Etica Ambiental Monografia

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN AGUSTÍN

FACULTAD DE GEOLOGÍA, GEOFÍSICA Y MINAS

ESCUELA PROFESIONAL DE
INGENERIA GEOLÓGICA

RESPONSABILIDAD SOCIAL Y ÉTICA

ÉTICA AMBIENTAL
(MONOGRAFÍA)

PRESENTADO POR:

APAZA CAHUANA JULISSA ROSARIO

DOCENTE: MSc. RUTH MERY OCHOA AMÉSQUITA

AREQUIPA – PERU
2019
ÍNDICE

Introducción ................................................................................................................ 1
Capítulo I: Ética ambiental…………………………………………………………………..3

1. Concepto de ética ambiental................................................................................ 3


2. Origen del concepto: ............................................................................................ 5
2.1 La moral ............................................................................................................ 5
2.2 La ética .............................................................................................................. 5
2.3 De la moral a la ética......................................................................................... 6
2.4 De la ética a la ética ambiental.......................................................................... 6
3. El origen de la ética ambiental ............................................................................. 7
4. Aporte de la iglesia católica a la ética ambiental ................................................. 8
5. La necesidad de una ética ambiental ................................................................... 9
6. ¿Ética incompatible con la modernidad? ........................................................... 12
7. Problemas actuales de la ética ambiental…………………………………………..14
8. Desarrollo sostenible…………………………………………………………….........14
8.2 Educación para la sostenibilidad…………………….......................................16
8.2 Economía y desarrollo sostenible……………….............................................16

Conclusiones……………………………………………………………………….....…….18
Bibliografía………………………………………………………………………………......20
1

INTRODUCCIÓN

La finalidad del presente trabajo es hacer que el público en general adquiera mayor
conciencia de las dimensiones morales respecto a las cuestiones relacionadas con el
ambiente.

Los seres humanos somos definitivamente cada vez más responsables de la Tierra
en su condición de planeta y de biosfera. Las poblaciones de las diversas naciones
están y han de estar unidas por el cuidado de nuestro planeta, lo que supone que
debemos tener conciencia de qué es lo que está ocurriendo con nuestro hogar. El
hecho de que solo las personas posean ética, no significa que sólo ellas tengan valor
para la ética. Por el contrario, sólo si respetamos la vida en la Tierra en su inmensa
biodiversidad, seremos plenamente humanos.

La ética ambiental representa una respuesta ideal para la conservación biológica,


puesto que los orígenes de la crisis ambiental actual radican en el modo de relación
establecido por la sociedad industrial con el mundo natural. Por lo tanto, la ética
ambiental concierne tanto a las sociedades humanas como a la naturaleza y procura
el bienestar de ambas.

La teoría de la evolución propone que los seres humanos poseen un origen común
con todas las especies biológicas. En consecuencia, para la ética ambiental la Tierra
y los seres humanos no constituyen dos esferas separadas, sino una sola. La cual
debe de ser preservada, y para ello deben de crearse deberes, donde los seres
humanos pueden y deben ser considerados responsables de lo que hacen con la
Tierra: esto es irrevocable. Sólo las personas pueden asumir esta responsabilidad, no
los animales salvajes, ni las plantas, ni las especies, ni los ecosistemas. Los seres
humanos estamos adquiriendo una responsabilidad cada vez mayor por el futuro de
la Tierra. En este sentido, todo lo que los humanos valoramos está en juego en la
búsqueda de un desarrollo sostenible, en una biosfera sostenible. Aunque sea nuestra
única obligación, hemos de cuidar del mundo que nos rodea, porque es el hogar de
todos. Y está en nuestras manos qué mundo queremos dejarle a las generaciones
futuras.
2

La presente monografía, es un trabajo de compilación, que se ha desarrollado


atendiendo a las actividades programadas en el curso de Responsabilidad y Ética,
que se está llevando en el décimo ciclo de la carrera de Ingeniería Geológica. Está
estructurado en tres partes: Introducción, Cuerpo y Conclusiones.
3

CAPITULO I

ÉTICA AMBIENTAL

1. CONCEPTO DE ÉTICA AMBIENTAL

La ética ambiental o ética medioambiental es la parte de la filosofía y la ética aplicada


que considera las relaciones éticas entre los seres humanos y el ambiente natural o
medioambiente. Ejerce influencia en una larga lista de disciplinas como el Derecho,
sociología, economía, ecología, geografía, etc. En su campo incluye la estética de la
naturaleza y otras ramas de la investigación filosófica (epistemología, metafísica,
axiología, etc.) (Nalini, 2010)

La ética ambiental es una nueva subdisciplina de la filosofía que trata los problemas
éticos planteados en relación con la protección del medio ambiente. Su objetivo estriba
en brindar una justificación ética y una motivación moral a la causa de proteger el
medio ambiente global. Varios rasgos distintivos de la ética ambiental merecen
nuestra atención. En primer lugar, la ética ambiental es un concepto amplio: mientras
que la ética tradicional se ocupa principalmente de los deberes mutuos entre los seres
humanos, especialmente entre contemporáneos, la ética ambiental se extiende más
allá de la comunidad y la nación, pues atañe no sólo a todas las personas en todos
los lugares, sino también a los animales y a la naturaleza –la biosfera– tanto ahora
como en el futuro inmediato, incluyendo así a las generaciones venideras. (Yang,
2010, pág. 25a)

