Plazos Prescripcion Rpa
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VIII. Los plazos de prescripción de la acción penal de la Ley de responsabilidad penal de adolescentes frente al art. 369 quáter del Código Penal
PRESENTACIÓN
de la acción penal de la Ley
de responsabilidad penal de
adolescentes frente al art.
369 quáter del Código Penal
1. Introducción
La Defensoría Penal Pública me ha solicitado informar en derecho acerca
del régimen de cómputo del plazo de prescripción de la acción penal por
referencia a un hecho presuntamente imputable a una persona menor de
18 años, cuando el hecho es presuntamente constitutivo de un delito contra
la indemnidad sexual de una persona menor de edad. Específicamente, la
pregunta apunta a la relación sistemática en que se encontrarían las reglas
del art. 369 quáter del Código Penal, por un lado, y del art. 5º de la Ley
20.084, que establece un sistema de responsabilidad de los adolescentes
por infracciones a la ley penal, por otro.
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ESTUDIOS DE DERECHO PENAL JUVENIL IV
La noción de una culpabilidad natural subyace, desde ya, a la no del todo infrecuente
representación de las reglas que fijan límites de edad mínima que condicionan el
reconocimiento de culpabilidad como si se tratara de reglas que fijan una presunción
1
Véase por todos Maldonado, Francisco: “La especialidad del sistema de responsabilidad penal
de adolescentes”, Justicia y Derechos del Niño 6 (2004), pp. 103 ss., 121 ss.; Couso, Jaime y
Duce, Mauricio: Juzgamiento de penal de adolescentes, LOM, Santiago, 2013, pp. 21 ss., 301 ss.,
con ulteriores referencias.
2
Este presupuesto de aplicabilidad del régimen de la Ley 20.084 puede volverse especialmente
complejo de determinar tratándose de delitos permanentes y, en general, de cualquier hecho delictivo
cuya realización se extienda durante algún intervalo de tiempo. Cabe apuntar aquí que la formulación
de la regla del inc. 2º del art. 3º resulta bastante poco afortunada, puesto que, en congruencia con el
principio de culpabilidad, lo decisivo no puede ser el momento de consumación del delito en cuestión,
sino el de la culminación de la ejecución o la omisión de la respectiva acción o actividad, momento que
puede ser anterior o posterior al momento de la (eventual) consumación del delito. Véase al respecto
Bustos, Juan: Derecho penal del niño-adolescente, EJS, Santiago, 2007, pp. 23 s.
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de derecho.3 El problema de semejante representación es el siguiente: entender las
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reglas que fijan los presupuestos de la culpabilidad como reglas de presunción iuris
et de iure supone entender que esas reglas se refieren a algo que ellas mismas no
constituyen. Y esto último supondría asumir que, en el algún oscuro sentido, la capa-
cidad de culpabilidad jurídico-penal estaría —por decirlo así— “más allá” del propio
derecho penal. Ello desconocería, sin embargo, que la culpabilidad jurídico-penal
—al igual que cualquier otro presupuesto de la existencia de un hecho punible— es
un constructo. Lo cual significa: la culpabilidad jurídico-penal no es descubierta como
una entidad identificable al margen de la operación del derecho, sino que ella es
jurídicamente atribuida.4
Esto último se deja ilustrar a través de un breve excurso. A partir de fines del año
2009, rige en Chile una ley que establece un régimen de responsabilidad jurídico-
penal para personas jurídicas. Siendo inequívoco que el catálogo de sanciones
previsto por la Ley 20.393 es un catálogo de sanciones penales, la tarea capital
que impone una adecuada reconstrucción de la regulación consiste en esclarecer,
3
Véase en este sentido Couso y Duce, op. cit., p. 323. Semejante comprensión de las reglas que
fijan el umbral etario mínimo de la capacidad de culpabilidad parece favorecida por el tenor del
art. 40.3, letra a), de la Convención sobre los Derechos del Niño, que exige a los Estados partes
establecer “una edad mínima antes de la cual se presumirá que los niños no tienen capacidad
para infringir leyes penales”. Es crucial no confundir, empero, la manera en que se encuentra
formulada una regla en algún tratado internacional (o en alguna ley), por un lado, y la manera en
que el discurso dogmático ha de reconstruirla técnicamente.
