Etica Ambiental Monografia
Etica Ambiental Monografia
Etica Ambiental Monografia
ESCUELA PROFESIONAL DE
INGENERIA GEOLÓGICA
ÉTICA AMBIENTAL
(MONOGRAFÍA)
PRESENTADO POR:
AREQUIPA – PERU
2019
ÍNDICE
Introducción ................................................................................................................ 1
Capítulo I: Ética ambiental…………………………………………………………………..3
Conclusiones……………………………………………………………………….....…….18
Bibliografía………………………………………………………………………………......20
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INTRODUCCIÓN
La finalidad del presente trabajo es hacer que el público en general adquiera mayor
conciencia de las dimensiones morales respecto a las cuestiones relacionadas con el
ambiente.
Los seres humanos somos definitivamente cada vez más responsables de la Tierra
en su condición de planeta y de biosfera. Las poblaciones de las diversas naciones
están y han de estar unidas por el cuidado de nuestro planeta, lo que supone que
debemos tener conciencia de qué es lo que está ocurriendo con nuestro hogar. El
hecho de que solo las personas posean ética, no significa que sólo ellas tengan valor
para la ética. Por el contrario, sólo si respetamos la vida en la Tierra en su inmensa
biodiversidad, seremos plenamente humanos.
La teoría de la evolución propone que los seres humanos poseen un origen común
con todas las especies biológicas. En consecuencia, para la ética ambiental la Tierra
y los seres humanos no constituyen dos esferas separadas, sino una sola. La cual
debe de ser preservada, y para ello deben de crearse deberes, donde los seres
humanos pueden y deben ser considerados responsables de lo que hacen con la
Tierra: esto es irrevocable. Sólo las personas pueden asumir esta responsabilidad, no
los animales salvajes, ni las plantas, ni las especies, ni los ecosistemas. Los seres
humanos estamos adquiriendo una responsabilidad cada vez mayor por el futuro de
la Tierra. En este sentido, todo lo que los humanos valoramos está en juego en la
búsqueda de un desarrollo sostenible, en una biosfera sostenible. Aunque sea nuestra
única obligación, hemos de cuidar del mundo que nos rodea, porque es el hogar de
todos. Y está en nuestras manos qué mundo queremos dejarle a las generaciones
futuras.
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CAPITULO I
ÉTICA AMBIENTAL
La ética ambiental es una nueva subdisciplina de la filosofía que trata los problemas
éticos planteados en relación con la protección del medio ambiente. Su objetivo estriba
en brindar una justificación ética y una motivación moral a la causa de proteger el
medio ambiente global. Varios rasgos distintivos de la ética ambiental merecen
nuestra atención. En primer lugar, la ética ambiental es un concepto amplio: mientras
que la ética tradicional se ocupa principalmente de los deberes mutuos entre los seres
humanos, especialmente entre contemporáneos, la ética ambiental se extiende más
allá de la comunidad y la nación, pues atañe no sólo a todas las personas en todos
los lugares, sino también a los animales y a la naturaleza –la biosfera– tanto ahora
como en el futuro inmediato, incluyendo así a las generaciones venideras. (Yang,
2010, pág. 25a)
En tercer lugar, la ética ambiental es plural: desde el momento mismo en que fue
concebida, ha sido una disciplina en la que compiten entre sí diferentes ideas y
perspectivas. Tanto el antropocentrismo como la teoría de la liberación y los derechos
de los animales, el biocentrismo como el ecocentrismo, proporcionan justificaciones
éticas singulares y, en cierto modo, razonables para la protección del medio ambiente.
Sus enfoques son diferentes, pero sus objetivos suelen ser los mismos y ambos han
llegado a este consenso: todos tenemos la obligación de proteger al medio ambiente.
