Integracion Social

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El desarrollo humano sostenible: un modo de integración y equidad

Social

Al superar la perspectiva economicista que contempla los aspectos sociales referidos al


género humano, con independencia de su entorno físico y natural, la nueva visión de
desarrollo humano sostenible busca establecer una nueva forma de integración dinámica,
más allá de los simples acuerdos, de las relaciones clientelistas o de una mera combinación
de elementos para que un sistema funcione y se mantenga. Al ubicar a las personas como
centro y fin mediante la definición de sus capacidades y oportunidades para lograr una
mejor calidad de vida, busca el encuentro y contacto de los seres humanos entre sí como la
forma de integración o unidad societal. Es decir, el desarrollo humano sostenible
no pone el centro de la vida social en elementos externos al ser humano, como podrían ser
la cultura, la política o el mercado. En tal sentido, el ser humano es límite de toda
integración de la sociedady de su propio desarrollo, y debe constituirse a sí mismo en el
centro de la vida social. La realidad de la pobreza que hoy en día se constata en América
Latina es un reflejo de la deficiente integración de las sociedades, de la exclusión e
inequidad. El mundo de los pobres y marginados consistía antes en aquella parte de la
población que no se había aún integrado a la vida moderna y que aspiraba a ello sin
lograrlo debido a que las infraestructuras urbanas básicas, productivas y de servicios
(educación, salud, vivienda, etc.) no crecían lo suficientemente rápido como para absorber
la masa social urbana que aumentaba rápidamente por causas demográficas, migraciones
del campo a la ciudad, etcétera; así, se generó un modo de integración no basado en la
equidad. Era una pobreza que se podría llamar “residual”, que se aglomeraba en las
poblaciones periféricas y que esperaba y demandaba, exigía y presionaba para ser
integrada, esperando lograrlo mediante la acción combinada del sector privado y del
Estado. Hoy el mundo de los pobres y de la pobreza es mucho mayor porque se ha visto
engrosado por una masa de personas que, habiendo anteriormente alcanzado algún grado
de participación en el mundo laboral y en el consumo de la vida moderna, han
experimentado luego procesos de exclusión (cesantía, pérdida de beneficios sociales,
etcétera) como consecuencia de que tanto el sector privado y de mercado como el sector
público han manifestado prematuros signos de agotamiento de sus capacidades para
continuar absorbiendo fuerzas de trabajo y necesidades sociales de consumo. En vez de
seguir absorbiendo, han comenzado a expeler a una parte de quienes habían incorporado
en algún momento. Esta masa social de personas que han sido excluidas después de haber
alcanzado algún nivel de participación e integración, han modificado la conformación
cultural, social y económica del mundo pobre y marginal, porque quienes han participado
aunque sea precariamente en la organización moderna, han desarrollado capacidades de
trabajo y aptitudes de organización que no tenían quienes habían permanecido siempre
marginados. El mundo de la pobreza ha crecido, pero se ha enriquecido de capacidades y
competencias técnicas y de organización, las que no han permanecido inactivas por el
hecho de que las empresas y el Estado no las ocupen. De aquí surge la pregunta: ¿cómo
hablar de
una integración fundada en el ser humano, cuando se constatan fenómenos como la
exclusión, el marginamiento y sobre todo la falta de equidad provenientes de una
dialéctica de relaciones basadas en la negación del otro?
Por ello, el desarrollo humano sostenible como perspectiva holística de análisis y de
interacción social tiene que retomar esta dimensión sociocultural, la cual es el reflejo de
unas relaciones basadas en la alteridad: el otro es visto como enemigo, contrincante; por lo
tanto, se busca invisibilizarlo, o, en un sentido más profundo, negarle su condición de
sujeto. De esta manera es imposible fundar una integración en los códigos de la
modernidad, entendidos como el conjunto de conocimientos y destrezas
necesarios para participar en la vida pública y desenvolverse productivamente en la
sociedad moderna como sujetos autónomos, en un marco de relaciones dadas en el plano
de la razón y de la ley y no en la diferenciación social. Dentro de las perspectivas
convencionales o economicistas del desarrollo, la integración social se ha
comprendido como la uniformidad de las relaciones sociales, mediante el establecimiento
de políticas y programas de desarrollo de carácter totalizante y uniforme para el todo
social. Así, el modo de integración tiene que ver con la imitación de modelos de desarrollo
y de sociedad, prescindiendo de los aspectos socioculturales y de las dinámicas históricas
de los países y regiones. Por lo tanto, en estos modelos convencionales de desarrollo no se
reconoce el papel de la cultura y de la tradición como formas de integración, más bien
estas se presentan como obstáculos que hay que superar. En esta perspectiva, la
integración se genera por el funcionamiento adecuado de las estructuras sociales, de
manera mecánica.
Las lecciones de estas experiencias reflejan que estos modelos o estilos de desarrollo no
han sido fundamento para una nueva integración social, sino por el contrario, han
agudizado los problemas de exclusión como si “la modernidad propia del ciclo industrial
ha sido un proceso histórico limitado, pues no ha logrado la integración plena de la
sociedad como producto de su propia creatividad” (Calderón, F.
et. al:196). De esta manera, los procesos de modernización en América Latina son
percibidos por las mayorías de la población como inducidos exógenamente: “casi como
una simple entrada en la historia del otro”. La integración ha impuesto la uniformidad y
unidireccionalidad de todos los sectores, grupos y organizaciones, de forma vertical y
segmentada, sin asumir las identidades y diferencias de los distintos segmentos sociales.
Sin embargo, al plantearse superar la inequidad y la exclusión a través del desarrollo
humano sostenible como un nuevo modo de integración, es necesario preguntarse qué
significa la integración de una sociedad. El término integración proviene del latín
integratio, que significa “renovación” o “restauración”, es decir, simboliza volver a la
unidad deseada lo que fuera dividido y separado. Su significado más actual, entendido
como la acción de agrupar dos o más elementos en uno que los une a todos,
data del año 1600. De este modo, al hablar de integración nos estamos refiriendo a la
existencia de diversos elementos, y una voluntad de unificación en un único grupo o en un
todo. La integración social se entiende hoy en día como un proceso en el cual la calidad de
las relaciones existentes entre las diferentes unidades sociales autónomas (clanes
familiares, tribus, ciudades, sindicatos, partidos políticos) cambia de tal modo que llega a
reducir la autonomía de todas y cada una de ellas, y la integra en un conjunto mucho más
amplio del que forman parte .
La connotación más relevante de esta definición es que las unidades sociales pierden la
autonomía y se genera un elemento aglutinante y superior de la sociedad.
Actualmente existen por lo menos tres diferentes modos de entender el concepto de
integración social. Para algunos autores es un proceso incluyente que supone igualdad de
oportunidades para todos. “Integrarse más” implicaría, así, más oportunidades de mejorar
la vida. Para otros, en cambio, el incremento de la integración tendría la connotación
negativa de estar evocando la imagen de una indeseable imposición de uniformidad. Por
último, hay quienes piensan que “integración” no supone necesariamente un estado
positivo o negativo, sino tan sólo un modo de describir, en una sociedad dada, pautas
establecidas de relaciones societales. La problemática de la integración se expresa, sobre
