Historia Segundo Parcial
Historia Segundo Parcial
Historia Segundo Parcial
Este tipo de dictaduras militares de tipo permanente, se instalaron por entonces en varios
países latinoamericanos en esos años (Brasil,Uruguay, Bolivia, Paraguay,etc).
El golpe del 66 se dio en un contexto en donde la interpretación que los promotores del golpe
hacían de lo que había sido el gobierno de Ilia, sobresalía la impresión de que la Argentina
estaba al borde del caos y de que su gobierno había sido ineficiente e inoperante en el manejo
de los asuntos del Estado, también se hacía alusión a la ausencia de autoridad y al vacío de
poder. Otros sectores consideraban además que el país estaba retrasado en relación con los
niveles de industrialización del mundo desarrollado y de sus estándares de producción y
calidad. Por eso el golpe sostuvo la idea fuerza de la modernización, que requerían de un plan
y de la recuperación del orden político al costo que fuera necesario. Por otro lado las nuevas
generaciones que ingresaron en la participación política se apartaron también de los partidos
políticos tradicionales. En general se sintieron atraídas por las nuevas ideas revolucionarias
que predominaron en esa época, provenientes de los pensadores y los líderes de las luchas por
la liberación en los países del tercer mundo, que apelaban al compromiso individual y a la
solidaridad con los menos favorecidos. Por otra parte el triunfo de la revolución cubana en
1959 señalo, para muchos un camino y un modelo para la construcción del socialismo. La
revolución influyo no solo en las discusiones sobre la realidad política y social del país y sus
posibilidades revolucionarias, sino en la aparición de organizaciones armadas peronistas y
marxistas. También en el pensamiento cristiano y particularmente el católico, después de de la
renovación que produjo el Concilio Vaticano II, hubo sectores que comenzaron a difundir un
mensaje de solidaridad con los pobres. Este clima de ideas contribuyo a generar una
inclinación general de los sectores medios hacia las ideas de izquierda, que maduraría y se
expendería durante la experiencia del gobierno militar iniciado en 1966.
Ongania en su presidencia (1966-1970) anuncio un ambicioso plan que se ejecutaría en tres
tiempos:
En principio, Ongania conto con la adhesión de los ciudadanos, sobre todo de aquellos
sectores que habían tenido más conflictos con el gobierno anterior, como los empresarios
y la confederación de los trabajadores, también anuncio el alineamiento del país junto a
los Estados Unidos en la lucha contra el comunismo internacional. Las primeras medidas
que tomo, en materia política, fueron la proscripción de todos los partidos y la
intervención de las universidades, consideradas como focos de divulgación marxista. Muy
pronto el carácter autoritario del nuevo gobierno se puso en evidencia en una política de
control de la opinión y de censura de la prensa, como así también en la sanción de nuevas
pautas en los contenidos y la disciplina en todos los niveles educativos. Esto genero
resistencias, sobre todo en universitarios que iniciaron las primeras huelgas. El primero de
los enfrentamientos se produjo durante la intervención a la Universidad de Bs As en 1966,
en lo que fue conocido como “la noche de los bastones largos”, cuando estudiantes y
profesores que habían tomado edificios de las facultades fueron desalojados, golpeados y
detenidos.
Por su parte en el sindicalismo, había varias tendencias que culminaron con la división en
1968 entre dos CGTs, una negociadora, conducida por líderes sindicales peronistas y otra
combativa en la que predominaba una tradición de izquierda, en esta se desarrollo el
llamado sindicalismo clasista, la cual protagonizo la primera gran oposición frente al
gobierno “El Cordobazo” en mayo de 1969. Esta rebelión obrero-estudiantil marco el
comienzo de la declinación del poder del presidente y fue el punto de partido de una
oleada de manifestaciones que se produjeron en otras ciudades. La respuesta política de
Ongania fue remover algunos miembros de su gabinete y anunciar públicamente que
comenzaba el tiempo social de la revolución argentina. La movilización social y el malestar
obrero generaron un clima de violencia, al que se sumaba el accionar de los grupos
guerrilleros que habían logrado repercusión en la opinión pública con el asesinato de
Agusto Timoteo Vandor, La junta de Comandantes en Jefe de las fuerzas armadas en junio
de 1970 decidió desplazar a Ongania. Roberto Marcelo Levingston sería el nuevo
presidente, pero con el mandato especifico de iniciar el tiempo político. El nuevo
presidente intentaría corregir el rumbo de la revolución argentina, reorientando la
economía hacia un modelo de corte nacionalista que favoreciera la capacidad productiva
de los empresarios nacionales, la inversión de capitales y el control de precios por parte
del estado, y a la vez restringiera las operaciones financieras de las empresas extranjeras.
