Parábolas
Parábolas
INTRODUCCIÓN
Porque las Parábolas son la mejor revelación del tema central de todo el Nuevo
Testamento: el anuncio del Reino de Dios.
En las Parábolas se encuentran los planteamientos más claros e incisivos hechos por
Jesús. Una parábola no deja tranquilo a nadie. Ella misma exige una respuesta…
Además, son las que nos permiten conocer mejor y más hondamente la conciencia de
Jesús de Nazaret.
Tener el privilegio de entrar en la conciencia de Jesús y conocerla, es un don que supera
las más grandes aspiraciones teológicas que alguien pueda tener.
Por eso, en la medida en que alguien se adentre en las parábolas se adentra en lo
esencial del seguimiento de Jesús.
Aunque cada parábola toca sólo un punto del Reino de Dios, la suma de todas ellas nos
hacen un verdadero tratado del mismo.
Estas cinco facetas de las parábolas se convierten en desafío y en inspiración para estos otros
cuatro campos:
Las parábolas que tenemos escritas en los evangelios no son iguales a las que pronunció Jesús.
Han sufrido adaptaciones, arreglos, cambios, modificaciones, según la situación vital de cada
comunidad. Se comprende mejor el contenido de las parábolas, estudiando las etapas por las
que ellas han pasado, hasta llegar a nosotros.
Las parábolas surgen de la experiencia humana y religiosa de Jesús. Existe una situación vital
original: responden a un interrogante, enfrentan un problema, o dan a conocer un nuevo matiz
del Reino de Dios en medio del pueblo; hablan de la acción de Dios Padre en la vida de Jesús,
en la del pueblo y en la de la sociedad; y tratan de hacer inteligible la experiencia interior de
Dios o de su actuar, es decir, de su Reinado. Aquí adquiere la parábola su realidad de símbolo,
la meta suprema de su ser literario y de su ser teológico.
Las parábolas en la tradición oral.
Después de Jesús, sus enseñanzas quedaron en manos del pueblo que lo escuchó y que se
convirtió en su seguidor, el cual en sus reuniones comunitarias pudo aumentar, recortar y re-
interpretar las enseñanzas de Jesús.
También pudieron las primeras comunidades cristianas haber puesto la referencia cristológica
de muchas parábolas, porque podían percibir el Reino de Dios como el actuar de Jesús
Resucitado en su interior.
Los diversos contextos de las comunidades de seguidores crearon la necesidad de que algunas
iglesias locales releyeran a Jesús, desde sus propias culturas y circunstancias.
Como ya lo hemos insinuado, nosotros trataremos de tomar las parábolas en su etapa primera,
en el tiempo en que Jesús las pronunció. Es decir, en este estudio seguiremos en parte el
método de la Historia de las Formas: colocaremos las parábolas frente a la vida de Jesús y
frente a los planteamientos que él se pudo hacer mientras descubría el accionar de Dios o el
Reinado de Dios en su vida. Por lo mismo, debemos colocarnos frente a un Jesús vivo,
recorriendo la Palestina, antes de la existencia de las primeras comunidades cristianas y, por
consiguiente, antes de la aparición de los evangelios.
La parábola en Israel fue una herencia del Antiguo Testamento y se empleó en la literatura
poética, en la literatura sapiencial y en la literatura rabínica.
El hebreo llama a la parábola “mashal” (ser semejante a). Esta raíz llegó a significar:
Por lo tanto, mashal tiene un sentido amplio: cualquier imagen verbal, desde un dicho figurativo
(“cual la madre, tal la hija” de Ezequiel 16:44), o un proverbio (“también Saúl entre los profetas”
de 1 Sam 10:11,12), hasta una parábola (la de la oveja, que Natán le dice a David, en 2 Sam
12:1ss.), o una alegoría (la del águila y la vid de Ezequiel 17:3).
Por lo mismo, en los Evangelios se pasa del proverbio a la adivinanza, hasta llegar a las
narraciones largas, las que nosotros propiamente llamamos parábolas. Esto significa que la
parábola no tiene uniformidad literaria, ni límites predeterminados. Una parábola puede ser o
un dicho prefigurativo con un solo verbo, o una semejanza con más de un verbo en el presente,
o una narración larga con una serie de verbos en el pasado.
3. EL MUNDO DE LAS PARÁBOLAS DE JESÚS
La parábola no tiene origen fantástico, es decir, no son una loca invención de Jesús,
sin fundamento en la vida real.
Jesús toma sus parábolas del mundo real que lo rodea. Muchas de sus figuras son del
campo, lo cual nos indica que fue criado en este ambiente. Habla del sembrador, del
trigo, de la cizaña, de la mostaza, de la oveja perdida, de los nidos, de las madrigueras,
de los peces grandes y de los pequeños, del labrador y su arado, del labrador paciente,
de la lluvia, del sol, de las flores y de los pájaros.
También nos habla de los signos del tiempo: de la nube en el occidente que anuncia
lluvia, del viento del sur que trae calor, de la higuera con brotes que preanuncia el
verano, de los campos blancos por el trigo que piden la cosecha y de los labradores
dispuestos a recoger los frutos.
Las parábolas nos hablan también de la vida familiar: de la mujer que amasa una gran
cantidad de pan, de la levadura que ella le echa a la masa, del hijo calavera, de la mujer
que barre etc.
También nos habla de la vida del pueblo: de los juegos en la plaza del caserío, del juego
de las bodas y de los funerales.
Los actores de las parábolas son gente real: dos clases de constructores; dos bandos
en pelea; el finquero rico y sus grandes graneros; el siervo incansable; los desocupados
que esperan en la plaza; el labriego que descubre un tesoro en el campo; el comprador
negociador de piedras finas.
Finalmente, nos hablan de sucesos reales, así algunos de ellos no sean tan comunes
como los otros: el ladrón nocturno; las bodas y las doncellas no invitadas; el juez
corrompido y la viuda; el administrador sagaz; los ladrones en el camino de Jericó.
Aunque el origen de la palabra “parábola” es griego, sin embargo las narraciones de parábolas
del Nuevo Testamento no se originan en la literatura griega. Su origen es israelita,
veterotestamentario. A Grecia sólo debe su nombre, ya que el Nuevo Testamento fue escrito o
traducido al griego, como lengua común impuesta por la cultura dominante de entonces: la
helenista.
Parábola y alegoría.
Alegoría viene del griego: alos = otro y agoreuo = arengar, hablar. Al pie de la letra significaría:
“hablar otra cosa”. Por lo mismo, alegoría es una ficción literaria o artística en la que se afirma
algo que no debe ser tomado al pie de la letra, sino que debe ser referido a “otra” realidad que
tiene aquella cualidad que se quiere resaltar (p. e. “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos” de Jn
15,5). Ni Jesús es vid, ni los discípulos son sarmientos; sin embargo, vid y sarmientos tienen
una relación que es aplicable a Jesús y a sus discípulos: así como los sarmientos toman vida
de la sabia de la vid, así los discípulos deben tomar su vitalidad de Jesús. Por lo mismo, una
alegoría tiene tantos puntos de comparación, cuantas figuras o imágenes relate. Todo lo
contrario a lo que va a ocurrir con la parábola, que apenas tiene un punto central, aunque tenga
muchos otros puntos secundarios.
Para algunos sólo existen 30 parábolas, para otros 33, para otros 41, para otros 53, para otros
60 y, finalmente, para otros 62. En este sencillo estudio que hacemos de las parábolas,
estudiaremos unas 50, sin que esto signifique que sólo exista este número.
Queremos tocar este tema, porque es básico para la comprensión y aplicación del método que
queremos emplear. Frente a las parábolas hay que hacer esta pregunta: ¿Tenemos en cuenta
el contexto original de Jesús cuando pronunció en vida sus parábolas, o el de la comunidad que
las confronta después de su muerte? ¿Hay algún cambio de contextos? La respuesta es
afirmativa. Veámoslo, así sea sin mucha profundidad, y sabiendo que no agotamos el tema, ni
zanjamos la discusión frente a ellos, sino que estamos dando unos cuantos posibles ejemplos:
Como es obvio, no es lo mismo vivir las parábolas en el primer contexto que en el segundo.
Esta es la razón por la cual preferimos, a nivel pedagógico, tratar de leer y comentar las
parábolas desde su contexto original que es el de Jesús vivo, como predicador y pedagogo.
Las parábolas tienen ciertas características que las separan de los otros estilos literarios.
Veamos algunas de ellas:
Detrás de cada parábola hay un propósito divino de enseñanza y modelo. Veamos algunos de
esos propósitos:
a. Jesús no contaba parábolas para divertir al auditorio sino para exponer su mensaje, explicarlo
y aclararlo, y muy especialmente, para interpelarles y confrontarles.
b. Uno de los propósitos fundamentales de las parábolas de Jesús era exponer los principios
fundamentales de su enseñanza. El centro del mensaje de Jesús es el Reino de Dios y las
parábolas pretenden develarnos un aspecto fundamental de este Reino. Para el judío de
aquellos tiempos el Reino de Dios era la personificación de la esperanza de salvación, la
llegada del Reino de Dios se aguardaba como liberación, como realización de la paz y la
justicia. Jesús imprime a esta esperanza escatológica una dirección nueva: el Reino de Dios
se cumple ahora.
No sólo comienza a cumplirse el Reino, comienza también el escándalo. Un desconocido con
un grupo de incultos, rodeado de gente de mala fama ¿iba a hacer realidad la esperanza del
cambio, la esperanza del Reino de Dios? No parecía fácil la empresa. La gente permanece
incrédula y desconcertada. Es comprensible que en esta situación Jesús comenzara a hablar
del Reino de Dios en parábolas: el grano de mostaza, que es la más pequeña de las semillas;
la levadura que fermenta y crece; el sembrador, etc.
c. El mensaje del Reino no sólo se "conoce", hace falta construirlo. Por eso Jesús busca una
reacción en el oyente. Esto lo logra con unos finales imprevistos y desconcertantes de las
parábolas. Sus finales rozan lo absurdo (ejemplo: dejar crecer el trigo con la cizaña)
causando sorpresa en el oyente.
No se puede entender que alguien escuchara una parábola a Jesús y permaneciera impasible
ya que cuestionan el orden social, moral y religioso de su tiempo. El mensaje del Reino de Dios
como nueva sociedad justa, fraterna y solidaria implicaba radicalidad en las decisiones. Por eso,
las parábolas incitan a comprometerse a favor de Jesús y su mensaje… o a rechazarlo.
