Santelices PDF
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MARINA
EL
MARINO
MAS
GRANDE
DEL
MUNDO
1
Alberto
Santelices
Muñoz
2
La
última
Orden
de
Transbordo
del
Capitán
Yal
de
Terao,
bautizado
así
por
ser
natural
de
la
zona
del
mismo
nombre
en
la
isla
Grande
de
Chiloé,
lo
destinaba
al
Caleuche,
conforme
lo
exigía
la
tradición
naval.
Amarineró
su
equipaje
y
sus
tenidas,
junto
a
su
biblioteca
marinera,
en
su
vieja
caja
"Marina
de
Chile";
trincó
el
coy
de
sus
efectos
personales
y,
en
la
última
embarcación
de
régimen,
zarpó
a
abordar
el
barco
de
su
nuevo
destino.
No
le
había
sido
posible
cumplir
con
la
máxima
aspiración
del
marino,
cual
habría
sido
para
él
comandar
la
flota;
pero,
estaba
dispuesto
a
seguir
navegando,
aunque
fuera
por
el
solo
simbolismo
que
ello
le
representaba;
y
dispuesto
también
a
entregar
a
las
generaciones
futuras,
toda
su
experiencia
y
las
enseñanzas
que
de
ellas
se
derivasen.
Así,
lo
que
él
no
logró,
podrían
otros
obtenerlo,
hasta
alcanzar
el
tope
más
alto
de
la
ola
más
grande
de
una
mar
montañosa:
sentirse
abarloado
a
los
mejores
marinos
del
mundo.
De
ser
posible,
él.
Y
de
no
serlo,
otro,
gracias
a
él.
Alcanzar
la
cumbre
de
las
crestas
oceánicas:
ser
el
único,
el
mejor,
el
marino
más
grande
del
mundo.
Lucharía
por
alcanzar
ese
ideal,
y
escribiría
-‐para
los
hombres
que
siguieran
su
ruta-‐
un
verdadero
tratado
nunca
escrito
por
hombre
de
mar
alguno:
el
Libro
de
la
Sabiduría
Marinera.
Aunque
para
ello
fuera
necesario
desentrañar
todos
y
cada
uno
de
los
misterios
que
el
mar
encierra;
conocerlo
desde
la
superficie
hasta
el
abismo
del
fondo,
descifrar
pergaminos
salobres,
catecismos
y
manuscritos
náuticos,
vulgatas,
escrituras
y
evangelios
marineros
perdidos,
fascículos
navales
inéditos,
cartas
y
mapas
de
navegantes
primitivos;
y,
en
general,
todo
cuanto
fuese
necesario
para
que
el
hombre
que
se
empapase
de
sus
normas,
pudiera
llegar
a
convertirse
en
el
marino
más
grande
del
mundo.
Y
así,
inspirado
en
estos
sanos
principios,
se
dio
a
la
vela
en
demanda
de
su
nuevo
barco
-‐el
Caleuche-‐
rumbo
al
centro
del
golfo
Corcovado,
donde
tantas
veces
había
admirado
su
silueta,
navegando
en
noche
obscura.
Al
zarpar,
observó
con
nostalgia
a
su
bahía,
poblada
de
cascos
y
mástiles,
de
luces
y
de
estrellas.
Cruzó
la
proa
del
buque
insignia
de
la
flota,
donde
creyó
escuchar
salvas
de
cañón
y
gorgeos
de
pitos
marineros.
Observó
cómo
se
retorcían
las
cadenas,
tragadas
por
los
escobenes
de
los
barcos
que
se
1
El
presente
texto
fue
escrito
por
su
autor,
hace
ya
varios
años
fallecido,
como
una
de
las
últimas
obras
de
su
larga
producción
literaria.
Se
publica
en
homenaje
a
su
brillante
trayectoria
como
escritor
naval,
en
la
que
siempre
supo
volcar
con
espíritu
apasionado
su
amor
por
el
mar.
2
Destacado
Colaborador,
desde
1982.
alistaban
a
zarpar,
entre
bosques
de
banderas,
diluvios
de
destellos
y
sinfonías
de
marchas
y
canciones.
La
silueta
imponente
del
portaaviones
junto
a
la
de
los
majestuosos
cruceros
se
recortaban
sobre
el
horizonte
de
la
noche,
mientras
desfilaban,
cual
en
revista
naval:
los
veloces
destructores,
las
fragatas
misileras,
los
negros
submarinos,
las
ágiles
corbetas
y
patrulleros,
las
rápidas
lanchas
torpederas
y
las
viejas
escampavías,
junto
al
más
variado
tipo
de
naves
auxiliares,
bajo
el
techo
protector
de
aviones
y
helicópteros
navales.
Cerraba
la
marcha
la
blanca
silueta
del
Buque
Escuela
con
sus
velas
desplegadas:
el
Chile
lindo
hecho
barco,
con
leyenda
y
nombre
de
Esmeralda.
Y
por
su
estela,
envuelto
en
un
manto
de
neblina,
la
silueta
difusa
de
un
velero
a
todo
trapo,
con
sus
velas
desgarradas
por
la
furia
de
los
huracanes,
su
casco
brillante
como
el
oro,
proyectando
sobre
las
aguas
un
vivo
resplandor,
una
imagen
poblada
de
sombras
y
de
espíritus,
en
una
visión
fantasmagórica.
Y
en
letras
de
bronce
refulgentes,
grabadas
a
fuego,
apareció
su
nombre
al
rojo
vivo:
Caleuche.
Atracó
a
su
costado,
y
por
la
escala
de
gatos
que
le
lanzara
un
tripulante,
miembro
de
la
Gran
Asociación
de
Brujos
de
Chiloé
-‐la
mejor
organizada
de
todas
las
que
existen
en
el
país-‐
trepó
a
cubierta.
Allí,
luego
de
ser
sometido
a
la
ceremonia
del
revisorio
y
del
corte,
le
fue
asignado
su
coy
y
sus
chazas,
ya
oficialmente
integrado
a
la
tripulación
del
Caleuche.
En
un
ruidoso
e
infernal
silencio,
se
hizo
a
la
mar.
Junto
a
Traucos
rojos
de
largas
colas,
entre
los
Brujos
de
Tenaún
y
las
Brujas
de
Quicavi,
con
el
Camehueto
tronando
entre
las
jarcias,
y
la
Pincoya
volando
sobre
la
arboladura,
zarpó
en
demanda
de
la
misión
que
se
había
trazado.
-‐
¡Jarcias!
...
¡Arriba!
...
¡Afuera!
...
Se
sintió
más
marino
que
nunca,
balanceándose
sobre
los
marchapié.
-‐
¡Soltar
las
velas!
...
¡Bracear
el
aparejo!
.
Varios
días
y
muchas
noches
navegó
por
las
aguas
tranquilas
o
agitadas
de
esa
zona
verdiazul,
observando
los
blancos
velámenes
de
las
lanchas
chilotas
que
se
tragan
la
niebla
difusa
de
los
atardeceres;
aspirando
la
brisa
con
olor
a
bosques
húmedos
que
traen
los
vientos
costeros,
en
el
rizo
de
los
canales
azules;
con
sus
costas
tapizadas
de
los
altos
campanarios
de
las
iglesias
chilotas.