todo, en torno a tres formas o modos de como las sociedades producen y reproducen los
elementos aglutinadores o superiores y que se convierten en centro de la vida social. Estas
formas giran en torno a las estructuras básicas de una sociedad: la cultura, la política y el
mercado. En cada una de ellas se gestan elementos que hacen posible que conglomerados
humanos se integren o, en el peor de los casos, se excluyan socialmente.
En el mundo moderno, con el surgimiento de los estados nacionales y la razonabilidad
política, la integración social ha estado vinculada a los procesos de institucionalización de
los conflictos y al desarrollo de nuevas formas de solidaridad orgánica, así como al poder
de las instituciones políticas y judiciales y a la fuerza integradora de una migración
colonizadora. Para otros la integración se ha dado en el plano de la ideología política. En
América Latina, la integración se ha dado en el plano de la cultura, especialmente en la
religión (catolicismo) y el patronazgo, desde el período de la posguerra, en el papel
articulador e integrador de la hacienda y a la persistencia de un patrón intrasocietal
patrimonialista y clientelista. Más adelante, el populismo o los regímenes nacional-
populares fueron las formas de integración social. De lo que se trata, entonces, es de
visualizar o generar una propuesta desde el desarrollo humano sostenible como un modo
de integración social que logre superar la dialéctica establecida por otros estilos de
desarrollo entre integrados y excluidos, que tienen una fuerte raigambre cultural que
refuerza este patrón de exclusión e inequidad (Calderón, F.:197) y que plantean problemas
enormes para erradicar la pobreza y alcanzar un desarrollo realmente centrado en las
personas y sostenible en el tiempo. Desde la perspectiva del desarrollo humano sostenible,
la integración social tiene que ver con el rango
de oportunidades que una sociedad genera y distribuye en una lógica de equidad entre
todos y cada uno de sus ciudadanos. Entiende rescatar los aspectos positivos de la cultura
y de la tradición como formas de integración, focalizando los aspectos que han promovido
y sistematizado procesos de exclusión. Así, una sociedad integrada es aquella en la cual la
población se comporta según patrones socialmente aceptados en torno a la calidad de vida
y existe un equilibrio entre las metas culturales, la estructura de oportunidades de que se
dispone para alcanzarla y la formación de capacidades humanas para hacer uso de tales
oportunidades.
La articulación de una estrategia de desarrollo en torno a la formación de capacidades y
oportunidades desde cada uno de estos pilares del desarrollo humano sostenible tiene que
ver con el grado de madurez o el capital social que una sociedad logra alcanzar para
satisfacer las necesidades de los habitantes de una manera equitativa, sostenible,
participativa, por el crecimiento económico y la seguridad de las personas.
No es simplemente una cuestión de recursos financieros, sino de voluntad política y ante
todo de determinación de las prioridades que como sociedad se quieren profundizar para
el desarrollo de las personas. Para que el crecimiento económico se traduzca en bienestar
económico y social para todos, es necesario que todos participen de su construcción en
igualdad de oportunidades. La equidad no es algo que se logra después del crecimiento
sino, al contrario, es el crecimiento el que puede lograrse con equidad.
El desarrollo sin equidad significa un comprobado obstáculo a su sostenibilidad; más aún,
dependiendo de cuán inequitativo es el proceso de desarrollo, puede privar de derechos
civiles y económicos a sectores enteros de una sociedad, lo que conlleva a problemas de
gobernabilidad y de pobreza de enormes porcentajes de población. Por ello, la equidad en
el acceso a oportunidades políticas, económicas y sociales debe ser vista como un derecho
humano básico en el paradigma del desarrollo humano.
La igualdad de acceso a las oportunidades está basada en los fundamentos filosóficos del
universalismo, al valorizar el ser humano en sí mismo. Para lograrlo, se requiere una
fundamental reestructuración del poder en muchas sociedades, involucrando, entre otros
aspectos, la distribución de los valores de producción, la distribución del ingreso, una
política fiscal progresiva, acceso al crédito para los pobres. Las oportunidades políticas
deberían ser equilibradas, igualitarias, a través de reformas que limiten el excesivo poder
político de las minorías. La equidad debe permitir a grupos específicos
como las mujeres, así como a grupos étnicos minoritarios, el acceso a puestos claves en
economía o política. Debe entenderse, como ha explicado Fernando Henrique Cardoso,
como equidad en las oportunidades, no necesariamente en los resultados. La equidad es
un componente intrínseco de la idea de progreso, el cual se concibe como una
convergencia de las normas de igualdad de oportunidades, o de justicia social.
Un gran número de países latinoamericanos enfrenta serias dificultades para reducir los
altos porcentajes de pobreza de su población. La analogía entre la injusticia regional,
causada por la escasa complementariedad del mercado que obliga a la competitividad de
productos símiles entre los países de la región, y los extremos de riqueza y pobreza dentro
de cada país, emergen como un gran condicionante del desarrollo humano sostenible, y lo
preocupante es que esta situación, en lugar de disminuir, aumenta. Esto ha provocado una
demanda más fuerte de equidad, obligando a los gobiernos a tratar de encontrar nuevos
instrumentos institucionales para potencializar un equitativo acceso a las oportunidades.
Dar una orientación humana al desarrollo es ahora una tarea colectiva que tiene la
dimensión ética de las grandes transformaciones históricas y que necesita de la voluntad
política para cumplir con el propósito de un moderno sistema de gobierno: bienestar de
todos sus ciudadanos que asegure la gobernabilidad y el desarrollo sostenible. La
importancia del desarrollo humano sostenible como objetivo social y como concepto
orientador del crecimiento económico necesita, tal como lo ha afirmado Robert M. Solow,
Premio Nobel de Economía 1989, que hallemos la forma de adelantar el desarrollo
humano sostenible disminuyendo la sobrecarga que recae en recursos limitados.
La demanda actual de equidad trata de encontrar nuevos instrumentos institucionales. Ya
no es cuestión de monopolio de un grupo o de una clase; dar una orientación humana al
desarrollo es ahora una tarea colectiva. Se trata de una actividad dispersa y fragmentaria,
una mezcla de utopías parciales.
Es necesario ampliar el concepto de desarrollo, de manera de incluir la protección de los
derechos humanos, ecológicos y sociales. Debe sostenerse esa complejidad mediante una
participación amplia, que posibilite que diversos grupos sociales se hagan oír. La
multiplicación de organizaciones no gubernamentales,
la contribución de los movimientos sociales, la renovación del significado de la
representación política, son todos factores que deben contribuir a la redefinición del
desarrollo por parte de la sociedad, como una manera de humanizar auténticamente el
crecimiento. La democracia y la libertad, factores claves de una transición equilibrada
desde el crecimiento económico hacia el desarrollo humano, han ampliado la demanda de
equidad, que ya no es una prerrogativa de unos pocos propietarios privilegiados. La
equidad es el fruto de una amplia actividad social y es imprescindible garantizarla para
fundamentar la legitimidad moderna. No puede olvidarse que las políticas universalistas
son de alto costo y bajo impacto. Una oferta que atienda a todos es de un alto costo, y su
abaratamiento sólo es posible disminuyendo la calidad y por tanto deteriorando el
impacto del programa sobre los supuestos beneficiarios.