4
Véase sólo Mañalich, Juan Pablo: “Determinismo, autonomía y responsabilidad penal”, en
Kindhäuser y Mañalich, Pena y culpabilidad en el Estado democrático de derecho, BdF,
Montevideo y Buenos Aires, 2011, pp. 181 ss., 205 ss., con ulteriores referencias.
5
Nótese que ello no implica favorecer la articulación de un concepto radicalmente funcionalista de
culpabilidad, precisamente porque de lo que se trata es de una especificación de los presupuestos
de una adscripción de culpabilidad en atención a parámetros de legitimación, y no, en cambio,
a consideraciones de adecuación funcional desde el punto de vista de la teleología —esto es, el
conjunto de finalidades perseguidas a través de la operación— del respectivo régimen sancionatorio.
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6
Véase Mañalich, Juan Pablo: “Organización delictiva. Bases para su elaboración dogmática en
el derecho penal chileno”, Revista Chilena de Derecho 38 (2011), pp. 279 ss., 298 ss., 302 ss.
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queda expuesto, en tal medida, a padecer la imposición (y ejecución) de la pena en
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la cual se materializa ese reproche. Y la medida de la culpabilidad por el hecho deter-
mina la medida de ese merecimiento.
Con ello, es claro que hay razones para entender que, ya abstractamente, la mag-
nitud del reproche susceptible de ser dirigido a un menor de edad resulta decisi-
vamente más leve que tratándose de un adulto. De acuerdo con von Hirsch, serían
fundamentalmente dos las líneas de argumentación conducentes al reconocimiento
de un umbral considerablemente más bajo de culpabilidad individual atribuible a
menores de edad.7
Una primera línea se apoya en razones concernientes al factor constituido por las
capacidades de cognición y control volitivo.8 Así, y en primer lugar, frente a un menor
de edad tendría que verse moderada la expectativa de que, en ejercicio de sus facul-
tades cognitivas, él llegue a advertir las consecuencias interpersonal y socialmente
lesivas de su comportamiento Y esto no meramente porque, como cuestión de hecho,
su capacidad individual de reconocer esas consecuencias vaya a ser necesariamen-
te menor que la de un adulto, sino más bien porque, normativamente, cabe asumir
que la amplitud de esa posibilidad cognitiva es dependiente “de la experiencia, el
aprendizaje y las capacidades de razonamiento moral que se desarrollan durante la
adolescencia a medida que transcurre el tiempo”.9 En segundo lugar, sería asimis-
mo necesario morigerar la expectativa puesta en el efectivo ejercicio de auto-control
volitivo por parte de los adolescentes. También aquí, empero, lo decisivo no es que
estadísticamente los menores tiendan a ser menos capaces de auto-control que los
adultos, sino más bien la consideración normativa de que, tratándose de una capaci-
dad aprendida, justamente la niñez y la adolescencia habrían de ser vistas como los
contextos biográficos en los cuales tendría que desplegarse su aprendizaje.10
7
Von Hirsch, Andrew: “Sentencias proporcionales para menores, ¿Qué diferencia con las de los
adultos?”, en Informes en Derecho. Estudios de derecho penal juvenil III, DPP, Santiago, 2012, pp.
61 ss., 65 ss.
8
Al respecto Couso y Duce, op. cit., pp. 28 ss.; también Cruz Márquez, Beatriz: “La culpabilidad
por el hecho del adolescente: Referencias y diferencias respecto del Derecho Penal de adultos”,
en Informes en Derecho. Estudios de derecho penal juvenil III, DPP, Santiago, 2012, pp. 9 ss., 13
ss., en cada caso con ulteriores referencias.
9
Von Hirsch, op. cit., pp. 67 s.
10
Von Hirsch, op. cit., pp. 68 s.
11
Von Hirsch, op. cit., pp. 70 ss. Al respecto, véase también Couso y Duce, op. cit., pp. 32 s.
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[s]i los delitos (ajustados por los factores de culpabilidad) tienen las mismas cali-
ficaciones de gravedad, y si las penas (ajustadas por la mayor vulnerabilidad de
los menores) tienen las mismas calificaciones de severidad, entonces los meno-
res y los adultos recibirían penas equivalentes.13
Según von Hirsch, el paso decisivo a favor de una auténtica alteración de las con-
venciones que relacionan gravedad (de los delitos) y severidad (de las penas), en el
marco de la configuración de un régimen de responsabilidad jurídico-penal aplicable
respecto de menores de edad, consiste en asumir el significado de la adolescencia
(o “juventud”) como un periodo de experimentación, y más precisamente, como un
periodo “para probar límites” y, por ende, “para cometer errores”.14 Ello tendría que
favorecer la adopción de un principio de “tolerancia especial” para con el comporta-
miento delictivo de menores de edad, cuyo fundamento último no sería otro que una
apuesta, a saber: “que muchos o la mayoría de los menores que abusan de tales
oportunidades, cuando maduren, aprenderán mejor a vivir en forma autónoma —y no
12
Von Hirsch, op. cit., p. 72.