O
vivió
aferrado
a
las
jarcias,
cabillas,
obenques
o
lo
que
fuera,
apuntalándose
entre
mamparos
para
mantener
el
equilibrio
cuando
el
mar
se
encrespa
entre
las
olas;
mientras
vuelan
las
chalupas
balleneras,
con
los
remos
arqueados
por
el
esfuerzo
de
brazos
poderosos
de
los
hombres
que
zarpan
rumbo
afuera,
ajenos
a
la
furia
de
las
aguas
oceánicas.
-‐
Estos
son
los
marinos
más
grandes
del
mundo-‐
se
dijo.
No
tiene
objeto
seguir
buscando
más.
Una
alegre
melodía
que
inundaba
todo
el
buque
llegó
a
sus
oídos
desde
el
castillo:
-‐...Quiero
comer
curanto
con
chapalele
...
En
el
escobén
de
babor
crujían
las
piedras
calentadas
al
rojo
vivo
en
las
fraguas
de
a
bordo;
y
allí
se
lanzaba
un
chiporro
nuevo,
congrios
y
corvinas
enteras,
gallinas,
longanizas,
choros,
locos,
picorocos,
cholgas
y
machas,
cebollas,
papas,
y
cuanto
condimento
puede
imaginar
la
mente
humana.
Y
todo,
regado
con
espumante
chicha
de
manzana.
Al
toque
de
"Repetido",
no
le
fue
posible
llegar
a
cubrir
su
puesto
y
a
la
reconvención
del
Gran
Brujo
por
esta
gravísima
falta,
respondió
con
expresiones
insolentes
y
procaces.
Este
le
escucho
atenta
y
ceremoniosamente,
limitándose
a
hacerle
entrega
de
un
pequeño
pergamino,
ajado
por
el
paso
de
los
años
y
en
el
que
pudo
leer
dificultuosamente,
con
sus
ojos
vidriosos:
"El
hombre
de
mar
debe
ser,
ante
todo,
un
caballero".
Se
le
pasó
como
por
encanto
el
hechizo
y
el
encandilamiento
del
curanto,
el
polmai
y
los
chapaleles,
junto
a
los
efectos
de
la
chicha
de
manzana.
Se
dirigió
a
la
biblioteca
encantada
del
barco
y
empezó
a
descifrar
ilegibles
manuscritos:
...
el
caballero
es
un
hombre
que
jamás
ofende
voluntariamente
a
otro
...
para
tener
éxito
como
hombre
de
mar,
hay
que
ser
caballero
y
buen
marino
...
el
ser
caballero
no
es
monopolio
de
una
determinada
clase
social
...
debéis
tratar
a
todos
como
caballeros,
incluso
a
los
que
dan
muestras
de
que
no
lo
son
...
el
farsante
no
puede
ser
un
caballero
...
Pensó
en
que
los
hombres
de
mar
viven
y
conviven
juntos.
Y
no
puede
haber
cabida
para
mal
educados
en
el
hogar
de
a
bordo.
"Con
rotos
ni
a
misa",
dice
el
adagio.
Sintió
vergüenza
por
lo
sucedido,
máxime
cuando
el
Gran
Brujo
le
recordó
que
en
su
propia
Historia
Naval
tenía
el
ejemplo
perfecto
del
marino
y
del
caballero
...
-‐
...
Son
tantos
...
exclamó
confundido.
-‐
Pero
hubo
uno
que
devolvió
a
la
viuda
de
tu
héroe
máximo,
su
espada
y
sus
pertenencias,
con
la
carta
más
tierna
y
caballerosa
que
haya
sido
escrita
por
marino
y
caballero
alguno.
-‐
¡Miguel
Grau!
-‐
Ahí
tienes
el
ejemplo.
Imítalo
y
habrás
cumplido
una
parte
muy
importante
de
tu
aspiración.
Repítelo,
y
estarás
educando
a
otros
para
lo
que
te
propones.
Quería
escribir
un
tratado
y
había
fracasado
en
el
primero
de
los
mandamientos.
Y
el
Gran
Brujo
además
le
había
señalado:
-‐
Para
lo
que
buscas
no
hay
octálogo
ni
mandamientos
limitados
a
diez.
Son
infinitos.
Sigue
buscando.
-‐
Quisiera,
señor
Gran
Brujo,
entrevistar
en
primer
término
a
los
hombres
que
navegaron
y
descubrieron
estos
mares
nuestros,
costas,
canales,
pasos
y
golfos.
-‐
¿Qué
os
parecería
entonces,
entrevistaros,
por
ejemplo,
con
Moraleda,
Peñas,
el
del
Golfo
de
las
Penas,
Ladrillero,
Sarmiento
de
Gamboa
y
Diego
Ramírez,
por
nombrar
algunos?
Navegaron
esas
zonas,
sosteniendo
reuniones
hasta
con
los
4
Evangelistas
que
cuidan
la
entrada
del
Estrecho;
para
terminar,
luego
de
ver
el
puerto
de
las
aventuras
y
desventuras
de
Cortez
de
Ojea,
anotando
un
pequeño
recuerdo
en
su
bitácora:
"Los
navegantes
chilenos
deben
seguir
aguas
a
sus
antecesores
hispánicos".
Acordaron
olvidarse
por
el
momento
de
los
otros
grandes
marinos
que
navegaron
a
Chile,
incluyendo
a
Magallanes
que
lo
descubrió
por
el
mar:
desde
Ross
a
Fitz
Roy
y
Parker
King;
porque
entonces
la
navegación
sería
interminable.
-‐
Y
ahora,
señor
Brujo,
como
el
viento
ya
está
rolando
al
norte
y
el
tiempo
apremia,
quisiera
conversar
con
el
Comandante
del
Buque
Fantasma,
el
Holandés
Errante...
si
el
pobre
hombre
ha
sido
condenado
a
navegar
vuelta
y
vuelta
hasta
la
consumación
de
los
siglos,
ha
de
ser
seguramente
un
gran
marino.
El
Caleuche
enderezó
su
proa
rumbo
al
cabo
de
Buena
Esperanza,
hasta
avistar
por
la
proa
al
velero
fantasma
del
capitán
Van
Straten,
intentando
doblar
el
Cabo.
El
holandés,
castigado
por
la
blasfemia
de
haber
zarpado
en
Viernes
Santo,
navegaba
con
mal
tiempo,
tratando
infructuosamente
de
virar
por
avante,
sin
ganar
espacio,
sin
avanzar
y
ni
siquiera
abatir,
condenado
a
tal
maniobra
hasta
el
día
del
Juicio
Final.
El
capitán
chilote,
autorizado
para
tomar
el
mando
del
Caleuche,
efectuó
una
atracada
perfecta
a
la
nave
de
Van
Straten,
y
se
puso
al
habla:
-‐
¿Qué
os
sucede,
Capitán?
-‐
Imposible
virar
por
avante,
respondió
lastimeramente
el
holandés.
Yal
de
Terao
recordó
la
antigua
máxima
marinera:
"Un
buen
marino
debe
saber
virar
por
avante".
Y
tantas
veces
la
había
efectuado,
no
sólo
la
maniobra
misma,
sino
que
hasta
la
había
cantado
con
tamboreo
y
huifa,
que
no
pudo
resistir
la
tentación
de
aconsejar
al
holandés
errante:
-‐
para
virar
por
avante,
con
viento
duro
y
mar,
hay
que
tener
talento
y
conocimiento
profesional
...