Las ideas básicas de la ética ambiental se sustentan y están contenidas en diversas
tradiciones culturales de fuerte arraigo; el pluralismo de las teorías y perspectivas
multiculturales es esencial para que la ética ambiental conserve su vitalidad. (Yang,
2010, pág. 26c)
2.1. La moral
La moral o moralidad (del latín mos, moris, ‘costumbre’ y de ahí moralis 'relativo a los
usos y costumbres') son las reglas, posicionamientos, normas o consensos por las
que se rige y juzga el comportamiento o la conducta de un ser humano en una
sociedad (normas sociales). En ese enfoque lo que forma parte del comportamiento
moral está sujeto a ciertas convenciones sociales y no forman un conjunto
universalmente compartidos. Por otra parte la mayor parte de las sociedades humanas
parecen compartir un núcleo de consensos sobre la inaceptabilidad de ciertas
conductas, ampliamente rechazadas (entre ellas la mentira ventajosa, el causar
grandes daños a personas inocentes o desvalidas, etc.) Se suele referir a la Familia,
como el lugar de donde confluyen los valores morales contemporáneos. (Habermas &
Redondo, 1991, pág. 35a)
Cada uno sabe muy bien hasta dónde llega su capacidad de decisión. No se puede
decidir la velocidad de propagación de la luz, ni el tiempo meteorológico. Algunas
cosas sencillamente ocurren. Pero otras dependen de mí en buena medida. Puedo
encender o no la luz, si llueve puedo bailar bajo la lluvia o protegerme de la misma.
Hay decisiones que pertenecen al ámbito de mi libertad, en las que puedo optar por
uno u otro curso de acción y, lo que es más importante, respecto a las cuales puedo
inventar nuevos cursos de acción. (Marcos, Ética Ambiental, 2001, pág. 13a)
2.2 La ética
La ética es una parte de la filosofía que trata acerca del bien y del mal y que se
desarrolla en continuidad con la reflexión moral. Gracias a esa continuidad la ética
tiene valor normativo. Es decir, sus conclusiones hacen que mantengamos o
modifiquemos nuestras orientaciones morales, y así debe ser. La ética no es una mera
descripción de lo que cada uno o cada sociedad considera bueno o malo. (Guariglia,
1996)
Nadie debe aceptar la obligación de llevar un velo ante la boca por el mero hecho de
que la mayor parte de sus conciudadanos la acepte. La ética tiene que ver con los
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sentimientos y las emociones, pero no se reduce a eso, tiene también una base
racional. Se puede argumentar acerca del bien y del mal de nuestras acciones y
también de nuestros criterios morales. De esto se ocupa la ética, de la base racional
de la moral. (Gonzales, 2016, pág. 9 a)
Y, por último -aunque quizá sea lo más importante-, la ética es una disciplina práctica:
según afirma Aristóteles en Ética a Nicómaco, estudiamos ética porque queremos
hacernos mejores, no por un puro interés teórico. (Gonzales, 2016, pág. 10b)
que tenemos que hacer es aplicarlos a los casos concretos en los que se dirimen
problemas ambientales. Esta imagen de la ética induce a confusión. Los tales
principios, cuando los hay, son fruto de la experiencia moral surgida de la acción
concreta en circunstancias concretas. (Marcos, Ética Ambiental, 2001, pág. 18b).
La ética ambiental tiene su origen en el año 1968, cuando Raquel Carson comenzaba
una revolución en el pensamiento, debido a su libro “La primavera silenciosa”, en
donde acusaba del deterioro ambiental al poder ilimitado del ser humano. La creencia
de que lo que el hombre decidía era lo mejor, por haber sido fruto de una voluntad
libérrima, daba primacía absoluta a su acción sobre la naturaleza. (Martínez de
Anguita, Martín, & Acosta, 2004, pág. 1a)
La postura de la iglesia católica, así como la de los gobiernos y otras instituciones con
respecto a temas ambientales no fue manifestada hasta que se comenzaron a ver los
problemas medioambientales alrededor del mundo. Esto sucedió en los años setenta,
al observarse la limitación de los recursos y la degradación ambiental causada por el
hombre. En el Catecismo de la Iglesia Católica (1992) se aclaran ciertos aspectos de
la doctrina ambiental de la Iglesia: “La belleza del universo: el orden y la armonía del
mundo creado derivan de la diversidad de los seres y de las relaciones que entre ellos
existen. El hombre las descubre progresivamente como leyes de la naturaleza que
causan la admiración de los sabios. La belleza de la creación refleja la infinita belleza
del Creador. Debe inspirar el respeto y la sumisión de la inteligencia del hombre y de
su voluntad” (n.341). Más tarde, la respuesta religiosa se haría sentir más
profundamente con el magisterio de Juan Pablo II. (Martínez de Anguita, Martín, &
Acosta, 2004, pág. 6c)
Los criterios más claros con respecto a la ética ambiental han surgido en el pontificado
de Juan Pablo II, le ha tocado vivir de lleno el debate ambiental y es reconocido por
todos que no lo ha dejado escapar. Ha hecho alusión a este tema en varias encíclicas,
jornadas mundiales, alocuciones al Cuerpo Diplomático y a organismos
internacionales. En junio de 1999 el Papa en la homilía celebrada en Zamosc (Polonia)
aclaró de nuevo el debate, afirmando que la causa del deterioro ambiental es la falta
de respeto a las leyes de la naturaleza y la pérdida del sentido del valor de la vida.