En segundo lugar, la ética ambiental es interdisciplinaria: existen muchas


coincidencias entre las preocupaciones y las áreas de consenso de la ética, de la
política, de la economía, de las ciencias y de los estudios sobre el medio ambiente.
Las perspectivas y metodologías propias de estas disciplinas constituyen una
importante inspiración para la ética ambiental, y ésta, a su vez, ofrece fundamentos
axiológicos para esas disciplinas. De esta manera, ambas partes se fortalecen, se
influyen y se apoyan mutuamente. (Yang, 2010, pág. 26b)
4

En tercer lugar, la ética ambiental es plural: desde el momento mismo en que fue
concebida, ha sido una disciplina en la que compiten entre sí diferentes ideas y
perspectivas. Tanto el antropocentrismo como la teoría de la liberación y los derechos
de los animales, el biocentrismo como el ecocentrismo, proporcionan justificaciones
éticas singulares y, en cierto modo, razonables para la protección del medio ambiente.
Sus enfoques son diferentes, pero sus objetivos suelen ser los mismos y ambos han
llegado a este consenso: todos tenemos la obligación de proteger al medio ambiente.
Las ideas básicas de la ética ambiental se sustentan y están contenidas en diversas
tradiciones culturales de fuerte arraigo; el pluralismo de las teorías y perspectivas
multiculturales es esencial para que la ética ambiental conserve su vitalidad. (Yang,
2010, pág. 26c)

En cuarto lugar, la ética ambiental es global. La crisis ecológica es un problema


planetario: la contaminación del entorno no respeta fronteras nacionales y ningún país
puede abordar por sí sólo este problema. Para hacer frente a la crisis ambiental global
los seres humanos deben llegar a un consenso de valor y cooperar entre sí a nivel
personal, nacional, regional, multinacional y mundial. La protección global del
ambiente requiere una administración global y, por consiguiente, la ética ambiental
será por esencia una ética global con una perspectiva global. (Yang, 2010, pág. 26d)
En quinto lugar, la ética ambiental es revolucionaria. En el plano de las ideas, ésta
impugna el antropocentrismo dominante y profundamente enraizado de la ética
general moderna y hace extensivas nuestras obligaciones a las generaciones futuras
y a seres no humanos. A nivel práctico, la ética ambiental hace una crítica vigorosa
del materialismo, del hedonismo y del consumismo que caracterizan al capitalismo
moderno, y reclama, en cambio, un estilo de vida “verde”, en armonía con la
naturaleza. La ética ambiental intenta encontrar un sistema económico que contemple
los límites de la Tierra y las exigencias de la calidad de la vida. En el terreno político,
propugna un orden económico y político internacional más equitativo, basado en los
principios de la democracia, la justicia global y los derechos humanos universales. Es
favorable al pacifismo. (Yang, 2010, págs. 26-27 e)
5

2. ORIGEN DEL CONCEPTO:

2.1. La moral

La moral o moralidad (del latín mos, moris, ‘costumbre’ y de ahí moralis 'relativo a los
usos y costumbres') son las reglas, posicionamientos, normas o consensos por las
que se rige y juzga el comportamiento o la conducta de un ser humano en una
sociedad (normas sociales). En ese enfoque lo que forma parte del comportamiento
moral está sujeto a ciertas convenciones sociales y no forman un conjunto
universalmente compartidos. Por otra parte la mayor parte de las sociedades humanas
parecen compartir un núcleo de consensos sobre la inaceptabilidad de ciertas
conductas, ampliamente rechazadas (entre ellas la mentira ventajosa, el causar
grandes daños a personas inocentes o desvalidas, etc.) Se suele referir a la Familia,
como el lugar de donde confluyen los valores morales contemporáneos. (Habermas &
Redondo, 1991, pág. 35a)

Cada uno sabe muy bien hasta dónde llega su capacidad de decisión. No se puede
decidir la velocidad de propagación de la luz, ni el tiempo meteorológico. Algunas
cosas sencillamente ocurren. Pero otras dependen de mí en buena medida. Puedo
encender o no la luz, si llueve puedo bailar bajo la lluvia o protegerme de la misma.
Hay decisiones que pertenecen al ámbito de mi libertad, en las que puedo optar por
uno u otro curso de acción y, lo que es más importante, respecto a las cuales puedo
inventar nuevos cursos de acción. (Marcos, Ética Ambiental, 2001, pág. 13a)

2.2 La ética

La ética es una parte de la filosofía que trata acerca del bien y del mal y que se
desarrolla en continuidad con la reflexión moral. Gracias a esa continuidad la ética
tiene valor normativo. Es decir, sus conclusiones hacen que mantengamos o
modifiquemos nuestras orientaciones morales, y así debe ser. La ética no es una mera
descripción de lo que cada uno o cada sociedad considera bueno o malo. (Guariglia,
1996)

