paul Strathern, Galileo y el sistema solar, Madrid, Siglo XXI, 1999, pp. 78 y ss.
49
Cfr. Laura Llevadot, “Democracia y mesianidad. Consideraciones acerca de lo político en
J. Derrida”, en Enrahonar. Quaderns de Filosofia, 48 (2012), pp. 99-103; Cristina de Peretti y
Paco Vidarte, “L’auto-délimitation déconstructive : la démocratie indéconstructible?”, en
VV. AA., La démocratie à venir. Autour de Jacques Derrida, Paris, Éditions Galilée, 2004.
115
VÍCTOR SAMUEL RIVERA
la maldad del evento malo de 2008 no solo no se ha corregido desde algún án-
gulo bueno de las democracias mismas, sino que estas han sancionado la co-
rrupción (o sea, la han vuelto políticamente correcta) con el auxilio político de
los agentes malos. Al parecer la única manera de conservar esperanza en las
democracias es imaginar que los demócratas capitalistas avanzados son ellos
mismos quienes llevan como regentes, pensadores, planificadores y sobera-
nos el carro de su régimen y que, por ende, tienen la potencia de corregirlo,
incluso si sistemáticamente aún se hubieran abstenido universalmente de ha-
cerlo. Habría tal cosa como los medios correctos, que serían puestos por ellos
mismos, cuya aplicación in/correcta sería producto otra vez de la corrupción
que puede ser punida en otros y así.
Para el caso del dispositivo manzana, hablando en abstracto, por así de-
cirlo, puede admitirse que es autocorrectivo. En efecto, dentro del ámbito de
acciones esperadas en manzana se halla cambiar una manzana podrida por
una sana; curiosamente, aunque el cambio lo hace alguien, y hay un agente
que cambia-manzana, hay también un dispositivo que sobrepasa la esencia
alterada de manzana para cambiarla; esto mismo, al parecer, no es posible
con la esencia alterada de democracia. En la autocorrección deconstructiva de
las democracias se presume que el dispositivo es voluntario. Derrida no es
el único en suponerlo, y esa es la raíz misma tanto de su error como de la
esperanza de los demócratas correctos que creen ser no corruptos. El trasto-
camiento de una esencia alterada es incorregible si el dispositivo en cuestión
no dis-pone de antemano algo como el reemplazo o el cambio, de una reserva
anterior propia de la esencia, como en manzana. La mera expectativa de
corrección de un dispositivo como efecto de una intervención voluntaria
deconstructiva presupone soberanía sobre los dispositivos. Es triste: no hay
tal soberanía.
El solo hecho de que Obama fuera elegido para corregir la administración
Bush y que, sin embargo, la experiencia resultara frustrante, expresa que el
optimismo de Derrida por la autocorrección del dispositivo democracia ca-
pitalista no está justificado. Carl Schmitt expresó alguna vez que lo que es o
resulta de una institución social se revela mejor en los casos extremos, esto es,
en circunstancias que ponen a prueba lo que en el mundo social opera como
un dispositivo50. Se trata de lo que se puede hacer o no hacer en el caso ex-
tremo; es el equivalente conceptual de un experimentum crucis baconiano: allí
se muestra, por una situación extrema, la definición y la operatividad de un
pensamiento que pretende ser regulativo, en este caso, los alcances de un dis-
positivo. Un evento malo en las democracias capitalistas avanzadas constituye
la situación extrema que certifica y avala su situación incorregible.
50
Cfr. Carl Schmitt, “Teología política I. Cuatro capítulos sobre la teoría de la soberanía” [1922],
en Carl Schmitt, teólogo de la política, México, Fondo de Cultura Económica, 2001, p. 23.