De
un
salto
trepó
al
Buque
Fantasma,
y
empezó
a
dar
consejos
para
cumplir
la
maniobra;
pero
su
fracaso
fue
total.
-‐
No
me
sirve
Van
Straten-‐
se
dijo.
Si
en
tantos
años
no
ha
podido
virar
por
avante,
quiere
decir
que
no
es
un
buen
marino.
Virar
por
avante:
hacer
frente
al
peligro
y,
si
es
necesario,
cambiar
de
rumbo
o
de
decisión,
en
la
mar
o
en
la
vida,
hacerlo
cara
al
viento.
Maniobra
tan
fácil
y
sencilla.
-‐
Qué
extraño
no
poder
virar-‐
se
dijo.
Y
continuó
con
sus
consejos:
se
levantan
amuras
sobre
bolinas
halando
con
presteza
la
botavara.
-‐
Evítese
los
consejos,
Capitán
Yal-‐
vociferó
el
holandés,
-‐que
otra
cosa
es
con
guitarra-‐.
Y
terminó
con
esta
frase
lapidaria:
"El
marino
debe
hablar
menos
y
hacer
más".
El
capitán
chilote
palideció
de
vergüenza.
Recordó
a
un
antiguo
Almirante
que
había
conocido
en
sus
años
mozos:
Juan
Tobías
Jerken
Mahn,
un
chileno
auténtico,
de
pura
cepa
germánica,
que
en
cierta
ocasión
contestara
-‐en
nombre
de
la
Armada-‐
al
último
de
los
numerosos
brindis
que
las
autoridades
y
altas
personalidades
ofrecían
en
honor
de
la
Marina
de
Chile:
-‐
Por
la
Marina
de
Chile
hay
que
beber
menos
y
trabajar
más.
De
un
salto
abandonó
el
Buque
Fantasma,
no
sin
antes
escuchar
el
último
consejo
del
Capitán
Van
Straten:
"El
marino
debe
ser
lacónico".
-‐
¡Qué
gran
consejo!-‐
no
pudo
menos
que
exclamar.
¡Cuántas
largas
piezas
oratorias
había
escuchado
en
su
vida,
cuántas
latas
explicaciones
para
dar
cuenta
de
una
sencilla
misión
cumplida...
cuánta
palabrería
inútil!
...
Pero
el
marino
chileno
en
verdad,
era
lacónico.
Lo
demostraba
el
parte
de
viaje
del
Piloto
Pardo,
que
en
media
página
señalaba
el
día
y
hora
del
zarpe,
el
momento
del
avistamiento
y
el
rescate
de
los
náufragos
de
Shackleton
en
la
Antártida,
y
la
recalada
a
Punta
Arenas
...
"sin
novedad"
...
y
por
única
respuesta
recibió
la
señal:
"Maniobra
aprobada".
-‐
Señor
Gran
Brujo-‐
exclamó
el
Capitán
Yal
de
Terao
-‐no
me
ha
servido
este
holandés
errante;
pero
al
menos
me
ha
dado
dos
buenos
consejos.
Os
ruego
me
lleveis
a
donde
pueda
yo
encontrar
algún
gran
marino
que
...
No
alcanzó
a
terminar
la
frase,
cuando
el
Caleuche
iba
recalando
a
la
isla
del
Rey
Mirahge,
donde
fuera
desembarcado
para
que
pudiera
tener
todas
las
conversaciones
que
quisiera
con
un
marino,
tan
marino,
que
era
conocido
como
Simbad
el
Marino.
De
sus
reuniones,
el
Capitán
Yal
sacó
una
nueva
conclusión
para
su
Libro
de
la
Sabiduría
Marinera:
"El
hombre
de
mar
debe
ser
veraz".
-‐
Total:
habían
sido
7
viajes
y
7
naufragios,
llenos
de
invenciones
y
"carriles",
como
que
hasta
Polifemo
había
entrado
en
escena.
Sólo
faltaba
Patalolo.
En
resumen,
más
que
historias
marineras,
todo
parecía
producto
de
la
imaginación
de
Sheherezada,
que
así
había
logrado
entretener
al
cruel
Sultán
Schariar
de
Persia,
por
varias
de
las
mil
y
una
noches
que
la
joven
musulmana
lo
engañara
con
estas
historietas
marineras.
Pensó
que
Simbad
no
era
el
ejemplo
que
buscaba.
Había
una
evidente
falta
de
veracidad
en
sus
narraciones,
en
circunstancias
de
que
la
verdad
constituía
la
trama
y
la
urdiembre
de
la
tela
marinera.
Los
hombres
moralmente
fuertes
no
mienten,
la
falsedad
es
ofensa
repudiada.
Y
anotó
en
su
bitácora:
"La
palabra
del
marino
es
compromiso
solemne".
La
única
conclusión
que
obtuvo
fue
que
Simbad
le
aconsejó
-‐por
insinuación
de
Sheherezada-‐
que
fuera
a
conversar
con
el
primer
marino
del
mundo,
el
primer
navegante,
el
primer
hombre
a
flote
en
el
primer
elemento
flotante
que
existiera
sobre
la
tierra:
Noé
y
su
Arca.
Al
expresarle
su
deseo
al
Gran
Brujo
y
preguntarle
dónde
podrían
encontrar
al
citado
Patriarca,
éste
le
contestó
que
el
Arca
de
Noé
estaba
varada
en
el
Monte
Ararat.
-‐
Si
se
varó-‐
pensó
Yal
de
Terao
para
su
capote
-‐no
sería
Noé
tan
buen
marino-‐.
Además,
el
hecho
de
haber
soportado
un
diluvio
de
40
días
y
40
noches
no
lo
emocionaba
en
lo
más
mínimo,
visto
que
él
había
soportado
en
puerto
durante
40
días,
un
verdadero
diluvio
por
casi
el
mismo
tiempo;
pero
con
temporal
de
viento
y
nieve,
situación
que
Noé
no
había
sufrido.
De
todos
modos
resolvió
entrevistarlo,
luego
de
que
el
Gran
Brujo
le
contara
la
historia:
Viendo
Yavé
cuanto
había
crecido
la
maldad
del
mundo
sobre
la
tierra,
decidió
exterminarlo,
junto
al
hombre,
los
animales,
aves,
peces
y
reptiles.
Pero
Noé,
que
era
varón
justo
y
perfecto
entre
sus
contemporáneos,
halló
gracia
a
los
ojos
de
Yavé,
el
que
le
dijo:
-‐
Hazte
un
arca
...-‐
y
le
dio
las
instrucciones.
-‐
Noé,
sin
experiencia
en
construcción
naval,
construyó
un
cajón
rectangular
de
300
codos
de
eslora,
50
de
manga
y
30
de
calado,
más
puntal,
con
una
claraboya
en
la
cubierta
superior,
con
tres
cubiertas,
departamentos
estancos,
y
una
puerta
al
costado,
como
quien
dijera
un
portalón,
seguramente
al
lado
derecho,
vale
decir,
a
estribor.
