Lenguaje Percepción
Lenguaje Percepción
Lenguaje Percepción
2008
elementos básicos de las
representaciones visuales funcionales
análisis crítico de las aportaciones
realizadas desde diversas disciplinas
2008
Los elementos básicos de las representaciones visuales funcionales iii
índice
sección 1. introducción
1. Previo 35
1.1 Ejercicio de ingenuidad
1.2 ¡Que se muevan las ideas, que pase el aire!
1.3 Objeto de estudio multidisciplinar y con distintas escuelas
1.4 La lingüística es a lo verbal como x es a lo visual
2. Hipótesis 37
2.1 Hipótesis central
2.2 Subhipótesis
3. Objeto de estudio 38
3.1 El problema de conocimiento
3.2 Objeto de estudio
4. Objetivos e interés científico de la investigación 39
4.1 Objetivo central
4.2 Otros objetivos
4.3 Interés científico
4.4 No son nuestros objetivos
5. Enfoque y método científico 40
5.1 Estudio interdisciplinar
5.2 Un estudio en inferioridad de condiciones
5.3 Obtención de datos
5.4 Contexto o disciplina en la que se enmarca esta investigación
5.5 Obtención de resultados
Notas 43
sección 2. estado de la cuestión
Capítulo 1. El lenguaje verbal
Previo 47
1.1 Orígenes del lenguaje verbal 49
1.1.1 Uso del oído y de la vista en el mono ancestral 49
1.1.2 El uso de útiles, el homínido y el autotrofismo 49
1.1.3. El lenguaje verbal rompe el equilibrio evolutivo 50
1.1.4 Por qué no hablan otras especies 50
1.2. El lenguaje humano 51
1.2.1. Los sistemas de señales animales,
y de la naturaleza, frente al lenguaje oral 51
1.2.2. Las señales y los signos 51
1.2.3. Sistemas de señales humanas que no son fónicas 52
1.2.4. La lengua oral, un sistema rico y económico 52
1.2.4.1 Sistema rico y económico
1.2.4.2 ¿Por qué es necesaria la doble
y jerárquica articulación?
1.2.5 Características propias del lenguaje oral y sus consecuencias 53
1.3 ¿Es innato el lenguaje? 53
1.3.1 Programación genética para aprender 53
1.3.2 La herencia innata y los niños salvajes 54
1.3.3 Proceso de aprendizaje en circunstancias normales 54
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales iv
índice
Capítulo 5. El espectador
Previo
5.1. La mirada, la atención y la búsqueda visual
213
5.1.1 Historia de la mirada frente a la historia de la producción artística 213
5.1.2 La atención visual 213
5.1.3 La búsqueda visual 213
5.1.4 Estudios sobre la mirada y la búsqueda visual 214
5.2 La relación entre la imagen y el espectador 214
5.2.1 El papel del espectador 214
5.2.2 La imagen actúa sobre el espectador 214
5.3 Las acciones que desarrolla el espectador frente a la imagen 215
5.3.1 El reconocimiento como trabajo y como placer 215
5.3.2 La rememoración 215
5.3.3 Propiedades que aporta el espectador en el cuadro 215
5.4 La credibilidad de la imagen
5.5 El espectador como sujeto deseante
217
5.5.1 La producción artística como síntoma 217
5.5.2 Inconsciente e imaginería en el espectador 218
5.5.3 La imagen como fuente de afectos 218
5.5.3.1 Un ejemplo de participación afectiva: la Einfühlung
5.5.3.2 Las emociones
5.5.3.3 La imagen como objeto mágico
5.5.4 Pulsiones espectatoriales e imagen 219
5.5.4.1 La pulsión y la pulsión escópica
5.5.4.2 Diferencia sexual y escoptofilia
5.5.4.3 La imagen como fetiche
5.6 Imagen universal, lectura particular 220
Notas 221
6.9.1.2.1 El marco
6.9.1.2.2 Encuadre y perspectiva
6.9.1.2.3 Pose del modelo
6.9.1.2.4 El ángulo o punto de vista y la elección de objetivo
6.9.1.3 Los elementos que no son específicos del mensaje visual
6.9.1.3.1 La composición
6.9.1.3.2 Formas
6.9.1.3.3 Color
6.9.1.3.4 Luminosidad
6.9.1.3.5 Textura
6.9.1.4 La importancia del mensaje plástico
6.9.2 El signo icónico 272
6.9.2.1 Diagrama del signo icónico
6.9.2.2 El signo icónico permite diferenciar unidades y elementos del mensaje
6.9.3 Signo lingüístico 273
6.9.3.1 Mensaje lingüístico
6.9.3.2 La imagen de las palabras
6.10 La búsqueda de la unidad básica del lenguaje visual, 275
al margen del modelo lingüístico, de Saint Martin
6.10.1 La linealidad, la doble articulación y el conjunto finito de elementos 275
6.10.2 Definición del colorema 275
6.10.3 Variables visuales 275
6.10.3.1 Variables plásticas
6.10.3.1.1 Color
6.10.3.1.2 Textura
6.10.3.2 Variables perceptuales
6.10.3.2.1 Dimensión
6.10.3.2.2 Posición en el plano
6.10.3.2.3 Orientación
6.10.3.2.4 Contornos
6.10.4 El plano original, soporte del dispositivo 286
6.11 Los signos icónicos, los signos plásticos
y los signos pictórico, según Sönesson 287
6.11.1 La imagen como signo visual e icónico 287
6.11.2 Crítica a la búsqueda de articulaciones en la imagen
6.11.3 Los signos pictórico y plástico de la imagen 288
6.12 Descripción de las fuerzas que participan en la experiencia visual,
según Arnheim 288
6.12.1 La forma y el color 289
6.12.2 La forma 289
6.12.2.1 Influencia de la memoria y de la necesidad en la percepción de la forma
6.12.2.2 Visión de la forma y ley de la simplicidad
6.12.2.3 Las partes de la forma y sus agrupaciones
6.12.2.4 El esqueleto estructural, diferente del contorno
6.12.3 El color 290
6.12.3.1 Colores cálidos y colores fríos
6.12.3.2 La preferencia por los colores
6.12.3.3 La búsqueda de armonía
6.12.3.4 La cantidad de elementos, de colores, que posee la escala
6.12.4 El equilibrio 292
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales xv
índice
Sección 3. reflexiones
Previo 481
A. Comunicación visual vs verbal
1. La comparación parte de unas premisas que son cuestionables
483
1.1. Cada tipo de mensaje transmite sus contenidos 484
1.2. Algunas ventajas propias del lenguaje verbal que no son tan propias:
el habla desplazada 484
1.3 La verdadera diferencia está en la codificación de una y de otra 485
2. Comparación entre la comunicación lingüística
y la comunicación visual 485
2.1. La doble articulación y el estatuto de lenguaje 486
2.2. El mensaje lineal versus el mensaje espacial. Elemento mínimo impronunciable
y elemento mínimo irrepresentable, visualmente 486
2.3. La oposición entre los elementos, presente en el lenguaje verbal
y también en las representaciones visuales 487
2.4. La sospecha que despiertan las representaciones visuales 487
2.4.1 El desconocimiento sobre su funcionamiento
2.4.2 Las representaciones visuales como un paso atrás desde el punto de vista cultural
2.5. El arte, ¿es un lenguaje? 488
3. Terminología 488
3.1. El término signo 489
3.2. El término imagen 490
3.3. El término icónico y su materialidad sensorial 491
3.4. Los términos figura y forma 491
3.5. Cómo denominar las unidades visuales 492
3.5.1 Unidades mínimas sin significado
3.5.2 Unidad con significación
3.5.3 El conjunto de unidades sin sentido que no tengan significado
3.5.4 La unidad que integra varios signos visuales
3.5.4.1. La extensión de los enunciados
3.5.4.2. El análisis del enunciado
3.6. El elemento soporte 496
C. La percepción
1. Qué es la percepción 508
1.1. Percepción visual 508
1.2. La percepción y el subjetivismo 508
1.3. La percepción aporta conocimiento, aporta significados 508
1.4. Las contantes perceptivas 509
1.5. Percepción y Gestalt 509
2. Reconocimiento 510
2.1. Las características de los objetos y los aspectos que nos permiten reconocer 510
2.1.1 Las cualidades de los objetos
2.1.2. Las variables del estímulo que nos permiten reconocer
2.1.3 Las principales constantes perceptivas y el reconocimiento
2.1.4 Las claves de la profundidad
2.2. Las variables más importantes para el reconocimiento 512
2.2.1. La forma
2.2.2 Forma y color
2.2.3. Reconocemos gracias a la concomitancia de forma, color y textura
2.2.4 La necesidad de las dimensiones en el reconocimiento
2.2.4.1 El tamaño
2.2.4.2 La posición y la orientación
2.2.5 La forma como una cualidad más entre otras cualidades visuales
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales xxvi
índice
4.6.3 El ritmo
4.6.4 El movimiento
Sección 4. conclusiones
A. Conclusiones 603
1. Respecto a los elementos mínimos sin significado
que constituyen las representaciones visuales
bidimensionales y fijas 603
1.1 No hay consenso en torno a los elementos, aunque sí algunas coincidencias 603
1.2 Los elementos sin significado de los autores 603
2. En torno a la universalidad
de las representaciones visuales funcionales 603
2.1 Los significados no son universales 605
2.2 No hay acuerdo en torno a cómo se estructuran
los elementos que constituyen las representaciones visuales 605
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales xxxi
índice
B. Aportaciones 606
1. Los elementos mínimos sin significado
que nos permitan describir las representaciones visuales
1.1 La forma visual como unidad visual 606
1.2 Los elementos mínimos que nos permiten describir la forma visual 606
1.3 Elementos mínimos sin significado 608
1.4 El uso del término Grafemas 610
1.5 La labor discriminatoria de los grafemas, el conjunto
limitado y la estabilidad entre el significado y el significante 610
1.6 La mayor importancia de unos grafemas sobre otros 611
1.7 La combinación de elementos básicos pueden generar
significado, pero no podemos hablar de doble articulación 612
2. Tipología de los signos visuales 612
2.1 Lo que es comparable, y lo que no es comparable,
entre el signo visual y el signo verbal 613
2.2 Los signos “que se parecen” al referente 613
3. Disciplina teórica propia
para las representaciones visuales funcionales 615
3.1 La referencia de la lingüística 615
3.2 Cómo denominar a esta disciplina 615
Bibliografía 623
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 1 33
introducción
e
o
e
d
Sección i
Presentación de la investigación
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 1 35
introducción
1.previo. 2. hipótesis 3. objeto de estudio 4. objetivos e interés científico de la investigación 5. enfoque y método
científico
1. Previo
Al reflexionar sobre las razones que me impulsaron a realizar esta investigación, el pensamiento
llega desdibujado y algo turbio. Quizá porque no hubo una sóla razón, quizá porque la que fue
ya no es, sólo soy capaz de reconocer con nitidez una idea: la de querer profundizar, para poder
explicar con términos próximos, sobre los fundamentos de las producciones visuales del diseño
gráfico cuya función es la de solucionar problemas de comunicación.
El conocimiento profesional me obligaba a estar en contacto con las tendencias generales y con
las líneas gráficas particulares esto es, con la variabilidad y la diferencia. Pero lo mismo sucedía
con el material docente, ya que las aportaciones variaban tanto en función de los autores, o de
la disciplina desde la que se enfocaba el tema que, para construir un discurso mínimamente co-
herente, que diera respuesta al máximo de cuestiones, era necesario elegir una opción, primero
entre las disciplinas, y después entre los autores.
La investigación ha sido dura y ha sido densa, pero no podía ser de otra manera si tenemos en
cuenta:
a. que hemos elegido investigar aspectos de un acontecimiento (producciones visuales del diseño
gráfico que solucionen problemas de comunicación) a partir de las aportaciones que han reali-
zado distintos autores sobre un acontecimiento más amplio (las representaciones visuales, las
imágenes, el signo visual, etc.), desde diferentes disciplinas y desde distintos enfoques;
b. que hemos nadado entre dos aguas: una de ellas, con corriente fortísima, nos lanzaba hacia las
peligrosas aguas de la argumentación lingüística del análisis visual; otra, menos fuerte, nos ale-
jaba del peligro, pero nos obligaba a marcar rumbo, a esforzarnos por buscar y llegar a algún
otro lugar quizá menos peligroso pero que, por contra, representaba lo desconocido;
c. que tomar como referencia la lingüística es un enfoque legítimo (en el sentido de que el análisis
de una forma de comunicación puede tomar como referencia los análisis de otras formas de
comunicación) pero que nos lleva a un cul de sac del que es necesario, finalmente, salir.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 1 36
introducción
1.previo. 2. hipótesis 3. objeto de estudio 4. objetivos e interés científico de la investigación 5. enfoque y método
científico
Pero como la motivación ha sido mayor que el desánimo (que de todo ha habido, como es
lógico) aquí estamos, en las páginas introductorias de la investigación.
Hemos de reconocer que ha habido momentos en que parecía que, de un momento a otro, todo
iba a chocar y a saltar por los aires. Pero al final la tensión ha descendido lo suficiente como
para permitirnos ofrecer las conclusiones de la investigación, y algunas propuestas.
Creemos que es pertinente indicar que no aportaremos terminologías o tipologías originales, ya que
el gran sufrimiento que nos ha provocado el desacuerdo terminológico y tipológico con el que nos
hemos topado durante toda la investigación, nos ha llevado a reutilizar la terminología y las tipolo-
gías que nos han parecido adecuadas, siempre que hayamos podido argumentar su uso en el marco
de los elementos que constituyen las representaciones visuales que son nuestro objeto de estudio.
Pero cuando comprobamos que el estudio de los elementos básicos constituyentes de las re-
presentaciones visuales se realiza desde la teoría del arte (da Vinci, Kandinsky), desde la psi-
cología (Arnheim), desde la teoría de la comunicación (Villafañe), desde la teoría audiovisual
(Aumont), desde el diseño gráfico (Dondis y Wong), desde la teoría sobre el cómic (Gubern)
y desde la semiótica (Eco, Gubern, Sönesson, Martine Joly, Grupo µ, Barthes…) nos parece
extraño que se aborde el estudio del mismo aspecto de las representaciones visuales, desde
tantos puntos de vista.
De entre los estudios que se han ocupado de la representación visual prestaremos especial aten-
ción a los tres enfoques que indicamos a continuación, aunque hemos de señalar que también
incluiremos algunos autores que proceden de las neurociencias y de la etología:
. el que proporcionan los estudios que se han realizado desde la historia del arte, disciplina
desde la que se analizan aspectos relacionados con la pintura1 como, por ejemplo, las técnicas,
los estilos, el contexto socio-histórico, la iconología, etc.;
. el que procede de los estudios acerca de la percepción visual, que analizan las características
de la percepción;
. el de los estudios que proponen una clasificación de los elementos constituyentes de las re-
presentaciones visuales (entre los que se encuentran psicólogos, teóricos de la imagen y de lo
audiovisual, diseñadores gráficos y semióticos);
Hemos de tener en cuenta que, debido al objeto de nuestro estudio, haremos hincapié en los
textos que analizan los elementos básicos de las representaciones visuales, unos textos que po-
dríamos agrupar en cuatro grandes bloques:
. los que toman como referencia las aportaciones de da Vinci y de Kandinsky (Villafañe, Wong,
Arnheim, etc.);
. los que siguen, de alguna manera, el camino iniciado por Barthes (Joly y el Grupo µ, entre
otros)2;
. los que reflexionan sobre las articulaciones de las representaciones visuales, y sobre la noción
de código, a partir de las aportaciones de Prieto y de Eco, fundamentalmente;
. y aquellos que han realizado sus aportaciones desde un enfoque más visual que lingüístico,
teniendo en cuenta algunas de sus características como, por ejemplo, la espacialidad (Saint
Martin, Cossette).
2. Hipótesis
En esta investigación hemos partido de la base de que en las reflexiones y estudios de los dis-
tintos autores, debería haber suficientes datos como para articular un discurso unificado sobre
los elementos que constituyen las representaciones visuales bidimensionales y fijas que son
generadas desde el diseño gráfico, con la finalidad de transmitir comunicación, y que son per-
cibidas en soportes bidimensionales que no tienen movimiento. Esto es, consideramos que las
aportaciones de los distintos autores consultados deberían permitirnos realizar un discurso
sobre la construcción de las representaciones visuales que tienen la voluntad de transmitenir
significados, que se presentan en un soporte bidimensional, y que no tienen movimiento.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 1 38
introducción
1.previo. 2. hipótesis 3. objeto de estudio 4. objetivos e interés científico de la investigación 5. enfoque y método
científico
2.2 Subhipótesis
La estructura de elementos mínimos que constituyen las representaciones visuales funcionales
es universal, según las aportaciones de los autores consultados.
Mirando hacia atrás, y sin vocación de exhaustividad ni de orden cronológico, en los apuntes
hubo espacio para Wong, para la Bauhaus y la Gestalt, para Dondis, para Villafañe o para Bar-
thes. Pero se trataba de espacios con pocas conexiones, ya que aunque todos ellos, a excepción
de los teóricos de la Gestalt, proponían una clasificación de los elementos constitutivos de las
representaciones visuales (o diseño gráfico, imágenes, signo visual, etc., en función de la de-
nominación que prefiriera utilizar cada autor), y aunque varios de ellos tomaran como punto
de partida los elementos básicos descritos por Kandinsky (el punto, la línea y el plano), cada
uno desembocaba en una clasificación propia, que dificilmente conectaba con el resto de las
aportaciones.
Viendo que no podía andar entre épocas teóricas que nos despistaban y que no nos permitían
proponer una estructura constitutiva que poseyera suficiente estabilidad, e intuyendo que era
posible encontrar, en las aportaciones de los principales teóricos, una especie de fundamentos
que nos permitieran hablar desde la legitimidad que da el consenso (aún teniendo en cuenta que
se trata de hechos muy cambiantes y sujetos al enfoque de distintas disciplinas), nos decidimos
a iniciar esa investigación.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 1 39
introducción
1.previo. 2. hipótesis 3. objeto de estudio 4. objetivos e interés científico de la investigación 5. enfoque y método
científico
Por representaciones visuales funcionales entendemos aquellas que tienen como finalidad trans-
mitir datos, información, conocimiento, hacer comprender relaciones o acciones (Moles, 1990: 9),
y cuya reproducción puede ser figurativa, pero también abstracta o conceptual, ya que lo que las
justifica no es su estilo, sino su función. Se trata de la identidad corporativa, de las imágenes foto-
gráficas, de los anuncios publicitarios, de la señalización, de las imágenes didácticas, etc.
Luego nuestra definición excluye las representaciones que estén en soportes que no sean bi-
dimensionales, las que simulen el movimiento, las que tengan elementos corpóreos, y las que
no tengan como finalidad principal la transmisión de datos, información, conocimiento, con lo
que tratamos de limitar al máximo la interpretación (Bertin, 1991: 171)
Dicho de otro modo, nuestra intención es la de encontrar los aspectos universales que han de
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 1 40
introducción
1.previo. 2. hipótesis 3. objeto de estudio 4. objetivos e interés científico de la investigación 5. enfoque y método
científico
estar presentes en cualquier tipo de representación visual funcional, al margen de la época o es-
tilo a la que pertenezca, al margen del tipo de vínculo que exista entre el signo y su referente.
Sin pretender hacer una enumeración exhaustiva, vemos que la historia y la teoría del arte se
ocupan del estudio de algunas de ellas, aunque lo mismo sucede con la teoría de la comunica-
ción, con la psicología de la percepción, con las neurociencias o con la semiótica (o semiología)
visual. Dada esta situación, es lógico que los objetivos y los métodos de estudio sean heterogé-
neos, ya que el punto de vista del que se parte en una investigación determina los objetivos y,
por lo tanto, el modo de obtenerlos.
Si nuestro objeto de estudio son los elementos mínimos constitutivos de las representaciones
visuales funcionales, bidimensionales y fijas, incluyendo en ellas cualquier tipo de relación con
su referente, un objeto de estudio que ha sido abordado desde distintas disciplinas, nuestro
enfoque deberá de ser interdisciplinar porque hemos de poder manipular el conocimiento que
han alcanzado las distintas disciplinas que estudian las representaciones visuales, la percepción,
el funcionamiento de nuestra corteza visual, etc., y tratar, si cabe, de formalizar una especie de
«mínimo común múltiplo» de estos elementos constitutivos.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 1 41
introducción
1.previo. 2. hipótesis 3. objeto de estudio 4. objetivos e interés científico de la investigación 5. enfoque y método
científico
Pero las ciencias sociales tienen un cierto complejo de inferioridad respecto de las ciencias natu-
rales, porque no han logrado la unidad de criterios, teóricos y prácticos, que sí han alcanzado las
ciencias naturales (Cabo Ramón, 1998: 71), pero lo que no podemos olvidar es que las ciencias
sociales, aunque no pueda aportar conocimiento según reglas infalibles (García Jiménez, 2007,
63), aunque tenga el enemigo en casa, personificado en la constante discordia teórica y la falta de
consenso, es una investigación necesaria para la sociedad (Cabo Ramón, 1998: 71) porque aporta
conocimiento sobre hechos y acontecimientos.
En el caso del estudio de las representaciones visuales la falta de unidad es ejemplar, como lo
muestra la falta de consenso terminológico, de una dimensión y de una profundidad tales, que
hace no sólo que no exista interdisciplinarmente (el término imagen, por ejemplo, da nombre a
una cosa en la teoría de la comunicación y a otra en algunos discursos semióticos, o no aparece
en otros discursos semióticos por ejemplo), sino que incluso esté ausente en discursos que per-
tenecen a una misma disciplina (no tiene el mismo sentido el término icónico para Eco que para
el Grupo µ o Joly; las figurae de Eco pueden ser traducidas por los cromemas y los formemas del
Grupo µ, etc.).
Es posible que, como indica Gubern, esta diversidad terminológica revele un problema que no
sólo sea terminológico (1989: 117), pero como desde aquí no tenemos capacidad para compren-
der el problema que se esconde en ella, nos limitaremos a:
. constatarlo;
. utilizar, siempre que sea posible, el término que posea mayor consenso y/o mayor coherencia
etimológica.
Luego estos datos pueden ser verificados, utilizados en otro sentido, o con otros objetivos de
adquisición de conocimiento.
5.4 Contexto o disciplina
en la que se enmarca esta investigación
Desde que Saussure definiera la semiología como una hipotética disciplina que debería estudiar
los signos en general, una disciplina en la que podríamos distinguir la rama de la lingüística, y
otras ramas que estudiaran otro tipo de signos4, distintos autores han analizado el objeto de
estudio propio de esta ciencia y, aunque no hay un acuerdo total al respecto, podríamos decir
que la semiótica debería ser la responsable de elaborar una especie de teoría de la significación,
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 1 42
introducción
1.previo. 2. hipótesis 3. objeto de estudio 4. objetivos e interés científico de la investigación 5. enfoque y método
científico
esto es, en el caso de la semiótica de la imagen, se deberían encontrar los equivalentes visuales
de los conceptos lingüísticos de fonema, palabra, oración, etc. (Sönesson, 1992a: 46).
Aunque nuestra formación no ha sido específicamente semiótica, sino que procede de la co-
municación visual, comunicación en cuanto a la transmisión de contenidos, visual en cuanto a
que se utilizan una serie de elementos que ha de llevar al receptor a hacer una «lectura» visual
global, no una lectura lineal y textual, esta investigación se enmarca en el seno de los estudios
de semiótica visual, en tanto que trata de profundizar en la noción de signo, para aislarlo y
articularlo (Grupo µ, 1993: 78).
Una vez realizado este análisis crítico, expondremos nuestras conclusiones, en las que, además
de responder a la hipótesis de partida de esta investigación, incluiremos algunas propuestas
originales.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 1 43
introducción
1.previo. 2. hipótesis 3. objeto de estudio 4. objetivos e interés científico de la investigación 5. enfoque y método
científico
NOTAS
Primera parte.
En sus capítulos incluimos cuestiones que no tratan específi-
camente sobre las representaciones visuales, pero que hemos
considerado oportuno tener en cuenta:
1. El lenguaje verbal
2. Historia de la escritura
3. La comunicación humana a través de lo verbal y de lo visual
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 1 47
el lenguaje verbal
capítulo 1
el lenguaje verbal
Previo
Haremos un repaso a la teoría lingüística, porque los estudios sobre la lingüística son, en ge-
neral, una referencia constante para los estudios acerca de las representaciones visuales, tanto
para tratar de parecerse a ellos, dada la evolución y estabilidad teórica (en relación a los estudios
similares sobre las representaciones visuales) que han obtenido, como para destacar sus dife-
rencias, atendiendo a las características que posee cada modo de expresión.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 1 49
el lenguaje verbal
1.1.orígenes. 1.2. lenguaje humano 1.3. ¿es innato? 1.4. lengua y lenguaje 1.5. las lenguas del mundo 1.6 lenguaje,
comunicación y cantidad de información 1.7 funciones 1.8 propiedades 1.9 estudio de la lengua 1.10 lingüística y
el trabajo del lingüista 1.11 la gramática 1.12 la semántica 1.13 fonética y fonología 1.14 etnolingüística 1.15
la lengua universal y los universales lingüísticos
En este sentido, distintos autores relacionan el lenguaje hablado con la organización en comu-
nidades de los individuos, aunque con algunas matizaciones:
. Thom y Kondratov sitúan el desarrollo del lenguaje hablado en la necesidad de comunicación
entre los miembros de un grupo que genera la actividad laboral (Thom, 1987: 320; Kondratov,
1973: 170)
. Eibl-Eibesfeldt, por su parte, propone que lo que impulsó el desarrollo del lenguaje hablado
fue la necesidad de cumplir funciones sociales, ya que si la actividad laboral está relacionada
con la aparición del lenguaje hablado, ¿por qué los chimpancés, que también producen y usan
instrumentos, no desarrollaron el lenguaje?1 (Eibl-Eibesfeldt, 1993: 576-579)
. Faustino Cordón, sin embargo, considera que la cooperación entre los miembros de un gru-
po no debió de ser la responsable del desarrollo del lenguaje, ya que, utilizando argumentos
similares a Eibl-Eibesfeldt, el babuino es cooperante y, sin embargo, no progresa hacia el
lenguaje; desde su punto de vista, el autotrofismo2 es el responsable de esta evolución, como
expondremos a continuación (Cordón, 1982: 80-82).
Cuando nuestros antepasados descienden al suelo, donde hay menos obstáculos y se puede
ver a mayores distancias, utilizarán la vista para buscar alimento y prevenir peligros, pero
limitarán el uso de ruidos para no llamar la atención de sus enemigos (Cordón, 1982: 53-56).
En este nuevo medio tenderán a erguirse para utilizar la visión, y a usar sonidos para pedir, o
dar, colaboración a otros individuos, lo que establecerá la base para el futuro lenguaje verbal
(Cordón, 1982: 76-78).
Así, si los gritos fueron útiles para relacionar al grupo en los árboles, y si el silencio los protegió
del peligro en el suelo, cuando los homínidos se concentran en campamentos para ocuparse de
la transformación de alimentos y de la preparación de útiles, los sonidos sirven para anunciar
que alguien pretende hacer algo sobre alguna cosa, y para enseñar a hacerlo a los otros indivi-
duos que están presentes. Cordón considera que esta nueva función debió acelerar la evolución
de la comunicación oral y encaminarla hacia la palabra (Cordón, 1982: 83-87).
Cordón considera que el uso del lenguaje es el responsable de que nuestra especie rompiera el
equilibrio evolutivo, ya que permite al homínido adelantarse en sus acciones a las especies de su
medio, e interferir en los recursos alimentarios de otras especies, por lo que el medio se modelará
con parámetros humanos y sociales, no con los de los animales3 (Cordón, 1982: 114-117).
Este último argumento es el que esgrime Kondratov para indicar (como veremos en el apartado
1.2.2) que, aunque algunas especies de animales utilizan señales para comunicarse, estas sólo
tienen significado en el aquí y en el ahora, lo que impide que un gallo, por ejemplo, le explique
a otro lo que sucedió ayer (1973: 16-17 y 169).
Sumando las aportaciones de estos autores, podemos decir que en la especie humana se dan
varias circunstancias que favorecen el desarrollo del lenguaje, como son:
. el autotrofismo;
. la posesión de una serie de órganos a los que pudimos y supimos dotar de la función fonado-
ra4, a pesar de que su función principal no era esa (ver [1.13]);
. el hecho de que poseamos conciencia de lo posible, más allá de los incentivos del aquí y
ahora;
. que el lenguaje hablado forma parte fundamental de nuestra forma de vivir y de relacionar-
nos.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 1 51
el lenguaje verbal
1.1.orígenes. 1.2. lenguaje humano 1.3. ¿es innato? 1.4. lengua y lenguaje 1.5. las lenguas del mundo 1.6 lenguaje,
comunicación y cantidad de información 1.7 funciones 1.8 propiedades 1.9 estudio de la lengua 1.10 lingüística y
el trabajo del lingüista 1.11 la gramática 1.12 la semántica 1.13 fonética y fonología 1.14 etnolingüística 1.15
la lengua universal y los universales lingüísticos
Con la lengua organizamos el mundo en que vivimos asignando nombres a objetos, a emocio-
nes, a sensaciones, etc., limitando lo que nos rodea, que es muy variable e ilimitado, con el uso
de una determinada cantidad de expresiones que nos permiten entendernos (Tusón, 1984: 46).
Hemos de tener en cuenta, además, que las lenguas naturales7 son el fruto de un pacto entre los
hablantes, motivo que explica, por ejemplo, que en una lengua se utilicen siete términos para
referirse a los colores y otra utilice doce, o tres, o quince, en función de las necesidades de cada
grupo de hablantes (Tusón, 1984: 209). Lo que parece claro es que sin ella la sociedad no sería
concebible (Kondratov, 1973: 31).
Pero a pesar de que existan animales que utilicen señales para comunicarse, parece evidente que
el sistema de signos que deriva de la capacidad humana, y que denominamos lenguaje oral, goza
de una situación de privilegio respecto a otros sistemas porque, entre otras razones, no depende
del suceso presente (Tusón, 1984: 45), y nos permite expresar el contenido de cualquier otro
sistema de signos como, por ejemplo, una señalización vial (Kondratov, 1973: 105).
Para Tusón y Kondratov, sin embargo, el signo es un tipo de señal, teniendo en cuenta que la
señal es un objeto material que nos informa de otro objeto, sea éste material o conceptual (Tu-
són, 1984: 8-9), y que el signo un tipo de señal que posee unas determinadas características. O
sea, el concepto del signo peirceano pasa a denominarse señal, mientras que el término de signo
se refiere al tipo de signo que Peirce denomina símbolo10.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 1 52
el lenguaje verbal
1.1.orígenes. 1.2. lenguaje humano 1.3. ¿es innato? 1.4. lengua y lenguaje 1.5. las lenguas del mundo 1.6 lenguaje,
comunicación y cantidad de información 1.7 funciones 1.8 propiedades 1.9 estudio de la lengua 1.10 lingüística y
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la lengua universal y los universales lingüísticos
Tusón y Kondratov diferencian tres tipos de señales, dependiendo de si el vínculo que une la
señal y el objeto es natural o no natural (Kondratov, 1973: 14-16 y Tusón, 1984: 9-13):
. las señales-índices (Kondratov) o índices (Tusón), son aquellas en las que la señal es efecto del
objeto (los índices de Peirce);
. las huellas (Kondratov) o los iconos (Tusón), son señales que se parecen al objeto como, por
ejemplo, las fotografías, las impresiones, etc. (las imágenes de Peirce);
. las señales de comunicación, signos convencionales (Kondratov), o los signos (Tusón), son
el tipo de señales en las que se establece una relación que es producto de la voluntad humana
y de la convención. Así, por ejemplo, un signo sería el movimiento de cabeza que para unos
significa negación, y para los búlgaros conformidad.
Además de estos sistemas de señales para transmitir mensajes a distancia, existen otros para
distancias más cortas, como es el caso de la mímica. Aunque este sistema es criticado por am-
biguo, Kondratov señala que también las palabras lo pueden ser, ya que en ocasiones hemos de
recurrir al contexto para concretarlo. Entre este tipo de señales no fónicas el autor destaca un
lenguaje de gestos con 500 signos, que utilizaban los indígenas australianos para comunicarse
a grandes distancias, o cuando tenían prohibido utilizar las palabras para hablar11 (Kondratov,
1973: 18-20).
El autor indica que no hemos de olvidar que también utilizamos gestos en nuestras comunica-
ciones orales, unos gestos que, aunque suelen complementar nuestra comunicación oral, pueden
llegar a añadir connotaciones que cambien el sentido de nuestras palabras (Kondratov, 1973: 20)
Aunque es pertinente indicar que la cantidad de fonemas no es la misma en todas las lenguas,
hemos de añadir que esta diferencia no tiene mayor trascendencia y no se traduce en el volumen
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 1 53
el lenguaje verbal
1.1.orígenes. 1.2. lenguaje humano 1.3. ¿es innato? 1.4. lengua y lenguaje 1.5. las lenguas del mundo 1.6 lenguaje,
comunicación y cantidad de información 1.7 funciones 1.8 propiedades 1.9 estudio de la lengua 1.10 lingüística y
el trabajo del lingüista 1.11 la gramática 1.12 la semántica 1.13 fonética y fonología 1.14 etnolingüística 1.15
la lengua universal y los universales lingüísticos
de palabras que posee cada lengua , ya que “una lengua, (…) se ordena de tal modo que con la
ayuda de un puñado de figuras y cambiando el orden constantemente pueda construirse una
legión de signos (Hjelmslev, 1974: 71).
1.2.4.2 ¿Por qué es necesaria la doble y jerárquica articulación?
Si las palabras son las unidades que poseen significado,¿por qué no disponer de una colección
de palabras-signo que no necesiten de la combinación de los fonemas aislados y sin significado?
La respuesta tiene que ver con la limitada capacidad de nuestra memoria, ya que si utilizásemos
de palabras-signo para comunicarnos, no podríamos recordar todas las que necesitamos, como
lo demuestra un experimento que menciona Kondratov: se trataba de enseñar a escribir a unos
niños aprendiendo palabras signo, pero resultó que olvidaban las primeras 40 palabras cuando
aprendían otras 40 (Kondratov, 1973: 27-29).
Las lenguas naturales son arbitrarias y complejas estructuralmente, lo que hace, por ejemplo,
que un extranjero necesite varios años para poder hablar o escribir correctamente un deter-
minado idioma, mientras que cualquiera puede aprender el código Morse en un mes. Por otra
parte, mientras que las reglas de combinación de los símbolos en los códigos técnicos tienen un
creador, la lengua es un producto de la evolución de la sociedad (Kondratov, 1973: 54-55).
Pero hemos de tener en cuenta que aprendemos con facilidad el lenguaje cuando las circunstan-
cias son normales, ya que, como señalan Thom y Kondratov, si un niño no lo escucha cuando
tiene entre uno y tres años, su balbuceo degenerará rápidamente y sólo podrá emitir un peque-
ño número de sonidos (Thom, 1987: 321 y Kondratov, 1973: 11). Como veremos a continua-
ción, parece que si no somos criados por humanos no hablamos (Kondratov, 1973: 152), ya que
necesitamos estar en un entorno verbal para poder desarrollar el lenguaje.
En este sentido Malson y Zeki cuestionan estas discrepancias diciendo que un tarado habría
tenido muchas dificultades para sobrevivir en condiciones tan precarias. Además, añaden, por
una parte, existe un estrecho vínculo entre la adquisición del lenguaje y la inserción del niño en
el medio familiar (Malson, 1973: 56) y, por otra, las características comunes de estos casos pro-
porcionan una descripción suficientemente coherente de los efectos que se obtienen cuando se
priva a un niño, de corta edad, del contacto humano (Zeki, 1995: 250-251).
Una de las características comunes que se observaron es que si los niños eran “capturados”
o “encontrados” después del período crítico en el que deberían haber aprendido una lengua
natural14, sólo eran capaces de aprender unas pocas palabras (Zeki, 1995: 250-251 y Malson,
1973: 47).
1.3.3 Proceso de aprendizaje en circunstancias normales
Parece que hay acuerdo en que poseemos unas aptitudes innatas para hablar, una predisposición
biológica que nos permite aprender el lenguaje hablado, y que para lograrlo es necesario que es-
temos dentro de en una sociedad. Ahora describiremos el proceso de aprendizaje de la lengua,
según Kondratov (1973: 151-153):
. en sus primeras semanas de vida, el niño empieza a reaccionar a los sonidos y a diferenciar la
voz de la madre, un sonido más agradable que el del ruido general, y se alegra al oírla;
. hacia los tres o cuatro meses, la criatura es capaz de distinguir un sonido de otro y de emitir
sonidos, por lo que comienza a balbucear, imitando los sonidos que oye.
Se ha demostrado que este balbuceo infantil es igual en todo el mundo…, pero ¿por qué, en-
tonces, no se desarrolla una única lengua? Kondratov indica que como la sociedad inculca su
lenguaje, este balbuceo “universal” olvida los sonidos que no existen en la lengua materna
cuando se transforma en habla (Kondratov, 1973: 151-153).
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la lengua universal y los universales lingüísticos
Completaremos esta definición con las aportaciones de Tusón y Kondratov cuando afirman
que una lengua es un sistema de signos17 (Tusón, 1984: 12-15; Kondratov, 1973: 14):
. un sistema porque la lengua está formada por un conjunto de elementos que están relaciona-
dos entre sí, de manera que el sentido de cada uno de ellos está delimitado por los otros ele-
mentos del propio sistema. Así, la palabra “verde” tiene sentido porque designa un territorio
que no ocupan los significados de las palabras anaranjado, amarillo, azul, etc.;
. la lengua es un sistema de signos porque está formada por elementos que existen por voluntad
humana, que son fruto de la convención y cuya relación con sus significados es arbitraria.
Tusón señala que hemos de tener en cuenta que la lengua, que nos permite intercambiar in-
formaciones, estados de ánimo, etc., es un instrumento convencional que no ha surgido de un
pacto, por lo que pueden producirse algunos desajustes que provoquen ambigüedad y, por lo
tanto, una cierta incomunicación (Tusón, 1984: 15-16).
Respecto a la competencia lingüística, Chomsky utilizó esta definición para diferenciar el acto
de hablar de la capacidad de hacerlo. Consideraba que cuando alguien habla un determinado
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idioma de forma habitual u ocasional, tiene una actuación (el habla saussuriana), pero cuando
un hablante tiene la capacidad de realizar esa actuación, lo haga o no lo haga, posee una com-
petencia. La actuación presupone una competencia, pero la competencia no presupone una
actuación18 (Lyons, 1984: 8-9; Chomsky, 1975: 5-6). Dicho de otro modo, se denomina compe-
tencia lingüística a la capacidad que tenemos de ordenar los elementos para formar oraciones,
de permitir o limitar una determinada convivencia léxica, de validar o prohibir una determinada
combinación de elementos (Tusón, 1984: 70).
Estas lenguas tienen, lógicamente, diferencias, pero también poseen similitudes desde dos pun-
tos de vista: por una parte, podemos agruparlas en familias a partir de semejanzas producto de
un origen común19 (excepto el caso del euskera); por otro, las lenguas han de poseer algo en
común que permita que cualquier persona pueda dominar cualquier lengua20, unos principios
o características que son consideramos como universales lingüísticos como, por ejemplo, la
estructura sujeto / verbo / predicado que veremos en un apartado posterior (Tusón, 1984: 153-
155, 224-228, 51-52 y 69).
En cuanto a las diferencias entre las distintas lenguas, Tusón señala que si partimos de la base de
que toda lengua es un sistema de comunicación que se adapta a las necesidades de un pueblo o
de una comunidad, es lógico que el léxico varíe en función de las necesidades de nombrar o no
nombrar un determinado objeto. Así, por ejemplo, los esquimales no necesitarán una palabra
para referirse a las vacas, pero sí palabras para nombrar objetos de su entorno que en otras
lenguas (en otras necesidades) no existen (Tusón, 1984: 53-54).
La velocidad de cambio de una lengua se estableció comparando el inglés de 1950 con el del
año 950, y se llegó a la conclusión de que la velocidad de cambio en una lengua es de un 81%
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cada mil años en las palabras fundamentales. Así, comparando la lengua descendiente con la
lengua madre, si el porcentaje de palabras fundamentales que se han conservado es de un 81%,
diremos que han pasado mil años, etc. (Kondratov, 1973: 97-98).
Kondratov señala que esta especie de “reloj lingüístico” ha sido utilizado para datar algunos
acontecimientos, pero considera que para utilizarlo se han de tener en cuenta dos características
(Kondratov, 1973: 96-98): por una parte hemos de partir de la base de que no es un instrumento
tan preciso como el reloj radiactivo, porque la lengua un producto de la sociedad; por otra,
que este método obliga a tomar intervalos de tiempo muy largos (siglos, milenios) porque la
velocidad de cambio es muy baja.
En 1948 Shannon sienta las bases de la teoría “probabilística” cuya piedra angular es el concepto
de indeterminación, en el sentido de que la información es lo que reduce la indeterminación, lo que
quita desconocimiento. Por su parte Hartley, un ingeniero norteamericano, estableció una medida
para la cantidad de información, el bit, estimando que la cantidad de información era igual al loga-
ritmo del número de los sucesos posibles, de modo que una moneda lanzada al aire que cae de cara,
nos dará una información que será igual a 1, ya que log2 2= 1 (Kondratov, 1973: 34-35). Esta fór-
mula sólo podía aplicarse cuando todas las alternativas tenían la misma probabilidad, pero Shannon
desarrolló la fórmula teniendo en cuenta las diferencias probabilísticas del siguiente modo:
H1= –(P1 log2 P1 +P2 log2 P2+…Pn logn Pn),
donde H es la medida de la cantidad de información, n el número de alternativa y P son las
probabilidades de que ocurran esas alternativas.
En función de esta fórmula, la probabilidad de que ocurran dos sucesos es igual al producto de
las probabilidades de dichos sucesos (Kondratov, 1973: 35-36).
Pero hay otras cuestiones que hemos de tener en cuenta al calcular la cantidad de información
que posee cada letra de una lengua (Kondratov, 1973: 37-38 y 40-44):
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. la propiedad de la redundancia, una propiedad que poseen las lenguas y que nos permite “adi-
vinar” setenta u ochenta letras en un texto de cien, una propiedad que no poseen los números,
ya que es casi imposible adivinar qué número acompañará “por la lógica de la redundancia”
a un 7.21
. las leyes de una lengua que impiden, por ejemplo en castellano, que una /r/ vaya después de
una /l/
. el objetivo principal de la comunicación verbal es el de transmitir sentido, por lo que los
mensajes (la palabras, sus combinaciones en sintagmas, etc.) han de tener significado para
nosotros.
Dadas estas premisas y variables a tener en cuenta, ¿cómo se podrá calcular la cantidad de in-
formación que posee una letra en un texto que sea comprensible?
Esto sucedía en la lengua rusa, pero hemos de tener en cuenta que como no todas las lenguas
poseen la misma redundancia, no todas las letras de todos los idiomas poseerán la misma in-
formación. Se ha comprobado que en la traducción del inglés al alemán, 1 bit de texto inglés es
igual a 1,22 bit de información en el texto alemán, mientras que al traducir del alemán al inglés,
1 bit de información alemana daba 1 bit de información inglesa… de lo que se desprende que el
inglés es más económico que el alemán (Kondratov, 1973: 53).
Pero este tipo de estudios también nos permiten extraer otras conclusiones respecto a la infor-
mación en la lengua escrita y en la lengua hablada, ya que se descubre que en la lengua escrita la
información está en las primeras letras mientras que en la oral está en las últimas. Esto explica
porqué en la información escrita se utilizan las abreviaturas y las siglas (que normalmente uti-
lizan las primeras letras), y que en el lenguaje coloquial se desechen los principios de la palabra
(Kondratov, 1973: 47- 49) diciendo “ta luego” por “hasta luego”, por ejemplo.
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Las palabras usuales son las que se encuentran más a menudo en nuestro lenguaje coloquial y
en los textos escritos, de modo que cuantas más veces se presenta una palabra, cuanto mayor
sea su frecuencia, más usual será. Como esa frecuencia depende, lógicamente, del tipo de texto,
ya que una serie de palabras pueden ser frecuentes en un texto y en otro no, para evitar este
riesgo se han de tomar el máximo número de fuentes posible para minimizar su repercusión
en los cálculos. A partir de este tipo de estudios se han realizado diccionarios, para diferentes
lenguas, que consisten en listas de palabras ordenadas de mayor a menor frecuencia de uso en
los textos (Kondratov, 1973: 76-78).
En cuanto a lograr acotar al número de palabras que han de configurar el vocabulario mínimo,
Kondratov, señala que si se analiza el porcentaje de texto que suponen las 700, 1000, 2000
palabras más usuales, se descubre una propiedad que es inherente a todas las lenguas: que las
300 palabras más usuales suponen el 65% de todas las que aparecen en un texto; que las 500
palabras más usuales cubren el 70%; que 1.000 palabras, el 80%, y que con 3.000 palabras cu-
briremos el 89% del texto. Pero si tenemos en cuenta que la frecuencia de palabras no es igual
en un texto escrito y en un texto hablado, si realizamos los cálculos oportunos, descubrimos
que con las 2.000 palabras más usuales del inglés hablado abarcamos el 95% del texto, luego
estas palabras valen más que las 5000 del texto escrito (Kondratov, 1973: 78-80).
REFERENTE
b. referencial
EMISOR MENSAJE RECEPTOR
a. expresiva c. poética f. conativa
CANAL
d. fática
CÓDIGO
e. metalingüística
Sin embargo, hemos de tener en cuenta que el hecho de que un acto de comunicación se decante
hacia un determinado factor, no supone que se anulen el resto de funciones, por lo que se pue-
den utilizar estas funciones para realizar un primer análisis en mensajes de distintas índoles.
Para describir las propiedades que posee la lengua utilizaremos la propuesta que realiza Lyons,
aunque incluiremos, puntualmente, las aportaciones de otros autores.
1.8.1 Arbitrariedad
Se produce arbitrariedad cuando no podemos explicar algo en relación a un principio más ge-
neral, como sucede, por ejemplo, con el vínculo entre forma y significado en la lengua o con la
estructura gramatical. Tanto el uno como la otra se deben aprender a la largo de los años, y no
son iguales para todas las lenguas.
Lyons considera que la arbitrariedad aumenta la flexibilidad, ya que de este modo el vocabula-
rio, por ejemplo, no está limitado por la necesidad de emparejar forma y significado a partir de
un principio más general (Lyons, 1984: 15-17).
1.8.2 Dualidad
Esta propiedad hace referencia a los dos niveles estructurales que posee la lengua: el sintag-
mático u horizontal, que trata de los elementos del mensaje, y el paradigmático o vertical, que
es el responsable de la selección de un determinado elemento en lugar de otro (Lyons, 1984:
16-17 y Joly, 1994: 132). Esta propiedad permite que se formen grandes cantidades de unidades
distintas a partir de un número reducido de elementos.
Como indicó Saussure (1961: 167), las relaciones sintagmática y paradigmática corresponden
a dos formas de nuestra actividad mental. Por una parte, debido al carácter lineal de la lengua
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y a su encadenamiento, que impide pronunciar dos elementos a la vez, las palabras mantienen
entre sí un tipo de relación que denominamos sintagmática. Por otra parte, y fuera del discurso,
las palabras que tienen algo en común se asocian en la memoria, de modo que agrupamos (en
castellano) educación, con enseñanza, con aprendizaje, etc., o con educar, educador, educado,
etc., pero también con dicción, cocción, ya que, en un sentido o en otro, todas estas agrupacio-
nes tienen algo en común. Es la relación paradigmática.
1.8.3 Discreción
Esta propiedad se refiere a que la identidad de la lengua es un asunto de todo o de nada, de
comprender o de no comprender, no de más o menos comprensión: la forma está asociada a un
contenido o no lo está, pero no lo está un poquito o “casi”.
Por ejemplo, en español las palabras “cal” y “col” sólo están diferenciadas por una letra, tanto
en su forma escrita como en su pronunciación, pero esta mínima variación es suficiente para
llevarnos a contextos absolutamente distintos. Si sucediera que la letra que marca la diferencia se
pronunciara o escribiera mal, tendríamos que buscar la comprensión del mensaje en el contexto.
1.8.4 Productividad
Esta propiedad hace referencia a la posibilidad de construir y, en este sentido, la lengua puede
construir un número indefinido de enunciados inéditos, como defiende Chomsky22 (ver apar-
tado 1.4.1) en su definición de lengua: a partir de una cantidad finita de sonidos, podemos cons-
truir un número infinito de mensajes que son, a su vez, una secuencia limitada de sonidos.
Cuando se habla de la doble articulación de las lenguas naturales, se hace referencia a que éstas
están constituidas por una serie de elementos aislados y aislables, que se relacionan en dos tipos
de articulaciones (Eco, 1994: 30-31), y se hace referencia a una estructura jerárquica que permi-
te la flexibilidad y la productividad de las lenguas naturales:
. en una primera articulación, podemos aislar en las lenguas una serie de ítems léxicos que se
articulan para formar sintagmas dotados de sentido;
. en una segunda articulación, podemos diferenciar un inventario de sonidos, de fonemas23, que
no poseen significado, que se articulan para formar unidades que sí poseen significación.
Pero más allá de esta ubicación genérica de la lingüística, Lyons se pregunta si podemos decir
que estamos frente a una ciencia, dada la existencia de voces que lo cuestionan. Uno de los
aspectos que se suelen utilizar para negarle el status de ciencia es cuestionar la fiabilidad de los
juicios del hablante, pero el autor indica que el lingüista puede distinguir con claridad qué parte
de lo observado pertenece al comportamiento lingüístico y qué parte no24 (1984: 31-37).
Lyons considera que la lingüística sí posee carácter científico porque (1984: 32-36):
. utiliza datos obtenidos de la experimentación y no de la intuición, lo que significa que es una
ciencia empírica cuyos datos pueden ser verificados;
. estos datos que se toman de la experiencia, pueden proceder de una observación neutra, o
pueden deberse a una selección que ha determinado una hipótesis que desea verificar el cien-
tífico, y esta observación puede sujetarse a controles metodológicos satisfactorios, tanto en la
lingüística como en otras ciencias basadas en la experimentación empírica.
Tusón, por su parte, considera que la lingüística será considerada como ciencia cuando pro-
ponga un modelo que explique por qué el hablante produce las oraciones de su lengua y no
secuencias de sonidos cualesquiera, y cuando exponga las condiciones que ha de tener toda
lengua para que la consideremos como tal (los universales lingüísticos), algo que ha conseguido
establecer la gramática generativa y transformacional (Tusón, 1984: 65-69).
Otros aspectos a tener en cuenta de la gramática tradicional, además del de basarse en la signifi-
cación para determinar las partes que compone una oración, son (Tusón, 1984: 92-94):
. esta gramática aplica su análisis sobre los textos escritos por lo que, cuando se propone regu-
lar los usos orales, la referencia de “buen uso” de la lengua es la de los escritores, una premisa
que resulta inadecuada en la actualidad, porque no se puede establecer una correspondencia
entre lo espontáneo de lo hablado y el artificio de lo escrito;
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. como el modelo a seguir, el latín, posee una gramática que la describe, las demás lenguas no
serán consideradas como tales hasta que no posean su descripción gramatical.
Tusón señala que a pesar de todas las deficiencias que podamos encontrar hoy en el modelo, la
gramática tradicional supuso una revolución porque supuso la reflexión acerca del uso del lenguaje
y consiguió conservar el patrimonio clásico (Tusón, 1984: 97-98).
Con estos nuevos modelos se pretenderá describir los elementos que forman parte de una
lengua con argumentos gramaticales, sin hacer referencia a si el sujeto de una oración es o no
es un ser, referencia que no es pertinente. Desde el estructuralismo, por ejemplo, el sujeto de
una oración será descrito como “el único elemento nominal que concuerda con el verbo de la
oración”, una argumentación que procede del interior de la lengua (Tusón, 1984: 109-111).
Saussure determina que los elementos de una lengua se relacionan en un plano “vertical”, o para-
digmático, y en un plano “horizontal”, o sintagmático. En el paradigmático se relacionan los tér-
minos de una misma clase; en el sintagmático se relacionan los diferentes elementos. Por ejemplo,
si en una determinada frase elegimos la palabra “rojo”, en el plano paradigmático estamos exclu-
yendo al resto de palabras que definen colores, mientras que en el plano sintagmático se relaciona
con el resto de componentes de la oración (Tusón, 1984: 112-113 y Saussure, 1961: 207 y ss.).
Las funciones estructuralitas desvinculan las partes de la oración de las definiciones de la gra-
mática tradicional, que hacían depender al sujeto de la acción del verbo (Tusón, 1984: 117).
Una vez aislados los elementos, se realizan intercambios entre ellos para ver si hay clases co-
munes o no, del modo siguiente:
Los disturbios desencadenaron esos problemas
Esos problemas desencadenaron los disturbios
Los problemas desencadenaron esos disturbios
Cuando lo hacemos, observamos que estos cinco elementos corresponden a tres clases: 1. esos, los;
2. disturbios, problemas; 3. desencadenaron. Tusón indica que el método se apoyaba en la psicolo-
gía conductista (lo veremos con más detenimiento en el apartado 1.9.2.3.1.1), una corriente que no
es el modelo más adecuado para explicar el lenguaje y las lenguas (Tusón, 1984: 122).
El estructuralismo fue criticado porque buscó el soporte teórico del aprendizaje y del uso
lingüístico en la psicología conductista, un modelo que proponía que adquirimos el lenguaje
a base de almacenar en nuestra memoria las expresiones que son propias de una determinada
situación, para repetirlas en ocasiones parecidas. De esta forma de aprendizaje se deriva que si
conocemos el conjunto de los estímulos que actúan sobre una persona, podríamos predecir sus
respuestas (Tusón, 1984: 133-134).
Tusón critica “el simplismo de un esquema como el que proponen los conductistas” porque
“es casi aterrador” y sólo sería válido si los humanos limitásemos nuestros usos lingüísticos a
una función práctica. En cambio defiende las aportaciones de Chomsky en el sentido de que el
lenguaje humano, en su uso normal, no está restringido, es libre y sirve al pensamiento y a la
autoexpresión (Tusón, 1984: 134-135).
Otro argumento en contra del método estructuralista es que si los hablantes son capaces de
detectar la ambigüedad de una oración, parece evidente que la gramática también debería ha-
cerlo. Pero como el estructuralismo sólo considera los textos tal y como se presentan, no puede
realizar las descripciones que necesiten las oraciones ambiguas. Esta ambigüedad, sin embargo,
sí está al alcance de la gramática generativa cuando establece dos niveles de análisis: el de la
estructura profunda y el de la estructura superficial (Tusón, 1984: 138-139).
Para acotar estas capacidades de un modo teórico y evitar la principal crítica al carácter científi-
co de la lingüística, el de depender de los juicios poco fiables del hablante concreto (ver aparta-
do 1.9.1), Chomsky establece la noción del “hablante-oyente ideal”, un hablante teórico cuyas
características son: pertenecer a una comunidad lingüística homogénea, conocer perfectamente
su lengua, y que no le afecten las distracciones o los errores cuando aplica su conocimiento de
la lengua al uso real (Chomsky, 1975: 5-6 y Tusón, 1984: 140)
Tusón señala que a este método se le cuestiona el grado de abstracción que supone el hecho de
asentarse en un hablante que no existe, pero el autor contrarresta estas críticas diciendo que
toda construcción científica opera a partir de modelos abstractos y que, por ejemplo, nuestra
percepción cotidiana de tiempo no se corresponde con la noción que de él tiene física. Además,
añade, esta forma de enfocar la investigación no impide que se puedan hacer otro tipo de estu-
dios (Tusón, 1984: 140-141).
Para construir la gramática de una lengua existen, a grandes rasgos, dos caminos: el de la des-
cripción y el de la explicación. Tusón propone que veamos las diferencias entre ambas a partir
de estudiar el caso en la oración “la herida de Aquiles” (Tusón, 1984: 152- 155).
El modelo descriptivo estudia cómo se establece el caso en una determinada lengua. Si se esta-
bleciera por medio de unos morfemas que se posponen al nombre, se realizaría el inventario de
esos morfemas, y se actuaría de modo similar para cada elemento a describir , realizándose una
gramática de datos. En la oración del ejemplo, la gramática descriptiva diferenciaría el núcleo
de la oración, la herida del complemento de ese núcleo, de Aquiles.
El modelo explicativo nos obliga a interpretar los datos y a formular hipótesis. Siguiendo con el
ejemplo del caso, la hipótesis dirá que es un universal lingüístico porque existe en todas las len-
guas en las que las oraciones se construyan con dos a más nombres alrededor de ciertos verbos.
Para este modelo, la oración “la herida de Aquiles” sería considerada como ambigua, ya que no
sabemos si la herida es la que ha recibido Aquiles o si Aquiles ha herido a otro, y justificaría el
por qué de esta ambigüedad.
Chomsky considera que puesto que la misión del lingüista es la de descubrir el sistema de reglas
que el hablante ha obtenido, la gramática ha de pasar del ámbito descriptivo al ámbito explica-
tivo para poder justificar, por ejemplo (Chomsky, 1975: 105; Tusón, 1984: 147):
. que elaboremos unas estructuras determinadas al utilizar una lengua;
. que seleccionemos una determinada gramática y no cualquiera .
Así, si el modelo estructuralista explicaba los actos lingüísticos a partir de la selección de los
elementos en el plano paradigmático y en su ordenación (Tusón, 1984: 149), el modelo de la
gramática generativa defiende que la organización de los enunciados no puede ser lineal y que,
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 1 67
el lenguaje verbal
1.1.orígenes. 1.2. lenguaje humano 1.3. ¿es innato? 1.4. lengua y lenguaje 1.5. las lenguas del mundo 1.6 lenguaje,
comunicación y cantidad de información 1.7 funciones 1.8 propiedades 1.9 estudio de la lengua 1.10 lingüística y
el trabajo del lingüista 1.11 la gramática 1.12 la semántica 1.13 fonética y fonología 1.14 etnolingüística 1.15
la lengua universal y los universales lingüísticos
al contrario, los ejemplos gramaticales que realizan los hablantes hacen pensar que existe un
proyecto que es anterior a la emisión de las oraciones, proyecto que explicaría la concordancia
y el caso (Tusón, 1984: 150).
El objetivo de la gramática generativa es descubrir qué es lo que nos permite hablar con correc-
ción gramatical aunque no conozcamos el enunciado de sus leyes (Tusón, 1984: 144) y como
teoría explicativa tendría que aportar argumentos sólidos sobre dos cuestiones principales (Tu-
són, 1984: 153-154):
. ¿Por qué elaboramos estructuras de un tipo determinado? Si somos capaces de discernir las
oraciones gramaticales de las agramaticales, la teoría ha de detectar los principios que rigen
la elaboración de las oraciones bien formadas. Construimos las estructuras de una cierta ma-
nera porque utilizamos una serie de reglas; así, utilizamos para el sintagma nominal la forma
Determinante + Nombre porque es la gramatical, y la inversa no lo es;
. ¿Por qué seleccionamos una gramática y no cualquier gramática? Chomsky cree que esta
cuestión está vinculada al problema de los universales lingüísticos, a los rasgos propios de
toda lengua. Si toda persona puede dominar cualquier lengua (cuando se cumplen las condi-
ciones necesarias) es porque en todas las lenguas hay las mismas características fundamenta-
les, porque nuestra facultad innata está marcada por ciertos principios que afectan a todas las
lenguas y porque aprender una lengua es descubrir estos principios en la forma concreta que
sea (Chomsky, 1975: 8-9 y 69)
Hemos de tener en cuenta que se pueden producir variaciones de estos universales en cada una
de las lenguas, las particularidades lingüísticas de las que hablaremos más adelante, pero, como
señala Chomsky, todo parece demostrar que obtenemos una gramática generativa, no una gra-
mática estructuralista que selecciona y combina elementos (Tusón, 1984: 154-155; Chomsky,
1975: 33 y ss.).
Las cuatro reglas fundamentales que nos permiten relacionar los elementos de una oración en
castellano son (Tusón, 1984: 162-165):
c. Sintagma Verbal
Verbo copulativo Sintagma Nominal
Adjetivo
S. preposicional
Verbo intransitivo
Verbo intransitivo Sintagma Nominal
S. preposicional
Esta regla no es más compleja que las anteriores, pero sí presenta un mayor número de opcio-
nes. El esquema anterior significa que para plantear un sintagma verbal tenemos varias opcio-
nes, como son:
. Verbo copulativo al que deberemos añadirle
. o un Sintagma Nominal: (es el médico)
. o un adjetivo: (es grueso)
. o bien un Sintagma preposicional (es de piedra)
. Verbo intransitivo (resbaló)
. Verbo transitivo con dos configuraciones
Verbo transitivo + Sintagma nominal (elevó la cometa)
Verbo transitivo + Sintagma nominal + Sintagma preposicional (dijo algo a la gente)
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 1 69
el lenguaje verbal
1.1.orígenes. 1.2. lenguaje humano 1.3. ¿es innato? 1.4. lengua y lenguaje 1.5. las lenguas del mundo 1.6 lenguaje,
comunicación y cantidad de información 1.7 funciones 1.8 propiedades 1.9 estudio de la lengua 1.10 lingüística y
el trabajo del lingüista 1.11 la gramática 1.12 la semántica 1.13 fonética y fonología 1.14 etnolingüística 1.15
la lengua universal y los universales lingüísticos
d. Sintagma Preposicional,
preposición + Sintagma Nominal
Para especificar qué asociaciones entre nombres y verbos están permitidas y cuáles no, utiliza-
mos los rasgos subcategoriales que se encargan de establecer categorías dentro de otras catego-
rías. Los que se utilizan más a menudo, y que nos permiten determinar que oraciones como *El
leñador podó la vaca o *El papel de lija recapacita no son gramaticales, son: animado, humano,
abstracto, contable y común (Tusón, 1984: 169-170).
Para Tusón la diferenciación de estas dos estructuras presenta al menos dos ventajas:
. este análisis a doble nivel parece corresponderse con la estrategia del hablante/oyente, de
modo que el emisor puede elegir una entre diferentes configuraciones pero el receptor enten-
derá lo mismo;
. este modelo simplifica el numero de estructuras oracionales que se llegaban a enumerar desde
la gramática tradicional (Tusón, 1984: 173-174).
Además ha de ser capaz de estudiar cualquier texto posible, compuesto en cualquier lengua, e
incluso debe de poder ocuparse de textos que todavía no son reales (Hjelmslev, 1974: 32).
En cuanto a la forma del lenguaje que ha de estudiar el lingüista, Tusón señala que, a pesar
de que se prioriza el estudio de la lengua escrita, el lingüista ha de ocuparse del lenguaje oral,
porque es la forma principal del lenguaje: lo fue durante milenios antes de que existiera la escri-
tura, pero lo es también ahora porque está evolucionando constantemente, frente a las maneras
elaboradas que son propias de la lengua escrita27. Las diferencias entre ambas son importantes
y esto lo ha de tener en cuenta quien se enfrente a su estudio (Tusón, 1984: 78-79).
Este proceso deberá llevarse a cabo atendiendo al aspecto oral de la lengua, diferenciando la
diacronía de la sincronía, considerando autónomamente cada lengua y siendo sistemático (Tu-
són, 1984: 77-78).
1.10.2 La división del texto en expresión y contenido
A partir de las aportaciones de Saussure en el sentido de que las lenguas poseían materia lin-
güística y materia no lingüística (Hjelmslev, 1974: 109 y 111-112), y de que el signo es una
entidad en la que se establece una conexión entre una expresión y un contenido (Hjelmslev,
1974: 73), Hjelmslev, propone que el estudio de cualquier texto se realice a partir de diferenciar
el plano de la expresión y el plano del contenido, pero teniendo en cuenta que en cada uno de
estos planos podemos diferenciar la forma y la sustancia.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 1 71
el lenguaje verbal
1.1.orígenes. 1.2. lenguaje humano 1.3. ¿es innato? 1.4. lengua y lenguaje 1.5. las lenguas del mundo 1.6 lenguaje,
comunicación y cantidad de información 1.7 funciones 1.8 propiedades 1.9 estudio de la lengua 1.10 lingüística y
el trabajo del lingüista 1.11 la gramática 1.12 la semántica 1.13 fonética y fonología 1.14 etnolingüística 1.15
la lengua universal y los universales lingüísticos
Por plano de la expresión Hjelmslev se refiere al léxico, a la fonología, a la sintaxis, etc., y por
plano del contenido, a los conceptos que podemos expresar. Veamos a qué se refiere cuando
divide estos planos en forma y sustancia (Eco, 1994: 29-30):
. la forma de la expresión está constituida por un sistema fonológico, reglas sintácticas, etc.;
. la sustancia de la expresión son las palabras y los textos;
. la forma del contenido se refiere a los sistemas, especies, familias, etc., como organizamos el
universo a través de las lenguas;
. la sustancia del contenido sería el sentido de cada uno de los enunciados.
Hjelmslev destaca que hemos de tener en cuenta que, aunque se ha supuesto que la expresión
del lenguaje hablado consta exclusivamente de sonidos, se ha pasado por alto que el habla pue-
de ir acompañada por gestos y que toda la musculatura, no sólo los denominados órganos de
articulación, participa en el lenguaje “natural” (Hjelmslev, 1974: 146-147). Lo mismo sucede en
la forma que se manifiesta en la escritura puesto que la sustancia gráfica puede ser de tipos muy
diversos como, por ejemplo, el código de señales de la marina o el lenguaje de los sordomudos,
que también se pueden utilizar para expresar una lengua “natural” (Hjelmslev, 1974: 147).
El autor señala que hay opiniones que se oponen a lo anterior, porque consideran que todas estas
sustancias diferentes derivan de la naturalidad del sonido del gesto, o incluso se admite que exis-
ten grados de “naturalidad” y que, por ejemplo, un lenguaje de signos se deriva de la escritura,
que a su vez se deriva del lenguaje hablado “natural”28, pero el autor opina que este tipo de pen-
samientos carecen de base, ya que el hecho de que una manifestación se derive de otras no impide
que se trate de una manifestación, al margen de la forma que adopte (Hjelmslev, 1974: 147-148).
1.11 La Gramática
Aunque como veremos en un apartado posterior [1.11.2] hay algunas matizaciones respecto a
lo que ha de ser el objeto de estudio de la gramática, podemos decir que esta disciplina estudia
la distribución de los elementos en las oraciones. En este sentido, hemos de tener en cuenta que
las oraciones que se realizan en una lengua son gramaticales por definición, es decir, que están
estructuralmente bien formadas gracias a la competencia lingüística del hablante, una capacidad
que le permite diferenciar la correcta combinación de elementos, y que por lo tanto tiene sentido,
de una mala combinación de elementos que no lo tiene (ver [1.4.3]) (Lyons, 1984: 90).
1.11.1 Algunos malos entendidos respecto a la gramática
Tusón señala que algunos malos entendidos respecto a la gramática como, por ejemplo, consi-
derar que hay lenguas que tienen gramática y otras que no, lo que establecería una jerarquiza-
ción entre las lenguas, y defender que existe una relación entre el orden de nuestro pensamiento
y el de las categorías gramaticales, unos malos entendidos a los que nos referiremos a continua-
ción (Tusón, 1984: 189-190).
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el trabajo del lingüista 1.11 la gramática 1.12 la semántica 1.13 fonética y fonología 1.14 etnolingüística 1.15
la lengua universal y los universales lingüísticos
Dado este escenario, la labor de un lingüista no es crear la gramática de una lengua, sino expli-
car cómo es la gramática profunda de esa lengua y redactarla, lo que significa poner por escrito
los niveles de organización, y los elementos que constituyen cada nivel de una lengua que ya
existen (Tusón: 1984, 54-55).
1.11.1.2 Gramática y pensamiento
La gramática tradicional consideraba que la gramaticalidad reflejaba el orden del pensamiento,
pero si tenemos en cuenta que los verbos, o los sujetos, no se ordenan de la misma manera en
todos los idiomas, podemos concluir que esta afirmación no es correcta y que, al contrario, el
orden de las palabras no puede describirse a partir de principios lógicos o psicológicos más
generales (Lyons, 1984: 93).
En esta misma línea de pensamiento se manifiesta Tusón cuando señala que no considera que
haya gramáticas que permitan más altas cotas de pensamiento que otras, unas que sean más
buenas que otras, ya que todas ellas son gramáticas y son las propias de cada lengua (Tusón,
1984: 189-190).
René Thom (1987: 341) trata de establecer un orden lógico de las palabras en los distintos
idiomas, tomando como criterio la mayor o menor importancia que tenga un determinado ele-
mento en la oración a la hora de emitir significados. Así, por ejemplo, si podemos sustantivar
un verbo o un adjetivo, pero no podemos hacer que un sustantivo o un adjetivo se conviertan
en un verbo, quiere decir que el verbo posee más fuerza que el resto de elementos.
A partir de la profundidad semántica de los elementos de la oración, Thom propone tres formas
de ordenarlos en la oración: el orden verbo-objeto-sujeto, que denomina emitivo; el orden su-
jeto-objeto-verbo, que Thom denomina receptivo; y el orden sujeto-verbo-objeto, que el autor
denomina mixto. En cuanto a la presencia de estos tipos de ordenación de los elementos en las di-
ferentes lenguas, se ha de señalar que el primer orden apenas existe en las lenguas, que el segundo,
el receptivo, está presente en un número bastante elevado de lenguas (como el japonés, el turco o
el euskera), mientras que el orden mixto es el más frecuente en las lenguas (Thom, 1987: 341).
Pero lo que también se intenta hacer desde las tres corrientes de análisis es acotar y restringir el
campo de estudio de la gramática (Tusón, 1984: 191):
. para el estructuralismo la gramática ha de estudiar los elementos (morfología) y sus relaciones
(sintaxis);
. para el generativismo, si la lengua está organizada en torno a los componentes sintáctico,
semántico y fonológico, la gramática es el estudio del componente sintáctico.
En la actualidad se considera que el estudio de la gramática debe ir más allá de la oración y pasar
a estudiar el discurso, pero Tusón considera que lo que compete a la gramática es el estudio de
la oración, los sintagmas y los morfemas (Tusón, 1984: 191-192), y no el discurso.
En cuanto a la oración, lo primero que deberemos hacer es definirla, aunque Tusón considera
que no hay ninguna que sea satisfactoria. Así, si para la gramática clásica la oración era la re-
unión de palabras con la que se expresa un juicio, y si para la estructuralista la oración venía
marcada por una determinada entonación, para la gramática generativa la oración es un punto
de partida que sólo requiere la primera regla sintagmática: SN+SV (Tusón, 1984: 193).
En vista de esta variedad de argumentos para definir la oración, el autor propone que llamemos
oraciones a las unidades que poseen las siguientes características y que, en determinadas len-
guas, son consideradas como tales (Tusón, 1984: 194-195):
. que estén formadas al menos por un nombre (presente o que se pueda recuperar) y un ver-
bo;
. en las que concuerden el nombre y verbo en número y en persona;
. que gocen de libertad sintáctica;
. cuya alineación de elementos no sea fortuita, ya que si lo fuera estaríamos frente una lista sin
sentido concreto.
En cuanto a los sintagmas, Tusón los define como combinaciones de elementos que mantie-
nen entre sí ciertas relaciones de cohesión, y que componen entidades gramaticales que son
menores que la oración y mayores que el morfema. Por ejemplo, en la oración Ese lobo está
durmiendo “–o” y “lob-“ constituyen un sintagma; “ese” que está formado por “es-“ y “–e”,
también. Tusón propone que se denominen, respectivamente, “sintagma sustantivo” y “sintag-
ma determinativo” porque son combinaciones de morfemas. Estos dos sintagmas se organizan
en un nudo superior llamado sintagma nominal (Tusón, 1984: 195-196).
y que puede combinarse con otros elementos para generar diferentes significados; así, en los
ejemplos anteriores, “lob–” puede combinarse con “–a” (loba) y “–ezno” (lobezno) (Tusón,
1984: 196).
Finalmente Tusón hace una referencia específica respecto al término palabra, un término que
aunque parece pertenecer a los conceptos propios de los estudios lingüísticos, ha de ser evitado
cuando se pretenda hablar con rigor, porque es un término ligado a la escritura y que identifi-
camos como el conjunto de letras que va precedido y seguido por un espacio en blanco, ya que
la escritura, que es la representación arbitraria del sonido, no está presente en todas las lenguas
(Tusón, 1984: 196-197).
En todas las lenguas han de existir una serie de recursos que las conviertan en medio de comu-
nicación, lo que podríamos denominar los universales lingüísticos. Pero ese recurso, que existe
en todas ellas en abstracto, se concreta de forma diferente en cada lengua, lo que nos lleva a
hablar de las particularidades lingüísticas. O dicho de otra manera: en todas las lenguas se han
de conseguir unas mismas finalidades, pero se llega a ellas mediante procedimientos diferentes
(Tusón, 1984: 202-203).
Es lo que, por ejemplo, sucede con el género o con el caso: ninguna lengua que sea un medio de
comunicación puede carecer de la categoría de caso o de la categoría de género, por lo que po-
demos referirnos a ellos como universales lingüísticos, pero como en cada lengua se concreta de
forma diferente, hablaremos de particularidades lingüísticas. Así, hay lenguas que diferencian el
género con dos formas, el masculino y el femenino, y lenguas que lo diferencian con tres formas,
el masculino, el femenino y el neutro; y lenguas que concretan el caso mediante morfemas, como
el latín, o que lo marcan desde la posición, como en el inglés (Tusón, 1984: 202-203).
A los anteriores significados hemos de añadir el del enunciado, un significado que incluye y
sobrepasa el de la oración que enuncia, y que aporta otro que podríamos denominar contex-
tual. Este significado se sitúa habitualmente en la pragmática, pero Lyons considera que es una
cuestión controvertida porque no se puede dar una descripción completa del significado de la
oración si no la relacionamos con sus posibles contextos de enunciación (Lyons, 1984: 122).
Lyons indica que si bien es innegable que las lenguas poseen la función de comunicar infor-
mación descriptiva, y que aunque es posible que no podamos utilizar ningún otro sistema
semiótico para emitir aseveraciones de verdadero o falso29, las lenguas realizan otras funciones
semióticas, a pesar de que la conexión intrínseca entre significado descriptivo y verdad se con-
vierte en el eje central de la semántica (Lyons, 1984: 122-124).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 1 76
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el trabajo del lingüista 1.11 la gramática 1.12 la semántica 1.13 fonética y fonología 1.14 etnolingüística 1.15
la lengua universal y los universales lingüísticos
Existe además el significado social, ya que, desde un cierto punto de vista, parece correcto
considerar que la función principal del lenguaje es la de facilitar la relación social, porque tanto
lo que se dice como la forma como se dice están determinados por las relaciones sociales de los
interlocutores y de sus propósitos sociales (Kondratov, 1973: 125).
El autor señala que se pueden establecer otros tipos de significados, ya que, por ejemplo, la en-
tonación puede afectar al significado (Kondratov, 1973: 155), pero cree que es suficiente tener en
cuenta los significados descriptivo, expresivo y social. Añade que si bien el significado descriptivo
puede ser exclusivo de la lengua, los expresivos y sociales no lo son (Kondratov, 1973: 125).
ya que si el hablante no emite sintagmas como “Bebí un vaso de jamón”, deberá ser porque
existe algún mecanismo más allá de la lingüística (Tusón, 1984: 219).
Tusón considera que hemos de buscar estos mecanismos en la línea de la subcategorización que
vimos anteriormente [1.9.2.3.4.2.] en el sentido que definíamos a un elemento en función de
sus rasgos: ± Animado, ± Humano, ± Abstracto, ± Contable y ± Común. El autor advierte que
estas definiciones han de distinguir los rasgos universales de los culturales, los que son propios
de cada lengua como sucede, por ejemplo, con pescado y pez a partir del rasgo +capturado o
–capturado, una diferencia que no se da en todas las lenguas.
Los lingüistas parece que están de acuerdo en considerar como rasgos semánticos universales:
± Animado, ± Humano, ± Abstracto . Estos rasgos se podrían incrementar, pero también se
podría entrar en el terreno de lo discutible, a pesar de que algunos de ellos afecten a la mayoría
de las lenguas como, por ejemplo, los rasgos Macho/Hembra, Visual/Sonoro, Sólido/Líquido/
Gaseoso o Joven/Adulto. Sin embargo, como la teoría semántica no trata de precisar la diferen-
cia entre ternera y potranca, sino justificar por qué unas oraciones son interpretables y otras no,
y por qué los hablantes se extrañan ante ciertas combinaciones y no ante otras, lo que se ha de
tender es a utilizar los rasgos que de verdad sean generales (Tusón, 1984: 219-222). Y lo que nos
permite la descripción de un término a partir de rasgos semánticos, es expresar la relación entre el
término y el significado de un modo más formal y menos intuitivo (Tusón, 1984: 223).
Luego Hjelmslev indica que, si bien por su finalidad la lengua es un sistema de signos,
por su estructura es un sistema de figuras (de no-signos, de fonemas) que se utilizan para
formar los signos, y que cuando se define la lengua como sistema de signos estamos ha-
ciendo referencia a las funciones externas de la lengua, pero no a sus funciones propias
(Hjelmslev, 1974: 72).
Desde Saussure se considera que el signo es una entidad que se genera a partir de la conexión
entre una expresión y un contenido, aunque Hjelmslev prefiere hablar de la función de signo,
una función que no existirá si no están presentes, simultáneamente, expresión y contenido; y
que expresión y contenido no aparecerán juntos si entre ellos no está presente la función de
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 1 78
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la lengua universal y los universales lingüísticos
signo. Por otra parte, expresión y contenido se necesitan mutuamente, esto es, uno lo es en
función del otro, de manera que no puede haber expresión sin contenido, y viceversa. Pero
sí puede haber expresión y contenido sin que exista significado (Hjelmslev, 1974: 73-77). Por
ejemplo, la expresión vasca “neska” posee una expresión y un contenido, pero puede no tener
significado para alguien que desconozca el idioma.
Este tipo de ejemplos que nos permiten distinguir el contenido del significado, también son
útiles para preguntarnos acerca de la relación que se establece entre expresión y contenido. Así,
por ejemplo, el contenido “mujer” tiene diferentes expresiones en distintos idiomas (dona, mu-
ller, femme), lo que muestra que la forma que adopta el contenido es independiente del sentido,
luego se establece entre ellos una relación de arbitrariedad (Hjelmslev, 1974: 79).
Otro hecho que muestra la arbitrariedad entre estos dos niveles es que, por ejemplo, hay sen-
tidos que tienen expresión en unas lenguas y en otras no, o que en una existen más expresiones
para referirse a esos sentidos que en otra. Por ejemplo, en inglés la progresión de lo claro a lo
oscuro se delimita con tres expresiones (blanco, gris y negro), mientras que en otras lenguas se
utiliza un número diferente de expresiones; no todas las lenguas tienen el mismo número de
expresiones para designar el color; y un ejemplo más, la cantidad de fonemas no es el mismo en
todas las lenguas (Hjelmslev 1974: 80-82).
Si al emitir un sonido las cuerdas vibran, generamos los que se denominan sonidos sonoros; si
no vibran, generamos los sonidos sordos. Los tonos más o menos agudos también dependen de
la mayor o menor tensión de las cuerdas vocales (Tusón, 1984: 244-245).
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comunicación y cantidad de información 1.7 funciones 1.8 propiedades 1.9 estudio de la lengua 1.10 lingüística y
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la lengua universal y los universales lingüísticos
La cavidad bucal se divide en dos zonas, la zona superior, que es inmóvil, y la zona inferior, que
es móvil. Cada una de ellas se divide en distintas partes: en la zona superior diferenciamos el labio
superior, los dientes superiores, los alvéolos y el paladar que, a su vez, está dividido en cuatro zonas
para localizar las articulaciones; en la zona inferior distinguimos los labios inferiores, los dientes
inferiores y la lengua, en la que también se diferencian cuatro partes (Tusón, 1984: 248-249).
Los órganos de la cavidad bucal, o bien se acercan o bien contactan totalmente: si los órganos se
acercan, se produce una articulación fricativa; si se tocan tendremos una articulación oclusiva.
Existe además un tipo de articulación, la articulación lateral, que se produce cuando la punta de
la lengua realiza una oclusión pero el aire continúa saliendo por las aberturas que hay a ambos
lados (Tusón, 1984: 249).
1.13.3. La articulación
En la articulación podemos diferenciar el modo de articulación y el punto de articulación. Por
modo de articulación entendemos las características de la producción de los sonidos: sordos
o sonoros, oclusivos o fricativos, etc. El punto de articulación, por su parte, es el responsable
de que diferenciemos, por ejemplo, entre una b y una d, y se refiere a la acción que hacen los
órganos bucales activos (los de la zona inferior) sobre los pasivos (los de la zona superior). Para
el castellano se establecen siete puntos de articulación: bilabiales, labiodentales, interdentales,
dentales, alveolares, palatales y velares (Tusón, 1984: 250-251).
El fonema ha sido definido como la unidad mínima de la lengua que puede diferenciar mor-
femas, de modo que, por ejemplo, tiro se diferencia de tipo porque hay un fonema que las
diferencia; pero Tusón destaca el hecho de que hay sonidos distintos que sí tienen el rango de
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 1 80
el lenguaje verbal
1.1.orígenes. 1.2. lenguaje humano 1.3. ¿es innato? 1.4. lengua y lenguaje 1.5. las lenguas del mundo 1.6 lenguaje,
comunicación y cantidad de información 1.7 funciones 1.8 propiedades 1.9 estudio de la lengua 1.10 lingüística y
el trabajo del lingüista 1.11 la gramática 1.12 la semántica 1.13 fonética y fonología 1.14 etnolingüística 1.15
la lengua universal y los universales lingüísticos
diferencia fonológica, como las diferencias entre /m/ y /t/, y otros sonidos distintos que no lo
tienen, como es el caso de las diferencias entre las enes de áncora y antifaz. Esta doble valora-
ción en las diferencias de los sonidos hace que Tusón afirme que el fonema no es el sonido en sí
mismo, sino que el fonema se refiere a “una cantidad determinada de construcciones abstractas
que son capaces de diferenciar morfemas” (Tusón, 1984: 254).
En este mismo sentido se expresa Kondratov cuando señala que hay sonidos que poseen la pro-
piedad de poder cambiar el significado de una palabra, la función semántico-distintiva que, por
ejemplo, permite diferenciar casa de masa; pote de bote; col de sol, etc., pero el autor se pregunta
si un cambio fónico lleva siempre aparejado un cambio de significado. La misma palabra pro-
nunciada por un barítono o por un tenor tienen sonidos distintos, pero no cambia el significado.
Si alargamos las vocales al pronunciar, en ruso, por ejemplo, no repercute en el significado por-
que no existe la diferencia entre vocales cortas y largas, pero sí repercute en el alemán, donde sí
las hay. Así, por ejemplo, en la lengua ávaro existen 14 tipos de sonido para la k, 14 sonidos y 14
fonemas diferentes de la k que generan palabras diferentes, por lo que lo que es importante no es
diferenciar los sonidos, sino diferenciar los fonemas (Kondratov, 1973: 153-155)33.
De esta división concreta y específica surgen las diferencias en la pronunciación, y ahí toma su
origen el acento extranjero, ya que, cuando hablamos una lengua que nos es extraña, introdu-
cimos en el sistema fonológico de la lengua que intentamos hablar elementos fonológicos de la
lengua propia (Kondratov, 1973: 156)
Además de por el número y tipo de fonemas, las lenguas también se distinguen por la acentua-
ción, que en ocasiones ayuda a diferenciar significados (en español, sé y se) y por las combina-
ciones de sonidos que admiten (Kondratov, 1973: 163).
Pero en nuestra búsqueda de textos hemos encontrado un autor, Navarro Tomás, que indica
que las mismas palabras no se pronuncian igual en el habla popular de Castilla y en la lengua
culta, entre las personas de la alta sociedad y las del pueblo bajo. Ante estas diferencias el autor
considera que la buena pronunciación es la que se usa habitualmente en Castilla, porque es la
que más se aproxima a la escritura y porque es la que diferencia “más o menos inconsciente-
mente” la opinión general española, que distingue la pronunciación correcta de cualquier otro
modo de pronunciación (Navarro Tomas, 1981: 7-9).
1.14 Etnoligüística
La etnolingüística es la disciplina científica que estudia las interrelaciones entre la lengua, la
cultura y el mundo que nos rodea (Kondratov, 1973: 57).
Este mundo “que nos rodea” no se plasma igual en todas las lenguas ya que, aunque el mundo
sea muy rico y aunque todos tengamos los mismos sentidos para percibirlo, “el hombre ve y
comprende en él solamente aquellos fenómenos para los cuales hay rótulos verbales. Nuestra
lengua materna divide el mundo a su manera, imponiéndonos un sistema de percepción, una
segmentación del mundo”(Kondratov, 1973: 61-62).
Las personas aprendemos la lengua en nuestra niñez, y como son las lenguas las que reflejan
el mundo, es desde ese momento que empezamos a percibir el mundo a través de ese prisma
(Kondratov, 1973: 63).
Hasta tal punto afecta la lengua en nuestra conciencia del mundo, que ésta cambia si cambia la
lengua, aunque el mundo siga siendo el mismo. Kondratov pone un ejemplo de la evolución
de la lengua y la división del mundo en formas distintas: en alemán antiguo, señala, sólo se di-
ferenciaban los animales domésticos y los salvajes, una clasificación que ya no coincide con la
que establece el alemán moderno (Kondratov, 1973: 62-63).
Las diferencias en las nomenclaturas no se dan sólo entre los colores. Otras diferencias, por
ejemplo: en español el día se divide en “mañana”, “tarde” y “noche”, mientras que en ruso se
divide en “mañana”, “día”, “anochecer” y “noche”, etc. (Kondratov, 1973: 59-61).
Kondratov se pregunta si la imagen del universo en la física de Newton hubiera sido otra si
hubiera pensado en una lengua distinta del inglés, y añade que, aunque la lengua influye en el
pensar, no influye en su esencia, porque cualquier idioma está capacitado para transmitir correc-
tamente mensajes que hacen referencia al mundo que nos rodea (Kondratov, 1973: 63-64). Lo
único que sucede es que la cantidad de palabras de una lengua es limitada si lo comparamos con
el mundo tan variado que nos rodea, por eso omitimos detalles si no son esenciales para nosotros
(Kondratov, 1973: 65-66). Así, por ejemplo, la población de los oasis del Sahara tiene 60 palabras
para denominar distintas palmeras, pero no tiene ninguna para la nieve (Kondratov, 1973: 71).
En resumen, Kondratov afirma que aunque la lengua posea un influjo sobre nuestro pensa-
miento, esta influencia “se limita y se corrige por la práctica” (Kondratov, 1973: 67) y que las
palabras aparecen cuando se necesitan expresar nuevos conceptos (Kondratov, 1973: 72).
Los científicos son quienes más necesitan de los lenguajes no verbales para tratar de aportar
mensajes más directos, breves y menos ambiguos, pero también se observa que en el conjunto
de la sociedad va aumentando la importancia del papel que desempeñan sistemas de signos no
verbales, como las ilustraciones, los carteles, los anuncios… Sin embargo, el principal medio de
comunicación entre las personas es la lengua coloquial corriente (Kondratov, 1973: 112-113),
aunque quizás se podría pensar en idear una lengua intermedia que nos permita comunicarnos
sin que reemplace a las lenguas nacionales36 (Kondratov, 1973: 119-120).
A lo largo de la historia se han utilizado diferentes tipos de lenguas intermedias, tanto orales
como de otro tipo. Así, los indios de las praderas de Norteamérica utilizaron gestos que, sin
reemplazar el lenguaje fónico, servían como un recurso auxiliar para la comunicación. En otras
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 1 83
el lenguaje verbal
1.1.orígenes. 1.2. lenguaje humano 1.3. ¿es innato? 1.4. lengua y lenguaje 1.5. las lenguas del mundo 1.6 lenguaje,
comunicación y cantidad de información 1.7 funciones 1.8 propiedades 1.9 estudio de la lengua 1.10 lingüística y
el trabajo del lingüista 1.11 la gramática 1.12 la semántica 1.13 fonética y fonología 1.14 etnolingüística 1.15
la lengua universal y los universales lingüísticos
A finales del siglo xix se presenta en Varsovia el esperanto, una lengua de gramática lógica y
simple, que pretendía convertirse en la segunda lengua de los hablantes de cualquier lengua, y
que les permitiera comunicarse. Aunque se trataba de una lengua fácil de aprender, no llegó a
convertirse en un medio de comunicación internacional porque una lengua se aprende cuando
es necesaria para entenderse, algo que no sucedió con el esperanto pero sí con el hebreo en
el recién formado estado de Israel: llegaban judíos que provenían de diferentes culturas, con
distintas lenguas naturales, y no se hubieran entendido si no hubieran dispuesto de esa lengua
común37 (Kondratov, 1973: 130-132).
Kondratov señala que aunque no han arraigado las lenguas artificiales, el esfuerzo de quienes
lo intentaron no fue estéril, ya que sus ideas se han utilizado para aplicarlos a la lógica mate-
mática que sirvió de base para las computadoras y para la biblioteconomía (Kondratov, 1973:
132-133).
Así, por ejemplo, como toda lengua ha de tener recursos para nombrar objetos y hacer afirma-
ciones sobre sus características o su comportamiento, parece que la estructura sujeto-predicado
puede ser planteada, hipotéticamente, como un universal lingüístico. Otro tanto sucede con el
género o con el caso, ya que como cualquier lengua que sea un medio de comunicación ha de
poder diferenciarlos, podríamos hablar también aquí de universales lingüísticos (Tusón, 1984:
69 y 154-155).
Otros rasgos que se consideran universales lingüísticos son la antonimia, palabras que expresan
ideas opuestas (Tusón, 1984: 224-228) y la alusión al tiempo (Tusón, 1984: 154-155). En cuanto
a la polisemia, el autor indica que es incontestable el hecho de que existen palabras con varios
significados, fenómeno que parece afectar a todas las lenguas conocidas (Tusón, 1984: 226).
Pero, como hemos señalado, no en todas las lenguas se concreta el universal lingüístico de la
misma manera, lo que nos colocaría frente a la particularidad lingüística del universal lingüís-
tico, de modo que:
. hay lenguas que diferencian el género con dos formas, el masculino y el femenino,
. lenguas que lo diferencian con tres formas, el masculino, el femenino y el neutro;
. lenguas que concretan el caso mediante morfemas, como el latín
. lo marcan desde la posición, como en el inglés (Tusón, 1984: 202-203).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 1 84
el lenguaje verbal
1.1.orígenes. 1.2. lenguaje humano 1.3. ¿es innato? 1.4. lengua y lenguaje 1.5. las lenguas del mundo 1.6 lenguaje,
comunicación y cantidad de información 1.7 funciones 1.8 propiedades 1.9 estudio de la lengua 1.10 lingüística y
el trabajo del lingüista 1.11 la gramática 1.12 la semántica 1.13 fonética y fonología 1.14 etnolingüística 1.15
la lengua universal y los universales lingüísticos
Hemos de tener en cuenta, finalmente, que hay voces críticas a la hora de establecer universales
lingüísticos, como es el caso de Eibl-Eibesfeldt quien considera que, aunque en lingüística y en
etnología se hable a menudo de rasgos que son propios a todos los grupos, al margen de la raza
y la cultura, en el fondo de trata de unos supuestos universales porque es muy difícil probar que
algo es propio de todos los hombres. Además, una vez comprobada su universalidad, seguiría en
pie la cuestión de si se trata de una herencia cultural o biológica (Eibl-Eibesfeldt, 1993: . 171)
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 1 capítulo 1 85
el lenguaje verbal
1.1.orígenes. 1.2. lenguaje humano 1.3. ¿es innato? 1.4. lengua y lenguaje 1.5. las lenguas del mundo 1.6 Lenguaje,
comunicación y cantidad de información 1.7 funciones 1.8 propiedades 1.9 estudio de la lengua 1.10 Lingüística y
el trabajo del lingüista 1.11 la gramática 1.12 la semántica 1.13 fonética y fonología 1.14 etnolingüística 1.15
la lengua universal y los universales lingüísticos
capítulo 2
historia de la escritura
Previo
En este capítulo incluiremos algunos apuntes acerca de los orígenes de la escritura por varios
motivos:
. la evolución de lengua escrita y lengua hablada no fue paralela;
. la escritura que hoy conocemos es el resultado de una larga búsqueda de un tipo de “imáge-
nes” que sirvieran para almacenar conocimiento en algo que no fuera nuestra memoria;
. si lo contemplamos desde la evolución histórica, comprobamos que no existe transferibilidad
de medio entre la lengua oral y la escrita, que la lengua escrita no es el espejo de la lengua oral.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 2 89
historia de la escritura
2.1.orígenes. 2.2. teoría de la escritura 2.3. evolución 2.4. la neoideografía 2.5. el triunfo de las escrituras al-
fabéticas
Los utensilios para hacer marcas en los soportes también han cambiado, pero en este caso el
cambio venía determinado por el tipo de soporte utilizado: si se utilizaba la arcilla, el utensi-
lio apropiado para hacer marcas era la caña; si el papiro o el pergamino, se usaban pinceles y
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 2 90
historia de la escritura
2.1.orígenes. 2.2. teoría de la escritura 2.3. evolución 2.4. la neoideografía 2.5. el triunfo de las escrituras al-
fabéticas
plumas talladas. El papel, por su parte, permite utilizar diferentes tipos de instrumentos, desde
el lápiz o la pluma, hasta las técnicas que utilizan rayos láser (Tusón, 1996: 25).
Pero si hay algo que la escritura no puede representar es el contexto de situación o situación ex-
traverbal, en el sentido de que lo escrito se lee en tiempos o lugares diferentes, lo leen personas
distintas en contextos distintos, por lo que la lectura requiere un cuidado especial para poder
superar esta ausencia de contexto (Tusón, 1996: 27-30 y 121).
La escritura pictográfica será sustituida por la escritura cuneiforme, un tipo de escritura que, al
ser producto de la presión de una caña cortada sobre arcilla fresca, impedirá a los escribientes
reproducir las señales de modo realista, lo que provocará el desarrollo de una serie de signos
cuya interpretación dependerá del contexto (Jean, 1998: 15-16).
Más tarde, y posiblemente debido a que se cambia la posición de las tablillas sobre las que se escri-
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 2 91
historia de la escritura
2.1.orígenes. 2.2. teoría de la escritura 2.3. evolución 2.4. la neoideografía 2.5. el triunfo de las escrituras al-
fabéticas
bía, la escritura gira 90º a la izquierda, lo que hace que las señales se desfiguren de tal modo, que se
dará un paso fundamental hacia la relación arbitraria entre signo y referente (Tusón, 1996: 66).
Pero mientras por Mesopotamia se extienden los signos cuneiformes, en Egipto se desarrolla
otro sistema de escritura, el jeroglífico, que tiene más posibilidades expresivas porque está
constituido por tres tipos de signos: los pictogramas, los signos que representan sonidos, y
otros signos que indican la categoría de aquello de lo que se habla2 (Jean, 1998: 28).
Veamos, de modo esquemático, cómo se produce el proceso. La escritura fenicia era una es-
critura silábica que se adaptaba a la estructura gramatical de las lenguas semíticas (Joan Costa,
1988: 28), en la que no existían las vocales porque su escaso uso no planteaba problemas en la
comprensión de lo escrito; serán los griegos los que pondrán signos a las vocales (Tusón, 1996:
52 y 103-104). Cuando los griegos retoman la escritura silábica de los fenicios, reinterpretan
algunos de sus signos para adaptarlos a las exigencias de su lengua, a través de un proceso acro-
fónico que les llevó a convertir la primera letra del alfabeto fenicio, aleph, que para ellos era una
sílaba, en la griega alpha y que desembocará en la a latina; de la fenicia yod surgió la griega iota
y la i del latín, y así sucesivamente (Joan Costa, 1988: 28).
Los fenicios y los griegos, por su parte, escribían tanto de izquierda a derecha como de de-
recha a izquierda, o incluso utilizaban la escritura denominada bustrofédica, que consistía en
comenzar a escribir una línea en una determinada dirección para continuar, en la siguiente,
escribiendo en la dirección contraria, generando imágenes especulares de las letras. Serán los
romanos, que adaptarán rápidamente el alfabeto, quienes fijarán definitivamente la dirección de
la escritura hacia la derecha (Tusón, 1996: 106).
2.4 La neoideografia
Tusón señala que, aunque el nivel de alfabetización en nuestra cultura es muy elevado, nos llega
más información a través de la imagen y de la lengua hablada que a través de lo escrito y que,
además, es poca la cantidad de gente que escribe de forma habitual (Tusón, 1996: 144).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 2 92
historia de la escritura
2.1.orígenes. 2.2. teoría de la escritura 2.3. evolución 2.4. la neoideografía 2.5. el triunfo de las escrituras al-
fabéticas
Añade que es posible que el predominio de la imagen sobre la letra impresa nos parezca un paso
atrás porque la evolución de la escritura se hizo en el sentido contrario, esto es, desde los siste-
mas iconográficos hacia los alfabéticos, y porque se relacionan los sistemas de representación
iconográfica con el analfabetismo, ya que estos sistemas se utilizaron, básicamente, cuando el
analfabetismo era generalizado. Pero Tusón considera que este tipo de señales nos permiten
percibir el mensaje con rapidez, lo que resulta beneficioso en las condiciones de nuestra so-
ciedad, por lo que podemos considerar que estas señales complementan la escritura cuando es
necesario transmitir una información de forma rápida (Tusón, 1996: 145-147).
Según Posner, el hombre necesitaba desarrollar una escritura específica que se basara en los so-
nidos orales para fijar con precisión los enunciados verbales. Pero añade que, de entre todas las
posibles, el código alfabético no es la escritura más natural, como lo demuestra el hecho de que
requiera varios años de aprendizaje escolar, algo que no es extraño, porque los segmentos fónicos
que representan las letras no pueden ser aislados como partes integrantes de la percepción auditi-
va (Costa, 1988: 29). Posner considera que el más natural de los códigos sería el sistema silábico,
más fácil de aprender3, pero como las escrituras que predominan en el mundo son las alfabéticas,
se pregunta por qué.
Buscando razones semióticas a este dominio, Posner ofrece las siguientes comparaciones:
. las escrituras logográmicas, como el chino, exigen un esfuerzo considerable de aprendizaje,
pero permiten un tipo de comunicación que ahorra tiempo; así, aunque en el chino moderno
se utiliza un léxico de entre 6.000 a 8.000 signos, los textos chinos son cortos porque sólo
exige un signo por palabra;
. en una lengua de estructura silábica simple, como el japonés, se utilizan menos de 100 signos
de base, pero es mayor el esfuerzo en la ejecución de la escritura porque cada palabra debe ser
representada, en general, por un signo complejo y varios signos de base;
. las escrituras alfabéticas poseen 30, o menos, signos de base, pero sus textos son mayores
porque se necesita escribir más cantidad de palabras.
A través de estos ejemplos, Posner concluye que la escritura alfabética ha ganado la batalla a
otros sistemas porque es más económica. Costa añade que otra característica que ha incidido
en la jerarquía de la escritura alfabética sobre las demás es la monosemia que le es propia (Joan
Costa, 1988: 29-31), aunque, como veremos en apartados posteriores, esta característica del
texto verbal es cuestionable.
Pero lo que sí supuso el invento de la escritura fonética es la inauguración de “un gran cisma his-
tórico entre cultura icónica (artes plásticas) y cultura literaria”, un cisma que hace que olvidemos
que “la matriz histórica de la escritura se halla en la expresión icónica.” (Gubern, 1994: 59)
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 2 93
historia de la escritura
2.1.orígenes. 2.2. teoría de la escritura 2.3. evolución 2.4. la neoideografía 2.5. el triunfo de las escrituras al-
fabéticas
NOTAS
capítulo 3
la comunicación verbal
y la comunicación visual
Previo
En este capítulo comparemos aspectos generales de las representaciones visuales y del lenguaje
verbal, haciendo hincapié, por una parte, en los motivos que hacen primar lo verbal sobre lo
visual y, por otra, en los principales prejuicios que existen respecto a lo visual.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 3 97
la comunicación verbal y la comunicación visual
3.1 la imagen sospechosa. 3.2. ¿prima lo verbal o lo visual? 3.3. diferencias y similitudes 3.4. los intentos por sistem-
atizar la representación visual 3.5. la búsqueda de una lengua universal
Si la comunicación es un proceso que “presupone una sintonía entre emisor y receptor”, en las
relaciones personales esta sintonía se establece mediante señales acústicas y visuales, porque “la
vista y el oído son los sentidos directivos del hombre”, aunque no debemos olvidar que las se-
ñales táctiles y olfativas también tienen su importancia (Eibl-Eibesfeldt, 1993: 475, 476 y 487).
Pero aunque tanto las señales acústicas como las visuales nos sirvan para comunicarnos, el tra-
tamiento que reciben por parte de los teóricos no es equitativo, ya que, en general, se considera
que la comunicación verbal es la auténtica forma de comunicarnos, mientras que las señales
visuales, o bien se supeditan a lo verbal, bien se relacionan con el analfabetismo, o bien son tra-
tadas como sospechosas y amenazantes. Sin embargo, no todos los autores consultados opinan
de este modo.
Otra cuestión que hemos de tener en cuenta a la hora de referirnos a las comunicaciones verbal
y visual es que, mientras que la comunicación verbal dispone de una disciplina propia, con un
corpus (terminología, definiciones, teorías) que comparten todos sus teóricos, la comunicación
visual no dispone de una disciplina reconocida como propia, por lo que tanto es analizada des-
de la historia del arte y la semiótica, como también desde la psicología de la percepción, la teoría
de la comunicación, la teoría cinematográfica, o la psicología del arte, entre otras.
Esta falta de una disciplina propia para estudiar la comunicación visual, sumada a la fortaleza
que manifiestan los estudios lingüísticos1, y a la búsqueda de una estructura en los mensajes
visuales que sea similar a la de los mensajes textuales, hace que el corpus teórico lingüístico esté
muy presente en el estudio de la comunicación visual, tanto para tratar de reproducirla en este
ámbito, como para todo lo contrario, esto es, para señalar que lo verbal no puede ser, de ningún
modo, un referente para el estudio de la comunicación visual.
En el debate en torno a la amenaza que supone la proliferación de las imágenes, se desliza una
proposición de moralidad porque se considera malvada a la imagen y bondadoso al texto (Joly,
1994: 18 y 39), quizás por miedo, un mideo no objetivo4, a que las imágenes persuadan más que
la lectura (Joly, 1994: 88). Pero lo cierto es que desde que Horacio observara, en su Ars poetica,
que las emociones llegaban mejor desde la vista que desde el oido (una eficacia que también
destacó Tomás de Aquino para avalar el uso de iconos en la liturgia católica), la censura icónica
se hizo presente5 (Gubern, 2004. 11 y 90).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 3 98
la comunicación verbal y la comunicación visual
3.1 la imagen sospechosa. 3.2. ¿prima lo verbal o lo visual? 3.3. diferencias y similitudes 3.4. los intentos por siste-
matizar la representación visual 3.5. la búsqueda de una lengua universal
Platón, “un hombre impresionado por los primeros atisbos del poder de las operaciones lógi-
cas e invadido por la sospecha contra los sentidos”, que desconfía de la percepción ordinaria
(Arnheim, 1986: 21-22), declara que lo único y lo auténtico sólo puede ser realizado por Dios,
y alerta contra el peligro de la copia que ejecuta el artesano, ya que puede hacer creer a los ig-
norantes que el artesano se asemeja a Dios (Joly, 1994: 40-42).
Aristóteles, por su parte, considera que el alma necesita la imagen para pensar (Arnheim, 1986:
23 y 26), por lo que opina que la imagen pintada es buena porque es útil, ya que da placer al ser
humano y participa en su educación cuando permite pasar de la ignorancia al conocimiento, a
través del reconocimiento (Joly, 1994: 42-43).
Estos argumentos, ¿no parecen actuales? ¿no reconocemos como actual la prevención de Pla-
tón respecto al peligro de que la imagen engañe a los indefensos ignorantes? ¿Y acaso no es
también muy actual la consideración acerca de la utilidad de la imagen, tanto desde su vertiente
estética como desde la aportación de distintos conocimientos que realiza Aristóteles?
Esta “iconofobia” constituía una protección contra la tentación de adorar a los ídolos, pero
también se asentaba en la lógica platónica, como hemos visto, de percibir como una ambición
arrogante y blasfema que el hombre creara figuras antropomorfas (Gubern, 2004: 81-82).
La prohibición bíblica de las imágenes afectará de distinta forma en cada una de las religio-
nes occidentales: los rabinos quitarán pinturas, mosaicos y bajorrelieves de las sinagogas; los
musulmanes, a quienes el Corán no les prohíbe la representación, seguirán a Mahona cuando
rechaza las imágenes para dar un lugar privilegiado a la palabra, que es lo que Dios ha dado a la
humanidad7 (Joly, 1994: 47-53).
Los cristianos, por su parte, después de perseguir durante siglos los diferentes tipos de imá-
genes, justifican, en el concilio de 787, la veneración de las santas imágenes precisando que no
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 3 99
la comunicación verbal y la comunicación visual
3.1 la imagen sospechosa. 3.2. ¿prima lo verbal o lo visual? 3.3. diferencias y similitudes 3.4. los intentos por sistem-
atizar la representación visual 3.5. la búsqueda de una lengua universal
se trataba de adoración sino de reconocimiento de Dios a través del icono (Joly, 1994: 47-53 y
Gubern, 2004. 88). La imagen pasa a ser venerada porque nos conduce a Dios; de este modo,
el icono participará en la liturgia (Joly, 1994: 47-53) porque, como avaló el influyente Tomás
de Aquino, el uso de imágenes servían para la instrucción de los analfabetos, permitían que el
misterio de la Encarnación y los ejemplos de los santos permanecieran en nuestras memorias
más eficazmente, y porque las emociones llegaban mejor desde lo que se veía que desde lo que
se oía (Gubern, 2004. 90)
Al margen de si leemos realmente una imagen o no, para comprender las imágenes el especta-
dor ha de movilizar un conjunto de actividades que son producto del aprendizaje, un aprendi-
zaje que si no se ha hecho a tiempo puede bloquear la lectura y la comprensión de la imagen8
(Joly, 1994: 85-86). En cuanto a la facilidad de lectura, Joly indica que la facilidad o la dificultad
de una lectura depende del texto o de la imagen a la que nos refiramos. Así, si comparamos un
espectáculo de televisión con una novela de Proust, la lectura verbal será más compleja; pero si
comparamos una película de ensayo con una novela policíaca, la lectura de la película será más
compleja (Joly, 1994: 85-86); la lectura puede ser fácil o puede ser difícil, al margen de si lo que
leemos es un texto o una imagen (1994: 87).
En cuanto a la poca seguridad y confianza que tenemos en el mensaje que transmiten las imá-
genes, Joly señala que esta sensación puede deberse a que no percibimos los elementos que
utiliza la imagen, a que no somos conscientes de la presencia del color, la composición, los
tamaños, etc., los elementos que utiliza la imagen (Joly, 1994: 81-83), argumento que estaría
relacionado con lo que decíamos en el primer párrafo, esto es, si sabemos o no, realmente, leer
una imagen.
Otra razón por la que no debemos temer que la imagen acabe con la civilización de lo escrito,
es que si el uso de las imágenes que hicieron la iglesia, y otros poderes, no acabó con ella (por
ejemplo a través de las biblia pauperum12), es muy difícil que suceda ahora, cuando el nivel de
alfabetización que existe en nuestra cultura es tan elevado (Tusón, 1996: 144; Satué, 1988: 27; 62
y ss.). Como señala Joly, en este momento somos tan civilización de lo escrito como cualquier
otra época de nuestra historia, con la diferencia de que en la actualidad la posibilidad de acceder
al texto escrito es mayor que nunca (Joly, 1994: 18-19).
Pero a pesar de que estas sospechas que recaen sobre la imagen no parecen justas, ésta sigue
despertando recelos, lo que quizás se deba a la huella que han dejado en nuestra sociedad los
comentarios bíblicos en torno a la imagen (Debray 1994: 66-81 y 110), o tal vez a la hostilidad
hacia las imágenes que provocó la destrucción del becerro de oro (Arnheim, 1986: 17). De
hecho, todo nuestro sistema educativo se sigue basando en el estudio de las palabras y de los
números (Arnheim, 1986: 16), mientras que se desdeñan las artes y la percepción porque, según
se supone, no incluye el pensamiento (Arnheim, 1986: 17), que es propio de la palabra13.
Sin embargo, lo que este tipo de prejuicios no tienen en cuenta es que el lenguaje visual es un
sistema de significación, diferente al lenguaje verbal, y frente al cual padecemos un analfabetis-
mo que no reconocemos, quizás porque, como señala Gubern, toleramos con benevolencia la
agrafía icónica14. Pero como no asumimos esta ignorancia, nos refugiamos en la seguridad de lo
que sí conocemos, nos refugiamos en el texto (Joly, 1994: 19).
De ello se desprende, según Eco (Eco, 2000: 263), que aunque el lenguaje verbal es el artificio
semiótico más potente que conocemos, existen otros artificios que pueden transmitir otro tipo
de contenidos. En este sentido, añade, cabe señalar que es tan difícil concebir un universo en
el que los seres humanos se comuniquen sin lenguaje verbal (con gestos o con imágenes) como
concebir un universo en el que los seres humanos sólo emitan palabras.
Para la figura 1 podemos utilizar denominaciones como, por ejemplo, “línea partida”, “líneas
convergentes”, “líneas divergentes”, “ángulo”, etc. Hemos de tener en cuenta que, aunque to-
dos los términos se refieren a la misma figura, nuestra atención se dirigirá hacia determinados
puntos o a otros en función de cuál utilicemos; así, si la denominamos “ángulo”, nos fijaremos
en el espacio comprendido entre los dos trazos (Parini, 2002: 60), etc.
.
Figura 1
La figura 2 puede servirnos también para apreciar cómo el lenguaje condiciona la propia per-
cepción visual, ya que puede será vista de diferentes modos en función de sus denominaciones,
por ejemplo (Parini, 2002: 72-73):
. si la denominamos como círculo, se construirá una región interna;
. si lo hacemos como anillo, en la región interna se leerá un “fondo”;
. si como esfera, se produce una reconstrucción tridimensional, lo que mostraría una construc-
ción mental del volumen.
Figura 2
güístico está presente en todas las imágenes y que, al margen de su extensión, posee dos tipos
de funciones (Barthes, 2002: 577-578):
. la de anclaje, la función más frecuente, que se produce cuando el texto aclara y fija el sentido
de la imagen;
. la de enlace, cuando la palabra y la imagen se encuentran en una relación complementaria, lo
que hace que la unidad del mensaje se establezca a un nivel superior.
Eco señala que, como se ha demostrado ampliamente, la función principal del registro verbal es la
de fijar el mensaje visual que, con frecuencia , parece ambiguo y con posibilidades de ser concep-
tualizado de muchas maneras (Eco, 1978: 297-298).
Si comparamos las relaciones que se establecen entre la información que nos llega a través del
canal visual y el lenguaje oral, comprobaremos que la información visual acaba siendo traduci-
da al código del lenguaje oral, pero, a pesar de ello, el Grupo µ afirma que es falso creer que el
lenguaje es el código por excelencia y de que todo pasa por él, como lo demuestra la infinidad
de esquemas y dibujos que invaden la física, la química o las matemáticas (1993: 46).
El Grupo µ no niega que el lenguaje oral intervenga en la percepción, pero señala que se ha de
desconfiar de la verbalización y que se ha de proponer una forma de describir que no olvide los
aspectos bidimensional o tridimensional de los significantes (Grupo µ, 1993: 48), que no olvide
los componentes espaciales18.
Gombrich, por su parte, señala que en ocasiones el lenguaje verbal no permite hacer una descrip-
ción completa de lo que vemos, pero que las representaciones pictóricas tampoco son completas,
por lo que deberemos aceptar que cualquier tipo de representación tiene, por su propia naturaleza,
unos límites que deberemos tratar de superar por otros medios (Gombrich, 1987: p.163-164).
Podíamos traer aquí otras aportaciones recogidas anteriormente, como las consideraciones de Eco
(apartado [3.2]) en el sentido de que, aunque se puede considerar que el lenguaje verbal es el artificio
semiótico más potente, tan difícil es concebir un universo en el que los seres humanos se comuni-
quen sin lenguaje verbal (con gestos o con imágenes) como concebir un universo en el que los seres
humanos sólo emitan palabras (Eco, 2000: 261-263), pero pensamos que son suficientes para:
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 3 103
la comunicación verbal y la comunicación visual
3.1 la imagen sospechosa. 3.2. ¿prima lo verbal o lo visual? 3.3. diferencias y similitudes 3.4. los intentos por sistem-
atizar la representación visual 3.5. la búsqueda de una lengua universal
. mostrar su complementariedad
. rechazar, a través de los autores, la superioridad suprema de lo verbal
Joly, por su parte, afirma que a pesar de que el lenguaje verbal es un útil privilegiado para trans-
mitir pensamientos, no lo es todo en comunicación ni en comprensión, como lo demuestra la
comunicación prelingüística de los niños (Joly, 1994: 22)
A pesar de que hubo un tiempo en el que, o bien se afirmó que el pensamiento no estaba
acompañado de imágenes, o bien se desdeñaron las imágenes que utilizaba el pensamiento,por
débiles e incompletas, Arnheim señala que los experimentos realizados sobre la memoria de-
muestran que utilizamos imágenes en nuestra mente, pero se trata de imágenes incompletas
porque el pensador, que discierne de forma selectiva, se centra en lo pertinente y elimina la
visualización de lo que no lo es (1986: 111-112 y 116-117).
Pero decir que este tipo de imágenes incompletas son débiles tiene que ver con un prejuicio
popular según el cual todo lo que no está claramente trazado carece de precisión, cuando po-
demos observar que un retrato de contornos claros “no es más preciso en cuanto a su forma
perceptual que el tejido de pinceladas por el que Frans Hals u Oskar Kokoschka definen el
semblante humano” (1986: 120). Pero es posible que este prejuicio de considerar que sólo son
imágenes las que son realistas influyera en los psicólogos que defendieron el pensamiento sin
imágenes, y que consideraran como no imágenes las imágenes incompletas que hubieran podi-
do ver en sus experimentos (Arnheim, 1986: 125-126).
Por otra parte, añade, si el arte crea belleza, perfección, armonía, orden, etc., es porque ha debi-
do tener lugar un gran caudal de pensamiento visual. Si se desea descubrir el pensamiento visual
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 3 104
la comunicación verbal y la comunicación visual
3.1 la imagen sospechosa. 3.2. ¿prima lo verbal o lo visual? 3.3. diferencias y similitudes 3.4. los intentos por siste-
matizar la representación visual 3.5. la búsqueda de una lengua universal
en las imágenes artísticas, se deben buscar las formas y relaciones bien estructuradas que carac-
terizan los conceptos y sus aplicaciones. Podemos apreciar estas características en los dibujos
infantiles sin dificultad, ya que la mente joven opera con formas elementales que se distinguen
fácilmente de la complejidad de los objetos que pintan (Arnheim, 1986: 267-268).
En un sentido similar se expresa Debray cuando dice que, a diferencia del texto, la imagen se
dirige al cuerpo, como sucede con la voz o con la música (Debray, 1994: 97), por lo que la ima-
gen se interpreta más que se lee (Debray, 1994: 51). La imagen, al ser sentida, no requiere de un
aprendizaje previo21, no necesita una competencia, por lo que es accesible a todos en todas las
lenguas (Debray, 1994: 300)22, aunque otros autores consideren que se han de tener en cuenta
los contextos sociales y culturales que le afecten (Joly, 1999: 38-39).
Gubern, por su parte, indica que se aprende a mirar antes de aprender a hablar y que la comuni-
cación visual “es más rápida, compleja y sutil que el lenguaje hablado, porque ha evolucionado
a lo largo de millones de años, asociada a las necesidades de la supervivencia” (2004: 15).
Sönesson define la estructura, a partir de la lingüística, como una totalidad en la que las partes
se definen mutuamente, lo que significa que la identidad de cada elemento depende de la tota-
lidad23 (Sönesson, 1992a: 40). Así, los fonemas de cada lengua forman una estructura porque
se definen y se oponen mutuamente. En francés, por ejemplo, los sonidos /r/ y /l/ constituyen
dos fonemas y forman parte de su estructura fonética porque, al intercambiarlos, obtenemos
dos sentidos diferentes como, por ejemplo, rire (reír) que es distinto a lire (leer). Pero estos
sonidos no forman parte de las estructuras fonéticas de todas las lenguas ya que, por ejemplo,
en japonés estos sonidos no se oponen, no diferencian sentidos (Sönesson, 1992a: 40-41).
Luego los sonidos que producen un francés, un español y un japonés, pueden ser físicamente
idénticos, pero no son el mismo tipo de elementos porque mientras que en unos casos forman
parte de su estructura, oponiéndose y generando distintos sentidos, en otros afectan a la pro-
nunciación sin producir sentido (Sönesson, 1992a: 40).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 3 105
la comunicación verbal y la comunicación visual
3.1 la imagen sospechosa. 3.2. ¿prima lo verbal o lo visual? 3.3. diferencias y similitudes 3.4. los intentos por sistem-
atizar la representación visual 3.5. la búsqueda de una lengua universal
Sönesson se pregunta si existen estructuras visuales que podamos comparar a las que son propias
de la lengua, y de las que dependa su funcionamiento. Tomando como ejemplo un sistema simple
que se utiliza para identificar un aseo femenino de otro masculino, el autor señala que estas dos
figuras no forman una estructura porque no agotan las posibilidades de combinación que ofrecen
los trazos que se han dibujado, pero que al formar parte de un dominio cerrado en el que las com-
binaciones agotan las posibilidades, sí constituyen una estructura24 (Sönesson, 1992a: 43-44).
3.3.1.3 Las estructuras sintácticas y los sintagmas
Saint Martin compara ambos lenguajes desde sus estructuras sintácticas, y señala que las dife-
rencias fundamentales son: por una parte, que en las del lenguaje visual participan las leyes de
la percepción, lo que permite incluir la dimensión espacial y la sucesión temporal, aspectos que
obvian la mayor parte de las gramáticas verbales25, en la línea de las tendencias fundamentales
de toda la filosofía occidental; por otra, el hecho de que la obra visual no posea la secuencia de
los sintagmas de Nombre, Verbo y Predicado26 (1994: 279-280).
Pero aunque defiende que existe la codificación icónica, también reconoce que hay códigos más
fuertes y otros más débiles. Así, por ejemplo, las palabras que definen el animal caballo en cada
idioma, están absolutamente codificadas y catalogadas (con sus fonemas, morfemas, etc.). Sin
embargo, tenemos infinitas maneras de representarlo gráficamente. Además, hemos de tener en
cuenta que las lenguas y dialectos son comprensibles para quien los aprende, mientras que los
códigos para dibujar un caballo pueden ser utilizados también por quienes nunca los han conoci-
do29. Sin embargo, estas consideraciones no nos han de hacer rechazar la existencia de las codifi-
caciones icónicas: el código icónico existe, pero sucede que hay grandes bloques de codificación
en los que es difícil acotar y definir sus elementos de articulación30 (Eco, 1978: 235-237).
El Grupo µ, por su parte, indica que la estrecha codificación que posee el lenguaje verbal hace
que los demás sistemas semióticos parezcan poco codificados (Grupo µ, 1993: 53).
. se observó que los signos visuales no poseían doble articulación, al no estar constituidos por
elementos aislados y aislables;
. se vio que las expresiones denominadas icónicas contradecían la noción de arbitrariedad del
signo, una noción vinculada a la lingüística verbal, según Saussure.
Desde que Saussure hiciera sus aportaciones lingüísticas, la doble articulación se ha convertido en
uno de los principales criterios para distinguir el lenguaje de otras formas de transmisión de signi-
ficados que no son lenguajes, ya que se considera que en todo lenguaje se deben poder diferenciar
las unidades significativas (primera articulación) y las unidades distintivas (segunda articulación)
(Barthes, 1971: 42).
Varios de los teóricos consultados se enfrentan a esta cuestión, bien para defender su existencia
en las representaciones visuales31, bien para relativizar su importancia a la hora de definir un
lenguaje, bien para defender la existencia de otro tipo de articulaciones32, etc. Lo que parece
evidente es que en esta investigación debemos afrontar el tema porque, como en su momento
señaló Sönesson, creemos que se ha dejado sin solucionar (Sönesson, 1992a: 47-48).
3.3.1.5.1.1 Lévi-Strauss
Lévi-Strauss considera que sólo podemos hablar de lenguaje cuando existe la doble articulación
y que, en el caso de la representación visual, la pintura figurativa debe ser considerada como
lenguaje porque sí que posee doble articulación. La primera estaría formada por las formas y
los colores33; la segunda articulación consistiría en elegir y disponer las unidades de acuerdo a
una serie de imperativos técnicos y culturales, según las reglas de un código, características de
un artista o una sociedad34 (Lévi-Strauss, 1968: 29). Pero no sucede lo mismo con la pintura
abstracta, ya que pierde el poder de significar al renunciar al primer nivel de articulación y,
añade el autor, “pretende conformarse con el segundo [nivel de articulación] para subsistir”,
hasta el punto, afirma, de que algunas de estas formas son imposibles de identificar y llegan a
ser “criaturas del capricho” (Lévi-Strauss, 1968: 30).
Joly señala, por su parte, que se ha llegado a la conclusión, de forma generalizada, de que en el
lenguaje visual no hay doble articulación, pero que esto no implica que se le haya de negar su
naturaleza como lenguaje (Joly, 1994: 99-100).
3.3.1.5.1.3 Sönesson
Sönesson califica la posición de Eco respecto a la doble articulación como ambigua ya que, por
una parte, ha sido uno de los primeros en criticar a los semióticos que han buscado la doble
articulación lingüística en otros sistemas semióticos y, por otra, trata de establecer una triple
articulación para el cine (Sönesson, 1992a: 48).
Este autor, por su parte, considera que es erróneo buscar unidades mínimas al margen de la
lengua, ya que en la imagen no hay nada que se parezca ni a la primera ni a la segunda articula-
ción de la lingüística. Ni los trazos que forman la imagen de una cabeza, ni los fonemas /t/, /É/,
/t/, significan nada en sí mismas pero, en el conjunto cabeza, las sub-significaciones boca, ojos,
nariz, etc. se redistribuyen en la unidad del sentido completo, algo que no sucede en el caso de
los fonemas. Así, aunque en la imagen podamos retener unidades que no signifiquen por ellas
mismas, pasan a llevar sentido cuando están integradas en la forma total, son semantizadas por
el contexto, cosa que no sucede con los componentes de la palabra (Sönesson, 1992a: 52).
El signo lingüístico se define como arbitrario desde que Saussure describiera así el lazo que une
el significante y al significado del signo lingüístico (Saussure, 1961: 93), una descripción que ha
sido mantenida por otros teóricos (Hjelmslev, 1974: 79 y 80-82; Tusón, 1984: 12-15; Kondra-
tov, 1973: 14; Joly, 1999: 35), posteriormente.
Sin embargo, la relación que se establece entre el significante y el significado del signo visual
no está definida con tanta claridad, de manera que nos encontramos con que para unos autores
la relación es natural mientras que, para otros, es convencional y arbitraria. Así, por ejemplo,
Arnheim considera que la relación que se establece entre la orientación oblicua y la percepción
de profundidad es un efecto que no se basa en una convención arbitraria (Arnheim, 1969: 164),
pero Eco indica que aunque la pertinencia de los colores se rigen por las exigencias de la su-
pervivencia biológica, son en parte arbitrarios porque cada cultura recorta el continuum de la
experiencia visual de manera distinta (Eco, 1978: 98-100).
Gombrich es, en este sentido, un ejemplo paradójico, ya que mientras que en su texto Arte e
Ilusión afirma que todas nuestras operaciones figurativas están reguladas por la convención, en su
texto La imagen y el ojo se retracta y admite que la imitación constituye la base de las imágenes
visuales, una “plausible opinión” que él, con anteriores argumentaciones, ha ayudado a socavar
(Eco, 1978: 229-231; Gombrich, 1987: 261-262).
La discusión acerca de la convencionalidad o la naturalidad del signo visual no sólo lleva a Gom-
brich a argumentar en ambos sentidos, sino que le hace proponer definiciones de la relación entre
significante y significado, distintas a “natural” y a “arbitrario”. Así, señala Gombrich, los signos
que aparecen en los mapas36 no tienen por qué ser icónicos, no tienen por qué parecerse fielmente
a su referente , pero tampoco son necesariamente arbitrarios, ya que, por ejemplo, los parques
suelen colorearse de verde y los lagos de azul, las regiones cálidas en rojo y las frías en azul. Añade
el autor que seguramente podríamos aprender los códigos opuestos, pero se pregunta por qué no
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 3 108
la comunicación verbal y la comunicación visual
3.1 la imagen sospechosa. 3.2. ¿prima lo verbal o lo visual? 3.3. diferencias y similitudes 3.4. los intentos por siste-
matizar la representación visual 3.5. la búsqueda de una lengua universal
íbamos a utilizar este tipo de metáforas37 (Gombrich, 1987: 173). Indica que algo parecido sucede
cuando experimentamos la simetría como algo estático y la asimetría como algo inestable, ya
que transferimos nuestra experiencia vital a nuestra experiencia visual (Gombrich, 1987: 55),
esto es, hacemos una metáfora.
En el caso de las fotografías, indica que una imagen en blanco y negro es una transformación
de lo que vemos (Gombrich, 1987: 265), pero señala que el hecho de que exista una traducción
no nos autoriza a decir que el código es arbitrario, ya que la gradación de la oscuridad a la luz
existe, aunque sea a otra escala (Gombrich, 1987: 265).
En cuanto al contorno y a su convencionalidad, Gombrich indica que si bien es cierto que los ob-
jetos que nos rodean no están circunscritos por líneas, lo cierto es que sí que están separados de su
trasfondo, y que lo que pretende el contorno es traducir esa experiencia (Gombrich, 1987: 266).
Así, como veremos con más detenimiento en otros capítulos, Barthes propone que en las imáge-
nes no hay un signo visual, sino tres tipos de mensajes: el lingüístico (el texto), el icónico codifi-
cado (o imagen denotada, las imágenes que reconocemos) y el icónico no codificado (los aspectos
más propios de la cultura y el entorno, como los colores) (Barthes, 2002, Vol. II: 573-588).
Sönesson, por su parte, señala que aún admitiendo que la imagen es un tipo de significado, to-
davía queda por examinar si se trata o no de un signo; y si es un signo visual e icónico, se deberá
demostrar en qué se diferencia de otros signos visuales e icónicos, ya que no se ha prestado
demasiada atención a lo que implica la propia idea de signo (Sönesson, 1992: 46).
Como indicábamos al inicio de este subapartado, nos dedicaremos en otros capítulos a las di-
ferentes aportaciones que han realizado los autores consultados en torno a la terminología y a
la definición de signo visual. Lo único que queríamos era traer aquí, lugar en el que estamos re-
dactando las diferencias y similitudes entre la representación verbal y la representación visual,
una más entre sus diferencias: en lo verbal está acotada la noción de signo como unidad mínima
de significación; en lo visual, no.
Pero además de la cuestión terminológica, hay otra cuestión que, de modo explícito o implícito
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 3 109
la comunicación verbal y la comunicación visual
3.1 la imagen sospechosa. 3.2. ¿prima lo verbal o lo visual? 3.3. diferencias y similitudes 3.4. los intentos por sistem-
atizar la representación visual 3.5. la búsqueda de una lengua universal
está en el discursos de algunos de los autores consultados (Grupo µ, Eco, Gubern), como es la
referencia a la paridad signo visual=signo verbal, a la equivalencia entre la unidad significativa
del signo verbal y la unidad significativa de las representaciones visuales.
Así, si bien Eco indica que un signo icónico [aquí hemos de entender icónico desde su concep-
ción más general, no desde la concepción peirceana del término] no es equiparable a un signo
verbal sino a un acto de habla, de modo que el equivalente verbal del dibujo de un caballo no
es la palabra /caballo/, sino, por ejemplo, /un caballo negro que galopa/,o /ese caballo está
corriendo/ (Eco, 2000: 316), parece que, para el Grupo µ el equivalente verbal del signo visual
<cabeza> es el propio signo verbal de /cabeza/, pero también lo son los términos /ojos/, /boca/,
/nariz/, etc., todos los componentes necesarios para que entendamos el signo visual como tal
<cabeza>. Al menos, así parece desprenderse de su propuesta de articulación del significante
visual en entidades (cabeza) y subentidades (ojos, boca, etc.)40 (Grupo µ, 1993: 132-133).
Volveremos sobre esta cuestión de la paridad signo verbal=signo visual más adelante.
Añade que, aunque el lenguaje verbal es, mayoritariamente, una serie unidimensional y lineal
de palabras porque así lo necesita el pensamiento intelectual, esta sucesión lineal no siempre es
útil, ya que si después de haber asistido a una obra de teatro, en la que las actuaciones han sido
magníficas, tratamos de describir a un amigo algunas de las reacciones de los actores, veremos
que nos es imposible reconstruir la imagen que hemos visto mediante una enumeración. Es
por ello que los escritores “tienden a describir lo que es por lo que acontece” (Arnheim, 1986:
259-260).
Saint Martin, por su parte, señala que cuando se han comparado las estructuras visuales y las
verbales, y se ha cuestionado la funcionalidad de las representaciones visuales, no se ha tenido
en cuenta que el lenguaje visual puede argumentar el funcionamiento de los espacios tridi-
mensionales, cosa que no puede hacer el lenguaje verbal. Al no reconocer esta diferencia, la
civilización dominada por el logos ha considerado que lo que es propio de la lengua visual, la
espacialidad, no forma parte de la conciencia humana (Saint Martin, 1994: xii-xiv).
Pero esta diferencia es discutida por varios autores desde distintas disciplinas. Así, Arnheim indica
que aunque sea cierto que la palabra /flor/ permanece siempre inalterada, mientras que no hay dos
cuadros de flores iguales, la palabra aislada no constituye un hecho lingüístico porque el lenguaje
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 3 110
la comunicación verbal y la comunicación visual
3.1 la imagen sospechosa. 3.2. ¿prima lo verbal o lo visual? 3.3. diferencias y similitudes 3.4. los intentos por siste-
matizar la representación visual 3.5. la búsqueda de una lengua universal
Luego un aspecto a tener en cuenta en la significación de las palabras es que ellas, aisladas del
hecho lingüístico (llámese éste contexto, circunstancia, proceso de significación) pueden perder
concreción, pueden resultar poco precisas.
Pero hay otra cuestión a tener en cuenta, y es el hecho de que las palabras suelen referirse a ge-
neralidades, mientras que las representaciones visuales [imágenes icónicas para Gubern] tienen
la capacidad de individualizar el objeto, o lo que quiera que representen, porque su forma de
representar es más precisa (Gubern, 1994: 51). Como señala Cossette, la imagen es más eficaz
particularizando y la palabra lo es más generalizando (1982: 430).
Luego si la palabra requiere de circunstancias y contexto para significar, y si suele referirse a ge-
neralidades más que a individualidades, ¿podemos seguir manteniendo sin dudas que la palabra
es monosémica mientras que la representación visual es polisémica?
Por último no podemos olvidar que algunos lingüistas indican que la polisemia es una característi-
ca incontestable de las palabras que parece afectar a todas las lenguas conocidas (Tusón, 1984: 224-
228), por lo que las lenguas naturales contienen una característica incontestable de ambigüedad.
3.3.2 Similitudes
La lengua verbal no es el único sistema de signos que nos permite transmitir ideas, ya que otros
sistemas como, por ejemplo, el alfabeto de los sordomudos, las formas de cortesía, las señales
militares, etc., también son útiles para ello (Saussure, 1961: 43). De hecho, como hemos visto en
el capítulo 1, el ser humano utiliza otros códigos además del verbal para comunicarse, como los
sistemas visuales para transmitir datos a distancia (Kondratov, 1973: 25). Luego lo que tienen en
común las representaciones visuales y el lenguaje verbal es su capacidad para permitirnos expresar
las experiencias, tanto cotidianas como intelectuales, de una sociedad (Francastel, 1984: 156).
Pero, además, hemos de tener en cuenta que aumenta sin parar la cantidad de información que
obtenemos de sistemas de signos no verbales como, por ejemplo, las ilustraciones de los libros,
los carteles, los anuncios, etc. (Kondratov, 1973: 112-113 y Tusón: 1996, 144-147). Incluso he-
mos de tener en cuenta que los científicos necesitan el uso de lenguajes no verbales que sean
más directos y menos ambiguos43 (Kondratov, 1973: 113)
Aunque ambos términos proceden de la misma raíz griega, semeîon, que significa signo y que
designa a algo que percibimos (los colores, el calor, las formas o los sonidos), y a lo que damos
una significación (Joly, 1999: 34), no son, en origen, términos sinónimos:
. la semiótica es de origen norteamericano, y alude a ella como filosofía del lenguaje; su princi-
pal precursor fue el científico Charles Sanders Peirce;
. la semiología es de origen europeo, y alude más bien al estudio de los lenguajes particulares
(la imagen, los gestos, el teatro, etc.); su iniciador fue el lingüista Ferdinand de Saussure.
En la actualidad se dice que ambos términos son equivalentes y que sus diferencias son de ori-
gen lingüístico, aunque Joly constata que en Francia se utiliza la palabra semiótica para hablar
de semiótica general y el de semiología para las semiologías específicas. Sin embargo, añade, la
Asociación Internacional de Semiótica prefiere utilizar el término de semiótica (Joly, 1994: 17).
En este estudio se utilizarán los términos en función del uso que hagan cada uno de los autores
consultados.
3.4.1.2 La semiología y la semiótica, versus la semántica
Se trata de términos que se parecen, pero que no son la misma cosa. Tradicionalmente se ha
considerado que la semántica es una rama de la lingüística que estudia la significación, pero
que no estudia ni los sistemas de signos, ni los procesos de significación. Aunque la teoría
lingüística sigue teorizando respecto al concepto de significación, distinguiendo la semántica
relacional, la estructural y los rasgos semánticos (Tusón, 1984: 216-228), podemos mantener
que la diferencia entre ambas estriba en que mientras que la semántica se ocupa del sentido que
produce cualquier sistema semiótico, la semiología se encarga de estudiar la naturaleza de la
relación entre significado y significante, del funcionamiento del signo en su conjunto, sea éste
lingüístico o no (Joly, 1994: 15-16).
O, en palabras de Saussure “se puede, pues, concebir una ciencia que estudie la vida de los sig-
nos en el seno de la vida social. Tal ciencia sería parte de la psicología social, y por consiguiente
de la psicología general. Nosotros la llamaremos semiología (del griego semeîon 'signo'). Ella
nos enseñará en qué consisten los signos y cuáles son las leyes que los gobiernan. Puesto que
todavía no existe, no se puede decir qué es lo que ella será; pero tiene derecho a la existencia, y
su lugar está determinado de antemano.” (Saussure, 1961: 43)
Esta ciencia surge de la necesidad de estudiar los distintos tipos de signos que interpretamos, de
establecer una tipología y de encontrar sus leyes de funcionamiento (Joly, 1999: 34), como veremos
y desarrollaremos en distintos capítulos de esta investigación. Joly señala que aunque la imagen
puede ser estudiada desde diferentes campos de análisis, si queremos ir más allá de sus categorías
funcionales, hemos de ir a una teoría más globalizante, a la teoría semiótica (Joly, 1994: 5; Joly, 1999:
32), lo que nos hará concebir la imagen como un tipo de signo que expresa ideas (Joly, 1999: 32).
Sönesson, por su parte, señala que, aunque podemos encontrar varios métodos de análi-
sis en la semiótica actual, el que más se utiliza es el análisis de los textos, un análisis que
consiste en describir una imagen de manera exhaustiva para tratar de extraer un modelo
que pueda aplicarse a las otras imágenes (Sönesson, 1992a: 33). Desde este punto de vista
quizás podrían ser considerados como semióticos algunos análisis de imágenes realizados
por autores que no se reivindican de esta disciplina50, lo que demuestra las grandes dudas
y lagunas que todavía hay en torno al estudio de las representaciones visuales, por la falta
de un corpus teórico propio.
Saussure propuso, a principios del siglo xx, concebir una ciencia que “estudiara la vida de los
signos en el seno de la vida social”, a la que denominó semiología, dentro de la cual debería
estar situada la lingüística (Saussure, 1961: 43 y 59-60; Joly, 1994: 17). Barthes cuestionará esta
relación jerárquica entre lingüística y semiótica porque si, como él defiende, la imagen y el resto
de signos han de recurrir casi siempre a la lengua para transmitir un significado, será la semiolo-
gía la que forme parte de la lingüística, y no al revés51 (Joly, 1994: 20-21; Barthes, 1971: 13).
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la comunicación verbal y la comunicación visual
3.1 la imagen sospechosa. 3.2. ¿prima lo verbal o lo visual? 3.3. diferencias y similitudes 3.4. los intentos por sistem-
atizar la representación visual 3.5. la búsqueda de una lengua universal
Así, por ejemplo, como veremos en el capítulo 6, varios de los autores consultados aportan
propuestas respecto a los elementos que constituyen la estructura del medio visual, tanto si
proceden de la teoría de la comunicación (Villafañe) como de la teoría del arte (Wong).
Esta presencia puede deberse a diferentes motivos como, por ejemplo, el hecho de que la lin-
güística sea la predecesora de cualquier otro estudio de sistemas de signos (Joly, 1994: 17). O
quizás se deba a que, mientras que la lingüística verbal ha conocido un desarrollo extraordina-
rio, el desarrollo del estudio de otros tipos de lenguajes, incluyendo el de las semiología visual,
se atascó (Saint Martin, 1994: xi).
Saint Martin señala que la semiología visual se ha inspirado en el modelo de la lingüística verbal
para buscar las unidades mínimas constitutivas que, reagrupadas a partir de leyes sintácticas,
habrían de formar frases gramaticales. Añade que, aunque estos estudios no han podido encon-
trar la doble articulación en el lenguaje visual, ello no debe impedir que el lenguaje verbal sea su
modelo, ya que numerosos trabajos han demostrado que existen lenguajes que no poseen esta
doble articulación52. Sin embargo, la autora se pregunta si la cadena lineal del lenguaje verbal
es el mejor modelo para analizar los componentes del lenguaje visual, que es espacial y que no
parece presentarse en unidades aisladas (Saint Martin, 1994: 2-4; Joly, 1994: 99).
Francastel también relaciona el medio visual y el verbal aunque, en su caso, lo hace criticando a
quienes afirman que el arte no es un lenguaje por carecer de elementos comparables a los fone-
mas, porque este tipo de afirmaciones proceden de ciegos plásticos que aportan sus opiniones a
pesar de ser ciegos, algo que no sucede en la teoría musical, donde se buscan testimonios entre
sujetos que sí tienen oído (Francastel, 1984: 155).
Eco, por su parte, defiende la posibilidad de que existan fenómenos comunicativos que no se pue-
dan explicar por medio de categorías lingüísticas, motivo por el cual la semiótica formaliza distintos
actos comunicativos como, por ejemplo, el del código (Eco, 1978: 217). El código sería “un sistema
de símbolos que por convención previa está destinado a representar y a transmitir la información
desde la fuente al punto de destino” (Eco, 1978: 16), pero hemos de tener en cuenta que el universo
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 3 114
la comunicación verbal y la comunicación visual
3.1 la imagen sospechosa. 3.2. ¿prima lo verbal o lo visual? 3.3. diferencias y similitudes 3.4. los intentos por siste-
matizar la representación visual 3.5. la búsqueda de una lengua universal
de las comunicaciones visuales están compuestas de códigos potentes (la lengua), otros muy potentes
(el alfabeto Morse) y algunos que son débiles porque cambian constantemente (Eco, 1978: 235).
En la búsqueda de esa lengua universal se pueden apreciar, según el autor, diferentes tipos de
motivos (Eco, 1994: 20-21):
. religiosos, intentando recuperar como lengua universal la que fuera de Adán y del Señor;
. filosóficos y científicos, para encontrar la lengua exacta que denomine, perfectamente y sin
matices, determinadas situaciones, esto es, que sea útil para transmitir conocimiento científi-
co sin estar a expensas de las polisemias, contextualizaciones53, etc.
. comerciales y culturales, para poder contar con una forma de comunicación útil que relacio-
nase a los diferentes pueblos, tanto desde el punto de vista cultural como desde el punto de
vista comercial.
3.5.1 Las lenguas divinas, las lenguas originarias
3.5.1.1 Del latín como lengua hegemónica hasta
la formación de nuevas lenguas en Europa
El latín se convierte en la lengua hegemónica de Europa cuando las legiones romanas conquistan
gran parte de este territorio e imponen su lengua. Hay, por lo tanto, un momento en el que no
existe el inconveniente de una pluralidad de lenguas, pero sucede que, puesto que los filósofos no
pueden ofrecer verdades a los problemas importantes, se busca una revelación que proceda de la
divinidad. En este clima se vuelve la vista hacia la cultura egipcia, una cultura cuya escritura, hecha
a base de jeroglíficos, se convierte en una lengua sagrada llena de promesas y de revelaciones ocul-
tas (Eco, 1994: 23-24). En esta época se considera que la verdad sólo puede expresarse a través de
emblemas y de divisas, por lo que sólo una lengua cuyos signos sean cosas, y no palabras, puede
llegar a considerarse como una lengua perfecta y común (Eco, 1994: 25).
Entre la caída del imperio romano y la Alta Edad Media, aparecen nuevas lenguas que se van for-
mando lentamente hasta que, a finales del s. v, “el pueblo ya no habla latín”. Frente al nacimiento
de las lenguas vulgares, que nos lleva hacia una civilización multilingüe, se inicia una cultura críti-
ca que pretende poner remedio a esta situación de dos formas distintas (Eco, 1994: 26-27):
. mirando hacia el pasado, intentando descubrir la lengua que había hablado Adán;
. mirando hacia delante, tratando de construir una lengua de la razón que tenga la perfección
de la lengua que, en su momento, habló Adán.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 3 115
la comunicación verbal y la comunicación visual
3.1 la imagen sospechosa. 3.2. ¿prima lo verbal o lo visual? 3.3. diferencias y similitudes 3.4. los intentos por sistem-
atizar la representación visual 3.5. la búsqueda de una lengua universal
La cábala sugiere que se puede constituir un alfabeto finito que produzca un número vertigi-
noso de combinaciones, sugerencia de la que surgen las 22 letras que deberían representar los
sonidos ideales de todas las lenguas existentes. Se argumenta que si en otras lenguas existe una
cantidad mayor de letras se deberá a una variación en la pronunciación de las 22 fundamentales.
