Nivel 4. El Cuento Maravilloso Curso 1516
Nivel 4. El Cuento Maravilloso Curso 1516
Nivel 4. El Cuento Maravilloso Curso 1516
Tras varios días andando, encontró una casa abandonada al lado de un lago. La
princesa, sin miedo alguno, entró en la casa y vio al dragón dormido, con una llave en la
mano.
La princesa, con mucho cuidado, intentó coger la llave, pero ... ¡el dragón se
despertó! En ese momento, ella recordó que tenía un cuchillo en su bolsillo y tardó en
utilizarlo. Finalmente, le clavó este cuchillo en el corazón y lo mató al instante.
Después de matar al dragón, la princesa escuchó un grito, que parecía que era del
príncipe. Se acercó al lugar y, con la llave que le robó al dragón, consiguió abrir una puerta
en la que estaba encerrado el príncipe.
Érase una vez un castillo muy lejano. Dicen que se llamaba el castillo
del ogro, porque hay una leyenda que dice que ahí vivía un ogro muy malo que era amigo
de un trol. Ambos aterrorizaban a todo el mundo. Pero un día una bruja buena echó un
hechizo para que fueran buenos y no aterrorizaran a las personas.
Desde ese momento el castillo se utilizaba para dar de comer a todos los pobres.
Los magos hacían juegos divertidos para los pobres. Utilizaban los siguientes utensilios :
una pulsera mágica, un reloj del tiempo mágico, una cámara de fotos mágica, una llave
mágica y una radio mágica.
Con el tiempo terminó el hechizo, pero tanto el ogro como el trol se dieron cuenta de
lo felices que eran compartiendo su castillo con los demás. A partir de ese momento
compartieron el castillo y vivieron felices para siempre.
-Su Alteza, ¿Usted es capaz de hacerme con papel una torre Eiffel de diez metros
de altura?
-Lo intentaré.
Entonces el príncipe Javi se tiró toda la noche manos a la obra, hasta que llegó el
día siguiente. Cuando la reina llegó, le dijo Javier Cabezas:
-Aquí la tiene.
-¿Por qué?
-Porque la encontraremos.
Javi piensa que, gracias al amor que les dedicaba, cobraron vida y cree también que
habrán llegado a todos aquellos niños pobres, para alegrarles la vida.
Cuentan los que lo vieron que un día, en el castillo de un lejano reino, había un
dragón que planeaba vengarse del rey, porque habían matado a su hijo Maxi, después de
haberle tendido una trampa.
El castillo tenía grandes catapultas y ballestas, con un ejército muy grande. Cuando
se dieron cuenta de que los dragones los estaban atacando empezó una gran guerra.
Mientras, en la torre donde se refugiaban, un brujo y los reyes utilizaban su magia para
tratar de vencer a los implacables dragones.
Los dragones no se esperaban el ataque de los trols, así que todos los dragones
fueron derrotados y murieron.
Y, como de tanto luchar, los dragones quedaron extasiados, este cuento por fin se
ha terminado.
Érase una vez una princesa llamada Marilín. Marilín era una chica
joven, de trece años. Vivía en un castillo con su padre, el rey Antonio, y su
madre, la reina Ana María. Marilín y su madre, la reina, tenían una enemiga
que se llamaba Antonia, y su madre, Carmen. Marilín tenía una flor mágica que hacía que
estuviera siempre contenta (Ese objeto mágico era herencia de su familia.)
Las dos subieron al cuarto de Marilín y no vieron la flor. En su lugar había una carta
que decía:
"Soy Carmen y, si quieres volver a ver la flor, tienes que venir mañana a mi casa con
el perrito de peluche".
Vivía una vez, hace mucho, muchísimo tiempo, un hada muy contenta
que se llamaba Amistad. Ella tenía una flor mágica que le hacía ser muy
feliz. Si no la tenía, se ponía muy, muy triste. Aquella flor había sido de todos
sus antepasados por parte de su madre, la reina Flora.
Amistad iba a una escuela para hadas. Allí tenía una amiga, llamada Helena, y una
enemiga, llamada Furia. La madre de Amistad también era enemiga de la madre de Furia.
Ambas reinaban en el Reino de la Oscuridad, mientras que Flora y Amistad habitaban en el
reino de la Luz.
Un día, al volver de la escuela, Amistad se puso muy, muy triste. Al llegar a su casa,
su madre la vio y le dijo:
La madre salió corriendo hacia el cuarto de Amistad para ver si estaba su flor
mágica allí, pero su madre no la encontró en el sitio habitual. Lo que sí encontró fue una
carta encima de la mesa que decía:
"Querida Amistad:
Seguro que quieres saber quién te ha quitado la flor. Pues, si la quieres volver a tener,
tendréis que venir mañana a la Nube Alta. Tenéis que traer también el mono de peluche.
