Tomos VII Tomo VII 1 PDF
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REVISTA LOTERÍA
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LOS SUCESOS DEL 9 DE ENERO. ANTECEDENTES HISTÓRICOS.
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Bajo criterio editorial
se respeta la ortografía de los textos
que presentan arcaísmos
propios de su Edición Príncipe.
Biblioteca de la Nacionalidad
AUTORIDAD
DEL CANAL DE PANAMÁ
PANAMÁ 1999
REVISTA LOTERÍA
Editor
Autoridad del Canal de Panamá
Asesoría editorial
Natalia Ruiz Pino
Juan Torres Mantilla
Impresión y encuadernación
Cargraphics S. A.
972.87
S18 Los sucesos del 9 de enero de 1964. Antecedentes
históricos.— Panamá: Autoridad del Canal, 1999.
v7. 332 págs.; 24 cm.— (Colección Biblioteca de la
Nacionalidad)
Los datos fueron tomados de la Revista Lotería No.
191, de octubre de 1971.
ISBN 9962-607-07-8
1. MOVIMIENTOS ESTUDIANTILES— PANAMÁ
2. NUEVE DE ENERO—HISTORIA 3. PANAMÁ—
RELACIONES EXTERIORES—ESTADOS UNIDOS
BIBLIOTECA
DE LA NACIONALIDAD
Edición conmemorativa
de la transferencia del Canal a Panamá
1999
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LOS SUCESOS DEL 9 DE ENERO. ANTECEDENTES HISTÓRICOS.
BIBLIOTECA
DE LA NACIONALIDAD
A
esta pequeña parte de la población del planeta a la que nos ha tocado
habitar, por más de veinte generaciones, este estrecho geográfico del
continente americano llamado Panamá, nos ha correspondido, igual-
mente, por designio de la historia, cumplir un verdadero ciclo heroico que cul-
mina el 31 de diciembre de 1999 con la reversión del canal de Panamá al pleno
ejercicio de la voluntad soberana de la nación panameña.
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El 9 de Enero de 1964
y sus antecedentes históricos
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rales y conservadores durante el siglo pasado; las posiciones disímiles entre los
bandos liberales; las luchas del arrabal santanero; la oposición de los negros y
gentes de color al proyecto autonomista y federalista liberal; todo ello, nos lleva
de la mano hacia la búsqueda de más información y nuevas líneas interpretativas
de la Clío panameña.
Durante el movimiento del 28 de Noviembre de 1821, aparte de la
clarinada santeña, es incuestionable que los sectores negros y de co-
lor, siempre una mayoría demográfica en la zona de tránsito y otros
lugares, fueron marginados, tal cual deja entrever con claridad Don
Mariano Arosemena en sus Apuntamientos Históricos. De más está decir que
la esclavitud perdurará en Panamá como institución, al igual que en Colombia,
hasta entrados los años cincuenta, aunque cada vez más obsoleta e innecesa-
ria.
En efecto, lo anterior motiva que el federalismo prohijado por los
sectores comerciantes —la burguesía comercial—, quienes domina-
ban la economía del Istmo; ejercían el poder político mediante los
cabildos de Panamá y Portobelo —a más de su alianza con los latifun-
distas del interior, a partir del siglo XVIII—; y primaban socialmente
—reflejado en las características urbanas de la ciudad de Panamá y en
sus usos y costumbres—, junto al dominio ideológico creciente me-
diante el liberalismo y el positivismo; repetimos, ese liberalismo, ese autono-
mismo económico y político, ya plasmado en el Acta de Independencia de
España y en el posterior Reglamento de Comercio Libre, no va a contar con el
apoyo y el entusiasmo de la mayoría de la población de la zona de tránsito.
Resulta claro que, aunque la burguesía comercial llevase a cuestas el avance
nacional panameño, los mayoritarios sectores de color únicamente observa-
ban su explotación y las cadenas y grillos que aún tenían que soportar. Es por
ello que, en 1826, la gente del arrabal de la capital brindará su apoyo al centra-
lismo boliviano, contrario a las apetencias anseatistas de la burguesía comer-
cial, que seguía pugnando por los mismos elementos anteriores a la indepen-
dencia de España: librecambio, franquicias comerciales, camino transístmico.
Pero con el agravante de un factor relativamente nuevo, el proteccionismo de
las grandes potencias. Por supuesto, este proteccionismo, que los grupos do-
minantes istmeños promovían con entera voluntad en aras del interés comer-
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independencia del Istmo —sobre todo después del Estado Libre del Istmo de
1840-41—, confluyen en El Tratado Mallarino-Bidlack, origen institucional y
contractual de todas las causas de conflicto entre Panamá y los E.U.: En su
Art. 35°. aparecen los problemas del intervencionismo, el libre tránsito norte-
americano y la garantía de la neutralidad del Istmo. Más, este tratado recoge e
impulsa elementos y factores que ya se venían dando en Panamá y Colombia:
los acuerdos de Colombia con Francia, Inglaterra y EU. en materia económi-
ca; las concesiones para investigar y construir una ruta transístmica a través
del Istmo; las negociaciones que culminan en la construcción del ferrocarril
transístmico (Garella, Mateo Klein, etc); los intereses de las navieras inglesas
y norteamericanas.
Resulta un contrasentido separar todos estos hechos de lo sucedido
en el Istmo de Panamá a mediados del siglo XIX. Luego del contrato Stephens-
Paredes, la construcción del ferrocarril es un hecho entre 1850-55. La burguesía
comercial tiene discrepancias y contradicciones con las clases dominantes colom-
bianas, pero no son antagónicas las mismas. Las reformas liberales en Colombia,
cuentan con el apoyo y colaboración de panameños ilustres: Mariano Arosemena,
Tomás Herrera, Justo Arosemena. Y, se entiende perfectamente ya que se trataba
de implementar el librecambio, la eliminación de aranceles, la secularización social,
la desmoralización de bienes de “manos muertas”, la enseñanza laica, y demás
medidas de corte liberal benthamista y lancasterianas cónsonas con las aspiracio-
nes de las clases rectoras panameñas.
En el mismo sentido, en medio de la presencia catalizadora norte-
americana mediante la construcción del ferrocarril, el movimiento po-
pular panameño cobra nuevos bríos. Las actitudes discriminatorias y
prepotentes de los agentes de la compañía; el mal trato de los trabajado-
res de la vía; la presencia de trabajadores extranjeros (sobre todo chinos
y, en su mayor cantidad, antillanos); los salarios insuficientes; las malas
condiciones de salubridad; la ausencia efectiva de las autoridades co-
lombianas y panameñas; y, el creciente desempleo a medida que se cons-
truye la obra; llevan a una coyuntura muy especial, donde los sectores
populares de la zona de tránsito ven con mucha más claridad que sus problemas
van ligados a la problemática nacional panameña.
No es que los sectores populares tuvieran conciencia clara de sus
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mente; surge una cada vez más consciente clase media; las intervenciones
yanquis son cada vez más afrentosas.
En la década de 1920-30, surgen la Federación Obrera, el Sindicato Gene-
ral de Trabajadores, la Liga Inquilinaria, el Movimiento de Acción Comunal.
Los norteamericanos eliminan unilateralmente el Convenio Taft y los comer-
ciantes y casatenientes panameños se pliegan al tratado de 1926. El problema
social y el problema nacional se entrelazan con fuerza: la clase dominante
panameña suprime la lucha inquilinaria solicitando la intervención yanqui... y
agradeciéndola. El pueblo responde con el rechazo del tratado de 1925; se
organiza con el partido feminista y la primera federación de estudiantes; sur-
gen también los partidos Socialista y Comunista, entre finales y comienzos de
los años veinte y treinta, respectivamente.
En los años treinta, la clase media, luego del Golpe de Estado de 1931,
liderizado por Acción Comunal, encumbra a líderes como Harmodio Arias y
Juan Demóstenes Arosemena. Es así que se funda la Universidad de Panamá y
se logra el tratado Arias-Roosevelt de 1936 que, sin eliminar las causas del con-
flicto, trae ciertas concesiones en lo económico, político y laboral. La presiden-
cia de Arnulfo Arias en 1940-41, trae aparejado el rechazo del artillamiento de
naves de bandera panameña y las pretensiones de E.U. en cuanto a sitios de
defensa en Panamá durante la 2a guerra mundial. La consecuencia es el derroca-
miento de Arias y la firma del convenio Fábrega-Wilson, el cual permite a E.U.
más de 130 sitios de defensa de E.U. en Panamá durante la guerra.
Sin embargo, a inicios de los años cuarenta, el movimiento popular se
organiza en la Federación de Estudiantes de Panamá (F.E.P.), el Frente Patrió-
tico de la Juventud y, los diversos gremios docentes y profesionales, quienes
logran junto a los partidos de izquierda el rechazo del Convenio de Bases Filós-
Hines de 1947 y preparan el camino para nuevas luchas políticas, sociales y en
pro de la Soberanía.
Bajo la represión y el militarismo Remonista, se logra el Tratado
Remón-Eisenhower de 1955, con meras ganancias económicas para
la clase dominante, algunas ventajas económicas y laborales y, sin eliminar las
causas del conflicto. El pueblo panameño, con dignidad, se levanta en 1958 y
1959, siembra banderas y exige la soberanía y la jurisdicción sobre la Zona del
Canal. El movimiento estudiantil, gremial y profesional, los trabajadores y la
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ROLANDO E. HERNÁNDEZ S.
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Editorial1
“S eñores: Hace más de veinte años que el águila del Norte dirige su
vuelo hacia las regiones ecuatoriales. No contenta ya con haber
pasado sobre una gran parte del territorio mejicano, lanza su atrevida mirada
mucho más acá. Cuba y Nicaragua son, al parecer, sus presas del momento,
para facilitar la usurpación de las comarcas intermedias, y consumar sus vas-
tos planes de conquistas un día no muy remoto.
Entre tanto, señores, Colombia duerme. La esforzada heroína, a quién
vuelven inquietos sus ojos los otros pueblos hermanos, parece descuidada, y
como si no viese o no temiese las garras del águila que amenaza prenderse al
cuello del cóndor. Colombia duerme. Pero no: tranquilizaos. No es el sueño de
la indiferencia; es el sueño de la confianza en su poder. Colombia duerme, pero
va a despertarse. ¿No veis que se mueve? Un secreto instinto le ha gritado que
el momento supremo se acerca. Ella tiene toda la conciencia de su deber y de
su fuerza. Colombia empieza a despertar, y los que prevalidos de su letargo
han osado tocar a sus puertas por el Occidente, se sobrecogerán de temor al
verla nuevamente en pié.
No hay duda que hemos cometido grandes imprudencias. Olvi-
dando el carácter y la propensión de nuestros vecinos, les hemos en-
tregado, por decirlo así, el puesto del comercio universal, que el genio
de Isabel y de Colón habían ganado para nuestra raza. Pródigos en concesio-
nes a la compañía empresaria del camino interoceánico, generosos hasta el
1 Versión completa del memorable discurso que pronunciara el Dr. Justo Arosemena en ocasión del
banquete que se le brindó al señor Teodoro Gómez de la Torre, Ministro Plenipotenciario del Ecuador,
la noche del 20 de julio de 1856, en Bogotá. Este texto editorializó el N° 191 de la Revista Lotería —
octubre de 1971— de donde han sido extraídos los escritos que conforman este volumen
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I
Problemática internacional entre Panamá y los
Estados Unidos en el siglo XIX y XX
Informe de Francisco de Fábrega
sobre el Incidente de la Tajada de Sandía
NOTA
dando cuenta al Poder Ejecutivo de la República de los sucesos del
15 del corriente.
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LOS SUCESOS DEL 9 DE ENERO. ANTECEDENTES HISTÓRICOS.
libre i ancho campo a los ladrones, que más tarde aparecieron en la escena.
Porque fué despues de lo más recio de la contienda; fué cuando la aten-
ción de las autoridades i de la jendarmería estaba toda entera contraída a salvar
las vidas de los pasajeros,trasladándolos al pequeño vapor Taboga, a la casa
del Estado llamada del Washington i a algunas de particulares; fué entonces,
digo, que empezó a ejecutarse el saqueo de las oficinas de la Compañía i de los
tres establecimientos comerciales que dejo mencionados.
La pretensión de hacer pasar todos estos crímenes como obra de los hijos
del país, es de todo punto injusta, pues se sabe mui bien que existen hoi entre
nosotros multitud de perversos de diversas naciones, que hacen un papel mui
principal en escenas como las que estoi describiendo.
Se me imputa por el Sr. Totten no haber hecho esfuerzo alguno para evitar
los desastres esperimentados; i llega su lijereza hasta aseverar que en mi presencia
se despojó a las personas de los valores que llevaban consigo. Yo no he visto
despojar a ninguna persona: temí sí que lo fueran algunas que eran conducidas
por jentes que me parecían sospechosas, i personalmente ocurrí a protejerlas.
Los despojos de esa clase que hayan podido hacerse, lo serían a merced de la
gran confusión que reinaba ; i pretender que la autoridad pudiera evitar esos
delitos, es pretender que en la Nueva Granada se haga lo que ningún Gobierno
de la tierra, por poderoso que sea, ha podido ni podrá hacer jamás.
Cuando se supo en la ciudad la noticia de lo que pasaba en la Ciénaga, i
más aún cuando mis ajentes i yo llegamos allí, ya había trascurrido mucho
tiempo, i el desórden había adquirido proporciones formidables. Era i fué de
todo punto imposible alejar de aquel teatro a los naturales enfurecidos contra
los pasajeros; i era i fué de todo punto imposible también contener a estos
últimos. Ahí lo están diciendo las declaraciones de extranjeros i granadinos.
Los naturales, en su ciega exaltación, i preocupados en su mayor parte con la
idea de que aquello era una intentona de los filibusteros, por la circunstancia de
hallarse en la ciudad algunos de esos aventureros, acusaban de traicion a las
autoridades, porque se les exhortaba en el sentido de la paz. Las deplorables
antipatías políticas que nos dividen daban pábulo a aquellas absurdas sospechas.
Más de una vez se expresó la intención de venir a la ciudad a forzar los almacenes
donde hubiese armas para tomarlas: i yo tengo la convicción, Sr. Secretario,
de que el más insignificante incidente pudo en aquella aciaga noche haber dado
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a la contienda nuevas i no menos terribles faces. Solo los que conozcan las
condiciones actuales de esta población, podrán apreciar las peligros de todo
linaje que se corrieron en aquella infausta ocasión.
Parece que cuando se dice que yo no hice nada para impedir o contener los
desórdenes, se supone que era yo quien personal i materialmente debía hacerlo
todo. Parece que no solo se desconocen los esfuerzos que hice por mi parte en
favor de la seguridad jeneral, sino que se desconocen también los del Prefecto
del departamento, los del Alcalde de la ciudad, los del Rejidor de Santa Ana i los
del Jefe de la jendarmería, quienes siendo mis ajentes i hallándome yo presente,
no podían proceder sino por mis órdenes, con mi acuerdo, o con mi aquiescencia.
¿Se dirá que el Prefecto, el Alcalde, el Regidor i el Jefe de la jendarmería tampoco
hicieron nada? No, esto no podrá decirse: los documentos que en copia acompaño
a U. demuestran bien el celo, la actividad, la buena voluntad con que todos i cada
uno de esos funcionarios procuraron llenar sus deberes en aquella situación
dificilísima.
Mas respecto de la jendarmería, se le acusa (protesta del Sr. Totten)
de haber hecho fuego sobre la casa de la Compañía, i de haber ayudado
al saqueo.
Fuí yo (se dice) quien dió la órden de hacer fuego sobre la casa de la
Compañía: i en esto no hai rigorosa exactitud. Cuando excitado por el Secretario
del Cónsul americano me diriji a la espresada casa, donde se me hizo entender
que se hallaba dicho Cónsul, i se hizo fuego sobre mí i los que me acompañaban,
hiriendo a dos de éstos, retrocedí como era natural: i encontrando a pocos pasos
al Jefe de la jendarmería con su fuerza, le di órden de que marchase a ocupar
aquella casa (estas fueron mis palabras). El Jefe de la jendarmería me interrogó:
—¿I si me hacen fuego? Hágalo Ud. también, fué mi contestación.
La casa de la Compañía era la última que mantenía el fuego que alimentaba
i prolongaba aquel desórden: por eso fué que marchó sobre ella la jendamería.
I si ésta usó de sus armas para ocuparla, fué (nadie podrá negarlo) porque los
pasajeros armados que permanecian en ella, no dejaron de hacer uso de las
suyas, hasta que entrando aquella fuerza en la casa, se rindieron a discreción.
Hubo, es verdad, un número considerable de malvados que entrando en tropel
por las diversas puertas de aquel edificio, intentaron cebarse en la sangre de la
multitud de personas rendidas o indefensas que allí se encontraban ; pero este
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FRANCISCO DE FÁBREGA.
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BIBLIOGRAFÍA
RINCÓN HISTÓRICO— Selecciones de Mundo Gráfico por Ernesto J. Castillero R. y Juan Antonio Susto.
Panamá. — Volúmenes I, 1947, pgs. 90-92.
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Convención de Constantinopla
ARTÍCULO I
El Canal Marítimo de Suez estará siempre abierto y será libre, tanto en
tiempo de paz como en tiempo de guerra, para los navíos de comercio o de
guerra, sin distinción de banderas.
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ARTÍCULO II
Las altas partes contratantes, reconociendo que el Canal de Agua
Dulce es indispensable para el Canal Marítimo, toman nota de los compromi-
sos de Su Alteza el Khedive con la Compañía Universal del Canal de Suez en lo
que concierne al canal de Agua Dulce, compromisos que están estipulados en
la convención que lleva fecha del 18 de Marzo de 1863, que contiene una
exposición y cuatro artículos. Se comprometen a no obstaculizar, en forma
alguna, la seguridad de ese canal y sus ramales, la operación de los cuales no
quedará expuesta a ninguna tentativa de obstrucción.
ARTÍCULO III
Las altas partes se comprometen, del mismo modo, a respetar la
planta, establecimientos, edificios y talleres del Canal Marítimo y del Canal de
Agua Dulce.