Según Abulafia, las 22 letras representan todos los sonidos que pueden ser producidos de forma
natural por los órganos de fonación (Eco, 1994: 38).
Dante define como vulgar la lengua que aprenden a utilizar los niños cuando empiezan a ar-
ticular los sonidos, imitando los que reciben de su nodriza y sin necesidad de reglas, un tipo
de lengua que se opone a una lengua regida por reglas que se aprenden mediante un profundo
estudio, como es el caso del latín escolástico, el idioma que se enseñaba en las escuelas de ese
momento (Eco, 1994, p.41).
Dante considera que la lengua vulgar es la más noble de las dos porque es la natural54 y la
primera que adopta el género humano, mientras que la otra es una lengua artificial. Propone
buscar una lengua vulgar que sea universal, una lengua natural ilustre que correspondería a los
principios de la gramática universal que Dios otorgó a Adán, unos principios que son los que
nos permiten aprender las lenguas de forma natural (Eco, 1994: 41).
. se dice que los nombres hebreos contienen la naturaleza de los objetos que definen, mientras
que otras lenguas no;
. van Helmont, por su parte, intentará demostrar que los sonidos del hebreo son los que con
mayor facilidad pueden producir los órganos fonadores humanos.
En el siglo xvii entra en crisis la noción del hebreo como lengua santa, porque lo que preocupa
ahora es encontrar una gramática que sea común a todas ellas y que permita clasificarlas, no
reducir todas las lenguas a una lengua. Se comienza a asumir que la lengua es una invención
humana y que no utilizamos las palabras porque exista una relación entre ideas y sonidos.
También se empieza a pensar que, si alguna vez existió una primera lengua, se ha perdido irre-
mediablemente. En este clima, y a la luz de opiniones en el sentido de que el signo es arbitrario,
se revisa el mito de que exista una lengua que sea más apta que otras para expresar la naturaleza
de las cosas (Eco, 1994: 80-82).
Otra cosa a tener en cuenta es que los exploradores, entre los siglos xvi y xvii, traen noticias
de civilizaciones no europeas, como la china, con una historia que no correspondía con la da-
tación bíblica, lo que lleva a descubrir que existen civilizaciones más antiguas que la judía. Sin
embargo, y a modo de anacronismo, como señala Eco, en el s. xviii se realizarán los mayores
esfuerzos por encontrar, nuevamente, la lengua primitiva (Eco, 1994: 83-85).
Las hipótesis nacionalistas son típicas del siglo xvii y xviii, pero el trabajo de comparación
lingüística bajo criterios científicos, hará que se vaya desvaneciendo el fantasma de una lengua
originaria, y se tratará ahora de elaborar una tipología de las lenguas existentes y de determinar
cuáles son las lenguas madre de cada familia de lenguas (Eco, 1994: 93-95).
Hasta tal punto se abandona la idea de buscar una lengua originaria que la Societé Linguistique
de Paris, en 1866, decidió rechazar cualquier comunicación que tratara de las lenguas universa-
les o de los orígenes del lenguaje. Sin embargo la búsqueda de la lengua madre reaparecerá en el
siglo xx con investigaciones como la de Cavalli-Sforza que, entre 1988 y 1991, realiza un estu-
dio genético que tiende a la hipótesis de que si el hombre apareció una sola vez sobre la faz de
la tierra y después se esparció, lo mismo habrá sucedido con el lenguaje (Eco, 1994: 103-104).
Entre la divinidad que sugería esta cultura y su compleja interpretación, se generó una atmós-
fera en la que fue creciendo el convencimiento de que los antiguos textos contenían verdades
ocultas (Eco, 1994: 130). En el siglo xvii Athanasius Kircher descifra los jeroglíficos, pero lo
hace de un modo erróneo por dos motivos:
. porque creía, erróneamente, que todos los signos jeroglíficos tenían un valor ideográfico;
. porque se desconocía la piedra Rosetta56.
En el ambiente inglés del siglo xvii se considera que la escritura china es ejemplar porque a cada
elemento del plano de la expresión le corresponde una unidad semántica en el plano del contenido,
pero será precisamente esta facilidad de desciframiento de la escritura china lo que lleva a Kircher
a considerarla como inferior a los jeroglíficos egipcios, ya que esta falta de misterio y su función
de instrumento de comunicación visual no la hacían apta como lengua santa (Eco, 1994: 139).
Durante el siglo xviii se llega a la conclusión de que en el desarrollo de la escritura se han produ-
cido una serie de fases entre las que se encuentran los jeroglíficos, por lo que éste pasará de ser
una lengua santa a ser una de las fases del desarrollo de la escritura, al igual que el resto de escri-
turas en las que existe una relación o parecido con las cosas que representan (Eco, 1994: 144).
Su propuesta de lengua que pudiera ser útil en el futuro, descartó la fonología, pero también
descartó los signos icónicos porque no podía predecir, ni conocer, qué convenciones tendrían
los habitantes del futuro, por lo que una imagen de una serie de individuos podría ser traducida
como una acción de caza, de baile o de lucha (Eco, 1994: 152).
La solución que aportó fue la de instituir una casta de científicos, antropólogos, lingüistas, etc.,
que se perpetúen a través de los siglos y que mantengan viva la conciencia del peligro57 (Eco,
1994: 152).
3.5.4 Las lenguas filosóficas “a priori”
Este tipo de lenguas suponen un cambio en la búsqueda de la lengua perfecta, ya que se trata
de buscar una lengua filosófica que acerque la mente humana al progreso científico (Eco, 1994:
177), y se han definido como lenguas filosóficas a priori porque tratan de organizar una gramá-
tica de ideas previa y, a partir de esta organización, construir caracteres que puedan expresarlas
(Eco, 1994: 187).
La mayor parte de las propuestas de este tipo proceden de las islas británicas, lo que para Eco
no es casual puesto que coincidían allí una serie de motivos comerciales y educativos como son
(Eco, 1994: 177):
. las tendencias expansionistas de Inglaterra;
. el rechazo del latín como lengua, por vincularlo con el catolicismo.
Esta noción de “terapia lingüística” será una idea central de la filosofía anglosajona, como lo
demuestra el hecho de que esté presente en Hobbes cuando dice que a los usos del lenguaje
le corresponden sus consiguientes abusos, como cuando, por ejemplo, se utilizan las palabras
metafóricamente (Eco, 1994: 179)
comprendidos por todos los pueblos de Europa, aunque cada uno los pronuncie de forma dis-
tintas, por qué no puede existir otro tipo de lengua artificial que pueda ser científica, en donde
se produzca un acuerdo total entre expresión y contenido (Eco, 1994: 179).
Hemos de tener en cuenta que el número de palabras de una lengua natural es finito mientras
que las cosas que suceden son potencialmente infinitas, luego se trataría de configurar una clasi-
ficación de cosas que fuera universalmente común, que nos permita referirnos a todas las cosas
pero que, el mismo tiempo, fuera también limitada (Eco, 1994: 187). Un ejemplo de este tipo
de clasificación es el de la zoología moderna, que trabaja con divisiones dicotómicas, aunque
Eco señala que este tipo de taxonomías clasifican pero no definen ni expresan la naturaleza de
las cosas (Eco, 1994: 191-192).
Dalgarno aborda la cuestión de la clasificación y considera que ésta debe incluir las especies
más ínfimas y todas las variedades de artefactos y de accidentes. Finalmente, reconoce que un
planteamiento así es inabordable y decide concebir una serie de géneros fundamentales, que él
reduce a 17, en los que incluye géneros intermedios y de especies (Eco, 1994: 195).
Así, por ejemplo, del género de lo Concreto Corpóreo Físico (N) proceden los animales, que
se dividen en aéreos, acuáticos y terrestres. De entre los terrestres (K) podemos diferenciar los
de pezuña entera (n), de modo que el léxico NnK se referirá a los perisodáctilos. Pero a partir
de esta primera clasificación que relaciona léxico con contenido, denominará NnKv al caba-
llo, NnKa al elefante, etc., de modo que si bien los perisodáctilos se llaman NnK debido a su
clasificación, que el caballo sea “v” o el elefante sea “a” depende de un criterio absolutamente
arbitrario, por lo que no lleva la clasificación hasta las últimas consecuencias. Además de esta
variación en los criterios de la clasificación existía otro problema, el de la memorización de
términos tan difíciles (Eco, 1994: 197).
Eco señala que si bien el léxico de Dalgarno resulta complejo, su propuesta de gramática y
de sintaxis es de una gran simplicidad, ya que de las categorías gramaticales clásicas tan sólo
conservó el nombre y el resto las derivó de éste mediante sufijos, de modo que de “pon”, amor,
obtenemos “pone”, amante, “pono”, amado… etc. En cuanto a los verbos, Dalgarno considera
que con la cópula se pueden resolver todos los problemas de predicación, de modo que el “no-
sotros amamos” puede resolverse con cuatro elementos primitivos “nosotros+tiempo, presen
te+cópula+amantes”. Finalmente, respecto a la sintaxis, Dalgarno propone un orden según el
cual el sujeto preceda al verbo que, a su vez, debe ir seguido del objeto (Eco, 1994: 198-199).
reales, que puedan ser leídos por todos los pueblos en su propia lengua, a partir de las nociones
y de las cosas que son comunes a toda la humanidad, para lo que diseñará una serie de ideogra-
mas que poseen un aspecto vagamente chino. Este proyecto ha de ir precedido de una recensión
del saber que separe las nociones que son comunes a todo ser racional, pero en la búsqueda de
estas nociones, Wilkins no se plantea que pueda haber pueblos que hayan podido organizar el
universo de otra manera (Eco, 1994: 201).
Este autor establece una tabla de 40 géneros mayores, a partir de los cuales se puede establecer
toda la clasificación de las cosas y de las nociones comunes. Su lengua prevé una lista de 2.030
nombres de especies, de los que se podrán derivar los verbos en la forma de ‘cópula + adjetivo’.
Pero en seguida verá que esta reducida cantidad de palabras es insuficiente para nombrar todas
las tareas posibles, por lo que propone utilizar sinónimos o perífrasis para aquellos términos o
tareas para las que no ha dispuesto un nombre primitivo (Eco, 1994: 207).
Lo que parece preocuparles en esta época no es tanto la búsqueda de una lengua perfecta sino
una terapia de las lenguas existentes, en la línea de las sugerencias de Locke: las lenguas natu-
rales poseen una serie de límites y, además, se abusa de las palabras. Locke fijará unas normas
para combatir estos abusos y propondrá una especie de sentido común filosófico que controle
de forma constante el lenguaje natural para mejorar el proceso comunicativo (Eco, 1994: 244).
Esta será la línea en la que se situará la ilustración enciclopedista, porque la condición para una
lengua filosófica es que sea unívoca, pero como es imposible que el mismo signo tenga exacta-
mente el mismo valor para todos quienes lo utilizan, debemos renunciar a la perfección. Así,
por ejemplo, la palabra hombre representa un conjunto de ideas que es diferente en el espíritu
de un filósofo o en el de un trabajador, etc. (Eco, 1994: 245-246).
En esta época se realizan otros proyectos que se estructurarán en función de los principios
fundamentales de las lenguas a priori del siglo xvii, pero se diferencian de ellas por tres carac-
terísticas (Eco, 1994: 248-253):
. desaparece la búsqueda de los primitivos absolutos;
. ya no se intenta simplificar la gramática, sino demostrar que existe una gramática natural que
está presente en todas las lenguas humanas; esta gramática no es evidente, por lo que tiene que
descubrirse bajo la superficie de las lenguas.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 3 121
la comunicación verbal y la comunicación visual
3.1 la imagen sospechosa. 3.2. ¿prima lo verbal o lo visual? 3.3. diferencias y similitudes 3.4. los intentos por sistem-
atizar la representación visual 3.5. la búsqueda de una lengua universal
Se buscan soluciones para poder establecer una comunicación fácil entre las distintas partes.
Couturat y Lean consideran que es utópico que una de las lenguas ya existentes se convierta
en una lengua internacional, pero tampoco creen que sea factible volver a una lengua muerta y
neutral como el latín. Su propuesta es la de crear una lengua artificial, que sea similar a las natu-
rales, pero que pueda ser interpretada como una lengua neutra por parte de todos los usuarios
(Eco, 1994: 266).
Los criterios que han de fundamentar la creación de esta lengua son la simplificación y la ra-
cionalización de la gramática, pero teniendo en cuenta los modelos de las lenguas naturales. Se
trata de crear una lengua a posteriori, una lengua que nacería de la comparación o de la síntesis
entre las lenguas existentes, una Lengua Internacional Auxiliar (LIA) que permitiera la comu-
nicación entre hablantes de distintas lenguas (Eco, 1994: 267).
Esta lengua auxiliar fue inventada en 1879 por Schleyer con la intención de que se convirtiera
en un instrumento para la unión y la fraternidad de los pueblos. Se extendió rápidamente por
todo el mundo, como lo demuestra que en 1889 existieran 283 clubes volapükistas, pero su
expansión hizo que el proyecto escapara de las manos de su fundador y de sus fundamentos, lo
que provocó que la lengua sufriera muchas modificaciones que no estaban en la raíz del pro-
yecto, sino en los extremos de su uso: se simplificó, se reestructuró, se reorganizó, etc. (Eco,
1994: 267-268).
El volapük, que utiliza el modelo del inglés, la lengua más difundida entre los pueblos civiliza-
dos, es un sistema mixto porque (Eco, 1994: 268-269):
. no es una lengua a priori porque toma prestados elementos de las lenguas naturales;
. no es una lengua a posteriori porque somete estos elementos a deformaciones sistemáticas
que las hacen irreconocibles,
. puesto que se trata de una lengua que tiende a no parecerse a ninguna lengua conocida, resulta
difícil para los hablantes de cualquier lengua.
3.5.5.2 El Esperanto
Esta lengua fue propuesta en 1887 por Ludwik Zamenhof, un judío que creció en una encru-
cijada de razas y de lenguas, siempre agitada por impulsos nacionalistas. Pensó que, mediante
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 3 122
la comunicación verbal y la comunicación visual
3.1 la imagen sospechosa. 3.2. ¿prima lo verbal o lo visual? 3.3. diferencias y similitudes 3.4. los intentos por siste-
matizar la representación visual 3.5. la búsqueda de una lengua universal
esta nueva lengua, los judíos de todo el mundo podrían unirse. El esperanto se divulgaría rápi-
damente por distintos países suscitando el interés de sociedades eruditas, filantrópicas, lingüis-
tas, etc., y dando origen a congresos internacionales (Eco, 1994: 271-272).
Respecto al léxico, Zamenhof observó que se daban una serie de características comunes en mu-
chas lenguas europeas, características que pasará a aplicar en la nueva lengua (Eco, 1994: 274):
. las distintas derivaciones, como el género y el número, seguían una lógica de sufijos como,
por ejemplo, hereo/heroine, tsar/tsarine…
. las palabras contrarias seguían una lógica de prefijos, como fermo/malfermo, hereux/malhe-
reux…;
. consultando diccionarios de distintas lenguas llega a identificar términos que tienen una raíz
común, como lingua, langue, lengua… .
A partir de las observaciones del conjunto de lenguas, establece los principios de una lengua a
posteriori en la que el hablante de cualquier lengua europea hallará (Eco, 1994: 274):
. términos reconocibles, porque son afines a los propios;
. términos extranjeros pero que, en cierto modo, ya conoce;
. términos que son duros a primera vista pero que, una vez aprendido su significado, resultan
reconocibles;
. un número reducido de términos desconocidos que se deberán aprender.
Pero existe una objeción que ya planteara Destutt de Tracy cuando decía que una lengua uni-
versal era imposible porque “aún cuando todos los hombres (…) se pusieran de acuerdo (…)
para hablar la misma lengua, muy pronto esta lengua se alteraría y se modificaría de mil ma-
neras distintas (…) y daría lugar a otros tantos idiomas diferentes”. Pero Eco señala que si una
Lengua Internacional Auxiliar se mantuviera como tal lengua auxiliar y no como lengua para
ser utilizada en la vida cotidiana, se podrían reducir los riesgos de sus alteraciones y modifica-
ciones (Eco, 1994: 278).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 3 123
la comunicación verbal y la comunicación visual
3.1 la imagen sospechosa. 3.2. ¿prima lo verbal o lo visual? 3.3. diferencias y similitudes 3.4. los intentos por sistem-
atizar la representación visual 3.5. la búsqueda de una lengua universal
significaba la proliferación de imágenes era que iba a desapare- suficientemente sólida como para refrendarlo, situación que le
cer la civilización de lo escrito y, con ella, el pensamiento. hace aportar argumentos en un sentido y en otro.
20. En el capítulo 1 nos referimos a que los animales se comu- 31. En nuestro “Estado de la cuestión” y en nuestro posterior
nican a través de diferentes señales, pero que sólo transmiten discurso, utilizaremos el término de representaciones visuales
situaciones directas. para referirnos, de la manera más genérica posible, a cualquier
21. En otros capítulos veremos que hay autores que defienden sustitución, o evocación, de modelos de conducta, o de objetos,
que para lo visual también es necesario el aprendizaje. en ausencia de éstos (Gubern, 1994: 18 y 66), utilizando para
22. Aunque no estamos de acuerdo con esta afirmación, he- ello los medios propios de las representaciones visuales bidi-
mos considerado oportuno mantenerla en esta sección, porque mensionales y estáticas. Consideramos que esta representación
lo que se pretende es exponer las reflexiones de los distintos puede ser analógica, pero que también puede ser no figurativa
autores. e, incluso, arbitraria, como veremos en otras secciones de nues-
23. En el capítulo 1 hemos recogido las argumentaciones de tra investigación.
Tusón y de Kondratov en el sentido de que las lenguas natu- En este sentido, nuestra representación visual sería similar a
rales son sistemas de signos en los que el sentido de cada ele- la imagen icónica que Román Gubern define como “una mo-
mento está delimitado por el sentido de los otros elementos del dalidad de la comunicación visual que representa de manera
propio sistema (Tusón, 1984: 12-15 y Kondratov, 1973: 14). plástico-simbólica, sobre un soporte físico, un fragmento del
24. Las figuras a las que se refiere Sönesson son las siguientes: entorno óptico (percepto), o reproduce una representación
mental visualizable (ideoescena) o una combinación de am-
bos, y que es susceptible de conservarse en el espacio y/o en el
tiempo para constituirse en experiencia vicarial óptica: es decir,
en soporte de comunicación entre épocas, lugares y/o sujetos
distintos, incluyendo entre estos últimos al propio autor de la
representación en momentos distintos de su existencia” (1994,
48), con la diferencia de que, desde nuestro punto de vista, el
término icónico lleva asociadas tantas connotaciones relaciona-
25. Aunque algunos trabajos como los de Ray Jackendoff se
das con la analogía, que hemos creído necesario, para llegar a
han preocupado de la función cognoscitiva y perceptual de
describir los signos visuales, utilizar términos que sean lo más
la lengua, la mayoría de las gramáticas verbales no tienen en
asépticos posible.
cuenta la dimensión espacial del texto verbal (Saint Martín:
32. Eco, en su texto La estructura ausente, hace referencia a
279-280).
esta triple articulación, señalando que el código cinematográfi-
26. Recordemos que, como explicábamos en el capítulo ante-
co parece ser el único en el que se manifiesta una tercera articu-
rior, esta secuencia es considerada como universal y presente
lación (p. 282 y ss.). Esta triple articulación estaría compuesta
en todas las lenguas.
por las figuras, los elementos sin significación, que configuran
27. Aunque en este momento todavía no hemos introducido
signos que, a su vez, componen otras propuestas de significa-
las diferentes terminologías que hacen referencia a la represen-
ción (en Eco, 1978: 282; y en Sönesson, 1992a: 49-50).
tación visual, de modo que no hemos especificado qué autores
33. Lévi-Strauss se refiere a las unidades sin significado como
se refieren a ellas como imágenes, quiénes como signos visuales,
elementos de la primera articulación cuando para otros autores
quiénes como signos icónicos, etc., cuando incluimos las apor-
ésta sería la segunda articulación (Eco, 1994: 30-31).
taciones de determinado sautores no tenemos más remedio que
34. Eco, en La estructura ausente, cuestiona a Lévi-Strauss
utilizar sus terminologías. En el caso de Eco, el autor utiliza la
cuando defiende que no existe lenguaje si la significación no se
terminología de signo icónico para referirse a los hechos de la
produce en el juego entre unidades con significación y las uni-
representación visual.
dades sin significación, los monemas y los fonemas del lenguaje
28. Sin embargo, Gombrich renegará en parte de esta posición
verbal. “Ante la presencia de códigos más débiles que los de la
en un texto posterior, La imagen y el ojo, en el que señala que la
lengua, se decide que no son códigos; y ante la existencia de blo-
distinción entre palabras basadas en convenciones y las imáge-
ques de significados —como los que constituyen las imágenes
nes que son naturalmente reconocibles es “de sentido común”.
icónicas— se han adoptado dos soluciones opuestas: o bien la
Y que aunque en el lenguaje también hay imitaciones a partir de
de negar la naturaleza del signo porque parecían inanalizables,
las onomatopeyas, mientras que en el habla son excepcionales,
o bien buscar a toda costa un tipo cualquiera de articulación
constituyen la base de la imagen visual. Añade, a continuación
que corresponda al de la lengua. Uno de los ejemplos más in-
“ Me temo que debo admitir mi parte de culpa en la labor de
sidiosos (precisamente porque está elaborado con un poder de
socavar tan plausible opinión. En mi libro Art and illusion in-
persuasión muy grande) son las observaciones de Claude Lévi-
sistí reiteradamente en que existe una especie de lenguaje de la
Strauss sobre la pintura abstracta y figurativa” (1968: 197 y ss.).
representación pictórica …” (Gombrich, 1987: 261-262).
Eco señala que su texto se reduce, en definitiva, a afirmaciones
29. Creemos que aquí Eco juega con ventaja, ya que del mismo
dogmáticas (no existe lenguaje si no hay doble articulación, los
modo que no comprenderé la palabra “caballo” escrita en un
niveles de la doble articulación no son sustituibles) a las que se
idioma que desconozca, es factible pensar que alguien que no
pueden oponer otras afirmaciones como, por ejemplo, que hay
conozca los caballos no comprenderá la reproducción visual de
códigos comunicativos con tipos de articulación distintos o con
este animal.
ninguna, y que hay códigos en los que los niveles de comunica-
30. Parece que Eco tiene la fuerte intuición de que los signos
ción son permutables.
icónicos están codificados, pero le falta una argumentación
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 3 125
la comunicación verbal y la comunicación visual
3.1 la imagen sospechosa. 3.2. ¿prima lo verbal o lo visual? 3.3. diferencias y similitudes 3.4. los intentos por sistem-
atizar la representación visual 3.5. la búsqueda de una lengua universal
35. Como por ejemplo los de Luis J. Prieto, Messages et sig- 43. Como veremos en un próximo apartado, a la hora de bus-
naux, Paris, UPF 1966, citado por Saint Martín. Este autor car una lengua perfecta fue determinante el intento de poder
considera que hay códigos que no poseen ningún tipo de arti- llegar a utilizar una forma de comunicación que no fuese am-
culación, como las luces de los semáforos, que no poseen semas bigua, que permitiera hablar con exactitud a los científicos de
intercambiables para sus significados ni pueden ser analizados cualquier disciplina.
en figuras sin significado; códigos que poseen la primera arti- 44. Dado que esta disciplina se presenta como tal a principios
culación, como el código constituido por la numeración deci- del siglo xx, Joly considera que este campo teórico está sujeta
mal; los códigos que poseen la segunda articulación pero no a los mismos rechazos, y entusiastas defensas, que generan las
la primera como, por ejemplo, las señales marinas o muchos nuevas disciplinas (Joly, 1999: 33). Sönesson, por su parte, de-
códigos que informan acerca del recorrido de los vehículos de fiende que la semiótica aporta una nueva perspectiva de análisis
transporte colectivo, en los que no se tiene en cuenta su valor que la diferencia de otros enfoques, que es una ciencia de las re-
numérico. El cuarto tipo de códigos es el de los códigos con glas y las leyes de lo general que se relaciona con las cualidades
doble articulación, como las lenguas (Prieto: 174 y ss.). del mundo, haciendo abstracción de las cantidades (Sönesson,
36. Gombrich diferencia dos tipos de métodos a la hora de re- 1992a: 30).
presentar visualmente: el espejo, en el que la imagen se presenta 45. Por ejemplo, Joly especifica que su interés, cuando realiza
como una especie de imagen congelada en el espejo, como es un estudio desde la “semiología de la imagen”, es el de aportar
el caso de la fotografía; y el mapa, que pone de manifiesto sus elementos de la teoría de la significación a la imagen, porque se
relaciones espaciales, etc. (Gombrich, 1987: 164). trata de una semiótica específica; y dar ejemplos metodológicos
37. También podríamos aprender a llamar a la ‘mesa’ de otra de análisis de la imagen mediante útiles semióticos (Joly, 1994:
manera, pero ¿qué sentido tendría buscar una nueva forma 13-17).
para un significado, si el significado se transmite a través de 46. Se han hecho estudios semióticos sobre la moda, las divisas
otra forma? militares, del cine y la televisión, la publicidad, los cómics, el
38. Como hemos señalado en una nota anterior, utilizamos el papel moneda, etc. (Eco, 1978: 23-24).
término de representaciones visuales para referirnos, de la ma- 47. Más adelante nos referiremos a las diferencias entre ambas
nera más genérica posible, a cualquier sustitución, o evocación, terminologías.
de modelos de conducta, o de objetos, en ausencia de éstos 48. Ver nota de apartado 3.4.2
(Gubern, 1994: 18 y 66), ya que los teóricos que analizan este 49. El término semiología designó en la Antigüedad a un sec-
tipo de producciones significativas utilizan distintos términos tor de la medicina.
para nombrarlas de forma general como, por ejemplo, imáge- 50. Como, por ejemplo, el análisis que Villafañe realiza del
nes (Aumont y Villafañe), mensaje visual (Joly), signo visual Guernica de Picasso.
(Grupo µ). 51. Barthes indica que puesto que todo sistema semiótico se
39. Incluso aunque no haya un total acuerdo en si el signo lin- mezcla con el lenguaje y puesto que nosotros somos, a pesar
güístico encabeza una tipología de signos, o si forma parte de de la invasión de imágenes, una civilización de la escritura, el
una clasificación más amplia, hay un común acuerdo en cuanto mundo de los significados es el del lenguaje, por lo que será ne-
al uso y la definición del término: signo lingüístico como uni- cesario admitir la posibilidad de invertir la propuesta de Saus-
dad mínima de significación de la lengua. sure y decir que la lingüística no es una parte privilegiada de la
40. Sin embargo, el significante del signo verbal /cabeza/, para semiología, sino que la semiología es una parte de la lingüística
cuya comprensión estamos obligados a interpretar la presencia (Barthes, 2002, Vol. II: 567-569)
de ojos, de boca, de nariz, etc., no está compuesto por las su- 52. Prieto señala que puesto que un código puede presentar o
bentidades de ojos, boca, nariz, etc., sino por las “subentidades” no la primera articulación al margen de que presente o no la se-
que se denominan fonemas c-a-b-e-z-a. Lo que intento decir gunda, y viceversa, es posible distinguir cuatro tipos de códigos
aquí es que si el significante de un signo verbal está compuesto (Prieto: 174-180): a) los códigos que no presentan ninguna de
por unidades sin significado, deberíamos buscar las unidades las dos articulaciones, como el código compuesto de tres lu-
del significante de un signo visual entre elementos sin significa- ces de los semáforos; b) los códigos que presentan la segunda
do, no en significantes que son, a su vez, signos visuales. articulación pero no la primera (no es analizable en unidades
41. Saussure ya señalaba (1961: 95) que el significante verbal, inferiores..), como los códigos que utilizan las cifras arábigas
por ser de naturaleza auditiva, se desenvuelve en el tiempo úni- sin tener en cuenta su valor numérico como, por ejemplo, los
camente. Añade que este principio, que es fundamental y cuyas números de los autobuses, que indican un determinado reco-
consecuencias son incalculables, ha sido desdeñado, quizás por rrido pero sin tener en cuenta su valor como 9, o como 14; c) el
su simplicidad, pero que todo el mecanismo de la lengua de- tercer tipo de código, los que presentan la primera articulación
pende de este hecho, ya que en oposición a los significantes pero no la segunda como las señales luminosas que informan
visuales, los significantes acústicos se presentan uno tras otro, a los marinos, en caso de tormenta, de la dirección del viento:
formando una cadena. forman un código compuesto que resultan de la combinación
42. Sin embargo el propio Eco indica, como recogemos en un de cuatro signos; los códigos con doble articulación, cuyo sema
apartado posterior, que parece que uno de los límites de los puede ser analizado en signos y sus significantes otras figuras
lenguajes visuales es que expresan múltiples significados a la sin significado, como los fonemas. Dice que el representante
vez y, aunque se puede limitar el sentido del enunciado visual por excelencia de este tipo de códigos son las lenguas, pero que
mediante un título, se tendría que recurrir de forma parasitaria también lo son los números de teléfono en Francia.
al medio verbal (Eco, 1994: 145-150). 53. Como vemos, aunque para algunos autores la polisemia
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 3 126
la comunicación verbal y la comunicación visual
3.1 la imagen sospechosa. 3.2. ¿prima lo verbal o lo visual? 3.3. diferencias y similitudes 3.4. los intentos por siste-
matizar la representación visual 3.5. la búsqueda de una lengua universal
capítulo 4
la visión y la comprensión
de lo que vemos
Previo
Como nuestro objeto de estudio son, sobre todas las aportaciones relacionadas con las repre-
sentaciones visuales, las relacionadas con los elementos que las constituyen, esto es, las rela-
cionadas con la articulación de cualquier tipo de representación visual, bidimensional y fija, en
esta segunda parte recogeremos las aportaciones que han realizado distintos autores en torno a
sus elementos constitutivos, a su sintaxis, a la semántica, etc.
Incluiremos también un capítulo sobre la fisiología y la neurología del ver, que tiene por objeti-
vo no tanto el de aportarnos claves sobre los elementos básicos de las representaciones visuales
(algo que también han hecho), sino el de ejercer como una especie cuerpo teórico de control
que nos ayuda a comprobar si nuestras propuestas contradicen lo que hasta ahora se sabe sobre
cómo vemos.
Pero además, puesto que las representaciones visuales han sido estudiadas desde distintas disci-
plinas, y como no en todas ellas se utiliza los mismos términos, y, si se utilizan, no denominan
los mismos conceptos, dedicaremos un capítulo a hablar sobre la terminología que se utiliza en
cada una de ellas.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 4 131
la visión. qué es ver, qué es percibir
4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
Durante cientos de años hemos necesitado saber por qué se ven las cosas, cómo, como señala
Gibson, puede ser tan rica nuestra visión cuando es tan pobre lo que se da en el interior de
nuestro ojo, cómo somos capaces de restituir una tercera dimensión que perdemos en el inte-
rior de nuestro ojo (Gibson, 1974: 144).
Gibson mostró que como nos enfrentamos a secuencias que están en constante transformación,
la percepción se debía abordar desde lo que no varía en ellas, no desde las imágenes retinianas.
Así, por ejemplo, los datos que permitirán sobrevivir a un piloto que trate de tomar tierra a
gran velocidad, serán los invariantes en la disposición del terreno (Gombrich, 1987: 235-236).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 4 132
la visión. qué es ver, qué es percibir
4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
Somos una especie diurna (Acarín, 2001: 36) que necesitamos que la luz se refleje sobre los
objetos para que sus ondas lleguen a nuestro cerebro y podamos ver2 (Lillo, 1993: 26). Esta luz
reflejada3 pasa a través de una serie de lentes (la córnea, la pupila y el cristalino) que enfocarán
en función de la distancia de los objetos y de sus colores4. Posteriormente la luz llega a la retina,
lugar en el que existen dos tipos de fotorreceptores: los bastoncillos, que son sensibles a la in-
tensidad luminosa y con un papel principal en la visión nocturna; y los conos, que son sensibles
a los colores y a las formas de los objetos (Lillo, 1993: 274-284), y que se ponen en juego con la
luz diurna (Aumont, 1992: 23).
La proyección que se produce en la retina llega a nuestro cerebro a través del nervio óptico y,
finalmente, los resultados alcanzan la corteza visual primaria, el primer lugar donde parece que
construimos la visión de las figuras (Hoffman, 2000: 107-108).
Pero lo que nos diferencia de otras especies no es que podamos calcular las distancias, sino
que obtenemos mejor rendimiento de nuestro sistema visual, porque si algo despierta nuestro
interés, “orientamos la vista, integramos la imagen visual y la confrontamos con la información
que tenemos almacenada” (Acarín, 2001: 49-50); incluso observamos que, si nos atrae lo que
vemos, o si despierta nuestro rechazo, la pupila se dilata o se contrae, respectivamente, más de
lo necesario (Eibl-Eibesfeldt, 1993: 495).
Zeki propone hacer una segunda división que nos ayude a entender cómo se representa la retina
en la corteza cerebral, y nos propone que la dividamos en cuatro segmentos: el nasal, el tempo-
ral, el superior y el inferior. Debido a que el ojo es curvo, el segmento nasal del ojo izquierdo y
el temporal del derecho, miran la mitad izquierda del campo visual, el nasal del ojo derecho y el
temporal del izquierdo miran la mitad derecha, y la parte inferior del ojo mira el campo visual
superior y la parte superior mira el campo visual inferior (Zeki, 1995: 41-42).
Poseemos tres tipos de movimientos oculares: los sacádicos, que son rápidos y bruscos, y que
pueden ser voluntarios o no; los de seguimiento, que siguen al objeto en movimiento; y los
de compensación, que conservan la fijación durante el movimiento de la cabeza y del cuerpo
(Aumont, 1992: 34). Hemos de tener en cuenta que los movimientos del ojo no son uniformes,
ya que buscan los puntos de mayor valor informativo, cambia la orientación de su mirada si es
necesario, desglosa los detalles (Luria, 19978: 93-97), los coteja y sintetiza el conjunto de los
indicios necesarios para la identificación del objeto (Guski, 1992: 97).
Estos movimientos no son siempre iguales ya que, como señalábamos, Yarbus demostró que
el modo de observar cambia en función de los intereses, las expectativas y el nivel cultural del
individuo, e incluso en función de las preguntas que reciba quien observa (Parini, 2002: 94-95).
En un sentido similar se manifiesta Arnheim cuando habla de un estudio experimental en el
que, tras registrarse los movimientos oculares de distintos sujetos mientras miraban cuadros, se
llegó a la conclusión de que había muy poca relación entre la dirección que seguían los ojos que
observaban y la estructura compositiva del cuadro (Arnheim, 1969: 310).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 4 134
la visión. qué es ver, qué es percibir
4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
Luego, a pesar de la existencia de una codificación genética que dirige el crecimiento de nues-
tros axones, si no se estimulan las neuronas que transmiten el estímulo a otras neuronas que
producen el desarrollo de axones, no se desarrollan las vías que les corresponden y no se esta-
blece proliferación dendrítica ni conmutación neuronal7.
Cuando los neurólogos verificaron que la retina está conectada casi de forma exclusiva a la
corteza visual primaria, también conocida como área V1, consideraron respaldada su opinión
(Zeki, 1992: 27-28).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 4 136
la visión. qué es ver, qué es percibir
4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
Pero Salomon E. Henschen, viendo que el enlace entre la retina y V1 se producía a través del nú-
cleo granulado lateral, una estructura que constaba de seis capas, de las que cuatro contenían neu-
ronas de cuerpo celular pequeño, y dos capas neuronas de cuerpo celular grande, propuso que las
subdivisiones anatómicas podían entrañar diferencias funcionales y postuló que las neuronas de
cuerpo celular grande recogían la luz, y las de cuerpo celular pequeño se encargarían de recoger
colores. Su idea fundamental, la de que las subdivisiones anatómicas entrañaban diferencias fun-
cionales, ha vuelto a cobrar importancia, pero esto lo veremos más adelante (Zeki, 1992: 27-28).
Flechsig, por su parte, había demostrado, a finales del siglo xix, que algunas regiones del cerebro,
como la V1, parecían maduras mientras que otras, como las regiones corticales que rodean a V1,
continuaban desarrollándose como si la maduración dependiese de la adquisición de experien-
cia. Esta observación suponía que V1 era “el punto de ingreso de la radiación visual en el órgano
de la psique” y que las regiones circundantes, que se pasaría a denominar “corteza de asociación
visual”, recibían funciones psíquicas superiores relacionadas con la visión (Zeki, 1992: 28).
Posteriormente, serán las investigaciones acerca de la corteza de asociación visual las que aca-
barán cuestionando la concepción dualista de la organización del cerebro visual, la zona de
sentimiento y la de entendimiento (Zeki, 1992: 28).
Estos estudios demuestran que estas regiones están especializadas individualmente para reali-
zar distintas tareas, lo que supone un giro en la forma de entender cómo el cerebro construye
la imagen visual. A través de los ensayos con macacos, se observó que todas las células del área
preestriada V5 respondían al movimiento y que ninguna se ocupaba del color, lo que llevó a
pensar a Zeki que V5 estaba especializada en la visualización del movimiento (Zeki, 1992: 28).
A través de estos ensayos también se descubrió que la mayor parte de las células del área V4
eran sensibles a la luz de longitudes de onda específicas, y que muchas lo eran a la orientación
de las líneas, elementos constituyentes de la forma. Así mismo, se observó que casi todas las
células de V3 y V3A eran selectivas a la forma pero indiferentes al color, igual que las células
de V5 (Zeki, 1992: 29).
Con estos resultados Zeki propuso, a principios de los años setenta, la noción de especializa-
ción funcional de la corteza visual, una hipótesis en la que defiende que el color, la forma, el
movimiento, y posiblemente otros atributos del mundo visible8, son procreados por separado
(Zeki, 1992: 29).
También propuso que la especialización funcional debía existir en V1, o corteza visual prima-
ria, lugar desde el que ingresan las señales en las distintas áreas, y en V2, región que recibe las
señales de V1 y que conecta con las regiones especializadas. Zeki consideraba que estas áreas
debían ir encarrilando por paquetes la señal hacia las regiones apropiadas. Ensayos fisiológicos
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 4 137
la visión. qué es ver, qué es percibir
4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
recientes han confirmado esta teoría y han permitido rastrear estas especializaciones desde V1
hacia toda la corteza preestriada (Zeki, 1992: 29).
Con estos datos podemos indicar que las señales que recibe la retina viajan de V1 y de V2 hacia
cuatro sistemas paralelos que se ocupan de diferentes atributos de la visión: uno para el mo-
vimiento, la zona V5, otro para el color, el área V4, y dos para la forma, uno de ellos ligado al
color, y que se basa en V4, y el otro se ocupa más de las formas de los objetos en movimiento,
que se funda en V3. (Zeki, 1992: 30).
Las lesiones en la zona V4 generan acromatopsia, de modo que quienes la padecen sólo pue-
den ver matices de gris, aunque mantienen el conocimiento de la forma, del movimiento y el
de la profundidad10 si la retina y las otras regiones están intactas. Las lesiones en la región V5
producen acinetopsia, una patología que impide a los pacientes ver o comprender el mundo en
movimiento, aunque son capaces de ver los objetos cuando están en reposo. También en este
caso los restantes atributos de la visión permanecen intactos (Zeki, 1992: 31)
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 4 138
la visión. qué es ver, qué es percibir
4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
Aunque existen pacientes con lesiones en la corteza preestriada que sufren una cierta dificultad
en la percepción de la forma, que frecuentemente está combinada con acromatopsia, nunca se
ha hablado de pacientes con una pérdida total de la visión de la forma11. Zeki señala que parte
de la razón podría ser que no ver la forma significaría que no funcionan los sistemas V3 y V4,
pero que dada la situación de V3, que rodea como un anillo a V1 y V2, es casi seguro que una
lesión que destruyera V3 y V4 afectaría también a V1, por lo que se produciría una ceguera total
(Zeki, 1992: 31-32). Así, en resumen, sabemos que una lesión total en el área V1 produce una
incapacidad absoluta para adquirir cualquier tipo de información visual, y que una lesión en un
área especializada convierte en incomprensible y en inaccesible su correspondiente atributo del
mundo visual (Zeki, 1992: 32).
Pero, cuando hay lesiones en V1, ¿qué sucede con las señales?, ¿llegan a la corteza preestriada?
Este fenómeno es conocido como visión ciega. Quienes la padecen son totalmente ciegos, pero
si se les enfrenta a estímulos y se les obliga a hacer conjeturas acerca de ellos (qué colores son,
etc.), son capaces de discriminar correctamente una amplia variedad: pueden distinguir diferen-
tes movimientos, luces de diversas longitudes de onda… Sus facultades son inseguras, pero los
resultados que obtienen son más exactos que si se tratara de azar o de casualidad. Zeki señala
que es curioso que estos pacientes no son conscientes de haber visto algo y suelen sorprenderse
por haber “acertado” (Zeki, 1992: 32).
Zeki cree que es casi seguro que esta capacidad de discriminación se deba a una conexión direc-
ta, aunque pequeña, entre el núcleo geniculado lateral y la corteza preestriada. Y que, aunque
todavía está por descubrir, los neurólogos tienen buenas razones para suponer que en estos
pacientes las señales visuales llegan a la corteza preestriada (Zeki, 1992: 32).
Como veíamos en el párrafo anterior, los pacientes con visión ciega pueden “ver” pero no
pueden “comprender” lo que ven, no adquieren conocimiento porque no tienen conciencia
de lo visto. Luego parece que para adquirir conocimiento es necesario que la región V1 de la
corteza visual posea buena salud, pero no sabemos si necesitamos V1 (y por extensión también
V2) para adquirir conocimiento porque en ella comienza el procesamiento de la información, o
porque los resultados de todo el proceso, una vez refinada la información en las áreas especia-
lizadas, vuelven a ella (Zeki, 1992: 32).
Hemos visto en un apartado anterior (4.3.4) que las lesiones en V5 impiden a los pacientes ver
objetos en movimiento, pero estos pacientes pueden tener nociones de alguna clase de movi-
miento, seguramente debido a las señales que envían las células de V1 y de V2. De forma pareci-
da, un paciente acromatópsico con una lesión en V4 no puede interpretar los colores, pero puede
discernir entre distintas longitudes de onda porque su V1 está intacta (Zeki, 1992: 32-33).
Hay el caso de un paciente con una grave lesión en la zona preestriada, pero que apenas alteró
V1, que es capaz de reproducir un boceto de la catedral de San Pablo con más destreza que
muchas personas normales, pero que no es capaz de entender lo que ha dibujado. Puede iden-
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 4 139
la visión. qué es ver, qué es percibir
4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
tificar los elementos locales de la forma porque su sistema V1 ha permanecido casi intacto y le
permite copiar con exactitud las líneas que ve, pero la lesión de la zona preestriada le impide
integrar las distintas líneas en un todo, por lo que no puede reconocer que la figura representa
un edificio (Zeki, 1992: 34).
Todo lo expuesto demuestra que cada una de las áreas de la corteza forma parte de una maqui-
naria que transforma las señales y que contribuye de forma explícita, aunque incompleta, a la
percepción (Zeki, 1992: 34).
4.3.5.2 Ausencia de un único gestor de datos
Esta división del trabajo de la corteza visual podría hacer que nos preguntásemos en qué lugar se
produce la integración de la imagen, pero el estudio anatómico muestra que las zonas especializa-
das están conectadas unas con otras, bien directamente o bien a través de otras, pero no muestra
una zona en la que todas se conecten, en donde todas transfieran la información (Zeki, 1992: 34).
Pero,¿cómo se ensambla la información que reciben diferentes zonas de la corteza visual y que
responden a distintos atributos, de manera que comprendamos que es un objeto y no varios?
Esta serie de cuestiones han llevado a Zeki y a sus colegas a desarrollar una teoría que postula
que la integración constituye un proceso de muchas etapas en el que la percepción y la com-
prensión del mundo se deben de dar de forma simultánea. La integración de muchas etapas
supo de la existencia de una gran red de conexiones que relacionan todas las áreas especializadas
con V1 y V2, las zonas encargadas de suministrarles las señales. Añade que sus estudios apun-
tan la existencia de esa red de conexiones (Zeki, 1992: 34).
En definitiva, para que el cerebro obtenga un conocimiento completo del mundo exterior es
necesario que la red entera de conexiones de la corteza visual funcionen saludablemente. Pero,
como demuestran los pacientes con visión ciega, además de “ver” hemos de ser conscientes
de que vemos para adquirir conocimiento, por lo que no se podrá alcanzar una comprensión
profunda del cerebro visual sin afrontar también el problema de la conciencia. Los estudios de
los neurólogos en los últimos decenios indican que no hemos de separar los procesos de visión
y comprensión, o que no hemos de desvincular de la conciencia la adquisición de conocimiento
visual, ya que la conciencia es una propiedad del aparato nervioso que el cerebro ha desarrolla-
do para poder adquirir conocimiento (Zeki, 1992: 35).
El proceso de ver es una construcción en la que el cerebro debe hacer complejas actividades
para decidir qué interpretación adopta. Así, por ejemplo, podemos deducir, con toda natura-
lidad, que hay un rostro aunque percibamos de forma bidimensional la espalda y el cogote de
una persona, lo que significa que en nuestro cerebro hay algún tipo de representación tridimen-
sional. Pero Crick y Koch señalan que la información no fluye únicamente desde la represen-
tación bidimensional a la tridimensional, y que es casi seguro que lo hace en ambas direcciones,
porque cuando nos imaginamos el rostro de una cabeza, lo que hacemos es ser conscientes de
una representación bidimensional que se ha generado gracias a la información que procede de
un modelo tridimensional (1992: 115).
Otro aspecto que hemos de tener en cuenta es que, en ocasiones, podemos diferenciar la repre-
sentación explícita de la implícita: la explícita es algo que se simboliza sin que exista un poste-
rior procesamiento, mientras que la implícita requiere un posterior procesamiento que la haga
explícita. Así, por ejemplo, las motas coloreadas, con una determinada ubicación, que aparecen
en un televisor, son la representación explícita de una representación implícita (las caras, los
objetos, ) que nuestras neuronas son capaces de interpretar (Crick y Koch, 1992: 116).
Las neuronas que están implicadas en la representación de un rostro (dos ojos, una nariz, una
boca…) no suelen ser muy exigentes en cuanto a la posición exacta o al tamaño de ese rostro en
el campo visual, y tampoco muy sensibles a los pequeños cambios de su orientación. Otras im-
plicaciones que entraña la visión de un rostro como el sexo, la expresión, etc., parecen hallarse
en relación a neuronas que se disparan en otros sitios (Crick y Koch, 1992: 116).
Se han realizado exámenes para descubrir cuáles son los factores que determinan la atención
y, al parecer, le afectan dos propiedades generales de los estímulos: sus características físicas y
sus propiedades comparativas. Respecto a las características físicas, los factores que afectan a la
atención son el tamaño, la intensidad y el movimiento, ya que los estímulos que más sobresalen
son los grandes, brillantes y móviles, aunque parece que de entre ellos los más importantes son
el tamaño y el movimiento. Dember y Warm señalan que aunque no está claro por qué atraen
la atención estas características físicas del estímulo, es posible que se trate de un legado de nues-
tro pasado biológico, y que reflejen atributos que eran importantes en un medio de animales
depredadores (Dember y Warm, 1990: 140-141)
Crick y Koch, por su parte, se han planteado la existencia de un tipo de conciencia transitoria,
la conciencia fugaz, que no necesita ningún mecanismo de atención y que representa rasgos
elementales. A partir de ella el cerebro constituye una representación centrada en el espectador
que sí exige atención15 y que es lo que vemos de una forma vívida, clara y que nos lleva a repre-
sentaciones tridimensionales del objeto (1992: 116).
Parece que la atención está implicada en algunas formas de conciencia visual y sería muy im-
portante descubrir cuál es su base neural. En este sentido, cabe señalar que varios neurólogos
han comprobado que el ritmo de descarga de un tipo de neuronas en el sistema visual del ma-
caco depende de lo que llame su atención y parece, también, que hay una región del tálamo que
interviene en la atención, pero no está confirmado que el tálamo sea el órgano de la atención
(Crick y Koch, 1992: 121).
Respecto al tipo de memoria que participa en la conciencia, Crick y Koch señalan que todavía
no está claro cuál es, pero que cuesta imaginar que podamos ser conscientes de algo si no te-
nemos un recuerdo, aunque sea fugaz, de lo que acaba de suceder. Los psicólogos de la visión
suelen hablar de memoria icónica, que dura una fracción de segundo, y de memoria funcional,
que dura unos segundos, pero se desconoce si son imprescindibles las dos para la conciencia
(1992: 116).
El autor se pregunta si es posible pasar de un estímulo visual a un acto sin tener conciencia vi-
sual. La respuesta es que tal proceso puede darse, como lo demuestran los pacientes que sufren
“visión ciega”. Estos pacientes, como lo señalábamos en un apartado anterior, no pueden ver,
pero reciben una cierta cantidad de información: pueden seguir los objetos con los ojos y tienen
cierta capacidad para responder a la longitud de onda, a la orientación y al movimiento. No se
sabe exactamente qué sucede, aunque parece que hay una conexión directa, aunque débil, entre
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 4 142
la visión. qué es ver, qué es percibir
4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
el núcleo geniculado lateral y otras áreas corticales16. Es posible que la señal visual en la “visión
ciega” sea débil para producir conciencia, pero es lo suficientemente fuerte como para abrirse
paso hasta el sistema motor.
El problema fundamental es, según Crick, averiguar qué actividad cerebral corresponde direc-
tamente a la conciencia visual. Añade que se ha jugado con la idea de que cada área de la corteza
produce conciencia de alguno de los rasgos visuales, pero hasta el momento, según ha expuesto
Zeki (como hemos visto en un apartado anterior), no se ha encontrado ninguna región concreta
del cerebro en la que se reúna toda la información que se necesita para la conciencia visual17.
Crick y Koch, por su parte, proponen que la conciencia debe estar asociada sólo con las áreas
corticales que se retroconectan en V1 (1992: 121).
Tras este problema fundamental, la siguiente cuestión es cómo consigue el cerebro formar la
representación a partir de las señales visuales ya que, si la atención fuera indispensable para la
conciencia visual, el cerebro debería formar las representación de un objeto cada vez y pasando
después a otro. Pero, ¿qué sucede cuando se ha de ser consciente de más de un objeto a la vez?
(Crick y Koch, 1992: 121-122).
Si todos los atributos de varios objetos fueran representados por neuronas en rápida descarga,
podrían confundirse sus rasgos de manera que el color de uno podría atribuírsele a la forma de
otro, etc. Hace algún tiempo, Christoph von der Malsburg sugirió que si todas las neuronas
asociadas a un objeto se disparasen sincrónicamente entre ellas, y asincrónicamente con las que
representan a los otros objetos, se evitaría esa confusión, una propuesta que indujo a sugerir
que esta descarga sincrónica podría ser el correlato neural de la conciencia, lo que serviría para
ligar la actividad de diferentes áreas relativas al mismo objeto, pero los datos experimentales no
parece que respalden esta idea (Crick y Koch, 1992: 122).
Francis Crick y Christof Koch señalan que se ha valorado si las neuronas piramidales de la capa
5 podrían desempeñar este papel, ya que son las únicas que se proyectan directamente fuera del
sistema cortical y además muestran una insólita propensión a la descarga en ráfaga… Los autores
afirman que es muy atractiva la idea de que las neuronas de la capa 5 simbolicen directamente la
conciencia visual, pero que es muy pronto para decir si esta idea tiene algo de acertada o no, y
que el de la conciencia visual es un problema difícil que necesita de la investigación de las bases
psicológicas y neurológicas de la atención y de la memoria (Crick y Koch, 1992: 122).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 4 143
la visión. qué es ver, qué es percibir
4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
4.5 La percepción
Leonardo da Vinci definió la percepción como un órgano, situado entre el sentido común y
los sentidos, que recoge las imágenes de nuestros cinco sentidos y que las transmite al sentido
común, el instrumento al que están conectados todos los sentidos, que se encarga de grabarlas
en nuestra memoria en función de la importancia que posea cada objeto percibido (da Vinci,
1989: 9). Pero la percepción no es un órgano, sino un proceso que tiene la responsabilidad de
seleccionar, o de comprender, el medio que nos rodea. Y puesto que el origen de toda imagen
que se produce en nuestro cerebro es la realidad, en el análisis de la imagen deberemos incluir
el estudio de este proceso (Villafañe, 1985: 53).
Hemos de tener en cuenta que ver no es lo mismo que percibir, ya que mientras que percibir
es el proceso responsable de que comprendamos nuestro entorno, la acción de ver no implica
interactuar con lo que nos rodea (Eibl-Eibesfeldt, 1993: 48-49 y Villafañe, 1985: 53). Percibir es
un proceso que nos permite elaborar e interpretar la información de los estímulos para organi-
zarla y darle sentido (Dember y Warm, 1990: 20 y Lillo, 1993: 3).
Pero como al estudiar la percepción tratamos con experiencias privadas de personas, las con-
clusiones dependerán de lo que los sujetos nos dicen que ven, no del conocimiento directo de
lo que ven (Dember y Warm, 1990: 28). Y puesto que la actividad perceptiva se produce en un
contexto, y el efecto del estímulo depende del contexto, la percepción es relativa y no absoluta
(Dember y Warm, 1990: 24). Pero que las experiencias sean privadas y que la percepción se
produzca en un contexto, no significa que se trate de un proceso subjetivo.
Toda actividad perceptiva se produce en un contexto, ya que el mismo círculo gris generará
distintos estímulos si está sobre un fondo oscuro o sobre un fondo claro: parecerá más brillante
si está sobre el oscuro que sobre el claro (Dember y Warm, 1990: 24).
El contexto tiene tal influencia en nuestra percepción que es posible, como demostró Biedermann,
que disminuya nuestra capacidad para identificar objetos familiares, si alteramos sus contextos ha-
bituales, de manera que “el contexto es lo que introduce en la percepción la complejidad que la con-
vierte en un campo de estudio desconcertante y a la vez fascinante” (Dember y Warm, 1990: 25-27).
Otra situación en la que el contexto es fundamental es en el caso de las representaciones muy estiliza-
das, de las propuestas muy abstractas que pueden referirse a muchas cosas, y donde sólo el contexto
puede revelar a cuál de las múltiples significaciones posibles hace referencia (Arnheim, 1986: 156).
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la visión. qué es ver, qué es percibir
4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
Para explorar la influencia del contexto en la percepción, se muestran dos líneas paralelas de la
siguiente manera: en un caso las presentamos sobre un fondo blanco y, en el otro, sobre unas
líneas que dibujan una perspectiva. Si mostramos a alguien las primeras líneas nos dirá que son
rectas y paralelas; pero si le mostramos las otras líneas, que también son rectas y paralelas, nos
dirá que son curvas y que están torcidas (figura 2) (Dember y Warm, 1990: 27-28):
Podemos “engañar” al sistema perceptivo respecto a la naturaleza de las cosas, a través del con-
texto (Dember y Warm, 1990: 27), porque la percepción es un proceso activo de interpretación
de la información de los estímulos, que depende del contexto global en que éstos se presentan
(Dember y Warm, 1990: 182)
Otro de los aspectos que se han debatido en torno a la percepción, es si su naturaleza es innata
o aprendida. Lo veremos en apartados posteriores, pero antes haremos un breve repaso por las
diferentes propuestas teóricas psicológicas que han estudiado la percepción.
Lillo distingue la herencia teórica que recibió Wundt en una serie de “tradiciones”: la física, la
psicofísica y la empirista.
4.5.2.1 La herencia teórica que recibió Wundt
4.5.2.1.1 Tradición física
Newton distinguió el estímulo y la sensación a través de sus experimentos con la luz, lo que le llevó
diferenciar la experiencia perceptiva y el estímulo físico que la hace posible. Además hizo evidente
que la sensibilidad del ojo humano variaba cuando variaba la longitud de onda en las radiaciones.
Estas conclusiones le dan a Wundt instrumentos para especificar las propiedades del estímulo,
pero no le proporcionan medios para medir la percepción, un legado que recogerá de la tradi-
ción psicofísica.
Para conseguirlo, Fechner buscó y determinó los umbrales a partir de los cuales el estímulo
pasa de no ser percibido a serlo, y estableció una ley, la ley de Fechner, que preveía que existía
una proporción entre el estímulo y su percepción. Aunque esta ley resultó inadecuada (Lillo,
1993: 36), porque se demostró que, a partir de un determinado momento, multiplicar por dos
un estímulo no significaba que la percepción de ese mismo estímulo se duplicara (Lillo, 1993:
145), a este autor se le reconoce el mérito de ser el primero que intentó proporcionar instru-
mentos para medir cuantitativamente la percepción.
Pero para que Wundt desarrollara una explicación del hecho perceptivo necesitaba, además de
la distinción entre estímulo y percepción, y de instrumentos para medir la percepción, los me-
canismos que explicaran cómo se relacionaban los estímulos con la percepción. En este sentido,
el legado más importante lo recibió de los filósofos empiristas británicos.
Una de las principales figuras del empirismo, Hume, defendió que las percepciones están en
nuestra mente y que pueden ser simples y complejas, de modo que la asociación de percepcio-
nes simples conformarían las complejas. Esta terminología de percepciones simples y comple-
jas se sustituirá, con el tiempo, por la de sensaciones y percepciones.
Pero cómo explicar las sensaciones y las percepciones si se trata de una respuesta al estímulo
que depende de cada individuo y de las condiciones como llega el propio estímulo. Para supe-
rar este callejón sin salida, propusieron la existencia de una serie de sensaciones fidedignas que
servirían para validar las que no lo eran. De esta manera concibieron el estudio de la tercera
dimensión, y defendieron que si podemos apreciar la profundidad en una imagen en dos di-
mensiones, es porque en la imagen retiniana existen una serie de claves de la profundidad que
son utilizadas por el cerebro. Estas claves han sido denominadas como claves pictóricas de la
profundidad, porque serían las responsables de que podamos apreciar la profundidad en una
representación bidimensional, y son (Lillo, 1993: 36 y ss.):
. la clave de altura, en el sentido de que los objetos que están lejos tienden a proyectarse más
altos en la fotografía que los más próximos;
. la clave del tamaño relativo, ya que los objetos lejanos tienden a proyectarse más pequeños
que los que están más próximos;
. la clave de superposición, en el sentido de que los objetos más próximos tienden a tapar u
ocluir a los más alejados.
Una vez establecidas estas claves se plantea una contradicción porque se demuestra que no son
fiables: un elemento puede estar más elevado en la imagen porque su situación real sea ésta y
no porque esté más alejado, pero sin embargo aprendemos a interpretarlas en clave de profun-
didad. ¿Por qué?
La respuesta a esta contradicción y a esta pregunta está en las claves fisiológicas, que se deno-
minan así debido a la diferencia en la presión ocular que se producen en función de la distancia
a la que se encuentra lo que miramos (Lillo, 1993: 36-39):
. la acomodación, proceso por el que el cristalino adecua su grosor y su forma en función de
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 4 146
la visión. qué es ver, qué es percibir
4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
las distancias, de modo que es grueso y redondeado en las distancias cortas, y fino y alargado
en las distancias largas;
. la convergencia, que se produce cuando centramos la atención en un objeto y se forma un án-
gulo imaginario entre los dos ojos, un ángulo que se incrementa cuando se reduce la distancia
de observación, lo que aumenta la tensión en los músculos que mueven los ojos.
A través de estas claves fisiológicas podemos calibrar las claves pictóricas de profundidad, ya
que a lo largo del curso vital es posible que ciertos valores de las claves pictóricas se asocien
con ciertos valores de las fisiológicas y adquirir, progresivamente, la capacidad para hacernos
percibir profundidad (Lillo, 1993: 41-43)
Lillo señala que aunque es posible que existan diferentes motivos para discrepar de esta forma
de concebir la percepción visual de la tercera dimensión, lo cierto es que las claves pictóricas
pueden utilizarse con efectividad en dibujos y fotografías para distorsionar fácilmente el ta-
maño con el que se perciben las cosas (Lillo, 1993: 43), y que algunas de estas propuestas se
continúan utilizando en la actualidad (lo veremos en párrafos posteriores) en el estudio del
reconocimiento, “uno de los aspectos de la percepción que más influye en nuestra experiencia
consciente” (Lillo, 1993: 379-381).
4.5.2.2 La era de Wundt
Algunos autores consideran que Wundt, al recoger los avances de los empiristas y de la psicofísica,
pertenece a la visión clásica de la percepción, una visión que tiene las siguientes características:
. la sensación es la unidad mínima de la experiencia consciente y a partir de ella se construyen
las percepciones;
. se considera que la sensación se produce cuando es activado algún receptor;
. partiendo de las premisas anteriores, se consideraba que se debía estudiar cómo se generan
las sensaciones, cuáles son sus características y cómo se generan las percepciones a partir de
su combinación.
Durante el tiempo en que dominó la teoría clásica se produjo una gran cantidad estudios ex-
perimentales y de trabajos teóricos, pero finalmente se produjo su caída cuando dos de sus
pilares fueron cuestionados “ferozmente” (Lillo, 1993: 47) por la psicología de la Gestalt y por
el conductismo: la consideración de las sensaciones como las unidades básicas de la percepción
y el análisis de la experiencia consciente.
4.5.2.3 La Gestalt
La teoría de que las sensaciones eran datos para la percepción perduró largo tiempo, pero tenía
una implicación fastidiosa: no se podían especificar cuáles eran estos elementos sensoriales. Los
psicólogos de la Gestalt formularon esta objeción y trataron de dar una respuesta diferente a
la cuestión de cómo podíamos ver las formas visuales. Su propuesta fue la de considerar que la
forma no podía ser reducida a sensaciones, y que la imagen retiniana genera una serie de exci-
taciones aisladas que, una vez proyectadas en la corteza, se unen en una Gestalt (Gibson, 1974:
42-43), en una forma global. Para esta escuela la percepción no depende de los elementos que la
componen, sino de la forma como estos elementos se agrupan o relacionan . Sus conclusiones
pusieron en aprietos la concepción clásica de que la experiencia consciente podía ser analizada
y descompuesta en un cierto número de sensaciones (Lillo, 1993: 48-52)
Para los teóricos de la Gestalt, la percepción solo puede entenderse estudiando sus propiedades
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 4 147
la visión. qué es ver, qué es percibir
4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
gestálticas, globales, sin descomponerla en unidades ficticias, razón por la que centraron sus
esfuerzos en dos ámbitos (Lillo, 1993: 48-52):
. en determinar las causas por las que se generan las “gestals”, lo que daría lugar al estableci-
miento de las leyes de agrupamiento perceptivo, que son:
. la ley de proximidad, por la que los elementos próximos tienden a agruparse a nivel
perceptivo;
. la ley de similaridad, por la que los elementos similares tienden a agruparse a nivel
perceptivo;
. la ley de la buena continuación, que produce líneas o curvas suaves;
. la ley de simplicidad que nos permite percibir de la manera más simple posible;
. en determinar las propiedades de las “gestals”, lo que daría origen al establecimiento de las
leyes de figura-fondo:
. en nuestra visión cotidiana siempre existe algo que es el centro de nuestra atención, la fi-
gura, y lo que la rodea, el fondo. Cuando vemos la figura, ésta se sitúa delante del fondo.
Aunque esta teoría no es tan explícita en la percepción del espacio como lo es en la percepción
de la forma, sí afirmaba que toda percepción visual es tridimensional desde un comienzo (Gib-
son, 1974: 43). Y que, además, es posible que su mayor contribución fuera la de haber formula-
do problemas relativos a la percepción espacial como, por ejemplo, ¿cómo se separa una figura
de su fondo?, ¿qué es un contorno?, ¿por qué el mundo parece erecto? (Gibson, 1974: 44).
4.5.2.4 El conductismo
El conductismo es la corriente psicológica que cuestiona el otro de los pilares de la teoría clási-
ca: el estudio y análisis de la experiencia consciente, porque considera que este tipo de experien-
cias pertenecen a la esfera íntima, por lo que no pueden ser observadas de manera compartida y
deberían ser sustituidas por algo que sí pudiera serlo, como es el caso de la conducta. Mientras
dominó esta corriente psicológica se redujeron los estudios sobre la percepción porque, entre
otras razones, muchos de sus dominios eran sospechosos de incurrir en el subjetivismo, pero
las técnicas de registro que desarrolló el conductismo hicieron posible el estudio riguroso de la
percepción infantil y animal, sujetos que no poseen lenguaje verbal (Lillo, 1993: 52-58).
La corriente teórica que se inicia en esta década se conoce como el “enfoque del procesamien-
to de la información” y supondrá el redescubrimiento de Helmholtz, una de las figuras del
periodo clásico, que había desarrollado el concepto de inferencia inconsciente para referirse
a las sensaciones de las que no tenemos consciencia, pero que permiten al cerebro deducir la
naturaleza de lo percibido20.
Al mismo tiempo que se recuperó este concepto, se desarrolló la tecnología informática, lo que
favoreció una comparación entre cerebro y ordenadores. Así, por ejemplo, se consideró que
las sensaciones no conscientes eran datos de los sentidos que el cerebro utilizaba para deducir
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4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
(inferir) la realidad de forma parecida a lo que sucedía en el interior de los ordenadores, que
manejan datos que desconocemos para lograr unos resultados que sí conocemos.
La defensa perceptiva se produce cuando el sujeto muestra más lentitud para reconocer algunas
palabras como, por ejemplo, las que se refieren a emociones o a aspectos sexuales; la percepción
subliminal se refiere a los estímulos que de modo irracional e inconsciente nos conducen a ha-
cer algo concreto (Lillo, 1993: 64).
El ecologismo perceptivo considera que la percepción nos produce engaños cuando estamos
sometidos a limitaciones de movimiento, de visión, etc. Pero afirma que si se suspenden las
limitaciones y se acercan las condiciones a las que son propias de la cotidianeidad, descubrimos
que hay propiedades que nos permiten calibrar la percepción en su justa medida. Estos teóricos
no son contrarios a realizar experimentos de laboratorio que se alejen de la cotidianeidad, pero
su propuesta es que estos estudios se realicen sin eliminar los parámetros que son importantes
para el estímulo (Lillo, 1993: 70-73).
Desde este enfoque para comprender el normal funcionamiento de la percepción sería suficien-
te la descripción de las propiedades invariables y realizar estudios que analicen su uso por parte
de los perceptores.
4.5.2.7 Teoría psicofísica
Para estudiar la percepción no es necesario comprender los acontecimientos que se dan dentro
del sistema nervioso, ya que se puede intentar establecer una correspondencia empírica entre el
estímulo y su resultante consciente porque existe, en general, una relación entre las experiencias
y los estímulos que las suscitan, lo que ha de ocurrir para que el experimentador pueda adaptar
su conducta a su entorno. Éste es el principio de la correspondencia psicofísica, el hecho de que
las variaciones en los estímulos están relacionadas con las variaciones en el carácter de las percep-
ciones (Gibson, 1974: 78).
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4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
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objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
A partir de los estudios que realizó Gibson sobre la distancia y la profundidad para favorecer
el aterrizaje de los pilotos durante la guerra, se empezó a afianzar la hipótesis de que la percep-
ción del espacio provenía del fondo de los objetos, y no de los objetos; que el espacio visual no
debía ser concebido como un objeto o conjunto de objetos en el aire, sino como una superficie
continua, o como un conjunto de superficies contiguas (Gibson, 1974: 20).
Los principios fundamentales de esta teoría terrestre del espacio visual son los siguientes (Gib-
son, 1974: 20-25).
1. las impresiones elementales para comprender el mundo visual son las de superficie y borde,
ya que la impresión de una superficie continua puede explicar que el espacio visual sea con-
cebido como un fondo, la impresión de un borde puede explicar una figura contra el fondo,
y ambas juntas pueden explicar la percepción de un objeto.
2. Gibson indica que siempre ha de existir una variable en el estímulo, al margen de la dificultad
que suponga aislarla, que corresponda con una propiedad del mundo espacial. Así, por ejem-
plo, en una imagen texturada ha de poder hallarse un estímulo relacionado con la cualidad de
distancia o de profundidad en una superficie continua, igual que debería poder descubrirse
un estímulo para un borde o contorno, y para la impresión de profundidad en un contorno.
3. La variable del estímulo no ha de ser una copia de la propiedad del espacio visual a la que
corresponde. Así, por ejemplo, en la imagen retiniana bidimensional no hay una réplica de
las cualidades de solidez y de profundidad, pero puede haber corrrelatos de ellas.
4. En la cuestión sobre cómo percibimos el mundo visual, podemos aislar dos problemas: la
percepción del mundo sustancial o espacial, y la percepción del mundo de cosas útiles y
significativas, el mundo al que, normalmente, prestamos atención. El primero es el mundo
de colores, texturas, superficies, bordes, pendientes, formas e intersicios. El segundo es el
mundo con el que, por lo común, estamos relacionados, como es el caso de los objetos, luga-
res, personas, señales, y símbolos escritos. Este último se desplaza, mientras que el primero
permanece como una especie de fondo de nuestra experiencia, el mundo de las cosas signifi-
cantes. Pero éste es tan complejo que nuestra percepción actúa de forma selectiva con él.
En cuanto a las variables incluidas en la imagen retiniana, Gibson indica que las variables clá-
sicas son las variaciones físicas de la propia luz, que son la longitud de onda y su intensidad.
Señala que combinando estas y mezclando longitudes de onda, podemos explicar todas las
cualidades de color y de brillo, pero como en nuestro entorno hay superficies y bordes, debe
existir un segundo tipo de variable de estímulo en la imagen (Gibson, 1974: 78-79).
Pero las superficies también tienen una representación específica en la imagen, ya que sus irre-
gularidades físicas son proyectadas como irregularidades en la imagen como cuando, por ejem-
plo, una depresión en la superficie aparece como una mancha oscura en la imagen, etc. Gibson
señala que este tipo de estímulos dan lugar a lo que denominaremos la cualidad de textura
visual, y que parece, a partir de las pruebas aportadas por otros autores, que la textura es lo
que hace que una superficie sea perceptible como superficie y no como un color sin sustancia
(Gibson, 1974: 79-80).
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la visión. qué es ver, qué es percibir
4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
Este tipo de teorías poseen dos características principales (Aumont, 1992: 55-56):
. consideran que el sistema perceptivo engendra perceptos que son conformes con la realidad
del mundo circundante, lo que permite la predicción a partir de la combinación de una serie
de variables y según determinadas reglas;
. la información que contiene la proyección retiniana no es suficiente para percibir, y necesita-
mos recurrir a otras fuentes como, por ejemplo, las señales eferentes, la memoria, etc.
En las teorías de este enfoque se otorga un importante papel al observador en dos sentidos: por
una parte, en el de que todos poseemos, más o menos, las mismas tendencias, unas tendencias
que, según Aumont, son la respuesta que nuestro sistema visual inventa cuando no tiene ele-
mentos necesarios para interpretar lo que ve. Por otra parte, en el sentido de que se da impor-
tancia al observador porque las experiencias en el mundo visual producen una serie de hábitos
que traducimos por expectativas (Aumont, 1992: 56-57).
Este enfoque está representado por el innatismo en el siglo xix, que defendía que la visión no
era aprendida. Los teóricos de la Gestalt, a principios del siglo xx, pondrán el acento también
en que el cerebro tiene la capacidad innata de organizar lo visual en función de leyes universales
y eternas. Posteriormente, a partir de 1950, se revitaliza este enfoque con Gibson y su teoría
psicofísica y, más tarde, con la teoría ecológica de la percepción visual (Aumont, 1992: 57).
En este enfoque se considera que las discontinuidades luminosas que se aprecian en la imagen
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la visión. qué es ver, qué es percibir
4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
retiniana son informaciones acerca del espacio, y que la proyección retiniana contiene la sufi-
ciente información sobre la disposición espacial, como para que el sujeto no tenga que recurrir
a otras fuentes. Aumont señala que la forma de razonar en este enfoque es muy particular ya
que, por ejemplo, una de sus premisas es que existe un suelo, una superficie que se extiende en
la tercera dimensión y que la proyección retiniana de un objeto se describe en función de las
superficies que estén en contacto con él (Aumont, 1992: 58)
Este enfoque posee dos rasgos que merece la pena subrayar (Aumont, 1992: 59):
. que suponga que se pueden apreciar las variaciones en las estructuras de la imagen retiniana,
refiriéndolas a la continuidad de las superficies y a la constancia de los objetos, en el sentido
de que los objetos siguen concibiéndose como tales aunque no estén a la vista;
. se basa en la idea de que podemos acceder a las cualidades intrínsecas del mundo real, a sus
invariantes, a través de la estimulación retiniana.
4.5.3.3 ¿Qué enfoque es mejor?
Aumont considera que estos enfoques no son contradictorios y que ambos tienen sus ventajas
y su utilidad, ya que lo que hacen es estudiar dos modos de percepción diferentes (Aumont,
1992: 60-61):
. el modo de la proximidad, que tiene poca relación en nuestro comportamiento habitual, pero
que desempeña un papel indispensable en la percepción global;
. el modo de la constancia, que es el que domina en la vida diaria y objetiva, porque está en
relación con el mundo físico.
Hemos de tener en cuenta que, en la actualidad, las propuestas de cada uno de los enfoques no
están tan distantes como lo estuvieron porque, por ejemplo, dos de los problemas que fueron
considerados fundamentales en otro tiempo, ahora están prácticamente olvidados (Aumont,
1992: 60):
. como veremos en un apartado posterior, la oposición entre innatismo y aprendizaje de la
visión ya no existe porque “todo el mundo estima que tenemos de manera innata la capacidad
de aprender”;
. respecto a la oposición entre el uso exclusivo de información visual o la combinación de in-
formación visual y no visual, Aumont indica que se ha debilitado mucho la disputa entre la
teoría de la Gestalt y el asociacionismo.
El autor señala que lo que diferencia a estos dos enfoques en la actualidad es si hay, o no hay, una
propiedad nueva que aparece cuando la información visual está presente de manera coherente
en toda la superficie retiniana (Aumont, 1992: 61). Respecto a esta cuestión Aumont señala que
todavía no podemos decidir en un debate así pero, a la luz de los progresos en el funcionamiento
del cerebro, propone una intuición: si en el cerebro se producen procesos globales que suponen
aplicaciones en paralelo y transversalmente, no es imposible creer que las variables complejas de
la visión, según Gibson, impliquen este tipo de funcionamiento (Aumont, 1992: 61).
algunos psicólogos consideran que esta distinción continúa siendo válida, otros, como Gibson,
defienden que no hay diferencias importantes entre el sistema perceptivo y el sensorial (Dember
y Warm, 1990: 20), y que los hallazgos de la psicología de la Gestalt han derrumbado la base lógi-
ca de esta distinción, y en lugar de una teoría según la cual las percepciones se elaborarían en base
a sensaciones elementales, ha ido ganando terreno la propuesta según la cual existen variables o
dimensiones de una experiencia, bien sea perceptual o sensorial (Gibson, 1974: 26).
Gibson añade que la teoría según la cual las sensaciones son la materia prima de la experiencia
humana, y las percepciones el producto elaborado que combina, ordena y une las sensaciones,
aunque pueda parecer muy venerable, sólo es una teoría que, además, no explica la gran canti-
dad de datos que ha acumulado de psicología. Veamos, en un pequeño repaso, cómo se originó
la distinción entre ambos conceptos (Gibson, 1974: 29)
En la segunda mitad del siglo xvii se desarrolla la teoría de que el conocimiento humano llega a
través de los sentidos, que aprendemos nuestras ideas en lugar de estar implantadas en nuestras
mentes por Dios (Gibson, 1974: 29-30). Luego si el conocimiento llega a través de los sentidos,
las capacidades sensoriales del hombre han de ser cuidadosamente estudiadas. Como la visión
es el principal sentido, se empezó a controlar todo lo que se podía ver en condiciones controla-
das, pero se tropezó con una dificultad: el sentido visual no era suficiente para explicar todo el
conocimiento visual, sobre todo el del espacio tridimensional, por lo que se planteó que debía
existir un proceso mental especial que rigiera las sensaciones visuales, un proceso que podría
ser de asociación e inferencia, un argumento que constituyó la base racional de la teoría de la
percepción (Gibson, 1974: 20)
A partir de aquí se planteó una cuestión espinosa, la de cómo podemos aprehender el mundo
real al margen del mundo de los sentidos, o el mundo separado de la acción de la luz dentro del
ojo (Gibson, 1974: 30).
Las corrientes nativista y empirista se enfrentaron también a esta cuestión. Ambas defendían
que las sensaciones visuales eran innatas, que eran los datos de la mente o lo que se daba a la
mente. Pero disentían en si la percepción dependía del conocimiento o de la intuición, y en
qué era lo sentido y qué era lo percibido. Una de las propuestas postulaba que el color era una
sensación y que el resto de atributos eran percibidos; otra que la extensibilidad era sentida, que
era necesario aprender la ubicación…, pero la tercera dimensión siguió siendo un fenómeno
que sólo podía explicar la percepción (Gibson, 1974: 33).
Pero si todo cuanto percibimos nos llega mediante nuestros órganos sensoriales, y no todas las co-
sas tienen contrapartes en la estimulación, es necesario suponer que estas últimas son sintetizadas.
La cuestión es ver cómo se produce esa síntesis. El nativismo proponía que la síntesis era intuitiva
o innata, mientras que el empirismo explicaba que la síntesis era aprendida gracias a experiencias
anteriores. La teoría de la Gestalt, por su parte, sugiere que es producida por un proceso del siste-
ma nervioso central que se podría denominar organización sensorial22 (Gibson, 1974: 45).
datos sensoriales que se unifican y se confrontan con el conocimiento que poseamos del objeto
o situación percibida (Luria, 1978: 58-59) y que nos permite comprender e interactuar con el
medio que nos rodea (Eibl-Eibesfeldt, 1993: 667-668 y Villafañe, 1985: 53). Villafañe considera
que la percepción posee carácter cognitivo (lo analizaremos en un apartado posterior), mientras
que la sensación no lo tiene (Villafañe, 1985: 76).
En cuanto a la percepción visual, denominamos así al proceso mediante el cual obtenemos in-
formación de nuestro entorno a través del aparato de la visión. Para lograrla, se confrontan las
informaciones de la sensación visual con la memoria visual, de donde surge un nuevo resultado
(Villafañe, 1985: 80-81). Hay quienes consideraron que el sistema visual es el más importante
de los sistemas de percepción, porque es el que puede captar más información y con mayor
rapidez (Guski, 1992: 192)
Estos autores señalan que otra razón para no establecer una diferencia fundamental entre sen-
sación y percepción es que los receptores sensoriales no son meros canales que transmiten
datos a los centros corticales superiores, sino que en la visión, por ejemplo, el ojo organiza y da
forma a la información de los estímulos antes de que los impulsos neurales partan de la retina
hacia el cerebro23, por lo que prefieren “no establecer distinción fundamental alguna entre
sensación y percepción, pues consideramos que ambos términos hacen referencia a un proceso
complejo, pero continuo, a través del cual el organismo busca y extrae información de su medio
que facilite sus respuestas adaptativas” (Dember y Warm, 1990: 21).
Gibson, por su parte, considera que si la estimulación contiene todo lo necesario para explicar
la percepción visual, la hipótesis de que existe un proceso de organización sensorial que sinte-
tiza los estímulos y todo aquello que no tiene contraparte en la estimulación, no sería necesaria
(Gibson, 1974: 46).)
El interés por averiguar si nuestros contenidos mentales son aprendidos o innatos ha generado
un gran número de investigaciones que, de forma simplificada, se han clasificado en dos op-
ciones teóricas: el empirismo y el innatismo. La primera opción considera que los contenidos
se derivan del aprendizaje, mientras que la segunda defiende que son propios del intelecto
humano y que no dependen de la experiencia. El hecho de que propiedades como la distancia
y la solidez no sean sentidas favorece el enfoque empírico, pero cuando se observa que los
mundos visuales de diferentes observadores son muy semejantes, la teoría empírica tampoco
parece ser verdad. Luego si se pudiera describir una base sensorial para las propiedades para
las que todavía no se ha encontrado el correlato en la imagen retinal, el dilema podría venirse
abajo (Gibson, 1974: 31).
Gibson indica que las pruebas experimentales en torno a si tenemos que aprender a percibir las formas,
no han sido muy concluyentes. Señala que hay pruebas de que los bebés de 3 a 5 meses pueden distin-
guir los rostros humanos de otras cosas, pero que, al mismo tiempo, no pueden diferenciarlos entre
sí. Este tipo de resultados parecen indicar que el desarrollo de la percepción parece ir de las grandes
diferencias a las diferencias tenues, pero se desconoce si este desarrollo depende del aprendizaje, o si
es el resultado del crecimiento natural del sistema nervioso óptico (Gibson, 1974: 36).
Buscando ejemplos en otro tipo de observadores, Gibson expone un estudio en el que se com-
pararon las experiencias visuales de un aviador novato y de otro experimentado. Las imágenes
retinianas de ambos eran iguales, pero mientras que el piloto experimentado reaccionaba, de
forma diferenciada, a variaciones de la imagen, el piloto novato no reaccionaba. Esta diferencia
se debía a que el entrenamiento de un piloto le permite realizar diferenciaciones sutiles, lo que
no sucedía todavía en el caso del aviador novato. En este sentido se puede admitir que la per-
cepción del espacio es producto del aprendizaje, pero ello no supone que el piloto haya debido
aprender las impresiones de distancia, de profundidad y de altitud (Gibson, 1974: 180).
A pesar de que esta controversia ha tenido una considerable influencia en la investigación psi-
cológica, “la investigación se puede evaluar por sí misma, prescindiendo de las motivaciones
filosóficas y teóricas que la sustenten”, por lo que expondremos los datos disponibles acerca
del desarrollo perceptivo (Dember y Warm, 1990: 427).
En los estudios evolutivos se emplean dos formas para establecer comparaciones de edad: el
enfoque longitudinal, a través del cual se estudia a los mismos sujetos a intervalos frecuentes,
y el enfoque transversal, en el que se toman muestras de sujetos de distintas edades (Dember y
Warm, 1990: 428).
La mayor parte de estudios sobre la evolución se han hecho a través del enfoque transversal,
pero hemos de tener en cuenta que para que el investigador pueda separar los componentes que
son innatos de los aprendidos, ha de manipular la experiencia normal de un ser humano, lo que
supone un problema ético considerable, sobre todo cuando se desconocen las consecuencias de
tal manipulación.
Para evitar este tipo de problemas hay dos soluciones: o utilizar animales, o aprovechar el
hecho de que algunas personas son educadas en un ambiente inusual por motivos médicos,
culturales, o de otro tipo (Dember y Warm, 1990: 428-429).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 4 155
la visión. qué es ver, qué es percibir
4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
Cuando se emparejaron entre sí los colores mencionados, dejando de lado el gris, los niños
entre seis meses y dos años dispusieron, por este orden, el rojo, el amarillo, el azul y el verde.
Estas preferencias varían cuando los niños son algo mayores, pero éstas “están determinadas
por la distinta sensibilidad neural congénita a diferentes longitudes de onda de la luz, no por
factores culturales y/o lingüísticos” (Dember y Warm, 1990: 435).
Respecto a los primeros casos, los autores disponen de los informes que realizara el psicólogo
alemán von Senden (1932) sobre pacientes con cataratas en el cristalino24, y que fueron descri-
tos por Donald O. Hebb e incorporados en su teoría de la percepción (1949). Resultó que una
vez que estos sujetos recuperaban la visión, podían distinguir la presencia de un objeto pero no
podían identificarlo: para conseguirlo debían someterse a un largo y difícil periodo de entrena-
miento. Pero incluso cuando éste se había producido, si se introducía un cambio en la figura, se
deterioraba la identificación. Estas pruebas sugieren que algunos aspectos de la percepción se
adquieren a través del aprendizaje, lo que lleva a Hebb a considerar que el aprendizaje debe ser
igualmente difícil para los bebés, aunque no existen pruebas directas, aceptables, de que esto sea
así (Dember y Warm, 1990: 440-442).
Otros casos que parecen confirmar la existencia de períodos críticos en el aprendizaje de los
seres humanos, son los denominados “niños salvajes” (Zeki, 1995: 250-251; y Malson, 1973:
47), unos niños que si eran encontrados (o capturados) después del periodo crítico en el que
deberían haber aprendido a hablar, a pesar del mucho mimo, atenciones, y enseñanzas que se
les dedicaban, sólo llegaban a aprender unas pocas palabras.
Además de la falta del lenguaje, Malson destaca que en algunos de los individuos que sufrie-
ron aislamiento social y afectivo, se detectaron dificultades para interpretar con precisión la
perspectiva y calcular las distancias, y para reconocer la imagen reflejada como tal imagen y
no como un ser real (Malson, 1973: 70); pero también tenían dificultades para diferenciar entre
un relieve y una figura plana como, por ejemplo, entre un dibujo en papel y un grabado sobre
madera (Malson, 1973: 48-49): en algunos casos sus vistas no establecían una diferenciación
entre un objeto y un objeto pintado (Malson, 1973: 78)
Por lo demás, otras serie de experimentos con ratas (Dember y Warm, 1990: 452-457) demues-
tran que la experiencia temprana tiene mayor efecto que si se produce esa misma experiencia más
tarde. A partir de estos resultados y de otros similares, “cabe inferir que el aprendizaje percep-
tivo de los bebés se produce con más rapidez que el mismo aprendizaje en adultos igualmente
inexpertos, lo cual no quiere decir que los bebés aprendan (…) más deprisa que los adultos (…).
Lo que nosotros afirmamos es que los adultos inexpertos son personas inferiores, desde el punto
de vista del aprendizaje, a los bebés inexpertos” (Dember y Warm, 1990: 456), y que “puede que
la experiencia temprana no afecte a la capacidad perceptiva per se, sino a la posibilidad de que los
sistemas perceptivos se empleen de forma normal” (Dember y Warm, 1990: 457).
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la visión. qué es ver, qué es percibir
4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
Pero para que se demuestren estas interpretaciones, o para que exista un efecto directo de la
experiencia temprana sobre la percepción, sería necesario controlar “los efectos generales de
tipo emocional y cognitivo de las manipulaciones que pretenden tener consecuencias pura-
mente perceptivas” y aún no se conoce con profundidad “los mecanismos neuroquímicos que
subyacen al aprendizaje”, aunque hay pruebas “de la existencia de estos efectos en el cerebro al
variar la experiencia temprana” (Dember y Warm, 1990: 457-458)
En algunos seres humanos se desarrollan cataratas, bien en el nacimiento o bien poco después,
de modo que el paciente es totalmente ciego desde un punto de vista práctico. Pero esta ceguera
puede corregirse mediante una intervención quirúrgica, de modo que, cuando se extraen las
vendas, el paciente es estimulado por primera vez por una proyección de su medio ambiente. Y
aquí está la cuestión: ¿qué es lo que se ve? (Gibson, 1974: 293).
Lo más destacable de sus experiencias es que los pacientes se quedan perplejos y confundidos
ante las nuevas impresiones visuales, en especial por el fluir incesante de dichas experiencias y
por su enorme variedad. Resultó que todos ellos tenían grandes dificultades para describir o
nombrar lo que veían, de modo que debían aprender a ver, y necesitaban, para conseguirlo, un
extenso periodo de desarrollo28 (Gibson, 1974: 293-294).
Otra cuestión digna de mención es que los pacientes, aunque disponían del vocabulario para
nombrar los objetos que veían , tenían dificultades para relacionar impresión visual y palabra
porque éstas se habían adquirido a través de experiencias táctiles y musculares, pero no visua-
les. Así, por ejemplo, eran capaces de distinguir visualmente un lápiz y una llave, pero para
identificarlos, para relacionarlos con un nombre, necesitaban tocarlos (Gibson, 1974: 295).
Los informes obtenidos del estudio de estos individuos sugieren que hubo cuestiones que
aprendieron con mayor rapidez que otras. Así, por ejemplo, aprendieron rápidamente a nom-
brar los colores, el movimiento visual, lo próximo y lo lejano. Pero tuvieron dificultades en
identificar las formas visuales pertenecientes a objetos, acontecimientos, animales, etc., y tarda-
ron más tiempo todavía en aprender signos y símbolos, porque el paciente tenía que revisar los
significados de las palabras que usaba (Gibson, 1974: 296).
Sin embargo, a pesar de esta necesidad de aprender a ver, Gibson señala que hay pruebas de
una cierta capacidad visual espontánea y no aprendida en estos pacientes, ya que la fijación y el
acto de escudriñar el medio ambiente fue posible desde el primer momento, aunque la acción
de coger un objeto, que era posible, resultó ser lenta e insegura (Gibson, 1974: 294).
Luego parece, a tenor de los datos que se poseen, que no aprendemos a ajustar, a hacer con-
verger, a fijar y a mover los ojos, aunque es posible que la práctica perfeccione estas funciones.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 4 158
la visión. qué es ver, qué es percibir
4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
No aprendemos a asociar los puntos retinianos para ver formas, o a interpretar las sensaciones
de color y de forma para ver la tercera dimensión, pero sí aprendemos a identificar los rasgos
de estimulación visual que corresponden a los rasgos importantes del medio ambiente físico.
Aprendemos a identificar las cosas, aprendemos sus cualidades y, por lo tanto, aprendemos a
diferenciarlas, que es lo que permite que nuestras percepciones del mundo se vuelvan diferen-
ciadas. Es en este sentido en el que aprendemos a ver29 (Gibson, 1974: 300-301).
Cuando nacemos lo hacemos de forma prematura, antes de desarrollar las capacidades que nos
permitirían movernos, seguir a nuestra madre, etc., por lo que nuestras crías, a diferencia de las de
otras especies que poseen una cierta autonomía cuando nacen, dependen más y durante más tiempo
de sus madres. Pero, ¿por qué nacemos tan incapacitados, si nos comparamos con las otras especies?
Hemos de tener en cuenta que si al nacer pudiéramos mantenernos erguidos, pronunciar palabras,
si pudiésemos jugar/luchar con nuestros hermanos, etc., como sucede en otras especies, nuestro
cerebro sería de tal tamaño, que mataría a nuestra madre durante al parto (Acarín, 2001: 38 y ss..).
Cuando nacemos, nuestro cerebro posee un tamaño que es la cuarta parte del tamaño que al-
canzará en nuestra madurez como individuos, luego nuestro cerebro, al nacer, no está prepara-
do para capacitar nuestra movilidad, identificación del entorno, etc. Pero podremos desarrollar
estas, y otras capacidades26, porque se conjugan varios factores (Acarín, 2001: 40-41 y 196-197;
Hoffman, 2000: 28-30):
. nacemos con las capacidades que nos permitirán aprender, gracias a la memoria filética27;
. el desarrollo físico hace que nuestro cerebro y nuestros músculos se fortalezcan;
. nuestra incapacidad hace que quienes nos rodean se vuelquen en enseñarnos y en motivar
nuestro aprendizaje con los “di mamá, dí papá”; “sigue mi dedo”, “a ver cómo te aguantas de
pie”, “coge esto”….
Sumando las tres aportaciones conseguiremos hablar, andar, entender los colores del mundo,
coordinar nuestro cerebro con la visión y con la mano, recibir información de la profundidad
y de las texturas que nos rodean, huir de los estímulos dolorosos, etc.
Acarín señala que las áreas del córtex que maduran antes son las que tienen relación con la mo-
tricidad y la recepción de las percepciones, mientras que las áreas vinculadas al aprendizaje, y
que nos permitirán acumular la memoria de andar con habilidad, acumular experiencia, hablar,
etc., lo hacen a lo largo de los primeros meses de vida (Acarín, 2001: 196-197). Pero, por ejem-
plo, deberemos tres años para poder distinguir figuras cerradas como el círculo, el triángulo y
el cuadrado (Parini, 2002: 221).
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la visión. qué es ver, qué es percibir
4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
Pero aunque están de acuerdo en el carácter cognitivo de la percepción, sus opiniones no coinciden
a la hora de determinar si se pueden distinguir fases en este proceso. Y, en el caso de que diferencien
fases, no hay acuerdo a la hora de determinar a cuál de ellas debemos otorgarle cognición.
Villafañe es el autor que más explícitamente diferencia las partes del proceso y es el único que
defiende que el conocimiento se produce en la última fase, en la fase que denomina pensamien-
to visual (Villafañe, 1985: 81).
Acarín, por su parte (2001: 170-171), considera que todas las funciones de la conciencia, desde
la razón hasta el juicio y la percepción, participan en la comprensión y en la interacción con el
mundo que nos rodea, ya que si nuestro cerebro, que ha evolucionado por selección natural,
mantiene estas funciones, es porque participan de la misma finalidad: la de que sobrevivamos
y que nos reproduzcamos. En un sentido parecido se manifiesta Lorenz (1986: 54-58) cuando
defiende que la percepción y el pensamiento racional pertenecen por igual al aparato cognitivo
del ser humano, y que sólo juntas son capaces de un funcionamiento pleno. Incluso señala que,
para según qué tareas, la percepción posee más capacidad que cualquier calculadora31.
Arnheim también hace referencia a la relación entre percepción visual y pensamiento, y señala que
la percepción visual es pensamiento visual, ya que si decir cognitivo es hacer referencia a las ope-
raciones mentales implicadas en la recepción, almacenaje y procesamiento de la información, esto
es, a la percepción sensorial, a la memoria, al pensamiento y al aprendizaje, no ve cómo eliminar
la palabra pensar de lo que sucede en la percepción visual (Arnheim, 1986: 27). Añade que el buen
funcionamiento de nuestros sentidos es indispensable para el buen funcionamiento de la mente en
general, ya que cuando sus funciones se reducen, se altera el funcionamiento mental de las personas
(Arnheim, 1986: 32). Y que si nos referimos a la percepción visual de forma particular, podemos
decir que ésta, al centrarse en la captación de clases de cualidades, clases de objetos, clases de acon-
tecimientos, esto es, al captar generalidades, lo que hace es procurar los cimientos de la formación
de conceptos. La mente opera con este caudal de imágenes, a las que accede a través de la memoria,
y organiza la experiencia total en un sistema de conceptos visuales (Arnheim, 1986: 307).
Vamos a recoger una serie de investigaciones que se refieren a los efectos que, supuestamente,
tienen sobre la percepción una clase de variables denominadas “cognitivas” (Dember y Warm,
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 4 160
la visión. qué es ver, qué es percibir
4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
1990: 343). En estas investigaciones hemos de tener en cuenta que la estimulación no se produce
sobre un receptor pasivo, sino que la persona está preparada para ciertos tipos de entrada, por lo
que el destino de esta estimulación dependerá de su preparación (Dember y Warm, 1990: 344).
4.5.6.1 Influencia de la predisposición
en el reconocimiento, y el principio de caridad
Se pueden diferenciar distintas variables cognitivas como, por ejemplo, la predisposición, la
actitud, la expectativa, las instrucciones, etc. De ellas, parece que la variable “predisposición”,
relativamente neutra desde un punto de vista teórico, incluye a la mayor parte de las otras, por
lo que será el concepto que se utilice para hacer referencia a todas las variables cognitivas de este
apartado (Dember y Warm, 1990: 344).
En un sentido similar, aunque sin utilizar los mismos términos, se expresa Eco cuando se refiere
al principio de caridad, un principio que nos lleva a interpretar lo que parece más lógico cuando
nos enfrentamos a situaciones dudosas, utilizando para ello nuestra experiencia cultural, social
y/o natural. Así, por ejemplo, si en unas ilustraciones en las que reconocemos unos vehículos
que se desplazan, aparece un círculo en la parte superior, tendemos a reconocerlo como el sol,
no como un simple círculo en la parte superior de una viñeta, etc. (1999: 427-428).
La predisposición puede ser explícita, si se dan instrucciones para manipular de modo direc-
to la predisposición, o implícita, cuando se dan instrucciones de forma más encubierta. Esta
distinción lleva a Dember y Warm a clasificar los experimentos entre aquellos en los que las
instrucciones son explícitas y en los que son implícitas (Dember y Warm, 1990: 344).
Se han hecho experimentos sobre la relación que hay entre el umbral de reconocimiento de una pa-
labra y su frecuencia y familiaridad; se ha llegado a la conclusión de que cuanto mayor es la frecuen-
cia de uso de una palabra, más bajo es el umbral para su reconocimiento, aunque también coincide
que las palabras más frecuentes también son las más familiares (Dember y Warm, 1990: 357).
4.5.6.2 Influencia cognitiva del contexto
Una letra o una línea, por ejemplo, se reconoce con más facilidad cuando forman parte de su
contexto correspondiente (una palabra, una ilustración o dibujo, respectivamente), lo que pare-
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 4 161
la visión. qué es ver, qué es percibir
4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
ce demostrar que el contexto tiene influencia cognitiva sobre los procesos perceptivos (Dember
y Warm, 1990: 359-361).
Este efecto de influencia del contexto “recuerda claramente el principio de la Gestalt de que el
todo es mayor que la suma de sus partes. Lo que falta (…) es una explicación sencilla de cómo
sucede esto” (Dember y Warm, 1990: 361)
Esta relación hace que poseamos una cierta predisposición a ver los objetos que conocemos con
el color que se le asigna habitualmente, aunque no sea físicamente así. Así, por ejemplo, en un
experimento se recortaron dos figuras, una en forma de burro y otra en forma de hoja. A pesar
de que ambos presentaban un color gris, se identificó que el color del objeto con forma de hoja
era más verdoso que el objeto con forma de burro (Dember y Warm, 1990: 365-366).
Gibson también hace referencia a algún experimento de este tipo en el que se constató que un
pedazo de chocolate de color castaño, tenía más gusto a chocolate que un pedazo de chocolate
blanco, cuando el individuo veía lo que comía, pero que esa diferencia de gusto no existía cuan-
do los probaba con os ojos vendados (Gibson, 1974: 282-283)
que sugieren otros significados que no están presentes; significados abstractos de los símbolos
(Gibson, 1974: 269-270).
Pero la enumeración anterior no constituye una lista exhaustiva. “El mundo visual está satu-
rado por muchas clases de significado y parece llenarse más y más de significado a medida que
vivimos” (Gibson, 1974: 270).
El autor señala que es obvio que las cosas tienen diferentes significados para las personas, de
modo que quienes tienen una determinada formación, unos intereses y unas convicciones, no
verán el mundo igual que quienes tienen otra formación, intereses o convicciones. Además,
añade, hemos de tener en cuenta que la aprehensión del medio ambiente también es distinta
entre los pueblos (Gibson, 1974: 278).
Lo señalado hasta aquí parece indicar que cada uno aprendemos el significado del mundo de
forma individual, a partir de nuestra educación y sociedad en la que vivimos, pero hay motivos
para creer que determinados significados, o determinados componentes del significado, no son
aprendidos (Gibson, 1974: 279).
Sabemos que los animales humanos maduran más lentamente y aprenden más que los anima-
les de otras especies, pero ¿es posible determinar los significados primitivos previos al uso del
lenguaje? El autor indica que los hechos son de difícil interpretación y que no tienen carácter
concluyente, pero que parece que Spitz y Wolfe han demostrado que los bebés entre 2 y 6
meses de edad se fijan, casi sin excepción, en todos los objeto en movimiento que se parecen a
un rostro y que le sonríen. Pero no diferencia expresiones faciales, no distingue entre muecas
de crueldad o sonrisas, hasta que llega a los seis meses, momento en el que distingue a sus
padres y en el que reacciona ante una expresión de desaprobación (Gibson, 1974: 280-281).
Estos hechos muestran que es falsa la suposición de que nacemos con un conjunto de signifi-
cados ya listos, o con una serie de ideas innatas, pero al mismo tiempo contradicen la noción
de que todo significado es adquirido. Existe, posiblemente, un significado embrionario que
acompaña a una percepción visual embrionaria33 (Gibson, 1974: 282).
pesar de que este significado haya desafiado, hasta ahora, todas las tentativas de análisis sistemá-
ticos y que su carácter sea, todavía, notoriamente especulativo (Gibson, 1974: 271-272).
El sentido común nos dice que los colores y las formas que no producen percepción de obje-
tos deben ser calificados de sin sentido, pero los experimentos de mnemotecnia sugieren que
las formas sin sentido sólo carecen de significado relativamente, ya que parece que una forma
sin sentido aparente tiene que adquirir sentido para ser recordada. Las formas que no son
objetivas no tienen un significado mencionable, pero no es correcto decir que carecen de todo
significado; los significados personales que suscitan los cuadros abstractos nunca podrán ser
verificados, por lo que no son prácticos (Gibson, 1974: 274), pero que no posean significados
prácticos no significa que no tengan significados.
Aunque Lillo señala que no debemos olvidar las expectativas que están presentes en el sujeto
perceptor (Lillo, 1993: 455-457).
4.5.8.1 Las constancias perceptivas
Uno de los problemas claves de la percepción es comprender cómo puede permanecer estable
nuestro mundo perceptivo a pesar de la inestabilidad de los estímulos, una estabilidad que per-
mite, por ejemplo, que veamos un mantel blanco de ese color, al margen de la intensidad de ilu-
minación que reciba (Dember y Warm, 1990: 181). A la relación que se produce entre cómo es el
objeto y cómo se percibe, se le denomina constancia perceptiva, una capacidad que “refleja […]
que la percepción es un proceso activo de reconstrucción […] de la información de los estímulos
y que depende […] del contexto global en que éstas se presentan (Dember y Warm, 1990: 182).
Lillo denomina como ecológico-visuales a algunas de estas constantes, porque considera que
son un reflejo “de las constricciones ecológico-visuales de nuestro entorno” ya que, por ejem-
plo, el hecho de que consideremos como figura el elemento de menor tamaño y como fondo el
de mayor tamaño, está relacionado con que la superficie de apoyo de cualquier cosa tiende a ser
de mayores dimensiones que los objetos que se apoyan en ella (Lillo, 1993: 400-401).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 4 164
la visión. qué es ver, qué es percibir
4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
En cuanto a cuáles son las principales constantes que nos permiten reconocer un objeto, Lillo
considera que son las de tamaño y las de forma (Lillo, 1993: 426-438), mientras que Dember y
Warm hacen más hincapié en las de tamaño y las de claridad.
¿A qué se debe esta constancia de tamaño? Los autores presentan distintas teorías al respecto.
Pero el papel de este tipo de ajustes sólo es efectivo en distancias de hasta un metro, y puesto
que a mayores distancias también se produce la constancia de tamaño, habrá que buscar otros
factores para explicarla (Dember y Warm, 1990: 208) como, por ejemplo, los índices de distancia,
el contexto de tamaño relativo y la familiaridad de los objetos (Dember y Warm, 1990: 215).
servador varía la distancia, las imágenes retinianas variarán, pero la proporción de sus tamaños
relativos se mantendrá constante (Dember y Warm, 1990: 212).
Pero Gibson no cree que este argumento sea el más apropiado, porque los pájaros también
pueden diferenciar un objeto grande y un objeto pequeño, aunque el objeto más grande esté
alejado y su imagen sea más pequeña (Gibson, 1974: 225-226).
Este autor indica que poseemos una especie de escala de tamaños para los objetos, subjetiva y psi-
cológica, que está al margen de la distancia a la que estén situados, de modo que podemos compa-
rar inmediatamente, y con bastante precisión, los anchos de distintos árboles. Luego la constancia
de tamaño resultaría ser un subproducto de la escala constante del mundo visual, por lo que sería
la escala, y no el tamaño, lo que permanece constante en la percepción (Gibson, 1974: 247).
comunes a todas las formas (Gibson, 1974: 259-260). Sin embargo el autor critica las famosas
leyes de la organización visual descubiertas por Wertheimer, y a menudo generalizadas como
leyes de toda percepción, porque los dibujos sobre los que se basaban estos principios eran
pautas sin sentido muy alejadas de las imágenes de un mundo material, por lo que sus leyes se
pueden aplicar a determinados tipos de dibujos y cuadros abstractos, pero no a la estimulación
visual corriente (Gibson, 1974: 266).
Sin embargo, como señalábamos en el apartado 4.5.8, autores como Villafañe (1985: 55) o Lillo
(1993: 400-401) opinan que sus propuestas continúan siendo útiles para explicar el proceso
perceptivo.
El primer estudio sistemático sobre el fenómeno de figura y fondo fue llevado a cabo por Ru-
bin, y en él se hallaron una serie de condiciones que determinan que superficie asume el carácter
de figura. Una de ellas indica que la superficie rodeada tiende a convertirse en figura, mientras
que la superficie rodeante tiende a ser considerado como fondo. Esto incluye otro principio,
el que la superficie más pequeña es la que, en ciertas condiciones, tiene más posibilidades de
convertirse en figura (Arnheim: 1969, 183).
4.5.8.1.2.1.3. Los límites de la Gestalt
Como señalábamos en un apartado anterior, las aportaciones de la Gestalt han sido criticadas
por diferentes motivos:
. porque sus teóricos no explicaron por qué se producían los principios generales que enuncia-
ron (Aumont, 1992: 74);
. porque creyeron que estudiar la experiencia consciente era estudiar la percepción (Lillo,
1993: 392);
. por la falta de predicción de sus estudios, ya que analizaban unos estímulos preparados que
impedían equivocarse (Lillo, 1993: 392).
Pero, a pesar de las críticas, sus aportaciones fueron relevantes porque sirvieron para llamar la
atención sobre los factores que influían en el agrupamiento perceptivo (Villafañe, 1985: 55-56
y Lillo, 1993: 400-401).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 4 167
la visión. qué es ver, qué es percibir
4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
Por su parte Luria señala (1993: 93-97), con cierta relación con lo anterior, que conseguimos
percibir los objetos complejos gracias a un proceso que consiste en destacar, mediante los mo-
vimientos del ojo, los puntos de mayor valor informativo para posteriormente cotejarlos y
sintetizarlos para identificar el objeto, ya que "los hechos indican que, al examinar un objeto
complejo, el ojo no se desplaza nunca por él de modo uniforme, sino que busca y destaca siem-
pre los puntos de mayor valor informativo que atraen la atención del observador" (1993: 97),
atendiendo a la tarea planteada.
Sus teóricos trataron de definir lo que es simplicidad para poder aplicar de un modo predictivo
la ley gestáltica de este nombre, y llegaron a la conclusión de que consideramos como formas
simples aquellas que sufren una menor modificación cuando son sometidas a rotación y/o
reflexión (Lillo, 1993: 393).
Otro de los aspectos que estudian es la fuerza con la que operan los principios de agrupamien-
to, y llegan a la conclusión de que cuanto menos tiempo se tarde en reconocer una figura, más
fuertes serán los principios de agrupamiento.
Aunque Lorenz considera que esta constancia se produce porque compensamos las diferencias
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 4 168
la visión. qué es ver, qué es percibir
4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
Arnheim, por su parte, es crítico con la denominación de constancia de claridad que se utiliza
para nombrar a este fenómeno, porque el término de constancia simplifica indebidamente lo
que está sucediendo (Arnheim: 1969, 249). Añade que si compara un sobre que está sobre la
repisa de la ventana con otro que se halla en el confín del cuarto, no necesita recurrir al cono-
cimiento, o al cálculo intelectual, para advertir que ambos tienen el mismo color blanco. Pero
que, al mismo tiempo, si se esfuerza un poco, puede ver con igual lucidez que uno es más claro
que el otro. (Arnheim: 1969, 251).
Versiones más recientes de la teoría del contraste se han completado con el descubrimiento del
mecanismo de la inhibición lateral, un mecanismo neurofisiológico que consiste en que la estimu-
lación provoca, al mismo tiempo, excitación e inhibición en el estímulo nervioso, que actúa en el
procesamiento de la información. A partir de este descubrimiento se hace una propuesta teórica
del contraste en el sentido de que los incrementos de iluminación que inciden sobre el objeto y
su entorno, aumentan la excitación de las neuronas estimuladas por el objeto, pero incrementa la
inhibición lateral de las neuronas estimuladas por el entorno (Dember y Warm, 1990: 197)
Beck ha propuesto una posible síntesis de ambas cuando señala que en la percepción de la cla-
ridad intervienen dos componentes: las señales neurales y un esquema conceptual integrador,
al que se incorporan las señales anteriores. Esto significa que, si bien las señales del estímulo no
determinan el percepto por sí mismas, si a éstas les sumamos los resultados de la experiencia
pasada, el almacén de recuerdos de apariencias de superficies del mismo color con distinta ilu-
minación, sí lo obtendremos (Dember y Warm, 1990: 202)
selectiva a las condiciones de iluminación, de manera que podemos diferenciar los objetos,
independientemente de la luz que reciban, porque todo aquello que los rodea sufren el mismo
cambio (Lillo, 1993: 362-363).
Este patrón de iluminación nos hace considerar como un hendido al objeto que tenga oscura
su parte superior y clara su parte inferior, y como un relieve el objeto que posea luz en su parte
superior y oscuridad en su parte inferior. Este patrón está relacionado con nuestra propia evo-
lución como especie, ya que la luz del sol nos ha llegado siempre desde arriba (Eibl-Eibesfeldt,
1993: 53 y Hoffman, 2000: 168).
4.5.8.2 Las reglas de visión
Hoffman defiende que todo lo que vemos es una construcción de nuestro cerebro (Hoffman,
2000: 102), y para demostrarlo utilizará diferentes ejemplos que señalan la coincidencia de in-
terpretaciones que, más allá de lo subjetivo, nos lleva a “ver” las mismas cosas a todas las per-
sonas que estamos visualmente sanas.
Uno de sus ejemplos consiste en observar cómo funciona la retina, ya que si tenemos en cuenta
que la imagen que se produce allí es similar a la de un cuadro puntillista, esto es, una serie de man-
chas de color que están separadas entre sí y que no poseen curvas ni rectas, tan solo puntos, pero
que lo que finalmente “vemos” son curvas, rectas y superficies, parece que es lógico pensar que la
fuente de estas visiones está en el interior de nosotros, no en el exterior (figura 3) (2000: 102).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 4 170
la visión. qué es ver, qué es percibir
4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
Figura 3. Modo como nuestra retina ve una línea, según Hoffman (Hoffman, 2000: 102)
A la izquierda vemos una recta ideal, pero a la derecha vemos cómo interpretan los conos36 esa
línea que, más que una línea, es una imagen compuesta de puntos que son el producto de las
respuestas de cada cono (Hoffman, 2000: 107). Pero si a partir de estas respuestas construimos
una línea, significa que hay un trabajo posterior que recoge la información fragmentada de la
retina y la convierte en una forma recta.
Podría pensarse que, si lo que vemos está construido por nosotros, todas las figuras deberían
ser subjetivas, pero el consenso que se produce en lo que vemos, demuestra que todos seguimos
las mismas reglas de construcción (Hoffman, 2000: 111-116).
Otro de sus ejemplos tiene que ver con nuestra construcción de la profundidad a partir de la
imagen bidimensional que se proyecta en nuestra retina. Señala que sería factible que, al realizar
esta conversión, cada uno de nosotros generara una visión tridimensional distinta, pero que si
todos nosotros realizamos la conversión del mismo modo37, es porque construimos a partir de
unas reglas, y porque sólo construimos los mundos tridimensionales que están conformes con
esas reglas (Hoffman, 2000: 49-50).
Hoffman señala que las reglas de la visión no son reglas que estén escritas de forma explícita en
nuestra mente, sino que están implícitas en nuestra actividad mental, del mismo modo “que las
leyes de la física no están escritas explícitamente en la naturaleza, sino implícitas en sus actos”
(Hoffman, 2000: 50-51). Las personas adquirimos estas reglas en una secuencia genética que
necesita de las experiencias visuales para su desarrollo, del mismo modo como aprendemos las
reglas que construyen las frases (la gramática) sin que nos las enseñen.
Las reglas de la visión nos permiten construir y comprender infinidad de imágenes, de modo
similar a como entendemos infinidad de frases con las reglas del lenguaje, aunque sean am-
biguas (Hoffman, 2000: 51), dividiendo el mundo visual en una serie de partes que después
juntamos, de modo eficaz, para componer los objetos que nos rodean (Hoffman, 2000: 123).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 4 171
la visión. qué es ver, qué es percibir
4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
La selección de estas partes puede deberse al color, al movimiento o a la textura, por ejem-
plo, pero Hoffman se centrará en la división de las partes a partir de su forma (Hoffman,
2000: 123).
Hoffman explicará veintinueve reglas que nos permitirían reconocer los objetos a partir de la
identificación de sus partes constitutivas, pero señala que hemos de tener en cuenta dos cosas
(Hoffman, 2000: 125):
. que no es suficiente la capacidad de ver estas partes para reconocerlas;
. que no todas las partes son útiles para reconocer, ya que sólo nos sirven las partes que man-
tengan una cierta constancia, a pesar de los cambios a los que esté sometido el objeto.
Haremos referencia a las principales reglas de la visión que describe este autor.
Hemos de tener en cuenta que, además, construimos la menor cantidad posible de fuentes de
luz y que colocamos las luces por encima del objeto, lo que en la figura 5 nos lleva a reconocer
una hendidura a la izquierda y una protuberancia en la derecha (Hoffman, 2000: 168).
Figura 5. Representación del reconocimiento de las formas a través de la luz (Hoffman, 2000: 168)
. identificamos la figura y no el fondo por varios factores: porque la figura tiene las partes más
salientes, por el tamaño relativo y el contraste. La elegimos también en función de que poda-
mos o no reconocer la figura.
Los resultados de algunos de estos experimentos muestran que hay una relación entre la moti-
vación y los umbrales de identificación, aunque Dember y Warm opinan que su interpretación
es ambigua porque, aunque es cierto que las personas que tienen interés en un determinado área
reconocerán antes las palabras vinculadas con ella, también es verdad que estos observadores es-
tarán más familiarizados con estas que con otras palabras, por lo que no sabemos si lo que rebaja
el umbral de reconocimiento es la motivación o la familiaridad (Dember y Warm, 1990: 372).
En otros experimentos, en los que se intentó evitar el problema anterior, se utilizaron estímulos
no verbales: se enseñaron cuatro dibujos que no se podían identificar con claridad, uno de caras
y los otros tres de objetos cotidianos, y se descubrió que los sujetos que tenían una mayor ne-
cesidad de filiación creyeron que los dibujos de caras eran más claros que los demás (Dember
y Warm, 1990: 373)
está expuesta a un estímulo, se produce una cierta saciedad de dicho estímulo, que hace que
el individuo sea menos sensible a él y a otros similares (Dember y Warm, 1990: 397-400). Así,
por ejemplo, si en un experimento a las ratas se les deja elegir, examinan preferentemente ob-
jetos nuevos y no objetos ya conocidos (Dember y Warm, 1990: 399), pero, como señalan los
autores, no es necesario hacer un experimento para determinar la influencia de la novedad en la
conducta humana, ya que la publicidad, o la moda, están llenas de ejemplos. Así, “si las demás
variables se mantienen constantes, la novedad es … un factor determinante de la atención y del
interés del ser humano (Dember y Warm, 1990: 400).
Pero a pesar de que se haya mostrado que los sujetos atienden más a los estímulos nuevos que
a los familiares, hay una línea de investigación que demuestra que, en ciertas circunstancias, se
prefiere el estímulo muy familiar al poco familiar. Este dilema se puede solucionar señalando
que lo que nos atrae de la novedad no es que nos resulte agradable, sino el que consiga despertar
nuestra atención (Dember y Warm, 1990: 403).
“Es evidente que la complejidad de los estímulos sirven como operación de recompensa para el
establecimiento del aprendizaje instrumental. A este respecto, la complejidad opera de manera
similar a las (…) recompensas primarias (Dember y Warm, 1990: 419)
En este sentido, Dember y Warm describen un experimento que consistía en que una serie de
personas debían estar tumbadas en una cama en el interior de un cubículo, con gafas traslúcidas
y las manos enguantadas… a cambio de 20 dólares al día. El resultado fue que las personas que
se prestaron al experimento sólo aguantaron 2 o 3 días porque comenzaron a sufrir deterioro
intelectual y alucinaciones que no eran agradables. Este tipo de resultados confirman que, para
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 4 175
la visión. qué es ver, qué es percibir
4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
En esta memoria que Acarín denomina “de la experiencia” Villafañe (1985: 82-84) distingue
tres almacenes de información diferentes:
. la memoria icónica transitoria, de naturaleza sensorial y que se desecha en un segundo;
. la memoria a corto plazo, un tipo de memoria que se codifica verbalmente y que se desecha
en veinte segundos;
. la memoria a largo plazo, que es el almacén definitivo de algunas informaciones.
Acarín (2001: 196-197) y Villafañe (1985: 82) sostienen que el interés es uno de los mecanismos
que regulan qué información ha de guardarse y cuál no.
Dember y Warm, por su parte, señalan que “es evidente” que la memoria desempeña un papel
en la organización espacial bidimensional del mundo perceptivo, pero que la cuestión es cómo
busca el receptor en la información almacenada durante el proceso de reconocimiento. Una de
las cuestiones es, por ejemplo, cómo es la estructura del código de la memoria con la que se
compara el estímulo que llega. Una hipótesis planteada por varios investigadores40 es la de los
rasgos distintivos, una hipótesis que propone que, en el proceso de reconocimiento, primero
analizamos el estímulo en términos de sus rasgos físicos, para después comparar la combina-
ción de estos rasgos con atributos que caracterizan a los elementos almacenados en la memoria
(Dember y Warm, 1990: 278). Los estudios sobre los movimientos oculares que se producían
mientras se observaban formas, aportan pruebas acerca del análisis de los rasgos, ya que revelan
que la frecuencia y la duración de las fijaciones son mayores en los puntos en que se produce
un cambio de contorno (Dember y Warm, 1990: 279)
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la visión. qué es ver, qué es percibir
4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
Arnheim señala que el efecto de la experiencia pasada sobre la percepción ha merecido abundante
atención por parte de los psicólogos, hasta el punto de haberse llegado a afirmar que el observa-
dor aplica en el presente lo que aprendió acerca de las cosas en el pasado. Pero Arnheim considera
que, si bien la influencia de la memoria sobre la percepción del presente es poderosa, no se puede
identificar un percepto si no posee una identidad propia (Arnheim, 1986: 93).
La interacción más útil entre percepción y memoria se produce cuando reconocemos las cosas
que vemos, ya que el conocimiento visual que hemos adquirido en el pasado, nos ayuda a de-
tectar la naturaleza de los objetos o acciones que aparecen en el campo visual, asignándoles un
lugar en nuestra visión total del mundo (Arnheim, 1986: 102).
Pero hemos de tener en cuenta que la percepción y el reconocimiento de los objetos está rela-
cionada con las imágenes normativas que el observador conserva en su mente. Así, por ejemplo,
existirá una imagen normativa de la figura humana (simétrica, erguida, frontal), de modo que
para aceptar una figura particular como humana el observador la deberá ver derivada de su
figura normativa (Arnheim, 1986: 106).
Pero, ¿hasta qué punto un observador puede aceptar las desviaciones de una imagen normati-
va? Arnheim sugiere que puede depender de su propia experiencia visual, de la atención que le
dedique y de su flexibilidad en el manejo de las normas (Arnheim, 1986: 107). Así, por ejemplo,
“el lego corriente de hoy no tiene dificultad en percibir figuras humanas o animales en los cua-
dros impresionistas que, hace ochenta años, no parecían sino un conjunto de manchas de color
sin sentido alguno” (Arnheim, 1986: 106), luego en este momento somos capaces de seguir unas
desviaciones de la norma que hace unos años eran imposibles de asumir.
Como hemos visto en apartados anteriores, uno de los objetos de estudio fundamentales de la
percepción visual son las partes, cualidades o estímulos, que nos permiten reconocer. De modo
bastante significativo, podemos comprobar que la tipología de estímulos que nos permiten
reconocer un objeto son muy parecidos a la tipología de elementos que forman parte de las
representaciones visuales, como veremos en el capítulo 6. Y que, a su vez, ambas tipologías son
muy parecidas a las cualidades de los objetos que describiera Leonardo da Vinci, unas cualida-
des que agrupó en cinco bloques (da Vinci, 1989: 9-10), y que coinciden con bastante exactitud
con las partes que analizan otros autores consultados, a excepción del estímulo de la textura:
. el de la distancia y la cercanía;
. las de color y de sustancia;
. las de forma y de posición;
. las de movimiento y de reposo;
. las cualidades de la luz y de la oscuridad, que son las cualidades que harán que veamos o
que no veamos las otras, el punto de partida para poder referirnos a las demás.
Desarrollaremos este apartado teniendo en cuenta los cuatro bloques básicos que menciona
Leonardo, pero incluyendo el estímulo de la textura que, en este capítulo, será descrito a partir
de las aportaciones de Gibson (1974).
Hay autores, como Luria (1978: 59), que consideran que en el proceso de la percepción tene-
mos en cuenta el color o la forma y que prescindimos de otros rasgos que no son sustanciales.
Otros, como Hoffman, Villafañe y Wong, aunque se inclinan por el análisis de la forma de los
objetos, reconocen que éste no es el único elemento que es pertinente en el objeto (Hoffman,
2000: 123; Villafañe, 1985: 126 y ss; Wong, 1986: 11).
La visión binocular se desarrolló al servicio del cálculo de la distancia cuando los ojos, que
en los vertebrados estaban originalmente a los lados, se desplazaron hacia delante situándose,
prácticamente, sobre un plano. Este desplazamiento permitió que pudiéramos calcular distan-
cias y también “percibir de forma inmediata relaciones espaciales y actuar incluso con perspi-
cacia espacial” (Eibl-Eibesfeldt, 1993: 667).
En cuanto a las claves fisiológicas de la profundidad y los índices cinéticos, sobre los que ya
hemos hecho alguna referencia en párrafos anteriores (ver 4.5.2.1.3), y sobre los que volvere-
mos más adelante, cabe decir que los índices fisiológicos hacen referencia a la información que
proporciona el aparato óptico sobre la distancia de los objetos, tanto a través de los ajustes lo-
comotores como a través de la disparidad binocular. Respecto a los índices cinéticos, sobre los
que también volveremos más adelante, señalar aquí que son los que derivan de los movimientos
de los objetos y de los observadores, ya que los movimientos producen alteraciones en las imá-
genes de la retina que ayudarán a percibir la distancia (Dember y Warm, 1990: 299). Hemos de
tener en cuenta que, aunque clasifiquemos los índices de forma aislada para poder describirlos,
Dember y Warm señalan que utilizamos varios de ellos a la hora de mantener impresión de
profundidad (Dember y Warm, 1990: 320)43.
Arnheim, por su parte, también cree se estos índices han sido considerados más eficaces de lo
que lo son en realidad (Arnheim: 1969, 216).
Otro ajuste locomotor que también nos aporta información es el que se denomina “convergen-
cia”, un proceso por el que los ojos giran uno hacia otro para fijarse en un punto cercano. Su
función es la de evitar las imágenes dobles que se producen debido a que cada ojo ve el mundo
desde distintas posiciones de la cabeza (Dember y Warm, 1990: 291). Según los psicólogos,
experimentamos la convergencia a través del grado de tensión de los músculos que mantienen
los ojos en sus cuencas (Arnheim: 1969, 216).
Se han ido acumulando pruebas que indican que la acomodación y la convergencia influyen en
la percepción de la distancia, aunque hemos de tener en cuenta que estos índices son útiles sólo
para distancias de un metro o menos (Dember y Warm, 1990: 293).
Sin embargo, como indicabamos anteriormente, Gibson considera que quizá se haya exagerado
su importancia como clave para la profundidad (Gibson, 1974: 151-152), si tenemos en cuenta
que ésta es vista de un modo similar por quienes poseen un ojo o por quienes tienen los dos.
proyectadas por objetos giratorios de forma apropiada se ven en tres dimensiones (Dember y
Warm, 1990: 301).
Según estos investigadores, los objetos que deberían producir un efecto cinético de profundi-
dad serían los que, al girar, proyecten sombras que sufran transformaciones de dirección y lon-
gitud. Pero otras pruebas relacionadas demostraron que este efecto dependía de distorsiones de
la forma, por lo que parece que el efecto de profundidad proviene de la secuencia continua de
distorsiones (Dember y Warm, 1990: 302)
4.6.2.3 Índices pictóricos
Existen otros indicadores de profundidad que también son útiles para transmitir impresión de
profundidad, los denominados índices pictóricos, que fueron descubiertos, en su mayor parte,
por los pintores del Renacimiento en su intento de plasmar la profundidad en el lienzo. Lo que
han hecho los psicólogos ha sido formalizar sus descubrimientos (Dember y Warm, 1990: 302).
Estas claves, que fueron reconocidas como indicadores de la distancia en la imagen retiniana
y en la imagen pintada, debían aprenderse, por lo que no se les podía atribuir el mismo valor
que tenían la convergencia y a la disparidad binocular, motivo por el cual fueron denominadas
como claves secundarias de la profundidad y la distancia, para distinguirlas de las claves prima-
rias de convergencia, ajuste y disparidad retiniana (Gibson, 1974: 40-41).
Según Gibson, estos factores no son correlatos geométricos precisos de la distancia física, sino
indicadores probables, más sintomáticos que exactos. En las tentativas por describir estos fac-
tores no ha estado claro si los autores se referían a experiencias sensoriales, a características de
la imagen retiniana o a hechos relativos al objeto físico, aspectos, todos ellos, que no deben
confundirse entre sí. (Gibson, 1974: 191-192)
Pero además del tamaño retiniano, hay otro aspecto del tamaño que también influye en la
percepción de profundidad: el tamaño familiar del objeto, ya que una determinada imagen reti-
niana no podría evidenciar la distancia del objeto si no conociéramos su tamaño real. Si conoce-
mos su tamaño, el tamaño sentido podría ser comparado con el tamaño recordado y la distancia
del objeto podría obtenerse por una especie de cálculo inconsciente (Gibson, 1974: 129).
En experimentos en los que se utilizaron objetos familiares de distintos tamaños, y que fueron
colocados a la misma distancia del observador, éste tradujo las distancias en función al tamaño
que le resultaba familiar, de modo que situó los objetos más grandes más cerca de él, y a los más
pequeños a mayor distancia… aunque estuvieran en realidad a la misma distancia (Dember y
Warm, 1990: 303).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 4 181
la visión. qué es ver, qué es percibir
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objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
La imagen más familiar de este efecto es el de los raíles y las traviesas de la vía de un tren: los raíles
son paralelos y se acercan en la medida que se alejan del observador; las traviesas, por su parte,
parecen cada vez más cortas. Esto sucede así porque si el tamaño de los objetos proyectados en la
retina disminuye con la distancia, la separación entre las vías, que son paralelas, se irá reduciendo
conforme crezca la distancia, por lo que las vías se encontrarán en el horizonte; el mismo princi-
pio explicaría la reducción del tamaño de las traviesas (Dember y Warm, 1990: 305-306).
Sin embargo Dember señala que los objetos que están lejos parecen azulados y pierden detalle
cuando el aire que hay entre el objeto y el observador no es claro, pero que cuando el aire es
limpio hemos de relativizar este índice, ya que un objeto muy lejano puede parecer que lo esté
menos, porque la limpieza del aire nos permite registrar parte de sus detalles (Dember y Warm,
1990: 309-310). Como también afirma Gibson, la perspectiva aérea depende de la cantidad de
bruma en la atmósfera y puede variar de un día para otro (Gibson, 1974: 162), lo que sería una
de las varias razones que hacen que no tengamos la seguridad de que este azul creciente en el
campo visual sea un auténtico gradiente de estímulo.
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la visión. qué es ver, qué es percibir
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objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
4.6.3 La forma
Dember y Warm consideran que la presencia de contornos, o de bordes, “es probablemente el
elemento principal e indispensable en la organización del mundo perceptivo en dos dimensio-
nes” (1990: 227-228), aunque otros autores, como señalábamos anteriormente, consideran que
éste no es el único elemento que es pertinente en el objeto (Hoffman, 2000: 123; Villafañe, 1985:
126 y ss; Wong, 1986: 11).
Gibson, por su parte, señala que es posible que un contorno cerrado no constituya una entidad
independiente, tal como se tiende a pensar, sino una especie de variable; que quizás debiéramos
concebir la forma no como cosa sino como una de las variables de la cosa. Si fuera así, la forma
proyectada de un objeto no sería más que una entre sus cualidades visuales como, por ejemplo,
el tamaño, la textura, el color, etc. (Gibson, 1974: 259).
Como indicábamos en un apartado anterior, este término es polisémico porque puede ser uti-
lizado en distintos contextos y aporta significados diversos, como hace notar Tatarkiewicz
(1997: 254):
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la visión. qué es ver, qué es percibir
4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
Además de estos significados del término forma, el Grupo µ, y los autores Dember y Warm,
diferencian los términos de forma y de figura, en el sentido de que la figura sería aquello que no
es fondo en una percepción o representación, mientras que la forma sería cuando convertimos
la figura en un objeto (Grupo µ, 1993: 59-60; Dember y Warm, 1990: 261).
El primer grado de organización del campo visual es la percepción de los límites, de los cambios
en la cualidad del estímulo. El límite es un trazado neutro, en el sentido de que divide el campo
en dos zonas pero sin establecer, a priori, cuál de ellas es fondo y cuál es figura. Denominar a
una de ellas figura, o fondo, es una decisión que depende de otros aspectos, pero esta decisión
es la que transforma la línea en contorno, ya que el contorno es el límite de una figura y forma
parte de ella. Cuando reproducimos los objetos o los sucesos, la línea dibujada es una analogía
de la sensación de límite (Grupo µ, 1993: 58-59).
Aumont (1992: 72), Saint Martin (1994: 79) y el Grupo µ (1993: 71) consideran que para perci-
bir una figura necesitamos tener información sobre sus bordes visuales, bordes que diferencia-
mos por el cambio cualitativo que se produce entre dos zonas vecinas del campo visual (Saint
Martin, 1994: 79) o “cuando se produce un cambio brusco en el gradiente de brillo o de color
de elementos adyacentes del campo visual” (Dember y Warm, 1990: 228).
Una vez tenemos diferenciadas las dos zonas, consideraremos que es figura el conjunto de estí-
mulos a los que sometemos a una atención que implica mecanismo cerebral, y será fondo lo que
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 4 184
la visión. qué es ver, qué es percibir
4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
no sometamos a ese tipo de atención. Esta diferenciación genera varios efectos entre los que el
Grupo µ destaca (1993, 59) el hecho de que el fondo es la parte indiferenciada y sin límites del
campo que parece que existe debajo de la figura, por lo que ésta parece que está más cerca del
sujeto que el fondo.
Dember y Warm, basándose en las descripciones de Rubin45 destacan tres efectos de la diferen-
ciación entre fondo y figura (1979: 261-262):
. la figura posee una estructura, tiene cualidad de “cosa” mientras que el fondo carece de forma
y estructura;
. la figura parece estar delante del fondo mientras que éste parece extenderse detrás de la figura;
. la figura es más dominante que el fondo, es más probable que sugiera significado y que se
recuerde.
Lillo y Aumont, por su parte, destacan otros dos aspectos que tienen que ver a la hora de deci-
dir qué es fondo y qué es figura (forma):
. las constantes ecológico-visuales, en el sentido de que consideramos como figura el elemento
de menor tamaño, porque la superficie de apoyo de cualquier cosa tiende a ser de mayores
dimensiones que los objetos que se apoyan en ella (Lillo, 1993: 400-401);
. el hecho de que la forma se percibe más cercana, más próxima que el fondo (Aumont, 1992: 73).
Hoffman, por otro lado, aporta los experimentos llevados a cabo por la psicóloga Mary Peterson,
que sugieren que, ante un límite, buscamos a ambos lados para ver si alguno de ellos nos lleva a un
objeto reconocible. Si esto se produce, nos decantamos por considerar forma a lo reconocible y
como fondo a lo no reconocible. Pero esta comprobación, en ocasiones, no funciona porque am-
bas elecciones nos llevan a objetos reconocibles, por lo que Hoffman cree que, para diferenciar la
forma del fondo, lo que hacemos es utilizar una regla de la visión que nos hace elegir como forma
aquella parte que posea los límites más salientes (2000: 147), como veremos más adelante.
Pero las características del estímulo no son suficientes para generar la forma, por lo que de-
beremos buscar las fuentes de la figura en el aparato receptor. Así, reconocemos las formas
gracias a un sistema jerarquizado de células nerviosas que trabajan los estímulos sensoriales
que llegan a la retina, de manera que se ponen en funcionamiento sólo si el campo perceptivo
al que están conectadas contienen ciertas características: así, existen células que detectan el
límite, o la dirección, puntos, líneas, hendiduras, bordes (Grupo µ, 1993: 60-61)47. Estas células
deben ser ejercitadas para cumplir su papel y conseguir que la percepción de la forma, como
señalábamos en el apartado anterior, sea un fenómeno de la memoria, ya que en la percepción
y en el reconocimiento de las formas los procesos cognitivos intervienen mucho más de lo que
se creía (Grupo µ, 1993: 61)
En este sentido, Saint Martin elabora una interesante clasificación de formas a partir de una
serie de características que las diferencian (1994: 80 y ss., y Anexo II), en la que distingue:
. formas abiertas o cerradas
. formas con volumen interno y externo
. formas actuales y virtuales.
Thom (1987: 38-39) clasifica las formas entre formas estructuralmente estables, formas infor-
mes y formas geométricas.
. las estructuralmente estables están representadas en el lenguaje por un sustantivo;
. entre las informes podemos distinguir las formas que poseen algún elemento identificable, y
las que no poseen ningún elemento identificable;
. las formas geométricas son la recta, el cuadrado, el triángulo, etc.
Thom señala que, desde un punto de vista gestáltico, dichas formas son “conjuntos abiertos pues
toleran pequeñas deformaciones sin dejar de ser reconocidas como tales” (Thom, 1987: 38-39)
Gibson, por su parte, indica que la multiplicidad de las formas sólo se ha reducido mediante
clasificaciones, aunque considera que la distribución en serie puede hacer que se destaquen
más fácilmente las relaciones fundamentales entre las cosas. Añade que, para que lleguemos a
comprender con exactitud qué es lo que produce una percepción de forma, es absolutamente
necesario que estudiemos las dimensiones de variación de las formas visuales (Gibson, 1974:
262). Este autor señala que si se describe una línea, o borde visual, utilizando variables como
la dirección (pendiente a la izquierda, a la derecha o pendiente cero) y la curvatura (cóncava,
convexa, recta), además de la longitud, logramos especificar toda la experiencia (Gibson,
1974: 264). Añade que su enfoque difiere de la teoría gestaltista y de sus leyes de organización
visual, pero que las leyes de la Gestalt son más aplicables a determinados tipos de dibujos y
de cuadros abstractos que a la estimulación visual corriente, a diferencia de su propuesta de
descripción (Gibson, 1974: 266).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 4 186
la visión. qué es ver, qué es percibir
4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
El proceso que seguimos para reconocer es el siguiente: en primer lugar distinguimos lo que es
forma de lo que es fondo; a continuación dividimos la forma en una serie de partes que, posterior-
mente, relacionadas espacial y perceptivamente, nos permitirán reconocerla (Hoffman, 2000: 125
y Luria 1978: 97). Lillo añade que en el proceso también intervienen las expectativas del sujeto
perceptor (Lillo, 1993: 455-457) y que, una vez obtenida la información, la memoria se moviliza,
compara las diversas informaciones que posee y decreta que esa forma se parece a otras percibi-
das, ya que la percepción de la forma es un fenómeno de memoria (Grupo µ, 1993: 59 y ss.).
La división en partes del objeto es básica para el reconocimiento porque, a menudo, no vemos la
totalidad del objeto o de la escena (Hoffman, 2000: 125). Pero no todas las partes aportan la misma
información para el reconocimiento de los objetos (Villafañe, 1985: 126-128; Lillo, 380-381; Au-
mont, 1992: 77; Luria, 1978: 93-97 o Hoffman, 2000: 128-135). Veremos a continuación las aporta-
ciones de distintos autores acerca de cuáles son las formas que aportan la información necesaria.
Añade que los experimentos de los psicólogos Greg Seyranian y Manish Singh demuestran que,
una vez hemos señalado los mínimos negativos en una figura, preferimos que éstos se unan
en un corte pequeño en lugar de en uno más largo y que, ante más de una opción, preferimos
establecer el menor número de partes posibles (2000: 150-151).
básica de la percepción: ser tan simple como lo permitan las condiciones dadas (Villafañe, 1985:
126-127).
Es necesario, antes de iniciar el estudio de la forma estructural, tener presente la ley básica de la
percepción, que podría resumirse diciendo que “todo esquema estimulador tiende a ser visto de
manera tal que la estructura resultante sea tan simple como lo permitan las condiciones dadas”
(Villafañe, 1985: 127)
Pero, ¿cuándo una estructura es simple? El orden visual, que es el que impone la percepción, tien-
de a la simplicidad, luego, en la medida en que el orden de la imagen tienda al orden visual, la
simplicidad en la representación icónica es la única forma natural existente. Villafañe no pretende
descalificar, con sus palabras, las transgresiones plásticas, “sólo pretendo decir (..) que la única re-
presentación natural paradigmática es aquella (..) que tiende a la simplicidad (Villafañe, 1985: 128).
En el estudio de la simplicidad estructural aparecen dos vías posibles (Villafañe, 1985: 128):
. la de la experiencia, de modo que un esquema sería más simple que otro cuando se percibiese
antes o mejor. El problema para realizar este tipo de investigaciones es que no es posible aislar
la experiencia perceptual de otras influencias que afectarán en el experimento;
. la de los componentes estructurales, a partir de evaluar los rasgos formales que componen
dicha estructura.
Para llevar a cabo la evaluación de los componentes estructurales podemos utilizar métodos
cuantitativos, que analizan la simplicidad en sentido absoluto, o utilizar métodos cualitativos,
que lo hacen en sentido relativo (Villafañe, 1985: 128). Villafañe presentará varios de los méto-
dos cuantitativos.
4.6.3.3.4.2.1 El método de cuantificación de rasgos
Se basa en la cuantificación de los elementos que definen una estructura, de modo que la estruc-
tura será más simple cuantos menos elementos se necesiten para definirla.
Al analizar estos elementos el autor establece una diferenciación (Villafañe, 1985: 129):
. elementos que tiene valor estructural, o rasgos estructurales genéricos (r.e.g). son las dos
variables estructurales que definen la estructura del círculo, que es la más simple de cuantas
existen, el ángulo y la distancia;
. los que no tienen valor estructural, o rasgos de forma (r.f.), que son la orientación, que puede
afectar a la simplicidad de un objeto, puesto que un elemento es más estable si se orienta
sobre sus coordenadas regulares y básicas que en cualquier otra orientación, y el número de
elementos (figura 7).
escaleno
isósceles
equilátero
Si comparamos tres triángulos, uno equilátero, otro isósceles y otro escaleno, veremos que
(Villafañe, 1985: 129):
. todos poseen la misma cantidad de r.f., 6 (3 elementos, 3 orientaciones diferentes en el espacio)
. cada uno posee diferente cantidad de r.e.g, ya que el equilátero tiene 2, el isósceles tiene 4 y el
escaleno tiene 6 (respectivamente, 1 ángulo diferente y 1 lado diferente; 2 ángulos diferentes
y 2 lados diferentes; 3 ángulos diferentes y 3 lados diferentes).
De ello se desprende que son los r.e.g. los responsables de la simplicidad, ya que el equilátero,
que es la estructura más sencilla, sólo posee 2 r.e.g. distintos.
En caso de igualdad entre los r.e.g. es conveniente valorar los rasgos de la forma, recordando
que ello no altera el resultado de la simplicidad, sino el del objeto el de la imagen en su conjunto
(Villafañe, 1985: 130)
Si utilizamos este método para comparar un triángulo equilátero y un cuadrado, resultará que
ambos son igual de simples, ya que:
. ambos poseen la misma cantidad de r.f., 6 (3 elementos, 3 orientaciones para el equilátero; 4
elementos, 2 orientaciones para el cuadrado)
. ambos poseen la misma cantidad de r.e.g., 2 (1 ángulo diferente y 1 lado diferente el equiláte-
ro; 1 ángulo diferente y 1 lado diferente el cuadrado)
Si utilizamos este método para comparar un triángulo equilátero y un cuadrado, resultará que
el cuadrado es más simple que el equilátero, porque (Villafañe, 1985: 131):
. el número de ángulos diferentes es de 1 en ambos casos;
. el número de ángulos diferentes partido por el número total de ángulos, 1/4 para el cuadrado
y 1/3 para el equilátero;
. el número de líneas continuas diferentes es 1 en ambos casos;
. luego el valor de la información será: 2 y 1/4 para el cuadrado; 2 y 1/3 para el equilátero.
Vemos que si la simplicidad depende de los r.e.g, estará determinada por la selección de la al-
ternativa más sencilla y la distribución de los rasgos en el mayor grado de pertinencia, princi-
pios de los que se desprenden una serie de factores con los que podemos configurar un cuadro
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 4 189
la visión. qué es ver, qué es percibir
4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
más eficaz que la cuantificación de rasgos, que son, básicamente (Villafañe, 1985: 132-133):
. la correcta selección del medio de representación, ya que aunque un determinado tema se
pueda comunicar por diferentes medios visuales, existen medios que son más idóneos que
otros en función del contenido;
. la unificación de los agentes plásticos, que influye en la simplicidad formal porque supondrá
una reducción del número de r.e.g.;
. repertorio limitado de elementos plásticos, lo que favorece la simplicidad de la forma.
Además de estos factores, es importante destacar que las condiciones perceptivas pueden afec-
tar al precepto, por lo que un estudio sobre la simplicidad ha de tener en cuenta los aspectos que
le afecten desde el punto de vista perceptivo. Según Villafañe, estos factores pueden reducirse a
tres (Villafañe, 1985: 133-134).:
. la intensidad del estímulo que da origen al precepto, ya que si es débil necesitaremos más
trabajo perceptivo, lo que tiende a simplificar el estímulo;
. la propia simplicidad del estímulo, puesto que si el estímulo es simple, producirá un precepto
simple;
. la tendencia a eliminar la ambigüedad a través de la estabilización de la estructura, de modo
que se reducen los r.e.g. de la estructura a través de la simetría, el abandono de detalles discor-
dantes, eliminando la oblicuidad, etc.
En cuanto a la percepción de la forma, que es lo que nos interesa en este apartado, Lillo señala
que en muchas ocasiones los objetos no proyectan una imagen completa en la retina pero, sin
embargo, el reconocimiento sobrevive aunque falte parte de su contorno, porque lo más impor-
tante en la identificación de una figura es la calidad informativa de sus contornos, no la cantidad
de contorno que veamos (Lillo, 1993: 433-434). Siguiendo la nomenclatura de Biedermann,
Lillo considera que lo que explica el reconocimiento de un objeto a partir de sus partes es la
presencia de los geones, las partes principales de los objetos representados, unos contornos que
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 4 190
la visión. qué es ver, qué es percibir
4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
Las características no accidentales son aquellas que siempre se mantienen como, por ejemplo,
la oposición rectitud/curvatura, el número de contornos determinantes, el paralelismo y la
simetría. Así, el contorno recto de un objeto, el contorno curvo o el paralelismo y la simetría,
podrán ser proyecciones de mayor o de menor tamaño, pero siempre darán lugar a contornos
rectos, curvos o paralelos en la imagen (Lillo, 1993: 435-437).
