La Revista Contorno y El Peronismo

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CONTORNO Y EL PERONISMO*

Marcos Schiavi

Universidad de Buenos Aires-CONICET

Contorno y el debate historiográfico

Todo aquel que se haya planteado tener una inserción política real en Argentina de los últimos cincuenta
años debió posicionarse en relación al peronismo. En ese período no hubo (ni aún lo hay) política sin
peronismo. Por eso la imperiosa necesidad de aprehender su lógica, su tan esquiva lógica. Este trabajo
está pensado como un pequeño aporte a ese gran problema.

Consideramos que la comprensión del fenómeno peronista no puede alcanzarse sin emprender el estudio
de la relación que este tuvo desde sus orígenes con la clase obrera; esto último no es suficiente pues el
peronismo ha sido una expresión política que no se limitó únicamente a esta relación, pero sí
completamente necesario, pues los vínculos que estos actores entablaron fueron el principal sostén del
primero (1). A cada periodo de la historia del peronismo le cabe esta premisa y las primeras dos
presidencias de Perón no escapan a esto. Sin embargo la historiografía argentina aún se debe la realización
de una investigación profunda cuyo objeto central sean los trabajadores y sus prácticas durante esos años.

Pese a que las interpretaciones sobre cómo se gestó esa relación son ya clásicas, e incluso forman parte de
lo que se podría considerar como los trabajos más importantes de la historiografía argentina del siglo XX,
consideramos que la discusión continúa abierta. Más aun, creemos que todavía resta mucho por realizar.
Salvo para los primeros años, aquellos caracterizados como de los orígenes, en donde se centran los textos
arriba mencionados, la producción académica no ha dado trabajos profundos sobre la clase obrera y su
historia en los años que van desde la asunción de Perón como Presidente hasta el golpe de estado de
septiembre de 1955. Existe un cierto vacío historiográfico. La predominancia de la interpretación
“originaria” y, sobre todo, las conclusiones a las que arribaron sus mayores exponentes ha influido en esta
falencia, en esta búsqueda errónea de interpretar una década del devenir social basándose exclusivamente
en sus momentos iniciales. Es por esto que se exterioriza la necesidad de buscar otras líneas explicativas;
abandonar la discusión sobre los comienzos, obviamente sin desconocerla. Evitar así lo que consideramos
el fetiche de los orígenes.

Para superarlo es indispensable realizar trabajos de investigación con gran base empírica sobre el periodo
1946-1955. Así eludiremos caer en construcciones basadas en generalizaciones y obtendremos los medios
adecuados para debatir con las imágenes instaladas acerca de la relación entre los trabajadores y el
gobierno peronista. Resulta imperioso para alcanzar estos objetivos, como adelantamos arriba,
encuadrarnos en otros ejes de discusión, entablar un dialogo con explicaciones distintas a las clásicas.

Una de esas es la que presentamos aquí: el examen que la revista Contorno hizo del peronismo a mediados
de la década del cincuenta. Elaboración temprana, contemporánea de las realizadas por Gino Germani,
José Luis Romero, Mario Amadeo, Ezequiel Martínez Estrada y Ernesto Sábato, entre otros, ha sido olvidada
por la historiografía en su carácter de texto polémico. Ninguno de los trabajos más relevantes sobre el
tema la ha tratado pese a su innegable importancia para el debate. Sus aseveraciones principales sin duda
pueden considerarse como un aporte a la discusión historiográfica acerca del papel que representó la clase
obrera durante los primeros gobiernos peronistas.

El objetivo de este trabajo es entonces determinar cuáles fueron las principales afirmaciones acerca del
peronismo vertidas por la revista Contorno en el famoso número 7/8 dedicado al tema. La presentación de
las mismas busca convertirse en un aporte a la discusión historiográfica sobre los estudios de la clase
obrera en general y de su relación con el gobierno peronista en particular.

Editado en julio de 1956, el número 7/8 estuvo dedicado casi en su totalidad al análisis del peronismo. En
él nos centramos para construir este texto. Los autores participantes eran por entonces jóvenes
prometedores que se convirtieron luego en figuras medulares del campo intelectual argentino. Escribieron
en este número León Rozitchner, Osiris Troiani, Ismael Viñas, Tulio Halperin Donghi, Rodolfo M. Pandolfi,
Adolfo Prieto, David Viñas, Oscar Masotta y Juan José Sebreli. Este fue el primer número explícitamente
político y el primero luego del derrocamiento del peronismo.

La revista había aparecido en septiembre de 1953. Estaba pensada como un espacio alternativo a la
intelectualidad liberal aglomerada en la revista Sur, por entonces la publicación más representativa del
credo liberal argentino, y como una continuación lógica de Centro, la revista editada por el centro de
estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Gran parte de los
miembros de Contorno habían sido estudiantes de esa institución y participaban o habían sido parte de
esta última publicación. Hasta el número 5/6, último realizado durante el gobierno peronista, se había
tratado en sus páginas la historia de la literatura argentina desde una mirada en la que se buscaba ligar las
cuestiones estéticas con las políticas y sociales. Hasta ese momento era una publicación de crítica
literaria. Uno de los pocos antecedentes políticos había sido una pequeña polémica de Oscar Masotta con
la dirección del Partido Socialista a raíz de su posición neutralista con respecto al derrocamiento de
Jacobo Arbenz en Guatemala aparecida en el tercer número (Mangone y Warley, 1984). El de julio de 1956
fue entonces el primero en el que, desde Contorno, se explicitaron las opiniones políticas de sus
miembros; en este caso, en relación al peronismo. El siguiente y final estuvo centrado en el frondizismo.

Las afirmaciones volcadas en los distintos artículos han sido analizadas aquí como componentes de un
todo. Ha prevalecido en nuestra investigación el “nosotros” de Contorno por encima de la particularidad
de cada autor, una caracterización instalada ya desde la revista misma. Gran parte de sus estudiosos
concuerdan en afirmar que la idea de un nosotros era muy fuerte en este grupo. Beatriz Sarlo plantea que
esto se debió en gran medida a que la revista fue un ajuste de cuenta con un ellos en el que descollaban
los que pueden ser considerados como sus maestros, la intelectualidad liberal cobijada por Sur (Sarlo,1981:
3). Reconocemos a su vez la existencia de diferencias internas dentro del grupo no obstante lo cual se ha
optado por resaltar los acuerdos ya que nos proponemos destacar los temas e intereses que la gran mayoría
de los articulistas compartieron (2) eludiendo el análisis de las polémicas en su interior.

