Anguita, La Disyuntiva
Anguita, La Disyuntiva
Anguita, La Disyuntiva
La disyuntiva
Julio Anguita, Marga Sanz, José Luis Centella, Javier Moreno, Eddy Sanchez, Jaime
Ajá, y Manuel Peñarey
31/05/2019
La Humanidad, es decir todas y cada una de las personas que vivimos en cualquier
territorio del planeta, se encuentra ante una disyuntiva que no tiene parangón con
cualquier otra situación crítica que haya vivido a lo largo de su existencia en el planeta
Tierra. La extrema gravedad de la situación estriba en que no cabe la inhibición. No
decidirse, significa a efectos prácticos, escoger la peor de las dos opciones: la catástrofe
para la vida y su diversidad, la especie humana y las conquistas de la civilización que
durante siglos hemos desarrollado. Pronunciarse por detener el proceso de deterioro
medioambiental, social, cultural y de valores, por parar el esquilme de los recursos
naturales y por impedir el atentado creciente a la biodiversidad antes de que lleguemos
al punto de imposible retorno, exigirá un esfuerzo colectivo impulsado por otros
parámetros económicos, sociales, éticos y de concepción de la vida que hagan posible la
plenitud generalizada de los DDHH para las futuras generaciones y los Derechos del
Planeta Tierra que nos sustenta. Pero sobre todo exigirá forjar un nuevo sujeto colectivo
consciente y con conciencia de la situación actual que impulse, conduzca y organice el
paso a la nueva situación deseada. ¿Somos alarmistas y exageramos?
Ante nuestra vista se está configurando una nueva era. A ella quiere referirse el término
Antropoceno. Y ello no es otra cosa que la consecuencia de que una especie animal; la
humana, ha llegado a poseer la capacidad de transmutar el orden medioambiental y
ecológico que hizo posible la vida en la Tierra. Y ello no ya un asunto de siglos
venideros sino de décadas del presente siglo.
Afrontar la crisis
Schumpeter (1883 – 1950), el economista austriaco que compartió con Keynes el
estrellato del siglo XX, escribió en su obra Capitalismo, Socialismo y Democracia
(1942) que el Capitalismo moriría de éxito. Creía – en contra de sus deseos – que el
Socialismo era inevitable. ¿Qué razones daba para estas afirmaciones? Las resumimos
en dos:
Por mucho que Shumpeter no llegue al fondo del problema, no es menos cierto que
apunta cuestiones que hoy constituyen una realidad cotidiana. Schumpeter murió en
1950 y en consecuencia no pudo leer los trabajos de Donella Meadow en 1972 sobre
Los límites al crecimiento. En este libro escrito por encargo del Club de Roma la
profesora norteamericana avisa de la finitud de los recursos y la contaminación propia
de la civilización industrial. El otro gran proceso que no pudo conocer, pues empezó a
incrementarse en la década de los ochenta del siglo XX es la exacerbación de la
producción y el comercio mundiales conocida como Globalización. Precisamente son
éstos dos acontecimientos los que confirman la aseveración de Schumpeter que, por otra
parte, ya había sido genialmente intuida y razonada por Marx. Veamos.
La Globalización es una fase de la expansión del sistema capitalista cuyas notas más
características son:
La conciencia de clase potenciada por el trabajo conjunto se debilita. Por otra parte los
antiguos barrios obreros en los que la precariedad de servicios e infraestructuras los
convertían en cuasi guetos, han dado paso a urbanizaciones de tipo interclasista o al
menos de convivencia entre grupos y estratos de variada composición. La clase en sí
tampoco encuentra condiciones para pasar a clase para sí. Y esa dificultad para la
concienciación debemos añadir otra: la cultura – espectáculo de la televisión y los
otros medios de comunicación cuta titularidad es de bancos y grupos financieros.
Tampoco debemos olvidar a parados, precarios, marginados y excluidos que,
conviviendo en el mismo territorio consideran privilegiado a los que aún conservan un
puesto de trabajo fijo aunque sea mal remunerado. El fraccionamiento es total. Y ello
nos lleva a considerar la necesidad de priorizar – por más factible – la conciencia de
“situación” y la voluntad colectiva organizada para superarla.