Los geones son las partes de un objeto que poseen las siguientes características:
. tienen volumen, aunque estén representadas en una hoja plana;
. son unidades que se pueden describir fácilmente de forma matemática;
. cada geón puede describirse a partir de una serie de características no accidentales.
Figura 8. Representación de los contornos totales y parciales de dos objetos conocidos (Hoffman, 2000: 144).
El autor señala que esta coincidencia entre partes y palabras no debería sorprendernos, ya que si
estas partes son, como sugieren los actuales experimentos, unidades básicas de nuestra descripción
visual de la forma, es lógico que las convirtamos en unidades básicas de nuestra descripción verbal,
ya que “la manera en que usted divide el mundo a nivel visual debería afectar al modo en que lo hace
oralmente” (2000: 138), luego considera que el modo como dividimos oralmente el mundo no es
arbitrario, y que depende, en parte, en cómo lo dividimos visualmente50. Sin embargo, señala, esta
relación entre palabras y partes aún no se ha sometido a una investigación sistemática (2000: 139).
4.6.4 El color
El color es materia de estudio de varias disciplinas. Esta multidisciplinariedad supone ventajas e
inconvenientes: la ventaja, lo completo que es el conocimiento sobre el color; el inconveniente,
que se producen desacuerdos en el uso de algunos términos por parte de los distintos autores51
(Lillo, 1993: 311-312).
4.6.4.1 La sensación de color y su inestabilidad
Cuando hablamos de percepción del color, nos estamos refiriendo a la sensación que se pro-
duce en nuestro cerebro cuando recibimos los rayos luminosos que se reflejan en nuestro en-
torno, ya que el color no está en los objetos sino en nuestra percepción (Aumont, 1992: 23, y
Hoffman, 2000: 162 y ss.).
Esta sensación no es estable porque depende de muchas variables como, por ejemplo (Saint
Martin, 1994: 27):
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 4 192
la visión. qué es ver, qué es percibir
4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
. la inflexión de la luz;
. las características de la materia del objeto que lo hace evidente;
. la luz del área que lo rodea;
. las características fisiológicas de cada sujeto que percibe52;
. la edad.
De entre todas estas variables, la mayor parte de los autores consultados estudian los efectos
que tiene el contexto sobre el color. Hoffman y Albers, por ejemplo, demuestran que el color
que percibimos en un punto determinado no depende sólo de la luz que haya en ese punto, sino
también de su contexto o área más amplia del campo visual (Hoffman, 2000: 162-163 y Albers,
1979: 17). Así, nos puede parecer que dos cuadrados, teñidos con la misma tinta, y con reflexio-
nes idénticas, tienen colores distintos debido a la influencia de su contexto. En esta misma línea
se manifiesta Saint Martin cuando dice que, en la experiencia perceptiva, no podemos ver un
color aislado de otro color (Saint Martin, 1994: 28).
Esta inestabilidad dificulta que se utilice el color para describir los sucesos de la realidad con
hipótesis que posean bases válidas. Pero la función de la percepción del color no es la de esta-
blecer las longitudes de onda, tarea que sí realizan los instrumentos ópticos, sino que lo que nos
permite es organizar y comprender el mundo que nos rodea y reconocer los objetos que sean
biológicamente relevantes (Lorenz, 1986: 51-53). Así, por ejemplo, a pesar de su inestabilidad,
fue esta sensación la variable que utilizaron nuestros antepasados para reconocer los frutos o el
estado de maduración de los tallos verdes (Acarín, 2001: 40).
4.6.4.2 Visión del color
Los colores nacen de ondas luminosas, un tipo de energía electromagnética de la que el ojo
humano sólo percibe las ondas situadas entre 400-700 nanómetros53. Las ondas luminosas son
incoloras y producen sensaciones que son recibidas por el ojo como color a través de un proce-
so que no conocemos bien (Grupo µ, 1993: 32)54, ya que “la percepción de las ondas luminosas
es un fenómeno que todavía no ha sido explicado” (Itten, 1977, 1: 17).
Para que se produzca la sensación de color necesitamos que se den, básicamente, dos circuns-
tancias (Hoffman, 2000: 158):
. que exista la luz para que sus ondas electromagnéticas incidan sobre los objetos55;
. no tener daños en las circunvoluciones de nuestro cerebro porque, si los tuviéramos, vería-
mos en tonos grises la parte del campo visual que le correspondiera.
La percepción del color comienza en nuestra retina, lugar en el que existen dos tipos de foto-
rreceptores (Lillo, 1993: 274-284, Hoffman, 2000: 187-189 y Aumont, 1992: 23):
. los bastoncillos, que son sensibles a los cambios de luminosidad;
. los conos, que son sensibles a los colores y a las formas de los objetos.
Poseemos tres tipos diferentes de conos relacionados con el modo como reaccionan a la luz:
unos reacciona a las altas frecuencias, otros a las intermedias y, unos terceros, a las bajas fre-
cuencias. Esta variedad de reacciones se debe a que cada tipo de conos posee distintas moléculas
de pigmento que reaccionan de forma diversa a la luz (Hoffman, 2000: 187-188).
Pero el color que vemos, además de depender de la presencia de luz y de nuestra capacidad
física, también depende, según demuestra Hoffman (2000: 162 y ss.) y Albers56, del entorno,
del campo visual en el que se encuentran.
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condiciones que afectan a la percepción visual
Figura 9. Representación de la percepción de color en zonas en las que no lo hay (Hoffman, 2000: 159-160).
A continuación, en la figura 10, se muestran dos círculos de mismo tamaño y color, inscritos,
respectivamente, en un cuadrado negro y en un cuadrado blanco. Por efecto de lo que se deno-
mina contraste simultáneo (explicaremos este fenómeno en un apartado posterior), el círculo
de la derecha parece más oscuro que el de la izquierda. Aunque, como veremos más adelante,
no siempre funciona el contraste simultáneo (Hoffman, 2000: 169-170).
A partir de estos ejemplos en los que vemos colores diferentes, a pesar de que estamos frente a
la misma reflexión de luz y a la misma tinta, el autor indica que cuando nuestro cerebro cons-
truye un color, tiene en cuenta diversas propiedades visuales al mismo tiempo, e intenta que
todas ellas sean mutuamente coherentes (Hoffman, 2000: 163-164).
Así, organizamos nuestro mundo visual en objetos tridimensionales sobre los que colocamos
fuentes de luz que los iluminan, y asignamos color tanto a la luz como a los objetos (Hoffman,
2000: 163-164).
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4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
Figura 11. Representación de la incidencia de la luz cenital sobre las formas (Hoffman, 2000: 168).
La mayor parte de especialistas atestiguan que podemos diferenciar unos 150 matices de color, mati-
ces que agrupamos en varias familias, que variarán en función de las culturas (Grupo µ, 1993: 65).
4.6.4.2.4 Colores oponentes
A pesar de nuestra capacidad para construir color, hay una serie de matices que, como descubrió
Hering, nunca coexisten: por ejemplo, nunca vemos un tono que sea, a la vez, verdoso y rojizo. A
estos matices que no pueden coexistir se les denomina colores oponentes (Hoffman, 2000: 189).
los mecanismos que generan la interacción de los colores son regulares, por lo que es posible
establecer las leyes que articulan sus relaciones.
En ocasiones, la interacción de dos o más colores produce un tipo de ilusiones que hacen que
el color que se proyecta en nuestra retina sea diferente al que detectaría un instrumento óptico
(Albers, 1979: 20-21) como cuando, como señalábamos en los ejemplos anteriores (ver apar-
tado 4.6.4.2.1), vemos un color rojo en una zona en la que el fotómetro leería color blanco, o
como cuando un mismo color puede parecer distinto si está sobre fondos de color diferentes.
(Albers, 1979: 31-33).
Albers considera que algunos de estos fenómenos se producen porque las terminaciones nervio-
sas que hay en la retina humana (conos) están preparados para recibir uno de los tres colores pri-
marios (rojo, amarillo y azul) que componen todos los colores. Y que cuando miramos durante
un espacio de tiempo el color rojo, por ejemplo, se fatigan los conos que han de recibir este color,
por lo que si pasamos, de repente, a una superficie blanca, veremos la reacción de los conos que
han descansado, en este caso los que son sensibles al amarillo y el azul (Albers, 1979: 35).
4.6.4.3.1 Ley de igualación o asimilación
El Grupo µ señala que el sistema de percepción posee dos características, la función igualadora
y la función de contraste, que mantienen entre ellas una relación dialéctica. Ambas funciones
tienen que ver con los umbrales de la percepción, en el sentido de que cuando los estímulos
que registramos no varían más allá de cierto umbral, son considerados como iguales; cuando
esos estímulos sobrepasan ese umbral, se produce un contraste coloreado que puede ser de dos
tipos, sucesivo o simultáneo (Grupo µ, 1993: 67).
El fenómeno de la igualación (Saint Martin, 1994: 53; Grupo µ, 1993: 67), o de asimilación
(Lillo, 1993: 360), atenúa las diferencias entre superficies distintas, en la línea de las leyes gestál-
ticas que planteaban que los estímulos tienden a transformarse para mantener una similitud.
que los rodean (Lillo, 1993: 339). Si colocamos dos cuadrados de un mismo color gris, uno
sobre un color verde y sobre un cuadrado rojo, respectivamente, en el primer caso el gris tiende
a rojo, y en el segundo el gris tiende a verde. Los colores puros tienen esta tendencia a deslizarse
hacia sus complementarios (Itten, 1977,1: 19-20).
Este fenómeno está relacionado con la tensión que se produce en el ojo cuando éste no en-
cuentra el complementario del color que percibe en el campo visual (Saint Martin, 19994: 53).
Pero, en ocasiones, la teoría del contraste simultáneo no funciona, como podemos apreciar en
la figura 12 (Hoffman, 2000: 170).
Figura 12. Representación de un caso en el que no funciona el contraste simultáneo (Hoffman, 2000: 170).
Ambos rectángulos son iguales, pero el de la derecha parece más claro, ¡contradiciendo a la teoría
del contraste que dice que deberíamos ver el de la izquierda más claro que el de la derecha porque
tiene un aparente menor contacto con el blanco¡. A pesar de que se desconocen las reglas que se
emplean aquí, hay algunas ideas como, por ejemplo, que lo que hacemos aquí es agrupar todas las
franjas negras y las utilizamos como fondo del rectángulo de la derecha, mientras que compara-
mos el rectángulo de la izquierda con el fondo blanco (Hoffman, 2000: 171).
Este fenómeno se produce porque el ojo se vuelve menos sensible a un color que se ha ido
repitiendo, pero hipersensible a un color complementario (Grupo µ, 1993: 67).
Saint Martin indica que estos diferentes planos de los colores no pueden describirse a priori, ya
que si modificamos el tono, la dimensión o el fondo de un color, podemos conseguir que un color
se comporte de manera distinta. Así, descubrimientos ópticos recientes demuestran que una tinta
luminosa se atrasa sobre un fondo claro y se adelanta sobre un fondo oscuro y si, por ejemplo,
colocamos un texto en blanco y otro texto en negro sobre un fondo amarillo, el blanco parece
retrasarse mientras que el negro parece adelantarse. Pero Saint Martin considera que, a pesar de
que se puedan alterar los planos de profundidad de un determinado color, debemos seguir consi-
derando que el movimiento de los colores es un principio general (Saint Martin, 1994: 72-73).
Pero Saint Martin indica que “esta valoración térmica no corresponde a ninguna realidad (…)
[ya que] nos remite a experiencias de calor relacionadas con el tacto (…) [por la que] una super-
ficie negra absorbe más rayos, [luego] es más caliente si la tocamos que una blanca” (Saint
Martin, 1994: 76). Añade, además, que existen azules, color tradicionalmente frío, que resultan
calientes y rojos que resultan fríos, como indicó Albers59. Afirma que también hemos de tener
en cuenta que si a los colores les añadimos blanco, negro o gris, las interpretaciones personales
acerca de las temperaturas divergen rápidamente (Saint Martin, 1994: 77).
Aunque, como veremos en otro apartado, tanto Arnheim como Eibl-Eibesfeldt aportan otros
argumentos relacionados con la fisiología, mientras que el Grupo µ, que también tiene en cuen-
ta los experimentos que muestran efectos físicos, prefiere no definirse claramente.
A pesar de que no exista una realidad térmica, utilizamos esta definición a partir del conoci-
miento táctil que tenemos de las temperaturas que poseen los objetos o elementos de nuestro
entorno que tienen determinado color (Saint Martin, 1994: 76).
4.6.5 Texturas
4.6.5.1 La textura como una propiedad del mundo visual
Gibson considera que una de las propiedades fundamentales del mundo visual es la de ser
texturado (Gibson, 1974: 16), y que la textura, junto a otras propiedades como la solidez, la
distancia, el contorno, la forma, etc., proporciona apariencia de realidad visual a determinadas
imágenes fotográficas (Gibson, 1974: 17). En concreto, añade, parece probable que sea la tex-
tura la que hace que percibamos una superficie como superficie y no como un mero color, ya
que algunas cosas físicas que no poseen textura, como un firmamento claro, tampoco son vistas
como superficies (Gibson, 1974: 79-80).
En el mundo visual podemos distinguir tres tipos de superficies: las frontales, son las perpen-
diculares al suelo y las características de los objetos; las longitudinales como, por ejemplo, el
suelo; y la pendiente, que se encuentra en algún punto entre estos dos extremos. Gracias a
nuestra propia experiencia sabemos que la textura de diferentes superficies pueden variar de
basto a fino de forma progresiva (Gibson, 1974: 98-100). Hemos de tener en cuenta que esta
variación puede ser rápida, lenta, o bien que puede no producirse, como sucedería en el caso
de la superficie longitudinal, de la superficie en pendiente o de la superficie frontal, respectiva-
mente (Gibson, 1974: 104).
Gibson indica que hay superficies que no generan textura, bien porque son físicamente suaves o
porque son químicamente homogéneas, como sucede con el cristal, aunque añade que en raras
ocasiones se producen ambas características al mismo tiempo, como sucede con esta superficie.
Así, si es químicamente homogénea pero es áspera, tendrá protuberancias y hundimientos; si es
suave pero no es químicamente homogénea, es probable que difieran las reflectividades de las
diversas partículas. En cualquiera de los dos casos la imagen de la superficie estará constituida
por una agrupación de cambios de energía luminosa que nosotros experimentamos como varia-
ciones de valor o tinte. Gibson indica que parece que estos ciclos constituyen el estímulo para
la textura visual; y que tanto los ciclos como la textura resultante pueden ser de muchos tipos
diferentes (Gibson, 1974: 117-119).
4.6.5.2 La textura como una dimensión de la percepción
y una propiedad de superficie
Las dimensiones de la actividad del sistema visual, la espacialidad, la textura y el cromatismo per-
miten explicar la producción y la estructura de los preceptos elementales (Grupo µ, 1993: 70-71).
La palabra textura procede de una palabra latina que significa “tejido”, por lo que cuando hablamos
aquí de textura nos referimos, metafóricamente, a la sensación táctil que se reconocemos visual-
mente a través de un fenómeno sinestésico, pero nos referimos a la microtopografía del estímulo
visual que está constituida por la repetición de elementos, por lo que se necesita la dimensión de los
elementos y la ley de repeticiones, aspectos que nos permitirán describir el aspecto granuloso, liso,
acuoso…(Grupo µ, 1993: 62). El Grupo µ considera que la textura es una propiedad de superficie
tan válida como el color y que no constituye algo imposible de analizar (Grupo µ, 1993: 178)
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 4 199
la visión. qué es ver, qué es percibir
4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
Se podría cuestionar el hecho de que la textura no puede engendrar una forma de igual modo
que lo hace el color o el contorno, porque la textura es, en sí mismo, una forma. El Grupo µ
señala que no es una forma, ya que el elemento textural se caracteriza por una dimensión tan
reducida que no puede hacer de ella una forma, ya que la percepción individual de estos ele-
mentos no se puede realizar a partir de una cierta distancia, y esta percepción individualizada
se reemplaza por una aprehensión global (Grupo µ, 1993: 178-179).
4.6.6 El movimiento
Aumont considera que diferenciamos el movimiento de los objetos porque poseemos una serie
de índices que nos ayudan, entre los que podemos destacar la oclusión óptico-cinética de las
superficies, la distancia de los objetos, etc. Pero la percepción del movimiento puede variar en
función de las siguientes características (Aumont, 1992: 50-53):
. el tamaño, porque cuanto más grande es el objeto, mayor ha de ser su movimiento para que
lo podamos percibir;
. la iluminación, se percibe mejor el movimiento cuando la iluminación y el contraste es mayor;
. la presencia de puntos fijos en el entorno, que permite la percepción del movimiento.
Parini señala que un problema que ignoró la teoría de la Gestalt, casi por completo, es que todo
objeto se examina a través de una serie de miradas, y que esas miradas que no son producto del
azar, sino de la acción y de la selección. De estas miradas activas y selectivas se desprende que
lo que percibimos del mundo está determinado por los procesos que guían la fijación, y estos
procesos dependen, a su vez, de la atención del observador y de sus intenciones perceptivas
(Parini, 2002: 85). En este sentido, volvemos a destacar aquí los descubrimientos de Yarbus
en los que la mirada del observador se detenía o pasaba por alto estos o aquellos elementos en
función de las preguntas que recibía (Parini, 2002: 94-95).
Gibson, por su parte, señala respecto a los recorridos de la mirada sobre el objeto o situaciones,
que es plausible la teoría según la cual la composición de un cuadro impone una secuencia par-
ticular de fijaciones al espectador, pero añade que todavía no han sido descubiertas las posibles
relaciones entre la composición pictórica y la secuencia de fijación, ya que las pruebas sugieren
que la secuencia de fijaciones es más o menos al azar (Gibson, 1974: 216).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 4 200
la visión. qué es ver, qué es percibir
4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
Estos autores clasifican las ilusiones geométricas en ilusiones de extensión y las ilusiones de
forma y dirección (Dember y Warm, 1990: 281 y ss.), mientras que Lillo diferencia las ilusiones
ópticas entre las que tienen que ver con el tamaño de los objetos, que podemos explicar a través
de las claves pictóricas y la ley de Emmert62, y las ilusiones que tienen como protagonistas a los
colores (Lillo, 1993: 426-427). En este apartado seguiremos la clasificación de Dember y Warm
porque nos ha parecido la más completa y mejor estructurada.
4.7.1.1 A partir del tamaño de los objetos, o las ilusiones de extensión
En las ilusiones de tamaño se producen condiciones en las que falla la constancia de tamaño,
lo que hace que apreciemos de modo erróneo el tamaño (Dember y Warm, 1990: 216). Veamos
algunos ejemplos.
Figura 13. Representación de la ilusión de tamaño denominada ilusión del pasillo. (Dember y Warm, 1990: 216)
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 4 201
la visión. qué es ver, qué es percibir
4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
b) Ilusión de Ponzo
Dos líneas del mismo tamaño parece que tienen tamaños diferentes (figura 14) (Lillo, 1993:
430-431).
Figura 14. Representación de la ilusión de tamaño denominada ilusión de Ponzo (Lillo p. 431).
c) Ilusión de la horizontal/vertical
Ambas rectas son iguales, pero nos parece que la vertical es mayor que la horizontal (figura 15)
(Lillo, 1993: 431).
Figura 15. Representación de la ilusión de tamaño a partir de la horizontalidad/verticalidad (Lillo, 1993: 431)
d) Ilusión de Delboeuf
Aunque los círculos centrales son iguales, el rodeado por círculos más pequeños parece más
grande que el rodeado por otros más grandes (figura 16) (Lillo, 1993: 431).
Figura 16. Representación de la ilusión de tamaño denominada ilusión de Delboeuf (Lillo, 1993: 431)
Figura 17. Representación de la ilusión de tamaño denominada ilusión de Müller-Lyer. (Lillo, 1993: 431).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 4 202
la visión. qué es ver, qué es percibir
4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
Figuras 18 y 19. Representación de la ilusión de Ehrnstein y de Orbison (Dember y Warm, 1990: 282).
Figuras 20 y 21. Representación de la ilusión de Zöllner y de Wundt (Dember y Warm, 1990: 282).
Los autores señalan que esta “sorprendente” teoría no tiene en cuenta que las ilusiones a las que se
refiere también se obtienen sin necesidad de movimientos oculares (Dember y Warm, 1990: 283)
de tal modo que cambian los centros de distribución de la excitación, lo cual tiene como conse-
cuencia el alejamiento fenoménico de los contornos” (Dember y Warm, 1990: 284).
Según Dember y Warm, esta teoría tampoco aporta una explicación totalmente satisfactoria de
dichas ilusiones.
La teoría de la constancia mal aplicada dice que algunos índices pictóricos de las configuracio-
nes ilusorias generan la impresión de que existe una separación, desde el punto de vista de la
profundidad, entre figuras que son del mismo tamaño, lo que provoca que consideremos que,
si tienen el mismo tamaño pero uno parece estar más lejos que el otro, el objeto que parece
más distante será el más grande, como sucede en las ilusiones del pasillo o la de Ponzo, que se
ajustan fácilmente a este enfoque (Dember y Warm, 1990: 285; Lillo, 1993: 430).
Dember y Warm indican que otro autor, Gregory, explica la ilusión de Müller-Lyer de manera
similar, ya que indica que sufrimos la ilusión porque la línea que tiene dos colas parece la esqui-
na interior y, por lo tanto, sería la esquina lejana en una representación, mientras que la línea de
las dos puntas se percibe como una esquina exterior y, por lo tanto, sería la más cercana en una
disposición tridimensional (Dember y Warm, 1990: 285; Lillo, 1993: 431).
Los autores señalan que, de la misma forma que sucede con otras teorías de la ilusión, hay datos
que contradicen algunos aspectos de esta teoría como, por ejemplo, el hecho de que muchas
ilusiones de tamaño también se observan en personas invidentes a partir de presentaciones tác-
tiles, lo que indica que “en la producción de ilusiones tiene que intervenir algo más que índices
pictóricos” (Dember y Warm, 1990: 287).
Por su parte, Eibl-Eibesfeldt indica que frente a una línea vertical y otra horizontal de igual
tamaño, percibimos la vertical de mayor tamaño porque sobrevaloramos lo vertical respecto a
lo horizontal (Eibl-Eibesfeldt, 1993: 54-55). En este sentido Dember y Warm señalan que los
objetos visuales más naturales, como los árboles o las personas, y los artificiales, como las casas,
se suelen ver verticalmente y son generalmente simétricos respecto a un eje vertical, por lo que
quizás “mediante un proceso de aprendizaje perceptivo, las personas desarrollen esquemas
generales en los que los objetos de orientación vertical encajen mejor que el resto” (1990: 274)
Ante dos círculos de igual tamaño que a su vez están rodeados, uno por círculos más pequeños
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la visión. qué es ver, qué es percibir
4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
y el otro por círculos del mismo tamaño, el que está rodeado por círculos más pequeños parece
más grande porque, generalmente, valoramos el tamaño de un objeto en relación a las figuras
que lo acompañan (Eibl-Eibesfeldt, 1993: 55).
Por su parte, los autores consideran que ninguna teoría es totalmente satisfactoria, lo que ha lle-
vado a algunos investigadores a la conclusión de que las ilusiones geométricas derivan de varios
factores puesto que un factor sólo explica una parte de los datos (Dember y Warm, 1990: 287).
Sin embargo Dember y Warm señalan que “hay un número suficiente de experimentos (…) que
confirman la conclusión de que estímulos de los que las personas no son conscientes influyen
en ciertos aspectos de su conducta” (Dember y Warm, 1990: 382)
Para algunas de estas lesiones, como sucede con la acromatopsia o la acinetopsia, existe una
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 4 205
la visión. qué es ver, qué es percibir
4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
explicación que tiene que ver con la organización funcional y anatómica de la corteza visual,
pero hay otros síndromes que son más difíciles de explicar con términos precisos, quizás por-
que estos síntomas sean consecuencia de lesiones en zonas del cerebro que no son tan bien
conocidas. Por ejemplo, se sabe que las lesiones que impiden localizar objetos en el espacio, o
que hace que las personas que las padecen no puedan encontrar el camino de vuelta a casa, se
sitúan en la corteza parietal, pero estas áreas no han sido definidas con la precisión que lo han
sido las preestriadas (Zeki, 1995: 309-311).
A continuación expondremos las principales casos en los que la percepción visual está mer-
mada. Aunque las describiremos de forma aislada, se ha de tener en cuenta que, en ocasiones,
pueden darse a la vez, bien sea por el volumen de la lesión o bien por la cantidad de zonas
especializadas que estén afectadas (Zeki, 1995: 314)
Es importante destacar que, en este caso, los mensajes de color llegan con normalidad desde
la retina hasta la corteza estriada, pero el mecanismo que se utiliza para construir colores es
deficiente (Zeki, 1995: 313)
Zeki destaca que, con alguna excepción64, no existen ciegos totales de la forma, mientras que
sí hay ciegos totales del color. La explicación que propone Zeki a esta circunstancia es que las
células selectivas de la orientación, las que supuestamente constituyen el fundamento de la
visión de la forma, están distribuidas de modo omnipresente en las áreas visuales de la corteza
preestriada, ya que se observa una gran concentración de ellas en las áreas V1, V2, V3 y V3A y
en V4, lo que significa que una lesión en una de las áreas puede dejar intacta otras en las que las
células selectivas a la orientación mantengan su actividad (Zeki, 1995: 315-316)
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 4 206
la visión. qué es ver, qué es percibir
4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
4.8.3 Prosopagnosia
Así se conoce al síndrome por el que el paciente puede reconocer las expresiones de las caras,
pero no puede reconocer las caras que le son familiares. Esta situación da a entender, según
Zeki, que el reconocimiento de las expresiones faciales y el de las caras familiares son dos cosas
distintas que dependen de dos sistemas neurales diferentes, debido a la especialización funcio-
nal del cerebro. El autor considera que “es cuestión de tiempo que estas diferencias aparezcan
reflejadas en diferencias anatómicas en la conectividad” (Zeki, 1995: 354).
Este autor indica que se podría pronosticar, dada las diferentes actividades de las células de las
áreas especializadas, que las lesiones de V3 y V3A provocarán graves defectos en la percepción,
tanto de la forma como de la profundidad, aunque no se han llevado a cabo experimentos al
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 4 207
la visión. qué es ver, qué es percibir
4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
respecto. Pero advierte que con ello no pretende decir que no haya otras áreas visuales que
estén implicadas en la percepción de profundidad (Zeki, 1995: 327-328)
4.8.7 Sinestesia
La sinestesia es una condición, que afecta a diez personas por cada millón, que capacita a quie-
nes la poseen para experimentar, a través de un sentido, sensaciones que corresponden a dos
sentidos diferentes: una persona con sinestesia puede oír sonidos al ver formas, o traducir en
formas y en texturas los sabores. Un aspecto destacable de la sinestesia es que estas personas
siempre oyen los mismos sonidos ante las mismas formas, o las mismas formas y texturas ante
los mismos sabores, luego se producía lo que Hoffman denomina “una relación arbitraria pero
sistemática” (Hoffman, 2000: 266).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 4 208
la visión. qué es ver, qué es percibir
4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
desarrollar el andar, desarrollar el lenguaje o huir de los estímu- 43. Estos índices o claves de la profundidad también son
los dolorosos, por ejemplo. recogidos por Lillo (p. 401 y ss.), pero hemos optado por la
28. Hemos recogido las aportaciones que han realizado otros clasificación de Dember y Warm porque, mientras que Lillo
autores, en apartados anteriores. diferenciaba las claves en pictóricas y no pictóricas, los otros
29. Las opiniones de Gibson quedan superadas si tenemos en autores conceptualizan con mayor profundidad los distintos
cuenta lo que señalábamos en el apartado anterior, en el sentido tipos de índices.
de que hay periodos críticos para el aprendizaje. Ello significa 44. Hemos de tener en cuenta aquí que algunos autores hablan
que las dificultades que manifiesta un ser adulto cuando ve por de la distinción entre figura y fondo y otros de la distinción
primera vez y necesita de tiempo y estímulos para aprender a entre forma y fondo. Como hemos señalado anteriormente, el
ver, no tienen por qué parecerse a las dificultades (si es que éstas Grupo µ, y Dember y Warm, diferencian los términos de forma
existen) de un bebé que empieza a desarrollar sus capacidades y y de figura (Grupo µ, 1993: 59-60; Dember y Warm, 1990: 261),
que es estimulado en el momento y en el sitio oportuno. pero otros autores no lo hacen.
30. No lo volvemos a recoger en este apartado, pero hace refe- 45. El psicólogo danés Edgar Rubin fue el primero en formular
rencia a este tema en las páginas 23-25). este principio de la organización perceptiva como el concepto
31. Lorenz considera que la percepción puede admitir una gran de la figura y el fondo.
cantidad de datos aislados, registrar sus interrelaciones y abs- 46. Más tarde veremos todo el partido que una retórica de lo
traer las regularidades que los relacionan; que supera a todas las visual puede sacar de estas leyes de proximidad y de identidad
computadoras en descubrir leyes imprevistas y que la memoria (Grupo µ, 1993: 60)
retentiva de la percepción es extraordinariamente duradera, y 47. Ver también lo que, en este sentido, hemos recogido de
posee la capacidad “milagrosa” de abstraer configuraciones de Zeki en apartados anteriores.
rasgos distintivos de un fondo caótico de estímulos. 48. Creemos que es pertinente señalar que la forma estructural
32. Ha de ser siempre así en castellano. de Villafañe se asemeja al esqueleto estructural de Arnheim (Ar-
33. Hemos de tener en cuenta que en este apartado recogemos nheim: 1969, 62-64), aunque la definición de Villafañe es más
las aportaciones de Gibson en cuanto al significado, entre las precisa y completa, ya que Arnheim define el esqueleto como
que incluye esta reflexión en torno a la significación aprendida las líneas principales de un objeto que establecen la identidad
y a la innata. No hemos vuelto a incluir aquí las aportaciones de de una figura pero que no son su contorno, pero sin llegar a
otros autores, y las hipótesis actuales en torno a las cuestiones enumerarlas.
del innatismo y del aprendizaje por no repetir contenidos, pero 49. Como hemos ido señalando en apartados previos, se refiere
hemos de recordar que la discusión en torno a esta cuestión la a las variaciones en la iluminación, a que otros objetos tapen
hemos descrito en el apartado 4.5.5. parte de las partes de lo que queremos reconocer, a que lo que
34. Lógicamente, cuando no hay lesiones y hemos sido sociali- queramos reconocer esté mezclado con otras informaciones
zados por una determinada cultura irrelevantes, a los movimientos o las alteraciones en las partes
35. Algunos de los autores consultados no consideran que los que nos presente el objeto y a nuestros propios movimientos,
conceptos de color y de claridad sean la misma cosa, sino que que afectarán al tamaño y a la forma que se proyecta en nuestra
se refieren a color como la dominante cromática o como una retina.
denominación genérica del fenómeno psicológico en el que po- 50. Ojo, pero no estamos seguros, si tenemos en cuenta, por
demos diferenciar la claridad, la saturación y la dominancia; y ejemplo, las aportaciones de Zeki y las distintas alteraciones
se refieren a la claridad, como queda reflejado, como una de las visuales que se han podido estudiar, que la división visual se
variables del color. Sin embargo, en este apartado igualamos los haga en partes, luego es posible que esa división en partes de
términos porque los autores consultados, aunque se refieren a la cara o de la copa responda a una división verbal, pero no a
lo mismo (la capacidad de ver un color como blanco, por ejem- una visual.
plo, al margen de las condiciones de iluminación) utilizan en 51. Pero, como veremos a lo largo de esta investigación, el des-
unos casos el término color y en otros el de claridad. acuerdo terminológico es algo con lo que nos hemos encontra-
36. Recordemos que son unos fotorreceptores que están pre- do muy a menudo.
sentes en la fóvea, zona de la retina con mayor resolución. 52. Porque puede variar la coloración del cristalino
37. Exceptuando los casos en los que se produzca algún tipo 53. De los 390 a 820 nanómetros según el Grupo µ (1993: 55).
de alteración 54. Ver, en este sentido, el apartado 4.3 de este capítulo.
38. Un nivel ideal que varía en cada sujeto 55. A pesar de que Hoffman recoge unos experimentos en los
39. Como veremos en un apartado posterior, el Grupo µ dife- que se ve color sin necesidad de luz (2000: 157), esta circunstan-
rencia entre figura y forma a partir de esta característica: figura cia no se produce en nuestra vida cotidiana
cuando distinguimos “algo” del fondo; forma cuando somos 56. Creemos que no procede delimitar una página porque este
capaces de relacionar esta figura con algún objeto conocido. autor dedica gran parte del libro a demostrar la influencia del
40. Gibson, 1969; Sutherland, 1959 y Selfridge, 1959) contexto en la percepción del color.
41. Hemos descrito este mecanismo en el apartado 4.5.7.1.3.1 57. En denominación del Grupo µ (1993: 64).
La teoría clásica y la teoría del contraste de la constancia de 58. El ojo es extremadamente sensible a la luz, pero la visión
claridad coloreada es posible para los niveles de luminosidad que están
42. Nos hemos referido a ellos, con más profundidad, en el entre una millonésima de bujía y 10.000 bujías/m2. Fuera de
apartado 4.5.9.1 Maneras como recibimos información acerca estos parámetros, el ojo es ciego. Una bujía es una unidad que
de la profundidad y la distancia tiene que ver con la luminosidad que aporta una bujía o cande-
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 4 210
la visión. qué es ver, qué es percibir
4.1 las características de nuestra visión 4.2 lo que nos permite ver 4.3 la división del cerebro en regiones espe-
cializadas 4.4 el problema de la conciencia 4.5 la percepción 4.6 los estímulos que nos permiten reconocer el
objeto 4.7 fenómenos perceptivos: ilusiones ópticas, percepción adaptativa y percepción subliminal 4.8 lesiones y
condiciones que afectan a la percepción visual
capítulo 5
el espectador
Previo
Aunque nuestro objeto de estudio se centra en los elementos que forman el lenguaje visual, y
no incluye ni la recepción de los mensajes ni el espectador, hemos considerado oportuno incluir
algunas aportaciones en torno a él porque parecería extraño que no hablásemos, aunque fuera
tangencialmente, del “lector”, cuando estamos haciendo referencia a “lenguaje” y a “lectura”.
Hemos de tener presentes algunos aspectos generales para este capítulo. Por una parte, el he-
cho de que nuestro lector es un ser humano que forma parte de una cultura, que ha acumulado
unas determinadas experiencias, y que posee una serie de necesidades profesionales y/o vitales,
por lo que su ojo no será neutral (Aumont, 1992: 81). Por otra, que como las representaciones
visuales han estado presentes en casi todas las sociedades y desde hace más de 30.000 años, es
posible que hayan sido observadas de distintas formas (Aumont, 1992: 82).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 5 213
el espectador
5.1 la mirada, la atención, la búsqueda visual. 5.2. relación entre imagen y espectador 5.3 las acciones que desa-
rrolla el especador frente a la imaen 5.4 la credibilidad de la imagen 5.5 el espectador como sujeto deseante 5.6
imagen universal, lectura particular
El movimiento ocular es una forma de atención, ya que movemos los ojos para llevar la visión
de un objeto a las zonas de nuestra retina que poseen visión más nítida (Crick y Koch, 1992:
121). En general, los autores tienden a diferenciar la atención central y la atención periférica:
la central se refiere a la concentración de la atención en un determinado segmento del campo
visual; la definición de atención periférica es más vaga y se refiere, sobre todo, a los fenómenos
que se producen en la periferia del campo (Aumont, 1992: 62).
Esta diferenciación nos permite delimitar la zona en la que el espectador puede registrar in-
formación en el campo visual, aunque la dimensión de ese campo es relativa, porque depende
de la complejidad o simplicidad del estímulo que se debe detectar3, pero, a pesar de todo, se
ha podido demostrar que podemos explorar la superficie del campo visual que está a 30º de la
fóvea sin mover los ojos (Aumont, 1992: 62-63).
La noción de búsqueda visual es especialmente interesante en el caso de las imágenes, porque cuan-
do las miramos no lo hacemos globalmente, sino mediante fijaciones sucesivas de décimas de se-
gundo que se dirigen hacia las partes de la imagen que están provistas de más información, aquellas
que nos permitirán reconocer esa misma imagen en una segunda presentación (Aumont, 1992: 63),
Cuando se han realizado experimentos sobre el trayecto que realiza un ojo en su exploración de
la imagen, sólo se aprecia regularidad y constancia cuando se indican consignas concretas para
realizar la búsqueda (Aumont, 1992: 63-64), como demostró Yarbus al constatar que la mirada
del protagonista de un experimento se detenía en unas zonas, o no, en función de las preguntas
que se le realizaban (Parini, 2002: 94-95).
Gombrich considera que la percepción visual es un proceso casi experimental que implica emi-
tir hipótesis que son verificadas o invalidadas4, ya que comparamos lo que esperamos ver, fruto
de nuestro conocimiento del mundo, con el mensaje que recibe nuestro aparato visual, que es la
imagen. Cuando lo que vemos no está completo, suplimos la parte que falta porque tendemos a
identificar cualquier cosa en una imagen, siempre que esa forma se parezca mínimamente a otra
cosa, como sucede en las manchas del test de Rorschach5 (Aumont, 1992: 92-94).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 5 215
el espectador
5.1 la mirada, la atención, la búsqueda visual. 5.2. relación entre imagen y espectador 5.3 las acciones que desa-
rrolla el especador frente a la imaen 5.4 la credibilidad de la imagen 5.5 el espectador como sujeto deseante 5.6
imagen universal, lectura particular
Para el arte es de una gran importancia la movilización de las actividades proyectivas del espec-
tador, ya que le permiten compensar las limitaciones del medio como sucede, por ejemplo, con
los contornos imprecisos de los cuadros impresionistas (Gombrich, 1987: 95). Pero hemos de
tener en cuenta que esta tendencia puede hacer que lleguemos a inventar parcial o totalmente la
imagen, haciendo una interpretación errónea (Aumont, 1992: 92-94).
El reconocimiento nos permite identificar las partes estables de los objetos a pesar de posibles dis-
torsiones, pero también es capaz de captar las invariantes de ese mismo objeto, aquellas que nos
permitirían identificarlo mucho tiempo después8. El reconocimiento utiliza las propiedades ele-
mentales del sistema visual y otras capacidades de codificación más abstractas (Aumont, 1992: 87).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 5 216
el espectador
5.1. la mirada, la atención, la búsqueda visual. 5.2. relación entre imagen y espectador 5.3. las acciones que desa-
rrolla el especador frente a la imaen 5.4. la credibilidad de la imagen 5.5. el espectador como sujeto deseante 5.6.
imagen universal, lectura particular
Reconocer el mundo visual en una imagen es útil pero, además, provoca la satisfacción psicoló-
gica que implica el reencuentro con una experiencia visual a través de la imagen. Esta satisfac-
ción es una de las razones esenciales del desarrollo del arte representativo, un tipo de arte que
imita a la naturaleza lo que, por una parte, nos produce placer y, por otra, influye en nuestro
modo de verla (Aumont, 1992: 87)
5.3.2 La rememoración
La rememoración que provoca la imagen se produce a través de un instrumento que Aumont
denomina “esquema”, ya que las imágenes reproducen, lo más literalmente posible, esquemas
típicos que están ligados al referente real de un modo convencional (a una época, a una cultura,
a una temática). El esquema ha de poseer unas determinadas características que son: ha de ser
más sencillo y económico que lo esquematizado, ha de poseer un aspecto cognitivo y ha de
estar permanentemente sometido a un proceso de corrección (Aumont, 1992: 88).
Aunque la presencia del esquema es más evidente en las imágenes cuyo estilo está más alejado
del naturalismo, el esquema también está presente en el interior del arte representativo a través
de los procesos preliminares, como si por debajo del dibujo acabado estuviera la “osamenta”
del objeto dibujado. Así es como se entendía el arte representativo en tratados de pintura
como el de Leonardo, en el que se insistía en la necesidad de conocer la anatomía para pintar
la figura, una idea que se ha mantenido durante mucho tiempo9 (Aumont, 1992: 90; Leonardo
da Vinci, 1989: 54 y ss.).
Entre estas últimas podemos destacar el foco de atención y la exploración de izquierda a de-
recha y viceversa, que se producen con más facilidad que la de arriba abajo, ya que el tirón
hacia abajo sería el equivalente perceptual de la atracción gravitatoria. El autor señala que la
influencia del espectador sobre la dimensión de la profundidad del espacio pictórico es menos
obvia, aunque si vemos profundidad frente a una superficie plana, ello se debe al dinamismo de
la mirada del observador que, al incidir perpendicularmente sobre el plano del cuadro, trata de
prolongarse en la misma dirección, dotando al cuadro de más profundidad que la que aporta su
propia estructura (Arnheim, 1982: 49).
Arnheim indica que el espectador también aporta la direccionalidad lateral ya que, como el
hemisferio derecho de la corteza cerebral es más afín a la percepción visual, cabe esperar una
asimetría en el campo visual por la que los objetos situados en la parte izquierda del campo, que
corresponde a las zonas de proyección de la mitad derecha del cerebro, adquieren un peso y una
importancia especial y el espectador se identifica con ellas en primer lugar (Arnheim, 1982: 49).
gana peso y destaca más porque está más alejado del centro con el que tiende a identificarse el
espectador10 (Arnheim, 1982: 50).
En cuanto a los estudios acerca del conocimiento que posee el espectador, Aumont destaca los
realizados por Bordwell y Schaeffer sobre el espectador de cine, en los que describen que éste
realiza una doble actividad cognitiva (Aumont, 1992: 118-119):
. por una parte, pone en funcionamiento las actividades que le permiten comprender la imagen;
. por otra, las que le permiten alcanzar un saber que está incluido en la obra misma.
Aumont, por su parte, señala que lo cierto es que apenas se puede tratar al espectador sin tener en
cuenta su conocimiento (Aumont, 1992: 120).
vio que las deducciones de estas tentativas estaban condicionadas, en general, por la ideología
artística dominante (Aumont, 1992: 121-123).
A partir de estos dos conceptos, Worringer propone que en la historia se ha producido una
oscilación entre ambos polos (Aumont, 1992: 128):
. el de la abstracción, fundamentado en la línea recta y la superficie plana, y que encarna valores
colectivos:
. el de la Einfühlung, fundamentado en el redondeo y la tridimensionalidad, que encarna ten-
dencias individuales.
Según esta visión, el arte imitativo se basa en esta relación de identificación con el mundo que
es la Einfühlung, mientras que el arte abstracto, que es geométrico, se apoya en una necesidad
psicológica de orden que intenta compensar la angustia que puede suscitar el contacto con el
mundo exterior (Aumont, 1992: 128).
5.5.3.2 Las emociones
Aunque en el lenguaje corriente traducimos emoción por sentimiento o por pasión, según Va-
noye a la emoción se le pueden dar dos enfoques (Aumont, 1992: 128-129):
. uno, en el sentido de que regula el paso a la acción;
. otro, más negativo, en el sentido de que puede rebajar la capacidad del sujeto.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 5 219
el espectador
5.1 la mirada, la atención, la búsqueda visual. 5.2. relación entre imagen y espectador 5.3 las acciones que desa-
rrolla el especador frente a la imaen 5.4 la credibilidad de la imagen 5.5 el espectador como sujeto deseante 5.6
imagen universal, lectura particular
Aumont señala que son pocos los estudios acerca del valor emocional de la imagen, y dentro
de ellos, los que se refieren al enfoque positivo de la emoción son los menos, mientras que el
enfoque negativo, que ve la emoción como una regresión, es aplicado a la imagen espectáculo, a
la que es producida con destino al espectador colectivo (Aumont, 1992: 129-130).
La teoría del cine es donde más se ha aplicado este concepto de pulsión escópica quizás, señala
Aumont, porque la teoría del cine, que es más reciente que la de la pintura, “ha chocado con
menos inercia y reticencias” (Aumont, 1992: 131).
Sobre estos dos puntos se han realizado estudios centrados en la diferencia sexual y se ha
realizado una importante contribución, al poner el acento en el hecho de que los personajes
masculinos están dotados del poder de mirar y los femeninos están hechos para ser mirados13
(Aumont, 1992: 133).
5.5.4.3 La imagen como fetiche
En la teoría freudiana, el fetichismo es una perversión que resulta de que, al descubrir que la
madre no tiene falo, el niño se niega a renunciar a él y pone en su lugar un sustituto, el fetiche
(Aumont, 1992: 135-136). Aumont señala que aunque esta teoría ha sido muy criticada, Metz
encuentra varios aspectos en la fotografía que facilitan su fetichización (p. 135-136):
. el tamaño, porque aunque una foto posea grandes dimensiones, siempre tiene algo pequeño;
. la detención de la mirada que provoca la fotografía, que es similar a la detención de la mirada
que provoca el fetiche;
. el hecho de que la foto tenga una función documental, que sea un índice que muestra lo que
algo ha sido y ya no es, de modo similar a como lo hace el fetiche.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 5 220
el espectador
5.1. la mirada, la atención, la búsqueda visual. 5.2. relación entre imagen y espectador 5.3. las acciones que desa-
rrolla el especador frente a la imaen 5.4. la credibilidad de la imagen 5.5. el espectador como sujeto deseante 5.6.
imagen universal, lectura particular
Sin embargo Aumont critica algunos de estos aspectos como, por ejemplo, el del tamaño (Au-
mont, 1992: 135-136).
Estos autores estudiaron a seis navajos a los que se les entregó una cámara y se les explicó cómo
funcionaba para que filmaran lo que quisieran. Una vez realizado y analizado su trabajo, tanto
desde el punto de vista del contenido como el de la forma, Sol y John llegaron a la conclusión de
que los conceptos vinculados al movimiento físico, y la noción misma de movimiento, tenían
gran importancia (Aumont, 1992: 137).
A partir de esta experiencia se puede señalar que la imagen está modelada por estructuras pro-
fundas que están ligadas al ejercicio de un lenguaje relacionado con la pertenencia a una organi-
zación simbólica (cultura, sociedad…), y que si existe una base universal en la imagen, esta base
está en los simbolismos que están más fuertemente anclados en una cultura, aquellos que son
menos conscientes. Pero, por otra parte, la imagen es un medio de comunicación y de represen-
tación del mundo que se produce en todas las sociedades humanas. Luego podríamos decir que
la imagen es universal, pero que siempre está particularizada (Aumont, 1992: 138)
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 5 221
el espectador
5.1 la mirada, la atención, la búsqueda visual. 5.2. relación entre imagen y espectador 5.3 las acciones que desa-
rrolla el especador frente a la imaen 5.4 la credibilidad de la imagen 5.5 el espectador como sujeto deseante 5.6
imagen universal, lectura particular
capítulo 6
elementos de las
representaciones visuales
Previo
A mediados del siglo xx, y a partir de las aportaciones en torno a la semiología y la semiótica
de Saussure y Peirce, se comienza a reflexionar y a investigar sobre los componentes mínimos
sin significado en las representaciones visuales que, combinados, generarían la unidad mínima
significativa. Dicho de otro modo, tomando al disciplina lingüística como referencia, se co-
mienza a buscar en las representaciones visuales, algo similar a la doble articulación del lenguaje
verbal. Pero cuando estos estudios se toparon con la imposibilidad de resolver esta descripción,
los teóricos, convencidos de que las representaciones visuales (o, al menos, algunas de ellas)
eran transmisoras de significación, siguieron estudiando cómo, y a partir de qué elementos, se
produce su significado.
Algunos de ellos lo harán desde las propuestas geométricas de da Vinci y Kandinsky (Wong,
Dondis, Villafañe); otros buscarán los significantes a partir de los significados presentes en las
representaciones visuales (Barthes, Joly, Grupo µ); algunos, como es el caso de Eco, propon-
drán otros tipos de articulaciones. Saint Martin, por su parte, tratará de describir los elementos
y las variables de la representación visual desde la topología visual, tratando de superar el refe-
rente lingüístico2.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 6 225
elementos de las representaciones visuales
6.1 los estudios 6.2. los enfoques teóricos 6.3 los elementos, según villafañe 6.4 los elementos, según wong 6.5 el
estudio de la imagen, de aumont 6.6los elementos, según dondis 6.7 eco y la articulación del signo icónico 6.8 los
signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
modelo visual, de saint martin 6.11 los signos, según sönesson 6.12las fuerzas que participan en la experiencia visual,
según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
Incluso puede suceder que un mismo término se refiera a cosas distintas en función del autor o
de la disciplina que lo utilice, como sucede con los términos de imagen y de forma. Así, si para
Peirce la imagen es un tipo de icono, el que mantiene una relación de parecido simple entre el
significante y el referente5 (Peirce, 1974: 46-47), para la semiología de la imagen este término se
convierte en sinónimo de “representación visual” y, por extensión, de signo icónico (Joly, 1999:
42). El término forma por su parte, a veces se utiliza para hacer referencia a las características
formales bidimensionales de un objeto y otras para referirse a sus características tridimensionales;
unas veces la forma se diferencia de figura, que es la forma que convertimos en objeto (Grupo µ,
1993: 59-60), mientras que otras veces no se establecen distinciones entre estos dos términos6.
6.1.2 Disciplinas
Las representaciones visuales se abordan desde muchas y diversas disciplinas7 que incluiremos
aquí, pero hemos de tener en cuenta que es la semiología (o semiótica) visual la que posee es-
tudios más profundos y numerosos en la dirección que nos ocupa, y la que se reivindica como
la disciplina a la que concierne el estudio de la articulación, estructura y significación de este
tipo de unidades8, y la que critica con dureza algunas aportaciones que se realizan desde otros
ámbitos9, como hemos visto en el capítulo 3.
En este capítulo describiremos las aportaciones que se han realizado en torno a la definición
de sus elementos constituyentes, desde las distintas disciplinas. Sin embargo, dado que autores
de distintas disciplinas pueden coincidir en sus enfoques, o que autores de la misma disciplina
pueden ofrecer enfoques distintos, hemos preferido estructurar el capítulo en torno a los auto-
res y no en torno a las disciplinas a las que pertenecen.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 6 226
elementos de las representaciones visuales
6.1 los estudios 6.2. los enfoques teóricos 6.3 los elementos, según villafañe 6.4 los elementos, según wong 6.5 el
estudio de la imagen, de aumont 6.6los elementos, según dondis 6.7 eco y la articulación del signo icónico 6.8 los
signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
modelo visual, de saint martin 6.11 los signos, según sönesson 6.12las fuerzas que participan en la experiencia visual,
según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
Otro ejemplo que muestra la inquietud de algunos teóricos por establecer estudios que dejen
de lado el análisis de los elementos mínimos constitutivos los tenemos en la propia lingüística,
donde algunos autores reclaman que se ha de pasar al análisis del acontecimiento (Hjelmslev,
1974: 139 y Tusón, 1984: 192-193) y que se ha de hacer desde ámbitos que permitan superar
la división de la lingüística en disciplinas como la fonética, morfología, sintaxis, lexicografía y
semántica, porque son poco satisfactorias (Hjelmslev, 1974: 86-88). Pero esta disciplina puede
asomarse al acontecimiento con la ventaja de poseer la descripción consensuada de una serie
de elementos mínimos que, combinados, generan el signo mínimo, algo que no sucede con las
disciplinas que estudian las representaciones visuales.
Luego a pesar de estas propuestas de análisis global, el dominio del enfoque reduccionista es tal
que, a pesar de las dificultades que supone estudiar los elementos constitutivos sin significación
de las representaciones visuales, la mayor parte de autores consultados realizan sus propuestas
acerca de los elementos constitutivos de la representación visual. Así, por ejemplo, Sönesson
indica que el objetivo de la semiótica de la imagen no es el de elaborar una teoría general de su
significación, sino que ha de tratar de especificar qué conceptos intervienen en ella, ha de expli-
car en la imagen lo que la lingüística hizo mediante los conceptos de fonema, palabra, oración,
etc. (Sönesson, 1992a: 46).
Saint Martin, por su parte, señala que aunque se haya cuestionado la función lingüística del
lenguaje visual, por carecer de la doble articulación y porque no se haya podido establecer una
relación arbitraria entre sus componentes de signo, la semiología visual postula que las represen-
taciones visuales constituyen lenguajes, ya que la imposibilidad de comparar ambas estructuras
se debe a que se hace desde el punto de vista del lenguaje verbal, sin tener en cuenta que las
representaciones visuales poseen algunas características propias, como la espacialidad y la tridi-
mensionalidad11, que no poseen el lenguaje verbal. Pero una civilización dominada por el logos
pensó que lo que no podía explicarse linealmente, no formaba parte de la conciencia humana
(Saint Martin, 1994: xii-xiv).
Sin embargo hemos de constatar que pesar de las críticas a la aplicación del modelo lingüístico,
y aunque algunos autores utilicen terminologías que no se puedan relacionar con el signo o con
algo similar al fonema verbal, la mayor parte de los análisis que aquí presentaremos (quizás a ex-
cepción del de Saint Martin, pero no tanto por su estructura, sino por la descripción de elementos
que realiza), tratan de definir y de describir los elementos mínimos constituyentes de las repre-
sentaciones visuales, los que serían, si se nos permite decirlo así, los “fonemas” visuales.
Desde su punto de vista, un punto es aquello que no tiene centro, anchura, largura, ni profun-
didad. Una línea es una longitud que produce el movimiento de un punto, pero que no tiene
anchura ni profundidad. La superficie [o el plano] es una extensión que procede del movimien-
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elementos de las representaciones visuales
6.1 los estudios 6.2. los enfoques teóricos 6.3 los elementos, según villafañe 6.4 los elementos, según wong 6.5 el
estudio de la imagen, de aumont 6.6los elementos, según dondis 6.7 eco y la articulación del signo icónico 6.8 los
signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
modelo visual, de saint martin 6.11 los signos, según sönesson 6.12las fuerzas que participan en la experiencia visual,
según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
to transversal de la línea, pero que no tiene profundidad. Finalmente, el cuerpo está formado
por el movimiento lateral de una superficie, luego se tratará de una longitud que posee anchura
y profundidad (da Vinci, 1989: 26).
Kandinsky recogerá estos fundamentos de la geometría euclidiana y los convertirá en los ele-
mentos mínimos constitutivos de la gramática visual13 (Saint Martin, 1994: 8), al tiempo que
desarrollaría toda una serie de teorías acerca del plano original, de su dinámica propia y de sus
tensiones, que iremos describiendo en los siguientes apartados14.
El Grupo µ y Martine Joly consideran que la unidad de la representación visual está compuesta
de signos icónicos y signos plásticos, aunque Joly también incluye los signos lingüísticos (Joly,
1999: 43). Sin embargo Sönesson critica el término de signo plástico para referirse a los signos
que representan propiedades abstractas, ya que el signo plástico también puede ser icónico: una
forma redonda, que sería un signo plástico para el Grupo µ, se asemeja a la redondez y, sines-
tésicamente, se asemeja a la suavidad. Su propuesta será, como veremos, la de diferenciar en la
representación visual los signos pictóricos y los signos plásticos (Sönesson, 1992b).
Sönesson, por su parte, cuestiona el rechazo que el Grupo µ realiza del análisis sobre los textos
visuales porque, si bien admite que no prueba nada al quedarse en lo particular, se ha de reco-
nocer que posee un valor heurístico al exigir que los métodos analíticos agoten los objetos estu-
diados, y que constituyen una prueba para los resultados recogidos en otra parte (1992: 35).
Como señalábamos en apartados anteriores, Saussure fue uno de los precursores de la semiolo-
gía al proponer la existencia de una ciencia general de los signos, a la que denominó la semiolo-
gía, dentro de la cual la lengua ocuparía un lugar principal (Joly, 1999: 34-35; Saussure, 1961: 43
y 129) por ser el sistema de expresión más complejo y generalizado, y que podría convertirse en
el patrón general de toda la semiología (Joly, 1999: 35-36; Saussure, 1961: 43-44 y 94).
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elementos de las representaciones visuales
6.1 los estudios 6.2. los enfoques teóricos 6.3 los elementos, según villafañe 6.4 los elementos, según wong 6.5 el
estudio de la imagen, de aumont 6.6los elementos, según dondis 6.7 eco y la articulación del signo icónico 6.8 los
signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
modelo visual, de saint martin 6.11 los signos, según sönesson 6.12las fuerzas que participan en la experiencia visual,
según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
Al estudiar la naturaleza del signo lingüístico, Saussure lo describió como una entidad psíquica
que contenía dos aspectos indisociables17: el significante, que serían los sonidos, el material que
percibimos, y el significado, que sería el concepto, entre los que se daba una relación arbitraria
y convencional, un tipo de relación que se oponía a una relación “motivada” que es la que se
produce cuando existen justificaciones más “naturales” como la analogía o la contigüidad (Joly,
1999: 35; Saussure, 1961: 93).
Pero en la sociedad se dan, además de los signos lingüísticos arbitrarios, otros sistemas de
expresión con signos que no son completamente arbitrarios porque poseen un rudimento de
vínculo natural entre el significante y el significado, a los que denomina signos símbolos o
motivados, como sucede, por ejemplo, con la balanza como símbolo de la justicia, un signo que
no es arbitrario, como lo demuestra el hecho de que no podría ser sustituida por un carro, por
ejemplo (Saussure, 1961: 94).
“Para Peirce un signo es algo que representa algo para alguien en algún aspecto o carácter”18,
una definición que, según Joly, “tiene el mérito de mostrar que un signo mantiene una relación
solidaria al menos entre tres polos y no sólo entre dos como señalaba Saussure” (1999: 37):
. la parte perceptible del signo, significante;
. lo que representa, el referente;
. lo que significa, el significado.
Joly señala que en este proceso semiótico la significación depende tanto del contexto de apari-
ción como de la expectativa del receptor (Joly, 1999: 38).
senta, como sucede, por ejemplo, con los signos que se denominan naturales (el humo para el
fuego, la huella del caminante en la arena, etc. ).
. el símbolo, la clase de signo en la que se da una relación de convención entre significante y
referente como, por ejemplo, las banderas de los países, la paloma de la paz, el lenguaje.
Joly considera que la clasificación de Peirce es útil para comprender las imágenes, sus tipos y
también su modo de funcionamiento (Joly, 1994: 75-76).
Esta propuesta saussuriana da pié a un tipo de signo, el signo que denomina simbólico, que se
sitúa entre el signo arbitrario y el signo natural porque tiene algo de motivado y algo de con-
vención, distinción que no presenta ningún problema conceptual. Pero el hecho de que tanto
Peirce como Saussure utilicen el mismo término (símbolo y simbólico) para referirse a distintos
tipos de relaciones entre el significante y el significado (utilizando la terminología de Saussure),
o entre el significante y el referente (según terminología de Peirce) nos obligará, a partir de
ahora, a indicar si nos estamos refiriendo a la relación simbólica peirceana o a la saussuriana.
Para Gubern los signos icónicos están motivados, luego son símbolos, en términos de Saus-
sure19, o iconos en términos de Peirce. Luego “una imagen icónica es nativamente simbólica
(o motivada, o no arbitraria, o analógica), pues de lo contrario dejaría de ser icónica” (Gu-
bern, 1994: 68)
Pero este origen motivado está lleno de convencionalidad, ya que la convención está omnipre-
sente en las reproducciones icónicas, desde la línea utilizada como contorno hasta la trama que
configuran los fotograbados. Pero (y aquí coinciden Gubern y Eco), convención no es igual
que arbitrario, ya que del mismo modo que entre las representaciones icónicas no puede caber
el calco idéntico del objeto representado, tampoco cabe la pura arbitrariedad sin fundamento.
“Por eso podría decirse que la producción de imágenes sigue criterios convencionales, pero
nunca enteramente arbitrarios, y que por tanto tales convencionalismos podrán escalonarse
desde los más imitativos a los menos imitativos o más fantasiosos.” (Gubern, 1994: 68).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 6 231
elementos de las representaciones visuales
6.1 los estudios 6.2. los enfoques teóricos 6.3 los elementos, según villafañe 6.4 los elementos, según wong 6.5 el
estudio de la imagen, de aumont 6.6los elementos, según dondis 6.7 eco y la articulación del signo icónico 6.8 los
signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
modelo visual, de saint martin 6.11 los signos, según sönesson 6.12las fuerzas que participan en la experiencia visual,
según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
Así, por ejemplo, cuando queremos representar cualidades o fenómenos que no son visibles,
como es el caso del movimiento en las imágenes estáticas, utilizamos una serie de líneas para-
lelas tras el cuerpo que se desplaza y no círculos, por ejemplo, lo que podría ser otra conven-
ción. Sin embargo, añade Gubern, parece que las líneas paralelas construyen mejor el efecto de
movimiento y, además, su uso es congruente con el de la historia de la pintura, como podemos
observar en cuadros con el de Las hilanderas (Gubern, 1994: 98)20.
Eco señala que aunque los partidarios de la semiología de Saussure consideran que las rela-
ciones no intencionales, las manifestaciones naturales, no son signos, desde su punto de vista
cuando una asociación natural (y no intencional) entre un significante y un significado es
reconocida culturalmente21, esta relación pasa a ser una convención semiótica porque “existe
signo siempre que un grupo humano decide usar una cosa como vehículo de cualquier otra”
(Eco, 2000: 32-36). Luego, desde su punto de vista, existirá signo siempre que una sociedad
humana reconozca una correlación convencional entre un plano de la expresión y un plano
del contenido (Eco, 2000: 83), pero no existirá cuando la correlación natural no sea reconocida
convencionalmente (Eco, 2000: 287).
Pero cuando el autor habla de correlación convencional no está pensando en una relación arbi-
traria, sino en un tipo de codificación cultural que no es totalmente arbitraria, algo que se puede
decir siempre que se le dote de mayor flexibilidad a la categoría de convencionalidad22 (Eco, 2000:
287-288). Y rechaza la descripción de relación arbitraria porque, si no lo hiciera, estaría aceptan-
do que estos signos deberían poder ser analizables a partir de unidades codificadas similares a las
de los signos verbales, una posibilidad y una proposición que provocaría “un mentís clamoroso”.
Pero si decimos que este tipo de signos están codificados culturalmente, sin dar a entender que
se trata de una relación arbitraria, no implicamos en la definición la idea de unidades codificadas
que permitan su articulación al modo del lenguaje verbal23 (Eco, 2000: 288-289).
Además, añade, se puede demostrar que un signo icónico es convencional y no natural, ya que
si fuera natural podría ser comprendido por todos y en cualquier lugar, esto es, sería universal,
algo que no sucede en nuestra realidad visual (Eco, 2000: 304-305).
Eco indica, finalmente, que de lo dicho se desprende que representar algo icónicamente es
transcribir las propiedades culturales que se le atribuyen a ese algo mediante artificios gráfi-
cos (Eco, 2000: 305)
Joly señala que estas variaciones en la interpretación concierne a todo tipo de signos, también a
los signos naturales y a las imágenes, no sólo a los lingüísticos (Joly, 1999: 38-39):
. una esfera luminosa que está en posición oblicua en el cielo, será reconocida como el sol, pero
en las regiones templadas significará invierno y en las regiones nórdicas significará pleno
verano;
. una fotografía que representa a un grupo de personas puede significar, según el contexto,
“foto de familia” o, en una propuesta publicitaria, “alegría” o “convivencia feliz”.
Otro aspecto que comparten los diferentes signos, además de la polisemia es, según Peirce,
que poseen una estructura común, la que es propia de esta dinámica de tres polos que une
significante, referente y significado25 (Joly, 1999: 39). Pero que los signos tengan una estructura
común no significa que sean idénticos: una palabra no es lo mismo que una fotografía, o que
una vestimenta, o que una nube, o que un cartel... pero se constituyen en signos porque todos
ellos pueden significar algo más que ellos mismos. Joly considera que aunque Peirce propuso
una clasificación “excesivamente compleja” para diferenciar la especificidad de cada tipo de
signo, es útil para explicar el funcionamiento de la imagen como signo, a pesar de que pueda
ser parcial (Joly, 1999: 39).
El autor organiza estos elementos en tres grupos (Villafañe, 1985: 94-95): los elementos mor-
fológicos (punto, línea, plano, textura, color y forma), los elementos dinámicos (movimiento,
tensión, ritmo) y los elementos escalares (dimensión, formato, escala y proporción), que pasa-
mos a describir a continuación.
6.3.1.1 El punto
Aunque se trata del elemento icónico más simple, posee influencia plástica incluso aunque no
esté representado gráficamente, ya que el centro geométrico de una superficie, y el punto de
fuga de una perspectiva central, son puntos aunque no estén señalados, por lo que condicio-
narán el espacio como lo haría cualquier otro punto gráfico (Villafañe, 1985: 98-99). Además
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 6 233
elementos de las representaciones visuales
6.1 los estudios 6.2. los enfoques teóricos 6.3 los elementos, según villafañe 6.4 los elementos, según wong 6.5 el
estudio de la imagen, de aumont 6.6los elementos, según dondis 6.7 eco y la articulación del signo icónico 6.8 los
signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
modelo visual, de saint martin 6.11 los signos, según sönesson 6.12las fuerzas que participan en la experiencia visual,
según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
algunos puntos tienen capacidad para estabilizar las composiciones, para generar puntos des-
centrados, o para crear vectores de dirección (Villafañe, 1985: 101).
Además de condicionar el espacio, esté o no esté presente, el punto constituye algunos tipos de
imagen, ya que, por una parte, las tramas de puntos son el fundamento de los medios mecánicos
de reproducción de la imagen y, por otra, el punto configura imágenes a partir de la técnica del
puntillismo (Villafañe, 1985: 99).
Las propiedades que definen al punto como elemento plástico28 son la dimensión, la forma y
el color, ya que variando cada una de ellas el punto puede cumplir cualquier función plástica
(Villafañe, 1985: 99).
6.3.1.2 La línea
Según Villafañe la línea “es un elemento visual de primer orden”29 con una morfología cam-
biante, porque puede estar sugerida o puede ser la protagonista en la representación de los
objetos. Villafañe propone diferenciar tres tipos de líneas (Villafañe, 1985: 105-106):
. la objetual, cuando la línea dota de materialidad a un objeto unidimensional;
. la de sombreado, cuando forma tramas para dar volumen y aportar profundidad al plano de
la representación;
. la de contorno, que es utilizada, por ejemplo, en la pintura primitiva para delimitar la masa
cromática.
Este elemento morfológico tiene las funciones de señalar y de significar. En su texto Villafañe hace
referencia a sus funciones de significación, de modo que la línea30 (Villafañe, 1985: 103-104):
. crea vectores de dirección;
. separa dos planos entre sí;
. dota de volumen mediante el sombreado, y cuando la alojamos sobre la diagonal;
. vehicula la forma o la proporción de cualquier objeto.
6.3.1.3 El plano
Este término posee diferentes interpretaciones, de modo que podemos estar refiriéndonos bien
al plano de la representación, que normalmente se identifica con el soporte de la imagen, bien
al elemento morfológico bidimensional que está limitado por líneas o por otros planos, o bien
al encuadre, al formato, o al cuadro (Villafañe, 1985: 108).
Villafañe se referirá a este elemento como un elemento morfológico bidimensional, una defi-
nición que dota al plano de una naturaleza espacial, pero que también implica los atributos de
superficie y bidimensionalidad, por lo que generalmente se presentará asociado a otros elemen-
tos propios de las superficies, como son el color o la textura. Además, se ha de tener en cuenta
que los planos son elementos que sugieren la tercera dimensión a partir de la articulación de
espacios bidimensionales que, habitualmente, están superpuestos (Villafañe, 1985: 108).
6.3.1.4 La textura
Se trata de un elemento morfológico de superficie, por lo que normalmente está asociado al
color y, en ocasiones, al plano (Villafañe, 1985: 108).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 6 234
elementos de las representaciones visuales
6.1 los estudios 6.2. los enfoques teóricos 6.3 los elementos, según villafañe 6.4 los elementos, según wong 6.5 el
estudio de la imagen, de aumont 6.6los elementos, según dondis 6.7 eco y la articulación del signo icónico 6.8 los
signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
modelo visual, de saint martin 6.11 los signos, según sönesson 6.12las fuerzas que participan en la experiencia visual,
según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
Para Villafañe lo más destacado de este elemento es que en él coexisten cualidades táctiles y
ópticas, aunque, afirma posteriormente, “también se consideran superficies texturadas aquellas
que sólo afectan al sentido de la vista y que suponen transformaciones de experiencias tácti-
les en representaciones visuales. Este tipo de texturas son las más interesantes para un estudio
formal de la imagen”31. El autor considera que este es, junto con la luz, el elemento visual
necesario para la percepción espacial y que de ella depende, en gran medida, la visión de la
profundidad32 (Villafañe, 1985: 110).
El soporte empleado para representar la imagen afecta en gran medida a la textura, de modo
que, por ejemplo, en las imágenes fotográficas el tipo de emulsión condicionará el resultado
textural de la imagen, o en las imágenes pictóricas su textura dependerá de la tela sobre la que
se trabaje (Villafañe, 1985: 110-111).
6.3.1.6 El color
Este elemento posee una naturaleza tan ambigua (en el sentido de que no es lo mismo el color
que utiliza un fotógrafo que el de un pintor), es tan poco formalizable dados sus miles de usos
y la inconstancia de sus propiedades, que el autor dice de él que es algo así como “la loca de la
casa” de los elementos de la imagen (Villafañe, 1985: 111 y 118).
Pero además hay otras cuestiones que dificultan el estudio del color como, por ejemplo, que
aunque suele ser definido desde su dimensión objetiva (forma visible de una energía luminosa,
resultado de la excitación de las células fotorreceptoras en la retina, etc.), se han de valorar
aspectos más subjetivos relacionados con la experiencia del observador como, por ejemplo,
sus cualidades térmicas, su dinamismo, etc. (Villafañe, 1985: 111-112). Además hemos de tener
en cuenta que el color puede pertenecer a dos naturalezas, la de la paleta, o la del prisma, con
sus distintas características, y que, por si esto fuera poco, “no hay manera cabal de nombrar a
las distintas variedades cromáticas”, por lo que es casi imposible referirse al color sin tenerlo
delante de los ojos (Villafañe, 1985: 112).
Por este motivo es necesario “establecer una serie de requisitos previos (..) antes de intentar
formalizar [sus] usos plásticos” (Villafañe, 1985: 111). Aunque, añade, teniendo en cuenta las
distintas disciplinas implicadas en el estudio del color (física, arte, filosofía, poesía, psicología)
“sería ingenuo por mi parte emprender un análisis exhaustivo de este elemento” (1985: 111).
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signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
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según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
Sin embargo, para expresar el color como una experiencia sensorial necesitamos el uso de otras
variables, las denominadas propiedades sensoriales36, que son (Villafañe, 1985: 113):
. el matiz37 o la longitud de onda, que hace referencia a la cantidad de rojo, amarillo… etc., que
hay en un color. Es el nombre que utilizamos, habitualmente, para definir el color;
. la saturación, que se refiere a la pureza de un tono (por ejemplo, el rosa es un rojo poco sa-
turado);
. el brillo o la luminosidad, que es la capacidad que tiene un color para reflejar la luz blanca, y
que será mayor cuanto más cerca del blanco esté ese color.
Figura 1. Representación de la percepción de volumen a través del claroscuro (Parini, 2002: 74-75).
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signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
modelo visual, de saint martin 6.11 los signos, según sönesson 6.12las fuerzas que participan en la experiencia visual,
según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
Si lo analizamos a nivel cualitativo las formalizaciones objetivas son mínimas, porque sólo po-
demos constatar, físicamente, las diferentes longitudes de onda representadas. Si lo analizamos
a nivel subjetivo podremos decir que tal o cual contraste es más dinámico o que es más cálido,
pero este tipo de observaciones no son formalizables (Villafañe, 1985: 120).
Sin embargo, si analizamos el contraste a nivel cuantitativo, sus diferencias están sujetas a menos
valoraciones y podemos decir que su dinamismo aumenta, básicamente (Villafañe, 1985: 120):
. con la saturación;
. en las zonas azules del espectro;
. con la proximidad de colores;
. cuando no existen líneas de contorno en la figura.
Villafañe propone que, para paliar este problema, al menos en lo que se refiere a los colores-luz,
utilicemos la propuesta de Küppers en Fundamentos de la teoría de los colores en el que indica
que existen (Villafañe, 1985: 124-125; Küppers, 1980: 25 y 32):
. los colores primarios: el rojo, el verde y el azul;
. colores elementales, que son las ocho posibilidades que resultan de combinar los tres colores
primarios: el rojo el verde, el azul, el amarillo, el magenta, el cyan, el blanco y el negro40.
La temporalidad exige unos elementos de articulación que en la imagen fija aislada deben ser,
necesariamente, de carácter espacial. A continuación el autor cita algunos de los hechos42 que
producen temporalidad en este tipo de imágenes (Villafañe, 1985: 144-146).
6.3.2.1.1 El formato
Aunque el formato es un elemento escalar de la imagen, el autor indica que al ser el encargado
de marcar los límites físicos donde se producen las relaciones plásticas, es el primer factor que
condiciona las relaciones espaciales de los componentes de una imagen, principalmente las de
la forma, tamaño y ubicación (Villafañe, 1985: 144).
6.3.2.1.2 El ritmo
El ritmo está asociado a la temporalidad e implica un orden. Se trata de un elemento diná mico
que debe ser producido por los elementos espaciales de la imagen cuando generen relaciones
que produzcan una estructura rítmica en el marco espacial existente (Villafañe, 1985: 139).
Para generar ritmo deben existir elementos que lo vehiculen y, para conseguirlo, han de tener
propiedades intensivas y cualitativas. Villafañe señala que cualquiera de los seis elementos mor-
fológicos de la imagen posee esa doble naturaleza cualitativa y cuantitativa, por lo que podemos
crear estructuras rítmicas de carácter espacial mediante el color, etc., que pueden crear contras-
te, la jerarquía, etc. (Villafañe, 1985: 145)
6.3.2.1.3 Direcciones
Villafañe diferencia dos tipos de direcciones, las de escena y las de lectura. Las de escena pueden
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 6 238
elementos de las representaciones visuales
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según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
estar presentes o no, y son las responsables de las direcciones de lectura. En la imagen fija aislada
las direcciones se crean gracias a la ordenación de sus elementos espaciales, teniendo en cuenta que
en la imagen figurativa existen mil recursos para representar dirección como, por ejemplo, un brazo
extendido, una mirada, etc. En el caso de la imagen abstracta los recursos son menores pero se pue-
de utilizar, por ejemplo, la atracción de masas de diferentes tamaños (Villafañe, 1985: 145-146)43.
6.3.2.1.4 Fórmula de representación
La opción representativa influye en la temporalidad, porque si el formato de ratio largo pro-
duce una cierta secuencialidad debido a la segmentación de su espacio en la base, esta idea de
secuencia también se puede producir en un eje imaginario perpendicular a la superficie del
cuadro, como sucede si la fórmula de representación espacial genera un espacio óptico en pro-
fundidad (Villafañe, 1985: 146).
6.3.2.2 La tensión
La tensión es una variable dinámica de las imágenes fijas, que está producida por los agentes
plásticos encerrados en la composición: las proporciones, la forma, la orientación y otros fenó-
menos como el contraste, la representación bidimensional de la profundidad y las sinestesias
(Villafañe, 1985: 146-152).
6.3.2.2.3 La orientación
De entre las orientaciones espaciales posibles, la más dinámica es la oblicua, porque se separa de
las orientaciones principales, las de reposo y estatismo, y porque es una orientación que siempre
está presente cuando representamos el espacio tridimensional. Pero también se produce dinamis-
mo cuando la orientación no sea la habitual del objeto representado (Villafañe, 1985: 148).
6.3.2.3 El ritmo
Villafañe señala que aunque existe el prejuicio de que el ritmo sólo se produce en la dimensión
temporal, también podemos hablar de un ritmo que es propio en la imagen fija (Villafañe, 1985:
153). Respecto a este elemento el autor dice estar de acuerdo con la afirmación de Mitr de que
no se ha conseguido una explicación coherente del ritmo, porque el ritmo, igual que la tensión,
está ligado a la experiencia del observador, por lo que sólo existe en la medida en que pueda ser
percibido y conceptualizado (1985: 152-153).
El autor señala que aunque cualquier elemento plástico puede crear relaciones rítmicas en la com-
posición espacial fija, el color es el más indicado para cumplir esta función (Villafañe, 1985: 154).
Villafañe destaca la relación de la dimensión con el proceso perceptivo que se manifiesta, bá-
sicamente, a través de la constancia de tamaño: existe un principio psicofísico, absolutamente
demostrado, en el sentido de que el tamaño relativo de un objeto disminuye cuando aumenta la
distancia, es decir, que ante una disminución relativa de un objeto entendemos que ha aumen-
tado la distancia, y no que haya menguado el objeto (Villafañe, 1985: 156).
6.3.3.2 El formato
El formato supone una selección espacio-temporal, un encuadre del espacio físico, en el que
se ponen en relación los elementos morfológicos y dinámicos que producirán la significación
plástica de la imagen. En este sentido el formato es, indica Villafañe, “el primer elemento icóni-
co que condiciona el resultado visual de la composición” (Villafañe, 1985: 157-158).
El formato está definido por la proporción que existe entre sus lados, por la ratio que se es-
tablece entre la medida vertical y la horizontal, de modo que si expresamos “1:1,5” estaremos
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signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
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diciendo que la anchura es una vez y media la altura. Aunque elegir uno u otro formato es
una opción plástica similar a la de elegir otro elemento icónico, hemos de tener en cuenta
que la elección del formato está limitado, a veces, por el proceso industrial de fabricación
(Villafañe, 1985: 158).
6.3.3.3. La escala
Villafañe indica que este elemento es el más sencillo e imprescindible para el conocimiento y la
comprensión visual, porque permite modificar un objeto sin que afecte a sus rasgos estructura-
les, o a cualquier otra propiedad que no sea el tamaño.
El modelo de proporción que se acercó más a esa utopía de la proporción ideal es el de la sec-
ción áurea, que se obtiene diseccionando un cuadrado regular y proyectando la diagonal de una
de las dos mitades sobre la prolongación de la base del cuadrado. La ratio que resulta de esta
proporción es 1.618, un valor que fue denominado “número de oro” (Villafañe, 1985: 161).
Como señala Villafañe, quizá esta sea la proporción que más se aproxima a la utopía de la divi-
na proporción, y lo justifica a partir de dos argumentos (Villafañe, 1985: 162-163):
. si fuese posible hacer un estudio estadístico de la ratio de todos los formatos de imágenes, al
menos las producidas desde el renacimiento, no se alejaría mucho de la sección áurea;
. la proporción áurea se asemeja a la proporción del campo visual humano.
drían ser separados, fácilmente por nuestra experiencia visual, en su contexto real, ya que es cuando
están reunidos que tienen capacidad para determinar el contenido de un diseño (Wong, 1986: 11).
Wong señala que si hablamos de este tipo de textura de una forma amplia, la textura táctil existe
en todo tipo de superficies, por muy suaves que sean. Así, por ejemplo, un papel blanco quizás
no posea textura visual, pero siempre tendrá textura táctil. El diseñador, señala Wong, ha crea-
do unos tipos de textura táctil para sus propósitos (Wong, 1986: 86):
. textura natural asequible, donde se mantienen las texturas naturales de los materiales;
. textura natural modificada, en donde los materiales son modificados para que ya no sean los
acostumbrados;
. textura organizada, donde los materiales quedan organizados en un esquema que forma otra
superficie.
6.4.1.3 Elementos de relación
Wong denomina así a los elementos que gobiernan la ubicación y la interrelación de las formas
en un diseño. Algunos de ellos pueden ser percibidos, como la dirección y la posición, y otros
pueden ser sentidos, como el espacio y la gravedad (Wong, 1986: 11-12):
. la dirección es el modo como está relacionada la dirección de una forma con el observador;
. la posición es juzgada por la relación de la forma respecto al cuadro o la estructura;
. el espacio, en el sentido de que las formas, aunque sean muy pequeñas, ocupan un espacio,
luego el espacio puede estar vacío o ocupado;
. la gravedad, que es más una sensación psicológica que visual, ya que se refiere a que de la
misma manera como somos atraídos por la gravedad de la tierra, tenemos tendencia atribuir
pesantez o gravedad, estabilidad o inestabilidad.
6.4.1.4 Elementos prácticos
Se trata de elementos que subyacen en el diseño y son (Wong, 1986: 12):
. la representación, cuando una forma, que se derivada de la naturaleza o del mundo realizado por el
ser humano, es representativa; esta representación puede ser realista, estilizada o semi-abstracta;
. el significado, que se hace presente cuando el diseño transporta un mensaje;
. la función, que se hace presente cuando un diseño debe servir a un determinado propósito.
Esta referencia no supone la existencia de un marco real, ya que los bordes de un cartel o de las
páginas de una revista se convierten en marco para los diseños respectivos (Wong, 1986: 12).
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Como la repetición afecta a los elementos visuales y de relación, podemos distinguir diferentes
tipos de repetición:
. repetición de figura;
. repetición de tamaño, que solo es posible cuando las figuras son repetidas o muy similares;
. repetición de color, lo que supone que todas las formas tienen el mismo color, pero que pue-
den diferir en figuras y en tamaño;
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. repetición de textura, ya que las fomas pueden ser de la misma textura, pero pueden ser de
diferentes conformaciones, medidas o colores;
. repetición de dirección, que es posible cuando las formas muestran sin ambigüedades un
sentido definido de dirección;
. repetición de posición, se refiere a cómo se disponen las formas;
. repetición de espacio, en el sentido de que todas las formas pueden ocupar el espacio de la
misma manera;
. repetición de gravedad, un tipo de repetición que, según Wong, es demasiado abstracto para
ser utilizado repetidamente, porque es difícil decir si las formas poseen la misma pesadez o
liviandad.
Dentro de las repeticiones existe una serie de métodos especiales y con nombre propio, la re-
flexión y la radiación (Wong, 1986: 19 y 53):
. la reflexión se produce cuando una forma se somete a una transformación por espejo, de
modo que el resultado es una forma que se parece mucho a la original, pero que no coincide
exactamente porque cuando una parte del original va hacia la izquierda, en la forma transfor-
mada va hacia la derecha. La reflexión sólo es posible cuando la forma no es simétrica;
. la radiación, se produce cuando los módulos repetidos alrededor de un centro común pro-
ducen un efecto de radiación; se trata de un fenómeno que es común en la naturaleza, y que
podemos diferenciar de la repetición porque posee una serie de características que le son
propias como, por ejemplo, el hecho de que la radiación sea generalmente multisimétrica,
que posea un punto focal vigoroso y que pueda generar energía óptica y movimiento, desde
el centro o hacia el centro.
6.4.2.4 La similitud
Si las formas que se repiten no son idénticas, en lugar de hablar de un tipo de repetición, diremos
que las formas están en un proceso de similitud. Es lo que sucede con las hojas de los árboles, los
granos de arena de una playa, etc.: en estos casos la “similitud no tiene la estricta regularidad de la
repetición, pero mantiene en grado considerable la sensación de regularidad”. Este proceso afecta
básicamente a la figura porque, señala Wong, sería difícil que considerásemos como similares unas
formas que fueran similares en tamaño, color y textura, pero diferentes en su figura (1986: 37).
Sin embargo, aunque la figura sea el elemento principal sobre el que actúa, la similitud en la
figura no se produce sólo cuando las formas se parecen, sino que podemos hablar también de
similitud cuando las formas están relacionadas entre sí. Así, la similitud puede crearse a partir
de las siguientes relaciones entre las formas (Wong, 1986: 37-39):
. la asociación, cuando las formas están agrupadas en función a su tipo, a su familia, a su signi-
ficado o a su función;
. la imperfección, cuando poseemos en nuestro diseño todas las variaciones imperfectas de una
figura ideal;
. la distorsión espacial, cuando todas las formas tienen una rotación similar de la que se derivan
una serie de distorsiones espaciales;
. la unión o sustracción, en el sentido de que una forma, que puede estar compuesta por dos
formas más pequeñas, presenta múltiples medios a través de los cuales se relacionan las dos
formas que componen la forma mayor produciendo una cadena de similitudes;
. la tensión y compresión, se producen cuando las formas están sujetas a determinadas fuerzas.
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6.4.2.5 La gradación
La gradación es un proceso que supone la existencia de un cambio gradual, un cambio de modo
ordenado, y que afecta a los elementos visuales y de relación. Hemos de tener en cuenta que
Wong descarta en su exposición las gradaciones de color, de textura y de gravedad: el primero
porque está más allá de las intenciones de la obra que consultamos; la profundidad, porque
depende de los efectos que produzcan otros elementos; y la textura porque ya se ha referido a
ella como uno de los elementos visuales (Wong, 1986: 43).
Las gradaciones que afectan al resto de elementos son reunidas en tres grupos por parte del
autor:
. gradación en el plano, que afecta a la modificación de la dirección o de la posición de las uni-
dades, pero que no repercute en la figura o en el tamaño;
. gradación espacial, que afecta ala figura o al tamaño de las unidades, y que se refiere, bien a la
rotación de una unidad, bien al aumento o disminución en tamaño de los módulos;
. gradación en figura, un cambio real de la figura que puede referirse a un cambio en las posi-
ciones de las sub-unidades que forman las unidades, o un cambio gradual de la figura de los
módulos por fuerzas internas o externas (Wong, 1986: 43-45).
6.4.2.6 La anomalía
Wong se refiere con este término, a la presencia de irregularidad en un diseño en el que pre-
valece la regularidad. Añade que sólo debe utilizarse cuando existe una verdadera necesidad,
cuando el propósito está definido, como podrían ser los casos que se describen a continuación
(Wong, 1986: 65):
. atraer la atención, ya que cuando la anomalía se utiliza de forma moderada tiende a destacar
y a atraer;
. aliviar la monotonía, porque la anomalía puede generar movimiento y vibración;
. transformar la regularidad, cuando cambiamos de tipo de regularidad;
. quebrar la regularidad, en el sentido de que la anomalía puede aniquilar la regularidad, llegan-
do incluso hasta el desorden.
6.4.2.7 Contraste
Wong define el contraste como un tipo de comparación que permite clarificar las diferencias ya que,
por ejemplo, puede que una forma no parezca grande si la vemos sola, pero puede parecer gigantesca
si la ponemos junto a otras formas diminutas (Wong, 1986: 71). El contraste existe siempre, incluso
cuando no advertimos su presencia como sucede, por ejemplo, cuando una línea recta se cruza con
una curva, y afecta a los elementos visuales, y de relación, del lenguaje visual (Wong, 1986: 71).
Los contrastes que nos podemos encontrar en un diseño son (Wong, 1986: 71-73):
. contraste de figura, un tipo de contraste de difícil descripción porque, como la figura puede
ser descrita de muchas maneras, podemos hacer referencia a multitud de tipos de contrastes.
Los casos comunes de contraste en la forma son: curvilíneo / rectilíneo; plano / lineal; mecá-
nico / caligráfico; simétrico / asimétrico…, etc.
. contraste de tamaño, de modo que el contraste entre lo grande y lo pequeño se ve en las
formas planas;
. contraste de color; el autor señala que una discusión detallada acerca de este tema está fuera
del alcance de este libro, pero que aquí se pueden mencionar algunos casos comunes como:
lo luminoso/oscuro; brillante/opaco; cálido/frío;
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. contraste de textura, de entre los cuales los casos típicos son: suave/rugoso, pulido/tosco,
opaco/satinado, etc.;
. contraste de dirección, de modo que dos direcciones que se encuentran en un ángulo de 90º
están en contraste máximo;
. contraste de posición, que depende de su relación con el marco o el centro. Los más comunes
son: arriba / abajo, alto / bajo, izquierda / derecha, céntrico / excéntrico;
. contraste de espacio; en un plano liso, los contrastes son de ocupado / vacío, o positivo /
negativo; cuando este espacio es considerado como ilusorio, puede parecer que las formas
avanzan o que retroceden;
. contraste de gravedad; hay dos tipos de contraste en gravedad, la estable / inestable y la ligero
/ pesado.
6.4.2.8 Concentración
La concentración es un tipo de distribución de los módulos que se refiere a la reunión o la re-
partición de las unidades en ciertas zonas del diseño. Se trata de un tipo de organización en la
que el contraste está relacionado pero que, a diferencia de los que hemos descrito en un aparta-
do anterior, el contraste es de cantidad, de menos y de más, no de elementos (Wong, 1986: 79).
El autor diferencia las maneras como podemos obtener una concentración en función de si la
estructura es, o no es, formal. En una estructura formal, podemos obtener concentración de las
siguientes maneras (Wong, 1986: 79):
. ausencias frecuentes, lo que nos lleva a una distribución de las unidades que no es pareja:
. cambios posicionales, las que sufren las unidades en el seno de las subdivisiones estructurales;
. cambios cuantitativos, en el sentido de que si el tamaño de las unidades es pequeño, una sub-
división estructural puede contener cómodamente a varios de ellos.
Esta breve lista coincide “de manera llamativa, con la de los elementos de la percepción visual:
la luminosidad, el color, los bordes” (Aumont, 1992: 284).
De Kandinsky toma sus reflexiones en torno a las relaciones que se establecen entre el punto, la
línea y el plano, explicando, por ejemplo, que la tensión concéntrica y la estabilidad que posee el
punto sobre el plano, se altera cuando modificamos su dimensión, su forma, o su situación en la su-
perficie. En su texto, Kandinsky trata de dotar de valor expresivo a cada configuración que analiza,
para lo que utilizará metáforas como, por ejemplo, la del frío y el calor48 (Aumont, 1992: 284).
De Klee, por su parte, toma sus reflexiones acerca de las relaciones que se dan entre la línea y
la superficie en términos de actividad / pasividad, de modo que la línea vertical sería más activa
que la horizontal. Klee aborda, según Aumont, dos temas importantes: el del ritmo visual y el
del origen natural de las formas artísticas49 (Aumont, 1992: 284-285).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 6 248
elementos de las representaciones visuales
6.1 los estudios 6.2. los enfoques teóricos 6.3 los elementos, según villafañe 6.4 los elementos, según wong 6.5 el
estudio de la imagen, de aumont 6.6los elementos, según dondis 6.7 eco y la articulación del signo icónico 6.8 los
signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
modelo visual, de saint martin 6.11 los signos, según sönesson 6.12las fuerzas que participan en la experiencia visual,
según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
Francastel considera que la concepción del espacio imaginario se apoya en una idea abstracta
del espacio que corresponde a la del adulto occidental normal50, una idea estructurada por la
geometría perspectivista, aunque también existan otras concepciones como, por ejemplo, la
topológica del espacio, una denominación con la que algunos psicólogos de los años 40 se re-
ferían al modo como el niño aprende el espacio, de forma progresiva y en base a relaciones de
vecindad como “al lado de”, “alrededor de”, “dentro de”, etc., en lugar de utilizar relaciones
del tipo “cercano”, “lejano”, “delante”, “detrás”. Según Francastel, estas relaciones primarias
con el espacio no desaparecerían del todo cuando adquirimos un sentido del espacio más abs-
tracto (Aumont, 1992: 145- 146; Francastel, 1984: 38 y ss.).
Wölfflein también participa de esta idea de que en el espectador coexisten dos modos de
visión, ya que en 1915 señalaba que el arte occidental había evolucionado desde un modo de
visión táctil a otro visual51: la visión táctil estaría ligada a una visión próxima, a la sensación
de los objetos y a una jerarquización que se acerca a la topología que describe Francastel;
mientras que el modo de visión visual sería el propiamente pictórico, vinculado a una visión
lejana y a una jerarquización que relaciona el todo y las partes de un modo geométrico (Au-
mont, 1992: 146).
Aunque Aumont considera que es difícil compartir estas tesis, cree que debemos tener en cuen-
ta que la relación que establecemos con la imagen no es solo del tipo a la que nos ha acos-
tumbrado la imagen fotográfica, sino que también influyen otras experiencias como las de la
infancia (Aumont, 1992: 147).
6.5.2.1 El tamaño de la imagen
Aumont considera que el tamaño es una de las características físicas que permiten que la ima-
gen sea perceptible, un elemento que está entre los que determinan la relación que el espec-
tador establece entre su espacio y el espacio plástico de la imagen. Así, por ejemplo, en todas
las épocas, el artista ha sido consciente de que una imagen de gran tamaño, que se presenta
próxima al espectador, le domina e incluso le aplasta; por el contrario, los tamaños pequeños
que poseen otras imágenes, permiten que se entable con ellas una relación de proximidad o
de posesión (Aumont, 1992: 148-149).
6.5.2.2 El marco
La inmensa mayoría de las imágenes son objetos que podemos separar de su entorno, percep-
tiva o físicamente, porque se presentan limitados. El autor señala que incluso muchas de las
pinturas murales de la época helenística incluían límites pintados o, en ocasiones, esculpidos.
Esta característica, que es uno de los rasgos esenciales que definen el dispositivo de la imagen,
la recogemos con la noción de marco (Aumont, 1992: 152).
El marco es el borde del objeto que es la imagen, su frontera, lo que manifiesta su carácter
limitado, el marco-límite; pero, en ocasiones, este borde está reforzado por otro objeto que
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6.1 los estudios 6.2. los enfoques teóricos 6.3 los elementos, según villafañe 6.4 los elementos, según wong 6.5 el
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signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
modelo visual, de saint martin 6.11 los signos, según sönesson 6.12las fuerzas que participan en la experiencia visual,
según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
Respecto al desencuadre, Aumont señala que, desde principios del siglo xx, las imágenes se ahn
caracterizado por intentar escapar del encuadre centrado sobre el objeto de diferentes maneras
como, por ejemplo, (1992: 166-167):
. disponiendo un centro que está vacío de todo objeto significativo, lo que introduce una fuerte
tensión visual porque el espectador tiende, más o menos automáticamente, a querer ocupar
ese centro vacío;
. haciendo que parezca que los bordes del marco corten la escena, subrayando así su fuerza
delimitadora.
El punto de vista posee diferentes significados en el lenguaje corriente, pero el que nos interesa
aquí es el de punto de vista como situación real o imaginaria desde la cual se mira una escena. Se
genera utilizando el encuadre, el contraste de los valores y de los colores (Aumont, 1992: 165).
Aumont señala que si tenemos en cuenta estos conceptos, que señalan con claridad que la ima-
gen representada no es natural, las comparaciones entre la imagen representativa y la imagen
natural son equívocas (Aumont, 1992: 159-168).
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estudio de la imagen, de aumont 6.6los elementos, según dondis 6.7 eco y la articulación del signo icónico 6.8 los
signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
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según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
La autora considera que la sustancia visual de la obra se obtiene de una lista básica de elemen-
tos cuyo número es reducido: el punto, la línea, el contorno, la dirección, el tono, el color,
la textura, la dimensión, la escala y el movimiento, que describimos a continuación (Dondis,
1992: 53-79):
. el punto es el elemento básico; si tenemos dos, se puede realizar una medición en el espacio,
mientras que cuando hay varios, la conexión entre ellos nos puede permitir dirigir la mira-
da;
. la línea se produce cuando la proximidad entre dos puntos es tal, que no podemos recono-
cerlos individualmente, aunque también podemos definirla como un punto en movimiento.
La autora señala que la línea posee una enorme energía en las artes visuales, porque nunca
es estática;
. el contorno es descrito por la línea, y los contornos básicos son tres, el cuadrado, el círculo
y el triángulo equilátero;
. la dirección visual, que es generada por los contornos básicos, de modo que el cuadrado
expresa la horizontal y la vertical; el triángulo la diagonal; el círculo la curva;
. el tono es un elemento que define las múltiples gradaciones que hay en la naturaleza entre la
oscuridad y la luz. Señala que es uno de los mejores instrumentos para construir la dimen-
sionalidad, ya que “ni siquiera con la ayuda de la perspectiva [se] podría crear la ilusión de
una realidad si no recurriera también el tono” (Dondis, 1992: 62-63)
. el color, por su parte, está cargado de información y es una de las “experiencias visuales más
penetrantes que todos tenemos en común”. Este elemento posee tres dimensiones: el matiz,
que se refiere al croma; la saturación, que hace referencia a la pureza de un color respecto
al gris; y una tercera dimensión, que Dondis denomina acromática, y que se refiere al brillo
(Dondis, 1992: 64-68)
. la textura es un tipo de elemento de la imagen ya que, aunque el término nos remita a una
experiencia táctil, cuando nos referimos a este elemento hablamos de una cualidad óptica;
. la escala es un tipo de elemento que no se refiere exactamente a la medida de las cosas,
aunque forma parte de ello, sino a lo que se coloca al lado de un objeto visual o respecto al
marco donde está colocado porque, como señala la autora, no puede existir en un enuncia-
do algo grande si no hay algo pequeño, y viceversa;
. la dimensión es un tipo de elemento que, aunque no existe realmente en la reproducción bi-
dimensional porque no existe el volumen, está implícito en forma de ilusión visual. Añade
que hay muchas maneras de generar ilusión pero que la fundamental es simularla a través
de la convención técnica de la perspectiva
. el movimiento, un elemento que aunque propiamente sólo existe en la televisión o en el
film, puede estar presente en una pintura, fotografía o diseño de un tejido.
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signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
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según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
Eco, siguiendo a Prieto55, señala que podemos encontrar semas que se pueden descomponer
en figuras y también en signos, otros que serán divisibles en signos pero no en figuras, y otros
divisibles en figuras pero no en signos, etc., en función del tipo de código al que pertenezcan,
por ejemplo (1978: 259-262):
. los semas de un semáforo indican operaciones, pero no se pueden articular para formar una
señal más compleja, y no se pueden descomponer ni en figuras ni en signos;
. las líneas de autobús con dos números, por ejemplo línea 63, que indica el recorrido del punto
X al punto Y, se puede descomponer en las figuras 6 y 3, que no significan nada;
. existen otros tipos de códigos cuyos semas pueden ser descompuestos en signos pero no en
figuras. Así, por ejemplo, en la numeración de las habitaciones de los hoteles, el sema 20, que
suele significar primera habitación del segundo piso, se puede descomponer en el signo 2,
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que significa segundo piso, y el signo 0, que significa primera habitación, pero no se puede
descomponer en figuras sin significado;
. hay códigos que poseen la doble articulación, por lo que podremos dividir los semas en sig-
nos y en figuras, como sucede con las lenguas y con los números telefónicos de seis cifras que
se pueden descomponer en grupos de dos cifras, ya que cada uno de ellos indica, según su
posición, un sector de la ciudad, una calle, un bloque… Y, a su vez, cada grupo de dos cifras
se puede descomponer en dos figuras desprovistas de significado.
En este sentido el autor indica que no se puede hablar de un código icónico genérico, sino que
deberemos hablar de muchos códigos icónicos. Añade que no se puede afirmar que existan tan-
tas lenguas como mensajes, pero que sí podemos decir que existen tantas lenguas icónicas como
estilos personales de un autor, y como estilos y maneras típicas de una escuela o de una época.
Los códigos icónicos se reestructuran con tanta facilidad en cada mensaje, que es imposible
reconocerlos y describirlos, tanto teórica como prácticamente (1978: 268-269)
En cuanto a los signos, son los que portan las unidades de reconocimiento o modelos abstractos
a través de artificios gráficos, aunque en ocasiones no pueden ser analizados, porque se presen-
tan en un continuum gráfico. Los enunciados icónicos, o los semas de Prieto, son, según Eco,
aquellas unidades que habitualmente denominamos signos icónicos y que, en realidad constitu-
yen un enunciado icónico complejo. Es el contexto (el dibujo o la imagen de un hombre) lo que
muchas veces nos permite reconocer los signos icónicos (la nariz, el ojo) (1978: 271).
En un texto posterior (2000: 288) Eco indica que suponer que los llamados signos icónicos
puedan ser analizables en unidades pertinentes y codificadas, y que permitan una articulación
múltiple al modo de los signos verbales, no sólo es criticable, sino que tal afirmación provocaría
un mentís clamoroso. Sin embargo, indica que tanto la palabra /casa/ como una bandera roja
se pueden analizar en sus formantes articulatorios, que serían los cuatro fonemas de la palabra
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signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
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/casa/ (que se pueden descomponer en haces de rasgos distintivos), y la forma geométrica (re-
sultante de la articulación de elementos euclidianos) y el color (resultante de determinada com-
posición espectral), para la bandera, unos formantes que son propiedades físicas y estructurales
de la señal, al margen de sean usados como expresión, o no (Eco, 2000: 147-148).
Antes de iniciar el análisis, hacen una advertencia acerca de dos malformaciones que han afectado
a la semiología, y que han frenado el desarrollo de una teoría de la imagen (Grupo µ, 1993: 10):
. por una parte, la relación que ha establecido con la crítica del arte, ya que numerosos trabajos
que se declaran de la semiótica visual no son más que especulaciones estéticas o sutiles análisis
de obras, revestidas de discurso científico, por lo que tal teoría se limita a analizar enunciados
particulares;
. el imperialismo lingüístico, que ha provocado una transferencia terminológica sin definición,
lo que ha contribuido a engendrar el rechazo de la confrontación entre lengua y comunica-
ción visual.
Frente a esta situación, la ambición del Grupo µ es doble (Grupo µ, 1993: 12-14):
. por una parte, tratará de elaborar conceptos generales que permitan considerar la imagen visual
sea cual sea su forma social, lo que les permitirá a mostrar lo que hay de común entre un esque-
ma eléctrico y una fotografía, o entre los totems indios de la Costa Oeste y la loza de Rouen;
. por otra parte, tratarán de proponer una terminología, lo que les obligará, dado el desorden y
las dificultades terminológicas propias del estudio de las imágenes visuales, a redefinir térmi-
nos ya conocidos, y a inventar términos para algunos de sus conceptos
Respecto a la definición general del hecho visual, optan por utilizar el término de signo visual
para no utilizar el término de imagen, un término que está demasiado relacionado con la li-
teratura, ni tampoco el de pintura, término que posee una connotación claramente estética56
(Grupo µ: 14-15).
Aunque en el capítulo 9 hablaremos más extensamente acerca del signo en general, y del icó-
nico y plástico en particular, creemos necesario mencionar en este apartado por qué algunas
propuestas de análisis del mensaje visual defienden esta distinción en la representación visual.
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Debido a esta falsa identidad icónico=visual, y al poco margen que deja para la clasificación de los
signos visuales que no son icónicos, el Grupo µ propone distinguir dos tipos de signos visuales en
el mensaje visual: los signos icónicos y los signos plásticos (Grupo µ, 1993: 98-99).
Esta ocultación de lo plástico ha supuesto que, desde el punto de vista semiótico, haya sido
considerado como el significante del significado icónico, pero ambos signos, icónicos y plás-
ticos, son signos puros en los que se asocia un plano del contenido a un plano de la expresión
(Grupo µ, 1993: 103).
6.8.1.3 Distinción entre el signo plástico y el signo icónico
El Grupo µ señala que no es fácil diferenciar el signo plástico del icónico empíricamente, ya
que frente a un fenómeno visual, tanto podemos ver el fenómeno, como una representación del
fenómeno. Así, por ejemplo, podemos ver /azul/ o podemos ver /esto que representa el azul/;
o, si tomamos un círculo como referencia y decimos que es un icono, ¿su referente es otro
círculo, siendo círculo el icono de otro círculo? Desde un punto de vista, ya que un círculo es
icónico cuando nos remite al sol, a la moneda, a la cabeza, etc., pero no cuando nos remite a
otro círculo (Grupo µ, 1993: 105-106).
Frente a quienes critican que el signo plástico no puede ser codificado fuera de su contexto, el
Grupo µ señala que, aunque el lazo entre la forma y el contenido del signo plástico sea frágil
y dependiente del contexto, esa fragilidad no impide que un determinado discurso cultural se
haga dueño de una parte del plano de la expresión y se convierta en una forma pregnante, esta-
ble y de fácil identificación (Grupo µ, 1993: 107).
En resumen: aunque el Grupo µ reconoce que a veces es difícil determinar los límites entre am-
bos signos, y aunque asumen la fragilidad del signo plástico, consideran que la noción de signo
plástico es necesaria para que una retórica de la representación visual incluya lo figurativo y lo
no figurativo (Grupo µ, 1993: 167).
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6.8.2.1 La forma
6.8.2.1.1 El contorno, la figura y la forma
Nuestro sistema visual no registra de forma pasiva los estímulos que lo excitan, sino que integra
los datos que circulan por las vías nerviosas y las sintetiza en el sistema nervioso central. Pero
hemos de tener en cuenta que nuestro sistema de percepción está programado para percibir
similitudes, de modo que si todas las terminaciones nerviosas son excitadas de la misma manera
habrá similitud, pero si las terminaciones son estimuladas de forma desigual, habrá diferencias
(Grupo µ, 1993: 55-56).
Cuando percibimos desigualdad, diremos que estamos frente a un límite, un límite que no tiene
por qué proceder de un cambio brusco (Grupo µ, 1993: 57). El límite, así planteado, es un trazado
neutro que pasa a ser línea cuando lo reproducimos en un dibujo. Si esa línea, además de señalar
un límite, diferencia una figura de un fondo, nos referimos a ella como contorno. Luego el contor-
no es el límite de una figura y, al mismo tiempo, es parte de ella59 (Grupo µ, 1993: 58-59).
A través de la noción de contorno llegamos a las nociones de fondo y de figura, unas nociones que
se diferencian por la atención que reciben: será figura aquello que sometemos a atención, y será
fondo lo que no sometemos a atención. A partir de esta diferencia, convertimos el fondo en algo
sin límites y, aparentemente, con una existencia debajo de la figura, lo que supondrá que la figura
se acerque al sujeto que mira. Pero cuando conseguimos relacionar la figura con otras figuras que
hemos percibido anteriormente, a través de la memoria, convertimos la figura en objeto y, por lo
tanto, en forma, lo que nos permite diferenciar un gato, un círculo, etc.60 (Grupo µ, 1993: 59-60)
Las figuras y las formas son elaboradas a partir de las leyes de la proximidad, unas leyes que nos
permiten percibir como figura, por ejemplo, una serie de puntos si éstos están relativamente
próximos, y las leyes de la identidad, unas leyes que nos hacen seleccionar, preferentemente, los
estímulos que son parecidos para constituir figuras61 (Grupo µ, 1993: 60).
Cuando el Grupo µ utiliza la noción de forma se refiere a un objeto que está desprovisto de
color y de textura, un objeto teórico que no existe en la comunicación visual práctica. Al mismo
tiempo, cuando el Grupo µ considere un enunciado, optará por tener en cuenta una situación
ideal en la que una sola forma se posa sobre un fondo estable (Grupo µ, 1993: 190).
6.8.2.1.2 El estatuto del fondo
Aunque en el párrafo anterior hemos definido el fondo como algo que está bajo la figura y sin
límites, hemos de tener en cuenta que no suelen existir los fondos sin límites, por lo que nos
enfrentaremos a fondos que se convierten en figura de otro fondo. Esto es lo que sucede con
un cuadro: el cuadro es el fondo de una figura pero éste, a su vez, es la figura de otro fondo, el
muro (Grupo µ, 1993: 193).
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signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
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según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
Hemos de tener en cuenta también que la forma del fondo también influye en la percepción de
la figura, ya que no es lo mismo un marco rectangular o un marco que sea oval, etc.62 (Grupo
µ, 1993: 193)
Estos formemas que describe el Grupo µ no existen por sí mismos y constituyen una proyección de
nuestras estructuras perceptivas, determinadas por nuestros órganos y por su actividad perceptiva,
que dependen, a su vez, tanto de nuestra fisiología como de nuestra cultura (Grupo µ, 1993: 192).
La modificación de un alguno de los formemas puede hacer que la forma sea distinta y que,
incluso, tengan nombres diferentes. Así, dos figuras pueden tener la misma dimensión y
posición, pero pueden ser diferentes porque su orientación es distinta, como es el caso del
cuadrado y del rombo (Grupo µ, 1993: 192).
6.8.2.1.3.1 La posición
Una figura posee una posición centrada o descentrada respecto a su fondo, o incluso puede
estar en distintos planos y parecer que la figura está delante del fondo, o por detrás del fondo.
En función a la posición, se pueden producir diferentes efectos de sentido, como veremos en
correspondiente apartado del capítulo 9.
Una posición es relativa por definición, pero en el caso de la forma esta relatividad es doble
porque es relativa respecto al fondo y lo es respecto a un foco63 a partir del cual podemos hablar
de /centralidad/, de /alto/, de /izquierda/, etc. Las relaciones que se producen entre el foco, la
forma y el fondo, determinarán preceptos relacionados con la posición muy elaborados como,
por ejemplo, /por encima de/ y /delante de/ (Grupo µ, 1993: 193-194).
6.8.2.1.3.2 la dimensión
Un elemento aislado no posee dimensión, porque las cosas son grandes o pequeñas en función
de dos factores: la escala del observador, que depende del ángulo o encuadre de visión, y la
dimensión del fondo. Se debería definir con claridad si la dimensión de grande o de pequeño se
valora respecto al ángulo de visión o respecto al fondo (Grupo µ, 1993: 195).
6.8.2.1.3.3 la orientación
La orientación es una propiedad que posee el contorno de las formas que son asimétricas y
que podemos describir como el producto de un movimiento virtual sobre el fondo. La orien-
tación puede ser /hacia arriba/ - /hacia abajo/, /central/ - /marginal/, pero también puede ser
horizontal y hacia abajo, por ejemplo. Será el contexto el que determine cuál es la descripción
pertinente (Grupo µ, 1993: 196).
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signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
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según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
6.8.2.2 Textura
Tanto el contraste de textura como el contraste de color, parámetro que incluiremos a continua-
ción, nos permite diferenciar la figura del fondo (Grupo µ, 1993: 61).
En cuanto al parámetro de la textura, el Grupo µ señala que, aunque el término nos remita a
experiencias táctiles, cuando se utiliza en comunicación visual tiene que ver, metafóricamente,
con la sensación táctil que se produce visualmente (Grupo µ: 62-63). Este elemento ha sido “el
pariente pobre” de la descripción de los fenómenos visuales a pesar de que, según el Grupo µ,
es una propiedad de superficie tan válida como la del color (Grupo µ, 1993: 178).
La textura de una imagen está determinada por la repetición de elementos, luego en el análisis
de la textura deberán intervenir dos parámetros: los elementos repetidos y la norma, o ley de
repetición, de esos elementos (Grupo µ, 1993: 178).
6.8.2.2.1 Parámetros de la textura
La descripción y clasificación de las texturas partirá, necesariamente, de sus dos parámetros, los
elementos texturales y su repetición. Respecto a los elementos texturales, el Grupo µ señala que
no pueden considerarse propiamente /formas/ porque su reducida dimensión nos impide con-
siderarlos como formas aisladas. Pero para que los elementos texturales pierdan su considera-
ción de formas, ha de existir una distancia determinada entre ellos y el espectador, una distancia
crítica en la que el espectador pueda percibir la textura como tal (Grupo µ, 1993: 178-180).
Para que los elementos generen una superficie uniforme se han de repetir, pero esta repetición
sigue un ritmo que es el que genera la textura. Y un ritmo sólo existe cuando hay, al menos, tres
elementos agrupados (Grupo µ, 1993: 180).
Así, por ejemplo, en la textura granular serán fundamentales la elección del soporte y la manera
de aplicar los pigmentos en el soporte; la primera porque los pigmentos, aplicados a un tipo u
otro de soporte, generarán efectos diferentes; la segunda porque generará un mayor o un me-
nor espesor (Grupo µ, 1993: 185-187).
de una superficie coloreada viene definido por el espectro luminoso que incide sobre los objetos,
mientras que el fenomenológico se refiere a la sensación de color que percibimos. Hemos de
tener en cuenta que consideramos como “color natural” aquel color que devuelven los objetos
a la luz del día, luz que posee, de un modo relativamente constante, una proporción de todas
las radiaciones espectrales visibles. Pero si el tipo de luz es diferente, este “color natural” nos
parecerá alterado, luego el mecanismo de percepción de los colores tiene en cuenta tres aspectos:
el estímulo global, la luz de alumbrado y el sistema de percepción (Grupo µ, 1993: 63-64).
6.8.2.3.1 Las tres dimensiones del color
La señal de color que llega a nuestro sistema perceptivo posee tres dimensiones, los tres com-
ponentes del signo coloreado que el Grupo µ denomina cromemas64 (Grupo µ, 1993: 64-65):
. la dominante cromática, que se refiere a que la impresión de color que recibimos, y que es
producto de una mezcla de longitudes de onda; se puede relacionar con una longitud de onda
determinada monocromática, a partir de su dominante cromática;
. la saturación, en el sentido de que todo color es una mezcla entre la luz monocromática y la
luz blanca; a la proporción entre estas dos luces la denominamos saturación de los colores,
de manera que un color está saturado cuando posee el máximo de luz monocromática y está
menos saturado cuanto más diluido esté en blanco;
. la luminosidad, que hace referencia a la cantidad de energía radiante.
realmente con el criterio científico, lo que se ha de valorar es que tratan de buscar los principios
de un orden que permita diferenciar lo ordenado de lo desordenado (Grupo µ, 1993: 226).
Posteriormente, se pudieron aislar, en los conos de nuestra retina, pigmentos que eran sensibles
al azul (440 nm), al verde (535 nm) ,y al rojo (575 nm); más tarde se demostraría también que el
cerebro juega un papel en la asignación de los colores. Pero el Grupo µ señala que no debemos
basarnos en la fisiología para establecer un sistema psicológico de los colores, porque se tratan
de procesos inconscientes (Grupo µ, 1993: 208).
Parece que la teoría de los tres colores primarios pigmento se publicó en 1756, pero será el
círculo de Chevreul, en 1839, el que ejercerá influencia sobre los pintores y sobre la formación
escolar (Grupo µ, 1993: 208).
Los colores complejos son aquellos que se acercan a los colores simples como, por ejemplo, lo
es el naranja porque se acerca al amarillo, y el violeta que lo hace con el rojo. Los colores insatu-
rados se producen cuando el color simple pierde saturación, de modo que el rosa, por ejemplo,
es un rojo poco saturado. Por su parte los colores negro, gris y blanco están estructurados en
un conjunto denominado acromático (Grupo µ, 1993: 208-210).
La propuesta del Grupo µ es la de que para poder establecer un sistema de color son necesarias
tres condiciones (Grupo µ, 1993: 211):
. tener en cuenta la composición del color en sus tres cromemas, dominante cromática, satu-
ración y luminosidad, porque describir un color es también poder diferenciar sus niveles
de luminosidad o de saturación, ya que estas diferencias pueden constituir diferentes signos
coloreados;
. la percepción del color ha de ser en tanto que manifestación en sí misma, no vinculada al
objeto;
. se ha de iniciar un proceso de delimitación de cada continuum, ya que los cromemas, al tra-
tarse de fenómenos físicos, son de naturaleza continua.
Aunque el Grupo µ reconoce que debatir acerca de la armonía de los colores seguramente tenga
tan poca importancia como hacerlo sobre la armonía en los intervalos musicales, señala que
podemos reconocer para estas reglas un estatuto lo suficientemente estable como para que nos
permita percibir sus desviaciones. Y si podemos reducir estas desviaciones es porque existe una
retórica coloreada (Grupo µ, p, 219-220).
El Grupo µ indica que, aunque en el plano matemático su teoría tiene numerosos errores, no
debemos rechazarla porque aporta un conjunto de conceptos muy elaborados y llega a definir
la armonía de dos maneras (Grupo µ, 1993: 221):
. armonía consonante, la que se obtiene entre dos tonos que tienden hacia la misma tonalidad
intermedia;
. armonía disonante, cuando tomamos dos complementarios, que son disonantes, y los armo-
nizamos dotándoles de una saturación equivalente.
Para Pfeiffer dos colores sólo pueden formar una armonía si posen un elemento mediador
común, que puede ser:
. un término mediador coloreado, y serían armoniosos consonantes;
. un término mediador gris, y serían armoniosos disonantes.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 6 261
elementos de las representaciones visuales
6.1 los estudios 6.2. los enfoques teóricos 6.3 los elementos, según villafañe 6.4 los elementos, según wong 6.5 el
estudio de la imagen, de aumont 6.6los elementos, según dondis 6.7 eco y la articulación del signo icónico 6.8 los
signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
modelo visual, de saint martin 6.11 los signos, según sönesson 6.12las fuerzas que participan en la experiencia visual,
según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
El Grupo µ considera que este sistema no ofrece una alternativa a los juicios subjetivos y que,
además, su definición de armonía acaba con la tensión coloreada, lo que supondría que el ideal
de armonía sería llevar el color hacia el gris, como si el color fuera una desviación respecto al
gris (Grupo µ, 1993: 222).
El interés de este sistema, según el Grupo µ, es que como cada color se define por su posición
en un eje de una manera continua, y como a cada posición le corresponde una posición con-
traria, se dibuja un sistema del plano de la expresión en el que se presenta, al mismo tiempo, su
color y su contrario a causa de mecanismos fisiológicos (1993: 223)
Chevreul propone una serie de leyes de armonía empíricas que pretende extraer a partir de lo que
sea más agradable para el ojo. Estas reglas de armonía serían de dos tipos (Grupo µ, 1993: 224):
. las armonías de colores análogos, que son las de gama y las de matiz, y que establecen rela-
ciones entre manifestaciones de color que están próximos La de matiz se produce con dos
colores de la misma dominancia cromática pero con dos grados diferentes, aunque próximos,
de saturación; la armonía de gama cuando percibimos dos dominancias distintas, pero cerca-
nas, que presentan el mismo grado de saturación
. las armonías de contraste se producen cuando percibimos de forma simultánea dos tonos
muy distantes pero que poseen el mismo nivel de saturación. Este tipo de armonías se produ-
cen frente a manifestaciones coloreadas distantes.
Según el Grupo µ este sistema proporciona, sobre todo, un criterio único de armonía, el del orden,
ya que los colores entre los que no se pueda identificar una relación de proximidad, de parecido
o de complementariedad, no estarían en armonía, y viceversa, por lo que, desde su punto de vista,
Chevreul ha formulado lo más cercano a un criterio plástico universal (Grupo µ, 1993: 224-225).
. tratan de fundar un orden en el campo del color, que se base en datos científicos, y que no sea
arbitrario;
. manifiestan una tendencia a delimitar lo continuo.
El Grupo µ señala que el color en sintagma debe ser analizado teniendo en cuenta (Grupo µ,
1993: 226-227):
. que todo color, en tanto que unidad del plano de la expresión, está situado en un punto deter-
minado de las escalas de luminosidad, saturación y dominancia cromática, y que su manifes-
tación puede producirse en cualquier gradación de cada una de las tres escalas;
. que cualquier color, en tanto que unidad del plano del contenido, se sitúa en uno o en varios
de los numerosos ejes semánticos disponibles;
. que los colores establecen relaciones con los otros colores manifestados en el enunciado;
algunas relaciones crean tensión y otras generan la impresión de equilibrio;
. el conjunto de las anteriores consideraciones está relacionado con los otros componentes
del signo plástico (formas, texturas) y, eventualmente, con los del signo icónico, lo que nos
puede reforzar unos contenidos y debilitar otros… y siempre de forma nueva en cada nuevo
enunciado.
Como señalábamos al principio de este apartado acerca de las aportaciones del Grupo µ, éstos con-
sideran que el concepto de iconicidad es uno de los más aceptados y de los más cuestionados en la
semiótica visual. Gran parte de las críticas tienen que ver con que en todas las definiciones de signo
icónico que hacen referencia a la similitud entre el signo y el objeto, están presentes conceptos que
se consideran ingenuos como el parecido o la analogía (Grupo µ, 1993: 109-110), ya que:
. Peirce dice que un signo es icónico cuando “puede representar su objeto principalmente por
su similitud”66;
. Morris señala que el signo icónico tiene, según un cierto punto de vista, las mismas propieda-
des que lo denotado67.
El Grupo µ considera que, a pesar de las críticas que reciben este tipo de argumentaciones, si
se pudieran definir mejor algunas referencias como la de “según un cierto punto de vista”, el
concepto de iconismo se adecuaría a las exigencias de la ciencia. Así, para que una teoría pudie-
ra conservar la noción de signo icónico y aportara fundamento científico, tendría que plegarse,
por lo menos, a estas condiciones (Grupo µ: 110 y 113):
. resolver el problema de la similitud;
. mostrar que el signo icónico posee características que muestran que no es el objeto y que
anuncian su naturaleza semiótica;
. mostrar cómo se estructura ese “signo”.
El Grupo µ define el signo icónico como aquel signo que posee ciertos caracteres del referente,
de acuerdo con la definición clásica, pero que posee también características que provienen del
productor de la imagen, ya que en la medida en que este productor está tipificado, el signo
permite su reconocimiento. El signo icónico respeta así el principio de alteridad mostrándose
distinto del referente, pero remitiéndonos al modelo del signo y su productor (Grupo µ: 118).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 6 263
elementos de las representaciones visuales
6.1 los estudios 6.2. los enfoques teóricos 6.3 los elementos, según villafañe 6.4 los elementos, según wong 6.5 el
estudio de la imagen, de aumont 6.6los elementos, según dondis 6.7 eco y la articulación del signo icónico 6.8 los
signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
modelo visual, de saint martin 6.11 los signos, según sönesson 6.12las fuerzas que participan en la experiencia visual,
según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
La emisión de signos icónicos puede definirse como la producción, en el canal visual, de simu-
lacros del referente gracias a distintos tipos de transformaciones (geométricas, analíticas, alge-
braicas y ópticas)68, que se aplican de tal manera que se obtiene un resultado que es conforme al
modelo propuesto por el tipo correspondiente al referente (Grupo µ, 1993: 123-126).
La cuestión sólo se puede resolver desde el punto de vista pragmático, como señaló Eco en su
momento: un vaso de cerveza69 será considerado un objeto si su liquidez permite saciar mi sed,
si su temperatura refresca la palma de mi mano; y un vaso de cerveza será un signo si no percibo
su sabor ni su temperatura, como sucede en una fotografía (Grupo µ, 1993: 128).
Luego, según este punto de vista pragmático, el iconismo depende del conocimiento que tenga-
mos de las reglas de uso de los objetos, unas reglas que convierten a esos objetos en signos, de
manera que la fotografía de un vaso de cerveza puede hacer que la boca se me haga agua, pero
algunas de sus características me indican que es imposible someter a ese vaso a cualquiera de los
usos sociales a los habitualmente son sometidos los vasos de cerveza (Grupo µ, 1993: 129).
en un individuo, están estructurados de diferente manera, lo que permitiría, como señala Ar-
nheim en El pensamiento visual, que dominemos el tipo “redondidez” sin conocer la palabra
redondo71 (Grupo µ, 1993: 130-131).
6.8.3.5. La articulación del signo icónico
6.8.3.5.1. Estructura del significante en entidades y marcas
El tipo se manifiesta en una serie de significantes que se pueden articular en distintas unidades
de rango inferior:
. las unidades que son en sí mismas significantes de un signo icónico como, por ejemplo, /ojo/,
/nariz/, etc., y que el Grupo µ las denomina entidades;
. las características formales que permiten el reconocimiento del tipo como, por ejemplo, la des-
cripción de una cabeza como la organización de curvas y rectas que mantiene entre ellas un
determinado tipo de relación, y que el Grupo µ las denomina marcas (Grupo µ, 1993: 132).
Los test que se han realizado demuestran que la identificación se produce cuando se nos con-
fronta con ciertos emparejamientos de entidades y de marcas, y que en otros casos es imposible.
Hemos de tener en cuenta que hay entidades que autorizan una fácil identificación del tipo y
otras que no, pero no sólo en tanto que entidades, sino también en función de su posición.
Así, por ejemplo, un rasgo rectilíneo, que identificamos como ojo cuando está situado en una
determinada posición del espacio, deja de ser identificado como tal si lo situamos en otro lugar,
donde puede ser identificado como boca (Grupo µ, 1993: 136).
Además de las entidades y las marcas, hemos de incorporar otros factores que parecen determi-
nar el análisis (Grupo µ, 1993: 137-138):
. la presencia de determinantes particulares; así, por ejemplo, la longitud de la nariz puede
llevarnos al tipo Cyrano en lugar de al de “humano”;
. el contexto icónico, de modo que la presencia de un penacho determina la identificación
“Cyrano”;
. el contexto pragmático;
. hemos de tener en cuenta que en nuestra civilización a menudo interviene la concepción hu-
manista según la cual “el hombre es la medida de todas las cosas”.
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elementos de las representaciones visuales
6.1 los estudios 6.2. los enfoques teóricos 6.3 los elementos, según villafañe 6.4 los elementos, según wong 6.5 el
estudio de la imagen, de aumont 6.6los elementos, según dondis 6.7 eco y la articulación del signo icónico 6.8 los
signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
modelo visual, de saint martin 6.11 los signos, según sönesson 6.12las fuerzas que participan en la experiencia visual,
según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
Este tipo de transformaciones pueden llegar a afectar bastante el reconocimiento de los tipos
porque, en ocasiones, las variaciones que afectan al significante las tratamos como variaciones
de referente, de modo que el mismo dibujo, en dos escalas diferentes, puede remitirnos a un
cubilete o a una vasija (Grupo µ: 142).
6.8.3.6.2.1 La diferenciación
El Grupo µ utiliza esta palabra en su sentido de examen de diferencias. En su ejemplo utilizan la
magnitud física de la luminosidad, que varía de un punto a otro de un campo de visión, para expli-
car este tipo de transformación: si desplazamos a lo largo de un eje un aparato sensible a la lumi-
nancia, nos emitirá una señal que podremos registrar gráficamente. Si obtenemos una derivada en
el que el trazado es cero para todas las zonas en las que la luminosidad es constante, en el gráfico
el aumento o disminución de la luminosidad generará picos acentuados (Grupo µ, 1993: 145).
Este tipo de análisis nos permite comprender la naturaleza del dibujo a trazos, ya que se trata de
una transformación diferencial del campo percibido en el que cada pico corresponde a un pun-
to en el trazo y entre los trazos hay un espacio neutro en tanto que vector de información.
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estudio de la imagen, de aumont 6.6los elementos, según dondis 6.7 eco y la articulación del signo icónico 6.8 los
signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
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6.8.3.6.2.2 El filtrado
La información visual puede analizarse como una red de puntos que es explorada por barrido.
Toda la información obtenida en un “punto” que alcanza nuestro ojo, es analizada y se produ-
ce, como respuesta, una señal nerviosa con tres componentes:
. L, luminosidad o brillantez
. S, saturación
. D, dominante cromática
Así, cada señal es un punto en un espacio en tres dimensiones. Podemos ignorar uno o dos
componentes del vector y proyectar los puntos sobre un plano, si suprimimos un componente,
o sobre una recta si suprimimos dos. En realidad, más que suprimir el valor o valores lo que
hacemos es dotarlos de un valor fijo. A esta transformación la denominamos filtrado.
En el caso de la pintura, el Grupo µ señala, después de analizar diferentes cuadros en los museos,
que los pintores tienden a trabajar el contraste en una unidad logarítmica 1, que se produce en
la relación entre el logaritmo del contraste del negativo y el logaritmo del contraste del positivo.
Sin embargo, el Grupo µ señala que se pueden alejar significativamente de este valor y que los
impresionistas se han caracterizado al utilizar una relación de 0,64 (Grupo µ, 1993: 155).
En una visión normal existe visión binocular, una visión que nos permite apreciar la distancia
de un punto en el campo, y un ángulo de vista sólido, de unos 140º, en el que podemos dife-
renciar varias zonas de nitidez concéntricas. En el centro (1º) se sitúa la “zona de visión nítida
o foveal” que posee el máximo de discriminación de las formas y de los colores. Al alejarse
hacia la periferia, encontramos primero un “campo central” de 25º, después un cerco de 60º y,
finalmente, el campo periférico. Como el ojo no está fijo, y como no le es posible ver de forma
simultánea toda la imagen con la misma nitidez, el ojo barre la imagen y desplaza su zona de
visión nítida a cualquier punto del campo (Grupo µ, 1993: 156).
A partir de esta visión fisiológicamente normal, es posible proceder a interesantes transforma-
ciones del ángulo de visión, de la zona de visión nítida y de la profundidad del campo.
La zona de visión nítida ha llevado a los artistas a realizar “trucos” y “trampas”: cuando todo el
plano de la imagen aparece nítida, como sucede en la pintura antigua o en la fotografía habitual,
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 6 267
elementos de las representaciones visuales
6.1 los estudios 6.2. los enfoques teóricos 6.3 los elementos, según villafañe 6.4 los elementos, según wong 6.5 el
estudio de la imagen, de aumont 6.6los elementos, según dondis 6.7 eco y la articulación del signo icónico 6.8 los
signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
modelo visual, de saint martin 6.11 los signos, según sönesson 6.12las fuerzas que participan en la experiencia visual,
según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
el ojo percibe esa nitidez sólo localmente, mientras que el resto permanece borroso. Si, por el
contrario examinamos una pintura cuyo centro es neto y sus bordes borrosos, el ojo sólo tiene la
visión satisfactoria, desde el punto de vista fisiológico, cuando se fija en el centro neto, por lo que
una propuesta de este tipo consigue atraer eficazmente el ojo hacia el centro (Grupo µ: 157).
El funcionamiento de las tramas se basa en ciertas propiedades de nuestro sistema visual que
tienen relación con los conceptos de próximo y de lejano (Grupo µ, 1993: 157-158). Un ejem-
plo de ello son las imágenes exageradamente tramadas y las pinturas impresionistas o puntillis-
tas (Grupo µ, 1993: 158).
Para establecer una escala de iconicidad es preciso tener en cuenta, además de las transforma-
ciones, la calidad y la cantidad de éstas, ya que hemos visto que los mecanismos perceptivos dan
más importancia a los contornos que a las superficies, y sabemos que los cambios de dirección
en los contornos son más importantes que los segmentos rectos, lo que demuestra que es preci-
so concebir estas transformaciones también en el plano cualitativo (Grupo µ, 1993: 161).
Para realizar su propuesta de análisis, Martine Joly utiliza las aportaciones de Barthes, las del
Grupo µ, y las de los autores que, a finales de los años setenta del siglo xx, criticaron el uso de la
noción de código para denominar cualquier conjunto de elementos que formaran un sistema73.
ficación, la autora evita la polémica proponiendo el término de mensaje visual para denominar
la unidad visual en la que podemos diferenciar distintos tipos de signos (1994: 94-96)
Luego Martine Joly parte de la base de que el mensaje visual es algo más que iconismo, y de que en
la formación de significado se coordinan las distintas categorías de signo: los signos icónicos, que
son los responsables de la analogía (signos icónicos codificados de Barthes); los signos plásticos,
que son el color, la forma, etc. (signos icónicos no codificados de Barthes); y también participan,
la mayor parte de las veces, los signos lingüístico del lenguaje verbal (Joly, 1999: 43).
Esta distinción permite que descubramos que una gran parte de la significación del mensaje visual
está determinada, no sólo por los signos icónicos analógicos, sino también por las elecciones plás-
ticas, aunque el funcionamiento de los dos tipos de signos sea complementario (Joly, 1999: 99).
El signo plástico se organiza, según Joly, en torno a cuatro grandes series que articulan sus
elementos (Joly, 1994: 101-102):
. el color, que articula el color, propiamente dicho, sus valores y sus tonalidades;
. la forma, que articula la forma, pero también las líneas y los puntos;
. la espacialidad, que incluye la composición interna de la representación, la dimensión relativa
(grande/pequeño), la posición en relación al cuadro (arriba, abajo, derecha e izquierda), la
orientación (hacia arriba, hacia abajo) y la distancia;
. la textura, puesto que en una imagen se puede valorar lo liso, lo granulado, etc.
Joly propone diferenciar dos grandes grupos entre los elementos que forman parte del signo
plástico (Joly, 1994: 102):
. los que son específicos de la representación visual y de su carácter convencional, que son el
marco, el encuadre, la composición interna del mensaje visual y la pose del modelo;
. los que nos reenvían a la experiencia perceptiva y que, por lo tanto, no son específicos del
mensaje visual y que son el color, la textura, las formas, la luminosidad75, y la organización
del espacio.
Además de estos elementos, hemos de tener en cuenta que como una parte de la significación
del mensaje global está vinculada con la naturaleza de su soporte (Joly, 1999: 83), deberemos
incluirlo como elemento plástico76 (Joly, 1993 y 1999).
6.9.1.1 Soporte
Es el elemento plástico que se encarga de aislar la imagen, de designarla como tal. Ha sido con-
siderado, según la célebre definición de Shapiro, como un “cierre regular que aísla el campo de
la representación de la superficie que lo rodea”, una frontera que delimita el espacio representa-
do, el interior del marco, y el espacio exterior o fuera del marco, y que tiene la particularidad de
ser un espacio variable que cambia desde el momento de la elaboración de la imagen (puede ser
la naturaleza, el plató, el taller del pintor), hasta el de su presentación (puede ser una revista, una
sala de cine, el museo..) (Joly, 1994: 109). Su forma suele ser rectangular, una forma heredada del
Renacimiento y de su representación de la perspectiva, porque sirve para construir las líneas de
fuga y la ilusión de la tercera dimensión, la profundidad (1994: 110).
Durante mucho tiempo la función del marco fue, además de la de limitar la representación, la
de atraer la mirada sobre la imagen para señalarla y para darle valor, hasta que el uso de mol-
duras baratas hizo que numerosos artistas lo despreciaran, buscaran nuevas alternativas, y lo
reinterpretaran (Joly, 1994: 110).
En la actualidad, la reproducción sistemática de las obras de arte no los tiene en cuenta, por
lo que se obvian sus funciones como, por ejemplo, las de indicador, de demarcación, de firma,
de desbordamiento, o incluso de supresión, como señala el Grupo µ77. Al olvidar el marco, se
tiende a confundir el borde del soporte con los límites de la imagen, de modo que, por ejemplo,
una fotografía publicitaria que llega a los bordes de la revista se convierte en una ventana que
delimita el campo de nuestra visión y genera la impresión de que si la página fuera más grande
se vería más (Joly, 1994: 110-111). Cuando olvidamos el marco damos paso a la imagen como si
fuera el mundo, no como un enunciado (Joly, 1994: 114).
La autora señala, recogiendo las aportaciones de Panofsky, que entre los distintos tipos de en-
cuadres, el del primer plano ha tenido diferentes usos significativos en función de la época (Joly,
1993: 115), usos que recogeremos en el capítulo 9.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 6 270
elementos de las representaciones visuales
6.1 los estudios 6.2. los enfoques teóricos 6.3 los elementos, según villafañe 6.4 los elementos, según wong 6.5 el
estudio de la imagen, de aumont 6.6los elementos, según dondis 6.7 eco y la articulación del signo icónico 6.8 los
signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
modelo visual, de saint martin 6.11 los signos, según sönesson 6.12las fuerzas que participan en la experiencia visual,
según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
La autora indica que, en ocasiones, las representaciones figurativas sitúan a los personajes en
escenografías socialmente codificadas, de modo que, bien su disposición, bien las relaciones
que se establecen entre ellos, pueden interpretarse según las costumbres sociales. Veremos al-
gunas de estas interpretaciones en el capítulo 9 (Joly, 1994: 120-124).
6.9.1.3.1 La composición
La composición, o geografía interior del mensaje visual, juega un papel fundamental en la jerar-
quización de la visión y en la orientación de la lectura de la imagen, porque esta construcción
marca los caminos para que el ojo los siga, lo que contradice la idea de que realizamos una
lectura global sobre el mensaje visual80 (Joly, 1999: 106).
En la imagen publicitaria la mirada selecciona las superficies en las que está la información
clave. Para ello hemos de tener en cuenta que existen patrones de lectura que no dan el mismo
valor a un determinado emplazamiento en la página, por lo que la lectura izquierda / derecha
de la cultura occidental, la lectura vertical de algunos países asiáticos o la de derecha a izquierda
de la cultura árabe, determinará un tipo de composición u otro.
Joly recoge las propuestas que Georges Péninou realiza, en un artículo sobre semiología, acerca
de las composiciones que existen en una imagen publicitaria81 (Joly, 1999: 106-107 y 1993: 118-
120) ,y que veremos en el capítulo 9.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 6 271
elementos de las representaciones visuales
6.1 los estudios 6.2. los enfoques teóricos 6.3 los elementos, según villafañe 6.4 los elementos, según wong 6.5 el
estudio de la imagen, de aumont 6.6los elementos, según dondis 6.7 eco y la articulación del signo icónico 6.8 los
signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
modelo visual, de saint martin 6.11 los signos, según sönesson 6.12las fuerzas que participan en la experiencia visual,
según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
Joly señala que la composición está estrechamente relacionada con el marco y con el encuadre
(Joly, 1994: 120)
6.9.1.3.2 Formas
Desde su punto de vista, la interpretación de las formas, al igual que sucede con el resto de los
elementos plásticos, es antropológica y cultural. Añade que, en ocasiones, creemos que no posee-
mos un conocimiento suficiente y no las interpretamos, pero que tenemos unos conocimientos
interiorizados que el emisor de mensajes publicitarios juega y utiliza, ya que no debemos olvidar
que las formas están ahí porque han sido elegidas para que lo estén (Joly, 1999: 108-109).
6.9.1.3.3 Color
Joly indica que el descubrimiento del prisma de los colores de Newton no explica la percepción
de los colores a lo largo de la historia y en los diferentes países, por lo que el único discurso
posible sobre el color es el antropológico. Así, por ejemplo, el color rojo no siempre ha estado
opuesto al verde con la naturalidad con la que nos lo parece en la actualidad, sino que estuvo
opuesto primero al blanco y posteriormente al azul y al blanco (Joly, 1994: 103).
La autora señala que la percepción y la interpretación del color es cultural porque, se pregunta,
¿qué puede evocar el verde profundo a personas que han nacido en países desérticos o glacia-
les?, o ¿qué decir cuando en unos países el color del luto es el negro y en otros lo es el blanco?
(Joly, 1994: 103-104).
6.9.1.3.4 Luminosidad82
La autora señala que el tratamiento de la luminosidad está cerca de la del color por dos mo-
tivos:
. porque los colores, incluso el negro y el blanco, dependen de la luz, luego son conceptos
indisociables;
. porque la luz, al igual que los colores, genera en nosotros un estado psico-fisiológico determi-
nado, un estado que, al igual que sucede con el color, está relacionado con nuestra experiencia
del mundo, de modo que una luminosidad oblicua no nos llevará al mismo estado de ánimo
si estamos en una latitud templada, en una ecuatorial o en una polar (Joly, 1994: 104-105).
Además de generar estados de ánimo, la luminosidad jerarquiza la visión porque primero mi-
ramos las zonas claras, después las intermedias y, finalmente, las de sombra, lo que supone dos
cosas (Joly, 1994: 105):
. que la trayectoria de la mirada está vinculada al trayecto luminoso;
. que la zona clara es un indicador de lectura.
Joly, siguiendo a Alekan, propone diferenciar las luces naturales de las artificiales, las luces so-
lares y lunares de las generadas por el fuego y la electricidad. Una vez establecida esta primera
distinción, Alekan propone diferenciar dos tipos de luminosidades, la direccional y la difusa,
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 6 272
elementos de las representaciones visuales
6.1 los estudios 6.2. los enfoques teóricos 6.3 los elementos, según villafañe 6.4 los elementos, según wong 6.5 el
estudio de la imagen, de aumont 6.6los elementos, según dondis 6.7 eco y la articulación del signo icónico 6.8 los
signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
modelo visual, de saint martin 6.11 los signos, según sönesson 6.12las fuerzas que participan en la experiencia visual,
según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
cuyos efectos han sido estudiados en la pintura y en el cine. Joly señala que de esta observación
se desprenden aspectos que son muy fructíferos para la comprensión y la interpretación de los
mensajes (Joly, 1994: 105), como veremos en el capítulo 9.
6.9.1.3.5 Textura
La consideración de la textura como signo plástico es relativamente reciente porque, a pesar
de que estuvo presente en las preocupaciones de pintores, fotógrafos, y de otro tipo de artistas
plásticos, no formó parte ni de la teoría o ni de la historia del arte.
La percepción visual, que es distante y fría respecto al espectador, se convierte en algo más
próximo a partir de la textura de la representación, ya que ésta necesita una percepción táctil.
Al incitar la sensación táctil desde la sensación visual, un mensaje visual activa el fenómeno de
las correspondencias sinestésicas (Joly, 1999: 112).
Sin embargo Joly señala que esta asociación puede hacerse o no, o hacerse de forma parcial, por
lo que el análisis ha de ver el mayor número de conexiones planteadas, teniendo en cuenta el
contexto, los objetivos del mensaje visual y la expectativa del espectador (Joly, 1999: 124).
Pero se lleve a cabo o no el análisis, la autora quiere que comprendamos la importancia del
mensaje plástico, tanto cuando concierne a la imagen como cuando concierne al texto, ya que
aunque en muchos ejemplos la mayor parte de los conceptos fundamentales los transmiten los
signos plásticos y no los icónicos (calor, sensualidad, dinamismo, equilibrio, aventura), se sigue
creyendo que comprendemos una imagen cuando reconocemos un cierto número de motivos
icónicos y comprendemos el mensaje lingüístico (Joly, 1999: 124).
tipo
estabilización reconocimiento
referente significante
transformación
Este tipo de modelo especifica que el referente no es un objeto del mundo, sino la actualización
de un tipo, siendo el tipo una representación mental interiorizada y estabilizada que, confron-
tada con el producto de la percepción, está en la base del proceso cognitivo. Esta formulación,
indica Joly, aunque es un poco complicada, permite relativizar las anteriores nociones de iconi-
cidad y de reconocimiento ((Joly, 1994: 97).
Así, la foto de un gato no tiene como referente el gato particular del que se ha obtenido la
fotografía, sino toda la categoría de gatos: el espectador seleccionará inmediatamente las carac-
terísticas que son pertinentes para su reconocimiento como, por ejemplo, su tamaño, la forma
de las orejas, etc., sin tener en cuenta las características que no son tan pertinentes como, por
ejemplo, el color del pelo (Joly, 1994: 98).
Joly señala que el principal interés del signo icónico es que, al poder aislar elementos en un
lenguaje que es, aparentemente, continuo, nos permite diferenciar las unidades figurativas que
constituyen gran parte de los mensajes visuales, lo que supondrá un primer paso para analizar
este mensaje de un modo más consciente (Joly, 1994: 98).
Joly indica que, una vez aislados estos signos provistos de significado, se trataría de buscar un
segundo nivel de articulación, el de las unidades más pequeñas desprovistas de significación.
Pero recuerda que esta búsqueda nos lleva a un lugar del que no es fácil salir. Por este motivo
se ha llegado a la conclusión, en general, de que el lenguaje visual tiene naturaleza de lenguaje,
pero que no posee doble articulación84 (Joly, 1994: 98-99).