Mangone y Warley, al caracterizar los artículos, los separan en dos grupos. Pese a que reconocen que todos
tienen el mismo tono de reflexión sobre la especificidad del acontecimiento peronista y la crítica a la
posición asumida por la intelectualidad argentina, afirman que hay una división bien marcada en los
mismos. Por un lado estaban aquellos que trataban de comprender la atipicidad del peronismo
(Rozitchner, Halperin Donghi, Pandolfi) y por otro lado los que se detuvieron más en la conducta de la
clase media y de sus intelectuales (Troiani, Ismael Viñas, Prieto) (Mangone y Warley,1984: 52-58). Esta
separación nos parece acertada. Sin embargo en nuestro planteo no es influyente pues, según lo
entendemos, ambas miradas resultan complementarias. En esta publicación el reconocimiento y el análisis
de lo particular del peronismo parte de la superación de la postura asumida hasta entonces por la clase
media intelectual de la cual estos jóvenes eran parte. A partir de esto se tomará las distintas
intervenciones como una línea interpretativa común llamando la atención únicamente en los casos
particulares más notorios.

Peronismo y lo otro

La ubicación política donde se encontraban luego de 1955 es una cuestión ineludible al analizar su mirada.
No eran peronistas, sin duda, pero tampoco estaban junto con el antiperonismo elitista predominante en la
intelectualidad liberal, una vertiente que consideraban como ya caduca en la política argentina. Es
clarificador en este sentido el fragmento de Juan Bautista Alberdi que abre el número 7/8:
… hace mucho años que persigo a las dos fracciones en que se ha dividido la
generación pasada de mi país, porque no nos han hecho sino inmensos males: la
colorada por sus crímenes; la celeste por su inepcia…

Juzgo el pasado con severidad, y llamo al porvenir a sucederlo. Digo que es tiempo
de que el país cuide de no confiar la menor de sus tentativas de regeneración a
hombres que no harán sino malograrlas, porque han perdido la fe y la disposición al
sacrificio, y han cesado, sobre todo, de comprender los instintos y los medios de
acción de nuestras masas: han pasado como su tiempo.

Ni lo uno ni lo otro. Se posicionaban entre los dos enemigos, en medio del fuego cruzado. Se encontraban
en un lugar nuevo, en una ubicación todavía en construcción.

En lo que respecta a su mirada opositora acerca del peronismo intelectual no había margen a equívocos. El
antiperonismo de Contorno era innegable. Básicamente era un duelo con la estrategia cultural del
gobierno. David Viñas en una entrevista que le fue realizada veinticinco años después así lo explicaba:

[…] Por lo pronto hay que situar a Contorno dentro de la zona universitaria: si había
antiperonismo, éste se producía frente a las manifestaciones del peronismo en la
universidad, muy especialmente en la facultad de Filosofía y Letras.

[…] Además para analizar nuestra posición, es necesario separar las masas de la
dirigencia cultural, que era aquello con lo que nos enfrentábamos todos los días en la
vida universitaria: los réprobos de la derecha radical que se había pasado al
peronismo, hombres como Benítez […]. (3).

Es importante tener en cuenta esto para comprender las distancias que separaba a este grupo de otros
antiperonistas. No era equivalente una oposición nacida de la disconformidad con la política cultural que la
que surgía en el ámbito económico, político o sindical. Era distinta la cara del peronismo que se desafiaba.

Desde el otro margen, latente en sus primeros años, el enfrentamiento con la intelectualidad liberal recién
desarrollará toda su potencialidad en los tiempos de la Revolución Libertadora. Mientras estuvo el
peronismo en el poder ambos grupos compartían un objetivo central: su caída. Luego de ésta se rompió el
frágil equilibrio entablado. Oscar Terán sostiene que “[…] este sector crítico buscó de hecho la creación de
un espacio independiente entre el campo liberal y la ortodoxia peronista, pero mientras el corte con este
último era un dato de la realidad, para el distanciamiento radical con el primero se necesitó la exclusión
del peronismo del Estado. […]” (Terán,1993: 29). Ambas corrientes tenían, desde lo que puede ser
denominado como el bando vencedor, dos visiones diferentes del pasado, del presente y, sobre todo, del
futuro de la sociedad argentina; eran dos comprensiones desemejantes de lo social. La mayor crítica que le
dirigían estos jóvenes al campo liberal en este aspecto se centraba en la inhabilidad que este había tenido
y que en ese entonces todavía poseía de comprender convenientemente al peronismo. A su entender esta
incomprensión explicaba la actitud regresiva asumida a lo largo de todo el periodo peronista por esa
intelectualidad y su erróneo diagnostico social y político. Sur era presentada por estos jóvenes como una
revista a la que le resultaba imposible, en su conjunto, descifrar los fenómenos que estaban acaeciendo en
la Argentina contemporánea, una publicación mal situada temporalmente. Tiempo después, Ricardo Piglia
en la misma línea planteó que: “Sur representa[ba] la persistencia y la crisis del europeismo como
tendencia dominante en la literatura argentina del siglo XIX. En más de un sentido habría que decir que es
una revista de la generación del 80 publicada con 50 años de atraso” (Piglia, 1996: 78). Contorno, a la
manera alberdiana, juzgaba al pasado con severidad y Sur era un fiel representante del mismo.

Había tantas hipótesis de conflicto como ligaduras entre ambos grupos. Jorge Cernadas sostiene que lo que
hizo las veces de disparador de esas tensiones provino del sector que sería objeto del ataque, provino del
número 237 de la revista Sur (Cernadas, 2006: 626). En él se concentró la posición política de Sur y su
mirada acerca del futuro, y fue lo que acrecentó las diferencias aún más. El de Contorno hizo las veces de
respuesta herética a aquel. En ese número se expresó el ortodoxo antiperonismo del grupo liberal. Sus
artículos “…oscilaban entre cierto paternalismo de matriz aristocratizante y un abierto revanchismo
‘democrático’ que se corporizaba precisamente en aquellos días con el desplazamiento del equipo
‘nacionalista’ de Eduardo Lonardi y el ascenso del general Pedro Eugenio Aramburu a la presidencia
provisional del país” (Cernadas, 2006: 627). El peronismo era considerado como un cuerpo extraño que se
debía extirpar del organismo nacional. Los articulistas de Contorno, en cambio, se alejaron de esa
estrategia desperonizadora. Buscaron diferenciarse y marcar el camino a seguir a partir de allí; intentaban
convertirse, dentro del campo cultural, en los representantes del porvenir que Alberdi había llamado a
relevar a quienes, luego de años de presencia política, ya no percibían la situación en la que se encontraba
el país. Consideraban que Sur no debía ni podía ser el tutor de la nación posperonista.