(Martínez de Anguita, Martín, & Acosta, 2004, pág. 7d)
Los límites de la ecología abarca el hábitat de los distintos seres vivos, y también se
extiende a “toda la vida” (Evangelium vitae n.42). “Por consiguiente, no está en juego
sólo una ecología ‘física’, atenta a tutelar el hábitat de los diversos seres vivos, sino
también una ecología ‘humana’, que haga más digna la existencia de las criaturas,
protegiendo el bien radical de la vida en todas sus manifestaciones y preparando a las
futuras generaciones un ambiente que se acerque más al proyecto del Creador” (Juan
Pablo II, 2010).
Todo basta con darnos cuenta de que los daños infligidos por la mano del hombre a
la naturaleza no comenzaron ayer, ni son exclusivas de nuestro tiempo.
Entonces podríamos preguntarnos por qué hace falta una teoría ética, ¿no es
suficiente con nuestras intuiciones y sentimientos? Lo cierto es que no podemos, ni
debemos, prescindir de los mismos pero sin una discusión racional no se podrían
decidir correctamente los problemas básicos de legitimidad ni los conflictos. Las
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políticas de medio ambiente buscan mantener un medio limpio y utilizable para las
personas, preservar algunos espacios naturales y proteger la biodiversidad. La
legitimidad política del primero de los objetivos aparece con mayor claridad que la del
resto, pues siempre puede haber quien se pregunte por qué ha de pagar impuestos o
aceptar restricciones a favor de la diversidad. Además, estos tres objetivos pueden
entrar en conflicto y amenazarse mutuamente, de manera que a veces tendremos que
decidir entre uno u otro: para mantener la diversidad o la limpieza puede hacer falta
intervención humana, con lo cual se reduce el carácter natural de un entorno; la
construcción de una presa para producir energía más limpia puede amenazar la
diversidad de la vida en el río (este es un caso real que llegó incluso a los tribunales
americanos y se conoce como el caso TVA v. Hill) ¿Cómo elegimos en esto casos,
con qué criterios? ¿La naturaleza y los seres naturales tienen un valor en sí, en el que
se basa nuestra obligación moral para con ellos, o todo se reduce a su utilidad para el
ser humano? ¿Cuáles tienen más valor y por qué, y cómo se puede comparar ese
valor con el bienestar de los humanos cuando hay que conciliar ambos? ¿Qué sucede
cuando el interés de la especie se opone al de ciertos individuos? Por ejemplo, para
que puedan vivir los elefantes a veces hay que eliminar a algunos elefantes. ¿Qué
vale más un individuo con mayor valor intrínseco (por ejemplo, un primate) o un
viviente que pertenezca a una especie en peligro de extinción? ¿Bajo qué criterios se
debe decidir el conflicto entre los intereses de distintas generaciones? Todas estas
cuestiones difícilmente se pueden abordar sólo con nuestras intuiciones morales y
buenos sentimientos (aunque evidentemente sin ellos tampoco podemos resolverlas).
(Marcos, Ética Ambiental, 1999, págs. 33-34a)
milenio: la madera era el principal combustible, tanto para el hogar como para la
industria del vidrio y del hierro, las viviendas se construían con madera, así como los
barcos. Para poder ver la magnitud del uso descontrolado de la madera tenemos el
ejemplo de la construcción del castillo de Windsor, en Inglaterra, a mediados del siglo
XIV, donde se talaron del orden de 3.900 árboles, todo un bosque. Para conseguir 50
kg. de hierro se quemaban 25 m3 de buena madera.
