Historia Segundo Parcial

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La Revolución Argentina (1966- 1973)

El 28 de junio de 1966, el general Juan Carlos Onganía encabezó el quinto golpe de


Estado del siglo, esta vez contra el presidente constitucional Arturo Ilia. A diferencia de los
golpes anteriores, la autoproclamada Revolución Argentina no se planteó como una corta
intervención militar para restablecer un orden, sino que se atribuyó la tarea de transformar el
país: en sus propias palabras “la Revolución no tiene plazos sino objetivos” el reordenamiento
se realizaría gradualmente. En este proceso político se desenvolvieron las presidencias
militares de los generales: Juan Carlos Ongania, Roberto Marcelo Levingston y Alejandro
Agustín Lanusse.

Este tipo de dictaduras militares de tipo permanente, se instalaron por entonces en varios
países latinoamericanos en esos años (Brasil,Uruguay, Bolivia, Paraguay,etc).

El golpe del 66 se dio en un contexto en donde la interpretación que los promotores del golpe
hacían de lo que había sido el gobierno de Ilia, sobresalía la impresión de que la Argentina
estaba al borde del caos y de que su gobierno había sido ineficiente e inoperante en el manejo
de los asuntos del Estado, también se hacía alusión a la ausencia de autoridad y al vacío de
poder. Otros sectores consideraban además que el país estaba retrasado en relación con los
niveles de industrialización del mundo desarrollado y de sus estándares de producción y
calidad. Por eso el golpe sostuvo la idea fuerza de la modernización, que requerían de un plan
y de la recuperación del orden político al costo que fuera necesario. Por otro lado las nuevas
generaciones que ingresaron en la participación política se apartaron también de los partidos
políticos tradicionales. En general se sintieron atraídas por las nuevas ideas revolucionarias
que predominaron en esa época, provenientes de los pensadores y los líderes de las luchas por
la liberación en los países del tercer mundo, que apelaban al compromiso individual y a la
solidaridad con los menos favorecidos. Por otra parte el triunfo de la revolución cubana en
1959 señalo, para muchos un camino y un modelo para la construcción del socialismo. La
revolución influyo no solo en las discusiones sobre la realidad política y social del país y sus
posibilidades revolucionarias, sino en la aparición de organizaciones armadas peronistas y
marxistas. También en el pensamiento cristiano y particularmente el católico, después de de la
renovación que produjo el Concilio Vaticano II, hubo sectores que comenzaron a difundir un
mensaje de solidaridad con los pobres. Este clima de ideas contribuyo a generar una
inclinación general de los sectores medios hacia las ideas de izquierda, que maduraría y se
expendería durante la experiencia del gobierno militar iniciado en 1966.
Ongania en su presidencia (1966-1970) anuncio un ambicioso plan que se ejecutaría en tres
tiempos:

1) El tiempo económico: Era el de la transformación y modernización de todos los


sectores de la economía. Basado en el respeto a la libertad de empresa que estaría
garantizada por la autoridad del estado y contaría con la participación del capital
internacional. Lo anuncio como una etapa de crecimiento y de sacrificios para los
asalariados.
2) El tiempo social: Seria el momento de la redistribución del ingreso y de atender a las
reivindicaciones de los sectores asalariados.
3) El tiempo político, que en realidad no estaba claramente diseñado, dependería de las
nuevas formas de relación y de participación de los distintos sectores en la política,
luego de la experiencia de disciplinamiento a que se sometería a la sociedad. Por
entonces la opinión generalizada entre los golpistas era que el sistema político liberal o
pluripartidista no era viable en la Argentina.

En principio, Ongania conto con la adhesión de los ciudadanos, sobre todo de aquellos
sectores que habían tenido más conflictos con el gobierno anterior, como los empresarios
y la confederación de los trabajadores, también anuncio el alineamiento del país junto a
los Estados Unidos en la lucha contra el comunismo internacional. Las primeras medidas
que tomo, en materia política, fueron la proscripción de todos los partidos y la
intervención de las universidades, consideradas como focos de divulgación marxista. Muy
pronto el carácter autoritario del nuevo gobierno se puso en evidencia en una política de
control de la opinión y de censura de la prensa, como así también en la sanción de nuevas
pautas en los contenidos y la disciplina en todos los niveles educativos. Esto genero
resistencias, sobre todo en universitarios que iniciaron las primeras huelgas. El primero de
los enfrentamientos se produjo durante la intervención a la Universidad de Bs As en 1966,
en lo que fue conocido como “la noche de los bastones largos”, cuando estudiantes y
profesores que habían tomado edificios de las facultades fueron desalojados, golpeados y
detenidos.

