Florencia Mallon
Florencia Mallon
Florencia Mallon
La década de 1990 Contexto de crisis intelectual y política: se han deshecho muchas de las inspiradoras
narrativas históricas. Por lo que la autora se pregunta ¿qué debe hacer un estudioso progresista? ¿Hay
modelos alternativos al marxismo que permitan seguir con el compromiso con un análisis emancipador, de
abajo hacia arriba?
Hasta entonces, los estudiosos de latinoamerica se destacaban por ser eurocéntricos al momento de tomar
otras tradiciones históricas o teóricas. Una explicación parcial podría encontrarse en la naturaleza de la crisis.
Ahora se cuestionan los modelos antes importados de Europa —los marxismos, una fe en el progreso y la
modernidad, un compromiso con la revolución como una transformación progresista, lineal, desarrollista—.
Así es que algunos estudiosos de Latinoamérica, se han inspirado en el Grupo de Estudios Subalternos,
organizado alrededor de ensayos, conferencias y publicaciones acerca de la India y el colonialismo.
Mallon reflexiona acerca de la oportunidad de los Estudios Subalternos para el caso de Latinoamérica.
Primero examinando algunos antecedentes y análisis acerca del GES como totalidad, situando su proyecto y sus
tensiones y contradicciones internas en la tradición gramsciana que el grupo reclamó para sí en sus comienzos. Luego
analizando cómo los enfoques del grupo han sido recibidos y elaborados hasta ahora en la bibliografía latinoamericana,
brindando asimismo el contexto histórico, político e historiográfico que podría ayudarnos a extender y enriquecer la
aplicación futura de estos métodos al caso latinoamericano. Por último, reflexionando sobre Latinoamérica para
repensar los conflictos internos de los Estudios Subalternos como tales, proponiendo algunas sugerencias que podrían
contribuir a extender la aplicabilidad del proyecto.
La autora busca establecer un diálogo no jerárquico, transregional, en el que ninguno de los dos casos se
adopta como un paradigma frente al cual el otro se declara inadecuado. El proyecto subalterno mismo ha
estado involucrado, hasta cierto punto, dentro de este tipo de diálogo (con europa), en especial en sus
intentos de extender y repensar, desde la perspectiva del mundo colonial y poscolonial, los mensajes de
Gramsci, Derrida y Foucault.
En el prefacio del primer volumen de Estudios Subalternos, en 1981, Ranajit Guha marcó algunas líneas:
1) Definió al subalterno, a grandes rasgos, como cualquiera que esté subordinado “en términos de clase,
casta, edad, género y oficio o de cualquier otro modo”. Declaró que todos los aspectos de la vida subalterna
eran de interés para el esfuerzo del GES de recuperar las contribuciones subalternas para la historia de la
India. Luego enuncia que ya que la subordinación es una relación recíproca que comprende tanto a los
dominados como a los dominadores, los grupos de la élite también recibirían consideración.
2) Asentó su genealogía gramsciana: pregonando que estas contribuciones puedan equipararse aunque sea
remotamente al proyecto de seis puntos concebido por Antonio Gramsci en sus “Notas acerca de la historia
italiana”. En esta obra, Gramsci investiga “la formación objetiva de los grupos sociales subalternos” en las
transacciones económicas de una sociedad en particular y “sus orígenes en grupos sociales preexistentes, cuya
mentalidad, ideología y objetivos conservan durante cierto tiempo”. Y también la formación política de las
fuerzas sociales, tanto dominantes como subalternas, a las que vio como interdependientes. Gramsci afirmó
que los grupos subalternos intentan influir en las “formaciones políticas dominantes” desde el comienzo y que
este compromiso crítico era crucial para la transformación tanto de las organizaciones políticas dominantes
como de las subalternas. En respuesta a las presiones desde abajo, los grupos dominantes intentan obtener la
cooperación de los subalternos a través de la formación de nuevos partidos políticos reformistas. Este era
precisamente el propósito de la revisión de la historia de la India que se proponía el GES: demostrar cómo,
en las transformaciones políticas que ocurrieron en la sociedad india colonial y poscolonial, los subalternos
no solo desarrollaron sus propias estrategias de resistencia sino que de hecho contribuyeron a definir y
refinar las opciones de la élite.
