Rave Cca
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A principios de los 70, March, Olsen y Cohen propusieron un modelo alternativo al de racionalidad limitada para
describir el proceso de toma de decisiones en las organizaciones.
El modelo de BOTES DE BASURA incluye el elemento temporal en el estudio de las decisiones organizacionales.
En este modelo, la coincidencia temporal de problemas y soluciones en las instancias decisorias de la organización es
el factor más importante para explicar la toma de decisiones. Las soluciones no son diseñadas para resolver un
problema en particular; por el contrario, toda organización tiene permanentemente disponible un abanico de
soluciones posibles que “flotan” en sus instancias decisiones. Cuando un problema aparece en la agenda de la
organización, le es asignada una solución ya existente.
Ambigüedad en las preferencias
En años subsiguientes, March y Olsen radicalizan aún más su crítica al concepto de racionalidad. Ahora insisten en
que el concepto de racionalidad deforma de manera fundamental la comprensión de los procesos de toma de
decisiones en las organizaciones. Su argumento principal es que el concepto de preferencia no es compatible con la
evidencia sobre el comportamiento organizacional.
Los estudios empíricos de toma de decisiones muestran que las preferencias cambian a menudo, son ambiguas y en
algunas ocasiones los agentes pueden incluso tener preferencias inconsistentes.
El cuadro de los sujetos decisores que emerge de los estudios empíricos: muestra que en lugar de sujetos bien
informados y claros con respecto a sus objetivos, tenemos más bien sujetos mal informados, inseguros con respecto a
sus intereses e incluso vacilantes entre dos objetivos contradictorios.
EL NUEVO INSTITUCIONALISMO
El nuevo institucionalismo es un enfoque teórico que ha aparecido en las ciencias sociales anglosajonas durante los
como una reacción en contra del éxito del enfoque racional.
El nuevo institucionalismo argumenta que los contextos institucionales - políticos, sociales, económicos - dentro de
los que actúan los individuos influyen de manera importante sobre su comportamiento.
Para el nuevo institucionalismo, las organizaciones desarrollan características institucionales que las diferencian a una
de otras, y estas características son el factor más importante para entender el comportamiento de los actores
organizacionales. En consecuencia, el objetivo de este movimiento es analizar los procesos por los cuales las
instituciones desarrollan sus características particulares, y describir las formas en que estas características influyen en
el comportamiento de los miembros de la institución.
El nuevo institucionalismo no es una corriente de pensamiento homogénea.
La diferencia más importante entre las distintas corrientes del nuevo institucionalismo consiste en una distinta
concepción de la utilidad y racionalidad para explicar el comportamiento de los individuos. El autor divide al
movimiento en nuevo institucionalismo en la economía, la sociología y la ciencia política.
El nuevo institucionalismo es una teoría que explica convincentemente la ESTABILIDAD en los procesos sociales.
Esta explicación descansa en dos ideas: primero, las instituciones solo cambias de forma incremental, poco a poco
sobre plazos de tiempo relativamente largos; segundo, las normas y reglas institucionales influyen de manera
determinante sobre el comportamiento individual.
Las tres versiones del nuevo institucionalismo - económico, político y sociológico - identifican las relaciones entre
institución y ambiente como origen de todo CAMBIO INSTITUCIONAL.
El nuevo institucionalismo económico y sociológico
El nuevo institucionalismo económico, por una parte, concibe a las instituciones como conjuntos de reglas que son
obedecidas debido a la amenaza de una posible sanción. Esta posición implica asumir individuos racionales capaces de
calcular si el beneficio de no obedecer las reglas es mayor o menor que la sanción, o cual es la probabilidad de ser
descubiertos y sancionados.
Asimismo, asume cierta capacidad de diseño institucional: reglas ineficaces pueden ser reemplazadas y sanciones
demasiado ligeras podrían ser endurecidas.
Sin embargo, todo lo anterior ocurre en situaciones determinadas históricamente. El contexto cultural es, por lo tanto,
un factor importante del marco institucional y como tal debe ser tomado en cuenta; pero esto no impide afirmar que
los individuos se comportan racionalmente dentro de las restricciones institucionales que históricamente les toca vivir.
