El Caso de Junin Dictadura

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Política municipal y cultura durante la última dictadura militar (1976-1983)

El caso del Municipio de Junín

Resumen:

En este artículo analizaremos la relación entre la política


municipal de la ciudad del noroeste bonaerense de Junín y el
ámbito cultural local durante la última dictadura militar
1976-1983.

Para ello focalizaremos el análisis en las trayectorias


de quienes integraron o se relacionaron con una
Coordinadora de Arte local –COART–, surgida a
mediados de la década del sesenta, que llegó a
aglutinar al 90 % de los movimientos artísticos a partir
de un trabajo cooperativo y mancomunado.

Intentaremos mostrar que COART gozó de plena


legitimidad y apoyo por parte de los gobiernos
municipales del período 1966-1973; con el regreso de la
democracia y el ascenso del FREJULI sus integrantes
comenzaron a ser perseguidos debido a las disidencias
que mantuvieron con el peronismo local, hasta llegar a
ser blanco específico de la represión perpetuada por la
última dictadura militar.

Por último, mostraremos que, simultáneamente a la


intensa represión de la que fueron objeto estas
personas, desde el propio gobierno municipal se
comenzó a implementar un nuevo proyecto cultural,
distante al otrora impulsado por la Coordinadora.

In this article, we will try to analyse the relationship


between the municipal policy of Junín, a city in the
norst-west of Buenos Aires Province, and the local
cultural background during the latest dictatorship
1976-1983.
Therefore, we will focus our analysis on those
people who lither integrated into or associated with
a local Art Coordinator, COART, which emerged in
the middle sixties and gathered 90% (ninety
percent) of the artistic movements that were held
through cooperative work.

Throughout this paper we will try to demonstrate that


COART had full legitimacy and also had the support of
the municipal government during the period 1966-1973.
Later, with the return of democracy, and the rise of
FREJULI party, its members began to be persecuted due
to political disagreements with the local “peronismo”.
In this way they became the specific target of
repression during the last military dictatorship.

Finally, we will try to demonstrate that together with


the brutal repression this people suffered, the
municipal government began to undertake a new
cultural project completely different from the one
implemented by COART.

En nuestro país, la preocupación académica y la demanda social por problematizar el


pasado reciente, convirtiéndolo en objeto de estudio, se ha incrementado desde las últimas
dos décadas. En este sentido, los estudios sobre los años sesenta y setenta del pasado siglo
se han transformado en una de las temáticas más exploradas por la historiografía actual.

En lo que respecta a la última dictadura militar (1976-1983), si bien la producción


académica e historiográfica en torno a ella ha ido en aumento desde las últimas
décadas, la mayoría de los estudios presentan un enfoque “nacional” o capitalino,
que no siempre coincide con las realidades locales o regionales (Águila, 2008). Por
lo tanto, todavía se vislumbra la necesidad de explorar y ampliar aún más el
espectro de estudios micro-sociales, capaces de dialogar con los relatos nacionales
ya existentes.

En consonancia con ello, en este artículo analizaremos la relación entre la política


municipal de la ciudad de Junín, ubicada en el noroeste de la provincia de Buenos
Aires, y el ámbito cultural local durante la última dictadura militar, esperando que
el análisis de lo acontecido en las esferas locales de gobierno, como es el caso de
los municipios, permita complejizar los estudios ya existentes sobre el período
dictatorial.

Partiendo del supuesto de que el “Proceso de Reorganización Nacional” reservó a


los municipios un rol fundamental con el fin de propiciar una política de
disciplinamiento a nivel micro-social y consensuar su proyecto, mostraremos que
en el caso de Junín, a pesar de haber sido en esa época una ciudad
eminentemente ferroviaria y con fuerte poder de sindicalización, la vigilancia y su
correlato la represión, se abocaron mayoritariamente a un sector del ámbito
cultural, específicamente a los miembros de una coordinadora artística local
denominada COART, que aglutinaba alrededor del 90% de los movimientos
artísticos juninenses. Esta Coordinadora había surgido a mediados de la década del
sesenta, en el marco del gobierno de facto del General Juan Carlos Onganía, y a
nivel local había gozado del beneplácito de las autoridades municipales, quienes
dejaron en manos de COART la organización y programación de la agenda cultural
juninense, otorgándole la administración del teatro municipal denominado “La
Ranchería”. Esta situación se mantuvo, aunque no exenta de ciertas divergencias
entre COART y algunos funcionarios municipales, hasta 1973, momento en que con
el triunfo del Frente justicialista de Liberación Nacional (FREJULI), los integrantes
de la Coordinadora comenzaron a ser marginados del ámbito cultural, debiendo
enfrentar diversos obstáculos impuestos desde la órbita del nuevo gobierno
municipal.

Se intentará demostrar que la persecución a los miembros de COART no provino


exclusivamente del momento del golpe de Estado de 1976, sino que por el
contrario, tuvo sus raíces en la asunción del FREJULI a la comuna local, en 1973.
Este planteo refuerza la idea de la historiadora Gabriela Águila (2008) de dejar de
pensar al año 1976 como un corte abrupto con el pasado, y comenzar a repensar a
la dictadura en términos de cambios y continuidades con la etapa anterior,
confiriéndole límites temporales más porosos y flexibles.

En referencia a la última dictadura militar veremos que, paralelamente a la


intensa represión que estaban sufriendo los integrantes de COART, desde el propio
gobierno municipal se comenzó a implementar un nuevo proyecto cultural y se
propiciaron políticas tendientes a la difusión del mismo, como lo fueron la
creación del Museo de Arte y Archivo Histórico, el incremento en el número de
espectáculos, muestras pictóricas, concursos literarios, subvenciones a bibliotecas
populares y la edición de “Boletines Municipales” bimestrales que daban cuenta de
las políticas llevadas a cabo desde cada una de las esferas o secretarías de
gobierno local.

Por último, intentaremos mostrar que esas políticas implementadas por el régimen
local, a pesar de presentarse discursivamente consustanciadas con los principios
rectores del “Proceso de Reorganización Nacional”, no estuvieron exentas de
ciertas contradicciones inherentes a los mismos. Esto avala el planteo de que si
bien la censura y la represión cultural fueron piezas claves, necesarias para el
triunfo del proyecto de reestructuración social sostenido por los militares en el
poder (Avellaneda, 1986; Invernizzi y Gociol, 2005; Funes, 2006; Ansaldi, 2006),
estuvo lejos de existir una correspondencia unívoca entre la política nacional,
provincial y municipal en la implementación de las normativas existentes
(Rodríguez, 2010; Rodríguez-Zapata, 2009).

Este artículo presenta tres apartados. En el primero de ellos analizaremos los


orígenes de COART y su relación con el gobierno de facto del período 1966-1973 y
con el gobierno democrático del FREJULI (1973-1976). En el segundo apartado
caracterizaremos la política municipal durante la última dictadura militar en Junín
y la represión de la que fueron objeto los integrantes de COART. En el tercer y
último apartado, analizaremos las políticas culturales que se comenzaron a
implementar desde el gobierno municipal en forma paralela a la represión de los
integrantes de COART y que pueden ser entendidas como un intento de acallar y
solapar todo lo construido por esta coordinadora durante la década anterior.

Los orígenes de COART y su relación con los gobiernos del período 1966-1976

El arribo de la década del sesenta marcó en gran parte de occidente un clima de


“revolución cultural” (Hobsbawm, 1994). Fueron los años en los que la cultura
juvenil emergió, de manera provocadora y desafiante, buscando su propio lugar en
el mundo, y creando para ello nuevos valores y símbolos identitarios, situación que
terminó generando un quiebre generacional (Terán, 1991).

