Clase Estamento Casta
Clase Estamento Casta
Clase Estamento Casta
SUMARIO:
LA ESTRATIFICACIÓN SOCIAL
(i) Sobre los conceptos de sistema, subsistemas y regímenes, etc. .. vid. J. FERRAN-
BO BADÍA : «En torno a los conceptos de sistema y régimen», en Atlántída, número 39
i(Madrid, 1969); idem: «La dinámica política según el funcionalismo matemático», en
Atlántida, núm. 44 (Madrid, 1970).
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1UAN FERRANDO BADU
El aspecto estático del status es aquel lugar o posición ocupado por una
persona o grupo determinado. El sexo, la edad, etc., son factores determinantesr
de status (2).
(2) Aunque parezca problemático afirmar que ... el sexo, la edad, el color, ...
etcétera, ... son factores de status, sin embargo, nos inclinamos por la afirmación de
que sí lo son —o al menos pueden serlo— como puede comprobarse en el caso de los
negros —el color condiciona su status social—, en el problema de los llamados con-
flictos generacionales —los de edad aproximada se sienten compartir una misma po¿
sición social incumbente de un • rol específico, piénsese en el fenómeno anarquista y-
contestatario que protagonizó la juventud universitaria del mayo francés (1968) ...; y.
medítese sobre tantas, manifestaciones conflictivas no pautadas, verbigracia, la oppsi»
ción extraparlamentaria, surgidas por gentes jóvenes que se sienten en una análoga
posición social y que comparten la creencia que han de desplegar un rol especí-
fico = «contestar» las estructuras socio-políticas vigentes, como es el caso de la nueva
izquierda tanto europea como americana (vid. en relación con la nueva izquierda, orí-
genes y causas, J. FERRANDO BADÍA: «El poder político», én Rev. esp. de la Opinión
pública, núm. 27, Madrid, J972)—.
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CASTA, ESTAMENTO Y CLASE SOCIAL
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JUAN FERRANDO BADU
Maclver y Maxwell dicen que el status social que determina una clase
••económica es simple: sus ingresos. En el caso de la clase social, una plura-
lidad de factores.
Podemos afirmar que existe una doble interpretación del status: una ma-
terialista o marxista o filosófico-social y otra sociológica o analítico-empírica.
Con la aparición de la burguesía cristaliza un nuevo factor de status que
va a transformar radicalmente la estructura estamental: la riqueza.
Esto va a determinar la aparición de nuevos criterios determinantes de la
•posición social, y una nueva estratificación, la clasista.
El marxismo intenta encontrar un nuevo factor determinante del status:
vel trabajo. La estratificación actual es injusta y los más son explotados por
'los menos, que poseen los medios de producción.
Desde el punto de vista funcionalista •—tal el mantenido por Bernard
Barber— la estratificación social es «el resultado de las valoraciones de papeles
•sociales funcionalmente importantes y diferenciados» (3). El análisis socioló-
gico deberá definir las funciones de un sistema de estratificación y explicitar
los criterios de jerarquización en dicho sistema (niveles de renta, distribución
de prestigio social, influencia o poder). Factores sociales como la ocupación,
el ingreso, el poder social, ... son considerados como criterios objetivos de
estratificación, en tanto que otros factores como las creencias, las ideologías, las
actitudes, las aspiraciones, las identificaciones de clase, el saber, son tratados
•como criterios subjetivos para la determinación de una posición o status en
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CASTA, ESTAMENTO V CLASE SOCIAL
(4) L. SÁNCHEZ AGESTA: Principios de teoría política (Madrid, 1970), pág. 156.
(5) Sobre las doctrinas marxistas, en general, la bibliografía es inmensa. Se puede
consultar, en primer lugar, el pequeño resumen de H. LEFEBVRE: Le marxisme (Pa-
rís, 1948), y las otras publicaciones del .mismo autor, principalmente Pour connaitre la
pernee de Karl Marx (2.a ed., París, 1956); Pour connaitre la. pensée de Unirte (París,
1957); Problémes actuéis du marxisme (París, 1958). Análisis profundos, bastante
difíciles, pero muy interesantes, por autores no marxistas, son los de Y. CALVEZ: La
pensée de Karl Marx (París, 1957) (el autor es un sacerdote jesuíta). Existe traducción
española. Y H. BARTOU: La doctrine économique et sociale de Karl Marx (París, 1950)
(el autor es un cristiano de izquierdas). Como selección de las obras de MARX, cfr. M.
GUTERMAN y H . LEFEBVRE: Merceaux choisis de Karl Marx (París, 1934); M. RUBEL:
Karl Marx: pages choisies pour uñe éthique socialiste (París,- 1948). Aconsejamos la
lectura igualmente, entre las obras de MARX, además del Manifiesto comunista, de
K. MARX y F. ENGELS (1848), las obras consagradas a Francia: Les luttes de dasses
en trance (1848-1850) (París, 1895); Le /8 Brumaire de Louis Bonaparte (París, 1852);
La guerre civile en f'ranee (París, 1871). Vid. también K. MARX-F. ENGELS : Revolu-
-ción en España (Ariel, Barcelona, 2. a ed., :96o). Vid. de modo especial, la exposición
analítica de la política en el Prólogo al citado volumen de MARX sobre la Reno-
lución en España. Sobre la teoría marxista de los regímenes políticos, cfr. B. MlRKINE-
GUETZÉVITCH : La théorie genérale de l'Etat soviétique (París, 1928); G. VEDEL: Les
-démocraties soviétique et populaires (Inst. d'Etudes Politiques, III fascículos, en forma
roneotipada, París, 1961); LENIN: El Estado y la revolución (diferentes ediciones en
castellano); H. KELEEN: The political theory of bolchevism (Berkeley, 1949). Se debe
..añadir aquí el manual soviético, Les principes du marxisme-léninisme (Moscú, 1962,
2. a ed.), que sería interesante confrontar con el Peíit dictionnaire philosophique (Mos-
27
JUAN FERRANDO BADIA
cú, 1955), y con obras más propiamente económicas, principalmente ,R. FosSAERT: -
Vavenir- du^ capitalisme (París, 1961); F . STERNBERG: Le conflict du siécle (París, 1958)»
(traducción del alemán). .Sobre las conexiones entre la democracia y el nivel de des-
arroHo, cfr. W. DuvERGER: De la dictature (París, 1961).'