13
Von Hirsch, op. cit., p. 73.
14
Von Hirsch, op. cit., pp. 73 ss.
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deberían ser cargados indebidamente con las consecuencias penales de sus malas
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elecciones anteriores”.15
Es precisamente en este punto donde emerge la clave para reconocer en qué con-
siste la especificidad de la culpabilidad de cuya adscripción tendría que depender
la imposición de una sanción penal sobre un menor de edad. Pues esa culpabilidad
consiste, más bien, en lo que cabría caracterizar como una “proto-culpabilidad”.
Si un menor de edad es hecho responsable por un comportamiento de significa-
ción delictiva, entonces ello ha de tener lugar de un modo que resulte parcialmente
anticipatorio del recíproco depósito de confianza implicado en la expectativa de
fidelidad al derecho que los miembros adultos de una comunidad política mantienen
entre sí. Esto es: la proto-culpabilidad manifestada en el hecho imputable a un me-
nor de edad ha de descansar en una anticipación del reconocimiento de autonomía
que está implícito en un reproche paradigmático de culpabilidad, esto es, en un
reproche de culpabilidad dirigido a un adulto.
15
Von Hirsch, op. cit., p. 74.
16
Von Hirsch, op. cit., pp. 77 s.
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17
Esto tendría que hablar en contra de la sensatez de los esfuerzos, loablemente inspirados, en
articular un “modelo de ciudadanía de los menores de edad”; véase al respecto Díaz Cortés,
Lina: Introducción al derecho penal juvenil, Librotecnia, Santiago, 2010, pp. 137 ss., con
ulteriores referencias. Pues semejante modelo en último término llevaría a camuflar la irreductible
heteronomía del régimen sancionatorio aplicable a su respecto.
18
A este respecto, no es baladí enfatizar que el esquema de intervención orientado a la reintegración
social es legislativamente definido como el marco en el cual ha de situarse la imposición de
la sanción “activadora-de-responsabilidad”. Esto obsta, desde luego, a una interpretación del
art. 20 en clave de un modelo “tutelar”, pero así también en clave de un modelo “educativo”.
Respecto de uno y otro, véase Maldonado, op. cit., pp. 108 ss., 112 ss.; Díaz Cortés, op. cit., pp.
83 ss., 104 ss., con ulteriores referencias.
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nivel”.19 Antes bien, y con prescindencia del carácter manifiestamente excesivo de
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una pena privativa de libertad que puede llegar a diez años de internación en ré-
gimen cerrado, el establecimiento de un catálogo estrictamente diferenciado de
sanciones significativamente menos severas resulta mucho más congruente bajo
la hipótesis de que a la regulación legal subyace un postulado equivalente al del
principio de tolerancia especial.20
Y simplemente para dar otra muestra: también la regla del art. 18, que establece lí-
mites máximos a la extensión de las penas privativas de libertad previstas por la Ley
20.084, se deja entender en términos del principio de tolerancia especial. Puesto
que la tolerancia para con el quebrantamiento de normas jurídicas por parte de un
menor de edad tendría que ser dependiente de la posición relativa en que el menor
se encuentre al interior del correspondiente “periodo de prueba”, la tolerancia ten-
dría que “ser mayor en la primera adolescencia y disminuir gradualmente a medida
que se acerca la mayoría de edad”.21 Precisamente en estos términos cabe explicar,
entonces, que el art. 18 fije un límite máximo de cinco años para las penas privativas
de libertad susceptibles de ser impuestas sobre menores que al momento del hecho
no alcanzan los 16 años de edad, mientras que tratándose de menores cuya edad
supere este umbral el límite máximo duplica al anterior. Y esta última demarcación
queda asociada, adicionalmente, a la restricción de la punibilidad de los hechos
constitutivos de faltas al acotado catálogo establecido por el inc. final del art. 1º de
la Ley 20.084, que sólo fundamentan responsabilidad, bajo este mismo régimen,
para personas que al momento del hecho fueran mayores de 16 años.22
19
Bustos, op. cit., p. 56. Esto no implica, sin embargo, validar la atribución de una finalidad
distintivamente preventivo-especial a la imposición de tales sanciones, tal como Bustos lo hace.