Finalmente fueron a la Nube Alta al día siguiente. Amistad recuperó su flor mágica y
Flora recuperó su mono de peluche, y vivieron felices y comieron perdices.
Érase una vez una princesa que vivía en un castillo. Su madre era una bruja mala
que quería matarla, pero ella no lo sabía. Un día su madre la hechizó y desde entonces ha
estado hechizada.
Fue corriendo a por la princesa, le quitó el hechizo y salieron corriendo del castillo.
Al día siguiente, se casaron y fueron felices para siempre.
Al día siguiente, la viejecita salió a ver el árbol pero su manzana especial había
desaparecido. No estaba por el suelo. Eso significaba que no se había caído del árbol.
¿Quién la habría cogido?
La viejecita miró por todas partes, hasta miró en cada uno de los rincones de la
aldea donde vivía pero no la encontró. Se adentró en el Bosque Perdido, pero allí tampoco
la encontró. Luego, fue al castillo del rey. Era ya por la noche. Allí se encontró con el
príncipe. Él tenía la manzana. La manzana convirtió a la viejecita en una princesa y se
enamoraron los dos.
Cuando bajó, la princesa estaba muy nerviosa. ¡Había gente, muchísima gente en
palacio!
Después de todo, la viejecita continuó siendo princesa y vivieron muy, pero que muy
felices.
Todas las mañanas iba al colegio con sus amigos, y por la tarde ayudaba a su madre a
amasar el pan. Ella tenía un sueño: ser princesa. Aurora sabía muy bien que una chica de su clase
nunca llegaría a ser princesa.
Un día se levantó muy rara de la cama, porque no había dormido muy bien. Al ir al colegio, cerca
del bosque, oyó una voz que decía:
-Aurora ven.
-Me llamo Bolita, y soy un conejo –dijo, mientras aparecía de detrás de los matorrales.
-Estoy aquí para ayudarte a cumplir tu sueño con ayuda de mis amigas, las hadas –dijo Bolita.
-Me tengo que ir, lo siento –dijo Aurora, que iba a llegar tarde al colegio-. Por cierto, ¿qué sueño?
Aurora accedió a llevarlo al colegio, pero con mucha precaución, porque en el colegio no dejaban
llevar animales.
Cuando Aurora volvía del colegio, Bolita le dijo a Aurora que cogiera por un camino que llevaba a la
fuente, donde la estaban esperando tres hadas.
-Son las hadas que te dije que me ayudarían a cumplir tu sueño -respondió Bolita.
-Vale, empecemos –dijo Aurora.
En ese mismo instante, Aurora no notó nada, pero al día siguiente entró en el colegio un niño
nuevo. Se llamaba Arturo, y se enamoró perdidamente de Aurora. A ella también le ocurrió lo
mismo. Mientras volvía a su casa del colegio, Aurora se dio cuenta de que se había enamorado de
Arturo y pensó que había encontrado a su “príncipe azul”, y se rio al recordar lo que le habían dicho
las hadas.
A los pocos años, en una fiesta que se celebraba en el castillo del reino, a la que todo el pueblo
estaba invitado, Arturo declaró su amor a Aurora y le confesó que él era el príncipe del reino.
Aurora, sorprendida y feliz, le dijo que también ella le quería.
Cuando Aurora cumplió veintiún años se casó con Arturo. Hoy sigue preguntándose si todo fue
gracias a Bolita, mascota de los reyes Aurora y Arturo, y a las hadas, que seguirán volando por el
cielo.
En un país muy lejano vivía un simple aldeano que aspiraba a ser caballero. Él
pensaba que nunca podría ser caballero; lo que no sabía era que él era resistente a todo,
como si tuviese puesta una armadura en todo momento.
-Lo siento, madre -dijo el muchacho, cada vez más enamorado de ella.
-He visto a un apuesto muchacho por la calle. De ojos marrones; pelo brillante,
marrón también, ni muy largo ni muy corto. En definitiva, el hombre perfecto.
A los pocos días se celebraba un baile en el palacio real y Francisco asistió al baile.
Todo el mundo sabía que, al tocar las campanadas de las diez, la princesa Luna bajaría las
escaleras del precioso castillo. Pero, al sonar las campanadas, la princesa Luna no bajó.