El declarado anticomunismo del gobierno militar se expreso a través de la adhesión a la


Doctrina de la Seguridad Nacional, que postulaba un nuevo rol para las fuerzas armadas
frente a los enemigos ideológicos internos, que según su concepción, estaban al servicio
del comunismo internacional.
Por otro lado, la politización de los sectores juveniles ya no se manifestaba mediante los
partidos tradicionales, sino por las nuevas ideas revolucionarias, estas ideas se discutían
tanto en los partidos de izquierda como en las organizaciones juveniles católicas, donde se
difundían las ideas del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo y la Teología de la
Liberación.

Por su parte en el sindicalismo, había varias tendencias que culminaron con la división en
1968 entre dos CGTs, una negociadora, conducida por líderes sindicales peronistas y otra
combativa en la que predominaba una tradición de izquierda, en esta se desarrollo el
llamado sindicalismo clasista, la cual protagonizo la primera gran oposición frente al
gobierno “El Cordobazo” en mayo de 1969. Esta rebelión obrero-estudiantil marco el
comienzo de la declinación del poder del presidente y fue el punto de partido de una
oleada de manifestaciones que se produjeron en otras ciudades. La respuesta política de
Ongania fue remover algunos miembros de su gabinete y anunciar públicamente que
comenzaba el tiempo social de la revolución argentina. La movilización social y el malestar
obrero generaron un clima de violencia, al que se sumaba el accionar de los grupos
guerrilleros que habían logrado repercusión en la opinión pública con el asesinato de
Agusto Timoteo Vandor, La junta de Comandantes en Jefe de las fuerzas armadas en junio
de 1970 decidió desplazar a Ongania. Roberto Marcelo Levingston sería el nuevo
presidente, pero con el mandato especifico de iniciar el tiempo político. El nuevo
presidente intentaría corregir el rumbo de la revolución argentina, reorientando la
economía hacia un modelo de corte nacionalista que favoreciera la capacidad productiva
de los empresarios nacionales, la inversión de capitales y el control de precios por parte
del estado, y a la vez restringiera las operaciones financieras de las empresas extranjeras.
La convocatoria por parte de Levingston a los partidos políticos abrió un novedoso dialogo
entre los dirigentes partidarios que reunía distintas expresiones y sellaba nuevos
compromisos. Este espacio fue compartido por radicales, peronistas, conservadores, y
otros. Allí se elaboro un documento “la hora del pueblo” en el que se exigía al gobierno
militar un plan político de reglas claras y el llamado a elecciones sin proscripción. Pero más
importante era que de allí surgía un pacto político entre los partidos por el que los
firmantes se comprometían a no participar del proceso electoral alguno que proscribiera a
uno solo de ellos. De esto resultaba claro que el conflicto peronismo-anti peronismo
comenzaba a transitar una nueva vía de resolución política. A su vez los partidos de
izquierda abrieron su propia mesa de diálogo, “ el encuentro nacional de los argentinos”,
que lideraba el partido comunista argentino. Los días de Levingston en la presidencia
terminaron abruptamente. En 1971 asume Lanusse quien retomo el dialogo con los
partidos abierto por el general Levingston en la hora del pueblo, en este dialogo esbozo los
lineamientos de un plan político de cooperación cívico militar al que llamaron el gran
acuerdo nacional. Este podía dar lugar a la formación de un frente político para que
compitiera con el peronismo en las futuras elecciones. Lanusse se ofrecía a ser candidato
a presidente por este frente. Al mismo tiempo el general iniciaba conversaciones secretas
con Perón a través de emisarios que visitaron al ex presidente en Madrid. Para ese
momento Perón era invocado no solo por la JP y por otros sectores sociales y políticos que
lo veían como la última posibilidad de recuperar la paz sino también por gran parte de las
organizaciones guerrilleras que al mismo tiempo multiplicaban sus acciones. Los blancos
de sus ataques eran por lo general militares, empresarios, y sindicalistas, a los que
secuestraban o asesinaban con una creciente adhesión por parte de numerosos sectores
juveniles.

Las dos organizaciones más activas y poderosas eran Montoneros que se asumían como
peronistas y el ERP (ejército revolucionario del pueblo) de carácter marxista. Las fuerzas
armadas recurrieron a todos los medios para acabar las acciones de la guerrilla. Parte del
dialogo del gobierno con perón pasaba por encontrar una solución al problema de la
guerrilla, solución que quedaba atada a la salida político-electoral.