Una serie de parábolas que son adyacentes en uno o más evangelios tienen temas similares.
La parábola de la levadura sigue la parábola del grano de mostaza en Mateo y Lucas y comparte
el tema del Reino de los Cielos que crece de pequeños comienzos. La parábola del tesoro
escondido y la parábola de la perla forma una pareja que ilustra el gran valor del Reino de los
Cielos y la necesidad de una acción en la consecución de la misma.
Las parábolas de la oveja perdida, la moneda perdida, y el hijo pródigo forman un trío en Lucas
que tratan con la pérdida y la redención. La parábola del siervo fiel y la parábola de las diez
vírgenes en Mateo, adyacentes, involucran a la espera de un novio y tienen un tema
escatológico: estar preparados para la hora del juicio. La parábola de la cizaña, la parábola del
rico insensato, la parábola del árbol de higo y la parábola de la higuera estéril también tienen
temas escatológicos.
Hay otras parábolas independientes, como la parábola del siervo inútil, que trata de perdón, la
parábola del Buen Samaritano, que trata de amor práctico y la parábola del siervo vigilante, que
se refiere a la persistencia en la oración.
7. LISTA DE PARÁBOLAS
En la tabla que se presenta a continuación aparecen la gran mayoría de las parábolas, o relatos
que son tenidos como parábolas, dichos por Jesús durante su ministerio público. En la presente
serie de estudios abarcaremos la mayoría de ellas.
Las parábolas van más allá de las simples palabras y nos hacen preguntar si, efectivamente,
se ha producido algún cambio en nuestra vida. ¿No es eso lo que debiéramos esperar, puesto
que las parábolas vienen de la boca de Jesús? Él, mejor que nadie, podía penetrar las fachadas
y llegar a la realidad.
Hasta donde sé, nadie ha agrupado las parábolas exactamente como lo he hecho yo. No sugiero
que mi arreglo sea lo mejor, pero mientras trabajaba con las historias del Señor, me pareció
que se podían agrupar de manera coherente en cinco divisiones:
A. El contexto sinóptico.
Esta parábola tan familiar de Jesús es una de las pocas que se hallan en los tres Evangelios
sinópticos. Es claro que la forma vista en Marcos es la más antigua. El relato de Marcos se
distingue por sus arameísmos; estos, a su vez, arguyen poderosamente a favor de su
primitividad. El texto en Mateo sigue muy de cerca al de Marcos, lo cual indica un deseo por
usar fielmente la fuente más primitiva con respeto y precisión. Parece que Marcos reprodujo
con fidelidad la parábola tal y como Jesús la dio. Parece que hay un solo agregado redaccional
por Marcos en el versículo 5: "donde apenas había tierra". Aunque Marcos nos da la parábola
en su pristinidad, Mateo es el que bautiza la parábola con el nombre "el sembrador". Además,
debe notarse que la figura del sembrador no era desconocida para el pueblo de Israel. El libro
apócrifo de 2 Esdras 9:30-33 contiene alusiones a problemas de los israelitas por no haber
protegido "la buena semilla que les había sido sembrada". No es sostenible, no obstante, que
Jesús haya empleado directamente este vocabulario apócrifo para forjar su parábola. Es mucho
más probable que Jesús usara una figura muy común en la vida agrícola cotidiana de su día.
Para algunos, es fácil dar con la situación que produjo la enseñanza de Jesús de esta parábola.
Jesús mismo había estado predicando y enseñando acerca de la venida del reino de Dios. A
cada paso esta predicación había chocado con intereses creados y había experimentado
fracasos (Mar. 6:5 ss.), oposición radical (Mar. 3:6), y abandono de parte de algunos seguidores
(Juan 6:60). La desilusión y la frustración bien podrían haber embargado el ser de Jesús por
estas experiencias. Justo la parábola del sembrador es contada por Jesús para desmentir tal
sentido de derrota. Parece ser que la idea central de la parábola es que pese a los fracasos en
la siembra, aguarda una gran cosecha.
Es del todo lógico, que el sembrador aludido en la parábola no es otro sino Jesús mismo. El
Maestro estaría, con esta parábola, describiendo sus propias vicisitudes en su ministerio. Pero,
al igual que el sembrador oriental durante el día de Jesús no se daba por vencido debido a las
inevitables pérdidas en el proceso de sembrar a voleo, Jesús reconocía que los aparentes
fracasos serían trocados en victoria por el poder de Dios. Lo aparentemente perdido resultaría
en el más inimaginable éxito: el reino de Dios. Es preciso recordar que la idea esencial de la
parábola dentro del contexto de Jesús es patentemente la realización exitosa del reino de Dios,
pese a todas sus oposiciones.
Muchas interpretaciones se han dado; muchas de ellas son por eruditos de mucho peso.
Algunas de estas interpretaciones de la parábola del sembrador son:
(1) para animar a los discípulos en su tarea misionera,
(2) para plantear la responsabilidad que tienen los oyentes de la palabra (la semilla) de
obedecerla,
(3) para demostrar la necesidad del arrepentimiento de todo Israel para que el reino venga.
Es decir, pese a los fracasos, se obtiene una cosecha abundante. Estos eruditos no dejan de
reconocer que la iglesia primitiva tenía sus razones exhortativas para tal acción.
Hay otra manera de ver la interpretación aludida: es parte y parcela de la parábola original y se
remonta a Jesús mismo. Esta es la interpretación tradicional. Uno de los elementos que
favorecen esta postura es que la parábola, según Marcos (y seguido éste por Mateo y Lucas),
está dirigida a un grupo selecto de sus seguidores. Muchas de las parábolas del reino se hallan
dentro de un contexto conflictivo, o sea, se narran para los contrincantes de Jesús.
Para algunos, la interpretación de la parábola registrada en forma vanada en los tres sinópticos
es especialmente indicativa de las condiciones y necesidades de la iglesia primitiva. La iglesia
del primer siglo no quedaba exenta de los embates satánicos. Especialmente Lucas, en su
versión de la interpretación, refleja su afán porque la iglesia permanezca fiel e inmóvil ante lo
demoníaco y las deserciones. Tres motivos esenciales que explican las apostasías; las toma
de los varios sinópticos de la siguiente manera:
A. El contexto sinóptico.
Nos topamos con una parábola que se encuentra únicamente en el Evangelio de Mateo entre
los sinópticos. Lo que primero que llama la atención es que la parábola en Mateo consta de
unas 170 palabras, la versión cóptica en Tomás apenas llega a 75 palabras. Faltan muchos
detalles en ésta y se omite del todo la explicación un tanto alegorizada de la parábola que sí se
halla en Mateo 13:37-43.
Ya que la parábola del trigo y la cizaña no figura en otros de los sinópticos, hay varios escritores
que intentan encontrar una relación entre ésta y otras de las parábolas. Esto es especialmente
el caso con la parábola del crecimiento de la semilla (Mar. 4:26-29). Se ha llegado a opinar que
la parábola del trigo y la cizaña es una ampliación de la parábola breve en Marcos.
En cuanto a su ubicación dentro del Evangelio de Mateo, se nota que la parábola bajo estudio
sigue después de la del sembrador y su interpretación (Mal. 13:3-8, 18-23). Se ha visto que ésta
gira en tomo al comienzo del reino. Ya que el autor de Mateo tenía el Evangelio de Marcos
como una de sus fuentes, se esperaría que la parábola del crecimiento de la semilla apareciera
después de la del sembrador. Tal no es el caso. Lo que sí hay que notarse es que el énfasis de
dicha parábola está presente. Es decir, ambas parábolas recalcan diferentes aspectos del
crecimiento del reino. En efecto, la parábola del trigo y la cizaña aborda la cuestión del
crecimiento y el desarrollo del reino.
También, parece que Mateo colocó la parábola justo en el lugar donde estaba la del crecimiento
de la semilla en Marcos. Tocante a la influencia del autor Mateo sobre el arreglo de los
materiales en esta parábola y su contexto, se nota que esta parábola se halla en el tercero de
cinco discursos dentro de su Evangelio. Este tercer discurso arreglado tópicamente por Mateo,
se ha llamado "el discurso parabólico" (Mal. 13: 1-52). Las siete parábolas que están contenidas
en este capítulo son auténticamente todas de Jesús, pero probablemente dadas en ocasiones
y tiempos distintos por él.
Mateo las recopila y las arregla en un solo capítulo. Según Mateo, sirven para la comunidad
creyente como revelaciones de los misterios del reino de los cielos (Mal. 13:11 ss.). Estas
revelaciones estaban disponibles para los creyentes cristianos, pero no para el público en
general. Justamente, es el Evangelio de Mateo que demuestra el comienzo de la separación
entre el vulgo que no entiende la revelación indirecta en las parábolas y los discípulos que si la
entienden y se aprovechan de dos ocasiones más en las que se les da una instrucción especial
(Mal. 13:18-23; 13:36-43).
Varios de los eruditos han procurado encontrar una situación en el ministerio de Jesús que
evocara la enseñanza de la parábola. Se cree que Jesús reaccionaba ante los movimientos
puritanos dentro de los fariseos.
Al hacerlo, predicaba una idea más tolerante del reino de Dios dentro del cual, por lo menos
provisionalmente, el bien y el mal coexistirían. Por lo tanto, no había que procurar eliminar desde
el arranque "la gente de la tierra" que no conocía la ley. Vez tras vez, expresaba su aceptación
de los marginados y su desaprobación de la actitud de superioridad de los fariseos. Éstos
tendrían sus propios conceptos de la pureza del reino, y por lo tanto reaccionarían ferozmente
en contra de cualquier manifestación de deserción entre los discípulos. Habría otros desertores
antes de Judas Iscariote. Seria a estos galileos a quienes Jesús pronunciara la parábola. Su
mira sería que ellos entendieran la paciencia de Dios y el carácter paradójico del reino; es decir,
actualmente, el reino, tratándose de sus súbditos, era imperfecto. No debían rebelarse contra
la situación actual. Por lo tanto, la parábola en labios de Jesús representa una respuesta a un
error de los discípulos. Es interesante notar que la explicación de la parábola es para los
discípulos y no para los fariseos (Mat. 13:36-43).