El nuevo institucionalismo sociológico, por su parte, destaca los elementos cognitivos en la relación entre individuos
e institución y concibe a las instituciones como marcos de referencia culturales que determinan el comportamiento. En
esta perspectiva no existe lugar para ningún ejercicio racional, las prácticas institucionales son productos culturales y
los individuos se apegan a ellas porque no pueden considerar otras alternativas de comportamiento que las prescritas
por la cultura institucional en la que viven. En este escenario, no es posible ningún intento de diseño institucional.
El nuevo institucionalismo político de March y Olsen está construido, en buena medida, a partir de los conceptos
organizacionales derivados de la idea de satisfacción simoniana. Este origen lo marca de manera importante: su
atención está constantemente dirigida hacia los mecanismos a partir de los cuales individuos y organizaciones toman
decisiones.
Estabilidad institucional
La explicación de March y Olsen de la estabilidad institucional consiste en argumentos culturales y
organizacionales. Primero, la existencia de una cultura organizacional homogénea permite que los miembros de la
institución interpreten correctamente las acciones e intenciones de sus colegas y facilita la cohesión de la organización
al uniformar las preferencias de sus miembros. Segundo, la estabilidad es resultado de la obediencia de los individuos
a las normas de la institución.
Normas institucionales y estabilidad: la lógica de lo apropiado
March y Olsen argumentan que el comportamiento de los individuos se explica más fácilmente con los roles asignados
en la organización y en las reglas institucionales. Elaboran un modelo de toma de decisiones para explicar el
comportamiento institucional denominado la lógica de lo apropiado.
Este modelo consiste en el entramado de normas y tradiciones institucionales. En él, los actores deciden no con la
expectativa de maximizar sus preferencias, sino con la idea de ser congruentes con las responsabilidades que tienen
asignadas según las normas y tradiciones institucionales. La lógica de lo apropiado implica un doble ejercicio por
parte del individuo que se enfrenta a una decisión: primero, el individuo debe identificar quien es el dentro de la
organización, o sea, cuál es su rol como actor organizacional; y segundo, debe decidir qué acciones son las apropiadas
para su rol, de acuerdo con las normas de la institución.
Los individuos obedecen las normas institucionales: porque han aprendido a hacerlo mediante un proceso de
socialización y porque hacerlo es una estrategia de simplificación de la realidad que les permite tomar decisiones de
manera mucho más sencilla que el cálculo racional. El modelo racional es irreal, en situaciones de incertidumbre, los
individuos no intentan maximizar porque no cuentan con el tiempo ni con los recursos para hacerlo y, probablemente,
tampoco están seguros de cuáles serán sus preferencias en el futuro
El cambio institucional
Para March y Olsen el cambio institucional es resultado de la interacción entre institución y medio ambiente. Su
argumento central es que el ritmo de las transformaciones en el medio ambiente es mucho más rápido de lo que
pueden ser las transformaciones de las rutinas organizacionales de las instituciones. Esto da lugar a una constante
tensión entre institución y ambiente y obliga a un continuo proceso de adaptación.
Proceso de reforma institucional
Una reforma institucional se define como un conjunto de acciones que aspiran a modificar de manera deliberada la
estructura y la cultura de una organización. La reforma institucional es un proceso de adaptación que ocurre con base
en interacciones entre medio ambiente e institución. Es un proceso susceptible de un grado limitado de control, la
clave para controlarlo consiste en manipular exitosamente los mecanismos organizacionales de adaptación de la
institución.
Instituciones y sistema político
Procesos agregativos e integrativos
Para March y Olsen, todo sistema político se fundamenta en dos procesos diferentes:
Agregativos e Integrativos
➔ Un proceso agregativo consiste en una negociación o regateo en el cual los grupos o individuos involucrados
aceptan sacrificar algunas de sus preferencias a cambio de satisfacer otras.
➔ Un proceso integrativo es aquel en que los ciudadanos participan en una dinámica de creación de preferencias
compartidas por todos.
Cada uno de esos procesos ofrece una perspectiva totalmente distinta de la política.