Además, en “Notas acerca de la historia italiana” Gramsci examinó por qué Italia no se convirtió en una
poderosa nación-Estado en el siglo XIX, cuestión vinculada a su vez con el surgimiento del fascismo en el siglo
xX. Italia, a diferencia de Francia, no tiene una revolución burguesa activa, transformadora; así emerge como
una nación débil, en la que los grupos sociales dominantes “tienen la función de “dominación' sin la de
“liderazgo”: dictadura sin hegemonía”. Esta es también la problemática central que Guha define en el primer
volumen de los Estudios Subalternos. No obstante, el paralelismo entre la India e Italia, ambas “no Francias”,
se ve restringido por la existencia del colonialismo.
Lo mismo que en la obra de Gramsci, el compromiso del GES con la recuperación de la política, la cultura y
las tradiciones de resistencia subalternas no es meramente empírico sino también político. Gramsci tenía la
esperanza de descubrir, a través de una comprensión de las prácticas subalternas, un potencial para construir
el partido hegemónico que de verdad condujera. El GES también busca la reconstrucción futura de un orden
político poscolonial emancipador y hegemónico, comprendiendo mejor las prácticas subalternas.
El GES se unió en primer lugar en su crítica a los enfoques neocolonialistas, nacionalistas y marxistas
tradicionales del estudio “del pueblo”. Ya que dichas historiografías, según Guha, mostraban incapacidad para
ver y escuchar a los insurgentes subalternos tal como eran realmente. A estos historiadores aún les faltaba
investigar la política subalterna en toda su complejidad contradictoria. Debido a que todas las escuelas de la
historiografía india fueron cómplices en su fracaso de investigar las tradiciones potenciales de oposición en la
política popular india, no hubo posibilidad de construir un partido jacobino gramsciano de la izquierda. A la luz
de este análisis deductivo de la política, se imponía más la necesidad de un enfoque de ES. Una alternativa
hegemónica para el futuro tenía que construirse con lo que ya existía. Para construir este enfoque
necesitaban investigar con qué tradiciones contaban.
La recuperación de prácticas, creencias y acciones subalternas volvía necesario el uso de nuevos
documentos, pero sobre todo de nuevos métodos para interpretar los documentos antiguos. Esta tarea
compleja llevó a muchos miembros del grupo más y más hacia la semiótica, la crítica literaria y muchas formas
de análisis de textos. No obstante, al estimular la deconstrucción de los textos en términos de poder y
jerarquía y al descentrar todos los temas que emergían en los documentos, estas técnicas han cuestionado en
último término dos suposiciones centrales para el propósito político del grupo: que las prácticas subalternas
tuvieran cierta autonomía respecto de la cultura de élites y que la política subalterna tuviera una unidad y
solidaridad propias.
Esto, generó tensiones en el GES. En 1986, tal como lo resumió Hardiman, un colaborador del proyecto desde
su iniciación, la escuela estaba “situada en algo así como una encrucijada: Un camino lleva hacia la mayor
concentración en el análisis de textos y el énfasis acerca de la relatividad de todo conocimiento; otro, hacia el
estudio de la conciencia y acción subalternas a fin de promover la lucha por una sociedad socialista”. Ambas
posiciones fueron apoyadas por buenos argumentos. Los defensores del análisis de textos subrayaron el valor
de la deconstrucción, de parte del grupo, de las teorías existentes, señalando el inevitable relativismo de
semejante empresa; Los defensores de un propósito más explícitamente político, sin embargo, destacaron los
aspectos constructivos más que deconstructivos del propósito original de la escuela, la necesidad de centrarse
en la política y en las interacciones de las élites y los subalternos a través del tiempo. Si, en efecto, la Escuela
Subalterna trataba de “convertir a las clases subalternas en sujetos de su propia historia” la deconstrucción
necesariamente era una herramienta más que una meta. Guha también apoyó la necesidad de un propósito
político en último término y sugirió que esta división podría ser una fuerza más que una debilidad.
¿Pueden resolverse estas diferencias? ¿Es la resolución en una u otra dirección la meta más deseable? Para
Mallon, no.
En un ensayo publicado en 1985, Gayatri Spivak reflexionó acerca de los aspectos productivos de estas
contradicciones. Al insistir en que los subalternos poseían una acción humana positiva y podían ser sujetos
históricos pensantes y autónomos, la Escuela de Estudios Subalternos se estaba colocando a sí misma en una
posición subalterna dentro de la historiografía. No obstante, el acto mismo de hacer esto podía “reinscribirse
como una estrategia para nuestros tiempos”. Las identidades y la conciencia subalternas siempre estarán un
poco fuera de nuestro alcance, resistiendo los intentos de encajarlas dentro de una narrativa lineal. Pero los
historiadores tienen que persistir en sus esfuerzos por recuperar la subjetividad subalterna, aunque sepan que
es una tarea en último término imposible.
