Kakua Fue El Primer Japonés Que Estudió Zen en China y
Kakua Fue El Primer Japonés Que Estudió Zen en China y
Kakua Fue El Primer Japonés Que Estudió Zen en China y
Recuerda: el silencio no es vacío. Ante los ojos de la razón, podría parecer que el silencio
es vacío. No lo es. El silencio es el momento más pleno posible. No es sólo un momento de
plenitud, sino también de rebasamiento. Pero es de una importancia sentida. El corazón no
está vacío: es lo único que está lleno. La mente está vacía, pues no tiene más que palabras.
¿Y qué son las palabras? Pequeñas olas en el vacío. ¿Y qué es el silencio? El silencio es lo
absoluto.
Cuando piensas que estás separado de la existencia, cuando no crees ser uno con ella...
en un momento de ausencia de pensamientos, pierdes todos tus límites. De repente,
desapareces y, sin embargo, estás. Y este momento sentido de no yo, de no mente, de no
pensamiento, es la situación en la cual se torna posible que la verdad llegue a ti. Cuando estés
vacío de ti mismo, te llenarás con la verdad. Entonces, todo lo que debe hacer un maestro es
eliminarte absoluta y completamente, destruir tu yo absoluta y completamente, cortarte la
cabeza para que puedas volverte hacia el corazón. Entonces, toda la energía se desplaza hacia
el corazón.
¿Puedes estar sin cabeza? Si puedes, sólo entonces podrás ser un discípulo. Si estás
apegado a la cabeza, en ese caso no podrás ser un discípulo. ¿Puedes vivir sin la cabeza? Si
no puedes vivir sin la cabeza, estás cerrado a la verdad. La cabeza es la barrera; el corazón
es la apertura.
Entonces, ¿cómo es posible enseñar la verdadera enseñanza? No se la puede enseñar.
No es un aprendizaje: no puedes aprenderla de alguien. Es una disciplina interior. Debes
transformarte en un vehículo receptivo, en un médium. No es algo que puedas aprender si
permaneces tal como eres. No podría ser una acumulación. Tienes que atravesar una
transformación, tienes que ser diferente. Tu ser debe adquirir una cualidad diferente.
El zen es la enseñanza más sutil. La palabra "zen" deriva de dhyana. La enseñanza nació con
Buda en la India, pero luego, desgraciadamente, la India se volvió poco receptiva, y los
discípulos de Buda tuvieron que buscar en China a gente que fuera más receptiva a esta
enseñanza.
Buda afirmó muchas cosas, pero jamás pronunció ni una palabra acerca de la verdad.
Dio numerosas conferencias; durante los cuarenta años que siguieron a su iluminación, habló
todos los días, en forma permanente, pero no pronunció ni una palabra acerca de la verdad.
Cada vez que alguien le preguntaba "¿Qué es la verdad?", se quedaba en silencio.
Entonces, un día sucedió. Se sentó debajo de un árbol. Se había reunido mucha gente.
Estaban presentes todos sus discípulos y estaban esperando que dijera algo. Pero no dijo
nada; simplemente, se sentó allí. Tenía una flor en la mano, porque en Oriente la flor de loto
es el símbolo del máximo florecimiento. En Oriente, se considera que el pico más alto de tu
ser es como una flor de loto. Lo es. Cuando llega tu pico máximo, dentro de tu ser comienza
a abrirse una flor. Y continúa abriéndose y abriéndose y abriéndose: de la perfección a más
perfección y más perfección; no hay fin para este proceso. A esta flor de loto se la llama
sahasrar, la flor de loto de mil pétalos.
Buda llegó con una flor de loto. Se sentó debajo del árbol y contempló la flor de loto
como si se hubiera olvidado de las diez mil personas que se habían reunido, que estaban allí
y esperaban con impaciencia. Pasaron algunos momentos, después empezaron a transcurrir
horas, y la gente comenzó a sentirse muy incómoda. Era como si Buda se hubiera olvidado
por completo de ellos.