Desde la perspectiva agregativa, la política se concibe como conflicto de intereses y subsecuente negociación entre
ciudadanos a partir de una dotación inicial de recursos. Los ciudadanos intercambian recursos de acuerdo con sus
preferencias, de manera tal que maximizan su bienestar. En esta perspectiva, la actividad política es un equivalente del
mercado y la función de las instituciones políticas es facilitar los intercambios.
Desde la perspectiva integrativa, la actividad política se concibe como la relación de valores y aspiraciones
colectivas que permiten la cohesión de la sociedad. Los derechos de los ciudadanos se ven como privilegios
inalienables que todo individuo debe gozar. En esta perspectiva, la función de las instituciones políticas es promover
la relación de valores y preferencias compartidas por toda la sociedad.
De la misma manera, ambas perspectivas ofrecen una concepción totalmente diferente del conflicto político.
Si para los procesos agregativos conflicto significa enfrentamiento y su solución es vía el regateo, para los
integrativos el conflicto es más bien una oportunidad para abandonar preferencias divergentes y crear preferencias
compartidas.
March y Olsen argumentan que la democracia moderna implica la convivencia de ambos procesos.
Por una parte, los procesos de agregación de preferencias son necesarios para lograr acuerdos entre grupos de
ciudadanos con intereses diversos. Su resultado es una distribución particular de los recursos públicos, las políticas
públicas. El punto de partida de un proceso agregativo son las preferencias de los ciudadanos y su lógica operativa es
el principio de racionalidad.
Por otra parte, los procesos integrativos son necesarios para crear sentimientos de unidad social y confianza con
símbolos y ritos particulares. La justificación de los procesos integrativos es la historia de la comunidad y los valores
y tradiciones que emanan de ella.
Mientras que los procesos agregativos operan a partir de las preferencias de los ciudadanos, los procesos integrativos
operan sobre ellas, es decir, los procesos integrativos son capaces de modificar las preferencias. Marcha y Olsen
mencionan el establecimiento de un diálogo razonado entre los diferentes grupos sociales. Este diálogo se caracteriza
por la búsqueda de puntos de coincidencia entre las partes y por la elaboración de metas colectivas. En un contexto de
diálogo razonado, los argumentos se construyen a partir de las responsabilidades y obligaciones que tienen asignados
los distintos grupos sociales.
Los primeros cursos y escuelas de ciencia política aparecieron por los años 60.
América Latina es un continente sumamente heterogéneo, condición que se expresa también en sus comunidades
intelectuales.
De acuerdo a un razonamiento fijado en el sentido común tanto académico como ciudadano, los años 60 estuvieron
marcados por una radicalización de los estudios políticos bajo la egida del marxismo. Con la transición a la
democracia se abre una nueva era para la ciencia política latinoamericana: en la década del 90, tanto el marxismo
como el estructuralismo, pierden terreno. La disciplina politológica retoma con vigor el concepto de la relativa
autonomía de la política, y se avoca al estudio del delicado mecanismo democrático.
Los politólogos participan, además, del proceso de reconstrucción democrática. Si la ola de regímenes autoritarios
en el Cono Sur supuso un golpe muy duro para la proto-ciencia política latinoamericana, los politólogos pasan ahora
a otorgar un valor inconmensurable al “Estado de Derecho”, y colocan este desplazamiento de perspectiva como un
verdadero “aprendizaje”.
De la mano de la hegemonía política de Estados Unidos (ascenso del positivismo en lo intelectual; y en lo político y
económico inserción de proyectos neoliberales). Ahora los derechos propios del liberalismo y la “democracia formal”
son el nuevo lenguaje que si o si hay que hablar. La igualdad social deja de ser el problema a discutir,
jerarquizándose la libertad en clave liberal.
Se impone una interpretación de la emergencia de las dictaduras donde las mismas resultaron de la polarización y el
conflicto sociopolítico. La búsqueda de la desigualdad es la ausencia de la libertad, este razonamiento es el que se
matriza a partir de ahora.
La crítica de la izquierda radicalizada de los 60 deviene una forma de “autocrítica”, ciudadana, pero también
estrictamente intelectual, de la propia academia. En efecto, el compromiso político de los intelectuales de épocas
anteriores habría erosionado y bloqueado una condición sine qua non de la ciencia moderna: la objetividad.
