La Historia de La Contabilidad
La Historia de La Contabilidad
La Historia de La Contabilidad
Desde esos primeros tiempos, las actividades de registro contable se han venido
sucediendo ininterrumpidamente, aunque sólo a partir de los siglos XIV y XV se
conservan testimonios escritos con un carácter regular y relativamente abundante. Los
datos contenidos en la documentación contable, aun la más antigua y fragmentaria, son
cuantitativos y exactos, y no digamos ya en el caso de las contabilidades modernas
llevadas por partida doble, en las que los datos se presentan formando un todo
coherente, completo e íntimamente interrelacionado. Por ello, su estudio e
interpretación permiten arrojar una luz muchas veces enteramente nueva e insospechada
sobre hechos histórico que, a falta de ellos, habían sido explicados de manera errónea o
insuficiente.
No hace falta ir muy lejos para encontrar ejemplos de esta nueva luz proporcionada por
el análisis histórico-contable. Al afrontar el estudio del Imperio español de los siglos
XVI y XVII la historiografía mundial ha tendido a centrarse en aspectos relacionados
con el poderío militar y político que a España le proporcionó la inmensa riqueza en
metales preciosos procedentes de las Indias. Pero la moderna investigación del aparato
contable y organizativo de la Real Hacienda castellana ha descubierto y llamado la
atención sobre el relevante papel jugado en todo este contexto por la formidable
organización administrativa del Imperio, creada totalmente ex novo, sin precedentes de
ninguna clase, y que luego sirvió de modelo a todos los sistemas de dominio colonial
que siguieron al español. De este modo, la investigación histórico-contable ha colocado
en el primer plano de la investigación histórica a la organización de la Administración
castellana de esa época, revelándola como uno de los factores más significativos para
conocer con profundidad y explicar la evolución y vicisitudes del Imperio.
Citemos, para finalizar este breve repaso de ejemplos en los que la investigación
histórico-contable ha venido a completar o, incluso, a cambiar el signo de las
interpretaciones históricas recibidas, un caso en el que los estudios de historiadores
españoles de la contabilidad han contribuido a desacreditar una teoría ampliamente
extendida entre los historiadores de la empresa norteamericanos: la de que las técnicas
avanzadas de gestión empresarial, y entre ellas la contabilidad de costes, habían surgido
en el siglo XIX como consecuencia de la presión ejercida por la libre competencia entre
las grandes empresas. Los archivos contables de la Real Fábrica de Tabacos de Sevilla
han venido a demostrar cómo, en los siglos XVII y XVIII, una gran empresa en régimen
de monopolio estatal practicaba ya un riguroso control de costes y unas desarrolladas
técnicas de gestión.
Común a las dos clases de registros fue, en un principio, el carácter bilateral de las
anotaciones, que consideraban simplemente la relación entre dos personas, el dueño de
los libros y un tercero. Pero mientras el primer sistema se mantuvo en este
planteamiento bilateral, el segundo fue evolucionando en busca de un grado cada vez
mayor de integración, de multilateralidad, hasta que las anotaciones abarcaron todas las
operaciones del dueño de los libros, ofreciendo una visión completa e interrelacionada
de sus negocios.
No se crea por ello, sin embargo, que el primer sistema no evolucionó. Lo hizo y se fue
perfeccionando, pero conservando siempre su carácter bilateral, que le restaba utilidad
para su empleo como método de registro, memoria y gestión empresariales. Por ello, su
utilización se desarrolló sobre todo al servicio de las Administraciones públicas. En
efecto, su planteamiento se ajustaba perfectamente a la necesidad de controlar la
actuación de los funcionarios y de las personas a las que se encomendaba una misión
que involucrase la recepción, entrega y manejo de los dineros o bienes públicos. En los
reinos de Castilla, estas prácticas contables originaron, ya avanzada la Edad Media, el
llamado sistema de Cargo y Data, que se ha mantenido en la Administración de una
forma u otra hasta bien entrado el siglo XX.
Aunque ya en los siglos XVI, XVII y XVIII se encuentran obras que, al tratar de la
contabilidad y la teneduría de libros, contienen alguna referencia a aspectos concretos
de la historia de las técnicas contables o la mención de algún autor concreto, el estudio
sistemático de la historia de la contabilidad, propiamente dicho, comienza más tarde, a
mediados del siglo XIX. En sus primeros tiempos, hasta finales del primer tercio del
siglo XX, la historia de la contabilidad se concibe fundamentalmente como el estudio de
los autores y los tratados contables del pasado, aunque no faltan algunos estudios
aislados sobre libros de cuentas. El tema absolutamente prioritario es el de la evolución
de las técnicas contables y la identificación y señalamiento de las novedades que se
producen dentro de ellas. Son trabajos claramente realizados por estudiosos de la
contabilidad, interesados casi exclusivamente por la evolución y progreso de su
disciplina.
Los primeros años del segundo tercio del siglo XX abren una nueva etapa de la
investigación histórico-contable, en la que se va despertando paulatinamente un interés
cada vez más amplio y generalizado por el descubrimiento y estudio de fuentes
primarias, es decir, de los libros de cuentas de las respectivas épocas (De Roover, 1937).