Económicamente la dictadura entregó el Ministerio de Economía a los sectores civiles


más conservadores-liberales, cuyo máximo exponente fue Adalberto Krieger Vasena, quien
ya había sido ministro de la Revolución Libertadora. Se alejó, sin embargo, de la ortodoxia
liberal afrontando obras públicas, con lo que mantuvo el ritmo de la actividad industrial. La
participación de los salarios en la renta nacional estuvo cercana al 43% durante el
período 1967-1969. Las exportaciones se mantuvieron altas, pero el sector agrario fue
perjudicado por la devaluación y por el aumento de los porcentajes de retención a las
exportaciones, así como por la supresión de las medidas de protección. En lo laboral se
sancionó una ley de arbitraje obligatorio, que condicionó la posibilidad de hacer
huelga. Hay que señalar, además, que durante la dictadura de Levingston, predominó un
sector nacionalista-desarrollista de las Fuerzas Armadas, que nombró Ministro de
Economía al radical Aldo Ferrer.
El Retorno del Peronismo 1973-1976:

Acosada por una insurrección popular creciente y generalizada, que incluyó


al Cordobazo como uno de los hechos más destacados la dictadura organizó una salida
electoral, el presidente Lanusse no estaba dispuesto a retirarse del poder sin dar batalla.
Intento armar un frente político que pudiera competir con el peronismo en las elecciones-
el gran acuerdo nacional- pero para lograrlo necesitaba cooptar al radicalismo, liderado
por Ricardo Balbin. Al mismo tiempo se propuso condicionar la participación del
peronismo y logro mantener la proscripción de Perón que delego su candidatura en
Héctor J. Cámpora. Por su parte Perón y su equipo de asesores trataron de elaborar una
nueva fórmula de unidad nacional que en lo posible incluyera también al radicalismo, o al
menos lo ubicara en un lugar que no fuere el de opositor al peronismo. Este doble juego
de atracciones llevo a que la UCR optara por no hacer frente ni alianzas. Sin la
participación del radicalismo, la estrategia política de lanusse a través del gran acuerdo
nacional se derrumbo. Mientras tanto el peronismo formaba el Frente Justicialista de
Liberación, junto con los aliados que había sumado en los años de la proscripción, el
movimiento socialista para la liberación y el movimiento de izquierda cristiano. Así en las
elecciones del 11 de marzo de 1973 el frente justicialista de liberación obtuvo una clara
victoria.

Durante la etapa en que el peronismo estuvo nuevamente en el poder, entre 1973 y


1976, se sucedieron tres presidentes electos y dos presidentes interinos. La lucha por el
poder entre la izquierda y la derecha peronista dejo de ser política para convertirse en
armada, y tanto esta situación como los intentos de influir en el diseño de las políticas por
parte de los sindicalistas llevaron al desgobierno. La desestabilización y la violencia fueron
los signos más distintivos de este periodo. El éxito electoral del frente justicialista de
liberación, no se tradujo en éxito político, el peronismo en 1973 carecía de acuerdos
básicos de convivencia entre sus alas izquierdas y derecha, que permitieran implementar
medidas y administrar el Estado. Luego de casi 18 años de proscripción hacia la persona de
su líder el movimiento carecía de organización, sin embargo había crecido y se había hecho
más complejo desde el punto de vista de su composición social, ideológica y política.

Gran parte de los jóvenes de los sectores medios, politizados desde los años 60 y
comienzos de la década siguiente, buscaron en el peronismo el camino que condujera a la
revolución socialista, porque en el estaban las masas populares. Este era un grupo nuevo,
ajeno a la tradición del peronismo, lo que explica que se convirtiera en uno de los polos
antagónicos del proyecto de gobernabilidad ideado en la coyuntura de Perón. La otra línea
peronista fue la sindical. Los agentes sindicales habían mantenido vivo al peronismo y lo
habían representado desde 1955, constituyendo uno de los puentes de comunicación con las
otras fuerzas políticas. Perón los mencionaba como el componente más importante de su
movimiento, la columna vertebral. El otro sector que alimento el conflicto al crear una barrera
a la acción de la izquierda dentro del peronismo y del gobierno, fue el grupo de ultraderecha
organizado por el secretario privado de Perón, José López Rega, denominado la Triple A.

La fórmula del frente justicialista de liberación integrada por Campora y Lima asumió el
gobierno el 25 de mayo del 73. En ese breve periodo que duro menos de 60 días, la izquierda
conquisto un espacio de poder al lado del presidente. Los presos políticos fueron liberados y
poco después recibieron una amnistía, y la izquierda tuvo también representantes en el
gabinete de ministros. Pero la debilidad del presidente era grande, ya que su propia
candidatura había surgido solo ante la proscripción de Perón por parte de Lannuse. La
consigna de la campaña electoral fue “Campora al Gobierno, Perón al poder” y describía
claramente el sentido del plan político peronista.