(6) P. A. SOROKIN: Sociedad, cultura y personalidad (Aguilar, Madrid, 1966), pá-
ginas 440 y sigs.
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CASTA, ESTAMENTO Y CLASE SOCIAL
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CASTA, ESTAMENTO Y CLASE SOCIAL
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1UAN TORRANDO BAD1A. .
(9) Sobre las castas, vid. el libro clásico C. BOUGLÉ : Essai sur le régime des costes
(Alean, París, 1935); vid. también L. DUMONT: Homo hierarchians, essai sur le sys'
théme des costes (Gallimard, París, 1966); vid. también M. N . SRINIVAS, Y. B. DAMLE,
S. SHAHABI y A. BETEILLE: «Caste: a trend report and bibliography», en Current So'
dology (1959). págs. 135-.183.
(10) C. BOUGLÉ: Essai, cit., págs. 249 y sigs.
(11) Sobre el sistema de castas hindú, vid. R. M. MACIVER y C H . H . PAGE: So-
ciología, cit., págs. 372 y sigs.
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CASTA, ESTAMENTO Y CLASE SOCIAL
todas las" subcastas y algunos de los grupos de panas poseen —como indica
Maclver—- una" ocupación que les está asignada específicamente, y que, por lo
•común, es hereditaria, cosa que se ¡lustra con gran claridad en las labores arte-
sanas.» Además, y como resultado de la transformación de las condiciones tec-
nológicas y económicas, «se han hecho necesarios ciertos cambios de ocupación
que, aunque de ordinario han abarcado a todas las castas, no por ello han
perturbado, esencialmente, al menos por el momento, la estructura básica de
cestas».
La sólida estratificación en castas hindú, implica la forma más extre-
ma de jerarquización del status. La estratificación o división (y análisis)
horizontal de la sociedad, con sus distinciones de privilegios, inmunidades y
«deberes, afecta a casi todos los aspectos de la vida social. «La separación en-
tre unas castas y otras, sin embargo, no impide —expone Maclver— el des-
arrollo de importantes distinciones de status en el seno de las principales
divisiones» {12). «En todas las castas existen siempre —afirma Cox— fami-
lias superiores o privilegiadas. Dentro de la casta los individuos pueden tener
diferentes riquezas, competencia profesional, aptitudes físicas, elección de em-
pleo (para aquellos cuya casta es limitada), posición política, número de Vedas
que se han leído, cantidad de nudos en el cordón sagrado, etc.» (13).
Como dice Maclver, la base religiosa de las castas es evidente, pues, a.
duras penas «podrían mantenerse las rígidas fronteras de casta, si no fuera
por el influjo que ejercen las firmes convicciones'- religiosas. Para la conti-
nuidad del sistema es esencial la posesión de unas creencias religiosas,- con
su interpretación sobrenatural de la casta, su doctrina de los elegidos y los.
"excluidos" (palé), su atribución de- una pureza o impureza místicas, su inci-
tación a la reverencia y al temor, su superior concepción de lo sagrado y lo
profano». . • ...-•••
«La casta entraña el aumento y la transformación de la distancia social en
un principio religioso o, más exactamente, mágico» (14). ' '
Otro rasgo muy notable- en -el sistema de castas es la naturaleza territorial
de las mismas. Cuando se desplazan de un lugar a otro, siempre lo hacen
«como un solo cuerpo». • •
Es también notable que, pese a -tratarse de un- tipo de organización abso-
Jutamente rígido, el régimen de castas componga un conjunto «descentrali-
zado», en el que ningún poder unitario desempeña la misión de velar por
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JUAN FERRANDO BADIA
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CASTA, ESTAMENTO.Y CIASE SOCIAL
tales, las agrupaciones clasistas de tipo abierto, coexisten con éstas otras figuras
sociales en las cuales pueden advertirse —como se dijo— algunos elementos
característicos de la casta.
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JUAN FERRANDO BADIA
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CASTA, ESTAMENTO Y CLASE SOCIAL
(22) MAX WEBER : Essays in Sociology (Ed. Gerth-Mills, Nueva York, Oxford,
LJn. Press,-1958), págs. 130 y sigs. . "
(23) L. SÁNCHEZ AGESTA: Principios, cit., pág. 158.
(24) H . GERTH y C. W . . . M I L L S : Carácter y,estructura social, cit., pág. 289.
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|UAN FERRANDO BADIA
(25) R. M. MACIVER: The Web of Government (The Free Press, Nueva York;
1964), pág. 86.
(26) L. SÁNCHEZ AGESTA: Principios, cit., pág. 178-179. - .