La convocatoria por parte de Levingston a los partidos políticos abrió un novedoso dialogo
entre los dirigentes partidarios que reunía distintas expresiones y sellaba nuevos
compromisos. Este espacio fue compartido por radicales, peronistas, conservadores, y
otros. Allí se elaboro un documento “la hora del pueblo” en el que se exigía al gobierno
militar un plan político de reglas claras y el llamado a elecciones sin proscripción. Pero más
importante era que de allí surgía un pacto político entre los partidos por el que los
firmantes se comprometían a no participar del proceso electoral alguno que proscribiera a
uno solo de ellos. De esto resultaba claro que el conflicto peronismo-anti peronismo
comenzaba a transitar una nueva vía de resolución política. A su vez los partidos de
izquierda abrieron su propia mesa de diálogo, “ el encuentro nacional de los argentinos”,
que lideraba el partido comunista argentino. Los días de Levingston en la presidencia
terminaron abruptamente. En 1971 asume Lanusse quien retomo el dialogo con los
partidos abierto por el general Levingston en la hora del pueblo, en este dialogo esbozo los
lineamientos de un plan político de cooperación cívico militar al que llamaron el gran
acuerdo nacional. Este podía dar lugar a la formación de un frente político para que
compitiera con el peronismo en las futuras elecciones. Lanusse se ofrecía a ser candidato
a presidente por este frente. Al mismo tiempo el general iniciaba conversaciones secretas
con Perón a través de emisarios que visitaron al ex presidente en Madrid. Para ese
momento Perón era invocado no solo por la JP y por otros sectores sociales y políticos que
lo veían como la última posibilidad de recuperar la paz sino también por gran parte de las
organizaciones guerrilleras que al mismo tiempo multiplicaban sus acciones. Los blancos
de sus ataques eran por lo general militares, empresarios, y sindicalistas, a los que
secuestraban o asesinaban con una creciente adhesión por parte de numerosos sectores
juveniles.
Las dos organizaciones más activas y poderosas eran Montoneros que se asumían como
peronistas y el ERP (ejército revolucionario del pueblo) de carácter marxista. Las fuerzas
armadas recurrieron a todos los medios para acabar las acciones de la guerrilla. Parte del
dialogo del gobierno con perón pasaba por encontrar una solución al problema de la
guerrilla, solución que quedaba atada a la salida político-electoral.
Gran parte de los jóvenes de los sectores medios, politizados desde los años 60 y
comienzos de la década siguiente, buscaron en el peronismo el camino que condujera a la
revolución socialista, porque en el estaban las masas populares. Este era un grupo nuevo,
ajeno a la tradición del peronismo, lo que explica que se convirtiera en uno de los polos
antagónicos del proyecto de gobernabilidad ideado en la coyuntura de Perón. La otra línea
peronista fue la sindical. Los agentes sindicales habían mantenido vivo al peronismo y lo
habían representado desde 1955, constituyendo uno de los puentes de comunicación con las
otras fuerzas políticas. Perón los mencionaba como el componente más importante de su
movimiento, la columna vertebral. El otro sector que alimento el conflicto al crear una barrera
a la acción de la izquierda dentro del peronismo y del gobierno, fue el grupo de ultraderecha
organizado por el secretario privado de Perón, José López Rega, denominado la Triple A.
La fórmula del frente justicialista de liberación integrada por Campora y Lima asumió el
gobierno el 25 de mayo del 73. En ese breve periodo que duro menos de 60 días, la izquierda
conquisto un espacio de poder al lado del presidente. Los presos políticos fueron liberados y
poco después recibieron una amnistía, y la izquierda tuvo también representantes en el
gabinete de ministros. Pero la debilidad del presidente era grande, ya que su propia
candidatura había surgido solo ante la proscripción de Perón por parte de Lannuse. La
consigna de la campaña electoral fue “Campora al Gobierno, Perón al poder” y describía
claramente el sentido del plan político peronista.
Una vez que el peronismo y sus aliados alcanzaron el poder político, la clausula
proscriptiva sobre la persona de Perón perdió vigencia. También la realidad política había
cambiado desde que Perón había vuelto definitivamente al país en junio del 73. Campora
debió renunciar por indicación de algunos dirigentes peronistas y la presidencia fue asumida
en forma interina por Raúl Lastiri, presidente de la Cámara de Diputados. Durante su gestión
se hizo el nuevo llamado a elecciones donde compitieron tres formulas: 1) Peron-Maria Estela
Martinez de Perón por el frente justicialista, Balbin- De la Rúa por la Unión cívica radical y
Manrique-Martínez Raymonda por la Alianza popular federalista.
Hacia mediados de 1975 los cuerpos legislativos intentaron responder al caos político con
una serie de cambios, acordados entre peronistas, radicales y desarrollistas, que permitieran
descomprimir la tensión política y social. Se eligió presidente provisional del Senado al doctor
Ítalo Argentino Luder, que a partir de ese momento fue el primero en la línea sucesoria de la
presidente.
Finalmente la presidente fue desalojada del poder por un nuevo golpe de Estado el 24 de
Marzo de 1976, cuando solo contaba con escasos respaldos del peronismo.
