Modulo 1 - Psicopatología
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Modulo 1 - Psicopatología
Módulo 1
LICENCIATURA
EN
PSICOPEDAGOGÍA
Psicopatología
Módulo
Estimado/a Psicopedagogo/a:
¿Cómo nos puede Ud. enseñar a nosotras? A través de la realización de sus trabajos prácticos, el
planteo de sus dudas o sus preguntas, que para nosotras serán el feed back (retroalimentación) de
esta comunicación que iniciamos con estas páginas y que seguramente nos harán reflexionar,
corregir, aclarar, ajustar detalles, como para ir optimizando esa comunicación.
PSICOPATOLOGÍA
DEFINICIÓN CRITERIOS
REGLAS DE ORO
Nuestra primera aproximación debe consistir en señalar cómo se constituyen las nociones
fundamentales de este estudio, cómo se organizaron históricamente, cuáles son sus alcances y qué
usos se derivan de ello en la actualidad
La Psicopatología constituye una disciplina teórica y, como tal, forma parte de la teoría psicológica.
En primera instancia toma aportes de las diferentes áreas del estudio de la psicología general, la
psicología evolutiva, la psicología social, etc. Y sirve retroactivamente a todas ellas. En su campo de
conocimiento contribuyen otras disciplinas como la neurología, la psiquiatría, la antropología, la
sociología, etc. Su ámbito específico de estudio está vinculado al desarrollo de la psicología como
disciplina independiente y los distintos momentos de su elaboración se relacionan históricamente
a las diferentes etapas de constitución de la ciencia psicológica en general.
La Psicología reconoce entre sus antecedentes principales a la fisiología y a la medicina como cuerpo
teórico y aplicado, relativo al funcionamiento humano. Por esta razón la Psicopatología tomó en
primera instancia los conceptos que formaban y forman parte de la patología psiquiátrica y en
muchos sentidos existe una continuidad importante entre Patología Psiquiátrica y Psicopatología. A
pesar de lo cual resulta claro que en la actualidad existe una distinción significativa entre estos dos
conceptos que justifican dos órdenes de conocimiento, distintos en su objetivo, en su metodología
y en los alcances que de ellos se derivan para la ciencia aplicada.
Y define a su vez la psicología anormal como “el estudio del comportamiento anormal o de la
personalidad anormal, es decir, de las anormalidades de la percepción sensorial, de la función
psicomotora, cognitiva, motivacional y de otras funciones psicológicas; de las anormalidades de la
personalidad incluidas, las psicosis, neurosis...”.
Freud en una carta a Fliess del 25/5/18951 señalaba que “sería imposible alcanzar una satisfactoria
concepción global de los trastornos neuropsíquicos si no se pudiese fundarlo sobre ciertas
presunciones acerca de los procesos psíquicos normales”. Lo que no anula la importancia de la
recíproca, es decir que el estudio de los fenómenos psicopatológicos puede ser de enorme ayuda
para comprender el modo de funcionamiento de los fenómenos psíquicos normales como lo señala
el mismo Freud en el manuscrito del 25/9/1895 que sirve de introducción a la Segunda Parte del
Proyecto de una Psicología para Neurólogos2 cuando dice: “En esta segunda parte procuro
determinar con mayor precisión este sistema erigido sobre dicha hipótesis básica, recurriendo para
ello al análisis de ciertos procesos patológicos. En una tercera parte intentaré estructurar,
fundándome en las dos anteriores, las características del suceder psíquico normal”.
Como estudiaremos más adelante, toda Psicopatología inicia con una observación y un diagnóstico,
es decir una descripción de los fenómenos psicológicos, y su accionar se vuelve posible en la medida
en que existen criterios definidos acerca de qué es lo que en cada modelo puede concebirse como
normal y por contraste como anormal. Allí nos encontraremos con que existe un campo
diversificado de conceptos en relación a la normalidad y la anormalidad psíquicas, a las nociones de
salud y de enfermedad y dicha diversidad encontraremos que tiene sus raíces en la manera en que
se han constituido los conceptos claves de la teoría psicopatológica.
En todos los casos nos encontramos con fenómenos psíquicos anormales y estados mentales
perturbados. Pero: ¿Cómo definirlos, cómo abarcarlos?