Los criterios para asignar recursos en lo social implican una focalización de los grupos más
necesitados o vulnerables. Focalizar es identificar con la mayor precisión posible a los
beneficiarios potenciales y diseñar o avanzar propuestas o sugerencias para solución,
concentrando los recursos en la población de mayor riesgo. En 1996 la Conferencia
Hemisférica sobre la Erradicación de la Pobreza y la Discriminación se centró
en la integración entre políticas sociales y económicas, así como en la modernización y
descentralización de las políticas sociales para hacer frente a la pobreza y la desigualdad.
En una perspectiva de relaciones sinérgicas y sistémicas de los conceptos de desarrollo
humano, pobreza e integración, se supone que estos procesos funcionan conjuntamente y
se refuerzan entre ellos o interactúan sinérgicamente en sentido positivo negativo u
opuesto. La equidad implicar enriquecer el desarrollo de las capacidades humanas y la
competitividad, y por lo tanto la capacidad de ciudadanía, el capital social y la capacidad
de integración social, mediante una institucionalidad adecuada para la competitividad y el
desarrollo de las fuerzas sociales, es decir, de una ciudadanía capaz de demandar mayor
equidad en la perspectiva de una mejor calidad de vida. Desde la perspectiva de la
Cumbre Mundial Sobre Desarrollo Social, la equidad está en el centro de una
sociedad integrada, es decir, una sociedad en la que cada persona, con sus propios
derechos y responsabilidades, tenga una función activa que desempeñar. Esta sociedad
está basada en el respeto de todos los derechos humanos y todas las libertades
fundamentales, en la diversidad cultural y religiosa, en la justicia social, en la satisfacción
de las necesidades especiales de los sectores vulnerables y desfavorecidos,
en la participación democrática y el imperio de la ley.

