Adopción

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Adopción

Actualmente, la adopción tiene gran relevancia dado que lo que se busca es realmente
reintegrar a una familia a los menores en situaciones de vulnerabilidad, por carecer o por
haber sido abandonados por su propia familia. El reincorporar al menor implica hacer
valer su derecho a vivir en un ambiente familiar y por con ello contar con un adecuado
desarrollo biopsico-social, ya que la convivencia en este ambiente conlleva aprendizaje,
socialización, transmisión cultural y establecimiento de lazos afectivos, creando con ello
identidad dentro de su núcleo más próximo que es la familia y dentro del grupo donde se
desenvuelva ésta.
En ese sentido, la adopción se puede ubicar como una alternativa a través de la vía jurídica
para cumplir con ese cometido, dado que con ella se tiene –de acuerdo con el Sistema
Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF)−, la oportunidad de integrar a las
niñas, niños y adolescentes a un ambiente armónico, protegidos por el cariño de una
familia que propicie su desarrollo integral y, estabilidad material y emocional, que los dote
de una infancia feliz y los prepare para la vida adulta
Derecho a vivir en familia
La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos a través del artículo 4 señala que
en todas las decisiones y actuaciones del Estado se velará y cumplirá con el principio del
interés superior de la niñez, garantizando de manera plena sus derechos.
Por su parte la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, contempla en
el párrafo segundo del artículo 2, que el interés superior de la niñez deberá ser
considerado de manera primordial en la toma de decisiones sobre una cuestión debatida
que involucre niñas, niños y adolescentes.
En ese sentido Contreras Díaz señala –citando a Pérez Adán− que algunas de las funciones
básicas de la familia son la transmisión cultural, la socialización y el aprendizaje social.1
La importancia de estas funciones radica en que:
“La transmisión cultural implica el aprendizaje de varios aspectos y conductas, no sólo
relacionadas con cuestiones demográficas como el lugar de origen o el lenguaje, sino
también la higiene, las costumbres, los modales, etcétera. La socialización ayuda a
desarrollar habilidades y mecanismos de pertenencia al grupo social más amplio, ya que la
familia es el primer núcleo de interacción entre personas e implica el desarrollo de un
vínculo afectivo entre sus integrantes. Por último, el aprendizaje social está relacionado
con la propagación de conductas adecuadas, como el respeto a la integridad de otras
personas, el seguimiento de normas establecidas y la capacidad de autocontrol.”
Lo anterior da pauta a considerar la relevancia que tiene el que una niña, niño o
adolescente cuente con una familia.
De acuerdo con el Diccionario de la Lengua Española la palabra adopción implica la acción
de adoptar y adoptar proviene del latín adoptāre, que indica tomar legalmente en
condición de hijo al que no lo es biológicamente.3
En el Diccionario Jurídico Mexicano se señala que la adopción es un acto de carácter
complejo que para su regularidad exige los siguientes elementos:
 La emisión de una serie de consentimientos;  La tramitación de un expediente judicial,
y  La intervención de los jueces de lo familiar y del Registro Civil.4
El Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia, señala que la adopción es el
medio por el cual aquellos menores que por diversas causas han terminado el vínculo con
su familia biológica, tienen la oportunidad de integrarse a un ambiente armónico,
protegidos por el cariño de una familia que propicie su desarrollo integral y, estabilidad
material y emocional, que los dote de una infancia feliz y los prepare para la vida
adulta.10
Por su parte el DIF estatal de Tamaulipas lo define como la vía jurídica que le permite
integrar a su familia a uno o más menores de edad o a personas incapaces de cuidar de sí
mismas, con la finalidad de proveerles lo necesario para su subsistencia y cuidado. Es el
ejercicio de la paternidad con amor y por decisión.11
Como puede observarse de las definiciones mostradas el denominador común es la
incorporación de un menor o incapaz (adoptado) a una familia (adoptante) a través de la
cual se crea un vínculo de filiación, lo anterior se da mediante un acto jurídico en los que
interviene la autoridad competente para conocer de ello, sin embargo, también se
observa que hay definiciones que van más allá de lo jurídico como es el caso de las
establecidas por los Sistema del DIF tanto nacional como locales, que buscan que esa
integración se dé dentro de un ambiente armónico en el que se le otorgue al adoptado
protección y cariño, de modo tal que estos factores le den una estabilidad tanto
emocional como material que le permitan prepararse para la vida adulta.

Filiación
Dado que de los elementos que conforman las diferentes definiciones que se presentan
destaca la de filiación, la cual está relacionada con el tema, se encuentra que:
El Diccionario de la Lengua Española define la filiación como procedencia de los hijos
respecto a los padres.12
Al respecto Galindo Garfias señala que la filiación es considerada como la relación
existente entre padres e hijos, de la que deriva un complejo de deberes, obligaciones,
derechos y facultades entre ellos.13
En el Diccionario Jurídico Mexicano se establece que el término filiación proviene del latín
filatio-onis, de filius, hijo, y señala que la relación que de hecho yAl respecto y dada esta
argumentación, establece que son dos los tipos de filiación que se derivan:
a) Consanguínea, que es la que proviene de la naturaleza, específicamente del fenómeno
biológico de procreación; y b) Civil, que encuentra su origen en una ficción legal, esto es,
en un acto jurídico al que la ley le ha atribuido el carácter de fuente de la filiación, como
es la adopción.19
Al respecto encontramos aunque con términos diversos concordancia con lo establecido
líneas arriba en cuanto a los tipos de filiación relacionándose la denominada legítima, con
la establecida por la Suprema Corte como Consanguínea, y la adopción, como la civil que
identifica precisamente con la adopción.
Certificado de Idoneidad
La Ley General de los Derechos de los Niños, Niñas y Adolescentes define al certificado de
idoneidad como:
“VI. Certificado de Idoneidad: El documento expedido por el Sistema Nacional DIF y los
Sistemas de las Entidades, o por la autoridad central del país de origen de los adoptantes
en los casos de adopciones internacionales, en virtud del cual se determina que los
solicitantes de adopción son aptos para ello;”
Este documento resulta de suma importancia dentro del procedimiento de adopción dado
que en él se determina precisamente que quienes pretenden adoptar están calificados
para hacerlo, por cumplir con los requisitos solicitados para ello. Ahora bien, si éste se
encuentra definido para el caso de la adopción internacional, cabe señalar que en el caso
de las adopciones nacionales también son requeridos expresamente por algunos Estados
tales como: Baja California, Campeche, Colima, Chiapas, Chihuahua, Durango, Guanajuato,
Estado de México, Hidalgo, Jalisco, Michoacán, Nayarit, Oaxaca, Puebla, Querétaro,
Quintana Roo, San Luis Potosí, Sinaloa, Tamaulipas, Tlaxcala, Veracruz

Juridico

La tercera tesis es la que considera a la adopción como una institución de orden e interés
público, cuya base es el acto jurídico voluntario de las partes, éste es el presupuesto para
acceder a la institución de la adopción y generar los efectos queridos por las partes, y aun
los no deseados por ellos, sino también los que no están previamente impuestos por la
ley, y fuera de la voluntad de los particulares. En ese sentido señala Tapia Ramírez que el
acto jurídico contractual se convierte en sólo un elemento de la institución de la adopción.

1.7. Tipos de adopción


En México hasta antes de las reformas de 2013, el Código Civil Federal contemplaba dos
tipos de adopción:  La adopción simple: la cual se circunscribía al vínculo entre el
adoptante y el adoptado;
La adopción plena: que tiende a incorporar al adoptado en la familia del adoptante; Una
tercera forma de adopción es la contemplada en el artículo 410 del mencionado
ordenamiento:  La adopción internacional: es la promovida por ciudadanos de otro país,
con residencia habitual fuera del territorio nacional; y tiene como objeto incorporar, en
una familia, a un menor que no puede encontrar una familia en su propio país de origen.
El último tipo de adopción que se contempla en el Código Civil Federal es:
 La adopción por extranjeros que es la promovida por ciudadanos de otro país, con
residencia permanente en el territorio nacional.
Sujetos de la relación jurídica de la adopción
Son dos los sujetos de la relación jurídica de la adopción:  La persona que asume los
deberes y derechos inherentes a la patria potestad o a la condición de padre (adoptante),
y  La persona que se sujeta a la especial filiación que la adopción supone (adoptado), y
que es recibido de manera legal como hijo del adoptante.
Derechos y obligaciones derivados de la adopción
De los derechos que se derivan de la adopción, si se atiende a los tipos de adopción que se
han señalado se observa que:
Mientras que en la adopción simple tanto el adoptante como el adoptado tienen los
mismos derechos, deberes y obligaciones que existen entre padre e hijo, en la adopción
plena el adoptante posee, respecto del adoptado, los mismos derechos, deberes y
obligaciones propios del vínculo de parentesco que se tiene con los hijos consanguíneos,
lo cual comprende también los impedimentos para el matrimonio.
Lo anterior implica que aunque el adoptante muera, el adoptado no queda desamparado,
debido a que sus parientes por adopción están obligados a proporcionarle alimentos,
ejercer la patria potestad o la tutela legítima como si se tratara de un hijo consanguíneo
del adoptante.

Derechos y obligaciones derivados de la adopción


De los derechos que se derivan de la adopción, si se atiende a los tipos de adopción que se
han señalado se observa que:
Mientras que en la adopción simple tanto el adoptante como el adoptado tienen los
mismos derechos, deberes y obligaciones que existen entre padre e hijo, en la adopción
plena el adoptante posee, respecto del adoptado, los mismos derechos, deberes y
obligaciones propios del vínculo de parentesco que se tiene con los hijos consanguíneos,
lo cual comprende también los impedimentos para el matrimonio.
Lo anterior implica que aunque el adoptante muera, el adoptado no queda desamparado,
debido a que sus parientes por adopción están obligados a proporcionarle alimentos,
ejercer la patria potestad o la tutela legítima como si se tratara de un hijo consanguíneo
del adoptante.

Marco Juridico
Constituciòn art 4 interes superior del niño
Coigo civil feeral
A nivel federal la adopción se encuentra regulada en el Código Civil Federal dentro del
Título Séptimo de la Paternidad y Filiación, Capítulo V denominado: “De la Adopción”, el
cual consta de cuatro secciones de las cuales la segunda relacionada con la adopción
simple se encuentra derogada:
 Sección Primera Disposiciones Generales
 Sección Segunda De la Adopción Simple
 Sección Tercera De la Adopción Plena
 Sección Cuarta De la Adopción Internacional
Con relación a la sección segunda, cabe señalar que el 8 de abril de 2013 fue publicado en
el Diario Oficial de la Federación el Decreto por el que se reforman y derogan diversas
disposiciones del Código Civil Federal, en materia de adopción simple.
Derogar la adopción simple tuvo como finalidad que la adopción no sea más una
obligación contraída entre adoptante y adoptado, sino que se traduzca en una
responsabilidad como ejercicio de ambos cónyuges o concubinos adoptantes, respecto del
menor adoptado. Lo que trae como una consecuencia inmediata para el adoptado tanto el
disfrute pleno como el ejercicio de sus derechos civiles, una vez obtenida la edad para
hacerlo, por virtud de adquirir los mismos derechos y obligaciones de los que goza un hijo
consanguíneo.
Por lo tanto, actualmente el Código Civil Federal sólo contempla la adopción plena y la
adopción internacional.
Por su parte, cada uno de los Estados de la República, contemplan en sus respectivos
Códigos Civiles o Familiares e incluso en leyes específicas en la materia lo relativo a los
procedimientos, requisitos y elementos de la adopción entre otros, tal y como se verá en
la segunda parte de este trabajo, relativa a derecho comparado local en materia de
adopción.53
Ahora bien, de manera más específica en el Código Civil en comento se encuentra dentro
de las disposiciones generales:
En el Código Civil Federal se establecen los requisitos que se requieren para solicitar una
adopción y al respecto se encuentran:
 Ser mayor de 25 años, libre de matrimonio, en pleno ejercicio de sus derechos, y tener
17 años más que el adoptado y que acredite además:
 Tener medios bastantes para proveer a la subsistencia, la educación y el cuidado de la
persona que trata de adoptarse, como hijo propio, según las circunstancias de la persona
que trata de adoptar;
 Que la adopción es benéfica para la persona que trata de adoptarse, atendiendo al
interés superior de la misma, y
 Que el adoptante es persona apta y adecuada para adoptar.
Junto a los requisitos se observan algunos impedimentos entre ellos que:
 Los cónyuges o concubinos podrán adoptar, cuando los dos estén conformes en
considerar al adoptado como hijo; aplicado a contrario sensu, la falta de consentimiento o
acuerdo entre los cónyuges será un impedimento para que se dé la adopción;
 La falta de aprobación de las cuentas de tutela, son causa de impedimento para que el
tutor pueda adoptar a su pupilo.
 Efectos o derechos que surgen de la adopción
 El que adopta tendrá respecto de la persona y bienes del adoptado, los mismos
derechos y obligaciones que tienen los padres respecto de la persona y bienes de los hijos.
 El adoptante dará nombre y sus apellidos al adoptado.
 El adoptado tendrá para con la persona o personas que lo adopten los mismos derechos
y obligaciones que tiene un hijo.
 Sujetos que pueden consentir respecto de la adopción:
 El que ejerce la patria potestad sobre el menor que se trata de adoptar;
 El tutor del que se va a adoptar;
 La persona que haya acogido durante seis meses al que se pretende adoptar y lo trate
como a hijo, cuando no hubiere quien ejerza la patria potestad sobre él ni tenga tutor;
 El Ministerio Público del lugar del domicilio del adoptado, cuando éste no tenga padres
conocidos, ni tutor, ni persona que ostensiblemente le imparta su protección y lo haya
acogido como hijo.
 Las instituciones de asistencia social públicas o privadas que hubieren acogido al menor
o al incapacitado que se pretenda adoptar.
 Si la persona que se va a adoptar tiene más de 12 años, también se necesita su
consentimiento para la adopción.

En el caso de las personas incapaces, será necesario su consentimiento, siempre y cuando


fuese posible la expresión indubitable de su voluntad.
Se contempla que tanto el tutor o como el Ministerio Público si niegan el consentimiento,
deberán expresar la causa en que se funden y el juez competente será el encargado de
calificarla, para lo cual deberá tomar en cuenta los intereses del menor.
 Procedimiento para hacer la adopción
En materia procedimental, el propio Código Civil establece que el procedimiento para
hacer la adopción será fijado en el Código de Procedimientos Civiles; asimismo, se
establece que la sentencia que autorice la adopción una vez que cause ejecutoria,
consumará a ésta. En cuanto al acta que se derivará de la autorización de la adopción, el
juez que la apruebe tiene el deber de remitir copia de las diligencias respectivas al Juez del
Registro Civil del lugar en donde se lleva a cabo para que la levante.
Adopción Plena
En el Código Civil queda expresamente establecido que bajo este tipo de adopción el
adoptado se equipara al hijo consanguíneo para todos los efectos legales, incluyendo los
impedimentos de matrimonio.
 Derechos y efectos
En cuanto a los derechos y efectos que se derivan de la adopción plena, se contempla que
el adoptado:
 Tiene en la familia del o los adoptantes los mismos derechos, deberes y obligaciones del
hijo consanguíneo.
 Debe llevar los apellidos del adoptante o adoptantes.
 Extingue la filiación preexistente entre el adoptado y sus progenitores y el parentesco
con las familias de éstos, salvo para los impedimentos de matrimonio.
 La adopción plena es irrevocable.
 Requisitos, impedimentos y/o consentimiento
Además de cumplir con los establecidos en las disposiciones generales, se establece como
parte de los sujetos que deben otorgar el consentimiento:
 El padre o madre del menor que se pretende adoptar, salvo que exista al respecto
declaración judicial de abandono.