En la época pre-psicológica cuando la patología de los estados mentales era un terreno propio de la
investigación psiquiátrica, los fenómenos anormales eran concebidos como manifestaciones
orgánicas, como disfuncionamientos cerebrales. Lo patológico era pues una manifestación somática
y por ende aprensible por medio de una observación directa (fuera ésta posible o no de acuerdo
con los recursos disponibles). Dado que toda perturbación era concebida como una enfermedad
cerebral se esperaba que fuera localizable. En última instancia el recurso de la autopsia abría el
camino para que la investigación de la anatomía patológica revelara la evidencia del trastorno.
Grissinger había formulado su juicio definitivo: Toda perturbación mental es una enfermedad
orgánica y detrás de él se alineó toda la tradición psiquiátrica de la segunda mitad del Siglo XIX que
alcanzó su máximo exponente en Kraepelin y en su clasificación de las enfermedades mentales que
tuvo vigencia por muchísimos años y que aún hoy sigue citándose como ejemplo prototípico de
nosografía psiquiátrica.
Estamos aquí en presencia de una tradición de pensamiento cuyo origen se remonta a los tiempos
clásicos del Siglo XVII. Como bien señala Jospeh Rychlak en su obra Personality Development and
1
Freud. S. “Obras completas”. Tomo I. Ed. Biblioteca Nueva. 3ª Ed. Madrid, 1973
2
Freud. S. Op. Cit.
El modelo médico sustenta una posición reductiva en el sentido que las alteraciones mentales
pueden explicarse por la acción de microorganismos subyacentes o procesos bioquímicos cerebrales
que constituyen las causas materiales del enfermar. Dicha concepción tuvo la virtud histórica de
ayudar a superar la visión demoníaca de la enfermedad que se había consolidado a lo largo de la
Edad Media, permitiendo que las personas que padecían por la presencia de perturbaciones
mentales dejaran de ser considerados herejes y poseídos que merecían sólo el exorcismo o la
hoguera para poder ser concebidos como personas enfermas que podían y necesitaban de ayuda y
de cuidados. Si la enfermedad radicaba en un trastorno biológico no era entonces una consecuencia
de la acción del demonio. La Historia de la Locura de Foucault y muchos otros textos contienen
admirables descripciones de la manera en que fue evolucionando el papel que la cultura atribuyó a
estos padecimientos.
Una concepción semejante debía ser necesariamente cuantitativa y de hecho lo patológico fue
concebido como diferencias en más o en menos respecto de los procesos normales. Lo patológico
se extendía entonces hacia el concepto de malformación, fuere éste visible o no.
Actualmente, los avances tecnológico para el estudio del funcionamiento neurológico, como son la
Tomografía de Emisión de Positrones y la Resonancia Nuclear Magnética Dinámica, entre otras, han
permitido volver sobre las viejas teorías de la base orgánica de las enfermedades mentales, sólo que
ahora con un fundamento científico mucho más desarrollado, que apoya un accionar más certero,
aunque se mantenga exclusivamente soportado por lo orgánico.
Cuando la conducta comenzó a concebirse desde distintos ángulos como diferente al mero
funcionamiento de la acción biológica del organismo, los fenómenos psicológicos y por ende los
fenómenos psicopatológicos empezaron a ser enfocados con otra perspectiva. Resultado de ello fue
la constitución de la Psicopatología como una nueva disciplina.
Una contribución decisiva en este sentido fue la obra de Freud. Con el psicoanálisis los científicos
vieron surgir una nueva manera de concebir los trastornos y las perturbaciones psicológicas. Es
sabido el peso que tenía la ciencia positiva en la formación de Freud y cómo, de alguna manera,
sostuvo siempre una postura que lo mantuvo ligado con una interpretación positiva de los
fenómenos psíquicos. Pero también es bien evidente que su obra introdujo una interpretación
dinámica a los fenómenos patológicos, que lo llevó a planteos muy alejados de la posición
psiquiátrica de su tiempo. Al dirigir su mirada sobre las vicisitudes de las formaciones del
inconsciente, Freud encontró que las enfermedades psíquicas podían explicarse como resultado de
las experiencias vitales traumáticas, en especial la de los primeros momentos de la vida. Los
conceptos de trauma, conflicto y frustración pasaron a jugar un rol relevante en la explicación del
origen de las perturbaciones psíquicas.