Hemos de tener en cuenta, por otra parte, que a pesar de que Joly reconoce las dificultades para
llegar a un elemento aislado y aislable, valora positivamente la propuesta de unidad mínima
de Saint Martin, una propuesta que, según Joly, tiene el mérito de abandonar radicalmente la
referencia al modelo lingüístico y de elaborar una auténtica sintaxis del lenguaje visual, permi-
tiéndole analizar propuestas que privilegian la dimensión plástica de la representación visual
respecto a su dimensión icónica (Joly, 1994: 99-100).
6.9.3 Signo lingüístico
Joly se refiere al texto que se lee linealmente y de modo consecutivo, al tipo de signos que trans-
portan los enunciados, los significados explicativos, afirmativos, etc., de la propuesta gráfica.
Según Roland Barthes el texto establece con la imagen dos tipos de funciones, la de anclaje y la
de enlace85 (Joly, 1999: 119-120):
. la función de anclaje consiste en frenar la polisemia de la imagen al privilegiar una de sus
posibles interpretaciones;
. la función de enlace se produce cuando el texto suplanta carencias expresivas de la imagen, ya
que en ocasiones hay cosas que no se pueden decir sin recurrir a lo verbal.
Por otra parte la autora también llama la atención sobre el hecho de que la impresión de verdad
o de falsedad está, a menudo, más vinculada a la relación imagen/texto que al propio contenido
de la imagen (Joly, 1994: 127).
6.9.3.2 La imagen de las palabras
Se trata de tener en cuenta el juego que se produce entre el contenido plástico del mensaje visual y
del mensaje verbal. Joly propone el ejemplo de un anuncio para ver con claridad a qué se refiere:
. un primer plano de perfil de una joven, con una expresión salvaje por su cabellera y su gesto,
que abraza a un chico;
. un texto en color rojo vivo, con una línea ascendente, con un grafismo que imita a la escritura
manual dice “tengo sangre Manoukian”.
Joly señala que, más allá de las funciones de enlace (hacer hablar a la chica) y de anclaje (subraya
el impulso de la chica), se plantea un contrapunto entre los diferentes niveles de expresión y
de contenido: el color sugiere la sangre, una sangre que está citada en el texto, y la forma y la
orientación del texto transmiten impulso y temperamento (Joly, 1994: 127).
La autora señala que el aspecto plástico de los textos se ha de observar cuidadosamente y caso
por caso, porque sabemos que es utilizado y conocido por los grafistas y por los publicitarios.
Sin embargo, indica Joly, a menudo se olvida este aspecto del texto para observar, únicamente,
el contenido lingüístico del mensaje verbal (Joly, 1994: 129). Las palabras tienen una signifi-
cación, pero esta significación es matizada y orientada por los elementos plásticos del mismo
modo que éstos contribuyen a la significación de la imagen visual (Joly, 1999: 121).
Cuando analicemos el signo lingüístico hemos de valorar la imagen de las palabras, sus tipo-
grafías, colores, texturas o formas de las letras “como una dimensión significativa completa,
llena de potencia expresiva”. Esta dimensión plástica del texto escrito ha sido estudiada por
diferentes autores, unos bajo el término de iconotextualidad y otros, como Raymond Que-
neau, bajo la forma más poética de el secreto de la escritura y de la tipografía quien señaló
que la tipografía y el texto funcionan de una manera bien curiosa, que todavía se conoce
poco del prodigioso esfuerzo de abstracción que está en el origen de los alfabetos aunque
el nuestro, a diferencia del griego, el hebreo o el árabe, ha perdido los valores misteriosos
(Joly, 1994: 129).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 6 275
elementos de las representaciones visuales
6.1 los estudios 6.2. los enfoques teóricos 6.3 los elementos, según villafañe 6.4 los elementos, según wong 6.5 el
estudio de la imagen, de aumont 6.6los elementos, según dondis 6.7 eco y la articulación del signo icónico 6.8 los
signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
modelo visual, de saint martin 6.11 los signos, según sönesson 6.12las fuerzas que participan en la experiencia visual,
según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
Pero al mismo tiempo se pregunta si el lenguaje verbal, que es lineal, es el mejor modelo para
analizar los componentes del lenguaje visual, que es espacial y que, como sucede con la ma-
teria, parece presentarse como aglomeraciones de estímulo y no mediante unidades aisladas
(Saint Martin, 1994: 2-3). En este sentido, la autora se pregunta si la apuesta teórica ha de ser
la de aislar unidades autónomas y simples en el lenguaje visual, cuando incluso las ciencias ex-
perimentales tienden a definir las unidades mínimas como centros de fuerza en lugar de como
centros de ser (Saint Martin, 1994: 3-4).
Otra de las características que se asocian con el lenguaje verbal es la existencia de un conjunto
finito de elementos que nos permiten componer un conjunto, finito o infinito de oraciones87.
En este sentido la autora indica que, cuando nos enfrentamos a la búsqueda de unidades mí-
nimas constitutivas del lenguaje visual, comprobamos que las categorías de elementos que lo
componen son numerosas y que, dentro de ellas, existe una gran variedad y cantidad. Así, por
ejemplo, si pensamos en el color o en la forma, comprobamos que la industria química ha podi-
do aislar más de 50.000 matices diferentes, o que combinando puntos, líneas o planos, podemos
producir una cantidad infinita de formas (Saint Martin, 1994: 3).
Saint Martin, teniendo en cuenta estas consideraciones, propone que el elemento básico del len-
guaje visual se defina a partir de las estructuras que son propias de la percepción visual, que este
elemento mínimo sea una región del campo visual en la que converja un punto de tensión, loca-
lizado tanto por la fijación de la mirada como por la dirección del dedo que recorre la superficie
de la obra, que la autora denomina colorema (colorème en el original de la autora), sobre el que
volveremos más extensamente en los siguientes apartados (Saint Martin, 1994: 5-6).
del campo visual está formada por una masa de materia energética, en la que se agrupan un conjunto
de variables visuales que se perciben a partir de la fijación de la mirada (Saint Martin, 1994: 6).
La autora utiliza el término de colorema, en lugar del de color, porque su uso le permite su-
brayar la importancia del color en el lenguaje visual, sin convertirlo en el elemento base del
discurso, ya que aunque el color posea una gran importancia en el lenguaje visual, está sujeto a
otras variables visuales que también participan en él (Saint Martin, 1994: 9).
Su propuesta acerca del elemento básico del lenguaje visual se aleja de la búsqueda del elemen-
to aislado que es propia del modelo lingüístico (Saint Martin, 1994: 9; Joly, 1994: 99-100), y
se aproxima a las propuestas de René Thorn, en el sentido de que la individualización de las
formas visuales se ha de realizar a modo de conjuntos de materia (Saint Martin, 1994: 9).
En este sentido, hemos de tener en cuenta que en el lenguaje visual no hay interrupciones si-
milares a las del lenguaje verbal (palabras aisladas mediante silencios), sino que cada colorema
está vinculado a otros, de modo que durante la percepción de una extensión del campo visual,
realizamos múltiples fijaciones para que cada una de ellas, una vez almacenadas en la memoria,
actúen libremente las unas sobre las otras y se influencien en la producción de percepciones
(Saint Martin, 1994: 10).
Este es el motivo por el que no podemos considerar como elementos básicos, por ejemplo,
el tono del color, el límite que produce la forma, la textura, la dimensión, la orientación o la
implantación en el plano, etc., ya que cuando aparece uno de ellos aparecen otros al mismo
tiempo. Sin embargo, el uso del concepto colorema nos permite aislar una unidad que está
formada por una agrupación de variables que se produce en la fijación de una mirada (Saint
Martin, 1994: 10).
Saint Martin realiza su tipología de variables a partir de los estudios de Jacques Bertin, teórico
de la semiología gráfica, que determinó que sus variables eran la textura, la tonalidad, el color,
la medida, la orientación, la forma y la implantación en el plano89. Saint Martin adapta esta cla-
sificación y determina que existen dos tipos de variables visuales, sin cuya conjunción no existe
percepción (Saint Martin, 1994: 21-22):
. las variables plásticas, que son las que están más vinculadas a las características objetivas de la
naturaleza, son el color y la textura;
. las variables perceptivas, el producto de una actividad de síntesis perceptiva que efectuamos
sobre la materia, y que son el contorno, la dimensión, la implantación en el plano y la vecto-
rialidad.
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6.1 los estudios 6.2. los enfoques teóricos 6.3 los elementos, según villafañe 6.4 los elementos, según wong 6.5 el
estudio de la imagen, de aumont 6.6los elementos, según dondis 6.7 eco y la articulación del signo icónico 6.8 los
signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
modelo visual, de saint martin 6.11 los signos, según sönesson 6.12las fuerzas que participan en la experiencia visual,
según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
La descripción del color nos plantea un handicap, ya que para describirlo objetivamente debemos
utilizar instrumentos ópticos90, pero para conocerlo debemos observar el proceso de la percep-
ción humana. Y no se puede asegurar que exista una identidad entre la realidad física mesurable a
través de los instrumentos y el color que percibe un observador (Saint Martin, 1994: 26)91.
Además de esta diferencia entre la realidad física y la percepción, hemos de tener en cuenta
que no todos los ojos ven los colores del mismo modo, ya que el color percibido depende de
factores como (Saint Martin, 1994: 27):
. la edad;
. las diferencias entre cada ojo;
. la coloración del cristalino;
. el contexto perceptivo;
. los mecanismos individuales y endógenos;
. la técnica de superposición, en el sentido de que un color extendido sobre diferentes superfi-
cies toma aspectos particulares que modifican su tono.
Saint Martin considera que existe una contradicción entre el limitado vocabulario que utili-
zamos para referirnos a los colores, y la cantidad de colores que podemos diferenciar, ya que
podemos distinguir miles de colores, pero apenas utilizamos una docena de términos para refe-
rirnos a ellos. Desde su punto de vista esta pobreza del lenguaje respecto a los colores explica,
en parte, el retraso de la humanidad en tomar conciencia de las estructuras del lenguaje visual,
sobre todo si tenemos en cuenta lo difícil que nos resulta integrar, en un sistema de conocimien-
to, objetos que no tienen nombre. A la escasez de léxico relacionado con la sensación de color,
se suma la variedad y la distinta cantidad de morfemas que se utilizan en cada lengua, a pesar de
que las sensaciones ópticas son las mismas para todas las culturas (Saint Martin, 1994: 30-31).
Dadas estas dificultades para nombrar colores, Saint Martin señala que se hace necesario aclarar el
fenómeno cromático sobre bases que no sean terminológicas (Saint Martin, 1994: 32), porque pa-
rece evidente que no podemos emparejar colores a conceptos verbales (Saint Martin, 1994: 30).
como casi iguales, podríamos decir que no existe un color concreto porque, en la experiencia
perceptiva real, es imposible ver un color que no esté rodeado de otro color. Así, cuando ha-
blamos de un color específico estamos haciendo abstracción, porque el rojo o el azul del que
hablamos, que vemos en nuestra mente aislado, no existe porque todos los rojos o azules que
percibamos en la realidad serán siempre diferentes (Saint Martin, 1994: 28).
Percibir un color no es un proceso acotado, sino que es un proceso que no se interrumpe y que
hace que el color que percibimos esté modificado por el color que lo ha precedido, de manera
que el color que vemos en una primera ojeada no es el mismo que cuando lo vemos por segunda
o por tercera vez (Saint Martin, 1994: 29).
Se considera que seis de estos colores, el rojo, naranja, amarillo, verde, azul y violeta, son los
fundamentales porque se pueden definir por una longitud de onda precisa y diferente (son
los colores monocromáticos). Estos colores monocromáticos no se pueden ver directamente
en la naturaleza, ni como luces ni como objetos coloreados porque “sólo los medios técnicos
permiten obtener colores monocromáticos suficientemente saturados”, indica la autora (Saint
Martin, 1994: 33).
6.10.3.1.1.3.2 Colores reflejados
Los estudios recientes sobre la psicología del ojo demuestran que en nuestra retina existen tres
tipos de conos que registran, respectivamente, tres zonas del espectro: la azul-violeta, la verde
y la rojo-naranja. Estos conos reciben el color según la teoría del color reflejado: la materia
física opaca, que puede ser de diferentes materiales, posee diversas capacidades de absorción y
de reflexión de la longitud de las ondas luminosas que llegan a su superficie. Luego los colores
visibles se constituyen del siguiente modo:
. cuando se reflejan todas las longitudes de onda, se dice que la superficie es blanca;
. cuando se absorben todas, se dice que es negra;
. cuando la materia solo absorbe las ondas largas (que llamamos rojo) y las ondas medias (que
llamamos amarillo y verde) y reflejan las ondas cortas, producen en el cerebro la sensación
que denominamos azul.
Esta teoría plantea la hipótesis de que el rayo luminoso puede reflejar colores primarios (las ondas
simples) y los colores secundarios o terciarios (ondas compuestas), pero Saint Martin considera
que esta propuesta es muy teórica, ya que en el entorno natural casi nunca podemos ver estos
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 6 279
elementos de las representaciones visuales
6.1 los estudios 6.2. los enfoques teóricos 6.3 los elementos, según villafañe 6.4 los elementos, según wong 6.5 el
estudio de la imagen, de aumont 6.6los elementos, según dondis 6.7 eco y la articulación del signo icónico 6.8 los
signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
modelo visual, de saint martin 6.11 los signos, según sönesson 6.12las fuerzas que participan en la experiencia visual,
según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
colores primarios en estado puro, porque bien debido a la iluminación, bien a las características
del propio cuerpo opaco que refleja la luz, están modificados (Saint Martin, 1994: 34-35).
Sin embargo, a pesar de estas dificultades, la noción de color primario ha jugado un papel im-
portante en la teoría del discurso visual, y se ha llegado a suponer que podíamos formarnos la
imagen mental visual de cualquier color en su punto de cromaticidad y de saturación máximo,
y que esta imagen podía servir como referencia común en cualquier mención de un fenómeno
cromático. Pero, como subraya Saint Martin (Saint Martin, 1994: 36), esta imagen mental es
diferente para cada uno de nosotros porque está construido de recuerdos de color y es difícil,
afirma, que lo que se evoca como rojo, o como azul, sea el mismo color para todos. En este
sentido, Albers realiza una experiencia pedagógica que demuestra que diferentes observadores
no son capaces de reconocer un color rojo que conocen, el rojo de Coca Cola, cuando está
colocado entre otros rojos (Saint Martin, 1994: 37).
Otro aspecto acerca de los colores primarios que hemos de tener en cuenta es que cada medio
de reproducción se estructura de un modo diferente y así (Saint Martin, 1994: 34):
. las pantallas de televisión u otros tipos de monitores construyen los colores a partir de los
primarios de la luz, el azul oscuro, el rojo y el verde;
. la imprenta utiliza como colores primarios el magenta, el amarillo y el cyan, que son los co-
lores primarios pigmento.
Arnheim considera que los otros colores, que no son fundamentales, se presentarían como una
mezcla de dos o tres colores, como unas combinaciones en los uno de los colores fundamenta-
les se encuentre de forma preponderante.
Saint Martin opina que este sistema armónico tiene una laguna importante, porque solo tiene
en cuenta una de las variables visuales, el color, y no considera el impacto de otras característi-
cas de color, como la luminosidad o la saturación (Saint Martin, 1994: 39).
nómeno cromático, por lo que propone que se utilice para sustituir las de colores primarios y
colores secundarios (Saint Martin, 1994: 40 y ss.).
Como hemos ido señalando a lo largo del apartado sobre color, la realidad de la percepción
del color nos impide fundamentar un sistema de colores sobre cualidades que sean absolutas,
constantes y aislables. Por este motivo Saint Martin, en lugar de inventar un vocabulario para
designar colores, o de establecer una terminología que incluya las variantes en las distintas
lenguas, propone elaborar un sistema de descripción del color que está fundamentado en dos
aspectos (Saint Martin, 1994: 41-42):
. en las últimas hipótesis de la neurofisiología de la visión, que señalan que los conos de la
visión no reaccionan ante un color, sino ante una serie de matices de características comunes
y que están relacionados con un polo coloreado; de modo que, por ejemplo, los receptores
del rojo reaccionan al bermellón o al carmín, por lo que hablaríamos, en este caso, del polo
cromático rojo, en lugar del color rojo;
. en las investigaciones que Berlin y Kay han realizado en distintas sociedades, tanto primitivas
como avanzadas, y que les llevan a la conclusión de que hay una docena de colores que son
reconocidos y nombrados en todo el mundo.
Teniendo en cuenta todas estas cuestiones, Saint Martin propone que los polos cromáticos
específicos94 sean los colores que son reconocidos y nombrados por todos los seres humanos:
el rojo, el azul, el amarillo, el verde, el naranja, el violeta, el ocre, el púrpura, el marrón, el rosa,
el blanco, el negro y el gris95 (Saint Martin, 1994: 42). La autora incluye el blanco y el negro en
su listado de colores, aunque admite que poseen un estatuto particular al poder hacer que otros
colores sean más claros o más oscuros (Saint Martin, 1994: 43).
La autora señala que hemos de tener en cuenta dos cosas respecto a esta lista (Saint Martin,
1994: 42-43):
. que contempla los colores en función de la experiencia empírica, sin tener en cuenta si un
color es primario o terciario, en un determinado proceso de reproducción;
. que es posible que esta lista no sea completa, ya que hay sociedades que poseen más nombres
para diferenciar un mayor número de colores.
Estos polos cromáticos pueden ser analizados y descritos a partir de las características más
importantes de los colores: la cromaticidad, la saturación, la tonalidad, la luminosidad y la
complementariedad (Saint Martin, 1994: 45-53)
6.10.3.1.1.4.1. Cromaticidad
Designa el carácter sensorial específico que define un color, el que lo diferencia u opone a otro
color. La cromaticidad de un color se altera cuando incorporamos blanco o negro, lo que gene-
rará una iluminación muy viva o muy oscura.
6.10.3.1.1.4.2 Saturación
Se trata del nivel máximo de vibraciones que un color puede generar sin transformarse en otro
color. Esta saturación no solo resulta de la aplicación de un color, sino también de las interac-
ciones que se establecen entre un color determinado y los que lo rodean, que pueden hacer
disminuir o aumentar la saturación de un color.
6.10.3.1.1.4.3 Tonalidad
Se refiere a la cantidad de claro o de oscuro que posee un color cuando se incorpora, a la mez-
cla, el color negro y el color blanco.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 6 281
elementos de las representaciones visuales
6.1 los estudios 6.2. los enfoques teóricos 6.3 los elementos, según villafañe 6.4 los elementos, según wong 6.5 el
estudio de la imagen, de aumont 6.6los elementos, según dondis 6.7 eco y la articulación del signo icónico 6.8 los
signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
modelo visual, de saint martin 6.11 los signos, según sönesson 6.12las fuerzas que participan en la experiencia visual,
según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
6.10.3.1.1.4.4 Luminosidad96
La luminosidad designa la intensidad de la vibración de los rayos luminosos que percibimos en
cualquier región cromática. Llevada a su extremo, la luminosidad se convierte en un resplan-
dor que no se limita a la superficie que lo genera. La autora considera que el contraste entre
dos regiones coloreadas depende más de sus diferencias de luminosidad, que de su diversidad
cromática, de modo que una figura roja que está sobre un fondo verde parece indecisa si ambos
poseen una intensidad luminosa igual, porque la igualdad luminosa disuelve las fronteras.
6.10.3.1.1.4.5 Complementariedad97
La complementariedad es un fenómeno perceptivo subjetivo que hace que toda percepción de
un color entrañe, necesariamente, la proyección por el ojo de otro color, el complementario, en
el campo visual. Los colores complementarios están construidos a partir de las hipótesis de los
colores primarios, por lo que variarán en función de éstos.
Este fenómeno de la complementariedad ha sido explicado por diversas hipótesis como, por
ejemplo, la de la “fatiga retiniana”, que indica que la complementariedad se produce cuando se
utiliza más la sustancia química de unos conos que la de los otros: cuando termina el estímulo,
la fatiga en los conos que se han usado hace que veamos el color complementario porque reac-
cionan los conos que no hemos “desgastado”.
Otra de las hipótesis que intenta explicar este fenómeno es la “ley de completar” de Goethe,
según la cual el ojo aspira a ver, o a producir en el campo visual, los otros colores que no están
presentes para recrear la totalidad cromática.
Los colores complementarios juegan un papel importante en la organización del campo espa-
cial, porque el ojo que ha visto un cierto color busca espontáneamente su complementario. Si
éste no está en el mismo campo visual, se crea en el ojo una tensión que producirá contrastes de
tonalidad, contrastes cromáticos simultáneos y sucesivos.
Saint Martin considera que, en los trabajos sobre el color, se ha hablado poco de este efecto de
igualación porque parece que contradice las leyes del contraste simultáneo, pero afirma que
no es así, porque cada uno de ellos se produce en estados específicos del campo visual (Saint
Martin, 1994: 54).
realizado un tipo de examen tan exhaustivo como el que realizó Chevreul. Por su parte, señala,
los trabajos de la psicología de la Gestalt han establecido que los contrastes simultáneos de color
y de tonalidad forman parte de toda experiencia del campo visual (Saint Martin, 1994: 55).
a. Contrastes cromáticos
El contraste simultáneo cromático es un fenómeno por el que una superficie cromática, que es
contigua a otra superficie que posee un color diferente, se enriquece de un componente antago-
nista debido a su relación con el color de esta segunda superficie (Saint Martin, 1994: 55).
Según la ley tradicional de los contrastes simultáneos, cuando el ojo percibe un color determi-
nado, se produce una reacción que proyecta sobre el propio color, o sobre una región vecina,
su color complementario. Si el ojo percibe azul, proyecta su complementario, el naranja; si ve
rojo, proyecta el verde; si percibe amarillo, proyecta violeta, etc. Así, debido a este contraste,
si el ojo mira una región roja que está situada en el campo visual al lado de un verde, este verde
se volverá mucho más intenso.
La autora señala que es imposible deducir a priori las transformaciones cromáticas que genera-
rán los contrastes simultáneos de unos determinados colores, ya que los colores complemen-
tarios proyectados se modifican según la composición real de colores, y no según su croma
dominante (Saint Martin, 1994: 58-59).
b. Contrastes de tonalidad
Con la tonalidad sucede algo parecido a lo que sucede cuando los colores sufren variaciones
por la acción de los colores vecinos, aunque no es fácil diferenciar lo que realza su cualidad cro-
mática de lo que realza su cantidad de sombra o de claridad, cuando los cambios los producen
el negro y el blanco (Saint Martin, 1994: 59).
Cuando percibimos dos grises que están uno al lado del otro, se acentúa la diferencia entre ellos
de modo que el gris oscuro parece más oscuro y el gris claro, más claro. Köhler observó que
cuando un objeto gris está en un entorno claro y cuando otro objeto, del mismo color gris, está
en un entorno oscuro, el gris rodeado por una superficie blanca parece más oscuro que el gris
rodeado de una superficie oscura (Saint Martin, 1994: 60).
A diferencia del color que resulta de la mezcla de pigmentos coloreados, este tercer color, obte-
nido por mezcla óptica, conserva toda su luminosidad (Saint Martin, 1994: 64).
6.10.3.1.2 Textura
La autora considera que el término de textura puede referirse a diferentes aspectos (Saint Mar-
tin, 1994: 65):
. a la propiedad de la masa de color, que genera un efecto psicofísico debido a la distinta absor-
ción y refracción de los rayos luminosos sobre los cuerpos opacos, y que modifica sus efectos
cromáticos en la superficie;
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 6 283
elementos de las representaciones visuales
6.1 los estudios 6.2. los enfoques teóricos 6.3 los elementos, según villafañe 6.4 los elementos, según wong 6.5 el
estudio de la imagen, de aumont 6.6los elementos, según dondis 6.7 eco y la articulación del signo icónico 6.8 los
signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
modelo visual, de saint martin 6.11 los signos, según sönesson 6.12las fuerzas que participan en la experiencia visual,
según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
. podemos referirnos al grano de la superficie en la que se produce la percepción del color, que
es distinto si se trata de madera, tela, papel, etc., y que puede ser acentuado o disminuido por
la composición y por el modo de presentación del pigmento.
La textura también puede depender del modo como se extiende el pigmento como, por ejem-
plo, superponiendo capas, modificando su espesor, usando distintas técnicas de disolución,
etc., unas diferencias que son mejor conocidas en la actualidad debido a la Action Painting
americana y a la introducción de diferentes tipos de materias en el pigmento (Saint Martin,
1994: 66-67).
La textura es un componente esencial del lenguaje visual que nos lleva al espacio táctil a través
del órgano de la vista, por lo que esta variable visual confirma la capacidad que posee el lenguaje
visual de llevarnos a espacios sensoriales que no son visuales, de llevarnos a espacios propios
de nuestra experiencia de la realidad, pero que no corresponden propiamente al fenómeno de
la visión (Saint Martin, 1994: 68). Así, cuando representamos en la obra pictórica una mesa de
madera, sin utilizar este material, generamos la ilusión de una textura, por lo que cuando ambos
están presentes en el lenguaje visual, pueden connotar objetos o experiencias almacenadas en
nuestra memoria (Saint Martin, 1994: 68).
Saint Martin señala que numerosos movimientos artísticos contemporáneos utilizan como re-
curso las características de las texturas como lenguaje visual, en lugar de referirse a objetos
identificables. Esta forma de lenguaje, más que buscar la referencia en objetos, nos traslada a
experiencias conocidas de la realidad como la dureza, la suavidad, lo penetrable, lo elástico, lo
liso, etc. (Saint Martin, 1994: 68-69).
6.10.3.2 Variables perceptuales
Como señalábamos en un apartado anterior, mientras que las variables plásticas son percibidas
de forma directa, las perceptuales son producto de los mecanismos de la percepción. Ellas son
la dimensión, la posición en el plano, la dirección y los contornos.
6.10.3.2.1 Dimensión
Con esta variable la autora se refiere a la extensión de materia que podemos observar en una
fijación, una masa que posee las tres dimensiones pero que no se puede medir, una masa que
está dotada de un volumen interno que está caracterizado por una dirección y una expansión
particulares (Saint Martin, 1994: 69-70).
Hemos de tener en cuenta que el uso de las variables visuales pueden alterar el equilibrio de las
energías de la masa porque, como apreció Albers, si aumentamos la cantidad del color reduci-
mos visualmente la distancia respecto al espectador aunque no modifiquemos la dimensión del
formato, produciendo un efecto de proximidad y de intimidad (Saint Martin, 1994: 44).
Pero además de la anchura y la altura, hemos de tener en cuenta a la tercera dimensión, la pro-
fundidad, que también está vinculada, necesariamente, a toda percepción visual. Existen dos
modos de profundidad espacial en el lenguaje visual, la profundidad óptica y la profundidad
ilusoria. La presencia de una o de otra modifica algunas de las variables visuales, motivo por el
cual la posición en el plano, aunque esté producida por una síntesis perceptiva, constituye una
característica esencial de la unidad del lenguaje visual (Saint Martin, 1994: 71).
En el capítulo 9 haremos referencia a estos dos tipos de profundidad, que están relacionados
con los valores (significados?) térmicos y gravitatorios de los colores.
6.10.3.2.3 Orientación
Esta variable se refiere a la dirección que toma, en las tres dimensiones, el movimiento energé-
tico que se genera en el colorema a partir de las variables visuales. Esta dirección es percibida
como una tensión que tiene orientación y puede estar en relación con otros elementos del
campo visual, ya que el conjunto de direcciones que se producen en los coloremas están rela-
cionados y repercuten los unos sobre los otros (Saint Martin, 1994: 78-79).
6.10.3.2.4 Contornos
Con este término la autora se refiere al cambio cualitativo que se produce entre dos regiones
vecinas en el campo visual y que es perceptible en uno o varios coloremas. Señala que el análisis
tradicional sólo lo ha tenido en cuenta cuando una agrupación perceptual de numerosos colo-
remas podía determinar lo que se ha denominado, en un sentido limitado, forma. Señala que
estos contornos pueden presentarse como netos, al estar marcados por una línea, o como no
netos, cuando, por ejemplo, están marcados por una zona degradada (Saint Martin, 1994: 79).
A causa del papel preponderante que juega esta variable del contorno en la percepción de con-
juntos diferenciados, la autora tratará a continuación las formas, teniendo en cuenta que están
compuestas por todas las variables visuales, tanto las plásticas como las perceptuales (Saint
Martin, 1994: 80).
6.10.3.2.4.1 Formas
La variable contorno juega un papel preponderante en la constitución perceptual de conjun-
tos diferenciados, en las denominadas formas. En este sentido es importante recordar que las
formas se configuran cuando se produce un reagrupamiento de todas las variables visuales
mediante relaciones topológicas (que son estables y continuas) y gestálticas. Al ser el resul-
tado de una interacción de fuerzas, toda forma posee una dirección en cualquiera de las tres
dimensiones. Para definir la forma, la autora indica que sólo podemos hacerlo si nos referirnos
a aquello que las diferencia como, por ejemplo, si son abiertas o cerradas, actuales o virtuales,
etc. (Saint Martin, 1994: 80-81).
6.10.3.2.4.1.1 Formas abiertas o cerradas
La autora establece una diferenciación entre formas abiertas y cerradas, de modo que si su con-
torno, que puede estar marcado o no por una línea, empieza y acaba en el mismo sitio, estamos
ante una forma cerrada (Saint Martin, 1994: 81).
B. Formas virtuales
La autora indica que estas formas pueden presentar las mismas características que las formas
actuales.
Las estructuras del PO generan una serie de coordenadas que constituyen significantes y sig-
nificados en sí mismas porque, antes de que se realice el gesto plástico, las estructuras generan
limitaciones del mismo modo que lo hacen las estructuras sintácticas que utilizamos en una
lengua natural. Así, desde el momento en que dos rectas paralelas, verticales y horizontales,
construyen una porción de la realidad, el que percibe está situado frente a algo que es diferente
a la realidad espacial que lo rodea (Saint Martin, 1994: 102 y 108).
Pero es necesario, añade el autor, que distingamos la imagen de otros tipos de signos visuales como,
por ejemplo, la escritura, los logotipos, los gestos, etc.; y de otros tipos de signos icónicos como,
por ejemplo, la onomatopeya100, el símbolo, el ballet, el mimo, etc. (Sönesson, 1992a: 46-47).
Pero el autor considera que el hecho de que la articulación haya sido tan mal comprendida
por la semiótica no es tan extraño si se tiene en cuenta que se trata de un concepto que incluso
está mal definido por la lingüística, ya que se trata de un concepto operatorio que nunca se ha
justificado de forma explícita (Sönesson, 1992: 47-48).
Tras criticar con dureza las aportaciones que ha realizado Eco en torno a los distintos tipos de
articulaciones, sobre todo las relacionadas con la triple articulación, Sönesson considera que es
erróneo buscar unidades mínimas al margen de la lengua, ya que en la imagen no hay nada que
se parezca ni a la primera ni a la segunda articulación de la lingüística (Sönesson, 1992a: 52).
plástica en las imágenes (icónica cuando la imagen genera la ilusión de reproducir una escena
del mundo real; plástica cuando la expresión nos lleva a significados más abstractos), pero
añade que la distinción está hecha con términos erróneos, porque el sentido que Peirce da al
término iconicidad permite que el lenguaje plástico pueda ser tan icónico como el lenguaje que
se denomina icónico (Sönesson, 1992a: 55), ya que las propiedades que comparten dos objetos
que comparten una relación icónica no tienen por qué ser visuales101 (Sönesson, 1992a: 46-47).
Sönesson señala que, aunque no está seguro de si hay alguien que haya podido interpretar co-
rrectamente a Peirce, él cree hay algo que sí se puede afirmar con certeza respecto a la semiótica
peirceana: que la iconicidad no se limita a una semejanza con el mundo exterior, por lo que la
ilusión referencial que algunos autores asignan al iconismo de Peirce, se debe a interpretaciones
erróneas de sus textos (Sönesson, 1992a: 55-56).
Luego este autor considera que los dos tipos de signos que distinguen Greimas y el Grupo µ
pueden ser icónicos, ya que una forma redondeada (signo plástico en la terminología del Grupo
µ) se asemeja a la redondez que, a su vez, sinestésicamente, se asemeja la suavidad, etc. Por este
motivo Sönesson establece la distinción, en la imagen, entre los signos pictóricos y los signos
plásticos (Sönesson, 1992b).
Avanzándose a quienes critiquen sus fuerzas por irreales o ilusorias, el autor señala que la
gravedad, el movimiento, etc., son fuerzas tan reales o tan ilusorias como lo pueda ser el color,
ya que nos referimos a él como si fuera una propiedad de los objetos cuando, en realidad, es la
reacción del sistema nervioso ante la diversidad de longitudes de onda de la luz; luego, añade,
estas fuerzas son tan reales como cualquier otra cosa que percibamos, sintamos o pensemos
(Arnheim, 1969: 5-7).
6.12.1 La forma y el color
Arnheim señala que, si lo consideramos rigurosamente, toda apariencia visual está producida
por el color y por la claridad, ya que los límites que determinan la forma vienen dados por la
capacidad que tiene el ojo para distinguir entre las áreas de diferente claridad y las de diferente
color. Así, incluso en el caso de los dibujos lineales, las formas se hacen visibles gracias a las dife-
rencias de color y de claridad que existen entre la tinta y el papel. Pero a pesar de ello, Arnheim
considera que está justificado hablar de la forma y del color como fenómenos independientes,
porque las propiedades de redondez y/ de angularidad de las formas son independientes de los
valores que las hacen visibles, esto es, un disco es tan circular si es de color verde como si es de
color rojo (Arnheim, 1969: 275).
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signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
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según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
Tradicionalmente se ha considerado que la forma es más importante que el color103, pero Arn-
heim considera que ambos cumplen las dos funciones más características del acto visual: la de
transmitir expresión, y la de permitirnos reconocer objetos y acontecimientos. Así, si bien es
la forma la que nos permite diferenciar un álamo de un abedul, es el color el que nos permite
distinguir un chianti de un sauterne, o el que aporta comunicación en las señales, gráficos y
uniformes (Arnheim, 1969: 274-275)
Pero aunque ambos cumplan las dos funciones, el autor considera que la forma es más eficaz
como medio de comunicación, y que el color lo es más a la hora de obtener impacto expresivo.
Así, mientras que las formas suministran una inmensa variedad de figuras que son claramente
discernibles, ninguna forma puede rivalizar expresivamente con una puesta de sol o con el azul
mediterráneo (Arnheim, 1969: 275).
6.12.2 La forma
La visión no es una recepción pasiva que registra con fidelidad todos los detalles, al modo de
una cámara fotográfica, sino que es una recepción activa que selecciona unos detalles y descarta
otros (Arnheim, 1969: 28). Entre los detalles esenciales que capta la vista se encuentra la forma,
esto es, los aspectos espaciales de las cosas, pero sin incluir la ubicación y la orientación, ya que
la forma no nos indica ni dónde se encuentra un objeto, ni tampoco si está al derecho o al revés
(Arnheim, 1969: 32).
Es importante destacar que no hay una única concepción de lo que es la forma, ya que mientras
que para la representación occidental heredera del Renacimiento, la forma es lo que se ve desde
un punto de vista fijo, para los egipcios, los indios norteamericanos, los cubistas o los niños
(cuando, por ejemplo, dibujan un nene en el vientre de su madre), no existen estas restricciones
(Arnheim, 1969: 32).
6.12.2.1 Influencia de la memoria y de la necesidad
en la percepción de la forma
La forma que vemos en un momento determinado está influenciada por dos factores:
. por las formas que hemos percibido en el pasado, y que han dejado su huella en nuestra me-
moria;
. por la necesidad personal, que hace que deseemos ver unos determinados objetos porque,
como indica Gombrich, “cuanto mayor atractivo biológico nos presente un objeto, tanto
más afinados estaremos para reconocerlo; y tanto mayor será (…) nuestra tolerancia ante sus
posibles deficiencias de correspondencia formal”104 (Arnheim, 1969: 33-34)
Este último factor, el de la influencia de las necesidades personales en la percepción, son utili-
zadas en el test de Rorschach, donde la ambigüedad estructural de sus manchas de tinta admite
tal variedad de interpretaciones, que el observador elige la que se adecua mejor a su estado de
ánimo (Arnheim, 1969: 34).
todo patrón estimulante tiende a verse de modo tal, que la estructura resultante sea tan simple
como lo permitan las condiciones dadas (Arnheim, 1969: 36-37).
En este sentido, los resultados que han obtenido diferentes investigadores acerca de la percep-
ción de la forma muestran que, a pesar de que se produce una gran variedad de reacciones, en
todos los casos se produce una simplificación del patrón estimulante, lo que significa que, de
alguna manera, se nos impone la percepción de la forma más simple posible. Así, por ejemplo,
cuando se estudia la percepción de figuras que contienen ambigüedades, las reacciones anulan
la ambigüedad y tienden a la simplificación de la forma (Arnheim, 1969: 45-48).
6.12.3 El color
6.12.3.1 Colores cálidos y colores fríos
Arnheim señala que como las observaciones experimentales no han logrado aportar una teoría
psicológica sobre la temperatura de los colores, él se considera legitimado para hacer su propia
teoría al respecto, aunque sus conclusiones puedan ser inexactas. (Arnheim, 1969: 279).
posea un color. Así, por ejemplo, un color rojo azulado (rojo como color principal, y en teoría
cálido) parecerá frío (por el color azul que lo desvía del principal), y un color azul rojizo pare-
cerá cálido (por la misma razón); por otro lado, un rojo muy claro resultará más frío que otro
rojo menos claro (Arnheim, 1969: 279-280).
En cuanto a las razones que hacen que utilicemos los términos de cálido y frío para referirnos a
una cualidad expresiva del color, Arnheim indica que no debemos asociarlos a nuestro recuerdo
de las relaciones que se establecen entre colores y temperaturas (fuego, rojo anaranjado, etc.),
ya que no es probable que cuando vemos una rosa de color rojo oscuro pensemos, por ejemplo,
en un baño caliente, y que lo que sucede “es que el color produce una reacción que también
provoca la estimulación del calor, y se utilizan las palabras ‘cálido’ y ‘frío’ para caracterizar los
colores.”106 (Arnheim, 1969: 281)
Arnheim entiende que su sugerencia es aventurada, y que sólo se justifica por el hecho de que
como en este campo de estudio las teorías escasean, “una hipótesis sin fundamentación resulta
mejor que nada” (Arnheim, 1969: 280).
Arnheim considera que estas contradicciones pueden deberse a que las personas preferimos
colores distintos para objetos distintos, esto es, podemos preferir un color para nuestro auto-
móbil, pero otro para nuestro cepillo de dientes, etc. Cuando en el laboratorio del psicólogo se
exhibe un muestrario de colores, no sabemos si el sujeto está asociando el color a una aplicación
práctica, por lo que los resultados contradictorios pueden deberse a que se estén haciendo aso-
ciaciones diversas. Arnheim indica que se ha de poder controlar este factor realizando experi-
mentos con colores referidos a objetos específicos (Arnheim, 1969: 284-285).
Una de las reglas más estudiadas ha sido la denominada armonía de color, un tipo de compo-
sición que hace que los valores se fundan agradablemente entre sí (Arnheim, 1969: 286), y que
ha sido formulada de a partir de los esquemas tridimensionales elaborados cuando se descubrió
que el color estaba determinado por las tres dimensiones de tinte, claridad y saturación. A par-
tir de estos esquemas, que tenían la doble finalidad de identificar cualquier color, objetivamen-
te, y determinar qué colores armonizan entre sí, Ostwald definió la armonía como una relación
entre colores que poseen idéntico tinte o idéntico grado de saturación, lo que implicaba que
todos los tintes que tuvieran idéntico grado de saturación, estaban en relación armónica entre
sí (Arnheim, 1969: 287).
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signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
modelo visual, de saint martin 6.11 los signos, según sönesson 6.12las fuerzas que participan en la experiencia visual,
según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
Además de definir la armonía, tanto Ostwald como Munsell señalaron que a la relación entre
los colores le afectan otros factores como, por ejemplo, el tamaño. Sostuvieron, en este sentido,
que era adecuado aplicar colores apagados en las grandes superficies, y colores con alto grado
de saturación en las áreas pequeñas. Pero una obra de Matisse, de 37.500 centímetros cuadra-
dos, cubierta, casi en su totalidad, de un color rojo intenso, demuestra que esta última norma
“no era sino expresión de una moda pasajera” (Arnheim, 1969: 287-288)
Añade que los intentos por acotar las unidades de color (o de matices, o de saturaciones) proce-
den de las necesidades que surgen en la fabricación de pigmentos y en la producción, en masa,
de objetos de colores en la industria, ya que el artista o la práctica artística se mueve con libertad
a través del continuum de los colores, sin que ningún intento de normalizar los colores haya
influido en la composición artística, al margen de determinadas escuelas o modas específicas
(Arnheim, 1969: 289-290).
6.12.4 El equilibrio
Arnheim considera que los elementos de una obra de arte se han de distribuir de un modo que
provoquen equilibrio, un estado que ha sido descrito desde la física como el estado de un cuer-
po en el cual las fuerzas se compensan mutuamente, una definición que es aplicable al equilibrio
visual, un equilibrio que se detecta intuitivamente (Arnheim, 1969: 8).
6.12.4.1.1 El peso
El peso de un elemento depende de su ubicación, tamaño, color, aislamiento, forma y direc-
ción. El elemento será más pesado si está situado en la parte superior o en la parte derecha de la
composición, si es luminosos, o si está aislado de otros elementos. Y será también más pesado
si posee una forma regular y si su dirección es vertical (Arnheim, 1969: 11-13)
Arnheim cree que es probable que dotemos de más peso a la parte superior debido a la gravi-
tación, pero que se ignora cómo se produce su efecto en el acto visual. También es posible que
en la evaluación del equilibrio visual tenga su papel el conocimiento que tenemos acerca del
manejo de los objetos físicos, que nos ha enseñado que la pesadez en la parte inferior asegura la
estabilidad… Aunque también es posible que alguna función de la corteza cerebral registre esta
asimetría (Arnheim, 1969: 16-17)
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signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
modelo visual, de saint martin 6.11 los signos, según sönesson 6.12las fuerzas que participan en la experiencia visual,
según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
En cuanto al hecho de que todo objeto pictórico parezca pesar más en la derecha del cuadro,
Arnheim indica que este desequilibrio suele relacionarse con el dominio que posee el hemis-
ferio izquierdo, que contiene los centros superiores del lenguaje, la escritura y la lectura, so-
bre las personas diestras. Si este dominio se aplica al centro de visión izquierdo, resultará que
la percepción favorecerá a los datos visuales que estén en la parte derecha del campo visual,
por lo que esta zona estará más articulada, y sus elementos aparecerán con mayor claridad
(Arnheim, 1969: 18-20)
6.12.4.2.2 La dirección
El otro factor que, según Arnheim, determinan el equilibrio, es la dirección, un factor que, a
su vez, está influido por la ubicación y la forma de los objetos. La ubicación, porque el peso de
cualquier elemento atraerá a los objetos vecinos, imponiéndoles, así, una dirección.
La forma produce ejes en los objetos pictóricos que crean, a su vez, fuerzas dirigidas en dos
direcciones opuestas, arriba/abajo y derecha/izquierda. Así, por ejemplo, la figura humana en
posición erguida siempre señala una fuerza verticalmente dirigida; o en el teatro, por ejemplo,
la mirada de los actores crea unas direcciones espaciales que reciben el nombre de líneas visua-
les (Arnheim, 1969: 14-15).
6.12.4.2 La importancia del equilibrio
Arnheim sostiene que el equilibrio es un medio para conseguir que un enunciado artístico sea
inteligible, pero que lo más normal es señalar que el equilibrio al que tiende el artista se debe
a la búsqueda de sensaciones placenteras. Pero, ¿por qué resulta agradable el equilibrio? Hay
varias propuestas en este sentido, pero el autor señala que la necesidad de equilibrio debe co-
rresponder a que el universo tiende a un estado de equilibrio en el cual todas las asimetrías de
distribución existente se eliminarán (Arnheim, 1969: 20-21).
6.12.5 La luz
6.12.5.1 La experiencia de la luz
Tanto para el hombre como para los demás animales diurnos, la luz tiene tal presencia e influencia
en nuestras vidas que, aunque sabemos que vivimos con una luz prestada que viene del universo,
nuestro ojo nos dice que la luz es una propiedad de nuestro cielo, que el sol es su atributo más
brillante, y también creemos que el brillo que poseen los objetos terrestres son propiedades de los
propios objetos, y no el resultado de la reflexión de la luz (Arnheim, 1969: 247-249).
Arnheim señala que en las primeras etapas de las artes visuales no se representaba la luz, porque no se
consideraba que fuese un fenómeno visual con derecho propio, y que aunque se incluían lámparas, o
el mismo sol, no parecía que sus rayos fueran los que nos permitían visualizar los objetos. Después,
cuando comenzó a representarse, no siempre se hizo utilizando los valores de claridad correctos; así,
por ejemplo, en las composicones simétricas de los pintores medievales, la claridad que acompañaba
a las figuras se adaptaba a los requerimientos de la composición (Arnheim, 1969: 262-263).
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estudio de la imagen, de aumont 6.6los elementos, según dondis 6.7 eco y la articulación del signo icónico 6.8 los
signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
modelo visual, de saint martin 6.11 los signos, según sönesson 6.12las fuerzas que participan en la experiencia visual,
según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
Básicamente, según Arnheim, existen dos formas de representar pictóricamente la luz (Arn-
heim, 1969: 271-272):
. se aplica color y claridad localmente y de forma homogénea, y después se añade luz y sombra,
como sucedía en la la pintura medieval y en la de los comienzos del Renacimiento, aunque es
una forma que todavía sobrevive en la actualidad;
. se le dota a cada punto del cuadro con un valor de claridad y de color, consiguendo que el
observador tenga una experiencia de iluminación similar a la del espacio físico, como sucedió
con los impresionistas que hacían de cada punto, sobre todo en la época del puntillismo, una
fuente luminosa
Cuando la pintura reacciona contra el impresionismo y vuelve al objeto bien definido, sucede-
rán varias cosas con la representación de la luz: en algunos casos vuelve la iluminación tradicio-
nal, pero en los estilos más característicos del arte moderno, o bien se ignora la iluminación, o
bien se transforma en un recurso totalmente nuevo, ya que el sombreado y las gradaciones de
claridad se utilizan más para representar volúmenes y organizar el espacio, que para transmitir
iluminación (Arnheim, 19 69: 272).
Si, además, tenemos en cuenta que las unidades que poseen valores de claridad semejantes se
agrupan en la percepción, a través de estos recursos podemos establecer distintos planos (utili-
zando las diferencias de claridad), y podemos situar en cada plano los elementos que queramos,
igualando sus valores de claridad (Arnheim, 1969: 256).
6.12.6 El movimiento
Arnheim considera que todo objeto visual es un acontecimiento dinámico, y que algo que está
en reposo no está sin fuerzas, sino que es algo que se encuentra en equilibrio, al margen de que
la forma sea móvil o inmóvil (Arnheim, 1969: 307).
En un cuadro, o en una estatua, el equilibrio está constituido por las acciones de las fuerzas que
se atraen y se repelen entre sí, que se orientan en direcciones particulares y que se manifiestan
en secuencias espaciales de forma y color (Arnheim, 1969: 311)
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estudio de la imagen, de aumont 6.6los elementos, según dondis 6.7 eco y la articulación del signo icónico 6.8 los
signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
modelo visual, de saint martin 6.11 los signos, según sönesson 6.12las fuerzas que participan en la experiencia visual,
según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
La explicación tradicional argumenta que el fenómeno se debe a que añadimos otras experien-
cias anteriores de movimiento a las formas visuales estáticas. Sin embargo, señala Arnheim, hay
imágenes que sí nos transmiten movimiento y otras que no, cuando la influencia de nuestra
experiencia pasada debería ser la misma en todos los casos, por lo que siempre deberíamos ver
movimiento en ellas107 (Arnheim, 1969: 338).
Pero hay otra teoría, que surge de la anterior, y que parece ser la que apoyan los hechos. Según
ésta, la asociación no se basaría en los objetos, sino en las formas, direcciones y valores de cla-
ridad. Así, como conocemos las propiedades perceptuales que se relacionan con el movimiento
y con los objetos que se mueven (por ejemplo, sabemos que la posición oblícua sugiere movi-
miento actual o potencial al desviarse de la posición de descanso, de la posición perpendicular
u horizontal sobre el plano; o los tonos borrosos y con cierto sombreado que se observan
cando las ruedas giran velozmente) cuando vemos direcciones oblícuas, superfícies borrosas o
sombreadas, tendremos la impresión de movimiento (Arnheim, 1969: 338).
Además de que los hechos parecen confirmarla, esta teoría aporta una explicación a los efectos
de dinamismo que transmiten otras estructuras que no podemos relacionar con objetos como,
por ejemplo, el arte abstracto. Así, por ejemplo, en una forma de cuña aparece un efecto aunque
la forma no nos recuerde a ningún objeto (Arnheim, 1969: 338-339).
Hay teorías que indican que la dinámica de los objetos visuales se debe a las sensaciones kines-
tésicas del cuerpo del observador, pero el autor considera que recurrir a la kinestesia no ayuda
a explicar las propiedades dinámicas de la percepción visual, (Arnheim, 1969: 341-342)
6.12.6.1.2 ¿Qué crea el movimiento?
En primer lugar, el movimiento depende de la proporción, ya que en el óvalo y en el rectángulo
la tensión se dirige a lo largo del eje mayor, pero las proporciones, aunque definen la dirección,
no lo hacen con el el sentido del movimiento, ya que un rectángulo horizontal puede moverse
hacia la izquierda o hacia la derecha. El contexto puede eliminar esta ambigüedad, ya que si la
figura está sujeta a uno de los lados, la tensión se dirigirá hacia el extremo que está libre (Arn-
heim, 1969: 344).
En las formas de cuña, el movimiento casi siempre se orienta hacia el extremo que produce el
efecto de una flecha. La perspectiva central, con forma de cuña, produce un sistema de flechas
que van desde la base, en el primer término, hacia el punto de fuga que está en el horizonte.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 6 296
elementos de las representaciones visuales
6.1 los estudios 6.2. los enfoques teóricos 6.3 los elementos, según villafañe 6.4 los elementos, según wong 6.5 el
estudio de la imagen, de aumont 6.6los elementos, según dondis 6.7 eco y la articulación del signo icónico 6.8 los
signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
modelo visual, de saint martin 6.11 los signos, según sönesson 6.12las fuerzas que participan en la experiencia visual,
según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
Debido a este movimiento, la profundidad se percibe como una acción dirigida que va desde el
observador hacia el infinito (Arnheim, 1969: 344-345).
Tal vez, indica el autor, pudiera parecer que las líneas verticales y horizontales deberían expre-
sar una acción más directa: la vertical, la subida y la caída; la horizontal, el avance lateral. Sin
embargo, añade, como este desplazamiento se produce por las rutas de mayor estabilidad, la
tensión dinámica es mínima. Sin embargo, la desviación oblicua de los ejes de referencia básicos
provoca una fuerte dinámica, ya que se desplazan en ambas dimensiones, la vertical y la hori-
zontal (Arnheim, 1988: 115).
Pero además hemos de tener en cuenta que, del mismo modo que la oblicua produce tensión
al ser percibida como la desviación de una posición normal, cuando distorsionamos la forma,
cuando la desviamos de otras formas más simples que están en la memoria del espectador, tam-
bién se produce tensión (Arnheim, 1969: 349-350).
Debido a esta fuerza de la gravedad, el espacio en el que vivimos es asimétrico, ya que el movi-
miento descendente se produce siempre (si no hay algo que lo frene), mientras que el movimiento
ascendente necesita una aportación especial de energía (Arnheim, 1988: 23). La anisotropía del
espacio es un fenómeno que afecta, en principio, a todas las formas, pero hemos de tener en cuenta
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6.1 los estudios 6.2. los enfoques teóricos 6.3 los elementos, según villafañe 6.4 los elementos, según wong 6.5 el
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signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
modelo visual, de saint martin 6.11 los signos, según sönesson 6.12las fuerzas que participan en la experiencia visual,
según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
que no tiene poder sobre las formas circulares, ya que éstas poseen “demasiada fuerza intrínseca
[como] para verse aplastado por esta asimetría del espacio perceptual” (Arnheim, 1988: 145-146).
Entre los efectos del espacio asimétrico podemos destacar los que afectan al peso de los objetos
y a los centros de equilibrio de los espacios delimitados. Así, frente a dos mitades iguales de una
línea vertical, la parte superior parecerá mayor por su mayor peso, por lo que si queremos que
ambas partes se equilibren, la parte superior deberá ser menor que la inferior (Arnheim, 1988:
23-25). O, por ejemplo, un objeto parecerá más pesado cuanto más arriba esté, por lo que si
queremos que su peso sea igual al de otro objeto situado en la parte inferior, deberemos reducir
su tamaño o su peso (Arnheim, 1988: 36). También deberemos tener en cuenta que, debido a
esta asimetría espacial, los cuadrados geométricamente correctos parecen demasiado altos, por
lo que si queremos un cuadrado de proporciones correctas, deberemos acortarlo un poco en la
dimensión vertical (Arnheim, 1988: 145-146).
Finalmente, hemos de tener en cuenta que el centro de equilibrio de un rectángulo vertical estará si-
tuado, a causa de la atracción gravitatoria, por encima del centro geométrico (Arnheim, 1988: 73).
Esta forma ha gozado de una aceptación universal como imagen de la perfección y ha cumplido
dos funciones muy distintas, la de representar lo sobrehumano, lo ajeno a la gravedad terrestre,
y la de adaptarse a la decoración evocando mundos flotantes y libres de las trabas de la existen-
cia humana (Arnheim, 1988: 125).
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elementos de las representaciones visuales
6.1 los estudios 6.2. los enfoques teóricos 6.3 los elementos, según villafañe 6.4 los elementos, según wong 6.5 el
estudio de la imagen, de aumont 6.6los elementos, según dondis 6.7 eco y la articulación del signo icónico 6.8 los
signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
modelo visual, de saint martin 6.11 los signos, según sönesson 6.12las fuerzas que participan en la experiencia visual,
según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
Este formato ha experimentado un resurgimiento en los últimos cien años debido a que, en la
medida en que el arte desea reflejar la experiencia de vivir, pone de manifiesto la anisotropia
del espacio, la necesidad de hacer frente al peso, de reflejar, de modo abstracto, la lucha con las
dificultades de la vida. Así, el rectángulo horizontal representa el sometimiento del hombre y
de la naturaleza a la atracción gravitatoria, mientras que el formato vertical retrata la historia
sobre el peso (Arnheim, 1988: 151).
Pero a medida que el arte se ha ido alejando paulatinamente del realismo y acercando a la abs-
tracción, la concentración de peso en la parte baja típica del arte tradicional se ha visto reem-
plazada por una tendencia a distribuir más equitativamente el peso visual (Arnheim, 1988: 151).
Así, si comparamos las obras de Albers y Mondrian, a quienes la historia del arte les encuadra
estilísticamente en la misma generación, mientras que en las obras del primero se aprecia la
preocupación por el problema tradicional de cómo afrontar el peso gravitatorio, un problema
planteado por el realismo, Mondrian sigue la tendencia del arte moderno de no hacer caso del
efecto dinámico del peso, por lo que los ojos no pueden localizar con precisión el centro del
lienzo, y, si se localiza, no resulta ser más importante que cualquier otra zona del esquema
(Arnheim, 1988: 153-155)
En este espacio pictórico el tiempo avanza desde el fondo al primer plano y viceversa, por lo
que el cuadro mostrará un pasado que conduce al presente, representado por su cercanía al
espectador, o, a la inversa, un presente que es el punto de partida para los sucesos venideros
(Arnheim, 1988: 190-197).
El autor asume que no hay coincidencia teórica en torno a la existencia de un sistema de do-
ble articulación en las imágenes, y que podemos encontrar desde posturas que rechazan esta
idea, hasta otras que la defienden, pasando por opiniones contradictorias como la de Eco, un
autor que por una parte indica que esta articulación no es necesaria, pero que por otra utiliza
nombres precisos para las unidades de segundo nivel (figuras)108 y para las de primer nivel
(signos).
Pero Cossette considera que estas opiniones contradictorias son comprensibles si tenemos en
cuenta, por una parte, que la construcción de significado a partir de unidades sin significado
no es evidente a primera vista, y, por otra, que el enfoque teórico de la imagen es reciente, por
lo que no ha de sorprender que se siga cuestionando esta estructura. Sin embargo, y desde su
punto de vista, está claro que existe la doble articulación en las imágenes, ya que en ellas se pue-
den distinguir una serie de unidades similares a los fonemas de la lengua verbal, los grafemas,
que, combinados, dan lugar a una serie de unidades con significado similares a los lexemas, que
serían los iconemas (Cossette, 1982: 325).
Sus propuestas en torno a la doble articulación beben de las aportaciones de Jacques Bertin109
cuando, en 1967, mostró que las variables retinianas se agrupan en seis familias (el tamaño,
el valor, el grano, el color, la orientación y la forma), unas variables que Cossette denomina
como variables grafiescas (graphiesques). Las unidades que forman este primer nivel de la arti-
culación del significado son los grafemas, y hemos de tener en cuenta que, aunque las familias
de grafemas son limitadas, el número de grafemas que podemos distinguir en cada familia es,
teóricamente, infinito (Cossette, 1982 : 326)
Estos grafemas no significan nada, pero permiten que se constituya una forma perceptible que
puede manifestarse como (Cossette, 1982: 328):
. un punto, que es el límite mínimo por debajo del cual ya no existe forma perceptible ;
. una línea, constituida por la trayectoria que une dos puntos, y que sólo tiene una dimen-
sión ;
. una superficie, que puede ser el resultado del movimiento de un segmento recto que se des-
plaza, o el de la evolución de una línea que vuelve de nuevo a su inicio.
Pero si lo que nos interesa es la representación de la realidad, entonces ya no podremos hacer
referencia a formas geométricas simples, sino a formas complejas que forman las imágenes
figurativas (Cossette, 1982: 332)
6.13.1 Los grafemas
Cossette analiza cada una de las familias grafémicas e indica el papel que pueden jugar en el
significado que adquiere el iconema.
6.13.1.1 El tamaño
Esta variable, que se define como el espacio que ocupa una mancha perceptible, no es abso-
luta y depende, por lo menos, del marco y del resto de iconemas que están presentes. Así, si
definimos un objeto como grande, es porque lo es respecto a otros que parecen pequeños; y
si lo definimos como pequeño, es porque hay otros que parecen más grandes. Cuando en la
imagen no hay otros iconemas, la comparación se establece respecto a otro iconema con el que
mantenga vínculos paradigmáticos, respecto al cuerpo humano, o a una de sus partes (Cossette,
1982 : 383-384).
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según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
6.13.1.2 El valor
La variable del valor hace referencia al modo como se relaciona la forma perceptible y el fondo.
Así, por ejemplo, el contorno de un dibujo-línea está producido por un corte en los valores
percibidos, mientras que una relación en la que se produzcan cambios de valor podrá sugerir
la tercera dimensión de la profundidad, por ejemplo. Desde su punto de vista, es una de las
variables más importantes para sugerir la realidad (Cossette, 1982: 384-385)
6.13.1.3 El grano
Podemos denominar como grano a cualquier repetición formal que se produzca en una superfi-
cie y que sirva, básicamente, para simular la textura que posee cada objeto que se representa . Es
importante tener en cuenta que los defensores de la óptica ecológica consideran que constituye
el principal índice para reconstituir la dimensión de la profundidad en la percepción directa
(Cossette, 1982 : 386)
6.13.1.4 El color
El autor considera que esta variable suele relacionarse con el aspecto emotivo de la comunica-
ción, pero que, aunque otros no lo vean así, es un aspecto esencial de la comunicación (Cos-
sette, 386-387)
6.13.1.5 La orientación
Esta variable caracteriza la dirección de las líneas con relación al marco, pero se trata de un
concepto complejo porque, por una parte, nuestro sistema bio-fisiológico tiende a mantener la
vertical con relación a la gravedad terrestre y, por otra parte, nuestro sistema psico-perceptivo
tiende a considerar la imagen como una unidad autónoma que tiene su verticalidad propia.
Cossette añade que hemos de tener en cuenta, desde el punto de visa de la significación, que,
como mostró Rock (1974), el reconocimiento de una forma, por muy conocida que sea, dis-
minuirá si su orientación varía, ya que una simple rotación de 90 º puede volver una imagen
ininteligible (Cossette, 390-392)
6.13.1.6 La forma
Esta variable suele definirse como una superficie delimitada por un contorno. Pero si las
artes visuales reconocen la existencia de tres formas elementales (el triángulo, el cuadrado y
el círculo), diremos que desde el punto de vista conceptual, todos las demás se derivarán de
ellas (Cossette, 392).
« Un iconema es toda estructura gráfica que se puede identificar como conjunto que significa
… », y puede ser tanto figurativo como no figurativo (Cossette, 1982: 397). Así, por ejemplo, si
tenemos en cuenta la figura 2, veremos que están implicados cinco iconemas: el cielo, el mar, la
luna, su reflejo y el velero. Pero también se puede decir que están implicados más iconemas si
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signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
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diseccionamos el velero en «casco» y en «vela», o si se aísla la línea del horizonte como entidad
significativa. En este sentido, el autor indica que «No obstante, no se ha dicho todo aún; la
relación imagen/referente es de una gran complejidad. En realidad, el significado [de la imagen]
sólo se constituye tras complejas transformaciones alquímicas. El significado se oculta allí de
capa en capa como en las muñecas rusas.» (Cossette, 1982: 397-398)
Figura 2. En Cossette, Les Images démaquillées: approche scientifique de la communication par l'image, 1983, p. 398.
Una de las tareas más difíciles de un maestro es la de conseguir que el alumno libere sus posibili-
dades expresivas y, para conseguirlo, es necesario que todo su cuerpo esté empujado por el senti-
miento que se quiere expresar (Itten, 1977, 2: 151).
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signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
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El autor señala que podemos ponernos de acuerdo en qué color es más claro y cuál es más oscuro
tras cierto entrenamiento y aprendizaje, pero que es difícil que lleguemos a acuerdos respecto a la
intensidad cromática, es decir, que coincidamos en decir qué rojo, entre varios rojos, es el más rojo
(Albers, 1979: 42). Dada esta relatividad del color, y dado que no poseemos ningún sistema que nos
permita calcular todos los factores que afectan a su percepción, cuando lo aplicamos tenemos que
actuar “igual que en la cocina”, esto es, probando y volviendo a probar, hasta encontrar el color
adecuado (Albers, 1979: 58-59).
En este probar y volver a probar, Itten (1977, 1: 13-14) considera que el artista que quiera conocer
el efecto de los colores en el plano estético, deberá poseer los conocimientos del químico, del fisió-
logo y del psicólogo, porque el problema estético de los colores se puede concebir bajo un triple
punto de vista:
. sensible y óptico, en la impresión de color;
. psíquica, en la expresión del color;
. intelectual y simbólica, en la construcción del color.
En otro ejemplo respecto a la variación en la terminología que se utiliza para nombrar los
colores, Arnheim indica que el color que corresponde a los 600 milimicrones ha sido llamado,
respectivamente, naranja cromo, amapola dorado, anaranjado de espectro, anaranjado agridul-
ce, rojo de Saturno, etc. (Arnheim, 1969: 296).
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signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
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según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
Con todas estas influencias, el efecto atractivo de la armonía se alterará, pero hemos de tener
en cuenta que el objetivo de la yuxtaposición no es saber de antemano qué colores hemos de
combinar, sino descubrir, satisfacer e inventar (Albers, 1979: 58-59).
6.14.1.2.3.2 Cantidad
Aunque, en general, se suele considerar que calidad y cantidad son términos dispares, en arte y en
música están estrechamente vinculados, ya que la cantidad no se entiende sólo como una magni-
tud, sino también como una intensidad, como una manera de acentuar o de subrayar. Podemos
diferenciar dos tipos de cantidades, la que se refiere a la extensión en superficie y la que se refiere a
la extensión en número. Albers sólo se referirá a la extensión en superficie (Albers, 1979: 59-60).
Algunos resultados que observamos cuando alteramos la cantidad de un color en una superficie
son (Albers, 1979: 61 y 74-75):
. cualquier color puede ir con cualquier otro color, al margen de las normas sobre la armonía,
siempre que sus cantidades sean las apropiadas, aunque hemos de tener en cuanta que no se
han llegado a establecer normas universales en este sentido;
. algunos pintores contemporáneos han descubierto que aumentando la cantidad de un color
en un lienzo, se reduce visualmente la distancia respecto al espectador y, como consecuencia,
se produce cercanía e intimidad;
. cuando mezclamos pigmentos, si añadimos continuamente una cantidad concreta de tinta de
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un mismo color, la progresión visual de ese color no coincide con la cantidad de tinta utili-
zada, de modo que con dos capas de un color no veremos el doble de ese color, etc. Para que
una mezcla de colores produzca una progresión visualmente constante, se ha de utilizar una
progresión física geométrica, como descubrieron Weber y Fechner.
Cuando se utiliza como color de contraste el blanco, se debilita la luminosidad de los colores
porque los vuelve más mate; si se utiliza el negro, aumenta la luminosidad y los hace parecer
más claros. Es por este motivo por el que el color blanco y el negro juegan un papel especial en
las composiciones coloreadas (Itten, 1977, 1: 34).
El blanco y el negro son la mayor expresión de lo claro y de lo oscuro, ya que entre ambos
se extiende todo el ámbito de los tonos grises y de los tonos coloreados. Sólo existe un negro
máximo, el terciopelo negro, y un blanco máximo, el sulfato de barita, pero existen infinidad de
tonos grises, claros y oscuros, que se escalonan entre el blanco y el negro. La cantidad de grados
de gris que podemos diferenciar depende de la agudeza del ojo y de los límites de la sensibilidad
de cada individuo, aunque se pueden desarrollar con el ejercicio. (Itten, 1977, 1: 37)
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El autor señala que los efectos de contraste son siempre relativos, ya que, en la composición
de un cuadro, una forma grande y oscura tiene más importancia si la oponemos a una forma
pequeña y clara. Y un tono gris parecerá claro, u oscuro, si es comparado a un tono más oscuro
o más claro, por lo que quien quiera crear una forma a partir de un contraste, deberá tener en
cuenta esta relatividad (Itten, 1977, 2: 21).
Así, por ejemplo, se demostró que en una habitación pintada en color azul verdoso las personas
sentían frío con una temperatura de 15 grados centígrados, mientras que si se pintaba en color
rojo anaranjado, experimentaban frío con temperaturas de 11 o 12 grados, lo que muestra que
el color azul verdoso calma la circulación, y que el color rojo anaranjado la activa. En otra ex-
periencia se dividió un establo de caballos en dos partes que fueron pintadas en azul y en rojo
anaranjado, respectivamente. Después de la carrera, los caballos que entraron en la parte azul se
calmaron muy rápidamente, mientras que los de la parte roja permanecieron más tiempo agita-
dos (Itten, 1977, 1: 45).
El rojo anaranjado (rojo de Saturno) es el color más caliente y el azul verdoso (óxido de manga-
neso) es el color más frío. Los colores amarillo, amarillo anaranjado, naranja, rojo anaranjado,
rojo y violeta rojo son generalmente considerados como colores cálidos, mientras que el amari-
llo verdoso, el verde, el azul verdoso, el azul, el azul violeta y el violeta son considerados como
colores fríos. Pero no podemos establecer una distinción tan neta, porque los colores fríos y
los colores calientes producirán un efecto a veces caliente, o a veces frío, según contrasten con
tonos más calientes o con tonos más fríos (Itten, 1977, 1: 45).
Podemos reforzar o podemos suprimir el contraste simultáneo a partir de las medidas apro-
piadas, ya que si ponemos dos grises diferentes sobre un mismo fondo naranja, por ejemplo,
el efecto que produce cada tono de gris es diferente en cada caso: si un gris posee algo de azul,
se refuerza el efecto simultáneo, mientras que si el otro gris contiene naranja ya no produce un
efecto simultáneo (Itten, 1977, 1: 54).
En ocasiones nos puede interesar saber cómo podemos provocar o suprimir el efecto simultáneo.
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signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
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según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
Una forma de evitarlo es emplear colores que posean grados de claridad diferentes, ya que en cuan-
to surge un contraste de claro-oscuro el contraste simultáneo es más difícil (Itten, 1977, 1: 54)
Los colores que proceden de la refracción de la luz blanca en el prisma son saturados y de ex-
trema luminosidad, pero entre los colores pigmento también podemos encontrar colores muy
saturados. Los colores pueden perder su saturación y luminosidad de diferentes maneras (Itten,
1977, 1: 55-56):
. un color puede perder su pureza con la ayuda del color blanco, un tipo de modificación que
afecta de formas distintas a cada color, ya que el rojo carmín adquiere un toque azulado, el
amarillo tiende a enfriarse, y el azul no cambia;
. también podemos alterar la saturación de un color con la ayuda del color negro. Con este
color, el amarillo pierde rápidamente su luminosidad, el carmín tiende al púrpura., etc. De
manera general, el negro quita luminosidad a los colores, los aleja de la luz;
. podemos también romper un color saturado con el gris. En cuanto se realiza esta mezcla, los
tonos se convierten, con mayor o menor intensidad, en colores turbios respecto al color puro
correspondiente;
. también podemos alterar la saturación de un color puro mezclándolo con su color complemen-
tario. Así, por ejemplo, si mezclamos amarillo y violeta obtenemos una serie de tonos entre el
amarillo claro y el violeta oscuro; el verde y el rojo mezclados generan un gris muy oscuro.
Goethe estableció relaciones numéricas muy simples para el valor luminoso de los colores, aun-
que hemos de tener en cuenta que las cifras se refieren a valores aproximados y que, finalmente,
sólo puede decidir el sentimiento personal. Estos valores de luminosidad son los siguientes:
Amarillo = 9
Naranja = 8
Rojo = 6
Violeta (púrpura) = 3
Azul = 4
Verde = 6
Si en una composición queremos que domine un color, si no queremos una relación armoniosa, ge-
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elementos de las representaciones visuales
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signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
modelo visual, de saint martin 6.11 los signos, según sönesson 6.12las fuerzas que participan en la experiencia visual,
según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
neramos un contraste de cantidad. Cuando éste es muy pronunciado se forma un nuevo efecto, de
modo que si colocamos cuadraditos rojos sobre una superficie verde, que es claramente dominante,
genera en el ojo del espectador la presencia de su complementario, el rojo (Itten, 1977, 1: 62).
Itten señala que se ha de prestar tanta atención a las dimensiones de las manchas de colores
como a la elección de los propios colores, razón por la que la forma, el tamaño y los límites de
las manchas no deben ser fijados de antemano por el dibujo. Así, si un amarillo ha de tener im-
portancia, si está entre tonos claros deberá tener mayores dimensiones que si el mismo amarillo
está sobre un fondo oscuro, y viceversa (Itten, 1977, 1: 62-63)
6.14.1.3 La composición
La composición es el término que se utiliza para hacer referencia a la relación que se establece
entre los elementos que están presentes en una propuesta visual dada (Parini, 2002: 121). Cuan-
do un observador, que haya estudiado las reglas y las convenciones figurativas, se sitúe frente a
un cuadro en el que los objetos parecen estar “dejados” de cualquier manera, verá las complejas
relaciones que se producen y podrá apreciar, por ejemplo, relaciones de equilibrio, de distribu-
ción armónica, etc. (Parini, 2002: 122).
A través de estos ejercicios los alumnos descubrían que para reproducir una madera no sólo
debían atender a la geometría o al cuidado de las formas, sino que también debían conocer
que este material podía ser rugoso, liso, fibroso, o seco; que el hierro, además de ser una for-
ma, podía ser duro, brillante y pesado. Los alumnos debían intentar reproducir estas y otras
características después de haberlas experimentado con los dedos y con los ojos cerrados. Al
despertar su sentido del tacto, descubrieron texturas y experimentaron cómo poder transmitir
estos valores táctiles para que el observador los pudiera apreciar (Itten, 1977, 2: 48).
A fuerza de descubrir las multiplicidades114 que genera cada textura, el alumno educa las relaciones
entre ojo y tacto, y aprende a caracterizar como texturas otros fenómenos que no puede tocar
como, por ejemplo, una muchedumbre, una gran ciudad, un mercado, etc., que ahora percibe como
una multiplicidad repetida. De este modo ha conseguido educar al ojo en la visión abstracta.
6.14.1.5 El ritmo
El ritmo lo producen las repeticiones de puntos, de líneas, de superficies, de manchas, de cuer-
pos, de proporciones, de texturas o de colores. Se puede expresar mediante un grafismo que
transmita una regularidad, subiendo o bajando, fuerte o débil, largo o corto; o puede expresarse
también de forma irregular, mediante un movimiento libre.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 6 308
elementos de las representaciones visuales
6.1 los estudios 6.2. los enfoques teóricos 6.3 los elementos, según villafañe 6.4 los elementos, según wong 6.5 el
estudio de la imagen, de aumont 6.6los elementos, según dondis 6.7 eco y la articulación del signo icónico 6.8 los
signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
modelo visual, de saint martin 6.11 los signos, según sönesson 6.12las fuerzas que participan en la experiencia visual,
según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
Para formar a sus alumnos en el ritmo, Itten hace que lo sientan en su cuerpo: caminando a
ritmo de marcha, moviéndose a ritmo de vals, agitando circularmente una botella y sintiendo
el efecto de ese movimiento en sus cuerpos. Posteriormente, les pedía que interpretaran los
ritmos gráficamente: algunos se representaban con líneas rectas enfatizadas y no enfatizadas,
otros con elementos circulares, etc. (Itten, 1977, 2: 133-134)
Para Cocula y Peyrouet, cuando hablamos de ritmo en el mensaje visual, lo hacemos por ana-
logía respecto a diferentes características que son rítmicas en la naturaleza del ser humano o en
la de su entorno como, por ejemplo, la respiración, el bombeo de la sangre o la división entre el
día y la noche. El ritmo en la imagen fija se refiere a la repartición y distribución de los elemen-
tos mediante la alternancia de líneas, de volúmenes, de espacios llenos y vacíos, de elementos
pequeños y grandes (Cocula y Peyrouet, 1986: 93).
6.14.2.1 La línea
Mientras que la visión clásica se apoya en los contornos y aísla los objetos, predominando las
formas puras y palpables, en el barroco los objetos se encadenan, las formas se entrelazan y con-
funden (Floch: 83).
6.14.2.2 La tercera dimensión
En cuanto a la representación del espacio, el estilo clásico opta por una representación en
planos frontales en relación a quien mira, una forma de representación que está vinculada al
estilo lineal, porque toda línea de contorno depende de un plano. El barroco, por su parte,
opta por una presentación en profundidad en la que trata de desencadenar un movimiento
de la mirada desde delante hacia atrás, y de evitar la presencia de figuras en paralelo (Floch,
1993: 83-84).
la especificidad de tal radio y convertirse en una forma difusa, sea perceptible como superficie y no como un color sin sustan-
sí que nos parecían reales (Gombrich, 1987: 42 y 247-248). Por cia (Gibson, 1974: 79-80).
decirlo de otro modo, el uso de líneas o trazos cinéticos que 33. Hemos de recordar aquí que ya nos referimos a la forma
simulan el movimiento y su dirección nos parece que repre- estructural, y a cómo valorar la simplicidad de un determinado
senta más el movimiento que la captación de un instante, que estímulo, en el capítulo 4 de esta investigación.
es invisible a nuestros ojos, por una cámara fotográfica, ya que 34. Como señalábamos en una nota del capítulo 4, creemos
nos presenta un momento del proceso que no relacionamos con que es pertinente señalar aquí que la forma estructural de Villa-
el movimiento. fañe se asemeja al esqueleto estructural de Arnheim (Arnheim:
21. Indica, por ejemplo, que cuando la relación entre las man- 1969, 62-64), aunque la definición de Villafañe es más precisa y
chas rojas en el rostro y el sarampión se registra en los tratados completa, ya que Arnheim define el esqueleto como las líneas
de medicina, pasa a ser un signo convencionalizado (Eco, 2000: principales de un objeto que establecen la identidad de una fi-
32-36). gura (sin ser las de su contorno), pero sin llegar a enumerarlas.
22. La cursiva es mía, no del autor. Sin embargo, cuando el autor hace referencia a las característi-
23. Nos ha llamado mucho la atención el uso que Eco hace cas estructurales de una forma sí que señala que estas propieda-
del discurso para esquivar el obstáculo que supone la división des, en la forma, pueden describirse en términos de distancia y
del signo en unidades pertinentes, etc., y nos admira la brillan- de angularidad (Arnheim: 1969, 37-41), que coinciden con los
te forma como lo supera. Pero no estamos de acuerdo con su rasgos estructurales genéricos (r.e.g) de Villafañe, como pode-
quiebro porque lo que hace, como indica, es evitar un conflicto. mos ver en el apartado 4.5.3.3.4.2.1 El método de cuantificación
Y, desde nuestro punto de vista se trata de hacer aportaciones de rasgos.
para superarlo y no para esquivarlo. 35. Ver, en este sentido, el apartado sobre la percepción del
24. Como hemos visto en otros apartados de esta investigación, color del capítulo 4.
Tusón indica que la existencia de palabras con varios significa- 36. Hoffman y Aumont las denomina dimensiones del color
dos es incontestable y que parece afectar a todas las lenguas (Hoffman, 2000: 184-185 y Aumont, 1992: 23) y el Grupo µ se
conocidas (Tusón, 1984: 226). Bertin, por su parte, representa refiere a ellas como cromemas (Grupo µ, 1993: 211).
en un gráfico la significación atribuible a las percepciones, y 37. Otros autores se refieren al tono o a la dominante cro-
dispone la información de modo que tanto el verbo como el mática.
grafismo (en este caso el autor considera como grafismo el con- 38. Aunque el autor incluye el color entre los elementos mor-
junto de representaciones visuales reconocibles, que se parecen fológicos, porque posee una presencia material y tangible, se-
figurativas) serían polisémicas (Bertin, 1988: 209) ñala que no sería un error incluirlo entre los elementos dinámi-
25. “Un signo, o Representamen, es un Primero que está en cos de la imagen (Villafañe, 1985: 118).
tal relación triádica genuina con un Segundo, llamado Objeto, 39. En René Berger, El conocimiento de la pintura. El arte
como para ser capaz de determinar a un tercero, llamado su de comprenderla; Editorial Noguer, Barcelona, 1976, Tomo
Interpretante, a asumir con su objeto la misma relación triádica II: 15-16.
en la que él está con el mismo objeto. La relación triádica es 40. Küppers denomina como colores primarios a las tres sensa-
genuina, vale decir, sus tres miembros están ligados entre sí de ciones regidas por los tres tipos de células visuales que posee el
modo tal que no se trata de un complejo de relaciones diádi- ojo; y denomina colores elementales a las posiciones extremas,
cas.”, en Peirce, La ciencia de la semiótica, Ediciones Nueva a las posibilidades últimas de sensibilidad ante los colores de las
Visión, Buenos Aires, 1974, p. 45. que es capaz el órgano de la visión (Küppers, 1980: 32).
26. Es importante señalar que este autor utiliza los conceptos 41. El autor señala que, en una estructura, un elemento en-
de icónico o de plástico sin establecer la diferencia que, como cuentra su valor significativo en el conjunto de las imágenes de
veremos en otros apartados, sí realizan Joly o el Grupo µ. En este la secuencia, mientras que en la realidad, la dimensión temporal
sentido, el autor señala que “el concepto de elemento icónico o de cada elemento se desvanece en el momento en el que éste
plástico no está del todo delimitado” (Villafañe, 1985: 94). desaparece.
27. Luego esos trece elementos que poseen, cada uno de ellos, 42. Los hechos que describe a continuación no son conside-
funciones plásticas, ¿tienen significado o no lo tienen?. rados como elementos ni como signos (aunque entre ellos hay
28. Ídem nota 26. algún elemento, como el formato), sino hechos o aspectos que
29. Observamos que en este caso no define la línea ni como ele- repercuten en la generación de temporalidad que es, a su vez,
mento icónico ni como elemento plástico, sino como elemento no un elemento o un signo, sino un concepto íntimamente
visual (Villafañe, 1985: 103) ¿Hemos de considerar que icónico, asociado a la naturaleza dinámica de la imagen. Toda esta pro-
plástico y visual son términos sinónimos que nos sirven para puesta no parece una forma sencilla de explicar los elementos
calificar a los elementos que forman parte de la imagen?. constitutivos de la imagen, sino más bien todo lo contrario.
30. Ampliaremos más esta referencia en el capítulo 9, el corres- 43. En este sentido, dice Arnheim que si entendemos el cuer-
pondiente a significación. po y los rasgos faciales de una forma dinámica, podemos decir
31. La cursiva es mía que un rostro es una consideración de vectores, ya que los ojos
32. Parece que Villafañe recoge aquí las aportaciones de Gib- pueden identificarse con los rayos direccionales de la mirada,
son cuando señala que en una imagen texturada ha de poder ha- la nariz apunta hacia adelante y hacia abajo (Arnheim, 1988:
llarse un estímulo relacionada con la cualidad de distancia o de 167-169). Pero también lo son las manos, que son los “nodos
profundidad en una superficie continua (Gibson, 1974: 20-25) de acción dinámica más expresivos con que cuenta el artista”.
o cuando dice que la textura es lo que hace que una superficie (Arnheim, 1988: 171-173).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 6 312
elementos de las representaciones visuales
6.1 los estudios 6.2. los enfoques teóricos 6.3 los elementos, según villafañe 6.4 los elementos, según wong 6.5 el
estudio de la imagen, de aumont 6.6los elementos, según dondis 6.7 eco y la articulación del signo icónico 6.8 los
signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
modelo visual, de saint martin 6.11 los signos, según sönesson 6.12las fuerzas que participan en la experiencia visual,
según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
44. Estamos aquí, nuevamente, recuperando los elementos 56. Sin embargo, no sabemos si a causa de la traducción o de
geométricos señalados por Leonardo da Vinci otro motivo, en ocasiones en el texto del Grupo µ aparece la
45. Por lo que señala aquí, podemos considerar que para Wong denominación de mensaje visual
la forma es el elemento que determina el reconocimiento. 57. Quizás ello se deba a la temporalización de cada una de
46. Aumont utiliza esta denominación que procede del Grupo µ, sus aportaciones: la del Grupo µ, las de Aumont y la de Joly,
porque, como indica, “consiguen dotar a la expresión de plástico pero de la lectura de los testos consultados, lo que se despren-
suficiente solidez teórica”, superando intentos anteriores de de- de, como ya señalamos en el apartado 6.5.1, es que Aumont
finirlo e, incluso, el uso corriente del término, el que relacionaba espera ver nuevas aportaciones del Grupo µ para valorar si está
plasticidad con flexibilidad, con la posibilidad de que algo pueda demostrado o no que el signo plástico posea categoría de signo
ser modelado, una expresión que no dice gran cosa cuando es pleno, con posibilidad de transmitir denotaciones y connota-
utilizada en relación a la imagen (Aumont, 1992: 281-282). ciones.
47. Aumont, que publica su texto L’Image en 1990, y que no 58. En este sentido recogemos la tercera acepción del térmi-
ha tenido en sus manos el Traité du signe visuel: pour une rhé- no icono que recoge el Diccionario de la Real Academia de la
torique de l'image del Grupo µ, publicado en 1992, se refiere a Lengua: “Signo que mantiene una relación de semejanza con el
un artículo anterior publicado en Revue d’esthétique y titulado objeto representado” (22ª. edición, 2001), en la que no se dice
“Iconique et plastique, sur un fondament de la rhétorique vi- que el parecido deba de ser específica y únicamente visual.
suelle” (UGE, col 10/18, 173-192). A pesar del posible anacro- 59. Las cursivas son mías
nismo de las aportaciones de Aumont, y teniendo en cuenta 60. Las cursivas son mías
que aquí estudiamos el texto del Grupo µ, consideramos que 61. Ya nos referimos a estas leyes en el capítulo 4
continúa teniendo sentido incorporar las propuestas de Au- 62. Luego aunque en su texto el Grupo µ no considere el mar-
mont de cara a nuestro objetivo de buscar los universales de la co, o el soporte, como un signo plástico, como sí hará Joly, sí
producción visual. que hace referencia a su influencia perceptiva
48. En Punto y línea sobre el plano, op. cit.: 21-37. 63. Con esta definición de foco, el Grupo µ se refiere al ele-
49. En Quaderno di Schizzi Pedagogici, Milano, 2002, p. 6-50 mento plástico que Joly denomina punto de vista.
50. Francastel dice que su libro demuestra que “(…) las civili- 64. Roman Gubern utiliza el término de cromema para refe-
zaciones occidentales han admitido como principio un cierto rirse al iconema de color, esto es, al mínimo rasgo gráfico que
número de hipótesis intelectuales sobre las dimensiones y la no tiene significado por él mismo, relacionado con el color
significación del espacio que, lejos de ser una categoría mental, (Gubern, 1979: 108-109), mientras que para el Grupo µ los cro-
constituyen un “montaje” estético” (Francastel, 1984: 13). memas son las propiedades sensoriales de Villafañe, (Villafañe,
51. Wölfflein indica que “… se ha verificado una evolución de 1985: 113) y las dimensiones del color de Hoffman y Aumont
la superficie a lo profundo (…) y es evidente que los medios (Hoffman, 2000: 184-185 y Aumont, 1992: 23).
representativos para expresar el volumen de los cuerpos y la 65. A través de este contraste el ojo tiende a ver un color que
profundidad espacial tuvieron que irse formando poco a poco”, no está presente, el verde, si cerramos los ojos después de ver
en Conceptos fundamentales de la historia del arte, Espasa Cal- un cuadrado rojo porque el ojo “llama” a su color complemen-
pe, 7ª edición, Madrid, 1979, p. 106. tario para reestablecer el “equilibrio” (Grupo µ, 1993: 222).
52. “Es un error creer: a) que todo acto de comunicación se 66. Un Icono es un Representamen cuya Cualidad Represen-
funda en una «lengua» afín a los códigos del lenguaje verbal; b) tativa es una Primeridad de él en tanto Primero. Esto es, una
que toda lengua debe tener dos articulaciones fijas. Es mucho cualidad que el Icono posee en tanto cosa lo vuelve apto para
más productivo subscribir: a) que todo acto comunicativo se ser un Representamen. Así, cualquier cosa es apta para ser un
funda en un código; b) que todo código no tiene necesariamen- Sustituto de otra cosa a la que es similar … Un representamen
te dos articulaciones fijas (que no sean dos y que no sean fijas).” por primeridad nada más solamente puede tener un objeto si-
(Eco, 1978: 259) milar. (…) Un signo por Primeridad es una imagen de su objeto
53. Luis J. Prieto considera que hay códigos que no poseen y, para expresarlo más estrictamente, solo puede ser una idea,
ningún tipo de articulación, como las luces de los semáforos, porque debe producir una idea Interpretante; y un objeto ex-
que no poseen semas intercambiables para sus significados ni terno provoca una idea mediante una reacción sobre el cerebro.
pueden ser analizados en figuras sin significado; códigos que (…) un signo puede ser icónico, es decir, puede representar a su
poseen la primera articulación, como el código constituido por objeto predominantemente por su similaridad, con prescinden-
la numeración decimal; los códigos que poseen la segunda ar- cia de su modo de ser.” (Peirce, 1974: 46).
ticulación pero no la primera como, por ejemplo, las señales 67. “Un signo es icónico en cuanto posee el [sic] mismo las
marinas o muchos códigos que informan acerca del recorrido propiedades de sus denotados; de lo contrario es no icónico. El
de los vehículos de transporte colectivo, en los que no se tiene retrato de una persona es en grado considerable icónico, pero
en cuenta su valor numérico. El cuarto tipo de códigos es el de no lo es completamente debido a que el lienzo no tiene la com-
los códigos con doble articulación, como las lenguas (Messages plexión de la piel ni las capacidades de lenguaje y movimiento
et signaux, Paris, UPF 1966, 174 y ss.). que caracterizan a la persona retratada. Una película cinema-
54. Recordemos aquí que Eco define el código perceptivo tográfica es más icónica, pero tampoco completamente.” en
como aquel que establece las condiciones de una percepción Charles Morris, Signos, lenguaje y conducta, Editorial Losada,
suficiente (1978: 270) S.A., 1962, p. 31.
55. Ver en Prieto, L. J., Mensajes y señales, Seix Barral, 1967, 68. Las veremos en el apartado 6.8.2.6.
Barcelona, p. 174 y ss. 69. En Eco, 1978: 221 y ss..
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elementos de las representaciones visuales
6.1 los estudios 6.2. los enfoques teóricos 6.3 los elementos, según villafañe 6.4 los elementos, según wong 6.5 el
estudio de la imagen, de aumont 6.6los elementos, según dondis 6.7 eco y la articulación del signo icónico 6.8 los
signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
modelo visual, de saint martin 6.11 los signos, según sönesson 6.12las fuerzas que participan en la experiencia visual,
según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
70. El Grupo µ cita en este texto las aportaciones que en este doble articulación, como las lenguas (Prieto: 174 y ss.).
sentido han realizado Greimas y Courtès. 87. Según la definición de Chomsky “una lengua es un con-
71. En Arnheim, 1986: 40-42 y 267-269. Arnheim también junto (finito o infinito) de oraciones, cada una de ellas finita
hace referencia a la capacidad que tenemos de dibujar, al mar- en longitud y compuesta por un conjunto finito de elementos”
gen de lo que sabemos, en su texto Arte y percepción visual (Lyons, 1984: 6 y Chomsky, 1975: 27).
(1969: 130-140). 88. En Punto y línea sobre el plano, op. cit.
72. Entendemos que aquí el Grupo µ se están refiriendo a pro- 89. Bertin estudia la visualización de los datos, más en concreto,
puestas como las de Moles (Moles, 1975: 335-336) o Villafañe estudia “las propiedades del plano para poner de manifiesto las
(Villafañe, 1985: 40). relaciones de parecido, de orden o de proporcionalidad ente los
73. Por los datos que aporta, entiendo que la autora de refiere conjuntos de datos” (Bertin, 1988: 206), los gráficos y la gráfica,
al término de código que Eco acuñara para referirse a los siste- pero no estudia el grafismo La gráfica construye significados
mas de símbolos que transmiten información entre una fuente monosémicos, como la matemática, mientras que el grafismo, si
y un punto de destino, y entre los cuales hará referencia a las es figurativo aporta significados polisémicos, y si es no figurati-
comunicaciones visuales. Ver, al respecto, el apartado corres- vo, sus significados son pansémicos (Bertin, 1988: 209).
pondiente en este mismo capítulo. En este contexto, en el que el autor estudiará “lo que es re-
74. Segmentación que procede de su famoso análisis de la publi- presentable o imprimible sobre una hoja de papel en blanco
cidad de las pastas Panzani y de la búsqueda de los significantes de un formato medio, visible de una ojeada, a una distancia de
que justificaran el significado de italianeidad de este anuncio: el visión que corresponde a la lectura de un libro o de un atlas,
significante lingüístico nos remite a lo italiano; los significantes bajo una luminosidad constante y normal (…) utilizando todos
icónicos codificados representan objetos que lo socio-cultural los medios gráficos disponibles” (Bertin, 1988: 42), quedando
relacionan con Italia, como la pasta, los tomates, el queso, una excluidas las variaciones de distancia y luminosidad, los relieves
lata de salsa, etc.; los significantes icónicos no codificados, los y el movimiento real, lo que puede utilizar el dibujante y que
colores blanco, verde y rojo que evocan la bandera italiana. En queda entre estos límites son las MANCHAS (taches en el ori-
“Rhètorique…”, en Oeuvres …, op. cit., p. 573- 588. ginal francés), unas manchas que, para ser visibles, debe poder
75. Eclairage en el texto en francés. reflejar la luz de una forma diferente a como lo hace el papel
76. En ocasiones en la traducción se utiliza, sin clarificación (Bertin, 1988: 42).
previa, tanto el término elemento plástico como el de herra- Esas manchas tienen una serie de características y variables.
mienta plástica. “Une tache peut (…) exprimer une correspondance entre les
77. El Grupo µ desarrolla las figuras del marco en el capítulo deux séries fournies par les DEUX DIMENSIONS DU PLAN
“Semiótica y retórica del marco”, de su texto Tratado del signo [se refiere a las dimensiones izquierda/derecha y arriba/abajo].
visual. Fixée en un point significatif dans le plan, la tache, à condition
78. Panofsky, 1970, p. 81-82 y 86-87. d’avoir une certaine dimension, peut être dessinée de diferentes
79. Recogido en la nota 17 de este capítulo, en Aumont, 1992: manières. Elle peut varier de: TAILLE, VALEUR, GRAIN,
144. COULEUR, ORIENTATION, FORME et exprimer une co-
80. Hemos de tener en cuenta que hay otros estudios que han rrespondance entre sa position plane et sa position dans la série
demostrado que es imposible determinar este recorrido (ver étalonnée de chaque variation. Le dessinateur dispose ainsi de
Parini, 2002: 94-95). huit variations sensibles. Ce sont les composantes du système
81. Georges Péninou, 1976: 129-130. d’expression. Nous les appelerons variables visuelles. Elles for-
82. La autora utiliza el término éclariage, que se puede traducir ment le monde des images. C’est avec elles que le dessinateur
en castellano por otros términos como claridad, pero en este suggère la perspective, le peintre la matièrie et la vie, le rédac-
contexto creo que el término apropiado es luminosidad. teur graphique les relations d’ordres, le cartographe l’espace.”
83. En este mismo sentido se manifiesta el Grupo µ, como he- (Jacques Bertin, 1988: 42).
mos recogido en el apartado 6.8.3.3. 90. unos instrumentos que pueden detectar millones de varia-
84. Nos hemos referido a la doble articulación en varios aparta- ciones cromáticas, mientras que el ojo humano, según Chevreul,
dos del capítulo 3, y en otros apartados de este mismo capítulo. solo puede percibir 20.000 tintas (Saint Martin, 1994: 26)
85. En Barthes, “Rhètorique…”, en Oeuvres …, op. cit.: 577- 91. En este sentido, recordemos lo que señalaba Hoffman res-
581 pecto a la ausencia de color, si se medía con un fotómetro, pero a
86. Como por ejemplo los de Luis J. Prieto, Messages et sig- su presencia desde nuestra percepción (Hoffman, 2000: 84 y ss.)
naux, Paris, UPF 1966, citado por Saint Martin . Este autor 92. En La interacción del color, Alianza Forma, 8ª reimpresión,
considera que hay códigos que no poseen ningún tipo de arti- Madrid, 1993
culación, como las luces de los semáforos, que no poseen semas 93. Arnheim, Rudolf, Arte y percepción visual, Editorial Uni-
intercambiables para sus significados ni pueden ser analizados versitaria de Buenos Aires, 1969, Buenos Aires (tercera edi-
en figuras sin significado; códigos que poseen la primera arti- ción): 92-99.
culación, como el código constituido por la numeración deci- 94. Esta propuesta de Arnheim se parece (o viceversa) a la que
mal; los códigos que poseen la segunda articulación pero no recoge el Grupo µ de Thürtemann, alumno de la escuela de
la primera como, por ejemplo, las señales marinas o muchos Greimas, y que hemos visto en 6.8.2.3.3.3.
códigos que informan acerca del recorrido de los vehículos de 95. Teniendo en cuenta que cuando los interlocutores de Ber-
transporte colectivo, en los que no se tiene en cuenta su valor lin y Kay ordenan un determinado color bajo la etiqueta de
numérico. El cuarto tipo de códigos es el de los códigos con rojo, no se entiende que piensen en un rojo específico, sino en
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elementos de las representaciones visuales
6.1 los estudios 6.2. los enfoques teóricos 6.3 los elementos, según villafañe 6.4 los elementos, según wong 6.5 el
estudio de la imagen, de aumont 6.6los elementos, según dondis 6.7 eco y la articulación del signo icónico 6.8 los
signos del signo vsual, según el grupo µ 6.9 los signos del mensaje visual, según joly 6.10 la unidad básica, al margen del
modelo visual, de saint martin 6.11 los signos, según sönesson 6.12las fuerzas que participan en la experiencia visual,
según arnheim 6.13 la doble articulación de las imágenes, según cossette 6.14 aportaciones de otros autores
uno de los múltiples rojos de este polo cromático (Saint Martin, el rojo, a mostrarse cercanos al observador, mientras que las
1994: 41-42). superfícies azules parecen encontrarse alejadas. Añade que otro
96. Eco, por su parte, señala que el continuum de los colores ha autor, Allesch, observó que hay colores que transmiten el efec-
sido acotado desde la experiencia y las condiciones de supervi- to de avanzar hacia el observador mientras que otros parecen
vencia de los pueblos, en un proceso de segmentación que por apartarse de él, y descubrió, de acuerdo en esto con Kandinsky,
una parte no es arbitrario, en el sentido de que ha sido dictada que algunos colores parecen expandirse, mientras que otros se
por una exigencia externa, pero que también puede ser consi- contraen (Arnheim: 1969, 281). Como hemos visto en este ca-
derada en cierto modo arbitraria, porque distintos pueblos han pítulo, hay otros autores que también recogen estas tendencias
segmentado de formas diferentes el mismo continuum percep- de los colores.
tivo (Eco, 2000: 127). 108. Pero aquí podríamos tener en cuenta las aportaciones de
97. No se ha de confundir la luminosidad de un color, que es la Gombrich cuando indica que, al ver las instantáneas fotográfi-
vibración luminosa en relación con las vibraciones de los colo- cas, se revelaron posiciones del galope de un caballo, se reve-
res que lo rodean, con la iluminación que resulta de la luz que laron los momentos del giro de una rueda, y se pudo compro-
proviene del exterior, y que lo hace visible. bar que estas imágenes, que eran reales y fruto de un instante,
98. Para la teoría óptica los colores complementarios son aque- parecían congeladas en el tiempo porque nuestro ojo no era
llos que, superpuestos, generan el efecto de color blanco, defi- capaz de ver lo que mostraban las fotografías y parecían poco
nición que será adoptada por muchos teóricos. naturales (Gombrich, 1987: 42 y 247-248).
99. Kandinsky define este concepto en el texto Punto y línea so- 109. Eco hace referencia a las figurae en su texto La estructura
bre el plano, op. cit., pero hemos de destacar que en la edición es- ausente (1978: 29 y 259).
pañola el PO se traduce por PB o Plano Básico (op. cit, p. 127). 110. En Bertin, Jacques, La gráfica y el tratamiento gráfico de
100. La autora señala que no se ha de confundir PO con el la información, Taurus ediciones, Madrid, 1988.
plano pictórico, ya que este último se refiere a la realización 111. Como es el caso del Grupo µ (Grupo µ, 1993: 59-60)
efectiva de la obra (Saint Martin, 1994: 99) 112. Ya nos hemos referido a la escasa y dispersa nomenclatura
101. Recordemos aquí que, como señalábamos en un apartado de los colores en otros apartados como, por ejemplo, el 4.5.4 y
anterior, las onomatopeyas, junto con las exclamaciones tienen, el 6.3.1.1.5.3, entre otros.
para Saussure, un origen simbólico (en el sentido de motivado 113. Aunque parece que no siempre fue así, ya que como se-
por algún tipo de relación “natural” entre el significado y el ñala Eibl-Eibesfeldt, durante algún tiempo se creyó que las
significante) dudoso (Saussure, 1961: 94-95) percepciones estaban fijadas culturalmente (Eibl-Eibesfeldt,
102. Charles Sanders Peirce, La ciencia de la semiótica, Edicio- 1993: 69).
nes Nueva Visión, Buenos Aires, 1974, p. 46 114. Este listado de contrastes ha sido criticado por el Gru-
103. Aunque Arnheim hable de la experiencia visual, hemos po µ, como hemos señalado en otro apartado (Grupo µ, 1993:
de tener en cuenta que el objeto de nuestro estudio es la repre- 222-223).
sentación visual. Sin embargo, muchas de sus aportaciones son 115. La microtopografía a la que se refiere el Grupo µ (Grupo
aplicables tanto a la experiencia en general, como a la represen- µ, 1993: 178).
tación en particular. 116. En su texto Conceptos fundamentales de la historia del
104. Como señala Arnheim, distintos autores defienden la arte, op. cit., Wölfflin diferenciará estas categorías en cinco ca-
mayor importancia que posee la forma en las artes visuales pítulos en los que reflexiona acerca de la línea y de lo pictórico,
como, por ejemplo, Matisse, cuando dice que la forma es más de la superficie y de la profundidad, de la forma cerrada y la
importante y digna que el color, o cuando Kant señala que “en forma abierta, de lo plural y lo único, de lo claro y lo indistinto,
todas las artes visuales… lo esencial es el diseño [en este senti- características que afectan a la pintura, a la escultura y a la ar-
do, tomaremos el término en su sentido de trazado o de dibujo quitectura tanto en el estilo barroco como en el clásico.
de una figura ], porque el diseño constituye el fundamento del
gusto. Los colores, que iluminan el contorno, pertenecen a la
estimulación. Pueden animar la sensación del objeto, pero no
pueden hacer que sea digno de ser contemplado y hermoso…”
(Arnheim: 1969, 277).
También otros autores que hemos recogido en este capítulo,
como Villafañe, estarían en esta línea de considerar más im-
portante la forma que el color, al menos en lo que se refiere al
reconocimiento (Villafañe, 1985: 123).
105. E.H. Gombrich, La imagen y el ojo, Alianza Forma, Ma-
drid, 1987, p. 268.
106. La exposición que hace Arnheim de la simplicidad está
bastante relacionada con las aportaciones de Villafañe en torno
a la forma estructural que recogíamos en el apartado 4.6.3.3.4.2
del capítulo 4.
107. El autor señala que ya se ha referido a otro tipo de reac-
ciones que generan en nosotros los colores, como es el caso de
la tendencia que tienen los de longitud de onda larga, como
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 7 315
el referente de las representaciones visuales
capítulo 7
el referente de las
representaciones visuales
Previo
Uno de los principales temas de discusión entre los autores es el del tipo de relación que se
establece entre la representación visual y su referente, en el sentido de si ésta es arbitraria o si
es natural.
Mientras que unos autores consideran que todo es arbitrario, otros opinan que se trata de
motivaciones convencionalizadas, y alguno, en una demostración de que todo depende de los
argumentos que se utilicen, defiende primero que son arbitrarias para después mantener que se
trata de representaciones naturales, fundamentadas en el entorno natural que nos rodea.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 7 317
el referente de las representaciones visuales
7.1 las representaciones visuales y su relación con la realidad. 7.2 la representación y la expresión de las imágenes.
7.3 el valor de la expresión en las imágenes 7.4 la relación del arte con la realidad. 7.5 la fotografía como un
tipo de imagen específica.
Distintos autores consideran que la realidad visual y fenomenológica que nos envuelve, y que
nos afecta, ha sido una referencia constante para las formas que se han trazado sobre un soporte
(Debray, 1994: 180-183), para los signos que no son verbales (Eco, 2000: 267).
Pero una cosa es que nuestro entorno sea la referencia, y otro diferente es la producción de
réplicas, ya que la réplica sólo es posible si el objeto se duplica en su propio medio. Si no es así,
siempre existirán diferencias entre modelo e imagen, aunque “algunas son tan corrientes que
apenas somos conscientes de ellas” (Arnheim, 1969: 133).
Como Gibson hace referencia a la imagen retiniana, indica que la cuestión no es hasta qué punto
ésta se parece al mundo visual, sino “si contiene suficientes variaciones como para explicar todos
los rasgos del mundo visual” (Gibson, 1974: 93). Así, por ejemplo, en la imagen no hay un equi-
valente a la microestructura física de la textura de las superficies, pero han de existir correlatos de
estas variables porque, en caso negativo, no seríamos capaces de verlas (Gibson, 1974: 81-82).
Pero hay algo que no debemos olvidar: además de que nuestro entorno sea una referencia para
las representaciones visuales y de que hemos de ser capaces de encontrar en ellas las variaciones
que expliquen el mundo visual, hemos de tener en cuenta que la función de todas las imágenes
es la de ser vistas por un espectador, luego reflejaremos una realidad de forma deliberada (Au-
mont, 1992: 207).
Hay pocas imágenes que encarnen perfectamente sólo una de estas tres funciones, porque en la
mayor parte de ellas se dan los tres valores a la vez. Así, por ejemplo, la Asunción de la Virgen
de Tiziano, de la iglesia de santa Maria dei Frari de Venecia, posee el triple valor de la relación
entre la imagen y la realidad, porque:
. representa personajes dispuestos en una escena;
. es simbólica, porque utiliza colores y otros simbolismos;
. es un signo, porque significa mediante el carácter religioso del lugar en el que está situada, la
parte alta de un altar.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 7 318
el referente de las representaciones visuales
7.1 las representaciones visuales y su relación con la realidad. 7.2 la representación y la expresión de las imágenes.
7.3 el valor de la expresión en las imágenes 7.4 la relación del arte con la realidad. 7.5 la fotografía como un
tipo de imagen específica.
Así, por ejemplo, para Tusón (1984: 9-13) y Kondratov (1973: 14-16), el portador material que
proporciona información, esto es, la señal que se parece a lo que representa, como sucede, por
ejemplo, con la fotografía, es el icono o la huella (aunque Kondratov también las denomina
señales-imágenes), respectivamente.
Como hemos visto en un capítulo anterior, Peirce propuso establecer tres tipologías de signos,
teniendo en cuenta que el signo significa una cosa ausente desde una materialidad que podemos
percibir con uno o con varios de nuestros sentidos: icono, índice y símbolo5. En este caso nos
interesa referirnos al icono.
El signo denominado icono es aquel en el que se da una relación de similitud entre el significante
y aquello que representa. Pero dentro del signo icono, Peirce distinguió tres tipos de signos:
. la imagen, que mantiene una relación de analogía cualitativa entre el significante y el referente
como, por ejemplo, una fotografía o una pintura figurativa;
. el diagrama o esquema, en la que se establece una analogía relacional, interna al objeto como,
por ejemplo, el plano de un motor;
. la metáfora, sería un tipo de icono que trabajara con un paralelismo cualitativo.
En la clasificación de las señales de Tusón (1984: 9-13) y Kondratov (1973: 14-16) se incluye el
índice, un tipo de señal que es efecto del objeto, por lo que nadie ha establecido qué es lo que
debe significar.
En la clasificación de los signos de Peirce también se incluye el índice, un tipo de signo en el que
existe una relación de continuidad física entre signo y lo que representan, como por ejemplo el
humo (signo) por el fuego (lo que representa) (Joly, 1999: 40; Peirce, 1974: 30).
Aumont indica que si con el término analogía nos referimos al ideal de parecido, el de imita-
ción podría ser un estupendo sinónimo, pero que hemos de tener en cuenta que la mayor parte
de las teorías sobre analogía hacen también referencia a la credibilidad que provoca la imagen
analógica (Aumont, 1992: 210). Así, por ejemplo, la fotografía es ontológicamente más creíble
que la pintura, y se convierte en la encarnación de un parecido real que puede satisfacer la nece-
sidad de ilusión mágica que está bajo todo deseo de analogía (Aumont, 1992: 211). Pero, añade,
hemos de distinguir entre el parecido y la representación, porque, en ocasiones, el parecido no
es necesario y, en otras, no es suficiente (Aumont, 1992: 213).
Así, por ejemplo, las primeras imágenes fotográficas del galope de un caballo, o de los radios
de una rueda que giraba, demostraron que nuestro ojo ni era capaz de registrar el gesto de un
instante del galope, que se volvía absurdo y desgarbado, ni los radios nítidos de un instante
del movimiento giratorio de una rueda, que no nos transmitían movimiento (Gombrich, 1987:
247-248). En estos casos el parecido no era suficiente.
La imagen más realist a es aquella que da el máximo de información sobre la realidad, de modo
que podríamos diferenciar6 entre (Aumont, 1992: 218):
. analogía, que se refiere a las apariencias, a lo visual;
. realismo, que tiene que ver con la comprensión de la imagen, con la información que nos
transmite.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 7 320
el referente de las representaciones visuales
7.1 las representaciones visuales y su relación con la realidad. 7.2 la representación y la expresión de las imágenes.
7.3 el valor de la expresión en las imágenes 7.4 la relación del arte con la realidad. 7.5 la fotografía como un
tipo de imagen específica.
La información realista ha de ser una información accesible, y esta accesibilidad dependerá del
grado de estereotipo de las convenciones utilizadas (Aumont, 1992: 220).
Arnheim, por su parte, no utiliza esta distinción entre imagen realista e imagen analógica, pero
también llama nuestra atención en el sentido de que no es necesario enfrentarnos a un duplica-
do para que algo resulte verosímil. Y que el arte, por ejemplo, ha de ser más una interpretación
que un duplicado de la realidad, a pesar de la frecuencia con la que se utiliza la duplicación
(Arnheim, 1969: 90-91).
Así, por ejemplo, señala que es posible que muchos retratos famosos, realizados cuando todavía
no se había banalizado la representación del parecido, no representen la apariencia que tenían
realmente los individuos. Sin embargo, sí que deben representar el nivel social del modelo y sus
rasgos caracterísicos, para que fueran recordados por sus descendientes. En esta situación, la
interpretación que realice el artista de rasgos y estatus, será la que hablará del modelo después
de su muerte (Gombrich, 1987: 107-108).
Respecto a los mapas y su relación con el referente, Gombrich indica, como señalábamos en un
párrafo anterior, que los signos de los mapas no tienen que ser representaciones fidedignas, pero
que tampoco tienen por qué ser necesariamente arbitrarios. Así, por ejemplo, en un mapa que re-
presente las temperaturas en distintas latitudes, las regiones cálidas suelen aparecer en color rojo
oscuro y las frías en azul. Indudablemente podríamos aprender el código opuesto, pero ¿por qué
no usar estas metáforas naturales? (Gombrich, 1987: 173).
Además de estas metáforas que relacionan colores y objetos (azul para los ríos, etc.), Gombrich
se pregunta por qué se experimenta la simetría como algo estático y la asimetría como algo ines-
table, y que por qué sentimos que el orden expresa reposo y la confusión movimiento. Añade
que es posible que esto se deba a más de una causa, pero que las metáforas que usamos pueden
orientarnos. Si sabemos que los objetos equilibrados pueden permanecer estáticos y los des-
equilibrados pueden caer en cualquier momento, lo que hacemos es transferir esta experiencia
a otras configuraciones (Gombrich, 1987: 55).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 7 321
el referente de las representaciones visuales
7.1 las representaciones visuales y su relación con la realidad. 7.2 la representación y la expresión de las imágenes.
7.3 el valor de la expresión en las imágenes 7.4 la relación del arte con la realidad. 7.5 la fotografía como un
tipo de imagen específica.
Debray considera que a través de este tipo de imágenes nos enfrentamos a lo visual en sí mismo,
ya que utilizamos la máquina para crear (Debray, 1994: 238-239).
El significado de un término no es un objeto, sino aquello que cada cultura ha definido como
una unidad que es distinta de otras, y que puede ser una persona, una ciudad, una cosa, una
idea, un sentimiento, etc. Esa unidad cultural puede definirse como una unidad intercultural
cuando nos referimos a una unidad que se mantiene constante, aunque se exprese mediante
distintos términos como, por ejemplo, /perro/, /dog/, /chien/. Pero otras unidades culturales
varían en función de cada cultura, como sucede con el caso de nuestra nieve, que en la cultura
esquimal está descompuesta en cuatro unidades, que corresponden a cuatro estados físicos
diferentes (Eco, 2000: 111-112)
7.2 La representación
y la expresión en las imágenes
Aumont considera que podemos diferenciar dos tipos de valores en las imágenes que realiza-
mos (Aumont, 1992: 208):
. el valor de la representación, que se refiere a su relación con la realidad sensible;
. el de la expresión, término con el que Aumont de refiere a aquellos valores que son más pro-
pios de las estéticas y de las doctrinas artísticas.
Para Aumont la historia del arte es la historia del conflicto entre la necesidad de duplicar el
mundo a través de una ilusión (representación), o a través de la expresión. Indica que, como
señalaba Bazin, estas dos necesidades estaban armoniosamente conjugadas hasta que el arte se
decantó hacia la ilusión mediante el uso de la perspectiva (Aumont, 1992: 210-211).
en este sentido, que dada la tipología de autores que hemos consultado, sus discursos tienen
más que ver con la representación que con la expresión.
Gubern también consideran que las imágenes figurativas son producto de la combinación de
distintos códigos ópticos y de distintos códigos culturales, por lo que constituyen conven-
ciones, aunque estas convenciones no son propiamente arbitrarias, sino motivadas (Gubern,
2004: 27).
Aumont considera que parte de las discusiones en torno a la arbitrariedad o naturalidad en la re-
presentación, procede de la confusión entre dos niveles de problemas (Aumont, 1992: 110-111),
uno relacionado con que la noción de semejanza es conocida por todo ser humano normal; el
otro, con que algunas sociedades atribuyen una especial importancia a las imágenes realistas, lo
que hace que consideren como inferiores las representaciones que no siguen ese canon.
En los apartados que siguen a continuación, describiremos los argumentos que utilizan distin-
tos autores para defender la convencionalidad o la naturalidad de las representaciones visuales
figurativas. En estos textos se dará la paradoja de que un mismo autor, Gombrich, aparecerá de-
fendiendo y cuestionando la convencionalidad de este tipo de representaciones, ya que si bien
en un texto, Arte e Ilusión, defendió su convencionalidad, en un texto posterior, La imagen y el
Ojo, defiende la naturalidad de estas representaciones.
Eco se pregunta por qué un signo icónico (utilizando la terminología de Peirce) parece igual
que la cosa que representa , si no tienen elementos que sean comunes. Una nariz, por ejemplo,
es tridimensional, mientras que su representación fotográfica es bidimensional; la piel no tiene
la misma textura o color que el soporte fotográfico, etc. (Eco, 1978: 220-221).
Cuando tratamos de imitar las cosas, las acciones, o las personas, utilizamos códigos que son
convencionales, como mostró Gombrich a través de ejemplos7 como el del uso de reproduc-
ción de un rinoceronte con escamas durante dos siglos, a pesar de que ya se sabía que este
animal no tenía escamas8 (Eco, 1978: 229-231). Cuando dibujamos el contorno de un caballo,
de modo que todo el mundo pueda reconocerlo como tal, estamos dibujando una propiedad
que el caballo real no tiene, pero reproducimos, mediante convenciones gráficas, una condición
de la percepción del objeto que nos permite reconocerlo9. Luego un signo denota, de forma
arbitraria, una determinada condición perceptiva; aunque se ha de tener presente que las con-
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 7 323
el referente de las representaciones visuales
7.1 las representaciones visuales y su relación con la realidad. 7.2 la representación y la expresión de las imágenes.
7.3 el valor de la expresión en las imágenes 7.4 la relación del arte con la realidad. 7.5 la fotografía como un
tipo de imagen específica.
diciones que se denotarán, mediante signos, pueden variar en función de los conocimientos del
grupo de perceptores a quien vaya dirigido el signo (Eco, 1978: 224-225; Eco, 2000: 290).
Para mostrar que la imagen puede significar a su objeto a partir de una correlación cultural,
hemos de superar algunas ideas ingenuas como, por ejemplo, que los signos llamados icónicos
tienen las mismas propiedades que el objeto, o que son semejantes, análogos o están motivados
por él. Pero también hemos de revisar, señala Eco, la suposición de que los signos icónicos están
codificados arbitrariamente (Eco, 2000: 288-289).
En cuanto a las teorías que sostienen que los signos icónicos son naturales, Eco indica que se
puede demostrar que son convencionales si recordamos que obras que hoy nos parecen imita-
ciones perfectas, fueron rechazadas por poco realistas en otros momentos, o si reconocemos que
hay pinturas primitivas en las que no apreciamos representación, porque no tenemos integradas
sus reglas de transformación, que son distintas a las nuestras (Eco, 2000: 304). Luego representar
icónicamente un objeto significa transcribir mediante artificios, sean gráficos o de otro tipo10, las
propiedades culturales que se le atribuyen a ese objeto (Eco, 2000: 305).
Pero decir que no son naturales no pueden llevarnos a la afirmación de que los signos icónicos
sean convencionales al modo verbal y susceptibles de tener articulación múltiple, como los
signos verbales. Aunque algunas investigaciones recientes parecen haber descubierto algunos
elementos de articulación en los signos visuales, es ingenuo formular el problema en el sentido
de si existen fonemas icónicos o frases icónicas, una formulación que parte de un verbocentris-
mo ingenuo11 (Eco, 2000: 313).
Todo el mundo acepta que las imágenes transmiten un contenido determinado, pero ¿existen
en ellas unidades de expresión que correspondan a las unidades de contenido? Eco indica que
mientras que en el lenguaje verbal la presencia de unidades discretas se revela a todos los ni-
veles, en el caso de los supuestos códigos icónicos estamos frente a un panorama mucho más
ambiguo. Así, mientras que puedo decir hombre en centenares de lenguas mediante formas ver-
bales perfectamente codificadas, los infinitos modos de dibujar una figura humana se realizan
mediante formas gráficas que no son previsibles. Y mientras que los modos de expresar hombre
verbalmente sólo son comprensibles por quienes conocen esa lengua, las miles de maneras de
dibujar a un hombre son comprensibles por muchos sujetos que no están especialmente adies-
trados. Luego las imágenes son bloques de significado que no se pueden dividir, que no pueden
ser analizadas posteriormente en signos o figuras12 (Eco, 2000: 314-316).
Estos bloques de significado son textos visuales que están codificados culturalmente. Son textos
porque un dibujo de, por ejemplo, un caballo nunca responde al término /caballo/, sino que se
podrá interpretar como un caballo en una determinada acción; y están codificadas culturalmente
porque una imagen que en la actualidad nos parece figurativa pudo no ser comprendida en el
pasado, pero ello no significa que se establezca una correlación arbitraria con su contenido, o que
podamos analizar su expresión mediante unidades discretas (Eco, 2000: 288-289 y 315-316).
Gombrich hace un acto de contrición y señala que aportó argumentos para socavar tan
plausible opinión cuando insistió, en su texto Arte e Ilusión, en que existía una especie de
lenguaje de la representación pictórica15 (Gombrich, 1987: 261-262). Considera que estas
y otras aportaciones como, por ejemplo, las del profesor Goodman cuando afirmaba que
cualquier cosa puede representar a otra cosa si así lo decidimos16 (Gombrich, 1987: 262;
Aumont, 1992: 109), tuvieron éxito debido al tipo de arte que se expuso durante el siglo xx
(Gombrich, 1987: 262).
En su discurso Gombrich aporta distintos ejemplos para argumentar la base natural de toda
representación. Así, indica que los códigos que se utilizan en los mapas no son totalmente ar-
bitrarios porque para su elección se recurre, con frecuencia, a metáforas sinestésicas, de modo
que las zonas frías y los espacios en los que debe haber agua, se colorean de color azul (Gom-
brich, 1987: 263). O señala que se ha dicho a menudo que el contorno, el elemento más básico
de la imagen bidimensional, es una convención porque los objetos que nos rodean no están de-
limitados por líneas, pero añade que, aunque esto es cierto, también lo es que los objetos están
separados de su trasfondo, experiencia que es la que trata de reproducir el contorno (Gombri-
ch, 1987: 266), como lo demuestra el hecho de que los niños pequeños, las tribus primitivas y
los animales responden igual, sin previo adiestramiento, tanto al contorno de los objetos como
a sus referentes tridimensionales (Gombrich, 1987: 188 y 266).
En cuanto a la fotografía, en blanco y negro por ejemplo, señala que es una transformación
de lo que vemos, pero transformación no significa uso de código arbitrario, porque aunque la
gradación de la oscuridad a la luz se produzca a escala reducida, la gradación no deja de ser tal
gradación (Gombrich, 1987: 265). Existen testimonios contrapuestos17 acerca de si quien nunca
ha visto una fotografía puede codificarla o no, pero añade que si la fotografía fuera convencio-
nal, no se hubiera desarrollado un procedimiento para positivar los negativos, lo que demuestra
que todo es más evidente en un positivo (Gombrich, 1987: 174-175).
Por último añade que reconocer una imagen es un proceso complejo en el que se ponen en
juego nuestras facultades innatas y adquiridas, por lo que si en ellas no hubiera un punto de
partida natural, no lo lograríamos (Gombrich, 1987: 268-269).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 7 325
el referente de las representaciones visuales
7.1 las representaciones visuales y su relación con la realidad. 7.2 la representación y la expresión de las imágenes.
7.3 el valor de la expresión en las imágenes 7.4 la relación del arte con la realidad. 7.5 la fotografía como un
tipo de imagen específica.
Estas soluciones a veces han llegado de la mano de las perspectivas, otras de las proporciones de
los objetos (Panofsky, 1973: 7), e incluso se han utilizado colores para representar la distancia
(da Vinci, 1989: 20 y 43).
Unos de los aspectos que más han influido en la apariencia de las distintas representaciones, han
sido la reproducción de las dimensiones de las partes de un objeto y las relaciones que se estable-
cen entre ellas. Estas medidas se han establecido atendiendo a tres tipos de criterios, aunque se ha
utilizado uno u otro en función del contexto histórico o artístico (Panofsky, 1979: 78):
. las proporciones objetivas, cuando se establecen en función del objeto;
. las proporciones que prestan más atención a la representación que al objeto, determinando el
tamaño de cada parte en función a la distancia a la que serán vistas;
. las proporciones que tratan de relacionar las proporciones objetivas, o del objeto, con las de
la representación.
En cuanto a la representación de las figuras, Arnheim indica que para un observador moderno, que
las juzga de acuerdo a sus propias convenciones, no parecen naturales. Pero añade que los egipcios
también podrían poner reparos a un cuadro realizado en función de las reglas de la perspectiva,
ya que no comprenderían, por ejemplo, por qué un cuadrado se representa como un cuadrilátero
irregular y no como un cuadrado, o por qué se modifican los tamaños de dos personas en función
de las distancias, cuando el tamaño de las personas es similar, etc.(Arnheim, 1969: 76).
Arnheim señala que, aunque se ha pensado que los egipcios no utilizaban el escorzo porque les
resultaba demasiado difícil, parece evidente que utilizaban su método porque así lo preferían, ya
que les permitía preservar la simetría, el enfoque frontal de los ojos, etc. (Arnheim, 1969: 75).
óptica que obtenía el observador (Panofsky, 1982: 84-85), y para lograrlo trabajaron sobre dos
conceptos (Tatarkiewicz, 1988: 121):
. la simetría, que apelaba al orden y a las proporciones desde el intelecto;
. la euritmia, que también significaba orden, pero vinculado a lo visual y a lo sensual.
En este último concepto lo importante no era que se percibiera la simetría, sino que la euritmia
actuara sobre los sentidos perceptivos. Con el transcurso del tiempo, los artistas griegos se
dividirían entre los que eran partidarios de la simetría, que intentarían descubrir los cánones
inmutables de la belleza, y los que apelaban a la euritmia, que se esforzarían en establecer rela-
ciones que fueran hermosas para los sentidos (Tatarkiewicz, 1988: 121-123).
Es importante tener en cuenta que su forma de trabajar estaba relacionada con las condiciones
particulares en las que la obra sería contemplada (Panofsky, 1982: 89-90), por lo que utilizaron
una teoría de las proporciones que permitía al artista modificar las dimensiones objetivas en
cada caso (Panofsky, 1979: 84-85). Además, se ha de destacar que no tenían una concepción
creativa del arte, que no valoraban ser originales, sino que su pretensión era la de ser perfectos
en la ejecución (Tatarkiewicz, 1988: 122-123).
Panofsky considera que, aunque este arte ha sido definido como plano, deberíamos calificarlo
como aplanado porque no suprime totalmente la profundidad (Panofsky, 1982: 90). Estas su-
perficies aplanadas generan la sensación de que las figuras no actúan por iniciativa propia, sino
que lo hacen bajo la influencia de un poder superior (Panofsky, 1973: 244-249). En un sentido
parecido se manifiesta Parini cuando señala que en el período que va desde el siglo iv hasta el
siglo xii existía una visión totalizadora de la trascendencia divina y, en consecuencia, casi des-
apareció el efecto de perspectiva. Al eliminar la consistencia volumétrica de las figuras, señala
Parini, “resaltan las zonas cromáticas y las líneas del contorno asumen autonomía rítmica y
compositiva.” (Parini, 2002: 142)
En el arte medieval del periodo tardío se utilizó el principio del eje de fuga, pero esta construcción
no permitía presentar las escenas u objetos según las reglas de la perspectiva, por lo que sus auto-
res necesitaron ocultar sus deficiencias mediante escudos, guirnaldas, etc. (Panofsky, 1973: 22).
esto es, en que se trata de una construcción geométrica, pero mientras que unos harán hincapié
en el hecho de que nos permite una visión natural, bajo unas determinadas condiciones de vi-
sión, otros lo harán en que no es natural, excepto para unas únicas condiciones de visión, como
veremos con más detalle en el apartado 7.2.2.2.
La perspectiva es un tipo de construcción geométrica que nos permite representar objetos tri-
dimensionales en una superficie bidimensional, a través de ciertas reglas, de manera que si los
miramos con un solo ojo inmóvil a la distancia adecuada, la imagen en perspectiva coincidirá
con la que nos daría la visión directa19 (Panofsky, 1982: 224 y 102).
Desde el punto de vista de Francastel, sin embargo, la perspectiva es una expresión conven-
cional que corresponde a un determinado estado de la técnica, de la ciencia y del orden social
del mundo (1984: 11), que se basa en un conocimiento profundo de las leyes de Euclides, y
que pretende que las imágenes se inscriban en el interior de un cubo, abierto por un lado, en el
que reinan las leyes de la física y de la óptica de nuestro mundo (Francastel, 1984: 33-34 y 40).
Arnheim añade que se trata de la solución que encontró la pintura europea, entre los siglos xiv
y xv, a un problema visual (Arnheim, 1969: 233), una solución que es distinta a la que habían
utilizado otras culturas para resolver el mismo problema, y que no es ni mejor ni peor que el
espacio bidimensional egipcio, o que el sistema de paralelas en un cubo oblicuo que emplearon
los japoneses (Arnheim, 1969: 235).
En cuanto al uso de las proporciones, en esta época se consideró que las del cuerpo humano
eran una encarnación de la armonía musical, por lo que fueron reducidas a principios generales
aritméticos y geométricos. Dos artistas de esta época, Leone Batista Alberti y Leonardo da
Vinci, quisieron hacer de la teoría de las proporciones una ciencia empírica y se dedicaron a
observar atentamente la naturaleza. La diferencia entre ellos es que, mientras que Alberti in-
tentó perfeccionar el método, Leonardo fusionó la teoría de las proporciones humanas con una
teoría del movimiento humano, investigando los procesos de un cuerpo humano en diferentes
circunstancias20 (Panofsky, 1979: 105-107).
Pero esta forma de representar no es menos realista que la del ilusionismo proyectivo (Arn-
heim, 1969: 76 y 92), ya que mientras uno mostraba la apariencia de un cuerpo tridimensional
desde un ángulo determinado, el arte moderno combina varios puntos de vista en un único
conjunto, como otras formas primitivas de representación, con la intención de poner en evi-
dencia que el hombre había sido sentenciado a captar episodios fugaces de su relación con el
mundo (Arnheim, 1969: 98-99).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 7 328
el referente de las representaciones visuales
7.1 las representaciones visuales y su relación con la realidad. 7.2 la representación y la expresión de las imágenes.
7.3 el valor de la expresión en las imágenes 7.4 la relación del arte con la realidad. 7.5 la fotografía como un
tipo de imagen específica.
Respecto a cuál será la representación que se hará del espacio en el futuro, Arnheim señala que,
aunque no sepamos cuál será su aspecto, lo que sí sabemos es que la abstracción no es la culmi-
nación del arte, ya que ningún estilo lo ha sido, ni lo será nunca (Arnheim, 1969: 377)
Cada periodo histórico ha tenido su perspectiva, una determinada forma simbólica de aprehender
el espacio, que se adecuaba a la concepción de esa cultura o de ese momento histórico del mundo
(Aumont, 1992: 227), luego la elección de uno u otro sistema de perspectiva corresponderá a la
preeminencia que se le conceda a ciertos valores simbólicos (Aumont, 1992: 225-226):
. la perspectiva invertida sirve para abolir el espacio y la distancia, para traer el fondo hacia el
primer término del cuadro;
. la caballera es la que utilizan la práctica totalidad de las estampas japonesas clásicas, y preten-
de no jerarquizar lo próximo y lo lejano;
. la perspectiva artificialis pretende copiar la perspectiva natural que actúa en el ojo humano,
pero no se trata de una copia inocente, porque hace de la visión humana la regla de la repre-
sentación.
Sin embargo Gombrich21 propone que algunas técnicas de representación son más naturales que
otras. Así, por ejemplo, cuando verifica que la perspectiva artificialis reproduce un buen número
de características de la perspectiva natural, llega a la conclusión de que se trata de un medio de re-
presentación que, aunque es convencional, está más justificado que otras convenciones (Aumont,
1992: 110). Considera que la perspectiva, que nace como respuesta a las exigencias de un público
que quiere conocer cómo pasó algo que ya sabe que sucedió (por ejemplo, la crucifixión de San
Pedro), es la herramienta necesaria si queremos adoptar lo que él denomina el principio del testigo
ocular, si queremos exponer exactamente lo que vería alguien desde un punto de vista determi-
nado (Gombrich, 1987: 179 y 265). Pero la perspectiva es convencional, como lo demuestra el
hecho de que si realizamos una sucesión de vistas fotográficas, y las acoplamos, no encajan, lo que
supone la mejor prueba de la convencionalidad de la perspectiva única22 (Gombrich, 1987: 196).
Arnheim, por su parte, es muy crítico con la consideración de fiel reflejo de la realidad que se
tiene del modo de representar el espacio en el Renacimiento. Señala que no deja de ser otra pro-
puesta representativa y que, del mismo modo que para nosotros la representación renacentista
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el referente de las representaciones visuales
7.1 las representaciones visuales y su relación con la realidad. 7.2 la representación y la expresión de las imágenes.
7.3 el valor de la expresión en las imágenes 7.4 la relación del arte con la realidad. 7.5 la fotografía como un
tipo de imagen específica.
nos parece real, dentro de unos años las obras de Cézanne o Renoir se considerarán parecidas a la
realidad, ya que “cuando el crítico moderno se enfrenta con una naturaleza muerta de Van Gogh,
ve realmente un objeto diferente que el que veía su colega de 1890.” (Arnheim, 1969: 92-93).
Leonardo da Vinci describe cuatro tipos de perspectivas (da Vinci, 1989: 20 y 43) que modifican
determinados aspectos del objeto en función de la distancia. Una de ellas, la perspectiva lineal,
trata de la aparente disminución del tamaño de los objetos cuando se alejan del ojo, de modo
que, entre objetos de igual tamaño, el que está más lejos del ojo parecerá más pequeño (1989:
20 y 22). Pero su aportación fundamental está en los otros tres tipos, que tienen que ver con
la variación (aparente) de los colores y de las formas de los objetos que se encuentran a mayor
distancia. Leonardo da Vinci las describe de este modo (1989: 20, 22 y 43):
. la perspectiva de color, que trata de la forma en que varían los colores al alejarse del ojo, de
modo que entre diversos cuerpos del mismo tamaño y distantes, el que está más iluminado
parecerá más cercano y más grande24;
. la perspectiva de desaparición, que explica que la apariencia de los objetos será menos precisa
cuanto más lejos se encuentren;
. la perspectiva aérea, que es la que hace que podamos distinguir diferentes distancias gracias a
la diferenciación atmosférica, ya que la atmósfera será más densa cuanta mayor sea la distan-
cia; así, los edificios más distantes tendrán que ser menos definidos y más azules, mientras que
los más cercanos deberán aproximarse a su color natural.
Gombrich señala que la pérdida de definición debida a la distancia preocupaba tanto a Leonar-
do como las leyes de la perspectiva geométrica, pero añade que el término de perspectiva aérea
es equívoco por dos razones (Gombrich, 1987: 245):
. porque atribuye la pérdida de detalle solamente al aire, a su grado de permeabilidad a la luz,
descuidando los límites de la agudeza del ojo;
. porque al identificar la pérdida de indefinición de los objetos que están lejos con la perspec-
tiva, no tiene en cuenta que la perspectiva lineal se apoya en criterios objetivos, mientras que
la perspectiva aérea, no.
Arnheim, por su parte, indica que los gradientes de color, claridad y nitidez generan profundidad,
y que mediante la perspectiva aérea, descrita por primera vez por Leonardo da Vinci, se logra un
gradiente de color. Añade que esta perspectiva es efectiva no porque sea natural, sino porque pro-
duce un gradiente perceptual, como lo demuestra el hecho de que puede utilizarse en distancias
pequeñas en las que la influencia del espesor del aire no tiene trascendencia (Arnheim, 1969: 226).
7.2.2.4 Otros factores de la representación del espacio
El espacio, en lo visible, no es sólo perspectiva, ya que también se dirige a nuestras sensaciones
visuales y táctiles mediante la luz o el color (Aumont, 1992: 230). Así, por ejemplo, conocemos
la experiencia según la cual una luz cenital, el sol, genera patrones ópticos en los que la parte
superior de un objeto posee mayor intensidad lumínica que el inferior, y en los que su sombra
está proyectada “debajo”. Este tipo de patrones hace que nuestro sistema considere como hen-
didura el objeto que tiene oscuridad en la parte superior y claridad en su inferior y, viceversa,
por lo que considerará como un relieve el objeto que tenga luz en su parte superior y oscuridad
en su parte inferior (Eibl-Eibesfeldt, 1993: 53).
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7.3 el valor de la expresión en las imágenes 7.4 la relación del arte con la realidad. 7.5 la fotografía como un
tipo de imagen específica.
Los gradientes también realzan la profundidad cuando se ven como distorsiones, teniendo en
cuenta que se ven distorsiones cuando la figura representa una desviación de otra figura que es cla-
ramente visible. Los tipos de gradientes que generan profundidad son (Arnheim, 1969: 225-227):
. los de tamaño, cuando los elementos se vuelven más pequeños de un modo coherente como,
por ejemplo, siguiendo una línea;
. los de intervalos, cuando decrecen gradualmente;
. los de color, claridad y nitidez, ya que los objetos van palideciendo gradualmente a medida
que aumenta la distancia del observador (perspectiva aérea);
. los gradientes de planos, en el sentido de que la zona de mayor definición se halla, general-
mente, en el primer plano y el resto de niveles se suelen ver como sus desviaciones;
. los gradientes de claridad son uno de los modos como la luz produce efecto de profundidad,
ya que el máximo de claridad aparece en el nivel más próximo a la localización de la fuente
luminosa o coincide con ella y no tiene por qué encontrarse en el primer plano.
Aumont, para quien el tiempo también es una dimensión esencial de la imagen, distingue entre
las imágenes temporalizadas, como es el caso de una película cinematográfica, y las no tempo-
ralizadas, como la pintura o la fotografía, señalando que sólo en el primer caso se genera una
ilusión temporal convincente (Aumont, 1992: 111-113). Respecto a las imágenes no temporali-
zadas, el autor indica, en la línea de o que recogíamos de Gombrich, que la sensación de tiempo
se debe a la participación del espectador, que añade en ellas su conocimiento sobre cómo se
genera la imagen (Aumont, 1992: 172-173).
El estilo naturalista en pintura hizo que la mayor parte de las escenas tuvieran referentes reales,
por lo que poco a poco se fue experimentando sobre la posibilidad de que el cuadro representara
el momento concreto de un acontecimiento que se había producido realmente. El dilema que se le
planteó a la pintura fue el de si, para ser fiel a la verosimilitud perceptiva, debía representar todo el
acontecimiento o era suficiente con representar solo un instante (Aumont, 1992: 243-244).
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7.3 el valor de la expresión en las imágenes 7.4 la relación del arte con la realidad. 7.5 la fotografía como un
tipo de imagen específica.
Así, por ejemplo, el arte no puede representar los movimientos afirmativos de la cabeza, ni
el súbito enrojecimiento del rostro, por lo que, para poder representar estas expresiones, la
imagen fija ha de proveernos de configuraciones que podamos comprender con facilidad y que
estén en contextos que sean lo suficientemente inequívocos como para que puedan ser inter-
pretados (Gombrich, 1987: 75-76). El arte griego, por ejemplo, creó algunos mecanismos para
compensar la ausencia de movimiento como fue, por ejemplo, crear imágenes con la máxima
inestabilidad, haciendo que las figuras adoptaran posturas que, como sabemos por experiencia,
no se pueden mantener (Gombrich, 1987: 79).
Puesto que nuestra visión no es capaz de detener el momento igual que lo hace una cámara
fotográfica, muchas de las instantáneas que aparecen, por ejemplo, en las carteleras de los cines
y en libros sobre el arte cinematográfico, no suelen ser fotografías aisladas de la película, sino
que se trata de fotografías que se han hecho a propósito, imágenes para las que se ha posa-
do especialmente, ya que las fotografías aisladas no suelen ser las idóneas para ser expuestas,
porque cuerpos y gestos quedan en posiciones desgarbadas, y hasta algunas miradas resultan
ininteligibles (Gombrich, 1987: 43).
7.2.3.2 El tiempo en las imágenes que no son figurativas
El tiempo en pintura se obtiene yuxtaponiendo fragmentos que pertenecen a diferentes instan-
tes: se extrae un momento por cada una de las zonas significativas del espacio y se realiza una
síntesis, a través del collage o del montaje (Aumont, 1992: 247-248).
Pero, ¿cómo se puede transmitir movimiento en las formas de representación que no son figu-
rativas? Gombrich indica que se precisa la visión y la experimentación de un gran artista para
lograr imprimir movimiento en este tipo de imágenes. Y que en esto, “como en tanta otras
cosas,” Picasso fue quien aportó las soluciones más interesantes y más variadas como es el caso,
por ejemplo, del cubismo, una forma de representar que le permitió mostrar varios aspectos
de un objeto (Gombrich, 1987: 57-58). En este estilo se muestran multitud de instantes, ya que
uno de sus principios consiste en que toda figura natural se puede descomponer en volúmenes
simples (como cubos o esferas), y en aportar puntos de vista diferentes sobre el mismo tema, en
el interior de un solo cuadro (Aumont, 1992: 247-248).
Pero en primer lugar vamos a ocuparnos de las definiciones que posee el término expresión, un
término que ha provocado muchos malos entendidos (Aumont, 1992: 293).
Esta concepción es la que domina actualmente no solo en pintura, sino también en las produc-
ciones de cine, de la publicidad e, incluso, en la vida cotidiana (Aumont, 1992: 295).
Aumont indica que esta definición es la que resulta más interesante para los teóricos que creen en
la expresividad de la forma, aunque hay dos modos de creer en ella (Aumont, 1992: 295-296):
. puede referirse a un catálogo convencional de formas que estipule cuáles son más expresivas
y cuáles lo son menos; estaríamos hablando de una expresividad regulada socialmente, como
en el caso del Egipto faraónico, del siglo de Luis xiv, o del realismo socialista de la URSS;
. se puede referir a la forma como un campo vivo, en cuyo caso la expresividad será comparable
a la de cualquier organismo vivo. Esta es una concepción que ha florecido en el s. xx debido
a la abstracción pictórica y a su culto de los valores plásticos “puros”, lo que ha supuesto la
tentación de hacer autónoma la vida de las formas.
La filosofía americana, a través de Langer, considera que la expresividad está presente en todas
las obras de arte desde el momento en que éstas expresan sentimientos, y que la expresión da
forma simbólica al sentimiento. Desde esta perspectiva, se considera que el arte con mayor
fuerza expresiva es el arte que no es imitativo, aunque se considera que el arte imitativo también
puede serlo, si evita la copia pura y simple de las apariencias, para reflejar unas formas que sean
naturalmente expresivas (Aumont, 1992: 296).
En cuanto al primer tipo de críticas, Aumont destaca el caso de Wollheim, un autor que emprende
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7.3 el valor de la expresión en las imágenes 7.4 la relación del arte con la realidad. 7.5 la fotografía como un
tipo de imagen específica.
una redefinición de las nociones de expresión y de arte. En primer lugar, se opone a la teoría insti-
tucional que considera que arte es lo socialmente reconocido como arte, e intenta aportar una defi-
nición empírica que considere el arte como un tipo de producción humana comparable al lenguaje,
con su propio valor simbolizador y con su vida propia, tanto desde el punto de vista del artista,
como desde el punto de vista del espectador. Respecto a las definiciones de expresión, refuta las
definiciones subjetiva y pragmática, porque suponen que la expresividad es exterior a la obra, pero
considera que la expresividad tampoco puede estar contenida en la obra. En su lugar propone una
definición basada en una dialéctica entre un componente inmediato de la expresión, el YO artista,
y un componente cultural y arbitrario, la historia de las formas (Aumont, 1992: 297-298).
Estas críticas han ejercido una importante influencia en la teoría de las artes visuales, especialmente
en el cine. Así, por ejemplo, a través de la publicación Cahiers du cinéma, en los años 70, se realiza-
ban condenas sin matices de la noción de expresividad en las películas (Aumont, 1992: 298).
Sin embargo, señala Aumont, “sorprendentemente”, a pesar de que se haya subrayado su papel
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7.3 el valor de la expresión en las imágenes 7.4 la relación del arte con la realidad. 7.5 la fotografía como un
tipo de imagen específica.
y de que se haya utilizado el color para transmitir expresión, se puede verificar que casi no
existe una teoría del color y que sólo ha suscitado discursos metafóricos27, como por ejemplo
(Aumont, 1992: 300-302):
. metáfora musical fundada en unas pretendidas equivalencias entre sensaciones de determina-
dos sonidos y determinados colores;
. metáfora fisiológica, es la metáfora que conocemos todos, aquella que relaciona los colores
con temperaturas, de modo que el rojo sería un color cálido, el azul un color frío, etc.;
. metáforas simbólicas, aquellas que recuperan equivalencias antiguas entre el rojo y la sangre,
el oro amarillo y el poder, el azul y el cielo, etc.
Aumont indica que no se han de despreciar el interés que puedan tener estas y otras metáforas
que se han ido reproducido en el campo plástico, desde Kandinsky y la Bauhaus hasta Eisens-
tein con sus ensayos sobre el montaje, pero que hemos de tener en cuenta que tales compara-
ciones no pueden tener el valor de teorías (Aumont, 1992: 302).
Para Lévi-Strauss (1968: 31), sin embargo, el discurso en torno al color está más relacionado
con la metonimia que con la metáfora, ya que para describir los colores utilizamos metonimias
implícitas relacionando, por ejemplo, el amarillo y la paja, el amarillo y el limón, etc..
La pintura posee el registro de formas más extenso, un registro de tal magnitud que es imposi-
ble realizar aquí la más simple de las tipologías, excepto para distinguir entre “la expresividad
intrínseca de las formas”, que permitiría, por ejemplo, que el triángulo, más puntiagudo que el
círculo, fuera experimentado como más agresivo29 (Aumont, 1992: 302).