Todo el mundo empezó a cuchichear y el rey, al ver a un dragón y a su preciosa hija en
sus garras, dijo:
-Quien pueda liberar a mi hija de las garras de ese dragón se casará con mi hija, si
ella quiere, claro.
Su madre estaba muy preocupada, pero como sabía que era resistente a todo,
sabía que volvería y eso la tranquilizaba.
Tras andar durante muchas horas, llegó a una cueva que echaba humo. Él supuso
que ahí estaría el dragón. Al entrar había ocho túneles que obstaculizaban la entrada de la
cueva. Al entrar por uno vio a una bruja. Al entrar por el siguiente vio a un grupo de
enanos. Vio muchas cosas raras, pero cuando entró en el túnel y vio a la princesa Luna, no
pudo aguantar y gritó:
-¡Luna!
Un día llegó al reino un joven labrado llamado Diego. Hace tiempo que el labrador
había escuchado la historia de la princesa atrapada. Entonces, le dijo al rey que él la
salvaría, pero el rey no creía que un simple labrador pudiera conseguir lo que cientos de
fuertes soldados no habían logrado. Aún así, el labrador insistió, porque tenía un secreto
bien guardado.
Fue persiguiendo los gritos hasta que encontró la puerta desde donde salían.
Al final, le entregó la princesa al rey y éste le dijo que se podía casar con ella, así
que le concedió la mano de su hija. Se casaron, tuvieron muchos hijos y fueron felices,
comieron perdices, y a nosotros no nos dieron, porque no quisieron.
Hubo en aquel tiempo una princesa que vivía feliz en su castillo con sus padres y
hermanas menores.
Un día una bruja malvada, para castigar al rey por no darle lo que quería, decidió
secuestrar a la princesa mayor cuando iba a celebrar su mayoría de edad, así que la
encerró en una cabaña en mitad de un bosque y quitó la cerradura de la puerta de la
cabaña.
El rey, muy triste, habló con el mago del reino para que averiguase dónde la había
encerrado y el mago, después de hacer la pócima mágica, vio dónde estaba encerrada y
creó una llave para abrir la cabaña sin que hubiera cerradura. Pero el mago era muy mayor
para rescatar a la princesa y el rey dijo que quien la rescatase se convertiría en caballero
del rey.
Un agricultor de otro reino, que se enteró de la noticia, se presentó ante el rey, y con
su caballo y la llave mágica fue en busca de la princesa.
Cuando el príncipe despertó, pues los esbirros del malvado rey le habían dejado
inconsciente de un fuerte golpe, llamó a todo su ejército para que fueran con él a rescatar a
la princesa, que en ese momento debía estar triste y deprimida. Cuando las tropas estaban
a punto de salir de la fortaleza apareció un misterioso mago que le entregó al príncipe dos
objetos mágicos: un balón de fútbol y unas gafas de sol.
El príncipe le contestó:
-Por supuesto. Por cierto, ¿quién eres? -cuando de repente desapareció entre una
espesa niebla.
Al final, después de una larga lucha y muchas pérdidas, consiguieron pasar por el
laberinto, y una voz grave y siniestra les dijo:
Y el Príncipe le contestó:
Había una vez un pueblo llamado Cralal, donde vivía un sucio y viejo campesino, de
cuyo nombre no quiero acordarme. Cralal era bonito, grande y amplio. Tenía muchas
casas pero los habitantes que vivían en Cralal eran muy pobres.
En Cralal había un gran palacio que vigilaba a todos los habitantes del pueblo, para
ver si decían alguna mentira, por eso lo llamaban "EL GRAN PALACIO DE LAS
MENTIRAS".
Un día por la mañana, el sucio y viejo campesino se fue a dar un paseo por el
pueblo y fue por el camino que terminaba en EL GRAN PALACIO DE LAS MENTIRAS.
Pero nadie se había atrevido a ir antes que él, y nadie sabe por qué fue el campesino, ya
que era muy cobarde.
El pobre campesino ya estaba harto porque, como su hermano era rico, se reía de
él.
Su hermano le preguntó:
- ¿ A dónde vas?
-Pues sí –contestó.
El gnomo era guapo. Tenía la piel suave y las orejas, chicas. Era bajito. Tenía el
pelo rubio; la boca, grande y la nariz, demasiado pequeña. Vestía con un sucio y viejo
traje, de color azul, con un sombrero azul. Era simpático, cariñoso y amable, pero era muy
travieso. Le gustaba hacer gracia pero nunca la hacía. Cuando se enfadaba, te gritaba;
cuando se ponía triste, ponía cara de tristeza y, cuando se ponía nervioso, se comía las
uñas.