Pues esto resulta incompatible con la interpretación ya sugerida —supra, nota 18— del art. 20.
Cuestión enteramente distinta es, desde luego, que las condiciones de ejecución de las penas
privativas de libertad hayan de favorecer la reintegración social del menor condenado, tal como
dispone, en efecto, el art. 44 de la misma ley.
20
Von Hirsch, op. cit., pp. 78 s.
21
Von Hirsch, op. cit., p. 77.
22
Véase Bustos, op. cit., p. 26, quien ve en ello una concreción del principio de extrema ratio, no
obstante denunciar, al mismo tiempo, el “fraude de etiquetas” implicado en la decisión legislativa
de transformar la generalidad de las “faltas contenidas en la legislación vigente”, cuando ellas
fuesen imputables a adolescentes, en “contravenciones de carácter administrativo”, susceptibles
de ser juzgadas y sancionadas en los términos previstos por los arts. 102 A y siguientes de la Ley
19.968, de Tribunales de Familia; al respecto ibid., pp. 31 ss., 95 s.
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Este principio se deja entender como una implicación del hecho de que la sanción
penal susceptible de ser impuesta sobre un adolescente tenga que constituir una
respuesta punitiva adecuada a la culpabilidad expresada en el hecho delictivo a él
imputable, la cual, según ya se sugiriera, puede ser entendida como una proto-culpa-
bilidad. La razón para ello se encuentra en una exigencia inmediatamente derivable
del principio de culpabilidad: el merecimiento de la sanción de cuya imposición se
trata presupone la relativa continuidad biográfica entre el “sujeto histórico”, que per-
petra el hecho en el momento t1, y el “sujeto procesal”, a quien en efecto se imputa el
hecho y sobre quien, consiguientemente, se impone la sanción en el momento t2.23
Para la operación ordinaria del derecho penal (de adultos), esta exigencia de “identi-
dad personal” sólo marginalmente parece volverse problemática, fundamentalmente
tratándose de posibles casos extremos de “transformación personal”, en los cuales
pudiera admitirse, entonces, una medida relevante de “inidentidad” entre el sujeto
histórico y el correspondiente sujeto procesal.24 Para la operación de un régimen
de responsabilidad jurídico-penal de menores de edad, en cambio, el problema se
vuelve considerablemente más significativo. Pues este régimen sancionatorio espe-
cial exhibe características particularísimas, que en su conjunto se dejan entender
como implementaciones del ya mencionado principio de tolerancia especial, las cua-
les precisamente pueden ser entendidas como indicativas de la especificidad de la
culpabilidad susceptible de verse expresada en un hecho de significación delictiva
imputable a un menor de edad, esto es, de su proto-culpabilidad. Y esto significa, en
consecuencia, que la adecuación material de la reacción punitiva al hecho punible
imputable a un menor de edad presupone, idealmente, que exista congruencia entre
23
Fundamental al respecto Silva Sánchez, Jesús: “Identidad en el tiempo y responsabilidad
penal. El juicio «jurisdiccional» de imputación de responsabilidad y la identidad entre agente y
acusado”, en García Valdés et al., Estudios en homenaje a Enrique Gimbernat, tomo II, Edisofer,
Madrid, 2008, pp. 661 ss., 672 ss.
24
Véase Silva Sánchez, op. cit., pp. 677 s.
— 222 —
su constitución personal al momento del hecho, por un lado, y su constitución perso-
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nal al momento de ser impuesta (y ejecutada) la pena referida a ese hecho, por otro.
Aquí es imprescindible tener en cuenta que el problema recién identificado es, hasta
cierto punto al menos, irresoluble. Pues en la medida en que el ordenamiento jurídi-
co binariamente asocia la aplicabilidad de regímenes de responsabilidad diversos
según si, al momento del hecho, la persona de cuya responsabilidad se trata es o no
mayor de edad, resulta imposible excluir la posibilidad de que el juzgamiento de un
hecho perpetrado en un momento en que esa persona era todavía menor de edad
tenga lugar cuando esa misma ya haya adquirido el estatus de mayor de edad.