Si
aceptamos
que
el
codo
es
del
orden
de
los
500
milímetros,
el
arca
sería
del
tamaño
de
una
barcaza
actual
de
un
arqueo
bruto
de
unas
20.000
toneladas,
con
150
metros
de
eslora,
25
metros
de
manga
y
unos
10
de
puntal
u
obra
muerta,
con
otros
5
metros
de
obra
viva
y
calado.
Las
instrucciones
de
Yavé
eran
hacer
el
arca
de
madera
resinosa
calafateada
con
pez;
pero
se
supone
-‐visto
que
la
Biblia
habla
de
"gopher"-‐
que
fue
hecha
de
ciprés,
seguramente
de
ciprés
de
las
Guaytecas
y
calafateada
con
brea
y
filástica
por
dentro
y
por
fuera,
con
puntales
de
mañío
macho.
En
el
arca
se
embarcaron
Noé
y
su
familia,
sus
hijos
y
las
esposas
de
sus
hijos,
y
un
par
de
animales
de
cada
especie.
Fue
todo
lo
que
se
salvó
del
diluvio,
para
dar
comienzo
al
primer
nuevo
mundo.
El
Capitán
Yal
de
Terao
obtuvo
de
este
hecho,
una
particular
moraleja:
si
el
mundo
se
había
salvado
por
un
arca,
vale
decir,
por
un
buque
flotando
en
las
aguas
del
diluvio,
o
sea
en
las
aguas
del
mar,
el
mundo
debía
su
salvación
al
mar,
y
consecuentemente
se
dijo:
"El
porvenir
de
Chile
está
en
el
mar".
Y
anotó
en
su
cuaderno
de
Memorias
Profesionales,
una
frase
que
le
pareció
la
más
adecuada
de
todo
lo
que
rebuscara
en
la
biblioteca
del
Caleuche:
"Chile
es
una
tierra
de
océano.
O
sea,
un
país
que
por
su
estructura
y
su
posición
geográfica
no
tiene
mejor
objetivo,
ni
mejor
riqueza,
ni
mejor
destino
-‐más
aún-‐
ni
otra
salvación,
que
el
mar".
Benjamín
Subercaseaux.
Luego
subió
al
arca
por
el
portalón
de
estribor,
siendo
recibido
en
cubierta
por
su
Comandante
en
persona:
el
Patriarca
Noé.
-‐
¿En
qué
os
puedo
servir,
Capitán
Yal?
-‐
Busco
al
marino
más
grande
del
mundo,
señor
Comandante
Noé.
El
Patriarca
sonrió
bondadosamente.
-‐
En
mí
no
lo
váis
a
encontrar,
Capitán.
Yo
fui,
es
verdad,
el
primer
marino;
pero
mi
barco
fue
timoneado
por
Yavé.
Ello
salvó
al
Arca
y,
aunque
terminó
varada,
podeis
observar
cuán
excelente
fue
esta
maniobra.
¿Os
dais
cuenta
que
en
este
buque,
como
en
todo,
siempre
está
presenta
la
mano
de
Dios?
El
Capitán
Yal
anotó:
"El
marino
es,
por
naturaleza,
un
hombre
devoto".
La
religiosidad
en
la
vida
de
a
bordo
se
remonta
al
nacer
de
la
vida
marinera,
cuando
en
tiempos
de
Salomón
aparece
el
viaje,
al
país
de
Ofir,
de
marineros
diestros
y
temerosos
de
Dios,
conocedores
de
la
mar;
está
el
culto
a
Neptuno,
dios
de
la
mar
en
la
mitología
griega;
la
adoración
a
Océano
que
tomó
por
esposa
a
Tetis,
diosa
de
las
aguas;
e
incluso
en
los
Tritones,
por
ser
del
cortejo
de
Neptuno.
El
Capitán
Yal
sonrió
al
recordar
estos
hechos
tan
antiguos,
pensando
en
las
tantas
veces
que
-‐escapulando
milagrosamente
rocas
ahogadas
o
avistando
la
costa
en
el
momento
preciso-‐
oyera
a
sus
oficiales
y
a
su
gente
suspirar
y
sonreír
diciendo:
-‐
Pero
si
nuestro
Señor
Jesucristo
era
marino.
¡A
Dios
rogando
y
con
el
mazo
dando!
Porque
el
marino
tampoco
olvida
a
sus
Santos
propios:
Santa
Escota,
San
Timón
y
Santa
Máquina.
Y
cierra
el
cuadro
del
marino,
"hombre
devoto",
la
imagen
de
Prat,
con
la
espada
en
alto,
saltando
al
abordaje
y
en
su
pecho
el
escapulario
de
la
Virgen
del
Carmen.
-‐
Correcto,
señor
Comandante
Noé,
en
realidad
ya
he
registrado
el
aspecto
religioso
de
nuestra
entrevista,
pero
me
agradaría
conocer
más
aspectos
marineros
-‐exclamó
el
Capitán
Yal-‐
luego
de
su
largo
y
silencioso
soliloquio
interno.
Contando
con
la
más
amplia
aprobación
del
dueño
de
casa,
el
capitán
Yal
inició
su
ronda
por
el
Arca,
guiado
por
Noé,
el
que,
junto
con
mostrarle
el
buque,
comentaba
las
materias
que
a
su
interlocutor
interesaban.
A
popa
se
encontraba
la
Cámara
de
Oficiales
y
al
centro
la
Cámara
de
Animales.
La
residencia
de
Noé
estaba
en
el
castillo.
-‐
Si
usted,
Capitán
-‐aclaró
Noé-‐
anda
buscando
las
cualidades
del
hombre
de
mar,
le
contaré
que
algunos
son
las
propias
de
ciertos
importantes
animales.
Aquí,
por
ejemplo,
en
el
sollado
se
encuentra
el
camarote
del
león,
símbolo
del
valor
e
importante
condición
que
debe
tener
todo
marino.
El
Capitán
Yal
anotó
en
su
libro:
"El
valor
del
marino
debe
ser
físico
y
moral".-‐
¡Correcto!
-‐acotó
el
Gran
Brujo,
que
también
era
de
la
partida-‐.
El
valor
es
la
antítesis
del
temor,
y
quien
dice
no
tener
miedo
no
es
veraz.
El
aceptar
simplemente
la
muerte
sin
luchar,
es
el
más
triste
caso
de
valentía.
La
lucha
y
el
estar
preparado
para
ella
es
deber
del
marino.
Los
hombres
que
carecen
de
valentía
moral
y
física
son
un
peligro
a
bordo
y
no
pueden
ser
marineros.
Luego
de
su
entrevista
con
el
león,
el
Capitán
Yal
preguntó:
-‐
¿Qué
otros
animales
creéis
vos,
señor,
que
debo
también
entrevistar?
-‐
Muchos,
muchos
...
casi
todos
...
y
para
muestra
aquí
os
señalo
sólo
algunos
botones
de
tales:
ya
visteis
que
el
marino
debe
tener
la
prestancia
y
la
valentía
del
león.
Y
además
-‐entre
otros-‐
debe
aprender
de
la
tenacidad
de
la
hormiguita,
tener
la
memoria
del
elefante,
la
agilidad
de
los
monos...
