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HISTORIA
DE LA
iiiLii y
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HISTORIA
DE LA
T(»M(» inUMElK».
MADRID— 1860.
nSTABLEClMIENTO TIPOGRÁFICO DE J
ÚNICO PUNTO DE VENTA EN LA
D. J. Ferrá de Mena ,
**
Librería Amerioana ,
.
5
ASI) ALTEZA EE AL,
PRINCIPE DE ASTURIAS:
6crm0. 6mor:
A los R. P. de V. A.
PROEMIO.
La inicial que encabeza este proemio^ está tomada del precioso Cólioe (¡ue lleva en ¡la Biblioteca Nacional h
marca M 48
II HISTORIA DE MADRID.
letras, rompe sus cercas y antiguos muros para señorear más libremente
las colinas que la rodean, mientras abre vias férreas que, suprimiendo las
distancias, la acercan á entrambos mares, y fabrica con poderosa mano
dilatados acueductos, para arrebatar á lejanas tierras los copiosos rauda-
les que deberán en breve fecundar sus campos y trasformar sus moradas.
En su anchuroso recinto , un tiempo limitado por arábigos y cristianos
l»aluartes, se congregan y asimilan, constituyendo una gran familia sometida
á una misma ley, cuantos nacidos en los antiguos reinos de España, bus-
can constante empleo á su actividad, contribuyendo con la luz de su in-
aquellas colinas patricias, en que tuvieron cuna los Latrones y los Sé-
necas, los Coliimelas y los Sillos.
Tampoco logra Madrid, durante la dominación visigoda, los timbres
que justifiquen la supremacia que le han dado los tiempos modernos. Asen-
á los defensores del catolicismo que levantan en la porfiada lucha con los
tal vez ignorado, mientras se consuman aquellos grandes hechos que iban
á servir defundamento á nuevas trasformaciones sociales y políticas y ;
1 Las relaciones que debemos á los historiad res árabes respecto de estos tesoros, han parecido y
parecerían siempre fabulosas, sin el descubrimiento heclio fortuitamente en las Huertas cíe Gmrrazar,
IV HISTORIA DE MADRID.
de sus hijos.
Ni estaba deparada mayor fortuna á la futura corle de las Españas,
ora bajo el imperio de los Amires y Califas cordobeses, ora bajo el yugo
délos almorávides y almohades, ora bajo el dominio de los walies toleda-
nos y de la dinastía de los Beni-Dhi-n-nun, de quien logra arrebatarla al
cabo la espada de Alfonso VI. Breves palabras le dedican los analistas ma-
hometanos; y ni en las dolorosas páginas de Isidoro Pacense que parecen
responderá las angustiosas clausulas de Idacio, reflejando la universal
término de Guadamur, dos leguas de Toledo. Parte del tesoro allí encontrado, es hoy admirado en
el famoso museo de Cluny, depósito de antigüedades de la edad-media , digno de grande aplauso y de
no menor estudio. Las ocho coronas que en él contemplan los viajeros de toda Europa, hacen concebir
la más alta idea de la riqueza de los Reyes Visigodos, y son ya objeto de muy eruditas investigacio-
y Burgos habian determinado una tras otra, como silla de los descen-
dientes de Pelayo, las costosas jornadas que iba haciendo en la España
central la obra acometida en Govadonga, hasta inclinarse la balanza de
la fuerza al lado de las armas castellanas , rescatada ya la ciudad de los
Concilios. Lejana del centro de actividad, presa alternativa de los re-
batos y algaradas que yermaban sus campos é incendiaban sus arraba-
les, no fué dado á Madrid excitar en aquellos primeros dias el amor
de sus reyes; y falta del patrocinio que animaba en la edad-media todo
centro de vida, ni vio levantarse en su recinto las venerandas basílicas
que pregonan en las montañas de Asturias la noble austeridad de los
Alfonsos y Ramiros, ni se enriqueció, como León, Zamora y Segovia,
con las bellas creaciones del arte románico, á manos llenas favorecido
por los Sanchos y Fernandos. Restituida á Toledo su antigua prepon-
derancia; asiento ya esta ciudad histórica de poderosos reyes que llevan,
apenas alcanza á recoger la futura corte de los Felipes los últimos relie-
ves del arte y de la cultura, que habian unido en estrecho maridage cuan-
tos elementos de civilización se congregaron en el suelo de Iberia.
exhibir los antiguos títulos de gloria, que les ganaron legítima representa-
der perdido; cuando enumeran sus ingenios, ensalzan sus sabios y coro-
nan sus artistas , describiendo los monumentos que despertaban ya y de-
bían excitar en lo futuro la admiración de propios y extraños , Madrid con-
templa en silencio aquella generosa lucha, porque si registra de antiguo
en sus modestos anales altas proezas llevadas á cabo bajo sus pendones,
si cuenta ilustres varones entre sus hijos, ya en santidad ya en letras,
no le es lícito disputar con honra la prioridad , concedida por la historia
á otras cien ciudades españolas, llamadas á florecer antes que logre ha-
cer respetado y temido su nombre en el concurso de las naciones.
mensos dominios un punto donde fijar su trono para tender desde allí sus
miradas de águila al Oriente y al Occidente, al Septentrión y al Medio-
día. Madrid es al cabo elegido; y Oviedo, León, Burgos, Toledo, Bar-
celona, Zaragoza, Mallorca, Valencia y Pamplona, cortes de los Ordo-
ños y Ramiros, de los Fernandos y los Jaimes, de los Alfonsos y los
ciones, imán de todos los deseos, teatro de todas las ambiciones y am-
plísima tela de todos los ingenios. Sus hijos alientan con esperanza de
nueva y más brillante vida: distantes comarcas la envían, en muestra de
to y morada y no cabiendo ya en
;
el cerco de los muros de la edad-media,
se prepara á derramarse en los llanos y colinas que la circuyen, aspiran-
do á emular la renombrada grandeza de las mayores cortes de Europa.
Pero si pasada ya en parte la era del «Renacimiento», no fué hacedero
á Madrid el ostentar palacios como el alcázar de Toledo , casas consisto-
riales como las de Sevilla, templos como el metropolitano de Granada,
monasterios como San Marcos de León, hospicios como el de Santa Cruz
(Toledo), ni colegios y universidades como los de Alcalá y Salamanca,
cobraba en cambio omnímoda influencia en la suerte de la nación española,
VIH HISTORIA DE MADIilD.
tranquilidad ó el sobresalto.
Era aquella época, que uno de los más ilustres pensadores de la pre-
sente ha calificado no sin razón de «paréntesis» en la historia de la nación
española, el siglo de oro de la villa y corte de Madrid, mereciendo en
consecuencia detenido y profundo estudio. Austera, grave y reservada-
mente misteriosa la corte de Felipe II , ni alteran su habitual etiqueta es-
por ellos recibido , desnaturalizando los nobles instintos del pueblo vence-
dor en Pavía y en Otumba y extraviando su generoso" espíritu.
PROEMIO. IX
mos elementos que habían sido blanda cera á la voluntad de Felipe II,
distinguía entre todas las cortes de Europa por la severidad exterior de las
Era doloroso en verdad que al paso que protejidas por Felipe IV, flore-
cían en su propio palacio y bajo la tutela de sus magnates las artes y las
las lisonjas palaciegas, á su hijo Carlos II una corona que se había desau-
torizado en sus sienes y una corte disipada, en que se consumían, sin
otro provecho ni fin más noble que el lujo y la vana opulencia exterior, los
tesoros deEspaña y las flotas del Nuevo-Mundo. Tarde imaginó el rey
poeta poner enmienda á aquella falsa grandeza publicando sus famosas ,
PROEMIO. XI
abarcaba entre sus brazos uno y otro mundo. Y no es ya aquel asiento del
poder á donde se dirijen todas las miradas de los pueblos para leer la
siicric que los espera, sino el Irisle lecho en que se revuelve, cercano á la
ción en los campos de batalla , los títulos de su regia estirpe , fija sus mi-
radas en la corte, cuyos moradores no habían escaseado por cierto sacrifi-
empresa todo lo más noble, todo lo más docto que en multiplicado con-
cepto abriga aun España.
Desde este momento puede asegurarse que empieza para la villa y
corte de Madrid nueva y más floreciente vida. A los desvelos de Felipe
sigue la cariñosa solicitud de Fernando VI y de Carlos III , nombres que
registra la historia nacional con verdadera gratitud y que ilustran para
honra de sus reinados, los más suntuosos monumentos que como opor-
tunamente advertiremos, exornan la capital de la península. Heredan sus
sucesores y cunde al siglo XIX aquel hidalgo anhelo de enaltecer la me-
PROEMIO. XlII
trópoli de las Españas, que mira cada dia brotar en su recinto grandiosas
lábricas de pública utilidad , con las cuales parecen también competir los
palacios de los proceres castellanos y aun las moradas de los particulares.
excelsos predecesores para que Madrid fuese corte y cabeza del imperio
español, alcanzando progresivo engrandecimiento: al lado de Isabel II se
madre; y todo cuanto á este noble y patriótico íin se encamina, todo cuanto
puede contribuir á la honra y gloria de España, parccele tan digno de su mag-
nánima solicitud como adecuado para engrandecer la magestad de su coro-
na. Madrid recibe pues el doble impulso de las ideas que dan nuevo espí-
ritu á la nación y de la mano ilustrada y protectora de Isabel II : silla de
todos los poderes políticos, confluyen á su centro todas las esperanzas legí-
las ciencias, rotas las antiguas trabas del pensamiento y vencidas las ver-
su futura grandeza ^
. La noble aspiración de hoy la hace digna de lugar
distinguido entre las primeras metrópolis de Europa, que no en vano se
1 Juzgamos oportuno declarar aquí que no aprobamos los efectos del vértigo destructor que apo-
derándose de los espíritus ala extinción de las Comunidades religiosas, ha echado por tierra tantos y
tan notables monumentos, gloria y orgullo de las artes, desapareciendo así para siempre no pocas
joyas de la civilización española. Cierto es que por las razones ya indicadas , no ha sido tan doloroso en
Madrid el estrago producido en aquel concepto, pudiendo asegurarse, sin temor de ser desmentidos,
que ni el arqueólogo ni el artista lamentan , al tratarse de la capital de la monarquía, pérdidas tan sen-
sibles como las de Poblet y Santa Creus en Cataluña, la Cartuja de Valdemosa en las Baleares, San
Pedro de Cárdena y San Salvador de Oña en Burgos, Benifasá, Vall-Cristo y Monsen en el antiguo
reino de Valencia , ios Mártires de Córdoba y Granada y las cartujas de Granada y de Jerez en los de
Andalucía; y de tantas otras fábricas de admirable traza y sin par riqueza como han caído al golpe de
la piqueta en nuestros tiempos. Ni puede tampoco negarse que mas cercana la acción del gobierno cen-
tral, en quien era mayor la responsabilidad de tales actos, y más inmediatos el consejo y la reclama-
ción de los hombres entendidos y de los cuerpos sabios, no han corrido en Madrid la mala suerte que en
otras muchas provincias los objetos artísticos que escapaban á dicha de la furia destructora. A esta
acción benéfica se ha debido sin duda la creación del Musco nacional de pinturas, mal acomodado
ahora en los salones y galerías del Ministerio de Fomento; siendo en verdad sensible el que no se ha-
yan de igual forma reunido en un sólo edificio cuantos objetos de la edad-media existían en los conven-
tos y monasterios suprimidos, con lo cual se hubiera sin duda formado un museo arqueológico, digno de
—
PROEMIO. XV
corte de los reyes de España títulos más ó menos legítimos y valiosos para
dad de los hechos, sin que jamas se incline la balanza de nuestro juicio al
tos y los esfuerzos más sinceros y mejor concertados para elevarla á lagerar.
mino que lleva hecho desde que vivía en las tinieblas de los siglos hasta
la edad presente.
Menester será para lograrlo penetrar con planta segura en el oscuro
competir con el celebrado de Cluny, de que no sin razón se envanece la metrópoli del vecino imperio. Lo
repetimos: Madrid no ha experimentado ni como ciudad ni como provincia, bajo el aspecto monumental,
las irreparables pérdidas que otras muchas ciudades de España. Pueden dolerse los que aman las tradi-
ciones locales de que el anhelo ó frenesí innovador que distingue á nuestra edad, se ha llevado tras si
parte de la vida anecdótica de oíros dias, tal como ha sucedido por ejemplo al famoso Menlidero de
Madrid , á que aluden aquellos versos que recuerdan el desastroso fin del conde de Villamediana:
Mentidero de Madrid
decidme ¿quién mató al conde?
—Ni se sabe ni se esconde
Pero estas sensibles aunque inevitables pérdidas, dado el cambio radical de la política operado en
nuestros tiempos ¿son subsanadas, respecto del engrandecimiento material de Madrid, por las nuevas
construcciones con que se procura embellecerla? Cuestión es esta de muy difícil solución para los que
hoy vivimos ;
pero que tocaremos en lugar oportuno con aquella imparcialidad é independencia que he-
de la construcción , está muy lejos de satisfacer, en orden á los edificios públicos, las grandes é im-
periosas necesidades de las artes y de las ciencias. La Biblioteca Nacional , las Reales Academias , los
Museos de Pintura y de Arqueología, carecen por ejemplo de edificios dignos, siendo por extremo fácil el
aumentar la lista de los establecimientos de igual importancia que se hallan todavía en el mismo caso.
XVI HISTORIA DE MADRID.
laberinto de sus orígenes, erizados de íúhulas, las cuales sólo podrán des-
ción de Felipe II, al elegirla por corte de la más poderosa monarquía que
desde la era de los Césares habían visto los siglos... hé aquí la varia y difí-
toria, durante los tiempos en que rige los destinos de la patria la tan com-
batida como ensalzada dinastía austríaca.
Al llegar á este punto , sobre todo luego que pasa de esta vida el soli-
donde pocos años antes había vivido prisionero el único monarca que osó
rivalizar con la omnipotencia de Carlos V. Ya lo hemos dicho : grandes
son las simpatías y no pequeños los odios que se han despertado en nues-
tros tiempos respecto de la dinastía de Felipe I, cuyo nombre hubiera
caído en hondo olvido y menosprecio sin la representación y el valor histó-
ricos de su hijo y nieto; pero no alcanzarán todos los odios, ni todas las
simpatías á torcer nuestra pluma ni á desnaturahzar nuestros juicios.
Cuanto haya sido contrario y nocivo á la felicidad de la patria; cuanto
PROEMIO. XVII
los III. De las útiles y protectoras reformas que medita, acomete y egecuta
aquel ilustre príncipe dentro y fuera de los muros de Madrid , parten sin
duda muy principales reformas y adelantos que tienen completa realización
en el siglo XIX, como parten de aquel próspero reinado que en valde in-
tenta manchar la calumnia , trascendentales trasformaciones, cuyo fruto
hemos empezado á recoger en nuestros días, tanto en el orden moral
I'iiiulo respeto inspira en nucslro pecho el alio recuerdo del «Dos de Mayo»,
porque de este inesperado y sorprendente sacudimiento, brotan las nuevas
fuentes de vida que debian fecundar los novísimos tiempos ,
que alcanza-
mos. Con honda veneración consignará por tanto la IIistohia de la villa
Y CORTE DE Madrid los uombrcs de los egregios príncipes, cuyas vigilias y
posible tampoco estar al propio tiempo dentro y fuera del cuadro, tra-
zado por su pluma. Esta consideración tan obvia y racional, en cuanto
concierne á las dificultades meramente literarias, cobra mayor bulto cuan-
do se repara en la naturaleza especial de los hechos. Han sido estos en
examine en relación con las artes, ya le estudie bajo el aspecto de las cien-
institutos que han nacido en la Corte á la sombra de las nuevas ideas, exa-
minando al par los más notables monumentos que á nuestra vista se han
erigido, como examinaremos también cuantos existan de otras edades.
CORTE DE Madrid que empieza á ver la luz pública: tales los principios á
fuerzas no tantas como pide su más feliz desempeño. Supla esta inevita-
ble falta nuestro buen deseo , y discúlpennos en todo caso la confesión
A LA
Antigua región de Carpetania. — Carácter de sus naturales. —Dominación romana. —Conventos jurídicos á que se
sugeta. —Madrid. —Su — Su situación geográfica. — Su posición topográfica. — Estension de su periferia
capitalidad.
actual. — Sus antiguos — Examen expecial de mismos.— Clima de Madrid. —Fecundidad. —Diferencia
recintos. los
Citerior ,
poblando su escaso término diez y ocho ciudades , cuyos mora-
corazones '. Ya para vengar á los olcades, arrojados por Aníbal de Altea
su incendiada capital , opongan al vencedor africano sobre las orillas del Tajo un
vacceos, los celtiberos y los vetones larga y desastrosa guerra de sesenta años,
,
códice de Mendoza : en la edición de Erasmo sólo Cortés que algunos la han querido lomar de la
se mencionan diez y siete. Acerca de la étimo- \oz Carpenttm {Diccionario geográfico) .E\ eru-
'
4 HISTORIA DE MADRID.
águilas romanas, ganando con sus hazañas y la dureza de su altiva condición el significa-
tivo epíteto de ingenios feroces , con que los califica el príncipe de los historiadores la-
tinos '.
Sujetas por último al yugo de hierro de los conquistadores, cuya mayor pericia en el
'arte de la guerra domeñaba al cabo toda la Península, quedaron las ciudades de la Car-
historia el nombre áeMiacum, señalado cual mansión en los itinerarios, y por induc-
ción crítico-arqueológica ya que no por testimonio escrito -, vislúmbrase entre las cer-
,
radas nieblas de lo pasado la existencia de otra población no distante, puesta en las altu-
ras, cuyas faldas baña el Manzanares, y que á pesar de su controvertido y modesto orí-
gen debía
,
erigirse andando el tiempo en centro y cabeza de poderosísima monarquía, la
cual á imitación del Imperio romano , domador de la antigua Carpetania , había de aca-
riciar con ambiciosas miras la más lisonjera que realizable idea de la dominación uni-
versal.
Casi en el centro de aquella indomable región eleva hoy sus fastuosos edificios ese
pueblo, cuya historia empezamos , y cuyos hijos mostraron siempre que no en vano res-
dito geógrafo añade, y no sin razón, que ningún creer que estendíeran sus colonias más allá de la
escritor antiguo emplea la voz Carpentania para Edelania y costas de Cataluña, hubieron de influir
determinar la región de que tratamos, sino la de con su lengua, más rica, mas armoniosa, más útil
Carpetania. Parécenos fundada la etimología de para todos los usos de la vida, mucho más que sus
Cortés, que la deriva de z-zo-o;, nombre griego contemporáneos en los diversos idiomas hablados
que vale tanto como el laliuo fniclus : de modo que en las varias regiones de España, que tuvieron
Carpetania querría decir/"/'uc/í/era; denominación con ellos comunicación y trato. El arte griego
que pudo recibir de los romanos, pues sabido es se revela no sólo en las monedas de la Edetania
cuan frecuentemente enriquecieron con voces grie- sino en las de la Celtiberia; y para la interpreta-
gas su idioma , mezclando á menudo ios caracte- ción de los caracteres desconocidos ha sido la com-
res helénicos en sus inscripciones. Tal vez pudie- paración del alfabeto fenicio y del griego arcaico
ron tiallar designada ya esta región con dicho nom- el procedimiento de más felices resultados, hasta
bre, nacido de raiz griega,' lo cual nada tendria llegar á formarse claves seguras de interpelación,
de peregrino ;
porque entre los pueblos que tra- por más que sea imposible resucitar los numero-
jeron á nuestra Península sus diferentes civiliza- sos dialectos de la España primitiva.
ciones, ya entrando por la parte oriental, ya por 1 Véase sobre este punto el capítulo siguiente.
la del Norte, figuran primero los pelasgos y más 2 Tito Livio , Lib. XXI, cap. 1 ." y 49 de sus
Fulvio Nobilior.
Tras largas vicisitudes , Madrid que figuraba ya como Corte desde el siglo XVI ha ,
venido á ser capital de Provincia de primera clase * , la más central de toda la Penín-
sula ,
una de las cinco en que se halla dividido el antiguo territorio de Castilla la Nueva,
tanía general de Castilla la Nueva , hállase por más que se ha intentado erigirla en Silla
Conservando con orgullosa modestia su antiguo título de villa , ostenta sus multipli-
cados y suntuosos edificios á los 40°, 25', de latitud N. del Observatorio de San Fernando. ,
Hállase el que posee hoy la Corte en la montaña del Buen Retiro á los 40" 24' 29"7 , y es
que es de 0° 1' 12" alO. Elévase este mismo establecimiento astronómico sobre el nivel
del mar á la altura de 656"' , de donde resulta que hallándose la Plaza Mayor según el
plano de Madrid, ocho pies más baja que el Observatorio, la altura de aquella tomando
1 Con arreglo al Real decreto de 30 de no- por entre Esparlinas y el N. de Seseña á buscar
viembre de 1855 la Provincia, á que da Madrid el Jararaa, más abajo de su confluencia con el
nombre , confina al N. y NO. con la de Scgovia, al Tajiiña, continuando luego por el N. de Oreia
y
E. con la de Guadalajara ; al S. con la de Cuenca S. de Colmenar de Oreja al Tajo , cuya orilla dc-
y Toledo ; y al O. con la de Avila. Sus límites recha sigue hasta más arriba de Eslremera. Por
''on : al N. y O. la gran cordillera de los montes el E. atraviesa el Tajuña al SO. de Mondejar, pasa
carpetanos; y eiDpezando hacia el S. del Puente de entre Loranca y Pezuela, por el O. de Pioz, entre
Ancones , y continuando por los de Lozoya y Peña- el Pozo y Santorcaz , y salvando el Henares , con-
lara, la Morcuera, Fonfria y Guadarrama, sigue liniía por el O. de Azuqueca y Buges, E. de Ca-
por entre Cereceda y Zarzalejo , al O. de Valde- marmay Rivatejada, O. del Casar, E. de Palazue-
periodo terciario •
en desigual terreno -. En su aítin, harto pueril, de buscarle semejan-
zas y analogías con la ciudad eterna , fijaron antiguos escritores en número de siete el de
las citadas alturas ; mas no advirtieron que toda la superficie sobre que se levanta Madrid,
es una continuada ondulación más ó menos sensible, la cual forma, según la acertada
expresión de un escritor contemporáneo ^, una gran playa circundada por la parte N.NE.
Más renombrado que caudaloso, arrastra hoy el Manzanares ^ sus escasas aguas en-
tre profundas capas de menuda arena por la parte del O , con sensible inclinación al S.
hasta el punto en que formando el vértice del ángulo de esta inclinación , se desprende
(casi dos leguas y tres octavas) estréchase Madrid en su actual cerca que no siendo bas- ,
1 Véase <í1 apéndice melereológico y geológico carral y portillo del Conde-Duque ; el Este entre
relieve de su suelo, publicados en 1848 por los diaciones de la antigua Puerta déla Vega.
ingenieros de caminos don Juan Rafe y don Juan 5 Nace al pié de una sierra cerca de la villa
Rivera, obra que tenemos á la vista , los desnive- cuyo nombre lleva, ya lo impusiera la población
les de Madrid en sus diversas ondulaciones, hacien- al rio, ya aquella lo lomara de este. Tiene dicha
do el cálculo desde el nivel de las aguas bajas del sierra á uno y otro lado las villas de Navacerrada
Manzanares en el Puente de Toledo , son los si- y Becerril. Sigue su curso el Manzanares en direc-
guientes : A la Puerta de Segovia, 90 pies ; á la ción de N. á S. por espacio de trece leguas : pasa
de Toledo, 191 ; á la Plaza de Palacio, 198 ; á la por Cereceda, término de Colmenar Viejo, Reales
Puerta del Sol, 270 ; á la Plaza Mayor, 28o; á la sitios del Pardo y casa de Campo, vertientes de
Puerta de Alcalá, 298 ; á la de Santa Bárbara 500; Madrid (desde el Portillo de San Vicente hastamás
al ángulo del Retiro, donde se alza la montaña rusa, allá de la Puerta de Toledo), SotoLuzon, Perale-
3G0. Estos dos últimos puntos son por consiguiente jos, la Torrecilla y Vacia-Madrid , y desagua alU
los de mayor altura de Madrid. Sus principales en el Jarama. Quintana escribe á propósito de este
cuestas: la de las Salesas, Santa Bárbara. San rio que el Conde Juan de Rihebines , embajador
Ildefonso, San Sebastian , el Rastro, las Vistillas, que fué del Emperador Rodulfo II de Alemania,
Palrtcio y Santo Domingo. decia que era el mejor de Europa, porque se podia
o. El docto académico don Ramón Mesonero ir por su cauce á caballo ó en coche algunas leguas
Romanos, en su Manual-IIisfórico-íopogrúfico- sin peligro,y gozando á uno y otro lado de amení-
estadislico de Madrid. simas vistas. La observación, más que al repú-
4 El Norte se halla entre la Puerta de Fuen- blico, cuadraría sin duda al aficionado al paisage.
INTRODUCCIÓN CAP. I. 7
9,730 pies, y el de E. á 0. 8,637; por manera que la superficie total comprendida en las
tapias de la actual ronda, se eleva á 100,148,373 pies cuadrados (más de 1,207 fanegas).
Pero no siempre alcanzó la coronada villa tal extensión y grandeza. Señalados van en
el plano que á este capítulo acompaña, y ajustados á fehacientes documentos históricos,
los diversos recintos que en épocas distintas la limitaron. Cerráronla en sus primeros dias
fortísimas murallas ,
que ya en 933 rompió Ramiro II , según testifica el diligente obispo
de Astorga; defendiéronla después robustos muros, aportillados en 1110 por feroz aco-
metida mahometana, de que sólo pudo salvarse su alcázar; y algunos años adelante re-
el cerco con poca gloria de su nombre. El fuero que otorgaba á su Concejo el Emperador
Alfonso Vn, nos advierte por último que el Carrascal de Vallecas, los Molinos del Canal
y toda la renta que en Rivas gozaba ^ , debia aplicarse al reparo de los muros , dándose
igual destino á las medidas de cibera de , sal y de otros frutos , asi como al censo del
prado de Atocha y á las multas de la villa. Según el testimonio de Juan López de Ho-
yos, Gil González Dávila, Quintana, Cortés y todos los que han tratado de Madrid, al-
guno de los cuales alcanzó á ver parte de los antiguos recintos -, estaban sus muros fa-
Siguiendo sus narraciones, estudiando los restos existentes aun junto al famoso Cubo
tos á las casas poco ha edificadas en la calle de Felipe V* , los muros que trazaban el
1 El alcázar es llamado en el fuero eastiello. punto los muros de un estanque ó algibe, igual-
2 Hoyos, el cual vio destruir parte del anti- mente soterrado por la elevación posterior del
Consejos y del Arco de la Almudena : el mismo en 5 Siguiendo la narración de todos los antiguos
dad, felicísimo tránsito, sumptuosas exequias de la describe nuestro erudito amigo el Sr. Mesonero
la Serenísima Reina de España doña Isabel de Romanos del siguiente modo : «Su entrada eraan-
Valois, etc. ,» copia el dragón que dice había en gosta yestaba debajo de una fuerte torre caballe-
Puerta Cerrada, y llama á los muros sumptuosos ro (a) , tenia dos estancias ; en el hueco de la de
lados en el ya citado (Uibo de la Almuúena conünuaban , por deliás de las casas del Mar-
ques de Povar ó Malpica y las de Bozmcdiano ó del Duque de Uceda (hoy Consejos),
rodeaban la huerta llamada de Ramón frente á la casa de Moneda ', y torciendo hacia el
arco de Santa María - (entre la dicha casa de Bozmediano y calle del Factor), tomaban
es ahora Teatro Real , cerraban con el alcázar. Para mayor defensa de este recinto ,
g-uar-
Más conocido es el segundo recinto obra que puede ser reputada por arábiga
, ( bien
que no sea dado fijar la época en que se levantó) , tanto por la relación de los cronistas
que alcanzaron á examinar gran parte de sus muros , como por los nombres de sus anti- •
despreciables testimonios los trozos de Muralla que se hallan junto á la segunda ^, asi
por donde se subía á lo alto : en la de afuera habla den de Calatrava. Corregidor de esta Villa don
en el punto del alto un agujero, donde tenían oculta Alonso Pérez de Saavedra y Nava, conde de la
una gran pesa de hierro, que en tiempo de guerra larrosa.» Donde dice: «gobernando Castilla, Ara-
dejaban caer sobre el enemigo que intentase pene- gón y Madrid don Francisco Ronquillo,» debe en-
trar. En medio de las dos estancias aparecían dos tenderse : siendo Gobernador del Consejo de Cas-
puertas guarnecidas por una grande hoja de hierro tilla, cargo que desempeñó desde 1705á 1713:
y muy fuerte clavazón.» A esta puerta sustituyó antes habia sido dos veces Corregidor de Madrid.
otra y luego un arco en el siglo pasado, acerca del 1 En la parte más alta de la Cuesta de Ramón
cual dccia Alvarez Baena en sus Grandezas de se descubren vestigios déla antigua muralla, noexa-
Madrid, pág. 31; «La única puerta que perma- minados hasta ahora. Aparecen sin embargo con
nece en este sitio de las primitivas de Madrid es tal claridad que no sabemos cómo no han llamado
la de la Vega. En lo antiguo era muy angosta; la atención de cuantos han tocado estas materias.
pero la fábrica que tiene hoy, se hizo de nueve 2 Fué iustituido el antiguo , estrecho y mez-
lados y sobre el de enmedio otro cerrado donde quino por otro que se llamó de la Ahnudena, le-
,
hay una imagen de Nuestra Señora de la Almáde- vantado con motivo de la solemne entrada de doña
na , y de la de Madrid , una lápida en que se lee: Ana Maria de Austria, esposa de Felipe II: este
Reinando en las Españas don Felipe quinto, el arco debió destruirse cuando se verificó la última
año 1707 que nació el principe de las Asturias, o Dícese que estaba sobre las aguas y huertos
Luis primero, se derribó el antiguo cubo en que del Pozacho hacia la calle de Segovia, donde hoy
mor de los sarracenos, desde el año de 712 hasta 4 Halláronse sus cimientos al hacerse las obras
el de 1085, en que reinaba don Alfonso el sexto del nuevo empedrado en tiempo de Carlos III.
de Castilla, quien mandó hacer rogativas en todo 3 Obsérvanse en el patio de la casa núm. 4.
el reino, por las cuales fué aparecida y colocada También en la Cuesta de los Ciegos se ve un largo
donde hoy se venera. Se hizo esta portada año muro que lleva la dirección de la antigua muralla,
de 1708, gobernando Castilla. Aragón, y Ma- cuyas rocas sobre lodo en las primeras zonas,
drid don Francisco Ronquillo, caballero del Or- parecen haber pertenecido á aquella, si ya no son
.. .
HISTORIA DE LÁ YILl
lAplicadoii.
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Y CORTE DE MADRID.
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INTRODUCCIÓN CAP. I. Vi
como los que en 1839 se descubrieron al derribar una casa de la calle del Mesón de Pa-
ños, datos á que dan no poca fuerza los nombres de Cava baja y Cava de San Miguel,
que determinan en una y otra dirección el límite de la antigua y torreada villa. Pero ex-
cede á todo otro documento que pudiera en el particular alegarse el Plano topográfico
de Madrid, grabado en Amberes el año de 1056 ,
por revelar claramente , á pesar de
hallarse interrumpida algunas veces por grupos de edificios la verdadera ostensión de esta
muralla ,
que existía á la sazón casi completa. Partía esta del alcázar
y pasada la Puerta
de la Vega , seguía , como el primitivo muro ,
por detrás de las casas de Malpica y de
Benavente , á la Cuesta de Ramón , las huertas del Pozacho Cuesta de , los Ciegos y des-
trozos de la misma. En los muros de los anliguos metáforas, para indicar que las murallas de Madrid
edificios que existen donde antes la muralla ó eran de pedernal: Juan de Mena hablando , del rey
próximos á ella, sirven de sillares grandes tro- don Juan II con el motivo que expondremos en lu-
zos de pedernal , los cuales bien pudieron formar gar oportuno , dice que le hallaron los embajado-
parte de los anliguos, aprovechándose para las res en la su villa cercada de fuego. A lo mismo
construcciones particulares después de haberse alude aquel dicho vulgar:
destruido aquella. Esta observación se corrobora Madrid la osaría,
cercada de fuetjo
con la de que semejantes materiales no se ven em- fundada sobre agua,
pleados en los demás edificios, apesar de la abun- y una á manera de divisa heráldica de la villa,
dancia con que se halla el pedernal en las cerca- que pone López de II03 os
nías de la corte (a). Los antiguos muros estaban Fui sobre agua edificada;
mis muros de fuego son:
indudablemente construidos de estas piedras silí- esta es mi insignia y blasón.
ceas: asi lo afirman , cual va indicado , todos los También dio origen á la etimología de su nom-
escritores que alcanzaron á ver parte de ellos, y lo bre, que pretendió hallar en la lengua hebrea un
persuaden los trozos que aun subsisten. Por esta entendido anticuario. En el capitulo siguiente lo-
causa, viene ya de muy antiguo el uso de atrevidas caremos do propósito este punto.
(a) Bien conocidas son las almadravas de VaUecas, A la vista puede agradar no dará aquel diamante
, la ven-
de donde se ha sacado abundante pedernal , asi para las taja á ninguno de los orientales ; asi puede también cre-
cuñas de las calles como para piedras de cliispas. Dícese erse que tiene buena parte de las virtudes que á aquel gé-
por algunos que en los alrededores de Madrid ae lian en- nero de piedras se atribuye. Sólo le falta la dureza , por-
contrado con frecuencia piedras preciosas. Nada tendría que como el mismo Jacobo agudamente dice, naturaleza
de extraño, principalmente respecto de aquellas , cuya quiso hacer diamantes en España, y tuvo con la calidad
formación es silícea, pues sabida es la analogía que existe del terreno fuerza para dar todo el lustre entero; mas fal-
entre el pedernal y el diamante. Quintana refiere que Ja- tóle para endurecerlas del todo.» El citado Quintana aña-
come deTrezzo halló un diamante que, á no ser algo blan- de que en las cuestas de San Isidro (no determina el sitio)
do, hubiera tenido gran valor. Ambrosio de Morales hace y en el arroyo de la Casa de Campo se hallaron cristales
también mención de él con estas palabras: nJacobo de (aunque no lo especifica, infiérese serian de roca) tan
10 HISTORIA DE MADRID.
campado de las Vistillas ; rodeaba las casas del Infantado y rinconada de San Andrés
hasta la puerta de Moros '
, iba por entre la Cava baja y calle del Almendro á , salir
á Puerta Cerrada -; y subiendo luego por la calle de Cuchilleros y Cava de San Mi-
Tintes (actualmente de la Escalinata) á los Caños del Peral, ó teatro de Oriente y Puerta
1 Donde hoy existe una fuente, sitio que por la parte que ocupan hoy los calles de Toledo y
conserva el nombre de la puerta. «Era (dice un de Atocha, se hubo menester abrir de nuevo la
escritor de nuestros dias) estrecha y con varias puerta para dar más fácil comunicación , hasla
musulmanes, y conforme se observa en la prin- 3 Dice también apropósilo de estas cavas con
cipal del palacio (a) de la Alhambra de Granada su acostumbrado acierto nuestro erudito amigo el
ven otras de igual origen: estaba mirando á Medio- señor Mesonero Romanos siguiendo , las indicacio-
día , y servia para la comunicación con Toledo y nes del referido plano de Madrid : «Esta cava, lla-
otras ciudades principales, hasla que estendién- mada de San Francisco, y la de San Miguel que la
dose también el arrabal de la villa por aquel lado> continúa, han conservado aun bajo la forma de
desaparecieron puerta y muralla.» (Mesonero, loco calles su nombre antiguo morisco , y no eran otra
2 Esta puerta era angosta y recta al princi- muralla, desde los barrancos que rodeaban el al-
pio , haciendo luego dos revueltas , de suerte que cázar y fin del Pozacho en la calle de Segovia, la
ni los que salían podian ver á los que entraban, ni alcantarilla de las Vistillas , dichas cavas de San
estos á los de afuera. Llamáronla en lo antiguo Francisco y San Miguel , y luego continuaba por
Puerta de la Culebra ,
por tener sobre la clave la hondonada que después fué calle de los Tintes
aquella célebre culebra ó dragón (b) que dio lugar y de la Escalinata , hasta los caños del Peral y
á tantos comentarios : recibió después nombre de Puerta de Balnadú.
Puerta Cerrada {c), por haberlo estado largo tiem- 4 En 24 de julio de 1640 se arruinó de re-
po, para evitar las fechorías de las gentes valdías pente un pedazo de muralla en la calle del Espejo,
y desalmadas que según Quintana » escondíanse sobre las casas del relator don Francisco Llano,
allí, y robaban y capeaban á los que entraban y sa- donde vivía el doctor don Manuel Fernandez, mé-
lían por ella, sucediendo muchas desgracias con dico; y se hallaron muertos el suegro del médico,
ocasión de un peligroso paso que había á la salida dos hijos suyos, el ama que criaba á uno de ellos
de ella en una puertecilia para pasar la Cava que y otra persona. Así consta del libro 3." de difuntos
era muy honda.» Poblándose después el arraba de la parroquia de Santiago, fot. 203 vuelto.
existe pues en el lugar que ocupaba , se alzó parte del (c) Más tarde, cuando ya destruida sólo conserva-
,
alcázar que allí comenzó á edificar Carlos I. La de la ba su nombre , dio origen á aquellos versos de Tirso de
deBalnadú ', frente ú la subida de Santo Domingo, corría desde allí á terminar en
el alcázar.
{Vicus Sancti Martini) , hicieron necesaria la ampliación del segundo recinto, trazán-
dose al cabo el tercero. Puede este determinarse por el testimonio de los mencionados
cronistas , asi como por el vivo recuerdo de algunos nombres , tales como los de Puerta
del Sol -
y Postigo de Sa7i Martin , no sin que deban consultarse algunos vestigios de
la muralla todavía no bien reconocidos, y más principalmente la no dudosa mención que
de alguna de sus partes hacen documentos privados. Abarcaba pues , siguiendo todos
Santo Domingo , la puerta de este nombre que existió probablemente frente á la calle
cometrezo, plazuela de Moriana, Postigo de San Martin (lugar asi llamado por el que
allí se abría), y la entrada de las calles de San Jacinto y del Carmen, pasaba por detrás
Gerónimo , torcía en ángulo á buscar la Plazuela de Antón Martin , en que habia otra
que abordaba entre San Millan y la Latina , y formando alh otro portillo, enlazábase por
último á la antigua muralla en Puerta de Moros. Júzgase generalmente que era de poca for-
taleza la que constituía este recinto porque apenas han quedado vestigios de
,
ella : todos
1 La Puerta de Guadalajara , de que todos ios salida á algunos baños, y oíros recurren al árabe,
sas descripciones, hablándonos de sus torres y es- layas. Parécenos lo primero demasiado violento,
tatúas (que hubieron de ser añadidas á la cons- y muy extraño que en paraje tan alto existieran
truccion primitiva), quedó destruida áconsecuen- termas: lo segundo es más natural, pues la
cia de un incendio ocasionado por la excesiva ilu- contracción de bab al-nadiir á balnadú está
minacion que en ella pusieron, con motivo de las muy inmediata. Es además, no sólo presumible,
fiestas que en 1580 se celebraron, por haberse ga- sino muy verosímil, conociendo el sistema de tor-
nado el Portugal. La de Balnadú, que no pudieron tificacion arábiga, que en la altura llamada hoy
ver aquellos escritores, era estrecha y se hallaba Cuesta de Santo Domingo, punto de los más ele-
dispuesta á la usanza mahometana. Debió der- vados de Madrid y cercano á una de las puertas,
ribarse en el siglo XII, cuando se verificó la nueva hubiesen los árabes levantado torres para vigias
tonces no vuelve á hacerse mención de ella. Al 2 Dícese que se llamó asi por una imagen
unos la han buscado en la época romana , diciendo más racional parece lo fuera, por hallarse al
Permaneció Madrid dentro de este nuevo límite , después de haber establecido Feli-
pe II en tan modesta villa la corte de sus inmensos dominios , bien que se enriqueciera
cada dia con nuevos palacios, conventos y edificios públicos. Mas no tardó en ser imperiosa
la necesidad de romper de nuevo su cerca , y comenzó luego á venir por tierra la no muy
fuerte muralla del siglo XII ó XIII ;
pero aunque fuese ya conocido de Felipe II y de su
hijo aquel movimiento de la población que engrandecía la coronada villa , no se llevó á
dula de 1625.
Tomaba este último recinto de la Corte por punto de partida, tal como aparece en el
plano de Amberes antes citado ' , la Puerta de la Vega, defendida á la sazón en que se
derribada ha nueve años, subia desde allí á las Vistillas y Huertas del Infantado y de San
Toledo, puesta algo más arriba que la actual , y encaminándose al Portillo de Embaja-
nombre de Vallecas, sitio en que se edificó más tarde la. Puerta de Atocha. Abierta otra
saüda junto á la iglesia de este nombre, donde ha permanecido hasta nuestros días el Por-
tillo de la Cainpanilla circuía , la muralla la Huerta del convento; y tomando la vuelta del
Retiro, adelantábase hasta unirse con la Puerta de Alcalá, fábrica de mezquina traza,
bien que flanqueada de dos torrecillas y asentada frente á la glorieta ó entrada moderna
del citado Retiro. Corría desde esta entrada , comprendiendo las Huertas de Recoletos y
1 Se conserva, aunque en lamentable estado, el largo y ancho de cada una deslías, las rin-
que hace indispensable la restauración propuesta cañadas y lo que tuercen , las plazas ,
fuentes,
por el actual archivero, en el Ayuntamiento de jardines y huertas, con la disposición que tienen:
Madrid. También poseen otros dos ejemplares los las Parroqtdas , iVonasterics y ÍJospilales están
señores Mesonero Romanos y Carderera. El pía- señalados sus nombres con letras y números que
no, siguiendo erroresmuyenvoga cuando se grabó, se hallarán en la tabla, y los edificios , torres
respecto del origen de Madrid, lleva las siguientes y delanteras de las casas de la parle que mira al
inscripciones, divididas en tres diferentes grupos: Mediodia están sacadas al natural ,
que sepo-
á saber, en la parte superior, al lado sobre las ar- drán contar las puertas y ventanas de cada una
mas reales y en la parle inferior: de e/Zas. »— Debajo déla tabla y de la escala,
JIantua Carpetanokum sive Matritl'm dice : Salomón Saury fecit, cura el sollicitudine
Philippo IV rege cathólico. Forte el Pío. Ur- 2 Recibió este portillo el nombre del licen-
bem hanc suam et in eaorbis sibi subjecti campen- ciado Gil Ymon de la Mola, fiscal y después pre-
dium exhibí. MDCIY. — Topografia de la v\lla sidonte del Consejo de Hacienda, que tenia su
de Madrid descrita por don Pedro Texeira, año morada, donde más tarde estuvo el Hospital de
otras de particulares, y formaba no pequeño recodo en el paraje hoy ocupado por el cole-
bien de poca monta , interrumpía la tapia en el mismo sitio donde se alzó algo después la
desmontada en estos últimos años ; mas continuando aquella en línea recta á Santa Bár-
bara, formaba notable saliente hasta arrimarse al portillo de igual nombre, tal vez el mis-
mo que hoy existe. Proseguía la cerca desde este punto con varias interrupciones , ha-
llándose á la izquierda del ya citado portillo cierto edificio que ostentaba un moli-
Mostrábase á poca distancia, y con alguna diferencia en sitio y forma, la Puerta de San-
to Domingo (hoy de Fuencarral), y más adelante se abria la llamada de Maravi-
llas, que puesta al fin de una calle más por racionales conjeturas que por fehacientes da-
,
tos, históricos se deduce pudiera dar paso á la de San Andrés , cerrada no há muchos
años por el famoso Jardin de Apolo. Arrancaba de aUí la cerca de la estensa huerta del
palacio, propio de los duques de Monteleon, que era en aquella parte la del recinto de Ma-
drid , si bien algo menos saHente que en el dia ; y corriendo luego por la izquierda al por-
tillo del Conde-Duque de Olivares ^ , ofrecía la misma irregularidad que todavía presenta,
en el espacio que la separaba del de San Joaquin, hoy de San Bernardino. Quedaba la
Montaña del Príncipe Pió fuera de la población ; y rodeada por la cerca desde el último
portillo al camino del rio, abrazaba esta las Huertas de las Minillas, la Florida y la Bui-
trera, etc., dando en el ya demolido Puente del Parque, el cual venia á estar donde más
tarde la fuente del Abanico, pasadas las caballerizas reales. Cerraba por fin el Parque de
Palacio el perímetro de Madrid, estendiéndose con sus alamedas y paseos hasta la bajada
que no cabiendo ya en los antiguos h'mites , ha salvado por fin la cerca que la aprisionaba,
. derramándose en vario sentido por valles y colinas. Este impulso espontáneo, reflejo de
la nueva vida que alienta á la nación española, ha llamado á la postre la atención del Go-
bierno Supremo , dando origen á diferentes proyectos de ensanche que , sometidos suce-
final de las Cortes para realizarse , en provecho de la Metrópoli y para gloria del reinado
de Isabel H 2.
Centro de la acción administrativa, logra Madrid no desventajosa posición ; y merced á
porción, así las que la separan de las costas y fronteras como las que la apartan de los
puertos principales, de las capitales de provincia y de las posesiones de Ultramar ^
Clima apacible y frondosos y fecundos alrededores gozó en otras edades , si es lícito
dar crédito al testimonio de notables escritores , cuyas aseveraciones no pueden ser du-
al decir de los mismos la pródif^a naturaleza , brotando por todas partes copiosos y cris-
talinos manantiales. Apoyan estos asertos historiadores de tanta veracidad y buen juicio,
como un Marineo Sículo y un Gonzalo Fernandez de Oviedo , coetáneos ambos de los
el primer prelado que restauró en Toledo la silla de los Eugenios é Ildefonsos hasta el
vencedor insigne de las Navas de Tolosa; desde el Emperador Alfonso VII hasta aquel
noble príncipe que ha merecido de la posteridad el título y la corona de Sabio, todos con-
dez de Oviedo en su Quinquagena Segunda, folio traen,quando es tiempo deüos, pocos diasantes y
71 , b: «La región de Madrid es muy templada, é de después de Pascua de Navidad é es uno de los ;
buenos ayres, é limpios cielos: las aguas muy bue- mejores pescados, é es el más sabroso del mundo,
nas, el pan é vino muy singulares de su propia co- puesto que dura pocos días. También llegan con-
secha, é en especial lo tinto muy famoso, é otros grios frescos , é de los otros salados vienen mu-
vinos blancos, é tintos muy buenos; é muchas é chos é muy buenos , así congrios , atunes, pulpos
muy buenas carnes de todas suertes, é mucha é pescadas frescas , é sardinas é de otros : é vie-
salvagina, é caza, ó montería de puercos , é cier- nen muchas truchas, é salmones, é muchas an-
vos, é gamos, é corzos; é muchos, émuy buenos guillas, é lampreas, é barbos é otros pescados
conejos, é liebres, é perdices, é diferentes aves; de rios. E de Andalucía se traen muchos escabe-
é loros los más bravos de España, de la ribera del ches de lenguados, é azedías , é ostras , é sábalos
rio Xarama á dos leguas de Madrid ; é muchos ca- salados, etc.» (Cód. original, F. 104, 103 y 106
ballos, é muías, é todas las aniínalias, é bes- de laBibl. nacional). El n)ismo autor, al expli-
tias que son muchas, para el servicio de la casa car más adelante el antiguo adagio : Madrid la
é de la agricultura. E demás del pan que se dijo Osaría, etc., dice lo siguiente : «En muchas partes
de su cosecha , se trae de la comarca muy her- de efla villa el agua está cerca de la superficie de
moso é blanco candeal ; é en grande abundancia la tierra, é muy someros los pozos , tanto que con
muchas legumbres de todas suertes é mucha hor- el brazo sin cuerda pueden tomar el agua en ellos:
taliza de todas maneras; diversas fructas verdes é dentro de la población é de fuera cerca de los mu-
secas de invierno é verano, según los tiempos. El ros hay fuentes naturales, é algunas deltas de muy
queso de Madrid é de su tierra es muy excelente, singular agua para el mantenimiento é continuo
é del mismo pasto que el de la villa de Pinto, que servicio de los vecinos é todo el pueblo, demás de
es el mejor queso de España ; é tal que no se pue- los pilares grandes, é comunes albercas , é caños
de decir mejor el parmesano de Italia , ni el de é abrevaderos para dar agua á los caballos é mu-
Mallorca, ni los carcaballos de Sicilia; é á todos las, é las otras bestias, é ganados de servicio co-
hace ventaja, porque no es menos bueno, si lo ha- tidiano del pueblo, y en abundancia. Asi que, con
ces asadero ,
que comido de otra manera. Final- razón se movieron á decir los antiguos que aquella
mente , todo lo que es menester para alimentar la villa está armada sobre agua , ó fundada sobre
coronada villa, el contemplar cómo, fijando las miradas en el desarrollo de los intereses
locales , al paso que vela el legislador por el fuero común , atiende á la seguridad de las
rollo de la población rural y de las aldeas inmediatas , y no olvidando la cria de los ani-
males útiles á la labranza y demás linaje de ganados ^. Los tiempos que todo lo cam-
bian y alteran , han trocado el aspecto de Madrid , á tal punto que no sin razón podemos
1 Refiriéndose á Alfonso VI y hablando de oportuno , hallamos además las leyes para qui
esta comarca el arzobispo don Fray Bernardo de fuerit preso in uinea porco; qui loueret in los
Agen ,
primer abad del monasterio de Sahagun exidos; qui planlaret maiolo; de demandamenlo
(Sant Fagund) y piimado de las Españas, dice lo de uinea; linderos de los prados y del carrascal de
sis sedis et Abuiensis de cacumine montium utrius- dczepare uinea ; y otras disposiciones que justifi-
que termini usque ad Humen Durium... quam ler- can cuanto va indicado en orden á la feracidad del
ram de ursorum et aprorum diversique generis suelo madrileño. Dá también razón de ella el pri-
ferarum peremplam populavit , el de eremo in- vilegio de don Alonso VIII, confirmando la dona-
agricuituram cum multo dispendio et inexpugna- ción de montes hecha al Concejo de Madrid por don
bile alque multiplici munitione firmavit. (Bib. Alonso VII en el año de 1152: dicho privilegio,
2 El fuero de Madrid otorgado por Alfon- el archivo del Ayuntamiento, dice al propósito:
so VII , contiene en realidad disposiciones que «Pro multis et magnis servitiis qui vos , Conci-
prueban la fecundidad de esta comarca y su flore- lium, michi hactenus devoté ac fideliter exhibuis-
ciente agricultura. Aunque perdida una gran parte tis, dono et concedo montes, pinares, pascua, pra-
de tan importante documento, pues en el códice ta, extremos popúlalos et eremos, lotos ex in-
inferirse por el índice , lambien incompleto que completando con la noticia de los lugares propios
se halla al principio del cuaderno (cuyos caracte- para la caza de puercos, jabalíes y osos, el pre-
res paleográficos le ponen en época muy cercana cioso libro áa Montería, escrito por su bisabuelo
á la de la concesión) que la mayor parte de las el Rey Sabio y publicado con error por Gonzalo
disposiciones contenidas en estos folios extravia- Argole de Molina, apellida á Madrid «ciudal
dos se referían á asuntos de labranza. Dice asi: ahondante de puerco el oso» , elogiando sus bos-
bueyes é de las oueias. A ocho ffojas ( es la dé- 3 Nuestro docto compañero el señor don An-
cima) la ley de los puercos. A nuef ffojas (falta tonio Cavanilles, en su Memoria sobre el «Fuero
esta) la ley de los quinteros.» En los capítulos que de Madrid» (tomo VIII de las Memorias de la
establecimiento de la Corte ', que debia ser para esta comarca señal de nueva vida (dice
á este propósito un diligente investigador), sólo fué de destrucción y estrago. Sus árboles,
arrasados por el hacha destructora ,
pasaron á formar los inmensos palacios y caseríos de
la villa, y á servir á sus necesidades. Desterrada la humedad que atraían con sus frondo-
sas copas para filtrarla después en la tierra, dejaron de ejercer su influjo á los rayos de
un sol abrasador ,
que secando más y más aquellas fuentes perennes , convirtieron en des-
nudos arenales las que antes eran fértiles campii5as. De aquí la falta de aguas en Madrid;
de aquí la miseria y triste aspecto de su comarca , y de aquí finalmente el destemple de
su clima ;
porque no encontrando contrapeso ni temperante los rayos del sol canicular ni
los mortales vientos del Norte , alteraron las estaciones y aumentaron el rigor de ellas,
haciendo raros entre nosotros los templados días de primavera. » De esta manera , con
laudable amor de hijo y de hijo en verdad predilecto ,
pretende el escritor de quien co-
piamos las anteriores h'neas , no sólo explicar el extraño cambio que en el clima y fecun-
didad de Madrid - han obrado los siglos , sino explicar también la singular preferencia
1 Mesonero Romanos; Parle histórica, p. 32. Qué fructas, que pan é vino,
Qué montes, llanos é cazas.
2 El ya alegajo Fernandez de Oviedo decia en
Qué verduras, j que razas
olro lugar de sus Quinquagenas (II. Estanza 52, De caballos y ganado! etc.
pág. G7) apropósito de la fecundidad y apacible
Comentados de dos en dos estos versos por el
clima de Madrid : «Verdad es una virtud inexpu-
mismo capitán Fernandez de Oviedo , dice lo si-
nable y en su fuerza me determino loar á Ma-
guiente, al explicar desde
,
el tercero en adelante:
drid; porque quando la verdad está manifiesta, con
«Una cosa tiene Madrid por excelencia y de venta-
muclia osadia combate quien de su parte la tiene,
ja á todos los pueblos principales de España ; y
é con grande ánimo y seguridad hablan los liom-
es que como está quasi en la mitad de los reynos
bres en qualquiera oportuna materia. Así que,
é tan desviada de los mares, no le alcanzan
confiado yo de la misma verdad, puedo en este
aquellos vapores é nublados marítimos, é así su
caso decir que es Madrid nobilísima, fuerte, fértil
cielo está mas claro é limpio é desocupado de
é muy sana , tanto que quando en Castilla hay
esas ofuscaciones ni tuibacion naturalmente en
pestilencia, la tierra que primero adolesce no es
toda la mayor parte del año, sin contraste ni de-
Madrid ni su tierra, sino la que á la postre enfer-
bate de mudanzas que suele aver en otras regio-
ma , é la que primero convalece é sana de cual-
nes É 'todas estas cosas son notorias á los na-
quier morbo é general contagio pestilencial, á
turales , é aun á los exlrangeros cortesanos que
causa de sus claros horizontes é limpios cielos é
han visto aquella villa é residido en ella ;
porque
sanos aires , é templada región é benignas es-
no se puede jnorar ni dejar de entender cosa al-
trellas. «Y más adelante en la estanza siguiente
guna de estas porque demás de su notoriedad,
,
que la concede Felipe II. Más si damos por buenas muchas de las razones que alega so-
bre la oportunidad de poner la Corte en Madrid " , lícito nos parece indicar que no debió
que es hoy cruel azote de la coronada villa. Oviedo , León, Toledo , Valladolid, Sevilla,
Córdoba fueron por larg-os años asiento de reyes y metrópolis de poderosos Estados, ya
ondease sobre sus almenas la cruz de la victoria, ya volaran sobre sus esbeltos minaretes
las señas musulmanas ; y sin embargo de haber encerrado en sus recintos suntuosos al-
mavera renace por el contrario con mayor pompa y riqueza , y cada estío rinde más co-
diciados frutos ,
permaneciendo con iguales caracteres la obra del Criador, mientras han
pasado como sombras las generaciones y apenas dan indicio de su pasada grandeza y es-
,
plendor los monumentos que pregonaron un dia su poderío y su opulencia. Cierto es que
de la Corte; pero hay sin duda causas naturales de mayor importancia, que debían produ-
cir el extraordinario cambio que, según los testimonios alegados , ha llegado á obrarse en
este suelo ' , trocándolo de fértil en árido y destemplando su antes apacible clima, hasta
excitar la vis epigramática en unos escritores y desatar en otros el mal reprimido espíritu
ríos ,
por más que se encarezca la abundancia de aguas que brotan á la verdad sin gran-
de esfuerzo en su suelo ^ , carece de los principales elementos para ser tan fértil y de
1 Véase el Apéndice geológico, etc. tra agua en Madrid , hecho que no carece de fun-
2 Entre otros que pudiéramos citar, recorda- damenlo, bien que sea sobradamente exajerado
mos las siguientes frases del autor del tomo de por sus encomiadores, cítase con frecuencia la di-
«Caslilla la Nueva» en la obra pintoresca de Re- visa y mote de que hablamos en otra nota. A
cuerdos y bellezas de España: «Inlernada encam- lo mismo y á la abundancia de pedernal de que
pos yermos y solitarios (dice) á orillas de un arro- hicimos ya mérito , compuso don Juan Hurtado
yo más bien que rio , sentada en desigual terreno de Mendoza aquel celebrado geroglifico, el cual
y rodeada de aridez en un horizonte raro y mo- consistía en una fuente de taza con agua y enme-
nótono sin ser dilatado, tres siglos há que una dio de ella un pedernal grande herido por dos es-
villa gobierna la España, y se engrandece á costa tabones, que producían chispas de fuego, y aire-
de las antiguas metrópolis de la monarquía.» La dedor esta letra: Con el ocio lo lucido se desluce,
caliQcacion de arroyo que da al Manzanares, y dentro: Rompe y luce. Para explicar mejor el
no es sin embargo nueva; pues ya desde el si- sentido, añadió un soneto que empie^'a:
glo XVII fué en el mismo sentido objeto de las Es con tu ilustre sitio convenible
^ , , , .
, Madrid la Ursaria, tu divisa y seña,
picantes e mgemosas burlas de GongOra y de
E1 pedernal tu muro nos le enseña,
Quevedo. Que cubre dentro enseña no posible, etc.
3 Aludiendo á la facilidad con que se encuen- Y es peregrina la explicación que los antiguos
: »
INTRODUCCIÓN CAP. I. 19
tan apacible clima como nos la presentan sus paneg-iristas ; y así más que notable cambio
entre el Madrid anliguo y el moderno, encontramos en las relaciones de sus hijos no poco
de hiperbólico, disculpable en el amor patrio; pues que no es dado inferir con todo rigor
que por ser sus vecinos bosques abundantes en puerco y oso , subiesen al grado que se
pretende y fuesen tantas las excelencias que á la coronada villa se atribuyen. Y que no
gozó el Manzanares del caudal que le han concedido en lo antiguo algunos escritores,
también el proyecto abrigado por don Juan II de Castilla para traer el Jarama á Madrid ^,
con ánimo de fertilizar sus campos y hermosear la población que 'debia atravesar dicho
rio , engrosando después al mismo Manzanares. Ni es menor prueba la tentativa del fa-
historiadores de Madrid dan á la conlradiccion que Segovia, ó en el tiempo que hay grandes lluvias.
según ellos exisle enUe el pedernal y el agua de Y manifeslados los medios de atender á la piovi-
este suelo: aseguran que la causa de hallarse en sion de harinas, prosigue: «Una ribera ó rio que
abundancia elementos tan contrarios, consisle en se dice Xarama (de donde son aquellos toros tan
que según la aslrologia árabe esta villa está so- lamosos de bravos) pasa á tres, é á dos leguas
metida á los signos de Sagitario y Piscis, casas é menos de Madrid. É el rey don Johan II de tal
diurna y nocturna de Júpiter, cu^os signos son el nombre queria traerle á aquella villa ; y era muy
uno caliente y seco por su naturaleza de fuego, y posible, porque nivelado, supo que se podia hacer,
el olro acuático, húmedo y frió. Nos abstenemos sino que el buen deseo del Rey no se efectuó, é
de hacer comentarios sobre estos cálculos astro- por eso dize el texto. Si el rey don Johan le vivie-
lógicos: el lector aficionado á ellos puede cónsul- ra. etc. É fué notorio que aquel buen príncipe
tar al propósito la Historia de Madrid del Licen- estava muy puesto en traer aquella rivera ó rio
ciado Gerónimo de Quintana. desde la puente que llaman de Viveros por donde
predilección con que vio don Juan II la coronada '^enir guiada aquella agua á dar al pié de la torre
Mas un defecto notado los pilares (a) para salir por entre las huertas del
Lo padecen tus vecinos,
Pozacho que dizen, á dar en el rio de Madrid en-
A causa de los molinos
De tu pequeña ribera. cima de la puente que llaman Segoviana, lo cual
Si el rey don Johan te viviera, para que saben é han visto
los la traza (b) ,
pa-
Con Xarama se excusara
Y esa falta te sanara.
rece cosa muy posible.
20 HISTORIA DE MADRID.
Iiinegablc es no obstante ,
por más que conceptuemos algún lauto exageradas las ala-
banzas de los escritores hijos de Madrid respecto de su fertilidad y clima bonancible, que
no carecen de fecundidad los terrenos que logran riego y regular cultivo, y gozan gene-
ralmente hablando de una atmósfera trasparente ; y no lo es menos que su cielo se viste de
brillante y limpio azul, bien que no se dilate en bello panorama su horizonte. Tal sucede
en verdad á la coronada villa. Pero en cambio rara vez la conturban y aflijen destructo-
ras tormentas , hallándose al par, merced á su elevada situación , exenta de miasmas pes-
tilenciales y libre de angustiosas inundaciones ,
pavorosos terremotos y otros crueles azo-
tes ,
que con azarosa frecuencia se ceban en las poblaciones de su grandeza é importan-
cia. Seco, vivo y penetrante, principalmente en invierno, hace sin embargo desapacible
nios, parece racional que fuera el Manzanares du- »Iré al Pardo con el barco como ofrecí á Su
rante el siglo XVI más caudaloso y corriese menos Magestad , y daré la vuelta para Lisboa ,
que será
oculto entre arenas; pues la misma corresponden- harto más breve que la venida, que ha sido en el
cia que con motivo de la navegación del Tajo y corazón del invierno , y en año de las mayores
del Jarama hasta la Corte; medió entre el citado avenidas y muclias, que ha habido tiempo há , y
Antonelli y el rey ó su secretario de la Guerra por camino inusitado y nuevo. Nuestro Señor, etc.
Juan Delgado, así lo persuade. Entre estos pre- De Madrid á once de febrero de mil quinientos
ciosos documentos que se conservan en el ar- ochenta y dos.— M. Y. S.— B. L. M. de V. I., etc.
chivo de Simancas, se encuéntrala siguiente carta — Juan Bautista Antonelli.» — Esta caria lleva es-
del ingeniero critas en la carpeta las siguientes lineas de mano
«Al Muy Ilustre Señor, el Señor Juan Delgado, de Felipe II: «Quédame acá la suya, para verla
del Consejo de S. M. y su Secretario de la Guerra, (ly considerarla despacio, aunque me pai-ece mu-
etc. —M. Y. S. —A S. M. escribo largo la dispo- «cho la costa ; y respóndasele el lunes, avisándole
sición que he hallado de navegarse hasta acá, co- «del recibo, y que he holgado de entender todo lo
mo V. M. podrá ver por ella, á la cual me remito. «que dice. Y que pues mi hermana llegará tan
El contento y aplauso que por todo el camino han «presto al Pardo, la espere allí con la barca para
mostrado los pueblos comarcanos á estos rios , y )>si la quiere ver; y después se venga como dice,
en particular los lugares grandes como Talavera, wy que la traiga hasta aquí (a).»
Toledo y Madrid , en venir á ver la novedad de Este es el viaje de que habla nuestro amigo el
esta navegación y saber el fin de ella , es argu- señor Mesonero Romanos , como verificado por
mento de un muy gran bien venidero á todos ellos. Antonelli desde Aranjuez hasta el Pardo. Sin em-
En Madrid, fuera de á la persona Real ,
para otra bargo, Antonelli no pasó de la Puente Segovia-
cosa ninguna no debe de haber salido más núme- nn ;
pues según otra caria dirigida al rey des-
ro de gente de la que salió á ver navegar el barco de Madrid en 14 del mismo febrero, «obede-
desde la Puente de Toledo hasta pasar la Sego- ciendo (dice) las órdenes de Su Magestad, partí
viana. Queda con la ejecución de ella hacer la más para el Pardo y al Molino quemado aguardé que
señalada obra que ningún principe haya hecho
(a) La relación á que hace referencia la nota del Rey
jamás; y V. M. que ha dado principio en hacerle
no existe en Simancas , ni la hemos podido encontrar en
servicio de facilitárselo, y en particular la provi-
ningún archivo. En la parte descriptiva, al tratar del
sión del dinero, continúe pues en su tiempo se
; canal de Jlanzanarcs, hablaremos detenidamente de to-
hará la cosa más rara que nunca se haya hecho. das las tentativas que se han hecho para navegarlc.
INTRODUCCIÓN CAP. 21
la temperatura ^ el aire que habitualmente reina en Madrid, batiendo con más persistencia
que otro alg-uno en la referida estación los vientos del cuadrante del Norte, que atrave-
villa, sin hallar obstáculo en montañas ni modificación en bosques, con toda la crude-
za y frialdad que tomaron en los hielos de la sierra. Soplan los tempestuosos y cálidos
de 0. y S. cu primavera y verano ; y creciendo sus ardores con la falta de humedad y de
arbolado que los temple y modere, hacen el estío por extremo riguroso. Húmedas y no
poco destempladas por las abundantes lluvias , sólo tienen las primaveras alguna com-
pensación en las estaciones automales y entradas del invierno ,
que pueden propiamente
llamarse las primaveras de Madrid; sazón de hermosos dias, en que sólo se mueven dulces
y apacibles brisas , brillando el cielo ya limpio y despejado ya bordado de ,
aleg-res, pla-
pasase una borrasca de mal tiempo un día , y ten- pues había llegado aquí con harto trabajo, desea-
tando de pasar adelante, hallé el rio tan derra- ría cumplir con toda la jornada. Pero pues las
mado y menguado, que hube de volverme á la grandes armadas por falla de buen tiempo se
Puente Segoviana. Y por no aguardar á que men- vuelven, no será mucho (jue este barco haga lo
güe más, y sea más dificultosa la salida de él mismo por la mis na falta. Mañana llegaré á Va-
(prosigue), mañana á la tarde partiré para Toledo cía-Madrid, sino le falla el agua, en donde iré yo
y Lisboa en el mismo barco, con el favor de Dios; á dormir para embarcarme para esa ciudad el
en donde daré á Vuestra Magestad más particular martes de Carnestolendas. » Después de estas si-
relación de lo que en la postrera le escribi.» En guen otras cartas relativas al viaje de regreso. Se
otra carta del 17 del mismo añade : «Este rio ha vé pues, que si bien Anlonelli navegó por el
menguado mucho después que llegué , y topo á Manzanares, no llegó hasta el Pardo , ni pasó del
cada paso con secos, en los cuales hago cavas en la Puente de Segovia, viéndose forzado á suspender
arena para pasar como en la navegación de Sanla- su viaje y desistir de la empresa por la escasez
ren, yse pasará algún trabajo hasta Vacia-Madrid, de aguas.
sino llueve.» Y en otra fechada el 25 é intitulada al 1 La temperatura medía de Madrid es de
secretario Delgado, se expresa en estos términos: 15°, 2' y 00" del termómetro centígrado, que
«Escribi á Su Magestad anoche que aguardaba si equivale á 10' y 92" de Reaumur; el frío me-
estos nublados diesen agua al rio, para ir al Pardo dio 0° y el calor 24°. A 5 bajo cero es lo más
con el barco, para si lo quisiese ver la Emperatriz, que suele llegar el primero (a) y á 52 el segundo,
como Su Magestad me lo mandaba: ha crecido hoy calor cero. La altura barométrica medía es de
jo de Madrid, era ya de noche; y por haber de El día más largo en Madrid es de 13 horas, 5 mi-
partir mañana lunes la Emperatriz para el Esco- nutos y 43 segundos; el más corto de 8 horas,
rial, y no poder llegar allá el barco hasta el 56 minutos, 17 segundos; y el crepúsculo de dos
miércoles, si hubiese agua hasta entonces para horas, 40 minutos y .53 segundos. En el apéndi-
ir, y con temor de que faltase para la vuelta, y ce meteorológico recibirán la debida ampliación
viendo que no llegarla á tiempo, con harto des- todas estas noticias.
toadas y trasparentes nubes, como si pretendieran juslilicar los elogios que le prodigan
Si las enfermedades epidémicas que aílijen las poblaciones numerosas, llegan rara
por cierto en su seno los gérmenes de insalubridad, olvidadas á la continua las salvado-
ras prescripciones de la higiene, así pública como privada. El uso frecuente de excitan-
tes; la habitual exaltación del espíritu, hija de la vida activa y agitada, característica délos
grandes centros de población en los tiempos modernos; las necesidades creadas sin cesar
por el inmoderado lujo que excitado por la competencia de las clases más elevadas, se
trueca en dolorosa fuente de la disipación y de los vicios ; el sobresalto que producen los
repeutmos cambios de fortuna todo parece acechar en Madrid sin tregua y combatir
fundido más de una vez con el morbo asiático , y no menores son los funestos efectos de
la pulmonia y de las fiebres en sus diferentes especies : cébanse con mayor intensidad
las catarrales , las mflamatorias , las gástricas y las biliosas , y siguen en temible confu-
sión catarros , reumas musculares y articulares , artritis , espasmos , hemorragias , angi-
nas ,y flujos pasivos , cerrando tan infausto cortejo ese proteo, verdadera desesperación
ce natural deducir que siendo Madrid un pueblo mal sano , no debe vivirse en él , ha-
biendo para la salud tantas y tan graves contingencias '. Mas no debe cargarse toda la
culpa á las condiciones físicas de la villa: las ciudades populosas, por exquisitas que sean
que fijó la corte en esta villa. No intentamos en verdad erigirnos en campeones de este
creemos no obstante que ni anduvo tan desacertado que merezca vituperio , ni carece de
tuviese mejores condiciones naturales ; y seria sin duda desconocer las altas dotes de re-
público que le hacian temible fuera de sus Estados y le ganaron entre sus vasallos tí-
tulo de Prudente , el suponer por un momento que no alcanzara rey tan perspicaz lo
que á todo el mundo era palmario. Razones de entidad y de peso debieron influir pues
en el ánimo del hijo de Carlos V para dar la preferencia á la humilde villa del Manzana-
res sobre las afamadas Cortes de los antiguos reinos de España, que se pagaban de os-
tentar esclarecidos blasones y remitían sus orígenes á las más remotas edades.
Ni era por cierto peregrina la idea de Felipe II en la historia de sus predecesores.
Escogida por sitio de recreo la villa de Madrid, principalmente desde los tiempos de Al-
fonso XI , fue morada una y otra vez de los reyes castellanos , mereciendo en el largo
reinado de don Juan II que este príncipe, tan dado al fausto y pompa cortesana, la hicie-
mera mitad del siglo XV ^ Y no olvidó el hijo de la virtuosa doña Catalina cuanto al en-
grandecimiento material de Madrid se referia, de lo cual es prueba incontrastable el co-
los reyes , sino que habla cundido también entre "prehende sus Indias.» {llist. nal., y general de
los ejércitos españoles, copiamos aquí las siguien- Lid., lib. VI, cap. 8). Téngase en cuenta que
tes lineas , tomadas del ya citado Gonzalo Fernan- Gonzalo Fernandez de Oviedo habla sido secreta-
dez de Oviedo: «El qual (César) ha seydo digno, rio del Gran Capitán , militando largo tiempo en
Dmediante la divina clemencia (que le hizo iiiere- Italia, donde contrajo grande amistad con los ca-
Dcedor de sus buenas venturas y nuestras) de ser pitanes Céspedes, Zamudio, Ferrer de Lorca
y
«señor de tan valerosa nascion, para que veamos otros valentísimos soldados que al escribir las
y ,
»al presente , como se vee , la bandera de Espa- líneas que trasferimos, era Alcaide y Capitán de
))ña celebrada por la más victoriosa , acatada por la Fortaleza y castillo de Santo Domingo en la
»la más gloriosa, y amada por la más digna de Isla Española (Hay tí), después de haber tenido
))ser querida en el universo. Y assi nos enseña el no pequeña ¡¡arle en la conquista de Tierra Firme.
«tiempo é vemos palpable lo que nunca debaxo Con esta consideración cobran mayor fuerza sus
«del cielo se vldo hastaagora en el poderlo é alta palabras que son eco fiel de la universal creencia
»se debe esperar que lo que está por adquirir y 1 Véanse sobre este punto nuestros Estudios
«venir al colmo de la monarchia universal de históricos, polilicos y literarios sobre los ju-
"nuestro César, lo veremos en breve tiempo de- dios de España, Ensayo II, cap. IX, donde da-
»baxo de su yugo y obediencia. Y no digo sólo mos detenidamente á conocer esta manera de li-
«esto por los inlieles; pero ni de los que se lla- des poéticas, en que brillan al propio tiempo el
oman crispstianos , si dexasen de reconoscer por docto Marqués de Santiilana y Juan de Mena, Fer-
«superior, como deben y Dios tiene ordenado, á nán Pérez de Guzman y Alfonso de Santa María,
«nuestro César; pues le sobran osados milites y no esquivando tomar parte en ellas el Condestable
»gentes y no le han de faltar riquezas que les re- don Alvaro de Luna y aun el mismo rey. Al lle-
»parla, assi de sus grandes Estados de Europa gar á este reinado en la presente historia, procura-
y
«África, como destotra mitad del mundo que com- remos dar idea exacta de aquella corte.
24 HISTORIA DE MADWD.
y Madrid ,
pareciendo inclinarse al último punto, si ha de tomarse en cuenta la ciicuns-
tancia harto signiificativa de haber puesto en él una y otra vez su morada. Y no deja de
llamar la atención que pocos años después un hombre tan digno de respeto como el Car-
denal Fray Francisco Ximenez de Cisneros, llamado á regir las riendas de aquella monar-
quía, en cuyos dominios no se ponia el sol , sin que le llamasen á Madrid particulares in-
por largas temporadas en la hoy coronada villa , sino que tuviese también en ella Cortes
del reino , en que se hicieron por cierto leyes de inmensa trascendencia en la historia de
los siguientes siglos.
diasde Alfonso VII, silla imperial, donde residían consejos y tribunales supremos, honró
el César á menudo la villa de Madrid , trasladándose á ella con su corte.
tura metrópoU española', parecían venir preparando durante dos centurias el pensamiento
que llevó á cabo Felipe II , al heredar el cetro y la pohtica del afortunado rival de Fran-
cisco I ; y fruto de esta política que oportunamente estudiaremos , fué el hecho de erigir
especial topográfica de Madrid : acuden los segundos á los recuerdos históricos , invocan-
Obsérvase, siguiendo el primer argumento, que siendo España nación peninsular , está
llamada por la misma naturaleza á desenvolver por medio del comercio , cuantos gérme-
nes de riqueza abriga , debiendo por tanto encaminarse todas sus fuerzas á figurar entre
los demás pueblos como potencia marítima. Dedúcese de aqm' que, á semejanza de las
setiembre de 1558, hallándose Felipe en Flan- morada. Es pues evidente que el proyecto de que
des : en los últimos dias de agosto de 1 559 arri- tratamos , nació al concebir el sistema político
bó este al puerto de Laredo, y ya en 1560 resi- que procuró desarrollar durante su vida.
INTRODUCCIÓN CAP. I. 25
de una de sus anchas y abrigadas rias , á fin de atender más directa c inmediatamente a!
ra, con lo cual llegarla á ser rica y respetada. No se nos oscurece por cierto el fondo de
verdad que en absoluto encierra este raciocinio mas dada ; la estructura geográfica de la
península y reconocida la situación de las principales ciudades que hubieran podido aspi-
rar á la honra de ser cabeza de España , así en las costas orientales como en las del norte
y medio dia , no puede menos de llamar nuestra atención la excesiva distancia que las se-
para de los demás extremos, pareciéndonos altamente perjudicial para el mayor número de
provincias que hablan llegado á constituir la monarquía , la preferencia concedida á cual-
quiera de ellas.
No era por tanto aceptable , ni con las condiciones geográficas de la península , ni con
las circunstancias políticas que servían de indeclinable precedente á toda idea de unidad
administrativa, el establecimiento de la corte en ninguno de los puntos indicados. Cádiz,
pectivamente á tal distancia y tan apartadas de las demás regiones centrales de la penín-
tiempos medios, c|ue llegase á todas partes con igual fuerza y rapidez el benéfico influjo
del Gobierno supremo ; condición vital en toda monarquía pero apremiamente y de aque- ,
llas que piden instantánea satisfacción , en imperios creados sobre diversas nacionalida-
desy que aspiran á la vez al dominio universal, idea que persigue sin tregua á Felipe II,
como una terrible pesadilla *. Esta consideración, digna de ser maduramente quilatada
fundos rios, cuyas aguas crecen por extremo durante las estaciones hiemales, carecía
1 Puede consultarse entre otros muchos tra- universal, idea que habla germinado constante-
bajos, en que se juzga la política de Carlos Vyde mente en la edad media, como prueba el libro
su hijo, el tomo II de Memorias de la Real Acá- De Monarchid, escrito por el inspirado autor de
demia sevillana de Buenas Letras , áonáo, (ínüfíA \^ Divina Commedia: Felipe II, español y rey
premiada en 1833, se toca con notable acierto de España, funda en las fuerzas de la nación, crea-
este punto (p. 33). Debemos advertir aquí, por- da por ios Reyes Católicos, la esperanzado lograr
que conviene grandemente á nuestro intento, que aquella idea, dando á su patria el predominio ab-
!a política de Felipe II, si fué la misma de su soluto entre todos los pueblos. Era sin duda este
padre respecto de los fines, cambió absolutamente pensamiento más patriótico y se conformaba más
de base. Carlos V, ílamenco y emperador de Ale- intimamente con el carácter del genio español: Fe-
mania, se juzga sucesor de Cárlo-Magno, y funda lipe II, como observa el erudito académico de la
sobre el imperio sus pretensiones á la monarquía Historia , nuestro amigo el señor don Modesto
26 HISTORIA DE MADRID.
viage ,
que hoy verificamos con la mayor comodidad y holgura.
No debe perderse pues de vista, cuando de estas cuestiones se trata, el estado que en
defensa que habia dificultado durante la edad-media el tránsito de montes , valles y nos,
sembrando al par de fortalezas y castillos gargantas , alturas y encrucijadas , no habia
sido posible pensar ni un solo dia en abrir las regiones del interior al trato y comunica-
ción de otros pueblos. Algo se ocurrió en el particular á los Reyes Católicos, corona-
des, no les fué dado en este punto establecer maduramente ningún sistema. Tocaba sin
duda esta obligación á sus herederos y este es un cargo de que difícilmente pueden ser
,
absueltos. Distrájolos sin embargo, llamando todas las fuerzas de la monarquía al exte-
rior y consumiendo estérilmente inmensos tesoros , aquella política aventurera que excita-
caminos , doloroso achaque que ha llegado hasta nuestros días , á pesar de los laudables
esfuerzos de Fernardo VI y de Carlos III , repetidos por sus sucesores: de suerte que
aspú-ando Fehpe II á dar cumplida cima á la obra de la unidad nacional , acometida por
nuir los obstáculos materiales que al logro de aquel gran pensamiento se oponían ; y
como era Madrid el punto más céntrico ó uno de los más céntricos de la pem'nsula , tam-
poco podrá sorprendernos el que , sentados los precedentes históricos que arriba expusi-
mos , fuese la villa de Madrid elegida por silla y cabeza de la gran monarquía española.
Bien se nos alcanza que puestas en situación más céntrica que las marítimas ,
pudie-
ran algunas ciudades del interior haber alegado no despreciable derecho para obte-
ner tan alta honra , regados sus muros por ríos navegables. Pero tanto Sevilla como
Córdoba, únicas capitales de antiguos reinos que pudieran haber abrigado en Castilla
aquellas aspiraciones, se hallaban á gran distancia de las regiones del N. NO. y NE.,
con lo cual quedaban ya excluidas del pensamiento á cuya realización tendían todos , los
preliminar), hubiera hecho la Europa españo- Calólica?.. Cuestiones son estas de suma trascen-
la, si hubiese logrado subyugarla, mientras Car- dencia en la historia de España, que tendremos
los V la habría hecho alemana. Pero ¿cumplían en ocasión de tratar de propósito en lugar oportuno,
aquella sazón al bienestar y la prosperidad de Por ahora sólo cuadra á nuestro intento el ilustrar
España semejantes proyectos? La política que te- los hechos que sirven de apoyo á nuestra argu-
nia por heredero el de la monarquía universal, mentación, respecto de las razones que movieron
que no vacilamos en calificar de terrible pesadi- á Felipe II á poner la Corte en Madrid , con pre-
el Ebro, estando fuera de Castilla, no podía tampoco satisfacer sus deseos. Ni hubiera
dejado de lastimar esta elección el espíritu mal apagado de nacionalidad de otras capita-
trascendencia que no han tenido presente los que echan de menos en Madrid , cual títulos
legítimos de la supremacía que goza , los altos recuerdos históricos y las tradicionales
Los que acostándose á este parecer , hubieran querido hallar la corte de las Españas
dando á la España central una influencia ascendente y decisiva á la postre sobre ambos
extremos de Oriente y Occidente no alcanzaron por , cierto que al lograrse el triunfo de
los esfuerzos que maduraron aquella idea, era de todo punto imposible que abdicara Casti-
ascendientes : Tarragona , Cartagena , Mérida con sus romanos blasones é imperial es-
interesante cuna y los heroicos tiempos de la restauración española; Córdoba, Sevilla, Gra-
nada citarían sus arábigas grandezas, la belleza del suelo, las ventajas de la situa-
ción ; Burgos , Valladolíd , Zaragoza, recordarían haber sido cabeza en otro tiempo de
naciones áque presiden: han formado su unidad, han representado dignamente su gran-
deza , han marchado por luengos siglos á su frente en cualesquiera vicisitudes : son el
y tradiciones» ^
Concederíamos de buen grado la exactitud y fuerza de estas aseveraciones , inspira-
das más bien por el íntransigible espíritu de provincialismo que por el imparcial crite-
rio de la razón , si hubiera sido posible borrar de un solo golpe todas esas venerandas
Felipe , negándole precisamente el principal carácter que la distingue. Por que téngase
muyen cuenta: posible es, y no difícil por cierto, acusar al hijo de Carlos V de sus-
picaz y desconfiado, condenando en tal sentido los graves errores, á que le arrastra-
ron estos defectos, reprensibles siempre en un príncipe; pero jamas podrá el historiador
situación en que se hallaba el imperio español en el instante , en que decide Felipe II po-
ner la Corte en Madrid : recordemos por un momento la vitalidad que todavía conservaban
las diversas nacionalidades que hablan simbolizado en victorioso haz los Reyes Católicos;
y no olvidando las encontradas y aun poco pacíficas pretensiones que abrigaban las anti-
guas capitales, cuyos nombres se hacinan al acaso, se comprenderá cuál era la obligación
tulo de legitimidad para alcanzar la honra que le concede Felipe , fué á no dudarlo la
el ímpetu y corage de los sectarios del islamismo , coronando sus sienes el lauro inmar-
tiana, el añílelo de señoreará sus hermanos; y tanto fué el empeño que en estas lides mos-
traron que, olvidado más de una vez el enemigo común , estuvo á riesgo de malograrse
Y no era por cierto fatal efecto de malas pasiones tan dura oposición entre las nacio-
el predominio moral y político que logra Castilla desde la época de Alfonso VII, que se
1 Desde la famosa batalla del Cerro de los que capitanean los Benimerines, junto á las aguas
5M?//res, como la llaman nuestros cronistas, ó de del Salado (Tarifa— 1342). Cualquiera de estos
Calatañazor , como la apellidan los árabes, en triunfos, sin el espíritu de mutua dominación
que fué vencido y muerto Mohammed-Ebn-Abi- que imperaba en los cristianos, hubiera servido
Amer, llamado generalmente Almanzor, último de base á la total restauración de Espafia , cuando
defensor del Califato andaluz, quedó vencido vir- sólo alcanzaron á conjurar los peligros de que
tualmente en Espafia el islamismo (1002 de J. C, esta se veia amenazada. Aun en los tiempos de
393 de la hégira). Doscientos diez años después, don Juan II fué causa ese mismo espíritu de dis-
almohades, que pusieron en nuevo peligro de escla- de la morisma en 1434, tras la renombrada ba-
vitud á la España cristiana, volvia áser vencido talla de la íligueruela; forzado el monarca á re-
el pueblo mahometano en las gargantas de Mura- pridiir por una parte la desleallad de la nobleza y
dal (Navas de Tolosa — 1212) , conforme en su lu- á contener por otra las invasiones en Castilla de
gar observaremos ; y ciento treinta años adelante los infantes, reyes de Aragón y Navarra,
eran derrotadas nuevamente las tribus africanas 2 Yéase la Chronica latina de Alfonso YJl,
INTRODUCCIÓN. CAP. I. 29
todas sus fuerzas Individuales una gran nación y un gran pueblo , ni se prestaban fácil-
mente á confesarse subordinados, ni hallaban medio más expedito, para sostener su pre-
tensión ,
que el único á la sazón conocido para dar cima á la obra de la unidad , cual era
la fuerza de las armas. Sólo de esta manera y á título de conquista se realizaba entonces la
fusión de dos ó más reinos ó nacionalidades , y sólo por este camino se llega á constituir,
Mas cuando consumada , esta grande obra , cesa en algún modo la vida de febril agita-
ción de los tiempos medios , se vé nacer la idea del Estado bajo la poderosa y enérgica
mano de los Reyes Católicos; y robusteciéndose en la breve regencia del gran Cisneros»
crece impulsada por el espíritu de universal dominación que distingue su reinado, du-
rante la época de Carlos V, y llega á cumplida granazón bajo el cetro de Felipe II.
sólo querer de uno ó más reyes los recuerdos de independencia abrigados por los diversos
pueblos que vinieron á formar el gran pueblo español; y era en consecuencia impo-
sible acallar sus pretensiones y satisfacer sus opuestos intereses. Necesitábase para
labrando de paso la felicidad de los antiguos reinos españoles, que procurase el monarca
para ser previsor y llevar título de Prudente , desvanecer por cuantos medios estuvieran
el siglo XVI ¿á cuál de ellas hubiese debido adjudicarse esta honra? Y una vez adjudi-
cada ¿hasta qué punto hubiera sido consentida ó acatada por las demás ciudades cuyos ,
tua contingencia?...
Tales son las cuestiones que hubieran debido resolver (y ni aun siquiera las llegan á
formular) los que llevados de antipatías, más ó menos reprensibles, acusan de imprevi-
vez de alabanza era aquel rey merecedor, al resolver con ánimo tranquilo y libre de toda
afección ,
que recayese en una población que no podia por sus antecedentes históricos
donde estos heclios lienea entera confirmación y morable principe, que es uno de los protectores de
prueba. Adelante volveremos á tratar do este me- Madrid durante la edad-media.
30 HISTORIA DE MADRID.
Porque no hay que olvidarlo en : la situación en que se hallaba el pueblo español , llama-
do ú una vida común, bajo un mismo cetro, no solamente era indiscreta y altamenta per-
judicial A los más altos intereses del Estado la inccrtidumbre y vaguedad de la edad-
media respecto de la residencia del Gobierno Supremo, sino que no podia darse un paso,
sin pensar seriamente en fijar este centro de acción y de vida. Era pues , de todo punto
necesario crear una capital nueva, que sin ambiciosas pretensiones, sin tradiciones de su-
premacía ni de imperio , lejos de provocar los celos y despertar á deshora el mal dormi-
do antagonismo de provincias que poco hacía se apellidaban naciones ; lejos de reanimar
y encender con sus altivos y ponderados timbres nobiliarios el recuerdo de las discordias
historia, si bien libre de añejas ojerizas con otras villas y ciudades, á ninguna cuadraban
como á la villa de Madrid todas estas condiciones , existiendo la prueba más concluyente
de esta observación en la circunstancia de no habérsele dirigido hasta los tiempos moder-
en que han cesado para Madrid gran parte de las contrariedades nacidas de la localidad,
y desaparecerán en breve otras muchas puesta en comunicación con ambos mares y su-
,
primidas las distancias que délas más lejanas provincias la separaban. Ni hay por cierto
todo, por efecto del gobierno representativo, aquella unidad política que presintieron los
Y no han faltado en verdad escritores que, anhelando explicar sin verdadero conoci-
miento de causa los motivos que impulsaron á Felipe II á declarar metrópoU de todos sus
1 No tomamos en cuenta el cargo que se Iiace ocurrió en 4 de agosto de 1578. ¿Cómo si, después
á Felipe II, por no haber puesto en Lisboa la Cor- de hecha Madrid Corte, \ive todavía el rey don Se-
te de las Españas ,
porque es á todas luces im- hastian sobre diez y siete años , habia de pensar
pertinente. Los que lo han imaginado , sobre olvi- Felipe II en poner la silla de su monarquía en Lis-
liarse en las costas occidentales de la península, Asi se escribe la historia por los que ceden ciega-
jamás llamó la atención de los dominadores y reyes mente al prurito de maldecir de todo ,
por sólo el
de España para poner allí la silla del Gobierno, gusto de maldecir, en verdad poco envidiable,
ignoraron ó perdieron de vista que al tomar Feli- Este grosero error lo habia ya sacado á la ver-
pe II aquel acuerdo , no se habia consumado la güenza nuestro entendido amigo el señor Mesone-
pérdida del rey don Sebastian. La corte se trajo á ro Romanos (pág. 51 , de su Manual y descripciotí
INTRODUCCIÓN CAP. I. 31
dominios la modesta villa del Manzanares , han caido en la tentación de suponerle tan po-
bre de miras, que atribuyen simplemente aquella importante resolución á la proximidad
del Escorial , austero y grandioso monumento que personifica al monarca español en las
faldas del Guadarrama. Olvidaron no obstante los que así discurrían que Segovia ciudad ,
monumental y corte antigua de Castilla , se halla situada casi á la misma distancia que
Madrid del coloso de Juan de Herrera, y no advirtieron por tanto que esta suposición, no
merecedora en verdad de una refutación formal , venia por tierra al primer amago de la
crítica 1.
No fruto del acaso ni del mero capricho , sino hijo de graves circunstancias y altas
que hoy se gloría de ser cabeza y corazón de las Españas ; y entre otras que, demás de
las razones ya alegadas ,
pudiéramos presentar para convencernos de que no procedió
1 Conviene advertir, sin embargo, que de- de S. M. Pedro del Hoyo, del arquitecto Juan
más de esta observación tan obvia, llegó el error Bautista de Toledo y del prior de San Gerónimo de
de los escritores, á quienes aludimos, hasta el Madrid , Fr. Gutierre de León á reconocer el si-
punto de no conocer siquiera las fechas. Feli- tio elegido. « Al subir el repecho que hay desde
pe 11 vino á España en agosto de 1559; «y como la villa del Escorial hasta el sitio indicado (añade
una de sus primeras medidas (escribe el erudito nuestro amigo el señor Quevedo) un huracán
historiador del Escorial) fué trasladar la corte violento arrancó las bardas que habia sobre la
desde Valladolid á Madrid (abrigando el proyec- pared de una pequeña viña y las arrojó á la cara
to de erigir un templo á San Lorenzo, ya porque de los viajeros, causándoles algún daño; mas
ganó en su dia, que lo fué el 10 de agosto de ellos no se acobardaron , sino que siguieron su
1357, la famosa batalla de San Quintín, ya por- camino y quedaron extraordinariamente admira-
que para lomar dicha plaza habia desliuido un dos de hallaríe al dia siguiente con un correo de
monasterio consagrado al sanio), comenzó desde Su Magestad, y una carta en que les decia no se
luego á observar si en las cercanías (de Madrid espantasen ,
porque en Madrid habia sido lo mis-
se hallaría algún sitio apropósilo para levantar mo. Tanto era el cuidado de Felipe II y tan gran-
el grandioso edificio que habia dibujado en su de el deseo de verificar su proyecto.» (p. 6 de la
alma». (Quevedo, Jlisloria y Descripción del Es- citada Hisloria). Señalado el terreno, empezó el
corial , p. 4). Pensó primero el rey poner el tem- desmonte para replantear la fábrica , en los pri-
plo entre Cebreros y Cadalso; mas porque dista- meros dias de abril de 1562: suspendida á poco la
ba mucho de la corte (Madrid), desistió del in- obra por falta de recursos, sólo llegó á ponerse
tento , así como tambit n Jel que abrigó después la primera piedra en 23 de abril de 1563. es de-
respecto del Real de Manzanares y de Aranjuez; cir , tres años después de haberse trasladado á
lugar de la Albcrquilla (junto al monasterio ac- mente en ella. Con esta exactitud histórica (ya que
tual) y nombrados como fundadores los monjes de no digamos , con esta buena fé) se combate la re-
Lupiana, Fr. Juan de Iluete y Fr. Juan de Colme- solución de Felipe II; pero argumentos de esta es-
nar ,
pasaron estos, acompañados del secretario pecie se rinden á su propio peso.
32 IIISTORÍA DE MADRID.
así poner á la corte en comunicación con el Océano, pensamiento de tan alta importancia
que no sólo revela el g-rande aliento que abrigaba el monarca español para las grandes
cosas, no intentadas en dias posteriores , sino que descubre también el vasto y fecundo
plan de canalizar estos y otros rios del interior, reduplicando en consecuencia la activi-
mensa Venecia.
Para los que ven en los hechos históricos algo más que la simple sucesión de los
relaciones las causas que los producen y el fin á que se encaminan, tomadas en cuenta to-
das y cada una de las razones que dejamos explanadas, reconocida la situación de Feli-
miento de la Corte en Madrid , será este hecho una medida de alta y previsora pohti-
de trazar sobre el territorio español una gran red de vías públicas, ya por medio de cana-
les, ya por medio de caminos, empresa nueva y por extremo difícil durante el siglo XVI,
habrá sin duda de confesarse que ningún punto habia más apropósito para establecer la
capital que la villa del Manzanares , como el más céntrico y apto para acudir á todas las
provincias del huperio, llegando á las más remotas regiones del mundo antiguo. Y ¿quién
sabe si fijas las miradas de Felipe en el ejemplo de Roma, cuyo poderío intentaba
heredar , aspirando , cual va indicado al dominio universal , concibió acaso análogo pen-
que animaba al rey, el espíritu del siglo XVI, que volvía los ojos á Roma, para admirar,
estudiar é imitar á un tiempo su literatura , sus artes y su pob'tica, rindiendo el tributo del
más ciego respeto á los varones que la ilustraron y engrandecieron , asi en los dias de la
Repúbhca como en la era de los Césares. Más no nos aventuremos, tratando de la hisioria,
á exponer ideas que no pueden tener inmediata y total comprobación en los hechos ; y
apuntado nuestro imparcial juicio sobre cuestión tan debatida y en que tan desacordes
andan los pareceres, volvámonos á estudiar los orígenes de la villa y corte de Madrid,
inevitable tarea preüminar que nos abreviará el camino ]de su historia.
—
CAPITULO II.
Irresistible inclinación de los pueblos á enaltecer sus orígenes. —En la antigüedad: en la edad-media. — Efectos
de los estudios clásicos y arqueológicos, durante el siglo XVI, sobre esto punto. —Su estado, al ponerse la corte en
Madrid. — Su decadencia. — Fábulas que oscurecen orígenes de Madrid. — Principal fundamento de
los mismas. las
—Extrafia cronología que de —Nombres y blasones peregrinos de Madrid. —Sus primeros pobladores.
ellas resulta.
—Inmigración de Nabucodonosor y de suyos. — Origen de esta singular expedición. —Supuesta influencia délos
los
feniciosen Madrid. — Negación de todas estas fábulas por últimos historiadores. — Exageración de
los consecuen- las
ciasobtenidas por mismos respecto de
los antigüedad de Madrid. —Existe antes de
la invasión mahometana. la
¿Fué acaso población ibera? — Probabilidades de haberlo sido romana. —Examen de algiinos monumentos histórico-
arqueológicos que persuaden. —Kesúmen. lo
íi
^^^ - blas puede difícilmente discernir el filósofo la verdad,
biduría ;
Creta debe su existencia á Minos ,
que comparte con Radamanto
sus deseos hasta Juno , reina del Olimpo , alza los muros de Corinto ; la
y Remo, hijos de Marte. Ni buscan menos autorizado origen las más ce-
lebradas ciudades de España: Hércules hijo de Júpiter, según las anti-
Y no ya se contentaron los pueblos con poner su cuna en las mismas puertas del
Olimpo para justificar la noble supremacía á que aspiraban: dueños absolutos del ancho
gieron con no menor arrogancia aquellos primeros héroes , en quienes no extinguida aun
la sangre de los dioses, hablan germinado las más altas virtudes. Apenas hallaremos en
nos abundantes pruebas de esta aseveración histórica: Florencia, Mantua, Arezzo, Sie-
na , Milán y otras mil ciudades que nacen á la vida municipal después de la gran victo-
ria de Lignano ,
rodean como Roma y Ñapóles , de sombras y misterios los primeros dias
de su existencia , apelando cada cual al héroe ó semidiós más de su agrado, ó más propio
para lisonjear su vanidad ó su orgullo *. Y lo que es debido en la patria del Dante al ge-
neroso anhelo de libertad ,
que rompe en las campiñas de Lorabardía el yugo de Barbar-
roja , surje en otras naciones al incontrastable impulso del feudalismo ,
que intenta legi-
timar su poderío confesándose hijo de los héroes, cuya existencia supone en los tiempos
,
(las á Castro, iMorgado, Espinosa, Pisa, Al- su estilo: el segundo es Leonardo Bruno de Arez-
cocer , Lozano , el conde de Mora , Colmenares y zo, grande admirador de Petrarca, amigo intimo
Somorrostro. En ellas se dá entrada, generalmente del Poggio y uno de los más ardientes promove-
hablando y no sin excesiva credulidad, á estas rela- dores del renacimiento de las letras griegas, que
ciones, que una crítica sana é imparcial tacha de le deben notabilísimas versiones de Aristóteles,
fabulosas, respetando sin embargo, en cuanto es Plutarco, Demóstenes, Esquino, Platón y Xeno-
posible, el sentimiento que las ha engendrado y fonte , habiendo escrito en lengua latina doce li-
des hombres, que habiendo brillado por sus profun- miento: la fábula domina en esta parte de sus
dos estudios y muy especiales conocimientos en el historias, manifestando así que no hablan sido bas-
de la antigüedad clásica, pagaron el tributo de su tantes á librarlos del contagio común ni sus aficio-
credulidad ó de su amor patrio á este género nes á la antigüedad ni su claro talento. ¿Temieron
de extravio histórico. Es el primero Juan Villani, acaso, si negaban los fabulosos orígenes de Flo-
gran apreciador de Salustio, Livio, Valerio Máxi- rencia , enagenarse el amor de sus conciudada-
mo, Orosio y demás historiadores latinos, á quie- nos?.. Nosotros no estamos lejos de sospecharlo,
nes elogia y sigue en su Istoria de Firence, teni- al considerar su grande erudición y el momento
da como una de las primeras obras clásicas ita- en que (especialmente Bruno de Arezzo) llegan á
lianas, por la elegancia, naturalidad
y pureza de cultivar las letras clásicas.
,
INTRODUCCIÓN, CAP. U. 35
primitivos. Bruto, hijo de Silvio, de la sangre de Eneas, es el primer poblador de la
Gran Bretaña: de él se preciaron descender los mismos barones que tenían á dicha el ha-
ber ilustrado sus padres los nobles blasones que los engrandecían , en las maravillosas
empresas del rey Artús; siendo debida á esta peregrina creencia el extraordinario aplau-
so que logra el Poema de Roberto Wace, inspirado por aquel nacional sentimiento K
caballería, ora con las no bien definidas invenciones de la fábula. Dominó en todas par-
tes el deseo del propio engrandecimiento ; y cuando los principes y los guerreros se ufa-
y grandeza de sus acciones , no podía ser maravilla que acudiesen también las ciudades á
escribir con igual tinta su ejecutoria. Los tiempos caminaban entre tanto: la antigüedad
clásica ,
presentida por los pueblos occidentales , comenzaba al cabo á ser estudiada y co-
de la verdad histórica y ;
los sueños dorados del municipio tradicional y de sus crédulos
cronistas van cediendo el puesto á la realidad de los hechos , menos risueña en verdad
bien que más conforme con la severidad de la razón , arbitra de todo juicio histórico.
Parecía pues que , agena de todas aquellas pretensiones que dentro y fuera de la pe-
nínsula ibérica habían movido la pluma de los cronistas del municipio , sin rivalidad ma-
nifiesta con ninguna de las ciudades que con mayor gloria y nombradia la rodeaban, y lla-
mada á ser corte de las Españas en una edad en que era ya perfectamente apreciada y juz-
gada la antigüedad griega y latina , no se veria la cuna de Madrid rodeada de nebulosas
1 Tan autorizada anduvo esta tradición que de la Real Academia de la Historia, Est. 24, gr.
al verificar el celebrado Conde d^ Buelna, Pero 2." B. m. 28.
Niño, su famosisima expedición á Inglaterra en los 2 Blondo escribe las obras tituladas: Romee
primeros años del siglo XV, la halló admitida cual Instauratw, lib. III, Romm Triumphanlis, lib. X,
fundamento de la historia bretona, recibiéndola é//a/íVe///«s//'a/ae lib. XIV: Ruccellai compuso en-
cornó tal su erudito alférez, Gutierre Diez Ga- tre otras varias, igualmente arquelógicas, la intitu-
mez, en el precioso libro, áque dio por título Vic- lada: De Vrbe Roma, que fué considerada como
iorid de. Caballeros, que no es otra cosa más su obra maestra y es de utilidad suma en nuestros
(juc los primeros editores de tan importante mo- la capital del mundo, así en la antigüedad como
numcnto histórico y literario suprimieron esta á fines del XV y princios del XVI. Ambos son te-
parte de la narración ,
que sólo se halla por tan- nidos por los padres de la ciencia arqueológica,
I I-adiciones , siendo fácil empresa la de discernir cuanto respecto de su origen pudiera mi-
nistrarnos idea tan sencilla como segura. Pero nada menos cierto: aquel noble espíritu
que habia animado, al mediar del siglo XVI á nuestros, eruditos y anticuarios aquel ge- ;
neroso anhelo de investigación que los habia llevado á emular con fortuna las más altas
reputaciones de la misma Italia , la cual nos habia precedido largo trecho en la obra del
tras vano y pueril alarde de mal sazonada erudición, en las injustificadas imaginaciones
de los tiempos medios. En este crítico momento aparecen á nuestra vista los historiadores
de Madrid, elevada ya tan modesta villa á la envidiada categoría de Corte de las Españas.
tra de sus pasadas proezas y ponderados blasones; pero los estudios, verdaderamente, pro-
la lisonja, ó atentos á engrandecer sus orígenes para sacarla gananciosa en aquel juego
,
1 Aunque con toda brevedad, conviene re ingenios que recibieron la corona de mano de nues-
cordar aquí que este movimiento se inicia en la tros reyes, y fueron maestros de los españoles.
civilización italiana , y principalmente en los es- 2 Hablando de este mismo punto, decía el eru-
ludios literarios, desde que empieza aquella á dar dito don Agustín Azcona en una Historia de Madrid,
señales de vida propia. Insinúase en efecto desde la que empezó á dar á luz en los postreros dias de su
época de Federico 11 , en cuya corle brilla el doc- vida: «Deliróse mucho entonces en las familias con
to cuanto desgraciado Pedro de las Viñas, y pro- los abolengos y alcurnias , y la manía de los orí-
libro De vulgari eloquentiá y De Monarchiá. Si- se desechaba especie, circunstancia ni noticia que
guen el generoso impulso ingenios de tanto alien- pudieran realzar el asunto de la obra. Los absur-
to como Petrarca y Boceado; y derivado á un dos mejor demostrados hoy, eran verdades mate-
Juan de Ravena, á un Zanobi da Strada y á un máticas para otras generaciones. Las opiniones
Francesco Landino , cunde y toma inusitado in- que se establecían, pasando de extravagantes,
cremenlo en tan doctos humanistas como Guari- rayaban en desatinadas ; y cómo se hallase esca-
no da Varona , Ambrosio Traversari , Poggio sa luz en los buenos libros , sobre puntos á cuya
Bracciolini , Lorenzo Valla, Juan d' Aurispa, An- discusión presidia la obscuridad de los tiempos y
tonio Panormita, y otros ciento que devuelven el silencio de los buenos historiadores antiguos,
su brillo y mageslad á la literatura clásica , en fué más fácil asirse de los falsos cronicones, muy
lodo el siglo XV. Entre estos hay no pocos en favor doscientos años há, por lo menos para la
INTRODUCCIÓN, CAP. II. 37
Y es digno en verdad de repararse: aquellos mismos autores que en muchas y muy
difíciles investigaciones históricas hacen justo alarde de sano criterio, aquellos escrito-
res que lejos de carecer de erudición , siembran sus obras de curiosas noticias é intere-
santes disquisiciones, parecidos al loco de Cervantes, siempre que se trata de los oríge-
nes de Madrid , se dejan llevar á tales extravíos , y hacinan tantas extravagancias y tan
peregrinas invenciones que difícilmente nos seria dado concebir la posibilidad de seme-
claridad y nobleza de su cuna, sino que aspiró también á ser oriunda de Grecia, que-
dando entre los eruditos recibida y legitimada la fundación que á tal cuna se referia.
grina hermosura á quien habían dotado los dioses de la rara virtud de leer, como su padre,
en el libro del Destino ;
que no otra cosa nos revela su nombre ^ Cercada aquella ciudad
por los argivos, cuyas armas la reducen al trance extremo de abriles sus puertas , Man-
to que gozaba no menor reputación por su belleza que por la claridad de su ingenio y
el don celestial que lo enaltecía , viene cual legítima presa á poder de los vencedores,
siendo enviada al templo, que Apolo tenia en Délfos , como la parte más preciada de aque-
llos bélicos trofeos 2. Pero no estorbó esta manera de consagración que se encendiese en
el pecho de Alcmeon , caudillo de los debeladores de Tébas , el más ardiente anhelo de
gozar las gracias de Manto ; y ya fuese de grado ya por fuerza logró , al cabo sus deseos,
que dieron por fruto dos hijos, llamados Anfilocoy Tisifone. Exasperada entre tanto la
adivma por la arrogancia de los vencedores, llevóla su noble espíritu lejos de Délfos, y
retirada á Claros, edificó aUí un templo en honor de Apolo, uniendo su suerte á la de Ra-
cio, de quien tuvo otro hijo, nombrado Mopso. Más adelante sin duda, debió ser amada
de Tiberino, rio de Etruria, según nos advierte Virgilio: al pasar muestra á las huestes de
Italia que se asocian á Eneas para pelear contra Turno, menciona en efecto el ilustre vate
raantuano á Ocno, hijo de aquel rio y de la profetisa Manto, manifestándonos que ha-
may or parle de los que liacian sudar las pren- 2 Diodoro Siculo dice también que la hija de
gas, (pág. 3). Tiresias fué conducida á Délfos por los argivos;
1 Los doctos anotadores de la Eneida dicen, pero no la llama Manto, sino Dafne. Pausanias
al referirse al pasage que después trasladamos: habla asimismo de cierta piedra que halló en Té-
" Fatídica dicitur (Manto) ex ipsa vi nominis : est bas á la puerta de un templo, la cual llevaba nom-
enim [^.kvto,-, vates. (Ed, mi tisum Delphini, Ná- bre de Cátedra de Manto.
peles MDCCLIV).
: : :
38 HISTORIA PE MADRID.
que recordaba, al principiar el siglo XIV, su grande admirador Dante d' Alighcri, bien
empeñarse en porfiada lucha que ensangrentara el suelo nativo, alejóse de Etruria con
algunos siervos y criados que prefirieron morir en el destierro á merecer título de ingra-
tos ó desleales. Abandonada así la patria , corrió Ocno gran parte del mundo á la sazón
conocido , hasta que arribando á las costas ibéricas y hallando en ellas hospitalidad ,
pe-
netró en lo interior ; y tan gratas y apacibles le parecieron las orillas del Manzanares que
levantó una ciudad en la cercana altura, señalándola con el mismo nombre que, en recuer-
Tal es el árbol genealógico que han dado á Madrid los apologistas de su antigüedad,
Fatídica; I\Iantus et Tusoi filius amnis, cido pues do la tradición dantesca, siendo de notar
Qui uniros matrisque dedit tibí, Mantua, nomen;
que el poeta florentino se refiere á la primera fun-
¡Slantua dives avis, etc.
dación , mientras el manluano habla sólo de una
Tradujo este pasaje el liccuclado Gregorio
restauración de los muros de la ciudad, que recibe
Hernández de Velasco del siguiente modo
el nombre de Mantua. 3furos dedil, dice Virgilio,
Ocuo asimesmo, el celebrado hijo
y no dio cimienlos como Velasco tradujo. Si pues
Del Tusco Tibre y de la hada Manto,
Lleva escuadren copioso de su rierra. respecto de la primera Mánlua disienten dos va-
Este es ¡oh Mantua! quien te dio cimientos,
rones tan ilustres como Virgilio y Dante, ¿qué
Y tenombró, del nombre de su Madre,
Mantua, felice en ínclitos mayores. mucho que no haya concierto alguno sobre el
origen de la segunda?
Al consignar el gran discípulo de Virgilio esta
2 Aludiendo á esta singular narración, muy
poética tradición en su Divina Commedia , le im-
admitida en su tiempo, escribe el capitán judai-
primió diverso giro. En el canto XX Bell' Infer-
zante, don Miguel de Barrios, en su Descripción (je-
no, después de referir la pérdida de Tébas, dicien-
neral de España (Musa Geógrapha de su Caro di-
do que venne serva la cilla di Bacco y la peregri-
tas Musas, Metro I, pág. 57^, los siguientes versos:
nación de Manto, añade siempre en boca de Vir-
Del Lacio Tiberino, hijo valiente
gilio ,
que vino á Italia y llegó á la confluencia del
Ocno Bianor edificó lozano
Mincio y del Pó, prosiguiendo Esta viUa metrópoli excelente,
do ha sido el número de los escritores que acogieron tan sinj^ular denominación *, no sin
que al repetirla exagerasen sus antecedentes, mientras ninguno se curaba de reconocer sus
orígenes , ni menos atendía a depurar los hechos , siquiera fuese para dar mayor fuerza y
autoridad á los mismos asertos que con excesiva credulidad sustentaban. ¿Dónde habia na-
cido aquella narración?.. ¿Qué camino habia hecho en las tradiciones populares de la mis-
ma villa, á quien se proponía ensalzar tan sin medida? Investigando atentamente cómo se
derivan y cunden á nuestro suelo la tradición clásica de Virgilio y la menos mitológica de!
Dante , descubrimos que en el primer tercio del siglo XV eran una y otra directamente
conocidas de los eruditos, estendiéndose entre los menos doctos con las traducciones
que el entendido Marqués de Villena , don Enrique de Aragón hacía , al castellano , asi
todos los que siguen las huellas de aquellos varones : por manera que sin saMr del si-
glo XV, hallamos ya aclimatada y generalizada la tradición virgiliana entre los eruditos
Pero ¿cómo se enlaza con esta narración la relativa á Ocno Bianor, fundador de
Madrid? Difícil por extremo es ahora determinarlo. Al declinar del citado siglo XV, ha-
llamos sin embargo dos escritores , dignos de respeto ,
que mencionando la villa de Ma-
drid ,
le dan ya el nombre de Mantua carpetana , lo cual parece indicar que no les era
desconocida la peregrina ficción, á que aludimos: el docto Marineo Sículo en su hbro De
Rebus Hispanice memorabilihus , traducida al castellano al principiar de la centuria
XVI% decia describiendo la región indicada: «Donde... está la noble villa de Madrid
grande y digna de memoria, la qual llaman Mantua carpeniana '. El diligente Gonzalo
se á la invención virgiliana : «Yo conozco que no puedo estar á la par con Virgilio , si no
fueren mis versos y estilo igualmente bastantes á la grandeza y valor de nuestra Mantua
carpcntana, agora llamada Madrid» -. Juzgando pues por estos fehacientes testimonios,
puede tenerse por seguro que fué la villa de Madrid designada con aquel nombre desde
el glorioso reinado de los Reyes Católicos ; mas no es dado sustentar con igual razón que
fuera en aquella fecha de todos admitida la fabulosa anécdota que dejamos mencionada
cuya publicación ,
ya que no el mérito poco envidiable de forjarla, parece pertenecer
hubiera sin duda rechazado , como infundadas y absurdas , la docta cohorte de anti-
cuarios que ilustran el siglo de oro de las letras españolas , cúmplenos dejar asentado que
no solamente fueron recibidas por los autores referidos , sino que usurpando el lugar de-
bido sólo á las verdades que la historia depura y comprueba , han dominado sin contra-
dicción, sirviendo de base , según dejamos apuntado, á la más caprichosa y extraña cro-
nología. Dado en efecto tan singular criterio y suponiéndose que la Mantua , cuna de Vir-
gilio •*, habia sido edificada tres siglos antes de la fundación de Roma , época á que se re-
fiere el arribo de Eneas á Italia y su guerra con Turno (contándose entonces 4,400 años
1 Libr. II, fol. XIII de la edición de Alcalá vía nos ha parecido justo hacer esta declaración,
de MDXXXIX por Juan de Brócar. para que no se entienda que los condenamos de
2 Quinquagena II, Eslanza XXXII. plano y sin apelación alguna. Trabajo arduo y di-
o En su iibro de Origine et rebus Ilispanim, fícil será siu duda, pero de mucha luz y prove-
publicado en la segunda milad del siglo XVI. Ta- cho para la historia nacional, el de discernir con
rafa cedia sin duda al inQujo de los falsos Cronico- critica imparcial y templada lo que hay en los
nes qne llegaron á ser considerados como verdade- Cronicones de falso y verdadero, cualquiera que
ras fuentes hislóricas hasta que don Xicolás Anto- sea su origen y el fin con que fueron escritos.
nio publico su celebrada Impugnación. Mas licito 4 La fundación de la Mantua italiana tampo-
juzgamos apuntar aquí, según antes de ahora lo co tiene otro más sólido y racional fundamentd
hemos hecho {Monumentos arquiíeclónicos de Es- que el dicho de Virgilio. Esto ha dado lugar á
mña, raonografia del Santo Cristo de la luz), que los historiadores que no admiten los hechos á be-
no todas las noticias que los Cronicones referidos neficio de inventario , entre los cuales debe con-
encierran, son igualmente dignas del menosprecio tarse Juan Bautista Sachi , autor de la Islorin
de los doctos. Entre la mucha escoria que conlie- del I' indita citfá diMantova, á rechazar semejante
nen, hay no pocos granos de finísimo oro que la ficción, añadiendo que no porque Virgilio intenta-
critica debe quilatar debidamente para no caer en ra hacer más augustos los orígenes de su patria,
los mismos errores que combate; y aunque en el mezclando los hombres y los dioses, será nunca
punto de que ahora tratamos, sólo contribuyeran lícito al historiador lo que cuadra únicamente al
la Mantua carpetana , toda vez que era esta obra de Ocno Bianor á quien se adjudicaba ,
la gloría de haber dado á la Mantua itálica el nombre de su madre. Mas cosa notable (y
en este punto empieza la divergencia que debia nacer de la fragilidad de aquel infundado
criterio): los que al parecer se hablan conformado en el principio fabuloso y casi mitoló-
gico de Madrid ,
ganosos de exaltar toda\ia más la excelencia de sus antigüedades, disin-
llegaban á designar por último el de 690 de aquella universal catástrofe '. La general
corriente parecía inclinarse entre tanto á conceder á Madrid, al comenzar el siglo XVII, lu
antigüedad de 3832 años , sin que doctos ni ignorantes se detuviesen un momento á re-
parar en la incalificable contradicción á que los arrastraba tan infeliz sistema cronológico.
los que así discurrían: porque admitiendo que la Mantua virgiliana habla visto levan-
tar sus muros trescientos años antes que Roma , sólo podía contar en el primero del refe-
rido siglo XVII 2340 desde su fundación ; y sin embargo la Mantua carpetana , le-
vantada después de haber perdido Ocno Biauor el reino heredado de sus padres y con
día á la última en quince siglos (1492 años); lo cual equivalía á suponer en otros tér-
minos, que el referido Ocno Bianor llevaba ya más de mil quinientos de existencia,
puede aparecer más de resalto causándonos verdadera lástima , el que á tales extravíos
Mas como un abismo llama á otro abismo , dada aquella exorbitante antigüedad y so-
brando tiempo en tan amplia cronología, surgió luego la necesidad de dar nombre á la
parecieron quedar zanjadas toda suerte de dificultades. Alegóse para autorizar este nuevo
tabla tercera estas palabras: Mantua {Viseria oUm) Madrid. Pero aunque fuera lícito
admitir por un momento como á , este propósito observa un juicioso escritor de nuestros
1 Véase á Quintana, Historia de Madrid, etc. tes como la Guia de Forasteros y el Calendario de
lib. 1, capilulo I. , y á Gil González Dávila, Castilla /a jVwpm , de las épocas memorables , se
Grandezas de Madrid, cap. II. ha asignado á Madrid la antigüedad del 4029,
2 Lo notable es que establecida esta capricho- en este año de 1860. Esto prueba cóaiouna vez
sa cronología, ha cobrado tanta autoridad el hecho entronizado el error, á todas partes lleva su ¡n-
que al darse noticia en documentos tan importan- flujo , siendo en suma difícil el estirparlo.
42 IIISTOIUA riE MADRID.
dias \ que el anónimo anotador de las tablas hubiese querido sií^nificar con aquella frase
que la Corte de España, antes de llamarse Mantua , habia llevado el nombre de Viseria
y después el de Madrid , todavía viene por tierra la tan decantada autoridad de aquella
edición, cuando se consulta la de 1475 que siendo diez y seis años más antigua, carece
de semejante anotación -, lo cual prueba que fué esta ingerida no conforme á los anti-
que, como hemos demostrado, empezaban á cundir entre los que se preciaban de doctos,
precisamente en el mismo tercio del siglo XV , en que se hace la edición de Ulma ^. Co-
por Juan Evangelista de Brescia , tanto más autorizada cuanto que en ella aparece ya el
texto griego, lengua original en que las Tablas fueron escritas, sin que ni en él, ni en la
versión latina se haga mención alguna de la nota indicada. Y túvose sin duda en cuenta
Bien sabemos que en las reimpresiones de León, verificadas en 1535 y 1541 bajóla
este otro de los principales argumentos de que se han valido los entusiastas propaladores
de aquel nombre peregrino. Pero sobre probar sólo esta circunstancia que ó no conocieron
los editores de León y de Francfort la edición de 1475 ni la más fehaciente de Roma, ó ce-
dieron con sobrada faciUdad á la poco angustiosa tarea de copiar el texto de la de Ulma,
debe tenerse presente que aun dada la existencia de la expresada anotación en todas las
1 Madoz: Diccionario geográfico eíc. , tora. X, nombro que atribuido á Madrid, según después ve-
pág. 1091. remos, llega á sonar en los refranes del vulgo.
esiste felizmente en la Biblioteca Nacional, est. critura del siglo XV, ni seria tampoco imposible
F. F. número 95, con muy curiosas notas mar- el de la a por la e; y como la t'mayüscula se em-
ginales manuscritas, debidas sin duda á uno de plea muy á menudo , tanto en las dicciones don-
nuestros más doctos y eruditos geógrafos. Fué de hace oficio de consonante como en las que
esta edición dedicada al Papa Alejandro V por el lo tiene de vocal , no nos parece del todo aventu-
renombrado Ángel Vadio. rada la indicada suposición , con tanto más moti-
5 Esta observación recibe notable peso de las vo cuanto que hubo de trasferirse la nota de que
que á continuación exponemos; y meditando so- tratamos, por mano extrangera, valiéndose tal
bre el raro nombre de Viseria , nos lleva á sospe- vez de algún códice poco fiel ó de otro auxilio in-
char que pudo nacer en la edición latina de Ulma termediario no muy exacto,
muy posiblp (y mayores trueques hallamos cada Miguel Cervetode Villanueva, quemado en Gine-
dia, examinando los códices de los tiempos me- bra i)or el heresiarca Juan Calvino, á causa de
dios) el haberse escrito Viseria en vez de Ursaria, su firmeza en defender las doctrinas católicas.
INTRODUCCIÓN, CAP. II. 43
impresiones latinas de las Tablas , no seria sin embargo pruelja suficiente para admitir la
conclusión histórica de que fué designada Madrid en tan apartadas como dudosas edades
con el mal formado y caprichoso nombre de Viseria. Ni este ni el de Madrid figuran (ni
era ñícil) en el texto griego de Ptolomeo, único hecho que pudiera dar alguna autoridad
á las disquisiciones que no sin excesivo aparato de erudición se han ensayado para in-
Pero hay más: como tuvo ya ocasión de observar un erudito anticuario ^, ni probaria
la nota introducida por mano ignorante ó interesada en las Tablas de Ptolomeo que Man-
tua hubiera llevado en tiempo alguno el nombre de Viseria, ni mucho menos que fuera
esta imaginaria población la villa de Madrid , conocida en la historia. Sólo podría cole-
girse , entrando en el campo de las aventuradas hipótesis , á que los partidarios de la fun-
la antigua Mantua correspondía á la actual Madrid, lo cual está muy lejos de ser cierto,
se hubo de buscar alguna analogía con las virtudes adivinatorias de Manto , empleándose
acaso la voz Viseria para denotar que traia su origen aquella población de la afamada
hija de Tiresias ^. Conceder un punto más seria para nosotros imperdonable lijereza ; y no
es en verdad pequeño sacríficio para quien trata la historia exento de forzadas preocupa-
expediente de admilir oirás ediciones más anti- palabras: «Madrid se llamó Viseria en algún tiem-
guas ijue las ya mencionadas, á saber: la que po? Muchos son los ijue lo aseguran ;
pero es un
Jabricio (Bibliolh. Grwca, 11b. ÍV, pág. 413) con error , nacido de aquel por el que se la dio el nom-
notable error tiene por primitiva (Roma 1482); bre de Mantua. Hemos visto el origen de este en
la refír.ip''esion de Ulma , liecha cuatro años des- la nota puesta al margen de las Tablas de Ptolo-
pués y su repetición de Roma en 1490 {Diferen- meo al nombre Mantua (Viseria olimj Madrid.
cias de libros rjue Jiay en el Universo, por el Maes- Poco aprecio merecería esto, aunque el descono-
tro Alejo de Venegas, lol. 57). — Pellicer conje- cido anotador hubiese querido decir con ello que
tura en su Disertación liistórica yeográ/ica sobre 3Iadrid, antes de llamarse Mánlua, como creía ha-
el origen, nombre y población de Madrid (pág. 28), berse llamado cuando Ptolomeo escribió, se habia
que tal vez se hallaría en estas ediciones la mis- llamado Viseria, pues su autoridad era nula;
ma anotación; pero aun cuando asi fuera (que pero su expresión equivale sin duda á: «Mantua,
á secas , tal como Ptolomeo hubo acaso de escri- Manto. Es por consiguiente Viseria sinónimo de
birlo. Mantua, atribuido por antonomasia á la madre de
2 Cortés , IJiccimmrio geográfico liistórico Ocno, cuando se ha dado á Madrid; y como he-
de la España antigua, t. III, p. 166. mos establecido no corresponder aquel á esta
:
44 HISTORIA DE MADRID.
ciones, el someter por un solo instante y aun en sentido hipotético, su razón á lejanas de-
Manto.
nes y de las etimologías, molde caprichoso donde se han fundido tantas extravagancias,
al terreno de la ciencia geográfica, donde es ya fácil la demostración del error que estri-
ba en el olvido de las leyes fundamentales de la misma , observaremos como lo expuso
ya con su acostumbrado criterio el docto Florez ,
que no corresponde la situación de Ma-
drid á los grados que fija Ptolomeo á la Mantua carpetana. Hállanse en efecto en dichas
Ptolomeo , añadiendo que según los datos de sus Tablas podia más racionalmente situar- ,
ción de Mantua con Toledo según , la Ifigésis de Ptolomeo , resulta la primera clara-
polar , lo cual es del todo opuesto á la situación de Madrid, precisamente colocada en di-
rección contraria. Pudiera acaso recurrirse, para esquivar tan concluyente y claro racioci-
nio, ala tan manoseada incorrección délas Tablas; pero, según atinadamente indica un au-
tor ha poco citado ^ ¿con qué autoridad ni razón diremos que el geógrafo de Pelusa cayó
aquí en error? ¿Cómo le argüiríamos, diciendo que en vez de dar á Mantua T y 40' de
longitud y 10° de latitud más que á Toledo y 1° y 20' de longitud más que á Complutum,
con 30' de latitud menos (lo cual determina su situación harto oriental á Toledo y Alcalá
rio , no sólo quitando á la situación de Mantua aquella considerable diferencia , sino asig-
nándole una posición tan occidental á ambas ciudades, como lo es la de Madrid? Bien
ciones de los trasladadores ó copistas de sus fomosas Tablas , si existiese alguna analogía
en los nombres, ó monumentos geográficos, por donde se formara algún juicio sobre la
villa ,
preciso es determinar con este lo mismo; como residuos de este nombre el de las Visfillas
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»
por el simple anhelo, ya que no por el reprensible empeño, de justificar á cualquier precio
lo que no tiene razón legítima de ser, autorizando así absurdos ó inmotivados orígenes.
Ganosos de cohonestar sus invenciones ó de legitimar las agenas por ellos recibi-
Culebra, á causa de aquella singular escultura, y llamada por último Cerrada '; «divisa
(añaden) que los griegos traían en sus banderas.» Y no sólo ganaron estos peregrinos
delirios plaza de realidades históricas entre los escritores de ñnes del siglo XVI y princi-
pios del XVII: maravilloso es por cierto que doctos anticuarios de nuestros dias se hayan
dejado también arrebatar de semejantes imaginaciones, no faltando entre ellos algún
ilustrado académico - que admita la fábula del dragón , al sostener viribus et armis que
fué Madrid la antigua Miacum del Itinerario de Antonino, dando por cosa corriente y
decidida que los miacenses intentaron, ora simbolizar en semejante representación al fa-
catástrofe del presuntuoso Phaetonte , despeñado desde el carro del sol , cuyas riendas
había intentado regir, causando su ruina el escorpión que espantó los celestiales caballos;
ora en fin personificar en el expresado dragón al Padre de los dioses , recordando que Jú-
piter se burló de Proserpina , bajo la forma del fabuloso animal, dando existencia á Baco.
Mentira parece que tan seriamente y por tan doctos varones haya sido tratado tan
lleva por titulo Relación de la Muerte ¡j Exequias (Cai'la al ilustre Sonado de la muy noble y coro-
de la Reina Isabel de Valois , dice: «Entre las an- nada villa de .Madrid ,
que procede á dicha Rela-
tigüedades que evidentemente declaran la no- ción de la Muerte y Exequias de la Reina : foja 2."
bleza y fundación antigua deste pueblo , ha sido de las tres de que consta, sin foliar). Vera Tásis
una que en este mes de junio de 1569 años por en su Jlisíoria de la Almádena, manifiesta que la
ensanchar la Puerla Cerrada derribaron. Y esta- piedra del dragón esculpido en Puer/a Cerrada se
armas, y las usaban en sus banderas, como apa- pero destruida en 1839 la bóveda que lo conte-
rece en las historias, y particularmente recopila- nia, túvose antes la previsión de copiarlo, para
do por Juan Pierio, lib. 13: dize cómo el clarí- depositarlo en el archivo. De esta copia se ha
simo Emperador Epaminondas griego , traía por tomado pues el que presentamos á nuestros lecto-
bandera un dragón, el cual ponía en las obras res en la lámina de los escudos de armas, que
y edificios que edificaba , de donde inferimos es- Madrid ha usado hasta nuestros dias.
tos tan excelentes y superbos muros haber sido 2 Cortés , Diccionario geográfico histórico áe
edificados por esta tan antigua é ilustrada gente, España, ton^S.^pág. 193.
46 HISTORIA DE MADRID,
pueril asiinlo; y más todavía que no echaran de ver al primer í^olpc que despojada de
todo fundamento la existencia heráldica de aquel grifo que se llegó á señalar como divi-
tan altos significados?...diremos con un escritor coetáneo '. Cualquier capricho del artista
motivo á esculpir la mencionada figura; siendo de notarse que el mismo escritor del si-
glo XM ,
primero que dá cuenta de ella - , nos instruye de que en el término de Madrid
se hallaban á menudo sierpes y culebras, las cuales (asegura), «suelen ser tan grandes
y tan disformes que destruyen los ganados y toda la tierra , no siendo negocio fácil y de
poco momento el matarlas » Y «porque muchas veces (continúa) los del pueblo las
sallan á matar y destruir, tuvo origen el llamar á los de Madrid los de Ja ballena »
zadores mataron con harta astucia una sierpe que tenia- más de once palmos de largo , la
cabeza como de un mastín, y poco más abajo tres cuartas de ella tenia dos brazos, como
de un palmo cada uno, y cinco dedos en cada mano, la cual destruía toda caza »
^. Pues si
tales alimañas, que tal vez no pasaban de ser grandes lagartos ó caimanes , se criaban
en los contornos de Madrid , ¿ á qué recurrir á las referidas extravagancias para explicar-
nos la existencia del célebre dragón cual , si fuese este un monumento geográfico que
to de la villa? ¿No es más sencillo y probable que se refiera á esa ponderada abundancia
de caimanes ó serpientes, que llegaron á dar nombre á los hijos de Madrid, según el
cronista citado, que no á Cadmo ó Epaminondas, ni á los demás héroes griegos, quienes
arqueólogo ,
para fijar con luz clarísima las épocas dudosas, basta el examen del dragón
para demostrar cuan aventurados anduvieron los escritores de los pasados y del presen-
te siglo que, pretendiendo lo imposible , llevaron nada menos que á la época de las primi-
tivas poblaciones españolas la escultura del célebre dragón madrileño. No seremos nos-
1 Madoz, loco citato. entre esta descripción y las formas del animal ca-
2 López de Hoyos, id. , id. prichoso que existia en Puerta Cerrada y que hoy
oíros los que neguemos que fué esta fig'ura fabulosa y simbólica conocida de los griegos;
pero ignorancia manifiesta, y sobre manifiesta imperdonable, seria la de creer que el sim-
bolismo griego pudo nunca admitirla, ni representarla tal como se halló representada en
Puerta Cerrada y figura hoy en las novísimas armas de la Villa y Corte. Examínense en
efecto cuantas monedas nos ha trasmitido afortunadamente la antigüedad del pueblo ar-
que jamás aparece en ellas la representación plástica del dragón puesta de frente, y sí de
perfil ;
jamás con esa extraña cabeza de mastín que ofrece el monstruo de Puerta Cer-
rada , ni menos con membranosas alas de murciélago , y sí de pluma , imitando siempre
las del pavón ó del no menos emblemático cisne. El tipo de los dragones ó mejor diciendo ,
de los grifos que idealiza la estatuaria de los Lisipos y Praxiteles/ya conserven el carác-
ter de reptiles ya tiendan á tomar su primera idea del reino de las aves
, , cuya cabeza os-
tentan con harta frecuencia ,
ya en fin ofrezcan de una manera promiscua ambas natura-
lezas, como inspirado por aquel pueblo que tan vivamente sentía la belleza, jamás des-
pierta el terror , dejando sólo entrever bajo aquella forma compleja , creada por la fanta-
sía, la simbólica significación que intentaba expresar en las esferas del mitho.
Los dragones que, como el tan vociferado de Madrid, muestran espantable catadura,
con más pretensiones de producir terror que de simbolizar una idea teogónica ó míthica,
figuran en la historia del arte, iniciada ya la era del Renacimiento y cuando empezando
este á desvanecer la oscura noche de la edad-media , brillan entre sus primeros albores
las fantásticas visiones del gran vate de Florencia que sobrecogen el espíritu de los pue-
blos occidentales , hermanándose en cierto modo con las maravillosas ficciones de magas,
vestiglos ,
gigantes y endriagos que poblaban el mundo de la andante caballería. Sólo en-
tonces comenzaron á dominar en la representación plástica de semejantes monstruos así
las alas del murciélago como , las aterradoras cabezas de leones , mastines y otros ani-
hacer más espantoso el aspecto de aquel fantástico ser, eligiéndose para completar
de los espectadores. Hé aquí pues los caracteres que resaltan en el famoso dragón de
Puerta Cerrada.
No tuvo su autor por fuente de inspiración los tipos creados en las escuelas de Corin-
que tan diestros entalladores produce como nos muestran los ricos foUages, de que reviste
excesivo movimiento de las líneas que le eran desconocidos los bellos y reposados mode-
siglo XV. Ni ¿cómo los artistas griegos, caso de juzgar necesario el discernir el sexo
del simbólico grifo , hubieran admitido esas abultadas y exageradas mamas ^ que á tiro
nable seria pues en quien se preciara de conocer algún tanto la historia de las artes, el se-
tanto más motivo cuanto que no tendríamos grave dificultad en presentar análogos em-
blemas en las armas que por aquel tiempo adoptan otras ciudades, abundando en sepulcros
Indudable es por tatito para nosotros que el fiero y ponderado dragón de Madrid no
significa lo que sus admiradores han pretendido. Lejano por su conformación y caprichosa
estructura del simbolismo griego; distante á muchas millas del tipo, idealizado por el ge-
nio helénico ; hijo de un estilo artístico , cuyos caracteres es fácil reconocer aun en las co-
cia de caimanes que, al terminar del expresado siglo XV y principiar del XVI, asolaba las
cercanías de la futura Corte. Esto, si ya no es que dominado, el artista de las ideas que em-
pezaban á germinar sobre los antiquísimos y casi mitológicos orígenes de Madrid, y noti-
cioso de que grifos é hidras habían figurado, cual signo alegórico en la civilización grie-
do dragón que esculpe al cabo sobre una de las puertas de la villa. La fuerza misma de
la actualidad que había engendrado aquella idea, reveló por fortuna á la posteridad, con
todos los caracteres de un arte decadente y que iba ya á trasformarse , la verdadera época
Ante ese frío y circunspecto tribunal desaparece pues todo el valor atribuido al dra-
en el dragón, para completar la idea, le pusie- riguaciones podían hacerse para encontrarla, sien-
ron mamas, como de animal que está criando: do ¡niíliles nuestros esfuerzos. La referida piedra
que á tales extremos conducen las preocupacio- no existe ya , ó si por ventura se conserva , ha de
nes históricas. ser en dominio particular , fuera por tanto del al-
ga, llamada Mantua, cuya existencia cimentaron al propio tiempo en las fábulas de los
narios introducidos en el campo de la historia por mano ignorante ó interesada, viene por
tierra todo aquel desdichado artificio , cualquiera que sea el punto de vista en que nos
coloquemos.
modo su originalísima historia. Tierra abundantísima de osos era en aquella edad, según
propiedad de sus bosques, ya por gozar la honra de presidir á los referidos pueblos, cuya
denominación se pretendía derivar de la voz Carpcntum, que vaha tanto como Carro,
nombre con que es vulgarmente conocida la Osa mayor, aquella famosa ciudad recibió
luego título de Ursaria. No existe en verdad documento digno de algún crédito que pue-
da justificar este nombre de Madrid enla antigüedad romana, ya leamos Ursaria, como
se dice generalmente ,
ya pronunciemos Osaria ó Ursalia, como también se ha escrito 2.
Todos los indicios manifiestan en contrario que reconoce semejante denominación la misma
dudosa y turbia fuente que las fábulas ya examinadas sobre el origen de Madrid, no pa-
sando de aquella época en que no se perdonaba medio alguno para allegar invenciones
que complicasen la oscura urdimbre de patrañas , tejida para cubrir y autorizar la prime-
Simplimo Recibimiento de la Reina doña Ana, li- {Edición de Bruselas, 1G73, p. 57).
bro que sólo hemos hallado en la biblioteca del Mostróse asimismo partidario de esta opinión
señor Duque de Medinaceli insertó estos versos don Juan Hurtado de Mendoza
,
, uno de los más
latinos que el mismo escribió y puso en boca de aplaudidos poetas de la Corte quien en su Buen
,
Madrid (folio 60, Primer arco triunfal): placer, trovado en trece discantes de cuarta rima
u™ ccce tibi teto cum
me, Kegina, lores claude apenque meas:
pectore traddo,
castellana , dedicaba á Madrid un soneto que em-
'
.
hasc sunt nostra, quibus nunc ego ad astra vehor. Antiguos griegos Mantua te pusieron,
bien eco de los que supusieron, en contra de los De los partidarios del Carpcntum hablaremos
autores del bando opuesto ,
que el nombre de Ur- adelante.
ra ficción ,
que servia de base á la existencia de la ciudad de Ocno Bianor , dando por
verdaderos é históricos los más repugnantes hechos.
Fué sin duda causa la abundancia de osos que se criaban en los bosques de Madrid
durante la edad media , según comprueba entre otros el autorizado testimonio de don
Alonso XI , al completar el Libro de Monteria escrito por el Rey Sabio ' , de que el
Concejo de Madrid adoptara para su escudo un oso prieto en campo de plata, cuando
empezaba á generalizarse el uso del blasón en el siglo XIII. De este hecho tan obvio co-
mo sencillo ,
que es sin duda el único fundamento histórico á que la invención de Ursa-
ria se refiere , tomaron ocasión y pábulo cierto número de los encomiadores de la futu-
ra Corte para convertir lo que fué al principio enseña especial del municipio , derivada
componen para exornar el escudo de la Villa. Pero fué lo más extraño que dado el nom-
bre latino de Ursa Major ,
propio de la constelación referida , nació el conflicto del sexo
á que debia pertenecer el animal en tal manera sublimado , bien que no parándose en
barras, se tuvo muy luego por cosa averiguada que debia seguir la misma ley gramatical
que reconocía en lengua latina ,
quedando sin más el oso heráldico del Concejo conver-
tido en osa -. Otros, más fáciles aun ó más inflamables, hecha ya romana la ciudad de
timbres y blasones.
No merecen por cierto formal refutación todas estas incoherentes y maltrabadas es-
ya posible que sean de nadie recibidas. Cúmplenos , sin embargo apuntar aunque de ,
pasada y dando al olvido la donosa averiguación del sexo del oso, que la ficción de
las armas traídas por las regiones romanas á Madrid , raya en lo más peregrino de la
relativas al pueblo rey , sabe con toda evidencia que jamás usaron los guerreros de la
República otros blasones ó armas que los que simbolizaban el poderío y la fuerza de la
1 Véase lo que sobre el particular dijimos en vocablo están simbolizadas, siendo esta Villa una
2 Moya en su Heráldica, pretendiendo ex- que distinguiendo á la osa entre los demás irracio-
plicar el escudo de armas de Madrid , latiniza el nales el cariño que muestra á sus hijos, Madrid ver-
nombre ,
escribiendo Malrilum y lo deriva del dadora madre de sus moradores , debió ser repre-
suslanlivo Mater. En este sentido (añade) «las sentada por la osa, verdadera madre de sus hijos.
grandes cualidades que tiene Madrid , en dicho Este comentario no necesita de nuevos comentos.
.
Roma era la loba que amamanta á los hermanos llómulo y Remo , colocada al extremo
de una pica, como insignia gloriosa que debia brillar en los solemnes dias consagrados al
triunfo de sus grandes capitanes y más adelante de sus Césares. Pero rara vez fué guión
,
de sus bélicas legiones tan respetado emblema, sirviéndoles casi siempre de norte en
aquellas prodigiosas conquistas que las hacen señoras del antiguo mundo, el celebrado
signo que daba nombre de aquiUfero al afortunado guerrero á quien se confiaba. Cons-
tituíalo un águila de plata con las alas tendidas, como nos enseñan multitud de monumen-
tos y se observa entre otros en varias monedas del Imperio mereciendo , especial mención
las legionarias de Antonino '
. Coronas puestas al extremo de astas solian también llevar
los romanos; pero representación de animales, fuera del águila, la loba, el minotauro,
el caballo y q\ jabalí, nunca la adoptaron como enseña, cayendo por tanto de su propio
peso cuantas suposiciones se hayan hecho sobre la falsa hipótesi del oso 2.
rinto en que de propia voluntad se han encerrado los escritores, á quienes aludimos.
Carpetania; observación que bastaría por sí sola para d^r de través con cualquier otro
{ El águila de plata (dice un respetable perio ostentaba el busto de los Césares. La enseña
¡lustrador de las yl«%ím/«í/í'.5 ro?nr??ia.?) iba en lo de la caballería {cquilalm) era un estandarte
alto de una pica: en tiempo de paz se encerraba pendiente de un asta bastante larga que termiuaba
en el templo de Saturno y en el de guerra se con- en forma de T. (Id. id. id. ) ¿Dónde está pues la
fiaba al primer centurión, /;/•//«?};//«.?, únicoque po- soñada insignia del oío ó de la oírt,que dá nombre
dia plantarla en el lugar del campamento y ele- á la famosa Ursaria?...
varia magestuosa en el instante de moverse las 3 Véase la nota 1 del capítulo I, donde se
huestes.» (0;rt«m/í.r, lir parte, sec. IIF, capí- determina la etimología de dicho nombre. Con-
tulo 11) veniente juzgamos añadir aquí que bien pudieron
2 Estas fueron en efecto las ensenas que lie- los partidarios del Carpciiíum, dados á buscar eti-
varon las legiones romanas hasta los tiempos de mologías, hallar el origen de esta palabra en la
C. Mario: (Calep. Dicl. Eptal. pág. 102): las co- primitiva lengua céltica, con lo cual hubiera co-
hortes usaban de una poipieña bandera , vexillum, brado mayor autoridad cuanto á ella se refiriese,
y los manípulos una mano levantada sobre un pe- La palabra Carpentum ó Karpenlun , compuesta
queno escudo de plata , sostenido en una pica, de las voces kear , aldea , villa ,
penn , cabeza-,
Veíase esculpida en este escudo, durante laRepii- extremidad, cabo, y fim, altura, colina ó cabe-
blíca, la imagen de una deidad: en tiempo del Im- zo, pudo significar población de la aliara ó de la
52 HISTORIA DE MADRID.
pueblos de las primitivas edades; y la ocasión no podia faltar á tal intento, tenido á la sa-
zón por generoso y meritorio. Un escritor, ya conocido de nuestros lectores, debia servir
de pretexto á esta singular disquisición, resultando al cabo como cosa cierta é indubita-
da que Nabucodonosor , rey de Babilonia, había penetrado hasta la ciudad del dragón y
del oso, dejando en ella establecidos parte de sus vasallos.
miento hecho por la villa de Madrid en 1570 á la reina doña Ana, manifestaba, al descri-
bir los festejos, que para levantar el último arco triunfal de los que con aquel propósito se
habían construido, fué necesario derribar el antiguo de Santa María. «Estaba (dice) tan
fuerte que con grandísima dificultad muchos artífices con grandes instrumentos no po-
dían desencaxar la cantería: que entendieron que no era pequeño argumento de su anti-
güedad» '. Estas palabras, que se limitaban á consignar el hecho, si bien mostraban el
colina, ó puesta en la extremidad de la colina (La da muralla deste pueblo que vidgarmente llaman el
Yillemarquée, Diclion. Celliq). Pero como de esta Arco de la Álmudena, la cual con una torre caba-
etimología , nada hubiese resultado favorable á la llero fortislma de pedernal, se derribó y rompió
teoría del Carro y de la Osa, es muy posible que para ensanchar el paso. Estaba tan fuerte que con
hubiera sido desechada por Insuficiente , tenién- grandísima dilicultad muchos artífices con gran-
dose por más satisfactoria la ya Indicada, como des Instrumentos no podían desencaxar la cante-
si en la época en que la voz Carpeníum pertenecía ría: que entendieron que no era pequeño argu-
á un idioma hablado, llévase ya el vulgarísimo mento de su grande antigüedad. Pero por servir
nombre de Carro la Ursa Major de los astróno- á S. M. ninguna cosa habla que se pusiese delan-
mos. El doctísimo San Isidoro en su magna obra te, teniendo respecto A lo que se debe hacer en
úe las Etimologías (lib. XX, cap. XII), describía su real servicio. Quedó un tránsito muy claro, es-
del siguiente modo, al tratar ile veliiculish indi- pacioso y desenfadado, todo blanqueado y cantea-
cada palabra: Carpeníum pompalicum veMculi ge- do con sus puntas de pirámides y acroterias qne
mís, qiiasi carrum pompalicum: por manera que definen y rematan por lo alto». {Real Aparato y
determinando un carro pomposo, magnífico ó de Sumptuoso recibimiento con que Madrid recibió á la
grande aparato aquella voz latina, causa verda- reina doña Ana, etc. ,lol. 242; Madrid, 1572). De
dera maravilla el considerar cómo pudo liallarse notar es que la única vez que este escritor men-
alguna relación entre ella, la Ursa Major, el oso ó ciona á Nabucodonosor, lo hace refiriéndose á la
la osa de Madrid y la reglón de Carpetania, según significación del águila, que abiertas las alas, de-
escribieron los autores latinos, ó K'/oT7ÍTav-«, como termina el señorío del universo, y al sueño de Ezc-
dijeron los griegos. quiel, «quando vló, dice, aquella grande águila,
I Las palabras textuales del niaeslro López dcsparcidas las alas, por la qual se entendió la po
de Hoyos, en cuanto se refiereá este punto, son las tencla de Nabucodonosor» (f. 181).
patria, fueron sin embargo causa bastante á fomentar cuanto á la indicada expedición
rey de Babilonia. » acotaba en efecto con la autoridad de López de Hoyos, dando la origi-
nal noticia de unas láminas de metal, descubiertas en los cimientos del expresado Arco
de Santa María , «en las cuales (observa) estaba escrito que aquella muralla y puerta se
Publicada la noticia, con la autoridad de un hecho sobre que no era lícito abrigar duda
alguna, cundió luego entre los hiperbólicos encomiadores de Madrid; y logrando el
ras que sublimaban sus orígenes, autorizada al par con la creencia ya generalizada
de que reconocía Toledo los mismos pobladores -. Y cosa tan notable como carac-
1 lie aquí como se expresa Ouinlana : «Pare- «afirmado personas fidedignas el haberlas visto,
«cefué (dueño) de nuestra Mantua por algún liem- «para escribirlo, si ya no fuese el mismo testigo
))po Nabucodonosor , rey de los babilonios y cal- »de vista, aunque no lo dice. » (Lib. I, cap. XII,
))deos , lo cual se prueba porque derribando la fól. lo). Conocidas sus palabras y las de Hoyos
«puerta antigua del Arco de Santa María que te- no se comprende cómo de la simple indicación de
wnia su torre caballero , forlísima como arrilja se que era el muro destruido de robusta ftíbrica, pudo
»dijo , en los cimientos de ella dicen algunos se llegarse á tal extremo ; siendo muy de repararse
«hallaron unas láminas de metal , en las cuales que el licenciado Quintana cita en nota marginal
«estaba escrito que aquella muralla y puerta se expresamente la relación de López de Hoyos. Ni
»habia hecho en tiempo de este príncipe sober- es de pasar en silencio que escritores de nuestros
))bio. Lo mismo refiere el maestro Juan López dias, tan eruditos como Azcona, se dejaran llevar
«fundamentos de un tan gran edificio como este, 2 Véase sobre este punto cuanto observamos
«memorias de su reinado , sino del que al tiempo en nuestros Estudios históricos políticos
, y litera
«que se empezó era su rey y señor natural; y rios sobre los Jitdios de España, (Fns. I, cap. I).
«pues pusieron las del rey de Babilonia lan sola- Los defensores de esta idea traen el nombre de
xmente , no es pequeña prueba que también era Toledo de la palabra hebrea mSin íolcdof, que
«entonces desta villa. Yá no ser cierto que se ha- significa generaciones. Algunos asientan también
«llaron las láminas referidas no lo escribiera el que fué la famosa ciudad de los Concilios
,
fundada
«maestro Juan López , siendo persona docta y ver- por Asnero (Isahak Cardoso, Excelencias de los he-
ssada en letras humanas parlicularmenle que al- breos, p. 17) Pero ni estos escritores
, .