Precisamente esto explica la decisión plasmada en el art. 56 de la Ley 20.084: en tal
caso, el imputado o condenado “continúa sometido a las normas de esta ley” hasta
el término del proceso.25
25
Si la adquisición de la mayoría de edad se produce ya concluido el procedimiento, pero antes de
la completa ejecución de una pena de internación en régimen cerrado que hubiese sido impuesta
sobre ella, entonces rigen las reglas de los incisos 2º y siguientes del mismo art. 56.
— 223 —
ESTUDIOS DE DERECHO PENAL JUVENIL IV
Todos los casos se tramitarán desde el comienzo de manera expedita y sin de-
moras innecesarias.
26
En este sentido Couso y Duce, op. cit., pp. 68 s.
27
Y acordadas por la Asamblea General de Naciones Unidas en su sesión plenaria Nº 96, con fecha
29 de noviembre de 1985.
— 224 —
El principio de celeridad de la materialización de la reacción punitiva, así fundamen-
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tado, se hace reconocible en el diseño del régimen procesal al cual queda sometida
la comprobación de la eventual responsabilidad jurídico-penal de una persona por
un hecho de significación delictiva perpetrado con anterioridad a su adquisición de
la mayoría de edad.28 Muestra de ello son la fijación de un plazo máximo de seis me-
ses para la investigación, según lo establecido en el art. 38, así como la exigencia
de que la eventual audiencia de juicio oral haya de tener lugar no antes de quince
días ni después de treinta días desde la notificación del correspondiente auto de
apertura, tal como dispone el art. 39.29 En lo que aquí interesa, y como se mostrará a
continuación, el principio de celeridad de la materialización de la reacción punitiva
también se deja reconocer en la fijación de plazos de prescripción de la acción pe-
nal y de la pena que resultan considerablemente más breves que aquellos previstos
por el Código Penal.
28
En el contexto del derecho alemán, véase sólo Ostendorf, Heribert: Jugendstrafrecht, 4ª ed.,
Nomos, Baden-Baden, 2007, núm. marg. 57.
29
Véase Couso y Duce, op. cit., pp. 230 ss.
30
Como es obvio, esto no convierte a tales plazos en plazos de “prescripción de corto tiempo”, en
el sentido en que esta expresión es utilizada en el inc. final del art. 94, así como en el inc. final del
art. 103 del Código Penal. Véase Hernández, Héctor: “La prescripción como causa de extinción
de la responsabilidad penal en la Ley 20.084”, en Informes en derecho. Estudios de derecho
penal juvenil II, DPP, Santiago, 2011, pp. 155 ss.
31
Véase al respecto Hernández, op. cit., pp. 163 s.
— 225 —
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Esto último resulta ser de la mayor importancia desde el punto de vista de la tesis
aquí defendida. Pues a primera vista al menos, parece difícil explicar que la Ley
20.084, estableciendo plazos de prescripción considerablemente más breves en
materia de crímenes y simples delitos, no haga lo propio en materia de faltas, ámbi-
to en el cual, según ya se indicara, el plazo es idéntico bajo uno y otro régimen de
responsabilidad. Ello ha llegado a ser calificado como una extrañeza por parte de
alguna parte de la doctrina.32 Pero la extrañeza se disipa una vez que el fundamento
para la decisión legislativa plasmada en el art. 5º de la Ley 20.084 se identifica con
el principio de celeridad de la materialización de la reacción punitiva por el hecho
imputable a una persona menor de edad.33
32
Véase Bustos, op. cit., pp. 33 s.
33
Indiciariamente en este sentido Couso y Duce, op. cit., p. 231, nota 70.
34
Véase al respecto Mañalich, Juan Pablo: Terror, pena y amnistía, Flandes indiano, Santiago, 2010,
pp. 208 ss., con ulteriores referencias.
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que opera en la forma de una “prohibición de un tratamiento penal más severo al
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adolescente que al adulto”.35
35
Véase Couso y Duce, op. cit., pp. 316 ss., 319 ss., a propósito de la consagración del principio
en el horizonte comparado; en referencia al derecho alemán, véase Ostendorf, op. cit., núm.
marg. 56. Bajo la Ley 20.084, el principio encuentra expresión en la regla del inc. 2º del art. 26,
que impide la imposición de una pena privativa de libertad “si un adulto condenado por el mismo
hecho no debiere cumplir una sanción de dicha naturaleza”.