Las afirmaciones acerca del peronismo que efectuaron deben entonces contextualizarse teniendo muy
presente la identificación de los contornistas como una fracción divergente dentro del liberalismo, su ala
izquierda. A partir de esto debemos observar cómo se ligaba esta operación con su praxis política. Por eso
el punto desde donde iniciar el análisis imperiosamente debe ser la comprensión de los móviles que
generaron esta interpretación. En este punto consideramos que Contorno buscaba operar políticamente en
el presente proponiendo una praxis factible basada en sus dilucidaciones culturales y sociales. En esto no
podía escapar a un clima coyuntural en el que todos los análisis se proyectaban como potenciales recetas
políticas. Federico Neiburg sostiene que esto tenía su base de sustentación en un proceso abierto luego de
1955, un proceso que llevó a que en la sociedad argentina existieran dos grupos sociales en disponibilidad:
“de un lado, una base social que había quedado huérfana de su líder y, de otro lado, líderes políticos
potenciales que se percibían como carentes de base social” (Neiburg, 1998: 21). Ambos actores aparecían
como complementarios, solo restaba saber cual preponderaría.

La esfinge ineludible

Unos de los primero puntos que Contorno plantea es que la construcción de una “nueva sociedad” era
inviable si se negaba lo ocurrido durante los últimos diez años, que esos sucesos no podían ser
categorizados simplemente como un absurdo. La negación del hecho no podía suprimir su influencia. Era
quimérico volver al 43. Sobre este punto uno de sus articulistas afirma:

El peronismo, pues, nos está dado: es necesario desentrañarlo, es necesario


desentrañar las motivaciones que formaron durante una década la conducta de gran
parte de clase trabajadora. Si queremos hoy edificar una comunidad argentina en la
democracia, debemos encontrar el lenguaje que posibilite nuestra comunicación con
las multitudes que creyeron en Perón, que rescataron a Perón el 17 de octubre y que
siguieron a Perón durante diez años. No hay otro camino: sin clase obrera no hay
democracia (Pandolfi, 1956: 22).

En la misma línea interpretativa Juan José Sebreli en el comienzo de su intervención explica:

[…] Toda una generación -que es la mía- está indisolublemente unida al peronismo
para siempre. Podemos apoyarlo o combatirlo, cruzarnos de brazos creyendo que
todo da lo mismo, pero no podemos prescindir de él. Es nuestro lote. Está ahí,
ineludible como una esfinge, y tenemos que develar su enigma para saber lo que
somos. Por eso, al hablar del peronismo, no podré prescindir, totalmente de mí.
Toda experiencia concreta envuelve a la vez al sujeto y al objeto (Sebreli, 1956: 45).

En estos fragmentos se resumen dos ideas compartidas por la mayoría de los miembros de la revista: la ya
manifestada presencia irrevocable del fenómeno peronista y la necesidad del intelectual comprometido de
aprehender la esencia del mismo como una primera instancia de acercamiento hacia los trabajadores,
trabajo a realizarse desde la propia subjetividad del investigador.

En plena Revolución Libertadora, Contorno discute claramente con la línea más dura del gobierno.
Mientras ésta plantea la necesidad de reafirmar el enfrentamiento radical, de borrar al peronismo de la
memoria social, de desperonizar la nación, llegando incluso a prohibir la mención publica de su líder, la
revista afirma no solo que el peronismo es un fenómeno insoslayable sino que en esa contienda no forman
parte de ninguno de los bandos. En la editorial que abre el número estudiado, se comenta que durante los
años pasados no se habían entregado ni al gobierno ni al antiperonismo y, por consiguiente, no lo harían
ahora. Este enfoque reportaba una incomodidad manifiesta tanto a nivel intelectual como político,
incomodidad que acompañada de soledad reconocían pero que se buscaba superar. Era preciso transformar
la situación que tan rotundamente refiere Osiris Troiani:

En nuestro país se han enfrentado la barbarie y la decadencia. Los argentinos que


aun no tienen conciencia - conciencia de si mismos, por y para una clase, por y para
una nación - y los que ya la han perdido. Las mayorías crédulas y las minorías cínicas.
¿Cuál era nuestro bando? Ninguno de los dos. ¿Pero donde hallaríamos aliados? En los
dos, sin duda. Y nos pusimos a buscarlos. Inútil, desesperada búsqueda. La barbarie y
la decadencia se excitaban mutuamente. Eran dos lesbianas; nos rechazaban. Más
aún: la barbarie y la decadencia estaban dentro de nosotros mismos, unidas en un
monstruoso nudo de amor (Troaini, 1956:11).

Si entre sus objetivos políticos estaba el de llegar a ser influyentes tanto a nivel cultural como popular esta
soledad debía ser trasformada. Para lograrlo había que operar de manera distinta en cada frente. A la
decadencia había que desplazarla implantando una nueva inteligentzia. Desafiar a aquellos que se
encontraban en posiciones consideradas como superiores es una forma de búsqueda de reconocimiento y
esto fue precisamente lo que intentaron realizar para remplazarlos. Con la clase obrera, con esas
“mayorías crédulas”, en cambio, la opción a seguir era realizar una exploración en su interior de
experiencias y prácticas, una búsqueda de aquellos mecanismos contradictorios que plausibles de ser
refuncionalizados sirviesen como punto en común a partir del cual se pudiese entablar un dialogo con los
trabajadores, en su mayoría peronistas, cerrado hasta ese momento. Había que encontrar un lenguaje en
común como afirmaba Pandolfi en el fragmento antes trascripto. El análisis que realizaron, al fin y al cabo,
tenía como finalidad última buscar las herramientas necesarias para resolver este problema.

Punto de vista y subjetividad

Las líneas de comunicación estaban rotas. La incomprensión del fenómeno peronista y lo que este
representaba para la clase obrera había sido la madre de todos los males. Había llevado a experimentar
como una victoria lo que equivalía a una derrota para los trabajadores argentinos (“¿Hasta que punto lo
hemos considerado nocivo porque nos era personalmente insoportable?”(Troaini, 1956: 9). Por eso juega un
papel tan importante en Contorno la noción de autocupabilización. La intelectualidad debía replantearse
la posición mantenida hasta ese momento, reconocer sus errores pretéritos y aceptar que detrás de la
imputación a un sistema que no los admitía se escondía su inepcia. Para eso era indispensable alcanzar un
diagnostico satisfactorio de la situación política y social del país, la cual incluía obviamente al peronismo.
Partiendo del fracaso anterior, en las páginas de la revista se afirmó que un cambio en la manera de
conocer y comprender era forzoso. Allí radicaba el punto crucial de la cuestión y uno de los aportes
interpretativos más interesantes de Contorno.