Parece que el agricultor de la parábola tenía algunos recursos económicos. Esto se nos indica
al hablar de sus siervos además de los segadores. No todos los agricultores palestinos podían
emplear a esta clase de personas. Como todo buen agricultor, consiguió "buena semilla" para
sembrar (v. 24). Algunos creen que esta descripción de la semilla está de más, pero
atinadamente se asevera que esta expresión se da en anticipación del v. 25 en donde se nos
habla de "otro" que siembra la cizaña. También es algo excepcional que se nos diga que la
buena semilla es sembrada en su campo, es decir, el campo del dueño agricultor. Esto es así,
porque el enemigo venía a sembrar mala semilla en un campo que no era suyo propiamente
dicho. Es interesante que no se nos diga ni cómo ni cuándo se hacía la siembra. No eran detalles
importantes para la historia.
Luego que se termina la siembra y durante la oscuridad de la noche, llega el enemigo. Es hora
cuando todos los empleados están durmiendo. Por encima de la semilla buena que se sembró
anteriormente, siembra la cizaña. No es preciso que el enemigo siembre el campo entero. Al
día siguiente, no va a poder detectarse la presencia de la mala semilla. Sólo hasta la llegada de
la primavera entrante se sabrá que hay cizaña entre las tiernas plantas del trigo. Aun así, la
cizaña es casi idéntica al trigo. Será sólo en el momento de la cosecha que se podrá distinguir
claramente entre la cizaña y el trigo. Es que el fruto de ambos tiene aspectos diferentes. Esto
parece reflejarse en las palabras de Jesús en Mateo 7:20: "Por sus frutos los conoceréis".
Parece que el problema de sembrar cizaña en campos ajenos era tan agudo en el mundo
antiguo que aún había leyes romanas en su contra. El sembrar cizaña en los campos agrícolas
de los enemigos persiste hasta la fecha en ciertas partes del mundo.
Según la parábola, los siervos del agricultor le avisaron del problema. Se dispusieron para hacer
algo para rectificar la situación. En su conversación con el dueño del campo, preguntan los
obreros sobre la procedencia de la hierba mala. El agricultor simplemente les indica que un
enemigo había hecho el daño, y no había nada que pudiera hacerse hasta la siega. Cuando
llegase ese momento, se les indicaría cómo habían de recoger la cizaña, amarrarla en manojos
y al final utilizarla como combustible. El trigo se segaría después para colocarse en el granero
del dueño.
Los rabinos judíos utilizaban el mismo método para dar primero una instrucción a un auditorio
mayor y luego una explicación más profunda a un grupo menor de allegados. Jesús ciertamente
debió haber seguido el mismo método. Era considerado un rabí por sus contemporáneos, y tal
como atestiguan los Evangelios, se concentraba más y más en una instrucción más profunda
para un grupo menor de seguidores. Por medio de esta cita un tanto larga se aprecia que no
todos los estudiosos de las parábolas de Jesús aceptan la idea de que Jesús nunca pudiera
utilizar algo de alegorización en sus parábolas.
La regla de oro es ésta: No procure eliminar por medio de una teoría arbitraria todo lo alegórico
y así recortar los textos para que sean parábolas puras. En cambio, no alegorice de tal modo
que se desfigure la lección única que toda parábola se propone enseñar. Sí indica que esta
explicación se dio a petición de los discípulos de Jesús. Procede a exponer la explicación en su
formato paradigmático.
1. El que siembra la buena semilla… es el Hijo del Hombre.
2. El campo… es el mundo.
3. La buena semilla… son los hijos del reino.
4. La cizaña… son los hijos del maligno.
5. El enemigo que la sembró… es el diablo.
6. La siega… es el fin del mundo.
7. Los segadores… son los ángeles.
No hay que fijarse mucho en la esquematización anterior sin darse cuenta de que se trata de
una alegoría clásica. Hay que recordar que en esta ocasión no se trata de una parábola sino de
una explicación de la parábola. Algunos opinan que sería muy nocivo identificar directamente
la parábola con la alegoría.
Esta parábola anticipa el tema del juicio. Pero, al mismo tiempo, comunica una seguridad para
aquellos que observan que las señales del Reino no siempre son puras o inequívocas. La
parábola sugiere porqué se permite en el presente que el bien y el mal prosperen juntos. A la
vez, promete que se hará una distinción y los frutos de la buena semilla serán separados de los
de la mala.
Para terminar, de todo lo que se ha dicho nos revela que la explicación de la parábola del trigo
y la cizaña gira en tomo a la idea del juicio final. Sólo entonces la distinción absoluta se hará
entre los malhechores y los bien hechores. Es claro también que la fe en Cristo habrá hecho
una diferencia en el comportamiento de los creyentes. Los incrédulos también habrán
demostrado su incredulidad por medio de su estilo de vida.
3. LA GENTE DEL REINO, MATEO 13:44-46
44 Además, el reino de los cielos es semejante a
un tesoro escondido en un campo,
45 También el reino de los cielos es semejante a
¿Por qué se habrán colocado estas parábolas una tras la otra en el Evangelio de Mateo?
Se sabe que es un tanto frecuente lo que se llama "la doble parábola" o la doble imagen en los
evangelios (Mat. 9:16 ss.; 12:25; 5:13, 14a, 14b-16; 6:26-30; 7:6; 10:24 ss.; 13:31-33; 24:43-
51). Pese a esta cantidad de citas, se opina que este procedimiento literario no es del todo
característico de Mateo. Se prefiere achacar la combinación de las parábolas a Jesús mismo,
porque (el procedimiento) "permite precisar el elemento esencial de la parábola mediante la
comparación de las dos partes". La crítica literaria dice que el contexto mateano (capítulo 13)
está tomado de Marcos 4. Aun este capítulo en Marcos es considerado como de naturaleza
compuesta; sus materiales son tomados de varias fuentes.
La parábola del tesoro escondido (Mat. 13:44) refleja fielmente eventos de la vida
palestinense. Se sabe que por las muchas guerras que hubo en el Cercano Oriente entre las
grandes potencias de la antigüedad, Palestina estaba constantemente sometida a invasiones;
a menudo era el campo de batalla de fuerzas opositoras como las de Egipto y Mesopotamia.
Cuando esto ocurría, la gente tenía que esconder sus valores donde pudieran. Una de las
maneras de proteger sus bienes del saqueo era colocarlos dentro de una vasija de barro y
enterrarlos en un campo. Además, es obvio que el hombre de la parábola que descubre en un
campo una de estas vasijas llenas de valores es un pobre jornalero; no es el dueño del campo,
pues toma las precauciones para que nadie se entere de su hallazgo. De inmediato, reúne todo
lo que tiene, lo vende con tal de poder hacerse dueño del campo donde está escondido el
tesoro. Tal parece que el jornalero obró correctamente al ir a comprar el terreno; no había
intención de defraudar; entierra de nuevo el tesoro para prevenir en contra de robos en caso de
que el hallazgo se descubriera.
El contexto de Mateo no nos indica cuál sería la situación durante el ministerio de Jesús en que
las parábolas se dieron. Como en otros casos, hay que tratar de colocamos en una situación de
la vida de Jesús que pudiera provocar esta clase de enseñanza. Hay que buscar una situación
que requiera que el auditorio de Jesús sea retado a grandes sacrificios para poder lograr un fin
de gran valor. Se encuentra que hay semejantes situaciones narradas en Marcos 10: 17-30. En
este contexto Jesús busca voluntarios que se comprometan en una causa. Este compromiso
puede significar grandes sacrificios por parte de ellos. Pueden perder casa, amigos,
propiedades y negocios. ¿Están dispuestos a sacrificarlo todo con tal de seguirlo a él? Es del
todo probable que esta misma clase de situación es en la que Jesús diera estas dos parábolas
del reino.
Los súbditos del reino que Jesús busca son aquellos que reconocen el gran valor de pertenecer
al reino de Dios y que están dispuestos a pagar el precio que fuere. Es necesario ver que cuando
Jesús da estas parábolas, está invitando a que cuenten el costo de seguirlo a él, porque el reino
de Dios estaba de algún modo relacionado con su causa. Hace muchos siglos el gran teólogo
alejandrino, Orígenes, escribió que Cristo era la autobasilea, queriendo decir con esto que
Cristo mismo era el reino. Reconocerlo a él como Señor podía costarles caro, pero el reino lo
valía.
4. EL REINO DE DIOS CONSUMADO, MATEO 13:47-52.
47 Asimismo el reino de los cielos es semejante a una red,
que echada en el mar, recoge de toda clase de peces;
52 El les dijo: Por eso todo escriba docto en el reino de los cielos
La parábola de la red presenta problemas precisamente por su ubicación. El que Mateo pusiera
esta parábola después de las dos anteriores es algo enigmático, ya que uno pensaría que
agruparía parábolas afines con el mismo énfasis. Tal no es el caso. De hecho, la mayoría de
los eruditos en el campo prefieren hablar de "las parábolas gemelas", refiriéndose únicamente
a las parábolas del tesoro y de la perla. No procuran ver la parábola de la red en unión con las
otras dos. Algunos eruditos afirman que la parábola de la red es similar a la del trigo y la cizaña
(Mat. 13:24-30). Ellos concuerdan en que el contexto original probablemente fuera semejante
al que se halla en Marcos 1: 17 en donde Jesús llama a los hermanos pescadores a que sean
"pescadores de hombres".
El punto de comparación de esta parábola no es la misma de las dos anteriores en esta sección.
Si bien las otras dos dejan la idea de arriesgar mucho porque el reino de Dios lo valía, ésta se
centra en el concepto de la tarea de los primeros discípulos.
Cuando Jesús les llamó a que fueran pescadores de hombres, lo más natural hubiera sido que
preguntaran respecto al alcance de su obra misionera. Ahora bien, el punto de la historia es que
cuando se pesca con una red, no se puede esperar seleccionar los peces; la pesca será una
mezcolanza. De modo similar los pescadores de hombres tienen que estar dispuestos a arrojar
sus redes ampliamente sobre todo el campo de la sociedad humana. La parábola fue contada
por Jesús para preparar a sus seguidores para un ministerio universal.
Dado que el significado de la parábola de la red en el posible contexto original sugerido hable
de la expansión del reino por medio de la obra misionera, no es tan difícil ver cómo Mateo la
habría colocado junto a las parábolas del tesoro y la perla. Ciertamente las dos primeras versan
sobre el sacrificio que requiere el reino. Sin duda, los apóstoles originales también habrían visto
algo del sacrificio implícito en la obra misionera. ¿Quién quita que este elemento haya influido
sobre Mateo en su arreglo de las parábolas aparentemente disparejas?