Nadie debe aceptar la obligación de llevar un velo ante la boca por el mero hecho de
que la mayor parte de sus conciudadanos la acepte. La ética tiene que ver con los
6

sentimientos y las emociones, pero no se reduce a eso, tiene también una base
racional. Se puede argumentar acerca del bien y del mal de nuestras acciones y
también de nuestros criterios morales. De esto se ocupa la ética, de la base racional
de la moral. (Gonzales, 2016, pág. 9 a)

Y, por último -aunque quizá sea lo más importante-, la ética es una disciplina práctica:
según afirma Aristóteles en Ética a Nicómaco, estudiamos ética porque queremos
hacernos mejores, no por un puro interés teórico. (Gonzales, 2016, pág. 10b)

2.3. De la moral a la ética

Se dice que un comportamiento es moralmente aceptable cuando se ajusta


satisfactoriamente a lo prescrito por un conjunto de normas o bien llamado un código
moral. De esto se puede deducir el carácter fundamental de la moral: la imposición.
La norma moral obliga un comportamiento al individuo, cuya desobediencia implica
una desvalorización moral, y su obediencia un enriquecimiento. De otro lado, la ética
pretende dar explicación de las normas morales. Su origen social e histórico, su
validez y fundamentación dentro de un sistema filosófico o religioso. Entonces la ética
será la teoría explicativa de la moral. Como no existe una moral universalmente
aceptada, será la ética quien compare y explique los diferentes factores sociales o
religiosos que dieron lugar a distintos sistemas morales. (Habermas & Redondo, 1991,
pág. 40b)

2.4. De la ética a la ética ambiental

La idea de que la ética ambiental es sencillamente ética aplicada es errónea. Para


empezar porque la ética se construye desde abajo hacia arriba, desde la experiencia
moral hacia los principios más abstractos, y no al revés. La palabra "ética" procede el
griego (ethos), que significaba en principio morada y más tarde costumbre o carácter.
La palabra "moral" viene del latín (mos, moris) y quiere decir prácticamente lo mismo,
también está relacionada con la morada y con la costumbre. Pues bien, la moral, como
la morada, no se puede empezar por el tejado, como sugiere la idea de ética aplicada.
Considerando la ética ambiental como ética aplicada damos a entender que ya
disponemos de unos principios éticos generales, de validez universal y que lo único
7

que tenemos que hacer es aplicarlos a los casos concretos en los que se dirimen
problemas ambientales. Esta imagen de la ética induce a confusión. Los tales
principios, cuando los hay, son fruto de la experiencia moral surgida de la acción
concreta en circunstancias concretas. (Marcos, Ética Ambiental, 2001, pág. 18b).

3. EL ORIGEN DE LA ÉTICA AMBIENTAL

La ética ambiental tiene su origen en el año 1968, cuando Raquel Carson comenzaba
una revolución en el pensamiento, debido a su libro “La primavera silenciosa”, en
donde acusaba del deterioro ambiental al poder ilimitado del ser humano. La creencia
de que lo que el hombre decidía era lo mejor, por haber sido fruto de una voluntad
libérrima, daba primacía absoluta a su acción sobre la naturaleza. (Martínez de
Anguita, Martín, & Acosta, 2004, pág. 1a)

Surgieron con gran fuerza numerosos grupos ecologistas que adoptaron un


pensamiento que responde al nombre de ”ecología profunda” o Deep Ecology descrito
por primera vez por Arme Naess en un artículo publicado por la revista Inquiry y
titulado “The Shallow and the Deep, Long Range Ecology Movement”.
Los principios que proponía este movimiento (Naess 1984) pueden ser resumidos en
ocho grandes puntos:
1) La vida de los seres no humanos es un valor en sí.
2) La riqueza y la diversidad de estas formas de vida son también valores en sí.
3) Los seres humanos no pueden intervenir de manera destructiva en la vida.
4) La intervención humana actual es eminentemente excesiva.
5) Las reglas de juego deben ser radicalmente modificadas.
6) Esta modificación radical debe hacerse tanto a nivel de las estructuras económicas
como de las estructuras ideológicas y culturales.
7) Anivel ideológico, el cambio principal consiste en apreciar más la calidad de la vida
que el goce de los bienes materiales.
8) Las personas que acepten estos principios tienen la obligación de contribuir, directa
o indirectamente a la realización de los cambios fundamentales que aquellos implican.
(Martínez de Anguita, Martín, & Acosta, 2004, pág. 1b)
8