Él está allí, la flor está allí, y él está tan absorto en la flor que da la impresión de que
hasta los límites entre Buda y la flor se hubieran desvanecido. Entonces, de repente, un
discípulo (cuyo nombre es Mahakashyapa) comienza a reír fuertemente. Es increíble, porque
este Mahakashyapa es alguien tan callado que nadie jamás lo vio reírse. Y es tal la carcajada
que parece que se hubiera vuelto loco. Todo el mundo lo mira. Buda le pide que se acerque y
Mahakashyapa lo hace. Buda le entrega la flor a Mahakashyapa y le dice al grupo de personas:
-Lo que puede ser dicho, os lo he dicho; y lo que no puede ser dicho, se lo he entregado
a Mahakashyapa. Y ésta es la verdadera enseñanza.
Durante miles de años y hasta la actualidad, los budistas de todo el mundo se han
preguntado qué recibió Mahakashyapa, qué era. Ésta se transformó en una de las preguntas
más agudas. Buda le dijo a Mahakashyapa que encontrara un hombre que pudiera recibir esta
flor de loto. Mahakashyapa encontró a un hombre. Durante algunos cientos de años, otros
pudieron hacerlo, y después otros, pero el sexto maestro, Bodhidharma, no pudo encontrar ni
siquiera a un hombre en toda la India. Daba vueltas con una flor de loto. Entraba en cada
poblado, golpeaba todas las puertas; no podía hallar a un hombre con quien entrar en comu-
nión, a quien decirle aquello que no puede ser dicho. Nadie estaba preparado para recibir la
verdadera enseñanza.
En India, había millones de personas instruidas, hombres llenos de conocimiento, grandes
eruditos. Esos eran los días supremos de la mentalidad hindú. La India jamás recuperó ese
nivel de sabiduría. Pero Bodhidharma no pudo encontrar ni siquiera a un hombre que fuera
capaz de recibir la flor de loto de Buda. Entonces, tuvo que irse a la China, para encontrar a
un hombre allí. Incluso, debió buscar en forma continua durante nueve años antes de poder
encontrar a uno.
"Zen" es dhyana; en China, se transformó en ch'an. Y después, de China, debió ser llevado a
Japón, ya que en la China pronto se tornó imposible hallar a un hombre que pudiera recibir la
flor. Este Kakua es quien la llevó de China a Japón. Así como Bodhidharma la trasladó de la
India a la China, Kakua la llevó de la China al Japón.
Este hombre es muy significativo y muy extraño. Nadie sabe nada acerca de él;
sólo existe este relato. Es exactamente igual a Mahakashyapa: nadie sabe nada acerca
de él. Solamente esta historia que te estoy contando de la entrega de la flor de loto: es
lo único que se conoce acerca de él. De Kakua también se conoce únicamente este relato.
Nunca nadie supo qué fue de él. Un hombre que se queda totalmente callado pierde sus
límites, pierde definiciones, pierde su autobiografía. No hay nada de qué hablar; no hay
nadie de quién hablar.
Paramhansa Yogananda es el primer yogui de toda la historia del yoga que escribió
una autobiografía. Esto es una tontería, pues el yogui, por la naturaleza misma de su
ser, no es nadie. En esto consiste toda su autobiografía.
Nadie sabe nada acerca de Kakua, a excepción de esta pequeña anécdota; pero
es suficiente. Porque en esta anécdota están contenidas todos los Vedas, todos los
Coranes, todas las Biblias (todos los Vedas que existieron y que existirán en el futuro);
esta pequeña anécdota las contiene todas. Así que escucha cuidadosamente.
Se dice que Chuang Tzu informa que oyó que, en los viejos tiempos, la gente ni
siquiera cruzaba al otro lado del río. Chuang Tzu decía:
"Oí que mi abuelo decía que en su época sabían que existía una ciudad al otro lado
del río, porque al atardecer el humo se elevaba por el cielo, y de noche, en el silencio de
la noche, los perros ladraban en el pueblo vecino".