Una vez que el peronismo y sus aliados alcanzaron el poder político, la clausula
proscriptiva sobre la persona de Perón perdió vigencia. También la realidad política había
cambiado desde que Perón había vuelto definitivamente al país en junio del 73. Campora
debió renunciar por indicación de algunos dirigentes peronistas y la presidencia fue asumida
en forma interina por Raúl Lastiri, presidente de la Cámara de Diputados. Durante su gestión
se hizo el nuevo llamado a elecciones donde compitieron tres formulas: 1) Peron-Maria Estela
Martinez de Perón por el frente justicialista, Balbin- De la Rúa por la Unión cívica radical y
Manrique-Martínez Raymonda por la Alianza popular federalista.

Perón en su tercera presidencia intento concretar su proyecto de gobernabilidad, basado


en la convivencia con los partidos opositores y en el acuerdo empresario-sindical que tomo el
nombre de Pacto Social. Básicamente intento crear un equilibrio entre las fuerzas en pugna
dentro del peronismo pero resulto desbordado. En mayo de 1974 rompió con la izquierda
peronista, al que expulso de la Plaza de Mayo, y poco menos de dos meses después murió. Las
razones que llevaron al fracaso de la gestión de María Estela Martínez de Perón,
vicepresidenta electa en septiembre del 73, fueron muchas. Asumió la presidencia con el aval
de todos los sectores políticos representados en el Congreso en los primeros días de Julio de
1974. Como era esperable por buena parte de la opinión pública, con la muerte de Perón el
movimiento se sumergió en una profunda crisis. La legitimidad de la presidenta fue
desconocida por la izquierda peronista, que paso a la clandestinidad y retomo la lucha armada
con su gobierno. Este fue el escenario de la lucha entre la derecha liderada por José López
Rega y los sectores del sindicalismo, que pugnaron por imponer ministros y políticas en el
contexto de una profunda crisis económica traducida en la imposibilidad de contener la
inflación. Su breve gestión fue caótica, la inestabilidad política y la violencia se instalaron con
fuerza en toda la sociedad.

Por su parte, el sangriento enfrentamiento entre la derecha y la izquierda peronista estallo


en junio del 73, en el mismo momento de la llegada de Perón al aeropuerto de Ezeiza. Este
episodio marco el avance de las organizaciones armadas de la derecha que iniciaron una
cadena de atentados y asesinatos que tuvieron como blanco no solo a la izquierda peronista o
a los grupos armados marxistas sino a la izquierda en general. La lucha se hizo cada vez más
sangrienta, porque los montoneros y el ERP, por su parte siguieron atacando a militares,
empresarios y sindicalistas durante la vigencia del gobierno constitucional. Hubo asaltos a
cuarteles militares y policiales, como así también atentados con bombas y asesinatos a
funcionarios del gobierno.

En 1974 se creó la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A), una organización


parapolicial-terrorista de extrema derecha, dedicada a atentar contra la vida de dirigentes y
colaboradores de tendencia izquierdista, artistas, opositores y empresarios, entre otros,
mediante una metodología basada en asesinatos selectivos, atentados, secuestros y torturas.
Se sospecha que fue organizada y conducida por el Ministro López Rega, hombre fuerte del
peronismo y hombre de confianza de Perón

Hacia mediados de 1975 los cuerpos legislativos intentaron responder al caos político con
una serie de cambios, acordados entre peronistas, radicales y desarrollistas, que permitieran
descomprimir la tensión política y social. Se eligió presidente provisional del Senado al doctor
Ítalo Argentino Luder, que a partir de ese momento fue el primero en la línea sucesoria de la
presidente.

Finalmente la presidente fue desalojada del poder por un nuevo golpe de Estado el 24 de
Marzo de 1976, cuando solo contaba con escasos respaldos del peronismo.
El Proceso de Reorganización Nacional: (1976-1983):

El proceso de reorganización nacional fue la última dictadura militar que se vivió en la


Argentina. Llevó adelante un Terrorismo de Estado que violó sistemáticamente los derechos
humanos y causó la desaparición de decenas de miles de personas. Su justificación fue el
combate de aquellas ideologías, organizaciones o movimientos que pudieran favorecer o
apoyar a la "subversión" (al comunismo), en el contexto de la Guerra Fría. Internacionalmente,
la dictadura argentina y la violación de derechos humanos contó con el apoyo activo del
gobierno de Estados Unidos (salvo durante la administración de James Carter) y de Francia, y la
tolerancia de los otros países de Europa occidental, la Unión Soviética y la Iglesia Católica, sin
cuya inacción difícilmente hubiera podido sostenerse. Asimismo, en ese momento se
instalaron con apoyo estadounidense dictaduras militares en todos los países del Cono Sur de
Sudamérica (Argentina, Brasil,Bolivia, Chile, Paraguay, Perú y Uruguay) que coordinaron entre
sí y con Estados Unidos la represión, por medio de una organización internacional
denominada Plan Cóndor.

