La Ciudad y La Configuración Del Espacio
La Ciudad y La Configuración Del Espacio
La Ciudad y La Configuración Del Espacio
8En nuestro caso, igual que en el resto de Hispanoamérica, España dominó las áreas
descubiertas fundando ciudades. Un nuevo núcleo urbano significaba la posesión de tierras y
la sujeción de los pueblos que las habitaban. Desde las ciudades se organizaba la explotación
de las regiones conquistadas y se administraban las unidades económicas.
9En el actual territorio de Colombia, los conquistadores fundaron numerosos centros urbanos
desde los cuales ejercían su poder, delimitados por un complejo sistema de circunscripciones
de lugares, parroquias, villas y ciudades. La necesidad de mantener vínculos estrechos con la
metrópoli hizo que los españoles otorgaran considerable importancia a ciertos núcleos
urbanos, tales como puertos marítimos y fluviales, que actuaban como enclaves económicos y
militares. Además, la distribución de los recursos económicos y demográficos también
constituyó un criterio nada despreciable en el proceso de fundación de ciudades.
10La idea de ciudad utilizada por España fue la de las ciudades de la meseta española, las
cuales proveyeron el modelo para los núcleos urbanos en el nuevo mundo. En parte porque los
colonos de la España central —Castilla, Extremadura, Andalucía— tuvieron una influencia
determinante en la colonización ultramarina, y también porque las normas de la conquista de
América obedecieron a fuerzas y a circunstancias análogas a las de la reconquista ibérica de las
zonas ocupadas por los moros.
11El contraste entre las ciudades hispanoamericanas y las del resto del continente —de origen
inglés, holandés, alemán y lusitano— es simbolizado por el trazado físico. El “tablero de
ajedrez” español tiene antecedentes medievales, pero sólo alcanza su apogeo en el
Renacimiento. Este aspecto es tan marcado que cierto autor afirma que “una ciudad
hispanoamericana es una plaza mayor rodeada de calles y casas, antes que un conjunto de
casas y calles en torno de una plaza mayor”.
4 George Duby, Histoire de la France urbaine. Tomo I. París, Seuil, 1980, p. 13. Esta definición
de (...)
A lo largo de toda su historia, la ciudad no se caracteriza ni por el número de sus habitantes, ni
por las actividades de los hombres que allí residen, pero sí por sus rasgos particulares de
estatus jurídico, de sociabilidad y de cultura. Estos rasgos derivan del rol primordial que
desempeña el órgano urbano. Este rol no es económico, es político. La ciudad se diferencia del
medio que la circunda, y en éste ella es el punto de residencia del poder. El Estado crea la
ciudad. Sobre la ciudad el Estado toma lugar4.
13Debido a este carácter, la ciudad asumió el papel de ser un gran escenario donde se
representaba el poder, y por ello el espacio urbano se dispuso de cierta manera. Por sus
estructuras, la ciudad mostraba lo que se concebía como el orden: los ángulos rectos, las aguas
canalizadas, los emblemas como las plazas y las fuentes surgieron como las victorias de la
cultura sobre la naturaleza. El esplendor de la vida urbana se proyectaba en el campo, el cual
producía para la ciudad alimentos y materias primas, además de pagar impuestos. Esta riqueza
se acumulaba en la ciudad. La ciudad atraía la opulencia y a los hombres que producían esta
opulencia.
15El urbanismo aplicado por España en América puede estudiarse desde dos puntos de vista:
las ideas estéticas predominantes y las necesidades político-sociales. Con antecedentes
medievales, este modelo urbano sólo alcanza su fase clásica en el Renacimiento. La traza es la
expresión de la ciudad ideal, donde el valor absoluto reposa en la armónica perfección del
esquema geométrico, uno de cuyos propósitos era la efectividad militar.
16Las ciudades hispanoamericanas, al igual que las del imperio romano en la Europa
occidental, estuvieron determinadas por las necesidades de una metrópoli distante, que
requería la creación de ciudades a imagen de ella. En los dos casos eran unidades territoriales
urbano-rurales; urbanización y cultivo de la tierra se hacían simultáneamente. En ambos casos,
el correspondiente rural del centro urbano era el latifundio, controlado por un propietario de
residencia urbana. El latifundio servía como extensión de la ciudad en la aculturación y
organización de la mano de obra rural. En las ciudades hispanoamericanas la simbología, la
plaza, la retícula, el rollo desempeñaban un papel determinante en la tarea de “civilizar” los
pueblos nativos.