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CASTA, ESTAMENTO Y CLASE SOCIAL
Pin establece que «los estratos sociales son conjuntos constituidos por he-
chos —los niveles de prestigia— no reconocidos por el Derecho». La existen-,
cia de los estratos sociales no depende de estatutos jurídicos, sino de situacio-
nes actuales, sean legales o ilegales, y el prestigio procede de la participación
•en los bienes apetecibles existentes en la sociedad. «E¿ saber, la ganancia, la ha-
bilidad profesional, son valores de hecho. Aquéllos que los poseen adquieren...
a los ojos de los demás... más "valor"». La estima que se otorga a una persona
sobre la base de este valor reconocido se llama «prestigio». En consecuencia;
Jos distintos niveles de prestigio serán la base de la estratificación social. Se
pasa de los niveles de prestigio a los niveles de poderío. Según Pin, ia causa
•determinante del endosamiento de los individuos dentro de una determinada
«clase lógica» o «estrato social», no es el prestigio como prestigio, sino el pres-
tigio como portador de poderío. El concepto de poderío, definido conforme al
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)UAN FERRANDO BADIA
concepto de Max Weber, ha de ser, según Pin, permanente, global, real y atri^
buido con carácter personal (27).
Creemos conveniente subrayar la diferencia entre la teoría de Pin en este
asunto y la de R. Dahrendorfl En síntesis, el pensamiento de D.ahrendorf pue^
de resumirse así: 1) Distinción entre dominio o autoridad y compensaciones
sociales (ingresos, prestigio, etc.). 2) En esta diferenciación radica la distinción
entre clase social y estrato social (28). E. Pin propugna, frente a esto, que la.
participación en los bienes sociales que da valor, estima y prestigio a la per-
sona es, al mismo tiempo, el poderío o la participación en el poderío sociaL
Si, pues, utilizamos diversas palabras o si se. prefiere distintos conceptos, no es
más que para connotar con ellos una única realidad social, inseparable, aunque
los conceptos puedan efectivamente separar esa' única realidad en elementos
«lógicos», distintos sólo «lógicamente».
(27) E. P I N : Las clases sociales (Ed. Razón y Fe, Madrid, 1965), págs. 124 y sigs.
(28) R. DAHRENDORF : Las clases sociales y su conflicto en la sociedad industrial
(Rialp, Madrid,, 1962), págs.. 213 y sigs. . , . . .
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CASTA, ESTAMENTO Y CLASE SOCIAL
la lucha violenta de las clases sociales. Para Marx «toda historia de la socie-
dad humana, hasta el día, es una historia de luchas de clases» (29).
Parece muy problemático poder afirmar que la teoría marxista esté hoy SM-
perada mediante la sustitución de otras categorías, más de acuerdo- con otras
realidades sociológicas vigentes. Pero lo que sí parece más probable es que la
teoría marxista de las clases sociales ha quedado hoy relativamente «refuta-
da» por multitud de hechos acontecidos principalmente desde la última década-
del siglo pasado. Esta multitud de hechos quedan resumidos en la evolución-
acontecida dentro de la misma sociedad industrial capitalista. Evolución califi-
cada por todos como una auténtica transformación radical, hasta el punto de
que el actual capitalismo es estructuralmente distinto del anterior. Y ha de
tenerse en cuenta que toda la teoría marxista se basa en la forma estructural
del capitalismo de los dos siglos anteriores a su formulación teórica. Los nue-
vos acontecimientos más destacados de la sociedad industrial desarrollada actual
son: separación, de propiedad y control de la propiedad; nacimiento de las,
nuevas clases medias y su movilidad social; y, por fin, el llamado fenómeno*
de la institucionalización y legalización de los conflictos de clases.
Refiriéndonos, en concreto, al punto determinante de la propiedad de los
medios de producción como causa de la formación de las clases sociales, es doc-
trina hoy. común la separación de estos dos conceptos: el de la propiedad, y et
de su control. La propiedad, en suma, no define la clase social. Pero ha de te-
nerse en cuenta que otros muchos autores no eliminan el concepto de agrupa-
ción económica del concepto de clase social. E. Pin, A. Touraine, R. Dahren-
dorf y otros se separan radicalmente de la teoría «marxista» que «tiende a re-
ducir, al decir de Pin, las clases a estatutos económicos» (30).
(29) K. M A R X : Manifiesto del partido comunista (Ed. Cénit, Madrid, 1932), pá-
gina 60. /- ' • . - . . .• . J ..
(30) E. P I N : Las clases sociales, cit., .págv:22o. ; - .• i . .1 . ,, . . ...IL..
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JUAN FERRANDO BAD1A
Según Pin y otros muchos autores, dos hechos han de ser establecidos: la
gran movilidad social dentro de estas clases medias y, en segundo lugar, la
gran expansión experimentada por las mismas, su enorme crecimiento y des-
arrollo. Las previsiones y profecías de Marx, al respecto, carecen totalmente de
posibilidad de comprobación empírica, sociológica. La sociedad actual no puede
perfilarse como una serie'triángulo (por usar terminología de Bernard Barber)
•con una gran base constituida por la clase ínfima y un vértice, los capitalis-
tas. Más bien la sociedad actual (en las más desarrolladas) queda perfilada como
una serie-diamante en la que las clases medias constituyen la máxima longitud
o volumen en detrimento de la amplitud de la clase ínfima, la de los prole-
tarios puros.