ARTÍCULO IV
Permaneciendo abierto el Canal Marítimo como pasaje libre en
tiempo de guerra, aun para los barcos de guerra de beligerantes, conforme a
los términos del Artículo I del presente Tratado, las altas partes contratantes
convienen en que ningún derecho de guerra, acto de hostilidad o que tenga por
objeto obstruir la libre navegación del canal, será cometido en el canal ni en
sus partes de acceso, así como dentro de un radio de tres millas marítimas
alrededor de esos puertos, aun cuando el Imperio Otomano sea uno de los
poderes beligerantes.
Los navíos de guerra beligerantes no podrán reavituallarse ni hacer almace-
najes a bordo, en el canal y sus puertos de acceso, excepto hasta donde pueda
serles estrictamente necesario. El tránsito de los antedichos navíos por el ca-
nal se efectuará con el menor retardo posible, de acuerdo con las reglas vigen-
tes, y sin más intermisión que la resultante de las necesidades del servicio.
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ARTÍCULO V
En tiempo de guerra las potencias beligerantes no desembarcarán ni em-
barcarán dentro del canal y sus puertos de acceso, ni tropas, ni municiones, ni
materiales de guerra. Pero en caso de algún obstáculo accidental en el canal,
los hombres pueden ser embarcados o desembarcados en los puertos de acce-
so, por destacamentos que no excederán de 100 hombres con la cantidad
correspondiente de material de guerra.
ARTÍCULO VI
Las presas o botines estarán sometidas, en todo respecto, a las mis-
mas reglas de guerra de beligerantes.
ARTÍCULO VII
Las potencias no mantendrán ningún navío de guerra en las aguas
del canal (inclusive el Lago Timsah y los Lagos Amargos). Sin embar-
go podrán estacionar navíos de guerra en los puertos de acceso de
Puerto Said y Suez, pero el número de ellos no excederá de dos por
cada potencia.
Este derecho no podrán ejercerlo los beligerantes.
ARTÍCULO VIII
Los agentes de las potencias signatarias del presente tratado, residentes en
Egipto, estarán encargados de vigilar por su ejecución.
En caso de cualquier evento que amenace la seguridad del libre paso por el
canal, se reunirán a convocatoria de tres de entre ellos y bajo la presidencia de
su Decano, con el fin de proceder a las necesarias comprobaciones. Informa-
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rán al gobierno del Khedive sobre el peligro que ellos crean haber percibido, a
fin de que ese gobierno pueda dar los pasos oportunos para asegurar la protec-
ción y libre uso del canal. Cualesquiera que sean las circunstancias, se reuni-
rán una vez al año para tomar nota de la ejecución del tratado.
Las reuniones últimamente mencionadas tendrán lugar bajo la presidencia
de un comisionado especial nombrado con tal objeto por el gobierno imperial
otomano. Un comisionado del Khedive podrá también tomar parte en la re-
unión y podrá presidirla en caso de ausencia del comisionado otomano.
Exigirán especialmente la supresión de cualquier obra, o la dispersión de
cualquier reunión, que se hayan formado en cualquiera de las orillas del canal
y cuyo efecto u objeto pueda ser obstaculizar la libertad y la completa seguri-
dad en la navegación (por el canal).
ARTÍCULO IX
El gobierno egipcio, dentro de los límites de las autorizaciones o
poderes resultantes del Firmán y bajo las condiciones que se estipu-
lan en el presente tratado, tomará las medidas necesarias para asegu-
rar la ejecución de dicho tratado.
En caso de que el gobierno egipcio no tenga medios suficientes a
su disposición, llamará al gobierno imperial otomano, el cual tomará
las medidas necesarias para responder a dicho llamamiento, dará no-
ticias de ellos a las potencias signatarias de la Declaratoria de Lon-
dres del 17 de Marzo de 1885, y si fuere necesario, concertará con
ellas sobre el asunto.
Las disposiciones de los artículos IV, V, VII y VIII no serán obstáculo
para las medidas que hayan de tomarse en virtud del presente artículo.
ARTÍCULOX
De manera similar las disposiciones de los artículos IV, V, VII y VIII no
serán obstáculo para las medidas que S. M. el Sultán y S. A. el Khevide en
nombre de S. M. Imperial y dentro de los límites concedidos por el Firmán,
pueda creer necesario tomar para asegurar con sus propias fuerzas la defensa de
Egipto y el mantenimiento del orden público.
En caso de que S. M. I. el Sultán, o S. A. el Khedive, hallaren necesario
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aprovecharse de las excepciones que este artículo prevé, las potencias signa-
tarias de la Declaración de Londres serán notificadas de ello por el gobierno
imperial otomano.
Es entendido, del mismo modo, que las disposiciones de los cuatro artí-
culos antes mencionados no ocasionarán, en ningún caso, obstáculo alguno
para las medidas que el gobierno imperial otomano pueda creer necesario
tomar con el fin de asegurarse, con sus propias fuerzas, la defensa de sus
otras posesiones situadas en la costa oriental del Mar Rojo.
ARTÍCULO XI
Las medidas que hayan de ser tomadas en los casos que prevén los artícu-
los IX y X del presente tratado, no serán obstáculo para el libre uso del canal.
En los mismos casos queda prohibida la construcción de fortificaciones per-
manentes que contraríen las disposiciones del artículo VIII.
ARTÍCULO XII
Las altas partes contratantes, por medio de la aplicación del principio de
igualdad en lo que respecta al libre uso del canal, principio que forma una de
las bases del presente tratado, convienen en que ninguna de ellas tratará de
obtener, con respecto al canal, ventajas o privilegios territoriales o comerciales
que puedan pactarse. Además, los derechos de Turquía como poder territorial
quedan reservados.
ARTÍCULO XIII
Con la excepción de las obligaciones expresamente previstas en las cláu-
sulas del presente tratado, los derechos soberanos de S. M. I. el Sultán, y los
derechos de inmunidades de S. A. el Khedive, resultantes del Firmán, no que-
dan afectados en forma alguna.
ARTÍCULO XIV
Las altas partes contratantes convienen en que los compromisos
resultantes del presente tratado no serán limitados por la duración de los actos
de concesión de la Compañía Universal del Canal de Suez.
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ARTÍCULOXV
Las estipulaciones del presente tratado no serán obstáculo para las medi-
das sanitarias en Egipto.
ARTÍCULO XVI
Las altas partes contratantes convienen en llevar el presente tratado a
conocimiento de los Estados que no lo han firmado, para invitarles a que
accedan a él.
ARTÍCULO XVII
El presente tratado será ratificado, y las ratificaciones serán canjeadas en
Constantinopla, dentro del término de un mes, o antes si fuere posible.
En fe de lo cual, los respectivos plenipotenciarios han firmado el presente
tratado y le han puesto sus respectivos sellos de armas.
Dado en Constantinopla el día 29 del mes de Octubre del año de 1388.
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BIBLIOGRAFÍA
ERNESTOCASTILLEROPIMENTEL:PanamáylosEstadosUnidos—Panamá.1953,pgs.XXIX-XXXII.
REVISTA “LOTERÍA” — Panamá Segunda Epoca. — Volumen 1. No. 10. Septiembre 1956, pgs. 63-67.
MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES.— Panamá. Memoria. - 1961, Anexos pg.1
DIÓGENES A. AROSEMENA G: Historia Documental del Canal de Panamá.— Panamá. 1962, pgs.
107-114.
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Exposición
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El Convenio sobre el Canal Istmico no importa cesión de territorio ni
traspaso absoluto de soberanía.
La simple lectura del artículo IV del tratado Hay-Herrán, que es
antecedente de inapreciable valor, pues en él se expresa la intención de los
Estados Unidos al negociar con Colombia, es suficiente para establecer la
verdad de la proposición que acabo de enunciar; pero hay además, para sus-
tentarla, poderosas razones deducidas del Convenio Varilla-Hay que en la ma-
yor parte de sus cláusulas es idéntico al Hay-Herrán. En efecto, como antes he
tenido el honor de observar a Vuestra Excelencia, en esta misma nota, ambos
convenios versan sobre la concesión a los Estados Unidos del uso, ocupación
y control de ciertas tierras y aguas para facilitar la construcción, conservación,
explotación, sanidad y protección de un canal marítimo entre el Atlántico y el
Pacífico. Este es el pensamiento principal y dominante en ambos actos; en nin-
guno de ellos se ha usado expresión alguna que implique traspaso del dominio
absoluto sobre el territorio, ni mucho menos la transferencia de la Soberanía.
Esa concesión podría haber sido hecha por Colombia, antes del 3 de No-
viembre de 1903, y por la República de Panamá, después de esa fecha, a
cualquiera compañía o asociación legal, sin que por el hecho de su otorga-
miento pudiera pretenderse derecho al pleno dominio sobre la faja de terreno
en que la obra iba a ejecutarse, ni mucho menos al ejercicio de una soberanía
absoluta.
La relación jurídica en ese supuesto, lo mismo que en el presente caso,
sería la que existe entre un arrendador y un arrendatario. Únicamente por ser
el arrendatario otra República, puede haber confusión respecto del carácter y
de la esencia de las relaciones contractuales creadas por el Convenio.
Si la intención de las altas partes contratantes hubiera sido en uno o en
otro de los dos casos a que me he venido refiriendo, la cesión absoluta del
dominio y de la soberanía sobre el territorio, ambos tratados podrían haberse
reducido a dos artículos: uno en que se especificara la cosa vendida, y otro en
que se expresara el precio de la venta; pero comprendiendo ambas partes que
ese no era el caso, y penetrados de que otra era la intención, viéronse obliga-
dos a fijar, en lo posible, las relaciones entre el arrendador y el arrendatario,
teniendo en cuenta las circunstancias peculiares de aquella negociación tras-
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para usar sus fuerzas de mar y de tierra en el caso de que fuesen indispensa-
bles para la protección del Canal, lo cual necesariamente supone que, si esta
cláusula no existiera, los Estados Unidos no tendrían tal facultad.
Ninguna de las estipulaciones que he enumerado tendría razón de ser si la
República de Panamá hubiera renunciado al dominio de la Zona y a sus dere-
chos de soberanía en absoluto; pero su intención no fue nunca renunciar a
esos derechos, ni los Estados Unidos han tenido el propósito de adquirirlos,
pues ellos, muy al contrario, han declarado que no pretenden aumentar su
territorio a expensas de Colombia ni de ninguna otra República de Centro y
Sud América y nada hay que justifique la más remota sospecha de que tal
declaración no es sincera.
En los tratados públicos no puede admitirse la existencia de cláusulas
inútiles ni contradictorias, las que aparecen como inútiles, deben ser interpre-
tadas de modo que produzcan algún efecto; y las que son contradictorias,
deben interpretarse teniendo en cuenta el tenor de las últimas, porque es de
suponerse, como dice Woolsey, que ellas expresan la última idea o pensamien-
to de las partes.
Si existiere alguna contradicción entre las cláusulas sobre las cua-
les acabo de llamar la atención de Vuestra Excelencia y la III del Con-
venio Bunau-Varilla-Hay, es claro que las últimas deben prevalecer, porque son
más específicas y más claras y porque están más conformes que aquélla con
las demás cláusulas del mismo Convenio y con la política externa de los Esta-
dos Unidos en relación con las naciones sur y centro americanas.
Mi Gobierno estima que el pensamiento de las partes contratantes está
obscuro en todo cuanto se refiere a estas delicadas cuestiones del dominio y
de la soberanía; pero después de un estudio cuidadoso puede llegarse a la
conclusión de que los dos países ejercen conjuntamente la soberanía sobre el
territorio de la Zona del Canal y que en los casos expresamente especificados
en el Convenio Bunau-Varilla-Hay el uso de tal derecho le corresponde a los
Estados Unidos, en virtud de delegación de la República de Panamá: pero en
todo aquello en que el Convenio guarda silencio, los derechos de la República
de Panamá permanecen inalterables y completos.
Tal situación, que daría lugar a constantes conflictos si se prolongara, re-
quiere la celebración de un convenio aclaratorio discutido por las partes con el
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REVISTA LOTERÍA
espíritu conciliador que ha prevalecido hasta ahora en las relaciones de los dos
países y a ello está dispuesto el Gobierno del mío.
Pasando ahora a las cuestiones especiales que se han suscitado,
permítame Vuestra Excelencia que las trate separadamente.
II
Puertos
En la Zona del Canal, tal como está descrita en el artículo II del
Convenio Bunau-Varilla-Hay, no se comprenden las ciudades de Panamá y Colón
ni sus puertos adyacentes; las unas y los otros han sido expresamente excluidos
de dicha Zona y por consiguiente, aun aceptando por concesión el supuesto de
que los Estados Unidos poseyeran el derecho de soberanía sobre ella, tal derecho
no podría extenderse a lo que por el mismo convenio se considera excluido de su
jurisdicción.
Restaría en relación con este asunto considerar dos cosas:
1° Si los Estados Unidos tienen facultad según el Convenio Bu-
nau-Varilla-Hay para habilitar como puertos propios de él cualquier lugar com-
prendido dentro de la Zona y abrir al comercio del mundo aún con detrimento
de los intereses de la República de Pananá.
2° Si en el supuesto de existir esa facultad los Estados Unidos pueden
extenderla hasta declarar puertos propios de él y sometidos a su jurisdicción,
cualquiera o parte de cualquiera de los que actualmente existen pertenecientes
a la República de Panamá, aun incluyendo los mismos exceptuados por el
artículo II del Convenio.
Desde luego es de rigor observar que el establecimiento de un puerto y su
habilitación para el comercio del mundo, es una facultad inherente al soberano
del territorio; y, como ya he demostrado en la primera parte de esta nota que
los Estados Unidos no disfrutan de la soberanía absoluta de la Zona, sino de los
derechos especiales concedidos por el Convenio Bunau-Varilla-Hay, es claro
que no reside en los Estados Unidos tal facultad.
En previsión, sin duda, de la necesidad que los Estados Unidos pudieran
llegar a tener de puertos durante la época de la construcción del Canal y des-
pués de estar éste al servicio del comercio, la República de Panamá conviene
en ceder a los Estados Unidos, según se ve en la parte final del artículo IX, el
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REVISTA LOTERÍA
III
Aduanas
También ha dispuesto el señor General Davis, en su carácter de
autoridad superior de la Zona del Canal, el establecimiento de Adua-
nas en los mismos lugares que ha habilitado como puertos, y ha puesto en
vigor la tarifa de importación que actualmente rige en esta República.
No hay ninguna cláusula de la Convención Varilla-Hay, que permita a los
Estados Unidos el establecimiento de aduanas en los puertos de Panamá y
Colón, ni el cobro de derechos de importación en ningún lugar de la Zona del
Canal. Tal facultad lo mismo que la referente a los puertos, reside en el sobe-
rano del territorio y los Estados Unidos no poseen la soberanía absoluta que
podría darles derecho al establecimiento de un sistema fiscal propio.
La parte de sus derechos de soberanía que la República de Panamá ha
concedido a los Estados Unidos por consideraciones de orden elevado, se ha
referido a todo lo necesario y conveniente para dar al Canal eficaz protección,
en paz o en guerra; para mantener libre y abierto al comercio universal, y para
impedir el uso indebido por una potencia extraña. También ha concedido la
República de Panamá el uso de sus derechos para establecer una administra-
ción pública que mantenga el orden interno de la Zona del Canal, a efecto de
que los trabajos no se interrumpan y el servicio no sufra cuando el Canal esté
concluido; pero no ha sido el pensamiento de ninguna de las partes que los
Estados Unidos convirtieran la Zona del Canal en fuente de recursos fiscales,
estableciendo altas tarifas aduaneras aun en contra de la República de Panamá,
que es la dueña del territorio, y quien aún posee sobre éste derechos que no ha
renunciado.
Muy al contrario de eso, en varios artículos del Convenio Varilla-Hay, se
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IV
Correos
En la Zona del Canal se han establecido oficinas de correos y se usan en
ellas, para el exterior, estampillas de valores diversos a los que actualmente usa
la República de Panamá. Como los valores de esas estampillas son menores en
la Zona, y no se ha puesto ninguna restricción en su venta, el público ocurre a
comprarlas y a portear allá su correspondencia, ocasionándole a la República
un quebranto muy considerable en esa renta nacional.
Mi Gobierno considera que los Estados Unidos pueden tener un servicio
doméstico de correos dentro de la Zona; pero no pueden despachar correos
para el exterior del país, pues tal derecho le corresponde a la República de
Panamá.
***
Hechas las observaciones que anteceden en las cuales me he esforzado en
presentar la cuestión por su lado jurídico, ciñéndome a las cláusulas del Con-
venio Varilla-Hay, creo oportuno exponer al ilustrado Gobierno de Vuestra Ex-
celencia, otras fases del asunto que son no menos dignas de consideración.
Aun suponiendo que el Convenio Varilla-Hay pudiera interpretarse en el
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J. D. DE OBALDÍA
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NARCISO GARAY.
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Las relaciones entre Panamá y los Estados Unidos son las más íntimas y
estrechas que pueden hallarse entre dos naciones. Tienen carácter único y han
determinado en el derecho internacional circunstancias peculiares no siempre
bien comprendidas y con frecuencia mal interpretadas. Estas circunstancias
nacen del hecho de que la vida internacional de la República ha girado princi-
palmente alrededor de la convención celebrada entre Panamá y los Estados
Unidos para la construcción del canal interoceánico, sueño de los siglos, aspi-
ración perenne de los panameños y motivo de preocupaciones intensas por
parte de las grandes potencias marítimas del mundo. Por virtud de aquella
convención, la República de Panamá concedió a los Estados Unidos el uso,
ocupación y administración de una faja de su territorio situada entre las ciuda-
des de Panamá y Colón, a lo largo de la cual corre la vía marítima que pone en
comunicación las aguas del océano Atlántico con las del Pacífico. Esa faja
de tierra sobre la cual conserva su soberanía inmanente la República de
Panamá, pero sobre la cual ejercen los Estados Unidos los poderes jurisdic-
cionales que les concedió el tratado de 1903, está habitada por una pobla-
ción constituida esencialmente por personas consagradas al manejo de la
vía interoceánica y sus familias. Esa población, conforme al susodicho tra-
tado, goza de privilegios y exenciones de orden fiscal que hacen de ella una
comunidad privilegiada al lado de otra no privilegiada y por esa causa se han
venido creando desde los comienzos de la vida de la República problemas
que todavía no han hallado solución. De allí la divergencia latente que existe
con respecto a la aplicación e interpretación del tratado, que no ha sido posible
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White. En 1914 profirió éste un fallo en que declaraba nulo el fallo Loubet y
trazaba una frontera que no tenía un solo punto de contacto con la que el
árbitro francés había establecido en la región indicada, por donde se ve que el
Chief of Justice anuló el acto que debía interpretar y resolvió una cuestión que
no le había sido sometida. Ante un caso de exceso de jurisdicción que Panamá
consideraba evidente por sí mismo, y que entrañaba nulidad del fallo White, el
Gobierno panameño declaró que no podía considerarse obligado por el mis-
mo. Así lo comunicó a los gobiernos de Costa Rica y de Estados Unidos,
como también al propio Chief of Justice, y Panamá continuó ocupando en la
vertiente del Pacífico territorios que el laudo Loubet había adjudicado a Costa
Rica, pero que Colombia y Panamá habían ocupado siempre conforme a un
statu quo que no había cesado jurídicamente. Esa situación se mantuvo desde
1914 hasta Febrero de 1921, cuando Costa Rica invadió con fuerzas armadas
los susodichos territorios y se rompieron las hostilidades entre las dos repúbli-
cas vecinas. Panamá recuperó con sus fuerzas la región invadida, y los Esta-
dos Unidos mediaron en forma que produjo la suspensión de las hostilidades.