El campesino y el gnomo se hicieron amigos y fueron juntos al palacio pero, cuando
ya iban a llegar al palacio, al gnomo y al campesino le entraron ganas de hacer pipí y
tuvieron que volver.
Cuando llegaron al pueblo dijeron la mentira de que habían llegado hasta el palacio.
El palacio les oyó y le cayeron varios rayos, y ya nadie se atrevió a decir una mentira
nunca más.
Había una vez una princesa llamada Carla. Carla vivía en un bonito palacio.
Carla era guapa, con un bonito pelo largo y moreno. Carla era muy imaginativa,
por eso siempre soñaba algo maravilloso.
Un día tuvo el sueño más maravilloso de todos cuantos jamás había tenido y,
cuando se despertó, fue a desayunar.
Carla le preguntó:
La camarera contestó :
Un día un trol, llamado Trolero, se fue a caminar por el bosque y... ¡UNA MANO
LO SECUESTRÓ! Resultaba ser un mago muy malo, que le dijo:
Trolero le dijo:
Pepe le dijo:
-Trato hecho.
-¡SOLDADO!
-¡TROLL!-
Y se convirtió en trol, pero, aunque la puerta tenía cerradura, la abrió con una
llave mágica que abría todas las puertas del mundo. Se convirtió en trol, porque
había secuestrado a Trolero, y finalmente consiguió salvar a la princesa Inma.
Y fueron felices, y comieron perdices, pero a nosotros nos dieron con el plato
en las narices. Y, como de tanto comer se atragantaron, este cuento se ha acabado.
FIN
Autora: Marta Jiménez Naranjo
EL OGRO TRISTÓN
Érase una vez, en tiempos de Maricastaña, un ogro que siempre estaba triste y
pensaba en negativo. No se reía por nada, ni con las cosquillas.. El ogro era verde y gordo,
con los ojos azules y el pelo negro. Un día se encontró con su madre y le dijo:
-¡Voy, mamá!
Su madre le dijo:
-¡¿Quién eres?!
No se lo creía nadie.
-¿Quién eres?
Con el paso del tiempo, todo el mundo se acostumbró, pero seguían viéndolo raro.
Al final, a José ya no le llamaban "El ogro tristón", ahora le llamaban "El ogro
contento".
Había una vez, en tiempos medievales, un ogro que rondaba por los alrededores,
matando y aplastando las cosechas. Al ogro se le ocurrió la abominable idea de secuestrar
a la princesa Claudia, por la venganza de su mujer, Mugre.
Mientras todos dormían, el ogro se bebió una poción que le hacía invisible y
aprovechó, mientras todos dormían, para secuestrar a la princesa Claudia:
Después de que el ogro se hubiese ido con Claudia, el rey no cesaba de llorar,
cuando de repente se le apareció un caballero:
Inmediatamente el caballero salió en su busca y vio unas huellas gigantes, las pisó y
salió un mago, que se le acercó y le dio una llave y una pulsera de cascabel.
-Con esta llave abrirás las puertas que tengan cerrojo y con esta pulsera, si la
agitas, te volverás invisible -le explicó el mago.
El caballero siguió las huellas, que le condujeron a una chocita tropical, rodeada de
una ría. El caballero se puso la pulsera y vio que la princesa estaba encerrada en una
celda de madera y piedra, y abajo había una olla, con lava ardiendo. El caballero se puso
la pulsera, se hizo invisible, cogió la llave y entró sigilosamente por la ventana, que daba a
donde estaba la princesa Claudia. Efectivamente, allí estaba el ogro, en la cocina, con un
cuchillo en la mano, lleno de sangre.
Había una vez, en el reino de Villabella, una casa al lado de un río de cristal. El
dueño de la casa se llamaba Juan. Un buen día Juan vio una ramita de oro, le salían
chispas verdes de la punta. Juan la cogió. La varita tenía unas letras. Juan comenzó a leer
en voz alta: "Quien coja esta varita, puede pedir tres deseos", leyó Juan.
Juan, asombrado, se fue con la varita mágica a su casa y pensó en su primer deseo.
En el reino vecino todo seguía sucio y olía a rata muerta. El rey del reino vecino,
cuando escuchó la noticia, envió a su mejor espía al reino de Villabella para comprobar lo
ocurrido. El espía, entonces, vio que Juan tenía la varita y que iba a pedir el segundo
deseo:
-Deseo que todas las personas pobres tengan dinero y una buena casa -pensó
Juan.
El espía esperó a que fuera de noche para robarle a Juan la varita, así que cuando
anocheció, el espía entró en la casa y la robó.