El Proceso de Reorganización Nacional: (1976-1983):
La junta de comandantes en jefe integrada por Jorge Videla, del ejercito, Emilio Eduardo
Massera, de la marina y Orlando Ramón Agosti de la Aeronáutica, tomo el poder el 24 de
marzo de 1976. A diferencia de lo que había ocurrido en los anteriores golpes, esta vez no
hubo en la proclama anuncio de revolución alguna, ni tampoco resistencia de ningún sector. Se
planteo el vacío de poder y que las fuerzas armadas asumían el control del Estado solo por
responsabilidad, en un periodo de excepcionalidad. Cinco días después juraba como
presidente el general Videla y también lo hacían los ministros de su gabinete. Los militares
anunciaron una serie de objetivos básicos, entre los que sobresalían, 1) la erradicación de la
subversión, como la tarea urgente e inmediata y 2) la reorientación de la economía, e hicieron
alusiones reiteradas a que su presencia en el poder se debía a la necesidad de cumplir una
misión para “salvar al país de su disgregación”. En pos de los objetivos de erradicar la
subversión, se mantuvo la vigencia del estado de sitio, se crearon los consejos de guerra, y se
anunció que sería aplicada la pena de muerte a quienes atentaran contra las fuerzas del orden,
tanto militares como policiales. Para implementar la reorientación económica se designo como
ministro de economía a José Martínez de Hoz. El cambio político fue recibido con satisfacción o
alivio por los sectores de la sociedad que habían vivido traumáticamente la inseguridad y la
violencia de los últimos años.
Una de las primeras medidas del gobierno militar fue suspender la actividad de los partidos
políticos e intervenir las corporaciones de trabajadores y empresarios conducidas por
peronistas. También fueron intervenidos los gobiernos provinciales y municipales en todo el
país y se suprimió el Parlamento. El poder legislativo fue asumido por una Comisión de
Asesoramiento Legislativo, formada exclusivamente por militares. Todos los jueces de la Corte
Suprema fueron reemplazados. A pesar de la magnitud de la operación cívico-militar que se
propusieron las fuerzas armadas al asumir en su totalidad el poder del Estado, no hubo un plan
de decisiones unificado entre los tres comandantes. Las divisiones entre los militares fueron
profundas.
Los primeros años estuvieron dedicados sobre todo a la represión de la guerrilla y sus posibles
aliados y a la reeducación de la sociedad en lo que llamaban los valores occidentales y
cristianos, de los que en la interpretación militar, la sociedad había sido apartada por la acción
ideológica de la izquierda, que había contaminado todo el cuerpo social. La represión se
cumplió a través de secuestros y detenciones ilegales y de la obtención de información por
medio de torturas. En la mayoría de los casos el proceso terminaba en la eliminación física de
las personas. Todas estas acciones se ocultaron a la sociedad y para inmovilizarla se
implantaron el miedo y la censura.
El poder del gobierno militar había comenzado a desmoronarse a comienzos de los años 80
debido a los problemas económicos, el desprestigio internacional, las denuncias sobre
violaciones de derechos humanos y la falta de cohesión interna y de un proyecto político
coherente. La derrota en la Guerra de Malvinas, en junio de 1982, y el clima de desazón que
produjo en amplios sectores sociales, fue la última y pesada carga que derrumbo el poco
prestigio que le restaba al régimen de facto. En ese contexto, la única salida posible fue
convocar a elecciones democráticas.
Por otro lado el propio gobierno se inclinaba hacia una revisión de lo ocurrido en el campo de
los derechos humanos durante la dictadura. El 15 de diciembre de 1983 sanciona los decretos
157 y 158. Por el primero se ordenaba enjuiciar a los dirigentes de las organizaciones
guerrilleras ERP y Montoneros; por el segundo se ordenaba procesar a las tres juntas
militares que dirigieron el país desde el golpe militar del 24 de marzo de 1976 hasta la Guerra
de las Malvinas. El mismo día creó una Comisión Nacional sobre la Desaparición de
Personas CONADEP, integrada por personalidades independientes (Ernesto Sábato, Magdalena
Ruiz Guiñazú, entre otros) con la misión de relevar, documentar y registrar casos y pruebas de
violaciones de derechos humanos, para fundar el juicio a las juntas militares. En septiembre de
1984 la CONADEP produce su famoso informe titulado “Nunca Más”. El 4 de
octubre de 1984 la Cámara Federal (tribunal civil) toma la decisión de desplazar al tribunal
militar que estaba enjuiciando a las juntas para hacerse cargo directamente al mismo. El juicio
se realizó entre el 22 de abril y el 14 de agosto de 1985. Se trataron 281 casos. El 9 de
diciembre se dicta la sentencia condenando a Jorge R. Videla y Eduardo Massera a reclusión
perpetua, a Roberto Viola a 17 años de prisión, a Armando Lambruschini a 8 años de prisión y
a Orlando Ramón Agosti a 4 años de prisión. Por las características que tuvo, la condena a las
juntas militares realizada por un gobierno democrático constituye un hecho sin precedentes en
el mundo, que contrastó fuertemente con las transiciones negociadas que tuvieron lugar en
aquellos años en Uruguay, Chile, Brasil, España, Portugal y Sudáfrica.