Ley GRal de niñas, niños y adolescentes


Còdifo de procedimientos civiles

Reglamento de aopcion de menores de los sistemas para el Desarrrollo integral de la


familia
Emitido el 31 de agosto de 1998, y con alcance internacional, la aplicación de este
Reglamento corresponde al Sistema Nacional y a los Sistemas Estatales y
Municipales para el Desarrollo Integral de la Familia.
A través de este Reglamento se estipula expresamente que pueden ser solicitantes de
adopción de un menor: todas aquellas personas que reúnan los requisitos
establecidos en las disposiciones legales aplicables en la materia.
En este Reglamento se establecen los requisitos administrativos para la adopción;
tanto para los solicitantes de nacionalidad mexicana como para los solicitantes
extranjeros. Asimismo, se establecen los requisitos que deberán cubrir los solicitantes
extranjeros que deseen adoptar a un menor de origen mexicano, originarios de un
país donde sea aplicable la Convención sobre la Protección de Menores y la
Cooperación en Materia de Adopción Internacional.
Contempla la obligación de los Sistemas DIF de contar con un órgano colegiado que se
denominará Consejo Técnico de Adopciones, el cual se encargará del análisis de las solicitudes
de adopción, así como de los estudios socioeconómicos y psicológicos realizados por el
Sistema a solicitud de instituciones diferentes al mismo. Sobre el particular se prevé cómo se
integrará, los requisitos que deberán cubrir quienes lo integren; las funciones que tendrá y las
facultades de sus miembros.
Se contempla la necesidad de que se dé la convivencia temporal de menores promovidos
en adopción con solicitantes nacionales; el seguimiento de los menores promovidos en
adopción tanto con solicitantes nacionales como los promovidos en adopción
internacional. Por último, contempla lo relativo al procedimiento judicial en el que se
establecen algunas obligaciones para los solicitantes de adopción para los dos tipos de
solicitantes (nacionales y extranjeros), y las sanciones a las que se harán acreedores los
solicitantes que no cumplan con la reincorporación del menor al centro asistencial que se
lo requiera, como para los servidores públicos cuando se les compruebe que incurrieron
en omisión o negligencia en su actuar cuando intervienen en el trámite administrativo y
judicial de las adopciones.
Los documentos que deberán integrar el expediente de las personas que soliciten una
adopción son:68
1. Carta dirigida al Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia, fechada y firmada por
los interesados, manifestando la voluntad de adoptar, especificando número de menores, la edad y
sexo del o los menores que se pretenden adoptar;
2. Original para su cotejo y copia simple, de identificación oficial con fotografía del o los solicitantes
(credencial de elector o pasaporte, actualizado y vigente);
3. Copia certificada del acta de nacimiento del o los solicitantes;
4. Copia certificada del acta de nacimiento de los hijos de uno o ambos solicitantes (en su caso).
En el supuesto de que el o los hijos hubieren fallecido, copia certificada del acta de defunción;
5. Copia certificada del acta de matrimonio con un mínimo de dos años de casados (en su caso);
6. Reconocimiento de concubinato emitido por Autoridad Judicial (en su caso);
7. En el caso de divorcio o viudez de uno o ambos solicitantes, copia certificada del acta
correspondiente;
8. Dos cartas de recomendación dirigidas al Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la
Familia, fechadas y firmadas, que incluyan domicilio completo, números telefónicos y direcciones
de correo electrónico, de personas que conozcan a los interesados como pareja y el proyecto de
adopción de éstos, especificando el tiempo que tienen de conocerlos (que no tengan parentesco);
9. Una fotografía a color tamaño credencial (reciente, no mayor a 6 meses), del o los solicitantes y,
en su caso, de los hijos de uno o ambos solicitantes;
10. Fotografías tamaño postal a color de su casa, que comprendan fachada y todas las

áreas que integran la misma;


11. Fotografías de reuniones familiares en las que aparezcan él, o los solicitantes y, en su
caso, de los hijos de uno o ambos solicitantes y sus mascotas;
12. Certificado médico del o los solicitantes, y de los hijos de uno o ambos solicitantes que
vivan en el mismo domicilio, expedido por institución oficial, los cuales deberán contener
fecha, firma, número de cédula profesional del médico que los emite y sello;
13. Exámenes toxicológicos del o los solicitantes, expedidos por institución pública o
privada debidamente acreditada, mismos que deberán incluir los siguientes elementos:
Alcohol, anfetaminas, barbitúricos, benzodiacepinas, cannabinoides, cocaína y opiáceos.
14. Constancia laboral del o los solicitantes dirigidas al Sistema Nacional para el Desarrollo
Integral de la Familia, fechada y firmada, expedida por la dependencia o empresa en la
que laboran, especificando puesto, antigüedad, sueldo, horario y ubicación, o
documentación que acredite fehacientemente sus ingresos netos percibidos. En caso de
presentar constancia expedida por un contador público deberá contar con las
especificaciones anteriores además de incluir los datos de la actividad económica de los
interesados o la fuente de ingresos de los mismos, así como nombre completo del
contador, domicilio, números telefónicos, dirección de correo electrónico y anexar copia
de su cédula profesional;
15. Comprobante de domicilio (no mayor a dos meses de antigüedad) a nombre de por lo
menos uno de los interesados;
16. Certificado de no antecedentes penales, el cual deberán tramitar en la Dirección de
Archivo Nacional de Sentenciados y Estadística penitenciaria, que se encuentra ubicado en
Calzada de Tlalpan No. 2962, Col. Espartaco, Delegación. Coyoacán, C.P. 04870, México
D.F., teléfono 5599-2000; y
17. En el caso de los extranjeros con residencia permanente en México; carta en la que se
comprometen a informar a este Sistema Nacional DIF cualquier cambio de domicilio o
residencia a otro país.
Tramite de Adopción Internacional69
En caso de que los solicitantes se interesen por menores residentes en México con alguna
de estas características, deberán atender al siguiente trámite:
 Ser solicitantes residentes en países que hayan ratificado la Convención de La Haya.
El expediente será enviado a México por la autoridad central u Organismo del país del
adoptante, que deberá estar acreditado por el DIF nacional, y se hará precisamente por
conducto de la Secretaría de Relaciones Exteriores, y se integrará con los siguientes
documentos:
1. Carta dirigida al Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia, fechada y
firmada por los interesados, manifestando la voluntad de adoptar, especificando número
de menores, la edad y sexo del o los menores que se pretenden adoptar.
2. Copia certificada de identificación oficial con fotografía del o los solicitantes (pasaporte,
actualizado y vigente).
3. Copia certificada del acta de nacimiento del o los solicitantes.
4. Copia certificada del acta de nacimiento de los hijos de uno o ambos solicitantes (en su
caso). En el supuesto de que el o los hijos hubieren fallecido, copia certificada del acta de
defunción.
5. Copia certificada del acta de matrimonio con un mínimo de dos años de casados.
6. En el caso de divorcio o viudez de uno o ambos solicitantes, copia certificada del acta
correspondiente.
7. Dos cartas de recomendación dirigidas al Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de
la Familia, fechadas y firmadas, que incluyan domicilio completo, números telefónicos y
direcciones de correo electrónico, de personas que conozcan a los interesados como
pareja y el proyecto de adopción de éstos, especificando el tiempo que tienen de
conocerlos (que no tengan parentesco).
8. Una fotografía a color tamaño credencial (reciente, no mayor a 6 meses), del o los
solicitantes y, en su caso, de los hijos de uno o ambos solicitantes.
9. Fotografías tamaño postal a color de su casa, que comprendan fachada y todas las áreas
que integran la misma.
10. Fotografías de reuniones familiares en las que aparezcan él, o los solicitantes y, en su
caso, de los hijos de uno o ambos solicitantes y sus mascotas.
11. Certificado médico del o los solicitantes, y de los hijos de uno o ambos solicitantes que
vivan en el mismo domicilio, los cuales deberán contener fecha, nombre completo y firma
del médico que los emite.
12. Exámenes toxicológicos del o los solicitantes, que deberán incluir los siguientes
elementos: Alcohol, anfetaminas, barbitúricos, benzodiacepinas, cannabinoides, cocaína y
opiáceos.
13. Constancia laboral del o los solicitantes, fechada y firmada, expedida por la
dependencia o empresa en la que laboran, especificando puesto, antigüedad, sueldo,
horario y ubicación, o documentación que acredite fehacientemente sus ingresos netos
percibidos.
14. Comprobante de domicilio a nombre de por lo menos uno de los interesados.
15. Estudio socioeconómico practicado por la Autoridad Central del Estado de residencia
del o los solicitantes o por institución u organismo debidamente acreditado y autorizado
por el SNDIF para realizar trámites de adopción internacional en México.
16. Estudio psicológico practicado por la Autoridad Central del Estado de residencia del o
los solicitantes o por institución u organismo debidamente acreditado y autorizado por el
SNDIF para realizar trámites de adopción internacional en México.
17. Certificado de idoneidad expedido por la Autoridad Central del Estado de residencia
del o los solicitantes.
18. Certificado de no antecedentes penales.
Nota: Todos los documentos deberán estar traducidos al español por perito traductor y
formalmente legalizados o apostillados.

Adopción y padres adoptivos


2. ADOPCIÓN: CONSIDERACIONES FUNDAMENTALES
2.1. Desarrollo histórico-social
Es de gran importancia comenzar por contextualizar la práctica de la adopción desde sus
orígenes, lo cual ayudará a comprender mejor la complejidad del tema.
La idea de la adopción ha ido cambiando a lo largo de la historia, y evolucionando a
formas
más complejas y seguras legalmente.
Chavanneau de Gore (1992) hace un recorrido histórico, que da cuenta de una evidente
evolución de la adopción hasta la actualidad. Esta autora comenta que, la práctica se da
desde la antigüedad, apareciendo por primera vez en los códigos babilonios de
Hammurabai. Sin embargo, afirma que fue en la antigua Roma donde tuvo su auge,
cobrando mayor importancia tanto a nivel jurídico como social.
La adopción en sus principios tenía como objetivo favorecer principalmente a las parejas
que no podían concebir biológicamente un niño, lo cual iba más allá de una razón afectiva.
Estas familias ejercían la práctica para conservar el apellido de la familia, las herencias,
incluso llegó a ser un método para deshacerse de hijos “bastardos” producto de relaciones
extramatrimoniales. Además señala que la misma, con los rasgos con la que se la conoce
actualmente, comenzó a diseñarse luego de la Primera Guerra Mundial. La enorme
cantidad
de huérfanos, a causa de los conflictos vivenciados en esta guerra, hizo que el objetivo de
ésta dirigiera su foco hacia los niños desamparados, y a utilizarlo como un instrumento de
política social, regulado por el Estado, para resolver los problemas relacionados a los niños
sin hogar.
Siguiendo con lo planteado, Pilotti (1988) expresa:
Las primeras reglamentaciones sobre la situación de niños y niñas en familias
sustitutas en los Estados Unidos surgieron a raíz de la utilización indiscriminada de
niños huérfanos y abandonados como trabajo infantil barato. Al respecto, se
considera que el estado de Massachussets fue el primero que, en el año 1851,
promulgó una ley destinada a proteger los intereses de los niños. En 1917 el Estado
de Minnessota aprobó un código de menores que contemplaba resguardos para
niños o niñas adoptados (p.19).
De acuerdo con el mencionado autor, al recorrer los avances posteriores de la legislación
europea, Uruguay fue el primer país de la región que, en 1945 introdujo la legitimación
adoptiva. Debe recordarse que la “adopción moderna”, bajo la denominación de
legitimación
por adopción, se incorporó a la legislación francesa en 1939. Su característica fundamental
es que busca incorporar al adoptado, con todos los derechos de hijo legitimo, a la familia
que lo adopta.
Según plantea Pilotti (1988), la evolución de la adopción pueden distinguirse en dos
grandes etapas:
1. La adopción “clásica”, institución destinada a solucionar la crisis de matrimonios
sin hijos, situación que representaba una serie de amenaza para la continuidad
del ciclo familiar, especialmente en sociedades donde el culto ancestral y la
herencia constituían una preocupación fundamental;
2. La adopción “moderna” en la que el énfasis está en solucionar la crisis del niño
sin familia. Es por ello que se dice que el fundamento de la adopción pasó de ser
“un niño para una familia” a “una familia para un niño” ( p.18).
Lo que el autor se plantea observar es que, el bienestar del niño no constituía una
preocupación prioritaria, lo que refuerza la noción que en sus inicios, no era considerada
como una institución benefactora de estos niños y niñas, sino más bien como un
mecanismo que servía los intereses de familias sin hijos.
Con el paso del tiempo la concepción de la de la misma, fue transformándose y
convirtiéndose en una práctica donde lo principal pasó a ser la protección y el bienestar de
los niños, satisfacer sus necesidades fundamentales y sus derechos.
Chavanneau de Gore (1992) afirma:
La adopción está regulada actualmente en casi la totalidad de las legislaciones de
este siglo, con la moderna finalidad de proteger a los niños y niñas que se hallan en
alguna situación de desamparo. Ha dejado de ser un contrato liberado al arbitrio de
las partes para convertirse en una institución en la que se halla inserto el interés del
Estado (p. 23).
2.3. Dimensión socio-cultural
Desde la perspectiva social, la Adopción se inscribe dentro de los recursos de que dispone
la Protección a la Infancia, y se ve como la solución ideal a la infancia sin hogar.
Según Amorós (1987) es preciso señalar que el objetivo de una política social relacionada
con esta temática , no tiene que ir dirigido a que aumente el número de adopciones, sino
principalmente a que disminuya las causas por las que los niños se quedan sin familia que
los pueda educar y cuidar adecuadamente.
La misma es concebida como una práctica culturalmente establecida y se encuentra
construida sobre las imposibilidades y las posibilidades de muchas personas.
Es importante subrayar que es una medida de restitución de derechos de vivir en familia
para un niño, niña y adolescente que no puede vivir con su familia de origen, y no
considerarla como la respuesta a una sociedad adulto- céntrica que busca respuesta para
sí. Muchas veces esta práctica, a pesar que su funcionalidad es el bienestar de los niños
formar una familia con ésta modalidad, para aquellas que por distintas razones no logran
tener hijos biológicamente, y para aquellas personas que no pueden o no quieren llevar
adelante la crianza de un hijo.
Luego de una prolongada transformación sobre este concepto, hoy en día, se está
trabajando en generar mayor conciencia sobre los derechos de los niños que por alguna
razón u otra han sido privados de su medio familiar.
Giberti (2001), considera que la práctica adoptiva es una institución que funda un estilo de
vida con características propias, y debido a ello es posible hablar de una cultura de la
adopción, por tanto gracias a ella, las ideas de maternidad, de paternidad y de familia
adquieren nuevas significaciones. Según la autora, la misma se funda en la cultura, con
profundas implicaciones sociales y psicológicas; ya que es una decisión del ámbito privado
y público. Se desarrolla en un proceso legal, siendo imprescindible una preparación y
adaptación para la construcción de un nuevo vínculo.
Desde que el ser humano nace es parte de un grupo social, lo que implica hacer propias
las
costumbres, creencias, códigos y prácticas que caracterizan la cultura de dicho grupo.
Según aportes de Scarone, Daguerre y Sánchez (2012), el término de cultura de la
adopción, se basa en el concepto que se debe tener en cuenta a la hora de adoptar, y al
respecto las autoras dicen que, cuando se entiende esta práctica como una solución, para
quienes no han podido hacer la elaboración de los duelos por haber tenido algún tipo de
dificultad para concebir, y buscan una respuesta inmediata, es posible que no se esté
comprendiendo lo complejo del proceso y se esté dando una comprensión y un abordaje
parcial del problema.
Por lo tanto se debe reforzar socialmente este concepto, y los aportes por parte de
equipos
y profesionales que trabajan en el tema.
Es importante a nivel social, trabajar el concepto de familia. Refiriéndose a esto,
Chavanneau de Gore (1994) afirma que antiguamente la sociedad occidental asociaba la
familia directamente a los lazos biológicos, pero con el paso del tiempo se fue
reconociendo
que la familia es una producción cultural que no siempre está basada en los lazos
sanguíneos.
Coincidiendo con lo expuesto, Giberti (2006) plantea que “ la adopción es, precisamente,
la
Este concepto ha ido cambiando, reconociendo y valorando la o las funciones y
modalidades que la misma conlleva.
En cuanto a la práctica adoptiva, ¿qué imágen o ideas se tiene socialmente de ésta? ¿qué
dudas e incertidumbres vienen de la mano con esta práctica?
Partimos de la idea que adoptar es visto socialmente como un acto de último recurso para
personas o parejas que no pueden ser padres en el orden de lo biológico, y esto nos lleva
a
pensar: ¿qué pasa cuando se decide adoptar teniendo la posibilidad de ser padres
biológicos?
Vale plantearse entonces, ¿quién puede arrogarse el poder de decidir que no deben o no
pueden adoptar?, ¿quién tiene derecho a impulsarlos a buscar el hijo en el terreno de lo
biológico?
Esto nos lleva a pensar en qué es la maternidad y paternidad para nuestra sociedad. Sí
ponemos barreras de alguna forma a estas situaciones estaremos confirmando que la
única
forma valiosa de ser padres es desde el terreno de lo biológico.
Por lo tanto, es importante que se encuentren accesibles para estas familias, equipos
técnicos y/o profesionales, que cuenten con herramientas necesarias para trabajar estas
cuestiones, tanto a nivel familiar como social.
En este sentido Giberti (1996) plantea que los preadoptantes portan los prejuicios de
nuestra cultura, prejuicios por lo que estamos todos identificablemente atravesados. A
esto
la autora remarca la importancia desde el punto de vista profesional, estar atentos
respecto
a la influencia que los mismos pueden ejercen.
Se debe contar con una cierta sensibilidad y empatía que de espacio a depositar dudas,
miedos y prejuicios que vivencian estas familias.
La autora considera que en el proceso adoptivo, no se le da la importancia necesaria a las
ansiedades y fantasías que se generan, dado que en los informes psicológicos, estos
elementos son acotados y se tienden a obviar ciertos aspectos.
Socialmente nos enfrentamos a una mirada tensa en lo que refiere a las familias de origen,
o como se les denomina comúnmente : “ familias que abandonan” o “ familias
abandónicas”.