-Buenas. ¿Ha visto por aquí alguna rama como de oro? -preguntó el hada.
-Sí, me la robaron anoche. Por cierto, es una varita de los deseos -le dijo Juan.
-Un momento. ¿Ves eso? Aquí hay huellas. En ellas hay chispas verdes. Eso
significa ... ¡¡¡La varitaaaaa!!! -exclamaron a coro.
Cuando el hada y Juan llegaron al pueblo, el hada le dio las gracias y, como
recompensa, le concedió un deseo.
Érase una vez un príncipe bondadoso, que vivía en una cabaña, y una princesa muy
guapa, que vivía en un castillo. Su padre era un rey muy, muy malo, porque no le dejaba a
su hija, que era la princesa, casarse con el príncipe. La princesa se llamaba Filipina y el
príncipe, Filipino.
Un día de sol apareció de repente un tornado y al lado estaba la bruja Brujina, que
era malvada y maléfica. Entonces llevó el tornado al castillo. El príncipe lo vio y fue con su
caballo a salvar a la princesa y al rey. El tornado se acercaba más y más. Cuando llegó el
tornado al castillo, el príncipe entró corriendo, cogió a la princesa y saltó por la ventana, y,
cuando aterrizaron en el suelo, dijo la princesa:
-¡Mi padre!
De pronto apareció una estrella voladora amarilla, con ojos y boca. Cogió a la
princesa y se la llevó a donde vivía ella. Cuando llegó al espacio, se fueron al mundo de
las estrellas y ... ¡la princesa podía respirar!. Cuando llegaron allí, estaba el papá estrella,
la mamá estrella, el abuelo estrella, la abuela estrella, el tío estrella, la tía estrella, el primo
estrella, la prima estrella, el hermano estrella y la hermana estrella.
De repente, cuando más felices estaban, apareció un cometa. Se dirigía hacia ellos
a velocidad vertiginosa. ¡Horror! Se iban a chocar con el cometa... ¡Todo el mundo iba a
morir! A medida que el cometa se aproximaba hacia ellos a la velocidad de la luz, las
estrellas reaccionaron, usando sus súper poderes y, con una mano súper grande,
intentaron parar el cometa, y ... ¡lo consiguieron! Y así salvaron el planeta.
Un hermoso y soleado día del mes de abril, un gallardo príncipe llamado Felipe y su
hermana, la princesa Claudia, se fueron al parque a jugar. Inesperadamente, se vio desde
lejos un rayo azul.
Ellos fueron a ver lo que era. Cuando se acercaron a la difusa imagen, vieron que no
era nada. Entonces le dijo Felipe a Claudia:
-Aquí ha pasado algo -dijo el príncipe Felipe, obsesionado-. Hay que resolverlo.
Acercándose para verlo mejor se dio cuenta de que en una de sus ramas colgaba
un cartel en el que se podía leer la siguiente leyenda: "Soy un árbol mágico. Si quieres
descubrirlo, tendrás que pronunciar las palabras mágicas".
Acto seguido, la puerta secreta del árbol se abrió de par en par para el niño, quien,
temeroso, entró en su interior.
Todo estaba muy oscuro, excepto un pequeño cartel en el que se animaba al niño a
buscar otra palabra mágica con la que pudiera descubrir el secreto del árbol. Al pequeño
se le ocurrió darle las gracias y, al instante, una luz iluminó el interior, dejando al
descubierto un lugar lleno de juguetes y deliciosas golosinas.
Desde entonces, las palabras "por favor" y "gracias" fueron usadas por todos los
niños del mundo para conseguir todos sus deseos.
Y, como los niños contentos están, este hermoso cuento llegó a su final.
Había una vez, en un país muy, muy lejano llamado Luba, un rey
y una reina, muy, muy guapos los dos. El rey se llamaba Jacobo y la
reina, Raquel. Se querían mucho y eran muy felices. Como se
querían tanto, tuvieron un niño y le pusieron de nombre Óscar. Todos los habitantes del
reino de Luba se pusieron muy contentos. ¡Por fin tenían un príncipe!
Pero no, se equivocaban, porque el príncipe era feo, pero que muy feo.
Y el rey contestaba:
-Tranquila, Raquel. Todos los bebes son feos al nacer pero luego se parecerá a ti.