La junta de comandantes en jefe integrada por Jorge Videla, del ejercito, Emilio Eduardo
Massera, de la marina y Orlando Ramón Agosti de la Aeronáutica, tomo el poder el 24 de
marzo de 1976. A diferencia de lo que había ocurrido en los anteriores golpes, esta vez no
hubo en la proclama anuncio de revolución alguna, ni tampoco resistencia de ningún sector. Se
planteo el vacío de poder y que las fuerzas armadas asumían el control del Estado solo por
responsabilidad, en un periodo de excepcionalidad. Cinco días después juraba como
presidente el general Videla y también lo hacían los ministros de su gabinete. Los militares
anunciaron una serie de objetivos básicos, entre los que sobresalían, 1) la erradicación de la
subversión, como la tarea urgente e inmediata y 2) la reorientación de la economía, e hicieron
alusiones reiteradas a que su presencia en el poder se debía a la necesidad de cumplir una
misión para “salvar al país de su disgregación”. En pos de los objetivos de erradicar la
subversión, se mantuvo la vigencia del estado de sitio, se crearon los consejos de guerra, y se
anunció que sería aplicada la pena de muerte a quienes atentaran contra las fuerzas del orden,
tanto militares como policiales. Para implementar la reorientación económica se designo como
ministro de economía a José Martínez de Hoz. El cambio político fue recibido con satisfacción o
alivio por los sectores de la sociedad que habían vivido traumáticamente la inseguridad y la
violencia de los últimos años.

Una de las primeras medidas del gobierno militar fue suspender la actividad de los partidos
políticos e intervenir las corporaciones de trabajadores y empresarios conducidas por
peronistas. También fueron intervenidos los gobiernos provinciales y municipales en todo el
país y se suprimió el Parlamento. El poder legislativo fue asumido por una Comisión de
Asesoramiento Legislativo, formada exclusivamente por militares. Todos los jueces de la Corte
Suprema fueron reemplazados. A pesar de la magnitud de la operación cívico-militar que se
propusieron las fuerzas armadas al asumir en su totalidad el poder del Estado, no hubo un plan
de decisiones unificado entre los tres comandantes. Las divisiones entre los militares fueron
profundas.

Los primeros años estuvieron dedicados sobre todo a la represión de la guerrilla y sus posibles
aliados y a la reeducación de la sociedad en lo que llamaban los valores occidentales y
cristianos, de los que en la interpretación militar, la sociedad había sido apartada por la acción
ideológica de la izquierda, que había contaminado todo el cuerpo social. La represión se
cumplió a través de secuestros y detenciones ilegales y de la obtención de información por
medio de torturas. En la mayoría de los casos el proceso terminaba en la eliminación física de
las personas. Todas estas acciones se ocultaron a la sociedad y para inmovilizarla se
implantaron el miedo y la censura.

La segunda acción “la reeducación de la sociedad”, se realizo a través de políticas de


adiestramiento ideológico y social que pasaron por la propaganda y por la escuela. En los
primeros tiempos la sociedad y los medios de comunicación en general mostraron tolerancia
hacia el gobierno. Solo surgió el silencioso reclamo de las madres de secuestrados y
desaparecidos, en plaza de mayo, que desde 1977, iniciaron sus rondas de los jueves cubiertas
sus cabezas con pañuelos blancos. Su movimiento fue encontrando poco a poco la solidaridad
de otros sectores políticos y sociales. Las denuncias por las violaciones a los derechos humanos
comenzaron a difundirse en el exterior ya desde fines de 1976. Primero a través de Amnesty
Internacional, y luego de otros organismos internacionales como la organización internacional
del trabajo, que fustigo a los representante del gobierno de detenciones y desapariciones de
dirigentes gremiales y la ausencia de libertad sindical.

Hacia 1979, la autoridad y el prestigio de los militares ante la sociedad se derrumbaban. El


conflicto limítrofe con Chile en 1977, que llevo a ambos países al borde de la guerra, las luchas
entre los miembros de las tres fuerzas, los asesinatos y la desaparición de personas de
actuación pública ejecutados por los militares, y la presión internacional frente a la violación
de los derechos humanos, que condujo al envió de una comisión de la organización de los
Estados Americanos para que investigara en el país, comenzaron a preocupar a sectores cada
vez más amplios de la sociedad.
Todo esto llevo a que se organizara una sucesión presidencial. El cargo paso de Videla al
general Viola, otro miembro del ejercito. El nuevo presidente abrió el dialogo con los partidos
políticos y suavizo la censura sobre los medios de comunicación. De todos modos el problema
más grave que debía afrontar su gestión era el de la economía.