5. UNA OVEJA PERDIDA, UNA MONEDA PERDIDA, UN HIJO PERDIDO; LUCAS 15:1-32.
¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas,
4
A. El contexto sinóptico.
Las tres parábolas agrupadas por Lucas para enseñar la alegría de encontrar lo perdido se
hallan dentro de su gran sección central (Luc. 9:5-18:14). En especial Lucas 15 "pertenece a
aquel segmento narrativo lucano (14:1-17:10) que recalca el 'evangelio del Mesías'. Mucho de
este material es tomado de su fuente especial (Lucas); en particular, la parábola de la dracma
perdida y el hijo perdido forman parte de este material peculiar a Lucas. No así la parábola de
la oveja perdida, pues ésta se halla también en el Evangelio de Mateo. Eso sí, los dos
Evangelios ubican la misma parábola en contextos totalmente diferentes.
Los contextos diferentes hacen que la parábola cobre un significado distinto en cada caso.
Lucas, por ejemplo, por la misma ubicación de la parábola con otras que enseñan la alegría de
encontrar lo perdido, tiende a fijar sus parámetros didácticos. A la larga, la parábola asume
énfasis evangelísticos. Es más, en Lucas la parábola es referida a los fariseos y los escribas
quienes censuran a Jesús por asociarse y hasta comer con los elementos marginados de la
sociedad judía: los publicanos y los pecadores. Jesús da la parábola para dejar bien clara la
idea de que Dios se regocija mucho más de un pecador arrepentido que "por los noventa y
nueve justos que no necesitan de arrepentimiento" (Luc. 15:7). En Mateo, en cambio, el contexto
es otro: la parábola es contada por Jesús a un grupo de discípulos.
¿Cuál de estas dos versiones remonta hasta Jesús? Los exégetas están divididos. Los
partidarios del texto de Lucas hacen observar que (en Luc.15: 1, 2) transmite un eco más
concreto de uno de los conflictos de Jesús con los escribas y fariseos.
Algunos ven en nuestra parábola una de las numerosas sentencias pronunciadas por Jesús
contra sus adversarios y convertidas por la tradición en exhortaciones a los discípulos, es decir,
a los miembros de las primeras comunidades cristianas. Sin embargo, es preciso advertir que
la figura de los pequeños que no hay que despreciar (Mat.18: 1) y la imagen de la oveja perdida
de Lucas se adaptan mejor a los pecadores o injustos del tiempo de Jesús (para quienes los
fariseos y los esenios no tenían más que desprecio), que a los miembros oscuros de una
comunidad siropalestinense de los años 80.
En resumen, parece que la parábola de la oveja perdida, aunque refleja todas las características
de una palabra genuina de Jesús, fue utilizada por los dos evangelistas según las exigencias
de sus respectivos contextos históricos.
Lucas, el evangelista gentil con grandes simpatías con el mensaje universal del Evangelio,
refleja probablemente en su Evangelio un contexto más cercano al del Jesús histórico. Mateo,
en cambio, se siente con entera libertad, bajo el influjo del Espíritu, de hacer que la parábola
abarque cuestiones eclesiales.
Lucas refleja fielmente el conflicto de Jesús con los fariseos y los escribas al dejar la idea de la
alegría de Dios sobre el arrepentimiento de los "pecadores" tan despreciados por sus
contrincantes. Mateo, con la misma parábola, expresa preocupación por los cristianos recién
convertidos para que estos no se extravíen del redil de la iglesia.
A. El contexto sinóptico
En esta parábola estamos tratando con una de las que son exclusivas del Evangelio de Lucas.
Ya que esta parábola es una de la trilogía puesta por Lucas en su capítulo 15, es obvio que no
hay gran diferencia en el contexto de ésta y la parábola que la precede y la que la sigue. Lo que
sí se debe notar es que ésta es pareja de la anterior; la que sigue, la del hijo perdido, no guarda
exactamente la misma relación. La parábola del hijo perdido no es exactamente paralela con
las otras dos. Su "punto" reside, al parecer, en el contraste entre el gozo de un padre al regreso
de su hijo veleidoso y la mezquina actitud del "respetable" hermano mayor. No obstante, la
aplicación se refiere a la misma situación en el ministerio de Jesús. Así la presenta Lucas, y no
podemos dudar de que está en lo cierto.
A. El contexto sinóptico.
La historia en torno a un muchacho que abandona el calor del hogar para buscar su suerte muy
distante de su tierra es la parábola más larga y la más famosa de Jesús. Lucas la ubica al final
de la trilogía, porque es un cierre "con broche de oro" de este capítulo; es de notarse que esta
parábola también se halla únicamente en el Tercer Evangelio. Aunque el nombre "hijo pródigo"
se ha hecho ley por la costumbre, hay quien opina que esto representa un trasnombramiento,
pues el punto de comparación no es con el comportamiento del hijo sino con el gozoso amor
perdonador del padre.
Se debe hacer énfasis en el hecho de que la historia del hijo judío emigrado a otras tierras
reviste características de lo real y no de lo alegórico. Durante el día de Jesús había cuatro
millones de judíos en la diáspora pero sólo medio millón en Palestina. Muchos de éstos habían
emigrado justamente para buscar su fortuna en países con más oportunidades. La naturaleza
de la historia es genuinamente parabólica y no alegórica. El padre de la parábola es un padre
humano, pero, eso sí, ilustra el amor de Dios.
Aun la lectura más superficial de la parábola revela que ésta se divide en dos secciones lógicas:
(1) la que describe la acción inmadura del hijo al abandonar el hogar paterno y la recepción
del padre perdonador cuando el retomo del hijo perdido (vv. 11-24), y
(2) la reacción negativa del hermano mayor (vv.25-32).
En ambas secciones una de las cosas que más llama la atención es el lugar que ocupan las
conversaciones entre los protagonistas principales. A veces la conversación es un monólogo,
por ejemplo, el que sostiene el hijo menor consigo mismo (vv. 17b-19); otras veces se constituye
en una especie de discurso, cuando el hijo confiesa ante su padre (v. 2lb). En total, habla el hijo
menor, el padre, el siervo y el hermano mayor. Interesantemente, el único diálogo tiene lugar
entre el padre y el hijo mayor.
Por el cambio tan radical de ambiente y por causa de la censura tan drástica a los fariseos que
está implícita, algunos opinan que la segunda sección de la parábola no formaba parte de la
parábola originalmente. Creen, más bien, que esta censura tan marcada no es digna de Jesús,
y probablemente es lucano de origen. Por mucho que Lucas haya favorecido los elementos
universales del evangelio y haya despreciado todo lo hebraico inauténtico en el ritualismo judío,
no es comprobable que esta segunda sección sea producto unilateral de Lucas. La parábola
tiene todos los rasgos de unidad cohesiva. "Algo del artístico genio escritor de Lucas figura en
esta historia, pero lo ha mezclado de modo creativo y perfecto su arte con la originalidad aún
mayor de Jesús".
6. LOS OBREROS DE LA VIÑA, MATEO 20:1-16.
A. El contexto sinóptico.
He aquí otra parábola encontrada únicamente en Mateo. Lo más probable es que esta parábola
se tomó de la fuente exclusiva de Mateo. Aunque la parábola es peculiar a Mateo, el contexto
en que se da tiene paralelos en Marcos y Lucas. Por ejemplo, siguiendo el orden de Marcos
(Mar. 10: 17-22) se encuentra la historia de Jesús y el joven rico en Mateo 19: 16-22. El mismo
orden es seguido por Lucas también en 18:18-23. Además, Mateo (19:27-30) también sigue a
Marcos (10:23-31) en el relato de los sacrificios y los beneficios de los discípulos.
Lucas sigue a Marcos también en 18:24-30 con la misma narración. En fin, el evangelista Mateo
simplemente toma el contexto de Marcos y lo enriquece al agregar la parábola de los obreros
de la viña; ninguno de los otros sinópticos contiene dicha parábola. Mateo señala la moraleja
de los dos relatos con el adagio "Pero muchos primeros serán últimos, y muchos últimos serán
primeros" (Mat. 19:30). Justo a esta altura en el orden de Marcos, el evangelista Mateo coloca
la parábola.
Es obvio que para Mateo este refrán que se encuentra en Lucas con un contexto diferente (Luc.
13:30) indicaba la aplicación que Jesús tenía en mente para la parábola. Este dicho proverbial
habla del cambio total entre el destino de los del mundo y los del reino de Dios (Mal. 20: 16).
Típicamente, se ha opinado que el adagio fue usado por Mateo sin que hubiera mucho nexo
lógico entre la parábola y el dicho. En cambio, se encuentra que el dicho al final de la parábola
es clave para su comprensión.
El contexto inmediato de la parábola es la pregunta hecha por Pedro respecto a lo que los
discípulos recibirían por seguir a Jesús (Mat. 19:27). Claro está, parte de ese contexto inmediato
es también la respuesta de Jesús que se encuentra en Mateo 19:28-30. Dentro de su respuesta,
Jesús declara que sus discípulos recibirían bendiciones incontables por su lealtad sacrificial.
Llama la atención que al finalizar sus palabras respecto a las bendiciones futuras de los
discípulos leales, Jesús agrega el dicho ya aludido "Pero muchos primeros serán últimos y
muchos últimos serán primeros". Al terminar la parábola misma, Jesús invierte el orden del
adagio al decir: "Así, los últimos serán primeros, y los primeros últimos". El significado de este
cambio se aclarará al ver el contenido de la misma parábola (la RVA nos indica que algunos
manuscritos antiguos agregan las siguientes palabras al refrán: porque muchos son los
llamados, pero pocos los escogidos).
También, es interesante cómo algunos eruditos manejan las palabras de este dicho. La mayor
parte de las versiones bíblicas atribuyen las palabras encontradas en Mateo 20: 16 a Jesús, ya
que no forman parte de los dichos del dueño de la viña. Sin embargo, por lo menos una versión
inglesa (The New English Bible) no pone las palabras entre comillas, indicando así que son
palabras de Mateo y no las de Jesús. En cambio, la RVA correctamente las incluye dentro del
relato de Jesús mismo. Para nuestros propósitos, las palabras de Mateo 20:16 representan la
aplicación de Jesús mismo a su propia parábola. Son imprescindibles para una interpretación
sana de la parábola.