En Gran Bretaña, el escocés Ronald Laing y el sudafricano David Cooper emprendieron una tarea
revolucionaria durante la década del ’60 cuando plantearon una despiadada crítica sobre el aparato
ideológico de la ciencia psiquiátrica y abogaron por la liberación de los enfermos mentales de la
marginación y segregación a que eran conducidos por lo que consideraban un poder político: La
institución académica y profesional de la ciencia psiquiátrica. En Estados Unidos Thomas Szasz
sostiene que la enfermedad mental es un mito que sirve a los grupos de poder para el control social
de los individuos. Nos dice:
“Sugiero que los fenómenos ahora denominados enfermedad mental se revisen y que,
simplemente, sean retirados de la categoría de enfermedades y se consideren como expresiones de
la lucha del hombre con el problema de cómo debe vivir”
En la misma línea el italiano Basaglia encabeza el movimiento de la reforma psiquiátrica italiana que
lleva a la eliminación de los asilos psiquiátricos. El fin del encierro marca un punto culminante en
una larga historia cuyo punto sobresaliente anterior había estado marcado por la liberación de las
cadenas emprendida por Pinel.
Los fenómenos psicopatológicos han sido concebidos pues a lo largo de la historia reciente de la
ciencia a veces como fenómenos biológicos, a veces como fenómenos sociales. La investigación se
orientó por lo tanto en la dirección de los estudios sobre la neurofisiología y el funcionamiento
neuroquímico del cerebro como en la construcción de modelos preventivos y epidemiológicos que
investigaron el papel de las sociedades y las variables interculturales.
La investigación bioquímica llevada a cabo en los laboratorios se ha visto complementada por los
estudios de campo sobre la presencia de las correlaciones en grupos de gemelos, mellizos,
hermanos y hermanastros, así como los estudios longitudinales de seguimiento sobre sistemas y
hábitos de crianza y adopción. Todo ello ha conducido a la posibilidad de avanzar sobre estimaciones
acerca de la aparición de rasgos psicopatológicos particulares e hipótesis acerca de los modos
posibles de transmisión de padres a hijos y nietos. Entre las perturbaciones más estudiadas y sobre
las que existen hipótesis más consistentes se encuentran la esquizofrenia, la manía y la depresión,
las demencias preseniles, el alcoholismo y la debilidad mental.
Entre las conclusiones más importantes que estos autores avanzan respecto a la determinación
hereditaria esquizofrénica merecen citarse:
Que los estudios en hermanos parecen probar de modo concluyente la participación
de un componente genético.
Las variaciones observadas permiten suponer que ello no obstante existe un
componente adicional de factores medioambientales.
No es conocido aún cuál es la transmisión de lo genético pero se afirman dos hipótesis
principales:
a) Incidencia de un gen dominante autonómico.
b) Incidencia poligénica.
Estas conclusiones se han visto reforzadas en los estudios sobre adopción donde se verifica que:
a) Los hijos adoptados cuyos padres biológicos han presentado la enfermedad muestran una
mayor incidencia que aquéllos cuyos padres no padecieron la enfermedad.
b) Los niños adoptados cuyos padres biológicos eran normales y sus padres adoptivos
esquizofrénicos no mostraron un índice superior al normal.
Estudios alternativos llegan a conclusiones muy concordantes en el caso de los trastornos afectivos
mayores (la manía y la depresión), las demencias preseniles así como el alcoholismo. En este último
caso se han adelantado varias hipótesis acerca de la incidencia de alteraciones en el cromosoma X
como causa de ciertas formas de la enfermedad.