En este contexto, signado también por la Revolución Cubana, las luchas de


liberación, el Mayo Francés y la aparición de grupos juveniles guerrilleros, se
produjo en Argentina –especialmente en los círculos capitalinos– la llamada
“modernización cultural”, que se tradujo en el surgimiento de corrientes y grupos
vanguardistas que hicieron del compromiso político contestatario al poder de turno
una expresión artística. Varios de estos representantes se solidarizaron además
con el peronismo, entendiendo que era un movimiento que representaba a los
trabajadores y sufría la persecución política (Terán, 1991; Sigal, 1991).

A partir del golpe de Estado de 1966 que llevó a Onganía a la Presidencia de la


Nación, estas prácticas sociales y culturales comenzaron a ser juzgadas como la
antesala del comunismo, por lo cual la respuesta del régimen fue la imposición de
un marcado autoritarismo y la organización de un plan sistemático de censura, que
se vislumbró sobre todo en el plano cultural (Avellaneda, 1986).

En consonancia con el clima de “revolución cultural” de la época, los años sesenta


representaron para la cultura de Junín un giro copernicano. Si bien existían ya,
desde la década de 1940 agrupaciones teatrales y literarias, comenzaron a surgir
nuevas instituciones y grupos artísticos locales –como el “Teatro de Abril”, el
“Teatro Alfa” el grupo musical “Cáncer” y el coro vocal polifónico “Vocal J”– y se
produjo una complejización del campo cultural debido a que muchos de los
integrantes de estas agrupaciones desempeñaban, en forma paralela, otras
actividades artísticas como pintura, escritura o canto. Esta heterogeneidad de
intereses e inquietudes artísticas, junto con la relativamente escasa dimensión
demográfica de la ciudad –alrededor de 70.000 habitantes– y la inexistencia de una
Dirección de Cultura a nivel municipal, fueron los medios que posibilitaron la
comunicación constante y fluida entre quienes formaban parte de los movimientos
culturales juninenses.

Entre los factores anteriormente mencionados, cobra importancia el hecho de que


no existiera en el municipio una secretaría o dirección de cultura, ya que a partir
de esta ausencia, es que comenzaron a entretejerse las relaciones entre los
artistas locales y el gobierno municipal. En noviembre de 1966, a los pocos meses
de haber asumido el cargo de Intendente, el escribano Caccia convocó a cinco
representantes de los diferentes movimientos artísticos locales “con el propósito
de promover todo lo atingente al aspecto cultural de la ciudad”. Para tal fin
decretó la creación de una Comisión Municipal de Cultura la cual dispondría de
“los fondos asignados en el presupuesto para el cumplimiento de esos fines”. La
creación de esta Comisión de Cultura generó un mayor contacto y comunicación
entre las diferentes agrupaciones, lo cual acabó cristalizando en la formación de
una red cultural a nivel local, cuyo entramado lo conformarían las diferentes
disciplinas artísticas. Como producto de esta forma de trabajo mancomunado
surgió hacia fines de 1966 una Coordinadora de Arte –COART– cuyo fin radicó en
nuclear y coordinar a todos los movimientos artísticos independientes de la
ciudad. Así junto con los grupos teatrales y musicales antes mencionados, se
incorporaron a COART numerosos escritores, titiriteros, poetas, fotógrafos,
pintores y escultores del ámbito local, llegando a abarcar y reunir al 90% de los
artistas locales. Sólo los cines, por estar en manos de empresarios no adheridos a
COART, quedaban fuera de la esfera de gestión de esta coordinadora.

Quienes formaban parte de estas instituciones incorporadas a COART eran todas


personas mayores de veinticinco años, de diferentes profesiones –abogados,
docentes, empleados de servicios públicos y privados– en ejercicio de actividades,
y algunos de ellos también padres o madres de familia. Por lo tanto, si bien es
cierto que el grupo se encontraba motivado por ansias de profesionalización, la
disposición para la actividad artística no podía ser de tiempo completo, sólo por
las noches se llevaban a cabo las reuniones y los respectivos ensayos. En lo que
respecta a su filiación política, sólo en uno de los miembros de COART se
vislumbra una posición ecléctica, oscilante entre una postura filo-comunista, y una
militancia intermitente en la Juventud Peronista hasta desembocar, hacia 1974, en
una afiliación al MID (Movimiento de Integración y Desarrollo). El resto de los
integrantes, en cambio, se definían como anti-peronistas y eran militantes activos
del MID, sobresaliendo entre ellos la figura de Benito Gorgonio de Miguel, quien si
bien no desarrollaba ninguna actividad artística en particular se hallaba vinculado
a COART por lazos de amistad con el resto de los miembros. Cabe aclarar que De
Miguel, desde fines de la década del sesenta se desempeñaba como referente
provincial del MID.

A partir de un análisis retrospectivo, basado en el cotejo entre las diferentes


disciplinas artísticas integrantes de COART, se puede sostener que, por su alto
nivel de vocación y su vinculación directa con el movimiento artístico homólogo
metropolitano, la actividad teatral fue la que revistió mayor relevancia dentro de
esta institución. De hecho, quienes hacían teatro –sobre todo los integrantes de
“Teatro de Abril”– desde 1966 comenzaron a viajar semanalmente a Buenos Aires a
tomar clases de actuación y dirección teatral con Conrado Ramonet e Ibel Cané,
representantes del “Nuevo Teatro” porteño, entidad señera del Teatro Argentino
Independiente.

Es necesario recordar que el “Nuevo Teatro”, fundado hacia fines de la década del
cuarenta por Alejandra Boero y Pedro Asquini, se caracterizó por una actitud
progresista y de velada oposición al peronismo. Si bien para el momento de su
surgimiento, “en un clima de oscurantismo cultural estos teatros eran vistos como
pequeños bolsones de resistencias” es dable reconocer que “Perón, aunque
reconocía esta oposición indirecta no impuso una censura rigurosa y los teatros
tuvieron mucha libertad” (Sigal 1991: 103). Debido a la profunda influencia que los
representantes del “Nuevo Teatro” ejercieron sobre los integrantes de COART,
puede resultar pertinente sostener que la impronta antiperonista, propia de esta
entidad señera del Teatro Independiente, fue transmitida de una u otra manera a
estos artistas locales, quienes en ningún momento, ni siquiera hacia fines de los
sesenta y principios de los setenta, cuando los vientos de cambio progresistas
soplaban a favor del peronismo, llegaron a simpatizar con este partido.

Con el arribo de los años sesenta, comenzó una etapa de apertura, de cambios y
cuestionamientos sociales, éticos y estéticos, que llevaron a muchos directores y
actores del Teatro Independiente, a incorporar en sus presentaciones autores y
obras inscriptas tanto dentro de un teatro de vanguardia y experimentación –que
se desarrollaba a la luz de las búsquedas iniciadas en el Instituto Di Tella, con las
producciones de Eduardo Pavlosky (Espera Trágica, El Señor Galíndez) y de
Griselda Gambaro (El Desatino, El Campo)– como dentro de un estilo definido
como“realismo social o reflexivo”, representado por Soledad para Cuatro de
Ricardo Halac, Nuestro Fin de Semana de Roberto Cossa o Réquiem para un
Viernes a la Noche de Germán Rozenmacher. El conservadurismo y autoritarismo
propiciado por el Onganiato generó que algunos de estos autores comenzaran a
verse cuestionados y censurados.

Con el correr de la década, ambos estilos –el vanguardismo y el realismo reflexivo–


llegarían a confluir en un proceso de retroalimentación, en una “etapa de
intercambio” (Pellettieri, 2003) que convertiría a estas agrupaciones teatrales en
una de las mejores expresiones del proceso de modernización cultural típico de la
Argentina de los años sesenta.