4. APORTE DE LA IGLESIA CATÓLICA A LA ÉTICA AMBIENTAL

La postura de la iglesia católica, así como la de los gobiernos y otras instituciones con
respecto a temas ambientales no fue manifestada hasta que se comenzaron a ver los
problemas medioambientales alrededor del mundo. Esto sucedió en los años setenta,
al observarse la limitación de los recursos y la degradación ambiental causada por el
hombre. En el Catecismo de la Iglesia Católica (1992) se aclaran ciertos aspectos de
la doctrina ambiental de la Iglesia: “La belleza del universo: el orden y la armonía del
mundo creado derivan de la diversidad de los seres y de las relaciones que entre ellos
existen. El hombre las descubre progresivamente como leyes de la naturaleza que
causan la admiración de los sabios. La belleza de la creación refleja la infinita belleza
del Creador. Debe inspirar el respeto y la sumisión de la inteligencia del hombre y de
su voluntad” (n.341). Más tarde, la respuesta religiosa se haría sentir más
profundamente con el magisterio de Juan Pablo II. (Martínez de Anguita, Martín, &
Acosta, 2004, pág. 6c)

Los criterios más claros con respecto a la ética ambiental han surgido en el pontificado
de Juan Pablo II, le ha tocado vivir de lleno el debate ambiental y es reconocido por
todos que no lo ha dejado escapar. Ha hecho alusión a este tema en varias encíclicas,
jornadas mundiales, alocuciones al Cuerpo Diplomático y a organismos
internacionales. En junio de 1999 el Papa en la homilía celebrada en Zamosc (Polonia)
aclaró de nuevo el debate, afirmando que la causa del deterioro ambiental es la falta
de respeto a las leyes de la naturaleza y la pérdida del sentido del valor de la vida.
(Martínez de Anguita, Martín, & Acosta, 2004, pág. 7d)

En el mensaje para la celebración de la Jornada Mundial de la Paz, el 1 de enero de


1990, Juan Pablo II hizo una alusión directa a la ética medioambiental: “Ante el
extendido deterioro ambiental, la humanidad se da cuenta de que no se puede seguir
usando los bienes de la tierra como en el pasado. La opinión pública y los
responsables políticos están preocupados por ello, y los estudiosos de las más
variadas disciplinas examinan sus causas. Se está formando así una conciencia
ecológica que no debe ser obstaculizada, sino más bien favorecida, de manera que
se desarrolle y madure encontrando una adecuada expresión en programas e
iniciativas concretas.
9

“No pocos valores éticos, de importancia fundamental para el desarrollo de una


sociedad pacífica, tienen una relación directa con la cuestión ambiental. La
interdependencia de los muchos desafíos que el mundo debe afrontar, confirma la
necesidad de soluciones coordinadas, basadas en una coherente visión moral del
mundo” (Cfr. Introducción). De este modo es que hace un llamado universal para
tomar conciencia del problema que atravesamos y establecer vínculos para las
soluciones que se puedan tomar. No solo se trata de vivir el presente, sino más bien
pensar en las futuras generaciones. “en el universo existe un orden que debe
respetarse; la persona humana, dotada de la posibilidad de libre elección, tiene una
grave responsabilidad en la conservación de este orden, incluso con miras al bienestar
de las futuras generaciones. La crisis ecológica repito una vez más- es un problema
moral” (Juan Pablo II, 1990)

Los límites de la ecología abarca el hábitat de los distintos seres vivos, y también se
extiende a “toda la vida” (Evangelium vitae n.42). “Por consiguiente, no está en juego
sólo una ecología ‘física’, atenta a tutelar el hábitat de los diversos seres vivos, sino
también una ecología ‘humana’, que haga más digna la existencia de las criaturas,
protegiendo el bien radical de la vida en todas sus manifestaciones y preparando a las
futuras generaciones un ambiente que se acerque más al proyecto del Creador” (Juan
Pablo II, 2010).

La nueva perspectiva mostrada por Juan Pablo II ha abierto un nuevo enfoque al


debate ético ambiental, donde cómo es que debemos observar la naturaleza sin
separarla del hombre, para que haya una plena comunión con el creador.

5. LA NECESIDAD DE UNA ÉTICA AMBIENTAL

Todo basta con darnos cuenta de que los daños infligidos por la mano del hombre a
la naturaleza no comenzaron ayer, ni son exclusivas de nuestro tiempo.
Entonces podríamos preguntarnos por qué hace falta una teoría ética, ¿no es
suficiente con nuestras intuiciones y sentimientos? Lo cierto es que no podemos, ni
debemos, prescindir de los mismos pero sin una discusión racional no se podrían
decidir correctamente los problemas básicos de legitimidad ni los conflictos. Las
10