La caracterización de cada una de estas clases, las dos fundamentales de
Marx (propietarios y proletarios) y las nuevas clases medias es uno de los co-
metidos más fundamentales en el estudio empírico de la movilidad social. Su
dificultad radica en la diversidad de elementos psicológicos, sentimentales, éti-
cos, culturales y educacionales, costumbristas, desde los vestidos hasta el len-
guaje y demás medios expresivos. Todos ellos forman una especie de estruc-
tura típica que marcará la posibilidad de incluir un individuo dentro de una
clase social dada. Así lo entendió también Marx: «sobre las- distintas formas
•de propiedad, sobre las condiciones sociales de la existencia, se construye toda
una superestructura de sentimientos, ilusiones, hábitos mentales y concepciones
de vida, diversos y peculiarmente modelados. La clase, como un todo, los crea
y modela sobre sus fundamentos materiales y las correspondientes relaciones
sociales. El individuo, al que llegan por tradición y educación, puede imaginar
que constituyen las verdaderas razones y las premisas de su conducta» (31).
Pero de Marx a nuestros días las cosas han cambiado muy fundamentalmen-
te, como dijimos, a este respecto. Puede dibujarse con alguna precisión el po-
sible cuadro de las líneas de movilidad social en esta sociedad moderna indus-
trializada y tecnificada en la que reina de derecho la igualdad de oportunida-
des, aunque de hecho dicha igualdad social aún permanezca prácticamente re-
lativizada, incluso en aquellos países más desarrollados como Suecia o Noruega,
Inglaterra o Estados Unidos.
Efectivamente, la Revolución francesa proclamó la igualdad jurídica de to-
dos los ciudadanos; en el siglo pasado se comenzó la realización de la igualdad
política mediante la puesta en marcha del sufragio universal y de los partidos
políticos y podemos aventurarnos a afirmar que, en el siglo XX, parece ser que
se pretende llevar a cabo la igualdad social de oportunidades. La matización
42
CASTA, ESTAMENTO Y CLASE SOCIAL
fina y sutil de un estudio más detenido sobre esta igualdad social de oportuni-
dades nos mostraría que donde realmente se da la movilidad ascendente es en
la clase media, pero permaneciendo dentro de ella (a excepción de casos raros
•como el de los nuevos ricos) y que prácticamente no existe en el nivel mínimo
jde poderío de los proletarios, «caracterizado por la necesidad de emplear todo
•£.1 poderío disponible para sobrevivir biológicamente y por la imposibilidad con-
siguiente de mejorar por sus propias fuerzas su posición social» (32).
43
JUAfí FERRANDO BAD1A
en los* componentes de una clase ,su propia conciencia de clase. Pero esta con^
ciencia cíe dase no es una mera conciencia de su propia posición social, pueí
«incluye, frecuentemente, en grados diversos, la percepción de una. solidaridad?
en la condición y, por tanto, la voluntad de una acción común». Marx definís
la clase ¡desde .la existencia de otra más, al menos, y además, por la lucha
violenta • entre ellas. Pin, por otra parte, al desarrollar las características de
las clases, admite -—como se indicó— la existencia de cuatro tipos de clases so-
ciales (simples estratos de participación o clases lógicas, sistemas socio-culturales,-
y, por fin, estos mismos especificados como las tres clases fundamentales, ínfima,-
media y superior) sin que en su concepto, esencial entre para nada el conflicto3
violento entre ellas. Pin admite que «parece ser, que se pueden descubrir, en-
las formas más endurecidas de la estratificación social, dinamismos internos a"
los que si no se les pone remedio, o al menos si.se presentan .circunstancias-
favorables, darán origen poco a poco a las clases-agrupaciones, unidas por u n í
44
CASTA, ESTAMENTO Y CLASE SOCIAL
La sola denominación de sociedad sin clases produce en los fondos más ín-
timos y sensibles del alma de la humanidad del último siglo resonancias tan
-profundas de mesianismos y profetismos terrenales o intrahistóricos, de sueños
y locas ambiciones de felicidades paradisíacas que, a veces, resulta difícil mode-
rar el pensamiento y reducir el problema a sus dimensiones racionales, ayuda-
,dos por las metodologías científicas de la sociedad actual. Y es en estos tér-
minos desapasionados como debemos plantearnos este sueño secular de la hu-
manidad occidental.
Teniendo delante de ios ojos las cuatro formas de clases sociales (simples
.estratos o clases lógicas, sistemas socio-culturales, estos mismos especificados en
Jas tres clases fundamentales de poderío, agrupaciones tendenciales que buscan
una acción común), se puede afirmar que las clases lógicas se dan en todas
las sociedades y se darán en toda posible sociedad futura. Resulta imposible
.en este sentido suprimir las clases sociales.
Resulta posible hablar de la supresión de las clases sociales refiriéndose a
las tres clases sociales fundamentales (ínfima, media y superior) y, por consi''
guíente, respecto a ios tres niveles de poderío subyacentes a tales clases. LÍP
prueba de la posibilidad de tal eliminación es, según Pin, la siguiente: «esos tres^
estratos o niveles de poderío que sustentan las tres clases fundamentales SOIP
consecuencia de ciertas circunstancias históricas a las que es posible modificar
mediante una acción eficaz y persistente. Tales circunstancias pueden ser resu-'
midas en una ideología y en una política: el liberalismo económico. El libera*-
lismo puede ser denominado, como la aceptación más o menos consciente de~-
las clases sociales en sus formas extremas y en todas sus consecuencias: el libe-'
ralismo rehusa limitar el poderío diferencial de los individuos, que está en la"
base de las clases y en sus formas específicas extremas de las clases fundamen-
tales» (36).