La integración social desde la perspectiva del desarrollo humano sostenible no implica la


homogenización de las personas. Se respeta el derecho a la identidad cultural y a la
diversidad y se comparten normas y metas globales. De este modo, se puede decir que
cuando la pobreza y los problemas del desempleo y sub-empleo, la inequitativa
distribución de las oportunidades y la segmentación social en cuanto a los logros
educativos y sociales constituyen fenómenos estructurales, existen bajos niveles de
integración social.
Estos bajos niveles de integración pueden entenderse, desde el desarrollo humano
sostenible, como la debilidad de una sociedad para conformar un capital social, es decir,
formas voluntarias de regulación social, a través, de las instituciones, las leyes y
reglamentos, con la voluntad y las formas que estos grupos humanos realizan para
cumplirlas. El capital social tiene injerencia en la estructura de las relaciones entre sus
actores. No se ubica necesariamente entre los mismos actores ni en los implementos físicos
de la producción. A diferencia del capital físico, que es tangible, y del capital humano, que
está contenido en las capacidades y conocimientos de un individuo, el capital social existe
en las relaciones entre las personas, en su capacidad de establecer pactos, concertaciones o
establecer nuevos vínculos sociales.
El capital físico tiene que ver con la inversión; el capital humano con las habilidades de los
individuos, y el capital social con la voluntad social y política. Sin capital social, las otras
formas de capital no pueden ser mantenidas o utilizadas de manera apropiada. Por ello es
imprescindible la búsqueda de una integración entre lo social, lo político y lo económico.
De esta manera, el capital social se deriva de la norma prescriptiva que dicta que las
personas deben dejar a un lado sus propios intereses y actuar en el interés de la
comunidad o colectividad de la cual forman parte, como expresión de una sociedad
integrada. Tiene que ver con la conformación de leyes e instituciones en favor del
desarrollo humano sostenible, pero ante todo, con el grado de credibilidad, confianza y
compromiso que las personas tienen en éstas, considerando el grado de voluntad y de
participación, dado que son sus principales socios.

VISIÓN PROSPECTIVA DE LA INTEGRACIÓN SOCIAL

Personas con Necesidades Especiales

Al conceptualizar la integración social como un proceso que se inicia a edades tempranas


y que continúa a lo largo de la vida, el individuo con necesidades especiales como centro
de dicho proceso, es concebido como una persona, un ente único, en permanente
desarrollo, único en sus características y necesidades.
Las personas con necesidades especiales son aquellas cuyas características físicas,
intelectuales y sensoriales requieren, de planes y programas complementarios o
sustitutivos, transitorios y/o y permanentes para favorecer su integración.