La perspectiva “transitológica”, que refiere a las acumulaciones de la ciencia política sobre el pasaje del
autoritarismo a la democracia, rinde homenaje al posicionamiento ideológico apuntado, el cual privilegia la
estabilidad y tiende a descalificar el conflicto. Nuevamente, el objetivo es lograr la libertad. La política institucional
tiene como objetivo la pacificación de la sociedad.
La influencia de la ciencia política norteamericana: “en general, el uso de teorías y técnicas de investigación más
modernas en los países latinoamericanos depende mucho del contacto con sus respectivos institutos e
investigadores con centros de investigación en Estados Unidos y Europa”.
Esta ajenidad militante respecto de su entorno es lo que hace que el programa de reflexión, investigación y acción de
la ciencia política convencional no pueda alojar el viraje hacia la izquierda de América Latina. La ciencia política
convencional no está situada en la era <<pos neoliberal>> sino que se resiste a salir de ella.
De la epistemología a la política. El giro a la izquierda de América Latina y la ciencia política convencional.
¿Historia de una ceguera?
Informada por la tradición filosófica del liberalismo, la ciencia política convencional no reflexiona sobre la igualdad
“social”, salvo aquella que refiere a los derechos liberales. La igualdad “material” no figura como un componente
constitutivo de la democracia. Lo fundamental, el núcleo duro del sistema democrático es la igualdad electoral y la
igualdad ante la ley.
La ciencia política convencional mira la convivencia humana desde la institucionalidad y sus ambiciones normativas
apuntan a la construcción de una democracia que ostente “elecciones limpias”, y donde se respeten ciertos
derechos básicos.
El viraje hacia la izquierda es, entonces, heterogéneo y plural: engloba diferentes causas y contextos de lucha, desde
los partidos políticos a los movimientos sociales, desde reivindicaciones económicas hasta la refundación de los
arreglos culturales. Pero lo cierto es que la izquierda ha accedido al gobierno. Al mismo tiempo, los movimientos
indígenas, piqueteros, de los sin tierra, y la contestación a la mundialización neoliberal han encontrado terreno fértil
en este continente.
Los movimientos sociales han jugado un rol mayor. La lucha abarca también el modo de entender, experimentar y
proyectar los fundamentos mismos de la convivencia democrática.
Para la teoría social y política dominante, el lugar de los movimientos sociales es “estructuralmente” incómodo. El
liberalismo, obsesionado con la estabilidad institucional y el “respeto por las reglas de juego” los descalifica a priori e
impide entenderlos en tanto que protagonistas fundamentales de la política contemporánea.
La asimilación de los movimientos sociales al “desorden” y al “caos” es conceptualmente reaccionaria, supone una
concepción tradicional de política que no se hace cargo de los desplazamientos y la complejidad de su significado y,
por lo tanto, piensa como sus únicos protagonistas a los partidos políticos. Pero, además, supone una visión elitista
de la democracia que no reconoce la capacidad transformadora de los actores colectivos, mucho menos si provienen
de las clases subalternas.
El retorno de la izquierda en tanto sujeto con pretensión de desafiar seriamente la desigualdad es necesariamente
conflictivo.
El neopositivismo anglosajón resulta funcional al neoliberalismo: aporta la desarticulación entre los diferentes
componentes que constituyen un “contexto societal”: “sociedad”, “cultura”, “política”, “economía”. Esa desconexión
es la que habilita que la democracia vaya de la mano de la desigualdad, porque la instala en el registro de “la
política”, que poco tiene que ver con la economía: solo así el neoliberalismo puede ser democrático.
El debate tiene como eje, finalmente, concepciones muy contrastantes de democracia. Hay una definición funcional
a la reproducción de las elites económicas en el poder, mientras otra se le opone. La democracia, para los que no la
soportan, es el gobierno de la multitud, de los que no tienen títulos para gobernar.
El conflicto igualitario tensa a la democracia, no puede dar. Este reclamo es identificado como una fuente de
inestabilidad institucional, y por eso es asimilado o incluso reducido a un peligro.
La redistribución en favor de los más desfavorecidos y su irrupción en la escena política provocan, el rechazo de los
poderes establecidos y de los intereses que protegen. Desde este punto de vista, es establishment de las ciencias
sociales y sus criterios normativos son, conscientemente o no, funcionales a la resistencia al giro a la izquierda de
América Latina.