políticas de medio ambiente buscan mantener un medio limpio y utilizable para las
personas, preservar algunos espacios naturales y proteger la biodiversidad. La
legitimidad política del primero de los objetivos aparece con mayor claridad que la del
resto, pues siempre puede haber quien se pregunte por qué ha de pagar impuestos o
aceptar restricciones a favor de la diversidad. Además, estos tres objetivos pueden
entrar en conflicto y amenazarse mutuamente, de manera que a veces tendremos que
decidir entre uno u otro: para mantener la diversidad o la limpieza puede hacer falta
intervención humana, con lo cual se reduce el carácter natural de un entorno; la
construcción de una presa para producir energía más limpia puede amenazar la
diversidad de la vida en el río (este es un caso real que llegó incluso a los tribunales
americanos y se conoce como el caso TVA v. Hill) ¿Cómo elegimos en esto casos,
con qué criterios? ¿La naturaleza y los seres naturales tienen un valor en sí, en el que
se basa nuestra obligación moral para con ellos, o todo se reduce a su utilidad para el
ser humano? ¿Cuáles tienen más valor y por qué, y cómo se puede comparar ese
valor con el bienestar de los humanos cuando hay que conciliar ambos? ¿Qué sucede
cuando el interés de la especie se opone al de ciertos individuos? Por ejemplo, para
que puedan vivir los elefantes a veces hay que eliminar a algunos elefantes. ¿Qué
vale más un individuo con mayor valor intrínseco (por ejemplo, un primate) o un
viviente que pertenezca a una especie en peligro de extinción? ¿Bajo qué criterios se
debe decidir el conflicto entre los intereses de distintas generaciones? Todas estas
cuestiones difícilmente se pueden abordar sólo con nuestras intuiciones morales y
buenos sentimientos (aunque evidentemente sin ellos tampoco podemos resolverlas).
(Marcos, Ética Ambiental, 1999, págs. 33-34a)

En general, algunos de las problemas ambientales propios de las aglomeraciones


urbanas y de los monocultivos empezaron a insinuarse hace más de tres milenios,
con el desarrollo de civilizaciones agrícolas en los valles de algunos grandes ríos. En
minería del mismo modo, ya que siempre han producido problemas paisajísticos y de
contaminación de las aguas, ya sean unas en mayor grado que otras.

Un ejemplo es la contaminación que se produjo debido a la producción de carbón


vegetal, la cual destruyo enormes áreas de bosque en la Europa medieval. Jean
Gimpel, en su libro La revolución industrial en la Edad Media, ofrece datos muy
interesantes sobre la deforestación europea en los primeros siglos del segundo
11

milenio: la madera era el principal combustible, tanto para el hogar como para la
industria del vidrio y del hierro, las viviendas se construían con madera, así como los
barcos. Para poder ver la magnitud del uso descontrolado de la madera tenemos el
ejemplo de la construcción del castillo de Windsor, en Inglaterra, a mediados del siglo
XIV, donde se talaron del orden de 3.900 árboles, todo un bosque. Para conseguir 50
kg. de hierro se quemaban 25 m3 de buena madera.

En 40 días de labor, -nos informa Gimpel- una sola carbonera podía desmontar un
bosque en un radio de un kilómetro. En 1300, los bosques de Francia cubrían 13
millones de hectáreas, es decir, sólo un millón de hectáreas menos que en nuestra
época. (Gimpel, 1981, pág. 67)

Como consecuencia de la gran demanda y uso masivo de la madera como


combustible, se dio su alza de precio en el mercado. Otra consecuencia fue que
empezaron a oírse voces de protesta en contra de la destrucción masiva de los
bosques, e incluso en algunos lugares se reglamentó el uso de la madera.

Poco después el carbón mineral comenzó a sustituir a la madera. Y lo que suponía


una solución solo fue un mal peor, pues los primeros usos del carbón mineral “carbón
de mar” como lo llamaban los ingleses provocaban humos tóxicos y malolientes, ya
que eran de mala calidad. Por consiguiente es en esta etapa donde se produjo un gran
problema de contaminación atmosférica. Londres fue la primera ciudad que conoció
una contaminación atmosférica seria de origen industrial, ya en el siglo XIII.

No obstante a pesar de hablar del tema de contaminación como uno solo existen
diferencias en cuanto a la magnitud y globalidad de los problemas, y también en
cuanto a la conciencia de cada época. Esto porque si nos ponemos a analizar la
tecnología que tenemos hoy comparada con la del pasado, podemos decir que
tenemos la ventaja de poder remediar el mal, pero ya es otro el asunto de querer
hacerlo.

Además que la contaminación del pasado era por decirlo más local, es decir que se
limitaba a ciertas ciudades, en cambio en el presente la contaminación es un problema
global, que involucra a países del primer y tercer mundo. Así pues, podemos
12

preguntarnos como es que el hombre vio en el pasado el tema de la contaminación y


como es que el hombre del presente lo vive. Quien es más culpable, el hombre del
pasado o el del presente. Cómo es que la población del hoy puede afrontar un
problema que viene desde la Edad Media.

6. ¿ÉTICA INCOMPATIBLE CON LA MODERNIDAD?

La ética ambiental existe desde hace al menos veinte años, cuando la producción de
escritos sobre estos temas era ya tan importante que empezaron a surgir revistas
internacionales especializadas, como Environmental Ethics. Así pues, aquí no intento
demostrar que la ética ambiental es posible, sino mostrar cómo ha sido posible.
Puestos a resumir, podríamos decirlo así: el fin de los tiempos modernos ha hecho
posible la ética ambiental. Es una disciplina postmoderna. Más aun, la conciencia
ecológica es una de las señas de identidad del mundo actual. (Marcos, Ética
Ambiental, 2001, pág. 48c)

Debido a que no podemos marcar exactamente el inicio del modernismo, porque este
supone un cambio social, científico, filosófico, religioso, ecológico, y modificación en
la mentalidad de las personas que ha ido cambiando progresivamente. Sin embargo
sí podemos mencionar algunas características de la modernidad que son
incompatibles con la ética ambiental.