La lucha política en el interior de las fuerzas armadas recrudeció. El general Leopoldo


Fortunato Galtieri se opuso al plan de apertura política de Viola y con el apoyo de otros
miembros de la junta, logro ser designado para completar el periodo presidencial de Viola. El
nuevo presidente asumió a fines de 1981 y planteo el objetivo de prolongar el gobierno militar.
En 1982, bajo el comando de Leopoldo Galtieri el gobierno militar emprendió la Guerra de
Malvinas contra el Reino Unido, en un acontecimiento sobre el cual siguen siendo muy oscuras
las causas desencadenantes. La derrota infligida provocó la caída de la tercera junta militar y
meses más tarde la cuarta junta llamó a elecciones para el 30 de octubre de 1983, en las que
triunfó el candidato de la Unión Cívica Radical, Raúl Alfonsín.

En materia económica, mediante su ministro de economía José Alfredo Martínez de Hoz, la


dictadura entregó formalmente los ministerios económicos a las asociaciones empresarias más
conservadoras que impulsaron una política económica abiertamente desindustrializadora
y neoliberal, con máxima expansión de una deuda externa contraída de manera fraudulenta y
mediante mecanismos de corrupción conocidos popularmente como la "Bicicleta Financiera",
en beneficio del sector privado. Esta deuda condicionará por mucho tiempo a los gobiernos
siguientes.

En términos de Villarreal: La última dictadura militar provoco profundas transformaciones mutaciones en


las relaciones de fuerzas políticas y cambios en la estructura social. Se produjo un vasto  proceso de
reestructuración social  tendiente, por un lado, a  fortalecer las bases de la dominación, y por
el otro, a fragmentar a las clases subalternas. Para llevar adelante esta estrategia de poder fue
necesario desarrollar una  Política represiva de “tierra arrasada”, lo que se buscaba era
cambiar la sociedad.
Las características sociopolíticas previo a la dictadura:
-Crisis política (protagonizada por la ingobernabilidad de las masas y posibilitada por la
Indefinición hegemónica de los sectores dominantes en el ámbito político, económico,
cultural.
-Estructura social heterogénea por arriba (conflictos entre estratos de las clases dirigentes / sectores
propietarios) y homogénea por abajo (por el predominio de la relación salarial)
 -Fraccionamiento de intereses en el campo de los sectores dominantes.
El intento de unificación por arriba se desarrollo en un triple movimiento de CONCENTRACION,
HEGEMONIA y REPRESENTACIÓN. LA UNIFICACION: Tres elementos:
1)Alta concentración de poder en manos de una elite militar, del capital financiero, los
sectores terratenientes y del gran capital monopolista.
2) Hegemonía: Homogeneizar los intereses dominantes y promover a un sector o grupo
hegemónico que articule negociando la multiplicidad de reivindicaciones sectoriales, forman
parte de un mismo proceso de poder consistente en unificar la dominación. Este sector será el
Capital financiero, que por su peculiar fuerza centralizadora de capitales, se presento como el
más indicado para regir un proceso de homogeneización hacia arriba de los sectores
dominantes.
3) Representación: El problema de la heterogeneidad social de una clase con vocación
hegemónica, se potencia cuando se combina con desarticulación política. La ausencia de
expresión política legal, legitima, parece ser una de las dificultades de la elite productiva,
financiera y comercial en Argentina. El gran capital concentrado no tiene formas de
representación estables, que establezcan homogeneidad en su diversidad de intereses.
Entonces su tendencia consiste en presionar en favor de sus intereses a diversos partidos,
instituciones Entonces su tendencia consiste en presionar en favor de sus intereses a diversos
partidos, instituciones tendencias de pensamiento, o en apelar a la quiebra de la legalidad
constitucional, cuando sus valores se ven afectados. Tal era la situación descripta en vísperas al
golpe del 76.
El proceso social regresivo, que expreso la dictadura militar adquiere su principal significado en
términos de poder. La sociedad había puesto en jaque al poder y el poder debía responderle a la sociedad: la
respuesta fue el   proceso de reestructuración social.