Sabían, pero nadie hubiera preguntado ni siquiera quién vivía allí. Una clase de
gente diferente: ¿por qué molestarse? Deben haber vivido en un absoluto silencio, ¿por
qué hacer preguntas? ¿Por qué esta curiosidad? Alguien debe estar viviendo allí: así,
está bien. Nadie cruzó a la otra orilla del río para ver quién vivía allí.
y todo lo contrario sucede en América. Escuché una anécdota. Cerca de un volcán
en Grecia, había un turista norteamericano junto a un guía. Observó la profundidad del
volcán y comentó:
-Se ve como el Infierno.
Y el guía le respondió:
-¡Ustedes, los norteamericanos, han viajado por todos lados!
Kakua no viajaba en absoluto, ni al Cielo ni al Infierno. Esto es meramente
simbólico: uno debe permanecer donde está. No viajar quiere decir no desplazarse ni en
el espacio ni en el tiempo. Hay dos tipos de viajes: uno es en el espacio. Vas de Nueva
York a Londres, de Londres a Poona, de Poona a Singapur: éste es un viaje en el espacio.
Y además hay un viaje que se produce dentro de la mente, en el tiempo. Te diriges al
pasado, te diriges al futuro, y ese es un viaje más importante. En un instante, puedes ir
a cualquier parte. No se necesita pasaporte; no hay problemas con la visa. Puedes ir al
pasado, puedes dirigirte al futuro, puedes ir a cualquier parte. La mente se mueve
constantemente.
Recuerda: la mente nunca está donde estás tú; siempre está en otra parte. Nunca
estás en el momento presente pues, para estar en el presente, uno debe aprender a no
viajar, a no irse a otra parte, a no visitar el pasado ni soñar con el futuro. El pasado no
está más y el futuro aún no llegó. Estás desperdiciando tu vida, tu energía. Estás
desperdiciando tu precioso momento, el que está.
Está aquí y ahora. La puerta se abre en el presente y se te escapa. Aquí radican
tu desdicha y tu angustia.
¿Por qué eres tan desdichado? Porque te has estado perdiendo la vida misma. Tu
desdicha no es más que un indicador de que te has estado perdiendo la vida misma. La
vida está en el presente y tú continúas o en el pasado o en el futuro. Eres como el
péndulo de un viejo reloj del abuelo: vas de aquí para allá... izquierda, derecha,
izquierda, derecha. El péndulo continúa; nunca se queda en el medio. Si el péndulo se
queda en el medio, el reloj se detiene de inmediato.
La mente es como un reloj, y este viaje del pasado al futuro es el péndulo. Si te
detienes en el momento, en este mismo momento, si me estás escuchando a mí... la
brisa que pasa a través de los árboles, el avión que pasa justo ahora, algún pájaro, el
ruido del tráfico, todo lo que sucede ahora mismo, abierto a esto, receptivo a esto, el
pasado se deja de lado, el futuro ya no está allí... Entonces, tu estado de ánimo no es
de viajero. Y eso es todo lo que significa la meditación.
Esto debe ser recordado: la meditación no puede ser una parte. O bien es todo, o
no es. Es una ocupación de veinticuatro horas. No puedes hacerla y dejarla. No es un
fragmento, como ir a la iglesia o al templo, meditar algunos minutos y después terminar
con eso. No es un acto que puedas ejecutar y luego dejarlo. No es un acto; eres tú.
¿Cómo puedes hacerla y terminar? Es por veinticuatro horas. La meditación es un modo
de vida. No es una actividad; es tu ser mismo. Tiene que ser constante, tiene que ser
continua; tiene que serlo. Mientras estás caminando, comiendo, o incluso cuando estás
durmiendo, tiene que estar allí. Debe transformarse en una continuidad cristalizada. Sólo
entonces se produce la iluminación; nunca antes.