La actividad teatral de Junín no se mantuvo al margen de este proceso. Por el


contrario, dados los vínculos existentes entre los movimientos teatrales locales
con los metropolitanos recientemente mencionados, tanto el estilo como muchas
de las obras más representativas de ese momento, comenzaron a ser incorporados
y representadas en la ciudad. Prueba de ello es en primer término, el hecho de
que Conrado Ramonet e Ibel Cané, dos de los directores más prestigiosos del
“Nuevo Teatro”, viajaran asiduamente a Junín con el fin de dictar clases de
dramaturgia y de dirigir representaciones teatrales. Ambos tuvieron un estrecho
contacto sobre todo con “Teatro de Abril”, que por su reciente creación –databa
desde 1964– necesitó del asesoramiento constante de personas con mayor
experiencia o ya formadas en la actividad; ilustrativo de ello es que en sus
comienzos, esta agrupación teatral contrató como director a Ibel Cané, y que
tanto éste como Ramonet fueron los encargados de poner en escena las primeras
obras, entre las cuales se contaron Craninqueville, una farsa dramática de Anatole
France, Un color de soledad, de Andrés Lizzarraga, Historia de mi esquina, de
Osvaldo Dragún, entre otras. Con el tiempo fueron puestas en escena obras
como La Valija, de Julio Mauricio, Los Prójimos, de Julio Gorostiza, y La cacería,
de Eduardo Pavlovsky.

Asimismo, cabe mencionar que Ramonet fue el primer director de la Escuela


Municipal de Teatro de Junín, creada en 1967 por la Comisión Municipal de
Cultura, con el apoyo del gobierno municipal. Cabe destacar además que, en una
actitud que puede resultar sorprendente para el período, el propio intendente
municipal, ante el cierre del acto de inauguración de dichas instituciones
manifestó su satisfacción por la tarea que se emprendía, destacando que al iniciar
su gestión al frente de la comuna “había pensado que Junín exhibía una cierta
chatura cultural que ahora los hechos desmienten pues es notoria una gran
inquietud intelectual en vastos sectores, que nuestra comuna alentará y apoyará
con decisión en las medidas de sus posibilidades”.

Ciertamente, durante este período, desde el gobierno municipal se impulsaron y


concretaron ciertos avances en el ámbito cultural: además de la Escuela de
Teatro, fueron creadas otras dos escuelas de arte, las de Dibujo y Pintura, y la de
Escultura. A su vez, el Intendente Caccia dispuso una subvención estable de
$15.000 por cada obra representada a partir del año 1967; y se llevó a cabo una
política de remodelación del Museo de Arte local, para lo cual la Comisión de
Cultura Municipal, solicitó la colaboración del Museo de Bellas Artes de Buenos
Aires, creando para tal fin una subcomisión integrada por personas provenientes
de esta institución, con el objeto de llevar a cabo las reacomodaciones
necesarias.

Cuando en diciembre de 1967 el escribano Caccia presentó la renuncia al cargo de


Intendente, fue nombrado comisionado municipal interino un militar retirado –
ajeno a la sociedad juninense– el Coronel Raúl López Pedraza, quien solicitó a
todos los secretarios municipales vigentes que continuaran al frente de sus
respectivos organismos, aduciendo que su intención no era innovar ni efectuar
cambios en la comuna. Quizás haya sido debido a esto, y en parte también, al
breve período en que este hombre ocupó el cargo –sólo dos meses-, que no se han
constatado cambios importantes en la relación entre el gobierno municipal y las
instituciones culturales locales durante su breve gestión.

El nombramiento definitivo se efectuó en marzo de 1968 y recayó sobre la figura


de un abogado local, el Dr. Pablo Bava. En enero de 1970 Bava, citó a los
integrantes de COART a fin de considerar la designación de un Director Municipal
de Cultura –en reemplazo de la Comisión Municipal de Cultura– para que actuando
conjuntamente con ellos, pudiera planificar la acción cultural y artística de la
ciudad. Según los propios integrantes de COART:

Después de numerosos cambios de opiniones se llegó a la siguiente resolución:


el Dr. Bava nombraba al Director de Cultura, pero la persona en quien recayera
la adjudicación del cargo debía actuar en total y común acuerdo con los planes
y orientación cultural y artística que elaboraran las distintas agrupaciones
artísticas que integran COART, y otorgándose a dicha entidad autorización para
fiscalizar el destino que se diera al dinero de la partida para la promoción de
cultura de este municipio (1).

Para cubrir el nuevo cargo de Director de Cultura fue elegido el profesor de música
Rodolfo Alleva, quien se destacaba en la comunidad por haber sido el creador y
director del Coro Polifónico local. Al asumir, Alleva mantuvo una reunión con los
miembros de COART en la cual se establecieron, entre otros, los siguientes
acuerdos:

I) Orientación popular y progresista de la cultura; II) Administración de los


fondos de la partida de promoción de acuerdo a las necesidades mínimas de
cada agrupación; III) Planificación anual de todos los actos culturales y
artísticos que se realizarán; IV) Constitución de una comisión presidida por el
citado Director e integrada por cuatro delegados-colaboradores en cada una de
las siguientes actividades: plástica, música, letras, teatro....

Si bien esto era lo estipulado, a comienzos de 1970 comenzaron a surgir


desavenencias entre el Director de Cultura y COART. Las críticas de esta
institución comenzaron a agudizarse debido a que denunciaba la falta de
compromiso y la desidia del nuevo funcionario para con la promoción de “políticas
culturales progresistas”. En la visión de los integrantes de la Coordinadora, desde
la asunción del Director de Cultura, en reemplazo de la Comisión Municipal de
Cultura otrora vigente, “los actos realizados carecieron de planificación,
promoción y valor pedagógico”.

En julio de 1970, ante el recambio del poder Ejecutivo en los tres niveles de
gobierno, fue designado como Intendente el Coronel (Re) Eduardo Juan Degano. Si
bien muchas de las secretarías municipales fueron ocupadas por nuevos
funcionarios provenientes de Mar del Plata –ciudad de donde provenía Degano– en
la Dirección de Cultura fue ratificado el profesor Alleva. En el transcurso de ese
año, los conflictos entre la Dirección de Cultura y COART fueron cobrando
intensidad. A la denuncia pública de sus representantes hacia el Director de
Cultura, materializada a través de una carta abierta a la población, se sumó un
petitorio por vía legal al Intendente, en el cual se le solicitaba con carácter
urgente la concreción de una reunión en la que se pudieran discutir abiertamente
las políticas a seguir en materia cultural. Si bien no hemos encontrado constancia
de lo tratado en dicha reunión, dos meses después, el gobierno municipal otorgó
exclusivamente a COART la finalización, dirección y administración del Teatro
local “La Ranchería”, sin aportar la municipalidad ayuda económica alguna. Entre
las causas que motivaron tal decisión, el decreto establecía “las dificultades que
en el ámbito comunal surgen por carencias presupuestarias y de disponibilidad de
personal para la organización de programas seriados de actividades artísticas y/ o
culturales”. Por lo tanto, el hecho de que un militar retirado a cargo de la
intendencia haya otorgado a una institución civil como COART las instalaciones del
teatro municipal, cuando ya existía una Dirección de Cultura, puede ser explicado
en primer lugar por las dificultades económicas por las que atravesaba el gobierno,
en segundo lugar por el reconocimiento público, del que gozaban a nivel local, la
mayor parte de los integrantes de COART. Finalmente, un tercer factor puede ser
el hecho de que el propio Intendente Degano, al ser oriundo de Mar del Plata, y no
conocer los entretelones de la sociedad juninense haya decidido delegar la
finalización y administración del teatro a esta institución de la sociedad civil, con
el fin de alivianar la carga económica del municipio, y de dar una respuesta a la
denuncia pública formulada por COART.

A partir de su inauguración, todos los fines de semana el teatro municipal “La


Ranchería” fue sede de diferentes presentaciones y espectáculos, tanto de artistas
locales como metropolitanos o de otras localidades del país, auspiciadas por
COART. Mensualmente y de manera rotativa, una de las disciplinas artísticas
integradas a la institución, era la encargada de organizar lo que sería la principal
puesta en escena durante ese mes mientras el resto de las agrupaciones creaban
alguna presentación o exposición secundaria, como complemento del número
principal. Además, al finalizar el año se llevaba a cabo un festival donde se pasaba
revista a todo lo desarrollado y trabajado. Como siempre, allí se reunían poetas,
músicos, pintores y fotógrafos que compartían lo trabajado y expuesto durante el
ciclo.