Objetivos manifiestos del programa económico:


1) Combatir la inflación (bajando abruptamente los salarios reales)
2) Aumentar la eficacia capitalista de la producción abriendo el mercado interno a la competencia
externa (a partir de la desindustrialización al país)
3)  Promover el desarrollo económico (eliminando las restricciones el ingreso del capital
extranjero).
4) Proclamaron la subsidiariedad del Estado con su secuela de privatización a fin de controlar el déficit fiscal
y estimular el auge del capital privado.
Objetivos latentes: lo que se trataba, a fin de cuentas, era de heterogeneizar a los sectores
populares 1) Flujo de excedente, 2) Distorsión del ciclo, 3) Dependencia externa de equipos.
LA FRAGMENTACION: HETEROGENEIZAR A LOS SECTORES POPULARES:

E s t r a t e g i a P o l í ti c a d e desindustrialización: desmantelamiento de la producción industrial,


una ola de quiebra de empresas y una considerable reducción absoluta y relativa del valor agregado de la
industria manufacturera (esta estrategia de poder restaba poder económico y social a dos
actores fundamentales, los propietarios industriales medios y los obreros manufactureros:
el núcleo social del peronismo.)
C o n d i c i ó n salarial  de los obreros: Disminución considerable del nivel de vida y el poder económico
de los trabajadores (política salarial restrictiva), acompañado por una división del sector a partir
de un proceso de estratificación salarial (lo que trajo aparejado la
Intensificación de las diferencias intersectoriales)
Tercerización de la mano de obra(los empleados desplazan a los obreros, como mayoría entre
los asalariados) – (se deriva personal de la industria a los servicios, aumentando los empleados
en detrimento de los obreros) – este proceso se acelera en los años de la dictadura militar.
E l a s p e c t o d e l p r o c e s o d e Heterogeneización de las clases subordinadas más evidente,
porque nos habla de trabajadores que se excluyen de la relación Salarial, es el del crecimiento del
trabajo independiente. El trabajador independiente tiene un perfil proletarizado, precario, marginal. Con
un poder económico limitado por sus condiciones de baja productividad, no ligado socialmente a actividades
sindicales que potenciarían su fuerza política. El trabajador independiente se sitúa en una posición social distinta
de la de los trabajadores asalariados, evidenciando el proceso de individualización y contribuyendo a
fragmentar a las clases subalternas. La  fragmentación popular es la herencia fundamental que deja este
proceso social regresivo.
El Retorno de la Democracia (1983-1989)

El poder del gobierno militar había comenzado a desmoronarse a comienzos de los años 80
debido a los problemas económicos, el desprestigio internacional, las denuncias sobre
violaciones de derechos humanos y la falta de cohesión interna y de un proyecto político
coherente. La derrota en la Guerra de Malvinas, en junio de 1982, y el clima de desazón que
produjo en amplios sectores sociales, fue la última y pesada carga que derrumbo el poco
prestigio que le restaba al régimen de facto. En ese contexto, la única salida posible fue
convocar a elecciones democráticas.

El 30 de octubre de 1983 se realizaron las elecciones para elegir a las autoridades


democráticas. Raúl Alfonsín, candidato por la Unión Cívica Radical resultó elegido con el 52%
de los votos, superando al Partido Justicialista (peronismo) que obtuvo el 40%. En el
Parlamento el radicalismo obtuvo la mayoría en la Cámara de Diputados pero el peronismo
obtuvo mayoría en la Cámara de Senadores. El 10 de diciembre de 1983 asumió el nuevo
gobierno democrático.

El proceso de transición a la democracia en la Argentina con la presidencia de Alfonsín no fue


un fenómeno aislado, sino que coincidió en el contexto internacional y particularmente en el
latinoamericano con la decadencia y el derrumbe de las dictaduras militares de derecha, que
habían ido perdiendo paulatinamente el apoyo a los Estados Unidos. Un nuevo clima de
opinión política revalorizo el retorno a los gobiernos civiles, a las libertades individuales y a las
garantías constitucionales, condenando y temiendo el retorno de regímenes autoritarios.

Por otro lado el propio gobierno se inclinaba hacia una revisión de lo ocurrido en el campo de
los derechos humanos durante la dictadura. El 15 de diciembre de 1983 sanciona los decretos
157 y 158. Por el primero se ordenaba enjuiciar a los dirigentes de las organizaciones
guerrilleras ERP y Montoneros; por el segundo se ordenaba procesar a las tres juntas
militares que dirigieron el país desde el golpe militar del 24 de marzo de 1976 hasta la Guerra
de las Malvinas. El mismo día creó una Comisión Nacional sobre la Desaparición de
Personas CONADEP, integrada por personalidades independientes (Ernesto Sábato, Magdalena
Ruiz Guiñazú,  entre otros) con la misión de relevar, documentar y registrar casos y pruebas de
violaciones de derechos humanos, para fundar el juicio a las juntas militares. En septiembre de
1984 la CONADEP produce su famoso informe titulado “Nunca Más”. El 4 de
octubre de 1984 la Cámara Federal (tribunal civil) toma la decisión de desplazar al tribunal
militar que estaba enjuiciando a las juntas para hacerse cargo directamente al mismo. El juicio
se realizó entre el 22 de abril y el 14 de agosto de 1985. Se trataron 281 casos. El  9 de
diciembre se dicta la sentencia condenando a Jorge R. Videla y Eduardo Massera a reclusión
perpetua, a Roberto Viola a 17 años de prisión, a Armando Lambruschini a 8 años de prisión y
a Orlando Ramón Agosti a 4 años de prisión. Por las características que tuvo, la condena a las
juntas militares realizada por un gobierno democrático constituye un hecho sin precedentes en
el mundo, que contrastó fuertemente con las transiciones negociadas que tuvieron lugar en
aquellos años en Uruguay, Chile, Brasil, España, Portugal y Sudáfrica.