Una de ellas es que, es típico de la modernidad un movimiento pendular en


antropología. Se empieza por concebir al ser humano básicamente como un ser
racional. Se exalta y diviniza la razón, incluso con el honor tipográfico de la mayúscula:
La Razón. Pero el olvido de la parte sentimental, desiderativa, animal, lúdica, del ser
humano, acaba por pasar factura y el racionalismo más estricto viene a rendirse ante
la fuerza y la evidencia del deseo. No hace falta rebuscar en los textos de los
irracionalistas más extremos. Espinosa define al ser humano como deseo, olvidando
la razón, y Hume declara que ésta es, y debe ser, esclava de las pasiones. En
resumen, lo que es típicamente moderno es la desintegración de deseo e intelecto, y
la concepción unilateral del ser humano como lo uno o lo otro. Por supuesto, una ética
ambiental estrictamente racionalista, que olvide la vinculación sentimental del ser
13

humano con el resto de los seres, especialmente los vivientes, no mueve a nadie. Y
en el otro extremo, el refugio en la actitud sentimental, resulta sobre todo un peligro
incalculable para la vida en sociedad. La ética ambiental depende de la superación de
esta esquizofrenia del hombre moderno. (Marcos, Ética Ambiental, 2001, pág. 49d)
En palabras de Aldo Leopold: "La evolución de una ética de la tierra es un proceso
intelectual tanto como emocional" (Leopold, 1999).

Así pues, la ética ambiental es una disciplina postmoderna, sí, pero sería erróneo
plantearla en clave antimoderna. No olvidemos que la modernidad nos ha dado
mucho. Nos ha dado una buena parte de lo que se requiere para hacer ética ambiental.
Nos ha dado los valores establecidos por el kantismo práctico, por las sucesivas
declaraciones de derechos humanos, desde la seminal Declaración de los Derechos
del Hombre y del Ciudadano, o por constituciones ejemplares y admirables, como la
americana o la española de 1812. No debería plantearse en clave antimoderna porque
no es bueno el desprecio hacia el pasado; no se debe pagar a los modernos con la
misma moneda con que ellos pagaron a los medievales, ni cancelar una era con el
único argumento de que ya no está de moda. No, porque las épocas no se suceden
oponiéndose. El abandono del historicismo moderno -en gran medida gracias a
Popper- es precisamente lo que nos permite hoy tener en cuenta todavía lo moderno,
sin buscar el contraste entre el pasado y el presente como noche y día, contraste que
tanto gustaba a los renacentistas, a los ilustrados y a Hegel. Quienes no despreciamos
la tradición podemos integrar lo mejor de lo moderno en algo que no debe reputarse
como absolutamente nuevo o nacido de la nada. Podemos reconocer sin reservas que
los modernos nos han dado el estado-nación, que ha sido en el pasado una magnífica
herramienta para la superación del tribalismo, y que todavía puede ser útil en la
transición hacia unidades políticas mayores. A ellos hay que agradecer las
condiciones sociales en que ha nacido la legitimidad democrática y las sociedades
más prósperas, con mejores oportunidades para sus ciudadanos y en las que se ha
podido expresar la propia queja ecologista. Del espíritu moderno proceden los grandes
avances en el conocimiento de la naturaleza, en biomedicina, en comunicación
humana y transporte, y con ello en el conocimiento mutuo de los humanos... (Marcos,
Ética Ambiental, 2001, pág. 57e)
14

7. PROBLEMAS ACTUALES DE LA ÉTICA AMBIENTAL

Los problemas ambientales debidos a la extensión de la acción humana son muchos


y muy variados. Todos tenemos en mente la disminución de la capa de ozono, la
subida de la temperatura media del planeta debido al efecto invernadero, el conflicto
de hábitats entre el ser humano y otras especies, y en general la relación del hombre
con los demás seres vivos, la gestión de algunos recursos no renovables, la
disminución de los bosques, la gestión de los residuos radiactivos y de todo tipo, la
posible contaminación biológica debido a cultivos transgénicos, por citar algunos.
Junto con una distribución justa de la riqueza hace falta cada vez más una distribución
justa de los riesgos. Cuando se discute sobre la ubicación de una central nuclear o de
un vertedero, o de una balsa de residuos de una mina, o de cómo financiar los daños
producidos por especies salvajes sobre el ganado, se está discutiendo el reparto de
los riesgos. Se pueden intentar distintas taxonomías para diferentes fines: prevenir
riesgos, distribuirlos con justicia, remediar efectos ya producidos. El economista, el
ecólogo, el político, el biólogo, el empresario, el jurista, el vecino de una fábrica o de
un espacio natural protegido, cada uno está interesado a su modo en las cuestiones
ambientales y las distribuirá en tipos según su perspectiva. Por ejemplo, podríamos
dividir los problemas ambientales por el ámbito que resulta afectado: problemas de la
atmósfera, de las aguas, de los suelos y de los seres vivos; o bien, por el origen del
agente contaminante: problemas radiactivos, químicos, biológicos, incluso mecánicos,
como la erosión o la tala; por la inmediatez de sus efectos: problemas a corto o a largo
plazo, no es lo mismo la contaminación de un vertido químico que la contaminación
que pueden causar aun dentro de miles de arios los residuos radiactivos. (Marcos,
Ética Ambiental, 1999, pág. 42b)