Los integrantes de COART dispusieron de la administración y dirección del teatro


hasta la llegada del gobierno democrático, en mayo de 1973. De esta manera, la
Coordinadora de Arte (COART) pudo mantener su hegemonía en el campo cultural
local hasta el momento en que -y aunque resulte paradojal- con la asunción del
FREJULI en Junín se revigorizó en el municipio el área de la Dirección de Cultura y,
paralelamente se desplazó a COART del rol que había desempeñado como
articulador y gestor de las actividades artísticas en la década anterior.

El movimiento artístico desplegado por COART fue prolífico hasta mediados de


1973, cuando ante la asunción del intendente Oscar Venini –FREJULI– asumió la
Dirección de Cultura Municipal la señora María Elena García de Cecchi, profesora
de música local y allegada al ala derecha del peronismo, quien comenzó a
centralizar la administración y gestión del ámbito cultural, desplazando
paulatinamente del mismo a los integrantes de COART.

Creemos que uno de los factores que pueden explicar este alejamiento, o la no
participación de COART en el gobierno peronista fue el explícito antiperonismo de
muchos de sus miembros, o tal vez su poca simpatía no hacia al peronismo en sí,
sino hacia el ala derecha peronista. Esto último se entiende si se tiene en cuenta
que, promediando el año 1973, en Junín, desde el primer momento de la vuelta a
la democracia, fueron cobrando importancia grupos de jóvenes militantes que,
nucleados en la Juventud Sindical Peronista (JSP) comenzaron a desarrollar un
accionar violento, convirtiendo a COART en su blanco perfecto (2).

El 27 de julio de 1973, miembros de la JSP –cuyo líder además era el hijo de la


Directora de Cultura– interrumpieron, portando armas, un espectáculo poético
musical que estaba llevando a cabo COART en las instalaciones de “La Ranchería”,
aduciendo que se trataba de un espectáculo de corte marxista. El propio líder de
la JSP lo formulaba en los siguientes términos:

Los motivos que nos impulsaron a tomar dicha determinación fueron los
siguientes:
1°) El cometido del recital no cumplía ninguna función social o cultural acorde
al momento en que vive el país que es de unidad y reconstrucción nacional.
2°) El contenido de las canciones era de protesta y de corte marxista. Creemos
que la protesta no cabe porque desde el 11 de marzo nuestro pueblo es
gobierno y no podemos aceptar ideologías extrañas confabuladas con la
sinarquía internacional ajenas a nuestras tradiciones y religión (3).

A esta embestida se sumó la emisión de panfletos amenazantes que, entregados en


manos a los transeúntes de las principales calles de la ciudad por parte de los
militantes de la JSP, acusaban a muchos ciudadanos locales –entre los que se
cuentan varios miembros de COART – de pertenecer a agrupaciones trotzco-
marxistas. Asimismo, de los informes de la Dirección de Inteligencia de la
Provincia de Buenos Aires (DIPBA), se desprende que estos integrantes de COART
estaban también siendo blanco de investigación de esta agencia estatal, debido a
los incidentes antes mencionados con los miembros de la JSP. De esta manera, si
bien en lo que resta del período, durante la corta intendencia de otro miembro del
FREJULI, Abraham Ise –hasta el golpe de Estado– no se presentaron episodios
similares, muchos de los miembros de COART comenzaron a sentirse perseguidos e
intimados por estos grupos peronistas:

La violencia con esta gente era moneda común hacia la década del 70 [...]
provocaban siempre [...] cuando gana el FREJULI ganan poder, entraban a los
cuarteles como pancho por su casa, todos lo sabíamos, sabíamos que nos
seguían, eso era muy bravo, por alguna filtración familiar que trabajaba en los
servicios nos enteramos que nos estaban haciendo una ambientada, es decir,
una investigación que hacían los servicios para saber con quién andabas, qué
hacías, dónde vivías... (4).

Estas intimidaciones, junto a la mayor centralización del ámbito artístico en la


figura de la Directora de Cultura, sesgaron paulatinamente a COART del rol que
había desempeñado como articulador y gestor de las actividades artísticas en la
década anterior.

El análisis de la prensa del período permite entrever las discrepancias que se


suscitaron en el seno de campo cultural entre la Dirección de Cultura Municipal y
COART. De un total de treinta y siete espectáculos artísticos inéditos presentados
en el teatro municipal “La Ranchería” –tomando el corte temporal junio 1973-
agosto 1975– ninguno de ellos fue auspiciado de manera conjunta entre la
Dirección de Cultura y COART, como solía suceder en el período anterior. Por el
contrario, al comparar cuantitativamente la asiduidad con que uno y otro grupo
utilizaba las instalaciones del teatro para brindar los espectáculos que cada uno de
ellos auspiciaba u organizaba, vemos cómo la Dirección de Cultura fue imponiendo
su hegemonía en el manejo del mismo, aunque no se hubiera vetado el decreto por
el cual COART disponía de su administración. La prueba de lo anteriormente
expuesto radica en que del total de treinta y siete presentaciones, sólo cinco
fueron auspiciadas por COART, y el resto por la Dirección de Cultura.

El gobierno municipal de Junín durante la última dictadura militar y la


represión a los miembros de COART

En su proclama de asunción, la Junta militar que tomó el poder tras el golpe del 24
de marzo de 1976, a la vez que declaraba caducos los mandatos del Presidente de
la Nación y de los gobernadores y vice-gobernadores de las provincias, disponía la
disolución del Congreso Nacional, de las Legislaturas provinciales y de los Concejos
Municipales. Sin embargo, la altisonancia discursiva de estas afirmaciones, suele
soslayar la complejidad que imperó en el plano de lo concreto, en los distintos
niveles gubernamentales, especialmente en lo que refiere a los gobiernos
municipales. En este sentido, el nivel de lo micro, de las políticas municipales, fue
dotado de una importancia mayor de la que usualmente le suelen otorgar los
relatos nacionales sobre el período en cuestión. De hecho, la legislación producida
por funcionarios de la dictadura, demuestra que “la figura del municipio aparecía
como la solución a muchos problemas, especialmente por su importancia para la
determinación de los mecanismos de participación de la comunidad” (Rodríguez,
2010).

De esta manera, en su afán por disciplinar a la sociedad, la dictadura recurrió a


una política descentralizadora, que al otorgarle un rol importante a los municipios,
pudiera controlar a nivel micro a sociedades locales, y sobre todo, pudiera
consensuar el discurso dictatorial de una manera más directa y eficaz. Como
sostiene Daniel Lvovich (2010) “desde el momento mismo del golpe de Estado de
1976, el gobierno militar otorgó una importancia central a la estrategia de ampliar
sus bases de sustentación y de generación de consenso a partir de los municipios”.
Esto llevó a que el poder ejecutivo provincial, con el beneplácito del nacional,
indagara en los elencos comunales, ratificando o removiendo a los intendentes
vigentes, según el currículum político de cada uno de ellos.

