Svampa - El Tercer Peronismo
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Svampa - El Tercer Peronismo
M. Svampa
1973-1976:
El ciclo en realidad se abre en el 69 con el Cordobazo, contra el gobierno de Ongania y
se cierra en el 76 con el golpe de estado militar que desplaza el gobierno de Isabel
Perón.
Sin embargo el periodo 73-76 tiene características propias:
Máxima condensación de tensiones y contradicciones dadas por:
-El desencuentro entre la sociedad movilizada y el líder recién vuelto del exilio
-La imposibilidad de implementar el “pacto social” del modelo populista, y la
imposibilidad de encapsular el movimiento social: por una progresiva lógica de
exclusión. La época expresa también el clímax de un ethos específico cosustancial a la
acción de los actores centrales de la sociedad movilizada de los setenta, de clases
medias y clases trabajadoras.
El período tiene tres momentos:
1) Presidencia Cámpora: 25/5 y 12/6 de 1973 –Momento de la movilización
generalizada y triunfalista de las fuerzas sociales que asocian el regreso de Perón
con la posibilidad de introducir cambios mayores. Aunque los sectores
movilizados no coinciden en los modelos de cambio, todos ellos se alimentan de
una contracultura que impugna el régimen político así como los modelos
sociales y los estilos culturales vigentes. El centro de la escena coloca la imagen
de una sociedad movilizada para el cambio y tiene por actores principales a la
juventud, a sectores del sindicalismo combativo y a intelectuales ligados a la
modernización desarrollista.
Otro factor de la difícil transición fue la estrategia adoptada por Perón, que utilizo la
amenaza de la guerrilla urbana en la pulseada política con las FFAA, con un lenguaje
guerrillero. Por ello Perón no condeno a las organizaciones armadas y alentó su accionar
y realiza un llamamiento explícito a la juventud planteando la necesidad de la
“Actualización doctrinaria” y el “trasvasamiento generacional” en el movimiento
justicialista.
Perón enunciaba tres vías para la lucha: la guerra revolucionaria, la insurrección y la
normalización institucional.
El 11 de marzo del 73 fueron las elecciones, con un triunfo electoral festejado en todo
el país con un “día peronista”, levantando la prohibición de las manifestaciones, y el
retiro de efectivos policiales. La JP había llegado al climax de su consagración
política.
Apenas un mes después se produce la primera amputación. En el acto fundacional de la
UES (unión estudiantes secundarios) Galimberti, pronuncia un discurso llamando a
la creación de milicias populares.
*Esta arenga se produce en un momento en el cual las acciones guerrilleras se habían
recrudecido:
copamiento de ERP de Atucha
la toma de Villa Allende,
secuestros y ejecuciones de miembros de las FFAA.
La ira de Peron cae sobre los dirigentes juveniles, que termina con la
retrogradación de Galimberti.
. Esa noche, Cámpora resuelve firmar el indulto presidencia de amnistía a los presos
políticos de Villa Devoto (Devotazo). El Devotazo asume un carácter de hecho
irresistible, expresión de la fuerza de las cosas, pero también legitimó todas las
acciones de resistencia en contra de la dictadura, lo que conllevaba la justificación
de la violencia de la guerrilla. Ponía en evidencia la orientación ideológica del
gobierno. Comenzaba la “primavera camporista”.
Social: que daban cuenta de una sociedad movilizada cuya participación desbordaba
claramente los canales previstos por la institucionalización.
la “normalización institucional” debió afrontar un nuevo y tercer flanco de
conflicto, más de orden social que político, que remitía a la amplia movilización social
que había seguido casi de inmediato a la transmisión de mando, produciendo un rápido
desborde de los canales institucionales existentes. Este proceso de movilización es
ilustrado de manera paradigmática por las “tomas”(hechos de acción directa que
llevaron a la ocupación de hospitales, escuelas, universidades, varias comunas del
interior, diarios, canales de televisión, organismos oficiales, fábricas, inquilinatos,
entre otros), que fueron muy difundidas por la prensa, sin ocultar el desagrado que les
provocaba la inacción del gobierno. Las tomas marcaron entonces un primer punto
de conflicto y, a la vez, de separación entre el peronismo en el poder y la sociedad
movilizada: los actores intervinientes afirmaban que el gobierno popular abría un
nuevo período, y las tomas se hacían en su nombre; y el gobierno tenía en mente el
pacto social. La movilización fue desactivada en los días previos a la firma del pacto.