Por supuesto, en el comienzo debes empezar: lo haces a la mañana, a veces lo
haces al atardecer, y luego te olvidas. Incluso eso ayuda. Pero aún no es meditación:
aún es una actividad. No se ha transformado en parte de tu ser. Todavía no es algo
como respirar. ¿Puedes respirar a la mañana y después dejar de hacerlo? Debe volverse
algo como la respiración, que te acompañe permanentemente. Y llega un momento en
que se vuelve incluso más profunda que la respiración, pues ésta tampoco es constante;
en realidad, no es constante. Cuando tomas aire, llega un momento en que la respiración
se detiene. Cuando exhalas el aire, hay un momento, un fragmento de momento, en
que la respiración se detiene. Cuando estás muy, muy callado, se detiene la respiración:
no respiras.
La meditación es más profunda que la respiración, porque ésta pertenece al reino
del cuerpo. La meditación no pertenece al cuerpo. Pertenece a la semilla, al centro mismo
en torno al cual gira el cuerpo. El cuerpo es sólo como una rueda. La respiración es
necesaria para el cuerpo y la meditación es igualmente necesaria para el alma. Sin
respirar, morirías; eso quiere decir que el cuerpo moriría. Sin meditación, morirías; eso
quiere decir que el alma moriría.
Gurdjieff solía decir: "No creas que ya posees un alma. ¿Cómo podrías tener un
alma si no es por la meditación?". Y tenía razón. Cuando meditas, el alma revive en ti
por primera vez. Te ha estado esperando. Y, cuando el alma empiece a respirar en tu
interior al igual que el cuerpo, cuando el alma comience a latir al igual que el corazón;
tendrás una cualidad diferente. Esta cualidad es la religiosidad. No tiene nada que ver
con los rituales. Entonces, eres un ser humano diferente, totalmente diferente.
El deseo desaparece. En lugar del deseo, una satisfacción, una profunda
satisfacción, te invade, pues el deseo es insatisfacción. La furia desaparece y, en lugar
de ella, aparece la compasión. La misma energía se transforma en compasión. En la
furia, querrías destruir al otro. En la compasión, por el contrario, querrías crear, no
destruir. El odio desaparece sin dejar huellas: simplemente, no puedes encontrarlo en
tu interior. Te vuelves amable, y entonces el amor no es una aventura: no es enamorarse
de alguien; es simplemente tu modo de ser. Si tocas una hoja, hay amor; si transportas
una piedra, hay amor; si observas el sol, hay amor. Cualquier cosa que hagas se
transforma en un acto de amor.
La meditación no es una parte, es el todo; entonces, uno debe recordarlo
permanentemente, debe estar alerta. No puedes meditar a la mañana y después
olvidarte.
Debe haber sido un momento muy difícil de manejar para el emperador. Kakua
simplemente estaba allí, de pie, callado. No decía nada. Trataba de comulgar, pero el
emperador esperaba una comunicación. En ese mundo, incluso los emperadores son
mendigos, pues ellos viven en el mismo lugar que uno. Pueden residir en grandes
palacios, pero viven en mundos como el de uno. Piensan igual que uno, imaginan,
desean; se trasladan al pasado y al futuro, igual que uno. En lo que concierne a la
realidad fundamental, el emperador y el mendigo están a la misma altura. No hay una
sola diferencia. Únicamente sus vestimentas son diferentes; su ser interior es igual.
Kakua estaba de pie en silencio; no decía una sola palabra. El emperador esperaba,
la corte esperaba... Entonces, al percibir la imposibilidad (que el silencio no sería
comprendido, que no hay nadie capaz de reírse como Mahakashyapa y de comprender
su silencio), Kakua hizo lo mejor que hay después del silencio. ¿Qué hizo?
Estoy hablándote. De hecho, esto no es más que música. Tal vez la flauta no esté
a la vista, pero en realidad no estoy hablando, sino cantando algo. No es una filosofía
sino una poesía; de ahí todas las contradicciones del poeta. Digo hoy una cosa, dije algo
completamente distinto ayer; y no soy predecible: mañana puedo afirmar algo diferente,
porque lo que digo no es lo importante, lo importante es lo que canto a través de lo que
digo. Las palabras cambian, las flautas pueden cambiar; ese no es el punto. Pero la nota
única...
Presta atención a la música y no a la lógica. No hay lógica en esto; sólo hay una
melodía.
Suficiente por hoy.