¿Quiénes fueron los primeros oyentes de la parábola? ¿A qué grupo dirigía Jesús la parábola?
Aunque dentro del pasaje sólo se mencionan los discípulos, no sería nada extraño que algunos
de los opositores de Jesús estuvieran dentro del auditorio durante el ministerio de Jesús. Por lo
menos la parábola tiene un impacto para los discípulos tanto como para los escribas y los
fariseos. Ciertamente, debido al tenor general del judaísmo contemporáneo de Jesús, los dos
grupos estarían afectados por la enseñanza de la religión respecto al valor y la necesidad de
las obras meritorias. El favor de Dios se ganaba, según esta enseñanza, por guardar la ley. La
obediencia a la ley y la realización de otras obras meritorias eran imprescindibles para estar en
buena relación con Dios.
Tan influidos por esta enseñanza, ni los mismos discípulos de Jesús podían escaparse de ella.
Para algunos judíos, inclusive, sus obras meritorias ponían a Dios en tal situación que éste se
sentía obligado a recompensarles por sus buenas obras. En cierto sentido, por su obediencia a
la ley, "manejaban" a Dios, coartando así su libertad. Sin darse cuenta, los judíos hacían
exactamente lo mismo que los paganos al "controlar" a sus dioses por medio de sus sacrificios
idolátricos. Desde luego, ni los líderes religiosos judíos ni los discípulos de Jesús se daban
cuenta del error de esta actitud nociva que se había posesionado de ellos. Uno de los propósitos
principales de la parábola de Jesús era contrarrestar este error y dejar la enseñanza positiva de
la gracia ilimitada de Dios.
El nombre de la parábola varía entre los distintos expositores. Por su énfasis sobre el papel del
dueño de la viña, opta por bautizar a la parábola con el nombre "El buen patrón". Otros la han
llamado "Paga igual". La mayoría de los comentaristas, sin embargo, prefieren el título que lleva
la RVA: "Los obreros de la viña". Lo que se debe aclarar, no obstante, es que la parábola no
enfoca de manera preponderante la cuestión de relaciones y condiciones laborales ni la de los
problemas involucrados dentro de la fuerza laboral de sueldos justos. Dicho sea de paso, estos
factores se hacen presentes en la parábola pero no representan el propósito principal de ella.
Más bien, el dueño de la viña por medio de su actuación de gran bondad para con sus obreros
señala una gran verdad teológica: Dios da libremente buenas dádivas a los hombres por la pura
gracia.
La topografía de Israel hacía que el viñedo fuera algo muy importante para la vida agrícola judía.
Ya que los escritores del Antiguo Testamento conocían al dedillo este rasgo de la cultura
israelita, era natural que éste sirviera como cantera para sus modos de pensar y expresarse.
Por ejemplo, Israel era el viñedo de Dios, y el cuidado de Dios para su pueblo se describía en
términos de la acción de un viñador. También, el desagrado de Dios para con su pueblo se
expresaba por medio de la desolación y la ruina que resultaban de la holgazanería e
irresponsabilidad de ellos (ver Prov. 24:30; Isa. 1:8; 5: 1-7; Jer.12:10).
En la Septuaginta (la versión griega del Antiguo Testamento) este vocablo traduce el hebreo
que significa el viento sofocante del oriente llamado el siroco. Es importante reconocer, no
obstante, que la palabra no siempre se traduce de esa manera, y no hay por qué creer que así
deba traducirse en la parábola. Si se acepta el mes de septiembre como el marco temporal para
los eventos de la parábola, podemos saber que en el primer siglo las horas laborales
comenzaban a las 6:00 h y terminaban a las 18:00h. Desde luego, los obreros judíos tomaban
tiempo durante el día para comer y hacer sus oraciones de rigor. Normalmente se consideraba
que la extensión de tiempo invertido en la labor era de 10 horas. Se sabe también que durante
el mes de septiembre, aún los calores al mediodía son considerables.
Según el horario de trabajo que ya se indicó, es obvio que el dueño del viñedo tuvo que
madrugar para llegar a la plaza para contratar obreros. Esto se hizo, prometiendo a los
jornaleros lo usual en cuanto a paga: un denario. Esta cantidad de dinero era suficiente para
que una familia se sostuviera por un día.
Esto significaba que si no se lograba trabajo, la familia carecía de todo lo necesario para
subsistir. Según la parábola, aparentemente todos los hombres contratados al principio estaban
conformes con lo ofrecido en cuanto a paga. Éstos fueron despachados al viñedo para
comenzar la vendimia. A eso de las 8:00 h o 9:00 h, mientras los jornaleros contratados seguían
trabajando, el dueño del viñedo regresa a la plaza donde encontró otros jornaleros que todavía
buscaban trabajo. El dueño los contrata para que trabajen durante las horas restantes de la
jornada. Simplemente les dice que pagaría lo justo.
A estas alturas se empieza a sospechar que la razón preponderante por el empleo de otros
jornaleros de parte del dueño de la viña no es su afán por terminar la vendimia en un solo día.
Más bien, ya se comienza a percatarse otros móviles en la actuación del dueño. Regresa a la
plaza, porque se da cuenta de que aún quedaban hombres sin trabajo cuyas familias sufrirían.
Prueba está en que el hombre vuelve no menos de tres veces más a la plaza para contratar
gente, la última vez a las 17:00 h. Se aprecia algo del espíritu caritativo del dueño de la viña,
pero también se nota algo del espíritu luchador de los obreros que esperaban en la plaza porque
se les contratase aunque fuera por una parte del día con una parte del sueldo de un denario.
Hay una demostración de dedicación, sacrificio y confiabilidad en los hombres de la plaza que
sólo pensaban en el sostén de sus familias.
Era costumbre que se les pagara a los jornaleros al finalizar las horas de la jornada. Los judíos
estaban bien enterados de las leyes del Antiguo Testamento que protegían al obrero y exigían
que se les pagara justa y oportunamente (ver Lev. 19: 13 y Deut. 24: 15). La parábola no vacila
en pintar al dueño de la viña como un hombre caritativo, justo y cumplidor de todo lo que la
justicia demandaba. Más que justicia, había también de por medio un espíritu sumamente
bondadoso de parte del dueño de la viña. Esta generosidad del dueño se revela en las distintas
ofertas de contratación que hace a los obreros. Sólo a los primeros en contratarse se fijó la paga
normal, un denario. A los demás, o se les dijo que se les pagaría "lo justo" o no se menciona el
monto de la paga. Los obreros van al trabajo confiando plenamente en la justicia del contratista.
El dueño de la viña cumple con su palabra. Al ordenar a su mayordomo que pague a los obreros,
sólo estipula una cosa más: que comience a pagar primero a los últimos y así sucesivamente
hasta a los primeros. ¡Qué sorpresa que a los contratados a las 17:00 h se les dé un denario!
Éstos están felices, gozosos y agradecidos. Le tienen al dueño no tan sólo por confiable y
honesto sino también por muy generoso. Todos los jornaleros contratados durante el curso del
día recibieron la misma paga y atestiguan de la bondad y la generosidad del contratista.
La descripción de la actitud de los jornaleros, sin embargo, deja fuera a los que fueron
contratados a las 6:00 h. Éstos, al ver lo que se les pagó a los jornaleros que llegaron más tarde
al trabajo, creían que el dueño les pagaría más que a los otros. Viendo su generosidad para los
demás, esperaban que a ellos se les pagara más que lo convenido. ¡Cuán grande su sorpresa
y su desconcierto al saber que se les pagaría justamente lo convenido! No se quedaron
callados; empezaron a protestar a voz viva (vv. 11, 12). Ellos murmuraron contra el dueño por
la aparente "injusticia" del trato desigual. Según su manera de concebir las cosas, no era
correcto que se les pagara igual que a los demás, porque habían soportado el peso y el calor
del día. Creían que la cantidad de trabajo realizado bajo condiciones desfavorables ameritaba
más de lo convenido.
Sin embargo, el contratista les dijo a todos por medio de una conversación con uno que lo
convenido era lo convenido. Le dijo al individuo (y a los demás) que tomara la cantidad acordada
y que se fuera. Si al dueño le placía ser generoso con los demás, ellos no tenían base para
quejarse a no ser que estuvieran embargados de un espíritu regañadientes o "un ojo maligno"
(ver nota al pie de página en v. 15 en la RVA).
Se debe reiterar que las parábolas de Jesús no deben ser interpretadas alegóricamente, pero
conviene que se note cuál sería la identidad de los "murmuradores" de la parábola. Éstos
pueden compararse con el hermano mayor de la parábola del hijo perdido (Luc. 15). En conjunto
reflejan la actitud de algunos de los fariseos que creían que ocupaban un puesto privilegiado
ante Dios por su riguroso cumplimiento de la Ley. Se creían los primeros en el reino de Dios.
Esperaban que Dios les iba a premiar por sus obras, y también Dios negaría bendiciones a los
pecadores sin méritos.
La pregunta que hace el contratista es de suma importancia. La esencia del sentido es: "¿No
tengo yo la libertad de hacer con mi dinero lo que bien me plazca?". La importancia de esta
pregunta se hará más clara al ver la enseñanza principal de la parábola. Ésta la comenzamos
a ver en la cita: “La parábola representa un rechazo vigoroso del punto de vista que Jesús
encontraba prevaleciente entre los pietistas de su tiempo. La creencia de que Dios galardonaba
a los hombres por la observancia de la Ley había evolucionado en la doctrina de que, por medio
del cumplimiento escrupuloso de los mandamientos de la Ley, los hombres podían acumular un
tesoro de mérito para que pudieran reclamar para sí una recompensa rica en la vida futura.”
A estas alturas, debe ser claro que la parábola no tiene el propósito de enseñar lecciones sobre
economía o relaciones obrero-patronales. Por lo tanto la parábola no debe usarse como un
ejemplo para enseñar sobre tales cuestiones. Más bien, la parábola recalca que la gracia
suplanta la justicia imparcial o las prácticas comerciales con ganancias.