En síntesis, la ciencia política convencional esta estructuralmente inhabilitada para pensar críticamente la actualidad
política. La democracia no es un método ni una forma. Mucho menos la circulación de los núcleos elitarios en el
poder. Es una decisión intelectual con densidad política. La ciencia política convencional se revela hoy más sesgada
que antes, debido al cientificismo en ascenso de las academias latinoamericanas.
“Es buena pero de izquierda”
La ciencia política latinoamericana está lejos de ser homogénea. En ese sentido, el Consejo Latinoamericano de
Ciencias Sociales representa una alternativa a la naturalización de la democracia en clave liberal y del proyecto
neoliberal. ¿Qué hace esta institución con el conflicto igualitario latinoamericano? Lo reconoce, lo estudia, lo
legitima. Se trata de una red de instituciones del campo de las ciencias sociales en general, que asumen una
perspectiva crítica donde de lo que se trata es de “liberar a los seres humanos de las circunstancias que los
esclavizan”. CLACSO incorpora “los estudios críticos sobre el orientalismo, el colonialismo, el occidentalismo y el
afrocentrismo” puesto que “formulan preguntas fundamentales para el pensamiento social de nuestra época”.
Sin embargo, la crítica nunca debe cesar allí donde es más difícil en “lo propio” o en aquellas instancias y espacios
donde la propia mirada se siente más cómoda en términos teórico-políticos. La obsesión con los “movimientos
sociales”, del “Estado” como “productor de violencia” son algunos de los peligros con los que la academia “crítica”
tiene que lidiar.
Conclusión
La ciencia política, reivindicando la relativa autonomía del “sistema político”, tiende a excluir a la sociología del
estudio de la política. Como correlato de ello, concentra todos sus esfuerzos analíticos sobre su campo, lo cual deriva
en una mirada que no se capta a sí misma. Esto dibuja un panorama complejo, que vuelve urgente reforzar a la
disciplina en su flanco más débil: la reflexión sobre sí misma.
Las categorías y relatos que moviliza la ciencia política para “entender” la actualidad latinoamericana deslegitiman el
viraje a la izquierda de la región. Los movimientos sociales y el conflicto son vistos como peligros para la democracia,
dándosele la espalda a su potencial democratizador y de ensanchamiento del espacio público.
Si no se admite que la democracia puede ser pensada como una instancia poli dimensional, y no únicamente como
formas y métodos, tendremos la certeza de que, el liberalismo a su modo, también puede ser estalinista.
Para no ser “estalinista”, pues, no se requiere modificar ni rechazar lo que se ha venido haciendo hasta hoy, sino
“simple y complejamente” abandonar la lógica del monólogo, el silenciamiento y la exclusión. Abrir un diálogo cuyo
efecto no tiene por qué suponer el desdibujamiento de la identidad disciplinar.
FOUCAULT - NACIMIENTO DE LA BIOPOLÍTICA
Suponer que los universales no existen. Prácticas de verdad y sus efectos de inscripción en lo real. ¿Qué es el
liberalismo?
Foucault, interpreta la expresión “el arte de gobernar”, en sentido restringido, es decir, hizo a un lado todo lo que
suele entenderse como el gobierno de los niños, el gobierno d las familias, el gobierno de una casa, el gobierno de
las almas, el gobierno de las comunidades, etc. Y toma en consideración el gobierno de los hombres, en la medida en
que se receta como ejercicio de la soberanía política.
Quiso estudiar el arte de gobernar, es decir, la manera meditada de hacer el mejor gobierno y también, al mismo
tiempo, la reflexión sobre la mejor manera posible de gobernar. En cierto sentido, su pretensión fue tratar de
captar la manera como, dentro y fuera del gobierno, se intentó conceptualizar esa práctica consistente en gobernar.
El autor quería determinar de qué modo se estableció el dominio de la práctica del gobierno, sus diferentes
objetos, sus reglas generales, sus objetivos de conjunto para gobernar de la mejor manera posible. En suma, es el
estudio de la racionalización de la práctica gubernamental en el ejercicio de la soberanía política.