En 40 días de labor, -nos informa Gimpel- una sola carbonera podía desmontar un
bosque en un radio de un kilómetro. En 1300, los bosques de Francia cubrían 13
millones de hectáreas, es decir, sólo un millón de hectáreas menos que en nuestra
época. (Gimpel, 1981, pág. 67)
No obstante a pesar de hablar del tema de contaminación como uno solo existen
diferencias en cuanto a la magnitud y globalidad de los problemas, y también en
cuanto a la conciencia de cada época. Esto porque si nos ponemos a analizar la
tecnología que tenemos hoy comparada con la del pasado, podemos decir que
tenemos la ventaja de poder remediar el mal, pero ya es otro el asunto de querer
hacerlo.
Además que la contaminación del pasado era por decirlo más local, es decir que se
limitaba a ciertas ciudades, en cambio en el presente la contaminación es un problema
global, que involucra a países del primer y tercer mundo. Así pues, podemos
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La ética ambiental existe desde hace al menos veinte años, cuando la producción de
escritos sobre estos temas era ya tan importante que empezaron a surgir revistas
internacionales especializadas, como Environmental Ethics. Así pues, aquí no intento
demostrar que la ética ambiental es posible, sino mostrar cómo ha sido posible.
Puestos a resumir, podríamos decirlo así: el fin de los tiempos modernos ha hecho
posible la ética ambiental. Es una disciplina postmoderna. Más aun, la conciencia
ecológica es una de las señas de identidad del mundo actual. (Marcos, Ética
Ambiental, 2001, pág. 48c)
Debido a que no podemos marcar exactamente el inicio del modernismo, porque este
supone un cambio social, científico, filosófico, religioso, ecológico, y modificación en
la mentalidad de las personas que ha ido cambiando progresivamente. Sin embargo
sí podemos mencionar algunas características de la modernidad que son
incompatibles con la ética ambiental.
humano con el resto de los seres, especialmente los vivientes, no mueve a nadie. Y
en el otro extremo, el refugio en la actitud sentimental, resulta sobre todo un peligro
incalculable para la vida en sociedad. La ética ambiental depende de la superación de
esta esquizofrenia del hombre moderno. (Marcos, Ética Ambiental, 2001, pág. 49d)
En palabras de Aldo Leopold: "La evolución de una ética de la tierra es un proceso
intelectual tanto como emocional" (Leopold, 1999).
Así pues, la ética ambiental es una disciplina postmoderna, sí, pero sería erróneo
plantearla en clave antimoderna. No olvidemos que la modernidad nos ha dado
mucho. Nos ha dado una buena parte de lo que se requiere para hacer ética ambiental.
Nos ha dado los valores establecidos por el kantismo práctico, por las sucesivas
declaraciones de derechos humanos, desde la seminal Declaración de los Derechos
del Hombre y del Ciudadano, o por constituciones ejemplares y admirables, como la
americana o la española de 1812. No debería plantearse en clave antimoderna porque
no es bueno el desprecio hacia el pasado; no se debe pagar a los modernos con la
misma moneda con que ellos pagaron a los medievales, ni cancelar una era con el
único argumento de que ya no está de moda. No, porque las épocas no se suceden
oponiéndose. El abandono del historicismo moderno -en gran medida gracias a
Popper- es precisamente lo que nos permite hoy tener en cuenta todavía lo moderno,
sin buscar el contraste entre el pasado y el presente como noche y día, contraste que
tanto gustaba a los renacentistas, a los ilustrados y a Hegel. Quienes no despreciamos
la tradición podemos integrar lo mejor de lo moderno en algo que no debe reputarse
como absolutamente nuevo o nacido de la nada. Podemos reconocer sin reservas que
los modernos nos han dado el estado-nación, que ha sido en el pasado una magnífica
herramienta para la superación del tribalismo, y que todavía puede ser útil en la
transición hacia unidades políticas mayores. A ellos hay que agradecer las
condiciones sociales en que ha nacido la legitimidad democrática y las sociedades
más prósperas, con mejores oportunidades para sus ciudadanos y en las que se ha
