Adopción
Adopción
Adopción
Actualmente, la adopción tiene gran relevancia dado que lo que se busca es realmente
reintegrar a una familia a los menores en situaciones de vulnerabilidad, por carecer o por
haber sido abandonados por su propia familia. El reincorporar al menor implica hacer
valer su derecho a vivir en un ambiente familiar y por con ello contar con un adecuado
desarrollo biopsico-social, ya que la convivencia en este ambiente conlleva aprendizaje,
socialización, transmisión cultural y establecimiento de lazos afectivos, creando con ello
identidad dentro de su núcleo más próximo que es la familia y dentro del grupo donde se
desenvuelva ésta.
En ese sentido, la adopción se puede ubicar como una alternativa a través de la vía jurídica
para cumplir con ese cometido, dado que con ella se tiene –de acuerdo con el Sistema
Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF)−, la oportunidad de integrar a las
niñas, niños y adolescentes a un ambiente armónico, protegidos por el cariño de una
familia que propicie su desarrollo integral y, estabilidad material y emocional, que los dote
de una infancia feliz y los prepare para la vida adulta
Derecho a vivir en familia
La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos a través del artículo 4 señala que
en todas las decisiones y actuaciones del Estado se velará y cumplirá con el principio del
interés superior de la niñez, garantizando de manera plena sus derechos.
Por su parte la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, contempla en
el párrafo segundo del artículo 2, que el interés superior de la niñez deberá ser
considerado de manera primordial en la toma de decisiones sobre una cuestión debatida
que involucre niñas, niños y adolescentes.
En ese sentido Contreras Díaz señala –citando a Pérez Adán− que algunas de las funciones
básicas de la familia son la transmisión cultural, la socialización y el aprendizaje social.1
La importancia de estas funciones radica en que:
“La transmisión cultural implica el aprendizaje de varios aspectos y conductas, no sólo
relacionadas con cuestiones demográficas como el lugar de origen o el lenguaje, sino
también la higiene, las costumbres, los modales, etcétera. La socialización ayuda a
desarrollar habilidades y mecanismos de pertenencia al grupo social más amplio, ya que la
familia es el primer núcleo de interacción entre personas e implica el desarrollo de un
vínculo afectivo entre sus integrantes. Por último, el aprendizaje social está relacionado
con la propagación de conductas adecuadas, como el respeto a la integridad de otras
personas, el seguimiento de normas establecidas y la capacidad de autocontrol.”
Lo anterior da pauta a considerar la relevancia que tiene el que una niña, niño o
adolescente cuente con una familia.
De acuerdo con el Diccionario de la Lengua Española la palabra adopción implica la acción
de adoptar y adoptar proviene del latín adoptāre, que indica tomar legalmente en
condición de hijo al que no lo es biológicamente.3
En el Diccionario Jurídico Mexicano se señala que la adopción es un acto de carácter
complejo que para su regularidad exige los siguientes elementos:
La emisión de una serie de consentimientos; La tramitación de un expediente judicial,
y La intervención de los jueces de lo familiar y del Registro Civil.4
El Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia, señala que la adopción es el
medio por el cual aquellos menores que por diversas causas han terminado el vínculo con
su familia biológica, tienen la oportunidad de integrarse a un ambiente armónico,
protegidos por el cariño de una familia que propicie su desarrollo integral y, estabilidad
material y emocional, que los dote de una infancia feliz y los prepare para la vida
adulta.10
Por su parte el DIF estatal de Tamaulipas lo define como la vía jurídica que le permite
integrar a su familia a uno o más menores de edad o a personas incapaces de cuidar de sí
mismas, con la finalidad de proveerles lo necesario para su subsistencia y cuidado. Es el
ejercicio de la paternidad con amor y por decisión.11
Como puede observarse de las definiciones mostradas el denominador común es la
incorporación de un menor o incapaz (adoptado) a una familia (adoptante) a través de la
cual se crea un vínculo de filiación, lo anterior se da mediante un acto jurídico en los que
interviene la autoridad competente para conocer de ello, sin embargo, también se
observa que hay definiciones que van más allá de lo jurídico como es el caso de las
establecidas por los Sistema del DIF tanto nacional como locales, que buscan que esa
integración se dé dentro de un ambiente armónico en el que se le otorgue al adoptado
protección y cariño, de modo tal que estos factores le den una estabilidad tanto
emocional como material que le permitan prepararse para la vida adulta.
