RIVERA CUSICANQUI Silvia Lo Indio Es Moderno

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Silvia Rivera Cusicanqui:

Lo indio es moderno
El notable proceso nacional que vive Bolivia, con un resurgimiento de lo
indígena que sigue transformando a esa nación andina y selvática, en
su estructura política y su respiración cultural, no existiría sin el
acompañamiento de una filosofía nueva y original basada en lo antiguo-
vivo, ni de una independiente fortaleza de sus ciencias sociales. La
estela del pensador aymara Fausto Reinaga (1906-1994) es
fundamental para comprender qué pasa, y qué ha venido ocurriendo en
Bolivia desde el último cuarto del siglo pasado. De formación y
militancia marxista, hacia 1960 Reinaga evoluciona a un pensamiento
original (La revolución india, 1970; El pensamiento amáutico, 1978; El
pensamiento indio, 1991). Fundador del Partido Indio Boliviano, estaría
sin duda orgulloso de lo que ha logrado hoy su país.
Nuevos pensadores indígenas y decoloniales, como los sociólogos
aymara Esteban Ticona y Silvia Rivera Cusicanqui, son pues resultado
de una tradición intelectual fortalecida. Ojarasca presenta pasajes de
dos entrevistas recientes con la segunda, apenas una incitación para los
lectores. Provocadora combinación de conciencia katarista, anarquismo
aymara y feminismo con acento indígena, con la atencuón puesta todos
los referentes contemporáneos, Rivera Cusicanqui es historiadora,
Rivera Cusicanqui (La Paz, 1949), participó en la fundación del histórico
Taller de Historia Oral Andina en los años ochenta. Autora de Oprimidos
pero no vencidos, considerado un clásico de la sociología en el
continente, participa en el movimiento katarista y en las luchas de los
cocaleros. Por si fuera poco, es docente universitaria emérita e imparte
cátedra en el Programa Andino de Derechos Humanos de la Universidad
Andina Simón Bolívar, sede Ecuador.

En una entrevista publicada en la revista madrileña Diagonal, Emma


Gascó y Martín Cúneo (24 de mayo), plantean ¿qué queda de la
colonización en la sociedad boliviana? Silvia Rivera Cusicanqui
responde: “Todo. El sentido común es un sentido común colonizado, ha
incorporado la valoración positiva de lo europeo y lo norteamericano, y
la desvalorización de lo propio. Aunque ahora eso está cambiando. La
gente se siente orgullosa de ser indígena, pero hay elementos, como la
escuela, que no han sido realmente pensados de nuevo, desde una
perspectiva de descolonización. Sigue habiendo reforma educativa,
vigente desde el 1994, promovida por el Banco Mundial, dentro de un
esquema de multiculturalismo light que no permite una política para
mayorías. Todos estos tipos hablan de las etnicidades como una
cuestión de minorías. En Bolivia el 62 por ciento en 2001 nos hemos
identificado con algún pueblo indígena”.

Para Rivera, “hay una visión reaccionaria en las iglesias, las escuelas,
las universidades y la clase política en general, que tienen una distancia
cotidiana con el mundo indígena”. Y si bien las expresiones “más
brutales de racismo casi siempre se guardan, hay formas sutiles que se
pueden detectar por el lenguaje, el gesto, cosas relacionadas con la
invisibilidad”. Eso da “una pauta de la internalización del racismo” en
Bolivia. “En los propios sectores populares, que han sufrido
discriminación de niños, procuran que sus hijos ya no hablen aymara y
encaminarlos hacia una modernidad entre comillas. Esta situación está
cambiando, no es tan grave como hace unos años. Hay más resistencia,
más capacidad de oponerse a ese maltrato cotidiano: las trabajadoras
del hogar se han organizado, hay muchísimas empresas comunitarias,
campesinas, exportadores de quinua, lana, alpaca, que son
‘comunarios’ indígenas. Hay también una valoración mayor de los
saberes indígenas y sobre todo de los alimentos y del enorme potencial
que tiene Bolivia para el cuidado agroecológico de la tierra”.
A pesar de ser una crítica consistente y continua del actual gobierno del
presidente Evo Morales, reconoce: “Éste momento es un paraguas que
nos protege de la lluvia ácida neoliberal y permite que cada quien haga
lo suyo. Hay mucha práctica de la micropolítica, colectivos
contraculturales de todo tipo, publicaciones, hip hop, reciclado,
cantidades de pequeñas iniciativas autogestionarias, populares, que son
lo que más vale de este proceso que estamos viviendo. Antes eso era
poco menos que trabajar en la clandestinidad. Hoy día puedes también
protestar, hacer cambiar un ‘gasolinazo’. Hay un sentido de que hay un
poder en nuestras manos, que es el de la sociedad sobre el Estado”. No
obstante estos avances, “el colonialismo económico está rampante,
porque las trasnacionales hacen lo que les da la gana” en la nación
andina.