Aumont señala que la lista de los elementos expresivos no es larga, pero que las configuraciones
posibles son casi infinitas, por lo que “estamos lejos de un enfoque racional de la expresión
partiendo de sus elementos” (1992: 303).
Arnheim indica que de Chirico creaba la impresión de entereza física y de solidez, pero que en
sus obras conseguía minar la confianza en la realidad de quien contemplaba la escena. Añade
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7.1 las representaciones visuales y su relación con la realidad. 7.2 la representación y la expresión de las imágenes.
7.3 el valor de la expresión en las imágenes 7.4 la relación del arte con la realidad. 7.5 la fotografía como un
tipo de imagen específica.
que esta forma de proceder se convirtió en la fórmula de los surrealistas para generar en sus
creaciones la presencia de los sueños (Arnheim, 1969: 245).
7.3.2.2 El estilo
Además de la función de los elementos expresivos y de sus configuraciones posibles, hemos de
tener en cuenta que la expresión también está en función de un conjunto de convenciones, de
un estilo (Aumont, 1992: 303).
El autor añade que se trata de definiciones compatibles, porque el estilo individual es la traduc-
ción que un individuo hace de un estilo de un grupo, aunque como toda traducción, suponga
alguna transformación.
El estilo se puede reconocer a través de determinados tratamientos que afectan a la materia, por la
elección de determinados colores, de formas, etc., aunque la mayor parte de las veces reconocemos
un estilo a partir de una determinada puesta en escena. Un ejemplo, en este sentido, es la historia
de la representación pictórica de la luz, el modo como se han representado los rayos, la materia
luminosa, etc. Así, por ejemplo, en los cuadros italianos de los siglos xiii y xiv se representaban
los rayos luminosos con colores dorados, pero en otro tipo de obras se han representado mediante
colores azulados, o con colores blancos y rojos. La puesta en escena de la luz ha variado mucho, ya
que se ha utilizado desde el claro oscuro en Rembrandt, para designar con violencia zonas signifi-
cativas, hasta la pintura luminosa en Velázquez, autor en el que la luz baña los objetos. En cada una
de estas etapas, el estilo de la luz aporta una impresión de conjunto (Aumont, 1992: 304).
Aumont señala que el cine y la fotografía han tenido también estilos de luz y que incluso en el cine,
más que en la pintura, el estilo de la luz rige la expresividad de la imagen (Aumont, 1992: 305).
Desde este punto de vista, la obra expresiva sería la que sorprende porque utiliza algo que
parece una deformación, lo que significa que hay un tipo de representación que se considera le-
gítima, pero, ¿cuál es esa forma legítima? Podemos considerar, por ejemplo, que ciertos estilos
son deformadores si los relacionamos con las versiones realistas de lo visible31 (Aumont, 1992:
306-307), pero hemos de tener en cuenta que hay “deformaciones” que se deben a la voluntad
de introducir interpretación en la representación, como señaló Jan Deregowsky a partir de sus
estudios acerca de las simplificaciones gráficas de imágenes africanas (Aumont, 1992: 308).
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7.3 el valor de la expresión en las imágenes 7.4 la relación del arte con la realidad. 7.5 la fotografía como un
tipo de imagen específica.
Aumont señala que la concepción que tenemos de la imagen expresiva es que “es la que expresa su
autor a través de una forma-impacto”, lo que parece querer decir32 que la obra expresiva es aque-
lla en la que se expresa el autor. Esta concepción, que hoy nos parece tan evidente, se constituyó
con el movimiento denominado expresionismo de principios de siglo (Aumont, 1992: 309).
Este expresionismo se caracteriza por ser el arte de la necesidad interior, aspecto que lo diferen-
cia del impresionismo y del naturalismo, que son propuestas de representar la realidad exterior.
Dicho de otra manera, el expresionismo es el arte de la proyección del YO frente a la imitación
de la naturaleza del impresionismo y del naturalismo (Aumont, 1992: 310). Tuvo un gran apo-
geo después de la primera guerra mundial, sobre todo cuando se quiso hacer cine expresionista,
“pero muy pronto se produjo una confusión terminológica”, por lo que la verdadera reen-
carnación de la escuela expresionista es la de la pintura de antes de la guerra, que fue “la más
agresiva representación de la expresividad formal y subjetiva” (Aumont, 1992: 310-312).
El expresionismo pretende llegar más lejos, permitir que la imagen represente lo invisible y
lo trascendente. Para conseguirlo tratarán de preparar al público, al igual que hicieron otros
movimientos estéticos del siglo xix, para que comprendiera que un cuadro podía alcanzar otros
mundos como, por ejemplo el mundo divino, el de la pesadilla, el de lo fantasmal o el de las
mitologías, a través de la representación (Aumont, 1992: 312-313).
7.3.3.2.2. La exacerbación de la subjetividad y el exceso
Casimir Edschmid, en 1918, señalaba que la imagen del mundo se encuentra en nosotros mis-
mos. Aumont considera que quizá este sea el punto más importante del expresionismo, ya que
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7.3 el valor de la expresión en las imágenes 7.4 la relación del arte con la realidad. 7.5 la fotografía como un
tipo de imagen específica.
Los expresionistas combatieron la objetualidad de la pintura porque creyeron que era demasiado
tranquila, y para hacerlo utilizaron el poder expresivo de la materia y de la forma, hasta producir
una interpretación individual exacerbada. Debido a este movimiento artístico, la noción de expre-
sividad artística ha quedado vinculada a las emociones y a la brutalidad (Aumont, 1992: 314-315).
La expresión no se limita a los organismos vivientes, ya que una roca empinada, un manantial o
una mera línea de color tienen tanta expresividad como el cuerpo humano y sirven igualmente
al artista. Un sauce llorón, por ejemplo, no nos transmite tristeza porque se parezca a una per-
sona triste, sino porque la forma, dirección y flexibilidad de sus ramas trasmiten una expresión
que es similar a la del estado anímico que llamamos tristeza.. (Arnheim, 1969: 369-370).
Aunque Arnheim reconoce que estos movimientos pueden estar copiados de otros bailarines, o
que pueden estar influidos por la tradición, lo que cuenta es que exhiben una estructura formal
que es semejante a la del estado de ánimo que pretende representar. (Arnheim, 1969: 365).
de forma independiente, sino que se han desarrollado para ayudarnos a reaccionar de forma
adecuada en nuestro medio. Por eso lo que nos llega es el impacto, es la expresión, considerada
ésta como el contenido primordial de la visión (Arnheim, 1969: 367).
Arnheim considera que se trata de una teoría extraña, ya que la mente, en las primeras etapas del
desarrollo, depende completamente de las experiencias sensoriales, de modo que, por ejemplo, el
niño aprende a mantener el cuerpo en equilibrio sin necesidad de reglas (Arnheim, 1969: 128-129).
Luego los niños y los primitivos dibujan generalidades, formas sin distorsionar y seleccionan
para sus representaciones los colores que se adecuen a las impresiones generales, porque la
experiencia visual atiende antes a lo general que a lo particular, y porque el papel que tiene en
ella la perspectiva es muy pequeño (Arnheim, 1969: 130-131).
7.4.1.2.4 Oblicuidad
Los niños no dibujan relaciones oblicuas hasta haber dominado completamente la relación en-
tre la vertical y la horizontal, pero sienten un especial placer al utilizarlas y conseguir, mediante
ellas, que los objetos se muevan (Arnheim, 1969: 150).
7.4.1.2.5 Tamaño
Arnheim señala que la identidad perceptual depende poco del tamaño, por lo que no nos debe
sorprender la escasa necesidad que hay de establecer relaciones de tamaño correctas en un cua-
dro. Añade que parece que las diferencias de tamaño aparecen cuando lo necesitan las relacio-
nes funcionales de naturaleza espacial, emocional o simbólica (Arnheim, 1969: 155-156).
El niño se encuentra que sólo puede representar el plano vertical y frontal, las dimensiones ver-
ticales y las horizontales, y que no puede representar los planos laterales (Arnheim, 1969: 162).
Para solucionar esta limitación va añadiendo caras laterales a los planos frontales, unas caras
que en un primer momento son regulares pero que, posteriormente, tendrán una orientación
oblicua, lo que producirá una genuina percepción de profundidad (Arnheim, 1969: 163-164).
El autor añade que lo expuesto sobre el desarrollo de la forma pictórica está relacionado con
propiedades básicas del sistema nervioso, por lo que su funcionamiento no dependería de dife-
rencias culturales o individuales, lo que explica el hecho de que los dibujos infantiles presenten
sorprendentes similitudes, en diferentes culturas (Arnheim, 1969: 167)
Así, por ejemplo, para las reproducciones griegas y romanas se llegaron a establecer cánones de
proporciones para las caras y cuerpo, en los que se tenía en cuenta la distancia a la que iban a
ser contempladas las figuras (Panofsky, 1987: 89-90).
Durante la Edad Media, en los siglos xiii y xiv, el cristianismo limitó la importancia del arte
en dos sentidos: por una parte en el tema, donde se pasó a la reproducción de la naturaleza, el
lugar en el que estaba la belleza porque era obra de Dios (Tatarkiewicz, 1988: 140); por otra, se
abandona el figurativismo por considerar que está relacionado con el paganismo, una forma de
reproducir que no se recuperaría hasta el Renacimiento italiano (Panofsky, 1982: 32-33).
Pero, según Tatarkiewicz, la idea de que el arte ha de imitar a la realidad predominará en la cul-
tura europea durante unos veinte siglos afectando, incluso, a autores tan geniales como Miguel
Ángel, que consideraba que era más fácil crear algo que no existiera que imitar a la naturaleza,
que es perfecta (Tatarkiewicz, 1988: 312).
7.4.2.1 El arte griego
Aunque Platón creía que el arte debía estar estrictamente controlado por el estado, porque sus efec-
tos eran similares a una droga y podía afectar a quienes la presenciaran, la cultura griega no optó por
censurar el arte sino por competir en su ejecución y por criticar cada una de las obras, tratando de
buscar soluciones a la representación correcta de la naturaleza (Gombrich, 1979: 206-207).
Este es el arte en el que se conquistan las apariencias, donde se crean mecanismos para com-
pensar la ausencia de movimiento como, por ejemplo, la representación de posturas corporales
imposibles de mantener, con músculos rígidos, con ropajes ondeando al viento para transmitir
velocidad y transitoriedad (Gombrich, 1979: 79). Es, también, el periodo en el que se descubre
y aplica, por primera vez, lo que Gombrich denomina principio de testigo ocular, un principio
de imitación de la naturaleza cuyas características son las de representar lo que alguien puede
ver en un instante y desde un determinado punto de vista (Gombrich, 1979: 237).
Este arte, que ha de crear contenidos para iletrados, que ha de lograr que sus escenas se lean con
rapidez, normalizará gestos para que sirvan de símbolos, por lo que de la libertad del arte clá-
sico se pasará a un estilo casi pictográfico debido a la necesidad de crear mensajes inequívocos.
La necesidad de transformar el arte en “escritura para iletrados” hace de que este estilo no sea
naturalista, porque su intención es explicar qué sucedió, no el cómo (Gombrich, 1979: 84).
Aunque la iglesia temió que la fuerza de las imágenes llevara a los fieles hacia la idolatría, el papa
Gregorio Magno, finalmente, escribiría que “las imágenes son para los analfabetos lo que las le-
tras para los que saben leer”, dotando al medio de un valor muy claro (Gombrich, 1979: 145).
7.4.2.3 El Renacimiento
Gombrich considera que la evolución de la pintura griega y la del Renacimiento es diferente a
otras porque utilizaron la ciencia, porque recurrieron a la anatomía, a la geometría proyectiva
y a la óptica, para lograr imágenes reconocibles (Gombrich, 1979: 27), para lograr transmitir el
cómo, y no el qué, de unos episodios que, en su mayor parte, ya eran conocidos (Gombrich,
1979: 94). Así, la teoría de la perspectiva nace como respuesta a las exigencias del arte narrati-
vo, ya que el público de la época quiere obras en las que se dé la impresión de que el artista ha
contemplado realmente la escena (Gombrich, 1979: 178-179).
escena, extendiendo una rejilla ante él y trasladando esa rejilla a una equivalente de su libreta,
pero sin que el artista se moviera ya que, si lo hacía, incorporaba a su dibujo algo que antes no
veía y el cuadro parecía distorsionado (Gombrich, 1979: 211 y 240).
Pero para crear el parecido también era necesario conocer la estructura de los objetos y de los
cuerpos humanos incluidos en los cuadros, por lo que la anatomía será la otra rama de la ciencia
que los artistas del Renacimiento italiano estudiarán con avidez (Gombrich, 1979: 211-212).
Sin embargo, señala Francastel, no podemos obviar que la consideración del Renacimiento
como reflejo de la visión natural del hombre tiene tal éxito que, incluso hoy en día, sigue con-
figurando el ideal de muchas personas (Francastel, 1984: 41-42).
7.4.2.5.1 El impresionismo
Francastel señala que durante este periodo todavía no se puede decir que exista la destrucción
absoluta del espacio plástico tradicional y de su representación (Francastel, 1984: 107), pero
sí que la próxima destrucción del espacio clásico se deberá, en parte, a algunos aspectos que
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 7 344
el referente de las representaciones visuales
7.1 las representaciones visuales y su relación con la realidad. 7.2 la representación y la expresión de las imágenes.
7.3 el valor de la expresión en las imágenes 7.4 la relación del arte con la realidad. 7.5 la fotografía como un
tipo de imagen específica.
aporta el impresionismo como, por ejemplo, los juegos de la luz, que liberarán a los artistas y
al público de ciertas convenciones (Francastel, 1984: 88- 94).
Es importante tener en cuenta que, en la mayor parte de las telas del impresionismo, el esquema
de composición es similar al de las telas clásicas, en el sentido de que utilizan esquemas tradicio-
nales en el encuadre y en la segregación de los planos en la profundidad, pero se diferencian de
la representación clásica, básicamente, en dos aspectos: en que no utilizan líneas para delimitar
el contorno de los objetos, y en que alteran la simbología de los colores, de modo que, por
ejemplo, pintan las sombras de color verde o de color azul. Francastel señala que el conflicto
entre la representación de las formas utilizando líneas o color procede del Renacimiento, pero
que con los impresionistas la línea pierde la batalla en favor de la mancha de color (Francastel,
1984: 94-96).
Francastel considera que el impresionismo, más que un movimiento con una determinada du-
ración, es el punto de partida de una investigación que continúa hoy en día, aunque casi ningún
impresionista, quizás con la excepción de Degas, fue consciente del valor experimental que
tenían sus propuestas (Francastel, 1984: 96-98).
Así, mientras que la visión del Renacimiento era una visión del mundo a distancia, la visión de
Renoir o de Degas es la visión que busca secretos en los detalles, lo que les llevará a sustituir el
espacio y la visión óptica renacentista por un espacio polivalente e inconmensurable (Francastel,
1984: 104). Hacia 1880, señala Francastel, la obra de algunos artistas ya estaba en condiciones de
presentar un nuevo lenguaje plástico, pero “aunque estaban impacientes por dirigirse a un públi-
co que estaba ávido de novedad, tuvieron que contribuir a formarlo” (Francastel, 1984: 106).
En cuanto a las aportaciones de Van Gogh, Francastel señala que se puede resumir en dos ele-
mentos esenciales (Francastel, 1984: 114-115):
. puso de manifiesto el juego que permitía la combinación de los sistemas de perspectiva, ya
entrevisto por Degas, lo que lo convierte en uno de los inspiradores de la visión moderna del
espacio;
. se dio cuenta de la importancia del uso del color y representó la profundidad mediante el uso
del color puro, prescindiendo de la forma.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 7 345
el referente de las representaciones visuales
7.1 las representaciones visuales y su relación con la realidad. 7.2 la representación y la expresión de las imágenes.
7.3 el valor de la expresión en las imágenes 7.4 la relación del arte con la realidad. 7.5 la fotografía como un
tipo de imagen específica.
Aunque se conocían las posibilidades del color en cuanto a su capacidad de organizar una com-
posición, se desconocía que un tono puro pudiera poseer, en sí mismo, una cierta noción de
proximidad o de alejamiento en términos absolutos, porque estas nociones corresponden a los
fundamentos científicos de la percepción (Francastel, 1984: 115). Pero a partir de entonces se
sabe que un color debe ser tratado no sólo en función de la ley de los complementarios, sino
también teniendo en cuenta que posee un valor de significación espacial, de modo que, por
ejemplo, el azul aleja y el amarillo acerca.
Un descubrimiento así revolucionó toda la técnica y acabó por romper las relaciones tradicio-
nales entre el dibujo y el color, ya que ahora se sabe que se puede construir un espacio complejo
mediante la yuxtaposición de manchas de color sin recubrirlo de pequeñas pinceladas, lo que
supone superar el impresionismo (Francastel, 1984: 115-116).
Francastel considera que el cubismo es, al mismo tiempo, una representación arbitraria y una
representación realista del mundo, una orientación del pensamiento plástico que quiso alcanzar
unas realidades visibles e invisibles utilizando, para ello, sólo el color, o sólo la forma. El autor
procede a estudiarlo “sin pretender definirlo”, ya que considera que “el cubismo sólo podría
ser definido cuando haya surgido un nuevo academicismo” (Francastel, 1984: 126-127).
Una de las primeras preocupaciones del cubismo fue la de las dimensiones del espacio, hasta el
punto de que intentó generar la cuarta dimensión, o de que redujo el espacio a formas curvas
que excluían las dimensiones tradicionales (Francastel, 1984: 127). Seurat, por ejemplo, expe-
rimentó con figuras y demostró que se podían representar cuerpos de tres dimensiones, en
un espacio de dos dimensiones, utilizando procedimientos que no eran imitativos (Francastel,
1984: 134).
De alguna manera, como podemos observar a través de sus aportaciones, “la historia del último
medio siglo [del siglo xx] es la del descubrimiento por el gran público del balance del impresio-
nismo” (Francastel, 1984: 135).
Francastel considera que el cubismo era menos audaz de lo que se ha creído porque, en esencia,
se trataba de descomponer planos o de yuxtaponer elementos desde puntos de vista sucesivos
de los objetos, pero que si tuvo una importancia sin par entre todos los movimientos de prin-
cipios del siglo xx fue, básicamente, por dos motivos:
. porque mostró una curiosidad real por el análisis de las sensaciones;
. porque nos acostumbró a la idea de una transformación necesaria del lenguaje plástico (Fran-
castel, 1984: 136-137).
Pero el lenguaje del cubismo es todavía pobre en signos y en significaciones, como lo demues-
tra el culto al objeto y el hecho de que éste se convirtiera en su principal motivo de estudio
(Francastel, 1984: 137-138).
El arte, que se basa en las estructuras mentales y fisiológicas más profundas del hombre, es un
lenguaje (Francastel, 1984: 155). Francastel reconoce que la idea de aceptar que existen lengua-
jes plásticos encuentra resistencias, aunque más en los sociólogos que entre los etnógrafos y los
antropólogos. Señala que le sorprenden algunas cosas como, por ejemplo:
. que se diga que el arte no es un verdadero lenguaje porque no utiliza elementos estables que
sean análogos a los fonemas;
. que se lleven a cabo experiencias de laboratorio en las que se utilizan, indistintamente, testi-
monios de sujetos que son capaces de leer lenguaje plástico y de sujetos que no son capaces
de realizar esta lectura, como “si pudiéramos fundar una teoría musical en el testimonio in-
discriminado de sujetos que tienen oído y de otros que no lo tienen” (Francastel, 1984: 155).
Francastel afirma que las experiencias de una sociedad se pueden expresar tanto desde los len-
guajes verbales como desde los plásticos o los gestuales, que existe una dialéctica y una sintaxis
del signo plástico, al igual que existe en el signo escrito, y que el arte es un sistema de relaciones
que permite unir elementos que pertenecen a las creencias con elementos que son propios del
nivel de los conocimientos (Francastel, 1984: 156).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 7 347
el referente de las representaciones visuales
7.1 las representaciones visuales y su relación con la realidad. 7.2 la representación y la expresión de las imágenes.
7.3 el valor de la expresión en las imágenes 7.4 la relación del arte con la realidad. 7.5 la fotografía como un
tipo de imagen específica.
La fotografía, según Joly, es el prototipo de imagen indicial, de imagen que aporta rastros y
datos de algo que ha sucedido en un momento y en un lugar determinado. Sus características
se extienden a otro tipo de imágenes (película, vídeo) que son producto de una grabación o de
un registro directo de la realidad (Joly, 1994: 61). Este carácter de objeto de la realidad es lo que
nos lleva a esperar de ella credibilidad y veracidad, por lo que cuando se rompe este contrato de
confianza, el espectador se indigna (Joly, 1994: 55).
El movimiento semiótico estructural de los años 60 denunciará el carácter ilusorio de este pare-
cido, y analizará lo que fundamenta el efecto de lo real que provoca la fotografía, desmonta su
código y demuestra que, como toda imagen, la fotografía transforma la realidad (Joly, 1994: 62).
La autora señala que Barthes dedicó una gran parte de sus investigaciones a esta cuestión, y
llegó a la conclusión de que una fotografía propone “una doble conjunción”, la de ser real y la
de haber sucedido38, debido al modo específico como se genera. Lo que vemos representado en
una fotografía ha dejado su rastro luminoso en ella, luego ha tenido que existir necesariamente,
luego “cualquiera que sean las objeciones que plantee nuestro espíritu crítico, estamos obliga-
dos a creer en la existencia del objeto representado, que ha estado presente en el tiempo y en
el espacio. En este sentido la fotografía no es una copia de lo real, pero sí una emanación de un
pasado que fue real. El referente se adhiere a la fotografía, la fotografía es un rastro, luego su es-
pecificidad radica en que es un índice en el sentido peirciano del término39, en que corresponde
al tipo de signos en los que existe una conexión física con aquello que sustituyen. Este carácter
de índice es lo que permite explicar un cierto número de usos específicos vinculados a la foto:
su uso como prueba, como fetiche e, incluso, como ídolo (Joly, 1994: 63).
Joly señala que las consecuencias de esta especificidad indiciaria son considerables, ya que vin-
cula la fotografía con la tradición de las imágenes sagradas, con las imágenes-verdad, con la
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 7 348
el referente de las representaciones visuales
7.1 las representaciones visuales y su relación con la realidad. 7.2 la representación y la expresión de las imágenes.
7.3 el valor de la expresión en las imágenes 7.4 la relación del arte con la realidad. 7.5 la fotografía como un
tipo de imagen específica.
magia y con la muerte; es esta especificidad indicial la que alimenta la confusión entre visible y
verdad (Joly, 1994: 64).
Joly señala que el poder de las imágenes indiciales también se puede reconocer en algunos usos
que se hacen de ellas como, por ejemplo, cuando las tratamos como fetiches o como ídolos en
el caso de nuestras personas amadas o deseadas. Pero también podemos reconocer el aspecto de
índice en otro tipo de imágenes como en las radiografías, ecografías, resonancias magnéticas, etc.
que, aunque sólo puedan ser interpretadas por un especialista, pueden ser sacralizadas a causa de
su carácter indicial, como sucede con las ecografías de las embarazadas (Joly, 1994: 64).
Joly insiste en que es el aspecto de índice de la fotografía, y no el de parecido, lo que funda-
menta el poder de la imagen, la que la hace creíble. Pero que, paradójicamente, la fotografía se
examina no a partir de este aspecto sino a partir de su carácter representativo e imitativo, de
analogía o de parecido (Joly, 1994: 65).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 7 349
el referente de las representaciones visuales
7.1 las representaciones visuales y su relación con la realidad. 7.2 la representación y la expresión de las imágenes.
7.3 el valor de la expresión en las imágenes 7.4 la relación del arte con la realidad. 7.5 la fotografía como un
tipo de imagen específica.
de la perspectiva no ha sido un descubrimiento reciente, ya que encuentro de jóvenes artistas en la escuela de Bellas Artes de
en 1505 Jedan Pélerin tituló el primer tratado impreso sobre la París, en el taller del simbolista Moreau, fue calificado despec-
perspectiva como De artificialis perspectiva, un título que con- tivamente como fauves, fieras, por el crítico Louis Vauxcelles
trasta con la denominación de perspectiva naturalis.” (Gubern, en el Salón de Otoño de 1905. Sus obras, aunque fueron defen-
1994: 80). didas por algunos marchantes, fueron abucheadas por la críti-
23. Como señala Gubern, las cosas que muestra la perspectiva ca y objeto de burlas por parte del público. Se caracterizaron
geométrica parecen pertenecer a la visión monocular desde un por rechazar la perspectiva clásica, privilegiando la línea y el
determinado punto de vista totalmente estático, lo que signi- arabesco, utilizaron colores puros escasamente imitativos, y
fica que no muestra las cosas tal como existen en la realidad. abandonaron el claroscuro, lo que les permitió crear obras con
Además esta composición del espacio no tiene en cuenta la aco- intenso poder emocional (Laneyrie-Dagen, 2005: 250-251).
modación selectiva del cristalino a las distancias, que “hace que 34. Utilizo aquí, de modo consciente, la terminología de De-
cuando el primer término se ve con nitidez, el fondo parece bray cuando denomina así al estudio histórico de la represen-
borroso, y viceversa” (Gubern, 1994: 80). tación de objetos, de situaciones, de emociones y de estatus en
24. Ya los pintores de los frescos de la antigua Roma repre- cada sociedad. Y lo hago porque, a estas alturas de la investiga-
sentaban las figuras distantes con colores fríos (azul y verde) ción, las dudas que albergo en torno a los términos de historia
y las próximas con colores cálidos (marrón y ocres), aunque del arte, son muy grandes. Y máximo si con estos términos nos
Leonardo institucionalizó esa técnica que se basaba en que to- referimos al estudio, en cualquiera de sus vertientes, de las pin-
dos los medios transparentes son turbios y que dicha turbiedad turas, sean enmarcadas y portátiles, o fijadas a su soporte y no
repercute en la percepción del color (Gubern, 1994: 80). portables.
25. Gombrich señala que hay escenas que son absolutamente 35. Por ejemplo, la jerarquización de personajes y de objetos
claras porque comprendemos la lógica de sus situaciones a tra- ha dependido a veces de criterios relacionados con lo sagrado,
vés de las actitudes y de los gestos representados (Gombrich, otras con la organización euclidiana del espacio; en ocasiones las
1987: 51). proporciones se han establecido en función este mundo, otras
26. En un estudio se presentó una cara con expresión neutra, que en función de lo inmortal, también en función al movimiento o
fue recibida por los espectadores como una expresión de lujuria, dependiendo del lugar desde el que sería contemplado, etc.
de amor fraternal o de gula, si las imágenes que le acompañaban 36. Cuando Francastel se refiere a las recientes investigaciones
eran una mujer en la cama, una criatura o una mesa repleta de que dotan de valor arbitrario al signo plástico, no hace refe-
comida, respectivamente (Cocula y Peyroutet, 1986: 38-39). rencia explícita al Grupo µ. Sí que menciona, sin embargo, las
27. Parece que cuando el autor describe la relación metafórica aportaciones de G. Gurvitch en sus artículos publicados en
entre significante y referente (rojo, calor/sangre, etc.) lo hace L’Année sociologique, como manifiesta en su nota 101 de la
peyorativamente, como si se tratara de una relación que es poco página 139.
consistente. 37. Se puede apreciar el nivel de esta obsesión en los cuadernos
28. Parece que aquí hay una contradicción un tanto extraña: de notas de Leonardo da Vinci y en su Tratado de la pintura,
existe la práctica de la expresión mediante la forma y mediante textos en los que explica cómo se han de representar las luces,
el color, pero no existe la teoría de esa expresión... Luego, si las distancias, y la necesidad que tiene el artista de conocer per-
no existe la teoría pero sí la práctica ¿es porque no hemos sido fectamente la estructura interior del hombre, etc.
capaces de formularla?. 38. “Dans la photographie, en effet —du moins au niveau du
29. En este caso, relacionar el triángulo con una mayor expre- message littéral—, le rapport des signifiés et des signifiants n’est
sión de agresividad que el círculo.. ¿no es una metáfora? No pas de ‘transformation mais d’‘enregistrement’, et l’absence de
entiendo la diferencia que establece el autor entre metáfora y code renforce évidemment le mythe du ‘naturel photographi-
expresividad intrínseca de la forma. que’: la scène est là, captée mécaniquement, mais non humaine-
30. Aumont señala que estas obras no pretendían romper las ment…” (Barthes, 2002, Vol. II, p. 582).
tradiciones estilísticas, sino aportar soluciones distintas a la 39. “Un índice es un signo que se refiere al objeto que denota
representación de la luz, de las formas, etc. Por ejemplo, el en virtud de ser realmente afectado por aquel objeto. (…) En
cuadro de Monet Impresión soleil levant, que dio nombre al la medida en que el índice es afectado por el objeto, tiene, ne-
movimiento impresionista, fue concebido como una obra que cesariamente, alguna cualidad en común con el objeto, y es en
proponía una solución nueva a la representación de la luz al relación con ella como se refiere al objeto.” (Peirce, 1974: 30).
amanecer; o las primeras descomposiciones cubistas, que lo
que querían era expresar mejor una cierta “objetualidad” de sus
modelos, etc. (Aumont, 1992: 306).
31. En otros capítulos hemos recogido aportaciones de distin-
tos autores en el sentido de que, normalmente, nos sentimos
más “cómodos” frente a imágenes figurativas, como es el caso
de los estudios que recoge Parini en su texto (Los recorridos de
la mirada, Paidós Ibérica, 2002, Barcelona)
32. La construcción de esta frase no es correcta, por lo que no
sabemos si la obra expresiva es la que expresa “a su autor”, si es
“en la que se expresa su autor”, o si es otra similar.
33. Este movimiento, que surgió entre 1894 y 1897 a partir del
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 8 351
la representación visual. denominaciones y características
capítulo 8
la representación visual.
denominaciones y características
Previo
Como hemos visto en anteriores capítulos, uno de los mayores problemas al que nos enfrenta-
mos al estudiar las representaciones visuales es la falta de una terminología común, o consen-
suada, que nos permita referirnos a sus unidades, tanto de sentido como de construcción.
Nos encontramos frente a una situación en la que, como hemos descrito en el capítulo 6, cada
autor propone una terminología, que suele estar relacionada con el enfoque de análisis (unos
más abstractos, otros más empíricos) y la disciplina (la semiótica, la teoría del cine, la teoría
de la imagen, la teoría o la historia del arte, la psicología de la percepción, etc.), desde la que
se realiza el estudio, motivo que nos obliga a utilizar distintos términos en esta investigación:
imagen, mensaje visual, signo visual, lenguaje visual, signo icónico, mapa, espejo, huella, señal,
símbolo; y elementos, variables, signos, etc.. En este apartado vamos a tratar de estructurar sus
aportaciones y de definir las características que han de poseer este tipo de objetos.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 8 353
la representación visual. denominaciones y características
8.1 sobre el término imagen. 8.2 formas de denominar el objeto de la representación visual, desde la semiótica. 8.3 las
representaciones visuales que son consideradas como arte. 8.4 clasificación de las representaciones visuales. 8.5
usos y las funciones de las representaciones visuales.
Como señala Joly “lo más impactante es que, a pesar de la variedad de significados que tiene
esta palabra, la entendemos. Entendemos que indica algo que (...) se vale de ciertos rasgos vi-
suales y depende de la producción de un sujeto” (Joly, 1999: 17).
Luego para Kondratov entre el signo y la imagen no existe dependencia de ningún tipo, aunque
sí relación, ya que cada uno de ellos denomina a un tipo de señal: la imagen es la señal que se
parece a lo que representa y el signo es el tipo de señal que es fruto de la convención.
. el símbolo, cuando se produce una relación de convención entre el signo y su referente, como
por ejemplo los anillos olímpicos.
Peirce introduce el término de imagen como una subcategoría del signo icono, ya que considera
que dentro del icono podemos distinguir tres subtipos de signos3:
. la imagen, el tipo de icono en el que se produce una relación de analogía cualitativa entre el
significante y el referente, como sucede en una fotografía o en una pintura figurativa;
. el diagrama o esquema, en la que se establece una analogía relacional, interna al objeto, como
por ejemplo, en el plano de un motor;
. la metáfora, sería un tipo de icono que trabajaría desde el paralelismo cualitativo.
La autora señala que aunque Peirce definiera la imagen como un tipo de signo icónico, un tipo
de signo que mantiene una relación de analogía cualitativa entre significante y referente, cuando
aparece la semiología de la imagen, este término se convierte en sinónimo de “representación
visual” y, por extensión, de signo icónico4 (Joly, 1999: 42).
El Grupo µ, por su parte, indica que se ha tendido a establecer una identidad entre icónico y
visual a pesar de que el concepto de icono, según los diccionarios, permiten la existencia de un
iconismo sonoro, táctil y olfativo, además del visual. Pero a pesar de no ser exacta esa relación,
la aceptan para distinguir, en los signos visuales, entre los signos que tienen un parecido con
la realidad exterior, o icónicos, y los que no tienen ese parecido, o signos plásticos (Grupo µ,
1993: 98-99)
Villafañe considera que toda imagen posee tres estructuras: la espacial, la temporal y la de
relación. Las dos primeras permiten una formalización teórica, mientras que la estructura de
relación, que está constituida por elementos como el tamaño, no es útil para categorizar o
definir porque “sería un poco ridículo clasificar o definir una imagen en función a su tamaño”
(Villafañe, 1985: 50).
Joly elabora sus propuestas a partir de las aportaciones de Barthes, un autor que se preguntó
si la imagen contenía signos y, si los tuviera, de qué tipo serían. Para su estudio tomó como
referencia la imagen publicitaria porque consideró que si la imagen contenía signos, en la pu-
blicitaria estos signos debían ser plenos porque “en publicidad la significación es seguramente
intencional”6. La pretensión de Barthes es que, si se pueden descubrir unidades en este tipo de
imágenes, estos hallazgos deberían poder ser aplicados en imágenes más complejas como, por
ejemplo, la imagen artística (Joly, 1994: 91-92).
Barthes, partiendo del principio de que un signo une un significante y un significado, busca
los significados que se producen en el anuncio de las pastas Panzani para encontrar los signifi-
cantes que están relacionados con ellos. El primer significado que detecta es el de italianidad,
un significado que está construido por el nombre de la marca, Panzani, por los colores del
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 8 356
la representación visual. denominaciones y características
8.1 sobre el término imagen. 8.2 formas de denominar el objeto de la representación visual, desde la semiótica. 8.3 las
representaciones visuales que son consideradas como arte. 8.4 clasificación de las representaciones visuales. 8.5
usos y las funciones de las representaciones visuales.
anuncio, rojo, verde y blanco, que significan “Italia”, y por los objetos representados, frutos
y legumbres meridionales, el queso parmesano y la salsa de tomate, elementos que vendrían a
reforzar, cada uno a su manera, el concepto de italianidad7 (Joly, 1994: 92)
Barthes, al relacionar los significados que descubre en la imagen con sus significantes, propone
que en la imagen están actuando tres tipos de mensajes8 (Joly , 1999: 79 y ss.):
. el mensaje lingüístico;
. el mensaje icónico codificado (cebollas, pimientos, paquete, sobre, etc.);
. el mensaje icónico no codificado (tonos amarillos, verdes, rojos, etc.).
Debido a la heterogeneidad del término, la autora señala que es importante tener la precaución
de definir el tipo de imagen que se va a estudiar (Joly, 1999: 46).
La semiología del lenguaje visual postula, a su nivel más fundamental, que las representaciones
visuales son prácticas semióticas que significan, esto es, que constituyen lenguajes. La autora
toma en consideración la definición de lenguaje propuesta por Iouri Lotman10: “Par langage
nous entendons tout système de communication qui utilise des signes agencés de façon parti-
culière”11. Si bien toda comunicación implica la presencia de un emisor y de un destinatario,
Lotman precisa que la función comunicativa se puede ejercer en el seno de un mismo individuo
que se convierte, al mismo tiempo, en emisor y en destinatario del mensaje que él elabora, el
individuo “se habla” para informarse a él mismo12 (Saint Martin, 1994: xii).
La autora señala que, desde el primer momento, se cuestionó esta función lingüística del lenguaje
visual porque sus estructuras no resistían una comparación con las del lenguaje verbal, convertido
en el paradigma absoluto de toda noción de lenguaje. Sin embargo, añade, ahora está claro que los
conceptos analíticos no pueden constituir las bases del desarrollo de una semiología de los len-
guajes no verbales porque, entre otras razones, los signos visuales ni poseen doble articulación, ni
están constituidos por elementos aislados y aislables, ni mantienen, en la mayor parte de los casos,
una relación arbitraria entre los componentes del signo (Saint Martin, 1994: xii-xiii).
Pero los signos visuales poseen algo que le es propio, el espacio y la profundidad, algo que no
se puede argumentar desde el lenguaje verbal y que no supieron, o no pudieron, reconocer los
teóricos que, al hacer depender la semiología visual del la lingüística verbal, la colocaron en un
callejón sin salida (Saint Martin, 1994: xiii-xiv).
Saint Martin considera que si tenemos en cuenta las propuestas de Francastel13, en el sentido de
que las representaciones artísticas de cada tiempo están vinculadas a las hipótesis geométricas
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 8 357
la representación visual. denominaciones y características
8.1 sobre el término imagen. 8.2 formas de denominar el objeto de la representación visual, desde la semiótica. 8.3 las
representaciones visuales que son consideradas como arte. 8.4 clasificación de las representaciones visuales. 8.5
usos y las funciones de las representaciones visuales.
de sus sociedades, la ciencia de los signos visuales encuentra sus bases espaciales en el discurso
geométrico de la topología, ya que sus modelos nos permiten pensar en el campo visual como en
un campo de fuerzas en constante mutación, y explicar las energías de los elementos plásticos en
los procesos energéticos que estructuran la actividad perceptiva (Saint Martin, 1994: xiv-xv).
Consideran que dentro del signo visual se puede distinguir el signo icónico, aquel que recoge la
tradición de la analogía o del parecido peirceano, y el signo plástico, un tipo de signo pleno pero
cuya relación entre la expresión y el contenido es más débil y depende del contexto, como ya
vimos en el capítulo 6.
Este código no posee doble articulación (1978: 243 y ss.), ya que este tipo de signos son enun-
ciados icónicos, unidades complejas de significado, que pueden ser analizadas en signos pero
no en figuras (en términos de Prieto), ya que frente a un caballo (signo y enunciado visual),
podemos distinguir la cabeza, la cola… etc., pero no podemos plantearnos la cuestión de la
segunda articulación. Los signos, por lo general, sólo denotan si están en un enunciado icónico,
ya que es el contexto el que hace que se puedan insertar los signos en cuestión, por lo que fuera
de él los signos serían observados como configuraciones muy ambiguas (1978: 267).
Aunque hasta ahora hemos hecho referencia a “código”, Eco señala que a nivel icónico no existe
un código, sino tantos como estilos personales de un autor, maneras típicas de una escuela o una
época, etc.(1978: 268). Incluso la pintura abstracta, las propuestas informales poseen un código,
parten de una regla sobre la que se estructuran los niveles técnico y semántico, solo que en lugar
de proponer imágenes propone formas, “aunque sean informes”, que son reconocibles porque
nos permiten diferenciar las obras de Wols, Fautrier, Pollock, etc. (1978: 289).
Estas formas, indica Eco, son signos que comunican de distinta manera (1978: 289-290), ya que
en el caso de los cuadros informales, igual que sucede con algunos tipos de poesía nueva, la obra
instaura “un código autónomo” que sólo se puede comunicar con los que conocen estas reglas,
como lo demuestra el hecho de que se tengan que dar tantas explicaciones preliminares en los
catálogos, etc. (1978: 290-291)
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 8 358
la representación visual. denominaciones y características
8.1 sobre el término imagen. 8.2 formas de denominar el objeto de la representación visual, desde la semiótica. 8.3 las
representaciones visuales que son consideradas como arte. 8.4 clasificación de las representaciones visuales. 8.5
usos y las funciones de las representaciones visuales.
Debray considera que utilizamos el término de obra de arte para denominar a ciertos objetos
visuales que quizás no fueron concebidos para perpetuarse como tales obras, pero que hemos
convertido en artísticos por su valoración económica. El autor también es crítico con el térmi-
no de historia del arte, término que propone sustituir por el de historia de las imágenes, una
disciplina que debería tener en cuenta los usos y los significados de esos objetos cuando se
produjeron (Debray, 1994: 130-131).
Panofsky, por su parte, diferencia entre la historia y la teoría del arte, aunque indica que cada
una se nutre de los conceptos de la otra. Según él, el historiador de arte trata de profundizar,
lo más posible, en las circunstancias bajo las que se crearon los objetos que investiga, mientras
que el teórico del arte intenta formular y sistematizar los problemas artísticos. Sin embargo,
el primero necesita utilizar términos que implican conceptos teóricos, y el segundo no puede
construir un sistema de conceptos sin hacer referencia a las condiciones históricas en las que
han surgido la obra (1979: 31-35).
Otro de los autores consultados, Francastel, considera que el arte es una actividad que expresa
de forma simbólica el pensamiento colectivo de cada sociedad, y de cada generación en esa so-
ciedad. Como tal expresión, refleja el gusto y las ideas de una época, por lo que una explicación
exclusivamente teórica, o exclusivamente técnica, sería insuficiente: la civilización es un todo,
por lo que cada modificación importante de la actitud humana repercutirá en todas las activi-
dades y, por lo tanto, también en el arte (Francastel, 1984: 46). Sin embargo el arte, en lugar
de ser analizado como una función básica, ha sido considerado como un ornamento, como un
accesorio de las civilizaciones (Francastel, 1984: 60).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 8 359
la representación visual. denominaciones y características
8.1 sobre el término imagen. 8.2 formas de denominar el objeto de la representación visual, desde la semiótica. 8.3 las
representaciones visuales que son consideradas como arte. 8.4 clasificación de las representaciones visuales. 8.5
usos y las funciones de las representaciones visuales.
Panofsky afirma que todos los objetos creados por el hombre son de dos tipos: o bien son vehículos
de comunicación o bien son instrumentos, aunque ambas cosas pueden ser obras de arte si alguna
de ellas tiene significación estética (Panofsky, 1979: 26-27). Así, por ejemplo, un poema, o el Pan-
teón, que son vehículos de comunicación y de representación, respectivamente, se convierten en
obras de arte porque ambos requieren ser experimentados estéticamente (Panofsky, 1979: 27-28).
En cuanto a la cuestión de cuándo un objeto comienza a ser obra de arte, Panofsky considera
que ese momento empieza con la intención de sus creadores, pero como la intención no es su-
ficiente, deberemos tener en cuenta la situación histórica y los convencionalismos de la época,
de modo que la suma de estas condiciones hará que un objeto esté en un museo etnológico, en
una exposición artística o en ninguno de los dos espacios (Panofsky, 1979: 28-29).
Debray, por su parte, considera que lo que hace que un objeto sea o no sea arte, es la relación
que se establece entre la oferta y la demanda, porque si la oferta se concibe en función de la
demanda, hablaremos de comunicación, mientras que si se concibe de forma independiente a la
demanda, hablaremos de arte (Debray, 1994: 259).
Para Eco la obra de arte es un tipo particular de comunicación porque “alcanza una condi-
ción de armonía que la hace insustituible” (Eco, 1972: 46). Este autor considera que para que
exista una obra de arte son necesarias una serie de características que sólo se pueden atribuir
“a la intervención conscientemente productiva de un autor” (Eco, 1972: 42), de manera que,
en principio, las obras de Le Corbusier no se incluirían en la definición de arte porque lo que
pretendía era resolver problemas urbanísticos a partir de una serie de ideales; sin embargo,
también construye por el gusto y el placer de formar, y en esta especificación sí se constituye
como artista (Eco, 1972: 151-152).
Eco intenta analizar por qué varía la idea de arte en función de la época y de los pueblos, y seña-
la que lo único que es uniforme es el comportamiento, por lo que hemos de aceptar la realidad
individual de las obras y tratar de comprender cómo han ido sucediendo las ideas de arte en
el transcurso de la historia (1972: 141-143). Considera que una definición general de arte está
limitada por el hecho de que se puede modificar en otro contexto histórico, y que incluso su
propia definición de arte [la de Eco] “es la dada por un hombre del siglo xx que ha bebido en
las fuentes de la cultura occidental” (Eco, 1972: 147-148).
Tatarkiewicz, por ejemplo, señala que la idea clásica del arte difiere de la que tenemos en la
actualidad, en una serie de aspectos (1988: 39-43):
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 8 360
la representación visual. denominaciones y características
8.1 sobre el término imagen. 8.2 formas de denominar el objeto de la representación visual, desde la semiótica. 8.3 las
representaciones visuales que son consideradas como arte. 8.4 clasificación de las representaciones visuales. 8.5
usos y las funciones de las representaciones visuales.
. el arte era algo que concernía más al acto de producir que a los productos de arte, más a la
destreza en la producción que al propio objeto;
. se consideraba arte cualquier tipo de habilidad humana que fuera capaz de producir cosas,
siempre que se tratase de una producción basada en reglas;
. el arte era algo racional que implicaba un conocimiento.
Otra muestra de las diferencias entre la consideración clásica de arte y la actual, es que Bacon,
en el siglo xvii, pretendió aislar de las artes en general las bellas artes, un grupo especial de
disciplinas que no se basaban en la razón, como las ciencias, ni en la memoria, como la historia,
sino en la imaginación. Sin embargo, entre ellas no incluyó ni a la música ni a la pintura porque
consideraba que se trataba de destrezas plásticas (Tatarkiewicz, 1988: 89).
Los griegos no valoraban la originalidad en el arte sino la perfección integral, por lo que la
innovación era considerada como un atentado en todas las disciplinas artísticas (Tatarkiewicz,
1988: 123) excepto en la poesía, ya que el poeta no estaba sometido a leyes y podía hacer cosas
nuevas (Tatarkiewicz, 1988: 280).
Durante el período post-aristotélico se llegó a considerar que el trabajo del artista es también
espiritual y de inspiración divina, lo que les llevó a buscar elementos espirituales, creativos y
divinos, sin limitarse a imitar a la realidad (Tatarkiewicz, 1988: 135).
8.3.2.3 Renacimiento
El descubrimiento en el Quattrocento de un sistema de proyección geométrica que se basaba
en un único punto de vista, es un síntoma de una transformación de los espíritus, de un nuevo
estilo que implica una nueva actitud del hombre ante el mundo15 (Francastel, 1984: 73).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 8 361
la representación visual. denominaciones y características
8.1 sobre el término imagen. 8.2 formas de denominar el objeto de la representación visual, desde la semiótica. 8.3 las
representaciones visuales que son consideradas como arte. 8.4 clasificación de las representaciones visuales. 8.5
usos y las funciones de las representaciones visuales.
Este estilo artístico es producto de una sensibilidad social, intelectual, técnica y vital, de modo
que edificar la cúpula de Florencia, introducir las distancias en los frescos, descubrir nuevas
rutas en el atlántico, las teorías de Copérnico o la nueva música, forman parte de un mismo
estado social e intelectual (Francastel, 1984: 55-59). En este sentido “el Renacimiento puede
ser considerado como un cambio de actitud psíquica del hombre respecto al mundo exterior”
(Francastel, 1984: 60).
En este contexto, el arte visual se libera de las restricciones morales y religiosas, y vuelve a
existir por el arte y por la belleza. El trabajo creativo llega a ocupar un lugar central, ya que se
abandonan los cánones y se pasa a valorar al artista más como un erudito que como un operario
(Tatarkiewicz, 1988: 143-144). En el renacimiento los artistas fueron conscientes de su indepen-
dencia, libertad y creatividad propias (Tatarkiewicz, 1988: 282), por lo que se pasa de la mirada
sagrada a la mirada del hombre16 (Joly, 1994: 115).
8.3.2.4 Siglo XVII y XVIII
Como indica Francastel, durante más de 400 años apenas se varió la propuesta plástica del
Renacimiento: quizá se cambiaron las leyendas, tal vez se puso el acento en tal o cual ele-
mento de la técnica o de la tradición, pero se aceptaron las limitaciones de la geometría de
Euclides (1984: 82). Sin embargo se producen pequeños movimientos como, por ejemplo, el
hecho de que se empieza a hacer más referencia al artista como creador, y que el concepto de
creatividad va apareciendo con mayor frecuencia, relacionándose con el concepto de imagi-
nación (Tatarkiewicz, 1988: 283-284)
8.3.2.5 Siglo XIX
En este siglo la sociedad y los artistas salen del espacio plástico euclidiano porque una serie de
circunstancias, como la revolución industrial, el romanticismo y los nuevos temas que aportará
Oriente a Occidente, actuarán de detonantes que favorecerán el cambio (Francastel, 1984: 83-84).
Así, por ejemplo, el Romanticismo aportará la preocupación por adaptar el estilo a los contenidos
emocionales, enriqueciendo la sensibilidad y la imaginación, pero sin cuestionar las relaciones
entre la percepción y la representación tradicional de las cosas (Francastel, 1984: 84-85).
Otra cosa a tener en cuenta es que, a mediados del siglo xviii, comenzó una batalla acerca del
tema representado, una cuestión que obsesionará de tal modo a los artistas de finales del xix
que, ante las primeras exposiciones impresionistas, la crítica estará más pendiente de los temas
tratados (que considera vulgares), que de la forma como son tratados. Finalmente, en 1889,
los impresionistas consiguen imponer sus temas, lo que hace a Cézanne afirmar que el artista
existe ya por sus propios méritos y no por tratar tal o cual tema, lo que supone “abrir un nuevo
capítulo en la historia de la pintura” (Francastel, 1984: 86-87).
Pero, por otra parte, el concepto de belleza ha estado relacionado, a lo largo de la historia, con
la moral y la ética, ya que filósofos y teóricos han reflexionado acerca de la objetividad o la sub-
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 8 362
la representación visual. denominaciones y características
8.1 sobre el término imagen. 8.2 formas de denominar el objeto de la representación visual, desde la semiótica. 8.3 las
representaciones visuales que son consideradas como arte. 8.4 clasificación de las representaciones visuales. 8.5
usos y las funciones de las representaciones visuales.
De entre las escuelas filosóficas de la época, hubo unas que defendieron la objetividad de la
belleza, y otras su subjetivismo.
Esta concepción de la belleza como proporción, armonía y simetría, fue aceptada por Platón y,
bajo su influencia, esta idea objetivista predominó hasta el siglo xviii d. C., a pesar de la oposi-
ción de las diferentes corrientes subjetivistas (Tatarkiewicz, 1988: 158-160 y 191-193).
8.3.3.5 La ilustración
La estética objetiva dura hasta el siglo xviii, momento en que vence la estética subjetivista
cuando autores como Hutcheson, Hume o Burke, defienden que la belleza no es una propiedad
objetiva de las cosas, sino una percepción de la mente que no depende de unas proporciones
constantes. El cambio fue de tal magnitud, que todo lo que anteriormente se consideraba obje-
tivo ahora se convierte en subjetivo (Tatarkiewicz, 1988: 247-248).
En este período se abandona la búsqueda de los principios y las reglas generales de la belleza, y
se intentan descubrir las bases psicológicas de los fenómenos estéticos: ¿se trata de la imagina-
ción, del gusto, o del proceso asociativo de la imaginación? (Tatarkiewicz, 1988: 248)
8.3.3.6 El romanticismo
En el siglo xviii se produce un nuevo cambio en la concepción de la belleza con el movimiento
romántico, que se rebela contra las reglas clásicas y prioriza los motivos individuales. En este
período predomina el espíritu, el subjetivismo y la profundización en los fenómenos más allá
de la forma: sus obras no aspiran a la belleza armónica, sino que pretenden generar emociones
y entusiasmar a las personas. La belleza no es la proporción o la disposición armónica, sino que
la belleza es la generación de emociones, y, para conseguirlo, no se ha de someter a las leyes
(Tatarkiewicz, 1988: 223-230).
Hacia finales de este siglo aparece la obra de Kant defendiendo que, puesto que las mentes
humanas poseen las mismas facultades, podemos esperar que un objeto que ha actuado es-
téticamente en un sujeto de una determinada manera, actuará del mismo modo en otro. Sus
propuestas hacen que se acepten como válidos el objetivismo y el subjetivismo (Tatarkiewicz,
1988: 249).
8.3.3.7 Siglo XIX
A mediados de siglo se vuelve a la interpretación subjetiva y se siguieron aplicando en estética
los métodos de la psicología experimental, como sucede en el caso de Fechner, cuyas ideas re-
belan que en las experiencias estéticas existe un factor asociativo, que es subjetivo, pero también
un factor objetivo (Tatarkiewicz, 1988: 249).
8.3.3.8 Siglo xx
Durante este siglo, en general, se realizaron esfuerzos para acercar las posturas objetivas y
subjetivas, para descubrir la proporción adecuada entre ambas, pero también se han defendido
las opiniones extremas, especialmente aquellas que apoyan el subjetivismo, como por ejemplo
(Tatarkiewicz, 1988: 250):
. las sociológicas, que afirman que lo bello depende de la estructura social;
. las historicistas, que afirman que cada época tiene su belleza.
Kant, que conocía bien las obras de Baumgarten, no utilizó su terminología cuando escribió
La crítica de la razón pura, pero más tarde, cuando escribe La crítica del juicio, la acepta y la
incorpora. A principios del s. xix, Herbert y Hegel utilizan el término de estética en los títulos
de sus obras para establecer una diferenciación dentro de la filosofía, para denominar estética a
una de sus grandes divisiones, junto a la lógica y a la ética (Tatarkiewicz, 1988: 348-349).
Tatarkiewicz señala que, aunque durante el siglo xix, y parte del siglo xx, se han constituido
teorías extremas, en épocas más recientes17 se intentan elaborar teorías más plurales. Una de
estas teorías parte de la base de que existen experiencias estéticas de diferentes tipos, por lo
que cuando nos referimos a ellas podemos incluir experiencias de carácter activo y de carácter
pasivo, experiencias en las que existe un factor intelectual, pero también otro de naturaleza
emocional. Todas ellas forman parte del concepto de experiencia estética, y todas tienen dere-
cho a utilizar este término (Tatarkiewicz, 1988: 375).
Eibl-Eibesfeldt recoge las investigaciones que F. Sander realizó en 1931, y en las que constató
que las personas encuentran atractivo el cuadrado y los rectángulos cuyos lados se hallen en
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 8 365
la representación visual. denominaciones y características
8.1 sobre el término imagen. 8.2 formas de denominar el objeto de la representación visual, desde la semiótica. 8.3 las
representaciones visuales que son consideradas como arte. 8.4 clasificación de las representaciones visuales. 8.5
usos y las funciones de las representaciones visuales.
una proporción 1:1,63 (sección áurea). Los cuadrados que se desvían de esta proporción son
considerados “cuadrados malos”, siguiendo el principio de la “buena forma”. Este principio se
utiliza en la arquitectura renacentista, que basa sus proporciones en el cuadrado y en el rectán-
gulo ideales, de modo que se prefiere utilizar ángulos rectos y arcos circulares a otras formas.
Estas estructuras se presentan de modo simétrico, “lo que produce un efecto de belleza serena
que invita al detenimiento” (Eibl-Eibesfeldt, 1993: 733).
Sin embargo en el barroco se utilizan las “malas formas” como, por ejemplo el uso de ejes de
simetría que no están en el centro, rectángulos de anchura o altura exagerada... lo que hace que
este estilo parezca dinámico. El autor considera que durante este periodo “la forma perfecta
del Renacimiento ha quedado superada; las formas casi perfectas excitan al espectador” (Eibl-
Eibesfeldt, 1993: 733).
Pero las preferencias estéticas básicas no se limitan al hombre, ya que B. Rensch (1957,1958)
demostró que los animales, al igual que los hombres, prefieren las formas regulares a las irre-
gulares, y la simetría a la asimetría (Eibl-Eibesfeldt, 1993: 733-735). También los niños en edad
pre-verbal ordenan los objetos según su color, completan correctamente las partes recortadas
de una figura y protestan cuando se completa incorrectamente una de las piezas que faltan
(Eibl-Eibesfeldt, 1993: 58-61). D. Dorner y W. Vehrs (1975) realizaron una experiencia en la
que propusieron a varios sujetos que colocasen cuadrados de color rojo y verde sobre una
retícula con el objetivo de obtener una disposición “bella” y una disposición “no bella”. El
resultado de su experimento fue que entre las composiciones consideradas “bellas” se podían
reconocer cruces, series paralelas y otras figuras, por lo que apreciamos que consideraban bellas
las formas sencillas y ordenadas que nos recuerdan a otra cosa (Eibl-Eibesfeldt, 1993: 61-62).
Según el autor “la conducta humana está controlada, entre otras cosas, por patrones (…) y
mecanismos desencadenantes” (Eibl-Eibesfeldt, 1993: 736). En este sentido, la percepción de
determinados estímulos provoca o satisface emociones precisas, dentro de las que el ser huma-
no tiende, por un lado, al sosiego y la seguridad pero, por otro, siente apetencias de cambio,
tensión y excitación, que luego deberán desactivarse.
Varios de los autores consultados proponen clasificar las reproducciones visuales, pero sus
aportaciones no parten del mismo criterio. Veamos estas propuestas.
A partir de estas características, la mejor escala de iconicidad será la que permita clasificar el
mayor número de imágenes pero utilizando, para ello, el menor número de niveles (Villafañe,
1985: 40).
Como la escala que propone Villafañe trata de reducir todos los valores posibles de iconicidad
a unos pocos niveles, “cualquier valor asignado a la imagen es siempre relativo”, porque sólo se
tendrán en cuenta algunas características de la imagen (Villafañe, 1985: 40).
La escala de iconicidad para la imagen fija-aislada que propone Villafañe es la siguiente (1985:
41-42):
. Grado 11, la imagen natural como, por ejemplo, cualquier percepción de la realidad;
. Grado 10, el modelo tridimensional a escala como, por ejemplo, la Venus de Milo;
. Grado 9, las imágenes de registro estereoscópico, que restablecen la forma y la posición de los
objetos que emiten radiación como, por ejemplo, un holograma;
. Grado 8, la fotografía en color, cuando su definición se pueda equiparar al ojo medio;
. Grado 7, la fotografía en blanco y negro, cuando su definición sea equiparable a la del ojo
medio;
. Grado 6, la pintura realista, en la que se restablecen de una forma razonable las relaciones
espaciales en un plano bidimensional;
. Grado 5, la representación figurativa que no es realista, en la que podemos identificar pero en
la que las relaciones espaciales están alteradas, como sucede en el Guernica de Picasso, o en
una caricatura;
. Grado 4, el pictograma, cuando, excepto la forma, se abstraen todas las características sensi-
bles, como sucede en las siluetas;
. Grado 3, los esquemas motivados, cuando se abstraen todas las características sensibles y sólo
se mantienen las relaciones orgánicas, como sucede en un plano;
. Grado 2, los esquemas arbitrarios, cuando no representan características sensibles y las rela-
ciones de dependencia entre sus elementos no siguen un criterio lógico, como una señal de
circulación;
. Grado 1, cuando se abstraen todas las propiedades sensibles y las de relación, como por ejem-
plo, una obra de Miró.
El autor considera que la iconicidad de una imagen a veces también depende de su idoneidad
para desempeñar una determinada función, por lo que propone una escala en la que se asocien
los niveles de iconicidad y las funciones de la imagen (Villafañe, 1985: 42):
. Grado 11, la imagen natural, posee la función del reconocimiento
. Grados 10, 9, 8 y 7, poseen la función de la descripción
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 8 367
la representación visual. denominaciones y características
8.1 sobre el término imagen. 8.2 formas de denominar el objeto de la representación visual, desde la semiótica. 8.3 las
representaciones visuales que son consideradas como arte. 8.4 clasificación de las representaciones visuales. 8.5
usos y las funciones de las representaciones visuales.
Abraham Moles establece una escala de iconicidad decreciente, entre los valores 12 a 0, en la
que el nivel 12 sería la escala máxima de representación, el objeto mismo, mientras que el nivel
0 sería el del texto codificado, el nivel de iconicidad mínimo19 (Moles, 1975: 335-336):
. Nivel 12, el referente físico como, por ejemplo, el objeto en una vitrina;
. Nivel 11, el modelo bidimensional o tridimensional a escala, utilizando colores y materiales
arbitrarios como, por ejemplo, una maqueta;
. Nivel 10, un esquema bi- o tridimensional reducido a aumentado, utilizando colores y mate-
riales que han sido escogidos utilizando criterios lógicos como, por ejemplo, el globo terrá-
queo;
. Nivel 9, una fotografía o una proyección realista en un plano, mediante una perspectiva rigu-
rosa y utilizando medios tonos y sombras como, por ejemplo, un catálogo ilustrado;
. Nivel 8, un dibujo o una fotografía de alto contraste, en la que hay continuidad en el contor-
no y cierres de formas como, por ejemplo, una fotografía técnica;
. Nivel 7, un esquema anatómico en el que hay una cuantificación de elementos y simplifica-
ción como, por ejemplo, el corte de un motor, un plano de conexiones eléctricas, o un mapa
geográfico;
. Nivel 6, se trataría de una representación en la que estén dispuestas las piezas según sus rela-
ciones de vecindad topográfica como, por ejemplo, sucede en los manuales de ensamblaje o
de reparación;
. Nivel 5, donde Moles sitúa el esquema en el que se sustituyen los componentes por símbolos
normalizados como, por ejemplo, pasa en un mapa de conexiones de un receptor de TV, o en
un mapa esquematizado de un metropolitano;
. Nivel 4, serían los organigramas en los que se establecen conexiones lógicas entre elementos
que son recuadros o figuras funcionales como, por ejemplo, el flujograma de un proceso de
trabajo, o el organigrama de una empresa;
. Nivel 3, en el que Moles sitúa los esquemas de formulación en los que se establecen relacio-
nes lógicas entre elementos abstractos, mediante uniones simbólicas como, por ejemplo, las
fórmulas químicas desarrolladas;
. Nivel 2, es el de los esquemas en espacios complejos, cuando en un mismo espacio de repre-
sentación se combinan elementos esquemáticos que pertenecen a sistemas diferentes como,
por ejemplo, el esquema de las fuerzas y de las posiciones geométricas en una estructura
metálica;
. Nivel 1, el nivel de los esquemas de vectores en espacios puramente abstractos como, por
ejemplo, los gráficos vectoriales en electrotécnica;
. Nivel 0, la descripción en palabras normalizadas o fórmulas algebraicas, como es el caso de
las ecuaciones y de los textos.
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la representación visual. denominaciones y características
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representaciones visuales que son consideradas como arte. 8.4 clasificación de las representaciones visuales. 8.5
usos y las funciones de las representaciones visuales.
Estos dos últimos tipos de imágenes necesitan ser registradas a través de un sistema, que puede
ser de tres tipos diferentes (Villafañe, 1985: 45-46):
. mediante la adición, por la que se añaden al soporte nuevos elementos como, por ejemplo, las
pinceladas; esta forma de registro suele ser utilizada por las imágenes creadas;
. mediante la modelización, un sistema que mediante el cual se actúa directamente sobre el
soporte como sucede, por ejemplo, en la escultura o en una matriz del grabado;
. mediante la transformación, sistema por la que se altera la materialidad del soporte como
sucede, por ejemplo, con las emulsiones fotosensibles; es el modo habitual por el que se ob-
tienen las imágenes registradas.
Como estas dos estructuras poseen bastantes características formales que influyen en su signi-
ficación plástica, sería posible hacer un gran listado de variables y formular clasificaciones en
función de cada una de ellas, pero “la experiencia en el análisis formal de las imágenes aconseja
reducir estos criterios a cuatro: dos espaciales y dos temporales, porque de lo contrario nos
encontraríamos con una taxonomía poco útil (...)” (Villafañe, 1985: 50-51):
. Criterios espaciales de la imagen
. la dinámica objetiva, según la cual una imagen puede ser fija o móvil;
. las dimensiones físicas del soporte, en el sentido de si son bidimensionales o tridimensiona-
les, lo que generaría imágenes planas o estereoscópicas;
. Criterios temporales
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 8 369
la representación visual. denominaciones y características
8.1 sobre el término imagen. 8.2 formas de denominar el objeto de la representación visual, desde la semiótica. 8.3 las
representaciones visuales que son consideradas como arte. 8.4 clasificación de las representaciones visuales. 8.5
usos y las funciones de las representaciones visuales.
Para diferenciar el destinatario y las funciones del mensaje visual podemos utilizar dos métodos
(Joly, 1999: 62):
. situar los tipos de imagen en el esquema de comunicación;
. comparar los usos del mensaje visual con los de otras producciones humanas destinadas a
relacionar el ser humano y el mundo.
8.4.4.1 Las funciones atendiendo al esquema de comunicación
El lingüista ruso Jakobson elaboró un esquema de seis polos sobre los factores que constituyen
todo acto de comunicación verbal que, posteriormente, fue considerado como el esquema de
base de los factores constitutivos de todo acto de comunicación, incluso el de la comunicación
visual22 (Joly, 1999: 62):
Contexto
Contacto
Código
Jakobson propuso que cada uno de estos factores originaban una función lingüística que varia-
ba en función al factor en el que se centrara el mensaje, proponiendo a continuación el siguiente
esquema de las funciones de la comunicación (Joly, 1999: 63), teniendo en cuenta que en un
mensaje puede haber más de una función, aunque una de ellas será la dominante y otras las
secundarias:
Fática
Metalingüística
Las características básicas de estas funciones son las siguientes (Joly, 1999: 64):
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 8 370
la representación visual. denominaciones y características
8.1 sobre el término imagen. 8.2 formas de denominar el objeto de la representación visual, desde la semiótica. 8.3 las
representaciones visuales que son consideradas como arte. 8.4 clasificación de las representaciones visuales. 8.5
usos y las funciones de las representaciones visuales.
. función denotativa (referencial o cognitiva), concentra el contenido sobre lo que dice el men-
saje;
. función expresiva, se centra sobre el emisor del mensaje;
. función conativa, implica al destinatario, lo interpela, lo interroga;
. función fática, centra el mensaje sobre el contacto, como por ejemplo fragmentos de conver-
sación vacíos que sirven para mantener el contacto físico entre los interlocutores;
. función metalingüística, cuando se examina el código;
. función poética, manipula la parte perceptible del mensaje.
Joly considera que podemos encontrar estas funciones en otros lenguajes, por lo que se puede
intentar hacer una clasificación de los distintos tipos de imagen a partir de sus funciones comu-
nicativas. La autora propone la siguiente clasificación (Joly, 1999: 65):
Decoración, Vestuario
–––––––
La autora indica que presenta este esquema a modo de ejemplo, que se trata de una clasificación
incompleta y delicada, porque ciertas imágenes son difíciles de clasificar, como sucede con la
fotografía de prensa que, aunque debería tener una función referencial, a menudo se sitúa entre
la referencial y la expresiva o emotiva cuando, por ejemplo, muestra la sensibilidad del fotógra-
fo que la firma (Joly, 1999: 65).
La autora señala que es difícil que la imagen tenga la función metalingüística, la que consiste
en hablar de sus propios códigos porque, si bien la lengua puede explicar mediante la lengua lo
que es una construcción positiva o negativa de una frase, la imagen no puede hacer este tipo de
focalización sobre sí misma; la imagen no puede mantener un discurso metalingüístico porque
incluso los collages, que exhiben las herramientas mismas de la pintura, siguen siendo ambi-
guas23 (Joly, 1999: 66).
La relación entre la coplanaridad y la superposición se rompe cuando, con la llegada de las van-
guardias a comienzos del siglo xx, entra en juego la ambigüedad espacial (Parini, 2002: 137).
Pero esta relación entre el uso de la imagen y el dominio que hemos tenido históricamente de
nuestro entorno, es cuestionada por autores como Gubern (1997: 9) cuando destacan que la
función mágica, que pudiera parecer que pertenece a épocas arcaicas al ser considerada como
“producto de confundir la representación y la realidad”, se mantiene en nuestros días “y por
eso los enamorados besan la foto de su pareja y en las revoluciones se derriban o queman las
efigies de los dictadores”.
Considera que una imagen es un signo cuando denota un contenido particular sin reflejar sus
características visualmente, lo que significa que la imagen y la cosa a la que hace referencia no
son análogos (Arnheim, 1986: 150).
Las imágenes tienen función de representación cuando evidencian alguna cualidad pertinente
(forma, color, movimiento) de los objetos o escenas que describen. El autor considera que
la representación puede producirse también desde la abstracción, ya que una configuración
geométrica totalmente no mimética de Mondrian puede convertirse en representación del tor-
bellino del Broadway neoyorquino. O un niño puede captar el carácter de una figura humana o
un árbol mediante unos pocos círculos, óvalos o rectas sumamente abstractos (Arnheim, 1986:
150-151).
Para actuar como símbolo, es necesario que alguien decida utilizarlo con ese fin. Así, por ejem-
plo, el retrato de Enrique viii de Holbein es un retrato del rey, pero sirve también como sím-
bolo de la monarquía y de cualidades tales como la brutalidad, la fuerza y la exuberancia, que
están situadas a un nivel de abstracción más alto que la pintura (Arnheim, 1986: 152).
La función simbólica puede también ser ejercida por imágenes sumamente abstractas, como su-
cede con las flechas mediante las cuales los físicos describen los vectores y muestran cualidades
pertinentes de fuerzas como su intensidad, dirección, sentido y punto de aplicación (Arnheim,
1986: 152).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 8 376
la representación visual. denominaciones y características
8.1 sobre el término imagen. 8.2 formas de denominar el objeto de la representación visual, desde la semiótica. 8.3 las
representaciones visuales que son consideradas como arte. 8.4 clasificación de las representaciones visuales. 8.5
usos y las funciones de las representaciones visuales.
capítulo 9
el significado en
las producciones visuales
Previo
La mayor parte de los autores consultados parten en sus análisis de una certeza, la de que las
representaciones visuales (las imágenes, el lenguaje visual, el mensaje visual, el signo visual, en
función de la terminología que utilice cada uno de ellos) transmiten significado. La dura batalla
es demostrar cómo, a partir de qué mecanismos, lo consiguen.
Como hemos visto en los capítulos anteriores (sobre todo en el capítulo 6), sus aportaciones
tienden a defender que este tipo de producciones visuales están formadas por una serie de ele-
mentos que, combinados, generan los contenidos visuales. Pero como no pueden mostrar que
las representaciones visuales estén construidas a partir de algo parecido a la doble articulación
verbal, esto es, que existen una serie de elementos sin significado (similares a los fonemas ver-
bales) que, combinados, generan elementos con significado (similares a los lexemas o signos
verbales), cada autor realiza su propia propuesta, aunque ésta, normalmente, bebe de determi-
nadas fuentes teóricas, estén especificadas o no.
Entre estas aportaciones sólo dos, las de Saint Martin y Cossette, proponen, más o menos
directamente, que es la copresencia de las variables y de los grafemas, respectivamente, la que
hace posible la existencia de las unidades de las representaciones visuales, a las que denominan,
respectivamente, colorema e iconema. La diferencia entre ambos autores es que mientras que
para Cossette el iconema es la unidad de significación, Saint Martin llega a hablar de la signi-
ficación que aportan algunas de esas variables, sin cuya copresencia sería imposible hablar de
colorema1.
Eco, por su parte, como ya vimos en el capítulo 6, se debate entre unas primeras reflexiones en
las que proponía que los códigos, que no el lenguaje, podian poseer distintos tipos de articula-
ciones, y otras, en una época de mayor madurez intelectual en las que afirma que no se puede
hablar de articulación en las representaciones visuales... aunque parece, como veremos, que no
renuncia del todo a sugerir una estructura que explique la significación visual .
Si incluso el arte, tanto figurativo como abstracto, tiene la función de contribuir a que el hom-
bre se entienda a sí mismo y al mundo (Arnheim, 1969: 376-377), y si el mundo visual posee,
además de otras características, la de estar compuesto por cosas que tienen significado (Gib-
son, 1974: 226), la duda o la discusión se centra, por una parte, en el tipo de significación que
transmiten las representaciones visuales y, por otra, en los elementos, o en la combinación de
elementos, que lo hacen posible, como ya vimos en el capítulo 6.
Frente a quienes opinan que las imágenes no transmiten contenidos, porque no son proposicio-
nes lógicas que afirmen o que nieguen algo, y frente a quienes critican los intentos de descubrir
el significado de las imágenes, Joly señala que una fotografía de prensa, por ejemplo, no puede
decir verdades o mentiras, pero sí que puede expresar una opinión, porque posee aspectos
discursivos y argumentativos (Joly, 1994: 176-177). La autora añade que es posible que la signi-
ficación no lo sea todo en la experiencia estética, pero que “no podemos dejar de interpretar”,
y que “rechazar la interpretación es negar la naturaleza de signo de la imagen o confundir, por
ejemplo, el rojo con la sangre” (Joly, 1994: 136-139). Hemos de tener en cuenta, sin embargo,
que esa significación no tiene por qué ser universal, ya que aunque todos veamos lo mismo, las
lecturas de lo que vemos pueden variar (Joly, 1994: 176-177).
Sönesson, por su parte (en 1992b) indica que, aunque eminentes filósofos y semióticos opinen
que la imagen sólo dice algo si está provista de una etiqueta verbal2, lo cierto es que la imagen
transfiere tanta o más información del mundo que el lenguaje verbal, lo que sucede es que la
imagen no hace afirmaciones a la manera del lenguaje, ¡sino a la manera de la imagen!
Joly indica que la semiótica ha de preocuparse de los procesos de significación de las imágenes des-
de un punto de vista teórico y analítico, que ha de tratar de mostrar significaciones donde otros ven
cosas, aunque un determinado espectador no sea capaz de leer ese mensaje (Joly, 1994: 23-24).
Jean-Marie Floch, por su parte, señala que el objetivo de la semiótica es describir las condicio-
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 9
el significado en las representaciones visuales 380
9.1 el estudio del significado de las representaciones visuales 9.2 el estudio del significado desde el enfoque semi-
ótico 9.3 significados de los elementos de la comunicación visual, desde otros autores y disciplinas 9.4. retórica
de las representaciones visuales 9.5 críticas de sönesson a las propuestas del grupo µ 9.6 el fenómeno de la sineste-
sia 9.7 el contexto de significación 9.8 lo abstracto: las señales abiertas y la invención de códigos
nes de producción y de comprensión del sentido. Para ello, investigará las invariables de las
producciones de sentido a partir del análisis de las variables, que son los signos, pero teniendo
en cuenta que el objeto de análisis de la semiótica no son los signos, sino el sistema de relaciones
que hace que los signos puedan significar (Floch, 1993: 21-23).
Panofsky considera que en la obra de arte existen tres tipos de significado (1979: 47-50):
. el significado primario o natural, que es el que está relacionado con nuestra experiencia. Po-
demos distinguir entre un significado fáctico, a través del cual relacionamos ciertas formas vi-
sibles con ciertos objetos que conocemos, y un significado expresivo, para el que necesitamos
una cierta sensibilidad.
. el significado secundario o convencional, que se diferencia del anterior en que lo aplicamos
conscientemente; para comprenderlo necesitamos conocer las tradiciones culturales. Un
ejemplo de este tipo de significado sería, por ejemplo, comprender una elevación del sombre-
ro como un saludo.
. el significado intrínseco o contenido. Este tipo de significado revela la actitud básica de una
nación, una clase o una creencia, de manera que, por ejemplo, se puede analizar La Última
Cena, de Leonardo Da Vinci, como un síntoma de algo más, esto es, como un documento
sobre la civilización de su época.
Panofsky indica que para realizar un análisis iconográfico correcto es indispensable aplicar la
experiencia práctica, aunque no es suficiente, porque para interpretar el contenido necesitamos
(1982: 19-24):
. utilizar la facultad mental de la intuición sintética, que relaciona nuestra experiencia prác-
tica, la historia de los estilos, las fuentes literarias, el conocimiento de los temas y de su
expresión;
. ser consciente de la manera como se expresan, en temas y conceptos, las tendencias generales
y esenciales de la mente humana.
Pero nuestras interpretaciones dependerán, finalmente, de nuestro bagaje subjetivo, bagaje que
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 9
el significado en las representaciones visuales 381
9.1 el estudio del significado de las representaciones visuales 9.2 el estudio del significado desde el enfoque semi-
ótico 9.3 significados de los elementos de la comunicación visual, desde otros autores y disciplinas 9.4. retórica
de las representaciones visuales 9.5 críticas de sönesson a las propuestas del grupo µ 9.6 el fenómeno de la sineste-
sia 9.7 el contexto de significación 9.8 lo abstracto: las señales abiertas y la invención de códigos
tendremos que corregir desde el conocimiento de los procesos históricos, y a cuya suma pode-
mos llamar tradición (Panofsky, 1982: 24).
Joly critica el hecho de que estos niveles de aproximación parecen estar más preocupados por su evo-
lución histórica que por su modo de producción (Joly, 1994: 91), que es lo que se debería analizar.
El autor indica que, aunque es posible que una imagen no tenga sentido, siempre poseerá el
otro tipo de significación, “cuyo aislamiento es el objetivo primordial de la Teoría de la Imagen
en lo que se refiere al análisis icónico”4 (Villafañe, 1985: 171).
Villafañe considera que los métodos tradicionales de análisis de contenido son ineficaces por-
que apenas valoran la influencia que puedan tener, en la semántica de la imagen, aspectos for-
males como el tamaño del cuadro, la angulación de la cámara, etc. De esto, según el autor, se
deducen dos cosas (Villafañe, 1985: 171-173):
. que es imprescindible el análisis de este tipo de significación para entender la naturaleza irre-
petible de cualquier imagen, o para efectuar cualquier otro tipo de análisis;
. que la valoración de la significación plástica se ha de realizar mediante un tipo de análisis
específico que requiere una actitud sin prejuicios, pero que no se pueden esperar resultados
concluyentes. Describiremos el método que propone Villafañe en el capítulo 11.
La significación plástica podría enunciarse, en una primera aproximación, como “la suma de
todas las relaciones producidas por los elementos icónicos organizados en estructuras según
un principio de orden, al margen del sentido del que, ocasionalmente, la imagen es portadora”
(Villafañe, 1985: 172). El autor indica que, para entender el concepto de significación plásti-
ca, debemos huir de la lógica del sentido y profundizar en lo que podría llamarse “respuesta
perceptual organizada”, ya que una figura que esté representada sobre un fondo gris, blanco,
negro o rojo, siempre tendrá el mismo sentido, pero tendrá una significación plástica distinta
(Villafañe, 1985: 172).
Para explicar el concepto de significación plástica, Villafañe nos propone revisar los “reper-
torios iconográficos”, término con el que se refiere a la multitud de representaciones que son
variaciones plásticas sobre un mismo tema como, por ejemplo, sucede con las numerosas repre-
sentaciones pictóricas que se hacen de la “anunciación”, de la “última cena”, etc. En cada uno
de estos repertorios todas las obras tienen el mismo sentido (“el componente semántico de la
obra”), pero las obras son diferentes, y esas diferencias se explican en función del concepto de
significación plástica (1985: 173).
Así, si comparamos las “últimas cenas” de Leonardo da Vinci y Thierry Bouts, podemos compro-
bar que entre ambas imágenes hay las siguientes semejanzas (figura 1 y 2) (Villafañe, 1985: 173):
. las dos pertenecen a la segunda mitad del siglo xv;
. representan la última cena de Jesús;
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 9
el significado en las representaciones visuales 382
9.1 el estudio del significado de las representaciones visuales 9.2 el estudio del significado desde el enfoque semi-
ótico 9.3 significados de los elementos de la comunicación visual, desde otros autores y disciplinas 9.4. retórica
de las representaciones visuales 9.5 críticas de sönesson a las propuestas del grupo µ 9.6 el fenómeno de la sineste-
sia 9.7 el contexto de significación 9.8 lo abstracto: las señales abiertas y la invención de códigos
Pero es evidente que existen diferencias entre ambas. En una primera descripción, sin llegar a
hacer un análisis de su significación plástica, buscamos las diferencias en sus estructuras com-
positivas ya que, aunque en ambos casos existe la simetría, los efectos de ésta en cada una de
ellas son distintos.
En la cena de Leonardo la figura central ocupa una posición muy estable dentro del cuadro,
lo que en condiciones normales “supondría una merma considerable de [su] peso visual (…)
ya que el peso visual y la estabilidad son inversamente proporcionales” (Villafañe, 1985: 176),
pero este Cristo posee peso visual porque está aislado respecto a los grupos de apóstoles que le
flanquean, y porque de cada uno de los cuatro grupos que forman los apóstoles, surge al menos
un vector de dirección que va hacia la figura del centro.
Si el Cristo de Leonardo está sólo, el de Bouts está sólidamente integrado con todo el grupo
de personajes del cuadro, ya que el triángulo más nítido es el que forman las cabezas de los
apóstoles sentados de espaldas con la cabeza de Jesucristo, y el resto de triángulos de la compo-
sición favorecen esta posición estable del personaje central que, “al margen de estos recursos,
no posee un excesivo peso visual” (Villafañe, 1985: 176)
Además, el espacio del cuadro de Leonardo está dominado por la horizontal, no sólo por la
ratio del formato del cuadro (1:1,7), sino por la distribución de las masas que forman los per-
sonajes, mientras que el cuadro de Bouts está compuesto sobre la vertical del cuadro (de ratio
1,2:1), lo que aún favorece más la integración de su Cristo, según Villafañe.
Villafañe señala que si se realizara un verdadero análisis en estas imágenes, las diferencias plás-
ticas serían más evidentes, pero que se ha limitado a su comparación para distinguir, de forma
clara, los conceptos de significación plástica y de sentido.
El PO es una infraestructura, previa a toda producción del discurso visual, que presenta un
conjunto de tensiones específicas a las que se enfrentan la producción del artista y los elementos
materiales que utiliza (Saint Martin, 1994: 99 y 103). Se trata de un plano frontal, que se deno-
mina superficie, que habitualmente está delimitado, y sobre el cual se depositan los elementos
plásticos (Saint Martin, 1994: 99). Sus estructuras generan limitaciones antes de que se realice
el gesto plástico, ya que desde el momento en que dos rectas paralelas verticales, y dos rectas
paralelas horizontales, construyen una porción de realidad, el receptor está situado ante algo
que es diferente a la realidad espacial que lo rodea. Saint Martin considera que estas estructuras
establecen un conjunto de coordenadas que constituyen, por ellas mismas, significantes y sig-
nificados particulares, que son similares a las estructuras sintácticas que componemos cuando
intentamos expresarnos en una lengua natural (Saint Martin, 1994: 108), estructuras que vere-
mos en el capítulo 10.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 9
el significado en las representaciones visuales 384
9.1 el estudio del significado de las representaciones visuales 9.2 el estudio del significado desde el enfoque semi-
ótico 9.3 significados de los elementos de la comunicación visual, desde otros autores y disciplinas 9.4. retórica
de las representaciones visuales 9.5 críticas de sönesson a las propuestas del grupo µ 9.6 el fenómeno de la sineste-
sia 9.7 el contexto de significación 9.8 lo abstracto: las señales abiertas y la invención de códigos
Kandinsky, tras analizar los elementos del discurso pictórico, llega a la conclusión de que los
elementos estructurales que fundamentan el PO son el punto, la línea y las formas que genera
la línea6. Estos elementos poseen una serie de tensiones internas que afectarán, por analogía y
proximidad, al plano que generan, y sobre el que se disponen.
El sistema de tensiones que afecta al punto, a la línea y al plano, son descritas por Kandinsky a
partir de una lista de antinomios que hacen referencia a diferentes campos semánticos:
. el espacio térmico (caliente / frío),
. el espacio táctil (pesado / ligero),
. la geometría (vertical, horizontal, oblicuo),
. el espacio cinestésico (activo/pasivo, arriba/abajo),
. el psicológico (masculino / femenino)
Saint Martin señala que estos términos no hacen referencia a su significado material, sino que
se refieren a una fuerza interior que, además, está modificada por las tensiones del PO (Saint
Martin, 1994: 112).
Kandinsky considera que el formato más objetivo de PO sería el cuadrado, porque manten-
dría un equilibrio entre las tensiones verticales y horizontales, aunque este equilibrio podría
verse alterado por las tensiones propias de los elementos que lo componen. A partir de este
formato cuadrado “ideal”, si aumenta la longitud de dos de los lados paralelos, para construir
un rectángulo, se acentuará la fuerza del eje vertical o del horizontal, según el caso, y se creará
una inestabilidad que producirá un movimiento circular del eje mayor sobre el menor (Saint
Martin, 1994: 131; Kandinsky, 1977: 128).
Saint Martin señala que esta caracterización de los lados del PO está relacionada con la escisión
de nuestra masa cervical en dos lóbulos, y con la asimetría con la que la lateralización dirige
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el significado en las representaciones visuales 385
9.1 el estudio del significado de las representaciones visuales 9.2 el estudio del significado desde el enfoque semi-
ótico 9.3 significados de los elementos de la comunicación visual, desde otros autores y disciplinas 9.4. retórica
de las representaciones visuales 9.5 críticas de sönesson a las propuestas del grupo µ 9.6 el fenómeno de la sineste-
sia 9.7 el contexto de significación 9.8 lo abstracto: las señales abiertas y la invención de códigos
las actividades de nuestro organismo. Así, hay una serie de connotaciones positivas que están
relacionadas culturalmente con las operaciones que realiza el lóbulo izquierdo (lo justo, lo ra-
cional…) y existen connotaciones menos positivas para las operaciones del lóbulo derecho (lo
anárquico, lo primario, lo lento, por ejemplo). Esta desvalorización de las funciones del lóbulo
derecho se deben a la tendencia del lóbulo izquierdo a dominar, e incluso a reducir, la realiza-
ción de las funciones que son propias del lóbulo derecho (Saint Martin, 1994: 118-229).
Kandinsky señala que las propiedades de ambos lóbulos se transforman en el PO, de manera
que, en el espacio de la representación, las características del lóbulo derecho de nuestro cerebro
se representan en el lado izquierdo del PO, mientras que las características del lóbulo izquierdo
se representan en su lado derecho. Parece que las constataciones de Kandinsky, aplicadas al pla-
no pictórico, están confirmadas, ya que Guido Molinari ha observado que en la mayoría de los
cuadros de tradición clásica, y en un gran número de obras contemporáneas, se puede apreciar
la siguiente división (Saint Martin, 1994: 121-122 Kandinsky, 1977: 132 y ss.):
. una tercera parte del cuadro está ocupada por la izquierda del cuadro, que representa el
lóbulo derecho, y en ella, habitualmente, hay una organización menos articulada, con movi-
mientos de masas pesadas y lentas
. dos terceras partes del cuadro son ocupadas por el lado derecho del cuadro, que representa
el lóbulo izquierdo, y que ofrece un mayor número de regiones cerradas, que se mueven más
rápidamente y que utilizan más las convenciones de la perspectiva.
Sin embargo, la autora no cree que se pueda hacer de este fenómeno una variable perceptual
universal (1994: 122).
9.1.2.3.4 Conjugando la oposición alto/bajo e izquierda/derecha
Cuando conjugamos las dos tensiones anteriores, resulta lo que Kandinsky considera una dife-
rencia de tensiones fundamental:
. entre la diagonal que va desde la esquina inferior izquierda hacia la esquina superior derecha,
se produce una tensión que denomina armónica, porque relaciona las esquinas que posee las
tensiones que son más parecidas;
. la diagonal que sube de la esquina inferior derecha hacia la esquina superior izquierda, es
denominada como discordante, porque relaciona las dos zonas que poseen las máximas ten-
siones (figura 3) (Saint Martin, 1994: 115).
armónica discordante
Figura 3. Representación de las tensiones que se producen en la plano, según Kandinsky (Saint Martin, 1994: 115).
que en el plano energético estos términos son torpes y poco descriptivos, ya que la fuerza pasi-
va no es una “no fuerza” , sino que se trata de una fuerza que posee intensidad energética, luego
un movimiento horizontal es una fuerza activa en el mismo grado que el movimiento vertical
(Saint Martin, 1994: 123-124).
En este apartado incluiremos, también, las aportaciones que ha realizado Saint Martin en rela-
ción al significado de los colores.
Como ya hemos indicado anteriormente, Barthes, partiendo del principio de que un signo es
la unión entre un significado y un significante, busca los significados que se desprenden del
anuncio de las pastas Panzani para después relacionarlos con los significantes que le correspon-
den. Entre los significados descubre el de “italianidad”9, un significado que está construido y
reforzado por distintos elementos: el nombre, que posee resonancias italianas; los colores, que
nos remiten a la bandera italiana; y las imágenes de los productos, unos que son propios de la
región mediterránea, y otros que son propios de la gastronomía italiana (parmesano, tomate..)
(Joly, 1994: 92). Joly señala que aunque este enfoque no haya tenido éxito desde el punto de
vista teórico, aporta cosas válidas como, por ejemplo, la introducción de los conceptos de de-
notación y de connotación, la distinción del signo icónico codificado y del mensaje lingüístico
como componente de la imagen y, finalmente, presiente la existencia de signos plásticos, al
describir la composición visual y los colores10 (Joly, 19994: 92; Joly, 1999: 79 y ss.).
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ótico 9.3 significados de los elementos de la comunicación visual, desde otros autores y disciplinas 9.4. retórica
de las representaciones visuales 9.5 críticas de sönesson a las propuestas del grupo µ 9.6 el fenómeno de la sineste-
sia 9.7 el contexto de significación 9.8 lo abstracto: las señales abiertas y la invención de códigos
La tarea de Barthes tiene, además, el mérito de haber llamado la atención sobre la heterogenei-
dad de la imagen, sobre la presencia de distintos tipos de signos. A partir de ahora ya no se po-
drá decir que la imagen está constituida por un sólo signo icónico figurativo, sino que deberán
reconocerse en ella otros elementos (Joly, 1994: 92; Joly, 1999: 82).
Joly añade que sus aportaciones han sido bastante ignoradas en los desarrollos teóricos que si-
guieron (Joly, 1994: 92), pero una serie de investigaciones posteriores legitimarán sus propues-
tas11, aunque modificarán la terminología para establecer otra “menos confusa”. Así, en lugar
de hablar de imagen para designar a una representación visual en su conjunto, “preferiremos la
expresión de mensaje visual” y, en su interior, diferenciaremos dos tipos de signos visuales que
son diferentes, aunque complementarios (Joly, 1999: 82):
. los signos figurativos o icónicos, que son los que dan una impresión de semejanza con la
realidad;
. los signos plásticos, las herramientas propiamente plásticas de la imagen como el color, las
formas, la composición y las texturas.
El mensaje que está implícito en el mensaje visual surgirá cuando analicemos la integración de
los tres códigos, el lingüístico, el icónico y el plástico12 (Joly, 1994: 80).
El Grupo µ propone que en la producción visual diferenciemos el signo icónico y el signo plás-
tico (Grupo µ, 1993: 100-107), aunque reconocen que, en ocasiones, es difícil determinar los
límites entre ambos, porque lo que para una cultura puede ser algo no identificable, para otras
puede ser algo reconocible y nombrable (Grupo µ, 1993: 167):
. el signo icónico, la representación los fenómenos que se pueden nombrar;
. el signo plástico, los componentes más materiales de lo visual, que son ricos en formas de
expresión, pero que mantienen un lazo frágil, y dependiente de los contextos, entre la forma
y el contenido.
Una vez argumentada la necesidad de este tipo de signo, la cuestión es ver si el signo plásti-
co puede tener una función semiótica por sí misma, una cuestión que es difícil de contestar
porque, a diferencia de la lengua hablada o escrita, donde las oposiciones se dan a priori14, lo
plástico moviliza valores tan variables (formas, colores, texturas, y su respectivo conjunto) y
sus unidades dependen tanto del contexto (un color rojo puede ser VIVO en un contexto y el
mismo valor de rojo puede ser OSCURO en otro), que siempre será el enunciado el que esta-
blecerá los sistemas de oposiciones (Grupo µ, 1993: 169-173).
Joly, por su parte, considera que los significados plásticos dependen “de cada tipo de mensaje
igual que del contexto de comunicación. Sobre lo que queremos insistir (…) es que la plastici-
dad de los mensajes visuales constituye un nivel de significación completo que interactúa con
otros niveles que son el icónico, el lingüístico para producir el mensaje global” (Joly, 1994: 103).
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el significado en las representaciones visuales 388
9.1 el estudio del significado de las representaciones visuales 9.2 el estudio del significado desde el enfoque semi-
ótico 9.3 significados de los elementos de la comunicación visual, desde otros autores y disciplinas 9.4. retórica
de las representaciones visuales 9.5 críticas de sönesson a las propuestas del grupo µ 9.6 el fenómeno de la sineste-
sia 9.7 el contexto de significación 9.8 lo abstracto: las señales abiertas y la invención de códigos
Pero añade que hemos de tener en cuenta, además, que la interpretación de los signos plásticos
es antropológica y cultural (Joly, 1999: 108-109).
En cuanto a la tipología de signos plásticos, entre los autores consultados hay algunas dife-
rencias. Así, mientras que para Joly son el soporte, el marco, el encuadre, el ángulo de toma
de la imagen y elección del objetivo, la composición o diagramación, la forma, los colores y la
iluminación y la textura (Joly, 1999: 99-112), para el Grupo µ todos los fenómenos plásticos se
pueden describir con la ayuda de los parámetros de la forma, del color y de la textura (Grupo
µ, 1993: 37), unos parámetros que surgen de la actividad del sistema visual cuando produce los
perceptos (Grupo µ, 1993: 70-71), aunque también dedicarán todo un capítulo para referirse
al marco, “una cuestión” (que no un signo plástico) que ha preocupado a los estudiosos de la
semiótica visual (Grupo µ, 1993: 339).
Hemos decidido establecer la clasificación a partir de la tipología de Joly porque nos permite
introducir las aportaciones del Grupo µ, incluyendo también sus reflexiones acerca del marco.
E Grupo µ diferenciará, además, el contorno del reborde, y dotará a éste último de característi-
cas propias de un signo índice, en el sentido de que el reborde indica más que delimita.
El Grupo µ hace hincapié en que el reborde se define por su función semiótica y no por su
apariencia material.
9.2.1.1.1.2.1. El reborde como un signo índice
El reborde, como signo, pertenece a los signos índice, y podríamos definir su significante y su
significado de la siguiente manera (Grupo µ, 1993: 340):
. el significante del reborde varía, ya que cualquier material (marco, peanas, vitrinas, el res-
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el significado en las representaciones visuales 389
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ótico 9.3 significados de los elementos de la comunicación visual, desde otros autores y disciplinas 9.4. retórica
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sia 9.7 el contexto de significación 9.8 lo abstracto: las señales abiertas y la invención de códigos
plandor de una lámpara, etc.) puede organizar el espacio y delimitar enunciados del espacio
exterior;
. el significado del reborde es generar un estatuto semiótico de todo lo que esté dentro de sus
límites, además de enfocar la atención del espectador hacia ese conjunto.
En este sentido el Grupo µ señala que aunque el reborde, como índice, pueda poseer diferentes
potencias a la hora de indicar, la función es constante15 (Grupo µ, 1993: 343).
Por su parte el reborde, como signo indiciario, tiene por funciones (Grupo µ, 1993: 341):
. confirmar la existencia del contorno del enunciado;
. cuando no hay contorno de enunciado que podamos identificar, el reborde estabiliza los
contornos que engloban a otras figuras/fondo;
. el reborde tiene también un valor propio como signo plástico.
9.2.1.1.2 Soporte
Con este término Joly se refiere a los límites físicos en los que se desarrolla el mensaje visual.
En un apartado anterior indicábamos que, aunque su forma puede ser de distintos tipos, las
reminiscencias de la cultura renacentista, y la búsqueda de la mayor rentabilidad, tienden a
presentarlo de forma rectangular (Joly, 1994: 109).
Aunque el soporte y el marco son distintos (el primero marca los límites físicos de la co-
municación y el segundo delimita el espacio de la representación), en ocasiones se juega a
confundir ambos bordes. Esta confusión provoca una lectura centrífuga, ya que genera la
impresión de que la imagen continúa más allá del soporte, aunque no la podemos ver en su
totalidad porque el soporte, que tiene limitaciones físicas, nos lo impide. Sin embargo, si es-
tablecemos un marco visible para la representación en el soporte, conseguimos una propuesta
centrípeta, ya que la imagen, que tiene espacio para continuar en el fuera-marco (pero dentro
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9.1 el estudio del significado de las representaciones visuales 9.2 el estudio del significado desde el enfoque semi-
ótico 9.3 significados de los elementos de la comunicación visual, desde otros autores y disciplinas 9.4. retórica
de las representaciones visuales 9.5 críticas de sönesson a las propuestas del grupo µ 9.6 el fenómeno de la sineste-
sia 9.7 el contexto de significación 9.8 lo abstracto: las señales abiertas y la invención de códigos
del soporte), se acaba donde termina el marco, por lo que centramos la visión en la imagen
que aparece (Joly, 1994: 111-115).
Un ejemplo de lectura centrífuga de la imagen sería el caso del anuncio de Marlboro que Joly
analiza (1999: 100-101) en el que, aunque no aparece la imagen de un caballo y de un jinete
completos, las pistas que aparecen en la imagen son suficientes para “ver” la imagen más allá
del soporte, y completar, de este modo, la imagen del caballo y la del jinete.
9.2.1.1.3 Encuadre
Como indicábamos en el apartado correspondiente del capítulo 6, el encuadre hace referencia al
tamaño que resulta de la distancia que existe entre el sujeto fotografiado y el objetivo (Joly, 1999:
101), correspondería a lo que en fotografía se denomina escala de planos (Joly, 1994: 114).
Joly señala, respecto a los significados de este elemento plástico, que cualquiera de nosotros
puede llegar a conclusiones generales utilizando el sentido común, de manera que (Joly, 1994:
114):
. los planos medios y los planos largos hacen referencia a la relación del individuo con su en-
torno;
. cuanto más nos acerquemos con el encuadre, más insistiremos en la personalidad o el carácter
de lo representado.
Pero hemos de tener en cuenta que estas significaciones pueden variar en función del medio o
de la época que analicemos, ya que, por ejemplo, las significaciones de la “talla grande” han ido
variando (Joly, 1994: 115):
. antes de Quattrocento, el tamaño de las figuras estaba relacionado con su valor sagrado, de
modo que la virgen sería representada como más grande que los santos, mientras que cristo
era representado de mayor tamaño que la virgen;
. a través del uso de la perspectiva, el tamaño transmite distancia, de modo que lo que está más
cerca será representado con mayor tamaño. Esta forma de utilizar el tamaño escandalizó en
un primer momento, porque hacía que Cristo fuera representado más pequeño que otros
personajes, porque estaba más lejos.
En general, la toma a la altura de los hombros es la que proporciona mayor sensación de rea-
lidad a la escena, ya que imita a la visión “natural” y se diferencia de otros puntos de vista más
sofisticados (Joly, 1999: 104), aunque sus significaciones resultan extremadamente convencio-
nales y no son obligatorias:
. el picado se vincula con la sensación de aplastamiento de los personajes;
. el contrapicado, a la magnificación de los objetos o personas representados, etc.
Respecto a la elección de objetivo, hemos de tener en cuenta que hay objetivos que, siguiendo
con la tradición de la representación en “perspectiva” que se utilizaba en el Renacimiento,
logran generar la ilusión de la tercera dimensión en una representación de dos dimensiones. Y
que los hay que se acercan casi perfectamente a la visión natural debido a su gran profundidad
de campo16, a diferencia de otros que achatan la perspectiva o que la deforman, como es el caso
de los teleobjetivos y de los grandes angulares. Hemos de tener en cuenta que, aunque esta
impresión de “visión natural” es una convención (la visión natural no es capaz de ver todo un
paisaje de forma nítida, sino que debe acomodarse y moverse en todo tiempo), son los que dan
mayor impresión de naturalidad, ya que otros objetivos achatan la perspectiva, juegan con lo
borroso y lo nítido, etc. (Joly, 1999: 104-105).
9.2.1.1.6 La composición
Este elemento es definido por Joly como la geografía interior del mensaje visual (Joly, 1999: 106). Se
trata de la distribución de los elementos en el espacio, que varía según los periodos y los estilos.
Joly recoge las propuestas que Georges Péninou realiza, en un artículo sobre semiología, acerca de
las composiciones que existen en una imagen publicitaria19 (Joly, 1999: 106-107 y 1993: 118-120):
. la construcción focalizada, en la que las líneas de fuerza (que pueden ser los colores, la luz o
las formas), convergen en un punto, de manera que la mirada se dispara hacia ese lugar; y es
allí donde encontramos el producto;
. composición coaxial, cuando se presenta el producto en el centro de la mirada, casi en el cen-
tro del anuncio;
. construcción secuencial, consiste en recorrer el anuncio con la mirada para, finalmente llegar
al producto que, a menudo y si realizamos una lectura de izquierda a derecha, está situado
en la parte inferior derecha del anuncio. El modelo más convencional de este tipo de cons-
trucción es la construcción en Z, que empieza arriba a la izquierda, donde leemos algo que
nos conduce hacia la derecha, de aquí la composición nos lleva abajo a la izquierda para,
finalmente, llevarnos abajo a la derecha, donde un pequeño texto acaba la presentación del
producto. Joly destaca que esta última composición no es universal porque responde al sen-
tido de la lectura occidental, luego en otras culturas, con diferentes direcciones de lectura, la
orientación y la composición del mensaje visual deberán cambiar
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 9
el significado en las representaciones visuales 392
9.1 el estudio del significado de las representaciones visuales 9.2 el estudio del significado desde el enfoque semi-
ótico 9.3 significados de los elementos de la comunicación visual, desde otros autores y disciplinas 9.4. retórica
de las representaciones visuales 9.5 críticas de sönesson a las propuestas del grupo µ 9.6 el fenómeno de la sineste-
sia 9.7 el contexto de significación 9.8 lo abstracto: las señales abiertas y la invención de códigos
Estas configuraciones suelen estar relacionadas con proyectos particulares, de manera que se sue-
le recurrir a la construcción axial para lanzar un producto al mercado, a construcciones focaliza-
das o en profundidad para un producto ya conocido, y se recurre a una construcción secuencial
cuando se le atribuyen a un producto cualidades que le son externas (Joly, 1999: 107-108).
Respecto a la organización del espacio, el Grupo µ señala que la manipulación semiótica que
hacemos de él, se realiza atendiendo a conceptos funcionales vinculados a la percepción de las
tres dimensiones, y al uso social que hacemos del espacio (Grupo µ, 1993: 192):
. estamos sujetos a la gravedad, por eso utilizamos las nociones de alto / bajo y un eje semiótico
de verticalidad;
. en el espacio nos ponemos en movimiento (para cazar, para huir, para alimentarnos, para
mantener relaciones sexuales), por lo que establecemos relaciones delante / detrás entre el
sujeto y el objeto, y utilizamos el eje semiótico de la frontalidad;
. nuestros órganos son simétricos, lo que genera el nacimiento de la pareja izquierda-derecha y
de un eje de la lateralidad.
9.2.1.1.7 Formas
El Grupo µ y Martine Joly estudian la relación entre forma y significado desde argumentos
psicofísicos, antropológicos y culturales.
Joly señala que la significación de las formas tiene su propia historia en la representación visual,
una historia que nos ha llevado a asociar algunas de ellas a tal o a cual significado (Joly, 1994:
106-107). Así, por ejemplo:
. asociamos las líneas curvas con la dulzura y la feminidad, a partir de una interpretación an-
tropológica, ya que la representación de la fertilidad femenina se realizaba con unas venus de
pechos y caderas desmesuradas que, sin pretender parecerse a una determinada mujer, que-
rían ensalzar las partes del cuerpo relacionadas con la maternidad y que son, normalmente,
redondeadas;
. las rectas son asociadas a lo masculino, por las formas más rectas de los cuerpos masculinos,
a la virilidad por el falo erguido;
. las oblicuas son relacionadas con el dinamismo y la ascensión si ascienden hacia la derecha, y
con los descensos y caídas si ascienden hacia la izquierda;
. las formas cerradas que encierran, protegen y aíslan, diferencian a los elementos que estén
dentro de ellas;
. las formas abiertas, por su parte, transmiten evasión, porque dejan salir, porque no limitan;
. las líneas quebradas y los ángulos agudos son asociados con la agresividad, porque estas
formas se producen, normalmente, cuando algo se rompe o se resquebraja, lo que puede
indicar (en una relación signo / significado de inducción) lucha, pelea...
. los triángulos o formas piramidales, las relacionamos con el equilibrio.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 9
el significado en las representaciones visuales 393
9.1 el estudio del significado de las representaciones visuales 9.2 el estudio del significado desde el enfoque semi-
ótico 9.3 significados de los elementos de la comunicación visual, desde otros autores y disciplinas 9.4. retórica
de las representaciones visuales 9.5 críticas de sönesson a las propuestas del grupo µ 9.6 el fenómeno de la sineste-
sia 9.7 el contexto de significación 9.8 lo abstracto: las señales abiertas y la invención de códigos
Joly señala que, en ocasiones, no interpretamos las formas porque creemos que no tenemos
el conocimiento suficiente, pero que hemos de tener en cuenta que el emisor de mensajes pu-
blicitarios utiliza estos conocimientos interiorizados del lector (Joly, 1999: 108-109), y que
podemos estar seguros de que, en la comunicación mediática, las asociaciones que se establecen
de forma y de significado son las más estereotipadas (Joly, 1994: 107).
La autora señala que en el mensaje visual reproducimos una serie de circunstancias “vitales”:
percibimos el espacio en tres dimensiones, estamos sujetos a la ley de la gravedad, estamos en
movimiento, nuestros órganos son simétricos, circunstancias que generan las nociones de alto
/ bajo, de ligero / pesado, de arriba / abajo, de atrás / adelante, de izquierda / derecha, etc. Y la
aplicación de estas nociones crearán formas que nos llevarán “a conceptos funcionales vincula-
dos a la percepción y al uso social del espacio” (Joly, 1994: 107).
La forma, según el Grupo µ, puede ser descrita por tres parámetros, por tres formemas si utili-
zamos su terminología: la posición, la orientación y la dimensión (Grupo µ, 1993: 190). Como
el dominio plástico no posee, por definición, la doble articulación20, podremos diferenciar el
semantismo de los formemas del de las formas, por lo que tendremos un semantismo primario
y otro secundario (Grupo µ, 1993: 198).
Además de esta tensión respecto al fondo, al estar sujetos a la gravedad surgen las nociones de
alto y de bajo; al estar en movimiento, se establece una relación de delante / detrás; y al poseer
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 9
el significado en las representaciones visuales 394
9.1 el estudio del significado de las representaciones visuales 9.2 el estudio del significado desde el enfoque semi-
ótico 9.3 significados de los elementos de la comunicación visual, desde otros autores y disciplinas 9.4. retórica
de las representaciones visuales 9.5 críticas de sönesson a las propuestas del grupo µ 9.6 el fenómeno de la sineste-
sia 9.7 el contexto de significación 9.8 lo abstracto: las señales abiertas y la invención de códigos
unos órganos simétricos, existe la pareja de izquierda / derecha (Grupo µ, 1993: 192). Así, cuan-
do la posición no es centrada, se puede articular su contenido como “superior” frente “inferior”,
lo que corresponde a las expresiones de encima frente a debajo, y como “izquierda” frente a “de-
recha”, que lleva unido el semantismo cultural de antes frente a después (Grupo µ, 1993: 199).
b. La dimensión
El eje semántico que corresponde al formema de la dimensión es la dominancia, ya que una di-
mensión importante tendrá una presencia fuerte, será dominante en el plano del contenido; mien-
tras que una dimensión restringida tendrá débil presencia o será dominada (Grupo µ, 1993: 199)
c. La orientación
El eje semántico que corresponde al formema orientación es el equilibrio, un eje que nace debi-
do a que proyectamos en el signo plástico los hábitos psicofísicos que determinan en nosotros
la gravedad, y que se puede definir a través de dos variables: la “potencialidad del movimiento”
y la “estabilidad”.
Los tipos de equilibrios que podemos definir a partir de estas variables, son:
. el equilibrio máximo, que es el que se alcanza con la orientación horizontal, donde la potencia
de movimiento se acerca a cero y cuando la estabilidad es elevada;
. el mínimo de equilibrio lo expresa la verticalidad, ya que la estabilidad es fuerte, pero la po-
tencialidad del movimiento es mayor;
. el desequilibrio lo representa la “diagonalidad”, ya que se conjugan una fuerte potencia del
movimiento y una estabilidad nula (Grupo µ, 1993: 199)
En el primer caso, si se pone en evidencia uno de los formemas, se exaltará el semantismo propio
de ese formema, pero al mismo tiempo se verá afectado por la forma compuesta. Por ejemplo,
frente a un triángulo isósceles muy alargado, se pondrá en evidencia su formema orientación,
pero si el triángulo se asienta sobre la base transmitirá más equilibrio que si se asienta sobre su
vértice, un equilibrio que es creado por nuestro conocimiento sobre el comportamiento de los
sólidos puntiagudos cuando son sometidos a la gravedad (Grupo µ, 1993: 200).
Pero la forma, aunque pueda ser descrita a partir de sus tres formemas, posee una individuali-
dad y, por lo tanto, un semantismo propio que variará en función de si la forma se percibe como
un enunciado o como una enunciación:
. si la forma es un enunciado, cuanto más se acerque a un tipo de forma que está culturizado,
más amoldado estará su semantismo plástico al significado del que la cultura le haya dotado,
que es lo que el Grupo µ denomina como semantismo extravisual. El círculo es una de esas
formas que poseen fuerte carga simbólica en el sentido de simbolizar la perfección o la divi-
nidad; en estos casos el papel de los contextos será determinante a la hora de seleccionar esos
significados, tanto los internos (el color, la textura), como los externos (otras formas vecinas)
(Grupo µ, 1993: 200-201);
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 9
el significado en las representaciones visuales 395
9.1 el estudio del significado de las representaciones visuales 9.2 el estudio del significado desde el enfoque semi-
ótico 9.3 significados de los elementos de la comunicación visual, desde otros autores y disciplinas 9.4. retórica
de las representaciones visuales 9.5 críticas de sönesson a las propuestas del grupo µ 9.6 el fenómeno de la sineste-
sia 9.7 el contexto de significación 9.8 lo abstracto: las señales abiertas y la invención de códigos
. si la forma es una enunciación, la forma puede ser considerada una huella, de modo que puede
indicar, y por lo tanto significar, un proceso. Así, por ejemplo, una forma alargada, con una orien-
tación neta y rectilínea, puede estar asociada a la rapidez de ejecución (Grupo µ, 1993: 201).
Además de estos significados primarios y secundarios, el Grupo µ (1993: 201 y ss.) indica que
hay un significado terciario de la forma, que se produce cuando establecemos relaciones entre
los formemas o entre las formas simples, que veremos a continuación.
El Grupo µ señala que estos valores no son arbitrarios y que proceden de la tendencia universal
a integrar los hechos aislados en hechos de un rango superior. Cuando hay tensión, incluso
aunque sea débil, las formas mantienen su individualidad y crean, al mismo tiempo, una unidad
superior que es la constelación; por otra parte, la tensión se anula cuando la percepción anula la
individualidad de las formas, lo que genera la textura.
plejas. El Grupo µ señala que un caso particular de este tipo de relación es el ritmo, un fenó-
meno que moviliza la repetición de tres acontecimientos que son comparables desde la forma,
desde los colores o desde la textura, y que genera un gran número de motivos. En el caso de la
forma, los ritmos lo son siempre de formemas, esto es, ritmos de dimensión, de posición y de
orientación (Grupo µ, 1993: 203):
. el ritmo de dimensión ordena las figuras según una ley que afecta a este formema como, por
ejemplo, la progresión creciente de volúmenes;
. el ritmo de posición puede afectar las distancias respectivas de las figuras u ordenarlas de
manera alternada alrededor de un eje;
. el ritmo de orientación puede alternar las figuras, por ejemplo, en una secuencia de cuadrados
puestos, alternativamente, sobre su base y sobre su punta.
El Grupo µ considera que se han de destacar cuatro aspectos importantes respecto al ritmo
(Grupo µ, 1993: 203-204):
. su definición se homologa fácilmente con la medida del tiempo, del mismo modo que la
orientación sugiere movimiento;
. la repetición de las figuras hace posible la percepción de superfiguras que engloban a las ante-
riores, pero hemos de tener en cuenta que éstas, a su vez, poseen una dimensión, una posición
y una orientación;
. al crear una nueva figura, el ritmo tiene un significado propio ya que, por ejemplo, en una
secuencia rectilínea de círculos cuya dimensión va creciendo, obtendremos un significado de
“expansión” o de “aniquilamiento” en función del movimiento que proyecte el observador
sobre el eje. Incluso puede suceder que la superfigura posea unos formemas que coincidan o
que no coincidan con los de las figuras que lo componen: si coinciden, diremos que el signi-
ficado de la superfigura exalta el de las figuras base, pero si no coinciden, el significado de la
superfigura puede debilitar el de las figuras;
. El ritmo está basado en una regularidad, de modo que crea una expectativa que puede ser
satisfecha o frustrada.
9.2.1.1.8 Color
Martine Joly habla de la significación antropológica y cultural del color, mientras que el Grupo
µ distingue entre el significado de los cromemas, o las dimensiones del color, al que se refiere
como semántica del color, y el significado del color-suma, el color en la que se expresan sus tres
dimensiones, al que se refiere como simbolismo de los colores.
Kandinsky decía, respecto a la interpretación de los colores, que el rojo es el color sin límites,
caliente, el color de la vida ardiente y agitada; que el azul es el color de la profundidad, el que
nos lleva hacia el infinito y a la búsqueda de la pureza..., pero si lo acercamos al negro, genera
tristeza, y si lo aclaramos parece lejano e indiferente. Respecto al verde, si es absoluto, decía
que era el color de la máxima calma, porque no da alegría, ni tristeza, ni pasión. El blanco es la
pureza sin mancha, mientras que el negro es el color de la aflicción profunda, el de la muerte
(Kandinsky, 1986: 77 y ss.). Para Joly estas palabras indican que la interpretación del color es
antropológico, porque qué es lo que puede evocar el color verde en países desérticos o glaciales,
donde apenas está presente. Desde su punto de vista, no hay más pauta en la interpretación de
los colores que la cultura y la historia, ya que, por ejemplo, atribuimos calor a los colores que
son solares, y frío a los que son celestes y acuáticos. Se sabe también que algunos colores son
más tranquilizadores o más excitantes que otros, y que pueden poner al espectador en un de-
terminado estado que pueda influir sobre su significación21 (Joly, 1994: 103-104).
La autora señala que se puede detectar con bastante rigor esta u otra interpretación recurriendo
a nuestras experiencias básicas, como la del día y la noche, la tierra, el cielo, el fuego, etc., y tras
observar el uso social y simbólico que se hace del color en nuestra sociedad, podemos descubrir
determinada interpretación (Joly, 1994: 104).
El Grupo µ señala que se han estudiado las asociaciones que suscitan los colores desde la psi-
cología social. Uno de estos estudios, el de Wright y Rainwater en 1962, redujo a cinco los
adjetivos que podían describir las asociaciones coloreadas: la felicidad, la energía, la elegancia,
la ostentación y el calor (Grupo µ, 1993: 213).
El Grupo µ cuestiona esta clasificación por estar insuficientemente verificada (1993: 214), pero
valora positivamente el hecho de que, en su formalización, se hayan tenido en cuenta las tres
dimensiones cromáticas (los cromemas del Grupo µ), de modo que Wright y Rainwater esta-
blecen las siguientes relaciones entre las dimensiones y determinados adjetivos (1993: 213):
. la felicidad, con el color brillante y saturado
. la ostentación, con el color saturado
. la energía, con el color poco brillante, pero muy saturado
. la elegancia, con color azul saturado
. el calor, con el color rojo oscuro y saturado.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 9
el significado en las representaciones visuales 398
9.1 el estudio del significado de las representaciones visuales 9.2 el estudio del significado desde el enfoque semi-
ótico 9.3 significados de los elementos de la comunicación visual, desde otros autores y disciplinas 9.4. retórica
de las representaciones visuales 9.5 críticas de sönesson a las propuestas del grupo µ 9.6 el fenómeno de la sineste-
sia 9.7 el contexto de significación 9.8 lo abstracto: las señales abiertas y la invención de códigos
El Grupo µ señala que hay más asociaciones entre los adjetivos y la luminosidad y la saturación,
que entre los adjetivos y el tono, lo que significa que codificamos más espontáneamente la sa-
turación que el tono. Esta observación lleva al Grupo µ a interpretar que, mientras que la lumi-
nosidad y la saturación inducen una respuesta semiótica profunda, la dominancia estaría ligada
a experiencias personales de las que sólo una parte es común a todos (Grupo µ, 1993: 213).
El Grupo µ critica el hecho de que en las experiencias de la psicología experimental, parece que
los colores se clasifican más como afectos vinculados a los colores, que como colores (Grupo
µ, 1993: 214).
9.2.1.1.8.2.2.1 Cromemas
El cromema que provoca más homologaciones es el de la dominancia24, pero difícilmente en-
contramos disyunciones exclusivas como la que hemos señalado anteriormente de lo permiti-
do/verde frente a lo prohibido/rojo, lo que indica “que estamos lejos de los códigos en los que
estas oposiciones son la norma” (Grupo µ, 1993: 216).
A pesar de haberlos relacionado con los cromemas, el Grupo µ indica que los conceptos de
elegancia, energía, felicidad, arcaísmo evocados aquí, también pueden ser producidos por otros
elementos como, por ejemplo, las formas, las texturas, el sujeto icónico, de manera que resulta
casi imposible atribuir de forma unívoca contenidos a las expresiones cromáticas (Grupo µ,
1993: 218).
Por otra parte, el Grupo µ indica que es imposible construir para el color un sistema jerarqui-
zado, porque el mensaje crea su propio sistema local a partir de sus posiciones coloreadas, en
la que dominarán una, otra o varias de ellas, “por razones que no han podido aclarar todos los
esfuerzos teóricos” (Grupo µ, 1993: 218-219).
9.2.1.1.8.2.2.2 Colores-sumas
El color-suma está caracterizado por un valor preciso de los cromemas luminosidad, satura-
ción, y dominancia, por lo que en este caso deberemos referirnos a los ejes simbólicos en lugar
de a los ejes semánticos primarios, ya que encontraremos multitud de determinaciones perso-
nales y/o culturales.
El Grupo µ señala que no se puede hacer un diccionario porque hay infinidad, y que si bien la
luminosidad y la saturación pueden integrarse en códigos relativamente estrictos, el cromema
dominancia genera en un grado elevado asociaciones personales (Grupo µ, 1993: 219).
9.2.1.1.9 Luminosidad
Como señalábamos en el apartado correspondiente del capítulo 6, si diferenciamos la lumino-
sidad natural de la artificial, también deberemos distinguir sus interpretaciones.
Las luces naturales, que son las solares y las lunares, siempre han luchado con la oscuridad has-
ta que el hombre la venció, primero con el fuego y después con la electricidad. Nuestra historia,
señala Joly, está llena de leyendas y de distintos relatos cuyo tema es la conquista del hombre
sobre la oscuridad, por lo que el negro, la falta de luz, está vinculada al peligro, al temor y a la
muerte (Joly, 1994: 105).
de que la imagen está iluminada por una fuente luminosa lateral, a menudo situada fuera del
campo, que transmite la sensación de fuente única, y que genera diferentes interpretaciones.
Así, por ejemplo, jerarquiza la visión porque la mirada realiza un recorrido que va desde las zo-
nas claras hasta las oscuras, pasando por las intermedias. Esta dinámica de la mirada subordina
la interpretación al recorrido de la luminosidad y mantiene a la zona clara como una especie de
indicador de lectura (Joly, 1994: 105).
La luminosidad direccional acentúa el relieve, modela los objetos y se presenta, en general, como
un proceso de una gran riqueza expresiva al jugar con las sombras. Además intensifica los colores
y los valores a través de su trayectoria, y dota de sensualidad a la representación, en la medida en
que la luz reactiva los materiales que va encontrando en su camino (Joly, 1994: 105-106).
Si esta luminosidad direccional procede de una luz “natural”, nos indica la época o el momento
del día en el que se sitúa la representación: nos dirá si es primavera, si es mediodía, si es al ano-
checer, etc. Además, asociada a una representación figurativa, acentuará el carácter realista de
la imagen (Joly, 1994: 106).
La luminosidad difusa, por su parte, dejará más libre la mirada, atenuará los relieves, hará más
uniformes los materiales, los colores serán más suaves y hará que se instaure una especie de
intemporalidad cercana a la sensación del sueño (Joly, 1994: 106).
9.2.1.1.10 Textura
El Grupo µ define la textura, igual que el color, como una cualidad de superficie que se define
por la naturaleza y dimensión de sus elementos, y por su repetición. En el caso de una imagen
en dos dimensiones, la textura está directa o indirectamente ligada con la tercera dimensión.
La percepción visual, que es distante y fría respecto al espectador, se convierte en algo más
próximo a partir de la textura de la representación, que necesita de una percepción táctil. Al
incitar la sensación táctil desde la sensación visual, un mensaje visual activa el fenómeno de las
correspondencias sinestésicas (Joly, 1999: 112).
El Grupo µ se pregunta si la textura tiene un significado como tal, una pregunta que consideran
pertinente porque la historia del arte la ha ocultado, lo que ha ha repercutido también en los
semióticos. Pero ejemplos como el de los impresionistas muestran que la textura puede estar
tan presente como color y forma, por lo que es aceptable considerar el significado global del
signo textural (Grupo µ, 1993: 181-182).
La textura está vinculada a la tercera dimensión, de modo que o bien propone directamente
la tercera dimensión, o bien aporta sensaciones táctiles mediante la sugestión sinestésica, por
lo que el signo se puede presentar ante el espectador como un objeto manipulable (Grupo µ,
1993: 183)
Estas sugestiones táctiles pueden provocar sugestiones motrices como la flexibilidad y la mo-
vilidad, la tactilomotricidad, pero sabemos que este tipo de sugestión es una relación cultural,
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 9
el significado en las representaciones visuales 401
9.1 el estudio del significado de las representaciones visuales 9.2 el estudio del significado desde el enfoque semi-
ótico 9.3 significados de los elementos de la comunicación visual, desde otros autores y disciplinas 9.4. retórica
de las representaciones visuales 9.5 críticas de sönesson a las propuestas del grupo µ 9.6 el fenómeno de la sineste-
sia 9.7 el contexto de significación 9.8 lo abstracto: las señales abiertas y la invención de códigos
porque determinada textura es una expresión que remite a un contenido que puede ser táctil
(Grupo µ, 1993: 183).
De entre todas las posibilidades de significación a partir de las texturas, el Grupo µ se referirá a
los significados que se pueden conseguir mediante el soporte, las materias que se utilizan en la
reproducción o mediante la forma como se trabajan los soportes o las materias.
En cuanto a la generación de texturas de tipo grano a través del soporte, el Grupo µ señala que
no ha sido el azar el que ha hecho del lienzo el soporte predilecto de los pintores, ya que este
soporte permite efectos que no eran posibles, por ejemplo, en la madera. Hemos de tener en
cuenta, además, que el dibujante, el acuarelista o el grabador eligen con cuidado el tipo de papel
en el que se expresan.
Otro modo de generar una textura de grano es mediante la manera como se extienden los pig-
mentos, de modo que, por ejemplo, el brochazo designará el espesor, y la pincelada la forma de
los elementos. Si tenemos en cuenta que el pintor dispone de todo tipo de pinceles, de espátulas,
resultará que éste puede proponer una amplia variedad de empastes, desde lo más liso hasta lo
menos. La percepción de estos niveles dependerá del brillo de la superficie y de si el alumbrado
incide de forma oblicua, o no (Grupo µ, 1993: 186).
En este caso tiene importancia la forma de la mácula, cuyo repertorio es abierto y muy variado:
rectángulos, patas de gallo..., ya que cada nueva técnica produce nuevas variedades de máculas
y cada tipo de forma libera un sentido distinto. En el plano del significado, el Grupo µ propone
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 9
el significado en las representaciones visuales 402
9.1 el estudio del significado de las representaciones visuales 9.2 el estudio del significado desde el enfoque semi-
ótico 9.3 significados de los elementos de la comunicación visual, desde otros autores y disciplinas 9.4. retórica
de las representaciones visuales 9.5 críticas de sönesson a las propuestas del grupo µ 9.6 el fenómeno de la sineste-
sia 9.7 el contexto de significación 9.8 lo abstracto: las señales abiertas y la invención de códigos
diferenciar las máculas sin efecto direccional y las máculas con efecto direccional o plumeados
(Grupo µ, 1993: 188).
El mayor efecto de las máculas no direccionales es la composición de las luces que se reflejan en
el ojo. No se pueden describir todas las composiciones ópticas posibles, por lo que el Grupo µ
aporta un único ejemplo de tal significado textural: el brillo. Cuando dos masas de luz actúan
juntas sobre los ojos, percibimos el brillo, con la condición de que seamos conscientes de que
hay efectivamente dos masas de luz. El efecto que se produce es una transparencia que produce
la ilusión de ver a través de la obra (Grupo µ, 1993: 188-189).
En cuanto a las máculas direccionales, el Grupo señala que presentan un grado mayor de com-
plejidad. Podemos diferenciar dos tipos de máculas, los plumeados paralelos y los plumeados
cruzados. Los plumeados paralelos tienen un efecto direccional marcado: si aparecen conjunta-
mente con un icono, este efecto pertenece a la textura, como se aprecia en un cielo de Van Gogh
en el que los plumeados son ajenos a los objetos (Grupo µ, 1993: 189).
Además, el Grupo µ indica que esta vinculación entre icónico y visual, impide la existencia y
definición de signos que puedan ser visuales pero que no sean icónicos, un tipo de signos que
están presentes, por ejemplo, en la pintura abstracta. Luego si la comunicación visual no está
ligada al icono, podemos diferenciar dos tipos de signos visuales, el signo plástico (no ligado
al parecido, y que ya hemos descrito) y los signos que denominaremos icónicos “siguiendo la
tradición” (Grupo µ, 1993: 99).
¿Qué es lo que nos permite diferenciar el signo icónico del objeto mismo?. Esta cuestión sólo
puede ser pragmática, como ya lo señalara Eco: un vaso de cerveza29 será considerado como un
objeto si su liquidez permite saciar mi sed, si su temperatura refresca la palma de mi mano; y
estaremos frente a un signo si mis papilas gustativas no perciben ni el sabor ni la temperatura,
como es el caso de un vaso de cerveza fotografiado, luego para construir el iconismo es nece-
sario que tengamos conocimiento de las reglas de uso de los objetos (Grupo µ, 1993: 127-128).
Así, por ejemplo, la fotografía de un vaso de cerveza puede hacer que la boca se me haga agua,
pero algunas de sus características me indican que es imposible someter a ese vaso a cualquiera
de los usos sociales a los habitualmente son sometidos los vasos de cerveza (Grupo µ, 1993:
129). Pero hay otros ejemplos en que la distinción de lo que es icónico de lo que no lo es, no
es tan clara, por lo que necesitaremos un tipo estabilizado que podamos identificar (Grupo µ,
1993: 130 y ss.).
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el significado en las representaciones visuales 403
9.1 el estudio del significado de las representaciones visuales 9.2 el estudio del significado desde el enfoque semi-
ótico 9.3 significados de los elementos de la comunicación visual, desde otros autores y disciplinas 9.4. retórica
de las representaciones visuales 9.5 críticas de sönesson a las propuestas del grupo µ 9.6 el fenómeno de la sineste-
sia 9.7 el contexto de significación 9.8 lo abstracto: las señales abiertas y la invención de códigos
Aunque algunos de estos signos imiten a la realidad con absoluta perfección, hemos de tener en
cuenta que si todas ellas son representaciones, han de utilizar, necesariamente, reglas de cons-
trucción para que puedan ser comprendidas por personas que no son quienes las realizaron,
lo que significa que hay en ellas un mínimo de convención sociocultural, algo de símbolo, en
términos de Peirce (Joly, 1999: 43-45).
Saussure describió la relación que se establecía entre significante y significado como arbitraria
y convencional, en oposición a una relación “motivada” cuando existen justificaciones “natu-
rales”, como la analogía o la contigüidad: un dibujo o una pintura de un retrato será un signo
“motivado” porque existe semejanza entre la reproducción y su modelo, entre el significante y
el significado (Joly, 1999: 34-36 y Saussure, 1961: 130-131).
La autora indica que, como escribiera El Lissitzky, cuando tenemos dos zonas de diferente
intensidad en el mismo plano, sentimos que cada una está a distancias diferentes, porque una
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 9
el significado en las representaciones visuales 404
9.1 el estudio del significado de las representaciones visuales 9.2 el estudio del significado desde el enfoque semi-
ótico 9.3 significados de los elementos de la comunicación visual, desde otros autores y disciplinas 9.4. retórica
de las representaciones visuales 9.5 críticas de sönesson a las propuestas del grupo µ 9.6 el fenómeno de la sineste-
sia 9.7 el contexto de significación 9.8 lo abstracto: las señales abiertas y la invención de códigos
tinta luminosa avanza sobre un fondo oscuro y se retrasa sobre un fondo claro, en proporción
a su intensidad luminosa (Saint Martin, 1994: 72-73).
Los contrastes de saturación también producen efecto de profundidad, ya que la tinta más
saturada avanza y la menos saturada se retrasa (Saint Martin, 1994: 72-73).
En este sentido señala que, tradicionalmente, se ha considerado que el color más oscuro, el que
contiene más cantidad de negro, es más pesado, pero se da la paradoja de que más de 2/3 partes
de los estudiantes consultados por Albers eran incapaces de percibir la cantidad de negro que
había en un color (Saint Martin, 1994: 77 y Albers, 1979: 24-26), lo que indica que difícilmente
podríamos señalar qué color es más pesado que otro.
Sin embargo puede suceder, como señala Albers30 que, aunque la tradición occidental relacione
el azul con lo frío y el rojo con lo cálido, que existan “azules calientes y rojos fríos”. Y añade
que, si mezclamos blanco, negro o gris en los colores, “las interpretaciones personales de las
temperaturas acostumbran a divergir rápidamente” (Saint Martin, 1994: 77).
9.2.2.2 La textura
En cuanto a la textura, Saint Martin (1994: 68-69) indica que numerosos movimientos artísti-
cos contemporáneos, en lugar de referirse a objetos localizables en el mundo externo, cuyos
referentes pueden ser ambiguos o polisémicos, han optado por construir el lenguaje visual
utilizando sus características texturales. Esta forma de lenguaje nos lleva a las experiencias de
la realidad en las que hemos experimentado la dureza, la suavidad, lo penetrable, lo liso, etc.
Estas formas de representación, en lugar de referirse a objetos por sugestión mimética, llaman
a la experiencia concreta.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 9
el significado en las representaciones visuales 405
9.1 el estudio del significado de las representaciones visuales 9.2 el estudio del significado desde el enfoque semi-
ótico 9.3 significados de los elementos de la comunicación visual, desde otros autores y disciplinas 9.4. retórica
de las representaciones visuales 9.5 críticas de sönesson a las propuestas del grupo µ 9.6 el fenómeno de la sineste-
sia 9.7 el contexto de significación 9.8 lo abstracto: las señales abiertas y la invención de códigos
9.3.1 La forma
Según Arnheim, la forma significa un terreno más firme que el color a la hora de relacionar el
elemento con sus expresiones, ya que podemos relacionar formas específicas con propiedades
generales como la orientación espacial y el equilibrio, por ejemplo (Arnheim, 1969: 278).
En cuanto a la forma, el autor considera que existen tres opciones representativas que suponen
otras tantas formas de significación (Villafañe, 1985: 135-137):
. la proyección, que implica representar una de las posibles formas del objeto e identificarlo a
partir de ella;
. el escorzo, que sugiere la totalidad del objeto mediante solo una parte;
. la superposición, que se produce cuando las formas se presentan amalgamadas, y que cumple dos
funciones plásticas, la de establecer una jerarquía entre las formas representadas, y la de articular
el espacio, lo que favorece, en cierta medida, la construcción de la tercera dimensión en el plano.
Además de lo anterior, hemos de señalar que Villafañe considera que las formas irregulares son
las más dinámicas (Villafañe, 1985: 148).
La autora señala que estos contornos expresan una serie de direcciones visuales (como vimos
en el apartado correspondiente del capítulo 6) a las que están asociadas fuertes significados
(Dondis, 1992: 60-61):
. las direcciones horizontal y vertical del cuadrado se asocian con el bienestar, la referencia
primaria para el hombre;
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 9
el significado en las representaciones visuales 406
9.1 el estudio del significado de las representaciones visuales 9.2 el estudio del significado desde el enfoque semi-
ótico 9.3 significados de los elementos de la comunicación visual, desde otros autores y disciplinas 9.4. retórica
de las representaciones visuales 9.5 críticas de sönesson a las propuestas del grupo µ 9.6 el fenómeno de la sineste-
sia 9.7 el contexto de significación 9.8 lo abstracto: las señales abiertas y la invención de códigos
Villafañe, por su parte, considera que de todas las orientaciones espaciales, la más dinámica es la
oblicua, porque es la que separa los estados de reposo y de estatismo y porque, por otra parte, es la
orientación que está presente cuando representamos el espacio tridimensional (Villafañe, 1985: 148).
En otro sentido, señala que también hay una amplia coincidencia en:
. considerar el amarillo y el rojo como colores cálidos
. sentir el rojo como un color especialmente vivo y estimulante,
. considerar el azul y el verde como colores fríos y serenos.
Dondis por su parte, considera que el color posee un significado que es compartido universal-
mente a través de la experiencia, aunque también tiene un valor independiente e informativo, a
partir de los significados simbólicos que se le adscriben (Dondis, 1992: 69).
Sobre un fondo negro todos los tonos claros avanzan, dependiendo de su grado de claridad;
pero sobre un fondo blanco, los efectos son contrarios, de modo que los tonos claros quedan
sobre el mismo plano que el fondo y los tonos oscuros vienen hacia delante.
Wong señala que, sobre un fondo blanco, los colores oscuros se destacan más, por lo que parece
que están más cerca de nuestros ojos; mientras que, sobre un color oscuro, los colores cálidos
parecen avanzar y los fríos retroceden (Wong, 1986: 95).
Itten afirma, sin embargo, que aunque hiciésemos una relación de todas las posibilidades que
ofrecen las concordancias de colores para formar efectos de profundidad, no garantizaríamos
poder establecer equilibrio espacial en una composición, ya que es la sensibilidad, y el objetivo
que se planteó el pintor, quienes lo obtendrán (Itten, 1977, 1: 78).
Este autor señala que hacemos una interpretación de los colores a partir de las experiencias
que nos ofrece la naturaleza, e indica, en este sentido, que podemos encontrar una expresión
coloreada objetiva para representar la naturaleza, de modo que la comprensión de los colores
puede ser perfectamente objetiva aunque cada persona experimente y juzgue los colores de un
modo absolutamente personal (Itten, 1977, 1: 84):
. la naturaleza, en primavera, posee un carácter joven, claro y radiante que está expresado por
los colores luminosos como el amarillo, el amarillo-verde. Los colores rosa y azul pálidos
enriquecen la concordancia, ya que los tonos de los brotes están revestidos de tonos rosas,
amarillos y lilas;
. los colores del otoño son los marrones y violeta, ya que es cuando la vegetación se marchita
y el entorno se llena de estas tonalidades;
. en verano la naturaleza alcanza una densidad y una plenitud máxima, por lo que los colores
cálidos, densos y vivos son los que traducen las impresiones coloreadas del verano;
. para representar el invierno, el repliegue de las fuerzas de la naturaleza y su pasividad, se
requieren colores que nos lleven hacia el interior, fríos y luminosos, transparentes y espiri-
tualistas.
9.3.3.5 La expresión psíquica de los colores
Para poder conocer la expresión psíquica y espiritual que transmite cada color es necesario, al
nombrarlos, saber exactamente de qué tono se trata y en función de qué colores se compara. Si
se dice “rojo” es necesario saber si se trata de un rojo amarillento o de un rojo azulado; de si
el rojo saturno está sobre un fondo amarillo limón o sobre fondo negro o lila. Itten definirá la
expresión psíquica y espiritual de los colores amarillo, rojo anaranjado, azul, naranja, violeta y
verde, en función de los lugares que ocupan en el círculo cromático y de las relaciones que los
unen (Itten, 1977, 1: 85 y Arnheim, 1969: 282-283). Añade que, en general, los colores claros
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 9
el significado en las representaciones visuales 410
9.1 el estudio del significado de las representaciones visuales 9.2 el estudio del significado desde el enfoque semi-
ótico 9.3 significados de los elementos de la comunicación visual, desde otros autores y disciplinas 9.4. retórica
de las representaciones visuales 9.5 críticas de sönesson a las propuestas del grupo µ 9.6 el fenómeno de la sineste-
sia 9.7 el contexto de significación 9.8 lo abstracto: las señales abiertas y la invención de códigos
representan el lado luminoso de la vida, mientras que las tonalidades obscuras simbolizan el
lado sombrío y negativo de las fuerzas naturales (Itten, 1977, 1: 89-90).
Arnheim, sin embargo, señala que aunque parece haber acuerdo en el sentido de que cada color
posee su expresión específica, no hay muchas investigaciones experimentales que lo corrobo-
ren, hasta el punto de que las descripciones de Goethe, tan literarias, siguen constituyendo
todavía la mejor fuente (Arnheim, 1969: 282).
Es el color más luminosos de todos y se considera que es el que está más próximo a la luz y al
color (Dondis, 1992: 67). El amarillo dorado ha sido utilizado a menudo, por la pintura antigua,
para representar la materia radiante y luminosa, simbolizando lo maravilloso, el reino de la luz
y del sol. Así, por ejemplo, la aureola dorada de los santos era el signo de su iluminación, ya que
los santos habían alcanzado ese estado (Itten, 1977, 1: 85).
En el lenguaje popular se dice: “empiezo a ver claro” o “tal persona es una lumbrera”, lo que
significa, respectivamente, que se entienden las cosas que antes eran oscuras y que esa persona
es inteligente. Al amarillo, el color más luminoso, le corresponde, simbólicamente, la inteligen-
cia y la ciencia. Es el color de la verdad, y como sólo existe una verdad, sólo existe un color para
representarla. Así, la verdad que está enferma, la mentira, la envidia, la traición, la falsedad, la
desconfianza, está expresada por el amarillo mate. En L’arrestation du Crist de Giotto y en la
Cène de Holbein, Judas es representado en amarillo turbio (Itten, 1977, 1: 85)
9.3.3.6.2 Rojo
El rojo anaranjado irradia calidez y es, según Dondis, el color más emocional y activo (Dondis,
1992: 67). Una luz anaranjada favorece el crecimiento de las plantas y aumenta la actividad de
las funciones orgánicas (Itten, 1977, 1: 88).
Al contrario de lo que sucede con el amarillo, el rojo tiene capacidad para no perder su carácter
de rojo a pesar de ser sometido a numerosas modulaciones: puede variar del calor al frío, de lo
mate a lo luminoso, de lo claro a lo oscuro. “Desde el rojo Saturno, demoníaco y sombrío, hasta
el rosa de María dulce y angelical, el rojo puede aportar todos los grados intermedios desde la
vida infernal a la vida celeste”, (...) “pero su dominio se para ante el reino del alma y de lo sobre-
natural, de lo aéreo y de la transparencia, que se expresa a través del azul”. El rojo siempre está
activo en lo material y en lo espacial, y siempre está pasivo en lo espiritual (Itten, 1977, 1: 88)
9.3.3.6.3 Azul
Entendemos por azul puro un color que no contiene ni amarillo ni rojo. Se trata de un color
que es pasivo, desde el punto de vista material y espacial, y es activo desde el punto de vista
espiritual (Itten, 1977, 1: 88).
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el significado en las representaciones visuales 411
9.1 el estudio del significado de las representaciones visuales 9.2 el estudio del significado desde el enfoque semi-
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de las representaciones visuales 9.5 críticas de sönesson a las propuestas del grupo µ 9.6 el fenómeno de la sineste-
sia 9.7 el contexto de significación 9.8 lo abstracto: las señales abiertas y la invención de códigos
El azul es siempre frío e introvertido. Del mismo modo que el rojo está vinculado a la sangre,
el azul está vinculado a los nervios. “Los individuos cuyas concordancias subjetivas son domi-
nadas por los tonos azules tienen a menudo la tez pálida y una escasa circulación sanguínea (...)
[mientras que] su sistema nervioso está muy desarrollado” (Itten, 1977, 1: 88).
El azul es una nada imperceptible, pero que está tan presente como la misma atmósfera que es
transparente. En la atmósfera, el azul va del cielo más claro hasta el azul oscuro de la noche.
Cuando el azul se perturba, cae en la superstición, el miedo, el extravío y el luto, pero indica
siempre algo de sobrenatural y de trascendental. El azul, que para nosotros es el símbolo de la
fe, era para los chinos símbolo de la inmortalidad (Itten, 1977, 1: 88)
9.3.3.6.4 Verde
El verde es un color intermediario entre el amarillo y el azul, de modo que según se incline ha-
cia el azul o hacia el amarillo, modificará su expresión. El verde es el color del mundo vegetal,
de la clorofila que surge mediante la fotosíntesis. El verde expresa la fertilidad, la satisfacción,
el reposo y la esperanza, realiza la unión entre la ciencia y la fe (Itten, 1977:1: 88).
Si el verde luminoso se mezcla con gris, se obtiene una impresión de pereza, pero si el verde se
inclina hacia el amarillo y llega hasta el amarillo verdoso, representa la naturaleza joven y prima-
veral, ya que no sería concebible imaginar una mañana de primavera o de verano sin este tipo de
verde, sin la alegría, sin la esperanza del verano y de los frutos que aporta (Itten, 1977, 1: 88-89).
9.3.3.6.5 Naranja
Situado entre el amarillo y el rojo, el naranja está en el punto crucial de la irradiación más inten-
sa, poseyendo una luminosidad solar que, empujado hacia el rojo alcanza el máximo de energía
cálida y activa (Itten, 1977, 1: 89).
El naranja expresa el orgullo y el lujo exterior, pero aclarado con blanco pierde rápidamente su
carácter, y oscurecido con negro se transforma en un marrón opaco, árido y poco elocuente.
Si aclaramos este marrón, obtendremos tonos beiges que, expresando una calma benevolente,
irradian calor y atmósfera tranquila (Itten, 1977, 1: 89).
9.3.3.6.6 Violeta
Itten señala que es difícil determinar un valor de color violeta que no sea ni azulado ni rojizo, y
que incluso muchas personas no poseen la capacidad de diferenciar el grado de oscurecimiento
de este color.
Indica que, al contrario que el amarillo, el violeta es el color del inconsciente, del secreto, que en
ocasiones se muestra amenazante y otras veces divertido, en función de los contrastes. Cuando
este color es abundante en una composición, puede actuar de una forma espantosa ya que,
como señalara Goethe, una luz de este color que ilumina un paisaje, sugiere el fin del mundo
(Itten, 1977, 1: 89).