Cuando Jesús dio la parábola, tenía delante un auditorio bien adiestrado en la doctrina judía del
mérito. Sus contemporáneos creían que el hombre tenía que acumular a su favor numerosas
buenas obras para que éstas se pudieran convertir en recompensas ante Dios. Con éstas podía
venir ante Dios y reclamar sus recompensas. Esta era la doctrina de las obras durante el tiempo
de Jesús. El pueblo debiera conocer la gracia de Dios que ellos veían en los salmos y las
oraciones. No obstante esto, hacían énfasis en el valor de los méritos acumulados por las obras.
Llama la atención que esta parábola es ofensiva para algunos. La tentación de todo hombre,
imbuido de los valores de la sociedad, es pensar en términos de una justicia estricta o la buena
economía. Los valores de la parábola son otros. Esta enseña que el trato de Dios con el hombre
no involucra una cantidad calculada de la gracia divina. Al contrario, Dios liberalmente otorga al
hombre de fe las dádivas del perdón, la reconciliación, la dicha y la seguridad.
Estas dádivas son producto de la pura gracia y son inmensurables. Desgraciadamente, sin
embargo, la gracia de Dios tiene sus límites según la creencia de algunos. Debe ser asunto de
gran gozo el que pecadores lleguen al reino de los cielos por medio de la gracia de Dios. La
historia comprueba, no obstante, que aun dentro de los rangos cristianos se dieron casos en
que algunos cristianos resentían la presencia de personas que no pertenecían a su estrato
socioeconómico, nivel cultural o raza. Ciertamente, la parábola de los obreros de la viña
desmiente la validez de tal clase de pensamiento. Durante el tiempo de Jesús, los fariseos
especialmente desdeñaban a "pecadores", y los tenían por indignos de formar parte del reino
de Dios. Entre estos pecadores se hallaban no tan sólo personas cuya moral dejaba algo que
desear, sino también había personas cuyos trabajos los excluían desde la óptica de los fariseos.
Curtidores y hasta pastores de ovejas estaban dentro de estos oficios "pecaminosos".
Durante el siglo XVIII en Inglaterra, algunos miembros de la iglesia cristiana despreciaban a los
nuevos convertidos que procedían de las clases más bajas de la sociedad. Los evangelistas
que con tanto fervor llevaban el evangelio a estas personas eran censurados por la gente de
las clases "altas". Entre estos evangelistas estaban Juan y Carlos Wesley. También, Guillermo
Booth, el fundador del Ejército de la Salvación, recibió la desaprobación de miembros
"regulares" de la iglesia cuando llevaba "sopa, jabón y salvación" a los habitantes de los tugurios
de Londres. Jesús encontraba muchos en su derredor durante su época que necesitaban la
clara enseñanza de esta parábola. Sus propios discípulos la necesitaban; los fariseos la
necesitaban. Nosotros la necesitamos hoy también.
A. El contexto sinóptico
La mayor parte de los eruditos son de la opinión de que los dos pasajes sinópticos aludidos
reflejan básicamente la misma parábola. El lector se preguntará por la razón de esta opinión.
Una lectura de los dos pasajes revela toda una gama de diferencias de detalles. Precisamente
por estas diferencias marcadas, sobre todo con respecto al auditorio a quien el Señor Jesús da
la parábola, un escritor opta por creer que los dos textos contienen parábolas diferentes. Serían
dadas en ocasiones distintas con énfasis distintos.
Una lectura somera de los dos pasajes, no obstante, hace que uno se dé cuenta de la existencia
de un argumento principal casi idéntico en ambos. Algunos de los estudiosos creen que
originalmente sería una sola parábola contada por Jesús, pero Lucas y Mateo conocían
versiones distintas de ella. Esto obedecería, desde luego, a fuentes distintas utilizadas por los
dos evangelistas. Es más, algunos creen que probablemente Lucas sea el que conserva la
forma original de la parábola, ya que la versión en Mateo es altamente alegórica.
Las semejanzas en el uso de los verbos son demasiado pocas como para sugerir que existiera
una versión griega en común para las dos formas de la historia. Es claro que Lucas preserva la
forma más original. En Mateo, en cambio, tenemos una versión alegorizada de la parábola.
Hablaremos más de esto después, pero ahora conviene ver los dos pasajes y sus respectivos
detalles comunes y también los diferentes.
Lo primero que llama la atención es que los contextos de las parábolas en los dos Evangelios
son diferentes. En Lucas la parábola del gran banquete está ubicada dentro de esa gran sección
en el Evangelio que se conoce por "La sección especial de Lucas" (Luc.9:51-19:44). Según
Lucas, Jesús da la parábola estando en la casa de uno de los líderes entre los fariseos.
Llama la atención que sólo Lucas registra las comidas que Jesús celebrara con los fariseos
(Luc. 7:36; 11:37; 14:1). En cada caso parece que estas comidas servían como bases para
palabras de Jesús contra los fariseos (Luc. 7:36-50; 11:38-54: 14:2-24).
Después de sanar a un hidrópico para comprobar que era lícito ante Dios hacer el bien los
sábados (Luc. 14:2-6), Jesús procede a instruir a los fariseos respecto a la humildad que debía
tenerse al ser invitado a una fiesta de bodas (vv.7-14). Lucas agrega luego que Jesús dijo
algunas palabras al anfitrión respecto al buen proceder al invitar a los huéspedes (vv. 12-14).
Es obvio que el escenario que pinta Lucas es el de una convivencia social en la que ideas y
prácticas divergentes se desplegaban. El fariseo anfitrión tenía las suyas y Jesús las suyas
también. Al final Jesús le da un sesgo escatológico a sus instrucciones al fariseo. Uno de los
fariseos presentes, habiendo escuchado las palabras de Jesús respecto a la resurrección de
los justos (v. 14), asume que es uno de esos justos. A raíz de su comentario, Jesús comienza
a contar la parábola del gran banquete. Este es el contexto de la parábola en Lucas.
Entre los detalles diferentes en las dos parábolas están los siguientes:
(1) En Lucas el anfitrión es simplemente "un hombre" y la comida es "un gran banquete";
en Mateo el anfitrión es "un rey" y la comida es "una fiesta de bodas" para su hijo. No
se le escapa a uno que en Lucas 14:8 Jesús menciona una fiesta de bodas, pero no se
asocia con la parábola misma.
(2) En Mateo Jesús comienza la parábola con el preámbulo de rigor: "El reino de los cielos
es semejante a…". Esta fórmula no aparece en la versión de Lucas.
(3) La parábola que se halla en Mateo no incluye los distintos pretextos que los invitados
dan. Éstos figuran sólo en Lucas. Estas justificaciones para no asistir al banquete dadas
por los invitados no son legítimas. Seguramente los fariseos conocerían algunos textos
del Antiguo Pacto que pudieran haberse utilizado incorrectamente por el vulgo (véanse
Deut. 20:5-7; 24:5). Sabrían que dichos pretextos para no asistir al banquete eran
inválidos, porque según los textos señalados, las "razones" dadas sólo podían usarse
para eximirse del servicio militar y la guerra, no de las obligaciones sociales.
(4) En la parábola que se encuentra en Lucas el "hombre" envía un solo siervo para invitar
a los huéspedes. En Mateo son varios.
(5) Lucas nos dice que sólo el anfitrión estaba airado al enterarse de los pretextos. Mateo,
en cambio, reporta que los siervos no tan sólo recibieron las excusas sino también
fueron maltratados y muertos. Por ende, el rey de la parábola no tan sólo se enoja, sino
que en retribución acaba con los malhechores. Probablemente los vv. 6, 7 en Mateo
son una alusión directa a la destrucción de Jerusalén en 70 d.C., entendida como un
castigo de Dios sobre Israel por el maltrato dado a sus siervos.
(6) La parábola lucana carece de la alusión al hombre que llega sin el atuendo adecuado
(Mat. 22: 12). Para Mateo es importante incluir estas palabras de Jesucristo para hacer
sobresalir la necesidad del arrepentimiento. Se exigía, pues, "la ropa de bodas", o sea
el arrepentimiento.
(7) Finalmente, la parábola de Mateo termina con un aforismo: "muchos son los llamados,
pero pocos los escogidos". La parábola de Lucas no tiene estas palabras de Jesús.
Hay elementos comunes a las dos parábolas. En síntesis, estos elementos son:
(1) El escenario es el de un banquete.
(2) Se extiende un convite a un grupo selecto que lo menosprecia.
(3) Al ver que la invitación es rechazada por los invitados originales, el anfitrión invita a
personas de la calle que normalmente no serían invitadas.
(4) Los invitados originales que rechazaron la invitación son descritos como "indignos" de
participar del banquete.
Por lo dicho hasta ahora es probable que estas parábolas tengan que ver con los conflictos que
Jesús tenía con los líderes religiosos y su rechazo empedernido al reino de Dios que se hacía
presente en la misma persona de Jesús.
Ciertamente eran los líderes religiosos, especialmente los fariseos, que buscaban todo pretexto
para no recibir el mensaje de Jesús en torno al reino. Eran ellos también los que se enfadaban
al ver a Jesús relacionándose con los "pecadores" o sea, los marginados de la sociedad judía.
El énfasis original de la parábola tal y como Jesús la contó probablemente se centrara en las
excusas que los invitados pusieron y la invitación a los pobres, los mutilados, los ciegos y los
cojos (Luc. 14:21). Este mensaje estaba diseñado para desarmar la protesta de los adversarios
de Jesús contra su invitación para los pecadores. También recalcaba la urgencia de responder
inmediata y decisivamente a la invitación extendida.
Uno no puede leer estas parábolas de Jesús sin darse cuenta de cómo éste contrasta dos
grupos de personas. No se nos escapa que los lectores actuales de las parábolas también nos
podemos situar en uno de los dos grupos. Por un lado había durante el día de Jesús aquellos
que estaban acostumbrados a recibir invitaciones a semejantes banquetes. No les costaba nada
disculparse y así desechar la invitación. Preferían ignorar la importancia de la invitación, y por
esto al llegar el siervo para dársela, "no le hicieron caso" (Mat. 22:5).
Optaban mejor por ocuparse en las rutinarias cuestiones de los negocios. En cambio, había otro
grupo constituido por personas totalmente sorprendidas por la invitación que se les extendía.
Estas personas no estaban acostumbradas a recibir invitaciones a banquetes ofrecidos por
hombres pudientes. Por esto, la invitación es una muestra de extravagante bondad de parte del
que invita.