Sobrevino luego una controversia entre Panamá y el Gobierno mediador. La
República sostenía la tesis de la nulidad del fallo White por exceso de jurisdic-
ción. Estados Unidos alegaba que el fallo era válido y exigía la entrega a Costa
Rica de los territorios recuperados por Panamá. Ante la firme negativa pana-
meña de efectuar tal entrega, Estados Unidos anunció el despacho del acora-
zado Pennsylvania para hacer efectiva su exigencia. Confrontada así Panamá
con el poder naval de los Estados Unidos hubo de someterse a la fuerza a
abandonar el territorio disputado, no sin protestar ante el mundo por lo que
consideraba una violación a su soberanía. Estos sucesos, como es natural,
produjeron en el Gobierno y en el pueblo panameño hondo resentimiento que
no pudo menos de tener repercusión deplorable en sus relaciones con los
Estados Unidos.
El Convenio Taft no tuvo la forma de un pacto ordinario. Quedaron con-
signados los acuerdos en una serie de Órdenes Ejecutivas expedidas por el
Gobierno de los Estados Unidos y una serie correspondiente de decretos dic-
tados por el Gobierno de Panamá. Pero a los ojos de la República, cualquiera
que fuera su forma, existía entre las dos naciones un acuerdo bilateral que no
podía quebrantarse sino por la voluntad de las dos partes. No obstante, el
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en 1925 y tras ardua lucha que se prolongó por un año más, se llegó al mo-
mento en que el Gobierno Panameño se vió ante el dilema de volver a relacio-
nes basadas en la interpretación. Hay de 1904, o aceptar un tratado claramente
insatisfactorio pero que a lo menos aminoraba las durezas de aquella interpre-
tación. En estas condiciones se firmó el tratado de Julio de 1926, que el Go-
bierno presentó a la Asamblea Nacional como lo más que había podido obtener
después de sus intensos esfuerzos de dos años. La Asamblea Nacional por
voto unánime resolvió abstenerse de ratificar el tratado hasta tanto pudieran
obtenerse condiciones más satisfactorias.
La espantosa depresión económica que abatió a los Estados Unidos y al
mundo entero desde el derrumbamiento de la Bolsa en Octubre de 1929 hasta
los comienzos de la administración de Franklin D. Roosevelt en 1934, tuvo,
como era natural, honda repercusión en la República de Panamá. Los proble-
mas resultantes de las actividades del Gobierno de Estados Unidos en la Zona
del Canal se aguzaron a tal extremo que en Octubre de 1933 el Presidente de
Panamá, Dr. Harmodio Arias, decidió hacer viaje a Washington con el objeto
de exponer personalmente al Presidente Roosevelt la necesidad urgente de
tomar medidas tendientes a evitar que aquellas actividades siguieran afectando
la vida económica de Panamá en forma tan grave.
Materia de las conversaciones entre los dos Presidentes fue: la expansión
incesante de los Comisariatos y de los almacenes militares denominados Post
Exchanges; los suministros ilimitados a las naves; las ventas de productos
panameños —principalmente carnes y cerveza— a la Zona del Canal; los efec-
tos ruinosos e inequitativos de la llamada Economy Act (Ley de Economía)
que tendía a cerrar la puerta a diversos productos del suelo y de la industria
panameños; la repatriación de obreros extranjeros sin trabajo llevados al Istmo
por el Gobierno de los Estados Unidos, y algunos otros asuntos que sería
prolijo enumerar.
Las conversaciones tuvieron como resultado una declaración conjunta
que incorporó postulados ya reclamados por Panamá desde Enero de 1924,
pero que no hallaron entonces eco favorable. Esos postulados eran en lo sus-
tancial, que la Zona del Canal debía ser ocupada exclusivamente para los fines
de la vía marítima y que Panamá debía estar en capacidad de asegurar para su
propio desarrollo las ventajas inherentes a su posición geográfica. Por medio
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namá y los Estados Unidos —las dos naciones que hicieron posible la cons-
trucción del canal interoceánico— deben disfrutar equitativamente los benefi-
cios de esa obra y las que reconocen el derecho de Panamá a gozar de los
beneficios inherentes a su posición geográfica. Se declaró cumplida la obliga-
ción de Panamá de conceder tierras fuera de la Zona para la construcción
del canal, obligación que había sido pactada sin límite de tiempo ni de espa-
cio por la conversación de 1903. Se establecieron reglas diversas para im-
pedir las compras indebidas en los comisariatos y almacenes del ejército, y
se restringieron las ventas a las naves. Se abrogó la garantía de la indepen-
dencia de Panamá que en el pasado había dado pábulo a que se pusiera en tela
de juicio la plenitud de su soberanía. Se abolió la cláusula que daba a los
Estados Unidos el derecho de intervenir para el mantenimiento del orden públi-
co. Se fijó el pago de la llamada “anualidad del canal”, a partir de 1934, en
suma que equivale con un pequeño exceso a la cantidad estipulada en dólares
oro del peso y ley vigentes en 1904. Se reafirmó y se dió permanencia al
principio de la igualdad de oportunidades y de trato entre ciudadanos paname-
ños y norteamericanos empleados en el Canal. Se consagró la norma de la
cooperación, previa consulta, en caso de conflagración internacional, para la
defensa de la República, del canal y de su neutralidad. Se acordó el trazado de
un corredor de jurisdicción panameña a través de la Zona del Canal, con el fin
de asegurar la continuidad de esa jurisdicción a todo lo largo de la carretera
transístmica entre las ciudades de Panamá y Colón.
La conflagración desencadenada sobre el mundo por la demencia criminal
de Adolfo Hitler y de sus congéneres de los dos ejes puso nuevamente a la
República al lado de los Estados Unidos. El mismo día en que se consumó el
ataque de Pearl Harbour, el Gobierno panameño, actuando como beligerante,
comenzó a tomar dentro de su territorio las medidas necesarias para la seguridad
del Canal y de la Repúbica. Durante todo el curso de la guerra cooperó en
forma amplia y leal con los Estados Unidos. Se establecieron más de ciento
treinta bases dentro de su jurisdicción, las cuales fueron desocupadas o
entregadas a Panamá después de la guerra, cuando ya no eran necesarias.
Durante todo el término de las hostilidades no se registró ni en la República
ni en la Zona un solo acto de espionaje, de sabotaje o de deslealtad. Prevale-
ció no solamente entre los dos gobiernos sino también entre los dos pueblos el
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BIBLIOGRAFÍA
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CRONOLOGÍA DE LA AGRESIÓN
—1958—
VIERNES, 2 DE MAYO:
Un grupo de estudiantes de la Universidad de Panamá, entran pacíficamente
en la Zona del Canal, siembran setenta y cinco banderas panameñas sobre el
césped de los jardines y cantan el Himno Nacional.
—1959—
MARTES, 3 DE NOVIEMBRE:
Diputados, profesores universitarios y de colegios secundarios, estu-
diantes y particulares panameños, distribuidos en varios grupos, entran a
diferentes lugares de la Zona del Canal portando la bandera panameña, colo-
can la enseña patria en el césped, en los postes del alumbrado y en las esclu-
sas de Miraflores, y cantan el Himno Nacional.
—1963—
LUNES, 7 DE ENERO:
La Comisión Negociadora, integrada por el Lic. Galileo Solís, Ministro
de Relaciones Exteriores; doctor Octavio Fábrega, exministro de Relacio-
nes Exteriores; Joseph Farland, Embajador de Estados Unidos en Panamá,
y General Robert Fleming, Gobernador de la Zona del Canal de Panamá,
anuncia que se ha llegado al acuerdo de izar la bandera panameña en todos
los sitios de la Zona del Canal en donde sea izada la bandera de los Estados
Unidos.
LUNES, 30 DE DICIEMBRE:
El General Robert Fleming, Gobernador del Canal de Panamá, anuncia
que la bandera de Panamá será izada, al lado de la de Estados Unidos, en
determinados sitios de la Zona del Canal a partir del 1° de enero. Agrega
que la bandera de los Estados Unidos no será izada más, frente a las escue-
las reservadas para estudiantes estadounidenses, ni en otros lugares públi-
cos en donde habitualmente era izada.
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LOS SUCESOS DEL 9 DE ENERO. ANTECEDENTES HISTÓRICOS.
II
Los sucesos de 1964
1. Los pasos del agresor
—1964—
VIERNES, 3 DE ENERO:
El policía zoneíta Carlton Bell iza la bandera de los Estados Unidos, sin
acompañarla de la bandera panameña, frente al Monumento a los Héroes de la
Guerra, en Gamboa, en abierta violación de la orden dictada por el Gobernador
Fleming en el sentido de que la bandera norteamericana no fuera izada en ese
sitio.
MARTES, 7 DE ENERO:
Estudiantes de la Escuela Superior de Balboa izan la bandera de
los Estados Unidos frente a ese plantel, sin acompañarla de la bandera
panameña, y se rebelan físicamente contra las autoridades civiles y
policivas que tratan de hacer cumplir la orden del Gobernador Fleming
en el sentido de que no sea izada la bandera norteamericana en ese
sitio.
MIERCOLES, 8 DE ENERO:
El Consejo Cívico, compuesto por residentes estadounidenses de la
Zona del Canal, aprueba por unanimidad la actitud de los estudiantes
zoneítas y niega acatamiento a la orden del Gobernador Fleming en el
sentido de que no sea izada en ese sitio la bandera norteamericana.
JUEVES, 9 DE ENERO:
1. Durante todo el día: estudiantes de la Escuela Superior de Bal-
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REVISTA LOTERÍA
boa y sus padres montan guardia en torno al asta colocada frente al plantel
para impedir que las autoridades del Colegio o la Policía bajen la bandera de los
Estados Unidos, izada por ellos.
2. 5:00 p.m.: un grupo de doscientos estudiantes del Instituto Nacional de
Panamá, varones y niñas, entran a la Zona del Canal, visitan a las autoridades
locales estadounidenses y obtienen permiso para izar la bandera panameña y
cantar el Himno Nacional de Panamá al lado del asta colocada frente a la
Escuela Superior de Balboa.
3. 5:30 p.m.: En su marcha hacia la Escuela Superior de Balboa, los estu-
diantes institutores son detenidos por un grupo de agentes de policía de Balboa.
Amistosamente, acuerdan que sólo una delegación de cinco estudiantes llegue
hasta la Escuela Superior de Balboa a cumplir la misión para la cual habían
recibido autorización.
5:45 p.m.: Mientras sus compañeros los aguardan fuera de su vista a unos
dos metros de distancia, los cinco institutores tratan de cantar el Himno Na-
cional de Panamá al lado del asta en donde ondea la bandera de los Estados
Unidos, rodeada por más de dos mil estudiantes y padres de familia de ese
colegio. Los institutores son abucheados, primero, y luego la multitud se lanza
sobre ellos, tratan de arrebatarles la bandera y, al no conseguirlo, la desgarran
y la pisotean.
Cuando los institutores tratan de defenderse con puños y punta- piés, los
agentes de Policía de la Zona los repelen a toletazos. Con lágrimas de impoten-
cia, los institutores se retiran hasta donde están sus compañeros, perseguidos
por los estudiantes zoneítas.
6:00 p.m.: Los doscientos estudiantes institutores, perseguidos aún por
estudiantes, padres de familia y policías de la Zona del Canal, se repliegan
hacia la Avenida Cuatro de Julio y se defienden con piedras de sus perse-
guidores.
6:30 p.m.: La noticia se extiende inmediatamente a lo largo de la línea
limítrofe y centenares de nuevos estudiantes y particulares panameños acuden
al rescate de los institutores perseguidos. Indignados por la ofensa inferida a la
Bandera Nacional, lanzan piedras contra los estudiantes y particulares zoneítas.
Caen los primeros heridos. Ascanio Arosemena, estudiante de la Escuela Pro-
fesional, recoge a un compañero herido y trata de sacarlo del lugar de la balacera,
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LOS SUCESOS DEL 9 DE ENERO. ANTECEDENTES HISTÓRICOS.
y es alcanzado por una bala de rifle. Se produce, así el primer muerto por la
agresión armada de la policía zoneíta.
7:00 p.m.: Decenas de heridos caen bajo las balas de los revólveres y
fusiles de la Policía Zoneíta, reforzada por particulares de ese sector también
atacando con armas de fuego. Los estudiantes se repliegan, pero vuelven con
nuevas banderas, atacando con piedras y palos, volcando nuevos automóviles
y trepando la cerca de acero conocida como “Muralla de Berlín”, en abierto
desafío al ataque de los zoneítas.
7:30 p.m.: Millares de estudiantes y particulares panameños salen de to-
dos los puntos de la ciudad y se lanzan, portando banderas, por todos los
sectores límites con la Zona del Canal. La avalancha de gente es tan poderosa,
a pesar de no llevar armas, que la Policía de la Zona del Canal es doblegada por
el número y pide la ayuda del Ejército de los Estados Unidos acantonado en la
Zona del Canal.
8:00 p.m.: Las fuerzas armadas de la Zona del Canal entran en acción con
armas pesadas y de largo alcance. Fusiles, ametralladoras y tanques se extien-
den a lo largo de todo el sector limítrofe y disparan incesantemente contra la
multitud indefensa. El número de heridos y de muertos crece incesantemente
y muchos se desangran durante horas antes de que puedan ser recogidos bajo
las ráfagas de las ametralladoras estadounidenses, que disparan incluso contra
las ambulancias que portan la bandera de la Cruz Roja.
9:00 p.m.: El Hospital Santo Tomás anuncia que no tiene espacio para más
víctimas y pide la cooperación de los hospitales particulares y del Hospital del
Seguro Social para que atiendan los heridos. Todo el personal médico y de
enfermeras ha sido movilizado y centenares de hombres y mujeres están do-
nando sangre.
10:00 p.m.: El Presidente de la República, que ha pedido a las auto-
ridades militares de la Zona del Canal que cese la matanza de panameños
indefensos, sin que su petición sea atendida, anuncia que el Gobierno Na-
cional ha roto relaciones con Estados Unidos, y que se ha pedido al personal
de la Embajada de Panamá en Washington que regrese a Panamá a la mayor
brevedad posible.
12:00 p.m.: Durante toda la noche ha seguido el ataque de las ametralla-
doras y los tanques del Ejército de los Estados Unidos, que se concentra sobre
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la Plaza del Palacio Legislativo, el cruce del Tívoli, el área del Instituto Nacio-
nal y otros sectores limítrofes. Casi todos los muertos y heridos caen dentro
del territorio que no forma parte de la Zona del Canal y las balas estadouniden-
ses hacen blanco dentro de la residencias particulares de Panamá y en las
paredes del propio Palacio Legislativo.
VIERNES, 10 DE ENERO:
6:00 a.m.: Durante todas las horas de la madrugada, ha continuado el
violento ataque de las fuerzas militares estadounidenses. Se anuncia un total de
diez muertos y cerca de doscientos heridos registrados en los hospitales. Los
heridos leves han sido atendidos en sus propios hogares.
7:00 a.m.: Se anuncia oficialmente que el Gobierno Nacional ha girado
instrucciones a sus embajadores para que denuncien ante la Organización de
Estados Americanos y ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas
la agresión armada, no provocada, de que ha sido víctima el pueblo paname-
ño por parte del Ejército de los Estados Unidos acantonado en la Zona del
Canal.
12:00: Durante todo el día y la noche han continuado los choques esporá-
dicos entre el Ejército de los Estados Unidos y las enardecidas multitudes
panameñas. El número de muertos llega a trece y el de los heridos asciende a
más de trescientos.
SÁBADO, 11 DE ENERO:
Los llamamientos a la cordura logran restaurar la calma en el agotado
pueblo panameño, pero las tropas invasoras siguen en estado de combate en
los límites zoneítas.
En Colón se inician nuevos choques de estudiantes y particulares contra
las fuerzas militares de Estados Unidos, que penetran en el propio territorio de
la ciudad de Colón para perseguir a los manifestantes.
El Ejército de los Estados Unidos toma posesión del Puente de las Améri-
cas, cierra las vías de comunicación de la capital con el interior de la República
impide la comunicación también entre Panamá y Colón, lo que hace que no
pueda llegar a la ciudad atlántica el plasma sanguíneo que reclama el único
hospital de aquella ciudad, abarrotado de heridos.
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LOS SUCESOS DEL 9 DE ENERO. ANTECEDENTES HISTÓRICOS.
Se anuncia, sin que llegue a ser realidad, felizmente que las autoridades
militares de Estados Unidos planean cortar el agua a las ciudades de Panamá
y Colón.
Se informa oficialmente que en Panamá y Colón han muerto 21 personas
y han sido heridas alrededor de quinientas, como saldo total de la agresión
armada del ejército estadounidense contra el pueblo panameño.
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2. Testimonio oficial
LOS SUCESOS DE NOVIEMBRE DE 1959
Antecedentes de la Agresión sufrida por Panamá en enero de
1964
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informar sus deseos a las autoridades de dicha escuela, las que se manifesta-
ron anuentes a que se realizara el acto. El Director del Instituto Nacional, una
vez cerciorado de que los estudiantes contaban con la anuencia de las autori-
dades del Colegio de Balboa y de que se trataba de un acto pacífico de
reafirmación de la soberanía de Panamá en la Zona del Canal, les hizo entrega
de la bandera del plantel.