El proceso de tomas, tiende a marcar un nuevo movimiento, de separación en este
caso, en la dinámica de la relación entre un sistema político en recomposición
y la sociedad civil movilizada.
El retorno de Perón
Con el peronismo en el gobierno, el operativo de retorno estaba en marcha, y puesto en
manos de una comisión especial en la cual operaban personajes oscuros de la derecha
peronista, y además, Rucci. También fue importante la influencia del secretario de Perón
y actual ministro de Bienestar Social, José López Rega.
La JP y las agrupaciones armadas peronistas fueron marginadas de la
organización del acto de recibimiento que se realizaría en Ezeiza. Pese a ello la
conducción de Montoneros y de la JP colocó todo su empeño en la movilización de
las bases. Más de dos millones de personas marcharon hasta el aeropuerto de
Ezeiza, pero el encuentro gozozo con el líder no tendría lugar. Desde el palco
grupos de extrema derecha comenzaron a disparar contra la multitud, desatando la
tragedia.
Al día siguiente, P pronunciaría un discurso omitiendo cualquier referencia directa a los
hechos de Ezeiza, y realizando un llamado a “volver al orden legal y constitucional,
como única garantía de libertad y de justicia”, lanzando una clara advertencia a la
Juventud.
Svampa acá plantea la contradicción discursiva como el arte de la práctica política
de Peron. Tanto la izquierda como la derecha del movimiento supieron explotar
esta característica propia del discurso populista, para autentificar sus posiciones y
proceder a la descalificación del otro. La Juventud no se había visto obligada hasta
ese momento a realizar una sobreinterpretación de sus palabras. Aquí, P se
despojó de toda ambigüedad y estableció un corte, cuya sustancia difería
sensiblemente de aquél que esperaban los sectores juveniles y las organizaciones
armadas peronistas. Con Perón presente en el país, pronto el gobierno de Cámpora se
tornaría insostenible. A los sucesivos desaires del líder, se agregarían las crecientes
presiones provenientes del sector que lideraba López Rega. La crisis desembocaría con
la renuncia de Cámpora y del vicepresidente Solano Lima, el 12 de julio, habilitando a
Lastiri a reemplazar a Cámpora. La transición estaba en marcha.
Ahora bien, a diferencia de otros actores de la época, los sindicalistas contaban con
una experiencia histórica más que suficiente como para entender las consecuencias del
pasaje de Perón desde la oposición al gobierno: implicancias que en términos
redistributivos traería una política de concertación social, poco favorable
para los sectores populares. Sin embargo, la redefinición del vínculo no suponía
exclusivamente un llamado al sacrificio, el que, en todo caso, se realizaba menos
en nombre del modelo nacional-popular que de la disciplina y la
lealtad, pues el regreso definitivo de Perón estuvo marcado por un viraje en la
política interna del movimiento:se destacó el reconocimiento de Perón hacia los
“viejos peronistas”, la reafirmación de la clase trabajadora organizada como “columna
vertebral del movimiento. Este giro hacia la derecha fue interpretado por los
sectores del sindicalismo burocrático, como una expresión de la voluntad
del líder de volver a poner a las cosas en su lugar. Por otro lado, la burocracia
sindical mantenía graves conflictos con las corrientes del sindicalismo combativo
(Tosco), que en nombre de la autonomía sindical fomentaban acciones clasistas. y Peron
se dispuso a apoyar a la ortodoxia sindical, para lo cual impuso una política de control
y represión de los conflictos intrasindicales. Expresión de esto fue la nueva ley de
Asociaciones profesionales (ley 14.455) del 74.
CONFLICTOS en la economía
.Pero, la esperada firma del pacto social no se tradujo por una disminución de la
conflictividad social. En1974 el pacto social sufrió un primer revés cuando los
empresarios renunciaron a absorber el costo de la inflación importada por la crisis
internacional del petróleo, y se sumó el reclamo de los sindicatos que, presionados por
las bases frente a la caída del salario real, exigieron un aumento salarial en relación al
incremento de los precios. En marzo de 1974, Perón llamó a una Gran Paritaria, en la
cual actuó como mediador. Por otro lado, la economía populista era asolada no solo
por la inflación y la creciente puja intersectorial, sino también por el
desabastecimiento de productos básicos y el desarrollo del mercado negro.