Estas personas como cualquier ser humano, son capaces de autodesarrollarse, de


interactuar, en todas las instancias que configuran la vida: familia, escuela y comunidad.
Estas potencialidades que tiene toda persona, son susceptibles de evolucionar, cuando es
respetado como tal, cuando se le brinda la oportunidad de desarrollar sus capacidades, y
de interactuar armónicamente en el medio donde se desenvuelve respetando su diferencia.
Este hecho diferencial en los individuos proporciona un fundamento "El derecho a ser
diferente, a ser reconocido, respetando las peculiaridades de su propia identidad".
La persona con necesidades especiales al igual que otras , tiene el derecho de pertenecer a
una familia, equilibrada y estimulante, donde el afecto, el reconocimiento, valoración de
las capacidades y el respecto a su individualidad contribuyan al desarrollo armónico de la
personalidad; como individuo y miembro de un colectivo tiene derecho a la educación en
igualdad de condiciones como los demás ciudadanos. Es preciso señalar que esta igualdad
no significa en ningún caso reclamar la uniformidad, sino que supone educar en el respeto
por las diferencias individuales de cada persona. En este sentido, se atienden las
necesidades educativas especiales de estos educandos a través de adaptaciones
curriculares en cuanto a estrategias, metodologías, equipos, etc. y personal de apoyo
especializado.
De esta forma la persona con necesidades especiales tiene derecho a recibir una educación
en todo el continuo de su vida de acuerdo a las características propias del desarrollo.
El niño en la edad preescolar establece vínculos interpersonales, se relaciona con los otros,
particularmente con la madre y con los pares, adquiriendo conciencia de su propia
persona y aprendiendo a verse como parte de un grupo con el cual interactúa. Así mismo,
tiene conciencia de sus propias necesidades, existe un deseo de saber explorar, descubrir
sobre todo si se les presentan los objetos adecuadamente, por lo tanto necesitan estímulos
significantes para mantener un equilibrio frente a la necesidad sentida. El niño necesita un
punto de referencia, el mundo perceptivo. Ahora bien, en el caso de niños que presentan
necesidades especiales de orden sensorial, físicas e intelectuales, las experiencias de estos
primeros años requieren de un medio ambiente, con mayor diversidad y riqueza con
estímulos visuales, sonoros, táctiles, olfativos, gustativos necesarios para el desarrollo
cognoscitivo, socioemocional, motor y del lenguaje.

Se destaca aquí la importancia del núcleo familiar, por cuanto esta es la base desde la cual
el niño comienza el desarrollo de su vida psíquica y social; la comprensión, la aceptación y
el amor son factores decisivos para la formación de su personalidad y posterior desarrollo
como individuo. Ante esta responsabilidad cabe a la familia la tarea de proporcionar al
niño todos los medios necesarios para que incremente en mayor grado posible todas sus
capacidades y posibilidades.

En esta edad, una buena valoración de si mismo por parte de los demás y los refuerzos
sociales gratificantes, contribuyen a elevar el nivel de autoestima.

