Comentario Literario de Ideas Elevadas

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Comentario literario

El discurso irónico del enunciador lírico revela la desacralización

de Dios en el poema “Ideas elevadas”

Lorena García Pizarro

El poema “Ideas elevadas” se encuentra en el poemario Ejercicios materiales


(1993) de Blanca Varela (1926-2009). Esta poeta peruana pertenece a la poesía
de la generación del 50. Recibió el influjo del existencialismo y surrealismo
producto de su estancia en París. De allí que su estilo y temática difiera en
ocasiones del contexto literario peruano. Incorporó a la poesía peruana los
conceptos y técnicas de configuración espacio-temporal de las artes plásticas. En
la década del 90, la poesía peruana se caracterizó por temas motivados en la
violencia política después de la guerra interna que sufrió el Perú; sin embargo,
Blanca Varela aborda en Ejercicios materiales otros intereses que establecen una
relación dialógica con su producción anterior.

En el poema se aprecia constantemente la isotopía “dios” referido con


minúscula con el que se resta la condición sagrada. De allí que el tema del poema
es la desacralización de dios. Esto se sostiene en los siguientes tópicos: la
confesión, la confusión y la reflexión. La confesión del crimen se observa en los
siguientes versos: “Sobre una escalera / tuve a dios bajo el martillo” (vv. 1-2).
Dicha confesión nos remonta a la relación intertextual entre el poema y el mito
bíblico de la muerte y crucifixión de Jesús. La confusión se observa cuando el yo
poético sostiene paradójicamente que “la oscuridad nos protege” (v. 9). Verso en el
que se incluye en una colectividad con la que comparte la misma moral. La
reflexión final del yo poético se observa en el oxímoron del siguiente verso:
“iluminación o ceguera” (v. 17) en la que se plantea la disyuntiva del hombre
planteado en la elección, la encrucijada para decidir entre el bien y el mal. Las
ideas giran en torno a la desacralización de la imagen divina, degradación del
hombre, la reflexión sobre relación dios-hombre. En el poema, un elemento
constante es la ironía. De allí que surge la siguiente pregunta: ¿Cuál es la función
de la ironía en el texto poético “Ideas elevadas”? Al respecto, consideramos que el
discurso irónico del enunciador lírico revela la desacralización de Dios en el
poema “Ideas elevadas”.

En torno a la estructura externa, el título “Ideas elevadas” sugiere el


sentido de ideas nobles, bondadosas, generosas a partir de la isotopía “elevadas”;
sin embargo, al leer el poema se observa en el discurso del enunciador lírico
acciones que degradan no solo al hombre, sino a Dios: “el crimen nos salva” (v. 6);
“la oscuridad nos protege” (v. 9); “dios aplastable” (v. 13). El discurso del
enunciador lírico contrasta semánticamente con el título. De allí que la
incongruencia entre el título y el corpus del texto poético revela la función irónica

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del paratexto. El poema consta de 20 versos en siete estrofas. Posee una
estructura asimétrica debido a que está constituida por versos libres y sin
medida. Este poema establece una relación intertextual con los cuadros del
pintor Pedro Pablo Rubens sobre la crucifixión y el poema “Cruci-ficción” de la
misma poeta en el que también se desacraliza a Dios.

La estructura interna del poema ha sido dividida en tres apartados. El


elemento estructural con el que se ha dividido los apartados es el cambio de la
postura del enunciador lírico. El primer apartado tiene una actitud enunciativa
en primera persona (tono confesional), el segundo apartado presenta un
enunciador lírico en primera persona del plural; es decir, expone desde la
enunciación de un sujeto colectivo, el tercer apartado cierra la reflexión en tercera
persona.

En el primer apartado (vv. 1 a 7), el enunciador lírico en primera persona


revela un tono confesional el que se sostiene en la idea de “la desacralización de
la imagen divina”. Aquí el yo poético en primera persona presenta desde una
perspectiva no religiosa la relación hombre-Dios: “Sobre una escalera / tuve a
dios bajo el martillo” (vv. 1-2). El encabalgamiento enfatiza la imagen del hombre
sobre dios a través de las isotopías “arriba” y “abajo”. Arriba “sobre una escalera”
el hombre, abajo “dios” con minúscula. Hecho con el que se le despoja de su
condición sacra y solemne. Desde dicha perspectiva se presenta la inversión del
orden jerárquico “hombre-dios” y se desnaturaliza la relación Dios-hombre.
Además, el tópico de la muerte de dios niega la trascendencia del mismo que lo
torna finito al igual que al hombre. Con la idea de la desacralización de Dios, se
conecta el poema con el enfoque existencialista de Varela.

