Lolo
Lolo
Lolo
EL Corazón Delator
Cuando podía ver al viejo tumbado, durmiendo tan tranquilo, con el ojo
velado cerrado, apuntaba un rayo de luz con la linterna hacia su rostro, en
dirección al objeto de mis tormento, a ese ojo que abierto es capaz de
helarme la sangre. Y esperaba un rato, con el rayo de luz sobre sus ojos,
hasta que decidía dar media vuelta y volver a mi _____________. Si el viejo
dormía, no podía hacer nada. No era él el que me molestaba, sino es dichoso
ojo de buitre. Necesitaba que lo abriera, que me mirara… Así pasaron siete
noches, siete largas noches. Cada día, a las doce en punto, repetía la misma
operación. Luego regresaba a mi cuarto, y saludaba al viejo a la mañana
siguiente con total ________________ y cariño.
Fue al octavo día. El día en que sucedió todo. Eran las doce y allí estaba yo,
en la puerta, con la linterna apagada. Entonces, mi pulgar _____________ al
intentar abrir el picaporte y al darle al pestillo, hizo ruido. El viejo se despertó
y gritó: – ¿Quién anda ahí? Y yo permanecí callado. Durante una hora entera
no me moví del sitio. Y el viejo tampoco. Ahí en la cama, incorporado… Por
un instante sentí lástima de él. Pensé en el miedo que en ese momento
estaría atenazando sus músculos. Pensaría: – Habrá sido el ruido del viento.
No, no es el viento… Tal vez un animal. ¿Y si no lo es?
Pensé después en cómo librarme del cuerpo. ¿Creen que un loco pensaría en
eso? Yo era capaz de razonar, de buscar una salida. Al final pensé que lo
mejor era esconderlo en su propio cuarto, bajo las tablas de madera. Así que
levanté unas cuantas y escondí allí él ______________.