Han existido desde antaño dos posturas básicas enfrentadas y múltiples variantes de ellas:
1. Una es la que sostiene la viabilidad de efectuar extensas y detalladas taxonomías
patognomónicas. En los comienzos del siglo la clasificación de Kraepelin resultó de tal fuerza
que como ya señalamos marcó un rumbo cuya influencia se hace sentir todavía hoy en día
en la formulación de los diagnósticos psiquiátricos y psicopatológicos. Los sistemas de
clasificación actuales en vigencia han sido formulados por organismos públicos e
internacionales. La (ICD) Clasificación Internacional de las Enfermedades publicada por la
OMS ha alcanzado su décima edición y contiene un capítulo sobre desórdenes
psicopatológicos. Pero tal vez la que mayor difusión y prestigio ha alcanzado es el (DSM)
Tal vez la verdad se acerque a una postura que, admitiendo la valía relativa de
ambos enfoques, rescate los aspectos positivos de cada uno de ellos
aprovechando el valor de las generalizaciones y flexibilizando sus alcances para
permitir diagnósticos que atiendan a las condiciones intrínsecas de cada
experiencia vivida. Todo lo cual supone avanzar en una concepción de la
Psicopatología francamente psicológica, es decir, un modelo teórico capaz de
integrar los aspectos biológicos y sociales a la luz de lo que aparece como más
específico de la actividad psíquica: los fenómenos interaccionales
Los dos conceptos fundamentales que han manejado los psicólogos a este respecto son los de
comportamiento o conducta y personalidad, nociones contrastadas pero que a nuestro juicio
exigen ser integradas en una visión psicopatológica moderna.
Las psicopatologías conductistas han construido su modelo a partir de un estudio de los síntomas
como conductas y en sus formas más reductivas han rechazado el concepto de personalidad por
considerarlo vago, inobservable y sin utilidad para comprender la naturaleza de los desórdenes
psíquicos. Las psicopatologías psicodinámicas, por el contrario, se apoyan en el examen de los
síntomas como manifestaciones de una personalidad mórbida, siendo las conductas específicas una
consecuencia necesaria de ello. De allí que al examinar los síntomas (que resultan elementos
superficiales, es decir, manifiestos) conviene investigar las bases constantes sobre las que se apoya
el funcionamiento mental de determinado sujeto o determinado grupo de sujetos en sus
mecanismos psíquicos fundamentales.
En la ciencia positiva de la edad moderna la etiología fue claramente el estudio de las causas y el
concepto alcanzó su vigencia plena en el campo del saber médico. El estudio de las enfermedades
de acuerdo con el modelo médico situaba a la etiología como prioridad fundamental. Conocer la
causa fue el objetivo prioritario de toda investigación médica y de su descubrimiento dependía la
certeza de la curación. De allí derivó el concepto de que curar el síntoma no eliminaba la enfermedad
y que sólo curando la causa se lograba realmente un resultado definitivo. Todo ello se apoyó en un
principio epistemológico incuestionable para ese modo de proceder: Todo fenómeno tenía una
causa y a ésta obedecía. La Psicopatología en sus comienzos siguiendo los dictados del modelo
médico se dedicó fervientemente a la búsqueda de las causas que producían los trastornos
mentales. Ello resultó lógico en la producción que se originó en el campo psiquiátrico pero también
infiltró plenamente los modelos psicológicos.
Los dos modelos psicológicos más relevantes, el psicoanalítico y el conductista (y sus derivados)
dedicaron enormes esfuerzos a establecer las causas de los trastornos:
Para las corrientes psicodinamistas, originadas en la teoría psicoanalítica, la causa debería buscarse
en el estudio de la motivación y sus raíces debían rastrearse históricamente hacia los comienzos de
la vida.
Estudiar las condiciones de un trastorno es abordar las circunstancias en que tiene lugar sin una
presuposición necesaria de lo que lo ha causado. Ello implica enfatizar cómo ocurren los trastornos
antes que el por qué. La moderna cognitiva ha abierto nuevas y renovadas puertas en este camino
Los factores desencadenantes han sido pues concebidos como un recurso indispensable para
completar la noción de causa. En otras palabras, para dar cuenta de porqué lo que se había originado
de alguna manera se concretaba en un momento y en una forma determinada y además porqué se
sostenía en lugar de remitir espontáneamente. La evolución de los fenómenos patológicos fue
entendida según cada modelo de acuerdo con la consideración particular que cada uno hizo de las
causas y por ende del papel que jugaban los factores desencadenantes.