Cabe observar que los estudiantes, antes de partir para la Zona del Canal,
tomaron la precaución de informar al doctor Arturo Morgan Morales, Jefe de la
Sección de Relaciones con los Estados Unidos del Ministerio de Relaciones Ex-
teriores, de la manifestación pacífica que iban a llevar a la Escuela de Balboa.
También conviene observar que el Tercer Jefe de la Guardia Nacional,
Comandante Urrutia, habló telefónicamente con un Teniente de la Guardia
Nacional después que la manifestación estudiantil había ingresado al territorio
de la Zona del Canal; y fue informado por éste de que la marcha de los estu-
diantes se desarrollaba en plan normal y pacífico.
En forma pacífica y ordenada, sin armas y vistiendo el uniforme del cole-
gio, sin cometer ningún acto hostil o de irrespeto a las personas o a la propie-
dad, los estudiantes se dirigieron portando la bandera panameña a los predios
de la escuela superior de Balboa ubicada en la Zona del Canal, con el propósito
de izarla frente a dicha escuela. Luego de bajar las escalinatas del edificio de la
Administración de la Zona del Canal, fueron detenidos por un piquete de poli-
cía que les cerró el paso hacia la Escuela de Balboa.
Luego de un largo parlamento entre los estudiantes y el jefe del pelotón de
policías, éste accedió a que un grupo de seis estudiantes panameños se acer-
cara con la bandera nacional hasta el lugar en que se encuentra el asta frente al
edificio de la Escuela. El oficial de policía había dado plenas seguridades a los
seis estudiantes de que si se separaban del resto del grupo, la policía los prote-
gería para que izaran la bandera panameña y cantaran el Himno Nacional, sin
ser molestados por los estudiantes zoneítas y sus padres, quienes, en número
creciente, se venían congregando en el edificio de la Escuela Superior de Balboa
y en el sitio en que se encuentra el asta de la bandera.
En cumplimiento del acuerdo a que se llegó con el jefe de los
policías, la comisión de seis jóvenes panameños sosteniendo la bandera des-
plegada y el gallardete del Colegio y un cartelón con la leyenda “Panamá es
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nos panameños trataron de entrar a la Zona del Canal para atacar a las perso-
nas y destruir propiedades. En realidad, se trataba de grupos pequeños de
ciudadanos indignados que llevando a la cabeza a un joven que portaba la
bandera, pretendían introducirse en la Zona y plantar allí, la Enseña Nacional.
Es cierto que en el curso de los sucesos varios automóviles de propie-
dad norteamericana fueron atacados e incendiados por panameños en el
límite. Pero no es menos cierto que tales hechos son inevitables, cuando un
pueblo indefenso, que guarda graves y viejos resentimientos, es agredido y
su Enseña Patria desgarrada por extranjeros en su propio suelo como ocu-
rrió el día 9 de enero. Además, también es cierto que autos panameños
fueron abaleados por tiros de militares entre ellos una ambulancia que con-
ducía heridos al hospital.
EL EJÉRCITO NORTEAMERICANO
ENTRA EN ACCIÓN
Aproximadamente a las ocho de la noche (8:00 p.m.) del 9 de enero, el
General O’Meara asumió el mando supremo del territorio de la Zona del Canal;
y poco después, el Ejército de los Estados Unidos de América, en arreos de
combate y tanques entró en acción a lo largo de las Avenidas Kennedy y 4 de
julio. No obstante, la población civil panameña, enardecida por la agresión no
provocada, de las fuerzas norteamericanas, en pequeños grupos y sin portar
armas, continuó tratando de introducirse en la Zona del Canal con el único
propósito de izar banderas panameñas.
Sin embargo, el fuego de armas automáticas y fusilería de las unidades del
ejército a todo lo largo del límite jurisdiccional fue tan cerrado, que los grupos
de ciudadanos se retiraron al sector panameño. A pesar de ello, las tropas
norteamericanas, que en más de una oportunidad cruzaron a nuestra jurisdic-
ción, continuaron disparando contra la población y el territorio panameño.
Este hecho lo demuestran, a más de los proyectiles extraídos de los muertos
y heridos, los numerosos impactos de bala calibre 30 que se encuentran en el
Palacio Legislativo, las estructuras vecinas y hasta en el cordón de la acera de
la calle 3 de noviembre.
Ráfagas de ametralladoras y de fusilería de largo alcance disparadas desde
el sector de la Avenida Kennedy y las inmediaciones del Hotel Tívoli mataron e
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LA GESTIÓN OFICIAL
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ción civil indefensa durante la noche del día de ayer y la mañana de hoy.
La injustificada agresión a que antes me he referido, sin paralelo en la
historia de las relaciones entre nuestros dos países, ha tenido hasta ahora para
nosotros los panameños un trágico saldo de diez y siete muertos y más de
doscientos heridos. Además, los edificios y bienes situados en ciertos sectores
de la ciudad de Panamá colindantes con la Zona del Canal, han sufrido
daños de consideración como consecuencia de los incontrolables actos agresi-
vos de las Fuerzas Armadas norteamericanas.
La forma inhumana como la policía de la Zona del Canal y luego como las
Fuerzas Armadas norteamericanas agredieron a una romería de no más de cin-
cuenta jóvenes estudiantes de ambos sexos de escuela secundaria, que pretendía
desplegar en forma pacífica la enseña nacional en esa faja de territorio pana-
meño, carece de toda justificación. El incalificable incidente ha revivido episo-
dios del pasado creíamos no volverían a ocurrir en tierras de América.
Los condenables actos de violencia que motivan esta nota no pueden ser
disimulados y menos tolerados por Panamá. Mi Gobierno consciente de su res-
ponsabilidad, hará uso de todos los medios que ponen a su alcance el Derecho,
el Sistema Regional Américano y los Organismos Internacionales, con el fin de
lograr justa indemnización por las vidas truncadas, por los heridos y por los
bienes destruídos, la aplicación de sanciones ejemplares a los responsables de
tales desmanes y las seguridades de que en el futuro ni las Fuerzas Armadas
acantonadas en la Zona del Canal ni la población civil norteamericana residen-
te en esa faja de territorio nacional, volverán a desatar semejantes actos de
agresión contra un pueblo débil y desarmado, pero decidido en la defensa de sus
derechos inalienables.
Finalmente, cumplo con informar a Vuestra Excelencia, que debido a los
sucesos a que antes me he referido, el Gobierno de Panamá considera rotas sus
relaciones diplomáticas con su Ilustrado Gobierno, y en consecuencia, ha im-
partido instrucciones a Su Excelencia el Embajador Augusto G. Arango, para
que regrese cuanto antes a la Patria.
Aprovecho la oportunidad para manifestar a Vuestra Excelencia las se-
guridades de mi más alta consideración.
GALILEO SOLIS,
Ministro de Relaciones Exteriores.
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Estados Unidos de América una entrada anual bruta de alrededor de 100 millo-
nes de dólares!
Todas estas son fuentes de descontento que han ido exacerbando
los ánimos.
A toda persona que visita a Panamá, no puede menos que resultar chocan-
te y deprimente ver el contraste de miseria, enfermedades y hambre que se
observan en el sector panameño contiguo al Canal y el alto standard de vida
de que disfrutan los zoneítas quienes, entre otras cosas, monopolizan el 90%
de todos los puestos bien remunerados en el Canal, mientras que los paname-
ños tienen el 90% de aquellos puestos de inferiores salarios.
En vista de todas estas provocaciones hechas a través de los años y que
han tenido un estallido en el día de ayer y hoy, los panameños consideramos
como héroes nacionales a todos los compatriotas que han perdido la vida en la
agresión de ayer y que ha continuado hoy.
Deploramos el derramamiento de sangre, pero sabemos que ello
significa la más noble contribución de la nueva generación panameña
al logro de las aspiraciones nacionales. América y el mundo así lo han
comprendido y así nos han expresado en solidaridad.
La Zona del Canal de Panamá no debe continuar bajo el status presente,
que es y será motivo de discordia permanente.
Panamá no puede seguir sometido a tratados inicuos impuestos
contra sus intereses y lesivos a su propia vida.
Es imperativo que el status del Canal de Panamá cambie, ya sea
que éste se nacionalice, pasando a pertenecer al Estado en cuyo territorio se
halla enclavado, o se internacionalice, reconociéndose a Panamá —como ocu-
rre en los canales internacionales— una situación preferencial en relación con
el mismo, pues la democracia no se practica ni se enseña a base del descono-
cimiento de los débiles.
Por eso pedimos la intervención del Consejo de Seguridad y esperamos
que no sólo se nos devuelva la paz y la tranquilidad, sino que se busquen
soluciones permanentes que garanticen el bienestar y el desarrollo económico
de la nación panameña.
Sr. BOYD (Panamá): Panamá ve con beneplácito la proposición formulada
por el representante del Brasil y estima que la misma no tiene nada de incom-
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patible con la actuación que en estos momentos lleva a cabo el Comité de Paz
de la Organización de las Estados Americanos.
La delegación panameña desea dar las gracias más expresivas a los repre-
sentantes que han manifestado su simpatía por las víctimas que han caído en
esta gesta memorable por la consolidación de la nacionalidad panameña; y al
Presidente, en particular, le da las gracias más afectuosas, por la forma
decidida y el fino tacto con que ha sabido presentar la cuestión ante el
Consejo que dignamente preside, porque es para nosotros, los paname-
ños, un aliciente muy grande el tener un representante de Bolivia al frente
del más importante órgano político de las Naciones Unidas en este mo-
mento de prueba.
EL PRESIDENTE: No tengo más oradores inscritos. Los representantes
conocen y muchos de ellos han dado su apoyo a la sugestión del representante
del Brasil en el sentido de autorizar al Presidente del Consejo de Seguridad para
que dirija un llamamiento a los Gobiernos de Estados Unidos y de Panamá a fin
de que tomen inmediatamente las medidas más convenientes para que cesen el
fuego y el derramamiento de sangre.
Si no hay objeción a la propuesta del Brasil, la consideraré aceptada.
EL PRESIDENTE: Me propongo levantar la sesión, pero antes
creo interpretar el sentimiento de los representantes del Consejo al expresar la
complacencia y el reconocimiento por el elevado espíritu con que los repre-
sentantes de Panamá y de los Estados Unidos han considerado este asunto.
Al mismo tiempo, también siento viva complacencia en destacar el interés
y agradecer la valiosa e importante contribución que los miembros del Consejo
han mostrado en este delicado problema, lo cual demuestra que el Consejo de
Seguridad en el futuro ha de atender cualquier cuestión que implique una alte-
ración de la paz.
Por último, al levantar la Sesión lo hago en el entendido de que la cuestión
planteada por el representante de Panamá continúa sometida a la atención del
Consejo de Seguridad.
Se levanta la sesión a las 0.35 horas del sábado 11 de enero de 1964
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Señor Presidente:
Séame permitido reiterar ante este honorable Consejo la vocación
panamericanista de la República de Panamá y la voluntad de su Gobierno y de
su pueblo de contribuír a que la Organización de los Estados Americanos
cumpla su misión de salvaguardar la paz en el Continente.
Mi Gobierno ha solicitado la convocación del Organo de Consulta para
que este alto organismo internacional conozca de la agresión cometida contra
mi país por los Estados Unidos de América; y por otra parte, para que acuerde
respecto de esa agresión, las medidas que sean adecuadas y eficaces, con el
fin de garantizar la terminación de esos actos y asegurar el mantenimiento de
la paz, de conformidad con las cláusulas del Tratado Interamericano de Asis-
tencia Recíproca y de la Carta de la Organización de los Estados Americanos.
En concepto del Gobierno y del pueblo de Panamá, esos actos pueden
volver a manifestarse mientras subsistan las causas que los motivaron.
Debo por ello exponer ante el Consejo los hechos dolorosos que sirven de
base a nuestra gestión y la forma en que ocurrieron.
Señalaré para empezar un antecedente muy importante: El Comunicado
Conjunto del 7 de enero de 1963, contiene el compromiso contraído por las
partes de que la bandera panameña sería izada en la Zona del Canal, en todos
los sitios en que la administración hiciera ondear la bandera de los Estados
Unidos. En el proceso de cumplir con esta obligación, las autoridades de la
Zona del Canal adoptaron la política de reducir el número de lugares donde era
costumbre izar la bandera de los Estados Unidos. Por ejemplo: entre los sitios
suprimidos se encontraba la residencia del Gobernador, el Tribunal Distritorial,
la Capitanía del Puerto y los colegios de Balboa, en el sector del Pacífico, y de
Cristóbal, en el del Atlántico.
Surgió entonces una actitud rebelde en los estudiantes del Colegio de Balboa,
cuyos alumnos son en su inmensa mayoría norteamericanos; y desafiando las
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órdenes dictadas por sus propias autoridades, decidieron izar su bandera fren-
te al edificio de la escuela
La noticia apareció en la prensa y provocó enseguida una reacción adver-
sa en la República. Algunos jóvenes panameños, alumnos del Instituto Nacio-
nal que es el plantel principal de enseñanza secundaria en la capital, concibie-
ron la idea de ir a Balboa a izar frente a ese Colegio, el pabellón nacional. En
conversación con el Subdirector de la escuela este funcionario les solicitó que
no tomasen a mal la actitud de los estudiantes. Los jóvenes panameños acep-
taron una proposición de un Capitán de la policía zoneíta en el sentido de que
sólo una delegación reducida de ellos, se adelantara a cantar el Himno Nacional
de Panamá, mientras el resto, en un grupo de unos 150 a 200 jóvenes eran
mantenido a distancia por la policía de la Zona del Canal. Al acercarse al asta
de la bandera, el grupo que representaba a los estudiantes panameños fue
recibido con rechiflas y gritos ofensivos. No contentos con esto, los estudian-
tes zoneítas y sus padres atacaron de hecho a los jóvenes panameños, secun-
dados por agentes de su propia policía.
En la refriega el pabellón panameño fue vejado y desgarrado por los nor-
teamericanos. Acto seguido los estudiantes del Instituto Nacional se vieron
forzados a regresar al territorio bajo jurisdicción panameña, perseguidos por
los civiles y los policías zoneítas.
Eran aproximadamente las seis de la tarde. La noticia de lo ocurrido se
difundió en la capital y ante el espectáculo de la enseña patria desgarrada y
de los jóvenes panameños ultrajados, se congregaron espontáneamente en el
límite entre Panamá y la Zona, grupos de ciudadanos que se solidarizaron
con los estudiantes y que trataron de entrar en la Zonal del Canal con el
único propósito de colocar banderas panameñas en esa faja del territorio
nacional. Allí les cerraron el paso con el fuego combinado de la policía y de
los civiles norteamericanos. Se produjeron los primeros heridos. La noticia
cundió alarmante por toda la ciudad y nuevos grupos se dirigieron desarma-
dos a la Zona del Canal, con el fin de izar allí la bandera panameña y fueron
nuevamente agredidos con saña por la policía y los civiles zoneítas arma-
dos. Cayeron los primeros muertos y aumentó el número de los heridos. Los
panameños fueron obligados a replegarse en los alrededores del Palacio Legis-
lativo y en las calles circunvecinas.
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Poco a poco, a eso de las ocho de la noche, las fuerzas del ejército de los
Estados Unidos de América, acantonadas en la Zona del Canal, entraron en acción
con equipo de combate en la avenida limítrofe. El General O’Meara, Jefe del Co-
mando Sur del Ejército de los Estados Unidos, asumió la responsabilidad del mando
supremo en el territorio de la Zona del Canal. El ataque inhumano de un ejército bien
armado no quebrantó el patriotismo de los panameños. La población ya enardecida
por la agresión brutal e injustificada del poderoso ejército, acudió en nuevos grupos
que insistían en entrar a la Zona con banderas panameñas. La acción criminal de los
tanques de guerra y de las armas pesadas hizo la situación más desesperada. Las
armas de largo alcance disparaban desde la avenida limítrofe segando vidas de
panameños congregados a varios cientos de metros de distancia del límite; el fuego
cerrado del poderoso ejército hacía casi imposible socorrer a los heridos y trans-
portarlos a los hospitales. A esto hay que agregar la violación flagrante del espacio
aéreo panameño por helicópteros y aviones de la Fuerza Aérea norteamericana que
volaban a baja altura sobre la capital, contribuyendo así a aumentar la confusión y
el desasosiego entre la población.
Durante la noche del día 9 de enero y la madrugada y la mañana del día 10
se mantiene prácticamente un estado de guerra entre el ejército de los Estados
Unidos y la población civil panameña, que por grupos de miles se acercaban al
Palacio Presidencial pidiendo armas.
Las ráfagas de ametralladoras y el fuego de fusilería barrían en forma
constante el área bajo jurisdicción panameña comprendida entre la Avenida
Central y la avenida limítrofe. Las bajas ocurridas entre la noche del día 9 y la
mañana del 10, llegan a 17 muertos y más de doscientos heridos, entre ellos un
buen número de estudiantes.
Los sucesos de Panamá tuvieron su repercusión en la Ciudad de Colón y
se iniciaron en esa ciudad del Atlántico graves disturbios cuando se conoció la
agresión cometida en la ciudad capital. La población civil se solidarizó con sus
hermanos de Panamá y trató de entrar al territorio bajo jurisdicción norteame-
ricana con el propósito de izar allí la enseña patria. La agresión se repitió en el
escenario de Colón con la misma saña que en Panamá, por unidades del Ejér-
cito de los Estados Unidos con armas de fuego automáticas.
El total de víctimas de la agresión ascendió a 21 muertos y más de 300 heridos.
A la agresión armada no provocada se suma la agresión económica. Ce-
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rraron el tráfico normal del Puente de las Americas cortando así la comunica-
ción de las ciudades de Panamá y Colón con las poblaciones del interior de la
República, lo que produjo la paralización del tránsito entre los centros urbanos
y las regiones agropecuarias con graves daños para la economía nacional. El
cierre del Puente de las Americas constituye un acto violatorio del Artículo 6°
de la Convención del Canal Istmo de 1903, que reafirma el derecho de Panamá
al libre tránsito por las vías públicas que atraviesan la Zona del Canal.