¿Cómo y desde donde analizar entonces el peronismo y su relación con la clase obrera? La respuesta
esbozada fue la de reconocer la subjetividad del observador y superarla desprendiéndose de la “buena
conciencia” intelectual. León Rozitchner, en tal vez la más interesante de todas las intervenciones, resalta
como ningún otro de sus compañeros este punto al poner el énfasis en la generalización de la subjetividad
burguesa:

[…] Hay, como primera dificultad para comprender la experiencia de los demás, ese
plano de la realidad cotidiana en el cual vivimos y que nos es familiar, cómodo y
acogedor. Hay también esas sólidas instituciones a las cuales creemos adherir -
cuando en realidad hemos sido conformados por ellas -, y que son la garantía del
primero. Hay, más aún, la oscura decisión de no forzarnos, de no aventurarnos en lo
desconocido, e imaginar a los demás dentro de un mundo en el que proyectamos
nuestros valores y que, por raro azar, por alguna lacra o enormidad interna situada
siempre en el espíritu, los demás se niegan a reconocer, pero en los que al fin han de
participar - en el reino de Dios o en el de la democracia perfecta, a la que se llega
con la buena voluntad que la buena conciencia prepara (Rozitchner, 1956: 2).

En el texto Rozitchner no solo plantea la necesidad de posicionarse en la propia subjetividad,


reconociéndola, sino que propone como objetivo el quiebre de la misma, la ruptura con la perspectiva
humanística. Plantea no culpabilizar a la clase obrera por adherir a un movimiento político que discute
ciertos valores democráticos sino que observar “el mundo como ellos lo ven” e indagar como se presentan
esos valores desde allí:

No le podemos pedir al proletariado que sea responsable ante nuestros valores sino
en la medida en que su misma dignidad humana, la disposición o la alineación de sí
mismo, lo hacía participe de los valores cuya cuenta le pedimos. ¿Pero si está
alienado, si lo continuó estando, si su búsqueda es a tientas para descubrir lo que
nadie le enseño hasta ahora, si de nuestros valores solo participa de su anverso, es
decir, de la opresión que nuestro goce le deja? Es fácil darse una escala de valores y
establecer la culpabilidad de acuerdo con la aceptación puntual de aquellos valores
que marcamos con el signo más. ¿Pero si de lo positivo la situación sólo le ofrece lo
negativo, el lado que nosotros no vemos, que tampoco queremos ver? Todo está
entonces trastocado, nuestra aparente racionalidad en la discriminación de la culpa
es solo miopía aprovechada, el pensamiento que quiera comprender el fenómeno del
peronismo de las masas debe entonces comenzar por quebrar su situación formal, la
perspectiva ‘humanista’, y ver el mundo como ellos lo ven. Y eso no es posible, a no
ser que dudemos un momento de la seriedad y de lo absoluto del nuestro
(Rozitchner, 1956: 3).

Se esboza a la sazón que para comprender esta experiencia proletaria es necesario reconocer las propias
limitaciones sociales e institucionales y evitar analizar el mundo según determinados valores, que es
necesario buscarle nuevos sentidos a hechos hasta el momento oscuros. A pesar de este planteo la
separación intelectual - clase obrera sigue presente en la revista la cual no de desliga del objetivo
“pedagógico”, pero el bosquejar la necesidad de no dar por compartidos por la masa los propios valores y
prácticas resulta ser un aporte en sí por demás significativo para el debate. Se logre o no quebrantar estos
impedimentos no es posible negarlos.

Como se puede observar el primer aporte al debate historiográfico que se quiere resaltar aquí se relaciona
más con el observador que con el objeto. Los contornistas consideraban el punto de vista como un ítem
fundamental de cualquier producción. Por eso es central para comprender su propia interpretación tomar
en cuenta la ubicación que estos intelectuales tenían en el campo político, social y cultural, cuáles eran
sus propósitos en este sentido y como su subjetividad afectaba su acercamiento al objeto peronismo.

La dualidad peronista

Partiendo de esta posición acerca del observador, Contorno pone en discusión distintas cuestiones
esenciales del objeto, algunas referidas al caso particular del peronismo y otras más generales acerca de la
clase obrera, sus prácticas y su conciencia.

El problema de la incomprensión del objeto no sólo era responsabilidad del sujeto que lo analizaba, sino
que también nacía de la complejidad del fenómeno. Una maraña de contradicciones, una realidad que no
terminaba de adquirir una forma determinada. El peronismo, sostienen, poseía una dualidad política con la
que convivía y lo complejizaba y que el analista debía delimitar para alcanzar una comprensión mayor,
siempre teniendo en consideración que las dos partes eran interdependientes. Era preciso separar lo
reaccionario de lo progresista (esas eran las partes), reconocer tanto lo policíaco de su política como el
lenguaje nuevo que había surgido en la clase obrera. Una operación dentro del objeto peronista permitiría
analizar por un lado lo que había significado en la conciencia de los oprimidos y por otro “sus derivaciones
de albedrío delincuente y matón”. Algunos en mayor medida, otros sólo en ciertos puntos aislados, lo
innegable es que la gran mayoría de los articulistas afirmaba cierto carácter progresista del peronismo
encorsetado en sus formas autoritarias. Comprender esa dualidad ayudaría a resolver unos de los
interrogantes planteados, el porqué de un gobierno de sesgo burgués y cuasi dictatorial en algunas
cuestiones que resultaba ser tan peligroso para ciertos sectores acomodados.