Para los modelos psicoanalistas los factores desencadenantes pasaron a ser la gota que rebalsaba
el vaso (no importa el tamaño de la gota ni del vaso), o sea las experiencias actuales que tenían la
propiedad de desencadenar lo que estaba encadenado: La disposición a enfermar alojada en una
estructura profunda de la personalidad cuya base se había tejido en los primeros años de vida
apoyada en los factores constitucionales.
Para los modelos comportamentalistas los factores desencadenantes pasaron a ser estímulos
condicionantes que, con carácter acumulativo, tenían la propiedad de anudar una circularidad entre
estímulos y repuestas propiciando la conformación de un nuevo aprendizaje disfuncional y cuyo
sostenimiento era provocado por la presencia de adecuados reforzadores. De allí la noción de
contingencia para sostener el concepto de refuerzo.
La Psicopatología tradicional, originada en el pensamiento psiquiátrico del Siglo XIX, formó una
tradición donde el estudio de los trastornos mentales fue enfocado principalmente como una
semiología de los contenidos psíquicos: atención, percepción, memoria, pensamiento, etc.
Cualquier tratado clásico de psiquiatría muestra todavía hoy en día un estudio de esta índole y sus
capítulos pueden seguirse paso a paso como examen de los estados alterados de cada una de sus
funciones.
Pero sin duda que lo medular de un estudio de las perturbaciones psíquicas como procesos
interactivos constantes y de evolución continua está dado por el hecho de incorporar al
pensamiento psicopatológico la idea de que los trastornos (como la conducta en general) obedece
no sólo a causas que la provocan sino que también está dirigida a cumplir con ciertas finalidades
prospectivas.
Lo realmente nuevo a lo que asistimos en el campo de la
Psicopatología es a una concepción del padecer concebido como una
peculiar manera de organización, donde el ser humano no es visto como
Con un criterio mucho más actualizado y apuntando a una concepción menos radical o extremista
respecto al estar sano o enfermo, Marina Müller33 hace un abordaje en el cual lo más relevante es
que cualquier persona que circula por la vida, puede pasar un momento que, analizado en ese
punto, bien podrían ser ubicado en alguno de los criterios del DSM IV, pero que sea por la
circunstancia o por el fuerte deseo del sujeto de superar esa situación, que más de una vez lo llevará
a pedir ayuda especializada, no tiene otra significación que lo transitorio. Según esta autora:
“La salud psíquica es compatible con el conflicto, siempre presente en la vida humana,
imposible de ser anulado y sí en cambio afrontado y elaborado con diversos grados de éxito. La
salud mental no es sinónimo de rasgos estadísticos promedio, a lo que en cambio podría aludirse
con los términos "normalidad", "normal.
La salud mental es un estado de bienestar y de cierta armonización para conectarse consigo, con los
otros y con el mundo; no es la mera ausencia de enfermedad”.
La salud psíquica es un estado en devenir, un ideal de integración y armonización que sólo existe en
forma abstracta.
En la vida psíquica de cada ser humano asume formas diversas, tomando la impronta de los procesos
de socialización e inculturación, difiriendo en sus rasgos según los distintos grupos socioculturales,
etarios, de género, de pertenencias etnográficas, etc., asumiendo caracterizaciones idiosincráticas
en cada sujeto.
3
Marina Müller: Tesis Doctoral – Cap III – Bs. As 1997
demás (en instituciones como el hospital psiquiátrico, el asilo, la cárcel), a pesar de las inevitables
divergencias.
Pero también hay que considerar que los cambios sociales, culturales, históricos, económicos,
laborales, familiares, o de otra índole, pueden afectar la salud del sujeto, deteriorándola a veces
profunda e irreversiblemente. Un dramático ejemplo es la frecuencia de suicidios entre
desocupados o personas jubiladas de tercera edad.
Al hablar de salud se intenta ir más allá del concepto de normalidad. La cualidad de salud (estar
sano/sana) no es un concepto lineal ni estático, no se pretende con el mismo aludir a una situación
de plenitud o completud.