El municipio de Junín no fue la excepción a esta regla, de hecho, tras el golpe de


Estado el Intendente entonces vigente por el FREJULI, Abraham Ise, decidió dimitir
de su cargo asumiendo en su lugar un militar retirado, el Capitán (Re) Antonio
Sahaspé, oriundo de Azul pero que por lazos conyugales, desde su retiro, se
hallaba viviendo en Junín. Sahaspé se mantendría en la intendencia hasta poco
después del desenlace de la Guerra de Malvinas. El hecho de que la figura
designada haya sido un miembro retirado de las Fuerzas Armadas, cobra
importancia si tenemos en cuenta que de la totalidad de los municipios solo el 10
% estuvo gobernado por el personal militar o de fuerzas de seguridad. El 90 %
estuvo en manos de civiles, y de ese porcentaje, el 52 % correspondió a civiles de
distintos partidos políticos (Quiroga, 2004). Esta constatación despierta a su vez
ciertos interrogantes: ¿cuál fue el parámetro o indicador para implantar en unos
municipios intendentes militares y dejar a otros a cargo de civiles? ¿Fue la
dimensión poblacional de cada municipio una determinante? ¿O fueron más bien
condiciones institucionales o estratégicas pre-existentes a marzo de 1976 las que
determinaron estas diferencias? Si bien no podemos plantear una respuesta
unívoca a estos interrogantes, podemos sostener que para el caso de Junín,
existieron una serie de factores que hicieron de este municipio un punto
neurálgico para consensuar el proyecto militar desde una esfera micro-social. En
primer lugar, esta ciudad era la sede del Comando de la Subzona 13, lo cual le
confería una amplia jurisdicción regional abarcando a veinticinco partidos del
norte y noroeste bonaerense (5). En segundo lugar, contaba con una amplia
densidad de población –alrededor de los setenta mil habitantes– en comparación
con el resto de las ciudades y pueblos de la región; a su vez, poseía una fuerte
tradición sindical, dada la relevancia en términos cuanti y cualitativos de los
talleres ferroviarios, los cuales contaban con un número significativo de empleados
y operarios –alrededor de 4.000– dotados de un fuerte poder de sindicalización.

Si bien el número de empleados y operarios ferroviarios en Junín era cuantioso y


su poder de sindicalización muy importante, en la lista de secuestrados, y
desaparecidos de la ciudad por la última dictadura, su número es mucho menor al
de los artistas o personas vinculadas a las actividades culturales de la localidad.
Por lo tanto en este trabajo sostendremos que una de las principales
características de la última dictadura militar en esta ciudad, fue la fuerte
represión que se impartió hacia un amplio sector del ámbito cultural que, como ha
sido planteado, paradójicamente, había tenido su mejor momento durante el
anterior gobierno de facto, representado por el Onganiato, y había ido quedando
marginado de la escena política municipal, a partir del ascenso del FREJULI en las
elecciones de 1973.

Si bien como sostuvimos anteriormente, la actividad de COART había menguado


desde 1973, y aún más desde el golpe de Estado de marzo de 1976, eso no evitó el
secuestro y desaparición temporaria de los principales miembros de la institución.
En la madrugada del 24 de enero de 1977, un grupo de tareas integrado por
militares dependientes del Comando de Artillería 101 y respaldado por policías y
paramilitares –entre los cuales se contaban algunos de los ex miembros de la JSP
que habían interrumpido el espectáculo en las instalaciones del teatro “La
Ranchería”, en julio de 1973– iniciaron una de las más terribles operaciones de
secuestro y tortura que la ciudad recuerde, tanto por sus dimensiones
cuantitativas como cualitativas. A partir de una acción estratégicamente
planificada y sincronizada, esa noche secuestraron a once ciudadanos juninenses,
todos relacionados de manera directa o indirecta con COART. Vale destacar que
excepto el director del “Teatro Independiente La Antorcha”, Héctor López, que
por ese entonces era septuagenario, el resto de los representantes de los
diferentes movimientos artísticos nucleados en la Coordinadora, fueron
secuestrados. Entre ellos se hallaban el director del “Teatro de Abril”, Ariel De
Siervo; el creador y director del coro polifónico “Vocal J”, Juan José Martín; el
escritor y a su vez cantautor del grupo musical “Cáncer”, Rubén Américo Liggera;
la representante del grupo de letras “Asterisco”, Imelde Sans de Peris; el pianista
Armando Álvarez y su novia, Ana María Rinaldi. Esta nómina de secuestrados se
completa con los nombres de aquellas personas que, si bien no realizaban ninguna
actividad artística específica, se encontraban unidas a COART por mantener lazos
de amistad con los integrantes del grupo antes mencionados.

A pesar del reconocimiento del que gozaban estas personas en una comunidad de
medianas dimensiones, como era Junín en ese entonces, por el término de una
semana, ninguno de los diarios locales da cuenta de la desaparición de alguna de
ellas. Recién el 1° de febrero aparece en uno de los matutinos locales un
comunicado oficial del Comando de la Subzona 13, dando a conocer la nómina de
detenidos. Dicho comunicado se expresaba en los siguientes términos:

1° Luego de profundas investigaciones y gracias a la colaboración


espontánea de la población, ha sido posible detectar en la ciudad de
Junín una organización de extrema izquierda relacionada con la banda
de delincuentes subversivos autodenominada ERP.
2° La mencionada organización utilizando los nombres de diversas
asociaciones culturales: música, arte, poesía, teatro, etc. encubría su
actividad de proselitismo y adoctrinamiento agrupándose por rama
cultural.
3° Para el trabajo en superficie utilizaron como instrumento abierto a
una organización política de orden nacional, el MID, a fin de pasar
desapercibidos en sus verdaderas funciones.

A continuación, el comunicado enunciaba con nombre, apellido y cédula de


identidad a todas aquellos individuos que “formaban parte de la organización
subversiva”, adjudicándoles toda una serie de hechos delictivos.

Del análisis de dicho documento se desprenden dos cuestiones importantes: en


primer lugar, se presenta un discurso legitimador de esas detenciones, cuando se
mencionan una serie de atentados contra “la sede de la Sociedad Rural”, “el Club
Social de Junín” o contra la “Liga Agraria Ganadera” que le son adjudicados a las
personas detenidas. Dado que en ninguno de los diarios de los días previos al
secuestro se hace alusión a estos atentados, desconocemos la veracidad de los
mismos. Sólo un matutino de una localidad cercana a Junín, alude al tema,
mostrando las fachadas –por cierto, incólumes– de los edificios mencionados, pero
lo hace en los días posteriores a la publicación del comunicado. En segundo lugar,
y esto es lo que refiere mayor importancia, en la lista de detenidos, aparecen
además de los once ciudadanos secuestrados durante la madrugada del 24 de
enero, el nombre de tres personas más, que fueron interceptadas en los días
posteriormente inmediatos a esa fecha. Entre esas tres personas, vinculadas
también a COART por lazos de amistad, cobra importancia la figura de Benito
Gorgonio De Miguel, oriundo de Junín pero con residencia en Buenos Aires, quien
en ese momento era el referente provincial del MID y a su vez había sido
recientemente nombrado Gerente General de Racing Club de Avellaneda.

Dado el relevamiento de testimonios y el acervo archivístico del período, creemos


que la figura de De Miguel es vital para entender el devenir de los miembros de
COART. Él es secuestrado en el mediodía del 25 de enero; sin embargo, alertado
por la esposa de uno de los detenidos, recorrió en esa mañana las principales
instituciones de la ciudad –desde los cuarteles hasta la municipalidad, pasando
inclusive por el Club Social– con el objetivo de que alguna de las autoridades
pudiera dar cuenta de lo sucedido la noche anterior con sus amigos. Cuando lo
secuestran, lo trasladan a la que es hoy la Unidad Penitenciaria N°13, que en ese
momento aún estaba en construcción, y servía, al igual que la Comisaría 1° de
centro clandestino de detención. Allí se encuentra con el resto de los detenidos la
noche anterior. El secuestro de esta persona marca un punto de inflexión en el
operativo del régimen local. Creemos que la siguiente cita amerita su extensión
dada la relevancia del testimonio en primera persona, el cual fue cotejado con
otros testimonios de sobrevivientes, no habiéndose encontrado mayores
discrepancias entre ellos.