Filiación
Dado que de los elementos que conforman las diferentes definiciones que se presentan
destaca la de filiación, la cual está relacionada con el tema, se encuentra que:
El Diccionario de la Lengua Española define la filiación como procedencia de los hijos
respecto a los padres.12
Al respecto Galindo Garfias señala que la filiación es considerada como la relación
existente entre padres e hijos, de la que deriva un complejo de deberes, obligaciones,
derechos y facultades entre ellos.13
En el Diccionario Jurídico Mexicano se establece que el término filiación proviene del latín
filatio-onis, de filius, hijo, y señala que la relación que de hecho yAl respecto y dada esta
argumentación, establece que son dos los tipos de filiación que se derivan:
a) Consanguínea, que es la que proviene de la naturaleza, específicamente del fenómeno
biológico de procreación; y b) Civil, que encuentra su origen en una ficción legal, esto es,
en un acto jurídico al que la ley le ha atribuido el carácter de fuente de la filiación, como
es la adopción.19
Al respecto encontramos aunque con términos diversos concordancia con lo establecido
líneas arriba en cuanto a los tipos de filiación relacionándose la denominada legítima, con
la establecida por la Suprema Corte como Consanguínea, y la adopción, como la civil que
identifica precisamente con la adopción.
Certificado de Idoneidad
La Ley General de los Derechos de los Niños, Niñas y Adolescentes define al certificado de
idoneidad como:
“VI. Certificado de Idoneidad: El documento expedido por el Sistema Nacional DIF y los
Sistemas de las Entidades, o por la autoridad central del país de origen de los adoptantes
en los casos de adopciones internacionales, en virtud del cual se determina que los
solicitantes de adopción son aptos para ello;”
Este documento resulta de suma importancia dentro del procedimiento de adopción dado
que en él se determina precisamente que quienes pretenden adoptar están calificados
para hacerlo, por cumplir con los requisitos solicitados para ello. Ahora bien, si éste se
encuentra definido para el caso de la adopción internacional, cabe señalar que en el caso
de las adopciones nacionales también son requeridos expresamente por algunos Estados
tales como: Baja California, Campeche, Colima, Chiapas, Chihuahua, Durango, Guanajuato,
Estado de México, Hidalgo, Jalisco, Michoacán, Nayarit, Oaxaca, Puebla, Querétaro,
Quintana Roo, San Luis Potosí, Sinaloa, Tamaulipas, Tlaxcala, Veracruz
Juridico
La tercera tesis es la que considera a la adopción como una institución de orden e interés
público, cuya base es el acto jurídico voluntario de las partes, éste es el presupuesto para
acceder a la institución de la adopción y generar los efectos queridos por las partes, y aun
los no deseados por ellos, sino también los que no están previamente impuestos por la
ley, y fuera de la voluntad de los particulares. En ese sentido señala Tapia Ramírez que el
acto jurídico contractual se convierte en sólo un elemento de la institución de la adopción.
Marco Juridico
Constituciòn art 4 interes superior del niño
Coigo civil feeral
A nivel federal la adopción se encuentra regulada en el Código Civil Federal dentro del
Título Séptimo de la Paternidad y Filiación, Capítulo V denominado: “De la Adopción”, el
cual consta de cuatro secciones de las cuales la segunda relacionada con la adopción
simple se encuentra derogada:
Sección Primera Disposiciones Generales
Sección Segunda De la Adopción Simple
Sección Tercera De la Adopción Plena
Sección Cuarta De la Adopción Internacional
Con relación a la sección segunda, cabe señalar que el 8 de abril de 2013 fue publicado en
el Diario Oficial de la Federación el Decreto por el que se reforman y derogan diversas
disposiciones del Código Civil Federal, en materia de adopción simple.
Derogar la adopción simple tuvo como finalidad que la adopción no sea más una
obligación contraída entre adoptante y adoptado, sino que se traduzca en una
responsabilidad como ejercicio de ambos cónyuges o concubinos adoptantes, respecto del
menor adoptado. Lo que trae como una consecuencia inmediata para el adoptado tanto el
disfrute pleno como el ejercicio de sus derechos civiles, una vez obtenida la edad para
hacerlo, por virtud de adquirir los mismos derechos y obligaciones de los que goza un hijo
consanguíneo.