En este punto Contorno, en consonancia con Sur, denunciaba su autoritarismo y su corrupción pero difería
en el origen de estas características. El factor autoritario era considerado desde el campo liberal como
algo exógeno al país, como la importación de experiencias e ideas reaccionarias europeas nacidas de la
primera posguerra (4). La corrupción, por su parte, era considerada como una aparición sui generis. El
énfasis, en ambos casos, estaba puesto en el personaje, en aquel que había envenenado al ser nacional.
Los autores contornistas discutieron cada uno de estos puntos. En primer lugar afirmaron que si la historia
tenía un sentido era impensable convertir a un hombre en su productor absoluto. Luego resaltaron los hilos
que unían la corrupción y la represión peronista con nuestra historia, evitando así concentrarse en las
prácticas de Juan Perón. Rozitchner deja en claro, en el siguiente fragmento, esta perspectiva:

… ¿Cómo fue posible que introdujeran tales normas de corrupción, de seducción, que
se llegara tan lejos en el arte de fraude y la tortura? Simplemente porque ya existían
entre nosotros, porque son las formas generalizadas y aumentadas de una miseria
que desde siempre, en mayor o menor grado, fue nuestra. País de diletantes, de
soberbios, de enriquecidos, de figurones, de futbolistas y normalistas, no sin razón
nos conviene situar el problema a la altura de lo solo político, para atacar como
único factor a quien tuvo la habilidad de regimentar y racionalizar lo que el
ambiente le prestaba (Rozitchner, 1956: 5).

Entendido así el peronismo se convierte en el factor que condensa, como jamás antes, los vicios del estado
nación argentino. Era “la utilización al desnudo y de golpe de algo que nunca había faltado”. Era solo un
nuevo nivel de concentración e intensidad:

Nos encontramos al fin con una palabra fecundada con tantas simientes que amenaza
reventar de gravidez; no es solo lo que parecía ser: es mas; no tiene la edad que le
asigna su partida de nacimiento: es más antigua; no ha muerto: se ha fraguado su
carta de defunción; no representa solo la historia de un partido político ni la de un
movimiento social: es un corte salvaje en el organismo del país, un corte despiadado
que pone al descubierto sus vísceras (Prieto, 1956: 30).

La novedad cualitativa del peronismo no estaba allí. El escándalo liberal tenía sus raíces no en las
herramientas utilizadas sino que en las finalidades de su uso. Al fin y al cabo, se pregunta uno de los
autores, ¿cuál era la diferencia entre los negociados peronistas y los que siguieron a la conquista del
desierto en el manejo de las tierras públicas? Los fines y no los medios aparecían como lo anómalo al
sistema político precedente. Restaba entonces por dilucidar los fines que originaban tal disconformidad
burguesa. Si ésta había utilizado antes los resortes que el peronismo tocaba es lógico buscar en otros
factores las razones que explicasen la perduración de tan radical oposición, cuestiones no identificables
con facilidad ya que, como bien afirma Ismael Viñas:

[…] El peronismo no postulaba (“ni expresa ni tácitamente”) la transformación de las


estructuras sociales y económicas, ni una participación efectiva de los trabajadores
en el control de la propiedad, lo que, en cambio, postulaban otros partidos; y sin
embargo, de nuevo, el peronismo aparecía ante los trabajadores como la fuerza que
los representaba y protegía. Lo singular es que la pequeña burguesía se sentía
atacada por el peronismo, al que achacaba las más siniestras intenciones
revolucionarias contra la sagrada propiedad privada (Viñas, I., 1956: 12).

Otros planteos contornistas pueden servir como punto de inicio en esta indagación. Ismael Viñas alega que
el peronismo había teatralizado lo revolucionario, que había transformado el síntoma en símbolo y al
realizar esto le había hecho perder eficacia convirtiéndolo en una mera descarga emotiva. Aun
considerando los aspectos negativos de este proceso es posible suponer que esa puesta en escena bastara
para alterar la sensibilidad burguesa. Rodolfo Mario Pandolfi, por su parte, llama la atención sobre otro eje
a tener en cuenta que bien puede relacionarse con el anterior: su dinámica iconoclasta. Asevera que
mientras aquellos que buscaban darle una base cultural le ofrecían formas establecidas de una vez para
siempre (“corporativistas, hispanistas, antisemitas, admiradores de la edad media, etc.”) el hecho
peronista encontraba su plenitud en la iconoclastia. Tal vez en sus formas podría encontrarse uno de las
causas de la oposición al peronismo. Esta podía ser una de las fuentes que lo convertían en una amenaza.

Sin embargo, aunque estas cuestiones simbólicas tenían un peso indudable, lo central parece haber sido el
aspecto material. El siguiente fragmento ilustra esta inquietud y deja entrever algunas líneas
argumentativas a seguir:

El peronismo, pese a su innegable fondo y finalidad reaccionarios, fue un partido sin


saco y sin corbata, que habló el lenguaje que el pueblo entendía y que así asustó a
los patrones. Es significativo que durante la campaña electoral de 1945, cuando los
candidatos de la Unión Democrática recorrieron en gira el interior, los estancieros
reunieron gustosos a sus peonadas para que escucharan la palabra de quienes le
prometían la reforma agraria, pero se escandalizaban de los reaccionarios que se
limitaban a hablar del Estatuto del Peón. Y hasta ahora el barrio Norte sigue
aplaudiendo a rabiar a ciertos izquierdistas y temiendo a ciertos reaccionarios. Es
que no es un fenómeno nuevo atacar a las revoluciones concretas en nombre de la
una izquierda abstracta: casualmente, este es uno de los mas deliciosos y útiles
juegos de la burguesía y de sus cómplices objetivos, como el Partido Comunista de
Bolivia, por ejemplo (Pandolfi, 1956: 27).

Mientras la revolución socialista se conjugaba en potencial, las transformaciones económicas y sociales


peronistas eran tangibles y, aunque reformistas, incomodaban al capital argentino. Los cambios en las
relaciones sociales pese a que no eran substanciales aun así se convertían en un obstáculo para su
reproducción plena. Esto se torno más notorio durante la segunda presidencia cuando la crisis económica
se profundizó.

Libertades

La noción de libertad que aparece en la revista embiste directamente con una de las banderas más fuertes
del antiperonismo y, al mismo tiempo, nos interpela en relación a como la polisemia de la noción afecta la
mirada del investigador sobre las prácticas de los trabajadores. Las aseveraciones aquí cotejadas analizan
por un lado que se disimulaba detrás de la demanda de libertad de la oposición y por otro lado los disímiles
significados que la misma poseía.