Yo no estaba de ninguna manera en los planes del operativo de los secuestros, tal
es así que ni ellos mismos tenían idea de que mi detención eliminaba el secreto
de que la operación quedara confinada al cerco informativo del Comando de la
Subzona 13. Lo de la Gerencia General de Racing, aunque parezca exagerado, me
daba en ese momento un grado de cierta notoriedad, porque la presidencia de
Rodríguez Larreta había iniciado un camino espectacular en términos de
adquisiciones futbolísticas y Racing estaba en la plana mayor de todos los diarios
y al mismo tiempo se trataba de una institución con una enorme legión de
simpatizantes social, económica y políticamente muy importante. Además yo
estaba dentro, por así decirlo del estado mayor nacional desarrollista, lo que
motivó la intervención directa de Frondizi. Mi hermano viajó a Buenos Aires y a
las pocas horas, Don Arturo tomó conocimiento e inmediatamente habló con
Suárez Mason, Jefe del Primer Cuerpo con jurisdicción en la Subzona 13. Estas
Subzonas actuaban de forma autónoma [...] La intervención de Frondzi y Suárez
Mason dio lugar al envío de una auditoría a la unidad militar de Junín, con un
teniente que, si no me equivoco, se llamaba Herrero y que determinó el carácter
irresponsable del operativo (6).

A los diez días aproximadamente, de la emisión del comunicado, los catorce


secuestrados de la ciudad fueron puestos a disposición del Poder Ejecutivo. Esto
nos lleva a pensar que la detención de De Miguel y la inmediata intervención de
Frondizi fueron los hechos que posibilitaron la legalización de la situación de los
secuestrados. De otra manera nos resulta incomprensible que, habiéndoles
endilgado a estas personas la pertenencia al ERP y la responsabilidad de una serie
de atentados en la localidad, demostrando su alta peligrosidad para la familia
juninense, a los pocos días, los hayan puesto a disposición del PEN.

Luego de una semana de torturas y suplicios en la mencionada U.P 13, estas


personas fueron trasladadas a la Comisaría 1°. Esta también debe figurar como un
centro clandestino de detención, pues aún no se había legalizado la situación de
los secuestrados. El blanqueamiento de dicha situación no impidió, sin embargo,
que acabaran los traslados con sus consecuentes correlatos de tortura e
interrogatorios; muy por el contrario, una vez legalizados, los detenidos fueron
trasladados a la Unidad Penitenciaria Nº 3 de San Nicolás, y luego a la Unidad
Penal 9 de La Plata. Por último, los detenidos fueron recuperando su libertad por
tandas. La mayoría en un lapso no superior a los cuatro meses, y otros casi un año
después. El 25 de marzo de 1977 el diario local “La Verdad” comunicaba a la
población que los siguientes vecinos de Junín: Benito de Miguel, Juan José Martín,
Héctor Vega, Ricardo Vega, Víctor Pajoni e Imelde Sans de Peris dejaban de estar
a disposición del Poder Ejecutivo.

El 7 de mayo del mismo año Ariel Nelson De Siervo, Normando Di Sábato, Rubén
Américo Liggera, Ana María Rinaldi y Alberto Pedro Silva recobraron su libertad.
Los últimos detenidos, Armando Álvarez y Jorge Cerutti fueron liberados casi un
año después de su detención.

A partir de los testimonios de estos sobrevivientes se puede dilucidar que en gran


parte esa represión respondía a las actividades culturales desarrolladas tiempo
atrás por COART, y a las cuales todos los detenidos estaban directa o
indirectamente vinculados:

Me decían que la música, la cultura, el cantar, el que hacía teatro... bueno,


todo lo que fuera cultura estaba mal visto. Que era subversión

A mí me decían: ‘Así que tocás el pianito’ y me golpeaban ferozmente, me


hicieron un desastre en mi mano izquierda. Hoy, a raíz de eso hay algunas obras
que no puedo tocar por dificultades técnicas...
Algo parecido aparece en el testimonio de otro de los miembros de COART cuando
se le pregunta si dentro de su experiencia personal ocurrió algún hecho particular
que pueda ser considerado como un resumen de la época del Proceso, a lo cual el
entrevistado respondió:

Podría ser la intolerancia hacia los artistas, por ejemplo hacia la cultura.
Nosotros habíamos hecho un espectáculo musical-poético [en julio de 1973], y
llega una patota de esas que estaban en Junín [...] interrumpe el espectáculo y
nos trata de comunistas, de bolches [...] y ese fue el tono de una época
intolerante.

Este último testimonio permite vislumbrar además la conexión, o más bien la


continuidad que los propios artistas locales adscriptos a COART, encuentran entre
lo acontecido a partir de 1973, con la represión abierta a partir del golpe de
Estado.

Febrero de 1977 fue el telón que nos acabó a todos...una historia violenta que
arranca el día que se hace razzia en el Teatro de la Ranchería...esos tilingos
después nos entregaron a los milicos...se tomaron revancha...

Finalmente podemos sostener que los miembros de COART, a través de sus


testimonios resignifican el pasado reciente de acuerdo a su trayectoria y vivencia
personal y le confieren a la dictadura límites temporales porosos y flexibles que
van más allá de su duración histórica concreta.

En cuanto a las consecuencias inmediatas y mediatas de la represión en Junín,


podemos sostener que el año 1977 marcó el punto de inflexión definitivo en la vida
de COART. Una vez devueltos a la libertad, los sobrevivientes del terrorismo de
Estado en Junín, debieron enfrentar una situación de desamparo e indiferencia por
parte de amplios sectores de la sociedad. El silencio cómplice que había mostrado
la sociedad juninense ante su desaparición, pasó a convertirse en marginación; la
mayor parte de los integrantes del grupo se encontró sin trabajo, y despojados de
sus bienes materiales, merced al saqueo de sus propiedades por parte de los
militares. Esta situación, junto al trauma psicológico producto de las torturas y
vejaciones que vivieron durante el período de secuestro y detención, erosionaron
la posibilidad de poder reencauzar las actividades artísticas en el corto plazo, lo
cual conllevó a la disolución definitiva de COART.

Sólo tiempo después, hacia 1987, algunos de sus miembros intentaron volver a
conformar un movimiento artístico, a partir de la creación del grupo “Juglares”.
Sin embargo, las condiciones en las que se desarrolló este grupo distaron mucho de
las que habían caracterizado a COART. En primer lugar, la adhesión con la que
contó por parte de los grupos artísticos fue prácticamente efímera, sólo unos
pocos ex-integrantes de la Coordinadora se plegaron a esta nueva agrupación, la
cual se limitó a la programación de “Café Concert” y a organizar esporádicas obras
teatrales; en segundo lugar, el problema mayor provino de que ya no tenían un
lugar físico en el cual poder realizar estas actividades; la carencia de un local o
sala teatral, los llevó a tomar como lugar de reunión la propia casa de uno de sus
impulsores; esto determinó que la capacidad espacial del lugar fuera sumamente
reducida lo que condicionó de antemano la cantidad de público presente. En este
sentido podemos decir que la última dictadura en Junín se tradujo en un golpe a
un tipo específico de cultura, dado que erosionó por completo la capacidad de
aunar nuevamente en un único movimiento a los grupos artísticos locales.

La política cultural impulsada por el gobierno municipal durante la dictadura

La implantación del gobierno militar de 1976 en Junín conllevó un recambio total


del elenco de funcionarios municipales. Ningún funcionario del período anterior
fue ratificado en su cargo, y se procedió a su vez a la aplicación de normas de
prescindibilidad del personal, con lo cual el número de empleados municipales se
redujo, en el término de un año, en un 24%. Paralelamente a la reducción del
personal, se llevó a cabo la implementación de un régimen de calificación para los
empleados municipales, intentando con ello aumentar el control y promover el
disciplinamiento de los cuadros de gobierno. Como veremos más adelante, estas
medidas no siempre dieron el resultado esperado, en ciertas ocasiones la
negligencia de ciertos funcionarios, los llevó a cometer acciones contrarias a los
dictámenes emanados desde las esferas nacionales de gobierno.