Abadono en las condiciones del niño


Se torna relevante al trabajar la temática, profundizar en los conceptos de abandono y
desvínculo. Cuando se investiga sobre adopción es fundamental diferenciar ambos
términos.
Como plantea Cabanellas ( citado por Giberti, 2010), desde el punto de vista etimológico
se
entiende el abandono como “(…) dejar espontáneamente algo. Renunciar a un bien o
cosa.
Desamparar a una persona, alejarse de la misma; sobre todo, cuando su situación se torna
difícil o grave por esa causa” (p. 50).
Por lo tanto se entiende que en situación de abandono de un hijo, el mismo queda en
situación de vulnerabilidad, expuesto a un entorno de desamparo y riesgo.
Por otra parte el desvínculo, según Avondet, Leus, Potri y Alonso (2012) se caracteriza por
ceder la crianza de un hijo a otra/s persona/s, ya sea una institución o familia, en
determinadas situaciones donde la familia no puede hacerse cargo del niño por diferentes
motivos.
Giberti (2003), coincidiendo con lo planteado por los autores anteriores, afirma que “el
pensamiento patriarcal nos ha impuesto la imágen de la madre abandónica que dejaría
“abandonado” al bebé, lo que en sí mismo no es cierto si es que lo deja al cuidado de
instituciones” (p. 93).
Con respecto al uso de los términos: abandono, niño abandonado o madre abandónica,
Avondet et al. (2012) consideran que “tienen un peso importante en las respectivas
historias
de vida: generan efecto desde la mirada de los otros; implican un estigma y, como tal,
marcas en la subjetividad” (p.70).
Cabe resaltar que una vez más queda claramente visible el relacionamiento del término
abandono con la figura de la madre, apareciendo como única responsable de tomar la
decisión y llevarla a cabo.
Es habitual, al indagar la temática, la insistencia con la cual se culpabiliza a la madre con
el término “madre abandónica”, pero no aparece esa expresión para referirse a la figura
paterna.
Montano (2014) sostiene que en los adoptivos siempre están presentes las vivencias de
abandono, aunque no se encuentren en situación de riesgo o tengan a alguien que cuide
de
ellos. Por lo tanto es importante cuidar estos aspectos, para evitar que los sentimientos de
abandono aumenten, lo que es posible en los casos en que la relación con la familia
adoptante no es del todo segura.
Es de gran importancia destacar el uso correcto de los términos abandono y
desvínculo.
Las diferencias entre ambos términos resultan relevantes debido a la
connotación que
conlleva cada uno de esos conceptos para los protagonistas del proceso de
adopción, lo
cual cobra relevancia desde el comienzo de la construcción del vínculo entre el
niño y los
padres adoptivos.
Autoras como Rozada y Leus (2012), consideran que proteger a las madres de
origen no
solo es necesario sino también indispensable si queremos mejorar la calidad de
vida de
todos los involucrados en la cadena de adopción.
Se considera, según las autoras, que apoyar a estas madres, no implica
convencerlas de
nada, sino que implica una escucha empática y abierta, posicionándose desde
el respeto,
atendiendo a la demanda planteada y a su singularidad.
Familia

2Æ4ƆDimensión†familiar
Esta dimensión es muy importante en la práctica adoptiva, ya que hay un
antes y un
después en la misma.
Lo que debe generar esta práctica, es el desarrollo continuo de un contacto
afectivo y
estimulante con el que todo niño pueda desarrollarse de forma sana, tanto
física como
psicológicamente, y otorgarle la posibilidad de recibir y devolver afecto,
sintiéndose deseado
en un ámbito familiar.
Rotenberg (2004), afirma que la familia es un lugar privilegiado que es posible
comparar
con la representación de nido; nido en tanto preparar el ambiente para que se
de ese primer
acercamiento al niño, con esta familia que provea las funciones necesarias
para su
supervivencia pero también para su construcción como sujeto. Existen
infinidad de familias
que aunque no tengan la posibilidad de procrear, pueden lograr lo que la
autora llama nido
extrauterino, el cual brinda las condiciones adecuadas para el desarrollo de un
niño. La
anidación extrauterina será entonces, absolutamente necesaria para el armado
psíquico y
vincular, como lo es la formación intrauterina. En esta se establece un vínculo
nuevo y
diferente que tiene la significación simbólica de un primer vínculo de amor, con
funciones
materna y paterna.
Amorós (1987) expone que:
Desde la perspectiva psicopedagógica, se contempla la necesidad que tiene un
niño
de establecer y experimentar una relación de compromiso dentro de un clima
familiar. Esta relación que se establecerá entre dos grupos de seres humanos,
lo
cual no tendrá su fundamento sobre estructuras biológicas, sino sobre el
concepto
de que la vida fundamentalmente se califica de humana, no por los vínculos
biológicos, sino por el proceso de educación y sociabilización postnatal
(p.11,12).
El proceso de transformarse en padres afectivos supone una experiencia de
relación
única, que va más allá de los derechos legales otorgados.
En este sentido, Amorós plantea tomando aportes de Giacomo Perico (1978)
que:
La ciencia moral estima que la relación padres-hijos se construye y se realiza
sobre
vínculos de amor, mas bien que sobre vínculos biológicos de sangre. La sangre
indica el origen del niño, pero no es en sí mismo el factor determinante de la
relación
de formación y de vida común. El niño encuentra a su propia madre y a su
propio
padre, en las personas que le aman y le forman ( p.12).
Esto son los aportes que dan lugar a pensar el nuevo concepto de familia. Lo
que no
significa que los padres que sí contengan un vínculo biológico con sus hijos
sean menos o
más padres que en el caso de los adoptivos; lo que plantea la autora es que la
maternidad y
paternidad va más allá de eso, se extiende al cumplimiento del rol como tal.
Continuando con lo planteado Giberti (1996) afirma:
Se podría decir que muchas veces los familiares los entregan por razones
culturales,
económicas, sociales y, en especial, por situaciones de pobreza. Se debe
considerar
digna la actitud de la persona que, por no poder contener a su hijo, renuncia a
algo
tan especial como el ser madre o padre (p 36).
Lo que plantea la autora, es una línea que se debería profundizar con todos los
integrantes
del proceso adoptivo. Como se mencionó anteriormente, es importante
comprender y
Otra de las dimensiones a nivel familiar, es la llegada del niño/a a estas
familias, los
cambios y perspectivas que se desarrollan.
Varios autores, entre ellos, Trenchi (2016), plantea que el nacimiento o la
llegada de un
hijo adoptivo puede llegar a enfrentar a los padres a cambios abruptos, de un
momento para
el otro. La autora plantea que la adopción es una situación que afecta a toda la
familia, “se
adopta un hijo, pero también se está adoptando un hermano, un nieto, un
sobrino, un primo”
(p. 83).
Por lo tanto vale plantearse la situación de estos padres, los temores, las dudas
y las
exigencias con lo que los mismos cargan, desde lo personal, lo familiar y lo
social.
La llegada de un hijo por medio de esta práctica moviliza a todo el contexto
que lo rodea.
Con respecto a esto, Dolto (1988), afirma que: “Lo que cuenta es la familia en
su conjunto,
sus linajes. Un niño es adoptado por una familia, no por dos personas” (p.22).
A lo que es importante señalar que lo que reconocemos como familia, va más
allá de una
madre o un padre, es un conjunto, donde se entretejen expectativas,
creencias, entre otros
factores que se depositan con la ansiosa llegada de este hijo.
Es importante indagar en estos factores, trabajar de antemano las perspectivas
de estas
familias, disminuyendo los temores, dudas y cambios que este hijo puede
generar o
despertar, principalmente en los padres.
3ƆMATERNIDAD†Y†PATERNIDAD
3Æ1ƆLa†parentalidad†como†construcción
Se puede pensar que la búsqueda de un hijo no está ligado solo a los procesos
biológicos
que permiten la reproducción, sino también a los discursos socioculturales de
cada
contexto. Lo cual nos permite pensar si el deseo de ser padres, ¿puede
provenir de una
necesidad de satisfacer un cumplimiento social?. De la misma manera vale
plantearse:
¿ qué importancia adquiere la mirada de la sociedad en cuanto a la
parentalidad?
Como plantea Avondet, Leus, Potrie y Alonso (2012), la paternidad y
maternidad son
construcciones sociales, modelos que cada cultura ofrece.
La sociedad y la cultura imponen ciertos modelos que determinan cómo debe
de ser una
familia y la parentalidad, por lo que los individuos intentan adaptarse a esos
modelos,
incluso cuando no se encuentra al alcance de sus posibilidades a nivel
biológico.
Esto pesa un poco mas en cuanto al proceso de construcción social de la
maternidad.
A lo largo de la historia, la feminidad ha estado vinculada de forma directa con
la
maternidad, de tal forma que si una mujer no era madre, se cuestionaba su
naturaleza como
mujer. Como considera Cánovas (2010) “es así que no todas las madres lo son
como
producto de un claro deseo propio, sino por obediencia social o bien por temor
a no ser
reconocidas como mujeres y para satisfacer deseos de otros” (p.24).
Según la autora, en la actualidad, la situación social de las mujeres ha
cambiado, pero aún
muchas de ellas no pueden decidir libremente en relación a la maternidad,
incluso se sigue
penalizando a aquellas que no pueden o no desean tener hijos.
Se puede pensar una diferencia en cuanto a la parentalidad biológica
(procrear) de la
parentalidad social. Esta última no reemplaza la importancia simbólica de los
padres
biológicos, sino que implica el respeto de la filiación de los niños, y la
participación en
beneficio del vínculo con su progenitor/a.
Según Rotenberg (2014):
La parentalidad es una función básica, que incluye la llamada función materna
y
función paterna, o de sostén y de terceridad para no adjuntarlo al sexo
biológico y
posicionarlo en una persona, cada función por separado. Las mismas pueden
ser
alternadas, compartidas o fijas (p.39).
Para la autora, la parentalidad es requerida tanto para la constitución subjetiva
como para
el crecimiento y desarrollo del niño/a, para la estructuración de su psiquismo,
por lo tanto se
puede aseverar que una parentalidad satisfactoria es un requisito
indispensable para los
mismos.
Por lo tanto como plantea Bettelheim (1989):
… para ser un padre o una madre aceptable, hay que ser capaz de sentirse
seguro
en la paternidad y en la relación con el hijo. Tan seguro, que, si bien se tiene
cuidado en lo que se hace en relación con el hijo, no hay que sentir una
ansiedad
excesiva al respecto ni sentirse culpable por no ser un padre o una madre
aceptable.
La seguridad que el padre o la madre siente en lo que se refiere a su papel de
tal es
lo que más adelante permitirá que el niño/a se sienta seguro de sí mismo (p.
28).
Vale aclarar que lo mismo corre para padres adoptivos. Como plantea
Alkolombre (Citado
por Rotenberg, 2014) “el acceso a la maternidad y la paternidad se ha
construido en la
actualidad en un campo heterogéneo” (p.297). Por lo tanto trabajar sobre la
construcción de
parentalidad, ayudará a comprender mejor la práctica adoptiva.

3.3. La decisión de Adoptar


Resulta fundamental que se disponga una preparación previa a las familias que tienen la
iniciativa de adoptar, preparándolas para que sean capaces de realizar una autoreflexión
que les permita ir descubriendo las verdaderas motivaciones, sentimientos y temores que
este proceso conlleva.
A su vez como plantean Rosser y Bueno (2001):
Es importante que puedan poner en juego las habilidades y recursos que les
permitan enfrentar los nuevos desafíos que implica la creación de una historia
personal y familiar nueva, en la que puedan otorgarle el lugar que le corresponde al
niño, siendo deseado como tal (p.121).
Con respecto a esta decisión, Cánovas (2010) afirma que en reiteradas ocasiones la
misma está directamente vinculada a la infertilidad, ya que en la mayoría de los casos, la
posibilidad de adopción se plantea después de fracasar al intentar concebir un hijo de
forma
biológica. Este hecho produce desgaste psicofísico, especialmente en las mujeres, que son
las que mayoritariamente “ceden” el cuerpo a la medicina, para tratar de
conseguir un
embarazo.
Es posible la presencia de sentimientos de culpa, rabia, frustración,
desvalorización, entres
otras cosas, los cuales son sentimientos y realidades que es necesario que los
padres
adoptantes asuman, enfrenten y resuelvan con la ayuda de profesionales.
Se entiende relevante mencionar que si bien en la mayoría de los casos, esta
decisión se
lleva a cabo por experiencias de infertilidad, también puede suceder que se de
por iniciativa
propia o en común de pareja o familia que no pasen por esta situación .
Tanto en el caso de presencia de infertilidad o no, se lleva a cabo una renuncia
al hijo
biológico.
Autoras como Cánovas (2005) y Giberti (2006) plantean que para
comprometerse con el
proyecto de adopción, los padres adoptantes, necesitan renunciar al hijo
biológico ideal.
Siguiendo con lo planteado, Giberti (2006) afirma que “los padres van haciendo
un pasaje
del hijo ideal que fantasean al hijo posible, que indudablemente será distinto
del que
hubieran tenido de haber podido concebir” (p.22).
Teniendo en cuenta lo anterior surgen interrogantes a la hora de adoptar,
como por
ejemplo: ¿es siempre una decisión de dos?; en la pareja ¿ambas partes
afrontan la
situación con el mismo nivel de responsabilidad?
Según Giberti (2006) en ocasiones llegan mujeres a la consulta que se
presentan como
madres adoptantes y únicas encargadas de los cuidados de sus hijos, incluso
estando en
pareja. Para llegar a un acuerdo real en la pareja en relación a la adopción, es
importante
que ambos se comprometan en la crianza del hijo y poder construir un
“nosotros
adoptamos”. De esta forma, tomando lo que plantea Ávila (2005), los padres
adoptantes e
hijos adoptivos tendrán la posibilidad de construir nuevos vínculos saludables
en los cuales
predominen el afecto y la aceptación, teniendo en cuenta que la parentalidad
no se basa en
lo biológico, sino en una dimensión psicológica la cual se caracteriza por la
vinculación
emocional y afectiva.
Es acá donde toma fuerza lo que es familia para nuestra sociedad; y el peso
que la misma
tiene a la hora de tomar una decisión, como lo es ésta.
Como hemos mencionado, esta práctica es una posibilidad de ser padre o
madre, por lo
cual es importante partir del deseo y de la decisión de adoptar un hijo. El
anhelo de adoptar
puede estar motivado por diversas razones, lo que conlleva a que cada caso
sea particular
y tenga sus singularidades.
Con respecto a esto, Rotenberg (2004), considera que desde su experiencia
clínica, la
mayor infertilidad, es la afectiva. Y con esto se refiere a aquellas personas a las
que les
cuesta salir del encierro consigo mismo. Aquellas que han armado una coraza
para no sufrir
pero no se dan cuenta de cuanto pueden hacer sentir a los que rodean. Esto
les puede
suceder a diferentes personas, no es condición de la infertilidad biológica.
Según Gelman (citada por Giberti ,1996), lejos de un modelo ideal, existen
personas,
parejas o familias que sobredimensionan la herencia genética, insistiendo en
un sexo
determinado, en un color de piel, en una edad especifica, para que “parezca
hijos de ellos”.
La autora considera que hay quienes desestiman este tipo de maternidad-
paternidad debido
a que no atravesaron un proceso elaborativo de duelo y posteriormente
aceptación, o
quienes revelan con angustia ante las diferencias físicas de padres e hijos
adoptivos.
Siguiendo con lo planteado anteriormente, Giberti (1996) sostiene que
“frecuentemente el
temor a no responder al perfil esperado provoca un callado sometimiento y
afectos
silenciosos que resultaría más saludables poder expresar, porque de lo
contrario es
probable que retornen desde lo reprimido provocando conflictos” (p 104).
La autora afirma que hay mucha pobreza y abandono en la infancia, pero aún
los niños que
aparecen como abandonados y/o en situación críticas de pobreza no se
encuentran,
afortunadamente, listos para que los “retiren”.
No hay que perder de vista que se trata de personas con derechos, y con una
historia
familiar distinta.
Por lo tanto, cuando una persona, pareja o familia decide adoptar, se deben
abordar varios
puntos para que la misma sea satisfactorias. Trabajar esta decisión desde sus
inicios, es
beneficiosa para asumir todo el proceso.
22