La actitud enunciativa del yo lírico revela que no hay culpa alguna por el
acto sacrílego de la crucifixión al dios-hombre representada en Jesús:
“combinación divina / el blanco el negro y el rojo de la sangre redentora / recién
derramada” (vv. 3-5). El encabalgamiento “recién derramada” sitúa al enunciador
lírico en el espacio-tiempo de la crucifixión de Jesús. De allí que la identidad del
yo lírico revela a un soldado romano testigo del crimen. La paradoja “combinación
divina” se plantea con una función irónica a través de los símbolos “blanco”
(bien), “negro” (mal), “rojo” (sangre redentora) que denotan el enfoque de que los
opuestos “bien-mal” son necesarios para la consecución del propósito divino. La
ironía de sino se manifiesta en cuanto para cumplir el propósito divino, Dios
requiere del sacrificio del hijo para redimir el pecado del Hombre. Hecho que
conecta el concepto del hombre-dios no en una dualidad irreconciliable desde el
enfoque existencial, sino en un juego dialéctico en la que la dualidad se
complementa; pero que se invierte el orden natural. Es decir, no se presenta al
hombre abandonado por un Dios indiferente; sino el hombre-dios sometido a la
acción cruel del hombre. Resulta interesante cómo el sujeto poético induce al
lector a través de imágenes no expuestas (retórica del silencio). Son las isotopías

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“arriba”, “abajo”, “blanco”, “negro” y “rojo” las que advierten al lector ideal de la
desacralización de dios y del propósito divino.

Ante este enfoque, se observa que el enunciador excusa sus acciones en el


crimen realizado: “el crimen nos salva en estos trances / que nos obligan a trepar
hasta el último peldaño” (vv. 6-7, la negrita es nuestra). Aquí, el enunciador lírico
se presenta en tercera persona del plural “nos”. Se manifiesta a través de una
ironía: “el crimen nos salva”. Hecho que revela la confusión, la contradicción del
enunciador que justifica el crimen en la salvación del hombre. De allí que surge la
probabilidad de su creencia en Dios no revelada, en secreto. Por ello, justifica sus
acciones motivado en las órdenes que lo inducen a hacer lo que no desea “nos
obligan a trepar hasta el último peldaño”. Resulta interesante cómo el tópico de la
muerte de dios en manos del hombre se plantea como una ironía de sino. Así se
puede observar la ironía de la creación: “hombre” sometiendo al creador. Hecho
con el que se cuestiona el concepto de Dios (omnipotente, infinito) por uno
tangible, sufrible.

En el segundo apartado (vv. 8 a 16), un enunciador lírico en primera


persona del plural expone desde la enunciación de un sujeto colectivo “nos”,
“estamos”. Desde la enunciación colectiva sostiene la idea de la degradación del
hombre y su creencia en Dios. Esto se aprecia en los siguientes versos: “el vértigo
nos acerca / la oscuridad nos protege / estamos cada vez más próximos” (vv. 8-
10, la negrita es nuestra). Otra vez aparece la isotopía arriba “vértigo nos acerca”.
El miedo del soldado no puede ser interpretada solo por el miedo a la altura, sino
miedo al pecado por ser testigo y contribuir a la crucifixión. Arriba, cerca de dios,
el hombre sufre de vértigo, es en la oscuridad donde se siente protegido. La
isotopía “oscuridad” (símbolo del mal, el pecado, la confusión) revela una ironía
que cuestiona la opción fácil del individuo en el verso “la oscuridad nos protege”
(v. 9). Dicha autoironía alude a la comodidad del hombre en la ceguera, la
confusión o ignorancia, las acciones motivadas en la maldad. De allí que eso lo
unifica al resto de hombres “la masa” en la que se escuda desde la enunciación
en primera persona del plural. En ese sentido, la excusa se plantea no desde el
enfoque del individuo, sino desde la voz de un sujeto colectivo.

Dicha ceguera colectiva no es más que el inicio de la degradación del


hombre y sus creencias como se aprecia en la degradación de la palabra, las
ideas en los siguientes versos: “tenemos la lengua dura los devoradores de dios”
(v. 11). El epíteto metonímico “lengua dura” alude a la falsedad, las ideas
preconcebidas y obsoletas del individuo. Además, este es animalizado en la
siguiente imagen degradante del hombre: “devoradores de dios”. Esta imagen
grotesca degrada al individuo en tanto lo reduce a la condición instintiva del
animal que devora a dios, lo sagrado. Si bien se observa la negación de dios en su
condición sagrada, se observa una relación irónica en la creencia el hombre y
dios. La imagen divina que se revive cada noche en falsas y absurdas plegarias:
“de ese dios que crece cada noche / con nuestros pelos y uñas” (vv. 12-13). Aquí