Itten considera que el mundo púrpura posee diferentes expresiones (Itten, 1977, 1: 89-90):
. en el violeta, podemos ver la muerte, las tinieblas o la nobleza
. en el azul violeta, la soledad, y la dedicación,
. en el rojo violeta, el amor divino y el dominio del espíritu.
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el significado en las representaciones visuales 412
9.1 el estudio del significado de las representaciones visuales 9.2 el estudio del significado desde el enfoque semi-
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de las representaciones visuales 9.5 críticas de sönesson a las propuestas del grupo µ 9.6 el fenómeno de la sineste-
sia 9.7 el contexto de significación 9.8 lo abstracto: las señales abiertas y la invención de códigos
Pero hemos de tener en cuenta que los colores pueden sufrir diferentes tipos de modificaciones
que pueden alterar sensiblemente su expresión (Itten, 1977, 1: 90):
. al color le puede cambiar el carácter, por lo que un verde puede convertirse en más verdoso o
más azulado; y un naranja, en más amarillento o en más rojizo;
. se puede producir un cambio en el grado de claridad del color considerado, de modo que el
rojo puede pasar al rosa pálido o al rojo oscuro, y el azul, al azul pálido o al azul oscuro;
. podemos modificar el grado de saturación de un color con la ayuda de blanco, de negro, de
gris o de su color complementario;
. se pueden modificar las relaciones del tamaño de las manchas de colores, de modo que una
gran mancha verde puede oponerse a una mancha amarilla del mismo tamaño, o puede ser
más grande, o también más pequeña;
. también hemos de tener en cuenta las modificaciones que causan las apariciones de contrastes
simultáneos.
9.3.3.7 Significado de la forma y del color
Itten considera que, en un cuadro, los valores expresivos de la forma y del color deben estar
sincronizados, luego ambas expresiones deben sostenerse y estar equilibradas.
Como señalábamos, este autor considera que hay tres formas fundamentales que son simples y
expresivas, el cuadrado, el triángulo y el círculo, a partir de las cuales podemos identificar otras
muchas. A cada una de estas formas simples le corresponde un color (Itten, 1977, 1: 75-76):
. al cuadrado le corresponde el rojo, el color de la materia, ya que la gravedad y la opacidad del
rojo caracterizan la forma estática y pesada del cuadrado.
. al triángulo le corresponde el amarillo claro.
. a la forma circular, que se mueve sin parar, le corresponde el azul transparente.
El autor señala que cuando coinciden la expresión de una forma y la de un color, sus efectos se
acumulan, de modo que cuando en un cuadro la expresión esté determinada básicamente por el
color, se deberán desarrollar formas a partir de él; mientras que un cuadro que esté orientado
sobre la forma deberá adecuar sus colores a ellas (Itten, 1977, 1: 76).
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el significado en las representaciones visuales 413
9.1 el estudio del significado de las representaciones visuales 9.2 el estudio del significado desde el enfoque semi-
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sia 9.7 el contexto de significación 9.8 lo abstracto: las señales abiertas y la invención de códigos
La iluminación también sirve para llamar la atención sobre objetos, aunque éstos no sean de
gran tamaño ni estén situados en el centro de la composición (Arnheim, 1969: 268).
El autor considera que en la imagen se pueden establecer modelos de tiempo real de dos formas
distintas que generan, a su vez, dos tipos de imágenes (Villafañe, 1985: 138-139):
. la secuencia, en la que un elemento encuentra su valor significativo en el conjunto de las imá-
genes de la secuencia, y que genera las imágenes secuenciales;
. la simultaneidad, la representación abstracta del tiempo real, que genera la imagen aislada.
A continuación el autor cita algunos de los hechos que producen la temporalidad en este tipo
de imágenes (Villafañe, 1985: 144-146).
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el significado en las representaciones visuales 414
9.1 el estudio del significado de las representaciones visuales 9.2 el estudio del significado desde el enfoque semi-
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sia 9.7 el contexto de significación 9.8 lo abstracto: las señales abiertas y la invención de códigos
9.3.5.2.1 El formato
El formato, elemento escalar de la imagen y límite físico de las relaciones plásticas, es el primer
factor que condiciona las relaciones espaciales de los componentes de una imagen. Villafañe
considera que los formatos de ratio largo, en los que el lado horizontal es considerablemente
mayor que el vertical, se acomodan mejor a la temporalidad de la secuencia, por lo que este tipo
de imágenes posee, a veces, una auténtica estructura narrativa; por su parte, las imágenes con
formato de ratio corto carecen, casi por completo, de narratividad (Villafañe, 1985: 250).
9.3.5.2.2 El ritmo
El ritmo, concepto asociado a la temporalidad, produce una significación que está originada
por la ordenación sintáctica de unos elementos en los que unos tienen un mayor valor plástico
que otros (Villafañe, 1985: 139).
9.3.5.2.3 Direcciones
En la imagen fija aislada las direcciones se crean gracias a la ordenación de sus elementos es-
paciales. En la imagen figurativa existen mil recursos para representar dirección como, por
ejemplo, un brazo extendido, una mirada... En el caso de la imagen abstracta los recursos son
menores pero se puede utilizar, por ejemplo, la atracción de masas de diferentes tamaños (Vi-
llafañe, 1985: 145-146).
Aumont también se refiere a este aspecto que, señala, a veces no se tiene en cuenta. Considera
que el tamaño, que es un elemento fundamental en la relación entre espectador y espacio de la
imagen, nos llega muchas veces neutralizado por el tipo de fuentes a través de las que nos llegan,
como es el caso, por ejemplo, de los libros, en los que las dimensiones reproducidas no tienen
en cuenta la adecuación del tamaño al entorno (Aumont, 1992: 148).
Así, por ejemplo, en todas las épocas, el artista ha sido consciente de que una imagen de gran
tamaño, que se presenta próxima al espectador, le domina e incluso le aplasta; por el contrario,
los tamaños pequeños que poseen otras imágenes permiten que se entable con ellas una relación
de proximidad o de posesión (Aumont, 1992: 148-149).
En este sentido Aumont señala que cuando las imágenes se empezaron a proyectar en el cine,
los primeros planos generaban una sensación de rechazo porque se percibían como algo contra
natura y monstruoso, aunque unos años más tarde los primeros planos serían considerados
como “el alma del cine”. La imagen en primer plano produce una serie de efectos como, por
ejemplo (Aumont, 1992: 149-151):
. la “gulliverización” o la “liliputización”, al jugar con el tamaño relativo de la imagen y del
objeto representado
. materializa la metáfora del tacto visual porque, al acentuar la superficie de la imagen, el grano
de la materia es más perceptible
. transforma el sentido de la distancia y conduce al espectador a la intimidad.
9.3.7 La textura
Nos hemos referido a la textura anteriormente, en el apartado acerca de los signos plásticos
definidos por el Grupo µ y Martine Joly. Aquí recogeremos las aportaciones de W. Wong y
Gombrich respecto a este elemento.
Según Wong las texturas aportan espacialidad, ya que las que son más gruesas parecen, por lo
general, más cerca de nuestros ojos que las texturas más finas (Wong, 1986: 95).
Gombrich, por su parte, al referirse al efecto de experiencia vital que producen algunas repro-
ducciones, indica que una de las indicaciones perceptuales deriva de la textura, es decir, de la
microestructura visible de las superficies, unas características tan sólidas que podemos tomarlo
como indicación de profundidad. El pintor no puede reproducir esos gradientes pero sí podrá
sugerirlo (Gombrich, 1987: 188).
En la Francia de los años sesenta, la influencia del formalismo ruso será tal, que distintas cien-
cias humanas, como la etnología o el psicoanálisis, recurrirán a la lingüística para hacer teoría.
En este caldo de cultivo, Barthes se pregunta sobre la imagen en términos de retórica, y cons-
tata que se produce un desplazamiento de sentido en ella, que el signo pleno que configuran su
significante y su significado, se convierte en el significante de un segundo significado, es decir,
demuestra que en la imagen se produce connotación (Joly, 1999: 90 y Barthes, 1971: 92).
Constatando, a partir de su análisis del anuncio de pastas Panzani, que cada figura nos reenvía a
una categoría de objetos y que éstos, por extensión, nos llevan a un segundo nivel de significa-
ción35 o, dicho de otra manera, puesto que la imagen se apoya sobe un primer nivel de significa-
ción denotativo para significar otra cosa en un segundo nivel, Barthes utilizó la denominación
de “el discurso de la connotación”, tomando los términos prestados de la lingüística y de la
lógica, para referirse a este segundo significado36 (Joly, 1994: 134).
El objetivo de una retórica general es describir las operaciones que son comunes para todas
las semióticas. En la lingüística, y en otros sistemas, las figuras se pueden describir mediante
operaciones de supresión, de adjunción, de supresión-adjunción y de permutación. Luego la
primera tarea de una retórica particular será delimitar, definir y aislar las unidades en las que se
podrán aplicar las operaciones retóricas (Grupo µ, 1993: 231).
A pesar de su menor estabilidad, el Grupo µ defiende la existencia de una retórica del signo
plástico, aunque reconoce que el valor de los signos puede variar en función de los contextos,
por lo que el destinatario jugará un papel decisivo para atribuir contenidos a las unidades del
enunciado (Grupo µ, 1993: 233-235).
El Grupo µ señala que en los sistemas de tipo 2 no hay este tipo de reglas por lo que, en prin-
cipio, no podría haber desviación ni, por lo tanto, retórica. Pero sí podremos hablar de retórica
si tenemos en cuenta el conocimiento del código, o grado cero, que veremos a continuación
(Grupo µ, 1993: 237).
En los sistemas de tipo 2 no existe, por definición, un grado cero general porque no existe el
conocimiento previo acerca del código, pero podemos identificar grados cero locales cuando,
por ejemplo, interrumpimos o rompemos la regularidad interna de un enunciado visual plásti-
co (sucede en Mondrian o en Vasarely). Hemos de tener en cuenta, señala el Grupo µ, que una
ruptura de continuidad no se traduce, automáticamente, en figura: una mancha roja que corta
una superficie azul no genera retórica. Pero si el destinatario esperara un determinado color y
no otro, esta ruptura sí sería retórica38 (Grupo µ, 1993: 238-239)
Pero además de existir desviaciones en relación a una regla del sistema, el grado cero general, y
en relación a una regla del enunciado, el grado cero local, también se puede producir una des-
viación a partir de un contexto, lo que proporciona un tipo particular de grado cero local que
el Grupo µ denomina de “contexto pragmático”. Un ejemplo de este tipo particular desviación
sería, por ejemplo, que reconozcamos, en un dibujo muy estilizado, una figura femenina por-
que están en la entrada de unos urinarios, pero que seamos incapaces de asociar el significante
y el significado si el dibujo se nos presenta fuera de ese contexto. En este caso los urinarios
producen la redundancia necesaria como para permitir la retórica, ya que lo que en papel es
una forma plástica se convierte en significante icónico en el retrete (Grupo µ, 1993: 240-241).
La parte que ha sufrido transformaciones conserva una cierta relación con su grado cero, por
lo que podremos identificar la parte que no varía y la que sí varía, el elemento figurado (Grupo
µ, 1993: 239).
En el caso de los enunciados icónicos, el papel de las reglas del código recae en el repertorio de
los tipos, de aquello que nos permite reconocer como, por ejemplo, el tipo “cabeza humana”.
Pero hemos de tener en cuenta que la redundancia en este tipo de enunciados, aunque parece
que no se puede cuantificar con los medios actuales, “es con toda seguridad muy superior a la
de lo lingüístico” (Grupo µ, 1993: 239-240).
El caso de los enunciados plásticos es diferente porque, al no poseer referente, no pueden ser
interpretados a partir de un código. Pero el Grupo µ ha establecido, como hemos incluido en
el apartado 6, que lo plástico asocia formas de la expresión a formas del contenido, por lo que
los enunciados plásticos poseen un código propio, “suficientemente estable” como para que
se puedan detectar las desviaciones, y una redundancia suficiente para el funcionamiento retó-
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 9
el significado en las representaciones visuales 419
9.1 el estudio del significado de las representaciones visuales 9.2 el estudio del significado desde el enfoque semi-
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de las representaciones visuales 9.5 críticas de sönesson a las propuestas del grupo µ 9.6 el fenómeno de la sineste-
sia 9.7 el contexto de significación 9.8 lo abstracto: las señales abiertas y la invención de códigos
rico ya que, aunque no sea suficientemente estable, nos permite afirmar que la imagen visual
reúne las condiciones para que en ella se manifieste la retórica (Grupo µ, 1993: 240).
Hasta aquí, señala el Grupo µ, hemos visto los mecanismos que son comunes a ambos tipos de
retórica. A partir de ahora establecerá clasificaciones y hará descripciones de la retórica que
es propiamente visual.
Barthes, refiriéndose a su faceta icónica, señala que la imagen posee la facultad de provocar
una segunda significación a partir de la primera significación, luego reconoce la existencia de
la connotación. Así, por ejemplo, una fotografía (un significante) en la que reconocemos el
significado tomates, pimientos y cebollas, constituye un signo pleno que se convierte, como
tal signo pleno, en el significante de un segundo significado, el de “frutas mediterráneas” o
“Italia” en su famoso análisis del anuncio de las pastas Panzani. Este proceso de significa-
ción se volvió famoso a partir del siguiente y célebre diagrama (Joly, 1999: 90-91 y Barthes,
1971: 92):
significante significado
significante significado
Joly, a partir del diagrama explicativo de Barthes acerca de la connotación, propone y represen-
ta otros tipos de connotación que, afirma, también son posibles en el mensaje visual.
significante
Connotación
significado
Así, por ejemplo, el color negro, en nuestra cultura, está vinculado a la desgracia y al luto.
significante
Connotación
significado
Joly señala que una vez demostrado que existe la dimensión connotativa en el signo icónico,
y puesto que en el mensaje visual hay también signos plásticos y signos lingüísticos, se debe-
ría ampliar la propuesta de Barthes a estos otros signos, porque el proceso connotativo no es
exclusivo del signo icónico (1994: 136). Por otra parte, indica que el potencial connotativo
aumenta cuando mezclamos varios sistemas de signos, por lo que la connotación será mayor en
una imagen que utiliza varios tipos de signos, que en un lenguaje que utilice un único sistema
de signos (1994: 136).
9.4.3.2. El simbolismo y la alegoría en las fotografías de prensa
Las fotos de prensa, según Joly, transmiten significación al margen de sus leyendas porque
pueden ser simbólicas o alegóricas, pero no pueden ser metáforas (1994: 141). El lector puede
hacer una lectura en el sentido literal, puede interpretarlas de modo simbólico, o puede realizar
una lectura alegórica si despiertan en él códigos previamente conocidos en otras imágenes ya
vistas… pero una foto de prensa no puede ser una metáfora porque una metáfora no tiene sen-
tido en su acepción literal. Así, si decimos que una mujer posee un cuello de cisne, el sentido se
desplaza a su interpretación metafórica, nunca a la lectura literal (1994: 142-145).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 9
el significado en las representaciones visuales 421
9.1 el estudio del significado de las representaciones visuales 9.2 el estudio del significado desde el enfoque semi-
ótico 9.3 significados de los elementos de la comunicación visual, desde otros autores y disciplinas 9.4. retórica
de las representaciones visuales 9.5 críticas de sönesson a las propuestas del grupo µ 9.6 el fenómeno de la sineste-
sia 9.7 el contexto de significación 9.8 lo abstracto: las señales abiertas y la invención de códigos
La autora señala que podemos encontrar numerosos ejemplos de alegorías en las fotos de pren-
sa más conocidas, como es el caso de la ejecución de unos rebeldes cuya composición nos
recuerda al “tres de mayo” de Goya, el caso de la foto de Georges Marchais rodeado de los mi-
nistros comunistas en 1981, compuesta por el fotógrafo como una “Última cena” de Leonardo
da Vinci, etc. Este tipo de imágenes estimulan la interpretación del lector gracias al juego de la
intertextualidad, de forma consciente o inconsciente (1994: 145-148).
La semiología, señala Joly, nos enseña que no hemos de sucumbir a la ilusión de realidad de las
fotos, ni siquiera en las fotos de prensa, porque la mayor parte de las veces, para llegar mejor
al público y perdurar en la memoria colectiva, provocan interpretaciones que van más allá del
acontecimiento mismo (1994: 148).
El Grupo µ propone una clasificación de las figuras de la retórica visual, a partir de criterios
establecidos desde la retórica lingüística.
9.4.3.3. Los cuatro grados de relación
entre el grado concebido y el grado percibido
Como señalábamos, la retórica es una transformación que provoca que el receptor superponga,
al grado percibido de un elemento presente en el enunciado, un grado concebido (Grupo µ,
1993: 231-232).
Pero esta transformación puede ser de diferentes tipos. En ocasiones esta relación entre los
dos grados se establece de modo que ambos elementos, el percibido y en concebido, están
presentes, in praesentia; en ocasiones el grado concebido no está presente, y se produce un tipo
de relación in absentia. Pero en el lenguaje visual, que permite la simultaneidad, se pueden dar
otras relaciones intermedias entre la ausencia y la presencia como la copresencia, cuando están
presentes una parte de los dos grados, o la coausencia, cuando ninguno de estos dos tipos está
manifestado de manera autónoma y completa (Grupo µ, 1993: 244).
1. In absentia conjunto (IAC), cuando las dos entidades ocupan el mismo lugar del enunciado,
por sustitución total de uno por otro
2. In praesentia conjunto (IPC), cuando las unidades ocupan el mismo lugar, pero con substi-
tución parcial
3. In praesentia disyunto (IPD), cuando las dos unidades ocupan lugares distintos y no se
sustituyen
4. In absentia disyunto (IAD), cuando sólo está presente una de las dos entidades, y la otra se
proyecta sobre éste pero desde el exterior
El Grupo µ señala que se trata de un recurso que nos puede llevar fácilmente al ridículo, ya que
si un pintor representa el “cuello de cisne” de una persona mediante un cuello semejante al del
ave, obtendrá un efecto opuesto al que se pretende (Grupo µ, 1993: 247).
En este grupo entran todas aquellas imágenes icónicas en las que dos elementos, que están en
lugares diferentes, son percibidos como si entre ellos existiera una relación de similitud. Un
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 9
el significado en las representaciones visuales 423
9.1 el estudio del significado de las representaciones visuales 9.2 el estudio del significado desde el enfoque semi-
ótico 9.3 significados de los elementos de la comunicación visual, desde otros autores y disciplinas 9.4. retórica
de las representaciones visuales 9.5 críticas de sönesson a las propuestas del grupo µ 9.6 el fenómeno de la sineste-
sia 9.7 el contexto de significación 9.8 lo abstracto: las señales abiertas y la invención de códigos
ejemplo sería el cuadro Les promenades d'Euclide de Magritte, en el que el autor denuncia los
artificios de la perspectiva utilizando dos conos sombreados, de tal modo que uno de ellos
corresponde al tejado cónico de una torrecilla, y el otro representa el punto de fuga de un gran
bulevar (figura 6) (Grupo µ, 1993: 248).
Las formas que se proponen a partir de estos ejemplos no pertenecen a tipos estables, pero nos
remiten a formas cercanas: a círculos un poco aplanados, a cuadrados de esquinas más o menos
redondeadas, etc. Estas entidades son una especie de “gafeteras plásticas” en las que podemos
reconocer en parte el círculo y en parte el cuadrado.
apartado anterior, IAC>IPC>IPD>IAD, podemos apreciar que los factores que inducen al
grado concebido son cada vez más externos al enunciado, por lo que la figura necesitará, cada
vez más, que las características del enunciado sean relevadas por un discurso externo como, por
ejemplo, un enunciado lingüístico (Grupo µ, 1993: 251).
Las figuras iconoplásticas se producen cuando hay una relación retórica entre dos elementos de
un mismo plano, pero se obtiene la redundancia en el otro plano. Así, por ejemplo, si en el dibujo
de un cuerpo humano, realista y detallado, reproducimos la cabeza mediante un cuadrado, que
supone una propuesta anormal en este contexto, estaremos frente a un tropo plástico en el que
concebimos lo curvilíneo a partir de la percepción de lo rectilíneo, pero la figura retórica se pro-
duce gracias a una redundancia de orden icónico (Grupo µ, 1993: 252).
9.4.3.3.3.2 Clasificación
Para clasificar las figuras iconoplásticas, el Grupo µ utilizará criterios que son diferentes a los
utilizados para las figuras icónicas y para las plásticas porque, señalan, aunque la pareja in ab-
sentia / in praesentia sigue siendo válida, no es válida la oposición conjunción/disyunción, ya
que en la figura iconoplástica los dos grados siempre son conjuntos: cuando la unidad retórica
sea de naturaleza plástica, su conjunción se deberá a un enunciado icónico, y cuando sea de
naturaleza icónica, se deberá a un enunciado plástico (Grupo µ, 1993: 252).
nario en el conjunto es la dominante amarilla que une la escena campestre y las construcciones
urbanas. El amarillo es propio de la escena campestre y tiene una función icónica pero, aunque
no es imposible que las casas sean de este color, el color amarillo es una variante libre que nos
conduce, en virtud de la ley de la concomitancia, a plantear la hipótesis de un tipo icónico único
(figura 8) (Grupo µ, 1993: 255 y 323).
Figura 8. Representación de la retórica iconoplástica: emparejamiento icónico en lo plástico (Grupo µ, 1993: láminas).
En cuanto a las normas que proponen, Sönesson considera que algunas de ellas sólo valen para
una determinada categoría de imágenes y no para otras (sí para las imágenes publicitarias y no
para las pinturas, por ejemplo), y que hemos de tener en cuenta que las normas son fenómenos
sociales que están sometidas a cambios, tanto en el tiempo como en el espacio.
La imagen publicitaria puede crear fenómenos de sinestesia, es decir, puede proponer corres-
pondencias perceptivas que reclamarán a otros sentidos distintos al de la vista: el tacto mediante
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 9
el significado en las representaciones visuales 427
9.1 el estudio del significado de las representaciones visuales 9.2 el estudio del significado desde el enfoque semi-
ótico 9.3 significados de los elementos de la comunicación visual, desde otros autores y disciplinas 9.4. retórica
de las representaciones visuales 9.5 críticas de sönesson a las propuestas del grupo µ 9.6 el fenómeno de la sineste-
sia 9.7 el contexto de significación 9.8 lo abstracto: las señales abiertas y la invención de códigos
la textura, auditivos por la sonoridad de las palabras, olfativas y gustativas por el uso de la luz y
del color, etc. Este tipo de correspondencias pueden provocar significaciones y son habituales
en la relación icónico/plástica de este tipo de mensajes (Joly, 1994: 107-109).
Villafañe, por su parte, indica que la sinestesia es un hecho plástico que, en el caso del Gernika de
Picasso, posee una gran valor dinamizador, ya que de los doce elementos figurativos que aparecen
en la obra, ocho de ellos presentan sinestesias acústicas y táctiles (Villafañe, 1985: 219).
La lectura correcta de una imagen se rige por tres variables: el código, el texto [se refiere a lo
verbal] y el contexto. Gombrich indica que se podría pensar que el texto, por sí sólo, podría
hacer que las otras fueran redundantes, pero que como nuestras convenciones culturales son
muy flexibles, si combinamos la palabra y la imagen, aumentan las posibilidades de realizar una
buena reconstrucción (Gombrich, 1987: 133).
El autor señala que hay ocasiones en las que el contexto, sin necesidad de usar palabras, puede
hacer que el mensaje visual no sea ambiguo. Esta posibilidad, añade, ha sido de enorme utilidad
en los acontecimientos internacionales, aquellos en los que la gran cantidad de lenguas hace
inviable el uso del lenguaje. Así, por ejemplo, las imágenes diseñadas para los juegos olímpicos
de México se explican por sí mismas gracias a que el número de mensajes es reducido y a que
la cantidad de opciones está bastante restringida. Sin embargo, añade, no debemos despreciar,
cuando queramos apoyarnos básicamente en el contexto, la influencia que poseen las expecta-
tivas previas basadas en la tradición, porque este tipo de mensajes puede provocar confusión42
(Gombrich, 1987: 133-134).
Pero, según Gombrich, el valor de una imagen reside en su capacidad para transmitir una in-
formación que no pueda codificarse de ninguna otra manera, como es el caso de las vistas topo-
gráficas, de la botánica, etc. Aunque, añade, hemos de tener en cuenta que las palabras siempre
podrán alterar sus significados, ya que basta con que al más fiel retrato de un rey se le ponga el
nombre de otro, para que logre engañarnos (Gombrich, 1987: 134)
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 9
el significado en las representaciones visuales 428
9.1 el estudio del significado de las representaciones visuales 9.2 el estudio del significado desde el enfoque semi-
ótico 9.3 significados de los elementos de la comunicación visual, desde otros autores y disciplinas 9.4. retórica
de las representaciones visuales 9.5 críticas de sönesson a las propuestas del grupo µ 9.6 el fenómeno de la sineste-
sia 9.7 el contexto de significación 9.8 lo abstracto: las señales abiertas y la invención de códigos
Pero las combinaciones no sólo están acotadas por las normas léxicas y sintácticas de cada idio-
ma, sino que, además, cada lengua acota la realidad que le rodea de un modo diferente. Así, por
ejemplo, la palabra francesa /bois/ acota lo que en español denominamos /madera/ y /bosque/
(Eco, 1978, 94-95); y en cuanto a los colores, cada lengua los nombra en función, probablemen-
te, de las exigencias de supervivencia biológica, ya que hay diferencias en la forma de acotar el
continuum de la experiencia visual del color (1978: 98-99).
Pero también podemos inventar la correlación entre expresión y contenido (Eco, 2000: 347).
Una de las formas de inventar se produce cuando el emisor configura el percepto en el momen-
to mismo en que lo transforma en expresión, que es el modo como se han producido todas las
innovaciones en la historia de la pintura. Los destinatarios de las obras de los impresionistas
decían que éstas no significaban nada, una negativa que se debía a que no existían modelos
perceptivos adecuados porque nadie había percibido todavía aquellas cosas. En estos casos se
instituyen códigos, aunque se ha de tener en cuenta que para que la apuesta de resultado y se
instaure la convención es necesario, a veces, que pasen siglos (Eco, 2000: 356-357).
Eco indica que sería aventurado decir que un cuadro es un conjunto de signos tan reconocibles
como los de una poesía, pero que también lo es decir que un cuadro no es un fenómeno semió-
tico (Eco, 2000: 359).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 9
el significado en las representaciones visuales 429
9.1 el estudio del significado de las representaciones visuales 9.2 el estudio del significado desde el enfoque semi-
ótico 9.3 significados de los elementos de la comunicación visual, desde otros autores y disciplinas 9.4. retórica
de las representaciones visuales 9.5 críticas de sönesson a las propuestas del grupo µ 9.6 el fenómeno de la sineste-
sia 9.7 el contexto de significación 9.8 lo abstracto: las señales abiertas y la invención de códigos
NOTES 11. Entendemos que aquí la autora hace referencia a las apor-
taciones del Grupo µ.
12. Debido a que en el capítulo 6 se incluyeron las aportacio-
1. Hemos de señalar que tanto Gibson como Arnheim sugie- nes de estos autores respecto a los elementos constitutivos de la
ren que quizás el sentido de las representaciones visuales de- imagen y para no repetirnos en exceso, sólo incluiremos aquí el
penda de la copresencia de todos los elementos a la vez, pero mínimo imprescindible para configurar, de forma coherente, el
se trata de una línea en la que no profundizan, por lo que esta discurso acerca de la significación de los elementos que compo-
idea se queda sin desarrollar, como recogeremos en la sección 3 nen la representación visual.
de esta investigación. 13. Esta relación tradicional no tiene en cuenta que la defini-
2. Entendemos que, en este párrafo, Sönesson hace referencia ción de icónico, “signos que están en relación de parecido con
a Barthes (Barthes, 2002: 577-578) y a otros autores, como Eco la realidad exterior”, también incluye lo sonoro, lo olfativo, etc.
(Eco, 1978: 298) o Joly (Joly, 1999: 119-120) que defienden que (Grupo µ, 1993: 98-99).
el texto fija el mensaje visual porque es determinante en la in- 14. Aunque no siempre es así ya que, por ejemplo, ¿cuál sería
terpretación de la imagen cuando ésta es polisémica. En este el término opuesto, en unas notas calificatorias, al de notable?.
sentido, Joly indica que la impresión de verdad o de falsedad 15. Así, por ejemplo, en un momento determinado el resplan-
está, a menudo, más vinculada a la relación imagen/texto que al dor de una lámpara pudo tener mucha potencia indiciaria mien-
propio contenido de la imagen (Joly, 1994: 127). tras que en la actualidad su potencia puede ser menor (Grupo
3. Hemos descrito y definido estos elementos en el capítulo µ, 1993: 343).
6, apartado 6.1. 16. Por profundidad de campo se entiende, en fotografía, a un
4. Sin utilizar la misma terminología que usa Villafañe, Ar- procedimiento óptico que permite obtener imágenes muy níti-
nheim realiza unas aportaciones en torno a la transmisión de das tanto en el primer plano como el segundo.
significados de algunas pinturas que también parecen distinguir 17. “En la obra de arte se le procura caminos al ojo del espec-
entre el sentido y la significación plástica. “En Cristo en Em- tador, a ese ojo que explora como un animal pace en la pradera.
maus de Rembrandt (…) la sustancia religiosa simbolizada por (Todos sabemos que en música hay canales que guían el oído,
la historia bíblica se presenta por medio de la interacción de mientras que el teatro reúne las dos posibilidades.) La obra de
dos agrupamientos compositivos (…). Uno de ellos se centra arte nace del movimiento; ella misma es movimiento fijado y se
en la figura de Cristo, que se sitúa simétricamente entre los dos percibe en el movimiento (músculos de los ojos).” (Klee, Teo-
discípulos. Esta disposición triangular (…) muestra la jerarquía ría del arte moderno, Ediciones Caldén, 1979, Buenos Aires,
tradicional de los cuadros religiosos que culmina en la figura p. 60).
divina. Sin embargo, el artista no ha permitido que esta con- 18. Esta afirmación de Klee contradice en parte lo señalado por
figuración ocupara el centro de la tela. El grupo de figuras se Parini (Parini, 2002: 94-95) acerca de los estudios que realizó
desvía un tanto hacia la izquierda, dando lugar a un segundo Yarbus en torno a la orientación de la mirada y que señalamos
ápice creado por la cabeza del joven sirviente (…) la cabeza de en el apartado 4.1.5.
Cristo ya no domina, sino que se ubica en el lado descendente. 19. Georges Péninou, 1976: 129-130.
El pensamiento de Rembrandt adopta asombrosamente, en la 20. Como hemos señalado en apartados de otros capítulos, la
forma básica de la pintura, la versión protestante del Nuevo doble articulación se refiere a la capacidad que poseen las len-
Testamento. La humildad del hijo de Dios se expresa en la com- guas naturales de aislarse en ítems léxicos que poseen sentido y
posición (…) Cristo aparece (…) subordinado a otra jerarquía en otras unidades, los fonemas, que no lo poseen. En este caso
que tiene su más alto punto en la figura más humilde del grupo, el Grupo µ señala que como el signo plástico no posee unas
esto es, la del sirviente (Arnheim, 1986: 281-282). unidades que no posean significado, pueden hacer referencia al
5. Aunque estas aportaciones de Kandinsky están en el texto semantismo de los parámetros de la forma, los formemas, y al
Punto y línea sobre el plano, Barral, 4ª ed., Barcelona 1977, he- semantismo de las formas.
mos preferido utilizar aquí la descripción que realiza la autora 21. Costa señala que la psicología de los colores fue profun-
canadiense de sus aportaciones porque, por una parte, están es- damente estudiada por Goethe, y que sus connotaciones psi-
tructuradas de una forma más clara, para nuestras intenciones, cológicas del color nos resultan familiares, aunque no hayan
que en el original; y por otra, consideramos que es importante sido admitidas científicamente porque el terreno que pisan es
el hecho de que, tantos años después, una teórica como Saint impreciso (Costa, 2007: 61-63).
Martin utilice sus aportaciones. 22. Sin embargo veíamos que Kondratov hacía referencia a una
6. En Punto y línea sobre el plano, op. cit. tribu que distingue los colores fríos de los calientes. (en Del
7. En Punto y línea sobre el plano, op. cit, p. 58-59 y 128-129. sonido al signo, Paidós, Buenos Aires, 1973, 58-59)
8. Barthes, Roland, “Rhétorique de l’image”, Oeuvres com- 23. Este comentario del Grupo µ acerca del color rojo es algo
plètes, Vol. II, p. 573 contradictorio con su otra afirmación de que si el origen de la
9. Barthes, Roland, Rhétorique de l’image”, Oeuvres com- clasificación del color rojo estuviera en que “la sangre es roja”,
plètes, Vol. II, p. 574 ya no quedaría espacio para ningún significado plástico, ya que lo
10. Este tipo de análisis, y en concreto “este célebre análisis plástico sería una propiedad del icono (Grupo µ, 1993: 174-175).
de una publicidad de pastas italofrancesas” es criticado por el 24. Tono o matiz en otros textos.
Grupo µ (1993, 42) cuando señala que se trata de un tipo de 25. Que, como veíamos en un apartado anterior, son los tres
análisis macrosemiótico que estudia la imagen como un enun- colores que con mayor frecuencia aparecen en las distintas cul-
ciado particular y para el cual se elaboran conceptos ad hoc. turas estudiadas por Berlin y Kay.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 9
el significado en las representaciones visuales 430
9.1 el estudio del significado de las representaciones visuales 9.2 el estudio del significado desde el enfoque semi-
ótico 9.3 significados de los elementos de la comunicación visual, desde otros autores y disciplinas 9.4. retórica
de las representaciones visuales 9.5 críticas de sönesson a las propuestas del grupo µ 9.6 el fenómeno de la sineste-
sia 9.7 el contexto de significación 9.8 lo abstracto: las señales abiertas y la invención de códigos
26. La autora utiliza el término eclariage, que se puede traducir dera roja en una playa tiene un sentido totalmente distinto de
en castellano como claridad, pero en este contexto creo que el una bandera roja agitada en una manifestación política); llega
término apropiado es luminosidad. a cambiar la función (una señal de dirección prohibida en una
27. La autora indica que probablemente sucede así porque en autopista tiene un impacto emotivo que no puede tener una
la definición teórica de Peirce, la imagen, un subtipo del signo señal análoga en un aparcamiento) y el grado de la información
icónico, sólo es visual, por lo que, cuando a mediados del siglo (la imagen de una calavera significa «veneno» en una botella o
xx aparece la semiología de la imagen, que se dedica esencial- «viva la muerte» en la insignia de un legionario; pero me da una
mente al estudio de los mensajes visuales, la imagen se convier- información muy alta cuando la encuentro en una botella que
te en sinónimo de “representación visual” y, por extensión, de estoy a punto de sacar del mueble bar, y una información muy
signo icónico (Joly, 1999: 42), pero Peirce no limita lo icónico a baja cuando la veo en un poste de conducción eléctrica)”.
lo visual (Peirce, 1974: 22 y 45 y ss.). 39. El tropo, según la Real Academia de la Lengua, es el con-
28. Esta afirmación toma como referencia el hecho de que junto de figuras retóricas en las que se emplean las palabras en
Peirce no limite la relación icónica al signo visual (Peirce, 1974: un sentido distinto del que le corresponden propiamente, pero
22 y 45 y ss.) que tiene con este alguna conexión, correspondencia o seme-
29. En Eco, 1978: 221. janza. El tropo comprende la sinécdoque, la metonimia y la
30. Estas aportaciones que recoge Saint Martin de Albers, es- metáfora en todas sus variedades.
tán en La interacción del color. Alianza Forma, Madrid, 1979: 40. La familia de curvas empleadas por el ingeniero danés Piet
80-81. Heint en el año 1959, para diseñar la plaza Sergel (Sergel Torg)
31. Este texto se incluye en la nota 196 de Tratado del signo de Estocolmo, forman un nexo de unión armonioso y equili-
visual (Grupo µ, 1993: 215). brado entre círculo y cuadrado. Las denominadas superelips-
32. Itten afirma que a los diferentes procesos, tanto ópticos oides o superhuevos de Piet Hein son unas figuras geométricas
como químicos, que se producen en nuestro ojo y en nuestro que poseen cuatro tramos curvos y cuatro tramos rectos, por
cerebro hasta que vemos los colores, a menudo les correspon- lo que presentan la peculiar propiedad de que al colocarlas ver-
den una serie de procesos en nuestras emociones. Explica una ticalmente sobre uno de sus extremos mantienen permanente-
anécdota en la que el anfitrión de una comida encendió una luz mente el equilibrio. Ibañez Orts señala que “es sorprendente
roja cuando los comensales se colocaron frente a unos platos cómo un matemático está en la base de los originales diseños
soberbiamente preparados, lo que provocó que la carne se vol- nórdicos, que permiten modelar desde platos, vasos y mesas,
viera de un bonito color rojo fresco, pero las espinacas parecían hasta jardines, plazas, fuentes, piscinas, objetos de cuarto de
negras y las patatas eran de un color rojo luminoso. Todo el baño, ventanas, cuadros y hasta envases para yogurt, uniendo
mundo se asombró, pero cuando la luz roja se volvió azul y el en una sola figura y en una sola concepción dos mundos apa-
asado tomó un aspecto estropeado y las patatas parecían des- rentemente tan alejados entre sí como lo recto y lo curvo, y que
compuestas, los invitados perdieron el apetito. A partir de estos coloreados forman un auténtico carnaval matemático”.
juegos con las luces, nadie pudo comer, a pesar de que todos
eran conscientes de que las extrañas sensaciones eran provoca-
das por el cambio de iluminación (Itten, 1973: 83).
33. Estas aportaciones tienen mucho que ver con los aspectos
principales de la psicología de los colores que describe Costa
en Diseñar para los ojos, Barcelona, Costa punto Com Editor,
2007 (61-63)
34. La afasia es la pérdida de funciones motoras o sensoriales
que están relacionadas con el lenguaje. Estas personas pueden
tener problemas para expresarse por medio del lenguaje verbal,
tener incapacidad para recordar nombres familiares, etc.
35. Las imágenes de un tomate nos reenvía a un tomate pero
después, por extensión, a Italia, en “Rhétorique de l’image”,
Oeuvres completes, 2002, Vol. II: 586-587.
36. Barthes hace referencia a este tipo de discurso en diferentes
textos como, por ejemplo, en “Rhétorique de l’image”: 577 y
ss., y en “Éléments de sémiologie”: 695 y ss., ambos en Oeuvres
completes, 2002, Vol. II,”.
37. El concepto de isotopía pertenece a la semántica estructural
y sirve para darle una base a la idea de totalidad de significación En la ponencia “Hiperelipses” en las “II Jornadas de Educa-
en un mensaje o en un texto completo, de modo que el discurso ción Matemática de la Comunidad Valenciana”. Vicente Ibañez
se definiría no solo por reglas lógicas, sino también por la ho- Orts pertenece a la Sociedad de Profesores de Matemáticas de
mogeneidad de los significados. Alicante. En línea en www.ua.es/personal/SEMCV/Actas/II-
38. Umberto Eco (1978: 147 y ss.), señala que existen circuns- Jornadas/pdf/Part23.PDF
tancias extrasemióticas que permiten orientar la descodificación 41. Utilizo aquí el término “representaciones icónicas”, en lu-
en un sentido u en otro, una circunstancia que [los subrayados gar del de “representaciones visuales”, por respeto al discurso
son míos] “no sólo cambia el sentido del mensaje (una ban- del autor, ya que para él las representaciones icónicas son las
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 9
el significado en las representaciones visuales 431
9.1 el estudio del significado de las representaciones visuales 9.2 el estudio del significado desde el enfoque semi-
ótico 9.3 significados de los elementos de la comunicación visual, desde otros autores y disciplinas 9.4. retórica
de las representaciones visuales 9.5 críticas de sönesson a las propuestas del grupo µ 9.6 el fenómeno de la sineste-
sia 9.7 el contexto de significación 9.8 lo abstracto: las señales abiertas y la invención de códigos
capítulo 10
la sintaxis del lenguaje visual
Previo
Aunque varios de los autores consultados hacen referencia a la sintaxis visual, tanto mediante
términos lingüísticos1 como con otros más eufemísticos2 (relaciones, etc.), tan sólo Saint Martin
propone una extensa y argumentada formalización de las reglas sintácticas del lenguaje visual.
También incluiremos, sin embargo, algunas aportaciones que realiza Villafañe en torno al orden
de la composición de la imagen.
Queremos llamar la atención sobre algo que vuelve a mostrar la falta de consenso entre los
autores y la ausencia de formalización teórica cuando vemos que lo que para Saint Martin son
reglas sintácticas sobre la distancia (las perspectivas), para Parini es un modo de clasificar las
obras de arte, como hemos visto en el capítulo 8. (ver Parini, 2002: 130 y ss.)
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 10 435
la sintaxis del lenguaje visual
10.1 las refglas sintácticas del lenguaje visual 10.2 el orden visual a través de la composición de la imagen
La autora propone considerar como reglas sintácticas del lenguaje visual, el conjunto de rela-
ciones que establecen nuestros mecanismos perceptivos con los elementos del campo visual, y
que se pueden agrupar en tres tipos principales (Saint Martin, 1994: 92):
. las reglas que reagrupan coloremas6 que dependen de
. las relaciones topológicas,
. las relaciones gestálticas,
. la ley de la interacción del color;
. las reglas que relacionan los coloremas con la estructura energética del campo visual;
. las reglas que presiden los efectos de distancia inscritas en diversas sistemas o perspectivas.
En estas reglas podemos diferenciar varios tipos de relaciones que permiten agrupar los co-
loremas topológicamente:
. relaciones de vecindad
Son las relaciones que generan el continuun en un campo visual, y que están producidas por los
mecanismos perceptivos y por las fuerzas propias del campo visual. Estas relaciones generan
proximidad entre elementos, al margen de su distancia o de las características de sus variables
visuales, y se producen, o no, durante el proceso perceptivo (Saint Martin, 1994: 93).
. relaciones de separación
Esta relación establece diferencias entre las variables visuales de ciertos coloremas (debido a
las variaciones cromáticas, a las distancias en las tres dimensiones, etc.), y puede estar gene-
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 10 436
la sintaxis del lenguaje visual
10.1 las refglas sintácticas del lenguaje visual 10.2 el orden visual a través de la composición de la imagen
rada por causas externas o internas. Al igual que las anteriores se produce, o no, debido al
proceso perceptivo (Saint Martin, 1994: 93).
. relaciones de encaje
Se producen cuando un colorema está situado, perceptivamente, entre dos coloremas que
pueden ser similares o diferentes. Esta relación agudiza la separación de este conjunto, al
establecer un fuerte vínculo entre ellos (Saint Martin, 1994: 93).
. relaciones de envolvimiento
Se trata de una relación vectorial que vincula a muchos coloremas, porque algunos rodean to-
tal o parcialmente a otros. Crea una relación de dependencia más fuerte que la anterior entre
lo envuelto y lo que envuelve (Saint Martin, 1994: 94).
. relaciones de orden de sucesión
Se producen cuando ciertas variables visuales se repiten en las tres dimensiones. Puede impli-
car la repetición o la similitud de ciertas variables, lo que modifica sus relaciones dinámicas
con el entorno (Saint Martin, 1994: 94).
. relaciones de dirección
Es una relación que surge de la estructura topológica de la región, y que está constituida por
una zona central de máxima densidad y por zonas periféricas que poseen densidad decrecien-
te. La dirección transforma la masa coloremática en un movimiento energético centrífugo/
centrípeto que está dotado de orientación (Saint Martin, 1994: 95).
. la apertura o cierre de una región o de una super-región
El estado de las fronteras entre regiones o super-regiones determina sus relaciones con los co-
loremas que las rodean, transformando, al mismo tiempo, las interacciones que han iniciado
las otras variables visuales.
10.1.1.2 Reglas que reagrupan coloremas
atendiendo a las relaciones gestálticas
Este tipo de reglas determina la reagrupación de los coloremas a partir de los movimientos
visuales que fueron descritos por las leyes de la percepción gestáltica (Saint Martin, 1994: 96-97
y Katz, 1967: 29-33), y son:
. relaciones figura/fondo
Esta relación hace que exista una mayor densidad en las zonas en las que se ejerce la fijación
de forma más directa.
. relaciones de proximidad
Las regiones se reagrupan a partir del factor de proximidad, ya que los elementos que están
más próximos generan un movimiento visual que presiona para obtener la buena forma.
. relaciones de similitud
Los coloremas también se agrupan porque algunos de sus aspectos son similares; la autora
señala que, entre las diferentes similitudes, la que más influye en el agrupamiento es el color
. relaciones de límites o fronteras
Se produce agrupación de coloremas cuando los límites o vectores de una superficie producen
cierres, ya que, por una parte, se crean fuertes vínculos entre unos elementos y, por otra, estos
fuertes vínculos separan estos elementos de otros.
. relaciones de dirección
Estas relaciones se deben a nuestra tendencia a agrupar los vectores que parecen dirigirse
hacia una misma dirección.
. relaciones de hábito o de experiencia adquirida
La percepción selecciona, y reagrupa, los elementos visuales que nos permiten constituir una
imagen visual que es una imagen familiar para el receptor, por el motivo que sea.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 10 437
la sintaxis del lenguaje visual
10.1 las refglas sintácticas del lenguaje visual 10.2 el orden visual a través de la composición de la imagen
10.1.1.3 Reglas que tienen que ver con las leyes de la interacción del color
Las principales leyes de la interacción del color que relacionan a los coloremas son: la ley de
igualación, los contrastes simultáneos, cromáticos y de tonos, la mezcla óptica y algunos efec-
tos accidentales habituales como, por ejemplo, el efecto muaré7.
Saint Martin señala que este tipo de interacción es uno de los mecanismos más poderosos a la
hora de generar vecindad, ya que puede relacionar regiones distantes mediante la igualación
de los colores, pero también puede provocar separaciones si transforma las intensidades cro-
máticas, las tonalidades, las dimensiones, las posiciones o las direcciones de las regiones (Saint
Martin, 1994: 97-98).
La estructura que nos interesa aquí es la del Plano Original (PO), la estructura que tiene que ver
con la representación bidimensional. Nos referíamos a sus características semánticas en el aparta-
do 9.3.8, por lo que aquí expondremos los aspectos que estén relacionados con su estructura.
Kandinsky fue quien elaboró la noción de Plano Original (PO) en su proceso de búsqueda de
una gramática que explicara los elementos básicos y las leyes sintácticas del lenguaje pictórico
(Saint Martin, 1994: 98)
10.1.2.2. Características del PO
El PO es una superficie frontal que suele estar delimitada, y sobre la que se depositan los
elementos plásticos. Lo habitual es que el PO se presente de modo vertical para permitir una
refracción relativamente equilibrada de los rayos luminosos (Saint Martin, 1994: 101).
Esta estructura genera una serie de limitaciones al gesto plástico, ya que desde el momento en
que una serie de rectas delimitan una superficie material plana, el perceptor se sitúa frente a algo
que es distinto a la realidad espacial que lo rodea (Saint Martin, 1994: 108).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 10 438
la sintaxis del lenguaje visual
10.1 las refglas sintácticas del lenguaje visual 10.2 el orden visual a través de la composición de la imagen
Las tensiones de los elementos que se dispongan en el PO dependerán de la posición que ocu-
pen en él, y de si su dirección se opone, o no se opone, a las tensiones del PO (Saint Martin,
1994: 109).
Saint Martin indica que desconocemos si esta lateralización en el PO se debe a los procesos
de percepción, si es propia del PO, o si es una característica del plano pictórico, pero que las
apreciaciones de Kandinsky están confirmadas.
armónica discordante
Figura 1. Representación de las tensiones que se producen en la plano, según Kandinsky (Saint Martin, 1994: 115).
Figura 2. Representación de las tensiones del plano original, según Saint Martin (Saint Martin, 1994: 115)
Estos esquemas de representación, o perspectivas, poseen una dimensión subjetiva y otra ob-
jetiva. La primera, en el sentido de que designa un punto de vista y una distancia del perceptor
respecto al objeto, y la segunda, porque supone una organización de las variables visuales (Saint
Martin, 1994: 141).
10.1.3.1 Diferencia entre las perspectivas
de la percepción del mundo natural y de la obra visual
Saint Martin señala que sea cual sea el modelo espacial que se haya utilizado, el modelo no es lo
mismo que el mundo natural porque, igual que las palabras no son las cosas que representan, las
perspectivas no son los elementos que constituyen la realidad (Saint Martin, 1994: 145).
La diferencia entre la percepción de un objeto real y un objeto representado en una obra vi-
sual, se debe a que cada uno de ellos está constituido desde especificidades distintas, el espacio
natural en un caso y el espacio ficticio en el otro caso, por lo que los efectos que veamos en un
cuadro estarán generados desde el espacio ficticio (Saint Martin, 1994: 146).
. el plano de fondo es la zona que parece el punto más alejado del perceptor en el campo vi-
sual;
. los planos intermedios son los planos que se van escalonando entre el primer plano y el plano
de fondo, pero que se relacionan con ambos por diferentes tipos de vínculos como, por ejem-
plo, superposiciones, líneas oblicuas, contraste, etc.
En cuanto a la clasificación de las distancias, Saint Martin propone tomar como referencia al
productor, de modo que si la experiencia espacial está próxima a su cuerpo hablará de profun-
didades proxémicas, o topológicas, y si se produce a una gran distancia, se referirá a profundi-
dades lejanas, o ilusorias. Sin embargo, señala que hemos de tener en cuenta algunas cuestiones
como, por ejemplo, los efectos de distancia que se producen en las dos dimensiones (Saint
Martin, 1994: 154), y que las categorías de lo próximo y de lo lejano no son exclusivas, por lo
que en una producción visual deben estar ambas presentes (Saint Martin, 1994: 166).
a. Perspectiva óptica
Esta perspectiva designa si los elementos están delante o detrás en la tercera dimensión, a partir
de sus relaciones cromáticas, de su luminosidad, de su textura, de sus direcciones o de sus di-
mensiones, en relación a la infraestructura del PO (Saint Martin, 1994: 168).
b. Perspectiva paralela
Yuxtapone elementos que coinciden en algunas variables (dirección, dimensión, forma, color,
etc.), relacionándolos y convirtiéndolos en vecinos a pesar de la distancia o de otras diferencias.
El efecto de proximidad que genera esta perspectiva se deriva, en gran parte, de que el productor
y el perceptor están situados en una posición similar frente a cada uno de los elementos, como si
se fueran desplazando para cogerlos uno a uno de forma frontal (Saint Martin, 1994: 169).
c. Arabesca o entrelazada
Esta perspectiva se deriva de una aplicación de la perspectiva óptica en las ondulaciones de li-
neales, paralelas o cruzadas que atraviesan el PO. Se pueden ramificar y diversificar sin fin, y se
presta a interpretaciones psicológicas. Ha sido utilizada a menudo por los artes oriental, persa,
egipcio y medieval, y por las artes denominadas menores, pero fue apartada en el Renacimiento
por la hegemonía del arte narrativo (Saint Martin, 1994: 170).
d. Focal
Son aquellas en las que se representan objetos que ocupan la casi la totalidad del PO, pero con
un pequeño marco que los envuelve y que los convierten en formas centrales y cerradas. Se ha
utilizado a menudo para los retratos que, estructurados de esta manera, generan una distancia
personal y familiar. La gran proximidad de las vestimentas, en los que se aprecian los detalles
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 10 442
la sintaxis del lenguaje visual
10.1 las refglas sintácticas del lenguaje visual 10.2 el orden visual a través de la composición de la imagen
de los materiales y de las texturas, nos llevan a percepciones sensoriales táctiles y cinestésicas
(Saint Martin, 1994: 170).
e. Reversible
Se trata de una perspectiva óptica que regula una alternancia en el delante/detrás, de manera que
manteniendo la fijación, una zona que había sido vista delante bascula hacia atrás, y viceversa.
Se utilizaba en el siglo xx para romper la fijeza que engendra en la profundidad la perspectiva
lineal tradicional (Saint Martin, 1994: 171).
f. Unista
Esta perspectiva pretende producir una masa homogénea de formas, totalmente llana, ponien-
do en relación los elementos internos con la estructura del PO, de modo que las dimensiones
del cuadro se convierten en un elemento importante (Saint Martin, 1994: 171).
g. Tachista
La autora utiliza esta denominación para referirse a la perspectiva óptica que se produce en
zonas informales, como en los contornos y fronteras difusas generadas por las texturas y los
tonos (Saint Martin, 1994: 172).
Esta matriz, que corresponde a la superficie bidimensional de la rejilla euclidiana, sostiene los
principales modos de la representación del arte de los niños cuando todavía no han llegado a
integrar la profundidad ilusoria a partir de un punto de fuga (Saint Martin, 1994: 172). También
fue utilizada por Mondrian, y ha sido considerada como una de las más importantes en la evo-
lución del arte contemporáneo (Saint Martin, 1994: 173).
i. Microscópica
Esta noción evoca las representaciones que se obtienen a través de lupas, y se consigue aproxi-
mándonos a los constituyentes de la materia. En este caso los cromatismos son ilusorios, es
decir, sobreañadidos o agregados (Saint Martin, 1994: 173).
a. Perspectiva lineal
Esta perspectiva, que también se denomina central o artificial, se caracteriza por tener una
estructura de líneas que, partiendo de la base del cuadro, convergen en uno o varios puntos de
fuga colocados sobre una línea “de horizonte” que se sitúa en la media altura del PO.
Su objetivo es el de intentar reproducir las distancias lejanas de modo similar a como lo expe-
rimentamos en la realidad, pero es incapaz de representar las experiencias sensoriales que se
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 10 443
la sintaxis del lenguaje visual
10.1 las refglas sintácticas del lenguaje visual 10.2 el orden visual a través de la composición de la imagen
b. Invertida
Esta perspectiva, que fue utilizada por Giotto, consiste en generar una estructura de líneas oblicuas
que convergen en un punto ideal que puede estar situado en distintos lugares como, por ejemplo,
en el límite inferior del cuadro, sobre la posición del productor o del receptor de la imagen, o sobre
otro punto arbitrario en el interior o en el exterior del PO (Saint Martin, 1994: 179).
c. Oblicua
Esta perspectiva se apoya en una convergencia lineal horizontal para abrir su ángulo de visión
y crear la ilusión de las más grandes alturas. La autora indica que esta perspectiva se diferencia
de la perspectiva en altura, que veremos más adelante, en que ésta amplifica del mismo modo
el ángulo vertical para conseguir una mayor continuidad entre las regiones altas y las regiones
bajas (Saint Martin, 1994: 180).
d. Atmosférica
La perspectiva atmosférica imita las transformaciones que sufren los objetos que percibimos a
gran distancia en la realidad, unos objetos que se vuelven refractarios debido a las capas de la
atmósfera que se interponen entre ellos y el espectador . Esta perspectiva disuelve el contorno
y los colores de los objetos, y tiende a acentuar sus texturas (Saint Martin, 1994: 180).
e. A vuelo de pájaro
Como su propio nombre indica, esta perspectiva pone el punto de vista en un lugar muy aleja-
do de la superficie, generando una mirada más o menos oblicua (Saint Martin, 1994: 180).
f. En escalonamiento
Es habitual que el arte occidental y el oriental utilicen esta perspectiva, que consiste en sugerir
una gran distancia a través de una superposición de capas más o menos horizontales, de abajo
hacia arriba en el PO, marcando un trayecto ilusorio desde delante hacia un atrás muy lejano
(Saint Martin, 1994: 180).
g. En altura
A diferencia de la perspectiva “a vuelo de pájaro”, esta perspectiva coloca el punto de vista del
productor en una altura similar a la de las montañas o de las nubes, a partir del cual se escalona
una perspectiva lineal que posee su propia línea de horizonte y diversos trayectos curvados a
los puntos fijos. Ha sido utilizada frecuentemente por el arte chino (Saint Martin, 1994: 180).
h. De anamorfosis
Esta perspectiva modifica las dimensiones de una de las coordenadas de la rejilla euclidiana (al-
tura o largura) en las profundidades medias o lejanas, sin aplicar su correlación en la perspectiva
lineal (Saint Martin, 1994: 180).
exclusivas, por lo que ambas pueden estar presentes en una producción visual (Saint Martin,
1994: 166).
a. Esférica
Los griegos definieron el espacio como algo parecido a una esfera que rodea al perceptor al
apreciar que, en ocasiones, las rectas eran vistas como curvas y las curvas como rectas. En este
tipo de perspectiva, los elementos se agrupan en grupos autónomos que son independientes del
punto de vista del espectador (Saint Martin, 1994: 173).
b. Axial
Panofsky identificó, en la pintura romana y en la Edad Media, un tipo de perspectiva con eje de
fuga que denominó axial. Esta perspectiva se aplicaba en una zona y no en otra, por lo que los
elementos periféricos estaban sometidos a la perspectiva paralela (Saint Martin, 1994: 174).
c. Frontal
La perspectiva frontal se deriva de la perspectiva paralela y es típica del arte infantil, el bizanti-
no, el egipcio, de las artes de los indios de la Costa Oeste, etc. En este esquema, los planos pa-
ralelos se desplazan hacia atrás, generando en principio una profundidad lejana, pero la fuerza
de cohesión entre estos elementos en paralelo provoca una fuerte interrelación que acentúa su
vecindad (Saint Martin, 1994: 174-175).
d. De descenso
Panofsky localizó este tipo de perspectiva en el arte egipcio, en el persa y en el medieval. Esta
forma de ordenar los elementos en el espacio aparece en el desarrollo infantil, en torno a los
cinco años, y se caracteriza por presentar, en un punto de vista frontal, un conjunto de elemen-
tos que están orientados de distinto modo y cuyo contorno a veces baja hasta el suelo y otras
veces se elevan sobre un plano perpendicular a la superficie (Saint Martin, 1994: 175).
e. Caballera
Se trata de un tipo de perspectiva que ha sido utilizada en la organización pictórica de la natu-
raleza muerta, y que ha sido ampliamente desarrollada por Cézanne y los cubistas. Esta forma
de organización presenta una visión desde arriba, a menudo oblicua y relativamente próxima al
objeto, lo que contradice en parte los parámetros utilizados para la representación de la visión
lejana (Saint Martin, 1994: 175-176).
f. Cubista analítica
En este tipo de perspectiva el objeto suele estar construido en bajo relieve y envuelto en una
capa difusa y oscura, para intentar neutralizar las energías periféricas del PO y tratar de ejercer
una mayor focalización (Saint Martin, 1994: 176).
g. Proyectiva
Esta perspectiva genera formas a partir de un punto de vista colocado en el infinito, de modo
que en un espacio concebido como continuo, y a partir de puntos en el infinito situados en to-
das direcciones, coexisten elementos que están engendrados por puntos de vista heterogéneos,
desde abajo, de lado, desde arriba, según diferentes tipos de sucesiones, yuxtaposiciones y su-
perposiciones, y regulados por las posiciones múltiples y discontinuas del productor.
Jean Piaget describió un estadio transitorio en los modos de representación visual de los niños,
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 10 445
la sintaxis del lenguaje visual
10.1 las refglas sintácticas del lenguaje visual 10.2 el orden visual a través de la composición de la imagen
denominado proyectivo, que estaría situado entre los estadios de construcción topológica y de
construcción euclidiana. (Saint Martin, 1994: 177).
h. Barroco
Esta perspectiva puede generar una extrema proximidad si se acentúan, por ejemplo, los con-
trastes de claroscuros en las diagonales armónicas o en las no armónicas, siguiendo la definición
de Kandinsky.
Aunque se disponga de una zona luminosa en una de las esquinas superiores del cuadro, esta
perspectiva dota de gran importancia a la organización de los elementos en primer plano, aumen-
tando sus dimensiones o la densidad de los colores y de las sombras (Saint Martin, 1994: 178).
i. Isométrica
Esta perspectiva se realiza a partir de tres puntos de fuga y evoca los volúmenes internos de
los polígonos, manteniendo constantes las direcciones paralelas. Se utiliza particularmente en
arquitectura y en diseño industrial (Saint Martin, 1994: 178).
La distancia en largura que instaura el campo de representación, también puede ser proxémica
o ilusoria en las siguientes modalidades:
. cuando un objeto ocupa todo el campo;
. cuando cruza el campo de izquierda a derecha;
. macular, cuando representa un ángulo de 15 grados y alrededor de 10 metros;
. periférica, cuando representa un ángulo de 60 a 100 grados y alrededor de 70 metros;
. cuando se trata de algo muy distante, con ángulos de 200 grados o 130 metros.
La autora señala que cuanto más estrecho sea el ángulo de visión, más sugerirá una visión foveal
(Saint Martin, 1994: 161).
10.1.3.4 Posición del productor en relación al campo
Saint Martin señala que el productor del discurso visual nos indica cuál es su punto de vista,
a través de unos elementos sintácticos que podríamos denominar “índices de subjetividad”.
Así, si los coloremas presentan el detalle preciso, y si asumimos que la visión foveal es la
única que es capaz de realizar este tipo de visión, nos dirá que esta es la distancia a la que se
ha colocado el productor y que ésta es la distancia desde la que se nos invita a percibir (Saint
Martin, 1994: 162).
La autora indica que otro de los índices que señalan el punto de vista del productor es la posición
de su cuerpo respecto al campo de representación. Así, puede disponer los elementos de la re-
presentación en paralelo al plano vertical de su propio cuerpo, o puede disponerlos en un plano
horizontal, unas veces por encima y otras veces por debajo de la mirada del productor (Saint
Martin, 1994: 163).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 10 446
la sintaxis del lenguaje visual
10.1 las refglas sintácticas del lenguaje visual 10.2 el orden visual a través de la composición de la imagen
Señala que una forma de representación asume un orden visual natural que es producto de
nuestra percepción y del propio orden icónico (Villafañe, 1985: 176), un orden icónico en el
que incluye, como veremos, las fuerzas que actúan en las propias superficies, lo que estaría en
relación con las energías del Plano Original.
Villafañe señala que “es indudable” que, en función de las técnicas compositivas que se utilicen,
existen dos formas de equilibrio, el equilibrio estático y el equilibrio dinámico (Villafañe, 1985:
181-182):
. el estático se construye a partir de la simetría, la repetición de los elementos y la modulación
del espacio en unidades regulares;
. el equilibrio dinámico se construye desde la jerarquización del espacio plástico, la diversidad
de elementos y el contraste.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 10 447
la sintaxis del lenguaje visual
10.1 las refglas sintácticas del lenguaje visual 10.2 el orden visual a través de la composición de la imagen
Villafañe, que investigó el equilibrio plástico centrándolo en determinados aspectos, afirma que
proporcionaron conclusiones ambiguas de las que no fue posible extraer ninguna consecuencia.
Veamos los aspectos que estudió el autor (Villafañe, 1985: 182).
Pero si en la orientación vertical se produce esta diferencia de pesos, ¿qué sucede en la otra
orientación básica, la horizontal? Villafañe indica que también en ella hay zonas más y menos
estables, ya que la izquierda del cuadro posee más estabilidad que la derecha, por lo que los
elementos tendrán más peso en la zona derecha. Si en el caso de la vertical la estabilidad de las
zonas estaba relacionada con la gravedad, Villafañe indica que la causa de las diferentes zonas
de estabilidad en la horizontal son los hábitos de lectura occidental, de izquierda a derecha y de
arriba hacia abajo, que han creado ciertas inducciones perceptivas que se han acomodado a esa
dirección (Villafañe, 1985: 186-187).
Como resumen de la jerarquización del espacio, Villafañe indica que se puede decir que existe
una zona de máxima estabilidad, la del cuadrante inferior izquierdo, que va decreciendo con-
forme el elemento se desplaza hacia la parte superior y hacia el margen derecho del cuadro
(Villafañe, 1985: 187).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 10 448
la sintaxis del lenguaje visual
10.1 las refglas sintácticas del lenguaje visual 10.2 el orden visual a través de la composición de la imagen
NOTAS
capítulo 11
propuestas metodológicas
para analizar los mensajes visuales
Previo
Como hemos ido señalando a lo largo de esta investigación, los estudios sobre comunicación
visual proceden de distintas disciplinas, por lo que tanto los objetivos de análisis, como la ter-
minología o las metodologías utilizadas, son heterogéneas.
Así, aunque las representaciones visuales sean tachadas como interpretables, inestables y sub-
jetivas, o como naturales y, por lo tanto, difíciles de estudiar desde enfoques de código o de
lenguaje, y aunque sean poco valoradas en nuestra educación obligatoria2, algunos autores con-
sideran que se pueden analizar, y hacen propuestas sobre cómo se ha de realizar su estudio.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 11 453
propuestas metodológicas para analizar los mensajes visuales
11.1 análisis semiológicos 11.2 el análisis sin sentido de la imagen
Barthes, Joly, Panofsky, Saint Martin, Aumont, Wucius Wong o Villafañe, tratan de establecer
unas constantes y un marco que nos permita teorizar acerca de los elementos, la sintaxis y la gra-
mática del mensaje visual en general, pero entre ellos podemos encontrar algunas diferencias.
Para unos la imagen es un enunciado particular a partir del cual se elaboran conceptos (Grupo
µ, 1993: 42), como es el caso del análisis de Barthes y los de Joly3, mientras que otros parten de
una serie de elementos que han sido elaborados a priori (Grupo µ, 1993: 42-43), como es el caso
del Grupo µ, o de Saint Martin.
Otra diferencia entre ellos es el objeto que observan, ya que mientras que unos hacen hincapié
en el análisis de las obras de arte, otros hacen referencia a la publicidad, o al diseño gráfico, o a
las fotografías de prensa. Algunos prefieren hacer propuestas en torno a la imagen en general,
teniendo en cuenta que aquí el término imagen no se utiliza desde el punto de vista peirciano,
sino que hace referencia a la unidad genérica de las representaciones visuales, mientras que
otros hacen referencia explícita a las imágenes que han sido creadas, originalmente, para trans-
mitir contenidos concretos.
Pero hemos de tener en cuenta que, incluso utilizando el mismo método, hay autores que no
coinciden en el enfoque, como es el caso de Joly y del Grupo µ cuando realizan análisis de textos,
ya que mientras que para Joly el método se ha de adecuar a los objetivos del análisis, el Grupo µ
afirma que se han de establecer conceptos que sirvan para analizar cualquier tipo de imagen.
Otras propuestas metodológicas realizadas desde la semiótica que tendremos en cuenta son las
aportaciones de Saint Martin, que defiende que se ha de analizar el conjunto de materiales físi-
cos que están inscritos en una estructura espacial dada (Saint Martin, 1994: 239), describiendo
primero los coloremas y mostrando, después, el funcionamiento de las reglas sintácticas en un
texto visual determinado; y las propuestas de Sönesson (1992a), un autor que, partiendo de la
idea de que la semiótica es una ciencia que puede utilizar diferentes tipos de métodos, aunque
ninguno de ellos sea propio de ella, propone utilizar un método que denomina metamétodo
que consiste en retomar los análisis realizados por otros semióticos, y que debería servir para
poder integrar los distintos modelos (Sönesson, 1992a: 78).
En su análisis Joly propone aislar los significantes y dotarlos de significado, aunque en este
proceso de significación hemos de tener en cuenta los siguientes aspectos:
. el aprendizaje del reconocimiento;
. la función del mensaje;
. la expectativa4;
. los diferentes tipos de contexto en los que se encuentra.
11.1.1.1 El análisis en el campo de la publicidad
La publicidad fue uno de los primeros objetos de observación de la semiología de la imagen en los
años 60, un campo en el que se realizaron numerosas investigaciones que ponían el acento en la
efectividad del estímulo y la respuesta, en las necesidades preconscientes e inconscientes, etc.5La
autora destaca que el objetivo de estas investigaciones era hacer de la publicidad una inversión y
no un juego de azar, aunque añade que no hay recetas en este sentido (Joly, 1999: 77-78).
Para realizar su análisis, Barthes eligió una imagen publicitaria como terreno de estudio, por-
que consideró que si la imagen tenía signos, el de la publicidad sería un terreno privilegiado
para observar los mecanismos de producción de sentido, ya que sus propuestas han de ser
comunicativas y claras al estar destinadas a una lectura pública6 (Joly, 1994: 91-92).
Joly señala que cuando leemos una imagen lo que hacemos es reconocer, pero añade que para
lograrlo hemos de aprender a leerlas, ya que poseen algunas diferencias respecto a la realidad
que debemos entender para poder realizar una lectura tridimensional como, por ejemplo:
. hemos de comprender las distintas formas de representar la profundidad;
. hemos de aprender que el color que vemos no es el mismo que se da en la naturaleza;
. que las dimensiones de los objetos cambian, y hemos de aprender cómo cambian.
La autora señala, frente a quienes critican los análisis de las imágenes porque hacen que éstas
pierdan espontaneidad, que desmontar artificialmente una imagen para ver cómo funciona no
amenaza la autenticidad de experimentarla, porque el análisis no anula el placer estético y la
espontaneidad en la recepción de la obra; más bien al contrario, al agudizar el sentido de la
observación y su mirada, permite que captemos más información cuando observamos de forma
espontánea las obras (Joly, 1999: 53-54).
Para buscar los elementos que componen el mensaje la autora propone utilizar el procedimien-
to clásico de la permutación propia de la lingüística, cuyos principios principales son el de opo-
sición y el de segmentación, a pesar de que el estudio del lenguaje visual, un lenguaje continuo,
es más complejo que el verbal, un lenguaje discontinuo en el que distinguimos con facilidad las
unidades que se han de permutar, por ejemplo, el primer fonema de la palabra rosa para obtener
cosa o fosa (Joly, 1999: 57-58), etc.
Este principio de permutación exige que haya a disposición del “texto” otros elementos similares
a los que utiliza, pero que no estén presentes, elementos sustituibles que nos permitan pensar, por
ejemplo, veo el color rojo en el mensaje, pero no veo el verde, o el azul; veo un círculo, pero no
un triángulo…, etc. La autora señala que este tipo de asociación mental se extiende a diferentes
clases de elementos, de modo que si veo en el mensaje un hombre es que no veo una mujer o un
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 11 456
propuestas metodológicas para analizar los mensajes visuales
11.1 análisis semiológicos 11.2 el análisis sin sentido de la imagen
niño; las ropas del hombre son de campo y no lo son de ciudad, o de practicar un deporte, etc.
(Joly, 1999: 58-59).
La autora señala que podemos interpretar las formas y los colores a partir de su presencia o de
su ausencia, lo que enriquece considerablemente el análisis: si unos elementos están y otros no,
significa que se ha producido una elección que se ha de tener en cuenta en el análisis, por lo que
se aplicará en el lenguaje visual una ley fundamental del funcionamiento del lenguaje verbal que
“parece común a todos los lenguajes”. Según esta ley, en el mensaje se desarrolla un eje hori-
zontal, o sintagmático, y un eje vertical o paradigmático. En el horizontal aparecen juntos los
diferentes elementos del mensaje, sea en el tiempo, como es el caso del lenguaje hablado o de la
imagen en movimiento, o en el espacio, que es el caso del lenguaje escrito o de la imagen fija. El
eje vertical lo conforman los diferentes elementos que podrían haber estado en el eje horizontal
y de entre los cuales se ha elegido el que está presente (Joly, 1999: 59-61).
Luego en el mensaje visual los elementos que percibimos poseerán significación no sólo por la
presencia, sino también por la ausencia (Joly, 1999: 61).
Según el Grupo µ, los estudios sobre la teoría de la imagen han padecido una serie de malfor-
maciones (Grupo µ, 1993: 10-11 y 22):
. se han analizado imágenes a partir de una pretendida teoría que sólo generaba conceptos y
modelos para aplicarlos en un enunciado en particular, por lo que era incapaz de constituir un
saber;
. el imperialismo lingüístico ha propiciado que la teoría de la imagen calque el estructuralismo
lingüístico y que utilice sus términos (como “sintaxis” o “articulación”), lo que supone caer
en el riesgo de perder lo que es específico de lo visual;
. otro aspecto a tener en cuenta es que tendemos a agrupar las imágenes en función del géne-
ro (cine, teatro, escultura..) o en función del papel que han tenido en la historia, un tipo de
clasificaciones que no tienen en cuenta que cada género o cada concepto histórico tiene sus
especificidades.
El Grupo µ indica que si los discursos que se han realizado hasta ahora pecan de ser particulares
y poco generales, de estar supeditados a la lingüística y de clasificar las imágenes a partir de cri-
terios poco justificados, debe ser porque no disponen de una terminología clara y bien definida
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 11 457
propuestas metodológicas para analizar los mensajes visuales
11.1 análisis semiológicos 11.2 el análisis sin sentido de la imagen
(Grupo µ, 1993: 11-13), luego será necesario utilizar una terminología que nos permita hacer
referencia común y concreta a los distintos fenómenos.
El Grupo µ afirma que quienes optan por estudiar las imágenes tienen dos opciones desde el
punto de vista terminológico: inventar una terminología, lo que nos puede llevar a elaborar
un discurso que sea incomprensible; o utilizar términos que ya conocemos y adecuarlos al
objeto de estudio, lo que tiene el riesgo de acercarnos a su significación anterior y, por lo
tanto, a generar un discurso deformado. Estos autores optarán por adoptar una solución
intermedia, la de proponer sentidos precisos para algunos términos habituales, como grano,
tipo u objeto, y la de crear terminología como formema, retórica tipológica e iconoplástica
(Grupo µ, 1993: 13-14).
Como su objetivo es analizar cualquier tipo de representación visual, cuestionan las propuestas
que consideran que el arte abstracto es un mensaje sin código porque, de este modo, lo figura-
tivo se convierte en normativo, y lo abstracto en marginal. El Grupo µ señala que el mensaje
icónico es una selección de lo real, pero que en los mensajes plásticos de Kandinsky, Mondrian,
o Van der Leck, en los que se estiliza la obra figurativa, no desaparece la materia, sino el refe-
rente singular (Grupo µ, 1993: 19-21).
El enfoque macrosemiótico es empírico, estudia cada hecho visual de forma particular, y elabo-
ra conceptos ad hoc. El Grupo µ señala que algunos célebres análisis, como el realizado en una
publicidad de pastas italofrancesas10, se han realizado a partir de este enfoque, pero se muestran
críticos con él porque se circunscribe a un único hecho y se aísla del resto, aunque añaden que
no se debe descartar si es capaz de generar hipótesis generales para constituir modelos generales
(Grupo µ, 1993: 42).
El enfoque microsemiótico, por el contrario, es teórico porque trata sobre hechos del código
en general, y elabora conceptos a priori que han de explicar los elementos que conforman la
imagen. Este enfoque puede mostrar cómo se organizan las unidades en el mensaje mediante
ensambladuras y combinaciones, pero su problema es la complejidad de las leyes que rigen es-
tas combinaciones, una complejidad en la que los análisis se pierden sin que lleguen a dar cuenta
de la imagen real11 (Grupo µ, 1993: 42-43).
Este último enfoque se ha mantenido en generalidades porque el uso de una terminología como
la de la lingüística, que es ajena a lo visual, no ha permitido avanzar en la teoría visual. Sin
embargo, y a pesar de todas las dificultades, el Grupo µ prefiere el enfoque microsemiótico al
macrosemiótico, porque es el único que puede dotar de estatuto científico a la semiología vi-
sual, ya que permitirá recomponer cualquier enunciado visual, mientras que el macrosemiótico
se aplica sobre tipos de imágenes en concreto (Grupo µ, 1993: 43).
Aunque el Grupo µ reconoce que la lengua interviene en el trabajo de la percepción, cree que
quien intente aplicar el método semiótico a los hechos visuales, ha de utilizar descripciones que
no hagan perder el carácter bi o tridimensional a los significantes, y que no les impongan un
orden cronológico secuencial; y ha de desconfiar, en un primer momento, de la verbalización
(Grupo µ, 1993: 48).
El Grupo µ indica que si existe dificultad para mantener la oposición entre palabra y frase en
lingüística, la oposición entre unidad y enunciado debe sugerirnos prudencia, porque:
. en el dominio visual no existe la ayuda de una oposición intuitiva entre unidad y enunciado;
. la constante oscilación entre la teoría microsemiótica, que busca las unidades mínimas es-
tables, y la macrosemiótica, que las rehúsa en nombre de la originalidad de los enunciados
complejos (Grupo µ, 1993: 49), hace que ambos términos no encuentren su definición más
aceptada.
Así, por ejemplo, ¿un paisaje constituye una unidad en el plano del contenido? En el plano de
la expresión, ¿un campo monocromo y geométrico constituye el enunciado, o lo es el cuadro?
(Grupo µ, 1993: 49)
11.1.2.4 Modelo global de la descodificación visual
El Grupo µ, que pretende elaborar una teoría de los signos a partir del canal visual, propone un
modelo global de descodificación visual en el que, por una parte, se recogen los procesos y, por
otra, está presente el dinamismo del proceso que da sentido a los objetos de la percepción (Gru-
po µ, 1993: 78). En el siguiente esquema se representan las etapas por las que pasamos desde las
entidades visualmente perceptibles, a las que denominan “repertorio”, hasta el sentido global u
objeto. Este proceso de atribución de sentido es el resultado de los procesos de descodificación,
motivo por el que en el esquema el Grupo µ diferenciará el proceso y el producto (figura 1).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 11 460
propuestas metodológicas para analizar los mensajes visuales
11.1 análisis semiológicos 11.2 el análisis sin sentido de la imagen
En este esquema los procesos están indicados con flechas, y los productos de esos procesos
por celdas rectangulares. El Grupo µ señala que aunque el esquema no incluye, por motivos de
simplificación, el “importante fenómeno del feedback”, está implícitamente presente porque el
repertorio, constituido por los objetos que reconoce, está en constante estado de reconstitución
al confrontarse con objetos nuevos o con configuraciones nuevas de objetos que ya conoce
(Grupo µ, 1993: 79-80).
Los productos que aparecen en el esquema se reparten en tres niveles (Grupo µ, 1993: 80):
. el de los datos de base, el nivel de las sensaciones que son obtenidas por barrido; en ellos el
repertorio está presente desde el punto de vista conceptual;
. el nivel de los procesos perceptivos, que transforman los anteriores en el color, la textura y la
forma; aquí interviene el repertorio mediante la pertinencia;
. el tercer nivel es el de los procesos cognitivos, luego intervienen aquí la repetición y la memo-
ria, que son las productoras del objeto.
Este esquema aplica la norma cartesiana de ir de lo sencillo a lo complejo lo que, indica el Grupo µ,
seguramente sea deseable en un discurso cualquiera, pero quizás no corresponde a los procesos de
la percepción, ya que para algunos el camino del verdadero proceso cognitivo va de lo complejo a
lo sencillo. Sin embargo el Grupo µ destaca que en su esquema están presentes, desde el principio,
lo sencillo, que es la sensación, y lo complejo, que es el repertorio (Grupo µ, 1993: 80).
internas y externas de la obra, ya que el análisis, según Hjelmslev: “... consiste en registrar ciertas
relaciones o dependencias entre los términos (...) que sólo existen en virtud de sus relaciones. Que
estos términos sean denominados partes y el procedimiento de reconocimiento [sea denominado]
análisis se debe al hecho que existen relaciones entre los términos y la totalidad (...) de la que ellos
forman parte, relaciones de las que el análisis debe dar cuenta” (Saint Martin, 1994: 233; Hjelmslev,
1974: 40-41). Además hemos de tener en cuenta que, puesto que el proceso de la percepción genera
transformaciones en el texto visual, la descripción tendrá que utilizar conceptos dinámicos, y que
sus principios clasificadores no deberán ser conceptos normativos (Saint Martin, 1994: 235).
El análisis semiológico del lenguaje visual ha de tratar de explicar una realidad en la que suele
estar implicada la instrumentación sensorial, pero el análisis debe tratar de conocer las estruc-
turas de organización de las obras al margen de las reacciones o de las interpretaciones del
espectador, debe tratar de mostrar los fenómenos que pudiera observar cualquier perceptor que
aplique una serie de normas sintácticas (Saint Martin, 1994: 243).
La mirada que necesita el análisis semiológico no es compleja, pero ha de asumir que emprende
una actividad de percepción frente a un texto visual, y que no puede pensar que lo conoce an-
tes de haberlo leído. Pero también hemos de tener en cuenta que la lectura de un texto visual,
al margen de su contenido semántico, constituye una experiencia que requiere de todas las
capacidades emotivas y conceptuales del perceptor y que, además, lo implica en un proceso de
transformación personal que es relativamente exigente (Saint Martin, 1994: 243).
Una vez realizado este primer contacto, podemos pasar a realizar el análisis semiológico en el
que, a su vez, podemos distinguir dos fases (Saint Martin, 1994: 245):
. en una primera, de características fonológicas, se estudia la naturaleza de los elementos bási-
cos de la lengua visual, los coloremas, mediante lo que la autora denomina el análisis coloré-
matico;
. en una segunda fase, que posee características sintácticas, se estudia el modo como se agrupan
estos elementos para formar conjuntos funcionales en un espacio determinado.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 11 462
propuestas metodológicas para analizar los mensajes visuales
11.1 análisis semiológicos 11.2 el análisis sin sentido de la imagen
La autora indica que esta forma de análisis se desprende de la estructura de la gramática visual
que, al igual que la verbal, está constituida por elementos y por leyes sintácticas que especifican
sus relaciones. La diferencia entre ambas gramáticas es que, en la visual, las leyes de la percep-
ción forman parte del modo como se relacionan sus elementos (Saint Martin, 1994: 245).
El análisis coloremático tiene la finalidad de reconocer las tensiones propias de los coloremas
antes de que se integren en estructuras sintácticas más elaboradas, y determinar las caracterís-
ticas de sus variables visuales. Sin embargo, la enumeración de las características del colorema
(color, textura, dimensión, etc.), a modo de inventario neutro, no informa sobre el discurso que
generan, aunque una vez reagrupadas en la unidad del colorema, pueden entrar en relaciones
energéticas con otras unidades15 (Saint Martin, 1994: 247-248).
La autora añade que este estudio es, seguramente, el único instrumento que nos permite exten-
der nuestros conocimientos, rudimentarios en la actualidad, sobre las estructuras energéticas
del lenguaje visual. Con el fin de permitir una comunicación entre investigadores, la autora
propone un procedimiento que pueda servir para definir las constantes perceptivas y las prime-
ras interrelaciones en la heterogeneidad de los perceptos visuales (Saint Martin, 1994: 248).
Esta retícula puede poseer distintas características respecto a la cantidad de divisiones, pero hay
una condición, la de no utilizar una retícula que se pueda confundir con la estructura interna
del plano original. La autora añade que se ha comprobado que, para analizar conjuntos que
poseen entre 30 y 35 objetos, la retícula adecuada es la que genera nueve grupos de divisiones,
o incluso menos.
La autora propone utilizar una retícula de partición con 25 casas que se han de identificar con
las letras del alfabeto, de izquierda a derecha y de arriba hacia abajo. Cada una de estas casas
estará, a su vez, dividida en 5 zonas, marcadas por las cifras de 1 a 4 en el sentido horario, para
terminar en el centro, que estará marcado por la cifra 5. Estas zonas pueden ser descritas como
A1, A2, A3, A4, A5, y corresponderían a las localizaciones de las fijaciones efectuadas por uno
o varios observadores, de manera que permitiría la comparación entre los resultados de los
procesos perceptivos de distintos individuos (figura 3) (Saint Martin, 1994: 250).
Figura 3. Descripción de las localizaciones de las fijaciones (Saint Martin, 1994: 251).
Este análisis, teóricamente, puede describir 125 coloremas (cinco zonas multiplicado por 25
casas) regularmente dispersos en el plano pictórico, pero como los coloremas no están aislados,
la descripción de cada uno de ellos incluirá sus relaciones con los coloremas que le rodean inme-
diatamente. Así, la descripción del colorema A1, exige la consideración de sus relaciones diná-
micas con A4, A5, A2 y B1. Es necesario destacar que las energías de estas casas no son iguales,
ya que dependen de su situación en el Plano Original. Así, las casillas A, C, G y I, de la retícula
anterior de 9 casas, estarán influidas por la energía potencial de las esquinas; B, E y H estarán
sostenidas por los ejes verticales centrales; D, E y F por el eje horizontal; A, E y I se integran la
diagonal no armónica, y G, E y C en la diagonal armónica (Saint Martin, 1994: 250-251).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 11 464
propuestas metodológicas para analizar los mensajes visuales
11.1 análisis semiológicos 11.2 el análisis sin sentido de la imagen
El análisis coloremático describe las variables visuales que constituyen el colorema en cada fi-
jación, los tipos de relaciones de las variables y las interrelaciones de estos coloremas con los
coloremas adyacentes. Además, la primeras síntesis perceptivas, sobre todo las topológicas, des-
criben las vectorialidades que predominan en cada una de las 25 casas (Saint Martin, 1994: 253).
El análisis de los coloremas nos muestra la estructura dinámica a partir de los elementos ener-
géticos que un productor utiliza en su representación, pero no nos sirve para mostrar cómo se
unen espacialmente estas unidades, en una estructura particular (Saint Martin, 1994: 254).
Los coloremas pueden formar conjuntos mediante un tipo de reglas sintácticas que son: las re-
laciones topológicas de vecindad, de separación, de desarrollo y de sucesión. Esta última, la de
sucesión, no puede reducirse a la simple concatenación, porque no puede existir una suma entre
variables visuales, o entre coloremas, sin que se produzca una transformación mutua. Así, por
ejemplo, el color se transforma según su dimensión, según su textura, según su implantación en
el plano por la dirección, etc. (Saint Martin, 1994: 252-253).
Una vez segmentado el campo visual, se realiza el análisis sintáctico del lenguaje visual, estable-
ciendo las relaciones entre las super-regiones formadas por un conjunto de coloremas, a partir
de las leyes de la teoría gestáltica, y que, a su vez, pueden entrar en relación con otras super-
regiones a partir de los mismos mecanismos. Saint Martin señala que podemos relacionar estos
conjuntos de coloremas con los sintagmas verbales, siempre que se presenten como un grupo
de elementos diferenciados en dos niveles (Saint Martin, 1994: 256-258):
. en un nivel bidimensional, de modo que los podamos diferenciar en altura y en anchura;
. en una extensión tridimensional, en el sentido de que los percibamos en distintas profundi-
dades por la acción de sus fronteras, de sus direcciones, de los contrastes cromáticos, de las
relaciones con el plano original, etc.
El análisis sintáctico de una representación visual es tan minuciosa y compleja como el análisis
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 11 465
propuestas metodológicas para analizar los mensajes visuales
11.1 análisis semiológicos 11.2 el análisis sin sentido de la imagen
sintáctico verbal, pero se utilizan unos instrumentos que son menos conocidos porque se refie-
ren a procesos dinámicos que están en constante interacción (Saint Martin, 1994: 259).
La autora señala que no debemos confundir las relaciones de vecindad, o de separación, con
los conceptos topográficos de yuxtaposición contigua o de distancia bidimensional, ya que la
vecindad y la separación afectan a los perceptos al margen de la proximidad o distancia que
exista entre ellos, ya que, debido a la intensidad de las variables, unos perceptos que están
distantes pueden estar perceptivamente cerca, y otros que estén físicamente próximos, pueden
estar perceptivamente distantes.
Dada la influencia que el PO tiene en la obra, el análisis sintáctico deberá describir cómo se
relacionan sus energías con el plano pictórico producto del artista, ya que las variables visuales
estarán sujetas a modificaciones al implantarse en el plano original. Esta estructura sintáctica de-
pende del intercambio energético que se produce entre los conjuntos de coloremas y los centros
de energías del plano original, lo que genera las curvas espaciales de la representación del plano
pictórico. Si tomamos como ejemplo la retícula de 25 casillas (ver 11.1.3.2.1.3), podemos identi-
ficar las zonas de energía el plano original: los lados formadores del plano original, AE, AU, UY,
EY; las esquinas FAB, DEJ, PUV, ZYT; las casillas periféricas A, B, C, D, E, J, O, T, Y, X, W, V,
U, P, K, y F; y las casillas de la región central e intermedia, M y G, H, I, N, S, R, Q y L.
La autora propone ilustrar el sistema energético del plano pictórico por una hipotética cuanti-
ficación, donde la suma de las energías de las esquinas, A, E, U, Y, y la energía generada diago-
nalmente, nos da el mismo valor, 160 (figura 3) (Saint Martin, 1994: 261):
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 11 466
propuestas metodológicas para analizar los mensajes visuales
11.1 análisis semiológicos 11.2 el análisis sin sentido de la imagen
A B C D E
40 30 20 30 40
F G H I J
30 20 20 20 30
K L M N O
20 20 40 20 20
P Q R S T
0 0 20 20 30
U V W X Y
40 30 20 30 40
Figura 3. Representación del sistema energético del plano pictórico (Saint Martin, 1994: 261).
Esta hipotética cuantificación genera tres zonas diferentes de la distribución de las energías
(Saint Martin, 1994: 263):
. la casilla M reagrupa las energías lineales virtuales, 40;
. la región que forman las casillas G, H, I, N, S, R, Q, L, poseen la masa de energía mínima;
. en la zona periférica las casillas se diversifican más, puesto que las esquinas poseen un 40 de
energía, las intermedias 30 y las centrales 20. La autora señala que estas últimas tendrán una
mayor carga energética si se convierten en puntos de sujeción de las energías de los ejes cru-
ciformes.
Dada la relación entre el PO y el plano pictórico, la energía de las variables visuales que utilice
el productor aumentará cuanto más se relacionen con las zonas de energía del plano original,
pero las variables visuales también pueden reactivar la energía del plano original, o la pueden
atenuar, utilizando diferentes mecanismos (Saint Martin, 1994: 263):
. para reactivar la energía del plano original podemos, por ejemplo, reagrupar coloremas que
acentúen sus vectores principales, o podemos activar las esquinas construyendo en el plano
pictórico formas abiertas, o utilizando cromaticidades muy saturadas;
. podemos atenuar las energías periféricas incorporando colores en cuya composición esté el
negro, o incorporando formas cerradas que convierten a las zonas periférica en fondos aleja-
dos en relación a tales formas.
El análisis sintáctico que se realiza mediante la aplicación de las leyes gestálticas sobre el plano
pictórico, examinará los factores que hacen que los elementos estén cerca o lejos en las tres
dimensiones, determinará las relaciones que surgen entre las regiones a partir de los factores
de proximidad, semejanza, etc.. Hemos de tener en cuenta, como ya hemos señalado en un
apartado anterior, que la aproximación perceptiva no es igual a la aproximación física ya que,
aunque dos elementos estén cerca, si las variables visuales son diferentes, no se producirá la
aproximación perceptiva (Saint Martin, 1994: 265).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 11 467
propuestas metodológicas para analizar los mensajes visuales
11.1 análisis semiológicos 11.2 el análisis sin sentido de la imagen
Cuando se produzca semejanza entre elementos que están separados, el análisis sintáctico de-
berá explicar si los vínculos se producen mediante el color, la textura, la orientación, la direc-
ción o la forma, pero hemos de tener en cuenta que este tipo de vínculos no cubre todas las
variables visuales, por lo que se pueden generar tensiones cuando dos regiones se acercan por
unos determinados vínculos, pero se alejan por otros factores (Saint Martin, 1994: 265).
Saint Martin señala que, aunque cualquiera de las variables visuales puede participar en los efec-
tos de agrupamiento que generan la similitud, parece que las más activas son la cromaticidad y
la tonalidad, aunque no debemos olvidar que las leyes de interacción del color, que veremos a
continuación, pueden volver a transformar el colorema (Saint Martin, 1994: 266).
La autora señala que las interacciones de color constituyen movimientos visuales muy potentes
porque pueden conectar o distanciar regiones, pero estos movimientos también son inestables
e inesperados, porque su efecto parece que está vinculado a una fatiga retiniana propiamente
biológica (Saint Martin, 1994: 268).
En el plano pictórico es frecuente que exista más de un código perspectivista, por lo que no
debemos suponer que todo el plano pictórico está sometido a la perspectiva que nos transmiten
algunas zonas. Es importante reconocer el tipo de perspectiva que se construye en cada región del
campo visual, para así determinar los tipos de espacios que se generan (Saint Martin, 1994: 269).
Las profundidades que generan las perspectivas se pueden describir a través de una retícula
de profundidades en la que, a partir de un hipotético perfil del plano pictórico, se establecen
anotaciones numéricas que expondrán los distintos niveles de profundidad en las que se sitúan
las regiones observadas, como se expresa en los siguientes gráficos (figuras 4 y 5) (Saint Martin,
1994: 271).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 11 468
propuestas metodológicas para analizar los mensajes visuales
11.1 análisis semiológicos 11.2 el análisis sin sentido de la imagen
Figuras 4 y 5. Gráficos de representación de la profundidad de las perspectivas (Saint Martin, 1994: 271)
Saint Martin señala que para las representaciones no figurativas, en las que las distancias no se
pueden medir métricamente y que se inscriben en las profundidades topológicas, se deberán
elaborar parámetros distintos en los que las distintas localizaciones en la profundidad óptica se
señalarán sobre una escala de 1 a 10 (Saint Martin, 1994: 272).
Cuando describimos los reagrupamientos, las separaciones, las orientaciones, etc., se genera un
tipo de curva espacial, que es propia de cada campo visual, que representa los reagrupamientos
de las regiones. Se pueden elaborar gráficos que representen las regiones vecinas o las de mayor
separación, las de mayor actividad cromática, los contrastes de las perspectivas, etc. La autora
propone que podemos representar linealmente las orientaciones, o los niveles de profundidad,
de la siguiente manera (figura 6 y 7) (Saint Martin, 1994: 274):
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 11 469
propuestas metodológicas para analizar los mensajes visuales
11.1 análisis semiológicos 11.2 el análisis sin sentido de la imagen
4 3 3 4
1 2 1 2
2 3 2 4
1 4 1 3
11 12 13 9
14 10 3 8
15 2 7 5
1 16 4 6
Figura 7. Gráficos que representan los niveles de profundidad (Saint Martin, 1994: 274).
Señala que estos u otros gráficos, que han sido elaborados para responder a diversas necesidades,
presentan de modo estático la ondulación propia de un plano pictórico, por lo que se deben com-
plementar con otro tipo de esquemas que representen los movimientos vibratorios que, a veces,
están presentes en el plano pictórico, como los de las representaciones de las curvas catastróficas,
de los flujos de fotones, o de los movimientos del átomo (Saint Martin, 1994: 274-275).
Una vez hayamos descrito la manera como se relacionan los coloremas, las regiones, y las
diferentes perspectivas, podremos reconocer los espacios perceptuales que ha elaborado el pro-
ductor. Hemos de tener en cuenta que los espacios que se organizan en las zonas próximas
al cuerpo nos llevan a experiencias que son propias de los espacios táctiles, térmicos, orales,
cinestésicos y auditivos; que los espacios construidos en la media distancia nos remiten a ex-
periencias cinestésicas, auditivas y visuales; y que los espacios que evocan la gran distancia nos
llevan a experiencias auditivas pero, sobre todo, visuales (Saint Martin, 1994: 278).
La autora señala que la mayor parte de las obras pictóricas tradicionales de Occidente, se constru-
yen sobre la disyunción y la yuxtaposición de espacios táctiles en el primer plano, espacios cines-
tésicos en el plano intermedio, y espacios visuales en el plano lejano (Saint Martin, 1994: 278).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 11 470
propuestas metodológicas para analizar los mensajes visuales
11.1 análisis semiológicos 11.2 el análisis sin sentido de la imagen
La finalidad del análisis semiológico, en definitiva, será construir una representación espa-
cial que permita su integración perceptual. Estos mecanismos de integración se basan en las
tensiones emotivas y conceptuales del perceptor, que se actualizan en la experimentación de
la obra. Añade que si no se produce esta integración, la obra visual no estará unificada, será
relativamente caótica, y no será conocida ni comprendida por este perceptor (Saint Martin,
1994: 279).
Figura 8. Este es el modelo gráfico de la estructura sintáctica de una obra visual. EA y EB representan los dos acontecimientos
principales relacionados por una fuerte disyunción. Las regiones EB y EC están subordinadas a EA. Los sub-acontecimientos:
SEE, relacionado a EA y EB; SEF relacionado a EA, EC y EB; SEG relacionado a EC y a EB (Saint Martin, 1994: 282).
Sönesson señala que este metamétodo puede emplearse de diferentes maneras, como por ejem-
plo (Sönesson, 1992a: 59):
. para analizar los pasos concretos dados por los métodos ya utilizados, y los resultados que
han generado en las descripciones de las obras particulares;
. para prolongar las operaciones del mismo método en el análisis de la misma obra, para ver si
puede dar algo más de lo que pretendió el investigador que hizo el primer análisis;
. para corregir el método en función de la resistencia de la obra;
. para analizar obras muy diferentes con el mismo modelo, para ver si es necesario realizar
modificaciones en él;
. para situar algunos principios, por ejemplo el binarismo, en otros niveles de organización;
. para analizar una obra con varios métodos y/o modelos;
. para poner los modelos en unas estructuras, oponerlos entre ellos, y compararlos en una
clasificación de los textos.
En lo que sigue, vamos a limitarnos a reanudar dos análisis que permiten detectar algunas fun-
ciones de las estructuras binarias en las imágenes.
Indica que tras utilizar los modelos de Greimas y del Grupo µ para analizar el cuadro de “El
mantel blanco” de Braque, la obra continúa sin estar analizada. Pero el modelo de Saint Martin
nos ofrece un montón de instrumentos para el análisis, al basarse en tres hipótesis: que la ima-
gen es un conjunto de perceptos; que los métodos de construcción del mundo son topológicos,
y que los campos visuales son campos de fuerzas o de tensiones interactivas que resultan de los
elementos plásticos, virtuales o actualizados, que posee la imagen (Sönesson, 1992 a: 75).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 11 472
propuestas metodológicas para analizar los mensajes visuales
11.1 análisis semiológicos 11.2 el análisis sin sentido de la imagen
La confrontación de modelos nos permitirá realizar algunas comparaciones entre ellos y pasar
de una concepción metametodológica a un modelo integrado de la semiótica de la imagen (Sö-
nesson, 1992 a: 70).
11.1.4.2 Para un enfoque integrado de la semiótica
El interés de un método metamétodo no es el de evaluar los distintos modelos cuando se en-
frentan con una imagen concreta, ni tampoco el de llegar a determinar las regularidades que
caracterizan a las imágenes, sino que debe servir para realizar la integración de los distintos
modelos (Sönesson, 1992 a: 78-79).
Como los distintos modelos hablan a menudo de los mismos fenómenos en términos diferentes,
sólo cuando estén integrados se podrá empezar a valorar en qué medida los modelos ofrecen
hipótesis diferentes sobre la organización de los significados en la imagen. Sönesson indica que
no se trata de reducir todos los elementos a los más simples, al modo de la gramática generativa,
sino que es necesario encontrar la característica común a varios modelos, y poner los distintos
conceptos en relación y explicar las diferencias de sentido (Sönesson, 1992 a: 78-79).
El método metamétodo debe recoger toda la tradición, enfrentar los modelos, intentar probar
varios enfoques y combinarlos, teniendo en cuenta que el objetivo no es encontrar los defectos
de los semióticos que han trabajado antes con estos métodos (Sönesson, 1992 a: 78-79).
Para valorar la significación plástica serán necesarias, básicamente, dos cosas. Por una parte, se
deberá aplicar un método de análisis que tenga en cuenta las variables formales, que son de las
que dependen este tipo de significación. Pero, además, será necesaria una actitud que no tenga
prejuicios respecto a la imagen ni respecto a los resultados que obtengamos, ya que al dejar de
lado el sentido “al menos hasta donde ello es posible”, en ocasiones el método utilizado resul-
tará desconcertante (Villafañe, 1985: 172-173 y 194).
Para realizar su análisis, Villafañe utilizará la teoría de la imagen y no recurrirá a otras discipli-
nas, por dos motivos (Villafañe, 1985: 194):
. porque considera que esta teoría dispone de suficientes herramientas para realizarlo;
. porque, al no existir un único modelo de análisis para estudiar los diferentes tipos de imagen,
hasta el punto que puede suceder que existan modelos aplicables a un tipo de imagen y a nin-
guna más, “[…] la metodología que voy a exponer recoge los principios generales que sí son
aplicables a cualquier imagen”.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 11 473
propuestas metodológicas para analizar los mensajes visuales
11.1 análisis semiológicos 11.2 el análisis sin sentido de la imagen
Una vez que hayamos identificado los referentes, hemos de valorar su aspecto a la hora de repre-
sentar los objetos, porque como los referentes de una imagen actúan como paradigmas de la repre-
sentación, cualquier alteración plástica de esa norma, que no será casual, producirá significación.
Así, por ejemplo, en el Guernica aparecen dos personajes que están muertos, pero con expresiones
visuales distintas, ya que mientras que uno está despedazado, el otro está en brazos de su madre
Estas expresiones visuales particulares nos indican que existen dos formas distintas de cualificar la
realidad de la muerte, lo que implica dos formas diferentes de significación (Villafañe, 1985: 199).
Además del espacio y del tiempo, la lectura de la obra nos ha de permitir extraer el repertorio
de elementos plásticos18 que están presentes, para poder determinar cuáles poseen un carácter
dominante y cuáles se utilizan con mayor profusión (Villafañe, 1985: 200).
En este sentido, Villafañe señala que en esta obra destaca el uso de la línea y de la forma ya que,
aunque es importante el tratamiento lumínico en la obra, no existe el color. Respecto a los elemen-
tos dinámicos, Villafañe señala que en el Guernica se aprecia tensión y ritmo, mientras que entre
los elementos escalares, los más pertinentes son el formato, que está definido por la ratio 1:2,2 y el
tamaño del mural, que posee una superficie de 27 metros cuadrados (Villafañe, 1985: 200).
Tampoco podemos pasar por alto el repertorio de elementos figurativos de la obra que, en este
caso, está compuesto por tres categorías: lo humano, lo objetual y lo animal (Villafañe, 1985:
201-205).
En cuanto a los antecedentes iconográficos, Villafañe señala que a veces podemos explicar un
hecho si lo contrastamos con otro similar que pertenezca a otra imagen del mismo autor. En el
caso de Picasso, Villafañe aprecia antecedentes en otras dos de sus obras, la Minotauromaquia
de 1935, y en Sueño y mentira de Franco, de 1937 (Villafañe, 1985: 201-202)
A partir de estos criterios, Villafañe define el Guernica como una imagen fija, plana, secuencial
y dinámica (Villafañe, 1985: 205).
En el cuadro que reproducimos en la figura 9, Villafañe recoge “de forma muy esquemática”
la definición de esta imagen. Señala que el cuadro es incompleto, pero que “el lector entenderá
que los hechos responsables de la significación plástica del Guernica no pueden ser explicitados
(...) como si de una fórmula química orgánica se tratara; la función de este esquema es indicar
(...) los aspectos de los que depende cada uno de los atributos definitorios de la imagen” (Villa-
fañe, 1985: 206-207).
Villafañe dice que lo más destacable de esta definición es el hecho de considerar la obra como
secuencial, una característica que parece contradictoria porque nos estamos refiriendo a una obra
con un único espacio fijo y aislado. El autor señala que para que surja la secuencialidad en este
tipo de espacio, es necesario que la estructura espacial de la obra esté organizada de modo que
se puedan establecer los sub-espacios de actividad y de jerarquización en el espacio único, y que
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 11 477
propuestas metodológicas para analizar los mensajes visuales
11.1 análisis semiológicos 11.2 el análisis sin sentido de la imagen
genere el dinamismo que facilite la conexión entre las unidades espaciales. El Guernica parece ser
una imagen secuencial con una estructura espacial típica de las imágenes fijas aisladas, por lo que
Villafañe propone que nos refiramos a ella como imagen secuencializada (Villafañe, 1985: 206).
Pero a la hora de segmentar y de jerarquizar el espacio de la obra nos encontramos con que
el Guernica ha sido definido como imagen plana y sin profundidad, luego ¿cómo podremos
segmentar y jerarquizar un espacio que no posee profundidad? Villafañe indica que encontra-
remos los sub-espacios en la horizontal del plano, ya que la ratio de su formato, 1:2,2, permite
esa organización horizontal (Villafañe, 1985: 206).
La narratividad en la obra viene dada porque el orden interno de la obra nos obliga a realizar
una lectura de izquierda a derecha y de abajo arriba24 (Villafañe, 1985: 211):
. de las tres zonas que hay en la obra, la de la derecha , que es la menos activa, está conectada a
las otras dos a través de la extremidad de la mujer que huye;
. en las zonas dos y tres están todas las direcciones internas de la escena, que crean un vector
de dirección que potencia el sentido de la narratividad del relato.
La naturaleza secuencial, además de venir marcada por la estructura de tríptico del mural, por
las direcciones que marcan la propia escena y por la dirección de la lectura, que es consecuencia
de lo anterior, está favorecida por otros tres elementos: dos de ellos son escalares, el tamaño
y el formato, y otro es dinámico, el ritmo. Respecto al tamaño, el autor señala que es un ele-
mento que se suele menospreciar pero que, en el caso del Guernica, “por encima de cualquier
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 11 478
propuestas metodológicas para analizar los mensajes visuales
11.1 análisis semiológicos 11.2 el análisis sin sentido de la imagen
argumento teórico”, está el impacto visual que produce una superficie de más de 27 metros
cuadrados que es “capaz de fagocitar al espectador”. En cuanto al formato, como ya se ha se-
ñalado en otro párrafo anterior, es típicamente narrativo. Y respecto al ritmo, Villafañe indica
que es un elemento que dinamiza la composición y redunda en la narratividad que se expresa
en el Guernica (Villafañe, 1985: 212).
En el Guernica la tensión está producida por la orientación y la forma de los elementos figu-
rativos:
. la orientación, en el sentido de que dos de los cuatro elementos dinámicos que aparecen en la
obra, la mujer fugitiva y la que lleva el candil, poseen orientaciones oblicuas, pero los otros
dos poseen un grado de “oblicuidad” que es suficiente para aportar dinamismo en la compo-
sición;
. en cuanto a la forma, el autor señala que, aunque todos los personajes son fácilmente re-
conocibles, casi todas sus características formales están alteradas, lo que genera dinamismo
(Villafañe, 1985: 213).
El segundo elemento dinámico que señalábamos en el primer párrafo es el ritmo. Siempre que
haya ritmo en una composición espacial fija, estará “jerarquizada en cuanto a sus componentes
(...) [porque] el ritmo se consigue en la plástica mediante la alternancia de elementos fuertes y
débiles (...) . Cualquier elemento plástico es capaz de crear relaciones rítmicas dentro de una
composición espacial fija, aunque son aquellos elementos que poseen al mismo tiempo propie-
dades intensivas y cualitativas, los más indicados para esta función” (Villafañe, 1985: 215).
Las alternancias que producen el ritmo en esta obra están producidas, básicamente, porque las
rectas y las curvas se interrumpen constantemente, porque se combinan, constantemente, las
formas geométricas con el resto de formas figurativas y no figurativas. Pero Villafañe señala que
la luz también es fundamental, porque los mayores contrastes que se producen son lumínicos
(Villafañe, 1985: 215).
11.2.3.3 Análisis plástico de la composición
En el tercer nivel del análisis se ha de explicar la sintaxis de la imagen, evidenciar la estructura
general que genera la significación plástica asociada al resultado visual de la imagen. Villafañe
señala que si la lectura y la definición que hemos realizado de la imagen es correcta, el análisis
plástico será fácil, porque sólo deberemos justificar esa definición y poner de manifiesto los
hechos plásticos en los que se basa (Villafañe, 1985: 219-220).
En cuanto al equilibrio, que depende del peso y de la dirección, Villafañe indica que le favorece
su estructura compositiva, que es un triángulo central que está flanqueado por dos rectángulos
verticales de dimensiones casi iguales. Veamos qué sucede con la dirección y el peso (Villafañe,
1985: 220 y 223):
. la dirección posee un papel principal a la hora de dotar de peso visual a los elementos, como lo
demuestran las miradas, la atracción de elementos o de objetos entre sí, el formato y la estruc-
tura de la composición; otro factor de dirección que está presente, el vector que atraviesa el
mural desde el ángulo inferior derecho al superior izquierdo25 impone la dirección de lectura
de la obra; lo mismo sucede con la composición desplazada hacia la derecha, “que permite la
progresión de toda la escena hacia ese cuadrante superior”;
. respecto al peso, el autor señala que, aunque en un primer momento parezca contradictorio
porque, “en condiciones normales” de lectura (de izquierda a derecha y de arriba hacia abajo),
la zona de mayor peso visual es la superior derecha, en el Guernica no existe tal contradicción
porque la dirección de lectura es contraria, por lo que la zona superior izquierda, lugar donde
se encuentra el toro, que es la figura de mayor importancia, es la de mayor peso visual.
Otro aspecto a comentar sobre el equilibrio es que, si bien casi todos los elementos se “incli-
nan” hacia la izquierda, para lograr el equilibrio compositivo tenemos la mujer en llamas de la
parte derecha que, al estar aislada, dota al conjunto de suficiente peso visual como para lograr
el equilibrio (Villafañe, 1985: 223).
Finalmente, Villafañe señala que los pesos visuales de los elementos y las direcciones hacen del
Guernica una composición equilibrada y dinámica. Sin embargo su estructura espacial, que está
muy jerarquizada, permite que surjan distintas unidades espaciales que, a su vez, hacen que su
temporalidad se base en la secuencia y no en la simultaneidad, que sería lo propio de la imagen
fija (Villafañe, 1985: 223).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 2 capítulo 11 480
propuestas metodológicas para analizar los mensajes visuales
11.1 análisis semiológicos 11.2 el análisis sin sentido de la imagen
NOTAS 12. Floch señala que la semiótica puede ayudar a buscar lo ne-
cesario para definir un concepto, para definir una determinada
organización narrativa que servirá de bosquejo en un discurso
institucional, etc. Y que para ello utiliza un “procedimiento
1. Hoffman señala que uno de los motivos por los que no se heredado de la lingüística estructural: la conmutación. La con-
valora la comunicación visual, puede ser el hecho de que la mutación es el uso de la relación de presuposición recíproca
visión, a diferencia del lenguaje, es un don que compartimos entre el plano de la expresión y el plano del contenido de un
con muchos otros animales. Pero añade que, del mismo modo conjunto significante, entre su significante y su significado.
que no consideramos que los animales “hablan” aunque emitan Expliquémonos: a partir del momento en el que se considere
sonidos, el hecho de que vean no significa que sean capaces de que a todo cambio de la expresión tiene que corresponderle un
combinar formas y colores para interpretar o para transmitir cambio de contenido, se reconocerán las verdaderas cualidades
mensajes (Hoffman, 2000: 28-30). visuales –o sonoras– que constituyen la estética de la marca en
2. En este sentido quisiéramos destacar que no ayuda a superar la que provocan, mediante su aparición o desaparición, una di-
esta minusvaloración de lo visual, o esta tendencia a mantenerlo ferencia en su contenido. Y los cambios que no provoquen una
en el ámbito de la interpretación personal, el hecho de que, por diferencia de este tipo permitirán reconocer aquello que no es
ejemplo, y según los datos que publicaba la Generalitat de Ca- más que una variable de realización. Dicho de otro modo, la
talunya en su web http://www.gencat.net/educacio/estu- aportación de la semiótica consiste en hacer elegir o conservar
dis/, en noviembre de 2005, durante la educación primaria, se las cualidades de forma, de color, de volumen o de tipografía
dedica casi 31% del tiempo a transmitir conocimientos acerca que son pertinentes: las que aseguran que los (…) productos
de la lengua y no llega al 6% el tiempo invertido en el aprendi- de diseño (…) signifiquen lo que tienen que significar (Floch,
zaje visual; en el primer ciclo de la ESO, la proporción es de un 1993: 29).
30% y un 3%, respectivamente; en el segundo ciclo, de un 29% 13. Este texto aparece en la nota 27 del texto del Grupo µ.
y de un 3,2%, también respectivamente. 14. En especial Barthes, señala el Grupo µ (1993: 46).
3. La autora señala que es importante definir los objetivos del 15. La autora señala, en este sentido, que los coloremas que
análisis porque, en función de ellos, decidiremos las herramien- se perciben en Cézanne, Kandinsky o Mondrian, será distinta
tas necesarias (Joly, 1993: 55-56 y 1994: 131-132). a la de los coloremas percibidos en Matisse o Pollock (Saint
4. Joly utiliza el término de attente, que podríamos traducir Martin, 1994: 248).
por expectativa o por espera, refiriéndose a lo que esperamos 16. En el capítulo 10 hemos explicado ampliamente las reglas
en cada caso frente a una determinada imagen sintácticas que propone Saint Martin.
5. Barthes, “Le message publicitaire”, Oeuvres completes, Vol. 17. El autor no especifica cuál debería ser esa otra metodología.
II: 243 – 247. 18. El autor utiliza esta denominación de elementos plásticos,
6. Barthes, “Rhétorique de l’image”, Oeuvres completes, Vol. pero cuando ha clasificado la línea o la forma, los ha considera-
II: 573- 588 do como elementos icónicos.
7. Joly indica que muchas agencias de comunicación solicitan 19. Villafañe se refiere a la simplicidad en las páginas 127 y si-
opiniones a los semiólogos para resolver casos problemáticos guientes de su texto Introducción a la Teoría de la Imagen.
de comunicación a través de mensajes visuales, y que aunque 20. Villafañe se refiere a la madre y a la mujer que están en la
algunos reprochan estos usos del análisis, por su vertiente de parte derecha de la obra.
eficacia comercial, la autora argumenta que un buen análisis se 21. Villafañe apunta que la imagen posee otra característica
define por sus objetivos, y que si unos resultados consiguen co- estructural, la de relación, pero al estar constituida por los ele-
municar y vender mejor, nada impide que se puedan utilizar en mentos escalares de la imagen, no nos permite establecer cate-
otro tipo de investigación teórica “más fundamental”. Además gorías significativas, por lo que opta por utilizar las otras dos.
no debemos olvidar, recuerda la autora, este tipo de investiga- 22. Como la superposición madre-toro-mesa, las aristas que
ciones se iniciaron en la publicidad (Joly, 1999: 54-55). forman el techo y las paredes en los extremos izquierdo y dere-
8. En “Rhètorique…”, artículo citado de la obra Oeuvres com- cho del mural, y la dirección oblicua de las líneas que pueblan
pletes. el cuadro (Villafañe, 1985: 207)
9. En diferentes momentos de su texto, como hemos ido re- 23. Por este motivo había propuesto la denominación de ima-
cogiendo en esta investigación, el Grupo µ critica la propuesta gen secuencializada para este tipo de propuestas
analítica de Barthes de buscar los significados en un enunciado 24. No especifica a qué derecha y a qué izquierda se refiere, si
y, a partir de él, buscar los significantes a los que están asocia- a la del espectador o a la del interior del cuadro.
dos. Y también cuestionan la propuesta de Joly cuando adecua 25. Este vector está creado por seis direcciones parciales: el
el método de análisis a los objetivos del mismo, por lo que el desplazamiento de la mujer que huye, de la que lleva la an-
Grupo µ manifiesta su distanciamiento del análisis en función torcha y el caballo; y por otras tres direcciones que actúan en
de los objetivos. la zona izquierda, la madre, el guerrero y la flecha (Villafañe,
10. Por los datos que aportan, parece que el Grupo µ se está 1985: 220).
refiriendo al análisis que realiza Barthes de las pastas Panzani,
un estudio al que ya nos hemos referido en otros capítulos.
11. Aquí hemos de tener en cuenta que el Grupo µ no mencio-
na la propuesta de Saint Martin acerca de las leyes sintácticas
del lenguaje visual.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 481
reflexiones
Sección 3
En esta sección valoramos y reflexionamos en torno a las apor-
taciones de los distintos autores, anteriormente expuestas.
Previo
Desde que Barthes buscara signos visuales, relacionando los significados con los significantes en
la publicidad de las pastas Panzani, y desde que Eco evidenciara la imposibilidad de utilizar la lin-
güística estructural como referente del modelo de la articulación visual1, distintos autores han teo-
rizado en torno a los elementos básicos que participan en la construcción de las representaciones
visuales, bien desde la semiótica (Saint Martin, Grupo µ, Joly), desde la teoría de la comunicación
(Villafañe) o desde otras disciplinas (Wong, Dondis, Aumont, etc.).
Pero puesto que (casi) cada autor establece su propio modelo y su propia tipología de elementos,
hemos tratado de establecer una especie de “máximo común divisor” que explique2 el modelo
estructural y los elementos que subyacen en las representaciones visuales funcionales, aquellas
que tienen como finalidad la transmisión de datos, información, conocimientos (Moles, 1990: 9),
aquellas que tratan de evitar el error de la interpretación (Bertin, 1991: 171), como sucede en la
prensa, publicidad, identidad corporativa visual, la señalética, las representaciones didácticas,
etc., un tipo de representaciones que, como indicaron Barthes y Eco3 (aunque cada uno a su mane-
ra), siguen sistemas más previsibles y, por lo tanto, pueden ser más fácilmente reconocibles.
Para ello, en esta sección confrontaremos las aportaciones relacionadas con la formalización de
la estructura básica de las representaciones visuales, esto es, con la descripción de sus elementos
básicos y, si así se especifica, del modo como se combinan para generar significado.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 483
reflexiones a. comunicación visual vs verbal
1. la comparación parte de premisas qe son cuestionables 2. comparación entre la comunicación lingüística y la
comunicación visual 3. Terminología
Aunque grandes teóricos de las representaciones visuales (Barthes, Eco) han debatido en torno
a si las representaciones visuales son autónomas o no, si necesitan de los mensajes verbales para
transmitir contenidos o no, nosotros no realizaremos aportaciones en este sentido por varios
motivos:
. porque no forma parte de nuestro objeto de estudio investigar acerca de dicha autonomía;
. porque consideramos que este debate es desigual, si tenemos en cuenta la distinta evolución de
las disciplinas que se encargan de su análisis, y la distinta competencia que se nos supone a sus
“hablantes”, como veremos en un apartado de esta sección;
. porque nuestro objetivo es el de tratar de hacer explícitas las constantes de un tipo de re-
presentaciones visuales, las imágenes funcionales, y no el de valorar la presencia del mensaje
verbal para anclar o fijar sus contenidos4.
Por otra parte, hemos de tener en cuenta que, mientras que los mensajes verbales cuentan con una
disciplina, la lingüística, con sólidas bases teóricas que permiten discriminar lo que es mensaje de lo
que no lo es, del estudio de la comunicación gráfica, y de las representaciones visuales en general,
se encargan distintas disciplinas que, aunque parecen partir de la idea/hipótesis de que se produce
comunicación a nivel visual (Eco, 1978: 217), no han logrado llegar a acuerdos, por ejemplo:
. en torno a si existe un modelo estructural (con todo lo positivo y lo negativo que supone acotar
las representaciones visuales de este modo) que describa, al menos desde el punto de vista teóri-
co, cómo se construyen los significados visuales;
. sobre si existen uno o varios códigos (en términos de Eco);
. si existe el “hablante” competente capaz de discriminar el mensaje del no mensaje, tanto desde el
punto de vista del emisor como el del receptor5 teniendo en cuenta que apenas le damos impor-
tancia al analfabetismo visual.
Pero aunque no nos detendremos a analizar la autonomía del mensaje visual respecto al verbal, sí
que nos interesan algunos aspectos que, desde nuestro punto de vista, hacen desigual esta com-
paración, ya que si nuestra intención es obtener un discurso coherente: que sea útil para quienes
se enfrenten por primera vez a la creación de un producto de comunicación gráfica; que supere
la falta de unanimidad mostrada en las aportaciones recogidas de los distintos autores; y que per-
mita a la comunicación gráfica transitar por su propio camino, es necesario comparar y distinguir
los mensajes visuales y los verbales.
natural determinada, para el conjunto de sus hablantes, los mensajes visuales están libe-
rados de esta obligación y pueden ser ambiguos o engañosos8, al no estar enmarcados en
un determinado código visual que los obligue a ser comprensibles para un conjunto de
"hablantes".
. que se considere que los mensajes visuales son ambiguos y los mensajes verbales concretos,
sin tener en cuenta que la polisemia, la propiedad por la que una misma forma posee distintos
significados, es considerada como una de las características universales de la lengua verbal
(Tusón); y sin tener en cuenta que, cuando el analfabetismo era la situación normal de la ma-
yor parte de la población, las representaciones visuales eran concretas e inequívocas, porque
tenían la responsabilidad de transmitir contenidos determinados (Gombrich, 1987: 84).
Luego deberemos tratar de situar ambos tipos de mensajes en una posición que nos permita
bien compararlas, tanto desde el punto de vista de sus estructuras como desde el punto de vista
de su significación, bien matizar su comparación.
Lo que parece evidente es que ambos tipos de comunicación sirven para transmitir contenidos
y que, aunque se considera que el lenguaje verbal es la forma más potente para transmitir signi-
ficados, hemos de tener en cuenta que hay contenidos que sólo se pueden transmitir utilizando
formas semióticas distintas a las verbales (Eco, 2000: 260-263).
Pero estas ventajas no son exclusivas de la lengua verbal, ya que el conocimiento a través de las
representaciones visuales es accesible para todos los videntes, lo utilizamos desde la infancia,
nos deja referirnos a fenómenos presentes y ausentes, y nos permite modelar el mundo.
Así, si la lengua puede expresar cosas que no están pasando aquí y ahora, esto es, cosas que
ya pasaron y cosas que pueden llegar a pasar, las representaciones visuales también pueden
hacer referencia al pasado y al futuro porque, aunque Debray indique que la imagen se está
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 485
reflexiones a. comunicación visual vs verbal
1. la comparación parte de premisas qe son cuestionables 2. comparación entre la comunicación lingüística y la
comunicación visual 3. Terminología
quedando sin referentes (Debray, 1994: 237-239), creemos, como indica Eco, que la expresión
no designa exactamente objetos, sino contenidos culturales para los que tenemos palabras (y
representaciones visuales) con las que podemos referirnos a lo que no existe ni existirá (unicor-
nios, sirenas) (2000: 102-103), a lo que existió (primer viaje a la luna) o a lo que podrá existir
(ciudades del futuro). Si toda representación icónica sustituye a lo que está ausente, también
puede sustituir a cosas que fueron y que ya no son, y a cosas, sujetos o situaciones que nunca
existieron y que nunca existirán (Gubern, 1994: 61).
Dicho de otro modo, si código es aquel sistema que limita la equiprobabilidad de una fuente de
información, reduciendo la posibilidad del TODO utilizando determinadas reglas (Eco, 1978:
440-441), el código visual permite hacerlo de tantas maneras, y tan poco contextualizadas, que
hace de él un código débil que sólo podría quedar fijado en contextos muy particulares como,
por ejemplo, en el caso de la señalética de una empresa o institución9.
Por una parte, para los estudiosos de la comunicación visual, el consenso teórico que la comu-
nicación verbal ha alcanzado en torno a su estructura y articulación de sus significados, supone
un acicate; pero, por otro lado, la imposibilidad de describir una estructura teórica comparable,
hace que los autores adopten distintas posturas, entre las que destacamos: las que consideran
que sólo han de poseer estatuto de lenguaje los sistemas que demuestren tener doble articula-
ción (Lévi-Strauss); las que reivindican que existen lenguajes, al margen de las articulaciones
que posean (Eco, Prieto, Saint Martin); y las que responsabilizan al imperialismo de la lingüísti-
ca de algunas malformaciones que han padecido los estudios sobre la teoría de la imagen como,
por ejemplo, haber olvidado lo que es específico de lo visual (Grupo µ, 1993: 10-11 y 22).
signos verbales (en tanto que mensaje verbal, no en tanto que mensaje visual) no lo hagan (Saint
Martin, 1994: 2-4; Joly, 1994: 99; Grupo µ, 1993: 48).
Consideramos, además, que es útil tener en cuenta el modelo productivo de la lingüística, aun-
que sólo sea para diferenciarnos de él, porque ha demostrado su capacidad para describir las
construcciones, presentes y futuras, de cualquier lengua natural.
Y esta capacidad ha de estar presente, pero no como el canto de sirena que nos lance contra el
desastre, tampoco como referencia a evitar, sino como referencia a tener en cuenta y a respetar.
Sin embargo varios autores defienden que las representaciones visuales poseen estatus de len-
guaje al margen de cuál sea la articulación de sus elementos, ya que, como ha demostrado Prie-
to, (1967: 174 y ss.) hay lenguajes que poseen articulaciones diferentes a la doble articulación
verbal, de modo que algunos tienen la primera y no la segunda, otros sólo poseen la segunda
articulación, etc., por lo que la doble articulación no es un requisito sine qua non de los lengua-
jes (Saint Martin, 1994: 3) o de los códigos (Eco, 1978: 264).
Desde nuestra posición consideramos que podemos hablar de lenguaje visual aunque éste tenga
características distintas al lenguaje verbal, o aunque no se haya llegado a un acuerdo respecto a la
descripción de sus características articulatorias, porque existen dos acuerdos generales fundamen-
tales:
. existe un tipo de representaciones visuales, las que Moles acota bajo el término de funcionales,
que transmiten sentido;
. se pueden describir los elementos mínimos de este tipo de representaciones visuales, pero los
autores discrepan a la hora de defender si éstos tienen o no significado, hasta el punto que al-
gunos ni siquiera hacen referencia explícita a esta cuestión, prefiriendo hablar, en general, de la
significación visual.
Nuestra tarea será la de proponer, a partir de las aportaciones de los distintos autores, un esquema
argumentado de los elementos mínimos que forman los mensajes visuales.
aislable en una representación visual que en la emisión fonológica, ya que no puede ser aislado
como parte integrante de la percepción auditiva (Costa, 1990: 29), pero sí puede ser aislado en
la representación visual del fonema, en la letra 11. Luego podemos plantearnos la búsqueda de
una serie de elementos mínimos de las representaciones visuales que no puedan ser aislados en
la percepción visual, pero que sí lo puedan ser desde la descripción verbal. Dejaremos aquí este
apunte, sobre el que volveremos más adelante
Se suele decir que en las representaciones visuales no existe una característica similar a ésta, y
que sus elementos no se oponen y definen en una estructura parecida (Sönesson, 1992a: 43-44).
Sin embargo, del mismo modo que los sonidos /r/ y /l/ se oponen en un determinado contexto
lingüístico, también los colores verde y rojo se oponen cuando componen una cruz griega, ya que
la cruz griega roja significa la institución “Cruz Roja”, mientras que la cruz griega verde significa
“establecimientos farmacéuticos”, al menos en determinados contextos culturales.
Luego la cuestión no es que los elementos del lenguaje visual no se opongan, sino que no están
descritos los contextos visuales (¿los idiolectos de Eco?) en los que se produce esta oposición.
Claro que se puede cuestionar hasta qué punto es útil acotar estos contextos, hasta qué punto es
posible hacerlo, o si los criterios que se utilicen para ello tengan suficiente solidez. Pero que sea
poco práctico, o que sea difícil, no afecta a la posibilidad teórica.
Consideramos, como sugiere Joly, que tratamos los mensajes visuales como productos subjeti-
vos, engañosos, ambiguos, etc., no porque realmente este tipo de imágenes tenga la voluntad de
engañarnos, sino porque desconfiamos de ellas al sentir que escapan a nuestro control, y no las
controlamos porque desconocemos cómo funcionan sus elementos (el color, la composición,
los tamaños, etc.) (Joly, 1994: 81-83).
Aunque existen representaciones visuales que son ambiguas (recuérdese, por ejemplo, la publici-
dad de Dolce & Gabbana, en la que para unos se representaba una orgía, y para otros una agresión
sexual, y a la que haremos referencia más adelante), también existen textos o parlamentos ambi-
guos. Sin embargo, no cuestionamos a priori los textos, aunque algunos engañen o transmitan
ambigüedad, porque tenemos dominio y competencia sobre ellos12 y podemos discernirlos. Pero
sí desconfiamos, en general, de las representaciones visuales, porque dudamos de nuestro dominio
y competencia sobre ellas. Haremos referencia a la competencia visual en un apartado posterior.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 488
reflexiones a. comunicación visual vs verbal
1. la comparación parte de premisas qe son cuestionables 2. comparación entre la comunicación lingüística y la
comunicación visual 3. Terminología
Pero este tipo de opiniones recogen varios prejuicios como, por ejemplo, considerar que las repre-
sentaciones visuales llegan sin filtros, cuando lo que puede suceder es que, como mencionábamos en
el apartado anterior, al desconocer sus mecanismos, no podemos activarlos. Otro prejuicio es decir
que la sociedad actual es una sociedad de la imagen, cuando si alguna vez ha habido una sociedad de
lo verbal ese momento es ahora13 (Tusón, 1996: 145-147).
De lo que se trata es de investigar y de tratar de llegar a consensos que avancen en la descripción so-
bre cómo comunican las representaciones visuales, un conocimiento que, creemos, nos haría perder
parte de esa desconfianza.
2.5. El arte, ¿es un lenguaje?
Aunque la descripción de los “idiomas visuales” no es un objetivo de esta investigación, no
podemos pasar por alto el hecho de que autores como Francastel o Eco defiendan que, aunque
no se haya logrado describir sus signos14, no podemos negar que la pintura constituye un len-
guaje que ha de ser estudiado como tal, ya que del mismo modo que es aventurado decir que
un cuadro es un conjunto de signos tan reconocibles como los de la poesía, también lo es decir
que no es un fenómeno semiótico (Francastel, 1984: 138-139; Eco, 2000: 359).
Francastel critica que se cuestione la noción de lenguaje para el arte por carecer de elementos
estables similares a los fonemas, pero que no se cuestione que se utilicen sujetos que no sepan
leer plásticamente, para las experiencia en laboratorios, lo que es equivalente a “fundar una
teoría musical en el testimonio indiscriminado de sujetos que tienen oído y de otros que no lo
tienen” (Francastel, 1984: 155).
Por nuestra parte, estamos de acuerdo con ambos autores en el sentido de que el arte visual
puede ser considerado como una forma de expresión que utiliza los elementos básicos de las re-
presentaciones visuales. Pero consideramos que, como su combinación está tan ligada a la piel y
visión de cada autor, sería muy difícil llegar a definir una estructura que explicara la creación de
sentido de este tipo de representaciones; al menos, sería muy difícil ir más allá de la descripción
de los elementos mínimos que pueda poseer, en tanto que representación visual.
3. Terminología
Señalábamos anteriormente que hay dos cuestiones que afectan a los estudios sobre la comunica-
ción visual: la referencia constante a la lengua verbal, y la falta de unanimidad que hay entre los
autores, en general, a la hora de describir la tipología y la cantidad de elementos que forman su
estructura. Pero dentro de la falta de unanimidad también hemos de incluir la cuestión termino-
lógica, ya que nos encontramos en un escenario en el que, por ejemplo, lo que para unos es una
imagen, para otros es un signo icónico, para otros un tipo específico de signo icónico, para otros
un equivalente a mensaje visual, etc.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 489
reflexiones a. comunicación visual vs verbal
1. la comparación parte de premisas qe son cuestionables 2. comparación entre la comunicación lingüística y la
comunicación visual 3. Terminología
Este distinto uso de los términos (que entendemos que no es gratuito y que está relacionado
con el enfoque, disciplina, etc., desde la cual se aborda el análisis), desmoraliza a quien trata de
adentrarse en este conocimiento, porque pasa un tiempo hasta que se adquiere la capacidad de
relacionar términos y contenidos en cada disciplina, y un poco más en utilizarlos para poder
comparar las aportaciones de las distintas disciplinas. Así, por ejemplo, en algunos casos encon-
tramos pocas diferencias entre las tipología de los elementos, de las variables, o de los signos
que conforman las representaciones visuales, y pocas también en la definición de algunos tér-
minos de imagen y de signo visual, si no es la de indicar, a través de la terminología, la disciplina
desde la que se aborda el estudio15.
El Grupo µ indica que una de las razones por las que no hay una terminología bien definida
que haga referencia a la unidad visual, es la supeditación de las imágenes a la lingüística (1993:
10 y ss.), lo que les lleva a proponer una terminología propia, recuperando algunos términos
e inventando otros, para poder elaborar conceptos generales que permitan hacer referencia a
cualquier tipo de imagen visual (Grupo µ, 1993: 12-14).
Peirce define el signo como algo que representa (o se refiere) a algo que está en lugar de algo,
que es el objeto, en algún aspecto o carácter para alguien, un algo que posee materialidad y que
podemos percibir con uno o varios de nuestros sentidos (Peirce, 1974: 22), y entre los que po-
demos diferenciar el signo-icono, un signo que se refiere al objeto en virtud de caracteres que le
son propios; el signo-índice (o índex, o indicio), un signo que se refiere al objeto en virtud de
ser afectado por el objeto; y el signo-símbolo, un signo que se refiere al objeto en virtud de una
ley que hace que el símbolo se interprete como referido a dicho objeto (Peirce, 1974: 30).
Luego si comparamos el signo de Saussure con el de Peirce, resultan dos cuestiones fundamen-
tales: por una parte, que el signo peirceano define un espectro más amplio de entidades que sus-
tituyen a los objetos y, por otra, que en la clasificación de signos que propone Peirce, el signo
saussuriano, que es arbitrario, pasa a ser un tipo de signo, el signo denominado simbólico.
Por otra parte, algunos lingüistas, como es el caso de Tusón y Kondratov, utilizan el término
de señal para referirse al signo genérico peirceano, esto es, a los objetos materiales que nos
informan de otros objetos, mientras que mantienen el término signo para denominar el tipo de
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 490
reflexiones a. comunicación visual vs verbal
1. la comparación parte de premisas qe son cuestionables 2. comparación entre la comunicación lingüística y la
comunicación visual 3. Terminología
señal que mantiene una relación convencional con su objeto (Tusón, 1984: 8-9). Sin embargo,
es importante señalar que, al margen de las diferencias terminológicas, su propuesta es estruc-
tural y conceptualmente similar a la de Peirce, ya que todos ellos distinguen, entre los objetos
materiales que nos informan de otros objetos, los que mantienen una relación de huella con el
objeto del que informan, los que la mantienen en virtud de caracteres que le son propios, y los
que la mantienen arbitraria17.
La propuesta de Eco, que coincide en parte con la de Gubern18, y que es la que aquí manten-
dremos, es que el signo icónico es un signo motivado, en el sentido que toma referencia en el
objeto real, y que reproduce algunas condiciones, no del objeto, sino del modelo perceptivo
que tenemos del objeto. Estas condiciones son seleccionadas por los códigos de reconocimien-
to (que, por ejemplo, pueden variar en función de los contextos culturales) y son reproducidas
por medio de convenciones gráficas, pero no tienen por qué ser, exclusivamente, propiedades
visibles, ya que podemos representar de forma motivada propiedades que conocemos o propie-
dades convencionalizadas, como es el caso de la reproducción de las líneas radiales que surgen
del sol (Eco, 1978: 225- 229 y 234)
Vayamos por partes. Para Peirce la imagen es un tipo específico de signo icónico, de modo que
si el signo icónico peirceano es aquel que mantiene una relación de analogía entre el ente y el
objeto que representa, la imagen sería un tipo de signo icónico que, a diferencia de los demás
signos icónicos (el diagrama y la metáfora), mantiene una relación de analogía cualitativa entre
el significante y el referente, como sucede, por ejemplo, con una fotografía o con un dibujo.
Cuando, a mediados del siglo xx, aparece la semiología visual, el término “imagen” se convierte
en sinónimo de “representación visual” y, por extensión, de signo icónico. Sin embargo, cuan-
do los teóricos, encabezados por Barthes, comienzan a describir las representaciones visuales
como mensajes en los que se coordinan distintos tipos de signos (Joly, 1999: 42-43), el término
“imagen” no ayudaba a simplificar las cosas, porque si era sinónimo de signo icónico, no lo
podía ser de las representaciones visuales, y viceversa.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 491
reflexiones a. comunicación visual vs verbal
1. la comparación parte de premisas qe son cuestionables 2. comparación entre la comunicación lingüística y la
comunicación visual 3. Terminología
Como parece que, nos dirijamos a la disciplina o autores que nos dirijamos, no hay unanimidad
respecto al término, nuestra propuesta es, como en el caso anterior, utilizarlo para hacer refe-
rencia a un tipo concreto de signos peirceanos, aquellos que mantienen una relación de analogía
cualitativa entre el significante y el referente, pero evitarlo para denominar las representaciones
visuales, en general.
En cuanto al término de forma, mientras que el Grupo µ y Dember y Warm lo utilizan para
denominar la figura que hemos convertido en objeto, gracias a la memoria (Grupo µ, 1993: 59-
60; Dember y Warm, 1990: 261), otros autores lo utilizan para denominar uno de los elementos
que forman parte de los mensajes visuales junto con el color, la textura, el marco, etc. (según
la clasificación que realice cada autor), por lo que parece pertinente traer aquí los distintos sig-
nificados que Tatarkiewicz propone para el término de forma (1997: 254), porque en ellos hay
varios conceptos que serán útiles en este estudio:
. forma como disposición de las partes, que sería lo opuesto a elementos;
. forma como aquello que se da directamente a los sentidos, que se opone a contenido;
. forma como límite o contorno de un objeto, que se opondría a la materia;
. forma como la esencia conceptual de Aristóteles;
. forma como la contribución de la mente al objeto percibido, que indicó Kant;
Como podemos apreciar, unos significados relacionan el término con la cosa aislada (forma
como objeto), otros con el conjunto de partes (forma como conjunto de elementos), y otros
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 492
reflexiones a. comunicación visual vs verbal
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comunicación visual 3. Terminología
con el límite o contorno, por lo que podríamos denominar como forma tanto el límite, como
el contorno o la figura del Grupo µ, lo que muestra la dificultad del uso de algunos términos
relacionados con las representaciones visuales.
Respecto a denominar figura el contorno que nos permite distinguir la unidad visual del fondo,
y a denominar forma la figura que hemos convertido en objeto gracias a la memoria, como tra-
dicionalmente ha hecho la Gestalt y más recientemente el Grupo µ, creemos que no es adecua-
do, por varios motivos. En primer lugar, porque si aquí utilizamos el término de forma (visual)
para definir el conjunto de elementos que forma la unidad visual, al margen de si este conjunto
de elementos visuales posee o no significado, no podemos utilizarlo para hacer referencia al ob-
jeto. Por otra parte, y desde nuestra posición, cuando convertimos la figura en objeto, gracias a
la memoria, lo que tenemos es un signo, no una forma.
Aunque tenemos presente que la lingüística cuestiona esta terminología (Grupo µ, 1993: 48;
Tusón, 1984: 196-197) y que se pregunta acerca de cuál es la unidad que ha de ser objeto de
estudio (Tusón, 1984: 191-192), lo cierto es que una cosa es disponer de una terminología que
se enfrente a legítimos ataques teóricos, para ser revalidada o sustituida por otra, y otra cosa
muy diferente es no tenerla o, lo que es casi peor, tener una distinta por cada autor que se
enfrenta a la cuestión.
Como hemos podido ver en nuestra exposición sobre el Estado de la cuestión, los términos
que se utilizan para nombrar las unidades visuales son variados: imagen, signo visual, mensaje
visual, etc. Aunque la mayor parte de estos términos hacen referencia a la cualidad de significa-
ción o de reconocimiento de la unidad (signo visual, mensaje visual, imagen, iconema), en algún
caso se hace referencia al conjunto de elementos, o variables, que son percibidos por el órgano
de la vista (colorema).
Desde un enfoque como el nuestro que estudia la comunicación visual, esto es, la transmi-
sión de significados de las representaciones visuales, buscamos una terminología que nos
permita denominar tanto las unidades mínimas, como la unidad visual que forman las unida-
des mínimas. Pero llegados a este punto comprobamos que los autores que hacen referencia
a unidades mínimas sin significado utilizan varios términos para denominarlas como, por
ejemplo, figurae (Prieto y Eco), elementos (Villafañe), o grafemas (Cossette); quienes no
hacen referencia a unidades mínimas sin significado, pero distinguen entre un semantismo
primario y otro secundario, hacen referencia a formemas, o cromemas, y a forma, color, etc.,
respectivamente; otros prefieren hablar de signos (Joly); otros no hacen referencia a la signi-
ficación de este tipo de unidades (Saint Martin); y Eco distingue las figuras, como decíamos
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 493
reflexiones a. comunicación visual vs verbal
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comunicación visual 3. Terminología
antes, las unidades con significado, los signos, y las unidades que combinan varios signos,
semas o enunciados visuales.
3.5.1 Unidades mínimas sin significado
A continuación valoraremos los términos que han utilizado los distintos autores para hacer
referencia a este tipo de elementos, exponiendo los motivos que nos llevan a incluirlos, o no,
en nuestras propuestas:
. iconema, un término que ha sido utilizado tanto para denominar la unidad mínima sin sig-
nificado, el equivalente visual del fonema verbal (Gubern, 1972: 108-109), como para deno-
minar la unidad mínima con significado, el equivalente visual del lexema verbal (Cossette,
1982: 325).
Descartamos su uso para denominar las unidades mínimas del lenguaje visual, a pesar de su
idoneidad etimológica, por dos motivos. Por una parte, puede generar confusión al haber
sido utilizado tanto para nombrar la unidad mínima sin significado como la unidad mínima
con significado, como hemos señalado. Por otra, la presencia del lexema icono, tan relaciona-
do con el tipo de signo visual que se parece a su referente, nos obligaría a especificar, en cada
momento, que su significado hace referencia al elemento mínimo sin significado de los signos
visuales, al margen del parecido que éstos mantengan con su referente;
. formemas, cromemas o morfemas, términos que han utilizado Gubern (morfemas y crome-
mas)19 y el Grupo µ (formemas y cromemas)20, para referirse, respectivamente, al iconema
forma o al iconema color (Gubern), o para hacer referencia a los parámetros de la forma y del
color (Grupo µ). Por este motivo, por estar más relacionados con la forma y con el color que
con un tipo de unidad más general, descartamos su uso para denominar de forma genérica a
las unidades mínimas sin significado.
. figurae o figuras, es el término que utiliza Eco para definir las unidades mínimas sin signifi-
cado de los sistemas de comunicación no verbales, ya que, siguiendo las propuestas de Prieto
(Eco, 1978: 29 y 259), considera que, una vez abandonado el modelo de la lengua verbal, no
se pueden denominar fonemas.
Nos parece un término muy interesante y útil porque evita los conflictos o dificultades de los
dos anteriores. Lo único que nos lleva a no utilizarlo es que este término podría denominar
las unidades sin significado de cualquier sistema de significación, y que, dado que existen
otros autores que utilizan términos más próximos a lo visual, etimológicamente hablando,
preferimos optar por utilizar términos que sean más propios, en este sentido.
. grafema, es el término que utiliza Cossette para denominar los elementos gráficos simples y sin
significado que constituyen los signos visuales, y que se agrupan en seis familias grafémicas21.