La libertad reivindicada por el antiperonismo liberal se circunscribía a ciertos puntos, sobre todo a los
relacionados con la política democrático burguesa y, en especial, con la prensa escrita. El accionar
represivo del gobierno peronista sobre el periodismo grafico no admite demasiadas dudas en lo que
respecta a su existencia (5). Lo que Contorno pone en discusión es quienes eran los que reclamaban por la
libertad de prensa y cuál era el uso que le daban a esa demanda (6). Se interrogan cuan democráticos eran
los que se rasgaban las vestiduras por los límites impuestos al periodismo para luego afirmar que lo que
realmente les incomodaba no era el autoritarismo pues este había sido utilizado precedentemente con la
complicidad de gran parte de los que durante el gobierno peronista reivindicaban los valores democráticos.
La discusión era acerca de los resultados generados por su utilización:

[…] Quiere decir que lo que molestaba al opositor medio no eran las medidas
reaccionarias o la ideología profascista del futuro dictador. Estas eran los pretextos
del dueño de peluquería que hacia trabajar a su manicura de 8 a 20, sin pagarle
sueldo - solamente se le dejaba la propina - y exigiendo que ella pagara el material,
y al que novedoso secretario de trabajo obligó a hacer cumplir la jornada de ocho
horas, a pagar un sueldo básico, a conceder el sábado inglés, a abonarle aguinaldo a
fin de año, a darle vacaciones, etc. Entonces el dueño de la peluquería empezó a
preocuparse enormemente por la clausura de cualquier diario de Chascomús, y
demostrando que su amor a la libertad iba unido a una antes insospechada
solidaridad con el proletariado, se encargaba de demostrar como esas medidas
sociales en realidad perjudicaban a la manicura, que ‘con la carestía ganaría menos
que antes’, provocándose además la desocupación, llevándose al país a la ruina,
etc., etc. (Pandolfi, 1956: 25).

Una vez revelada la posición política detrás de los pedidos por la libertad quedaba por definir acerca de
cuál se discutía; si eran equivalentes las que la intelectualidad buscaba para sí, la que anhelaba para el
proletariado y la que este último consideraba como necesaria. Había que precisar si los requisitos que
debía cumplir la libertad liberal eran necesarios y suficientes para un trabajador. Si la tan exaltada
“prensa libre” había sido cómplice de las afrentas sufridas por los obreros, ¿por qué estos destacarían su
importancia? No hay que olvidar cual había sido el papel de La Prensa en las luchas obreras a lo largo de su
existencia. Para realizar esto era justo deshacerse de la mirada burguesa como ya antes se mencionó.

En este línea uno de los articulistas alega que el peronismo no había privado al proletariado de libertades
políticas ya que estos nunca las habían tenido para luego afirmar que cuando lo votaron fue porque gracias
a eso alcanzaron cierta libertad expresada en la posibilidad de oponérsele al patrón en el lugar de trabajo,
de no depender del humor del capataz cada mañana, porque equivalía a una transformación de las
relaciones dentro de su medio de vida. Esta afirmación nos deja entrever las reales transformaciones
operadas sobre las relaciones en el ámbito del trabajo que se habían desarrollado en los años peronistas.
Allí los cambios habían sido favorables para la clase obrera. Faltaba saber cuál había sido el camino a
través del que se habían alcanzado y caracterizarlo.

Demagogia, alineación y conciencia

La vía que la izquierda tradicional anhelaba había quedado trunca. La separación entre el proletariado y
los partidos Socialista y Comunista se le presentaba a los contornistas como un fenómeno irrefutable. Sus
principales críticas se debían precisamente a esta situación. Más que a los comunistas las primordiales
diatribas estaban dirigidas a los socialistas. Ellos eran representados como “hábiles salteadores de
sindicatos”, como los “sostenedores y justificadores de todas las violencias llevadas a cabo en nombre de
la moral y de todas las comisiones investigadoras que aún no han dejado de tener metidas las narices en el
sexo de las adolescentes que tuvieron relaciones con Perón…” (Masotta, 1956: 43). La vieja izquierda,
desde su incomprensión de las condiciones obreras, había dejado huérfanos a los trabajadores. La
descripción de esta relación realizada por Ismael Viñas es por demás elocuente:

Nuestras izquierdas, frente a la actitud de las masas, han ido cobrando el aire de
esas solteronas que se preguntan por qué los hombres miran y preñan a otras
mujeres. En sus actos y escritos rara vez se siente algún toque de pasión. […] Esas
vírgenes conservadas durante tantos años parecen haberse transformado
definitivamente en vírgenes locas. Para decirlo denodadamente en términos
freudianos, parecen haber alcanzado una verdadera neurosis, con sus fobias, sus
represiones, sus estados de angustia, sus complejos de culpabilidad. En algunos
casos, como en el de la actual dirección del Partido Socialista, la solución ha sido
encontrada: se han convertido simplemente en derechistas. Es la solución
patológica, claro, pero de cualquier modo es el encuentro de la tranquilidad (Viñas,
I., 1956: 12).

Al mantener que la izquierda no había sabido comprender al proletariado argentino se reproduce en la


posición contornistas la caracterización de “masas en disponibilidad”. En esto, esta interpretación es
semejante a las más clásicas. Lo que adquiere una valoración distinta es su contracara.

El papel del líder paternalista en este proceso no parece poder ser discutido. Al igual que en Sur también
aquí la noción de demagogia está presente. Sin embargo, como en el caso del autoritarismo, Contorno
realiza una lectura diferente. La suma de terror y propaganda no resolvían por si la adhesión de las
mayorías al peronismo, era necesario comprender que había por detrás de la demagogia (“en realidad qué
había dentro”): “Si el proletariado vio la única salida posible en lo que solo era una trampa demagógica, es
porque la demagogia, para postergar la revolución, le dio -por el clásico recurso paternalista- realmente
algo, algo que no era simplemente propaganda, algo que no era simplemente piruetas de payaso”
(Pandolfi, 1956:22).

Generalmente a la exaltación del factor demagógico se le suma la enunciación de la irracionalidad de las


masas o su carácter heterónimo, su maleabilidad. En este fragmento, en cambio, se resalta la necesidad
que tuvo el gobierno de negociar con los trabajadores cediendo ciertas ventajas no solo simbólicas.