116
PESTILENCIA Y ALTERACIÓN. LA CORRUPCIÓN POLÍTICA COMO DISPOSITIVO
117
VÍCTOR SAMUEL RIVERA
de su forma alterada, es también una realidad que, o no actúa, o actúa sin que
sus efectos sean relevantes para su forma alterada de ser; es una esencia que
no acontece. Tenga el lector de consuelo que, lo que no acontece hoy, no tiene
por qué no acontecer en el futuro; debe existir al menos la potencia de que así
suceda, pues la alteración es acontecida; el saber acerca de su procedencia nos
ha sido negado, y se ha de tantear hasta su aparición.
No afirmamos aquí nada sobre la ubicación de la esencia-proceder ante-
rior: puede hallarse fuera o antes –o ambas– de su forma alterada. La clave
para el hermeneuta radica en el sondeo de los pronósticos, cuya realidad es
paralela al acontecimiento del mal. De su contenido, en cambio, ¿qué podría
ser dicho? Si se piensa el acontecer del pronóstico desde fuera, la esencia no
alterada podría ser pensada como una barbarie supuesta y olvidada, pero
geográficamente identificable al modo de una exterioridad; “los bárbaros”
bien podrían ser los indignados españoles o los reyes de Nigeria, a la vez
arcaicos y silenciados, o los desempleados americanos blancos, o los islá-
micos devotos51. Parece más razonable seguir la línea de una anterioridad
respecto de la alteración, un antes presupuesto, inefectivo, pues sería un ser
que no acontece; en este caso se trataría de formas sociales arcaicas de las
que las democracias serían la esencia alterada. Hágase ahora pronósticos. En
un caso se abre un programa de invasión desde la exterioridad; en el otro, de
pronósticos de re/activación en el futuro de una anterioridad presupuesta,
del arché del que ella es alteración, como creo se desprende de Agamben52.
Una manzana no puede volver a estar fresca, pero un mundo humano pue-
de sobreponerse y adaptarse. Desactivar la corrupción de las democracias
solo sería posible desde el carácter ancestral y arcaico de la anterioridad de
las democracias, o bien de su exterioridad, que sería curiosamente a modo
de arché también de ellas. No siendo la esencia alterada una obra humana, la
reactivación de la esencia arcaica mal podría ser tampoco un plan, o una
agenda política, sino que habrá de darse al modo de un acontecimiento, lo
que llamaremos un evento bueno.
Es notorio que no hay criterio de pronóstico para saber sobre la exteriori-
dad o la futuridad anterior arcaica, y que tampoco tiene sentido elegir alguna
opción, aunque en la experiencia uno pueda esperanzarse de ambas mane-
ras. No hay ninguna razón lógica o epistemológica para no pensar en ambas
variantes de la procedencia como la misma, como el evento bueno. Todo esto
es cosa pensable y posible, pero es asunto que será arrojado aquí a la eficacia
heurística del auditorio mismo que, entre el bullicio de los ineficaces lengua-
jes correctos, entreverá pronósticos de un advenir: cuando los pronósticos de
51
Cfr. Gianni Vattimo, Esperando a los bárbaros, pp. 66-68; Gianni Vattimo, Ecce Comu, La
Habana, Ciencias Sociales, 2006, pp. 117, 122; Víctor Samuel Rivera, “Ex Oriente salus”, pp.
320 y ss.
52
Cfr. Giorgio Agamben, El reino y la gloria, pp. 142-144.
118
PESTILENCIA Y ALTERACIÓN. LA CORRUPCIÓN POLÍTICA COMO DISPOSITIVO
119
E La Revista ESTUDIOS FILOSÓFICOS, S
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LXVII
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E STUDIOS FILOSÓFICOS
Comentarios kantianos a algunas de las sentencias
sobre arte conceptual de Sol Lewitt
Rafael García-Sánchez
Tiempo de la erótica, erótica del tiempo.
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Jonatan Caro Rey
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TH. W. Adorno y el psicoanalisis: La categoría
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Pablo Frau Buron
Pestilencia y alteración. La corrupción
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Víctor Samuel Rivera
STUDIOS ILOSÓFICOS
AÑO 2018 ENERO-ABRIL VOL. LXVII Nº 194