4ƆMITOS¨†MIEDOS†Y†PREJUICIOS
4Æ1ƆEl†tiempo†de†espera
Los padres adoptivos suelen describen el periodo preadoptivo como duro.
Las personas en proceso de espera acusan la indeterminación temporal de esta
etapa de
espera, vivenciando la misma de forma cada vez más larga, como un elemento
que genera
especial malestar y miedo, porque conecta con el temor de que la adopción no
se llegue a
realizar nunca.
Tomando aportes de Jociles y Charro (2008), el proceso de adopción se
percibe, a partir
de la forma en que es presentado en los espacios formativos, por lo tanto los
autores
afirman que se lo puede ver como “un proceso largo, difícil e irreversible, casi
como una
carrera de obstáculos”, lo que hace que algunas personas lo perciban como
una táctica
disuasoria de su proyecto familiar (p.112-113).
Cuando comienza el proceso de adopción, los tiempos de espera se presentan
por lo
generar como momentos duros para los padres. Los mismos tienen muchas
expectativas
que desean cumplir rápidamente.
Estos tiempos, por lo general traen consigo dificultades que obstaculizan el
proceso,
generando momentos de ansiedad, que pueden causar desmotivación.
Con respecto a esto, se han realizado varios estudios. Uno de ellos lo realizó
Ocón (2008),
donde expresa que “pese a que todos los matrimonios reconocen la necesidad
y las
bondades de estos tiempos de espera, una gran mayoría los percibe
excesivamente largos
y negativos para la adopción, lo que perjudica a niños y solicitantes” (p. 220-
221).
Otra de las vivencias de estos padres como plantea Trenchi (2016), es la
incertidumbre
que los procesos legales acarrean. Por lo tanto, hasta que la adopción legal
finalice, los
padres no tienen la absoluta seguridad de que ese niño vaya a quedarse con
ellos
definitivamente. La autora afirma que la capacidad de entrega afectiva
absoluta en la
relación con el hijo, muchas veces está contaminada por el miedo a perderlo.
23
En estas situaciones se juega un papel muy importante, el de los técnicos y
profesionales
que trabajan en el área. Los mismos deben estar preparados para poder
orientar, asesorar
y ayudar a los padres a sobrellevar e incluso disfrutar dentro de esta etapa.
Es importante que este tiempo se lo viva como tiempo para la formación y
asesoramiento de
estas familias, y no como un tiempo de riesgo.
Muchos autores plantean que los tiempos no deben ser los institucionales, sino
que deben
ser los del niño/a. Por lo tanto cada situación es diferente, ya que cada niño lo
es.
Según Rotenberg (2004), la adopción es un proceso que no se finaliza con el
trámite en sí
mismo, sino que es comenzado mucho antes que esto, en el momento que la o
las
personas deciden adoptar un niño, y es poco certero hablar de finalización ya
que se
considera que es un proceso continuo.
4Æ2Ɔ¿Lo†predeterminado†genéticamenteø
Como se puede apreciar éste es uno de los más grandes miedos que se da a
conocer en
lo que conlleva la adopción.
Por lo tanto vale preguntarse: ¿Qué importancia tiene la herencia genética en
el mundo de
la adopción?
Si algo preocupa a los padres que quieren adoptar, es qué importancia reviste
la carga
genética que traen los hijos adoptivos. El temor a lo desconocido los lleva a
imaginar que
ésta pueda determinar no sólo las enfermedades que desarrollarán, sino
también su
comportamiento y su personalidad.
Como afirma Pilotti (1988):
Antes el análisis de los determinantes del desarrollo futuro del individuo, se
concentraba casi exclusivamente en la herencia genética que el niño porta al
nacer.
En la actualidad, se utiliza una perspectiva más integral, que no descuida el
papel
fundamental que cumple el medio ambiente, especialmente la familia, en el
desarrollo de las potencialidades del niño/a (p.30).
Siguiendo con lo planteado por el autor, existen evidencias que la situación de
los niños
cuyo desarrollo físico y mental han sido severamente limitado a causa de una
deprivación
sociocultural intensa, pueden ser revertidas cuando son acogidos por familias
capacitadas
para entregarles afecto, estimulación y cuidados especiales.
Según Astete (2009), la cual es una reconocida Genetista Clínica chilena,
plantea lo
siguiente en cuanto a la pregunta ¿Qué es la herencia genética?. Ella afirma
que se sabe
que tenemos entre 30 y 40 mil genes, que son los que determinan nuestras
características
personales. Sin embargo, la mayoría de éstas no están definidas por
determinar una
cualidad específica, sino que se da por la combinación de una multiplicidad de
genes.
Afirma que no existe un determinismo genético y cree que la importancia que
se le asigna a
la herencia en la adopción, tiene más bien relación con temores o creencias
erróneas.
Siguiendo con lo planteado, Montano (2011) afirma que, “se puede pensar que
el entorno
en el que crezca un niño/a, es decir, la calidad de los cuidados que reciba,
podrían
posibilitar la manifestación o no de una determinada predisposición genética”
(p.32).
En cuanto a esto, la autora plantea que es común que los padres adoptivos
tengan miedos,
por ejemplo, a la transmisión de enfermedades mentales, entre otras cosas por
parte de los
padres biológicos. Esto contribuye a que las personas y/o parejas que desean
adoptar,
vivan al hijo como un extraño, obstaculizando el establecimiento de un apego
seguro.
Por lo tanto es valorable que los profesionales que trabajan en la temática,
orienten a los
padres adoptivos en este aspecto, dejando en claro que el entorno en el que
crezca y la
calidad de los cuidados hacia él o ella, es lo que determina o no la aparición de
cierta
predisposición genética.
Cherro (2012) destaca que la mayoría de los trabajos científicos insisten en que
la
adopción no constituye patología en la medida que se dé en condiciones que
no sean
desfavorables. Considera que el entorno incide sobre la expresividad de los
genes, lo cual
también corre para la población adoptiva.
Por lo tanto se han demostrado que el tipo de apego que las personas
desarrollan
intervienen en la expresividad de los genes. Esto cambia el destino inmutable
de la biología
y otorga un papel relevante a la experiencia .
25
La importancia de la experiencia, que si bien lo biológico-constitucional juega
un papel
importante en la determinación de lo que somos, el encuentro del individuo
con el entorno
incide con suma importancia en la estructuración del sistema nervioso.
Cherro (2012) afirma:
Es indudable que todo aquello que favorezca los vínculos personalizados
cargados
de afecto, en un clima equilibrado y confiable, donde haya lugar para el
intercambio
y el disenso, para el respeto y el reconocimiento mutuo, incrementará en el
individuo
la confianza en sus potenciales y en el mundo externo y lo dotará de mayores
habilidades sociales a la vez que propiciará en el actitudes solidarias (p. 87).
4Æ3ƆBúsqueda†de†origen†≠La†identidad†como†construcción
Es necesario partir de la idea que se debe informar al hijo o hija adoptivo su
condición de
tal.
Giberti (1994), se plantea la interrogante de por qué se considera saludable en
la
adopción, poner palabras donde hay silencios. En lo cual plantea que:
Aquello de lo cual no se habla, lo omitido, lo silenciado, aquello que se torna
invisible
pretendiendo que no ocupe lugar en las preocupaciones y decisiones; aquello
que
quizás sea temido o deseado por adoptantes, adoptivos y por algunos que
trabajamos con ellos…
Pensamos que se trata de omisiones significativas cuya ausencia debe indicar
zonas
de malestar o de conflictos para los interesados o en la comunidad (p.51).
Siguiendo con los planteamientos de la autora, la misma considera que al no
expresarse y
desahogarse a través de las palabras, las emociones negativas y
displacenteras, como las
dudas y los temores, quedan encerradas o encapsuladas e impiden el alivio
que produce
poder hablar. Ser padres queda de esta manera, marcado por los temores y las
ansiedades
paralizantes, lo cual acrecienta el miedo al fracaso durante la crianza del hijo
con la
disminución de la posibilidad de disfrutar de él, sin ignorar que en toda crianza
hay una
De aquí la necesidad y la importancia de poder hablar acerca de temas
considerados
difíciles, de poder ponerlos en palabras, y poder hacerse cargo para
enfrentarlo, para
abordar el malestar y el conflicto.
El temor muchas veces radica en la aparición de que estos temas sean vividos
como
fracaso familiar, según Giberti (1994):
Dicen a veces que los padres, suponiendo que a mayor cariño, mayor olvido de
la
historia anterior. Imaginan que sí los niños recuerdan su historia, se debe a que
no
se hayan ligados fuertemente a su presente y a su familia actual. Por el
contrario, la
necesidad de preguntar al respecto habla de libertad y confianza para
compartir,
dialogar acerca de lo que existe y no es posible ni recomendable negar (p.56).
La comunicación fortalece los vínculos, no solo por lo que se dice y se informa
sino por la
confianza que brinda el hecho de que haya otro dispuesto a escuchar y ser
sostén de los
interrogantes y las inquietudes que aparecen.
Amorós (1987) afirma que se tiene que informar de la verdad a la persona
adoptada lo
más pronto posible, aunque como indica Brodzinsky (2002), es preciso tener en
cuenta que
una información temprana no indica que esta concluya también
tempranamente ya que el
niño necesita cierta madurez para poder comprender algunos aspectos que
conforman la
adopción.
Se debe tener en cuenta, según plantea Pilotti (1988), que la revelación
constituye la
situación más crítica y difícil que deben afrontar los padres adoptivos, debido a
que esto
involucra dejar al descubierto situaciones provistas de una fuerte carga
emocional e incluso
tabúes en muchas sociedades. La situación se dificulta más aún, cuando
padres adoptivos
temen perder el amor de sus hijos a causa de estas revelaciones.
Es importante considerar la revelación como un proceso gradual y relajado,
que empieza
tempranamente (entre los dos y cuatro años), dentro de un marco de afecto y
seguridad que
estimulará en el niño la confianza y la auto-estima.
Pilotti (1988) plantea que una situación tan compleja con la adopción podría no

revelación temprana es iniciar un proceso de comunicación en el que las


inquietudes y
dudas que el niño/a vaya desarrollando durante las diferentes etapas de su
crecimiento,
puedan ser tratadas gradualmente con franqueza, seguridad y confianza.
La revelación de la condición de adoptado inevitablemente trae en conjunto
interrogantes
acerca del origen del niño.
Como plantea el autor en esta circunstancia se plantea el problema de qué o
cómo informar
al niño adoptado cerca de sus padres biológicos y las circunstancias que
rodearon su
abandono y posterior adopción.
Durante las últimas décadas, la forma de tratar el problema de la revelación ha
cambiado
radicalmente. En efecto, en la actualidad se planta con bastante insistencia la
necesidad de
que los padres adoptivos conozcan detalladamente toda la información
disponible con
respecto a los padres biológicos del niño/a adoptado. Esta información deberá
ser
entregada gradualmente al niño durante su desarrollo.
Pilotti (1988) sostiene que:
En la mayoría de los casos se informa, que si bien los adoptados consideran a
sus
padres adoptivos como sus verdaderos padres, sufren de un vacío importante
en su
personalidad a raíz del desconocimiento de ciertos aspectos fundamentales de
su
pasado, especialmente los relativos a la identidad y características de los
padres
biológicos, particularmente la madre (p.34).
Cabe destacar que los autores que se refieren a esta materia, coinciden en
señalar que
esta búsqueda no implica un desconocimiento de la labor, generalmente
abnegada,
realizada por los padres adoptivos, ni mucho menos una destrucción de los
lazos afectivos
que unen a estos con el adoptado que busca sus raíces; por el contrario se
reconoce en
ellos a los “ verdaderos padres”.
Por otra parte, Pilotti (1988) plantea que tampoco se pretende irrumpir,
repentinamente en
la vida de quienes entregaron a un hijo en adopción un tiempo atrás y que
puede no
compartir el mismo interés del adoptado.
4Æ4ƆLa†familia†biológica
La familia de origen es vista muchas veces por los padres adoptivos, como una
amenaza.
Esto es vivenciado comúnmente, al momento que el hijo/a decide indagar
sobre sus
orígenes
¿Qué pasa si la familia biológica reclama al niño/a?, ¿que pasará cuando el
niño/a se
enfrente con ella?
Como plantea Montano (2014), la familia de origen está presente a lo largo de
todo el
proceso de adopción de forma más o menos manifiesta en cada situación
particular, pues
esto se da en los diferentes momentos del desarrollo del niño sin que incida el
momento en
que fue adoptado, es decir, de manera temprana o tardía. Es necesario como
plantea
Winnicott (1954) que los niños adoptados que desconozcan que lo son, sean
informados,
pero no solamente ser informados, sino que además necesitan la presencia de
alguien
confiable que los acompañe en la búsqueda de la verdad, que lo pueda
sostener y
comprender emocionalmente durante esa situación.
Tomando aportes de Rotenberg (2004), se puede decir que si los padres
adoptantes
pueden valorar la importancia que tiene para el niño lo que ellos le dan, y lo
que significa
ese hijo para ellos, no como “un acto de caridad” sino como una necesidad
mutua, será más
fácil consolidar un vínculo profundo entre todos.
Por lo tanto esto ayudará a estos padres a poder enfrentar el momento de
informar al
niño/a, aunque muchos de estos, optan por callar, pensando que la verdad le
generará un
gran sufrimiento al hijo.
Con respecto a esto Lipski (citado por Giberti, 2006) afirma:
(…) en algunas oportunidades los niños y los padres pueden tratar de impedir
el
sufrimiento y no preocupar al ser querido, intentando sofocar emociones e
ideas que
al no expresarse provocan sufrimiento y en ocasiones, también síntomas. La
idea
sería “no hablemos de lo que duele”. Si no se habla, si no se nombra, no existe
(p. 67).
Rotenberg (2004) sostiene que es importante que el tiempo que los padres
necesiten para
poder contar la historia de ese hijo, sea respetada, tanto como los tiempos de
los hijos para
conocerla. Por esto es deseable que los padres pued
antes de la adopción. Cuando los padres no han podido elaborar ellos mismos
sus temores
se corre el riesgo de dar información compulsivamente sin entender hasta
donde el hijo
puede comprender y querer.
Se reconoce la importancia de crear un ambiente en la familia adoptiva que
facilite y
posibilite hablar sobre lo que puede generar incomodidad, pero que hace a la
construcción
de la identidad de cada miembro y a la de la familia como tal.
4Æ5Ɔ¿Niños†perfectos†para†padres†perfectosø
Es importante que se logre trabajar en el proceso, la creencia de ser padres e
hijos
perfectos. Esto que mayoritariamente para los padres adoptivos pesa, y
mucho. Los mismos
se plantean exigencias muy altas, que muchas veces, generan frustraciones,
desmotivacion, dando lugar así al no disfrute pleno de ser padres.
Con respecto a esto Trenchi (2016) afirma que: “No se necesitan credenciales
para ser
padres biológicos, pero para ser padres adoptivos es necesario convencer a
terceros de
que ellos pueden llegar a ser buenos padres, que tienen edad, los recursos
económicos y la
estabilidad emocional necesaria” (p.75).
La autora plantea que años atrás, cuando se procuraba un niño para una
familia, se
buscaba específicamente que se adecuara a los requerimientos de ésta: recién
nacido,
sano, del sexo deseado, de la misma raza que los padres adoptivo. En
definitiva, se
buscaba un niño de lo más idéntico posible al que esos padres querían tener y
no había
podido. Poco a poco esa expectativa se ha ido modificando y cada vez nos
acercamos más
a la idea de que cualquier niño que lo necesite es adoptable.
Otras de las cuestiones que se generan en padres adoptivos, son la puesta de
“límites”. Lo
cual es importante el trabajar este punto con ellos, ya que puede ser un
desencadenante de
varios miedos. Uno de ellos puede ser el no sentirse verdaderamente padres
de estos niños
o también, la creencia de “sentirse malos padres, para estos niños que han
sufrido tanto”.
Según Rotemberg (2004), plantea que los padres adoptivos muchas veces
caen en el
temor de plantear límites, intentando evitar frustraciones, consintiendo
demasiado a los
niños, a lo que considera que en la vida no todo es placer sin límites y
sobreponerse a
situaciones
aprender a conocer sus posibilidades y valorar lo que irá consiguiendo por su cuenta. Por
lo
tanto podrá diferenciar el placer de dolor.
La autora considera que la reparación nunca se logra a través de compensaciones
materiales sino “ a través del afecto y el sostén” que no es lo mismo que
“sobreprotección”.
Por lo tanto siguiendo con los planteamientos de la autora, es importante que los
profesionales e institucione que trabajan en el campo de la adopción, borren la idea de
llevar a cabo la búsqueda de un tipo “ideal” de padres adoptantes y de niños adoptables,
para formar “la familia ideal”. Sí esto se intenta buscar, se favorece un “aprendizaje en el
error”, en tanto y en cuanto reforzamos una línea unidireccional sin contemplar la riqueza
del armado de una familia que no corresponda a cánones estrechos.
Otras de las inquietudes por parte de los padres adoptivos, es pensar el hecho de no
adaptarse al niño.
Muchas de las familias adoptivas plantean acerca de la posibilidad de la “no adaptación”.
¿Qué pasa si no nos adaptamos al niño/a? ¿O sí el niño no se adapta a nosotros?
Es por es importante llevar a cabo el proceso de integración, donde se da una tenencia
provisoria de carácter administrativo, donde los padres deberán ser apoyados y
acompañados por técnicos que den valoración del nuevo vínculo establecido.
Es muy común escuchar que los adoptantes consideran que este plazo es demasiado
prolongado, que se corre peligro de que el niño sea reclamado por su familia de origen,
que
se vive en un estado de intranquilidad permanente.
Sí una relación adoptiva no prospera, es sin duda sumamente perjudicial para el adoptado
permanecer en ella.
Como plantea Giberti (1994):
La situación es muy distinta sí ya se ha dictado una sentencia de adopción. En estos
casos, la relación paterno-filial ha quedado establecida legalmente como en los
casos de los hijos biológicos. Llegado a casos extremos, intervendrá la autoridad
judicial, como lo hace en las familias fundadas por la biología para limitar los