Consideramos que este último término es útil para denominar las unidades sin significado
del lenguaje visual porque, aunque el grafema se define como la “unidad mínima e indivisible
de la escritura de la lengua”22, esto es, de su representación visual, esta definición no impide
su uso en una formalización teórica de la lengua visual, ya que, si consideramos la escritura
como la representación visual de la lengua verbal, la definición hace referencia a un tipo de
unidad que es visual, no verbal. Además, hemos de tener en cuenta que el término procede del
griego grafeim, que significa tanto escribir como dibujar.
referencia a la unidad mínima con significado que resulta de la combinación de los grafemas
visuales, es el de signo visual.
3.5.3 El conjunto de unidades sin sentido
que no tengan significado
Pero hemos de tener en cuenta que del mismo modo que la combinación de grafemas visuales
pueden generar significación, existe la posibilidad de que esta combinación no posea sentido, por
lo que debemos proponer un término para denominar las construcciones visuales sin significado.
Llegados a este punto, proponemos denominar como forma visual a cualquier combinación de
grafemas, al margen de si dicha combinación tiene sentido o no, utilizando el término de forma
como disposición de partes (Tatarkiewicz, 1997: 254) o de elementos, y haciéndolo de modo
similar a como hace Saint Martin cuando describe la forma como conjuntos diferenciados de
variables visuales (Saint Martin, 1993: 80-81), lo que se adapta a nuestra descripción de unidad
generada por el conjunto de grafemas, tenga o no significado.
Pero al incorporar aquí el término de forma, de ahora en adelante será fundamental distinguir el
término forma como descriptor de una variable de la unidad visual, y la forma visual como uni-
dad visual, como conjunto de todos los elementos necesarios para componer una unidad visual.
Entre todos los autores consultados, sólo Prieto y Eco (y éste tomando referencia en aquél)
describen un tipo de significación distinta a la del signo, aquella que está compuesta por varios
signos, el sema de Prieto que Eco prefiere denominar enunciado icónico.
Eco hace referencia al enunciado icónico en dos sentidos. En un caso lo hace equivaler al signo
icónico, en el sentido de que éste es una unidad en la que se pueden distinguir signos más preci-
sos, de modo que en el perfil de un caballo, que es un signo icónico, podemos reconocer otros
signos como, por ejemplo, “ojos”, “cola”, etc. (1978: 270-271). Pero en otro caso, indica que
las imágenes, los signos icónicos, constituyen enunciados icónicos complejos porque siempre
dicen más cosas que respecto al objeto que lo que supone el simple objeto (como “esto es un
caballo de perfil y en pie”, o bien “aquí hay un caballo”) (Eco, 1978: 270-272).
Con la única legitimidad que nos da la lectura de las aportaciones de los distintos autores que
(y esta es nuestra ventaja) mayoritariamente se han hecho después de las propuestas de Eco y,
por lo tanto, teniéndolas en cuenta; y con el ánimo de, más que criticar a Eco, exponer nuestras
propias dudas respecto a las diferencias o similitudes que hay entre signo icónico y enunciado
icónico, quisiéramos decir lo siguiente.
Cuando Eco dice que, por ejemplo, el signo icónico caballo es un enunciado icónico complejo
porque, en realidad, lo que indica es “esto es un caballo de perfil y en pie”, ¿significa que el
signo verbal es el patrón de la unidad significativa, en el sentido de que UN signo icónico es lo
que se pueda transcribir mediante UN signo verbal, y todo lo demás es un enunciado?
Cuando Eco dice que un signo icónico es un enunciado icónico porque en él podemos distin-
guir signos más pequeños, ya que en el perfil de un caballo podemos distinguir cabeza, crin,
cola, etc…. ¿no establece una comparación poco equitativa entre signos y partes? Esto es, es
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 495
reflexiones a. comunicación visual vs verbal
1. la comparación parte de premisas qe son cuestionables 2. comparación entre la comunicación lingüística y la
comunicación visual 3. Terminología
cierto que si dibujamos un caballo (al margen del estilo, etc) éste tendrá una cabeza, una cola,
unas patas, etc. Pero también es cierto que si dibujamos las patas de un caballo, sin el resto del
caballo, el signo ya no será “caballo”, sino “patas de un caballo”, “caballo partido por la mitad,
del cual vemos las patas”, etc. Desde nuestro punto de vista una cosa es representar un caballo
(que ha de tener, para ser considerado como tal, sus partes identificativas), y otra cosa es repre-
sentar partes de un caballo, en cuyo caso el signo cambia23.
El signo cambia en función de las partes que dibujemos, pero seguimos teniendo signo. Así, por
ejemplo, la representación de una playa con personas en la arena y en el agua es un signo (UNO
visual, aunque necesitemos varios signos verbales para describirlo), pero si en la playa no hay
personas, seguimos teniendo un signo, aunque sea diferente que el anterior, y aunque necesiten
de varios (y distintos en cada caso) signos verbales para ser descrito.
Pero si consideramos que la única unidad de signo válida es la del signo verbal, entonces sí, sólo
dispondremos de UN signo visual:
1. cuando pueda ser descrito mediante un único signo verbal,
2. cuando no pueda ser reducido a otras partes significativas.
Pero esto nos parece poco sostenible si tenemos en cuenta que el lenguaje visual posee carac-
terísticas globales y espaciales, frente a las lineales y temporales del verbal; y porque, como
señalan varios de los autores consultados, las representaciones visuales transmiten significados
al modo visual, no al modo verbal24.
Un enunciado, sea éste verbal o visual, no posee un número mínimo o máximo de signos. Así, un
enunciado verbal puede ser una única palabra, como es el caso del primer “MAMA” de un bebé;
pero ese MAMA no es un enunciado en “Mi mamá viene a buscarme”, donde lo importante es el
sentido que transmiten el conjunto de palabras organizadas en una oración, marcada por un inicio
y por un final. Y la oración tampoco es suficiente en “Mama, ya no vendrás a buscarme, ni me
tranquilizarás con tu voz. Mamá. Ahora te hablaré yo y tu sonreirás, tratando de recordar quién
soy”, donde hay varios semi-inicios y hay varios semi-finales, pero donde sólo comprendemos el
significado cuando completamos la lectura de todo el texto. Pero si este texto formara parte de un
texto más amplio, necesitaríamos de su lectura para comprender otras muchas cosas, etc.
En el caso de las representaciones visuales también hay un teórico inicio y un teórico final, el
soporte, lugar en el que podemos tener uno o varios signos visuales, y donde también la ausen-
cia de uno de ellos puede hacer que no comprendamos el mensaje final25. Pero también puede
suceder que una representación visual relacione distintos tipos de soportes (como es el caso de
la Imagen Corporativa Visual de una empresa), o que continúe a lo largo de varios soportes
(como es el caso de la imagen gráfica de un medio de comunicación de masas, etc.).
Es importante tener en cuenta que el objeto de estudio del análisis visual es el enunciado en su
conjunto, incluyendo las relaciones entre los elementos que la componen (Saint Martin, 1994:
233), esté éste delimitado por el soporte, por la actividad, por la imagen de la empresa, o por el
período histórico, ya que el análisis, como indica Hjelmslev, “... consiste en registrar ciertas re-
laciones o dependencias entre los términos (...) que sólo existen en virtud de sus relaciones. Que
estos términos sean denominados partes y el procedimiento de reconocimiento [sea denominado]
análisis se debe al hecho que existen relaciones entre los términos y la totalidad (...) de la que ellos
forman parte, relaciones de las que el análisis debe dar cuenta” (Hjelmslev, 1974: 40-41).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 496
reflexiones a. comunicación visual vs verbal
1. la comparación parte de premisas qe son cuestionables 2. comparación entre la comunicación lingüística y la
comunicación visual 3. Terminología
Así, por ejemplo, Villafañe y Saint Martin hacen referencia al plano, aunque para el primero sea
un elemento morfológico (Villafañe, 1998: 108) y para la segunda una estructura previa a toda
producción que aporta una energía especial (Saint Martin, 1994: 99). Para Wong el marco es la
referencia necesaria para crear un diseño por medio del uso de los distintos elementos (1986:
12), mientras que para Joly el soporte es uno de los signos plásticos, y para el Grupo µ el marco
es algo que posee una retórica propia (1993: 339 y s.)
Desde nuestro punto de vista, el marco/soporte es un signo, ya que aunque el marco/soporte sea
el fondo de una forma, éste, a su vez, es la forma que se recorta en otro fondo. Además, hemos de
tener en cuenta que la forma que tiene el soporte también influye en la percepción de la unidad vi-
sual, ya que no es lo mismo un marco rectangular que un marco oval, etc. (Grupo µ, 1993: 193).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 497
reflexiones. b. los sistemas de transmisión de significado y el mundo que nos rodea
1. la lengua explica el mundo que nos rodea 2. experiencia vital y experiencia visual 3. representación analógica
no es sinónimo de realidad 4. representación condicionada 5. funciones de la lengua y de los mensajes visuales
Parece evidente que si las lenguas naturales surgen de las necesidades de comunicación de una de-
terminada sociedad, han de desarrollar términos para nombrar las cosas o situaciones que son im-
portantes para cada una de ellas. Esto explicaría por qué una lengua utiliza, por ejemplo, 9 términos
para definir los colores, mientras que otra utiliza 10, 3, o 25, aunque todos tengamos la misma capa-
cidad para ver los colores y sus matices (Tusón, 1984: 209; Hjelmslev 1974: 80-82; Kondratov, 1973:
58-59). O como señala Arnheim, hay lenguas que distinguen el rasgo de género neutro (masculino,
femenino y neutro) y otras que no, pero ello no implica que en unas sociedades existan tres sexos y
en otras dos (Arnheim: 1986, 256).
Pero como en el caso de las representaciones visuales no están acotados ni los signos visuales
(que podríamos comparar con las “palabras” del lenguaje verbal) ni sus reglas de combinación,
porque cada día se incorporan nuevos signos y nuevas normas combinatorias (a través de nue-
vas imágenes corporativas y sus manuales de uso, de las direcciones de arte de una página web
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 498
reflexiones. b. los sistemas de transmisión de significado y el mundo que nos rodea
1. la lengua explica el mundo que nos rodea 2. experiencia vital y experiencia visual 3. representación analógica
no es sinónimo de realidad 4. representación condicionada 5. funciones de la lengua y de los mensajes visuales
o una nueva publicación, etc.), aunque podemos intuir que para poder comprender este tipo de
mensajes es necesario tener en cuenta el conocimiento del mundo, no tenemos los instrumen-
tos para concretar cuál es el conocimiento necesario, ya que por una parte, este conocimiento
puede pertenecer a distintos ámbitos (objetos, naturaleza, mercado, cultura, profesiones) y, por
otra, está cambiando constantemente26.
Parece que hablar de reconocimiento cuando no se hace referencia a una representación mimé-
tica nos introduce en el terreno de lo subjetivo o de lo poco real, quizás por la importancia que
ha tenido el reconocimiento visual en nuestra supervivencia (Gombrich, 1987: 268-269). Pero
hemos de tener en cuenta que la vista, en la actualidad, además de ayudarnos a reconocer el
peligro, también nos permite captar información, disfrutar de espectáculos, reconocer nuestra
marca preferida de pasta alimentaria en los supermercados, imaginar las sensaciones que nos
provocará conducir una determinada marca de autos, etc. Porque la vista tiene la capacidad de
llevarnos a espacios sensoriales que no son visuales, como es el caso del espacio táctil (Saint
Martin, 1994: 68), o el del gusto, como relata Itten ilustrándonos sobre aquello de que también
comemos con los ojos (1973, 1: 83).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 499
reflexiones. b. los sistemas de transmisión de significado y el mundo que nos rodea
1. la lengua explica el mundo que nos rodea 2. experiencia vital y experiencia visual 3. representación analógica
no es sinónimo de realidad 4. representación condicionada 5. funciones de la lengua y de los mensajes visuales
Cuando un diseñador gráfico realiza propuestas de comunicación visual que no son imitativas,
como es el caso de muchas marcas o logotipos, o el de los proyectos gráficos para publicacio-
nes, ha de poder comunicarse con sus receptores, a pesar de no mostrar objetos reales o perte-
necientes a nuestros códigos culturales (el hombre del saco), porque está inmerso en un proceso
de comunicación y de transmisión de sentido. Pero si no podemos imitar objetos, personas,
etc., ¿qué podemos compartir, visualmente, de nuestra experiencia vital?
Podemos compartir, utilizando artificios gráficos, los colores de las estaciones del año (dependería
de las latitudes) y otros conocimientos comunes como, por ejemplo, las propiedades básicas de
nuestro entorno (verticalidad, movimiento, tridimensionalidad, gravedad), las asociaciones psicoló-
gicas conocidas para formas y colores, las asociaciones culturales (el uso de determinadas formas o
colores en el estilo de un determinado artista), el conocimiento científico más común, etc28.
Puesto que somos una especie diurna (Eibl-Eibesfeldt, 1993: 736-737; Acarín, 2001: 36), parece
que es lógico que atribuyamos a los colores claros valores favorables, y a los colores oscuros
valores desfavorables, una valoración que es similar en todas las culturas (Eibl-Eibesfeldt, 1993:
736-737). Y puesto que los colores cambian en función de las estaciones del año y de los mo-
mentos del día, también parece lógico que relacionemos cada estación del año, cada momento
del día, con los colores y luces que le son propios (Itten, 1977, 1: 84).
Pero además de ayudarnos a representar momentos del día o estaciones anuales, el color nos
proporciona ciertas nociones de proximidad o de alejamiento, ya que el azul aleja y el amarillo
acerca, como puso de manifiesto Van Gogh cuando prescindió de la forma para representar la
profundidad (Francastel, 1984: 114-116); nos permite sugerir distancia si alteramos el color como
lo hace la atmósfera que se interpone entre el objeto y el ojo (da Vinci: 1989, 43); o, finalmente,
nos permiten hacer avanzar las zonas rojas, y atrasar las zonas azules porque, como sabemos, el
cristalino se acomoda de diferente manera para ver el color azul que para ver el color rojo, por lo
que debe existir un espacio diferente para cada uno de ellos (Saint Martin, 1994: 74).
En este apartado haremos referencia a dos cuestiones que suelen ser esgrimidas por algunos
autores. Por una parte, hay un acuerdo casi generalizado en que la forma (en su sentido de con-
torno o de delimitación) es la principal responsable del reconocimiento de los objetos, situa-
ciones, etc., presentes en las representaciones visuales. Por otro lado, los autores se encuentran
con el problema de que, cuando se alejan de las formas figurativas, y a pesar de intentos tan
meritorios y rigurosos como el de Saint Martin, no se ha podido acotar una tipología de formas
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 500
reflexiones. b. los sistemas de transmisión de significado y el mundo que nos rodea
1. la lengua explica el mundo que nos rodea 2. experiencia vital y experiencia visual 3. representación analógica
no es sinónimo de realidad 4. representación condicionada 5. funciones de la lengua y de los mensajes visuales
que pueda ser utilizada por todos los teóricos de los mensajes visuales, porque siempre pueden
aparecer formas nuevas.
Respecto al hecho de que las formas nos sirven para identificar lo que nos rodea, hemos de
tener en cuenta que percibimos el color antes que la forma, lo que “sugiere su diferente impor-
tancia informativa y su relevancia para la supervivencia del individuo.” (Gubern, 2004: 15), y
que las formas no sólo sirven para representar el mundo tangible y objetual, sino que también
son útiles para transmitir contenidos no “fotografiables”, como las sensaciones o las acciones
(Aumont, 1992: 302). Pero parece que desde que Kant señalara que lo esencial en las artes
visuales es el trazado o el dibujo, y no los colores (Arnheim: 1969, 277), se ha generalizado la
hipótesis de que el color es emoción y el trazado reconocimiento (Dember y Warm, 1990: 227-
228; Wong, 1986: 37; Villafañe, 1998: 123), como veremos en otro apartado de esta sección.
Desde esta investigación consideramos que cuando se habla de reconocimiento en las represen-
taciones visuales no sólo es fundamental la forma (en tanto que descripción de orientaciones,
tamaños, segmentos, ángulos, etc.) sino que tanto las variaciones de color (entre las que incluimos
los cambios de saturación y luminosidad en una imagen reproducida, por ejemplo, en blanco y
negro) como las de posición, afectan al reconocimiento. Así, una representación visual en la que
se altere la posición o los colores (en cualquiera de sus tres aspectos) de un determinado objeto o
situación, será más difícil de reconocer que otra en la que se mantenga la posición y colores (en
cualquiera de sus tres aspectos) que le corresponden.
En cuanto a la cantidad infinita de formas que se pueden crear, una cuestión que condiciona
la posibilidad de clasificarlas y de enumerarlas, hemos de tener en cuenta que, mientras que
el sistema fonológico de cada lengua reduce la equiprobabilidad original de los sonidos (Eco,
1978, 440-441), no disponemos de criterios que nos permitan acotar, de forma general, sistemas
que reduzcan la equiprobabilidad de los elementos gráficos. Aunque sabemos que es posible,
como sucede con los pictogramas desarrollados por AIGA (American Institute of Graphic
Arts) y DOT (Departamento de Transporte de U.S.A.), acotar determinadas formas visuales
para determinados contextos, cuando así se necesita (señalética viaria, etc.)
La diferencia está en que mientras que tenemos competencia lingüística, lo que nos hace con-
fiar en que el texto transmitirá contenidos coherentes e inteligibles, o no los transmitirá29, no
disponemos de suficiente competencia como para distinguir entre lo que comunica y lo que
no comunica visualmente, por lo que si comprendemos, nos sentimos informados (“lee ésto
primero, que es más importante que aquello”), pero si no comprendemos, tendemos a pensar
en interpretaciones y subjetivismo, no en incomunicación visual, lo que hace un flaco favor a
la comunicación visual.
2.4.4. El espacio y la profundidad
Si una de las características que posee el mundo que nos rodea es el de tener profundidad y ser
tridimensional, en las representaciones visuales bidimensionales, que tienen como referencia el
mundo, se tenderá a generar profundidad utilizando medios que no son físicos.
Así, por ejemplo, la tercera dimensión ha estado presente en las representaciones visuales de
todas las épocas, aunque nos dé la sensación, desde unos ojos habituados a la perspectiva rena-
centista, que en determinadas épocas no se sabía reproducir. Sin embargo, hemos de tener en
cuenta que tanto en el arte egipcio como en el de la Edad Media se ha representado la tercera
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 501
reflexiones. b. los sistemas de transmisión de significado y el mundo que nos rodea
1. la lengua explica el mundo que nos rodea 2. experiencia vital y experiencia visual 3. representación analógica
no es sinónimo de realidad 4. representación condicionada 5. funciones de la lengua y de los mensajes visuales
dimensión, solo que en lugar de hacerlo mediante el uso de la perspectiva central, se hizo de
otros modos (Panofsky, 1982: 90 y 1973: 244-249; Gubern, 1994: 76).
2.4.5 La representación del movimiento
Gombrich y Aumont consideran que las representaciones visuales no pueden transmitir esta-
tismo, porque si fuera así no despertarían en nosotros los recuerdos de movimiento que des-
piertan (Gombrich, 1987: 58; Aumont, 1992: 172-173). Hemos de tener en cuenta que si en las
representaciones visuales proyectamos las experiencias que tenemos del mundo y de las condi-
ciones de las cosas, hemos de añadir también nuestro conocimiento sobre el movimiento.
2.4.6 La posición
El Grupo µ considera que en la posición de los objetos también repercuten las circunstancias
vitales, ya que (1993: 192):
. al estar sujetos a la gravedad, aparecen las nociones de alto y de bajo;
. al estar en movimiento, podemos hablar de un delante y de un detrás;
. y al poseer unos órganos simétricos, existe la posibilidad de izquierda y de derecha.
Luego la posición en altura, en profundidad o en lateralidad, está también relacionada con las
circunstancias del mundo que nos rodea, las de nuestro propio funcionamiento, y las de nuestra
naturaleza.
Para poder clasificar TODAS las representaciones visuales, al margen de si son figurativas o no, al-
gunos autores, como sucede con el Grupo µ, Joly, Sönesson, etc., describen la presencia de un tipo
de signo, el signo plástico en el caso de los dos primeros, signo pictórico en el caso del último30, que
se caracteriza por tener una relación débil, frágil, y dependiente del contexto (Grupo µ, 1993: 107)
entre la expresión y el contenido, entre el significante y el significado saussuriano, una fragilidad
que se ha de asumir porque es necesario definir un tipo de signo así para que una retórica de la
representación visual incluya lo figurativo y lo no figurativo (Grupo µ, 1993: 167).
En este sentido consideramos que las representaciones visuales representan lo que vemos, lo
que sabemos, lo que soñamos, etc., mediante convenciones gráficas (perspectiva, claro/oscuro,
línea de contorno, etc.); representan, en definitiva, experiencias vitales a través de experiencias
visuales, que se materializan gracias al uso de convenciones gráficas.
Estas representaciones pueden ser motivadas (desde las analógicas hasta las convencionalizadas)
o pueden ser arbitrarias, pero no parece que necesitemos introducir el término de signo plástico
para definir las representaciones visuales arbitrarias, cuando ya disponemos de los términos de
signo arbitrario o de símbolo (usando el término de Peirce) para denominarlos.
Así, utilizando el ejemplo del Grupo µ, si un círculo puede remitirnos al sol, a una moneda
o a un círculo, propiamente dicho, no es porque el círculo sea débil, si no porque no se están
teniendo en cuenta el conjunto de sus elementos gráficos. Así, por ejemplo, un círculo no sólo
es una línea continua que se acaba cerrando sobre sí misma, y que mantiene la misma distancia
entre sus polos opuestos, de diferentes tamaños, sino que puede tener un color (amarillo o na-
ranja para el sol, plateado o cobre para las monedas) y una posición en el plano (superior para
el sol, inferior para la moneda), que la harán ser un signo u otro. Pero si un círculo de color
amarillo no puede ser reconocido como signo del sol, o de una moneda, siempre será el signo de
un círculo de color amarillo, un tipo de signo tan fuerte como lo puedan ser los signos verbales
que estamos utilizando en este momento.
Pero en todos los casos, en todos, el círculo de color amarillo está actuando como un signo
icónico. Porque sea sol, moneda o círculo en sí mismo, la forma visual es un signo que nos
remite a otro objeto, tenga este identidad cósica, fantástica, o geométrica. Porque parece lógico
pensar que la representación visual de una figura geométrica es tan (o tan poco) signo como las
palabras que la representan verbalmente.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 503
reflexiones. b. los sistemas de transmisión de significado y el mundo que nos rodea
1. la lengua explica el mundo que nos rodea 2. experiencia vital y experiencia visual 3. representación analógica
no es sinónimo de realidad 4. representación condicionada 5. funciones de la lengua y de los mensajes visuales
En la actualidad se han de crear representaciones visuales que se capten con rapidez en las
vallas publicitarias, en los anuncios entre las noticias de la prensa, en los espacios publicitarios
entre programas de televisión, etc. Es importante para un anunciante, del tipo que sea, que un
elemento visual identifique su marca. Es cierto que su marca tiene un nombre (Absolut Vodka,
Audi, Nike, etc.), pero si asociamos una representación visual con el producto, o con la gama de
productos, la lectura puede ser más rápida y puede hacerse en condiciones de menor atención.
En este sentido, en pos de buscar la lectura más rápida y en las peores circunstancias de visión
posibles, es útil la existencia de una fuerte asociación entre forma y contenido, una asociación
similar a la que se produce, por ejemplo, entre significante y significado de un signo verbal,
una relación arbitraria. Esto es lo que sucede en el caso de muchas marcas comerciales, porque,
¿qué diferencia hay, en el aspecto significativo, entre la palabra NIKE y su contenido (determi-
nada ropa deportiva) y su representación visual y su contenido (determinada ropa deportiva)?
Desde nuestro punto de vista, ninguna.
Cuando estamos frente al galope de un caballo, o frente a unos radios que giran, ni vemos con
nitidez las patas del animal ni los radios. Así, cuando una instantánea nos muestra las patas y los
radios nítidos, como esta visión no forma parte de nuestra experiencia real, no somos capaces
de completar el movimiento, por lo que vemos animales en poses absurdas o radios sin mo-
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 504
reflexiones. b. los sistemas de transmisión de significado y el mundo que nos rodea
1. la lengua explica el mundo que nos rodea 2. experiencia vital y experiencia visual 3. representación analógica
no es sinónimo de realidad 4. representación condicionada 5. funciones de la lengua y de los mensajes visuales
vimiento (Gombrich, 1987: 247-248). Luego, en estos casos, la duplicación exacta del instante
preciso no es tan útil para nosotros como lo sería la representación de lo que sí podemos ver,
aunque no sea lo que sucede en la realidad.
Sin embargo, en la actual era digital, ese valor “notarial” está en entredicho debido a la ma-
nipulación que se puede hacer en este tipo de representaciones, desde liftings faciales hasta la
posibilidad de incluir o de excluir personas, fondos, etc.
4. Representación condicionada
4.1.Las reglas de la lengua verbal
Mientras que, desde nuestra infancia, aprendemos que el uso de la lengua verbal está sometida
a una serie de reglas:
. no escritas, pero transmitidas desde todos nuestros entornos sociales (incluso desde la fami-
lia), que establecen que toda comunicación verbal, para ser tal comunicación, ha de transmitir
significados;
. escritas, que nos dicen qué palabras, y qué combinaciones de palabras, están admitidas y
cuáles no, unas reglas cuyo cumplimiento es enseñado y protegido desde todos los niveles
educativos y desde distintas instituciones lingüísticas;
la situación en lo que se refiere a las representaciones visuales es muy diferente.
Pero además de no disponer de normas escritas, parece que las representaciones visuales, in-
cluso aquellas cuyo objetivo es el de comunicar, tienen bula para no decir nada, para no ser
comprensibles, para no transmitir contenidos.
Como defienden varios de los autores consultados, aunque nunca existió mayor alfabetización
que ahora, lo cierto es que, quizás debido a que se leen con mayor facilidad, quizás debido a que
no suponen el esfuerzo de atención que supone un texto escrito, las representaciones visuales nos
acompañan a todas horas y se ocupan de llenar gran parte de nuestro desconocimiento sobre el
mundo. Y, sin embargo, parece que para filtrarlas, comprenderlas, rechazarlas o aplaudirlas, sólo
contamos con nuestra intuición y con nuestra sensibilidad, y con algún conocimiento vago acerca
de la psicología de los colores y de las formas (rojo es pasión, etc.) y de alguno más concreto sobre
sus simbologías (en términos de Peirce) como, por ejemplo, lo que significa una bandera roja,
amarilla o verde en las playas.
No podemos argumentar, desde esta investigación, si las representaciones visuales son o no son
universales. Pero, por qué hemos de pensar que todas las culturas establecen la misma relación
entre la experiencia visual y la experiencia vital, si las distintas aportaciones de los autores con-
sultados nos muestran que, por una parte, parece que en todas las culturas se transmiten conte-
nidos mediante representaciones visuales (Eibl-Eibesfeldt, 1993: 671-672); y que, por otra, que
cada lengua natural organiza el mundo con las acotaciones que le son útiles, como es el caso de
los colores (Kondratov, 1973: 58-59), a pesar de que las sensaciones cromáticas sean las mismas
para todos (Saint Martin, 1994: 30-31).
Pero, aunque es posible que el lenguaje verbal sea el principal sistema semiótico que nos per-
mita emitir aseveraciones, de lo que no hay duda es que las representaciones visuales pueden
ejercer esta función con gran fuerza, utilizando las simbologías (en términos de Peirce) de lo
prohibido, de lo aconsejado, y de lo permitido. Porque, como señala Sönesson, frente a quienes
dicen que la imagen no comunica igual que un texto, frente a quienes dicen que las imágenes no
hacen afirmaciones, lo que no tienen en cuenta es que las imágenes no hacen afirmaciones a la
manera del lenguaje, sino que lo hacen a la manera de las imágenes (en 1992b).
Porque si la imagen no puede afirmar o negar, ¿qué es lo que hacen estas imágenes?
Están “diciendo” que no se puede fumar a través de un símbolo que se apoya en uno de la se-
ñalización viaria y en otro icónico, el del cigarro32. En ausencia de la barra roja que atraviesa el
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 507
reflexiones. b. los sistemas de transmisión de significado y el mundo que nos rodea
1. la lengua explica el mundo que nos rodea 2. experiencia vital y experiencia visual 3. representación analógica
no es sinónimo de realidad 4. representación condicionada 5. funciones de la lengua y de los mensajes visuales
“cigarro”, la imagen nos estaría diciendo que sí que se puede fumar, basándose, también, en un
símbolo de tráfico y en el icono de un cigarro.
c. la percepción
1. Qué es la percepción
1.1. Percepción visual
Percibir no es lo mismo que sentir, porque mientras que lo primero hace referencia al proceso
por el cual seleccionamos y comprendemos el mundo que nos rodea (Villafañe, 1998: 53; Eibl-
Eibesfeldt, 1993: 667-668), el que nos permite organizar y dar sentido a la información que nos
llega a través de estímulos (Dember y Warm, 1990: 20; Lillo, 1993: 3), las sensaciones son datos
que llegan a nuestros sentidos, información que recogemos de nuestro entorno (Luria, 1978: 9
y Villafañe, 1998: 80), pero que no implican interacción con lo que nos rodea (Eibl-Eibesfeldt,
1993: 48-49; Villafañe, 1998: 53).
La vista, como sentido, recoge datos sensoriales. Pero cuando comprendemos, organizamos y
dotamos de sentido a la información que nos llega a través de lo que vemos, estamos percibien-
do visualmente.
La percepción, más que un proceso subjetivo, es un proceso común que compartimos todos
nosotros.
parte de ellos (Dember y Warm, 1990: 362), esta diferencia no significa lo mismo que para quien
sí tiene palabras para distinguirlos.
Luego, volviendo a Gibson, si significado no práctico quiere decir que las percepciones que
no corresponden a objetos sino, por ejemplo, a sensaciones propias de circunstancias vitales,
también tienen significado, estamos de acuerdo. Pero si significado que no es práctico quiere
decir capacidad de distinguir, creemos que, en este caso, la distinción no es condición suficiente
para hablar de significado.
En cuanto a los conocimientos que nos aporta la percepción, hemos de tener en cuenta que
para obtenerlos es necesaria la participación de nuestras experiencias previas (Aumont, 1992:
56-57 y Gombrich, 1987: 120), del contexto (Dember y Warm, 1990: 24 y 359-361), y de las
circunstancias cotidianas, ya que tendemos a relacionar los objetos cotidianos con su forma o
con su color, de modo que, como se ha demostrado, si recortamos en una cartulina de color gris
dos figuras, una en forma de burro y otra en forma de hoja, el color de la cartulina con forma
de hoja nos parece más verde que la cartulina con forma de burro (Dember y Warm, 1990: 365-
366). Sobre este ejemplo en concreto, volveremos más adelante.
Así, el tamaño de los objetos percibidos se mantiene relativamente invariable cuando cambia
la distancia que nos separa de ellos (Dember y Warm, 1990: 203), aunque Gibson señala que
esta constancia funciona cuando están presentes las claves de distancia, lo que significaría que
estarían vinculadas las impresiones de distancia y de tamaño (Gibson, 1974: 242).
En cuanto a la forma, hemos de tener en cuenta que experimentamos un campo visual como
figuras en dos dimensiones sobre un fondo plano, no como un conjunto caótico de formas,
colores, etc. (Dember y Warm, 1990: 242), y que estas formas son estables aunque las veamos
desde distintos puntos de vista y desde distancias diferentes. En este sentido, Gibson indica que
hemos de tener en cuenta también la orientación, ya que la forma siempre se experimenta con
una orientación determinada (Gibson, 1974: 233).
Finalmente, la constancia de color, o de claridad, es el fenómeno que nos permite seguir viendo,
por ejemplo, un muro blanco de ese color, a pesar de que lo veamos a través de unas gafas de sol
marrones (Hoffman, 2000: 190-191) o a pesar de que se produzcan cambios en la iluminación
(Dember y Warm, 1990: 181).
de un percepto, ya que las unidades del percepto no nos dicen nada y son ficticias, centraron
sus esfuerzos en determinar las causas por las que se genera la “gestalt” perceptiva, y en definir
sus propiedades (Lillo, 1993: 48-52).
Aunque el Grupo µ indica que la perspectiva semiótica se distingue de la gestáltica en que mientras
que la primera profundiza en la noción de signo, tratando de aislarlo y de articularlo, la segunda
propone que el sentido se establece cuando aprehendemos los enunciados globalmente (Grupo µ,
1993: 78), y aunque nuestra investigación bebe más de las aportaciones de la semiótica que las de
la percepción gestáltica, consideramos, junto con esta corriente que, por ejemplo, en el caso del
enunciado visual, éste tiene sentido globalmente, no como suma de signos. Esto es, que el enun-
ciado es en sí mismo una unidad de significación (¿el sema de Prieto?) al margen de que su trasfe-
rencia al código verbal necesite de 2 o de 15 signos verbales, ya que las modificaciones que se hacen
en el enunciado, en el sentido de suprimir o de añadir objetos, de añadir o de suprimir signos, o no
afecta a su significado, o afecta a la significación global y tenemos un nuevo significado.
También queremos destacar el hecho de que Saint Martin utiliza las leyes de agrupamiento
perceptivo como un tipo de leyes que son útiles para describir la sintaxis visual. Pero, y quizás
porque, como señala Gibson, esta escuela no fue tan explícita con la percepción del espacio
como lo fue con la de la forma (Gibson, 1974: 43), la autora necesita utilizar otras leyes, como
las topológicas, para explicar la ordenación visual.
2. Reconocimiento
Tendemos a reconocer debido a nuestra necesidad de sobrevivir (Gombrich, 1987: 268-269),
una necesidad que nos ha hecho desarrollar una cierta capacidad para reconocer los rasgos del
peligro (sean éstos audibles, visuales, olfativos, táctiles, etc.).
De todos los reconocimientos posibles nos interesa, obviamente, el relacionado con los rasgos
visuales. En este sentido hemos de señalar que son varios los autores que hacen referencia al
proceso de reconocimiento, bien para determinar las variables o estímulos que participan en él,
bien para señalar qué variables tienen un papel más importante a la hora de reconocer.
les son los elementos que podemos distinguir en una representación visual, tampoco la habrá
a la hora de determinar las cualidades que nos permiten reconocer, ni habrá paralelismo, en
consecuencia, entre los elementos que componen los objetos/situaciones visuales y los que nos
permiten el reconocimiento.
2.1.1 Las cualidades de los objetos
Aunque dedicaremos uno de los apartados más importantes a referirnos a los elementos (o par-
tes, o unidades, o cualidades, etc.), que se pueden distinguir en un objeto, aquí dejaremos, como
botón de muestra, las aportaciones de Da Vinci cuando señala que las cualidades que poseen los
objetos son la luz y la oscuridad, el color y la sustancia, la forma y la posición, la distancia y la
cercanía, y el movimiento y el reposo (Da Vinci, 1989: 9-10).
Como señalábamos en un apartado anterior, hay una serie de constantes que se mantienen aunque
se produzcan algunos cambios en el entorno, como sucede con el color, la forma y los tamaños.
Gombrich indica que si llevamos las constancias perceptivas a una pintura logramos, normalmen-
te, evocar un reconocimiento inmediato y generar sensación de realidad (Gombrich, 1987: 20)
Lillo y la pareja Dember/Warm consideran que hay constantes que nos permiten reconocer
más que otras. Todos ellos consideran que el tamaño es una de estas constantes, pero mientras
que Lillo considera que junto con el tamaño hemos de tener en cuenta la forma, Dember y
Warm opinan que junto al tamaño hemos de tener presente la claridad (Lillo, 1993: 426-438 y
Dember y Warm, 1990: 203).
2.1.4 Las claves de la profundidad
Varios autores hacen referencia a que existen una serie de claves que son las responsables de que
podamos reconocer la profundidad, bien en nuestro entorno, que serían las claves fisiológicas,
bien en las representaciones bidimensionales, que serían las claves pictóricas.
Las claves fisiológicas se refieren a que sentimos presión ocular y tensión en los músculos de
ambos ojos, relacionadas con la distancia a la que se encuentra lo que miramos y a la convergen-
cia que se produce, entre los dos ojos, cuando centramos la atención en un objeto (Lillo,1993:
36-39). Pero Gibson y Arnheim consideran que se les ha dado más importancia de la que tienen
porque, por ejemplo, quienes sólo tienen visión en un ojo también reconocen la profundidad
(Gibson, 1974: 151-152; Arnheim: 1969, 216), aunque Gibson afirma que, a falta de una teoría
mejor, es válida como explicación parcial (Gibson, 1974: 38-39).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 512
reflexiones c. la percepción
1. qué es la percepción 2. reconocimiento
Las claves pictóricas de la profundidad (Lillo, 1993: 36 y ss.) son la altura, en el sentido de que
los objetos que están lejos tienden a proyectarse, en la fotografía, más altos que los más próxi-
mos; el tamaño relativo, ya que los objetos lejanos tienden a proyectarse más pequeños que
los que están más próximos; y la superposición, por la que los objetos más próximos tienden a
tapar a los más alejados.
Aunque se ha demostrado que las claves pictóricas no son fiables, continúan siendo útiles por-
que, a lo largo del curso vital, vamos asociando ciertos valores de las claves pictóricas con cier-
tos valores de las claves fisiológicas y, de este modo adquirimos, progresivamente, la capacidad
de percibir la profundidad (Lillo, 1993: 41-43)
2.2.1. La forma
Parece que desde que Kant señalara que en las artes visuales lo esencial era el trazado (o dibujo)
de la figura, y que los colores pertenecían a la estimulación (Arnheim: 1969, 277), varios autores
han seguido estas directrices:
. Dember y Warm (1990: 227-228) consideran que los contornos, o bordes, son, probablemen-
te, los elementos indispensables en la organización del mundo perceptivo en dos dimensio-
nes;
. Wong considera que la forma es el elemento que nos permite el reconocimiento, ya que sería
difícil que considerásemos como similares unas formas que lo fueran en tamaño, color y tex-
tura, pero que fueran diferentes en su figura (1986: 37);
. Villafañe, por su parte, indica que el color no garantiza la identidad de un objeto en la misma
medida que la forma, ya que es la forma, “o más exactamente la estructura”, lo que permite
el reconocimiento. Además, afirma, la constancia perceptiva de la forma es más intensa que la
del color (Villafañe, 1998: 123).
Sin embargo, tanto Wong como Villafañe indican, al igual que Hoffman, que éste no es el único
elemento que es pertinente en el objeto (Hoffman, 2000: 123; Villafañe, 1998: 126 y ss; Wong,
1986: 11).
Luego, aunque no se puede asegurar (Grupo µ: 1993, 160-161), parece que se asume la hege-
monía de la forma sobre el resto de aspectos visuales, una hegemonía que no podemos com-
probar desde este estudio. Es posible que la forma sea el aspecto más cómodo y económico
a la hora de reconocer, pero hemos de mostrar algunas contradicciones presentes entre las
aportaciones de los distintos autores. Así, mientras Zeki indica que no se han determinado
casos de pacientes que hayan perdido totalmente la visión de la forma, pero sí de pacientes
ciegos al color o al movimiento (Zeki, 1992: 31-32 y 315-316)35, Arnheim (1969, 27) indica
que se ha descrito el caso de un individuo que ha podido trabajar y manejarse sin proble-
mas en su vida cotidiana sin percibir las formas, lo que mostraría que hay otros elementos,
aspectos de los objetos, o de las situaciones, que nos permiten reconocer, aunque no seamos
capaces de distinguir la forma.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 513
reflexiones c. la percepción
1. qué es la percepción 2. reconocimiento
Arnheim señala que para que exista la forma es necesaria la presencia de las propiedades de la
claridad y del color, ya que incluso en los dibujos lineales, las formas se hacen visibles gracias
a las diferencias de color y de claridad que se establecen entre tinta y papel. A partir de sus
palabras parece que vincula, de forma indivisible, forma y color, pero cuando indica que hay
objetos, o situaciones, que podemos reconocer a través de la forma, como sucede entre un
álamo y un abedul, por ejemplo, y otros a través del color, como entre chianti de un sauterne,
o cuando afirma que la forma es más eficaz que el color a la hora de discernir los objetos, lo
que hace es distinguir entre forma y color (Arnheim, 1969: 274-275). Sin embargo, cuando más
adelante indica que los colores se han de mostrar asociados a objetos específicos, y no de la
forma abstracta que se hace en los laboratorios (Arnheim: 1969, 285-287), parece que vuelve a
considerar la indivisibilidad de la forma y del color.
Luego podemos concluir que para Arnheim la forma y el color tienen un determinado peso en
el reconocimiento de nuestro entorno y que, aunque parece apuntar a la mayor importancia
de la forma en el proceso, no sólo no descarta, sino que, en ocasiones, destaca la capacidad que
tiene el color.
2.2.3. Reconocemos gracias a la concomitancia
de forma, color y textura
Aunque ninguno de los autores consultados defienden con rotundidad la importancia que po-
see el tamaño en el reconocimiento de los objetos, hemos de tener en cuenta que la psicología
de la percepción sí hace referencia a la constancia de tamaño como uno de los aspectos a tener
en cuenta en el proceso perceptivo. Así, por ejemplo, Arnheim considera que la identidad no
depende mucho del tamaño, aunque se trata de un aspecto que tiene su papel cuando se dan
relaciones de tipo espacial, emocional o simbólica (Arnheim: 1969, 155-156).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 514
reflexiones c. la percepción
1. qué es la percepción 2. reconocimiento
Respecto a la orientación, Gibson señala que toda percepción del objeto implica dos componen-
tes que están acoplados, la forma y la orientación, ya que la forma no se presenta aislada, sino que
siempre que nos enfrentamos a una forma ésta posee una orientación determinada (Gibson, 1974:
233). El Grupo µ, por su parte, indica que dos figuras de las mismas dimensiones, pero de distinta
orientación, pueden ser denominadas con dos nombres distintos, como es el caso del cuadrado y
del rombo, por lo que esta variable sí que nos permitiría reconocer (1993: 192).
Aunque, como hemos visto, la mayor parte de los autores otorgan a la forma una gran res-
ponsabilidad en el proceso de reconocimiento, hay algunos autores que se plantean, no si la
forma es o no es la variable responsable, si no hasta qué punto la forma se presenta sola “o en
compañía de otros”.
Así, por ejemplo, como hemos indicado en un párrafo anterior, Arnheim considera, en algunos
momentos, que para que se produzca la forma es necesario que esté presente el color o la cla-
ridad, ya que son éstas las que nos permiten ver la forma, bien sea en la naturaleza, a través de
la luz, bien sea en las representaciones visuales, mediante la diferencia de color que se establece
entre el papel y la tinta.
En una línea similar se expresa Gibson cuando dice que uno de los principales obstáculos a la
hora de comprender la percepción es haber tendido a concebir la forma como algo independien-
te, ya que, quizás, un contorno cerrado, más que ser propiamente la cosa, puede que sea una más
de las variables de la cosa, junto con el tamaño, la textura, el color, etc. (Gibson, 1974: 259).
Saint Martin, por su parte, indica que no considera fructífero aislar una, dos o tres variables vi-
suales, por dos motivos: por una parte, porque hacerlo sería equivalente a aislar, en la lingüística
verbal, las variables sonoras del fonema (el timbre, el tono o armonía) y, por otra, porque los
elementos del lenguaje visual (el tono de color, el límite de la forma, la dimensión, la posición
en el plano, etc.) no aparecen aislados, sino todos al mismo tiempo (Saint Martín, 1994: 8-10).
Pero esta capacidad innata de aprender no se podrá desarrollar sin el entorno adecuado, ya que
si no estamos en contacto, social y afectivo, con otros seres humanos, no desarrollaríamos el
lenguaje, tendríamos dificultades para distinguir entre figuras planas y en relieve, o incluso nos
costaría diferenciar entre el objeto y el objeto pintado, como muestran los denominados niños
salvajes (Malson, 1973: 48-49, 70 y 78; Zeki, 1995: 250 y ss.).
Una vez que el aire que queremos convertir en sonido ha traspasado las cuerdas vocales, llega a la
cavidad bucal, lugar en el que se producen una serie de movimientos que determinan las distintas
percepciones de los sonidos, y que dividimos en distintas partes para localizar las distintas articu-
laciones de los sonidos (labio superior, dientes superiores, alvéolos, etc.) (Tusón, 1984: 247 y ss.).
2.3. La articulación
Podemos distinguir entre modo y punto de articulación. El modo se refiere a las características
de la producción de los sonidos (son sordos o sonoros, etc.); el punto de articulación se refiere
al contacto entre los órganos de la zona inferior y los de la zona superior. Para el castellano se
establecen siete puntos de articulación: bilabiales, labiodentales, interdentales, dentales, alveo-
lares, palatales y velares (Tusón, 1984: 250-251).
reflejada por las superficies de los objetos, la que pasa a través de una serie de lentes (la córnea,
la pupila y el cristalino) para llegar después a la retina, lugar en el que la reciben dos tipos de
fotorreceptores, unos sensibles a la luminosidad, y otros a los colores (Lillo, 1993: 274-284;
Aumont, 1992: 23). Los impulsos que proceden de la retina llegan la corteza visual primaria, el
primer lugar donde parece que construimos la visión de las figuras (Hoffman, 2000: 107-108).
Respecto a la profundidad, el autor indica que, aunque se desconoce qué parte del cerebro está
especializada en ella, se sabe que hay una lesión que impide ver la profundidad, esto es, un tipo
de lesión que permite al paciente ver colores, luces, etc., pero de forma plana (Zeki, 1995: 327).
El autor añade que quizás se podrían pronosticar qué áreas están especializadas en la percep-
ción de la profundidad, pero que no se han realizado experimentos en este sentido (Zeki, 1995:
327-328). Luego, aunque no se haya descubierto un sistema especializado para la profundidad,
parece que podemos deducir que, del mismo modo que el movimiento, el color y las formas
tienen sus áreas especializadas, la profundidad también debe tenerlo.
Distintos experimentos han demostrado que la especialización funcional es también una ca-
racterística de la corteza visual humana (Zeki, 1992: 29), y que se puede decir que hay cuatro
sistemas paralelos que se ocupan de diferentes atributos de la visión: uno para el movimiento,
otro para el color y dos para la forma, uno de ellos ligado al color, y el otro a la forma de los
objetos en movimiento (Zeki, 1992: 30).
Zeki señala que, del mismo modo que existen ciegos totales del color, no hay ciegos totales de
la forma, quizás, añade, porque la visión de la forma está distribuida de un modo omnipresente
en la corteza pre-estriada, por lo que una lesión en una de las áreas, puede dejar intacta otras
que mantengan el reconocimiento de las formas (Zeki, 1995: 315-316). Pero, en este sentido,
tenemos datos contradictorios, porque, como señalábamos en un apartado anterior, Arnheim
hace referencia a un caso en el que el individuo trabajaba y se manejaba sin problemas en su
vida cotidiana, sin percibir las formas (Arnheim: 1969, 27).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 517
reflexiones e. competencias lingüísticas y visuales
1. la competencia 2. la trascendencia de la competencia verbal y de la competencia visual
Francastel critica el hecho de que mientras que aceptamos que hay personas con capacidad para la
teoría musical y otras que no la tienen, no diferenciamos entre los sujetos que son capaces de leer
lenguaje plástico, y los que no lo son (Francastel, 1984: 155). Desde esta investigación nos suma-
mos a esta crítica y a la indefensión que esta situación supone para todos los consumidores, tengan
capacidad de lectura plástica o no, ya que no sólo somos analfabetos visuales sino que, lo que es
peor, no se le da importancia, lo que hace que sea tan válida la lectura de un lector competente
como la de otro no competente.
Sin embargo, si se utilizan las representaciones visuales para transmitir contenidos sobre pro-
ductos, sobre la información del día, sobre las empresas e instituciones, etc., a un público masi-
vo, debe ser porque debemos tener una cierta competencia para distinguir lo que comunica de
lo que no comunica. Quizá esta competencia esté relacionada con el medio de comunicación,
o quizás con las características de sus consumidores, o quizá con otros aspectos. Pero como
no es objeto de esta investigación describir la competencia visual, en este apartado tan sólo nos
limitaremos a poner de manifiesto la situación general.
Esta diferencia de responsabilidad hace que la mala construcción del texto, la contradicción, las
frases con una interpretación políticamente incorrecta, caiga con todo su peso sobre quien la ha
pronunciado o escrito. Por ejemplo, un titular del tipo “Jospin miró ayer suelos sin tener”, por
ejemplo, supondría al diario dar muchas explicaciones de qué es lo que ha sucedido para que
una frase sin sentido haya llegado a ser publicada. Sin embargo, un error equiparable en una re-
presentación visual no generará el mismo volumen de críticas o de demanda de explicaciones.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 518
reflexiones f. definición de lengua y su aplicación a lo visual
1. necesidad de utiliar lenguajes no verbales 2. la carencias del lenguje visal para ser considerado como tal len-
guaje 3. las representaciones vsuales son lenguaje verbal
Aunque, como señala Lyons, la definición de lengua que proporciona Chomsky37 no limita el
uso del término a lo lingüístico (1984: 6), parece que es el sistema donde mejor encaja, ya que
todos podemos describir la cantidad finita de elementos de nuestra lengua natural, los fonemas,
y todos sabemos que podemos combinar estos elementos de un modo infinito para generar
infinita cantidad de mensajes, cada uno de ellos limitado en longitud y en número de elementos.
Sin embargo, cuando tratamos de aplicar la definición en un supuesto marco visual, nos encon-
tramos con que ni podemos describir, ni podemos enumerar, convincentemente, el conjunto
finito de elementos que, combinados, puedan generar las combinaciones infinitas de mensajes.
Muchos de los autores consultados señalan que el color es uno de los elementos del lenguaje
visual (o del signo visual, o de la imagen, o del mensaje visual, dependiendo de cada autor). Este
elemento, ¿es comparable con los fonemas verbales? Para ello, recordemos, deberíamos poder
describir su cantidad finita y mostrar que no posee significado. En cuanto a la cantidad, el he-
cho de que algunos autores “limiten” (con perdón) las tonalidades de color a “más de 50.000”
(Saint Martin, 1995: 27), no sólo no ayuda a describir la cantidad finita, sino que la agrava, no
tanto por la cantidad en sí misma (que también), sino por su indefinición. Por otro lado, res-
pecto a la ausencia de significación, el hecho de que muchos autores hablen de los significados
del color tampoco nos ayuda a situarlo entre los elementos sin significado de un hipotético
lenguaje visual.
Pero si tenemos en cuenta que la cifra aproximada de colores procede de investigaciones sobre co-
lorimetría y no de estudios relacionados con la comunicación visual, mientras que la cantidad de
fonemas procede de estudios lingüísticos que describen la cantidad de sonidos que pueden hacer
cambiar un significado38, y no de investigaciones que contabilicen la cantidad de sonidos posibles,
entonces quizás tengamos la posibilidad, al menos, de discutir la infinitud de los colores.
De lo que se trataría es de acotar los colores que se oponen en las representaciones visuales, los
colores que realmente hacen que un signo cambie, sin olvidar que pueden variar de un contexto
a otro. En este sentido, parece que las 50.000 tonalidades que ha diferenciado la colorimetría
pertenezcan más a los colores/“sonidos” que a los colores/“fonemas”.
. cuando la mayor parte de la población era analfabeta, las instituciones utilizaron las represen-
taciones visuales para transmitir contenidos (Gombrich, 1979: 84);
. Bacon y Hobbes desconfían del uso de las lenguas naturales en el discurso científico por que,
al tratarse de códigos impuestos por el vulgo, son poco precisas, lo que hará que se planteen
el uso de lenguas científicas y filosóficas (Eco, 1994: 179 y ss.);
. los científicos necesitan el uso de lenguajes no verbales para transmitir mensajes más directos
y menos ambiguos (Kondratov, 1973: 112-113);
. en nuestras sociedades está aumentando la importancia del papel que desempeñan sistemas
de signos no verbales (carteles, anuncios, etc.) (Kondratov, 1973: 112-113).
Otra de las críticas que se suele sumar a las anteriores, es la de que el lenguaje visual no tiene la fun-
ción metalingüística, es decir, aquella que le permite referirse a sí misma desde sus propios códigos,
ya que la lengua puede explicar mediante la lengua lo que es una construcción positiva o negativa
(Joly, 1999: 66). Pero si una serie de imágenes nos enseñan a construir representaciones visuales,
parece que sí es posible que la imagen hable sobre sí misma utilizando sus propios códigos.
4. El arte es un lenguaje
Aunque la obra artística no es objeto de nuestro estudio, ya que entre sus objetivos no se en-
cuentran los de comunicarse con un público masivo, ni los de solucionar problemas de comu-
nicación entre un emisor (institución, empresa comercial, etc.) y un receptor, mostraremos aquí
las posturas que, sobre esta cuestión, más se han debatido entre los autores consultados.
Como hemos visto, y veremos en otros apartados, la inclusión del arte, sobre todo del abstrac-
to, como parte del lenguaje visual, es uno de los hándicaps de los estudios sobre los mensajes
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 520
reflexiones f. definición de lengua y su aplicación a lo visual
1. necesidad de utiliar lenguajes no verbales 2. la carencias del lenguje visal para ser considerado como tal len-
guaje 3. las representaciones vsuales son lenguaje verbal
visuales. Si a partir de Peirce los signos, y por lo tanto también los visuales, pueden clasificarse
como icónicos, indiciales o simbólicos, ¿qué tipo de signo es aquel que está presente en una
pintura abstracta, pero que no tiene su correspondencia con el objeto ni desde el punto de vista
físico, ni del parecido, ni de la convención?
En este sentido Francastel defiende que el arte es un lenguaje que expresa ideas y sensaciones
que representan el mundo actual (Francastel, 1984: 138-139), y que es un lenguaje aunque al-
gunos lo cuestionen porque no posee elementos estables análogos a los fonemas (Francastel,
1984: 155).
Lèvi-Strauss, por su parte, en su debatido prólogo para Lo crudo y lo cocido indica que las artes
plásticas son equiparables al lenguaje verbal, porque poseen una doble articulación, formada
por formas y colores, que se organizan y disponen en unidades en función de reglas que perte-
necen a un código artístico o social. Sin embargo opina que la pintura abstracta, y las escuelas
“no figurativas” en general, no tienen el poder de significar porque renuncian al primer nivel
de articulación, el de la combinación de los elementos a partir de las reglas que proceden de
un código, para conformarse con el segundo nivel de articulación, esto es, con las formas y los
colores (Lévi-Strauss, 1972: 29-30).
Según varios autores, una de las aportaciones más interesantes en este sentido, ha sido la inclusión
de los signos plásticos entre los signos plenos que ha realizado el Grupo µ, lo que permite poder
hablar de la significación del color, de la forma, etc. Sin embargo, desde nuestro punto de vista,
no existe el signo plástico color, el signo plástico forma, el signo plástico textura ya que, como
veremos, consideramos que las significación que se asigna a un color, a una forma, etc., solo tiene
sentido desde un punto de vista psicológico, pero no desde un punto de vista semántico.
g. gramática visual
1. La unidades que componen las representaciones
visuales y la búsqueda de su articulación
Como hemos podido apreciar en la sección sobre el “Estado de la cuestión”, son muchos los
autores, y desde distintas disciplinas, que tratan de explicar la construcción de las represen-
taciones visuales. Unos describen sus elementos constitutivos, visibles y no visibles, (Wong,
Villafañe), otros los signos que las componen (Barthes, Grupo µ, Joly), y otros, las variables
que forman parte del campo visual en el que converge la mirada (Saint Martin).
Es importante destacar que aunque la mayor parte de estos discursos hacen referencia a las
articulaciones del lenguaje y, más concretamente, a la estructura jerárquica y productiva de
la doble articulación del lenguaje verbal, sólo uno de ellos, el de Cossette40, describe explíci-
tamente la estructura de doble articulación de las imágenes funcionales, aquellas que tienen
como finalidad la comunicación41.
Este grafema no tiene significado y su tipología es finita (el tamaño, el valor, el grano, el
color, la orientación y la forma), características que coinciden con las que son propias de las
unidades mínimas de una lengua43. Dentro de cada tipología grafémica podemos distinguir
una cantidad infinita de variables, pero el autor señala que, como nuestro sistema perceptivo
sólo permite diferenciar una cantidad de cada familia, se podrían acotar estas variables de
modo similar a como las lenguas habladas limitan el continuum de las ondas sonoras, esta-
bleciendo un número limitado de sonidos (Cossette, 1982: 327-328).
Pero en su definición de grafema como elemento finito hay algunas contradicciones, ya que
si la tipología es finita y sus variables son infinitas, lo que hace es comparar el color, por
ejemplo, con el fonema /n/, y comparar los diferentes colores con los diferentes sonidos que
pueden darse al fonema /n/. Pero si tenemos en cuenta que el fonema se distingue del soni-
do por su capacidad de discriminar sentido, ¿esto significa que los grafemas discriminan el
sentido, pero que las variaciones grafémicas (por ejemplo, un color naranja en lugar de uno
azul) no lo hacen?
Como parece evidente que la variación de color sí tiene capacidad para distinguir signifi-
cados, lo que no parece tan claro es que podamos mantener la equivalencia que establece
Cossette entre grafemas y fonemas, y variables grafémicas y variables de sonido. Esto es, la
equivalencia entre color, forma, etc., y los fonemas /n/, /m/, etc., y entre azul, naranja, etc., y
las variaciones de sonido de los fonemas /n/, m/, etc.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 522
reflexiones g. gramática visual
1. las unidades que componen las representaciones visuales 2. el léxico
Efectivamente Eco, en La estructura ausente, mantiene un sutilísimo doble discurso que, como
veremos en el apartado posterior, matiza en su texto Tratado de semiótica general. Como indi-
ca Cossette, mientras defiende la existencia de articulaciones distintas a la del lenguaje verbal,
en el sentido de que no tienen por qué ser dobles y que no tienen por qué ser fijas, recoge la
propuesta de Prieto de denominar figurae (figuras) a los elementos de la segunda articulación,
signos a los de la primera, y semas (o enunciados) a los de la tercera articulación, y la aplica
sobre el código cinematográfico. En este código Eco distingue el enunciado icónico (o sema, en
términos de Prieto), como por ejemplo, “un hombre alto y rubio está aquí con un vestido claro,
etc.", que se puede dividir en signos más pequeños, «nariz humana», «ojo», «superficie cuadrada»,
etc., que podrían ser analizados, a partir de un código perceptivo44, como figuras visuales tales como
/ángulos/, /relaciones de claroscuro/, /curvas/, /relaciones de figura y fondo/, etc. (Eco, 1978: 283)
Eco indica que tanto la palabra /casa/ como una bandera roja pueden ser analizados a partir de
sus formantes articulatorios, para /casa/ serían sus cuatro fonemas (que se pueden descompo-
ner en haces de rasgos distintivos) y para la bandera roja serían la forma geométrica (resultante
de la articulación de elementos euclidianos) y el color (resultante de determinada composición
espectral), unos formantes que son propiedades físicas y estructurales de la señal, al margen de
sean usados como expresión, o no (Eco, 2000: 147-148). Esto es, de su discurso se desprende
que */avfiert/ o una bandera marrón en la playa, ambos sin sentido (no lo tienen, la primera
en castellano, y la segunda en el código de banderas que indican la peligrosidad del baño),
contienen una serie de formantes articulatorios que son estructurales porque, al margen de que
expresen algo o no, al margen de si actúan como signos o no, la unidad verbal (en el sentido de
conjunto de fonemas) está compuesta por una serie de fonemas, y la unidad visual lo está por
una forma geométrica y por un color.
1.4. Las vacilaciones teóricas
Más que hacer referencia a las vacilaciones teóricas, quizás sería más propio hablar de ausencia
de consenso, ya que aunque varios autores consideran que las representaciones visuales tienen
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 523
reflexiones g. gramática visual
1. las unidades que componen las representaciones visuales 2. el léxico
capacidad para transmitir significados, y aunque exponen sus propuestas en torno a las unida-
des que las componen, no logran llegar a acuerdos a la hora de describir cómo se articula (en
este caso el término no posee connotaciones lingüísticas) la construcción de sentido, y si se
puede hablar de unidades sin significación que, combinadas, generen significación (llámense
éstas figuras, grafemas, formemas, elementos, variables, etc.) o no. Entre otras razones porque
decir ésto sería igualar el lenguaje visual con el verbal, algo que generaría un merecidísimo alud
de críticas, ya que en el lenguaje visual no se ha logrado acotar el código (en términos de Eco)
capaz de limitar la equiprobabilidad de formas, colores, etc.
Parece evidente que no se pueden comparar las estructuras de ambos sistemas porque, mientras
que una lengua está formada por un número finito de unidades sin significado (fonemas) que,
combinadas, construyen un número finito de unidades con significado (signos) que, combi-
nados, pueden generar un número infinito de enunciados, en las representaciones visuales no
hemos llegado a acotar la cantidad de unidades sin significado y las que tienen significado. En
resumen: mientras que en el lenguaje verbal se ha podido distinguir la lengua y el habla, en las
representaciones visuales quizá podamos hablar de habla, pero no de lengua45.
Luego aunque en la imagen deben existir leyes generales de comunicación que podamos
comparar con las del lenguaje verbal (Grupo µ, 1993: 10), siempre teniendo en cuenta las ca-
racterísticas de cada lenguaje (Saint Martin, 1994: 245), parece que, de momento, deberemos
contentarnos con tratar de llegar a conclusiones en torno a los elementos que componen las
representaciones visuales, al margen de la estructura lingüística.
2. El léxico
2.1 Las diferencias léxicas.
Palabras y necesidades de comunicación
Es una buena metáfora la que utiliza Eco cuando dice que, aunque las posibilidades de com-
binación que nos proporcionan las teclas de un teclado son muy elevadas, sólo hacemos las
combinaciones que nos permiten las normas de la lengua en la que nos estamos expresando
(Eco, 1974: 45-46), unas normas que limitan las combinaciones de fonemas en una determi-
nada lengua natural (en castellano no pueden ir juntas “ts”, pero sí pueden ir en euskera, por
ejemplo).
Hemos de tener en cuenta, en este sentido, que no todas las lenguas naturales tienen palabras
para denominar las mismas cosas, de modo que, como hemos señalado en otros apartados, el
número de palabras que sirven para nombrar los colores puede variar en las lenguas; o, como
indica Eco, nuestra única unidad “nieve” se descompone en cuatro unidades en la cultura es-
quimal, en función de sus distintos estados físicos (Eco: 2000, 112). Y esto es así porque, como
señala Tusón (Tusón, 1984: 53-54), toda lengua es un sistema de comunicación que se adapta a
las necesidades de sus usuarios, de su pueblo o de su comunidad.
coses/, /falaremos de cousas/ o /gauzetatik mintzatuko gara/, en función del contexto lingüís-
tico en el que nos encontremos.
De un modo similar, aunque, como hemos señalado anteriormente, sin la trascendencia social
del uso del lenguaje verbal, un maquetista46 del diario El País, por ejemplo, utilizará deter-
minadas “teclas” para componer sus páginas, pero ¿de qué teclado de opciones visuales?; y
utilizará otras distintas si maqueta La Vanguardia pero, y de nuevo ¿de qué teclado de opciones
visuales?
Podemos comprender que del mismo modo que podemos decir una palabra en varios idiomas47,
podemos disponer los elementos de una noticia (textos de primer nivel de lectura, texto de base
e imágenes) de formas diferentes. Y que tanto las palabras, como las formas de la noticia, res-
ponderán a unas normas que limiten lo posible y lo imposible. Pero mientras que podemos
utilizar un mismo teclado para disponer palabras siguiendo muchas normas idiomáticas (con
escasas excepciones48, y siempre que utilicemos, por ejemplo, el alfabeto latino), no podemos
describir el teclado, si es que es abarcable, en el que podamos elegir una combinación de teclas
para un diario y otra combinación para otro.
Pero lo que parece evidente es que, del mismo modo que un teclado latino nos permite aplicar
distintas normas lingüísticas para componer léxico en distintos idiomas, de modo que no hay
un léxico verbal universal, no hay una única forma visual de presentar la información diaria.
Sin embargo, no es objeto de esta investigación describir los criterios que pudieran permitirnos
acotar alfabetos visuales y/o códigos visuales concretos (si es que los hay) en el ámbito de las
imágenes funcionales. Lo que estamos tratando de hacer es aportar argumentos para describir,
del modo más coherente posible, qué elementos participan en la construcción de este tipo de
representaciones visuales.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 525
reflexiones h. cómo vemos y cómo representamos visualmente
1. cómo vemos 2. la traslación del mundo vial al mundo visual 3. las propuestas sobre las unidades que forman las
representaciones visuales 4. los elementos de las representaciones visuales
Pero, como podemos comprobar, hay varias diferencias entre la sintaxis verbal y la sintaxis
visual. Primera, por orden, que mientras que todos los teóricos de la lengua hacen referencia
a ella, no todos los teóricos de la imagen hablan de sintaxis visual, lo cual resulta significativo.
En segundo lugar, hablar de sintaxis supone la existencia de una serie de reglas sintácticas que
determinan el modo como se han de enlazar las distintas unidades de una lengua, un tipo de re-
glas que no se han descrito, en general, para las representaciones visuales funcionales. En tercer
lugar, hablar de sintaxis supone haber acordado una tipología general de sintagmas que han de
ser útiles para cualquier tipo de representación visual, al margen de que su orden varíe, como
sucede en el caso de las lenguas naturales.
Y, finalmente, aunque no pretendemos aquí hacer un listado exhaustivo de sus diferencias, que
mientras que el orden de los sintagmas es lineal, de modo que las distintas lenguas naturales
pueden tener el sujeto al final de la oración, o al principio (Thom, 1987: 341), el orden de
una hipotética sintaxis visual estaría relacionado, al menos, con el espacio bidimensional del
plano. Aunque si tenemos en cuenta que el mundo visual es vertical, está en movimiento, y es
tridimensional, podríamos pensar en incluir, en esta hipotética sintaxis, la tercera dimensión
representada a través de distintas convenciones, algo que destaca Saint Martin.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 526
reflexiones h. cómo vemos y cómo representamos visualmente
1. cómo vemos 2. la traslación del mundo vial al mundo visual 3. las propuestas sobre las unidades que forman las
representaciones visuales 4. los elementos de las representaciones visuales
Al repasar algunas de las diferencias entre ambos tipos de sintaxis se puede comprender por
qué no todos los autores hacen referencia a la “sintaxis visual”. Pero, a pesar de que no existe
consenso ni en torno a la existencia de reglas sintácticas, ni, en el caso de que existan, respecto
a cuáles son esas normas, ni cuáles los sintagmas mínimos necesarios en toda representación
visual, hay varios autores que hacen referencia a normas, a factores, o a principios, que afectan
a la combinación de unidades visuales.
En general, podemos observar que otorgan importancia a las relaciones que se producen entre
las unidades visuales, bien sean gestálticas (Saint Martin, Parini) o de otro tipo (topológicas y de
interacción del color, en el caso de Saint Martin, de dirección en el caso de Villafañe), y las que
se producen entre las unidades visuales y las tensiones de la estructura del plano (Saint Martin y
Villafañe). Además, Saint Martin incluye entre estas leyes las relacionadas con las distancias y la
perspectiva, algo que también incluye Villafañe cuando señala que hay que tener en cuenta la ubi-
cación de los elementos en las dos y en las tres dimensiones, del plano de la representación.
Luego para la autora canadiense, las leyes sintácticas son de tres tipos, las que relacionan los
coloremas, las que relacionan los coloremas con el plano, y las que hacen referencia a las dis-
tancias y a las perspectivas.
Aunque composición no lo mismo que sintaxis, y aunque Parini no hace referencia a normas
o a leyes sintácticas, lo cierto es que hay una relación entre las referencias que hace Parini a la
composición y la Gestalt, y las referencias a la sintaxis visual y la Gestalt de Saint Martin, ya
que composición es un término, no lingüístico, que es útil para hacer referencia a la relación
entre las partes de un enunciado visual.
Los teóricos gestálticos consideraron que la percepción sólo podía comprenderse a partir de
sus propiedades globales o gestálticas, por lo que se esforzaron en determinar las causas que
generan las gestalten, y en determinar sus propiedades (Lillo, 1993: 48-52; Dember y Warm,
1990: 264 y ss.; Grupo µ, 1993: 60, Katz, 1967).
Del primer enfoque surgen las leyes de agrupamiento perceptivo, que indican qué cuestiones
hacen que agrupemos elementos (la proximidad, la similaridad, la buena continuación, la sim-
plicidad) y del segundo nace la ley de la figura/fondo, en el sentido de que en nuestra visión
cotidiana siempre hay algo que es el centro de nuestra atención, que es la figura, y algo que lo
rodea, que es el fondo. Gibson destaca que esta teoría no es muy explícita con la cuestión de
la percepción en el espacio, aunque sí afirmaba que toda percepción visual es tridimensional
(Gibson, 1974: 43).
La diferencia entre la propuesta de gestáltica y el uso que hace Saint Martin de sus leyes (cuan-
do las incluye entre las reglas que relacionan coloremas), es que mientras que los primeros
buscaban una explicación al modo como relacionamos los estímulos para convertirlos en forma
(Dember y Warm, 1990: 264 y ss. y Grupo µ, 1993: 60), la autora canadiense no se refiere a la
forma, sino al modo como agrupamos coloremas en el plano de la representación, al margen de
su proximidad física.
Desde nuestro punto de vista las leyes gestálticas son interesantes y útiles porque:
. describen, de un modo algo intuitivo pero parece que certero, que la percepción se produce
de modo global, de modo similar, conceptualmente hablando, a como Zeki describe la inte-
gración de la imagen en nuestro cerebro, ya que parece que la percepción y la comprensión
del mundo debe darse de forma simultánea (Zeki, 1992: 34).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 528
reflexiones h. cómo vemos y cómo representamos visualmente
1. cómo vemos 2. la traslación del mundo vial al mundo visual 3. las propuestas sobre las unidades que forman las
representaciones visuales 4. los elementos de las representaciones visuales
. por otro lado consideramos, como indica explícita y formalmente Saint Martin y, de alguna
manera, Parini, que son útiles en una posible descripción de la sintaxis visual.
Pero, por otra parte, dotan de tal protagonismo al contorno sin color y sin ubicación en el espa-
cio, algo que dificilmente se puede aplicar a la estimulación visual corriente (Gibson, 1974: 266),
que nos impide describir la unidad visual desde su propuesta.
Dada esta situación, optarán por utilizar las reglas de la armonía, unas reglas que han tratado de
apoyarse en las bases más seguras posibles, como es el caso de la fisiología de la visión y de las
matemáticas, y que han tratado de describir las combinaciones coloreadas armoniosas.
Aunque el Grupo µ reconoce la poca trascendencia del debate acerca de la armonía de los colo-
res, señala que estas reglas poseen un estatuto lo suficientemente estable como para percibir sus
desviaciones y, por lo tanto, poder hablar de retórica (Grupo µ, p, 219-220).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 529
reflexiones i. las unidades de las representaciones visuales
1. los elementos geométricos de las representaciones visuales 2. las críticas a la búsqueda de los elementos mínimos,
finitos y sin significado 3. las propuestas sobre las unidades que forman las representaciones visuales 4. los elementos
de las representaciones visuales
En este sentido hemos de señalar que algunos autores siguen considerando que los elementos
geométricos forman parte de los elementos básicos que conforman las representaciones visuales
(como es el caso de Villafañe o de Wong52), pero otros, como Martine Joly, el Grupo µ, Saint Mar-
tin, Eco o Cossette, analizan los elementos de las representaciones visuales desde otros enfoques.
Como hemos señalado en un apartado anterior, como esta búsqueda suele llevar a quien lo
emprende a un callejón sin salida, se tiende a admitir que el lenguaje visual tiene naturaleza de
lenguaje, pero que se trata de un lenguaje que no posee doble articulación (Joly, 1994: 98-99).
lo que estaríamos incumpliendo una de las características de lenguaje que describiera Chomsky53.
Saint Martin propone un sistema de descripción de los colores, los polos cromáticos, que per-
mite acotar su continuum, y que se apoya en dos postulados. Por una parte, en el modo como
nuestros conos perciben los colores, y, por otra, en las investigaciones sobre los colores que
están presentes en todas las culturas (Saint Martin, 1994: 41-42), lo que le lleva a aglutinar varios
tonos de rojo bajo el polo cromático de rojo, varios tonos del marrón bajo el de marrón, etc.
Pero si lo que distingue a un fonema de un sonido es que aquél cambia el significado, mientras
que éste no tiene por qué hacerlo, desde nuestro punto de vista el esfuerzo del estudioso de las
representaciones visuales ha de centrarse en la distinción entre variación (de color, de forma,
etc.) que afecta al significado (el “fonema visual”), de las variaciones o matices que no le afectan
(“sonido visual”) (Tusón, 1984, 254; Kondratov, 1973: 153-155; Cossette, 1982: 327-328) ya
que, como mostró Albers, sabemos que un cambio de matiz en el color rojo puede no afectar a
la significación de la marca Coca Cola (Albers, 1979: 15).
En este sentido, la noción de polo cromático como aglutinador de matices de color podría ser
útil para distinguir entre la variación de color que afecta al significado, de la que no afecta, pero
para hacer una afirmación de este calibre deberíamos ser capaces de acotar los polos cromáticos
que son pertinentes en determinado código, esto es, los polos cromáticos que discriminan el
significado en determinado contexto visual. Así, por ejemplo, en un determinado contexto el
azul claro puede ser considerado como un polo cromático y el azul oscuro como otro polo
cromático, pero es posible que, en otro contexto, ambos colores fueran considerados como
variaciones, sin repercusión en el significado, de un mismo polo cromático.
Luego hasta que no concretemos el contexto visual a analizar (el de un diario en concreto, el de
la imagen corporativa de una determinada empresa, etc.), no podemos acotar los polos cromá-
ticos que entran en juego.
Desde su punto de vista, la descripción de cada variable del colorema no informará sobre la
significación, ya que no se puede hablar de significación de color sin tener en cuenta la textura,
el contorno y la posición (Saint Martin, 1994: 247-248 y 71).
Como hemos señalado en apartados anteriores, aunque de modo menos explícito y sin formar
la parte central de su discurso, tanto Arnheim como Gibson sugieren la posibilidad de que los
elementos que solemos aislar en la descripción de la percepción visual o de las representaciones
visuales, mantienen más una relación de copresencia que de presencia.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 531
reflexiones i. las unidades de las representaciones visuales
1. los elementos geométricos de las representaciones visuales 2. las críticas a la búsqueda de los elementos mínimos,
finitos y sin significado 3. las propuestas sobre las unidades que forman las representaciones visuales 4. los elementos
de las representaciones visuales
Desde nuestro punto de vista, la propuesta de Saint Martin describe con lucidez lo que sucede
a la hora de representar visualmente y a la hora de otorgar significado visual, ya que, como
decíamos en un apartado anterior, la forma está ligada al color, al tamaño, a la posición, etc.
Y como también señalábamos en un apartado anterior, aunque relacionemos los colores con
determinadas sensaciones psicológicas (al margen de si es una cuestión fisiológica, antropoló-
gica o sinestésica), no es lo mismo decir que los colores transmiten sensaciones que decir que
transmiten significados, ya que para significar algo concreto necesitan la presencia del resto de
las variables visuales, como indica Saint Martin.
Sin embargo, hemos de indicar que, aunque las variables visuales no pueden ser aisladas espa-
cial y físicamente, porque no se presentan de este modo en la comunicación visual, sí podemos
aislarlas, y referirnos a cada una de ellas, desde el punto de vista teórico (Grupo µ, 1993: 190).
Así, por ejemplo, tanto Eco como Saint Martin utilizan las investigaciones de Prieto para
indicar que no todos los sistemas semióticos tienen doble articulación, pero mientras que
Saint Martin utiliza sus aportaciones para afirmar que puede haber un lenguaje con un tipo de
articulación diferente a la del lenguaje verbal, y que en el caso de la lengua visual esa estructu-
ra ha de tener en cuenta las características visuales, esto es, la no linealidad y su capacidad de
representar el espacio, Eco utilizará las aportaciones de Prieto para formular su propuesta en
torno a la triple articulación del código cinematográfico (1978: 282 y ss.).
Otros autores, como Joly o el Grupo µ, siguen el camino iniciado por Barthes cuando describió
los signos plenos (la correlación entre significantes y significados) de las representaciones vi-
suales con significados (en su caso estudió la publicidad), pero mientras que Joly hace un reco-
nocimiento explícito al trabajo de Barthes54, el Grupo µ critica su análisis por hacer propuestas
que están tan vinculadas al enunciado, que no permiten configurar una teoría general.
La diferencia entre ambos tipos de signos es que mientras que la relación que se establece entre
el expresión y contenido del signo icónico atiende a la similitud visual, y es una relación estable,
la relación que se produce entre expresión y contenido del signo plástico no es tan estable, y
vendrá condicionada por el contexto.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 532
reflexiones i. las unidades de las representaciones visuales
1. los elementos geométricos de las representaciones visuales 2. las críticas a la búsqueda de los elementos mínimos,
finitos y sin significado 3. las propuestas sobre las unidades que forman las representaciones visuales 4. los elementos
de las representaciones visuales
Pero aquí surge una duda que es fundamental para las conclusiones de esta investigación. Si el
signo plástico puede describirse a partir de estos tres parámetros, ¿el signo plástico, es la suma
de los tres parámetros, o cada parámetro es un signo plástico?
En un primer momento parece que el signo plástico es la suma de los tres parámetros, pero
como por una parte hacen referencia a los significados aislados de la forma, del color y de la
textura, y por otra indican que la significación puede variar en función del contexto interno
(el color y la textura) y del externo (a través de las formas vecinas) (Grupo µ, 1993: 200-201),
no queda claro si el signo plástico visual está formado por tres parámetros indivisibles, en
la línea de lo señalado por Saint Martin, o si la forma, el color y la textura son signos en sí
mismos.
Sin embargo, como dicen que los conceptos que evoca el color también pueden ser producidos
por las formas, las texturas o el propio sujeto icónico (Grupo µ, 1993: 218), pero no porque
el color necesite la forma o la textura para significar, sino porque la relación que se establece
entre expresión y contenido del signo plástico no está absolutamente estabilizada (Grupo µ,
1993: 235), parece que hemos de considerar que, para el Grupo µ, la forma, la textura y el color
son signos plenos, son signos plásticos.
El Grupo µ indica que la forma, el color y la textura pueden definirse a partir de una serie de
parámetros que nos permitan referirnos a los rasgos que destaquen en una obra determinada
como, por ejemplo, la /ausencia de cierre/ en Pollock, la /verticalidad/ y /horizontalidad/ en
Mondrian, etc. (Grupo µ, 1993: 191).
Desde nuestro punto de vista la posición no debería incluirse entre las dimensiones de la
forma, ya que mientras que la dimensión y la orientación describen los aspectos geométricos,
al margen de su ubicación en la estructura espacial del plano de la representación, la posición
describe la ubicación, por lo que más que describir la forma, describe el espacio que ocupan las
dimensiones y la orientación. Describe la relación de la forma con el espacio, pero no aporta
forma a la forma. Aunque quizás sí que aporta significado a la representación visual. Pero esto
lo veremos más adelante.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 533
reflexiones i. las unidades de las representaciones visuales
1. los elementos geométricos de las representaciones visuales 2. las críticas a la búsqueda de los elementos mínimos,
finitos y sin significado 3. las propuestas sobre las unidades que forman las representaciones visuales 4. los elementos
de las representaciones visuales
Entre los distintos tipos de códigos podemos distinguir el código icónico, un código que existe,
pero en el que es difícil acotar y definir sus elementos de articulación (Eco, 1978: 236). Como
hemos visto en un apartado anterior, la posición de Eco, quizá por los mentís que provocarían
sus afirmaciones en torno a las articulaciones de los signos visuales, quizás por las críticas que
recibió su propuesta en torno a la triple articulación del código cinematográfico, quizá porque
una serie de certezas no demuestran una teoría, es un poco ambigua, pero lo cierto es que, aun-
que niega que exista una doble articulación en este tipo de signos, propone describir los signos
icónicos y los verbales a partir de una serie de formantes articulatorios, que para los signos icó-
nicos serían las formas geométricas y el color (Eco, 2000: 147-148), aunque no hace referencia
explícita a si se trata de elementos sin significado o con significado.
Eco indica, finalmente, que el concepto de unidad combinatoria debe ser flexible e ir más allá de
la doble articulación de las lenguas verbales, ya que varios estudios han mostrado que existen
sistemas de dos, de una, e incluso de tres articulaciones (2000: 334-335).
Pero añade que el signo plástico se organiza en torno a cuatro grandes ejes (Joly, 1994: 101-102):
. el color, que articula el color, propiamente dicho, sus valores y sus tonalidades;
. la forma, que articula la forma, pero también las líneas y los puntos;
. la espacialidad, que incluye la composición interna de la representación, la dimensión relativa
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 534
reflexiones i. las unidades de las representaciones visuales
1. los elementos geométricos de las representaciones visuales 2. las críticas a la búsqueda de los elementos mínimos,
finitos y sin significado 3. las propuestas sobre las unidades que forman las representaciones visuales 4. los elementos
de las representaciones visuales
Esta doble esquematización del signo plástico (en torno a sus elementos, en torno a los ejes
que articulan sus elementos) nos hacen preguntarnos si los elementos que forman parte del
signo plástico son, a su vez, signos, o si son elementos sin significado. Si el color, por ejemplo,
es un elemento, un signo, o una agrupación de elementos que componen un signo (valor, to-
nalidad).
Por los datos que aportamos en el capítulo 9 de nuestro “Estado de la cuestión”, parece que la
autora considera que estos elementos del signo plástico son, en realidad, signos plenos, ya que
hace referencia a los significados que aporta cada uno de ellos (ver, en capítulo 9, los apartados
9.2.1.1 y siguientes).
Este autor propone que la imagen está formada por trece elementos (Villafañe, 1998: 94-95) que
adquieren valor de significación cuando se relacionan e inscriben en “el contexto plástico de la
composición” (Villafañe, 1998: 163), luego parece que el autor describe una serie de elementos
sin significado, que adquieren significado cuando se relacionan en un contexto. Pero no llega-
mos a saber si, para adquirir significado, es necesario que estén presentes todos o es suficiente
con que lo estén una parte de ellos55.
Considera que en este tipo de imágenes se pueden distinguir: una articulación cero, la imagen,
que es similar a la frase verbal; una primera articulación, el iconema, que es similar al signo ver-
bal; y una segunda articulación, los grafemas, que son equivalentes a los fonemas. Los elemen-
tos de la segunda articulación no tendrían significado y serían finitos, ya que podemos acotar
los tipos de grafemas que necesitamos para construir imágenes (el tamaño, el valor, el grano, el
color, la orientación y la forma), aunque añade que dentro de cada tipología grafémica podemos
distiguir una cantidad infinita de variables (Cossette, 1982: 327-328).
que aporta significado, y comparar los diferentes colores con los diferentes sonidos que pueden
darse al fonema /n/, en el sentido de que no aportan significado. Pero ¿esto significa que el color
tiene capacidad para discriminar el sentido, pero que las variaciones de color no la tiene?
Según Gibson la imagen retiniana posee una serie de variables que son el color, producto de las
longitudes de onda, su intensidad y brillo; los bordes, que corresponden a los cambios bruscos
en la intensidad y longitud de onda de los puntos de luz que componen la imagen; y las super-
ficies, que presentan una serie de irregularidades que son proyectadas como tales en la imagen,
unos estímulos que dan lugar a la textura, que es lo que hace que una superficie sea perceptible
como superficie y no como un color sin sustancia (Gibson, 1974: 78-80).
Luego, desde el punto de vista de Gibson, las variables de las imágenes retinianas son el color,
los bordes y las texturas, que nos muestran las distancias, los objetos, la profundidad .
En este apartado haremos hincapié en los principales elementos que, según los distintos auto-
res, forman parte de las representaciones visuales.
En este sentido también es importante tener en cuenta, y destacar, que hay sonidos que son fo-
nemas en una lengua natural y variaciones sonoras en otras lenguas (Kondratov, 1973: 153-155),
como sucede, por ejemplo, con la “s” sorda y la “s” sonora, que en catalán actúan como dos
fonemas, mientras que en castellano son simples variaciones sonoras de un mismo fonema.
Así, por ejemplo, el logotipo de la Cruz Roja podrá soportar distintos cambios de matiz en
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reflexiones i. las unidades de las representaciones visuales
1. los elementos geométricos de las representaciones visuales 2. las críticas a la búsqueda de los elementos mínimos,
finitos y sin significado 3. las propuestas sobre las unidades que forman las representaciones visuales 4. los elementos
de las representaciones visuales
su tono rojo sin dejar de ser Cruz Roja (luego habrá variación visual, pero no variación en el
significado visual); sin embargo los campesinos que vean representados sus campos será capa-
ces de leer, en las diferentes tonalidades del verde, la representación de cosechas perdidas o la
de cosecha prometedoras, mientras que quienes desconocemos ese mundo no encontraremos
significado en las diferencias de matiz de ese color.
Sin embargo, somos tan analfabetos visualmente que estamos dispuestos a considerar como un
nuevo signo las pequeñas diferencias que se introducen en alguno de los parámetros, aunque
estas variaciones no modifiquen el significado de la forma visual, como sucede con estas dos
figuras en las que las pequeñas diferencias en el contorno (en la crin, la posición del rabo y los
testículos) no cambian el signo, como lo demuestra el hecho de que los usuarios utilizan uno u
otro, indistintamente, para comunicar lo mismo.
contorno
orientación color
Entre las unidades que no podemos acotar están los colores, ya que, como indica Saint Martin,
la industria ha descrito más de 50.000 matices de color, por lo que parece imposible desprender
de esta cantidad un número limitado de unidades57.
Otra cuestión que repercute a la hora de describir un número limitado de colores es el hecho de que,
como señalan varios autores, un mismo color puede variar en función de los colores que tenga a su
alrededor, mostrando una apariencia más luminosa o menos, apareciendo como un color más claro
o más oscuro, etc. (Arnheim, 1969: 301; y otros como Itten, el Grupo µ, Saint Martin o Albers)
Además de la cantidad inmensa de matices que puede presentar un color, y además de las re-
percusiones que otros colores pueden tener en la percepción de un determinado color, también
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 537
reflexiones i. las unidades de las representaciones visuales
1. los elementos geométricos de las representaciones visuales 2. las críticas a la búsqueda de los elementos mínimos,
finitos y sin significado 3. las propuestas sobre las unidades que forman las representaciones visuales 4. los elementos
de las representaciones visuales
hemos de tener en cuenta que, aunque todos podemos reconocer los diferentes matices que se
presenten de un determinado color, no todas las culturas tienen nomenclatura para describirlo,
para hacer referencia a ellos (Kondratov, 1973: 58-59 y Tusón, 1984: 209). Saint Martin consi-
dera que el hecho de que utilicemos un limitado vocabulario para referirnos a miles de colores
explica, en parte, el retraso de la humanidad en tomar conciencia de las estructuras del lenguaje
visual (Saint Martin, 1994: 30-31).
Luego el color se presenta, en definitiva, como un elemento con infinitas posibilidades de matices
y muy poco estabilizado, a pesar de los esfuerzos que se han hecho por tratar de estabilizarlo,
bien desde la búsqueda de unos colores universales, bien desde la búsqueda de una descripción
más precisa, utilizando para ello las dimensiones del color (tono, saturación y luminosidad).
Entre los esfuerzos por estabilizar las referencias al color desde el uso de unos colores universales,
queremos destacar el sistema de descripción de color que aporta Saint Martin, los polos cromáti-
cos, un sistema que se fundamenta (Saint Martin, 1994: 41-42):
. en las hipótesis de la neurofisiología que señalan que los conos de la visión no reaccionan ante
un color, sino ante una serie de matices de características comunes, que están relacionados con
un polo coloreado, de modo que los receptores del rojo reaccionan también al bermellón o al
carmín, por lo que hablaríamos, en este caso, del polo cromático rojo, y no del color rojo;
. en las investigaciones que Berlin y Kay, que les llevan a la conclusión de que hay una docena
de colores que son reconocidos y nombrados en todo el mundo.
Así, el polo cromático ROJO aglutinará todo el volumen de matices que podamos describir
con el término de rojo, antes que el matiz pase a ser ROSA, o pase a ser NARANJA, o pase a
ser MARRÓN. Luego los polos cromáticos de Saint Martin podrían ser útiles para distinguir
las variaciones de color que no afectan a los contenidos (todos y cada uno de los matices de co-
lor), de las variaciones de color que sí afectan a los contenidos (los polos cromáticos), de modo
que los 50.000 matices de los que hablaba Saint Martin se pueden reducir a una serie de polos
cromáticos/unidades limitadas que podemos enumerar y acotar.
Recordemos, en este sentido, el experimento de Albers que demuestra que distintos observado-
res no son capaces de reconocer un color rojo que conocen bien, el rojo de Coca Cola, cuando
lo colocamos entre otros rojos (Saint Martin, 1994: 37, y Albers, 1993: 15), lo que indicaría que
no siempre el cambio de matiz, si nos mantenemos en un polo cromático, es leído como un
cambio que modifique el significado.
Desde nuestro punto de vista, y como ya hemos indicado anteriormente, estos polos cromáticos
no estabilizan el color de forma universal, ya que en cada cultura, o en un determinado conjunto
de imágenes funcionales, por ejemplo, puede tener significado la modificación de la saturación en
el tono rojo, o de la luminosidad en el tono azul (azul claro y azul oscuro, por ejemplo), mientras
que en otro conjunto esta distinción puede no tener trascendencia significativa. Pero considera-
mos que la propuesta de Saint Martin aporta instrumentos teóricos y de nomenclatura para dis-
tinguir entre matices de color sin significado y modificaciones de color que alteran el significado,
lo que nos puede permitir, en algún momento, distinguir los polos cromáticos de tal publicación
(los colores elegidos para significar sección, opinión, etc.) de las variaciones sin significado, pro-
ducto de las oscilaciones del proceso de impresión, por ejemplo.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 538
reflexiones i. las unidades de las representaciones visuales
1. los elementos geométricos de las representaciones visuales 2. las críticas a la búsqueda de los elementos mínimos,
finitos y sin significado 3. las propuestas sobre las unidades que forman las representaciones visuales 4. los elementos
de las representaciones visuales
Estas dimensiones, o cromemas del color, son útiles para describir los colores, porque nos permi-
tir referirnos con mayor exactitud a un rojo, a un azul, etc. que la nomenclatura habitual (basada
en la de nombrar el color por su tono o dominante cromática). Así, puesto que cuando nombra-
mos “rojo” en las mentes de las personas pueden generarse distintos matices de este color, si en
su lugar decimos el tono, rojo, su saturación, rojo saturado, y su luminosidad, rojo saturado y
luminoso, lo que hacemos es acotar mejor el tipo de matiz de rojo al que nos referimos.
Pero aunque Saint Martin indica que esta nomenclatura, que es poco conocida, no define un ni-
vel de articulación, ya que su utilidad se limita a la descripción del color, igual que el timbre, el
tono, etc., describen los sonidos (Saint Martin, 1994: 8 y 9), consideramos que, en determinados
contextos, las variaciones en saturación o en luminosidad pueden discriminar el significado,
por lo que, entonces, estas dimensiones sí pasarían a tener valor discriminatorio.
Haciendo un rápido repaso por unas aportaciones que ya vimos en la sección 2 de esta inves-
tigación, vemos que para el Grupo µ el color puede soportar contenidos, aunque indican que
podemos obtener desde códigos estrictos hasta asociaciones connotativas individuales (Grupo
µ, 1993: 215-216), luego el significado dependerá de los contextos. Joly, por su parte, aunque
incluye el color entre los elementos plásticos de la imagen, no clarifica si el color es un signo en
sí mismo o no, aunque sí parte de la base que de el color se interpreta, una interpretación que
es antropológica y cultural (Joly, 1994: 103-104), lo que parece significar que el color no tiene
significado concreto, y que podemos relacionar esa interpretación antropológica y cultural con
las sensaciones psicológicas que nos transmite el color.
En cuanto a Dondis y Saint Martin, mientras que del texto de la primera parece desprenderse
que el color aporta información (Dondis, 1992: 64-68), para Saint Martin el color transmite más
sensaciones sinestésicas (profundidad, peso y sensaciones térmicas) que significados propia-
mente dichos (Saint Martin, 1994: 71 y ss.).
Hasta aquí los autores que hacen referencia específica a la transmisión de contenidos de los
colores. En cuanto a los autores que sitúan al color entre los elementos que no aportan signi-
ficado, también podemos distinguir quienes lo dicen de modo inequívoco, como es el caso de
Cossete, y los que parecen sugerirlo, con más o menos argumentaciones.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 539
reflexiones i. las unidades de las representaciones visuales
1. los elementos geométricos de las representaciones visuales 2. las críticas a la búsqueda de los elementos mínimos,
finitos y sin significado 3. las propuestas sobre las unidades que forman las representaciones visuales 4. los elementos
de las representaciones visuales
Así, cuando Villafañe indica que la imagen está formada por trece elementos que adquieren
valor de significación cuando se relacionan e inscriben en “el contexto plástico59 de la compo-
sición (Villafañe, 1985: 94-95 y 163), entre los cuales se encuentra el color, entendemos que éste
elemento, igual que los otros doce, no posee significado.
Eco, por su parte, en su texto La estructura ausente indica que un signo icónico como, por ejem-
plo, un ojo, podría ser analizado a partir de las figuras visuales como /ángulos/, /relaciones de cla-
roscuro/, etc. Si recordamos que las figuras son las unidades sin significado que describe Prieto,
y si dotamos a las /relaciones de claro-oscuro/ del valor de color, podemos decir que Eco parece
sugerir en estas páginas que el color sería un elemento sin significación de los signos visuales
(1978: 283). Pero si a estas sugerencias le sumamos la comparación que realiza en su texto Trata-
do … entre los formantes articulatorios de la palabra /casa/ y una bandera roja, parece evidente
que considera el color como un elemento sin significado del signo visual bandera roja, porque lo
compara con los fonemas que componen la palabra /casa/ (Eco, 2000: 147-148).
Otros autores, como sucede con Wong y con Aumont, hacen referencia al color de un modo tal,
que es difícil asegurar si consideran que el color transmite significado o no, ya que mientras que
Wong hace hincapié en que el color es un elemento visual que permite distinguir una forma de lo
que le rodea (Wong, 1986: 11), Aumont señala que la gama de colores y la de valores (vinculada
a la luminosidad) son, junto con otros, elementos que caracterizan la imagen como conjunto de
formas visuales (1992: 144 y 283).
Pero dentro de las diferencias terminológicas, quizá sea el de “forma” uno de los términos más
difíciles de acotar, debido a su polisemia y a que se trata de una palabra muy usual para referir-
se, en general, al aspecto de algo.
Si, entre las definiciones de Tatarkiewicz (1997: 254), tomamos la definición de forma como la de
disposición de las partes, en este caso el término no haría referencia a una variable de las represen-
taciones visuales, sino al conjunto de variables (de elementos, a la forma visual de la que hemos
hablado en un apartado anterior). Si la forma es aquello que se da a los sentidos y que se opone a
contenido, parece que en esta “forma” también se conjugan diversas variables, porque a los sen-
tidos también se da el color. Si contemplamos la forma como esencia conceptual de Aristóteles, o
como contribución de la mente al objeto percibido, parece que son definiciones que tienen más
que ver con una distinción entre forma y contenido, en el primer caso, y entre la figura y forma
del Grupo µ en el segundo caso, que con una variable aislable en las representaciones visuales.
Si tomamos la definición de forma como el límite o contorno de un objeto, ésta es útil para
hacer referencia a la convención gráfica que imita la frontera perceptiva que hay entre un ob-
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 540
reflexiones i. las unidades de las representaciones visuales
1. los elementos geométricos de las representaciones visuales 2. las críticas a la búsqueda de los elementos mínimos,
finitos y sin significado 3. las propuestas sobre las unidades que forman las representaciones visuales 4. los elementos
de las representaciones visuales
jeto y el fondo (Eco, 1999: 387). Pero tampoco, en este caso, estamos haciendo referencia a un
elemento gráfico de una unidad visual, sino a una convención gráfica que, además de ángulos,
curvas, etc., posee color, tamaño, posición, etc.
Quizás de un modo menos explícito, pero no por ello menos evidente, otros autores hacen
referencia a la imposibilidad de aislar, desde el punto de vista de la comunicación, o desde el
punto de vista de lo que sucede en nuestro mundo visual, la forma del resto de variables. Así,
el Grupo µ, de un modo un poco contradictorio, indica que la forma no puede ser aislada de
sus características cromáticas y texturales en la comunicación visual práctica, aunque puede ser
aislada si es tratada como un objeto teórico (Grupo µ, 1993: 190). Sin embargo, distinguen entre
los contenidos de las forma y los de los colores, por lo que también los aisla desde el punto de
vista semántico (Grupo µ, 1993: 197 y ss., 215 y ss.).
Gibson, por su parte, se plantea que es posible que la forma, el contorno cerrado, sea más
una de las variables de la cosa, junto con el tamaño, la textura, el color, etc., que la cosa inde-
pendiente (Gibson, 1974: 259). Como apreciamos, es más una sugerencia (para nosotros muy
interesante), que una propuesta formal.
Finalmente Saint Martin, cuando analiza las variables que se agrupan en el colorema, indica que
no es fructífero aislar las variables visuales porque sería como estudiar, en la lingüística verbal,
las variables sonoras del fonema, el timbre, el tono o armonía de forma aislada. Propone que las
variables (límite que produce la forma, la textura, la dimensión, la orientación o la implantación
en el plano, etc.) no sean consideradas como elementos aislados, ya que cuando aparece uno de
ellos, aparecen otros al mismo tiempo (Saint Martin, 1994: 9-10).
Luego, desde nuestro punto de vista, la forma es una de las variables de las representaciones
visuales, la vinculada a su descripción geométrica (circularidad, angularidad, y otras articu-
laciones euclidianas), que puede ser aislada desde el punto de vista teórico, pero que nunca
aparecerá aislada en la comunicación visual, porque la forma, así entendida, está vinculada al
color y a otras variables.
El Grupo µ aborda las nociones de límite, contorno, figura y forma (Grupo µ, 1993: 58-60):
el límite es un trazado neutro que divide el espacio en dos regiones, el contorno es el límite de
una figura, la figura es aquello que sometemos a nuestra atención, a diferencia del fondo, que es
lo que no sometemos a atención. La forma, finalmente, surge si, cuando comparamos figura y
memoria, la figura se parece a otras formas percibidas.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 541
reflexiones i. las unidades de las representaciones visuales
1. los elementos geométricos de las representaciones visuales 2. las críticas a la búsqueda de los elementos mínimos,
finitos y sin significado 3. las propuestas sobre las unidades que forman las representaciones visuales 4. los elementos
de las representaciones visuales
Nos parece muy interesante esta distinción, pero nos surgen dudas cuando el Grupo µ opta por
denominar forma, que es el objeto que reconocemos, a un signo plástico de igual jerarquía que
el color que, sin embargo, es el elemento que permite distinguir el límite y el contorno y, por
lo tanto, la figura y la forma60. Entonces, el elemento equiparable al color y a la textura, ¿no
sería el contorno?, y ¿no deberíamos dejar el término de figura y el de forma para dos tipos de
unidades en las que se combinan contorno, color y textura (desde el punto de vista del Grupo
µ), y que se diferencian en que la primera no ha sido sometida a la comparación con la memoria
y la segunda si? O quizás, ¿que la primera no tiene significado y la segunda si?
4.3.4 La forma como signo o como elemento teórico sin significado
Otra cuestión a tener en cuenta en el uso que hace el Grupo µ del término forma, es que durante
una parte de su discurso es un tipo de signo plástico (esto es, tiene significado), pero en otro
lugar hacen referencia a la noción de forma como un fenómeno teórico, desprovisto de color y
de textura, que no existe en la comunicación visual práctica (Grupo µ, 1993: 190).
Por otro lado, si dibujamos algo parecido a ésto, ¿estamos frente a una lí-
nea, frente a un contorno, frente a una figura o frente a una forma? He-
mos de señalar que en ella podemos describir un color, unas dimen-
siones (tamaño —ocupa 19,8mm de alto, 12,5 de ancho—, dirección
—vertical, de arriba hacia abajo de derecha a izquierda—, posición —primer
plano, abajo, a la derecha—) y que podemos “reconocerla” y definirla como
una línea recta (¿no es una forma?).
Luego si en este simple dibujo están presentes todos los elementos de la representación visual,
podemos decir que nos encontraremos frente a una unidad de la representación visual con un
significado (aunque éste sea bastante abstracto), al margen de si esta unidad, con otra serie de
unidades, puede formar otro enunciado. Lo mismo sucede con la palabra “línea” que, así, aisla-
da, nos lleva a un determinado significado, pero que en la frase “Cuando miro hacia atrás, veo
mi vida como una línea que no llega a ningún lugar”, nos lleva a otro diferente.
Desde nuestro punto de vista la forma no es un signo (ni plástico ni icónico), sino que la forma,
o bien hace referencia a la forma visual, esto es, al conjunto de variables de las representacio-
nes visuales, al margen de si tiene significado o no, o bien hace referencia a la variable que nos
permite describir las características estructurales geométricas de la unidad visual (redondeada,
ángulos rectos, líneas cerradas, líneas abiertas, líneas paralelas, etc.), un elemento de la repre-
sentación visual que no se presenta de modo independiente, sino junto con otras cualidades
visuales del objeto, como su tamaño, su color, su textura, etc., como hemos indicado en un
apartado anterior, a partir de las aportaciones de varios autores.
Como hemos descrito en nuestro “Estado de la cuestión”, aunque se han realizado intentos
para establecer una tipología de formas, parece que se trata de un ejercicio imposible porque
siempre alguien, en cualquier lugar, puede proponer una nueva forma (ver 4.5.3.3.3).
Saint Martin ha elaborado una especie de diccionario de características de formas para englobar
todas las formas, pero hemos de hacer un par de matizaciones respecto a su propuesta:
. una, y fundamental, que si la forma (como contorno, como descripción geométrica) es una de
las variables de las formas visuales, luego su diccionario de formas es, más bien, un dicciona-
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 542
reflexiones i. las unidades de las representaciones visuales
1. los elementos geométricos de las representaciones visuales 2. las críticas a la búsqueda de los elementos mínimos,
finitos y sin significado 3. las propuestas sobre las unidades que forman las representaciones visuales 4. los elementos
de las representaciones visuales
Para poder hacer un diccionario de formas visuales, tendríamos que acotar un sistema de comunica-
ción visual que estuviera lo suficientemente codificado como para poder describir los elementos bá-
sicos discriminatorios y sus posibles combinaciones. Cuando se realiza un diccionario, del tipo que
sea, el código prevee, a través de determinadas normas, qué combinaciones de elementos (fonemas
o, en nuestro caso, variables visuales) tienen significado, lo que evitará tener en cuenta combinacio-
nes posibles (por ejemplo, la combinación de fonemas “macite”), pero que no tienen significado
ss.), un tipo de variables que son producto de los mecanismos de la percepción. Pero además,
cuando hace referencia a las reglas sintácticas del lenguaje visual, indica que la obra pictórica es
un lugar simbólico en el que representamos nuestra propia experiencia de la realidad a través
de la perspectiva y del punto de vista (Saint Martin, 1994: 146-147), luego estarán presentes
la organización del espacio, las distancias, las direcciones, etc., a través de elementos como el
color y las formas, pero también mediante la posición (vertical/horizontal/en planos), el tama-
ño (lineal y en superficie), etc., ya que, como recuerda la autora, la principal característica del
lenguaje visual, frente al lenguaje verbal, es que, al no ser un lenguaje lineal, expresa el espacio
y la tridimensionalidad.
4.4.4 Las tensiones presentes en el plano
La misma Saint Martin, pero también otros autores, como Villafañe, hacen referencia a las
tensiones presentes en el plano que describiera Kandinsky, en el sentido de que en el plano
hay zonas que son más o menos estables, lo que hace que el peso de un elemento aumente o
disminuya, o tensiones que son armónicas y tensiones que no son armónicas, etc. (Villafañe,
1985: 185-186; Saint Martin, 1994: 99 y s.). Estas distintas tensiones y estabilidades proceden,
según Villafañe, de una característica que es propia del espacio y que está generada por la fuerza
de la gravedad, una característica que hace que los objetos situados en la parte superior de una
composición pesen más que los situados en la parte inferior (Villafañe, 1985: 186).
Como hemos visto, distintos autores hacen referencia a otras fuerzas (Arnheim), variables
(Saint Martin), parámetros de la forma (Grupo µ), elementos del signo plástico (Joly), elemen-
tos de la imagen (Villafañe), etc., que no son el color, la textura, o la forma.
Es complicado utilizar un único término que las nombre e incluya a todas, sobre todo si te-
nemos en cuenta que algunas de estas variables son incluidas por algunos autores en el seno
de la forma (como hace el Grupo µ con sus formemas de orientación, tamaño y posición), que
otros las incluyen bajo un mismo concepto (como el de espacialidad de Joly), y que otros las
enumeran de forma aislada.
Vamos a denominar por el momento como dimensiones a estas “fuerzas” porque hacen re-
ferencia a características de la representación visual que tienen que ver con su descripción en
cualquiera de las tres dimensiones del plano: posición (vertical/horizontal/planos); extensión
(tamaño bi y tridimensional); dirección (en la vertical, en la horizontal y en los planos de pro-
fundidad), y porque nos parece coherente la postura de reducir al máximo la terminología que
se ha de utilizar para describir los componentes de la unidad de la representación visual.
Sin embargo, podemos proponer una distinción en ellas si apelamos a los formemas del Grupo
µ, las figurae de Prieto y Eco, y a la forma geométrica de Eco, como haremos a continuación.
Entre las dimensiones anteriores, entre las fuerzas y elementos que hemos descrito, podemos
ver que varios autores hacen referencia a la posición, la orientación, el tamaño, la gravedad y el
movimiento, básicamente.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 544
reflexiones i. las unidades de las representaciones visuales
1. los elementos geométricos de las representaciones visuales 2. las críticas a la búsqueda de los elementos mínimos,
finitos y sin significado 3. las propuestas sobre las unidades que forman las representaciones visuales 4. los elementos
de las representaciones visuales
Si, como recordamos, el Grupo µ incluye la posición, la orientación y el tamaño como los
formemas que constituyen el signo plástico forma, si Eco propone que uno de los formantes
articulatorios de la representación visual “bandera roja” es su descripción geométrica, y si otros
autores, como Arnheim y el propio Eco, hacen referencia a la descripción de la angularidad,
circularidad, etc., como una serie de propiedades de la representación visual que, como indica
Arnheim, no se pueden describir desde el color, por ejemplo, podríamos incluir las dimensio-
nes de orientación y de tamaño dentro de los descriptores de la forma como elemento estruc-
tural de la representación visual, ya que la angularidad, la circularidad, etc., son orientaciones
que, para una mejor descripción, requerirían de las indicaciones de tamaño.
Luego estaríamos de acuerdo en considerar la forma como uno de los elementos de las repre-
sentaciones visuales, siempre que entendamos por forma la descripción de los tamaños y de la
orientación, y no la forma como conjunto de partes, como lo que se da a los sentidos, etc.
Otros autores consultados (Joly, Grupo µ, Saint Martin, Wong), hacen referencia a la textura
como elemento (o signo, como veremos) que forma parte de las representaciones visuales con
significado. Pero en ocasiones hacen referencia a la textura táctil real, y en otras hablan del
espacio táctil al que nos lleva el órgano de la vista, un espacio sensorial que no es propiamente
visual, pero que pertenecen a nuestra experiencia de la realidad (Saint Martin, 1994: 68).
La experiencia táctil real se produce cuando se utilizan características texturales para referirse
a los objetos a través de la experiencia concreta (Saint Martin, 1994: 68-69). Pero este tipo de
texturas “reales”, que introducen objetos reales, con su corporeidad tridimensionalidad real y
sus superficies específicas, nos acercan a experiencias tridimensionales reales y, por lo tanto, no
están relacionadas con las representaciones visuales (Wong, 1986: 85)
En cuanto a la experiencia táctil visual, se trata de un signo visual que nos traslada a un espacio
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 545
reflexiones i. las unidades de las representaciones visuales
1. los elementos geométricos de las representaciones visuales 2. las críticas a la búsqueda de los elementos mínimos,
finitos y sin significado 3. las propuestas sobre las unidades que forman las representaciones visuales 4. los elementos
de las representaciones visuales
táctil, luego es vista por el ojo y es estrictamente bidimensional (Wong, 1986: 83). Según Villa-
fañe éstas son las texturas más interesantes cuando abordamos el estudio formal de la imagen,
ya que es el elemento necesario, junto con la luz, para la percepción espacial y de ella depende,
en gran medida, la visión de la profundidad (Villafañe, 1998: 110).
Luego si la textura no es real, sino que mediante el uso de la luz (color), la perspectiva (forma),
el tamaño (forma), generamos significación de “rugosidad”, o “frialdad”, o “suavidad”, etc.,
lo que estamos haciendo es generar significados de textura visualmente, porque imitamos sus
características de luz, forma, etc., mediante elementos visuales, gracias a nuestra experiencia
de la realidad táctil. Esto es, estamos generando sensaciones y significados textuales desde la
sinestesia, desde la capacidad que posee la experiencia visual para trasladarnos a experiencias
que son propias de otros sentidos, entre las que destaca la táctil.
Las representaciones visuales se presentan sobre un soporte que tiene forma, color, dimen-
siones, y está situado y orientado de una determinada manera. Además, puede tener textura
(táctil, no visual), y se puede distinguir en él un marco, bien producido por el propio límite del
soporte, o bien porque lo enmarca un material distinto.
Aunque el soporte no es nuestro objeto de estudio porque en ocasiones (diseño gráfico edi-
torial y publicitario) sus características vienen determinadas por la propia publicación, sólo
queremos decir aquí que consideramos que el soporte es, en sí mismo, una forma visual porque
tiene las características que son propias de una representación visual. Así, por ejemplo, cuando
se ha de elaborar una campaña de imagen institucional, elegimos las proporciones y el tamaño
de sus documentos (forma), los colores básicos, etc.
El soporte, que actúa como fondo de una determinada representación visual, también actúa e
influye en la percepción de la representación visual, porque no es lo mismo un soporte de for-
ma circular, que otro rectangular o irregular, y no es lo mismo un soporte de unas dimensiones
reducidas que otro de dimensiones gigantescas, igual que no es lo mismo un formato apaisado
que un formato vertical (Grupo µ, 1993: 193). Además hemos de tener en cuenta que el soporte,
que es fondo de una figura, puede ser a su vez, figura de otro fondo (Grupo µ, 1993: 193) y ser,
por lo tanto, un signo visual.
4.6.2 La gravedad
Lo cierto es que la gravedad, como la tridimensionalidad, el movimiento, etc., son algunas de las
características de nuestro mundo visual y están presentes en nuestras representaciones visuales,
ya que, como señala el Grupo µ, la manipulación semiótica que hacemos de la organización del
espacio se realiza atendiendo a conceptos vinculados a las tres dimensiones y al uso social que
hacemos del espacio, en el sentido de que estamos sujetos a la gravedad, de que nos ponemos
en movimiento y de que nuestros órganos son simétricos (Grupo µ, 1993: 192).
Si a las aportaciones del Grupo µ le sumamos las de Saint Martin, en el sentido de que lo que
es propio del lenguaje visual es la experiencia de la espacialidad (Saint Martin, 1994: xiii-xiv),
podemos decir que el lenguaje visual, o que las representaciones visuales, se organizan en un
espacio que es tridimensional, que posee gravedad, que está en movimiento, que es simétrico
y que es ilimitado. Luego la gravedad, más que un elemento visual, es una propiedad que está
presente en las representaciones visuales.
4.6.3 El ritmo
Algunos autores hacen referencia al ritmo como elemento (Villafañe, 1998: 153; Itten, 1977, 2:
133-134) pero, desde nuestro punto de vista, el ritmo es una consecuencia de la repetición de
elementos y de las distancias entre ellos, por lo que pertenece más a las características del mo-
vimiento que a las de las formas visuales como conjunto de variables. Esto es, una forma visual,
aislada, no tiene ritmo, pero una serie de formas repetidas, bien a partir de la modificación de
sus tamaños, bien a partir de las distancias entre ellas, sí que lo pueden tener.
Como indican Cocula y Peyrouet, el ritmo en la imagen fija se refiere a la repartición y distri-
bución de elementos mediante la alternancia de espacios llenos y vacíos, de elementos pequeños
y grandes, de forma análoga a los fenómenos rítmicos que suceden en la naturaleza (la respira-
ción, el día y la noche, etc.) (Cocula y Peyrouet, 1986: 93).
4.6.4 El movimiento
El movimiento es, junto a la gravedad, la tridimensionalidad, etc., una propiedad del mundo
visual que nos rodea. Las formas visuales pueden generar movimiento a través de distintas
combinaciones de posición, forma y color, ya que sabemos que la orientación oblicua sugiere
movimiento al desviarse de la posición paralela o perpendicular sobre el plano, que las super-
ficies borrosas o sombreadas indican también desplazamiento, giro, movimiento (Arnheim,
1969: 338), o una forma visual compacta, visible por su tamaño, con un color oscuro, situada
en la parte superior del plano, y sin nada que lo “frene” generará movimiento descendente
(Arnheim, 1988: 23).
El movimiento tiene una dirección (hacia abajo, hacia arriba, hacia el fondo, hacia el frente,
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 547
reflexiones i. las unidades de las representaciones visuales
1. los elementos geométricos de las representaciones visuales 2. las críticas a la búsqueda de los elementos mínimos,
finitos y sin significado 3. las propuestas sobre las unidades que forman las representaciones visuales 4. los elementos
de las representaciones visuales
hacia la derecha o hacia la izquierda) que está determinada por la posición y otras caracterís-
ticas de las formas visuales. Así, por ejemplo, la figura humana, en posición erguida, señalará
una fuerza con dirección vertical; o en el teatro, por ejemplo, la mirada de los actores crea unas
direcciones espaciales que reciben el nombre de líneas visuales (Arnheim, 1969: 14-15).
Luego el movimiento, como la gravedad, es una propiedad de nuestro mundo visual que está
presente en las representaciones visuales, pero no lo consideramos como una variable de las
formas visuales, sino un producto de la combinación de determinadas variables.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 548
reflexiones j. los signos y la significación de las representaciones visuales
1. la semiología, la semántica y otros enfoques 2. las unidades de las lenguas se han de combinar con el objetivo de
aportar significados 3. la combinación de elementos visuales ha de tener significado al modo visual, no al modo
verbal 5. signos arbotrarios, signos culturales, signos icónicos 6. los tipos de significado de los signos visuales 7. la
perversión de la imagen, frente a la objetividad del texto 8. el papel del contexto en el significado
En cuanto al título tan poco concreto de “otros enfoques”, lo utilizamos porque de alguna ma-
nera hemos de englobar las aportaciones que, respecto a la significación, se han realizado desde
otros enfoques que no se consideran, explícitamente, ni semióticos ni semánticos, como es el
caso de Villafañe y su sugerente distinción entre sentido y significado (Villafañe, 1998: 171).
Respecto a esta distinción queremos señalar que, salvando las cuestiones terminológicas y de
enfoque disciplinar, resulta muy cercana a las aportaciones de Barthes en torno a los signi-
ficados que aparecen en una imagen, ya que si Barthes distingue el signo icónico codificado
(el signo icónico, propiamente dicho, el reconocible) y el signo icónico no codificado (al que
otros autores han denominado signo plástico, como el color, la forma, etc.), Villafañe diferencia
entre el sentido, esto es, la figura que se puede reconocer (mujer, etc.), y el significado, que
hace referencia a lo que aportan los aspectos plásticos como el gesto, el encuadre, el color, etc.,
por lo que parece oportuno relacionar, terminologías al margen, el sentido y el significado de
Villafañe, con el signo icónico codificado y el signo icónico no codificado de Barthes, respec-
tivamente.
La lengua es un sistema de figuras, de no-signos, que tiene la finalidad de formar signos (Hjel-
mslev, 1974: 72), pero hemos de tener en cuenta que cualquier combinación de fonemas no
genera un lexema, por varios motivos (Kondratov, 1973: 40-44):
. cada lengua impone sus normas a la hora de combinar los fonemas, de modo que en castellano,
por ejemplo, una “r” nunca irá después de una “l”, o una “b” no irá después de una “c”, etc.
. la combinación de fonemas, además de respetar las normas de combinación, ha de tener sen-
tido para alguien que utilice el mismo contexto lingüístico, por lo que puede suceder que una
combinación gramaticalmente correcta de fonemas no tenga sentido, no formará un lexema y
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 549
reflexiones j. los signos y la significación de las representaciones visuales
1. la semiología, la semántica y otros enfoques 2. las unidades de las lenguas se han de combinar con el objetivo de
aportar significados 3. la combinación de elementos visuales ha de tener significado al modo visual, no al modo
verbal 5. signos arbotrarios, signos culturales, signos icónicos 6. los tipos de significado de los signos visuales 7. la
perversión de la imagen, frente a la objetividad del texto 8. el papel del contexto en el significado
no será un signo verbal; así, por ejemplo, la palabra /almibeto/ es gramaticalmente correcta,
pero no transmite significado.
En las imágenes funcionales no sólo está presente la experiencia que tengamos del mundo (los
objetos, las situaciones, las propiedades, etc.), sino que también es importante el papel de las
convenciones (en una época determinada, y debido a determinadas campañas e imágenes bucó-
licas, por ejemplo, tendemos a relacionar el color verde con lo natural, cuando en “lo natural”
hay muchos más colores que el verde, y más verdes de los que se reproducen para transmitir
“lo natural”) y el de las relaciones arbitrarias que se hayan podido establecer entre significante
y significado.
Pero, como señala Joly, puede ser que no se produzca significación, bien porque la combina-
ción de elementos visuales no signifique, bien porque no estamos en el contexto cultural que
permita su comprensión (Joly, 1999: 124), o bien porque la combinación de elementos nos lleva
a una lectura contradictoria por ser poco frecuente, estar poco convencionalizada, o por ser
poco usual en nuestras sociedades.
Así, por ejemplo, una furgoneta blanca con una cruz roja significa “atención sanitaria”. Una
furgoneta blanca con un cuadrado rojo, al lado de la anterior, no tendrá más sentido que el
descriptivo (furgoneta blanca con un cuadrado rojo), lo que no nos ayudaría a distinguirla,
significativamente hablando, de otra furgonea blanca sin distintivos. Aunque nos esforzásemos
por encontrar asociaciones entre el significante y el significado, porque no dejamos de buscar
significados (Gombrich, 1987: 271) y de interpretar lo que vemos (Joly, 1994: 136-139), sería
difícil comprender el sentido de una furgoneta con estas características. Algo parecido puede
suceder en las lenguas naturales, pero nuestra competencia, y la de quienes nos hablan, legitima
la decisión en torno al significado del conjunto de fonemas, algo que no sucede en el caso de las
representaciones visuales.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 550
reflexiones j. los signos y la significación de las representaciones visuales
1. la semiología, la semántica y otros enfoques 2. las unidades de las lenguas se han de combinar con el objetivo de
aportar significados 3. la combinación de elementos visuales ha de tener significado al modo visual, no al modo
verbal 5. signos arbotrarios, signos culturales, signos icónicos 6. los tipos de significado de los signos visuales 7. la
perversión de la imagen, frente a la objetividad del texto 8. el papel del contexto en el significado
Haciendo un rápido repaso al término de signo, desde que Saussure lo utilizara para referirse
a las unidades mínimas de significación y Peirce estableciera su tipología, las dos principales
aportaciones en torno al término y a su clasificación, en lo que nuestro estudio compete, han
sido, por una parte, la genial distinción que hizo Barthes entre los signos icónicos codificados y
los icónicos no codificados de la imagen, ya que varios autores (Grupo µ, Martine Joly y Sönes-
son, entre otros) han seguido su estela y han teorizado en torno a los tipos de signos que están
presentes en las representaciones visuales, aunque utilizando otras terminologías. Y, por otra,
aunque de un modo menos intuitivo y formulado más teóricamente, la redefinición del signo
icónico peirceano que hizo Eco, al señalar que el signo icónico es un signo que está motivado
convencionalmente, en el sentido de que reproduce algunas condiciones del modelo perceptivo
del objeto, mediante convenciones gráficas (Eco, 1978: 225- 229 y 234).
Pero también hemos podido observar que, aunque el término de signo hacía referencia a las
unidades mínimas con significación de cualquier sistema de comunicación (Saussure), unas
unidades que podían ser percibidas por cualquiera de nuestros sentidos (Peirce) y clasificables
a partir de la relación que se establecía entre el signo y su referente (indiciales, icónicos y sim-
bólicos), algunos autores:
. han preferido mantener el término de signo para denominar la unidad mínima de significa-
ción del lenguaje verbal y utilizar el de señales como término genérico (Tusón, Kondratov);
. relacionan la tipología de signos peirceana sólo con los signos visuales;
. introducen la noción de signo plástico, un tipo de signo que no parece tener un referente
similar en el lenguaje verbal (Grupo µ, 1993: 99), y que no mantiene ni una relación icónica,
ni arbitraria, ni indicial con su referente, ya que el lazo que mantiene entre forma y contenido
“es frágil, vago y muy dependiente de los contextos” (Grupo µ, 1993: 107);
. otros autores, que analizan las imágenes desde enfoques que no son semióticos, como es el
caso de Villafañe, utilizan la distinción bartheana desde un punto de vista conceptual, pero
proponiendo una terminología que no hace referencia al signo61.
A la hora de posicionarnos respecto a las aportaciones de los distintos autores respecto a los
signos, nos preguntamos qué estructura debemos utilizar: ¿la clasificación peirceana (icónico,
indicial y simbólico), con las apreciaciones que han realizado Eco y Gubern en torno a la mo-
tivación?, ¿la clasificación que propone Barthes (signos icónicos codificados y signos icónicos
no codificados), aunque utilizando la terminología del Grupo µ (signos icónicos y signos plás-
ticos)? O, en un esfuerzo de integración teórico, ¿proponemos una tipología compuesta por
signo icónico, indicial, simbólico y plástico? O, incluso, ¿distinguimos las tipologías en función
de los sistemas, y usamos el signo simbólico para el signo lingüístico y las cuatro variantes al
completo para las representaciones visuales? O, y esto sería otra opción, ¿mantenemos la con-
ceptualización y cambiamos la terminología?
A pesar de las dudas que nos suscita el tratamiento como signo pleno del color, la forma y la
textura, debido a que, como hemos visto, ni todos los autores están de acuerdo en que forma
(como descripción geométrica) y color (como descripción de una onda electromagnética) po-
sean significado, ni en considerar la textura visual como un elemento visual, hemos optado por
estructurar este apartado atendiendo a la clasificación de Barthes, pero utilizando la terminolo-
gía del Grupo µ, por varios motivos:
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 551
reflexiones j. los signos y la significación de las representaciones visuales
1. la semiología, la semántica y otros enfoques 2. las unidades de las lenguas se han de combinar con el objetivo de
aportar significados 3. la combinación de elementos visuales ha de tener significado al modo visual, no al modo
verbal 5. signos arbotrarios, signos culturales, signos icónicos 6. los tipos de significado de los signos visuales 7. la
perversión de la imagen, frente a la objetividad del texto 8. el papel del contexto en el significado
Pero como al optar por esta estructura no queremos prescindir de las aportaciones que han
realizado otros autores desde otros enfoques, lo que haremos es utilizar amplias referencias en
los apartados para llegar al objetivo que nos interesa, el de contrastar las distintas aportaciones
en torno al color, la forma, etc.
Bajo el término de plástico ambos hacen referencia a los signos sobre los que no recae la res-
ponsabilidad de la comprensión (Joly, 1999: 124), un tipo de signos que no han sido muy teni-
dos en cuenta (Grupo µ, 1993, 101; Joly, 1999: 124), pero que transmiten conceptos identifica-
bles de forma estable (Joly, 1999: 124; Grupo µ, 1993: 107). Sin embargo, mientras que para el
Grupo µ el lazo entre su forma y su contenido es frágil y depende del contexto, Joly destaca la
significación antropológica y cultural de formas y de colores. Además, ambos discursos se di-
ferencian en la tipología de signos plásticos que establecen, ya que mientras que para el Grupo
µ los signos plásticos son la forma, el color y la textura, para Martine Joly, que distingue entre
los signos que son específicos de la representación visual y los que nos reenvían a la experiencia
perceptiva (Joly, 1994: 102), los signos plásticos son el marco, el encuadre, composición interna
del mensaje visual, la pose del modelo, el color, la textura, las formas, la luminosidad, y la or-
ganización del espacio. Además, la autora indica que se ha de tener en cuenta el soporte como
elemento plástico (Joly, 1999: 83).
Como podemos comprobar, los signos plásticos del Grupo µ y de Martine Joly coinciden con
los distintos elementos, o variables de las representaciones visuales, que describen otros autores
consultados (Villafañe, Wong, Aumont, Saint Martin), aunque cada uno de ellos los clasifique,
estructure y contextualice de distinta manera, desde el punto de vista teórico.
Haremos un breve repaso por los distintos signos plásticos, incluyendo las aportaciones que
han realizado otros autores, para tratar de obtener consideraciones lo más globales posibles
en torno a los elementos que forman parte de las representaciones visuales en general, y de las
imágenes funcionales en particular.
4.1.1 El marco
Aunque la definición de marco es similar en los distintos discursos teóricos, cada uno lo estruc-
tura de forma diferente, dentro de cada modelo. Así, mientras que para Joly es un signo plás-
tico, en la misma línea que el color o la forma, el Grupo µ no lo considera propiamente como
un signo plástico (pero, sin embargo, es una cuestión a la que le dedican casi tanto espacio en
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 552
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1. la semiología, la semántica y otros enfoques 2. las unidades de las lenguas se han de combinar con el objetivo de
aportar significados 3. la combinación de elementos visuales ha de tener significado al modo visual, no al modo
verbal 5. signos arbotrarios, signos culturales, signos icónicos 6. los tipos de significado de los signos visuales 7. la
perversión de la imagen, frente a la objetividad del texto 8. el papel del contexto en el significado
su discurso como al que dedican a sus reflexiones en torno al signo plástico y al signo icónico),
Aumont considera que es un elemento, y para Wong es una referencia necesaria.
El marco separa, bien física o perceptivamente (Aumont, 1992: 152), el enunciado visual del
entorno, diferencia la forma del fondo, en términos del Grupo µ, y tiene la función de enfocar
la atención del espectador (Joly, 1994: 110). Puede ser de distintos materiales (línea pintada,
madera tallada, corte limpio del papel, pantalla de cine, etc.), puede tener distintos colores,
formas (aunque la más habitual es la rectangular, heredada del Renacimiento (Joly, 1994: 110))
y tamaños, y puede estar ubicada en diferentes alturas.
Pero si el marco posee color, forma y textura, si podemos hacer de él un enunciado (Grupo µ,
1993: 341) y si, como señala Joly, aporta significados (Joly, 1994: 110-111), podemos considerar
que el marco es, más que un elemento de un signo visual o una variable de las representaciones
visuales, un signo visual, ya que no es lo mismo enfrentarse a un marco rectangular que a uno
oval (Grupo µ, 1993: 193).
4.1.2 El encuadre
El encuadre es el tamaño que resulta de la distancia que existe entre el sujeto fotografiado y el
objetivo (Joly, 1999: 101) y correspondería a lo que en fotografía se denomina escala de planos
(Joly, 1994: 114), luego el encuadre es una dimensión.
Desde nuestro punto de vista el encuadre no es, en sí mismo, un signo visual, sino que, al tra-
tarse de la representación de un tamaño, es un aspecto relacionado con la forma, entendiendo
la forma como la descripción geométrica del signo (o forma) visual.
Si tenemos en cuenta que cuando Joly hace referencia a la pose del modelo incluye la esceno-
grafía socialmente codificada, la forma y disposición de las figuras, la dirección de sus miradas,
etc. (Joly, 1994: 120-124), llegamos a la conclusión de que la pose del modelo tiene que ver con
la forma (en cuanto a descripción) y la posición que adoptan los personajes, solo que a diferen-
cia de otras formas y posiciones, las de la “pose” buscan formas y posiciones estereotipadas y
convencionales que transmitan determinados contenidos como, por ejemplo, “mujer orando”
si está de rodillas y con los brazos en cruz, o de rodillas y con las palmas de las manos juntas
frente al pecho, etc.
Luego la pose del modelo no es un elemento de los signos plásticos del mensaje visual, sino
que es un signo visual compuesto por la combinación de forma, colores y posición, un signo
motivado convencionalmente, y que está relacionado con los usos sociales de las posturas.
Si decíamos que el encuadre era la distancia que se genera entre el objetivo y la escena u objeto
representado, el ángulo se refiere a la altura desde la cual el objetivo “mira” el objeto o escena.
Este ángulo marcará las posiciones, las luces y las sombras y las formas de los objetos y/o ele-
mentos presentes en la representación.
Joly señala que el ángulo que reproduce la toma a la altura de los hombros es la que proporcio-
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 553
reflexiones j. los signos y la significación de las representaciones visuales
1. la semiología, la semántica y otros enfoques 2. las unidades de las lenguas se han de combinar con el objetivo de
aportar significados 3. la combinación de elementos visuales ha de tener significado al modo visual, no al modo
verbal 5. signos arbotrarios, signos culturales, signos icónicos 6. los tipos de significado de los signos visuales 7. la
perversión de la imagen, frente a la objetividad del texto 8. el papel del contexto en el significado
na mayor sensación de realidad a la escena, porque imita a la visión natural y cotidiana (Joly,
1999: 104) y porque es un tipo de ángulo que vemos a menudo en todo tipo de representaciones
visuales.
Luego, desde nuestro punto de vista, el ángulo de punto de vista es un signo visual que procede
de la combinación de los elementos visuales y no un elemento visual, ya que serán la disposi-
ción de las luces, las formas geométricas y la posición de los elementos, los que nos indiquen el
punto de vista desde el cual el objetivo “mira”.
Este signo hará que un personaje (u objeto) parezca aplastado y empequeñecido si el ángulo es
un picado, ensalzado y magnificado si utilizamos un contrapicado (por ejemplo, la visión de
una mesa desde los ojos de un niño pequeño, que no puede alcanzar su superficie), etc.
4.1.5 La posición en el plano
Hemos de tener en cuenta que si las imágenes funcionales transmiten contenidos que recono-
cemos, estos contenidos deben estar relacionados con el mundo que conocemos, un mundo en
el que no sólo hay objetos, sino en el que también caben los sueños, las ideas, los deseos, un
mundo que tiene una serie de propiedades físicas que condicionan nuestra existencia, como es
el hecho de que sea vertical, luego podremos hablar de una posición arriba/abajo, que es perci-
bido desde la lateralidad de nuestro cerebro, luego habrá una posición izquierda/derecha, y que
posee profundidad, luego hablaremos de delante/detrás.
Este aspecto de las representaciones visuales es recogido de distintos modos por varios autores
consultados. Así, por ejemplo, Joly considera que la distribución de elementos en el espacio es
un signo específico de la representación visual (Joly, 1994: 102) que juega un papel fundamental
en la jerarquización de la visión (Joly, 1999: 106), mientras que para el Grupo µ la posición es
un parámetro de la forma, un formema que, junto con el resto de formemas, corresponde con
la proyección de nuestras estructuras perceptivas que están determinadas por nuestros órganos
y por la organización del espacio percibido en tres dimensiones (el espacio posee gravedad,
movimiento y nuestros órganos son simétricos) (Grupo µ, 1993: 192), y están afectadas por las
circunstancias vitales (Grupo µ, 1993: 199).
Arnheim y Villafañe, por su parte, conjugan la lateralidad y la gravedad, e indican que lo que se
sitúa a la derecha del plano pesa más que lo que está a la izquierda. La diferencia entre ellos es
que, mientras que para Villafañe esta inestabilidad lateral se debe al modo como leemos (Villafañe,
1998: 186-187), para Arnheim se debe a la lateralidad de nuestro cerebro (Arnheim, 1988: 49).
dos elementos que, junto con él, configuran la forma visual. Así, por ejemplo, la posición de un
círculo de color naranja en un plano puede representar un sol o una pelota, en función de si el
círculo naranja está en la parte superior del plano o si está en la parte inferior. Luego la posición
es fundamental a la hora de dotar significado, pero consideramos que la posición no es, en sí
misma, un signo visual.
4.1.6 La forma
Es fundamental para nuestra exposición las aportaciones del Grupo µ sobre la forma, aunque
consideramos que, en ocasiones, son algo contradictorias.
El Grupo µ indica que el signo plástico forma es un concepto teórico que se convierte en signo
cuando están presentes los formemas de posición, dimensión y orientación (Grupo µ, 1993:
191). Pero como también denominan como forma la figura que, gracias a la memoria, hemos
decretado que se parece a otras figuras percibidas (Grupo µ, 1993: 59-60), y como la figura pue-
de aparecer gracias al contorno, gracias al contraste de color o al contraste de textura (Grupo
µ, 1993: 61), parece que la forma se convierte en signo cuando están presentes la posición, la
dimensión y la orientación, pero también cuando lo está el color (sea a modo de contorno o a
modo de contraste) y, en el caso de la propuesta del Grupo µ, la textura. Añaden, y entiendo
que vuelven a hacer referencia a la forma como no signo, que sólo se puede aprehender la for-
ma a través de un camino teórico, porque no existe ninguna forma real que esté desprovista de
color y de textura (Grupo µ, 1993: 197).
Desde nuestro punto de vista, la forma es un elemento teórico y conceptual que requiere,
para concretarse como forma visual (en el sentido de conjunto de elementos), de dimensiones
geométricas, de color y de posición en el espacio. Posteriormente esta forma visual podrá ser
considerada como signo visual, o no, en función de si transmite, o no, un contenido estable a
una serie de receptores.
Joly considera que realizamos una interpretación antropológica de algunas formas (Joly, 1994:
106-107; Joly, 1999: 108-109) ya que, por ejemplo, relacionamos las formas curvas con la fe-
minidad, debido a las partes de nuestro cuerpo relacionadas con la maternidad; las rectas con
lo masculino, por la forma de los cuerpos masculinos y por la virilidad del falo erguido; las
oblicuas con descensos y ascensos, dependiendo de la dirección de la inclinación; las formas
cerradas con el aislamiento; las abiertas con la evasión; las líneas quebradas y los ángulos agu-
dos son asociados con la agresividad, porque estas formas son producto de algo que se rompe
o que se resquebraja
Pero, en este caso, hemos de tener en cuenta que las formas a las que hace referencia Joly tienen
color y dimensiones (orientación, posición, etc.), luego está haciendo referencia a una com-
binación de elementos visuales, está haciendo referencia a la forma visual como conjunto de
elementos, no al elemento forma, aislado teóricamente.
4.1.7 El color
Todos los autores, al margen de la disciplina desde la que realicen el análisis, destacan el color
como uno de los elementos de las representaciones visuales. Joly y el Grupo µ no son una ex-
cepción, y consideran que el color es uno de los signos plásticos de los mensajes visuales.
Tras recoger las distintas aportaciones, podemos comprobar que, al margen de otras cuestio-
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 555
reflexiones j. los signos y la significación de las representaciones visuales
1. la semiología, la semántica y otros enfoques 2. las unidades de las lenguas se han de combinar con el objetivo de
aportar significados 3. la combinación de elementos visuales ha de tener significado al modo visual, no al modo
verbal 5. signos arbotrarios, signos culturales, signos icónicos 6. los tipos de significado de los signos visuales 7. la
perversión de la imagen, frente a la objetividad del texto 8. el papel del contexto en el significado
nes que los diferencia, todos coinciden en tres cosas: la dificultad de estabilizar este elemento
porque cambia en función de las superficies, de las condiciones lumínicas, etc.; la necesidad y
la dificultad, al mismo tiempo, de hablar de significaciones de color: necesidad, bien porque
para algunos autores el color es un signo pleno, bien porque algunos discursos hacen referen-
cia a los significados que transmite el color; dificultad, porque la mayor parte de los autores
reconocen que un mismo color puede tener significados distintos, en función del enunciado. Y,
por último, la distinta división que cada lengua natural hace del espectro electromagnético (en
terminología y en cantidad de términos), lo que no ayuda a la enumeración y a la descripción
de un conjunto finito de colores del código visual.
Así, un cambio de saturación o de luminosidad que no afecte al tono, puede ser leído como
una variación visual sin repercusiones en el significado62, como sucede con el signo visual de la
“Cruz Roja”, un signo que podría soportan varias modificaciones de color (que no afectaran al
tono) antes de perder su significado.
Pero en otros contextos sígnicos, un cambio de saturación, o de luminosidad, sí que puede afectar
al significado (uso del verde claro para una línea de productos, uso del verde oscuro para otra, por
ejemplo), por lo que no podemos describir, de modo general, el color que afecta al significado (po-
dríamos llamarlo color grafema) del color que es una variación visual sin trascendencia sígnica.
En este sentido consideramos que el concepto y el término de polos cromáticos de Saint Mar-
tin63 podrían ser útiles para distinguir el color como significado, del color como alteración
que no afecta al significado, pero no pensamos lo mismo respecto a su tipología, porque ésta
dependerá del código visual que se analice, ya que, por ejemplo, aunque incluye como polos
cromáticos64 algunas variaciones de saturación y de luminosidad (rojo/rosa, negro/gris), hay
otras que no contempla y que, como hemos visto (verde claro/verde oscuro), pueden discrimi-
nar significados en determinados códigos.
4.1.7.2 Nomenclatura
Respecto a la cuestión de las nomenclaturas, creemos que el hecho de que haya más matices de
color que nombres para los matices, y que en cada lengua natural exista una cantidad distinta
de términos que hagan referencia al color, afecta al estudio de un lenguaje visual universal. Pero
del mismo modo consideramos que estas diferencias no afectarían al estudio de códigos más
concretos, como, por ejemplo, los colores que utiliza un medio de comunicación de masas, o
los que utiliza una determinada comercial, ya que del mismo modo que nuestra garganta, y
nuestro oído, es capaz de emitir, y de discriminar perceptivamente, más sonidos que los so-
nidos/fonemas que utiliza nuestra lengua natural, nuestra visión puede distinguir más colores
que los que nombramos y/o que tienen trascendencia en un determinado código.
Otra cuestión es valorar si el estudio del código visual de una marca comercial, o el de un medio
de comunicación de masas, tiene trascendencia o interés desde el punto de vista teórico, pero
este es otro tema.
Dicho de otra manea, aunque es cierto que asociamos los colores (Itten muestra un buen ejem-
plo de ello) con diversas propiedades que poseen las cosas que tienen esos colores, quizás debi-
do a la influencia de la realidad que nos rodea65, o a la del conocimiento, más o menos profun-
do66, sobre la psicología de los colores que estudiara Goethe, relacionar el color, en abstracto,
(rojo) con el significado de un objeto o situación en el que está presente (fuego), es similar a
relacionar un sonido, en abstracto (m), con el significado de un objeto o situación en el que esté
presente. Pero como en la comunicación visual, igual que sucede con los fonemas en la comu-
nicación verbal, los colores no se presentan aislados, sino en copresencia con otros elementos
(forma y posición), es entonces cuando podemos hablar no de la estabilidad del color, pero sí
de la estabilidad de un signo del que forma parte el color.
Luego cuando el Grupo µ indica que un mismo color puede tener distintos significados, en fun-
ción del enunciado (entendiendo por enunciado el conjunto de signos), lo que desde aquí propo-
nemos es que el mismo color (rojo), en función del resto de elementos visuales (forma, posición)
puede significar “sangre”, puede significar “cielo al atardecer”, o puede significar “Coca cola”. Lo
que desde aquí consideramos es que un color, en abstracto, sólo sustituye al elemento sin sentido
color (o, si se prefiere, del polo cromático, en términos de Saint Martin, en el que está englobado),
del mismo modo que n sólo sustituye al fonema /n/, un elemento verbal que no tiene significado.
Y que sólo la copresencia de los elementos visuales hace que obtenga significado.
4.1.7.4.1 Profundidad
Como han demostrado distintos descubrimientos ópticos (Saint Martin, 1994: 72-73), los tonos
claros avanzan y los oscuros de atrasan cuando están sobre un fondo negro, pero los tonos
claros se atrasan y los oscuros se adelantan cuando están sobre un fondo blanco (Itten, 1977, 1:
77; Wong, 1986: 95).
Las zonas rojas avanzan, las azules se retrasan y las amarillas se sitúan entre las otras dos,
porque la acomodación del cristalino es distinta para cada color, por lo que el individuo tiene
esta sensación de profundidad relacionada con estos polos cromáticos (Saint Martin, 1994: 74;
Cocula, 1986: 7-9; Francastel, 1984: 115).
En este sentido Francastel señala que una de las aportaciones de Van Gogh fue la de representar
la profundidad prescindiendo de la forma y hacerlo mediante el uso del color puro (Francastel,
1984: 114-115).
4.1.7.4.2 El peso
Otro de los efectos que se suelen asociar con los colores es el de su peso, pero si, como señala
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 558
reflexiones j. los signos y la significación de las representaciones visuales
1. la semiología, la semántica y otros enfoques 2. las unidades de las lenguas se han de combinar con el objetivo de
aportar significados 3. la combinación de elementos visuales ha de tener significado al modo visual, no al modo
verbal 5. signos arbotrarios, signos culturales, signos icónicos 6. los tipos de significado de los signos visuales 7. la
perversión de la imagen, frente a la objetividad del texto 8. el papel del contexto en el significado
Itten y Saint Martin, éste efecto está relacionado con su colocación en el plano67 (Saint Martin,
1994: 77; Itten, 1977, 1: 91-92), no podremos hablar de peso de los colores sin tener en cuenta la
posición, luego el peso no es tanto un efecto del color como del producto de relacionar el color
con la posición y, posiblemente también, con la forma, porque el color en una determinada po-
sición ha de poseer, necesariamente, una forma. Luego el peso hace referencia a la forma visual
como conjunto de elementos, y no al color, aislado.
4.1.7.4.3 Temperatura
Aunque tendemos a relacionar, de forma generalizada, los colores verde y azul con valores
fríos, y el rojo con valores cálidos, no hay acuerdo respecto a las razones por la que ésto suce-
de, ya que mientras que algunos autores consideran que los motivos los hemos de buscar en la
relación que establecemos entre nuestra experiencia táctil y los colores con los que está asociada
dicha experiencia (Saint Martin, 1994: 76), Arnheim considera que si utilizamos los términos de
cálido y frío para el color no es por el recuerdo que tenemos de las temperaturas, sino porque
el color nos provoca una reacción similar a la que provoca la estimulación del calor (Arnheim:
1969, 281), un argumento que comparte el etólogo Eibl-Eibesfeldt cuando indica que los colo-
res calientes elevan las pulsaciones y aumenta la presión sanguínea (1993: 737).