El método de Foucault, consiste en dejar de lado las universales, como por ejemplo: el soberano, la soberanía, el
pueblo, los sujetos, el Estado, la sociedad civil. El autor, pretende, en vez de partir de los universales para deducir de
ellos unos fenómenos concretos, o en lugar de partir de esos universales como grilla de inteligibilidad obligatoria
para una serie de prácticas concretas, le gustaría comenzar por estas últimas, y de algún modo, pasar los universales
por la grilla de esas prácticas.
Lo que quiere introducir aquí, no es interrogar los universales utilizando la historia como método crítico, sino partir
de la decisión de la inexistencia de los universales para preguntar qué historia puede hacerse.
El año anterior de esta clase, Foucault, había intentado identificar el surgimiento de cierto tipo de racionalidad en la
práctica gubernamental, cierto tipo de racionalidad que permitiría ajustar la manera de gobernar a algo denominado
Estado. La razón de Estado es una práctica, la racionalización de una práctica que va a situarse entre un Estado
presentado como dato y un Estado presentado como algo por construir y levantar. El arte de gobernar debe fijar
entonces sus reglas y racionalizar sus maneras de obrar, proponiéndose como objetivo transformar en Ser el Deber
Ser del Estado.
¿Qué es gobernar? Gobernar, según el principio de la razón de Estado, es actuar de tal modo que el Estado pueda
llegar a ser sólido y permanente, pueda llegar a ser rico, pueda llegar a ser fuerte frente a todo lo que amenaza con
destruirlo.
Lo que caracteriza esta nueva racionalidad gubernamental llamada razón de Estado, (construido durante el siglo XVI)
es que el Estado se define y recorta como una realidad a la vez específica y autónoma. Es decir, que el gobernante
del Estado debe respetar una serie de principio y reglas que se sitúan por encima del Estado o lo dominan y son
exteriores a él. Ese gobernante debe respetar leyes divinas, morales y naturales, y otras tantas leyes que son
homogéneas ni intrínsecas al Estado. El Estado no es ni una casa, ni una iglesia, ni un imperio. El Estado en suma
realidad específica y discontinua. Solo existe por y para sí mismo y en plural, es decir, que no debe fundirse con o
someterse a algo semejante a una estructura imperial. El Estado solo existe como Estados, en plural.
Por otro lado Foucault, trato de mostrar que esa especificidad plural del Estado se había encarnado en una serie de
maneras precisas de gobernar y, a la vez, en instituciones correlativas a ellas.
1) Por el lado económico, estaba el mercantilismo, una forma de gobierno. No es una doctrina económica, es una
organización determinada de la producción y los circuitos comerciales de acuerdo con el principio de que en
primer lugar, el Estado debe enriquecerse mediante la acumulación monetaria; segundo, debe fortalecerse por
el crecimiento de la población; y debe estar y mantenerse en una situación de competencia permanente con las
potencias extranjeras.
2) La segunda manera de que el gobierno se organice y cobre cuerpo en una práctica es la gestión interna (policía),
la reglamentación indefinida del país según el modelo de una organización urbana apretada.
3) Tercero y último, constitución de un ejército permanente y de una diplomacia también permanente, cuyo
objetivo es mantener la pluralidad de los Estados al margen de cualquier absorción imperial, y hacerlo de tal
manera que entre ellos pueda alcanzarse cierto equilibrio, sin que, sean viables las unificaciones del tipo imperial
a través de Europa.
Entonces mercantilismo por un lado, Estado de policía por otro, balanza europea: todo esto constituyo el cuerpo
concreto de ese nuevo arte de gobernar que se justaba al principio de la razón de Estado. Son tres maneras de
gobernar de acuerdo con una racionalidad cuyo principio y ámbito de aplicación es el Estado.
En este aspecto, el autor trato de mostrar, que el Estado no es una suerte de dato histórico natural que se
desarrolla por su propio dinamismo cuyo origen habría sido lanzada en un momento dado en la historia. El Estado
es el correlato de una manera determinada de gobernar. Y el problema consiste en saber cómo se desarrolla esa
manera de gobernar, cuál es su historia, como conquista, como se encoge, como se extiende a tal o cual dominio,
como inventa, forma, desarrolla nuevas prácticas.
