Verbo en Amado Alonso PDF
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1. Introducción
En el presente trabajo 1 nos proponemos ordenar las opiniones de Amado Alonso
sobre la tradición gramatical española en relación con la Gramática castellana
que publica con Pedro Henríquez Ureña en 1938 y 19392. Creemos que tales
valoraciones van encaminadas a la construcción por parte del filólogo navarro de
una línea de precursores en la que inscribir su propia aportación gramatical. En
este sentido, Alonso defiende lo que llamaremos una tradición crítica, propia de
las gramáticas descriptivas, sincrónicas e inmanentes del español, que el autor
asocia claramente a la Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los
americanos (1847-1860) de Andrés Bello. En las primeras líneas del prólogo (
“A los profesores”) de la Gramática castellana, Alonso sostiene que
Los autores del presente manual se complacen en declarar a sus colegas del profesorado que
solamente dan cabida aquí a los resultados de la Lingüística moderna cuando puedan tenerse
como seguros y sean fáciles de exponer, y especialmente a los que coinciden, por lo menos
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Esta investigación se encuadra en un proyecto colectivo de investigación más amplio. El
proyecto, dirigido por el Dr. Salvio Martín Menéndez y financiado por la Universidad de Buenos
Aires (UBACyT F116), busca analizar el discurso del Instituto de Filología y Literaturas Hispáni-
cas ‘Dr. Amado Alonso’, organismo dependiente de la Facultad de Filosofía y Letras de la Univer-
sidad de Buenos Aires, Argentina. El Instituto fue dirigido por Amado Alonso entre 1927 y 1946.
Agradezco el apoyo y los valiosos comentarios de los Drs. Margarita Lliteras y José Gómez Asen-
cio sobre este trabajo. La responsabilidad por cualquier inconsistencia sigue siendo, claro está, en-
teramente mía.
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Nos referiremos a Alonso para simplificar, pero evidentemente el filólogo español com-
parte la autoría de la Gramática con Henríquez Ureña. Aunque resulta difícil determinar con certe-
za cuál fue el aporte específico de cada uno, Arnoux (2001, 54, nota 3) sugiere que Alonso fue el
responsable de las secciones gramaticales mientras que Henríquez Ureña se encargó de las indica-
ciones a los docentes, de los ejercicios de composición y de la selección de textos literarios. De he-
cho, en un manual escolar de 1927, donde no participó Alonso, Henríquez Ureña adoptó clara-
mente la gramática de la Real Academia (ibíd.), a diferencia de la opción por Bello en la Gramá-
tica castellana de 1938-1939. En todo caso, las posiciones teóricas que examinaremos en la Gra-
mática castellana son las que Alonso defiende en buena parte de su obra y por esta razón no es
gratuito mencionar especialmente su autoría.
en su orientación, con los que obtuvo hace un siglo Andrés Bello, el más genial de los gra-
máticos de la lengua española y uno de los más perspicaces y certeros del mundo (Alonso
1938: 7).
Aquí Alonso se adhiere a una opaca “Lingüística moderna”, cuyos alcances in-
tentaremos reconstruir, pero que sin duda ata su génesis a la figura de Bello.
A su vez, Alonso opone esta tradición a lo que llamaremos una tradición ru-
tinaria, propia de las gramáticas prescriptivas, que no distinguen entre diacronía
y sincronía, dependientes de categorías ajenas a la disciplina, afrancesadas y lati-
nizantes. Alonso asocia esta tradición de forma más o menos clara a la Gramá-
tica de la lengua española de la Real Academia. También en el prólogo, Alonso
explica que
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Los gramáticos vacilan en llamar modo a este conjunto de formas verbales [infinitivo, parti-
cipio y gerundio]. Así, la Academia, en el § 84 de su Gramática, edición de 1928, hace con
ellas un quinto modo que llama infinitivo, y en el § 285 sólo cuenta cuatro modos, exclu-
yendo al infinitivo (ibíd., 107).
Para Alonso, pues, la solidez teórica de la RAE resulta dudosa: “El saber teórico
de la Academia nunca ha sido muy fuerte, es verdad”, afirma Alonso en 1940 en
un artículo publicado en el periódico argentino La Nación (Alonso 1943, 60).
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Una de estas pocas gramáticas francesas fue, al parecer, la que cayó en manos del académico
encargado de esa sección en la gramática de la institución española, y, sin más, adoptó ese
nombre para nuestro pretérito (Alonso 1938, 225).