Obviamente, los fariseos durante el ministerio de Jesús tenían muy en poco el ofrecimiento de
Jesús para que entraran al reino que él mismo traía. Durante su día y el día de nosotros, todos
los pecadores nos quedamos sorprendidos cuando se nos extiende la invitación para que
seamos hechos partícipes del reino de Dios en Jesús. Es pura obra de la gracia de Dios.
Se ha dicho que Jesús enseñaba por parábolas y no por alegorías. Esto es cierto, pero no se
puede excluir la posibilidad de que algunas de sus parábolas pudieran ser alegorizadas. La
parábola del gran banquete presentada en Mateo puede ser una de ellas. El anfitrión del
banquete no puede sino simbolizar a Dios. Los convidados originales no son otros sino los
religiosos judíos que confiaban en su propio merecimiento. Los segundos en ser invitados son
los pecadores y gentiles que de plano se consideraban como excluidos del reino de Dios.
Ciertamente, los fariseos que primero oyeron la parábola captaron de inmediato que Jesús
hablaba del reino de Dios y su rechazo de éste tal y como Jesús lo traía. También se ofenderían
aún más al ver que Jesús alegaba que la invitación al reino sería dada a "pecadores". No hace
falta mucha perspicacia para ver que esta parábola fue usada por Jesús como argumento dentro
de su discusión con los religiosos judíos. El que de hecho ellos nunca aceptaron el reino de
Dios en Jesús, no se puede culpar a nadie más sino a ellos. Tampoco podemos culpar a nadie
más sino a nosotros mismos si no nos sometemos al reino de Dios en Jesús.
A. El contexto sinóptico.
Algunos piensan que se trata de dos parábolas diferentes, mientras otros creen que es una sola
parábola, y que se encuentra en dos de los sinópticos con diferencias de detalle. En la RVA no
hay ningún nombre específico dado a estas parábolas, pero una lectura de ésta en ambos
Evangelios demuestra que el título que le hemos dado encaja mejor con la versión de Marcos.
Esto es así, porque en la versión de Lucas no figura el portero, sino sólo los siervos. En Marcos,
el hombre dueño de la casa, preparándose para salir en un viaje, asigna una labor para cada
uno de sus siervos respectivamente. Al portero, sin embargo, dejó instrucciones específicas
para que velara. Esto nos habla de la importancia del papel del portero en los tiempos antiguos:
Las casas palestinas tal y como la sugerida eran separadas de la calle por un patio amurallado
en cuyo portón exterior el portero tenía su lugar. De su presencia y vigilancia dependía la
seguridad de la casa en contra de robos.
La Mishna establecía que si más de una casa daba al patio entonces el dueño podría exigir que
los demás contribuyeran al costo del mantenimiento del portero. Claro, al portero no convenía
que se le encontrara durmiendo al volver el amo. Otra cosa que llama la atención en la versión
de Marcos es que a los oyentes se les involucra en el argumento de la parábola: Velad, pues,
porque no sabéis... (v. 35). Luego diremos más al respecto.
La versión de la parábola en Lucas no tiene portero, sino que se espera que todos los siervos
estén despiertos, alertas y pendientes de la llegada del señor de la casa. También Lucas
menciona una boda a la que asistiera el señor. Marcos no tiene este detalle. Es obvio, pues,
que las dos versiones de la parábola no son idénticas. De allí que muchos hablan de dos
parábolas. Muchas de sus expresiones son diferentes, pero la enseñanza de los dos Evangelios
por medio de estas parábolas es la misma: la vigilancia de parte de los siervos en cuanto a la
llegada del señor de la casa. La parábola urge que los siervos estén preparados para recibir a
su amo a la hora que llegue. Es claro que para Lucas la parábola de Jesús se refiere a los
discípulos de Cristo, y los amonesta a que estén vigilantes y a la expectativa de su segundo
advenimiento.
Lucas también menciona las tres vigilias de la noche. Es probable que Lucas mantenga la forma
judía en cuanto a las distintas divisiones de la noche que tiene tres divisiones. Marcos, en
cambio, utiliza la forma romana de dividir la noche en cuatro secciones o "vigilias" de la noche,
consistiendo cada una de tres horas. También se opina que Lucas emplea las vigilias de la
noche para abordar la preocupación de los creyentes de su día (aproximadamente en el año 80
d. de J.C.) respecto a la demora en el retomo de Cristo a la tierra.
Lucas en su parábola tiene otros detalles que carece Marcos. En el v. 37 habla de un servicio
que el amo de la casa rendirá a los siervos vigilantes: se ceñirá el señor de la casa, hará que
los siervos se sienten a la mesa y los servirá.
No importa el ángulo del cual uno vea este detalle, ciertamente no refleja lo normal. Más bien,
lo normal sería que los siervos atendieran a su amo. ¿En dónde es que encontramos a un Señor
ciñéndose y sirviendo a sus siervos? El relato de Jesús lavando los pies a sus discípulos y
sirviéndoles en la mesa sólo se halla en el Evangelio de Juan (13:1-20). Aunque los eruditos
dudan casi unánimemente de alguna dependencia literaria entre el Cuarto Evangelio y los
sinópticos, muchos han podido ver algunas similitudes entre algunos sucesos en Juan y algunos
en Lucas. Sea esto como fuere, es obvio que Lucas por medio de estos detalles habla de las
bendiciones que los siervos vigilantes pueden esperar cuando venga el Señor Jesús.
Se asevera que la parábola de los siervos vigilantes, más que ninguna otra, habla
poderosamente a la iglesia primitiva que se preocupaba por la tardanza en la prometida
segunda venida. Por medio de esta parábola, en su versión lucana, la iglesia primitiva se
consolaba mientras esperaba "durante las vigilias de la noche".
Aunque la mayoría de los estudiosos hoy consideran que la parábola del portero vigilante es
una sola, interpretada de manera diferente por los dos evangelistas Marcos y Lucas.
Comúnmente se dice que ambas parábolas son derivadas de una parábola originalmente
enseñada por Jesús. La implicación es que la primitiva comunidad cristiana o el evangelista
crearan la actual forma que encontramos en los Evangelios. Sin embargo, los dos relatos del
portero y los siervos que esperan son tan diversos en expresión y sintaxis que es imposible que
hubiera una sola parábola original. Es más fácil decir que ambas parábolas vienen de los labios
de Jesús. Una es reportada por Marcos y la otra por Lucas.
Sea la que fuere la explicación que uno dé al origen de la parábola del portero y la de los siervos,
es claro que la enseñanza principal es la misma. Los múltiples detalles diferentes sólo vienen a
dar realce a la idea central: la fidelidad en estar a la expectativa de la llegada del señor de la
casa.
El tema del portero y los siervos encargados de responsabilidad aparece en varios puntos de
los Evangelios. En Mateo 25:14, 15b muy poco de la parábola permanece. Aparece en su forma
más amplia en Lucas 12:35-38. El tema se repite en Lucas 19: 12, 13. Detrás de las varias
versiones, se halla un argumento. Un hombre - lo suficientemente rico como para tener siervos-
deja su casa para asistir a una fiesta, tal vez los festejos de una boda. Amonesta al siervo que
era el portero a que vele para que cuando el amo de la casa vuelva, tenga quien lo ayude.
A. El contexto sinóptico.
Se nota desde el arranque que esta es una de las parábolas de Jesús que se halla
exclusivamente en el Evangelio de Lucas. Ya que este es el caso, no se puede hacer una
comparación entre los distintos contextos de la parábola en los demás Evangelios. Pese a esto,
sí se puede reconocer que Lucas mismo ubica la parábola dentro del armazón general de los
Sinópticos en lo que se ha llamado "La sección especial de Lucas" (Luc. 9:51-18:14). Es
precisamente en esta sección especial de Lucas donde el evangelista hilvana una historia muy
dramática respecto al viaje de Jesús hacia Jerusalén con el fin de darse en sacrificio expiatorio.
Se nota que Lucas agrupó esta parábola con otra que tenía que ver con la oración, es decir, la
parábola del juez y la viuda (Luc. 18: 1-8). Esta recalca la eficacia de la oración persistente o
tenaz. La parábola del fariseo y el publicano, en cambio, recalca el peligro de la oración
presumida (vv. 9-14).
Se cree que Lucas ordenó estas dos parábolas una tras la otra para dejar una lección sobre la
oración que alentara tanto como retara. Se asevera también que una de las razones por las que
estas parábolas se conservaron dentro de la tradición sinóptica es porque estas mismas
historias poseían cualidades didácticas para afrontar problemas y necesidades en la iglesia
cristiana posterior al tiempo de Jesús. Justamente estas mismas cualidades didácticas hacen
que las parábolas tengan una injerencia directa en las iglesias cristianas de hoy. Estas las
veremos más tarde.
Otra influencia del evangelista sobre la expresión de la parábola es que hace que ésta se
aplique más ampliamente que sólo a los fariseos. Es decir, la enseñanza de la parábola está
para todo aquél que tenga el mismo espíritu farisaico, sea que se halle fuera o dentro de la
iglesia. Precisamente esta ampliación del auditorio para la parábola cuadra con la práctica del
evangelista de universalizar su mensaje. Hay que recordar que Lucas es el evangelista que más
incluye a todos los no judíos y a los marginados dentro del alcance del amor de Cristo. Aunque
Jesús hace que el fariseo sea uno de los protagonistas principales de la parábola, para Lucas
la parábola se dirigía a cualquier persona que se justificara a sí mismo y sobre todo al religioso
cuyo espíritu fuera santurrón. Por esto, el evangelista advierte por medio de la parábola a todo
cristiano, fuera miembro de la iglesia en Roma, en Antioquía o en otra parte, que no debía orar
con el espíritu del fariseo. Es totalmente posible que Lucas se hubiera topado con algunos
cristianos que tenían la misma actitud que el fariseo de la parábola. Es decir, desdeñaban a sus
compañeros cristianos como si fueran menos "espirituales" que ellos. Claramente, para Lucas
la autojusticia y el desdén para otros eran dos posturas interrelacionadas psicológicamente.
En esta parábola y en otros lugares dentro de los Evangelios los fariseos quedan muy mal
parados, principalmente por su pretensión de superioridad espiritual. Sería un error atribuir esta
actitud negativa a todos los fariseos, ya que Nicodemo tanto como José de Arimatea eran
fariseos. Es evidente que los demás evangelistas no caracterizaban a estos dos con esta actitud
negativa. Es claro, pues, que Jesús en esta parábola describe la actitud de un fariseo en
particular que se creía superior a sus demás compatriotas por su observancia estricta de la Ley
de Moisés.