Tal circunstancia propicia la ampliación del campo de estudio de la historia de la
contabilidad que, en contacto directo con los libros de cuentas, no sólo se interesa ya
por las prácticas y técnicas contables pretéritas, sino también por su participación en las
técnicas empresariales de dirección, administración y control, de las que se las considera
expresión genuina, y finalmente por el estudio de las operaciones registradas en los
libros, junto con el del contexto en el cual las mismas tienen lugar. La historia de la
contabilidad comienza así a contextualizarse y a interesar a estudiosos ajenos a la
profesión contable. Es más, se empieza a estudiar el papel de la contabilidad en la
propia configuración del entorno. En especial, se presta atención al papel de la partida
doble, junto a otras innovaciones propias de la época renacentista italiana, como factor
interactivo en las profundas transformaciones en el ámbito de la organización comercial
producidas en la Baja Edad Media. Dichas transformaciones constituyeron, por su
importancia, lo que se ha dado en llamar la Revolución comercial del siglo XIII, que fue
estudiada detalladamente por Raymond de Roover (1942, 1965). Esta Revolución
supuso una profunda renovación en los modos, usos, técnicas y formas de entender y
practicar los negocios, marcando un verdadero hito en la historia económica, no sólo
por el extraordinario auge que experimentaron las transacciones mercantiles, sino
sustancialmente y, sobre todo, por los profundos y revolucionarios cambios
experimentados, que llevaron consigo la transformación del pequeño capitalismo
doméstico en el incipiente capitalismo comercial de los grandes hombres de negocios
sedentarios, demasiado ocupados, sabios e importantes para viajar de feria en feria
ofreciendo sus mercancías.
Este proceso que, en gran parte, fue causa desencadenante de la decadencia de las ferias
de la Champaña, auténtico eje de la vida comercial de la época, trastocó el equilibrio de
poderes mercantiles en Europa, relegando a un segundo plano a los comerciantes
flamencos, para colocar en lugar preeminente a los hombres de negocios italianos,
verdaderos protagonistas de la Revolución comercial, que armados de las nuevas
técnicas de organización, gestión y control de los negocios, que desarrollaron y
dominaron antes que nadie, e imbuidos de la nueva mentalidad, perfectamente
conscientes de las inmensas posibilidades que su capacidad y las nacientes
circunstancias les abrían, no dudaron en romper con el antiguo sistema, dejando de
acudir a las ferias y estableciendo, en su lugar, filiales permanentes en Flandes, Francia,
España, Inglaterra, etc., con lo que se convirtieron en monopolizadores directos del
comercio exterior de media Europa. Hasta ese momento el comercio de la Europa
central y meridional con los países orientales había pasado principalmente por las ferias
de la Champaña. Allí llevaban a vender los mercaderes italianos los productos
adquiridos en Oriente, que eran comprados por los comerciantes flamencos para su
distribución en la Europa central y occidental. A su vez, los flamencos vendían allí los
productos adquiridos en los países de esa zona, que en gran parte eran comprados por
los mercaderes italianos para su reventa en Oriente.
Ahora bien, el establecimiento, por parte de los mercaderes italianos, de filiales en las
principales plazas europeas occidentales, Brujas, París, Londres, etc., para vender
directamente sus productos y dejar de acudir a las ferias, fue propiciado, entre otras
cosas, por el descubrimiento y utilización de la contabilidad por partida doble, que
proporcionó un marco sistemático para sintetizar y ganar una visión general, completa y
rápida de la situación y marcha de los negocios a ellas encomendados. Ello permitió que
la apertura y el mantenimiento de sucursales permanentes en territorios alejados de la
oficina principal, en una época de comunicaciones muy imperfectas, no supusiera un
riesgo excesivo, ya que sus operaciones podían ser controladas a distancia.
Las últimas dos décadas del siglo XX se han visto sacudidas por una conmoción en el
seno de la disciplina que nos ocupa que ha dividido en dos a los historiadores de la
contabilidad y ha tenido efectos estimulantes sobre el interés despertado por el estudio
de la disciplina. Me refiero a la aparición de la "nueva historia de la contabilidad", que
surge con fuerza y como un movimiento confrontativo con la historia de la contabilidad
tradicional, abriendo un agrio debate epistemológico y metodológico sin precedentes.
Como circunstancia curiosa, debe señalarse que los fundadores de la nueva historia
tienen a gala proclamar que su grupo no está compuesto por historiadores, sino por
sociólogos, politólogos, etnólogos, ideólogos, etc., queriendo, posiblemente, hacer
hincapié con ello en el carácter multidisciplinar de sus investigaciones.
Es difícil prever lo que traerá el futuro, pero las modas pasan y las pugnas ceden. Sólo
lo auténtico permanece. Esto es lo que ocurrirá, posiblemente, con esta pugna en el seno
de la historia de la contabilidad, cuando las ideas postmodernistas hayan demostrado su
inconsistencia y se haya comprendido que negar la posibilidad de lograr una dosis
suficiente de objetividad en la investigación histórica supone la negación misma del
conocimiento histórico. Del debate actual quedará simplemente el impulso dado al
estudio y a la divulgación de la historia de la contabilidad.
Conclusión