Por lo tanto es imprescindible en los primeros 5 años, y sobre todo en esta población tener
en cuenta que esta requerirá siempre de refuerzos afectivos y sociales de reconocimiento y
valoración objetiva de sus propias capacidades, éxitos y fracasos, para consolidar su
personalidad. En la edad escolar el niño, esta tratando de afirmarse como persona y esta
lucha constante entre sus experiencias, emociones, inseguridad e impulsos le produce
cambios de carácter y humor. A esta actuación hay que agregar el ingreso a la escuela;
nuevos compañeros, experiencias diferentes que habrá de asimilar en medio de una
creciente exigencia intelectual, asumiendo nuevos roles, y una mayor disciplina. Así
mismo, comienza a integrarse en pequeños grupos compartiendo elementos entre ellos, y
a menudo se juegan posiciones individuales y de supremacía y ninguno quiere perder.
Esta etapa va pasando y el niño se ira adaptando, comprendiendo, sociabilizándose e
integrándose paulatinamente hasta completar este periodo tan decisivo de su vida.
Ahora bien, cuando los niños presentan necesidades especiales sensoriales, dificultades de
aprendizaje, impedimentos físicos, retardo mental, autismo y talento estos pueden
interferir en su adaptación escolar y social. Por ello es sumamente importante comprender
la tarea fundamental que deben asumir la familia y los maestros. Los padres más allá de la
natural e instintiva preocupación e interés, deben proveerse de los conocimientos
esenciales para poder acompañar a su hijo a través de sus experiencias con amor e
inteligencia y una clara conciencia de la importancia que tiene, el crear un clima de
aceptación, motivación y creencia en las posibilidades y capacidades
del niño. El docente debe establecer una comunicación, intercambiando con el niño afecto,
confianza, y amistad, y ubicado en que cada educando posee características propias y
distintas necesidades y es por ese motivo que su actuación debe estar en función de esa
diversidad. Esto lleva al desarrollo de estrategias, adaptadas a las necesidades del niño, así
como también de actividades que complementen el proceso y lo enriquezcan con las
vivencias y experiencias necesarias, logrando que la actividad escolar y el proceso de
enseñanza aprendizaje se cumplan en forma total, en armonía en un clima de interacción
con los demás compañeros.
En la etapa de la adolescencia, la búsqueda de identidad alcanza su punto crítico esto por
cuanto se presentan muchos cambios significativos en el desarrollo físico, mental y social.
El mundo se va percibiendo de manera diferente a como se había visto antes, de allí que la
persona pueda cuestionar las cosas y buscar la comprensión para satisfacer sus
necesidades. Se percibe además la necesidad de ajustarse a nuevos roles sociales,
particularmente con los pares de la misma edad.
La familia es un cambio más, al cual la persona tiene que hacer frente, se percibe la
necesidad de abandonar la protección y seguridad que siempre ha tenido. La búsqueda de
identidad y de independencia conduce a la necesidad de intercambiar ideas, experiencias,
e interacción con los compañeros del mismo sexo y del opuesto, y a desarrollar destrezas e
intereses. Hacia el final de la adolescencia; puede lograrse un sentido de identidad, un
estado emocional placentero y de bienestar psicosocial, y a comprometerse con el sistema
de valores. Por otra parte desarrolla confianza en las interacciones sociales, se identifican
cualidades, intereses personales y vocacionales.
La trascendencia de ésta etapa es significativa, es en sí una fase de transición de la niñez a
la adultez. y en los que va a tener influencia las experiencias educativas y sociales, vividas
en los años anteriores, en cuyo caso es necesario brindarle un ambiente donde se sientan
seguros, atraídos en los vínculos con los demás, donde sea respetado como persona.
En esta etapa es esencial la aceptación por parte de los compañeros y amigos de la
comunidad; de allí la necesidad de establecer actividades que le permitan la interacción
con los demás, y sobre todo de actuaciones, que le permitan impulsar su identidad, y
capacidad en los roles que les toca desempeñar. Papel fundamental juega la familia como
elemento básico, para su autorrealización como persona, y para elevar su autoestima.
El desarrollo de la imagen de si mismo, el concepto que de su persona obtenga cobra una
importancia fundamental en esta etapa. La auto-aceptación, por parte de los jóvenes con
necesidades especiales, de sus propias posibilidades y limitaciones es paso previo e
ineludible para que se produzca un desarrollo positivo
tanto funcional como social.
La adultez se concibe como la capacidad de participar en un trabajo productivo, y de
asumir responsabilidades inherentes a la vida social, para actuar con independencia y
tomar sus propias decisiones con entera libertad, es decir, la persona cumple un rol
productivo que la capacita para bastarse a sí mismo y actuar independientemente en sus
múltiples manifestaciones de vida.
Así mismo en esta etapa, muestra interés por adquirir y renovar sus conocimientos como
fuente de desarrollo permanente y de proyección hacia el futuro para atender las
demandas de los cambios que son necesarios para su desenvolvimiento.
Estas variables que caracterizan la adultez permiten a las personas vivir y participar
responsablemente en la vida familiar, ser un activo promotor del cambio social, capaz de
integrarse en su realidad con fines de transformarla, capaz de autogestionar su propio
aprendizaje y ser consciente de su rol cívico, político, etc.

El tener una necesidad especial puede conducir a que las personas permanezcan al margen
de la vida social, esto debido, muchas veces a la existencia de prejuicios valorativos por
parte de la familia y la comunidad lo que incide en la plena realización de la persona como
ente válido en la sociedad. Por ello es necesario unas relaciones significativas, que
contribuyan a la formación de una imagen positiva de si mismo y una concientización de
sus posibilidades en beneficio del desarrollo
de la persona. Así mismo se requiere una formación acorde a las aptitudes, intereses, y a
las experiencias que como adulto ha experimentado.