, ni los que
«canzó el tiempo en que se derribó aquella mura- admitieron como real y positivo el invento de
Hila, ponpie escribió atjuel mismo año, y debia Quintana, presentan prueba alguna histórica, que
»de ser tan público entonces que le parecería ser justifique sus extraviadas pretensiones.
tcn'stica de los estudios liistóncos en la época de que tratamos: ning-uno de los que ad-
mitieron esta noticia que á ser verdadera, tenia la más alta importancia arqueo-
escrita , ni la forma de sus caracteres en una palabra, ninguna de aquellas señales y con-
,
diciones que busca y exije la arqueología para declarar la autenticidad ó la falsedad de esta
clase de documentos, llamaron la atención de los que siguiendo al licenciado, dieron por
necesario consultar la citada obra del maestro de Cervantes, ni menos se reparó en que
olvidadas todas las circunstancias que pudieran hacer verosímiles las indicadas láminas,
no se ofrecía una simple copia, ya que no se hubieran sacado facsímiles, para autorizar
ya harto conceder en materia cronológica, sino que haciendo asiento en ella, la engran-
deció y fortificó, pues que en su tiempo se labraron algunos de sus muros. Pero, ¿dón-
aquella ficción con la historia general de la península ibérica , cohonestando de este modo
lo osado de la fábula y procurando hallar algún apoyo fuera de la misma locahdad sobre
que recaían glorias tan estupendas; y como no faltaran renombrados autores que funda-
dos en otros no menos celebrados de la antigüedad, daban por verídica la venida de Na-
lleza y fecundidad del suelo, había puesto su morada orillas del Manzanares. Mas
¿puede la crítica moderna no ya admitir cuanto á Madrid
, se refiere sin más fundamento
que el insinuado , pero ni aun recibir siquiera como histórica la ponderada expedición
á Iberia de las falanges caldeas? Cuantos escritores se alegan para comprobarla , to-
dos son posteriores á Estrabon y Josefo, cuya autoridad invocan '; pero por más dignos
pillo IV; Pineda, Jlistoria Pontificia, lib. IV, liak de Acosta, Conjeturas sagradas, Comentario
cap. XX ; Padilla ,
Historia Eclesiástica, Cent, I, del cap. XXV del Libro de los Reyes. Los tres úl-
cap. VIII; Mariana , Historia fjcneral de España, timos escritores, aunque españoles , son judíos,
lib. I, cap. XVII; Isahalí CwAoso, Excelencias de siendo muy de notarse que Acosta es calificado
los hebreos, Primera Excelencia, p. 17, Imanuel por los suyos de sabio (hakam).
»
de fé que sean ambos respecto de aquellas cosas que examinaron por sí ó pudieron reco-
ger en fuentes no adulteradas, todavía nos parece lícito poner en tela de juicio su autori-
dad sobre el punto de que tratamos, reparando principalmente en que uno y otro se apo-
vado en los últimos tiempos i,áun historiador de la India, llamado Megásthenes , de cuya
veracidad dudaba en más de un pasage de su celebrada Geogmphin , limitábase á indicar
que los caldeos levantaban á Nabucodonosor sobre Hércules , cuyas columnas Iiabia vi-
sitado, antes que Tearcon, rey de Etiopia, llevando su ejército desde Iberia á la Tracia
y al Ponto 2.
Declarando Josefo á cada paso en sus Antíquitates Hehraicm que sólo hacia oficio de
compilador, resume las hazañas y grandezas de Nabucodonosor, y ponderada su magni-
ficencia en la construcción del palacio real que enriquece de maravillosos pensiles, para
agradar á su esposa con el recuerdo de Media su patria, dice las siguientes palabras:
« De estos huertos hace mención Megásthenes en el tomo cuarto de las cosas de India,
donde procura mostrar que el rey dejó muy atrás en la virtud y grandeza de sus haza-
ñas al mismo Hércules , habiendo sojuzgado no sólo la más principal ciudad del África,
sino una buena parte de España» ^. Resulta pues, examinados ambos pasages, que tanto
Estrabon , muerto en el año 35 de la Era cristiana , como Josefo que florece en la segun-
prodigiosos relatos; y siendo este el único fundamento de los cronistas españoles que con
tan vivo empeño han sostenido la mencionada expedición , es evidente que todas sus pro-
1 Azcona, Historia de Madrid, pág. 30. edición estereotípica de Tauclinilz ya citada (to-
avra,'Upaz),£o-j; (íáX>ov, xaí Ém; 2ty)).wv £),á(r«i- (isjjpt Pspr./.ÓTa tój 'llpa/.Xóa. K«Ta<TTp¿í/a(73aí yáp aOróv
¡i.é-j Sil Svjpo xy.i TsápzMva áyíy.eVSai szstvov Sk xai ?^'^' At,SOT); zr.-J To'ÜrrJ xai 'iP'opíav.
í/. Tí; 'ipcpíKi Eí; -r,'j ©páxTiv zzt tóv iiovtov «yayctv Cuya vcrslon latina, ediclon dcFrancfort, 1380
Tflv ¡TTpaTtáv. (cap. XI, ad fineni) es como sigue:
(iNal)ucodonosorum autem, qui magis á clial- Horum liortorum ctiam Megásthenes in quarto
deis probalur quiím Hercules , usque ad colum- Reniin Indicarum volumine meminit , ubi osten-
uas pervcnisse, quousque etlam Tearconem, illura derc conatur quod rex virtute el rerum gestarum
vero excrcitum ex Iberia in Thraciam Pontumque magnitudine Heiculem longé á leigo reliquerit.
duxisse.»(Ed. de Basilea, 1523, lib. XV, p. 472). Subjugasse enim eum el urbem Africíe primariam
3 El texto original , tomado de la esmerada el bonam parlem Ilispaniaj.
56 HISTORIA DE MADRID.
bauzas, por más securas é indestructibles que les parecieran, no pueden resistir el pri-
viaje del conquistador de Jcrusalem , todavía hubieran debido probar los sostenedores de
semejante narración, que no contentándose Nabucodonosor con señorear las partes litora-
ser con el tiempo cabeza de las Españas. Todo el aparato histórico que su erudición pre-
viene , consiste sin embargo en las malhadadas láminas, cuya invención se adjudica er-
profundo olvido , lo cual hubiera sido altamente reparable en el siglo XVI y no termina-
estudio de toda suerte de antigüedades. Si pues nadie corrobora con su autoridad, como
testigo de vista , la existencia de semejantes láminas , ni hay memoria de que se haya
la con tan poca formalidad que ni aun se dice la lengua en que estaba escrita ; si es más
que problemático el hecho principal sobre que este artificio estriba ¿qué mucho que en
buena ley de crítica refutemos cuanto á dichas láminas se refiere, como una de las mil fá-
fácilmente lo hallaríamos en la misma invención de las supuestas láminas que por lo des-
mañada y pueril, constituye el más concluyente cargo que contra su autor pudiera formu-
larse. Costumbre fué del pueblo romano, imitada en los tiempos modernos, el colocar en
los cimientos de los edificios públicos monedas, láminas ó cualquier otro monumento
durante el período conocido en la historia con título de Bajo Imperio. Y como para
la mayor parte de los anticuarios de todos los tiempos , á quienes domina el vehemente
1 El erudito don Agustín Azcona observa en su de levantar á Nabuco sobre el renombrado hijo
inventadas por los caldeos las expediciones de Na- 2 Aludimos con estas palabras á un descubri-
bucodonosor á estos paises (la Europa occidental), miento arqueológico muy reciente, hecho en Se-
en oposición con las que los griegos referian de villa. A juzgar por los dibujos que conocemos y
Hércules. » Esta creencia no ha menester de más por la docta relación de personas muy egercita-
apoyo que las palabras ya trascritas de Estrabon das en el estudio de la historia del arte y de las
y de Josefo, quienes descubren claramente en Me- antigüedades romanas , los monumentos descu-
gásthenes y los demás autores caldeos el propósito bierlos , (pie son cinco sepulcros , aunque conté-
INTRODUCCIÓN", CAP. II. 57
más costumbres que las romanas , hallando sólo en Roma la pauta y el modelo de los
autig-uos pueblos ; y como desde el punto en que triunfan las ideas del Renacimiento,
volvió á ejercitarse aquella costumbre pagana en las fábricas erigidas por nuestros prín-
cipes y mag-nates, muy natural pareció á Quintana y muy puesto en orden que hechos
todos los pueblos de la antigüedad , cualquiera que fuese su origen y carácter , á ima-
gen y semejanza del pueblo romano, no liabia medio más apropósito para comprobar de
una manera victoriosa la incierta y disputada antigüedad de Madrid ,
que el de supo-
ner en los cimientos de unas murallas destruidas la existencia de misteriosas láminas
historia de Madrid á estas injustificadas expediciones, alentó sin duda á otros investigado-
res de la antigüedad para indicar y aun dar por muy probables otras no menos descarria-
das creencias. Aludimos á la influencia atribuida á los fenicios en los orígenes de la Villa
y Corte por algunos escritores de nuestros dias, si bien aparezcan algún tanto embozadas
al dragón ó culebra arriba mencionado, observando entre otras cosas no menos raras
nian ánforas lacrimatorias , vasos de perfumes, 1 Es digno de tenerse presente que ni Quin-
Ilusos, tenacillas epilalorias y anillos de oro, tana , ni cuantos han mencionado con mayor ó
|)erlenecen visiblemente por sus formas de cons- menor ai)lauso las indicadas láminas , determi-
trucción ^ á la edad visigoda , en que según los nan , como pedia la importancia del descubri-
cánones da los Concilios toledanos , idodolatria ia- miento ,
la materia de las mismas. Láminas de
valescií. \A afán de romanizarlo todo , ha sido metal, dicen simplemente; pero ¿qué metal
causa de fpie sin atender á la enseñanza que la era?... Esto se pasa como por alto, ya para
historia dol arle ministra y olvidado lo que nos no comprometerse ,
ya porque no se juzgara esen-
dice la nacional , se haya asentado con más cial para la investigación arqueológica , cuando lo
precipitación de lo que á semejantes investigacio- es en realidad , y tanto que aun supuesta la ve-
nes conviene ,
que todos cinco sepulcros son ro- rosimililud histórica de la inscripción y la auten-
manos, y aun algunos anteriores á la venilla de ticidad de los caracteres (cosa en que según ya
Jesucristo, (¡levisfa de Ciencias, Literatura)/ Arles, indicamos tampoco se ha pensado) , haliria moti-
t. VI, p. oíO.) Si pues en el siglo XIX, cuando vo justísimo para declarar como apócrifo cualtiuier
la ciencia ar(|ueológica ofrece abundantes medios monumento de este linage , con sólo que la mate-
para discernir entre dos ó más arlos , dos ó más ria no correspondiese á los procedimientos artísti-
civilizaciones , se cierran los ojos á toda idea que cos de la época á que se intentara referir dicho
no sea romana por los que se precian de enten- monumento. La manera con que Quintana y sus
didos ,
^qué mucho (pie al avasallar la idea de imitadores hablan de las láminas de metal , es por
Uoma todos los espíritus , y cuando ya empezaban sí sola bastante á infundir sospechas de false-
á flaipiear tos estudios propiamente anpieológicos, dad, si ya no existieran otras razones para demos-
58 Historia de madrid,
que ex[)one sobre el mismo : « Por este dragón ó escorpión los miacenses quisieron
»y el poeta Dionisio '. • Digno es ante todo de advertirse que el famoso dragón arriba
estudiado nada tiene de común con el escorpión ; y hecha esta simple advertencia , claro
por demás aparece que todas las deducciones que se fundaren en aquella improbable se-
mejanza , han de flaquear naturalmente por el cimiento. Por que ¿dónde están los monu-
mentos históricos , las inducciones arqueológicas , los datos geográficos que puedan cor-
roborar la deducción del ilustre académico?... La historia que en su noble severidad ja-
más ha pasado partida sin que le presenten quitanza , 'no respeta la autoridad , si no se
halla esta robustecida por la verdad de los hechos ; y cuando la crítica , más exigente
acaso la defensa de aquel aserto , á cuya refutación nos hnpulsa la obligación que hemos
notable influencia en la primitiva civilización española , sino por que dado el asiento de
Madrid en la parte más central de España , y sabido que entraron aquellos traficantes
por las costas meridionales, llegando sólo hasta Córdoba ^, no es posible conceder
que baste el nombre de Miacum , de tan debatido como no averiguado origen , á de-
terminar la referida influencia, con tanta más razón cuanto que el mismo escritor á
advertía que esta nueva aseveración desvirtuaba y anulaba del todo el anterior aserto;
subiendo de punto nuestra admiración al reparar en que olvidada aquella primera teoría,
pretende encontrar en casi todos los nombres de nuestras antiguas poblaciones la confir-
pues que los tliobdios ó thohdinos, descendientes de Thobel (Tubal escriben todos
nuestros historiadores), uno de los hijos de Japhet, trajeron á España el idioma hebreo,
el mismo (dice) que habló Noé y el que Dios infundió á Adán, según han creído varios
2 Las poblaciones más renombradas que fun- sión á que convida esta frase de Cortés, (tom. II,
daron los fenicios en la antigua Bélica -son: Gades pág. 47, de su Diccionario); pero no podemos de-
(Gadir-Gadeira), Malaca, Abdera y Córdoba; jar de repetir, al trascribirla, la idea que antes
mas debe notarse que la población púnica (esto emitimos acerca délos errores en que aun los hom-
es la que provenia de Cartago, derivación tam- bres más doctos incurren, movidos del exagerado
bién de los fenicios) , se extendió desde Virgi entusiasmo que les inspira cualquiera de los diver-
hasta el Anas, según Plinio asegura y con él sos ramos que constituyen las ciencias y las arica.
INTRODUCCIÓN CAP. TI. 59
el primer hombre que vino á España , aparecia probado que debiendo Miacum el nom-
bre á sus descendientes, hubo de ser población primitiva hebrea, y no fenicia.
dilucidar aquí esta difícil cuestión etnográfica, cúmplenos observar que la antigua Mia-
cum que se procura ligar tan estrechamente con la villa de Madrid , no puede ser al
propio tiempo hebrea y fenicia ; conclusión á que nos Uevaria forzosamente la adopción
analogía que realmente existe entre la lengua de Moisés y el dialecto traído á las costas
pudo traer el pueblo fenicio la influencia de su cultura á estas comarcas y señalar con vo-
necesario es que se nos presenten monumentos de tal naturaleza que no dejen entrada á la
1 El referido Cortés, y antes que él lo indi- Miajjon , alterándose únicamente el sonido del n
cara, los autores del Lexicón /lebráico-caldeo, da- que es por cierto muy vario entre los mismos he-
do á la estampa en Aviñon el año de 1765 (T. 1, braizantes. Pero no nos engolfemos en el proceloso
página 5i2), pretenden que la palabra Miacum, mar de las etimologías; y cualquiera que sea
se deriva de la voz miakid ([ue significa ex incen- la del nombre Miacum, atribuido repetidamente
dio {áa el fuego). Partiendo de este supuesto, es- á Madrid , reconozcamos que no habrá nunca ra-
tablece Cortés cierta analogía entre el referido zón para deducir victoriosamente que debió la Vi-
significado y las condiciones naturales del terreno lla y Corto su creación el pueblo fenicio , ni menos
silíceo en que Madrid se levanta, llegando hasta al hebreo.
sospechar la existencia de antiguos volcanes, para 2 Tal pretensión abrigan sin embargo los es-
salir adelante con su etimología, y más que lodo critores judios , de quienes hablamos en notas an-
con la pretensión de que fué Madrid el antiguo teriores. Escalona, Macpieda, Yepes, Noves, Tem-
Miacnm. Dejando para después este último punto, bleque, La Guardia y otras poblaciones fueron
gua hebrea, será bien advertir que la expresada tales como Ascalon, Macpiedah, lope, etc. Pero
nombre fucíjo, podían dar por resultado, elidido el bre los Judios, Ens. I, cap. 1).
tlutla; y cuando lejos de esto, sólo se nos traen aisladas conjeturas etiniológ-icas ,
poco
ajustadas á las leyes de la sana crítica, y militan por otra parte tantas y tan extrañas teo-
rías sobre los orig-enes de Madrid , conveniente juzgamos asegurar que la cabilosa cuanto
contradictoria teoría del docto académico á que hemos aludido jamas alcanzará legítimo
,
fenicia en el nombre de una de las antiguas puertas de la Villa y Corte , tiempo ha demo-
bía interpretarse rio consagrado á Bal '. Mas prescindiendo por un momento de la com-
probación filológica de semejante etimología, y olvidando de buen grado la situación de
la Puerta de Balnadú que se alzaba á no corta distancia del Manzanares , único rio á que
pudiera aludirse, ¿será nunca bastante prueba de la pretendida influencia fenicia la seme-
janza, más ó menos lejana, de estas ú otras voces que bien examinadas pueden pertenecer
igualmente á varios idiomas?-... Y si demás de esto existe entre la injustificada etimolo-
gua hablada por ese pueblo , voces de conocido valor, cuya contracción produce fácil-
1 Hablamos del erudito don Joaquín Lorenzo se encuentra en la lengua púnica , así como otro
Villanueva en su ¡berta Fenicia. gran número de ellas, y casi todas las raices he-
2 Si no abrigáramos el temor de ser difusos, braicas. Tiro y Sidon eran las principales ciuda-
entraríamos aquí en la disquisición filológica, á des del litoral de la Fenicia; Cartago fué una de
que parecen convidarnos todas estas opiniones que sus colonias. De aquí el nomhve poeni de sus habi-
tienen por única base una deducción etimológica tantes, (jue no es más que el nombre plioeni cor-
mejoró peor fundada, manifestando no solamente rompido. La lengua de que ellos hacían uso, es on
la consanguinidad que existe entre las lenguas gran parte parecida á la lengua hebraica.» Priscia-
hebrea y fenicia, sino también la inmediata deri- no observaba con el mismo intento: «La lengua
vación de la segunda del tronco y raiz común que púnica que es connatural á las lenguas caldea, he-
reconocen todas las semíticas, inclusa la arábiga. braica y siriaca, no conoce el género neutro.» San
Más ya que no juzguemos conveniente el detener- Gerónimo se expresaba asi: «Nosotros no pode-
nos en demasía sobre punto harto debatido en mos servirnos de la lengua hebraica, sino que de-
tre los filólogos modernos, no tenemos por des- bemos emplear el idioma cananeo,que es un me-
acertado el indicar que esta misma observación dio entre la lengua aramea y la lengua hebraica,
fué ha muchos siglos expuesta por varones tan y se confunde en gran parte con esta última.» Y
doctos como San Agustín, l'riscíano y San Geróni- en otro lugar afirmaba que la lengua fenicia ma-
mo. (iLosdos idiomas (hebraico y fenicio-púnico), naba directamente /"o?í/;'¿ím //ci/'íPonwi. Basta en
dice San Agustin, no difieren mucho entre si. Los nuestro juicio lo indicado para demostrar cuan
hebreos llamaron á Cristo .]fesias; y esta palabra arriesgado es en materias históricas fundar una
INTRODUCCIÓN CAP. II. () I
fuertes torreones , la que recibió en la Madrid árabe este significativo apellido. No es por
tanto más defendible que la representación fenicia del dragón que figura A Cadmo , la
derivación del nombre de Balnadú, referida á la misma fuente ; doliéndonos sobre ma-
nera el tropezar á cada paso con tan caprichosos extravíos y más todavía el ver envuel-
tos en tan peligrosa corriente á muy respetables varones.
examinaran todas estas cuestiones á la luzde laverdadydela filosofía, sus naturales resul-
forjado respecto de la ciudad del quimérico Ocno Bianor : negada fué del todo aquella
ambiciosa antigüedad ,
que había dado nacimiento á la más extraña cronología y recha- ;
zado sin más examen cuanto se referia, no ya á las dudosas edades primitivas , sino tam-
bién á los tiempos ,
propiamente históricos , se llegó insensiblemente al extremo opuesto
¿ Podía y debia deducirse de la condenación de todos los errores , hacinados con tan poco
deducción final en la semejanza de una ó más locura dudar de la existencia del pueblo judio y del
voces, sin reparar en que al conceder la influen- pueblo árabe en la península ibérica, sobre todo
riesgo de caer en error. Los lectores que (lesearen invasión de Tariq hasta el año de 1492 , en que
mayor ampliación sobre e*e punió, pueden con- son expulsados los judios, y el de 1010 en que lo
suUar, entre otras , las obras de Swinlon, Barthe- fueron los moriscos, ¿por qué perdernos en inútiles
lemy, Duteus,el español Pérez Bayer,Ackerblad, controversias, cuando uno y otro pueblo dejaron
{Disertación sobre la afinidad mutua de las entre nosotros, a.sí en nuestras artes, como en nues-
lenfjms fenicia // hebraica, memoria leida á la acá- ira literatura y nuestra lengua tantos y tan claros
demia de L'psal), Federico lloppe,
y por último la vestigios de su cultura?... No negaremos que el
que .Mr. de Saulcy escribió con motivo de los pueblo fenicio pudo influir é influyó sin duda en
fragmentos de inscripción púnica, encontrados en el territorio á donde extendió la esfera de su co-
.Marsella en ISío. Por nuestra parte observare- mercio; pero para admitir que la voz Balnadú es
mos sólo que si es ya un hecho generalmente ad- de origen fenicio, seria inevitable demostrar que ó
mitido cuanto aquellos doctos escritores observa- existió dicha puerta en la imaginaria ciudad de
nm respecto (lelas lenguas hebrea y fenicio-púnica, Ocno Bianor, ó dominó el pueblo fenicio en Ma-
y nadie puede desconocer la consanguinidad que drid durante la edad-media; y como ni una ni
c/m ella tiene la arábiga, ¿por qué remontarnos otra cosa ofrecen fácil probanza, de aquí la nece-
á 'edades inciertas para buscar etimologías que sidad de atenernos á la verdad de los hechos,
dores modernos, hastiados sin duda de tantas y tan descabelladas invenciones como su-
mariamente dejamos mencionadas; pero si no es lícito, como han reconocido ya los lec-
tores ,
profanar la santidad de la historia con las espurias y repugnantes patrañas que la
mente los ojos á toda luz, llegando al cabo á caer en doloroso y estéril escepticismo.
Algo hay sin duda en los orígenes de la Villa y Corte más allá de la época en que los
Sin que entremos ahora á examinar con el detenimiento que piden , todas las cuestio-
nes que nacen de esta consideración, punto á que dedicamos el siguiente capítulo, opor-
tuno juzgamos indicar quela antigüedad histórica de Madrid, á pesar de la oscuridad en que
la han envuelto sus mismos encomiadores ofrece claras vislumbres y señales de remon- ,
tarse á época más lejana, si bien no sea posible, como pretende un autor antes citado,
conceder que oculte su procedencia en la oscuridad de los tiempos , teniéndola por primi-
tiva, só color de inaveriguable ^. No asentaremos por cierto nosotros que sea Madrid funda-
tóricos ó arqueológicos que puedan en algún modo autorizar esta hipótesi : tampoco ne-
garemos ,
para no parecer temerarios ,
que dedicados los iberos á las tranquilas faenas
de la agricultura ,
pudieron estenderse por las feraces llanuras de Castilla , cuando aban-
donadas las regiones del Norte y traspasado el Ebro llevaron sus moradas hasta
, las co-
fuera de toda duda este hecho , cuando se repara en que cualquiera que sea la autentici-
dad de cuanto se refiere por los cronistas de Madrid sobre las parroquias mozárabes
i Esta idea ha recibido en efecto no poca Pero, según mostraremos adelante, andan
fuerza de aquellas bellísimas ([uintillas de Mora- acordes los cronistas cristianos y los liisloriado-
lin que empiezan: res árabes en considerar á Madrid, como una ciu-
existentes durante la servidumbre sarracena , hay un suceso que nadie ha puesto en tela
de juicio y que celebra la Villa y Corte con devoto entusiasmo, el cual basta á justifi-
car nuestros asertos. Hablamos del nacimiento de aquel labrador, pobre y oscuro, que la
piedad del pueblo madrileño elige por su patrono , acaecimiento que se realiza antes de
rescatar Alfonso VI la ciudad expugnada por Ramiro II; y cuando todos los historiadores
asientan que fué San Isidro nacido de padres cristianos ; cuando no es dable sospechar
siquiera que el vencedor de Clavijo , destruidos los muros de Madrid y yermadas sus tier-
ras ,
pensara un solo instante en conservar una ciudad y fortaleza, puesta á la sazón en el
forzado Fernando I, sus ejércitos á estas comarcas, haciendo tributarios á los reyes de To-
ledo; dejó en Madrid, ni en otra alguna de las villas y castillos que le abrieron sus puer-
tas ,
presidio ni población cristiana , no es en verdad forzada consecuencia la de que mo-
rando en Madrid famihas mozárabes bajo el yugo del Islam , hecho que se verifica en
virtud de los pactos nacidos de la conquista mahometana hubo de , existir antes de que
esta se realizara la población, de que tratamos.
sigoda ,
que podamos presentar documentos de este género para ilustrar respecto de la
indicada época la opinión apuntada. Pero si en cuanto concierne á aquella poco estu-
diada y fastuosa cultura que brilla principalmente en la Ciudad de los Concilios, no hemos
logrado la fortuna de poseer monumentos fehacientes , no sólo nos es dado hoy robustecer
nuestros asertos con la memoria de varias lápidas romanas, antes de ahora tomadas en
cuenta por notables investigadores , sino que deseosos de apurar la verdad y realizados
algunos ensayos de excavación en los puntos que nos han parecido más á propósito, pode-
mos ofrecer á nuestros lectores preciosos resultados en ordena las antigüedades romanas
de los contornos de Madrid, contándose entre ellos un bello y suntuoso mosaico. Testimo-
nio es este que guardado en el seno protector de la tierra, y no sujeto al capricho ni á
los mudables intereses de los hombres revela , la verdad con esa claridad y fijeza que lle-
va el arte al ánimo de los que han aprendido á leer en sus creaciones: á su examen debe-
mos la firme convicción de que fué construido en los mejores tiempos del imperio de los
Césares ; y dada esta demostración artistico-arqueológica , no podemos abrigar duda en
que los monumentos litológicos que á la misma edad atañen cobran extraordinario , valor
histórico.
Pero todas estas consideraciones son harto importantes, para ser tocadas de ligero.
A la luz de la sana crítica y dominados exclusivamente del generoso anhelo del acierto,
hemos examinado no sólo el origen , sino las multiplicadas formas que, á manera de
Proteos, toman las fábulas forjadas para oscurecer los origines de Madrid, produciendo
64 niSTOHIA l'E MADRID.
siiva. Deslindados dejamos tan contrarios camiws, y echados los cimientos á una inves-
tigación por extremo fructuosa, respecto del asunto que hoy tratamos; y pues hemos
salvado á dicha las nieblas de la fábula, asentando felizmente la planta en los verdade-
tigado por las incoherentes ficciones hasta ahora reconocidas , tomando aliento para entrar
CAPITULO III.
Cíjntrarias opiniones sobre l.i finti;jüniiiid romana de Villa y Corte — Monumentos que parecen comproliai-
la
la. — Inscripciones latinas. — Examen de las mismas — No son geográficas. — Dudas sobre la situación de Madrid.
No e* el Miacuin del ¡liiicrario de Anloiüno. —Relación topográfica de esta mansión con ciertos vestigios de pobla-
ción romana en el sitio ocupado por Madrid y en los Carabancheles —Mosaico y pavimentos romanos descubiertos
en los i'iltimos. — Su descripción y estudio. —Consecuencia liistórica de todos hechos. — Tradiciones posteriores á
estos
la época romana. —Madrid árabe.— Su importancia militar — Conquista do ¡Madrid.'—Nombres con que se distingue
en edad-media. — Ilesúmen.
la
dad que tan bien asientan en el verdadero investigador , á quien ni el amor deslumhra
los ojos, ni la pasión aparta del blanco, adonde dirige sus tiros la venerable historia,
entramos ahora en el examen de las antigüedades de Madrid , no sin recelo de que, asen-
tado ya por graves escritores y anticuarios que no se remontan estas más allá de la edad-
media, puedan tildarse nuestros asertos de temerarios, ó ser cuando menos reputados por
cuánto se aventura en estas afirmaciones y cuan grande es el peso que ha menester toda
proposición histórica para lograr tan alto privilegio , ni aspiramos tampoco á cerrar la tela
La inicial de este capítulo está tomada de un precioso códice de fines del siglo XV.
Tomo 1.
13
66 HISTORIA DE MADRID.
aquellos timbres que pudieran legítimamente ornar su cuna, nos persuade sin embargo de
que no carecían de algún valor y fundamento los títulos combatidos, mereciendo cuan-
do menos ser examinados nuevamente y con mayor imparcialidad , á ñn de confirmar
ó rectificar el primer juicio. Y que semejante rectificación era necesaria, siempre que se
llegasen á tocar estas materias , lo mostraba claramente el final raciocinio que .tras
largas disquisiciones eruditas se presentaba. —La famosa fundación del quimérico hijo
güedad (se deducía) población alguna en el sitio que hoy ocupa la Villa y Corte de Ma-
drid : luego las numerosas lápidas romanas descubiertas en sus contornos ó halladas en
fácil que se presentara , á pesar de la seguridad con que ha sido expuesta ; y sin embar-
go en puntos de esta naturaleza bien hubiera sido no reservarla, para evitar estudios inú-
helo con que otros escritores de no menor peso y autoridad en materia de antigüedades,
acudieron á contradecirla. Para estos era no sólo probable , sino de palmaria demostra-
ción que en el lugar ocupado por Madrid se alzó durante la dominación romana una pobla-
ción respetable , llegando al extremo de fijar su nombre y de establecer sus relaciones
histórico cuantas inscripciones latinas se habían descubierto desde fines del siglo XV
y principios del XVI ya ,
en el recinto de sus muros ,
ya en sus campos y contornos 2.
dad posible solicitar la avenencia, sin que mediasen nuevos estudios é investigaciones,
1 El más autorizado de los escritores que ne- sin añadir prueba , dato , ni observación alguna
garon á Madrid la antigüedad romana ,
poniendo sustancial á lo dicho por el distinguido aca-
muy erudita Disertación hisíórica-geográfica so- hisíórico de la antigua España, t. III, pág. 187
bre el origen , nombre ij antigüedad de .Madrid, y siguientes. Volveremos á. tener presentes sus
que en otro lugar citamos. Sigúele entre los más observaciones.
recientes historiadores el diligente Azcona; pero
INTRODUCCIÓN, CAP. III. '17
ria , como á todo otro monumento de antigüedad que trajese nueva luz para ilustrarla.
Figuraban como los más conocidos y no carecían por cierto de verdadera estima ,
pues
que hablan sido ya mencionados desde fines del siglo XV, las indicadas memorias litoló-
gicas. Gonzalo Fernandez de Oviedo , criado de los Reyes Católicos y del Cuarto del malo-
grado Príncipe don Juan, y cuya honrada palabra no puede ponerse en duda , afirmaba
cebo, movido sin duda por el egemplo de im Pedro Mártir de Anglería, un Marineo Sí-
culo y un Antonio de Lebrija, se habla dedicado á examinar las inscripciones que guar-
daba Madrid del tiempo de los romanos , no siendo por cierto despreciables las noticias
tigua iglesia de Santa María de la Alnmdena y en otras diferentes fábricas de la villa vio,
leyó y copió el primer cronista del Nuevo Mundo inscripciones latinas: reconociéronlas
dad con su estudio que ni aun los más duros impugnadores de la antigüedad romana de
1 Hé aquí las palabras textuales de Oviedo, MITIO... Esta piedra está puesta al revés, por-
dignas bajo varios conceptos de toda considera- que los que fundaron aquella Iglesia debieron ser
cion y aprecio: « Quando yo fui mancebo (dice) de- moros , é la hicieron mezquita. Habia otra piedra
see saber é inquirir las antigüedades del fundamen- sobre la Puerta que decían de Guadalamra ccn
to de Madrid; é como no hallé su mucha antigüe- unas letras seniojanfes: P. MNLO. XXXllII, S.
taba enterrada mía piedra tosca é rolliza de for- tiende que fué sepulcro , é acostumbraban decir
ma de columna más alta que un estado de un esos romanos: Sil Tihi Terra Levis. Ansí que, se-
hombre , en que se leía de letras mayúsculas lati- pultura de algún romano antiquísimo seria aque-
nas el nombre de SERTORIO... Los Regidores, lla piedra, puesta antes que se edificase la Puerta
fuese , hicieron tomar aquella piedra , é atrave- la Torre é Puerta) é agora está en otra forma
sáronla enmedio de la Puerta que digo de Moros, aquella Puerta , é la piedra no se adonde se pu-
é entrando é saliendo carretas é los que por allí so... A la pié de la torre de la casa de don Pedro
pa.saban,le deshicieron las letras , de manera que Lasso á par de Sant Andrés está otra piedra con
desde á pocos años ninguna cosa se podía leer letras latinas antiguas del tiempo de los romanos,
dellas, porque la materia de aquella piedra es que también da testimonio de la antigüedad de
frágil, é non pudo comportar tanta injuria... Hay Madrid». (Bibl. Nac. , Cód. F. 105, etc. ,
11."
otra piedra en una es(¡uina de la Iglesia de Santa Parte, vol. II , fól. 72).
con unas letras en que se lee el nombre de DO- más formidable de los impugnadores delaantigüe-
68 HISTORIA DE MADRin.
Mas no son las únicas lápidas y memorias citadas por Oviedo las que declaran en fa-
vuelta todavía más casual de la reja del arado, recojí^iéronlas con extremada solicitud el
lugar que debieran en un Museo nacional de Antigüedades, ornamento muy propio de las
naciones cultas y de que todavía carece desgraciadamente la capital de las Españas -, bien
será detenernos algún tanto á examinarlas , á fin de obtener de su estudio valederas y le-
antigüedad histórica de Madrid , seános dado por otra parte contemplarlos con aquel
respeto que inspiran siempre en los ánimos generosos las reliquias de remotas edades;
respeto que sin trocarse en ciega admiración, sube de punto al considerar que en medio
de tantas ficciones y desmañadas fábulas, como han ofuscado los orígenes de la Corte,
conservan esos venerables restos de la civilización romana el sello de la verdad , estigma
que , aun no trasferidas con la fidehdad que demanda la ciencia arqueológica y dada la
Comenzaremos pues el indicado examen por la curiosa lápida que halló Oviedo en uno
dad romana de Madrid, así por su mucha eru- útil y ya indispensable instilucion científica, fue-
dicion como por la grande autoridad que alcanza ron lan obvias y convincentes que arrancaron la
en la república de las letras, confosaba termi- formal promesa de que el Gobierno «haria cuanto
nantemente la autenticidad de estas lápidas, con «esluviera de su parte para realizar tanpalrióticos
las siguientes palabras: «La verdad de estos mo- «deseos» que son en suma ios de todos los amantes
uunientos que ya no se hallan y (¡ue sin duda se- de los esludios históricos. Por boca del ministro de
rian romanos, parece incontestable; porque du- Fomento, señor Marqués de Corvera, quedó solem-
dar de ella, sería hacer agravio á varones tandoc- neníente consignado que «el museo arqueológico
tos y dignos de veneración.» {Disertación sobre hacia ya en España mucha falta», siendo insuficien-
la antigüedad histórica de Madrid, pág. 39). tes los gabinetes de la Biblioteca Nacional y de la
llu de Madrid, pág. 9 y siguientes; Quintana, movimiento déla ciencia y al progresivo desarro-
2 Satisfactorio es para nosotros anunciar que año de 1861 «comenzar á realizar algo de lo mu-
no ha faltado en la presente legislatura del Congre- »cho que hay por hacer» en este y otros puntos
so español quien levante su voz en demanda de la análogos; i)alabras que acogieron con verdadero
creación del indicado Museo nacional de AnfifjUe- placer cuantos aman las glorias nacionales y as-
dades. En la sesión del 11 de diciembre de 1860, piran á que la Corte de España ocupe un lugar
reconociendo el ilustrado Marqués de San Garlos digno entre las demás capitales del mundo civili-
«cpie son y han sido siempre las antigüedades una zado. La historia consigna ya estos hechos , y tri-
»de las principales fuentes históricas», pidió lal'un- bulará en su dia el lauro merecido á los (pie con-
dacion de un Museo nacional de Arr/ueolngia y Be- tribuyeren á llevar á cabo el establecimiento del
lias Arles, «tal como existe en todas las capita- Museo nacional de Antigüedades.
))les de Europa». Las razones en que apoyó esta
[INTRODUCCIÓN, CAP. III. 69
DOMITIO- L- L-
LICAVGIN- pía-
MARITO- SVO- CAR-
F-
FECIT.
diada en tiempos posteriores, ofreció esta lección, una y otra vez repetida por los anti-
cuarios;
L- VALERIO
LATINO
CESONIO-
todo imposible adivinar quién fuera el dedicante... De creer es sin embargo que fuese
esta, como la anterior, una lápida funeraria, tal como la prescribían las costumbres gentí-
1 De notar es que insertando en su Dicciona- bastando sólo recordar la gran preponderancia que
rio geográfico esta Inscripción , intenta el erudito el elemento griego tuvo en el mundo romano;
(Cortés y López probar con ella el origen griego pues si recibieron aquellas celebradas regiones el
de .Madrid. Al propósito escribe: «Observo de paso yugo de los Cónsules y los Césares, les impusie-
es extraño que en una ciudad de la región carpe- el sello de su civilización , de sus letras , de sus
tana, que tomó su nombre del idioma griego, hu- artes, de sus costumbres, mezclándose con liart<i
bie^e familias con nombres compuestos de ciernen- frecuencia la regeneradora sangre de los antiguos
pág. ,89) . El docto académico olvidó sin duda que Lacio. No sea esto decir (pie no reconocemos algu-
no era naenester remontarse á tan lejana época, na influencia griega en estas primitivas edades.
: '
70 HISTORIA DE MAHRID.
D- M-
CV-LV
CANOAXXn-
S- T- T- L-
Su lección es esta:
A los dioses Manes. Cayo Valerio Lucano, que murió de 22 afios. Séate la tierra leve.
Existía en la misma Casa otra inscripción que debió sin duda ser también funera-
ria, de la cual sólo pudo leerse la palabra Fecit y alguna que otra letra, no bien deter-
minada.
se leía:
P.MNLO
xxmí-
STTL
Hé aquí su interpretación
pvBLio MANLio [aunorum] xxiv [aetatis suae]. sit tibí térra levis.
Corresponde sin duda á la misma clase de inscripciones funerarias otra que fué des-
cubierta el año 1580 , arando un rentero cierta heredad de Luis de Paría, en dirección á
D- M- S-
MEMORIAM- MEAM- FECIT
MATER MERCVRI •
Cuya lección, que hemos consultado con doctos epigrafistas, es como sigue:
DlIS MANIBVS SaCRVM. MeMORIAM MEAM FECIT MATER. MeRCVRIALIS ANNORVM XXII.
No sin fundamento advierte un anticuario, al examinar esta inscripción, que para escri-
»
bir el pronombre mmm enlazó el entallador los signos A y E á manera de diptongo , su-
época del Bajo Imperio. Ni es tampoco de poca importancia , aunque hasta ahora no he-
mos podido encontrar vestigio de vía romana, la indicación que apropósito de esta lá-
pida expone el autor referido, cuando escribe: «También es de observar, que los antiguos
solían poner los sepulcros á las orillas de los caminos, para excitar su memoria en la
mente de los pasageros ; y sin duda por Vacia-Madrid, iba la calzada romana que desde
y cuya interpretación ha dividido el campo de los eruditos, juzgando unos que debe ser
clasificada entre las votivas, y considerándola otros cual simplemente funeraria. Hallában-
I- O- M-
COELI- MELIS-
S- L- T-
Leyéronla los partidarios de la primera opinión en esta forma:
Óptimo Máximo.
Dado este sentido ,
parecióles ya probado , con la citada lápida, que habla sido ado-
rado Júpiter en la Madrid romana y su comarca, pues que en ella (decían) tuvo su tem-
plo ^.
res de la segunda opinión en lo tocante á las iniciales que constituyen la última; y quien
1 (lúñh: Diccionario, lococitato. que tan á menudo varia y trueca la fa^ de las
cimientos en este punto , no hemos podido encon- 3 Siguen este parecer el Licenciado Quinta-
trar vestigio de la antigua calzada romana, ([ue na, cap. Xlll, fól. 19, de su Historia, y el tan-
tal vez no pasaría distante de dicho punto; pero tas veces citado académico, don Miguel Cortés
y
que como en otros muchos parages, habrá tal vez López en su Diccionario geográfico-hislórico , to-
se inclinaba á que debia entenderse en ellas: svo locotvmvlata; quien se acostaba al pa-
razón en punto sostenido por una y otra parte con harta erudición y no despreciables ar-
gumentos. Egemplos se ofrecen abundantes que parecen justificar ambas opiniones; mas
si bien es cierto que sustituye alguna vez en la epigrafía romana la invocación de loví Óp-
den presentarse algunos casos en que se omite el pronombre personal del S. T. T. L.,
observaciones en que principalmente se han apoyado los que pusieron esta memoria entre
el que en esta región de la Carpetania tuviese Júpiter consagrado alguno, como uno de los
primera como indicada por una persona muy eru- Caiv.s Coelivs Melissvs
cosecha (Lib. 1, cap. II, p. 10). Hübner observa que puede sustituirse el pre-
2 Después de trazadas estas lineas hemos juz- nombre Caius por el de Muráis ú otro cualquie-
ra si bien en rigor no hace falta añadiendo que
gado conveniente consultar al entendido y pers- , ,
í
picuo epigrafista alemán, el doctor Mr. Emilio apesar de ser rara la abreviatura de Coeli-, no
Hübner , asi respecto de la clase á que esta me- carece de egemplo. En cuanto á la T de templum
moria lilológica pertenece como de su lección é la conceptúa visible error de los que copiaron la
inteligencia , abrigando la satisfacción de que su lápida , muy fácil de cometer , si se hallaba esta
juicio haya coincidido en todo con nuestro expre- en mal estado , lo cual es muy posible. Nosotro.s
sado dictamen. El doctor tiene esta lápida de aunque repetimos lo dicho en el texto, juzgando
Barajas por una sencilla dedicatoria (ex voto); que no seria difícil ni inverosimil la existencia de
fidelidad que fuera necesaria para formar cabal saba como religión del Estado la teogonia gen-
concepto, propone su lección en la forma si- tílica , atendida la sencillez extrema de la inscrip-
guiente :
ción, al ser comparada con otras dedicatorias
V- S- L- p- lewplum
INTRODUCCIÓN, CAP. III. 73
«Tosca, rolliza y de forma de columna más alta que un estado de hombre » , dice Gon
zalo Fernandez de Oviedo, era la piedra que existía en Puerta de Moros, harto maltra-
tada por la incuria ó la ignorancia de los que , sin estimar ni comprender su precio , la
SERTORIUS.
No sin razón supusieron los eruditos, que trataron después de tan singular memoria,
que pudo formar parte de un monumento erigido por los pueblos carpetanos al céle-
bre caudillo que tomando á España por instrumento de sus grandes designios ,
puso en
grave riesgo el poder de la República Romana. Y decimos no shi razón, porque dada la
descripción de Oviedo , confirmada por cuantos acertaron á examinar la piedra de que tra-
tamos , no seria maravilla que hubiera sido esta un cipo ó pedestal destinado á sostener
el busto del famoso guerrero que poniendo en Huesca (Hosca) la silla del nuevo imperio,
afortunado Sertorio del yugo romano '. Ni seria descabellado intento el suponer que as-
vencedor de Roma les inspiraba , cuando no es dado negar que visitó estas comarcas,
constando que estuvo en pueblos tan cercanos á Madrid como Caraca y Segovia -. Y no
seria obstáculo á esta racional hipótesi la observación indicada por alguno de los últhnos
Corte de las Españas del lauro que pudieran ganarle tan respetables memorias ^ : por-
1 Esta indicación nos parece tanto más ad- Carabaña. (Cean Bermudez , Sumario de las ÁntL
misible cuanto (jue se ajusta perfectísimamenle á güedades Romanas de España, p. 141). Habiendo
la idea que nos lian dado de lo que debe principal- penetrado Sertorio liasta Segovia , es muy posi-
mente entenderse por cipo los más doctos anti- ble que tocase en la mansión de Miacum y no in-
cuarios y latinistas: uCippus (dicen) columnam verosímil que recibiera el tributo de respeto y aun
significat ,
quíe cum inscriptione ad conservan- de amor , de que le liacian digno sus .empresas y
pino, Dic. Eptal. p. 25o). «Etiam (añaden) in 3 Aludimos al diligente don Agustín Azcona,
la definición de los anticuarios, no hallamos re- excesivo respeto el voto de Pellicer, ya por que
pugnancia en seguir la opinión indicada. abrazada por él la opinión de que Madrid habia
2 De la situación geográfica de Segovia no sido simple fundación de los árabes, no podía re-
puede dudarse ,
por lo cual nada indicaremos: cibir como histórico nada de cuanto se opusiera á
gos conlirmado con el de algunas lápidas, estaba en su buen juicio acostumbraba , á un argumento
situada á cinco leguas al Sur de Compluto (Alcalá negativo. No advirtió en efecto queá recibirse como
de Henares) en el sitio ([ue hoy tiene la villa de verdadera su observación, quedaba la arqueología,
T0.V0I. 14
74 HISTORIA DE MADRID.
que si bien es cierto que al reconocer Ambrosio de Morales las lápidas que se referían á
las guerras de Sertorio , no menciona el cipo de Madrid , tampoco puede deducirse de su
silencio en ley de buena crítica que no hubiera existido ; y como es para nosotros de
grande autoridad la ingenua declaración de Oviedo, testigo de vista, que no solamente
manifiesta haberlo examinado, sino que se duele del abandono en que estaba, censu-
rando al mismo tiempo á los Regidores de la Villa , lo cual no hubiera podido hacer sin
exponerse á ser publicamente desmentido ó justamente castigado , tenemos por cierta y
verdadera la existencia de la expresada memoria. Mas siendo indudable el hecho ¿qué
minar cuál fué la forma total de semejante monumento, asi como es también de todo
punto imposible señalar el instante en que se erige y fijar el pensamiento que realiza. Pero
por grandes que sean las dudas que en uno y otro concepto suscite, no podrán racional-
mente abrigarse en que hubo de ser intérprete de alguna idea, digna de ser publicamen-
te consignada ; y no existiendo nmguna más noble y elevada en la edad de Sertorio que
la de la libertad del pueblo ibero por aquel caudillo proclamada y defendida , obvio y na-
tural parece que , al hallar grabado su nombre en una columna de mármol , se volviesen
todas las miradas al valeroso guerrero , cuyos triunfos ataja el cobarde puñal del traidor
ñoles. Merecedora de respeto, ya que no acertada , nos parece por tanto la opinión de los
eruditos que han tomado en cuenta la columna conmemorativa de Sertorio, siendo en ver-
dad sensible no sólo el que ya desde el siglo XV, cuando Oviedo era mancebo *, hubiese
ciencia que se alimenta de los cotidianos descu- de esta vida antes que llegase á granazón Am-
brimientos debidos al celo y laboriosidad de sus brosio de Morales y habla de esta piedra refirién-
cultivadores , condenada a perpetua esterilidad y dose á su juventud ¿cómo había de citarla el docto
estacionamiento. Asi pues, su observación lejos de sobrino de Pérez de Oliva entre las lápidas exis-
manifiesto cuan arriesgado es adoptar ciegamente 1 Oviedo nació en Madrid en agosto de 1478:
una opinión , empeñándose á todo trance en su de- suponiendo pues que tuviese veinte años, cuando
fensa, siendo por otra parte evidente que no con- se dedicó á estas investigaciones , todavía caen
sultóel texto original de Oviedo. Este , condenada dentro del siglo XV (1498); y como siempre hay
la conducta de los regidores que habian atrave- que conceder algunos años para que las memorias
sado en medio de la Puerta de Moros el cipo de de que trata, hubiesen venido al estado en que las
Sertorio, añadía: «E entrando é saliendo carretas encuentra , es evidente que por lo menos en el
))é los que por allí pasaban , le deshicieron las le- último tercio del referido siglo existia el cipo
))tras, de manera que desde á pocos años ninguna aqui mencionado, sirviendo de escalón ó travesano
«cosa se podía leer deltas». Si pues Oviedo pasa al paso de caballerías y carruages.
INTRODUCCIÓN, CAP. III. 75
Como quiera, confesada su autenticidad aun por los menos dispuestos á conceder á
Madrid la antigüedad histórica que le grangean estos monumentos , lícito parece observar
para ilustración completa del asunto, que si bien no pudieron los autores referidos recha-
zarlas como apócrifas , apuntaron la sospecha de que las ya examinadas memorias litoló-
gicas pudieron ser traídas á la villa desde otras poblaciones , fundando esta suposición
en que ninguna era geográfica. Pero aun dado como posible que las piedras empotradas
en las construcciones de que nos habla Oviedo, hubieran sido en realidad trasladadas de
otras comarcas por el interés de los constructores, lo cual es harto conceder ¿de dónde
vinieron...? Y si esto pudiera probarse respecto de aquellas ¿cómo seria hacedero demos-
trar que lo fueron iguahnente las lápidas desenterradas en los campos por la hazada ó la
reja del labrador , á quien no interesaban en modo alguno esta manera de hallazgos ar-
queológicos...? ¿O será posible sospechar que los escritores interesados en probar la an-
tigüedad de Madrid , trajeron esas lápidas de otras partes , las arrojaron en las hereda-
des cercanas á la Corte y fingieron su descubrimiento , vaüéndose para ello de fáciles la-
briegos ó codiciosos propietarios ... ? A esta suposición se resiste en verdad todo espíritu
crítico , siendo por demás gratuita y ofensiva á la honradez de los cronistas madrileños...
mos alguna parte de su importancia; pero no las anula para el fin histórico á que nos re-
ferimos , como no anula la omisión del nombre de Córdoba , Itálica , Mérida , Acinipo ó
No encierra por tanto la fuerza que se ha pretendido atribuirle el hecho de no ser geo-
gráficas las memorias romanas , halladas de antiguo en los contornos de Madrid ; hecho
que perdería acaso todo su bulto, si hubiera llegado íntegro á nuestros dias el cipo que en
1 Entre otras que se hallan en ambos casos, habia sido largo tiempo antes publicada, figuran-
parécenos conveniente citar la existente en el jar- do con levísimas variantes en colecciones, an-
din de don Luciano Paz Membiela , fuera de la lologias y catalectas , tales como las de Fabreto
Puerta de Fuencarral, junto á lo que fué Quemade- (cap. IV, pág. 352), Bonada (tom. II, pág. 559),
ro de los ludios. Reconocida por nuestro amigo el Deleclu Inscript. Melr. (anónimo inglés, mi-
don Antonio Delgado, anticuario de la Academia mero. XXXII , pág. 24), y la Antología de ScalL
de la Historia, llegó á sospecharse que pudiera ser gero , Pitheo , Linderbrog y Jansonio , aumentada
original é inédita, en cuyo caso era digna de la y enriquecida por Pedro Burman Segundo (tom. II,
mayor estima; mas bien pronto se advirtió que pág. 294). La inscripción (|ue no carece de origi-
: :
76 HiSTOHIA DE MADRID.
juicio luutu prueba de que, reconocido aquel precepto religioso, el cual vedaba quemar
ó enterrar los muertos dentro de la ciudad {intra urbem neo uritur ñeque sepelÜur), no
se hallaba la población á que pertenecían, distante del sitio en que fueron descubiertas;
sea la importancia que en aquella edad se le atribuya. Mas sentada esta racional pre-
misa ¿será ya lícito concluir sin más reparo que nos es perfectamente conocida la situa-
ción g-eográfica y topográfica del vico, pago, villa, municipio ó foro romano existente en
los contornos, ó dentro del perímetro de lo que es hoy Corte de las Españas?... La afir-
nage de investigaciones; y cuando andan tan encontrados los pareceres de los escritores
que han tocado de propósito estas materias y niegan unos por entero lo que otros afir-
man y sostienen con todas sus fuerzas , razón será que procedamos con la mayor circuns-
pección y templanza , adelantando con lento aunque seguro paso en el difícil y poco tri-
nalidad y gracia , se halla dispuesta en la urna No juzgamos del todo desacertada la siguiente
SELECTAE- VERSICOLORI PVLCERRIMAE (a) CANTRICI rera de los Domicios , la más hermosa y de inás
SVAVISS OJCVIB GRATlIs AD DIGITVM- PIPaLANTl variados colores; la suavísima cantora , dotada
IN POCVLO MVTIRIHNO CAPVT ABLVENTI de todas gracias que piaba blandamente en el dedo;
INFELICITER SVMMERSAE- HEV MISELLA (b) la que al lavar su cabeza en vaso murrino , murió
AVICVLA- HINC INDE VOLITABAS TOTA infelizmente sumergida... Ay! misera avecilla! tú
GARR\XA TOTA FESTIVA- LATITAS MODO que toda garrulla y alegre revolabas sin cesar de
ínter PVLLA LEPTYNIS LOCVLAMENTA un lado á otro , ahora perdidas tus plumas ,
yer-
IMPLVMIS- FRIGIDVLA- CLAVSiS OCELLIS- tecilla y cerrados tus ojuelos , te escondes en los ne-
LICmiA (C) PHILVMENA DELICIAE SVAE gros nidales de Leptynis. Licinia Philomena puso
QUAM IX SIXV PASTILLIS ALEBAT con lágrimas esta memoria en su propia cámara á
H.4YE AVIS IVCVITOISSIMA QVAE MIHI VOLANS centera avecilla; tú que volando hacia mi, exhalabas
OBVU BLANDO PERSONANS ROSTELLO • SALVE repetidos y armónicos trinos de tu blamlo picuelo.
TOTIES CECINISTl • CAVE AVIS AVIA AVERNA • Yo te saludo, tantas veces como tú me cantaste.
(d) Id. id. : Cariss en una urna de mármol , conservada en Roma por
J-
>-
-<
INTKODUCCION, CAP. líl. 77
Sustentan, como vá advertido, notables anticuarios, cerrando los ojos á toda luz y fun_
dando su opinión en maltrabada serie de negaciones qne no ,
existió durante la dominación
romana población alguna en el perímetro ocupado en tiempos modernos por Madrid, asegu-
rando que sólo se hallan vestigios de ella en el despoblado que lleva el nombre de los Mm-
qiies, puesto al Occidente y á cuatro millas de la Corte. Defienden otros con no menor in-
sistencia, según arriba advertimos, que no en aquel despoblado sino en , el sitio ocupado
por la villa, hubo en realidad pueblo romano, cimentando su voto en las memorias lito-
jeron á las alturas del Manzanares la mansión de Miaciim, que conforme ya notamos, co-
locaba el ílinerario de Antonino entre Segovia y Titúlela *. Ahora bien : dados los an-
tecedentes ya apuntados y limitándonos sólo á la situación topográfica de la población que
enmedio de la indicada lucha nos es dado entrever á orillas del Manzanares ¿á cuál de
estas contradictorias opiniones nos será lícito allegarnos? ¿Cuál de ellas podrá ofrecer-
nos alguna senda para salir á camino cómodo y seguro...? Detengámonos un momento á
examinarlas ,
pues que únicamente de este modo será posible reconocer lo que una y otra
encierran digno de estima y lo que en ambas debe rechazarse como aventurado y distan-
te de la verdad histórica , meta á donde dirigimos con noble anhelo nuestros pasos.
el Cardenal de Máximis. En cuanto á la inscrip- ferirse á esta, por el de Licinia, lo cual arguye vi-
ción de Madrid , creemos que es una de las mul- sible descuido. Creemos pues en vista de todo
tiplicadas copias que en el siglo XVI se hicieron que esta memoria no puede admitirse entre las
en Italia de estos y otros monumentos de la anti- inscripciones genuinas, ni menos tener relación
fíüedad clásica, habiendo sido traída á España alguna con la antigüedad romana de Madrid.
ya en aquel siglo, ya en tiempos más cercanos 1 Véase, para comprender con toda exactitud
á nuestros dias. Y nos afirma en esta opinión el de- cuantas observaciones exponemos, el bellísimo P/a-
tenido examen que hemos hecho de la inscripción
y no geográfico de Madrid y sus contornos ,
que ha
de la urna , la cual por ser objeto raro y de no poca levantado exprofeso para nuestra obra el digno
belleza artística, creemos no desagradará á los lec- jefe del Gabinete de planos parcelarios de la Es-
tores el poseerla en una de las láminas que ilus- tadísca, don Luis Vela y Cabello. Tenemos un es-
tran esta Historia. De notar es respecto de los ca- pecial placer en darle aquí , asi como á nuestro
racteres de la inscripción que desde luego se cono- antiguo y querido amigo don José Emilio San-
ce que son imitados, faltando á menudo los puntos tos , distinguido secretario de la Comisión Gene-
divisorios de cada dicción , y notándose , demás ral, público testimonio de gratitud por la gene-
délas variantes, algunos errores materiales en la rosa solicitud y el celo patriótico con que uno y
copia. La palabra mirrhino por ejemplo fué escri- otro se han prestado á contribuir al mejor éxito
ta murrkimo, siendo después enmendada la m, de este trabajo ,
que ha de redundar naturalmen-
bien que de tal manera que no es posible dudar. te en beneficio de nuestra Historia , y sin el cual
Adviértese también que apareciendo en la lec- carecerían de entera ilustración las investigaciones
ción de Burman el nombre de Luscinia aplicado al que hemos realizado sobre el terreno.
ave y á su dueña, se ha trocado en la copia, al re-
78 HISTORIA DE MADRID,
Decaídos á deshora los estudios arqueológicos del punto á que Iiabian subido durante
de los expresados escritores se detuvo por tanto á inquirir si , dada á orillas del Manzana-
res la población romana, fué esta la mansión apellidada Miacum, que aparece en el ya
citado Itinerario, ó si tuvo asiento en el referido despoblado, no distante de la villa de
Alcorcon, donde conservan todavía dos mansas y poco dilatadas colinas, así como el
arroyo que las separa, claros vestigios del nombre de Miacum en el antes indicado de los
to, abandonaron los expresados narradores, por correr tras voluntariosas fantasías, toda
mente ambicionaron , ni acertaron á fijar sus miradas , luego que pensaron en los tiempos
de la República y del Imperio , en los monumentos de alguna autoridad que los recor-
Necesario fué pues que andando el tiempo y renaciendo en cierto modo los olvidados
existido en el sitio ocupado por la Corte antigua población romana ; opinión que cobraba
no poco valimiento en los primeros dias del presente siglo, despertando al cabo la incre-
gumentos 1. Poco tiempo después otro individuo de tan ilustrada Corporación que logra- ,
rla sin duda de mayor autoridad , á ser menos dado al peligroso ejercicio de buscar eti-
grinas opiniones asentadas por los cronistas de Madrid, que si estos «hubiesen meditado
«Segovia á Bayona del Tajuña, se habia de seguir la orilla del Manzanares, hallándose
«en la situación alta y fuerte y del todo abundosa que ocupa Madrid, el único sitio
«apropósito para servir de mansión ó lugar de descanso á los pretores y legiones, como
«lo era Miacum ó Miaqum» -.
El campo de los eruditos apareció pues profundamente dividido , no bien se fijaron sus
miradas en la cuestión propiamente histórica: filiados unos bajo una bandera, inscritos
otros bajo la contraria, indiferentes otros al debate, prosiguen ambas opiniones dispután-
dose el imperio de la razón en punto tan dudoso , simbolizadas en los nombres de los dos
académicos que llegaron á formularlas. Mas ¿cuáles eran (repetimos) los fundamentos de
estas adversas opiniones...? Don Juan Antonio Pellicer, cuya erudición dejamos ya re-
1 Pellicer, tantas veces citado, publicó su 2 Coríés y Lopn, Diccionario geográfica, \o-
i!
uívniMoa ííi
e\/:4H\.
^L/íy'^. 7-
t-'^^O^ /U. Oz^.¿¿': .íZ^/í-'Z'
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El C4SJH'Í^ y'.iLi/HHrn-^
TiiTi.ri.i
mm ¥Sis (giííi'iif^^"'
iuüEDAD HISTÓRICA
.
timonios litológicos de la antigüedad latina , no cree sean fundamento bastante para con-
cluir, que en las alturas que rodea el Manzanares existiese población alguna durante la do-
minación romana. De que se hallen esos monumentos (pregunta) «¿sigúese que los pue-
«pudieron conducirse á ellos de otras partes? ¿no son acaso frecuentes los egemplos de
«semejantes traslaciones? ¿no pudieron haber sido traídos á la nueva población de Ma-
"drid de algún pueblo romano que hubiese en sus cercanías»? De este modo esfuerza Pe-
llicer sus argumentos , y al buscar esa población , origen de las lápidas que supone tras-
ladadas ' , concluye estableciendo que sólo pudo ser Miacum. < Nómbrale el Emperador
Antonino (observa) en su Itinerario, «y ninguno de sus comentadores , incluso el gran
Zurita , le explica» . Menciona después los diversos pueblos asentados en una de las calza-
das que desde Emérita llevaba á Coesar-agiista, para señalar entre Segovia y Titúlela
el sitio de Miacum; y rebatida la opinión del Conde de Mora que con fundamento califica
de risible -, afirma que se hallaba situado Miaco «hacia la villa de Alcorcon, como dos
«leguas al Poniente de Madrid, cerca del arroyo que, entrando en la casa Real del Campo
«y llenando sus estanques, desagua en Manzanares, conservando todavía el nombre de
1 Dejamos ya expuestas las razones (lue auto- A LOS Dioses de las almas.
en las casas y jardin de don Juan Serrano y 2 Este escritor en su Historia de Toledo que
,
Zapata, caballero de Alcántara y del Consejo de también cita Pellicer (Part. I.", pág. 216), dice
EMERITANA ANN LIU- que la villa de Meco fué una gran ciudad en tiem-
Dávilala interpreta en esta forma: cisamente del lado opuesto (al Occidente ó Poniente)
80 HISTORIA DE MADRID.
^Arroyo del Mcaqne , adoptado de aquella población antiquísima. » Aun (añade) se obser-
» van los casquillos encarnados que denotan su situación y que son indicio de pueblo fun-
»dado por los romanos, como advierte Ambrosio de Morales» ' . Pellicer asegura , al ter-
de los godos, como en el de los musulmanes y reyes de y aun como despobla- Castilla,
do en el siglo XVII , cita varias memorias diplomáticas, asegurando que se dividía en dos
poblaciones, lo mismo que ahora los Carabancheles , «pues que les decian también los
'Meaquesr> 2,
De este modo deja el erudito académico , según su propia frase « huérfana de padre
Más dado el señor Cortés y López á conceder remota antigüedad á los pueblos que
menciona, comienza poniendo por base y fundamento de sus ulteriores inducciones que no
el sitio que ocupa la moderna Villa « hubo una población del tiempo y época de los roma-
acude para autorizarlos al testimonio de los primitivos cronistas que trataron de la forta-
2 Hé aqiii las memorias A que nos referimos, gunda sentencia fué dada en 1297 por Sancho el
citadas por Pellicer y compulsadas por nosotros Bravo con el mismo objeto que la anterior: en
con el detenimiento y escrupulosidad que pone- ella se leen las siguientes palabras: cEt fasta la
mos en toda investigación histórica: Es la prime- loma de la cañada de Alcorcen, et dende á las
ra un extracto de la sentencia que Alfonso VIII aguas de Butarec, et dende á las aguas de Meac, et
lus Alcaldus meus) , sobre términos de pueblos, y Becerro de los beneficios del Arciprestazgo de Ma-
dice asi: «.Beinde ad lomam de ipsa cannada de Al- drid, citado en la nota de Pellicer ,
que dejamos
corcon, el deinde ad illas aquas de Bular ec, et dein- trascrita al fól. 8 se habla de los beneficios cu-
de ad illas aquas de Meac , quomodo vadit super rados que había en Humara, Somosaguas y Mea-
Pozolum , et Pozólos remanet de parte de Madrit, que,Yen la lista de despoblados, después deButar-
et deinde per Aldeam de Zarzola, et Zarzolo re- que y Overa , se leen también los nombres de
manet de parte de Madrit.-» Que quiere decir en Meaque y Somosaguas, así como en la pág. 56,
actual castellano: Y pasan después [los mojones ó trata del repartimiento de los Meaques y Somo-
zalezDávila S para quien eran en efecto obra romana, menciona ciertos descubrimientos
verificados á dicha cuando él escribia ^ : trae después á su propósito las palabras del obis-
po Sampiro sobre el asalto de Magerit , ejecutado por Ramiro II no sin romper sus fuer-
tes muros, y deduce de todo que no era pueblo aislado , sino ciudad importante cercada de
na en el sitio que hoy ocupa Madrid, trata según queda advertido, de señalarla con nom-
bre que cuadre en su concepto á la ya indicada antigüedad ; y al verificarlo , no vacila un
punto en afirmar que fué dicha población « la mansión romana que pone el Itinerario
«escritas con poca exactitud, y que sin duda en el número XXVIII la primera X debió es-
'Cribirse con rasguillo y valdría cuarenta y el total de millas cincuenta y ocho, distan-
»cia aproximada entre Segovia y Madrid; pero prescindiendo de esto, ¿hay entre estas
'dos ciudades un punto que reuniese tan completamente todas las condiciones de una
»de tenia su asiento , fortificación artificial en sus murallas, abundancia de aguas en sus
1 Gil González Dávila dice así al fól. 10 de la Gaceta, por ver si la autoridad mandarla con-
su obra citada: «Una parle de los muros que servar aquel precioso resto de antigüedad roma-
qués del Povar, es obra romana; y para mi es adelgazó el lienzo y el cubo para ganar terreno.
muy cierto que en la muralla de Madrid tuvieron Su espesor era de unos nueve palmos , capaz de
parte los romanos». que dos soldados anduviesen A la par por sobre
2 Dice así con relación á este descubrimien- la muralla ,
que era una de las reglas de tales
to: «En el mes de julio de 1835, en la calle del edificios: su altura eraelevadisim?; y aun se des-
Meson de Paños, al derribar una casa para edifi- cubrieron más afuera de la muralla los cimientos
caria de nuevo, se descubrió un pedazo de lienzo de la antigua barbacana. Hablando yo con un ve-
de la antigua muralla con cubo ó tambor , cuya ciño de aquella calle sobre el caso , me dijo que
muralla continuaba por dentro de las otras casas; un poco más arriba, en la callejuela donde estaba
obra toda de la arquitectura de Vitrubio; canto el estanquillo, liabia él habitado una casa, donde
Tomo I. 15
82 HISTORIA DE MADRID.
gráficos y topográficos ,
pasa Cortés al inseguro y deleznable terreno de las etimologías,
pretendiendo con más ingenio que fundamento científico, que el nombre del rio Manzana-
res proviene del ya citado Miacuin. Empeñado en demostrarlo ,
pone en contribución
como lo hade costumbre, los lexicones hebraicos, dando al fin por cosa averiguada que
de Miaco «Pues que todos saben (añade) que la voz Nalmr, significa rio ¿qué cosa más
• propia, que llamarse rio de Miaco, Miacinahar y por composición Manzanar, un rio
«que pasaba lamiendo la falda de la única ciudad que existia entre su nacimiento y con-
tibles sus razones, sino que trató también de impugnar y desvanecer con ellas las que
van apuntadas de Pellicer y este habla reputado invulnerables. «¿Qué indicios se con-
» servan (pregunta á su vez) en el arroyo de los Meaques que puedan competir con los
«que se conservan en Madrid? ¿Hay aUí murallas, ni las ha habido jamás? ¿Hay lápi-
»das, inscripciones? ¿Hay altura ó fortificación natural? ¿Hay en los Meaques ni en Al-
No de otra suerte esfuerza sus razones , abrigando la confianza de que son bastantes á
1 Véase la pág. 59. Sin embargo , será bien taba, no advirtió que habia desnaturalizado ya la
advertir para desvanecer cualquiera duda que palabra Mihajjon ó Miacoin, dado su origen he-
pueda engendrar en el ánimo de los lectores esta breo , necesitando traerla á la lengua latina , ha-
singular elimologia, que la formación imagina- cerla declinable, y ponerla en genitivo para po-
da por Cortés no se ajusta en modo alguno á las der asociai'la á otra palabra, la cual se conserva-
leyes de la ciencia filológica. Cierto es que la ba por el contrario en su pureza primitiva, .ad-
palabra hebrea "inj nahar , significa flmius , flur mitido este híbrido nacimiento , olvidó también ó
men, locus cursús aquarum multarum (Thesaur. pareció olvidar en su fecundidad de inventiva, que
lingum Sanctce de Sánchez Pagnino, pág. 201, la voz Manzanares tenia terminación de plural; y
col. 2.*, more hebraico) ;
pero sobre no asociarse no sin motivo, porque así el plural como el dual
las voces de la lengua de Moisés y de David en hebreo del nombre nahar ofrecían terminaciones
la forma que aquí se pretende, para la construc- muy distintas, diciendo el primero O'in: y el se-
ción de palabras geográficas , siguiéndose en ella gundo O'^rii (iiharim y naharayim) , de donde
por el contrario la misma ley que se adopta des- jamás hubiera podido sacarse un sonido análogo al
destruir las alegadas por el diligente Pellicer , al sacar del perímetro de Madrid la anti-
gua población romana, existente en sus contornos; y cuando llega á tropezar con la obser-
vación harto respetable de que el nombre de Meaco ó Meaqve se halla intimamente ad-
herido al despoblado á donde aquel la lleva , opónele como un hecho concluyente la in-
dicación de que las ciudades matrices eran llamadas en la antigüedad Acropoleis , deri-
vándose de ellas los arrabales, que los griegos nombraban epixoria y los latinos subur-
bia, los opidos, denominados íZí?mo5, los pagos, comas, y los castillos, acra; «poblacio-
»nes, (advierte) que componían la república ó emitas, llevando todas un nombre co-
i,
»mun». Cortés pone términoá este raciocinio, trayendo varios ejemplos que en su sen-
tir lo
y justifican y para completar su demostración, asienta por último que no
esclarecen ;
iba el camino romano designado en el Itinerario desde Segovia á Madrid por la derecha
del Manzanares , sino que llevaba la izquierda , sin cruzar el rio para pasar de Miacum á
Titúlela, «pues de lo contrario (repite) se hubieran al menos conservado los cimientos del
«puente que ponia en comunicación ambas orillas.» «Llamóse pues (concluye) con nom-
» bre de Miacum el pueblo fuerte y de defensa natural ,
que mediaba entre Segovia y Ti-
» tulcia; en una palabra el pueblo de Madrid: y nada más natural que del genitivo Miaci ó
«Miagi se formase en tiempo de los árabes el de Miagit, Magrit, Magerit y Madrid" '^.
Tales son en sustancia las dos contrarias opiniones que en la cuestión militan, las cua-
les hemos procurado exponer con aquella exactitud é integridad que cumple á la impar-
cialidad histórica: para lograrla por entero , hemos preferido al exponerlas conservar , en
cuanto las leyes del estilo lo consienten , los mismos términos por cada escritor emplea-
dos , á fin de que no pueda tildársenos de atenuar la fuerza de sus argumentos , ni de tor-
1 «Así, dice, la capital de los pésicos era Na- vo latino, sino del ablativo se derivaron general-
via, y el mmbre pésicos se ha conservado en un mente las voces del romance castellano; y así,
curris ha conservado el rastro de su nombre en dube de Cordiibw sino Córdoba del Corduba, ni To-
el pueblecito de Ilerce ; la de Ilescania en el cor- leli, si no Toteto, como no se dijo malrís sino ma- ,
tijo de Escana ; la de Erovisa en Erves; la de Vo- dre de maire , orne ú omme de homine , ni romani,
tuce en Blacos; la de Bélgida en Berges, y en los sino r&mano, hispano, etc., etc. Por la misma ra-
campos de Talca se conserva la huella de Itálica», zon , no pudo decirse , á no pedirlo el régimen gra-
(tom. lll, pág. 19.3). matical iV/«c/, sino Maco; y como cuando el mismo
2 Corles apela a{[ui una vez más á su favori- Cortés supone la sucesiva formación de la voz Ma-
to recurso de las etimologías , laberinto en que gi, Miagit, Magrit y Magerit, no guardaba ya ni
tan fácilmente le extraviaba su fogosa imagina- podia guardar el vulgo de las gentes , y menos de
clon; pero también esta vez ha perdido de vista los árabes, esas leyes gramaticales del latin, no
una ley general de todos los idiomas derivados de puede admitirse dicha composición de lugar , con-
la gran madre de las lenguas modernas del Occi- traria en sumo grado á la índole de la lengua y
denle. El esludio analógico de las mismas y la ob- más todavía á su historia. No juzgamos necesarias
servacion constante nos enseña (pie no del geniti- más comprobaciones para ilustrar este punto.
g4 HISTOniA DE MADRID.
y negaciones que una y otra entrañan : cualquiera que sea su verdadera situación to-
pográfica ,
existió en esta parte de la Carpetania una población romana , cuyos vestigios
no pueden ponerse en duda. Tan notable afirmación que surge del seno mismo de las más
que traza hoy la Villa y Corte, no sería despropositado el inclinarnos á la última de las
opiniones expuestas, si bien no concedamos que el vico, pago, villa castro , ó munici-
dios prácticos que hemos realizado sobre el terreno , no menos que la tradición viva
cado de los Meaques. Aquellas mansas colinas que se levantan dulcemente sobre los
collados que las rodean, partidas por un arroyo de aguas claras sino abundantes, mues-
tran á primera vista que pudo existir en ellas antiguo poblado ; y estudiada su posi-
ción , tal como lo hemos hecho en el plano que á este capítulo acompaña , nos mueven á
admitir la hipótesi asentada por el erudito Pellicer , respecto á que existió en aquel punto
la mansión de Miacum, llevada por entendidos anticuarios á la villa de las Rozas K Pro-
pia y muy aparente para situar una mansión de una via militar, en que se atendiese no sólo
á satisfacer la necesidad de acudir desde Zaragoza á las regiones lusitanas (Emérita) sino
también á las galaicas (Asturica), puntos en que el expresado camino terminaba, nos
título de Meac y de Meaco , repetido hoy con leve modificación por el vulgo de los cam-
pesinos. Y no solamente levanta allí el arado y brillan en la superficie , bien que con menos
abundancia que en otras ruinas, los casquillos encarnados (barros saguntinos), á que
Pellicer se refiere ; sino (lo que es de mayor efecto para este linage de investigaciones) se
{ Cean Bermudez, Sumario de las Anligtteda- procedente de Astorga, torciendo por Cebrones,
tenle á tres leguas al NO. de Madrid, escribe: ración de ciudad (iirbs); pero no determina el mo-
«En su recinto aun se perciben algunos vestigios numento en que se fundó para hacerlo, lo cual era
Carpelania, í[ue fué la decimaoctava mansión del gerarquias que guardaron las poblaciones ya li-
camino militar que iba desde Mérida por Sala- bres, ya estipendiarlas, ya federadas bajo el yugo
manca á Zaragoza; y la decimasegunda de olr^ de la Bepública Romana.
IRTRODÜCCION, CAP. III. 85
despiezo y es muy frecuente el tropezar con trozos de argamasa, cuya composición espe-
Pero es de notarse al mismo tiempo que no son estos los únicos caracteres que el sitio
expresado de los Meaqucs ofrece para persuadirnos de que hubo allí la población romana,
que presupone una mansión asentada en la confluencia de dos caminos militares. La con-
figuración, visiblemente artificial de aquellas colinas, limitadas de pronto, lamas septen-
trional á la parte del Sur, y la más meridional ú la del Norte, punto en que el arroyo las
separa, persuade desde luego que hubo de agruparse á uno y otro lado principalmente la
llos collados , sembrados ahora de fértiles viñedos , han contribuido á desfigurar el des-
conocer su existencia. Mas no aparece por ello menos fundada y legítima la convicción que
de Antonino ^.
Labra en nosotros más profundamente esta persuasión, cuando fijada su situación to-
pográfica , descubrimos las relaciones que guarda esta mansión con los vestigios de po-
á este capítulo trasferidos , sino que hemos atendido con todo esmero á ilustrarlos , apun-
tando las consecuencias más inmediatas debidas á su examen. Respecto de ios concer-
1 Conservamos trozos y fragmentos del hor- cer de la sostenida por el autor del Diccionario
migon y de la piedra indicados , recogidos una y geogrú/ico. Pellicer hubiera liecho un verdadero
otra vez por nosotros en las diversas inspecciones y servicio á la ciencia geográíica, sosteniendo su
exploraciones hechas sobre el terreno; circunstan* primera conclusión de que la mansión romana, cu-
cia que indicamos, no por satisfacer una pueril va- ya situación se ignoraba, estuvo en los Meaques:
nidad, sino para llevar al ánimo de nuestros leo- Cortés habria contribuido grandemente á ilustrar
lores el convencimiento que no pudo llevar al de la verdad histórica, á contentarse con las primeras
los eruditos de su tiempo el mismo Pellicer, por no demostraciones relativas á la población romana,
haber practicado por sí los reconocimientos conve- existente en el perímetro ó en los alrededores de
Cortés y López como la indicada de Cean Bermu- la resolución de las mismas limitado á reproducir
dez, mucho más distante lodavia que la de Pelli- lo dicho por otros anticuarios.
86 HISTORIA DE MADRID.
el estudio por nosotros mismos, scg-un en otro lugar insinuamos, refiriéndose principal-
mente nuestras investigaciones á la Quiíita de los condes del Monüjo, situada entre am-
bos Carabanchcles ^ Producen las exploraciones realizadas el no dudoso convencimien-
to de que hubo allí en tiempo de la dominación romana, sino uua extensa población,
capaz de rivalizar con la vecina de Miacum , al menos una villa ó vico , enriquecido por
suntuosas construcciones, que pudieran traer fácilmente á la memoria las celebradas al-
trecho, y casi á flor de tierra, notable serie de pavimentos en que se trazan á veces con
toda claridad las plantas de las estancias á que correspondían , sobresaliendo entre todos
el género apellidado por los antiguos con nombre de ostmcus ^. Al extremo Sudeste de
estos peregrinos vestigios de antigüedad romana todavía no examinados de
, los arqueó-
logos, se halla un precioso mosaico , descubierto en vida del último Conde de Miranda,
quien llevado de ilustrada solicitud, mandó cercarlo y cubrirlo oportunamente, para po-
nerlo á salvo de la destrucción que en otro caso le amenazaba. Custodiado con el mayor
esmero, no se ha libertado sin embargo de las injurias del tiempo, dando lugar á que la
actual Condesa del Montijo muestre igual solicitud, disponiendo la restauración que en la
\ Consignamos acpii con singular placer que iguales y en diversa dirección. Pero este procedi-
hemos hallado la más grata acogida en la aclual miento debió ser secundario, precediéndole el
señora Condesa del Montijo, quien no solamente se lilhosírolon que consistía en combinar pedazos de
ha servido franquearnos el mosaico de que va- mármol, de proporcionado tamaño y de formas
mos ;'i tratar, sino permitir también, que ensayá- dadas en agradable composición geométrica, sis-
ramos las oportunas excavaciones en su Quinfa, tema que no es otra cosa que el opus seclilium per-
facilitándonos medios y operarios al efecto. Esta feccionado. Acerca del progresivo desarrollo del
ilustrada y generosa conducta merecía ser conoci- mosaico , no creemos fuera de propósito ,
para la
da de cuantos aman el estudio de las antigüeda- mejor inteligencia de estos estudios , trascribir lo
des ; y nosotros nos apresuramos á hacerla jníbli- que en el eiiidito « Viage de SS. MM. por Casti-
ca , declarando que á ella debemos no pequeña lla , León, Asturias y Galicia-» se escribía á propó-
,
parte del éxito obtenido en las exi)loraciones que sito de otro notable mosaico, descubierto en la ca-
2 Es el mismo que San Isidoro describe con sivo del mosaico (decia nuestro consocio el se-
estas palabras: «Ostracus est pavimenlum testa- ñor Rada) siguiéronse procedimientos distintos,
Dceum, eo quód fractis testis calce admixlo fe- que son conocidos con diversos nombres. El que
((ñatur. Teslam enim graci Snrpy.y.y. dicunt» (Ori- debió ser más antiguo y que corrobora nuestra
,
ginum , lib. XIX, cap. X). No debe confundir- conjetura de haber dado origen al mosaico entre
se este pavimento con el opus tesseUatum ni el los griegos el perfeccionamiento de los pavimen-
vermiculalum que constitutuyen el verdadero mo- tos, es el llamado seclilium, que consistía en cu-
saico. Llamáronse asi ,
porque los cubos de pie- brir el suelo con pedazos de mármol iguales ,
ya
dra de que se componían , formaban lineas des- triangulares (trígona) ya cuadrangulares ((juadra-
HISTOKIA IIH LA VILLA Y mU HE MADKII).
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pues á darlo á conocer á los lectores , seguros por otra parte de que será su descripción,
Rodeado de una faja blanca, cuya latitud se extiende cerca de dos metros y medio, y
aparece formada de pequeños fragmentos cúbicos , si bien no labrados con igualdad ni es-
mero , hállase el mosaico que vamos á examinar cual , si estuviese embutido en un gran
mareo. Córtale no obstante con poca regularidad la línea que describe el muro de la ca-
que al ser descubierto, estaba ya destruido todo el adorno que enriquecía el ángulo infe-
rior izquierdo del mosaico. Ofrece la parte principal hoy existente la forma cuadrangular;
y ceñida por orlas de labores geométricas , á manera de funículos , en que alternan los
colores azul, blanco y rojo, ciérrase el todo de la composición con otra orla de hneas
blancas. Traza el espacio que estas orlas comprende, cinco compartimientos, destinado
el central á contener el asunto principal del cuadro. Los cuatro de los ángulos, de los
cuales sólo tres se conservan , ostentaban dentro de otras orlas ó grecas de labor análoga
á las ya indicadas , una gran corona de laurel cuyo centro exornaban , , á juzgar por el
busto existente , las Cuatro Estaciones del año , representadas por bellas alegorías.
Simboliza la que ofrecemos como detalle del mosaico, la Estación Autumal bajo la figu-
ra de una muger de tostada piel, bien que de bellas formas, cuyos negros y rizados cabe-
llos coronan pámpanos y tallos de vid , cayendo á cada lado dos gruesos racimos de uvas.
Viste una túnica romana ligeramente abierta hasta la mitad del pecho , la cual siendo de
igual color que las carnes , hace resaltar el de las piedras verdes del collar (monile)
que exorna su garganta. No sin guardar alguna armonía con el asunto de estos cuatro
medallones (y especialmente con el ya descrito), aparecía el cuadro central que aun des-
truido en su mayor parte , descubre con toda claridad la cabeza ,
pecho y brazos de un
tigre ó leopardo de azulada piel, con manchas rojizas, el cual sujeto por un collar tam-
bién azul es conducido de una rienda roja por un brazo que colocado á cierta altura
,
,
y
en dirección trasversal, fácilmente indica haber pertenecido al Dios ó Genio, que caval-
gando guiaba la fiera. Vénse cubiertos los espacios que median entre los medallones,
ta) ó en fin de seis ángulos (favi) ú octágonos, se formó el mosaico conocido con el nombre de
|>enlágonos, heptágonos etc., pero de diverso co- lithoslroton. El lujo aumenta, el arte avanza, la
lor. En breve debieron multiplicarse las formas de invención le guia; y pasando del dibujo geomé-
estas piezas que servían para pavimentar: al ha- trico al natural, se combinan en pequeños cubos los
cerlo, hubieron de nacer distintas combinaciones colores de las piedras, se copian con ellas los cua-
que dieron origen á dibujos geométricos, formados dros de los grandes maestros; y al hacer todo esto,
de vistosos ornatos que á manera de simétrico laberinto, describen orlas , cenefas ó gre-
Limitado el mosaico por la parte superior al 0. algo inclinado al SO. , así como
por los lados al N. y S., sólo presenta, tras la última faja general, el ancho espacio ar-
riba indicado, terminando allí sin duda alguna la estancia romana. Más no sucede lo mismo
con la parte inferior situada al E. ;
pues en lugar de ofrecernos en dicho punto el mismo
espacio sembrado de piedrecillas blancas , hallamos el principio de otra orla formada de
un vastago cubierto de hojas que se revuelven en contrarias direcciones , y bajo esta ce-
nefa el arranque de otra labor que parece indicar con las dos líneas que la dividen en dos
diferentes compartimientos, que seguía al cuadro anterior otro dispuesto de igual suerte,
ciosos restos de otras dos divisiones : en la del lado izquierdo apenas alcanza á descubrir-
se una pina roja, circuida de un filete azul sobre fondo blanco, mientras que en el opues-
Tal es, ligeramente descrito, el mosaico que por ventura ha llegado á nuestros días
en la Quinta de los Carabancheles. Siguiendo la dirección E., sería acaso posible encon-
trar, según vá advertido, otro cuadro semejante al que hemos examinado y alrededor de él
el pavimento apellidado ostraco ó monocromathon, que como hemos visto, parecía limi-
Ahora bien: ¿á qué población y á qué época corresponde este mosaico? ¿Qué asun-
to representa bajo las indicadas alegorías?.. ¿A qué género de habitación perteneció el
para discernir, sin más examen, que fué obra de la civilización romana, A nadie es dado
ignorar que este linage de pavimentos, ya se busque su origen entre los pueblos orienta-
les ,
ya se intente traerlo de los egipcios ,
ya se presuponga mera invención de los grie -
Fruto de este noble anhelo fué sin duda que desde los tiempos memorables de Sila,
á quién se atribuye la gloria de haber mandado construir el mosaico más antiguo de Ro-
ma, tomara en ella tal incremento esta arte que no sin razón llegó á decirse que los romanos
gos. Tanta era la afición de aquellos opulentos patricios á este género de pintura que no
contentos de pavimentar con ella sus habitaciones y moradas , y principalmente sus quin-
tas y alquerías (á que dieron extraordinaria preferencia como tan apasionados de la vida
,0S ,10
% meiro I i i i i i i i i i I
Í\[^^ÍÍMK3(EraíI[LL5,
PROPIEDAD DE LOS CONDES DEL MONTIJO.
•I
ii
i
INTRODUCCIÓN, CAP. III. 89
ros y hasta en las tiendas de los cónsules y dictadores ^ Causa fué esta profusión de
que se atendiese, como va indicado, á Ricilitar la composición del mosaico, aumentando
colores usados por los grieg^os, empezaran los romanos, ya en tiempo de Marco Aí^ri-
pa, seg-un testimonio de Plinio, á mezclar con los cubos de piedra (opus vermicula-
tum) piezas de barro cocido , amasado coq diversos colores. Mezclábanse poco tiempo
después con estas materias trozos de vidrio ya coloridos ,
ya plateados ,
ya dorados en
el interior; más no ofreciendo sin duda la necesaria solidez, así como los cubos de barro,
admitióse luego otro invento que era generalizado en tiempo de Claudio, el cual consistía
ciones generales que de ella se deducen , fácil nos seria establecer un criterio para dis-
siendo de variados mármoles las piezas de que se compone conservan todas sus
, colores
nativos, sin huella ni vestigio de extraño tinte ; y bastarla esta sola observación para
fijar el tiempo en que fué construido el mosaico, no pasando tal vez de los primeros Cé-
sares , si ya no lo manifestase el carácter especial del diseño que , aun reconocida la ru-
deza de la ejecución, revela que no hablan venido todavía las artes romanas á la espan-
nes pueden citarse otros muchos existentes en la península , tales como el hallado for-
la decadencia de las arles en Roma , no vacila en «ponderian al suelo y el niaderado ó bóveda ha-
seilalar como una de las principales el excesivo "bia de corresponder á tal riqueza». Céspedes dá
lujo de los mosaicos, y dice: «Los principes ro- noticia de varios descubrimientos hechos en Roma,
«manos dieron en adornar sus paredes incostrándo- Ñapóles y Puzol , durante su permanencia en Ha-
olas de mármoles de diversos colores , con los cua- lia , con los cuales atiende á probar la opinión in-
))les A modo de taracea, variaban las piezas con dicada, no sin que se manifieste una y otra vez
«de los antiguos de semejantes riquezas, en vez de campo, como nos enseña también Viírubio en su
«la pintura, pero lambien se han hallado pavi- inextimnblc libro De Architccturá.
wmentos de piedras preciosas. Yo vi una gran can- 2 Fué descubierto el año de 1791. Consér-
«tidad de ágalhas lindísimas en manos de un an- vase el dibujo que lo representa en la Biblioteca
Tomo I.
JQ
90 HISTORIA DE MADUID.
el que examinamos rasgo alguno que revele la lucha entablada entre el arte clásico y el
arte cristiano, circunstancia que no puede ocultarse en algunos de los mosaicos á que nos
referimos. Lícito nos será indicar para comprobarlo , respecto del ya indicado de Comu-
nión, que en la figura del Invierno se halla no poco alterado el tipo del traje romano, vis-
morada y el manto azul que cubren pudorosamente la cabeza y los hombros de la expre-
sada figura. Y cobran no escaso bulto estas indicaciones, cuando fijamos nuestras miradas
en el cuadro central ,
prmcipal asunto del mosaico : poco resta á la verdad del mismo;
más lo existente permite asentar sin grave riesgo que en él se representaba un tigre ó
pantera , cuyo paso refrenaba la mano de un Genio, según hemos apuntado al describirlo.
Fácil es de conjeturar por estos datos, aun siendo incompletos, que el Genio indicado
no podia ser otro que Baco divinidad que tan , alto lugar alcanza en la teogonia gentílica y
cuyos atributos no consienten que pueda confundirse con otro dios alguno. Ni lo permite
recordar entre las muchas pinturas murales de Herculano y de Pompeya ^ una nereyda ,
más suntuosos que sin duda produjo el arte anti- sino que, ensayando nuevas excavaciones en el deS'
guo, así por estar formado casi en su totalidad pedazado anfikatro , ha logrado hacer notables
de bellísimos pórfidos , como por los asuntos que descubrimientos que colocan aquella gran fábrica
representaba. Compónese de una galería y de un en tercer lugar entre todas las de igual género
magnífico salón, exornados de escenas circenses, debidas á los romanos. Conocidos en parte estos
viadas. Estos tesoros de la antigüedad clásica hu- merecido la distinción de estas corporaciones, ins-
bieran sin duda desaparecido para siempre , sin cribiéndole la última en el número de sus corres-
la diligencia de nueslro querido hermano, don pondientes. De esperar es que logren sus traba-
Demetrio de los Rios, académico correspondiente jos en el suelo patrio la merecida recompensa.
de la Historia y profesor de arquitectura en la 2 Aludimos á la famosa obra titulada Le pit~
Escuela de Bellas Artes de Sevilla. A su celo in- twre antiche di Ercolano , etc. ,
publicada de ór-
INTRODUCCIÓN, CAP. III.
* 91
donde la ninfa derrama el licor sagrado. Opinan los autores de tan celebrada obra,
Baco K Pero en más directa relación con nuestro asunto hallamos todavía otras pinturas:
tal es en efecto el cuadro - de Baco niño sentado sobre una pantera , á la cual echa al
cuello un collar de pámpanos , y otros muchos que le figuran en un carro tirado de tigres
ó panteras ^. Ningún monumento más interesante sin embargo , ni más apropósito que
asas y refrenando con rienda de plata un tigre que camina al borde de un precipicio.
estudio, era la representación de Baco, tal como en otros monumentos existe, y sobre todo
en el ya citado mosaico que pertenece á la más alta época del arte romano.
Pero lograda esta deducción ¿á qué género de edificios y á qué departamento debió
pertenecer el de los Carabancheles? Llévanos desde luego sus reducidas proporciones á
desechar la idea de que pudiera pertenecer á un templo; y tenidos en cuenta los restos de
otros pavimentos que le rodean , no menos que su situación , nos inclinamos á creer, se-
den de Carlos III en la imprenta Real de Ñapó- Vite capistrafas cogebat atl esseda tigres.
les 1757]: la pinliira que aquí cilamos, se en- Entre los varios ejemplos que pudiéramos
cuentra en el tomo III, p;íg. 89, távola XVII. citar para probar la frecuencia con que el tigre
1 Acerca de csla nodriza de Baco dice Pin- se baila en las representaciones de Baco, paréce-
daro , Olimp. II, v. 31 y siguientes (Edición es- nos oportuno consignar que en el lomo I, pág. 93,
teriotípica de Tauchnilz, 18io): tal)la VII, de la citada obra, de Le pitlure anliche
Aé'/G'jTt 3' é-j ScíÁátTact. di Ercolano, etc., se bailan bajo dos bacan-
tes que danzan envueltas en largos y trasparen-
^Miv.lQ |3tOTOV ¿'ySlTOV tes velos, dos panteras jugando con los crótalos.
'Ivoí Tt-iá/Jn/.i iii-¡ 0-
Ni debe olvidarse que en una urna, en nuestro
).0V «fjl(p't jjpóvov
juicio cinericia, encontrada en el templo de Pan
Tradiijolos el erudito Berguizas , diciendo: al sacar los cimientos de la nueva galería vati-
A Ino en mar salado, cana, se halló un Baco alado, como el del mosai-
con las marinas liijas de Noreo, co de la casa de l'an, á que nos referimos en el
en inmortal edad vida dichosa
texio , montado en una pantera ó tigre, al cual
conserva venturosa, ele.
conduce con una rienda y un collar.
(Píndaro en griego y castellano t. I, pág. 27).
,
4 Publicóse en la obra Ilermlanum et Pom-
i Tomo II áa Le pilliire antiche , pág. 187, pee: Recueil general des peintures, bronces, mo-
távola XXXÍ. sai([ues, elc.,decouvertsjus(|' acejour, etc., por
3 Stacio dice (Thcb. lib. IV. v. G38): Mr. Baux Ainé, con texto de Mr. Barré (París, li-
...Et uda mero lambunt retiuacula tigres. brería de Fermín Didot, fréres, 1840, tomo V, 6.°
Y Sidmio (Carm. XXII): serie, plauch, 29).
92 HISTORIA DE MADRID.
guü arriba insinuamos, que hubo de corresponder á una de aquellas suntuosas villas, al-
queñas ó casas de campo á que , tan aficionailos se mostraban los voluptuosos ciudada-
nos de Roma, y de que tan magnííicos restos nos han conservado los siglos. No habría en
nuestro sentir repugnancia alguna en suponer que , ocupado durante la dominación ro-
mana el territorio de los Carabancheles por casas de campo ó de recreo , tradición que
parece haberse trasmitido á los tiempos modernos , existieron allí termas palacios ó vi-
,
llas, no hallándose por tanto muy distante la población romana á que pertenecían.
Más no es tan fácil determinar la estancia á que el mosaico sirvió de pavimento , si
bien teniendo en cuenta que los romanos usaron un género de obra distinto para cada ha-
puerta de entrada , haciendo aUí innecesarias las vistosas labores que brillaban en el cen-
tro de la estancia, lugar donde se apuraba todo lujo y magnificencia. Agrégase también la
ya indicada consideración de las reducidas dimensiones que ofrece toda la estancia, para
tancia harto significativa de que las habitaciones , en que se reproducen los mithos de
Baco , fueron constantemente destinadas á servir de triclinios , según el conteste sentir
Todo nos lleva pues á la persuacion de que la Quinta de los Condes del Montijo fué
durante la dominación romana una de aquellas villas ó alquerías , donde se hizo gala de
la riqueza del arte que tantas maravillas produce desde las bocas del Danubio hasta el
Estrecho Gaditano. Y no es ya lícito, sin merecer nota de temerarios , dudar de esta de-
mostración arquelógica ;
por que si ha podido decirse que fueron traídos de otras pobla-
ciones los monumentos litológicos de Madrid ¿cómo se ha de suponer que este precioso
mosaico y los pavimentos que lo rodean , ocultos por el espacio de más de diez y ocho
siglos en las entrañas de la tierra ', han sido conducidos allí de otras partes?... La supo-
1 No creemos sin embargo, fuera de propósi- también su propia naturaleza, pues que el mo-
lo el advertir que sobre constarnos, tanto por sáico so destruye á la sola tentativa de levan-
el examen priclics de pavim.Milos y mosaicos tarto, si no se toman las precauciones que acon-
como por la relación de su descubrimiento, que seja el arte, y que hoy hacen ya tan fácil la
existió alLi desde su construcción, lo persuade traslación de un punto á otro, respecto de esla
INTRODUCCIÓN, CAP. IR. 93
sicion ofcQcleria á quien osara formularla, llevado del estéril placer de la contradicción,
que tan á menudo dá muerte á las más útiles investigaciones ; bastando en nuestro con-
cepto cuanto llevamos asentado para poner fuera de toda discusión que no sólo en las
colinas de los Meaques, sino á dos millas del actual perímetro de la Villa y Corte, en el
fértil y apacible terreno que ocupan los Carabancheles , existió población romana.
epigráficos ya reconocidos , asi como á las encontradas opiniones de los que antes de
ahora tocaron estas materias, justo nos será observar que cobran aquellos mayor autori-
las más interesantes lápidas que nos han trasmitido los anticuarios , y cuya autenticidad
no han puesto en tela de juicio los más incrédulos impugnadores de la antigüedad ro-
mana de la Corte : Vacia-Madrid cae al E. de la Villa, Barajas al NE. : por manera que
turaleza ,
ya que no quiera concederse que fueron algunas de estas desenterradas dentro
de su propio recinto.
Si pues las memorias que se han descubierto más inmediatas , son indicio seguro de
no distante población ,
pues que todas ellas consisten en lápidas sepulcrales ; si la disposi-
ción y fortaleza de las colinas , en que tiene Madrid asiento, no menos que la proximidad
del Manzanares, rio el más caudaloso de la comarca, convidaban á fundar una población
respetable casi en el centro de la Carpetania ¿qué mucho que dados y reconocidos todos
los ya expuestos precedentes nos inclinemos á creer que , existió en realidad dicha pobla-
ción 1 en el sitio ocupado después por el famoso castillo de la edad-media?..,
medios es sin embargo tan reciente que sólo k poco que se profundice en los contornos del mo-
puede considerarse como un adoiaiilo del arte sáico, indicando ([uc fueron allí mismo colocados
moderno; y no liay memoria de que en la anli- por la mano del artífice para solar oirás liabita-
güedad ni en la edad-media se trasladasen pavi- ciones cercanas , de menos lujo y ornato que el
menlos de mosaico, sino únicamente \os porlúlilcs, triclinimn , á que sospechamos pertenecía el rico
liechos desde luego para foi-mar cuadros. Pero pavimento arriba descrito.
aun([ue este sencillo razonamiento no convenciese 1 Apoya esta conjetura la dirección de casi
la inci'cdulidad de los más escéptivos en materias todos los caminos militares romanos que condu-
94 HISTORIA DE MADRID,
Más ¿cuál fué la categoría (dirá alguno) , cuál el nombre con que era designada por
los romanos?... Confesamos de buen grado que no hemos alcanzado la suerte, harto pe-
regrina , de tropezar con uno de esos monumentos que bastan á esclarecer las cuestiones
no por esto juzgamos que es lícito en buena ley de crítica el concluir que no hubo en el
sitio de Madrid vico, pago , castro ú otra población de mayor bullo , cuando tantos testi-
monios deponen en favor de esta hipótesi , y acabamos de exibir por vez primera , con el
tancia suntuosas alquerías, las cuales son á la continua indubitable signo de hallarse en
los contornos populosas ciudades. Cierto es que ignoramos su nombre , no siendo posible
nes donde hoy apenas vuelca el arado ó descubren los torrentes ligeros vestigios de que
noticia de los pueblos que alh vivieron , sí los monumentos de las artes , sepultados por
queólogo que existieron allí otros hombres, alentándole á ensayar nuevos trabajos para
para á menudo á los que menos la ambicionan, confundiendo así la impotencia de los que
Innumerables son, sin que salgamos de nuestra península, las ciudades, colonias y
municipios, cuya situación no han podido señalar todavía los más sabios geógrafos, y
Madrid. La via que empieza en Lacipoa , sigue serviría de centro de acción ; ciudad que en nin-
por Leuciana y Augustobriga , baja á Tolefum y gun punto tiene tan apropiado fundamento como
á Tunicia para subir á Compluto, y continúa por en la altura del Madrid primitivo.
Arriaca Cesada, etc. La que comienza en Contó- 1 Véase lo dicho en la pág. 49 de esta In-
solia y sigue por Mirobriga, etc., viene también Iroduccion. Los escritores á quienes aludimos, glo-
despues del vico Cuminario á Tilulcia, para re- saron de mil maneras el nombre que atribuyeron
troceder desde ella á las mansiones anteriormcu- á Madrid , llegando á figurar también en los poe-
te indicadas. La de Astorga á Zaragoza que em- mas del siglo XVII: el ya citado capitán Miguel
pieza en Belunia y sigue por Brigecio, etc., des- de Barrios, después de recordar el nombre de
á r/tócm, para subir luego á Compluto. No craso- Los que su fuerte muro acrecentaron
lo la via que pasaba por Miacum , la que venia nombre de Mayorilo le añadieron,
á buscar estos COnlornoS , sino que Iior todos la- de aquí Madrid se intituló-, de modo
q'^« P-"^ ^«í/»'" ^-^ viene á alzar con todo.
dos la red de caminos militares se dirigía á los
alrededores de Madi'id. Región por lo tanto muy Tocaremos adelante este mismo punto ,
con
importante seria esta y alguna notable ciudad le relación á los tiempos medios.
INTaODUCCION , CAP. III. 95
grande el número de los despoblados, cuya correspondencia en lo antiguo es de todo
punto ignorada. Premia estos estudios , obedeciendo al deseo de disipar las tinieblas de
otras edades, la ilustre Academia de la Historia: alienta con mano liberal á cuantos des-
ambicionado lauro á los que alcanzan la dicha de fijar la situación de una ciudad antigua,
de que es insigne ejemplo el reiterado concurso relativo á la Mnnda Botica }; y entre
tanto ni los esfuerzos de tan benemérita Corporación , ni el noble afán de los estudiosos
son bastantes á resolver todos los problemas que erizan el campo de la geografía romana,
siendo muy de temer que permanezcan todavía por largo tiempo desposeídos de su pro-
pio nombre los despoblados que la ciencia arqueológica tiene reconocidos, y lejanas de
concede en sus páginas señalada mención tributando á sus hijos no escasos laureles. ,
Sentados estos hechos, y teniendo presente que se hallan en el segundo caso poblacio-
nes tan renombradas como Contrcbia, Arcabrica , . Bigastrum , Brigancia, Cantobriga
Lancia , Munda y otras muchas, siendo incalculable el número de los despoblados , cuya
denominación se desconoce 2, ¿cómo ha de bastar la pérdida ó la ignorancia del nombre
que llevó en la época referida el pueblo de Madrid, para negar su existencia? ¿Cómo un
hecho que tiene igual aplicación á tantas y tan insignes ruinas de la antigüedad romana,
ha de ser suficiente para desnaturalizar y quitar toda su fuerza á tan varios monumentos
arqueológicos, cuyo carácter y autenticidad no es lícito poner en duda? En los campos de
Piladrid, según decíamos en nuestro Proemio, no remueve y saca á nueva luz el arado?
como en los campos de soledad de la malhadada Itálica, ó en las fértiles llanuras de Clu-
dad de los mármoles templos , , alcázares , teatros ni termas regaladas. En sus contornos
i Aludimos á la Memoria premiada en el úl- gentes. Esta consideración nos lleva pues á feli-
timo concurso , escrita por los entendidos jóvenes citar á la Real Academia , como íelicitamos cor-
mostrado en este trabajo una erudición superior lo, que no debe ser único en su carrera literaria,
mia pedia una demostración liistórica del silio nota do las poblaciones y despoblados que, según
que ocupó la Munda Bélica; resultado que sino recordamos en el momento , se hallan en uno
y
se ha podido lograr por completo , manifestando olro caso. La primera nota se refiere á los pue-
la dilicullad de semejanlos empresas, se ha al- blos , cuya reducción no ha podido lodavia lograr-
canzado al menos en la forma que basta á satisfa- se, á pesar de los esfuerzos hechos hasta ahora
cer los deseos de los más descontenladizos y exi- con este propósito. La segunda á los despoblados,
: .
96 HISTORIA DE MADRID.
ledo. Pero si no le es dado ostentar tan soberbias ruinas como estas renombradas ciu-
dades, permitido le es al menos legitimar su antigüedad con los testimonios , cuya me-
moria se ha trasmitido á nuestros dias, no menos que con los depositados en el seno de
la rodean, asi como tampoco podria justificarse el empeño de atribuirle nombres que aque-
llas llevaron, tomadas en consideración las razones que sobre uno y otro punto dejamos
Alberca
cuya correspondencia en la antigüedad se ignora
Cuesta de Baños.
todavía. Hé aquí pues la primera Espejo. Granada.
Perejuelo.
Acatucci. Carruca. Ilipula Laus. Puerto Parchite.
Alces. Carilla. IlipulaMiuor.
Alontigi. Castra Aclia. Intercacia. Monte Jurado. Galicia.
Alostigi. Castra Gemina. li'ipo.
Estepa la Vieja.
La segunda es como sigue: Fuente de la Higuera.
Alhonos.
Despoblados. Reinos ó Provincias. Castillo délas Lomas. Sevilla.
Lora la Vieja.
Santa Cecilia. Torre de la" Atalaya.
Iglesia Pinta. Burgos.
Torres de Cañete.
Ermita de San Andrés de Beron.
Fuentes de Abion. Soria.
Arco de Bara. Ruinas de A'aldenebros.
La Torre de Breni.
Cataluña.
Fuente de las Ferreras.
Escabalgador. Toledo.
Torre de los Escipiones.
Ibeza.
Castillejo.
Libana Polpís,
Cuenca. Condomina.
Huerta Bellida.
Peña Escrita. Corral del Royo.
Cabo Hirta. Valencia.
La Bóveda. Cabo Negrete.
Los Algihes. Alcudia.
Extremadura. Baños de la Reina.
Solana de Mayorga.
Casas viejas. Terreros de Zorrilla.
INTRODUCCIÓN, CAP. 111. 97
apuntadas K Durante la dominación romana, y más principalmente en los dias del Impe-
tiempos , debia llamar á sí la vida de las que la circuían , recogiéndolas dentro de sus
sin duda con los moradores de Miaciim, luego que ahuyentadas de la península ibérica
1 Para más coraplela iliislracion deberemos Segovia. Supone el erudito anticuario (upie ve-
observar aquí , según demueslra el plano geográ- ))nia la calzada por la derecha del Manzanares,
cia que media desde Titulcia á las alturas de los »cia: de lo contrario ¿dónde estaba (pregun-
Meaques, es en línea recta treinta y tres kilómetros ))ta) el puente necesario para pasarlo? ¿Han c*»-
y medio ó seis leguas españolas, que ofrecen el re- «nocido los antiguos algunos cimientos de puente
sultado de veintidós y media millas romanas, he- »romano ? Luego el camino ni venia por las Ro-
cha la reducción con arreglo á los cálculos de la nzas , donde algunos han colocado la mansión ro-
Programa de premios por desmbrimienlos de an- «Pardo al margen del rio, sin pasarle , y á Sego-
tigüedades. Veinticuatro millas señala el Itinerario via» (Tomo 111, pág. 194). Imposible parece que á
entre ambos puntos: de modo que el resultado es tal extremo lleve el deseo de sostener peregrinas
en suma satisfactorio ,
pues bien puede conce- opiniones ,
pues basta con sólo examinar el mapa
derse milla y media de dife'rencia ,
por las curvas para convencerse de lo vano y contradictorio de
que siempre forma todo camino , aunque las vías este argumento. Para que tuviese la dirección que
romanas buscasen siempre la línea recta. De Cortés pretende, debia describir el camino en cues-
aquí se deduce con entera evidencia que no hay tión amplísima curva, siguiendo todo el curso del
necesidad de hacer las enmiendas que Cortés Manzanares, volviendo por los ásperos montes
|)retende en la numeración del Itinerario; por que de la Pedrera , atravesando junto al Puerto de
una vez fijados los puntos, como lo hemos he- Namcerrada y continuando jior las dificilísimas
cho, el resultado no es ya dudoso, según ha venido crestas y sinuosidades del Guadarrama, á tomar
á mostrarlo cumplidamente el diseño á que nos re- la dirección de esta cordillera hacia el O, á fin
ferimos. Menor es la distancia que resulta entre de encontrarse con Segovia. Mediría este camine,
.^ladrid y Titulcia : sólo mide veintidós millas ro- asi imaginado, cerca de sesenta millas; y como
manas, ó sean treinta y tres kilómetros ó seis le- sólo señala veinticuatro el Itinerario , no puede
guas incompletas, es decir: media milla menos ser más claro y manifiesto el error, bastando esta
que las alturas de los Meaques ; y por consiguien- sencilla reflexión para destruir el aserto que re-
te resulta mayor dificultad en armonizar la dis- futamos. Pero auncjue evitando tan dilatada cur-
tancia de las veinticuatro millas del Itinerario va , se quisiera trazar la via por otro punto que
con las veintidós de Madrid que con las veintidós afectase la recta, siempre habría sido necesario
y media de los Meaques. Estas consideraciones atravesar por alguna parte el Manzanares para
desbaratan asimismo la ya combatida opinión del llegar á Madrid , ¿y dónde (decimos también nos-
mencionado académico, relativa á suponer la man- otros) está el vestigio de tal puente? Semejante
sión romana de Miacum en el mismo sitio que argumento que pareció á Cortés irrebatible , no
hoy ocupa Madrid , deduciéndola de la dirección puede en consecuencia ser ni más deleznable ni
Tomo I. 17
98 msToniA de madrid.
montañas, ó fiaban acaso sus vidas en la doblada robustez de sus torres, foros y propuj^-
náculos. Indicación es esta que no nos atrevemos á presentar como una opinión fundada;
mas en medio de las calamidades que aflijen la península por el espacio de dos siglos,
y cuando vemos desaparecer por una parte la organización militar que habían en ella es-
tablecido losromanos y yermar por otra tantas y tan celebradas poblaciones, cuya ver-
dadera situación es hoy un misterio cuando no es posible determinar con la ayuda de
;
Miacum, reputamos que no será extraviada hipótesi la que insinué como hacedera la
traslación de los moradores de un puesto abierto , aunque militar , cual lo eran las man-
siones, á un castro más defendido y fortificado, precisamente en el momento en que, se-
gún acabamos de advertir, habla caducado bajo el peso de las grandes catástrofes que
No desconocemos que puede objetársenos para- contradecir estas hipótesis con el si-
lencio de los historiadores y cronistas , tanto respecto de estas edades como de las que
les suceden ,
prevención á que hemos procurado ya atender en nuestro Proemio. Pero si
no obtiene Madrid la honra que bajo el poder visigodo alcanzan Toledo , Sevilla, Barce-
lona, Zaragoza y otras muchas ciudades españolas, no por esto se ha de acudir al có-
modo recurso de las negaciones , con tanto más motivo cuanto que al consignarse su nom-
bre en la historia, aparece con tales condiciones que fuera ciega temeridad dudar un pun-
ción cristiana dentro de los muros de Madrid, como sucede en Córdoba , Sevilla y Toledo;
hecho que siendo de gran peso en este linage de investigaciones , nos lleva á reconocer
ciudades. ¿Ni cómo hubiera podido ser de otro modo, cuando no se ha dado el ejemplo
en nuestra historia de que hayan abandonado los cristianos sus moradas para trasladarse
á territorio dominado por los sarracenos, ni fué tampoco posible, según antesindica-
mos ', que arraigase en Madrid bajo el dominio del Islam la población libre cristiana, aun
tenidos en cuenta el asalto de Ramiro II y las triunfantes algaradas de Fernando I?...
Que Madrid existe en la época romana queda demostrado : que continuó durante la
dominación visigoda, demás del hecho que acabamos de consignar y que ampliaremos en
breve , compruébase con sólo considerar que , al derramarse los visigodos en ambas Es-
pañas ,
ocuparon las antiguas ciudades , aceptando la división territorial que de nuestro
suelo tenian hecha los romanos. Pocas poblaciones fundaron : que no los llamaba su ín-
que derribaron al coloso romano, ni aniquilaron las regiones donde ponian sus moradas,
imitar, no sin que se reflejase también en sus fábricas la influencia de Bizancio, Imperio
con quien sostuvieron frecuente comercio. Si pues tal fué la corriente en que se dejaron
na en el perímetro hoy ocupado por Madrid, la cual hallaron establecida los visigodos en
su monarquía, y antes bien recibiera notable engrandecimiento , como sucede á las veci-
tura : antiguos escritores de Madrid nos han conservado sin embargo noticia de ciertos
Sin que nos sea dado abordar ahora las cuestiones relativas á la silla episcopal de
Madrid, ni á sus antiguos santos ni obispos, y dejando para más adelante cuanto se refie-
re á las iglesias que de los tiempos apostólicos se dice haber existido en esta Villa , no es
lícito pasar en olvido una inscripción citada por varios escritores ^ como .descubierta du-
rante el reinado de Felipe III [1618] en un lucillo del claustro de Santa María que refieren
quiera su lección -, y dada la desdicha de haber sido acaso destruida , es lo cierto que
1 Quintana, pág. 21 . Gil González Dávila, pá- Quintana (fot. 36 y siguientes) se opone á esta
giua 224. Villatané, pág. 21. lección, diciendo que no concuerda con la época
2 Página II. Diserlacion histórica-íjeográfi- en que entró á reinai\don Rodrigo pues ^sto fué
,
ca, etc. Interpretando este epitálio el Duque de según el arzobispo Ximenez de Rada y Mariana,
Alcalá, clon Pcrafan de Rivera, Vireij que fué en la Era de 749, corriendo el año de la Encar-
de Crtto/«rtrt (según testimonio de Gil González nación de 711, veinticuatro antes de señalado
Dávila, página citada), completó su lectura en en la memoria litológica. Refiriéndose esta á la
la forma siguiente: Era y no á los años de la Encarnación, resultarla
DoxMIMcus BOKATVS INDIGiNVS que don Rodrigo subió al trono catorce antes de
PReSbiter prIMO la época en que lo verifica. Como previniendo
iíT TERTIO REG.NO DOMLXÜ RVDerici ¡últiMI este argumento, el noble Duque habia ya esta-
reconocida y copiada por testigos verídicos que escribían poco después de su descubri-
miento ', tenemos en esta lápida singular una inscripción de tan bajo estilo que descu-
bre al primer golpe de vista la época á que se refiere , consignando la Era de 735 que
tienen \wt el año de la Encarnación sus primeros intérpretes. Por manera que consuma-
da la catástrofe del Guadalete en 711 ,
pasó de esta vida el personage , á quien el epita-
el uso de la lengua latina, tal como se habia cultivado entre los visigodos. Bastaría este
monumento para justificar la existencia de Madrid en aquella edad, no menos que la ad-
misión de la grey mozárabe entre los mahometanos , si no tuviéramos otros datos que
Tratando el entendido Rector de la Latina de las parroquias de Madrid habla con al- ,
gún detenimiento de la de San Juan, ya por desgracia destruida, y asegura como tes-
tigo ,
que sobre descubrirse en su iglesia ciertos caracteres que revelaban su origen ro-
mano, existían en ella tres piedras circulares , colocadas sobre - » la puerta de los pies [la
tomaba por año , en cuyo caso cesa la discordan- votos fieles , en amor al Crucificado. No decidimos
cia del dato histórico y del arqueológico. Quintana sin embargo ni proponemos nueva interpretación,
por huir de esta interpretación que juzga errónea, por ser difícil y casi imposible el completar este
pone otra tan extraña que altera la inscripción al epitafio de una manera satisfactoria. Pero de cual-
Egicffi et ViticaehUMÍ REGVM ERA DCCXXXV. ya queda trascrita: « La Era se toma por año; y
asi vino á morir este presbítero veintiún años
que componen la inscripción , alteradas sin razón agora tiene, mandó decir muchas misas en la par'
en la de Quintana. La sustitución del año por la roquia por el alma del difunto ,
para que Dios le
Era no es en verdad peregrina ; ni este el único librase de las penas del purgatorio , si estaba en
monumento donde se encuentra esa trasmutación, ellas». Lástima grande que tan importante monu-
((ue ya empezaba á insinuarse desde los primeros mento haya desaparecido en alguna de las renova-
s iglos del cristianismo , sobre todo por los más de- ciones por que ha pasado la Iglesia de Santa Ma-
ría, habiendo sido inútiles cuantos esfuerzos hemos
Iraafronte], cuya portada y toda aquella pared (dice) era antiquísima , según el parecer de
la del lado de la Epístola un cordero con una banderola encima , y en la del Evangelio el
monograma del nombre de Jesucristo. Doloroso es por cierto que no hayan sobrevi-
vido estas reliquias á la ruina del templo, quedando así perdidas para la ciencia arqueló-
gica '. Los imperfectos diseños que han llegado á nuestros dias, nos mueven no obstante
meros siglos de la Iglesia, brillando después no sólo en los monumentos bizantinos -, imi-
tados por los visigodos , sino también en los de la monarquía asturiana. Ni era menos
rante el período del arte latino que se desarrolla en los primeros siglos del cristianismo.
De observar es por último que el monograma de Cristo , ofrece la misma disposición que
los pintados ó esculpidos con tanta frecuencia en los venerandos muros de las célebres
Catacumbas romanas, formando la misma cifra de la palabra griega Xpia-óq que puso
Decencio , después de haber rescatado la victoriosa enseña de poder del arriano Constan-
i Por desgracia no hemos dado con el para- santes cuestiones que á la antigüedad de Madrid
posible esta materia, liemos consultado á don Fran- 2 Tal como aparece en el grabado de Quin-
cisco de Mendoza ,
pintor de Cámara y secretario tana , se halla en efecto la cruz griega , no sólo
de la Junta creada en junio de 1846 para erigir en las fábricas arquitectónicas , sino también en
un monumento al principe de la pintura española, las monedas del Imperio de los Justinianos y los
don Diego Velazquez de Silva. Enterrado este emi- Mauricios. Pueden los lectores que desearen ma-
nente artista en la destruida parroquia de San yor ilustración, consultar los Momments an-
Juan, ensayó la Junta referida ciertas excavacio- ciens et modernes, dados á luz por Mr. Julio Gai-
nes en el sitio ocupado por dicha iglesia, con áni- Ihabeau respecto de la parte arquitectónica, y de
mo de averiguar si existia allí su enterramiento: la numismática el precioso trabajo de Mr. F. de
practicados los trabajos con el mayor esmero, sólo Saulcy Essaide Classificaíiun des suiles monelaires
se descubrieron algunas sepulturas con fragmentos byzan/ines. Ahora bien: si la identidad no puede
de huesos y girones de ropas; pero ni se halló lápi- ser mayor entre unos y otros monumentos, y no
da alguna , ni otra piedra tallada ó esculpida, es dado suponer en Quintana más claras nociones
fpie diese razón de lo que se buscaba ó excitase la arqueológicas que las generales de su época, en
curiosidad de los excavadores. Este doloroso resul- la cual puede asegurarse, sin grave ofensa de los
tado nos mueve por tanto á sospechar que , al ser más doctos, que no era estudiado, ni aun cono-
derribada la iglesia, confundía la piqueta entre cido el arte bizantino , es evidente que este exa-
las mismas ruinas el sepulcro del grande artista y men comparativo dá grande fuerza á la antigüe-
aquellos venerables monumentos , bastantes acaso dad de los relieves de que tratamos, y no poca
á ilustrar con su examen una de las más intere- autenticidad al testimonio del citado Quintana.
102 HISTORIA DE MADRID.
caracteres arqueológicos que se les asignan , razón habria sin duda para concederles muy
respetable antigüedad , no siendo desatinada afirmación la que los supusiera vestigios do
go del nombre del Salvador , antes mencionado , fué esculpido sobre las puertas de los
templos católicos y aun en los sepulcros, para diferenciarlos de los sepulcros y templos
historiadores '. Pero si el hecho es cierto respecto de la edad que precede al tercer Con-
cilio Toledano, pudieudo añadirse que no sólo el monograma griego, sino también el
lábaro de Constantino era esculpido en los muros de las basílicas católicas, no lo es menos
que aquella tradición cunde y se propaga á los siglos posteriores, reflejándose en las
iglesias de estilo románico , visiblemente erigidas en los siglos XI y XII , en las cuales
brillan aquellos venerables signos. Necesario seria por tanto para que nosotros aceptá-
der sin escrúpulo que la iglesia de San Juan existió ^ en el siglo VII y tal vez antes de
res graves aseguran que ya existió en el sitio por ella ocupado convento mozárabe, du-
rante la servidumbre mahometana, deduciendo de aquí que debió precederle, cuando me-
nos ,
alguna ermita en el período visigodo •'. Atienden á probar estos asertos con un im-
1 Padilla, Conl. IV., cap. 49 de su Histo- ))de Toledo. Con la gran devoción que el rey don
2 La tradición de la antigüedad atribuida á »go, luego que ganó el reino de Toledo , anexó el
esta iglesia , estaba consignada en ciertos versos "monasterio de San Marlin al de Santo Domingo
latinos que se pusieron entre las piedras antedi- »de Silos y concedió al convento las aldeas de
clias , cuando en tiempo del tercer Felipe fué res- »Valdegran y Villanueva de Xarama; y si bien al-
taurada: dicen asi (Quintana, í'ól. 67. v): «gunos han querido decir que quien primero dio
Condita mille aunis maneo, sacrata trescentis »el convento de San Martin de Madrid á Sanio
In lalaro Arianas A negat il que negat: «Domingo , fué el rey don Alonso el VII ,
pero
En grave quintus onus Paulas tenet lu'bis et orbis, «realmente más parece esta confirmación que dá-
Tertius hic et Iber soeptra Plúlippus habet. porque un privilegio que dio en
«diva de nuevo ,
5 El P. Yepes {Crónica general de la Orden «favor de la casa , supone que ya habia prior de
de San Benito, tom. IV, Cent. V% fól. 574, v.) «San Marlin de Madrid, que estaba sujeto al abad
dice al propósito: ((San Martin de Madrid es mo- «de Sanio Domingo de Silos. La verdad es ,
que
»naslerio muy antiguo, lauto que no se sabe el «este monasterio es anlitpiisimo y que de tiempos
«principio de su fundación ; y créese (jue fué con- «muy airas fué filiación de Santo Domingo de Si-
» vento mozárabe y que vivían monges en éi, cuan- xtos» . La escritura á que se refiere en este lugar
))do aun los moros estaban apoderados del reino el P. Yepes , es un privilegio del rey don Alfon-
INTRODUCCIÓN, CAP. Ilf. 10.'}
el Emperador don Alfonso VII, dice que confirma con ellos los que le tenia otorgados su
abuelo don Alfonso VI '. De todo pudiera sin gran violencia deducirse que era , al veri-
ción de los que asientan que hubo de existir antes en aquel punto alguna iglesia mozá-
rabe , la cual reconocería por fundamento venerada ermita ó devoto santuario de épocas
precendentes.
Resulta pues de unos y otros datos que si no se conserva monumento vivo y que
plenamente compruebe la existencia de Madrid tras la dominación romana, existe una
tradición constante , fundada en la memoria de monumentos, no falta de documentación
diplomática , y tenida en alto precio por verídicos historiadores.
la historia , como presidio de extraordinaria importancia militar , y uno de los más pode-
rosos diques ,
que se oponían á la marcha triunfal de los ejércitos cristianos , cuando sal-
vadas las agrias y nevadas crestas del Guadarrama caían sobre , las fértiles regiones del
antiguo reino de Toledo. Nombre de Ciudad le daban en aquellos dias los cronistas leo-
neses y como tal la menciona Sampiro , manifestando que para expugnarla reunió don
Ramiro U consejo de todos sus magnates , y que después de haber roto sus muros y cau-
sado gran destrozo en sus moradores, juzgó prudente abandonarla, tornando luego á
siendo de suma autoridad su desinteresado testimonio respecto de lo que era Madrid bajo
so VII, en favor del monasterio de Santo Domin- diim forum Burgi Sancti Dominici , vel Sancti Fa-
go de Silos y de San Martin de Madrid, para que cundi clposidealis ¡n perpeiüum aldeas resfras Val
pueda poblar el barrio de San Martin, con otras degran, el Yillamnomm , etXaramam, quw beatce
mercedes que ya les habia concedido su abuelo memoriw amtsmeus Rex Adefotisus dedil vobís, etc.
don Alfonso VI. Esta escritura que lleva la Era de H 64 (1 1 26
•I Véanse en confirmación de esto las pala- de J. C), deja entreverla existencia del conven,
bras con que principia este importantísimo docu- tode San Martin en tiempo del conquistador Alfon-
mcnl": so VI, y que por lo tanto, ya debia haber si no
In Dei nomine. Ego Adefonsus Del gralia, Rex convento, iglesia mozárabe al menos en aquel pun.
Hispania;, vobis Abbati Sancti Dominici, domino to, pues á nadie ha ocurrido que don Alfonso lo
ci, vobisquc eliam I'riori de Sancti Martinide Mai- vilegio que citamos se haria mención de ello, como
dril, videiicet domino Sanctio, in domino salutem: se hace de las gracias que le concedió.
I'iacuit nobis, inspirante Deo, faceré vobis cartu- 2 Sandoval, Crónica délos Cinco Obispos, pá-
'am el nostr;c authoritalis confinnalionem ut gina 66; España Sagrada, lom. XIV pág. 466.
populetis vicum Sancli Martini de Maidrit, secnn-
,, ;
conquista. Débese no insignificante noticia del grande aprecio en que era tenido, al histo-
como el título de 3/í.Y/i«fl, que significa Ciudad por excelencia y ciudad cuya antigüedad la
hace ilustre, que por los años 366 de la égira, á que el citado historiador se refiere (977
de J. C), gozaba Madrid de alta reputación como ciudad y fortaleza, y era una de las po-
cual nos conduce el considerar por una parte que iba casi siempre anejo el privilegio de
Califato , es Madrid asiento de uno de los régulos que lo destrozan y reparten entre sí los
girones de su manto imperatorio. Si pues Madrid era por los años de 977 antemural del
estas regiones , racional parece admitir que no pudo alcanzar tanta importancia en poco
más de dos siglos que el suelo español gemia bajo el poder del Islam. Esto sería necesario
suponer para seguir ciegamente la opinión de los que sólo han considerado á Madrid como
un castillo arábigo , afirmando que su existencia y nombre fueron debidos á cierto moro,
cuyos hechos son tan desconocidos como la época en que florece, sin que pueda alegarse
\ Pág. 283 del tom. II, edición de Mr. Dozy. ror en esta ocasión, trayendo su etimología de
es la primera, que algunos han pronunciado J/a- do á la importancia de esta ciudad , centro de los
(jerith, aparece más exacta la de Machrlt, y más caminos militares de la Carpetanla ¿cabria su-
conforme y fácil de trasformarse en la castellaniza- poner que vino de la voz Matrix, propiamenle
Ijuede dudarse de que semejante voz pertenezca pero sin aceptar responsabilidad alguna,
á la lengua árabe ;
pues aunque Casiri dice que 5 Pág. 55 de la edición casíollana de Conde
es africana y que signiíica acueducto y camera, (Madrid 1799); y 52 del tomo I de la versión
creemos que el célebre orientalista padeció er- francesa de Mr. Faubert (París i 840).
INTRODUCCIÓN, CAP. III. 105
Machrith ', ciudad y plaza fuerte donde en los gloriosos tiempos del Islamismo se hacia
la que alcanzaba entre los musulmanes la aljama de Madrid , considerando que los ára-
Ni dejó tampoco de ser enaltecido el nombre de Madrid por la fama y claro nombre
que en el cultivo de las letras y de las ciencias conquistaron sus hijos bajo el Imperio ya
de los Califas, ya de los reyes de Toledo. Título de perspicuo y docto en el cultivo de la
ño] quien, recibido en la corte de los Beni-Dhi-n-nun cual profesor de derecho, brillaba
en ella por la claridad de su doctrina, muriendo al cabo en su patria el año 376 de la égira
(986 á 987 antes de J. C): de astrónomo eminente era reputado en Córdoba el célebre
que tan doctos cultivadores alcanzaba entre judíos y sarracenos, y pasando de esta vida
veintiún años después que Said-Ebn-Salem : conservando la tradición de sus antepasados,
florecía en las madrisas de Granada á principios del siglo XIII el sabio Jahya- Almachrithi
[el madrileño] como profesor de filosofía, teniendo por discípulo al renombrado malague-
Pero la cultura de los árabes que iba siendo desarraigada del suelo español por la es-
pada vencedora de los reyes cristianos, no podia echar en Madrid profundas raices; y tras
rios de Mahoma de la tormenta próxima á estallar sobre sus frentes estréchanla en apre- ,
dolo para siempre del poder mahometano [1083]. Desde este momento no es ya dudosa
la historia de Madrid, enlazándose estrechamente y en vario concepto con la general de
Castilla; y sin embargo merece repararse la vaguedad con que escriben y pronuncian
su nombre antiguos cronistas, no siendo menor la que se observa en documentos diplomá-
1 Jaubert lee, en nuestro juicio equivocada- ciona á Machlilh LL^- (pág. 16 del tomo citado),
2 Sermón que acostumbraban predicar los na familia mudejar, pues Madrid durante la época
árabes el dia que corresponde á nuestro viernes en en que floreció, estaba ya en poder de cristianos,
alabanza de Alláh , impetrando sus bendiciones La noticia de estos escritores está tomada de Ca-
para Mahoma y para el Emir ó Soberano. El siri, tom. I, pág 378 y II, 100 y 137.
mhim geógrafo Xerif-al-Edrisi , al hablar de las 4 Explicando el ya citado Pellicer, esta no-
xerran ó Axxerrat (la Serrania de Toledo), men- del moderno Madrid, asienta como cosa innega-
TOMO I. 18
,
las Españas, ora atendamos á la formación latinizada de esta voz, ora solamente á la cas-
tellana. Mageviacum la llama el arzobispo don Juan en la escritura, por la cual ag^rega-
Madrid (xusta Mageriacura '); Mageridum, el privilegio que el Emperador don Alfon-
do don Rodrigo * ; Maioritum el célebre Juan Diácono en la Vida de San Isidro Labra-
concepto una escritura del año 1206 ; Maidrit el privilegio que le otorga Alfonso VII;
Madrít el fuero de esta villa y los Anales toledanos ^ ; y lo que es más notable la ac-
ble que do la voz africana (ó inaveriguable) Ma- Corte, no careciendo de ingenio y aun de exacli-
geril no sólo se ha derivado la de Madrid como lud sus deducciones , sobre todo en el segundo
de su raiz y tronco, sino todas las demás voces árbol, más histórico y documentado que el pri-
nado este pueblo los escritores ó los instrumentos 1 Fonseca, Primada de Toledo, tom. I , apén-
históricos , conservando algunas huellas ó vesti- dices, pág. 37.
gios más ó menos expresos del nombre original. 2 Decimam omnium redditum, quas habeo in
Para su probanza forma el árbol etimológico de Magerido.... vel quartam partem ejus YíUcTb Ma-
Madrid , como él lo llama, de dos diferentes mo- geridi (Biblioteca Nacional, Estante D. D).
dos y en distintas obras: la primera que es el
3 Biblioteca Nacional, Est. D. D., códice 41
Discurso sobre varias antigüedades de Madrid, lo
folio 20.
ofrece á la página 18, en el orden siguiente:
4 Lib. YI,cap. 13.
Cabeza de linage, arábiga:
5 Empieza con estas palabras : « apud Ma-
Magerit.
ioritum,» etc.
Sus descendientes latinizados y vulgarizados:
6 ínter Illescanos et complutenses... positura
Mageritum. Matritl'm. Madride.
Maieritum. Madrítum. Madrid est oppidum magnum, quod alii Madritum, alii
sea: sus derivados latinos y castellanos: 7 Relaciones Genealógicas ác don Antonio Sua-
Mageriacum. Maieritum. Madrít. rezde Alarcon, Apéndice, Escritura 91 p. 46.
,
Y no son estas las únicas variantes que nos ofrecen crónicas y documentos: Magerit
escribe el Arzobispo don Rodrigo ^ ; Macdrid se lee en un privilegio que cita Vera Tá-
sis en su Historia de la Alimidena; Madril en un sepulcro que se conserva en la capilla
Vera Tásis, y MeUioritum en Gil González Dávila, Teatro de las Grande%as de Madrid.
Muestra este rápido examen con toda claridad la influencia que todavía alcanzaba en
mos la vista en los escritores de fines del siglo XV, del XVI y XVII el afán que les aque-
ja de imitar todo lo antiguo, con más ó menos seguro criterio , brillando sin embargo en
uno y otro caso la tradición constante del primitivo y popular nombre de Machrit, que
luchando sin tregua contra el torrente de la erudición , vence al ya corrompido latin de
los siglos medios y domina la extraña afectación de los partidarios del Renacimiento.
de la época mahometana. Pero sobre no fijarse el momento en que esto sucede , deján-
dose llevar respecto del origen del nombre que á Madrid asignan , de triviales hipótesis,
lícito nos será recordar cuanto llevamos asentado , para desvanecerlas , cerrando al par
que la ciencia arqueológica no ha podido menos de admitir entre los que merecen título
1 Lib. VI , cap. 23. El mismo en el lib. VII, 4 IlaeremU. anliq. Hispan. « Haeremltorium
2 Pertenece á don Alonso Fernandez de Ma- 5 Número 118. «Sed dominas Garcías, Ma-
drid, que murió en aquella ciudad á 18 de Agos- querilensis muzarabis, anno circiter 718, vel
de los que han pretendido contradecirla, y confírmanla la relación geográfica que guarda
con los despoblados circunvecinos y la posición topográfica en que aparece , tenidos en
cuenta los vestigios de población romana que por todas partes la rodean. En el examen
de estas innegables reliquias , en la descripción de los monumentos conservados en las
entrañas de la tierra ,
que cómo el precioso mosaico de los Carabancheles , hablan con
mayor ingenuidad y elocuencia en este linage de cuestiones que todos los críticos intere-
sados en autorizar sus teorías , hemos pues hallado los más firmes fundamentos de nues-
tra opinión, que sometemos sin embargo al ilustrado juicio de los hombres doctos.
Ni abrigamos la inmoderada pretensión de haber allanado todas las dificultades , le-
la verdad, podrán no obstante arrojar alguna luz en tan difíciles materias, tan poco de-
batidas en nuestros dias y tan dignas de ser tratadas con entero amor y respecto, si la
tificio de los que sólo ven en Madrid un castillo mahometano nos traen, el convencimiento
de que moró en su seno población visigoda. La existencia de los vasallos mozárabes del
Islam convence sin más argumento de que precedió Madrid á la invasión sarracena, como
persuade la de los vasallos mudejares de la corona de Castilla de que antes de la conquis-
ta de Alfonso VI habia sido la futura Corte de las Españas habitada por los subditos de los
Califas. Y que estos la tuvieron en mucho no hay para que dudarlo, cuando
, el más ar-
mo, la hace arsenal de sus ejércitos y la señala cual punto de partida de sus terribles ex-
nia, Córdoba, Mérida y otras cien ciudades españolas; pero no es posible dudar, sin te-
meridad manifiesta, que existió población romana en el perímetro que hoy ocupa, con-
á la ruina del antiguo mundo no , sin que se hallara también sujeta á lamentables vicisi-
tudes.
troducción escribimos. Antes nos será lícito sin embargo ilustrar otros puntos prelimina-
CAPITULO IV.
Venida de Santiago y San Pedro á Madrid. — Opiniones sobre este punto. —Erección de silla episcopal en Madrid.
—Su Iglesia. —Sus santos. — Tradición piadosa solire la imagen de Nuestra Señora de Atocha. — Origen
y antigüe-
dad que se le atribuye. —Su examen crítico-arqueológico. — Deducciones del mismo.— Tradiciones relativas á la efigie
PS"
.
tóricos, sobre cuya ilustración y probanza lian contendido sin descanso la piedad y la crí-
tica. Aceptado universalinente durante la edad-media , y sin disputa en ios siglos XVI
y XVII, reclamaron para sí casi todas las poblaciones españolas la ambicionada gloria de
haber tenido dentro de sus muros al santo Apóstol y recibido su evangélica doctrina.
Puesta ya á la sazón la Corte en la Villa , cuya historia escribimos , natural parecía que
las Españas. Para hacer valedera semejante pretensión , no se olvidó en verdad que se
habia menester algún testimonio histórico, y el testimonio fué luego exibido con las apa-
riencias de auténtico. M. Flavio Üextro, cuya autoridad no se habia puesto aun entela de
juicio, habia escrito en efecto «que por los años 44 de Cristo, San Calocero, discípulo de
Santiago, predicó á los carpetanos , y que en el 48 lo habia verificado también San Teo-
habiendo echado ya esta por los años 169 tan profundas raices en estos pueblos, que lle-
gando á los carpetanos un herege que se llamaba Marcos , con intento de turbar la fir-
meza de los creyentes de España, le desterraron de sus términos. Y por los años de 208
observa por último, que San Teodoro padeció martirio en la ciudad de Ni vera, después de
Tal era el testimonio y tal la autoridad que Gil González Dávila, Quintana y otros mu-
chos acataron y alegaron para tener por cierta la venida de Santiago no sólo á , la Carpe-
tania sino también á Madrid, narrándola como un hecho de autenticidad indubitable. Pero
Cronicones, entre los cuales ocupaba preferente lugar la Historia de M. Flavio Dextro;
porque si fué recibida como verídica y auténtica desde que el P. Torralva la propagó á fi-
nes del siglo XVI con las peregrinas narraciones de Máximo, Juliano, Luitprando y otros
todo punto desautorizada. Cupo la iniciativa al ilustre obispo de Segorve , don Juan Bau-
tista Pérez ; coronó la obra el tan erudito como aplaudido don Nicolás Antonio , siguiendo
después sus huellas don José Rodríguez de Castro, los dos Pelliceres y otros no menos
denable como narrador profano, mayor fué todavía su descrédito como historiador reli-
gioso: cuanto se refiere á los acontecimientos que pueden llevar nombre de apostólicos,
1 Gil González Davila, Teatro de las Gran- dezas de Madrid, pág. 14.
INTRODUCCIÓN, CAP. IV. 111
sus manos, maravillándonos por cierto cómo el pretendido autor, ó mejor dicho, sus poco
escrupulosos forjadores pudieron encenagar tan torpemente las fuentes históricas, ha-
ciendo casi imposible el descubrimiento de la verdad para la moderna crítica. Mas dado
que pudiera admitirse la autoridad de Dextro, oportuno sería observar que tiene en el pre-
como si hubieran logrado la dicha de vivir en aquellos tiempos y de escuchar de sus la-
bién santificado estos lugares con su presencia , evangelizando en ellos al pueblo carpe^
taño. Atendieron para salir airosos de este intento á probar que estuvo San Pedro en
España; pero sólo les fué dado alegar la sospechosa autoridad del ya citado Flavio Dex-
tro, quien apuntaba que habia en efecto llegado hasta la ciudad de Toledo ^, de donde se
adelantaron á deducir que debió también visitar el antiguo Maioritum. Más cauto que en
turar la posibilidad del hecho, manifestando « que pues habia llegado el apóstol San Pe-
dro á Toledo, era muy verosímil que hubiera tocado también en Madrid» ^; pero otros
escritores, tal vez no menos doctos, bien que de seguro más arrojados en sus opiniones
1 Véase de qué modo se expresa Quintana, li- (como lo dice Pineda ") no se espantará que
bro I, fól. 37: «Recibió pues la luz del Evangelio nuestro apóstol diese vuelta en un año á toda
Es-
esla noble villa, como uno de los pueblos carpen" paña». AI ver como empieza este párrafo el di-
tanos por la predicación del sagrado apóstol (có- ligente Rector de la Latina
,
, cualquiera creería
mo está diciio), por el año de 37 ó 38, porque el que era consecuencia precisa é inmediata de
an-
santo se partió de España para Jerusaien el año tecedentes y testimonios irrefragables;
y sin em-
de 41 y antes que liubiera es'ado en Zaragoza bargo nada es menos
:
cierto. El gran fundamento
de asiento, ya iiabia discurrido predicando po'' de donde saca Quintana tan terminante conclu-
ías Asturias, Portugal y Castilla, desde donde fué sion no es otro que el pasage de Dextro
(Anno 50)
á Aragón habiendo puesto muchos obispos en que también cita Gil González,
y que ya deja-
,
,,,..'
hay que reparar en que en un año anduviese por
todas tas provmcias de España ,
.
porque quien
'.
le-
2
o ?% . .
Dextro, Anno 4t y
, . .
Anno 50.
entre los cuales contamos al erudito Tamayo de Vargas ^ dado el primer supuesto, afir-
del Salvador liabia favorecido á Madrid y sus moradores con su presencia y su enseñan-
za, sino que tan alta distinción habia precedido á la visita de Toledo.
Observemos ante todo que estas peregrinas aseveraciones se resisten por su propia
naturaleza al examen crítico y que son de tal índole que basta con exponerlas para que
aparezan de suyo refutadas. No se fundan en ningún monumento arquelógico , ni tie-
drá algún inesperado hallazgo á justificarlas; pero como no es la historia ciencia que pue-
Pedro, así como la de Santiago, no reciban tal fuerza y carácter de las únicas fuentes
que á la historia reconocemos no nos será , lícito seguir las huellas de los expresados es-
critores ,
por más que nuestra piedad y nuestros sentimientos rehgiosos no cedan á los
Pero como ya hemos una y otra vez apuntado, admitido el error es inevitable su
consecuencia. Cual si les pareciera pequeño triunfo para Madrid el haber gozado la predi-
dotarle de silla episcopal, desde los primeros dias del cristianismo; y no sólo se mostraron-
persuadidos de ello, sino que aspiraron también á imponer á los demás sus aventuradas
media para justificar en algún modo sus pretensiones; y diéronse por muy pagados y sa-
tisfechos con patrocinarlos bajo la autoridad del Rey Sabio. Narrando este inmortal prín-
cipe en su Estoria de Espanna las victorias de Constantino, referia en efecto que ha-
biendo pasado á estas regiones para aquietar á los moradores de la Bética, «asosegó aquel
» emperador toda la tierra só el señorío de Roma , é tornados los españoles que andauan
«fuyendo é alzados por las montañas á sus logares , desí Constantino como avia sabor de
«adelantar la christiandad ,
partió toda Espanna en seis arzobispados « (Era de 376,-338
de la Encarnación). Fué cabeza del primero Narbona, con siete iglesias sufragáneas; se-
ñaló á Bragana (Braga) por metrópoli del segundo, asignándole siete sillas episcopales;
el tercer arzobispado quiso que fuese Tarragona y dióle otras diez ciudades por subalter-
nas; « el cuarto arzobispado fué el de Toledo (escribe el rey), é mando quel' obedecies-
»sen estos obispados: Lorca, Cartagena, Madrit, Aurid, Sef^ovia, Sacaboluna, Archi-
»vica, Vcdalagar, Seguenza, Osma, Valencia, Bilon'a, Bocus, Uda, Orihuela, Elche,
"Xátiva, Denia, Baeza, Cazthalona, Brumiesa, Jades, Bazla» '.
Tal es el único documento que sirve de base al episcopado de Madrid. El maestro Juan
López de Hoyos , y tras él casi todos los exagerados encomiadores de la Villa y Corte,
entre quienes no puede pasarse en silencio el nombre de Quintana y figura también el
que para darle crédito era antes necesario dejar reconocido lo que habia de cierto en la
Imperio romano, declarando cabeza del Oriente á la antigua Bizanzio y silla del Occiden-
te á Roma, partió las dos Españas en seis provincias á saber: la Tarraconense, la Bélica,
ter religioso, sino únicamente político, ni se acomodó don Alfonso á ella, según desde
luego se observa ,
pues que sobre no mencionar la provincia Tingitana , la sustituye con
la Na¡bunensc. Bastaría este error, para quitar toda autoridad á la circunscripción pro-
puesta , notando con uno de los más doctos ilustradores de nuestra historia eclesiástica,
que hubieron de trascurrir más de doscientos años desde la muerte de Constantino hasta
que la Galia Narbonensc perteneció á España, como tal provincia ^. Dedúcese de aquí que
apoyados los escritores de la edad-media en la noticia de aquella imperial división , le
dieron un carácter que realmente no luvo ; y como no es posible creer que el Rey Sabio
Tiénela en efecto ya reconocida en las Crónicas de Ar-Razi [el moro Rasis] , cuya au-
tenticidad se ha combatido y defendido en nuestros dias por dos muy diligentes acadé-
micos de la Historia *. Este escritor árabe habia distribuido en efecto las metrópolis ecle-
siásticas en la forma qui.' adoptó don Alfonso, añadiendo no obstante una provincia: Nar-
provincias de Constantino ;
pero al llegar á la de Toledo, escribía: «Et al otro [obispo dio]
1 Esloria de Espanna [Crónica general de «« doña Isabel de Valois; Quintana, libro I, fó-
España] primora parle, cap. CXLIII, fs. CXXXIII lio 79, vuelto; Colegio Imp. Libro de las Honras
y CXXXini. Dobcmos advertir que nos valemo» de la Emperatriz doña María; Carrillo, lib. II de
del cód. j. Y. 2. de la Biljliolcca del Escorial, la Fundación de ¡as Descalzas, cap. I; Bleda, In
uno de los más antiguos que jhan llegado ¿i núes- vita Isidori, cap. III.
tros dias de la obra inmortal del Rey feábio. El 5 Florez, España Sarjrada, lom. IV, trat. III.
pasaje (pío exlraclanios se halla al folio 119, co- 4 Don Diego Clcmencin y don Pascual Ga-
lumna I.". yangos ; el primero en el lom. VII y el segundo en
2 Juan López de Hoyos, Exequias de larei- e! VIII de hs Memorias de dicha Real Academia.
Tomo J, 19
114 HISTORIA DE MADniü.
A la verdad es este punto de muy difícil solución y no tan principal que haya de
ocuparnos largo tiempo : conocida la noble honradez que le distingue como escritor y
como rey , necesario es convenir en que no carecería don Alfonso de algún fundamen-
to, pues que en los más antiguos códices de la Esloria de Espanna se halla, como he-
mos visto, el nombre de Madrid, cual silla sufragánea de Toledo. Un códice latino del
excluía sin embargo, del catálogo referido, siendo muy de notar que reconociendo la
misma fuente de Ar-Razi , diferia grandemente en los nombres de las demás cabezas de
obispado: «Toleto (decía) subsint Secobia, Arcabrica, Sigoncia, Valentía , Urgí , Ba-
gastrí, Diania, Segorve, Complutum, Oxoma, Valeria, Oretum, Sativa, Beacía, Illi-
ci , Mentesa, Acci, Basta, Palencia. ¿Desconoció acaso el Rey Sabio, que escribe suEs-
toria de 1256 á 1264, este documento?... Y dado que así fuera, ¿no tuvo noticia de la
famosa Itacion ó división de Wamba que tanto fatigó á los críticos del último siglo y co-
mienza á ser considerada en nuestros días bajo una relación verdaderamente útil para la
metrópoli de Toledo casi las mismas diócesis que el códice referido, sustituyéndose en uno
y otro documento el nombre de Madrid con el de Compluto , tentados estamos por creer
que el doctísimo autor de las Partidas atendió á conservar la memoria de este obispado
1 España Sagrada, tom. IV, pág. 121. pertenecía indudablemente Madrid , hemos reco-
2 Cajón XXI, cód. V: publicólo Loaysa, Con- nocido con el erudito académico ,
que partía li-
cilios de España, pág 143 y reprodújolo Florcz, mites: al Norte con los de Sigüenza y Segovia,
tomo IV, pág. 120 de la España Sagrada. por Vadosoto (Valdesotos) y Fusca (Negredo); al
o Aludimos á los importanüsimos trabajos Mediodía con el de Toledo, por Coste (Gasquez)
geográficos que á la sazón realiza nuestro anti- y Ergabrica; al Oriente con el de Sigüenza, por
guo y querido amigo y compañero don Aureliano Corte y Alcont (Sayaton); y al Occidente con Se-
Fernandez Guerra. La Ilación de AVamba , decla- govia, Avila y Toledo por Gusia (Guisando),
rada por Florez no sólo sospechosa , sino aun fal- Monlcl (Maello) y Villamanta. Tras este concien-
sa (tom. IV, trat. III, cap. V de la España Sa- zudo trabajo, que restablece la antigua geografía
grada), comienza á recobrar bajo la pluma del eclesiástica y sirve de base á más ami)Iios estu-
Sr. Guerra grande estimación, derramando abun- dios sobre la de la España romana, no es ya po-
dante luz sobre la historia de la antigua España. sible dudar de que no fué Madrid, sino Compluto,
4 Franqueados por el Sr. Guerra los refe- cabeza de obispado, pareciéndonos la interpreta-
ridos estudios sobre la Ilación de Wamba , rela- ción que damos A las palabras del Rey Sabio la
Sea como quiera, apoyados los escrilores de los siglos XVI y XVII, en la autoridad
del Rey Sabio, no sólo renunciaron á toda otra investigación histórica, sino que dada la
le, con el de Toledo, á los primeros y más renombrados Concilios celebrados en España ^
asegurando por último que en el ñxmosisimo de Ilíberis [338] se le habia asignado lugar
entre los sufragáneos de la ya indicada metrópoli, poniéndole después de las sillas de Lor-
ca y Cartagena. Pero ni en las actas del expresado Concilio figura semejante obispo,
donos en verdad la singular osadía con que á falta de testimonios históricos, se han arro-
jado á sentar tan conocidas falsedades, que por lo descabelladas y absurdas deberíamos
cedemos de buen grado el que no las aceptaron , si bien la circunstancia harto nota-
1 Quintana Uisloria de JímIriJ , ca[>. LVIII, Ossius, ep. Cordubensis ; Sabinus, Ilispalensis
folio 79, vuelto. Alude á Gabriel Lasso de la Ve- ep.; Lamerininus, ep. Tuccitamis; Sinagius, ep;
á nuestros dias. De ella dice nuestro amigo y dus, ep. iMentesanus; Flabianus, ep. Eliberitanus;
compaflero el diligente investigador, don Tomás Cantonius , ep. ürcitanus;Liberius, ep. Emeriten-
pia: el autor floreció en el siglo XVI. Publicó sis; Quintius, ep. Elborensis; Lucesus , ep. de
varias obras, entre ellas un Romancero. Su re- Eliocroca; Eutychianus, ep. Bastitanus; Patricius,
trato se halla en el poema El Cortés Valeroso ep. Malacitanus. ítem presbyteri: Restitutus,
que se publicó en lb88 (Baena, ITijos ilustres de presbitcr do Epora; Xatalis, presb. Urzona; 3íau-
Madrid, tom. II, pág. 26o). En el índice de la Bi- rus, presb. Ililurgi; Lamponianus de Carbula;
blioteca del Conde-Duque deSanlúcar se dá noticia Barbatus de Astigi; Felicisimus de Aleva; Leo de
de otro m. s. del autor, que no menciona Baena, ti- Acinippo; Libcralis, de Eliocroca; Januarius, de
tulado: Relación puntual de todos los Consejos y tri- Lauro; Januarius de Barbe; Victorius de Egabro;
bunales de la corte ¡j Chancillerias de España i' In- Tifus de Ajune; Eucharius de Municipio; Silvanus
dias y plaza que tiene cada una. Existia en dicha de Segalvinia; Victor de l'lio; Januarius de Urci;
biblioteca en un tomo de varios, F 26, fól. 202». Leo de Gemella; Tuninus de Cartelona; Luxurius
2 Pai'a que nuestros lectores juzguen por sí de Drona; Emeritus Baria; Eumanlius SoÜa, Cle-
de la veracidad de los eseritores á quienes aki- mentianus Ossigi, Eutyches Carthaginensis, Ju-
dimos , copiaremos a([uí la nota de los obispos üanus Corduba. Die Iduum mayarum apud Elibe-
que suícribon dichas acias. Hela aquí: rim, sodentibus cunctis, adstantibus diaconibus
Concilium Elibcritanum doceni novcm episco- et onini plebe, episcopi universi dixerunt, etc.»
porum, Conslantini temporibuseditum cedera tem- Los lectores que desearon ver los cánones de
pere quo ct Nica^na Synodus habita est. — Quum este Concilio ,
pueden hacerlo entre otras en la
consedissenl sancti ct religiosi episcopi in Fcclesia colección de Tejada, tom. II, pág. 18.