• Otras ideologías actuales propugnan la eliminación de los niveles clasistas-
máximo y mínimo por procedimientos fundamentalmente políticos, con los cua^
les se trataría de conseguir, de modo preferente, el desarrollo de una amplia;
y estable «clase media» = clases medias. A estos efectos sería norma primordial
la atribución de las funciones políticas y económicas predominantes, en consi-'
deración a los méritos reales de cada individuo y no en base a la previa p e r t c
nencia a una clase o status concreto. Ciertamente, sería difícil llegar a la eli^
minación de los niveles máximo y mínimo por medio de simples reformas le-^
gislativas limitadas a un plano conceptual. Pero efectivas medidas en el terrea-
no económico —como sería el caso de la sistemática redistribución de las dispo'-
nibilidades globales aplicables a los salarios—, así como una política fiscal, edu-^
cativa y urbanística encaminada a los mismos efectos, haría posible el llegar
a resultados palpables en períodos relativamente cortos de tiempo.
Eliminadas así las clases fundamentales, en el sentido de conseguir la elimi''
nación de los niveles fundamentales, mínimo y máximo de poderío, quedaríais-'
—afirma Pin— ipso facto eliminadas las posibilidades de la emergencia de laáP
clases como agrupaciones de una acción común concertada en mutua oposición-
y lucha. Los conflictos latentes o potenciales quedarán definitivamente conju*'
rados.
De este modo, la caracterización de una posible sociedad sin clases, se r e -
duciría, según Pin, a estos términos: «esta supresión no es fruto de un iguaH>
tarismo ingenuo, sino que se tiende a dar a cada ciudadano la conciencia de-'
ser un nacional de pleno derecho, de la misma calidad que los demás ciudada^-
nos, llamado como los demás a poner su poderío —un poderío creciente si e^
posible— al servicio del bien de la comunidad» (37).
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CASTA, ESTAMENTO V CLASE SOCIAL
(38) R. ARON: La lutte des classes, nouvelles lefons sur la société industriellc
(Gallimard, París, 1964). Es importante y aconsejable la lectura de la citada obra-
de ARON.
(39) G. BOLACCHI: Teoría delle classi sociali (E. Ricerche, Roma, 1963), pág. 357-
Cinco apartados distingue BOLACCHI en el curso de su análisis en torno a las clases-
sociales : «Estructuras teóricas y ciencias sociales»; «Algunas teorías sobre las clases-
sociales»; «Premisas a una teoría general de las clases sociales»; «Democracia y cía-;
íes sociales», y, por fin, «La burguesía como ejemplo histórico». Pasando por alto el
p'rimer capítulo, centrado en cuestiones metodológicas, trataremos de dar cuenta cort-
la mayor brevedad de las características del enfoque que nos ofrece BOLACCHI.
. Resulta curioso tomar como arranque del problema de la clase social a MAX WEBER..
Ha sido DAHRENDORF quien recientemente ha vuelto a insistir en la necesidad de
volver siempre a Marx como punto de partida en cualquier consideración teórica del
problema de las clases, y, cosa extraña, las referencias al autor de Das Kapital, en 1»
obra de BOLACCHI son casi nulas. Con esta salvedad, su consideración de las teorías-
de . WEBER y SOROKIN, pero, fundamentalmente, de TALCOTT PARSONS y del citad»
DAHRENDORF, nos parece muy ajustada.
47
JUAN FERRANDO BADIA
La idea central- del marxismo consiste en que las clases se definen por su
posición en relación con los medios de producción. «Las relaciones sociales se
•encuentran íntimamente vinculadas a las fuerzas productivas. Al adquirir nue-
vas formas productivas los hombres cambian su modo de producción, la ma-
nera de ganar su vida, así como todas sus relaciones sociales. El molino de
mano, tiene como consecuencia la sociedad feudal; el molino de vapor, la
-sociedad con el capitalismo industrial» (40). Es decir, las clases sociales se de-
finen en función de un determinado tipo de relaciones sociales de producción
que, a su vez, son producto de un estado determinado de las «fuerzas produc-
tivas» (o lo que es lo mismo, de las técnicas y de producción).
«Las clases no existen más que en períodos históricos determinados en el
-•desarrollo de Una sociedad», añade El pequeño diccionario soviético, a continua-
ción dé la cita de Lenin que sé señaló anteriormente, y continúa precisando:
«El nacimiento de las clases se debe a la aparición y al desarrollo de la división
social del trabajo, a la aparición de la propiedad privada de los medios de pro-
ducción». Hay que subrayar esté último punto, pues para los marxistas la hu-
manidad conoció, en su principio, un comunismo primitivo, en el que todos
los' bienes eran propiedad colectiva, y, por tanto, no existían las clases (41).
Con el nacimiento de las primeras técnicas agrícolas apareció la propiedad pri-
vada de los medios de producción. Esta no desaparecerá ya, hasta la aparición
•de los Estados socialistas' en el siglo XX.
La propiedad privada de los medios de producción es, pues, en ia concep-
ción marxista, la base' esencial de la división de clases. En toda sociedad que
la conoce se constituye, por su causa, dos ciases antagónicas: la que posee la
propiedad privada de los medios de producción y la que no tiene para vivir
más que la fuerza de su trabajo. La primera explota a la segunda al acaparar
]a plusvalía o excedente del trabajo. La plusvalía es el exceso' de tiempo de
' (40) K. MARX : Miseria della Filosofía (E. Rinascita, Roma, 1949), pág. 42.
(4») Cfr. F. ENGELS:' L'origine della famiglia, della propiéta privata e della Staio
^Editori Riuniti, Roma, 1963), cap: I X : «Barbarie y civilización».