Por lo tanto, actualmente el Código Civil Federal sólo contempla la adopción plena y la
adopción internacional.
Por su parte, cada uno de los Estados de la República, contemplan en sus respectivos
Códigos Civiles o Familiares e incluso en leyes específicas en la materia lo relativo a los
procedimientos, requisitos y elementos de la adopción entre otros, tal y como se verá en
la segunda parte de este trabajo, relativa a derecho comparado local en materia de
adopción.53
Ahora bien, de manera más específica en el Código Civil en comento se encuentra dentro
de las disposiciones generales:
En el Código Civil Federal se establecen los requisitos que se requieren para solicitar una
adopción y al respecto se encuentran:
Ser mayor de 25 años, libre de matrimonio, en pleno ejercicio de sus derechos, y tener
17 años más que el adoptado y que acredite además:
Tener medios bastantes para proveer a la subsistencia, la educación y el cuidado de la
persona que trata de adoptarse, como hijo propio, según las circunstancias de la persona
que trata de adoptar;
Que la adopción es benéfica para la persona que trata de adoptarse, atendiendo al
interés superior de la misma, y
Que el adoptante es persona apta y adecuada para adoptar.
Junto a los requisitos se observan algunos impedimentos entre ellos que:
Los cónyuges o concubinos podrán adoptar, cuando los dos estén conformes en
considerar al adoptado como hijo; aplicado a contrario sensu, la falta de consentimiento o
acuerdo entre los cónyuges será un impedimento para que se dé la adopción;
La falta de aprobación de las cuentas de tutela, son causa de impedimento para que el
tutor pueda adoptar a su pupilo.
Efectos o derechos que surgen de la adopción
El que adopta tendrá respecto de la persona y bienes del adoptado, los mismos
derechos y obligaciones que tienen los padres respecto de la persona y bienes de los hijos.
El adoptante dará nombre y sus apellidos al adoptado.
El adoptado tendrá para con la persona o personas que lo adopten los mismos derechos
y obligaciones que tiene un hijo.
Sujetos que pueden consentir respecto de la adopción:
El que ejerce la patria potestad sobre el menor que se trata de adoptar;
El tutor del que se va a adoptar;
La persona que haya acogido durante seis meses al que se pretende adoptar y lo trate
como a hijo, cuando no hubiere quien ejerza la patria potestad sobre él ni tenga tutor;
El Ministerio Público del lugar del domicilio del adoptado, cuando éste no tenga padres
conocidos, ni tutor, ni persona que ostensiblemente le imparta su protección y lo haya
acogido como hijo.
Las instituciones de asistencia social públicas o privadas que hubieren acogido al menor
o al incapacitado que se pretenda adoptar.
Si la persona que se va a adoptar tiene más de 12 años, también se necesita su
consentimiento para la adopción.
2Æ4ƆDimensión†familiar
Esta dimensión es muy importante en la práctica adoptiva, ya que hay un
antes y un
después en la misma.
Lo que debe generar esta práctica, es el desarrollo continuo de un contacto
afectivo y
estimulante con el que todo niño pueda desarrollarse de forma sana, tanto
física como
psicológicamente, y otorgarle la posibilidad de recibir y devolver afecto,
sintiéndose deseado
en un ámbito familiar.
Rotenberg (2004), afirma que la familia es un lugar privilegiado que es posible
comparar
con la representación de nido; nido en tanto preparar el ambiente para que se
de ese primer
acercamiento al niño, con esta familia que provea las funciones necesarias
para su
supervivencia pero también para su construcción como sujeto. Existen
infinidad de familias
que aunque no tengan la posibilidad de procrear, pueden lograr lo que la
autora llama nido
extrauterino, el cual brinda las condiciones adecuadas para el desarrollo de un
niño. La
anidación extrauterina será entonces, absolutamente necesaria para el armado
psíquico y
vincular, como lo es la formación intrauterina. En esta se establece un vínculo
nuevo y
diferente que tiene la significación simbólica de un primer vínculo de amor, con
funciones
materna y paterna.