Eliberitana, hoc est: Félix, episcopus Accitanus; 3 Azcona, Historia de Madrid, pág. 45.
116 HISTORIA DE MADRID.
goría de los prelados , sencillo y muy natural era darles ig-lesia : los fundadores de su
episcopado , no vacilaron pues en fabricar en Madrid la correspondiente catedral ; más
no hallando monumento grandioso y digno de tal honra ,
pusiéronla al cabo en la igle-
sia de Sania María. La época visigoda era sin embargo no despreciable obstáculo, para
dar color ai invento peregrino ;
pero ya que los Concilios toledanos, en cuyas suscripcio-
nes figuran metropolitanos, obispos, abades y vicarios, no consentían en modo alguno nue-
vas fantasías sobre el tema episcopal ,
por no constar la diócesi de Madrid en ninguna,
acogiéronse para no declararse vencidos, al expediente de asegurar que durante el perío-
dente facilidad en tan oscuro período , añadieron por último que los canónigos de la pri-
mera época profesaron la regla de San Agustin, y los de la segunda la del patriarca San
encerrado en el sepulcro apareció ceñido de una especie de correa, y cubierta una suer-
te de cogulla. Necesario es sin embargo carecer de verdadero sentido histórico, para aco-
modarse tan fácilmente á todo género de invenciones y deducir de tan flacos fundamen-
tos no ya la existencia de una colegiata , sino también la regla que seguían sus canóni-
gos. Pero tan deleznable es y caprichosa esta aseveración que ni aun juzgamos pruden-
te detenernos á refutarla.
Algún mayor viso de verosiraiUtud tenía la opinión que dá como un hecho real-
mente histórico la existencia de la colegiata de Santa María , consumada ya la reconquis-
ta, poniéndola al cuidado de la famosísima Congregación de San Benito; por que sobre
darle algún color el hecho importantísimo de que la iglesia de Toledo, así como la de
Zamora y otras , se pobló de monges cluniacenses que llegaron hasta ,
variar el rito y la
rés ,
si bien no podemos concederle la importancia que por los antiguos ilustradores de
Santa María, afirmaba que «se hallaron pintados en [los muros de] ella canónigos con
A la verdad , si existieron realmente las pinturas murales de que habla aquí López
1 Véase este documento curioso en el capí- 2 Exequias de la Reina doña Isabel; decla-
de Hoyos, y representaban figuras, cuyos trajes semejaban el hábito de los monges prie-
tos , habría algún fundamento para sospechar que pudo la antig-ua iglesia de Santa María
haber pertenecido á la expresada Congregación de San Benito, tal vez como parroquia.
Ni esto ofrecerla insuperable dificultad, recordando que los monges cliiniacenses hablan
tida la certeza del hecho ¿puede concederse al maestro Hoyos el crédito arqueológico
suficiente para tener por cosa averiguada que aquellos capirotes y cogullas eran realmen-
te propios del traje monacal de San Benito? ¿Y qué asunto ó pasagc de la historia de la
menosprecio á que durante el siglo XVI vinieron todas las cosas de la edad-media, con-
siderada por los partidarios del Renacimiento como época de absoluta barbarie , y re-
cordamos por otra parte la fácil credulidad de los cronistas madrileños , no somos arbi-
tros de reprimir las dudas que respecto de todos estos puntos suscitan en nosotros las pa-
labras del maestro de Cervantes; y como todo el artificio levantado para dar título y dig-
nidad de colegiala á la iglesia de Santa María consiste, según Hoyos, en los capirotes
y
cogullas pintados en sus muros, no parecerá impertinencia de críticos descontentadizos
Más apariencia de verdad juzgaron hallar ciertos escritores en las palabras de Juan
Diácono respecto del punto indicado: refiriendo este en su vida de San Isidro Labrador
uno de los milagros obrados por intercesión del santo , menciona á un Pedro García que
era portionariiis de Nuestra Señora de la Almudena ^ , voz á que se ha dado el signifi-
cado de racionero, deduciéndose de aquí que, pues habia racioneros en aquella iglesia,
debería también haber canónigos; en cuyo caso (añaden) colegiata sería, cuando menos,
tan antiguo templo, al obrarse el milagro. Pero ya antes de ahora el erudito Pellicer
apuntó con hartó fundamento que no debía entenderse tan á la moderna la significación
del portionarius, entendiéndola racionero. Sin necesidad de que fuesen catedrales, ni co-
ras y prestameras, según que estos beneficios participaban de la renta común , ó ya eran
1 Milagro II. (cEx (¡uibiis quídam sacevdo- Boalai Virginis ciim reliquiis reservarcnfur, etc.
talis clericus et honeslus Sánela) Jlariaí porlio- 2 Enrii|iie IVdeciaasí en un privilegio , ex-
mrius, I'ctrus García) nomine vocilalus, siiccl- pedido el año de I4G7 en favor de la iglesia de
dil capillos decapite saucli viri, ut Ecclesia Santa María: «Por quanlo yo he tomado del ¿we-
118 IIISTOaiA DE MAI>niD.
cipantes de las rentas del cura párroco, así como también responsable de las cargas de
Juan Diácono dado nombre de racionero al beneficiado Pedro García , como se llamó á
no es posible que admitamos la existencia de una y otra entre los hechos verdaderamente
que las inspira, las narraciones que se refieren á los santos , cuya cuna han puesto en Ma-
drid sus encomiadores. Deseando sin duda ilustrar su historia en los tiempos primitivos,
honrados ya no sólo con la venida de los apóstoles y de sus discípulos, sino también con
plandeciera la virtud de sus hijos, no vacilando en reclamar por tales muy claras y no-
bilísimas lumbreras del cristianismo.
Es el primero entre todos el Pontífice San Melchiades [Milciades] que lo fué de 311
ficio curado de Sánela María de la Almudena de de su arzobispado, dice: «Los clérigos de Toledo
la villa de Madrid ciertos pastos et defesas , et se nos querellaron que eran pobres ,
porque eran
tierras de pan llevar, pertonescienles á la ermita muchas las raciones, et pocas las rentas de las
dicho beneficio curado de Santa María, para lo me- sopiemos en verdal que era ansí. Et ordenamos
ter en par á los que yo cerca dellos en la dicha et establecemos que en Sanct Nicolás, que son X
villa tengo ,
por lo qual la dicha tierra del dicho raciones el quarla ,
que sean V raciones servide-
beneficio curado se ha menoscabado ; et por facer ras et dos preslameras,... En Sant Román son
bien et merced á Alvar García , clérigo cura que XVII raciones el quarla, las IX el media servide-
agora es de dicha Eglesia de Sancta María, et á ras et las VIH menos quarla prestameras, et fin-
los otros curas que después del en la dicha Eglesia ca en salvo la del arzobispo; ordenamos et esta-
serán por la presente les fago merced de las blecemos que sean las VII raciones servideras et
tercias que á mi perlenescen , et yo ovo de aver las tres prestameras,» ele. Lleva estacarla la
este año, et de aquí adelante en la colación de la fecha del 1.° de mayo, Era de mil et CCC et
dicha Sancta María de Almudena,» ele. Traen es- XXIII (1285 de J. C.) , y añade al final: «Et
te privilegio don Juan de Vera Tásis y Villafañe mandamos olrossi que la Eglesia oviesse quartas-
en su Historia de Nuestra Señor. i de la Almudena, raciones; et quando alguna deltas vacare por
al folio 361 , y Pellicer , al folio 17 de su citada muerte ó en otra guisa, que la aya el que oviesse
1 Consérvase en la Biblioteca Nacional (Es- se tresquarlas que sea entero, et si non oviesse
tante D. D., códice 115, fól. 173) una caria del y otro quarlo , que finque en lodos los otros ra-
á 314 ;
pero ¿en qué docunienlos se ha fundado la creencia que le designa por patria la
futura Corte de las Españas? El único testimonio reconocido y alegado es el del célebre
Flavio Dextro ,
quien sobre establecer que fué este santo Pontífice español, le dá termi-
nantemente por madre la Mantua Carpentana *. La autoridad no es por tanto de aque-
llas que aquietan todo escrúpulo , cerrando la puerta á las dudas racionales ; y aunque no
es nuestro propósito entrar aquí en largas disquisiciones sobre las vidas de los santos
atribuidos á Madrid, materia que pide de suyo no poca circunspección y madurez, pa-
récenos bien mostrar desde luego que el aserto expuesto en un libro desautorizado , so-
bre todo en la fecunda facilidad con que atribuye á multitud de poblaciones innumerables
neció el autor de las palabras atribuidas á Dextro , no pudiendo ser más desmoronadizo é
inconsistente el cimiento en que estribaba la peregrina invención de dar á Madrid por hijo
corriendo el año 362 de nuestra Era. Dextro es también la fuente de esta peregrina noti-
cia ^, la cual hubo al cabo de parecer tan poco valedera ó tan injustificable á los ojos de
los mismos secuaces del falso Cronicón que el tantas veces mencionado Rector de la La-
tina ,
por más que frecuentemente se inclinara á recibir todo género de relaciones piadosas
como hechos propiamente históricos , se vio forzado á escribir lo siguiente: «De estos in- •
vencibles mártires hay tan poca memoria en los autores antiguos y modernos, que apenas
nos dejaron una pequeña luz de su glorioso martirio, ni podemos decir al cierto de donde
fuesen naturales * » . Queda pues reducido todo lo que sabemos respecto de la patria de
estos santos mártires al dicho, harto sospechoso, del supuesto Flavio Dextro;
y sabido que
1 Flavio Dextro en la citada Ilisíoria, An- López Madera, del Consejo Real de Castilla, so-
no 248 , dice en efecto: «Sanclus Melchiades, qui bre el Sacromonfe de Granada.
postea fuit Romaí pontifex , Ilispaniai nascitiir.» Y 3 Sus palabras son : Mantua Carpentanorum
en el Anno 299 añade: «Melcliiades, genere Afer, est in praitio Anaslasius presbiler, Piacidus, Ge-
in Il¡spani;\, urbe ManliiA Carpentanorum ortus, nesius el socii, qui postea sub Juliano ajwstata
floret Roma gloria sanctitatis et doclrinae». passi sunt pro Cln-isti íide iliuslre simul ibidem
2 Véase, entre otras muchas obras que pudie- martirium (Flavio Dextro, Anno 5G2).
ra citar, el erudito libro escrilo por don Gregorio 4 Ilisloria de Madrid, iikg. 105.
120 HISTORIA PE MADmn.
Pretendieron también probar los antiguos cronistas de Madrid que había visto la luz
Dámaso, que subía á la silla de San Pedro en 366. Sirvióles de guia el mismo M. Flavío,
bien que esta vez no era el texto del Cronicón tan decisivo y terminante como en otras oca-
siones * , manifestando por el contrario que había vacilado el autor entre la Mantua refe-
historiadores de los siglos XVI y XVII el adjudicar á la Corte de los Felipes la gloria del
primer supuesto ; y aceptándose en consecuencia sin vacilar la opinión que traía á Madrid
la cuna de San Dámaso, se afirmó y repitió, como cosa demostrada y cierta, no sólo por
los escritores particulares de Madrid, sino también por respetables cronistas é historia-
dores generales de España 2. San Dámaso fué pues declarado hijo de la Corte española,
Esta aventurada aseveración, parecía tanto más digna de censura cuanto que se formu-
reprensión tan desautorizada insistencia, sino que dando oiígen á la desconfianza, debía
la misma Roma. Reñida ha sido en verdad la controversia levantada entre los eruditos
con este propósito; á favor de Roma han militado notabilísimos escritores, muy ejercita-
dos en todo género de investigaciones históricas: España ha tenido también muy deno-
dados defensores , y sobre todo mejor causa. Esta ha triunfado al cabo , merced á los es-
fuerzos hechos en la Ciudad Eterna por uno de los más ilustres españoles del pasado siglo:
el sapientísimo Pérez Bayer restituía á España la disputada honra de ser madre de varón
1 Anno 566: «Liberio (dice) succesit Dama- las JTonras de doña María; C.irrillo, lib. II de la
sus ex Mantua Carpen íanorum; alii... faciunt ex /'«íw/ac/o?? í/c /as Z>eíea/;rt.s; Bleda, lib. I, déla F/í/o
Igeditania Lusitanorum; alii es Tarraconense t/e ^an /s/(//-o;Poreda, iil). I dota /'rt//-o«aí/e .Va-
de Rer. ITisp. mem. y libro XXIV, fól. .•i2, co- bro X, cap. 40; Esleltande Garibay, Compendio
lumna 2; Juan López, Exequias de la Reind doña liistorial, primera parle, lib. Vil, cap. 56.
Isabel de Valois; Malanioros, De viris illitsl. IIis- 4 Ilisloria Ponlifical, tom. I, lib. II, cap. 6.
tan esclarecido y que tanta influencia egerce , como escritor y como Soberano Pontífice,
en el triunfo decisivo del cristianismo '. Guimaraens goza en Portugal la noble satis-
facción de llamarse madre íle San Dámaso á mejor título que Madrid y Tarragona: reco-
nozcamos complacidos la legitimidad del más claro derecho y dolámonos sin embargo de
que tan adelante llegara la credulidad en materia tan delicada y respetable, según indi-
Con no menor respeto y anhelo de la verdad llegamos á fijar nuestras miradas en otro
género de antigüedades que han suscitado también largas controversias. Una de las imá-
,
genes que han excitado la devoción y la piedad en la Villa y Corte con mayor constancia,
y son hoy objeto de alta veneración, es sin duda la que lleva el nombre de Nuestra Señora
recuerdo , uniendo su nombre á muy heroicas tradicciones. Pero ¿qué han logrado poner
fuera de duda respecto de su origen?... Todos ó casi todos, dando por admitido que la
oscuridad en este punto probaba la mayor antigüedad de la imagen, han pretendido deri-
varla de los tiempos apostólicos, asentando como verdad inconcusa que los discípulos de
San Pedro la pusieron en una ermita distante una milla de Madrid. Excitada así la venera-
ción , no ha faltado quien afirme que fué esculpida por el evangelista San Lúeas.
testimonio más antiguo que se alega en favor de estas afirmaciones es el de Julián Pérez,
el nombre de Santa María de Antioquía, cuya imagen fué traída de esta ciudad por los
discípulos de San Pedro que vinieron á España. Veneró mucho esta imagen de la Vir-
sospechado fabulador de Dextro y sus iguales, no presenta monumento alguno que las
vindican, Roma 175ti. La erudición que Bayer ¡glesia en la antepenúltima decada, no es ya posi-
alesora en este precioso libro, y la sana critica ble determinar el paradero de estatua y lápida;
con que resuelve la cuestión propuesta , le dieron pero sí lo es el maravillarnos del triste privilegio
grande autoridad en la capital del mundo católico, que goza el error entre los hombres.
y son brillantes litulos que honran su nombre. 5 El texto latino dice: «Eremitorium Mageri-
2 I'arécenos bien consignar aíjuí, para que toest Sanctae Maria;Anliochiai, quic delata fuitab
pueda discernirse hasta qué punto llega el ex- Antiochenis Petri sociis, venientes iu llispauiam.
durante largo tiempo existió en la iglesia del Sal. Sanctus ildefonsus, Pontilex toletanus, Doctor
vador de esta Corte, sobre la |)ila bautismal, la sanctissimus, doctissimusque toletanus patronus»,
imágcnde San Dámaso, con una inscripción en que Obsérvese que el patronazgo de San Ildefonso
.se afirmaba (jue allí liabia recibido las aguas de dala de principios del siglo XUl.
Tomo I.
- 20
122 HISTORIA DE MADRID.
apoyo el afirmarse una y otra vez que el piadosísimo defensor»de la virginidad de la Ma-
dre de Dios, habia hecho especial mención en sus cartas y aun en sus obras, así de la er-
famosa colección de los PP. Toledanos, dada á luz por el munificentísimo Cardenal de
Lorenzana, quita sin embargo toda ilusión, pues que ni entre las obras verdaderas ni entre
las apócrifas inscritas á San Ildefonso , se encuentra carta alguna que ni directa ni indi-
gencia con que se formó la colección expresada y la importancia del documento referido,
que á ser tan conocido , como se pretende, dejasen los colectores de incluirlo en una ú
otra sección de la obra : antes bien cumple tener por cierto que no llegó á manos del Car-
denal , ni de los ilustrados literatos que le sirvieron ninguna de dichas cartas ; y como
tuvieron á su disposición para tan aplaudidos trabajos, lo mismo la riquísima Biblioteca
Capitular que el Archivo de la Santa Iglesia toledana , no es arbitrario concluir que las
expresadas cartas jamás existieron. Por más doloroso que sea para nosotros, preciso es
por tanto renunciar al halagüeño deseo de ver confirmada la referida especie con docu-
mento verdaderamente histórico.
El estudio artístico -arquelógico de esta devota imagen, no menos que la menuda des-
cripción debida á antiguos escritores , nos ministran no obstante ciertos datos y caracte-
res que parecen dar algún cuerpo á la mencionada tradición piadosa. Obsérvase no obs-
1 Hé aquí las palabras de Pereda en su His- Hernando del Castillo decia haber visto un libro
toria de la Imagen milagrosa de Nuestra Señora antiguo de mano, en que se leía una carta del
de Atocha, lib. 1, cap. III, fól. 27: »No hay es- beatísimo San Ildefonso á un santo canónigo de
critura ni noticia auténtica que diga el principio, Zaragoza, enviándole unas cargas de cera, y ha-
cuándo se comenzó esta santa devoción, ni de dón- bla de la santa ¡m;igen como del célebre san-
de vino , ni quién trajo esta santa imagen á este tuario, y le persuadía que visitase en la Vega
lugar: pero refiérese haber memoria en papeles de Madrid una imagen de Nuestra Señora devo-
muy antiguos y en muy viejas escrituras de los tísima, que tiene el hijo divino en el pecho iz-
archivos de la Santa Iglesia de Toledo, entre los quierdo, y con la mano derecha le da una manza-
cuales se hallan algunos del glorioso arzobispo San na, que es esta santa imagen». Nótese sin em-
Ildefonso, capellán regalado de Nuestra Señora, bargo para comprender lo frágil de todo este ar-
en que hace mención de dicha santa imagen, es- tificio ,
que la escritura ó carta en que se mandó
pecialmente una carta en que la llama de Atocha. agregar la ermita de Atocha á la abadía de San-
También dicen, que tratando otra vez el glorioso ta Leocadia, fué dada por el arzobispo don Juan,
padre de las insignes cosas de su Arzobispado, da en 1163, como va advertido antes de ahora (pá-
gran lugar á esta preciosa imagen, señalando su gina lOG de esta Introducción) y tendremos oca-
asiento en la Vega de Madrid. El maesho Fi-ay sión de repetir más adelante.
INTRODUCCIÓN, CAP. IV. 123
tanfe "que en el trono donde está sentada la Virgen , se hallan c unas T T griegas y unas
O O en lo alto y bajo de ellas, que acompañan los lados de unas ruedas labradas : al lado
dice Theothoca y en nuestro castellano Madre de Dios de donde ; vino á llamarse anti-
guamente del mismo nombre, como parece por un libro muy antiguo que se halla en la
á quien era aneja esta ermita , llama á esta Santa Imagen Theothoca K"
Si fuera posible dar á estos caracteres, que por desdicha han desaparecido bajo las
reciben los anagramas del nombre de Cristo y de su Madre , tal vez nos seria hacedero
llegar á una deducción satisfactoria. Obstáculo grande ponen sin embargo á este nues-
tro deseo los mismos escritores que han atribuido mayor antigüedad á la imagen, fun-
cacion de los caracteres que la constituyen. Griegos son para unos , como han visto ya
los lectores: por hebreos los tienen otros ,
pensando que así crecía la antigüedad de la
efigie: griegos y hebreos los suponen estotros finalmente, como para fundir en una en-
trambas opiniones. Mas si pudiera creerse que la expresada inscripción estuviese al par
ejemplo, es por demás inverosímil el que un anagrama ó cifra que daba por resultado un
nombre [Theothoca], se hallase concebido y expresado en dos lenguas, cuya índole es tan
desemejante como diversos sus orígenes. Que los mencionados caracteres existen no pue-
de prudentemente negarse: que denotan respetable antigüedad es para nosotros cosa de-
mostrada; mas que prueben todo lo que se ha pretendido, esto es lo que no podemos ra-
cionalmente decidir , cuando los mismos que hubieran debido tener el mayor empeño en
la conservación de aquellos signos, nos han despojado con sus desdichadas restauracio-
ble, dada la singular forma en que se halla y el mal estado á que ha venido -. Consérvase
en verdad íntegra la cabeza de la Virgen, bien que deshecha en parte la primitiva coro-
na que ornaba su frente, para acomodar en ella la de oro que en la actualidad la desfigu-
ra: pueden reconocerse el cuello y el pecho de la estatua con algo de la túnica y del
consignáramos desde luego la gratitud que debe- mos el haber podido examinar con el detenimien-
mos al actual Rector de la iglesia de Atocha, don to debido la imagen de la Virgen, á fin de formar
Vicente López de Lerena, por la solicitud con que el juicio que exponemos.
124 HiSTORIA DE MADRID.
manto; y es fácil examinar también la mano derecha, bien que no faltan indicaciones para
sospechar que puede ser esta una imitación de la antigua escultura. Tiene asi mismo el
Niño Dios entera la cabeza, aunque limado el cabello para formar asiento á la corona,
y guárdase á dicha su mano diestra tal como fué sin duda ejecutada por el primitivo ar-
tista. De lo restante de la imagen sólo nos es dado afirmar que aparece sentada en un
triple trono, enriquecidos túnica y manto de fimbrias doradas y relieves, cuyos caracte-
res artísticos no es fácil discernir por desgracia , confundidos lastimosamente en las res-
Pero ¿qué semejanza hallamos entre la imagen de Nuestra Señora de Atocha, tal co-
mo ha llegado á nuestros dias, y las descripciones que debemos á los cronistas de los si-
glos pasados?...
«La bendita imagen (dijeron estos) es pequeña, de menos de tres cuartas de alto,
aunque vestida parece mayor: el arte y talla de gran primor y de obra antiquísima. Tie-
ne el Niño en el pecho izquierdo, muy pequeño; con la mano derecha le dá una manzana,
y un libro. Son la madre y el hijo de una misma pieza, como está en otras algunas imá-
genes antiguas. Tienen las cabezas coronadas con diademas de la misma madera, cosa
bien particular y pocas veces vista y que arguye la antigüedad que decimos.... El color
ro y moreno... Las facciones bien acabadas; los ojos levantados, alegres, graves y hones-
tos; mira con atención á quien la mira: tienen en esto una gravedad y modestia, que per-
sonas religiosas y graves dicen no se atreven á mirarla. El encaje del rostro modesto y
hermoso; la cara con graciosa proporción , más larga que redonda; la nariz aguileña: to-
das las facciones tan hermosas que hacen muy gracioso rostro y aspecto; las cejas mo-
renas y en arco... Es el mirar de la Virgen tan vivo, que en cualquier lugar de su ca-
pilla que se arrodillen parece que mira y vuelve los ojos á quien la mira y adora... El
vestido entallado en la misma madera con mucho , artificio labrado: tiene en la orilla una
orla de una pulgada de ancho alrededor, como guarnecida con piedras; y el calzado pun-
como la misma imagen de oro y con los mismos matices. En los pies del trono tiene
i Justo es consignar que el mayor detriraen- pió tiempo nuestro atraso. La hisloria de las ar-
to ocasionado á la estatua de la Virgen, pro- tes españolas registra en verdad muclios suce-
vino del incendio que pusieron al monasterio los sos análogos, para confusión de los detractores de
franceses. No es esta por desgracia la vez pri- nuestras glorias.
mera que liemos debido iguales beneficios á las 2 Quintana, Historia de Madrid cap. , XXX YI'
naciones civilizadas que han motejado al pro- fól. 47 vuelto. Esta descripción , alterados algún
INTKODUCCION, CAP. IV. 125
rasg-os descriptivos que en las preinsertas líneas notamos, tienen sin embarg-o cierta com-
de en efecto á un arte que en vano hace vivos esfuerzos por conservar el depósito de las
formas creadas por otro más dado al cultivo de la belleza plástica, aspirando al propio
tiempo á interpretar con toda pureza é ingenuidad un sentimiento religioso que contrade-
y recibido después indeliberadamente por los artistas deBizancio. Alargada la faz más de
lo que pedia la proporción adoptada por la estatuaria griega, alterada la forma de la
boca , de que han desaparecido no sin piadoso intento aquella gracia y voluptuosidad que
imprimieron los artistas de Atenas y Corinto en los labios de sus deidades ; ornadas las
sienes por característica, bien que muy mal tratada corona, nos revela sin grande es-
fuerzo que la estatua de la Virgen es fruto de un arte decadente, bien que debida á un
momento en que no se han eclipsado del todo sus antiguos resplandores. Y contribuye á
labrar en nosotros el mismo convencimiento la parte que se ha conservado del Niño Dios:
levantada su diestra en actitud de echar la bendición , aparecen estendidos los dedos ín-
dice y anular , doblándose los restantes sobre la palma disposición que siendo de rúbrica
;
en los primeros siglos de la Iglesia universal , se guarda con grande esmero en la litur-
tas bizantinos , llega por último á propagarse á las regiones del Medio-dia de Europa,
Lástima es que no podamos ampliar estas observaciones á las demás partes ya desfigu-
radas de la imagen : en la riqueza que recordaban las fimbrias de las túnicas y del man-
to, á juzgar por las descripciones alegadas , sería fácil descubrir sin duda el fausto y pom-
pa de un imperio decadente ; en la traza primitiva de las coronas y en su particular de-
ellas se imitaba, la sociedad que había servido de modelo, con el inmoderado fausto de sus
costumbres. Pero si esto no es ya posible reconocidos
, los rasgos originales que nos re-
vela, y comparados con los de otros preciosos monumentos del arte cristiano, entre los
cuales nos será lícito recordar los relieves del Arca Santa de las reliquias de Oviedo,
Atocha antigüedad muy respetable, si bien no osemos fijar la época en que fué esculpida,
ni menos determinar la región ni la ciudad donde esto se verifica, como lo han pretendido
tanto los términos , se ha reproducido en dife- servándose también en el llamado Libro Viejo^
rentes libros, que andan en manos de todos, con- que existe en la Recloria de Atoclia.
.
que puede clasificarse dicha imásíen entre las producciones derivadas del arte bizantino,
y enlázase con esta popular creencia la romancesca y religiosa historia de Gracian Ramí-
rez, á quien reconoce por cabeza una de las más ilustres familias de la Corte i.Por manera
so VII gozaba la devota imagen de Atocha de singular veneración ; y habiendo sido final-
mente anexado su santuario á la famosísima abadía de Santa Leocadia de Toledo por los
años de 1163 ^ hay sobrada razón para desvanecer las dudas del crítico más descontenta-
sos historiadores ^.
1 Nos referimos á la ilustre casa de los se- muger é hijas para librarlas de la deshonra que
ñ^res de Rivas, que hoy representan, con nueva tenían por segura , dada la desproporción de las
gloria de su nombre, nuestros predilectos y anti- fuerzas; pero auxiliado por la Virgen, derrota á
guos amigos los señores duque de Rivas y mar- los moros , y cuando lleno de congoja vuelve á su
qués de Auñon , insignes cultivadores de las mu- muger é hijas, las halla sanas y salvas en ora-
te la del señor duque) cunde á las naciones el fruto de su fé y de su devoción. Tal es en su-
extrañas para lionra duradera de la española. La ma la historia de Gracian Ramírez que narran
historia de Gracian Ramírez , valeroso caudillo cronistas y poetas como uno de los más señalados
del siglo VIH , nacida en la edad-media y guar- milagros, obrados en este privilegiado suelo (Pe-
dada como inestimable depósito en el seno de la reda, tercera parte, cap. 1; Quintana, líb. I, ca-
familia , revela por una parte el íntimo sentimien- pítulo Vi; Lope de Vega, Vida de San Isidro La-
to religioso de nuestros maj'Ores , y muestra por brador, cantos VIII y IX; Salas Barbadíllo, LaPa-
otra la tradicional devoción que excitaba la Vir- Irona de Madrid restituida, líb. II). La poesía ha
gen de Atocha. Gracian Rarairez, doliéndose del consagrado esta leyenda: la historia sin darle tí-
abandono en que la imagen habia quedado con tulo de autenticidad, no puede desentenderse del
la invasión sarracena , viene en su busca y la ha- valor que en la tradición popular alcanza.
lla en un atochar , labrándole allí modesta ermi- 2 Véase la pág. 106 de la presente Introduc-
golpe de gente para desbaratar la lábrica: Gra- 5 El ya citado Pereda hacia la ingenua de-
cian los recibe , no sin haber antes degollado á su claración de que «no había noticia auténtica que
,
tradición relativa ü Nuestra Señora de Atocha , háse asegurado también que esta vene-
rada efigie fué traida a Madrid por Santiago, siendo debida su talla á Joseph Nicodemus
y su pintura á San Lúeas. Púsola (añaden) en su trono San Colocero, creciendo de dia
,
en dia la devoción, hasta que afligida España con la invasión de los sarracenos y teme-
rosos los cristianos de que fuese por ellos profanada , encerráronla en un cubo de la mu-
ralla cercano á su iglesia. Permaneció allí oculta por espacio de 373 años, hasta que lle-
muro, dejándola del todo al descubierto [1085]. Con júbilo inusitado celebró el pueblo
costaba sobre el cubo, consagróla desde entonces la más ardiente devoción bajo el titulo
Tal es en suma la tradición piadosa que á esta imagen se refiere , tradición recibida
y acatada como verdadera por casi todos los que han escrito de la Villa y Corte. Pero
¿en qué fundamentos históricos se funda?... Los más crédulos ó interesados han presen-
tado , como inequívoco comprobante una lámina de bronce que dicen haber
, existido en
el pilar frontero á la puerta principal de la Iglesia de Santa María , « donde en letras gó-
ticas (añaden) está esculpida aquesta historia [de la aparición], deduciéndose de ello
• que por lo menos data la efigie del tiempo de los godos » '. A la verdad nosotros no he-
mos podido examinar semejante lámina, destruida acaso, como otras muchas antigüeda-
des en las frecuentes mudanzas y reparaciones, de que la referida Iglesia ha sido víctima;
lo que se pretende, por que siendo escrita, cuando más en el siglo XII, no podian los
dijese el principio, cuándo se comenzó esta santa "griegos que escribió su Evangelio y el libro de
devoción [de la Virgen] ni de dónde vino , ni quién »los Hechos de los apóstoles en griego.» Al tener
Irajo esta santa imagen A este lugar. No le imitó presente que Quintana se estaba refiriendo á la
sin embargo Quintana, adelantándose á dar por autoridad de Pereda, no puede menos de mara-
seguro lo de que se trajo de Antioquia y dedu- villarnos su crédula inventiva , la cual se eger-
ciendo por tanto que pertenece al tiempo de los cita así mismo en otras muchas ocasiones, según
apóstoles, habiendo hecho el evangelista San Lú- hemos notado ya y advertiremos adelante.
cas las cifras griegas que se veian en el Irono 1 Es entre todos digno de citarse el tantas
ó peana de la estatua, '(mayormente, (dice) te- veces mencionado Quintana, Historia de Madrid
i»niendo como tuvo tan gran comunicación con los capítulo XXLllI, folio 01 , vuelto.
12S HISTORIA DE MADRID.
caracteres de semejante inscripción ofrecer relación alguna con aquellos de que decia San
Kuí^enio quos nos scviptUamus , siendo en consecuencia poco valedera toda deducción
que sólo reconociese esta base. El único monumento que se ha traido al terreno de la
La tradición vive sin embarg'o y tiene profundas raices en la piedad del pueblo ma-
drileño: confírmanla, en lo relativo al descubrimiento de la Virgen, notables privilegios,
y dánle después general autoridad públicas inscripciones ^ : unida á la historia del templo,
donde se asegura que fué la imagen colocada por Alfonso VI, prosigue en toda la edad-
media sin interrupción ni menoscabo -, y llega á los tiempos modernos igualmente respe-
tada ^. Pero en medio de esta venerable tradición ¿qué nos dice la actual estatua de la
del acierto mueve la pluma del historiador y es ya axioma trivial de la ciencia el que los
dos detenidamente sus caracteres , al paso que reconocemos en ella mérito extraordina-
rio , nos vemos forzados á negarle la antigüedad que hemos hallado complacidos en la
de altura, y aparece cubierta de túnica y manto que descienden hasta los pies, mostran-
za de la escultura de los siglos XII , XIII y XIV aparece el modelado de sus paños ;
pro-
porcionado y no falto de corrección, bien que ejecutado con cierta timidez, el rostro de
la Virgen; menos afortunado, aunque mucho más conforme con la verdad de la naturale-
za que los de épocas anteriores , el desnudo del Niño; las manos por último, si no perfec-
tamente modeladas, movidas al menos con mayor soltura que en las estatuas de otros
siglos *. Todo nos hace recordar , examinando esta bella efigie (que un traje de tan mal
gusto como caprichoso y anti-artístico hurta á las piadosas miradas de los fieles) , las pro-
ducciones debidas á la estatuaria durante la segunda mitad del siglo XV , y muy princi-
1 Véase la pág. 8 de esta Introducción. 4 La estatua estuvo sin duda pintada y cs-
2 Consúltese entre otros documentos irrefra- tofada: restaurada no lia mucho, .'se lian conser-
fíables el privilegio que dejamos extractado en la vado los colores de túnica y manto; pero no el
-VI t)
INTRODUCCIÓN, CAP. IV. 129
pálmente las que decoran y embellecen los famosos templos del Parral y Sanio Domingo
cimiento de que el arte , á que es debida la actual estatua de Santa María de la Almu-
dena saliendo ya de
, la oscura noche de los tiempos medios, pugnaba generoso para ha-
cer suyas, y ostentar como tales, las conquistas del Renacimiento: todo nos conduce
finalmente á tener por seguro que la referida estatua no puede, artísticamente hablando,
rio es confesar que el argumento tiene mucha fuerza. Ninguno de los cronistas de Madrid
ha hecho la menor indicación sobre este cambio; mas si la estatua de piedra, que se puso
bado una y otra vez hasta el punto de ser reemplazada por la que hoy existe -, ¿por qué
hemos de extrañar que la primitiva efigie de madera viniese con los siglos á tal extremo
de deterioro que llamase al cabo la piadosa atención de la reina Católica, quien movida de
reina y estudiada la estatua con la madurez que pide este asunto, lejos de juzgar des-
única explicación satisfactoria que puede concertar y hacer una la tradición de la edad-
pótesi cobrará todo su valor á los ojos de los hombres piadosos y entendidos en la his-
toria de las bellas artes, con el examen de la misma estatua, cuyo fiel diseño acompaña-
mos 5.
Con historia menos maravillosa existe en la misma iglesia de Santa María otra re-
presentación de la Divina Madre del Verbo , bajo la singular advocación de Nuestra Se-
1 Erigidos por Enrique IV y por los Reyes Ca- el patio de las actuales Casas del Ayuntamiento,
la imagen de Sania María de la Almudena, ex- publicamente que liemos hallado en el señor cura
cede en la gracia del conjunto y en la delicade- de Santa María la mayor solicitud para facilitar-
za de la ejecución á las indicadas estatuas, á lo nos los medios de hacer este estudio. No hubiera
cual ha podido acaso contribuir la circunstancia sin embargo sido fructuoso ni completo, sin la me-
de no ser meramente ornamental como aquellas, diacion de la señora marquesa de Malpica, á quien
Su disposición indica , sin embargo que se escul- debemos la singular fineza de haber mandado
pió para ser colocada en una hornacina. quitar el traje que cubre á la bella estatua de la
guslo de la época en que se esculpió, y que sirvió dose el diseño oportuno. Reciba pues esta ilus-
dcsdichadamente de modelo á la que hoy se vé Irada Señora las más sinceras gracias, ya que no
Tomo I. 21
l.'W HISTORIA DE MADRID.
ñora de la Flor de Lis; pero no sin que ofrezca algo extraordinario, principalmente en
cuanto á su descubrimiento se refiere. Escribe el licenciado Quintana • que por los años de
1624, con motivo de la solemne festividad que la reina doña Isabel de Borbon consagró
á Santa María de la Ahnudena, para impetrar su gracia, fué descubierta la pintura mural
que representa aquella devota imagen. Ocupaba á la sazón la de Santa María una capilla
muy pequeña; y como se pensara en trasladarla al altar mayor, fué necesario para ha-
cerle plaza quitar algunos tableros del retablo principal , con lo que apareció al descu-
-
bierto, no sin general sorpresa, la ya indicada representación de la Virgen.
Pero ¿á qué época se remonta esta pintura, tanto más digna de aprecio, artística-
minar las traslaciones de que Nuestra Señora de la Flor de Lis ha sido objeto ^.
Historiadores hay que no vacilan en llevar tan peregrina imagen al reinado de Al-
fonso VI , asegurando que fué pintada , al restituir al culto cristiano la antigua iglesia,
mezquita un dia de los sarracenos. Por único fiador de esta opinión citan una cruz traza-
da al pié de la Virgen, como una de las que, conforme á la liturgia romana, fueron
puestas en el templo para señal de que habla este salido de la servidumbre mahometa-
Madrid, en que la iglesia se restituye al culto cristiano (1083), hasta que el rito galicano
se adopta en Castilla , único instante en que pudo figurar la cruz propiamente romana en
nuestro suelo (10S6), median tres largos años, será bien asentar desde luego que no es
posible en modo alguno llevar la expresada pintura á los últimos dias del siglo XI.
Cierto es que no carece de algunos rasgos de antigüedad, tales como los nimbos dora-
dos que rodean las cabezas de la Virgen y del Nulo Dios , la forma prolongada de los ros-
tros, la rigidez de las manos, el plegado anguloso de los paños, la sencilla traza de tú-
su diestra para echar la bendición , de igual suerte que el ya descrito de Nuestra Señora
1 Cap. XLII, fól. 58, vuelto. inscripción referida, permaneció de este modo
2 Según consta de una inscripción colocada en «catorce años , contados desde la invención hasta
un cuadro al lado del evangelio del altar, donde el de 1658, en que (no se expresa con qué motivo
actualmente se halla esta pintura, después de su ni por qué causa) cortando el pedazo de fábrica
invención, «por la prisa que tenian de aderezar, que ocupaba la Imagen de Nuestra Señora ,
fué
la iglesia de Santa .Maria para la novena que la colocada á los pies de la iglesia ,
donde ha perma-
reina Isabel queria hacer, volvieron á dejar esta necido hasta el 18 de octubre del año de 1834,
pintura detras del retablo principal, si bien sa- en que fué trasladada á este sitio, á expensas de
carón una copia de ella para la reina y otras al- sus devotos».
de Atocha. Pero si todos estos accidentes nos revelan , aun en medio de las infelicísimas
tístico, sobre no tenerlos por suficientes para atribuirle aquella pretendida antigüedad,
gen de fines ó mediados del siglo XIII. Persuádenos de ello , entre varias consideracio-
nes , el recuerdo de otras pinturas murales de la expresada época , y más que todo el de
las miniaturas que exornan los códices de las celebradas Cantigas del Piey Sabio ;
pues
vía sobresalen no pocos rasgos, demás de los citados arriba, entre los cuales no son para
desechados ni la manera de agrupar , ni las proporciones de las partes entre sí ,
que acer-
can el arte de las mencionadas miniaturas al arte de la pintura mural que examinamos.
Más fijada en la forma hoy posible la época , á que sin duda corresponde la imagen
de Nuestra Señora de la Flor de Lis, ¿con qué ocasión (repetimos) fué pintada en la
Los que la hicieron coetánea de Alfonso VI , tuvieron por cosa natural y llana el que
fué debida á la reina doña Constanza , francesa de nación que tanta influencia egerce en
el ánimo del rey castellano ; y se fundan principalmente en la flor de lis que tiene la Vir-
las cosas de Castilla. ¿Pero puede hoy asegurarse que la flor ostentada por la Virgen , sea
efectivamente la Us adoptada por la heráldica francesa?... Y dado caso que esto pudiera
afirmarse y que brillase ya en las armas reales * como en siglos posteriores, ¿no será más
verosímil el buscar en la misma centuria XIIP, alguna explicación un tanto satisfactoria?. .
Si con este propósito trajésemos á la memoria la tierna amistad que une al Rey Sabio con
1 La adopción de la flor de lis , como emble- de autenticidad y aparece más autorizada la opi-
ma de la casa Real de Francia , es uno de los tie- nion de que Hugo Capelo formó de flores de lis su
chos históricos más controvertidos. Algunos es- corona , ó acaso como algunos aseguran de hierros
crilores franceses han querido encontrar su origen de «ííí/o/í, antigua lanza franca que se parecía á las
en las flores de loto dolos egipcios, mientras /7wt« (/<;//«. Asegúrase también que en H 25 apa-
otros, viniendo á más cercana edad, creen hallar recian las enseñas francesas sembradas de flores
en la tumba deChildcrico I relieves, entre los cua- de lis, hallándose en las monedas de Luis el jó-
les ílguran abejas ó flores de lis; y otros obser- ven figuras parecidas. Como quiera, es indudable
van que la corona y cetro de la antigua estatua de que el escudo de Francia llevó desde los Capetos
Fredogunda de San Germán do los Prados, se vela número fijo do ¡lores de lis, que no está averigua-
adornada de aquellas flores. Ofrece más carácter do si redujo á tres Carlos Vó Felipe de Valois.
132 FIISTORIA DE MADRID.
SU primo , San Luis de Francia , de quien recibe insignes presentes religiosos , artísticos
y aun literarios ' , no habria tal vez motivo para desechar como absurda la suposición de
que en honra de aquel virtuoso y santo monarca , mandó pintar la precitada imagen el
principe historiador, que atribuía á Madrid la gloria de haber sido cabeza de obispado.
Esta indicación no pasa de la esfera de las hipótesis; pero cuando el examen de las repre-
que era costumbre en aquellos lejanos siglos el exornarlas con flores ó frutos, los cuales
cidente tenga fuerza para trastornar las leyes de la crítica , reconocidos los verdaderos
rístico del siglo XIII: «Tiene vara y quarta de alto la Santa Imagen (observan): su postura
perfectísimas facciones. No tiene toca en la cabeza, ni corona, sino diadema [nimbo] que ,
denota grande antigüedad: los cabellos largos con grande honestidad y decencia, caídos
sobre las hombros; el cuello descubierto, y del pendiente en una cinta encarnada un jo-
yel que cae sobre el pecho: el vestido verde , el manto blanco con su orla, y forrado en
colorado. Al lado izquierdo tiene el Niño, sentado en su regazo, teniéndole con aquel bra-
zo: el cual tiene sobre la cabeza diadema [nimbo] como la Madre; el cabello cortado con
1 Aludimos á la preciosa arqueta, bellamen- sobre esta cuestión, si las restauraciones de que
Sagrario de Toledo, y á los notables códices del signia de Calalrava. ¿Será esta cruz la primiti-
mismo Rey Sabio menciona en sü iestamenlo. Una pecio esta difícil investigación, con no poca ven-
razón tenidos en la mayor estima por el nieto de 3 En las úlliniiis restauraciones se han repin-
doña Berenguela, para quien era no menos acepta tado dolorosamente los rostros de Virgen y Niño.
la ilustración que la virtud del rey San Luis de La piedad ignorante es el más cruel enemigo de
de la iglesia ,
podría sin duda derramar alguna luz más á mediados del siglo XIH.
iiisT(ii;i.\ iiK i..\ vii,i..\ V cunTE dk M.\niMi).
8iA .
INTROD'TCCION, CAP. IV. 133
con la mano izquierda, assiendo an mundo que tiene sobre su regazo, la derecha levanta-
da echando la bendición. Tenia vestida una túnica colorada motadiza; la mano derecha
de la Madre tenia una flor de lis de oro arrimada al pecho ,
que caia debajo del joyel» '.
Tal es en suma la devota imagen de Nuestra Señora de la Flor de Lis, que aun mal-
tratada , más por la ignorancia de los restauradores que por las injurias del tiempo ^ es
uno de los monumentos más interesantes y curiosos de la pintura mural española , y una
de las pocas joyas artísticas de la edad-media que posee la Villa y Corte. Con su examen
parécenos bien poner término á las investigaciones artístico-arqueológicas á que nos con-
vidaban las antigüedades cristianas que encierra aquella en su recinto, observando no sin
con harta frecuencia los obligados apologistas de Madrid , y no es posible abrazar abier-
tamente todas sus opiniones hay principalmente en las que se refieren á los monumentos
,
nueva luz del estudio propiamente científico, por más que este contribuya á desvanecer
de la ciencia las arduas cuestiones que el capricho ó la ignorancia de otros días había de
sol , indispensable era por tanto examinar con madurez y circunspección los orígenes fa-
separa al oro de la vil escoria. Y tan lejos nos hemos hallado de los visionarios que osa-
ron colocar la fundación de Madrid junto al gran castigo del Diluvio, como de los que ne-
gándole toda antigüedad , pretendieron reducirla á la insignificante condición de castillo
1 Al hacer esta descripción, añade Quintana: Deslado tantos centenares de años» (Cap. XLH.
"La priesa que tenian (en 1624) de aderezar es- folio 59).
»la [capilla] de Santa María, para la novena que 2 Como pueden deducir los lectores, no esta-
)>Su Magestad [doña Isabel de Borbon] queria ba pintada al óleo, manera que sólo llega á in-
"hacer ,
por estar cercana al parto, no dio lugar ventarse en la segunda mitad del siglo XV. Las
»á deliberar lo que se avia de hazer desta Santa restauraciones se han hecho sin embargo al óleo,
i)Imágen ; y asi la volvieron á dejar detras del lo cual dice demasiado sobre el acierto con que
ig-norados hasta ahora , bien que de tanta autoridad en este linage de investigaciones que
Ni hubiera sido completo este trabajo, sin tomar en cuenta, tratándose de una pobla-
ción cuyos hijos han hecho en todos tiempos gala de piedad , sus tradiciones religiosas.
ha estado muy lejos de nosotros la vana presunción de haber logrado todo acierto y más
aun la irreverente osadia de arrebatar al pueblo madrileño el tesoro de sus piadosas tradi-
Por difíciles senderos, cubiertos á menudo de espinas ó malezas y donde apenas era
posible descubrir seguras huellas, hemos pues llegado al punto á que aspirábamos. Echa-
dos quedan los cimientos del edificio que nos proponemos levantar, no sin abundante aco-
pio de peregrinos materiales ; resueltas ó expuestas á nueva luz las cuestiones que han
días. Pero ni osamos 'creer que hemos pronunciado la última palabra en todas estas dis-
quisiciones críticas, ni las juzgamos ajenas de nueva ilustración y estudio. Con el más
vivo anhelo de alcanzar la verdad, con entera buena fé las hemos sin embargo abordado y
tratado ,
pareciéndonos justo indicar que si no nos ha sido dado lograr siempre el acierto,
hemos conseguido al menos disipar las fábulas y desbaratar las monstruosas invenciones
que plagaban los orígenes de Madrid, pudiendo ya penetrar, sin riesgo de extraviarnos, en
el estenso y variado campo que nos ofrece su historia. Pasemos pues á este nuevo estudio.
HISTORIA 1 LA VILLA \ CORTE M IIADRID.
PRIMERA PARTE.
HISTOKIAIIK I.AVlM.AVniUTr llK .\1 ADItlII
/\^Ji
H^F
CAPITULO I.
J
Estado de España durante la primera mitad del —Ramiro —Empresa de Madrid.—Éxito brillante
siglo X. 11.
fines del siglo X. — Mahommed-Ebn-Abí-Araer (Almanzor). — Su predilección á Madrid. — Caida del Califato. — Di-
nastía toledana. — El reino de —Fernando —Sus expediciones victoriosas. — Su empresa contra Madrid.
Castilla. I.
—Ríndele parias rey moro de Toledo. —Nacimiento de San Isidro. — Cerco de Madrid por Alfonso VI. — Con-
el
Madrid pone cerco á Alcalá. — Privilegio de Alfonso VI en favor de monjes de San Martin. — Vasallos mudeja-
los
cinos , desamparada de los moradores, viuda et asolada de los sus fijos , confondida de los
¡bárbaros, desmedrada por llanto et por llaga; fallesQida de fortaleza, flaca de fuerza,
marcha triunfal ante las montañas de Asturias, en que un puñado de héroes osaron afron-
tar el incontrastable poder de los Califas orientales. Las llamas de aquel incendio ,
que
La inicial que encabeza este capítulo está tomada de un precioso códice del siglo XII.
1 Crónica general [Estoria de Es-jxtima] pá- gina 202 y siguientes de la edición de Ocampo.
Tomo I.
22
138 IIISTOniA DE MADRID.
pensaron sofocar fácilmente los Emires de Córdoba , cundían en breve á otras comarcas,
y no sin asombro veian los sectarios del falso profeta levantarse , con altas esperanzas de
sucesivo engrandecimiento, aquellas monarquías, en que fundidas las antiguas razas y
tiempo inexpugnables baluartes , donde se estrellan las oleadas del África y del Asia,
preludiando ya en medio de terribles conflictos ,
que debia coronar en siglos venideros el
Pero no sin heroicos esfuerzos : echados en el suelo español por el renombrado Abd-
er-Rahman I , los cimientos al Califato de Occidente , viéronse una y otra vez amenaza-
las tribus mahometanas el espíritu de rebelión y de anarquía que trajo al trono de Cór-
doba al último de los Omeyas , hubiera logrado realizar los fines de su imperio el flo-
reciente Califato. Débiles en demasía las manos de los Emires para refrenar el tumulto de
Respetado de los extraños , cuyas empresas desbarata , amado de los propios , cuya
prosperidad fomenta, protector ilustrado de las ciencias y de las letras, fomentador de las
artes, cuyas lecciones y maestros pide, como los antiguos reyes visigodos, al Imperio de
Bizancio, logra Abd-er-Rahman cimentar sobre anchas bases aquella civiHzacion que ga-
con duraderos resplandores el astro del Califato ; y si amenaza un dia el alfanje de Abd-
er-Rahman la existencia del cristianismo, repuesto de aquel gran conflicto por el animoso
aliento de los Alfonsos y los Ordoños, de los Iñigos y los Sanchos, de los Wifredos y los
da, y en San Juan de Jerusalem, ñrme en el irrevocable juramento de rescatar las tierras
^
y provincias, que los enemigos de Dios y de la patria tenían usurpadas.
Emulo digno de Alfonso el Magno , como infatigable enemigo del Islam , aparece á
nuestra vista en los primeros tercios del siglo X el valeroso Ramiro II, rey enérgico y beli-
coso, cual lo habían menester los cristianos para resistir el impetuoso torrente de las vic-
toriosas huestes cordobesas : lastímanos en verdad el verle manchar sus manos en la san-
1 Véanse nuestros Estudios históricos sobre bos Mundos, lomo II, phg. 991), donde tratamos
gre de los hijos de Fruela, no respetado su propio hermano , á quien como aquellos, si-
guiendo las bárbaras costumbres de otros dias , condena á perpetua oscuridad quebrán-
dole los ojos. Mas ansiando borrar del ánimo de sus naturales el terrible efecto de tan inu-
sitada crueldad, arma Ramiro su diestra contra la morisma, y «no olvidando que aquel
mismo ejército que le habia servido para reducir y castigar á su hermano y primos, se ha-
bla congregado para combatir á los sarracenos » ^ , dispónese á llevarlo al territorio mu-
sulmán , no sin que abrigue en su pecho halagüeña esperanza de segura victoria.
Prudente como animoso no aventura sin embargo Ramiro , el éxito de su primera em-
presa, dejándose llevar de los impulsos de su pecho: para fijar el punto á donde ha de
cito que le ayuden , con sus luces y su experiencia , en la santa empresa que medita. En
las regiones orientales al reino de León se fijaron unánimes las miradas del rey y de sus
condes ; y el muro invencible que las nevadas cimas del Guadarrama parecían levantar
entre las belicosas comarcas de Toledo y la tierra de los castillos , vióse bien pronto
altura, levantábase no lejos de las faldas de aquella sierra, una población igualmente
fortalecida por el arte, que señalada con el nombre de Medina- MacJmth era uno de ,
los más poderosos baluartes, que oponía el Califato al creciente imperio de los cristianos:
Medina Machrith fué pues la primera ciudad en que , tomado el cuerdo consejo de sus
magnates dio Ramiro , U aviso á los sucesores de Abd-er-Rahman de que no habia muer-
Llegaron sobre la ciudad las huestes leonesas un domingo de abril del año 931; y co-
giéndola tal vez de sorpresa , como parece indicarnos el veraz cronista de aquel glorioso
moradores, rotos los muros con el golpear de ingenios y fundíbulos, y escalado el adarve
1 Don Modesto Lafuente, Historia general de gregalo exercitu, pergens ad Civitatem, quíe dici-
España , tomo III, pág. 423. tur Mageriti, confregit muros eius, et máximas
2 La primera noticia que de esta empresa se fecil strages , Dominica die : adiuvante clementia
llalla, es debida al obispo Sampiro, de quien la to- Dei, reversus est in domum suam cum victo-
maron después el monje de Silos, don Pelayo, el ria in pace» (Sandoval en su Crónica de los cinco
lium inniit cum ómnibus magnatibus regni sui, tre otros historiadores y geógrafos de esta raza,
por los más denodados guerreros, cuya capitanía quiso para sí el mismo rey, tremoló en
breve su triunfadora enseña sobre los minaretes madrileños. Penetraron en la ciudad con
ímpetu irresistible sus vencedoras huestes ; y ora sañudas con la resistencia , ora estimu-
ladas por el triunfo, llevaron donde quiera la desolación y la matanza, manifestando así
que no habian llegado aun los dias de la tolerancia que debia animar en tiempos no leja-
vencimiento, resolvióse á destruir del todo los muros de la asaltada fortaleza. Cargado
de ricos despojos , tomaba luego la vuelta de sus Estados, no sin probar antes el temple
de sus armas en la fronteriza Talavera, burlando la vigilancia del walí de Toledo, que
allegando numeroso ejército, intentó en vano atajar la marcha triunfante de las haces
cristianas *.
Y fué la empresa de Madrid tanto más gloriosa para el rey de León cuanto que
sólo habian trascurrido cinco años desde que rescatando el Califa cordobés, Abd-er-
Rahman III, tras largo y porfiado cerco, la ciudad de Toledo del poder del rebelde Djafar-
Ebn-Hafsun, habia puesto grande empeño y cuidado en fortificar aquella parte de la fron-
tera. Noticioso pues del inesperado desastre, acude diligente á reponer los muros, torres y
propugnáculos que habian reducido á escombros los ingenios de los cristianos , levantán-
dose á poco la desmantelada Medina Machrith con la misma ó mayor fortaleza que antes
ostentara.
1 No ha faltado quien pretenda despojar á ímpetu de las armas castellanas, fueron un do-
Ramiro II de la legitima gloria de haber sido el mingo asaltados y pasados á cuchillo los que ¡lor-
primero que penetró victorioso, con la cristiana fiaron en la defensa, quedando los demás cauti-
enseña, en esta ciudad. Según el Ms., antes de vos: por no ser posible sustentar la villa (añade),
ahora citado , de Antonio León Pinelo, el primero la quemaron y destruyeron.» Esta noticia no apa-
que intentó la restauración de Madrid fué el cé- rece justificada con documento digno de crédito:
se los árabes , ayudados de la fortaleza del lugar 2 San Eulogio en su Documenlum martiríale
y de las minas secretas del alcázar , se sostuvie- y Alvaro Cordobés en su Indicidus luminosus re-
ron muchos dias, hasta que no pudiendo sufrir el fieren dolorosamente esta persecución terrible.
m
era.
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^
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PRIMERA PARTE, CAP. í. 141
punto de su apog-co y no sin razón ha sido apellidado el siglo de oro de las letras musul-
«de Al-Haken en la España árabe; pero no sin que Al-Haken, como Octavio César, diera
«antes pruebas de que si deseaba la paz, no era porque no supiese guerrear y vencer, sino
«porque amaba más las musas que las lides , los libros que los alfanges , los verdes lau-
» relés de las academias que los laureles ensangrentados de las batallas ; y nadie con más
«gusto que Al-Haken II hubiera mandado cerrar el templo de Jano, si los hijos de Maho-
ses á su cultivo, no esquivando su protección á los filósofos y á los historiadores, á los as-
trónomos y á los poetas que en aquella edad y en aquella espléndida corte florecieron.
fruto de los grandes esfuerzos realizados desde que Abd-er-rahaman I fundaba en Córdoba
también observar bajo la relación militar y política, que distraído algún tanto de las artes
de la guerra, olvidaba Al-Haken á los enemigos naturales del nombre de Mahoma, dando
así ocasión á que se robustecieran de día en día , y preparando al par sin advertirlo la
y mal seguro que sostenía y refrenaba sólo el despotismo militar de los Califas, iba á ser
despedazado por sus propios caudillos y magnates. Un hombre se levanta sin embargo en
medio de aquella amenazadora borrasca destinado á aplazar , la ruina del pueblo musul-
mán , mientras fomentaba el descrédito y ponía de resalto con sus raras virtudes la ab-
yección é impotencia del apocado Califa. Hixen II , ñaco de corazón y apegado en dema-
sía á los placeres sensuales , hundido en los jardines de sus serrallos , olvida la gloria de
1 Lafucnlc (D. Modesto), Historia general de España, toni. IV, pág. 27.
142 HISTORIA DE MADRID.
bustos hombros el peso todo del Cal¡t;\to español, que parecía ya próximo á su ocaso.
Oriundo de ilustre familia de los árabes del Yemen ^, aunque ocupada su primera juven-
tud en modestos oficios , eleváronle en breve las altas dotes de su ingenio (que rara vez
dejan de ser llave de los mayores encumbramientos) desde la puerta del alcázar cor-
dobés, donde servia el oficio de alcatib, al honroso puesto de secretario y consejero ínti-
Hixen II, en que iba á ser realmente el verdadero Califa. Tal fué en efecto Mahommed-
Ebn-Abí-Amer nombre que , trueca muy pronto la entusiasta muchedumbre por los dic-
. Levantado á la cumbre del poder , no es para Almanzor un misterio que sólo le era
mo y el fuego patriótico de la guerra santa: Almanzor volvió por tanto sus miradas á las
las fuerzas del Califato , dispónese animoso á dar principio á aquella serie de campañas,
que llevando el terror y la desolación á las más apartadas comarcas del cristianismo,
debían reducirlo al último extremo. Almanzor, madurado su plan y reconocidos sus ele-
mentos de acción, señala en las fronteras las ciudades y fortalezas de donde iban á partir
periódicamente sus expediciones, cabiendo á la ciudad destruida por las vencedoras haces
como uno de los arsenales , donde debia forjarse el rayo que hiriese al reino de León y al
Contábase el año 366 de la Egira (977 de la Encarnación) , cuando recorridas con es-
-
panto de los cristianos las tierras que apellidaban los árabes frontera alta ;
puestas en
conturbación las regiones occidentales (del Algarbe ^); y descargadas sus iras sobre las
yan-Almoghreb (tom. II, pág. 233, y Alraacari, que por efecto de circunstancias especiales, ha
tomo I, pág. 178) es la siguiente: «Abu-Amer- publicado en forma de novela y bajo el título de
Mahommed, hijo de Abu-Hafss-Abdallah hijo de Leyendas árabes , el entendido joven don Francis-
Amer, hijo de Abu-Amer-Mahommed , hijo de Al- co Javier Simonet, quien empieza á distinguirse
Amer-el-Maafiri ó de la tribu de Maafir , deseen- 2 Daban este nombre Tzagr alali á las fron-
dienle de Himyar. Los lectores que desearen ma- leras de Navarra, Aragón y Cataluña,
yor ilustración sobre los hechos de Almanzor, 3 Con este título denotaban los árabes las re-
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comarcas de Alhama, resuélvese Almanzor, apenas pasado el mes de abril ', á llevar sus
por el infatigable Emir para congregar sus ejércitos: en ella debian pues reconcentrarse
las aguerridas huestes, con que el wacir Ghaleb-el-Nasserí inquietaba, por mandato de
nán González ; y á ella debian por último concurrir las falanges cordobesas, capitaneadas
por el mismo Mahommed. El plazo señalado se cumple , y recibido Almanzor por el es-
forzado Ghaleb al pié de los muros reconstruidos por Abd-er-Rahman, divisan ambos
guerreros desde las alturas del Manzanares las encrespadas cumbres del Guadarrama,
que iban á salvar al dia siguiente sus soldados ^. Castilla fué en efecto presa de la saña
del Emir, quien haciendo doloroso estrago en los cristianos, volvia cargado de cautivos
y despojos á la ciudad, que lloró un dia la saña de Ramiro II y que se juzgaba ahora ven-
gada de aquella afrenta , sin sospechar siquiera que no estaba distante el dia en que vol-
viese para siempre al poder cristiano.
momento de su ruina. Engreído Almanzor por sus grandes victorias , irrítale la resisten-
cia que oponen á sus indomables falanges las mermadas huestes de Castilla (batalla
de Oxma) 5; y aspirando á destruirlas para dejar allanado á sus correrlas (gazuas) el ca-
mino de León, Aragón y Navarra, penetra con nuevo y más poderoso ejército hasta los
campos de Hacinas (Facinas), donde halla á los guerreros de la cruz acaudillados por Fer-
nán González. La suerte de las armas fué ahora adversa al soberbio Emir, que hasta aquel
primavera de 1002 las fronteras de Castilla. El terror iba delante de sus banderas: el fue-
go y el hierro dejaban rastro humeante donde quiera que dirigía sus pasos : á las faldas
del Cerro de los Buitres (Calatañazor) detenia al cabo su aterradora marcha; allí le afron-
tan los estandartes de León y la mezquina hueste que rige y guia el denodado Fernán
González. Lid tan sangrienta como inverosímil, se traba luego al pié de aquella colina, que
Dios habia escogido para eternal monumento del heroísmo castellano y tumba del Cali-
fato de Occidente : las cruces se alzan al cabo vencedoras sobre los estandartes de Al-
manzor ; y herido de muerte el mismo Emir, sale difícilmente del campo de batalla para
1 Pasada la alfura , ó la pascua que sigue al No se olvide que no ha sido hasla ahora tomado
ayuno del mes de Raniadhan , correspondiente al en cuenta por ninguno de los historiadores de la
mes de mayo. Villa y Corte.
2 Dejamos ya indicado este hecho al tratar 3 El arzobispo don Rodrigo Chron. Rerim
de la importancia que logra Madrid durante la Ilisp. libro V, cap. VI.
dominación sarracena (Inlroduccion, cap. III).
144 HISTORIA DE MADRID.
doba, y apenas es dado á las reliquias de aquel temible ejército volver al suelo andaluz,
para derramar por todos los ángulos del imperio musulmán los tristes ecos de la muerte^.
« Almanzor ha muerto » exclamaban los aterrados ulemas y repetían los poetas del is-
lamismo: «¿Quién defenderá ya á las hijas del Islam del furor cristiano» ? En balde Abd-
el-Melik, primogénito de Almanzor, atiende á conjurar la inevitable ruina: derribado del
poder por su propio hermano Abd-er-Rahman , brotan por todas partes las llamas de la
discordia civil ,
que sólo habia podido refrenar la poderosa mano de los Abd-Rahma-
ues ; y desautorizado y envilecido el mísero Hixen bajo la tutela de sus privados, ni tie-
ne voluntad para egercer la absoluta potestad de los Califas, ni abriga siquiera valor bas-
tante para imponer á sus revueltos proceres el sacrificio de acallar sus querellas ante las
aras del patriotismo. Córdoba , asiento al comenzar el siglo X de las ciencias y de las le-
tras y emporio de las artes, ve cada dia llena de , terror, ensangrentadas sus plazas y pro-
fanadas sus mezquitas por los impíos odios de las facciones que la despedazan : á la ca-
destronamientos y las usurpaciones , teniendo apenas tiempo los historiadores para con-
signar, sobrecogidos de terror é indignación, los nombres de Mahommed III, Yahia é Hi-
xen III , último vastago de aquella gloriosa dinastía que tiene también su Augústulo y
su Carlos II.
mos magnates que hablan contribuido á destruirlo. Córdoba, Almería, Málaga, Sevilla y
Badajoz en el Medio-dia y en el Occidente; Murcia, Valencia y Zaragoza en las regiones
membrado para siempre el temido imperio de los Beni-Omeyas. Nuevas dmastías se le-
vantan al par de aquella inmensa catástrofe: señálanse entre todas las de los Al-Hame-
ries, los Tadjwitas y los Beniuditas, y logra no poca autoridad y predominio la de los
cupo en suerte aquel famoso waliato tantas veces rebelde á los Califas de Córdoba que
,
,
tenia puesta su silla en la antigua corte de los Recaredos y de los Receswintos [1012].
Fiadores: el arzobispo don Rodrigo dice sin era- la batalla del Cerro de los Buitres: «Almanzor
bargo: «De nocte fugiens [Almanzor] ciim venís- «aiilom qui semper invictus fiierat, tanto dolore
set advallem Borgccorexi, dolorevexatus animara »prosternitiir, ut á die priTlii ñeque cibura ne-
exhalavit, et ad Medinam quae caelum dicitur, est »que potum sumpsorit , doñee diem conclusit ex-
áehlns^) {Chron. Reriim Ilisj}. \\h. V, cap. XV). «Iremum» (Id., id., id).
llIsrOHIAIIK 1-A VILLA Y (MTK DK MAltllin
RR^
f EBiai^BíB Q M EaSTttó»
PRIMERA PAUTE, CAP. I. 145
Uclix (üclés), Alfamin, Wclba , Caracoi (Caracucl), Aurilh (Oreto) y oíros muchos
señalan sus fronteras respecto de los nuevos Estados musulmanes: Talbira y Machrilh (Ta-
layera y Madrid) son baluarte y llave poderosa que defienden y cierran el reino crea-
do en Toledo contra las frecuentes algaras y rebatos de castellanos y leoneses. Las ven-
cedoras armas de los Beni-Dhi-n-nun dilatan en breve el poderío de aquella monarquía,
por el Oriente hasta la ciudad de Valencia que sujetan al cabo á su dominio: por el Me-
dio-dia hasta su antigua rival y metrópoli , la destronada Córdoba.
grande obra de Abd-er-Rahman I, no fué por cierto menos fatal para la grey muslímica
el cambio que aquel memorable acontecimiento produce en sus relaciones con las monar-
quías cristianas. Aquejadas estas por el terrible azote de Almanzor , hablan contado no
pocos momentos de angustia , en que temieron ver reproducida la catástrofe del Guada-
lete. Dios habia concedido al primer conde independiente de Castilla la dicha de derribar
guir con mayores brios la santa empresa de Covadonga, cabiendo desde aquel instante la
á quien saluda la posteridad con el nombre de Fernando el Magno. Hijo de don Sancho
el Mayor ,
que habia reunido en sus sienes las diademas de León y de Navarra , sepa-
rándolas al morir con infeliz acuerdo, vióse forzado, como su padre, á despojar á sus
mando al cabo título de rey de Castilla. Desde aquel momento pareció amanecer para el
cristianismo halagüeña y brillante aurora: poderoso, cual no lo habia sido príncipe algu-
no desde la ruina del imperio visigodo; hazañero y batallador, Magno ycomo Alfonso el
que representaba. La guerra contra el pueblo mahometano, tantas veces reanudada como
Califato echar en ellas profundas raices , haciendo de este modo irrealizable la obra de la
un enemigo fuerte é irreconciliable. Fernando vuelve pues sus miradas á Portugal, é inau-
gura con las campañas de Coimbra Lamego y Viseo , , ante cuyos muros habia perecido
Alfonso V , aquella serie de victorias que le ganaron en breve el lauro de los grandes
pactos, iniciando aquella política tolerante y benigna que debia caracterizar en siglos pos-
teriores la reconquista [1038], puede ya sin peligro llevar sus armas á las regiones cen-
trales ; y hecha larga ofrenda ante el sepulcro de Santiago , torna á León , resuelto á pro-
seguir denodado la ya empezada obra. Lloraban los pueblos asentados orillas del Duero
do los reinos de Zaragoza y de Toledo como puntos capitales donde debian hacer prue-
ba de su esfuerzo ; y no fenecida la oportuna sazón , cae con numerosa hueste sobre las
le abren temerosas sus puertas ó ven en breve asaltados sus muros con estrago de sus
samiento concebido tras las victorias de Portugal, comienza á ser en breve realizado.
á su imperio los reinos de Valencia y de Córdoba con buena parte de las regiones meri-
dionales. Era aquella empresa la más ardua y arriesgada de cuantas habia acometido Fer-
nando!; pero lejos de arredrarle las dificultades, encendía su generoso pecho el deseo de
nos, ^ invadía como hambriento león *, las tierras sarracenas, llevándolas á sangre y fue-
devastado , no pareciendo sino que olvidado Fernando I de la benignidad usada con los
moros portugueses, ó ya pensando domar con el terror á los vasallos de Yahia, renun-
ciaba ahora al sistema de noble tolerancia, inaugurado ante los muros de Sena. Madrid,
ciudad fronteriza y repetidamente fortificada, debia también ser presa de su saña, como
lo habia sido Talamanca y lo fueron después Guadalajara y Compluto. Vana resistencia
le opusieron sus defensores: nuevo Ramiro II, rompe Fernando sus muros, pone fuego
1 Chronicon Sítense, núms. 90 y 91; España linguidas las sierras de Guadarrama en el siglo
Sagrada, tom. XVII, págs. 313 y 314. XI, según numerosos documentos testifican, con-
2 «Validissimae copiae militum» dice el Si- firmando las palabras del monje de Silos,
lense (núm. 92, idem., id). 4 «Ul famelicus leo,» dice el Silense.
citado Chronieon). Con este nombre eran pues dis- folio 283).
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PRIMEIU PARTE, CAP. I. 147
á SUS casas , alcázares y mezquitas y degollados los pobladores sarracenos , reparte con
El ruido de aquel estrago llega á Toledo, donde el poderoso Yahia se juzgaba respe-
pero ni se hallaba prevenido á lid tan formidable, siéndole imposible allegar ejército que
otros medios de conjurar la ruina de sus Estados que el de implorar personalmente la cle-
ra, ya en el asedio de Alcalá de Henares, ya al pié de los muros de Madrid, como asientan
los antiguos cronistas de la Villa , le rinde parias y se le reconoce tributario, en nombre
suyo y de su reino , conforme á la usanza de aquellos siglos -. El rey moro de Toledo
(escribe don Alfonso el Sabio) fincó por su vasallo » y el rey de León y de Castilla, ter-
minada felizmente tan difícil empresa que dejaba « á su mandar » el más poderoso reino
^
erigido sobre las ruinas del Califato andaluz, tornábase para León < mucho honrado»
y contento, rico con los despojos de la victoria y abrigando lisonjeras esperanzas para lo
futuro.
Por segunda vez la ciudad fronteriza, defensa del Califato y del reino de Toledo, habia
visto volar sobre sus quebrantados adarves los pendones cristianos y por segunda vez
Fernando I ,
que fatigaba al par á los reyes moros de Badajoz y de Sevilla hasta hacer-
1 El Silense dice, hablando en general de esta dad, siguiendo tal vez las palabras del arzobispo
campaña: «Multa castella et oppida... capit in- don Rodrigo, quien mencionada á Madrid, como
cenditque, mauros inlerficil ,
pueros et mulicres, úllimade las poblaciones destruidas por don Fer-
et omnem eorum substantiam militum praedam nando, añade: «Rex Toleli, suorum claraoribus
esse Jubet». El arzobispo don Rodrigo observa: concitatus, et muñera dedit et juramento promi-
«Talamanticam, Guadalfaiaram, Alcalá, Maieri. sil tributa amnis singulis se dalurum» {Chron.
tum, caetera loca dominii toletani in caede et in- Rer. Ilisp., lib. VI, cap. XIII citado). El hecho
cendio devastavit» (lib. VI, cap. XIII). que es cierto y gloriosísimo para el rey de Casti-
2 El Rey don Alfonso el Sabio puso este suce- lia, no puede sin embargo fijarse en determinado
so en Guadalajara: el Silense lo coloca por el con- lugar con la seguridad apetecida: en esta duda no
Irario en Alcalá de llenares, autoridad que ha se- hemos querido rechazar abiertamente la opinión
guido nuestro amigo don Modesto Lal'uenle, {Uis- de Quintana y de los que le siguen, consignando
loria (jen. de España, lom. IV; pág. 201). Todos en la lámina que representa el suceso y acompa-
los también sus tributarios ', rcponia las fortalezas derribadas por los ingenios castellanos;
cia y de Córdoba. No advertía que debilitando así el poderlo de los musulmanes, preparaba
la ruina de sus vasallos y sucesores , si bien lograba grangearse la confianza de los reyes
cristianos hasta merecer que Alfonso VI , despojado del reino por la ambición de don
Sancho el Fuerte, se pusiera en sus manos, acogiéndose á Toledo. Almamun-billáh ,• rey
Y no fué Madrid una de las ciudades en que tenia este hnage de vasallos menor
protección bajo el dominio sarraceno, según indicamos antes de ahora -. Debido era á
esta notable circunstancia el que, reinando la poderosa dinastía de los Beni-Dhi-n-nun,
ros. Ninguno más digno de veneración que el humilde labrador á quien Madrid aclama
su patrono: nacido en los últimos dias de la servidumbre mahometana ^, iba á probar
con sus eximias virtudes á los libertadores de la antigua ciudad del Manzanares, que lejos
de apagarse entre los sarracenos , se había acrisolado y brillaba más pura en la cautivi-
dad la fé de Recaredo. Criado en pobre cuna, sólo al resplandecer sus virtudes, despier-
1 Chron. Silense, núm. 95. De rehus Bispaniee; Lope de Vega Carpió, Poe-
2 Introd. , cap. II, pág. 63, y cap. III, pá- ma en alabanza ele San Isidro; Juan López de Ho-
gina 108. yos, Exequias de doña Isabel de Valuis; Gonzalo
3 No siendo posible traer acpií cuanto se ha Fernandez de Oviedo en sus Quimpiarjenas; don
dicho sobre el nacimiento del glorioso patrón de Juan Hurlado de Mendoza , Vida de San Isidro,
Madrid, remitimos al lector á las siguientes obras, MS.; el P. Fray Juan Gutiérrez, Oficio de San Isi-
si bien con la advertencia de que hallará mucho dro Labrador; elP. Fr. Francisco de Pereda, La
que leer y muy poco que contribuya á ilustrar su Patraña de Madrid; el P. Fr. Juan Orliz Lucio,
criterio. Pueden pues consultarse: La Vida y mi- Fias sancloruní; don .Marlin Carrillo, Anales: Gil
lagros de San Isidro, por Basilio Santoro en la González Dávila, Teatro de las Grandezas de Ma-
Agiografia; el .Maestro .\Iünso de Villegas, Vida de drid; Gerónimo de Quintana, Historia de la anli-
San Isidro Labrador; el Doctor Villano, Obras giiedad de Madrid; el P. Fr. .Nicolás José de la
poéticas; el P. Pedro Sánchez, de la Compañía de Cruz, Corona de cortesanos; el P. Fr. Jaime Ble-
Jesus, Del Reipio de Dios; el P. Fr. Juan de Marie- da.. Vida de San Isidro; don Juan de Vera Tásis,
ta, Historia eclesiástica; don Sancho Dávila, obis- Historia déla Virgen de la Almudena , Juan Diá-
el P. Gerónimo Román de la Biguera en la IJis- na, Memorias de la vida de San Isidro Labrador,
toria de la imperial ciudad de Toledo; Ambrosio Patrón de Madrid, y finalmente los muy doctos y
Lü* Heráldica.
Zarza, ¿iti.y i\\-
PRIMERA PARTE, CAP. T. 14!)
los tiempos de mayor rudeza, en que únicamente se cifra en el estrago del hierro la gloria
de los héroes, es posible negar á los pacíficos triunfos del esj)íritu el galardón debido á
cautiverio.
Acercábase entre tanto el dia en que tocara este á su término: poco más hablan tras-
currido de treinta años desde que los ingenios de Fernando I aportillaron los muros de
Medina Machrilh, viendo los mozárabes entrar victoriosos en la ciudad á sus hermanos de
León y de Castilla, cuando vuelve á levantarse del lado allá de los Alpes carpetanos la
terrible tempestad que iba á estallar con fuerza incontrastable sobre el poderoso reino de
Toledo. Tras largas contradicciones en que se acrisola la lealtad castellana, habla subido
al trono de Sancho II Alfonso \l: hijo y sucesor del primer Fernando , siente hervir en
sus venas la sangre de los afortunados debeladores del islamismo; y ambicionando para si
la gloria de sus antepasados, presiente generoso los triunfos que debían ganarle el titulo
levantar los ojos á grandes empresas militares: dueño de los reinos de León, Castilla y
Galicia , desde la catástrofe de Zamora, y libre de los votos que le ligaban con los to-
ta como el príncipe elegido para devolver al cristianismo la antigua corte visigoda, meta
constante á donde se hablan dirigido las miradas de los guerreros de la cruz desde el
El reino mahometano de Toledo fué pues el blanco del noble y patriótico anhelo de
Alfonso VI ;
pero Alfonso , lo mismo que su padre , no bien dobla las nevadas cum-
bres del Guadarrama , descubre como avanzado vigia de la frontera y como llave del im-
perio toledano, á la renombrada Medina Machrith, cuyos moradores y aguerrido presidio
se preparan luego á cerrarle el paso, reparando en que no contento con tenerla por tribu-
taria ,
invadía el rey de Castilla con numerosas huestes su territorio , resuelto ya á suje-
Ni era esta en verdad la vez primera que el rey don Alfonso penetraba en el territorio
madrileño: atento á desarrollar un plan tan vasto y bien meditado como pedia la conquis-
ta del reino de Toledo, habia dado en 1078 testimonio de su inmutable resolución, talan-
do los campos y robándolos ganados, incendiando las poblaciones, desbaratando las
150 HISTORIA DE MADRID.
huestes y mortificando desde entonces tan recia y constantemente á los muslimes que «ni
tiempo les dejaba para alabar á Dios » al decir de uno de sus cronistas. Las montañas
de- Ávila temblaron bajo la muchedumbre de sus soldados : cayó vencida al empuje de
sus máquinas de guerra la forlísima Talavera, y cuanto se eslendia desde aquella impor-
tante plaza hasta Madrid, vio ondear en breve el victorioso estandarte castellano.
El preciado baluarte del Califato , la ciudad querida de Almanzor no cede sin embargo
al primer golpe. Decidido á señorearla, asienta Alfonso sus reales en el arrabal de San
Ginés (que se dice era habitado por los mozárabes); y asestados los ingenios y repetidos
los asaltos, apriétala en tal manera que «no pudiendo los bárbaros resistir tanta pujanza,
el católico príncipe la entró por fuerza , teniendo por buen pronóstico el haber ganado á
Madrid para hacerse señor de lo restante del reino» *. No poca gloria han pretendido re-
cabar para su ciudad los escritores segovianos, al tratar de la conquista de la futura Cor-
te de las Españas , asegurando harto satisfechos que sus famosos caudillos don Dia Sanz
minadamente : seguimos pues la narración de los «En el año de 1083, trabajando con incesantes
antiguos escritores de Madrid (a), y la antepone- talas el territorio musulmán, Alfonso VI avasalló á
mos á la de Toledo ,
por parecemos que dado el Madrid entre las numerosas conquistas con que se
asiento de la ciudad y conocida su fortaleza , lo preparó para entablar la de Toledo. Muchos re-
mismo Alfonso VI que Ramiro II y Fernando I, trasan la toma de Madrid y demás poblaciones,
tuvieron que tropezar con Madrid , al caer sobre de que por espacio de cuatro años se fué seño-
este reino , siendo uno de los más importantes reando Alfonso hasta el de 1085, suponiéndola
poco razón desatendible la que aduce Quintana, al pero á esto sólo ha dado lugar probablemente la
colegir que ganó don Alfonso á Madrid primero suma generalidad con que Pelayo de Oviedo y el
que cá Toledo de la Crónica yeneraí de España, arzobispo don Rodrigo, refieren las conquistas de
(parte IV, cap. III), donde entre los lugares que Alfonso. Ambos historiadores mencionan entre
ganó el rey don Alonso el VI, después de haber ellas á Madrid con el nombre de Mageril. La Cró-
conquistado dicha capital , no se pone el de Ma- nica lusitana y Lúeas de Tuy también colocaron
drid, de que se deduce que lo ganó antes. Del mis- su rendición posterior á la de Toledo, sin duda en
mo parecer son modernos escritores, entre ellos el razón de la importancia de esta». Estos dos cro-
do de la conquista de Madrid, observa: «Mariana principal, á Toledo la primera; pero sin que de la
simple consecuencia de aquel gran triunfo, aun- vino al poder del rey. Lafuente en su nistoria
que la situación septentrional de Madrid dá cier- general de España (tom. IV, pág. 255), pone en la
Valois; Calvete, lib. IV, c;ip. 11; Gil González Dávila^ Toledo, la conquista de todo el país comprendido
libroI, cap. VI; Bleda, lib. lU, cap. XXX; Benavides,
entre Talavera y Madrid , y por lo tanto parece
(MS. citado por Quintana ^ titulado Ramillete virginal
cap. I). incluir la de estas dos plazas.
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PRIMEUA PAUTE , CAP. I. 151
y don Fernán García fueron los primeros á tremolar el estandarte de la cruz en la puerl;i
pular respeto, no alcanza tal autoridad que nos mueva á recibirla como fehaciente entre
El triunfo alcanzado por Alfonso VI , al plantar el estandarte de la cruz sobre las al-
menas de Abd-er-Rahraan III, siendo el primer paso dado en la nueva carrera que se abria
á las armas castellanas, se ofrecía al mismo tiempo como el primer testimonio de la pro-
tección que el cielo les concedía para establecer su imperio del lado acá de los erizados
puertos del Guadarrama. Alfonso habla peleado como príncipe cristiano, y anidando en su
1 Séanos permitido transcribir aqui las pala- hallasen en 1083 en el cerco de Madrid, y mo-
bras de uno de los últimos escritores de Madrid, nos que aquel otro caballero aventurero, que tam-
como resumen de todo lo que acerca de este hecho bién hacen segoviano ,
pudiese hallarse en el otro
se ha escrito: «Creen algunos (dice) que Gil Gon- cerco y asalto por el rey don Ramiro: aconteci-
zález partió de ligero, cuando dio por positivo este mientos que se ven separados en la cronologia de
acontecimiento de que se duda por razones pode- nuestra historia por un intervalo de más de cien
rosas; y el licenciado Quintana lo impugna bien á años. Añádese á todas estas observaciones la de
la larga, y no con mala crítica. La hazaña de los que, según Colmenares, Diaz Sánchez y Fernán
segovianos se cuenta de diferentes modos. El li- García, fueron del tiempo de don Ramiro, \ueva
cenciado Calvete es, según Quintana, el que nar- discordancia: nuevo motivo para dudar, cuando
ró primero lo que después copió Gil González; no hay monumentos ni historias auténticas que
otros atribuyeron el hecho á cierto mancebo aven- nos ilustren I) (Azcona, Historia de Madrid, pá-
turero que vino de Segovia á servir con el rey gina 65). La inscripción que cita Azcona, y
don Ramiro II , y la respuesta que se dice dio don Quintana dice que está en un poste de la ermita
Alonso á Quesada y Garcia de la Torre, preten- de San Frutos ,
junto al lugar de Palazuelos, co-
den dio don Ramiro al apuesto y atrevido mozo piada por el referido Calvete (lib. I, capítu-
man, rey de Córdoba, destruyó á Segovia el año de reunir en nuestra Historia cuantos documentos
75.T , y que quedó muy limitada , hasta que la puedan ilustrarla, nos ha movido á incluir entre
cnsanciiü el conde Fernán González y últimamen- las láminas monumentales los sepulcros que se
te la reedificó el conde don Ramón, en tiempo de atribuyen en Segovia á los pretendidos conquista-
su suegro don Alonso VI, el año de 1088. Si es- dores de Madrid. De cualquier modo, son una an-
to es asi, no parece creíble que los segovianos se tigualla digna de estima.
,
pecho la fé de sus mayores que alzaba á Dios fervorosos himnos en medio de los campa-
mentos , acude solícito á mostrar su profunda gratitud, limpiando de las cizañas del Koran
advocación de la Madre del Verbo. Las bóvedas de la aljama resonaron con los sagrados
himnos de la Iglesia , siendo esta la vez primera en que olvidado el irreconciliable rencor
los gloriosos triunfos alcanzados en Portugal por Fernando I , no es ya la obra del exter-
minio ni de la intolerancia, cual lo fuera en siglos anteriores; y Madrid que habia gozado,
como ciudad del Califato, el privilegio de ver congregados al pié de sus muros los formi-
los reyes moros de Toledo reconocen no sin propio temor , acrecentando la fortaleza de
sus muros y propugnáculos -, logra en efecto la futura Corte de las Españas que se acuer-
de y decida dentro de sus muros la difícil conquista de la antigua ciudad de los Concilios:
fama es que congregados en la iglesia mozárabe de San Martin prelados y magnates, ciu-
dadanos y caballeros, juróse en ella tan patriótica y santa cruzada, cuyo entusiasmo subia
de punto al descubrirse en medio del silencio de la noche la venerable imagen de María,
no sin que pareciese tan inesperado acaecimiento visible protección del cielo ^.
i Pueden verse en el particular los Cronico- La descripción no carece de ingenio y tiene visos
notaremos que algunos de los historiadores de 2 Todos los cronistas toledanos aseguran que
Madrid, describen con singular minuciosidad la la fortaleza que lleva en aquella ciudad nombre
procesión general que al propósito se hizo, ase- de Puerta del Sol, fué construida al caer Madrid
gurando que figuraban en ella don Sancho, rey en poder de Alfonso Vi, previniendo asi el peli-
de Aragón, el infante don Martin, el cardenal in- gro que amenazaba á la corte de los Beni-Dhi-n-
fante don Fernando , el Cid Rodrigo Diaz de Vi- nun. El monumento pertenece en verdad á la épo-
manes é italianos que acompañaban al rey don 3 Véase lo dicho sobre este punto en la Jntro-
Alfonso de Castilla en aquella guerra. Añaden (luc, cap. IV. No falta sin embargo quien retra-
también que la reina doña Constanza y otras mu- se este acontecimiento dos años, llevándolo al de
chas damas, concurrieron áesta solemnidad, lle- 1085. Los más de los cronistas atribuyen al mismo
vando todas palmas en las manos, y que presidia Alfonso VI la honra de haber trasladado la santa
de pontifical el arzobispo de Toledo, con el venera- imagen á la mezquita recien purificada; y añaden
ble Cipriano, obispo de León, y otros prelados. que ya por la cercanía de un alfolí ó albóndiga
HISTORIA J)E LA VILU y CORTE l)EM A DBIO.
CLJivera mv'jlit
El éxito felicísimo de ian memorable asedio, que postraba á los pies del rey don Al-
fonso el reino más poderoso de cuantos se habían erigido sobre las ruinas del Califato, si
res, que iban en breve á dar testimonio de su poder y de su fuerza en la gran lucha del
Koran y del Evangelio. No repuestos aun los reinos cristianos de la gran rota de Zala-
ca [1086] , en que intentaron vengar los almorávides la afrenta de Toledo, y cuando ha-
bia pasado ya de esta vida aquel príncipe « crecido, recio é fuerte de corazón que falló
«gracia ante los ojos del Señor del cielo et de la tierra» ' , deseosos de mostrar que no
les arredraba el poder del africano Jusuf apellidan los pobladores de Madrid á
, los demás
concejos comarcanos y parten á poner cerco á la ciudad de Alcalá [1009], si bien no
consta que en esta ocasión, aun dada su resolución y su esfuerzo, lograsen penetrar dentro
de sus muros -. Testimonio era sin embargo este suceso de la importancia que prosiguió
teniendo Medina Machrith , aun reducida al poder cristiano , acreditando al par el ánimo
Era el siglo XI época de tan profundas creencias que se tenia por cosa cierta y cons-
tante el que la erección de un monasterio podia salvar un reino entero y ;
el piadoso mo-
narca que tan grandes beneficios habia recibido del cielo , devoto por extremo del famo-
sísimo monasterio de Silos, cuya historia ilustraba ala sazón el monje Giraldo, ora halla-
se en Madrid fundado el de San Martin ora , lo erigiese el mismo , hacíalo sufragáneo del
ya citado de Santo Domingo de Silos , dándole en cambio de esta dependencia las aldeas
de Valdegran y Villanueva de Jarama ^. Mas no porque Alfonso atendiese en esta forma
donde se guardaba el trigo, cuya medida era un teria. Los Anales toledanos, dicen: «Era MCXLVII
almud, ya por una piedra que cerca del templo exieron los de .Madrit , é de toda Extremadura
estaba y habia servido para el mismo objeto, se en agosto , é fueron cercar Alcalá que era de
tomó fundamento para llamar á la Virgen Xues- moros» (Berganza, Antigüedades de España, to-
tra Señora del Almud ó de la Almudena, nombre mo. II, pág. 569). Debemos notar aqui, para in-
bo. La devoción y la poesía la han consagrado los países nuevamente conquistados, hasta fijarse
2 Al menos asi parece deducirse del leslimo- 3 Véase la página 102 de la Introducción,
Tomo 1. 24
154 HISTORIA HE MADRID.
rasallos mudejares, debían desde aquel momento egercer notable iníluencia en la civili-
zación española ,
ya bajo el aspecto de las letras, ya bajo el aspecto de las artes *
. Acre-
ditan su existencia desde aquella remota edad notables documentos y es digno de tener-
,
se muy en cuenta ,
por que nos dá á conocer la representación que logran los mudejares
madrileños entre todas las aljamas sarracenas del antiguo reino toledano , y aun entre
los mismos vecinos de la futura Corte, el privilegio otorgado por el rey de Castilla
en 1118 (Era 1156) al común de las poblaciones del expresado reino. Juran y confir-
man este raro documento todos los concejos, por medio de sus homes buenos, y figuran-
do en primer término los moradores de Medina Machrith , aparecen entre ellos los nom-
bres de cuatro procuradores del pueblo musulmán mostrando de , este modo que no sola-
mente les habia concedido el Conquistador la existencia civil , sino que les guardó tam-
bién ciertos fueros políticos , respetados por sus más inmediatos sucesores -.
Ni fué Alfonso V menos magnánimo y generoso para con los descendientes de Judáh,
que moraban de antiguo en el suelo español , según hemos demostrado antes de ahora ^.
Admitidos, así entre los mahometanos como entre los cristianos independientes , hablan
cultivado los judíos las artes industriales y ejercido el comercio con no poca utilidad de
uno y otro pueblo. Alfonso los halla en Madrid en 1083, como los hallaba dos años ade-
lante en Toledo ; y llevado del pensamiento político que inauguraba en la España central
respecto de los sectarios de Mahoma, lejos de manchar sus manos en los indefensos he-
1 Puede consultarse en este punto el Discurso columna son vecinos de Madrid, entre los cuales ii-
leímos en 19 de junio de 1859 ante la Real Aca- «HcBC sunl nomina de moratoribus de Magerit»:
demia de San Fernando. Madrid liene también Michael Johannis, Alcade, Juro et confirmo.
occiderit hominem... morle turpissima cum lapi- Jobannes Velasco. , Juro et confirmo.
dibus moriatur. Qui vero de occisione christiani 1 .° Ali-Een-Heir, jura y loescribe de sí ó por
lo si.
testimonias judicent eum per librumjudicum etc». lo jura y lo 'escribe por sí.
XYI decembris, Era MCLVI 3 Véanse nuestros Esludios sobre los judias
Facta carta kls. (16
breos, los toma bajo su protección y les permite el culto de sus padres. Tan plausible to-
lerancia no podia menos de producir notables resultados y mientras sigue siendo respe- ;
ción y acrecientan los judios sus riquezas , llegando á constituir en no lejanos dias la ter-
cera de las aljamas que contribuyen á los monarcas castellanos con el derecho de capita-
Vivian de este modo bajo un mismo cetro y en el recinto de una sola ciudad tres dife-
rentes pueblos , á quienes separaban sin embargo con no menor fuerza el espíritu de raza
dumbre política en mudejares y judios. La mano tolerante y bienhechora que los habia
congregado dentro de unos mismos muros sabia , sin embargo echar entre ellos la feraz
te española, que ni en los tiempos de Alfonso VI, ni en todo el siglo XII turbó la paz in-
terior de Medina Machrith el más insignificante disturbio , mientras lloró Toledo una y
otra vez la pérdida de sus hijos y vio degollados bajo el robusto cetro de Alfonso VIII á
virilidad , iba á padecer dolorosos eclipses, al cubrirse de canas su laureada frente. Tras
la desdichada rota de Zalaca, en que apenas logra salvar la vida, debia aflijir su genero-
so corazón otra catástrofe más aguda y tremenda: noble, esforzado más de lo que su tier-
na edad consentía, querido de los guerreros y visto por la nación entera cual digno su-
1 El reino de Toledo. Véase en el particular partir en esta guysa, que non mengue ninguna
el famoso padrón de las aljamas de Castilla, cuyo cosa al Rrey; et si non se abinieren estos quatro,
extracto publicamos en el capitulo 11 del Ensayo I que vayan á don Davi Abudarban, viejo del Alja-
de nuestros citados Estudios sobre los judios de raa de los judios de Toledo, que los parla entre-
España. Tan importante documento comienza: líos. — En el reyno de León doscientos et diez et
aEsta es la partición de las aljamas de los judios ocho mili et tresientos maravedís, con abenencia
que se fizo en Huepte por mandado del rey en el que fisieron con las otras aljamas, et que lo partan
mes de setiembre, Era de MILL el CCC et XXVIII ellos de guysa que non mengue ninguna cosa al
pelea: veinte mil hombres, flor y esperanza de la patria, sucumben bajo los alfanges
sarracenos, y muerto el caballo que el animoso príncipe don Sancho cavalgaba, perece
también al filo del acero musulmán , rodeado de los más esforzados condes y proceres del
reino [1108]. Pocos logran llevar al desdichado padre la miserable noticia de aquella des-
«lumbre de sus ojos, el solaz de su vejez, el espejo en que solia verse » ^ Alfonso VI, ha-
bia desaparecido de Castilla ; y tras aquel dolor inconsolable del padre , sufría el rey con-
quistador la dura afrenta de ver nuevamente arrancadas de su corona las ciudades y for-
el término de sus días , deja en entera orfandad al pueblo castellano : muerto en 1107 el
conde don Ramón , esposo de doña Urraca , única hija legítima del Conquistador de Ma-
drid, había sobrevivido á su padre un niño de cuatro años, lejana esperanza de los que
ansiaban la paz de Castilla , como el más inmediato heredero. El rey oye acaso sus votos,
y hace el último sacrificio en aras del bien público: á los setenta y ocho años de su vida
mugeres, creyendo acaso hallar en el nuevo consorcio el bienestar que le habían arrebata-
do tantas desdichas ¡Inútil anhelo!... Aquella naturaleza, cansada ya por los trabajos y
combatida duramente por el dolor, no podía responder á los deseos de Alfonso, ni de sus
leales vasallos ,
precipitándola por el contrarío en triste caducidad los mismos medios ele-
gidos para restaurarla. No bien había trascurrido un año desde la gran desdicha de Uclés,
cuando en 30 de junio de 1109 pasaba de esta vida el principe esforzado que rescató la
futura Corte de las Españas del yugo sarraceno, siendo tiernamente llorada su muerte
por los nuevos pobladores del reino toledano , quienes previendo sin duda los disturbios
Pero dejemos esta materia , harto interesante de suyo, para el capítulo siguiente.
1 Algunas crónicas MSS. cuentan en efecto «filio, condes, etc. » Ellenguaje que aquí se pone
(jue al recibir don Alfonso tan desastrosa noticia, en boca del rey, es una mezcla de gallego y caste-
prorumpió en estas palabras: «¡Ay meu filio! llano, no ajeno en verdad de la época; pero nos
iijay meu filio! alegría del mió corazón é Hume parece composición muy posterior. En la narra-
»de meas olios , solaz de miña vellez ! ¡ ay meu cion seguimos al arzobispo don Rodrigo , escritor
i>espello , en que yo me soya veyer, et que loma- poco distante de los hechos y perfectamente infor-
»ua moy granl pracer! ¡ay meu heredero mayor! mado de cuanto se refiere á los tiempos preceden-
i'¡ Caballeros! ¿humo lo lejastes? ¡Dadme el meu tesa su época.
HISTORIA IIH 1,A VILLA Y TOtíTE W MAIlRlfl
aiFMSi mi EL Eiffl[PE[SñM;S
—
CAPITULO II.
Estado de Castilla después del fallecimiento de Alfonso VI. —Invasión del emperador de Marruecos, Alí-Ben-
Jusuf. — Asedio de Madrid.— Nueva invasión délos almorávides , — Alfonso Vil.
bajo la conducta de Mazdalí.
Concurre el Concejo de Madrid á las guerras de este príncipe. —Otórgale en premio carta de fueros. —Desavenen-
cias entre el Concejo de Madrid y los comarcanos. —Privilegios del emperador en favor de la Villa y del Monasterio
de San Martin. — División de Madrid en colaciones ó parroquias. —Muerte de San Isidro. —Aben-Jucef, rey de les
almohades, pone cerco á Jladrid. — Orden civil y eclesiástico de la Villa durante este periodo.
tallador , unido á la reina de Castilla más po< el cálculo de los grandes y dignatarios del
reino que por mutua afición de arabos esposos , ni era posible descubrir faro salvador en
tan deshecha borrasca, ni habla mano tan poderosa que pudiese empuñar con esperanza
de salvación el gobernalle del Estado.
Calamitoso , aciago y tristemente célebre fué pues el reinado de doña Urraca: consu-
La inicial que encabeza este capítulo está tomada de un precioso códice del siglo XI.
158 IIISTOIUA DE MADRID.
midas en las civiles discordias las fuerzas antes encaminadas contra el enemigo de la
lacion para con sus eternos enemigos, que alecionados en los pasados triunfos ,
juzgaron
lácil empresa el estender de nuevo el poderio del Islam hasta las márgenes del Duero.
Y no eran ahora los ejércitos del Califato cordobés los que amenazaban con la servi-
dumbre á los reinos cristianos. Débiles para resistir el valor de los vasallos de Alfonso y
mables tribus del África, acaudilladas por los príncipes almorávides; y abierto ya el cami-
no desde los tiempos de Alfonso ' , no le olvidaron las falanges africanas, que pasando
corceles orillas del Tajo. Un ejército que excedía de cien mil caballos , según los cro-
nistas árabes - ,
penetra en la península guiado por el mismo emperador de Marruecos.
Alí-Ben-Jusuf llega á la antigua silla del Califato de Occidente, y dado á sus soldados un
breve refresco alas márgenes del Guadalquivir, parte con la rapidez del rayo contra
el reino de Toledo, á cuya capital pone estrecho cerco, combatiendo luego sus muros
das las tentativas: defendida la ciudad por el denodado Alvar Fañez , aquel generoso cau-
dillo de quien decía el Cid Camperador que era su derecho brazo , y que como el héroe
res que levantando precipitadamente el cerco, dejaba Ben-Jusuf gran parte de sus
á las llamas.
Rechazado en tal manera el empuje del bárbaro que se juzgó tal vez incontrastable,
descargaba su ira en las campiñas y lugares indefensos , cuyos fáciles triunfos encendían
empresas que llevadas á cabo con presteza inaudita, parecían brindarle con la más grana-
da conquista de Medina Machrith. Grande fué pues el ímpetu del africano , al afrontar sus
almenas; pero no tan fácil el triunfo como sin duda esperaba. Antiguos escritores asientan
que penetrando al cabo en la ciudad tras difícil asedio ^, recogiéronse al alcázar soldados
1 Véase el capitulo anterior. gina 120, dice así: «Rabiando de ira y furor, vino
2 Conde, part. 111, cap. XXV. Al-Karlás; Alí contra Madrid y Talavera, y otros nuiclios lu-
Crómca Mina del emperador don Alfonso. gares, y lodos los entró y arruinó; más no tomó
3 Sandoval en su Historia de Cinco Reyes ,
pá- los alcázares, donde se salvaron muchos crislia-
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PRIMERA PAUTE, CAP. II. 159
y moradores, siendo ineficaces todos los esfuerzos del ejército musulmán, para que se in-
ya conturbado por la terrible peste que prendió en el ejército de Ali, vióse este por úl-
timo forzado á levantar el campo', retirándose á Córdoba diezmadas sus falanj^es y hu-
millado su orgullo ,
que no se aquietaba hasta ocultar en el África sus repetidos descala-
bros. Libre Madrid de aquella tremenda borrasca, reponía en breve sus incendiados edi-
ficios , y vueltos á sus antiguos hogares veía acrecentados cada dia sus moradores.
,
Pero no hablan trascurrido tres años desde este memorable asedio, en que las fuerzas
del Concejo de Madrid y su fortaleza hablan bastado á refrenar la pujanza africana, cuan-
do nuevos ejércitos musulmanes rompen la frontera del reino toledano, llevando á san-
gre y fuego todo cuanto se opone á su paso. Era caudillo de este ejército el afamado
Mazdali, quien reputándose tal vez más venturoso que el príncipe de los almorávides,
esclarecido Alvar Fañez , y rechazados con pérdida de sus africanos, los reiterados asal-
tos que dirige contra la ciudad, pasó el orgulloso Mazdali por la afrenta de abandonar la
nos.» Quintana, aunque no le cila , siguiéndole estos: primero, la venida de Alí á España, ape-
sin duda, dice que «entró dentro (de la villa) el nas muerto su padre Jusuf, en H07, ocasión en
alarbe; ejecutó su ira á sangre y fuego: los mo- que no pasó de Algeciras , donde acudieron á tri-
radores desamparando hacienda y casas, se reti- butarle vasallaje lodos los walíes y gobernadores:
raron al alcázar , recogiendo en él los niños , vie- Alí tornóse al África y envió desde allá á su her-
jos y mujeres. Defendíanse con valor desde den- mano Temin para que gobernase á Valencia, cau-
tro : que como desauciados de la vida , antes de dillo que venció, como ya hemos visto, la batalla
perderla, querían vengar su muerte.» Pero el de Uclés, donde pereció el infante don Sancho-
documento más antiguo que confirma este he- Segundo: la invasión de Alí y el sitio de Toledo,
cho es la Ilisforia del emperador don Alonso VII á ([ue nos referimos en el texto , hecho que se-
{AnlitjüeJades de España, por Berganza , to- gún notamos, acaeció en IHO, tres años después
1 Imposible parece cómo un escritor de nues- confusión, no consultados los autores árabes y cris-
tros dias niega esta invasión equivocando la fecha tianos que tocaron este punto , del error que des-
en que vino Alí á España. El ya citado Azcona en vanecemos , siendo realmente histórico el cerco de
su Hisloria de Madrid, pág. 88, después de inser- Madrid por Alí-Ben-Jusuf, acaecido en el expresa-
tar la narración de Quintana, dice no obstante al do año. Al mismo refieren algunos escritores el
esta narración, que me ha parecido poco digna de diciendo que apareció en uno de los lienzos de
fé, porque la irrupción de Ali en el reino de Toledo, la muralla, destruidos en este asedio (Lafuenle,
y si se quiere sus tierras de Madrid, corresponde Historia de España, tom. IV, pág. 497, nota 1);
como ya hemos visto, á los últimos tiempos del pero según hemos manifestado anteriormente,
rey conquistador». Repaiahle es que un escritor la tradición generalmente recibida, pone tan pre-
tan diligente haya confundido en esta ocasión dos cioso hallazgo en el año mismo de la reconquis-
hccljos enteramente distintos, por más que sea ta (1085).
uno mismo el personage principal de ellos. Son
.
empresa que le pareció pequeño empleo de su valor, descargando, como Alí , la saña del
de dar un tiento á otras más honrosas facciones militares , ni ha fallado quien sospeche
que dirigió también contra Medina Machrith sus vengativas armas: natural parece en ver-
dad que tal aconteciera, considerando la grande estima que Madrid habia tenido entre
puede y debe afirmarse que no fué Mazdalí más afortunado ante los muros de Abd-er-
Rah-man III que ante las torres y propugnáculos de Wamba '
De cualquier modo no , sin ventura del pueblo castellano , terminaban con la muerte
de doña Urraca aquella serie de disturbios y vergonzosas turbulencias que le tenian en-
vilecido y postrado y ;
el astro radiante de la reconquista volvía á brillar con todo su es-
plendor , al asentar su firme planta en el disputado trono , con aplauso de grandes y pe-
queños, el nieto de Alfonso VI. Levantado al solio de sus mayores en 1126 aquel esfor-
zado príncipe, de quien dijeron sus vasallos que en el dia de su nacimiento - brilló su
buena estrella « en el cielo et cuentada , turo ansí por treinta días que non se tollio » ^,
parecía en ^ecto destinado por la Providencia para trocar el aspecto de la España ente-
ra. Ya usando de las armas, ya empleando cuerdamente la clemencia, lograba tan es-
clarecido monarca reducir en breve á su poder todos los estados de sus padres; y forzan-
do con no menor ventura al Emir Saif-DoUa á ofrecerle los últimos restos de la herencia
que le dejaron los Aben-huf en Zaragoza, recibía el vasallage del conde de Barcelona
hacíalo ondear victorioso en Aurelia y Coria, en Andújar y Baeza, llevando á cabo con
asombro de las naciones meridionales la prodigiosa conquista de Alniería.
Tal era pues Alfonso VII de Castilla: admiradores de tanta grandeza, siguen los hijos
de Madrid sus victoriosas huellas y se cubren de gloria á la sombra de sus banderas, me-
reciendo en pago á su valor y á su lealtad que aquel esclarecido príncipe les diera públi-
1 Esta conjetura, por más aceptable quepa- dables los hechos conjeturales, aunque la indica-
rezca á los ojos de la critica, no hallándose con- da conjetura parezca fundada en sana lógica, no
firmada con fehacientes monumentos, no pasa de nos decidimos á recibirla como tal hecho,
ser una deducción más ó menos acertada. Pero 2 1." de mayo de 1106.
como en materias históricas es siempre necesario 3 Anales toledanos, Era \lii.
presentar documentos ,
para que puedan ser indu-
»
bernaban , bien que trocando la antigua consideración y título de ciudad (Medina) que la
habia distinguido en tiempo de la dominación arábiga, por el más modesto de Villa que ha
conservado hasta los tiempos modernos K Ganoso de labrar la felicidad de sus morado-
res, otórgales Alfonso VII fuero especial (1145) que les sirva de norma y ley en las tran-
manifestando al par el estado de las costumbres y las ideas dominantes á la sazón sobre
la seguridad individual del ciudadano , sobre el respeto. que inspiraban al legislador las
haciendas, no sólo de los avecindados en la villa sino también de los forasteros ó alvar-
rios ó tiránicos abusos. Ni olvidaba el monarca cuanto á la seguridad del municipio se re-
feria , atendiendo con mano liberal á la conservación y reparación de los muros que le
Esta manera de predilección , debida á los servicios que el Concejo de Madrid habia
prestado á tan renombrado monarca, fué vista con cierto recelo por los comarcanos, pro-
duciendo en ellos mal encubierta emulación que, andando el tiempo, iba á trocarse en
declarada ojeriza , no sin que el hierro interviniese en la contienda. Algo debió temer ya
Alfonso VII , conocido el carácter levantisco de los municipios y sus ambiciosas preten-
siones en aquella edad , cuando al conceder á los madrileños el indicado fuero , deter-
y que si alguno tentase contradecir el privilegio ^ que á Madrid otorgaba sobre todos los
montes y sierras que están entre la Villa y Segovia, fuese maldito y descomulgado, pe-
1 El primitivo fuero de Madrid, cuyo original cuyo juicio comparativo con otros fueros munici-
se custodia en el arcliivo de su Ayuntamiento, es pales daria á conocer su verdadero valor, no es
el documento donde por vez primera se dá nombre posible detenernos más , cuando tendremos en el
de Villa á la antigua ciudad de Madrid. En el ca- siguiente capitulo ocasión de tocar de nuevo este
pitulo Yin se escribe: «Todo órame qui firiere á punto. Repetiremos sin embargo que el fuero de
vezino vel filio de vezino en villa aut fueras de Madrid lia sido objeto de una erudita memoria,
villa ct de dia, si ommes ibi habuerit, et livores debida á la pluma de nuesiro docto compañero
habuerit , firme cum II liomines et pecte el coto. don Antonio Cavanilles é inserta, según antes de
,
Lo mismo advertimos en otros privilegios del rey ahora advertimos, en el tomo VIII de Memorias
don Alfonso VII, quien otorga el primer fuero de la Real Academia Je la Hisloria.
citado. 3 Notable escomo documento histórico, en
2 Sobre este notable documento histórico, que se apoya toda la narración que precede el pri-
ToMo I. 25
•
chando para la parte del rey mil maravedís y el duplo del daño al Concejo» . Pero no ad-
vertía Alfonso que todas estas declaraciones, por más justas que fuesen, lejos de excitar
el noble estímulo del bien común en servicio del Estado ,
podían encender y aun fomen-
tar la malquerencia de los concejos que se juzgaban desheredados, lo cual mostraban en
vilegio que insertamos á continuación, tal como se Imperatore in Tolete el Legione, in Galléela et
Segoviam, quod sint vestri et de término ves- Rairauudus , confirmat. — Nunius Petris, Alfcriz
tro ab hac die usque in perpetuura: hos montes Iraperatoris, confirmat. — R. Toletanus Archie-
el serras vobis dono ad pascua pecoribus vestris: piscopus et HispanicB primas, confirraat. —Joan-
et concedo quod posidealis dictes montes jure nes, Oxoraensis episcopus, confirmat. — Joan-
hereditario et habealis plenaui potestatem ve- nes, Segoviensis episcopus, confirraat. — ComesAl-
landi et defendendi eos ab ómnibus alus conci- mauricus, tenens Vaentiae, confirraat. — Comes
liis qui contra voluntalem vestram, sive ad ligua Rudericus Pelriz, confirmal. —Joannes Feí'nandiz,
sive ad pascua voluerint in eis sibi dominium ven- Canónicas Ecclesia; Beali Jacobi et Notarius Ira-
dicare. Dono autem vobis nominales montes et peratoris, scripsit.» Demás del interés histórico
serras nominalim et singuUatim á Portu del Der- que encierra , nos ha movido á copiar este do-
roco, qui dividit terminum Abula; et Segovia? us- cumento la necesidad de desvanecer un gravísi-
que ad portum de Lozoya cum ómnibus interme- mo error , en que incurre el ya citado Azcona.
diis montibus et serris et vallibus; ita quod sicut Después de insertarlo traducido en su Historia
aqua descendit et decurrit versas villam ves- (fól. 88 y siguientes), ocupa largas páginas en
tram a summilate ipsorum monlium, eos usque ad averiguar cómo se intitulaba don Alfonso Empe-
.Maidrit ab liac die usque ad perpetuura libere et rador en un privilegio que, según él, lleva la fecha
quiete po.5Ídeatis: El Itoc fado vobis pro bono el de M22, cuando no tomó dicho titulo hasta 1 155.
/i'lelissimo servilio quod miclii fecislis in partibm Pero esta que Azcona llama contradicción visible,
mrracenorum el facielis; et quia maiorem fidelita- queda destruida, sin más que hacer bien la re-
et máxime quia dicti montes veslri fuerunt, el de 1190, corresponde al año de Cristo 1152, en
magis ad vos pertincnl quam ad aliquos vicinorum que se contaban diez y siete años de la coronación
conciliorum. Si vero aliquis homo hoc nieum fac- de don Alonso como tal Emperador de España.
tum rumpere tentaverit , sil malcdiclus el exco- Azcona escribió equivocadamente la Era de 1160
inunicatus et peclel regim parli mille morabeíinos; que reduce naturalmente al año 1122 de la En-
el dampnum quod vobis inlulerit, reslilual dupUca- carnación; y de aquí todas las contradicciones que
fun. Facía carta Toleli die kalendarum maii, Era traía de armonizar con fatigoso trabajo, lastimo-
breve los hechos llegando á ser tales las desavenencias y los disturbios nacidos entre
, el
y el ejemplo de sus mayores, confirmaba y ampliaba los privilegios que Alfonso VI ha-
bia concedido á la iglesia mozárabe de San Martin, y autorizaba á su prior don Sancho,
para que poblase á honra y gloria de Dios '
el arrabal ó vico de aquel nombre (vicum
Sancti Martini), conforme al fuero del Burgo de Santo Domingo ó el de Sahagun, que
concedían á dichos monasterios amplísimas facultades sobre los pobladores -.
Son en efecto dignas de toda consideración las disposiciones de este singular documen-
to. Todos los pobladores que de nuevo vinieran al vico de San Martin ,
quedaban bajo la
potestad y sujeción del Prior, así como lo estaban ya cuantos ala sazón moraban en la pro-
piedad del monasterio , sin que pudieran servir á otro señor, ni ser oprimidos ni maltra-
servicio y bajo la potestad de la Congregación ^. Nadie podia edificar casa alguna contra la
voluntad del Prior dentro del término de la iglesia de San Martin ^. Si alguno de los po-
bladores, quería salir de la jurisdicion y señorío del Prior, estaba obligado á presentár-
sele , manifestándole la causa de su ausencia , así como el precio de los bienes que en el
ridos bienes, sin que pudiera venderlos á otro poblador alguno ^. Cuando el Prior no qui-
siera comprar ,
podría el poblador que se ausentaba vender sus heredades á otro de los
1 «Ad laiidem et honorem Dei pro remedio nec faciant vicinitatem in alio loco; sed perma-
animae mea et parenlum meorum» , dice el Em- neant in servitio et libértate, ac polestate vestra,
nuestra Introducción ,
el P. Yepes {Anales Bene- contrarietatem vestram intra terminum Sancti
el Maestro Gil González Dávila {Grandezas de 5 Si aliquis hominum qui populaverit in ter-
3 Hé aqui el testo original de estas singula- vestro jure, venial ad priorem Sancti Martini, di-
res cláusulas: ((De hominibus , undecumque vene- calque ei quod vull recedere, et venderé haire-
rint, et ilii homines ([ui ibi populali fuerinl, sint dilalem, et facluram domorum suarum; et si Prior
¡O polestate et subjectione Abbatis Sancti Domini- voluerit emere omnia, emat, et nuUo aliohomini
ci, et Prioris Sancti Martini; et nullo alio Domino ille populator sua, nisi Priori, vendal.
serviant ñeque ab aliquo hominum oprimantur;
, »
venderlas, debia dejar toda su hacienda bajo el poder del Prior, asistiéndole el derecho
de recobrarla á su vuelta sin contradicción alj^-una K iNadie podia finalmente trazar sola-
res, ni construir casas en el término del monasterio, sin expresa voluntad del abad de San-
fragáneo del primero - ; y todo el que fuera osado á infringir en algún sentido esta espe-
cie de carta-puebla , debia pagar diez libras de oro á la regia cámara y el duplo del daño
parte del Norte, donde propiamente hablando tenia asiento el viciis Saneíi Martini, sino
también por la parte oriental fuera de las murallas , en el campo erial y arenoso llamado ,
más adelante Arrabal de San Ginés. Llevaba sin embargo este nombre, según acreditan
importantes documentos , desde el mismo siglo XII *, lo cual nos persuade del notable au-
1 Si autem Prior emere non voluerit, popula- conf. y¡i Paschali Burgensis, Ep., conf. ele, etc.
tor vendat sua tali homlni, qui sil in servitio, et 4 Menciónase en efecto una y otra vez en la
sub potestate Abbatis Sancti Dominici, vel Prioris Vida de San Isidro Labrador, escrita por Juan
Sancti Martini el si non potueril invenire aliquem, Diácono, al declinar el siglo XIII (1275). Tres
cui vendat sua, relinquat omnia sub Prioris potcs- veces se habla en él del citado arrabal: la pri-
lale; et si per longum tempus rediré volueril, re- mera en el milagro 17, donde dice: «Bona; me-
dat ei Prior hsereditalem, et domos suas libere, moriíe regnanle rege Ferdinando, conligit cui-
2 Inlra autem lerminum vestrum nuUus om- gunda en el milagro 19, escribiendo: «ítem in
nino homiaum audsel intrare solares, vel construe- suburbio Ma¡jorili conligit quaedam honesta mu-
re domos , absque volúntate Abbatis , vel Prioris lier apéllala Ovenia, aegritudinem oculorum pa-
3 Si vero hanc cartulam infringere voluerit, donde no sólo se menciona el arrabal , sino que
decem libras auri ad parlem Regís exolvat, et indirectamente se le dá nombre y se fija la parte
quod auferre tentaverit, in duplo Priori San Mar- de Madrid que comprendía, es wi el milagro 14,
tini, et Falribus ibidem servienlibus persolvat.» donde narrando el castigo que por blasfemia im-
La subscripción es como sigue: «Ego Rex Adefon- puso San Isidro á un recaudador de Fernando III,
sus hanc cartham, quam fieri jussi, manu mea encargado de cobrar el derecho de marliniega,
confirmo, et praesens signum pono ^. Facía dice así con referencia al oficial del santo rey:
carUiia confirnialionis , Era MCLXIV, XilII Idus «Hospitalus fuil m suburbio ]\.\\\di ecclessiam bea-
lamiTo 11-9 SO
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10S7-í]lex Cislelle el lejioms)
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uioj^Hevildica..
ya ag-rupada en los cerros y colinas que rodea en largo trecho el famoso Manzanares. Pu-
diera acaso recelarse de que esta división corresponda realmente á la época del Empera-
dor, muerto en 1157, fallando lastimosamente la data del documento que la justifica ';
pero considerando por una parte la estimación en que Alfonso VII tuvo al Concejo di-
Madrid ,
constando por otra el nombre de Adefonso en la carta que lo dispone y deter-
mina y dándonos á conocer su contexto sin género alguno de duda, que al mediar del
siglo XII estaba ya realizada y tenia efectos legales y administrativos la referida división
Como quiera, lícito es observar que el número de las parroquias de que la Villa se
dice de los Fueros de Madrid, empieza de esle Martin. — Stevan Garcia. — Johanes
Paschal
modo: «Hiec est caria del otorgamiento quod fece- — Garci Paschal. — Don Blasco,
Sancho. el palle-
i-unt Concilium de Madrid cum suo dño. rege Alle- dero.—Gómez lohanes. —Pelrus lohanes, de filio
estos curiosos dalos: «El isli sunt qui habenl ad Garci Esteuan.— Johanes Blasco. — Don Lá-
faceré istam justiciam quse et escripia in isla zaro. —Munno lohanes.— Dominico Ciprian.
caria. De Seo. NicJiolao.
componía desde aquella apartada edad , se elevaba al número de diez , cifra que basta á
convencernos del poco fimdamento conque se ha menospreciado y aun menosprecia por
los que se pagan de doctos, el Madrid de los tiempos medios. Las referidas parroquias
se distinguían con los siguientes nombres: Santa María, San Andrés, San Pedro, San Jus-
to, San Salvador, San Miguel, Santiago, San Juan, San Nicolás y San Miguel de la
Sagra. La existencia de todas estas feligresías en el siglo XII, pudiera fácilmente lle-
duda un tanto aventurada ; y sin embargo no faltan razones que le sirvan de apoyo y aun
Maligna fiebre ponia fin á la vida del Emperador , tantas veces respetada por los al-
fanges y lanzas enemigas (1157); y tras el breve reinado de Sancho III, quien mostraba
en el corto espacio que Dios concede á su reinado , ser digno heredero de su virtuoso
Castilla aquel niño que señalado entre los Alfonsos con el número VIII, iba á ser apelli-
dado el Bueno y el Noble , merced á sus altos merecimientos y virtudes, coronando sus
res. Movidos de insaciable ambición y ganosos de señorear, con el ánimo juvenil del prín-
cipe, los destinos de la patria , no vacilan los proceres castellanos y leoneses en encender
la tea de la discordia, y renovando los azarosos dias de doña Urraca, ponen en honda con-
cabeza aparecen los Laras y los Castros: alterada la paz de las ciudades y de las villas,
infestados los caminos , malseguras las fortalezas , á cuyos guardadores quebranta ó do-
bla acaso el oro de falaz adversario , ni hay defensa para el desvalido y menesteroso , ni
alcanza el fuerte á ser temido y respetado , no pareciendo sino que el reino castellano
estas collaciones el nombre de la de San Martin, 2 Algún escritor, hablando de este rey con
y reparando en la fecha de la caria-puebla del referencia á Madrid , dice que durante su brevi-
expresado vico, se notará que no sólo por es- simo reinado «le auxiliarían los madrileños, como
lar fuera de la villa, sino porque tal vez no ha- auxiliaron al Emperador su padre, principalmen-
bría cobrado aun la importancia que alcanzó des- te en aquella famosa expedición de Andalucía ,
en
pues, no se hizo mérito de esta collación, llamada que Abcn-Jacub, Dalejen y Abengamia fueron der-
á ser con el tiempo la más populosa. Las demás rotados por los cristianos)) (Azcona ,
Historia d«
Mas al cabo, llamado ú regir las riendas de la gobernación que laníos ambicionaban,
llegó para Casulla el momento en que Alfonso VIII comenzara á dar razón de las alias
prendas de que le habia dolado el cielo. Elevado y allivo en sus pensamienlos, templa-
do á la manera de los grandes príncipes, que hablan dado glorioso renombre al trono
de León y de Castilla , sube Alfonso al solio de sus mayores en uno de aquellos instan-
tes de prueba, á que Dios habia querido sujetar el pueblo de Pelayo. Al poderoso imperio
de los almorávides, cuyo nombre hacian temible los desastres de Zalaca y de Uclés , ha-
bia sucedido el no menos formidable de los almohades, que siguiendo su ejemplo, se pre-
píritu, penetra al frente de numerosas huestes en las comarcas andaluzas, ansiando abre-
viar el plazo de afrontar las hordas africanas. Su marcha victoriosa no se detiene hasta
los muros de Almería, donde dirige más arrogante ,
que juicioso reto , al poderoso Aben-
Juzeph , caudillo y Emperador de los almohades; pero los campos de Atareos dieron en
breve doloroso teslimonio de la pujanza mahometana y advirtieron al confiado Alfonso de
Castilla veia degollados sus más valientes hijos lejos de los patrios hogares; y abier-
tas sus fronteras á un enemigo incontrastable , temió llena de sobresalto que al terminar
el siglo XII se renovaran los azarosos dias de Almanzor, nombre de fatal augurio con
que saludaban sus capitanes y vasallos al afortunado Aben- Juseph.. Orgulloso con el triun-
giéndose sobre el reino de Toledo , como años antes lo hiciera Alí-ben- Jusuf al frente
de sus almorávides lleva , la desolación y el terror por todas partes, talando y destruyen-
do las comarcas de Cuenca y de Uclés. Pero si no detienen los fuertes muros de Toledo
su rápida marcha triunfal, incitándole á su conquista , refrénala al cabo la torreada villa
del Manzanares. Madrid mira sus campos destruidos , asoladas sus alquerías y robados
sus ganados : al amparo de sus muros se acogen y refugian los moradores de las vecinas
campiñas, que traen al seno ds sus hijos el terror del nombre africano ; más decididos á
la defensa, aunque ni esperan auxilio del monarca, ni socorro de las ciudades vecinas,
arrostran sus defensores el ímpetu de las armas africanas con ánimo esforzado , bastando
su heroica resolución á desvanecer las esperanzas del consentido caudillo de los almoha-
des, que no dispuesto acaso á sostener largo asedio, levanta su campo ante los muros de
la antigua Medina Machrith, no sin verdadero descrédito. Por tercera vez se estrellaba
en el heroico esfuerzo de los madrileños todo el poder del África , y por tercera vez la
saña que engendra en el pecho del bárbaro la inesperada resistencia de Madrid, ejecuta
JuzepIi al suelo de la morisma; pero no sin el intento de invadir en breve las comarcas
(le Talavcra, Maqueda, Santa Olalla, Plasencia y Trujiilo, haciendo no menor estrago
Mientras estos importantes sucesos revelan á la contemplación del que observa atenta-
mente la vida de los pueblos, la fuerza y poderío así como el palpable aumento de la fu-
tura Corle española , había despertado en su recinto la atención general y cundido á los
pueblos comarcanos la fama de las virtudes de aquel varón humilde y sencillo , elegido
por sus conciudadanos como su protector y patrono. Acercábanse los últimos dias del si-
glo XII, y caminando á venerable ancianidad, mostraba Isidro á sus admiradores que no
estaba distante el fin de su modesta y santa vida, llenando de zozobras á cuantos testigos
Dios le llamaba al cabo á la eternal morada de los justos: Isidro veía desatados los lazos
de la vida entre las bendiciones de sus parientes y de sus convecinos, comenzando á go-
Madrid lloraba tan sensible pérdida como , llora una familia la muerte de su amoroso
padre, siendo esta una de las más dolorosas pruebas á que le sometía la Providencia.
Pero en medio de los azares de la guerra y del dolor que le causaba la muerte del va-
rón justo, acrecentada su población, reputados sus hijos como valientes entre los más
esforzados milites, y celebrada en toda Castilla por sus afortunadas defensas, habia podi-
los reyes. Gobernábala desde los tiempos de Alfonso VII un Señor ~ que representaba la
1 Ignórase el dia y año en que pasó el santo nostro Imperalore in diebus Roderici Fernandez,
de esta vida, asi como no ha sido posible fijar el in Era MCLXXXIII. » Semejante autoridad existió
de su nacimiento. Quintana pone su muerte en no sólo en el siglo XII, sino también en el XIII,
H72, y del mismo parecer es Bleda; pero Ma- . según prueban dos escrituras del arcliivo de Gala-
Román de la Higuera disienten liasta el punto ea sus Relaciones genealógicas (Xpéüdice, pág. 45
de asegurar sucesivamente que murió en H70, y 46), y de otra escritura del archivo de Santo
H92, 1170 y hasta en 973: es decir antes de Domingo el Real de esta Corte, que copia Fray
haber nacido. No puede por tanto asegurarse en Fernando del Castillo en su Historia de Santo Do-
tan revuelto caos sino lo que decimos en el texto, mingo (capitulo XLI , pág. 82). En ellas se nom-
pues fuera del hecho indudable de que murió á bran como señores de Madrid, en 1201 á Diego
fines del siglo Xll, lo demás es aventurado. Juan López; en 1200 á Alfonso Tellez, y en 1219 á Ro-
Diácono que acaso pudiera haber dado alguna luz, drigo Rodríguez. También cita el señor Cavanilles
guarda sobre este punto absoluto silencio. otra escritura, aun más importante que las ante-
2 Durante el reinado de Alfonso lo fué un ca- ñores : es una donación del lugar de Freguecedo á
ballero llamado Rudrigo Fernandez , según consta la iglesia de Segovia , hecha por Alfonso YII en el
Emperador , dice así: «El placuit istud ad domino cual se lee éntrelos coaürmanles: Ahuauricus /("?»«
»
dos ¡I fiadores , siendo muy de notar que eran cuatro los primeros , mientras sólo se con-
taban dos en Toledo para los mozárabes y otro para los castellanos ; circunstancia que
justicia, acudir al tribunal con sus abogados^ voceros. Cuatro eran también los jurados \
autoridad nombrada por el rey , así como los alcaldes lo eran por los vecinos del Conce-
jo: tenian aquellos la potestad de dirimir las discordias, y acaso constituir también tri-
bunal de inmediata alzada para las providencias de los alcaldes. No es posible fijar cuál
fuese la autoridad de los adelantados , si bien es presumible que trataran las cosas de la
milicia, á juzgar por la importancia que cobra este oficio en el reinado de Fernando III.
Con el nombre específico de jiiex, existia otro funcionario que lo era privativo de los
honiines de palacio, vel de moros et de judias qui pertinent ad regem, y este debía
tener su tribunal in otero -. Entendían en lo criminal ciertos jueces instructores ó pes-
quisidores que llegaban al número de cinco, los cuales, según el fuero de Soria, debían
ser «homes bonos é entendidos é que dixiessen la verdat sin amenguarla». Es pues in-
«Et totum fürum quod solenl ibi habere el Sénior 2 No es fácil fijar ya este sitio, tratándose
et tos de (a Villa, habeant illud. de una población que, como Madrid, eslá cimenta-
1 Como atinadaiiienlc observa nuestro com- da sobre tantas colinas,
pañero el señor don Antonio Cavanilles, debió S Desde 1." de junio á 1.° de agosto.
Tomo I. 26
170 HISTORIA DE MADRID.
dición histórica, respecto de punto tan importante y no es hoy posible averiguar á qué ju-
risdicción quedó sujeta la villa predilecta de Alfonso VII, ni qué régimen hubo de esta-
blecerse entre las diversas collaciones ó parroquias en que la vemos dividida. No seria en
verdad descabellada suposición la que apuntase que pudo quedar gobernada por monjes
prietos, reparando en que sujeta según antes indicamos ' , á la autoridad del cluniacense
don Bernardo , y habiendo poblado este de fonjes de su regla todas las iglesias en que
interviene, no sería repugnante y si muy natural el que hiciese otro tanto con la de Ma-
drid, á cuya conquista concurre. Como quiera, la Villa cuya organización cimenta el Em-
perador, dotada de diez parroquias, no pedia carecer de uu Vicario que representase la
autoridad del metropolitano; y siendo la iglesia de Santa María el primer templo que se
en admitir que hubo de hacer la de Santa María de cabeza entre todas las parroquias de
aquella edad , privilegio que su antigüedad le ha conservado hasta nuestros dias. Sólo
añadiremos que dominado de aquel espíritu de asociación que iba despertándose en todas
partes á la sombra del trono, en medio del caos de la edad-media , aparece ya en el si-
glo Xlll el clero de Madrid animado de unos mismos intereses que defiende unido con-
tra el Concejo, no sin que se levantasen entre el Común de la Villa y la clerecia porfiadas
y peligrosas contiendas.
Pero esos hechos que se realizan durante el reinado de Alfonso VIII , cuyo adveni-
miento al trono y cuyas primeras desgracias, dejamos apuntadas, será bien tratarlos más
tura de las más respetadas poblaciones del reino , bajo la mano protectora de los dos úl-
timos Alfonsos: tocaba al vencedor de las Navas de Tolosa, trocado ya en astro de bien-
andanza la fatal estrella de Alarcos , completar esa misma organización , velando por su
guiente capítulo.
Importancia de Madrid en los tiempos anteriores á Alfonso VIII. —Su célebre fuero, ampliado por principe. este
—^Examen de este documento, y datos que de él se —Expediciones de don Alfonso. —Muerte en Madrid
deducen.
del infante don Fernando. —Preparativos para una nueva campaña. — Las fuerzas de de Aragón, de Na- Castilla,
varra y de las provincias ultramontanas reunidas en Madrid, con la hueste de su Concejo, se encaminan li Toledo.
—Sucesos que precedieron al paso de Sierra Morena por los aliados. —Avístanse el ejército cristiano, mandado por
los tres reyes, y el de los sarracenos, conducido por el Miramamolin Mohammed Nadir el Verde.— Batalla de las.
Navas de Tolosa. — Parte que en ella toma el Concejo de Madrid. —Insigne triunfo de Alfonso VHI. —Infundadas
conjeturas sobre la aparición de San Isidro antes de la batalla. —Varias circunstancias relativas culto del Santo al
cisco de Asís, que funda en ella una casa de su orden. —Llega también Santo Domingo de Guzman, y convierte •
en convento de monjas el que poco antes hablan establecido sus compañeros. — Cítanse algunos documentos relacio-
nados con estos hechos.
tarla más adelante, con especialidad en el año 1211, en que tratando de las expediciones
La inicia! que encabeza este capitulo está tomada de un precioso códice del siglo XII.
"'del rey don Alfonso de Castilla , menciona siempre en primer lugar á las gientes de Ma-
drit, entre las que seguían á aquel insigne caudillo '. Verémoslas figurar en breve en la
empresa más memorable de aquellos tiempos. Apartando ahora por un momento nues-
tras miradas de los sucesos militares de la reconquista , lícito nos será internarnos dentro
de su población, para contemplar con el detenimiento debido la vida real y en cierto
modo íntima de sus habitantes, según nos la revela un preciosísimo documento antes men-
cionado, y que afortunadamente ha llegado hasta nuestros dias.
Navas. Trascríbense, no obstante, entre sus disposiciones algunas de época anterior al pri-
mer príncipe, y encierra otras correspondientes á los sucesores del segundo ; de forma
que esta singular colección legal comprende desde el año 1145 hasta el de 1235, es de-
cir , un período de noventa años ,
que abraza desde el reinado de Alfonso VII hasta el de
No consiente la índole de la presente obra que demos desmedida extensión á cada uno
de los asuntos en que hayamos de ocuparnos, mayormente habiéndonos precedido críti-
tampoco consideraremos fútiles y de escaso interés los que mayor han de ofrecerle en el
Para convencernos de que el fuero de Madrid es uno de los que deben gozar este pri-
vilegio , no seria menester más que transcribirlo aquí íntegro: bástenos observar, sin em.
bargo, por punto general, que si no como un verdadero código legislativo, civil y crimi-
nal, porque bajo este aspecto, según manifestó ya un sabio publicista ^ , nada contiene
que no sea común á otros fueros municipales , puede al menos considerarse como testimo-
1 Anales Toledanos, I, España Sagrada , to- Disertación sobre el origen, nombre y población de\
'
^SWí^B"»-'^: ^r^ó" -Í^H^
^:-^
nio fehaciente de una organización más pacífica y regular que la que era dable conseguir
Desde luego es de suponer que esta especie de concordia no sería única y primitiva,
pues no es creíble que en el tiempo transcurrido desde la conquista de Madrid , hubiese
mitían.
Distinguíanse estas en varías clases, con arreglo á sus desemejanzas de raza y na-
turaleza, más bien que de cuna y de jerarquía. Primeramente los vecinos y sus hijos, á
quienes , en cambio de las ventajas que se les otorgaban, se exigía como condición indis-
pensable que residiesen en Madrid las dos terceras partes del año; luego los herederos,
es decir, los que poseían casa, viña y heredad; en tercer lugar los moradores, los in-
hortelanos ,
pastores y vaquerizos. Formaban parte de la población los cristianos ó mozá-
rabes, los judíos y los moros , subdividiéndose los postreros en libres ó cautivos, y es
de suponer que tanto los mahometanos como los hebreos viviesen en aljamas ó barrios
separados ,
pues así lo indica el nombre de la Morería con que se designa aun uno de los
recintos más antiguos, central un tiempo y extremo hoy día de nuestra corte. Los judíos
á más de los oficios ínfimos y mecánicos, desempeñaban otras muchas profesiones : las de
boticario y médico por ejemplo, viéndose en ellos como vinculada toda especie de comer-
pérdida de las orejas, el pié ó la mano, los azotes y la muerte en horca. En la clasifica-
ción de los delitos se procedía muy arbitrariamente, pues al paso que el deudor insol-
que no era lícito prender á un delincuente, con tal que diese fiadores de su persona -. AUí
i Véanse nuestros Estudios históricos políticos por ejemplo, si el ofendido se querellaba, era en-
y literarios, sobre los Julios de España, Ensayo I. cerrado el agresor en su propia casa hasta el viér-
2 «No se iiabla de cárcel en ninguna parte nes próximo en que le juzgasen los alcaldes. Si
del fuero. En algunos delitos, como heridas leves no guardaba el encierro y se le probaba con dos
174 HISTORIA DE MADRID.
eslún previstos todo genero de golpes y heridas ú mano airada, el homicidio, los denues-
modo á sus habitantes. No parece sino que corrían tiempos muy bonancibles , según lo
que se estimaba la seguridad y sosiego de la vida; bien que esto mismo da á entender
cuan sueltas andaban entonces las lenguas y las manos, cuando tanto se trataba de re-
primirlas.
perdida debia ser la que trataba de la agricultura. En la que se conserva habla de vifias
y de huertas, de árboles frutales y de todos los animales que hoy ayudan al labrador en
sus faenas, ó constituyen la industria de la ganadería. Debia asimismo abundar la caza en
el territorio, pues demás de poseer Madrid alto monte , en que se criaban osos y jabalíes,
se hace mención , digámoslo así honorífica , de los aleones -; y entre los alimentos más
usuales se halla, como sucede en la actualidad, la carne de conejo. Dos de estos se com-
putaban por una libra de carnero ; la de oveja ó cabra costaba tres dineros pero ;
si era
de animal viejo, cutral ó ciervo , dos dineros y una miaja. La postura del pescado tam-
poco estaba muy subida: dábase arroba y media de bogas por un maravedí , y al tanto
estaba la arroba y cuarto de barbos grandes , de que entraban dos en cada libra; del pes-
cado menudo valia medio maravedí la arroba. Prohibíase á los carniceros vender carne
de trifá, que se entiende era la que habla servido á los judios para sus sacrificios y ritos
Los pesos , cuya falta ú ocultación se castigaba , eran la arroba , media , cuarta ,
quin-
ta, tercia y libra; de las medidas, se indican sólo la vara y el palmo; las monedas se lla-
maban maravedí, maravedí de oro, sueldo, dinero, cuarta, octava y miaja. Por último
las armas que según, el fuero , estaban en uso y que no se permitía llevar dentro de la
población, ni en los arrabales, ni en los campos y sembrados inmediatos, tenían los si-
guientes nombres: lanza, azcona (venablo) , astil, segur, espada, cutello (cuchillo) tela,
testigos, pagaba tantos maravedís como dias am- i Fáltanle ocho hojas, ó un cuadernillo de los
bulat [oras de su casa. En otra parte del fuero cuatro de que debió .constar en un principio como
se manda custodiar á un criminal en casa del al- antes notamos. Damos un facsímile del mismo en-
guacil» (Cavanilles, Memoria citada, pag. 21). tre las más curiosas láminas con que ilustramos
Las palabras que van subrayadas darán idea del la Historia de la Villa y Corte de Madrid.
bárbaro lenguaje del documento, que no era ni 2 El qui falchon falaret, el al primero Domin-
latin ni castellano, sino una jerga bilingüe, con go no loaduxeril vclnolo dixeril in Conzüio, pec-
mullitud de voces arábigas; tesoro por lo mismo kt I morabetmo á los fiadores.
taragudo y bofordo, que sij^nificaba demás de arma, un juego militar muy generalizado
en aquellos tiempos ^
capítulo anterior, por medio de alcaldes, adelantados, jurados y fiadores ó fieles, á pesar
de que estos últimos , así como los sayones y alguaciles, debían pertenecer á un orden in-
ferior de ministros ó ejecutores de los mandatos judiciales. Los alcaldes eran cuatro, que
formaban cierta especie de tribunal colegiado ; y cuando sus votos se empataban , de-
tampoco con entera certeza qué autoridad seria la de Señor de Madrid que se indica en ,
Despréndese ,
por último , otro dato precioso del contexto de una de las adiciones del
Pero por mucho que como código formal y completo pretendiésemos amenguar el va-
el fuero, que precisamente es lo que hemos tra- importante es el'sistema que se seguía en la re-
lado de evitar. Los que deseen conocerlo bien, ya caudacion de los tributos. De las penas pecunia-
cn un análisis, ya en una versión extractada, pero rias ,
parle se destinaban á la reparación de los
completa, pueden recurrir á la citada Memoria adarves y á las obras del azor ó muro, que le-
del señor don Antonio Cavanilles. Es un trabajo nian además sus arbitrios propios; prueba deque
especial é inmejorable sobre el mismo documento, Madrid contaba con forlificacionos respelables.
que en materia, por ejemplo, de extensión lerri- 2 Debemos añadir á lo dicho en el capítulo
lorial, lleva la jurisdicion y términos de Madrid precedente que en 1185, este señor se llamaba
desde el Guadarrama al Jaramayal Henares, y Manrique; el año 1200, Diego López; el 1206
que en punto á diversiones públicas, menciona la Alfonso Tellez, y en 1219 Rodrigo Rodríguez,
del juego del tejo {el írehujar á moyon) y la de Consúltese sobre el particular la ya citada memo-
correr loros ó vacas ensogadas. Prescríbese lam- ria del señor Cavanilles, pág. 19.
bien la cantidad que habia de darse á los cedre- 3 Yéase lo que sobre este punto observamos
ros que cantasen en el Concejo (cedrero era el ju- más latamente en el capítulo precedente, pág 165.
176 niSTORtA DE MADRin,
lor de este notabilísimo documenlo, á los ojos del diligente historiador, que descubre en
él vestig^ios de una organización civil muy adelantada , costumbres un tanto cultas , des-
igualdad ,
pero no falta absoluta de derechos ,
policía , regalo , sosiego y seguridad , será
vasallaje, tal como, sin ir más allá, se conocía en la región próxima al Pirineo. Toledo,
la guerra, no hubieran adquirido los comunes su existencia ni sus franquicias , ni los mo-
narcas hubieran quizá procurado con tanto afán la felicidad de sus pueblos asegurando en ,
tarla ó á engrandecerla. De los males extremos suelen provenir los mayores bienes.
Ello es que , cuando no por otra causa ni más valedero título ,
por su veulajosa situa-
ción , como punto avanzado y fronterizo de Toledo , y además por la fortaleza de sus de-
fensas, Madrid era ya población de grande importancia á principios del siglo XIII. La
confirmación de algunas donaciones antiguas hecha por Alfonso V^III , la del amojona-
miento de términos entre aquella villa y Segovia, verificada por el alcalde Minaya en 1208,
y el privilegio del mismo año expedido por el mencionado Alfonso VIII, para fijar los tér-
pudo recabar el triunfo de Madrid, aunque lo intentó con tenaz empeño; lícito nos será
concluir admitiendo en parte los encarecimientos que han hecho de este pueblo sus pane-
giristas y admiradores.
Por el tiempo que dejamos dicho, esto es á fines del año 1211, ocurrió en él un su-
ceso lamentable. De su esposa doña Leonor tenia el rey don Alfonso un hijo llamado Fer-
nando ,
príncipe de condición apacible , muy querido de los castellanos , y de su padre
tan entrañablemente que no parecía sino que recelaba se le malograse. Hizo el rey una
para que fuese amaestrándose en el arte de acaudillar los ejércitos ; llegaron con varios
1 Estos documentos y las fuentes de donde Bovadella , Boadilla, Akorcon aguas de Bularec-
,
das acunas ventajas, volvieron pies atrás, porque apretaba ya el eslío. Resolvíase en-
los caballeros de Calatrava. Porque el enemigo viese que habia quien le contrarestaba,
envió don Alfonso á su hijo en auxilio de los cercados: no consiguió su fin, resultando
el disgusto que sentirla de empresa tan infructuosa, quebrantaron el ánimo del joven Fer-
nando en términos, que habiendo pasado á Madrid, donde á la sazón se hallaba la corte,
adoleció de una calentura que en pocos dias le llevó al sepulcro, á la edad de veintiún
años '. Acerba fué la aflicción del padre, viendo tan de repente desvanecidas sus espe-
ranzas: los pueblos mostraron también el sentimiento que en aquella pérdida les cabia,
vistiendo todos de luto; porque la estrecha unión que reinaba entre ellos y el depositario
del poder supremo hacia que en cualquiera desgracia acaecida al rey, se interesase hasta
ponía á todo otro cuidado ó desconsuelo. El imperio de los almohades allegaba otra vez
todas sus armas y recursos para intentar nueva invasión, más formidable y eficaz que las an-
tad y la ruina de España. Al grito de guerra santa que dieron en sus tierras los muslimes,
respondió el Orbe católico , conmovido por los ruegos de Alfonso VIII y las exortaciones
del Pontífice Inocencio III, con el levantamiento de una cruzada universal , semejante á la
que por entonces, con propósito más heroico que realizable, guerreaba en la Palestina.
Los prelados españoles , entre quienes el de Toledo hizo oficios de apóstol y embajador ^,
armaron sus diócesis ; los ricos-hombres sus mesnadas; los caballeros sus vasallos , y las
ciudades y concejos sus huestes. Viva estaba en la memoria de todos la sangrienta ca-
riiismo don Alfonso YIII, donde fué enterrado, presa; mas no parece que se alejó hasta Roma,
Acompañáronle para liacer su entrega la virtuosa según afirman varios historiadores. En Roma se
doña Berenguela , hermana del infante, cuyo ma- hicieron solemnes rogativas públicas, por el buen
trimonio con el rey de León estaba ya entonces éxito déla guerra que se preparaba. De ellas ha-
anulado, y don Rodrigo Jiménez de Rada, el cé- blan el señor Lafuenle en su Historia general de
lebre historiador y arzobispo de Toledo. España (tom. V, pág. 202), y varias memorias
2 Consta que el arzobispo don Rodrigo eslu- que se conservan impresas y manuscritas.
Tomo I. 27
178 HISTORIA DE MADRID.
táslrofe de Alarcos: fuerza era ya ó exterminar á los invasores, ó rendir de una vez el
cuello ú la servidumbre.
Madrid se- trocó aquellos dias en plaza de armas , donde el Rey celebró los primeros
consejos con los magnates, y donde absorta la muchedumbre, vio llegar sucesivamente
hueste de sus más esforzados hijos, no queriendo su Concejo ser el último en segundar
campaña término decisivo. ¿Quién habrá que ignore sus circunstancias? ¿Quién que una
vez haya abierto nuestros anales , habrá podido pasar por alto el insigne triunfo que en
las Navas de Tolosa alcanzaron los príncipes españoles? Ni á nuestro especial propo-
sito de referir los principios y sucesivo engrandecimiento de un pueblo que de aquella épo-
y en que todos tomaron parte. Harto haremos en no omitir ninguno de los que más íntima
relación tienen con nuestro asunto.