Por cierto, los autores de este grupo no son los únicos involucrados en semejante proyecto. Y, no todos los
autores asociados al grupo están de acuerdo acerca de lo que se ha logrado o de cuál podría ser la mejor
estrategia para el futuro. Pero al haber desarrollado, durante más de una década, un compromiso con la
combinación tentativa de método posmoderno y política radical, el GES a suministrado a los estudiosos con
preocupaciones similares, especialmente en otras partes del “Tercer Mundo”, un modelo importante para
debatir.
Una respuesta alternativa al desafío del análisis local se encuentra en la deconstrucción de las culturas y
comunidades subalternas y su rearticulación, como totalidades complejas y divididas internamente, a las
relaciones de poder regional, nacional e internacional. Este método alternativo no vuelve al concepto de
hegemonía irrelevante o anticuado. Más bien lo vuelve más flexible y estratificado. En este contexto, la
hegemonía no solo es la presencia mayor de la persuasión sobre la dominación en sistemas políticos
nacionales, sino que es también un equilibrio similar en las relaciones políticas locales y regionales. La manera
en que las sociedades particulares construyeron los sistemas políticos hegemónicos se vuelve menos una
cuestión de la burguesía, el proletariado o un partido político orgánico. Se vuelve, en su lugar, una pregunta
histórica, a contestarse mediante una confrontación compleja y nunca definitiva con las fuentes, una
confrontación hecha posible por la combinación de Gramsci y Foucault.
Quizá no sea sorprendente que en Latinoamérica los primeros esfuerzos de dedicarse a este nuevo tipo de
combinación Gramsci-Foucault, inspirados abiertamente en la obra del GES original, hayan ocurrido para el
caso del México moderno. En ambos casos, una revolución del sigló XX derrocó el viejo orden creando un
nuevo equilibrio de poder en el cual el partido que condujo la revolución se auto- denominó luego el
representante de las masas. Los intentos por parte de nuevas generaciones de intelectuales de cuestionar el
statu quo tropezaron contra los obstáculos combinados de una izquierda ortodoxa y un partido oficial todavía
poderoso. Análisis empíricos, en el nivel local, inspirados en técnicas lingúísticas y de texto, llevaron a un
cuestionamiento de los mitos revolucionarios y a los comienzos de una deconstrucción de las culturas locales
y subalternas.
La combinación de Gramsci y Foucault, tal como es practicada por el Grupo de Estudios Subalternos original
y por algunos historiadores latinoamericanos, no brinda una respuesta única, utópica y tecnocrática a los
dilemas que los estudiosos enfrentamos en la actualidad. Como lo deja en claro la obra de los investigadores
de los Estudios Subalternos y otros, es fácil privilegiar un lado de la combinación a expensas de otro y retirarse
del desafío de la contradicción entre ambas. La contradicción teórica y metodológica entre la política
hegemónica gramsciana y los regímenes foucaultianos de poder descentrado es grande y a veces puede volver
prácticamente imposible el análisis y la investigación.
Mallon: Una exploración de las contradicciones, las tensiones y los conflictos internos dentro del proyecto
subalterno me lleva un paso más allá, parcialmente a la autoreflexión. Al recorrer el territorio entre Foucault y
Gramsci me ha resultado imposible montar el caballo provisto por Jacques Derrida. Para ser justa, gran parte
de la influencia más militantemente textual y poscolonial en los Estudios Subalternos se inclina en lo que me
parece ser una dirección influida por Derrida. No basta un enfoque derivado de Derrida en el lenguaje y la
construcción de textos. Pero la tendencia entre muchos que apoyan a Derrida dentro de los enfoques
subalternos es transformar la categoría de lo subalterno.
Tal giro en la bibliografía subalterna es en particular favorable para conceptos tales como la crítica
poscolonial. La opción final que he mencionado, que a mi ver es potencialmente la más productiva,
combinaría los aspectos de Derrida y Foucault de la crítica posmoderna y los utilizaría al servicio de un
proyecto gramsciano. Pero quizá sea también la opción más peligrosa e improbable. Pero si estamos
dispuestos a aprender de las luchas de los estudiosos que nos han precedido, creo que tenemos que admitir
que puede ser el único modo de negociar los peligros que nos asechan en un proyecto intelectual
posmoderno y políticamente comprometido.