48
CASTA, .ESTAMENTO Y CLASE SOCIAL
Para Marx, existen fundamentalmente dos clases frente a frente, en una so-
ciedad dada: la que detenta ios instrumentos de producción y la que no tiene
más que la fuerza de su trabajo. A cada régimen de propiedad de los instru-
mentos de producción, corresponden dos tipos de clases antagónicas: señores
y esclavos, en la sociedad antigua; señores feudales, propietarios de tierras, y
.siervos en la sociedad feudal; burgueses, propietarios de las fábricas y em-
presas, y proletarios en la sociedad capitalista (42). En conclusión: según la na-
turaleza de las «fuerzas productivas», según el estado del desarrollo técnico.
Jos instrumentos de producción tendrán formas diferentes, y el status de su
propiedad será igualmente diverso. De este modo, puede distinguirse así el ré-
gimen de propiedad antigua, el régimen de propiedad feudal y el régimen de
propiedad capitalista.
Pero un sistema o modo de producción y su correspondiente régimen de
propiedad no surgen ni desaparecen en bloque. Los nuevos sistemas se des-
arrollan poco a poco, y los viejos desaparecen lentamente. De ahí que en un
momento dado coexistan varios tipos de clases antagónicas. Una de ellas es
generalmente dominante. Pero junto a estas clases principales hay clases se-
cundarias que son, bien clases que están naciendo, bien clases que están a
punto de desaparecer. Es conveniente que expongamos, según la teoría mar-
xista, la Ley del tránsito del viejo al nuevo modo de producción.
49
JUAN FERRANDO BADIA
Por último, los marxistas distinguen entre clases sociales y capas sociales.
Ninguna clase es absolutamente homogénea, salvo en sociedades todavía poco
desarrolladas. Las diversas capas de una misma clase no poseen intereses abso-
lutamente idénticos, pero ello, en modo alguno, quiere decir que estén en
pugna entre sí. Son intereses diversos, en todo caso, pero no contrarios, no
antagónicos. Sobre la base de las relaciones socialistas de producción surgirán
no clases sociales, pero sí capas sociales en el seno del proletariado.
Para Duverger las teorías sociológicas de las clases sociales pueden clasifi-
carse en tres grupos : las que la definen por el nivel de vida, por el género de
vida y por el prestigio.
Pero antes de adentrarnos en la exposición de esta clasificación tripartita de
las clases sociales establecida per Duverger, afirmemos que no todos los auto-
res son fácilmente encasillables en cualquiera de una de estas tres categorías.
Así, por ejemplo, Bolacchi. El autor italiano toma a Max Weber como arran-
que del problema de la clase social.
La clase social representa para Bolacchi, no una situación social, sino una
situación individual, común a los miembros de la misma, representada por un
interés común del que todos los sujetos son conscientes, y para cuya satisfac-
ción resulta indispensable su actuación conjunta. Se hace así factible distinguir
entre clase social y categoría social, entendiendo ésta como conjunto de indi-
viduos que se encuentran en situaciones sociales similares. La acción de ¡a clase
CASTA, ESTAMENTO Y CLASE- SOCIAL
(43) Vid. M. DUVERGER: Sociología política (E. Ariel,. Barcelona, 1968), p á g . , 172-
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perior», «media inferior», «baja superior» y «baja inferior»; pero esta distin-
ción tampoco escapa a la crítica que afirma que los niveles determinados por
renta, no constituyen verdaderos conglomerados sociales unitarios en sistema de
valores y de conducta. El carácter «nominal» o puramente clasificatorio, de mu-
chas de las colectividades agrupadas como clases es más evidente aún cuando
se habla de la «clase media» como concepto unitario. Hay que establecer, por
el contrario, que las clases medias son un conglomerado de diferentes grupos,
y no únicamente la «clase intermedia» entre la superior y la inferior» (44). Por
otro lado, para que surja una clase requiérense, aparte del factor objetivo de
la renta, otros factores de índole subjetiva: la solidaridad entre sus miembros
componentes y unas aspiraciones comunes, es decir: una «conciencia de clase».
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finirse por un nivel de riquezas, por un tipo de sociedad, por privilegios jurí'
dicos, por ventajas culturales, e t c . . Tienen poca importancia las formas de
desigualdades sociales por el nacimiento; lo esencial estriba en que haya des-
igualdades sociales de nacimiento y en que se distribuyan en categorías sen'
tidas como tales por los hombres, produciendo una diversidad en los géneros
de vida y en los sentimientos de pertenencia».
Deben distinguirse, no obstante, las desigualdades naturales de las desigual'
dudes sociales. «Es menester —dice Duverger— no confundir las desigualdades
naturales de nacimiento y las desigualdades sociales que constituyen las clases.
Desde un punto de vista determinado, la diferencia no es muy grande: nacer
inteligente o nacer aristócrata, es en todos los casos gozar de una ventaja
innata... Pero sociológicamente, la desigualdad de nacimiento que se debe ai
las aptitudes individuales choca menos que la desigualdad de nacimiento que-
se debe a la situación social que distribuye a los hombres en clases antagóni'
cas. Porque la primera, en cierta medida, es inevitable, mientras que no ocurre
así con la segunda. Aceptar las injusticias de la naturaleza es algo muy dife-
rente que crear también otras injusticias, que no existen en la naturaleza. Sin
duda hay que tender también a hacer que disminuyan las desigualdades natu-
rales. Los teóricos socialistas piensan de este modo que es necesario pasar de
la distribución de los bienes según la capacidad, a la distribución según el tra-
bajo, y después según las necesidades» (48).