De Madrid partió el rey don Alfonso con su hueste para Toledo. Agregósele aUí don
Pedro de Aragón con los de su tierra y los catalanes , y no mucho después llegaron los
de León y los portugueses. La primera empresa que se intentó fué el sitio del castillo de
1 No concurrió el rey de León por las desa- dili vero quinqué solidi. Mulleres, parmili, débiles
Malag'on, donde perecieron cuantos moros le deícndiau: igual sucrle hubieran corrido los
las armas. Pero no aprobaban tanta benignidad los extranjeros, y trataron de degollarlos:
pretexto del calor y de las enfermedades, determinados ya á volverse á sus casas, los pri-
bona Arnaldo y Teobaldo Blascon de Poitiers, español de nacimiento, con poco más de
,
Y para que más claro empezara á verse el favor de la Providencia , como en com-
pensación sin duda de las legiones que desertaban , he aquí que aparece con numero-
sa falange don Sancho , rey de Navarra , de quien con alguna razón se habia temido
que no por
, falta de espíritu , sino por sobra de desvio y resentimiento ,
permaneciese
extraño á tan grande ocasión cual se preparaba. Desde este instante, que á todos colmó
de júbilo, decidióse partir en busca del enemigo cualesquiera que fuesen su número y for-
taleza. El deber, que en los más suplía á la voluntad, trocóse de pronto en esperanza y
brioso aliento : no cabían ya los corazones en los pechos , antes oprimidos por la angustia
y la incerlídumbre.^.
Con tales disposiciones avanzaron los cristianos á Salvatierra , y noticiosos de que los
ta encontrarlos. Los moros por su parte , con el Miramamoliu Mohammed El-Nadir, ape-
llidado el Verde ^, viendo que los cristianos no cejaban, que sus fuerzas eran muy infe-
1 De escaso proveclio fueron los tales auxilia- de los coracones de los medrossos» {Crónica ge-
ves, ultramontanos ó de ultrapuertos, como en- neral, ó Es/on'a de Espaium de don Alonso el Sá-
tonceslos llamaban. Talaron la vega de Toledo, bio,M. S. del Escorial, fól. 500 vio. col. 2.').
cometieron mil desmanes , se aprovecharon de 5 Del turbante de este color con que se cu-
cuanto produjo el saco de Calatrava, y creyeron bria, distintivo de la dinastía de los almohades,
echársela de fieros , vengándose contra lo estipa- 4 No es posible averiguar el total de que se
lado en la capitulación ,
de unos infelices inermes componían los españoles confederados; mas segu-
y vencidos. Asi fué que al regresar á Toledo, la ramente no bajaban de 115,000 hombres, visto
ciudad les cerró las puertas, y el pueblo los llenó que, según afirman los contemporáneos, el refuer-
de improperios desde los muros. zo del rey de Navarra compensaba la falta de los
2 «El muy noble don Alfonso, rey de Castie- extranjeros. Los moros, ateniéndonos al testimo-
lla.... entendió et vio que los coracones de los nio del arzobispo don Rodrigo, juntaban 80,000
grandes et alrevudos crescieran, et los flacos de caballos, y su gente de á pié era innumeral)le: De
coracones que esfoi-caran , et que se afirmaran los agarenis audivimus qiiod erant octoginla mülia mi-
dubdosos... Et la discordia de los que se fueran, lilum , pedihm veroíurbae nonpolerant numerar i.
(¡ue espantara á muchos el su espanto ,
partiósse Quizá, sea fundado el cálculo de los que opinan
180 HISTORIA DE MADHID.
tida de los extranjeros, juzgaron <j;ue lo mejor sería atajarles los pasos de la sierra, ó
Reunidos los tres reyes en consejo , don Alfonso fué de opinión que á todo trance se
viniese á las manos con el enemigo. Era el 12 de julio , y vencida la resistencia que les
opusieron las primeras avanzadas mahometanas y aun otro cuerpo numeroso que salió
en su ayuda, se hicieron dueños del castillo de Castro Ferral, y encaminaron sus pasos
hacia la Losa. Necesario era penetrar por gargantas y angostos desfiladeros , de cuyas
alturas estaban los infieles apoderados ; empresa en que indefectiblemente hablan de pere-
cer cuantos la intentasen. Ni es dable pronosticar si tan temerario intento se hubiera lle-
vado á cabo: ello fué que, cuando más azorados y perplejos andaban todos, presentóse
un campesino, pastor según la traza y el conocimiento que tenia de aquellos atajos y
quebraduras *
, y ofreció conducir al ejercito por sendas extraviadas y fuera del alcance
de los contrarios, hasta un sitio donde ventajosamente pudieran establecerse -. En bre-
ve y como por encanto viéronse en efecto los nuestros trasladados á unas llanuras que
desde entonces se inmortalizaron; las Navas de Tolosa, destinadas a ser afrenta y sepul-
cro de la morisma.
Allí y en el fondo de un dilatado valle descubrieron los aliados todo el campo de los
enemigos, sus tiendas que se asemejaban auna ciudad populosa y guarnecida de mul-
titud de haces, y estas ordenadas ya para el trance de la batalla: delante las tribus de
mayor empuje, con los árabes, conocidos por su agilidad y por su destreza en manejar
lanza y saetas , al modo de los antiguos partos ^. Alzábase en el centro de todas aque-
llas líneas y señoreaba sobre todas la tienda encarnada de Moharamed , á quien cubría el
manto negro de sus antecesores ; y cuéntase que al rededor se apiñaban hasta diez mil
negros con sus lanzas clavadas en tierra , formando una especie de empalizada , traba-
dos los pies con grillos para que permaneciesen inmobles, y que resguardaba aquel
atrincheramiento un cercado de dobles cadenas de hierro y una fila de tres mil camellos.
Deseche cada cual en este punto las que le parecieren consejas destituidas de probabiü •
(jue con respecto á los sarracenos , los cristianos como unas diez millas de extensión , y hallábase
serian una tercera parle. de trecho en trecho amparada por algunas emi-
1 Después nos haremos cargo de las especies nencias que servían á la vez para la defensa y para
á que dio origen la aparición de este campesino, el ataque.
aun sinceridad de sus palabras; pero habiéndole árabes, velocitate et lancear um agilítate: hi símiles
seguido don Diego López de Haro y el aragonés parthis sagiltarum insistunt negoliis (Roder. Tole-
L\\ HeriUici.
i ¿aia.iuVvl.»."
dad: por lo menos se tendrá una ¡dea del peregrino carácter de aquella época, y del co-
lorido con que la han representado los más graves historiadores. Lo que sí parece indu-
dable es que al asomar los cristianos tan sin tropiezo y repentinamente por lugar tan ines-
Procuraron encubrirlo haciendo al punto seña de acometer; pero los nuestros perma-
necieron tranquilos y se prepararon á descansar, aunque sin perder la ordenanza con que
venian. No era lance aquel para improvisado, ni el cansancio y rigor del estío les deja-
ban fuerzas para trabar luego una contienda que prometía ser tenacísima y sangrienta; y
así se mantuvieron otros dos dias, bien que los enemigos les presentasen batalla en am-
bos ,
hasta que se consideraron ya prevenidos y holgados como deseaban.
Pero amaneció el 16 de julio de 1212, y los repetidos toques de tambores y clarines
en el campo cristiano anunciaron á los moros que era llegada la hora de la pelea. Éralo
en efecto, porque don Alfonso había pasado la noche en distribuir sus fuerzas y designar
á cada cual el lugar y oficio que había de tener en el combate. Al rey de Aragón don
Pedro dio el ala izquierda, en que habían de ir los prelados y caballeros de su reino, con
el pendón de San Jorge, que llevaba su alférez mayor don Miguel de Luesia: la derecha
encargó al rey don Sancho de Navarra, que capitaneaba á los portugueses y gallegos,
vizcaínos y guipuzcoanos, con los concejos de Segovia, Avila y Medina del Campo; en la
vanguardia puso á don Diego López de Haro, seguido de sus hijos y parientes , las Orde-
nes militares y varios concejos, entre otros el de Madrid, cuya seña en que brillaba un
oso negro en campo de plata, llevaba don Sancho Fernandez de Cañamero; y él se re-
servó el mando del centro y la retaguardia, con el estandarte real, que enarbolaba don
Alvat Nuñez de Lara, los prelados y ricos-hombres de Castilla, y las comunidades de
Toledo, Olmedo, Arévalo y Valladolid '. De realizar este plan se encargó el catalán
otros se adelantasen á la par, con ánimo de no conceder ni aun esta ventaja á los enemi-
gos. Lo indudable es que el primer ímpetu de los moros fué poco menos que irresistible,
y que los castellanos que iban delante se vieron forzados á retroceder. Hay quien afir-
ma que entre los que así huyeron á este primer choque iba el que tremolaba la enseña
de Madrid , á quien el rey don Alfonso , lanza en ristre, forzó á volver á su puesto, donde
se distinguió después por su arrojo y brío; mas de semejante acción nada dicen las rela-
ciones contemporáneas 2; y caso de ser fundada la especie, pudo consistir en yerro ó pre-
1 El arzobispo clon Rodrigo , Zurita , Nuñez de tarios, ya en represeal ación de los Eslados á que
ñor el catálogo de los caballeros más distinguidos 2 Cuatro son las que se conservan de la bata-
qu3 concurrieron á esta empresa, ya como volun- lia de las Navas : la primera en los Anales Tole-
.
cipitacion, porque parece que se equivocó el pendón de Madrid coa el de los liaros '.
Pero la batalla se había entretanto hecho general, ganando unas veces terreno los
fo, sino la opinión de más denodado y fuerte, porque en aquella competencia, el amor
propio era lo que principalmente enconaba y enardecía los ánimos, presagiando ser una
de las ocasiones más gloriosas que hubiesen visto jamás los siglos, hasta que rendidos de
día el prelado con el ballestero , el magnate con el más infeliz vasallo; don Alfonso pare-
cia sembrar muerte y estrago por donde pasaba -; don Pedro de Aragón mostraba verda-
deramente alientos de rey durante el combate ^. Clérigo hubo que movido del más ar-
diente entusiasmo , atravesó á todo correr de su caballo por enmedio de los enemigos,
llevando como enseña de terror, una cruz arzobispal levantada en alto, sin que recibiese
lesión alguna en medio de tan horrible estrago y matanza ^. La batalla se hubiera pro-
longado con doble ahinco, si don Alvaro Nuñez de Lara por una parte ^, y por otra el
rey don Sancho de Navarra penetrando dentro del atrincheramiento de cadenas que for-
,
tianos hicieron en los infieles fué tan horrorosa é imponderable ^: que con su nombre se
designa aun el campo de la batalla. La rota de Alarcos y cuantas victorias habla obtenido
danos ,
que ya hemos mencionado ; la segunda es guisa los quebrantó ,
que bien entendieron que rey
la de la Crónica latina del arzobispo don Rodrigo, era» (Ibid. 397 vto).
que también queda citada ; la tercera la que es- 4 Esto se refiere del canónigo de Toledo don
cribió el rey don Alfonso al Papa líiocencio III, Domingo Pascual, crucifero del arzobispo don lío-
seña de Madrid , cuidando que era el pendón de tanto. Don Luis Salazar y Castro en su Ilistorid
don Diego por el oso que traye, que semejaba á (jenealóyica déla casa de Lara (11b. XVI, capítu-
los lobos del pendón de don Diego» {Quarta parle lo VIH) trae el privilegio que se otorgó á don Al-
de la Crónica de España, corregida por Florian varo por esta hazaña. En cuanto á que el rey de
Docampo; Zamora , 1541 , fól. 395). Navarra tomó desde entonces las cadenas de hler-
2 « E por do él pasaua fel rey don Alfonso) ro por blasón de su escudo de armas, es invención
páresele que salle fuego et centellas que se encen- desmentida ya, entre otros, por Nuñez de Castro,
dian las yernas» (/¿»/(/. fól. 598) 6 A centenares de miles hacen subir los hisio-
3 (i E de si llegó el rey de Aragón ; el de tal riadores los moros que perecieron en trance para
[r—
5-^
5=»
PRIMERA PARTE, CAP. III. 183
satisfechas. España recobró para siemi)rc en las Navas de Tolosa la independencia que
coa tanto tesón habia anhelado y defendido, pues las futuras correrlas de los árabes por
la península , si se exceptúa la invasión de los beninierines , no fueron más que los pos-
arraigado.
Dadas gracias á Dios con solemne Te-Dcum, recogidos los despojos abandona-
dos por los enemigos y generosamente distribuidos, pues el rey don Alfonso no aceptó
para sí y los suyos más galardón que la gloria de la batalla , terminaron los cristianos su
Tolosa , y de las ciudades de Baeza y Ubeda: con lo cual , y apretando cada vez más los
calores de la canícula , cada uno de los confederados recogió su hueste , y partieron to-
dos contentos para sus tierras.
Hasta aquí las memorias que se conservan de la batalla perpetuamente gloriosa de las
Navas, ó de Ubeda, como la apellida don Alfonso el Sabio. Ya que no á los menos tér-
cronistas historiadores ,
quién por el afán de congraciarse los aplausos de los que piden
mucho á su buen criterio. Pero no podemos pasar en silencio una tradición que por ha-
berse generalizado con testimonios fehacientes al parecer, y por hallarse enlazada con
uno de los monumentos más antiguos y venerables de Madrid, debemos dilucidar ahora.
Ya muy avanzado el siglo XV , y según todas las probabdidades en tiempo de los Re-
yes Católicos , comenzó á divulgarse la creencia de que el pastor que se presentó al rey
don Alfonso antes de la batalla de las Navas, y guió al ejército cristiano por sendas des-
conocidas, era el labrador San Isidro, enviado por Dios para ser ángel libertador de
los cristianos y coronar á los príncipes aliados con el lauro de la victoria. Por este medio,
achaque de aquellos tiempos, en que el entusiasmo religioso por una parte y por otra
olios tan aciago, al paso que de los cristianos sólo importancia al hecho, porque el mérito de las ba-
muricron vcinlicinco ó Ireinla. Ejta es la parle de lallas no estriba en el número de los muertos,
máquina propia de una acción tan épica: no damos sino en los resultados á que dan lugar.
]S4 HISTORIA DE MADRID.
ning-uno de los que consignaron en sus escritos la memoria de la batalla deja siquiera
traslucir indicación alguna sobre este punto. Todos se reconocen deudores de aquel be-
neficio á la protección del cielo: ¿cómo no, siendo Dios quien todo lo encamina á sus altos
fines? Pero aplicar esta máxima eterna del cristianismo á casos que en nada se diferencian
de los comunes, nos parecerá siempre una temeridad ó un desacato. El arzobispo don Ro-
drigo, testigo y autor principal de aquella magnífica epopeya, habla del mencionado rústi-
co como de un hombre despreciable y de mal aspecto ^i fundados sin duda en estas mismas
apariencias, los reyes recibieron su oferta con mucha desconfianza, comisionando á don
Diego López de Haro y á don Garcia Romeu para que le siguiesen. Ni los que concurrie-
ron á la batalla ni los escritores de la época que la refirieron -, hacen la alusión más
leve á San Isidro: Juan Diácono , escritor de su vida, y cuyo testimonio se tuvo presente
en el proceso de canonización del Santo , tampoco menciona semejante idea. ¿De dónde,
pues ,
provino una opinión que nadie tuvo en su tiempo , y que tan autorizada ha venido
á correr en lo sucesivo? De la tradición, dicen sus parciales y defensores; más ¿cómo, si
Juan Diácono recogió cuantas existían en su tiempo referentes á la vida y milagros del
Santo Labrador , y siendo esta la más pública , la más gloriosa de todas , no conserva de
El marqués de Mondéjar , uno de los que más versados en los estudios históricos, se
propusieron restaurar, ó mejor dicho, fundar la verdadera crítica en nuestra patria, fué
el primero que impugnó la milagrosa intervención de San Isidro en la batalla de las Na-
vas ^: contradíjole el canónigo y doctor don Manuel Rosell en un libro que publicó al
Real ^ , y tales argumentos adujo y puso la cuestión tan en evidencia que no es posible
,
lia dirigebaf, missit qtiemdam Iiominem plebeium, de su autor, insignificante. Don Lúeas de Tuy y
snlis despicabikm ethabitu el persona: (y añade) Alberico , abad de Tresfuentcs , le hacen el pri-
qui olim in monlanis illis pécora paverat , el cuni- mero pastor, pastor ovíum, y el segundo un liom-
citlorum et leporum ibitlem capüoni instileral bre del campo , vir quídam silvcslris.
Aqui revela el arzobispo hasta el oficio que el pas- 3 En sus Memorias del rey don Alfonso VIH.
Oviedo, en sus Quinqmgenash llama Martin Al- 4 Disertación Histórica sobre la aparición de
haja , y dice que fué el fundador dellinage de los San Isidro Labrador, patrón de Madrid, á ¡os re-
Cabeza de Vaca: no hay prueba alguna en favor ijes de Castilla, Aragón y iVavarra y á todo rl rjér-
de tan gratuita aserción; y como lal ha sido refu- cito christiano, antes de la famosa batalla de las
lada por todos los historiadores de alguna crítica. Navas de Tolosa. Madrid ,
en la Imprenta Real,
ni siquiera se menciona el hecho; prueba de que 5 Discurso sobre varias antigüedades de Ma-
IIISTOKIA m L\ YIIIA Y rORTK DE MAllllin.
omoiii ncn'aici
vuelta de su expedición , visitó el rey don Alonso el cuerpo de San Isidro en la parroquia
de San Andrés de Madrid; que mandó descubrirle para adorarle devotamente; que ha-
llándole ínteg-ro y cual si recientemente le hubieran sepultado, pudo reconocer en sus
facciones las mismas con que se le apareció el rústico de las Navas , y por último que
agradecido á su protección , mandó construirle una estatua una , capilla y un mausoleo.
Muchas circunstancias son para darlas todas por falsas; mas ¿qué se diria si con efecto
resultasen tales?... No negamos lo de la visita, que de un mero acto de devoción, nada
tiene de extraño que no conste memoria alguna; pero lo de erección de capilla, estatua
menterio de San Andrés á la iglesia ' para que recibiese pública veneración ;
que se de-
positó junto á los altares de los Santos Apóstoles, en un sepulcro de piedra que existia
en 1266 -; que con posterioridad se le labró un arca de madera ^, la misma que se guar-
da y se muestra hoy dia en la parroquia de San Andrés; así como es notorio que en tiem-
po de Carlos III, en el año 1769, se trasladaron desde dicha parroquia á San Isidro el
Real los cuerpos de San Isidro y Santa María de la Cabeza, que subsisten en el altar ma-
Compañía. Todo esto se comprueba lo mismo por la historia que por la tradición; mas la
fábrica y demás monumentos erigidos por don Alonso VIII se apoyan en bases tan poco
sólidas, que por sí propias vienen á tierra, sin necesidad de impulso ajeno. Y siendo esto
así, no puede alegarse argumento de mayor fuerza contra los modernos innovadores.
A otros datos no menos curiosos y propios de nuestra historia da lugar esta investi-
gación. De las visitas eclesiásticas consta ^ que San Isidro era de grande estatura y de ros-
drid, etc. Imprenta de Sancha, 1791. En esla desde Madrid, págs. 105 y siguientes. De ella
obra podrán liallar los curiosos cuantas razones se ofrecemos á nuestros lectores esmerada cromoli-
Juan de Perreras era , cuando esto escribía, cura en el oratorio del Ayuntamiento.
párroco de San Andrés. 5 Pellicer, loe. cit. ]Ag. 51.
TOMO I. 28
—
tro grande, y por consiguiente nada parecido al que, según el arzobispo don Rodrigo,
guió al ejército cristiano en el paso de Sierra Morena. Autores hay '
que fundándose en
el hecho de que San Fernando puso en la capilla mayor de la santa iglesia de Toledo la
estatua del pastor de las Navas , deducen que este no podia representar más que á San
Isidro. ¿Por qué razón, siendo un recuerdo histórico, como otros que se conservan en
aquel templo? Y si se pretende dar á entender que el traje con que se le figura era el
propio de los labradores de aquella época , saldrá al encuentro de la objeción otro erudi-
to historiador pintándonos á la gente del pueblo en general con sus gramallas, cogullas
Y capirote ras 2, sin calzas y con barbas largas. Por último, no es verosímil que el rey
don Alfonso hubiera omitido la presunción que se le atribuye en la carta que mandó al
Papa Inocencio III; y si no presumió desde luego que el pastor fuese San Isidro, ¿de dón-
mente hubieron de influir en aquel memorable triunfo, si no era bastante la discordia que
1 El P. Gerónimo Román de la Higuera en chivo de la Villa (legajo 50, núm. 160). Es una
su Historia déla Imperial ciudad de Toledo, mss. confirmación de la sentencia dada en el pleito que
citado por el mismo Pellicer. El P. Higuera fué seguían por una parle el Concejo y los doce de
uno de los que más traücaron con los falsos cro- Madrid, y por la otra Gonzalo Díaz, alcalde que
nicones. había sido de la misma Villa, sobre reclamación
2 «Andaban los castellanos con las gramallas de cuatrocientos maravedís con el doblo ,
gasta-
largas hasta en tierra, con sus antiparas y capi- dos por el Diaz cuando se acordó sacar el cuerpo
roteras , y con cogulla sobre la cabeza , derecho sánelo de San Esidro. Lo curioso de este docu-
en derecho , é sin calzas , é con barbas largas , é mento es que el demandante confiesa haber saca-
saludábanse así con orgullo , é parecíales bien que do los dichos dineros á mata barata de judias á
era maravilla» (Crónica del cardenal don Pedro lofjro, et que eran doblados, y por lo tanto recia"
González de Mendoza, por Salazar de Mendoza, maba también las costas. Así se proveyó, conde-
capitulo XLIX, pág. 371.) nando al procurador del Concejo y de los cacalle-
5 Madrid acostumbraba á sacar en rogativa ros y ornes bonos de dichos doce al pago de los
el cuerpo de San Isidro con ocasión de enferme- cuatrocientos maravedís, con el dos tanto más que
dades de reyes , sequías y otras calamidades pú- el principal. El documento está fechado en Ma-
blicas ; y una de ellas debió ser en tiempo de Al- drit, siete dias de octubre, era de mili et treszien-
fonso XI aunque , se ignora el motivo, conforme á ios et ochaenta el quatro años (Año 1346), y las
un documento que tenemos á la vista , existente firmas dicen: «Yo Johan González lo fiz escrivir
entre los MSS. de la Biblioteca Nacional y copia- por mandado de García Pérez, alcalle del Rey.
do por el P. Burriel en 1759, del original del Ar- García Pérez. —Johan Ferrandez, vista».
IIISTOKIA l,.\\ll.l„\V('()KTK 1)K MAllHlll.
\
—
uwí.kTA dib'ylii llt de J DONON Madni
[EsmTiM mi m^m m mi ^% m im
i SIGLO XIII _ CATEDRAL DE TOLEDO,;
PRIMERA PARTE, CAP. H. 187
brado ciega en la victoria , lo serian nuestra cabal y sincera unión, nuestra fé en la Pro-
videncia y el heroico y santo propósito con que se arrojaron á lid tan aventurada nues-
tros mayores. No nos detengamos más en un asunto que, recargado de digresiones, pare-
nos con el infalible y heroico instinto de los pueblos que defienden su independencia, com-
prendieron que era aquel triunfo presagio de otros, si no mayores, más decisivos; y así
Consumían en tanto sus fuerzas las demás naciones en el delirio de las cruzadas ,
que
zas , más de una vez satisfechas á fuerza de jniquidades *. La guerra era por el contra-
rio en España natural , necesaria y justa: más duraderas las treguas y alianzas celebradas
entre los estados cristianos, acumulábanse cada dia por derecho de herencia señoríos y
territorios antes divididos ó enemistados; mermándose poco á poco los privilegios, se iban
los pueblos emancipando de toda tutela extraña , y adquirían las clases inferiores dere-
chos y vida propia , fructificando los gérmenes de una civilización que por ley de su
Debíanse en gran parte tan prósperos resultados á la sincera y benéfica influencia del
poder eclesiástico ,
que mientras por un lado coadyuvaba al acrecentamiento de la autori-
dad de los reyes, procuraba atajar por otro las demasías y preponderancia de la nobleza.
Ocupaba á la sazón la sede romana el Pontífice Inocencio III, cuya ilustración y virtudes,
unidas á una gran rectitud de miras y á una invencible fortaleza de carácter, le hacían
muy á propósito para regir los destinos de la cristiandad en aquellos tiempos -. Roma y
el mundo católico necesitaban de un legislador supremo que concediese á cada cual sus
1 Recuérdese, entre otros liechos, la desas- Raumer, Lingard, Montalembert y todos sus pa-
2 Esto ilustre Pontilice lia sido blanco de las su pontificado por Hiirtcr pueden verse las opi-
censuras de cierta escuela filosófica; pero la pu- niones que sobre él han emitido lo mismo sus ad-
biicacion de sus cartas y otros documentos con- miradores que sus adversarios.
temporáneos lia venido por fin á dar la razón á
188 HISTORIA DE MADIUn.
cias; y la Ig-lcsia exigía un reformador que perfeccionando la moral del clero, vigilase
también poi' la dignidad y suficiencia de los prelados. A todos estos fines hablan aspirado
dores, y como el espíritu de discusión suele llevar al del libre examen, cuantos se desva-
necían en las alturas de la ciencia ó cerraban su corazón a los sentimientos de la fé , se
tagiaron con toda suerte de errores los países occidentales , durante los siglos IX, X y XI,
ya por la favorable predisposición que en muchas poblaciones hallaban , á consecuencia
que se habla esparcido por Europa , y que tanto se prestaba á las sutilezas y argucias de
los innovadores , enemigos no menos dañosos á la religión que á la sociedad constituida,
dado que se vallan de la primera para lograr más fácilmente la reforma de la segunda ^
En vano se acudió á la autoridad de los Concilios ,
que como los de Reims, Tours y
Letran, condenaron abiertamente, no sólo las doctrinas, sino las tendencias heréticas:
podia negarse el de resistencia , mucho más en aquellos días , en que la fé ortodoxa re-
1 Nuestros lectores no llevarán á mal esta interminable: tendríamos que citar á los paulicia.
digresión ,
por más que en una historia particular nos y maniqueos, á los cataros, patarinos y val-
parezca ociosa é inoportuna, pues sin hacer al- denses, y subdividir estos últimos, por ejemplo, en
guna mención de los obstáculos con que tuvo que pobres de Lion, arnaldistas, leonislas, búlgaros,
luchar el catolicismo en los siglos medios , mal publicauos , circuncisos , etc. , añadiendo los des-
pudiera comprenderse después el eslablecimienlo varios en que la mayor parte de ellos fundaban
sectas religiosas que á la sazón habían cundido empezaron á perseguirlos, ó como quieren otros,
por Europa , seria, sin embargo poco menos que y es más probable, porque allí tuvieron su origen-
,
PRIMERA PARTE, CAP, III. 189
ticia, hija innata de la razón y del sentiinienlo , cuantos dones otorgó al hombre la Pro-
mal que por todas partes amenazaba propagarse, los Pontífices alzaron la voz de su au-
toridad , haciendo intérpretes de ella á los Concilios ;
pero estos eran insuficientes. Com-
prendióse entonces la necesidad de emplear medios más eficaces, medios análogos á los
la virtud , los vencedores heroicos del mundo y de sus pasiones ; y los penosos grados
que mediaban en la escala de la vida claustral desde , la pobreza hasta el cautiverio , des-
Por esta época se conocían ya los cartujos ' , distintos de los benedictinos y clunia-
vos ó Trinitarios ^. En Madrid mismo hemos ya visto que de tiempo atrás existia el mo-
nasterio de San Martin ;
pero no debiendo considerarse más que como un priorato, hijue-
la del de Santo Domingo de Silos, y ejerciendo los monjes amplia jurisdicion, con arregle
al fuero de Sahagun ,
que les concedió el emperador don Alfonso VII *^
, claro es que su
institución , en la forma y aun en los fines, no guardaba analogía con las órdenes sobre-
tutivo de la caridad ''. Las casas religiosas que se establecieron en Madrid por los años á
que corresponde nuestra narración, fueron la de los frailes Menores y la de los Dominicos.
Un comerciante italiano de la ciudad de Asís ,
provincia de Umbría , llamado Pedro
Bernardone, tuvo un hijo ^, á quien puso por nombre Juan, y á quien desde niño, por la
facilidad que mostraba en hablar con los franceses que concurrían á su casa , dieron en
llamar Francesco (Francisco), que en aquella lengua sonaba del mismo modo que Fran-
ees ^ Lejos este de aficionarse al comercio de su padre, se dedicó al cultivo de las letras;
y apenas llegado á los veinticinco años, comenzó á dar tales pruebas de desprendimiento,
que paró en ser echado de su casa y desheredado. Una grave enfermedad que le puso á
ble ,
que desde aquel momento se consagró al servicio de Dios á , las obras de caridad y
Pasó á Roma y ,
pidió á Inocencio III licencia para plantearla. Negósela al pronto el
Pontífice , mas luego, penetrado del fervoroso espíritu que animaba á Francisco , no sólo
aprobó su Regla, mas también hizo que fuese ratificada en el Concilio de Letran. Con esto
conventos: cuatro años después de haber obtenido la bula pontificia, dícese que habia lo-
grado juntar cinco mil religiosos en aquellos países : no necesitó tanto tiempo para es-
Mas su celo apostólico tampoco se contentaba con la práctica ni aun de las más difí-
ya como santo, y ansiaba morir como héroe: y así se propuso encaminarse á Marruecos,
para conquistar nuevas almas ú obtener la palma del martirio. Entró en España por Na-
varra; fundó en Burgos un convento bajo la advocación de San Miguel, otro en Logroño,
íu las casas de un caballero llamado Medrano de : allí pasó á Vitoria y San Sebastian, don-
3ia llegó hasta Portugal, regresó á Castilla , y desde Arévalo, donde dejó asimismo otra
"uudacion, vino por fm á Madrid , según la opinión más autorizada, en el año 1217 ^.
Srt/í Francisco el Grande , ó por mejor decir , en la parte adonde cae la capilla de la ve-
nerable Orden Tercera, y en la que fué otro tiempo huerta de aquel convento, consér-
1 nisloire lie Saint Francoise d' Assise, por clon francesa, París', 1847, toni. XI, pág. 156).
F. Em. Chauvin, Paris, 1841. 5 Esla, con efecto, es la feclia más probable,
2 «Predicaba por Navidad en un establo, según las conjeUu'as del P. Damián Cornejo en su
:on el pesebre, el heno, el buey y la muía; y Crónica Seraphica, y Vida del glorioso patriarca
balido de un cordero; cuando el de Jesús, 1682) y los Anales de la Orden de los Menores,
taba el ,
se lamia los labios, como para saborear la dulzu- de Fr. Francisco de Rojas ,
(Valencia 1652). Este
ra que le quedaba en ellos, En ios últimos años líllimo supone que en diciio año 1217 reinaba en
de su vida llevaba impresas las cinco llagas del Castilla Alfonso XI, inexactitud que debe atri-
Redentor.» (Canta , Hisloire Univcrselle , traduc- buirse más bien á descuido que á ignorancia.
\ii,i,.\v(hhti:iii:maiii!1
iiisToiiiMii'. i.A
ICA liiiryU'
tradición afirma que en su origen fué una choza, puesta junto á una fuente pequeña en-
tre dos álamos •, y que en la calle hoy apellidada Carrera de San Francisco, hubo una
arboleda plantada por el mismo Santo -; y nada tendría esto de inverosímil, sabiéndose
por uno de sus discípulos que tributaba cierta especie de culto á las plantas , los árboles
y los frutos de la tierra , como otras tantas hechuras del Criador; que en todos los con-
migas por ser codiciosas en demasía; que apartaba los insectos de los caminos, para que
no los pisasen los que pasaban; que espantaba las liebres y las palomas, por que no diesen
con ellas los cazadores; y por último que vendió una vez la capa, para rescatar una oveja
permaneció el Santo en Madrid. Sin duda seria muy poco; pero bastó para levantar la re-
Cataluña; y aunque se ignora también quienes fueron los religiosos que prosiguieron y
acrecentaron la primera fundación, se conservan los nombres de los principales que man-
dó á las provincias de toda España *, así como se da por positivo que habiendo intenta-
1 «En el sitio que está destinado para huerta cañado los religiosos para tenerla dentro del con-
del nuevo convento, cerca de la puerta que lia- vento más resguardada; y sólo permanecieron los
man de los Carros, existe una ermita pequeña, álamos hasta fines del siglo XVI» {Noticia de la
dra de mármol negro, la inscri|)cion siguiente: los Angeles , comunmente llamado San Francisco
Por el año de 1214 (véase lo dicho arrijja), tle- el Grande, etc. Memorial literario, instructivo y
(JÓ
nuestro P. San Francisco á esta Villa de Ma- curioso de la Villa de Madrid, tom. III, págs. 98
tender que sea la misma fuente que halló el San- do de Ouintavalle , y otros dos Rernardos, de Bu-
lo, cuando buscaba el sitio para fundar, si aten- manales y de Moravia, Fr. Zacarias Romano,
domos á lo que refiere elP. Fr. Francisco Gonza- Fr. Clemente Tusco, Fr. Renincasa de Tuderlo,
ga, ministro general de esta (jrden; (P. 3, pági- Fr. Gualterio, Fr. Juan Incógnito y el sacerdote
na 618 del Or¿f¡en de la Seráfica Orden), que Fr. Pedro Caico, que en 1230 murió mártir en
aquella permitió Dios se sacase por haberla en- Valencia. Omítense los nombres de los restantes;
192 HISTORIA DE MADRID.
sabe de la venida de San Francisco á Madrid ; suceso que hemos anticipado á otros ocur-
del reinado de Alfonso VIII, y porque este monarca parece que le encontró en Castilla, y
enterado de su regla , no sólo la aprobó en todas sus partes , sino que le autorizó para es-
Por la propia razón debemos mencionar aquí la Orden coetánea de Predicadores pues ,
aunque su Santo Fundador no fué conocido en Madrid hasta dos años después , según las
aserciones más probables, consta que algún tiempo antes habia enviado discípulos suyos
que fundasen casa en esta villa, como en efecto lo verificaron. De los cuatro que vinie-
ron á establecer la primitiva misión ,
parece que quedó después solo Fr. Pedro de Ma-
din. El terreno que se les cedió era también extramuros, contiguo á la puerta llamada de
Balnadú, cuya situación puede determinarse bien con sólo decir que el mencionado ter-
reno era ,
puesto que más reducido , el que ahora ocupa el convento de Santo Domingo
tos plantearon sus fundaciones. No fué así : Santo Domingo llegó á España en el año in-
dicado de 1219, y en los primeros dias de marzo, que tan puntuales son en sus conjetu-
que desde Tolosa de Francia habia mandado ; y á semejanza de lo que habia hecho en la
Contaría por entonces el Santo varón escasamente unos cincuenta años, habiendo
pero sabido es que á esta orden pertenecieron San guran oíros. Los que afirman que San Francis-
Antonio de Padua , y posteriormente Scoto y Ro- co y Santo Domingo anduvieron juntos por Casti-
2 Fr. Hernando del Castillo, Primera parte al rey sus respectivas bulas ó reglas; pero el Pa-
de la Historia (jemral de Sánelo Domingo y de su dre Castillo muestra también el escaso funda-
Órden de Predicadores {Ma.áv\á,i5S'¡:). Eslc autor mentó en que estriba semejante suposición, ibid.
se esfuerza en demostrar que Santo Domingo lie- loe. fól. 79, vuelto.
nacido en 1170 en Caleruega, cerca de Aranda del Duero , obispado de Osma; en memo-
ria de lo cual (sea dicho de paso) fundó posteriormente allí don Alonso el Sabio un mo-
nasterio de monjas dominicas, como el de Madrid. Fueron los padres de nuestro insigne
compatriota don Félix de Guzman y doña Juana de Aza, ricos ambos y emparentados
con la principal nobleza de Castilla , lanío que algún autor da como tronco de las estir-
pes de uno y otro á don Pedro, duque de Cantabria, y al célebre don Pelayo '. Joven
aun, tomó el hábito de canónigo regular en la Santa Iglesia de Osma , siendo uno de los
Francia; porque debiendo este prelado encaminarse á Pioma, sin duda para tomar parte
en el conciho de Letran, que celebró Inocencio III, no halló consejero de ciencia ni vir-
tud más sólidas y probadas que el que en lo sucesivo habia de merecer el renombre de
Antorcha de la Religión.
ber sido el primer depositario del arma formidable de los tribunales de fé, ni abusó de
ella, ni le imprimió el carácter político que llegó á tomar la Inquisición en siglos pos-
teriores ^.
1 Don José Gonzalo de las Casas , on su Dic- ha llegado á citar ni aun el nombre de Santo Do-
cionario general del Notaria.lo do España y Vi- mingo.» Pruebas, no negativas, sino más feha-
tramar (Madrid, 1852), donde en el tomo I, pá- denles que esta úlüma serian menester para des-
gina 590, pone por ejemplo de un árbol gencaló- virtuar los testimonios que otros muchos historia-
gico descendente ,
el de Santo Domingo de Guz- dores de la religión dominicana y biógrafos de su
man. La noticia ó idea primera está tomada de fundador, aducen á fin de probar la parle que el
Ambrosio de Morales {Corúnica, tom. I, ad finem). Santo tuvo en la guerra de los albigenses (Véan-
2 César Cantú, que en su citada Uislona Uní- se los Anales de Maluenda la citada Hisloria
, y
versal, (lom. Xi, pág. 147), jusliíica y en cierto de Fr. Hernando. del Y
Castillo). el P. Francisco
modo defiende la existencia de la Inquisición, de Possadas en su Vida del glorioso Patriarca,
añade la siguiente nota: «Las cortes de España inserta la primera sentencia que dio como inqui-
de 1 812 declararon en su informe sobre la Inqui- sidor general contra un hereje , y por cierto que
sicion que Santo Domingo no o;;?«o « las hrregías nada tiene de benigna. Nada de esto se opone,
más armas que la oración, la paciencia ij la ins- sin embargo á que fuese digno
, del respeto y de
truccion. Ni se mezcló siquiera en la deplorable la veneración que en su patria y en lodo el orbe
guerra de los albigenses , lo cual es tan cierto, católico se le tributa.
que Ilurler la ha referido minuciosamente , y no
Tomo I.
gg
194 HlSTOr.lA IiF. MAHUiri.
tbrnia más rigorosa y perfecta á la vida claustral cu que hablan vivido hasta entonces
algunas señoras particulares, sólo resta decir que se edificó sobre tan buen cimiento ,
que
aun hoy subsisten en pié la institución tal como nació á principios del siglo XIII, y la
fábrica tal como se engrandeció y mejoró algunos años más adelante '. El papa Hono-
rio III, sucesor de Inocencio en la cátedra de San Pedro, mostró á los madrileños su com-
placencia por la generosa piedad con que hablan segundado los benéficos propósitos de
Santo Domingo, en una bula - que les dirigió á los principios de su pontificado. De los re-
ligiosos que habitaron la primitiva casa, y cuyo superior parece haber sido Fr. Pedro de
Madin, después de la ausencia de Santo Domingo, que se efectuó en breve, quedó única-
mente su hermano el beato Mames ó Mamerto ^ , sin duda como director ó vicario de las
monjas *. A estas, por via de despedida, escribió el Santo una afectuosa carta llena de
saludables consejos y advertencias ^. Daba seguramente grande importancia á un esta-
blecimiento que se cree fuese el primero de aquella Orden en Europa; y esto mismo viene
también á probarnos que no seria Madrid población tan oscura é insignificante, cuando se
elegía para asiento y cuna de instituciones que en su infancia necesitaban el calor y arri-
así como los individuos , suelen deleitarse á veces en recordar hasta las circunstancias
2 Véase la bella lámina que representa el áb- G El privilegio de Alfonso VIH, confirmando
side de esla iglesia ,
grabada en cobre. la donación de montes al Concejo de Madrid , he-
3 De los que siguieron á Guzman en su lieról- cha por don Alfonso VH; la confirmación del pri-
ca empresa (Rainaldo de San Egidio, Rolando de mero de la demarcación y amojonamiento de tér-
Crémona ,
Moreta , Vicente de Beauvais y otros) minos entre Madrid y Segovia , hecha por el al-
ninguno llegó ala altura del Ángel de las Escuelas, calde Minaya; y el privilegio del mismo don Al-
Santo Tomás de Aquino, el filósofo más insigne de fonso fijando los términos de Segovia con Toledo,
su Historia sobre el espíritu de que deben estar señor don Antonio Cavanilles. Los examinare-
animadas las vírgenes del Señor , y les aconseja mos con alguna más detención en el capitulo si-
CAPITULO IV.
Sequía y hambre de Castilla á principios del siglo XIII. — Últimas expediciones de Alfonso
— Su muerte. \'III.
Efímero reinado de don Enrique —Doña Bereuguela deja tutela del rey conde don Alvaro de Lara. — Tirá-
I. la al
nico gobierno de —Muere impensadamente rey. —Proclamación de doña Berenguela que renuncia cwona
este. el ,
la
en favor de su hijo infante don Fernando. — Memorias de Madrid en esta época. —Fernando
el —Hereda la coro- III.
na de León. — Conquistas que hace en Andalucía. — Muerte de doña Berenguela. — Sitio y rendición de Sevilla. — Dis-
tingüese en esta empresa el Concejo de Madrid. — Recompensas otorgadas á su caudillo y algunos madrileños cjue se
nombran. —Discordias entre Segovia y Madrid sobre propiedad del Eeal de Manzanares: privilegios y providen-
la
cias áíiue dieron lugaren diferentes épocas. — Fuero de Madrid de 1222. — Modificación que hace en su escudo se
po ,
pues los más robustos tenían que acudir con preferencia al manejo de las armas , hí-
zose en breve sentir el hambre con todos sus horrores. A los anales contemporáneos de-
bemos la desconsoladora noticia de que sirvieron entonces de alimento los animales más
La inicial que encabeza este capítulo está tomada de un precioso códice del siglo XIU.
196 •
HISTORIA DE MADHID.
inmundos y hasta los niños • , cayendo por calles y plazas desfallecidos los que iban im-
plorando la caridad pública. El rey , los ricos-hombres y los prelados socorrieron con
piadosa mano a los menesterosos ;
pero no poseyendo otros medios que los que daba de
fortuna le franqueaba, determinó Alfonso VIII hacer nuevas entradas en las Andalucías.
vando consigo los concejos de Madrid , Guadalajara , Huete , Cuenca y Uclés , reforzados
después por los de Toledo , Maqueda y Escalona : que no había ya lance ni expedición en
que, como hemos visto, no figurase delante, de todas la bandera de nuestra Villa. Iban
adquiriendo sus hijos en lejanas comarcas fama de arriscados y belicosos, así como habian
mostrado al pie de sus muros que entendían ya de antiguo del oficio de la espada tanto
como del arado, pagando á un tiempo á la patria el tributo de su sangre y de sus sudores.
Pero el mal entre tanto, lejos de disminuir, arreciaba de día en día. De la escasez
das tanto más sensibles , cuanto eran más infructuosas é irremediables ; y el rey ,
que
había puesto cerco áBaeza, ciudad guarnecida de nuevo por los moros, hubo de renun-
ciar á su intento , tomando por Calatrava la vuelta de sus Estados. ¿Quién había de pre-
decirle la desventura que le aguardaba? Encaminábase á Plasencía para tener allí una
entrevista con su yerno el de Portugal , y llegado á un pueblecíUo llamado Garcímu-
ñoz 2, poco distante de Arévalo , sintióse de repente enfermo. Inútilmente le prodiga-
ron toda especie de remedios y de cuidados, pues agravándose el mal por momentos, ex-
piró el 6 de octubre de 1214 , á los cincuenta y siete años de edad y más de medio siglo
de reinado.
Perdió Castilla aquel día uno de sus mejores reyes. En la historia conserva, según
queda indicado, los renombres de el Bueno y el Noble , con que le distinguieron sus va-
sallos, y el juicio de la posteridad perpetúa sus alabanzas. A ser cierto sus amores con
Raquel , la hermosa hebrea toledana , tendríamos que rebajar este desvarío de la suma
de sus virtudes ;
pero no hay fundamento alguno para semejante suposición ^ ,
por más
que alentada por la tradición popular , haya dado origen á composiciones poéticas muy
celebradas^. La religión
'O' tuvo en él uno de sus más ardientes defensores: debiéronle las
1 Anales bledanos, tom. I, pág. 399. tro, Lupian Zapata, el marqués de Mondejar y
2 Gutierre Muñaz, dicen otros; pero con ma- el P. Florez, este último en sus Memorias de las
yor autoridad , soguimos al arzobispo don Uo- Reinas Católicas.
drigo. 4 La tragedia de don Vicente García de la
3 Ban damostrado su falsedad Nuñez de Cas- Huerta y el canlo épico de don Luis de ülloa.
PRIMERA PARTE, CAP. IV. 1!)7
letras el primer establecimiento secular que para su cultivo se erigió en España '
;
pros-
peró esta á favor de sus acertadas y benéficas providencias , y ensanchando sus límites
hasta el Tajo y el Guadiana, que no hablan de volver á traspasar los sarracenos, vinculó,
por decirlo así , en las generaciones venideras la herencia de sus victorias. Madrid ,
pue-
blo hasta entonces más renombrado que poderoso , aunque importante por su situación»
gracias á las mercedes de que fué objeto durante tan largo y feliz reinado, adquirió aque-
lla existencia y fuerza individual que habla menester para elevarse un dia á mayor en-
grandecimiento.
De su esposa doña Leonor , hija del rey Enrique II de Inglaterra , tuvo larga sucesión
don Alfonso VIII; mas la suerte que á don Fernando, de quien ya hemos hecho mención,
cupo á otros dos varones, que murieron también en edad temprana: á su fallecimiento
quedaron, entre otras hijas, doña Berenguela, que desde su separación del rey de León
habla vuelto á establecerse en Castilla, y don Enrique, infante único y heredero, que
sólo contaba á la sazón once años. De la tutela del niño se encargó su madre la reina
viuda ;
pero no habiendo sobrevivido á su esposo mas que veinticinco dias , fué declara-
Reunía esta señora muchas y admirables prendas , suma modestia suma , virtud , co-
razón generoso y muy claro entendimiento: era severa consigo misma, cuanto afable
y
aun por extremo blanda con los demás, y por lo tanto carecía del varonil vigor y ente-
reza que se necesitaban para aquella sociedad y para aquellos tiempos. Entre los nobles
y ricos-hombres habia algunos, cuya docilidad era efecto de las circunstancias, más
bien que de su apacible índole, y que si hablan servido fielmente al difunto rey, era ó
por temor , ó por no poder aspirar á más altas recompensas. En el número y á la cabeza
de estos se contaban los hermanos Laras, don Fernando , don Alvaro y don Gonzalo, hi-
jos del conde don Ñuño y herederos de su carácter turbulento y de sus ambiciones en es- ,
pecial el segundo, que como alférez mayor del rey alimentaba de tiempo
, atrás grandes
esperanzas.
instancias, otras por amenazas, vio al fin satisfechos sus deseos. Ganosa de no dar pretex-
to á nuevas discordias y turbaciones, allanóse á lodo doña Berenguela, exigiendo única-
mente que no se hiciese novedad alguna en el Estado, ni en la exacción de tributos, ni en
los tratados de paz y guerra, sin su intervención y consentimiento. ¿Cuándo reparó en pro-
mesas un ambicioso? Otorgó don Alvaro cuantas seguridades se le pidieron; pero no cum-
1 La fundación de la universidad de Patencia rica de España, tom. VI, pág. i8, pero oíros es-
la lija Forreras en el año 1208, Sinopsis Ilisló- critores aseguran que corresponde á 1213.
I!)S IJISTOUIA PE MAPlilIi.
|)lio natía de lo ofrecido; porque al rey (raíaba como ií^ual , á doña Berenguela como in-
ferior, á los nobles que no eran de su parcialidad como enemigos , y á los demás como
esclavos de su vanidad y de sus antojos. Hízose insoportable su tiranía: de suerte que el
mas la presente llevaba camino de ser más funesta que todas juntas. Para mejor avasa-
llar el ánimo de don Enrique, procuró don Alvaro casarle con una infanta de Portugal;
pero impedido aquel enlace por el Papa, el insensato tutor ofrecióse á resarcir con su mano
el desaire hecho á su ligereza. En vano se acudia á doña Berenguela para que anulando
su renuncia, recobrase lo que en tan mala hora habia perdido: juzgaba todos los males
preferibles á la guerra civil que de sus resultas se encendería, cuando el cíelo por rum-
bos desconocidos condujo la nave del Estado á puerto seguro. Hallábase don Enrique en
Palencía, donde don Alvaro le tenia, jugando con otros jóvenes de su edad en el patío
del palacio episcopal , cuando una piedra lanzada imprevistamente , ó una teja , según
otros, que por casualidad se desprendió de lo alto de una torre, dándole en la cabeza, le
causó tan profunda herida, que murió á los pocos días, el 6 de junio de 1217. Trató de
Tariego; más sabedora de todo doña Berenguela, mandó sin pérdida de tiempo venir en
secreto á su hijo el infante don Fernando de León , tenido de su matrimonio con aquel
del rey su hermano, y allí fué solemnemente proclamada heredera de la corona. Poco
después se dirigió á Valladolíd, para ser jurada y reconocida como reina de Castilla; y
entonces concibió un heroico propósito, aplaudido de España y admirado del mundo todo,
pues por un rasgo de abnegación de que sólo es capaz el alma de una muger y el cora-
zón de una madre , al tomar la corona en sus manos para ceñirla á sus sienes la colo-
có en la frente del príncipe don Fernando con grandes aclamaciones y lágrimas de ale-
,
De los documentos en que pudiéramos apoyarnos para averiguar quiénes eran los
principales personajes que por la dignidad y cargos que ejercían -ó por su amistad y
parentesco con el de Lara, se mantuvieron durante tan efímero reinado al lado de don
Enrique, citaremos tan sólo uno, que aunque de poca importancia, tiene para nosotros
el interés de estar fechado en Madrid y de poder ilustrar las memorias de nuestra Vi-
IIISTIlItlA IIH LA VILI-A V CdllTK IIK MA
/
Zarza lilog" lilüj^ Henldici.
ger doña María, de una tienda situada en la calle de ios Traperos, que antes habia sido
don Rodrig-ü, dentro de la rueda, Gómez Alvaro, alférez del rey, y Gonzalo Rodriguez,
y otros caballeros K Consta pues que á principios de 1216, la corte existia en Madrid.
A la misma época se refiere una tradición que aunque omitida por casi todos los his-
toriadores, nada tiene de improbable, y explica además una práctica religiosa que pare-
ce haberse conservado en esta población hasta nuestros tiempos. Dícese que terminada la
del reino; lo cual efectuado, se alojaron en la Casa Quinta que poseían los reyes, próxima
de que no contaban los reyes con fuerzas bastantes para defenderse, resolvieron cercar-
campanas, alarmaron álos vecinos del inmediato arrabal y al Concejo de la Villa, y to-
ños; y para honrar su memoria y perpetuar la de tan notable hazaña, se añade que se
puso una cruz en el llamado Postigo de San Martin, y que todos los años se dirigían á
este sitio en procesión los hermanos de la Sacramental , y al pié de la misma cruz se can-
1 Debemos este documento, seguramente des- peros ante casam doni Garsi'e el trapero, nt illam
conocido de nuestros iiistoriadorcs ,
ix la amistad habeafis perpetuo et irrevocabilifer possideat;s,elc.
del señor don José Maria Escudero, individuo del Facta carta apml Mailrit. Regeexp. XV, die lan.
"
nuevo cuerpo de Archiveros Bibliotecarios, y muy Era M.* CC/ L." IV.
entendido en materia de investigaciones históri- 3 Tellius palentinas eps., MauriciusBurgensis
cas, que obtuvo un traslado de él en el arcliivo eps. , Guiraldus Secobiensiseps., Garsias Conchen-
general de la Orden de Santiago, existente en siseps., RodericusSegontinuseps., .MelendusOxo-
l'clés, donde se conserva (Cax. 2G0 , núm. 4. niensis eps., Dominicus Abulensis eps. Johes Ca- ,
2 Hé aquí parte de su contexto : £'«nc«í í/eí 4 Comes domsFerrandus, Comes doms Con-
tra. Rex Castelle et Toleti , fació cartam donatio- zalvus, doras Lupus Didaci , doñTs Rodericus Di-
nis, confirmalionis et stahiíitatis vobis dono Baldo- daci , doíñs Rodericus Roderici , doms Sunerius
uino et uxori vestre done Marie el fdiis et fdiabus Tellij, doiñs Martinas Munioz, Ordonius Martini,
Vestris et omni successioni vestre perpetuo valitu- ¡Maior merinas in Castella, Rodericus doni Rogis
ram. Dono itarjiíe vobis et concedo ülam meam ten- notarius; Uoderico Roderici existente cancellario
dam quam liabeo in Madril in la Calle de los Tro- scripsil.
200 HISTORIA DE MADRID.
taba un responso por las almas de los que habían muerto en defensa de su rey y de su
bandera.
Fué don Fernando recibido en Castilla, á pesar de la oposición é intrigas de los Laras,
con gran contento del clero y de las poblaciones. De su buen natural, de su prudencia y
alentado ánimo, como criado al fin é instruido por tan excelente madre * , no se oian
más que alabanzas ; y siendo por otra parte primogénito y heredero de don Alfonso de
León, era de presumir que llegara á juntar en una ambas coronas , esperanza que desea-
las accidentales diferencias que habian separado hasta entonces á leoneses y castellanos.
Más como el bien cuesta siempre afanes, y no se logra sin contradicciones, hubo
Fernando III de experimentar algunas en los primeros años de su reinado. Por parte de
los Laras , nada tenia de extraño que se le suscitasen: eran soberbios , habíanse familiari-
to , moviese contra él las armas , é intentara reanudar su disuelto matrimonio con doña
Berenguela, para enemistarla con su hijo, golpe fué que hirió al joven monarca en lo más
vivo del corazón ,
por lo repugnante é inesperado.
Preso una vez don Alvaro al provocar á su soberano con las fuerzas que le seguían,
y puesto en libertad con palabra que dio de enmendar su yerro , tardó poco en rebelár-
grimir la espada contra su padre. Pero de los Laras quedó al fin libre , muriendo don Al-
varo pobre y desesperado, y huyendo al África los otros dos hermanos, mientras su padre,
hasta el término de sus días. Verdad es que esta reconciliación no tuvo trazas de muy
sincera, pues le desheredó en su testamento, dejando el reino á sus hijas doña Sancha
y doña Dulce, habidas en su primer matrimonio con doña Teresa de Portugal, matrimo-
nio que también fué disuelto como el segundo.
De todos aquellos obstáculos triunfó , sin embargo , la sensatez de los leoneses ,
que
recordando haber sido ya jurado en León don Fernando como heredero del trono, á poco
de su nacimiento, aclamáronle rey, dejando que doña Berenguela arreglara con la ma-
dre de las infantas el tanto de compensación que bastase para lograr su desistimiento.
De este modo vinieron é enlazarse las dos coronas en las sienes de don Fernando, dando
f— ••'•- '""*""
ilONON.Madnd
jií^Mb^^iiJ i[],[E0.gMim
PRIMERA PARTE, CAP. IV. 201
quietudes y bandos que le despedazaban, apenas podia defenderse, por una parte de don
Jaime de Aragón, que aspiraba á hacerse dueño de Valencia, como lo era ya de las Ba-
leares, y por otra de los portugueses, enseñoreados también de algunas plazas de Extre-
madura, la política aconsejaba ir mermando y reduciendo cada vez más sus dominios de
Andalucía. Almamun, Aben-Hud y Jomail, poseedores sucesivos del frágil cetro de los
na de este sólo habia de servir para realzar doblemente la del monarca cas-tellano.
Capitaneadas sus armas por el arzobispo don Rodrigo y el infante don Alfonso , y di-
rigidas por Alvar Pérez de Castro, ganaron una en pos de otra á Quesada y Cazorla, es-
tragando la tierra hasta las inmediaciones de Jerez, donde orillas del Guadalete obtu-
vieron señalado triunfo, presagio de otros mayores, como lo fué en aquel mismo campo
para los sarracenos la famosa rota del rey Rodrigo. Así al siguiente año (1234), después
sobre Córdoba , y necesitaban todo su auxilio para salir airosos de tan gloriosa como
temeraria empresa.
rey Aben-Hud que se hallaba en Ecija, yendo en socorro de los cordobeses; más fue-
su señorío, como Chinchilla, Orihuela, Elche y otros castillos de aquella parte; Carta-
gena y Lorca fueron entradas por fuerza. Cayó también Jaén en la primavera de 1246, y
este mismo año se hubieran adelantado otras conquistas , si la noticia de la muerte de
doña Berenguela no hubiese venido á desconcertar las operaciones. Natural era que tan
sensible pérdida contristase á toda Castilla, pues si para su hijo habia sido aquella insigne
señora numen tutelar, para sus vasallos fué verdadera madre. En momentos apurados,
se habia despojado magnánima y generosa de sus tesoros y alhajas para subvenir á los
enormes gastos de tantas guerras: todo se hacia por su consejo ; todo se alcanzaba por su
do, jurándose su vasallo y obligándose como tal á ayudarle personalmente en las guer-
ras que hiciese á los infieles. Era esto tanto como declararse vencido antes de pelear; mas
no existiendo riesgo alguno por aquella parte, naturalmente hablan de volverse las mi-
radas de Fernando hacia Sevilla , ciudad que estaba en poder de los almohades y de su
do ,
quedó en breve resuelta la empresa contra Sevilla.
No nos alejaremos más de nuestro objeto , refiriendo ni aun los principales sucesos
ella la toma de Carmona, Constantina, Alcolea, Cantillana, Alcalá del Rio y otras po-
batalla naval con treinta embarcaciones berberiscas , trece naos y algunas galeras cris-
el 23 de noviembre de 1248 , dia de San Clemente, si bien la solemne entrada del ejér-
cito vencedor se difirió hasta el 22 de diciembre, dándose este plazo á los moradores para
que cuidaran de sus haciendas , y dispusieran su partida los que prefiriesen trasladar á
otra parte su domicilio. Dícese que abandonaron la población hasta trescientas mil almas?
número que se tiene por excesivo; pero aun esta pérdida debió parecer inextimable fruto
de su victoria á los que después de quinientos años de usurpación recobraban de los in-
fieles la ilustre sede metropolitana de los Leandros y los Isidoros , enarbolando la Santa
Cruz en la altísima cúspide de la Giralda. Desde aquel dia, Sevilla añadió á su nombre y
-0,65-
rprrTñir m /?, rnirr' rprpmiTMi n rr^nmíñi nnn ren iT /;:\ [TJiTf rñi
PRIMERA PARTE, CAP. IV. 203
positivas, podemos asegurar que acompañó á don Fernando en sus incesantes expedicio-
nes ,
pues ya liemos visto que se contaba con ella en todos los sucesos de importancia.
De que su Concejo asistió al glorioso cerco de Sevilla, no cabe la menor duda, pues de-
más de afirmarlo así los historiadores, tenemos el testimonio del mismo rey, que lo de-
clara muy explícitamente en uno de los documentos que someteremos en breve á la con-
Refiere pues la historia que habiendo determinado los sitiadores mudarse desde la
«rarse, creyeron en su deseo fuga lo que era prevención del valor. Salieron en su con-
»fusa algarada, y acometieron á la gente de Madrid. Lograron algo el golpe, pues ma-
» taron á seis ;
pero sus compatriotas que vieron sangre , valientes siempre con las armas
» blancas ,
que eran las solas de uso , volvieron con tal ímpetu contra los moros , que no-
»se conoció si hablan acometido , ó si sólo con volver las caras habian vencido , retirán-
» dolos hasta las mismas puertas de la ciudad, con riza y muerte de muchos y confusión
,
»de todos Como el rey llevaba tan seguras las espaldas con los de Madrid , y estos
• cubrían completamente la marcha, llegó á Tablada, y reconociendo el terreno, mandó
• hacer alto» •,
Efectuóse algún tiempo después ^ el repartimiento de tierras y bienes , como era cos-
tumbre , entre los que habian servido en la conquista , y cupo á nuestro valiente cau-
dillo Manzanedo ,
que continúo distinguiéndose en otras muchas ocasiones , recompen-
sa proporcionada á sus merecimientos, y á la que se otorgó á los principales caballe-
aranzadas y diez yugadas , como debieroa serlo también , según sus servicios y cali-
dad, los que militaron bajo sus órdenes, entre los cuales pueden designarse desde lue-
go, por expresarlo así sus apellidos, Martin de Madrid, Domingo Mínguez de Madrid.
Alfonso García de Madrid , y don Juañez de Madrid , citados en el mismo repartimien-
to *. Las armas de los hijos de la ilustre Villa, donde debian poner su corte los reyes de
i Memorias para la vida del Santo Rey don de poder terminar el expresado repartimienlo.
Fernando III (del P. Burriel), dadas k luz con 5 Diéronse nombres nuevos á las porciones en
apéndices y otras ilustraciones por don Miguej que se dividió el territorio, lomados de los que se
(le Manuel Rodríguez: Madrid, viuda de Ibar- usaban en Castilla y otras partes para designar
ra, 1800, pág. 113. pueblos ó localidades.
2 En tiempo de don Alfonso el Sabio, hijo y 4 Anales de Madrid de León l'inelo, mss. de
España , brillaban con gloria suya y provecho de la patria en aquella inmortal empresa
Por este tiempo , y con motivo de la fijación de términos que debian señalar las res-
vilegio del Emperador don Alfonso Vil , y apuntados los instrumentos - que pueden ser-
vir de pruebas en tan ruidoso litigio ; y aunque hoy nos sean desconocidos la mayor par-
te de los lugares y nombres que en aquellos se citan , viénese en conocimiento por los
Conviene ante todo repetir que el mencionado privilegio de Alfonso Vlll rechazado como ,
falso por algunos historiadores, es tan genuino y auténtico como el que más: el yerro de
á escritor tan sensato como Colmenares hasta el punto de suponer que fuese invención del
tación, añade que dichos montes y sierras debían tomarse desde el puerto del Bervoco,
que divide el término de Avila y de Segovia, hasta el puerto de Lozoya , con todos los
Este privilegio fué después confirmado por don Alfonso VIII en la Era 1214 (año
prados, poblados y desiertos 6, recordando también los grandes servicios que le habian
1 Pág. 162 déla presente obra. ad Porlum de Lozzoya, cum ómnibus inkrmedüs
2 /6/í/, pág. 176. montibus et serris et vallibus.
3 Queda ya advertido que en vez de la Era 5 ...el quia majorem fidelitatem inveni tn ro-
dé 1290, se puso la de 1260; error fácil de co- bis cum servifimn vestrum volui: el máxime qin'n
nocer , si no se hubiese procedido con sobra de dicli montes vestri fuerimt, el magis ad vos per'i
pasión ó de ligereza. nent quam ad aliquos vicinorum conciliorum.
4 Dono aulem vobis nomínalos monles el ser- 6 «Dono el concedo montes, pinares, pascuii,
ras, nominatim el singullatim a Porlo del Bcr- prata extremos popúlalos et eremos, totos ex in-
,
roco. qui dividil terminum Abule el Segobie iisque legro, sicul in lempore Imperaloris avi mei eos
Pl'.IMEIÍA PAUTE, CAP. 1\'. 205
Madrid y Segovia, parece que el mismo Alfonso VIH redujo mucho los correspondientes
á la Villa, pues traza una línea divisoria desde Sagriella en Salcedon, hasta Alcoben-
das, pasando por Alcorcon, los arroyos de Butarque y de los Meaques, Pozuelo, la
Zarzuela , el Zofra de Guadarrama y Fuencarral ^. A fines del misino año amplió dicho
lo que es más creíble, no dejaron igualmente satisfechas á las partes interesadas; por-
que don Fernando III hubo de mediar también en aquellas contiendas, y deseoso de cor-
larlas para siempre y de proceder con todo acierto en su resolución , se dirigió él mismo
á los lugares sobre que se cuestionaba , examinó los privilegios anteriores ,
pesó las razo-
nes que se alegaban por entrambas partes , y decidió en justicia lo que resulta de su pri-
vilegio expedido en San Esteban de Gormaz el 20 de junio de la Era 1277 (año 1239) •"*,
unquam melius habiiislis» (Cavanilles, Memoria nes el lolum terminum, qu¡ inler eos esl , dono
sobre el fuero de Madrid, ApóndicelV, pág. 51). vobis, roboro pariter ct confirmo.... Facía carta
1 «Pro muUis ct maguis serviliis (juae vos apud Burgos V kalendas Angustí, era MCCXLVl. n
eoncilium raichi actenus devote ac íideliler exhi- 4 Véase en la citada Memoria del señor Ca-
huislis» {Ihi, supra.) vanilles, Apéndice VI, pág. 53.
2 (iSic eos iure hereditario perpetuo vobis ha- 5 Hé aquí un estrado de este documento,
bendos libere et (juiele iteruní mando et concedo» que demás de ser curioso de suyo, ofrece una de las
del lomo et remanet Bouadella in parle de Ma- »uanubles el de la torre de Auen Crespin et de
drid; al deinde ad lomam de ipsa cannada de Al- «Cuelgamures, aldeas de Madrid; Yo don Ferran-
corcon; et deinde ad illas aquas de Bularec; et ))do ,
por la gracia de Dios Rei de Casliella , de
deinde ad ¡Has aquas de Meac, quomodo vadit su- «Toledo, de León ct de Galizia el de Córdova, vin
per Pozolum; el Pozólos remanet de parte de Ma- ))á Xarama, alli ó los términos de Segovia et de
drid; et deinde per aldeam de Sarzola, et Sarzo- «Madrid se aiuntan andando conmigo , el arzobis-
la remanet in parte de Madrid; et deinde ubi ca- »po don Rodrigo de Toledo, et el obispo de Osma,
(lil Zofra in Guadarrama; et deinde ad summum »mio cbanceller, et el obispo de Segovia don Ber-
de illis laboi'lbus de Fuent-carral; el per summum »naldo, el el obispo de Cuenca don Goncalvo Juan-
d(í illis laboribus de Alcovendas; et deinde quo- ))ncs, et el obispo de Cordova maestre Lope, et
modo vadil ad Yinnolas. Supradiclos ¡laque molo- I) Martin Ruiz, maestre de Calalrava , el mios al-
2(HÍ HISTORIA DE MADRID.
estableciendo los términos que en adelante hablan de pertenecer á Segovia y los que ú
Madrid, sin que pudieran jamás alterarse, é invalidando los precedentes privilegios de
sus antecesores.
taban dispuestos á darse á partido alguno, antes aprovechando la larga ausencia del rey
tos, edificando Manzanares y el Colmenar. Mandóles el rey derribar lo que hubiesen le-
vantado, y de no hacerlo así, autorizó á los de Madrid para que ellos lo verificasen,
como lo verificaron , viendo que los segovianos insistían en su propósito. Segunda vez
volvieron estos á sus poblaciones, y segunda vez los madrileños á deshacerlas: interesóse
el amor propio en aquel empeño , y se recurrió á las armas; mas no bastando las de unos
ni las de otros, cada cual buscó aliados y favorecedores, uniéndose á Segovia los pue-
blos circunvecinos , y á Madrid los de la tierra de Toledo; de que resultaron venganzas,
su hueste, expidió después, cuando el cerco de Sevilla, nueva provisión en una carta '
Dcaldes Goncaluo Munnoz , don Rodrigo, don Fijo, ))so, nin de ninguno de mios antecesores , no pue-
))don Fernán de Toledo, Rui Pelaez, et Garci ))da valer conira eslo que yo fago. Et esla parli-
"Munnoz de Zamora, et otros ornes bonos de mió ))Cion et esle delerminamiento sea firme el esla-
»regno ,
quales me yo quis llamar á mió conse- líblepor siempre; et mando et defiendo firmemien-
))jo: Vi los previllegios et sus cartas que me de- ))tre que ninguno non sea osado de mudar nin de
"mostraron et sus razones de la una parte et de ))camiar ninguno destos sobredichos moiones de
1) la otra. Et Yo queriendo departir contienda et ba- "Como yo los pus.... Facta carta apud sanctuní
»raia grande que era enlreellos , departiles los "Stephanum de Gormaz: Rege exp. XX diejunii:
• términos por estos lagares que esta carta dize; "Era M.CC.LXX séptima" (Siguen la firma y con-
«et pus y fitos et moiones: (Sigue la designación de firmaciones en el sello rodado).
«41 mojones ó señales). Et Yo, sobre dictio Rey 1 «Ferdinandus Dei gracia Rex Castelle, To-
>da Reyna donna Rerenguela , mi madre , en uno "laen, Concilio de Madrid salud et gracia. Sepades
))Con la Reyna donna Juana , mi raugcr , et con "que los caballeros de Madrid que me vinieron á
»mios fijos don Alfonso et don Fredric et don Fer- "servir en esta hueste que yo liz quando la cerca
«rando, mando et otorgo que todo el término et "de Sevilla, me mostraron por vos en como quan-
» todas las heredades que son contra Xarama den- "do vos me vinistes á servir en la hueste que yo
»tro deslos moiones que son nombrados , sean sfize quando tomé á Cordoua que cl Concejo de
"Siempre de Segovia. Otrosí mando et otorgo que "Segovia fizo pueblas en vuestros términos, seña-
oel término et las heredades que son fuera destos "ladamente Manzanares y el Colmenar, et que me
)imoiones contra Madrid, sean siempre de Ma- "pidistes merced que yo lo mandasse desfacer.
«drid. Demás mando que ninguna carta que de- "Yo embié eá mandar por mi caria á los de Sego-
"mostraron fasta aquí ni demostraren daquí ade- "via desficiessen luego aquellas pueblas que avian
"lante, ni del Emperador, nin del Rey don Alon- "fecho, Manzanares y el Colmenar, y todas las
I'RIMERA PARTE, CAP. IV. 207
(le 24 (le seüembre de 1286 (año 1248), en la cual revalidaba el primitivo privilegio del
Emperador don Alfonso VII, y el suyo anterior en que habia mandado echar por tierra
Es decir que restablecía ahora lo que no mucho antes habia anulado; efecto indudable
de los nuevos y gloriosos servicios que la hueste de Madrid hacia en el real de Sevilla;
mas en medio de acuerdos al parecer tan contradictorios, desde luego se descubre la ra-
zón con que sostenía Madrid sus derechos , cuando le amparaban en ellos tantas senten-
cias consecutivas. No bastaron, sin embargo, para dar el pleito por fenecido: antes conti-
nuó ventilándose largo tiempo, y siguieron los segovianos en su porfía, sin que tampoco
desistiesen los madrileños de obtener, unas veces judicialmente y otras por fuerza de ar-
mas, lo que no podia negárseles en derecho. Ocasión tendremos pues de volver á tocar
"Otras que y avian fecho, y sino las quisiessen des- ))IIIan. El dixeronme que vos los de Madrid mos
»facer, que mandaua á vos los de Madrid que las "trastes y unprevillegio del Emperador don Alfon-
iiderribassedes et las estragassedes , el dixistisme »sb en que dize que desde el puerto de Locoya^
«que los de Segovia no lo (luisieron desfazer, ma- »assi como descienden las aguas por somo de las
Dsobreslo que fuistes vos et queraastes et estra- ))los de Madrid , et esto que lo testimoniauan los
«gastes aquellas pueblas que ellos avian fechas »omes buenos de las villas fazeras que y vinieron,
Dcn vuestro término. Et los de Segovia con gran «queeraassi, según dize el previllegio. El que so-
i; fuerza comenzáronlas á poblar de, cabo, et que ))bre esto que fueron el obispo, et don Hordoño á
ovos que fuistes , et quemásteslasel estragásteslas «Manzanares el al Colmenar et a las otras pueblas
«otra vegada. Et porque me íicieron entender que «que y fallaron fechas, et liziéronlas derribar et de
»los de Segovia hizieron su hermandad con los de «xaron lodo el término por de Madrid, según se
«aliende de Sierra et vosotros con los del arzobis- «contiene en el previllegio; et sobre esto pedístes-
"pado de Toledo, yo embié allá al Maestro Lope, «me merced que mandasse y lo que tuviesse por
«obispo de Cordoua et á don Hordoño , mayordo- «bien. Et yo auido mi acuerdo con los obispos et
»mo de la Reyna douna Berenguela que fuessen el «los ricos omes el los omes buenos que eran con-
))lomassen tregua de la una villa á la otra, et que «migo, otorgnvoslo et confirmovoslo por vuestro,
«tomassen otrosi ca valleros de Segovia et de Ma- «que lo ayades bien el complidamente , segunt se
odrid et de las otras villas faceras; el fueron estos: «concede en el previllegio del Emperador que vos
»de Segovia Sancho Esleuan et... Romo et García «tenedes en esta razón. El mando el defiendo á los
«Gutiérrez el don Garcia fijo de Domingo San- «de Segovia que de aqui adelante no fagan pue-
ocho; et de Jladrid don Garcia Vicente, fijo de «blas ningunas en ello, et si las han fechas, que las
«doña Amuño, et Fernán Méndez et don Garcia, «derribedes vos, et finque por vuestro. Eldeslo vos
«fijo de don Martin Esleuan ; el de las vezindades «mandé dar esta mi caria sellada con mió sello
ode Toledo, don Seruan el don Gudiel el Pero Fer- «colgado. Dada en el exercilo prope Sevilla Regis
xrandez, alguacil, et don Garcia Yañez el don Juan «Hispanie , veinticuatro dias de setiembre , Era
iiEslcuan; et de Medina don Fijo et á Pedro Ruiz, «de M.CC.LXXXVI» (Quintana, Historia déla
«mis alcaldes; el de Cueliar Sancho Vela; el de Antigüedad y Grandeza de Madrid, fóls. 94 y 95).
Ni fueron los mencionados privileg'ios los únicos testimonios que dejó el Santo rey de
su especial afecto hacia la Villa de Madrid: ala vista tenemos otro documento en que des-
pués de recordar nuevamente los servicios prestados por los madrileños al Emperador, al
rey don Enrique y á don Fernando mismo al comienzo de su reinado, declara que seria
impropio de su dignidad dejarlos sin recompensa; y asi, que para prueba de su nunca des-
mentida fidelidad, espontáneamente y sin rueg-o ni excitación alguna , les concedía fue-
ros honrosos y útiles, que les sirvieran de premio y mayor aliciente en lo sucesivo '.
Otorgábales en virtud de ellos la facultad de elegir los adelantados que quisiesen, obli-
cada treinta maravedises de renta anual, uno, y medio de cada quince, y determinaba
la manera en que hablan de ser nombrados y proceder los pecheros y cogedores *, ex-
tendiendo estas prescripciones á las aldeas ,
que no debian considerarse como separadas
de Madrid ^.
1 «Cura ilaque conciliiim de Madrid auo meo ))mora per cariara meara» (Ibídem).
»Imperatori , necnon et aiiunculo meo regi Henri- »et non habuerit equura et arma non habtat por-
,
)>co, et michi circa piincipiura regni mei , el cii- "tellum; et oras (óranos) aportellati unoquoque
))ca progressum in ómnibus ([uecumque volui, sem- ))anno mutentur, doñee sinl oras (omues), posili
i)per fideliter et devote adhesseril, el variis serui- »qui hoc fuerinl convenientes» (76?, pág. 56).
»ciis sine inlermissione rae sibi obligauerit, tot et 4 (( \)q pecio laliter est statutum ,
quod omnis
))lam bona servilia nondecuit maiestatem regiam "ille qui habuerit valiam de tringinta mr., del
)>sine remunerationis gratia pertransire. Ea prop- »unum mr. , et qui habuerit de quindocini mr.,
»ter ego Feruandls , Dei gra rex Toleti, el Cas- "del diniidium mr., in anno et non araplius. Pec-
»te]le, una cura uxore mea Beatrice regina, el »lumauterahoc mododebel colligi, videlicet ,
quod
)>cum filio meo infante Alfonso, ex assensu et be- »dns. Rex eligat dúos bonos homines de unoquo-
Dneplacito dne. Berengarie regine, genilricis mee, »que sexmo, vel quarlo, vel de collalionibus; el
wet de consilio magnalura meorura , ut ura incon- "concilium eligat siue adelántalos siue alios, tot
))cussa fidelitas perennis remunerationis teslimo- ividciicet quol rex elegeril: el oranes isli insimul
imio glorielur, uobis duximus foros honestos et "faciant los pecheros iuste; el iurent oras (ora-
»instanliam nec ad pelitionem vrara, sed supra- "fideliter hec faciant lam regi, quam Concilio. Et
«diclis et multis alus sepe et sepius nuilualus (que »cum los pecheros fuerinl facli, pectum regis co-
i'indecens erat raaiestatem regiara irremunerata «lliganl illi soluniraodo quos rex possuerit. Collcc-
»relinquere) foris duxi vos dignura sequentibus in- «lores vero unoíiuoque anno rautenlur, tara illi
Dsignire» (Cavanilles , Memoria citada , Apéndi- »quos rex posuerit, quam illi quos concilium de-
2 ((Concedo ilaque uobis... quod eligatis ade- 5 ((De aldeis taliter est statutum, videlicet,
"lantatos quol et quales uolueritis de uro Conci- »quod aldee non sint sepárate á villa ura; immo
»lio, et mitlile michi noraina eorum scripla, et »sint cura villa eo modo quo eraiit tempore regis
» ego debeonobis eos concederé sine ditlicuKatc et »Alfonsi, bone memorio.aui mei- (Lt supra).
HISTORIA M. I, A VILI,A Y TORTE HE MADKII)
lü.Heráldici.
JnírTiríJ í^^t.' íi II n^fp
PaiMERA PAUTE. CAP. IV. 209
Hacía excusados á los que hasta entonces lo hubiesen estado por fuero '; y finalmen-
te regularizaba el servicio de las armas eximiendo del derecho de fonsadera
, el año que
se pagasen pechos, y de pechos el año que se hiciese fonsado, y ordenando que si este
que el rey levantase pendones -. Fechado este fuero está en Peñafiel á 24 de julio , Era
no, sólo puede admitirse como tradicional. Parece que con motivo del aprovecha-
miento de los montes y pastos de Madrid, cuya propiedad sin duda no estaba á la sa-
pués, entre la clerecía y Concejo de la Villa; que unos y otros sostuvieron por largo
tiempo sus pretensiones, y que por ser ó dudosos ó recíprocos los derechos de cada
cual , vinieron por último á pactar una concordia en que se decidió que los pastos que
dasen á beneficio del clero, y el arbolado y monte para la Villa. Añádese que como tes-
siástico le pintó inclinado al suelo y en ademan de pastar la yerba. Adviértese con efecto
esta diferencia en las armas de una y otra corporación, que todavía conservan sin altera-
ción alguna: nada hay de improbable en el caso ni en las consecuencias que se le atri-
buyen; pero la concordia, aun admitiendo que haya existido, hoy se desconoce ab-
solutamente •
, y sólo ella , al paso que nos ministraría la prueba más auténtica de los
2 «In anno quo pectauerilis, non facialis nuestro Ayunlaniienlo, donde nos indicaron que
lífonsadum; et in anno quo fccerilis fonsadum, quizá la conservarla el del antiguo cabildo de iMa-
))non pectetis. Fonsadum vero hoc modo debelis drid. A él acudimos en efecto, por haber tenido
))facere. Extra regnum cum corpore regís debelis la bondad de franqueárnoslo con la mayor benevo-
Dscmel in anno faceré fonsadum et esse cum eo in lencia su encargado el señor don Eugenio Almor
))lbnsado ,
quantum ¡pse illuc fueril. In regno quo- Palafox; pero también fué inútil. Recomendamos
»tics rex opus habuerit el uos uocauerit , debetis por lo tanto este documento á investigadores más
»ire in fonsadum cum corpore regís. In ómnibus aforlunados.
«alíis causis uíualis secundum uestrum forum et 5 Cierto: si entraba á la parte con la villa por
osecundam ueslraní cartam.» lo menos en ^el dominio útil del territorio ¿cómo
Tomo I. 51
210 HISTORIA DE MADniD.
Esperemos que el tiempo saque á luz muchas memorias que hoy yacen oscurecidas.
espíritu de caridad más conforme con el del Evangelio, acudían los fieles con cuantos
recursos les sugería su celo religioso al sosten del culto divino y al mantenimiento de sus
suerte sucedió respecto del convento de Santo Domingo, que há poco dejamos estableci-
do : en aquellos primeros años obtuvieron las religiosas legados y donaciones que les per-
en los privilegios que ya hemos visto se habla sólo «términos redondos, que eran, el Quexigar, Cos-
con el concejo? ¿Tan impropio era dirigirse á los xmonte , Valdelamasa y las tierras de Ribera , y
dos propietarios, tratándose precisamente de tér- »el término de Val-lobrego ,
que toma lodo el ca-
Por lo demás , he aquí los términos en que el »la derecha en término del Pardo; pretendiendo
licenciado Gerónimo de Quintana en su Uisloria Dcada una de las partes la propiedad destas tier-
de Madrid, (fól. 29), habla de este curioso asun- «ras; y la concordia fue, que perteneciessen á la
to, refiriéndose al parecer á los documentos que ))VilIa todos los pies de árboles que huuíere en
nosotros hemos buscado en vano, y que por lo «ellas , y al cabildo los pastos destos términos:
visto se conservaban en su tiempo: «...El blasón «en significación de lo qual, en sus armas (que
))del madroño no es tan antiguo como el oso, «eran también una osa) la pintaron paciendo,
Den el escudo de las armas desta Villa. Y la ra- «como reteniendo con esta postura la propiedad
nzón es ,
porque Valerio de las historias escolásli- «de los pastos, y el oso de las de la Villa enpi-
Dcas de España, y la general del rey don Alfon- «nado , las manos puestas sobre las ramas de un
))S0 el Sabio , contando la milagrosa batalla de las «madroño, como manuteniendo en este árbol la
»Nauas de Tolosa, donde los de Madrid anduuie- «possesion y propiedad de los demás de aquellos
))ron muy alentados , viniendo á tratar dellos , no «términos; si bien sobre algunos dellos se han
whaze mención alguna del madroño , sino tan so- «buelto á renouar los pleitos, como todo consta
wlamenle del oso. De donde se sigue , que si lo «de papeles antiguos del archiuo del cabildo re-
«licuaran entonces en la diuisa , como se hizo me- «ferido».
»moria del uno, se hiziera también del otro; in- 1 Fr. Hernando del Castillo cita varias de
»do. La ocasión pues deste nueuo acrecentamien- convento de Santo Domingo, sino á uno de la orden,
"to , fue una concordia qne se tomó después de por ser documento muy curioso , creemos que no
"reñidisimos pleitos entre la Villa de Madrid , y parecerá del todo ageno de este sitio. Dice así: «In
wel cabildo de la clerecía della, sobre ciertos nomine Domini nostri Jesu Christi. Sepan los que
PUIMERA PARTE, CAP. IV. 211
zabaa aquella vida, como sucedió en 1242 con doña Flor, hija de don Martin Juan y doña
Olalla, que habiendo entrado monja en el mismo monasterio, cedió en tal concepto su
lugar de Rejas. Fué muy ruidoso el empeño que se propuso el infante don Fadrique (el
que después murió tan arrebatadamente) al intentar privarlas de una gran suma de que
las habia hecho herederas un clérigo de Guadalajara llamado don Gil ; y debió ser esto
el principio , ó la demostración al menos , del parecer que dieron al rey algunos de sus
consejeros , diciendo que era menester ordenar por ley que no pudiesen las monjas here-
dar á sus padres ni parientes , ni recibir propiedad alguna por via de limosna, de dona-
ción ó legado testamentario. Recurrieron las monjas al valimiento del Pontífice Grego-
rio IX ,
que el 27 de marzo de 1237 despachó una bula en su favor; y don Fernando, que
en verdad no necesitaba de tales excitaciones, pues mucho antes habia tomado bajo
son, et los que son por venir, que yo lago Maraes Rey, et nos seamos poderosos de defenderla etdc
en uno con mié mugior Mari Esteuan el con mi her- ampararla á ninguno que mal quisiere y fazer. Et
mana doña Locadia, ct con su marido don Lázaro, damosla con tal condición á los freres de aquesta
et con mi sobrina Mari Dominguez, et con su ma- orden ;
que non ayan poder de vender esta here-
rido Pasqual Domingo , de buen cuer et de buena dat, ni de camialla, ni despoialla. Facía caria
voluntad, et sin ninguna premia, damos el otorga- en el mes de Madio, Era de mil et dozienfos et cin
mos la casa de Sanct Julián de Val Salobral, á la cuenta et siete. Regnant el Rey don Fernando en
Orden de la predicación , el assi la damos con dos Toledo en Castíella , el señor de Madrid Rodrigo
yugos de bues bien aparejados, con toda su here- Rodríguez, aluacil Román García, el sayón Fer-
dal, complimienlo, con su pan, et con sus casas, rando. Teslimuñas que esto oyeron ot vieron el ar-
con pasturas, et con entradas el con exidas, ct cipreste Garci Ochando , don Clement , diácono
con agua, et assi cuerno les pertenece, et con de Sanct Jacobi, Garci Martínez, diácono de
cient cabras, et treynla y cinco ouejas, et con Sanct Johan. Pedro García , subdíacono de Sancta
dos vacas paridas , et dos nouiellos , et con una María; don Auril, subdíacono de Sanct Saluador.
asna parida , et con la casa aparejada assi cue- Moriel Yuañez, Pedriuanes deRíbola, lohan Gar-
rno esta. Et estos bues et esta heredat ,
que es cía, Fí de Garci Vecent, lohan Dominguez de Val-
aqui connombrada, es en Torre Bermeja. El yo negral, Domingo Ferrando, fi de Barbaluo, et don
lago Mames en uno con mié mugier María Es- Miguel su hermano, et Pascual Alexandre, Esteuan
teuan, por Dios et por almas de nuestros pa- Domingo, Díag Muñioz, don Mathcos de Meac,
rientes ,
damos tres arazandas de viña , aquella don Andrés, subdíacono de Sanctí Jacobi; Pedro
vina connombrada que fue de Enes , dárnosla á la Feliz, escríuano diácono de Sanct Saluador de To-
casa: Et nos que escriptos somos en esta carta, o ledo.
noslros filios o nostros parientes que tras ¡nos ver- 1 «Ferrandus Deígratía Rex Castellíe, et To-
nan ,
que nenguno no aya poder de toller ni de lo letí , ómnibus hominíbus regni sui hanc carlam
íiuyo por o que lo ouiere de quanto fuere de la ca- vídentibus salutem , el gratíam. Sepades que yo
sa malmeter. El si alguno algún mal quisiere far o recího en mí encomienda y en mió defendimíento
contrallar, sea maledicto con ludas Eschariot en la casa de Sancto Domingo de Madrid El las sóro-
enüerno, et nol vala , et peche mil maravedís al res El los frailes que y son y todas sus cosas. El
212 HISTORIA DE MADlllD.
Con esta cuestión, que pudiera llamarse material, complicóse otra más grave de disci-
plina, que á no haberse resuelto conforme á los deseos de las que se decian unas veces ma-
dres y otras dueíias de Santo Domingo , hubiera producido suma perturbación en sus áni-
mos, y relajado en gran manera los vínculos que se habian impuesto. Habíales recomen-
dado su Santo fundador, á poco de su salida de esta Villa, en una carta que les dirigió al
efecto ' , la oración , el ayuno, el silencio, la perfecta observancia de su regla, dado que
tenían ya edificios bastantes donde practicarla con comodidad, la prohibición de admitir
dentro de la clausura á toda persona que no fuese el obispo ó el prelado, y finalmente la
obediencia al director espiritual que les dejaba , y el modo de admitir novicias y efectuar
la elección de superiora. Cumplieron las monjas con la mayor escrupulosidad estos pre-
sor Fr. Sancho, que ejercía el cargo del que después se llamó vicario en las casas de
las religiosas. No pareció bien tanta independencia á ciertos padres y prelados de la pro-
vincia, y con ánimo sin duda de quitar todo pretexto á la murmuración, propusieron que
manJo firmemente que ninguno non sea osado de »mucho el silencio en los lugares que de orden
les fazer tuerto, nin demás, ni entrar en sus ca- «están reseruados, como es el choro, el refeto-
sas por fuerca , nin en ninguna de sus cosas , si «rio y dormitorio , y en todas las otras cosas se
non el que lo fiziesse aurie mi yra Epechar mié »viua conforme á vuestra constitución. Ninguna
mili marauedis en coto, Ea ellos el daño que les «salga de la puerta ni persona seglar entre den-
fiziesse dargelo y he todo doblado. Facía carta »tro sino fuere obispo ó algún prelado, á predi-
apud Medinam del Campo, Reg. exp. xxiij. die «car ó para la visita. No dexeis las disciplinas ni
lunij. Era 1266anno Regni sui undécimo» (Fray »las vigilias, y sed obedientes á vuestra Priora.
Hernando del Castillo , Uisloria General de Santo »No os ocupeys en hablar unas con otras , ni per-
Domiiifjo, etc., fól. 86, vto). «days el tiempo en pláticas escusadas. Y pues no
1 El P. Castillo , en su citada obra, fól. 8S, «ospodemossocorrer en vuestras necesidades tem-
ía traduce en estos términos: «Fray Domingo, »porales, no queremos agravaros, ni consentir
«maestro de los frailes predicadores, á nuestra «que ningún frayle tenga autoridad para recebir
«amada Priora y á todo el conuento de las Sórores «nouicias , sino sola la priora con consejo de su
«de Madrid, salud y augmento de virtud. Mucho r convento. También mandamos á nuestro carís-
«nos alegramos y damos gracias á Dios por el fer- «simo hermano que en essa casa ha trabajado
«uor de vuestra sancta conversión, y porque el «mucho y os ha juntado en csse sanctisimo esta-
«Señor os sacó del hedor deste mundo. Pelead, «do, que lo disponga, concierte y ordene como
«hijas, contra vuestro enemigo antiguo con ora- «le pareciere que mas cumple para que viuays
«ciones y ayunos sin cesar; porque no será coro- «sanctissima y religiosamente. Y dárnosle poder
«nado sino quien bien peleare. Hasta agora no auia «y facultad para visitaros y corregiros, y para re-
«casa acomodada para guardar las cosas de vues- «moucr á la priora (si fuere necessario) con con-
«tra religión: mas ya no podéis pretender escusa, «sentimiento de la mayor parte de las monjas: y
«pues por la gracia de Dios teneys muy bastan- «para dispensar en algunas cosas si le pareciere.
que al cabo se llevó á efecto , mas con tanto disgusto y oposición por parte de las buenas ,
madres, que de nuevo elevaron sus quejas á la Santa Sede , y accediendo de nuevo á sus
deseos Gregorio IX, en 7 de abril de 1237, en virtud de bula dada en Viterbo, '
man-
dó que prosiguiesen en la dirección espiritual de las monjas, como hasta allí, religiosos
Por la relación que aparece tener con una de nuestras más antiguas y venerandas ins-
tituciones, y porque en este asunto se halla en cierto modo interesada la gloria de Ma-
drid, debemos tomar en cuenta otro incidente que corresponde también al fecundo y bri-
llante reinado de San Fernando. Hállase entre las memorias de su vida^, la de una jun-
ta ó consejo de doce sábiosque eligió para que «estuviesen siempre cerca de su persona...
con el fin y oficio de que le aconsejasen en los pleitos, acordándole las leyes, advirtién-
dole de los fraudes y notando aun los menores ápices de la justicia para no errar en las
decisiones» . Añádese que eran jurisconsultos de los que mayor aplauso hablan obtenido
en la universidad de Salamanca , y que en tal concepto les mandó el rey formar una coni-
1 «Gregorio Obispo, sieruo deles sieruos de 2 « Por esta ocasión , y en cumplimiento del
DÜios: á los amados hijos el maestro general y, «breve apostólico, vino á Madrid, cnibiado por
i)|)rior prouincial de la orden de los frayles predi- "el capítulo provincial , Fr. Pedro de Toro, vrron
iicadores de la prouincia de España, salud y apos- «excelente en virtud y discreción: al cual sucedió
ulólica bendición. Por parle de las amadas hijas «en el officio y administración de la casa y monjas
Den Christo la priora y coauenlo de monjas encer- «el bienaventurado Fr. Domingo Muñoz de Se-
uradas de Sánelo Domingo de Madrid, nos ha si- «govia, natural de la ciudad de Segovia. Estepa.
))do propuesto, que auiendolosel bienaventurado «dre, después de haber vivido en la religión sanc-
DÍrayles para su guarda , y para que oyessen sus «mismo ejemplo y sanctidad las provincias de
Dconfessiones, y algunas veces con su doctrina las «de Lombardía y España, estuvo predicando y
"diessen espirituales alimentos: de poco acá vos «enseñando á aquellas sánelas religiosas de Ma-
»y los difinidores de vuestra orde, aueys por «drid hasta el año de mil y dozienlos y cincuenta
«vuestra voluntad y aluedrio, quitadoles los di- «y nueve. Y en su tiempo fueron creciendo ma-
«chos frayles ,
por lo qual les ha sido forcoso bus- «ravillosamente aquellas plantas en la perfección
"car sacerdotes seglares que sean sus custodios, «que profesavan. Y el mismo sánelo administra-
«de los quales aunque oyen con deuocion los di- «vasu hazienda temporal , y asistía al nuevo edi-
"uinos officios, pero no se atreuen á confessar «ficio y sumptuoso que entonces se comenzó por la
»con ellos, por la ordenación ya dicha del sanc- «forma que en este capítulo se dirá , y al cabo de
i>lo. Por lo qual mandamos á vuestra discreción «lodo dio su sandísima ánima á Dios en el año si-
«por estas letras apostólicas que con diligencia y «guienle de mil dozienlos y sesenta en la tierra y lu-
«cuydado, pongays y diputeys luego para su gar donde avia nacido» (Castillo, fól. 87 y 88.)
«guarda algunos de vuestra orden , varones apro- 3 Las ya mencionadas del P. Burriel , dadas
«aados, que con saludables consejos las enseñen, á luz por dou Miguel de Manuel Rodríguez, capí-
pilacion de leyes que sirvieran de norma en los casos que diariamente se ventilaban, para
que en todo se procediese con madura deliberación y acertado acuerdo. Ocioso parece
advertir que esta compilación se reputa como el origen y, digámoslo así, embrión del
Supónese además que tuvo aquí principio el que andando el tiempo se denominó Con-
sejo Real de Castilla ; mas como este gozaba de verdadera jurisdicion con autoridad de ,
la diferencia diciendo que la junta de los doce sabios no tuvo por entonces más que voto
consultivo, bien que posteriormente adquirió su institución el carácter judicial con que
se trasmitió hasta nuestros dias *. Y para determinar la época en que se introdujo formal-
mente esta modificación, cítase el Ordenamiento Real y nueva Recopilación, título del
Consejo , en cuyo prólogo dicen los Reyes Católicos que los consejeros sean naturales del
reino y no sean desamados de los naturales , según lo ordenó el rey don Alonso en las
cortes que hizo en Madrid, Era de 1367 (año 1329), pues estas condiciones y el ser dis-
puestas en cortes, no dejan duda respecto á la jurisdicion, porque para el voto consulti-
Hasta aquí, en vista de los precedentes, no pueden ser más fundadas las deduccio-
nes ;
pero si los primeros resultasen inexactos , como algún crítico ha demostrado ya con
razones incontestables ^, tendríamos que calificar las segundas cuando menos de aventu-
radas; y he aquí los fundamentos en que se apoya la mencionada crítica. No hay docu-
mento alguno para afirmar que los doce sabios de don Fernando fuesen naturales de su
Salamanca: sábese sólo que escribieron un libro con este título: Tratado de la Noble:^a
y Lealtama, compuesto por doce sabios^ por mandado del rey don Fernando, que
1 La prueba de que el Consejo no tuvo en sus Acotas con que las ilustra. Sus observaciones con-
principios jurisdicion, se halla en la ley 5.% tí- duyenasi: «Quede, pues, sentado que no liabien-
tuIo9.", partida 2.", que establece Quales deban »do documento alguno fidedigno que compruelic
ser los consejeros del rey, y la 18 del mismo tí- ))la erección de este tribunal consullivo en iiempo
fulo, que trata De quales deban ser los jueces; de »dc San Fernando, quanto en esta jinile se dice
cuya distinción se infiere que en tiempo del rey »enlas presentes Memorias carece de fundamen-
don Alonso se distinguían las funciones de conse- «to sólido, y por conseqüencia también las ilacio-
2 Memorias para la vida del Sanio Rey don 4 Veremos después que el único documenlo
Fernando III ,
pcíg. 90. Hemos antícijjado esta que pudiera exhibirse asegura todo lo contrario,
especie relativa á las cortes de Madrid del tiem- pues dicen ,los sabios dirigiéndose al Rey: - Los
po de Alfonso XI, porque, como comprenderán sabios que vuestra merecí mandó que viniesen de
nuestros lectores , es uno de los datos en que se los vuestros regnos , et de los reynos de los reyes
apoya la mencionada presunción. meslros amados hermanos paraos dar consejo, etc.
.3 El editor de las mismas Memorias en las 5 Dióse á luz en tiempo de los Reyes Católi-
PRIMERA I'AIlTE, CAP. IV. 215
ganó á Sevilla; que eran filósofos, esto es inslraidos en todas las ciencias naturales y
puede deducirse que fuesen llamados por el rey don Fernando para estar á su lado per-
petuamente y servirle con su consejo en la decisión de los pleitos ni en los negocios pú-
mar que comenzaran á disponer el cuerpo de las Partidas en el reinado de San Fernan-
bunal consultivo. Lo contrario más bien es lo que se infiere de las premisas que quedan
establecidas , á saber , que no eran legistas de profesión , ni todos naturales de los reinos
que tenia Fernando III bajo su dominio, sino extranjeros algunos, ó de los países vecinos,
COS. Al titulo siguen los epígrafes de los capítulos, ))ganó á Sevilla, el á Córdoba, et á toda la fron-
y después una estampa iluminada, en que se vé »tera de los moros , regnó el infant don Alfon, su
un rey sentado en una silla de ornamentación gó- »hijo primero heredero de estos regnos de Cas-
tica, y en frente del rey un personaje en pié con Dtiella et de León. Et porque á poco tiempo des-
un libro en la mano, en actitud de dirigirle la pa- »pues que este rey don Alfonso regnó, acaesció
labra, alusión sin duda á la presentación del li- "grandes discordias por algunos de los infantes sus
bro por alguno de los doce sabios. La edición "hermanos , et de los ricos ornes de Casliella el de
termina así: Fué impreso en la noble villa de Va- ))Leon ,
faciéndose ellos todos unos contra este don
dia producir error esta omisión. Después de esta "ellos , así en lo espiritual como en lo temporal,
suscripción sigue otra estampa igualmente de co- "segunt que lo ficiera este santo rey su padre.
lores como la de la portada, en que se representa "El porque el rey supo que eran finados dos sá-
un rey sentado , con corona en la cabeza , cetro "bios |destos doce , envió llamar otros dos gran-
en la mano izquierda, la derecha apoyada sobre "des sabios, quales él nombró para que viniesen
el brazo de la silla, y delante dos niños en pié, á "en logar deslos dos que finaron. Et luego que
quienes parece que está hablando , y ellos escu- "ellos todos doce vinieron á este rey don Alfonso,
chando. Tal vez indica la enseñanza de la doctri- "demandóles el rey consejo en todas las cosas es.
na de este libro por el santo rey á sus hijos, para "pirituales et temporales, segunt que lo ficiera el
quienes parece se compuso, como consta de algu- «rey su padre, et ellos dixéronlcs sus consejos
nas expresiones que en él se leen. Consta de 66 "buenos el verdaderos, de que el rey se tuvo por
capítulos ó párrafos, y el primero empieza asi: El »muy bien pagado, et bien aconsejado de sus con.
muy alio, el muy noble, el poderoso, el bienaven- "sejosdellos, et esto así acabado, dixeron al rey
turado sénior rey don Ferrando de Casliella el de "estos grandes sabios: Sénior, etc.» Siguen las
León. Los sabios que vueslra mercet mandó que vi- sentencias que en elogio del Santo Rey pronuncia-
niesen de los vuestros regnos el de los regnos de los ron los doce sabios (Notas á las Memorias suso-
reyes vuestros amados hermanos para os dar conse- dichas, págs. 556 y 557). Mayor ilustración cor-
jo en lo espiritual el temporal, etc. El capítulo 66, responde á la historia de las letras españolas
que es el último, dice: «Después desto que finó este y á ella, que en breve comenzaremos á dar á
«Sanio el bienaventurado rey don Ferrando que luz, remitimos á nuestros lectores.
216 HISTORIA DE MADRIP.
pues esto quería decir reinos de reyes hermanos; que estuvieron en la corte de Castilla
poco tiempo; que no escribieron de leyes; que cuando murió el Santo Rey, habian ya
rcg-resado á sus casas; y por último, que aunque nuevamente fueron llamados reinando
don Alonso el Sabio , también se volvieron otra vez á sus respectivos paises ó domicilios,
años que habia existido la de Falencia-, contaría ya en su claustro con doce hombres
igualmente eminentes en la ciencia del derecho, cual hemos de suponer los elegidos para
consejeros de dos monarcas tan ilustrados ^t Sabido es que en aquella época los reyes
leyes que no podían derivarse inmediatamente ni del consejo, tal como se supone organi-
zado , ni de las Partidas, tales como se creen redactadas á priori por una comisión de
sabios jurisperitos. Y nada importa que Madrid haya ó no sido cuna del ilustre Consejo
Llegamos al fin del reinado de Fernando III , cuyo esplendor y prosperidad corres-
pondieron y aun excedieron en mucho á las esperanzas que desde luego hizo concebir tan
egregio príncipe. Los que se han complacido en trazar ingeniosos paralelos, comparán-
dole con Jaime I de Aragón , con Luis IX de Francia y con Almanzor , el célebre gober-
que concurrieron en la de su abuelo Alfonso VIII. Ambos con efecto heredaron la corona
á consecuencia del prematuro é inesperado fin de sus antecesores; ambos se vieron ex-
rechos ; en sus primeros años todo fué zozobras y desasosiegos , rebeliones , contiendas
y banderías. Uno y otro inmortalizaban después su nombre con repetidos triunfos, que
vinieron por último á redundar y cifrarse en una de las más espléndidas victorias que ilus-
tian los anales de nuestra patria ; y cuando se disponían á mayores empresas asegurando
la ventura de sus estados y la perpetua ruina de sus enemigos, atajó la Providencia sus
2 Perreras niega que la universidad de Pa- nomasia: este adjelivo no tenia entonces la signi-
lencia se trasladase á Salamanca. Sinóps. Uisló- (icacion inmodesta que en nuestros días.
con los cincuenta y cuatro años de su vida, apenas cumplidos los treinta y seis de reina-
do. Mucho enflaquecieron su natural salud y robustez los trabajos de tantas guerras, los
desvelos del gobierno, y si hemos de dar crédito á sus panegiristas, el extremado rigor
postreros momentos dio tan insignes pruebas. Al conocer que se agravaban sus dolen-
cias, pidió que le administrasen los Sacramentos, preparándose á morir como cristiano el
que habia vivido como héroe; y recibido el Santo Viático, arrojándose del lecho en que
yacia, postróse de rodillas, y con una áspera soga al cuello, exclamando que desnudo ha-
ta todo aparato de mundana majestad, dejándole sólo una cruz, ante la cual se des-
Asistían á esta tristísima escena y acompañábanle con su llanto su esposa, sus hi-
jos 2, todos aquellos que más amaba: espectáculo imposible de describir, bien que al-
virtud; y despidiéndose par última vez de todos, después de echarles su bendición, man-
dó entrar á los prelados y á varios clérigos, tomó una vela en la mano, hizo entonar el
Te Deum, y exhaló dulcemente su alma en el seno del Criador. Testigos de sus virtudes,
consagraron sus vasallos desde aquel día su gloria, poniéndole en el número de los bien-
persecución y castigo de los herejes le atribuya más crueldad de la que en ánimos since-
ramente cristianos y misericordiosos cabe: lamentémonos de unos tiempos en que, se
gun afirman sus defensores, lo imprudente de la agresión justificaba y aun requería lo
lud» {Memorias para la vida del Sanio Rey don 5 Murió en Sevilla el jueves 30 de mayo de
Fernando, pág. 151). 1252, y no fué solemnemente canonizado , ni por
2 Los presentes eran, á más de don Alfonso, consiguiente autorizado su culto en toda la Igle-
(lon Fadriíjue, don Enrique, don Felipe y don sia Calólica, hasla el año de 1671, bajo el ponlifi-
nes y conquistas de Andalucía halló el sendero que debia seguir trazado por la mano de
sus antecesores, concibió también elí^randioso proyecto de invadir el África, debilitan-
do en su propia cuna el poder de los invasores de nuestra patria; proyecto que abri-
gó seg-un veremos después, su hijo don Alfonso, y que dos siglos adelante pudo ya
acometer otro animoso político , digno de llevarlo á feliz remate. No otorgó el cielo al
conquistador de Sevilla ni aun la satisfacción de poner por obra su heroico intento ; mas,
como ageno á su voluntad tampoco pudo , esto influir en descrédito de su previsión ni en
menoscabo de su alta gloria.
Madrid ,
que habia ya hecho costumbre el honrar con aniversarios la memoria de
los reyes que fueron sus caudillos y bienhechores * , no podia olvidar la del ilustre monar-
ca, á quien era deudor de tan señaladas mercedes y preferencias como hemos visto. Ins-
tituyó pues sufragios anuales por el alma de don Fernando; sufragios que después, vién-
dole resplandecer con la aureola de los justos en los altares católicos, convirtió en so-
1 En el capitulo siguiente insertaremos un do- Alfonso VIII, de San Fernando , y de las reinas
cumento del rey don Alfonso el Sabio, por el cual doña Berenguela y doña Beatriz , madre y esposa
consta que los clérigos de las parroquias de Ma- del segundo de los expresados monarcas,
lucía — Intenta don Alfonso empresa de África, y ser coronado Emperador de Alemania. — Sublé-
y Extremadura. la
cipales señores de —
Castilla. los Beni-JIcrines de África como auxiliares del rey de Granada. — El infante
^^'ienen
don Sancho se rebela contra su padre. Empresa de Aljeciras. — Deplorable situación del reino. — Privilegios
otorgados Madrid en tiempo de don
á Alfonso. —Memorias particulares. —Muerte de Alfonso X. — Sucédele, á pesar
de las pretensiones de rama primogénita,
la infante don Sancho^ llamado
el Bravo. — Hace aprestos de guerra
el
contra marroquíes — Indispónese con su favorito don Lope de Haro. — Sangrienta escena de Alfaro. — Guerra
los
— Craeldades de don Sancho. —Toma de Tarila. — Fidelidad de los madrileños. —Prosiguen reyertas sobre
civil. las
el Real de Manzanares. — Ordenamiento dado en favor de Madrid por mismo rey — Terrible revelación que
el
tadas, cuan relajados andaban los frenos de la obediencia , cuan sueltos los vientos déla
ambición, y con cuanta facilidad, dé la más ligera nube que apareciese en el horizonte,
nificación viva de todos los estados de la sociedad, el representante de todas las institu-
ciones; y con la espada del conquistador en la una mano, y la vara de la justicia en la otra.
La iaicial que encabeza este capitulo está tomada de un precioso códice de fines del siglo XIH.
220 HISTORIA DE MADniD.
valió el glorioso renombre de Sabio , no le permitiese dedicarse con el propio afán á otros
cuidados, dio desde luego aliento á los magnates mal avenidos con la tranquilidad que
disfrutaba el reino. Pero no anticipemos juicios ni reflexiones: dejemos hablar á los acon-
tecimientos.
Los gastos ocasionados por las últimas conquistas, las guerras, que tenian embarga-
da la parte más útil de la población y el vicioso sistema que solia emplearse para ha-,
llar recursos pecuniarios, hablan disminuido mucho hasta los más perentorios é indis-
mia, como algunos torpe ó maliciosamente han supuesto; pero en medio de su portento-
sa ilustración , no le fué posible desprenderse del empirismo que á la sazón plagaba todo
estudio, y que trascendía con estrago á las esferas del gobierno. Dominado de este influ-
poner remedio. Pensó el rey corregir el mal, y cayó en otro error, padecido por anti-
guos y modernos arbitristas: tal fué la tasa ó fijación de valores , causa entonces como
siempre, de nueva escasez y carestía. Vencido por los hechos, hubo al cabo de revocar
todas sus providencias, confesando imphcitamente sus desaciertos y dando pábulo desde
Permanecieron estos, no obstante, callados y como en acecho por algún tiempo, por-
que los primeros pasos que dio el rey contra los moros de Andalucía no dejaron de ser
gloriosos, produciendo los resultados á que aspiraba. Hízose dueño de Jerez, Arcos, Le-
brija y Medina-Sidonia, á fines de 1254 ^ , bien que en estas empresas le fué de no poca
i Sin ir más lejos , habíanlo ensayado poco 2 Según Perreras , llevóse á cabo esta expe-
antes su padre don Fernando y el rey don Pe- dicion por haberse sublevado los moros de Jerez,
dro II de Aragón. Sobre el valor de las monedas lo cual supone que estaban ya bajo la dependencia
en tiempo de don Alfonso el Sabio, puede vérsela de nuestra corona , y así es probable. Dice lam-
Memoria escrita por don Vicente Arguello, é in- bien que no asistió el rey á esta empresa, sino el
Serla en el lomo VIH de las de la Real Acade- infante don Enrique , su hermano , y tal vez el
bre que en mal hora había aceptado, y que tantos sinsabores y perjuicios le ocasionaba.
No mucho después se levantaron los moros del Algarbe, acaudillados por el rey de Nie-
pimiento, y así consiguió don Alfonso, después de nueve meses de asedio, conquistar la
plaza de Niebla, rendir otros pueblos del Algarbe y reducir á obediencia á los morado-
res.Toda aquella provincia, parte ganada por fuerza de armas, y parte por devolución
hecha á don Alfonso, dio éste sin embargo, más adelante en dote á su hija natural doña
Beatriz ', casada con el rey de Portugal Alfonso III; dádiva que sugerida por el amor,
ner á aquella corona los monarcas de Castilla, De parte de la reina viuda y de sus hijos
púsose el rey don Jaime de Aragón, y don Alfonso pactó con él, primero una tregua, y
después un tratado de paz y perpetua alianza, dejando al hijo mayor de Teobaldo, segun-
do que fué de este nombre, entrar en quieta posesión de la herencia que le disputaba.
Por entonces también , aceptando el señorío de la Gascuña, con que le brindaron sus na-
turales ,
que no podían tolerar más tiempo el dominio de los ingleses, envió allá los au-
xilios que reclamaban para sostener la guerra ; y cuando tenia á su favor, por una parte
el derecho, pues que aquel ducado había sido adjudicado en dote á la reina doña Leonor,
esposa de Alfonso VIII , y por otra la voluntad de los habitantes, viósele de repente en-
trar en tratos con el rey de Inglaterra, Enrique III, avenirse con él, concederle la mano
de su hermana doña Leonor para su primogénito Eduardo, y renunciar en favor de este
ra: de todas suertes , si á alguna fuerza se vio obligado á ceder , no pudo ser más que á
la de su propio convencimiento.
Uno de los pensamientos que más revelaban la previsión y sagacidad políticas de su
1 Húbola en doña Mayor Guillen de Giizman, clamaciones y censuras que produjo la boda de
y no tuvo reparo en conceder su mano al sobera- doña Beatriz. Sobre esío pualo véanse las erudi-
no portugués, a pesar de que este se hallaba ca- las Memorias de don Alfonso et Sabio por el niar-
(Ion Alfonso de sus altos designios. Tal vez fué esta una de las advertencias que en los
que al efecto mandó construir en las atarazanas de Sevilla y en los puertos de Vizcaya, y
las sumas que iba allegando con el mismo ol)jeto, mostraban que tenia medida la mag-
nitud de tamaña empresa. Verdaderamente nodebia entonces considerarse como un vano
sueño de engrandecimiento , sino como una aspiración legítima , como el golpe más cer-
tero y mortal que podia asestarse á los eternos enemigos de nuestra fé y de nuestra in-
hemos ya dado cuenta , y los trastornos y disensiones que á poco sobrevinieron , frustra-
De la misma suerte vio malograrse esperanzas todavía más lisonjeras por lo mucho
que interesaban á su amor propio. La muerte del Emperador de Alemania, Guillermo, de-
jó su trono vacante y sin sucesor presunto que lo ocupara: declaró la República de Pisa
que correspondía de derecho á don Alfonso, como poseedor del ducado de Suavia, pro-
pio de su madre doña Beatriz , á cuya dignidad iba aneja la corona imperial , según la
costumbre últimamente establecida. Recibió don Alfonso esta nueva con satisfacción ex-
go, dieron la preferencia al conde Ricardo, hermano de Enrique III de Inglaterra, y lle-
que la malhadada sucesión le ocasionó por espacio de diez y ocho años consecutivos,
fuera por demás prolijo y dificultoso. Deljia el Papa confirmar el nombramiento con su
aprobación; mas no fué posible recabarla de ninguno de los que se sucedieron en la cá-
tedra de San Pedro desde Alejandro IV hasta Gregorio X, es decir, durante cuatro pon-
tificados: por el contrario, lo que al principio fué tibieza y desvío disimulado, trocóse
al postre en abierta enemistad y contradicción , sin que fuesen de algún efecto ni la pro-
de santo , ni el apoyo del rey de Bohemia y de otros electores , ni el oro que á manos
llenas y sin cesar derramaba don Alfonso entre sus favorecedores y parciales *, ni la gente,
bien que en escaso número 2, que envió á Italia para dar calor á su partido y algún viso
1 Dícese que asignaba diez mil libras lor- cientos jinetes, los cuales se juntaron con algu
nesas de renta anual á cada uno de los que ñas otras fuerzas de Genova y Lombardia ,
que
2 No pasaron de novecientos peones y tres- minó anatema contra los que levantasen bande-
PRIMERA TARTE, CAP. V. 223
guedoc, donde residía el Pontífice, para hacer allí oficio de abogado en su propia causa:
diligencia también inútil, y más que inútil perjudical, pues que desestimó Gi'egorio X
todas sus razones, nególe resueltamente la gracia que demandaba y ,
sólo le concedió la
décima de las rentas eclesiásticas de sus reinos para que mejor pudiese acudir con ellas
¿Cómo un hombre de las altas prendas de don Alfonso, tan singular por sus profun-
dos conocimientos en todos los ramos del saber humano , tan sencillo en sus costum-
bres , tan modesto en sus aspiraciones, pudo llegar á tal extremo? A poco que examine-
mos las circunstancias de su vida, nos persuadiremos de la exactitud con que le han juz-
gado los que creen que se anticipó á su siglo * : era sabio, más bien que práctico en el
gobierno, legislador más que político, filósofo más que guerrero. Deseaba, preveía el
ras, equivocaba á menudo el rumbo que le tenia señalado la Providencia. Soñó acaso, cual
otros muchos, con la fundación de un grande y dilatado imperio: dejóse ofuscar como
otros ,
por la grandeza del de los Césares ; mas no acertó á descubrir en esa misma gran-
deza los gérmenes de su ruina , ni de su ruina; que fué mayor y más dolorosa ceguedad,
Volvamos á las cosas de la guerra con los sarracenos, que hemos dejado mterrum-
pida, como lo quedó realmente, para que mejor se comprendan sus alternativas y vici-
situdes. Antes de partir el rey á vistas con el Pontífice , dieron ya el fruto que era de
presumir la rendición por falta de auxilios de las plazas de Andalucía , y la reserva con
que se con dujoen los que prestó á don Alfonso, Mahommad-Ben-Alhaniar el de Grana-
da, de quien hubiera sido prudente recelar más; porque en efecto, obrando este de in-
teligencia con los vasallos mudejares de Jerez, Arcos y demás poblaciones de aquellas
comarcas, y por otra con los de Murcia, Cartagena y Lorca, preparó una sublevación
general, que tardó poco en estallar en todas direcciones. Mantúvose el astuto Alhamar,
ra por el rey de Caslilla y muchos principes y sociedades humanas , y desgraciados lambien los
1 «Don Alfonso tenia la desgracia de haber llegado.» Así exclama nuestro docto amigo y com-
llegado antes de tiempo... Desgraciados los prin- pañero, el señor don Antonio Benavidcs en una de
cipes que aventajados á su siglo, pretenden antes sus excelentes Ilustraciones á las Memorias de don
de tiempo acelerar la marcha progresiva de las Fernando IV de Castilla, impresas por la Real
224 HISTORIA DE MADRID,
Encendióse, pues, la guerra con tanto mayor encainizaniicnto cuanto liabia sido ma-
suyos después de tenacísima resistencia : no habia piedad para los cristianos que caian en
Sevilla misma estuvo en riesgo de üjrnar á poder de moros; y el rey don Alonso, que
implacable y declarado ,
pasó por la humillación de una derrota. Mas de la fortuna y alti-
vez de los vencedores provino , como tantas otras veces, el remedio.de Castilla: desavi-
niéronse entre sí y á favor de sus rencillas y enemistades , se recobró Jerez en 1263, des-
pués de un cerco de cinco meses : lo propio sucedió en Medina Sidonia , Arcos , Lebrija
y los demás pueblos volvió Cádiz ; al dominio cristiano; y en cuanto á Murcia y el resto de
dad, la cual, con veinte y ocho castillos más, restituyó á don Alfonso sin reclamación de
ninguna especie. Con esto, y con la tregua que el mismo rey de Castilla obtuvo deMa-
hoimiiad-Ben~Alhamar, bajo condiciones muy ventajosas, creyóse la paz asegurada por
en Burgos las fiestas de los desposorios (1268) con extraordmaria magnificencia, habien-
do concurrido á ellas el rey don Jaime de Aragón , Felipe de Francia , conocido después
bres y señores. Ofi'eció aquellos dias la corte de Castilla briUantez y suntuosidad tan de-
susadas que no conservaban memoria de pompa igual los contemporáneos : era aquel el
Los apuros del Erario, el aumento de los tributos, que era su consecuencia, las pro-
que miraba el rey á los que se daban aire de poderosos , y sobre todo el que viéndole
entregado al cultivo de las ciencias y de las letras, le tenían por débil, pusilánime é
Academia de la Historia con la Crónica de aquel el infanle don Pedro, primogénilo de don Jaime
monarca. (.Madrid, 1860, lom. 1., pág. 260). de Aragón, con Constanza, bija de Manfredo,
1 A causa de una muy larga con que nació rey de Sicilia , y de Beatriz de Saboya : princi-
en el pecho , y según otros en la espalda. pió de los derechos que más tarde valieron á la
2 Por entonces contrajo también matrimonio casa de Aragón la posesión del reino de Sicilia.
PRIMERA PARTE, CAP. V. 225
resoluto. A ruegos de don Dionís, inlanlc de Portugal, había aquel eximido á su padre
Alfonso III del feudo y vasallaje que su corona reconocía á la de León por los estados del
Algarbe. No fué menester más: don Ñuño González de Lara, que habia desaprobado se-
mejante concesión, viendo que don Alfonso desechaba su voto, tomó de aquí pretexto
para confederarse con el infante don Felipe, hermano del rey, y con otros señores \ y
juntos todos en Lerma, exigieron del monarca que pusiese desde luego por obra las refor-
mas que le propusieron. En vez de castigar su osadía, incurrió don Alfonso en la flaque-
za de contemporizar con ellos: nuevas exigencias mediaron por la una parte, y más y más
concesiones por la otra: los coligados, parai'on al fin, en extrañarse del reino, pasando al
blando en demasía, fue tratado por sus insolentes subditos como el más soberbio de los
tiranos.
Ayudaron los prófugos castellanos á Mahommad en la empresa que traia entre ma-
nos de someter á los walíes ó arráeces de Guadix , Málaga y Gomares ;
pero habiendo
muerto de pronto el granadino, y sucedídole su hijo Mahommad II, quiso este preparar-
se formalmente para la guerra doméstica y no menos que para la exterior en que pronto
habia de verse empeñado. Entabló con tal propósito negociaciones con don Alfonso, y
no mucho después [1274] firmaron arabos un tratado, que si no era de paz y alianza,
daba por lo menos alguna tregua á las hostilidades; de cuya ocasión se prevalieron don
Ñuño y los demás nobles para reproducir sus exigencias. Deseoso el rey de poner fin á
una excisión que pudiera ser muy perjudicial , accedió una por una á todas; y los rebel-
imperial que no habia de calentarse al cabo sobre sus sienes. Creyó sin duda que el brillo
de aquella nueva dignidad, una vez conseguida, deslurabraria á sus enemigos: no rece-
laba siquiera que hablan de disputarle aun la misma que tenia heredada de sus mayores-
pues siempre el que codicia ajenos Estados; arriesga cuando menos los suyos propios.
desde luego sus proyectos, interesó en ellos á Yacub-Ben-Yussuf, rey que se decia de
los Beni-Merines de África, rogándole que pasase á España con cuantos auxilios pudie-
Tomo 1, Oo
226 HISTORIA DE MADRID.
desembarcó con numerosa liuestc en la playa de Tarifa, desde donde, juntos ya africanos
damente de Ecija, resuelto á morir, ya que con la escasa gente que acaudillaba no pu-
bada la lid , entraron los moros haciendo terrible estrago por enmedio de los cristianos,
ral arrojo, más que de su pericia, y congregando los concejos de Madrid, Talavera,
Huete , Alcalá, Cuenca y Guadalajara , sin esperar los refuerzos con que debia asistirle
don Lope Diaz de Haro, partió arrebatadamente en busca del enemigo. Venir con él á
las manos y quedar hecho prisionero, fué lance tan repentino como inevitable: numero-
sos hijos de Madrid morian heroicamente por rescatarle: los moros le cortaron al cabo
la cabeza y hacian otro tanto con la mano derecha, en que el temerario infante ostentaba
Fué el luto de Castilla y del Concejo de Madrid extremado; pero otro riesgo mayor
traía sobresaltados los ánimos. Del gobierno del reino , durante la ausencia de don Al-
fonso ,
quedó encargado el infante primogénito don Fernando , cuya prudencia era pren-
da de acierto en cuanto á lo presente , y esperanza de otros mayores para lo futuro. Di-
rigió avisos á todas partes , y salió de Burgos hacia la frontera á breves jornadas ,
para
dar tiempo á que se uniesen con él los ricos-hombres y la gente de las ciudades ; mas
al llegar á Villarreal"^ en agosto de 1275, cayó gravemente enfermo, muriendo luego:
que no pudo ser en ocasión más desfavorable. Con esta nueva, el infante don Sancho
1 Don Juan , le llama oquivocaciauícnlo Gé- 2 lioy Ciudail-lleal. Antes se habia llamado
que le seguia en edad , y que hasta aquella sazón sólo se habia dado á conocer por su
carácter enérgico y arrogante ,
partió de Burgos á toda prisa ,
púsose á la cabeza del
ejército, alentó á los medrosos, procuró hacer suyos los descontentos, dejó en Córdo-
ba ú don Lope de Haro , y adelantándose hasta Sevilla para habilitar la armada que es-
taba allí ociosa y desatendida , y cortar con ella la comunicación y refuerzos de África á
los enemigos, forzó á Yussuf á volver atrás, desbaratando por entonces sus empresas, y
Sancho desinterés y patriotismo: dejaba dos hijos su difunto hermano , y al morir habia
encargado á don Juan Nuñez de Lara su crianza , y sobre todo sus derechos de suce-
sión á la corona; pero don Sancho habia desde aquel momento resuelto, fuese ó no justo,
apoderarse de ella. Llevóle este intento á ponerse desde luego al lado y como bajo la
protección de don Lope DiazdeHaro, rival del conde de Lara, defensor, obhgado cuan-
do menos, del hijo mayor de don Fernando de la Cerda, como entonces se le apellidaba:
con igual anhelo prometió su amistad y halagó con lisonjas y aun con mercedes á cuan-
tos se hablan confederado contra su padre y mostrándose intratable y fiero para los remisos
ó dudosos, y activo, resuelto, animoso y con apostura y semblante de rey á los ojos
curado ya de todas sus ilusiones, con el pesar de haber perdido un hijo dócil y cariñoso,
con el remorduuiento de que todo lo acaecido era culpa de su error, y con la sospecha,
en suma , de que las armas á la sazón opuestas á los marroquíes al menor descuido se
que don Sancho habia mostrado siguiendo sus propias inspiraciones; y no dejaba de
complacerle el brío con que se anunciaba un nuevo caudillo, que al fin era vastago de
su propio tronco. Encaminóse pues á Toledo , donde poco á poco fueron llegando los
que regresaban de la guerra: allí abrazó á su hijo , y allí oyó por vez primera de sus
labios la pretensión que tan desasosegado le traia , aspirando á que públicamente le de-
clarara su padre sucesor del reino. No era tal la intención ni el dictamen de don Al-
sonas autorizadas.
do: don Lope Diaz encareció los servicios y méritos de don Sancho, considerando la pro-
posición bajo el aspecto político: presentóla bajo el legal , desnuda al parecer de artifi-
cio, pero dispuesta con la habilidad propia de su mucho ingenio y experiencia, el in-
fante don Manuel, hermano de don Alfonso ^ proscribiendo desde luego el derecho de
representación, y vinculando en don Sancho el que daban las leyes , la naturaleza y la cos-
tumbre. Con este parecer hubo de conformarse don Alfonso; y habiendo convocado cor-
tes para Segovia, fué en ellas reconocido y jurado el infante don Sancho como hijo pri-
mogénito, y para después de los dias de su padre, como heredero de la corona.
sus nietos, los hijos de don Fernando; y unida á la madre de estos, doña Blanca, en
quien al fin la pasión era más disculpable, sin comunicar á nadie su pensamiento, huyó
con ellos á Aragón, poniéndose bajo el amparo del rey don Pedro, que habia sucedido
á su padre don Jaime el Conquistador , y valiéndose asimismo de la protección ofrecida
por Felipe III de Francia, que con -el aragonés se proponía defender la sucesión de los
Cerdas. Este suceso, por lo inesperado y por lo ruidoso, irritó sobremanera al rey; y
creyendo que los autores de aquel plan serian el infante don Fadrique y "don Simón
Ruiz, señor de los Cameros, mandó ajusticiar á los dos, quemando al segundo en Lo-
groño , y ahogando á don Fadrique en Treviño. íbase tegiendo la trama: presto llegare-
mos á la catástrofe.
Creyó don Alfonso que desarmarla con aquel golpe de crueldad á los parciales de su
hijo, imponiendo respeto al desatentado príncipe: felicitábase interiormente, bien que sin-
tiera ver á la reina mezclada en la conñibulacion , de que sus nietos estuviesen á salvo
de todo riesgo pero no pudiendo reprimir por más tiempo su impaciencia
; ,
procedía don
dando órdenes , celebrando juntas y acudiendo á todas partes con sohcitud extremada.
Francia y Aragón y á los demás favorecedores de los Cerdas , echó la voz de que pensa-
ba á su muerte dejar á estos el reino de Jaén , como justa reparación de la pérdida á que
los condenalja la naturaleza.
le atormentaban. Avistóse con su padre y le trató dura y altivamente. Amenazóle don Al-
1 ((Señor, dijo, el árbol de los reyes non se somo; el Ires cosas son que non son so postura,
¡)ierde por postura, niii se deshereda por hí al Rey, Ley, Reyno; et cosa que sea fecha contra
(jue uiene por natura: et si el mayor que nenie qualquiera cosa de estas non vale , nin debe ser
fonso con desheredarle ; replicóle el iníante con orgullosa confianza , manifestándole que
y que pues Dios habia llamado á su hermano don Fernando, nadie podia
no haría tal, des-
pojarle del lugar en que el mismo Dios le ponia llegando al extremo de añadir que ha-,
bia de arrepentirse el rey de aquellas palabras. Era esto tanto como declararse en rebel-
día; y con efecto desde aquel instante se alzó don Sancho contra su padre, y menospre-
ciando las leyes divinas y humanas , usurpó una autoridad que nadie le concedía, y quiso
atendida su edad y sobre todo sus grandes amarguras, no podia tardar mucho.
¿A cuál de ambos príncipes debe cargarse la culpa de tan funesta y escandalosa con-
tienda? Quejábase el infante de que el rey, sobre los pasados desaciertos de que tanto
provecho habían sacado sus enemigos, hubiese incurrido en otros menos disculpables
todavía, cuales eran el haber remitido á Italia cuantiosas sumas para fomentar la causa
de los gíbelínos * , tenaces adversarios de los pontífices en las guerras sostenidas con la
casa de Suavia, y que nuevamente hubiese exigido en las cortes de Sevilla (1281) que se
dase en provecho exclusivo de estos, puso en práctica cuantos recursos le sugería su in-
terés para traerlos á Castilla. Accedió por fin doña Violante á sus ruegos, sin otra con-
dición que la de que se pagasen las deudas que en aquel reino habia contraído por exi- ,
girlo así el rey don Pedro, que todo lo posponía á su utilidad; mas como don Sancho
empeños de la reina , el dinero que debía invertirse en los gastos de la guerra contra
con tal ardor, que parecía renovarse la memoria de pasados tiempos. Sabía don Alfonso
que era esta empresa altamente nacional, y conocía al propio tiempo que debía hacer
algo por sí, desmintiendo á los que le calificaban de apático y poco dado á las empresas
1 Esto fué con motivo de los casamientos de rat vino á Casulla acompañando á su hija , é in
los infantes don Juan y don Pedro. El primero se teresó á don Alfonsoen favor de los gibelinos, de
enlazó con Juana de Monferrat, liija del marqués quienes ya él era partidario, hasta el punto de
del mismo titulo Guillermo IV, y el segundo con conseguir dos cuentos de maravedises (el maravedí
Margarita de Narbona , hija del vizconde Aymeri- tenia quince dineros), gran numero de caballos y
co VI y de Sibila de Fox. El marqués de Monfer- otras muchas cosas.
230 HISTORIA DE MADRID.
bélica?, y haciendo que el espíritu público cambiase de mira , tornando al cauce natural
de que le sacaban á deshora las revueltas intestinas. Acometió con tal propósito el asedio
de Algeciras, baluarte poderoso de la morisma, cercándola por mar y tierra: por mar
con una escuadra de veinticuatro naves , ochenta galeras y gran número de embarca-
ciones menores ;
por tierra con un ejército no menos respetable. Todo inducía á creer que
rendida la plaza, quedarían postrados para siempre el orgullo y poder así de los grana-
dinos, como de sus aliados los Bení-Merines, que se alzaban en África sobre el destroza-
do imperio de los almohades, y todo auguraba tan feliz resultado , cuando apoderado don
Sancho de las arcas reales, y distraído el tesoro público á particulares empeños, viéron-
se privadas las huestes cristianas de todo recurso , careciendo hasta del sustento necesa-
rio parala vida. Declaróse en el campo sitiador el hambre, sobreviniendo luego todasuerte
de plagas y dolencias; y noticiosos los mahometanos de tan desesperada situación, caye-
ron sobre la armada y sobre el ejército, y poniendo fuego á la primera, ahuyentaron con
pérdida de todos los bagajes al segundo , logrando una victoria tanto más halagüeña
para ellos, cuanto era más inesperada y aun inverosímil: mancha vergonzosa, que siem-
llamado don Zag de la Malea. No pudo don Sancho aunque , intentó salvarle , impedir su
ejecución; y este mutuo resentimiento, á que se unieron las causas ya mencionadas, aca-
bó de enemistar al hijo con el padre, llevando por donde quiera la confusión y el ejem-
plo de la más inesplicable alevosía. Eran ya vanos los miramientos, inútil el pretender
encubrir el fuego de un volcan que reventaba á vista de todo el mundo. Para que san-
cionasen su usurpación, osó don Sancho convocar las cortes del reino en Valladolid; alzó
el destierro á los ricos-hombres que voluntariamente seguían en él; por medio del in-
fante don Juan , traidor ahora á su soberano , como había de serlo después á su suce-
rechazó á los mediadores que le envió su padre para desagraviarle y pedirle reconcilia-
ción , y por último , aliado con los reyes de Granada de Aragón y de Portugal
, , con la
nobleza, y para decirlo de una vez, con Castilla toda, pudo consumar impunemente la
»llüs, sin tierras, sin heredamientos, sin amigos, y pronto quizás sin un pedazo de pan
«con que aplacar su hambre, sin un vaso de agua con que apagar su sed» '. No hubo en
1 Benavides, UusUaciones á la Crónica de Fermiido IV, enlas Memorias áldáiis, phg. 2Q^.
ISTOKIA IIKI. A \ 11,1.a VaiKTr.UK .MAlllUl)
LiVJe J. DONONMaiirid
2AR2A inv'° jlll"
ÍST^VlLbA-]26g.)
«
verdad, á excepción de don Juan Niiñez de Lara y de Fernán Pérez Ponce, persona de al-
y fulminó aquella terrible maldición que guarda la historia para perpetua lección de pue-
blos y de tiranos '. Mofóse don Sancho de ella; pero, sin sentirla al pronto, quedó clava-
da como un dardo agudo en su corazón para hacerle expirar después entre horribles an-
,
sias y convulsiones.
Apartemos la vista de cuadro tan sombrío. Volvámosla ya á nuestro principal objeto,
recordando los monumentos históricos de Madrid que se conservan relativos á aquellos
tiempos ,
ya que la ley de los sucesos nos fuerce á fijar nuestras miradas en la narración
lla -. lledúcense estas principalmente á eximirlos de pechos por los demás bienes y he-
1 ... «Ha invadido y usurpado para si el domi- «que ni él , ni olro por él, ni ningún descendiente
))nlo de nuestros reinos.... prendiendo á nuestros «suyo pueda jamás sucedemos en cosa alguna. A
«familiares y criados correos y embajadores, «lodo lo qual le condenamos por esta sentencia
«robando violentamente los tesoros, dineros yjo- «promulgada en presencia de los infrascriptos. . . .
»yas en Toledo y en qualquiera otra parle donde (Benavídes, Ilustraciones á.la Crónica de Fernan-
«los pudo hallar , convocando corles en las que do IV, pág. 2G6).
))fuí desposeído de la corona , usurpando el título 2 Trascribimos la parte más interesante, que
«y la dignidad de rey , y queriendo llegar hostil- dice así: «Sepan qiíanlos este privillegio uieren el
«menle hasta la misma ciudad de Sevilla para oyeren , cuerno nos don Alfonso ,
por la gra de
«prender impía y malamente al rey su padre; Dios , Rey de Casliella , de Toledo , de León , de
«por todo lo qual y otros muchos enormes deUlos Gallizia , de Seuilla , de Cordoua , de Murcia , de
«que cometió irreverentemente contra nos, sin le- Jahen, del Algarue, en uno con la Reyna donna
«mor de Dios ni respeto á su padre... le malde- Yolant mí mugier , et con nros ffijos el infante don
»cimos como á merecedor de la maldición paler- Ferrando ,
primero et heredero , el con el infante
«na, reprobado de Dios y digno de ser aborrecido don Sancho , el con el infante don Pedio: l'orque
«con justa razón de los hombres; y le sujetamos fallamos que la uilla de Madrit non hauien fuero
«en adelante á la maldición divina y humana; y complido porque se iudgassen assi como deuien,
«como á hijo rebelde, inobediente y contumaz, in- et por esta razón nenien muchas dubdas , et nni-
ngralo y aun ingratísimo y que tanto degenera, chas contiendas , et muchas enemistados; el la íus-
»le desheredamos y privamos de qualquier dere- ticía non gecumplie assi comodeuie: El nos que-
«cho que haya tenido á nuestros reinos , señoríos, riendo sacar lodos eslos dannos, dárnosle el otor-
«tierras, honores y dignidades ú otra cualquiera gímosle aquel fuero que nos ííziemos con consejo
«cosa que en alguna manera nos pertenezca, para de nra Corte, escrípto, el seellado con nro seello
232 HISTORIA DE MADRID.
reilainientos que poseyeran en otros puntos; gracia que se hace extensiva á cierto núme-
ro de criados ,
paniaguados y dependientes en proporción del ganado de diferentes es-
pecies que cada cual poseyera , y á las viudas é hijos de los mismos caballeros ; á las
base también que en el año en que saliese el Concejo á campaña (á la hueste) por dis-
posición del rey , los pueblos de las aldeas no pagasen la raartiniega. Tales eran las cos-
tumbres de aquella edad , tales los principios que reglan en materia de gobierno y ad-
ministración ;
pues al paso que se protegía la industria, y aun indirectamente la agricul-
tura, se declaraban libres los bienes de los forasteros, que sólo debían contribuir por lo
de plomo ,
que lo ayan el Conceio de Madrit , lam- sen un uaquerizo, et non mas. Et el que ouiere ca-
bien de uilla como de aldeas ,
porque se yudguen banna de uacas en que aya de cient uacas a ar-
comunalmientre por él en todas cosas pora siem- riba, que escuse un uaquerizo, et un cabannero,
pre iamas ellos et los que dellos uinieren. Et de- el un rabadán, et el que ouiere cient entre cuelas
mas por fazerles bien et mercet , et por darles et cabras ,
que escuse un pastor , et non mas: el
galardón por los muchos seruicios que fizieron al si dos aparceros o tres se ayuntaren que ayan
muy alloet muy noble el mucho onrrado Rey don cient oueias, et cabras fasta mil ,
que escusen un
Alfonso, nro uisauelo,et al muy alio el muy noble pastor, et non mas. Et si uno o dos fasla tres
et mucho onrrado Rey don Ferrando, nro padre, ouiereu cabanna de mili entre oueias et cabras,
et a nos ante que regnassemos el después que reg- que escusen un pastor, et un cabannero, el un
namos. Dárnosles et otorgamosles estas ffranque- rabadán. Et el cauallero que ouiere ueynte yeguas,
zas que son escripias en esle priuillegio: Que los que escuse un yegüerizo, et non mas: et si dos fas-
caualleros que touieron las mayores casas pobladas ta tres fueren aparceros , et ouicren ueyíite ye-
en la uilla de Madril con mugieres et con ffijos, o guas, que escusen un yegüerizo, et non mas.
los que non ouieren mugieres, con la campanna que Otrossi mandamos quel cauallero que ouiere cient
ouieren desde ocho dias antes de Nauidal fasta el colmenas, que escuse un colmenero: et si dos fas-
dia de Sant Johan Rabtista , et touieren cauallo et la tres fueren aparceros que ouieren cient colme-
dis a arriba, et escudo, et tanca, el loriga, el mas de un colmenero. Et el cauallero que ouiere
brofoneras, et perpunl, et capiellode fierro, el cient puercos, que escuse un porquerizo, et non
espada ,
que non pechen por los otros hereda- mas: et si fueren dos ó tres aparceros que ayan
míenlos que ouieren en las cibdades, el en las cient puercos, que non escusen mas de un porque-
uiUas, et en los otros logares de líros Regnos; et rizo. Otrossi mandamos que el cauallero que fue-
que cscusensus paniguados, el sus pastores, el re en la hueste, que aya dos escusados: et si le-
sas molineros , el sus amas que criaren sus ffijos, uare tienda redonda ,
que aya Ires: et el que lo-
el sus ortolanos , et sus yugueros , et sus cohnene- uiere todauia loriga de cauallo suya et la leuare,
ros , el sus mayordomos que ouieren en , esta gui- aya cinco escusados. Otrossi mandamos que las ca-
sa. Que el cauallero que ouiere de quarenta fasta lonnas de los aportellados et de los paniguados de
cient uacas que escuse un uaquerizo , et non mas: los caualleros et de sus sieruos ,
que las ayan los
,
el si dos fasla tres fueren aparceros que ouieren caualleros de quien fueren, assi como nos deuemos
quarenta uacas o mas fasta cient uacas, que escu- a auer las nras. El los pastores que escusaren.
,
quicia muy conveniente; pero bajo el aspecto económico , no podia menos de aparecer
perjudicial y aun ruinosa. El fuero así dado por el Rey Sabio parece que no ,
llegó á ob-
concedían. De cualquier modo manifiesta con sólo el hecho de su otorgamiento cierta pre-
dilección por parte del soberano , tan ásperamente combatido por sus naturales ; y esta
la Villa. Consta por el mismo que recompensaba servicios hechos antes y después de que
ciñera la. corona de sus padres el inmortal autor de las Partidas.
Tres años después concedía don Alfonso el mismo privilegio á los clérigos racione-
que sean aquellos que guardaren sus ganados pro- sados de ualia de cient mrs. an de seer ,
que los
escusen por quatro annos mientre el ffijo criaren, zieren, et con sabiduría del pueblo de las aldeas
et non mas: et los mayordomos que ouieren, que de Madrit, El qui por si los tomare ,
que pierda
sean aquellos que ulslieren et gouernaren; et que aquellos que tomare por toda via. El por fazer ma-
non aya mas de dos el que mas ouiere. El manda- yor bien et mayor mercet á los caualleros , manda-
mos que estos escusados que ouieren , que si cada mos que quando muriere el cauallero el cauallo que
bibdedat: el si casare después con omme que non lleros que esludicreu guisados. Et olrossi les otor-
sea guisado de cauallo el de armas , segund dicho gamos que el anno que el conceio fueren a la
es ,
que non aya escusados demienlre non touiere hueste por mandado del Rey ,
que non pechen los
el marido esle guisamienlo. Et si los ffijos partie- pueblos de las aldeas la marliniega. Et manda-
guisados Olrossi mandamos que si los ffijos par- pecharnos ye en coto mili mrs. , et al conceio so-
tieren con el padre después de muerte de su ma- bredicho de Madrit, o a quien su uóz touiesse,
dre, que el padre aya por si sus escusados el los todo el danno doblado. El porque esto sea firme
ffijos por sí los suyos , fasta que sean de edat el estable , mandamos seellar este priuillegio con
assi como sobredicho es. Et los ffijos después que nuestro seello de plomo. Fecho el priuillegio en
passaren de edat de diez et ocho annos , si non ca- Seuilla, por mandado del Rey, miércoles ueynl
saren ,
que non puedan escusar mas de sus yegüe- et dos dias andados del mes de Marzo en Era de
ros. Et todos aquellos que mas escusados tomaren mili et trezentos annos». Siguen las firmas y con-
de quanlo esle privillegio dizc ,
que pierdan los firmaciones en gran número. (Apéndices ala Me-
oíros que les otorgamos que ouiessen , segund di- moria del señor Cavanilles sobre , el fuero de Ma-
cho es. Olrossi mandamos que pues estos escu- drid, pág. 59).
TOMO I. 34
234 HISTORIA DE MADRID.
la solicitud que mostraban en obsequio de sus mayores. A los aniversarios que tenian
aquellos costumbre de celebrar, según hemos ya indicado, en memoria de los reyes don
Alfonso VIII y don Fernando III, y de la madre y esposa de este, las reinas doña Beren-
guela y doña Beatriz , añadió el rey en virtud de la misma concesión , ciertos sufragios
que debian hacerse durante sus dias por su salud y la de su esposa doña Violante, y un
aniversario por el alma de esta señora después de su fallecimiento. Singular y solemne
1 «Sepan quanlos este priuillegio vieren y oye- Psalterios este dia por nra vida y por nTa sa-
ren como Nos don Alfonso por la gra de Dios, lud de Nos el sobredicho Rey don Alfonso, el de
Rey de CasUella, de Toledo, de León, de Gali- la Reyna doña Violant mi mugier et de nros
zia , de Seuilla , de Cordoua , de Murcia , de Ja- fijos. Et después de nros dias han de fazer un
hen , del Algarue , en uno con la Reyna Violant aniuersario, et decir los Prestes senas Missas,
mi mugier, et con nros fijos don Ferrando prinie_ et los Diáconos et Subdiáconos han de rezar se-
ro et heredero, et con don Sancho el don Pedro et nos Psalterios en esta fiesta de San clemente so-
don Juan: Porque fallamos que los clérigos délas bredicha para siempre. Otrosi , han de fazer ca-
iglesias de las Parroquias de Madrit facien dos da año el aniversario de la Reyna doña Violant
aniversarios del muy noble et muy alto, et mucho mi mugier después que ella finare pora siempre
onrrado Rey don Alfonso nro bisabuelo, et del el dia del año que fincare que ayan de decir los
muy noble et muy alto et mucho onrrado Rey don clérigos Prestes del cabildo de Madrit sennas Mis-
Fernando nro padre, ct otrosi, de la muy noble sas, ct los Diáconos et Subdiáconos que rezen sen-
Reyna donna Berenguela nra abuela, et de la nos Psalterios. El porque estos aniversarios sean
muy noble Reyna donna Realriz nra madre , da- complidos de aquí adelante pora siempre jamás,
mosles et otorgamosles estas franquezas , que son ansí como lo dicho es, fizieron los clérigos sobre-
escritas en este priuillegio. Et mandamos que los dichos dos cartas partidas por A. R. C. en testi-
sean escusados de todo pecho , et de todo pedido: fizieren esto todo, ansí como sobredicho es. Et
et por fazerles bien et merced, mandamos que es- mandamos , et defendemos que ninguno non sea
cusen sus paniaguados, et sus yugueros, et sus osado de ir contra este priuillegio pora quebran-
pastores, et sus hortelanos, et estos escusados que tarlo, nin por amenguarlo en ninguna cosa , et
sean de la quantía que lo son los cauallcros de qualquier que lo fiziesse, auricnra ira el pechar-
Madrit, segund dize el priuillegio que tienen de nos ye en coto mil morauedis , et a los clérigos
Nos. Et por esta merzed que les fazemos son to- del cabildo sobredicho', o a quien su voz touiese,
nudos de rogar á Dios especialmente por Nos, el lodo el danno doblado. El porque esto sea firme et
por la Reyna doña Violant mi mugier, el por establo, mandamos sellar este priuillegio con nro
nuestros lijos, et han de fazer cada año por en to- sello do plomo. Fecho el priuillegio en Seuilla por
da nuestra vida la fiesta de San Clemente mucho nro mandado , Sábado catorze dias andados del
onrradamente con toda aquella solenidad , el con mes de Marzo en Era de mil et trecientos et tres
todos aquellos cumplimientos que fiesta doble deue años, etc.» (Siguen la suscripción, firma y con-
auer , en han de dezir cada año todos los clérigos firmaciones). Quintana, Uisloria de la Antigüe-
prestes del cabildo de Madrit senas Misas, y dad, Nobleza y Grandeza de Madrid, págs.77
los Diáconos v Subdiáconos han de rezar senos y 78.
PRIMERA PARTE, CAP. V. 2'J5
muestra de afecto era esta para aquellos dias; pero pagóla con ingratitud la hija de don
Jaime el Conquistador , siguiendo unas veces á sus nietos los Cerdas y otras á su hijo don
tmuger inconstante y veleidosa en quien nadie podia fiar, y de la que todos tuvieron
• quejas; mala esposa, no mejor madre ni abuela; perseguidora de sus hermanas, y qui-
nos han conservado los historiadores de la Villa: tal es la donación hecha á su Conce-
da lugar á dos conjeturas: primera, que con anterioridad á esta fecha había ya habido en
Madrid baños públicos; segunda, que se satisfacía un tanto por ellos, cuya suma com-
ponía una cantidad nada despreciable, según los» fines á que se destinaba. Su situación
debia ser, no como algunos han creído en la puerta de Balnadú (interpretando arbitraria-
mente este nombre por Balnea dúo), sino en las vertientes de la calle de Segovia , al pié'
de la cuesta donde hoy se eleva la antigua casa de los Consejos ^, pues así lo demuestran
las lindes que se establecen en el mismo documento.
Tenemos por último, á la vista copia auténtica de la carta de hermandad formada el
año 1282 entre el Concejo de la Villa (Arcedianazgo la titula) y don Pedro Nuñez,
maestre de Santiago, á nombre y en representación de esta insigne Orden; documento
1 Bena vides, Ilustraciones á la Crónica de Ximena, y de la otra parle el arroyo que sale de
don Fernando IV, pág. 264. Esta última sospe- las fuentes de San Pedro, y de la otra parte la
cha la veremos después confirmada en un célebre ñra calle. Et damosgelo con todas sus aguas
documento. et con todas sus pertenencias, quantas ha y deue
2 Sepan quantos esta carta uiercn y oyeren, auer, ansi cueme las ouo en tiempo del rey don
como Nos don Alfonso, por la gra de Dios Rey Alfonos nro bisabuelo, et del Rey don Fer-
de Castiella , de Toledo , de León, deGalizia,de nando nro padre. Et porque esto sea firme y
Seuilla, de Cordoua, de Murcia, de Jahen y del estable, diemosles ende esta nra carta seellada
Algarue. Por facer bien et merced al Concejo de con nro seello de plomo. Fecha la carta en Seui-
Madrid, dárnosles un nuestro solar, que fué ba- Ha por nuestro mandado, Viernes veinte dias an-
uos ,
qne es dentro en Madrid, en tal manera que dados del mes de Julio , en Era de mil Irezientos
ellos fagan aquellos baños ,
que son derribados, y un año. Yo Juan Pérez de Cibdad la escriui
a su cuesta y a su misión, y que la renda que por mandado de Millan Pérez de Aellon en el año
dent saliere, que sea para adobar los muros de la deceno que el Rey don Alfonso regnó». (Quinta-
villa de Madrit, y paralas otras cosas que ouie- na, Antigüedad, Nobleza y Grandeza de Madrid,
ren menester, que sean seruiciode Nos, y a pro folio 25 \1o).
del concejo. Et este solar sobredicho ha por Un- 3 Del antiguo caudal de aquellas aguas pue-
deros de la una parte las pocas de Domingo Pe- den ofrecer hoy cierto indicio la plazuela llamada
rez Pequeño ,
que fueron de Gonzalo Vicent, y de de los Caños Viejos y la fuente que existe en la de
la otra parte fijos de don Yague y ñclos de doña la Cruz Verde.