El papel de la clase obrera que Contorno dibuja difiere en gran medida del que se realizaba en esos años.
Juan José Sebreli es el que va más lejos en relación a este eje. Partiendo de la distinción demagogia-
revolución, en el último párrafo de su testimonio realiza un planteo polémico el cual recorre varios tópicos
y que consideramos esencial para nuestra exposición. Lo citamos completo, pese a su extensión, pues
compendia puntos medulares del enfoque contornista:

Se nos dirá que el autentico revolucionario se dirige a la conciencia del proletariado


para esclarecerlo, en tanto que el demagogo trata de seducirlo, de fascinarlo con el
poder mágico de las palabras. Es verdad, pero, precisamente por eso, el
revolucionario de principios fracasa allí donde triunfa el demagogo. Tal el caso,
entre nosotros, del partido Socialista frente al peronismo. El demagogo conoce bien
al pueblo del cual él mismo ha surgido, y por eso parte de lo que el pueblo es real y
efectivamente, sin idealizarlo como los intelectuales pequeños burgueses de
izquierda. Acepta el mal - la ignorancia, la cobardía, el oportunismo, la indiferencia,
la inercia, el cansancio, el aburguesamiento de las masas - para llegar al bien, es
decir, al cambio que se propone. El ideólogo, por el contrario, parte de lo que el
pueblo debiera ser - consciente y responsable, disciplinado y activo - , y actúa como
si ya lo fuera, es decir pretende llegar al bien partiendo del propio bien. Pero es
absolutamente imposible convencer mediante un lenguaje puramente racional a
conciencias alienadas, es decir, seducidas, embrujadas por sus opresores. La
medicina científica es impotente contra el mal de ojo, solo la propia brujería puede
exorcizarlo. Solo es posible sacar al proletariado de la alienación en que vive
mediante una nueva alienación, mediante una seducción de otro tipo, con un sentido
más progresista, en nuestro caso, la seducción peronista… Haciendo demagogia,
Perón no ha degradado la conciencia del proletariado, como pretenden los amantes
de la revolución sin dolor y de los obreros sin olor, porque en una sociedad separada
en clases toda conciencia está ya degradada desde que viene al mundo y nadie
puede degradarla más. Es verdad, Perón mentía a los obreros haciéndoles creer que
ellos eran el gobierno, cuando en verdad no lo eran. Pero la cara positiva de esa
mentira estaba en que los obreros se fueron familiarizando con la idea de que ellos
debían y podían ser el gobierno, de que el gobierno era asunto de ellos. Por eso el
peronismo no ha sido el sucedáneo de la revolución social, sino su propedéutica…
(Sebreli, 1956: 49).

Sebreli nos interpela como investigadores en varios ítems. En primer lugar su visión pesimista de la clase
trabajadora resalta la alineación de la clase y la fortaleza de este obstáculo por sobre otras cuestiones. El
pueblo real lejos está de lo que debiera ser y desde un punto de vista socialista no considera que haya
mucho por hacer. Allí residiría la ventaja del demagogo la cual sería doble en este sentido ya que no solo
reconoce este fenómeno sino que puede entablar un dialogo pues es parte del pueblo alienado. Sin
embargo considera que el mal desde donde parte el demagogo puede llevar a un bien, es decir que la
nueva alineación del obrero, la demagogia, lejos de degradar su conciencia se convierte en una instancia
ascendente de la misma. Así entendido afirma que el peronismo es un factor progresista, que la política de
su líder sería la única expresión de este tipo que podían hacer suya los trabajadores en esa coyuntura. Esta
caracterización se basaría en parte en la familiarización del obrero con la idea de que el poder era una
cuestión que le incumbía.

No es descabellado, siguiendo esta argumentación, preguntarse si el discurso peronista, discurso en el cual


se afirmaba la condición social del capital y el papel medular de la clase obrera en las cuestiones de
gobierno entre otros puntos, más allá de sus límites, no fue construyendo una conciencia obrera que los
años posteriores demostraron parcialmente herética y que, como bien señala Sebreli tempranamente, fue
la base de donde partieron políticas radícales.

Rozitchner comparte también la mirada pesimista centrada en la predominancia de la alineación. Muestra,


a su vez, lo difícil que resulta extirpar las nociones que la burguesía ha ido depositando en la conciencia
obrera. También, al igual que Sebreli, asegura que los partidos de izquierda tradicionales se habían
frustrado por desconocer esta situación. Sin embargo, y nuevamente en una línea semejante a la de su
compañero, resalta que en medio de esta situación existe un margen positivo desde donde partir, margen
generado por el peronismo. Arguye que la irracionalidad de las masas peronistas revela una cierta negación
de la sociedad burguesa (aquella tan difícil de extirpar por las izquierdas) y que este fracaso de la
racionalidad burguesa dejaba entonces las puertas abiertas a una más profunda, exenta de las trabas que
la primera imponía. Esta nueva situación permitiría un salto en la conciencia obrera siempre y cuando un
actor externo la propiciara, tarea que Rozitchner consideraba como propia. Se proponía trabajar sobre una
masa que poseía un potencial que distinguía a través de los aparatos que el peronismo utilizaba para
frenarlo:

[…] Su naciente conciencia se descubre en la necesidad de la propaganda como


medio de engaño. Si el proletariado carece de conciencia, ¿para que la propaganda?
Si el proletariado no sabe lo que busca, ¿para qué machacarle todos los días,
continuamente, las mismas apariencias de valores, el mismo reino de la simpatía
calurosa y del amor, el reinado del padre terrible para los malos pero justo para los
buenos? Esto es posible porque hay en el proletariado una conciencia, aunque vaga,
una sensibilidad, aunque embotada, de los fines que tienden a su propia superación
[…] (Rozitchner, 1956:3).

Este autor al igual que el anterior abre un abanico amplísimo de posibles debates. Uno de los más
importantes de los tantos ejes que surgen es el que se relaciona con la utilización de la maquinaria
autoritaria peronista como aparato destinado a disciplinar una clase obrera que necesitaba serlo, un clase
obrera que se revela activa y alejada de la pasividad que le asigna cierta historiografía.

A modo de conclusión

Estos intelectuales no niegan su intencionalidad política y reconocen la necesidad de dejar de medir las
prácticas de otros con los propios valores. Estas dos cuestiones ya de por si abren una discusión muy
profunda en el campo historiográfico. Si a esto le sumamos, desde una posición de izquierda, la exaltación
de ciertos puntos progresistas del peronismo lo cual no deja de llamar la atención, más aún teniendo en
cuenta la coyuntura de producción de estos trabajos, y sus aseveraciones acerca de las nociones de
libertad, demagogia y alineación, podemos afirmar que el debate historiográfico puede ser enriquecido con
ejes más que interesantes, ejes que pueden servir para promover nuevas investigaciones sobre el papel de
los trabajadores en un periodo olvidado por los investigadores sociales argentinos. Se ha intentado aquí
mostrar como Contorno plantea hipótesis tremendamente importantes para la exploración sobre la clase
obrera y el gobierno peronismo las cuales no pueden no ser tenidas en cuenta. Son polémicas, es verdad, y
en muchos casos presentan serias debilidades, pero no por eso dejan de ser una contribución importante
pues nos instan y nos exigen replantear conceptos que suelen presentársenos como dados.