Hay ciertas palabras que se han usado en la lengua hablada, y también en la literatura, ya con
un acento, ya con otro. La Academia Española, atenta al uso autorizado por los buenos
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Modos y tiempos del verbo en la Gramática castellana de Alonso y Henríquez Ureña
escritores, ha admitido la doble acentuación en muchas de ellas [...] El alumno debe saber
que puede encontrar en la literatura ambas acentuaciones, pero en el uso actual una es la
buena, o, en todo caso, la preferible (Alonso 1938, 150).
Con Bello coinciden los investigadores modernos que han abandonado por insostenible la
vieja explicación de las partes de la oración como otras tantas partes de la realidad (los
sustantivos como seres o cosas; los adjetivos, cualidades; los verbos, acciones; etc.) y que se
esfuerzan en interpretarlas como oficios oracionales (ibíd., 7).
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Además de estos errores teóricos, existe un problema de tipo práctico, en el que no pro-
fundizaremos aquí: los docentes que llevan las gramáticas al aula muchas veces no están prepara-
dos específicamente en esta disciplina. El “profesorado es numerosísimo y de muy varia prepara-
ción” (1938, 7), afirma Alonso en su Gramática. En un artículo sobre el tema, Alonso denunciaría
más tarde que “enseñan castellano dentistas, médicos, farmacéuticos, ingenieros y otros muchos
sin título alguno” (Alonso 1943, 116).
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Federico Navarro
La Academia dispone que se acentúen los monosílabos verbales dió, vió, fuí, fué. El eminente
filólogo sudamericano Rufino José Cuervo opinaba que esta excepción no estaba justificada
y en sus libros hacía imprimir dio, vio, fui, fue. Finalmente, otro gramático ha propuesto que
no se acentúen vio ni dio y sólo se acentúen fuí y fué cuando se usan como formas del verbo
ir pero no cuando son formas del verbo ser (ibíd., 201-202).
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Lo mismo sostiene Alonso cuando abre su estudio de 1951 afirmando que “la
Gramática de la lengua castellana de Andrés Bello, escrita hace más de un
siglo, sigue hoy mismo siendo la mejor gramática que tenemos de la lengua
española” (Alonso 1951, X). He aquí otra crítica implícita a la GRAE: el notable
hecho de que una gramática con casi 100 años de antigüedad no hubiese sido
nunca superada por el manual de la Academia.
En segundo lugar, Alonso destaca en el mismo estudio que Bello rechazó
las gramáticas generalistas y latinizantes de la época. Según Bello:
El habla de un pueblo es un sistema artificial de signos que bajo muchos respectos se dife-
rencia de los otros sistemas de la misma especie; de que se sigue que cada lengua tiene su
teoría particular, su gramática. No debemos, pues, aplicar indistintamente a un idioma los
principios, los términos, las analogías en que se resumen bien o mal las prácticas de otro
(Bello 1847-1860, 153-154).
Un ejemplo del desarrollo de criterios propios para el español en Bello es, según
Alonso, la nomenclatura que propone (véase Alonso 1939, 110 más arriba), jun-
to con su rechazo a los términos “indefinido” e “imperfecto” de los gramáticos
franceses:
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Para Alonso, Bello inicia en la tradición gramatical española este tipo especializado de
gramática, aunque sabemos que Salvá había desarrollado previamente esta orientación “descrip-
tiva, inmanentista y sincrónica” para la gramática (Lliteras 2000, 98; véase también Lliteras 1996
y Gómez Asencio 1981, 21) y había anticipado muchas de las supuestas innovaciones del venezo-
lano. En su caracterización de la disciplina que inaugura Salvá —la gramática descriptiva del espa-
ñol— Lliteras señala que
[...] el legado de mayores consecuencias que Salvá proporcionó a los pocos que continuaron
su empresa durante el siglo XIX reside en haber precisado la naturaleza descriptiva y norma-
tiva de la gramática sincrónica del español, advirtiendo que su cometido último consiste en
extraer las reglas del uso culto contemporáneo y que el método empírico-inductivo, a partir
de un corpus, es el adecuado para alcanzar tal finalidad. Bello fue el primer gramático que
continuó la descripción sincrónica del español, desarrollando así la disciplina cuyos princi-
pios y métodos habían sido establecidos por Salvá (Lliteras 1992, 30).