Amorós (1987) expone que:
Desde la perspectiva psicopedagógica, se contempla la necesidad que tiene un
niño
de establecer y experimentar una relación de compromiso dentro de un clima
familiar. Esta relación que se establecerá entre dos grupos de seres humanos,
lo
cual no tendrá su fundamento sobre estructuras biológicas, sino sobre el
concepto
de que la vida fundamentalmente se califica de humana, no por los vínculos
biológicos, sino por el proceso de educación y sociabilización postnatal
(p.11,12).
El proceso de transformarse en padres afectivos supone una experiencia de
relación
única, que va más allá de los derechos legales otorgados.
En este sentido, Amorós plantea tomando aportes de Giacomo Perico (1978)
que:
La ciencia moral estima que la relación padres-hijos se construye y se realiza
sobre
vínculos de amor, mas bien que sobre vínculos biológicos de sangre. La sangre
indica el origen del niño, pero no es en sí mismo el factor determinante de la
relación
de formación y de vida común. El niño encuentra a su propia madre y a su
propio
padre, en las personas que le aman y le forman ( p.12).
Esto son los aportes que dan lugar a pensar el nuevo concepto de familia. Lo
que no
significa que los padres que sí contengan un vínculo biológico con sus hijos
sean menos o
más padres que en el caso de los adoptivos; lo que plantea la autora es que la
maternidad y
paternidad va más allá de eso, se extiende al cumplimiento del rol como tal.
Continuando con lo planteado Giberti (1996) afirma:
Se podría decir que muchas veces los familiares los entregan por razones
culturales,
económicas, sociales y, en especial, por situaciones de pobreza. Se debe
considerar
digna la actitud de la persona que, por no poder contener a su hijo, renuncia a
algo
tan especial como el ser madre o padre (p 36).
Lo que plantea la autora, es una línea que se debería profundizar con todos los
integrantes
del proceso adoptivo. Como se mencionó anteriormente, es importante
comprender y
Otra de las dimensiones a nivel familiar, es la llegada del niño/a a estas
familias, los
cambios y perspectivas que se desarrollan.
Varios autores, entre ellos, Trenchi (2016), plantea que el nacimiento o la
llegada de un
hijo adoptivo puede llegar a enfrentar a los padres a cambios abruptos, de un
momento para
el otro. La autora plantea que la adopción es una situación que afecta a toda la
familia, “se
adopta un hijo, pero también se está adoptando un hermano, un nieto, un
sobrino, un primo”
(p. 83).
Por lo tanto vale plantearse la situación de estos padres, los temores, las dudas
y las
exigencias con lo que los mismos cargan, desde lo personal, lo familiar y lo
social.
La llegada de un hijo por medio de esta práctica moviliza a todo el contexto
que lo rodea.
Con respecto a esto, Dolto (1988), afirma que: “Lo que cuenta es la familia en
su conjunto,
sus linajes. Un niño es adoptado por una familia, no por dos personas” (p.22).
A lo que es importante señalar que lo que reconocemos como familia, va más
allá de una
madre o un padre, es un conjunto, donde se entretejen expectativas,
creencias, entre otros
factores que se depositan con la ansiosa llegada de este hijo.
Es importante indagar en estos factores, trabajar de antemano las perspectivas
de estas
familias, disminuyendo los temores, dudas y cambios que este hijo puede
generar o
despertar, principalmente en los padres.
3ƆMATERNIDAD†Y†PATERNIDAD
3Æ1ƆLa†parentalidad†como†construcción
Se puede pensar que la búsqueda de un hijo no está ligado solo a los procesos
biológicos
que permiten la reproducción, sino también a los discursos socioculturales de
cada
contexto. Lo cual nos permite pensar si el deseo de ser padres, ¿puede
provenir de una
necesidad de satisfacer un cumplimiento social?. De la misma manera vale
plantearse:
¿ qué importancia adquiere la mirada de la sociedad en cuanto a la
parentalidad?
Como plantea Avondet, Leus, Potrie y Alonso (2012), la paternidad y
maternidad son
construcciones sociales, modelos que cada cultura ofrece.
La sociedad y la cultura imponen ciertos modelos que determinan cómo debe
de ser una
familia y la parentalidad, por lo que los individuos intentan adaptarse a esos
modelos,
incluso cuando no se encuentra al alcance de sus posibilidades a nivel
biológico.