-‐hay
que
trepar
por
los
obenques,
balancearse
en
el
vacío
en
base
a
sólo
marchapié,
o
trepar
a
la
cofa
al
toque
de
zafarrancho-‐
...
la
astucia
del
zorro
para
la
lucha
entre
el
submarinista
y
el
cazasubmarinos,
la
vista
del
águila
con
la
reacción
de
las
aves
marinas
al
avistar
su
presa,
la
inteligencia
y
la
pericia
del
delfín,
la
alegría
de
las
tuninas,
el
sentido
de
economía
de
las
ardillas,
la
perseverancia
del
castor,
la
lealtad
del
perro
...
Id
Capitán,
recorred
el
entrepuente
entero,
y
apreciaréis
que
en
cada
animal
del
reino
que
hizo
Dios,
hay
alguna
cualidad
que
el
hombre
de
mar
necesita.
-‐
¿Cuál
creéis
vos,
señor
Noé,
que
es
la
más
importante
cualidad,
rasgo,
modo
de
ser,
instinto,
quizá,
del
hombre
de
mar?
-‐
¡El
honor!
...
Capitán
...
¡el
honor!
"El
honor
es
una
virtud
intrínseca
del
marino".
-‐
El
honor,
hijo
mío
-‐prosiguió
Noé-‐
es
patrimonio
del
alma,
es
la
más
hermosa
cualidad
que
Dios
le
ha
dado
al
ser
humano,
la
única
que
nos
distingue
de
los
animales
y
que
nos
hace
semejantes
al
Creador,
porque
hasta
la
inteligencia
puede
ser
suplida
por
el
instinto.
El
honor
es
una
virtud
intangible,
pero
incomparable:
son
los
votos
del
sacerdote,
la
fidelidad
de
los
esposos,
el
espíritu
de
justicia
de
los
jueces,
la
rectitud
del
maestro,
el
sentido
del
cumplimiento
del
deber,
la
palabra
del
marino;
y
traspasado
a
los
pueblos:
es
el
respeto
a
los
laudos
y
fallos
arbitrales,
cuando
el
cumplimiento
de
los
Tratados
ha
sido
entregado
al
honor
de
las
naciones.
Y
con
el
hombre
de
mar,
el
honor
se
traspasa
a
los
medios,
porque
hay
un
lema
marinero
escrito
por
la
Madre
Patria:
"Más
vale
honra
sin
barcos
que
barcos
sin
honra".
Por
el
honor,
entregó
su
hijo
aquel
caballero
del
Alcázar,
antes
que
entregar
la
plaza
que
defendía
por
su
Dios
y
por
su
Patria.
El
Capitán
Yal
de
Terao
agradeció
a
Noé
todo
lo
enseñado
y
los
consejos
recibidos;
y
al
despedirse
recibió
de
obsequio
diversos
pergaminos,
el
primero
de
los
cuales
le
llamó
poderosamente
la
atención:
"Si
quieres
vivir
en
paz
prepárate
para
la
guerra".-‐
Pero
esto,
¿no
corresponde
a
la
era
moderna?
-‐
Es
tan
antiguo
como
el
mundo,
Capitán.
Si
Abel
hubiese
dispuesto
de
un
escudo,
no
lo
habría
asesinado
Caín
con
una
simple
quijada
de
asno
...
Y
¿a
dónde
vais
ahora,
capitán?
-‐
Donde
los
Hermanos
de
la
Costa.
Deseo
aclarar
ciertas
dudas
con
algunos
de
ellos.
-‐
Antes
de
irte,
hijo
mío,
piensa
en
todas
esas
otras
cualidades
que
debe
tener
el
buen
marino,
además
de
las
ya
conversadas.
Piensa
que
debe
tener
condiciones
de
"leader",
audacia
con
criterio,
dominio
de
sí
mismo,
espíritu
de
organización
y
de
cuerpo;
calma
y
tranquilidad,
pero
con
energía;
entusiasmo
y
perseverancia;
ingenio
y
carácter
con
tacto
y
respeto
mutuo;
celo,
simplicidad
y
simpatía;
sentido
común
y
responsabilidad
y,
finalmente:
"
El
menos
común
de
todos
los
sentidos:
el
sentido
del
cumplimiento
del
deber".
No
te
olvides,
además,
que
debes
predicar
siempre
con
el
ejemplo;
y
comprende
la
importancia
del
hombre
sobre
la
máquina,
repitiendo
este
aforismo
naval:
"Hombres
competentes
con
malos
buques
son
preferibles
a
hombres
mediocres
con
buenos
buques".
Cargado
de
pergaminos,
escritos,
cartas
y
mapas,
además
de
consejos,
se
reembarcó
el
Capitán
Yal
de
Terao
en
su
Caleuche,
en
demanda
de
sus
Hermanos
de
la
Costa.
En
las
largas
singladuras
rumbo
a
esta
cofradía
de
bucaneros
instalada
en
la
isla
de
la
Tortuga,
comentó
con
el
Gran
Brujo
el
objetivo
de
su
misión
y
los
resultados
obtenidos
hasta
la
fecha,
especialmente
en
su
larga
estadía
en
la
rada
de
Ararat
con
el
Patriarca
Noé.
Todo
lo
que
éste
le
aconsejara,
lo
encontraba
en
su
misma
patria
y
en
su
vida
misma
a
bordo
de
los
barcos
donde
había
estado
embarcado;
pero,
en
verdad,
el
heroísmo,
el
valor
y
todas
las
virtudes
marineras
no
son
patrimonio
exclusivo
de
nadie;
y
en
el
recuerdo
de
la
vida
de
muchos
marinos
del
mundo,
encontró
ejemplos
que
imitar
y
lecciones
para
su
Libro
de
la
Sabiduría
Marinera.
Le
había
llamado
la
atención
el
valor
de
John
Paul
Jones,
en
el
encuentro
de
su
viejo
navío,
el
Bonhomme
Richard
con
la
fragata
inglesa
Sampis
en
el
mar
Báltico.
En
su
destrozado
barco
-‐un
viejo
mercante
francés
armado-‐
con
graves
averías,
el
aparejo
destruido
y,
prácticamente
yéndose
a
pique
por
la
inundación
de
sus
bodegas,
al
preguntarle
a
Jones,
el
Comandante
inglés,
si
se
rendía,
había
contestado:
-‐
Sir,
todavía
no
he
comenzado
a
luchar.
Y
al
abordaje
obtuvo
la
victoria,
cambiándose
de
buque,
pues
el
Bonhomme
Richard
desapareció
en
el
océano.
Muchos
otros
marinos
del
mundo
lo
habían
impresionando
y
su
mente
vagaba
desde
los
tiempos
bíblicos
hasta
las
últimas
guerras.
El
Gran
Brujo
le
explicó
que
los
primeros
navegantes
fueron
los
tirios,
y
habría
sido
Erita
-‐hija
de
Perseo
y
Androméda-‐
el
primer
navegante
de
la
prehistoria.
No
estimó
conveniente
entrevistar
a
la
tal
Erita,
ya
que
en
su
fuero
interno,
pensaba
que
fueron
los
fenicios
el
pueblo
navegante
por
excelencia,
pese
a
que
la
primera
Marina
de
Guerra
organizada
fue
la
griega.
Los
cartagineses
y
los
vikingos
también
fascinaban
al
Capitán
Yal
de
Terao,
al
extremo
de
que
no
pudo
resistir
la
tentación
de
solicitar
al
Gran
Brujo
que
le
concertara
una
entrevista
con
Eric
el
Rojo.