Pero el rey se equivocó. El príncipe Óscar no cambio, se hizo mayor y seguía siendo
igual de feo, aunque era extremadamente amable, cariñoso y simpático. Todo el mundo lo
quería, porque era un encanto de persona, y ya nadie se fijaba de si era feo o guapo. Pero,
claro, el príncipe no era del todo feliz, porque se había enamorado de una princesa, la
princesa más guapa del reino, y pensaba:
-¡Cuando me vea no querrá ni hablar conmigo por lo feo que soy! ¡Qué voy hacer! -se
lamentaba el príncipe.
Los reyes dieron una fiesta para que el príncipe conociera a todas las princesas y allí
estaría ella, la princesa Rosalinda.
-Mamá, papá yo no voy a la fiesta -decía el príncipe-. ¡Me da vergüenza!
La noche de la fiesta el príncipe estaba muy nervioso y, antes de entrar en la fiesta, se
escondió detrás de una columna para ver de lejos a Rosalinda, pero no la veía por ningún
lado. De pronto sintió que alguien lo llamaba:
El príncipe no sabía de dónde salía la voz, pero era una voz preciosa.
El príncipe se quedó helado. Allí estaba Rosalinda, escondida, como él. Se acercó y le
dijo:
-Pues que tengo que conocer al príncipe y me han dicho que es muy feo, y además soy
muy tímida y me da vergüenza. No voy a saber de qué hablar.
Rosalinda le contestó:
La princesa Rosalinda se quedó muy sorprendida, ya que había estado tan a gusto
hablando con él, que ni siquiera había pensado en que era feo.
Rosalinda le contestó:
Rosalinda accedió y entraron juntos en la fiesta. Desde ese día nunca jamás se
separaron, así que al final decidieron casarse. Y vivieron felices, comieron perdices y,
quien no las comió, eso que se perdió.
MORALEJA: “SIEMPRE TENEMOS QUE MIRAR CÓMO SON LAS PERSONAS POR
DENTRO”
Manuel se despertó y recordó: "¡Hoy es el gran día, hoy mis "compis" me van a dejar jugar
con ellos al fútbol en el recreo! Y así de contento se fue al cole.
-Uhm... Verás, Manuel. Es que no sabes y, claro, cada vez que juegas nos meten goles.
Entrena un poco y, cuando sepas, podrás jugar con nosotros. De verdad.
De lejos la "seño" Inma había visto todo lo que había pasado y se acercó a Manuel:
Le trajo una pelota. Era un poco vieja y estaba un poco sucia pero a Manuel no le importó.
Muy contento, cuando llegó a casa, Manuel se puso a limpiar la peloto y de pronto
escuchó:
Manuel se asustó. No era posible. ¡Su pelota hablaba! ¿Estaría soñando?¡Pero no, no era
un sueño! ¡Esa pelota vieja y sucia era mágica! ¡Y era suya!
Manuel se puso muy contento y le explicó a la pelota lo que pasaba. ¡Quería aprender a
jugar al fútbol!
La pelota le dijo:
-Muy bien, Manuel. Te ayudaré pero, cuando sepas jugar, buscarás a otro niño que, como
tú, necesite mi ayuda y me regalarás. Y otra cosa muy importante: será nuestro secreto.
¿De acuerdo?
Manuel contestó:
Y así todas las tardes, después de hacer los deberes, Manuel y su pelota entrenaban
juntos y poco a poco aprendió a jugar.
-Manuel, tienes que tener confianza en ti. Mañana vas a jugar con tus compis y te lo vas a
pasar genial.
Sus "compis", muy emocionados, le dijeron que sí. Cuando vieron cómo jugaba Manuel se
quedaron alucinados de lo bien que jugaba y le preguntaron:
-Manuel, dinos quién es tu entrenador, por favor. ¡Vaya tela lo bien que juegas!
Y Manuel, muy contento, les decía que había tenido una ayuda especial, muy especial.
Desde el rincón del patio su pelota lo miraba y estaba muy orgullosa de él. Cuando de
pronto se acercó a Manuel, Rubén, un niño de otra clase que no sabía jugar al fútbol, y le
dijo:
-Rubén, te voy a regalar mi pelota y, cuando tú quieras, te vienes a jugar con nosotros.
Manuel vio como la "seño" Inma había visto lo que había pasado. La miró y la "seño" Inma
le guiñó un ojo. Entonces Manuel se dio cuenta de lo bien que jugaba al fútbol su "seño".
Sonrió, le devolvió el guiño y pensó: "Todas las cosas buenas hay que compartirlas y
siempre hay que guardarse los secretos".
Hubo en aquel tiempo un mago malvado que se escondía entre los matorrales, y
convertía a los malos, en buenos y a los buenos, en malos.
Un brujo bueno le entregó unas gafas, con las que podría ver en la oscuridad, y una
llave que abriría todas las puertas.