Las fuerzas armadas norteamericanas cerraron igualmente el tránsito del
llamado “Corredor de Colón”, lo que prácticamente impide toda comunicación
entre las ciudades de Panamá y Colón. Dicho Corredor se halla bajo la jurisdic-
ción panameña, de conformidad con lo dispuesto en el Artículo 3° de la Con-
vención sobre el Corredor de Colón suscrito en 1950. Este acto implica una
clara intervención armada de parte de los Estados Unidos en el territorio pana-
meño. El cierre de la Carretera Transístmica, que es la única vía de comunica-
ción terrestre entre las dos ciudades, a más de los perjuicios causados a la
economía panameña, impidió el envío de plasma sanguíneo y del personal
médico que era de urgente necesidad en el sector atlántico para la atención de
las víctimas de la agresión norteamericana.
Señor Presidente, permítame formular algunas explicaciones adicionales
a los hechos que acabo de reseñar. Es necesario que se conozca toda la infa-
mia de que estuvo revestida la agresión.
Señor Presidente, este Consejo es el Tribunal que la conciencia de Améri-
ca ha constituído aquí para que el crimen cometido en Panamá contra un
pueblo débil e indefenso no quede sin recibir la debida sanción. Por eso quiere
Panamá que se conozcan los detalles y toda la saña con que fue cometida. Una
agresión, señor Presidente, es un delito internacional que todos los pueblos
condenan, pero ese delito es aún más grave si se comete, como en el caso de
Panamá, que ha tenido por años en su casa al agresor, que ha sido su amigo y
su aliado. El crimen de la agresión ha dejado un saldo trágico de muertos y
heridos en Panamá, y me temo que pueda sepultar para siempre la fe en la
fraternidad continental. Panamá ha demostrado a través de los 60 años de
relaciones con los Estados Unidos por razón del Canal, su buena fe, su lealtad
para con el aliado que ocupa esa faja de su territorio que se denomina Zona del
Canal. Panamá ha defendido sus derechos respetando siempre el principio
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plantel. ¡De cuánta sinceridad y de cuánta dignidad está revestida esta escena!
El Rector les entrega el pabellón del colegio y les recomienda que lo cuiden por
lo que significa en la tradición gloriosa del Instituto Nacional. Si no hubiera
existido una intención noble, los estudiantes le habrían ocultado al Rector sus
proyectos. El Rector no ve en esto nada que pueda causar un conflicto. Los
estudiantes no pretenden otra cosa que llegar al Colegio Superior de Balboa en
actitud pacífica y enarbolar allí, porque tienen derecho, el emblema de la patria
y entonar el himno nacional. Pero surge la soberbia de esa población de
emigrados que se llaman zoneítas que se cree superior a los panameños
oscuros de piel, y que en casa ajena, quieren tener más derechos de los que
le han sido concedidos. Y esa soberbia es respaldada por un ejército, con el
uso de la fuerza.
La agresión armada no fue un acto de irreflexión, ni precipitado, que deba
imputarse a la soldadesca irresponsable. Si así hubiera sido no habría llegado a
los extremos que he señalado ni habría causado todos los muertos y heridos
que causó. Si la policía y los soldados hubieran actuado sin órdenes de sus
jefes, la agresión habría cesado por mandato superior, una vez ocurridas las
primeras bajas. Pero no fue así. He ahí, señor Presidente, señores del Consejo,
la responsabilidad del Gobierno de los Estados Unidos; por las muertes y por
los daños causados durante los luctuosos sucesos del 9 y 10 de enero de
1964.
Insisto señor Presidente, en que el delito de agresión, que es en sí muy
grave, resulta aun más grave en el caso que motiva la denuncia de Panamá,
porque se trata de la agresión de la potencia más poderosa del mundo a un país
débil y desarmado. Y todavía más; la agresión, no provocada, lleva a la muerte
a jóvenes estudiantes indefensos.
Todos los países de América conocen la historia de nuestras relaciones
con los Estados Unidos de América. Panamá se ha esforzado de buena fe y
siempre en forma amistosa, en eliminar las causas de fricción entre nuestros
dos países. Su posición ha sido mal interpretada y su buena fe ignorada en
forma reiterada. El pueblo de Panamá, paciente y noble, ha esperado sin
asumir actitudes violentas a que se le hiciera justicia. Todo esfuerzo ha sido
inútil, toda actitud de confianza ha sido burlada, todo acuerdo logrado ha sido
incumplido. Es esto, señor Presidente, señores del Consejo, lo que va minando
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tranquilidad social. Pero no hay nada más peligroso que un pueblo chico
acorralado, sobre todo cuando ese pueblo es noble y es patriota y cuando su
acción está movida por la voluntad heroica de defender sus derechos. En
consecuencia, tengo el honor de presentar a este honorable Consejo el pro-
yecto de resolución que me permito hacer llegar al señor Presidente, con el
ruego de que ordene su lectura por la Secretaría.
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Versión taquigráfica
EL PRESIDENTE: Acabo de recibir una carta del representante permanente
de Panamá ante las Naciones Unidas solicitando que se le conceda participar en
la consideración de la cuestión que el Consejo tiene ante sí. Si no hay objeción,
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recelando de la actitud de los “zonians” por creer que su actitud se debía tan
sólo a la curiosidad, pero súbitamente comprendimos que algo malo ocurría
por la gritería que se desató por parte de los “zonians”.
Pero, ¿qué ocurrió realmente? El porta estandarte, compañero Carranza lo
describe así: “Estrecharon lentamente el cerco. Uno gritó, luego otro y luego
todos. Empezaron a empujarnos y a tratar de arrebatarnos la bandera, mien-
tras nos insultaban. Un policía dio un toletazo que rasgó la bandera. El capitán
trató de llevarnos a donde estaban ustedes (nosotros). En el trayecto a través
de la turba múltiples manos halaron y rasgaron la bandera”.
Mientras tanto ignorando lo ocurrido permanecíamos ya inquietos y ex-
pectantes esperando el regreso de nuestros compañeros. Finalmente, apare-
cieron con lágrimas en los ojos ante la ofensa inferida. El grupo de institutores,
impotentes como yo, sintió que se le aguaron los ojos y que una rabia sorda
nos subía desde adentro. Para ese entonces, la mayoría de nuestros compañe-
ros se habían retirado, reduciendo notablemente el número de estudiantes.
Pese a eso, y a que los policías ya habían sido reforzados nos lanzamos hacia
adelante, en un intento de proteger la enseña patria; movimiento que generó
una lluvia de palos repartidos por los policías sobre nosotros, en un pasto sin
una piedra ni un palo con que defendernos. Alguien gritó, señalando la bandera
americana en lo alto del edificio de la Administración a nuestras espaldas,
bandera a la cual nos dirigimos. Desgraciadamente, trás la árdua subida, y en
los momentos de liberar la cuerda que la mantenía en lo alto, dos radio patrullas
se lanzaron sobre nosotros y, formando una “V” protegieron la bandera a la vez
que desenfundaban sus armas. Perseguidos por dos radio patrullas emprendi-
mos el regreso apedreando las luces eléctricas y tirando los tinacos de basura a
la calle, con el fin de obstaculizar la persecución de los radio patrullas.
El compañero Rogelio Hilton, Presidente de la Sociedad de Graduandos, y
yo, como Vice-Presidente de la misma, cerrábamos prácticamente la retirada del
grupo, que al pasar frente al nuevo edificio en construcción del Gorgas arranca-
ba el andamiaje y lo lanzaba a la calle, cosa que me hizo suponer que el ruido que
escuchábamos como cohetes, era el producido por el andamiaje al desplomarse.
Más tarde frente a la escuela de Ancón escuchamos nuevamente el ruido, esta
vez más nutrido, cosa que nos hizo comprender que eran disparos.
Los dos radio patrullas que nos seguían no disparaban. Los tiros venían
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como de las casas que están junto a la iglesia episcopal en las cuales se encon-
traban numerosos adultos “zonians”. Después de lo cual cruzamos la Avenida
4 de Julio, encontrándonos con un grupo de ciudadanos panameños especial-
mente en la piquera de calle “J” que, advertidos por los primeros compañeros
que llegaron y por los tiros que escuchaban nos esperaban alarmados.
En ese momento ví el reloj, y eran las 7 y 20 p.m.
(La Estrella de Panamá, martes 14 de enero de 1964)
Su Excelencia
Harry S. Truman
Hotel Carlyle
Madison Avenue and 76th St.
New York City, N. Y.
Estimado señor Truman:
Informaciones de la Prensa Asociada aparecidas esta mañana atribuyen a
usted algunos comentarios que podrían fácilmente desviar la opinión del públi-
co norteamericano sobre recientes sucesos en Panamá. Su prestigio en los
Estados Unidos y en el mundo da a sus comentarios una gran audiencia; sin
embargo, me temo que estas eran declaraciones informales, aparentemente
hechas a periodistas durante su caminata matutina; y posiblemente sin tener
conocimiento pleno de esta ocasión específica. En aras de la exactitud permí-
tame tratar de hacer una aclaración a usted y a sus escuchas norteamericanos
y extranjeros.
Usted dice que “los estudiantes norteamericanos tienen tanto derecho como
cualquiera a su opinión en cuanto a hacer flamear la bandera de los Estados
Unidos”; esto es por supuesto cierto. Pero usted también dice que “pienso que
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tienen razón: ....no los culpo.... por sus actos”; sin embargo, el derecho a una
opinión no da derecho similar de ponerla en práctica. Si esto fuera así ninguna
ley podría ser aplicada en lugar alguno. En el caso presente, a pesar de todas
las opiniones en contra, hace dos años el (demócrata) Presidente de los Esta-
dos Unidos John F. Kennedy, celebró un acuerdo formal con el Presidente de
Panamá. Roberto F. Chiari, en el sentido de que en cualquier lugar donde la
bandera de los Estados Unidos flameara en frente de un edificio público en la
Zona del Canal, la bandera panameña debe flamear a su lado. Esto tiende cla-
ramente a reconocer un cierto grado de jurisdicción conjunta, sea cual fuere la
explicación dada sobre el asunto. El acuerdo estipuló que ambas banderas
serían izadas en esta forma en frente de un número limitado de edificios públi-
cos, número que luego fue aumentado. Creo que ahora asciende a 17. Quedó
en manos del Gobernador del Canal, General Robert Fleming el determinar la
localización. Con sus asesores él escogió edificios públicos en la Zona (en
donde hay bastantes) pero excluyó las escuelas. He allí el problema. El Presi-
dente de los Estados Unidos y el Gobernador de la Zona del Canal han decidido
un asunto práctico que afecta gravemente las relaciones de los Estados Unidos
y de Panamá por ser simbólico de todo el problema de la jurisdicción. Cual-
quier ciudadano puede tener y hasta expresar una opinión contraria, pero qué
sucede a la obediencia cívica si decimos que tiene derecho a actuar en un
asunto tan importante en contra de lo decidido por las autoridades legítima-
mente constituidas?”.
El actual conflicto en Panamá, tan lamentable en cuanto a las muertes, los
heridos y los daños a la propiedad, y tan nocivos al ambiente de buena volun-
tad existente entre los Estados Unidos y Panamá y muchos de sus ciudadanos,
fue ocasionado por la desobediencia cívica de un pequeño grupo de estudian-
tes en la Zona del Canal, estimulados por otros, incluyendo algunos de sus
mayores, Ellos festinaron la situación, acampando en la escuela, izando y arriando
la bandera con honores, etc.; pero esto no era un juego. El Gobernador de la
Zona del Canal ordenó que la bandera fuera arriada. Èl tenía que arriarla o izar
la bandera panameña, y para ello habría tenido que volver a consultar y cam-
biar la lista de los edificios públicos escogidos para que ondearan ambas ban-
deras en contra de la decisión tomada por él y sus consejeros y bajo presión de
un grupo de estudiantes. Los estudiantes rehusaron obedecer la orden de arriar
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la bandera. Evitando usar la fuerza los funcionarios, que creo que eran bombe-
ros de la Zona del Canal (la estación de bomberos está al frente de la escuela)
prefirieron no hacer nada. El Gobernador, sin embargo, tenía que hacer cum-
plir la ley. Habló en televisión explicando por qué los ciudadanos norteamerica-
nos debían acatar las leyes de los Estados Unidos. El asunto había adquirido en
veinticuatro horas gran importancia tanto en los periódicos en español como
en los publicados en inglés. Era obvio que se estaba incubando un problema. A
los dos días grupos de estudiantes panameños entraron a la Zona del Canal
portando la bandera panameña, como gesto sencillo del patriotismo. Fueron
enfrentados por un grupo grande de estudiantes norteamericanos y el proble-
ma comenzó. Cómo se desarrolló y cuáles son los juicios que debían hacerse
sobre las acciones buenas o malas de las autoridades de la Zona del Canal y de
Panamá, de la prensa y radio, de la policía y las fuerzas armadas de la Zona del
Canal, de las turbas disgustadas en Panamá, de los inescrupulosos elementos
que se infiltraron en estas turbas causando pillaje y destrucción que perjudica a
Panamá, etc., estas son cuestiones que usted no puede juzgar bien desde lejos y
que aún nosotros aquí debemos esperar para poderlas sopesar debidamente.
Lo cierto es que el incidente despertó en Panamá una fuerte conciencia
nacional.
En lo que respecta a sus observaciones sencillamente quiero ha-
cerle notar, con todo respeto, que el acto original de desobediencia
cívica, no importa lo pequeño que parecía en aquel momento a quie-
nes participaron en él, fue enorme en sus consecuencias y que es peli-
groso brindarle apoyo.
Además, Señor Truman, es también de lamentar que muchos nor-
teamericanos atribuyan cualquier problema similar al que ahora tene-
mos en Panamá a una obra exclusivamente comunista. Usted no ha
hecho esto, pero gran parte de la prensa norteamericana, sí. Esto es
desafortunado para todos nosotros. Es claro que los comunistas tratan
de tomar ventaja de estas situaciones para sus fines y que quisieron
hacerlo en Panamá como en otras partes. Pero también es claro que
hay en juego hondos sentimientos de valor nacional que ningún pana-
meño puede ignorar. Sería beneficioso para toda colaboración amis-
tosa entre Estados Unidos y Latinoamerica en el futuro, tan esencial
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RESOLUCIÓN N° 2
(de 10 de Enero de 1964)
LASOCIEDADCÍVICOCULTURALDELOSALTOSDEBETANIA,
CONSIDERANDO:
1°—Que el día de ayer 9 de Enero de 1964, la Bandera Nacional fue
ignominiosamente ultrajada y nuestro pueblo vilmente masacrado por ciuda-
danos y soldados de los Estados Unidos.
2°—Que debido a la masacre del día de ayer cometida por las fuerzas
armadas del ejército de los Estados Unidos acantonadas en la Zona del Canal
de la República de Panamá, han resultado algunos ciudadanos panameños muer-
tos y heridos.
RESUELVE:
1°—Respaldar al Gobierno Nacional y al Pueblo Panameño en
su actitud asumida como protesta al ultraje inferido por los Norte-
americanos a nuestra soberanía.
2°—Unirse al Duelo Nacional y compartir con las madres de los
caídos en esta gesta patriótica, el dolor que nos embarga en estos
momentos.
3°—Solicitar al Gobierno y al Pueblo Panameño que no reanude
las relaciones diplomáticas con los Estados Unidos hasta tanto no
sean reconocidos nuestros derechos sobre la Zona del Canal, como
pueblo soberano y libre.
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COMUNICADODELACORTESUPREMADE
JUSTICIA
Los suscritos, Magistrados de la Corte Suprema de Justicia, consideran-
do la gravedad de la situación en que se encuentra el país con motivo de los
sucesos que desde ayer en la tarde se vienen desarrollando a causa de la acti-
tud asumida por las autoridades de la Zona del Canal de Panamá, estimamos de
nuestro deber dirigirnos, aunque sea en breves palabras, al pueblo panameño y
especialmente al de esta ciudad y la de Colón.
Deseamos, en efecto, hacer llegar nuestra voz a los compatriotas, en so-
licitud respetuosa de que, de acuerdo con la excitativa del Excelentísimo Se-
ñor Presidente de la República, a quien la Constitución Nacional atribuye
específicamente la dirección de las Relaciones Exteriores, contribuyan a res-
tablecer el orden y un clima de calma que haga posible los efectos del empeño
del Gobierno Nacional por hacer valer nuestros derechos y particularmente el
respeto a la dignidad de la República.
Juzgamos, por las iniciativas adoptadas ya por el Òrgano Ejecutivo, me-
diante la Cancillería, que esa defensa está sinceramente garantizada en el plano
oficial y que el pensamiento de todos los panameños en cuanto a la necesidad,
urgencia e importancia de la misma es algo debidamente tomado en cuenta por
el Gobierno de la República.
Es preciso, que se imponga la cordura, para evitar que siga siendo
derramada la sangre del pueblo panameño cuyo sacrificio es ya evi-
dentemente notorio.
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Los Magistrados,
Ricardo A. Morales, Andrés Guevara Tall, Gil Tapia E., Luis Morales
Herrera, Víctor A. de León, Manuel A. Díaz Escala.
(La Estrella de Panamá, lunes 13 de enero de 1964)
CONSIDERANDO:
Que en los días 9 y 10 del corriente mes se han desarrollado trascenden-
tales acontecimientos en la Zona del Canal, que afirman en su máxima expre-
sión nuestra nacionalidad, nuestra independencia y nuestra soberanía.
Que la juventud panameña, con una conciencia cívica, clara y positiva, ha
sido víctima de atropellos incomprensibles que revelan el desconocimiento de
derechos firmemente consignados, y que a la vez han hecho mártires de esos
ideales a un grupo de numerosos ciudadanos.
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RESUELVE:
Declarar que los días 9 y 10 de enero de 1964, son Fechas Máximas de
afirmación ciudadana.
Manifestarse de acuerdo con las medidas justas, prudentes y patrióticas
del Gobierno Nacional, y
Adherirse al unánime respaldo a estas medidas, y confiar en los
organismos internacionales, obligados con soluciones justas de este grave
problema, contribuya a la solución conveniente al pueblo panameño.
Panamá, 10 de Enero de 1964.
El Presidente: Catalino Arrocha Graell.
El Secretario: Juan Antonio Susto.