— 227 —
ESTUDIOS DE DERECHO PENAL JUVENIL IV
que ejerza la acción penal, o bien para ejercerla por sí misma, dentro del plazo que
empezará a correr el día en que ella haya adquirido la mayoría de edad.36
36
Ello ciertamente es compatible que, en caso de que la propia víctima estuviese incapacitada de
hacerlo, la denuncia o querella pueda ser interpuesta por alguna de las personas indicadas en el
inc. 2º del art. 108 del Código Procesal Penal, según corresponda.
37
Ello, más allá de que al obstáculo a la punición se atribuya naturaleza sustantiva o bien naturaleza
procesal; véase al respecto Mañalich, Juan Pablo: “Error de tipo y error de prohibición en los
delitos contra la autodeterminación sexual”, en Informes en derecho. Doctrina Procesal Penal
2011, DPP, Santiago, 2012, pp. 23 ss., 63.
— 228 —
En tal caso, el hecho atribuido a A sería presuntamente constitutivo de una violación
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de un menor de 14 años, tipificada en el art. 362 del Código Penal. Tratándose de un
hecho constitutivo de crimen, el plazo de prescripción de la acción penal, con arreglo
al art. 5º de la Ley 20.084, es de cinco años. De resultar aplicable el efecto suspensivo
(relativo) del inicio del transcurso del plazo de prescripción, la acción penal recién
prescribiría para V el día en que éste cumpliera los 23 años de edad. Por ende, de
efectuar V la denuncia antes de alcanzar los 23 años de edad, la acción penal podría
ser ejercida en contra de A, por un presunto delito que éste habría cometido a la edad
de 17 años, teniendo actualmente A una edad de 28 o 29 años, según cuál sea la
fecha de su natalicio.
Asúmase ahora que la pena a ser impuesta sobre A, en caso de ser declarado cul-
pable, resultase ser alguna de las indicadas en el Nº 2 del art. 23 de la Ley 20.084.
¿Tendría sentido, en efecto, la imposición de una pena o bien de internación en
régimen cerrado con programa de reinserción social, o bien de internación en ré-
gimen semicerrado con programa de reinserción social, o bien de libertad asistida
especial, sobre una persona cuya edad bordea los 30 años al momento de ser pro-
nunciada la sentencia condenatoria? La respuesta tendría que ser negativa, desde
ya si se repara en que, en los términos del art. 24 f) de la misma ley, uno de los
criterios para la selección de alguna de esas tres penas alternativamente previstas
como la pena a ser efectivamente impuesta sobre el condenado A está constituido
por su idoneidad “para fortalecer el respeto del adolescente por los derechos y las
libertades de las personas y sus necesidades de desarrollo e integración social”.
Pues parece del todo impertinente hablar siquiera de la contribución de la punición
a un fortalecimiento del respecto “del adolescente” por los derechos y las libertades
de sus semejantes, así como de la consideración de sus “necesidades de desarrollo
e integración social” cuando “el adolescente” en cuestión ya es un treintañero o está
ad portas de serlo.
38
Una muestra especialmente crasa de tal desconocimiento se encuentra en la sentencia
pronunciada por la Corte de Apelaciones de San Miguel, en causa rol Nº 749-2011-RPP, con
fecha 20 de junio de 2011, cuyo considerando 9º simplemente constata que la regla del art. 369
quáter habría entrado en vigencia con anterioridad a la perpetración del hecho, lo cual bastaría
para tenerla por aplicable para los efectos del cómputo de plazo de prescripción. La misma falta
de toda fundamentación se advierte en la sentencia pronunciada por el Juzgado de Garantía de
Puente Alto, RUC Nº 0900099337-6, con fecha 28 de enero de 2011, cuyo considerando 15º se
limita a invocar la disposición como obstáculo al reconocimiento de la atenuante privilegiada de
la así llamada “media prescripción”.
— 229 —
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absurda, premisa que está justamente constituida por la hipótesis de que la regla
del art. 369 quáter del Código Penal reclamaría aplicabilidad tratándose de un plazo
de prescripción concerniente a un hecho delictivo (presuntamente) imputable a una
persona que, al momento del hecho, era todavía menor de edad. Y la razón para
abandonar la premisa problemática es la siguiente: el art. 369 quáter del Código
Penal establece una regla de cómputo de los plazos de prescripción de la acción
penal que se integra en el contexto más general de un régimen de responsabilidad
jurídico-penal —el configurado por el Código Penal— diseñado para hacerse efec-
tivo respecto de adultos. En tal medida, una interpretación del art. 369 quáter que
lleva a negar su aplicabilidad para el cómputo de los plazos de prescripción de la
acción penal previstos por la Ley 20.084 no es otra que una interpretación fundada
en el principio de especialidad del régimen jurídico-penal aplicable respecto de
personas menores de edad,39 uno de cuyos estándares de concreción está repre-
sentado por el principio de celeridad de la materialización de la reacción punitiva.