podido expresar la propia queja ecologista. Del espíritu moderno proceden los grandes
avances en el conocimiento de la naturaleza, en biomedicina, en comunicación
humana y transporte, y con ello en el conocimiento mutuo de los humanos... (Marcos,
Ética Ambiental, 2001, pág. 57e)
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8. DESARROLLO SOSTENIBLE
Según Aristóteles, una persona virtuosa es aquella que cultiva rasgos positivos de
carácter que la hacen actuar en armonía con la razón. El reto de la ética ambiental
consiste en educar a las personas para que cultiven buenos sentimientos que, al
mismo tiempo, sean acordes con la razón, de modo que esto los conduzca
naturalmente a actuar con justicia. Los sentimientos egoístas y las motivaciones
interesadas deben ceder paso a un sentido de solidaridad con la humanidad, incluidas
las generaciones futuras. Las visiones miopes deben subordinarse a una visión de
futuro que tenga en cuenta el impacto de las decisiones de hoy en la posteridad. Para
Aristóteles, la ética y la política son inseparables y, de hecho, él creía que la ética
concernía a todos los ciudadanos, de los que se esperaba una vida racional y
responsable como miembros de la comunidad política o polis. De esta manera, el
éxito, la prosperidad y la armonía de la vida comunal en la polis dependían de la
calidad de la vida moral de todos y cada uno de los ciudadanos. La ética ambiental es
una disciplina práctica porque su principal objetivo consiste en educar a los
ciudadanos de hoy para que cuiden la naturaleza, indispensable para la vida de las
generaciones presentes y futuras que forman colectivamente la comunidad humana.
La calidad de la vida ambiental de las generaciones futuras depende de la educación
moral de las generaciones que las han precedido. (Agius, 2010, pág. 99b)
la vida. Muy pronto, se constató que la eficiencia económica nos obligaba a tomar en
cuenta estos costos ambientales antes encubiertos y esto, a su vez, hizo pensar que
todas las propuestas sobre políticas y desarrollo debían someterse a la prueba de la
“sostenibilidad”. En segundo lugar, apareció la convicción de que el desarrollo sin
restricciones no podía defenderse moralmente. El problema no se plantearía en un
mundo donde se supusiera que los recursos naturales son ilimitados pero, en cuanto
se afirmó la idea de los límites biológicos y ecológicos, y de que el nicho humano no
puede seguir expandiéndose indefinidamente, se planteó la cuestión de saber cómo
debemos cumplir nuestras responsabilidades hacia las generaciones futuras.
(Holland, 2010, pág. 129a)
CONCLUSIONES
Primera: La ética ambiental trata acerca de los problemas morales relacionados con
el medio ambiente. Está tomando mayor relevancia, ya que en los últimos tiempos
vemos como el cambio climático y la contaminación van en aumento.
ideológicas. Y para lograr este desarrollo sostenible es necesario tener una educación
en la cual la generación de ahora piense en las del futuro.
BIBLIOGRAFÍA
- Agius, E., (2010). Ética ambiental: hacia una perspectiva intergeneracional. En Henk
A. M. J. (Ed.) Ética ambiental y políticas internacionales (pp. 97-126). París.
Ediciones UNESCO.
- Attfield, R., (2010). La ética ambiental y la sostenibilidad global. En Henk A. M. J.
(Ed.) Ética ambiental y políticas internacionales (pp. 75-96). París. Ediciones
UNESCO.
- Gonzales, C. A. (2016). Ética Ambiental. Lima.
- Guariglia, O. N. (1996). Moralidad: ética universalista y sujeto moral. Buenos Aires:
Fondo de Cultura Económica.
- Habermas, J., & Redondo, M. J. (1991). Escritos sobre moralidad y eticidad.
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- Holland, A., (2010). ¿Habrá que renunciar a la ética ambiental? En Henk A. M. J.
(Ed.) Ética ambiental y políticas internacionales (pp. 127-154). París. Ediciones
UNESCO.
- Jean Gimpel: La revolución industrial en la Edad Media. Taurus, Madrid, 1981. Pág.
67.
- JUAN PABLO II, 1989, Paz con Dios Creador, paz con toda la creación, Mensaje
para la jornada mundial de la paz.
- JUAN PABLO II, 1990, Mensaje para la celebración de la Jornada Mundial de la Paz,
1 de enero, n.15.