En Busca de La Pedagogía

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“En busca de la pedagogía” de Bruner

En el año 2006 la editorial Routledge publicaba In search of Pedagogy. The select Works of
Jerome S. Bruner, una compilación, en dos volúmenes, que recoge los principales trabajos
escritos sobre educación del psicólogo americano. El primer volumen, va del año 1957 hasta el
1978 (para nosotros la “etapa de la revolución cognitiva”) y el segundo volumen del 1979
hasta el 2006 (la “etapa de la revolución cultural”) (ver Bruner, 2006).

Bruner nace en Nueva York en el año 1915. Veintidós años después se graduaba en psicología
en la Universidad de Duke y, en el año 1941, conseguía el título de doctor con una tesis
dedicada al estudio de las emisiones radiofónicas de propaganda de los países implicados en la
II Guerra Mundial. Es en estos años que visita, por vez primera, Europa. Durante la Segunda
Guerra Mundial trabaja como psicólogo en investigación de propaganda y actitudes populares
en el cuartel general de Eisenhower en Francia. “Durante este tiempo fue cuando tomé
conciencia de la importancia y las consecuencias de la reforma educativa” (Bruner, 1988, p.
230). El prestigioso físico francés Pierre Auger invita a Jerome Bruner a participar en las
reuniones de la Comisión Langevin-Wallon, creada en el año 1947 y que elaboró un valioso
proyecto de reforma escolar que nunca fue puesto en práctica. Sin embargo, la redacción del
libro blanco de la Educación Pública Francesa tuvo una influencia decisiva y despertó los
intereses pedagógicos que seguirían desarrollándose a lo largo de la vida de Jerome Seymour
Bruner.

En este artículo proponemos que las ideas pedagógicas en la vida y obra del psicólogo
norteamericano padecen dos revoluciones o momentos cumbre que marcan direcciones
particulares. Por un lado están los trabajos desarrollados en los años pasados en Harvard y, por
otro, aquellos posteriores y más recientes elaborados en Oxford y en Nueva York. Vamos, a
continuación, a destacar las principales ideas educativas que se desarrollan en ambos
momentos.

Las ideas pedagógicas de Bruner en la “etapa de la revolución cognitiva”

Invitado por el profesor y también psicólogo, Gordon Allport, Jerome Bruner se trasladó a
Harvard, donde ejerció de profesor entre los años 1952 y 1972. Allí, entre otros trabajos e
ideas, desarrolló una teoría del aprendizaje en la que describió el proceso de aprender, los
distintos modos de representación y las características de una teoría de la instrucción. Es en
estos años que, reaccionando contra Skinner y el conductismo del momento, funda y dirige el
“Centro de Estudios Cognitivos” (era el año 1962), institución que se convierte en protagonista
de la emergente ciencia cognitiva.

Unos años antes, en el 1956, publicaba A Study of thinking, traducido al castellano por El
proceso mental en el aprendizaje, donde juntamente con Goodnow y Austin, estudiaron como
la inteligencia humana busca clasificar su entorno en clases significativas de hechos, tratando
cosas distintas como equivalentes. Es el proceso de categorización o conceptualización
(formación de conceptos, toma de decisiones, inferencia, etc.). Este libro se considera el inicio
de la “revolución cognitiva”. Es decir, el paso de la conducta como objeto de estudio (según el
conductismo la conducta funciona con base en el principio estímulo-respuesta) a la mente
humana en tanto que facultad que procesa, filtra y manipula la información que recibe (ahora
el esquema es ambiente – cognición - conducta). Dicho con pocas palabras, el sujeto codifica y
clasifica los datos que le llegan del entorno a través de categorías de las que dispone para
comprenderlo. Estos procesos intermedios entre los estímulos y las conductas dependen de las
necesidades, las experiencias, las expectativas y los valores del sujeto (Bruner, Goodnaw y
Austin, 1978). Lo que unos años antes se había dado en llamar el “new look” en percepción.
Sujetos pobres percibían las monedas más grandes que sujetos ricos. Lo cual mostraba que el
interés, la expectativa, el valor configuran la percepción que uno o una tiene sobre un
determinado objeto. Pronto Piaget mostró una buena recepción del libro de Bruner y sus
colaboradores, según el psicólogo suizo se trataba de una revolución en la psicología del
pensamiento, era la revolución cognitiva.

En el mismo año que se inauguraba el “Centro de Estudios Cognitivos” de Harvard se publicaba


El proceso de la educación y, seis años más tarde, en el 1966, el libro Hacia una teoría de la
instrucción. Podemos considerar que ambos trabajos son fruto de la urgencia. He dicho que
Bruner se encuentra frente al problema de la reforma educativa en el marco francés, pues a
finales de los 50 Bruner es invitado a un importante encuentro en Woods Hole dedicado a la
educación y su reforma. En aquellos momentos, distintos físicos del Instituto Tecnológico de
Massachussets (MIT) estaban diseñando un plan de estudios para la asignatura de física. El
resultado fue El proceso de la educación donde se concibe la instrucción como un vehiculo que
debe permitir penetrar en las estructuras subyacentes de proposiciones que contiene todo
ámbito de conocimiento. En este sentido Bruner (1988) plantea que “el alumno no debe hablar
de física, historia, matemáticas… sino hacer física, historia o matemáticas. El conocimiento
verdaderamente adquirido es aquel que se redescubre. Un currículo se basa en pasos
sucesivos por un mismo dominio de conocimiento y tiene el objetivo de promover el
aprendizaje de la estructura subyacente de forma cada vez más poderosa y razonada; este
concepto se ha dado en llamar currículo en espiral” (p. 247).