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Bello [...] dio con la nomenclatura definitiva que los franceses andaban buscando, gracias al
manejo de los prefijos ante, co y post, significativos de la relación correspondiente (Alonso
1951, LVI).
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3. Convergencia de tradiciones
La oposición entre la tradición rutinaria y la tradición crítica, que hemos pre-
sentado a partir de la lectura de la Gramática castellana y de otros textos de
Alonso sobre la enseñanza gramatical, confluye en varios aspectos importantes.
En primer lugar, la GRAE contemporánea de Alonso había adoptado varias
propuestas de la tradición crítica. Alonso utiliza, según indica él mismo, la
GRAE de 1928 (ibíd., 107), en lo fundamental idéntica a la de 1917, donde se da
“la gran reforma sintactista, el abandono de las viejas estructuras y la inserción
en la modernidad gramatical” (Gómez Asencio & Garrido Vílchez 2005, 598;
Zamorano Aguilar 2001, 158, nota 94). La GRAE que maneja Alonso ya había
presentado un extraordinario giro bellista (Lázaro Mora 1981, 129) y algunos
elementos que Alonso presenta como innovaciones habían sido incorporados por
la GRAE. Por ejemplo, el abandono de la idea del pronombre como sustituto del
nombre y la aceptación de que éste es una categoría transversal (Calero Vaquera
2000, 2; cf. Lázaro Mora 1981, 131). La tradición bellista se encontraba así en
un proceso de apropiación por parte de la Academia. Este proceso es ciertamente
distinto del que busca Alonso, pero de todas formas traslada buena parte de la
doctrina del venezolano a la tradición hispánica. En cierta medida, entonces, la
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Es interesante recordar la identificación de dos corrientes gramaticales que hace Gómez
Asencio para el período 1771-1847 porque allí también se ve una oposición, en términos genera-
les, entre dos formas de hacer gramática y de relacionarse con el saber heredado. Por un lado, Gó-
mez Asencio identifica a los “tradicionalistas”, llamativamente similares a lo que denominamos
tradición rutinaria:
La tradición está presente y se impone: la “venerable rutina”, los cánones pedagógicos, la co-
modidad, pueden justificar tal actitud, que en un mismo gramático conduce en unas ocasio-
nes a la (casi) ausencia de crítica, a la copia burda y a veces irreflexiva de una tradición no
siempre bien entendida y, desde luego, no siempre bien asimilada (Gómez Asencio 1981,
350).
A esta corriente Gómez Asencio opone los “modernos”, similares a lo que llamamos tradición
crítica:
Tratan de liberarse del peso de una rutina reiterativa propia de las gramáticas escolares y de
introducir novedades en la “ciencia” del lenguaje; de romper con unos moldes teóricos y
metodológicos provenientes a la larga de los clásicos grecolatinos y de proporcionar una
solución de recambio cuya finalidad última era entender y describir mejor los hechos lingüís-
ticos y gramaticales (Gómez Asencio 1981, 351).
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El considerar modo a la forma -ría (como en estaría), no es, en verdad, más objetable que el
considerarla tiempo, porque si bien Bello probó, con muchos ejemplos bien ordenados, que
estaría es un tiempo del indicativo, también es verdad que otros usos de esta forma tienen un
especial significado modal (Alonso 1938, 226).
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en términos más generales, desarrolla sus posiciones teóricas desgarrado por dos
tradiciones distintas: la estilística, semántica e interpretativa, y el incipiente es-
tructuralismo, formal y discreto. Ante este punto irresuelto, Alonso opta, razona-
blemente, por seguir la tradición rutinaria, aunque deje planteadas sus dudas.
Esta es la primera solución ecléctica:
El potencial. —Lo conservamos tal como la Academia lo trae, por no introducir discrepan-
cias graves con nuestros colegas en una nomenclatura que se usa todos los días de clase. Pero
expresamos aquí el deseo de que este punto sea pronto rectificado en nuestras gramáticas
(ibíd.).
Alonso también plantea sus dudas con respecto a la clasificación del infinitivo
como un quinto modo, cuestión que no se trata coherentemente en la GRAE
(ibíd., 107; véase más arriba). Opta por dejar el infinitivo fuera de los modos
verbales, siguiendo a Bello, aunque tampoco es terminante al respecto:
Aparte de estos cuatro modos, tiene el verbo tres formas, el infinitivo, el participio y el ge-
rundio, de las cuales se dice a veces que constituyen el modo infinitivo (Alonso 1939, 150).