Es pertinente también desarrollar acciones que permitan, la interacción, con los agentes de
la comunidad, a fin de promover el sentido de pertenencia, y aceptación como un
miembro más del que pertenece.
Caracterización del Modelo para la Integración Social
El modelo para la integración social se fundamenta en una orientación humanística social
por cuanto toma en cuenta al individuo como un ser bio-psico-social enfatizando más las
potencialidades que las limitaciones, atendiendo a las diferencias individuales y el respeto
por la diversidad, así mismo considera a las personas con necesidades especiales en una
relación histórico y cultural.
En el modelo la integración social se plantea como un proceso que se da a lo largo de todo
el continuo de la vida de la persona con necesidades especiales desde edades tempranas
hasta la adultez, en forma dinámica, sistemática, flexible e interactiva, esto significa que
desde muy temprana edad deba promovérsele la valoración de la familia, de la escuela,
del trabajo en un sentido social como fuente de bienestar y progreso personal que permita
ir construyendo su proyecto de vida.
Por otra parte el modelo para la integración social tiene un enfoque educativo, por cuanto
se propicia un proceso de ajuste de las personas con necesidades especiales a los valores,
exigencias y pautas de comportamientos de los grupos que conforman el medio ambiente
social en el cual se desenvuelve; y en general su integración en la vida de los mismos. Es
decir, desde una perspectiva educativa se persigue la formación integral del individuo
para su participación activa dentro del grupo social en el cual le toca convivir.
La integración social debe iniciarse a edades tempranas, lo cual permite proporcionar un
conjunto de experiencias sociales que le permiten interactuar con los iguales a lo largo de
su desarrollo. Es en el contexto de los intercambios sociales con otros niños, donde cada
uno descubre la existencia y particularidades del otro, al mismo tiempo que afina el
conocimiento de si mismo, promoviéndose relaciones interpersonales, fraternidad,
disciplina, colaboración, cooperación, valoración de trabajo y solidaridad.
Desde este punto de vista el ser humano está sujeto a cambios, esto se hará en la medida
en que se les brinden las condiciones y experiencias que le permitan el desarrollo de sus
capacidades. La integración social se fundamenta en una relación recíproca; la persona con
necesidades especiales se integra verdaderamente cuando entra en un proceso de
interacción en que ambos se modifican e interactúan y tienen relaciones mutuas, no es
simple adaptación unilateral de cada uno de los grupos involucrados; es la extensión de la
actividad hacia todos los agentes que integran la sociedad. En el ámbito de la integración
familiar, la familia tiene un papel muy importante en la conducta presente y futura de
todo individuo. El afecto, el estímulo dan las bases para su desarrollo integral, mas en el
caso de las personas con necesidades especiales en las cuales influyen
determinantemente para la integración social.
Por lo tanto, la familia como grupo social debe cubrir las necesidades de las personas, en
cada momento de su evolución cronológica y social. Cada edad de las personas exige
nuevos modos y estilos de comunicación, y en ese proceso debe predominar la aceptación,
apoyo, cooperación, en un clima de afecto y solidaridad. Si todo ello se cumple, la persona
con necesidades especiales se sentirá en igual de oportunidades como cualquier otra,
participando de las decisiones que tome el grupo familiar, fomentando de esta manera su
autoestima y valorando su esfuerzo, de allí la necesidad de establecer vínculos entre la
familia y el centro educativo a los fines de mancomunar los esfuerzos para lograr el
desarrollo integral de la persona y por ende su integración social, de esto se desprende la
necesidad de promover las organizaciones de padres a los fines de involucrarlos en
todo el proceso educativo como promotores de la integración social.
Al ubicarnos en la integración escolar, la escuela suele ser el primer ámbito no familiar con
el cual debe enfrentarse el niño y representa su entorno social inmediato. Esto es así en la
medida en que hace énfasis en la autorealización, libertad, autodeterminación, y apertura
solidaria con los demás seres humanos.
En primer lugar la escuela a través de sus recursos humanos, técnicos, físicos y materiales
deberá proporcionar una respuesta educativa en lo que es común y también a la
diversidad, en cuanto al respeto las características, necesidades individuales, ritmos de
aprendizaje de los alumnos, mediante estrategias individualizadas en el proceso de
enseñanza-aprendizaje, a través del trabajo cooperativo con otros profesionales de apoyo,
que faciliten la progresiva integración de los alumnos con necesidades educativas
especiales al ámbito del aula regular y por ende a la
escuela en general. El reto de la escuela consiste precisamente en ser capaz de ofrecer a
cada alumno la ayuda pedagógica que el necesite. En este punto cobra vital importancia la
flexibilidad curricular, de allí que los programas deben adaptarse a las necesidades de los
niños, para ello es necesario que la escuela ofrezca opciones curriculares que se adaptan a
los niños con capacidades e intereses diferentes. Es decir una escuela integradora que
acoge de niño con necesidades especiales, como elemento que dinamiza y modifica los
planteamientos didácticos y donde se benefician todos los niños. Una escuela abierta y
critica, que acepta las diferencias y ofrezca sus aulas como marco natural para el desarrollo
y la educación de los niños con necesidades educativas especiales.
Para el logro de estos planteamientos es necesaria una acción cooperativa, orientada hacia
la búsqueda de un consenso entre los diferentes actores involucrados en el proceso, y en el
establecimiento de niveles de compromiso y asunción de responsabilidades en un clima
armónico y de confianza.
Al referirse al trabajo en equipo es absolutamente imprescindible el trabajo cooperativo
entre todos los profesionales tanto de los servicios de apoyo de la modalidad como de los
docentes de la escuela básica, y de los entes de la comunidad, basada en una concepción