El aprendizaje se basa, según el Bruner cognitivo, en la categorización o procesos mediante los


cuales simplificamos la interacción con la realidad a partir de la agrupación de objetos, sucesos
o conceptos (por ejemplo, el perro y el gato son animales). El aprendiz construye conocimiento
(genera proposiciones, verifica hipótesis, realiza inferencias) según sus propias categorías que
se van modificando a partir de su interacción con el ambiente. Es por todo esto que el
aprendizaje es un proceso activo, de asociación, construcción y representación. La estructura
cognitiva previa del alumno provee significado, permite organizar sus experiencias e ir más allá
de la información dada (Bruner, 1963). El aprendizaje es, he dicho, un proceso activo de
asociación, construcción y, también, representación.

Bruner ha distinguido tres modos básicos mediante los cuales el hombre y la mujer se vuelven
a presentar (representar) la realidad. Estos son: a) el modo “enactivo” (representar una
determinada cosa mediante la reacción inmediata con ella, por ejemplo, montando en bici uno
se representa la bici). b) “Icónico” (en este caso se utilizan imágenes o esquemas para
representar, por ejemplo, un dibujo puede representar una bici). Y, finalmente, c) el modo
“simbólico” (representar una cosa mediante un símbolo arbitrario por ejemplo, representar
una bici mediante la palabra “bici”).

La propuesta de Bruner consiste en afirmar que estos modos de representación se desarrollan


a medida que los niños y niñas cambian -cognitivamente hablando-. La “representación
enactiva” corresponde al período sensorio-motor de Piaget (primer año de vida), la
“representación icónica” es posible cuando las criaturas se encuentran en el período
preoperatorio (3, 4, 5 años) y, finalmente, alrededor de los seis años de edad, es posible la
“representación simbólica”, cuando los niños y niñas son capaces de utilizar ideas abstractas,
símbolos lingüísticos y lógicos para entender y representar la realidad. Los tres modos de
representación son, pues, reflejo del desarrollo cognitivo pero pueden actuar en paralelo, es
decir, un niño o niña de primaria puede utilizar la representación simbólica y icónica para
representarse, por ejemplo, una operación matemática. Desde este punto de vista Bruner
(1984) sostiene que “si la educación no consiste en inculcar habilidades y fomentar la
representación de la propia experiencia y del conocimiento buscando el equilibrio entre la
riqueza de lo particular y la economía de lo general, entonces no sé en qué consiste” (p. 124).

Dicho con otras palabras, la educación consiste en construir “currículos en espiral”. Es decir,
modos de profundizar más y mejor en un determinado corpus de conocimiento en función del
entendimiento que corresponda al desarrollo cognitivo del alumno. Por ejemplo, profundizar
más y mejor en el conocimiento de la “bicicleta”. Primero mediante una acción directa con
ella: “montar en bicicleta”, después mediante un dibujo o representación gráfica y, finalmente,
mediante una definición de ella. Por eso el autor sostiene, en El proceso de la educación, que
es posible enseñar cualquier materia a cualquier niño de un modo honesto (respetando su
etapa o momento evolutivo). Se puede enseñar literatura o ciencia de varios modos: desde la
utilización de cuentos, mitos, historias, juegos, pasando por dibujos y gráficos o palabras y
enunciados de acuerdo el nivel de representación que el niño o niña tiene asumido (Bruner,
1963).

Seis años después de la publicación de El proceso de la educación Bruner defiende, en su Hacia


una teoría de la instrucción (Bruner, 1969), que toda teoría pedagógica debe tener en cuenta
cuatro aspectos. A saber: 1) La predisposición hacia el aprendizaje; 2) El modo como un
conjunto de conocimientos puede estructurarse para que sea interiorizado lo mejor posible
por el estudiante; 3) Las secuencias más efectivas para presentar un material; 4) La naturaleza
de los premios y castigos.

El mismo Bruner aplicó estas premisas en la reforma del currículo en ciencias sociales
desarrollado entre los años 1962-1966 por un equipo interdisciplinar. El proyecto, llamado
“una asignatura sobre el hombre” (MACOS), se basaba en presentar los conocimientos y
contenidos de ciencias sociales en base a tres preguntas: ¿Qué es lo que distingue el hombre
de los otros animales?, ¿cómo ha llegado a ser lo que es?, y ¿cómo puede mejorar el curso de
su desarrollo? A través de la experiencia directa con hechos (transmitidos mediante películas,
un diario de campo, documentales y registros de conducta) el profesor debía despertar el
interés y la reflexión crítica de los alumnos de modo que estos descubrieran, aprendieran,
cosas relativas al lenguaje, la fabricación y uso de instrumentos, la organización social, la cura
de las criaturas y la visión del mundo que tenían distintos grupos culturales.

En esta primera fase cognitiva del pensamiento pedagógico de Jerome Seymour Bruner
podemos destacar tres implicaciones educativas.

a. Aprendizaje por descubrimiento. El instructor debe motivar a los estudiantes para que sean
ellos mismos los que descubran relaciones entre conceptos y construyan conocimientos. La
influencia de Piaget al respecto es evidente.

b. La información o contenidos de aprendizaje se deben presentar de una forma adecuada a la


estructura cognitiva (el modo de representación) del aprendiz.

c. El currículo, en consecuencia, debe organizarse de forma espiral, es decir, se deben trabajar


los mismos contenidos, ideas o conceptos, cada vez con mayor profundidad. Los niños y niñas
irán modificando sus representaciones mentales a medida que se desarrolla su cognición o
capacidad de categorizar, conceptualizar y representar el mundo.

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