El apóstol Pablo, en Filipenses 3:4-6, describe su propia actitud como fariseo y sus pasadas
pretensiones legalistas. Quién quita que esta misma parábola de Jesús fuera influyente en la
actitud no legalista del Saulo de Tarso convertido. Ciertamente, uno de los elementos
principales dentro de la parábola tiene que ver con qué cosa constituye la verdadera justicia
ante Dios. Destaca la parábola la idea de que la justicia que Dios requiere no se halla dentro
del legalismo.
¿Cómo era el legalismo del fariseo? Al acudir al templo para orar, el religioso por medio de sus
palabras desmiente su necesidad de Dios ya que confía en su propia justicia. Se cree capaz de
cumplir con los requisitos que él mismo ha establecido. Ante la presencia de otro que no es
capaz de hacerlo, sólo puede sentir el desdén. Entre los requisitos impuestos por los fariseos
estaba la oración dos veces al día: a las 9:00 h y a las 15:00 h. Llama la atención que va a la
parte exterior con el fin de ser visto en la oración por los hombres. Al orar, se pone de pie y al
mirar hacia el cielo "oraba consigo mismo". Es interesante que la RVA traduzca el griego pros
jeaton de esta manera.
Textualmente, hay cierta ambigüedad en el uso de la expresión. Puede ligarse la expresión con
"ponerse de pie", significando así "se apartó para orar". En su defecto, puede ligarse con el
verbo orar, y esto cambia el sentido para que se lea tal como los revisores de la RVA indican.
Dentro del contexto, esta traducción es la más lógica. Es como si estuviera orando a sí mismo
y acerca de sí mismo. La lógica en la traducción es que obviamente la oración del fariseo se
centra en sí mismo. Tenía el propósito de ser oída por la gente en su derredor.
No se le escapa al lector que el pronombre "yo" figura por lo menos cuatro veces en la oración.
También sobresale el hecho de que en la oración no hay ninguna petición. Lo más probable es
que así resulta, porque el fariseo se creía totalmente autosuficiente. Tampoco hay confesión en
la oración, porque legalistamente había cumplido con todos los mandamientos de Moisés. Se
creía totalmente inocente, pero ignoraba el papel de la gracia de Dios.
Es más, en la oración el fariseo fanfarronea que hace dos cosas por encima de lo prescrito por
la ley. Hace alarde de ayunar dos veces por semana, los lunes y los jueves. La ley de Moisés
exigía que el pueblo ayunara sólo una vez al año en el Día de la Expiación (Lev. 16:29-31;
23:27-32; Núm. 29:7 -"afligir el alma" se entiende como ayuno, comp. NVI-). No obstante esto,
los fariseos insistían en ayunar los días adicionales. Tal práctica no era común entre la gente
común.
Otro motivo de fanfarronería de parte del fariseo era su práctica de diezmar más allá de lo que
la ley demandaba. Según ésta, se esperaba que se pagase un diezmo sólo sobre la cosecha
agrícola (Deut. 14:22). El fariseo afirmaba que pagaba diezmos de "todo lo que poseía". Si el
religioso tenía granos agrícolas entre sus posesiones, el agricultor que los cosechó ya habría
pagado un diezmo. Pese a esto, el fariseo quería informar a Dios que pagaba un diezmo
adicional, cosa no requerida por la ley. Quería impresionar a Dios con su legalismo sacrificial.
El otro personaje principal de la parábola es el publicano. Éste era odiado no tan sólo por el
fariseo de la parábola sino por la mayoría de los judíos. Era considerado como traidor, ya que
era un burócrata del sistema romano de cobrar impuestos. Que un correligionario se vendiera
al gobierno romano era particularmente despectivo. Que éste se aprovechara de su puesto para
abusar del pueblo judío era doblemente odioso. Una de las tentaciones más agudas para los
publicanos era precisamente eso, es decir, abusar del pueblo, exigiendo más impuestos de los
que el gobierno romano pedía. Obviamente, muchos de los publicanos se hacían ricos de esta
manera a expensas del pueblo. Que este publicano en particular hubiera abusado del pueblo
no se nos dice en la parábola.
Lo que sí se nota de inmediato es que el publicano asume la postura del penitente lo cual puede
sugerir el reconocimiento de un grado elevado de culpabilidad. De nuevo, sus palabras y su
postura corporal indican su sentido de enorme tristeza por su pecado. Queda "a cierta distancia"
de los demás, y no podía ni levantar los ojos al cielo. Siguiendo la costumbre judía para señalar
el arrepentimiento, se golpeaba el pecho. Si era culpable de robar al pueblo, abusando así de
su puesto, tenía que darse cuenta de que no era posible que restituyera todo lo que había
robado. Según Levítico 6:2-5, el que robara tenía la obligación de devolver la totalidad de lo
robado más una quinta parte. Todo esto tenía que entregárselo al ofendido el mismo día en que
ofrecía un sacrificio ante Dios por su pecado. Reconociendo la imposibilidad de cumplir con este
requisito de la ley, prefería quedarse lejos de los sacerdotes y los demás adoradores. No le
quedaba más remedio que arrojarse sobre la misericordia de Dios y pedir el perdón.
Es significativo que el publicano escogiera el templo en lugar de una sinagoga para elevar su
oración de penitencia. Había sinagogas por todas partes en la Palestina de su día, pero no se
atrevía a entrar a una de ellas. Buscaba el perdón de Dios, pero temía lo que la gente dijera
dentro del ambiente familiar de una sinagoga. Como a todo judío se le permitía entrar al atrio
exterior del templo; es aquí donde eleva su oración de arrepentimiento, un lugar de menos
contacto personal con la gente.
La oración del publicano es reveladora. Se contrasta su oración drásticamente con la del fariseo.
Es obvio que el publicano, por el peso de su pecado, no recurre a ningún sistema oficial de orar.
Por su puesto tan odiado por el pueblo judío, es muy posible que no practicara los ritos de su
fe desde hacía mucho tiempo. Puede ser que por esto los elementos normales de la oración
falten en su plegaria. Cosas como palabras de alabanza, adoración y agradecimiento no figuran
en su oración. Su pecado pesa tanto sobre él que sólo puede sollozar "Dios, sé propicio a mí,
que soy pecador" (v. 13). En el texto griego está el artículo definido lo cual indica que el
publicano se creía no tan sólo un pecador común como los demás sino el pecador, ya que
consideraba su propio pecado como algo especialmente grave.
El pecador, como el publicano se llama a sí mismo, viene a Dios con las manos vacías. No tiene
ningún mérito ni reclamación. No piensa siquiera en pretextos o explicaciones. Comparaciones
con otros quedan fuera de lugar. Sabe que él es el pecador que ruega por la misericordia. Su
exclamación, "Dios, sé propicio a mí," es una plegaria para que Dios perdone su pecado y no
le haga negar la ira divina. Pide misericordia, porque no se atreve a pedir más. Ora y espera la
respuesta de Dios.
La parábola del fariseo y el publicano hace más que describir el gran contraste entre las
actitudes ante Dios de los dos protagonistas principales. También la parábola deja un cuadro
bien claro de cómo es el Dios de los dos. Hay quien piensa, inclusive, que la parábola se da
con el propósito de convencer a los oyentes de la realidad de un Dios de libertad. Se dan dos
representaciones de Dios que se ponen a la par en la parábola. La primera es falsa y es la del
fariseo. Es falsa, precisamente porque tiende a remover la libertad de Dios; Dios no podía amar
a un publicano. Además, se veía obligado a aceptar a los fariseos. En su defecto, era imposible
que Dios amara un publicano. En cambio, la segunda representación de Dios es la del publicano
que sí permite una libertad para que Dios sea Dios. Éste es libre para perdonar a quien quiera
y según sus propios criterios. Esto introduce una segunda característica de Dios que se puede
apreciar a lo largo de la parábola:
La soberanía de Dios. Cuando Jesús declara "Os digo que éste descendió a casa justificado en
lugar del primero" (l4a) demuestra su plena soberanía para perdonar a los imperdonables. La
libertad de Dios siempre echa a tierra todas las falsas rigideces establecidas por los hombres.
Así fue en el caso del publicano que recibió el perdón de Dios por su espíritu arrepentido.
Jesús termina la parábola en Lucas con la misma frase que había empleado en otra parábola
(Luc. 14:11) y en otro contexto (Mat. 23:12): "Porque cualquiera que se enaltece será humillado,
y el que se humilla será enaltecido". El que la parábola termine con una frase generalizadora
demuestra que no siempre las parábolas tienen que interpretarse asociándolas con un evento
específico en el ministerio de Jesús. Esta es una de esas parábolas. El que así sea hace que
su aplicación al contexto contemporáneo sea más fácil.
Tampoco destaca a los publicanos como objetos del odio de los judíos específicamente. Más
bien, la parábola hace sobresalir a este publicano que confía en la misericordia de Dios. Jesús,
por medio de la parábola, desea persuadir a su auditorio a que el perdón de Dios aguarda a los
pecadores que ponen su confianza en la misericordia de Dios. En cambio, los hombres que se
creen justos por sus propios méritos y que simultáneamente excluyen a los pecadores de la
salvación serán rechazados por Dios.
Tal concepto puede hallarse claramente en el mensaje general de Jesús. Éste proclama a un
Dios que no excluye a pecadores cuya confianza está puesta en su misericordia; al contrario,
los acepta (Luc. 7:36-50; 15:1-32; 19:1-10). Puesto que Dios es así para Jesús, podemos dar
por sentado que Cristo escogió los dos protagonistas principales de la parábola para establecer
una vez por todas sus premisas básicas en virtud de su controversia con los fariseos respecto
a la salvación de los publicanos.
La parábola, pues, se dirige tanto a pecadores como a los fariseos. A los pecadores Jesús
afirma que el arrepentimiento y la confianza en la misericordia de Dios resultan en su
justificación. A los fariseos Jesús establece que la postura de rechazo de parte de ellos va
contra el pensamiento y el deseo de Dios. Jesús quería advertir a los fariseos a que no limitaran
la misericordia de Dios; es decir, ésta permitía el perdón de Dios para los pecadores siempre y
cuando ellos demostraran una actitud sumisa y de profundo arrepentimiento.