236 IIISTOIA TE MADRIl),
hasta hoy no publicado ', y bastante á probar que no sólo se establecían hermandades
entre los concejos sino que buscaban también estos la protección y alianza de los podero-
sos -. Su estudio nos persuade asimismo de que en medio de la anarquía que devoraba
y su poder cuando no desdeñaban su alianza los maestres de aquella milicia, cuyos do-
minios se derramaban por toda Castilla.
No juzgamos oportuno incluir entre las memorias particulares de Madrid que se re-
fieren á esta misma época, las que hoy pudiéramos llamar observaciones meteorológicas,
los años excesivamente secos ó por demás lluviosos, que tienen siempre cuidado de ano-
tar algunos historiadores con la más candida puntualidad. A tales vicisitudes han estado
expuestos todos los pueblos en todos tiempos: no es indiferente saber, sin embargo ,
por-
1 Debemos este precioso dalo liistórico ñ se- uillegios el cartas que auemos de los Reyes sse-
ñor don José María Escudero, de quien ya hemos gund sobredicho es que nro señor en Inffante don
2 El citado documento que dice asi: Et juramos a Dios et a ssanta M" el ffazemos pley-
«Sepan quantos esta caria ulerea como nos el to el omenage délo guardar el lo tener el quales
Conceio de Madril el las otras villas desle Arce- quier de nos que contra esto fuessen o quisiessen
yy dianadgo, ueyendo el bien el la merced que nro sseer enfecto o en dicho o en conseio o en alguna
señor el Inffante don Sancho nos ffizo en nos otor- otra manera por lo menguar que sean traydores
gar nros fueros el libertades et usos el costumbres por ello como qui trae Casliello o mala sseflor et
et ffranquezas et Prluillegios et cartas que sso- que se non pueda ssaluar por sus manos nin por
llemos auer en el tiempo de ssu trasauuelo el Rey agenas en corte ninffuera corle nin en otro lo-
don Alffonso que uenció la batalla de übeda et gar nin por palaura que digan ellos nin olro por
del Rey don Alffonso de León que uenció la bata- ellos. El lodos en uno el cada uno de nos que los
lla de Merida et de su auuelo el Rey don Fferran- puedan correr el matar o les fallare, ssin caloña.
do el de ssu padre el Rey don Alffonso aquellos Et otorgamos de sser convusco en todas las cosas
de que nos mas pagásemos asi -los que agora so- que acaeciessen sobrestá rrazon sso pena de la
mus como por los otros que serán después ffaze- Iraycion ssobredicha, seguol es puesto et ordena-
mos hermandat et postura convusco don P° Nuns do en las cartas generales de la hermandat que
por la gra de dios maestre de la Orden de caua- posiemos convusco el uos conusco. Et fue ffirma-
lleria de ssant Yago et con todos los freyres dessa do en Valll. Et porque esto sea firme el durable
misma (sic) Orden assi con los que agora sodes por siempre jamás. Nos los Conceios délas xiillas
como con lodos los otros que serán después de del arcidianadgo ssobredicho diemosnos esta car-
nos lo primero que guardemos bien et complida- ta sseellada con el sseello del Conceio de Madril
mienl el señorío de nro señor el Inffante don San- pendiente que lengades de nos en testimonio de
cho et de los otros Reyes que serán después del. uerdal por olro tal que rrecibiemos de nos seella-
Et que seamos todos unos de un coracon el de da con el seello del maestre sobredicho ffecha en
una noluntad en nos amar el en nos ayudar con- Valll, diez días andados del mes de julio Era de
tra lodos los ornes del mundo que nos passaren o mili el ccc et veynte años» (Consérvase la tren-
nos quisieren passar contra nros ffueros et usos cilla de hilos de que pendió el sello con algunos
[su^h xiii I
i
PRIMERA PARTE. CAP. V. 237
que ayuda no poco á bosquejar el carácter religioso de los sig-los medios, que siempre
que aflijia al pueblo madrileño alguna de estas calamidades, solia sacarse en procesión la
urna que encerraba los restos mortales de San Isidro , según arriba dejamos ya indicado,
por lo común al de Nuestra Señora de Atocha , donde se rezaban las letanías y otras pre-
ces, implorando la misericordia del Altísimo; costumbre piadosa, que nos recuerda la que
todavía conservamos con el nombre de rogativas públicas.
Más interesantes son indudablemente las memorias que se refieren á empresas milita-
Vargas ^, invitó por medio de llamamiento á todos los vecinos que quisieran tomar parte
en la empresa, logrando que el Concejo de la Villa le auxiliase con gente y vituallas: añá-
dese que al partir le acompañó este con su pendón desde la parroquia de San Salvador,
hasta la puerta de Guadalajara, yendo también las mugeres, hijos y deudos de los que se
habian alistado en la hueste hasta cierto punto del arrabal para despedirlos; y tantas fue-
ron (prosiguen) las demostraciones de sentimiento que unos y otros hicieron al separarse,
que desde aquel dia tomó el mencionado sitio el nombre de la Amargura. Iba el arzobispo
caballero en su muía, llevando delante la cruz arzobispal y detrás toda la clerecía 2. Des-
pués de muerto , trajeron su cadáver mutilado á la parroquia de San Andrés, desde don-
de posteriormente fué trasladado á la capilla de Santa Cruz en la iglesia primada de To-
ledo. Las doloridas madres y las desvalidas esposas de los guerreros madrileños que mu-
rieron defendiendo á don Sancho , ni aun muertos y despedazados tuvieron el triste con-
doña Berenguela , hija del rey don Alfonso , con vocación de religiosa, pensó tomar el
1 Eran varias; la una situada en la calle chos , y que preguntándoles <i dónde iban , repli-
del Almendro, mira. 6 moderno, otra en el que carón que á pelear con los moros. Mandáronles
actualmente es palacio de la Nunciatura, la tcr- volverse á cuidar de la villa, y ellos lo hicieron
cera, la que cae á ios pies de la iglesia de San así, entrando en Madrid con un pendón y un tam-
Andrés y se llama capilla de San Isidro, y por boril; y sacando de sus casas á los hijos de los
úllimo la que existe en la plazuela de la Paja, con- moros, trabaron con ellos tenaz refriega. Pase
ligua á la capilla denominada del Obispo. como tradición, pues la anécdota no puede reci-
de su quinta de San Martin, donde alojaba y abierta que le fué la puerta seglar, cu-
tró en la sala de capítulo y tomó asiento debajo del solio. Con aspereza extraordinaria
reconvino á la priora ó á quien hubiese seducido á la infanta con tal propósito; mas no
desconcertada la buena señora (que se dice era de la familia de los Carvajales), al verse
tan injustamente reprendida , mandó traer las cartas de doña Berenguela , y probó con
ellas al rey su padre que no era el convento quien lo solicitaba, sino ella quien solicita-
ba el honor de ser admitida en el claustro. Cambió entonces el rey de tono; visitó el edi-
una determinación que no juzgaba sincera: ni debia, en efecto, serlo, si como se aña-
de , es cierto que desde Guadalajara vino á Madrid con ánimo de prender fuego al con-
vento que tal disgusto la ocasionaba. Esta última circunstancia, á no mediar un desvarío
tampoco á admitirlo como indudable. Asegúrase también que arrepentida después, legó
al morir la ciudad de Guadalajara , de que era señora , y otras pingües haciendas al mo-
nasterio; mas no habiendo documentos con que acreditarlo, subsiste la misma incertidum-
bre respecto de esta singular especie '.
Llegamos con nuestra narración al año 1284, en que el rey don Alfonso X murió en
Sevilla: sus postreros actos correspondieron alo que de su vida política debia esperarse;
pues por una parte demandaba amparo al Pontífice , á los reyes de Aragón de Francia y
,
na. Dos años antes habia otorgado testamento , en que á pesar de reconocer el derecho de
preferencia que parecía asistir á don Sancho, por la serie de cargos que contra él acu-
mulaba, le desheredó nuevamente, dejando la sucesión á sus nietos los infantes Cerdas,
el 21 de enero del citado año 1284 ^, y sin alterar sustancialmente la primitiva, dejó
al infante don Juan los reinos de Sevilla y de Badajoz, y el de Murcia á don Jaime, lo
cual podia ser causa de nuevas discordias y pretensiones. Fundados sin duda en las ne-
gociaciones que don Sancho entabló al efecto , creen algunos que le perdonó por fin en
1 Según León Pinelo, en sus Anales (fói. 31 añade de un águila que la sacó un ojo, lo omi-
vuelto) ,
quien primero habló de este suceso, fué timos por no mezclar la historia con las consejas.
Fr. Juan López, obispo de Monopoli , en el t. IV 2 Ambos testamentos se hallan impresos más
de su Historia de Santo Domingo, tratando de correctamente que en parle alguna, en elJ/emor/íí/
la fundación de este mmasterio y de la sepaltu- Histórico Español, que da á luz la Real Academia
ra que en él se dio á doña Berenguela. Lo que se de la Historia (tom. II, 18ot ,
págs. 110 y 122).
PRIMERA PARTE , CAP. V. 239
Pasó pues don Alfonso á mejor vida el 4 de abril, y fué sepultado en la santa Iglesia
de Sevilla, junto á sus padres don Fernando y doña Beatriz: príncipe desventurado, á
quien ni sus contemporáneos hicieron justicia, ni la posteridad ha podido absolver de sus
ran perdonado sus debilidades de carácter , en gracia de las altas dotes de inteligencia y
del saber que le distinguían. Había menester aun aquella sociedad de una voluntad impe-
riosa, de un impulso enérgico, de un brazo de hierro que reprimiera los instintos anár-
quicos y ambiciosos ,
que arraigaban principalmente en la nobleza; y don Alfonso era un
sabio de índole apacible ,
que absorto en sus estudios y meditaciones, ó desdeñaba , ó no
en aquellos tiempos le acataron los doctos; pero los más le juzgaron sólo como rey, y
y audacia con que había obrado en la guerra de Andalucía y por su impaciente 'ambi-
ción de mando , supo hacerse temible para los unos, y popular y bien quisto para los
mal seguro, como debía estarlo, de los Cerdas, de Aragón, de Francia, de los mar-
Molina, que no habia sido dispensado por el Pontífice ', se preparaban á moverle guerra
cuando dice que « revocando mercedes , cartas y otorgamientos pesados y onerosos que
él mismo habia concedido y otorgado en los tiempos turbulentos de la guerra civil, an-
daba por la tierra haciendo justicia muy cumplidamente, matando á unos, deshere-
dando á otros , y á otros echándolos de la tierra , y sosegando bullicios y desl^aratando
ayuntamientos de suerte que entonces, como siempre, más que á la mansedumbre del
No bien fué proclamado don Sancho , según unos en Ávila ó en Toledo , , como afir-
1 Era doña María hija del infante don Alfon- los abuelos de doña María , bisabuelos de don
por rey legítimo: ni una sola voz se levantó en favor de don Alfonso de la Cerda; indi-
cio de que- por mucho que fuese el temor que inspiraba el nuevo rey, debia estar muy
arraigado su prestigio ,
ya que no su derecho en , la opinión y convencimiento ]de todo el
nmndo. La tentativa hecha en Sevilla por el infante don Juan de alzarse con aquella
tierra , al tenor de lo dispuesto por don Alfonso , fracasó enteramente , apenas don San-
cho se encaminó con algunas fuerzas hacia aquel punto. Y para que todo le sucediese
prósperamente, el mismo Yussuf, desde Algeciras, y^el rey Mahommad desde Grana-
da y ,
el de Francia , Felipe el Atrevido , y Pedro III de Aragón , al propio tiempo que
tensiones. Ambos, sin embargo, andaban enemistados entre sí, por lo que cada cual le
pedia favor contra su adversario ; y cuando más preocupado se hallaba ideando trazas
para complacer á los dos, sin indisponerse con ninguno, vino en su ayuda la casuali-
dad ,
muriendo primero Felipe , y de allí á poco don Pedi"0 , llamado el Gi^ande. No era
mucho que confiase en sus aciertos quien tan favorecido se veia de la fortuna.
Pero al embajador que le mandó Yacub-Ben- Yussuf recibió con tal arrogancia y des-
pidió tan altivamente, que no parecía sino que deseaba tener al bárbaro por enemigo.
El mismo juzgó que lo comprenderla así, armándose al punto para la guerra; y como su
principal defensa era una buena armada, tomó á sueldo al célebre marino Micer Benito
Zacharia, de Genova, con doce de sus galeras, y le mandó ponerse al paso del Estre-
cho con otras muchas, para impedir todo socorro de África. Con efecto salió Yacub á
paz ,
que le fué otorgada, aprontando cuantiosas sumas. Valíale sin duda á don Sancho el
De los tiranos se dice que no suelen serlo siempre , smo para vengarse de las de-
en el fiero liijo de don Alfonso, que mientras era el terror de Castilla toda, servia de
juguete á.la procacidad de su antiguo cómplice y consejero don Lope Diaz de Haro, en
/ -¿^
.
cargos y adquisiciones, exigió que se le tliosen en prenda todas las fortalezas de Castilla,
pasando al dominio de su hijo don Diego, cuando él muriese. Ni aun logrado todo esto,
se satisfizo: indispúsose con la reina doña María; traló de divorciar al rey para casarle
con una parienta suya; aminoró la soldada de los que servían en la guerra; y con esto y
con querer despojar ú la nobleza de sus propiedades , hízosc aborrecido .de todo el
mundo.
Por envidia, más bien que por celo de la justicia, el pérfido infante don Juan, pues-
to á la cabeza de los Laras , del infante don Alfonso de Portugal y de algunos ricos-
hombres gallegos y leoneses, rebelóse contra don Sancho. Noiicioso este de que todas
sus quejas dimanaban de los desafueros de don Lope, á pesar de considerarlas justas,
no tomó providencia alguna sino que se ausentó á , la frontera de Portugal, donde se ha-
llaba citado á vistas con donDionís. A su vuelta vio que los excesos de don Lope cada
to deshacerse del favorito, desahogando sin embargo su ú'a en quien primero la provoca-
se, y sólo pensó en hallar ocasión favorable para ejecutarlo: tratándose de un hombre
tan desvanecido como don Lope, no tardarla mucho en ofrecérsele, cual la deseaba.
Suscitóse de nuevo la cuestión de alianza con Francia ó con Aragón: era menester
decidirse por una ú otra, y fuese efecto de verdadera perplejidad, ó mero pretexto, el
rey quiso explorar la opinión de sus allegados. Llamó entre otros al infante don Juan
junto con don Lope: ambos se decidieron por el aragonés, al paso que la reina y algu-
nos prelados se inclinaron á la amistad de Francia. Bastó que el rey adoptase este pos-
trer partido, para que don Lope y el infante, contemplándose humillados en su amor
Empezó por satisfacer cumplidamente todas sus exigencias, y en especial con don
Lope mostróse tan condescendiente, que juzgó este volver á los albores de su privanza.
Tocóse otra vez en si convendría unirse con unos ú otros , y el rey , adhiriéndose á su
dictamen , rogó tanto al hermano como al valido que al dia siguiente concurriesen á
Alfaro, donde habia de tenerse junta para acordar los medios de llevar á cabo la alianza
con Aragón. Allí concurrieron, y estando todos reunidos, levantóse el rey y salió afuera,
como quien habia olvidado algo importante. Prevenida en efecto tenia su gente, habien-
do estuvo cierto de ello, volvió á entrar en la junta, y anunció á don Lope y á don Juan
que quedaban allí presos hasta que le restituyesen sus castillos. Don Lope gritó: Ah de
los miosl y fuese al rey, esgrimiendo un puñal desnudo: otro tanto hizo don Juan que hi-
TOMO I. 35
242 HISTORIA DE MADRID.
rió á Gonzalo Gómez Manzanedo, natural de Madrid, hijo del caudillo de su Concejo que
ron. Entonces los nobles y ballesteros que llevaba el rey acudieron á su defensa: trabó-
se porfiada lid; la mano en que don Lope llevaba el puñal, cayó al suelo de una cuchilla-
da con que se la cercenaron , y poco después el mismo conde , de los golpes de maza
con que le aplastaron la cabeza. A Diego López , uno de los que hablan andado con los
rebeldes, mató el rey por su propia mano; y no se hubiera librado don Juan de igual
des, venganzas, cuantos horrores lleva consigo una guerra civil, en que tomaron parte
los más audaces y poderosos. Doña Juana de Molina, hermana de la reina y viuda del
difunto don Lope, se sometió al rey con su hijo don Diego; mas pasóse á poco tiempo
á Aragón y obtuvo de aquel monarca que diese libertad á los La Cerda, proclamándose
de sus resultas rey de Castilla al infante don Alfonso. Don Sancho entretanto , termina-
No es posible seguir paso á paso las vicisitudes de aquella guerra , en que los mis-
mos que juraban. perpetua adhesión al rey don Sancho, se declaraban al dia siguiente
sus más encarnizados enemigos, y en que rotos los vínculos del parentesco, de la gra-
titud, de la disciplina y del pundonor, sólo se estimaba el triunfo del más afortunado
ó del más inicuo. ¿Quién conocerla ya el glorioso imperio de los Alfonsos y de los Fer-
nandos? Don Diego López de Haro, hermano del difunto don Lope, presta homenage
buscan con numerosas y bien ordenadas huestes, y al avistarse retroceden unos y otros,
sin porbar siquiera sus armas. Tala don Sancho las tierras de su enemigo ;
pero es der-
Poseído este de vértigo furioso, dirígese á Badajoz, donde los bandos de dos fa-
gre. Pagáronlo los primeros: mandó ajusticiar el rey á más de cuatro mil personas de
aquel linaje; y revolviendo luego sobre Toledo, y sobre Ávila y Talavera, allá por
nobles y desafectos , y acá por ruines y malhechores , sació toda su ira en las vidas de
PRIMERA PARTE, CAP. V. 243
SUS vasallos. Debió ú este rigor su fama y apellido de Bravo, desluslraiuiü sus buenas
enajenaba el amor de sus coetáneos. Ni era extraño en consecuencia que los que se
unian á él por temor , le abandonasen luego recelosos de su castigo: tal aconteció á don
Juan Nuñez de Lara, que una y otra vez se alistó bajo su bandera, y siempre para re-
infante don Juan, que encerrado en un castillo desde la tragedia de Alfaro, salió de
allí con la condición de oponerse á las pretensiones de don Juan Nuñez, y apenas libre,
Este nombre que distingue á uno de los personages más odiosos de nuestra historia,
recuerda al propio tiempo el hecho más sublime y heroico del reinado de Sancho el Bra-
vo. Nuestros lectores comprenderán que aludimos á la inmortal defensa de Tarifa , hecha
por el insigne don Alonso Pérez de Guzman desde entonces llamado , el Bueno, es decir,
tierra; el que posponiendo á sus deberes todo otro afecto y debilidad, inmoló, nuevo
Abraham en , las aras del numen patrio la prenda más querida, más apegada á su cora-
zón ; y cual si el sacrificio no hubiera sido por demás arduo, se impuso también el de no
verter una sola lágrima , el de consumarlo con desusado arrojo , lanzando el cuchillo que
habia de segar el cuello de la inocente víctima desde los muros, cuya defensa estaba en-
rirse con todos sus pormenores viviendo presente y como grabada en , la memoria de las
generaciones y de los siglos ; ni la infamia del vil don Juan pide más reprobación que la
que perpetuamente acompañará á su nombre en las edades futuras , como en las pasadas
y la presente.
de ningún magnate , ni tomado en las incesantes revueltas de aquellos tiempos más parte
i Don Sanclio el Bravo , según adelante ad- se ú saber escribir. ¿Ha sido esto venganza ó cas-
rerlimos, es uno de los más distinguidos cultiva- ligo de sus crueldades y desafueros? Acaso no
dores de las letras castellanas durante la segunda falle en esta conduela cierto fondo de justicia. La
mitad del siglo XIII; pero su nombre no lia figu- verdad, faro exclusivo de la historia, exige de
rado hasta ahora en la historia de la literatura, nosotros que condenemos sus iras y aplaudan.os
Casi lodos los historiadores le califican de barba- los aciertos de su ingenio , reconociendo en sus
ro y no pocos dudan de que su ilustración llega- obras muy peregrinas virtudes literarias.
.
con que se condujo su noble prog'onilor en la i^loriosa expugnación de Sevilla; así como
la frecuencia con que se vé este nombre entre los confirmadores de los instrumentos rea-
les, manifiesta que asistían de continuo en la Corte, donde deberían tener algún cargo ú
acostamiento '.
De ningún suceso particular hacen mención en todo este tiempo las historias de
la Villa, á excepción de algima que otra fundación religiosa, que si más adelante a'd-
das con Segovla sobre la propiedad y términos del llamado Real de Manzanares, y no
sólo se obstinaba cada una de las partes en sus pretensiones, sino que á medida que
transcurría el tiempo se concillaban menos, y solían venir á las armas, cada vez con
mayor encono los vecinos de los dos pueblos y sus allegados y favorecedores.
Fue pues completamente ineficaz el privilegio expedido por don Fernando ,
que de-
ja nos ya Inserto en su lugar ^ , en virtud del cuál y como consecuencia de la informa-
clon hecha por el obispo de Córdoba y don Ordoño mayordomo de , la reina doña Beren-
guela, se mandaron destruir las pueblas levantadas por Segovla, y en especial las per-
sucedió su hijo don Alfonso , tornaron los de Segovla á su empeño de construir nuevas
poblaciones, y los de Madrid á poner la resistencia que se les habla mandado. Para evitar
que se reprodujesen las contiendas y escándalos pasados, acordó el rey retener en su
dominio y como en fianza todos aquellos términos hasta que se decidiese á quien Ugííima-
mos á su criado Pero Gómez ; mas no hubo de darle instruclones nuiy precisas sobre
su empleo , pues que su primera providencia fué impedir que los de Madrid apacen-
1 \o probaria esta circunstancia lo de apa- »rcce por una escritura del convento de Uclés.
recer confirmando los instrumentos reales, si es »De la mesma y de otras consta que fueron sus
ndedoña Limpia, con solariegos, vasallos y ca- dican que quizase estableció esta familia en aque-
))sas, pDr procio de quatro mil maravedís bue- líos heredamientos, de resultas de la conquista,
«nos y derechos, de los dineros prietos á ra- en que la hemos visto tomar parle.
))zon do cinco sueldos cada maravedí. Asi pa- 2 Pág. 205.
PRIMERA PARTE. CAP. V. 245
tasen allí sus ganados, Cortasen leña é hiciesen carbón, como hasta entonces lo habian
de setiembre de 1268 ordenó el rey á Pero Gómez que no pusiese á los de Madrid se-
mejantes impedimentos ;
pero subsistiendo en pié la cuestión de derecho , difícil de re-
solver porque de una y otra parte se alegaban iguales privilegios, dando margen á mu-
chas dudas , determinó también , vista la utilidad de las pueblas ,
que las estableciese
quien más quisiera , salva la dependencia en que habian de estar respecto al propietario
délos términos luego que la adjudicación se hiciese. Era esto, como se ve, prolongar el
asunto, aplazando la sentencia definitiva; pero entretanto se dio principio á las pue-
dos, cazasen, cortasen y se aprovechasen de todo, como los moradores del Real, hasta
que se determinara lo que en justicia debiera hacerse '. Esto por lo relativo meramente
al usufructo, cuya privación era la que podia ocasionar perjuicios más inmediatos y pe-
rentorios ;
pero en lo principal , en la declaración de propiedad , ó no se sabia qué deci-
dir , ó carecemos hoy de documentos que esclarezcan este punto, cual fuera apetecible.
Bravo, afirma alguno que este rey despachó tres privilegios, confirmándolos de su pa-
dre y abuelos, el último en Valladolid á 15 de marzo de la Era 1332 (año 1294), donde
dice : E que usedes vos et los de Segovia comunalmente en los términos sobredichos
segunt que estonzes fañades ,
fasta que libre yo entre vos et ellos este pleyto , como fa-
llare por derecho , etc. ^. Asegura algún otro , apoyado en documento que inserta, que
el mismo rey don Sancho dio sentencia de posesión en favor de Segovia, y que en vir-
tud de ella se confirió especial comisión á los obispos de Segovia y Tuy para que ave-
,
riguasen qué lugares eran los reclamados por el Concejo de Segovia , como suyos y de
i «El mando et tengo por bien que pazcan, «nona los cuerpos et a quanlo oviessen me lor-
Dvuestros ganados, el cacedes, et cortedes, et »naria por ello; ca non fué mi voluntad, nin es de
)) usedes en todas cosas como los mismos del Real, » lomar la lenéncia del dicho Real en mi , si non
«fasta que lo libre entre vos, et los de Segouia, wpor quitar contienda entre vos y los de Sego-
«segunl que fallare por derecho. Et mando et de- »ula , ele. » (Quintana , Antigüedad de Madrid, fó-
«fiendo (juc ninguno non sea osado de venir con- lio 95 vto).
«Ira esto que yo mando en ninguna manera; si 2 Quintana, Antigüedad de Madrid, fól. 96.
246 HISTORIA DE MADRID.
SU pertenencia antes del secuestro hecho por don Alfonso el Sabio '
;
pero en primer
ni él es más que un testimonio que no daba ni quitaba derecho á ninguna de las par-
tes 2. El rey declaraba que «los "dé Segovia deuien ser entregados et apoderados en
ción ;
pero aun después de constar por ella que todo el Real de Manzanares pertenecía á
efecto que se adjudicó á una tercera persona la cual no había tenido hasta entonces
Corriendo el año de 1293 , con el propósito sin duda de recompensar los buenos ser-
vicios hechos por el Concejo y vecinos de la Villa, concedíales don Sancho los privilegios
caballeros y naturales de Extremadura. Entre las mercedes allí otorgadas, eran las prin-
fuesen de los concejos y aldeas ; ni pudiesen los mismos comprar bienes en aquellas tier-
ras ni sus términos; que los escribanos fuesen naturales de las villas; que los pechos se
cobrasen por cogedores propios y del padrón , y no fuesen arrendados; que pudieran obte-
copiado de su Ilisloria de Segovia, fól. 235, dice les el Rey mió Padre tomó , segunt diz otra mia
asi: «Sepan quantos esta carta uieren como nos carta, que les di en esta razón. Agora porque ellos
don Ferran Pérez, por la gra de Dios, electo de fuessen más seguros en su tenencia á voluntad de
Seuilla, el Notario del Rey en Castiella, e Nos amas las partes , toue por bien que vos que fues-
don Joan ,
por esta mesma, obispo de Tui, ó No- sedes hi á saberlo: por que vos ruego assi como de
tario del Andaliicia , recibimos carta de nuestro vos fio, que vayades, et que sepades quáles son
seflorel Rey don Sancho, fecha en esta manera: los logares , de que el Concejo de Segouia eran te-
don Sancho por la gra de Dios, Rey de Castiella, nedores, ante que el Rey mió Padre gelo tomó.
de Toledo, de León, de Galicia, de Seuilla, deCor- Et de como lo fallardes , dadles ende vuestra car-
don Ferran Pérez electo de Seuilla, et don Joan por tenencia que les yo di, et gradeceruoslo he mu-
la gri de Dios obispo de Tui salud , assi como aque- cho, ó tenérnoslo he en seruicio. La carta leida,
llos que quiero bien , et en quien mucho fio. Ya dadgela. Dada en Segouia diez et seis dias del
sabedes de cómo sobre querellas que me ouieron mes de marco. Era de M.CCC.XXV años, etc.»
raio Padre les tenie á Mancanares con los otros lo- dos, ([ue se reduce al amojonamicnlo de los térmi-
gares, et la tierra que es entre Madrid, et Sego- nos del Real , tales como quedan ya expresados
uia . que era suya , et que estaban dcspoderados anteriormente).
della sin derecho : Yo fiz venir ante mí íi los de 2 Esta observación es de León Pinelo en sus
ner franquicias los caballeros que hiciere el rey ó su heredero, pero no los armados por
los ricos-hombres ;
que la muger y herederos del caballero que tomase dinero para ir ú
que los judios y moros no pudiesen dar á usura más que á razón de tres por cuatro al
año, ni poseer bienes de cristianos por compra, entrega ni otra manera. Las demás con-
de don Sancho IV. Nueve años hacia que empuñaba el cetro arrancado á las débiles
manos de. su padre don Alfonso ; y á pesar de hallarse en los treinta y cuatro de su vida
guada existencia. Al ver que falleció dos años después tras corta , aunque penosa en-
fermedad , túvose generalmente su muerte prematura por uno de tantos acasos , impre-
vistos sí, pero al fin nada maravillosos, con que parece alterar su regularidad la na-
turaleza. Mas no; no era natural la muerte de don Sancho: no era efecto de una salud
bre que le consumía, no secaba sus labios ni abrasaba su cerebro; pero le despedazaba
el alma y le oprimía con furiosas ansias el corazón. De lo íntimo de él salia una voz que
le atormentaba más que todos los dolores juntos; el clamor de su conciencia, el grito
padre ; y estremecido todo su ser , luchaba á cada instante con las convulsiones de la
agonía. ¿Qué vida, por más próspera que la forje el deseo, equivaldrá á la horrible ex-
Agobiado bajo tan horrible carga , reveló él mismo su secreto , como para aUviarse
del peso que le abrumaba, cabiendo á la futura Corte de las Españas el peregrino privi-
legio de ser elegida por la Providencia como teatro de aquella inusitada escena , cuya
relación fidedigna, debida á un testigo de excepción, nos causa verdadero asombro 2. Por
1 No copiamos todo el ordenamiento, porque et al Conceio de Madritó a quien ssu vos louiere,
además de ser muy difuso, nos parece poco inte- el danno doblado, etc.» (Cavanilles, Memoria so-
resante. En su parte de aplicación dice: «Et por bre el fuero de Madrid, Apéndice X, pág. 63).
le otorgasseraos todas estas cosas sobredichas, et realiza en la futura Corle de las Españas, siendo
les mandassemos dar ende nra carta scellada con sin duda el más inqjortante y el más terrible de la
les fasser merced , louiemoslo por bien et otor- todos los historiadores : comunicado por nosotros
gamosgelas: et deffendemos firmemente que nin- al docto académico de la Historia, nuestro dislin-
guno non ssea osado de yr nin passar contra estas guido amigo el señor don Antonio Benavides , en-
mercedes et a quahiuier (jue lo ffisiesse pe- cargado de publicar é ilustrar la Crónica de don
charaos ya en pena mili mrs do la moneda nueva; Fernando IV diddi á luz por el referido cuerpo , fué
,
sele allí á tal punto la dolencia que no dudó ya el rey de que le quedaban contados dias;
hijo del infante don, Manuel, la más alta gloria de las letras castellanas durante el si-
el libro que lo conlonia incluido con ai)lauso do los mano desta doña Juana, mi suegra, e cuantos ri-
eruditos en el volumen I de dicha Crónica : des- cos homes cavalleros avia en la tierra : e como
pués ha formado parte del tomo de Prosistas de don Diego non era bien apoderado aun en Vizca-
la edad media , correspondiente á la Biblioteca de ya , non los pudo esperar é salióse de la tierra. El
Autores Españoles. Su autor es el celebérrimo don don Anrique é los que fueron con él toi'náronse
Juan , hijo del infante don Manuel , y lleva por ti- para el rey , c falláronle aun muy mal trecho: é
tulo el Libro de las Tres Razones: dirigido á un moró en Quintana Dueñas fasta que pasó Sant
religioso dominico , llamado Fr. Juan Alfonso, Miguel.
tiene por fm satisfacer á tres preguntas que le «El entonce era yo con el reyno de Murcia
dadas alas y leones por armas al infante don Ma- tra lo^ moros , como quier que era muy moco que
r,;iel , hijo de San Fernando y padre de don Juan non avia doce anuos complidos. Et esse verano
Manuel; la segunda, por qué podian hacer di- dia de quinquagesima ovieron muy buena andan-
cho infante y sus descendientes caballeros á otros, ca los mios vasallos con el mió pendón ca vencie- ,
no siéndolo ellos; y la tercera, quál fuéla razón ron un ome muy onrado que viniera por fronlei'o
que el rey don Sancho dixiera en Madrit al mismo , á Vera é avia nombre Jahcan Abenducar Aben-
don Juan Manuel ante de su muerte, entendiendo zayen que era del linaje de los reys moros da
que non podía vevir luengamente. alien mar e Irayan consigo cerca de mil cavallos.
Responde el autor con alguna prolijidad á las Et a mi avien me dexado mios vasallos en Murcia
dos primeras preguntas, y respecto de la tercera, ca se non atrevieron á rae meter en ningunt peli-
prosigue asi: gro, porque era tan moco. El esto fue era de mili
«La tercera razón que rae pregunlastes qucál é trecientos é Ireynla é dos años.
fuera la razón que el i-ey don Sancho me dixiera «Et anle de Sanl Miguel , desque los panes é
en Madrit , ante de su muerte entendiendo que vinos fueron cogidos en el reyno de Murcia , viu-
(cVos respondo que el rey don Sancho era dia que el rey y entró , e salí á el una gi'and
muy mal doliente grant tiempo avia, é seyendo en pieca ante que llegase á la villa , e plogol mucho
Quintana Dueñas cerca de Burgos , afincósele la conmigo é fizóme dése camino mucho bien e mu-
dolencia mucho ademas , en guisa que andaron cha onra; e acrescenlome grand partida de la
por todas tierras que era muerto, el cuidando tierra que del tenia. Et ciertamente que quien
desto don Diego, hermano del conde don Lope que viese las cosas que me él dezía e quanlos bienes
andava fuera de tierra en Aragón, entró en Viz- me fazia, bien podia entender que sí tiempo e he-
caya é los vizcaínos lomáronle por señor. Et des- dal oviese para ello ,
que non fincaría por él de
que lo sopo el rey envió allá al infante don Anri- me llegar á grant onra el á granl estado.
que, su lio é mió, que salliera poco tiempo avia de «El dése camino tracto el mío casamiento e de
presión e llegara á él p;)CO avia , e fueron con don la infanta doña Isabel , fija del rey de Mallorcas,
Anrique don Ñuño, fijo de don Johan IVuñez, her- que era su prima. Et desque ove morado con él
0¿
PRIMER. PARTE, CAP. V. 249
guíente siglo XIV , sentó á este sobre su lecho y dio principio á aquella revelación tre-
todo bajo el terrible influjo de la maldición de su padre. Al hacer esta dolorosa revela-
ción, sintióse don Sancho tan conmovido, y acometióle tan fuerte acceso de tos, que juz-
unos días en Valladolit , manilómc venir para aquí dez mío ayo , e Alfonso García que me criaba el
á Peñafiel ; et porque! consejaron los físicos que non se parlie de mí , e don Cag, mío fisico que era
se fuese para el reyno de Toledo, que non es tier- hermano mayor de don Ilabraam, físico de! rey c
ra tan fria como Casticlla , movió de Valladolit mío; ca bien creed que el rey don Alfonso c mío
entre Sant Martin e Navidat et enuió decir que padre en su vida et el rey don Sancho en su vida
quería uenir morar aquí conmigo algund dia é e yo siempre nuestras casas fueron unas e nues-
sabe Dios que me plogo ende mucho con él. tros oficiales siempre fueron unos.
«Et desque legó aquí, fizle quanto servicio e ))El desque fuemos lodos estos con el rey e la
quantos plazeres pud , en guisa que fue él ende otra gente salieron todos de la cámara, estando el
muy pagado ; é estando aquí , un dia dixo quel rey muy mal trecho en su cama tomóme de los
pesaba mucho ,
porque yo era tan mal labra- brazos e asentóme cerca de sí e comenzó su razón
labrase, e con aquellos dineros labré yo este cas- yo por míos, pero señaladamente estos que agora
tiello mayor de Peñafie!. Et Dios me lo demande están aquí tengo que son más apartadamente míos
al cuerpo e al alma ,
si por los bienes e la crian- e vuestros que todos los otros; el entonce dixo
za que él me fizo , si lo non serví lo más lealraente muchas cosas porque aquellos se estremaran al su
que pud á él é al rey don Ferrando su fijo é a servicio e mío, e otrosí los bienes señalados el e yo
este rey don Alfonso su nielo , en quanto este rey fizieremos contra ellos ,
porque estos tenia el mas
rae dio lugar para quel sirviese, e me non oveá apartadamente por suyos e mios de cuantos avia
catar del su mal. en nuestras casas. Et desque esto ovo dicho, tornó
«Et desque el rey daqui se partió, fuese para á su razón e dixome : «Agora , don Johan , yo vos
Alcalá de Penares e moró y un tiempo, e yo es- he á dezir tres razones. La primera rogar vos que
peré aquí á la reyna doña Maria, que iva en pos vos miembre e vos dolades de la mi alma, ca
el rey, e moró aquí otrosí quanto tovo por bien, e malo mió pecado, en tal guisa pasó la mi fazienda
fuese en pos el rey e yo moré aqui fasta después que tengo que la mi alma está en grand vergüenza
de Navidat e esperé fasta que legó don Anrique mi contra Dios. Lo segundo vos ruego que vos dola-
tio a Fuentedueña, e fuyle veer, ca nunca lo avia des e vos pese de la mi muerte e devedeslo fazer
visto: et después a pocos de días salí de aqui e por muchas razones: lo primero porque perde-
fuime para el rey e fállelo en Madrit, e posaba en des en mí un rey y un señor , vuestro primo cor-
las casas do las Dueñas de vuestra Orden , et es- mano que vos crió e que vos amara muy verda-
laua ya muy mal trecho: envió por mí, e quiso que deramente, e que non vos finca otro primo corma-
estudíese en la l^ibla maestro Gonzalo, el abbad de no en el mundo, si non aquel pecador del infante
Aruas, e Alfonso Godinez, e Pero Sanchis de la don Johan que anda perdido en tierra de moros.
(támara, e don Ilabraam su físico, e Johan San- La otra es que me vedes morir ante vos e non rae
chis de Ayala, mió mayordomo, e Gómez Ferran- podedes acorrer , e bien f ierlo so que como quier
TOMO I.
36
250 HISTORIA DE MADRID.
dose afectuosamente de don Juan Manuel, advertíale que no podía darle su bendición,
pues que no la tenia , no habiéndola recibido de su padre, por quien al contrario habia
sido maldecido repetidas veces ; como lo fué también don Alfonso por el rey don Fernan-
do, y como lo fué la reina doña Violante por el gran rey don Jaime , sospechoso de que
habia aquella dado muerte á su hermana doña Constanza. Vinculóse, pues, en aquella
familia el anatema ú la par del cetro. ¡Dichosas las que se trasmiten el legado de la
si viesedes venir cient lanzas por me ferir, que vos porque la non puedo dar, porque la non he: por
riese, et agora vedes que estades vos vivo e sano la primera como yo non he bendición nin la pue-
e que me matan ante vos , e non me podedes de- do dar ; la segunda como la avedes vos e non vos
fender nin acorrer. Ca bieu creed que esta muerte face mengua la mía. Yo non vos puedo dar ben-
que yo muero non es muerte de dolencia mas es , dición, que la non he, ante por mios pecados e por
muerte que me dan mios pecados, e señalada- mios malos mereszimientos que les yo fiz ove la
mente por la maldizion que me dieron mios padres su maldizion e dióme la su maldizion mió padre
por muchos merescimienlos que les yo meresci. en su vida muchas vezes, seyendo vivo e sano , e
La otra razón porque os deve pesar de la mi muer- diómela quando se moria : otrosí mi madre ques
te ,
es porque yo fio por Dios vivredes mucho et viva, diómela muchas vegadas e sé que me la da
veredes muchos reys en Castiella , mas nunca y agora e bien creo por cierto que eso mismo fará
rey avrá que tanto vos ame e tanto vos recele e á su muerte. E aunque me quiera dar su bendi-
tanto vos lema como yo». Et diziendo esto, tomol zion non pudieran , ca ninguno dellos non la here-
una tos tan fuerte , non pudiendo echar aquello dó nin la ovo de su padre nin de su madre , ca el
que arrancava de los pechos, que bien otras dos sancto rey don Ferrando, mío abuelo , non dio su
veces lotoviemos por muerlo, e lo uno por commo bendizion al rey, mío padre, si non guardando él
veyemos que él eslava , e lo al por las palabras condiziones ciertas quel dixo, e el non guardó
que me desia bien podedes entender el quebran- ninguna dellas, e por eso non ovo la su bendición.
to e el duelo que teníamos en los corazones. Otrosi la reyna mi madre cuydo que non ovo la
«La tercera razón que vos he a decir e aro- bendición de su padre ; ca la desamara mucho por
gar, es que sirvades e ayudedes en acomienda a la sospecha que ovo della de la muerte de la in-
la reyna doña María ; ca so cierto que lo avrá muy fanta doña Constanza su hermana: et asi mió pa-
grand raester , e que ftillará muchos después de dre nin mi madre non avian bendizion de los su-
mi muerte que serán contra ella : quanto á don yos , nin la pueden dar á mi ; e yo fiz tales fechos
cierto que non face mester, ca es vuestro señor lo que yo non he , non lo puedo dar a vos nin á
é yo quis que fuesedes su vasallo e so cierto que ninguno.»
siempre le seredes leal. Agora, don Johan, pues «Et so bien cierto que la avedes vos complida-
esta fabla he fecho conbusco e vos ydcs luego menlc de vuestro padre e de vuestra madre, ca
para el reyno de Murcia en servicio de Dios, et ellos heredáronlas do los suyos. Et contar vos he
mío ,
quiero me espedir de vos e querer vos ya como la ovo vuestro padre del rey don Ferrando
dar la mi bendición; mas ¡mal pecado! non la vuestro avuelo. Quando el rey don Ferrando finó
puedo dará vos nin a ninguno, ca ninguno non en Sevilla era y con la reyna doña Juana su mu-
á
virtud, y egerciladas en el bien , reciben como premio las bendiciones de las gentes!...
fiesta de San Marcos Evangelista , fallecia Sancho IV, más digno de profunda compasión
que de enconado aborrecimiento. Su nombre es sin embargo prorumciado por los histo-
riadores como repugnaníe antítesis del que supo ilustrar su padre con el título de Sabio:
ger, e el infante don Alíbnso su lijo, mío padre que su padre e vuestro abuelo , e porque la heredó
fue rey , e el infante don Afonso de Molina su ticr- e la ovo, púdola dar á vos.
mano, e todos o los más de sus fijos, e dexolos «Et so bien cierto que él la dio á vos, quando
todos muy bien heredados salvo á vuestro padre murió muy de buen talante , ca vos fuestes a él fijo
que era muy moco ; e don Pero López de Avala muy deseado e muy amado; e por ende so cierto
que lo criara , traxo el moco al rey e pidiol por que vos dio la su bendición lo más complidamenle
merced que se acordase del ; el quando el llegó, quél pudo. E so cierto que la vuestra madre que
eslava ya el rey cerca de la muerte ;
pero non ovo la bendición de su padre e de su madre e que
pudicndo fablar si non a muy grant fuerza dixol: amara mucho á vos , e levó convusco e por vos
Fijo , vos sodes el postremero fijo que yo ove de la mucha lazería; e quando finó en Escalona, so por
Feyna doña Beatriz que fue muy sánela e muy cierto que vos dio su bendición lo más compli-
buena muger , e sé (pie vos amara mucho : otrosí damenle que pudo. E asi vos eredastes e avedes
pero non vos puedo dar heredat ninguna, mas do. la bendición de vuestro padre, e de vuestra madre
virtud, e con que me fizo Dios á mi mucho, e do- padres. Et pues la avedes como dicho es , e yo
vos eslas armas que son señales de alas e de non he bendición , mas he maldición como dicho
leones». es, non vos puedo dar otra bendición nin vos faze
«Et en este lugar me contó el rey don Sancho mengua ; mas porque los reys son fechara de Dios
cómo estas armas fueron devisadas é lo que slni- e por esto an aventaja de los oíros omcs ,
porque
ficavan, é dixo entonze el rey don Ferrando á son fechura apartaba de Dios: et si por esto yo
mió padre quel daba estas armas é esla espada Bon vos la puedo dar alguna bendición ,
pido por
e. que pidia merced á nuestro señor Dios quel merced á Dios que vos de la su bendición e vos de
posiese estas tres gracias: la primera que doquier la mia, quanla vos yo puedo dar. Agora don Johan
siempre venciesen é nunca fuesen vencidas: la se- dirme de vos. Fizólo asi , e en esta guisa me parli
gunda que siempre este linage que Iraiiese estas del : e asi vos he contado cómo pasó e cómo yo
armas, los creciese Dios en la su onra é en su es- sope eslas tres cosas que me pregunlasles : e por-
tado e nunca los menguase ende : la tercera que que las palabras son muchas e oylas á muchas
nunca en este linaje falieciesse heredero legitimo. personas, non podia ser que non oviese y algunas
E demás dcsto diol la su bendición, diziendo que palabras más ó menos mudadas en alguna ma-
pedia merced á Dios quel diese e le otorgase la nera : mas creed por cierto ,
que la iusticia , e la
bendición quel dava , ca él le dava todas las ben- sabiduría, e la cntincion, e la verdad, assi pasó
diciones quel podie dar e que tenia que en estas comnio es aqui scripto» (Benavides. — Ilustracio-
cosas quel avia dado, quel heredava mejor que a nes á la Crónica de Fernando IV, tomo I ,
pá-
ninguno de sus fijos. Et asi vuestro padre heredó gina 559.) Tan dolorosa como terrible revelación,
complidamenle la bendición del rey don Ferrando formará de lioy mas una de las páginas mas in-
252 HISTORIA DE MADRID.
la incui'ia ó la malquerencia *.
teresanles de la historia de España y muy espe- pluma , considerándolo como cultivador de las le-
figura por vez primera. Véase la preciosa lámina hijo don Fernando y ,
el Libro Lucidario, asi como
que representa esta escena. el más conocido del Tesoro ,
que se tradujo por
1 Debemos consignar aqui que á pesar de los su mandato , dan á conocer no obstante sus es-
servó esle principe extraordinario respeto á las gua castellana. Su estudio, tal como nos enseñan
obras científicas y literarias de su padre ,
procu- sus obras, desconocidas hasta hoy por la critica
rando seguir sus huellas en los instantes de ocio literaria , tiene lugar propio en el tomo IV de la
que le dejaron las turbulencias de Castilla. No es Historia critica de la literatura española que en
Proclamación de Fernando IV. — Situación del reino : Los infantes , los ricos-hombres y la reina madre , doña
María. — Guerra de Granada; amenazas de Francia, Aragón y Portugal. — Cortes de Valladolid. — Tutoría del in-
fante don Enrique. — El infante don Juan y don Alonso La Cerda se dividen la monarquía. — Expedición y peste de
Mayorga. — Cerco de Paredes de Nava y de Fuempudia. — Cortes de CucUar. — Perfidia del rey de Portugal: pro-
posiciones de Francia —Homenaje del infante don Juan. — Tramas, coní'ederaciones y desavenencias de magna- los
tes.—Muerte de don Enrique. — Admirable política de doña María. —Legitimación del Rey. —Sentencia en la causa
del pretendiente La Cerda, á quien se adjudica Real de iSIanzanares. — Prosiguen las competencias sobre posesión
el
de este entre Madrid y Segovia.—Proceso y expulsión de templarios. — Guerra de Granada. — Parte que en
los ella
en 1309. — Representación y asiento que en estas asambleas nacionales teníala Villa. — Diplomas expedidos por Fer-
nando IV durante su jesidencia en Madrid. — Fin de su reinado. — Su emplazamiento.
[]
ANiFJESTA la crónica del rey don Sancho que
hallándose este en Madrid muy al cabo de
su vida, como hemos visto, llamó á don
• muy bueno ' , é lo otro en tierra é en quantia; é ruego vos, que pues estoy tan mal
• andante de esta dolencia como vedes, que si yo muriere, que nunca vos desamparedes
La inicial (¡ue encabeza este capítulo está tomada de un precioso códice de fines del siglo XIII.
1 Estuvo en efecto casado on primeras nup- don Alfonso el S;'ü)¡o , y licrodera de grandes e.s-
cias con doña Isabel de Molina , liija de don Alón- tados y riquezas,
• ul ¡ní\mt don Ferrando, mi fijo, fasta que aya barbas. Et otrosi que sirvades á la reina
• en toda su vida ; ca mucho vos lo merece á vos é al vuestro linaje. Et si asi lo ficiére-
»des. Dios vos lo gualardonc, et sinon , él vos lo demande en el lo^ar donde más me-
• nester oviéredes. —Et respondió él , é dixo: —Yo lo conozco todo esto que ansi es; é yo
• vos fago pleyto é omenaje que lo faga ansi , é si non. Dios me lo demande, amen».
Murió poco después en Toledo el rey ; y tomando los proceres y prelados que allí ha-
bía á su hijo primogénito don Fernando ,
que á la sazón entraba en los diez años , quitá-
ronle los paños de luto que por su padre vestia, pusiéronle ropas de ceremonia ^, y lle-
vándole ante el altar mayor de la iglesia catedral, recibiéronle por rey y señor, jurando
el rey niño por su parte que guardaría á los fijosdalgo, á las villas y ciudades , y á todos
los demás hombres del reino sus fueros, privilegios y exenciones. El propio juramento
hizo en su nombre la reina doña María , su madre.
No se crea, sin embargo, que cuando en la primera coyuntura y tan sin .tropiezo se
gurada ;
porque ni Toledo representaba entonces al resto de Castilla , ni las circunstan-
cias, los intereses, los afectos ni las ideas se hermanaban , no ya en todas las provin-
cias, mas ni aun en los pueblos que en particular constituían esta ó aquella comarca.
Así que, el recelo que dejaba traslucir don Sancho en la recomendación hecha en Madrid
primero á don Juan Manuel - , y después al de Lara, era tanto más fundado , cuanto que
Prescindamos del que en otra ocasión se hubiera sobrepuesto á todos , es decir , del
testamento de don Alfonso, que en los primeros momentos no halló ni podia hallar más
defensores que las dos personas á quienes interesaba. Érale contraria en primer lugar la
tradición ,
que recordando siempre el principio electivo de la corona , contradecía el dere-
cho de representación y daba al hijo segundo la preferencia sobre la rama del primogé-
nito difunto : hija de otro espíritu de nacionalidad la nueva ley introducida por don Al-
todavía, ni tuvo fuerza alguna hasta el reinado de su biznieto; y como perjudicial al prín-
cipe que habia ya ocupado el trono con beneplácito y aun aplauso de grandes y peque-
ños, natural era que no inspirase el menor sentimiento de adhesión, ni gozara de crédito
derados en sí , nadie osó ponerlos en duda : los que sus competidores alegaban , bien se
echaba de ver que eran pretestos ó más bien asideros á que recurrían , los ambiciosos y
tiéronle unos paños nobles de larlari». rioso é interesante libro de Las Ires razones.
descontentos, aquellos que á toda costa trataban de subir á la altura con que les brin-
Soberano Pontífice á pesar de repetidas súplicas y gestiones, acudióse luego á este medio
cual más expedito y fructuoso. Si á estos reparos é impedimentos se agregan los pocos
años del rey, las débiles fuerzas de doña María (que como muger al fin no tenia fama de
rigorosa), la soberbia de los grandes , la indocilidad de los pequeños , la confusión y li-
abrigar los que sólo suspiraban por el blando imperio de la paz y de la justicia. Aquellos
que más obligados estaban á dar ejemplo de obediencia y de moderación , eran los más
rebeldes y desasosegados : los parientes del rey atendían únicamente á apropiarse la
parte que codiciaban de los l)ienes de la corona; los nobles á acrecentar sus heredades;
de su acción y de sus privilegios. Época era esta tanto más calamitosa cuanto más ha-
lagüeñas fueron las esperanzas de felicidad poco antes concebidas.
Con sólo recordar los nombres de las personas que figuraron como autores de tan-
sí mismo uno de los cuadros más sombríos de nuestra historia. Aparecerá en primer tér-
mino el aborrecido infante don Juan manchadas sus manos con la sangre del heroico de-
,
fensor de Tarifa, asiendo con una el cetro de Sevilla y de Badajoz, y usurpando con
otra la corona de León, que suponía herencia ilegítima para el vastago de don Sancho:
más allá el infimte don Enrique, indigno hijo de San Fernando, cortesano del rey de
Marruecos, senador en Italia, donde militó á favor de güelfos y de gibelinos, y que
después de veintiséis años de dura cárcel, había vuelto á Castilla con el propósito de
sus derechos y de sus rencores: en medio los Laras, dispuestos á obrar conforme á su
provecho, aunque fuera para ello necesario quebrantar el juramento hecho en manos de
un moribundo , y con ellos los Haros ,
que otorgaban su amistad al primero que les ofre-
ciese las llaves de Vizcaya, de que se apellidaban señores. Al frente de todos se con-
templará sin embargo , formando singular contraste , la ilustre doña María de Molina se- ,
su hijo, idólatra de su patria, y resuelta á defender aun á riesgo de la vida, sus privile-
256 HISTORIA DE MADRID
g^ios de madre, que sabia acordar, no arlificiosa ni interesada, sino ingenua y liberal,
tregua ajustada con Castilla, invadían los moros de Granada el adelantamiento de Ca-
zorla; Francia, favorable á las aspiraciones de los infantes La Cerda, por razones de po-
lítica y parentesco, servia de obstáculo ala legitimación de Roma; Portugal, que cifra-
na, mostróse desde luego opuesto al entronizamiento de don Fernando. ¿Qué vallan,
tiempo de acuerdo con los Laras, don Juan Nuñez y don Ñuño González rogándoles que ,
no la desamparasen ; mas aunque así lo prometieron , aviniéronse por otra parte con don
Diego López de Haro ; y tomando la defensa de este , amenazaron á la reina con su ene-
mistad , si no accedía en todo á sus pretensiones. Con ofertas que no eran admitidas y con
falsas especies que hallaban eco en la muchedumbre , atraíase don Enrique entretanto
mañosamente los concejos de Osma Sigüenza y gran parte de los moradores de Cala-
,
horra ,
proporcionándose de este modo séquito y autoridad para solicitar la tutela del rey
Valladolid. Pero no eran transcurridos aun dos meses desde el fallecimiento de don San-
cho, y ya habían tomado tanto vuelo las parcialidades que se le oponían, que los proce-
res , obispos y hombres buenos , á quienes la reina había consultado respecto de la con-
la población referida. Vencieron los más prudentes, y celebráronse las Cortes. Ratíficáron-
1 Consistía en la rebaja á favor del Erario ailiculos á los compradores, entregando en Ic-
de cierta cantidad en los pesos y medidas de los soreria el valor de lo que retenían; arbitrio
géneros que consumía el pueblo. «Cuando las Cor- que hizo mucho daño á los pobres. » (Canga Ar
tes decretaban algunos servicios pecuniarios al güelles , Diccionario de Hacienda, lomo lí, pá-
rey, el modo de sacarlos se reducía á permitir á gína 578.) La resolución de doña María no pudo
los vendedores de comestibles bajar el peso de los menos de ser aplaudida por el pueblo castellano.
PRIMERA PARTE, CAP. VI. 257
se en ellas todas las mercedes otorgadas en los reinados precedentes , concediéronse otras
objeto de la reunión , cual era el nombramiento de don Enrique para la guarda y tutoría
del reino. Que ya él habia cuidado de reunir allí buen número de prosélitos y hombns
de armas ; y si no se alzó también con la tutela y crianza de don Fernando , fué porque
Acechando la oportunidad de lanzarse sobre su presa, juntó alguna gente por este
tiempo el traidor don Juan, y presumió hacerse dueño de Badajoz. Frustrósele su intento;
pero lo realizó en Coria, desde donde pasó á avistarse con don Dionís, el de Portugal.
Entendiéronse fácilmente , como que ninguno de entrambos arriesgaba nada en sus con-
cesiones , el portugués prometiendo un reino y don Juan parte del territorio que no le
Mediante la cesión de tres puntos importantes de la frontera, logró firmarlas, dejan 'o
abierta la puerta á ulteriores , bien que no muy seguras, negociaciones. Redujo la reina
por su parte á la obediencia del rey á don Diego de Haro y á los Laras , no sin entregar-
les crecida suma, precio y tasa de su lealtad y devoción; mientras el rey de Aragón
devolvía á Castilla á la infanta doña Isabel , con quien decia no poder desposarse por no
dispensar el Papa en el matrimonio ; color que por el pronto daba á la notificación que
hizo después de formal rompimiento y guerra, fundado en que no reconocía por rey de
Castilla más que á don Alfonso La Cerda, inmediato sucesor del rey don Alfonso el Sabio.
Invocando este ú otro derecho parecido, intitulábase asimismo don Juan rey de León;
por manera que el fuego amortiguado en una parte ,
por sí propio brotaba en otra con
mayor furia. Y tanto era así, que las huestes aragonesas , con buen golpe de castellanos,
llegaron hasta León, proclamaron á don Juan soberano de este reino, de los de Galicia
Habia doña María previsto todas estas eventualidades, y mandado abastecer abun-
dantemente la fortaleza de Mayorga , con ánimo de hacer rostro á sus enemigos y á los
desdenes de la fortuna. Contra Mayorga ,
pues , marcharon los aragoneses : temió don
túvose, sin embargo, y la rechazó con indignación disimulada. Pero otro ejército ara-
TOMO I. 37
258 HISTORIA PE MADRID.
gonés entraba por el reino de Murcia: los moros granadinos embestian de nuevo á Tarifa,
que les cedia de buena gana el pérfido don Enrique y que hubieran hecho
,
al fin suya , á
no conservar su defensa Alonso Pérez de Guznian , el nuevo Cid , el único héroe cas-
de la servidumbre: el cielo bendijo sus esfuerzos, aflijiendo con duro azote á los que se
proinetian vencer antes de combatir, mancillando torpemente la honra de sus mayores.
Tres meses llevaba Mayorga del más rigoroso asedio , cuando de improviso se de-
claró la peste en el campo de los sitiadores. Allí murió el infante don Pedro, destinado
por don Enrique para esposo de doña María; allí la mayor parte de los ricos-hombres
que le acompañaban. Solicitaron de doña María los que sobrevivieron permiso y seguro
para trasladar sus cadáveres á Aragón, y la reina añadió á esta gracia el obsequio de
Favorecida tan á las claras por la Providencia , resolvió doña María ir en busca de
sus enemigos, comenzando por cercar á su vez la villa de Paredes de Nava, donde se
más apretado se tenia el cerco , cuando no quedaba á los sitiados otra esperanza que la
pretexto de que era necesario celebrar Cortes y pedir en eUas recursos para la guerra.
á que el de Lara se pusiese en salvo , y por inútil hubo al cabo de desisth"se también de
aquel empeño. Si á esto se añade la rota en que á vista de Andújar pusieron á los cas-
tellanos los moros de Granada , desastre debido en gran parte al mismo don Enrique, por
la secreta inteligencia que sostenía con el granadino, lícito será confesar que pocos hom-
bres tan funestos se habían visto jamás en reino ni en tiempo alguno.
los recursos para la guerra á que aludía , al infame proyecto de vender al rey de Grana-
parte aprovecharse. Aquella venta, decía, libraba al reino de pagar los acostumbra-
mural de España y de la cristiandad entera. Y como la razón no tiene más que un ca-
mino , y la reina la defendía con tanto ingenio como sinceridad y fuerza , logró imponer
silencio lo mismo á los alucinados que á los traidores , salvando la honra en primer lu-
PRIMERA PARTE, CAP. VI. 259
una asechanza más temible que los ejércitos y las agresiones de toda la morisma junta.
Recibiéronse, antes de disolverse aquella asamblea, noticias satisfactorias de Por-
tugal. A consecuencia de un mensaje , mandado al rey don Dionís por los Concejos y
hermandades de León y Castilla, en que se hubo de contar Madrid, rogándole que acudie-
ra en favor de don Fernando y pusiese de una vez fin á tantos desórdenes y calamida-
des *, replicó el portugués que cooperarla con todas sus fuerzas al logro de aquel intento,
Cumplió su promesa respecto al plazo; pero ¿quién colegirla de los términos (amistosos
le demandaba? Ello fué que habiéndose avistado con la reina madre en Ciudad-Rodrigo,
consintió en separarse de la liga que tenia hecha con el aragonés y en casar con
, el rey
don Fernando á su hija doña Constanza, según se le habia propuesto: en cuanto á tomar
partido , declaró que estaba por don Juan, deseando que se le nombrase rey de Galicia, de
cito que llevaba, ni con la amistad que sólo ofrecía bajo aquellas condiciones. Castilla toda
^ El dociiinenlo relativo á los procuradores vuestra misma. E sennor sobre esta razón man-
del reino de León , es muy digno de eslima ,
por damos allá á vos á Alfonso Michel , despensero
lo cual , y por no ser muy conocido , no llevarán del rey nuestro sennor, que vos muestre estas co-
nuestros lectores á mal que lo insertemos aqui: sas de nuestra parte más complidamenle que nos
nAl muy noble, é muy alto sennor don Dionis, lo podíamos enviar á decir por carta, é que vos
por la gracia de Dios , rey de Portugal , é del pida merced de nuestra parte ,
que tengades por
Algarbe. Nos los caballeros , é los homes bue- bien de venir por vuestro cuerpo ayudar á nues-
nos personeros de la hermandad de las villas del tro sennor el rey. Ca sennor por cómo agora se
rey no de León, besamos vuestras manos, é en- endereza la facienda del rey, loando á Dios, á los
comendámonos en vuestra gracia, asi como de sus enemigos va cada dia peor , fiamos en la
sennor para quien deseamos mucha vida con sa- merced de Dios, que vos veniendo en su ayuda
lul é con honra. Sennor, facémosvos saber, que en personalmente con el vuestro buen entendimiento,
estas cortes que nuestro sennor el rey don Fer- é la vuestra buena ventura mucho aina se des-
nando fizo agora en Valladolid , á que venimos embargará la su tierra destas guerras , é destos
nos , et nos ayuntamos por su mandado , acorda- malos bollicios que andan hi , é tornaran en sos-
mos de vos facer saber lo que fué hi puesto , é siego é en buen estado. E sennor en esto facedes
ordenado de facienda del rey nuestro sennor , é cosa que todos los del mundo vos loarán , é será
del estado de la tierra á servicio de Dios é suyo, siempre á muy grande vuestra honra, é de los
é a enderezamiento de su sennorio, é de sus reg- que de vos vinieren, é nos tenérvoslo hemos en
nos : é esto porque somos ciertos que por el gran- merced. E porque desto seades cierto, embiámos-
de amor que con él habedes , é con la reyna su vos esla carta seellada con el sello colgado de la
madre por los grandes deudos , é buenos que en hermandad. Fecha en Valladolid doce de marzo,
uno habedes, é tenedes la su facienda por vuestra; Era de 1356 annos. » La carta de los castellanos
é somos seguros que habedes á corazón de guar- estaba concebida en los mismos términos.
dar, é levar adelante la su honra, asi como la
200 tllStORIA t)E MADRID.
liese á vengar la ofensa la gente de los Concejos; pero don Dionís, seguido de los suyos
se entró en su tierra, mientras doña María averiguaba que todo era debido á la mala
voluntad y trazas de don Enrique.
Tan indignas tentativas , dado que no produjesen todo el fruto que se prometían sus
inventores, contribuian por lo menos á desautorizar al rey y á la magnánima señora que
velaba por su dignidad y por sus derechos. En Falencia, en Toro y en Zamora, que
sorpresas y tumultos. ¿Qué más? El rey de Francia, por medio del gobernador de Na-
varra ,
propuso que se le cediese el territorio de la Kioja hasta Montes de Oca , domi-
nios que decia haber sido franceses en otro tiempo ; y en cambio ofrecia proteger la
que merecía.
Neutralizaron en mucha parte, si no del todo, estos disgustos y contratiempos algu-
nos sucesos prósperos, que produjeron en lo general grande alegría, por lo mismo que
fueron inesperados. No era el menos importante la prisión de don Juan Nuñez de Lara:
entrado á deshora por Navarra, trabó el inquieto procer sangriento combate con las
pero vencido y postrado su orgullo , hubo de rendir la espada , siendo conducido á una
de las más seguras fortalezas de su contrario , de donde le sacaba á poco tiempo doña
María con ciertos pactos y condiciones. Sorpresa más grata produjo aun el arrepenti-
miento del infante don Juan, que hallando mayores quiebras que provecho en sus pre-
confesó todos sus yerros , y ofreció á los pies de don Fernando el homenage de su leal-
tad y reconocimiento ;
proceder que no debía estimarse por muy sincero , viniendo de
hombre tan descreído , si bien mejoraba la causa del rey al paso que redundaba en des-
En esto y en los preparativos que se hacían para acometer por medio de las armas
empresas de importancia ,
ya contra los franceses , deshechos y humillados en los cam-
pos de Araeiel, ya contra el rey de Aragón, que persistía en sus ambiciosos proyectos,
ya contra los infantes La Cerda, que no se cansaban de aspirar á un vano título, íbase
consumiendo lo poco que restaba del siglo XIII: el XIV parecía abrirse bajo auspicios
más risueños.
¡ÍISTOIUA OK LA VILLA Y CnHTE DE MADRID.
m$
Allonso \ [I S.tiuho 111.
im
Alfonso Mn.
Alfonso ^
Eq breve, sin embargo, cambió lodo de perspectiva: tornaron las inquietudes, las
desconfianzas, las banderías; volvieron los infantes y los ricos-hombres á su vida aza-
rosa y turbulenta, á sus intrigas y defecciones, tan presto confabulados entre sí, como
enemistados unos con otros ,
pero siempre en provecho propio , nunca con el designio de
afirmar electro en las débiles manos de don Fernando, ni de dar lustre y estabilidad á
la monarquía. En vano atendía á remediarlo todo la reina madre con heroica perseveran-
cia, imponiéndose difíciles sacrificios, demandando recursos, multiplicando los que ob-
tenía, haciendo copiosas levas, acudiendo con lucidas y bien ordenadas huestes ora á
Lorca y Alcáraz, ora á la conquista de Murcia, en una palabra, adonde quiera que se
enarbolase un pendón contrario ó que amenazara al propio el menor peligro. Por todas
partes la traición le salla al encuentro , unas veces acaudillada por don Juan , otras por
don Enrique, las más por ambos, y siempre por los que más obligados estaban á con-
servar íntegra y sin mancilla la gloria de sus ilustres progenitores.
Imposible es seguir los hilos de trama tan complicada. Los mismos desleales se en-
volvían á veces en sus propias redes, imponiéndose la pena debida á su desatentada am-
bición y á sus desaciertos. Llegó para don Fernando la época de su mayoridad, y don
Juan y don Enrique y Nuñez de Lara y don Diego de Haro, por querer exclusivamente
apoderarse de su voluntad , dejáronle sin albedrio , de suerte que trocando sus favores,
solía corresponder con el beneficio al que le servia con menos celo. Creyendo que con
sen para sofocar todo afecto de amor y de gratitud en su corazón frivolo y desconfiado;
sus consejos al voluble é inadvertido príncipe , sabiendo que entonces más que nunca
los necesitaba. Llevado á efecto el matrimonio ya estipulado del rey con doña Constanza,
hija de don Dionís de Portugal y de su esposa Santa Isabel, quedó por último don En-
rique privado de la tutoría del reino, y don Fernando nombró mayordomo de su casa á
don Juan Nuñez.
No pudo el anciano infante hacerse superior á tan rudo golpe , si ya no es que ofen-
dida la Providencia de sus muchas iniquidades ,
quiso librar á Castilla del hombre que
tal vez habla contribuido más á sus desventuras. Murió en la villa de Roa , abandonado
de todo el mundo , sin que nadie derramase una lágrima sobre su lecho : de sus nume-
rosos vasallos, poquísimos acompañaron su cadáver, y esto sin demostración alguna de
dolor, pues ni siquiera cortaron las colas á los caballos, cual era costumbre entre los
i Así lo dice la Crónica de don Fernando IV: costumbre de los íijosdalgo de Castilla , cada que
«Non vinieron á su enterramiento sinon muy po- pierden señor.» Y continúa: «E quando lo tru-
cos, nía corlaron las colas á los cavallos, como es xeron á Yalladolil, non Irayan candela ninguna,
262 HISTORIA RE MADRID.
nuevo las esperanzas de don Alfonso La Cerda y los preparativos que el difunto tenia he-
chos en Ariza para proclamarle solemnemente rey de Castilla y de León y esta vez con ;
probabilidades de mejor éxito, pues los pueblos deseaban ya algún reposo, don Fernan-
do no parecía capaz de proporcionárselo, las fuerzas reunidas con aquel intento eran mu-
¡
Qué contraste ,
por el contrario , ofrece la vida de doña María ! Si como señora y
madre había sabido captarse el afecto de sus vasallos , como reina y gobernadora no po-
día menos de excitar la admiración y aplauso de todo el mundo. A su consumada pru-
del todo envuelta y sepultada en sus propias ruinas. Valióse Dios sin duda de una muger,
para que su debilidad no provocase á la resistencia, y de una madre, para que la lucha
los historiadores aquel delicado sentimiento que la movió á confiar sus hijos á varios
pueblos; el infante don Pedro á Valladolíd, don Felipe á Galicia, y la infanta doña Isa-
bel á Guadalajara. ¿Cuál de ellos faltaría al crédito que á su lealtad se daba? Redújose
en fin, toda su política á no enfrenar demasiado la soberbia de los grandes; lo uno para
que se destruyesen entre sí , lo otro para que á la sombra de sus discordias medrasen
los Concejos, en quienes el trono tenia su principal apoyo, como que habían de sacarle
dida por el Pontífice Bonifacio VIII en el matrimonio de don Sancho con doña María de
Molina. Acompañó la corte de Roma á estas gracias la no menos necesaria para el en-
lace acordado del rey con doña Constanza, y algunos otros indultos y mercedes especia-
les para los reinos. Podía considerarse , y era en verdad un enorme sacrificio en las cir-
cantidad de diez mil marcos de plata que importaron sólo los derechos de la curia ro-
tal lugar. E la reyna quando esto sopo , mandó 1 Puede consultarse lo que sobre este punto
fasiM- muchas candelas, é dio un paño de tartarí liemos dicho antes de ahora, en nuestro discurso
Sant Francisco lodos los clérigos de la villa é to- demia de la Historia por don Tomás Muñoz y Ro-
dos los ornes é las mugeres de Orden e cnler- mero , al lomar posesión de su plaza de número.
raronlo en Sant Francisco, é á cabo de quarenla Muñoz Irataba enlro otros puntos déla consti-
dias fisole faser la reyna su oficio complidaraen- tucion y desarrollo de ios municipios de Castilla,
le». De este modo correspondió doña María á las parle principalísima de la historia de nuestra
injusUcias, calumnias y traiciones con (¡ue aquel civilización, poco estudiada todavía.
PRIMERA PARTE, CAP. VI. 263
mana; pero tan grande interés tenia por si misino aquel neg'ocio como que la falta de
absolución de la Santa Sede, tantas veces y de tan antiguo solicitada, era el único vi-
cio de que adolecía la sucesión de don Fernando, y mientras este existiera, no podía me-
nos de vacilar sobre sus sienes la corona , como usurpada y mal segura. Conociendo don
Enrique cuánto ganaba la causa del hijo de don Sancho con la bendición de Roma , es-
parció por todas partes la voz de que las bulas se habían falsificado ; invención que des-
nerando á la madre , lastimaba al hijo , y que él propio minaba por sus cimientos el edi-
ficio de su grandeza.
Fecundos debían ser los resultados de estos dos acontecimientos , y no se hicieron es-
los demás Estados , y las mutuas relaciones que en lo sucesivo debían establecerse entre
par en toda su extensión , sino ni aun para desmembrar un territorio , cuyos moradores
tenían la conciencia de su valor, acostumbrados á defenderse de agresiones más anti-
guas y formidables : la política les aconsejaba pues convertir en sistema de alianza é in-
cuantas diferencias tenía con Castilla , al fallo de arbitros que por una y otra parte se
nombrasen y prometiendo igual allanamiento en nombre de don Alfonso La Cerda por lo
relativo á sus pretensiones. Avenidas por medio de compromiso formal las partes, nom-
bráronse jueces al rey de Portugal , al infante don Juan y á don Jmieno obispo de Zara- ,
goza, y procuradores especiales para oír y aceptar la sentencia , á los obispos de Lisboa,
decidiéndose respecto de los pleitos que don Jaime y don Fernando traían sobre el reino
de Murcia que ,
la parte de este, puesta al Norte del rio Segura á excepción de Murcia y
,
de Molina, quedasen por Aragón, y para Castilla, la parte del Mediodía. Lo relativo al
infante La Cerda se allanó con igual presteza : á don Fernando se adjudicaron por via
de devolución Almazan , Soria , Serón , Deza y Almenara y don Alfonso quedó en po- ;
sesión de Alba de Tormes , Béjar y Lémus , en Galicia , con otras villas en diferentes
puntos y ,
lo que más directamente cuadra á la historia que escribimos , se le dio tam-
264 HISTORIA DE MADRID.
bien el Real de Manzanares asentado en los términos de Madrid y Segovia, y causa, como
saben ya los lectores , de porfiadas contiendas entre ambos Concejos. Convínose en cam-
bio don Alfonso en no usar el título de rey de Castilla y de León, ni de las armas reales,
ni de moneda propia, como hasta entonces lo hiciera, bajo pena de perdimiento de los
pueblos referidos, si faltaba á alguna de las cláusulas de la sentencia. De este modo que-
dó terminado para no reproducirse más el pleito de sucesión á la corona y la desastrosa
guerra civil, movida por los nietos de don Alfonso el Sabio: desde aquel dia fué llamado
el prhnogénito de los Cerdas don Alfonso el Desheredado no , sin que los intereses de la
Villa de Madrid tuviesen alguna quiebra, despojada como quedaba del derecho que pre-
tendía tener al Real de Manzanares.
Véase ,
pues , cómo se enlaza naturalmente con la historia general de Castilla la del
vicisitudes. Mas por querer cada cual apropiarse el objeto á que se referia , se han con-
tradicho mutuamente los historiadores , haciéndose punto menos que cuestión de honra
el no renunciar al Real de Manzanares, como los madrileños y segó víanos de hace seis-
cientos años. Examinemos, sin embargo, este punto á la luz de nuevos documentos.
Recordaremos que con el fin de dirimir toda contienda , se reservó don Alfonso el
las partes litigantes tenia mejor derecho á entrar en ella, y que su sucesor don San-
cho IV ,
en los varios privilegios que expidió sobre este asunto , se limitó á confirmar los
de sus antecesores, dejando también en lo principal indecisa cuestión tan debatida. Si-
guiendo el progreso del litigio y con referencia á los tiempos de don Fernando IV que
,
vamos recorriendo, afirma uno de los historiadores de Madrid ', que este monarca des-
pachó también un privilegio á 15 de octubre de la Era 1341 (año 1303), confirmando
todos los anteriores ;
pero que los segovianos continuaron en su porfia , intentando poner
alcaldes y justicias en los lugares propios del Real, y que otro tanto se propusieron los
da. Añádese que noticioso el rey de tales excesos, prohibió la entrada en el Real á unos
y otros , nombrando Guarda Mayor á Fernán Lorenzo, hasta que se declarase el mejor
i\iV("iT'idacl ^fiilrai
PRIMERA PARTE, CAP. VI. 205
derecho á propiedad semejante. Obedecieron los de Madrid; mas no los segovianos, que
dirigiéndose al Real, cercaron la casa del Guarda Mayor, le amenazaron con darle muer-
te, y por último, arrebatándole el sello, autorizaron una provisión que ellos hablan es-
crito, en que se suponía otorgarles el rey la tenencia del Real y la facultad de poner jus-
ticias en los lugares nuevamente construidos. Dícese por último que los de Madrid acu-
mos gala, si no declarásemos también que prestamos mayor crédito á los que , omitiendo
chos que refieren '. Lo primero pudiera ser sospechoso en causa propia, lo segundo no
deja lugar alguno á la desconfianza; y existiendo notable documento por el cual consta po-
sitivamente que se concedió la tenencia del Real á los de Segovia , á no suponer que sea
que se pretende mantener siempre este asunto en el mismo estado de irresolución é in-
certidumbre. Y eu cuanto al sello real que se supone tenia á mano el Guarda Mayor Lo-
renzo,, ¿quién podrá persuadirnos de que así fuera? ¿Con qué fin se le confiaba? ¿Qué
habia de común entre su oficio y el de los cancilleres del reino? Ni ¿cómo iria á poder
de un hombre de armas el sello regio , aunque por otra parle fuese digno de guardar el
de la puridad?
vianos, es una carta del rey don Fernando IV, que lleva la fecha de 18 de noviembre
de 1303 (Era 1341) y que en manera alguna puede reputarse apócrifa -. Por ella sabe-
1 Nos referimos en este punto al puntual y nal sacado de los archivos de Segovia. Dice asi:
erudito Diego de Colmenares , en su excelente ITis- Carta del rey don Fernando por la cual se dispone
2 Ha sido impresa en la Colección diploma- Manzanares, y de los oíros lugares y toda la tierra
tica de la Crónica de don Fernando IV, publicada que dicen Real de Manzanares.
por la Real Academia de la Historia, pág. 377; Sepan quantos esta carta vieren como yo don
pero creemos conveniente reproducirla aqui in- Fernando por la gracia de Dios , rey de Castilla,
legra, tanto por su importancia , cuanto por con- de Toledo, de León, de Galicia, de Sevilla, de
tener el resumen de algunos documentos anlerio- Cordova, de Murcia , de Jalien, del Algarbe ,
é
res. Los nombres de los lugares y términos que Señor de Molina. Sobre querella que el Concejo de
se citan, los hemos corregido por el texto de Col- Madrid me ovo lecho en razón que dicen que el
menares, que tuvo presente el documento origi- concejo de Segovia que entrara é tomara Manza-
TOMO 1. 38
266 HISTORIA DE MADRID.
mos que presentó el Concejo de Madrid querella, por haber entrado el de Segovia en el
bajo su dominio , como hablan hecho su abuelo don Alfonso y su padre don Sancho , hasta
que se decidiese quién lo habia de poseer , y que comparecieron ante él los personeros
de uno y otro Concejo; que los de Madrid mantuvieron su demanda en aquel juicio, y
que los de Segovia la contradijeron, mostrando la carta en que don Sancho declaró que
nares , é esto que lo hicieran por mió mandado, é Sancho por la gracia de Dios rey de Castilla , de
me pidieron merced que yo que gelo mandase á Toledo, de León , de Galicia , de Sevilla , de Cor-
ellos entrar que dicen que era suyo é que lo de- dova , de Murcia , de Jahen y del Algarbe. Por
vien aver ó que lo mandase yo tomar é tovlese razón que muchas veces el concejo de Segovia se
segund que lo tovo el rey don Alfonso , mi abuelo, han (juerellado en razón de Manzanares é de aque-
é el rey don Sancho , mió padre ,
que Dios perdo- lla tierra y de los lugares que el Rey mi padre
ne ,
para librar entre ellos é el concejo de Segovia les tomó para librar entre ellos é los de Madrid,
quien lo avie aver é tener , é sobre esto parescie- de que ellos estaban desapoderados sin derecho,
ron ante mí Sancho Gil é Diago Sánchez , é Dlago é me pedien que les entregasen en ello é yo fize
Gil , é García Sánchez , é Hernán García , é Dia- venir á los de Madrid con ellos ante mí, é oydas
go García, é Gil Fernandez, fijo de Fernán Sán- las razones de amas las partes, ove mío consejo
chez, é Sancho Estevan, fijo de Diago Sánchez, é sobre ello con el conde don Lope é don Gonzalo,
Gil Blas, é Gómez González, é omes buenos de arzobispo de Toledo, é don Martin, obispo de
la villa, y de las aldeas, Juan Pérez, é Alfonso Astorga, é don Fernán Pérez, electo de Sevilla,
Martín , é Diego Martin , de la aldea del Rey , é é don Juan , obispo de Tuy , é don Diago López
Domingo Blanco de Mamaerela del Campo ,
per- de Salcedo y con otros homes buenos de mi corle
sonas del concejo de Segovia , con personería cier- é acordamos é fallamos por derecho que el con-
ta que me mostraron ; é otros! parescieron ante cejo de Segovia devien ser tomados y entregados
mi Alfonso Pérez Fierro, é Alfonso Fernán, é Fer- en tenencia de toda aquella tierra yerma é pobla-
nando Díaz, é Lope Fernandez é Garcia Almagro, da ansi como esta deque ellos eran tenedores al
que el Concejo de Madrid embiaron á mi sobre tiempo que el rey don Alfonso , mió padre , lo'
este fecho con su carta de mandaderia é de creen- tomó para lo bbrar entre ellos é los de Madrid,
cia; é estos de Madrid pldicroame merced por el porque tengo por bien é merced que ayan la te-
Concejo que yo que mandase hacer é complir esto nencia sobredicha bien é complidamente de aqui
que sobredicho es que el Concejo de Madrid me adelante el concejo de Segovia , é que usen dello
ovieron pedido é las dichas personas del concejo é lo guarden en todos los lugares é la tierra so-
de Segovia dixeronme que esto que el Concejo de bredicha , é revoco todas las concesiones que el
Madrid me avien pedido et me cnbiavan pedir Rey mío padre é Yo diemos hasta el día de hoy
que lo non devia facer, ca el concejo de Segouia en estos lugares é en esta razón sobredicha, a
eran tenedores del Real de Manzanares sobredi- qualquicr que lo nos diemos , é que non valan da-
cho é que lo entraron é lo tenían con derecho, qui adelante, salvo lo que demos al concejo de
porque decían que el rey don Sancho mío padre, Segovia : É si los de Madrid quisieren aver alguna
que Dios perdone, lo libró entre el concejo de demanda contra los de Segovia sobre estos luga-
Segovia é el Concejo de Madrid en razón de la res y esta tierra sobredicha en razón de la pro-
tenencia que la ovlese el concejo de Segovia , de piedad, que los oigamos á derecho con ellos. E de-
que me mostraron una carta fecha en esta guisa. fiendo firmemente que ninguno non sea osado de
Sepan quantos esta carta vieren como yo don gelo embargar nin de gelo contrallar nin de les yr
1
w,
Universidad rciitral (i3o5
E
debia concedérseles la tenencia de aquella tierra , como antes la habían poseído , y les
otorgó aquel rey en 12 de marzo de la Era 1325 (1287). Enséñanos ademas que expusie-
ron los seg-undos la comisión dada en tiempo del rey don Sancho á los obispos de Sevi-
lla y Tuy para averiguar cuáles eran los lugares y tierra que tomó el rey don Alfonso á
los segovianos , y la inibrmacion que estos hicieron de resultas de su visita : que poste-
contra esto que yo mando , ca qiialquier (iiie lo Segouia , (¡ue era suya , é que estañan despode-
ficiese pecharme ya en pena diez mili maravedís rados della sin derecho : Yo fiz venir ante mí á
de la moneda nueva, é al cuerpo é a lo que oviese los de Madrid con los de Segouia, é oydas sus ra-
me tornaría por ello. Dada en Segovia doce dias zones , fallé por derecho ,
que los de Segouia
de marco era de mil é trescientos e veinte e cinco deuien ser entregados , é apoderados en todos los
años. — Juan Rodríguez mandó facer por man- la logares que les el Rey mió Padre tomó según , diz
dado del rey. — Yo Rodrigo Alfonso la fiz escri- otra mía caria, que les di en esta razón. Agora
vir. —Juan Rodríguez, Ruy Díaz, abad de Valla- porque ellos fuesen más seguros en su tenencia á
Fernán Pérez, electo de Sevilla, y el don Juan, gouia eran tenedores, ante que el Rey mió Padre
obispo de Tuy ,
que pues le avian librado que el gelo tomó. E de como lo fallaredes, dadles ende
que el rey don Alfonso , mió abuelo , tomó para he mucho, ó leneruoslo he en seruicio. La caria
librar entre ellos que fuesen á Manzanares é que leida, dádgela. Dada en Segouia diez é seis dias
supiesen verdal quales eran los logares é la de marco, Era de M.CCC.XXV. años. Joan Ro-
tierra que les tomó el rey don Alfonso, é aquello diiguez la mandó fazer por mandado del Rey. Yo
que fallasen que les fué tomado ,
que les diesen Rodrigo Alfonso la fiz escriuir : Joan Rodríguez,
ende su carta para que el concejo de Segovia Roy Diaz Abad de Valladolid. — Sant ms. —
fuesen más seguros en la tenencia que él les avia otrosí me mostraron carta de los dichos don Fer-
juzgado, e que ellos que fueran, y aquello que nand Pérez, electo, é de don Juan obispo, see-
ellos fallaran por verdad que les fué tomado que Uada con sus sellos de aquello que ellos fallaron
los dieron ende su carta de que me mostraron una que les fué lomado ,
que eran los lugares é la
carta del Rey, mío padre, en que gelo mandó asi tierra esto que aquí dirá. Mancanares , las Cho-
facer ,
que es esto que se sigue : Don Sancho por cas , las Porquerizas, Guadalix , Fituero, Colme,
la gracia de Dios, Rey de Castiella , de Toledo, nar viejo , la Moraleja, la Calcadiella, Viñuellas,
de León , de Galicia , de Seuilla , de Córdoba, de Colmenar del Foyo , la Torre de Lodones , con el
Murcia, de Jaén, é del Algarbe , á vos don Fer- Tejar, Tajanias, Carbonero, Marhoyal, Santa
ran Pérez , electo de Seuilla , é don Joan por la Maria del Tornero, el Pardo, Santa María del
gracia de Dios , obispo de Tui , salud assi como Retamal, Pazenporra, Forcajo , las Valquesas,
á aquellos (jue quiero bien, é on quien mucho fio: Colmenar de don Mateo , Santa Maria del Gala-
Ya sabedes de como sobre querellas que me ouie- pagar, con la Fuente del Álamo, 3Ioraleja, el
ron fecho muchas el concejo de Segouia, quel Endrinal, la Guiruela, Navalquexigo, la del Fer-
Rey mío Padre les tenie á Mancanares con los rero. Monasterio, el Collado de Villalua, el Ala-
otros logares, é la tierra que es entre Madrid é meda , con la fuente del Moral , el Alpedret , el
268 HISTORIA DE MADRID.
riormentc el inñante don Enrique se habia apoderado de aquella tierra , y habiendo acu-
dido al rey los de Segovia , después de muerto el infante, pidiendo que se les reintegrase
rey lo habia mandado así. Por todo lo cual, y visto que los de Ma-
en su derecho, el
Collado-mediano, Nauacerrada, las Cabecuelas, mase ni lo diese á los de Madrid , é que guardase
con la de Ortija , é con la de Domingo García, é al dicho concejo en tenencia de los lugares é de
las de Domingo Martin, la Ferreria del Berrueco, la tierra sobredicha , é sobre esto yo visto esto
la del Emeliizo, Arroyo de Lobos, la de Pedro c[ue sobredicho es , é oídas las razones que dixe-
Ouieco, la de Maleo Pedro, la de don Gutierre, ron las personas sobredichas del concejo de Se-
la de don Gomezon, la Tablada , e todos los otros govia , é ansi visto en como estos sobredichos de
logares sobredichos, con la tierra que se contiene Madrid non mostraron ni dixeron cosa ni razón
con ellos, fasta Salzedon, é fasta la Bobadiella, que embargase desto ([ue los de Segouia mostra-
é fasta la loma, la Cañada del Alcorcon, é dende ron é dezien é pedían , e ávido mío consejo con
las aguas de Bularce, é donde á las aguas de ornes buenos de mi corte , fallé por derecho (|ue
Meac, e como va sobre el Pozuelo , é dende fasta non lo devia yo lomar para lo tener en mi ni lo
la Sarcuela , é dende fasta do cae Cofra en Gua- mandar entregar al Concejo de Madrid , é (pie de*
darrama: é dende asomo de las labores de Fuent- vía guardar é dexar al concejo de Segovia en te-
Carral , é por somo de las labores de Alcobendas, nencia de los lugares del Real de Manzanares asi
é por el Otero de Sufre , é dende á la Cabeca como dice en la carta del rey don Sancho, mío
Lerda, é por la Cabeca del Águila, é dende por padre, del juicio sobredicho; por que tengo por
somo del lomo , como descienden las aguas á la bien é mando que el concejo de Segovia aya e
Cabeca de Monte-Negriello , que es cerca de Val tenga la tenencia de Manzanares é de los otros
de la Casa ; é dende como va por el Val de la lugares é toda la tierra que dicen Real de Man-
Casa fasta la Cabecuela ,
que esta sobre la zanares, bien é complidamenle, segund sobredi-
se encierra en estos logares sobredichos, é fasta Juan , obispo de Tuy , los sobredicho les dieron
en somo de las sierras, assi yermo como poblado. ende su carta, é si otra carta pareciere que con-
E otrosí me dixeron los dichos porsoncros del tra esta sea , mando que non vala é defiendo fir-
concejo de Segovia que porque el infante don En- memente que ninguno non sea osado.de yr en
rique , mío tío , les ovo tomado por fuerza esta ninguna manera, ca qualquier que esto ficiese,
tiera sobredicha é me lo querellaron muchas ve- pecharme ya en pena mili mrs. de la moneda nue-
ces que les ficiese ende aver derecho que yo que va , é al concejo de Segovia ó al que su voz to-
les di mi carta que el concejo de Segovia que viese todo el danno que por ende recibiese dobla-
oviesen y entrasen é tomasen el Ueal de Manca- do. Porque esto sea firme y estable, mándeles
nares sobredicho después de días de don Enri- ende dar esta carta sellada con mío sello de plo-
que , de que rae mostraron una mi carta sellada mo. Dada en Valladolid lunes XVIII días de no-
con mío sello de plomo que les yo mandé dar, en viembre , era de mili é trescientos é quarenta é
que se contiene que gelo mandé ansi, é pidiéron- un años. —Don Pedro López de Frentha, alcalde
me que pues el concejo de Segouía eran tenedo- del rey é notario mayor en Castilla la mandó fa-
res por esto que sobredicho es é por otras buenas ser por mandado del rey. Yo Johan Pérez de Lo-
razones que por si avien, que yo que lo non to- groño la fize escrevír. — Pelrus Lupi.
,
de esta.
en posesión del Real , sino que la Villa de Madrid sin duda ya deshauciada en sus pre-
,
los hechos , superior siempre á toda sugestión de la lisonja ó del amor propio , y norte
principalísimo de la historia. Madrid, aunque anulara sus añejas pretensiones, vio sin pro-
cual prueba ó que habia sostenido, más por tesón que por derecho, aquella tenaz con-
tienda , ó que sabia hacer en aras del bien público el sacrificio de sus propios intereses.
1 Trcíenla también la mencionada Colección gar en ello. Et porque los reyes somos tenudos
Diplomática, pág. 842, y la Historia de Colme- de facer derecho ; et por ende yo, calando et en-
nares, á la 252. Es la siguiente: Don Ferrando, por tendiendo que de derecho lo deuedes auer, por sa-
la gracia de Dios , Rey de Castiella , de Toledo, de lir de pecado , tengo por bien , é mando que en-
León de Galicia de Seuilla de Córdoba de Murcia
, , , tredes, é avades lodo el sexmo de Mancanares con
de Jaén, del Algarbe, e Señor de Molina : Al con- sus aldeas , é con lodos sus términos , é con todas
cejo de Segouia, de villa, e de aldeas, salud, e sus pertenencias, bien, e complidamenle por los
gracia. Sepades que vinieron á mi Garci Sánchez, moyores que se contienen en los priuillegios, é
é Diego Garcia , é Ferrant Pérez , é Garci Gómez en las cartas que vos el concejo tenedes de los Re-
de hi de Segouia; é mostráronme por vos el Con- yes onde yo vengo, é de mi. Et de aquí adelante
cejo de como cstauades desheredados del sexmo mandónos que lo entrcdes , e lo ayades , e usedes
de Mancanares con todas sus Aldeas, e sus termi- de ello , é en ello , el (¡uelo ayades , é sea vuestro
nos, que vos yo tomé , é di a don Alfonso mió cor- por juro de heredat para siempre jamas. Et que
man, fijo del infante don Ferrando. El pidiéronme lo enlredes , e lo ayades sin pena , é sin caloña
raercedque vos lo mandasse tornar, é entregar. Et ninguna. Et si pena, ó caloña hiouiere, yo vos
yo sobre esto, auido mi consejo con la Reyna doña dó por libres , é por quitos ende : et assegurouos
Maria mi madre, é con la Reyna doña Constan- de vos lo nunca tomai', nin vos desapoderar dello,
ca mi muger , é con el Infante don Juan mió lio, nin departe dello de aqui adelante , nin lo dar á
Señor de Vizcaya , é con el Infante don Pedro mió olro ninguno. Mas otorgo de vos lo guardar, é man-
hcrmano, é con ricos homes, é Prelados, é otros tener ssiemprc en ello. Et porque esto sea firme,
homes bonos de Castiella , é de León , e de las el non venga en dubda , douos esta carta sellada
iístremaduras ,
que eran conmigo en estas Cortes con mió sello de plomo. Dada en Valladolid dos
que yo agora fiz en Valladolid. Et porque vos yo dias de Abril, Era M.CCC.L. años. Yo Garcia
auia dado mi carta sellada con mió sollo de plomo, Pérez de la Cámara la fize escrivir por mandado
en que vos asseguraua de voslo tornar, é entre- del Rey.
270 HISTORIA DE MADRID.
ciudades y á las villas , á los proceres yá los ciudadanos , al clero y á la milicia . Aludi-
mos al ruidosísimo proceso de los templarios que por aquellos tiempos traia muy altera-
das así á la mayor parte de las naciones de Europa , como á la cristiandad entera ; ar-
ues militares, habia por espacio de dos siglos prestado inmensos servicios á la religión,
abandonando sus hijos los pacíficos claustros para ceñirse las armas y combatir sin tregua
el catolicismo.
Nació en Francia el espíritu de hostilidad y venganza que se suscitó contra los caba-
go, hnputáronseles crímenes tan horribles y tan insensatos, que repugna dar crédito á
culpa que no se les achacara, ni pena que no se les impusiera. Los que no confesaban
delito alguno eran sometidos á los tormentos más horribles ; los que se declaraban cri-
minales, quizá por miedo de sus verdugos, eran quemados á fuego lento, mártires de
una nueva barbarie , más injusta y atroz que la del gentilismo. En Italia, el sangriento
rebato de las Vísperas sicilianas aboga al fin en favor de un pueblo que defiende su in-
dependencia; pero los suplicios cruelísimos de Vicennes ¿cómo podrá defenderlos nunca
bienes de la Orden, para pedir la abolición de los templarios en todo el Orbe católico:
fuese política, justicia ó saña, así lo decretó el Conciho de Viena y algunos otros par-
ticulares de Francia , al paso que fueron declarados inocentes y absueltos en muchos pro-
vinciales de diferentes países. Manifestó el rey de Aragón Jaime II que era ejemplar la
cha ; » de modo que aun suprimida la Orden, quedaron meramente sujetos á la obedien-
cia de los obispos , sustentándolos y vistiéndolos con el producto de sus bienes confis-
cados. Fueron también procesados en Portugal y Castilla por los arzobispos de Toledo,
Santiago y Lisboa con el inquisidor Aymeric, y juzgados después por el Concilio de Sa-
lamanca, compuesto de los prelados de Santiago, Lisboa, Zamora, La Guardia, Avila.
PRIMERA PARTE, CAP. VI. 271
aplicando el grueso de sus bienes á las Ordenes de Alcántara y Calatrava , asi como en
Portugal y Aragón lo fueron al cabo á las de Avís, Cristo y Montosa, á imitación de lo
que se habia hecho fuera de España, adjudicándolos á los caballeros hospitalarios de San
Juan de Jerusalem '.
Castilla presenció en silencio aquel escándalo, y Madrid, como todas las villas y
ciudades del reino, si lamentó tamaña injusticia, no opuso resistencia á su ejecución y
cumplimiento. Grecia en tanto el rey don Fernando en años , mas ni echaba su poder
profundas raices , ni lograba inspirar respeto á los díscolos , ni el Estado vislumbraba
en medio de tantos disturbios el dia de la prosperidad ambicionada las intrigas y reyer- :
tas domésticas ahogaban los fecundos gérmenes que hablan empezado á desarrollarse.
sí como para sus vasallos: también era este el continuo despertador con que procuraba
avivarle la solicitud de doña María ;
pero labraban poco en su ánimo semejantes conse-
jos y reflexiones.
La ocasión hizo felizmente más que el consejo : venido el rey á vistas con el de Ara-
gón, tratáronse con hidalga franqueza, y en un momento de espansion, conociendo don '
Fernando que, unidos ambos príncipes, podrían duplicar sus fuerzas, osó proponer á don
Jaime una campaña contra los mahometanos. Pareció bien la idea al aragonés; y asen-
tadas las condiciones, fijado el plazo, y las fuerzas que deberla aprontar cada uno,
y
señalado secretamente el punto á donde debían dirigirse los primeros golpes, separá-
ronse los reyes llenos de esperanzas y determinados á no desistir de tan buen intento.
Aprobólo gozosa la reina doña María como quien veía en aquella empresa
,
el principio de
otras mayores :
no fué menor el júbilo, con que recibieron los pueblos tan grata nueva,
porque ya queda repetidamente indicado ; en medio de tantas revueltas é intestinos dis-
turbios, la nación, á quien en feliz instinto no aventajó nunca otra alguna, comprendía
siempre cuáles eran sus más altos intereses, y si distraída por breves momentos de la
grande empresa acometida en el valle de Cangas, se olvidaba alguna vez de los musul-
manes bastaba una
,
sola voz para que volviera en sí , y con mayor empeño y enero-ía á
la obra inmortal de la reconquista.
El entusiasmo fué, pues, universal así en Aragón como en Castilla, y hechos ya los
1 Zapalcr, Historia de las Órdenes mililares, Caballería deITcmpIo de Salomón, pá?. 103. col. I.
272 IlISTOIilA DE MADRID.
convenientes aprestos, pusiéronse en marcha los dos reyes ; el castellano desde Toledo,
don Jaime desde Valencia. Al primero acompañaban gran número de caballeros con sus
vasallos y los concejos con sus pendones, entre los cuales figuraba , como muy principal
rado sus tesoros para la guerra santa: seguíanle también prelados y ricos-hombres, el
infante don Juan, el infante don Pedro, hermano del rey, el celebrado don Juan Manuel,
don Diego López, la gente de don Juan Nuñez, y el que en valor, destreza de armas,
prudencia y fidelidad excedia á todos, don Alonso Pérez de Guzman, el Bueno que aun-
,
menor estímulo de venganza. Al rey de Aragón acompañaban los dos hermanos Exérica,
Guillen y Otón de Moneada, Bernardo Centellas y otros muchos señores de aquellos rei-
con lentitud á causa de las abundantes lluvias de aquel año [1309] que destruían todos
los reparos, y de las dolencias contagiosas que empezaron á picar en nuestro campo.
Para divertir la gente y que no siguiese más tiempo ociosa, trazóse una correria por la
parte de Gibraltar; y fué resolución tan acertada que sin gran trabajo ni costa, quedó
en breve aquella fortaleza por los castellanos. Juntas las dos armadas, la de Aragón
bajo la conducta del vizconde de Castelnovo , y mandada la de Castilla por don Diego
presa , bien que por breve plazo , de aquella ciudad , mientras daba don Jaime memora-
pesar de que las lluvias no cesaban y poniendo intransitables los caminos , dificultaban
por manera que comenzaba á murmurarse en el campo de la obstinación del rey , tan re-
miso antes cuando las circunstancias eran más favorables, y ahora menospreciando ries-
gos y fatigas y no cuidándose de los sacrificios que era forzoso hacer en aquella em-
presa. Causa no insignificante, y antes bien muy poderosa, fué del general desaliento la
á las montañas de Gaucin, falleció á los pocos días con gran sentimiento del rey, llanto
del ejército y amargura de todo el reino, que tenían puestas en él su admiración y sus
meditaba una de sus habituales traiciones: de repente levantó sus estancias y se alojó
h™ndo.i\.-i2aii Albso.XI_1327,
SaTiclioJV_1285.
PRIMERA PAUTE, CAP. VI. 27.'{
del sitio , llevándose en pos á don Juan Manuel y otros caballeros. Vacilaron las gentes
de los concejos, bien que sin abandonar los puestos que les estaban confiados, en cuya
guarda se extremó la hueste de la futura Corte española ; y en vano confió don Fernando
en reparar tan sensible quiebra con las gentes que llegaron de Galicia por aquellos dias:
Para colmo de desastres murió también el valiente don Diego López de Haro cuyo ejem- ,
plo mantenía á los más en la observancia de sus deberes ; y no fué poca fortuna que el
rey de Granada enviase á don Fernando uno de sus magnates, ofreciéndole, si levan-
taba el sitio , las villas de Bedmar y de Quesada , con la indemnización de cincuenta mil
en cierta manera don Fernando su retirada ; y esta vez , si no alcanzó el Concejo de Ma-
drid la gloria que para sus hijos ambicionaba , veíalos volver libres de desastres y hon-
rados con el aprecio del soberano , merced á su ¡lealtad y al sufrimiento con que hablan
soportado las duras fatigas y calamidades de aquel desdichado asedio. El rey de Castilla
ciudades, cansados de guerra tan poco fructuosa, andaban ya los ánimos desabridos, y
muchos á punto de alborotarse. Acudió pues el rey al lugar del peligro , y por enton-
ces todo quedó tranquilo ;
pero si perdonó á los más punzábale en
,
lo vivo la perfidia
usada por su tio don Juan , de quien pensó deshacerse para siempre y á toda costa. Man-
dóle venir á la Corte, ofreciendo darle satisfacciones, mas con firme propósito de ma-
tarle, en cuyo proyecto le ayudaba donjuán Nuñez. Presentóse el infante; pero avisado
más necesaria de su existencia. Iban por desdicha aglomerándose otra vez espesas nu-
A esto se redujeron todas las empresas bélicas del rey don Fernando IV contra los
moros, cuando la guerra de los infieles habia sido el objeto preferente de sus antepasa-
dos. Verdad es que mostró vivos deseos de ensanchar los límites de sus dominios, y
que no fué culpa suya , sino de los que estaban obligados á ayudarle en el santo pro-
TOMO 1. 39
\
pósito de redimir de una vez la patria , el que sustituyese la guerra civil á la de los
dado tributarle merecidas alabanzas ; si fueron en sus manos estériles los sacrificios de
las villas y ciudades que hablan acudido á su llamamiento llenas de esperanza y de en-
tusiasmo , sentimientos que animaron ahora á los guerreros de Madrid , como los alenta-
ron bajo los gloriosos pendones de Alfonso VII, Alfonso VIII y Fernando III, justo es
reconocer que tampoco puede negar la posteridad al hijo de doña María de Molina el
noble galardón de haber intentado establecer interiormente un régimen que al paso que
mayor fuerza é importancia á villas y ciudades , beneficio de que debia gozar la futura
Corte española, y fomentaba los intereses del estado llano, comunicándole nueva vida.
nando con sinceridad , y profesó con ardiente afán la misma política en los breves y aza-
rosos años de su reinado. En algo consistía forzosamente el que en medio de tantas con-
pos de Alfonso VII había dado entrada en la constitución del Estado al elemento popular,
como se la dio posteriormente en sus huestes y en sus consejos por medio de privilegios
concejos , y de la alianza que procuró establecer entre todos ellos , creó el poder de la
de los señores , y estrechó los vínculos naturales que debían unir al trono con el pueblo,
llevando en medio á la aristocracia para hacerla, no clase superior, sino gerarquia in-
Don Fernando ,
para lograr más cumplidamente este fin , concibió un vasto y bien
entendido plan de administración de justicia, que no pudo hacer público hasta los últimos
nales de la Corte, Fuente de toda justicia, origen de toda jurisdicción, el rey se coloca
á la cabeza de los magistrados , se declara el primero de los funcionarios del orden ju-
dicial , y señala el viernes de cada semana para oir los pleitos y las querellas de sus va-
1 Benavides, Discurso preliminar ala CV(í/»'ca semana el día del viernes en lugar público, to-
nosotros, á la imporlanlísiraa ordenanza de 1310 ornes bonos de mi corte, é de oyr los pleylos de
f Colección Diplomática de /«misma Crónica, pá- los presos, é de los replos , é las suplicaciones,
gina 732). La disposición relativa á las audien- é los pleylos que demandaren A los oficiales de
cias semanales es muy curiosa, y dice asi: «Pri- mi casa en razón de la Justicia, é en ninguno de
meramente tengo por bien de rae asentar cada sus oficios, é los otros pleylos que tovierc por
PIllMERA PAUTE, CAP. VI. 275
advertían.
Pero donde se sancionaron todos estos principios y se desarrolló con más fuerza y
lozanía el sistema municipal , y por consiguiente la acción del pueblo , fué en las Cortes
de este tiempo, tan continuas, que se convocaron casi todos los años, y tan permanen-
tes, que solían enlazarse y ser prosecución unas de otras, puesto que se celebraban en
diversos puntos. A veces sólo se admitía en ellas á los diputados de los concejos , como
aconteció en las de Valladolíd de 1295 ^ ; fuera de que los mismos procuradores tenían el
sus intereses, sus derechos ó las circunstancias generales del Estado lo requerían 2.
la calidad de vecinos en los notarios de cada pueblo, y otras muchas reformas, cuyo
bien de les oyr ; é de los librar bien é derecha- soneros de los concejos en so ayuntamiento ,
para
mente, asi como se librar deben. E si por alguna acordar el veer fecho destas cosas ,
que sean
gran necesidad que escusar non pueda , non me siempre bien guardadas en la guisa que sobredi-
pudier asentar á los oyr el dia del viernes ,
que cho es. Et si algunas cosas y ovieren de meyorar,
me asiente otro dia sábado á los oyr é librar, se- que las meyoremos todavía á guarda del Señoi'io
gunt que dicho es». de nuestro Señor el Iley , é de los oíros Reys que
1 A consecuencia de esta exclusión , el arzo- serán después del el á prod de nuestros conceios,
bispo de Toledo don Gonzalo mandó extender la non mlnguando ninguna de las cosas ,
que en es-
.siguiente protesta: «Otros! protestamos que des- la carta sien escripias. El el concelo que non en-
que aqui venimos, non fuemos llamados á consejo, viare y sus personeros cada año , como dicho es,
nln álos tratados sobre los fechos del reyno, ni (pie por la primera vez que peche mili marave-
sobre las otras cosas que hl fueron tracladas , et dís de la moneda que corrler , el por la segunda
fechas , et sennaladamenle sobre los fechos de que peche dos mili maravedís , et por la tercera
los concejos de las hermandades... más antes que peche tres mili maravedís para los persone-
fuemos ende apartados , et estrannados et saca- ros que vinieren et que lo preinden sin calonia los
dos expresamientre nos et los otros perlados et ri- concelos ó qualquiera dellos por los maravedís so-
cos omes , et los íijosdalgo , el non fué hl cosa bredichos, el demás que caiga en la pena del
caria de personia que se apunten este primor año pág. 7). Recomendamos á nuestros lectores este
en la cibdat de León ocho dias después de cin- documento, lleno de dalos históricos sobre los
cuesma, el de alli adelante do acordaren los per- desafueros , abusos y costumbres de la época.
27() HISTOUIA DE MADRID.
en 1301 , en 1307 , y en otros años. Mandóse en las primeras que el rey no cnagenam
bres, sino gente amante de la justicia ^. En las de 1298 se tomaron. varias providencias
con el objeto de reprimir los desórdenes que por todas partes cundían, estableciendo
que no se perdonasen los delitos políticos hasta que se hubiese purgado el delito común,
que se castigasen los crímenes de los malhechores y los excesos de los poderosos , y se
respetaran los fueros de los pueblos. En las de 1307 se hizo presente al rey que una de
las causas por que la tierra estaba pobre y agraviada , era porque ni en la Corte ni en
clusa la de Madrid, para que interviniesen en el manejo de las rentas reales , y le sirvie-
1 «Otros!, que villa regalenga, en que haya «sueltamente como fasta aquí; mas acomicndole
Alcalde ó Merino ,
que la non demos por heredat i)á la ley porque se faga derechamente, así como
á infante nin á rico ome, nin á rica fembra, nin «debe e como la ficieron e la facen los buenos
á orden, nin á otro logar ninguno, por que sea «Reyes elos que la mejor mantienen. Esto fago
enagenada de los nuestros reynos , é de nos». wpor enmienda de muchas malas cosas desagui-
2 ((Otrosí que los Merinos mayores de Cas- »sadas que se ficieron por muchos perdones émeu-
tiella , et de León, et de Gallicia que non sean «guas que ovo en la justicia fasta aquí».
ricos omes, et que sean tales los que hi pusier- 5 ((Primeramente que aquellos doce homes
mos que amen justicia». "bonos que me dieron los de las villas del reino
5 ((Primeramente á lo que me dixieron que ))de Castiella, para que finquen conmigo por los
»una de las cosas que ellos entendían porque la «tercios del anno, para consejar y servir á mí, é
.»mi tierra es pobre é agraviada, que es porque »á la reina mi madre, e al infante don Enricpie,
))en la mi casa é en los mios regnos non a jus- »m¡o lio e mío tutor ,
que en fecho de justicia , e
«ticia, segund que deve... A esto digo que es mío »de todas las rentas , é de todo lo al que me dan
"Servicio, é yo calaré ommes buenos para alcalles, »los de la tierra, e cómo se pongan en recabdo, e
»et tengo por bien de lo fazer desta guisa que me »se parta en lugar que sea mi servicio , e á pro,
4 (( Otrosí tengo por bien de non perdonar la »que sean conmigo e que tomen cuenta de lo pa-
teresa saber que, demás de la participación que en todas estas asambleas y principales acae-
memoria sus historiadores son , las celebradas en este reinado corriendo , el año 1309.
Fué la entrada del estado llano en las asambleas nacionales el hecho que contribuyó
más directamente á fijar la denominación de Cortes, con que lo mismo en Castilla que en
Aragón, se designaron aquellas asambleas. La época precisa en que el brazo popular ad-
quirió este derecho, no será fácil determinarla: lo probable es que no se tuviese por ley
hasta que esta se cimentase en una costumbre constante y reconocida. Puede asegurarse
no obstante que figuró ya con representación propia en las Cortes de Carrion de 1188:
de los tres brazos que concurrían á ellas, el de la nobleza y el eclesiástico no tenían nú-
mero fijo ; compom'ase el primero de los reyes tributarios , infantes , ricos-hombres , in-
nes el rey Uamára por medio de sus convocatorias ; lo propio sucedía con el poder ecle-
siástico, formado de los arzobispos, obispos y abades, cuyas posesiones y rentas cons-
siempre por delegación de los concejos ó ayuntamientos respectivos, que eran otros tan-
tos votos, constaba de número determinado de entidades, por más que variasen según
derecho de voto en Cortes, únicamente puede dechse que era privativo de ciertas ciu-
vos del estado llano , sólo indicaremos que siendo ella la Villa del derecho habitual, asis-
tió también con las otras cuarenta y siete ciudades á las Cortes de Carrion en 1188 K
i Las diez y siete ciudades y una villa eran Maqueda, Talayera, Plasencia, Trujillo, Sego-
últimamente: Burgos, León, Granada, Sevilla, via, Arévalo, Medina del Campo, Olmedo , Pa-
Córdoba , Murcia , Jaén y Toledo , como cabezas lencia, Logroño, Calahorra, Arnedo, Tordesi-
de reino; Zamora, Toro, Soria, Valladolid, Sala- lias, Simancas, Tone de Lobaton, Montealegre,
manca, Segovia, Avila, Guadalajara, Cuenca Fuentepura , Sahagun, Cea, Fuenlidueña, Se-
y Madrid, como cabezas de provincia. púlveda, Aillon, Madruelo, San Esteban de Gor-
Las cuarenta y ocho de las Cortes de Carrion maz, Osma, Taraccna, Alienza, Sigüenza, Me-
fueron estas: Toledo, Cuenca, nuete, Guadalaja- dinaceli, Berlanga, Ahnazan, Soria, Ariza y
lamanca, Uceda, Buitrago, Madrid, Escalona, Quien deseare noticias más minuciosas y dalos
278 IllSTOHIA DE MADRID.
Este tcslimoniü irrecusable viene á demostrar que si no era la futura Corle de las Es-
pañas población de j)rinier orden por sus célebres monumentos ó por la muchedumbre
de sus habitantes, debia distinguirse mucho por sus relevantes servicios, pues que de
tan antiguo obtenía y gozaba tan alta merced y representación , otorgada sólo á los prin-
su prmcipal objeto fué no obstante, en sentir de los más historiadores , demandar los au-
xilios necesarios para la guerra que, en unión con don Jaime de Aragón, proyectaba
hacer don Fernando por la parte de Andalucía. Refiérese al propósito que estando en Al-
calá de Henares llegaron allí embajadores del rey de Aragón , y hallándose presentes
los infantes don Juan y don Pedro , don Juan , hijo de don Manuel , don Diego López y
el arzobispo de Toledo , ofrecieron de parte de don Jaime la ayuda necesaria para dicha
guerra, con la condición de que la infanta doña Leonor, hermana del rey don Fernando,
casase con don Jaune ,
primogénito de Aragón , dándole en dote la sexta parte de todo
venio que hablan hecho ambos reyes al tiempo de sus vistas. Y aunque el infante don
Juan alegó que semejante guerra no seria en pro ni honra de don Fernando , debiendo
dar parte de ella á los aragoneses , tal era el deseo que el rey tenia de emprenderla,
Para comunicar su intento á los reinos , y que estos le votasen los recursos indispen-
sables , acordó pues el rey hacer Cortes en Madrid despachando , al efecto sus cartas con-
vocatorias. Hallóse en ellas don Juan Nuñez , á quien don Fernando envió á llamar , olvi-
dando las pasadas desavenencias, y concurrieron también la reina madre , los infantes don
Juan, don Pedro y don Felipe , don Juan hijo del infante don Manuel, don Alonso de Mo-
,
lina, hermano de la reina , don Diego López y otros muchos ricos-hombres con , el arzo-
bispo de Toledo y algunos obispos, los maestres de Uclés y de Calatrava, y los hombres
buenos de las villas y ciudades del reino. Reunidos todos, mostró el rey su voluntad de
emprender la guerra contra los moros, como lo hablan hecho los reyes sus anteceso-
res ,
por cuanto el de Granada habla faltado á los conciertos que con él tenia estipula-
dos; y suplicó le asistiesen con los auxilios necesarios. Votáronle en consecuencia cinco
servicios para aquel año, y tres más en cada uno de los tres consecutivos; con lo que
pagó las soldadas á los infantes, á los ricos-hombres y á todos los hijos-dalgo, y dio las
sumamenlo eruditos sobre el origen, progresos, pañero el señor don Manuel Colmeiro, Ululada:
organización etc., de nuestras Cortes, puede con- De la Constitución y del Gobierno de los reinos de
Cuál fuese el edificio donde estas se reunieron y celebraron sus sesiones , se ignora
absolutamenlc , y vano seria tratar de averiguarlo: por presunción, no obstante, sin fun-
damento alguno tradicional ni conjetura que pueda servir de guia, opinan algunos que
se destinarla al efecto la casa-quinta que se dice residencia habitual de los reyes en aque-
lla época , situada , según se afirma donde hoy , el monasterio de las Descalzas Reales.
Temeridad seria afirmarlo ni desmentirlo ; mas recordantlo que don Sancho se hospedó
en el convento de Santo Domingo, poco antes de su muerte , según lo advierte don Juan
Manuel en la relación que nos hace de la terrible y dolorosa escena allí ocurrida , de su-
poner es que no fuese la casa-quinta, cuando no bastaba á hospedar al rey y dado que
existiera , edificio nmy á propósito para tales solenmidades. También se indica que pudo
destinarse al efecto el atrio de la parroquia de San Salvador ó una , sala que caia encima
de la puerta de entrada, donde solia tener el concejo sus juntas; pero los que recuerden
el reducido espacio que ocupaba aquella iglesia, fácilmente calcularán que no era muy
holgado para reunión tan numerosa. Más bien nos inclinamos á la opinión de los que con-
ceden ya este honor á la parroquia de San Martin donde en efecto parece que más ade-
,
lante se tuvieron Cortes: esta ú otra iglesia seria sin duda la que se prefiriese con tal
objeto, como en otras partes acontecía. En puntos tan dudosos no es lícito aventurar nin-
guna resolución, sino poner de manifiesto todos los pareceres. Acaso , si llegara á descu-
brirse el cuaderno de estas Cortes, seria posible fijar este punto , no exento de interés
estos pormenores , como hizo Gerónimo de Quin- los maestros de Uclós é de Calatrava é muchos
tana, bajo la autoridad de la Crónica de don Fer- ornes buenos de las cibdades é de las villas de to.
nando IV, que bien puede suplir la falta de do- dos los regnos. El el rey moslró á todos de cómo
cumentos mas aulénlicos. Su relación textual es era su voluntad de querer servir á Dios , señala-
como sigue damenle contra los moros , asi como lo fisieron
«Acordó el rey de faser cortes en Madrid é que los reyes donde él venia. E porque el rey de Gra-
llamasen y todos los de la tierra ,
ponjue les mos- nada le avia quebrantado los pleytos é las postu-
trase el fecho é lo sirviesen, con que él pudiese ras que avia con él muchas veces, que queria ser
lo acabar ; é luego embió sus cartas á lodos los contra él ; é para lo complir que avia menester
de la tierra que viniesen. El otro dia enbió por su servicio de todos, é que le diesen algo para las
don Juan Nuñez que se viniese para él á estas Cor- soldadas de los ricos-omes é de los fidalgos. E
tes, que fasta estonce andava desavenido del rey. todos veyendo que avie buena entincion é que
En este comedio fuese el rey al campo de Arañue- querían comencar buen fecho , lodo á servicio de
lo á caza, é fueron con él el infante don Juan é Dios, mandáronle para este año cinco servicios
y
don Juan Manuel: é luego á pocos dias tornóse para adelante para cada año tres servicios. E lue-
el rey para Madrid é se vino y la reina, su madre, go el rey pagó las soldadas á los infantes é á los
é el infante don Juan, et el infante don Pedro, é ricos-omes é lodos los fijodalgos, é acordaron que
el infante don Felipe, é don Diego é don Juan luego entrasen á la vega de Granada á cortarles
Nuñez, é don Juan Manuel, é don Alonso, her- los panes, etc. (Cap. XIV de la edición de la
2 so HISTORIA DE MADRID.
para la historia de la Villa : la Real Academia de la Historia hace al propósito los mayo-
res esfuerzos y no seria extraño que lograse su descubrimiento, como ha sucedido ya
respecto de otras actas no menos importantes, que figurarán en breve en la gran colec-
Respecto del número y asiento de los personeros de nuestro Concejo , tampoco nos
es dado afirmar cosa alguna con seguridad en estos primeros tiempos: más adelante en-
viaba Madrid á las Cortes un regidor por suerte, y un hidalgo por turno de cada una de
las parroquias de la Villa ^ Como, según queda expuesto, tenia la futura Corte de las
Españas voto por derecho propio, le estaría también reserv^ado lugar fijo entre los que
ocupaban las demás ciudades. Lástima es que no hayamos logrado documento ni indicio
alguno que aclare este punto interesante para la historia del municipio puede afirmarse
:
sin embargo sin recelo, que pagado este del puesto que le señalaran los reyes, no pro-
movió ni tomó parte en competencias tan ruidosas como las suscitadas entre Burgos y
Toledo.
No refieren las memorias correspondientes á aquella fecha ningún otro hecho memo-
rable digno de ser consignado en este sitio. Durante su estancia en Madrid , desde el 20
de febrero á igual dia de marzo próximamente (año 1309) expidió no obstante el rey don
Fernando varios documentos, de que se conserva noticia - así como lo habia verificado
1 Las demás ciudades de las diez y siele de En su lugar oportuno, cuando tratemos de
voto en Cortes elegían sus mandaderos en la si- época más moderna , de que hay noticias feha-
Ciudades cabezas de reino : Burgos , nombraba asiento y colocación respectiva en las Corles de
dos regidores por elección. León dos regidores por los reinos de Madrid y las diez y siete ciudades
calde mayor ó veinticuatro, y un jurado por 2 En las notas á la Crónica de don Fernan-
suerte. Córdoba dos veinticuatros por suerte. do IV, impresa por la Real Academia de la His-
Murcia dos regidores por suerte. Jaén dos veinti- toria (pág. 214), se hallan las siguientes:
cuatros por suerte. Toledo un regidor y un jura- «El 20 de febrero de 1309 estaba el rey de
Ciudades cabeza de provincia : Zamora un regi- cedió al Orden de Calatrava y á su maestre don
dor por suerte y un caballero por nombramiento Garci López la mitad de las contribuciones reales
de los hijo-dalgo y del común. Toro dos regido- que debía pagar la misma Orden. Privilegio roda-
res por suerte. Valladolid dos caballeros, uno del Jo, expedido el año decimocuarto del reinado,
linaje de los Tovares y otro de los Reoyos. Sala- impreso en el Bulario de Calatrava.
regidores por suerte. Segovia, mis- »En 28 del mismo concedió el rey un notable
manca dos lo
un regidor por suerte y un caballero también do sus mercaderías libres de registro, siempre que
por suerte entre doce que se elegían para ello. acreditasen haber pagado en los puertos de in-
Cuenca un caballero regidor y un hidalgo caba- troducción los diezmos {Libro Becerro de Burgos).
llero aguisado ambos por suerte. ))En 10 de marzo el rey, á instancia de los pro-
PRIMEUA PAUTE, CAP. VI. 281
en años anteriores '. El hijo de doña María de Molina habia mostrado su predilección á
gos: por él declaraba á sus vecinos libres de ciertas imposiciones y pechos, concedién-
doles al par que tuviesen alcaldes y jueces según su fuero; que no se diesen á arren-
dadores los pechos que mandaren los de la tierra; que los cojedores, ó recaudadores
derosa ,
pudiesen sacar bastimentos de ella ni de su término , y que tampoco se pudiese
dar á infante, rico-hombre ni otro alguno, heredamientos de su territorio ni de sus al-
deas -; con otras exenciones no menos favorables, análogas ó iguales á las que se pro-
digaban á la sazón á otros pueblos ,y que constituían un verdadero sistema foral una ,
nidades.
deseosos ambos de continuar la guerra contra los moros : para consolidar más su alian-
za, ajustaron los matrimonios del infante don Jaime, heredero de Aragón, con doña
Leonor, hija de don Fernando, y del hermano de este, el infante don Pedi'O, con dona
María, hija del aragonés. Perdióse en lo de la guerra algún tiempo, porque el infante
don Juan, don Juan, hijo de don Manuel, el de Lara y los señores que los seguían, tor-
naron á sus inñdencias y parciaUdades ; mas terció al cabo en las contiendas la reina
doña María, y todo lo allanaron su grande entendimiento y su prudencia. Así fiíé que
obtenidos nuevos recursos en las Cortes que se hicieron en Valladolid , y allegando gente
de todas partes , salió la hueste para Andalucía , mandada por el infante don Pedro , á
quien seguían ademas gran número de caballeros con las Ordenes militares.
Fué la primera diligencia poner sitio á Alcaudete , villa fronteriza y fuerte del reino
de Granada. Principiaba el mes de junio avivaban ya ; los calores , y de tal modo enarde-
curadores de las villas de Caslrourdiales, que ha- lajara, confirmó en 22 de enero de 1505, año
bian concurrido á las Cortes de Madrid , en las deceno de su reinado, la merced concedida por su
cuales se hallaba el rey con la reina doña Cons- padre en 29 de julio de 1288, á ruego de Gil
tanza su muger, y con infantes, prelados , ricos Sánchez de Requena , escribano de su cámara y
iionibres, caballeros y hombres buenos de sus clérigo de la Capilla Real. Acosta cita este docu-
reinos , confirmó á los de aquel pueblo la exención mentó, y dice haberlo visto en el archivo del mo-
de portazgo y peaje de sus mercaderías en todo el nasterio cislerciense de Matallana» (Las mismas
reino, que les habia concedido su padre en 11 de notas , pág. 137).
octubre de 1285» (Acosta, Ayuntamientos). 2 Quintana, Grandeza de Madrid, fól. 378.
1 «El rey en Madrid, de paso para Guada-
T0.M0 I. / 40
282 HISTORIA DE MADRID.
cianlos ánimos que se dieron repetidos asaltos á la plaza, bien que todos inútiles, por-
que aun estaban muy enteros los enemigos. Por julio salió también don Fernando para el
ejército, y desde Córdoba se encaminó á Mártos: supo que allí se hallaban dos herma-
asesinado alevosamente en Falencia , al salir una noche del palacio donde el rey es-
taba. Hablan ido para responder al reto que sin duda les hicieron los parientes de la
víctima sobre este caso; y por no haber cumplido con las leyes del desafío, ó por otro
motivo, los condenó el rey á ser arrojados de un castillo ó peñón, que debia cobrar
caballeros respecto del crimen que se les imputaba: lejos de ablandarse el rey hasta
Díceseque al morir, citaron al rey los caballeros ante el tribunal divino, emplazándole
para que en el término de treinta dias compareciese á dar cuenta de su injusticia. Don
Fernando , visitado que hubo su ejército , tornóse á Jaén , sintiendo á la vuelta que se iba
Rindióse al fin Alcaudete en 5 de setiembre , nueva que recibió don Fernando con
denado de otra suerte , y dos dias después , habiéndose recogido á descansar , alzados
los manteles, no volvió á levantarse de aquel lecho. Halláronle muerto sus criados; y
aquel dia el plazo fatal que le señalaron los Carvajales, es lo cierto que fué designado
que merezca esta calificación. Los contemporáneos no hacen mérito de semejante empla-
zamiento, ni entonces se averiguó que fuesen otros los culpables: la defensa de los her-
la grave dolencia que poco antes habia padecido , y con lo intercadente que andaba su
salud de las resultas : á morir después , tampoco habría faltado arbitrio para acomodar el
plazo al llamamiento ,
pues nada es más fácil que forjar presagios á posteriori. Recuér-
dese, por último, que también en la causa de los templarios hubo su emplazamiento,
y
PRIMERA PARTE, CAP. VI. 28.'i
110 podrá menos de parecemos süS[)ccliosa la reproducción de aquel prodigio. Por lo de-
más , la pena de muerte impuesta á los Carvajales , si fueron realmente los homicidas de
disposiciones ^ : pudo ser cruel, pero no injusta; pudo excitar la piedad, mas no la
1 En las Corles de Medina del Campo del año ninguna que ninguno non diga que ha derecho de
1303 se decretó lo siguienlc : « Otrossi á lo que lo fazer, sinon qualquier que lo ficiere que lo ma-
nos pidieron que qiiando viniesseii á la nuestra ca- ten por ello». Y finalmente en las de Valladolid
sa ,
que fuesscn seguros ellos e lo que troxiessen de 1312: «Otrosi, tengo por bien e mando que nin-
de venida , e de morada e de yda desde que sa- guno non sea osado de matar, nin ferir , nin des-
lliessen de sus casas fala que y lornassen , e que honrar á otro en la mi corte , nin á cinco leguas
fiziéssemos ordenamiento sobrello : tenemos por onde yo fuer, por homecillo, nin per otra ene-
bien e mandamos que qualquier ó qualesquier que mistad ninguna que haya con él, nin por otra ra-
contra oslo passaron o lo fizieren , matando o fi- zón ninguna; e qualquier que lo ficiere, que mue-
riendo ó en otra manera qualquier, que muera ra por ende e pierda lo que ovier. E otorgo de
don , nin cobre , nin ayan los sus bienes él nin ciones que nuestro docto amigo y compañero, el
los sus herederos». Y en las Cortes de Burgos señor don Antonio Benavides puso á la Crónica
de 1308: «Otrossi, tengo por bien e mando que de don Fernando el IV, hallarán los lectores tra-
ninguno non mate ni fiera en la villa ni en logar tada con gran copia de dalos y profundo criterio
do yo estoviere , nin á cinco leguas en derrededor, esta cuestión interesante , rechazando y dando por
nin á desafiado, nin a enemigo , nin por otra razón apócrifo el emplazamiento de dicho monarca.
t'ORTF. IM'MAIUUl)
mSTOlUA IIKI.WIU.AY
CAPITULO Vil
Turbulenta minoridad de Alfonso XI. — Loa tutores y reina doña María. — Confirmación de
la privilegios de los
la clerecía —Muerte de don Juan Nuñez y de infantes don Pedro y don Juan. — D Juan Manuel,
de IVIadrid. ,
los
tutor de Madrid. — Muerte de doña María. — Mayoridad de Alfonso XI. — Muere en Madrid infante don Felipe. el
—Casamiento del rey con doña María de Portugal. —Cortes de Madrid. — Privilegio restituyendo Villa lugar á la el
de Pinto. — Alianza ajustada en Madrid entre rey y don Juan, hijo del infante don Manuel. — Privilegio atribuido á
el
tablece don Alfonseen Madrid fuero de el —Privilegio concedido ala Villa con motivo. —Nuevas Cor-
las leyes. este
ticiade otras Cortes celebradas en Madrid. — Conquista de Algeciras. — Señálase también en esta empresa Concejo el
de Villa. — Primeros regidores deMadrid. — El Real de Manzanares concedido á doñaLeonor de Guzman — Gran
la se-
quía en Madrid. — Rogativas públicas. — Residencia del rey en Madrid — de Gibraltar. — Muerte de don Alfonso.
Sitio
sus coetáneos y ejemplo de los siglos venideros. Caliente estaba aun el cadáver de Fer-
La inicial que encabez» este capítulo está tomada de un precioso códice de principios del siglo XIV.
286 HISTORIA DE MADRID.
balde Iiabia aspirado desde la muerte de Sancho IV, apresurábase el infante don Pe-
dro á levantar por rey de Castilla al niño don Alfonso, á quien debia señalar la his-
toria con el nombre de Justiciero. Escasos trece meses contaba el nuevo rey; y di-
cho se está con esto cuan grande era el conflicto de la nación entera , expuesta de nue-
vo á las bastardas ambiciones de aquella nobleza, « amaestrada en continuas lides, due-
ña del terruño, pujante por sus riquezas, estimada por su valor, ensalzada por sus proe-
zas ,
con la razón en la punta de su lanza , y necesaria si el infiel habia de surcar ya de
retirada el Mediterráneo , rival de los reyes y opresora de los pueblos» K Renacían des-
dichadamente los calamitosos tiempos de la minoridad de Fernando IV: cuantos juzga-
ban tener el más lejano derecho , aspiraban resueltos á la tutela del rey, atentos más á
sus medros que al bienestar de los pueblos. Don Juan, cuyas proezas conocen ya los lec-
tores , el poderoso infante don Felipe , el no menos temible don Juan, hijo del infante don
Manuel , y el opulento magnate don Juan Nuñez de Lara, temerosos de que lograra don
Pedro la supremacía que tuvo ya por segura, declaráronse al par pretensores, buscando
todos arrimo y protección para sus ambiciosos proyectos en las reinas viudas , doña Ma-
ría de Molina y doña Constanza , abuela y madre del rey niño.
No era posible largo disimulo en tan contrarias asph'aciones; y en breve salieron á luz
los ocultos manejos de tantos rivales , llegando su encono á punto de encender la guerra
una vez apagar entre sus manos la tea incendiaria , invocando el auxilio de las Cortes
del reino, apelaba de nuevo á su fallo, para que mirando sólo al bien comunal , confia-
sen la tutela del rey al más digno ; resolución salvadora en circunstancias menos difíci-
les, insuficiente ahora para conjurar los males que amenazaban. Vencidos por la nece-
sidad de que hicieron virtud , acudieron sin embargo los pretensores á Patencia , donde
debían tenerse las Cortes; pero resueltos á no cejar en sus demandas , y más en son de
los que iban de guerra que con el pacífico y sencillo aparato de los que eran llamados
á consejo.
tes iba ya tomada , y no fué poco sí el respeto debido á la nación representada en Fa-
lencia, les movió á recibir compañeros, dividiendo la tutela del rey y el gobierno del
Estado entre el infante don Pedro, la reina doña María, el infante don Juan y la reina
doña Constanza. Pero bien pronto deshizo la muerte de la última reina semejante ave-
nencia, poco estable de suyo ; con lo cual tomóse nuevo acuerdo, quedando con la guar-
da y crianza de don Alfonso , doña María su abuela , con el cuidado del reino el Conse-
i El vacilado don Antonio Bcnavides: Inlro- Castilla, publicadas por la Hcai Academia de la
jo Real y con el gobierno de las ciudades que los eligiesen , como tutores , cada uno de
los infontes ó magnates que rodeaban al rey y que formaron dicho Supremo Consejo. En
tal manera parecian aquietarse los ánimos; y firmada cu Palazuelos aquella especie de
concordia, lograba dofia María ver á su lado al tierno príncipe, guardado hasta entonces
por el obispo y los leales caballeros de Ávila, consagrándose con aquella heroica abnega-
ción que habia ya resplandecido durante los primeros años de Fernando IV, á la educa-
ción, y enseñanza del regio huérfano. Que estos desvelos no hablan de ser estériles, lo .
demuestran los anales de Castilla y con ellos el glorioso reinado de Alfonso el último.
acto soberano, tal vez el primero que en nombre de Alfonso XI se ejerce, referente á la
Villa de Madrid , cuya historia trazamos. Tal era la confirmación del privilegio otorgado
á la clerecía por don Alfonso el Sabio en 1275 asegurándose que fué expedida en Pala-
,
ploma en que figura el nombre de Alfonso XI no , seria circunstancia del todo desprecia-
ble , aunque parezca fortuita , el que empezara á restablecer por Madrid los privilegios
concedidos por el rey Sabio el mismo príncipe, á quien reservaba la Providencia la alta
reino , y no se hablan terminado , cuando por fortuna de Castilla pasaba de esta vida don
Juan Nuñez de Lara, mayordomo del rey y uno' de los magnates que traían de antiguo el
reyno en continua zozobra. Y no fué este el único acontecimiento de buen agüero para la
paz del combatido Estado : ya fuese por acrecentar su partido, ganando el aura popular,
inclinada siempre á favorecer toda empresa contra la morisma, ya por emular ú oscure-
cer las hazañas de sus competidores ,
ya en fin ,
porque cediesen realmente al Impulso del
patriotismo, hablan verificado los infantes don Pedro y don Juan una entrada en el reino
granadino, no sin contar con el beneplácito de la reina doña María, quien vela también
con verdadero entusiasmo cuanto se encaminaba á destruir en España el Imperio maho-
1 Cita este privilegia el diligente don Agus- pió rey, también confirmativo del de 1275, al
tin Azcona en su Historia de Madrid, cap. Vil, cabildo eclesiástico de Madrid, con fecha en Búr-
l)iig.- 141 , con estas palabras: »En 1514, año en gos á siete de setiembre del año 1313». Azcona
que se celebraron Cortes en Burgos, asistiendo el padeció error en las fechas ,
pues las Cortes de
rey niño y la reyna doña María, confirmó don Burgos se celebraron en loloy no en 1514, como
Alfonso XI en Palazuelos á 2 de agosto el privi- supone. La autenticidad de estos privilegios no se
legio que habia obtenido la clerecia de Madrid halla sin embargo- comprobada, por más que los
en 1275. Asi lo encuentro en algunos autores, ha- veamos también citados por Quintana (lib. I. fó-
metano. Hasta el centro de la Vega de Granada llegaron las huestes que guiaban los In-
drones sarracenos ,
que mandaba el osado Ismail y acometidos rudamente por todas par-
,
tes, veian los confiados príncipes degollados sus más valerosos guerreros, cayendo en
Castilla sabia con dolor profundo el desastre de sus hijos, y lloraba tal vez la catástrofe
de los infantes : la combatida monarquía quedaba sin embargo libre de aquellos incansa-
ni era todavía llegado el momento en que cesaran los escándalos que afligían á Castilla.
aquel calamitoso período , el acuerdo de las Cortes , alzábanse á sobre hora y de re-
bato nuevos pretendientes á la regia tutela. El infante don Felipe, don Juan, hijo del in-
fante don Manuel, don Juan el Tuerto , hijo del infante don Juan de Castilla , y don Feí-
nando La Cerda ,
parcial y devoto de este mal aconsejado magnate , sin recatar sus
Más activo é inteligente que ninguno de sus competidores lanzóse en aquella , inusi-
tada lid don Juan , hijo del infante don Manuel, con tanta osadía como buen éxito , lo-
grando en breve poner á su devoción gran parte de las Castillas , en que tenia pingües
heredades: tomáronle por tutor todos los pueblos del obispado de Cuenca , y recibido con
igual nombre por la Villa de Madrid , dirigióse con la misma presteza á Cuéllar y pasó
de allí á Sepúlveda , donde , según la expresión de la crónica , « ficieron eso mesmo ^
»
Juan Manuel , cuyas artes eran de todos conocidas , y aun así lo han asentado casi to-
dos los historiadores. Una circunstancia en que fio se ha reparado todavía, pone sin
embargo á cubierto la lealtad de los madrileños y revela el prestigio que aun en medio
de los disturbios y conturbaciones había logrado conservar la madre de Fernando IV.
1 Crónica del rey don Alfonso , cap. 18. «El á Madrid , el ficieron eso mesmo; el dende veno á
Inego fabló con los del obispado de Cuenca , el Cuéllar el áSepúlvoga, e! ficieron eso mesmo...»
lomáronlo por lulor con ¡a reina: el dende veno
PRIMERA PARTE, CAP. Vil. 289
vivamente á su hijo; pero le recibia con la reina, conforme nos expresan las palabras
textuales de la Crónica, mostrando de este modo que si se doblaba al peso de las cir-
cunstancias ,
para evitar mayores males , no olvidaba lo que debia á sus reyes , reco-
Consecuente sin embargo ala fé jurada, envió el Concejo de Madrid importante re-
fuerzo á la hueste de don Juan Manuel ,
quien procuraba allanar á su partido otras prin-
cipales villas y ciudades de Castilla : Ávila tomaba asimismo su bandera , si bien pare-
cia un momento amagarle con la resistencia, dando entrada en su recinto al infante don
Felipe ,
que empeñado también en el j.uego ,
pretendía librar sus ambiciones á la suerte
de las armas. Con escaso golpe de caballeros y corta mesnada de peones llegó al cabo
don Felipe á vista de aquella ciudad, donde se guarecía ya su competidor, más diligente
ó afortunado. Salió don Juan Manuel al frente de los hombres de armas de los concejos,
mado á la pelea repetidamente por don Felipe , y aun desafiado por él á lid soltera,
negóse á entrambas provocaciones , contento con defender la ciudad desde las posicio-
Pero no fueron estos los últimos escándalos en que se vio mezclada la Villa de Ma-
drid, merced al juramento que habla prestado, al recibir como tutor al nieto de San Fer-
nando : á tal punto llegaba la discordia de Castilla y tal era la mala disposición de don
medios de avenencia, que noticioso el Sumo Pontífice de los estragos producidos, y del
peligro en que la ambición de aquel procer habia puesto la frontera de Córdoba, resolvía-
se á enviar á España un legado especial, para que aquietando los ánimos, los llamase al
camino de la paz , recordándoles sus deberes. Con verdadera alegría recibió la reina al
cardenal de Santa Sabina, acordando, por su consejo, reunir luego Cortes en Palencia,
y convocar á ellas al infante don Felipe y á don Juan , hijo del infante don Manuel, con
lodos los brazos del reino. En Madrid recibia don Juan las cartas del cardenal y de la
y del reino de Toledo , celebraba cierta manera de Cortes con los procuradores de las vi-
llas y ciudades de la tutoría. Habíales pedido don Juan hasta siete servicios y medio,
tal era la disposición y estado de las cosas que aquellos mismos procuradores, prontos á
escatimar en toda ocasión los servicios demandados por los reyes, no vacilaron en con-
privileg^ios ^ Don Juan Manuel respondía al cardenal que terminadas las Juntas de Ma-
cuna, ni atendía á la salud del Estado, como era ya justo, tras tantas demasías y calami-
dades -.
ya á celebrarse las Cortes de Falencia , en que esperaba poner enmienda , ayudada del
cardenal legado , á tantos males y escándalos , asaltóle mortal dolencia ,
que postrándola
en Valladolid , la conducía en breve al sepulcro. Llevando su maternal previsión más allá
1 Una de las causas que solían mover á los nantes , y sí muy naturales, estas frases en el len-
municipios á favor de los lulores, fué la facilidad guaje cancilleresco. La Crónica, narrando el he-
que estos mostraron en despojarse de los derechos cho principal, á que nos referimos, dice: «don
de la corona : los moradores de Córdoba ,
por Johan, fijo del infante don Manuel, que fia en Ma-
ejemplo, ofrecieron á don Juan Manuel la lutoria drit con los procuradores de algunos de los conce-
con tal que les otorgase el nombramiento de sus jos de la Extremadura etdel regno de Toledo,...
alcaldes y alguacil ,
que les habia negado la rei- pidió algo a esos concejos , et mandáronle que le
na; y el hijo del infante don Manuel no tuvo darian siete servicios, et medio, en esta manera:
escrúpulo en desmembrar el poder de la corona que el que oviesse valía de mili maravedís ,
que
dando á los de Córdoba «sus cartas del sello del pechasse sesenta maravedís , et dende ayuso h su
rey quél ficiera en su nombre» {Crón. cil. capí- cuento , el non fuese el pechero menor de ocho
tulo XXVII). Lo mismo sucedió en estas Cortes que maravedís» {Crón. cap. XXX).
hizo en Madrid á los «exlremadanos et del regno 2 Como decimos á continuación, fué la muer-
de Toledo» ; explicándose únicamente de este mo- te de doña María magnifico pretexto para que pro-
do las palabras que leemos en un privilegio, otor- siguiesen los tutores en sus demasías y exaccio-
gado en 1527 por el rey don Alfonso; hablando nes: don Juan, próximo ya á tomar las riendas del
de la jurisdicción de Madrid , mandaba el expre- Estado de don Alfonso, reunió lodos los concejos
sado principe que «se guardase y non en otra ma- de su tutoría «et pidióles que le diesen cinco ser-
nera (dice) que como yo ordené en el quaderno vicios ; el dixo que bien sabían que después que
que di á los de Madrit en las Corles que fize en el rey fuese de edat ,
que seria fasta muy poco
ella» (.\rchivo del Ayuntamiento, secc. II , lega- tiempo, que después non gelos darian» {Crónica,
jo 304, núni. 46). Don Alfonso no habia celebra- cap XXXIV). Madrid contribuía, como las demá,.
do hasta 1327. Corles algunas en la Villa; pero ciudades, á satisfacer la codicia del procer, mere-
como los tutores usaban la autoridad real en su cido castigo de la facilidad con que lo habia reci-
nombre y con su sello y armas , no son repug- bido por lulor.
'
PIUMERA PAIíTE, CAP. Vil. 291
Iluérfano aim el reino de Castilla, entref^ado en los cuatro años que trascurrieron desde
ia muerte de doña María (1321) hasta que don Alfonso cumplió los catorce (1325), edad
legal para ejercer por sí mismo el poder, á la más horrible anarquía, cuadro descrito
No pudo ocultarse a don Alfonso, aun en su corta edad, la urgencia de poner coto
y total enmienda á tantos males: que á veces el infortunio y el malestar avivan la inte-
ligencia y llevan á madura sazón , antes del tiempo natural , los espíritus contrariados
desde la cuna. Congregando las Cortes del reino en Valladolid , declaróse en ellas mayor
de edad á presencia de los revoltosos tutores don Felipe don Juan Manuel y don Juan,
,
el
Tuerto, y consideróse desde aquel dia como único gobernador de sus Estados, no sin la
dades, deseosos los unos de ver humillados á los ambiciosos y turbulentos infantes, anhe-
lando los otros el descanso y término de tantas desventuras. No escasearon los procura-
dores los servicios que solicitó don Alfonso, como para significar la complacencia con que
se le veía subir al trono y la esperanza que inspiraba para lo porvenir á la nación en-
1 No creemos fuera de propósito trasladar el no non se facia justicia con derecho ; et llegaron
siguiente pasaje ,
para completo conocimiento de la tierra á tal estado ,
que non osaban andar los
aquel período de nuestra liistoria , en que vamos ornes por los caminos, sínon armados et muchos en
;'i ver en breve jugar ;i Madrid papel imporlanli- una compaña, porque se podiesen defender de los
simo. «Todos los ricos liomcs (dice) et los ca- robadores. El los logares que non eran cercados,
balleros vivian de robos et de tomas que facian non moraba nenguno ; el en los logares que eran
en la tierra , et los tutores conscntiangelo por los cercados, manteníanse los más dellos de los robos
aver cada uno de ellos en su ayuda. Et cuando et furtos que facían , et en esso lambien avenían
algunos de los ricos-liomes el caballeros se par- muchos de las villas , et de los que eran labrado-
lian de la amistad de alguno de los tutores, aquel res, como los fijosdalgo: el tanto era el mal que
de quien se parlian, destroiale todos los logares et se facia en la lierra, que aunque fallasen los ornes
los vasallos que avía , deciendo que lo facia á vez muertos por los caminos , non lo avian por en-
de justicia, por el mal que feciera en quanlo con traño. Nin otrosí avian por estraño los furtos, et
estaban con la su amistad. Olrosi todos los de las villas nin en los caminos. El demás desto los tuto-
villas cada unos en sus logares eran partidos en res, echaban muchos pechos desaforados, et ser-
vandas , tan bien los que avian tutores, como los vicios en la tierra de cada año, el por estas ra-
que los non avian tomado. Et en las villas que zones veno gran herraamíenlo en las villas del
avian tutores, los que más podían, apremiaban á regno , et en muchos otros logares de los ricos-
los otros, tanto porque avian á catar manera cómo omes el de los caballeros. Et cuando el Rey ovo
saliesen del poder de aquel tutor, el tomasen otro, á salir de la luloria, falló el regno muy despobla-
porque fuesen desfechos et deslroidos sus contra- do, el muchos logares yermos: ca con estas ma-
rios. El algunas villas que non tomaron tutores, neras muchas de las gentes del regno desampara-
los que avian el poder tomaban las rentas del Rey, ban heredades et los logares en que vivian , el
el apremiaban los que poco podían, el echaban pe- fueron á poblar á regnos de Aragón et de Porto-
chos desaforados. . . Et en nenguna parte del reg- gal (Crún. de don Alfonso .17, cap. XL).