Podemos definir muy esquemáticamente la clase como una agrupación so-
cial jurídicamente abierta, aunque sociológicamente semicerráda, solidaria in-
termínente y opuesta a otros grupos (clases sociales) de la misma naturaleza,
y parcialmente organizada, y que es característica de la sociedad occidental de
los siglos XVH, XVIII y xix. Sus vínculos unitarios fundamentales —aunque no
exclusivos ni excluyentes— son de tipo laboral y económico (49).
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•su parte, Robert Michels (51) demostró la. extracción burguesa de los dirigen-
tes de los partidos socialistas. El mismo R. Michels ha observado, por ejemplo,
•el radicalismo de los judíos antes de la primera guerra mundial. Actualmente,
en los Estados Unidos, los miembros de este grupo, aunque suelen situarse en
los estratos sociales elevados, tienden a votar a los demócratas, lo que aparen-
temente contradice su situación de clase. Es un hecho ya observado, que la so-
cialdemocracia fue, históricamente, el primer partido que proclamó y justificó
su existencia como tal, identificándose con los intereses de la clase obrera. Tam-
bién es cierto, sin embargo, que indirectamente llegó a sustentar ese partidis-
mo confesado de una manera «ética», gracias a su concepción de la historia,
en la cual el proletariado asume una función defensora de la sociedad en su
conjunto, y que —como advierte Max Scheler— «sólo por virtud de esta doc-
trina recobra la socialdemocracia marxista su tranquilidad de conciencia cómo
partido» {52). Fuera de esta excepción, todos los partidos sue'.en proclamarse
como abogados del bien común, como campeones en Ja lucha por los intereses
generales. Esa ha sido su deuda política a la ideología de la Ilustración.
A este respecto, afirma Sánchez Agesta, que «la conciencia de clase y la
ideología de clase se revelan así en todas sus manifestaciones como un elemen-
to disfuncional del orden político. La conciencia o la ideología de ciase separa
más que une la estructura social; acentúa las diferencias y materializa la ac-
ción política y lleva a ella las pasiones y los resentimientos de la vida econó-
mica. En último término, las clases en la ideología marxista se enfrentan en
un conflicto inconciliable: luchas de clases». Pero, como observa también el
citado autor, «en la sociedad contemporánea la presencia de una nueva clase
media, constituía por los funcionarios del Estado y ¡os empleados de las
Empresas industriales, clase cuyos individuos no se definen por relaciones de
propiedad y trabajo, sino por relaciones de servicio público o privado, y control
de instrumentos de poder político o económico, ha alterado los términos del
problema. Sobre esta nueva clase han llamado la atención, entre otros, Burham,
Croner y Geiger» (53).
(51) Vid. R. MICHELS: La sociología del partito político nella demócrata moderna.
Studi sutte tenden-Ze oligarchiche degü aggregati politici (Turín, 1912). Apareció pri-
mero en alemán: Ziir SoZiologie des Partehuessens in der modern Demokratie. Untey
suchungen über Gruppenlebens (Leipzig, 1911). La traducción inglesa, Pohtical par'
ties, es de 1915 y ha sido reeditada en Glencoe, Illinois, 1949.
(52) MAX SCHELER : Sociología del saber (Madrid, 1940), págs. 34 y sigs.
(53) L. SÁNCHEZ AGESTA: Principios, cit., pág. 163.
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dal, el Estado burgués y el Estado socialista». Dentro de cada tipo existen va-
rias formas de regímenes políticos y de Estado. El Estado esclavista de la an-
tigüedad revistió varias formas: un despotismo de tipo egipcio o persa, una
tiranía del tipo de las ciudades griegas, una democracia del tipo helénico y un-
imperio del tipo romano. El Estado feudal evolucionó de una descentraliza^
ción basada en señoríos independientes unos de otros, hacia una monarquía
centralizada .del tipo de Luis XIV. El Estada burgués puede ser bien una de'-
mocracia occidental, bien un régimen fascista. En el Estado socialista, basada
en la dictadura del proletariado, se puede distinguir, de igual manera, el ré-
gimen soviético y los regímenes de democracia popular.
El antagonismo fundamental es, para la teoría marxista, el que enfrenta a:
los propietarios privados de los medios de producción y a los que viven de la
fuerza de su trabajo. Las luchas entre señores y esclavos, entre burgueses y
proletarios son sólo aspectos o modalidades diferentes de esa lucha esencial,
que adopta diversos modos según las formas de Estado dentro de cada tipo: si-
en el medievo los siervos lucharon contra los señores separadamente, dentro de
cada feudo, más tarde, con las monarquías absolutas, contarán con la ayuda dé-
los burgueses de las ciudades o del rey, en oposición a la nobleza. Lo misma
ocurre con la lucha entre burgueses y proletarios en el Estado democrático-
liberal capitalista, en que éstos pueden dirigir su acción a través de los parti-
dos o a través de la resistencia clandestina y violenta (regímenes fascistas). Junto-
a este antagonismo esencial basado en la lucha de clases, existen otros antago-
nismos «secundarios» que implicarán a otros sectores o clases supervivientes...
que corresponden al sistema de producción anterior, aparte de las dos clases^
fundamentalmente, en conflicto.