El autor, señala una primera observación: que el Estado o el gobierno según la razón de Estado, en su política
exterior; se asigna un objetivo limitado. Se admite que cada Estado tiene sus intereses y debe defenderlos
absolutamente, pero se reconoce que su objetivo no debe ser alcanzar la posición unificadora de un imperio total y
global. Cada Estado debe autolimitarse en sus propios objetivos, asegurar su independencia y determinada condición
de sus fuerzas que le permita no estar nunca en posición de inferioridad ya sea con respecto al conjunto de los
restantes países, a sus vecinos, al más fuerte de todos los otros países. Esa autolimitación externa caracteriza la
razón de Estado.
En cambio, el orden de lo que hoy llamaríamos política interna, implica un objetivo o una serie de objetivos
ilimitados, en cuanto la cuestión para quienes gobiernan ese Estado, pasa por tomar en cuenta y hacerse cargo de la
actividad de las personas hasta en el más tenue de sus detalles. El objeto de la policía es un objeto infinito.
Es decir que, en cuanto poder independiente frente a los otros poderes, quien gobierna según la razón de Estado
tiene objetivo limitado. En cambio, cuando debe manejar un poder público que regula el comportamiento de los
sujetos, el objetivo de quien gobierna es ilimitado.
Una segunda observación, es sobre el funcionamiento de la razón de Estado en el siglo XVII y principios del XVIII: el
objeto interior sobre el cual se ejercerá el gobierno de acuerdo con esta razón de Estado, es ilimitado en sus
objetivos, esto no quiere decir en absoluto que no haya cierta cantidad de mecanismos, o cierta cantidad de
posiciones de las cuales se intentara establecer un término, una frontera a ese objetivo ilimitado que la razón de
Estado prescribe al Estado de policía.
Hubo muchas maneras de buscar límites a la razón de Estado, es decir había una tentativa constante de limitar la
razón del estado, una de ellas fue el DERECHO. El derecho servirá de punto de apoyo a toda persona que quiera
limitar de una manera u otra la extensión indefinida de una razón de Estado que cobra cuerpo en un Estado de
policía. La teoría del derecho y las instituciones judiciales actuaran ahora como sustractores del poder real. Pero esta
limitación es una limitación externa a la razón del estado, por lo cual falla como tal.
Estas discusiones alrededor del derecho y teorías del derecho público, el derecho natural, el derecho originario, el
contrato, etc, que se habían formulado durante la edad media, todo eso era el reverso y la consecuencia, la reacción
contra esa nueva manera de gobernar que se establecía a partir de la razón de Estado.
Luego Foucault, se sitúa en la época de mediados del siglo XVIII, en el cual contrasta una transformación importante
que caracteriza de manera general lo que podríamos llamar la razón gubernamental moderna, tal transformación
consiste en la introducción de un principio de limitación del arte de gobernar que ya no le es extrínseco sino que va a
serle intrínseco. Esta es la Regulación interna de la racionalidad gubernamental.
En primer lugar, será una regulación, una limitación de hecho, es decir no será una limitación de derecho. Decir que
hay una limitación de hecho querrá decir que el gobierno que desconozca esa limitación será simplemente un
gobierno, torpe, inadaptado, un gobierno que no hace lo que conviene.
En segundo lugar, hablar de limitación intrínseca del arte de gobernar equivale a señalar que se trata de una
nominación que, aun siendo de hecho, no por ello es menos general. Y el problema radicara en definir ese límite, a
la vez general y de hecho, que el gobierno deberá imponerse a sí mismo.
En tercer lugar, el principio de esa limitación no debe buscarse en lo que es exterior al gobierno, sino en lo que es
interior a la práctica gubernamental, es decir, por el lado de los objetivos del gobierno. Y la limitación se presentara
entonces como uno de los medios fundamentales, de alcanzar dichos objetivos.
En cuarto lugar, esta limitación va a establecer, una división entre lo que es preciso hacer y lo que conviene no
hacer. Va a marcar el límite de una acción gubernamental, pero ese límite no estará trazado en los sujetos. Se
establecerá en el dominio mismo de la práctica gubernamental o en la propia práctica gubernamental, entre las
operaciones que pueden hacerse y las que no pueden hacerse.