En
las
heladas
aguas
de
Groenlandia
se
produjo
el
rendez-‐vous
entre
el
Caleuche
y
la
embarcación
Gokstad,
desde
cuyas
cubiertas
los
tripulantes
vikingos
atronaron
los
aires
con
sus
cantos
marineros:
"La
fuerza
de
las
tempestades
da
energía
a
los
brazos
de
los
que
reman.
El
huracán
acaba
obedeciéndonos
y
nos
conduce
a
donde
deseamos".
Los
tripulantes
del
Caleuche
respondieron
al
saludo
vikingo
con
su
canción
tradicional:
"Bendita
el
alma
de
los
mares
con
su
grandiosa
majestad.
Formaron
miles
de
eslabones
¡Hosanna!
...
alma
del
mar".
El
Capitán
Yal
encontró
cierta
similitud
entre
ambas
canciones
marineras,
llegando
a
la
conclusión
de
que
todos
los
hombres
de
mar
bendicen
a
las
olas
que
los
cobijan
y
saben
que
la
lucha
con
ellas
es
previa
a
la
lucha
contra
el
enemigo.
Terminó
anotando
en
su
bitácora:
"Quien
derrota
al
mar
no
será
derrotado".
Intercambiaron
saludos
de
bandera
y
salvas
de
aplausos
-‐a
falta
de
pólvora-‐
conjuntamente
con
pergaminos
y
banderines
de
recuerdo.
Y
Eric
el
Rojo
con
Yal
de
Terao
se
confundieron
en
un
apretado
abrazo.
Cuando
el
barco
vikingo
se
perdió
en
lontananza,
el
Gran
Brujo
dio
lectura
a
uno
de
los
mensajes
recibidos:
"Buque
que
no
combate
nunca
será
hundido".
Y
sin
poder
dar
crédito
a
lo
leído,
siguieron
traduciendo
los
otros
pergaminos
que
entregara
el
bravo
vikingo:
"La
escuadra
no
debe
abandonar
su
base
si
quiere
que
nada
le
pase".
"Marino
prudente
alva
a
su
gente".
-‐
¡No
entiendo
nada!
-‐exclamó
con
extrañeza
el
Capitán
chilote-‐.
y
tan
valientes
que
decían
que
eran
estos
marinos.
Evidentemente
que
no
podía
escribir
tales
conceptos
en
el
gran
Libro
de
la
Sabiduría
Marinera
que
pensaba
editar,
y
era
inconcebible
que
un
marino
vikingo
tuviera
tales
principios.
Por
otra
parte,
la
captura
de
la
Esmeralda
en
el
Callao
por
Lord
Cochrane,
desmentía
estos
curiosos
conceptos
de
Eric
el
Rojo.
Al
contrario,
el
recuerdo
del
Lord
lo
hizo
registrar
otra
frase:
"La
fortuna
en
el
mar
es
de
los
audaces".
El
Gran
Brujo
aclaró
la
incógnita
diciendo:
-‐
Es
chiste
alemán.
Una
carcajada
general
en
el
Caleuche
saludó
la
genial
broma
del
vikingo
-‐influenciado
quizá
por
una
guerra
reciente-‐
y
la
tal
broma
resultó
en
verdad,
una
réplica
al
pergamino
con
las
"Máximas
del
Cocina"
que
el
Gran
Brujo
había
entregado
a
Eric
el
Rojo:
"Cuando
mal
tiempo
se
baraja
lo
mejor
es
darse
de
baja".
El
Capitán
Yal
anotó
en
su
libro:
"los
marinos
son
hombres
de
buen
honor".
Y
así,
navegando
entre
recuerdos
y
anécdotas,
se
produce
un
emocionado
encuentro
con
el
herr
Capitán
Gunther
Prien,
Comandante
del
U-‐47,
el
"Toro
de
Scapa
Flow"
-‐al
que
el
Caleuche
rinde
Honores
de
Ordenanza-‐
mientras
el
Capitán
Yal,
queriendo
anotar
algo
alusivo
al
acto
y
al
héroe,
sólo
recuerda
su
última
frase
al
salir
a
mar
abierto
luego
de
su
exitosa
e
increíble
misión:
¡Abajo
el
buque!
¡Rumbo
a
la
Patria!
No
pudo
resistir
la
tentación
de
anotar
algo
en
su
cuaderno:
"Todo
submarinista
debe
pensar
en
Prien".
Finalmente,
tras
largas
y
nuevas
singladuras,
se
produce
la
recalada
a
la
isla
de
la
Tortuga.
¡Fondo!
Allí
estaban
todos
los
piratas
expulsados
de
la
isla
Española,
o
más
bien,
Santo
Domingo.
Habían
constituido
una
verdadera
réplica
independiente,
rica
y
próspera,
gracias
al
saqueo,
los
robos,
los
abordajes
y
otras
actividades
non
sanctas
de
la
non
sancta
cofradía.
El
Capitán
Levasseur,
fundador
y
jefe
aparente
de
la
floreciente
nación,
saludó
efusivamente
a
los
recién
llegados:
-‐
¡Bienvenidos!
...
son
10.000
doblones
por
concepto
de
faros
y
balizas
y
10.000
dólares
extras
por
derecho
a
muelle.
-‐
¡Horror!
...
¿Cómo?
...
¿Qué
ya
privatizaron
el
puerto?-‐
gritó
espantado
el
Gran
Brujo.
Solamente
al
conocer
las
sanas
intenciones
del
Capitán
Yal
de
Terao
y
observar
la
indigencia
de
sus
tripulantes
-‐brujos
y
brujas
mal
vestidos-‐
pudo
el
Caleuche
pasar
con
éxito
la
revista
de
fondeo
y
atracar
al
sitio
cinco,
el
mejor
sitio
del
puerto.
Lo
que
más
llamó
la
atención
de
los
piratas
fueron
las
escobas
de
las
brujas.
Acostumbrados
a
ver
volar
brujas
siempre
a
caballo
de
escobas
curaguas,
no
entendían
cómo
podían
éstas
evolucionar
tan
ágilmente
en
esos
extraños
aparatos
que
eran,
para
ellos,
las
escobas
chilotas.
El
Gran
Brujo
fue
lacónico
y
conciso
en
precisar
el
objetivo
de
la
recalada:
-‐
Buscamos
al
marino
más
grande
del
mundo.
El
pandemónium
que
se
produjo
fue
indescriptible:
-‐
Yo
...
yo
...
yo
...
yo
...
aquí
...
yo
...
gritaban
cien
voces
estentóreas
al
mismo
tiempo.
Levasseur
puso
orden
en
escena
y
dictó
normas
para
que
los
interesados
defendieran
sus
respectivas
posiciones:
-‐
Yo
soy
Polícrates
-‐gritó
uno-‐
y
fui
dueño
absoluto
de
la
isla
Samos,
dominé
el
Mediterráneo
...
-‐
Pero
yo
te
derroté-‐
interrumpió
el
persa
Oroetes
...
-‐
Eso
fue
500
años
antes
de
Cristo,
interrumpió
un
hombre
joven
y
bien
vestido.
Yo
soy
Francisco
Drake
...
Sir
Francis
Drake
...
no
fui
un
simple
pirata;
fui
corsario,
Caballero
de
la
corona
británica
y
Almirante
por
la
gracia
de
su
Majestad.