De acuerdo a la ética la mejor forma de clasificar los problemas es de acuerdo al tipo


de relación que se manifiesta. Así es como se determinó clasificarlos en problemas
internacionales, problemas intergeneracionales y problemas interespecíficos.

8. DESARROLLO SOSTENIBLE

La ética ambiental puede contribuir más directamente a hacer sostenible el mundo,


recomendando procedimientos equitativos para combatir el calentamiento global.
Informes sucesivos del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC)
15

confirman lo siguiente: el calentamiento global es parcialmente de orígen humano; es


probable que muchas tierras bajas dejen de ser habitables; muchas especies tienen
que emigrar para no perecer; los fenómenos climatológicos extraños probablemente
serán mucho más frecuentes; y las principales víctimas humanas viven en las
naciones más pobres donde enfermedades de origen vectorial como la malaria, la
disentería y la salmonela se están propagando y en muchas regiones escapan a todo
control (Brown, 2002). Hará falta un cierto tipo de acuerdo internacional, más enérgico
que el Protocolo de Kyoto de 1997, en el que participen posiblemente países en
desarrollo tales como China y la India. El único medio verdaderamente equitativo de
compartir los gastos de la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero
es repartir por igual el volumen total permisible de las emisiones entre los seres
humanos, y asignar una fracción adecuada de este total a los gobiernos concernidos,
al tiempo que se reduce gradualmente el volumen permitido hasta alcanzar la
disminución del 60% recomendada por el IPCC. Este procedimiento es llamado en
general de “contracción y convergencia” porque, además de reducir las emisiones
totales, facilita el ingreso en un régimen internacional de países en desarrollo de los
que, en 1990, no podía esperarse que participasen en las cuotas proporcionales a las
emisiones, fijadas en Kyoto. El respaldo de los mencionados principios por parte de la
UNESCO podría ser fundamental para promover este importantísimo acuerdo
internacional. La UNESCO debería considerar también la posibilidad de apoyar
investigaciones éticas sobre cuestiones conexas, como la de saber cuáles son los
niveles aceptables de concentración atmosférica de los gases de invernadero y qué
dispositivos internacionales serían admisibles para facilitar la transición a una
economía mundial menos contaminante. Donald A. Brown (2002) ha enumerado
varias de estas cuestiones. (Attefield, 2010, págs. 86-87)

No puede haber sostenibilidad si no se calculan y evitan conscientemente los riesgos.


Los problemas ecológicos son globales porque las consecuencias de nuestras
acciones en el presente y el futuro no conocen fronteras geográficas ni ideológicas.
Estos riesgos pueden amenazar al ambiente natural, a la próxima generación en el
llamado mundo desarrollado, o a la generación presente en el mundo en desarrollo;
ser responsable consiste también en prever. Por consiguiente, los riesgos deben
analizarse considerando todas las consecuencias posibles de nuestras acciones o de
nuestra inacción, el posible alcance de estas consecuencias, y la probabilidad de que
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ocurran efectivamente. A menudo, al evitar una clase de riesgos se aceptan otros.


(Agius, 2010, pág. 105a)

8.1 Educación para la sostenibilidad.

Según Aristóteles, una persona virtuosa es aquella que cultiva rasgos positivos de
carácter que la hacen actuar en armonía con la razón. El reto de la ética ambiental
consiste en educar a las personas para que cultiven buenos sentimientos que, al
mismo tiempo, sean acordes con la razón, de modo que esto los conduzca
naturalmente a actuar con justicia. Los sentimientos egoístas y las motivaciones
interesadas deben ceder paso a un sentido de solidaridad con la humanidad, incluidas
las generaciones futuras. Las visiones miopes deben subordinarse a una visión de
futuro que tenga en cuenta el impacto de las decisiones de hoy en la posteridad. Para
Aristóteles, la ética y la política son inseparables y, de hecho, él creía que la ética
concernía a todos los ciudadanos, de los que se esperaba una vida racional y
responsable como miembros de la comunidad política o polis. De esta manera, el
éxito, la prosperidad y la armonía de la vida comunal en la polis dependían de la
calidad de la vida moral de todos y cada uno de los ciudadanos. La ética ambiental es
una disciplina práctica porque su principal objetivo consiste en educar a los
ciudadanos de hoy para que cuiden la naturaleza, indispensable para la vida de las
generaciones presentes y futuras que forman colectivamente la comunidad humana.
La calidad de la vida ambiental de las generaciones futuras depende de la educación
moral de las generaciones que las han precedido. (Agius, 2010, pág. 99b)