En quinto lugar, esta limitación interna vuelve muy evidente que no son los que gobiernan quienes, van a decidir por
sí mismos acerca de ella. En la medida en que el gobierno de los hombres es una práctica que fija la definición y la
posición respectiva de los gobernados y los gobernantes entre sí y con referencia a los otros “regulación interna”
querrá decir que esa limitación no es impuesta ni por un lado ni por el otro.
Así entramos con ello en una era que es la de la razón gubernamental crítica. Esta cuestión va a girar alrededor del
“como no gobernar demasiado”. Las objeciones ya no caerán en el abuso de la soberanía sino en el exceso de
gobierno.
El instrumento intelectual, la forma de cálculo y de racionalidad que pudo permitir la autolimitación de una razón
gubernamental como autorregulación de hecho, general, intrínseca a las operaciones mismas del gobierno y que
podría ser objeto de transacción indefinida, tampoco es ahora el derecho.
La “economía política” alude, de una manera amplia y práctica, a todo método de gobierno en condiciones de
asegurar la prosperidad de una nación. Por último, la economía política, son las palabras que utiliza Rousseau: “Es
una suerte de reflexión general sobre la organización, la distribución y la limitación de os poderes de la sociedad. La
economía política es lo que permitió asegurar la autolimitación de la razón gubernamental.”
¿Por qué y cómo lo permitió? En primer lugar, la economía política no se desarrolló fuera de a razón de Estado.
Tampoco contra ella ni para limitarla. Al contrario, se formó en el marco mismo de los objetivos que la razón de
Estado había fijado al arte de gobernar, después de todo, la economía se propone el enriquecimiento del Estado.
Garantiza de manera conveniente, ajustada y siempre beneficiosa la competencia entre los Estados. Procura
mantener cierto equilibrio entre los Estados para que la competencia, precisamente, pueda existir.
Segundo, la economía política no se propone como una objeción externa de Estado y su autonomía política. Es una
consecuencia que deduce la necesidad de un despotismo real. Tal despotismo es un gobierno económico, pero que
dentro de sus fronteras no está encerrado, no está perfilado por otra cosa que una economía que el mismo ha
definido y sobre la cual ejerce un completo control. La economía política puede presentarse entonces como la
continuidad de una razón de Estado que daba al monarca un poder total y absoluto.
Tercero, la economía política reflexiona sobre las mismas prácticas gubernamentales y no las examina en términos
de derecho para saber si son legítimas o no. Importa poco que derecho sea legítimo o no, el problema pasa por
saber qué efectos tiene y si estos son negativos. La cuestión económica siempre va a plantearse en el interior del
campo de la práctica gubernamental y en función de sus efectos.
La cuarta razón es que, la economía política pone de manifiesto la existencia de fenómenos, procesos y
regularidades que se producen necesariamente en función de mecanismos inteligibles. Esos mecanismos inteligibles
y necesarios pueden ser contraídos por determinadas formas de gubernamentalidad y ciertas prácticas
gubernamentales. Pueden ser contraídos, oscurecidos pero de todas maneras no podrán evitarse, no podrán
suspenderlo definitivamente.
Por último, si hay una naturaleza de la gubernamentalidad, sus objetos y sus operaciones, la práctica
gubernamental, como consecuencia, solo podrá hacer lo que debe hacer si respeta esa naturaleza. Si la perturba, o
actúa en contra de las leyes fijadas por esa naturalidad, surgirán efectos negativas para ella misma; El gobierno, en el
mismo momento en que viola esas leyes de naturaleza, las desconoce, ignora su existencia, sus mecanismos y sus
efectos. En otras palabras los gobiernos pueden equivocarse. Y el mayor mal de un gobierno, no reside en la maldad
del príncipe, sino en su ignorancia.
En el arte de gobernar, entonces, y a través de la economía política entran la posibilidad de una autolimitación y la
cuestión de verdad, ambas cosas se introducen en la razón gubernamental a través de la economía política. Con la
economía política ingresamos entonces a una época cuyo principio es: un gobierno nunca saber con suficiente
certeza que siempre corre el riesgo de gobernar demasiado, o un gobierno nunca sabe demasiado como para
gobernar lo suficiente y nada más.