-‐
¿Así
es
que
éste
es
al
que
ascendieron
de
pirata
a
Almirante
de
un
viaje?
-‐preguntó
en
voz
baja
el
Capitán
Yal
al
Gran
Brujo,
y
susurró-‐
:
No
me
gusta.
-‐
¡Yo
soy
Barbarroja!
-‐
Y
yo
soy
Dragat
...
el
"Terror
del
Diablo"
...
-‐
...
yo
fundé
la
liga
Hanseática
...
Todos
hablaban
a
la
vez,
pese
a
los
esfuerzos
de
Levasseur
por
poner
orden;
y
así,
el
Capitán
Yal
pudo
conocer
a
Jean
D'Angou,
el
primero
que
apresara
una
"flota
de
plata"
española
completa
y
a
varios
otros
que
baladroneaban
sobre
sus
hazañas.
-‐
Nosotros
nos
apoderamos
de
todo
el
oro
que
iba
a
Cartagena
de
Indias
-‐gritaban
Ranse
y
Testu-‐
...
destruimos
la
guarnición
de
Venta
de
las
Cruces
...
usamos
cientos
de
hombres
en
nuestras
hazañas.
Arrasamos
y
destruimos
diez
ciudades
...
-‐
Yo
tomé
a
saco
las
costas
de
Italia,
y
hasta
Roma
debió
firmar
la
paz
conmigo-‐
gritaba
Sexto
Pompeyo.
Toda
la
banca
y
el
comercio
fue
mío
...
y
apenas
con
escasos
50
hombres
conquisté
...-‐Varios
piratas
nuevos
y
desconocidos
terciaron
en
el
debate-‐;
vosotros
usásteis
tropas
y
matásteis
a
machete.
En
cambio
nosotros,
sin
disparar
un
tiro,
con
la
negra,
nos
hemos
hecho
dueño
de
más
de
10
bancos
y
15
financieras
...
nos
hemos
apoderado
de
cientos
de
industrias
creando
puras
empresas
de
papel.
Vosotros
sois
unos
pobres
piratas
de
mala
muerte,
ya
que
hasta
esta
misma
isla
ha
caído
en
nuestras
manos.
El
Capitán
Yal
de
Terao
y
el
Gran
Brujo
pudieron
comprobar,
en
tierra,
que
era
efectivo
lo
que
decían
estos
noveles
y,
hasta
la
fecha,
desconocidos
piratas;
la
Tortuga
había
sido
saqueada,
y
los
corsarios
vagaban
cesantes
por
la
isla,
trabajando
en
pequeñas
correrías
del
empleo
mínimo.
Hackins,
Cumberland,
Frobosher,
Cavendish,
el
Capitán
Morgan,
y
hasta
la
feroz
señora
Ching
-‐mujer
pirata
conocida
como
la
Almirante
Ching-‐
que
fuera
en
su
tiempo
la
dueña
absoluta
de
los
mares
de
China,
habían
resultado
unos
aprendices
frente
a
estos
nuevos
bucaneros
con
sus
técnicas
modernas.
-‐
¡Repetido
para
zarpar!
-‐gritó
el
Gran
Brujo.
Vayámonos
antes
que
nos
conviertan
al
Caleuche
en
un
barco
de
papel.
Y
se
hicieron
a
la
mar,
entristecidos
por
lo
que
habían
visto;
y
el
Capitán
Yal
de
Terao
sin
ninguna
acción
digna
de
anotar
en
su
bitácora
-‐salvo
la
buena
fe
de
los
hombres
de
mar-‐
embargados
de
emoción
por
las
valientes
gestas
de
los
piratas
de
antaño,
pero
asqueados
de
la
piratería
moderna.
El
Gran
Brujo
suspiró
diciendo:
-‐
En
realidad,
hay
que
descubrirse
ante
Sir
Francis
Drake.
¿Qué
os
parece
Capitán
Yal,
olvidar
este
episodio
entrevistando
a
corsarios
modernos,
como
el
Comandante
Von
Ruckteschell,
que
al
mando
del
Michell
y
la
Wider
capturara
16
mercantes
en
caballerosa
gesta?
...
¿O
conversáramos
con
los
hombres
del
mercante
armado
Kormoran
que
en
limpio
y
maravilloso
combate
hundiera
el
crucero
Sidney,
desapareciendo
ambos
en
el
mar
con
sus
banderas
al
tope?
El
Capitán
Yal
anotó
en
su
bitácora:
"Los
corsarios
marinos
son
héroes,
los
piratas
terrestre,
unos
vivos".
Y
como
el
tiempo
era
escaso
y
el
viento
ya
estaba
de
nuevo
rolando
al
norte,
resolvieron
acortar
su
viaje.
Sobre
todo,
luego
del
consejo
que
el
Gran
Brujo
diera
al
Capitán
Yal.
-‐
¿Qué
os
perecería
que
fuéramos
a
visitar
al
Gran
Pescador?
Y
si
en
la
ruta
nos
encontráramos
con
el
Navío
Negro,
con
la
sombra
del
Emdem,
con
el
Thor
u
otros
de
esos
heroicos
"vagabundos
de
los
mares",
entonces
nos
detendremos
para
rendirles
honores
y
conversar
con
sus
hombres,
para
olvidarnos
de
los
piratas
nuevos.
Habían
conversado
con
los
navegantes
españoles
que
descubrieron
y
levantaron
los
mares
y
los
misterios
del
sur
de
Chile;
habían
recordado
a
todos
los
navegantes
de
otras
tierras,
que
llegaron
a
éstas,
embrujados
por
las
desolaciones
australes;
el
Capitán
Yal
de
Terao
logró
apegar
a
la
maniobra
del
holandés
errante,
sin
lograr
que
la
nave
fantasma
virara
por
avante;
sufrió
desengaños
y
ganó
experiencias;
perdió
lastimosamente
miles
de
millas
navegadas
y
su
valioso
tiempo
en
rendez-‐vous
inútiles
con
Simbad
el
Marino;
y
sólo
le
sirvió
su
consejo
para
llegar
hasta
el
Arca
de
Noé,
que
consideraba
la
más
valiosa
de
todas
sus
singladuras.
Allí
había
encontrado
la
médula
del
Libro
de
la
Sabiduría
Marinera,
entre
los
seres
humanos
y
los
otros
de
la
tierra,
de
los
cielos
y
de
los
mares.
Intercambió
canciones
y
señales
de
Buen
Viaje,
junto
a
pintorescos
y
mutuos
consejos
con
Eric
el
Rojo;
rindió
honores
de
Ordenanza
al
detectar
la
presencia
del
Herr
Sub
Capitán
Gunther
Prien;
y
recaló
finalmente
en
la
guarida
de
los
Hermanos
de
la
Costa;
para
encontrarse
como
si
estuviera
aún
en
el
punto
de
partida,
en
esta
rebusca
interminable.
Quizá
debió
haber
comenzado
primero
por
conversar
con
el
Gran
Pescador,
y
pudo
haberse
evitado
así,
tanta
singladura
aparentemente
inútil.
Fue
por
eso
que
aceptó
encantado
la
sugerencia
del
Gran
Brujo.
-‐
¡Afirmativa!-‐
respondió
emocionado.