Este desencuentro con el líder sería, para muchos militantes de izquierda, política y
existencialmente, dramático. La primera gran tragedia del peronismo se jugó aquí,
entre estos militantes desgarrados entre su adhesión a Perón, que contradecía
abiertamente sus aspiraciones y renegaba de ellos, y la voluntad siempre actual de
radicalizar el peronismo.
El primer discurso de Peron
Al primer discurso de Perón, luego de los sucesos de Ezeiza, reconocio a las
organizaciones sindicales y a los viejos militantes peronistas, y a la ala izquierda los
tildo de “enemigos embozados” encubiertos o “disimulados” “somos los que las 20
verdades justicialistas dicen”
En suma, el ala política era desplazada de los puestos de gobierno mientras tanto, la
agrupación Montoneros, que había logrado integrar otras organizaciones armadas
peronistas, buscaba evitar la confirmación de la ruptura, renovando a través de las
declaraciones su compromiso con el movimiento peronista. Finalmente, el 13 de
marzo, en un acto realizado en Atlanta, la conducción nacional de Montoneros
caracterizó “la traición del gobierno” en dos planos, el político y el económico (el
pacto social). Por último, convocó a los militantes a un encuentro con el
líder para el primero de mayo, apelando al diálogo, como último recurso, antes de
la ruptura final. El encuentro decisivo tendría lugar el primero de mayo
en la histórica plaza, ocasión en la cuál el pueblo, representado
por la JP y Montoneros, “dialogaría” con el líder (“Qué pasa, qué pasa General/
qué está lleno de gorilas/ el gobierno popular”; ”Se va acabar, se va a acabar/ la
burocracia sindical”). El desencuentro marcó la consumación de la ruptura.
El viraje derechista del gobierno iba infectando todos los niveles. En abril de
1974, Perón designó al comisario Villar al frente de la Policía Federal. Un mes más
tarde, se otorgó al ministro López Rega, el grado de comisario general. Se abrió
camino para la generalización de una serie de procedimientos autoritarios que
irían desde el cierre de publicaciones políticas y culturales de izquierda, hasta la
abierta censura en los medios de comunicación y la confección de listas
negras dentro del ámbito artístico. Esos procedimientos que combinaban, de
manera singular, la acción policial con la parapolicial de los grupos de 20 extrema
derecha, enquistados en el gobierno, aparecían ligados al núcleo de poder del
Ministro de Bienestar Social. En el campo de la cultura, el giro a la derecha comenzó
a traducirse en el debate ideológico entre Patria Socialista y Patria peronista,
colocando el acento en la distancia instalada entre la conjunción (y) y la oposición
(o).
El tercer momento
La disolución isabelina (julio de 1974 – marzo de 1976)
Perón muere el 1 de julio de 1974, causando una gran conmoción en todo el país,
incluso en sus oponentes políticos como Balbín de la UCR, ya que P había montado una
política conciliatoria desde principios de los años 70, hacia afuera, a diferencia de sus
dos primeros gobiernos.
En esta oportunidad, el líder había buscado apoyo institucional, sobre todo en el líder de
la UCR. Los motivos de su acercamiento no eran ajenos al momento que atravesaba el
movimiento justicialista: divisiones que amenazaban con quebrar el equilibrio, y el poco
control del Perón. Aun así, Balbín y Perón tenían diferencias en cuanto a acción política.
Por otro lado, nadie ignoraba el alcance devastador que podía tener la escalada de
violencia al interior del peronismo.
Perón impone a su segunda esposa como candidata a la vicepresidencia, reservando para
sí el rol de garante del frágil orden instituido. Perón, termina por nombrar como
único heredero al “pueblo”, logrando que nadie pudiera apropiarse del poder y
arrogarse el monopolio de la representación del pueblo. A su muerte, Isabel Perón
asume la jefatura del Estado. Un rápido balance de la inconclusa gestión de Perón tenía
como asignaturas pendientes: pacto social, clima de creciente conflictividad social y
violencia política. El gobierno de Isabel impulsó una inflexión en términos político-
económicos, que implicada la exterminación total del ala izquierda y la disolución del
modelo nacional-popular, mediante la subordinación del actor sindical.
José Lopez Rega fue la figura que encarnó uno de los proyectos de extrema derecha,
acumulando funciones cada vez más influyentes.