El gobierno de Alfonsín estuvo permanentemente amenazado por sectores de las Fuerzas


Armadas que se negaban a aceptar el enjuiciamiento por violaciones a los derechos humanos
durante el régimen militar anterior. En la Semana Santa de 1987, se levanto un sector del
ejército encabezado por el coronel Aldo Rico. Los grupos no contaron con un amplio apoyo
adentro de la fuerza, pero tampoco los altos mandos se subordinaron al poder político para
reprimir el movimiento sedicioso. En definitiva, los sublevados terminaron deponiendo su
actitud y los principales jefes fueron detenidos y dados de baja del ejército tiempo después. En
medio de esa compleja relación de fuerzas, el gobierno dicto las leyes de Obediencia debida,
que hacía responsable solo a las cúpulas militares, por ser quienes habían impartido las
órdenes y de punto final, que suspendía los juicios previstos pero aun no iniciados. Durante la
gestión esta gestión se produjeron otros dos levantamientos del sector de los carapintadas del
ejército, de naturaleza similar al de la Semana Santa. Uno en Monte Caseros, en enero de 1988
y el otro en Villa Martelli, en diciembre del mismo año. En ellos, los implicados también
aclararon enfáticamente que no se trataba de intentos de toma del poder, como
razonablemente gran parte de la sociedad temía, sino que estaban orientados exclusivamente
a defender la situación de los miembros de las fuerzas armadas acusados de violar los
derechos humanos y de rehabilitar su imagen en la sociedad. La tensión entre militares y
gobierno perduraría hasta fines de 1990. La cuestión militar genero también un último ataque
guerrillero. El episodio, que ocurrió a comienzos de 1989, consistió en el asalto armado al
regimiento militar de La Tablada. El grupo responsable fue el Movimiento todos por la Patria,
que justifico su acción sosteniendo que se trataba de un intento por impedir un nuevo golpe
de estado. El resultado fue trágico para los atacantes, la mayor parte de los guerrilleros
resultaron muertos en el enfrentamiento, y el resto fue capturado y sometido a juicio.

Durante el gobierno de Alfonsín se restableció la autonomía universitaria quebrada en 1966, se


puso en marcha el Plan Nacional de Alfabetización y el Plan Alimentario Nacional (PAN) y se
sancionaron las leyes de patria potestad compartida (1985) y de divorcio vincular (1987).
En el área económica el gobierno atendió a la resolución de la crisis heredada, cuyos aspectos
más preocupantes fueron el problema de la deuda externa y el fenómeno de la
inflación. Alfonsín decidió aplicar en 1985 un plan económico, el Plan Austral, que él mismo
calificó como "guerra”. El Plan Austral logró durante un tiempo contener la inflación, pero no
pudo resolver los problemas estructurales que mostraba la economía argentina en aquellos
años. Además los organismos financieros internacionales y buena parte de los economistas
recomendaban en esos años, que el Estado se desprendiera de sus empresas (YPF, Aerolíneas
Argentinas y las empresas de servicios públicos y de todo gasto no imprescindible. Pero esto
chocaba con las ideas de la mayoría de los partidos políticos, que concebían a las empresas
estatales como propiedad y riqueza del país y al achicamiento del estado como una traición a
la sociedad y a la nación misma. Esto afecto enormemente la resolución política de la crisis. Los
radicales elevaron al Congreso algunos proyectos para privatizar empresas pero fueron
rechazados, y ni siquiera tuvieron el consenso pleno del partido.

El descontrol de la crisis económica y el crecimiento de la inflación alcanzaron límites


intolerables. La puja de los sectores empresariales y el estado, y el desamparo de los sectores
asalariados que no tenían modo de defenderse del descomunal aumento de los precios
condujeron a un estallido social. El temor de unos y la desesperación de otros culminaron en
episodios de saqueos a negocios y supermercados. La hiperinflación marco la principal derrota
del presidente Alfonsín.

En esas condiciones se realizan las elecciones presidenciales del 14 de mayo de 1989,


triunfando el candidato opositor, el peronista Carlos Menem, con un 51% de los votos. La
magnitud del caos económico-social, obligó a Alfonsín a anticipar el traslado del mando,
renunciando el 8 de julio.

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