Vayamos
en
busca
del
Gran
Pescador.
Pero,
luego
se
quedó
largo
rato
pensativo,
hasta
que
se
atrevió
a
sugerir
un
cambio
a
lo
propuesto:
-‐
Simón
Pedro
es
sin
duda
el
Gran
Pescador.
Pero,
encuentro
que
Pablo
de
Tarso
...
cómo
le
dijera
...
lo
encuentro
más
navegado.
Y
tengo
mis
razones.
En
verdad
las
tenía.
Pedro
sólo
navegó
por
el
mar
de
Galilea,
y
es
público
y
notorio
que
fue
sobrecogido
por
el
miedo
en
cierta
noche
de
mal
tiempo.
En
cambio
Pablo
-‐sostenía
el
Capitán
Yal-‐
había
navegado
en
tres
nobles
singladuras,
incluso
con
varios
temporales.
Con
lenguaje
y
expresiones
marineras,
Pablo
describe
sus
viajes
que
le
pueden
calificar
de
Apóstol
y
de
marino:
"...
de
Antioquía
bajamos
a
Saleucia
y
desde
allí
nos
hicimos
a
la
vela
rumbo
a
Chipre
...
en
Salamina
anunciaba
la
palabra
de
Dios.
Atravesó
toda
la
isla
para
terminar
embarcándose
de
nuevo
y
navegando
repetidas
veces
toda
la
costa
del
Asia
Menor.
Y
todo
ello
sólo
en
la
primera
singladura.
En
su
segunda
expedición
marítimo-‐apostólica
llegó
hasta
Europa.
Desde
Trode
-‐cuentan
los
"Hechos"-‐
zarpó
directo
de
Samotracia,
para
llegar
a
Filipos,
la
primera
ciudad
de
Macedonia.
Luego
a
Tesalónica
para
terminar
en
Atenas
y
en
Corinto.
Desde
Efeso
"nos
hicimos
a
la
mar"
para
desembarcar
en
Cesarea,
y
terminar
en
las
costas
de
Europa,
luego
de
una
expedición
de
cuatro
años
de
predicaciones
y
navegares.
Otros
cuatro
años
duró
su
tercera
singladura,
en
la
que
llegó
a
Roma
y
predicó
por
España,
soportando
en
una
de
sus
travesías,
"malos
tiempos
y
vientos
huracanados",
en
los
que
se
comportó
como
un
viejo
lobo
de
mar,
permitiendo
al
Capitán
de
la
nave
fondear
-‐por
consejo
de
Pablo-‐
en
la
isla
de
Malta,
vale
decir,
había
cruzado
el
mar
Mediterráneo,
con
el
Negro,
Tirreno,
Jónico,
Egeo
y
el
Adriático,
hasta
el
Cantábrico.
En
consecuencia,
y
visto
y
aclarado
que
Pablo
de
Tarso
era
en
verdad,
más
navegado
que
Simón
Pedro,
zarpó
el
Caleuche
rumbo
a
la
caleta
de
las
Almas
Perdidas,
donde
seguramente
encontraría
al
Apóstol
en
su
obra
evangelizadora
de
gentiles
chilotes,
dignos
habitantes
de
la
citada
caleta,
cuyo
nombre
conmovió
a
Pablo.
Y
así
fue.
La
reunión
fue
muy
breve
y
lacónica
la
conversación.
-‐
¿Por
qué
me
buscais
a
mí?
...
¿Por
qué
no
vais
mejor
en
busca
directa
del
hombre
a
quien
la
mar,
el
viento
y
los
elementos
le
obedecen
...
al
que
caminó
sobre
las
aguas
...?
Y
terminó
diciendo:
-‐
Que
Pedro
os
consiga
una
entrevista.
-‐
Pero
interrumpió
el
Capitán
Yal
de
Terao-‐
¿Acaso
es
necesario
tener
influencias
o
se
necesitan
recomendaciones?
Pablo
le
increpó
duramente:
-‐
¡Ignorante!...
Y
decís
ser
marino
...¿No
sabeis
acaso,
lo
que
es
el
conducto
regular?
Avergozados
el
Capitán
Yal
de
Terao
y
el
Gran
Brujo,
dándose
cuenta
del
error
cometido,
zarparon
en
demanda
del
mar
de
Galilea,
donde
encontraron
al
Gran
Pescador
en
sus
faenas.
-‐
¿Dónde
podemos
hablar
con
el
que
caminó
sobre
las
aguas,
ese
a
quien
la
mar
y
los
vientos
le
obedecen?
-‐
El
está
en
todas
partes-‐
respondió
Pedro.
¿Dónde
os
gustaría
encontrarlo?
Quedó
concertada
la
entrevista
para
ese
mismo
instante,
en
el
fondeadero
de
ese
maravilloso
puerto
de
las
Bienaventuranzas,
frente
a
la
caleta
del
Hijo
Pródigo,
dos
de
los
más
bellos
parajes
de
la
bahía
Paraíso.
El
Gran
Brujo
y
el
Capitán
Yal
se
maravillaron
ante
el
espectáculo
sobrenatural
que
vieron
sus
ojos.
-‐
Aquí
venimos,
Señor...
-‐
Lo
se.
A
quien
vosotros
buscais
lo
encontráreis
en
esa
barca
que
voltejea
por
la
rada
de
la
Gloria.
Allí
están.
¡Miradlos!
...
y
gravad
sus
figuras
en
vuestras
almas.
-‐
Pero
...
son
tres
...
Señor.
-‐
Así
es.
Desconcertados
y
deslumbrados
por
la
escena
de
que
estaban
siendo
testigos
presenciales,
esbozaron
la
pregunta:
-‐
Con
el
debido
respeto...Señor...¿Se
trata
de
algo
así
como
aquellos
de
las
tres
personas
distintas
...?
-‐
¡Afirmativo!
...
Algo
así
...
El
Gran
Brujo
y
el
Capitán
Yal
de
Terao
contemplaban
la
barca,
con
sus
ojos
enceguecidos
por
la
luz
que
ella
irradiaba,
y
sus
corazones
apretados
por
la
emoción
que
los
embargaba.
Reconocieron
los
rostros
de
los
tres
hombres;
y
observaron
cómo,
entre
los
mástiles,
las
jarcias
y
las
albas
velas
de
la
barca,
jugueteaban
letras
de
oro
puro,
conformando
una
conjunción
de
señales
y
banderas
al
viento,
donde
leyeron
claramente
TOGO
NELSON
PRAT
Tsushima
Trafalgar
Iquique
El
Caleuche
cubrió
puestos
de
honores,
con
sus
tripulantes
balanceándose
en
lo
más
alto
de
sus
mástiles,
cofas,
vergas
y
mastelerillos;
mientras
las
salvas
rasgaban
el
límpido
cielo
de
la
rada
de
la
Gloria
y
los
pitos
marineros
dejaban
oír
el
más
hermoso
de
sus
conciertos
y
gorgeos.
-‐
¡Gracias
Señor!-‐
...
hemos
entendido
vuestro
mensaje.
Jesús
sonrió
y
dijo
dulcemente:
-‐
En
verdad,
en
verdad
os
digo,
seguid
su
ejemplo.
Y
el
que
siga
sus
aguas,
ese
...
será
el
marino
más
grande
del
mundo.