participativa y en el desarrollo coordinado de la acción , la discusión, reflexión y la
revisión compartida de la actividad, como una forma de potenciar la profesionalidad de
todos lo involucrados, en beneficio de la integración social de los alumnos con necesidades
especiales. Tomar en cuenta que cada individuo es único, irrepetible, conduce a que la
praxis del modelo de integración, se inscriba en el respeto por las diferencias.
Este cometido se hace vigente en los proyectos de plantel como una estrategia educativa,
para la consolidación de la institución escolar como instancia cohesionadora e integradora
de la comunidad, se trata pues, de entender la integración escolar como componente del
proyecto pedagógico de plantel, en un trabajo de construcción colectiva, entre el plantel y
su entorno por medio de la participación de la asociación de las familias, asociaciones de
vecinos, otras organizaciones sociales y económicas, que promuevan la efectiva
integración social. Ahora bien, considerando que toda persona tiene la necesidad de
integrarse, de ser aceptado y de tener responsabilidad compartida, ésta solamente pueden
ser satisfecha en el marco y el contexto de un verdadero grupo estable, en donde se dé un
proceso progresivo de integración y en donde la comunicación le permita a sus miembros
sentirse aceptados y compartir los esfuerzos por un objetivo común. Desde esta visión se
requiere de una escuela que ofrezca a todos los alumnos la misma igualdad de
oportunidades para acceder a una cultura dentro de una misma institución y en la misma
aula evitando la segregación. Una escuela que posibilite cambios en la organización
escolar,
curricular, para adecuar el proceso de enseñanza y aprendizaje a las características
diferenciales de los alumnos.
En la integración escolar, cobran particular relevancia las adaptaciones curriculares a los
fines de efectuar los ajustes necesarios en el proceso de enseñanza-aprendizaje,
permitiéndole a los alumnos con necesidades especiales integrarse a la actividad de su
grupo en las mejores condiciones, participando de objetivos comunes e interactuando con
los compañeros y demás miembros de la comunidad educativa. Estas adaptaciones se
refieren también a las metodologías de enseñanza y a las interacciones docente-alumno y
alumno-alumno, además comprenden todos aquellos elementos personales: docentes,
padres y especialistas. Así mismo, las adaptaciones están referidas a la distribución de
espacios, supresión de barreras arquitectónicas hasta la adecuación de recursos didácticos,
textos, materiales y equipos. La integración escolar requiere asimismo de servicios con
funciones de apoyo los cuales contribuyen a favorecer la integración de los alumnos con
necesidades especiales apoyando a las escuelas, en la definición y puesta en práctica de
una oferta curricular que proporcione una respuesta educativa adecuada a las distintas
necesidades de los alumnos y el desarrollo personal social. En éste aspecto tiene vital
importancia lo relacionado con el desarrollo profesional del docente. Esta formación y/o
capacitación en servicio debe orientar un perfil para lograr un profesional que estimule la
creación de ambientes nutritivos que permitan el crecimiento personal de los alumnos, ser
un agente de cambio, dominio de la práctica pedagógica, conocimientos de las
características particulares de los alumnos, así como de las necesidades de su entorno, ser
un promotor de situaciones de aprendizaje que permitan la interacción entre los
educandos, dirigidas tanto a propiciar un cambio en la comunidad para la aceptación de
las personas con necesidades especiales, como a coordinar acciones con los recursos de la
comunidad, en el ámbito de la educación, salud, trabajo, recreación y cultura. La práctica
docente en una escuela integradora debe partir de la reflexión conjunta entre docentes
regulares y servicios de apoyo, lo que llevará a la planificación y a una puesta en acción de
acuerdo con las deliberaciones de todos los profesionales, indudablemente este modo de
proceder trae consigo un mayor esfuerzo y una mayor exigencia pero al mismo tiempo
proporciona un crecimiento profesional al lograrse las metas establecidas.
El docente que requiere la escuela integradora debe tener un perfil cuya actividad no sea el
mero aplicador de normas y principios, sino la de un profesional que a través de su
práctica aprenda a construir y contrastar nuevas estrategias de acción, nuevos modos de
enfrentar y de comprender los problemas que una situación tan compleja como la que
ofrece la escuela integradora suele ocurrir frecuentemente.
La forma más coherente de afrontar con garantía el éxito de integración, es hacerla a través
de la acción participativa de todos los docentes regulares, personal técnico; psicólogos,
trabajadores sociales entre otros. Los problemas reales que genera la integración raramente
se pueden afrontar como empresa estrictamente personal, lo lógico es concebirlo como un
trabajo cooperativo e interdisciplinario. Si los docentes que participan en la integración no
sienten por si mismos esta necesidad de trabajo cooperativo y de reflexión colectiva e
indagación sobre su propia práctica profesional, la integración social fracasa.
La integración social desde la perspectiva de este modelo integral da importancia a la
interacción de las personas con necesidades especiales en la comunidad, por cuanto esto le
confiere un sentido de pertenencia, de formar vínculos amistosos, y tener acceso a
actividades recreativas, deportivas culturales, lo que le proporciona una satisfacción, que
redunda en su efectiva integración social.
Al ser concebido el modelo para la integración desde una perspectiva eminentemente
social, también tiene gran transcendencia la valoración del trabajo desde edades
tempranas, como una vía para el bienestar y progreso, tanto de la persona con necesidades
especiales, como para la familia y la comunidad. Todo ello a través de su interacción con el
medio, lo que le permitiría manifestar sus intereses, aptitudes, preferencias, siempre que
se les brinde la oportunidad a través de actividades donde se les promueva su
participación y reflexión.

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