El recambio de autoridades propiciado por el nuevo régimen de facto, llevó


también a modificar la configuración del campo cultural. Para ocupar el cargo de
Dirección de Cultura Municipal, el nuevo intendente Sahaspé, designó a una
profesora de Letras, sin filiación política o partidista reconocida, la Srta, María
Matilde del Rosso, quien se mantendría en el cargo hasta el retorno a la
democracia en 1983. Si bien el recambio de autoridades fue exhaustivo, y el
Ejecutivo municipal trató en todo momento de demostrar lo consustanciados que
estaban los empleados y funcionarios municipales con los principios del régimen,
Lvovich ha planteado, con justa razón que “para el caso de las burocracias
provinciales y municipales se ha constatado que buena parte de los cargos
directivos fueron ocupados por personas que, sin adscribir al régimen, encontraron
en el contexto dictatorial una oportunidad de ascenso laboral” (2008: 45).
Creemos que, en el caso de la anteriormente mencionada Directora de Cultura, sus
antecedentes laborales y vecinales, hacen pertinente la aplicación de este
planteamiento.

En este período la actividad cultural de la comuna se centralizó de manera


exclusiva en la figura de la Directora de Cultura, logrando con ello el
desplazamiento definitivo de COART del campo cultural local. Para ello el
gobierno municipal se abocó a la concreción y difusión de una amplia política
cultural, acorde a los lineamientos emanados desde la Subsecretaría de Cultura de
la provincia, a cargo de Francisco Carcavallo.

Un recorrido por los periódicos locales del período y por los propios Boletines
Municipales, emanados del poder ejecutivo, dan cuenta de la intención del
gobierno de desplegar –o por lo menos convencer de ello, mediante profusos
discursos, a la población– una serie de innovaciones y prácticas en materia
cultural, tendientes a lograr el pleno avance y fomento de las actividades
culturales en la sociedad juninense. Las mismas fueron subvencionadas con fondos
del propio municipio, a través de la Dirección de Cultura de la comuna, lo cual
refleja el afán del régimen local de impulsar políticas culturales capaces, por un
lado, de mejorar su imagen y construir consenso en la población, y por otro, de
eliminar del pasado a COART y legitimar la represión a sus integrantes. Por lo
tanto, una de las características más significativas de la última dictadura en Junín,
fue el impulso que le otorgó al plano cultural a pesar de los reiterados reclamos de
los funcionarios de la Subsecretaría de Cultura –dependiente del Ministerio de
Cultura y Educación– por los escasos presupuestos con los que contaba el
organismo.

Una de las principales medidas que tomó el gobierno municipal para acrecentar su
legitimidad fue la emisión de “Boletines Municipales” bimensuales que detallaban
de modo explícito todas las tareas efectuadas por los diferentes funcionarios,
cobrando especial relevancia lo atingente a eventos culturales y obras públicas.
Estos boletines se emitieron durante todo el gobierno de Sahaspé, el cual concluyó
en junio de 1982, luego de la derrota de Malvinas.

Haciendo un reconto al cumplirse el tercer aniversario de su gobierno, el


Intendente Sahaspé dedicó varias páginas del mencionado Boletín para referirse a
los avances efectuados por la Dirección de Cultura en el transcurso de ese tiempo:
19 exposiciones pictóricas y escultóricas, 18 conferencias, cursos y seminarios;
adquisición de más de 300 libros para la Biblioteca Municipal; incremento del
número de espectáculos artísticos: conciertos, ballet, cine y teatro; creación del
Museo de Arte y del Archivo Histórico Municipal, provincialización del
Conservatorio Municipal de Música. Si bien es cierto que estos números por sí
mismos no dicen nada, y que la dirección de cultura, que dependía del Ministerio
de Educación, tuvo serios problemas presupuestarios, por lo cual quizás, fue
mucho más lo que se dijo que lo que se hizo en realidad, es interesante ver, por
un lado, el alcance que un gobierno de facto, poco propenso a ciertas actividades
artísticas –como se ha demostrado con la represión a COART– pretendió otorgarle
al ámbito cultural “oficial”, representado por la Dirección de Cultura; y, por otro
lado, las contradicciones que consciente o inconscientemente acabó encerrando
esta política, al haberse adquirido, por ejemplo, para la Biblioteca Municipal
muchas obras de autores prohibidos a nivel nacional. En referencia al primer punto
mencionado, uno de los mayores acontecimientos que suscitó amplias
repercusiones propagandísticas y apologéticas hacia el régimen local, fue la
consecución de un proyecto propio de este gobierno: la inauguración del Museo de
Arte y del Archivo Histórico Municipal, en mayo de 1978. En ocasión de la
inauguración de dicha institución, el propio gobernador de la provincia de Buenos
Aires, General Saint Jean, manifestó:

Obras como la emprendida por esa comuna ensanchan y afirman la trayectoria


que debemos recorrer en esta materia que constituye, por otra parte, el camino
más apto para hacer realmente permanentes los cambios estructurales, tanto
materiales como mentales, imprescindibles para alcanzar las metas
institucionales que señalan las actas de marzo de 1976.

De la lectura de este mensaje se puede inferir que la referencia a “cambios


estructurales...mentales” da cuenta de la necesidad del régimen de promover un
cambio refundacional en materia cultural, impulsando ciertas políticas asépticas o
acríticas incapaces de poner en cuestionamiento el orden vigente, la “moral
occidental y cristiana” pregonada por el gobierno, desde la esfera nacional. En
este sentido, creemos que los anuncios del gobierno local, a partir de titulares
resonantes y grandilocuentes como: “En favor de la cultura”; “Museo, teatro,
biblioteca, irradiación de cultura”; “Música y artes plásticas: otra prioritaria
preocupación municipal”; “Nuevas compras a favor de la cultura”; son ejemplos
de la necesidad del gobierno municipal de cimentar su poder en el plano cultural,
soslayando todo el accionar artístico que en esa esfera había desplegado COART.

Creemos que con miras a lograr ese propósito, el régimen local no sólo invisibilizó
la existencia de esta coordinadora de arte, que había dominado la esfera pública
tiempo atrás, sino que vio la necesidad de reprimir a quienes hacían un tipo de
cultura considerada subversiva, desarrollando simultáneamente una “cultura
oficial” capaz de rebatir y soslayar toda la tradición artística que venía guardando
la sociedad juninense desde mediados de la década del sesenta. De hecho, los
espectáculos artísticos presentados a partir de la etapa dictatorial distaron mucho,
en términos cualitativos y tipológicos, de los desarrollados otrora por COART. De
esta manera, se incentivaron y promovieron mayoritariamente presentaciones de
orquestas sinfónicas –entre las que se contó la Orquesta Sinfónica Nacional– de
grupos folklóricos regionales, de exposiciones pictóricas de artistas capitalinos y
del interior del país. También se llevaron a cabo cursos de danzas folklóricas,
jornadas de historia Argentina a cargo de Félix Luna, y talleres y concursos
literarios inspirados en el bicentenario de la Campaña del Desierto, y el 152°
aniversario de la ciudad de Junín. Esto cobra sentido si se tiene en cuenta que en
todos estos boletines se vislumbra una premeditada omisión de la existencia de
COART, y de todo el movimiento artístico previo, originado por él. Asimismo,
ninguno de esos documentos oficiales menciona lo que en ese momento acontecía
con la mayor parte de quienes conformaban dicha entidad. De hecho, para el
momento de la publicación del primer boletín, muchas de esas personas habían
sido recientemente “blanqueadas” y puestas a disposición del Poder Ejecutivo,
después de haber pasado sendos meses de detención clandestina y salvajes
torturas.