Me adelanto a cualquier crítica que se nos pudiera hacer por considerar que el
capitalismo ha tenido éxito.; me remito al texto del Manifiesto Comunista de Marx y
Engels. Otra cosa es que su desarrollo y auge se hayan visto acompañados dela
explotación, miseria y colonialismo. Pero el capitalismo como desarrollo exponencial
de las fuerzas productivas en beneficio de unos pocos, pero también de sectores de la
población (incluidos los obreros y capas medias de los países centrales) ha conseguido
un amplio consenso en la sociedad. Y no olvidemos a Gramsci y su ecuación:
Hegemonía = Dominación + Consenso.
Volviendo a Schumpeter
De manera totalmente consciente o no, con una argumentación más o menos rigurosa,
Schumpeter acertó en la diana al advertir de la muerta del capitalismo a consecuencia de
su éxito. Pero el economista austríaco dijo algo más. Consideraba que tras la muerte del
capitalismo el Socialismo era inevitable. Creemos que esta afirmación contiene en su
formulación una fuente de problemas y errores para quien o quienes la eleven a la
condición de ineluctable o necesaria en sí.
A la luz de estas palabras deberíamos hacer una reflexión acerca de lo que está pasando
en esta hora del mundo. No podemos esperar a que la Historia resuelva un problema que
es de la Humanidad y muy especialmente de la izquierda. Sin embargo no compartimos
con Eagleton el llamamiento a la resistencia. Y no es que ignoremos la necesidad de
organizarse y combatir a la barbarie, pero se debe evitar – con tiempo –que la única
opción sea la de aguantar las embestidas del adversario. ¿Cuándo se instalará la
izquierda en la lógica de la ofensiva? Desde la izquierda se está planteando
permanentemente la idea de resistencia. Esa posición termina casi siempre en derrota.
Resistir y autodefinirse como anti son dos caras de la misma moneda: incapacidad o
miedo a proponer una alternativa y luchar por ella. La nueva sociedad a la que la
izquierda dice aspirar se construye en el seno de la vieja. Se necesitan proyectos,
alianzas, valores, programas, plazos y fases.
Desde esta posición hacemos nuestra propuesta. Planteamos una búsqueda que concluya
con un proyecto de enmienda a la totalidad del sistema en crisis, con propuestas
graduadas temporalmente pero en el marco de un proyecto globalizador como trasfondo,
meta y estrategia. Y lo hacemos desde la convicción de que esta crisis del capitalismo
globalizado nos arrastrará a una barbarie que ya asoma. Estamos ante una crisis de
civilización que exige audacia, creatividad, estudio y organización de los llamados a
alumbrar una nueva situación y además a luchar por ella. ¿A quiénes nos referimos?
De lo global a lo local
La búsqueda de una alternativa que proponemos sobre las cuatro bases enunciadas, debe
abrirse a nuestro juicio – con una serie de contactos y trabajos conjuntos entre
colectivos, entidades y personas que acepten el reto de forjar una nueva propuesta de
síntesis teórica, política y programática. Y ello debe hacerse de una manera
multidireccional, es decir, no debemos obstaculizar que otros continúen esta tarea por
sus propios medios. Al final, si la propuesta arraiga nos encontraremos todos
debatiendo, consensuando y construyendo.
Pero si bien este debate, por sus características será en sus comienzos minoritario o muy
especializado, debemos acercar a él a colectivos, personas, y plataformas que están
centradas en problemáticas de carácter económico, social y cultural aparentemente más
urgentes y de amplio eco social. Creemos que para ello se debería a través de instancias
partidarias poner en marcha una reflexión previa a la movilización sobre cuatro
problemáticas muy concretas. A saber:
Los resultados de las elecciones del 28 de Abril y del 26 de Mayo auguran el retorno al
bipartidismo y un paso más a la recomposición del régimen de la Transición y corremos
el riesgo de que la operación nos sepulte dentro.
Pero si los cuatro conjuntos de problemas que hemos ido señalando a fuer de urgentes
pueden servir de acicate para un debate de las características que proponemos no es
menos cierto tampoco que, incluso para nosotros, también de suma utilidad cuando no
necesidad.
Ante esta realidad, el PCE debe tener la audacia de plantear la necesidad del debate y
que éste tenga su propia vida. Precisamente porque el debate al que convocamos puede
divulgar como valores vitalmente necesarios la solidaridad, la justicia social, la igualdad
el consumo r4rsponsable y la defensa del medio ambiente.