8.2 Economía y desarrollo sostenible

El objetivo de la sostenibilidad tiene su origen en la idea de que necesitamos frenar el


desarrollo económico tal y como se ha entendido tradicionalmente. En consecuencia,
la sostenibilidad ha sido concebida como una forma de restricción del progreso
ilimitado en el mundo de los negocios. Tres preocupaciones apuntaban a la necesidad
de esta limitación. En primer lugar, se difundió la idea de que la carrera desenfrenada
al desarrollo no rinde económicamente. Como consecuencia, empezaron a aparecer
“costos” ocultos, en forma de contaminación a gran escala, agotamiento de los
recursos e impactos imprevistos en el clima, formas de vida y sistemas que sustentan
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la vida. Muy pronto, se constató que la eficiencia económica nos obligaba a tomar en
cuenta estos costos ambientales antes encubiertos y esto, a su vez, hizo pensar que
todas las propuestas sobre políticas y desarrollo debían someterse a la prueba de la
“sostenibilidad”. En segundo lugar, apareció la convicción de que el desarrollo sin
restricciones no podía defenderse moralmente. El problema no se plantearía en un
mundo donde se supusiera que los recursos naturales son ilimitados pero, en cuanto
se afirmó la idea de los límites biológicos y ecológicos, y de que el nicho humano no
puede seguir expandiéndose indefinidamente, se planteó la cuestión de saber cómo
debemos cumplir nuestras responsabilidades hacia las generaciones futuras.
(Holland, 2010, pág. 129a)

La economía ambiental incluye, efectivamente, la protección del ambiente en el


programa de la sostenibilidad. Este aspecto forma parte del requisito de mantener el
“capital natural” o, por lo menos, de que no se permita su disminución. El capital
natural se interpreta a su vez como el flujo de beneficios derivados del mundo natural,
y a menudo se mide en función del grado de satisfacción de las preferencias humanas
que ofrece. Por consiguiente, el requisito de la sostenibilidad es aquel que exige
mantener estos beneficios, o por lo menos procurar que no disminuyan. (Holland,
2010, pág. 130b)
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CONCLUSIONES

Primera: La ética ambiental trata acerca de los problemas morales relacionados con
el medio ambiente. Está tomando mayor relevancia, ya que en los últimos tiempos
vemos como el cambio climático y la contaminación van en aumento.

Segunda: Ejerce influencia en una larga lista de disciplinas como el Derecho,


sociología, economía, ecología, geografía, etc. La ética ambiental propone una serie
de normas que exigen responsabilidad por parte de las empresas y de los hombres
en cuanto al cuidado de nuestro entorno natural; la propuesta fundamental es procurar
el bienestar entre la sociedad y la naturaleza para que los seres humanos podamos
desarrollarnos en un ambiente natural cuidado.

Tercera: El tema de la ética ambiental comienza en 1968, donde Raquel Carson


comenzaba una revolución en el pensamiento, acusando del deterioro ambiental al
poder humano. Así mismo, Surgieron con gran fuerza numerosos grupos ecologistas
que adoptaron un pensamiento que responde al nombre de ”ecología profunda” o
Deep Ecology descrito por primera vez por Arme Naess en un artículo publicado por
la revista Inquiry.

Cuarta: Para describir etimológicamente el término ética ambienta, es necesario tener


conocimiento sobre la moral, la ética y el ambiente. La moral son las reglas,
posicionamientos, normas o consensos por las que se rige y juzga el comportamiento
o la conducta de un ser humano en una sociedad (normas sociales); la ética trata
acerca del bien y del mal y que se desarrolla en continuidad con la reflexión moral.
Sobre ello, la reflexión ética es necesaria también cuando se dirimen cuestiones
ambientales. Se requiere una base racional para tomar decisiones ambientales
buenas y correctas desde el punto de vista moral.

Quinta: La ética ambiental puede contribuir más directamente a hacer sostenible el


mundo, recomendando procedimientos equitativos para combatir el calentamiento
global. No puede haber sostenibilidad si no se calculan y evitan conscientemente los
riesgos. Los problemas ecológicos son globales porque las consecuencias de
nuestras acciones en el presente y el futuro no conocen fronteras geográficas ni
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ideológicas. Y para lograr este desarrollo sostenible es necesario tener una educación
en la cual la generación de ahora piense en las del futuro.

Sexta: La economía ambiental incluye, la protección del ambiente en el programa de


la sostenibilidad. Porque muchas veces ocurre que el desarrollo económico no va de
la mano con la conservación ambiental, incluso en casi la totalidad de acciones
económicas estas atropellan el medio ambiente. Es por ello que la ética ambiental
también plantea este tipo de situación en donde el desarrollo económico pueda ir a la
par con el medio ambiente.
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BIBLIOGRAFÍA

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A. M. J. (Ed.) Ética ambiental y políticas internacionales (pp. 97-126). París.
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