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se configura la imagen divina igual que el hombre, tangible, finito. Sin embargo,
el enunciador lírico no solo lo humaniza a dios, sino degrada la imagen sacra a
partir de los siguientes epítetos: “dios aplastable / perecible / digerible” (vv. 14-
16). La imagen divina sufre la triple adjetivación que lo degrada: “aplastable” (es
reducido al insecto), “perecible” (ligado al tópico de muerte), “digerible” (la imagen
del metabolismo que alude al acto de comer-excreción). Estos adjetivos lo
despojan a Dios de su cualidad sagrada, lo animaliza hasta reducirlo a lo
excretable. Hecho que se reafirma en la isotopía “dios” con minúscula y en la
similicadencia de los últimos versos. Cada una de las imágenes independientes
en los versos revelan la actitud crítica del enunciador lírico sobre dicha imagen
divina, pero no desde la individualidad, sino desde la máscara del sujeto
colectivo.

En el tercer apartado (vv. 17 a 20), el enunciador lírico cierra la reflexión


en tercera persona. La actitud del yo poético es enunciativa. Adquiere un tono
reflexivo a través del distanciamiento del enunciador en tercera persona. La idea
que se observa en este apartado es “la reflexión sobre la relación dios-hombre”.
En la estrofa 6 (verso 17), el único verso que la constituye plantea la disyuntiva
que sufre el hombre a través del siguiente oxímoron: “iluminación o ceguera”.
Esta yuxtaposición de imágenes somete al hombre entre la razón y la fe, entre la
lógica y la sinrazón, entre el orden y el caos. Dicho verso que aparece como una
digresión en el poema apertura la reflexión a través del distanciamiento de las
otras voces. El verso adquiere autonomía de sentido en cuanto se plantea la
soledad del hombre frente a la disyuntiva de la elección entre el bien y el mal. En
ese sentido, la construcción del verso reafirma la soledad del hombre en el
mundo.

Por otro lado, la función simbólica de los versos “clavar una mosca / con
un solo golpe de hierro / en la pared más blanca” (vv. 18-20) podrías aludir a la
violencia con la que el hombre no creyente somete física y simbólicamente a dios
frente al hombre. Tópico de la muerte con el que se retoma la imagen de la
crucifixión con el que inicia el poema. Este tópico configura semánticamente la
estructura circular del poema. Si asumimos el enfoque existencial que Blanca
Varela compartió con Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir, podemos decir que
estos versos aluden tanto la indiferencia de Dios ante el hombre desarmado y
arrojado a un mundo cruel (ironía de sino), como a la indiferencia del hombre
desarmado que somete a una violencia física y simbólica a dios. De esta manera,
el símbolo de la “mosca” sometida al martillo es válida tanto para la violencia del
hombre ante dios y la violencia simbólica de este hacia su creación (el hombre).

Finalmente, se ha observado que la ironía es una figura que articula el


análisis del poema. la configuración del discurso irónico del enunciador lírico en
el poema “Ideas elevadas” se dio a través de los enunciados irónicos y las ironías
de sino planteadas a la relación dios-hombre. Desde el título se presenta un
paratexto irónico que cuestiona el enfoque del enunciador lírico que justifica el

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crimen cometido en la crucifixión. En los apartados, el enunciador lírico reafirma
la ironía de Dios implícita en la ironía de sino a la que somete Dios al hombre y al
hijo (Cristo), pero también la que plantea el yo poético al plantear la reflexión final
ambigua sobre la tensión entre dios y el hombre. Las otras ironías giran en torno
a los enunciados en el discurso del enunciador lírico que revelan sus
contradicciones.

La importancia de la poesía de Blanca Varela en este poema gira en torno a


la yuxtaposición del color “luz” / “oscuridad” para aludir al bien y al mal; la
isotopía de los opuestos “arriba” y “abajo” revelan la inversión del orden natural
“Dios-hombre” por el de “hombre-dios” que desnaturaliza el orden anterior. La
imagen de la redención a partir de la “sangre derramada” contextualiza el poema
en la crucifixión. En ese sentido, el poema establece una relación intertextual con
el mito bíblico y con los cuadros de Pedro Pablo Rubens. Por lo tanto, sus
imágenes poéticas residen no en la degradación del cuerpo, sino en la conciencia
del hombre-masa representado en el sujeto colectivo que duda, que sufre
contradicciones de fe. En el poema, la dicotomía entre el cuerpo y el espíritu le
sirve al sujeto poético para discutir tanto la violencia física y simbólica
(desacralización de la imagen divina). Esto implica la negación del hombre de la
condición sagrada de Dios. Por tanto, la perspectiva del yo poético es un síntoma
que revela el enfoque existencial del sujeto poético.

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