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Desde 1821, cuando el Istmo rompió las cadenas del coloniaje que le
ataba a la Corona Española, por su restringida área geográfica, su escasa po-
blación y la extensa longitud de sus costas en ambos océanos, hubo menester
de “apoyo” y “protección”, encontrándolos entonces en la inmensa gloria de
Bolívar y en los poderosos ejércitos de la Gran Colombia. Sin embargo, bien
pronto las ligaduras al Gobierno Central resultaron demasiado ajustadas y sus
hijos acordaron cortarlas en el año de 1830, bajo la dirección del General
Istmeño José Domingo Espinar. Atendiendo la gratitud y respeto que le mere-
cía el Libertador, el Istmo reconsideró su determinación y a su apremio, se
reintegró a la unión bolivariana. Muerto el Padre de Colombia, el Istmo buscó
su total independencia, convencido ya de lo inoportuno de la asociación con
un gobierno central cuyos administradores no comprendían o no querían com-
prender y apreciar su noble destino, y del cual estaba separado por las muy
difíciles comunicaciones de entonces. Los granadinos permitieron y hasta pro-
piciaron la separación de Venezuela y Ecuador, pero se aferraron al Istmo,
reconociendo talvez su debilidad material y su alto valor geográfico. Así se
frustraron los movimientos separatistas de 1831, 1840 y 1861.
Los fundadores de la República de 1903, estaban, pues, bien compenetrados
de la sabiduría contenida en el concepto del Libertador expresado al Ministro
Revenga, en la carta del 17 de Febrero de 1826 arriba citada. Y buscaron el
“apoyo” de la gran democracia Norteña, sin pensar que ésta, en asocio del
extranjero funesto que tenía la representación de nuestros intereses en Was-
hington, le impondrían tan onerosas condiciones, como las contenidas en el
Tratado Hay-Bunau Varilla de 1903.
De esta injusta convención, en cuya negociación no lograron participar
los panameños, y en cuya aplicación los poderosos socios Norteños han im-
puesto siempre su interpretación, increíblemente antojadiza unas veces, y ne-
gándose o dejando de cumplir sus obligaciones en otras, nacen todas las difi-
cultades de nuestras relaciones con los Estados Unidos de América, y de nuestro
desenvolvimiento como Nación, libre e independiente.
Desde 1904 cuando se inicia su aplicación, surgen los malos entendidos, las
presiones norteamericanas y las protestas panameñas. En la ocasión inicial de
1904, Roosevelt manda su Ministro de Guerra a Panamá a estudiar la situación
y resolver, si fuere posible, el problema planteado. Y el Ministro Taft se ve
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14 de Enero de 1964.
Excmo Sr.
Don Roberto F. Chiari
Presidente de la República, Panamá, R. P.
Señor Presidente:
Ante la inhumana e injustificada agresión, de las fuerzas armadas
de los Estados Unidos contra ciudadanos panameños pacíficos e inde-
fensos, interesados sólo en reafirmar una vez más nuestros derechos
soberanos sobre el territorio panameño de la Zona del Canal, la ciuda-
danía respaldó con unidad patriótica la decisión del gobierno de la Re-
pública, de proceder a la ruptura de las relaciones diplomáticas con el
gobierno de los Estados Unidos y de manifestar que estas relaciones no
se reanudarían hasta tanto se nos dé la seguridad absoluta de que dentro
de breve tiempo habrán de iniciarse las negociaciones con el propósito
de lograr un nuevo status jurídico para el Canal de Panamá, que consul-
te debidamente los intereses del soberano territorial.
Tal medida y tal declaración fueron la contribución más efectiva
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territorio dentro del cual están situados dichas tierras y aguas, con entera
exclusión del ejercicio de tales derechos soberanos, poder o autoridad por la
República de Panamá”.
Se puede observar, sin mayor esfuerzo, los términos equívocos
usados en la redacción de la cláusula. Son los tradicionales modos
como la diplomacia norteamericana ha elaborado sus acuerdos para luego in-
terpretarlos a su mejor conveniencia. Para los Estados Unidos, el artículo III
símboliza la cesión de la soberanía. Nuestro país no participa de tal tesis.
Sobre la dudosa redacción del artículo II ha, dicho el Dr. Ricardo J. Alfaro, en
el año de 1953:
“Hállase aquí una oración condicional de negación implícita, según
la cual queda expresado que los Estados Unidos no son soberanos en la
Zona del Canal de Panamá. Pero el lenguaje omnicomprensivo, injurídico e im-
prudente de esa estipulación ha servido de base para interpretaciones del tratado
que no pueden sostenerse en presencia de otras estipulaciones del mismo, pero
que de hecho han infligido daño incalculable a la República y han imposibilitado
hasta ahora un acuerdo definitivo, equitativo y mutuamente satisfactorio”
El propio doctor Alfaro, en esta ocasión, explicó de qué manera la traduc-
ción de este artículo III al castellano difería del texto inglés, en detrimento de
los intereses de Panamá. Al igual que ahora con la intervención de la Comisión
de Paz de la OEA y con el significado que para los efectos de la Diplomacia
tienen los términos discutir y negociar. (En los archivos de la cancillería exis-
ten documentos que confirman esta sutil, pero sustancial diferencia).
Pero lo importante en la interpretación de esta cláusula es que ella lleva ya
sesenta años de polémica constante, como que en ella radica la esencia de uno
de los problemas básicos.
En efecto, cuando aún no se había secado la tinta usada en la fir-
ma del tratado, ya Panamá reclamaba su soberanía en la Zona del
Canal y en el Canal. El 11 de agosto de 1904 nuestra Legación en
Washington planteaba al Departamento de Estado la necesidad de in-
terpretar y aclarar conceptos del Tratado, entre ellos la cláusula III. El
Departamento de Estado por oficio de 24 de octubre del mismo año
daba respuesta a las justas demandas panameñas con artificios y cíni-
cos argumentos. Nos reconocían, en vías de discusión, que éramos
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“soberanos titulares” en la Zona del Canal, pero nos advertían que tal
pretensión se parangonaba a un “cetro sin valor”. La controversia ofi-
cial sobre este punto no ha tenido pausa. En la prensa, en el foro, en
todo sitio útil para discurrir, el panameño, en su hora, ha sabido plan-
tear el reclamo de la soberanía. En el mismo año de 1904, don Nico-
lás Victoria sostuvo una célebre polémica con don Tomás Arias en la
cual se puntualizó el por qué Panamá nunca dejó de ser soberana en la
Zona del Canal. Y desde entonces, año de 1904, la historia de Panamá
es fecunda en luchas, individuales o colectivas, en alegatos, en agre-
siones por la reivindicación clara de una soberanía sobre el Canal y su
Zona como la concebía don Justo Arosemena en 1870.
b)—La lucha por la neutralidad.
Antonio José Uribe, en carta dirigida al Ministro de Relaciones
Exteriores de Colombia, el 19 de Junio de 1902, exponía todo el itine-
rario de la devoción neutralista sobre la vía canalera. En lo concer-
niente decía el Dr. Uribe:
“Nada se dijo sobre este punto en los actos legislativos de 1835 y
1838, pero sí fueron expresas las citadas instrucciones del Dr. Ospina
en las cuales se exigía que los gobiernos contratantes deberían compro-
meterse “a garantizar con su poder la neutralidad de la vía, que deberá
estar siempre expedita para todas las naciones”. Lo mismo establecie-
ron los artículos 14, 15 y 16 de los decretos legislativos de 1851, el 12,
13 y 14 de las leyes de 1852 y 1855, el 9 y el 10 de la ley de 1866, el VII
del Contrato de 1868, el cual estipula además en el artículo XVIII, que
los dos gobiernos contratantes harían esfuerzos para solicitar la amistad
y garantía de las demás naciones en favor de la neutralidad del canal y
de la soberanía de Colombia sobre el istmo; la neutralidad se exigió
también en los artículos 6°. y 7° de la Ley 35 de l876".
Sobre neutralidad también tuvo sus cláusulas el Tratado de 1870,
aun cuando no tan rígidamente como en los textos anteriores, pues
obedecían a un vuelo diferente.
Ya en nuestra República, el mismo criterio de neutralidad de la
vía, expresado por el doctor Uribe, quedó establecido en el artículo
XVIII del Tratado General de 1903. Ese Artículo dispone:
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“El canal una vez construido, y sus entradas, serán neutrales a perpetuidad
y estarán abiertos a la navegación en las condiciones establecidas en la Sección
1a del artículo III del Tratado celebrado entre los Gobiernos de los Estados
Unidos y la Gran Bretaña, el 18 de noviembre de 1901 y de conformidad con las
demás estipulaciones del mismo”.
Desde 1903 hasta 1936, a pesar de muchísimas situaciones de he cho intro-
ducidas por los norteamericanos que hacían peligrar el sentido de la neutralidad
del Canal, se tenía la confianza de que todos los países concebían al Canal como
vía neutral. Sin embargo, el Tratado General de 1936 incorporó en la cláusula
frases ambiguas con relación al concepto de neutralidad, y en la práctica así se
ha comprobado.
Por tanto, desde 1936 hasta el día de hoy, ha sido objetivo de la Nación
panameña la efectiva neutralidad del Canal. El desarrollo y perfeccionamiento
de las armas mortíferas y el ningún afán expansionista o belicista de nuestra
Nación, han llevado a muchos sectores a sugerir la extensión de la neutralidad
permanente de la vía a todo el Istmo de Panamá, exactamente como lo ha
hecho Suiza sin menoscabo de ningún atributo de su soberanía.
c)—La lucha contra la perpetuidad
Los privilegios concedidos a los Estados Unidos debían tener un
plazo, toda vez que los contratos de vigencias infinitas equivalen a ven-
tas. Colombia en el siglo pasado se esmeró por registrar en cada contra-
to un término de expiración de los privilegios. El contrato de 1835 fue
de 50 años; el de 1838 fue de 60 años, el de 1851, de 59 años; los de 1852 y 1878
fueron de 99 años, los de 1869 y 1870 fueron de 100 años. El tratado Herrán-
Hay fijó igual plazo de 100 años, pero prorrogables.
En todos estos tratados, a excepción del Herrán-Hay, se establecía que al
expirar el plazo de los privilegios el Canal pasaría a poder de la República de
Colombia.
En el Tratado General de 1903, los Estados Unidos aprovechó todas las
circunstancias de menoscabo de la personalidad de la naciente República para
imponer un Tratado leonino sin plazos, rompiendo todos los precedentes his-
tóricos. Incluyó, como se sabe, la cláusula de concesión a perpetuidad.
La lucha del pueblo panameño contra la vigencia de la cláusula ha sido cons-
tante pero en los últimos quince años es que está tomando mayor vehemencia.
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Jorge Illueca,
Presidente.
Manuel García Almengor,
Vicepresidente.
Carlos del Cid,
Tesorero.
Dr. Ascanio Miranda,
Secretario.
Mario Galindo H,
Vocal.
Carlos Bolívar Pedreschi,
Vocal.
Ricardo Alonso Rodríguez,
Vocal.
Lic. Rodrigo Molina
Sub-Secretario.
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LOS SUCESOS DEL 9 DE ENERO. ANTECEDENTES HISTÓRICOS.
ORACIÓN FÚNEBRE
—Pronunciada en la Catedral de Panamá por el Pbro. Carlos Pérez Herrera, el
domingo 12 de enero de 1964—.
Excelentísimo Señor
Vicario Capitular
Excelentísimo Señor
Presidente de la República
Excelentísimos Señores
Hermanos todos:
Solamente han pasado cincuenta días de aquella mañana en que nos reuni-
mos todos en este mismo templo, para llorar la desaparición trágica del Exce-
lentísimo Señor Presidente de los Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy,
cuya muerte conmoviera profundamente a nuestro pueblo como que presin-
tiera la tragedia que con la extinción de su vida se cernía sobre la patria pana-
meña y que ha sido la triste realidad en estos primeros días del año de 1964.
Voz de amargura y llanto en la mirada mustia de la patria que llora a sus
hijos inmolados ante el altar sagrado del Ancón, acongojan a este pueblo pana-
meño, hermano en el dolor, acorraladado en la injusticia y sangrante por la
herida del corazón que un día se abriera para beneficio del mundo.
Una vez el Señor Dios bajó al monte Sinaí y entregó a Moisés las tablas de
su ley. ¡Amarás a tu Dios! ¡No matarás! ¡No levantarás falsos testimonios!
fueron algunas de sus divinas ordenanzas. Siglos más tarde su hijo Jesucristo
dijo a las muchedumbres sedientas de amor y de justicia: Si quieres la salva-
ción, guarda esos mandamientos. Pasaron los tiempos y el Sinaí que fuera el
símbolo de la justicia y de la ley, se convirtió a la servidumbre del imperio de
los faraones. ¡La historia religiosa como la historia política de los pueblos se
repite! Dios nos dio la tierra para que la habitáramos y formáramos pueblos.
Por los cauces invisibles de la herencia hemos llegado a consolidar una
nación: la nación panameña, país de agricultores, pescadores, comerciantes,
pequeños industriales, obreros, intelectuales y estudiantes. ¡No somos un país
guerrero, no somos un país de guerrilleros! Somos una nación que busca por
entre las leyes humanas la promoción social y espiritual a la que está llamada
por las leyes divinas, conscientes en verdad de nuestra debilidad militar pero
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la que han ceñido a la cintura de nuestra joven república una túnica de rosas
escarlatas.
La Iglesia Católica de Panamá, como dijo nuestro jefe espiritual, el Excmo.
Señor Vicario Capitular, como madre que es la Iglesia llora los sufrimientos de
sus hijos y se adhiere al luto nacional .... Yo os invito, compatriotas paname-
ños a unirnos todos en la plegaria al Padre Dios, para pedirle que envíe sobre
nosotros su espíritu, en este momento crítico de nuestra historia, para que
sepamos con dignidad y amor, lograr la paz y la justicia que ha sido prometida
a los hombres de buena voluntad. He dicho.
(La Estrella de Panamá, lunes 13 de enero de 1964)
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Doctor
Guillermo León Valencia
Presidente Colombia
Bogotá
Sobrecogidos pena pérdidas vidas estudiantes panameños, inter-
pretando sentimientos embarga colombianos residentes este país, vin-
culado su pueblo sangre, amistad, compañerismo; trabajo, dirigímosnos
respetuosamente su Excelencia fin manifestarle veríamos complacidos nues-
tra Colombia coadyuvara gestiones Panamá tendientes encontrar solución de-
corosa inmediata sangrientos disturbios conmueven América.
Compatriotas: Arturo Gómez Castro, Daniel Lozano, Pablo Emilio De Ar-
cos, Néstor Romero, Dionisio Jiménez, Severo Ceballos, Cayetano Barrios, Je-
sús Ahumada, Benjamín Aristizabal, Jesús Colorado, Joaquín Arrunategui,
Prudencio García, Rafael Zúñiga, Nepomuceno Velásquez Ortiz, Julián Padilla,
Jorge Beltrán, Jorge García.
Panamá, enero 12 de 1964.
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PROFESIONALESDECOLOMBIAYVENEZUELA
CON NOSOTROS
Para su publicación hemos recibido las siguientes cartas, una del Dr. Jai-
me Pedraza, de Colombia y otra del Dr. Luis Caropreso Ponce, en donde
hacen pública su solidaridad con nuestro país y ofrecen sus buenos oficios
para coadyuvar en la lucha de nuestra Patria:
Excelentísimo Señor:
Como colombiano, he seguido con profunda emoción patriótica los he-
chos que se vienen desarrollando en Panamá y, en consecuencia, cumplo con
el elemental deber de ponerme total e incondicionalmente a órdenes del Go-
bierno de Panamá para todo aquello en que pueda serle útil.
Es esta la oferta cordial, sincera y desinteresada de un simple ciudadano
de Colombia que, como millones de colombianos, ama y respeta a Panamá
como a cualquier sector de la Patria.
De tiempo atrás los Gobiernos de Colombia y de Panamá han descuidado
lamentable y sensiblemente el cultivo de nuestras relaciones, pero ese descui-
do no ha destruido los vínculos de sangre, de cultura, de espíritu y de historia
que hacen de nuestros pueblos una sola y gran Nación.
Nosotros recordamos con cariño y con agradecimiento a los gobernan-
tes panameños que tuvimos, a los Ministros de Estado y Diplomáticos que
con tacto y con sabiduría nos representaron y a sus legisladores que aún
nos rigen, puesto que nuestro Código de Comercio no es otro que el del
antiguo Estado de Panamá.
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Por todas esas razones sentimos en carne propia las ofensas que se irroguen
a Panamá; y los sufrimientos de ésta son también los nuestros; nuestra solida-
ridad es total.
Tuve, en años pasados, la fortuna de conocer Panamá y Colón y las tie-
rras aledañas, desafortunadamente por muy pocos días, pero sí los suficientes
para poder decir que pisé su suelo, bebí sus aguas, respiré su aire y gocé de su
generosa hospitalidad en forma tal que en ningún momento me sentí extranje-
ro. Por eso ahora, como millones de colombianos, gustosamente pongo en
manos de S.E. mis modestos bienes y la vida misma, si fuere necesaria para la
defensa de los derechos panameños.
Hago llegar a S. E., y por su digno conducto al Pueblo de Panamá y espe-
cialmente a las familias de los mártires de la Patria de quienes puede decirse
como se ha afirmado de nuestro común héroe, el estudiante y sabio Francisco
José de Caldas, que “descendió al patíbulo para ascender a la inmortalidad”, mi
más sentida expresión de solidaridad.
Soy de S. E, admirador y servidor y permítame considerarme tam-
bién su compatriota,
DIRECCIÓN:
Calle 17 No. 4-81 Oficina 206
Teléfono 34 55 24
Doctor Jaime Rafael Pedraza, ABOGADO. Miembro de número del
Colegio de Abogados y del Colegio de Canonistas de Bogotá.
BOGOTÁ D. E., Colombia.
ELIMPERIALISMONORTEAMERICANOES
EL MÁS FEROZ ENEMIGO DE LOS PUEBLOS DEL MUNDO,
AFIRMAMAO
TOKIO, enero 13 (AP)—China Comunista lanzó hoy una serie de decla-
raciones oficiales, calificando a Estados Unidos de “agresor”, y asegurando su
apoyo a Panamá en la disputa entre ese país y Estados Unidos por la Zona del
Canal.
Mao Tse Tung, Presidente del Consejo de Ministros, dijo que “el pueblo
chino está firmemente del lado del pueblo panameño y apoya plenamente su
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aún la emoción del gran duelo— se suscita de nuevo este conflicto? Inverosí-
mil como es, resulta todavía más imposible imaginar las finalidades de seme-
jante actitud, inexplicable e inadmisible.