Esa noche el ogro le dijo a los soldados que protegieran muy bien las puertas,
porque el príncipe iba a matar a la princesa pero ellos no se lo creyeron. Entonces fue a
decirle al brujo si podía hacer dos gafas más, y dijo que sí.
Esa noche la princesa salió de paseo por los jardines del castillo real. El príncipe sí
lo sabía, pero los otros no y se colaron en el castillo, todos menos el dragón. El dragón se
quedó protegiendo en el puente levadizo.
El ogro y la araña salieron corriendo porque les dijeron que estaba en el foso del
castillo. Se lo gritó al dragón y al brujo. Cuando llegaron, dijeron que el príncipe quería
matar a la princesa y el dragón entonces lo mató.
Y finalmente este cuento llegó a su fin, con la princesa contenta, sana y salva y feliz.
-Para cruzar tenéis que resolver un acertijo. Es éste: "Es difícil de encontrar pero
fácil de perder. ¿Qué es?"
-¡Un calcetín!
-¡El amigo!
El ogro dijo:
-Sí, es el amigo.
Eran muy felices en el reino, hasta que un día los niños, que
eran muy traviesos, decidieron salir sin decir nada a nadie. La
princesa Sofía empezó a llamarlos:
Era la hora de merendar y los niños seguían sin dar señales de vida. Su madre, muy
preocupada, se adentró en las profundidades del bosque y la princesa les volvió a llamar,
desesperada.
Los niños, que nunca habían salido solos del reino, no sabían cómo volver y,
cansados, se sentaron debajo de un árbol.
Daniel pensaba que era su culpa pero Iván estaba arrepentido de haber insistido en
que saliesen del reino. A lo lejos se escuchaba una voz. Era su madre, llamándolos, y
Daniel dijo:
-¿Por qué salieron de casa sin permiso al bosque? Ya sabéis que es muy peligroso.
Un día llegó al reino un joven labrado llamado Diego. Hace tiempo que el labrador
había escuchado la historia de la princesa atrapada. Entonces, le dijo al rey que él la
salvaría, pero el rey no creía que un simple labrador pudiera conseguir lo que cientos de
fuertes soldados no habían logrado. Aún así, el labrador insistió, porque tenía un secreto
bien guardado.
El labrador tenía guardadas unas semillas mágicas. Entonces, la noche anterior fue
al lugar a sembrarlas. A la mañana siguiente había crecido una planta enorme.
Cuando llego la noche, el labrador subió al castillo, trepó por la ventana y despertó a
la princesa, que dormía. Ambos bajaron rápidamente por la ventana y el labrador la cortó.
-Es que hay un pequeño problema. No te puede dar la luz porque te quemas.
Pasaron unas semanas y encontraron un anuncio de un "cole" que estaba construido bajo
tierra. Entonces Vampirón comenzó a ir al colegio con todos los niños, aprendió muchas
cosas y fue muy feliz.
Hace mucho, muchísimo tiempo, en una cabaña del bosque muy, muy lejana vivía
un brujo bueno que era alto y grande. Tenía el pelo moreno, liso y corto, y la barba, larga y
blanca. Vestía con un gorro negro y también llevaba un bastón. El brujo tenía una misión:
conseguir las tres esferas. Una la tenía él, otra estaba en la seta encantada y la última
estaba en el castillo de su enemigo.
El brujo la buscó y la buscó. Cuando la encontró, intentó escapar pero no pudo, así
que le dijo al genio:
– ¡Sácame de aquí!
–Necesito las tres esferas, porque un mago quiere dominar el mundo y, si tengo las
tres esferas, lo puedo detener.
–Vale. Entonces, yo te puedo llevar al castillo del mago malo –le dijo el dragón.
El dragón se llevó volando tres horas, llevaba encima al genio y al brujo. Cuando
llegaron, entraron sigilosamente, pero como había cámaras de seguridad, los encerraron.
Fueron a buscar la última esfera pero apareció el mago. Él tenía la última esfera.
Cuando el mago iba a atacarlos, el dragón le dio al brujo un paraguas mágico que paró
todos los ataques.
El dragón le hizo una foto a la esfera y así se la quitó con la cámara mágica.
Después preguntó el brujo:
El brujo, el dragón y el genio juntaron las tres esferas y le quitaron todo el poder que
tenía al mago para dominar el mundo y, después, lo encerraron. Por último, regresaron
felices a sus casas.