Notas

* Una versión preliminar de este trabajo se presentó en XI Jornadas Interescuelas/Departamentos de


Historia, San Miguel de Tucumán, 2007. Volver
1. Esta afirmación ha sido compartida por gran parte de la intelectualidad argentina desde los orígenes
mismo del peronismo: “Para todos [los participantes en el debate acerca del peronismo], su base social
había sido el pueblo, por lo que cada interpretación contenía hipótesis sobre el origen de semejante
adhesión popular y, también, representaciones sobre la naturaleza o los atributos de ese pueblo” Neiburg,
Federico, Los intelectuales y la invención del peronismo. Buenos Aires, Alianza Editorial, 1998, p. 50.
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2. Tal vez la intervención que menos se relaciona con las demás sea la de Tulio Halperin Donghi quien
llamativamente también participo en el célebre numero 237 de la Revista Sur. Volver

3. “Nosotros y ellos. David Viñas habla sobre Contorno” en Punto de Vista, op. cit, p. 9-10m. Volver

4. José Luís Romero enfrentado claramente desde un comienzo al peronismo afirmaba, ya tempranamente,
que la democracia constituía nuestra autentica y perdurable tradición política y que la misma estaba
fundida al alma argentina. El peronismo era, en cambio, la representación argentina del fascismo europeo,
era la expresión política que conseguía rasgar la tradición democrática de los países americanos:
“Ciudadanos: un fantasma recorre la tierra libérrima en que nacieron Echeverría y Alberdi, Rivadavia y
Sarmiento: el fantasma fatídico que se levanta de las tumbas apenas cerradas de Mussolini y Hitler. Solo la
movilización de la ciudadanía puede disiparlo, y el Partido Socialista, que esta empeñado en esa lucha,
saluda a la Universidad por su conducta heroica y convoca a sus hombres para cubrir sus filas.” Romero
José Luís, “Universidad y democracia” en La experiencia argentina y otros ensayos, Buenos Aires, Editorial
de Belgrano, 1980, p. 353. Extraído del discurso efectuado en el acto organizado por el Partido Socialista
en el Teatro Marconi el 3 de diciembre de 1945. Discurso incluido en Universidad y democracia, Buenos
Aires, 1946. Volver

5. Los ataques a la prensa durante esos años se habían desplegado por diversos canales. Uno de los medios
de control que utilizó el gobierno fue el manejo de los permisos de cambio destinados a la importación de
papel para diarios. Esto hacia que para ciertos periódicos se encareciera enormemente la edición lo que
los llevaba a reducir su tamaño como le ocurrió a La Nación en los inicios de la década del 50 cuando tenía
solo seis páginas los días hábiles y diez los domingos mientras que a comienzos del peronismo contaba con
un promedio de treinta páginas los días hábiles. A esto se añadieron en agosto de 1947 las clausuras. Los
primeros en sufrirlas fueron Provincias Unidas, de la UCR, y La Vanguardia, el órgano de los socialistas.
Luego se cerraron Tribuna Democrática, del Partido Demócrata, Nuevos Tiempos, de los socialistas de
Bahía Blanca, y Tribuna Demócrata, en la ciudad de San Nicolás (Buenos Aires). Los motivos en cada caso
diferían y los mismos eran claramente pretextos que ocultaban las raíces políticas de las decisiones: “[…]
El periódico radical fue sancionado por agravar en un artículo a un país amigo, los Estados Unidos. La
Vanguardia, por violación de normas municipales; según la resolución del intendente Siri, la descarga de
las bobinas de papel para el semanario bloqueaba la circulación de vehículos y peatones, lo que se sumaba
a las molestias ocasionadas a los vecinos por los ruidos y voces de los expedidores.” Sidicaro, Ricardo, La
política mirada desde arriba. Las ideas del diario La Nación 1909-1989, Buenos Aires, Editorial
Sudamericana, 1993, p. 204. Volver

6. Rodolfo Walsh, en relación a esto y desde una posición semejante, alegó tiempo después que “[…] En
nombre de la iniciativa individual, reservada a media docena de individuos y negada a muchos millones, los
Amos de la Prensa se quejaron del monopolio de un Estado cuyo presupuesto era inferior al de las tres
agencias mundiales de noticias y que, en todo caso, se ejercía dentro de las propias fronteras.” Walsh,
Rodolfo, El Caso Satanowski, Buenos Aires, De la flor, 1986, p. 171. Volver

Bibliografía

Cernadas, Jorge, 2006. “La revista Contorno en su contorno (1953-1959)” en Biagini, Hugo y Roig, Arturo
A., El pensamiento alternativo en la Argentina del siglo XX. Tomo II. Obrerismo, vanguardia,
justicia social (1930-1960). Buenos Aires, Editorial Biblos.
Mangone, Carlos y Warley, Jorge A., 1984. Universidad y peronismo (1946-1955). Buenos Aires, CEAL.
Neiburg, Federico, 1998. Los intelectuales y la invención del peronismo. Buenos Aires, Alianza Editorial.
Piglia, Ricardo, 1996. Crítica y ficción. Buenos Aires, Seix Barral.
Romero José Luís, 1980. “Universidad y democracia” en La experiencia argentina y otros ensayos, Buenos
Aires, Editorial de Belgrano.
Sarlo, Beatriz, 1981. “Los dos ojos de Contorno” en Punto de Vista, año IV, nº 13.
Sidicaro, Ricardo, 1993. La política mirada desde arriba. Las ideas del diario La Nación 1909-1989, Buenos
Aires, Editorial Sudamericana.
Terán, Oscar, 1993. Nuestros años sesenta. Buenos Aires, Ediciones El cielo por asalto.
Viñas, David, 1981. “Nosotros y ellos. David Viñas habla sobre Contorno” en Punto de Vista, año IV, nº 13.
Walsh, Rodolfo, 1986. El Caso Satanowski, Buenos Aires, Ediciones de la Flor.

Artículos en Contorno, n° 7/8, julio

Masotta, Oscar, 1956. “Sur o el antiperonismo colonialista”

Pandolfi, Rodolfo Mario, 1956. “17 de octubre, trampa y salida”

Prieto, Adolfo, 1956. “Peronismo y neutralidad”

Rozitchner, León, 1956. “Experiencia proletaria y experiencia burguesa”

Sebreli, Juan José, 1956. “Aventura y revolución peronista. Testimonio (x)”

Troiani, Osiris, 1956. “Examen de Conciencia”

Viñas, Ismael, 1956. “Miedos, complejos y malosentendidos”

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