Impacto de la famila en el desarrollo psicológico


2. IMPACTO DE LA FAMILIA SOBRE EL DESARROLLO PSICOLÓGICO
2.1. PAPEL DE LA FAMILIA SOBRE EL DESARROLLO PSICOLÓGICO
A pesar de que la sociedad ha estimulado la educación por parte de instituciones como la
escuela, esto no ha sustituido la importancia del contexto familiar en el desarrollo
psicológico y en la educación de los menores.
En el desarrollo de la infancia las familias son uno de los contextos más importantes
durante la vida de los pequeños. Se encargan de atender el cuidado de los menores,
estableciendo vínculos afectivos y emocionales fuertes que permitirán el desarrollo
integral de los niños y niñas. Cuando se habla del desarrollo integral se hace referencia a
un proceso que abarca todos los aspectos de la persona, donde se incluyen tanto aspectos
ligados al crecimiento físico y al desarrollo psicológico, como aspectos educativos. Hacer
referencia al desarrollo psicológico implica hablar del desarrollo psicomotriz, intelectual,
lingüístico, afectivo, socioemocional, sexual y moral, así como de manifestaciones
creativas tales como el juego y el dibujo.
La familia es un contexto diverso y complejo que tiene a su cargo una serie de funciones.
Por un lado, las que se establecen en la relación de los adultos con los menores. Por otro,
las que se crean en la relación entre los adultos que se unen. En cuanto a esta última, su
unión se origina para satisfacer necesidades de afecto, comunicación, apoyo mutuo y
sexuales, entre otras. En cambio en la relación con los niños, las funciones primordiales
son las de supervivencia, afecto y socialización. Lo primero que la familia asegura es la
supervivencia física, aunque la vinculación afectiva se puede desencadenar también desde
el principio por parte de la madre (e incluso desde antes del nacimiento). Las crías
tardarán más en establecer el vínculo de apego (aproximadamente unos 7-8 meses),
pasando por una serie de fases evolutivas, cuya descripción está muy consolidada en la
literatura científica (López, 1999), y que son dependientes de su desarrollo perceptivo,
motor y cognitivo. A lo largo de todo este proceso los niños y niñas van consolidando una
serie de procesos psicológicos, como la seguridad en sí mismo y la confianza en los demás,
que facilitarán el ajuste social (Rodrigo, 1999). En este sentido existen multitud de
investigaciones que muestran la influencia del contexto familiar en el proceso de
desarrollo psicológico. En este trabajo se va a presentar una síntesis de los resultados más
significativos.
Siguiendo la propuesta de Arranz se analizarán las variables familiares influyentes,
identificando su carácter contextual o su carácter interactivo (Arranz, 2010), aunque la
imbricación entre ambas es muy fuerte. Las variables contextuales vienen constituidas por
los escenarios y condiciones donde se produce el desarrollo. Las variables interactivas se
refieren, en primer lugar, al conjunto de relaciones sociales directas que se configuran en
el interior del seno familiar y, en segundo lugar, a las relaciones entre el sistema familiar y
otros sistemas interactivos como el escolar y social.
Dos instrumentos habitualmente utilizados en las investigaciones acerca del impacto de la
familia sobre el desarrollo psicológico, nos pueden dar una pista sobre en qué aspectos se
concretan ambos tipos de variables. Estos son la escala HOME y la escala Pettit (1998 y
1997; Pettit, Bates y Dodge, 1997, respectivamente, citados en Arranz, 2010).
Variables contextuales:
o Entorno físico
o Materiales de aprendizaje
o Nivel educativo de los padres
o Estatus socioeconómico de la familia
Apoyo recibido
Las variables contextuales, por tanto, son todas aquellas que no muestran interacciones
sociales directas pero que pueden influir sobre las mismas, como es el nivel educativo de
los padres, la calidad del espacio físico, el estatus socioeconómico de la familia, el tipo y
estabilidad de las amistades que se desarrollan en el núcleo familiar, etc. Quizás la
variable más característica es el estatus socioeconómico de la familia, y probablemente la
más estudiada(Arranz, 2010), pero otra que no se puede olvidar es la del apoyo familiar
(por parte de la familia extensa) y social (vecinal, comunitario), al que sepa y pueda acudir
la familia (López y Cantero, 1999). A este respecto, cabe recordar los distintos niveles
contextuales que, según Bronfenbrenner, ejercen influencia sobre el contexto familiar,
siendo la red familiar amplia y los servicios sociales muy importantes.
Variables interactivas:
o Interacciones de andamiaje
o Juego
o Responsividad parental
o Estrategias maternas para mantener la atención del niño en una tarea
o Implicación de los padres
o Ajuste marital positivo
o Vínculo de apego
o Estilo educativo
Dentro de las variables interactivas nos vamos a referir a varios aspectos: andamiaje,
estilos educativos y requisitos de la relación con el niño que llevan a un apego seguro.
Un aspecto básico a considerar dentro de las relaciones entre padres-hijos es el andamiaje
constituido por todo el conjunto de apoyos, duraderos pero provisionales, que los padres
ejercen para facilitar el desarrollo de los
menores en una gran diversidad de áreas: repeticiones, presentación de modelos
cercanos, exigencias asequibles, simplificaciones, correcciones contingentes, etc. Una de
las estrategias fundamentales del andamiaje es la descontextualización, que radica en
ayudar al niño a trascender el contexto estimular y espacio-temporal inmediato cuando se
está ejecutando una tarea con él (Arranz, 2005). A través del andamiaje por parte de los
adultos familiares, el niño va consiguiendo los sucesivos hitos de su desarrollo y los
procesos psicológicos que los acompañan. En opinión de Vygotsky, a través de este
proceso, que supone un auténtico traspaso de competencias, se logran todos los aspectos
psicológicos básicos (desarrollo motor, desarrollo del lenguaje, teoría de la mente, …) y los
procesos psicológicos superiores, como la atención y memoria voluntarias, el lenguaje o
los procesos de razonamiento.
Otro aspecto que cabe analizar dentro de las variables interactivas son los estilos
educativos. Son unos patrones estables de actuación de los padres respecto de los hijos en
torno a dos ejes: afecto que se les ofrece y se les expresa y control que se ejerce sobre su
conducta (grado y tipo de control, para ser más exactos). El cariño, la expresividad
emocional, la comunicación y los procedimientos de disciplina que se ponen en juego, son
fundamentales para definirlos (Palacios, 2011).
Como bien es sabido hay cuatro estilos educativos (autoritario, permisivo, democrático y
negligente), extraídos del cruce de esas dos variables mencionadas. Los niños criados con
el estilo democrático muestran un estado emocional alegre y estable, una elevada
autoestima, un elevado autocontrol, una mayor empatía y comportamiento prosocial. En
suma, este estilo educativo conduce al desarrollo de una adaptación psicosocial positiva.
Por tanto, estos niños serán menos propensos al desarrollo del comportamiento
antisocial, a la aparición de problemas de conducta y al consumo de drogas (Arranz,
2005).Para muchos niños, el estilo educativo democrático puede ser un factor protector.
Existe mucha relación entre el estilo educativo utilizado en el contexto familiar y la
existencia en niños de comportamiento agresivo hacia los iguales.
En este sentido las prácticas punitivas de los padres se relacionan con comportamientos
disruptivos en sus hijos (Arranz, 2005).Por tanto, el estilo autoritario puede ser un factor
de riesgo.
Hasta hace unos años se consideraba que los patrones correspondientes a los estilos
educativos de los padres eran unidireccionales. Se suponía que la influencia solo iba desde
los padres hacia los hijos, y que los padres elegían el estilo educativo sin depender para
ello de cómo era el niño. De manera que el estilo educativo que se configurara sólo estaba
determinado por las creencias que los padres tenían acerca de la educación hacia los
menores, o bien por su nivel socioeconómico o formativo. Actualmente, los estilos
educativos se analizan desde otra perspectiva. Se consideran los estilos educativos desde
un modelo bidireccional, desde una perspectiva de mutua influencia entre los padres y los
hijos. Encontrándose que la influencia que ejerce el niño sobre los padres, así como sus
propias características psicobiológicas (temperamento) y psicológicas, son fundamentales
para el tipo de estilo educativo que aquellos van a llevar a cabo (Arranz, 2004). Esto puede
explicar la dinámica interactiva que, en ocasiones, se establece entre los niños adoptados
y la familia que ha decidido convertirlo en su hijo.
Hay muchas investigaciones que hablan de las bondades del estilo educativo democrático,
aunque desde el modelo bidireccional ha dejado de pensarse que sea la mejor opción en
todos los casos. El núcleo de este estilo es la disciplina inductiva que, siguiendo a López y
Cantero (1999), se puede caracterizar de esta forma:
o Todas las normas están basadas en la razón y son consensuadas entre quien mandan y
quien tiene que obedecerlas.
o Las razones en las que se basan las normas intentan poner de manifiesto el interés para
el que la obedece, no para quien la impone.
o Las normas se pueden cambiar por la autoridad siempre que haya buenas razones para
ello.
o Quien obedece debe ser escuchado y, por tanto, puede argumentar razones para
cambiar las normas
Las normas deben tener cierto grado de estabilidad estableciendo cierta coherencia entre
la autoridad y quien las obedece.
o Las normas no son el resultado de una pura negociación, sino que los padres deben
proteger a los niños y hay que reconocer que existe asimetría en la relación padres-hijos.
o La socialización va haciendo cada vez más autónomos a los niños. A lo largo del proceso,
los menores deben participar cada vez más en la elaboración de las normas y las razones
que las justifican.
El tercer aspecto vinculado a las variables interactivas son los requisitos que deben
cumplir las interacciones que se establecen entre los hijos y los padres para que
conduzcan a un vínculo de apego seguro y, en general, a un desarrollo psicológico óptimo.
El apego (López, 1999) hace referencia a la estrecha vinculación afectiva, que se desarrolla
y se mantiene entre el niño y las personas de su entorno que más establemente
interactúan con él, y que le aportan seguridad y afecto, satisfacen sus necesidades y
responden a sus demandas y deseos. Como se pueden establecer diferentes estilos de
relaciones entre los bebés y los adultos, existen diferentes tipos de apegos: seguro,
ansioso-ambivalente, ansioso-evitativo y desorganizado-desorientado.
Lógicamente el que se de uno u otro va a depender fundamentalmente del tipo de
relación que establezca el adulto, que estará mediada tanto por las características
individuales del niño (temperamento) como por las circunstancias que concurran en el
contexto familiar (satisfacción con la pareja, grado de comunicación y de conflicto entre
ellos, estado psicológico de cada uno, nivel socioeconómico y sociocultural, por citar solo
unos pocos). Como se ve, algunas de estas variables son contextuales, mientras que otras
son interactivas y tienen que ver con lo que ocurre en la relación entre los dos adultos. Lo
ideal es que se produzca un apego seguro, que es un sólido predictor de un desarrollo
cognitivo y emocional adecuado, de relaciones satisfactorias con los iguales y de un
desarrollo moral maduro y autónomo; es decir, es un factor protector muy poderoso. En
concreto, los niños clasificados
como seguros son más empáticos y competentes en sus relaciones sociales (Arranz, 2004).
Siguiendo a López y Cantero (1999) y a Palacios (2011), podemos decir que los requisitos
que han de cumplir las interacciones de los padres con los hijos para que se haga probable
la existencia de un apego seguro son:
o Existencia de estabilidad y armonía en las relaciones entre los padres. Sabemos que una
de las experiencias más negativas que puede experimentar un niño, es la de ser testigo de
conflictos violentos frecuentes entre los padres. Podemos decir, por tanto, que el ajuste
marital (elevado grado de comunicación, resolución pacífica de los desacuerdos, intimidad
y complicidad, apoyo mutuo) es un gran factor protector para los niños. No solo se trata
de la inexistencia de maltrato entre los padres/madres sino de la presencia de buen trato
entre ellos o entre ellas.
o Disponibilidad y accesibilidad por parte de los padres. No sólo hay que establecer
vínculos para satisfacer sus necesidades biológicas, sino también las psicológicas, tanto
cognitivas como socioemocionales; y disfrutar del contacto, del juego y de la intimidad.
Estas dos condiciones son importantes para que el niño se sienta seguro y confiado.
o Sensibilidad, contingencia y coherencia ante las demandas y conductas de los hijos. Los
padres deben saber interpretar el significado de las señales que emite el niño desde que
nace, y de sus peticiones y comportamientos, y deben responder a los mismos de forma
coherente. De este modo el niño construye un sentimiento de control sobre su propio
ambiente.
Además, para estos autores es más fácil que se puedan cumplir estos requisitos si el
nacimiento del menor ha sido deseado y planificado convenientemente. En el caso de los
niños adoptados, parece fuera de duda que existe planificación y deseo por parte de los
adultos de querer tener un hijo.
Para completar este panorama de la influencia de la familia sobre los niños hay que
señalar que otra vía de impacto, procede del hecho de que la familia abra la puerta a otros
contextos como las guarderías, escuelas, etc. Por ello la familia y la escuela tienen que
establecer vínculos de comunicación, y esto es, si cabe, especialmente importante en el
caso de los niños adoptados.
No se puede acabar este apartado sin aludir a una idea general - que es importante que
forme parte del pensamiento psicológico de los docentes - y es que lo que ocurre en los
primeros años de vida no determinará necesariamente el desarrollo posterior del niño.
Hay que considerar que esta idea es importante para poder interpretar la gran capacidad
de recuperación de muchos niños adoptados, siempre y cuando tengan la fortuna de
contar con una familia comprometida con ellos, algo que sucede muy frecuentemente. Es
verdad que existen multitud de estudios que demuestran que coexisten vínculos entre la
vida infantil y la vida adulta, pero no en el sentido de que las primeras experiencias
desfavorables causen, de forma inevitable, daños inquebrantables. Lo que parece ser
cierto es que las experiencias negativas que se tienen en la infancia ponen en marcha una
serie de sucesos que, mediante encadenamiento, pueden acabar produciendo problemas
en la vida adulta. Sin embargo, si las circunstancias mejoran, la trayectoria de su vida
también puede cambiar para mejor. Estos estudios son fundamentales porque
demuestran cómo las mejoras en las circunstancias familiares de los menores pueden
subsanar los efectos adversos potenciales de las primeras experiencias negativas
(Golombok, 2006). Otra forma en que se puede interrumpir esa cadena es que ese niño
que ha enfrentado dificultades u obstáculos en su ciclo vital, para poder tener un
desarrollo psicológico adecuado, encuentre en la escuela un factor protector. En el caso
de los niños adoptados, la ruptura de la cadena comienza con la adopción por parte de
una familia, que realmente desee tener ese hijo, y se implique en su crianza y educación.
A pesar de que una estructura familiar no tradicional no tenga por qué traer consigo una
serie de problemas en el desarrollo integral de los hijos e hijas, sí que es cierto que hay
situaciones que pueden ser factor de riesgo, e incrementar la ocurrencia de problemas
psicológicos. Los niños que corren más riesgo son aquellos que crecen en familias
monoparentales y en familias reconstruidas, ya que en la mayoría de los casos se han visto
expuestos a la hostilidad entre los padres y a su separación o divorcio (lo que suele
conllevar situaciones potencialmente dañinas). Además, en la mayoría de los casos
supone una pérdida a nivel económico y social.
Por otro lado, en el caso de las familias reconstruidas los niños han tenido que sufrir una
transición hacia unas nuevas relaciones familiares, con múltiples cambios e interacciones
novedosas a las que hacer frente, con posibles modificaciones de estatus o con
ambigüedades en los roles, lo que convierte a este tipo de familias en una red compleja.
Sin embargo, en el caso de las familias en donde los menores carecen de un vínculo
genético con los padres que los han criado desde su nacimiento, o en el caso de familias
homoparentales, los niños no son más propicios a tener problemas psicológicos de lo que
lo puedan ser los hijos de hogares tradicionales (Golombok, 2006). Arranz (2010), en su
investigación sobre el impacto psicológico de las nuevas estructuras familiares, llega a los
mismos resultados. Una de las conclusiones extraídas de las investigaciones realizadas a
partir de la literatura científica es que existe una gran variedad, incluso dentro de la propia
diversidad de las nuevas estructuras familiares. Esto quiere decir que cada una de las
nuevas estructuras familiares no es homogénea en su proceso de configuración ni en las
circunstancias interactivas que la desarrollan y consolidan.
Por otro lado, no siempre resulta una tarea sencilla ubicar a cada familia en un
determinado tipo de estructura familiar, ya que en numerosas ocasiones algunas familias
podían ser ubicadas en más de una de las tipologías de familias. Todas estas circunstancias
implicaron cierta dificultad en el estudio de las nuevas estructuras familiares, pero lo que
sí que se sacó en claro, es que lo
importante es tener en cuenta, no el tipo de familia que es, sino la calidad del ambiente
familiar que se configura en la educación de los menores, como ya hemos indicado. Podría
decirse que cada tipo de estructura familiar puede llevar aparejados factores de riesgo y
factores de protección.
Por ello, cuando hablamos de qué es ser un buen padre o qué facilita el buen desarrollo
de los hijos, no es adecuado suponer que las familias no tradicionales son en sí
perjudiciales y que las tradicionales son necesariamente beneficiosas para los niños. Lo
que más importa para el bienestar psicológico de los hijos no es el tipo de familia, sino la
calidad de la vida familiar.
En cualquier caso, el hecho de ser familia adoptiva en realidad añade poca o ninguna
peculiaridad, a no ser la inexistencia de vínculos de sangre, algo que no tiene importancia
alguna para el establecimiento de una relación íntima, cálida e incondicional con el hijo
adoptado. Aunque es verdad que pueden adoptar personas solas y que hay familias
homoparentales que recurren a la adopción para tener hijos, la mayoría de las familias
adoptivas están formadas por dos adultos heterosexuales, ajustándose así al patrón más
frecuente. Si hay algo que las puede distinguir (aparte de la ya mencionada inexistencia de
vínculos de sangre), es el hecho de que son familias con una fuerte voluntad y deseo de
superar obstáculos para tener un hijo adoptado, y que pasan por un proceso de valoración
de sus condiciones y competencias por el que no atraviesa ninguna familia biológica.