Haciendo referencia al segundo punto anteriormente mencionado –la adquisición


por parte de la Dirección de Cultura Municipal, de material bibliográfico prohibido–
se puede sostener que por negligencia, o por desconocimiento, muchas de las
prácticas o acciones cumplimentadas por el gobierno municipal fueron contrarias a
decretos y órdenes prohibitorias emanadas desde la esfera nacional. En este
sentido es sugerente que entre los libros adquiridos por la Dirección de Cultura,
para la Biblioteca Municipal en 1979, figuren autores y editoriales que desde los
comienzos mismos de la dictadura, eran blanco de la censura y prohibición. Es el
caso de autores como Elsa Isabel Bornemann y María Elena Walsh, o de editoriales
como Centro Editor de América Latina. Esto da cuenta de que, a pesar de la
presencia importante de los militares en la comunidad, evidentemente los
controles eran ineficaces, en tanto se compraron libros prohibidos, probablemente
sin la intención de desafiar al régimen, sino por puro desconocimiento. Asimismo,
entre las principales entidades o instituciones subvencionadas por el municipio se
hallaban muchas de las Bibliotecas Populares, lo cual era subsidiario con la política
de descentralización propiciada por el régimen, consistente en deshacerse de lo
público y dárselo a manos de los privados.

Lo anteriormente expuesto da cuenta del desarrollo de lo que hemos denominado


una “cultura oficial”, que si bien, en realidad pudo no haber contado con una
amplia disponibilidad de recursos debido a que la dirección de cultura tuvo serios
problemas presupuestarios, fue prolífica en emitir discursos alentando el
desarrollo cultural del municipio, con el fin de invisibilizar o borrar de la historia
local lo realizado por COART.

Reflexiones finales

En este trabajo nos hemos abocado a un estudio de lo acontecido en el nivel


municipal pero teniendo en cuenta que el hecho de reducir la escala de análisis no
implica deslindar lo micro de lo macro, sino por el contrario, tratar de complejizar
lo segundo a partir de un énfasis exhaustivo en lo primero, lo cual lleva en la
mayoría de los casos a establecer una relación dialógica pero dialéctica entre
ambos términos. De esta manera, ha sido nuestra intención poner en diálogo lo
acontecido en el nivel micro-social representado por un municipio con los discursos
del relato nacional, elaborados partir de enfoques macro-sociales.

Fue nuestro objetivo analizar la relación entre la política municipal de la ciudad


de Junín, ubicada en el noroeste bonaerense, y el ámbito cultural local durante la
última dictadura militar. Partiendo del supuesto que por sus características geo-
políticas y sociales Junín fue uno de los epicentros de la política dictatorial en el
noroeste bonaerense sostuvimos que, si bien se destacaba por ser una ciudad
eminentemente ferroviaria y con un amplio poder de sindicalización en este
sector, no fueron los trabajadores ferroviarios los más reprimidos; la represión
sistemática se abocó hacia un grupo de artistas locales que durante los años
sesenta habían hegemonizado el campo cultural juninense a través de una
Coordinadora de Arte (COART) con el beneplácitos de los entonces gobiernos
municipales, y que habían comenzado a ser marginados de la gestión cultural a
partir del ascenso del FREJULI al gobierno municipal en mayo de 1973, momento
en el cual comenzaron a ser perseguidos y vigilados por miembros de la Juventud
Sindical Peronista allegada ciertos funcionarios del municipio.

Hemos sostenido la hipótesis de que hubo en Junín un hecho clave que permitiría
demostrar las intenciones del último régimen dictatorial, a nivel local, de
desestructurar al ámbito artístico representado por COART. Cimentamos esta
hipótesis en el hecho de que de las catorce personas secuestradas entre la noche
del 24 de enero de 1977 y los días inmediatamente posteriores a esta fecha, y que
hoy se cuentan como sobrevivientes, la mayoría formaba parte activa de esta
Coordinadora, y los que no desarrollaban ninguna actividad artística, estaban
vinculados a ella, por mantener relaciones de amistad con sus miembros. Además,
y como quedó consignado, la importancia de este hecho es aún mayor, si se tiene
en cuenta que no hubo, en la ciudad, otros secuestros masivos como el
anteriormente citado.

Mostramos que paralelamente a la represión de la que fueron objetos estos


artistas locales, el gobierno municipal comenzó a desplegar una política cultural,
solventada en un proyecto cultural propio, distante del que había desarrollado
COART durante la década previa. En cuanto al desarrollo de estas políticas, vimos
que a pesar de presentarse discursivamente consustanciadas con los principios
rectores del “Proceso de Reorganización Nacional”, no estuvieron exentas de
ciertas contradicciones inherentes a los mismos; es el caso de la reiterada compra
de libros que hizo la Dirección de Cultura para la Biblioteca Municipal, adonde se
anunciaba públicamente –por medio de los Boletines Municipales– la adquisición de
autores y editoriales que se encontraban prohibidos o censurados. En este sentido,
nos queda pendiente la realización de un estudio más profundo y exhaustivo
destinado a poder explicar cómo y por qué en una coyuntura caracterizada por la
escasa disposición del gobierno nacional y provincial para enviar fondos destinados
a la promoción cultural, el municipio de Junín, logra subvencionar con fondos
propios toda la política de desarrollo cultural, descripta a lo largo del trabajo.

En lo que respecta a las consecuencias inmediatas y mediatas de la represión


dictatorial a nivel local, podemos sostener que la dictadura en Junín se tradujo en
un fuerte golpe a la cultura puesto que una vez devueltos a la libertad quienes
desempeñaban alguna tarea artística, el movimiento artístico cooperativo que los
nucleaba, COART, ya no siguió existiendo. La imposición del terror paralizó al arte
y lo concentró en la esfera de lo individual, dejando de representar un esfuerzo
mancomunado. En otras palabras, la represión por parte de los militares locales
hacia el campo cultural, se podría explicar por la amenaza que significaba para el
proyecto individualista y conservador de la dictadura, un movimiento artístico con
un grado de desarrollo y de cooperativismo nada desdeñable.

Notas
1. Carta abierta de COART a la comunidad: “COART informa a la opinión pública”.
10 de febrero de 1971. Volver

2. Aquí encontramos una discrepancia con la historiografía nacional del período. El relato
nacional ha considerado al retorno de Perón –y concretamente al episodio de Ezeiza del 20 de
junio de 1973– como la fecha a partir de la cual “los jefes sindicales encabezaron la ofensiva
contra la juventud combativa” (De Riz, 2000: 140), y por lo tanto, la brevedad del gobierno de
Cámpora ha sido definida por antonomasia, como “la primavera camporista”; en Junín, por el
contrario, la derecha peronista fue la facción que logró imponerse desde el primer momento de
la vuelta a la democracia. Prueba de ello es que grupos militantes de la J.S.P cometieron durante
el bimestre junio-julio de 1973 siete atentados e intervenciones contra diferentes instituciones
estatales, partidarias y civiles locales (Zapata, 2009).Volver

3. Carta de la Juventud Sindical Peronista enviada al diario local La Verdad, publicada bajo el
título “Los sucesos ocurridos en la Ranchería”, (29/07/1973). Un informe detallado sobre este
acontecimiento se encuentra a su vez en un memorando de la DIPBA del 31/07/73. Archivo de la
Comisión Provincial por la Memoria. Volver

4. Testimonio de Rubén Liggera, músico y escritor miembro de COART. Liggera era uno de los
artistas presentes en el teatro “La Ranchería” en el momento de la interrupción del espectáculo.
Entrevista con la autora en septiembre de 2006. Volver

5. El resto de los partidos que conformaban la Subzona 13 eran: General Villegas, General Pinto,
Leandro N. Alem, General Arenales, Colón, Pergamino, San Nicolás, Ramallo, San Pedro,
Baradero, San Antonio de Areco, Suipacha, Chivilcoy, 25 de Mayo, 9 de Julio, Lincoln, Carlos
Tejedor, Rivadavia, General Viamonte, Rojas, Salto, Bartolomé Mitre, Capitán Sarmiento,
Chacabuco y Bragado. Volver

6. Benito Gorgonio de Miguel. Testimonio extraído del libro El orden de las Tumbas, del autor
local Héctor Pellizi, Ed. Las tres lagunas, Junín, 2007, pp. 234. El subrayado es mío. Volver

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http://www.revistaafuera.com/articulo.php?id=133&nro=8#texto5

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