292 •
HISTORIA DE MADRID.
lera. Hasta los infontes, ya cedieiulo ú la fuerza de las circunstancias, ya por hacer úl-
tima ostentación de un derecho y de un poder que sólo hablan sustentado por la fuerza,
Príncipe de grandes prendas era en verdad don Alfonso ; y apenas empuñado el ce-
tro de sus mayores, mostró ya á los revoltosos y mal contentos de oficio, que hablan pa-
sado por fortuna los dias en que era fácil toda insurrección y cumplidero todo medio de me-
drar á costa del bien público y con mengua de la corona. Con pedir estrecha cuenta de
su administración al arzobispo de Toledo canciller , mayor del reino , despojándole de este
escarmiento , cuyo efecto fué tanto más profundo cuanto menos se guardaron en la muerte
del procer las formas de la ley , enseñaba don Alfonso al alto clero , mezclado más de
lión ,
que estaban obligados grandes y pequeños á respetarle y temerle porque á todos ,
Libre el joven monarca, con la muerte de don Juan, de uno de los más activos ele-
suya y de Castilla , otros dos no menos temibles enemigos del común reposo, en el infante
don Felipe y en don Juan, hijo del infante Manuel; pero la Providencia, que parecía
volver sus piadosas miradas á Castilla , ali\ióle en breve del peso del primero y pre- ,
paró, con dejarle solo y aislado, la reducción del segundo, cuya vejez debia por otra
á la tutoría de don Juan Manuel , bien que invocando el nombre de la reina doña María,
fué el lugar elegido por don Felipe para su residencia, tras el ejecutorio castigo que
en don Juan, el Tuerto, acababa de hacer don Alfonso; y meditaba acaso el mal seguro
infante en apoderarse del castillo para guarecerse de las iras de su legítimo soberano,
Madrid que iba á cobrar no pequeña importancia durante el reinado de don Alfonso,
bir señaladas pruebas del aprecio que á su soberano merecía y de la confianza que le
inspiraban los miembros del Concejo. No bien apagada la tea de la discordia, y no ter-
1 Crónica del rey don Alfonso XI, capilu- poniendo esta muerte en 1324, fecha que coa tr-
io XXXUI; Gil González Dávila ,
Teatro délas ror corrige, diciendo que el infante aun vi\ia
Grandezas de Madrid, pdg.\o8;i\zcom,iúg. 141 en 1350; Lafuenle, Jlist. general, loni. VI, pá-
minado el año de 1327, en que murió el inquieto don Felipe, concedía en efecto á Ma-
drid importante privilegio, en que le otorgaba que todos los pleitos suscitados entre sus
vecinos fuesen oídos y librados por los alcaldes de la Villa, sin que él «ni sus alcaldes
(dice) non conoscamos de ninguno destos pley tos , salvo por apelación » . Despertadas d^
'uevo las pretensiones sobre el Real de Manzanares, que parecian haberse resucitado al
vialor de las tutorías y bajo las alas de don Juan Manuel, enemigo de los segovianos, que
'
no hablan recibido su tutela, atendía don Alfonso también á evitar el rompimiento entre
ambos Concejos; y para no aumentar con nuevo privilegio el ya excesivo número de las
concesiones hechas por sus predecesores, ora en pro ora en contra de la Villa, llamó ajui-
cio á los representantes de uno y otro bando, y les previno, como juez imparcial y recto,
«que non usassen de dicho Real en ninguna manera, fasta que yo oiga (anadia) este pleyto
• entre vos e ellos, e lo libre, como fallare por derecho é la mi merced fuere» ; sabia dis-
posición en que imitaba á su bisabuelo don Alfonso , bien que no pueda hoy asegurarse
que se llevó á efecto, ni evitó por desdicha que el codiciado Real fuese, andando el tiem-
ciendo de poder suficiente para luchar con los altivos magnates , ú obedeciendo á miras
menos elevadas desmembraban , los reyes de Castilla á cada paso los dominios y propie-
nando , los pechos de dicho pueblo correspondían á Gonzalo Ruiz de Toledo , el cual los
tenia cedidos á su yerno Lope de Velasco. Atribuyéndose más derechos de los compren-
didos en la concesión , sin reparar en que «seyendo la Justicia (decia el rey) dende mia
correspondían ,
ponia alcaldes y alguaciles por sí ; abusos que movieron á los de Madrid
á pedir remedio para los males que tal proceder les ocasionaba. Demanda tan justa halló
justicia nin de la jurisdicción de la dicha Torrejon de aqui adelante, nin pusiesse por si
ciones.
cia, exterminando los abusos donde quiera que existiesen, como la poderosa familia de los
Velasco y toda su gente , se negasen á acudir á los llamamientos que los jueces de Ma-
drid les hacían ,
para corregir sus desafueros , apellidándose vecinos de Toledo , dispuso
294 HISTORIA DE MADRID.
que cumpliesen con el fuero y compareciesen ante los alcaldes de Madrid , sin alegar in-
motivadas excusas. Algunas tierras y heredamientos del Concejo hablan sido sepa-
radas de la masa común por reales privilegios, en favor de afortunados, vasallos con
lo que resultaba menoscabo en las rentas y disturbios entre los poseedores y los ofi-
ciales del Concejo; y con razón confiaron los madrileños en que al presentar á don Alfon-
so los títulos que legitimaban la propiedad de sus términos, concedidos por don Sancho
y don Fernando, habian de obtener cumplida justicia; pues otorgándoles el rey tan justa
respeto á la propiedad este gran rey que añadió no tuviesen valor alguno cualesquiera
ria '. De este modo y desde los primeros años de su mayoridad, justificaba don Alfon-
I El nolable privilegio, donde se conüenen to- por mandado de los tutores pasados, e que por
das estas disposiciones, y de que tiasta atiera no se esta razón acahescen entre vos e ellos rauerles e
habia dado noticia por ningún historiador de Ma- prendas, por qué se aslraga el termino de y de
drid , es el cilado arriba y consérvase en el archi- Madrid e de Segouia , e me pedistes por merced
vo de la Villa, secc. 2.", legajo 504 núin. 46 como que les sea lirada la dicha tenencia, segunt que la
va indicado. Esláconcebidoenlos lérminos siguien- tiraron los otros reyes , onde yo vengo, e la tome
tes: Don Alfonso por la gra. de Dios etc. Al Con- en mi e vos oyga con ellos sobre la propiedad el
cejo de Madrid, de Villa e de Aldeas salud e gra. que vos mande dar mis cartas de emplazamientos
Biensabedes en cómo el otro dia, quando yo fuy en para ellos sobre esta razón , tengolo por bien e
Madrid, me distes vuestras peticiones e por que yo otórgovoslo : é mando e defiendo a vos é a los de
yva para Toledo non las pude yo estonce librar: Segovia que non usedes de dicho Real en ninguna
et agora cmbiasles á mi á Diego Ferrandez, fijo de manera fasta que yo oiga este pleyto entre uos e
Goncalo Ferrandez é Alfonso Fierro, fijo de Alfonso ellos e libre como fallare por derecho e la mi mer-
Fierro, vuestros mandaderos; et pidiéronme mer- ced fuere. Et otrosí a lo que me pedistes en rra-
ced que les oyese e los mandase librar, como to- zon de Torrejon de Sabastian Domingo, vuestra al-
uiese por bien e la mi merced fuese. E á lo que me dea, (juel Rey don Sancho mi agüelo y el Rey don
pedistes qiie todos los pleylos de Madrid e su tér- Ferrando mió Padre que Dios perdone, dio los pe-
mino que primeramente fuesen oydos e librados chos e los derechos ende a Goncalo Ruiz de Toledo
por los Alcalldes de y de Madrid por vuestro fuero, e el diólos á Lope de Belasco, su yerno, e que este
e que yo nin los mios Alcalldes ,
que non conosca- Lope de Belasco que vos toma la justicia dende e
mos de ninguno deslos pleylos , saluo por apela- todos los otros derechos de la vuestra Juridicion,
ción, léngolo por bien e otórgovoslo, saluo los que y avedes et tiene Alcalldes, e Alguazil por .si,
pleylos que los Alcalldes dende no pueden conos- seyendo la justicia dende mia e juridicion de .Ma-
cer de los (¡ue son mios de librar. E olrosi á lo drid, é que toma los fechos de la dicha Torrejon
que me pedistes en rrason del Real de Mancana- por si, non por mano de los cojedores de y de Ma-
res que diz que es Tuestro término por preuillejos drid e por esto que avedes recebido é recebides,
,
é cartas del Emperador é de los Reys onde yo muy grandes dannos e se yerma la mi tierra ; e
Tranquilo alg-uii tanto respecto del interior de sus Estados , y acariciando en su mente
la realización de las altas empresas , una y otra vez malogradas por las discordias ci-
viles, comenzaba también don Alíbnso á pensar en la í^uerra de Granada, cuando el rey
de Portugal Alfonso IV le oíVeeió cti matrimonio á su hija doña María : no vaciló el nieto
de doña María la Grande en aceptar esta alianza, que tan bien cuadraba á sus proyectos
matrimonio concertado y aun celebrado por el rey con doña Constanza, hija de don Juan
Manuel ;
pero alegando ahora el pretexto de que había contraído aquel empeño en su mi-
noridad y forzado por las terribles circunstancias de las tutorías , y la razón , un tanto
valedera, de que no habia llegado á consumarse , dio por no hecho el matrimonio con
doña Constanza, y menospreciando á su padre don Juan Manuel, celebró sus desposorios
con la infanta de Portugal (1328) ,
quedando así unidos en amistad y parentesco los dos
reyes.
dicion de la dicha Torrejon que la ayades vos, se- quieren fazer, porque dizen que son vezinos de To-
gund siempre laovistes, porque podades usar della ledo, é que sea la mi merced que mande á los di.
como de vuestro término, léngolo por bien e otór- chos Martin Sánchez e Lope de Beiasco por tales
govoslo. E mando é defiendo á dicho Lope Beiasco cosas como estas que han fecho ellos e los sus
que non use de la justicia, nin de hi juridicion de omes, ó feziesen , de aciui adelante en Madrid ó
debe aver por las mercedes que le fezleron los léngolo por bien é olórgovoslo ; é mando por esta
tome por mano de los cojedores de y de Madrid, Beiasco, que lo fagan asy. E otrosí , a lo que me
el Martin Sanches de Beiasco en Baraxa, vra. al- pedistes que el iley don Sancho, mi agüelo, y el Rey
dea, e non en otra manera, como lo yo ordené en don Ferrando mió padre, e yo, dimos á algunos
el quaderno que di a los de Madrid en las Cortes omes heredamientos de pan leuar en las cannadas,
que fize en ella : é mando e defiendo a los mora- et en los exidos de vuestros términos, e esto que
mandado del dicho Lope de Beiasco nin de los que los Reyes onde yo vengo, é confirmadas de mi,
y pusiere; mas que vayan é que usen con los de que las cannadas, y los exidos de los vros. térmi-
y Madrid, segund que siempre usaron. Et otrosi a nos que son de vos el Concejo , e que fuese la mi
lo que me pedistes que Martin Sánchez de Beiasco merced, que reuocase todas estas dichas donacio-
e Lope de Beiasco han heredamientos é casas po- nes, pues eran contra los preuillejos e cartas, que
bladas en vuestro término é toman a algunos de vos avedes de los Reyes onde yo vengo , é confir-
vuestros vecinos, sin derecho, casase hereda- madas de mi; e porque los dichos vuestros manda-
mientos é vinnas e ganados e otras cosas, é por deros, me mostraron carta del Rey don Ferrando,
tales cosas como estas non quieren líicer derecho mió padre, que Dios perdone, seellada con su see-
y en Madrid, maguer son emplazados por los jue- llo de plomo en que se contiene , que uiera cartas
,
zes dende por muchas vezes, alli do fazen los di- del Rey don Sancho mi agüelo ,
que era asy ,
que
chos agrauios et en algo, a que vengan coniplir de las cannadas , é los exidos de vro. término, que
derecho antellos sobre las dichas cosas que lo non son vros., léngolo por bien , et olórgovoslo; é man-
—
No escaseó don Alfonso, cual muestras de agasajo y de alegría, los dones y presen-
tes de novio, contándose entre los bienes dados en arras algunas villas y lugares de
importancia. Fuélo también la ciudad de Guadalajara, que según afirman repetidamente
Santo Domingo el Real de Madrid, en virtud de donación hecha por doña Berenguela,
Receloso don Alfonso nuevamente de don Juan , hijo del infante don Manuel , medi-
taba en prevenir los efectos de su venganza, que tenia por segura, al considerarle
más que nunca irritado por el desaire hecho á su hija doña Constanza, desgraciada don-
cella, que sin gozar de los derechos de esposa ni de la raagestad de reina, vióse pri-
apartar al rey de Aragón de la amistad y alianza que tenia pactada con don Juan Manuel;
y con este propósito movióle tratos secretos que dieron al cabo por resultado el enlace de
su hermana la infanta doña Leonor con el mismo Alfonso IV. Obligado así el aragonés
y falto ya del apoyo que una y otra vez le habia alentado, sometíase don Juan Manuel
á su legítimo soberano ,
quien tenida en cuenta la calidad y el mérito de aquel docto mag.
nate, y aspirando á traerle del todo á su devoción, sacaba del castillo de Toro á su hija
doña Constanza y le restituía todos sus Estados y señoríos , no sin añadir gruesa suma de
dinero.
do e defiendo á los que fueron fechas las dichas plomo. Dada en Madrid veinte dias de Abril, Era
donaciones, que non vsen dellas d'aqui adelante, de mili é trescientos é sesenta é cinco. E yo Joan
salvo la casa que yo di á Ferrando Rodríguez, mió Gutiérrez la fiz escreuir, por mandado del Rey.
camarero, que tengo por bien de la retener en 1 Véase lo que indicamos en el cap. V pági-
mí, e fazer della lo que quisiere la mi merced. na 258 y en Quintana , pág. 36o; Gil González Dá-
Et sobre esto mando e defiendo que ninguno non vila, pág. 278; Azcona, pág. 142. Los dos últi-
sea osado de yr nin pasar contra esto, que yo man- mos añaden que esta Infanta tiene su entierro en
do , nin contra parte dello, ca qualquier que lo el mismo convento de Santo Domingo el Real y
fizlese ,
pecharme Lia en pena mili mrs. de la bue- escriben á este propósito que «cuando la sacaron
na moneda , el a el el á lo que ouiese me tornarla de la sepultura donde estaba, para darle la que
por ello. lít tengo por bien e mando que sy carta ahora tiene, (hallaron el cuerpo entero y vestido
o cartas mías son salidas de la mi Chancillerla de una aijuba de brocado azul , y que el epitafio
fasta el dia de oy ,
que esta carta fecha es , con- de su sepultura dice: Aquí yace la muy alta y po-
tra estas cosas que dichas son, o contra algu- derosa SEiÑOnA LA INFANTA DOxSA BERENGUELA HIJA
ellas ninguna cosa , e si pena y oviere o emplaza- dor, no se ha de entender fuese hija suya, por-
miento ó emplacamientos algunos vos fueran fe- que no tuvo ninguna que se llamase Berenguela,
chos por esta razón , vos los quito. El deslo vos ni este convento se habia fundado entonces.» El
mandé dar esta mi caria, seellada con mi seellode epitafio ahule visiblemente al Rey Sabio.
PRIMERA PARTE, CAP. Vir. 297
Asegurada así la paz de Castilla, podia ya don Alfonso consagrarse de lleno á laljrar
la felicidad desús vasallos y proseguir la obra de la reconquista, que era según antes
de ahora indicamos , el más noble deseo de la nación entera y la más alta obligación de
sus reyes. Llevado de este doble propósito, convocaba las Cortes del reino en la Villa de
Madrid , no pareciendo sino que al darle la preferencia sobre las demás villas y ciudades,
para inaugurar aquella segunda era de su reinado , atendía á mostrarle también inequí-
voca confianza , borrando toda sombra de prevención que pudiera existir por la conducta
pasada, aun tenida en cuenta la salvedad del juramento, en la forma que va indicado
arriba. En Madrid se congregaban los tres brazos del reino (1329), y «llegado el rey
»á la Villa (dice su Crónica) et seyendo y untados con él los perlados, et ricos omes, et
«León, et del regno de Gallicia, et del regno de Sevilla, et del regnode Córdoba, et
»dei regno de Murcia , et del regno de Jaén, et del regno del Algarve et los de los con-
,
» dados de Molina é de Vizcaya que eran de la corona de los sus regnos, desque todos
• fueron yuntados, fabló con ellos, mostrándoles quantas maneras et razones fallara en el
»su regno, por que fasta en aquel tiempo no podiera tornar la tierra en justicia et asos-
•siego , asi como era la su voluntad de lo facer , é los de los regnos lo avien menester» '.
Convencido de que era el mejor medio de corregir ágenos abusos el empezar confe-
sando las faltas propias, y sabedor del general desabrimiento que habia producido la pri-
vanza del conde Alvar Nuñez de Osorio , no menos que de la grande influencia que el
» también que se sentía mucho del mal , et daño , et despechamiento que la tierra avía
• rescebido en el tiempo que andava en la su casa el conde Alvar Nuñez, é que él lo avia
«dado por traydor ; é que la su voluntad era de mantener los regnos en paz et en justicia
»é en assosiego , é que por el su cuerpo que quería trabaiar en el servicio de Dios, facien-
»do guerra á los moros. Et para esto (añadía) avie menester grandes quantias de mara-
» vedis, demás de las sus rentas, para dar á los ricos omes, et infanzones, etomes fijos-
«dalgo, et cavalleros cibdadanos que avrian de yr con él á aquella guerra. Et otrosí para
"armar la flota. Et como quiera que el Papa le avia otorgado de gracia que oviesse las
» tercias de las Eglesias de los sus Reynos et otrosí las décimas de las rentas de los clé-
«rígos del su señorío ;
porque la costa que él avía de facer en esto era tan grande, que
' non podía escusar de les demandar quel' diesen los servicios et las monedas en todos los
• regnos; é por esto que les rogaba que le otorgassen estos servicios et mandas, porque
»él tovíese aver para conquerir la tierra que le tenían forzada los moros , enemigos de la
i Crónica del rey don Alfonso XI, capitu- 2 Id., id., loco cilato.
lo LXXXIII.
Tomo I 42
298 HISTORIA DE MADRID,
De tal suerte y no con otro lenguaje nos revela el narrador coetáneo la presentación
sus naturales, que empezaron á juzgar realizadas desde aquel dia las altas esperanzas con-
cebidas en las Cortes de Valladolid, al verle empuñar el cetro de sus mayores, agrupán-
dose más y más alrededor del trono, para hacer cumplideras las empresas que el joven
monarca meditaba. Todos los que allí «eran ayuntados (prosigue la Crónica) tovieron á
Dios en mercet ,
porque este rey é señor avie tan grant talante de mantener los regnos
de lo propuesto por el rey y aprobado por las Cortes , tan deseosos estaban los pueblos de
hacer algo digno de las pasadas edades , y tanta era en ellos la sed de justicia que acu-
dían las gentes de todas partes á la Villa de Madrid ,
para contemplar de cerca y bende-
cir al príncipe que así colmaba sus legítimas esperanzas , subiendo á tal punto el respeto
que la fama de su justicia imponía que, según las palabras de la misma Crónica, «en
aquellas Cortes , et en aquel ayuntamiento, muchas gentes yacían de noche por las plazas,
todos los que traían las viandas á vender, é otrosí muchas viandas estaban sin guarda,
sinon solamente el temor de la justicia que el rey mandaba facer á los malfechores» ^.
Mentira parecía que en tan breve plazo y tras la terrible anarquía que había conturbado
á Castilla por tantos años, cobrara tal ascendiente la idea de la justicia y más aun que
el cuadro desconsolador y sangriento que presentaba la monarquía, al empuñar Alfonso,
niño de catorce años, el gobernable de la zozobrante nave del Estado, perdido su negro
próximos triunfos para las armas cristianas y había gozado antes que las demás villas y
ciudades del reino del espectáculo que ofrecía la justicia de Alfonso, afligióla también
riesgo de perder la vida. Grande fué también el dolor de toda Castilla que temió ver
penalidades; pero la Providencia, que tenia preparados al nieto de doña María de Moli-
ja que diera un dia cumplida cima á sus proyectos , colmando los deseos de sus vasallos.
Cortes de Madrid con los allí convocados, c dixules é rojeóles, c mandóles como amigos
Alcalá , vencido el poder africano y rescatada la cristiandad de los peligros que la ame-
nazaban.
Era la seguridad individual uno de los derechos que mayores intercadencias hablan
y aun de los oficiales del rey que debieran ser sus guardadores. Repetíanse las prisiones
arbitrarias con excesiva frecuencia , y en vano gemia el débil contra los desafueros , de
ninguna ley bastante á darle amparo. A este mal acudía don Alfonso en aquellas Cortes,
estableciendo «que los homes que prendiere [su alguacil] por mandado de los sus al-
calles... que los lleve luego ante los sus alcalles... ante que los meta en presión, é que
diga la razón por qué los prendió; et si los prendiese de noche en , tal manera que non los
pueda llevar ante los mis alcalles (añade), que otro dia en la mannana que los lleve luego
ante los mis alcalles.., para que se faga del preso lo que los mis alcalles mandaren» . Ur-
gía al mismo tiempo establecer sanos principios de moralidad en un reino , donde habla
imperado todo linaje de abusos; y Alfonso adoptaba al propósito sabias disposiciones, en-
derezadas todas á establecer la más estricta legaUdad en los actos públicos y en las re-
laciones de sus vasallos. Hé aquí en , efecto , algunas de estas leyes , nunca bastante-
mente elogiadas.
«Que las rentas de los mios derechos et de los mios almoxariffadgos de los mios rreg-
nos (decía el rey) que sse ffagan publicamiente é por pregones , assi coramo sse fazien
mi casa en público nin en ascondido, ca de otra guisa non se atreuerian los de la mi tierra
arrendar nin á pujar las rrentas, é menguarían mucho las mis rrentas».
«Que non salga de la mi Chancelleria carta blanca que non ssea escripta, é ley da é
librada en la mi Chancelleria , nin de alualás nin de alualá con mió nombre; é ssi alguno
la enbien mostrar ante que la cumplan ; et ssi lo assi non ffezieren, ó tal carta ó tal alua-
lá Cumplieren ,
que pechen á la otra parte contra quien la conplieren todo el danno que
«Que niiig-ttn oflicial de la mi casa que non aya más de vn officio en la mi casa, é assi
cada vno sseruira ssu officio é cavran más omes buenos en la mi mercet.. ; et al que to-
«Las cartas de las debdas que los escriuanos an de ffazer entre los cristianos é los
judíos que por rrazon de muchos engarnios é malicias que sse ffezieron ffasta aqui, ñazién-
dose las cartas de las debdas dobladas de las quantias dellas, non sseyendo assi, que ten-
go por bien que los escriuanos públicos que las ffeziesen daqui adelante é los testimonios
que en la carta ffuesen puestos, que vean al judio ffazer la paga al christiano de toda la
quantia del debdo que en la caria ffuere puesto, é que ssea dado el debdo á rrazon de tres
por cuatro al anno, ssegunt que es de ffuero é de ordenamiento de los reyes. Et qualquier
«Tengo por bien de les non echar nin mandar pagar pecho desafforado ninguno espe-
cial nin general, en toda la mi tierra, ssin sseer llamados primeramiente á Cortes».
«Que ssi alguna carta desafforada saliere de la mi Chancelleria que ssea librada de
alcalle, porque mande lisiar ó matar ó prender á alguno ó algunos , ó tomar lo que ouie-
ta que me las enbien mostrar, por que lo escarmiente como la mi mercet fuere» ele.
«Que en las villas et en los logares, do yo legare ó morare, quel mío alguazil ó el al-
guazil que por él anduviere, que ande de dia é de noche, porque guarde que los omes
non rreciban mal nin danno en las casas nin en las vinnas , nin en los panes , nin en las
huertas , nin en las otras cosas , é que non conssienta que tomen ninguna cosa por ffuer-
za de las que troxieren á vender , nin de las cosas que troxiesen para alguno , et parta
las peleas, é prenda é escarmiente los boluedores dellas» etc. , añadiendo con disculpa-
ble severidad «que cualquier omme que ssea de qualquier condición, quier ssea omme fi-
jodalgo quier non, que matare en la ssu Corte á olro é en el su rastro, que muera por
ello; et ssi ffurlareó robare é le ffuere prouado, ó lo ffallaren con el ffurlo ó con el rro-
Acudiendo en tal forma á poner coto á los males que afligían á sus pueblos, juzgaba
don Alfonso que nadie mejor que los naturales de ellos podían conocer sus necesidades,.
PRIMERA PARTE, CAP. Vil. 30Í
y en este concepto disponía «que los merinos que por ssi posieren los Merinos Mayores,
propia dignidad , con el del amor patrio, estableciendo «que los que touieren los sus
castiellos é las sus ffortalezas , é los que ouieren los sus oílicios , é los que ffueren sus
conseieros é priuados en los sus conssejos, que fueran sus naturales é del su sennorio, é
1 Conveniente juzgamos notar que hemos te- —23. Ley 1.% tit. 22, lib. 3.— Prohibición
nido á la vista, al Irasl'erir estas leyes, los cuader- de tener muchos familiares los oficiales de Corte
nos que el rey mandó dar á la ciudad de Patencia, y oti'as personas , y pronto despacho de los que
merced á los trabajos que en la actualidad realiza vinieren á librar á ella.
célebres Cortes de Madrid pasaron á formar par- los términos y heredamientos de los concejos , y
te de nuestra moderna legislación , en prueba de prohibición de su labor y venta y de romper los
sima Recopilación ,
que pertenecen á las mismas: —58. Ley 5, tít. t , lib. 10.— Pena del es-
Petición 3. Ley 3, tít. 22, lib. 5. —Juramen- cribano que autorice contrato entre legos, con su-
recibimiento , y en cada un año para el buen uso — 59. Ley 3, tit. 14 , bb. 2. —Los escribanos
de sus oficios , y también cuando diesen por con- clérigos no usen de su oficio entre legos ni valgan
—4. Ley 5, tit. 22. lib. 5.— Prohibición de —63 y 64. Ley 1 , tit. 20, lib. 6.— Prohibi-
abogar los clérigos y religiosos ante jueces segla- ción de cobrar poilazgos y peages, rodas y casti-
res , sino es en los casos que se exceptúan. llerias sin real privilegio.
—6 y 9. Ley 6. tit. 30, bib. 4.— Obligación —66. Ley \.\ tít. 29, lib. 1.— No se lleven
de los alguaciles de Corte á rondar de dia y de derechos de lo que diesen los cristianos á moros
—7. Ley 2, tít. 23, lib. 12.— Pena del que — 70. Ley 4, tít. 15, lib. 12. —Formación de
tuviese en su casa tablero para jugar dados ó nai- procesos contra los alcaides y señores de castillos,
pes , y prohibición de tableros en todos los pue- de donde se hicieren robos y males.
blos. —76. Ley I."" tít. 10, lib. 7.— Audiencia y
—10. Ley 5, til. 21 , lib. 12.- Pena del que breve despacho que ha de darse á los que vengan
mate ó hiera en la Corte , y del que sacase en á la Corte con mensajes y negocios de sus con-
consejo y alcaldes, para administrar justicia y sa- nos de los privilegios y de sus derechos.
Puede aliniiarsc que no hubo punto relativo á la gobernación del Estado, que no
fuese objeto de alguna notable disposición en aquellas Cortes, donde parecía haber re-
sucitadoen don Alfonso XI toda la elevación de miras y toda la sabiduría del autor de
las ParUdas, sirviendo como de preludio al restablecimiento de este inmortal código, que
sólo podia ser declarado ley de Castilla , tras los trastornos y escándalos que sin cesar
se suceden desde la segunda mitad del siglo XIII, por un rey, cuyo poder y autoridad no
hallasen contradicción en grandes ni en pequeños.
atendía don Alfonso á llevar á cabo alguna de las empresas militares que hacia ya lar-
go tiempo meditaba: al frente de poderoso ejército partía luego contra los moros de
y vasallo del de Castilla , conforme lo hicieran sus abuelos. Alfonso tornaba á Castilla
des y se allanaban hasta las más rebeldes oposiciones : notable fué en este concepto la
renuncia que hacia en sus manos don Alfonso La Cerda de cuantos derechos pudieran
cor responder le al trono castellano; declaración tardía en verdad y aun fuera de sazón,
si se atendía á los tratos celebrados en vida de Fernando IV , más no tan ineficaz que
no manifestase que nada se oponía ya á la autoridad de don Alfonso , abierto ante su
miradas á la morisma , ni le era dado tampoco señorear los impulsos de la carne , imi-
Fué así que enamorado de doña Leonor de Guzman, ilustre sangre de reyes, de
facerla, y lograda, no vaciló en arrostrar los graves inconvenientes que llevaba consigo,
no siendo el menor para un rey llamado á regenerar su pueblo , el mal ejemplo que
daba á los proceres y aun á los ciudadanos, pues que á semejanza de las del príncipe
suelen modelarse de continuo las costumbres públicas y privadas. Pudo acaso cohonestar
el rey semejante extravío con la aparente esterilidad de la reina; pues que nacido del
alegría ,
juzgando ya asegurada la sucesión de la corona. Y que este regocijo era en don
las Cortes, andan desacordes los historiadores de España) las coloca en el de 1329, siguiéndole lodos
Madrid : León Pinelo las pone en el año de 1321; los escritores posteriores con buen criterio, como
Gil Fonzalez Dávila y Quintana en 1527 ; María- prueban los cuadernos de Falencia ya diados,
Alfonso tan profundo como sincero, [)cr.suádclo la notabilísima carta que al propósito di-
rigía al Concejo de Madrid en 30 del expresado mes: deseoso de que fuese luejjo recibido
para que reunidos en Valladolid con los procuradores de las demás villas y ciudades
que gozaban el privilegio de voto en Cortes, le hiciesen pleito homenaje de tomarle por
No eran menos significativas las fiestas y regocijos que para hacer gala de su do-
méstica felicidad , mandaba celebrar don Alfonso en todos los pueblos de sus dominios:
juzgando aquella oportuna ocasión, armábase caballero ante el sepulcro del Patrón de
prosperidad fomentaba con todas sus fuerzas , convencido de que en ellas consistía real-
mente la fuerza y nervio del Estado , siendo los más firmes auxiliares de la corona. Con-
tábase Madrid entre las más predilectas , según antes se ha manifestado y ya porque ;
el rey entendiese galardonar sus servicios, ya porque atendiera á hacerle justicia, re-
vocaba segunda vez la donación que de la aldea de Pinto que lo era de Madrid , habia lie-
1 Esta carta se conserva original en el ar- de la nuestra tierra que viniessedes cada unos á
chivo del Ayuntamiento (Sección 2." , leg. o\ i ffazerle pleyto é omenaje : por que vos mandamos
núm. 12), y no habiendo sido hásla ahora publi- luego , vista esta nuestra carta, que enbiedes dos
cada, la trascribimos á continuación, como nota- caualleros á Valladolit con vuestra personería
ble documento de aquel reinado. Está escrita en conplida, para que rreciban al dicho inffante don
una hoja de papel por un solo lado , en el sentido Ferrando por sennor natural é le ffagan pleyto é
de su longitud, y lleva el sello de la puridad. Dice omenaje en vuestro nonbre, que lo hayades por
asi: «Don Alfonso por la gracia de Dios Rey de vuestro Rey é por vuestro sennor, después de
Castiella, de Toledo, de León, de Gallizia, de los mis días; en guisa que sean en Valladolit del
Seuilla , de Cordoua , de Murcia , de Jahen , del dia que esta nuestra carta vieredes á quince días.
Algarbe, é ssennor de Vizcaya, ó de Molina; Al Et non ffagades ende al, ssó pena de la nuestra
Concejo de Maydridt ssalut é gracia : ssepades que mercet. Et de cómmo vos esta nuestra carta ffue
lunes XXIII dias desle mes de nouiembre, loado re mostrada, mandamos á qualquier escriuano
Dios que lo tovo por bien, que me nació fíijo público que para esto ffuere llamado, que dé ende
inffante é pussimosle nonbre don Ferrando, é en- áeste nuestro portero testimonio, sinnadocon ssu
biamosvolo dezir por que ssomos cierto que toma- ssigno, et non ffaga eude al, ssó la dicha pena é
redes en ello grant plazer. Et por que vos ssabe- del offlcio de la escriuania. Dada en Vallado-
des que el primero inffante que nace es heredero lit XXX dias de nouiembre Era de mil é ccclxx
é le auedes á recebir por sennor natural to- annos. —Yo Alffonso González la ffiz escriuir, por
cho á SU ayo Martiu Ferraiidez, alcalde mayor de Toledo y notario mayor de Castilla,
mandando que fuese restablecido en la tenencia el Concejo de la Villa, tal como lo es-
tuvo desde los tiempos de San Fernando, y que no se enajenase en lo sucesivo aldea ni
Pero todas aquellas alegrías fueron en breve disipadas, como el humo, arrebatado
en la cuna el tierno infante que las inspirara ; y don Alfonso que ,
tan extraordinario con-
tento habia mostrado, al juzgarse padre venturoso, caía en el más profundo abatimiento
al contemplar cortadas en flor sus esperanzas. De aquel angustioso estado le sacaban tal
vez los cuidados de lisonjeros palaciegos, reanimando en su pecho los bastardos amores
de doña Leonor de Guzman , cuya pasión crecia en breve á tal punto que dominando , el
ánimo de Alfonso, le cegaba del todo, haciéndole por una parte olvidar las obligacio-
nes de esposo , y arrastrándole por otra á desconocer los deberes de rey, uo sin escán-
1 El primer privilegio , á que aludimos , lleva les dieron, como dicho es. Et mando quel dicho lu-
la fecha de 2 de marzo de 1352 y es no menos gar de Pinto que les sea tornado é entregado é
importante que los anteriores : no se ha publicado que lo hayan por su aldea de la dicha Villa con
hasta ahora, y está concebido en los términos si- todas sus pertenencias, segunt que lo auian antes
guientes: «Sepan quantos esta carta vieren co- que lo yo diesse al dicho Martin Fernandez, é
mo yo don Alffonso por la gracia de Dios rey reuoco é do por ninguno el previllegio de la dona-
de Castiella etc. ,
por rrazon que yo ove dado á ción que yo ove ffecho al dicho Martin Fernan-
Martin Fernandez, mió ayo, Alcalde mayor en dez del dicho lugar de Pinto , é do poder al Conce-
Toledo é mió notario mayor en Castiella , el aldea jo de la dicha Villa de Madrid é mando por esta
que diz Pinto, ques en termino de Madrid, por mi carta que vayan al dicho lugar é que entren é
juro de heredad , según se contiene en el priville- tomen la tenencia é posesión del dicho lugar de
gio quel yo mandé dar en esta rrazon, sobreslo el Pinto, é que pongan y alcaldes é los otros oficia-
dicho Concejo de Madrid embiaron á mi á Vela les que son menester en el dicho lugar, segunt que
Ximenez é á Garci Aluarez, sus vecinos, con sus lo solian poner en tiempo del rey don Sancho , mi
cartas , é enbiaronme con estos dichos ssus man- agüelo , é en tiempo del rrey , mió padre, é segunt
daderos dos previllegios , el uno del Rey don Fer- que los ponen en cada una de las otras mis al-
rando , mió trasuisabuelo , el que ganó á Seuilla; deas; é desto les mandé dar esta mi carta seellada
que era seellado con su seello de plomo colgado, con mió seello de plomo. Dada en Valladulid dos
en que se contiene entre las otras mercedes que dias de marzo Era de mili é trescientos é setenta
les fizo que prometió de non dar la Villa de Madrid annos.— Yo Rui Fernandez por man- la fiz escriuir,
nin ninguna de sus aldeas á inffanle nin h rico dado Rey. — Rui Fernandez. — Garci Fernan-
del
ome nin á otro ome , saluo á su ITijo heredero , é dez.—Pero Fernandez. — Rui Martínez. — Gonzalo
que lo que les havia tomado que ge lo tornaría; González. — Juan Fernandez. — Tiene un de .sello
et embiaronme pedir merced que gelo mandasse plomo con las armas reales de Castillo y León,
guardar é que les mandasse tornar el dicho lugar colgado en hilos de seda de colores, tal como apa-
de Pinto , é yo el sobredicho Rey don Alffonso, por rece en su correspondiente lámina, y está escrito
muchos seruicios que me fficieron los de la dicha en pergamino de cuero (Arch. del Apnt. , sec-
Villa de Madrid , tengo por bien de les guardar ción 2.% leg. 512, núm. 15).
Saiirlii) |\
í- "cS^cey^ /o/''^
^
\lll ir
a?, íeales mmi
PRIMERA PARTE, CAP. Vil. 305
dalo de sus vasallos. Aquel príncipe, verdaderamente digno del aplauso de la posteridad,
no tanto por el respeto que habia mostrado á las leyes desde el momento de subir al tro-
no de sus mayores, como por la saludable energía que supo desplegar para refrenar á
los revueltos magnates, y más que todo por las altas miras políticas que mostraba en to-
dos sus actos , dejábase llevar sin resistencia de la pasión que doña Leonor de Guz-
man le inspiraba, sin advertir que volvía á encender con sus propias manos el fuego
á las pasadas inquietudes. No tardaron en efecto en brotar las mal reprimidas llamas,
tan costosos siempre á la república. Pensó el rey ahogar aquellas quejas y desabrimien-
to con la dureza del castigo ,
que habia bastado antes á domar la deslealtad de los re-
voltosos; pero contábase entre ellos el poderoso don Juan, hijo del infante don Manuel,
que olvidando la concordia j urada en Tarazona, no vacilaba en prevenir las armas contra
su rey, resuelto á reponerse en esta ocasión, bajo el pretesto del bien público, de las
quiebras pasadas.
Supo en efecto el astuto procer , en cuyo pecho arraigaba también la ofensa hecha
á su hija doña Constanza, sacar todo partido de la ciega pasión del rey y del abandono en
que por efecto de la misma vivia la reina: parecía el palacio de la rica-hembra la regia
das albricias del soberano, quemasen el incienso de la lisonja en aras del adulterio. Alen-
tado por el escándalo , acudió don Juan Manuel á excitar la indignación del rey de Por-
tugal, representándole, así el menosprecio en que estaba doña María, como el predominio
Plaqueaba con esto la amistad del portugués, quien no podia ver con ojos tranquilos
el injusto abandono de su hija, inclinándose á favorecer los proyectos de don Juan Ma-
nuel ,
que atento al par á tener de su parte al rey de Aragón , proponíale el enlace de
su hija segunda con el infante don Fernando, mientras negociaba el más importante ma-
trimonio de doña Constanza, esposa un dia del rey de Castilla, con don Pedro, príncipe
de San Fernando con estas alianzas , más propias de un monarca poderoso que de un vasa-
llo avezado á cambiar cada dia de amigos y favorecedores. Con ellas recibía largas merce-
des que aumentaban sobremanera el fausto y poderío de su casa , no siendo para olvidar-
se las que le prodigaba el rey de Aragón , entre las cuales hubo de conferirle el título de
Ion Juan Manuel con la justicia de la causa que al parecer abrazaba y escudado también
Tomo I. 43
306 mSTORIA DE MADRID,
con la no dudosa protección de los reyes sus deudos; pero resuello don Alfonso á impo
ncr respeto por el terror , advirtió luego á su lio con la desastrosa muerte de don Juan de
Haro y los terribles castigos ejecutados en los partidarios del de Lara, que era por extre-
mo peligroso venir á rompimiento. Aterrado don Juan Manuel , ó cansado por último de
aquella vida azarosa y contradictoria que tantas veces le habia puesto al trance de mo-
rir al hierro del verdugo, resolvióse á tomar para sí los consejos que iba atesorando
para su hijo don Fernando en sus preciosas obras , y deseoso de alcanzar gracia en el
ánimo de don Alfonso, interpuso la autoridad del rey de Aragón para que aquel le per-
donase ,
prometiendo en cambio reducirse al retiro y quietud de Peñafiel , uno de los
No fué dado sin embargo al aragonés llevar á cabo los deseos de don Juan , sor-
prendido por la muerte, cuando se disponía á realizarlos. Aviso fué este para el procer
que le sirvió de espuela respecto del ya anhelado acomodamiento con don Alfonso, y al
1 Don Juan Manuel decía á su hijo don Fer- adelante ayades las dichas casas é aldea como las
nando, en su peregrino libro de los Consejos el Cas- yo auie ffasta aquí, et por esta carta uos apodero
tigos ,
que podia atravesar toda España de mar á et uos libro el entrego la possesíon et el ssennorio
mar, posando cada noche en casa, palacio, castillo deltas, assí como lo yo he. Et daquí adelante qual-
ó fortaleza de sus Estados. En Madrid poseyó tam- quier que por mí las dichas cassas tiene el el que
bién grandes riquezas , y entre oíros documentos rrecaba las rrentas et pechos de la dicha aldea de
que lo atestiguan , es notable la siguiente carta de Rrabudo, mando que rrecuda á uos et uos las en-
donación d unas casas , con la aldea de Rabudo, á tregue et sse quite dende el las dexe tener et rre-
favor del Maestre de Santiago, otorgada en 50 de cabar á quien uos mandardes, et ellos nín otros
diciembrede 1314, durante su tutoría. Dice en esta ningunos non uos ffagan enbargo nin execion nin-
forma: — «Sepan quantos esta carta vieren, como guna á uos nin á la Orden, nin á quien uos manda-
yo don Johan , Hijo del muy noble ínlfanle don Ma- redes; mas dexen vos íl'azer deltas et en ellas como
nuel, por rremedío de mí ánima et por el alma de yo ffazie fíasla aquí, ca de todo derecho, poderío et
mi padre et por muchos seruicíos que uos don Die- sennorio que yo en las casas et aldeas sobredichas
go Nuñcz por la gra. de Dios, Maestre de la Orden auia me despojo , é á uos é á la Orden et á los que
de la caualleria de Santiago, me fi'ecístes et me ffa- después de uos uernán, envisto et en corporal pos-
cedes; et catando los buenos debdos que heconuus- sisíon et sennorio uos pongo. El porque esta dona-
co et con la ura Orden do á uos , el dicho Maestre el ción ssea por siempre más ffirme et ualedera á
á todos los Maestres que después de uos vernan el uos et á la Orden, douos esta carta sseellada eco
á toda ura Orden por juro de heredal para siem- mí sseello colgado, en que escriuí mi nombre con
pre, en donación flirme et ualedera, las mis casas mí mano. Fecha en Uclés Ireynia dias de dezíem-
que yo he en Madrid, por fñizer de ellas et en ellas bre. Era de mili et ccc et cíncuenla et dosanno*.
todo lo que uos ¡luísierdes, como de heredal propia Yo don Johan.— Señal de sello. — Existe este do-
que es en término de Madrid con derechos é pe- Uclés. Cax. 260, niim. 12, Paracuellos; y deba-
chos et rrentas et sennoríos que yo y he et auer mos su copia á la fineza del entendido paleógra-
deuo et puedo, assí como el Rey don Fferrando me fo, don José .María Escudero ,
ya antes citado.
la dio ,
que Dios perdone ; é quiero que de aquí
.
mismo tiempo que se apresuraba á renovar la alianza con don Pedro IV, sucesor do
aquel príncipe , duplicaba su diligencia para llegar á buen término con su enojado so-
brino, más que nunca resuelto ú no transigir con la deslealtad, y convencido de que
toda negligencia ó disimulo encendía el fuego de la rebelión, siendo indiferente el pro-
testo. Por desgracia no se equivocaba el nieto de doña María de Molina , dando el mis-
mo don Juan Manuel claro testimonio, con su varia conducta, de que no era el bien
sus bosques, donde á menudo se ejercitaba en la caza ', cuando interponiendo el vali-
miento de la madre de don Juan Nuñez de Lara, que gozaba en la Corte , como tan
deuda del rey, de grande autoridad y prestigio, resolvíase don Juan Manuel á tentar
fortuna, lográndola tan completa que , según sus propias palabras, «non se falla en las
estorias o!ro vasallo aver fecho tan onradas paces con el su rey» -. Tan adelante llevaba
don Alfonso su generosidad ,
que no sólo consentía en olvidar las pasadas injurias y des-
acatos ,
sino que le daba seguro para que se le presentase luego en Cuenca , á donde en
breve trasladaba su Corte. Allí acudía en efecto don Juan Manuel, en cumplimiento del
regio mandato, y reconciliado á la postre con su sobrino, pudo besar su mano sin peli-
gro, jactándose de ser el único de los vasallos de aquel monarca que, provocado su
enojo, salió con vida de la contienda. La Villa de Madrid, sujeta un dia á su tutela, y
pezara la expiación allí donde hablan sido mayores las ofensas á la potestad real , bajo
se asegura que el rey don Alfonso confirmó uno de su padre, confirmatorio también de
nados, de cuya autenticidad no puede dudarse, para desechar semejante especie como
inverosímil y aun absurda *. Antes bien declarado una y otra vez por el hijo de Fernan-
i Don Alfonso , imitador hasla en esto del Rey (Introducción, cap. 1) , fué hecha después de la ba-
Sábio , anadia al Libro de la Montería escrito por laila del Salado, |)ucs que se habla en ella de la
su bisabuelo , una descripción curiosa por extremo rola de los henimei-ines (ios beni-marin).
de los montes y bosques más propios para caza de 2 Libro de los Estados, ir parle,
osos ,
puercos (jabalíes) y \enados. Pero esta adi- 3 Lafuente , lom. VI, pág. 491
cien, (juc ha dado motivo á que se le atribuya 4 Da razón detenida de estos documentos el
todg el libro, .según oportunamente advertimos diligente Azcona en su ZAiVtom í/f J/aí/nc/, capí-
308 HISTORIA DE MADRID.
do IV que no solamente seria considerada Madrid como Villa realenga , sino que no po-
drian ser tampoco enajenados sus pueblos ni sus aldeas, y conocida la predilección que
desde la juventud le habia manifestado, sobran razones para creer que así el Concejo
dumbre. Y que estas observaciones logran verdadera fuerza histórica , lo persuade des-
de luego el considerar que sobre las inmunidades y gracias concedidas antes al muni-
cipio , anadia el nieto de doña María de Molina , como recompensa y premio de la leal-
tad con que le hablan servido los hidalgos y caballeros de Madrid , nuevas honras y dis-
tinciones. Lugar preferente tiene entre todas estas mercedes el privilegio expedido el 23
de enero de 1339 en la misma Villa de Madrid: confirmando otros otorgados por su pa-
dre don Fernando y don Sancho, su abuelo, concedía Alfonso á los hijos de la futura
Corte española que estuviesen armados, «de cauallos é de armas é á las duennas....,
mugeres de los caualleros sobredichos que finaren en la caualleria , é á los sus ffijos é
mismo «solían pechar de ssiete en ssiete annos» ^ Era esta una de las más preciosas
exenciones que podían otorgar los reyes durante la edad-media , contándose entre las
prerogativas que rara vez se enagenaban de la corona , siendo por tanto evidente que
tulo Yin, pág. 172. Pero, como oportunamente cho rey don Alffonso por les fazer mercet, touie-
observa , no pueden resistir la análisis , notándose moslo por bien é conffirmámosgela é mandamos
desde luego que fueron contrahechos en época muy que les uala é les ssea guardada en lodo para
posterior y por personas poco dadas á esludios siempre jamas, ssegunl que en ella se contiene. El
1 El privilegio de don Sancho fué otorgado á que ninguno cojedor nin sobrecojedor nin arren-
la sazón en que todavía era infante, el 5 de marzo dador nin jjesquiridor nin recabdador de la mone-
de 1282: veinte años después lo confirmaba en da fforera que nos dieren de a(iui adelante, non
las Cortes de Medina del Campo su hijo Fernán- sea osado de gelas demandar nin de les pendrar
do IV (13 de marzo de 1502). El privilegio que por ella nin de les passar en ninguna cossa con-
encierra estos dos curiosos documentos , no ha si- tra esta mercet que les Nos ffazemos, ca qual-
do publicado todavia, por lo cual nos parecen dig- quierque lo ffiziesse pecharnos ya la pona de dos
ñas de tenerse presentes las palabras del rey don mili marauedis é á ellos é A quien su bos touiese
.\lfonso , concebidas en los siguientes términos:— todo el danno é el menoscabo que por ende resci-
«Et agora los caualleros de Madrit pidieron Nos hieren doblado. Et desto les mandamos dar esta
mercet que les confíirmasscmos esta dicha carta carta seellada con nuestro seello de plomo. Dada
é gela mandasseraos guardar , et Nos el sobredi- en Madrit veynte é tres dias de HeneroErade mili
cii elhi ijiiiU iWimcc\ 4tca\í>eX:í l*^
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del 2 de mayo del año referido , cuya importancia sube de punto al advertir que venia
Fuero Real á varias villas y ciudades del reino , á fin de irlas reduciendo á un solo de-
recho, poniendo orden en el desconcierto de los fueros municipales, cuyos desemejantes
lucha en que estas innovaciones le precipitan , no solamente hablan quedado sin efecto
legal las Partidas, declaradas por los magnates castellanos como un libro especulativo,
contrario á las leyes y costumbres de la tierra, sino que cala también envuelto en el
descrédito el Fuero Real, más conforme con las leyes del reino, como que tenia su base
principal en el Fuei'o Viejo de Casi illa. Era Madrid una de las Villas, á quienes el Rey
Sabio habia enviado el referido Fuero; y ya fuese porque siguiera el ejemplo de otras
ciudades que lo abandonaron al morir su inmortal autor, ya porque en realidad lastimase
futura Corte de las Españas mandando á sus moradores que se gobernasen por
, el Fuero
de las leyes, pues que según observa uno de los antiguos cronistas de Madrid, • andaba
suelta la rienda á desafueros y libertades» *.
signábase en el Fuero de las leyes que fuesen puestos los alcaldes y el alguacil por el
rey , disposición con que Alfonso el Sabio atendía á introducir en el municipio el ele-
mento real , cuya presencia , si bien mermaba las libertades de los concejos ,
podía sólo
poner concierto en el revuelto caos de sus contradictorios derechos. Contra esta dispo-
sición representaban pues los moradores de Madrid , deseosos de conservar sus antiguas
cil, tales que sean para ello» , reservándose el derecho de elejír «de ellos dos para al-
caldes, é dos para alguacil», los cuales así escogidos por el rey «tovo por bien é man-
dó que los oviessen por sus oficiales».
Parecían hermanarse con este equitativo acuerdo las libertades del municipio con los
la Villa, poniéndole á cubierto de los peligros que habia corrido en años anteriores , sino
que estrechaba también los vínculos entre arabos elementos sociales, tendencia constan-
te de aquellos monarcas que hablan menester del concurso y adhesión de los concejos
l)ara resistir el continuo embate de la nobleza. Don Alfonso concedía asimismo á los al-
caldes y alguacil las multas que por el Fuero Real pertenecían al fisco , acreditando su
Anadia entre tanto don Alfonso nuevos testimonios del aprecio con que á la Villa
reino, cuyo estudio nos persuade de que no hablan alcanzado las disposiciones adoptadas
i El original de este privilegio existe al final adelante que se iudgassen é biviessen por él é non
del cuaderno del referido Fuero y como parle in- por otro ninguno, so pena de los cuerpos é de quan-
tegrante del mismo. Hállase incompleto al prin- to an. Et luego los dichos caualleros é omes bo-
cipio, en el archivo. del Ayuntamiento, y si bien nos de Madrit dixieron al dicho sennor que, pues
lo copiaron ya Quintana y don Antonio Ca- era su voluntad que ellos ouiessen el dicho Fuero
banilles, muévenos su importancia á trasladarlo que fuesse la su mercet de les ennader é emendar
aquí , no sin ofrecer también esmerado facsí- en el dicho Fuero de más de lo que se en él con-
mile. Dice asi: — «Dos dias de mayo. Era de tiene, estas cosas que aquí dirá:
mili é trezientos é setenta é siete annos : El muy Que porque en el dicho Fuero de las leyes se
noble é muy alto sennor rrey don Alffonso estando contiene que los alcalides que los ponga el rrey:
en Madrit ,
por ([ue falló que era grant mengua Pidiéronle merced ijue les otorgase que pussiesen
en la justicia de y de Sladrit por el fuero uieioque ellos alcalides é alguazil de ssus uezinos, segunt lo
avien , mandó llamar ante si á los caualleros é solían poner. Et el rrey por les facer merced, touo
ornes buenos de Madrit , é dixoles : Que bien sa- por bien é mandó que passase en esta manera: que
bien commo por el priuillegio que ellos auien del el Conceio de Madrit que escoia de cada uno de
rrey don Alffonso en rrazon de la franqueza de la entre sí quatro para alcalles é dos para alguazil,
caualloria les diera el Fuero de las leyes, por do tales que sean para ello é el rrey que escoia dellos
se iulgasen, é que por que del non usauan que les dos para alcalides é uno para alguazil. Et estos que
perecía la iuslicia, é que recebia ende grant dan- el rrey de esta guisa escogiere, touo por bien é
no la tierra. Et por ende que él por el lugar que mandó que los ouiessen por sus oficiales.
tenie de Dios para cumplir la iusticia, que tenia Otrosí: porque en el dicho fuero se contiene
que lo deuia emendar, et (¡ue quería que de aquí que el rrey que aya las calonnas é parte de los
adelante que non passase asi. Et luego los dichos omezeíllos: El rrey por les facer merced, touo por
caualleros é ornes bonos que y estaban , dixieron bien é mandó que ayan las dichas calonnas é ho-
que gelo tenían en merced lodo lo que él dízia et meziellos en esta guisa : los alcalides la meatad é
quel pidian que qual quier cossa que el fallase por el alguazil la otra meatad.
mandase é que á ellos que les plazia. Concein de .Madrit este Fuero, seellado con su see-
Et luego el dicho sennor veyendo que por el llo de plomo con estas emiendas sobredichas. Dado
fuero de las leyes seria meior guardado el estado en Madrit en el día é en la Era sobredichas». —Ye
de la iusticia é la Villa de Madrit é sus aldeas me- Alfon González de la Cámara la íiz e.screuir, po!
ior pobladas é meior guardadas, louo por bien que mandado del Rey.
en las de 1329 ú poner entero remedio en los males que afligian á Castilla. Ni era tam-
poco fácil empresa la de cortar de raiz los abusos que tras largos años de anarquía,
conturbaban la paz interior del Estado , no maravillándonos por tanto el que todas ó la ma-
yor parte de las leyes hechas en las Cortes que á la sazón celebraba el rey don Alfonso,
fuesen ó ampliatorias ó confirmativas de las dictadas diez años antes. Los procuradores
de las villas y ciudades de todo el reino se dirigían al rey en los términos siguientes:
• Primeramente (dicen) uos pedimos por merced, sennor, que tengades por bien que
el quadierno que Vos touiestes por bien de nos dar en las Cortes que Vos ffeziestes aqui,
en Madrit, por rrazon que ffasta aqui non uos ffue guardado tan conplidamente, como en
él se contiene ,
que ssea la uestra mercet de nos le confirmar agora nuevamente, é man-
darle guardar, ssegunt que en él sse contiene , et de nos mandar dar uestras cartas para
guarda del dicho quadierno las que mester fueren»,
Acogia el rey benévolo esta demanda de las Cortes respondiendo á los procuradores ,
que la tenia por justa y concediendo en consecuencia lo que se pedia, tPero porque en
el dicho quadierno (observaba) ay algunas peticiones á que estonce rrespondimos é las
otorgamos , ffallamos (agora) por nuestro seruicio é por pro de la tierra de las declarar
Y para cumplir esta formal promesa, confirmaba y daba nueva fuerza á la mayor
parte de las disposiciones, adoptadas en las Cortes de 1329, añadiendo notables capítu-
los, encaminados á reprimir todo abuso, nacido de la violencia ejercida por los podero-
sos, protegiendo al mismo tiempo á los débiles. Lícito juzgamos, porque contribliye efi-
cazmente á pintar aquella edad de rudeza y á revelar el carácter justiciero de don Al-
fonso, el trasladar aquí algunas de estas leyes: los procuradores decían, deseando esqui-
var las vejaciones que los pueblos recibían de los recaudadores de las rentas públicas,
nin infancones, nin caualleros, nin escuderos poderosos, sinon vuestros oficiales que
,
non ssean arrendadores nin cogedores de los nuestros pechos é derechos, saluo si ffue-
de vuestra casa , ssi non por su alquiler, por que Vos , Ssennor ffallaredes que por esta
,
rrazon encarecen las viandas, do Vos estades, por que non osan venir con ellas. Et los
que las toman, cohéchanlos, leuando algo de aquellos cuyas son; de que tomades Vos
grand deseruicio é los de la tierra muy grand danno» K
i Hasla aliora sólo se lenian noticias insegu- las de estas Cortes : mei'ced á la acliva diligon-
312 HISTORIA DE MADRID. •
A tan justa demanda atendia de igual forma el g-eneroso príncipe , mostrando así cuan-
to le interesaba el bien general de sus vasallos, á cuyo logro sabia sacrificar con frecuen-
cia sus propias prerogativas , haciendo esta abnegación de cada dia más sensible el dolo-
ioso extravío en que los amores de la Guzman le precipitaban , sin reparar en que se po-
nia en el visible peligro de comprometer á la nación entera en lucha con sus vecinos. No
era posible por cierto que sabedor del triste abandono de la reina doña María , madre des-
de 1334 del infante don Pedro, de cuya educación no se curaba tanto como debiera don
Alfonso ,
prosiguiese el rey de Portugal indiferente á los dolores de su hija y á la afren-
poníale al cabo en el trance de tomar las armas para enmendar los desaciertos que la-
mentaba, preparándose luego para allanar las fronteras , no sin sorpresa de don Alfonso
que jamás receló tan resuelta determinación de su irritado suegro. Para oponerse á su
paso , reunió el castellano sus proceres y acudió á las ciudades y villas del reino ,
pidién-
antiguos pechos ,
ya que el instinto del propio decoro los llevara á protestar en tal ma-
nera contra aquella guerra , nacida de los deslices del rey , negáronse esta vez sus va-
sallos á darle todo lo que demandaba , viéndose forzado á soUcitar la benevolencia del
clero, que para mayor contradicción , le acudía con mano generosa, olvidando tal vez el
origen de aquella injusta guerra: c todos los arzobispos, obispos et abades del reino (di-
»cen los escritores coetáneos) diéronle grandes quantias cada uno de su renta et ansi
padre.
Su fortuna y el indomable valor de sus caballeros valieron en esta ocasión más que
su justicia al rey de Castilla: refrenada la marcha del ejército portugués por la parte de
almirante don Alfonso Lope Tenorio sobre la armada portuguesa insigne victoria. Al ru-
mor de estos prósperos sucesos suspendía el rey de Aragón el movimiento de sus huestes,
que se aprontaban también á salvar la frontera, de acuerdo tal vez con los portugueses;
á cualquier precio duradera paz y alianza. En Madrid halló don Pedro al nieto de doña
agasajo y honrábale al punto de asegurar los cronistas de la Villa «que hubo en la Corte
cia de la Comisión, á (luien la Real Academia de la blica tales como existen en el cuaderno de Niebla,
de todas las del reino , verán en breve la luz pú- 1 Crónica de don Alfonso, cap. CLXXX.
PRIMERA PARTE. CAP. Vlí. 313
gusto de todos» K
Pero si el rey de Portugal habia lamentado, tras las amarguras de su hija doña Ma-
ría, los descalabros de su ejército y la rota de su armada, no por esto desistió de la de-
manda, fiado sin duda en la justicia que le asistía. La guerra seguia por el contrario más
activa en las fronteras de Portugal, creciendo cada dia las ofensas de una y otra parte,
mún de los fieles llegaban las quejas de portugueses y castellanos , empeñados en aque-
lla desastrosa y fratricida lucha por la obediencia que á sus reyes debían; y deseoso de
cortar el fuego que amenazaba al par ambos Estados, determinábase el Sumo Pontífice á
enviar á España especial legado , á cuya diligencia y tino se debió á la postre la termina-
ción de la guerra ; y si bien no se llegaba á completa inteligencia , más que nunca obs-
tinado don Alfonso en sus extravíos amorosos, pactábase al menos honrosa tregua entre
ambos monarcas. El rey de Portugal no olvidaba en esta ocasión que si los deberes de
padre le habían puesto las armas en la mano, ni era bien apretar en tal manera que exas-
perase del todo á don Alfonso , ni cerrar tampoco los oídos á aquella misma voz paternal
Y no sin razón. Levantados con el imperio del África los belicosos Beni-Merines , re-
novábanse para España los días de prueba y de conflicto , como en los azarosos tiempos
tento de señorear la península, había ya trasportado Abul-Hassan desde las costas mar-
roquíes numerosas hordas de africanos, cuando los príncipes españoles parecieron des-
\ León Pinelo consigna en sus Anales ms. este esta inscripción, observando «que el liaber puesto
en 1336, siendo el de la noticia de la entrada y el rey don Fernando el IV no tuvo más que dos
fiesta real. Menciónalo también Gil González Dá- hijos, la infanta doña Leonor y don Alfonso XI,
vila, pág. lo2, refiriéndose sin duda á la Cró- por lo que la equivocación estuvo en poner el nom-
níca del rey en su cap. 193. Pero con error habla bre de la madre por el de la hija». Azcona pare-
de doña Leonor, suponiendo que medió en estos ce negarlo, citando al P. Mtro. Florez, de quien
tratos ,
por más que semejante intervención no re- dice que al escribir sus Reinas Católicas, procuró
época. De esta doña Leonor dicen Gil González y González Dávila, pág. 278; Quintana, lococilato;
Ouintana que fué enterrada en el coro del conven- Azcona, pág. 140). La inscripción existe sin em-
to de Santo Domingo el Real , asegurando que su bargo tal como la trascriben Dávila y Quintana, al
epitafio decia asi . Aquí yace la muy alta y muy po- lado izquierdo del coro en una especie de túmulo
iiEUCSA SEÑORA LA INFANTA DOÑA CosTANZA, HIJA DEL piutado al olco en cl inuro, scgun hemos tenido
uey don Fernando , hermana del rey don Alfon- ocasión de ver, al verificar otros estudios en lo in-
so XI Y tía DfjL REY DON Peiíro», Quiutaua corrige lerior del exj)resado convento.
Tomo \. 44
.'^14 HISTORIA DE MADRID.
pertar del letargo en que yaciau , malp^astando lastimosainenle la sangre y el oro de sus
pueblos en fratricidas luchas que sólo desdichas , escándalos y descrédito podían producir
para el noniíbre cristiano, agostados los inmortales laureles de Calatañazor y de las Navas.
Callaron por ventura á la voz del común peligro las querellas personales, y movidos
por los nobles sentimientos de la religión y de la patria , aprestábanse los reyes de Cas-
zonte , estrechando ahora generosos las manos que esgrimían ha poco los aceros rivales.
Por todas partes acudían al llamamiento de sus reyes las ciudades y las villas , los pro-
ceres y los prelados , los ricos-omes y los caballeros. Las Cortes de Castilla son asi
y olvidados sus errores y deslices , concédense á Alfonso con pródiga mano los servicios
que solicita ; y combinadas sus fuerzas con las de Aragón , ármanse luego formidables
escuadras. Terminados apenas los bélicos aprestos ,
parte el primero el mismo don Alfon-
so contra las falanjes benimerines, llevando á su lado á los más poderosos magnates,
entre quienes se contaban don Juan , hijo del infante don Manuel y el renombrado don
Juan Nuñez de Lara. Con estrago de la morisma, que veia incendiadas sus mieses y ta-
lados sus bosques y olivares ,
penetraba el castellano en el territorio granadino , llenando
de la Alhambra.
Mas esta brillante muestra de los ejércitos cristianos no era bastante á desbaratar los
preparativos que hacia Abul-Hassan para el algieb ó guerra santa : antes bien encendien-
almirantes cristianos, ya forzando la línea por ellos establecida entre ambos continentes.
Todo hacia creer que la cristiandad entera se hallaba amenazada de inminente conflicto,
fijándose al par las miradas y esperanzas en don Alfonso de Castilla: en la Villa de Ma-
drid , centro de la actividad militar de musulmanes y cristianos desde los memorables días
las falanges marroquíes , enviaba luego desde la misma Villa de Madrid al Sumo Pontífice
sus embajadores, impetrando las indulgencias de la cruzada para aquella guerra, que era
en consecuencia declarada como santa por ambas partes. Alfonso , cuya noble figura se
había eclipsado en medio de sus flaquezas y venganzas, comenzaba desde aquel instante á
héroes.
Tras diferentes hechos de armas en que se habia mostrado varia , la fortuna , afligien-
do así al rey de Aragón como al de Castilla; tras los desastres experimentados por ambas
armadas, hubiérase creído que Alfonso doblara el cuello ante el vencedor africano , alte-
rada al propio tiempo la paz de sus Estados por las querellas domésticas, que ensangren-
futuro. No era sin embargo don Alfonso monarca á quien fácilmente abatían las adver-
obstáculos. Sin flota, casi agotados los servicios que le votaron los pueblos; mirado con
recelo y aun desamor por las Órdenes militares, á quienes acababa de dar rudo golpe en
la persona del gran Maestre de Alcántara, don Gonzalo Martínez de Oviedo , llevado al su-
plicio tal vez injustamente; temeroso del rey de Portugal por los inmerecidos agravios
hechos á su hija doña María , casi reclusa á la sazón en un monasterio de Sevilla nadie ,
podía esperar el éxito apetecido en la terrible contienda, á que el África entera provo-
Órdenes acuden generosos bajo sus banderas envíale ; el rey de Aragón su flota , y pode-
roso y fuerte, como nunca, levántase Alfonso XI grande , animoso y resuelto reaniman- ,
lucha.
y atento Alfonso á salvarlo de tan inminente peligro , movía luego las huestes castella-
nas , á las cuales se había unido buen golpe de caballos portugueses , bajo la conducta
de su propio rey don Alfonso IV ; y combinando su marcha con las armadas que se te-
316 HISTORIA DE MADRID.
el cerco y asentaban su campo en las próximas sierras y colinas, para recibir y hacer
frente á los reyes cristianos. Inmensa era la muchedumbre sarracena, tresdoblando el nú-
ros, clérigos y ciudadanos se aprestaron á morir ó triunfar ante los muros de Tarifa.
Dividido en dos cuerpos el ejército cristiano guardó para sí el de Castilla el mando del
más numeroso dando , al rey de Portugal la conducta del segundo , reforzada su hueste
con tres mil giuetes castellanos. Tenian á su frente , uno al animoso rey de Marruecos con
sus indomables berberiscos , otro al de Granada con sus hazañosos caballeros. Ondeaban
en el campo cristiano junto á los guiones episcopales de Toledo, Santiago, Palencia y
Mondoñedo , los pendones de las Ordenes de Santiago , Alcántara y San Juan ; brillaban
al lado de las señas de los señores y magnates del reino los estandartes de los concejos
Separaba un riachuelo, cuyo nombre iba á inmortalizar aquella jornada , ambos cam-
pos enemigos : amaneció el dia 30 de octubre , y oida devotamente la misa de la Santí-
sima Trinidad y recibida de mano de don Gil de Albornoz, arzobispo de Toledo, la bendi-
ción patriarcal , ordenóse en batalla todo el ejército cristiano , á cuyo movimiento res-
dorada maza «en señal de señorío» ornado de , la regia veste y tendido delante su pendón,
parte contra los africanos: al afrontarlos, vuélvese á sus caballeros y soldados y cobran- ,
do el espíritu de los antiguos héroes, dirijeles breves palabras que encienden su valor,
llevándolos á la victoria. «Nos luego ferireraos (les dice) á poder de escudo et lanza et á
sépanse todos ayudar de las espadas. Yo veré quien me ayuda , et yo cognosceré con
razón buena al que vencier en la lite. Esforcat pues et facet certeros golpes, ca non dub-
dedes que los moros non son hoy otrie que corderos. Con vusco cuydo vencer agora este
dragón de Marruecos ; et Dios nos querrá ayudar ,
porque el rey de Benamarin non pueda
escapar de las nuestras espadas. África perderá hoy su alteza et caerán ya los nuesos
1 Estas palabras del rey don Alfonso no con- signadas lodavia en la historia, eslán lomadas del
PRIMERA PARTE, CAP. VII. 317
A estas palabras sigue la señal del combate. La suerte está pues echada y el paso
del rio por los cristianos es el reto á muerte entre los poderes de África y los poderes del
cristianismo: un caballero, valiente como el primero y más que todos entendido, ú quien
el rey de Castilla habia confiado en aquel dia las batallas delanteras , ó porque desapro-
bara el plan del combate, ó [)orque recelara otro Guadalete, rcusa dar la acometida, re-
trayéndose al campamento. — Era don Juan, hijo del infante don Manuel, el antiguo tu-
primer empuje de las huestes cristianas, que repiten llenas de entusiasmo los gritos de
la inmensidad del número. La lid cunde por todas partes; y mientras reforzados por nue-
vas hordas , vuelven los africanos á la pelea, retrayendo no sin desorden á los castellanos,
defienden muy esforzados caballeros el paso del rio que en vano intentan forzar los sar-
racenos.
La voz del rey don Alfonso suena de nuevo en los oidos castellanos , é impulsados
por su ejemplo, revuelven todos con nuevo arrojo, llegando denodados hasta las mismas
tiendas de Abul-Hassan. A esta irresistible acometida retroceden los africanos, que asal-
tados al par por el presidio de Tarifa, se hallan envueltos por todas partes. Era llegado
el momento decisivo : el rey de Castilla pasa al frente de sus caballeros el Salado , trepa
Portugal caen también, guiados por Alfonso IV sobre los granadinos, que no pueden
resistir su pujanza; y entre el rudo fragor del combate, los desesperados lamentos de
los moribundos y los ayes de las mugeres de Abul-Hassan degolladas por los , cristianos,
resuena y cunde de uno á otro confín del campo , y se repite en las cercanas sierras el
grito de victoria, que saludan llenos de júbilo los moradores de Tarifa y se trasmite de
atalaya en atalaya al centro de Castilla.
Dios habia escuchado los votos de la cristiandad , cual en los dias gloriosísimos de
Alfonso VIH : orillas del Salado , como en las gargantas de Muradal habia resplandeci- ,
do , en lo más recio del combate aquel memorable pendón que ostentaba entre los es-
Poema que canta sus glorias , escrito por un tes- tiella el de León : ca el dia de hoy veré yo quáles
ligo de vista en la batalla del Salado (Bib. Escur. son mis vasallos el uorán ellos quien soy.» Don
cód. Y, III 9). Damos á conocer este precioso mo- Gil de Albornoz, travo de la rienda el caballo del
numento en la Historia crítica de la literatura es- rey y diso: «Señor, estad quedo; el non panga-
pañola , 1. iV. La Crónica pone casi idénticas pa- des en aventura á Castiella el á Leen : ca los mo-
labras en boca del rey ,
aunque en situación más ros son vencidos , el fio en Dios que vos sodes hoy
aparada: rodeado de sarracenos, cuyas saetas vencedor» (Cap. CCLIV). Es notable la semejanza
llegan á clavarse en el arzón de la silla de su ca- que hasta en esto existe entre la batalla de las
hallo, exclama: ((Foridlos, que yo so el rey de Cas- Navas y la del Salado.
,'US HISTORIA DE MADRID.
landartes de las ciudades de Castilla por timbre y blasón un oso prieto en campo de pla-
ta. La Villa de Madrid , cuyos hijos conquistaron la palma del guerrero bajo las bande-
ras de Alfonso VII y de Fernando el Santo , se aprestaba á recibir llena de júbilo á sus
valientes caballeros y hombres de armas , en cuyas sienes brillaba ahora el lauro del
Salado.
afrenta huian los reyes de Marruecos y de Granada á ocultar su vergüenza en sus Es-
Sevilla, pasados solos dos dias de tan prodigiosa jornada siendo de todo punto imposi- ,
ble pintar el recibimiento que hallaba donde quiera, pues que todos, así los vencedo-
res como sus hermanos, lloraban de alegria, según la expresión de las antiguas crónicas.
dados por el generoso pueblo de Castilla los pasados escándalos, concedíale confianza tal
cual nunca la alcanzó mayor otro príncipe. Pero no era en verdad Alfonso XI monar-
tes del reino en Arena , lugar de la Orden de Santiago , y obtenidos los servicios que
habia pedido ,
partía luego para Madrid , « por algunas cosas que desde allí avia de man-
»dar que ficiesen en el regno, et por facer allí hbramiento á los sus vasallos que
• avian de ir con él á la guerra de los moros al verano que venia adelante ^ Or-
denaba al efecto el vencedor del Salado que viniesen á la Villa todos sus magnates, ri-
principios de 1341, tomó el rey los convenientes acuerdos y disposiciones , relativos to-
dos á la empresa de Granada , no sin que en tiempos posteriores se haya pretendido dar
á esta junta el carácter de Cortes del reino -. Y como entendía don Alfonso que empe-
2 En el Catálogo de la Colección de Corles de tuto CCLIX , y es muy posible fuesen sólo llama-
los anligim reinos de España, publicado por la dos los ricos-homes y concejos de la Extremadu-
Ueal Academia de la Historia, enumerando las de ra. En la misma se habla también de esta reunión
don Alfonso XI, leemos: «1511. — Madrid.— y de la convocación que allí se hizo á los vasallos
Como estas Cortes se reunieron á principios de del rey para que concurriesen á la frontera á la
año, después del Ayuntamiento de Herena, de guerra contra los moros; pero algunos docuraen.
presumir es que en este último lugar no asislie- tos la citan como Cortes. En la carta del rey don
ran todos los concejos de los reinos , como lo ase- Alfonso al concejo de Cáccres, fecha en Madrid
' PRIMERA PARTE, CAP. VII. , 319
nado en la guerra de Dios , cual apellidan los cronistas castellanos á la de los moros,
no debia dar á estos respiro, ni vagar á sus guerreros , tomó pocos momentos de reposo,
encaminándose con toda diligencia á la frontera, para que llegados los primeros dias de
ma á dar cima á la empresa más grande que habian acometido los cristianos desde la
ples derechos que los despedazaban , siendo infelices fuentes de escándalos y perturba-
ciones. Cortos eran en efecto los instantes que el nieto de doña María de Molina conce-
día al solaz de la Corte , en que suelen consumirse los príncipes débiles ó apocados ; y
cuando abrumado por el peso de las empresas que habia echado sobre sus hombros,
ejercicio de la caza , y entre los numerosos bosques que á la sazón contaba Castilla , el
famosísimo de Valsaín, y aun los montes del renombrado Real de Manzanares, donde
á 29 de enero de la Era do 1579 , mandando que en nuestro concepto de estas palabras, que la
los alcaldes y entregadores de la Mesta no se en- reunión á que se refieren , tuvo un carácter pura-
trometiesen en las dehesas de la dicha ciudad, se mente militar, sin que la caria que se cita, aun-
dice: «Hernán Yelazquez, vuestro escriuano, é que concuerde en la fecha con la de esta especie
Gómez González uros procuradores vinieron á de Consejo, pueda significar que fueron realmente
nras Corles á Madrid é mostráronnos vras peti- Corles del reino ,
porque la alusión que en di-
ciones seelladas de vro. seello.» La fecha de este cho documento hace el rey á las de Madrid , se
documento está compl" lamente de acuerdo con la refiere sin duda á las celebradas en 1359, distan-
que señala la Crónica en el cap. (ÜCLIX. «En el tes poco más de un año de la fecha que lleva la
comenzamienlo del año de la Era de mili é tres- citada carta. Ni es tampoco razón desatendible,
cientos et setenta é nueue annos.... desque ovo por más que sólo tenga un carácter negativo , la
librado (el rey don Alfonso) en Maydrid las cosas de que en ninguna parle se han hallado los orde-
jwr qué era y venido» ele. De las palabras de la namientos de estas Cortes , y ni aun siquiera en
Crónica sólo se deduce que la junta habida en documentos públicos ni privados la noticia de
Madrid tuvo por objelo el ¡¡repararse á nuevas ellos.
empresas contra la morisma: «A. C. 1341. — En 1 Debemos esla curiosa noticia á un notable
el comenzamienlo del año de la Era de mili et documenlo no mencionado hasta hoy por los his-
trescientos et setenta et nueue annos (dice) , este toriadores, y conservado en el archivo de iMa-
noble rey don Alfonso de Castiella et de León, drid (2 — 138 — 13) , cuyo contenido es el siguien-
desque ovo librado en Maydrit las cosas por qué te: «Don Alfonso por la gracia de Dios, Rey de
era y venido , et olrosi ovo fecho libramienlo á Castiella, ele... A los alcalles é al alguazil de Ma-
los ricos-omes sus vasallos el caballeros de la su drit óá qualesíiuier de vos que esla nuestra carta
mesnada con que fuesen con él á la frontera, en- vicredes ssalut et gracia : ssepades que nos ymos
vió decir por sus carias á todos sus vasallos ,
que de camino en Mazanares, é tenemos por bien que
con él avian de ir á la frontera que viniesen luego todos los maestros carpenteros que y oviere, que
lodos á él. El partió de.MaydrilD ele... Infiérese se vayan para Manzanares, para que adoben los
320 HISTORIA DE MADIÍID.
Atento pues a combatir sin tregua el poder malionietano , llevaba Alfonso una y
otra vez sus victoriosas armas al reino granadino, y ganoso de cerrar para siempre á los
ner cerco á la celebrada ciudad de Algeciras , donde debia acrisolar tan glorioso renom-
bre. Determinado á tal empresa, pedia á sus vasallos y obtenia cuantiosos servicios, y con
aquella enérgica actividad que formaba el fondo de su carácter , congregaba luego es-
forzada hueste , resuelto á caer sobre las Algeciras con ánimo de arrancarlas para siem-
pre al yugo de la morisma. Présago de buena suerte para la proyectada conquista era
el triunfo que la armada alcanzaba sobre las de los reyes de Granada y Marruecos que
intentaban estorbar el asedio; y lograda aquella victoria, vióse estrechada la ciu-
dad á un mismo tiempo por mar y por tierra. Mas no era Algeciras baluarte que fácil-
mente cediese al primer amago. Asentada en posición por demás favorable á la defensa,
bido el rey de Castilla que habia de resistir largo tiempo ; y con el convencimiento de la
magnitud del empeño en que se ponia , abria las trincheras y se preparaba á toda vicisi-
migos á quienes necesitaba vencer don Alfonso. Dilatábase el asedio: mermaban cada
dia los víveres en el real, y lejos de la frontera, era por extremo difícil abastecer el
campo , escaseando al par los recursos de los pueblos á medida que iban creciendo las
necesidades. Desconfiando del éxito del asedio , abandonaban al generoso príncipe algu-
y entrada la estación de las aguas, parecían al fin desatarse las cataratas del cielo, in-
Cuadro tan espantoso hubiera bastado á quebrantar el corazón más entero. Don Al-
fonso , cobrando mayor brio en medio de tantos conflictos, ni mostró un sólo instante de
flaqueza, ni aflojó un punto en su resolución heroica. Con ánimo imperturbable con , te-
mandamos que luego, visla esta nuestra carta, sopeña de nuestra merced é de los cuerpos et de
sin otro detenimiento ninguno eml)iédes lodos los quanlo auedes. Dada en Cadalso, seellada con el
maestros carpenteros que oviese y en la dicha Vi- mió seelio de la poridad, quatro dias de septien-
ila, al diclio lugar de Manzanares para que adoben bre , Era de mili é ccclxxxii annos. —Yo Malheos
los dichos palacios, como dicho es, et en quanío Fcrrandez lo ffiz escriuir, por mandado del Rey»,
aquella sin igual constancia, emulando la gloria de los más ilustres caudillos del antiguo
duramente apretado y tan largamente sostenido: dos inviernos pasaba Alfonso al pié de
los muros de Algeciras , largo período en que si la fama de su heroicidad trajo al cam-
po del rey de Castilla valerosos auxiliares é hizo que algunas naciones cristianas y aun
el mismo Pontífice le enviase eficaces socorros , vióse no pocas veces desposeido hasta
de lo más necesario, y forzado al par á hacer frente al belicoso presidio de la ciudad que
le fatigaba con frecuentes salidas y rebatos, y que repuesto una y otra vez, era á la
postre reforzado con más de cincuenta mil africanos y granadinos , y defendido por una
poderosa armada de ciento cuarenta velas.
Nada alcanzó sin embargo á torcer la voluntad de hierro de don Alfonso : sacando
nuevas fuerzas de los mismos conflictos y desastres que le rodeaban, con aquella fecun-
didad de recursos que distingue á los grandes capitanes, y con aquella noble confianza
propia de los héroes , dominó al cabo todos los obstáculos , venció todas las dificultades,
y desbaratados repetidamente los granadinos y africanos , apretó en tal forma á los si-
tiados que haciendo ineficaces »las muchas pellas de fierro que con los truenos tiraban»,
viéronse en el duro trance de abrir sus puertas al vencedor, volando el glorioso estan-
darte de Castilla , las señas de los caballeros y los pendones de los concejos sobre las al-
menas de Algeciras, y resplandeciendo las cruces en su mezquita mayor, que era con-
Cabia al Concejo de Madrid en aquella útilísima conquista la misma gloria que obte-
nían las demás villas y ciudades , llamadas por el rey á tomar parte en tan popular em-
presa , recogiendo muy en breve el premio del valor de sus hijos; pues apenas desceñida
merced á la frecuencia con que el rey traía á Madrid la Corte, pedía aquella nuevo ré-
gimen administrativo. Como quiera, y porque no era indiferente al vencedor del Salado
dula ,
por la cual sometia todos los asuntos del antiguo Concejo al cuidado y guarda de
doce regidores, vecinos todos de la Villa, que unidos con los alcaldes y el alguacil,
1 Historia poética de Alfonso XI, ad íincm. 2 Tanto Oiiinlana (pág. 181) como lodos los
Tomo I. 45
'J22 HISTORIA PE MADRID.
vienen ornes á poner discordia et estorbo en las cosas que deuen facer et ordenar por
municipio , declaraba la forma en que debía egercer el nuevo Ayuntamiento sus funcio-
nes, manifestando: 1." Que sólo podría celebrar juntas bajo la presidencia del juez real,
ó de los alcaldes, en los lunes y viernes de cada semana. 2.° Que sus atribuciones que-
daban reducidas á cuidar del pro común
y guarda de la Villa, recaudando y adminis-
trando sus rentas ; á dirigir las obras de reparación en los muros y calzadas de sus tér-
minos a obligar á; los vecinos al pago de las derramas y servicios ; á nombrar y enviar
mandaderos ya al rey ,
ya á las demás villas y ciudades para las cosas lícitas y cumpli-
deras ; y á partir y dar finalmente los oficios de la Villa en los tiempos señalados. :3.° Que
estaba vedado á los regidores tomar para sí oficio alguno , demás del que por autoridad
real egercían. 4.° Que sólo reunidos en Ayuntamiento tenían fuerza y valor sus acuerdos
,
y determinaciones. 5." Que no se consintiese para en adelante junta ni otra reunión al-
guna fuera de
,
las que el mismo rey ordenase por sus cartas , so pena de los más seve-
ros castigos, cuya aplicación se reservaba el mismo rey. 6." Qne los deraandaderos del
Ayuntamiento fuesen pagados por medio de derramas , las cuales no debían exceder de
tres líiil maravedís. 7.° Que no pudiese el Ayuntamiento echar nuevas derramas en la
Villa, sin anuencia del soberano. 8,° Que formase acuerdo toda junta que constase de
ocho ó diez regidores , siendo presentes el juez y los alcaldes, siempre que los restantes
regidores estuvieran ausentes en el término de dos leguas. 9.° Que los que no asistieran
Pérez. —Juan Esteviane, hijo de Ruy Gil. —Vicente Pérez de Alcalá, Abogado.—Pas-
(lue citan la real disposición, equivocan la fe- denota el mismo doeiimenlo, es la que va en el
t-í
t-l
en
5
PRIMERA PAUTE, CAP. VII. 323
cual Pérez , hijo de Martin Miguel. — llui González , hijo de Domingo Ruiz. —García Sán-
chez, criado de Alvar Pérez *.
Era esta en verdad la más radical trasformacion que habia experimentado el muni-
"
lí-io^o de Madrid desde los tiempos de Alfonso VI , revelando con toda'claridad la fuerza
acfeen manos del vencedor del Salado habia llegado ú cobrar el cetro de Fernando III.
ío que para otros príncipes hubiera sido temeridad peligrosa , era ya para Alfonso em-
presa fácil y cumplidera asegurando en no lejanos
, dias la realización del bello ideal que
habia costado la corona al Rey Sabio. Madrid veia trasformado aquel tumultuario Conce-
jo que habia proclamado por tutor á don Juan , hijo del infante don Manuel, en un Ayun-
tamiento presidido y gobernado por el juez real y los alcaldes elegidos por la corona; y
aunque despojada de sus primitivas libertades, recibía la Villa sin contradicción los re-
gidores nombrados por don Alfonso , ó dominada por las circunstancias ó cansada de
1 Quintana (fól. 180 v.) y Azcona (p.íg 137) recabdándolas é faciéndolas recabdar, también de
citan este nolabilisimo documento, aunque sin las rentas que son del tiempo pasado, como di-
trascribirlo Hállase en el archivo del Ayuntamien- neros algunos si fueren derramados, cojidos ó re-
to, señalado con la marca S. 2.*, 305, 17, me- cabdados para los muros ó para calzadas, ó para
reciendo por su extraordinaria importancia,figu- otras cosas que fueren para el Concejo, ó aquellos
rar en la Historia de la Villa, en primer término: que deuen los dineros al Concejo por algunas de
Dice asi: «Sepan quantos esta carta vieren, como las maneras que dichas son, ó se las o vieren á dar
Nos don Alfonso por la gracia de Dios rey de Cas- daqui adelante ,
que estos doce con el mió Juez
tiella, etc.. Porque fallamos que es nuestro ser- ó con los Alcaldes ó Alguacil que y fueren, é fa-
vicio que aya en la Villa de Madrid ornes buenos gan prender é lomen tanto de los bienes de aque-
que ayan poder para ver los fechos de la Villa é llos que algo deuieren, como dicho es, porque en-
otrosí para facer é ordenar todas las cosas quel treguen al Concejo todo lo que ovieren de auer de
Concejo faria é ordenaría, estando ayuntados, et lo que dicho es. Otrosí que fagan mandar facer
¡jorque en los concejos vienen omes á poner dis- las labores de los muros é de las calzadas é de
cordia é estorbo en las cosas que deuen facer é or- las otras cosas que son ó fueren menester de fa-
denar por nuestro servicio é pro común de la dicha cer en la dicha Villa et en su término daqui ade-
Villa é de su término é por esto tenemos por bien lante. Otrosí que ayan poder para nombrar del
de fiar todos los fechos del Concejo destos que aqui Concejo mandaderos é embiarlos á Nos ,
quando
serán dichos». Puesta la ñola personal prosigue: vieren que comple para pro del Concejo ó que Nos
«Et estos con los Alcaldes é Alguacil de la Villa é embiáremos por ellos. Et otrosí para los embiará
un escribano donde con ellos se ayunta, do es acos- algunas de las cíbdades et villas et lugai-es de su
tumbrado de facer concejo dos dias cada semana, mandado ,
quando entendieren que cumple , si al-
vean los fechos del Concejo de la dicha Villa é que ciere; pero todauia caten que las demandaderías
acuerden todas aquellas cosas que entendieren (¡ue sobre que fuesen embiados los mandaderos, sean
es más nuestro servicio é pro é guarda de la di- complidas é tales que se non faga cosa al Concejo
cha Villa é de todos los pobladores della é de su sin razón , é aquellos que los embiaren para esto,
término; é que ayan poder para administrar todas sean tenidos de ir á la mandadería que les em-
las rentas d.-; los comunes del Concejo de la Villa, biaren por la quantia questos doce vieren que es
.'}24 HISTORIA mí MAIRID.
aquellas mismas discordias [)romo vidas por la ambición de los que llevados de sus pro-
propias medras , tenían en poco el pro comunal , según el mismo rey manifestaba. Como
quiera, el Concejo de la renombrada Villa debelada por Alfonso VI, habia desaparecido
otras muchas villas y ciudades del reino , revelando así una nueva faz en la historia de
aguisada; el que partan y que den estos doce los más vieren ques menester de se derramar por la
o/icios de la Villa de cada año en el tiempo que se tierra para esto que dicho es é para otras cosas
suelen dar aquellos oficios que el Concejo suele que sean nro servicio é pro de la Villa et de todos
dar entre si, é que no aya otros oficios de los que los moradores de Madrid é de su lérinino, que esto
el Concejo suele dar, saluo los que estos dieren; é que Nos lo embien decir é que Nos lo fagan saner,
que estos que son nombrados para esto, é los que por que con nuestras cartas é con nio mandado
fueren daqui adelante ,
que no lomen ninguno de se fagan los derramamientos que se ficieren de los
los oficios para sí , saluo este que les Nos damos. tres mil mrs. E porque todos los que son nom-
Et otrosí que aran poder para facer é ordenar to- brados para esto et fuesen de aípii adelante, al'
das las cosas é cada una dellas qucl Concejo fa- gunos dellos non pueden estar todauía conlinua-
ria é ordenaría, si todos en uno ayuntados lo orde- mentg en la Villa, para se ayuntar para todo esto
nasen , é que sea firme é valedero lo que estos que dicho es, que los diez ó los ocho dellos seyendo
ficieren, assi como si el Concejo lodos ayuntados ayuntados de consuno con el Juez ó los Jueces é
en uno, lo ordenasen. E pues que estos an de tener Alcaldes de la Villa, que puedan facer todas las
cuydado de los fechos del Concejo, daqui adelante cosas que farian los doce ayuntados si y fueren,
no se ayunten nin fagan Concejo nin Ayuntaniienlo non seyendo los otros en la diclia Villa nin en su
ninguno en la dicha A'illa , ni en su término, sal- término fasta dos leguas de la Villa. El ([ualquier
uo por nuestras cartas, quando estos doce con Ci ó cualesquier de los sobredichos que son nom-
Juez ó con los Alcaldes et Alguacil que se y fue- brados para esto é serán daípii adelante que fue-
ren , viese que comple de los facer ayuntar. Et ren en la dicha Villa et en su término fasta las
si alguno ó algunos ficieren Ayunlamienlo en csla dichas dos leguas é non viniesen á los dichos días
manera, que el nuestro ,hiez é los Alcaldes é Al- al diciio Ayuntamiento ,
que jieche cada uno se-
guacil que es é fueren é estos doce é los que ovíe- tenta mrs. desta moneda, para los que y se ayun-
ren este oficio daqui adelante ,
que les prendan taren, por cada vez que non viniesen al dicho Ayun-
los cuerpos é los tengan presos é bien recabdados tamiento los días .sobredichos , segunt dicho es,
et Nos lo embien decir, porque Nos fagamos dello salvo si fuese enfermo de tal enfermedad que non
lo que la mí merced fuese, et entre tanto (]ue pon- pueda y venir. Et estos que son nombrados ó fue-
gan sus bienes en recabdo. Et si acaescíere que ren daqui adelante que ayan estos oficios tanto
para erabiar mandaderos á Nos ó á otras parles, tiempo como la nuestra merced fuere et loviesse-
segunl dicho es, oviere menester de les dar algu- mos por bien. El desto mandamos dar esta nues-
na cosa é estos sobredichos vieren que non ay de tra carta seellada con nuestro seello, dada en .Ma-
los comunes del Concejo de que se puedan pagar, drid é seis días de Henero de mili é trescientos c
que puedan deri'amar y por el téi-raino fasta con- ochenta ó quatro. — Yo .Malheos Ferrandez la fiz
lia de tres mil mrs., é no mas; é den de yuso lo escrivir. — Juan Ferrandez. — Ruy Díaz.
la civilización española, por que no era posible considerar suceso de tal itnportancia
yecto de dotar á su patria de una sola ley, pensamiento abrigado por todos los reyes
dignos de este nombre, convocaba por último en 1348, las Cortes de Alcalá, llamadas á
Alfonso comunicaba en ellas á los procuradores del reino la patriótica idea de reducir con
las armas al imperio cristiano la fortaleza de Gibraltar y publicaba el celebérrimo Ordena-
miento que declaraba ley de Castilla el código inmortal de las Partidas. El sueño de
oro de Fernando III y de Alfonso el Sabio se habia pues realizado ; y si no cupo á Madrid
la gloria de que se operase en su seno aquella gran trasformacion que iba á cundir á
todas las esferas de la vida , lícito es reconocerle la promulgación del Libro de las Leyes,
cuyo acuerdo habia bastado un siglo antes para derribar de las sienes del nieto de doña
Berenguela la corona de Alfonso VIII.
su propio derecho, figuraban sus procuradores al lado de los de Burgos, Soria, Sego-
via, Avila y Valladolid, por Castilla la Vieja; de los de León, Salamanca, Zamora y
Toro, por el antiguo reino leonés; de los de Cuenca y Guadalajara, por Castilla la Nue-
va, y de los de Sevilla, Córdoba, Murcia y Jaén, por Andalucía y Murcia. Hermanada
con estas ciudades, cuya influencia en el Estado, así por su antigua significación como
por su actual importancia era tan eficaz como legítima, ostentaba Madrid con noble mo-
,
i Con este fin diclaba don Alfonseen 1546 lodavia. Siendo las disposiciones que encierra co-
y dirigía á los Alcaldes de Madrid notable orde- muñes á toda Castilla, no juzgamos propio de este
namiento, conservado en el archivo de la Villa lugar el trasladarlo, por más que reconozcamos
bajo la asignatura 2.' — lo8— lí, no publicado su grande importancia.
—
zaoares , objeto de prolongadas contiendas (y cuyo scñorio habia recaído por muerte de
don Alonso La Cerda en su hijo y sucesor don Juan) á la célebre favorita doña Leonor
de Guzínan, en cambio de la villa de Huelva ', veia la futura Corte española trocada en
desconsoladora aridez la proverbial fertilidad (k.su can: pos, sujeta á larga sequia, que
recordaba tristemente la padecida en los pri^ímbiaba -vs del siglo Xlll, amenazando con
las mismas calamidades que pusieron entonces ai gvanjionturbacion los dominios caste-
llanos. Y era tanto más funesto para Madrid aquel ternble azote , cuanto que consistien-
par el alimento para los hombres y el pasto para todo linage de reses , arreciando los
conflictos á medida que el Cielo negaba el fecundante roció á las calcinadas campiñas.
en medio de aquellas angustiosas circunstancias los contristados ojos á San Isidro, á fin
de que intercediera por la salud de su pueblo; y ordenadas públicas rogativas para aplacar
la justicia divina, celebraba solemnes procesiones, en que llevaba á las campiñas, culti-
vadas en vida por su piadosa diestra , el cuerpo del Santo Labrador, alcanzando el inexti-
mable beneficio de que bajase en breve consoladora lluvia á refrigerar los abrasados
por don Aifonso XI á su alcalde el doctor Juan tra carta fuere mostrada, salud é gracia: Sepades
Fernandez de Falencia, para que amojonase aque- que pasó pleyto en la nuestra Corle ante Gar-
llos términos. Nosotros no la hemos podido haber cía Pérez de Valladolit, nuestro Alcalle, Gonzalo
á las manos; pero no por esto juzgamos que debe Diaz, fijo de Diego Pérez, vuestro vecino de la una
desecharse esta noticia, que sobre parecemos muy parle, et Johan Martínez otrosí vuestro vecino,
verosímil , tiene á su favor la facilidad con que por sí et por los cavalleros et homes bonos de vos
se hacian á la sazón esta suerte de concesiones. los dichos doce, cuyo Procurador es , é de la otra
2 Los historiadores de Madrid mencionan esta parte, en razón de una sentencia que fué dada
terrible sequia, apoyándose en un documento exis- por Ruy Ferrandez en nombre de vos el dicho Con-
tente en el archivo del Ayuntamiento y de que cejo, cuyo Procurador era, en quantia de cuatro-
sacó un siglo hace el docto P. .Andrés de Burriel cientos maravedís con el doblo, tpie el dicho Gon-
autorizada copia (1759): refiérese al pleito que zalo Diaz espendió por vuestro mandado, á la sa-
hubo de sostener, según en otro lugar indicamos, zón que era Alcalle y en la dicha Villa, quando
el alcalde Gonzalo Diaz, para reintegrarse de los acordastes de sacar el Cuerpo Santo de SanEsidro,
gastos que hizo en estas solemnes rogativas ; y la por la qual sentencia el dicho Gonzalo Diaz ganó
parle del documento que conduce A nuestro pro- nuestra carta, etc.. Dada en Madrit siete dias de
pósito, está concebida en los términos siguientes: octubre, Era de mili , et trezientos et ochenta et
— «Don Alfonso por la gracia de Dios, rey de Cas- quatro años. — Yo Johan González la íiz escrevir,
liella, de Toledo, de León, de Galicia, de Sevilla, por mandado de García Pérez, Alcalle del Rey.
de Cordova, de Murcia, de Jahcn, del Algarbe, de García Pérez, Johan Ferrandez, vista.»
Algeciras, et Señor de Molina. Al Concejo, el á los
PRIMERA PARTE , CAP, Vil. 327
Terminadas entre tanto las Cortes de Alcalá, y resuelto don Alfonso á realizar la em-
presa de Gibraltar , con^reí^aba con aquella actividad que tanto le distinguía sus aguer-
ridas huestes, partiendo luego la vuelta de Aiidalucia, y cayendo por último sobre la
bien fortilicada plaza. Sabia el rey Conqueridor que aun estrechado el asedio y abier-
tas las trincheras con la mayor previsión y acierto , era difícil la conquista de Gibraltar,
meroso presidio de gente escogida, que debia recibir a la continua poderosos refrescos de
Granada. Determinado, como al poner el cerco á las Algeciras, á no levantar los reales
tiga ni trabajo para dar cima á la ambicionada conquista , tomando cuerpo la esperanza
del próximo triunfo , cuando uno de aquellos desastres que llenan á deshora de luto á
las naciones , vino á atajar los pasos del nieto de Sancho IV , restituyendo la salud á la
quebrantada morisma. Picado el real cristiano de asoladora peste, en vano intentaron los
cubierto su preciosa vida del inminente peligro que la amenazaba: el vencedor del Sala-
do, que no había temido en Algeciras los estragos de tan horrible azote, no acostumbrado
aquel príncipe esforzado que habia ceñido á sus sienes el doble lauro de Fernando III y de
Alfonso el Sabio, herido de mortífero contagio, sucumbia ante los muros de Gibraltar,
nación con la muerte de Alfonso XI el poderoso brazo que la habia sacado del caos es-
zada á la continua por las naciones bárbaras del África, su más firme escudo y baluarte;
la justicia su más robusto apoyo y defensor; la civilización española en fin el más deno-
dado promovedor de su engrandecimiento y desarrollo habiéndole concedido , el Cielo la
fortuna de coronar por su cima, en vario concepto, el grandioso edificio, cuyos cimientos
había echado el Rey Sabio. Castilla lloraba su muerte , como se llora la pérdida de un
guerrero y con la palma del sabio , no olvidando que bajo la sombra de su trono había
renacido el espíritu de los antiguos tiempos, reanudadas las grandes empresas científicas
y literarias ,
que habían caído en abandono en medio de la anarquía que aniquilaba á la
república.
328 HISTORIA DE MADRID.
vez sus hijos ú la victoria y que solícito por su engrandecimiento y prosperidad, habia
sabido poner coto á los desórdenes que interiormente la conmovían y defenderla de los
cuente de aquel esforzado caudillo, centro una y otra vez de la acción del gobierno,
las ciencias y de las letras , cabiéndoles la gloria de conquistar el aplauso de los doctos
no solamente en las escuelas de Castilla, sino en las más renombradas del extrangero, y
si sus altas virtudes y su voluntad indomable habían acallado todas las pretensiones y
hecho olvidar sus propias flaquezas , cortado de improviso el hilo de su vida , iban á
brotar con nueva y desusada fuerza los no desarraigados gérmenes de intestinos distur-
bios, hallando ,
para mengua de su gloria y escándalo de la posteridad ,
pábulo y fo-
mento en los bastardos frutos de aquella pasión que había deslustrado sus más elevadas
y meritorias acciones.
Pero tiempo es ya de reposar un momento para trazar el doloroso cuadro, que llena
con su gran figura el rey don Pedro , á quien no osaron calificar las generaciones que
ciero.
1 Entre otros hijos ilustres de Madrid que lo de cardenal, año de 1327, y por ser de tal
florecen bajo el reinado de Alfonso XI, puede ci- mano, no lo quiso. Fué catedrático y consumado
tarse el mercenario Fr. Gerónimo del Monte de , teólogo en las universidades de Barcelona y Monl-
quien escribe el diligente González Diivila estas pa- pellier: escribió un libro sobre el modo de estu-
labras: «El Mtro. Gerónimo del Monle, del Orden diar y entender la Sagrada Escritura. Del hace
y del antipapa Nicolao V, que le ofreció un cape- cap. XM!» {Grandezas de Madrid, pág. 220).
HISTORIA l)H I.A Vll.l.AYCOKTK DI': MAriKII)
Lu d« J nONON.Miand
El rey don Pedro. — Primera época de su reinado. — Sus primeros prÍTÍlegios respecto do Madrid: en favor
del convento de Santo Domingo; en favor de su ayo Martin Fernandez. —^Nuevas inmunidades concedidas al con-
vento de Santo Domingo. — Cortes de Valladolid. — Supuesto privilegio del rey don Pedro en favor de clerecía la
de Madrid. —Rebelión de don Alfonso Coronel. —Disturbios de —Muerte de don Alfonso de Alburquerque.
Castilla.
—Cautiverio del rey don Pedro. —Nuevas vicisitudes del Eeal de Manzanares. —Eobo sacrilego ejecutado en la igle-
sia de San Ginés de Madrid. — Otros privilegios otorg.ados en pro del convento de Santo Domingo. — Tradiciones po-
pulares- respecto del rey don Pedro. — Recrudecencia de revueltas de CastUla, — Don Enrique de Trastamara.
las
ó el honroso título de Justiciero. Llamados á narrar principalmente los hechos que más
Castilla al mediar
trecho en trecho á considerar el sorprendente espectáculo que ofrece
del siglo XIV, no sin que en el tumulto del hierro que ensangrienta ú menudo las gra-
das del trono, dejemos de escuchar el nombre de la futura Corte de las Españas, ya
como teatro de temerosas escenas conservadas por la tradición en la memoria de las ge-
neraciones futuras, ya como espejo de fidelidad, tras las angustiosas vacilaciones que
imprimen extraordinario sello á la fratricida lucha, terminada en los campos de Montiel
Mas justo es consignarlo antes de todo, para comprender con el acierto debido el es-
píritu de aquel reinado lastimosamente célebre en los fastos de la historia de España: ro-
rodeado al subir al trono el rey don Pedro , único de este nombre en Castilla, de prínci-
según echaron en cara al mismo don Alfonso sus propios proceres; injuriado asimismo
por el fausto y regia opulencia de aquella dama que había tiranizado largo tiempo el co-
razón del hijo de Fernando IV ; enojado finalmente contra los magnates castellanos que
por extremo generoso , perdonando con mayor benignidad que su padre á los mismos
que le ofendían , no siendo por cierto sus hermanos los que menos ejercitaron su cle-
mencia.
Recientes aun en su memoria las piadosas lecciones del docto obispo de Osma que le
había enseñado á conocer los deberes de príncipe cristiano *, miraba don Pedro con hon-
da veneración las cosas sagradas , cuidando de acrecentar el culto y proporcionar vida
tranquila y sosegada á las casas religiosas. Prueba harto signiñcativa de esta verdad
ofrecía el convento de Santo Domingo de la Villa de Madrid, distinguido desde su fun-
dación por los monarcas de Castilla, al cual no cumpüdos aun cuatro meses de su reinado,
«texiese sus paños para vestir, un mampostero que razonasse sus pleitos é recabdasse
• sus cosas , un zapatero , é un mayordomo que viesse sus ganados » , y disponiendo «que
• fuesen escusados cada uno hasta en cantidad de seyscíentos maravedís, é exentos de
1 Don Fray Bernabé García , el cual tradujo bio con igual propósito , damos á conocer en la
del lalin, y aumentó con doctas advertencias para Historia crítica de la literatura española, cuyo
educación del mismo don Pedro, el libro de Egi- primer tomo acaba de verla luz ¡)ública.
dio (Gil) de Colonna De Retjimine Principum: este 2 Tomamos lanío estas nolicias, como las de
y otros tratados , traídos á la lengua del Rey Sá- oíros privilegios otorgados por don Pedro al mis-
PRIMERA PARTE, CAP. VIH. 331
ción que mostró toda su vida por el convento de Santo Domingo, fiel como va dicho á la
no interrumpida devoción que le profesaron sus antepasados, daba claras señales de be-
mayor del sello secreto ó de la puridad , haciéndole merced de uno de los más lucrativos
derechos que tenia en Madrid la corona, cual era el portazgo de la Villa y su término,
«con otras cosas '(decia el rey) que andan en renta con el dicho portazgo». |Y no era
este privilegio únicamente notable por manifestar que residía á la sazón en Madrid , sino
por que á juzgar por las suscripciones de los magnates que lo confirman, ni se hablan In-
aun aquella armonía que debió mediar siempre entre don Pedro y sus hermanos , estre-
chados al par los lazos de parentesco que le unían con el rey de Aragón , cuyos hijos,
mo convenio (que después citaremos) de un libro andaban en renta con el dicho portazgo , mani-
en 4.° mayor y pergamino avitelado que conser- fiesta Salazar que eran la tienda de la fariña, las
van en su archivo las monjas de Santo Domingo; huertas que llaman Dalvega, las tablas que el rey
libro donde aparecen copiados literalmente ó en avia en las carnicerias de Madrid)^ , las tiendas de
relación, todos los privilegios del monasterio, con los cordoneros y alcatares ,
que venden especias,
la autorización del rey don Felipe II y señores del papel y otras cosas, y las tiendas de los buño-
Consejo de Castilla. La mención del privilegio que leros , y las otras cosas , tiendas y solares que
en el texto extractamos empieza: «El rey don eran alli de la corona , y andaban en la dicha
ochenta y ocho (1550), confirmó el privilegio» etc. yorazgo, si quisiese. En la circunferencia déla
Justo nos parece consignar aquí que debemos su rueda observa que se leia: «Don Johan Nunez,
consulta á la especial fineza de la actual priora y Señor de Vizcaya, Alférez mayor del Rey é su ma-
demás religiosas, bien que autorizados competen- yordomo mayor , conf. » —Y en las dos coliuimas se-
temente por el Eminentísimo cardenal , arzobispo gunda y quarta que tocan á los ricos-hombres, se
de Toledo. justifica parle del repartimienlo (que expresa la
1 Trae la noticia de este importante docu- Crónica) de los oficios de la corona; porque la
mento don Luis de Salazar, Casa de Lara, t. III, segunda empieza: «El infante don Ferrando ,
fijo
donde escribe que «entre los privilegios despacha- del Rey de Aragón, primo del Rey, é su vasallo,
dos en Sevilla por el nuevo rey don I'edro, se con- Adelantado mayor de la frontera, conf. — Don
taba uno de que tenia copia y se conservaba ori- Ferrando , fijo de don Juan Manuel , Adelantado
ginal en el archivo de los condes de Orgaz, dado mayor de Murcia, conf.» — Siguen luego don Fer-
en 20 de julio de la Era 1588, que es año 1550, rando , Señor de Haro , don Tello y don Sancho
para conceder á Martin Fernandez de Toledo su sus hermanos , hijos del difunto Rey y de doña
ayo, y su notario mayor de Andalucía , su canciller Leonor de Guzman... La cuarta columna empieza
mayor del sello de la puridat , y alcalde mayor de con don Juan Alfonso de Alburquerque, canciller
Toledo , el portazgo de Madrid y su término con mayor del Rey y mayordomo mayor de la reina,
todos sus derechos, descaminos y aventuras para don Martin Gil, su hijo, don Ferrando de Castro,
.siempre jamas». Respecto de aípiellas cosas que don Enrique, Conde, don Juan, su hermano, tam-
332 HISTORIA DE MADRID.
convento de Santo Domingo : entre los privilegios más estimables en aquella edad con-
tábanse dos otorgados por don Sancho IV, en los cuales se concedía á la priora y mon-
jas el derecho de que pastasen libremente sus ganados en todo el reino, como los del rey,,
con la inmunidad del asilo: don Pedro confirmaba en 20 de setiembre de 1351 ambos pri-
vilegios , insistiendo muy principalmente , con excepción de las leyes generales del rei-
no, en que pudiesen monjas y priora heredar, como en el siglo , y adquirir todo género
de propiedades , ampliándoles el indicado derecho de asilo , extensivo no sólo al con-
vento con su iglesia, sino también al compás del mismo, tomándolo para todo «bajo su
La Villa de Madrid parecía pues llamar con sus piadosos institutos la atención del joven
rey de Castilla, en tanto que empezaba á cubrirse de oscuras nubes el horizonte, anun-
ciando próximas y violentas tempestades. Juzgando debilidad la clemencia del joven
principe y reputando tal vez seguro el triunfo , aquel espíritu de rebelión y desobedien-
cia ,
que sólo habia podido refrenar la poderosa mano de Alfonso XI , ahogando el fuego
de la anarquía señorial bajo el peso de sus laureles , habia comenzado á germinar desde la
muerte del conquistador de Algeciras , intentando una y otra vez probar las fuerzas del
nuevo monarca. Benigno don Pedro, cual queda advertido, y sin racionales pretextos la
en breve para el hijo de Alfonso XI. Grave dolencia le postraba á deshora en el lecho,
poniéndole en trance de muerte : nadie creyó que tornase á la vida , y recelosos de lo por-
bien hijos del difunto Rey... y al fin de la primera guno , sin incurrir por ello en pena alguna y que
columna confirma Garci Laso de la Vega , Merino asi fuesen amparados, bajo de ciertas penas al que
mayor de Caslilla. Tomada esta noticia de la mis- lo contraviniere. El mismo señor Rey en el pro-
ma fuente, aparece también la crónica del Rey en pió dia y Era confirmó el privilegio que el rey
los apéndices, pág. 582. don Sancho en 10 de junio Era de 1525 concedió
1 En el libro citado de privilegios que se cus- al monasterio de Santo Domingo de Madrid ,
para
todia aun en el archivo del convento, leemos: «El que no paguen portazgo ni chancilleria en sus car-
mismo rey don Pedro en 20 de setiembre Era , tas y que puedan heredar á sus padres y parien-
de 1389 (15ol), confirmó el privilegio que el rey tes y recibir cuanto les fuese dado y que se les
don Sancho IV en 2 de junio Era de 1323 , con- guarden los privilegios de la silla apostólica, sin
cedió i'i la priora y monjas del monasterio de San- que ningún sea osado de entrar upor fuerza en el
to Domingo do Madrid, para que todos sus gana- «dicho monasterio, nin en sus eglesias, uin com-
dos anduviesen salvos y seguros por todas las «pas de él á sacar á ninguno» , y recibió á dicho
partes del reino, comiendo las hierbas y bebien- monasterio «en su guarda, encomienda é defen-
cesor, pintándole cada cual á medida de sus deseos ó sus antojos. Quien , siguiendo las
cipe , se inclinaba al infante don Fernando de Aragón , vasallo del rey de Castilla ,
partido
que seg'uian entre otros muy poderosos ricos-hombres , el Maestre de Calatrava y don
Alfonso Coronel, con la ilustre familia de los Vegas: quien, recordando el antiguo de-
recho de los infantes La Cerda, suponía mejor derecho en don Juan Nuñez de Lara, he-
siempre la corona de San Fernando. Todo eran cabalas, conciliábulos y ambiciones, cuan-
do el inesperado restablecimiento , del rey don Pedro vino á desbaratar tan encontrados
proyectos y esperanzas no , sin que al tener noticia de las trazas y pretensiones á que su
cible carácter que tantas lágrimas iba á producir en Castilla. Más astuto que todos los
cortesanos , ó menos sospechoso á don Pedro , cuyo ánimo señoreaba , salía don Alfonso
de Alburquerque ganancioso de aquella primera lid de intrigas palaciegas , asegurándole
más y más en la privanza la muerte de don Juan Nuñez y de su sobrino don Fernando
llaban entre tanto aumentando así el combustible que de tantas partes se hacinaba. Ven-
malhadada doña Leonor de Guzman , á quien no pudieron libertar sus numerosos hijos,
jóvenes , valientes y poderosos , de las iras de aquella muger ofendida. La celebrada
amiga de Alfonso XI, la madre del Maestre de Santiago y del conde de Trastamara, pe-
recia víctima de aquel implacable rencor ; atentado que llenando de horror á Castilla y
jaba impune desmán tan repugnante. Y no era por cierto señal menos segura de la tor-
tento de rebeldía al indicado procer atribuido , cuando no contra el rey , á quien respe-
taba, sino contra el privado que le era odioso, se había movido en realidad el desven-
turado Garci Laso.
Todo anunciaba pues inminentes trastornos; y sin embargo justo es observ^ar que no
era el monarca de Castilla causa principal de aquellos disturbios, puesto entre una ma-
334
'
niSTORIA DE MADRID.
quienes el sosiego público es fuente de toda prosperidad, abrian sin embargo el pecho á
la esperanza de que el hijo de Alfonso XI proseguirla la obra con tanto aliento acome-
tida por su padre, cuando, convocadas las Cortes de Valladolid en 1351 , le vieron dic-
tar muchas y muy eficaces disposiciones encaminadas á labrar el bien de sus vasallos,
haciendo que las expresadas Cortes cobrasen extraordinaria importancia entre cuantas re-
gistran los anales del siglo XIV. En ellas , siguiendo los principios á la sazón dominantes
nales y á los precios de los artefactos ; y con igual solicitud, deseoso de limpiar los ca-
minos de crímenes y de asegurar la paz de las familias , dictaba nuevas leyes contra los
malhechores y los que libraban su vida en todo linage de juegos de tafureria, aten-
Ni llamaban menos su atención , ora los abusos con harta frecuencia cometidos por los
ricos-omes, ora la vida licenciosa con que por desgracia escandalizaban los maíos sacer-
dotes á la sociedad entera; y resuelto , como su padre, á que imperase sólo en sus Esta-
dos la idea de la justicia, buscaba generoso los medios de reprimir á los primeros, pro-
tegiendo á los necesitados y á los débiles, é imponía á los segundos merecidos castigos,
afeando su depravación con el recuerdo de sus sagrados deberes. Fijas sus miradas en
miento de Alcalá , no sin corregir ó explicar algunas de sus más importantes disposicio-
nes ; y movido de los desórdenes á que daba lugar la peregrina organización de las behe-
trías, ponia finalmente su mano en aquel linage de señoríos, formando el famoso cua-
derno que lleva su nombre y que constituye sin duda uno de los más notables monumentos
de la edad-media.
y apartada la vista del cuadro de desórdenes y venganzas que habían comenzado á en-
ofrecían á Castilla las Cortes de Valladolid , no hay motivo para desconfiar de lo porvenir
á pesar de los diez y siete años que escasamente á la sazón contaba. Madrid ,
que mer-
ced al noble esfuerzo de sus guerreros y á su propia riqueza , había logrado parte no exi-
gua por cierto, así en los triunfos alcanzados contra los musulmanes, como en el desarrollo
interior de la monarquía ;
que rara vez había dejado de desplegar el pendón de su Con-
PRIMERA PARTE, CAP. Vin, 335
cejo al lado de los pendones reales, parlici[)a])a, no menos que las demás ciudades del
chas. Don Pedro, siguiendo la general costumbre y para más obligar i'i la Villa de Madrid,
enviaba á su Ayuntamiento, con las demás leyes dictadas en aquellas Corles, copia auto-
rizada del célebre Ordenamiento de níienestrales, que respetado y ejecutado, cual ley,
vilegio otorgado á su cabildo eclesiástico en 1235 por don Fernando III ~; y no parece
inverosímil esta concesión, reparando en las mercedes otorgadas por el rey don Pedro
al convento de Santo Domingo , y tenidas en cuenta las consideraciones que sus pre-
decesores hablan mostrado al mencionado cabildo desde los tiempos de Alfonso Vil. Pero
si no juzgamos lícito negar abiertamente este hecho , á que se ha pretendido atribuir en-
tero valor histórico , fuerza es declarar por nuestra parte que deseosos de comprobarlo
S. 2. L. 503, n. IG. Es un cuaderno escrilo en míos regnos que pasaban muy grant mengua por-
papel cepli , de marca real , con un forro de per- que se non labraban las heredades del pan , é del
gamino , viéndose todavía los hilos de seda, que vino , é de las otras cosas que son mantenimiento
demuestran haber tenido pendiente sello de plo- de los homes» etc., etc. Justo consideramos con-
mo. Al final de cada plana lleva la fií lua de Lope signar aquí que tanto respecto de este documento
Diaz, no pareciéndonos fuera de propósito el tras- como de otros muchos que llevamos registrados,
ladar á este sitio las primeras lineas de tan cu- extractados ó trascritos , somos deudores de sin-
rioso documento. Dicen asi: «Don Pedro, por la gular benevolencia al actual archivero general del
gracia de Dios, etc., al Concejo é ornes buenos, Ayuntamiento, don Wenceslao Muñoz, quien se-
que han de ver c ordenar facienda de Madrit é gundando las ilustradas disposiciones del munici-
á los Alcaldes é Alguacil del dicho lugar que ago- pio, pono de su parte cuanto está en sus facultades
ra son é serán..., á qualquieró qualesquier de vos para facilitar nuestras difíciles tareas en la inves-
salut é gracia: scpadcs que Yo, estando en Valla- tigación de este linage de monumentos históricos.
dolid en las Cortes que yo mandé y facer, et lla- 2 León Pinelo en sus anales manuscritos tan
mar , et seyendo ayuntados en las dichas Cortes copiados y citados por todos los que más ó menos
la reyna doña María, mi madre, é el infante don directamente trataron de los hechos pasados, re-
Ferrando de Aragón, mió primo é nuestro Ade- ferentes á la Villa y Corte, escribe lo siguiente:
lantado raaior de la frontera , é los perlados é ri- «1551— El rey don Pedro en las Cortes de Va-
cos-horaes,é infanzones, é ca valleros, é escude- lladolid á 20 de noviembre. Era de 1589, confir-
ros fijosdalgo del mió señorío, é los otros ca va- mó el privilegio de 1255 del cabildo eclesiástico
lleros é procuradores de todas las cibdades é vi- de Madrid».
llas é lugares de nuestros regnos, que me fué di- 5 Conveniente creemos consignar que e.xami-
336 HISTORIA DE MAIIRID.
Terminábanse entrclanto las Cortes de Valladolid y tras aquel bonancible [)enodo que
;
tan altas esperanzas había inspirado á cuantos anhelaban la felicidad de Castilla, empeza-
ron lueg'O á germinar los elementos de discordia que dejamos ya reconocidos y que es- , ,
peraban sólo oportuno color ó protesto para estallar con inusitada violencia. La ocasión
llegó muy en breve; pero los que osaron provocar la ira del joven don Pedro, desconocían
su bien torreado castillo en el reino de Córdoba , creyó el altivo procer que ofendido su
rey ,
podria hacerle frente en aquella fortaleza y aun resistir con éxito el ímpetu de las
huestes reales. Tan activo como deseoso de castigar la rebeldía , aprestóse don Pedro á
siego del Estado, ahogar en los primeros instantes aquel naciente incendio. Mas don Al-
fonso Coronel no estaba solo ; y apenas estendida la noticia de su rebelión de uno á otro
confin de Castilla, alzábase en las Asturias el conde don Enrique de Trastamara y casi
al mismo tiempo amenazaba don Tello desde las fronteras de Aragón con penetrar á
mano armada en los dominios de su hermano y natural señor , brotando así la guerra
No era en verdad halagüeña la perspectiva que se ofrecía á los ojos del rey don Pe-
dro. Dotado sin embargo de aquella indomable energía que hemos visto resplandecer en
el vencedor del Salado, y no menos celoso de aquella autoridad real que el hijo de Fer-
en brere desbaratar sus proyectos , viendo abatidas las rebeldes enseñas ante el pendón
de Castilla. Don Pedro vuela después á Córdoba y cercando en Aguílar á don Alfonso
Coronel estréchale en tal manera y combate con tal furia el castillo ,
que derribado par-
te del muro por las máquinas é ingenios de guerra entrábalo , al cabo por fuerza ; y apo-
derándose del desdichado procer, menos compasivo ó más justiciero que con don Tello
y don Enrique, hacia rodar por mano del verdugo su cabeza; desdicha que alcanzaba
nado detenidamenle , nierced á la ilustrada bene- mos logrado la forluna de hallar la referida con-
volcncia de don Fernando del 11 io, actual presiden- firniacion citada por Pinelo, siendo de advertir
te del Cabildo eclesiástico de Madrid, el archivo que al paso que hemos tropezado con privilegios
de esta venerable corporación, rico en importantes de gran interés, otorgados por los sucesores de
documentos históricos de que habrán de tener en don Pedro, nada hemos encontrado que se refiera
breve cumplida noticia nuestros lectores, no he- á este famoso monarca.
PRIMERA PARTE, CAP. VIII, 337
igualmente ú Rodrigo Fañcz de Biedma , Ponce Diaz de Qucsada y Juan González Deza,
sus amigos y ayudadores. El castillo de Aguilar era desmantelado.
los disturbios que perturbaban la paz interior, los mismos escándalos á que habian dado
la privanza , y conocedor de las inclinaciones de don Pedro , habia llamado don Alfonso
de Alburquerque (haciendo hijo del acaso lo que era efecto de su interesada astucia) la
atención del joven príncipe sobre las bellezas de una dama de su esposa , logrando de tal
manera avasallarle que no es posible contemplar la figura del rey don Pedro sin descu-
brir á su lado la de doña Tvlaría de Padilla. Juzgó acaso Alburquerque que le seria fácil
sus intenciones, halló muy luego el castigo en los mismos instrumentos, de que se
habia valido para realizarlas , encontrando rivales y enemigos á los mismos que re-
putaba amigos y ayudadores. Tal le sucedió con la familia de doña María, adunándo-
fluencia.
El mal estaba hecho sin embargo ; y en balde intenta el valido destruir su propia
obra, proyectando y realizando el enlace de don Pedro con doña Blanca de Borbon,
tra sus ingratas hechuras. Arraigado en el corazón del hijo de Alfonso XI el amor de
doña María, apenas celebrados los desposorios, huye de doña Blanca en el mismo
dia de la boda, dando así pábulo á siniestras murmuraciones y manifestando sobre
todo que era en él menos poderosa la razón de Estado que los impulsos de su fogoso
pecho. Reina sin corona y esposa sin marido, llora la nieta de San Luis en triste so-
ledad los desdenes del hijo , como habia llorado doña María de Portugal el abandono
del padre , recogiéndose en tal manera el amargo fruto de los vituperables extravíos que
sólo habia podido cohonestar la gloria de Tarifa y de Algeciras. Acaso descubren los
castellanos un iris de esperanza, al ver al rey don Pedro tornar al lado de su esposa,
movido de los ruegos de sus magnates pero esta fugaz alegría se disipaba, como
;
el hu-
mo, cobrando luego mayor imperio en el ánimo del desatentado monarca los amores de la
Padilla, de cuya pasión lograba fecundo fruto. Ni los ruegos de su madre inspirados
, sin
duda por los dolores que habia padecido en análogo trance , ni el desconsolado llanto
de su esposa, reducida á lastimoso cautiverio, ni las súplicas del rey de Francia, que se
más duro y despiadado que el rey su padre , separóse para siempre de la desventurada
doña Blanca. Era esta resolución el golpe de gracia para la privanza del poco atinado
conciliable ojeriza: que no otra es la ley del favoritismo, ni otro más noble pago con-
cede á interesados servicios y malintencionados amaños. El magnate, cuya voluntad
habia sido ley suprema de Castilla, llegaba á ser objeto de vivísimas persecuciones por
íbanse en estji forma hacinando nuevos combustibles cuyo incendio parecía de cada ,
vez más inminente; y si los proceres de Castilla habían callado ante la omnipotencia de
Alfonso XI ; si careciendo de motivo formal, no habían osado hasta entonces levantar re-
unidos la bandera de la rebelión contra don Pedro , escudados ahora con las demasías
Maestre de Calatrava y contra el antiguo valido y asidos sobre todo al popular pre-
testo del mal tratamiento de doña Blanca , no vacilaban en romper los lazos del respeto
de Alburquerque, formaban con él tan estrecha como monstruosa liga , codiciosos de ven-
garse por diferentes caminos de las injurias que lamentaban. Por desgracia del pueblo
castellano, no hubieron menester de grande esfuerzo para allegar parciales, dada la ín-
que daban calor la desacordada política y los frecuentes extravíos del mismo don Pedro.
Comprendió este sin embargo en aquellos terribles momentos que era toda vacilación
aprestóse segunda vez á la lucha que iban á hacer más sangrienta y desastrosa sus pro-
pias imprudencias. Lejos de aflojar en la dureza con que trataba á doña Blanca, causa
ostensible de la rebelión, redoblábala cada día, llevándola de fortaleza en fortaleza y de
alcázar en alcázar hasta encerrarla en el de Toledo ; y como cundiesen por todas partes
las noticias de estas nuevas vejaciones , engrosábanse al compás de las mismas las hues-
tes de la liga, hasta formar poderoso ejército. Casulla se veía pues toda en armas y di-
vididos sus hijos en dos campos enemigos: figuraban en el primero don Enrique de Tras-
tamara, cuyo nombre empezaba á sonar como principal caudillo de los malcontentos,
el Maestre don Fadrique, seguido de sus freyles, don Alfonso de Alburquerque y don
rante don Pedro : capitaneaba el segundo el mismo soberano , y ayudábanle con buen
,
vasallos por las tierras que poseían en sus reinos y pagados á la sazón de su amistad
más popular las pretensiones de la nobleza de Castilla , cualquiera que fuese el encono de
los ánimos y el odio oculto contra el monarca. La liga pedia principalmente que desecha-
da por don Pedro doña María de Padilla y alejados de la corte sus parientes , hiciese el
rey vida con doña Blanca de Borbon , su esposa. Cuerdo hubiera sido en el hijo de Alfon-
lo que parece más verosímil la vergüenza de doblar la frente ante sus propios vasallos,
cerró no obstante sus oidos , siendo de todo punto estériles los esfuerzos de la reina doña
como mediadora; ministerio que habia ejercido ya otras veces, ganando el respeto de
Las hostilidades amenazaban ya con uno de aquellos escándalos que con tanta in-
dignación presenciaba Castilla ; y Madrid , Villa poderosa y afamada por sus fuertes pro-
pugnáculos, merced á su inmediación á Toledo, era sin duda elegida por los de la liga
alcanzaba, protegido siempre por la reina madre, doña María, su paisana. Dijese que
moria por hierbas que « le dieron en un jarope » á instancias del rey don Pedro , y así
i Ayala escribe :"mE á pocos (lias luego mo- á don Juan Alfonso en un Jarope, de que murió»
rió y don Juan Alfonso de Alburquerque; é se- {Cróm'cadel rey don Pedro, cap. W^ll, año ioSi).
gund se supo después , fué su muerte en esta gui- Añade después: «El Maestre de Santiago llegando
sa. Don Juan Alfonso adolesció en Medina del á Guadarrama ,
que es un lugar en el Real de
Campo , é era y con el infante don Ferrando de Manzanares , sopo como don Juan Alfonso de Al-
el rey don Pedro sopólo , é envió tratar con el di- é muchos dineros que avia fallado en Toledo en
cho maestre Pablo que diese hierbas á don Juan las casas de don Simuel el Levi , tesorero mayor
Alfonso, é que él le heredaría , é le faria muchas del rey» (Id. — Cap. XXVIH).
mercedes : é el físico fizólo así , é dio las hierbas
340 HISTORIA DE MADRID,
Como quiera, y sin que juzg-uemos lícito seguir paso á paso los de la liga, fué de
grande efecto la muerte del antiguo valido, si bien no desistieron de su propósito los
to oprimida doña Blanca, auxiliados por el prestigio y los consejos de las reinas doña
María y doña Leonor , y reforzadas sus huestes por las de los infantes de Aragón ,
ya
descompuestos y enemistados con don Pedro , llegaban á organizar poderoso ejército,
para el hijo de Alfonso XI , como indigno de la hidalguía castellana: triunfantes los mag-
nates de su natural señor , veíase este forzado á ponerse bajo su tutela en la ciudad de
Toro , mostrándose desde aquel momento las mal disimuladas pretensiones de la nobleza.
Los que sallan á recibir al rey don Pedro, después de forzarle á reconocerse vencido,
Fué en verdad, como lo habia sido siempre para la inquieta aristocracia castellana,
el propio engrandecimiento , único norte de la liga ; y quitado en Toro todo disfraz sólo ,
pensaron los indiscretos proceres en repartirse los más altos y pingües oficios, juzgando
insensatos ó sobradamente desvanecidos con el triunfo ,
que tenian ya domado y sujeto
para siempre al hijo del conquistador de Algeciras. Ni los oficios de' la casa real, ni las
siglo XIV la insaciable rapacidad de la nobleza, y que debia tener solemne imitación en
los famosos repartimientos enriqueños. Hasta los mismos infantes de Aragón, amigos
al comenzar la guerra del rey don Pedro, y la reina doña Leonor, que se habia paga-
do de pacífica y desinteresada medianera , se cargaban de pingües despojos en aquella
contemplar cómo en tanto que la austera doña Leonor recibía sin grandes escrúpu-
y el infante don Juan tomaba para sí á Vizcaya , y con ella las fortalezas y villas de
Lara, Valdecorneja , Oropesa y el codiciado adelantamiento mayor de la frontera, hacia
los lectores; no atreviéndose acaso á señorear la misma Villa por la resistencia que
PRIMERA PARTE, CAP. VIII. 341
desde aiitig-uo habia mostrado á recibir otro señorio que el de los monarcas de Castilla '.
Grima pone en verdad tan vergonzoso espectáculo. Ni podia ser mayor el desenfreno
de los magnates , ni más afrentosa la situación del rey don Pedro. Encerrado en la ciu-
dad de Toro, vigilado constantemente por su nuevo camarero mayor, el bastardo don
de tan humillante servidumbre , lograra romper las cadenas que hablan echado sobre su
cuello los mismos, á quienes forzaba el deber ala lealtad y á la obediencia. Tal vez , más
templado en sus ímpetus ó menos ciego por el anhelo de la venganza, hubiera sido
verdadero camino para triunfar dignamente del espíritu anárquico que agitaba á la no-
fuerza de la ley que con la ley de la fuerza. Pero joven , apasionado irascible violento,
, ,
maltratado como hombre y escarnecido como soberano equivocó lastimosamente , los fre-
nos, y emnedio de su exageración juzgó que su voluntad debia ser ley y norma única
de sus acciones, y no comprendió más justicia que el logro de sus ardientes deseos, ni
aspiró á otro más alto bien que á saciar sus personales apetitos y sus sangrientos odios.
No otra cosa nos es dado comprender al verle libre ya de la prisión de Toro, y que le-
jos de obrar como príncipe aleccionado por la desgracia, aparece como irritado tirano,
cuyo ofendido orgullo atiende sólo á buscar miserable presa en que ejecutar sus renco-
res , inaugurando con la terrible muerte de Ruy de Villegas y Sancho de Rojas aquella
serie de venganzas, que sólo podia hallar término en la tienda de Beltran Claquin (Du-
Don Pedro, lanzado ya sin reserva ni freno en tan desastrosas vias, no sabe re-
vedora de sus venganzas. Ni aflojaban tampoco los proceres, acaudillados por los bas-
yes. La guerra ardia cada vez con mayor violencia , cayendo la mayor desdicha sobre
la antigua Carpetania, devastadas las tierras de Torrijos, Talavera y Toledo, donde pe-
netrando por último el rey don Pedro , y olvidándose de aquella clemencia que comenzó
á ganarle en los primeros dias de su reinado el aura popular , hacia terrible alarde de
dureza, teniendo por justicia lo que sólo podia llevar título de sevicia inhumana. Del
reino de Toledo y las comarcas de Madrid , cundía el fuego de la rebelión segunda vez
á Castilla la Vieja ; y mientras Cuenca se negaba á abrir sus puertas al legítimo sobera-
110, oponíale Toro no menor resistencia, estimulada por la reina viuda, quien abando-
nando al hijo propio en la senda de perdición , donde ella misma le había impulsado, lla-
maba ahora en su ayuda á los bastardos, con no pequeño escándalo de la nación y que-
brantamiento de las leyes naturales. Galicia , Vizcaya, Extremadura veian al propio tiem-
rección , no bastando la actividad del rey don Pedro para acudir á tantos peligros, y cau-
sando verdadero dolor el que toda aquella energía , toda aquella sangre y todos aquellos
Grande era por cierto la afrenta del nombre castellano é inmensa la responsabilidad
que echaban sobre sí rey y magnates, con tan desatentada conducta. Castilla entera lle-
gaba á ser presa de la anarquía señorial , más que nunca desatada y poderosa nada era :
respetado dentro de las villas y ciudades , nada encontraba protección y amparo al abri-
tigo. El cuadro no podía ser de más negro colorido ; y sin embargo en medio de tantas
calamidades y cuando más arreciaba la tormenta , una Villa , en cuyos alrededores había
producido dolorosos estragos y cuyo territorio había sido ambicionado por los malcon-
tentos , tirando á recobrar sus fueros y propiedades , y remitiendo á la razón lo que hu-
biera podido recabar fácilmente por las armas , hacia alarde de moderación y de templan-
za, superiores á los de otros días, con honra y lauro de sus hijos. Madrid ,
que había de
antiguo disputado hasta con la fuerza la posesión del Real de Manzanares , movida sin
duda de la facilidad con que pasaba de mano en mano , comprendía que el único medio
de hacerlo suyo era el de concertarse fraternalmente con sus vecinos y moradores, atán-
dolos con los lazos de la gratitud á la suerte de la Villa ; y cediendo á las instancias por
miento y servidumbre, de que jamás se había despojado, obtenían los del Real la ambi-
cionada y muy importante franquicia de apacentar sus ganados , como si fueran vecinos
de Madrid , en los términos de la Villa y demás aldeas, sin pagar derecho de asadura,
bien que esta singular concesión tenia por límites la voluntad del Ayuntamiento ,
quien
no por esto dejaba de establecer oportuna sanción penal para los contraventores K
Pero no se libertaba sin embargo de los vituperables efectos de aquella lucha cruel
i Azcona, Ilisloria de Madrid, pág. 197. riando con la facilidad que acostumbra el año,
León Pinelo en su referido MS. , aunciue va- consigna lambien esle acontecimieulo, anadien-
PRIMERA PARTE, CAP. VIII. 343
que llenaba de lágrimas y de sangre el suelo caslellano. Antes bien, perdido el respeto
á las cosas santas, osaban manos sacrilegas llenar de consternación los ánimos piadosos,
manifestando así que roto una vez el freno de los deberes y desconocida la justicia, do
es ya posible oponer dique alguno al ciego desbordamiento de las pasiones. Atentando
en efecto contra la antigua parroquia de San Ginés , eran los vasos sagrados y las pre-
seas de sus altares presa de la más impía codicia , y á tanto llegaba el encono de los la-
drones que saqueado míseramente el templo, se hubo menester de la caridad de los fie-
les para restituirle al culto. ¿Qué manos hablan cometido aquel atentado?... Vivían de
antiguo en la Villa de Madrid , según recordarán fácilmente los lectores, tolerados por
como en la mayor parle de las ciudades, villas y lugares que se habían restituido al po-
der cristiano desde el reinado de Alfonso VI, los vasallos mudejares y los descendientes
de Judea. Ni el roce y comercio continuo de ambos pueblos con el cristiano , ni los ser-
vicios constantes que de ellos recibían , habían podido borrar de nuestros mayores el an-
aun asoladas sus haciendas ó entregados á las llamas sus hogares al menor choque ó
desabrimiento K
Dada esta natural predisposición y arraigado más de cada día aquel odio ingénito,
cundió apenas la alarmante é insólita nueva del robo ejecutado en San Ginés, cuando
despertados de pronto los mal dormidos rencores, atribuyóse unánimemente á los mo-
ros y á los judíos, quienes sólo pudieron escapar del furor y sangrienta venganza del
lar del Ayuníamiento. Como quiera, apaciguados los ánimos, es fama que rivalizaron
can todos los historiadores de la Villa el mayor lauro á un capellán del rey don Pedro
llamado Juan González. Las limosnas recogidas no alcanzaron sin embargo á restituir á
bula del Sumo Pontífice Inocencio VI con el propósito de acrecentarlas, bula que al de-
cir de los citados historiadores era expedida en Aviñon , concediendo extraordinarias in-
dulgencias á los fieles que contribuyesen á la reparación de los daños ocasionados por
aquel sacrilegio ^.
do que no llegó á sazón hasta los tiempos de En- de 1354 al 55; León Pinelo se aparta sin embar-
rique II. go de los narradores , observando que la limosna
1 Esludios históricos, políticos y literarios reunida por Pedro (y no Juan) González , capellán
sobre los judíos de España, Ensayo I. del rey, sirvió en 1560, no para dolar de preseas
2 Póncseeste robo generalmeule por los años el templo de San Ginés, sino para labrar su Ca-
344 HISTORIA DE MADRID.
En tanto que Madrid lamentaba, como efecto de los desórdenes que aflijian á Castilla,
la profanación referida, ardia cada vez con mayor fuerza el fuego de la rebelión, exas-
perándose más y más el ya irritado carácter y fogoso natural del rey don Pedro. Por
entrada, puso tal espanto en los revoltosos de Cuenca y de otras ciudades, que buscaron
luego, en su mayor parte, refugio en país extranjero, acogiéndose otros, bien que en
á la continua acostumbraba. Vióse con esto desembarazado algún tanto y libre de sus
principales enemigos el hijo de Alfonso XI: para solemnizar en cierto modo su triunfo,
dispuso justas de hierro y torneos en Tordesillas, haciendo allí gala de su bizarría como
durante la guerra habia hecho alarde de su energía y bravura. Pero no sospechaba don
Pedro que aquella bienandanza no podía ser duradera mientras : así se entregaba á los pa-
bes, que conturbando el horizonte, amenazaban descargar con ruidosa tormenta sobre
Castilla. Don Pedro confiado más de lo que á su porvenir cuadraba y teniendo por tiem-
po de la confianza y del reposo el tiempo de la vigilancia y de la actividad , deponía del
todo las armas, y tornando sus miradas á los objetos de sus antiguas aficiones, fijaba sus
Domingo que debía ser al cabo su postrer morada. Con el propósito de acreditar con nue-
vas mercedes la devoción que esta casa le inspiraba , concedíale en efecto notabilísimo
Eran en efecto las monjas de Santo Domingo señoras de la aldea apellidada Corrale-
jos; y á la sombra de las pasadas revueltas , no solamente habia sido desobecída la au-
toridad local nombrada por ellas, sino que abusando del desamparo en que estaban y
usando de la fuerza, entrábanse labriegos y pastores á vendimiar sus viñas, coger sus
míesesy apacentar sus ganados en los términos de Corralejos, sin que nadie les fuese á
pilla del Sanio Cristo. Respecto de la bula de Ino- en la iglesia en medio de la noche, .añádese que
cencío VI juzgamos lícito observar que en balde se veneraba en este templo una antigua imagen
hemos registrado los ai-ehlvos eclesiásticos de la de la Virgen en cierta capilla, donde la velaba
Villa, no habiendo logrado mayor ventura al exa- un devoto pasando en oración gran parle de la
minar el Magnum bullarium que se publica en noche; y dicese en fin que en la del robo le sa-
Turin bajo los auspicios del límmo. Mon. car- crilicaron impiamenlc los agresores (judies), cor-
denal Francisco Gaudé; pero no por esto nega- lándole la cabeza, la cual se halló ante el altar
mos que dicha l)ula existiera. En cuanto á la de la Virgen , de donde hubo de lomar la imagen
manera de verificarse el rolio , es tradición que título de la Cabeza. Refieren otros esta misma
los perpetradores penetraron por unas minas que tradición á Sania Maria , esposa del I'alrou de
habia en el arroyo del Arenal, iuli'oduciéndose Madrid.
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( Rcslauíarion
PniMERA PARTE, CAP. VIH. 345
ronse en tal conflicto la priora y dueñas de esta casa de reli^^ion á impetrar la protec-
ción del rey don Pedro á punto en que este, dominada la rebelión en Toro ,
recobraba
la autoridad tan duramente combatida. La demanda era justa ; el momento por demás
oportuno ; el rey devoto del convento y su especial favorecedor: las monjas fueron oidas
midos. En 25 de marzo de 1357 expedia el rey don Pedro esta notable carta: por ella
esquivar su mandato, fuesen emplazados para su misma corte dentro del preciso térmi-
no de quince días , lo cual era una de las mayores distinciones que podían hacer los
1 Hé aquí este curioso documenlo , copiado mandónos que non consientades á alguno nin algu-
del original que existe en el mismo archivo del nos de los herederos, vecinos é moradores sobre-
convenio de Sanio Domingo ; y que por su im- dichos que entren á comer é pascer la yerba de la
porlancia trasladamos íntegro: dicha su heredad en que ellas traen é tienen sus
«Don Pedro por la gracia de Dios , rey de Cas- bueyes é ganados como sobredicho es; é si alguno
liella , de Toledo , de León , de Gallizia , de Se- ó algunos y se fallaren de dia ó de noche pasciendo
villa é sennor de Molina : á los Alcaldes é Algua- ó comiendo la yerba de la dicha su heredad que los
ciles de Madrid que agora y son el esta mi caria tomedes ¿ prendades por la pena que suelen pagar
fuere mostrada , salud é gracia : sepades que la por las otras defesas é otras que se guardan é es-
priora é las duennas de Santo Domingo han que- tan defensadas de y de Madrid é de su término;
rella et é dicen que ellas que han una aldea é he- é las prendas que por esta razón fueren tomadas ó
redat ,
que dicen Corralejos: é oíros por ellas que prendadas, venderlas, é facerlas vender por el al-
labran las tierras de pan é para vino, en la dicha moneda publica de y de Madrid, é de los mrs. que
aldea , é otrosi que pastan sus bueyes é sus ga- valieren entregar á las dichas priora é duennas ó al
nados; é que algunos herederos de esa dicha co- que la hobiere de recabdar por ellas , de la pena
marca que les entran en la heredat citada é que que fallaredes que deben pagar por entrar á comer
andan é pastan sus bueyes é sus ganados , como é á pascer la dicha su heredad, como dicho es. Et
dicho es , contra su derecho por las facer mal é non fagades ende al, so pena de seyscientos mara-
daño; et maguer que los requieran é alinean que vedís de esta moneda usual á cada uno de vos. Pe-
non entren nin metan ganados á pastar en la di- ro si contra esto que dicho es , alguno ó algunos
por esso de fazer; é que por quanto las dichas non devades facer por ser las dichas priora é
priora é monjas quieren aver coniplimiento de de- duennas mugeres de religión , é que non pueden
recho, que por esta i'azon que resciben mal é dan- por ello aver complimiento de derecho , é los ta-
no en mucho. Et de la su parte embiáronme pedir les pleytos como estos son mios y de librar , man-
mercet que mandasse sobre ello dar é librar mi do á la dicha priora é duennas, ó alque lo aya
carta é priuillegio. El porque las dichas duennas de recabdar por ellas que los emplace que pares-
é otros por ellas eslan en tenencia, como dicho es, can ante mí en la mi corle del dia que los enipla-
Tomo I. 48
346 HISTORIA DE MADRID.
El privilcg'io no podia en verdad ser más favorable á las monjas, ni más solícito el
monarca en administrar la justicia por ellos demandada, mostrando así que no se había
entibiado en su pecho aquella devoción , de que había dado singulares muestras al subir
al trono. Sin embargo las tradiciones populares que en los últimos tiempos se apasionan
del rey don Pedro, le presentan al referirse al convento de Santo Domingo de Madrid,
animado de muy distinto colorido, mezclando á lo caballeresco de su carácter cierto fon-
creaciones poéticas, daba á los ingenios del siglo XVII abundante materia para enrique-
cer el teatro español , mientras buscaba apoyo en otro linaje de monumentos, confiada á
Cuéntase pues que habiendo el rey don Pedro dado muerte junto al convento de
Santo Domingo á un sacerdote en una de las nocturnas aventuras á que amenudo se en- ,
tregaba , aparecíase la sombra del inocente clérigo al arrojado monarca cada vez que
acertaba á pasar delante del convento , no sin que unas veces irritase su irascible cora-
zón y le infundiese otras sobrenatural espanto. Difícil es por cierto determinar el origen
de ella en la segunda mitad del siglo XIV ni en todo el XV, presentando todos los sínto-
mas de haber nacido en el XVII, cual nacen en aquella centuria otras muchas tradiciones
de igual naturaleza en la ciudad de Sevilla, relativas al mismo don Pedro. Como quiera,
llegábase tan adelante en la ficción que no solamente aparece el hijo de Alfonso XI ani-
mado de un colorido falso, aunque caballeresco, sino que confundiendo las muchas mer-
cedes que al monasterio prodigara, con la fundación del mismo , se afirmaba de plano
que atento el rey á la tranquilidad de su conciencia y obedeciendo por esta causa los
avisos y aun mandatos de la sombra, prometió fundar en aquel sitio un monasterio, man-
dando grabar las palabras que el sacerdote le dijo- al morir, en los muros exteriores del
mismo '.
care á quince días, so la dicha pena de los dichos do, mandóla dar. Yo García Pérez, escrivano del
seysclentos maravedís de la dicha moneda á cada rey, la íiz escrlvir. Martin García. — Visla. —Pe-
uno, é yo mando los ayan é lleven como tovie- dro Fernandez.
ren por bien é fallaren por fuero é por derecho. E 1 La Iradicion popular tomó plaza en el tea-
de como esta mi carta vos fuere mostrada, é los tro, merced al renombrado Tirso de Molina: en
unos é los otros la cumplieredes , mando que so la la comedia ,
que lleva por titulo «£/ rey don Pe-
dicha pena á cualquier escrivano público que para dro en Madrid ó El infanzón de Illescas^) (que con
esto fuere llamado, dé ende al hume que vos la este segundo titulo opina el docto don Juan Euge-
mostrare testimonio signado con su signo, porque nio Uarzenbusch que pudo ser adicionada ó escrita,
yo sepa en cómo complides mió mandado: la car- de acuerdo con Tellez ó sobre la primera obra, por
la loida dadgela. Dada en Agreda 25 dias de ma- Claramonle), dio en efecto entrada, aunque con
yo, Era de mil é trescientos é noventa é cinco variantes y antecedentes diversos, á la tradición
annos. Estovan Sánchez, merino del rey en Tole- referida, ([ue cobró mayor consistencia entre el
: : , , : ,
sazón dominante , no es posible asignarles propio lugar en la sucesión de los hechos his-
tóricos ,
por más que se presenten á la imaginación ó á la fantasía como castigos miste-
vulgo con los aciertos de su musa, atropellando Rey. ...Si le pudiera matar,
sin embargo toda verdad histórica. Tirso de Mo- ya otra vez le hubiera muerto.
lina (Fray Gabriel Tcllez) dolaba á nueslra lite- Sombra. Dia de Sanio Domingo
Felipe IV , siendo digna de todo aplauso la esce- Sombra. Advertirte que Dios manda
na por extremo fantástica de la aparición de la que fundes un monasterio
igual género de Schakespeare por el señor Har- que el Santo tiene dispuesto
zenbusch, y tenida por digna del gran trágico donde en vírgenes le pagues
inglés (a). El carácter de estos estudios nos im- lo que le hurtaste en desprecios
saber quién es , como el rey manifiesta , se acer- Rey. ¿Eso es ser piedra en Madrid?
que con ella á un pozo que existia junto á la igle- SoiniRA. Ser piedra en Madrid es esto;
sia de Santo Domingo. El rey vacila : la Sombra y advierte que ansí me sacas
asesinado por su hermano con el mismo puñal Rey. ¡Que me abraso! ique me quemo!
con que le habia dado á él muerte. Don Pedro se Sombra. Este es el fuego que paso.
que no bien reposado don Pedro en el camino de venganzas por él emprendido, tornábase
con mayores brios contra sus irreconciliables eneniig-os , y excitado por nuevas desleal-
tades, nada alcanzaba á templar su enojo, ni era bastante á refrenar su ira: ni la matan-
za de Toledo, ni los horribles suplicios de Toro, ni la enérgica reprobación de su madre,
fueron parte á detenerle en su terrible marcha, una vez emprendida, alentado más á la
continua por el efecto que producían en los proceres sus venganzas y castigos. Acobar-
dados y recelosos se mostraban en efecto no sólo los magnates, sino más principalmente
Suelta , suellci. i
Oh fuego horrible Esta inscripción , harto moderna por sus for-
Mucho mas ardes que fuego. mas de lenguage y no poco desmañada en su re-
1
Qué prodigio 1
j
qué portento cual nos confirma en la sospecha de que la tradi*"
1
Válgame Dios ! Mas el dia cion nace y loma cuei'po en época muy posterior á
viene á priesa : gente siento la muerte del rey. Es también circunstancia digna
ya el retirarme es forzoso. de notarse al tratar dé este punto ,
que la estatua
Luego he de labrar el templo de don Pedro , sin duda debida al siglo XVI de-
porque por él se revoquen clinante tiene á la izquierda una cabeza muerta y
,
los soberanos decretos cubierta del característico gorro que los sacerdo-
y esta advertencia le deba tes usaban en el expresado siglo XVI ; la cual se-
á Madrid el rey don Pedro. gún observan aun las monjas ,
parece representar
Conservó esta misma escena, casi sin variar la del clérigo muerto por don Pedro , añadiendo
los versos, en su comedia el Valiente justiciero, la peregrina noticia de que donde hoy está el al-
nacida del aplauso que obtuvo la ya citada del tar mayor , habia un pozo , en que el rey arro-
Mtro. Fr. Gabriel Tellez, don Agustin Moreto y jó la cabeza del clérigo y que en recuerdo de todo
Cabaüa. Recuerdan también la tradición el señor se labró allí dicho aliar. iNolable es que en la
Eguren en su Memoria del Monasterio de Santo ya citada escena de Tirso de Molina, se aparezca
Domingo, publicada en 1850, y el señor Meso- la sombra junto á un pozo ; y teniendo en cuenta
nero Romanos en su Madrid Antiguo, (pág. 94), que en el ábside del convento de Santo Domingo,
y citan dos h'ipidas que existieron al parecer en según comprueba la lámina que le representa,
el pórtico de ingreso de las casas contiguas, y en brillan los caracteres del estilo arquiloclónico que
el de la porteria del convento, hasta hace pocos hemos sido los primeros á calificar con nombre de
años : en ellas se leian las palabras pronunciadas mudejar (Discurso de recepción en la Real Academia
al morir por el clérigo, á quien arrebató la vida de San Fernando , 19 de junio de 1859), no falta-
.Merced ala feliz memoria de nuestro distinguido dad de la edad-media en , la misma lábiica, debida
amigo el señor Ilarzenbusch , nos es dado indi- á la segunda mitad del siglo XIV, deduciéndose de
car que una de las inscripciones estaba concebida aquí que tal vez la fundación á que el Mtro. Tirso
en los términos siguientes: se refiere, fué nueva obra costeada por el rey don
Por Jesús cuucificado Pedro que tan devoto se mostró siempre del con-
SIRVE A Dios que has de morir :
iMiiEA Dios perdón, hermano, vento, elegido para su enterramiento. Pero esto
Y HAZ BIEN POR TU PROPIA MANO. no pasa de la esfera de las conjeturas.