3. IMPACTO PSICOLÓGICO DE LA ADOPCIÓN: ¿SON DIFERENTES LOS NIÑOS ADOPTADOS


DE LOS OTROS NIÑOS?
Las investigaciones sobre adopción están sufriendo un gran incremento en los últimos
años debido a una serie de factores, entre los que destacan el incremento de los casos de
adopción con el consiguiente aumento de su visibilidad social, la toma de conciencia por
parte de los investigadores de la adopción como un experimento natural, y el creciente
número de actividades
profesionales desarrolladas alrededor de la adopción y de agentes implicados en ella.
Una de las líneas más habituales consiste en la comparación entre los niños adoptados y
los que no lo son. Existen diversos problemas metodológicos en el análisis de las
características psicológicas de los niños adoptados, ya que es un tema de gran
complejidad debido a que los datos varían de unas investigaciones a otras, en función del
tipo de adoptados que se considere (edad en que se produjo la adopción, la historia previa
de abandono, la institucionalización y su duración, malos tratos, etc.) y de los grupos de
comparación que se utilicen (Palacios, 1996). Entre estos grupos de comparación tenemos
a menores que no son adoptados y que siguen institucionalizados y a menores que han
vivido y viven con su familia biológica.
A su vez, existen multitud de factores que influyen y determinan la situación personal de
cada uno de los menores, tales como la edad a la que han sido adoptados, si es una
adopción internacional o nacional, las situaciones previas vividas por el menor, etc. Esto
implica un grado de complejidad en torno a la investigación que se va a llevar a cabo.
Se va a desarrollar este epígrafe en torno a tres periodos: antes de ser adoptados, durante
el periodo de adopción y tras el periodo de adopción. Hacemos alusión en todo momento
a las características psicológicas de los niños y a las diferentes reacciones que van
teniendo a lo largo de este proceso, así como a qué diferencias se pueden encontrar entre
los menores adoptados y los que no lo son (Grau, 2009).
Antes de la adopción
La mayoría de los menores adoptados logra una adaptación adecuada a su entorno, por lo
que, en general, la mayor parte de las adopciones son satisfactorias tanto para los hijos e
hijas, como para los padres. A pesar de esta buena adaptación la mayoría de las
investigaciones indican que los menores
procedentes de la adopción suelen estar expuestos a prácticas, en el período anterior a la
adopción, que pueden conllevar problemas en su desarrollo psicológico. Los principales
factores preadoptivos que se encuentran son las dificultades encontradas durante el
embarazo, conductas de riesgo durante el mismo, la forma y condiciones del parto,
situaciones de pobreza extrema, diversos tipos y grados de maltrato infantil, largas
estancias en instituciones masificadas y con pocos recursos, y ausencia de vínculos de
apego significativos (Grau, 2009).
Todas estas circunstancias van a determinar, en mayor o menor medida, la vida del
menor. Por un lado, un porcentaje de los niños y niñas que posteriormente serán
adoptados han sufrido maltrato, lo que provoca una distorsión de las relaciones
emocionales básicas, afectando negativamente a su desarrollo integral. Por otro lado,
muchos menores adoptados han permanecido durante un largo periodo de tiempo en un
centro de acogida, que en ningún caso puede ofrecer el cuidado o la atención cercana e
individualizada que ofrece una familia adecuada. Por todas sus condiciones, una
institución no puede ofrecer el tipo de vinculación íntima, selectiva y estable que el
contexto familiar hace posible. Ya que la institucionalización no puede ofrecer el tipo de
vinculación privilegiada ni la estabilidad en las relaciones y el grado de intimidad que
permite un contexto familiar (Román, 2010). Las necesidades ligadas a la supervivencia de
los niños suelen ser atendidas de forma razonablemente adecuada en los centros de
acogida, pero la respuesta a las necesidades psicológicas suele ser mucho más limitada. En
la mayoría de los casos, las altas ratios de menores por cuidador, los cambios del personal
encargado, las mínimas interacciones con los adultos y la limitada implicación emocional
de los encargados, repercuten en la atención emocional de los menores. En estos niños
que se encuentran institucionalizados la relación de apego se organiza en torno a un estilo
de cuidado general, más que estructurarse alrededor de las respuestas y actuaciones de
personas particulares (Palacios, 2011), lo que anula los requisitos necesarios para poder
establecer un apego seguro. Un cuidado sensible incidiría en el desarrollo de
un vínculo seguro, mientras que una actuación insensible se relacionaría con la
inseguridad infantil (Legaz, 2003).
Durante el periodo de adaptación a la situación de adopción
De acuerdo con lo que venimos diciendo, los menores que han establecido relaciones de
apego con adultos que los han rechazado, han ido desarrollando modelos de apego
caracterizados por expectativas negativas sobre los adultos y sobre sí mismos, lo que
provoca que el menor tienda a minimizar esa conducta y a evitar, en la medida de lo
posible, la relación próxima con aquellos (Palacios, 2011). Es por ello que el aprendizaje de
los menores adoptados, en relación con la adquisición de confianza y de
incondicionalidad, requiere dedicación, tiempo y comprensión por parte de los adultos
adoptantes. En este sentido, uno de los aspectos más relevantes en la relación familiar es
el modo en que los nuevos padres establezcan el vínculo afectivo con su hijo o hija. Pues
muchos menores no han conocido a su familia biológica ni tampoco a ninguna otra, sino
que han crecido en instituciones hasta el momento de su adopción lo que supone, en la
mayoría de los casos, que han estado privados de vínculos afectivos con los adultos. Esto
provoca que muchas veces los niños adoptados tengan una reacción negativa hacia los
nuevos vínculos familiares tras la adopción, ya que están acostumbrados a mantener
relaciones frías, escasas de cariño y afecto.
Es importante que la actitud que tiene la familia adoptiva ante el recibimiento del nuevo
menor esté caracterizada por la paciencia, y entiendan las dificultades de los niños para
establecer vínculos afectivos con ellos (Román, 2010). El objetivo prioritario de la familia
en los primeros momentos es la creación del vínculo afectivo. Este proceso llevará tiempo,
y tendrá lugar por medio de una relación diaria que proporcione cariño y seguridad al niño
para hacer frente a las situaciones cotidianas, para establecer relaciones sociales y para
desarrollarse de manera autónoma. Toda persona adoptada ha vivido como mínimo una
separación y, por tanto, presentará ciertas inseguridades y dificultades que se manifiesten
en su comportamiento (Grau,
2009). De ahí que no haya que precipitarse en que el niño adoptado entre en la institución
escolar una vez llegado a España.
Es tarea de los adultos, familia y educadores, esforzarse por comprender todas estas
dificultades, al abandonar un entorno y tener que adaptarse y familiarizarse con otro
completamente nuevo (Grau, 2009). Los menores maltratados y/o institucionalizados han
llevado a cabo una serie de adaptaciones a la hora de establecer el vínculo de apego, en
estrecha dependencia con la respuesta que habitualmente han recibido de sus
cuidadores.
La reacción inicial de los menores cuando llegan a la familia adoptiva, es de "desapego", es
decir, el niño no busca el consuelo del adulto, ni su proximidad. Estos niños se limitan a
mantener una actitud de indiferencia para protegerse de una nueva relación con el adulto,
porque ésta ha sido demasiado frustrante, y tiene miedo de establecer un nuevo vínculo
precisamente por temor a que se vuelva a romper o interrumpir. En el caso de los
orfanatos esto se agudiza aún más, puesto que la vida no se organiza en función de las
necesidades individuales de cada uno de los menores, sino que se organiza
necesariamente en función de las necesidades grupales. En este sentido, el menor se
acostumbra a recibir un trato indiferenciado por parte del adulto porque en cada turno la
persona encargada es distinta y no puede establecer los vínculos sólidos y exclusivos que
necesitará. Por tanto la imagen del adulto es cambiante y no le da ningún tipo de
confianza ni seguridad (Palacios, 2005).
A pesar de que la vida en los orfanatos pudiera dar lugar a la creencia ingenua e irreal de
que está llena de compañerismo y muy compartida en grupo, en realidad, está llena de
soledad. Se aprende a querer a partir del amor de quienes nos han cuidado, y en un
orfanato esto es difícil que se dé de forma completa; al igual que ocurre en algunas
familias con grandes problemas de interacción.
A su llegada, es frecuente que los niños adoptados presenten algunas carencias físicas,
bien sea porque provienen de orfanatos con condiciones
socioeconómicas que provoquen precariedad de medios, o porque vienen de familias con
pocos recursos y con un ambiente familiar de hostilidad. Toda esta variedad de
situaciones perjudica físicamente a los niños, provocándoles en la mayoría de los casos
grandes problemas que pueden afectar muy negativamente a su desarrollo. Entre ellos se
destacan: déficits nutricionales con o sin consecuencias neurológicas, anemias, lesiones
cutáneas y dermatitis, sarna o piojos, trastornos alérgicos, trastornos endocrinos o
enfermedades infecciosas como parásitos intestinales, tuberculosis, etc. El estado de salud
física del menor incide directamente en su estado emocional y condiciona su desarrollo
físico y psíquico y, por tanto, las bases de su personalidad (Palacios, 2005).Hay que tener
en cuenta, además, que parte de los niños adoptados han experimentado un desarrollo
prenatal con graves deficiencias alimenticias y psicológicas por parte de la madre y sin
supervisión médica, que puede extenderse a falta de atención también en el parto, con el
posible impacto neurológico en el feto. Por ello, algunos niños adoptados pueden
presentar problemas de aprendizaje a consecuencia de estas dificultades.
Una vez explicadas algunas de las características de los niños adoptados se va a desarrollar
si estos niños son diferentes a los no adoptados, para ello, nos vamos a apoyar en algunas
investigaciones que se han llevado a cabo.
Ya hemos comentado que en la mayoría de las investigaciones sobre adopción, una de las
líneas de trabajo más habituales consiste en la comparación entre los niños adoptados y
los que no lo son. Aunque los resultados varían de unas investigaciones a otras en función
del tipo de adoptados(edad en que se produjo la adopción, la historia previa de abandono,
la institucionalización y su duración, malos tratos, etc) que se considere y de los grupos de
comparación que se utilicen, se pueden sacar unas conclusiones a nivel general (Palacios,
1996).
En su gran mayoría coinciden esos trabajos en señalar el área donde más frecuentemente
se plantean los problemas: conductas dirigidas hacia el exterior de tipo agresivo,
conductas de oposición a los demás, conductas
antisociales, etc. El rendimiento académico de los niños adoptados resulta en general algo
más bajo que el de los no adoptados, y los problemas de atención son también más
frecuentes (Palacios, 1998).
Uno de los enfoques seguidos en la investigación ha seguido una orientación
epidemiológica, intentando comprobar si el porcentaje de adoptados que buscan o
necesitan ayuda psicológica guarda equilibrio o no con el porcentaje de adoptados que
hay en la población en general. Los resultados varían si se acude a muestras clínicas o a
muestras extraídas de la población general. Pero todos ellos coinciden en que la mayoría
de los casos de niños adoptados que se llevan a consulta se relaciona típicamente con
problemas como la agresividad, la hiperactividad, las dificultades de atención y la no
cooperación con otros.
En cambio otros autores realizaron sus investigaciones con niños adoptados y no
adoptados procedentes ambos, no de muestra clínicas, sino de la población general. Los
resultados obtenidos muestran una mayor vulnerabilidad de los adoptados, pues su
conducta social y su rendimiento académico reciben una valoración más baja que los de
los niños no adoptados. Los problemas se presentan sobre todo en el área de
hiperactividad y en la agresividad. Pero, a modo de resumen de todas las investigaciones
que se han llevado a cabo, se puede decir que las puntuaciones de los niños adoptados se
mueven dentro de la "normalidad", y simplemente presentan formas de conducta
ligeramente más extremas que las de los no adoptados (Palacios, 1996).
Principalmente lo que estas investigaciones a largo plazo muestran, es que la adopción
reduce muy significativamente, o hace desaparecer, el riesgo de desajuste e
incompetencia que podía estar inherente en los antecedentes e historia del niño antes de
la adopción. Pues lo significativo o todo el problema, no radica solo en la edad en sí en la
que se realiza la adopción, sino en la acumulación de experiencias adversas y mantenidas.
Naturalmente, el tipo concreto de experiencia será lo que determine las características de
los problemas, y su persistencia después de la adopción (Palacios, 1996).
En resumen, parece que el conjunto de investigaciones analizadas muestra que los niños
adoptados no parecen presentar patologías importantes en comparación con los no
adoptados, lo cual no quiere decir que no se diferencien de ellos en absoluto, pues parece
clara una tendencia a obtener puntuaciones más elevadas en el ámbito de la
hiperactividad, la agresividad y conductas relacionadas, y, según algunas investigaciones,
puntuaciones más bajas en concentración y en rendimiento académico (Palacios, 1996).
Tras el periodo de adopción
Llegados a este punto cabe preguntarse ¿qué ocurre con estos niños y niñas tras su
adopción? ¿Logran recuperarse del proceso de desvinculación tras la adopción? Son
muchas las investigaciones que han tratado de responder a estos interrogantes, en este
caso vamos a centrarnos principalmente tanto en los problemas de conducta, como en las
áreas de vinculación, rendimiento escolar, y leguaje.
Los niños adoptados suelen conseguir una recuperación exitosa en casi todos los ámbitos,
aunque no se consigue de igual manera. En cuanto a aspectos físicos, tales como estatura,
peso, etc., los menores mostraban una notable recuperación de su atraso en talla y peso.
Esto no pasa por igual en el desarrollo psicológico, puesto que, como ya se ha comentado
con anterioridad, los niños adoptados corren más riesgo de padecer apegos
desorganizados, lo que parece ser cierto tanto respecto a la adopción nacional como a la
internacional, sea cual sea la edad de la adopción. Se ha estimado que la presencia de
apegos desorganizados duplica en la población adoptiva lo que ocurre entre la no
adoptiva. En este sentido, en lo que al apego concierne, mientras que los adoptados
presentan una muy notable recuperación respecto a sus antiguos compañeros, presentan
también problemas mayores que sus compañeros actuales (Juffer, 2011).
Respecto a la recuperación de la capacidad intelectual, la mayoría acaban teniendo
puntuaciones de CI similares a sus compañeros actuales. Sin embargo, existe diferencia
entre los menores adoptados con más de 4-5 años,
porque siguen presentando retrasos significativos en su capacidad intelectual tres años y
medio después de su adopción (Juffer, 2011).
En cuanto al rendimiento escolar se observa un retraso más significativo en los niños
adoptados después de su primer año de vida, pero no en los adoptados antes de su primer
cumpleaños. Así mismo se encontraron problemas específicos en el aprendizaje con más
frecuencia entre los adoptados que entre sus compañeros actuales. Así, los niños
adoptados acuden a educación especial aproximadamente el doble que sus compañeros
no adoptados.
Por todo ello, se observa cómo la mayoría de los niños y niñas adoptados logran una
impresionante recuperación en todos los aspectos del desarrollo comparados con sus
compañeros de institución no adoptados, lo que significa la intervención eficaz que
supone la adopción. Teniendo en cuenta la magnitud de la adversidad de partida para
muchos de estos menores, una magnífica recuperación indica que la adopción ha sido
exitosa.
La adopción proporciona una gran ventaja respecto a lo que podría haber sido su vida de
haber continuado institucionalizados. Aunque son muchos los niños que han sufrido
experiencias traumáticas, la adopción supone una serie de factores de protección que
actúan como moderadores, amortiguando las negativas secuelas y favoreciendo la mejora
y recuperación. No obstante, aunque la recuperación sea importante, hay que pensar que
la adopción no supone "borrón y cuenta nueva", pues junto a esa impresionante
recuperación se da cierta continuidad, de manera que quienes llegan con puntuaciones
peores, incluso si las normalizan, tienden a mantener posiciones más bajas
posteriormente (Juffer, 2011).
Por todo ello, los niños y niñas realizan una impresionante recuperación y logran con
ayuda de sus padres adoptivos solventar muchos de sus atrasos.
Siete ámbitos de especial relevancia en post-adopción: salud, desarrollo,
problemas de conducta, apego, pérdidas, comunicación sobre adopción
y búsqueda de orígenes
Como antes se ha indicado, la mayor parte de las familias acuden a los
servicios post-adopción a raíz de algún o algunos problemas que el adoptado
presenta. Aunque esos problemas pueden estar relacionados con cualquier
aspecto y no tienen por qué relacionarse de manera exclusiva con esos problemas,
lo cierto es que hay unas cuantas dificultades que con más frecuencia
llevan a buscar ayuda en los servicios post-adopción.