Con respecto a los tiempos verbales, decíamos que las descripciones, coinci-
dentes con las brindadas por la GRAE desde 1917, se presentan como aceptadas,
y no se cita a Bello como referencia. Sin embargo, esta elección no significa una
ruptura con la tradición crítica, representada por Bello. La coincidencia en este
punto de los dos frentes, rutinario y crítico, hace innecesario presentar las des-
cripciones como novedosas y bellistas. Alonso conserva así el espacio —y el
riesgo— de la innovación para otras cuestiones (p.e., pronombres, partes de la
oración y género gramatical; Alonso 1938, 7-8).
Por otro lado, al igual que sucedía con los modos, la descripción bellista de
los tiempos no es totalmente satisfactoria ni apropiada para el español de la
época, como Alonso explora en su artículo de 1951 (Alonso 1951, LXVI), donde
por cierto identifica la trampa “designativa” en la que había caído Bello (ibíd.,
LXIX y ss.). En ese sentido, los criterios atribuidos a la nueva tradición crítica
que Alonso defiende obligarían a una reformulación de la descripción y clasifi-
cación bellistas que no era apropiada para una gramática escolar. Sumado a esto,
la reivindicación de la propuesta bellista para el sistema verbal del español esta-
ba, en 1938, aún por hacer, incluso en el ámbito especializado (Bordelois 1982,
119). El artículo pionero de Alonso no aparecería sino hasta trece años más
tarde, en el contexto del centenario de la Gramática de Bello. En suma, la so-
lución ecléctica para los tiempos del verbo consiste en adoptar las descripciones
de la tradición rutinaria en tanto tales, ocultando su origen último en la tradi-
ción crítica asociada a la figura de Bello.
La solución que da Alonso al problema de la nomenclatura resulta la más
claramente ecléctica de todas. Bello se inserta silenciosamente en una modifica-
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6. Resumen y conclusiones
La Gramática castellana de Amado Alonso y Pedro Henríquez Ureña, publicada
en Buenos Aires en 1938 y 1939, busca reemplazar la tradición imperante en la
enseñanza gramatical de la época. Esta tradición, que proponemos llamar tradi-
ción rutinaria, conduce, según lo ve Alonso, a una gramática incoherente, confu-
sa, determinada por categorías no específicamente gramaticales, afrancesada y
latinizante. Alonso la asocia, de forma no siempre explícita, con la gramática
académica.
Para reemplazar la tradición rutinaria, Alonso se presenta como el legítimo
actualizador en su siglo de una tradición inaugurada por Bello. Esta tradición,
que proponemos llamar tradición crítica, debe seguir una gramática coherente,
específica del español, inmanente y sincrónica.
Sin embargo, la oposición entre una tradición rutinaria y otra crítica no
siempre resulta sostenible. La descripción y clasificación de los modos y tiem-
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pos del verbo en español constituye un buen ejemplo: la postura bellista tiene
suerte dispar en la Gramática de Alonso. Los motivos son múltiples. Por un
lado, las descripciones bellistas para los tiempos del verbo en español estaban
incorporadas a la GRAE desde hacía dos décadas, de forma tal que no consti-
tuían ya un factor innovador, y podían presentarse, simplemente, como pertene-
cientes a la tradición generalizada de la enseñanza gramatical. Por otro lado, va-
rias propuestas de Bello no resultaban teóricamente satisfactorias para Alonso
(p.e., la clasificación de los modos, la nomenclatura de algunos tiempos verbales
o la visión “designativa” del tiempo). Además, la nomenclatura de la GRAE
suponía un peso difícil de modificar radicalmente por la propuesta bellista, ella
misma no totalmente satisfactoria.
Las soluciones eclécticas que presenta Alonso para el tratamiento del siste-
ma verbal del español demuestran las dificultades que acarrea la oposición entre
la tradición rutinaria y la tradición crítica en su Gramática castellana. Si la tra-
dición rutinaria, asociada a la Academia, es la norma en el campo donde habrá
de circular su texto, la introducción de una nueva tradición crítica, asociada a
Bello, debe ser en ocasiones negociada, moderada, encubierta, e incluso abor-
tada.
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