Naturalmente el gobierno del Presidente Chiari, en un acto de legítima
defensa de sus compatriotas —nuestros hermanos panameños— y de su so-
beranía, ha procedido a invocar el Pacto de Río y ha pedido —pleno de razo-
nes— la convocatoria del órgano de consulta de la OEA, simultáneamente con
el retiro inmediato de su Embajador en Washington. Al gobierno del Señor
Chiari lo asiste la justicia para obrar como ha obrado, y seguramente su actitud
será interpretada con respeto, inclusive por el propio gobierno estadouniden-
se, que debe entenderla y apreciarla en sus exactas dimensiones de equidad.
Naturalmente no cabe responsabilizar a las autoridades de Washington de
lo que ha sido un acto absurdo —imperdonable— de las autoridades militares
de la Zona. Pero quisiéramos estar seguros de que el primero en rechazar
semejante conducta, torpe y precipitada, habrá de ser el Presidente Johnson,
cuyo espíritu de entendimiento con la América Latina se pone en dura prueba
en esta emergencia.
Confiamos en que el Consejo de la OEA estudiará serena y am-
pliamente todas las incidencias del problema y en que lo ocurrido no
irá más allá de lo que de suyo ha sido brutal y amargo. En nombre de la paz y
de la soberanía de estas naciones y de la indispensable solidaridad continental
—que por fortuna tienen su protección jurídica en el sistema regional— hay
que formular votos porque estos sucesos tengan adecuada sanción y satisfac-
ción sin reservas, y no vayan a convertirse en nueva inquietud y nuevo que-
branto para un hemisferio que ya empezaba a verse liberado de viejos resabios
imperialistas.
Como partidarios fervorosos de una política de entendimiento y de mutuo
respeto con los Estados Unidos —base de la unidad hemisférica— no po-
demos dejar de declarar, sin embargo, que en esta hora estamos con la repúbli-
ca hermana en su demanda justiciera y soberana, y entrañablemente con ella
en el dolor que la aflige.
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NORTEAMERICANOSIDENTIFÍCANSE
CONPANAMÁ
De la Presidencia de la República hemos recibido, para su publicación, copias
fotostáticas de las siguientes cartas que ha recibido el Presidente de parte de ciudada-
nos norteamericanos que se han identificado con Panamá:
TRADUCCIÓN
Arnie Mason
KLBM Radio. La Grande, Oregon.
Para Presidente Chiari
Ciudad de Panamá.
Señor Presidente:
Yo, junto con muchos otros ciudadanos de los Estados Unidos me siento
sumamente preocupado por los hechos que han afligido a su nación en los últimos
días. Hablando con un compañero de trabajo hoy viernes 10 de enero, estuvimos
de acuerdo, como estoy seguro lo estarían muchos otros, en que los estudiantes
norteamericanos de la Zona del Canal deben ser llevados a un parque público y
azotados en las posaderas hasta que les sea imposible sentarse. Por supuesto, me
doy cuenta de que gran parte de esta frustración llega más hondo que el mero
enarbolamiento de la bandera de su país y del mío, pero sus compatriotas están
orgullosos de su país como nosotros lo estamos del nuestro, y las banderas de
ambos países son símbolos de ese orgullo. Honradamente, estoy casi avergonzado
de ser norteamericano desde el asesinato del Presidente Kennedy y (por) aconteci-
mientos como los ocurridos en su país que son causados básicamente por unos
cuantos estudiantes norteamericanos estúpidos que creen que los Estados Unidos
son, o que ser norteamericano es, un mayor timbre de orgullo que ser panameño.
Señor Presidente, confío en que nuestros dos países puedan ser siempre
amigos y que sean capaces de arreglar este asunto en una forma adulta y diplo-
mática que no sea degradante para ninguna de las partes.
El pueblo norteamericano no es tan duro e insensible como les gustaría
creer a muchos pueblos del mundo. Somos tan humanos como ustedes y
como todos los otros pueblos, y no deseamos despojar a nadie ni conquistar-
los ni hacerles daño. Deseamos ayudar, pero ¿cómo puede llegar esa ayuda
cuando unos pocos estudiantes norteamericanos estúpidos creen que porque
son norteamericanos son tanto mejores? Yo digo esto, enarbolen su bandera
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con la nuestra, o permitan que la nuestra ondee con la de ustedes, pero que
ondeen juntas en amistad y comprensión.
Con cordialísimos saludos,
ARNIE MASON.
Locutor de Radio.
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panameño? ¡NO! Ese sería un gesto demasiado romántico. Lo que los paname-
ños desean es la soberanía en el justo sentido de la palabra, es decir, con todos
los derechos que a ellos les corresponden por ser los dueños del territorio. De
ninguna manera podría decirse, hoy día, que los únicos dueños del Canal de
Panamá son los norteamericanos, sencillamente porque lo construyeron.
En el Preámbulo del Convenio celebrado entre los Estados Unidos y Panamá,
repetimos, existen las ya citadas frases que no dejan lugar a dudas y que dicen:
...“residiendo efectivamente la soberanía de ese territorio en la Repú-
blica de Panamá, las Altas Partes contratantes han resuelto celebrar
una Convención con tal objeto”. El objeto, también citado en el Preámbu-
lo, es la construcción de un Canal. Trátase, pues, de dos socios que se
ponen de acuerdo para construir un canal. El uno, aportará su riqueza geográ-
fica y el otro, las posibilidades de hacer factible la obra. Tanto vale lo aportado
por el uno como lo aportado por el otro. Lo cual indica que a la hora de las
retribuciones, a ambos han de tocarle un exacto dividendo. Pero las cosas
ocurren y han ocurrido de forma muy diferente. No nos llamemos, pues, a
engaño. Los dividendos que las dos altas partes contratantes reciben, no equi-
valen al 50 por ciento de las entradas brutas como sería lo justo. Lo que
efectivamente recibe cada una de ellas no nos atreveríamos a decirlo, si no
fuera un hecho perfectamente demostrado por los estadistas. Asómbrese el
lector ¡Lo que reciben los Estados Unidos es más del noventa y nueve por
ciento! Panamá, en cambio, ¡sólo recibe 3 cuartos del uno por ciento! Así lo
demostró y consignó don Vicente Sáenz en la Mesa Redonda sobre “Canales
Interoceánicos” y en un artículo,“Los Canales Internacionales”, publicado en
el número 3 de Cuadernos Americanos de mayo y junio de 1957.
Más hemos de asombrarnos, pues es un hecho cierto que las exi-
guas sumas que Panamá recibe por concepto de ese ridículo dividendo son
miserables sumas de toma y daca, pues en una forma u otra regresan inmedia-
tamente al tesoro de los Estados Unidos. Los 250.000 dólares que Panamá
estuvo recibiendo como anualidad durante los primeros años de haberse cons-
tituido el Canal, correspondían a la suma que ya venía pagando el Ferrocarril
por una concesión anterior. En esas tierras, por las cuales la Compañía del
Ferrocarril pagaba la suma mencionada, ciertos propietarios panameños ha-
bían construído casa de inquilinato. Por no ser dueños de los terrenos, estos
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LOS SUCESOS DEL 9 DE ENERO. ANTECEDENTES HISTÓRICOS.
NUEVA YORK, enero 16, (AP). —El New York Times dice en un editorial
hoy, refiriéndose a las relaciones panameño-norteamericanas, que debe resistirse
la tentación de pensar que se haya arreglado la controversia sobre el Canal de
Panamá, por cuanto los asuntos en disputa han sido postergados. Añade que “se
necesitará el tipo más cuidadoso de diplomacia por ambos lados” para llevar las
cosas a través de dos elecciones presidenciales este año — la de Panamá en
mayo y la de los Estados Unidos en noviembre.
El periódico expresa que “los norteamericanos harían bien en hacer frente
al hecho de que el Tratado con Panamá tendrá que ser revisado. No necesita
haber apresuramiento respecto a esto, pero las relaciones en el período inter-
medio serán más suaves si se reconoce esta necesidad”.
El Herald Tribune declara que el “sentido común se afirma en Panamá. El
acuerdo para reanudar relaciones diplomáticas, que han de ser seguidas más
tarde por negociaciones sobre las quejas de Panamá, es una prueba de la res-
ponsabilidad y de la clase de estadista por parte del Presidente Chiari y su
gobierno. La crisis no ha terminado pero ha sido reducida”.
Añade que aun en el supuesto de que ambas partes trabajen de buena fe
hacia y en la conducción de las negociaciones, se deben esperar sorpresas,
dificultades y demoras. Dice que “los comunistas castristas y otros extremistas
tratarán de hacer estallar nuevas explosiones, con la esperanza de destruir la
actual tendencia hacia un arreglo”.
Manifiesta que lo importante es utilizar el acto favorable para es-
tabilizar la situación, reforzar la confianza entre las dos repúblicas y
avanzar tan pronto como sea posible hacia las negociaciones.
HONG KONG, enero 16, (AP). —La campaña de propaganda
anti-norteamericana iniciada por los comunistas chinos respecto a la
crisis de Panamá, se ha convertido en una importante campaña de carácter
nacional.
(La Estrella de Panamá, viernes 17 de enero de 1964)
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DENUNCIANTRATADOCHAMORRO-BRYAN
La Asociación de Estudiantes de la Escuela de Periodismo de Nicaragua,
reunida en sesión de emergencia para considerar la gravedad de los sucesos
sangrientos ocurridos en la Ciudad de Panamá en los días 9 y l0 del presente
mes, durante los cuales sucumbieron estudiantes, obreros y profesionales,
CONSIDERANDO:
Primero: Que es un hecho evidente la agresión de que ha sido víctima el
pueblo de Panamá por parte del Ejército de los Estados Unidos acantonado en
la Zona del Canal, consumándose con tal agresión un atentado incalificable en
contra de la vida, la seguridad y las libertades de nuestro pueblo hermano,
cuya soberanía ha sido violada una vez más por un ejército extranjero.
CONSIDERANDO:
Que pese a las declaraciones y tratados suscritos por el Gobierno norte-
americano, que garantizan la soberanía y los derechos del pueblo panameño,
todavía parece prevalecer en la mente de los gobernantes de Washington y del
Pentágono mantener en la República de Panamá un régimen de fuerza y de
ejércitos de ocupación.
CONSIDERANDO:
En vista de lo expuesto, alertamos de nuevo a nuestro pueblo sobre los
peligros que significaría para Nicaragua la ejecución del Tratado Canalero
Chamorro-Bryan, cuya realización en los términos suscritos expondría a nuestro
pueblo a sufrir los vejámenes, atropellos y muertes por parte del Ejército Norte-
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—o0o—
MÉXICO, Ciudad de México, enero (S.E.) —El Centro de Panameños en
México aprobó una resolución mediante la cual protesta por los actos de agre-
sión perpetrados por el Ejército de los Estados Unidos el 9 y 10contra el pue-
blo panameño. El Centro de Panameños en México se une al duelo nacional
por los héroes caídos en defensa de los derechos de nuestra patria; y resuelve
apoyar al pueblo y al gobierno nacional en su lucha para obtener justicia para
Panamá ante los tribunales internacionales. El centro realizó una manifestación
ante la estatua del patricio Justo Arosemena.
La resolución la firman Pablo T. Quintero Pinzón y Franklin Corro.
—o0o—
CARACAS, Venezuela, enero (S.E.) —Una manifestación realizada por
los estudiantes fue disuelta por las fuerzas policiales al prohibirla la Goberna-
ción del Distrito Federal. Los estudiantes protestaban por la agresión del ejér-
cito norteamericano contra el pueblo panameño. Los estudiantes fueron a la
Plaza Bolívar para colocar las banderas de Panamá y Venezuela, pero la policía
lo impidió.
—o0o—
MÉXICO, Ciudad de México, enero (S.E.) —La Central Campesina Inde-
pendiente, protestó contra los Estados Unidos, por los sucesos de Panamá. La
Central acusó a los Estados Unidos de imperialismo norteamericano y de
inigualable voracidad.
Exhortó a todos los sectores revolucionarios para que protesten por los
“infames asesinatos”.
—o0o—
MÉXICO, Ciudad de México, enero (S.E.) —Los estudiantes panameños
en ésta, manifestaron en un mitin que el Tratado de 1903 fue firmado en
condiciones que lo vician de nulidad agregaron que en aquella ocasión Estados
Unidos se aprovechó de la situación para imponer condiciones onerosas a
Panamá.
—o0o—
CARACAS, Venezuela, enero (S.E.) El periódico “La República” señaló en
una de sus ediciones que el inconsciente acto de unos jóvenes estudiantes
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AHORAESPANAMÁ
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EL CANAL DE LA MANCHA
—(Tomado de El Correo de Medellín)—
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que su soberanía no sea machacada más y que su Canal deje de ver el verda-
dero Canal de la Mancha...
porJUANROCALEMUS
(La Estrella de Panamá, miércoles 22 de enero de 1964)
CONSIDERANDO:
1. Que la Sociedad de Panameños Unidos, Inc. es una organización
apolítica integrada por panameños naturales.
2. Que los integrantes de la Sociedad de Panameños Unidos tienen cono-
cimiento íntimo de los desacuerdos existentes entre la República de Panamá y
los dirigentes de la Zona del Canal de Panamá.
3. Y que a consecuencia directa o indirecta de los desacuerdos, y
la falta de interés del Gobierno de los Estados Unidos a negociar un
tratado justo con la República de Panamá, han muerto por lo menos veinte
panameños.
4. Que estos jóvenes y estudiantes dieron sus vidas en defensa de
la Soberanía Nacional.
RESUELVE:
1. Lamentar, como en efecto lamentamos, la muerte prematura de nues-
tros valientes compatriotas.
2. Hacer saber a los representantes de Panamá ante las Naciones
Unidas, nuestro apoyo en su faena de presentar ante el mundo el punto de vista
Panameño.
3. Felicitar al Excelentísimo Presidente de la República de Panamá, Don
Roberto F. Chiari, por su fiel y firme representación de los ideales Panameños.
Dado en la ciudad de Nueva York a los veinte días del mes de
enero de 1964.
CARLOSGORDÓN
Presidente
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LOS SUCESOS DEL 9 DE ENERO. ANTECEDENTES HISTÓRICOS.
El problema de Panamá es una de las tantas fístulas que quedan del poderío
del imperialismo yanqui que tanto lastimó el sentimiento hispanoamericano.
En la época colonial Panamá era parte del virreinato de la Nueva Granada,
fundado en 1739, y al obtener su independencia en 1821, voluntariamente se
anexó a Colombia. El expansionismo comercial de los Estados Unidos reque-
ría una fácil comunicación entre el Atlántico y el Pacífico, y después de estu-
diar diferentes proyectos, entre los que estuvo el de nuestro Istmo de
Tehuantepec, decidió abrir el canal, pero en obvio de dificultades promovió y
ayudó a la separación de Panamá, que constituyó una república independiente.
Esta ayuda no era desinteresada. Como pago de su segunda independencia, la
nueva república debería permitir la apertura del canal y ceder su uso a perpe-
tuidad a Estados Unidos. Claramente se ve que en el convenio al efecto formu-
lado, intervino la fuerza y en derecho puede considerarse que el tratado es nulo
por falta de libertad al celebrarlo.
En 1903 el imperialismo yanqui estaba en todo su apogeo. Pana-
má sin posible defensa, se vio obligada a ceder a perpetuidad la Zona del Canal,
renunciando a su soberanía. Actos de esta naturaleza han provocado siempre
motivos de distanciamiento entre las naciones y Panamá, pasados los prime-
ros momentos, ha reclamado sus derechos que Estados Unidos no está dis-
puesto a reconocer, aunque han venido celebrando nuevos convenios para
suavizar la situación: se aumentó el precio del arrendamiento por el uso del
Canal, y Eisenhower permitió que en la Zona se izaran las dos banderas, lo que
implícitamente significa el reconocimiento de la soberanía de Panamá.
Estas medidas no son sino paliativos al problema fundamental, como nos lo
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15 de enero de 1964.
Señor Doctor
Bernardino González Ruíz
Ministro de Trabajo, Previsión Social y Salud Pública y Presidente de la Junta
Directiva de la Caja de Seguro Social.
Panamá, Rep. de Panamá.
Estimado Señor Ministro:
Con verdadero placer doy respuesta a su generosa carta de fecha 24 de
diciembre anterior, por medio de la cual expresa, a nombre de la Caja de Segu-
ro Social, el afecto y la solidaridad del pueblo panameño con el pueblo costa-
rricense con motivo de la grave Emergencia creada por la actividad del volcán
Irazú, que nos ha causado ya, no solamente considerables pérdidas económi-
cas, sino la que es más grave aún, la muerte de varios costarricenses y la
destrucción de centenares de viviendas.
Recibo, a nombre del Gobierno y del pueblo de Costa Rica, ese mensaje
fraternal, en todo su valor y sentido. Siempre el pueblo de Panamá se ha hecho
presente en todos los momentos difíciles que ha vivido el pueblo costarricense.
Eso compromete nuestra eterna gratitud.
Debo aprovechar esta oportunidad para expresar a usted, a su Gobierno y
al pueblo panameño, nuestra honda pena por los sucesos recientemente ocu-
rridos en ese hermano país, al sobrevenir el conflicto con la policía y ejército
norteamericanos en la Zona del Canal, que tan doloroso saldo de víctimas ha
dejado. En todos los momentos de este conflicto, el pueblo costarricense ha
sentido como propia la tragedia de Panamá, y ha sentido la muerte de los
panameños que resultaron víctimas en esas acciones, como si fueran parte de
nuestra propia Patria. Hemos expresado nuestros deseos más vehementes para
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Enero 22 de 1964.
Estimado Señor Ministro:
Con emocionada gratitud correspondo a las expresiones de sincera sim-
patía y solidaridad que para la causa de mi patria, contiene su obligante nota de
15 del presente, que constituye uno de los más honrosos documentos que han
recibido el Gobierno y pueblo panameños, en estos días de dura prueba que
estamos viviendo.
Sus palabras en el sentido de que “el pueblo costarricense ha
sentido como propia la tragedia de Panamá” son la reiterada mani-
festación de una confraternidad que no tiene frontera y que identifica
a nuestros países en un destino común por los grandes imperativos de la
Historia y por la necesidad de unirnos cada vez más, para hacernos fuertes
frente a toda contingencia adversa mediante la razón del Derecho y la Justicia
que ningún poderío humano pueden supeditar.