39
Véase Laudenthal, Klaus, Baier, Helmut y Nestler, Nina: Jugendstrafrecht, 2ª ed., Springer,
Heidelberg, 2010, núm. marg. 63, quienes en referencia al derecho alemán llaman la atención
acerca de que, por defecto, las reglas sobre prescripción de la acción penal previstas por el
Código Penal son concernientes a las consecuencias jurídicas del derecho penal de adultos,
razón por la cual se estima necesaria la remisión explícita que a tales reglas introducida por el §
4 de la Ley de Tribunales de Jóvenes (Jugendgerichtsgesetz).
40
Sobre el problema asociado a la determinación del momento de “la comisión del delito” tratándose de
hechos constitutivos de delitos permanentes, así como en general de delitos cuya consumación no
(necesariamente) coincida con su terminación, véase Mañalich, op. cit. (nota 34) pp. 164 ss., 209.
41
Rol Nº 4419-2013, de 17 de septiembre de 2013.
— 230 —
mas de esta última ley no puede ser considerada para fundamentar una agravante
VIII. Los plazos de prescripción de la acción penal de la Ley de responsabilidad penal de adolescentes frente al art. 369 quáter del Código Penal
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por reincidencia en relación con un hecho punible posterior, imputable a la misma
persona, y sometido al régimen de derecho penal de adultos.42 Pues bien, en su
fundamentación de esta determinación, la Corte se ocupó pormenorizadamente del
alcance del carácter supletorio que el art. 1º inc. 2º confiere a las normas del Código
Penal, en el entendido de que ello ha de resultar compatible con la “especialidad”
del régimen jurídico-penal aplicable a menores de edad. A este respecto, la Corte
sostuvo que
el Código Penal y las demás leyes penales especiales, tienen únicamente un ca-
rácter “supletorio” respecto del sistema de responsabilidad penal consagrado en
la Ley N° 20.084, es decir, cumplen o integran lo que falta en esta ley, o remedian
sus carencias […]. Por tanto, deberá acudirse a las disposiciones del Código
Penal o de otras leyes especiales sólo en aquello que suplan una carencia del
sistema de responsabilidad penal adolescente establecido en la Ley N° 20.084,
o lo complementen, para lo cual necesariamente el precepto extraño en el que se
busca auxilio, deberá reforzar, servir y vitalizar el sistema de responsabilidad pe-
nal adolescente creado por dicho cuerpo normativo, descartando naturalmente
toda norma que contraríe no sólo su texto, sino también, conforme al inciso 2° del
artículo 2° de La Ley N° 20.084, los derechos y garantías que les son reconocidos
a los adolescentes infractores, en la Constitución, en las leyes, en la Convención
sobre los Derechos del Niño y en los demás instrumentos internacionales ratifica-
dos por Chile que se encuentren vigentes (cons. 7º).
La propia Corte no deja lugar a duda alguna en cuanto a las consecuencias que se
siguen de esta comprensión del carácter supletorio de las normas del Código Penal,
al afirmar que
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Con ello, la Corte Suprema hizo suya una línea de decisión ya significativamente asentada en el
nivel de la jurisprudencia de las Cortes de Apelaciones. Véase al respecto, y a modo de ilustración,
las sentencias de la Corte de Apelaciones de La Serena, rol Nº 262-2010, de 27 de septiembre de
2010, en su considerando 19º; de la Corte de Apelaciones de Valparaíso, rol Nº 245-2011, de 4 de
abril de 2011, en su considerando 4º; de la Corte de Apelaciones de San Miguel, rol Nº 1633-2011,
de 20 de enero de 2012, en su considerando 6º; de la Corte de Apelaciones Rancagua, rol Nº 98-
2012, de 30 de abril de 2012, en sus considerandos 7º y 8º; de la Corte de Apelaciones de Iquique,
rol Nº 57-2012, de 10 de julio de 2012, en su considerando 5º.
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ESTUDIOS DE DERECHO PENAL JUVENIL IV
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