PRIMERA PARTE, CAP. VIH. 349
sin que antes de embarcarse en Vizcaya con dirección á la Rochelle estuviera á riesgo
ánimos de los hombres honrados la esperanza de la paz, tan ardientemente anhelada. Jus-
to era por cierto hallar un momento de reposo tras borrascas tan largas y terribles; pero
aquella actividad febril del rey don Pedro , una y otra vez excitada por las deslealtades
de sus vasallos y por el espíritu de venganza que le animaba, buscó empleo , si no más
digno, al menos no tan vituperable, fuera de Castilla, cuyas armas amenazaban en breve
las fronteras aragonesas. Asistía la justicia al hijo de Alfonso XI, al mover sus armas
les de sus respectivos caracteres ; mas dado que el motivo que armaba la diestra del
castellano contra el aragonés tuviera nacimiento en las pasadas revueltas , todavía debió
templar su enojo el interés del cristianismo , uniendo con él sus fuerzas para proseguir
la obra de Algeciras. Y era tanto más dolorosa la resolución del rey don Pedro cuanto
que penetrando hasta las huertas de Valencia é incendiadas sus aldeas, con el arrabal de
Requena, daba en breve inequívoco testimonio de la bravura de sus huestes , mostrando
que la guerra así emprendida ,
prometía ser por demás sangrienta y desastrosa. Sobre-
cogido al pronto el rey de Aragón , no osaba afrontar desde luego al castellano , y re-
conociendo que habla menester despojarle de ayudadores y parciales, tirando al propio
tiempo á encender de nuevo en sus Estados la tea de la discordia , llamó en su auxilio
al infante don Luis de Navarra , al conde Gastón de Foix , y con no menor instancia á
don Enrique , conde de Trastamara ,
que á la sazón servia en París al rey de Francia con
gítimo rey, atraído por oculta fuerza que le impulsaba sin cesar en la senda de la rebe-
lión , á cuyo término acaso contemplaba ya el trono de Castilla. Pero empeñada aquella
lucha en que libraba sus esperanzas, poníanse del lado del rey don Pedro, con inconse-
cuencia harto frecuente en tan calamitosa edad , los infantes de Aragón don Fernando y
don Juan, y lo que es más notable todavía, filiábanse bajo sus banderas el bastardo don
Tello ,
el ofendido don Fernando de Castro y hasta el Maestre de Santiago, don Fadrique,
quienes cohonestando la resolución de llevar armas contra su antiguo caudillo , con la
35Ü HISTORIA DE MADRID.
cristianos, cuando á don Pedro se mostraba más propicia la fortuna, enviaba legado
especial para restablecer la concordia entre Aragón y Castilla , logrando al postre asen-
tuna ocasión para dar algún tiento á la suelta morisma, empresa que hubiera llevado
tras sí las bendiciones de sus pueblos. Mas no borradas del ánimo de don Pedro las in-
jurias y humillaciones de Toro y no saciado aquel singular apetito de venganzas que por
desdicha le acosaba, en vez de inquietar á los moros andaluces y consagrarse, cual rey
hacerse á cualquier precio de todos los que reputaba enemigos , contribuyendo sin duda
á excitar su nunca estinguido enojo la nueva deslealtad del infante de Aragón don Fer-
nando, y la astucia con que Pedro Carrillo burlaba su confianza , arrancando de la prisión
Era el desdichado don Fadrique víctima tal vez inocente de aquel nuevo acceso de furor;
y muerto en el alcázar de Sevilla , cuando entraba triunfante á solicitar las albricias por
ñal, tan terrible como inequívoca, de que el monarca castellano, sediento de exterminio,
no retrocedería en el camino de la perdición hasta consumar su propia ruina.
Con verdadera indignación apartamos la vista del horroroso cuadro que á nuestros
ojos se desplega desde aquel instante: en el pecho de don Pedro se habia embotado por
desdicha todo sentimiento de generosidad y de grandeza , desvanecida en su mente toda
idea de justicia; y á tal extremo llegaba su prevaricación que los espíritus generosos sa-
armas se inclinaba de nuevo á favor del castellano, que activo, enérgico y valeroso, como
su padre, apretaba al aragonés por mar y tierra, poniendo en grave conflicto la pode-
rosa ciudad de Valencia. Por segunda vez mediaba el Soberano Pontífice , enviando á
para concertar á los reyes: á punto de terminarse estaban ya los tratos de paz, cuando
daba don Pedro en Almazan sentencia contra su antiguo aliado, don Fernando, y contra
su hermano, el bastardo don Enrique de Trastamara, declarándolos traidores y rom-
piendo por tanto todo concierto.
Ardia pues de nuevo la guerra con mayor ímpetu ; y desplegando el rey de Casti-
HISTORIA DE LA VILl
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Sl&LO XIV.)
PRIMERA PARTE, CAP. VIH. 351
mostrando así cuan dolorosamente consumia aquellas fuerzas privilegiadas en los dis-
turbios civiles, á que su indiscreción y sus rencores daban frecuente pábulo. Allegando
numeroso ejercito de tierra, ponia en breve sobre los mares de Levante formidable ar-
mada y vencedor en
;
las bocas del Ebro y ú vista de Barcelona , amenazaban las armas
de Castilla á las islas Baleares , cuando abandonada de improviso aquella empresa , diri-
gíase don Pedro á Tordesillas, para festejar el nacimiento de un nuevo hijo de doña Ma-
ría de Padilla, haciendo en tal manera púbUco alarde de la pasión que le avasallaba.
Desconcertaba aquella desacordada acción los propios planes del castellano , y dando un
respiro á sus enemigos , mientras desacreditaba al hijo de Alfonso XI, probando su in-
por los Lunas, ilustre familia aragonesa, que iba á lograr extraordinaria celebridad en
adelante , sin que saliera el rey don Pedro á la defensa del invadido territorio , ocupado
como nunca en sus desastrosas venganzas. Víctimas inocentes del enojo que le produ-
cía la rota de Araviana, eran sin duda los dos últimos hijos de la desdichada doña
Leonor de Guzman , ensangrentando al par sus manos en otros magnates ; conducta que
enagenándole cada vez más las voluntades , hacia inevitable su ruina. La lealtad caste-
llana, poco segura en los proceres del reino, bien que siempre acrisolada entre los caba-
lleros y los hidalgos, comenzaba (y no sin justicia) á flaquear respecto del rey don Pedro:
los alcaides y tenientes de los castillos y fortalezas empezaban á abrir sus puertas á los
soldados de don Enrique y de don Tello , y todo amenazaba desquiciarse , cuando debió
el rey á su fortuna , una y otra vez malograda , inesperado triunfo no lejos de los muros
de Nájera, ciudad que iba á ser tristemente célebre en su procelosa historia, refrenando
aquel triunfo la marcha de los bastardos , y forzando á su principal caudillo don Enrique
á meterse de nuevo en Aragón ,
para evitar mayor desastre.
dado, al hijo de Alfonso, el último: tornando con mayor encono á sus venganzas, fa-
tígase en verdad el ánimo más entero al peso de tantas catástrofes, en cuya dolorosa
tampoco la raza mahometana y con ella la preclara sangre de los descendientes de San
Luis , cayendo al cabo víctima del intemperante don Pedro la infortunada doña Blanca
de Borbon, cuya simpática figura excitaba al par la compasión y el enojo de las gentes.
Hubo no obstante un momento en que aplazado algún tanto aquel incalificable furor,
engendrado en el pecho del rey de Castilla por las deslealtades y desacatos que en la
352 HISTORIA DE MADRID.
merced á la diligencia y noble celo del Cardenal de Bolonia , sintióse don Pedro movido
de aquel" noble y generoso espíritu que hal)ia inmortalizado á su padre, volviendo tam-
bién sus miradas á la morisma. Tiempo era co verdad de reparar los males recibidos de
los granadinos , y ninguna ocasión más oportuna que aquella en que las discordias civi-
les traian dividido en irreconciliables facciones el último reino de los mahometanos. Pero,
dolor causa decirlo : el sucesor del héroe del Salado y de Algeciras , incapaz de concebir
Al manchar sus propias manos con la sangre del granadino, hacia púbUco don Pedro
el rencor que abrigaba contra el rey de Aragón no tardando en mover sus armas contra
,
aquel reino, auxiliado al mismo tiempo por los reyes de Navarra, Portugal y Granada.
Lograba el castellano, merced siempre á su actividad y arrojo, sorprender y desconcer-
tar á sus enemigos , é introducida la desconfianza entre los valedores de su hermano , el
conde de Trastamara que habia comenzado á ser su más terrible pesadilla , veíase don
de ambos monarcas estragando las fronteras de uno y otro reino, formábase del lado allá
de los Pirineos inusitada borrasca que iba á descargar en breve sobre la conturbada Cas-
tilla.
por señor y caudillo al bastardo de Trastamara y por capitanes á sus hermanos don Tello
Aragón, invadían el territorio castellano por las fronteras de aquel reino, resueltos á
penetrar en el centro de los dominios del rey don Pedro. La empresa no era en verdad
dudosa ; la osadía de los aventureros tal que rayaba en locura : don Enrique se ade-
lantaba sin embargo hasta Calahorra, cuyas puertas se le abrieron sin obstáculo , siendo
allí proclamado rey de Castilla con las solemnidades de costumbre. El atentado era de
tal naturaleza que no tenia ejemplo en los anales de España: usurpaciones, más ó menos
vituperables, contaba la historia de los reinos erigidos sobre las ruinas del Imperio
visigodo y no eran por cierto escasas las que esta monarquía registraba en sus fastos;
pero un bastardo que osaba ceñir la corona en vida del rey legítimo , era espectáculo
harto nuevo en Castilla, y sin embai'go no tan repugnante que no hallara parcialidad y
amparo. Pnra ganar el aura de la nobleza, para hacerle aceptable su propia deslealtad,
PRIMERA PARTE, CAP. VIII. 353
inauguraba don Enrique aquella suerte de reinado derramando á manos llenas privile-
gios y mercedes sobre sus ayudadores ; sistema infeliz que debilitando la potestad real
iba á exponerla en breve al ludibrio de los mismos que á su sombra medraban y se en-
grandecian.
El fácil triunfo de Calahorra alentaba las esperanzas de don Enrique, y aspirando á se-
ñorear las Castillas, metíase por Navarrete y Briviesca dirigiéndose á Burgos, donde el
rey don Pedro residía. Desconfiado de la lealtad de sus habitantes sobrecogido por tan
,
so XI las promesas de sus caballeros , desdeña los ruegos de los burgaleses que le insta-
significativa frase, que descubría el lastimoso estado de su ánimo, «nicándovos que fa-
gadeslo mejor que pudierdes» , alzaba al pueblo de Fernán González todo juramento y
pleitesía, y más en son de vergonzosa fuga que de prudente retirada, salia precipitada-
mente de Burgos, encaminándose con igual desorden á Toledo. Reponíase allí algún tan-
to de aquel desusado terror que tan mal asentaba en un príncipe, cuyo valor habia raya-
do á menudo en temeridad reprensible; y dando alguna traza en la defensa del Estado,
encomendaba la antigua corte visigoda á don Garci Alvarez de Toledo, Maestre de San-
tiago, puesto en lugar de don Fadrique. Pero no le duró largo tiempo la confianza; y
mientras los desamparados burgaleses , no sin larga y popular deliberación , recibían
dentro de sus muros las allegadizas falanges de don Enrique y le coronaban rey de Cas-
tilla en el real monasterio de las Huelgas , fundado por Alfonso el Noble , huia de nue-
Era el mejor auxiliar de don Enrique este visible desaliento del rey don Pedro : los
antiguos favorecedores del bastardo , libres de temor , corrían á su encuentro para ayu-
darle ; los enemigos personales del rey legítimo creían llegado el momento de saciar sus
silencio, se extremaban en parecer decididos defensores del que bajo tan buenos auspi-
cios se apellidaba soberano. Don Enrique vio por tanto correr á su improvisada corte
nobles y plebeyos, caballeros y ciudadanos, que ofreciéndole cada dia mayor seguridad
del triunfo , le hacían del todo cumplidera la empresa de arrebatar á don Pedro de Cas-
tilla la corona de San Fernando. De Burgos partía para Toledo, animado de tan halagüe-
ña esperanza ,
que lomaba á cada paso mayor bulto , recibidas en el camino numerosas
ditarse leales.
Toledo dudaba sin embargo á vista de los pendones del usurpador, recordando los
Tomo I. 49
354 HISTORIA DE MADRID.
antiguos timbres que la ilustraban desde la Era de los Emperadores ^ : vencida su leal-
tad por el anhelo del bien y la esperanza de que el nuevo soberano pondría término á los
males que.Uoraba Castilla, abría al cabo sus ferradas puertas al conde de Trastaraara,
no sin que aquel ejemplo tuviera luego imitadores. Contábase en efecto entre las villas
y ciudades que seguían á Toledo , la futura Corte de las Españas , mirada desde los tiem-
pos de la liga con cierta codicia por don Enrique; y arrastrada en la común corriente,
enviaba á la ciudad imperial sus procuradores, al par que Ávila, Segovia, Talavera,
Villa de Madrid que no habla de pasar largo tiempo sin que se arrepintiera de esta plei -
Agradecía don Enrique estas fáciles muestras de adhesión y queriendo sin duda dar
;
inequívoco testimonio de lo grato que era en su ánimo la pleitesía que le habia hecho
pañas hablan acudido á Madrid los representantes de su rival ; Enrique no podía desco-
nocer ni las pretensiones de los segovianos , ni la importancia que esta ciudad alcanzaba
todavía calentaba en sus sienes el hijo legítimo de Alfonso XI, inclinaba la balanza al
bastardo respecto de la empresa por él acometida, y esta esperanza determinaba sin duda
de 20 de julio del ya citado año de 1366, manifestando cuan propicia habia sido la for-
1 Alfonso VI , á quien dieron sus vasallos y Aljama de los judies de Toledo le servio para pa-
cronislas esle titulo y Alfonso Vil que se coronó gar las compañas que venian con él de un cuen-
España y sus feudos. rey don Euriipie ovo cobrado la cibdad de Tole-
rique enlró en Toledo ó todos le rescibieron con real, é muchas otras villas é logares, é ficiéronle
grand placer, é con grandes alegrías, é estovo homenage é lomáronle por su rey é señor» {Cró-
allí quince dias, pagando sus gentes : é estonce el nica del rey don Pedro , año de 15G6 , cap. VIII).
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PRIMERA PARTE, CAP. VIH. 355
tuna al bastardo de Trastamara , desde que allanó las fronteras de Castilla y cuál su
buena disposición para con los madrileños, al concederles aquel privilegio que hubiera
¿Pero qué era entre tanto del rey don Pedro? ¿Qué habia sido de su infatigable ac-
tividad y de su no vulgar energía?... Encerrado en Sevilla ,
presa de aquel supersticioso
rival se disponía en Toledo á partir en su busca, acertó á sacudir aquel inexplicable es-
tupor , y celebrando consejo con los escasos proceres que le restaban , se resolvió á de-
mogénita doña Beatriz, declarada heredera del reino, y cuyo matrimonio estaba con-
certado con el heredero de la corona portuguesa. Mas como es achaque humano que un
mal DO viene sólo, y como acontece á menudo que aquellos á quienes la fortuna vuelve
las espaldas, hallan difícilmente ayudadores, viendo el portugués mal seguro el cetro de
desairada infanta con la poco satisfactoria respuesta de que el príncipe , su hijo , habia mu-
dado de dictamen. Cansados al mismo tiempo los sevillanos de la dominación recelosa
y suspicaz de don Pedro , ó ya ofendido su patriotismo por la noticia de que el rey habia
nerse en salvo con los suyos. Fugitivo , errante , temblando ante un rebelde quien á tan-
tos había hecho temblar , sufriendo humillaciones , entre las cuales no fué por cierto pe-
queña la de entregar al rey de Portugal, para que le franquease paso por su reino, la
hija del mismo don Enrique guardada hasta entonces en su poder , dirigíase don Pedro á
sus Estados de Galicia , entrando en ellos por Monterey.
Pero aquel príncipe que por tan duras pruebas acababa de pasar, nada había apren-
1 Citan este privilegio algunos (no todos) de quejas de Madrid por inobservancia de lo pacta,
los historiadores antiguos de Madrid, y León Pi- do , mandó que á los niadrideiios les fuesen guár-
nelo liabla , aunque muy ligeramente , de ciertos dadas sus prerogalivas y franquicias , y encargó
disturbios que en 1566 ocurrieron en el Real de á los agentes de su gobierno defendiesen y ampa-
Manzanares. Azcona escribe al propósito lo si- rasen á Madrid en la posesión» (púg. 199). Aun_
guíenle: «En el mismo año (1366) á 20 de julio que sin haber visto el documento, se encuentra
se dio por don Enrique un privilegio á favor de la tanta seguridad en las palabras de este diligente
Villa de Madrid sobre las antiguas diferencias escritor que no hemos vacilado en aceptar el he-
con los vecinos del Real de Manzanares. El litu- cho , aunque desprovisto de su justificante,
dido. Desconfiado como nunca y más que nunca temeroso de cuanto le rodeaba, descar-
ga todo el peso de su ira sobre el arzobispo de Santiago , mandando darle muerte á su
vez de ablandarse con la desgracia, hacíase cada dia más feroz y sanguinario. Cometido
don Pedro asentar en Bayona, ciudad que se tenia á la sazón por Inglaterra, estrecha
alianza con el Príncipe de Gales y el rey de Navarra y que se disponía á recobrar con tan
planes del intruso. Ni fué pequeña la sorpresa del conde , al saber la vuelta de su her-
su primogénito don Juan ; y allegando cuantiosas sumas derramaba en cambio sobre , los
anulaba los concedidos por el malo tirano que se llama rey ; frase en verdad repugnante
no sólo por manifestar el odio que contra su hermano abrigaba, mas también por ser em-
pleada por un príncipe , á quien no es posible absolver de la nota de usurpador , con que
la historia le distingue. Al Ayuntamiento y Villa de Madrid dirigía don Enrique las leyes
adoptadas en Burgos para que las guardasen como eran obligados, siendo justo consig-
nar que en medio de los desacuerdos nacidos de la forzada largueza del bastardo , do-
1 La Villa de Madrid que hubo sin duda de copias. Notables son en este cuaderno las pala-
concurrir por medio de sus procuradores á estas brascon que se le califica, siempre que se habla
memorables Cortes , mandó guardar en su archi- del rey don Pedro: (irtjac/ malo Urano que se llama
vo la carta y cuaderno á que aludimos , donde fe- rp//», oque sus disposiciones non sean guardadas,
lizmente se halla con la marca 2."— 506 — 5. El que los que loviesen cartas de aquel malo tirano
cuaderno eslá escrito en papel cepli, y aunque fuesen condenados como traidores», y otras j)or
defendido por un forro de pergamino, se cncuen- el estilo. Coulrastan nolablomenle con este enco-
tra muy destrozado y su lectura es hoy en ex- no que afea y desluce tan inijjortante monumento
tremo difícil por esta causa: no lo era tanto por legislativo, el respeto que en él se halla consig-
los años de 1774 en que el archivero del Ayun- nado á todas las disposiciones de don Alfonso XI,
lamienlo, don Diego Sanz, sacó dos apreciables las sabias y justas respuestas del rey á las peli-
PRIMERA PARTE, CAP. VIII. 357
En tanto que así aspiraba don Enrique á ganar fama de dadivoso, mostrándose celoso
dos al frente de numeroso ejército extranjero. Vergonzoso era por cierto el verle venir
ahora bajo el patrocinio de los extraños, por más que disculpara su conducta el ejemplo
del bastardo ,
que habia confiado el éxito de su ambición á los aventureros de Beltran
Claquin, olvidando lo que á su patria era debido. Capitaneaba las huestes inglesas el
Príncipe Negro , nombre de guerra que debia el de Gales al color de su armadura, y pre-
cedíale la gloria de haber vencido en Poitiers á Juan I de Francia. Magnánimo cual prín- ,
metido ayudarle con todas sus fuerzas, y para cumplirlo, adelantábase al frente de pode-
Con razón pues se habia preparado don Enrique á resistir aquella inesperada inva-
obstante Beltran Claquin , y contaba todavía con el apoyo de nobles franceses , de es-
mo Beltran Claquin que, lejos de arriesgarlo todo en el trance de una batalla, atendiese
migo la división y la desconfianza. Pero impaciente don Enríque por resolver aquella
suerte de problema que ponia en riesgo la usurpada corona , y ganosos castellanos y ara-
goneses de llegar luego á las manos con los nuevos invasores , deseo que excitaban la
ceses, decidíase al cabo á tentar fortuna, no sin temer por otra parte que pudiera califi-
Avanzaban en tanto las huestes del Príncipe Negro hasta avistar los muros de Ná-
jera , fatales para don Enrique , á punto en que llegaba al mismo campo el ejército que
seguía las banderas del rey bastardo. La victoria indecisa una y otra vez entre aque-
llos pendones , donde para escándalo de España se obstentaban los leones y castillos
sublimados por los Alfonsos y Fernandos, volvía por segunda vez las espaldas á don
Enrique; y desbaratadas sus haces, veía don Pedro, merced al esfuerzo del Príncipe
de Gales , restituida á sus sienes la corona que no habia osado defender, al invadir don
ciónos de las ciudades y la confirmación del Có- está dirigido « al Concejo é alcaldes é al algua-
digo inmortal de las Partidas. El cuaderno que cil de Madrit é á cada uno de ellos». Lleva la
de oslas Corles conserva ol Ayunlamienlo, hasla fecha á 7 de febrero, lira de mil ó quaUo cien-
tardo ,
su g-eneroso arrojo en la pelea, y entre los valerosos capitanes y esclarecidos pro-
ceres que sellaban allí con su sangre el juramento y pleitesía hechos á don Enrique, llo-
raba la Villa de Madrid á uno de sus más animosos caballeros , en la persona de don
Juan Ramírez * , señor de la casa de Rivas, mientras lamentaba también prisionero á su
hijo primogénito don Diego , una de las más altas esperanzas de la futura Corte Es-
pañola.
Don Enrique poseído de terror, buscaba segunda vez su salvación en la fuga; pero
cuando , dueño del cetro de sus padres y aleccionado por el infortunio ,
parecía que la
templanza y la moderación debían modelar la conducta del rey don Pedro, irritado este
como nunca ó tal vez ensoberbecido con el triunfo , trataba áspera y crudamente á los
prisioneros, proceder extraño que se hacia más repugnante dada , la generosidad y mag-
nificencia con que el Príncipe de Gales se mostraba á los que le hablan cabido en suerte,
entre los cuales se contaba el ya memorado Beltran Claquin , cuyo rescate debía dar ma-
yor relieve á la caballerosidad de Eduardo ^.
Disgusto grande producían en el ánimo del principe inglés la sevicia del rey de Cas-
tilla, agriándose de cada dia las relaciones entre ambos, al esquivar don Pedro , con poco
realización con nuevos y más visibles desengaños. Contra lo que era de esperar , don
Pedro se alejaba de improviso de las Castillas , y tan sordo á los consejos de sus aliados
como á los avisos de la experiencia, dirigíase á Sevilla, ganoso de vengar las antiguas
ofensas: con tal violencia egercítaba la autoridad real, recobrada en Nájera, que aun sus
mismos parciales se dolian de sus atentados y desafueros. Ni lograban mayor éxito las
este al fin forzado á retirarse del suelo castellano , arrepentido de su propia obra y com-
padeciendo á los pueblos sobre quienes liabia caído tan grande desventura.
Pero aquel terrible drama se iba acercando á la catástrofe. El rey que había dester-
rado de su consejo la prudencia y la templanza y que sólo prestaba oídos á la ira , des-
cargando ciegamente sus golpes sobre culpables é inocentes ; el príncipe , en cuyo cora-
zón había perdido de todo punto su imperio la clemencia , cerradas las puertas al perdón
y al olvido , no podía calentar largo tiempo la corona en sus sienes , siendo él mismo
eficacísimo instrumento de su perdición y ruina. Y era esta tanto más inevitable cuanto
mayores aparecían realmente los peligros que amenazaban al rey don Pedro. Refugiado
en Francia don Enrique de Trastamara , sí pudo dar por perdida con la rota de Nájera
i Azcona , Uistoria de Madrid, pág. 200. modo que el Principe : en una memoria de él que
2 Eduarle. La Crónica no le llama de otro insería , le llama Eduarle.
PRIMERA PARTE, CAP. VIII. 359
al contemplar los desaciertos del rey legítimo; y excitado repetidamente por los proceres
fugitivos de Castilla, convocaba ulra vez sus parciales, y reuniendo poderosa hueste,
contra don Pedro, no sin lisonjera esperanza de pronta victoria. Poiuaase de parte de
don Enrique al saber su vuelta las tierras de Patencia, Ávila, Segovia y Valladolid, y
aliento, pasaba rápidamente el Ebro y dejando atrás á Logroño que se le resistía, diri-
Vieja, sino comunicar el incendio á las Andalucías, donde la poderosa ciudad de Cór-
doba le aclamaba por soberano. Pero no le abrió Valladolid sus puertas tan pronto como
esperaba: leal á don Pedro, negábase ahora á seguir el bando de sus enemigos, ya por
que le indignaran tantas revueltas, ya porque temiese nuevos desastres; y sólo al peso
Y no fué sola Valladolid la ciudad que en medio de tantas calamidades y cuando ha-
grande tenia en las cosas públicas , tomaba voz y partido por don Enrique resolvíase , la
Villa de Madrid á negar su ayuda al invasor, cerrábale sus puertas , y se declaraba sos-
tenedora del legítimo soberano. En balde la poderosa hueste de don Enrique combatía
sus muros con ingenios y máquinas de guerra : animados por el valeroso Fernán de Var-
gas, señor de Cobeña, y movidos del noble ejemplo de los caballeros de la casa de Lu-
zon, llevaban su arrojo los moradores de Madrid hasta el punto de ejecutar frecuentes y
vigorosas salidas , en que haciendo alarde de aquel valor , acrisolado así en Muradal y
Sevilla como en Tarifa y Algeciras ,
probaban á los partidos de don Enrique que no era
tan fácil , como sospecharon , la empresa de reducir con las armas al dominio del bastar-
fonso VIH. Acudieron pues los favorecedores de don Enrique á mover ventajosos parti-
hasta el último trance , replicaban una y otra vez con heroica arrogancia que antes que
rian perecer entre los escombros de sus hogares que abrir las puertas al usurpador , con
nota y vilipendio de traidores.
Tan noble entereza, merecedora en verdad de duradera alabanza, bien que digna,
por lo que al rey don Pedro concernía, de más alto empleo , aguzaba en los parciales de
don Enrique el anhelo de apoderarse de Madrid , convencidos por otra parte del mal
360 HISTORIA DE MADRID.
efecto que en la nación entera produciría el verla retroceder ante una Villa tan inme-
diata á Toledo, capital que no le habia tampoco recibido ahora como señor y rey. Apre-
tando el cerco cada dia , y cada dia creciendo más el ánimo de los sitiados , apelaron los
enriqueños á medios vedados siemi)re en noble lid , frecuentes por desdicha en las dis-
cordias civiles. Lo que para el valor y fuerza de las armas habia sido imposible, buscá-
base pues por el camino del soborno y de la traición ; y no sin efecto. Encomendada la
ella un aldeano de Leganés , cuyo nombre nos han trasmitido las crónicas para su eterno
oprobio. Concertado con los sitiadores , y ayudado de algunos deudos suyos, espiaba Do-
mingo Muñoz el momento en que puesta la vela á su cuidado ,
pedia ejecutar la traición,
namente aquella puerta con , lo que apoderándose de sus torres antes que fuesen sentidos,
La defensa y el sacrificio de Madrid habían sido estériles para la causa del rey don Pe-
dro; pero su pérdida, abriendo ya desembarazado camino para Toledo, lastimaba gran-
que habia recibido mostraba extremado dolor,, el cual contrastaba con el júbilo de don
Enrique al saber que sus pendones volaban ya sobre los adarves de Madrid y que tan
poderoso baluarte «eslava por él». «Plógole mucho (prosigue la Crónica de Avala,
digna en esta parte de todo crédito) porque una villa tan buena é tan abastada é en tal
1 «É fuera lomada Madrid en esla guisa: Madrid, puede consultarse el Noviliario de Diego
gentes é caballeros del Rey don Enrique la tovie- Henares de Mendoza , apellido Vargas. En alguna
ron mucho tiempo cercada; é un aldeano que es- edición de la Crónica de Ayala que cita, aunque
taba dentro, (jue decian Domingo Mufioz, de Le- sin expresar cuál sea, la publicada por el señor
ganes , dióles un dia dos torres que él tenia é sus Llaguno y Amirola , enmendaron la frase « pero
parientes, en la puerta que dicen úq Moros, épor fué robada», añadiéndole la partícula negativa;
allí se cobró Madrid; pero fué robada» {Crónica mas en todas las demás se encuentra la versión
del rey don Pedro, año 1368, cap. 1). Azcona como la traslada el citado Llaguno. Véasela ñola
menciona este liecho , aunque sin referirse á su niím. 3 de su cilada Crónica, pág. 521.
primitiva fuente, ni lijarle año (pág. 200). Lcon 2 Crónica del rey don Pedro, hcoálalo. Acer-
Pinelo, con la poca exactitud que guarda en la ca del pesar que sintió don Pedro por la pérdida
cronología, lo pone en el de 1364. Algunos, como de Madrid, dice el mismo Ayala (año 1368, ca-
Quintana (pág. 299), le asignan lugar después piUilo III): «Así fué que el rey don Pedro, eslando
de la muerte de don Pedro, lo cual prueba (jue en Sevilla, sopo cómo el rey don Enrique era lle-
no se curaron de consultar la Crónica. Acerca de gado á Burgos é cómo fuera rescebido.... é cómo
la parte ([ue los Vargas tuvieron en la defensa de después fuera para la ciudad de León é la cerca-
— ,
Mas aquella desventura no era sola para don Pedro. Mientras lograba el bastardo ar-
rancarle cada día algún girón del manto heredado de sus mayores, desamparábanle los
mostrando así la triste soledad á que en medio de sus naturales le lenian reducido sus
excesos. Toledo resistia sin embargo; y aunque apretada fuertemente por los enrique-
ños , convidaba al rey don Pedro con su heroica defensa á echar el resto para meterse en
la ciudad, imaginando que desde ella podría trocar el aspecto de las cosas. A duras pe-
nas, y no sin hacer el último esfuerzo, podia reunir el monarca de Castilla tres mil lanzas
y mil quinientos ginetes moros, logrando penetrar á su cabeza hasta el castillo de Montiel.
Noticioso de su intento , salíale entre tanto al encuentro don Enrique , á cuyo campo ha-
bía llegado poco hacia Beltran Duguesclin , afrontándole de improviso , bien que sin des-
concertarle , como esperaban. Reñida pelea se trababa entre ambos campos : Enrique
pretendía dar la postrera mano á la obra que veía llegar á próspero remate ; don Pedro
sabia que jugaba en aquel lance corona y vida; y armándose del valor que una y otra
vez le había distinguido en mitad de los combates, mientras esparcía en torno suyo
nes ágenos de odio y de rencor , las trasmitían generosos á sus más celebrados cronis-
tas \
Pero la suerte estaba ya echada y todos sus esfuerzos fueron vanos : roto y vencido en
la pelea, veíase don Pedro forzado á encerrarse en el castillo de Montiel , de donde le sa-
vosía. Teatro miserable de la más repugnante escena que registran los anales de Castilla,
fué la tienda de Beltran Claquin , tenido por el más cumplido caballero de Francia. Tras
con aquella hipócrita frase de : Yo non quito rey nin pongo rey , sínon amparo á mi
señor , daba muerte el puñal de don Enrique al hijo legítimo de Alfonso XI. La con-
tienda estaba terminada : las fatídicas predicciones , de que había sido víctima don Pe-
dro ,
lastimosamente cumplidas ; sus terribles venganzas expiadas. El príncipe que no
ra é la cobrara : é como era venido para Toledo ndiire et niervelleus.se , el mainl homrae renversé
para la cobrar é cobrara á .Madrid, é á Tordehu- »par Ierre el occis dii cote du roi don Pietre.
mos, é Medina deRioscco, ó Buytrago é otros lo- «El la etait le roi don Pietre, hardi homrae du-
gares; é ovo dcnde grant pesar». «rement qui se combattait moult vaiilamment et
1 Es de adverlir que la Crónica de Ayala «tenait une hache, donl il donnait les coups si
pinta como breve y fácil el triunfo logrado por don «grands que nul ne le ossait approcher» (pág. 551
Enriípic; ol francés Froissarl dice no obstante, ha- edición de 1842.
liabiu podido Iritinfíir de su ira y de su soberbia, yacía por tierra, Ijañado en su pro-
pia sangre, sin nn paño que le cubriera, ni una mano amiga que embalsamara su ca-
ramajido honras, mercedes y riquezas sobre sus ayudadores. ¿Qué era entre tanto del
palmas sobre el cadáver del rey don Pedro , viendo abrírsele tras el fratricidio de Mon-
tiel nueva era de prosperidad y engrandecimiento : la corona , mal asentada en las sie-
nes de un bastardo, quedaba reducida á vergonzosa tutela; el pueblo que en las Cortes
de Valladolid , habia visto crecer sus legítimas esperanzas al arrimo del trono, divorcia-
do en cierta manera de sus aliados legítimos. Don Enrique habia triunfado sin embargo,
y el rey don Pedro yacía sólo, llegando más allá de la tumba el aborrecimiento que ins-
magnánimo y generoso en los primeros dias de su reinado ; con elevada idea de la au-
toridad real, duramente combatida por los magnates castellanos, bien que con una edu-
cación incompleta y tardía, don Pedro se vé ostigado desde el primer instante por cuan-
tos le rodean, y convencido de su pequenez forma la más triste idea de los hombres,
condenándolos al desprecio. Su voluntad es su ley: su querer no halla desde este mo-
mento dique , ni barrera ; y nueva y diariamente exasperado por los desmanes y traicio-
nes de los que protege y ensalza, llega al extremo de aborrecer á todo el mundo, go-
zándose en el exterminio de los que reputa sus enemigos. Avezado al espectáculo de la
sangre , don Pedro no se horroriza al verterla por su propia mano : nadie puede tenerse
por seguro de su ira , nadie se juzga libre de sus venganzas. Por eso el hijo de Alfon-
so XI se vé sólo y abandonado de aquellos mismos vasallos que saludaron , como una
Era de ventura, su advenimiento al trono de Fernando III: por eso apenas hay una lá-
grima para llorarle , y ciñe la corona el bastardo de Trastamara. Y sin embargo el fra-
tricidio de Montiel era uno de los desastres de mayor trascendencia que jamás hablan
caldo sobre el suelo de Castilla.
Olvidado de sus naturales quedaba el triste cadáver del rey don Pedro en Montiel,
hasta que para acallar sin duda los gritos de su conciencia, acordaba don Enrique, al
don Pedro , cuidando de que su cuerpo fuese depositado ante el altar mayor y que los
religiosos que en él profesasen, rogaran á Dios por el alma del mal aventurado monarca,
1 En el leslamenlo del rey don Enrique II, «damos que sea fecho ó establecido un Monesterio,
olorgado en Burgos á29 de mayo de 1574, en la »en que aya doce frayles cerca de la dicha villa
cláusula 19 so loen efeclivamonte las siguienles «de Monliol , é que sea dolado el dicho Monoslerio
imporlanlos palabras: «Tenemos por bien, é man- «de logares c de bienes rayces, con que se |)ucdan
iii.M"i,i\i'i.i wii i.\^ '"liii i'i- \i\i'i:ii>
-'
(, / /r y/wy r^i í7f",/r/_ /^'O^.
•I ll.'al;
—
fundación , siendo por último trasladado el cadáver del rey don Pedro á la iglesia de San-
sazón del referido convento '. Para descanso eterno de sus huesos, erigíale también dig-
no sepulcro; pero no tan suntuoso que llegada la venturosa época de los Reyes Católi-
cos, no fuese sustituido por otro verdaderamente regio (1504), nombrando aquellos
ilustres príncipes, que tanto empeño pusieron en revindicar la memoria de don Pedro,
por guarda mayor del mismo á un vecino de Madrid llamado Pedro Hurtado , « catando
Fama es que el sepulcro existió largo tiempo delante del altar mayor de la iglesia,
ostentando en el lecho la estatua yacente del hijo de Alfonso XI; pero ni se ha conser-
vado vestigio alguno del enterramiento ni la referida estatua, existiendo sólo la orante
templo en 1612, removióse el sepulcro del lugar que ocupaba, colocándole en una horna-
cina al lado del Evangelio ^; y andando el tiempo, era también desalojado de aquel mo-
desto asilo, parando á la postre en uno de los subterráneos del convento. De allí, mer-
dado al coro , colocándose no sin buen consejo y con honra de la actual abadesa al lado
del enterramiento de la piadosa doña Constanza, nieta del rey desventurado que repre-
tauración, en que desaparecieron del manto los característicos estofados que le avalo-
raban.
))inanlener los dichos doce frayles, é que sea en- o Quintana, fól. 366.
))terrado dentro del dicho Monesterio el cuerpo 4 Publicamos la esUUua de don Pedro en una
))del dicho don Pedro anle el altar mayor : é que de las bellas láminas, dadas i\ luz en nuestra his-
»sea fecho é obrado el dicho Monesterio camino torla: lo mismo haremos en el siguiente volumen
»de Santiago, éque los dichos frayles sean lenu- con el enterramiento de su nieta doña Constan-
))dos de rogar á Dios por su ánima del dicho don za, debiendo advertir que conservándose en el
«Pedro que le (juiera perdonar». Encuéntrase este coro una estatua de la Virgen con la advocación
testamento al final de la Crónica de Enrique II por de la Madonn de Madrid , sin duda de mediados
Pero López de Ayala, edición de don Eugenio de del siglo XIV, hemos creido oportuno incluirla en
{ Gil González Dávila, pág. 138. Crónica galo hecho por don Pedro ó don Enrique á las
itel reij don Enrique 11, nota 14 al testamento de monjas como persuaden por una parte los carac-
(lon Enriíjue. — Garibay , Compendio historial de teres artísticos y por otra las armas reales que en
España, tomo II, pág 324. el trono de la Virgen aparecen. Damos un exac-
2 Quintana , Anliijiledades de Madrid, fs. 229 to grabado de esta bella y monumental estatua.
V 506.
.
De este modo, ni aun largo tiempo después de su muerte, pudo lograr reposo el in-
1 Algunos escritores atribuyen al i'ey don Pe- Romanos; y sólo se atreve á decir que por algu-
dro la restauración y aun fundación del alcázar nos se atribuye á este monarca la fundación del
más comprobantes que sus palabras , y de aqui el portancia de dato histórico, parece prudente abs-
no haber dado nosotros cabida á este hecho en tenernos de toda afirmación, cuando por otra par-
nuestra narración. El autor que con más critica te no existe el referido alcázar ,
que seria en la
trata de este asunto en la reseña histórica del materia el mejor y más abonado testigo.
Anlifjiío Madrid, pág. J7, es el señor Mesonero
isiouiA ih: 1.a V1I.I.A V nmrt; iik mahiuil
CAPITULO IX.
Don Enrique — Guerra de Portugal. —Pérdida de Algeciras.— Privilegios otorgados favor del cabildo y clero
ü. á
de Madrid.— Predilección de don Enrique hacia esta Villa. — Su residencia en ella.— Cortes de Toro.— Confinna don
Enrique estatutos de Alfonso XI
los Ratificación general de fueros y privilegios de Madrid. —Notable senten-
los
cia dictada por alcalde real á favor de esta Villa. — Recibe don Enrique en Madrid á don Carlos de Navarra,
el el
Malo. —Diego Fernandez de Gudiel procurador por Madrid en las Cortes de Burgos. —Muerte del infante don
,
Sancho. —Sentencia que se da contra Gudiel con este motivo. —Su perdón. — Nuevos privilegios despachados por
don Enrique á favor de Madrid relativos á de Cubas y Griñón. — Asegúrase don Enrique en
las villas trono cas- el
tellano.—Supuesta muerte en Madrid del arzobispo de Burgos. — Algunos acuerdos memorables tomados por don
Enrique en esta Villa. — Falta don Carlos de Navarra á pactado en Madrid. — Nueva guerra de Navarra. — Cisma
lo
de justicia, y ocupaba un príncipe bastardo el lugar reservado sólo á los hijos nacidos
nar, habia atropellado lodos los respetos divinos y humanos, no gozara desde luego
tranquilamente de aquel cetro ,
que habia arrancado con la vida , en la tienda de Bel-
tran Claquin , de la diestra de su hermano ; habiéndose menester en tan difíciles me-
mentos de sumo tino y extremada prudencia, para que aunadas las dotes del político,
La inicial que encabeza este capitulo está tomada de un precioso códice de mediados del siglo XIV.
36G HISTORIA DE MAnUlI),
ennoblecida por tantos héroes. Pero á tal extremo hablan llegado las violencias del rey
don Pedr-o y tal era el anhelo de paz y de sosiego en los castellanos que mientras, según
te, abriendo al vencedor ancho camino, inaccesible en cualquiera otra ocasión, haciendo
olvidar su origen.
Mas si nacía toda la fuerza de don Enrique de Trastamara, como rey de Castilla, del
del rey don Pedro, no fué todo prosperidad y bienandanza para don Enrique, brotando
de sus propias manos las mayores contrariedades , con el fatal sistema de privilegios y
nuevo rey que no eran pasadas para él las inquietudes y peligros que hablan conturbado
su existencia y que aun muerto su hermano debían hacer prueba de su constancia antes ,
de apellidarse con toda verdad señor de Castilla. De una parte aparecían á su vista po-
derosas villas y ciudades , cuya fidelidad exaltada en medio del infortunio , las mante-
murallas los hijos y los tesoros de la infortunada víctima de Montiel: de otra negában-
sele á reconocerle cual soberano poderosos magnates que se tenían en armas , tal vez
para lograr mejor partido; y de otra en fin contemplaba, no sin despecho, que se «des-
como señor ni confesársele vasallos. Ni era más satisfactorio el aspecto de los reinos sus
vecinos: el rey de Portugal, juzgándose con más legítimos derechos, movíale guerra
para lanzarle del trono , logrando que abrazasen su partido algunas ciudades del antiguo
treguas solicitadas con desdoro del nombre castellano : el de Navarra se le declaraba por
Difícil era por tanto y por extremo aventurada la situación de don Enrique en el mo-
mento de su victoria. En lucha abierta con propios y extraños , obligado á pagar con in-
sostenible magniñcencia los más livianos servicios , y forzado á hartar la codicia de sus
auxiliares franco-bretones, carecía de todo recurso para hacer frente á tantas necesidades;
y sin embargo lejos de abatirse y doblar la frente al peso de las contradicciones, desple-
encerraba á los hijos de don Pedro, guardaba las fronteras de Granada, y corría esfor-
\ Don Antonio Ferrer del Rio, Juicio histórico premiado por la Real Academia de la Lengua en
critico sobre el reinado de don Pedro de Castilla, cerdamen público de 1851.
PRIMERA PARTE, CAP. IX. 367
zado á atajar en Galicia los pasos del porUií^ucs, que lUllo acaso de valor para esperarle
se melia de nuevo en sus tierras, no sin que don Enrique penetrase detrás, apoderán-
Mientras de este modo gastaban los príncipes cristianos sus fuerzas en intestinas lu-
chas ,
pugnando don Enrique por asegurarse en el trono , recogíase en la frontera gra-
quista de Alfonso XI. De largo tiempo abandonada de los reyes cristianos , mal pertre-
chada y con escaso presidio la ciudad de Algeciras, poderoso antemural de las costas
africanas, veíase estrechada por el rey de Granada al punto de abrirle sus puertas , con
dos auspicios empezaba su reinado. Y en vano hubiera don Enrique aspirado á tomar
enmienda de aquella afrenta que parecía hacerle indigno de la herencia del vencedor de
nas á conjurar las tormentas que le amenazaban; y deseoso de descubrir más claro ho-
rizonte , apelaba á la nación entera á fin de que absolviéndole al cabo de la usurpación,
procuraba poner á cubierto de toda tentativa las fronteras de Galicia , allegaba algunas
Y no en balde por cierto: extremándose allí por merecer el amor de los pueblos,
base única de su trono , atendía solícito á perfeccionar las leyes acordadas en las Cortes
de Burgos ,
que según su expresión habia celebrado de prisa en 1367. Extragada la tier-
ra con los pasados trastornos, menoscabada donde quiera la justicia, era para todos ur-
protectoras. Con saludables penas para los criminales , y tirando en todos conceptos á
revestir de autoridad á los encargados de administrar justicia en nombre de la corona;
defectos de que adolecía el publicado en las Cortes de 1351, inauguraba Enrique II esta
faz nueva de su reinado (setiembre 1369), bajo cuya relación iba á merecer, si no el
confiando tal vez en que no seria indigno del laurel de los héroes el que empezaba ambi-
licitud con que ganoso de reparar los ultrajes de la guerra civil, atendía don Enrique á
:]m HISTORIA DE MADRID.
mejorar la condición de las villas y ciudades, haciéndoselas en tal forma amiji^as y de-
votas.
do sin duda su valor en defensa del rey don Pedro y procurando por lo mismo tenerla á
su mandado que : es noble prerogativa de los leales el inspirar siempre confianza , aun á
sus propios enemigos , y cordura grande en los que gobiernan las naciones el mostrarse
generosos con los vencidos en lid franca y legitima. Obedeciendo esta atinada política y
reparando en la importancia que habia conquistado la Villa del Manzanares entre las
principales poblaciones de Castilla, apresurábase don Enrique, á quien tanto habia re-
Toro, derramaba sobre la clerecía de Madrid, que tan alta representación alcanzaba
por sus virtudes y su riqueza , notables privilegios y exenciones. Era la prerogativa más
importante que don Enrique le otorgaba, la de librarle del servicio de alojamiento , harto
caso en que el rey, la reina ó los infantes sus hijos, visitasen la Corte Española, y en-
guacil mayor no , sin obligar igualmente al alcaide del castillo, que lo era á la sazón don
Pedro Martínez, como á jefe natural de la mihcia. Don Enrique imponía severas penas
á los que osaran contradecir su voluntad , como garantía del valor y fuerza que á tan
1 Consérvase este curioso dociimcnlo, inserto ó la Reyna doña Juana, mi muger , ó los infantes
literalmente en una carta de confirmación (¡ue lo mios fijos. Et por esta nlra carta é por el trasla-
es á su vez de otra de don Juan I , en que se do della signado de escrivano público, mandamos
daba nueva fuerza y vigor á este privilegio, en el al Conceio é á los alcalles é al alguacil de Madrid
archivo del cabildo eclesiástico de Madrid , mazo é {hay laguna) é homes buenos que an de ver é or-
de privilegios reales, núm. 13: lleva la fecha denar facienda de la dicha nlra Villa que agora son
de 1592, así como la de Juan I la de 1569. El é serán de afjui adelante, é á don Pero Martinez,
privilegio primitivo de don Enritpie 11, curioso do- ntro vasallo é ntro alcayde en el castillo de la
cumento no publicado hasta ahora, dice así: «Se- dicha Villa , é al que fuere por ntro alcayde é á
pan quantos esta carta vieren como ¡Vos don Enri- qualtpiier ó á ([ualesquier dellos á quien esta ntra
que por la gracia de Dios rey de Casliella, ele. Por carta fuere mostrada ó el traslado della, signado
fazer bien é merced á los clérigos de la ntra Villa como dicho es, que non den nin consientan dar po-
de Madrid que agora son é serán daqui adelan- sadas á ningunas compannas (|ue acaescan de fue-
te, tenemos por bien c es la nlra merced que ra parte en la dicha Villa en ninguna nin en nin-
sean escusados en que non posen ningunas com- gunas de las casas de los dichos clérigos nin de
pannas que vengan de fuera parte á la dicha Villa alguno dellos, salvo quando nos fuéremos en la di-
en sus casas, onde moran nin de alguno dellos, sal- cha Villa ó la dicha reyna , mi muger , o los in-
vo quando Nos {hai/ laguna) ntia Villa de Madrit fantes , mios fijos , segunl dicho es. Et (pie am-
PniMERA PARTE, CAP. IX. '"^BG
Pero no contento con esta concesión, inequívoca prenda de regla estima, confirmaba
y hacia por siempre firmes y valederos veintidós días adelante , « por facer nuevo bien
paren et defiendan á los dichos clérigos á cada Dios , rey de Castiella , etc. Por fazer bien al Ca.
lino deilos con esta merced que les Nos facemos. bildo de los clérigos de Madrít, otorgárnosles é
Et non consientan que alguno nin algunos les va- confirmámosles todos los prívillegios, é cartas, 6
yan nin pasen contra ella nin contra parle della franquicias , é donaciones , é sentencias , é buenos
en ningún tiempo por ninguna manera. Et los usos , é buenas costumbres que han é las que ovie-
unos é los otros non fagan ende al , sopeña de la ron é de que usaron siempre en tiempo de los re-
nuestra merced é de seyscientos mrs. á cada uno. yes, onde Nos venimos. Et mandamos que les va-
Et si non por qualquier ó qualesquier deilos por lan é les sean guardados é mantenidos en todo
quien fian que lo han asi facer é cumplir, manda- bien é complidamenle, segunt ([ue en ellos se con-
mos al orne que les esta nra carta mostrare que tiene é según que les fueron guardados é man-
los emplace que paresca ante Nos do quier que fue- tenidos en tiempo de los otros Reyes, onde nos ve-
remos, del dia que fueren emplazados hasta quince nimos é en el nro fasta aqui. Et defendemos fir-
dias primeros (laguna) con la (ndia pena de los di- memente que ninguno nin ningunos non sean osa-
chos seyscientos mrs. á cada uno deilos á decir por dos de les yr nin passar contra ninguna nin alguna
qual razón non cumplen nro mandato. Et como cosa de las que en los dichos privillegios, é carias,
esta nra carta signada , como dicho es , les fuere é libertades , ó fran(piisas , é gracias , é donacio-
mostrada é la cumplieren , mandamos so la dicha nes, é sentencias dicen nin contra alguna cosa
pena á qualquier escrivano público, que para esto deilos , so la pena que en ellos se contiene , nin
fuere llamado, que dé ende al (|ue la mostrare tes- contra los buenos usos nin buenas costumbres que
timonio signado con su signo, [)or que Nos sepamos han é de que usaron , como dicho es. Et á qual-
cómo cumplen nro mandato. Dada en Toro seys quier ó qualesquier que contra los dichos previ-
dias de noviembre, Era de mil quatrocientos é sie- llejos, é cartas, é libertades, é franquezas, é gra-
te annos. Et tenemos por bien que quando la nues- cias , é donaciones , é sentencias fuessen , avrian
tra Chancelleria acaesciere en la dicha Villa que la nra yra, é pecharnos han por cada vegada en
ios ñros oficiales que con ella fueren que posen en pena é en coto mil maravedís de la moneda que
casa de los dichos clérigos , non embarguen esta se agora usa , é al dicho Cabildo de los clérigos
merced que les Nos facemos. Yo Diego Ferrandez de Madrid ó á quien su uoz toviere, todos los dan-
la fiz escrivir por mandado del rey. —Johan Mar- nos é los menoscabos que por ende rescibiessen
tínez. — Johan Martínez v.°, arcediano de Cala- doblados. Et sobreslo mandamos á lodos los alca-
1 Este privilegio que Azcona cita en la pági- de Madrit , é á lodos los otros jueces, é iusticias,
piarle, se guarda en el archivo del cabildo de qualesquier de todas las villas é logares de los
mazo de privilegios reales, núm. 16, de regnos que amparen é defiendan al dicho
Madrid , riros
donde por parecemos propio de este lugar, lo Cabildo de los dichos clérigos de Madrit, ó á qua-
trasladamos. Dice así: «Sepan quantos esta carta lesquier deilos con esta mercet que les Nos face-
vieren como Nos don Enrique por la gracia de mos , é non consientan que alguno nin algunos les
Tomo I. 51
370 HISTORIA DE MADRID.
se hallaba á perderlo todo, si dejaba vislumbrar temor ó flaqueza; y lejos de buscar ar-
rimo en las poderosas ciudades que le acataban por soberano , salla en busca de sus ene-
Largo y terrible temporal le detenia sin embargo en mitad del camino, forzándole al cabo
á desistir de su propósito: que no fué poca ventura para el rey de Portugal, el verse
libre por tan inesperado accidente de la saña del castellano , á quien irritaba ya por ex-
vicio extraordinario que le aliviase en sus apuros: todo el esfuerzo de ciudadanos , caba-
lleros y ricos-hombres alcanzó apenas á reunir en metálico la mitad de las soldadas que
vayan nin passen contra ella nin contra parte de- —Yo Domingo Ferrandez
annos. por la fiz escribir,
cartas se coniiene é fagan emcn Jar á los clérigos un sello de piorno pendiente de un cordón de seda
del dicho Cabildo, ó á quien su uoz iorns , todo el blanca , amarilla y encarnada. Se encuentra ade-
danno é meaoícabo que por ende rescibiessca do- mas (privilegio núm. \o) la conilrmncion de este
blado. El porque esto sea firme, é estable , é va- mismo privilegio , dado por don En(i([ue III en las
ledcro para siempre jamas, mand.'imosles ende Córlesele la muy noble ciudad de Burgos, cabeza
dar esta nra carta seeliada con nro seello de de Caslilla, en 20 de febrero del año del naci-
plomo colgado. Dada en Toro veynle é ocho dias miento de Nuestro Señor Jesucristo 1592.
de noviembre, Era de mili é quatrocientos é siete
PRIMERA PARTE, CAP. IX.
_
371
sitadas honras y mercedes de Estados y señoríos otorgados ú los capitanes , mientras que
los aventureros , llamados á ejercer en Francia su oficio con la guerra que á la sazon
Castilla, atravesaban los Pirineos, no sin que la nación entera se regocijara de verse
ánimo de los castellanos la confianza, de que hasta entonces le habia despojado aquel
para el castellano de mayor importancia el apagar el fuego de Galicia, para evitar todo
contagio; y llevado de este propósito, mientras procuraba amistarse con el rey de Ara-
gón y aplazaba la guerra de Granada con nuevas treguas , enviaba buen golpe de hom-
bres de armas y peones contra el conde de Castro para reducirle á la obediencia. Poca
fortuna tenia don Enrique en los referidos tratos : desconfiado el aragonés, poníale con-
diciones tales que hacia inasequible toda avenencia, y fortalecido el portugués con la tar-
danza , en tanto que los castellanos se enca:ninaban á Galicia , osaba meter en el Gua-
dalquivir numerosa escuadra, que derramando la alarma en las Andalucías, forzaba á
don Enrique dirigirse á Sevilla para «poner recabdo en la tierra», según la significativa
expresión de la Crónica.
No pudo sin embargo realizar su viage con la premura que tal vez pedían las cir-
cunstancias, ya porque hubiera menester asegurar algunas de las ciudades del antiguo
cia. Contábase entre las poblaciones , en tales instantes visitadas , la Villa de Madrid, ob-
jeto de las distinciones de don Enrique; y si bien no consta que en esta ocasión le hi-
yores *.
ba, que aparejada en breve poderosa flota, podía salir en busca del pretendiente portu-
gués, no olvidada la ciudad de Carmona que todavía ostentaba en sus muros el pendón
de los hijos del rey don Pedro, y reforzadas al par las huestes de Galicia: huia el por-
1 Los liistoriadores generales no hacen men- la Crónica; pero las juslifican las curiosas y eru.
cion de estas notables circunstancias del viaje del dilas notas de la ya citada edición del señor Lia-
rey don Enrique á Sevilla. Tampoco las consigna guno y Amirola, con documentos diplomáticos.
372 HISTORIA DE MADRID.
tu°-ués, dejíindo en señal de su jactanciosa poquedad, cinco naves en poder de los caste-
llanos ;
Martin López de Córdoba abria las puertas de Carniona , si bien con la desdicha
Cediendo al cabo á la fuerza de las armas , el rey de Portugal que se habia negado
del Padre común de los fieles , apresurábase ahora á solicitar su amistad , volviéndole
todas las plazas que le tenia usurpadas, y dejándole en quieta y pacífica posesión del
disputado reino.
en la nación castellana la fuerza necesaria para dominar los demás obstáculos que á su
quietud se oponían , convocaba de nuevo el rey don Enrique las Cortes del reino en la
ciudad de Toro ; y en tanto que dictaba atinadas leyes y ordenamientos ora , relativos al
orden civil, ora al político, siguiendo el ya iniciado sistema de hacer suyo el afecto de las
principales villas y ciudades por medio de mercedes y privilegios otorgaba apenas me- , ,
res de la nuestra Villa de Madrid é de su término » , en que ratificaba y daba valor y nue-
bían concedido sus antecesores y muy especialmente el rey don Alfonso , su padre , desde
que hubo salido de las famosas tutorías. Ofrecía- de esta suerte don Enrique claro testimo-
bajo muy duras penas y la regia indignación, los privilegios de que Madrid venia go-
zando de antiguo , el decidido propósito de tener devotos á sus designos los procurado-
res que la Villa había enviado en uso de sus prerogativas á las Cortes de Toro K El prín-
1 Inédito hasla hoy este notable documento, Rey don Alfonso, nTo padre, que Dios perdo-
guárdase en el archivo dol Ayuntamiento con la ne, sin tutorías, é de Nos otrosi vos confirma-
marca 2— 506— 6. Está escrito en pergamino, mos todos los fueros, usos é buenas costumbres
tiene sello de plomo colgado y se halla concebido que vos el dicho Conceio, é vecinos, é moradores
en los términos siguientes: » Sepan quantos esta de la dicha Villa de Madrid é de su término avo-
carla vieren como i\os don Enrique , etc. por fa- des usado ó usastes fasta aqui. Et tenemos por
cer bien é merced á vos el Concelo, é vecinos, é bien é es la nra merced que vos valan é vos
moradores de la ñra Villa de Madrid é de su sean guardados en todo, segund que mejor é más
término, confirma mos vos lodos los previllojos é complidaraente usastes de la dichos usos y cos-
carías de gracias , é de mercedes , é de franqui- lumbres é vos fueron guardados en tiempo del
sas, é donaciones que vos avedes de los Reyes dicho Rey nro padre, que Dios perdone. Et
onde Nos venimos , é dados é confirmados del por esta nra carta por el traslado della ,
sig-
HISTORIA DE LA VILLA Y llORTE DE MADK
\ííím
—
cipe que ansiaba con todas sus fuerzas limpiarse de la nota de usurpador que afeaba su
nombre, ponia con la carta de 1371 el colmo á su benevolencia, si bien no apuraba las
gracias que á las villas y ciudades reservaba , atento acaso á neutralizar el daño que
habla causado á la república con las inconsideradas mercedes que habla derramado so-
bre la nobleza.
blecía y daba forma á las Abdiencias y Chancellerias, no menos que por reproducir
las ordenanzas de ronda y policía, mandando al propio tiempo destruir los castillos, cue-
vas y peñas bravas, guarida de malhechores y de tiranos de la tierra. Don Enrique habia
logrado , respondiendo á las peticiones presentadas por los procuradores, establecer en-
tre otros principios de suma trascendencia , los muy fructuosos de la unidad del poder
y de la independencia de las autoridades, disponiendo por ley que las alcaldías de las
concejos, alcaldes, é alguaciles, jurados, jueces, sasen, avran la nra yra. Et demás pecharnos
justicias, merinos , maestres de las Órdenes, prio- hyan en pena diez mili maravedís desta moneda
res , comendadores , socomendadores é alcaydes que agora se usa , cada uno por cada vegada que
de los castiellos ó casas fuertes , é a todos los otros contra ella fueren é pasaren. Et á vos, el dicho
oficiales ó aportellados de todas las cibdades , é vi- Concejo , ó cá quien vuestra voz toviere lodos los
llas , é logares de los nros regnos que agora son damnos é menoscabos que por ende recibiessedes
é serán daqui adelante ó á quahiuier ó á quales- doblados. Et demás qualquier ó qualesquier por
quier dellos, á quien esta nra carta fuere mos- quien fincase de lo assi fazer é complir, manda-
trada ó el traslado delia , signado como dicho es, mos al ome que les esta nra carta mostrare ó el
á cada luio en sus logares ó jurisdicciones que traslado della, signado como dicho.es, que los
guarden , é tengan, é cumplan, é fagan guardar, emplace que parcscan ante Nos do quier que Nos
tener é compür á vos el dicho Conceio , é veci- seamos, del dia que los emplazare á quince dias
nos, é moradores de la dicha Villa é de su tér- primeros siguientes , so la dicha pena , á decir por
mino los dichos prcvillejos, é cartas de gracia é qual rrazon non cumplen nro mandado. Et como
de mercedes , é donaciones , é franquecas , é li- esta nra carta les fuere mostrada ó el trasla-
bertades que vos avedes de los Reyes onde Nos do della , signado como dicho es , mandamos á
venimos , é dados ó confirmados del dicho Rey qualquier escrivano público que para esto fuesse
torías , ó de Nos, como dicho es. Et otrosi todos nie signado con su signo ,
porque Nos sepamos en
los buenos usos é buenas costumbres que vos ave- cómo se cumple nro mandado. Et non faga ende
des é que siempre usastes ó avedes usado fasta al , so la dicha pena é del oficio de la escriva-
aqui. Et que vos non vayan nin passen nin con- nia. Dada en las Cortes que Nos mandamos fa-
sientan ir nin pasar contra ellos nin contra parte cer en Toro quince dias de febrero, Era de mili
dellos, por uos los quebrantar nin menguar en al- é quatrocienlos c nueve annos. — Yo Domingo
guna cosa en ningún tiempo por ningima manera, Ferrandez la liz escrivir, por mandado del Rey.
so las [)enas que en los dichos previllejos é cartas Ferrando Nuñoz. — Diego Feri'andez. —Johan Ffer-
ciudades y las villas se diesen únicamente á los ciudadanos y hombres buenos, hu-
yendo de que la potestad de juzgar fuese patrimonio de los poderosos. El hijo bastardo
de Alfonso XI, aunque llevado con frecuencia de la corriente, en que le puso su irre-
gular elevación á la corona, empezaba á comprender del lado á que debia acostarse para
hacer duradero su reinado, buscando su verdadero apoyo en el estado llano, como efi-
cacísimo auxiliar del trono: á fin de que aquellas leyes fuesen conocidas, acatadas y eje-
cutadas ,
enviaba á las ciudades oportunos cuadernos , competentemente autorizados , no
olvidando á la Villa de Madrid, que teniendo en alto precio el que le fué remitido, lo
ganando aquella fuerza moral de que instintivamente se sentia necesitado , atendía soh-
cito á reincorporar en la corona las villas y ciudades que se hablan separado de su do-
minio en las pasadas revueltas. Fruto de esias negociaciones, discretamente llevadas á
poder el rey de Navarra; poniéndose en manos del Pontífice, como arbitro entre ambos
íbanse en tal manera allanando las dificultades que erizaban el reinado de don Enri-
que , cuya reputación crecía fuera de España con las victorias alcanzadas contra los in-
gleses , haciendo prisionero en los mares del Norte al famoso conde de Pembroke , y
desbaratando en Galicia al obstinado don Fernando de Castro ,
que repuesto algún tanto
del anterior desastre , volvía á tentar fortuna en la ciudad de Tuy , impotente para re-
sistir el empuje de las huestes reales. Mas como no se había movido el de Castro, sin
el consejo del rey de Portugal , no bien se alejaba don Enrique de las comarcas ga-
toriadores que nos han precedido, está e-critoen dar ca segunl dice
, la Sania Scriptura , bienaven-
papel cepli no bien conservado: cousía de seis turados son los que aman é fazen iusticia en todo
fojas con una cubierta de pergamino, y al fin ds tiempo , é Dios aUiéiígaies la vida, por ende, ele.
cada plana aparece la firma de un Do'niinfjo Fer- Coocluye con las siguienies palabras, en que ha-
nandez. Es muy nota'ule su principio, cuyo len- llamos ciertas cláusulas dignas de notarse: <iÉ
guaje y fórmulas recuerdan las empleadas por el deslas nuestras leyes y ordenamientos mandamos
Rey Sabio. Dice así : «Gn el nombre de Dios Pa- facer un libro, seellado con nuestro seello de oro
dre, é Fijo, é Espu'ilu Santo, que son tres perso- para lo tener en la nuestra Corte , é otros seellados
nas é un Dios verdadero. Seguat se falla así por el con nuestro seello de plomo ,
que embiamos á las
derecho natural como por la Santa Scriptura , la cibdades, é villas, é logares de los nuestros reg-
iusticia es la más noble é alta virtud del mundo, nos. Dada en las Corles de Toro ,
quatro dias de
ca por ella se rijen é se maniienen los pueblos seplienbre Era de mili é qualrocientos é nueve
llegas, cuando quebrantadas las capitulaciones y pactos que entre ambos reyes existian,
aliado del duque de Alencastre, quien por su matrimonio con doña Constanza, hija de
don Pedro, se intitulaba rey de Castilla. Las ciudades de Almeida, Viseo y Santaren
eran trofeo de esta nueva cami)aña en que el castellano se veia empeñado, a pesar suyo,
llegando con sus victoriosas banderas á vista de Lisboa , é imponiendo á tan voluble prín-
'
Contábase á la sazón el año de 1377: mientras la Villa de Madrid que había enviado
al ejército de don Enrique sus caballeros y hombres de armas , sabia no sin júbilo que
hablan hecho honroso alarde de su valor , con gloria de aquella enseña que habla res-
plandecido en las Navas de Tolosa , eti Sevilla y en el Salado , suscitábase en su seno sin-
. guiar contienda , altamente característica de los tiempos medios y muy al propósito para
do las Cortes del reino al rey don Enrique el servicio de veinte y cuatro monedas, y llega-
almojarife mayor, llevarlo á cabo con excesivo rigor, comprendiendo entre los deudores á
los caballeros de la Villa y á otros vecinos, que se juzgaban exentos, en virtud de ciertos
Abrahem, ya por que le moviera el buen servicio del rey, ya el cebo de la ganancia,
exigió prendas á cuantos se le negaron al pago , como era general costumbre para ,
for-
zarlos á comparecer ante los tribunales: reprimiendo el enojo, que hacia mayor el odio de
religión y de raza, causa harto frecuente de sangrientas persecuciones contra los judíos,
atención, tratándose del siglo XIV y de raía época en que para valemos de las pala-
bras de autores coetáneos, tan suelto andaba el freno de la justicia. Pero no era esta
la vez primera que la futura Corie Española daba insigne ejemplo de templanza, mos-
trando así que no consistía en la violencia la verdadera fortaleza. Congregóse el Concejo
y dio su poder y representación ante el juez real al escribano Johan Rodríguez, quien
no escaseó por cierto las pruebas legales hasta producir entero convencimiento. Apoyá-
banse vecinos y caballeros en los antiguos privilegios que en común gozaban , y acota-
ban principalmente con el otorgado por don Alfonso XI, en que concedía la franquicia á
los caballeros y escuderos que en todo trance de guerra, donde brillase el regio pendón,
que con todos los que alcanzaba Madrid y sus moradores habia confirmado , según que-
á favor de los de Madrid, no sin que don Abrahem, poco satisfecho de aquella con-
tienda, apelase á la autoridad del rey en persona , como asunto propio y privativo de su
1 Esta notable sentencia existe felizmente en todos los cavalleros é vecinos daqui de Madrit,
el arcliivo del Ayuntamiento (2—587 —20), sin que están guisados de cavallos é de armas , como
que hasta ahora se haya dado noticia de ella. el dicho priuillejo de la fi'anqueza manda, é á sus
Está escrita en pergamino , dando claros indicios mugeres viudas , é á sus fijos é fijas destos áta-
de haber tenido pendiente sello de plomo. La les, é al dicho Johan Rodríguez en su nombre, de
parte que á nuestro intento conviene, dice del si- las dichas veynte é quatro monedas qucl dicho don
guiente modo: «Sepan quantos esta sentencia vie- Abrahem por sí é en nombre de los otros que han
ren, como yo Pedro Ferrandez , alcalde en Ma- parte en la renta deltas cuyo poder él ha , ende.
drid por nro señor el Rey, vista la demanda que manda , é mando que non paguen. Et otrosi por
Johan Rodríguez, escrlvano , vecino daijui de Ma- esta mi sentencia mando al dicho don Abrahem
drit, procurador que es del Concojo de esta Vi- por si é en el dicho nombre que luego dé é torne
lla, fizo ante mí en nombre del dicho Concejo, á é entregue á todos los sobredichos ornes é muge-
don Abrahem {hay laguna), judio, morador aqui res que se contienen en la dicha demanda del di-
en Madrit , recabdador que es en Madrit y en su cho Johan Rodríguez que fueron prendados por
término de las veinte y cuatro monedas, etc. etc. las dichas monedas ásu pedimento del dicho don
Fallo que el dicho Johan Rodríguez que probó Abrahem, todas las prendas que por esta razón le
bien su enlencion en este j)leyto en nombre de la son prendadas, é condepno al dicho don Abrahem
su parte , tanto quanto cumple por la dicha carta por sí é en nombre de los dichos sus companneros
del dicho Rey don Ferrando y por la dicha carta renderos de las dichas monedas, cuio poder ha, en
original del dicho Rey don Alfonso que Dios per- , las costas é derechas , é retengo en mí la tasación
done ,
padre de nro señor el Rey que Dios man- delios; é judgando por esta mi sentencia difinitiva,
tenga , y por la dicha carta de nro señor el Rey pronunciólo todo asi. Dada esta sentencia en Ma-
(que Dios mantenga) de confirmación, é por los drit en faz de los dichos don Abrahem é Johan Ro-
dichos de los testigos presentados otrosi en prue- dríguez , lunes veynte é ocho dias de marzo , Era
ba en este pleyto por el dicho Johan Rodríguez de mil é quatrocientos é once annos. — Et leída la
que los cavalleros daqui de Jladrit y escuderos dicha sentencia, el dicho don Abrahem dixo que :
que están guisados de cavallos é de armas, ,se- sintiéndose por agraviado della, que apellaba para
gunt que el previllejo de la franqueza que Madrit ante nuestro sennor el Rey: é el dicho alcalle diso
ha, en esta razón se contiene, é sus mugeres, é que otorgaba la dicha apellacion para el dicho
sus fijos é fijas deslos (laguna) que á la sazón que sennor Rey , é dixo quel asignaba el plazo que de-
el dicho rey don Alfonso (que Dios perdone) pa- via aver de derecho para la seguir. Testigos que
dre de nro sennor Rey , tenia cercada á Algeci- estaban presentes : Rui García clérigo en
, la iglesia
non pagar moneda forera de siete en siete annos, dro González de Abellanosa, é don laguez (laguna),
é que la non pagaron en la sazón que el dicho Rey vecinos de Madrit. — Pedro Ferrandez. — Yo Este-
don .\lfonso estaba sobre la dicha Algecira , nin ban Ferrandez , escrivano público en .Madrit por
después acá ; é por ende judgando por esta mi nro sennor el Rey fui presente, quando el dicho
sentencia definitiva, do por Ubres é por quitos alcalde dio la dicha sentencia en la manera que
PRIMERA PARTE, CAP. IX. 377
y privilegios alegados por el Concejo de Madrid y la autoridad del alcalde real; reco-
nocido el respeto que mostró el bastardo de Alfonso XI á todos los actos y mercedes de
su padre, y considerando que dos años antes habia confirmado solemnemente cuantos
admitir que don Enrique aprobó el fallo dictado por el respetado Pedro Ferrandez , como
tan ajustado á las prescripciones del derecho á la sazón dominante, por más que las re-
Afirmado en el trono por los triunfos de Portugal podia entre tanto don Enrique pen- ,
sar maduramente en poner término á las usurpaciones que hablan hecho á Castilla sus
vecinos. Proseguía el rey de Navarra señoreando contra todo derecho las ciudades de
de las armas. Desconfiado el navarro de sus propias fuerzas ó temeroso acaso de que le
alcanzara igual suerte que al rey de Portugal, acogíase á la autoridad, ya otra vez in-
se esta vez el que se evitara el escándalo tantas veces repetido de despedazarse dos prín-
cipes cristianos, devolviendo el de Na varra las ciudades sobre que versaba la contienda,
lo que venían por entonces á feliz desenlace los disturbios entre ambos soberanos.
Poco tiempo habia trascurrido desde este acomodamiento y ya don Carlos de Navar-
ra , á quien señalaron sus vasallos con el epíteto de el Malo daba
, claras señales de que
arte comunicaba á este linaje de edificios, y procurando así borrarlas huellas de las pa-
sadas revueltas con los estragos que sus ingenios y máquinas de guerra hablan hecho en
aquella antigua fortaleza ^ , cuando le llegaron nuevas de que el referido monarca se ha-
suso se contiene é por actoridad que lié del dicho le malo cuantos soldados pudo , moraba en ella
sennor, la fiz escrivir; é en testimonio de verdal de ordinario y mandó echar los cimientos para un
fiz aqui este mió signo. palacio real en el silio en que estaba el primitivo
consigna como cosa indubitada la reedificación del al Antiguo Madrid, pág. 18, escribe que don En-
alcázar por don Enri(iue. «El nuevo soberano afi- riqíie «hizo nuevas obras ó según otros reedificó
clonado en extremo á la obstinada Villa que por es- por completo el antiguo alcázar»,
bia eulrado en su reino , resuelto á visitarle para tratar asuntos de extremada consecuen-
cia. Esperóle don Enrique en Madrid, honrándole con magnífico recibimiento en que
mostraba la Villa su lealtad y riqueza, segundando Ijrillantemente los deseos del sobe-
rano. Venidos á los tratos que el navarro proponía , no correspondió por cierto el resul-
pretensiones del último á la corona de Castilla. Fuese que le repugnara tan desleal con-
sejo ó que previera don Enrique algún siniestro fin , contestóle con tanta entereza como
mesura, que le agradecía su buena voluntad, si bien no podia acceder á sus ruegos; res-
puesta categórica que quitaba al navarro toda esperanza y le forzaba á dejar la Corte
castellana, dirigiéndose luego á sus Estados, mientras don Enrique partia para las An-
dalucías 1.
treguas asentadas con el rey de Granada , se habian visto respetadas en los últimos años,
Molina y aun al reino de Murcia, amenazaba el rey de Aragón con nueva guerra, alián-
dose ,
poco seguro de sus fuerzas , con el de Inglaterra y el duque de Alencastre , des-
Discreto y perspicaz, resolvióse don Enrique á herir por los mismos filos á don Pe-
dro el Ceremonioso; y mientras se preparaba á todo evento, allegando sus guerreros, po-
ma en inesperado conflicto al aragonés, protegiendo al infante don Jaime de Mallorca,
largo tiempo hacia enemistado con el Ceremonioso y tanto más temible cuanta era ma-
yor el aura popular que había logrado conquistarse , merced á su buen natural y á la fa-
laz dureza del rey. Mediaba esta vez, como otras muchas, el Soberano Pontífice; y si no
produjo la diligencia de su Legado el fruto apetecido ,
pactándose paz duradera , concer-
tóse al menos entre Aragón y Castilla tregua de algunos meses, que don Enrique pro-
curaba utilizar en bien de sus pueblos.
Llegaba á su fin el año de gracia de 1373: convocadas en Burgos las Cortes del reino
para los primeros dias del siguiente , á fin de definir con toda claridad las atribuciones
de las Chancillerias y señalar los derechos de justicia poniendo coto á los abusos que
en su administración venían cometiéndose -, enviaban á la ciudad de Fernán González
1 Crónica citada, año 1573 , cap. IX. — La- últimos escritores añaden que con el rey de Na-
íacnle , Ilislorki (k España , lomo Vil, pág. 335. varra venia el principe don Carlos: nada dice
— Azcona, pág. 202.— Mesonero Romanos, in- acerca de ello la Crtín/m.
Iroduccion AiAnliguo Madrid, pAg. 18. Estos dos 2 Acerca de estas Cortes nada nos dice la
PRIMERA PARTE, CAP. IX. 379
las villas y ciudades que para ello tenian. derecho , sus procuradores , figurando como
tales, según de antiguo sucedia, el de la Villa de Madrid, cargo que habia recaído aho-
ra en el regidor Diego Fernandez de Gudiel , uno de sus más nobles caballeros. Ni de-
jaba de acrisolar su hidalguia en aquellas famosas Cortes, trasmitiendo á la posteridad
ban, donde tenian también su alojamiento algunos de los más poderosos magnates, con-
tándose entre ellos el infante don Sancho y aquel esclarecido magnate que ilustrando
el apellido de Mendoza , iba á inmortalizar su nombre y su lealtad en la famosa desdicha
de Aljubarrota.
Sucedió acaso, que empeñada, de muy despreciables principios, reñida contienda
entre los criados y familiares de don Sancho y de Pero González de Mendoza , llegó á tal
punto el calor por ambas partes que vinieron á las manos trabándose , al postre sangriento
combate. Quiso la mala suerte que tuviese noticia del suceso, antes acaso que ningún
otro magnate, el referido don Sancho, y que movido del deseo de cortar la ya costosa
contienda, armándose de rebato y tan precipitadamente que equivocó su arnés, vistien-
fante tan empeñada y andaban tan ciegos los de uno y otro bando (mutuamente socor- ,
ridos y ayudados por amigos y parciales, entre quienes se velan ya numerosos caballe-
ros y con ellos Fernandez de Gudiel) que sin reparar en su persona, que disfrazaba la
Divulgada muy luego aquella desgracia, mientras llenaba de terror á sus autores,
excitaba en don Enrique profundo dolor y enojo. Era don Sancho el único de sus her-
manos que habia salvado con él los grandes conflictos de las pasadas revueltas civiles, y
reconcentrado en él todo el amor que á los demás profesaba, al propio tiempo que le veia
como vivo recuerdo de su infeliz madre, habíale colmado de honras y riquezas, dán-
dole el condado de Haro y el ducado de Alburquerque : en medio pues de su dolor, man-
Crónica de Pero López de Avala, siguiendo al les y la marca iJ-z-4: también hay otras dos co-
cual sin duda omite también hablar de ellas el pias (i-z-7; i z-8). — De allí lo tomó la Real
docto académico señor Lafuenle en su ya citada Academia de la Historia (Cuaderno XXXI de su
Uisloria general de España. El cuaderno de ellas Colección de Corles) dando también especial noti-
existe sin embargo en la Biblioteca del Escorial, cia de ellas en el Calálogo de la misma colec-
en un iMS. que lleva por título Ordenamientos rea- cion , pág. 40, al tlnal.
.
daba el rey prender no solamente á los que habían tomado mayor ó menor parte en tan
desventurada escena, sino también á los que la habían presenciado. Cupo esta desdicha-
Madrid,, Diego Fernandez de Gudiel , y á tal punto habia subido la irritación del monar-
ca que daba sin más, sentencia de muerte contra todos ellos. A ejecutarla se disponían
sus servidores , y ya caminaban los sentenciados al patíbulo , cuando tocado sin duda de
piedad , ó ganoso de pagar antiguos servicios recibidos de sus manos , intercedía con don
Enrique su almojarife mayor Mosseh-ben-Roman ,
; y tanto ahinco ponía en lograr el per-
tos, otorgaba la vida al regidor, dando al hebreo en caso tan arduo su propio anillo
para que no se ejecutase la sentencia. Con tiempo tasado llegaba Mosseh al pié del ca-
dalso, pues que iba ya el verdugo á dar comienzo á su oficio: habló, mostró el anillo
real y un rayo de alegría brillaba en todos los semblantes; mas como mostrase luego
que sólo al procurador madrileño alcanzaba el perdón , mientras se anublaban de nuevo
los corazones ,
pronunciaba Gudiel estas memorables palabras , dirigiéndose al gozoso
hebreo: «Yo vos tengo en merced la buena obra que facer me queredes: non soy en
tiempo de podéruoslo pagar; pero mando á los mi fijos é á los que de ellos vinieren que
lo fagan con vos é con los vuestros, como vos queredes facer conmigo. Estos ca valleros
vinieron á ayudar á defender mi posada; avemos estado en una compañía, nunca plegué
á Dios que yo los dexe en este camino. » Y volviéndose al pregonero , continuó : « Tira
galeses y de la nación entera, que avezada á la dureza del rey don Pedro, acertaba á
penas á dar crédito á tan benigna acción , conocido el amor que el de Trastamara profe-
saba á su hermano y el dolor que le causaba su catástrofe. Devoto de la Virgen de Ato-
cha, atribuía Fernandez de Gudiel tan feliz desenlace á su protección inmediata; y en re-
conocimiento de aquel no esperado beneficio , vino desde Burgos hasta la ermita, de cuya
antigüedad tratamos oportunamente, ligadas las manos á la espalda, á pié, descalzo y
trayendo al cuello una soga, que para perpetua memoria de las gentes, ofrendaba pia-
doso ante al altar de la Virgen ' . El pueblo de Madrid contemplaba edificado la peni-
1 Consigna este liecho en el libro do la Pa- moría que dicen existía en el convenio de Ato-
Irona do este pueblo, Pereda, parte 3.% cap. 111. clia, la cual parece desgraciadamente haberse
—Quintana, en su tantas veces citada obra, fó- perdido. El hecho principal sobre que se apo-
224. — Azcona,
llo pág. 203; y citan una me- ya la tradición, está consignado también en la
PRIMERA PARTE, CAP. IX. 381
tencia del caballero, creciendo con ella su amor y devoción á Nuestra Señora de Atocha.
Dolíase aun don Enrique de la desdicha de su hermano , cuando vinieron á inquie-
tanza, amenazaba por las fronteras aragonesas el reino castellano. Sorprendido don
Enrique en medio de su dolor , sacábale de aquel estado el pelig'ro del siempre disputa-
misma actividad de don Enrique , detúvose antes de afrontar las tierras de Castilla , no
osando penetrar en ellas. El rey bastardo, tomadas ya las armas y movido contra el
único enemigo que le disputaba el cetro, no quiso sin embargo arrimarlas, sin mani-
currido el francés al tiempo convenido , se veia forzado á retirarse á sus Estados , sin
más efecto que haber probado á su rival que no se dejaría arrancar sin contienda la am-
bicionada presa.
De Castilla pasaba don Enrique á las Andalucías para tener el invierno en Sevilla ; y
en tanto que parecían acallarse las ambiciones políticas que ponian en conturbación á la
risdícion por la inmotivada largueza de los reyes. Sucedió por este tiempo que don Ma-
yor , hijo de don Abrahem Abendaño , recaudador hebreo , á quien hemos visto hace poco
sonteniendo larga contienda con los vecinos de Madrid , habiendo tomado el arrenda-
miento de las rentas reales, llegaba á ser deudor al Tesoro de considerables sumas ,
pro-
cedentes de la cobranza de las alcavalas , otorgadas al rey en las ya mencionadas Cortes
de Burgos , y de las tercias de dicho obispado y del de Patencia relativas , al año de 1373.
Crónica del rey, año 1374, cap. II. Y si bien no las posadas , con compañas de Pedro González de
especifica lo de Fernandez Gudiel , de sus pala- Mendoza. E el conde don Sancho salió por los des-
bras se infiere su mucho enojo , y que cediendo partir armado de todas armas : é un orne no le
á los consejos que le dieron dejo de malar á mu- conoscicndo , diúle con una lanza por el rostro , é
chos de los que tomaron parte en la pelea. Dice luego á poca de hora lino aquel dia. E al Picy pesól
ü Crónica: «Así fué que estando el rey don Enri- mucho, é quisiera facer sobre ello grand escar-
quc en Burgos, esperando sus compañas é gentes miento; pero sopo después que fuera por ocasión,
de armas, llegó el conde don Sancho, su hermano, é aconsijáronlc que non matasse ningunos ornes
(|uc era conde de All)ur(jucr(pie, é revolvióse una por olio». En suslancia la Crónica apoya la narra-
pelea en el barrio del conde de Sant Esteban sobre cion del hecho , tal como ha llegado á nosotros.
382 HISTORIA DE MADIUD,
Para responder de aquellas obligaciones, habia dado don Mayor como fiadores buenos y
abonados á Pedro Suarez y Juan Ramírez de Guzman , señores tal vez por merced del
á tierra extraña , dejando á sus fiadores en el compromiso de satisfacer sus deudas. Conde-
nados en efecto á cubrir el déficit que en el Tesoro aparecía , veíanse los primeros fia-
dores, Pedro Suarez y Juan Ramírez , obligados á hacer entrega de sus bienes ; y como se
contaran entre ellos las referidas villas de Cubas y Griñón , del término de Madrid , apre-
quiría la propiedad sin limitación alguna, según aparece consignado, con inserción de
cartas reales, poderes y escrituras, en público instrumento, de que en 5 de febrero
de 1383 sacaba traslado legal el escribano Juan Fernandez, que lo era de Madrid, con
signando los nombres de los testigos que autorizaron aquella fehaciente copia ^
1 Esta autorizada copia ó traslado existe en el qüenla é siete mili ochocientos é sesenta é cinco
archivo general del Ayuntamiento de Madrid, seo.- mili maravedís de la dicha moneda de las tercias
cion 2.% legajo 506, documento 7, y contiene la de los obispados de Burgos é Falencia que el di-
carta real siguiente: «Sepan quantos estacarla cho don Maior de .\os arrendó del anno que comen-
vieren como Nos don Enri([ue por la gracia de Dios zó por la Ascensión que pasó, de la Era de 1411
ecetera. Por razón que don iMaior de Abendanno, annos, é mas 2572 maravedís é cinco dineros de
fijo de don Abrahem de Abendanno, judio de Tole- la dicha moneda por los marcos é chancelleria de
do, assi como debdor, é Pedro Suarez, é Johan esta renta: los quales dichos maravedís é pan
Ramírez de Guzman, fijos de Pedro Suarez, assi se obligaron de nos dar é pagar á plazos ciertos
como sus fiadores, se obligaron de dar é pagar á que son pasados, é so ciertas penas; para lo qual
Nos é á Pedro Ferrandez de Villegas, nro tesorero pagar é cumplir obligaron á ssi mesmos, é á to-
maior de Casliella, en nro nombre ciento é sesenta dos sus bienes , asi como por nTo aver segunt que
mili maravedís desta moneda usual que agora an- todo esto mejor é más complidamente se contiene
da que facen dos dineros el maravedí por razón de en las cartas públicas que en esta razón fueron
las alcavalas de tres meajas el maravedí de la fechas é otorgadas por ellos, de las quales dichas
mirindal de Carrion que nos fueron otorgadas en cartas el su tenor es este que se sigue».
Burgos en el año que pasó de la Era mili é qua- Después de esta carta se trascriben en dicho
trecientos é once annos; é más quatro mili de la traslado las escrituras de obligación de don Ma.
dicha moneda por los marcos é chancelleria de la yor y de los fiadores, añadiéndose con el estilo pro-
dicha renta de las dichas alcavalas, é catorce mili pió de estos documentos que como el don Mayor
c seyscientos é diez é seys cargas de trigo, é cin- saliera fuera del reino sin pagar los plazos que
•PRIMERA PARTE, CAP. IX. 383
No omitia pues la Villa de Madrid ocasión alguna en que pudiese aumentar su pode-
tra las invasiones de los mismos oficiales reales, ya se aprovechara de los conflictos que
regido y administrado, sobrándole los medios para atender á sus necesidades, cuando le
era posible en un momento dado acudir á tan crecidos desembolsos. Merced en efecto á
Como quiera , en tanto que Madrid lograba tan notable adquisición , conseguían las
armas castellanas , conducidas en los mares por Fernán Sánchez de Tovar , notables vic-
torias, llevando el extrago á las costas inglesas é imponiendo en tal manera al duque
de Alencastre que no osó acometer nuevas empresas contra el castellano , bien que sin
renunciar á los derechos alegados al trono de Fernando III. No molestado ya por los in-
promelió, se mandó poner embargo á las villas de de Guzman , liFo vasallo , los quales lugares es-
Cubas y Griñón, aldeas del término de Madrid, que tan entregados por nro mandado é por doscientos
eran de Pedro Suarezy Juan Ramírez; y después ochenta é siete mil é setecientos é noventa mara-
de publicar la venta el martes 28 de noviembre, vedís que el dicho Johan Ramírez nos debe , é á
Era 1412, estando la Corte y ehancilleria en To- de dar assí como fiador que fué de don Maior de
ledo, el tesorero hizo remalamiento de los dichos Abendanno, de Toledo, fijo de don Abrahem de
lugares de Cubas y Griñón en Alfonso García y Abendanno , arrendador que fué de las nras ter-
Aparicio Sánchez, procuradores del Concejo de cias de los obispados de Burgos é de Patencia, que
Madrid, para lo cual fué apoderado dicho tesorero, comenzaron el dia de la Ascensión de la Era
según aparece en la siguiente notable carta del de 1411 anuos, é se acabaron por el día déla
rey: «Sepan quantos esta carta vieren como Nos Ascensión , de esta carta , é de las alcabalas de
don Enri([ue etc. otorgamos et conoscemos por la merindat de Carrion, é á nos dieron é fue-
esta ñra presente carta, damos é otorgamos lodo ron otorgadas el dicho anno, segund que todo este
ñro poder complido á vos Pedro Ferrandcz de Vi- dicho debdo quel dicho Johan Ramírez nos debe
llegas , nro tesorero maior en Castiella é nro me- é ha de dar asi como fiador del dicho don Maior
rino maior de Burgos, para que por Nos é en nro de Abendanno , mejor é más complidamente se
nombre poda des vender é vendades al Concejo é contiene por la carta pública de debdo quel dicho
escuderos é bornes buenos de la nra Villa de Ma- Johan Ramírez é el dicho don Maior en su nom-
drit é de su término , é á Aparicio Sánchez é Al- bre con su poder conq)lido fizo é otorgó sobre si
fonso Garcia, nro escrivano, vecinos de la dicha é sobre sus bienes en esta razón , é otrosí por
Villa de Madrit en vos é en nombre del dicho Con- quel fué asi alcanzado por la cuenta que en-
cejo , assi como sus procuradores los lugares que tre el dicho Johan Ramírez é vos el dicho Pedro
dicen Griñón é Cubas que fueron del término de Ferrandez , nro tesorero ,
pasó por ante Pedro
la dicha Villa é eran agora de Johan Ramírez Fcrrandez de Soria , nro escrivano , en esta razón
384 HISTORIA PE MADRID.
g-leses, respetado del portug^ucs, y en paz ostensible con el navarro, restaba sólo ádon
Enrique trocar en seguras paces las treguas pactadas con el rey de Aragón ,
para volver
sus miradas á la olvidada morisma. Camino seguro de aquel concierto , cuyo logro am-
bicionaba, debía ser el matrimonio de don Juan, infante mayor de Castilla , con la infan-
ta aragonesa doña Leonor , enlace que favorecían las inclinaciones de ambos príncipes,
pues que se hablan criado juntos, merced al destierro del conde de Trastamara circuns- ;
tancia que rara vez concurre en este linage de consorcios, nacidos de la fria y calculadora
razón de Estado. Y todo parecía ceder en beneficio de don Enrique para asegurarle en el
trono castellano :> opuesta tenazmente al indicado proyecto la reina de Aragón , venia la
muerte de aquella señora á remover tan grande obstáculo ; y celebrada cierta especie de
res de florines de oro la ciudad y castillo de Molina que el rey de Aragón señoreaba.
tremándose otras muchas ciudades y villas del reino en festejar con inusitada pompa tan
é para que podades rematar por venia é por pre- de Griñón é Cubas , é de cada uno dellos en esta
gón los dichos logares , é cada uno de ellos en el razón é de los non tirar, nin quitar, nin desapo-
dicho Concejo de Madrid é en los dichos sus pro- derar dellos á qualquier ó á qualesquier que de
curadores en su nombre ó en quien vos diere por vos lo comprasse en ningún tiempo: antes los am-
razón de la dicha quantia de maravedís quel di- pararemos é defenderemos con la tenencia é po-
cho Johan Ramirez vos debe á dar como dicho sesión , é justicia , é sennorio dellos , é de cada
es é toda venia é remalacion que vos el dicho uno dellos de qualquier ó qualesquier personas
Pedro Ferrandez, tesorero por Nos é en nro nombre que los embargassen é conlrallassen en qualquier
fiziéredes é olorgáredes de los dichos lugares é de manera en juicio ó fuera del, é tomar el pleyto
cada uno dellos , como dicho es , é qualquier ma- ó la voz por ellos. E por queslo sea firme é non
nera é con qualquier condiciones é posturas que venga en dubda , damos vos esta nra carta, seella-
lo fiziéredes é olorgáredes Nos lo otorgamos todo, da con nro seello de la puridad en que escrivimos
é lo avernos é avremos por firme, é por esta- ntro nombre. Dada {luvj roliira) 26 dias de no-
ble , é por valedero en todo tiempo para agora é viembre, Era 1412 anuos. Nos el Rey». Encuén-
para siempre jamas , bien assy c tan complida- trase luego la escritura de venta, fechada en
menle como si Nos mismo por nra persona lo Toledo á 28 de noviembre, Era de 1412 (1374)
remos della presente. E juramos, é prometemos fórmulas acostumbradas, hecha por el mismo mo-
en nuestra fee rreal que por Nos nin por la Reyna narca en Madrid á 20 de diciembre do! mismo
doña Johana, mi muger, nin jior el Infaníc don año. Es osle pergamino de grande ostensión , y
Johan , mió fijo ,
primero heredei'O , nin por al- aunque bástanle mallratado, uno de los más cu-
guno de Nos nunca sea revocada nin contradicha riosos documentos que se conservan en el archivo
por cierto la última en patentizar sus esperanzas, con sus regocijos. Con tan solemnes
muestras de general devoción , parecía comenzar para don Enrique nueva Era de pros-
á cualquiera empresa que enalteciese el nombre cristiano. Pero estaba de Dios que el
reinado de don Enrique había de ser de todo punto estéril para la grande obra de la
reconquista ; y en aquel instante en que todo le brindaba á llevar los pendones de Cas-
tilla á la Vega de Granada un , príncipe que hemos visto ya distinguido con el afrentoso
mándole de nuevo á las fronteras de Navarra. No contento con haber ganado título de
felo7i respecto del rey de Francia , á quien pretendió envenenar por favorecer á los in-
gleses , trabajaba en Castilla para corromper la lealtad del adelantado mayor, don Pedro
Manrique, ofreciéndole 20,000 doblas por la ciudad de Logroño. Por ventura la traición
biendo en cambio la orden de seguir los tratos , hasta tener á don Carlos en lugar segu-
filos ;
pero si el rey logró salvarse , no así los que le acompañaban suceso que hizo ya
,
inevitable la guerra, aceptada por el castellano con tanto mejor grado cuanto que de
este modo correspondía á las constantes excitaciones del indignado monarca francés, su
Poca ventura alcanzaron los navarros en esta lucha : deseoso el infante don Juan de
probarse en las lides , daba en aquella campaña muestras de extremado valor y hacia
igualmente alarde de excelentes dotes de caudillo ,
pues que sólo al frente de cuatro mil
Viana.
Refieren á esta época del reinado de don Enrique algunos historiadores ciertos acon-
tecimientos relativos á la Villa de Madrid , cuyos hijos tomaban alguna parte en los su-
cesos generales indicados , militando , como era de su fuero especial , en las huestes rea-
les: tal es entre otros el llorado fallecimiento que se supone acaecido en la misma Villa,
episcopal el celebrado don Domingo de Arroyuelo '. Mayor fundamento tienen las memo-
rias que ponen la Corte de Castilla en Madrid á fines de 1378: compruéljase este hecho por
una notabilísima carta, cuya fecha corresponde al 15 de octubre y cuya importancia no
tellana.
sión, no acertaban estos á dar la obediencia á uno ú otro Pontífice, temerosos de caer
en las censuras canónicas. Solicitada, así por Clemente como por Urbano, la aquiescen-
cia de don Enrique , mostrábase el rey de Castilla prudente y reservado , respondiendo
á los enviados de uno y otro pretendiente ,
que mientras la Iglesia no declarase cuál
de los dos electos era el legítimo Pontífice , no osaria reconocer á ninguno dellos ; con
lo cual fueron luego despedidos los mensageros, seguro el monarca de Castilla de que
no habia contribuido á fomentar el escándalo que iba á aquejar por largo tiempo al cris-
tianismo.
Otros cuidados llamaban en verdad más directamente la atención de don Enrique: re-
suelto á poner término á las deslealtades del navarro , tomaba las armas para obligarle
á entregar ciertas fortalezas que aun retenia contra derecho , ó á arrebatárselas en lid
abierta; pero temeroso de que, empeñada la guerra , fuesen mayores las quiebras, apre-
surábase don Carlos á mover tratos de paz, ofreciendo devolver las villas y fortalezas que
daban origen al enojo de don Enrique , siempre que se le aprontaran veinte mil doblas
para pagar y despedir á los ingleses sus auxihares. En Santo Domingo de la Calzada se
firmaron las paces admitidas de buen grado por el rey de Castilla tan ventajosas propo-
siciones ,
que abreviaban grandemente aquella campaña ahorrando , la sangre de sus va-
sallos ;
mas apenas se apartaron ambos monarcas , asaltó á don Enrique aguda dolencia,
que agravándose cada dia , le llevaba en breve al sepulcro [30 de mayo de 1379]. No
faltó quien sospechara y consignase en la historia que la dolencia del rey de Castilla na-
1 Azcona, pág. 20i.— España Sagrada , lo- año 1578; nota al cap. VIII, y las adiciones á
mo XXVI, pág. 338. las mismas notas, pág. 613, donde se inserta
ció en alguno de los festines con que celebraron su nueva alianza ambos soberanos : el
hijo de Alfonso XI estaba en lo más granado de la vida, pues que apenas contaba cua-
renta y seis años: su salud era buena ; su sobriedad mucha, ¿qué podia cortar tan ino-
reputación de don Carlos hicieron lo restante : don Enrique moria envenenado y el tó-
rey de Castilla, ajustadas aquellas paces, estaba determinado á dirigir todas sus fuer-
zas contra los moros granadinos, obra á que no le dejaron concurrir las discordias y pe-
nalidades que le trajeron desasosegado durante los diez años de su reinado, despoján-
dole su inesperado fallecimiento de la gloria más legítima que habia podido ambicionar,
Heredábale su primogénito don Juan, de cuyo esfuerzo tenían alguna muestra los
de aquellos reyes ,
que dominando á fuerza de energía y en gracia de
, altas dotes , difi-
situaciones, en que se gana el título de los grandes hombres y el lauro de los héroes:
aquejado de continuo por la contradicción, cifró todo su empeño en desbaratar uno por
uno los planes de sus enemigos , y dióse por contento con lograr el resultado parcial, que
prenderlo la muerte. Dotado del celo del bien , y deseoso de hallar calor y fuerza en el
pueblo castellano , mostróse sin embargo don Enrique incUnado á favorecer el desarrollo
social y político de la nación , dictando en las Cortes que dan celebridad á su reinado,
acertadas y benéficas leyes que cohonestaban (aunque no del todo) los desaciertos come-
tidos al subir al usurpado trono, con menoscabo de la autoridad real y notable detri-
mento de la corona , despojada por sus impremeditadas mercedes de sus más saneadas
rentas. El hijo bastardo de Alfonso XI era el primer soberano de aquel bajo imperio,
que hallaba, para ventura de Castilla y para gloria de España, poderoso restaurador en
canzaba no obstante sucesivo engrandecimiento, y su historia iba de cada día siendo más
interesante.
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CAPITULO X.
Coronación de don Juan I. — Carta que dirige al Concejo de Madrid. — Cortes de Burgos. —Notable concesión á los
clérigos de Madrid. —Confirma el rey todos los fueros y privilegios de la Villa. —Continúa cisma de lael Iglesia.
Decisión del rey. —Su alianza con —Pactos de reyes de Castilla y Portugal, y nuevos rompimien-
los franceses. los
tos entre ambos monarcas. — La Corte en Madrid. — Grave enfermedad del rey. — Sabe en Madrid muerte de su la
esposa. —Expide rey en Madrid notables
el —Su nuevo matrimonio. —Destronamiento y cautividad del
privilegios.
rey León de Armenia. — Acógese á —Concédele don Juan señorío de Madrid.—Disgusto de Villa.—
Castilla. el la
Privilegios que León concede. —Solemne promesa de don Juan á
le madrileños. —Nueva cesión del Real de Man-
los
zanares. — Pretensiones de don Juan á corona portuguesa. —Batalla de Aljubarrota.— Cortes de Valladolid.
la
Nuevas pretensiones del duque de Alencastre trono castellano. — Cortes de Segovia. —Hostilidades de ingleses
al
y
portugueses.— Tratado de Troncóse.— Matrimonio de doña Catalina de Alencastre y el infante don Enrique de Cas-
tilla.—Hostilidades del de Portugal.- Celebra el rey nuevas Cortes. —
Establecimiento de la Orden del Collar de
Oro —La reina doña Beatriz en Madrid. —Muerte del rey. —Pesar de los madrileños.
nombre en León y Castilla. Caliente estaba aun el cadáver del antiguo conde de Trasta-
mara , y congregados bajo las bóvedas del famoso monasterio de las Huelgas los proce-
res del reino y los ciudadanos de Burgos , era aclamado primero y coronado después
solemnemente aquel generoso príncipe ,
que habia dado pruebas de su valor en Portu-
La inicial que encabeza este capítulo está tomada de un precioso códice de fines del siglo XIV.
.
bre, armaba el nuevo rey por su propia mano y daba la Orden de caballería á cien don-
celes y escuderos, y celebradas gallardas justas y torneos, hacia larga muestra de ge-
villas y ciudades del reino , entre las cuales lograba distinguido lugar la antigua corte
A rey muerto rey puesto , ni la noble satisfacción de verse asentado en el trono de Fer-
nando III y Alfonso XI, ni la pompa deslumbradora de las ceremonias, ni el bullicioso es-
trépito de los públicos regocijos con que festejaron los pueblos su advenimiento al trono,
Calzada , donde habia pasado de esta vida don Enrique y se habia levantado el pendón
real por el nuevo rey [30 de mayo 1379], mandaba este que fuera solemnemente honra-
da su memoria con suntuosas exequias , cumpliendo así uno de los más altos deberes
y fiestas de la coronación , sin que aquellos mismos templos que iban á resonar con los
regocijados cantos populares, vistiesen antes negros paños y repitieran en sus altas bó-
Juan con dar tan señaladas muestras de amor filial sobre la tumba de don Enrique : de-
seoso de que fuera su dolor conocido de sus pueblos , dirigía solícito sus cartas reales
ción que habia mostrado en vida el rey don Enrique á la futura Corte de las Españas,
miento de su padre (31 de mayo) sentida carta, en que manifestando que se encami-
naba á Burgos »por fazer el cumplimiento de la onrra que debía ser fecha por el su pa-
1 Consérvase esla notable caria, inédita has- diez dias que recayó al Rey mi padre é mi sen-
ta ahora, en el archivo del Ayuntamiento de la ñor, que Dios perdone, una dolencia de la qual
Villa, señalada con la marca 2." — 511 — 13, y fue voluntad de Dios de lo levar desle mundo. Et
dice asi: «Don Juan, etc. al Concejo, é alcalles, como quier que so cierto que vosotros avredes
é alguazil, é oficiales , é omes buenos de Madrit, de la su muerte muy grant sentimiento, pero pues
salul é gracia. Sepados que agora puede aver fue merced de Dios (¡ue ello l'uesse assy, no se
PRIMERA PARTE, CAP. X. 391
bién al trono castellano, parecía premiar el cielo la piedad filial del nuevo rey, hacién-
dole saborear los placeres paternales , no apagado todavía el doloroso sentimiento pro-
ducido por la muerte de don Enrique, Ganoso al propio tiempo el joven monarca de con-
tribuir al bienestar de sus pueblos , disponíase , con madurez muy superior á la edad de
veintiún años que á la sazón contaba, á dotar á sus reinos de saludables leyes, prosi-
guiendo así la obra generosamente acometida por sus mayores. En Burgos se reunían
pues Cortes generales de León y Castilla, convocadas por don Juan, para atender á la
lujo , con discretas leyes suntuarias ora protegiendo , las letras y las ciencias , con prohi-
ción pública, ya en fin procurando estirpar la vagancia, con ordenar á los alcaldes que
no consintieran morar en sus pueblos á persona alguna que careciese de oficio ú ocupa-
ción honesta, inauguraba felizmente su reinado , no sin coronar tan notables disposicio-
nes con magnánimo acto de clemencia , concediendo indulto general , de que se excep-
tuaban contados delitos, á cuantos se hallaban bajo el peso de sentencias judiciales. Ni
era en verdad ajeno á esta noble conducta el deseo de borrar hasta el último recuerdo
de las pasadas discordias , y lo que más consideración merece , el propósito de que pu-
blicadas las nuevas leyes de Burgos , alcanzara á todos su benéfico influjo , así como to-
Mas si correspondían las leyes, publicadas por don Juan I al comenzar de su reinado,
pudo en ello al fazer, salvo que se cumpla la su natural, é segunt los pleylos é honienages que
voluntad. Et agora sabel que después de la su sobresto tenedes fechos, ésodes tenudos al dicho
valleros et escuderos que aquí eran , rescebiéron- rado de vos guardar todos los vuestros preville-
me luego por su rey é por su sennor natural, se- gios , é fueros, c libertades, é usos, é coslum-
gund que era rrazon é derecho. Et agora yo tor- bres, é gracias, é mercedes que siempre ovistes é
cumplimiento é la onrra que debe ser fecha por rey mi padre é mi sennor, segunt que mejor é
el dicho Rey mi padre é mi sennor ,
por que vos más cumplidamente los ovisleis é vos fueron guar-
ruego é mando que vosotros esso mesmo querrá- dados en el su tiempo. Otrosí mandamos que en
des luego fazer en esa dicha Villa la onrra é todos los oficios que son en essa dicha Yilla, et
cumplimiento que es acostumbrado, é devedes en cada uno dellos que usedes dellos é de cada
fazer por la muerte del dicho Rey mi padre é mi uno dellos, segunt que los ovistes é tovistes fasta
sennor, segunt que se fizo por los otros Reyes, onde aquí del dicho Rey mío padre
, é mió sennor. Dada
yo vengo ,
quando acaesció semejante desto. Et en Santo Domingo de la Calzada postrimero día
esto fecho que luego fagades por mí aquello que de mayo, Era de mill^ é qualrocientos é diez é
devedes fazer por vuestro Rey é vuestro sennor siete annos.— El rey.
392 HISTORIA DE MADRID.
á las altas esperanzas concebidas por los reinos de León y Castilla, al verle subir al
trono del Rey Sabio ; si hizo en aquellas primeras Cortes por él convocadas piadoso
alarde de clemencia, respecto de todos sus Estados , no olvidó el ejemplo de sus mayores
respecto de las Villas y ciudades que le acudian solícitas con sus consejos y servicios,
siendo la futura Corte española una de las que obtuvieron en aquella solemne ocasión
más peregrinos privilegios. Llámanos ante todo la atención, porque es uno de los docu-
mentos más curiosos de aquella edad respecto del estado de las costumbres , la carta de
Confirmaba en ella don Juan otro privilegio, otorgado en Madrid á 18 de febrero de 1337,
por el cual se disponía que los hijos de los clérigos, nacidos en la Villa, demugeres
sus padres y conceptuándose sus herederos naturales , así como de sus deudos y pa-
rientes.
Caúsanos hoy no poca extrañeza el contemplar al lado de las sensatas leyes dictadas
la disciplina eclesiástica , relajación llorada una y otra vez por muy ilustres y virtuosos
preladosy escritores, no parecerá maravilla que aquejara al clero de Madrid la univer-
sal dolencia, viéndose forzados los reyes aquí, como en otras muchas partes, á transi-
gir con tan deplorables escándalos, cobijando bajo el manto de la ley el fruto de aque-
llas punibles liviandades. Ni era pequeña parte á cohonestar semejantes extravíos , ex-
sus amigas, mancebas y comhleías. Quien caía, como cayó el heroico debelador de Al-
geciras, en las debilidades que tanta sangre habían costado á Castilla con los príncipes
bastardos, debía mostrarse en verdad harto dispuesto á dispensar este hnage de merce-
des , abriendo el camino á sus sucesores , no más temperantes y recatados por cierto en
Pero si eran estos escándalos consecuencia indeclinable del estado en que se hallaba
hubiesen llamado ya la atención del Rey Sabio , al mediar del siglo Xlll , ocupando las
mancebas de los clérigos oportuno lugar en el código inmortal de las Partidas. Siendo
pues enfermedad arraigada de largo tiempo en el clero y dominante en las altas clases
de la sociedad , hubiera sido imprudente y aun indiscreto todo rigor en don Juan I ,
quien
deseoso tal vez de hacer suya la influencia que el brazo eclesiástico ejercía sobre los pue-
PRIMERA PARTE, CAP. X. 393
blos , en medio de la rara amalg-ania formada por la ardiente fe relif^iosa y los hábitos de
una de las más firmes columnas del trono , tanto respecto de las discordias civiles como
de las guerras extranjeras.
No juzgó pues don Juan 1, como no lo habia juzgado Alfonso XI, cosa fuera de razón
y de equidad la legitimación de los hijos de los clérigos; y como pudiera tenerse por
contraria á los cánones de los Concilios españoles y aun á los generales de la Iglesia,
no sin escolástica sutileza , « que así como el Papa avia poder de legitimar en lo espiri-
tual, así avenios Nos (dice) poder de legitimar en lo temporal». Atendía, pues, don
Juan I, al confirmar en el último tercio del siglo XIV, el singular privilegio otorgado por
Alfonso XI, á evitar cuerdamente los males que nacían de la desgraciada condición , á
que por ley general quedaban reducidos los hijos de los clérigos , y siendo más sociales
y políticos que religiosos y disciplinarios los fines á que aspiraba, evitaba todo conflicto
egercia ^
1 Hállase este importante y peregrino pri- del Algarbe , de Algeciras , é sennor de Lara , de
vilegio , hasta hoy no conocido , escrito en un Vizcaya , de Molina , viernos una carta del Rey
extenso pergamino, bastante bien conservado, en don Alffonso , nro abuelo , escripia en perga-
el Archivo del Cabildo Eclesiástico de Madrid, mino de cuero, é seellada de su seello de plomo,
mazo de privilegios reales, núm. 18. Siendo, como fecho en esta guisa. Sepan quantos esta carta
dejamos notado , uno de los más preciosos y no- vieren como Nos don Alffonso por la gracia de
gro á este sitio. Dice pues asi: «En Valladolid Jahen , del Algarbe, é sennor de Molina, porrra-
treinta dias de noviembre, Era de mili é quatro- zon que derecho escrito es que asi como el Papa
cientos é diez é siete annos, este dia ante Diego ha poder de legitimar en lospiritual, asi avernos
Ferrandez de Castro , alcalle del Rey, de los fijos- Nos poder de legitimar en lo temporal. Et porque
dalgo en la su corte, en presencia de mí Johan los clérigos del arzobispadgo de Madrid nos pi-
Ferrandez, escrivano del Rey ó su notario pübli- dieron por merced que oviesemos por bien de les
co en la su corte é en todos los sus regnos , é de legitimar todos los sus fijos que avian en muge-
los testigos de yuso escriptos ,
paresció Pedro Mar- res solteras en qualquier manera , et Nos por ende
tinez, fijo de Martin Pérez de Ordunna , vezino de é por fazer bien ó merced á los clérigos del ar-
Madrid , é mostró é fizo leer por mí el dicho es- zobispadgo del logar de Madrid , asi á los que
crivano ante el dicho alcalle , una carta de núes- agora son como á los que serán daqui adelan-
Iro sennor el Rey, escrita en pergamino de cuero le, legitimamos les por esta nra carta de todos
é seellada con su seello de plomo pendiente , fe- los sus fijos que fueren de qualesquier mngeres
cha en esta guisa: Sepan quantos esta carta vie- solteras que los ayan. Et fasemos los legítimos é
ren como Nos don Johan por la gracia de Dios, damos los por legítimos para siempre que puedan
Rey de Casticlla , de Toledo , de León , de Galli- aver é heredar lodos los vienes que hoy dia an
zia , do Sevilla, de Córdova, de Murcia , de Jahen, ó abrán daqui adelante los dichos sus padres ó
Tomo I. 54
394 HISTORIA DE MADRID.
concedía también el joven soberano casi al propio tiempo (7 de agosto 1379) al Concejo
y vecinos de Madrid amplia renovación de todos sus fueros, usos, costumbres, liber-
tades ,
gracias , mercedes y donaciones hechas y otorgadas por los reyes sus predeceso-
res; acto espontáneo que mientras ponia de relieve que el hijo de Enrique II habia here-
siis madres , asi como si fuesen nacidos de legí- mandaremos é que fagan emendar á los fijos de
timo matrimonio. Et otrosí que puedan aver é los dichos clérigos , é á cada uno dellos todo el
heredar todos é cada unos dellos todos los bienes danno é perjuicio que por esta razón tovieren.
asi muebles como raices ,
que los dichos sus pa- Et desto les mandamos dar esta nra carta see-
dres é sus madres han ó avrán daqui adelante, Uada con nros seellos de plomo. Dada en Madrit
quando quier que muera con testamento ó sin tes- diez y ocho dias de febrero. Era de mili é tres-
tamento , ó de otro hermano ó hermanos , ó de cientos é sesenta é cinco anuos. Yo Domingo Pé-
otro pariente ó parientes ,
qualquier ó qualesquier rez la fiz escrivir por mandado del Rey. — Pedro
que sean que por derecho de hennandad lo de- Abad. Et agora los dichos clérigos del dicho ar-
van ó puedan aver é heredar. Et que puedan aver zobispadgo enviaron nos pedir merced que les
toda onrra é onrras, é oficio ó oficios, é libertad confirmásemos la dicha carta de legitimación
é libertades en cada uno de los logares, do fuesen que el dicho rey nro abuelo les mandara dar. Et
moradores, segunt que lo an ó abrán ó podrían Nos el sennor dicho Rey don Johan ,
por facer
aver todos los omes que son nacidos de legitimo bien é merced á los dichos clérigos del dicho ar-
matrimonio. Et que nunca vala menos por ello, zobispadgo , é porque sean tenudos de rogar á
porque digan que non son nacidos de legitimo ma- Dios por las ánimas de los reyes, onde nos veni-
trimonio. Et sobresto mandamos á todos los con- mos , é por la nuestra vida é salud , oviemos lo
ceios , alcalies ,
jurados ,
jueces ,
justicias , meri- por bien é confirmárnosles esta dicha carta del
nos, alguaciles, freyres, maestres, comenda- dicho Rey don Alffonso, nro abuelo que va en-
,
dores é sos-comendaderos, é á todos los otros corporada dentro en esta nra carta. Et manda-
apordellados de todas las villas é logares de nTos mos que les vala é sea guardada en todo bien é
.regnos que los guarden é fagan guardar é com- complidamenle , segunt que en esta nra carta se
plír todo esto que dicho es. Et que usen con ellos contiene. Et defendemos que alguno nin algunos
é con cada uno dellos en todas cosas , así como non sean osados de les ir nin passar contra ella
con aquellos que son nacidos de legitimo matri- nin contra parte della agora nin daqui adelante.
monio, é que les guarden , é amparen , é defien- Et sobresto mandamos al Conceio é á los alcalies
dan con esta merced que les Nos faseraos. Et que é alguacil de la dicha Villa de Madrid , é á los
non consientan cí ninguno nin á ningunos que les escribanos é omes buenos que han de ver facien-
vayan nin passen contra ella en ninguna manera da de la dicha Villa que agora son é serán da-
só pena de la nra merced é de cient maravedís qui adelante. Et á qualquier ó qualesquier dellos,
de la moneda nueva á cada uno. Et si alguno ó á quien esta nra carta fuere mostrada ó el tras-
algunos y oviere que les quieran ir ó passar con- lado della signado de escribano público
tra ella, mandamos á los dichos alcalies , é algua- con actoridad de juez é de alcalle que amparen
ciles , é oficiales , ó á qualquier ó qualesquier de- é defiendan al dicho cabildo de los dichos cléri-
llos que lo non consientan. Et que ios prendan gos de Madrid con esta merced que el dicho rey
por la dicha pena de los cient maravedís á cada nro abuelo les fizo é les Nos confirmamos agoi'a,
uno é la guarden para fazer deila la que Nos como dicho es. Et que la non vayan nin pasen nin
PRLMEUA PAUTE, CAP. X. 395
dado con la corona el singular aprecio y consideración , en que siempre tuvieron ios reyes
castellanos la ilustre patria de los Ramírez, MoUinedos y Gudieles ', le ganaba el afecto
consientan ir nin pasar contra ella nin contra carta original del dicho sennor Rey (Signo del es-
manera. Et los unos nin los oíros non fagades 1 Existe este privilegio de confirmación , iné-
ende al por ninguna manera, sopeña de la nra dito como el anterior, en el tañías veces citado
merced é de seiscientos maravedís desla moneda archivo del Ayunlaraienlo Constitucional, escritd
usual á cada uno. Et desto les mandamos dar esta en pergamino é indicando haber tenido pendiente
nra carta escrita en pergamino de cuero é seella- sello de plomo (2.'' — 505—21). Dice asi: «Sepan
do con su seello de plomo colgado. Dada en las Cor- cuantos esta carta vieren como Nos don Johan etc.
les de la muy noble ciudad de Burgos, seys dias de por facer bien é merced al Concejo é á los ornes
agosto. Era de mili é quatrocientos é diez é siete buenos de la nra Villa de Madrid é de sus tér-
annos. Yo Diego Ferrandez la fiz escrivir por minos que agoran son ó serán daqui adelante,
mandado del Rey. Diego Ferrandez : vista, Johan otorgámosles é confirmárnosles todos los fueros
Ferrandez. La qual dicha carta mostrada é leida, é buenos usos é buenas costumbres que an é los
el dicho Pedro Martínez dixo al dicho alcalle que que ovieron , de que usaron é acostumbraron en
el que se entendía aprovechar de la dicha carta tiempo de los Reyes onde Nos venimos é en el nro
del dicho sennor Rey é que se recelaba de la per- fasta aqui. Et otrosí les otorgamos é confirmamos
der por fuego , ó por agua , ó por robo , ó por todos los previllegíos é cartas, é sentencias, é
furto , ó por otra ocasión alguna. Et pidió al di- franquezas , é libertades , é gracias , é mercedes,
cho alcalle que mandase dar un traslado ó dos ó é donaciones que tiene de los Reyes onde Nos
más de la dicha carta, los que menester oviesse, venimos , ó dadas ó confirmadas del Rey don En-
signados con mío signo por guai'da de su derecho rique nro padre ,
que Dios perdone. Et mandamos
í'
é que diese actoridad é enterpusiese su decreto que les valan é sean guardadas en todo bien
al traslado ó traslados que yo escribiese ó fiziese complidamente, segunt que mejor é más com-
escribir de la dicha carta é signase con mió sig- plídamenle les fueron guardadas en tiempo del
no que valiese é fiziese fe en todo tiempo é todo rey don Alfonso nro avuelo ,
que Dios perdone é ,
logar que paresciese, asi como la dicha carta ori- en tiempo del dicho rey nro padre ó en el nro
ginal mesraa del dicho sennor Rey». Vuelve á fasta aquí. Et defendemos firmemente por esta
insertar las mismas fórmulas del privilegio y con- nra carta é por el traslado della, signado de
tinúan los testigos que á esto fueron presentes: escrivano público , . que alguno nin algunos non
Pedro Gutiérrez de Castro , escrivano del Rey sean osados de les yr nin passar contra ellos
López de Huept é Ferranl Gutiérrez, ve- nin contra parte dellos en algunt tiempo, por gelos
cino de .Madrid, é Johan Martínez de Avala, ve- quebrantar nin menguar en ninguna manera. Et
cino de Alcalá de Henares. Et yo Johan Ferran- sobresto mandamos á todos los concejos, alcalles,
dez , escrivano del rey é su notario público sobre- merinos, alguaciles, maestres de las órdenes,
dicho á esto que dicho es con los dichos testigos priores, comendadores é sos-comendadores, al-
presente fui. Et á pedimento del dicho Pedro Mar- caydes de los castillos é casas fuertes , é á todos
tínez é por licencia é mandado c actoridad del di- los otros oficiales é aporlellados de todas las cib-
cho alcalle fiz escrivir este traslado de la dicha dades , é villas , é lugares de los nros regnos que
—
ordenamientos hechos en las Cortes de Burgos * , con lo cual no sólo obedecía la respe-
table costumbre establecida por sus mayores sino que , ratificaba más y más la significa-
pueblos ,
procurando al propio tiempo premiar dignamente los merecimientos de los mu-
nicipios ,
no sin atender á las demás gerarquias del Estado , ardia , con escándalo de los
fieles, el lamentable cisma que desde los postreros años del reinado de don Enrique te-
nia dividida la cristiandad entre Urbano VI y Clemente VII. Solicitados los príncipes
cristianos de cada dia con mayores instancias por una y otra parte, parecía llegado el
momento en que el rey de Castilla dejada , la reserva de su padre, tomase partido ; deci-
sión tanto más importante y trascendental cuanta era mayor la autoridad y prestigio que
á la sazón alcanzaba Castilla entre los pueblos cristianos. No perdonada diligencia alguna
por los enviados de uno y otro pretensor á la silla de San Pedro, para vencer el ánimo de
don Juan I , si reconocía el joven príncipe que era contraría á la paz de la Iglesia y aun
á su reputación y propio decoro más larga perplegidad , sometía asunto tan arduo ,
grave
tras maduras deliberaciones , se inclinaron al lado de Clemente VII, con lo cual le reco-
agora son ó serán daqui adelante , é á qualquier trocientos é diez é ssiete annos. —Yo Diego Fer-
ó á qualesquier dallos que esta nra caria fue- randcz la ffiz escrivir por mandado del Rey.
se mostrada ó el traslado delta signado como di- Diego Ferrandez. —Johan Ferrandez.
cho es, que los amparen é defiendan con esta mer- 1 Tiene dicho cuaderno escrito en papel cep- ,
ced que nos les facemos. Et que les non vayan lí con forro de pergamino, la marca 2 — 505—22.
nin passen , nin consientan yr nin passar contra Empieza asi: «Don Juan por la gracia de Dios ele.
ella nin contra parte della, so la pena que en los á todos los conceios é alcalles, etc. salud é gra-
dichos privillegios , é carias, é sentencias, é mer- cia. Sepades que nos estando en estas Corles que
cedes, é donaciones se contiene. Et demás á ellos mandamos facer en la muy noble ciudad de Bur-
é á lo que oviesen nos tornaremos por ello. Et de- gos, ele. . . los procui'adores de las cibdades,
mas por qualquier ó qualesquier que fincase de lo villas é logares de nros regnos nos pidieron al-
asi fazer é complir mandamos al orne que Nos esta gunas peticiones generales que cumplen á nro ser-
nra carta mostrare ó el traslado della signado vicio é á pro é poblamiento de los nros regnos,
como dicho es ,
que los emplaze que parezcan los quales nos viemos , con conseio de los prela-
ante Nos do quier que Nos seamos del dia que los dos , é condes , é ricos homes , é ca valleros , é
enplazasc á quinze días, so [¡ena de seyscientos escuderos, nros vasallos que y eran conusco é con
maravedís desta moneda usual á cada uno á de- los de nro concejo, á las cuales peticiones nos
zir por qual razón non cumplen nro mandado. Et respondemos , etc. » Continúa incluyendo todas las
desto les mandamos dar esta nra carta seellada peticiones, respuestas del rey y demás que se
con nro seello de plomo colgado. Dada en las refiere á estas Corles, y lleva la fecha en Burgos,
Corles que nos ffezimos en la muy noble cibdat de 10 de agosto, Era de 1417 (1379).
Burgos, ssiele dias de agosto, Ei'a de mili é qua-
PRIMERA PAUTE, CAP. X. 397
rosa ayuda al rey de Francia en la porfiada guerra que sostenía con los ingleses, lucha
que dio una y otra vez ocasión á que las armas castellanas ganasen fuera de la penínsu-
la extremado renombre, llegando las naves españolas hasta la capital de la antigua Bre-
y razón respecto de sus tenaces pretensiones al trono de Castilla, concebía por este
nales que con la misma facilidad desbarataron) de reunir en unas sienes las coronas de
don Dioiíís y del Rey Sabio. Para alcanzarlo, proponía á don Juan el enlace de su tierna
hija doña Beatriz con el infante don Enrique niño de breves años
,
; y admitido sin dificul-
tad un partido que tan grandes bienes podia producir á la nación ibérica , firmáronse
príncipe que sobreviviera , dado que uno de los dos falleciese sin hijos legítimos.
Pero si parecía sonreír á don Juan I por todas partes la fortuna, y echaba el sello á sus
deseos y esperanzas la paz ajustada con Portugal, ni fué duradero su contento , muerta
á deshora su cariñosa madre , doña Juana , ni gozó tranquilo de la prosperidad que para
sus pueblos ambicionaba , merced á la Inconstancia del monarca portugués, que arrepen-
ahaba con los príncipes de Inglaterra, dando calor al duque de Alencastre, que no habia
renunciado los derechos á la corona de Castilla. Supo á tiempo don Juan la deslealtad y
el proyecto de don Fernando y de sus aliados , cuyo intento era allanar las fronteras cas-
tellanas con las compañías inglesas, en tanto que el portugués inquietaba las costas de
de que habla dado muestra contra Navarra , al mismo tiempo que penetraba en Portugal
clavando la bandera real de Castilla en los muros de Almeyda enviaba su armada, aun- ,
que menos poderosa , contra la portuguesa , y trabado sangriento combate en las mismas
Juan á los ingleses, llevando su caballeresco arrojo hasta el punto de retar, conforme á la
rarse solo al trance de una batalla , esquivó aquel gallardo reto , reusando el venir á las
ña ; y llegados ingleses ,
portugueses y castellanos á vista de Yelves ,
preparábanse á
suspendia primero toda hostilidad, lográndose por último ajustar las paces con la pro-
mesa de un nuevo matrimonio entre la ya citada doña Beatriz de Portugal y don Fernan-
do , hijo seg-undo del rey de Castilla. A la verdad no era para don Juan este concierto tan
procuraba ahora evitar que se reuniesen en una sola cabeza las coronas de ambos Esta-
dos : urgía sin embargo el que terminasen las contiendas entre los príncipes cristianos
que tanto escándalo estaban produciendo , y á esta imperiosa necesidad cedia el rey de
Castilla, ganoso por otra parte de evitar á sus pueblos estériles sacrificios, cuando tan
holgada y suelta andaba la morisma de todo punto olvidada por
, los descendientes de los
héroes del Salado. Terminados los tratos , retirábase de Portugal el ejército castellano,
encaminándose don Juan á la Villa de Madrid, para tomar algún descanso en sus frondo-
sos y apacibles bosques , reparando la salud quebrantada.
Ya desde 1381 aquejaba al rey tenaz dolencia que en medio de la guerra de Portu-
gal y cuando recogía en Almeyda los laureles del triunfo , le habia puesto al borde de
caudillo , lograba don Juan con la actividad desplegada en los aprestos para la nueva
campaña atajar al parecer sus perniciosos progresos; pero cuando todo estuvo «así aso-
postrándole de nuevo en la misma Villa, donde juzgó sin duda hallar completo resta-
blecimiento. Cundía la noticia del peligro en que el rey se hallaba , no sin general so-
bresalto ,
que fué mayor para los moradores de Madrid ,
por la misma razón que el rey
habia buscado la salud en su recinto ; y como un mal nunca viene solo , en los momen-
tos en que más arreciaban los temores por la vida de don Juan , llegaba á la futura Corte
ñez, habia sido víctima del sobreparto, muriendo también á los pocos instantes la des-
dichada princesa que habia dado á luz ; todo lo cual hacia más doloroso tan inespera-
da pérdida. Designada con el título de Santa por el pueblo castellano ^ , merced á sus
querida por don Juan con sin igual ternura, dicho se está que si al recibirse tan infausta
nueva, habia sido grande el dolor de los madrileños, debía carecer de límites el del
rey luego que el estado de su dolencia consintiera á sus físicos participarle aquella des-
ventura. Tan grande fué el «enojo que ovo dello» (dice la Crónica) que exasperada la
enfermedad que le tenia en el lecho , tornó á verse en peligro de muerte , situación alta-
gracia, hicieron lan profundo duelo, cual nunca los nacidos lo habian presenciado.
Velaba sin embargo la Providencia por la vida del joven monarca: triunfando su ju-
ventud y fortaleza de los dolores del cuerpo y de las penas del alma , recobraba al pos-
tre la salud; y aquel pueblo leal y generoso que le habla llorado próximo al sepulcro,
lograba la ventura de verle del todo restablecido, tributando al cielo espontánea ofren-
Juan á la especial intercesión de los santos, atendía á dar solemne testimonio de su de-
voción á Santo Domingo, mandando purificar los alcázares arábigos para convertir-
los en iglesias, donde fuese el verdadero Dios glorificado y servido. Expedía con este
propósito en la Villa de Madrid á 27 de octubre del ya indicado año [1382] real cédula,
ordenando á la ciudad de Jaén « que recibiese á los frayles de la Orden de los Predicado-
res, pues era su voluntad que fundassen convento en ella, en los palacios que fueron de
amigo nuestro, «con una sola hija que aun no había cumplido doce años, llevaba ya
contratados cuatro matrimonios sin realizar ninguno» -, formó el proyecto de negociar
el quinto , viendo de un golpe satisfechas todas sus ambiciones. Deseoso de ganar por la
obligarle al matrimonio q<¡e siendo hija única y como tal heredera del trono de Portu-
gal, vendrían por su muerte á quedar unidas bajo su cetro ambas monarquías. Tenta-
dora era en verdad aquella oferta para un rey joven , animado de nobles ambiciones y
que veía en este enlace eficaz medio de terminar las ya inveteradas contiendas entre uno
guerra de Granada, largo tiempo abandonada con poca gloria del nombre castellano.
Luchaban no obstante en el pecho del rey don Juan el cariño y el respeto que á la reina
doña Leonor había tenido en vida; pero venciendo al cabo la idea del deber, como rey
y como padre convocó , su consejo , y oído el parecer de sus magnates y doctores , aceptó
Un acontecimiento por demás peregrino y que sólo habia ofrecido otro hecho aná-
1 Acerca de la enfermedad del rey y noticia gina 560) y lo mismo hace Azcona Historia de
de la muerte de la reina, puede verse la Crónica Madrid, p;ig. 206. — El privilegio á que hacemos
de Ayala , año 1582, cap. 111. Lafuente con- referencia, lo cita y extracta el diligente Ximena
signa también la noticia, tomándola del mismo en swa Anales eclesiásticos de Jaén, fkg. 560.
cronista {Ilisí. Gen. de España, tom. Vil, pá- 2 Lafuente, loco citato.
400 HISTORIA DE MADRID.
logo en los tiempos de Alfonso el Sabio, llamaba entre tanto la atención de toda Casti-
lla , interesando vivamente á la futura Corte española. Vencido por el Soldán de Babilo-
nia que habia sujetado á su imperio casi todos los pueblos del Asia , no solamente se
veia despojado León V de Armenia del trono de sus mayores , sino que perdia también
doloroso cautiverio , envió el desdichado monarca á los príncipes cristianos solícitos men-
sajeros para que condolidos de su desventura, acudiesen á rescatarle del tirano. En
balde habian recorrido la mayor parte de las cortes de Europa , cuando llegada á sus
oidos la fama de la magnificencia y caballerosidad del rey de Castilla, se encaminaron
En Medina del Campo hallaron á don Juan los embajadores de León V de Armenia:
se veia aquel príncipe reducido , mostróse dolido de su mala suerte , y se ofreció con ex-
quien habia llamado inútilmente á las puertas de tantos reyes , respondían los embajado-
res al de Castilla, manifestándole que el Soldán , lejos de haber puesto precio á la libertad
trance , despachaba pues sus embajadores con especiales y muy expresivas cartas de su-
plicación, no sin que fuesen acompañadas de ricos presentes ; y tan buena fortuna tuvie-
ron sus mensageros que sorprendido el Soldán por tan gallarda y generosa embajada,
túvose por muy honrado con la súplica del rey de Castilla, otorgando luego cuanto le pe-
dia y dando Ubertad al rey de Armenia. No sospechaba don Juan éxito tan completo de
su demanda , cuando supo en las fronteras de Portugal que vueltos sus embajadores, ve-
nían acompañados del rey cautivo. En Badajoz se dispuso á recibirle, no sin general ad-
Al llegar León á la presencia de don Juan , derribábase en tierra , inclinándose hasta sus
con afectuosa benevolencia mostrándole que quien , le habia salvado del cautiverio , no
á un extremo de que ofrecen rarísimos ejemplos los anales de la edad-media , y que sólo
hallaba realidad en el mundo de la andante caballería , aspiró también á borrar de la me-
iiisroHiA \n: L.vviLLvvnmrK iii; maiumd
-^
moría del rey desheredado hasta el recuerdo de su perdido reino ; y dominado de esta
idea que reprobaron unánimes cuantos se interesaban en la integridad de Castilla y en el
manos de León V las villas de Andújar y Villa-Real, para que las poseyera como natural
señor ; y cual si aun le pareciesen escaso patrimonio de un príncipe , añadía por último
A la verdad , no pareció tan bien á sus moradores la resolución de don Juan I , como
tal vez este esperaba : contentos y aun preciados de no reconocer otro señor que el rey
castellanos con lograr de muy antiguo voto y representación en las Cortes del reino,
aquella donación ,
que era en suma una violación de sus fueros , no se recataron de ma-
nifestar su descontento y el dolor que les causaba el pasar tan sin motivo y con un fin
voluntad del rey y reconociendo sumisos que nunca podían servirle mejor que obedecién-
dole, entregando el señorío de la Villa á León V, «por quanto el señor rey ge la dio»
I El poder para que en nombre de la Villa lacio en el monasterio de San Francisco de la di-
hicieran pleito homenage al rey de Armenia sus cha cibdat, en persona aniel dicho rey don León,
representantes , le citan algunos historiadores de et en presencia de mi Gonzalo Martínez, escrivano
Madrid como existente en el archivo de la Villa, de iTro señor el rey don Johan de Casticlla, é su
donde en efecto existe con , la signatura 2.° —385 notario púhlico en la su corte é en todos sus reg-
— 18. Lo peregrino del hecho á que se refiere, nos é de los testigos de yuso escriptos, parescieron
lo curioso é interesante de los pormenores que en- Aparicio Sánchez, alcalde del rey en la su corte,
cierra , especialmente en la parte que podemos é Diego Ferrandez de Madrid , vasallo del dicho
llamar Acia de pleitesía, olvidada ó desconocida señor rey, é Diego Ferrandez de Castro, escri-
por cuantos publicaron hasta ahora este documen- vano del dicho señor Rey, vecinos de la dicha
car los errores cometidos en su copia, y entre dicha Villa, segunt que lo mostraron por una carta
darle á este sitio, abrigando la convicción de que mostraron, que es su tenor della este que se sigue:
'
prestamos un verdadero servicio ;'i la historia de Sepan quanlos esta carta vieren como nos el Con-
la Villa, trascribiéndolo por entero. Dice así: «En cejo de Madril, estando ayuntado á campana re-
la ciudad de Segovia , lunes diez y nuebe de oc- picada en la yglesia de San Saluador desta dicha
tubre Era de 1421 annos , estando el muy alto é Villa, como lo avenios de uso é costumbre, con
Tomo I. 55
402 niSToniA de madrid.
La noble conducta del pueblo de Madrid no pudo menos de llamar la atención de don
po á que los procuradores y el alcalde de la Villa pusiesen por obra el acuerdo final del
nes que le movieron á amparar al desheredado rey de Armenia, que habla perdido «su
regno en defendimiento de la santa fé católica» , declaraba que sólo era la donación « para
Gil Ferrandez , alguacil , é con Diego Alfonso , é po so obligación de nros bienes. Fecha en Madrit
Pero González, é Gil García, é Gonzalo Bermudez, dos días de octubre. Era de mili é qualrocientos
é Pero Alfonso, que son de ios caualleros é escu- é veinte é un annos , testigos rrogados que esta-
deros é ornes buenos que han de aver fazienda de ban presentes , Estevan Ferrandez é Alfonso Sán-
nos el dicho Concejo , otorgamos é conocemos que chez, é Francisco Ferrandez, é Pero González, es-
Ferrandez de Lago, é á Alfonso Garcia, despen- criví é en testimonio fize aqui este mi signo. —Por
sero mayor del infante don Ferrando , fijo de nro el qual dicho poder Aparicio Sánchez, é Diego
sennor el Rey, é á Diego Ferrandez de Castro, es- Ferrandez , en nombre del Concejo de la Villa de
criuano del dicho sennor Rey, é á Aparicio Sán- Madrid ,
por quanto nro sennor el rey don Johan
chez, alcalle del dicho sennor Rey en la su corle, dio la Villa de Madrid con su término , é pechos
nros vecinos para que en nro nombre fagan pleyto é derechos, é sennorio Real, al dicho don León,
omenage al rey de Armenia por esta Villa de Ma- Rey de Armenia por toda su vida , é manda por
diil ,
por quanto el dicho sennor Rey ge la dio al su previllegio rodado é seellado con su seello de
dicho sennor Rey de Armenia, quitando los pley- plomo é firmado de su nombre (a) al Concejo de
tos é omenages que Nos fezimos por esta dicha la dicha Villa é á los vezinos della , é á todo logar
Villa al dicho Rey nro sennor é al infante don Enri- de su término que reciban por sennor al dicho
que su fijo primero heredero , é para fazer ó otor- rey don León , é obedezcan é cumplan sus cartas
gar en esto é cerca desto todas las cosas é cada é su mandado. Et ende el dicho Aparicio Sánchez
una deltas que nos mismos podemos fazer é otor- é Diego Ferrandez en nombre del dicho Concejo
gar, presentes seyendo, é todas las cosas que los dijeron que le recibian é recibieron por sennor de
dichos nros procuradores é qualquier dellos en la dicha Villa de Madrid é de su término al dicho
esta razón ficieren é otorgaren nos lo otorgamos rey don León , sogunt que el dicho sennor rey don
é estaremos por ello é non yremos nin vernemos Johan lo mandó por su previllegio. Et fizieron pley-
contra ello nin contra parte dello en algún tiem- (a) No hemos hallado este notable documento.
—
términos , rentas ,
pechos y derechos. Para mayor seguridad y entera quietud y confianza
del Concejo , caballeros y hombres buenos prometía don Juan no menos solemnemente,
,
pues que empeñaba su fé real , y obligaba al cumplimiento al Infante don Enrique su pri-
lustre y prestigio habia procurado acatando y cumpliendo ante todo , la voluntad de don
afecto y su cariño con la formal y sagrada promesa de que joya tan preciada , desengar-
to omenage al dicho rey don León en sus manos, ción: empieza con un crismon de colores, vién-
asi como fazen é son tenudos de fazer á su sennor dose también iluminadas las iniciales , los nom-
una é dos é tres veces de lo acoger en la dicha Vi- bres de Dios, Rey, Reina é Infantes y la rueda
lla de Madril cada que llegase de noche é de dia exornada de castillos y leones. Tiene pendiente
do en amistad é en amor del dicho rey don Johan, papel, hecho en 15 de noviembre de 1385 por el
é de obedecer sus carias é su mandado así como escribano Nicolás García, con autoridad del al-
de su sennor en aquella manera que son tenudos calde Pedro Ferrandez á petición de Diego Alfon-
cio del dicho sennor rey don Johan é del infante ginal y traslado tienen la marca 2." —305 — 27
don Enrique su fijo primero heredero, é que si así y dicen lo siguiente: «En el nombre de Dios, Pa-
lo non fizieren é cumpUeren que el dicho Concejo dre, é Fijo, é Spiritu Santo, que son tres perso.
de Madrit é los vezinos é moradores dende finquen ñas é un Dios verdadero que vine é regna por
é sean por ende traydores como aquellos que tie- siempre jamas , é de la bien auenturada Virgen
nen castillo é matan sennor. Etel dicho sennor rey gloriosa reyna de consolación , Santa María ,
su
don León recibió en sus manos de los sobredichos madre , á quien Nos tenemos por sennora é por
é en nombre del Concejo el dicho pleyto omenage abogada en todos nTos fechos, et á onrra é á ser-
en la manera que dicho es. É desto é como pasó vicio de todos los santos de la Corte celestial: por-
yo el dicho escrivano é notario di testimonio á los que á los Reyes es dado de fazer grandes merce-
dichos Aparicio Sánchez é Diego Ferrandez procu- des en aquellos logares do entendieren que con
radores de la dicha Villa. Testigos Arias Díaz Qui- rrazon lo deuen fazer ,
porque entienden que se-
jada y Johan González, vecinos de Villareal , é Al- rán por ello más loados , mayormente quando
fonso Ferrandez de León escrivano del Rey». confirman el dan gracias á los sus vasallos é lo-
Está escrito en papel , bastante deteriorado , y re- gares, porque sean ellos muy más currados', é se
forzado con otro por detrás. tengan pnr contentos los ornes que en ellos moran
I Hállase escrito este notable documento en é finquen siempre dellos remenbranza al mundo;
[lergamino y en muy buen estado de conserva- por ende Nos , catando esto ,
queremos que sepan
404 HISTORIA DE MADRID.
Pero si lograban Concejo, caballeros y hombres buenos de Madrid tan altas segurida-
des para lo futuro , no por esto se mostraron menos celosos en lo presente de los vene-
randos fueros y privilegios que merced á su constante lealtad, habían oljtenido de los
reyes castellanos desde que la futura Corte española logró sacudir el yugo sarraceno:
desconocían sus moradores el carácter del rey León de Armenia y ;
si bien no podian sos-
cado, sus representantes para que hiciesen pleitesía á su nuevo señor, encargaban á sus
procuradores que velasen solícitos por sus venerados fueros y franquicias. Y no fué por
cierto estéril semejante prevención : pues que en el mismo dia , en que á nombre de la
Villa le hablan rendido vasallage , deseosos de acreditar su celo probando á sus compa- ,
triotas que no en balde habían depositado en ellos su confianza, pedían i>or albricias al
rey León ,
que se veía levantado de nuevo á la púrpura por la liberalidad del caste-
por este uro previllegio todos los ornes que agora ellos avian en esta rrazon, et que quisiéssemos
son ó serán daqui adelante , como Nos don Jolian que la dicha Villa que fuesse siempre de la nra
por la gracia ele. Reynanle en uno con la Reyna corona real, segunt que siempre fuera: á esto
doña Beatriz, mi muger, ó con el luíanle don En- tenemos por bien é rrespondemos á Id dicha pe-
de Castiella é de León, con voluntad que auemos rey de Armeña por quanto él vino á Nos á los nros
que á la Villa de Madrit sean guardados sus pre- regnos é á nos pedir ayuda, por quanlo él per-
los Reyes onde Nos venimos , é confn-mados de calólica , é dímosgela para en su vida con todas
Nos por quanlo la dicha Villa de Madrit sea mas rrenlas, é pechos, é derechos que á Nos perte-
rica é mas honrrada ella é todos los que en ella necian de la dicha Villa é de su término ,
pero
moran. El por quanlo el Concejo é alcalles , c el que nra entencion é ni-a volunlal fue é es que
alguazil , é los caualleros, é escuderos, é omes fallesciendo el sennorio de dicho Rey de Armen-
bonos que han de ver é de ordenar fazienda del na de la dicha Villa é de su término que luego é
Concejo de la dicha Villa de Madrit , nos enbia- sienqire finque é sea la dicha Villa é término de
ron su petición con Diego Ferrandez de Madrit, la nra corona real. Et prometemos é juramos por
nro vasallo, é con Alvar Ferrandez de Lago, é la nra fe rreal por Nos é por el infante don Enri-
Gonzalo Bermudez , é Johan Rodríguez , sus pro- que, mió fijo primero é heredero, é por los que
curadores ,
por la qual petición nos enbiaron de- de Nos é del vinieren de nunca dar , nin enage-
zir que Nos que diéramos la dicha Villa de Ma- nar la dicha Villa, nin su término, nin parte de-
drit con su término al Rey de Armeña, et que 11o á otra persona alguna que sea, asi de los nros
esto que era en su perjuizio c contra los preville- rregnos como de fuera dellos , mas que sea siem-
gios que ellos avien de Nos é de los Reyes onde pre de la nra corona real , como mejor é más com-
Nos venimos, por quanlo la dicha Villa siem- plidamente lo fue siempre é se contiene en las
pre fuera de la nra corona real, et que nos en- carias é previllegios (|ue en esta rrazon en el di-
viauan pedir por merced que les quisiéssemos cho Concejo tienen. El mandamos al dicho Infan-
guardar los dichos previllegios é franquezas que te é á los otros que de Nos é del descendieren que
—
pesar de sus conciudadanos , si por desdicha los viesen deslustrados ó menoscabados con
nuevos pechos ó tributos. Tan respetuosa manifestación , dignamente acogida por el rey
de Armenia, no solamente enseñaba á este príncipe á conocer el precio de la Villa, que de-
posesión se hallaba , declarando al par que sobre no gravar á sus moradores con nuevos
pedidos, tributos, empréstitos ni otros pechos más de los que al rey don Juan satisfacían,
era su voluntad mantener en sus cargos así á los oficiales reales como á los de Villa,
non vayan nin passen al dicho Concejo contra mili doblas de oro, et al dicho Concejo é omes
esto que nos juramos é prometemos , nin contra bonos de la dicha Villa de Madrit ó á quien su
parte dello en algiml tiempo por alguna manera. voz tomasse todo el danno é el menoscabo que por
El si contra ello ó contra parte dello Nos ó el di- ende rrescibiesen, doblado. Et doslo le mandamos
cho infante, ó los que de Xos é del descendieren, dar este nro previllegio rodado é seellado con
diéremos ó mandáremos dar algunas cartas ó nio seello de plomo colgado. Fecho el priviilegio
previllegios mandamos al dicho Concejo é omes en las Cortes que Nos mandamos fazer en la cib-
buenos de la dicha Villa de Madrit que las non dat de Segouia , doce dias de otubre, Era de mili
obedezcan é las non cumplan , é que por ello que é quatrocientos é veinte é un anuos. — El infante
non cavan en pena alguna criminal nin zevil, ca don Enrique ,
fijo del muy noble ó muy alto é bien
nos quilamos qualesquier penas en que por la di- aventurado sennor Rey don Johan ,
primero here-
cha rrazon cayeren. Et sobresto mandamos al dero en los regnos de Castiella é de León, conf.