Los entrevistadores aluden un escrito de la autora que vincula el


colonialismo con la introducción del patriarcado en las culturas
originarias, una idea estimulante: “Los sistemas de parentesco del
tiempo incaico eran bilaterales, había una esfera masculina y una esfera
femenina del poder, también del estatal”. Esto era “una simetría basada
en asimetrías complementarias, lo cual indica que el equilibrio de
género es un ideal, no una realidad”.

“La esfera paralela de la ritualidad femenina es la que más ha


sobrevivido porque los más controlados en la época colonial eran los
varones. Además, la visión patriarcal de los colonizadores, justamente
al hacer invisible a la mujer y al pensar que sólo hay un representante
de la familia, de algún modo dejó que las mujeres hagan sus cosas. De
ahí que hubo una capacidad de resistir al patriarcado mediante esta
idea de complementariedad. Ahora, eso se ha ido deteriorando
paulatinamente. Yo creo que el sindicalismo y las visiones territorialistas
de la cuestión indígena son las que están reforzando esa estructura
patriarcal. Las mujeres se casan dentro de la unidad del patrilinaje y
salen de su comunidad.

“Por definición las mujeres tejen relaciones interculturales con otras


comunidades, en tanto que el varón y su lectura de la identidad está en
el territorio. La mujer es la que saca y mete cultura, es un tejido. El
hombre guerrero y la mujer tejedora. Entonces, el tejido intercultural de
la mujer es lo que permite esas alianzas panindígenas y también
populares e indígenas, no sólo corporativas de la comunidad. Pero ese
patriarcado es muy fuerte en el sindicato, y los sindicatos ahora mismo
son muy fuertes en el gobierno.

“Es más fácil ser indio que ser mujer. Está mucho más internalizado en
las organizaciones populares el machismo, en las juntas vecinales, en
los sindicatos, en la propia organización indígena. Tú puedes ser
dirigente sólo en cuanto eres esposa de un dirigente. Para las mujeres
solas no hay lugar, cosa que sí existe en las comunidades. Al nivel de la
base hay mujeres que ocupan el cargo de mallku, el cargo de máxima
autoridad, pero en las cúpulas eso ya no se produce. El patriarcado es
profundo, muy vinculado con el colonialismo. La descolonización tiene
que ver con repensar todas las relaciones, también las de jerarquía y
opresión de las mujeres por los hombres, que es una de las más
profundas y de mayor duración”.

En agosto de 2010, Verónica Gago, del diario argentino Página 12,


interrogaba a la socióloga aymara sobre su propuesta de oponer la
imagen del mestizo, masculino y letrado otra forma de mestizaje, que
llama ch’íxi. ¿Qué implica?

“Primero, que lo indio es moderno”, respondió Rivera Cusicanqui. “El


indio como episteme para entender al mundo, el indio como sintaxis.
Puede estar vestida/o como sea pero su cabeza, su forma de mirarte a
los ojos, su forma de relacionarse con la familia, sus deberes morales
respecto a la Pacha, sus mínimas orientaciones en el espacio, siguen
siendo indias. Lo más probable es que ese tipo o tipa esté vestido/a con
ropa de marca, aunque pirata, trucha. La economía de ropa de marca
pirata es realmente fantástica en Bolivia y cubre el mercado en Perú y
Argentina.

“Las estrategias de lo ilegal son lo que hay que pensar, porque lo que
está equivocado son las fronteras, se está viviendo es una reedición del
mercado interior potosino del siglo xvi, la primera modernidad de la
mano de la coca, la plata y las mujeres indígenas”.

Éste es su argumento historicista, dice. “Mi argumento político tiene que


ver con las comunidades transnacionales de identidad donde de pronto
se reinventa el ser indio/a y de ser un personaje despreciado y sufrido,
sus hijos pasan a ser otra cosa: empiezan a bailar diablada del otro lado
de la frontera, a pesar de que sigan siendo burlados en ambos lados.
Como el grupo Los Mercenarios, ¡valga el nombre!, que tocan rock,
bailan diablada y son aymaras nacidos en Buenos Aires. En Argentina
los consideran bolivianos y en Bolivia infractores de las reglas del folclor
nacional. Estas cosas nunca van a ser entendidas por el discurso de lo
originario. Si vas a pensar en una etnicidad de museo, te vas a perder
el 99 por ciento de los indios que realmente existen”.

http://www.jornada.unam.mx/2011/06/11/oja170-loindio.html

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