Entonces se desmayó. Silvestre salió volando para traerle a Jorge la poción con los
"súperpoderes" y una medicina para su abuelo, que estaba en la cueva. Mientras, Silvestre
atacaba al ogro con su pico y sus alas. El ogro, derrotado por el pájaro, exclamó enfadado:
-¡Hola, Manuel!
-Hola, Jorge. ¿Cómo está tu pájaro? -le preguntó Manuel.
-¡Estoy bien! -le gruñó Silvestre.
-Me he enterado de que has derrotado a mi ogro -le dijo Manuel, tranquilo.
Después empezaron a luchar. Iba ganando el antagonista, Manuel, quien luego dijo
a Silvestre:
Se la dio y Silvestre bebió de ella un poco. Silvestre le dio una patada a Manuel y
Manuel salió volando de allí. Silvestre encontró la medicina que le faltaba y continuaron
andando. Al final, Silvestre y Jorge le dieron la medicina y la poción de los "súperpoderes.
Cuando el abuelo se bebió la poción y la medicina se recuperó, y Jorge y Silvestre
regresaron felices a su casa, y comieron perdices para siempre.
Entonces los dos fueron a ayudarles para salvar al rey. El dragón los llevó volando
hasta la seta encantada.
Cuando llegaron a la seta encantada, se dieron cuenta de que estaba cerrada con
llave, así que cogieron los objetos mágicos y la abrieron con una llave capaz de abrir todas
las puertas, pero no estaba. Cogieron también las gafas mágicas, pero la bruja buena
había sido secuestrada por sus enemigos.
Cuando parecía que todo estaba perdido, el asunto fue a peor, porque el dragón
secuestró a la princesa. Aún así, el reino logró ser reconstruido en un par de días y el rey
prometió una recompensa a aquel que rescatase a la princesa: podría elegir entre no pagar
impuestos, recibir trescientas mil libras y hasta casarse con ella.
-Sé que soy un flacucho, pero mi madre dice que tengo un alma pura! -dijo el joven.
-¿Sabes? Me caes bien. Ten, toma este mapa. Te guiará hasta un aliado y una
espada mística -dijo el rey.
Érase una vez una princesa que vivía en el castillo del rey Juan Carlos. Un día la
princesa salió al patio para ver la luz del sol y los pájaros cantar. De repente, escuchó una
voz por el bosque.
La princesa fue al bosque para ver qué era. ¡Era una bruja! La princesa se puso
nerviosa y dijo:
-¡Una bruja!
El príncipe, para que no se enterara el trol, le dijo a la araña que pusiera tela de
araña en la puerta, para que el trol se quedase enganchado y se muriera. Y así lo hicieron.
El trol murió, y el príncipe y la princesa se casaron, y fueron felices para siempre.
Y el mago le contestó:
El mago le contestó:
-Pues, mira. Ayer hice un hechizo para convertir a las cosas en personas.
Al día siguiente el mago y la tiza ya tenían el conjuro para convertir a la tiza en una
persona y, como el mago tenía una varita mágica ,le echó el hechizo a la tiza y la tiza se
convirtió en una persona. Pero, de repente, al lado de la ventana apareció un hada, que
dijo:
El mago le explicó todo lo que había ocurrido y el hada le dejó que convirtiera a la
tiza en persona.
El partido comenzó y Manuel metió 9 goles; Ramiro, 7 goles; Luis Triana, 5 goles y
Álvaro, uno.
Después de ganar por 22-0 a los monstruos, les pegamos, los tiramos por un
barranco , y comimos hamburguesas y salchichas. Pero la historia no acabó ahí.
Uno de los monstruos se dirigió corriendo nuevamente hacia nosotros y Luis Triana
le pegó una bofetada con un guante, para no infectarse. Pero entonces, inesperadamente,
aquel monstruo se convirtió en un gigante y les llevó hasta un volcán.
Ramiro le pegó una patada en el ojo al gigante. Sus gafas se estaban cayendo a la
lava, pero los amos de 4º B se pusieron encima de las gafas y, con una cuerda, las
hundieron en la superficie.
El monstruo gigante murió pero tenía un amigo que era un tiburón gigante también,
y Jesús le tiró un zapato en la cara y le dijo:
El tiburón se murió, así que no tenían ni idea de cómo regresar al mundo real.
Mientras intentaban regresar, se dieron cuenta de que había unas cataratas gigantes, más
que las del Niágara, así que decidieron coger una avioneta, y así lo hicieron.
No obstante, el avión se quedó sin combustible y flotó en el agua, hasta que vino el
peor enemigo de todos... Un enemigo incluso peor que el monstruo gigantesco ... ¡Un libro
de Matemáticas!