Aprecio, en lo que valen, sus “deseos vehementes de que el conflicto se
resuelva satisfactoriamente para los intereses de Panamá, conforme a su
legítima aspiración de ejercer su soberanía sobre la totalidad del territorio
panameño”. Nada mejor, como aliento y esperanza, puede brindarnos la voz fraterna
de los hijos de Costa Rica, y ese mensaje que usted nos remite como intérprete
cabal de tanta hidalguía ha de acrecentar nuestra fortaleza moral frente al dolor de
la tragedia sufrida e impulsará nuestra lucha hasta lograr cuanto anhelamos, aun
cuando sea necesario vencer nuevos escollos de injusticia o incomprensión.
Fuera del tono protocolar de las despedidas, deseo sintetizarle en un fuerte
abrazo, cuánto estimamos sus palabras que son esencia de cariño y calor de
verdadera hermandad. En ese abrazo, más que dos Ministros, dos pueblos se
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LOS SUCESOS DEL 9 DE ENERO. ANTECEDENTES HISTÓRICOS.
A Su Excelencia
Alfonso Carro Zúñiga
Ministro de Trabajo y Previsión, Social.
San José, Costa Rica.
(La Estrella de Panamá, jueves 23 de enero de 1964)
ELPROBLEMAPANAMEÑO-ESTADOUNIDENSE
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centavos, aun cuando la escala de sueldos era para los pocos latinos que ha-
bían sido incluidos en el Gold Roll.
Los sueldos de los norteamericanos —de los american citizens— comen-
zaban con los 95 centavos de dólar por hora, más 25 por ciento adicional por
servicios en el extranjero —foreing service—, paga que no recibían los pana-
meños —ni blancos, ni negros, ni indios ni morenos— no obstante que eran
considerados “extrangers” en la propia Zona del Canal de Panamá. Los norte-
americanos casados tenían los apartamientos y casas mejores; y los solteros
eran ubicados en los llamados bachellor quarters. Gozaban de comisariatos
ilimitados, de excelentes cines gratuitos, de mejores hospitales, de clubs para
divertirse, jugar y beber, y de restaurantes de primera y muy económicos. Sus
Iglesias y Capillas eran limpias y blancas; y sus hijos asistían a las mejores escuelas
que el mundo educacional de la época podía ofrecer.
Tal es la diferencia de aquellos dos mundos, el de Oro y el de Plata, que
coexistían en la estratégica y trágica Zona del Canal de Panamá. En las márge-
nes del Canal, en su cabecera pacífica y en su cabecera atlántica, Panamá y
Colón, las dos principales arterias comerciales de la República, colindan con la
Zona, una tierra que soberanamente es suya, pero en la cual ellos son extran-
jeros que en su inmensa mayoría se mueven en el Mundo de Plata.
Hechos ingratos de la discriminación racial en la Zona del Canal
La discriminación racial en la Zona canalera es ingrata, y no repara en categorías.
Ilustres panameños de tez cobriza, y ya no digamos los de ascendencia negra, han
pasado momentos de humillación en los establecimientos comerciales de la Zona.
De ahí que honorables familias panameñas sin pergaminos raciales se cohiban de
visitar, y aún desconocen, esa maravilla que es el Canal de Panamá. Fui testigo de lo
que le ocurrió a un distinguido político venezolano, quien fue echado de un Club
Restaurant por un Military Police (policía militar) por considerar que aquel sitio era
sólo para blancos. Igual le ocurrió a un destacado científico centroamericano. Con
sobrada razón el gran poeta colombiano Jorge Artel, en 1946 me decía: “No voy a
la guerra a matar nazis pues quiero reservarme para acabar con estos arios que
custodian esta tierra de Rogelio Sinán”. Sinán, poeta de gran sensibilidad, diplomático
y profesor universitario, terció en la charla para agregar: “Que Dios te oiga, Jorge
Artel, y que me permita acompañarte en tan redentora tarea”. Estas palabras, las de
Artel y las de Sinán, no eran salidas de buen humor, sino expresión íntima de dos
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CÓMOEXPRESÓVENEZUELASOLIDARIDAD
CONPANAMÁ
Voceros del partido de gobierno y sindicatos,
piden arreglo benéfico para Panamá.
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porGEORGEMcARTHUR
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CIUDADANOSNORTEAMERICANOSCENSURAN
A SUS CONCIUDADANOS DE LA ZONA
—Un Comentario de RICHARD EDERI, en el New York Times—
—Traducción de La Estrella de Panamá—
PANAMÁ, enero 15, —Las simpatías de los 4.000 ciudadanos de los Esta-
dos Unidos en Panamá parecen haber estado abrumadoramente con los paname-
ños y contra los residentes de la Zona del Canal de Panamá, durante los aconte-
cimientos de la semana pasada.
Las conversaciones con distinguidos residentes norteamericanos aquí reve-
lan la fuerte tendencia de su parte a criticar a las autoridades de la Zona del Canal
y al comando del Ejército de los Estados Unidos por la violencia que eruptó.
Subrayando esto, existe cierta áspera crítica del aislado y privilegiado es-
tado de los 36.000 ciudadanos de los Estados Unidos en la Zona del Canal. Los
residentes norteamericanos en la República de Panamá creen que las condicio-
nes especiales en la Zona han creado una comunidad que es ostentosamente
ofensiva a los panameños y al mismo tiempo peligrosamente indiferente a sus
sentimientos.
Los norteamericanos entrevistados, que tratan diariamente con sus
empleados panameños, con sus colegas comerciantes, con funciona-
rios del gobierno y con amigos, están estupefactos por la naturaleza del inci-
dente que provocó el desorden.
Ésta fue la acción de algunos estudiantes de la Escuela Superior de Balboa al
desplegar la bandera norteamericana allí en un reto a las autoridades de la escuela
y luego el choque con un grupo de estudiantes panameños que trataron de izar la
bandera de su país al lado de ella.
En los desórdenes que siguieron, además de las bajas, las oficinas
de muchas firmas norteamericanas fueron incendiadas y saqueadas.
“Es horrible que todo esto haya pasado porque algunos muchachos des-
obedecieron la autoridad civil”, dijo Edward O’Connor, Presidente de la Socie-
dad Americana, a un grupo de comerciantes locales norteamericanos.
Lo que especialmente mortifica a los residentes norteamericanos aquí
es su convicción, ampliamente compartida por otros observadores, de
que gran parte de la comunidad de la Zona del Canal aprobó y aparente-
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recámaras. A pesar de esto, reciben una bonificación de 25% por trabajar fuera de los
Estados Unidos.
Lo que parece más peligroso para los muchos ciudadanos norte-
americanos aquí, es el hecho de que los zonians, que no dependen de Panamá
para empleos, compras, entretenimientos, seguridad o amigos, no necesitan
hacer los ajustes que los residentes aquí tienen que hacer. Muchos creen que
los zonians han desarrollado lo que un observador llama “un innato sentido de
irresponsabilidad”.
Quizás porque los norteamericanos residentes aquí se asocian, más
o menos íntimamente con los panameños, tienden a ver con alguna
simpatía la queja de este país acerca del Tratado del Canal, especial-
mente en asuntos tales como mejor paga y oportunidades para los
obreros panameños.
Esto contrasta con la firme hostilidad de casi la mayoría de los zonians
hacia las menores concesiones a las demandas de Panamá.
Los residentes norteamericanos aquí están lastimados por la at-
mósfera anti-norteamericana que ha sido creada por los incidentes del
jueves. Un norteamericano indicó, como signo de la insensibilidad zoneíta el
hecho de que las banderas panameñas están a media asta, las banderas en la
Zona no lo están.
El señor O’Connor, Presidente de la Sociedad Americana, dice
que los residentes norteamericanos aquí “tendrán que aceptar gran
cantidad de insultos y miradas airadas por cierto tiempo”.
“Tendremos que sobreponernos a esto y encontrar alguna fórmula
para hacer más fuertes los lazos con la comunidad panameña”.
(La Estrella de Panamá, martes 28 de enero de 1964)
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Añade que no ve razón alguna por la cual los Estados Unidos no acepten
que se incluya la revisión del Tratado de 1903 con Panamá ya que “no hay
obligación alguna de fijar qué revisiones se considerarían. Ni aún los paname-
ños han adelantado demandas específicas”.
Dice que “los ojos de toda la América Latina miran hacia Was-
hington en este asunto y los sentimientos latinos favorecen generalmente a
Panamá”.
Después de indicar que los Estados Unidos son una potencia grande
y fuerte y Panamá chica y débil, manifiesta el editorial que “bien pue-
den los Estados Unidos hacer un gesto generoso para terminar con
esta “polémica” de palabras.
COSTARICAALMARGENDENEGOCIACIÓNSOBRECANAL
PORCENTROAMÉRICA
SAN JOSÉ, Costa Rica, enero 28, (AP). —El Presidente Francisco J.
Orlich afirmó que su gobierno se situará al margen de cualquier posible nego-
ciación o convenio sobre un nuevo canal interoceánico en Centro América,
dentro del tratado Bryan-Chamorro, al que impugnó por constituir una conce-
sión a perpetuidad y se manifestó en favor de su revisión.
El tratado Bryan-Chamorro involucra a Nicaragua y Costa Rica.
Simultáneamente se dio a conocer aquí que el diputado Nicara-
güense Juan Molina informó a la legislatura costarricense que el Con-
greso nicaragüense designó una comisión que estudiará la revisión
del tratado canalero y agregó que siendo Costa Rica parte afectada, la
insta a pronunciarse juntamente con los Congresos de Nicaragua y El
Salvador contra “el vergonzoso tratado”.
WASHINGTON, enero 28, (AP). —Una comisión del Senado discutió
hoy a puerta cerrada la posibilidad de construir otro canal interoceánico como
reemplazo o suplemento del de Panamá.
El Secretario Auxiliar de Estado para Asuntos Interamericanos,
Thomas Mann, compareció ante la comisión de comercio para informar sobre
la situación actual en la querella entre Panamá y los Estados Unidos por cues-
tión del canal.
El Presidente de la Comisión, Warren Magnuson, dijo a los periodistas
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ENSINGAPURELOGIANLALUCHADELOSPANAMEÑOS
SINGAPUR, enero 28, (AP).—El Partido de Extrema Izquierda de Singapur,
Barisan Socialis, elogió hoy en una declaración “la justa y ardua lucha” de los
panameños en la crisis de la Zona del Canal.
Añade la declaración que “confiamos que en la misma forma en
que el pueblo de la República Árabe Unida expulsó al imperialismo
Franco-Británico del Canal de Suez en 1956, en la misma forma el
pueblo panameño expulsará al imperialismo norteamericano de la Zona
del Canal”.
También expresó apoyo y solidaridad por los recientes levanta-
mientos en el África Oriental.
El Barisan Socialis es el mayor partido de oposición al Popular de Acción
Unida del Primer Ministro Kee Kuan Yew.
(La Estrella de Panamá, miércoles 29 de enero de 1964)
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la Universidad Laval, Gastón Bernier, sobre Panamá, con ocasión de los re-
cientes acontecimientos. Después de un pormenorizado estudio histórico so-
bre el Canal de Panamá, al referirse a los hechos dolorosos, afirma el periodis-
ta Gastón Bernier: “Los americanos tienen el don de hacerse detestar en todas
partes a donde van. En Panamá, como en otros lugares. No saben vivir de
acuerdo con quienes tienen a su alrededor. Fácilmente exhiben su riqueza frente
a la miseria. Del lado de Panamá se encuentran niños mal alimentados, sin
instrucción. El desempleo es impotente. Del otro lado de la cerca hay “un
apacible oasis protegido por los marinos de uniforme aplanchadito” al decir de
Marcel Nidergang. La desigualdad no deja a los panameños indiferentes y se
intensifica por la discriminación de los norteamericanos. A menudo la pobla-
ción americana de la Zona del Canal viene del sur de los Estados Unidos, que
es muy sensible al color de la piel. En un medio tan heterogéneo como Pana-
má, la segregación sólo puede hervir a los autóctonos. La crisis actual se
resolverá como la de 1959. Panamá no puede pasarse sin las anualidades del
Canal y los dirigentes lo saben. Exigirán una participación mayor en los bene-
ficios y los Estados Unidos la acordarán. Después tendremos un Rende-vous
hasta la próxima crisis, pues la sensibilidad del latinoamericano no se deja
neutralizar por una pequeña ventaja material suplementaria”.
(L’Action Catholique, enero 15 de 1964).
(La Hora, Panamá, miércoles 29 de enero de 1964.)
COMENTARIOSDELAPRENSAEXTRANJERA
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COLOMBIAAPOYARÁLAPETICIÓNPANAMEÑA
BOGOTÁ, enero 30, (AP). —Una fuente autorizada del Ministerio de
Relaciones Exteriores dijo esta tarde que Colombia apoyará la solicitud de
Panamá para una reunión de emergencia de Cancilleres de la Organización
de Estados Americanos.
La fuente dijo que Colombia votaría en favor de tal reunión, pero
señaló el gobierno aún no había recibido la solicitud oficial de apoyo por parte
del gobierno panameño.
Panamá decidió solicitar una reunión de Ministros de Relaciones
Exteriores de la OEA para procurar una solución a su conflicto con
Estados Unidos sobre el Canal, después del fracaso de las gestiones
de la Comisión de Paz del organismo Interamericano.
VENEZUELAENFAVORDELACONFERENCIA
DECANCILLERES
CARACAS, enero 30, (AP). —El Canciller Marcos Falcón Briceño se
pronunció hoy en favor de la Conferencia de Cancilleres de la OEA, solicitada
por Panamá para resolver sus diferencias con Estados Unidos en cuanto al
Canal.
Falcón reveló que se ha instruido al Embajador ante la OEA para que vote
en tal sentido. Refiriéndose al funcionamiento de la OEA, dijo “no se puede
echar la culpa al piano sino al pianista. Un piano con pianistas dictatoriales
suena muy mal”.
RESPALDOURUGUAYO
MONTEVIDEO, enero 30. (AP) —Uruguay apoyará la solicitud de Pana-
má para convocar al Organismo de Consulta de la OEA en su disputa referente
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5. Consecuencias inmediatas
DECLARACIONES DE MORENO Y JOHNSON EN EL ACTO
DE LA PRESENTACIÓN DE CREDENCIALES
“Señor Presidente:
Tengo el honor de entregar a Vuestra Excelencia mis cartas cre-
denciales como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la
República de Panamá ante el gobierno de los Estados Unidos, que
vos presidís con tanta competencia.
El pueblo y el gobierno de Panamá, presididos por Su Excelencia
Roberto F. Chiari, confían en que la reanudación de las relaciones
diplomáticas abrirá el camino a una nueva era de comprensión entre
los dos países.
Unidos por la tradición histórica que es la herencia común de to-
das las naciones de América, Panamá y los Estados Unidos se hallan
ligados por intereses muy especiales que se derivan de la existencia
del canal interoceánico. El gobierno y el pueblo de Panamá están se-
guros de que no hay problemas en las relaciones entre países amigos,
que no puedan ser resueltos con equidad y justicia. La amistosa vin-
culación entre Panamá y los Estados Unidos, debida al canal situado en el
territorio de la República de Panamá, debe sentar un ejemplo en la vida interna-
cional de lo que deben ser las relaciones entre países unidos por intereses
comunes. Permítame Vuestra Excelencia expresar la esperanza de que no sur-
girá nada que separe a nuestros países, y que será posible para nosotros cum-
plir el destino común que la historia nos ha señalado.
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Es un gran honor para mí, Sr. Presidente, haceros llegar los saludos muy
cordiales que por mi conducto os envía Su Excelencia Roberto F. Chiari,
presidente de Panamá, y al mismo tiempo expresaros mis mejores deseos por
la prosperidad cada vez mayor de los Estados Unidos y por la ventura personal
de Vuestra Excelencia”.
La traducción extraoficial del texto de la respuesta del presidente
Johnson es la siguiente:
“Señor Embajador:
He recibido con gran satisfacción la carta en que el presidente de
la República de Panamá, Su Excelencia Roberto F. Chiari, le acredita
a usted como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República de
Panamá en los Estados Unidos de América.
Recibo con el mayor gusto los saludos que le ha encargado que
me transmita su estimado presidente, y correspondo a ellos cordial-
mente. También confiamos que esta renovación de relaciones diplo-
máticas entre nuestros dos gobiernos abrirán el camino a la constante
comprensión mutua que ha caracterizado a las relaciones entre nuestros dos
pueblos.
El nombramiento de embajadores especiales debe significar una
comprensión aún mayor entre nosotros puesto que procedemos con el
verdadero deseo de resolver los complejos asuntos con que nos en-
frentamos. Avancemos con el espíritu tradicional de amistad y mutua
confianza que desde hace tiempo ha unido a nuestros dos países, pues
de esta forma podremos anticipar la continuación de una amistad que
se basa en el claro reconocimiento de nuestros intereses comunes,
que afectan a muchos otros pueblos y lugares.
Tenga la seguridad, señor Embajador, de que el pueblo de los Es-
tados Unidos continuará experimentando los sentimientos, hace tiempo
existentes, de cordial amistad hacia el pueblo de Panamá, que datan
de los primeros días de su independencia”.
(La Estrella de Panamá, viernes 8 de mayo de 1964)
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DECLARACIÓNCONJUNTA
De conformidad con las amistosas declaraciones de los Presidentes de los
Estados Unidos de América y de la República de Panamá del 21 y 24 de marzo
de 1964, respectivamente, adjuntas a la presente, que coinciden en un sincero
deseo de resolver favorablemente todas las diferencias de los dos países;
Reunidos bajo la Presidencia del señor Presidente del Consejo y luego de
reconocer la valiosa cooperación prestada por la Organización de los Estados
Americanos a través de la Comisión Interamericana de Paz y de la Delegación
de la Comisión General del Órgano de Consulta, los Representantes de ambos
gobiernos han acordado:
1. Restablecer relaciones diplomáticas.
2. Designar sin demora Embajadores Especiales con poderes sufi-
cientes para procurar la pronta eliminación de las causas de conflicto
entre los dos países, sin limitaciones ni precondiciones de ninguna clase.
3. En consecuencia, los Embajadores designados iniciarán de inmediato
los procedimientos necesarios con el objeto de llegar a un convenio justo y
equitativo que estaría sujeto a los procedimientos constitucionales de cada
país.
Washington, D. C.
3 de abril de 1964.
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