Concejo, é alcalles, é caualleros, é escuderos, é El infante don Ferrando , fijo del Rey, conf. — Don
omes bonos de la dicha Villa de Madrit, é á to- Alfonso, hermano del Rey, conde de Nurueca,
dos los otros alcalles ,
jurados ,
juezes ,
justicias, conf. — Don Fadrique, hermano del Roy, duque
merinos, alguaziles, é otros oficiales qualesquier de Renavente , conf. — Don Eni-ique , hermano del
de todas las cibdades , villas é logares de nros Rey, conf. — El infante don Johan , fijo del Rey de
regnos que agora son ó serán daqui adelante, que Portugal, conf. — El infante don Deonis, fijo del
este nro previllegio vieren ó el traslado del , sig- Rey de Portugal, conf — (flay unas sesenta firmas
nado do escrivano público, que amparen é de- más.) — E yo Diego Ferrandez la fiz escribir por
fiendan al dicho Concejo de Madrit con esta mer- mandado del Rey en el quinto anno que el sobre-
ced que les nos fazemos. Et que non consientan dicho Rey don Johan regnó. — Diego Ferrandez.
que otros algunos les vayan nin passen contra ella —Alvarus decretorum doctor.
nin contra parte della en algún tiempo por algu- 1 Archivo de la Villa (2.^—-305— 60.) Este
na manera. E á qualquier ó qualesquier que lo privilegio, escrito en papel cepli, se halla por
feziesen avrian nra yra é pecharnos yan en pena desgracia en muy mal estado: tiene en un sello
-
Madrid, bien que sin despojarla de sus más principales prerogativas políticas, pues que
la vemos figurar , como antes , en las Cortes generales del reino , trascendía también á
otras propiedades de la futura Corte española y á otros príncipes extranjeros : á este tiem-
po refieren en efecto respetables historiadores la nueva cesión del tantas veces disputado
Real de Manzanares , hecha por el rey de Castilla á favor del Infante don Juan de Por-
tugal , su cuñado ; notable acontecimiento que sobre menoscabar los derechos que á su
posesión habia alegado con varia fortuna el Concejo de la Villa, mostraba de cuan exce-
siva largueza hacia continua ostentación aquel príncipe con detrimento visible ,
ya que
de cera encarnada las armas de León V de Ar- Villa é en su término; á esto rrespondemos que
menia, tales como las publicamos eu su lámina nos plaze é tenemos por bien de non echar á la
correspondiente , y la firma del rey según mues- dicha Villa nin á su tierra pechos, salvo los or-
tra el facsímile también dado á luz por nosotros. dinarios que nos fueron otorgados por el previ
El documento dice así : «Don León por la gracia Uegio que el dicho Rey don Johan, nro primo,
de Dios, Rey de Armenna, é sennor de Madrit, nos dio en esta rrazon. Et otrosí á lo que nos pe-
é de Viliarreal , é de Andiixar, al Concejo, é al- distes por merced que confirmássemos todos los
calles, é omes buenos, é cavalleros, é escuderos ofizíales desa dicha nra Villa , asi los que han de
que avedes de ver é de ordenar fazienda del ver fazienda del Concejo como los alcalles , é al-
é gracia. Sepades que vimos las peticiones que cios como los hovieron é han ávido fasta aquí por
nos enbiastes con Diego Ferrandez , vasallo del el dicho Rey don Johan, nro primo, por sus usos, é
rey , nro primo , é Alfonso García , é Diego Fer- fueros , é costumbres , á esto respondemos en esta
randez, é Aparicio Sánchez, vuestros procurado- manera: que los alcalles é alguazil que los ayades
res , é á lo que nos enbiastes pedir por merced segunl é en la manera que los ovístes fasta aquí
que guardásemos é confirmásemos todos vuestros é en esta rrazon que vos sean guardados vuestros
fueros, é cartas , é previllegios , é franquezas, é fueros , é usos , é costumbres , segunt que fueron
libertades, é buenos usos, é costumbres, é or- guardados fasta aquí por el Rey don Enrique, que
denamientos que avedes de los Reyes pasados é Dios perdone, é por el Rey don Johan, nro primo;
del Rey de Castiella don Johan, nro primo, de los é quanto á rrazon de los que an de ver fazienda
que usastes fasta aquí : á esto respondemos que del Conctjo, plázenos de confirmar é confirmámos-
nos plaze de vos guardar todo lo que dicho es les los oficios que les dieron el Rey don Enrique
en la manera que lo pedides en quanto non é el Rey don Johan , nro primo , é quando vacas-
contradize nin mengua á la gracia que el dicho sen algún ó algunos de los oficios que Nos que
Rey don Johan, nro primo, nos fizo de la dicha podamos poner otro ó otros en su lugar , segunt
ViUa de Madrit , é de su alcázar , é aldeas , é de é en la manera que lo fazia el dicho Rey don En-
sus pechos é derechos. Et otrosí á lo que nos en- rique é el dicho Rey don Johan, nro primo ;é
biastes pedir que non echásemos nin demandáse- quanto á rrazon de los oficios de los escrivanos
mos pechos , nin pedidos , nin tríbulos , nin em- públicos es nra merced que los ayan los que ago-
préstitos, nin otros pechos algunos en la dicha ra los tienen, segunt que los lovíeron y tienen fas-
Villa nin en su tierra , sinon tan solamente las ta aquí , c que asi os ayan é tengan daquí ade-
rrentas, é pechos , é derechos que pertenecían al lante, pagando sus derechos acostumbrados de
dicho Rey don Johan , nTo primo , en la dicha cada uno á .\os, segunl (jue los pagaban en los
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I'RIMEIÍA PARTE, CAP. X. 407
su padre , sin reparar en que mientras debilitaba á sabiendas las fuerzas del trono , la
misma facilidad con que le despojaba de sus más estimables preseas, le forzaba á menudo á
quitar mañana arrepentido ó enojado
, , lo que hoy daba imprevisor ó por demás benévolo,
con lo cual sólo ganaba enemistades ó malquerencias. La donación del Real hecha en 1383
al Infante portugués, era á poco tiempo revocada y las disputadas pueblas de Manzana- ;
res formaban parte del patrimonio de don Pedro González de Mendoza , en cuya casa se
perpetuaban al cabo , constituyendo uno de los títulos, con que en 1445 ilustraba su nom-
Mientras en tal manera fluctuaba don Juan en sus afectos personales, achaques de
tiempos pasados fasta aqui ; é á lo que nos pedis- mismo año de 1383 hizo merced don Juan el I
les por merced que mandássemos guardar que non al infante don Juan de Portugal del Real de Man-
posassen nras compannas en casas de los ca valle- zanares; pero se lo quitó después y lo dio á su
ros é escuderos , duennas é doncellas de la dicha mayordomo mayor, Pedro González de Mendoza»
Villa , á esto respondemos que nos plaze asy de lo {Historia de Madrid, pág. 206). Esta donación,
guardar, segunt que lo pedides. É juramos é pro- cuyo privilegio examinamos en el Archivo de los
metemos por la nra fe real, é tener, é guardar, é duques de Infantado , al escribir la Vida del mar-
cumplir todo lo sobre dicho asi , é en la manera qués de Santillana que precede á sus Obras com-
que en esta nra carta se contiene non yr contra pletas (Madrid , 18o2), fué otorgada en el mismo
ello nin contra parte dello en algunt tiempo por añode 1583, instituyéndose mayorazgo con los bie-
alguna manera Nos nin otro por Aos. É si contra nes anejos al señorío del Real de Manzanares por
lodo lo sobredicho en esta nra carta contenido ó el citado Pero González de Mendoza y su muger
contra parte dello mandássemos dar carta cartas doña Aldonza de Ayala en su hijo, don Diego Hur-
ó alvala ó albalaes , mandamos que sean obede- tado de Mendoza , con fecha 17 de enero de 138o
cidas et non cumplidas , é por esta nra carta les (Archivo de Infantado, caj. 3, leg. 9, nüm. 9).
quitamos la pena ó penas si en alguna cayesen en Don Diego llamaba por heredero del Real al pri-
esta rrazon, asi criminales como zeviles, é so- mogénito de su segundo matrimonio don García,
bresto mandamos dar esta nra carta firmada de en 2 de abril de 1400; pero muerto este en 1403,
nro nonbre é seellada con nro seello. Dada en la sustituíale Iñigo López de Mendoza, primer mar-
cibdat de Segovia diez y nueve dias de octubre, qués de Santillana ,
quien tomó posesión de las
Era de mili é quatrocientos é veynte é un anuos. pueblas del Real, no sin contradicción de su her-
Roy Lyon Quinto, regnante.» —Demás de los do- mana doña Aldonza, única hija del primer matri-
cumentos diplomáticos transcritos, comprueba esta monio que sobrevivió á don Diego Hurtado , ha-
singular cesión la Crónica del rey don Juan (año biendo fallecido en Madrid todavía en la infancia
de 1382, cap. II, al final), y siguenla en su His- Pero González de Mendoza ,
primogénito del di-
toria general de España Lafuente (tom. VII, pá- cho almirante y doña María de Castilla, hermana
gina 356), y Azcona en su Historia de Madrid, si del rey don Juan I. Don Iñigo se titulaba conde
bien equivocando este las fechas de los documen- del Real de Manzanares, en el año indicado
tos y deduciendo por lo tanto equivocadas aprecia- de 1445, después de la famosa batalla de Olme-
ciones (pág. 206) y G. G. Dávila (pág. 152). do, que en el siguiente volumen mencionaremos
1 Mencionando los primeros hechos, escribe el (Véase la Vida del marqués de Santillana , en sus
ya citado Azcona las siguientes palabras: «En este citadas Obras).
408 HISTORIA DE MADRID.
que suelen padecer por desdicha los monarcas de carácter irresoluto , vcnian á desper-
tar su ambición notables sucesos, que si parecían prometer á Castilla días de prosperidad ó
bienandanza, sólo le acarrearon horas de luto, amargando la existencia del mismo sobe-
rano. Combatido el de Portugal de grave y porfiada dolencia , sin que bastasen á resca-
tarle de la muerte los esfuerzos de sus físicos , bajaba por último al sepulcro. Los pactos
establecidos, al celebrarse el matrimonio de don Juan I y la princesa doña Beatriz, única
heredera del portugués , llamaban al castellano al trono de don Dionís , viendo logradas
por tal medio sus más ardientes esperanzas : conceptuándose rey legítimo de Portugal y
no sospechando formal contradicción , comenzó á usar luego título de tal rey , uniendo á
los leones y castillos las quinas, ilustradas ya por tantos y tan esclarecidos príncipes ^
á un monarca extranjero ,
que por tal reputaban al castellano , en quien por otra parte
no resplandecían aquellas altas virtudes que hablan alcanzado á fundir en una las coro-
nas de León y Castilla : el disgusto cundía á todas las clases de la sociedad ; y aunque
nadie se oponía abiertamente al legítimo derecho de doña Beatriz, llegaba el rumor á la
Corte de Castilla , creyendo el rey don Juan prudente cautela la de apoderarse del In-
fante don Juan de Portugal, en quien empezaban ya á fijarse las miradas de los ¡portu-
gueses.
tellano , trocóse sin más en abierta rebelión ; y aclamado el Infante en Lisboa y en otras
ciudades principales del reino lusitano, como rey y señor del mismo, poníase al frente
de la insurrección con título de Regente el Maestre de Avís , hermano del rey difunto.
La guerra, aunque repugnante para don Juan de Castilla, era inevitable, si había de
Jiallando resistencia que atajara sus pasos hasta las puertas de Lisboa. Apretada por
riguroso asedio, hubiera sucumbido al poder castellano aquel foco principal de la rebe-
lión, si acometido el ejército de don Juan por mortífera peste, más terrible en verdad
que la bravura portuguesa, no se hubiese visto forzado á levantar el cerco, tornando rá-
pidamente á Castilla ,
para evitar los aseladores efectos de tan horrible azote , esperando
suelo portugués la pestilencia, que le mataba sin fruto sus mejores soldados, levantaba
El alarde belicoso, hecho por don Juan de Castilla, habla mostrado á los promoveedo-
res de la rebolioQ cuan grande era el peligro en que se hablan puesto. Necesitaban de un
esfuerzo supremo para triunfar en demanda tan aventurada, y no podia esperarse el triun-
fo sin la decisión y vigorosa iniciativa de un caudillo que dominando todas las volunta-
des, las condujese a un sólo íin, utilizando todos los esfuerzos: el Infante don Juan, ya
proclamado rey , estaba en poder del castellano , su enemigo ; el Maestre de Avís , acti-
mostraba el Maestre que era merecedor de la corona que le hablan ceñido sus pueblos,
contando en breve con un ejército numeroso , á cuyo frente recobraba muy luego las
ciudades, que en la pasada campaña hablan abierto sus puertas al rey de Castilla. Ni era
menos afortunado en los primeros trances de aquella guerra , de que sólo podia esperar
el trono ó el cadalso: adelantándose algunos cuerpos castellanos por la frontera de Ciu-
dad-Rodrigo , salíales el de Avís al encuentro con tan buena estrella que no solamente
lograba detener su primer ímpetu, sino que redoblando sus esfuerzos, les forzaba á vol-
ver las espaldas , no sin crudo combate, en que se veían los castellanos lastimosamente
diezmados. Recibido este aviso del nuevo aspecto que tomaban las cosas de Portugal,
fuera sin duda más prudente para el rey de Castilla, ya dar tiempo á que pasados los
primeros momentos del entusiasmo excitado en el pueblo portugués , naciese entre los
personales ambiciones ,
ya fomentar diestramente el partido del Infante don Juan , no des-
baratado por completo , á fin de que destruyéndose mutuamente los pretensores , se hi-
ciera posible y menos costoso el ambicionado triunfo. Pero joven é impaciente, temía que
movía, sin más consejo al frente de poderoso ejército, y penetrando en Portugal por Ce-
Ionio llegaba en breve hasta los muros de Leiría. Noticioso el Maestre de Avís de la in-
vasión, salíale á recibir con sus huestes, y no lejos de la villa abacial de Aljubarrota,
cuyo nombre iba en bieve á cobrar infausto renombre , se avistaban ambos campos.
Era en verdad el portugués menos numeroso que el castellano : compuesto sin embar-
go de gente escogida como que se , le habían ofrecido los más voluntariamente á la em-
presa ; holgado, bien abastecido y dueño de una posición fuerte y verdaderamente estra-
tégica , no solamente se mostraba resuelto á tentar fortuna , sino que dando inequívocas
señales de entusiasmo, parecía provocar al combate, animado por el Maestre, quien pre-
TOMO I. 56
410 HISTORIA DE MADRID.
viendo sin duda que era llegado el momento supremo, recorría valeroso hasta las últi-
hallaba animado de aquel entusiasmo que nace de las causas justas y populares, ni le in-
citaba tampoco á la pelea aquel prestigio que rodea siempre á los grandes caudillos,
abandonada por desdicha la grande escuela militar que había inmortalizado á los anti-
que le amenazaba; pero su enojo contra el Maestre y su ambición eran tan extremados que
cegándole del todo , le pintaban fácil la victoria ; error que halagaba también la impericia
de los jóvenes magnates para quienes acometer y vencer parecía todo uno. Desoyendo
,
pues á ios guerreros de granado seso, y llevado de la corriente de la mal aconsejada ju-
ventud, daba don Juan I de Castilla la señal del combate, sin ver que era la de su perdi-
ción y su afrenta : no faltó el valor á los castellanos ; faltáronles caudillos que supieran
guiarlos en la pelea , y faltóles al postre la fortuna, que cediendo el lauro de aquella jor-
nada á los portugueses, consentía apenas salir sólo y fugitivo al hijo de Enrique II del
campo de batalla , merced al heroismo de aquel valiente alavés que le pagaba con su
vida en ocasión tan solemne las pueblas del Real de Manzanares ^
De las sienes de don Juan I de Castilla caía pues en los campos de Aljubarrota la
corona de Portugal, que aseguraba en las suyas el Maestre de Avís, á quien la historia
extraña que defender la propia, é irritados los castellanos de tal atrevimiento , escar-
1 Nos referimos á la acción heroica de Pero Mendoza y su hermano político Pero López de
González de Mendoza, ensalzada por la poesia po- Ayala, eran de los que aconsejaron al rey que
pular en aquel famosísimo romance que empieza: evitase el venir á las manos en Aljubarrota: al
^, , „ ,
primero
'
le costó la vida; al segundo la libertad el
Kl caballo vos han muerto;
^^aber seguido d on Juan el consejo de los jóvenes,
subid rey en mi caballo,
eran invencibles, como ya pretendian. Don Juan, repuesto algún tanto de la pasada
quiebra , convocaba entre tanto las Cortes del reino en Valladolid , dictando en ellas el
célebre ordenamiento de armas y caballos , á fin de que todos los castellanos , sin ex-
cepción alguna se preparasen luego á la guerra. En cambio otorgaba nuevas leyes por
extremo favorables á sus pueblos, y con manifestar á los procuradores de villas y ciu-
dades que reputaba altamente ofendida la honra nacional con el desastre de Aljubarro-
ta y hacer profundo duelo por los caballeros y ciudadanos que en ella habían perecido,
vistiendo luto con toda su corte , lograba hacer universal aquel sentimiento, encendiendo
en todos los pechos el más ardiente deseo de venganza. Don Juan y sus magnates jura-
ban no quitarse el luto hasta lavar con las armas aquella afrenta : la Providencia reser-
vaba esta gloria , si tal puede llamarse , á otra edad y á otros príncipes , según en el
nuevo trono ; y mientras el de Castilla atraia sobre su desgracia las simpatías del rey
timulado en tal forma, armaba Juan de Gaute presurosamente numerosa armada, pre-
sentándose luego ante las murallas de la Coruña, con ánimo de rendirla. Defendíala
sus moradores, probaba al duque que no era tan fácil la empresa cual había imaginado;
mas no sucedía lo mismo á la venerada Compostela, que ó menos fuerte ó menos aper-
cibida á la defensa , caía en su poder , alentando en tal manera las esperanzas del nieto
del rey don Pedro que tuvo ya por segura la conquista del ambicionado reino. Desde
aquel instante empezaba en efecto á usar título y sello de rey de León y Castilla; y alen-
tomada por don Juan en favor de Clemente Vil , mostrábase cual legítimo monarca , no
sin que en realidad hiciera vacilar muchas voluntades la autoridad de Urbano , deshere-
Y tan profunda mella hicieron en el ánimo del rey don Juan estas novedades, que
usando ahora de nueva prudencia y cautela , aspiraba prudente á dar un tiento á las as-
piraciones del duque de Alencastre para reducirle á algún partido aceptable y honro-
,
so. No esquivó el duque los tratos de paz que se le ofrecían, viniéndosele tan sin fa-
tiga á las manos el fruto que pensaba obtener á fuerza de armas ; y abiertas las nego-
ciaciones, terminaban al cabo todas las contiendas hasta allí suscitadas sobre la heren-
cia del rey don Pedro con el enlace del infante primogénito de Castilla, don Enrique y
de doña Catalina , hija del duque y de doña Constanza. Pero no se realizaba esta final
412 HISTORIA DE MADRID.
concordia, que parecía ser en cierto modo la legitimación de la dinastía bastarda, sin
que el rey don Juan de Castilla convocase en Segovia las Cortes del reino, deseoso de
manifestará sus pueblos el orden que pensaba poner en la guerra de Galicia, y de pro-
veer ai propio tiempo á ciertas necesidades públicas , como eran las de establecer la ma-
yor equidad en los impuestos y regularizar las ya famosas hermandades de Castilla, para
la persecución y castigo de los malhechores.
Un acontecimiento por demás terrible y que tenia todos los visos de providencial,
mostraba tornadiza y mal segura. En el primer dia de 1387 moria entre llamas en su
propio lecho , cubierto de asquerosa lepra , aquel don Carlos el Malo á quien
, la popular
opinión hacia responsable de la muerte del antiguo conde de Trastamara. Heredábale
otro Carlos , cuyas altas prendas llegaron con el tiempo á ganarle el envidiado título de
el Noble ; y quitada del pecho de don Juan la invencible antipatía que al muerto profe-
saba , no sólo pudo ya confiar en el seguro de los tratados , sino que hallando la misma
disposición en el joven don Carlos, estrecharon ambos alianza y amistad, logrando que
tomase parte en aquella especie de liga don Juan I de Aragón , sucesor de Pedro el Ce-
remonioso, que habia pasado de esta vida, contados cinco dias del fallecimiento del na-
varro.
Pudiera tal vez, más tranquilo y seguro por la parte de Aragón y de Navarra, vol-
ver el hijo de Enrique II con mayor brio á la guerra de Portugal, no terminados del
todo los tratos con el duque de Alencastre y cuando persistía este en la amistad del an-
tiguo Maestre de Avís. sin levantar mano de su empresa. Fiel al compromiso contraído
en Galicia, como rey y caballero, deseoso acaso de reducir á sus propias fuerzas al de
Portugal , ó atento á legitimar en sus hijos la corona usurpada en los campos de Mon-
tiel, celebraba sin embargo el tratado de Troncóse, á que servia de base principal el
matrimonio de don Enrique y doña Catalina, famoso en los anales de Castilla, por tomar
los desposados título de Principes de Asturias que se vincula hasta nuestros dias en los
primogénitos de los reyes de España. Grandes fueron los regocijos populares celebra-
dos en Palencia por el concertado desposorio en setiembre de 1388: juzgaban los pue-
blos de Castilla que empezaba con aquel deseado concierto, que fundía en uno los dis-
Alfonsos y Fernandos; y la Villa de Madrid que jamás se habia recatado de tomar parte
en las verdaderas alegrías de sus reyes, aunque ofendida por don Juan I , en la forma
que arriba expusimos, saludaba también con fiestas y justas de hierro aquel plausible
acontecimiento, mostrando una vez más que eran invariables la lealtad y la gallardía de
sus hijos.
PRIMERA PARTE, CAP. X. 413
Y no tardó la ocasión de acreditar estas virtudes cívicas y militares con nuevos sa-
crificios : enojado el portugués del avenimiento que toda Castilla aplaudía generosa , ó
aspirando sin duda á terminar algún tratado que le permitiera asentarse en el trono ad-
judicado por sus pueblos y magnates, y ganado realmente en los campos de Aljubarrota,
habla aumentado notablemente su ejército, y no acabadas aun las fiestas de los despo-
sorios, movia sus huestes contra Castilla, esparciendo la alarma en la frontera. Llegó la
nueva de esta invasión inesperada á la corte del rey don Juan ; y mientras el portugués
armas llamando
, al par las mesnadas y pendones de las villas y ciudades , entre quienes
envió Madrid, como siempre, sus más denodados hijos. Corta fué sin embargo la cam-
paña: el portugués lograba al cabo tratar de igual á igual con el rey de Castilla, y asen-
fortalezas tomadas en la lucha , terminando así aquella guerra que parecía al princi-
pio ser por extremo formidable. Don Juan, reanudando las tareas legislativas de Sego-
via, proseguidas ya en las Cortes de Briviesca, congregaba en Guadalajara proceres,
prelados y procuradores del reino [1390], no pareciendo sino que pues no le concedía el
Cíelo la fortuna de los grandes capitanes , aspiraba á pagar á su patria la deuda con-
•zas ^perlados, que tan estrechamente se enlazaban con la organización militar y ecle-
que tan poco favorables habían sido interior y exteriormente las circunstancias que le
rodearon , venían á causarle hondo disgusto los disturbios que á deshora estallaron entre
don Carlos el Noble y su esposa doña Leonor , hermana del mismo rey de Castilla : cre-
cían los sinsabores , al ver malogrados sus esfuerzos para poner término á semejantes
desavenencias ; y fatigado más que nunca y doliente , veíase forzado á separar la vista
de los negocios públicos , retirándose para reponer algún tanto sus gastadas fuerzas á la
Granja. De allí, aprovechando algunos momentos de alivio, solia pasar á Segovia, ins-
tituyendo en una de estas ocasiones la Orden del Collar de Oro , cuyo distintivo fué
En vano los físicos auguraron y esperó don Juan ver restablecida su salud en aquel
retiro. Tomando cada día mayores creces la dolencia, llegaba á desesperarse finalmente
seado restablecimiento del rey, aconsejando al cabo aquel viaje. Sevilla fué la ciudad
designada para nueva residencia de don Juan I ; y ya se habia movido la corte de San
poner término á las esperanzas de los vasallos yá la vida del rey. Era el domingo 9 de
octubre de 1390 : acompañado del arzobispo de Toledo , don Pedro Tenorio , uno de los
don Juan I de Alcalá por la puerta de Burgos con ánimo de ver cómo ciertas compañías
de caballeros cristianos que hablan vivido largo tiempo en África, manejaban sus caba-
en aquella especie de torneo, y picando su corcel, partió á campo traviesa por medio de
un barbecho para unirse á las expresadas compañías. Galopando vivamente por aquel
tad y cariño , al verle antes dentro de sus murallas próximo al sepulcro , si bien como de-
jamos advertido podía abrigar contra él justos motivos de queja. El duelo de los madri-
leños era mayor, al presenciar el doloroso efecto que producía en la reina doña Beatriz la
catástrofe de Alcalá, perdido tan desdichadamente un esposo de treinta y dos años, cuya
apacible condición hacia más sensible su pérdida. Era don Juan (dice su Crónica) hom-
bre »de buenas maneras é de buenas costumbres é sin maña ninguna; como quier que ovo
tugal » , empeño en que le habia puesto el matrimonio con la hija de don Fernando. Pero
Madrid ,
que era testigo de tan dolorosas escenas veía también mezclarse á , los ayes del
dolor que despedían á aquel príncipe , cuyo reinado habia sido del todo ineficaz para la
aclamaciones por el nuevo rey, pudiendo recordar al propósito las palabras de la Crónica:
«después de fazer exequias é coraplimiento al rey don Johan, ficieron alegrías por el
Materia es esta, con el reinado del referido monarca, propia del capítulo siguiente.
1 Crónica del rey don Juan I de Castilla, año 1590, capitulo último.
mSTOUlA IIK I.AVII.LA VCOUTK DK MAl>Ulll
CAPITULO XI.
Don Enrique HI. — Es proclamado en Madrid. —Recibe homenage de grandes. — Desavenencias entre
los mag- los
nates. —Testamento del rey don Juan y consejo de gobierno. —Desacato del duque de Benavente y del conde de
Trastamara para apoderarse del gobierno. — Actitud del pueblo de Madrid. — Resentimiento del arzobispo de Tole-
do. — Quejas del prelado Papa y á
al monarcas de Aragón y de Francia. — Vienen á Madrid diversos embaja-
los
dores. — Nuevas disensiones de magnates. —Acuerdo de Arévalo. — Prisión del arzobispo de Toledo y de varios
los
de sus parciales. —Encárgase don Em-ique del gobierno. — Cortes en Madrid. — Celébranse en esta Villa bodas y
fiestas reales.—Excelentes cualidades del monarca. — Su predilección por Madrid. —Fortifica alcázar y deposita el
á Madrid. — Despacha diversos embajadores á lejanos imperios. — Ruy González de Clavijo. —Su embajada Gran al
noridades anteriores. Poco más de once años contaba el heredero de la corona al consu-
La inicial que encabeza este capítulo está tomada de un precioso códice de fines del siglo XIV. j
416 HISTORIA DE MADRID,
hacerse ostensible la justa desconfianza abrigada por los pueblos, porque no tardaron
tampoco las emulaciones de los grandes , las intrigas de los cortesanos , y las agitacio-
nes de los malcontentos en desplegar á su vista funesto porvenir , apenas cundía la triste
nueva del fallecimiento del rey, que en balde intentaba ocultar con previsor acuerdo
uno de los más poderosos magnates.
En el mismo sitio donde expiraba , al caer con su caballo don Juan de Castilla, man-
daba levantar una tienda el arzobispo de Toledo don Pedro Tenorio, para que oculto el
cadáver fuese ignorada la catástrofe todo el tiempo necesario á prevenir las alteraciones
que pudieran nacer, entre la nobleza y el pueblo, de tan infausta como inesperada noti-
cia. Pero todo en vano: por más que el celoso prelado usando de la autoridad que al-
tivas y plegarias para demandar al Cielo la salud del monarca , en tanto que despachaba
emisarios al lufonte don Enrique y á las principales ciudades del reino para mantener-
las obedientes , divulgábase á poco aquel triste suceso y descubierto el engaño, era al
fin preciso adoptar eficaces y prudentes medidas de gobierno para evitar los males que
no sin razón se recelaban. Aconsejaban como primeras las leyes del reino la proclama-
ción del sucesor á la corona ; y esta ceremonia debia tener efecto en Madrid tan pronto
Recibido don Enrique por legítimo heredero en una junta de prelados, magnates y
ricos-hombres , alzábanse en las plazas de la futura Corte española los estandartes rea-
les en su nombre, siendo tanto mayor el regocijo de los moradores de la Villa, cuanto
que tenían por cierto que elevado al trono nuevo soberano, desaparecía aquella suerte de
extraña tutela, á que se veía reducida, con el señorío de León de Armenia. Pecheros y
proclamación y jura del Príncipe, cuyo advenimiento les prometía volver á su primera
condición de Villa, sujeta solo á la corona, viendo sin duda con tan solemne ocasión rea-
lizados sus deseos '. Avivaba al par la general esperanza, la consideración de que suelen
1 Digno es de notarse que ninguno de los his- concertar á los mal avenidos ingleses y franceses,
toriadores de Madrid ha podido determinar toda- á fin de que le auxiliasen para rescatar su anti-
vía el momento en que cesó en la Villa este pere- guo y legítimo trono. Alcanzóle la muerte en Pa-
grino señorío, no existiendo documento alguno rís, cuando entendía en semejantes tratos, ha-
fehaciente que nos dé á conocer las causas que biendo sido sepultado, según algunos escritores
impulsaron á León V á abandonar el trono ma- afirman, en la capilla mayor de los Celestinos,
drileño. Sábese no obstante que poco después de donde existió un sepulcro con esta breve inscrip-
la dolorosa catástrofe de Juan I , abandonó la Vi- ción: Afjuí yace León de Armenia (Azcona, His-
lla y aun el territorio español ,
poco satisfecho de toria de Madrid, pág. 217). Probable es que los
sus vasallos, pasando á Francia con ánimo de tutores de Enrique 111 , celosos de la autoridad
PRIMERA PARTE, CAP. XI. 417
heredar los hijos las virtudes de los padres, reconocidas las buenas prendas del rey don
Juan que parecian prometer á Castilla nueva Era de paz y de prosperidad , cuando tenia
blos el esperar tiempos mejores con el gobierno de los príncipes llamados á heredar la
corona , y por más que sean regidos suave y rectamente , auguran para lo porvenir el
logro de mayores bienes. Todo hacia pues más vivos en la Villa de Madrid los regoci-
jos que señalaban la proclamación de Enrique III como rey de Castilla , sin sospechar
acaso en aquellos momentos de júbilo, que iban á inaugurarse dentro de sus muros las
berano los magnates y grandes de la corte, debia reinar entre todos el mayor acuerdo.
Movidos de verdadero afecto ó tal vez de la esperanza de obtener elevados cargos , ha-
blan ofrecido desde luego sus servicios al rey niño el duque de Bena vente , el conde de
importancia: no quiso sin embargo don Alonso de Avügon, marqués de Villena, retirado
en Aragón por alegar agravios del rey difunto , deponer su enojo , y antes bien declaró
que no volvería á Castilla, si no se le restituía el oficio de Condestable, de que habia sido
Abierto entre tanto el testamento del rey don Juan, trasladado ya su cadáver á la Ca-
pilla de los Reyes de la catedral de Toledo con las solemnidades de rúbrica, despertábanse
en los magnates presentes á tan importante acto sentimientos tan varios como difíciles
de traer á concordia. Reunidas en Madrid las Cortes del reino, para dar orden en el go-
bierno , cuyas riendas no podían confiarse aun á las débiles manos del rey niño ^, solici-
real y de los bienes de la corona se negaran á Ululo, se redujo á lo que sigue: El rey don Juan I
confirmar el privilegio de don Juan I, no siendo mandó asentar á su hijo el infante don Enrique
pequeña parle á esta determinación las reclama- en el trono real enmedio de grandioso aparato,
ciones de la Villa. León de Armenia no vuelve á Llegóse á él, vistióle un manto, púsole un cha-
sonar en los sucesos relalivos á su historia, sien- peo en la cabeza y una vara de oro en la mano,
do de advertir que tampoco se le menciona en el y dándole paz en el rostro, le llamó Principe de
antiguos fueros y franquicias, otorgado en 25 de 2 Durante esta primera estada de don En-
abrilde 1391 , según después veremos. rique III en Madrid, fué cuando se quiso reme-
1 Mencionadas arriba las causas y aun la oca- diar el daño que resultaba al reino de la circu-
sion que dieron nacimienlo al lilulo de Príncipe lacion de la moneda que con figura deAgnusDei,
de Asturias , no será fuera de propósito el indi- habia hecho labrar su padre. Los procuradores
car que la ceremonia, con que se instituyó este de la ciudad pidieron y alcanzaron que la referida
Tomo I. 57
,
taban algninos que prevaleciesen las disposiciones del Rey Sabio, cuyas leyes orde-
naban que pudieran ser uno, tres, cinco ó siete los gobernadores del reino durante las
minoridades de los príncipes. La cláusula del testamento en orden á tan grave materia
estaba sin embargo terminante por : ella eran nombrados tutores del Príncipe de Astu-
rias, mientras no llegase á la edad legal para regir por sí la república , el Condesta-
Calatrava, don Juan Alonso de Guzman, conde de Niebla, el mayordomo mayor del rey,
Pedro de Mendoza, y juntamente con ellos seis ciudadanos de Burgos, Toledo, León,
Sevilla, Córdoba y Murcia, elegidos por voto de sus cabildos. Traza en verdad prudente
y de acertado consejo , si tras el olvido de la ley , no quedaran con ella alejados del go-
parte en los negocios públicos, concertáronse para el mal, y teniendo por consejeras la
ambición y la ira , alegaron tales razones y tanto hicieron y se movieron que lograron
al cabo desautorizar el testamento, llegando á tal punto que para no venir á las manos,
fué necesario echar los fundamentos á un nuevo convenio. Daba este por último resul-
toridad en aquella suerte de consejo de tres en tres meses, ocho de los procuradores á
tado de los ánimos, temia , y no sin razón, un grave conflicto. Aun así , conocida de pú-
blico la repugnancia del prelado , cuya autoridad era grande en el Estado , merced al
prestigio que le daban sus canas y al lugar que siempre habia alcanzado con los reyes,
estalló al cabo la tormenta que poco á poco se habia ido formando, en el mismo recinto
donde prelados ,
proceres y procuradores celebraban las Cortes del reino '
. Temerosos
sin duda de que el arzobispo les ganara por la mano y ,
tirando á intimidar á los que se
le arrimaban ,
pospuesta toda idea de veneración al templo y perdido todo respeto á lo
sagrado de la representación nacional , daban un día de rebato sobre las Cortes los de
moneda que tenia ley de cinco maravedís , bajase prueba , y acaso pudiera creerse con más razón
al valor de un cornado. que fué ahora preferida la iglesia del Salvador,
1 Indican algunos que se celebraron estas por ser el templo en que el Concejo se congregaba
Corles en la parroquia de San Martin , apoyan- según demuestran repetidos documentos que de-
dose en que ya desde los más lejanos tiempos se jamos transcritos,
en la iglesia , vestidas las cotas y ceñidas las espadas , mientras cercado el edificio , as-
Fué este desacato, cometido impunemente sólo por los grandes dictadores, la señal
de que estaba encendida la guerra civil en el corazón de Castilla. Ofendidas las Cortes
del reino en general , hería sin embargo el atentado más directamente al arzobispo de
Toledo , cuyo enojo triunfó por fin de cuantos miramientos le hablan anteriormente re-
frenado. Pretestando la violenta conducta del duque de Benavente y de su amigo, aban-
donó al siguiente dia la Villa de Madrid , y tomando la vuelta de Alcalá , cuyo cas-
tillo y fortaleza puso á buen recaudo , dirigióse luego á Talavera. Resuelto iba don Pe-
dro Tenorio á obtener por la fuerza lo que no habia podido recabar con la razón y el co-
medimiento. No fué desde aquel instante un misterio que los individuos del Consejo de
gobierno , lejos de guardar entre sí aquella prudente y fructuosa armonía que debe pre-
sidir á la recta administración de las naciones , hablan llegado al último escándalo ; for-
zoso resultado de toda política que tiene por norte las ambiciones y medros personales.
Ni faltaron prudentes y leales servidores del trono y de la nación que recelaran , no sin
causa, el que pudiese peligrar la libertad del mismo don Enrique, dado el ejemplo de
par á su cargo la guarda de las torres y puertas de la Villa los caballeros que tenían
en ella su cuna y sus solares , y que ahora como siempre se preciaban de leales á sus
, ,
reyes. Y no fué inútil la prevención : acudiendo á la Corte de todas- partes gente de guerra
trar ya en la Villa. Ondeaba entre tanto sobre la torre principal del real alcázar , como
en señal de grave conflicto y desasosiego, el pendón de Castilla ; y siguiendo el ejemplo
ción que refrenando las pretensiones del duque de Benavente y sus parciales , obligá-
bale á retirarse con su gente á sus Estados, quebrantado, ya que no abatido, su or-
gullo.
Madrid ,
que tan hidalgamente se había hecho escudo de su monarca , le habia infundido
sin embargo confianza tanto mayor cuanto más decisivo habia sido su efecto , viéndose
(lar mayores proporciones á tan arduo asunto , como quien espera salir ganancioso de la
contienda, escribía desde su retiro al Sumo Pontífice, Clemente VII, y á los reyes de
420 HISTORIA DE MADRID.
Arai^on y de Francia ,
ponderando el escándalo de Madrid y dando título de tiranos al
duque de Benaventc y sus parciales. El arzobispo manifestaba que toda la nación era
presa de terrible anarquia , desautorizadas las Cortes del reino ; y declarando que lejos
de ser respetada y obedecida , liabia servido la últiuia voluntad de don Juan I de befa á
los malcontentos, pintaba á los buenos oprimidos por un puñado de inquietos proceres,
doblando todos la cerviz ante los más osados. Al terminar aquella suerte de acusación
fiscal , anadia el irritado arzobispo que todos los acuerdos y convenios anteriores debían
darse por nulos , como impuestos por la fuerza y aceptados por el temor de mayores
males, y que hallándose el reino en completa orfandad, era muy del caso que acudie-
sen todos á conjurar tantos males , ora con las armas , ora con los consejos, como tan in-
cipes altamente católicos. Con parecidas razones solicitaba también don Pedro Tenorio
en que, según decia, pensaban hundirle los que socolor de justicia, querían tiranizarlos.
Pero no dormían tampoco sus enemigos , tras los últimos sucesos de que había sido tea-
discordia desde sus Estados, ya porque reconociese que no era posible hacer efecto sin
tal vez cediendo á la voz del bien púbhco , tal vez halagada su ambición, daba oidos á los
tratos del duque. Comunicaban ambos sus propósitos con el marqués de Villena, ausente
todavía de Castilla ;
pero en tanto que iban y volvían mensageros para llegar á entero
mando los pueblos por la terminación de tanta discordia con la convocatoria formal de nue-
vas Cortes generales, único puerto de salvación que en tan desecha borrasca descubrían.
Las cartas de don Pedro Tenorio hablan producido entre tanto sus efectos. Noticio-
sos los reyes de Aragón y de Francia de tantos escándalos y dolido Clemente Vil de las
calamidades que afligían á Castilla, hablan enviado aquellos sus embajadores y este su
Legado ,
que lo era el obispo de San Ponce , con cartas para el rey don Enrique y para
sus desacordados tutores Traían las primeras consuelos . y bendiciones para el joven mo-
narca : eran las segundas saludables avisos para los proceres ambiciosos , amonestándo-
los á que procediesen en toda paz y concordia. Pero no fueron por desdicha fructuo-
sos tan nobles esfuerzos : renovábase en verdad , y esto no era indiferente en la situación
de Castilla , la antigua alianza con los reyes de Aragón y de Francia ; mas ni se aplaca-
ban las revueltas ni se concertaban las voluntades , cual se pretendía , empresa que iba
siendo cada dia más ardua y difícil. Y crecía tanto más la dificultad cuanto que perdi-
do el respeto al joven príncipe y declarados los fines particulares de todos, era ya impo-
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PRIMERA PARTE, CAP. XI. 421
siblc hartar tan encontradas ambiciones. Prclendia por una parte resueltamente el conde
alegando que el rey don Juan le tenia ofrecido en vida tan principal oficio, y no le fal-
fin de vista que iba á echar sobre sí las mismas calificaciones que había lanzado contra
sus enemigos, favorecido del Maestre de Alcántara y de don Diego Hurtado de Men-
doza, Almirante de Castilla, sacaba á campaña una hueste de mil y quinientos caballos
y tres mil y quinientos peones, con la cual pensó poner espanto en sus contrarios, apo-
No ofrecía la Villa de Madrid suficiente seguridad á la persona del rey contra golpe
de gente tan respetable ; y aunque ni faltaba á los caballeros y ciudadanos ánimo sufi-
ciente para afrontar todo peligro , ni lealtad para sacrificar sus vidas en servicio de su
rey , atentos sólo al bien general que demandaba evitar todo conflicto , aceptaban el con-
mostró la Villa de Madrid en los referidos disturbios , motivos eran suficientes para que
el joven soberano la contemplase desde aquellos dias como una de sus más predilectas po-
blaciones, conservándole toda su vida singular afecto, conforme nos advierte la historia.
Desgracia ha sido siempre de la humanidad el que pese la fuerza más que la justicia
mano que le hiciese dueño de la persona del rey frustrado , el primer intento de lograrlo
en la futura Corte de las Españas. Hasta Valladolid seguían las gentes de don Pedro Te-
norio los pasos de los gobernadores sus rivales ; y poniendo su campo orillas del Pi-
suerga, amenazábales sin cesar, mostrándose cada día más firme en su empeño. Sin duda
hubiese llegado el momento de venir á las manos con escarnio de la dignidad real que ,
i Contenióse sin embargo por entonces el de que en ocasión tan crítica era difícil despojar al
'IVastamara con que se le señalaran sobre las ren- de Villena de la dignidad de Condestable que hu-
tas reales setenta mil maravedises por año ,
ya hiera defendido sin duda con las armas.
á
sazón se hallaba en Arévalo, no acudiera con maternal anhelo á libertar al rey, su so-
brino , de la afrenta que le amenazaba : la reina obtenía de ambas partes , no sin grave
dilicultad , la formal promesa de reunirse los cabezas de las parcialidades en una villa
neutral, para poner nuevo orden en el gobierno de la república. No era esta la vez pri-
mera que hembras de altas virtudes y acrisolado patriotismo reduelan á concierto los
ánimos alterados de los magnates de Castilla , recogiendo dulces frutos de paz en vez
Y fué tanto más digna de alabanza aquella acción heroica de doña Leonor , cuanto
que iban siendo más generales y sangrientas las revueltas que aniquilaban el reino, des-
atados en mal hora los odios personales en los poderosos y suelta la rienda á las crueles
persecuciones de que habia sido víctima de antiguo la raza hebrea que moraba en las
efecto que nombradas ciertas personas de uno y otro bando y señalada como ,
sitio neu-
tral la villa de Perales, concurriesen á ella y ajustaran nuevo concierto, que juraban
guardar en presencia del nuncio de Clemente VIL no ageno por cierto á tan anhelada
Remedio eficaz habia sido siempre para los males de Castilla la congregación de Cor-
tes ;
pero esta vez no iban por desdicha á lograr aquel envidiado privilegio. Reuniéronse
pues al tiempo prefijado ; mas aunque los procuradores de las villas y ciudades , celosos
del bien, ajustaron sus demandas y peticiones á los consejos de laudable prudencia,
prosiguieron cada vez más acalorados y violentos los debates y disturbios entre los go-
1 Considerando anles de ahora estas doloro- asaltada por el populacho , las tiendas saqueadas
sas escenas, decíamos respecto de las persecu- horriblemente, los habitantes asesinados sin com-
ciones ensayadas durante la minoridad de Enri- pasión alguna, ni distinción de personas; el fuego
que III contra los judíos: aMuy pocas sesiones habia devorado, en fin , lo que el furor de la mu-
habia celebrado a(iuella respetable asamblea na- chedumbre perdonara {Estudios históricos, polüi-
cional (las Cortes de Madrid), cuando vinieron eos y literarios sobre los judios de España, En-
interrunipir los gritos de la humanidad ultrajada sayo I, cap. IV). La matanza de lo.s judios no se
tres estamentos, haciendo los más dolorosos ex- 2 De advertir es que para dar mayor fuerza
tremos , los judios que estaban á la sazón en Ma- á lo pactado , se pidieron y concedieron mutuas
drid para arrendar las rentas reales , cosa de que rehenes , siendo las más notables ios hijos de Juan
no habia sido posible despojarlos, y querellan- Hurtado de Mendoza, de Pero López de Avala,
dose de los desmanes y feroz matanza que ha- de Diego López de Ziiñiga, y de Juan Alfonso de
beriiadorcs y sus allegados, mudando cada dia de ))areceres y proponiendo á cada paso
nuevos pactos y conciertos que mutuamente desechaban y repelían. Y en medio de aque-
llos desórdenes interiores que no parecían tener fin , empezáronse á sentir peligros de
fuera, más afrentosos ya que no menos temibles: el rey de Portugal amenazaba, no ter-
grandes bríos con la desacostumbrada y larga soltura en que le tenían las armas cristia-
sas. Todo parecía conjurado contra Castilla, cuando el enojo ó la ambición del arzobis-
po de Toledo ,
que no pudiendo sufrir contradicción , aspiraba á gobernar sólo , vino á
duplicar los conflictos. Tomando por ostensible pretexto y agravio personal , la nega -
tíva de los gajes que solicitaba Juan de Velasco, camarero del rey y amigo suyo, per-
didos en virtud del testamento del rey don Juan I, abandonaba nuevamente la corte,
fué don Pedro, cuyo carácter habían agriado del todo aquellas desdichadas disensiones,
tan afortunado en esta como en su primera retirada. Decretada su prisión por los gober-
nadores, cual único medio de alcanzar la quietud apetecida llevábase á efecto en su mis- ,
mo palacio arzobispal , y con él eran también puestos á buen recaudo el camarero Ve-
Grande fué el escándalo que este hecho produjo en toda Castilla, pareciendo enorme
la indignación de los demás obispos, que no faltó quien pusiera entredicho en Zamora,
Palencía y Salamanca, descomulgando á los gobernadores y aun al mismo rey don En-
rique, en cuyo nombre se había dictado y ejecutado aquella violenta medida.
taba al consejo de gobierno su ñrme propósito de que se restituyese sin más tardanza la
libertad á los prelados, pidiendo al par la absolución que con la mayor humildad y en
tierra las rodillas, recibía ante el altar de Santa Catalina, en la iglesia mayor de Burgos,
no sin dispensar notables beneficios á la clerecía de todo el reino ,
participando también
de las mercedes el Cabildo de la futura Corte española *. Alzáronse con esto las censuras,
é impresionados ó temerosos del enojo del rey , sosegáronse algún tanto los magnates,
que todos hacían alarde de sumisión ó cuando menos de aparente respeto, celosos servi-
1 Por privilegio despachado en la ciudad de los antecesores del rey don Enrique , y además se
Burgos en 1392, cuando ocurrian estos inciden- le amplió la fran([uicia, ya antes gozada , de que
dores del trono, que aconsejaran a don Enrique que, pues habia llegado á cumplir la
edad que pedían las leyes de Castilla para gobernar la república , tomase luego por sí,
Dos meses faltaban sólo para que el hijo de don Juan I cumpliese los catorce años,
tt'rmino legal para la mayoridad en los reinos de Castilla , y señalado además en el tes-
tamento de su padre como edad suficiente para dirigir la nave del gobierno. Oyó pues
el joven príncipe tan leales consejos; y reconociendo que la tardanza en tomar la reso-
lución conveniente podia encender de nuevo el mal apagado incendio de las discordias
en los primeros días de agosto de 1393 á los prelados y grandes del reino en el monas-
terio de las Huelgas de Burgos , donde solían coronarse los reyes de Castilla ,
para co-
Sorprendió á los más la determinación del joven soberano : callaron todos sin embargo,
cias por los servicios que le habían hecho desde la muerte de su padre; cuerda y pru-
dente política que sí no dejaba á todos satisfechos, parecía al menos encadenarlos á la
voluntad del príncipe , haciéndolos sus obligados. Mas no se ostentó el joven rey menos
benéfico con sus pueblos, dando esperanzas de muy glorioso reinado: en la misma junta
en que era declarada su mayoridad, tratándose de los servicios y aconsejando algunos
proceres el aumento de los tributos, daba don Enrique aquella célebre respuesta, muy
superior á sus cortos años y digna en verdad de ser repetida por los más granados prín-
cipes: 'No me aconsejéis tal (dijo); pues temo más las maldiciones de mis pueblos
que las armas de mis enemigos. »
Don Enrique III empezaba pues á reinar realmente en Castilla : deseoso de robuste-
cer su gobierno con el apoyo de sus pueblos , convocaba á poco las Cortes generales del
reino , y recordando la extremada fidelidad y el cariño que los madrileños le habían mos-
trado en los pasados disturbios, procuraba pagarles su lealtad, honrando la Villa con
saludaron como rey ; su honrado vecindario habia tomado las armas en su defensa y
guardado heroicamente su persona : don Enrique deseaba ser recibido en Madrid por sus
pueblos como rey de Castilla, sí lo habia sido en las Huelgas de Burgos por sus magna-
Mucho habríamos menester detenernos para dar menuda cuenta de las leyes y dispo-
siciones adoptadas en las Cortes de Madrid de 1 393 ,
que venían á reparar los desmanes
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PRIMERA PARTE, CAP. XI. 425
ocasionados por las revueltas de que todavía se quejaba la nación entera, poniendo coto
pensiones exageradas que no pocos magnates hablan obtenido á rio revuelto ; en ellas se
dictaban oportunas medidas para recobrar el trono por completo su menoscabada auto-
ridad , volviendo á la corona crecido número de fortalezas y castillos que tenian usur-
pados y contra derecho los grandes del Estado; en ellas se resolvía despedir numerosas
Corte para guarda del mismo rey ; y en ellas se confirmaban los fueros libertades y privi- ,
legios de las principales villas y ciudades del reino , señalándose por último las rentas
pues Dios le traia á edad oportuna , no retardase por más tiempo el consumar el con-
certado matrimonio ^.
Notado queda arriba que las diferencias largo tiempo sostenidas entre los descendien-
tes de los reyes don Pedro y don Enrique II, sobre la sucesión á la corona de Castilla, ha-
1 Para que se conozca el espíritu , de que se tros Regnos, que sea seruicio de Dios, é buena or-
á continuación la notabilísima respuesta que die- firmáuades las mercedes é gracias , é príuilegios
ron los procuradores al rey don Enrique sobre la que auemos de los Reyes vuestros antecessores:
reformación de gastos de su real casa y palacio: á esto Señor vos responden, que vos agradecen,
Dice asi:— «Los Procuradores de las Cibdadesy é tienen en merced señalada , é ruegan á Dios
Villas de los vuestros Regaos que aíjuí son veni- vos acreciente vida et honra. Otrosí Señor, á lo
dos por \'uestro mandado á estas nuestras Cortes que dixistes que mostrariades las cuentas de vues-
á la vuestra intención , de lo que dixistes en el tra casa , é de vuestra despensa , segunt aquello
queriades tomar el gouernamiento de los dichos vuestra muger , et el Infante don Fernando vues-
Regnos , é non regir por Tutoría ; á esto vos res- tro hermano , é los otros Caualleros , é villas , é
pondieron que ellos vos agradecían á Dios ser ya tierras , é tenencias del Regno : á esto vos res-
,
en el tiempo passado de vuestras Tutorías se fizie- para vos seruir con ello en lo que la vuestra mer-
ron algunas cosas , de que vinieron assaz grande ced fuesse. Empero Señor , dizenvos ,
que prime-
enojo é daño , é fian en Dios que por su merced ramente sea la vuestra merced querer templar
él vos dará gracia para que reineys. Lo que vos estos fechos , é despensas tales : porque el Regno
encomiendan é vos piden por merced, que maguer es muy menguado de gentes para complír tales
á los derechos acostumbrados del Regno se vos garantías por las muchas mortandades que en las
otorgan que podades tomar complidos los catorze ciudades ha oy en día , después que el Rey don
años , que vos piden por merced tengades con vos Alonso -v-uesfro bisabuelo finó, é por ende vos pi-
buenos consejeros , assi perlados como Caualleros, den, que los mantenimientos é mercedes que vos
é buenos homes , assi de Villas como de Cíbda- dades á Señores, é á otras personas del Regno,
que amen á Dios é á vos, é que con su con- que vos ordenedes de guisa que lo pueda el Regno
des ,
,
que uuieredes de ordenar en vues- complír (Quintana, Ilisl. de Madrid, pág. 311).
sejo fagades lo
TOMO I. 58
426 HISTORIA, DE MADRID.
bian tenido fin con los desposorios celebrados en 1388 entre el Infante don Enrique y doña
Catalina de Alencastre. La corta edad de ambos príncipes habia imposibilitado natural-
par la unión del Infante don Fernando, su hermano, con doña Leonor de Alburquerque,
era llegado el momento en que tuviera entera realidad aquel famoso convenio, por el «qual
era puesta paz é concordia en los regnos de Castilla». Madrid veia celebradas en el re-
cinto de sus muros dos egregias bodas, que prometían á España larga progenie de ilus-
tres príncipes; y movidos sus caballeros, hijos-dalgo y ciudadanos de aquel noble instinto
que augura á veces gloriosos y altos sucesos en lo futuro , extremábanse todos en fes-
tejar á sus reyes regocijo en que tomaban igualmente parte los proceres y procuradores
;
de las Cortes , dando fin á sus graves tareas con ilimitadas alegrías.
Pero como no hay bien durable en la tierra , resonaban aun los ecos de aquellas fies-
tas realmente populares, cuando un suceso de triste recordación que en otro tiempo hu-
biera servido para hermanar todos los ánimos , vino á poner en grave riesgo la paz de la
república , mostrando claramente que se habian curado en falso las llagas , abiertas du-
rante la minoridad del mismo don Enrique. El Maestre de Alcántara don Martin Yañez de
la Barbuda, con más confianza que pericia militar, impulsado por las alucinaciones de un
ermitaño que le auguraba cumplida victoria contra los moros de Granada, habia traspa-
cabeza de escasa gente allegadiza: venido al frente de los sarracenos y presentada la bata-
lla, habia sido tal su desdicha, que muertos la mayor parte de los caballeros y destrozadas
míseramente las demás huestes ,
quedaba él mismo tendido en el campo de batalla. Era
este el primer encuentro formal que sostenían las armas cristianas con los enemigos de
su Dios y de su patria hacía ya largos años : olvidados los inmortales triunfos del Sa-
lado y de Algeciras, cundían por toda Castilla desusada alarma y temor; y en tanto que
frontera , só color de acudir á reforzar las huestes del monarca bien que puesta
, la mira
en sus medras personales , tomaban los nobles apresuradamente las armas y levantando
por todas partes banderas, derramaban el sobresalto en los indefensos pueblos. Y como
crece la arrogancia á medida que prevalece el esfuerzo , al verse en armas los magnates
creyeron llegada la oportuna ocasión para volver con nuevos brios á sus desmedidas
pretensiones.
y dotes de gobierno ; y declarando con noble entereza que estaba resuelto á castigar á
los sediciosos, si luego no se allanaban á lo justo , mientras colmaba de hecho á los lea-
les de gracias y mercedes , no sólo supo intimidar á aquellos con el aparato guerrero
que en breve desplegaba, sino que los atrajo á su Corte, forzándoles discreto á sacrificar
PRIMERA PARTE, CAP. XI. 427
SUS rencillas y enemistades en aras del bien público. Conjurada así aquella tormenta que
amenazaba turbar hondamente la paz del Estado, y tomado asiento en las cosas de la
frontera, aunque no tal ni tan satisfactorio que contentase á los cristianos y refrenase del
todo á los moros de Granada, tornaba don Enrique á poner su residencia en la Villa de
Madrid; y recordando tal vez que se vio obligado á abandonarla, cuando niño, por falta
los antiguos nuevas y muy fornidas torres y abacaras que existían aun muy entrado el
desahogado, ya que no abundante. Madrid parecía desde aquel instante ser designada
cual asiento de la Corte de Castilla ; y así como en los tiempos de Alfonso XI había ser-
vido de centro para las grandes empresas, á que dio cima aquel inmortal Príncipe, así
acudir á las armas para reprimir la altivez de sus magnates, fué también Madrid el
punto principal donde preparaba aquellas expediciones, dignas por cierto de más alto
destino.
Triste paralelo en verdad el que podían establecer los hijos de la futura Corte espa-
ñola: Alfonso XI los llamaba para combatir contra los eternos enemigos de la patria y
de la religión dePelayo: Enrique para derramar dolorosamente sangre cristiana y de
sus propíos hermanos. Preparábase el hijo de Juan I para una de estas dolorosas ex-
lento y pagado de su excesivo poderío rehusaba acatar como vasallo , la autoridad del
joven monarca, cuando vinieron á Madrid embajadores del rey Carlos de Navarra, de-
mandando nuevamente que le fuese restituida doña Leonor , su esposa ,
quien por las
desavenencias antes indicadas ^ se mantenía alejada del tálamo nupcial , viviendo en Cas-
tilla. Inchnábase ya esta señora á la unión solicitada por su esposo , sentida de que don
Enrique redujera, atento al bien del Estado, las rentas que el rey don Juan le seña-
lara ;
pero no considerando el rey llegado el momento de venir con decoro en aquel ar-
reglo, negóse á la demanda del navarro. Enojada doña Leonor solicitó y obtuvo sin
grave dificultad el apoyo del duque de Benavente y del conde de Trastamara, como de
hombres tan movedizos y turbulentos. Irritado don Enrique resolvióse á prender ambos
,
conde de Gijon de buen grado, sospechando que le seguirian en breve otros magnates,
jon entrado el otoño de 1395, asentaba luego las estancias, y comenzaba á combatirla
con tal empeño y acierto, que temeroso el conde de que llegado el último extremo
no se le concediera partido alguno , ni le fuera posible escapar á la saña del rey, apre-
suróse no sin cautela á tratar de sumisión, pidiendo que fuese elegido arbitro el rey
de Francia , respecto de la enojosa contienda que había traído las cosas á tal punto. El
y demás fortalezas del condado; lejos de cumplir las condiciones del arbitraje, se
propias fuerzas. Con ánimo varonil se aprestaba la condesa á tenaz resistencia; pero ven-
cidos los moradores de la villa del temor, y ciertos de sucumbir en aquella lucha teme-
raria al empuje de las huestes reales, que empezaron de nuevo los trabajos con ma-
yor fuerza, hicieron proposiciones para rendirse, poniéndose al fin en manos del rey.
Airado don Enrique contra el mal aconsejado conde, mientras perdonaba magnánimo á
los moradores de la villa , mandaba desmantelar la fortaleza , y demoliendo el palacio del
rebelde magnate y otras muchas casas de los que más calor mostraron en su defensa,
probaba así que no debía confundirse con la debilidad de la impotencia su habitual man-
sedumbre , resuelto á ser respetado y temido de sus inquietos proceres.
las de nuevo, pues que alterados los ánimos en Andalucía, merced á las recientes per-
secuciones ejecutadas en los judíos, requeríase allí la real presencia para refrenar con la
fuerza á los díscolos y promovedores de escándalos. Pasó en efecto don Em'ique á Se-
villa, donde fué recibido con grandes fiestas y regocijos por aquellos leales moradores
que pensaban recobrar con su llegada el perdido sosiego. A restablecer la calma , no sin
hacer severos castigos , se consagraba el rey de Castilla con general aplauso de los bue-
nos, cuando temeroso quizá de que al verse próximo á la frontera se resolviese á dar
'JtV
PRmTERA PARTE, CAP. XI. 429
reinado de Enrique III, dos de los notables acontecimientos indicados: las expediciones
marítimas del conde de Buclna, don Pero Niño, y la solemne embajada al Gran Ta-
morlan ,
que en representación del monarca castellano hizo Ruy González de Clavijo,
uno de los más esclarecidos hijos de la Villa, cuya historia vamos trazando. Confiadas
aquellas á un valeroso magnate, honra y prez del valle que le dio título en las mon-
tañas de Santander y gloria de la caballería castellana , y dirigidas primero contra los
corsarios sarracenos que infestaban las costas de Andalucía , y después contra los in-
gleses ,
que disputaban ya á la Francia el imperio del Océano , dando á conocer fuera
de España la intrepidez de aquellos valerosos marinos que se criaban en nuestros puer-
antiguos monarcas. Llevábanse á cabo en los primeros dias del siglo XV; y el entu-
siasmo con que se emprendieron , los abundantes frutos que de ellas obtuvieron el co-
mercio y la marina , los lauros conquistados por el estandarte real de Castilla que recor-
ría victorioso las aguas del Mediterráneo y del Océano , si no correspondían á un pen-
samiento político de alta trascendencia, abrigado por don Enrique, descubrían por una
parte que no había muerto en la nobleza castellana el generoso espíritu que animó á sus
antiguos héroes , ni en el pueblo español el noble entusiasmo que le condujo en otros dias
á las más altas empresas, coronadas con el lauro inmortal de las Navas y del Salado.
Tuvo en verdad distinto origen y signiñcacion la empresa del madrileño Ruy Gon-
zález de Clavijo : habia enviado á Castilla solemne embajada - el gran Timurbec , afor-
tunado conquistador de la antigua Mogolla, de la Persia, la Media y casi toda la India
1 «En aquel tiempo veniendo , al rey muchas é punteros que fuesen probados de armar á cinto
querellas de cosarios muy poderosos naturales de é allende desto dióle el rey muchas
Castilla ,
que andaban robando por la mar de Le- armas, é buenas é muy recias ballestas : é man-
yante asi á los de Casulla, como á los estraüos, dolé dar monedas de oro é de plata para que
,
donde el rey avia grand pesar, el rey llamó á gastase en reinos extraños» {Cróm'ca del conde
Pero Niño, é encomendóle este fecho muy secre- don Pero .V/?7o, por Gutierre Diez de Gamez).
lamente. Mandóle aparejar en Sevilla galeras, é 2 Esta embajada trajo muy ricos presentes,
que escogiese él qual quisiese. El rey era mag- y entre ellos dos hermosas damas prisioneras
,
nánimo en todos sus fechos : mandó que fuesen en una batalla que habia ganado Timurbec á los
escogidos para ellas los mejores marineros sabi- turcos. Llamáronse en Castilla, doña Angelina de
dores de galeras que en Sevilla pudiesen ser fa- Grecia y doña Maria Gómez; y casadas con ca-
llados, é otrosi fuertes remeros criados en mar, balleros de cuenta, quedó de estas damas, en
é que fuesen bien animallados : é otrosi que fue- Sevilla y Segovia, larga descendencia. Los poetas
sen buscados los mejores ballesteros, armadores coetáneos las celebraron en sus versos.
430 IIISTOniA DE MADRID.
menor , con deseos de captarse la amistad del joven don Enrique. Agradecióle el caste-
llano aquella suerte de galantería que redundaba en gloria de los españoles, y deseoso
por su parle de corresponder dignamente á los fines del bárbaro, dispuso , no sin enviar-
visita Fray Alonso Baez de Sancta María, Gómez de Salazar, y el ya mencionado Ruy
González de Clavijo, su camarero. Partió de Madrid la comitiva en 21 de mayo de 1403,
según nos declara el mismo Clavijo ,
quien inmortalizaba su nombre , legando á la pos-
y atrevida embajada, en el libro escrito para ofrecerlo al rey, que intitulaba: Vida
sefiorio ; obra digna en verdad de competir con los maravillosos Viajes de Marco Polo.
gia y la Persia, contemplando por todas partes pueblos y naciones de peregrinas len-
laban y destruían, llegaban los embajadores de Enrique III á la corte del Gran Tamorlan,
res el camarero del rey don Enrique , despertando la atención de la corte con el relato
de sus aventuras, como excita hoy la curiosidad la lectura de tan inusitado viaje : el hijo
protección; y cuando en los últimos días de aquel año [24 de diciembre] otorgaba su
1 La miiUilud de aventuras que Ruy Gonza- ilustres hijos de Madrid, vivió hasta 1412: en
lez de CUivijo refiere , mezcladas con la pere- los últimos años de su vida hizo labrar en el con-
grina relación de los recibimientos que á los era- vento de San Francisco de esta Corle una sun-
bajadores de Enrique III se hicieron , de las luosa capilla y en ella un sepulcro de mármol ri-
fieslas y conviles á que asistieron , asi como de camenle decorado, con su estatua yacente, le-
las descripciones de pueblos y ciudades, de Ira- yéndose alrededor del lecho esta inscripción:
jes , usos y costumbres , forman , según indica- Aquí vaze el honrado ca vallero Ruy Gonza-
mos, un libro curioso y sobremanera entretenido lez de Clavijo, que Dios perdone, camarero de
y escrito con admirable verdad y candor , dotes los reyes don Enrique de buena memoria y de don
que le hacen ser considerado como una de las Juan, su fijo: al qual el dicho señor rey ovo
obras más notables de la antigua literatura cas- enviado por su embajador al Tamorlan ; et finó
lellana, según más largamente comprobamos en dos de abril año del Señor de MCCCCXII años.
el tomo V de la Historia critica que á la sazón es- El sepulcro existió alli hasta que se quitó para
tamos imprimiendo. poner el de doña Juana, muger de Enriípie IV:
2 Ruy González de Clavijo, uno de los más ios mármoles que le componian se destinaron en
PRIMERA PARTE , CAP. XI. 431
entre tanto las esperanzas de Castilla, pareciendo poner término á todo linage de tras-
tornos y mostrándose al par un tanto sereno el antes tormentoso horizonte. Pasado ha-
bían en efecto las terribles horas de pruebas , á que se habia visto sujeta la patria de
ridad y bienandanza. Las villas y ciudades del reino , fieles como siempre á sus reyes,
ción de la merced que de ella hizo don Juan , su padre, al rey de Armenia, concedién-
dole el privilegio de que jamás fuera enagenada de la corona ' : gaje de su predilección
fué también la condonación del pago del voto de Santiago , merced de alto precio y no
sin oportunidad dispensada. Traia el indicado voto su origen de la memorable batalla de
Clavijo, en que el rey don Ramiro I de León, en reconocimiento al favor divino, ofreció
rable atraso. Acudió Madrid en tal conflicto á don Enrique , confiando en su benevolen-
cia , y no en vano en 7 de : febrero de 1405 expedía el rey una cédula dirigida al doc-
á haber trascurrido seiscientos años desde la declaración del voto. La Villa de Madrid
era absuelta y quita de aquella obligación , con alto reconocimiento de sus caballeros y
hombres buenos 2.
Ni fueron estas las únicas gracias y franquicias concedidas por don Enrique III á
Madrid en que probara la especial predilección que
, le merecía tan leal y ya heroica
tiempo de Gil González Dávila á exornar la en- i Fecho en las Cortes de Madrid á 13 de
Irada de la porteria del convento, donde los vio abril de 1591. Existe de él una copia simple es-
Baena (IJijos de Madrid, tomo IV , pág. 505). La crita en papel que hemos reconocido y se conser-
gratilud no fué por cierto la dote que más brilló va en el Archivo de la Villa, sección 2.% le-
ramos podido dar mayor exaclilud al retrato que anterior del Consejo,
acompañamos.
432 HISTORIA DE MADRID.
Villa. Creado su Ayuntamiento por Alfonso XI , habia fijado este glorioso Príncipe , cua
queda oportunamente advertido , en doce el número de sus regidores : las calamidades é
injurias de los tiempos hablan disminuido durante el último reinado las rentas de propios,
de que pagaban sus gajes, á tal punto que se veia forzado el Concejo á solicitar de don
Juan I que pusiese alguna enmienda en la organización del municipio. Mandaba don Juan,
en efecto, que cuando falleciese alguno de los doce regidores, no se proveyera la vacante
hasta dejar reducidas á seis las doce plazas, añadiendo que al faltar uno de estos, se
designara el sucesor por elección de los cinco restantes y de cuatro escuderos y otros
tantos excusados *
y homes buenos pecheros, no sin someter al rey la confirmación del
oficio. Solicitada por el Concejo la ratificación de este singular privilegio, que en tal
manera habia modificado la creación del conquistador de Algeciras , otorgábala don En-
rique en provisión real dada en las Cortes de Madrid en 1391 -. En el mismo año y á los
sores y por el rey don Juan I, su padre ^; y poco más adelante daba igual fuerza y valor
1 Llamaban asi á los vecinos que podían man- go, ó dadas é confirmadas del dicho Rey mi Abue-
tener caballo y llevar armas , con lo que se escu- lo é del dicho Rey mi Padre é mi Señor (que Dios
saban de ciertos gravámenes , según va repetida- perdone) ó de qualquier dellos; é mando que les
mente advertido con la inserción de documentos valan é sean guardadas en todo bien é complida-
auténticos. miente, segund que mejor é mas coraplidamente
2 Archivo de la Villa, sección 2.^, leg. 506, les valieron, é fueron guardadas en tiempo del
niim. 3. dicho Rey don Henrique , mi Abuelo, é del dicho
3 Este notable documento se halla concebido Rey don Johan , mi Padre é mi Señor (que Dios
en los términos siguientes : « Sepan quanlos esta perdone) ó en el tiempo de qualquier dellos en
carta vieren como Yo don Henrique por la gracia que mejor é más complidamente les valieron , é
de Dios rey de Castiella, de León, de Toledo, fueron guardadas , é por esta mi carta ó por el
de Galicia, de Seuilla, de Córdoba, de Murcia, traslado delta, signado de escriuano público saca-
de Jaén , del Algarbe , de Algecira , é señor de do con abtoridat de Juez ó de Alcalde ; mando á
Vizcaya é de Molina: con acuerdo de los del mi los Alcaldes é Justicias de la dicha Villa de Ma-
Consejo por facer bien é merced al Consejo, é drit , é á todos los otros Consejos é Alcaldes , Ju-
dos los buenos fueros, é buenos usos é buenas llas é lugares de los mis Regnos que agora son,
costumbres que an , é las que ovieron é de que ó serán de aqui adelante á cada uno en sus luga-
onde Yo vengo, é del Rey don Henrique, mi dellos , á quien esta mi carta fuere mostrada , ó
Abuelo, é del Rey don Johan , mi Padre é mi se- el traslado de ella signado, como dicho es, que
ñor (que Dios perdone) ; otrosi les confirmo todos guarden, é cumplan, y fagan guardar é complir
los priuillejos , é cartas , é sentencias , é fran- al dicho Consejo é omes buenos esta dicha con-
quezas, é libertades, é gracias, é mercedes é firmación é merced que les Yo fago, é les non
donaciones que tienen de los Reyes onde Yo ven- vayan ni pasen , ni consientan ir, ni pasar contra
—
á otros privilegios , no menos importantes , siendo dignos de recordarse los que se refe-
rian al cobro de la moneda forera de siete en siete años , ratificado ya por diferentes so-
beranos ^
, yá las condiciones legales que se requerían para egercer el oficio de regidor
de la V^illa , expedido por su padre don Juan I 2. Ni dejaba don Enrique de añadir á las
litar, alma de los pasados siglos, eximia en efecto de pechos á los caballeros que tuvie-
aprobaba después el desistimiento que los vecinos pecheros hicieron del pleito que trata-
ban contra los caballeros é hijos-dalgo , sus viudas é hijos , sobre que pechasen igual-
mente que ellos ; acomodamiento poco ajustado en verdad á las prescripciones del dere-
cho , bien que muy conforme con las necesidades políticas de aquellos dias ^. Comenza-
ban á sentirse sin embargo los ciudadanos de aquella desigualdad, contraria á toda idea
de justicia, manifestando así que no estaba distante la época en que se habia de pensar
á los caballeros de Madrid ^; y ya entrado el año de 1400, aprobaba con su regia san-
ella, ni contra parte della por gela quebrantar, Santius Legione Vacalarius» (Archivo de la Villa,
ni menguar en algund tiempo , ni por alguna ma- sección 2, legajo 306, núm. 4).
nera , sopeña de la mi merced é de las penas con- 1 Fecha en las Cortes de Madrid, á 15 de se-
tenidas en los dichos previllejos é cartas, é sen- tiembre de 1595. Archivo de la Villa. — 2—505
tencias, ó demás por qualquier ó qualesquier por —25.
quien fincar de lo asi facer é complir; mando al 2 Fecha 16 de diciembre 1593. Archivo de
orne que les esta mi carta mostrar, ó el trasla- la Villa, 2— 305— 26.
do della signado como dicho es ,
que los emplace 3 Fecha"! 5 de diciembre 1393. Archivo de
que parezcan ante mí en la mi Corte del dia que la Villa, 2—505—24.
los emplazaren á quince dias primeros siguientes 4 Lleva esta carta la data de Illescas á 20 de
só la dicha pena, á cada uno á decir, por qual setiembre de 1398. Archivo de la Villa, 2 — 507.
razón non cumplen mi mandado , é mando só la 5 Existen en el Archivo de la Villa demás
dicha pena á qualquier escrivano público que para de los citados, los documentos siguientes: Un pri-
testimonio signado con su signo por que Yo sepa que en virtud del mismo se dio á favor de los
mandé dar esta mi carta escripia en pergamino pecho y todo tributo, y otras prehcminencias en
de cuero é seellada con mi seello de plomo. Dada que se comprenden dichos caballeros , sus hijos y
en las Corles de Madrit veinte é cinco dias de raugeres , expedido por don Enrique III en Ules-
Abril año del nazimiento de Ntro. Señor Jesu- cas á 20 de diciembre de 1398. Otro privilegio,
chrislo de mili é trecientos é nouenta é un años. por el cual confirma uno anterior , despachado en
— Yo Alfon Fernandez de Castro , la fiz escrivir favor de los caballeros de Madrid y de sus hijos
por mandado de nuestro señor el Rey, y de los y viudas , excusándolos de todos los pechos y tri-
del su Consejo. — Alonso Fernandez Bachiller. butos: Illescas 20 de diciembre de 1398. Una
Abarus decretoruní doctor. —Johan liodriguez. cédula, por la cual mandaba se pagasen á los ve-
.lo. Abijas. — Johan Rodríguez dotor. — Johanes cinos de Madrid cuanto importaran los daños que
T0.110 I. 59
.
cion varias sentencias dadas a favor de la Villa, mandando que los jueces de mestas y
Pocos monarcas se hablan mostrado tan solícitos respecto de la futura Corte de las
Españas, pareciendo muy puesto en razón que á la sombra de su benéfico gobierno hu-
biera visto sin duda Madrid acrecentada su población , recobrada de las pasadas quiebras
que hablan mermado algún tanto sus riquezas. Mas la salud de don Enrique no prometía á
sus pueblos largo reinado. Aquejado sin tregua de continuos achaques, que apartándole
tal vez de las altas empresas de la reconquista le ganaban el dictado de Doliente , con-
damente de punto á medida que llamado de , los deberes de rey , fijaba sus miradas con
mayor celo en los negocios de la república. No habia querido el Cielo dotarle de fuer-
zas suficientes para llevar sobre sus hombros carga tan pesada y ;
si bien pudo presumir-
Príncipe digno de elogio , si se repara en lo que hizo para asegurar la paz interior
de Castilla, don inestimable y siempre menospreciado por los naturales de estos reinos:
dejaba el tesoro real , esquilmado al subir al trono, y libre al morir de toda deuda ver-
gonzosa, sin gravamen y molestia de los pueblos: no así si se considera que perdió de
vista, como su padre y su abuelo , la obra capital del pueblo de Pelayo y de Fernán
inacción y de aquel punible olvido de las más altas obligaciones de los reyes de Castilla.
Y fué tanto más dolorosa esta singular conducta de Enrique III, aun reconocidas las do-
lencias que le acabaron, cuanto que no le faltó aliento para enviar fuera de España las
Veinte y siete años de edad contaba don Enrique al bajar al sepulcro : dejaba un niño
habían padecido, sin que se pudiese librar en di- y facultad para que pudiese percibir y cobrar en
clias rentas á otra persona cantidad alguna; fe- todas las ciudades, villas y lugares el yantar que
cha 3 de enero de 1394. Una copia autorizada áS. M. era debido, siempre que entraba en ellas.
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Juan U.
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por los buenos cual doloroso azote, con que el Cielo afligía nuevamente á Castilla. La tu-
tela del Príncipe y gobernación del reino eran encomendadas por el testamento de don
prelados y magnates, cuya fidelidad, no menos que su ciencia y virtud, estaban acrisola-
das por largos y meritorios servicios. La Providencia que amenazaba á Castilla con nue-
vas revueltas ,
ponía al lado del trono de don Juan II ,
nobles , celosos y desinteresados
custodios, que sabían alejar de la patria todo peligro, y que aumentando con gloriosas
conquistas la herencia de Alfonso XI, entregaban al hijo de Enrique III una corona res-
petada , la cual no supo conservar con igual brillo en sus sienes. La minoridad de don
Juan II comenzaba precisamente allí donde habían acabado todas las minoridades de sus
predecesores.
Pero tiempo es ya de suspender aquí nuestras tareas , dejando para el siguiente volu-
?
í
APÉNDICES.
I.
YovTOtttvoMS ^to\ó^'ic,as ii MaánA. —SuíWa >j¥auua. — MVuTas •, UmpwaXuvas •, \í.uómtiíios ttV\uos\iv\cos. — VL\t-
mmitó —
TOiViOToVó^vtcis. 0\)stT\)ac,vouí,s \)aTom¿Vvuas , lU.
'
cariamos el presente tir, fijando nuestras miradas en la constitución geológica
Apéndice á exponer de su provincia, que llama desde luego en eUa la atención
algunas consideracio- el terreno cuaternario, así por el espacio considerable que
nes relativas á las for- ocupa como por ofrecer tres períodos distintos. Descan-
maciones geológicas sa elmás antiguo en Madrid sobre el terreno terciario y
I
que se estudian en los puede ser designado con el nombre vulgar del guijo'-
rC' alrededores de Ma- carece de estratificación y es puramente torrencial su
í drid , con el intento estructura. Compónese el segundo período apellidado ,
'
de completar cuanto del gredon, de arcilla azulada en general, aunque mez-
'
allí decíamos sobre su clada de tierra caliza blanca en sus fisuras , y de arena
situación geográfica. guijo menudo, todo dispuesto en capas
y horizontales.
No carece en verdad Es el tercero el Uamado de las arenas, cuajado asimismo
de dificultades este en asientos horizontales y salpicado de vetas de tierra
propósito , escaseando todavia los datos y comprobantes caliza. De advertir nos parce que este periodo se pre-
y no siendo más numerosos los estudios techos sobre tan senta constantemente mientras los otros dos faltan en
,
difícil materia, los cuales no han llegado á constituir to- muchos puntos. Hánse hallado alguna vez en el terreno
davía verdadero cuerpo de doctrina. Necesario era por cuaternario huesos de elefante y con más frecuencia mue-
cierto para obtener el fruto apetecido , salvar los límites las, al parecer pertenecientes al género box.
oficiales, ya reconocidos, del territorio que forma hoy la Es el terreno terciario el que mayor extensión ocupa
provincia, y siguiendo el desarrollo natural de cada for- en la provincia de Madrid , mostrándose sobre todo á
mación, determinar sus últimos aledaños. Pero si pide la la parte del S. y del E. y oontribuj-endo á formar la
ciencia para sus fines trascendentales , trabajo tan com- dilatada cuenca, donde tienen también asiento Guadala-
pleto, ni lo juzgamos del todo propio de una historia lo- jara , Albacete y Ciudad-Real, con parte de sus provin-
cal, ni nos consideramos tampoco dotados de conocimien- cias, así como de las de Cuenca y Toledo: de modo, que
tos especiales para dar digna y merecidamente cima á tan excediendo de la del Tajo, entra también en las cuen-
difícil empeño si bien no será posible excusar aquellas cas hidrográficas del Guadiana y del Júcar
,
y puede
excursiones que sean de todo punto indispensables to- , por esto Uamarse cuenca lacustre de Madrid. Los mu-
mando por guia los trabajes más autorizados en la ma- chos fósiles descubiertos á lo largo del Tajo y del Júcar
teria. y desde Albacete, Madridejos Torrijos y Ocaña hasta ,
na, no dejan en esta parte la menor duda. Es por ex- gneis del Real de Manzanares lo que inclina á creer ,
tremo irregular el perímetro que debia ofrecer este gran que dicha roca y las demás metamórficas de la sierra
la!;o, comprendiendo más de 1,500 leguas cuadradas, y
adyacente, pueden pertenecer á los terrenos fosilíferos,
en su interior varias islas de terrenos marinos mus anti- siendo confirmada esta opinión por las grandes capas de
guos, con grandes promontorios, tales como el formado caliza i[ue so intercalan en el gneis
y en la pizarra micá-
por la sierra de Buendia, en la provincia de Guadala- cea. Es también harto común la pizarra arcillosa en la
jara, los de la Mota del Cuervo y Quintanar de la Or- provincia de Madrid, cuyo límite le forman al N. O.
den, en las provincias de Cuenca y de Toledo, y los inmensas masas de granito. Dignos son de más particu-
montes de Lillo y Corral de Almaguer, así como los de lar estudio estos granitos considerados ya en las varie-
,
de 400 metros eu las Tetas de Viana y de 200 en Ma- Ni lo son menos los levantamientos que sucesiva-
,
drid,donde puede reputarse hasta ahora como superior, mente concurrieron á cerrar la Cuenca de Madrid. Hasta
pues f|ue la sonda artesiana no ha tropezado á esa pro- hoy, careciendo de observaciones y de un mapa exacto,
fundidad con la íbrmacion sobre que el terreno descansa. sólo podemos admitir que la Sierra-Morena no ha le-
,
Puede admitirse que el terreno terciario está forma- vantado ningún terreno posterior á los llamados paleo-
do de dos terrenos sobrepuestos. El primero de agua zoicos. Los montes de Toledo no levantaron los terrenos
dulce, como indican los fósiles que encierra^ compuesto terciarios y las sierras de Molina y Cuenca son poste-
de calizas blancas y grises, arcillas de color pardo, riores á Sierra-Morena y anteriores á la sedimentación
gris, azul, rojizo o verde, que tanta potencia tienen en de los indicados terrenos , durante la cual ocurrió el
Madrid, reemplazadas en otros puntos por el yeso mate levantamiento de la sierra del N. O. que puede lla- ,
ó cristalizado^ arenas casi sueltas, magnesita y peder- marse Carpetana, y es la más moderna de las que cir-
nal, que aparecen en capas interrumpidas como en Vi- cundan la cuenca. El levantamiento de la isla de terreno
cálvaro y Vallecas, y una arenisca basta y aun terrosa, cretáceo que forma la sierra de Buendia fué posterior ,
acompañada á veces de un conglomerado de cantos de á los primeros terciarios de la Cuenca, y anterior á los
caliza secundaria, cuarcita, pizarra, granito y gneis, últimos del mismo, duda precedieron á esta sierra
y sin
habiéndose encontrado entre estos junto á Grajanejos las de Quintanar de la Orden y Mota del Cuervo, pues
fragmentos de mineral argentífero, igual al de las mi- que ninguna inclinación se ha notado en las capas del
nas de Hiendelaeucina. Hállanse también fúsiles de mo- terciario qus las rodean.
luscos de agua dulce y terrestres, huesos de mamíferos, En cuanto á los terrenos propios de la provincia de
abundantes en de Madrid y Toledo, y al-
las provincias Madrid, empezando por la línea divisoria de las forma-
guna impresión de plantas dicotiledonas. Tiene por base ciones hipogénicas y sedimentarias, vemos aparecer las
el segundo terreno, en que suponemos dividido el tercia- rocas graníticas tan solo desde el N. E. de Colmenar
rio, una pudinga dura, parecida al nagcl fluhe de la Viejo, hasta el arroyo de Carcalacueva á la izquierda
Suiza, y después una arenisca, casi siempre blanca, de la cuesta de Galapagar, y desde los barrancos del
arcillas rojas y yeso mate, gris y blanco alabastrino, Salobral hasta la vereda de Chapinería , al Santo ; las
sin vestigio alguno de fósiles ni de caliza. Sólo en las micacitas en la parte de Levante desde el arroyo de
, ,
sierras de Alcaráz se descubre el terreno terciario ma- Canta-el-Gallo, hasta las inmediaciones del Berrueco,
rino, caracterizado por grandes pectenes , ostras y otros y las rocas gnéisioas que ocupan el resto de la línea
táceo qvie entrando en ella por la parte N. E. en el origen á una abundante cantera de kaolín cuya diree- ,
Torrelaguna, Cavanillas y Guadalix, donde finaliza, al E., constituyendo, en unión de otras canteras de ar-
mientras que en la parte opuesta, sigue por Alpedrete, cilla refractaria y cal hidráulica, una verdadera riqueza
Al mismo período pertenece algún terreno de la parte una zona de corta extensión, formada de cuarcita y pi-
de Sigüenza de la Sierra del Val de San Benito y de
, zarra arcillosa, que puede clasificarse como terreno si-
Quintanar de la Orden y la Mota del Cuervo. luriano, sin embargo de que no existe dato más positivo
Descúbrese el terreno jurásico en el nacimiento de para ello que una bilobita encontrada junto á la Puebla
Guadalaviar, Gabriel y Júcar y en las
los rios Tajo, de la Muger-Muerta, siendo este punto Atazar y Pa- ,
montañas de Guadalajara y Cuenca. Algunos de sus tones, los que comprende este terreno. El secundario se
miembros, como el del lias, contienen una cantidad presenta igualmente en cortos espacios y reducido á un
prodigiosa de fúsiles. Debajo de este terreno se presenta tramo de la época cretácea , el de la arenisca verde su-
en gruesas capas moderna, que también
la arenisca roja perior, caracterizado por la presencia del Pectén quin-
aparece en las provincias de Ciudad-Real y de Albacete. qué costatus, Cardium mutonianum. Arca noveliana,
Preséntase el terreno carbonífero en Valderotos y ostrcB Columba, llcmiastcr Fournelli, Nucleolites tacuno-
TordoUoso, provincia de Guadalajara, y en Hinarejos sus y diferentes radiolilitas que son las que más abun-
en la de Cuenca, así como en la de Madrid se ha encon- dan. Estudiase este terreno en el Molar, Patones, Tor-
ILUSTRACIONES. 439
relaguna y Lozoya. Apareen el terreno terciario en Ven- constituye su Flora una región aislada, pues que ni exis-
turada, Redueña y Cereceda siguiendo prúximamonto ten ya sus antiguos y celebrados liosques, ni son sus ríos
la dirección N. E., y desde el Pardillo hasta el Puente bastante anchos para detener la emigración de las se-
de San Juan, sobre el Alberclie, sufriendo algunas in- millas. Ni aun del lado del Norte han sido suficientes
terrupciones y mostrándose unas veces íntegro, con la los obstáculos naturales para ladií'usion de las especies,
caliza en su parte superior, y otras degi-adado con mez- que existen generalmente á una y otra falda de la sier-
cla de arcillas margas, yesos y areniscas que menudo i'i ra. Difícil es de señalar con todo acierto la región bo-
predominan. Es su yacimiento por lo regular en capas tánica, á que la provincia de Madrid pertenece, porque
inclinadas y casi siempre en contacto con rocas más an- si bien la abundancia de plantas labiadas parece in-
tiguas. Hállase debajo de la caliza, si bien rara vez blan- cluirla en la mediterránea, vénse también algunas cisti-
ca, y en mayor abundancia el yeso, asi como el peder- ncas y muchas cruciferas, faltando del todo las palme-
nal de que se desenvuelven grandes masas en Vicálva- ras, terebintáceas, mirtáceas, lauríneas, y apocineas.
ro, Pedernoso y Alcantueñas. Ni escasea tampoco la Tampoco que pertenece exclusivamente á
es lícito decir
magnesita, conocida ha muchos años en Cabanas y Va- Europa central, pareciéudonos lo más se-
la región de la
llecas, siendo por último la base de este terreno la are- guro el indicar, como de lo expuesto se deduce, que
nisca blanca , de grano fino y el conglomerado ó pudin- participa de ambas. Como quiera, los botánicos la han
ga. Clasifícase el terreno terciario de Madrid entre los dividido en las siguientes fajas ó zonas:
de agua dulce, porque sólo se han hallado en él fósiles 1." La olivifera inferior ó del cultivo general, etc.
de agua dulce ó terrestres, así como hélices, planorbas, Está caracterizada en que se da con ventaja al cultivo
limneas, paludinas, pupas y unios, bien que todos ó casi de y olivo. Su altura sobre el nivel
frutales, trigo, vid
odos en moldes ó impresiones, no siendo peregrinos los del mar apenas excede de 2,500 pies: es en general el
restos de palccoterium, antílope, cerous, sus, viastodon, terreno que comprende, yesoso ó arcilloso y rara vez
hippopotamtis, ni aun los del rhinoceros. Pertenecen los calcáreo. Encuéntranse en esta zona San jMartin de Val-
restos de mamíferos que más abundan á los hallados deiglesias , Pelayos, Aldea del Fresno, Villamantilla,
más á la continua en el período mioceno y en un espe- Brúñete, Madrid, Paracuellos, Valdepiélagos, Vellón y
sor ó en una diferencia de nivel de unos 140">. Cabrera. Estiéudcse desde los 40" á los 41° de latitud N.,
Ocupa el terreno cuaternario^ llamado del düuvium, y desde el 1° 15" al O. del meridiano de Madrid hasta ,
una faja casi paralela á la antigua Sierra Carpetana^ los 35'de longitud E. del mismo y puede calcularse su ,
que cierra su límite por la parte N. O., siguiendo la lí- calor anual medio en 13" á 14° centígrados. Las plantas
nea que termina á la del S. E. el curso del Henares ; y que la distinguen son: tanacetum microphylltim, brassica
apartándose después para dejar en el terciario á Yicál- orieritalis, seolymus hispanicus ,
gcnista spho'rocarpa,
varo y Vallecas, con algunos espacios al costado del Ja- _^carduus burgeanus, reseda virgata, lovatera triloba, aira
rama, dilátase hasta tocar las puertas de Atocha y de involúcrala, lavandula pediincidata _, \arios thymus , el
Toledo, y prolongándose en el sentido del S., sigue á lo lepidum subulatum, varias salsolas y frankenias, etc.
largo la carretera que lleva á la antigvia corte visigoda. 2." La de la vid, rnedia ó submontana. Apenas lle-
Cierra esta faja al rumbo N. O. una línea que desde un gará su mayor altura sobre el nivel del mar á los 3,500
poco más abajo del Pontón de la Oliva se dirige á Tor- pies: su dirección media es casi paralela á la zona ante-
relaguna, y llega con algunas inflexiones hasta los baños rior , y por lo tanto á la Sierra fuera de su principio
,
del Molar, y salvando el camino real de Madrid á Bur- S. O. y su terminación: su límite N. sigue por Colme-
gos, pasa junto á San Agustín, Colmenar Viejo y Tor- nar de Arroyo, Navalagamella, ValdemoriUo, Tórrelo-
relodones. Compónese el terreno del diluvíum, que cubre dones, Colmenar Viejo, Chozas, Miraflores, Molar y Ca-
acaso una tercera parte de la provincia, de arena, ar- vanillas. Cesa en ella del todo el cultivo del olivo; hay
cilla y guijo por partes y aun de alguna caliza reducida pocos frutales; las frutas mal sazonadas: empiezan á de-
á tierra, la cual forma nervios y liencecillos sumamente generar el trigo yla cebada, fructificando mejor la ave-
estrechos é interrumpidos. Cuando sobrevino la catás- na y el centeno, y aunque continúa el cultivo de la vid.
trofe que le dio origen, habitaban ya en estas regiones no son de tan buena calidad sus productos. Eespecto
otros animales distintos de los de la época anterior: tales del calor medio de esta zona puede asentarse que el re-
son al menos una especie de elefante, que parece no traso de cuatro días en los fenómenos de la vegetación,
existirya, una de caballo, que también desapareció y arguye un ascenso de 300 metros; que la influencia que
que tal vez sea el equus fossilis y otra del mismo géne- determina su clima es más bien que la debida á longi-
ro, acaso la común, y finalmente una de box. tud y latitud, la de su proximidad á la Sierra; y por
Considerados en su conjunto, los terrenos de la pro- último, que sus alturas concuerdan perfectamente, com-
vincia de Madrid, presentan hasta cierto punto una dis- paradas con otras análogas del resto de Em-opa. Son las
posición regular y simétrica. Ocupan casi del todo el plantas que la caracterizan: tozza, digitalis Thapsi,
granito y las rocas más antiguas una faja de igual an- daphne Gnidium, macrochloa arenaria, stirrhinum his-
chura en toda la extensión de su base ,
pues no de otro panicum, pyrethrum sulpthureum, hispidella hispánica.
modo puede considerarse la línea más elevada de la 3." La montañosa, fria, superior y de plantas resino-
sierra.Únese á esta faja otra de terreno cuaternario, al- sas. Falta en esta zona el cultivo de la vid, del olivo
gún tanto más ancha que la anterior, si bien más corta,, y del trigo; es la vegetación dos meses más tardía que
y aparece la parte triangular restante formada por el en Madrid; abundan en ella los bosques resinosos,
y
terreno terciario. puede afirmarse que mueren aquí las producciones cul-
Así como las formaciones geológicas de la provincia tivables. Su altura alcanza á 6,000 pies, y comprende
d e Madrid tienen sus límites naturales fuera de ella, no el Cerro de Casillas , San Benito , el Espinar , Cerro de
440 HISTORIA DE MADRID.
hortalizas.
4." Alpestre, subntml y de prados Termina -en las
mayores alturas, y es raro encontrar en olla vegetales
([ue excedan la altura de simple maleza. Ha desapare-
cido el cultivo, poblándolo todo las gramíneas pigmeas,
especialmente las llamadas nardus stricla y algunas
festucas. Vegetan también en abundancia la gcnista
Primera zona.
.
ILUSTRACIONES. 441
Terminaromos nuestra reseña geológica con las prin- pecto de otros mericlianos son: 2", 37', 7", 5 E. del anti-
oipales efemérides meteorológicas consignadas en el Ob- gno Observatorio de Cádiz: 1" , 31', 3", O E. del d(! San
servatorio de esta corte, en los trabajos de don Felipe Fernando en la isla de León: 12° 34' 10" E. del Pico de
Bouzá y en los de la comisión encargada en 1S19 de Tenerife,
formar el mapa geológico de esta provincia. La posición do algunos Observatorios y ciudades im-
El Observatorio astronómico y meteorológico de Ma- tantes referida al meridiano del de Madrid, aparece en
drid, situado en el alto del Retiro, se encuentra á los el siguiente cuadro:
40° 24', 29", 7 de latitud N., y sus longitudes, res-
LONGITUD.
IVOMBRE DEL LUGAR. LATITUD.
EN TIEMPO. EN ARCO.
S. Fernando id. . . . 36 27 42 O n O 10 6 4 2 31 36 O O.
Dublin id. . . . 53 23 13 O n O 10 39 O 2 39 45 O O.
S. Petersburgoid. . , . 59 56 29 7 n 2 15 56 6 33 59 9 E.
Moscou id. . . .
55 45 19 8 n 2 44 59 9 41 14 58 5E.
Viena id. . . . 48 12 35 5 n 1 20 15 1 20 3 46 5 E.
Munich id 48 8 45 O n 1 1 9 15 17 22 5 E.
Puerto-Kico 18 29 10 O n 4 9 48 62 27 6 O O.
Wassington (Observatorio). 38 53 6 O n 4 53 29 O 73 22 15 O O.
Tomo I.
60
442 HISTORIA DE MADRID.
Objeto ps de frecuontes contradicciones entre los geó- pies. El Observatorio meteorológico de Madrid la fija
grafos la altura á que Madrid se halla sobre el nivel en 2,2S9'7 pies y las observaciones hechas en 1850, 51
del mar, ya por la falta de graves estudios ya porque
, y 52 por la Comisión del mapa geológico, dieron un re-
se ha carecido hasta hace pocos años de un dato fijo y sultado de 2,273 pies.Ahora bien, tomando el término
constante que sirviese de punto de partida. Según el medio de ambos datos, obtendremos sin disputa la al-
Anuario de la Dirección do longitudes de Francia, la tura más aproximada de Madrid, en 2,281 pies.
altura de Madrid es de 2,182 pies, algunos autores ale- Las alturas barométricas medias máximas y mí-
, ,
AÑOS.
ILUSTRACIONES. 44:5
AÑOS.
444 HISTORIA DE MADRID.
AXOS.
^0> caratni\« Wc^^CHtum X^
'
Ut V'
OtüVnvtn^q^cnínnrcaíii^atvrcucS V-*"^*
^tuv->vA.v^<.^ W C
Lit HeraldicsL
FUEROS DE MADRID.
[Archivo del Excmo. Ayuntamictifo].
SancU spirilus adsitnoliis gralia. Ineipit líber Jcforis deMagcrit, vnde (liuesUac(sic)paupercs uiuanl in pace. --ERA M." Ducetitessima
et quadraginta annorum.
Hec est carta quem facit concilium de Madrid ad Qui firiere uezino uel Olio de uezino.
honorem dno. nro. rege Alfonsus et de concilio de Ma- Todo omme qui firiere auezino uel filio de ueziuo iii
l)e illo qui percusscrit uiciiio uel filio de uceino cum ferro. el coto: et primero apreciet de que
el alcalde las liuores
Et si el alcalde non potiterit otorgare
fuerint factas.
Todo homine qui firire auicino uel filio de uezino con per la iura quod habet facta, quod la ferida non est de
lanza o con espada o con cutcUo , aut con pora o con iUo de quo mete la renciira, iuret el rencuroso ctmi suas
palo uel petra, et liuores ficieret, firmet ciuu II. testi-
liuores en mano
et pecte el otro la medietate de la cá-
;
Qui perculit cum ferro et non fecerlt liuores. beza et remaneat. Et si ommes non ibi habuerit, de noc-
con fierro et non ficiere liuores, et isto con testemunias, cum liuores Et si elqui enpara disie-
et pectet el altero.
zes a uecino aut filio de uecino, in taberna uel in azoche monias bonas quia sic fuit pectet el coto et el homici-
,
aut in carera, aut in quali loco quesierit, et iUe mal lio, et exeat inimico: et si testimunas non habuerit, iu-
non dicendo nec faciendo ; et probatura fuerit, pectet ret cum XII. uioinos bonos et ule de mays : et pergai
un. m.° alos fiadores. in pace.
Qvi raessare o firiere , aut dederit pugno aut golle- Qvi matare auezino uel filio de uicino, pectet C. m."
in auro, et pectet el homizUio: et diuidant per tres par-
lada aut pectugada, et probatum fuerit cmn duas teste-
tes istos C.m.°, et paget atres uernes; el primero uer-
munias, pectet II. m.° alos fiadores : et si non sua iura.
nes paget aparentes del morto: altero uernes alos fiado-
Qui percusserit uicinum in cara.
res paguet : altero uernes paguet al azor , et el homizi-
Qvi firiere auezino uel afilio de ueziuo con pugno en non inuenerint C. m.°, illum quod inuenerint
lio: et si
cara et liuores habuerit, pectet X. morabetinos alos fia- diuidant per tres partes, et abscidant suam manum. Et
dores; et esto con testemunias : et si en cara fuerit fe- exeat inimico. Et quando exierint inimico donent fia- ,
rido et liuores non habuerit, pectet V. m.° dores quod non í'aciant mal in Madrid et in suo termino.
-
Kt si el aluaran matare auczino uel afilio tic uozino , et C. m.", et cien suas casas casas [sic bis] in Ierra; et
non habiicrit iimlo poctet el coto, suspendatur. Todo exeat inimico, el pectet el homizilio, et si fuerit ei pro-
omino (|ui (.'xicrit i>er cnemico de Madrid el uecino de , batura de dia cum tcstemunias. El si fuerit de nocte.
Madrid o de sno termino qiii lo acogiere in sua casa, firmen los dcla casa cum duas testimonias bonas quod
pectet X. m." Et quando cxieret inimico, si fiadores uenerunl alas uoces in illa hora; et im-et el sénior de la
non dicret el pariente do mais acércalo pectet el mal
, casa aul dona de la casa, quod achel homine que dize
que fizicret ; las duas partes á los fiadores, et la tercera «esse lómalo, uel firió»; et mital in la iura quod ache-
al reiicm'oso: et si habuerint rencuroso , respondat; et los son los homines primeros que uenerunt alas uooes;
sines rancuroso non respondat. et cumplant el indicio los fiadores, el aiudenl illos e
Si los alcaldes aut los adelantados , aut los quatuor conzeio: et si testemunas non habuerint, saluel se cum
uiderint hominos baraiar, acóntenlos; et si super acota XII. uezinos bonos et pergal in paze. Et de isto coto ac-
mentó baraiaren, pectén I. m.° alos qui lo acotaren: et cipiant párenles del morto la tercera parle , et altera
si non habuerint ibi alio conpanero el iurado con uno , parte el azor, et altera tercera los fiadores. El si fuerit
uiciuo ; et si negaren los acotados , dicat vcritate et iu- escudero uel criado de uezino de Madrid , aul alio ho-
rado per la iura quod habet facta , et el vicino iuret su- mine quod tenuerit in sua casa asuo pan .et asuo ben-
per cruce, et pectet el acotado I. m.°: et el uicino que fer; et si fuerit aconzeio maior el dixeril, «per isto ho-
fuerit con el aportelado ad acotar et nolo quisiere otor- mine meo criado fulan, si nemiga fecerit, ego' lo daré
gar, iure quod nolo hodio el acotamento que el iurado adirecto uel poetare pro eoi), per isto alai pectén quo-
con ille fizo; et si non potuerit iurare, pectet I. m.°: et modo per uicino. Et si fuerit altera criazón ibi mataret
al qui acotaren siuon potuerint ei firmare , iure per sua pecte XXti. m.". Et si entrare, et feriere et non matare,
cabeza. et istas testemunas tales habuerint, pecte L. m.°, el
De petra.
cumplan toto isto quod est superius in isla carta : et si
Toto homine qui tomare petra o patino uel adricUo , testemunas non habuerint , saluese con VI. uezinos et
o tella, aut tarauulo uel huesso per auezino uel filio de iUe seteno. El per aba criazón si firiere, pectet X. m."
uicino, si fuerit probatura, pectet I. m "; et si la eiare cum testera unias: et si non habuerint testes, saluese III
et non firiere, pectet II. m."; et si firiere et non habue- et el quarto: et de isto coto accipiat dono de la casa la
rit liuores ,
pectet VI. m.°; et si liuores habuerit, XII medielate, et latra medielale los fiadores.
m." pectet: et si non sua iura per sua cabeza. Qui caloña ouire apechar.
Todo homine que firiere in uilla aut foras de uiUa
Toto homine qui calumpnia habuerit apectare alos
auezino uel filio de uicino de la uilla , cum pora , aut
fiadores el non habuerit unde poetare, de dúos morabe
cum lanxa aut cum azcona aut cum espada aut cum
tinos arriba corten suas oreias; el de dúos morabelinos
cuteUo, uel con fuste aut cum petra, uel cum causa
ad iuso mittant eum in zepo, usque pectet suo hauer
quod ferrum habeat in illo, et rancura misieret alos fia-
uel sedeat suo pazere. Et ille homo qui hoc fecerit,
dores, faciant illum inserare usque al uernes primero;
exeat de Madrid el de temiino.
et faciant quanto indicaren los alcaldes : et si hoc non
Qui fugerlt cum calompnia.
fecerit, et per vüla anbulauerit et cum , II. testemunas
probatura fuerit, pectet V. m.°; et quantos dias proba- Toto homine qui fugierit cum calumpnia de corre •
tura fuerit quod impalam ambulat foras de sua casa, los fiadores quod fuerint in loportieUo, ipsos coUigan
tantos V. m." pectet alos fiadores. suas calumpnias quod fecerint illos quod fugierint, per
la iura quod habent facta: et si non potuerint habere el
Qui matare uezino.
coto, faciant sua iusticia quod est superius in ista carta.
Toto homine qui matare auezino uel filio de uecino, Todo homine aldeano omorador, qui matare herede-
super fianza aut super fiadores de saluo ,
pectet C. et L. ro de la uilla uel filio deredero pectet el coto todo ; et
,
m,°; et exat per traditore et per aleuoso de Madrid et sinon habuerit el coto, suspendatur: el tal heredero
de suo termino, et eiecten suas casas in térra el conceio: quod habeat casa in Madrid el uinea el heredade , et
et los fiadores «[uod fuerint adugan el de saluo , ipsos isto tal heredero qui matare ad aldeano qui habuerit ca-
matador adirecto et si non potuerunt habere el mata-
;
pectet XXti. m.° El el ueci-
sas el uinea el hereditate ,
dor, los fiadores pectent isto coto, quod est superius in no qui matare amorador quod tenuerit casa ad alquile,
ista carta: et si el matador non potuerit bauer C. et L. aut aldeano quod non fuit tal heredero, pectet X. m."
m.", accipiant illum quodinuenerint, etabscidant suam
Qui firiere aldeano.
manum et exat per traditor et per aleuoso de Madrid
;
et de suo termino. Todo uicino déla uilla qui firiere ad aldeano herede-
ro cum V. m.° El si fi-
fierro et liuores fecerit, pectet
Oui firiere super fianza.
riereamorador aut alio aldeano quod non fuerit here-
Qvi firiere super fianza uel super fiadores de saluo dero, pectet I. m." alos fiadores.
a uezino uel filio de uecino et non matare, pectet XXX.
Qui firiere aportelado.
iü.°, et non intret mais per testemuno nec inportelo.
Toto uezino uel homine qui firiere ad homine
alio
Qui entrare cum forza.
porlellado, aut ad homine quod tenuerit in sua casa a
Todo omme de Madrid que intrare con forza, et cum benfer de uezino de la uilla pectet II. m.° asuo sénior;
,
uirto et con armas, de dia aut de noche per superbia in et isto per mesaduras et per puños et per cozes. El per
de uecino et
Qflsa , ibi matare el señor de la casa aut feridas de fierro pectet III. m.° asuo sénior. Si misieret
dona de la casa uel filio de casa, aut alguno de suos pá- rancura alos fiadores, acipial el sénior la medietate , et
renles qui moran in sua casa ad suo benfacer, pectet los fiadores el otra medietate de la calonia , si prouado
ILUSTRACIONES. 447
fore con testes, et si non sua iura: et qui lo matare, suo fericrc aut matare, pectet quomodo silo habuisset aña-
sénior coiat el homizidio. do. Et si per algunos parentes non se trouiere ad fiare,
cognoininet los parentes, et los fiadores los faciant afia-
De Ijniulii.
re: et (|ui fiadores habuerit adar de saluo, dolos anU'
Qvi iuntaret bando per contraria de la uilla et pro-
dúos fiadores aut delante uno fiador cum uno alcalde.
uatum ei fuerit cum duas tcstemunias, pcctet XXti. m.° Et si non afiare aut non dederit fiadores de saluo uici-
ales fiadores. Et si negare, iure cum dúos parentes. nos bonos con casas et con uincas uel con hereditatc in
Qul uenerit in bando. Madrid, quantos dias pasaret tantos II. m.° pectet. Et
si fiadores non dederit, iurct que non los potuit haberc,
Qvi uenerit in bando, et fcriere aut corare fizieret,
et exeat de Madrid; et sinon pectet II. m." Et ista iura
aut referiere, et probatum fuerit cum duas testes, pec-
que lade otro dia (¡ue los fiadores le demandare et si-
let mi. ales fiadores. non habuerint, iuret
Et si testes :
ueciuo uel filio de uecino si firiere aut desornare, pectet Toto homine quod aplazo fuit per contraria de suo
lo duplado. uicino, si non fuerit testemuno feoto per mano , et pro-
Aquí iiendraren los fiadores.
uatum ei fuerit, pectet II. m.°, uno al renquroso et alio
Qvi fiadores pignoraren et al uernes primero non re- alos fiadores, si misieret renqura et prouatum fuerit; et
cudiere super suos pignos, et clamare el fiador, (cintra si non sua iura per sua cabeza : et sine rcncuroso non
et baraia super tuos pignos», et non intrare abaraiar, respondat.
mortiguent se, et pignorent alios; et hoc cum testes. Qui se acertare uM liorainem occiderinl.
Qui Dlio touicret in sua casa. Toto homine qui se acertare o homine mataren, di-
Toto homine de Madrid uel de suo termino qui filio cat lo que uiderit et si non crederint ei , iuret quod
;
touieret in sua casa ad suo bene fazer, uel sobrino uel non uidit mais; et si non quesierit iurare, pectet III. m."
primo aut alio párente, si nemiga fecerit, adduoat illum alos fiadores, et los fiadores pignorent ei usque iure; et
ad directo: et si ita non fecerit, la calumpnia pectet; et si non cadat eis in periurio.
.^mos parentes, et si dixerit per alguno, «non me lo tre- rauerit, perdat suum laborem et pecte LX. sold. Et in
no aíidare» , uadant los fiadores ad ille et faoiant eum etprado de karache paschant boues et bestias nisi ip- ,
afidarc.
sum quod est laboratum. Et del maiolo de locra bono
De rcHouo. usque ad linare de mofadal. Et in somas aquas, ubi in-
Todo omme qui araucado houiere por judicio de al- trent elganado de una parte ad alteram ad aquam.
Todo omme de Madride qui demandaret uno ad otro qual uoluerit; et si apreciado non fuerit, por inde non
perdat suo coto et de X. porcos ad ariba si matare
de medio morabetino arrilia, iuret primero la manqua- :
dra; et si non iuraret nole respondat; et si iurare et porco, ibi iaceat, et non porco de ceua et iure dono de :
postea lo uencieret, pectet una quarta per la manqua- la uinea quod lo prisó in sua uinea et per inde lo mató;
dra quel fazet iurare , et sua petición per lo quel ve- et ibi iazeat.
Ferias de quadragesima.
zieret.
O alcaldes non se abinieren. De las ferias sedeant semper per foro; nadi non
Et si los alcaldes per alguno indicio non se habinie- pendre in quadragesima : et qui algo ouieret adar et nolo
se otorgaren uno alo et los otros alo al, pora dereio pascha, foras de hereditate.
mays escoiere metan los quatro iurados del rei cum De ferias de augusto.
«mentira otorgeste», pectet V. mos ferias sedeant de primo die de junii usque primo die de
agusto.
Los fladores qui fueren apendrar. Qui falso iurauerit uel leslimoniauerit-
Los fiadores que fueren apendrare, ponant los pig- Ad cui probatum fuerit quod falso iurauit aut fal-
nos en casa del fiadore unde fuerit el pendrado. Et sum testimunauit , con II. testimunias bonas quod ui-
quando dederit directo el pendrado alos fiadores, si suos deant alcaldes ,
quod directeras son , esquilent eum ; et
pignos non dederit, duplelos el fiador de sua collación. amplius non intret per testemuno. Si fuerit mulier, per-
Et si per suos peños el pendrado habuerit apendrare, cutant eaní per totam illam ciuitatem , et amplius non
et super isto fuerit los fiadores apendrare illi, isoant_del intret per testimonia.
portiello quia non debent ibi sedere. Qui flriere o raessare in concilio
De exidos et entradas.
Qvi in corare uel conzeio maior firrieret aut mesaret
Sachan Madrid exidos ubi ganato illo-
iusticias de ad altero uicino, quantos adiuuarent al ferido non pec-
rum intret et bibant aquam sine dubio. Ubi cadit mal tent coto, et quantos adiuuarent ad illum quod ferieret,
graniello in sarama. Et ubi cadit beua in sarama. Et pectet el coto XX. m.° alos fiadores.
alia, entrada in el aldea de bel enego, et de iolianes mu- De casa de uezino.
noz. Et alia entrada Ínter arroio de regas et de ioanes
Todo omme qui
,
intraret in casa de uecino per mal
fer de nocte sobre conseio , et desornaret ad omme uel
correlativa á esle epígrafe, ni oirás nmcUas, perdidas en las ho-
jas que se advierte faltan en el cuaderno. Por un índice diminuto mulier de la casa, et firmaret cum II testemonias, pectet
tí inconiplelo, que se halla al iniíicipio de él, escrito en época L. m."; ct si testemimias non habuerit, saluet se cum
poco posterior ¡i la de los acuerdos del Concejo, se inliere que fal-
tan ocho hojas y se viene en conuciraiento de dos de sus ca|ii-
,
VI. uicinos et él seteno : et de isto pecto coiant lo fia-
tulos. Dice asi: "A doze ffojas |cs de las perdidasi la ley de los
bueyes e de las oueias. A dlze ocho IToias (es la décima), la ley de dores las duas partes, et la tercera parte el rancurosc-
los puercos. A iiuef Itojas [ralla esta) la ley de los quinteros. A
des sepl [novena en el cuaderno, tal como hoy existe], de man- De mudo uel de sordo.
quadra... c de ¿renouo? A siete fojas de herno ucdado Aj.'' [es
la ii.'l qui oulerre sospecha de muerte de omme e [lor cssas ffe- Qui messare uel firieret aut omme mudo aut sordo,
ridas murrio A dice nueue leye* [sic, pro ffojas; hnv es la iindé-
cima|. yace la ley de quien matare heredero scmmuIÓ nioiailor de
aut loco et exido de suo sensum. non pectet nullo coto;
cassa alquile." (:\oli¡ de la rdic. de lu lieal Actui'/miu de lu ///sí.) nec illi pi"o alico.
ILUSTRACIONES. 449
oiil inüssarft :ul aluaran. erba, pectet X. m.°; et [.st] negare t, iuret cum II. uizi-
Todo uicino qui nicssarot uel maiarat aá aluavaii, nos bonos, ot pcrgat in pazo.
nichil: et el aluarran (jiii mcsarct o firricrct auecino o iodo carnlzern qui carne uendiere.
amorador, pectet todo el coto.
Todo carnizcro qui carne de carnero uendieret, den
Qui uldcTil suuní parenlcm. leslos maiordomos de los fiadores conta cada mese.
Todo homiue de Madrid qui uiderit suo germano aut Carne de ca¡)ra bona et de oueia bona III. ds. Oueia ,
maiaret lo uel messaret lo, per boma [aic pro bona] in- Todo carnizero qui carne de iudeo trifa , uel aliqua car-
,
tencione non pectet millo coto. Et si suspecta Uli ha- ne de iudei uendieret, pectet XII. m." Et si non haVjue-
buerint quod per malquerencia desornauit eum, saluet rit istos m.", seat inforcado. Qui ad isto taiamento non
se cum U. uicinos bonos uel parentes et non pectet; et quisieret taiar carne, pectet II. m.° alos fiadores, et al
,
ai non potuerit saluar, pectet el coto. iudize sua calonna. Et non taiet carne in isto anno. Et
per isto todo que es scripto si potuerint probare cum
Qui matare heredero.
testemunias, pectet el coto. Et si non saluet se cum 11.
Et todo omme qui matare heredero uel filio de he- uicinos bonos que non sedeant carnizeros.
redero de la nilla, pectet el coto déla uUla; et si non,
Qui touicrit in los exldos.
iaciant iusticia; et per tal heredero iit habeat casa pro-
pia en Madi-id et uinea uel hereditate Et iste tal here- .
Todo omme qui touieret in los exidos et in las en-
dero qui matare ad morador qui tenuerit casa ad alqui- tradas de las aquas, pectet 11. m.° alos fiadores.
Qui trebeiaret a molón. Et todo omme qui pisador o tesedor fore per cana
,
Todo homine qui treueiaret amoionea, et petra ge- piset et tescat: el pisador piset L. canas de saal per
taret, et íerieret et non mataret, saluet se con VI. ui- quarta. El tesedor texeat L. cannas de saal per quarta.
cinos et ille seteno, quod non qiúsod ferirlo, et pectet el El cardador ad suo dono uel sua dona clamet al cardar:
auer per sanar la plaga, et non pectet nuUo otro coto; et si nolos clamarct, pectet II. m." Et la hora det el
et si non potuerit saluare, pectet el coto. cardador adueñes de saial. Etsi los séniores nolerit ue-
nire, accipiant suum saal et suam boram quam inue-
De carpenteros.
nerint sine iura. Et tesedor uel tesedera texeat de tiapo
Tablero qui non fecerit tabla de VH. palmos, pec-
de lino XXII. canas per quarta : de lino asedado XVI.
tet 1. m.° alos fiadores. canas per quarta. Cánamo et trapo gordo XXV. canas
De entrada de corral. per quarta. Et el qui ad est foro non laboraret ,
pectet
Qvi intraret in corare sine mandato del fiador que II.m.° alos fiadores. Et qui est coto crebantaret, et
touiere la porta, pectec I. octava, foras de los aporte- probatum fuerit cum duas testemunias, pectet II. m."
lados. alos fiadores; et si non sua iura per sua cabeza.
De ludlcio prender. Qui ciuera compararet.
Qvi habuerit indicio aprenderé, intret con mandato Madrid qui ciuera compararet per
Todo omme 'de
et con suo bozero; et postquam iudicatos fuerint, exeant
ad antigara, pectet II.m.° alos fiadores. Et todo el ue-
íbras; et si dictum ilüs fuerit, et mais ibi sederint, pec-
zino qui ciuera leñare foras de uilla ad atigara uender,
tet singulasquartas.
pectet II. m.° si lo potuerint firmare et si non saluet ';
De andadores.
cum II . uicinos.
Loa andadores tengan la porta del cerrare de partes De carnicero et uinadero.
de foras, et si alguno andadore entrare o los alcaldes
Todo carnizero et tiinadero, omenestrare qui sos-
iudicaren sine mandado de los iurados, pectet I. octava.
peia ouieren que el coto crebantó , firmen con II. uici-
Et andadore que en billa foret et
el al corare non ue-
nos bonos et pectet II. m.°; et si non saluet se cum U.
nieret cada uernes, pectet I. octava.
uicinos. Et. alos tesedores silo firmaren; et si non sal-
De pescadores. uetse per sua cabeza
Los pescadores uendant semper per foro pescado: las De panadera.
uogas L aroua et media a m.° Et los baruos arroua et Toda panadera aqm faltaren pan minguado de III.
quarta a m." De los barbos fagan II. baruos libra: esto panes en ariba, pectet medio m.°
uendat arroua et quarta a morabetino. Et de otro pes-
Qui cuba compraret.
cado menudo 11. arouas a m.° foras de pescado de sa- ;
Todo homo qui cuba compararet, al coto la uendat
marugos et de mandil et de asedega. Al qui probaren
quomodo los tauerneros et si mais uendierent pectet
; ,
que pescado uendet ad omme de foras de uiUa, pectet
II. m." et uendat al coto. Et el sénior de la cuba uendat
X. m° alos fiadores. Todo pescado uendan apeso, foraa
quomodo se uoluerit. Todo el uinadero uel uinadera aut
de samarugos; et qui foras del peso lo uendiere, pectet
tauernero uel tauernera que non uendiere el uino tal
,
Tomo I. 61
450 niSTOIUA DE MADRID.
Pralo de tola.
alguna cosa atldiixerit ad Mailrit, niiUus homnio uou
pendrct ei, et (lui lo pendraret, pcotet II. m." alos ¡ara- El prado de toia sodeat defesado desde la fonte del
dos del rei, et tornet la pendra senefiadura. manzano, quomodo se adiunctan los arroyos de los xia-
oiii fucrit iiendrar per forza. Ues indo adiuso usque ad fondón de los ortos quod
, ;
Carascar.
Todo homine qui plantaret malolo ct al capud del
auno non pendraret, non respondat. Qui ficieret molino El carasal de balecas quomodo lo defesó el conoeio:
uel orto et acabo del anno non pcndi'aret, non res-
,
Et los molinos et el canal et todo la renda de ribas que
pondat. habet ibi el conzeio sedeat semper per foro de la obra
De (lemanilamento de uiiica uel de casa.
del adarue de Madrid. Et otro si sedeant las medidas de
Qvalis quicunique homo de Madrid demandaret uno ciuera et de la sal: et del otro fructiple que el conzeio
ad otro uinea aut casa aut qualiscumque hereditate^ et metió en almoneda, sedeat semper per foro de la obra
dederit duas testimonias quia in uita de suos parentes del adarue.
demandauit ista horeditate, et ille quod demandat iure De andadores.
re, cum ds. [deus] non habeat partem amen. Todo moro
nico non dixerit eum in conzilio, pectet I. m.° afiadores
qui ad annos seruiot et fuerit forro et ad altero sénior ,
cum testes.
se clamauorit, tornet eum suo sénior ad seruimento sine Qui habuerit apignorare.
calumnia. Et alteros moros quod per auro e.xierunt aut
Todo homine qui fuerit apendrare, primo die donet
ad alteram térra uenerunt, qual sénior uoluerit, tale se
Uli pennos de baila de I. octaua; et si pennos non dede-
prendat. Ad moro foro firmen cum moro foro et cum rit ei, aut dixerit ei; (cnon intres in mea casa quia uedo
uno xiano. uezino. Al moro catino firmen cum II. dabo pennos», mittat renqm-am al
tibi, quia non tibi
xianos. et pectet el sénior. A moro otro que taia ad
iudize, et donet Uli el sayón, et ueniat cum illo et pren-
auer o ad annos, firmen cum moro et cum xiano. Todo
dat peños unnos per ad ille , et otros per aluezino ; et
moro aquí dissieren, iiesto fiu'testesi), firmen cum 11. tes-
pectet per isto al saion I. octaua. Et de octo dias ade-
tes bonas et córtenle el piede ; et si non potuerit firma-
lante donet asno contendor pennos de ualia de I. ro.".
re , saluet se cum suo sénior: et si suo sénior non qui-
faciat ei directum.
usque
siere saluare con él , tagent le el piede. Mauro qui ta-
Foreros de azadas.
jado habuerit cum suos séniores, si fugierint, tagenle el
piede suos séniores; et si non taiarent^ pectet X. m.'^ alos Todo ferrero qui azadas calzaret, XII. calzet a m.";
fiadores. et si mais prisieret, pectet I m.° alos fiadores. Toto fer-
Qui saccaret armas.
rero qui ferraret ferradui-as caualares et mulares, XXX.
Qvi sacaret armas per auecino segudare con
et illas,
et I. par a m
Et asnares, LX. pares a m.° Todo fer-
"
tes del anno morat in Madrid, saluet cuní II. uicinos ct Todo homine quod cortnrct uinea uel orta aliena in
non dct portago Madrid uel in .suo termino, facer del corpo iusticiaquo-
De pesos.
mododelatronc. Similitcrqui casa cremaucrit: uel bouc
Todos los pesos de la uilla del oro pesen: ct ad qui aut baca, uel cauallo aut equa, aut mulo uel muía, aut
fallaren minguado, pectet X. m.° alos fiadores. asino matare por malquerencia et probatura ei fuerit
Oui niiiiiiret flilura de colazo. cum duas testes bonas, fazcr del corpo justicias quo-
hominera qui moraret in sua casa ad suum benefactum, con VI. uezinos et ille soteno.
men : et si noluerit iurare, per ibi cadat. conzeio cantare, et ei conzeio fore amenido [sic, pro aue-
nido] per daré illi dado, non donent illi mais de III. m.^
De estercoris.
et medio : et si per mais apretaren los fiadores , cadat
Toto homine qui ienctaret estéreo in uilla per las ca- illis in periuro. Et si alguno homine de conzeio dixerit
lles uel in alio loco, ala porta de gualdafaiara uel a las «mais le demos», pectet II. m.° alos fiadores.
otras portas unde posuer los molones, pectet I. octava
Qui armas trasiere.
Jilos fiadores cum testes; et sinon sua iura: et per isto pig-
norent los andadores: et qui excuterit eos pignos^ pectet Todo homine quod armas trassieret per mandado de
I. quarta. alcaldes et de fiadores , et feriere con iUas auezino de
Qui dederit ganado ad alguazil. Madrid uel afilio deuecino, pectet XII. m.° et exeat ini-
Todo homi de Madrid quod dederit ad alguazizil [sic] mico: et amaguare con illas, pectet VI. m." Et si de-
si
uel ad hominem per ille houeia uel cordera pectet V. derit ad alio homine quod fera con illas uel amague con
,
m."; los medios alos adelantados et los medios alos fiado" illas, similiter pectet. Et si dederit ct non feriere, pec-
res : et que lo colligant per la iura quod habent facta. tet VI. m.° alos fiadores. Et si dederit las armas, uel
firie [sic, pro firiere] con illas et mviriere el homine,
I'enos de alguazil.
exeat inimico et pectet todos los cotos quod sunt scrip-
Todo homine ad cui el alalguazil [sic] pendi'ado to- tos de super in ista carta, si testemunias habuerint: et
uieret et non recudiere super suos peños con directo, et non habuerint, saluet se con XII. uezinos per
si testes
iu isto comedio se espediere el alguazil en conzeio, de- morte. Et por lo de las armas, saínese con II. uecinos.
manden suos peños fata VIIU. días: et si fata VIIII.
l'ocem de iudcx.
dias nolos demandaret, postea nole respondeat el al-
El iudize non tradat uooem nisi per homines de sua
guazil.
Reuelamento de peiios. casa aut de homines de palazio, uel de moros uel de lú-
Qvi reuelare pennos al andadore que fuerit apen- deos qui pertinent ad regem aut uooem de conzeio
maior; sed sedeat in otero, et tradant los bozeros illas
drare per mandado de los adelantados uel de fiadores,
uoces, et iudicent los alcaldes; et de quo habuerit ca-
pectet I. quarta cum testemunias.
lumpniam apprehendere, prendat.
Oui casa lialjuerit in uilla.
Aldeano qui non uiniere asenal.
Todo homine qui casa habuerit in uilla et non mo-
Et toto aldeano qui non uenerit asenar del alguazil
raret ibi las duas partes del amio pecte II. pectas; una
,
acabo de III. die quod illi demostrata fuerit, pectet me-
j>er aldeano et otra conlos de la uilla. dio m." al iudize.
Uancadura de calonia. Qui peños reuelare.
Per la calomnia que arancare per indicio uel per Qvi pennos reuellaret alos maiordomos del azor, pec-
carta, los fiadores non solten de illo nada : et si antes los tet II. m.°, el uno alos fiadores et el otro alos maiordo-
rogaren, solten et non cadat illis in periuro. mos, si testes habuerit: si non sua iixra.
452 HISTORIA DE MADRID.
De conorlios. cum porra uel con palo aut con petra, ct liuores fecerit.
qiii per mais los Hendiere, pectet II. m.° alos fiadores.
maten nilo liscn mas maienlo et acoianlo et si nolo
Todo honiine qui iieudicrct coneios carne et cuero, pec-
; :
pararet coneios carne et cuero, qui los falare préndalos Todo homine qui cutellum puntagudo trasieret, uel
si neguna caloña. Qui coneios uel liebres o perdizes lanza ftat espada, uel pora aut armas de fierro, uel bo-
comparare per adatigara, pectet 11. m." alos fiadores. fordo punto agudo, in alunizara aut in le araual uel in
nior del perro «eia garauato atuo perro quia daño faze segur trasieret, pectet IIII. m.° alos fiadores. Todo ue-
in las uineas»^ et no lo quisiere eiar, et despue lo to- zino de Madride non respondat poraluaran ni por segu-
maren in las uineas et probatum fuerit cum II. testes, ro, si non per suos liuores.
Ela coUazion del alcalde que indicare el iudicio , ibi mittant eum in captione Ln domo alguacilii, usquecom-
sedeat el plazo : et si ibi fuerit el alcalde, atorguet lue- pleat illudpectum et si usque ad tres nouem dies non
;
go ; et si ibi non fuerit , amos sachen uno fidele que lo pectauerit illud pectum non comedat ñeque bibat do-
,
pregunten. ñee moriatur. Qui latro cognitus fuerit uel cum furto
De zagaderas. fuerit deprehensus moriatur pro inde. Qui forziauerit,
,
Todo zagadero uel zagadera qui comparare ouos o reddat duplatum quod tbrziauit et pectet LX. sóidos; et
gallinatos uel gallinas per reuender pectet II. ° Et
,
m dentur in labore mvu-orum. Qui hominem occiderit et
todo zagadero uel zagadera qm
comparare fruta de ho- non habuerit unde pectet cauptum neo homicidium, mo-
mine de Madi'ide uel de suo termino per uender et pro- Omnes calumpnie de concilio mittantur
riatur pro inde.
batum fuerit, pectet II. m.": et si non sauese [sk, pro murorum usque sit completura. Qui iurauerit
in labore
saluese] con II. uizinos. mendacium uel testificauerit falsum pectet totum illud ,
Beslidos de Dadores. duplatum per quod iuravit uel testificauit falsum que-
rhuouioso. Qui baudum fecerit et non defecerint uel
Ad esto se habinieron les quatuor et alcaldes et fia-
,
ñeque fiadores que non sachen labore murorum. Qui scienter la.Kauerit diffidiare illum
nenguno de los alcaldes
tis pesquisitores faciant pesquisan! et quando invwne- , toda la misión déla boda. Et qui casare con bibda del
rint pesquisam de aliquo quod fecit illud quod ei appo- XXV. mr. por toda la mission de boda. Et dé la nouia
nunt , faciant iusticiam de eo secundum quod in carta al nouio, quier manceba ho qviier bibda, XXV. mr. per
continetur. Si uero di.xerint pesquisitores quod non in- bestido, et nonle dé mas. Et todoomme del aldea que
ueniunt pesquisam de aliquo quod fecit illud quod ei casare con manceha, del XXV.
mr. per toda mission de
apponunt, pártanse de eo. Similiter si dixerint pesqui- boda. Et qui casare con bibda, del XV. mr. per toda
sitores quod factum illud quod dicunt
in tali loco fuit mission de boda, assi qmo. [quemo] es sobrescripto. Et
contra aliquem quod non inueniunt pesquisam de sic dé la nouia al nouio quier manceba ho quier bibda,
,
neo de non, per forum deliberetur. Et ille qui per fo- XV. mr. et non mas per bestido et por toda mission de
rum fuerit uictus non faciant ei nisi quantum forum
, la boda. Et el dia del desposorio non dé el nouio jantar
mandauerit. Et istud quod scriptum est in ista carta, ninguna. Et ningunos que esto fecho quisieren quebran-
duret quousque placuerit Regi et concilio : et quando tar, sea aleuoso et traidor del conceio de Madrit: et non
regí et concilio non placuerit, uiuant per suum forum. entre mas en tastimunno, nin en portiello ninguno; et
(Aqui aparecen los nombres de
y pesqui- los fiadores peche C. mr. en coto, quilos tomare de mas, peche C.
sidores del Fuero, antes de ahora mencionados). mr. et quilo diere demás., peche C. mr. et esta calo-
: :
Ad esto son abenidos los jurados et los alcaldes el no] a Has carreras que ouiere de facer el conceio.
los fiadores , et el concejo de Madrid. Que todo el om- Et esto fue fecho en el tiempo que eran jurados Don garci
me qui uaca corriere dentro en la uilla o toro, peche II. garciez. Don pedro martin deoreia. Don Munnoyuannes.
m.° alos fiadores ; et quando la metieren la uaca o et Don Don Jaque Eran
S.° fide S.° garcia. Garci esteuan.
toro a la uilla, métanla atada con 11. sogas, la una alos alcaldes: Garci perez_^et Garcia yuannes, et Ferrand
cuernos et la otra al pié : et todo el omme que piedra o Gonzaluez. Don 11° Ijño. jerno ó yerno] de Martin facen
escarrocha tirare ala uaca o al toro , et qui corriere enel P.° dngüez. Diago munnoz Juannes Apa-
tíñr<x). fierro.
coso con lanza o con astil agudo, peche II. m.° a los fia- ricio.Don Florent fideltaco. Pedro martin fide don bas-
dores por cada cosa de lo que ficiere desto que la carta tardo. Don Rodrigo fide pascal martin. Garci bicent.
uieda. Juannes martin. Eran fiadores D.° dz. Don esteuan fide
don fagunt. Don simón. Don florent. Don bartolome
In Dei noe. et eius gra A esto son auenidos todo el jño. jerno ó yerno] de d.° bicent. Esteuan d.° S." ro-
1
conceio de Madrit per la forza que.... esta carta de mo. Martin bidal. Don martin dnguez Ferrant perez.
concejo; que todo aquel que forzare poco et multo, que Don ferrando fide pascat martin. Don sancho fide mar-
pechase LX sóidos: et sobre esto auinieronse el concejo tin esteuan... [Falta el nombre de uno de los alcaldes,
que les semejaua que era fuero malo et desfizieron isto ; parece ser Don aladio]. Don diago. D.° migael. Et esto
foro malo et pusiéronlo per concejo que nenguno que , fue fecho el dia de sant marches Era M.CC.LXXIU.
lo demanda-e que noL uala, fueras que el quereloso co- Garci yuannes qui me fecit.
fiadores, et todo el conceio a onrra de dios , ct a onnor mr. sean per alas carreras que ouiere de fazer el conceio.
eta seruicio del rei don ferrando ct con su esfuerzo. Todo omrae de Madrid et de suo termino no uendat cor-
Que en ninguno tiempo del anno non mate ninguno om- deras alos carniceros para amatar desde sant migacl fasta
me pescado en fresco : et el que lo ficierc sea aleuoso et la pasca mayor: et qui lo uendiere, peche XX. mr. et es-
1
—
ÍNDICE.
DEDICATORIA.
PEÜEMIO. . .
INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA.
—Su situación geográfica. —Su posición topográfica. —Estension de su periferia actual. — Sus antiguos re-
—Examen especial de mismos. — Clima de Madrid. —Fecundidad. —Diferencia que nota entre
cintos. los se
narraciones de
las antiguos 7
los que hoy se observa. —^Verdaderas condiciones
lo de Madrid. liigiénicas
cuencias obtenidas por los mismos respecto de la antigüedad de Madrid. —Existe antes de la invasión maho-
metana.—¿Fué acaso población ibera?—Probabilidades de haberlo sido romana. — Examen de algunos mo-
Villa y Corte. — Monumentos que parecen comprobarla. — Inscripciones latinas. — Examen de las mismas.
No son geográficas. —Dudas sobre la situación de Madrid. —No es Miacum del Itinerario de Antonino. —
el
Relación topográfica de esta mansión con ciertos vestigios de población romana en el sitio ocupado por Ma-
drid y en —Mosaico y pavimentos romanos descubiertos en últimos. —Su descripción
los Carabancheles. los
y estudio. — Consecuencia histórica de todos estos hechos. — Tradiciones posteriores á la época romana. —Ma-
drid árabe. —Su importancia militar. — Conquista de Madrid. — Nombres con que se distingue en la edad-
media. — Resumen 65
CAPITULO IV. — TRADICIONES APOSTÓLICAS Y PIADOSAS DE MADRID. — Venida de Santiago y San Pedro á Ma-
drid. — Opiniones sobre este punto. — Erección de episcopal en Madrid. — Su Iglesia. — Sus santos.
silla
Tradición piadosa sobre la imagen de Nuestra Señora de Atocha. — Origen y antigüedad que se atribuye. le
Su examen crítico-ar<¡ueológico. — Deducciones del mismo. — Tradiciones relativas á la de Santa Ma- efigie
——
2
ría de la Aliuudena. — Estudio artístico sobre la actual estatua de la Virgen. —Época á que pertenece.
Nuestra Señora de la Flor de Lis. —Antigüedad y carácter de esta pintura mural. —Su mérito. — Consecuen-
cias de estas investigaciones. —Resumen general de la Introducción á esta Historia 101)
PRIMERA PARTE.
—Éxito brillante que obtiene. —Reedificación de murallas de Madrid por Abd-er-Rahman —Estado las III.
drid. — Caida del Califato. — Dinastía toledana. — El reino de —Fernando —Sus expediciones vic- Castilla. I.
toriosas.— Su empresa contra Madrid. —Ríndele parias moro de Toledo. —Nacimiento de San el r.ey Isidro.
—Cerco de Madrid por Alfonso VI. — Conquista de Madrü —Purificación de su mezquita. —Acuérdase en
Madrid conquista de Toledo. —El Concejo de Madrid pone cerco
la Alcalá. —Privilegio de Alfonso VI en á
Mfonso VI 137
CAPITULO II. —Estado de Castilla después del fallecimiento de Alfonso VI. —Invasión del emperador de
Marruecos, Alí-Ben-Jussuf.— Asedio de Madrid.—Nueva invasión de los almorávides, bajo la conducta
de Mazdalí. —Alfonso Vil. —Concurre Concejo de Madrid guerras de
el príncipe. — Otórgale en á las este
premio carta de fueros.—Desavenencias entre Concejo de Madrid y comarcanos. —Privilegios del em-
el los
perador en favor de Villa y del Monasterio de San Martin. —División de Madrid en colaciones ó parro-
la
quias. — Muerte de San —Aben-Jucef rey de almohades, pone cerco á Madrid. —Orden
Isidro. ,
y los civil
CAPITULO —Importancia de Madrid en tiempos anteriores á Alfonso VIII. —Su célebre fuero am-
in. los ^
Alfonso. —Muerte en Madrid del infante don Fernando. —Preparativos para una nueva campaña. — Las fuer-
zas de Castilla , de Aragón , de Navarra y de las provincias ultramontanas reunidas en Madrid , con la
hueste de su Concejo , se encaminan á Toledo. —Sucesos que precedieron al paso de Sierra Morena por los
aliados. — A vístanse el ejército cristiano , mandado por los tres reyes, y el de los sarracenos , conducidos por
el Miramolin Mohammed Nadir el Verde. —Batalla de las Navas de Tolosa. —Parte que en ella toma el
Concejo de Madrid. —Insigne triunfo de Alfonso VIU. —^Infundadas conjeturas sobre la aparición de San
Isidro antes de batalla. — Varias circunstancias relativas
la culto del Santo Labrador. —Establecimiento al
de órdenes
las religiosas, y causas á que debieron. — Venida á Madrid de San Francisco de Asís, que
se
funda en una casa de su orden. — Llega también Santo Domingo de Guzman, y convierte en convento
ella
de monjas que poco antes habian establecido sus compañeros. — Cítanse algunos documentos relacionados
el
fonso VIII. — Su muerte. — Efímero reinado de don Enrique —Doña Berenguela deja tutela del rey I. la al
conde don Alvaro de Lara. — Tiránico gobierno de —Muere impensadamente rey. —Proclamación de este. el
drid en esta época. —Fernando —Hereda corona de León. —Conquistas que hace en Andalucía.
III. la
drid. — Recompensas otorgadas á su caudillo y algunos madrileños que se nombran. —Discordias entre Se-
govia y Madiid sobre la propiedad del Real de Manzanares : privilegios y providencias á que dieron lugar
en diferentes épocas. — Fuero de Madrid de 1222. —Modificación que se hace en su escudo de armas. —Su-
cesos del Monasterio de Santo Domingo el Real.' — Consejo llamado de los Doce Sabios. — Muerte del Santo
CAPITULO V.—Reinado de don Alfonso el Sabio.— Alteración del valor de la moneda.—Expediciones con-
tra los moros de Andalucía y Extremadura. — Intenta don Alfonso la empresa de África, y ser coronado
emperador de Alemania. —Sublévanse los moros de Andalucía y Murcia. —Guerra con rey de Granada. el
—Confederación contra el rey de los principales señores de Castilla. — Vienen los Beni-Merines de África
——
como auxiliares del rey de Granada.— El infante don Sancho 8C rebela contra su padre.— Empresa de Al-
geciras. — Deplorable situación del reino.— Privilegios otorgados á Madrid en tiempo de don Alfonso. —Me-
morias particulares.— ¡Muerte de Alfonso X.— Sucédcle, á pesar de las pretensiones de la rarna primogé-
nita, el infante don Sancho, llamado el Bravo.— Hace aprestos de guerra contra los marroquíes.— Indis-
pónese con su favorito don Lope de Haro.— Sangrienta escena de Alfaro.— Guerra civil.— Crueldades de
don Sancho.— Toma de Tarifa.— Fidelidad de los madrileños.— Prosiguen las reyertas sobre el Real de
Manzanares.— Ordenamiento dado en favor do Madrid por el mismo rey.— Terrible revelación que hace en
CAPITULO VI.— Proclamación de Fernando IV.—Situación del reino: los inlantes , los ricos-hombres y la
reinamadre, doña María.— Guerra de Granada; amenazas de Francia, Aragón y Portugal. Cortes de —
VaUadolid.— Tutoría del infante don Enrique.— El infante don Juan y don Alonso La Cerda se dividen la
monarquía.- Expedición y peste de Mayorga.— Cerco de Paredes de Nava y de Fuempudia.— Cortes de
Cuéllar. —Perfidia del rey —
de Portugal proposiciones de Francia. Homenaje del infante don Juan. Tra-
: —
mas, confederaciones y desavenencias de los magnates.— Muerte de don Enrique. Admirable política de —
doña Blaría. —
Legitimación del rey.— Sentencia en la causa del pretendiente La Cerda, á quien se adju-
drid.— Conquista de Gibraltar y de Algeciras. — Cortes de VaUadolid.— Las de Madrid en 1309 —Re-
sitio
presentación y asiento que en estas asambleas nacionales tenia Villa. — Diplomas expedidos por Fer-
la
CAPITULO Vn.—Turbrdenta minoridad de Alfonso XI.—Los tutores y la reina doña María.— Confirma-
ción de los privilegios de la clerecía de Madrid. —Muerte de don Juan Nuñez y de los infantes don Pedro
,
y don Juan.—Don Juan Manuel, tutor de Madrid.—Muerte de doña María —Mayoridad de Alfonso XI.—
Muere en Madrid el infante don Felipe. —Nuevos privilegios de Madrid y disposiciones sobre el Real de
Manzanares. —Recobra Madrid el lugar de Torrejon. — Casamiento del rey con doña María de Portugal.
Cortes de Madrid.—Privilegio restituyendo á la Villa el lugar de Pinto.— Alianza ajustada en Madrid entre
el rey y don Juan, hijo del infante don Manuel. —Privilegio atribuido á don AHbnso , concediendo la Villa
á San MlUan de la Cogulla. —Nuevo privilegio de los caballeros de Jladrid .-Restablece don Alfonso en
Madrid el —Privilegio concedido á la Villa con este motivo. — Nuevas Cortes de Madrid.
fuero de las leyes.
—Concierto celebrado en Madrid entre los reyes de Aragón y Castilla. —Prepárase este en Villa para la la
guerra contra los moros.— Batalla del Salado.— Distingüese en eUa hueste del Concejo de Madrid. — No-
la
ticiade otras Cortes celebradas en Madi'id. —Conquista de Algeciras. — Señálase también en esta empresa el
Concejo de la Villa.— Primeros regidores de Madrid. —El Real de Manzanares concedido á doña Leonor de
Guzman. — Gran sequía en Madrid. — Rogativas públicas. — Residencia del rey en Madrid. — de Gibral- Sitio
CAPITULO VIII.—El rey don Pedro.— Primera época de su reinado.- Sus primeros privilegios respecto de
Madrid : en favor del convento de Santo Domingo; en favor de su ayo Martin Fernandez. —Nuevas inmu-
nidades concedidas al convento de Santo Domingo. — Cortes de VaUadolid.— Supuesto privilegio del rey don
Pedro en favor de la clerecía de Madrid.— Rebelión de don Alfonso Coronel. — Disturbios de Castilla.
Muerte de don Alfonso de Alburquerque. — Cautiverio del rey don Pedro. — Nuevas vicisitudes del Real de
Manzanares. —Robo sacrilego ejecutado en la de San Ginés de Madrid. — Otros privilegios otorgados
iglesia
en pro del convento de Santo Domingo. — Tradiciones populares respecto del rey don Pedro. — Recrudecen-
cia de revueltas de
las —Don Enrique de Trastamara. —Su fuga Francia. —Guerra de Aragón.
Castilla. á
Aspira don Enrique á la corona de Castilla.— Recibe en Toledo la pleitesía de Madrid.— Concede privile-
gios á la VUIa.—Batalla de Nájera.—Pelean en ella notables hijos de Madrid bajo los pendones de don
Pedro.—Recobra este el reino de Castilla.— Segunda entrada de don Enrique.—Fidelidad de Madrid en esta
ocasión al legítimo soberano. — Sitio de la ViUa por los ejércitos de don Enrique. — Defensa heroica de Ma-
drid.— Éntranla los sitiadores por traición. —Éxito de esta nueva guerra. —Muerte de don Pedro en Mon-
tiel. —Traslación de su cuerpo al convento de Santo Domingo de Madrid. —Noticia de su sepulcro . . . 329
CAPITULO IX.—Don Enrique II.— Guerra de Portug.al —Pérdida de Algeciras.— Privilegios otorgados á
Tomo I. 6^
——
4
favor del cabildo y —Prcdilccoion de don Enrique hacia esta Villa. —Su residencia en
clero do Madrid.
ella. — Cortes —Confirma don Enrique estatutos de Alfonso XI. —Ratificación general de
de Toro. los los
fueros y privilegios de Madrid. — Notable sentencia dictada por alcalde real á favor de esta Villa. — Ite-
el
cibe don Enrique en Madrid á don Carlos de Navarra, Malo. — Diego Fernandez de Gudiel, procurador
el
por Madrid en Cortes de Burgos. — Muerte del infante don Sancho. —Sentencia que
las da contra Gudiel se
¡\Iadriddel arzobispo de Bilrgos. — Algunos acuerdos memorables tomados por don Enrique en esta Villa.
Falta don Carlos de Navarra pactado en Madrid. — Nueva guerra de Granada. — Cisma de
á lo la Iglesia.
CAPITULO — Coronación de don Juan — Carta que dirige Concejo de Madrid. — Cortes de Burgos.— No-
X. 1. al
table concesión á los clérigos de Madrid. — Confirma rey todos fueros y privilegios de la Villa. — Conti-
el los
Portugal, y nuevos rompimientos entre ambos monarcas. —La Corte en ]\Iadrid — Grave enfermedad del rey.
—Sabe en Madrid muerte de su esposa. —E.^pide rey en Madrid notables privilegios. —Su nuevo matri-
la el
monio. — Destronamiento y cautividad del rey León de Armenia. — Acógese á Castilla. — Concédele don Juan
elseñorío de Madrid. —Disgusto de Villa. — Privilegios que León
la concede. — Solemne promesa de don
le
Juan á madrileños. — Nueva cesión del Real do Manzanares. — Pretensiones de don Juan á la corona por-
los
tuguesa. — Batalla de Aljubarrota. — Cortes de Valladolid. — Nuevas pretensiones del duque de Alencastre
al trono castellano. —Cortes de Segovia. — Hostilidades de ingleses y portugueses. — Tratado de Troncoso.
Matrimonio de doña Catalina de Alencastre y el infante don Enrique de Castilla. —Hostilidades del de Per-
gal. —Celebra elrey nuevas Cortes. —Establecimiento de Orden del la Collar de Oro. — La reina doña Bea-
triz en Madrid. —Muerte del rey. —Pesar de madrileños los 389
CAPITULO XI. — Don Enrique III.—Es proclamado en Madrid. — Recibe homenage de los grandes.— Desave-
nencias entre los magnates. — Testamento del rey don Juan y consejo de gobierno. —Desacato del duque de
Benavente y del conde de Trastamara para apoderarse del gobierno. —Actitud del pueblo de Madrid. —Re-
sentimiento del arzobispo de Toledo. — Quejas del prelado Papa y á monarcas de Aragón y de Francia.
al los
— Vienen á Madrid diversos embajadores. —Nuevas disensiones de los magnates. —Acuerdo de Arévalo.
Prisión del arzobispo de íoledo y de varios de sus parciales. — Encárgase don Enrique del gobierno. — Cortes
en Madrid. — Celébranseen esta Villa bodas y reales. — E.xcelentes cualidades del monarca. — Su pre-
fiestas
de Gijon. —Sitio de Gijon. — Regresa monarca victorioso á Madrid. —^Despacha diversos embajadores á le-
el
janos imperios. — Ruy González de Clavijo. —Su embajada al Gran Tamorlan. — Procura rey consolidar el el
poder de corona. — Privilegios y franquezas que concede á la Villa. — Fallecimiento de don Enrique
la III. 415
APÉNDICES.
I Formaciones geológicas de Madrid. —Su Flora y Fauna. — Alturas; temperaturas; fenómenos atmosféri-
cos. —Efemérides meteorológicas. — Observaciones barométricas etc , 437
II Fueros de Madrid 445
Portada.
Nuestra Señora de la Flor de Lis en la iglesia de la Almudena (Pintura mural del siglo XIII). 152
Don Ramiro II ,
conquistador de Madrid 137
Sepulcros de los conquistadores de Madrid (Segovia : iglesia de San Juan de los Caballeros). . 151
Salida victoriosa de los madrileños contra los reales de Alí-Ben-Yussuf (Era 1148— Año 1110). 158
Alfonso X) 208
Da Alfonso X al Consejo de Madrid el Fuero Real (Sevilla, 1262) 231
Sellos de plomo de los Reyes de Madrid (Alfonso VIH , Fernando III, Alfonso X) 236
Don Sancho IV 240
Sancho IV revela en Madrid ;Wlon Juan Manuel la causa de su muerte 249
Monedas de los conquistadores y reyes de Madrid (De don Alfonso VI á don Fernando IV). . 260
Lámpara de Abú-Abdilláh-Mohammad (Universidad central — 1303) 265
Detalles de dicha lámpara 266
Rueda y anagramas de los privilegios reales concedidos á Madrid (Fernando IV, Sancho IV,
Juan I) 373
Don Juan I de Castilla 389
León V de Armenia , señor de Madrid 401
Sellos de cera y plomo de los privilegios otorgados á Madrid (Juan I , León de Armenia , don
Juan Manuel, Enrique III) 406
Enrique III el Doliente 415
Firmas de los reyes y señores de Madrid , tomadas de documentos originales de la Real Aca-
demia de la Historia y del Archivo de la Villa (De don Sancho IV á los Reyes Católico.s). . 420
Facsímile de privilegios rodados (Don Pedro á Enrique III) 424
Ruy González de Clavijo (Siglo XIV al XV) 429
Monedas de los reyes de Madrid (.\lfonso XI á los Reyes Católicos) 434
Facsimile del Fuero de Madrid otorgado por Alfonso VII 445
Todos los ejemplares de la Historia de la Villa y Corte de Madrid que no lleven es-
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l/niVersiíy of Toronío
library
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