Desde el comienzo del tercer gobierno justicialista, los sindicatos peronistas conducidos
por representantes duros de las 62 organizaciones, habían obtenido una serie de triunfos
que confirmaron su poder nuevamente: neutralizaron los conflictos intrasindicales,
arremetieron contra el autor del pacto social (Gelbard) quien se quedó sin apoyo político
y renuncia siendo reemplazado por J. Gomez Morales.
El último conflicto intraperonista enfrentó a los gremialistas con la figura de Lopez
Rega. En 1974, los sindicalistas recibieron el anuncio de la repatriación de los restos de
Evita en una operación ejecutada íntegramente por Lopez Rega. Asimismo, Lopez Rega
nunca había ocultado su ambición por controlar los fondos de las poderosas obras
sociales sindicales. Aun sí, los gremialistas se encargaron de dar muestras de lealtad al
gobierno de “La Señora”.
Durante el 75, la situación económica continuó degradándose: el ministro Gomez
Morales negocia un aumento con los sindicatos que no fue convalidada y este es
reemplazado por Celestino Rodrigo. La gestión de Rodrigo marcó una inflexión
aplicando medidas drásticas de ajuste, devaluación y aumento de servicios públicos. EL
giro radical operado en la economía traducía el esfuerzo del círculo lopezrreguista por
concretar una alianza con los poderosos grupos económicos, excluyendo a los sindicatos
de la CGT. Se habían acercado también a las jerarquías militares.
El Rodrigazo, suerte de primer golpe hiperinflacionario del país, no pudo menos
que provocar una sorpresa en la opinión pública: los líderes sindicales denunciaron
que el plan propuesto era ajeno al modelo de concertación social que pregonaba la
tradición peronista, aun cuando antes lo habían rechazado.
El 27 de junio la CGT realizó el llamado a una marcha contra el ajuste, y la reacción
espontánea desbordó las estructuras sindicales, convocando a un paro de 48hs, para 7 y
8 de julio. La multitud en plaza de mayo, pedía la cabeza de Rodrigo y Lopez Rega.
Pese a que los sindicalistas habían buscado eludir la confrontación con el gobierno de
Isabel, esta se volvió insoslayable.
Después de la renuncia de Lopez Rega, el gobierno de Isabel buscó apoyarse sobre
la ortodoxia sindical y el peronismo político. Pero en el agravamiento de la
situación económica y de al escalada de violencia política, el modelo nacional-
popular naufragaba. Fracturadas las alianzas sociales, la soledad de Isabel
evidencia un vacío de poder y la escena se presta a ser ocupada por otros actores.
Por otro lado, las acciones cada vez más espectaculares de la guerrilla urbana
contra las fuerzas militares, y la emergencia de un foco rural en Tucumán,
brindaron la posibilidad que el ejército buscaba desde hacía tiempo: recuperar su
papel como salvador de la Patria. El golpe de Estado llegaría el 24 de marzo del 76.
. Este ethos tuvo dos inflexiones: la primera movimientista fue ilustrada por la
Tendencia, conducido por Montoneros, frente que desbordaba el marco del sistema
democrático.populista. En este período coincidieron el máximo grado de movilización
con la máxima aspiración al cambio.
La segunda inflexión fue propiamente militarista, encarnada por Montoneros. A medida
que la Tendencia era marginada de la escena política por el propio P, o sus militantes
asesinados por comandos de derecha, la conducción de Montoneros profundizaba las
implicaciones del dispositivo binario peronismo/antiperonismo.
La fase isabelina del gobierno fijaba la gran decepcion asi como anticipaba el terror
militar.
Lejos estamos ya de aquella época en la cual un porcentaje importante de la población
justificaba la violencia de la guerrilla como herramienta legitima frente a un régimen
autoritario. Lejos tambien del lenguaje triunfalista que acompañaron a las masivas
manifestaciones, antes y durante la primavera Camporista. Lejos del fervor
revolucionario que proyectó la articulación de una parte de las clases medias
movilizadas con las clases traajadoras peronista.
Sin embargo, la lógica militarista en que incurrieron Montoneros y ERP no puede ser
asimilada a la lógica del terror militar, desde el Estado: nada más falso que la teoría de
los dos demonios. Esta fue una época caracterizada por el exceso de pasión política.