Se resumen a continuación
siete dificultades especialmente relevantes, ilustrándolas, siempre que sea
posible, con datos procedentes de nuestras propias investigaciones, tanto de
adopción nacional (Palacios, Sánchez-Sandoval y Sánchez, 1996; Sánchez-
Sandoval, 2002), como en internacional (Palacios, Sánchez-Sandoval y León,
2005a; Palacios, Sánchez-Sandoval, León y Román, en prensa).
Los servicios post-adopción suelen tener un carácter de ayuda fundamentalmente
educativa y psicológica, por lo que la primera cuestión a que nos
referiremos, relacionada con temas de salud y crecimiento, suele llevar a los
padres más a servicios de pediatría que a los equipos post-adopción. Los problemas
de salud y de crecimiento pueden darse en cualquier adoptado en el
momento de su llegada a la familia adoptiva, aunque se han hecho más visibles
a raíz de la fuerte presencia entre nosotros de la adopción internacional.
Embarazos con escasos cuidados y vigilancia médica, malas condiciones del
parto y atención perinatal, problemas en la alimentación, en la higiene o en las
condiciones de vida, dan lugar a la presencia de enfermedades diversas. En la
muestra de adopción internacional por nosotros estudiada (289 niños y niñas
procedentes de China, Colombia, Guatemala, India, Rumanía y Rusia) en torno
al 30% de los adoptados presentaba alguna enfermedad relevante. Por orden
de frecuencia, las patologías más frecuentes fueron de tipo nutricional (anemia
ferropénica, raquitismo, malnutrición energético-proteica), respiratorias y otorri
respiratorias y otorrinolaringológicas
(neumonía, bronquitis, asma bronquial infantil, otitis, placas
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© 2007, Universitat de Barcelona, Facultat de Psicologia
calcáreas en los oídos, oído perforado, sordera unilateral, hiperplasia adenoidea,
amigdalitis, rinitis), digestivas (parásitos intestinales, enfermedades hepatobiliares,
intolerancia a la lactosa), infecciosas (moluscum contagioso, poliomielitis,
sarna, varicela), congénitas (malformaciones anatómicas de mano o
pie, displasia congénita de cadera o paladar ojival). Con frecuencias más bajas
se detectaron enfermedades inmunológicas (dermatitis atópica y atopia), circulatorias
(cardiopatías), enfermedades hematológicas/oncológicas (talasemia y
tumores), enfermedades del sistema nervioso (problemas neurológicos leves,
hidrocefalia y convulsiones febriles), nefropatías, problemas de oftalmología y
de cirugía pediátrica.
Por lo que se refiere a los problemas de crecimiento, la misma serie de
razones aducidas más arriba sirve para explicar los frecuentes retrasos que se
observan en parámetros tales como la altura, el peso y el perímetro cefálico.
De los niños de adopción internacional estudiados por nosotros, algo más de la
tercera parte presentaba al llegar retrasos severos en altura, peso y perímetro
cefálico, con un promedio para la muestra total de en torno a -1.5 puntuaciones
z (recuérdese que, de acuerdo con los criterios de la Organización Mundial
de la Salud, se puede hablar de retraso severo cuando las puntuaciones son
iguales o están por debajo de -2 puntuaciones z). Algo menos de la cuarta parte
presentaba un retraso severo en el índice de masa corporal. Además, estos
retrasos en el crecimiento físico al llegar mostraban una correlación significativa
con los retrasos psicológicos a la llegada, lo que sugiere que se trataba de
retrasos generalizados en el desarrollo.
En general, los problemas de salud y de crecimiento muestran una buena
recuperación tras la llegada a la familia adoptiva. Así lo demuestra, por ejemplo,
el hecho de que tras un promedio de tres años después de su llegada, el
porcentaje de niños con retrasos severos había disminuido drásticamente, ya
que había pasado del 37% con grave retraso inicial en talla al 6% en la actualidad,
del 32% inicial en peso al 1% actual y del 38% inicial en perímetro cefálico
al 13% actual. Además, esta notable recuperación se produce sobre todo
en los dos primeros años tras la llegada, lo que indica la rapidez de la mejora
(Palacios, Román, Sánchez-Sandoval y León, en preparación).
Por lo que se refiere al desarrollo psicológico, el 44% de
Por lo que se refiere al desarrollo psicológico, el 44% de los adoptados
internacionalmente de nuestra muestra estaba gravemente retrasado en desarrollo
psicológico, con un promedio de 16 meses de retraso para la edad cronológica.
Si se considera que la edad promedio al llegar de los gravemente retrasados
fue de 40 meses, un retraso de 16 meses significa que más de la tercera parte
de la vida de estos niños y niñas ha estado muy negativamente afectada desde
el punto de vista evolutivo. Como ocurría respecto al desarrollo físico, los
retrasos psicológicos se observan en prácticamente todos los ámbitos (motricidad,
comunicación, desarrollo cognitivo, adaptación, socialización...).
Pasado un promedio de tres años tras su llegada, se observaron importantes
mejoras en el desarrollo psicológico, aunque no tan completas y generalizadas
como había ocurrido con el desarrollo físico. Así, los que llegaron con grave
retraso psicológico han recuperado siete de los 16 meses de atraso de partida,
lo que muestra a la vez que la recuperación se está produciendo, pero que su
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alcance no es tan completo como en el desarrollo físico. De hecho, la correlación
entre el desarrollo psicológico al llegar y el actual es de .51. Además,
parece que, al menos en lo que refiere a los aspectos intelectuales por nosotros
estudiados, la recuperación más notable se produce en los tres primeros años
tras la llegada, siendo bastante modestas las ganancias a partir de ahí.
Lo que los datos anteriores sugieren es que el porcentaje de niños y niñas
adoptados internacionalmente que presentan al llegar importantes retrasos
evolutivos es importante, así como que no es esperable que algunos de esos
retrasos se recuperen de forma completa. No al menos de acuerdo con lo que
nuestros datos sugieren sobre el desarrollo cognitivo. De confirmarse, se trata de
una conclusión importante, que debe tenerse en cuenta a la hora de abordar con
los adoptantes las expectativas respecto a las posibilidades de recuperación de
sus hijos, particularmente en los casos en que llegan más negativamente afectados.
Conviene, con todo, indicar que los anteriores son datos promedio y que
existen importantes diferencias interindividuales, de manera que algunos niños
parecen más resistentes a la adversidad previa y además presentan luego una
mejora más rápida y completa, mientras que otros parecen más afectados y de
recuperación más comprometida. Los factores significativamente relacionados
con más grave deterioro al llegar y que se relacionan luego con una recuperación
más limitada son una mayor edad en el momento de la llegada, una institucionalización
más prolongada y la existencia de malos tratos
Cómo es lógico, el retraso evolutivo de que venimos hablando tiene su
reflejo en diferentes ámbitos. Así ocurre, por ejemplo, en el desarrollo del
lenguaje o en el desempeño académico, estudiados ambos, entre otros, por
Monica Dalen y de los que se encuentra reflejo en su artículo en este mismo
número de Anuario de Psicología.
Tal como se indicó anteriormente, los problemas de conducta son quizá
los que con mayor frecuencia llevan a los adoptantes a pedir ayuda en los servicios
post-adopción. Tanto nuestros datos de adopción nacional como de
internacional, como los datos de todos los investigadores que se han ocupado
del tema, indican que los problemas relacionados con la hiperactividad y los
problemas de atención (impulsividad, dificultad de concentración, conductas
molestas para los demás) son los más frecuentes entre los adoptados. En todas
las comparaciones adoptados-no adoptados (incluida la nuestra en Palacios,
Sánchez-Sandoval y Sánchez, 1996), las diferencias en el ámbito de la hiperactividad-
dificultades de atención suelen estar entre las más sobresalientes, si
es que no son las más importantes. Con la dificultad añadida de que los problemas
en esas áreas tienden a mantenerse en el tiempo y se traducen fácilmente
en dificultades en el rendimiento académico (problemas de atención) y
en problemas en las relaciones con compañeros (impulsividad, dificultad para
el auto-control). Para un análisis de los problemas de conducta entre los adoptados
se puede consultar Haugaard (1998) entre otras muchas fuentes.
Siendo los más prevalentes, los problemas de hiperactividad no son los
únicos. Se ha descrito también una mayor incidencia de conductas desafiantes,
mentiras, agresividad (verbal y/o física), rabietas, robo, escaparse de casa... (ver,
por ejemplo, los datos de Smith, 2006a). En el bien entendido de que esto no sigDespués
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nifica que la mayoría de los adoptados presente cualquiera de estos problemas.
Significa que el porcentaje de niños adoptados que presenta estas dificultades es
superior al de los no adoptados que las presentan. La mayoría de los adoptados
no presentan problemas clínicos de conducta, pero la proporción de los que los
presentan es superior a la que se encuentra en la población infantil general.
Puesto que en la historia inicial de estos niños y niñas hay situaciones de
abandono, de negligencia, de malos tratos, de institucionalización... es poco
sorprendente que los problemas de apego formen parte del cuadro de dificultades
que se encuentran entre los adoptados con más frecuencia que entre los
no adoptados. De acuerdo con el meta-análisis de van IJzendoorn y Juffer
(2006), los problemas de apego inseguro y desorganizado son frecuentes en
los niños adoptados al llegar a sus hogares adoptivos. Las dificultades de apego
pueden presentar, en efecto, diversas formas: en unos casos, se trata de
apego desinhibido o sociabilidad indiscriminada (niños que no han aprendido
la relación de apego privilegiada con una persona y que parecen encontrarse
igualmente cómodos con conocidos y desconocidos); en otros casos, se trata,
por el contrario, de conductas muy retraídas y de aislamiento respecto a los
demás. El apego desorganizado da lugar más bien a un patrón de conductas
erráticas y complejas, a veces sin clara relación con las circunstancias. En los
datos de nuestra propia investigación sobre adopción internacional, el 55% de
los niños presentaban al llegar indicios o clara existencia de sociabilidad indiscriminada
(Palacios, Sánchez-Sandoval y León, 2005a).
Aunque no son muchas las investigaciones que han analizado la recuperación
posterior de estas dificultades, el meta-análisis de van IJzendoorn y
Juffer (2006) muestra dos cosas interesantes: en primer lugar, tras algún tiempo
con su familia adoptiva, los porcentajes de seguridad en el apego han aumentado
de forma clara. En segundo lugar, aun después de esta importante recuperación,
los problemas de apego entre los adoptados son superiores a los que se
encuentran entre los no adoptados, con una presencia menor de apego seguro
y una mayor incidencia de apego desorganizado. Como en otros ámbitos,
cuanto más tarde se produzca la adopción y cuanta más adversidad previa
haya existido, la probabilidad de dificultades es mayor.
En los últimos años los investigadores han empezado a interesarse no sólo
por las conductas de apego, sino también por los llamados modelos internos de
apego, es decir, los patrones de relaciones interpersonales que se supone quedan
impresos en nosotros como consecuencia de nuestras experiencias de apego
infantiles. Los datos longitudinales de Hodges, Steele, Hillman, Henderson y
Kaniuk (2005) tienen, como los anteriores, un doble interés: desde el punto de
vista de estas representaciones internas, la seguridad no deja de aumentar con el
paso del tiempo. Sin embargo, la inseguridad no presenta un decremento proporcional
al incremento de la seguridad. De hecho, hay un cierto mantenimiento de
representaciones mentales de relaciones caracterizadas por la inseguridad, seguramente
como resultado de las experiencias de inseguridad vividas en el pasado
y de la huella de incertidumbre que puede haber dejado en el psiquismo.
Barth, Crea, John, Thoburn y Quinton (2005) han alertado del riesgo que
existe de atribuir a problemas de apego toda suerte de conductas y dificultades
que los adoptados pueden presentar de forma transitoria o permanente. Señalan,
con razón, que las evidencias empíricas son aún escasas, que los datos
longitudinales a largo plazo son prácticamente inexistentes, y que hay que ser
muy cautelosos para no exagerar en exceso las dificultades de apego que pueden
derivarse de experiencias negativas de partida. Aun estando plenamente
de acuerdo con estas prevenciones, no cabe duda de que el ámbito del apego
es particularmente sensible en niños y niñas que han tenido difíciles y a veces
traumáticas experiencias en las relaciones interpersonales tempranas.
La experiencia de pérdidas es particularmente importante en la historia de
los adoptados. Al fin y al cabo, la adopción es el camino por el que se gana
una nueva familia después de haber perdido, por las razones que sean, la familia
de origen. Y si lo más frecuente es pensar en la adopción como una historia
de ganancia, no puede olvidarse la pérdida que está en el origen de esa ganancia.
Brodzinsky (2007) ha desmenuzado las diferentes pérdidas que la adopción
entraña: pérdida de los padres biológicos, de hermanos y parientes; pérdida
genealógica; pérdida de amigos y compañeros; pérdida del nombre, del país y
la cultura de origen; pérdida de estatus (el adoptado es consciente de pertenecer
a un grupo “diferente” al que pertenecen la mayor parte de sus compañeros);
pérdida de privacidad (en el caso de niños con rasgos físicos marcadamente
distintos de los de sus padres)...
Como el propio Brodzinsky (2007) ha mostrado, durante los años preescolares
los niños y niñas que fueron adoptados como bebés suelen tener una
visión neutra o positiva de la adopción, un hecho al que no dan más importancia
y del que hablan con naturalidad. Durante esos años, el concepto infantil
de familia es el de un grupo de personas que viven juntas y se quieren mucho.
Pero en algún momento en torno a los 6-7 años los niños descubren que una
familia es un grupo de personas biológicamente relacionadas. Y es entonces
cuando el adoptado entiende del todo las implicaciones que tiene la historia de
adopción que hasta ese momento no le producía inquietud: si ahora tiene esta
familia es porque antes tuvo otra; ha ganado una, pero ha perdido otra. No es
extraño que en torno a estas edades los niños se muestren preocupados o tristes
respecto a su historia, respecto al hecho de ser adoptados y, como en seguida
mostraremos, respecto a sus orígenes. Los datos de nuestra muestra de adopción
nacional (Palacios y Sánchez-Sandoval, 2005a) muestran que los niños
adoptados de estas edades manifiestan una mayor susceptibilidad emocional,
una mayor tendencia al retraimiento o la tristeza, que nosotros relacionamos
con el descubrimiento de las pérdidas.
Los mismos datos de nuestra investigación muestran que estos sentimientos
vuelven a aparecer al comienzo de la adolescencia, seguramente en relación
con las nuevas capacidades cognitivas y con la construcción de la identidad
que tiene lugar en esos años. En efecto, las nuevas habilidades en el pensamiento
hipotético permiten ahora al adoptado hacerse preguntas en relación
con su pasado (¿qué hubiera pasado si...? ¿qué pasaría si un día...?) que abren
la puerta a dudas e interrogantes que no son puramente cognitivos, sino que
tienen también su vertiente emotiva.
Con los problemas relacionados con las pérdidas en la adopción se corre
un riesgo parecido al que se ha comentado anteriormente en relación con los
problemas de apego: el riesgo de patologizar los sentimientos de pérdida o de
atribuir cualquier problema de una persona adoptada a su experiencia de pérdidas
significativas. Leon (2002) ha analizado con acierto la construcción social
de la noción de pérdida y los diversos significados que la experiencia de pérdida
puede tener. Pero como en el caso del apego, no cabe duda de que dicha
experiencia forma parte sustancial de la adopción, que con mucha frecuencia
se produce precisamente como resultado del entrecruce entre dos pérdidas: la
de los adoptantes en relación con los hijos biológicos que no pudieron tener, y
la de los adoptados en relación con una familia en la que no pudieron crecer.
Como es obvio, los problemas que hemos presentado aquí como independientes
están en realidad interrelacionados, lo que hace que a veces se presenten
más en constelación que solitarios. Un mismo niño o una misma niña pueden
presentar problemas de apego, tener dificultades en relación con las pérdidas y
también en la construcción de su identidad. De acuerdo con los datos de Smith
(2006a), por ejemplo, más del 55% de los adoptados presentaban dificultades
en esos ámbitos.
Sin duda relacionada con los temas anteriores, está toda la problemática
de la comunicación en torno a la adopción. Tema prácticamente inevitable
cuando de adopción se trata, ya que es una de las dimensiones educativas características
en las familias adoptivas: cuándo se va a hablar, cómo se va a
tratar, con qué frecuencia, qué se va a hacer con la información que se considera
más problemática o dolorosa... Los datos longitudinales de nuestra investigación
sobre adopción nacional muestran un importante cambio en las actitudes
comunicativas de las familias adoptivas. Cuando entrevistamos por primera
vez a las familias del estudio, el 50% de los niños y niñas de 6 años aún no
sabían que eran adoptados y lo mismo ocurría con la cuarta parte de los de 8
años (Palacios et al., 1996). Seis años después volvimos a estudiar a las mismas
familias (Sánchez-Sandoval, 2002). Para entonces, los que en aquel momento
tenían 6 años sabían que eran adoptados en un 90%, lo que da testimonio de los
cambios producidos en las actitudes comunicativas de las familias adoptivas.
Más recientemente hemos estudiado este mismo fenómeno en las familias de
adopción internacional. En este caso, el 95% de los niños y niñas de seis años ya
sabían que eran adoptados (Palacios, Sánchez-Sandoval y León, 2005a). Parece,
pues, que hay una mayor conciencia de la importancia de hablar sobre la adopción
con los adoptados y de hacerlo a una edad temprana. Sería equivocado, sin
embargo, pensar que se trata de un tema resuelto. De hecho, según los datos de
nuestro estudio de adopción internacional de 2005, el 30% de los padres que
dicen haber hablado con sus hijos sobre la adopción afirman haberlo hecho
una sola vez. La idea de muchos es que si el niño quiere saber, ya preguntará.
Pero como ha mostrado Brodzinsky (2005), los niños captan el grado de apertura
que los padres tienen de cara a la comunicación en torno a la adopción, en
qué medida se sienten cómodos o incómodos tratando del tema. Este mismo
autor ha indicado con acierto que la actitud comunicativa de los padres no se
relaciona con la cantidad de información de que dispongan sobre el pasado del
niño, de manera que se puede tener una actitud y desarrollar unas conductas
muy comunicativas respecto a la adopción en ausencia de información concreta,
o, por el contrario, una actitud cerrada y escasas conductas de comunicación
cuando se tiene mucha información sobre la historia previa a la adopción.
Los datos anteriores muestran que en general a los adoptantes les es más
fácil contarle al niño pequeño la circunstancia de su adopción, que mantener
una actitud abierta y comunicativa en torno al tema, tomando la iniciativa de
manera proactiva y no sólo en respuesta a las preguntas de los niños. Y estas
actitudes de reserva no siempre se compadecen con la necesidad de información
de los adoptados y, sobre todo, con la necesidad de sentir que el de su
adopción no es un tema prohibido o molesto o vergonzoso.
Finalmente, y también en conexión con todo lo anterior, está la problemática
de la búsqueda de los orígenes, que tiene una especial importancia en la historia
personal de los adoptados. Aunque el concepto de búsqueda de orígenes suele
interpretarse como los intentos que los adoptados hacen de encontrarse con sus
padres biológicos, la realidad es que el concepto es más rico y más complejo.
Como Irhammar y Cederblad (2000) han mostrado, existen dos tipos de búsqueda:
la interna y la externa. La primera afecta probablemente a todos los adoptados
y se relaciona con las preguntas que todos los que saben que son adoptados
se hacen sobre las razones de su adopción, lo que habrá ocurrido con sus padres
biológicos, la existencia o no de hermanos... Es la llamada por Irhammar y Cederblad
(2000) “búsqueda interna”. En efecto, no se trata en este caso de intentos
de buscar o de encontrar; con frecuencia, no se trata de conductas que nadie pueda
percibir, porque muy frecuentemente adoptan la forma de preguntas que el niño
o la niña se hace en silencio y sin compartirlas con nadie. Esta búsqueda está claramente
ligada al descubrimiento de las pérdidas de que se ha hablado en los párrafos
anteriores, y probablemente se intensifica en los comienzos de los años
escolares y luego al principio de la adolescencia, por las razones ya comentadas.
Está luego la “búsqueda externa”, que es aquella con la que más frecuentemente
se asocia el concepto de búsqueda de orígenes. La forma más habitual
de esta búsqueda son los deseos de saber, la necesidad de obtener información, de
reconstruir desde el principio el rompecabezas de la historia personal con el mayor
número de piezas posibles. Ésta suele ser una tarea típica de la adolescencia
y de la juventud, mientras que los intentos de búsqueda activa, con deseo de encuentro,
son quizá más frecuentes en los comienzos de la adultez. La investigación
sobre este tema es aún muy escasa, siendo una de las muchas lagunas en
nuestro conocimiento sobre las personas adoptadas y su desarrollo. Tal vez algunos
acontecimientos vitales personales (por ejemplo, estar a punto de convertirse
en padres) inciten a una búsqueda de información y de contactos. Tales deseos de
contacto pueden ser con los padres biológicos (parece que mucho más frecuentemente
con la madre), o bien con algún otro miembro de la familia (parece que
mucho más frecuentemente con hermanos). Por otra parte, hay que distinguir
claramente entre la situación de quienes fueron adoptados como bebés y no
guardan memoria alguna de su pasado o de las personas con que se relacionaron,
y la de quienes fueron adoptados a edades más avanzadas, que guardan recuerdos
en ocasiones bien precisos de las personas que para ellos fueron relevantes.

