Lolo

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Tarea de Evocación de Palabras

Nombre: ________________________________ Fecha: ________

Instrucción: En el siguiente texto “El Corazón Delator”, han sido extraídas


algunas palabras, las que se presentan en la tabla que viene a continuación.
Luego de leerlo, deben reconocer cuál es la palabra que corresponde en cada
espacio en blanco para luego completarlos, pero con un sinónimo de la
palabra.

Razonar Observando Habitación Cordialidad Resbaló


Inmóvil Acelerado Escuchar Cadáver Estallar

EL Corazón Delator

Es cierto, soy muy nervioso. Tanto, que a veces pueda parecer que me siento


gobernado por los impulsos. Pero no estoy loco. Loco, no, porque soy capaz
de ____________. También de escucharlo todo, de oír cosas que nadie
consigue oír. Y eso es porque mis sentidos se han agudizado. Y para
demostrarles que no estoy loco, les contaré ahora, más tranquilo, mi relato:

Llevaba tiempo ______________ al viejo. Le quería mucho, deben creerme, pero


me molestaba, me irritaba, y no podía frenar ese sentimiento. Era una
tortura, y todo, por culpa de ese ojo, un ojo velado con el que miraba y no
veía, que me clavaba y me ponía nervioso. Un ojo como de buitre, azulado,
frío. ¡Fue por culpa de ese miserable ojo! Deben creerme. Yo no quería nada
del viejo. Ni su dinero. Ni él me insultó nunca. Fue por culpa de ese maldito
ojo, que me trastocaba por completo.

Había tomado la determinación de matarlo, porque no aguantaba más. Y


decidí hacerlo con la mayor habilidad posible. ¿Es eso de locos? Los locos
actúan sin pensar. Yo pensé, recapacité, ideé un magnífico plan que salió
bien, si no llega a ser por… ¡malditos sentidos! ¡Por qué los tendré tan
agudizados!
Cada noche me acercaba a su cuarto, en silencio, y entornaba un poco la
puerta con ayuda de una linterna apagada. Lo suficiente como para que
pudiera caber una cabeza.

Cuando podía ver al viejo tumbado, durmiendo tan tranquilo, con el ojo
velado cerrado, apuntaba un rayo de luz con la linterna hacia su rostro, en
dirección al objeto de mis tormento, a ese ojo que abierto es capaz de
helarme la sangre. Y esperaba un rato, con el rayo de luz sobre sus ojos,
hasta que decidía dar media vuelta y volver a mi _____________. Si el viejo
dormía, no podía hacer nada. No era él el que me molestaba, sino es dichoso
ojo de buitre. Necesitaba que lo abriera, que me mirara… Así pasaron siete
noches, siete largas noches. Cada día, a las doce en punto, repetía la misma
operación. Luego regresaba a mi cuarto, y saludaba al viejo a la mañana
siguiente con total ________________ y cariño.

Fue al octavo día. El día en que sucedió todo. Eran las doce y allí estaba yo,
en la puerta, con la linterna apagada. Entonces, mi pulgar _____________ al
intentar abrir el picaporte y al darle al pestillo, hizo ruido. El viejo se despertó
y gritó: – ¿Quién anda ahí? Y yo permanecí callado. Durante una hora entera
no me moví del sitio. Y el viejo tampoco. Ahí en la cama, incorporado… Por
un instante sentí lástima de él. Pensé en el miedo que en ese momento
estaría atenazando sus músculos. Pensaría: – Habrá sido el ruido del viento.
No, no es el viento… Tal vez un animal. ¿Y si no lo es?

Seguro que el viejo no paraba de dar vueltas al sonido que acababa de


escuchar, ______________ por el terror. Y yo de pronto me di cuenta de que ese
era el momento oportuno. Así que apunté suavemente mi linterna contra su
rostro, y la encendí débilmente. Justo en su ojo de buitre. Ahí estaba. ¡Me
estaba mirando! Abierto de par en par, con esa horrible tela que lo cubría
entero.

Me enfadé. La ira aumentaba a cada instante. Y empecé a escucharlo. Sí, lo


he dicho ya: mis sentidos, agudizados, son capaces de oírlo todo. Y
escuchaba, perfectamente, el ensordecedor ruido de su corazón
____________. El corazón del viejo, que no se paraba, y me hacía enfadar más y
más. ¡Lo iban a escuchar todos los vecinos! ¡Debía hacer algo!
Me lancé contra él, tiré el colchón, y lo usé para ahogarle. Ya estaba hecho.
Por fin el ojo de buitre me dejaría en paz. Por fin dejé de _____________ese
terrible sonido.

Pensé después en cómo librarme del cuerpo. ¿Creen que un loco pensaría en
eso? Yo era capaz de razonar, de buscar una salida. Al final pensé que lo
mejor era esconderlo en su propio cuarto, bajo las tablas de madera. Así que
levanté unas cuantas y escondí allí él ______________.

Al día siguiente apareció la policía en la puerta del edificio. Al parecer, un


vecino les había avisado porque escuchó un grito. Yo estaba tranquilo. ¿Qué
tenía que temer? Todo había salido bien, como yo planeaba. – ¿El anciano
que vive aquí? - contesté ante la pregunta de la policía- No lo sé. Se marchó
ayer y no he vuelto a verle.

La policía comenzó entonces a registrar su habitación, y yo decidí sentarme


en una silla, que coloqué hábilmente justo encima de las tablas que
escondían el cadáver. Entonces, ellos se sentaron frente a mí y empezaron a
hablar, a reír, a entablar una conversación eterna. Yo estaba alegre, y al
principio seguí su conversación sin problema. Todo iba bien, hasta que de
pronto… de pronto comenzó a oírse, cada vez más y más. Más fuerte, más
nítido. ¡Agg!! ¡Esos malditos sentidos! ¿Por qué tendré que oírlo todo?
Era imposible que ellos no lo oyeran. Sonaba muy fuerte. Retumbaba en los
oídos, como una máquina de tortura: – ¡Toc, toc, toc!

El corazón del viejo seguía funcionando, seguía latiendo, seguía sonando. Y


mis oídos estaban a punto de ____________. Los policías seguían hablando…
¿Cómo era posible? Disimulaban, eso es, disimulaban para ponerme aún más
nervioso. Y lo consiguieron, lograron enfadarme, hasta el punto de saltar,
desesperado, de levantarme y gritar: – ¡Sí! ¡Lo hice! ¡Maté al viejo! Ese
corazón que escuchan es el de su cadáver, y está aquí justo, debajo de mi
silla.

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