Cuando se hace referencia a las diversas problemáticas psíquicas, no nuestra intención presentarlas
como cuadros nosográficos, al modo de la psiquiatría, como denominaciones-cosificaciones masivas
respecto al sujeto (niño, adolescente, joven o adulto), sino como aproximaciones a estilos o
estructuraciones psíquicas relativamente estables, aunque decididamente cambiantes y no
definitivas, más particularmente durante la niñez, la adolescencia y los primeros años juveniles. El
sujeto psíquico, tal como el sujeto del inconsciente psicoanalítico, resiste al encasillamiento teórico,
desbordan las teorizaciones y subsisten como enigmas a ser interpelados.
Donald Winnicott44 dice que la respuesta cabal al concepto de normalidad y salud no es posible,
dado que implica una serie de paradojas irreductibles. Algunas de las características del individuo
sano son según él las siguientes:
El adulto sano no conoce detención en su desarrollo emocional.
Puede permitirse la desintegración y el sufrimiento temporarios asociados a la relajación,
el reposo y el sueño, gracias a los cuales resurge el impulso creativo.
La vida “sana” se define en gran parte por diversas relaciones de “objeto” - tomando como
tales a personas o símbolos.
Existe un interjuego entre el mundo 'extremo' de las relaciones y del hacer, y el mundo
'interno' de la realidad psíquica personal.
No deberían incluirse entre los “sanos'” sólo a quienes lo sean “desde el primer momento”,
sino también a quienes escapan de su predisposición a la mala salud, en la medida que
hallan una salud que no les ha llegado fácil ni naturalmente.
Un gran número de personas incómodas consigo mismas, logran realizaciones
excepcionales precisamente movilizadas por su angustia.
La persona sana participa de la vida cultural, a partir del juego infantil, compartiendo el universo
simbólico: artes, ciencias, mitos, filosofa, religión.
Las experiencias del hacer nutren la vida psíquica personal, y se basan en el sentimiento de existir,
desde un conjunto psiquesoma que vive y funciona con cierta armonía.
4
Donald W. Winnicott: "El concepto de individuo sano" - Ed. Trieb, Bs. As. 1978 - págs. 25 a 41
No es fácil decir hasta dónde prosigue la salud, en qué punto se detiene, y dónde comienza la
enfermedad.
Para concluir, explicaremos tres conceptos que en nuestro devenir docente hemos denominado
“Las Reglas de Oro de la Psicopatología”; el nombre se debe a que estos aspectos de la conducta
humana son aplicables a cualesquier modelo teórico con el que deseemos abordar nuestro
quehacer clínico. Me refiero a:
Todos los extremos son patológicos: Esto se refiere a que tan malo es la falta como el
exceso de una conducta determinada. Aristóteles decía: “La virtud está en encontrar el justo
medio de todas las cosas”. Quizá esta cita sea un ideal, ya que resulta a ojos vista que en la
vida cotidiana es a veces muy difícil discernir el justo medio. Pero tampoco es bueno
polarizarse hacia un extremo o al opuesto. Por ej.: tan malo es que un niño sea
sobrealimentado, como no darle de comer. Otro ejemplo: tan malo es un niño
sobreprotegido como un niño descuidado y sin atención.
Todo lo que se estereotipa (se rigidifica) se transforma en patológico: Con esto nos
referimos a que una conducta que en un momento puede ser adecuada a la situación y las
circunstancias, si esa misma conducta se perpetúa, deja de ser adecuada. Por ejemplo: es
esperable que un niño de 2 años hable con dislalias, pues recién está adquiriendo un
lenguaje completo, pero si a los 5 continúa expresándose con dificultades en la dicción, hay
algo que está entorpeciendo su desarrollo. Otro ejemplo: es esperable que una persona a
quién se le murió un ser querido recientemente, esté triste. Pero si 5 años después sigue
llorando su muerte como el primer día, estamos en presencia de un cuadro patológico
Si hay alguien que hace es porque hay otro/s que permite/n: Esto significa que las personas
pueden llevar a cabo ciertas conductas positivas o negativas, porque las otras personas con
las que se vinculan se lo permiten, explícita o implícitamente. Por ejemplo si hay alguien
que pega, es porque hay otro u otros que así lo permiten. Si la ley es: “en esta casa no se
pega”; pues así será, caso contrario se tomarán medidas para que así sea. También hay un
“dicho” que dice: “para pelear hacen falta dos”.