Queda dicho que, pese a la indiscutible realidad de algunos aspectos de la
teoría marxista, no es posible suscribir la afirmación de que los antagonismos1
y contradicciones de clase, sean, de manera exclusiva y excluyente, los úni-
cos determinantes del conflicto político, relegando a un papel meramente «se-
cundario» o «derivado» los otros factores. El relativismo que postula la sociolo-
gía del conocimiento —ciencia a la que el marxismo sirvió de pionero— debe
ser tenido en cuenta a la hora de juzgar la sobrevaloración del factor clase en
el análisis de los conflictos políticos. El carácter predominante de la lucha de
clases en el siglo XIX y principios del XX —la sociedad que Marx contempló—
dio una base indudable a la sobrevaloración de este fenómeno. «Los conflictos-
políticos en el siglo XIX, es decir, en la época en que Marx construyó su teoría,,
y a principios del XX, en las sociedades más desarrolladas de Europa Occiden-
tal, fueron esencialmente —como afirma Duverger— conflictos de clases, en el
sentido marxista del término. La oposición entre conservadores y liberales (po-
líticos) era sobre todo la oposición entre la aristocracia y la burguesía. El cam-
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cluso llegar a ser considerado como el hecho social por excelencia de los países
occidentales—, no se llega a excluir una confrontación de clases. Lo que pasa
es que esta confrontación no alcanza a revestir usualmente el grado de violen-
cia y radicalismo que caracterizaron otros períodos históricos. Es decir, la des-
igualdad de oportunidades continúa subsistiendo —aunque en grado menor en'
los países más industrializados— y la herencia y el parentesco, por nacimien-
to o matrimonio, son todavía el modo de acceso fundamental en el capitalis-
mo; pero los conflictos de clases están, .necesariamente, más matizados en la
vida política que lo fueron a finales del pasado siglo o a principios del pre-
sente. Dice Duverger: «Una clase muy cerrada continúa dominando la vida
económica y política. Las Empresas privadas de Occidente siguen estando do-
minadas por los principales detentadores del capital. Estos conservan todavía
su gran influencia en el Estado. Ciertamente no son los dueños absolutos, pues-
to que el sufragio universal, la libertad de prensa, .los partidos populares y los
sindicatos, limitan su poder político. Pero este poder es siempre muy am-
plio...» (54).
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necesidad de que los partidos que reclutaban votos obreros extiendan su atrac-
ción a los sectores de las clases medias. De surgir una hipotética organización
legalmente reconocida de tipo socialista, no podría —o no debería, según
nuestra opinión— emplear una nomenclatura parecida a la de antes
—P. S. O. E.—, sino que tendría que denominarse P. S. E. (55).
El mismo concepto de la clase social implica, por definición, una diferen-
cia sustantiva entre los modos de pensar y actuar de las distintas «clases» que
se consideren. Esas diferencias son en España muy acusadas, así como también
es muy alto el- grado de movilidad entre ellas, condicionado quizá por la ele-
vada tasa de desarrollo económico de las últimas décadas. El resultado final
es un clima de conflicto latente en la sociedad española de tal intensidad,
que, en caso- de una nueva guerra civil —fenómeno poco probable—, ésta sería
especialmente «social». Tal es, al menos, la conclusión que parece despren-
derse de la (a veces demasiado prolija) colección de datos estadísticos de todo
tipo reunidos en recientes estudios.
Se deducen de estos datos otros muchos aspectos interesantes de nuestro sis-
tema de clases. Pero sí merece la pena que recojamos la idea de que, a efec-
tos prácticos, los obreros industriales gozan de un nivel de vida más alto, en
muchos aspectos, que la clase media campesina, aunque la clase media se ca-
racterice por unas aspiraciones más elevadas (preferencia por colegios privados,
servicio doméstico, etc.). Es todavía la diferencia campo-ciudad la que separa
verdaderamente «dos Españas» distintas.
Confiemos en que las previsiones del IV Plan de Desarrollo tengan en cuen- -
ta esas diferencias campo-ciudad, aunque convendría que el público estuviera
informado continuamente de qué medidas concretas se van a tomar para ate-
nuarlas.
La relativa estrechez en que viven todavía los campesinos trae otras muchas
consecuencias: acaba, por ejemplo, con la identificación ideológica entre lo
«social» y los «obreros» ; mina el esteriotipo de la clase obrera como la que
sufre todas las injusticias y merece todo el peso de la acción asistencial; pone
en cuarentena el truco efectista de los «suburbios» o la «gran ciudad» como el
centro de todos los problemas, etc..
Para 1975 cabe esperar una estructura de. clases muy diferente a la de hace
dos o tres décadas. Habrá desaparecido en la práctica el proletariado rural anaU
jabeto, o estará integrado mayoritariamente por trabajadores de más de cua-
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renta y cinco años. Este era históricamente el grueso de los efectivos anarquis-
tas o el grupo pasivo -^-apático e impotente políticamente— sobre el que se
ejercitaban las artes de los caciques «electoreros». Los caciques también desapa-
recerán en las futuras elecciones democráticas, puesto que, por primera vez en
nuestra historia, éstas se decidirán en la ciudad.
En la ciudad va a surgir una clase obrera con una fuerte conciencia políti-
ca, nada radical en el sentido clásico —no aspira a quemar conventos o fábricas—
y muy exigente en la defensa de sus propios intereses económicos. A su lado,
la heterogénea y creciente porción de las clases medias va a permitir un am-
plio campo al pluralismo de las ideas. Los cambios del Concilio Vaticano II van
rompiendo la implicación de las clases medias con la idea de religiosidad y
de la clase obrera con la de irreligiosidad. Va a coexistir un pequeño sector
obrero muy religioso con un gran sector de la «clase media» laico o indiferen-
te. Esto afectará, naturalmente, a la escena política y hará que el juego de
unos hipotéticos grupos políticos no sea tan elemental como lo fue en el pa-
sado.
En resumen, nuestra vieja sociedad de clases está cambiando, y este cam-
bio trae nuevas perspectivas y problemas que los políticos y los ciudadanos
interesados —valga la redundancia— han de tener muy en cuenta (56).
RESUME
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