Diferentes necesidades de apoyo tras la adopción

En su análisis de las necesidades de apoyo post-adopción de las familias


adoptivas, Rushton (2003) señala que los problemas que los adoptados plantean
a sus padres pueden ser de tres niveles diferentes: problemas manejables,
problemas que suponen un mayor nivel de dificultad y que requieren de los
padres unas destrezas y unas estrategias educativas más complejas y, finalmente,
problemas que ponen en serio riesgo la continuidad de la convivencia
entre adoptantes y adoptados. La consecuencia lógica de cara a las necesidades
de intervención profesional en estas tres circunstancias son claras: mientras
que el primer grupo probablemente no necesite intervención alguna, el
segundo y, sobre todo, el tercero necesitarán un apoyo que ayude a resolver
los problemas y a estabilizar la adopción.
Una lógica parecida es la que se sigue en las recomendaciones que la red
ChildONEurope está preparando en relación con la post-adopción. En ellas se
plantea que sería deseable que todas las familias adoptivas fueran objeto de un
seguimiento que permitiera valorar cómo se están desarrollando las cosas y
cuáles pueden ser las necesidades de apoyo, si es que existe alguna. El siguiente
nivel de apoyo sería el que pueden precisar familias adoptivas que se enfrentan
sobre todo con problemas educativos o con problemas de relación del segundo
de los niveles planteados por Rushton (2003): estas familias pueden beneficiarse
del asesoramiento que les ayude a entender los problemas que sus hijos o la
situación adoptiva les están planteando, así como a abordarlos de la manera más
eficaz posible con estrategias educativas adecuadas. Finalmente, el tercer nivel de
apoyo sería el requerido por aquellas familias cuya problemática es más compleja,
en la que los niños o las relaciones están dañadas de forma importante y en las
que el solo recurso a las medidas educativas no es suficiente. Se trata, en este
último caso, de familias que pueden necesitar intervenciones terapéuticas probablemente
dirigidas no sólo a los adoptados, sino al sistema familiar en su
conjunto, como vimos anteriormente defender a Freundlich (2006b).
Una lógica muy parecida se encuentra en la propuesta de Barth, Gibbs y
Siebenaler (2001) que plantean que los servicios post-adopción deben ser de
cuatro tipos fundamentales: de carácter educativo-formativo (reuniones o seminarios
para tratar temas concretos, distribución de recursos escritos...), de
facilitación de redes de apoyo (ya sean grupos de auto-ayuda, ya grupos coordinados
por profesionales), de carácter clínico (abarcando tanto el asesoramiento
educativo como el tratamiento clínico) y de carácter asistencial (ayudas económicas,
facilitación de servicios de respiro...).
El tipo de necesidades que las familias presenten está en buena medida
relacionado con quién y cómo puede prestar la ayuda que en cada caso se precise.
Todos los datos de investigación, incluidos los nuestros (Palacios, Sánchez-
Sandoval y León, 2005a; Palacios et al., en prensa), muestran que cuando les
surge alguna dificultad las familias adoptivas buscan ayuda en primer lugar en
su entorno más inmediato: en la pareja, en la familia, entre los amigos... Tanto
para el nivel de menor dificultad como para el de dificultades educativas algo
más relevantes, los adoptantes suelen encontrar en otras familias adoptivas
una buena fuente de consuelo, de consejo y de inspiración. Parece claro que
tanto en este nivel de complejidad media como en el de mayor gravedad se
requiere la intervención de profesionales cualificados. En el bien entendido de
que la mayor parte de las familias van a necesitar intervenciones más educativas
que terapéuticas, por lo que no parece indicado concebir los servicios
post-adopción como fundamentalmente terapéuticos.
La problemática de la búsqueda de los orígenes pertenece a este grupo de
asuntos en los que la intervención profesional es deseable. No nos referimos
ahora a la llamada búsqueda interna, que debe afrontarse sobre todo con medidas
educativas. Nos referimos a la búsqueda activa de información y de contactos.
La intervención de profesionales como mediadores puede ser necesaria
en muchos casos. Téngase en cuenta que la búsqueda implica al menos dos
partes, la de quien busca y la de quien es buscado. Y que los intereses y motivaciones
de unos y otros no tienen por qué ser coincidentes.
Los servicios post-adopción deben estar, pues, concebidos y preparados
para atender una problemática muy variada tanto en su contenido, como en su
gravedad, como en la metodología para afrontarla. Cualquier miembro de la
comunidad adoptiva (una familia adoptiva, una persona adoptada, una madre
biológica) puede acudir a ellos con preocupaciones o problemas de muy diferente
calado y seriedad. También deberían estar a disposición de los profesionales
de otros ámbitos (por ejemplo, de la educación) que deseen realizar alguna
consulta a propósito de su trabajo con algún niño o alguna niña adoptados. Los
servicios post-adopción deberían ser capaces de responder de forma eficaz a
toda esta diversidad de demandas de ayuda.

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