En este sentido, tanto Eibl-Eibesfeldt como el Grupo µ exponen una serie de experimentos que
parecen mostrar que los colores denominados cálidos afectan al sistema nervioso autónomo, de
modo que suben las pulsaciones y aumenta la presión sanguínea (Eibl-Eibesfeldt, 1993: 737).
Pero el Grupo µ señala que la intervención de la dimensión térmica en el sistema de colores “no
deja de ser embarazosa…”68 (Grupo µ, 1993: 215), por lo que prefiere hablar de sugerencias más
que de demostraciones.
4.1.8 Textura
El Grupo µ considera que la textura hace referencia, metafóricamente, a la sensación táctil que
se produce visualmente (Grupo µ, 1993: 62-63), y considera que es una propiedad de superfi-
cie tan válida como la del color (Grupo µ, 1993: 178). Añaden que se podría cuestionar que la
textura pudiera engendrar una forma porque la textura es, en sí misma, una forma. Pero a con-
tinuación señalan que la textura no es una forma, porque los elementos que la forman poseen
dimensiones tan reducidas, que no pueden ser percibidos individualmente, por lo que la per-
cepción individualizada se reemplaza por una aprehensión global (Grupo µ, 1993: 178-179).
Pero si la textura no es táctil sino visual, si la textura está compuesta por forma (recordemos
que el Grupo µ incluye la dimensión como un parámetro de la forma), color y posición, lo que
tenemos delante no es un elemento básico de las representaciones visuales, sino un signo de las
representaciones visuales. Si comparamos la imagen 1 y la imagen 2, si en el primer caso reco-
nocemos “olas” y en el segundo caso reconocemos “textura acuosa”, y la diferencia de sentido
está provocada por el tamaño, lo que sucede es que la diferencia de sentido está provocada por
la alteración de uno de los parámetros de la forma, el del tamaño o la dimensión.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 559
reflexiones j. los signos y la significación de las representaciones visuales
1. la semiología, la semántica y otros enfoques 2. las unidades de las lenguas se han de combinar con el objetivo de
aportar significados 3. la combinación de elementos visuales ha de tener significado al modo visual, no al modo
verbal 5. signos arbotrarios, signos culturales, signos icónicos 6. los tipos de significado de los signos visuales 7. la
perversión de la imagen, frente a la objetividad del texto 8. el papel del contexto en el significado
1.
2.
Luego la textura es un tipo de producto visual que se obtiene cuando combinamos los elementos
visuales de una determinada manera, y es, por lo tanto un signo visual, no un parámetro del signo
visual equivalente al color, la forma, etc.
Se trata, en definitiva, de un signo visual que nos remite a una experiencia táctil mediante una
sugestión sinestésica (Grupo µ, 1993: 183), un signo visual que nos remite a tipos de materiales,
soportes, etc.
Aunque la exposición teórica del Grupo µ en torno a los signos visuales es brillantísima, tanto en
lo que respecta a su esquema de la representación visual, como a la descripción que realizan de
los distintos tipos de retórica, o a su distinción entre los signos icónicos y plásticos, creemos que
hay algunas cuestiones que dificultan que podamos aplicar su descripción del signo visual en el
contexto de las imágenes funcionales, un tipo de imágenes que, recordemos, tienen como objetivo
comunicar visualmente.
En primer lugar, su decisión de utilizar el término de signo icónico para denominar las representa-
ciones visuales figurativas, a pesar de admitir que el concepto de signo icónico es independiente de
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 560
reflexiones j. los signos y la significación de las representaciones visuales
1. la semiología, la semántica y otros enfoques 2. las unidades de las lenguas se han de combinar con el objetivo de
aportar significados 3. la combinación de elementos visuales ha de tener significado al modo visual, no al modo
verbal 5. signos arbotrarios, signos culturales, signos icónicos 6. los tipos de significado de los signos visuales 7. la
perversión de la imagen, frente a la objetividad del texto 8. el papel del contexto en el significado
la naturaleza física del medio (en el sentido de que hay un iconismo sonoro, olfativo, etc.) (Grupo
µ, 1993: 99), no ayuda a clarificar el lío terminológico que acompaña a los estudios sobre las re-
presentaciones visuales (y los del signo icónico en particular), sobre todo si tenemos en cuenta las
aportaciones realizadas por Eco y Gubern en torno al signo icónico como signo motivado.
En segundo lugar, en su búsqueda (que es la de muchos) de una propuesta que logre clasificar
las representaciones visuales, figurativas y no figurativas, establecen una distinción entre el signo
icónico y signo plástico, de modo que, como tales signos, ambos han de tener significación plena.
Vamos a ver esta cuestión con un poco más de atención.
Si el signo plástico puede ser una forma, un color o una textura, hemos de poder relacionar con un
significado los siguientes significantes: o . En el primer caso, el significado plástico
denotativo, según el Grupo µ, sería el de “circularidad”, y en el segundo caso sería “ser amarillo”,
mientras que los significados connotativos serían el de perfección formal y calor, respectivamente.
Aumont cuestiona estos ejemplos que utiliza el Grupo µ porque, aunque considera que los signi-
ficados plásticos denotativos son exactos, pero triviales (una forma circular es el signo de círculo,
un color amarillo es el signo de amarillo), respecto a los significados plásticos connotativos indica
que nos remiten a tipologías que están mal fundadas (Aumont, 1992: 283).
Desde nuestro punto de vista, una forma con un color y con una posición puede tener varios sig-
nificados denotativos (desde círculo amarillo hasta sol de mediodía) que se clarificarán en función
del enunciado, del mismo modo que la palabra niña tiene varios significados denotativos que se
concretarán en el enunciado.
Pero si un círculo de color amarillo ubicado en la parte superior del plano nos remite, en su enun-
ciado, a un sol de mediodía, esta forma visual está ejerciendo de signo icónico (o motivado por
la representación convencional del sol, utilizando las aportaciones de Eco), no de signo plástico,
como indica el Grupo µ (1993: 107). Y un círculo amarillo situado en la parte central del plano
que, a partir del enunciado, signifique “círculo amarillo centrado cobre el plano” no es un signo
plástico, como señala el Grupo µ, sino que es el signo icónico (o motivado por la representación
convencional) de la expresión “círculo amarillo centrado” que, aunque banal o trivial, como indica
Aumont, es una expresión posible, tanto del lenguaje verbal como de las representaciones visuales.
El hecho de que nos resulte tan fácil discriminar entre las palabras /círculo/ y /sol/ por su número,
tipo y posición de fonemas, y nos resulte tan difícil (o tan incómodo) aceptar la diferencia entre
“círculo amarillo centrado” y “sol”, porque hay un cambio de posición, no afecta a la diferencia en
sí misma, sino a la consideración, al valor que le damos a cada una de ellas.
Otra cuestión que nos interesa de las aportaciones del Grupo µ es la contradicción que aparece
en su propuesta teórica cuando, por una parte, definen la forma, el color y la textura como signos
plásticos plenos, y, por otra, indican que no existe “ninguna forma real que esté desprovista de
color y de textura” (Grupo µ, 1993: 197), una contradicción que se hace más evidente cuando
hacen referencia al significado de la dominante amarilla del cuadro de Pirenne, sin tener en cuenta
la forma y la ubicación en el plano de tal color, elementos fundamentales para atribuir los signifi-
cados de campo o de zona industrial al color amarillo de la representación visual pictórica (Grupo
µ, 1993: 255 y 323).
Luego, desde nuestro punto de vista, los signos plásticos del Grupo µ, la forma, la textura y el
color:
. no son tales signos, porque no se presentan aislados,
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 561
reflexiones j. los signos y la significación de las representaciones visuales
1. la semiología, la semántica y otros enfoques 2. las unidades de las lenguas se han de combinar con el objetivo de
aportar significados 3. la combinación de elementos visuales ha de tener significado al modo visual, no al modo
verbal 5. signos arbotrarios, signos culturales, signos icónicos 6. los tipos de significado de los signos visuales 7. la
perversión de la imagen, frente a la objetividad del texto 8. el papel del contexto en el significado
. cuando el Grupo µ habla de signos plásticos, en realidad está haciendo referencia a los signos
icónicos (o motivados), como el caso del círculo, la moneda, el sol, o a los arbitrarios, o a los
indiciales.
4.2 Signos icónicos
4.2.1 El signo icónico a través de Peirce y de Eco
Como hemos visto, los signos icónicos son, según Peirce, aquellos que sustituyen al objeto repre-
sentando sus cualidades, a diferencia de los indiciales, que son producto de la continuidad física del
objeto, o de los símbolos, que son los que mantienen una relación arbitraria entre su significante
y su significado.
Aunque para Peirce el signo icónico no es únicamente visual (ya que las cualidades del objeto pue-
den ser percibidas por cualquiera de nuestros sentidos) y las cualidades (visuales o de cualquier otro
sentido) no tienen por qué corresponder con el parecido analógico, el término de signo icónico
tiende a utilizarse para denominar a los signos visuales que mantienen una relación de analogía con
el objeto (Grupo µ, 1993: 99 y 102), porque el discurso tiende a referirse al hecho visual como signo
icónico (Grupo µ, 1993: 102), y porque la semiología de la imagen convierte el término “imagen” de
Peirce69 en sinónimo de representación visual y, por extensión, de signo icónico (Joly, 1999: 42).
Pero la dificultad de acotar con exactitud la relación cualitativa entre signo y objeto, y la con-
tradicción que supone dotar de universalidad y de naturalidad (como hace la consideración de
parecido analógico) a unos signos que utilizan convencionalismos en su representación, ha llevado
a autores como Eco y Gubern a definir el signo icónico como un signo que está motivado con-
vencionalmente: motivado en el sentido de que reproduce algunas de las condiciones del modelo
perceptivo que tenemos del objeto; convencionalmente porque las condiciones representadas son
seleccionadas a partir de un código de reconocimiento (que puede variar en función de varios tipos
de contextos), en el sentido de que no tienen por qué corresponder con las propiedades visibles
(podemos seleccionar propiedades que conocemos y que no vemos, o propiedades convenciona-
les) y son reproducidas mediante convenciones gráficas (Eco, 1978: 225- 229 y 234), como veremos
con más detalle en el subapartado 5.
Como hablar de articulación en las representaciones visuales es pisar un terreno peligroso y resba-
ladizo, porque parece que comparar sus estructuras con las del lenguaje verbal, una comparación
que no se ha podido demostrar, cada uno bordeamos la cuestión como podemos o sabemos: aquí
nos escudamos en un entrecomillado, mientras que los autores que incluimos en este apartado, o
no utilizan el término, o lo hacen durante poco tiempo, como veremos, cuando hacen referencia a
la construcción de significado del signo icónico.
Comenzaremos por Eco. Este autor indica, a partir de las demostraciones de Prieto, que los códi-
gos icónicos se articulan en figuras, signos y semas, aunque él prefiere utilizar, en lugar de sema,
el término de enunciado icónico. Las figuras serían las condiciones de la percepción como, por
ejemplo, las relaciones geométricas, las relaciones de claroscuro, la angularidad, etc. Los signos, las
unidades de reconocimiento (nariz, ojo, nube), que denotan mediante artificios gráficos conven-
cionales. Y los enunciados icónicos, lo que habitualmente denominamos “imágenes”, los signos
icónicos (hombre, caballo) que constituyen enunciados icónicos complejos (1978: 270-272).
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1. la semiología, la semántica y otros enfoques 2. las unidades de las lenguas se han de combinar con el objetivo de
aportar significados 3. la combinación de elementos visuales ha de tener significado al modo visual, no al modo
verbal 5. signos arbotrarios, signos culturales, signos icónicos 6. los tipos de significado de los signos visuales 7. la
perversión de la imagen, frente a la objetividad del texto 8. el papel del contexto en el significado
Eco irá más allá de la formulación teórica y propondrá que el código cinematográfico puede ser
descrito mediante esta triple articulación, de modo que el fotograma sería el enunciado, los signos,
reconocibles gracias al contexto, serían cada uno de los objetos, y las figuras visuales serían los
/ángulos/, las /relaciones de claroscuro/, /curvas/, /relaciones de figura y fondo/, etc. (1978: 283).
El Grupo µ, por su parte, indica que un signo icónico (por ejemplo el signo cabeza) puede ser ana-
lizado de dos maneras: bien a partir de unidades que son, en sí mismas, significantes de otros signos
icónicos, a las que denomina entidades (ojos, nariz, etc.), bien a partir de una serie de características
formales que no corresponden a ningún signo icónico, pero que permiten su reconocimiento, a
las que denomina marcas (cabeza como una determinada organización de curvas y rectas, etc.)
(Grupo µ, 1993: 132 y ss.), lo que parece estar en la línea de la descripción de las figuras de Eco y
Prieto, aunque no lo indiquen así.
Desde nuestro punto de vista, la opción más adecuada para analizar los signos icónicos es la de
describir las características formales que permiten su reconocimiento, y no la de estudiar los signi-
ficantes de otros signos icónicos, por varios motivos.
. el signo icónico que Eco describe como enunciado (por estar formado por varios signos) posee
un significado determinado gracias al conjunto de características reconocibles (o signos, en este
momento es indiferente el término) que lo componen, pero su significado es de tal tipo que la
ausencia de alguna de ellas (características reconocibles o signos), o no altera su significado, o
genera otro distinto, pero no deja al enunciado sin significado. Así, por ejemplo, una cabeza
a la que le falte un ojo, sigue siendo reconocible como “cabeza sin ojo”. O en un ejemplo más
impactante: ambas fotos tienen significado, pero la presencia o ausencia de un signo, hace que
sus significados sean diferentes.
. en el siguiente signo no hay ojos, boca, nariz, etc., sino que se nos presenta una forma visual,
compuesta por los elementos visuales (forma, color, dimensiones), que nos permite recono-
cerla como CABEZA, pero esos elementos, aislados, no tendrían significado , más allá
de la descripción de cada uno de ellos. Luego, como señala el Grupo µ, hay entidades
que nos ayudan a identificar gracias a su posición, lo que nos permite identificar un rasgo
rectilíneo como ojo porque está situado en una determina da posición, o como boca si
está en otro lugar (Grupo µ, p. 136).
4.2.3 Los elementos que forman el signo icónico
Otra cuestión que queremos destacar respecto al signo icónico es que, aunque se tiende a res-
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1. la semiología, la semántica y otros enfoques 2. las unidades de las lenguas se han de combinar con el objetivo de
aportar significados 3. la combinación de elementos visuales ha de tener significado al modo visual, no al modo
verbal 5. signos arbotrarios, signos culturales, signos icónicos 6. los tipos de significado de los signos visuales 7. la
perversión de la imagen, frente a la objetividad del texto 8. el papel del contexto en el significado
Pero vayamos por partes. Los signos lingüísticos, que desde nuestro punto de vista son signos
antes que lingüísticos, pueden ser, como señaló Peirce, simbólicos, que es lo que sucede con
la mayor parte de ellos. Pero también pueden ser icónicos (o motivados), como es el caso de
las onomatopeyas, o indiciales, como cuando realizamos una exclamación debido al dolor, al
placer, a la angustia, etc.73
Otra cuestión importante para nuestra búsqueda. Los signos lingüísticos que se convierten
en escritura, ¿son signos lingüísticos o son signos visuales? Hay distintas aportaciones en este
sentido y, como veremos, unos autores incluyen la escritura entre los signos visuales, otros
consideran que es un signo, pero que no es visual, y otros no hacen referencia a esta cuestión.
Desde el punto de vista de Saussure, la escritura fija los signos lingüísticos en imágenes con-
vencionales (Saussure, 1961: 42) y Tusón, en esta línea, señala que la escritura fija la actividad
verbal mediante signos gráficos que representan, icónica o convencionalmente, la producción
lingüística (Tusón, 1996: 16). Luego para algunos teóricos los signos lingüísticos que se con-
vierten en escritura ya no son signos lingüísticos, sino que son signos visuales que sustituyen a
las palabras, de forma prioritariamente convencional, como otros signos visuales sustituyen a
empresas o a productos, como es el caso de las marcas (Sönesson, 1992a: 46-47).
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aportar significados 3. la combinación de elementos visuales ha de tener significado al modo visual, no al modo
verbal 5. signos arbotrarios, signos culturales, signos icónicos 6. los tipos de significado de los signos visuales 7. la
perversión de la imagen, frente a la objetividad del texto 8. el papel del contexto en el significado
Pero otros teóricos, como Joly o Barthes, consideran que los signos lingüísticos, aunque apor-
tan significado en los mensajes visuales, han de ser analizados como tales signos lingüísticos,
no como signos visuales74.
Desde nuestro punto consideraremos, como lo hacen Saussure, Sönesson y Tusón, que la es-
critura está compuesta por signos visuales, normalmente arbitrarios75, que sustituyen a la pro-
ducción verbal
Así, si las imágenes funcionales son representaciones visuales que han de comunicar por defi-
nición, no nos es muy útil la descripción de un tipo de signo visual que es inestable, ya que la
relación entre expresión y contenido de nuestros signos, o ha de ser estable o no es tal relación,
pero no puede ser a medias. Además, consideramos que en las imágenes funcionales hay signos
que mantienen una relación cualitativa o motivada con su objeto (visual o de apariencia, de
estructuras o relaciones, de paralelismos con otros objetos o situaciones), que serían los signos
icónicos o motivados, signos que mantienen una relación de contigüidad física, los signos índi-
ces, y signos que mantienen una relación convencional, los signos símbolos.
Hemos de tener en cuenta que incluiremos, en la clasificación peirceana de los signos, las
aportaciones de Eco, por lo que obtendremos una clasificación de los signos de las imágenes
funcionales que distinguirá el signo motivado convencionalmente, el signo indicial y el sig-
no simbólico, una clasificación que nos permite matizar la descripción del signo icónico sin
desviarlo hacia las otras tipologías de signo, ya que este signo motivado convencionalmente
está relacionado con las características que percibimos del objeto (sean visibles o no) y con la
representación gráfica convencionalizada, pero está suficientemente diferenciado de los signo
arbitrario e indicial (lo veremos en el subapartado 5 de este apartado).
Luego si las imágenes funcionales han de transmitir contenidos (significados) por definición,
podríamos decir que las imágenes funcionales son signos visuales, por definición. Pero, como
señalábamos, la relación entre la expresión y el contenido del signo visual puede basarse en:
. la representación de las condiciones que percibimos del objeto (parecido visual, relacional o
a partir del conocimiento que tenemos de las cosas y situaciones)
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verbal 5. signos arbotrarios, signos culturales, signos icónicos 6. los tipos de significado de los signos visuales 7. la
perversión de la imagen, frente a la objetividad del texto 8. el papel del contexto en el significado
. indiciales (como lo hace en parte la fotografía, aunque a veces utilice esta relación entre signi-
ficante y significado para alterar el sentido original),
. o que pueden ser simbólicos, cuando la relación que se establece entre el signo visual y su signi-
ficado es tan arbitraria como la que se establece entre un significante y un significado verbal.
Parece claro que Peirce estableció que los signos, entre los que se incluyen los sonoros, icónicos,
olfativos, táctiles y gustativos, pueden ser icónicos, indiciales o simbólicos (arbitrarios). Entre los
icónicos podemos distinguir, según Peirce, entre los que comparten cualidades simples, las imá-
genes, los que representan las relaciones entre las partes, los diagramas, y los que representan
mediante paralelismos en algún otro aspecto, las metáforas (Peirce, 1974: 46-47).
Sin embargo, a lo largo de las lecturas realizadas para esta investigación, constatamos que suce-
den dos cosas cuando se utiliza el término de signo icónico:
. no se tiene en cuenta que el término icónico hace referencia al parecido cualitativo de un
signo, independientemente del sentido que perciba el signo, de modo que podemos hablar de
signos icónicos visuales, pero también olfativos, gustativos, etc.
. que no se suelen incluir los diagramas y las metáforas entre los signos icónicos (que, como
decíamos en el punto anterior, tienden a ser los visuales).
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aportar significados 3. la combinación de elementos visuales ha de tener significado al modo visual, no al modo
verbal 5. signos arbotrarios, signos culturales, signos icónicos 6. los tipos de significado de los signos visuales 7. la
perversión de la imagen, frente a la objetividad del texto 8. el papel del contexto en el significado
Así, por ejemplo, Arnheim considera que los esquemas y los diagramas que realizan los físicos
poseen una función simbólica, con lo que considera como símbolo un tipo de representaciones
que para Peirce son iconos (1986: 152). Gombrich, por su parte (1987: 173), indica que un mapa es
una metáfora, ya que ni es una representación icónica, porque no mantiene un parecido fiel con su
referente, ni tampoco es exactamente arbitrario, porque los parques se pintan (de color verde, los
lagos en azul, etc.) tomando características visuales de sus referentes. Pero hemos de señalar que
cuando el autor habla de metáfora no hace referencia a la tipología de Peirce, por lo que entende-
mos que no considera la metáfora como un tipo de signo icónico.
Pero al relacionar el signo icónico con el signo imagen peirceano (esto es, con la relación de
parecido cualitativo), dada la dificultad de comparar la estructura lingüística con la visual, y
ante la consideración generalizada de que los signos visuales no son arbitrarios, se ha tendido a
relacionar los términos: signo icónico = imagen = significado no arbitrario (luego natural).
Sin embargo, y tomando como referencia la clasificación de Peirce, si natural es igual a pare-
cido visual, icónico no es igual a natural, ya que no podemos decir que en todos los casos los
esquemas, o las metáforas, mantengan un parecido cualitativo respecto a sus referentes, que se
parezcan visualmente a ellos. Al menos, se debería analizar en qué consiste ese parecido, si es
que éste existe:
. esquemas
1. eléctrico78
2. clasificatorio79
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 567
reflexiones j. los signos y la significación de las representaciones visuales
1. la semiología, la semántica y otros enfoques 2. las unidades de las lenguas se han de combinar con el objetivo de
aportar significados 3. la combinación de elementos visuales ha de tener significado al modo visual, no al modo
verbal 5. signos arbotrarios, signos culturales, signos icónicos 6. los tipos de significado de los signos visuales 7. la
perversión de la imagen, frente a la objetividad del texto 8. el papel del contexto en el significado
3. Metáfora visual80
Todos los ejemplos anteriores son signos visuales y pueden englobarse entre los signos icó-
nicos peirceanos, pero dudo que se puedan considerar como “naturales”. Aunque, ¿cuál es el
significado de natural? Gombrich hace equivaler el término de “natural”, que está opuesto a
“arbitrario”, con el de icónico, pero entendiendo que icónico es un tipo de significado que se
caracteriza por parecerse con fidelidad a su referente (Gombrich, 1987: 173). Añade, en otro
lugar, que las imágenes visuales son signos naturales cuando son más o menos como las cosas
que representan, porque la base de la imagen visual es imitar a la realidad, algo que sólo sucede,
excepcionalmente, en el habla (Gombrich, 1987: 261-262).
Luego parece que el término de natural hace referencia a algo que existe en la naturaleza, y que
nosotros representamos visualmente (Eco, 1999: 387). Pero, entonces, ¿es natural la representa-
ción visual en la que combinamos dos signos icónicos que por separado son imágenes (desde la
definición peirceana) que tienen su referente en la realidad, pero que, unidos, no lo son, (como
es el caso del ejemplo de la metáfora visual anterior)? O utilizando un ejemplo al que hacen re-
ferencia varios autores para argumentar la naturalidad o la arbitrariedad de las representaciones
visuales, ¿es natural el contorno?.
Varios autores hacen aportaciones respecto a si el contorno es natural o arbitrario. Eco indica
que los psicólogos tienden a considerar que el contorno existe en la naturaleza, ya que es la
frontera perceptiva que hay entre un objeto y su fondo (Eco, 1999: 387). El Gombrich de La
imagen y el ojo, a diferencia del Gombrich de Arte e ilusión, indica que, aunque se ha dicho
a menudo que el contorno es una convención, porque los objetos que nos rodean no están
delimitados por líneas, el contorno reproduce la separación que sí hay entre los objetos y su
trasfondo (Gombrich, 1987: 266). Desde nuestro punto de vista, y siguiendo la aportación de
Eco, el contorno es la representación, mediante convencionalismos gráficos, de la diferencia
perceptiva entre una figura y su fondo.
Si no tenemos en cuenta la tipología del signo icónico peirceano, la disyuntiva signo natural
/ signo arbitrario parece que nos mete en un callejón sin salida. Pero las aportaciones de Eco
y Gubern en torno a las definiciones de los signos codificados culturalmente y de los signos
motivados, respectivamente, generan nuevas alternativas teóricas.
sideramos que los signos icónicos son signos que están codificados, pero no arbitrariamente,
evitamos la espinosa cuestión de buscar las unidades mínimas que permitan su articulación, y
podemos decir que su codificación es cultural, sin dar a entender que estén en correlación arbi-
traria con su contenido, y sin estar obligados a analizarlos de modo discreto (2000: 288-289).
Aún teniendo en cuenta que no coincidimos terminológicamente con Gubern82, que partimos
más de la tipología de Peirce que la de Arnheim83, y teniendo en cuenta que el signo icónico
que Peirce describe como metáfora desentona un poco en la formalización general de nuestro
discurso (porque consideramos que la metáfora, la metonimia o cualquier otro tipo de figura
retórica se deberían analizar a posteriori, una vez establecida la articulación y tipología básica
de los signos visuales), la definición que hace Gubern del signo motivado es perfecta para:
. calificar a los signos visuales que mantengan vínculos naturales con sus referentes, entendien-
do como vínculos posibles los relacionados con su aspecto, pero también con sus relaciones,
estructura, etc.;
. superar el uso abusivo y heterogéneo del término icónico que nos obliga, a menudo, a hacer
referencia al discurso concreto de cada autor;
. nos permite desmarcarnos del signo icónico de Peirce y, por lo tanto, poder dejar a un lado
su signo icónico metáfora que parece corresponder más a la retórica, que a la tipología de los
signos visuales.
Luego el signo motivado de Gubern nos permite incluir la tipología de los signos icónicos de
Peirce, sin tener que utilizar los términos icónico e imagen, y nos permite situar el tipo de signo
metáfora en otro ámbito del estudio sobre las representaciones visuales, el que corresponde a la
significación, y no en el de la tipología de los signos.
ambos podemos explicar/describir todos los tipos de representaciones visuales, desde las figurati-
vas, compuestas básicamente por signos icónicos, y las abstractas, compuestas por signos plásticos.
Sin embargo hay un tipo de representaciones visuales, los logotipos, que sitúan entre las semió-
ticas de tipo 1, las semióticas que están muy estabilizadas como, por ejemplo, la del lenguaje
verbal y los signos icónicos, en las que se establece una relación arbitraria entre significante
y significado, mientras que en el caso de los signos icónicos la relación es de parecido visual
(Grupo µ, 1993: 233-235).
Entonces, ¿el logotipo no es un signo visual?; si es visual, ¿puede ser arbitrario?; si es visual y
arbitrario, ¿hemos de incluirlo entre los signos icónicos o los signos plásticos? o, si no es visual,
¿qué tipo de signo es?
Desde nuestro punto de vista, los logotipos son un tipo de signos visuales estables, al menos en
su contexto cultural y/o comercial, pero la relación que se establece entre forma y contenido
puede ser icónica (motivada convencionalmente, en términos de Eco) o puede ser arbitraria,
pero no siempre es, necesariamente, arbitraria.
La significación desplazada puede ser de varios tipos. Puede producirse debido a desviaciones
retóricas respecto a la norma (Grupo µ) o debido a desplazamientos que son producto de la
sinestesia, que es la capacidad que poseemos de experimentar las sensaciones de dos sentidos a
través de uno solo (Hoffman, 2000: 266), como sucede cuando “vemos” relieve frente a una re-
presentación visual que es plana (Joly, 1999: 112), cuando relacionamos la visión de determina-
dos colores con el frío o con el calor84 (Gombrich, 1987: 263; Saint Martin, 1994: 76 y 77), etc.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 570
reflexiones j. los signos y la significación de las representaciones visuales
1. la semiología, la semántica y otros enfoques 2. las unidades de las lenguas se han de combinar con el objetivo de
aportar significados 3. la combinación de elementos visuales ha de tener significado al modo visual, no al modo
verbal 5. signos arbotrarios, signos culturales, signos icónicos 6. los tipos de significado de los signos visuales 7. la
perversión de la imagen, frente a la objetividad del texto 8. el papel del contexto en el significado
Así, por ejemplo, el imagotipo de la marca Nike, un signo visual arbitrario cuyos significados
denotativo y connotativo coincide con la palabra NIKE (denotativo, la ropa deportiva; con-
notativo, las cualidades que se asocian con dicha marca, a partir de sus campañas publicitarias),
transmite una serie de significados sinestésicos relacionados con el movimiento a partir de la
dirección de su trazo, de la estabilidad de su forma, etc.
Si los signos visuales significan gracias a determinada combinación normativa de los elementos
visuales, bien para formar signos icónicos (motivados) que se parezcan a la percepción que te-
nemos del objeto representado (en su aspecto, en sus relaciones, etc.), bien para formar signos
arbitrarios; y si las figuras retóricas se producen cuando se desvía alguna norma de represen-
tación, si alteramos algunas de estas normas, podríamos obtener figuras retóricas. Aunque,
como hemos señalado anteriormente, no es objeto de este estudio establecer una tipología o
clasificación de las mismas, trataremos de poner algún ejemplo de significación retórica, a partir
de la alteración de alguna norma.
Así, si alteramos las proporciones o el tamaño, por ejemplo, de un signo visual anterior, pode-
mos estar frente a una hipérbole
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 571
reflexiones j. los signos y la significación de las representaciones visuales
1. la semiología, la semántica y otros enfoques 2. las unidades de las lenguas se han de combinar con el objetivo de
aportar significados 3. la combinación de elementos visuales ha de tener significado al modo visual, no al modo
verbal 5. signos arbotrarios, signos culturales, signos icónicos 6. los tipos de significado de los signos visuales 7. la
perversión de la imagen, frente a la objetividad del texto 8. el papel del contexto en el significado
Aunque las imágenes funcionales, por definición, han de transmitir significados, en ocasiones
se pueden producir desajustes que provoquen ambigüedad. Pero como no podemos dejar de
interpretar (lo que vemos, lo que oímos), tendemos a suplir la parte que falta en las representa-
ciones visuales (Aumont, 1992: 92-94), por lo que frente a un desajuste trataremos de compren-
der, de hacer una identificación positiva86. Pero este esfuerzo no es exclusivo de las represen-
taciones visuales, ya que si alguien con poco conocimiento de nuestra lengua natual escribe un
texto, o se comunica verbalmente, con errores gramaticales, con faltas de ortografía87, tratamos
de completar sus vacíos para tener una comprensión global de lo que nos quiere decir.
Hemos de tener en cuenta que si la lengua verbal, un instrumento que nos permite intercambiar
informaciones, y que tiene la responsabilidad de la transmisión de los significados veraces88,
puede tener desajustes que provoquen ambigüedad o incomunicación (Tusón, 1984: 15-16)
¿qué ambigüedades o incomunicaciones no podrá provocar un sistema de representación que
no tiene la misma responsabilidad?
Por otra parte, queremos indicar que el hecho de que las representaciones visuales sean ambi-
guas, o que puedan no comunicar, no afecta a su análisis, ya que el estudio de sus elementos nos
ayudará a valorar y analizar la ambigüedad y la incomunicación. Si no nos enfrentamos a su
estudio, con más o con menos éxito, estamos haciendo de avestruces: sé que estás ahí, pero no
te quiero ver y, al no verte, y al no darte entidad de ser, no existes, no eres, no importas.
Aunque esta investigación no se ocupa de las representaciones visuales cuyos objetivos no sean
los de comunicar y transmitir significados, queremos incluir la descripción de Eco de las señales
abiertas, el tipo de señales que tienen contenidos imprecisos y que, por lo tanto, pueden trans-
mitir distintos significados. Esto sucede, o puede suceder, por ejemplo, en una pintura abstracta
cuyos contenidos pueden estar sujetos a cualquier interpretación (Eco, 2000: 345), a pesar de que
sus unidades sigan exactas reglas de combinación, o en una composición de música atonal.
Este texto puede tener significado para los expertos en poesía, o para los estudiosos de la obra
(y la vida) de este autor, pero otros muchos lectores nos enfrentaremos a ella, bien como si se
tratara de una obra abierta, en el sentido de que despierta distintas interpretaciones en cada
lector, bien como si fueran formas verbales combinadas pero que no transmiten contenidos.
Hemos de tener en cuenta que una cosa es enfrentarnos a una obra abierta, cuya significación
depende de cada persona o circunstancia particular de recepción, y otra cosa diferente es la
polisemia, ya que ésta hace referencia a los distintos significados que puede poseer un signo, y
que se concretan en el enunciado.
No tenemos en cuenta, por ejemplo, que las lenguas naturales también han sido cuestionadas
como vehículo de comunicación concreto, ya que algunos autores, como es el caso de Bacon,
consideraron que para utilizar el lenguaje de un modo científico, primero se debería hacer una
terapia del lenguaje, ya que las palabras, que se deben a una imposición del vulgo, obstaculizan
el intelecto, como lo demuestra el hecho de que una misma palabra, como es el caso de húmedo,
signifique muchas cosas distintas (Eco, 1994: 179).
Pero si aceptamos que el significado de la palabra /forma/ que, como hemos visto, tiene mu-
chos significados, se concretará en el enunciado, ¿por qué nos cuesta tanto aceptar que un
círculo de color rojo podrá ser signo de todas las situaciones en los que sea pertinente (pelota,
bandera japonesa, “círculo rojo”, representación del sol con los colores muy saturados, etc.),
pero que su significado se concretará en el enunciado?
Consideramos que podemos calificar las representaciones visuales de polisémicas, pero nunca
como un modo de enfrentarlas a una teórica monosemia del lenguaje verbal, sobre todo si te-
nemos en cuenta que se considera que la polisemia es uno de los rasgos universales lingüísticos
(Tusón, 1984: 224-228).
6.2.4 La sinonimia en las representaciones visuales,
la sinonimia en el lenguaje verbal.
Otro de los argumentos que se utilizan a la hora de cuestionar la significación de las representa-
ciones visuales es el de la sinonimia, es decir, que mientras que podemos decir /flor/ de muchas
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 573
reflexiones j. los signos y la significación de las representaciones visuales
1. la semiología, la semántica y otros enfoques 2. las unidades de las lenguas se han de combinar con el objetivo de
aportar significados 3. la combinación de elementos visuales ha de tener significado al modo visual, no al modo
verbal 5. signos arbotrarios, signos culturales, signos icónicos 6. los tipos de significado de los signos visuales 7. la
perversión de la imagen, frente a la objetividad del texto 8. el papel del contexto en el significado
maneras distintas pero siempre nos llevará al mismo concepto, nos encontramos con que no
hay dos cuadros o dos fotografías de flores iguales (Arnheim, 1986: 264-265).
Pero este argumento, que se utiliza para evidenciar la ambigüedad de las representaciones vi-
suales frente al lenguaje verbal, se puede contrarrestar diciendo que:
. aunque sabemos que no existen dos flores iguales, utilizamos el término de forma genérica
(Tusón, 1984: 252) y de un modo más ambiguo que la representación visual de una flor,
porque la palabra flor no nos dice qué flor es, cuál es su tamaño, color o momento de ma-
duración, si tiene pétalos abiertos o cerrados, etc. Podemos decir flor, que será un término
genérico y ambiguo, o podemos decir adelfa, girasol, buganvilla y rosa, que serán términos
más concretos que el de flor, pero nunca lo será tanto como una representación visual de las
características de una flor concreta.
Así, como señala Gubern (1994: 51), las palabras, salvo excepciones, se refieren a generalidades,
mientras que las “imágenes icónicas” individualizan la representación gracias a la mayor preci-
sión de la representación.
. pero, además, sucede que una misma persona no dice de la misma manera la palabra flor en
todos los contextos; y que varias personas distintas, hablando una misma lengua natural, no
pronunciarán la palabra flor de la misma manera (Tusón, 1984: 252).
Luego podemos utilizar la palabra flor para referirnos a muchas representaciones visuales, no
porque las representaciones visuales sean ambiguas, sino por lo genérico que es el término de
flor. Y podemos utilizar muchas representaciones visuales para significar flor, pero en cada caso
la representación aportará matices que no podrá aportar la palabra flor. La dificultad estriba en
la imposibilidad de preveer, en cada momento, cómo será la representación visual de una flor
a partir de un determinado código, porque no disponemos de una descripción de los distintos
códigos visuales.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 574
reflexiones j. los signos y la significación de las representaciones visuales
1. la semiología, la semántica y otros enfoques 2. las unidades de las lenguas se han de combinar con el objetivo de
aportar significados 3. la combinación de elementos visuales ha de tener significado al modo visual, no al modo
verbal 5. signos arbotrarios, signos culturales, signos icónicos 6. los tipos de significado de los signos visuales 7. la
perversión de la imagen, frente a la objetividad del texto 8. el papel del contexto en el significado
7. La perversión de la imagen,
frente a la objetividad del texto
Las representaciones visuales tienen “mala fama” porque se dice que nos engañan, que son
subjetivas, que sólo sirven a quienes no saben leer y que, además, invaden y amenazan la cultura
verbal. Sin embargo, como indica Tusón (1996: 144) el alto nivel de alfabetización verbal que
hay en nuestra cultura muestra que esta es, más que nunca, la época del texto.
Así, por ejemplo, Debray indica que la imagen es sentida desde el cuerpo, como sucede con la
música, y que no necesita de un aprendizaje o de una competencia previa, por lo que es accesi-
ble a todos y desde todas las lenguas (Debray, 1994: 51, 97 y 300).
Otros autores, sin embargo, indican que hay representaciones visuales que no somos capaces
de entender porque desconocemos sus reglas de transformación, lo que vendría a indicar que
no son universales y que, además, están codificadas en función de un momento histórico o
cultural (Eco, 2000: 304). Así, por ejemplo, cuando Sebeok tuvo que elegir un sistema de sig-
nos que alertara a los habitantes de nuestro planeta, dentro de 10.000 años, de los peligros de
la radiactividad que hemos ido enterrando en nuestros suelos, un sistema que debería poder
ser comprendido por cualquier especie que habitara en nuestro planeta en ese momento, su
propuesta descartó la fonología, por motivos obvios, pero también descartó el uso de signos
icónicos, porque no se podían predecir las convenciones que tendrían estos habitantes del fu-
turo (Eco, 1994: 152).
africanas no pueden percibir este tipo de imágenes cuando las ven por primera vez (Arnheim,
1986: 321-322), otros, como es el caso de Gombrich, tiende a responsabilizar de las dificultades
que se observan frente a ellas, más a “la necesidad de ajuste y de marco mental correcto” que al
“aprendizaje de una convención.” (Gombrich, 1987: 265).
7.2.1 Los colores son, y no son, universales
Como hemos señalado en un apartado anterior, aunque exista una gran uniformidad a la hora
de percibir el color en las diversas culturas, y aunque una serie de estudios demuestren que “la
experiencia de los colores básicos proviene de un sistema de codificación neural congénito”
(Dember y Warm, 1990: 436), existen diferencias a la hora de acotar el espectro de color. Luego
la percepción de las variaciones de color es universal, pero la trascendencia (o significado) que
estas variaciones poseen, no lo es (así, por ejemplo, el color del luto en occidente es el negro,
mientras que en oriente es el blanco).
De un modo similar, como veíamos en un apartado anterior, la cruz de color rojo de la Cruz Roja
(marca de la institución) puede soportar muchas variaciones del color rojo antes de convertirse
en un signo distinto del de la Cruz Roja. Pero si esta representación estuviera en un código de
representación en el que fuera determinante el brillo o la luminosidad del color, entonces, la mo-
dificación del rojo si que repercutiría en su significado.
Otra reflexión relacionada con la universalidad del color es la que hace Joly, pero con un dis-
curso, desde nuestro punto de vista, algo contradictorio, porque dice que un color verde poco
puede evocar en países desérticos o glaciales donde apenas si está presente (luego el color no se-
ría universal), pero después indica que los colores tienen poderes tranquilizadores o excitantes,
unos poderes que no parecen estar relacionados con el ámbito de la codificación cultural, y que
pueden afectar a la significación (luego el color sería universal) (Joly, 1994: 103-104).
Pero cuando la autora utiliza aquí el término de forma, no se refiere a la característica formal
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 576
reflexiones j. los signos y la significación de las representaciones visuales
1. la semiología, la semántica y otros enfoques 2. las unidades de las lenguas se han de combinar con el objetivo de
aportar significados 3. la combinación de elementos visuales ha de tener significado al modo visual, no al modo
verbal 5. signos arbotrarios, signos culturales, signos icónicos 6. los tipos de significado de los signos visuales 7. la
perversión de la imagen, frente a la objetividad del texto 8. el papel del contexto en el significado
del Grupo µ o a las figuras de Eco, elementos teóricos que no se dan aislados, en el plano de
la representación visual, sino que hace referencia a la combinación de los elementos de las re-
presentaciones visuales. Así, podemos aceptar que una representación visual que trate sobre lo
masculino tenga más líneas rectas que curvas, y que haya más curvas que rectas si se trata de
representar lo femenino, o la femineidad. Pero creemos que es osado decir que la línea recta
significa masculinidad y que la línea curva significa femineidad.
Tomando como referencia las indicaciones de Eco, en el sentido de que los signos del código
icónico sólo significan si están en el contexto de un enunciado icónico, por lo que cada enun-
ciado constituiría una especie de código que dota de significado a sus elementos (1974: 208),
y las aportaciones de Lyons y Hjelmslev (Lyons, 1984: 122; Hjelmslev, 1974: 69-70), nosotros
consideramos que los signos visuales de las imágenes funcionales desarrollan su sentido en el
interior del enunciado, del mismo modo que el significado de los lexemas depende del signifi-
cado de la oración en la que se encuentran.
Sería algo similar a lo que sucede con las lenguas naturales, en el sentido de que una palabra
puede tener sentido en un contexto y no tenerlo en otro, o puede tener uno en un contexto y
otro en otro89, pero si en todas las lenguas naturales hay palabras para referirse a las cosas y a
las situaciones que son pertinentes en ese contexto lingüístico, es lógico pensar que todos los
contextos visuales funcionales deberán tener signos para hacer referencia a lo que es pertinente,
en ese contexto visual.
Desde esta investigación nos situaríamos en la línea de Aumont cuando indica que “podríamos
decir que la imagen es universal, pero que siempre está particularizada” (Aumont, 1992: 138),
en la línea de diferenciar entre los universales y las particularidades lingüísticas (Tusón, 1984:
202-203). Pero ¿cómo acotamos el contexto que es propio de una serie de representaciones
visuales?, ¿cómo establecemos los márgenes de cada uno de ellos? Lo cierto es que es una nece-
sidad que se nos impone pero frente a la cual, por el momento, no tenemos argumentos.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 577
reflexiones j. los signos y la significación de las representaciones visuales
1. la semiología, la semántica y otros enfoques 2. las unidades de las lenguas se han de combinar con el objetivo de
aportar significados 3. la combinación de elementos visuales ha de tener significado al modo visual, no al modo
verbal 5. signos arbotrarios, signos culturales, signos icónicos 6. los tipos de significado de los signos visuales 7. la
perversión de la imagen, frente a la objetividad del texto 8. el papel del contexto en el significado
Indican que cuando no tenemos un código estabilizado podemos recurrir al grado cero, a la re-
dundancia que se produce en un enunciado y que nos hace entender el signo. Se trata de valorar
el significado global del enunciado, en el sentido de que ese signo aporta una significación en
ese enunciado concreto.
Su propuesta estaría próxima a la de los lingüistas que reivindican el análisis del significado más allá
de los lexemas, los que abogan por estudiar la significación en el seno del enunciado. Pero, por otra
parte, lo que también manifiesta su propuesta, de algún modo, es la necesidad de acotar el código,
de describir las reglas que se producen en un determinado contexto visual, al que todavía ni le
hemos dado nombre ni hemos sido capaces de aportar los criterios para poder acotarlo.
El Grupo µ indica que hay dos tipos de grado cero, el general, que depende del conocimiento
del código (los signos que se ponen en las puertas de los retretes públicos), y el local, en el
que es la isotopía del enunciado la que determina la significación del mensaje. El Grupo µ
también hace referencia al contexto pragmático, en el sentido de que podemos comprender
un signo porque está en ese lugar, pero podríamos no comprenderlo si estuviera en otro con-
texto, como es el caso de algunos signos femenino/masculino que están en las puertas de los
retretes (Grupo µ, 1993: 237).
Lo que no debemos olvidar es que, aunque nos neguemos a la idea de que las representaciones
visuales, en general, tienen un significado que se puede delimitar, lo cierto es, como señala Joly,
que tenemos unos conocimientos interiorizados que son utilizados en los mensajes publicita-
rios (Joly, 1999: 108-109) y, en general, en todo tipo de imágenes funcionales.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 578
reflexiones k. comparación entre las propiedades de la lengua y las representaciones visuales
1. lo que distingue el lenguaje humano de otros sistemas de señales, y las representaciones visuales 2. propiedades
de la lengua
Entre estas diferencias se encuentra el hecho de que no se logran describir, en las producciones
visuales, algunas propiedades fundamentales presentes en el modelo lingüístico, como son:
. la estabilidad que se produce entre el significante y el significado de los signos del modelo
verbal;
. una estructura similar a la de la doble articulación verbal, una estructura que esté formada
por un número limitado de unidades sin significado que, combinadas, formen unidades con
significado.
Para superar este tipo de dificultades, que afectan a la legitimidad de la transmisión de sentido
desde las representaciones visuales, los autores consultados realizan aportaciones teóricas que
podríamos clasificar, a grandes rasgos, del siguiente modo:
. algunos autores, como es el caso de Saint Martin y Eco, consideran que el hecho que no se
pueda describir la doble articulación en las producciones visuales no nos impide considerar
la existencia de un lenguaje visual, ya que, como ha mostrado Prieto, existen lenguajes que
no poseen esta doble articulación (Saint Martin, 1994: xii-xiv y 2-4; Eco, 1978: 282 y ss.); en
sus propuestas sobre los elementos que componen las producciones visuales, Saint Martin
describe una serie de variables que, en copresencia, forman el colorema, mientras que Eco
describe la existencia de una posible triple articulación, que hemos descrito en apartados
anteriores;
. el Grupo µ y de Martine Joly tratan de dotar de estabilidad a la relación entre los significantes
y los significados de las representaciones visuales, aportando una clasificación que describa la
significación figurativa (signos icónicos) y la no figurativa (signos plásticos);
. tan sólo uno de los autores consultados (Cossette) propone, explícitamente, la existencia de
la doble articulación del lenguaje visual, y hace una propuesta en torno a la limitada cantidad
de elementos mínimos sin significado (grafemas) que, combinados, construyen las unidades
mínimas con sentido (iconemas) que, combinados, generan infinitos enunciados (imágenes);
. por último, otros autores, como es el caso de Villafañe, Wong, Dondis, Aumont, Arnheim,
aunque describen una determinada cantidad de elementos (variables, etc.) que componen las
representaciones visuales, evitan hacer referencia a articulaciones o a estructuras de produc-
ción estables que generen significado visual.
Podemos indicar aquí que, en general, y evitando volver a reflejar las matizaciones de cada au-
tor, parece que la postura más común es la de aceptar tener como referencia el modelo lingüís-
tico, por ser el modelo de codificación de mensajes más y mejor desarrollado, pero sin olvidar
las características que son propias del modelo visual, aquellas que no encuentran parangón en
el modelo lingüístico como, por ejemplo:
. la espacialidad, la tridimensionalidad, el hecho de que sus unidades no se presentan de forma
lineal y aislada (Saint Martin, 1994: xii-xiv y 2-4; Joly, 1994: 99);
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 579
reflexiones k. comparación entre las propiedades de la lengua y las representaciones visuales
1. lo que distingue el lenguaje humano de otros sistemas de señales, y las representaciones visuales 2. propiedades
de la lengua
Vamos a comparar las propiedades de la lengua verbal con las características de las representa-
ciones visuales para mostrar las diferencias y similaridades que se producen entre ellas
Además, añadimos, el lenguaje verbal es autorreflexivo, esto es, el lenguaje puede hablar sobre
lenguaje.
Hemos de mencionar otras dos características que Kondratov relaciona con la lengua verbal
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 580
reflexiones k. comparación entre las propiedades de la lengua y las representaciones visuales
1. lo que distingue el lenguaje humano de otros sistemas de señales, y las representaciones visuales 2. propiedades
de la lengua
(1973: 54-55) y que son más difíciles de aplicar sobre las representaciones visuales, al menos tal
y como están las cosas en la actualidad. Se refiere a que necesitamos varios años para poder ha-
blar y escribir correctamente un idioma, y a que sus reglas están rigurosamente determinadas,
de modo que si las incumplimos damos origen a un sin sentido.
Lo primero a tener en cuenta es que, mientras que cada hablante es competente en su lengua, en
el sentido de que es capaz de discriminar entre lo que pertenece a ella y transmite sentido, y lo
que no pertenece a ella y no transmite sentido, no se han descrito, o acotado, los contextos vi-
suales (el idioma visual) y, por lo tanto, no se ha logrado establecer si hay una, o varias, maneras
correctas de transmitir sentido en cada uno de esos contextos visuales.
Al no disponer de una descripción mínimamente estable, hay varias cosas que nos diferencian
del lenguaje verbal, ya que:
. no podemos hacer referencia, del mismo modo, a la competencia verbal y a la competencia
visual;
. no disponemos de una forma correcta, o de una forma incorrecta, de expresar visualmente;
. el aprendizaje de representar visualmente, en la educación generalista, se limita a la copia de
modelos, por lo que la reproducción fiel se convierte en referencia del buen uso visual.
Luego aunque sabemos, por propia experiencia profesional y docente, y por las características
de las representaciones que componen el grafismo funcional, que la trasmisión de contenidos
mediante recursos visuales requiere de un aprendizaje, ni podemos concretar el período nece-
sario ni podemos determinar las reglas, ya que tanto lo uno como lo otro dependerá de unos
contextos culturales, profesionales, geográficos, etc., que no se han descrito.
2. Propiedades de la lengua
Lyons señala que para que la lengua sea un instrumento de comunicación flexible con infinitas
posibilidades de construcción, y para que pueda ser comprendida por los individuos que la com-
parten, ha de tener una serie de propiedades. Añade que quizás haya otros sistemas que también las
tengan, pero indica que, si es así, parece que no tienen la misma eficiencia (Lyons, 1984: 15-19).
Sin embargo si, como señalara Peirce, podemos distinguir tres tipos de relaciones entre la expre-
sión y el contenido del signo (no utilizo aqui la descripción de la estructura del signo de Peirce,
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 581
reflexiones k. comparación entre las propiedades de la lengua y las representaciones visuales
1. lo que distingue el lenguaje humano de otros sistemas de señales, y las representaciones visuales 2. propiedades
de la lengua
sino un modo más general y extendido), que son el índice, el icono, el símbolo, y si la definición
de signo engloba a la del signo lingüístico, del mismo modo que engloba el signo visual, el signo
del alfabeto de sordomudos, o cualquier otro tipo de signo generado a partir de cualquier tipo de
sistema de señales, resultará que podremos distinguir signos icónicos, indiciales y arbitrarios en
cualquier tipo de signo construido a partir de cualquier sistema de señales, o sistema semiótico.
Luego podremos distinguir signos lingüísticos que son índices (como es el caso de determina-
das exclamaciones de placer, de dolor, de angustia, etc.), signos lingüísticos que son icónicos,
como es el caso de las onomatopeyas, y signos lingüísticos que son arbitrarios, como sucede
con la mayor parte de los signos lingüísticos.
Del mismo modo podemos distinguir, entre las representaciones visuales, signos que sean ín-
dices (la huella y de algún modo la fotografía, como señala Joly), signos que sean icónicos,
cuando posee las cualidades del objeto (sin entrar ahora en la cuestión de si son cualidades
motivadas que están reproducidas convencionalmente) y signos que sean arbitrarios, como,
por ejemplo, las marcas comerciales e institucionales.
2.2 Dualidad
Esta propiedad hace referencia a que la lengua posee dos niveles estructurales, el horizontal
o sintagmático, que hace referencia a los “bloques de significado” que son necesarios en el
mensaje, y el vertical o paradigmático, que es la elección de un determinado signo, en lugar de
otro, para ocupar cada “bloque de significado”. Esta propiedad permite que se formen grandes
cantidades de unidades distintas a partir de un número reducido de elementos (Lyons, 1984:
16-17 y Joly, 1994: 132).
Para poder llegar a definir estos dos niveles en las representaciones visuales, deberíamos, en pri-
mer lugar, describir cuáles son los “bloques de significado” que deben aparecer en un mensaje
visual, al menos la descripción mínima que nos permita hablar de tal mensaje visual.
En este sentido consideramos que es muy útil, e interesante, la definición que Villafañe hace de
la imagen, ya que, de alguna manera, está proponiendo un eje sintagmático para las imágenes,
en el sentido de que una imagen ha de tener:
. estructura espacial;
. construcción espacial;
. temporalidad;
. dinamismo.
Y de alguna manera, también realiza una propuesta de eje vertical, o paradigmático, cuando
indica que una imagen puede ser distintas cosas desde el punto de vista de su estructura espa-
cial, ídem desde su construcción espacial, etc., ya que la presencia de unas características de la
imagen impiden la presencia de otras, de modo que una imagen que es plana no puede ser, al
mismo tiempo, en perspectiva, etc.
El Grupo µ también hace referencia a los ejes sintagmáticos y a los paradigmáticos pero, a
diferencia de Villafañe, que utiliza unos conceptos generales que podemos relacionar con los
sintagmas del enunciado verbal (sujeto, verbo y predicado), el Grupo µ hace referencia a los
ejes sintagmáticos y paradigmáticos que afectan a los signos plásticos como, por ejemplo, el
color (1993: 219). Pero como desde nuestro punto de vista el color no es un signo pleno, sino
que es uno de los componentes del signo, no describiremos el color, u otros signos plásticos del
Grupo µ, como integrantes de los ejes sintagmáticos y paradigmáticos, sino en el modo como
el color afecta al significado de un signo visual, como veremos en nuestras conclusiones.
2.3 Discreción
Esta propiedad hace referencia a que la comprensión de una lengua es un asunto de todo o de nada,
esto es, que la forma está asociada a un contenido o no lo está, pero que no lo está un poquito.
Así, por ejemplo, las palabras españolas “cal” y “col”, que sólo se diferencian en una letra, no
son parecidas, no es que “cal” sea un poco “col” o que “col” sea un poco “cal” (siento el posible
trabalenguas). Ambas son palabras (signos lingüísticos) que significan cosas distintas, sin que el
significado de una se desprenda de la otra.
Si, en el caso de las representaciones visuales tomamos como ejemplo la marca de la Cruz Roja
, y modificamos el color90, podemos obtener otro signo arbitrario , o una forma visual
que ya no es un signo arbitrario comparable a los anteriores, sino un signo icónico que sus-
tituye a un objeto que reconocemos como cruz griega de color azul.
Pero si modificamos el color de la marca, sin traspasar el umbral de lo que Saint Martin ha
denominado polos cromáticos (Saint Martin, 1994: 41-42) y que ya hemos explicado en apar-
tados anteriores, lo que obtenemos no es un cambio de signo ( ), sino el mismo signo (“Cruz
Roja”) con una alteración en la forma del contenido, en términos de Hjelmslev (1974, 73-77),
que podríamos equiparar a la alteración en la pronunciación de un fonema. En este ejemplo
estaríamos realizando, por una parte, un ejercicio de conmutación, que supone que a todo
cambio de la expresión le corresponde un cambio de contenido, y, por otra, una variable de
realización, esto es, un cambio de la expresión que no altera al contenido (Floch, 1993: 29).
Luego, en este caso, los colores rojo, azul y verde se oponen en el signo arbitrario de la marca
“Cruz Roja”, ya que con el uso de cada uno de ellos obtenemos sentidos diferentes. Pero he-
mos de tener en cuenta que, del mismo modo que los sonidos /r/ y /l/ se oponen en francés para
componer signos distintos (rire –reír– o lire –leer–), y no se distinguen en japonés, porque el
uso de uno u otro no cambia el sentido de las palabras (Sönesson, 1992a: 40-41), también pode-
mos encontrarnos, en el terreno de las representaciones visuales, que los colores rosa y rojo se
opongan en determinado contexto visual, y que no se opongan en otros contextos.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 583
reflexiones k. comparación entre las propiedades de la lengua y las representaciones visuales
1. lo que distingue el lenguaje humano de otros sistemas de señales, y las representaciones visuales 2. propiedades
de la lengua
Mencionamos a Martine Joly al margen de los demás, no porque la suya sea la mejor o más
brillante propuesta, ni siquiera porque sea la que más utilizamos a lo largo de nuestra investi-
gación. Sin embargo nos interesa su franqueza a la hora de reconocer que, una vez aislados los
signos (icónicos, plásticos y lingüísticos, desde su punto de vista), se deberían buscar los ele-
mentos del segundo nivel de articulación, el de las unidades desprovistas de significación. Pero,
añade, como esta búsqueda suele llevarnos a un callejón sin salida, se ha aceptado, en general,
que el lenguaje visual tiene naturaleza de lenguaje pero que no posee doble articulación (Joly,
1994: 98-99).
Pero aún a riesgo de meternos en un barrizal, y a pesar de que distintos autores, como hemos
visto, hablan de lenguaje visual al margen de la descripción de su articulación, creemos que las
representaciones visuales no abandonarán el halo de subjetivismo hasta que no seamos capaces
de describir cómo funciona la estructura que las hace posible. Y que quizá, del mismo modo
que se ha llegado al acuerdo de hablar de lenguaje visual al margen de no haber podido describir
su articulación, podamos hablar de articulación visual, aunque falte concretar y consensuar la
cantidad y la tipología de sus elementos finitos e infinitos.
2.4.2 Si las pinturas no figurativas no poseen la doble articulación,
¿la poseen los signos no figurativos del grafismo funcional?
Como hemos visto a lo largo de esta sección 3, la mayor parte de autores consultados tratan de
describir una estructura:
. que incluya tanto las representaciones figurativas como las no figurativas, aunque algunos
(Grupo µ, por ejemplo) sean más explícitos que otros, en este sentido,
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 584
reflexiones k. comparación entre las propiedades de la lengua y las representaciones visuales
1. lo que distingue el lenguaje humano de otros sistemas de señales, y las representaciones visuales 2. propiedades
de la lengua
Pero, desde su punto de vista, la pintura abstracta no posee la doble articulación ya que, aunque
utiliza colores y formas, sus propuestas no siempre son identificables y llegan a ser “criaturas
del capricho” (Lévi-Strauss, 1972: 29-30).
Estamos de acuerdo con este autor en definir los colores y formas como los elementos sin sig-
nificado de las representaciones visuales, pero discrepamos de él en dos sentidos:
. que no son éstos los únicos elementos sin significado que forman parte de las representacio-
nes visuales;
. si decir que sólo posee doble articulación la pintura figurativa, significa que todo lo que no
sea figurativo no posee articulación, tenemos un problema, ya que muchas imágenes fun-
cionales no son figurativas y, sin embargo, significan; y si significan es porque, como indica
Lévi-Strauss, se ha producido una combinación de elementos sin significación, mediante im-
perativos técnicos y culturales.
Como hemos ido diciendo en algún otro apartado, muchas marcas (o logotipos, depende del
autor) de instituciones o empresas no son representaciones figurativas pero sí son signos (en
su mayor parte arbitrarios), porque sustituyen a la empresa o a la institución. Estos signos es-
tán formados, entre otros elementos, por formas y colores, luego deberían también deberían
poder ser incluidos entre las producciones que poseen doble articulación, en los términos de
Lévi-Strauss.
Sönesson considera que en la imagen no hay nada que se parezca a la primera o a la segunda
articulación de la lingüística, ya que aunque los trazos que forman la imagen de “cabeza” no
tienen sentido, igual que sucede con los fonemas /É/, /t/, la forma está semantizada por el con-
texto, mientras que los componentes de las palabras no lo están (Sönesson, 1992a: 52).
Eco señala que no podemos decir que los signos icónicos tengan una articulación similar a la
de los signos verbales (Eco, 2000: 313) porque las imágenes son bloques de significado que no
podemos dividir, por lo que deberemos considerar los signos icónicos como textos visuales
que no pueden ser analizados posteriormente. Y los denomina “textos” porque la imagen de
un caballo no es igual que el término lingüístico /caballo/, sino que el caballo visual sería el
equivalente a un texto lingüístico que describiera la acción en la que está el caballo (pastando,
olfateando, cabalgando, etc.) (Eco, 2000: 315-316).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 585
reflexiones k. comparación entre las propiedades de la lengua y las representaciones visuales
1. lo que distingue el lenguaje humano de otros sistemas de señales, y las representaciones visuales 2. propiedades
de la lengua
Luego bien porque es el contexto el que otorga significado a la imagen (en términos de Sönes-
son), bien porque el signo visual es un bloque en el que podemos distinguir varios signos verba-
les, el signo visual no puede ser dividido en unidades mínimas sin significado que, combinadas,
permitan su articulación.
Pero, ¿qué es el contexto? ¿Es el conjunto de las características de las representaciones visua-
les?, ¿hace referencia a la combinación de varias representaciones visuales?, o ¿es el lugar (espa-
cio físico, sociedad, sector económico, etc.) en el que aparece la representación visual?
Si por contexto entendemos el conjunto de características que posee el signo visual, como, des-
de nuestro punto de vista, es su copresencia la que genera el significado, si logramos concretar
cuáles son estas características, podríamos llegar a enumerar las unidades de las representa-
ciones visuales. Si contexto es la combinación de varias representaciones visuales, entonces
tendríamos que poder hablar de signo y de texto y, por lo tanto, deberíamos poder describir las
características de cada uno de ellos. Y si, por último, contexto es el espacio o lugar en el que se
presenta la representación visual, deberíamos, entonces, hablar de idiomas visuales, de contex-
tos visuales o de usos diferenciados de las representaciones visuales.
En cuanto a lo que dice Eco en el sentido de que un signo icónico es, en realidad, un bloque de
significado porque equivale a un texto lingüístico, creemos que, después de que tantos autores
hayan luchado por distinguir la comunicación visual y la verbal, al margen de que la primera no
haya logrado la formalización de la segunda, al margen de que los estudios de la primera estén
supeditados a los logros de la segunda, etc., y después de que el propio Eco haya calificado
algunos enfoques, que toman como referencia la lingüística, de verbocentrismo ingenuo, nos
sorprende que el argumento que utilice Eco para decir que el signo icónico es un texto, sea el
hecho de que un signo icónico requiera de varios signos verbales para ser descrito, ya que está
utilizando un argumento verbal para describir un significado visual.
Desde nuestro punto de vista un signo verbal tiene una significación verbal, y un signo visual
tiene una significación visual, una obviedad que significa que el signo verbal “atardecer” puede
ser representado visualmente, pero de modo distinto a como lo hace la lengua verbal, y que el
signo icónico “caballo negro al galope” puede ser representado verbalmente, pero de un modo
distinto a como lo hace el sistema visual.
Creemos que no se puede comparar la significación que aporta UN signo icónico y UN signo
verbal, ya que el primero tendrá significado al modo visual y el segundo al modo verbal. Y del
mismo modo, consideramos que no se puede hablar de texto visual por el hecho de que un
signo visual requiera varios signos verbales para ser descrito, ya que cada uno de los sistemas
significa, como decíamos antes, de forma diferente.
Estado de la cuestión), aunque también se ha de tener en cuenta que si somos capaces de construir
oraciones nuevas para situaciones nuevas, es porque hemos interiorizado los mecanismos produc-
tivos de nuestra lengua (Tusón, 1984: 140 y 142).
Esta propiedad está muy relacionada con la cuestión de la doble articulación que abordábamos
en el apartado anterior, ya que se trataría de acotar los elementos finitos que nos permitieran, me-
diante distintas combinaciones, construir un número indefinido de signos visuales. Se trataría de
limitar la cantidad de los elementos sin significado del lenguaje visual que, combinados, generarían
infinidad de signos, etc. Sin embargo, aunque los distintos autores consultados hablan sin prejui-
cios de la significación visual, o incluso, algunos de ellos, hacen referencia a los signos visuales, no
ha sido posible llegar a un acuerdo respecto a la tipología y cantidad de elementos finitos que nos
permiten, mediante distintas combinaciones, construir un número indefinido de signos visuales.
Pero desde esta investigación creemos que, en primer lugar, se han de distinguir los elementos que
discriminan el sentido, de las variaciones que no lo hacen, pero como, a partir de lo que sucede en
el modelo lingüístico, los elementos que pueden discriminar en un contexto pueden ser variables
que no discriminan en otro, lo primero que se tendría que hacer es acotar los contextos visuales,
los marcos de referencia dentro de los cuales los elementos discriminatorios y las variables no
discriminatorias, actúan.
Pero dados los objetivos de esta investigación, el estudio y análisis de los contextos visuales son
inalcanzables, por lo que planteamos una necesidad que debería ser asumida desde otra investiga-
ción. Sin embargo, y a modo de ejemplo, sabemos que los productores de imágenes funcionales
se convierten en inventores de contextos visuales cuando diseñan una nueva publicación en la
que eligen las formas, los colores, las distribuciones, etc., adecuadas para transmitir determinados
contenidos, mientras que los maquetistas, que son los que se encargan de aplicar las indicaciones
en cada número, serán una especie de “hablantes” que deberán producir “oraciones nuevas para
situaciones nuevas” (Tusón, 1984: 140 y 142), pero siempre teniendo en cuenta las limitaciones
que el diseñador ha establecido, y siempre que hayan sido capaces de interiorizar adecuadamente
los mecanismos productivos de esa propuesta visual.
Luego, y para resumir, consideramos que la propiedad de la productividad, como otras propie-
dades lingüísticas, se han de describir desde cada contexto visual, ya que éste debería ser el marco
capaz de distinguir entre los elementos discriminatorios de los no discriminatorios. Pero al no
disponer de una tipología, definición o acotación de contextos visuales, deberemos hablar de la
productividad visual en términos muy teóricos.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 587
reflexiones k. comparación entre las propiedades de la lengua y las representaciones visuales
1. lo que distingue el lenguaje humano de otros sistemas de señales, y las representaciones visuales 2. propiedades
de la lengua
2.6 La redundancia
Esta propiedad hace referencia a la capacidad que tenemos para adivinar gran parte de las palabras
de un texto, gracias al conocimiento que el hablante posee sobre las normas de combinación de
fonemas y de sintagmas de las lenguas naturales (Kondratov, 1973: 37-38). Se han hecho experi-
mentos para calcularla, pero hemos de tener en cuenta que los sujetos que participaron en ellos
tuvieron que familiarizarse, previamente, con el estilo del texto (Kondratov 1973: 45).
Hemos de tener en cuenta que, como señala Kondratov (1973: 53), no todas las lenguas poseen
la misma redundancia, de lo que se puede deducir que, del mismo modo, no todas los idiomas
visuales tienen por qué tener el mismo nivel de adivinación.
2.7. La transferibilidad
Se trata de la propiedad que hace que toda oración de la lengua escrita pueda ponerse en corres-
pondencia con una oración de la lengua hablada y viceversa. Esta correspondencia es más una
equivalencia que una identidad, ya que las oraciones habladas no tienen puntos y aparte, comas,
cursivas o letras mayúsculas (Lyons, 1984: 49).
En un sentido similar podemos hablar de transferibilidad entre lo que vemos y lo que represen-
tamos, ya que, como señalaba Gibson, representamos el mundo visual que tenemos a nuestro
alcance y que tiene una serie de características como, por ejemplo, que es tridimensional, es
vertical, es luminoso y está en movimiento
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 588
reflexiones l. similitudes y diferencias entre las lenguas, y los usos de las representaciones visuales
1. las diferencias 2. similitudes 3. aspectos universales
1. Las diferencias
1.1 En función de las necesidades de sus usuarios
1.1.1. Entre las lenguas naturales
Las diferencias vendrían marcadas por las necesidades de cada pueblo o de cada comunidad,
lo que hará que un determinado objeto o acción posea un léxico para ser nombrado o no. Así,
por ejemplo, los esquimales quizás no necesiten una palabra para referirse a las vacas, pero sí
palabras para nombrar objetos que en otras lenguas (debido a las particulares necesidades de
sus usuarios) no existen (Tusón, 1984: 53-54).
Así, por ejemplo, catalanes y castellanos comen pescado y pueden ver peces en el mar, en los
ríos, en los acuarios, etc. Sin embargo, los castellanos distinguen con dos palabras la diferencia
entre pez en libertad (pez) y pez capturado (pescado), mientras que el catalán no lo distingue,
ya que utiliza el mismo lexema para referirse al pez en libertad y al pez que ha sido pescado
(peix) (Tusón, 1984: 219-221).
1.2.2 las representaciones visuales
En este sentido, podemos comprobar que frente a una misma realidad, como es la necesidad
de mantener un espacio en silencio, hay representaciones visuales de diferentes tipos y estilos,
dependiendo del contexto (espacial, cultural, mensaje) en el que esté inmerso.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 589
reflexiones l. similitudes y diferencias entre las lenguas, y los usos de las representaciones visuales
1. las diferencias 2. similitudes 3. aspectos universales
Es importante destacar que esta diferencia entre la cantidad de fonemas de cada lengua no se
traduce en el volumen de palabras que pueda generar cada una de ellas (Hjelmslev, 1974: 71).
Así, por ejemplo, podemos constatar que no todos los pueblos distinguen los mismos colores,
ya que hay lenguas que utilizan siete términos para referirse a ellos, otra doce, otra tres, otra
quince, en función de las necesidades de cada grupo de hablantes (Tusón, 1984: 209), sin que
ello signifique que son insensibles al resto de colores. Igual que el hecho de que una lengua
utilice unos sonidos en lugar de otros, no significa que sean insensibles a otros sonidos.
La cuestión es establecer los límites, acotar los distintos “contextos visuales”. Pero que no
hayamos encontrado criterios para ello, no significa que no existan límites, que no existan unos
usos diferenciados de otros.
1.4 Las variaciones del elemento mínimo
1.4.1. Las lenguas verbales, la cantidad de sonidos
Aunque cada uno de los sonidos que corresponden a los fonemas de una lengua está descrito de
modo preciso (al menos en las lenguas que se han decrito hasta ese punto, lo que no sucede con
todas las lenguas, como por ejemplo /k/ oclusiva velar sorda, /g/ Oclusiva velar sonora, etc.), no
hay dos sonidos iguales, ni siquiera si están pronunciados por la misma persona, del mismo modo
que no hay dos pinos o dos botellas iguales (Tusón, 1984: 252).
1.4.2. Las representaciones visuales,
la cantidad de matices de color, de forma, etc.
Si una cosa son los fonemas, que tienen la capacidad de distinguir morfemas, y otra cosa los
sonidos, que son variaciones de estos fonemas (condicionados por el contexto de los otros so-
nidos, por las características de las entonaciones, del estado de ánimo de quien los pronuncia,
etc.), podríamos plantear que una cosa serán los colores que afectan al significado (los polos
cromáticos de Saint Martin, por ejemplo), y otra los matices que puede soportar ese color sin
hacer que varíe el significado del signo en el que está presente.
Lo mismo podríamos decir respecto a otros elementos que forman parte del signo visual. En
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 590
reflexiones l. similitudes y diferencias entre las lenguas, y los usos de las representaciones visuales
1. las diferencias 2. similitudes 3. aspectos universales
este sentido, el signo de prohibición aguanta diferentes alteraciones antes de dejar de ser reco-
nocido como tal signo.
La cuestión vuelve a ser, como hemos señalado anteriormente, que no somos capaces de dis-
criminar en qué contexto un cambio de tono (color) repercute en el significado, en cuál afecta
un cambio de saturación, etc. La cuestión vuelve a ser que no tenemos definidos y acotados los
contextos visuales.
1.5 Particularidades lingüísticas
1.5.1. Entre las lenguas verbales
Estas diferencias hacen referencia a que si bien en toda lengua se hace, por ejemplo, referencia al
tiempo, al caso, etc., cada lengua lo puede hacer de una forma distinta. O, por ejemplo, si en toda
lengua ha de existir un sujeto y un verbo, el orden en que se disponen sus elementos puede variar
de una lengua a otra.
Así, por ejemplo, hay lenguas que diferencian el género con dos formas (masculino y femeni-
no), otras con tres (el masculino, el femenino y el neutro) (Tusón, 1984: 202-203), etc.
2. Similitudes
2.1. Entre las lenguas verbales
El origen de las lenguas nos permite establecer semejanzas entre ellas, unas semejanzas que nos lle-
van a clasificar las lenguas del mundo, a excepción del euskera, en seis familias lingüísticas: la indo-
europea, la camitosemítica, la bantú, la urálica, la altaica y la chino-austrina (Tusón, 1984: 51-52).
Consideramos que un estudio en torno a los distintos contextos visuales de las imágenes fun-
cionales nos podría permitir distintos modos de enfocar su clasificación, pero desde esta inves-
tigación no podemos realizar propuestas en este sentido.
3. Aspectos universales
3.1. Universales lingüísticos
Las lenguas, a pesar de sus diferencias, han de poseer algo en común que permita a cualquier
persona dominar cualquier lengua. Este “algo en común” son una serie de condiciones que
deben satisfacer todas las gramáticas particulares (Chomsky, 1975: xvi), unos «universales lin-
güísticos» que son (Tusón, 1984: 153-155, 224-228, 51-52 y 69):
. la estructura sujeto / verbo / predicado, en el sentido de que toda lengua ha de tener recursos
para nombrar objetos y para hacer afirmaciones sobre sus características o sobre su compor-
tamiento;
. el género, ya que ha de poder ser diferenciado;
. el caso, que ha de poder ser diferenciado;
. la polisemia, esto es, que una palabra tenga varios significados;
. la antonimia, las palabras que expresan ideas opuestas;
. la alusión al tiempo.
Este algo en común, que podríamos considerar como los principios fundamentales, o universales
de las representaciones visuales del grafismo funcional, serían, en primer lugar, la estructura que
permita a toda representación reproducir las características del mundo visual que nos rodea y que,
según Gibson, es vertical, tiene luces y sombras, colores, texturas, en él hay distancias y profundi-
dad, y no tiene límites. Y, sobre todo, está lleno de cosas que tienen significado (Gibson, 1974: 16).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 592
reflexiones l. similitudes y diferencias entre las lenguas, y los usos de las representaciones visuales
1. las diferencias 2. similitudes 3. aspectos universales
Luego entre los universales de las representaciones visuales tendría que describirse un eje sin-
tagmático que recogiera las diferentes características del mundo visual, y que describiera unos
sintagmas que nos permitieran establecer un eje paradigmático de signos visuales, en el sentido
de que si, por ejemplo, un signo indica movimiento hacia la derecha, cabría la posibilidad de
que allí aparecieran signos que hicieran referencia a otro tipo de movimientos.
Estaríamos de acuerdo con la estructura, aunque no exactamente con los términos y conte-
nidos, que propone Villafañe cuando indica que una imagen se puede describir a partir de los
siguientes criterios espaciales y temporales (1998: 49-51), como veremos en las conclusiones:
. las imágenes son fijas o móviles (luego el movimiento);
. son bidimensionales o tridimensionales (luego hablamos de profundidad);
. son aisladas o secuenciales (habla de narratividad):
. son estáticas o dinámicas (habla de movimiento, en este caso, figurado).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 593
reflexiones m. la disciplina científica
1. la velocidad de cambio de las lenguas y la velocidad de cambio de las representaciones visuales 2. la lingüística
como disciplina científica y lo que ha de lorar el estudio de las representaciones visuales para ser considerada
como disciplina científica 3. propuestas para estudiar las representaciones visuales
m. la disciplina científica
En este sentido, y siguiendo a Saussure, podríamos estudiar las representaciones visuales bien
desde el modo sincrónico, bien desde el diacrónico. Sin embargo, existe la opinión de que las
representaciones visuales poseen tal inestabilidad, variabilidad, y están sometidas a tal nivel de
cambios, y a tal velocidad, que parece que no podamos acotar, de forma estable, un momento
dado de las representaciones visuales.
Si la lingüística, para ser considerada científica, ha de ser capaz de proponer un modelo que des-
criba cómo un hablante produce las oraciones de su lengua, explicar por qué no emite cualquier
secuencia de sonidos, y ha de mostrar las condiciones que ha de tener toda lengua para ser con-
siderada como tal (Tusón, 1984: 67-68), la cuestión es que tenemos demasiados modelos que
describen la producción de las representaciones visuales, a veces no del todo bien avenidas, y
pocas posibilidades de lograr una explicación tan unánime como la que ha obtenido la lingüís-
tica. Desde esta investigación trataremos de proponer un modelo que describa la producción de
significados visuales, teniendo en cuenta las aportaciones de los distintos autores consultados.
Lógicamente, nuestra aportación no liberará a los estudios sobre la significación visual de cierto
halo de relatividad, de dependencia de los autores y de las disciplinas a las que pertenezcan,
pero, a pesar de todo, creemos que si logramos desentrañar qué hay de común entre sus apor-
taciones, habremos dado un pequeño paso hacia adelante y nos permitirá hablar, con mayor
legitimidad, sobre la producción de la significación visual.
De todas ellas podemos extraer algo que nos puede ayudar a lograr una propuesta unitaria.
1. Así, por ejemplo, parece claro que el análisis de las representaciones visuales ha de “elaborar
conceptos generales que permitan descubrir el modelo que hay bajo las distintas manifesta-
ciones visuales, lo que nos permitirá ver lo que hay en común entre un esquema de montaje
eléctrico y una fotografía, o entre los totems indios de la Costa Oeste y Poussin o Finlay (…)”
(Grupo µ, 1993: 11-13), ha de elaborar un corpus que se pueda aplicar a cualquier tipo de re-
presentación.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 595
reflexiones m. la disciplina científica
1. la velocidad de cambio de las lenguas y la velocidad de cambio de las representaciones visuales 2. la lingüística
como disciplina científica y lo que ha de lorar el estudio de las representaciones visuales para ser considerada
como disciplina científica 3. propuestas para estudiar las representaciones visuales
4. Aunque varias autores se proponen enumerar las formas, colores, etc., consideramos que
esto no será posible hasta que se hayan acotado los “contextos visuales” en los que podamos
relacionar esos tamaños, posiciones, etc.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 596
reflexiones
a. comunicación visual vs verbal b. los sistemas de transmisión de significado y el mundo que nos rodea c. la percepción d. capaci-
dad de hablar y capacidad de ver e. competencias lingüísticas y visuales f. definición de lengua y su aplicación g. gramática visual
h. cómo vemos y cómo representamos visualmente i. las unidades de las representaciones visuales j. los signos y la significación
de las representaciones visuales k. comparación entre las propiedades de la lengua y las representaciones visuales l. similitudes y
diderencias entre las lenguas, y entre los usos de las representaciones visuales m. la disciplina científica
limitados del soporte no han podido recoger, como indica Joly en a 93º, vemos como un círculo una serie de puntos que forman casi
su análisis del anuncio de Marlboro (1999: 100-101). una línea circular, etc. (Katz, 1967: 45)
24. Como señala Saint Martin (1994: xiii-xiv). Así, cuando Gu- 35. Lo que parece deberse a que la visión de la forma está distri-
bern indica que no se puede comparar la manipulación de conte- buida de modo omnipresente en las áreas visuales de la corteza,
nidos en la representación icónica de un /hombre/ y en la palabra lo que hace que una lesión en un área no afecte a otras que man-
/hombre/, constatamos que es cierto, ya que si suprimimos su tengan intacta su actividad (Zeki, 1995, p. 315-316).
cabeza de la representación icónica obtendremos el signo visual 36. Recordemos aquí que Lillo denomina geones a las partes
“hombre sin cabeza”, mientras que no podemos obtener un sig- principales de los objetos representados, unas partes que tienen
no verbal equiparable, aunque sí un sintagma verbal comparable: volumen, que se pueden describir fácilmente de forma matemá-
/hombre que no tiene cabeza/ (1994: 49). tica, y a partir de algunas características no accidentales como la
25. Por ejemplo, en el polémico anuncio de Dolce & Gabbana, si oposición rectitud/curvatura, el número de contornos determi-
falta la chica, no hay polémica. nantes, el paralelismo y la simetría. Así, el contorno recto de un
26. Así, una nueva representación visual puede pasar, en poco objeto podrá ser proyectado con mayor o con menor tamaño,
tiempo, a ser un signo gracias a una gran campaña de comuni- pero siempre dará lugar a un contorno recto en la imagen, igual
cación, como sucede con la marca del canal de televisión CUA- que sucederá con un contorno curvo, con el paralelismo, o con la
TRO, un forma visual que ha ampliado el significado de la pala- simetría (Lillo, 1993: 435-437).
bra /cuatro/, al pasar a denominar una cadena de televisión, en un 37. “Lengua es un conjunto (finito o infinito) de oraciones, cada
determinado ámbito geográfico. una de ellas finita en longitud y compuesta por un conjunto finito
27. Villafañe considera que el origen de toda imagen que se de elementos” (Chomsky, 1975: 27).
produce en nuestro cerebro es la realidad (1985: 53); Aumont y 38. Así, por ejemplo, el fonema /n/ posee infinidad de sonidos,
Debray indican que comprendemos las representaciones visuales tantos como personas, como fonemas que lo acompañen, como
porque relacionamos lo que en ella se ve con lo que vemos, o tono de la conversación, como momento del día o estado de áni-
podríamos ver, en la realidad (bordes visuales, colores, gradientes mo, etc. Sin embargo no decimos que una lengua natural posee
de tamaño y de textura, etc.) (Aumont, 1992: 86; Debray, 1994: infinitos fonemas, sino que reconocemos como fonema la unidad
180-183), mientras que Gombrich considera que la percepción mínima de la lengua que nos permite diferenciar morfemas (por
de las imágenes no es pasiva, porque completamos lo que vemos ejemplo, “tiro” se diferencia de “tipo” porque hay un fonema
con nuestra experiencia y con otro tipo de conocimientos (Gom- que las diferencia) (Tusón: 1984, 254), mientras que no recono-
brich, 1987: 109-110, 161), de modo que transferimos nuestra ex- cemos como fonema la distinta pronunciación de la “n” en las
periencia vital a nuestra experiencia visual (Gombrich, 1987: 55), palabras “anchoa” y “anacoreta”, porque esta variación no altera
por lo que, como indica Joly, cuando representemos la realidad el significado (Tusón, 1984: 252-253).
utilizaremos las propiedades que posee el mundo visual (1994: 39. Aquí estamos utilizando el término de código en el sentido
107) . que lo hace Eco, en La estructura ausente, Barcelona, Editorial
28. En este sentido el Grupo µ indica que estamos sometidos a Lumen, S. A., 1978.
la gravedad, al espacio percibido en tres dimensiones, etc. y que 40. Sorprendentemente estas aportaciones, de los autores con-
incluso la lingüística ha demostrado que la manipulación semióti- sultados, sólo son citadas por Gubern en La mirada opulenta,
ca del espacio no se hacía según un sistema lógico, sino utilizando Gustavo Gili, Barcelona, 1987, 3a. edición, 1994.
conceptos funcionales ligados a la percepción y al uso social del 41. Cossette define las imágenes funcionales como un tipo de
espacio (Grupo µ, 1993: 191-192). grafismo que, a diferencia de otros que tienen finalidades ex-
29. Aunque, permítaseme el comentario, me gustaría ver a algu- presivas o estéticas, son imágenes concebidas “selon un code,
no de ellos leyendo el texto del Grupo µ. conscient ou intuitif, et portée sur un support physique dans
30. Porque considera que el plástico también es icónico, ya que l’intention de communiquer une information déterminée.” (Cos-
lo redondo, por ejemplo, nos remite de modo sinestésico a la sua- sette, 1982: 50)
vidad, al movimiento, etc.... (Sönesson, 1992b). 42. Bertin estudia las variables de un tipo de representaciones
31. Excepto en aquellos casos en los que las fotografías actúan visuales, la gráfica, “que cubre el universo de las redes, el de los
como índices para pruebas forenses, etc. diagramas, y el universo de los mapas (…) atravesando el mundo
32. Con su forma y su diferencia, a través del color entre filtro y de los planos y de la cartografía” (1963: 6), esto es, no valora los
tabaco, con su posición horizontal, que es la más habitual cuando elementos que componen las representaciones visuales que no
fumamos. sean las anteriores.
33. Líneas que son de igual tamaño y que parece que son distin- 43. Una lengua es “un conjunto (en general infinito) de cade-
tas, colores que parecen distintos cuando son iguales, etc. nas finitas de símbolos que forman parte de un ‘alfabeto finito’”
34. “La ley de pregnancia fue formulada por Koffka del siguien- (Chomsky, 1975: 3-4),
te modo: la organización psicológica será siempre tan excelente 44. Recordemos aquí que Eco define el código perceptivo como
como las condiciones dominantes lo permitan.”, teniendo en aquel que establece las condiciones de una percepción suficiente
cuenta que el término “excelente” hace referencia a propiedades (1978: 270).
como regularidad, simetría, armonía de conjunto, homogeneidad, 45. Utilizamos aquí la aportación que hiciera Metz respecto al
equilibrio sencillez, concisión, en el sentido de que “el organismo cine cuando señalaba que, si transmite sentidos pero no dispo-
tiene la tendencia a determinados modos de conducta totalmente ne de segunda articulación, ni por lo tanto de primera, si no es
característicos, bien se trate de percepciones, movimientos, o ac- un sistema, y si son pocos los signos verdaderos que podemos
titudes.” Así, por ejemplo, vemos como ángulos rectos los de 87 identificar, parece conveniente observar el cine como un lenguaje
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 598
reflexiones
a. comunicación visual vs verbal b. los sistemas de transmisión de significado y el mundo que nos rodea c. la percepción d. capaci-
dad de hablar y capacidad de ver e. competencias lingüísticas y visuales f. definición de lengua y su aplicación g. gramática visual
h. cómo vemos y cómo representamos visualmente i. las unidades de las representaciones visuales j. los signos y la significación
de las representaciones visuales k. comparación entre las propiedades de la lengua y las representaciones visuales l. similitudes y
diderencias entre las lenguas, y entre los usos de las representaciones visuales m. la disciplina científica
sin lengua, en Metz, Christian, “Le cinéma: langue ou langage”, 61. Como señalábamos al principio de este apartado, entre los
en Essais sur la signification au cinéma, Paris, Tome I, Éditions distintos autores que describen los elementos de las represen-
Klincksieck, 1971, p. 67-70 y 79. taciones visuales desde enfoques que no son semióticos, hemos
46. En la industria gráfica se denomina así al profesional en- seleccionado las aportaciones que realiza Villafañe, por dos ra-
cargado de producir páginas de una publicación, a partir de las zones: por una parte, integra la mayor parte de los elementos a
indicaciones que proporcionan los autores de la propuesta visual los que hacen referencia el resto de autores (punto, línea, color,
original, los denominados directores de arte. forma, etc.) y, por otra, nos resulta muy sugerente su distinción
47. Al menos, en principio, aunque sabemos que no siempre los entre sentido y significado (Villafañe, 1998: 171) porque recuer-
contenidos que abarca una palabra en un idioma coinciden con da, conceptualmente, la distinción bartheana de los signos de la
lo que abarca su teórica traducción en otro idioma, como es el imagen: Barthes distingue en la imagen el signo icónico codifi-
caso de “bois” en francés y “madera” y “bosque” en español, por cado (el signo icónico, propiamente dicho) y el signo icónico no
ejemplo (Eco, 1978: 94) codificado (al que otros autores han denominado signo plástico),
48. Por distintas necesidades como, por ejemplo, la de incluir mientras que Villafañe distingue entre el sentido, esto es, la figura
algunas teclas porque la representación gráfica de algunos soni- que se puede reconocer (mujer, etc.), y el significado, que hace
dos en unas lenguas se hace con la combinación de dos grafemas referencia a lo que aportan los aspectos plásticos como el gesto,
verbales y en otras con uno, diferente a las anteriores, como es el encuadre, el color, etc. Parece evidente que, terminologías al
el caso de la “ñ” castellana en comparación a la “gn” francesa, la margen, el sentido y el significado de Villafañe corresponden,
“in” vasca o la “ny” catalana, se pueden producir cambios en el respectivamente, con el signo icónico codificado y el signo icóni-
teclado estandar latino. co no codificado de Barthes.
49. Aunque otra opción es que cada uno de ellos utilice códigos 62. Como hemos indicado en otros apartados de esta investiga-
distintos, realizados a propósito a modo de los idiolectos que des- ción, Albers demuestra que distintos observadores no son capa-
cribía Eco, producto de un estilo, una cultura, un autor, etc. Pero ces de reconocer un color que conocen bien, el color rojo de la
estas cuestiones corresponden a otra investigación, no a ésta. Coca Cola, cuando lo colocamos entre otros rojos (Saint Martin,
50. Aunque, como decíamos, es posible que haya otras zonas 1994: 37, y Albers, 1993,:15).
especializadas en otros aspectos de la visión como, por ejemplo, Por otro lado, aunque algunos estudios muestran que la satura-
la profundidad. ción se codificada emocional y afectivamente más rápidamente
51. Se refiere al punto, que no tiene centro, ni ancho, ni profun- que el tono (Grupo µ, 1993: 213-214), hemos de tener en cuen-
didad; la línea, que no tiene anchura ni profundidad; el plano, que ta que en nuestro estudio hacemos referencia a la significación
no tiene profundidad; y el cuerpo. estabilizada, no a los efectos emocionales que colores, formas o
52. El primero sitúa los elementos geométricos entre los elemen- posiciones produzcan sobre los receptores.
tos morfológicos, que están acompañados por los elementos es- 63. Recordemos que este sistema de descripción de color se basa
calares y los elementos dinámicos. El segundo sitúa los elementos en la neurofisiología de la visión y en los estudios sobre el re-
geométricos entre los elementos conceptuales, que están acom- conocimiento de color en distintas culturas (Saint Martin, 1994:
pañados, a su vez, por los elementos visuales, los de relación, y 41-42).
los prácticos. 64. Los polos cromáticos que propone la autora son rojo, azul,
53. “Una lengua es un conjunto (finito o infinito) de oraciones, amarillo, verde, naranja, violeta, ocre, púrpura, marrón, rosa,
cada una de ellas finita en longitud y compuesta por un conjunto blanco, negro y gris (Saint Martin, 1994: 42-43).
finito de elementos” (Chomsky, 1975: 27) 65. Varios autores coinciden en la idea de que los colores, en ge-
54. Aunque reconoce la mejora terminológica del que se ha de- neral, nos remiten a situaciones que hemos vivido como especie
sarrollado posteriormente. diurna (Acarín, 2001: 36) . Así, por ejemplo, la oscuridad en el
55. Ver apartado correspondiente en el capítulo 6 de nuestro Es- color se relaciona con la falta de luz, con la noche y, por lo tanto,
tado de la cuestión con los peligros que nos acechan cuando se produce la ausencia
56. Saussure indica, en este sentido, que tanto la pronunciación de luz, tanto reales como imaginarios (Joly, 1994: 105).
como la escritura del lenguaje verbal admiten toda la flexibilidad Sin embargo, cuando representamos, los colores tienen forma y
que se quiera, siempre que no nos lleve a confusiones de sonidos posición. Y son la suma de todas las variables las que nos permi-
o de letras (Saussure, 1961: 202) tirán decir si en la propuesta se está representando la luz del día o
57. También hace referencia a ello Arnheim (1969: 289). no; esto es, la sola presencia del color no nos ubica en la estación
58. Término que consideramos muy interesante, pero que no del año o en el momento del día, ya que, como señala Joly, será
utilizaremos en nuestro discurso porque parece remitirnos a una necesaria al menos una dirección en el color o en la luminosidad,
posible articulación del color y, por lo tanto, a una propuesta de y la dirección se produce gracias a la forma y gracias a la posición
articulación que no es la que defendemos aquí. (Joly, 1994: 106).
59. Es importante señalar que este autor utiliza los conceptos 66. Costa, Joan, Diseñar para los ojos, Barcelona, Costa Punto
de icónico o de plástico sin establecer la diferencia que, como Com Editor, 2007 (p. 59 y ss.)
veremos en otros apartados, sí realizan Joly o el Grupo µ. En este 67. Los autores señalan que un color rojo oscuro resulta pesado
sentido, el autor señala que “el concepto de elemento icónico o si se coloca arriba, pero no si se coloca en la parte inferior de la
plástico no está del todo delimitado” (Villafañe, 1985: 94). composición; y que un color azul parece ligero si se coloca en la
60. Ya que la figura puede aparecer gracias al contorno, pero parte superior, pero no si se coloca en la parte inferior.
también gracias a un contraste de color o gracias a un contraste 68. Este texto se incluye en la nota 196 de Tratado del signo vi-
de textura (Grupo µ, 1993: 59-61). sual (Grupo µ, 1993: 215).
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 3 599
reflexiones
a. comunicación visual vs verbal b. los sistemas de transmisión de significado y el mundo que nos rodea c. la percepción d. capaci-
dad de hablar y capacidad de ver e. competencias lingüísticas y visuales f. definición de lengua y su aplicación g. gramática visual
h. cómo vemos y cómo representamos visualmente i. las unidades de las representaciones visuales j. los signos y la significación
de las representaciones visuales k. comparación entre las propiedades de la lengua y las representaciones visuales l. similitudes y
diderencias entre las lenguas, y entre los usos de las representaciones visuales m. la disciplina científica
69. Tipo de signo icónico que mantienen una relación de pa- por los elementos plásticos, igual que sucede con la significación
recido simple entre el significante y el referente (Peirce, 1974: de la imagen visual ( Joly, 1994: 129 y 1999: 121).
46-47). 75. Aunque hubo épocas, como señala Tusón, en que las escritu-
70. En este caso consideramos la forma como elemento de las ras se relacionaban con sus referentes a partir de la semejanza, en
representaciones visuales (Tusón, 1996: 34-36).)
71. Al margen de la evolución que hayan podido tener algunas 76. Hace referencia a cinco formas de relación entre expresión
de ellas, como se describe en el artículo “Nacimiento y expansión y contenido, cada una de ellas perfectamente diferenciada de las
de la Letra en la comunicación gráfica”, en Blanchard, La letra, demás.
1988. 77. Parece limitada una clasificación que sólo distinga entre
72. Lengua y escritura son dos sistemas de signos distintos; la significación figurativa y “todo lo demás”, un todo en el que
única razón de ser del segundo es la de representar al prime- podemos incluir los diagramas, las metáforas no figurativas y la
ro; el objeto lingüístico no queda definido por la combinación significación convencional, lo cual parece, ora una contradicción,
de la palabra escrita y la palabra hablada; esta última es la que ora un corsé demasiado pequeño para englobar tantas variantes
constituye por sí sola el objeto de la lingüística. Pero la palabra sígnicas.
escrita se mezcla tan íntimamente a la palabra hablada de que es 78. En http://platea.pntic.mec.es/~aanderic/unidad.htm , con-
imagen, que acaba por usurparle el papel principal; y se llega a sultada el 150507.
dar a la representación del signo vocal tanta importancia como 79. En http://www2.ing.puc.cl/iiq/MNAC/esp/clasif_desc.htm
a este signo mismo. Es como si se creyera que, para conocer a , consultada el 150507.
alguien, es mejor mirar su fotografía que su cara. (Saussure, 1961: 80. En http://www.argentinartes.com/espanol/exposiciones/jo-
72) En otro momento de su discurso Saussure se pregunta sobre selarrondo.htm , consultada el 150507.
el mayor prestigio que la escritura posee sobre los sonidos de la 81. Recordemos que Saussure indica que el símbolo tiene por ca-
lengua, y entre una de las razones propone la de que “En la ma- rácter el de no ser nunca completamente arbitrario (1961: 131).
yoría de los individuos las impresiones visuales son más firmes y 82. En el sentido de que donde él habla de signo icónico, en
durables que las acústicas, y por eso se atienen de preferencia a las nuestro discurso preferimos hablar de signo visual, eligiendo un
primeras. La imagen gráfica acaba por imponerse a expensas del término más general y menos contaminado que el de icónico, por
sonido.” (Saussure, 1961: 74). ejemplo.
73. Aunque Saussure indicó que tanto las onomatopeyas como 83. En el sentido de que para nosotros los signos icónicos se-
las exclamaciones tienen un origen que es dudosamnte motivado rían aquellos que mantienen una relación de “parecido” con sus
como lo muestran algunas palabras, como la francesa fouet (láti- referentes.
go), que, a pesar su “sonoridad sugestiva” procede del latín fãgus 84. Como hemos señalado en un apartado anterior, no todos los
(haya), y el hecho de que las onomatopeyas auténticas (tipo glu- autores estarían de acuerdo con que la térmica del color esté re-
glu, tic-tac, etc.), no solo sean escasas sino que, además, son imita- lacionada con la sinestesia, ya que consideran que el color afecta,
ciones aproximadas y medio convencionales de ciertos ruidos, lo efectivamente, a nuestras pulsaciones.
que explicaría, por ejemplo, que el ladrido de un perro se exprese 85. Cuando aquí decimos que tenemos UN SIGNIFICADO,
en francés como ouaoua, en alemán wauwau, y en español guau nos referimos a que el signo visual posee una determinada signifi-
guau, y que este tipo de expresiones, una vez introducidas en la cación, no a que el signo visual sea igual a UN signo verbal.
lengua, quedan sometidas a la misma evolución fonética o mor- 86. En este mismo sentido se manifiesta Gubern cuando indica
fológica que el resto de las palabras de esa lengua (1961: 132-133). que poseemos una pulsión icónica “que se resiste tenazmente a
Sin embargo, si tenemos en cuenta que cada lengua natural posee la asignificación de las formas visuales (…) [una pulsión que ya]
una cantidad de fonemas diferente, que no siempre los grafemas se manifestó en la Antigüedad con la conversión de los puntos
representan, sin ambigüedades, las ondas sonoras que emite un brillantes del firmamento en figuras de seres y de objetos (…)
sistema de fonación, y que la escritura de cada lengua, a partir (1994: 101).
de las normas de escritura de cada gramática, tiene la facultad 87. Hace unos años obtuvieron cierta fama unos libros que reco-
de componer un mismo sonido con diferentes grafemas (/tx/ gían anécdotas de algunos médicos, explicando los curiosos tér-
en euskera, /ch/ en castellano; /ñ/ en castellano, /ny/ en catalán minos que algunos pacientes utilizan para referirse a sus males.
/gn/ en francés, etc.), creemos que la adecuación sonora o gráfica 88. Hasta el punto que, a veces, se olvidan aspectos como el tono,
que haga cada lengua natural de un sonido (un grillo, una explo- etc., a la hora de valorar el significado y sólo se atiende a LO
sión, un gato, etc.), no es suficiente para desestimar el carácter QUE SE HA DICHO, sin tener en cuenta el CÓMO, algo que,
motivado de las onomatopeyas o de las exclamaciones. Gubern sobre todo si tenemos en cuenta algunas palabras malsonantes,
indica, en este sentido, que el hecho de que cada idioma adapte tan habituales en todo el norte de la península, es fundamental
un sonido determinado a sus hábitos fonéticos u ortográficos no para comprender el mensaje
significa que no se haya buscado, en cada caso, el sonido que más 89. Por ejemplo, la palabra “calado” tiene distintos significados
se pareciera al sonido “natural” (Gubern, 1979: 151-154) si la estamos utilizando en gallego o en castellano, pero en ambos
74. Barthes, en su texto sobre “La civilisation de l’image”, pro- idiomas lo tiene. Lo mismo sucede con la palabra “atea”, que tie-
pone que hablemos de un nuevo tipo de producto, la comunica- ne distintos sentidos en euskera y en castellano, etc.
ción logoicónica, en Oeuvres complètes, vol II, 1962-967, p. 565; 90. Utilizamos el término color de modo genérico y coloquial,
Joly, por su parte señala que se ha de observar cuidadosamente el sin entrar en sus dimensiones porque, en este caso, no nos apor-
aspecto plástico de los textos y tenerlo en cuenta en el proceso de taría nada al discurso central.
significación, ya que la significación de las palabras está matizada
Sección 4
En esta sección exponemos nuestras conclusiones.
Una vez cotejadas las aportaciones de los distintos autores, podemos extraer una serie de conclusio-
nes relacionadas con las hipótesis y objetivos planteados en la introducción de esta investigación.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 4 603
conclusiones
a. Conclusiones
1. Respecto a los elementos mínimos sin significado
que constituyen las representaciones visuales,
bidimensionales y fijas
1.1 No hay consenso en torno a los elementos,
aunque sí algunas coincidencias
Aunque hacer referencia a números en esta investigación puede parecer extraño, dadas sus carac-
terísticas, creemos que puede ser útil para tener una imagen de lo que ha supuesto establecer una
comparación entre las aportaciones de los distintos autores.
No podemos refrendar nuestra hipótesis principal a partir de los datos que nos proporcionan los
diferentes autores, ya que entre las 28 variables que llegan a describir, sólo coinciden todos ellos
(al margen de si le dotan o no de significación, al margen de las disciplinas desde la que se enfoque
la cuestión) en considerar que la forma y el color son elementos que constituyen las represen-
taciones visuales, aunque incluso en este caso hay diferencias entre los autores, como veremos a
continuación. En cuanto a las otras 26 variables, en 8 casos de 10 posibles, hacen referencia a la
textura, en 6 a las dimensiones, y, a partir de aquí, la coincidencia desciende1.
En cuanto a las diferencias a destacar en la formalización de la forma y del color como elemen-
tos de las representaciones visuales, en el caso de la forma sucede que, mientras que algunos
autores consideran explícitamente que este elemento no tiene significado porque hace refe-
rencia a la descripción sin contenidos de las direcciones, ángulos, etc., que componen la forma
visual (en el sentido de conjunto de elementos visuales), como es el caso de Cossette cuando
hace referencia a los grafemas de la segunda articulación, de Eco cuando habla de las figuras
visuales (1978) y de los formantes articulatorios (2000), o del Grupo µ cuando señala que uno
de los modos de articular los signos visuales es a través de las marcas, el resto de autores2 o bien
no son explícitos sobre esta cuestión, o hacen referencia a la forma como un tipo de elemento
que aporta significado.
En el caso del color, sólo Cossette lo describe como un elemento sin significado, mientras que el
resto de los autores hace referencia a su significación psicológica, antropológica, etc. En lo que
hay bastante coincidencia es en considerar la importancia de los valores, dimensiones o modula-
ción del color, aunque mientras que unos autores los integran en la descripción del color (Arn-
heim, Saint Martin, Grupo µ, Villafañe, Dondis, Itten), otros distinguen entre el elemento color,
y los elementos de valor o de gama de color (Aumont, Cossette, Joly).
Villafañe indica que los elementos de la imagen adquieren significado cuando se ordenan sintác-
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 4 604
conclusiones
ticamente (1985: 163), pero también que las líneas o las formas (elementos morfológicos de la
imagen) tienen significado (1985: 103 y 135-137).
Saint Martin no habla de forma explícita de elementos con significado o de elementos sin signifi-
cado, pero hace unas aportaciones que nos resultarán muy útiles de cara a nuestras aportaciones,
ya que habla de la copresencia de los variables del lenguaje visual, en el sentido de que cuando
aparece uno aparecen todos, en la línea de lo que sugieren Arnheim y Gibson, como hemos indi-
cado en la sección anterior.
Pero entre todas las aportaciones recogidas queremos destacar, tanto por su formulación teórica
como por la personalidad de quienes las realizan (dos de los referentes máximos en la semiótica
en general y en la semiótica visual en particular), las que realizan Eco y el Grupo µ, unas aporta-
ciones que tendrán trascendencia en nuestras conclusiones.
Eco, que reconoce que no se puede hablar de articulación al modo de los signos verbales en los
signos icónicos, tanto en su texto del año 1978 como en el del año 2000 hace referencia a unos
componentes de los signos icónicos que no tienen significado, y que, como veremos, compara
con los fonemas que articulan los signos verbales.
La diferencia entre ambos textos es que mientras que en el primero utilizaba la terminología y
clasificación que propusiera Prieto, denominando figurae a las unidades mínimas sin significado,
aquellas que podrían ser analizadas a partir de un código perceptivo y descritas como /ángulos/,
/relaciones de claroscuro/, /curvas/, /relaciones de figura y fondo/, etc. (Eco, 1978: 283), en el segundo
texto habla de formantes articulatorios, señalando que tanto la palabra /casa/ como una <bandera
roja> se pueden analizar en sus formantes articulatorios, que serían los cuatro fonemas en el
caso de la palabra /casa/ (que se pueden descomponer en haces de rasgos distintivos) y la forma
geométrica (resultante de la articulación de elementos euclidianos) y el color (resultante de de-
terminada composición espectral) para la bandera, unos formantes que son propiedades físicas y
estructurales de la señal, al margen de sean usados como expresión, o no (Eco, 2000: 147-148).
Luego Eco, en este breve párrafo, compara la forma geométrica (las figurae) y el color, formantes
articulatorios de la bandera, con los fonemas, unidades formantes de las palabras, aunque señala
que afirmar que los signos icónicos permitan una articulación múltiple al modo de los signos
verbales, provocaría un mentís clamoroso (2000: 288).
Por otra parte el Grupo µ, que desarrolla la mayor parte de su discurso en torno a los signos plás-
ticos y a sus parámetros (forma, color y textura), unos parámetros que aportan significado, como
hemos recogido en el capítulo 9 de la sección 2 de esta investigación3, cuando hace referencia a
los signos icónicos, indica que ésos pueden describirse de dos maneras diferentes, de dos maneras
que no se suceden necesariamente, negando la posibilidad de crear un discurso sobre la existencia
de unas unidades sin significado que, combinadas, generen signos, eso es, negando la posibilidad
de hacer una propuesta de doble articulación visual.
El Grupo µ señala que podemos analizar el signo icónico, por ejemplo <cabeza>, desde las unida-
des que son en sí mismas significantes de otro signo, como <ojo>, <nariz>, etc., y que denominan
entidades. O que podemos analizarlo desde las características formales que permiten su recono-
cimiento, de modo que describiríamos la <cabeza> como la organización de una serie de curvas
y de rectas que mantienen una determinada organización, y que los autores denominan marcas
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 4 605
conclusiones
(Grupo µ, 1993: 132). Como señalábamos, estos análisis no tienen por qué darse al mismo tiempo,
de modo que podemos ahorrarnos uno y hacer el otro, o viceversa (Grupo µ 1993: 134-135).
Como hemos ido viendo en las dos secciones anteriores, unos autores estructuran las represen-
taciones visuales a partir de la tipología de signos que las componen (Barthes, Grupo µ, Martine
Joly), otros a partir de una serie de elementos, clasificados en función de distintos criterios (Villa-
fañe, Wong), otros a partir de una unidad relacionada con la fijación visual (el colorema de Saint
Martin) que está compuesto, a su vez, por una serie de variables; y, finalmente, Eco y Cossette
estructuran sus signos a partir de una articulación de elementos sin significado que, combinados,
generan signos, aunque les diferencia el hecho de que mientras Eco rechaza equiparar su pro-
puesta con la doble articulación lingüística, porque el código visual no es estable y, por lo tanto,
tampoco previsible, Cossette sí que equipara ambas articulaciones.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 4 606
conclusiones
b. Aportaciones
1. Los elementos mínimos sin significado
que nos permitan describir las representaciones visuales
A lo largo de esta investigación hemos visto que hay una serie de términos, conceptos y pro-
puestas que se repiten, al margen de las disciplinas, ramas teóricas, escuelas o enfoques desde
los que se aborde el estudio de las representaciones visuales. De entre estas cuestiones, las que
nos resultan más interesantes, dados nuestros objetivos, son aquellas que distinguen determina-
dos elementos mínimos (elementos para Villafañe, Wong, Aumont y Joly, variables para Saint
Martin, figuras para Eco, parámetros o dimensiones para Grupo µ , signos para Joly y el Grupo
µ, o grafemas para Cossette) en la descripción de las representaciones visuales. Pero también las
que hacen referencia a las lesiones en nuestro cerebro que nos impiden ver el color (aunque sí
ven matices de gris), el movimiento, la profundidad, o limitan nuestra capacidad para integrar
las distintas partes de la forma4, lo que demuestra que, aunque no seamos conscientes de ello,
las características básicas de nuestra visión son “procesadas” por separado.
Como el objetivo central de esta investigación ha sido encontrar acuerdos en torno a los ele-
mentos mínimos que constituyen las representaciones visuales, y puesto que de las aportacio-
nes de los autores consultados no se puede desprender esta conclusión, ya que ni hay consenso
respecto a la estructura, ni a la tipología, ni a si poseen significado o no, elaboraremos una
nueva propuesta que es producto de la reflexión y anális de los datos que disponemos.
Aunque la escuela de la Gestalt consideraba que la forma (forma aquí como totalidad) no puede
ser reducida a sensaciones porque éstas, una vez proyectadas en la corteza se unen en un todo6,
como en esta investigación enfocamos su estudio desde el análisis de los elementos que partici-
pan en la significación, y no desde la percepción, consideramos que es pertinente describir los
elementos mínimos constitutivos de la forma visual que puede convertirse, o no (dependiendo
del contexto económico, cultural, etc., por ejemplo), en un signo visual.
dimensión y la orientación (en cuanto a la posición, otro de los rasgos que diferencian, habla-
remos un poco más adelante); si, según varios autores, el color puede ser descrito a partir de la
modulación de color o las dimensiones de tono, saturación y luminosidad; y si consideramos
que la pose del modelo hace referencia a la disposición (forma) de las personas, a sus relaciones
(forma, dirección) interpretadas socialmente7, esto es, a las formas convencionales que adoptan
los cuerpos; que el encuadre, la escala, el formato y las proporciones hacen referencia a los ta-
maños y relaciones cuantitativas entre las partes y los lados, lo que nos permitiría englobarlas
entre las dimensiones de la forma8, obtenemos que al hablar de forma y de color podemos
incluir otros elementos como la dimensión (forma), la orientación (forma), el tono, la satu-
ración y luminosidad (color), la pose del modelo (forma), el encuadre (forma), la proporción
(forma), la escala (forma), la línea (forma), el punto (forma), el valor (color), la luz (color), y
la dimensión (forma).
En cuanto a la textura, de la que varios de los principales autores consultados indican que es tan
propiedad de superficie como lo pueda ser el color, consideraremos que, puesto que en nuestro
caso no hacemos referencia a la textura táctil (que depende de las características de su superficie,
en el sentido de que puede ser suave o rugosa, etc.), sino a la textura visual9, este término, en
comunicación visual, tiene que ver con la sensación táctil que se produce visualmente (Grupo
µ, 1993: 62-63), aunque nos remita a experiencias táctiles. Además, si tenemos en cuenta que la
textura de una imagen está determinada por la repetición de elementos (¿formas visuales?), nos
enfrentaremos a elementos que han de poseer forma (en las que incluimos las dimensiones),
y color (en los que incluimos el cambio de tono, luminosidad, etc.). Luego la textura, desde
nuestro punto de vista, no es un elemento básico de la forma visual, sino una forma visual bi-
dimensional que nos traslada, sinestésicamente, a un espacio táctil, del mismo modo que otras
experiencias visuales nos trasladan a espacios térmicos o kinésicos.
Así, del mismo modo, cuando se hace referencia a la frialdad, calidez, ligereza, movimiento,
gravedad, profundidad, volumen, tensión, dirección, hacemos referencia a espacios o a elemen-
tos que no son visuales, sino a efectos provocados por las formas visuales, a partir de la sines-
tesia, de la relación con el comportamiento de los objetos que conocemos en nuestro mundo
visual, de los efectos psicológicos, etc. Luego consideramos que la profundidad, equilibrio, el
volumen, el ritmo, la gravedad, la tensión, el movimiento y la dirección no son propiamente
elementos de las representaciones visuales, sino distintos efectos que provocan las formas vi-
suales.
En cuanto a la posición, que el Grupo µ incluye como uno de los parámetros del signo plástico
de la forma, consideramos que si tenemos en cuenta que la experiencia de la espacialidad es
propia de la lengua visual (Saint Martin, 1994: xiii-xiv), que se ha criticado el hecho de que la
Gestalt fuera poco explícita con el espacio (Gibson, 1974: 43), que algunos autores destacan la
posición como elemento que forma parte de las representaciones visuales (Wong, 1986: 11-12;
Saint Martin, 1994: 69 y ss.; Arnheim, 1988: 17), que otros hacen referencia a la composición, en
tanto que distribución de elementos en el espacio ((Joly, 1994: 101-102; Parini, 2002: 121), que
otros hablan del significado que aporta (Joly, 1999: 38-39; Arnheim, 1969: 338), y que describir
la posición de un objeto no afecta a la descripción formal del la forma visual (la circularidad no
depende del lugar que ésta forma ocupe en el espacio) del mismo modo que la descripción del
color no afecta a la descripción de la posición, o a la de sus características formales, considera-
mos que debemos aislar la posición y considerarla como un elemento de rango similar al que
tienen la forma y el color, ya que del mismo modo que una modificación en los parámetros de
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 4 608
conclusiones
la forma o del color afectan al significado, una modificación en la posición afecta, igualmente,
a la significación visual.
Así, por ejemplo, cuando el Grupo µ hace referencia al cuadro de Pirenne Paisaje de industrias
(1993: 323), el doble estatuto icónico del amarillo no sólo es comprensible por la forma y el
color, sino también por la posición que ocupan en el cuadro.
Luego para que las formas visuales transmitan sentido es fundamental, además de la forma y
del color, contar con el elemento posición, ya que en función de él, un mismo color y forma
puede significar varias cosas. Así, por ejemplo, un círculo de color amarillo-naranja situado en
la parte superior del plano, tiene un significado distinto a si está situado en la parte inferior, o en
la parte central del espacio. Y un rasgo rectilíneo puede ser identificado como ojo cuando está
situado en una determinada posición del espacio, pero puede serlo como boca, o como nada,
si lo situamos en otro lugar (Grupo µ, 1993: 136). O cuando disponemos un círculo negro en
el espacio de la representación, transmitirá más o menos gravedad, más o menos tensión, etc.,
dependiendo de la posición que ocupe.
En cuanto al marco, el espacio y el plano, consideramos que tanto el espacio como el plano son
elementos que están incluidos en la posición, ya que cuando hablamos de posición nos referi-
mos a la posición en el plano, o en el espacio, que ocupa una forma y un color. De hecho, Saint
Martin, por ejemplo, hace referencia a la variable posición en el plano, en el sentido de que una
posición ha de ser relativa a un espacio, el espacio de la representación o el plano.
Respecto al marco, si hace referencia a los límites exteriores (Wong, 1986: 12), sean pintados
o materiales, es lo que nos permite aislar la imagen visual o físicamente (Aumont, 1992: 152),
lo que hace de frontera de la representación visual y manifiesta su carácter de limitado. En ge-
neral, como el marco tiene una forma, afecta a la percepción de la figura (Grupo µ, 1993: 193),
aunque hemos de tener en cuenta que, en ocasiones el marco coincide con el borde del objeto,
pero que, en otras, puede ser un marco que limita la representación, sin coincidir con el objeto
(Aumont, 1992: 153).
Luego, y para resumir y concluir, consideramos que para que exista forma visual han de estar
presentes los elementos (o variables, o propiedades) de la forma, del color, y de la posición.
des que no tienen significado y que articulan los signos icónicos, las figurae y los formantes
articulatorios el primero, y las marcas, los segundos, nos aportan una cierta estabilidad teórica
para poder describir el elemento sin significado más complejo, la forma, debido a la poli-
semia de su significado y al hecho de que algunos autores consideran que es el aspecto que
más nos ayuda a identificar. Aunque si la forma no se da sin color y sin textura, como dice el
Grupo µ, y si todas las variables son copresentes, como hemos visto que defienden y sugieren
algunos autores, ¿cómo aislar la forma en la identificación?
Luego si el color no existe sin el resto de características visuales, y viceversa, la forma visual, y
por lo tanto la posibilidad de que exista un signo visual, no existirá si no están presentes todas
las unidades a la vez, por lo que podríamos decir que el color, la forma y la posición son uni-
dades constitutivas que no pueden ser signos, que no pueden trasmitir significados, porque no
pueden ser representadas de forma aislada.
Así, cuando se dice que el color rojo significa sangre, es como decir que los fonemas /ss/ sig-
nifican escape de gas, por ejemplo. Porque es verdad que ese color rojo puede formar parte del
signo visual sangre, del mismo modo que esas eses, en una determinada articulación, significa-
rían escape de gas, pero también el color rojo puede formar parte del signo visual tiesto, igual
que las eses pueden formar parte del significado estoy soñando.
Por otra parte, consideramos que decir que el significado del color rojo es, por ejemplo, el ser
“rojo”, o la “rojidad”, es utilizar el modo de significar verbal, código en el que /rojo/ tiene un
significado relacionado con un determinado tono del espectro del color, para un significado
visual en cuyo código no se puede expresar “rojo” sin forma, tamaño, posición, etc. Es como
si desde el código visual dijésemos que el significado del fonema /l/ es la forma visual “l”. Es-
tamos trasladando un elemento mínimo visual a un signo verbal, donde sí tiene articulación, y
estamos trasladando un elemento mínimo verbal a un signo visual, donde sí tiene articulación.
Pero ni el elementos “rojo”, aislado, tiene significado en la representación visual, ni el fonema
/l/, aislado, lo tiene en la verbal.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 4 610
conclusiones
Si, como decimos, los grafemas son el color, la forma y la posición, proponemos utilizar los
términos de cromemas para el grafema color (Gubern, 1972 y Grupo µ, 1993), de morfemas
o formemas para el grafema forma (Gubern, 1972 y Grupo µ, 1993, respectivamente) y el de
toponema para el grafema de la posición. Ante la doble posibilidad que se nos ofrece para de-
nominar el grafema de la forma, preferimos utilizar el término formema para evitar el conflicto
terminológico que podría suponer utilizar la palabra morfema para hacer referencia a elemen-
tos visuales.
Como hemos visto en la sección tres de esta investigación, si, en el contexto de las marcas o de
los logotipos, el cromema de una cruz griega pasa de rojo a verde, su significado cambia, pero si
cambia de rojo a violeta, dejará de tener significado10, etc. Veamos algunos ejemplos:
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 4 611
conclusiones
. modificación en el color
Por otra parte, aunque algunos autores argumenten su importancia a partir de estudios en los
que una cartulina de color gris con forma de hoja parece más verde que otra, del mismo color,
con forma de burro (Dember y Warm, 1990: 365-366), consideramos que se tendría que valo-
rar su influencia no sólo desde el uso de colores neutros, sino también desde el uso de formas
neutras, ya que del mismo modo que una forma reconocible, con un color neutro, altera la
percepción de color para acercarlo al que es propio de la forma, deberíamos tratar de averiguar
qué pasa con una forma neutra con dos colores bien definidos (con sus tonos, sus saturaciones,
etc.), esto es, si la percepción de una forma neutra se aproxima a un objeto reconocido, gracias
a su clor, o si no se altera la percepción de la forma.
Lorenz y Katz indican que hay algunos animales que no reaccionan a las características for-
males, sino al movimiento de sus estímulos. Los peces astatotilapia machos responden a los
simulacros que imitan los colores y movimientos del estímulo real, pero no a sus características
formales (Lorenz, 1986: 113), y las libélulas, que viven del alimento que les proporcionan los
mosquitos que cazan al vuelo, “morirían antes de hambre que atacar a los mosquitos que se
arrastran en las paredes alrededor de su morada…” (Katz, 1967: 107), ya que no les estimula la
forma del insecto, sino su movimiento.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 4 612
conclusiones
Volviendo a nuestro terreno, hay significados que no dependen de la forma, sino del color (las
banderas en las playas) o de la posición (banderas a media asta). O que dependen de uno de los
parámetros de la forma (el tamaño) o de uno de los parámetros del color (luminosidad). Luego
parece que deberá ser el contexto de significación, o el contexto visual, el encargado de dotar de
importancia a un grafema o a otro.
Pero una afirmación así no se puede mantener, ya que hacerlo nos obligaría a describir un
código visual, esto es, un teclado de formas, colores y posiciones, una cantidad FINITA de
formas, colores y posiciones, y a explicar las normas de combinación de las teclas de ese teclado
que nos permitieran generar significado. Y nos obligaría a definir la unidad mínima del acto de
representar visualmente (el trazo, el gesto) y a describir y acotar las distintas combinaciones de
grafemas posibles (punto azul en la parte superior izquierda, ídem en la superior derecha, ídem
en el centro, ídem entre el centro vertical y el margen derecho...), algo que no podemos hacer
porque, como señalábamos en otro lugar, no disponemos de un código visual, no disponemos
de algo que sea similar a la lengua saussuriana.
Algunos de los autores, entre los que podemos incluir varios que proceden de la lingüística,
parten de la clasificación de Peirce hiciera de los signos (icono, indicio, símbolo), aunque al-
gunos modifican la terminología (señales por signo, signo por símbolo; o signo motivado por
icónico, etc.), y otros incluyen en la tipología la clasificación de los signos de la imagen que
realizara Barthes (signos icónicos codificados y signos icónicos no codificados), bien modifi-
cando y redefiniendo la tipología (signo icónico y signo plástico), bien ampliando la tipología
(icónico, plástico y de texto).
Aunque las últimas tendencias semióticas parece que se sienten cómodas en la tipología de
origen barthesiano que desarrolla el Grupo µ, nuestra opción es la de volver a la clasificación
peirceana, aunque con algunos matices.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 4 613
conclusiones
Como señalábamos en otra parte de esta investigación, dado el uso abusivo y contradictorio al
que ha sido sometido el término de icónico, y dado que utilizar el término de metáfora para deno-
minar un tipo de signo icónico parece contradictorio con el discurso teórico sobre la retórica de
las representaciones visuales, creemos que la noción que utiliza Gubern de signo motivado (1987:
68) es la más apropiada para hacer referencia a los signos que poseen algún tipo de vínculo natural
entre el significante y el significado, un vínculo que, según Saussure (1961: 94), puede referirse
tanto al parecido formal como a la representación de relaciones, de la estructura, etc., lo que nos
permitiría incluir en este tipo de signos tanto a la imagen como al diagrama peirceano.
En cuanto al uso del término simbólico, como nos encontramos con el hecho de que Peirce lo
utiliza como sinónimo de arbitrario, mientras que Saussure lo hace en el contexto del parecido
y del vínculo natural, proponemos utilizar el término de arbitrario para hacer referencia a los
signos en los que la relación entre significante significado ni es motivada ni es indicial, porque
en torno a él parece que sí hay consenso.
Luego la clasificación que proponemos para los signos visuales es la que tipifica los signos
motivados, los indiciales y los arbitrarios.
Aunque algunos autores (nos referimos básicamente a Eco, aunque también tangencialmente al
Grupo µ) prefieran hablar de enunciados visuales en lugar de hacerlo de signos visuales, porque
consideran que lo que habitualmente denominamos signo visual (<caballo>) está compues-
to por otra serie de signos visuales más pequeños [sic]12, o porque del signo visual podemos
extraer más un enunciado (“caballo que galopa por una pradera”) que un signo (“caballo”),
consideramos que:
1. Los signos verbales significan al modo verbal y los signos visuales al modo visual, lo que significa
que la palabra /hombre/ pierde significado si le quitamos fonemas (/hom/, /bre/; /hm/, /obre/;
etc.), pero el signo visual <hombre> no pierde significado si le quitamos una parte (la cabeza,
un brazo, una pierna) porque seguirá siendo un signo (hombre sin cabeza, hombre manco, etc.),
pero sí lo perderá si suprimimos un grafema, elemento sin el cual no puede existir.
2. El hecho de que la descripción de un signo visual requiera de varios signos verbales para ser
descrito, no significa que un signo visual sea un texto visual, sino que este signo visual es un
signo visual que ha de ser descrito mediante un texto verbal.
Sin embargo, en el siguiente ejemplo, estamos ante un signo visual, pero en este caso no po-
demos mantener la equidad UN signo visual y UN signo verbal, sino que necesitaremos más
signos verbales para transferir al sistema verbal el contenido de este signo visual14:
Pero si distinguimos en el signo visual los grafemas de forma, color, y posición en el espacio,
podemos llegar a describir ese parecido “desde un cierto punto de vista”, o esa analogía cuali-
tativa, comparando los grafemas de la representación con las características que percibimos del
referente real. Así, por ejemplo, en un signo visual podríamos hablar del parecido analógico
existente entre el grafema formema y la percepción de esta característica en el objeto, pero,
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 4 615
conclusiones
De este modo, por ejemplo, una representación visual que signifique “baño de una mujer en
una bañera”, podría poseer los colores propios de la situación (las bañeras tienden a tener unos
brillos por sus materiales, el agua un color y unos cambios de matices, la mujer un color de
piel, etc.) pero tener una forma muy esquemática (formas sin curvas, las dimensiones esque-
matizadas, etc.), de modo que podríamos hablar de analogía cromática y de esquematización
formética (de formema), por ejemplo, etc.
Por lo tanto, si analizamos la relación que cada grafema mantiene con la percepción del color,
forma o posición del referente, quizás podamos describir con más concreción la imagen ana-
lógica (signo motivado en el que coinciden todos los grafemas, por ejemplo), o de diagrama
(donde la forma y/o los colores se reducen a su mínima expresión, sin los matices de la luz o de
los gestos, por ejemplo), etc.
Esta propuesta sólo apunta lo que podría ser una clasificación de los signos motivados, desde la
comparación entre los grafemas del signo con las cualidades homónimas del referente, pero es
evidente que esta posible clasificación está por desarrollar.
Una vez concluido, expresamos, si se nos permite decirlo así, la envidia que sentimos respecto
a los signos verbales y la disciplina que se ocupa de su análisis, una disciplina que se ramifica y
profundiza en determinados aspectos, que propone enfoques nuevos de análisis, que cuestiona
y revisa, pero siempre incorporando los datos y las reflexiones a una estructura teórica que,
desde nuestra situación, se presenta como muy estable.
Desde esta investigación proponemos, para facilitar la tarea a investigaciones similares, intentar
estabilizar las bases de una disciplina que tuviera como objeto de estudio las representaciones
visuales que transmiten mensajes, una disciplina que fuera capaz de aglutinar, estructurar y for-
malizar el conocimiento que se tiene sobre ellas, a partir de las aportaciones que han realizado
distintos autores desde diferentes disciplinas.
Así, aunque, como hemos visto en algunos apartados de la sección 3 de esta investigación, hay
propiedades de la lingüística que pueden ser aplicables sobre las representaciones visuales que
transmiten mensajes, el hecho de que las variables de estas propiedades dependan del contexto
visual, y la dificultad que supone acotar la previsibilidad de dichos contextos en general15, nos
impide utilizar la estructura de la lingüística como referente.
Para conseguirlo, deberíamos poder estabilizar los códigos o, dicho de otra manera, debería-
mos estudiar la estabilidad de la comunicación visual funcional (diacrónica y sincrónicamente),
y comprobar si soporta la concreción en un código visual, al margen de que su evolución y
cambio vaya a una velocidad distinta que la que se ha descrito para las lenguas verbales
Pero, mientras tanto, creemos que las distintas disciplinas aportan suficientes datos como para
establecer un cuerpo teórico que sea propio de las representaciones visuales funcionales, aun-
que éste sea, todavía, muy general, lo que permite el desarrollo de nuevas investigaciones.
Otra posible raíz léxica que podríamos utilizar para denominar esa teórica disciplina es la de
“grafo”, una voz del griego clásico que hace referencia al trazo de la escritura o del dibujo, aun-
que ha sido más utilizada para hacer referencia a la escritura que a cualquier otro tipo de trazo.
Así, encontramos que los términos grafología, grafética, grafético, grafemático, grafística, gra-
fémico, hacen referencia a la escritura, aunque, excepto en el primer caso17, su uso está limitado
a contextos muy especializados18. Pero también encontramos otros términos generados a partir
de la raíz grafo, que están relacionados con lo gráfico como conjunto de elementos que no sólo
son textuales. Así, gráfico hace referencia a la visualización, que puede ser mental (se dice “ex-
plicación gráfica”, por ejemplo, cuando uno es capaz de realizar una exposición muy evocadora
de lo visual, sin necesidad de trazar una línea), que puede ser real (representaciones visuales que
describen relaciones entre objetos, etc.), o que puede dar nombre a un genérico de la producción
relacionado con la visualización (“industria gráfica”, “comunicación gráfica”, “obra gráfica”19,
etc.). O grafimática20, un término que se acuñó para denominar la actividad gráfica que se realiza
mediante el uso de ordenadores y aplicaciones informáticas (Moles, 1990: 261 y ss.).
Otro de los términos cuyo uso nos ha parecido interesante valorar procede del griego “eidos”
(idea, imagen, aspecto), que ha originado palabras como idea, ideograma, ídolo. Y de “eidos”
podríamos proponer eidolística, eideología, aunque este último término está relacionado, en
algunos textos, con la anatomía21.
Pero sopesadas las distintas alternativas, hemos considerado más adecuado utilizar una deno-
minación que contenga la raíz grafo porque:
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 4 617
conclusiones
. a diferencia de eidos es un significante que aporta una relación más estable con la significación
de representación visual;
. a diferencia de icono y de imagen, no nos remite tan directamente a la relación de parecido
entre la representación y su referente.
Una vez seleccionada la raíz léxica, hemos creído que el término más adecuado, desde el punto
de vista etimológico, sería el de grafología, pero dado que este término está muy estabilizado
en la denominación de determinados fenómenos y estudios relacionados con la escritura, la
denominación que proponemos es la de grafemática, en el sentido de representación, mediante
trazos visualizables, de lo que nos llega a través de los distintos sentidos (sonidos, texturas,
vistas, etc.)22.
Luego proponemos que una disciplina denominada grafemática podría acoger las distintas
aportaciones que se han realizado desde la semiología, la teoría de la imagen, de los estudios
de diseño gráfico, de la psicología de la percepción, de algunas ramas de la historia el arte, la
etología, etc., en torno a las representaciones visuales funcionales23.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 4 618
conclusiones
Cuando se inicia una tesis doctoral se intuye a lo lejos el final de un camino cuyas características
no conocemos del todo. Pero cuando llegamos, la sensación que nos invade no es la de FINAL,
sino que caemos en la cuenta de que era un final-trampa que escondía, en realidad, un nuevo
punto de partida. A partir de nuestro trabajo surgen nuevas ideas, hipótesis e intuiciones que
no podemos resolver, en este momento.
En el caso de las representaciones visuales que transmiten contenidos, las aportaciones de los
autores consultados no nos permiten hablar de un eje sintagmático con rotundidad, ya que no
son muy explícitos en este sentido. Y en el caso del eje paradigmático, cuando algunos autores
como Joly y el Grupo µ lo mencionan, como hacen referencia al color que ocupa el lugar de
otro color, o a la forma que ocupa el lugar de otra forma25, puesto que en nuestra propuesta de
elementos constitutivos de las representaciones el color no es un signo, sino un elemento de un
signo, la inclusión de sus propuestas en nuestro discurso resultaría contradictorio, ya que sería
como considerar los fonemas como elementos paradigmáticos.
Sin embargo, en las distintas aportaciones se hace referencia a algo que es fundamental en las re-
presentaciones visuales, y que algunos autores clasifican como elemento, otros como cuestión,
etc., y otros ni como lo uno ni como lo otro, pero que tienen presente. Nos referimos al plano
de la representación, al soporte, al espacio en el que se produce la representación visual.
Este plano de la representación tiende a reproducir las propiedades que posee nuestro espacio
social y vital, de modo que cuando representamos visualmente atendemos a conceptos relacio-
nados con la tridimensionalidad, con la gravedad, con el movimiento, con la simetría. (Grupo
µ, 1993: 192; Joly, 1994: 107), y con la verticalidad (Gibson, 1974: 226 y 257).
Si toda representación visual, parafraseando a Tusón26, debe tener recursos para reflejar el mun-
do visual que nos rodea (o que somos capaces de inventar), un mundo en el que hay cosas
(animadas o no, palpables o no, reales o no), que es tridimensional, que recibe luz cenital, en
el que actúa la fuerza de la gravedad, y en el que existe el movimiento y el tiempo, podríamos
tratar de buscar las siguientes características que son propias de nuestro mundo visual, en las
representaciones visuales funcionales:
. el objeto del que hablamos, algo similar al sujeto de la oración, que puede ser animado o
inanimado, palpable o no, real o imaginario (grupo de muchachos y muchachas, una familia,
varios jarrones, un perro, tensión, caos, gravedad, peso, levedad, etc.);
. posee un tratamiento luminoso (interior/exterior, día/noche, verano/inverno;
. aunque nos referimos a representaciones visuales bidimensionales, en ellas se representa la
profundidad tridimensional (mediante las diferencias de tamaños, las superposiciones, la
perspectiva, etc.);
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 4 619
conclusiones
Incluso podríamos plantear la hipótesis de estudiar estas propiedades como las regularidades
sintagmáticas (Metz, 1973: 206) de las representaciones visuales funcionales, el eje en el que se
combinan los signos visuales, ya que una representación visual funcional hace referencia a algo,
lo ubica en un espacio (que posee profundidad y luz), le dota de movimiento y lo sitúa en un
tiempo. Hemos de tener en cuenta que el uso de luces sin tonalidades (uso del blanco y negro),
de espacios planos, o de situaciones estáticas, no nos impiden hacer referencia a la luminosidad,
a la profundidad o al movimiento. Esto es, el uso del blanco y del negro, del espacio plano, o del
estatismo, son opciones de luminosidad, de profundidad o de movimiento, respectivamente.
Hemos de tener en cuenta que, como las representaciones visuales no son lineales sino globales
y espaciales, en el caso del eje sintagmático visual la ordenación de estos elementos tiene más
que ver con el espacio y con la lectura global que con la disposición lineal horizontal. Además,
igual que sucede con las lenguas naturales, podemos enfrentarnos a ordenaciones “gramatica-
les” y a otras que no lo sean. O podemos enfrentarnos a distintos tipos de ordenaciones que
dependerían de cada uso, de cada (si se nos permite) “idioma visual”.
Luego para poder estudiar la sintaxis visual deberíamos poder acotar cada uno de estas orde-
naciones, lo que nos permitiría no sólo describir el orden sintagmático correspondiente, sino
también las reglas sintácticas y los signos del eje paradigmático. Pero esta búsqueda es materia
de otra investigación.
2. Respecto a la retórica
Aunque el objeto de esta investigación no es hacer aportaciones en torno a la retórica visual, si
hemos descrito los elementos que ha de tener cualquier signo visual, y si lográsemos describir
los sintagmas que han de formar parte del eje sintagmático, definiciones y descripciones que
son producto de las características de nuestro mundo visual27, dispondríamos de una base nor-
mativa a partir de la cual nos podemos desviar, bien para armar un no significado, bien para
construir un significado retórico (Grupo µ, 1993: 243 y 253-254).
Así, como sabemos que el color de la piel humana se mueve entre determinados polos cromá-
ticos, si utilizamos para una persona el color gris, o el color verde, o el color rojo, estaremos
alterando su significado original, quizás para obtener un no significado, quizás para hacer una
figura retórica en la que el color sustituya un estado anímico, la presencia de una enfermedad,
etc. Del mismo modo, si representamos una playa llena de personas con ropa y utensilios pro-
pios de un día playero, lo que normalmente coincide con un día soleado y caluroso, y repre-
sentamos un cielo tormentoso y un mar agitado, la desviación está hecha. Otra cuestión es si
se ha logrado construir una figura retórica o no, algo que, como indicábamos, no es objeto de
esta investigación.
elementos básicos de las representaciones visuales funcionales sección 4 620
conclusiones
Notas Del mismo modo, una forma irregular en la que en sus bordes
se vean cabezas y zapatos, no tendría un significado desde el
1. Las variables a las que hacen referencia los autores son, ade- punto de vista figurativo, pero podría tenerlo en el contexto de
más de la forma (incluyendo en ella el contorno) y el color, la las marcas y de los logotipos si una institución así lo decidiera
profundidad, equilibrio, pose, encuadre, volumen, proporción, y proclamara.
ritmo, escala , espacio, plano, línea, punto, gravedad, tensión, 11. Por ejemplo cuando se hace referencia a que el sistema vi-
movimiento, marco, formato, valor, luz, luminosidad, tono, sual es espacial y global, mientras que el sistema verbal es lineal
posición, dirección , textura, dimensión. Además de las repe- y no es espacial.
ticiones mencionadas en el texto, en 5 casos hacen referencia 12. En Eco, La estructura ausente, Barcelona, Editorial Lu-
a la orientación, a la posición y a aspectos relacionados con la men, S. A., 1978, p. 283.
luz (tono, luminosidad, valor, etc.), en 4 casos al espacio de la 13. Lo cual seguro que no es cierto para quien tenga un mayor
representación (como marco o como formato), en 3 al movi- conocimiento de esta fruta.
miento, la tensión (gravedad), el punto y la línea, en 2 casos al 14. Esta imagen ha sido tomada del servidor de imágenes age-
plano, el espacio, el ritmo y la escala, y en 1 caso hacen refe- fotostock, en http://www.agefotostock.com/age/castellano/
rencia a la proporción, al volumen, al encuadre, a la pose, a la iskw01.asp?actual=1&tam=1&querystr=caribe&id=23849399
profundidad y al equilibrio. &vertf=2
2. Incluimos aquí a Villafañe, ya que aunque dice que las uni- 15. Aunque podemos acotar el contexto visual de un determi-
dades mínimas no tienen significado cuando están aisladas nado medio de comunicación, y señalar en él la discrecionali-
(Villafañe, 1985: 163), después habla de los significados de la dad, la productividad, la redundancia, etc., parece una tarea im-
forma y del color, como podemos comprobar en el capítulo 9 posible llegar a acotar cualquier contexto en el que se produzca
de nuestro “Estado de la cuestión”. una representación visual funcional.
3. No vemos contradicción en el hecho de que indiquen que la 16. En este sentido hemos de señalar aquí que Costa propone
forma, referida a un objeto que está desprovisto de color y de denominar iconología al estudio de las imágenes, aunque no
textura, no existe en la comunicación visual práctica, ya que, especifica a qué tipo de representaciones visuales se refiere con
aunque no exista, tiene contenido como objeto teórico (Grupo el término imagen, pero que, desde nuestro punto de vista, el
µ, 1993: 190). término tiene dos problemas: por una parte, el que señalábamos
4. Zeki y Hoffman hacen referencia a lesiones que hacen que en el texto respecto al uso de la raíz icono; por otra, el hecho de
perdamos la sensación de color (ACROMATOPSIA), la visión que el término halla sido utilizado anteriormente por Panofsky,
del movimiento (ACINEPTOSIA), que no podamos hacer la entre otros (Costa, 2007: 37-38)
integración de todas las partes en una forma (SIMULAGNO- 17. Grafología, que significa estudio de los trazos, podría ser
SIA), que no seamos capaces de comprender la forma, aunque el término perfecto para dar nombre a una teórica disciplina de
no se han descrito casos de ciegos a la forma (AGNOSIA), que las representaciones visuales, pero está tan estabilizado como
no podamos ver la profundidad (ver en cap. 6, las aportaciones nombre que denomina el estudio de la personalidad a través de
de Hoffman y Zeki). la forma de la escritura, que pretender modificar esta relación
5. Como recoge Katz (1967: 50), desde el punto de vista de sígnica sería muy complicado.
la psicología de la forma, una forma se caracteriza porque, al 18. Hemos visto que los términos grafético y grafética que, eti-
margen de su totalidad, se puede aislar y destacar, es cerrada y mológicamente, significan “perteneciente o relativo al trazo”,
está estructurada. son utilizados: el primero de ellos en el discurso jurídico, para
6. En Gibson, 1974: 42-43. Como hemos visto, tras las aporta- hacer referencia al análisis de la disposición formal del texto,
ciones de Zeki y Hoffman, esto es así cuando no hay lesiones como aparece en la reseña sobre el texto de María Ángeles Orts
en la corteza cerebral, unas lesiones que nos pueden privar de Llopis, Aproximación al discurso jurídico en inglés. Las póli-
la percepción del color (aunque no de los matices de gris), de la zas de seguro marítimo de Lloyd’s; Madrid: Edisofer, 2006. En
integración de la forma, del movimiento y de la profundidad. http://www.aelfe.org/documents/13%20Resenas_Due-
7. Joly señala que, a veces, las representaciones figurativas si- nas.pdf. En el segundo caso, lo hemos visto utilizado en al-
túan a los personajes en escenografías socialmente codificadas, gún artículo sobre la traducción (José María Jiménez Cano,
de modo que, bien su disposición, bien las relaciones que se es- “Sintaxis y Traducción. La conservación de las estructuras sin-
tablecen entre ellos, pueden interpretarse según las costumbres tácticas en la poesía y en los textos abreviados”, Universidad
sociales (Joly, 1994: 120-124). de Murcia, Revista Tonos digitales, marzo 2002, número 3, en
8. El encuadre es el tamaño relativo de la imagen, un tamaño http://www.um.es/tonosdigital/znum3/pdfs/estudios-
que es producto de la distancia que existe entre el sujeto foto- Sintaxisytraduccion.pdf.
grafiado y el objetivo (Joly, 1999: 101), mientras que la escala, la El término de grafémico, que etimológicamente también po-
proporción, la dimensión y el formato son elementos escalares dríamos traducir como relativo al trazo, es usado para hacer
(Villafañe, 1985: 94-95) que hacen referencia al tamaño (dimen- referencia a un almacén, a una memoria a corto plazo en el que
siones, escala) o a las relaciones cuantitativas entre los lados o se mantienen las formas gráficas de las palabras que se van a
las partes de los elementos (formato, proporciones (Villafañe, escribir, como indica Mercedes Amparo Muñetón Ayala (tesis
1985: 156-160). doctoral Tratamiento de las habilidades ortográficas a través
9. Como indica Wong, una superficie puede ser plana o decora- del ordenador en niños con dificultades de aprendizaje, dirigida
da, suave o rugosa, pero cuando hablamos de textura podemos por Juan E. Jiménez González en la Universidad de La Laguna,
hacer referencia a las que percibimos mediante el tacto o las que 2005/2006 p. 38. En ftp://tesis.bbtk.ull.es/ccssyhum/cs222.
percibimos mediante la vista, por lo que diferenciaremos entre pdf). En cuanto al término grafemática, es utilizado para
textura visual y textura táctil (Wong, 1986: 11 y 83). hacer referencia a la representación visual de la lengua hablada,
10. Es evidente que una cruz griega de color violeta tiene un a las formas con las que se trasladan los sonidos a la escritura,
significado textual y abstracto que puede ser sustituido por el como podemos apreciar en Estudios de grafemática en el domi-
significado verbal y abstracto /cruz violeta/, pero no aporta nio hispano, Blecua, José Manuel, Gutiérrez, Juan y Sala, Lidia
un mensaje en este contexto, aunque podría aportarlo en otro. (Eds) , Ediciones Universidad de Salamanca, Salamanca, 1998.
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