Esto pesa un poco mas en cuanto al proceso de construcción social de la
maternidad.
A lo largo de la historia, la feminidad ha estado vinculada de forma directa con
la
maternidad, de tal forma que si una mujer no era madre, se cuestionaba su
naturaleza como
mujer. Como considera Cánovas (2010) “es así que no todas las madres lo son
como
producto de un claro deseo propio, sino por obediencia social o bien por temor
a no ser
reconocidas como mujeres y para satisfacer deseos de otros” (p.24).
Según la autora, en la actualidad, la situación social de las mujeres ha
cambiado, pero aún
muchas de ellas no pueden decidir libremente en relación a la maternidad,
incluso se sigue
penalizando a aquellas que no pueden o no desean tener hijos.
Se puede pensar una diferencia en cuanto a la parentalidad biológica
(procrear) de la
parentalidad social. Esta última no reemplaza la importancia simbólica de los
padres
biológicos, sino que implica el respeto de la filiación de los niños, y la
participación en
beneficio del vínculo con su progenitor/a.
Según Rotenberg (2014):
La parentalidad es una función básica, que incluye la llamada función materna
y
función paterna, o de sostén y de terceridad para no adjuntarlo al sexo
biológico y
posicionarlo en una persona, cada función por separado. Las mismas pueden
ser
alternadas, compartidas o fijas (p.39).
Para la autora, la parentalidad es requerida tanto para la constitución subjetiva
como para
el crecimiento y desarrollo del niño/a, para la estructuración de su psiquismo,
por lo tanto se
puede aseverar que una parentalidad satisfactoria es un requisito
indispensable para los
mismos.
Por lo tanto como plantea Bettelheim (1989):
… para ser un padre o una madre aceptable, hay que ser capaz de sentirse
seguro
en la paternidad y en la relación con el hijo. Tan seguro, que, si bien se tiene
cuidado en lo que se hace en relación con el hijo, no hay que sentir una
ansiedad
excesiva al respecto ni sentirse culpable por no ser un padre o una madre
aceptable.
La seguridad que el padre o la madre siente en lo que se refiere a su papel de
tal es
lo que más adelante permitirá que el niño/a se sienta seguro de sí mismo (p.
28).
Vale aclarar que lo mismo corre para padres adoptivos. Como plantea
Alkolombre (Citado
por Rotenberg, 2014) “el acceso a la maternidad y la paternidad se ha
construido en la
actualidad en un campo heterogéneo” (p.297). Por lo tanto trabajar sobre la
construcción de
parentalidad, ayudará a comprender mejor la práctica adoptiva.
4ƆMITOS¨†MIEDOS†Y†PREJUICIOS
4Æ1ƆEl†tiempo†de†espera
Los padres adoptivos suelen describen el periodo preadoptivo como duro.
Las personas en proceso de espera acusan la indeterminación temporal de esta
etapa de
espera, vivenciando la misma de forma cada vez más larga, como un elemento
que genera
especial malestar y miedo, porque conecta con el temor de que la adopción no
se llegue a
realizar nunca.
Tomando aportes de Jociles y Charro (2008), el proceso de adopción se
percibe, a partir
de la forma en que es presentado en los espacios formativos, por lo tanto los
autores
afirman que se lo puede ver como “un proceso largo, difícil e irreversible, casi
como una
carrera de obstáculos”, lo que hace que algunas personas lo perciban como
una táctica
disuasoria de su proyecto familiar (p.112-113).
Cuando comienza el proceso de adopción, los tiempos de espera se presentan
por lo
generar como momentos duros para los padres. Los mismos tienen muchas
expectativas
que desean cumplir rápidamente.
Estos tiempos, por lo general traen consigo dificultades que obstaculizan el
proceso,
generando momentos de ansiedad, que pueden causar desmotivación.
Con respecto a esto, se han realizado varios estudios. Uno de ellos lo realizó
Ocón (2008),
donde expresa que “pese a que todos los matrimonios reconocen la necesidad
y las
bondades de estos tiempos de espera, una gran mayoría los percibe
excesivamente largos
y negativos para la adopción, lo que perjudica a niños y solicitantes” (p. 220-
221).
Otra de las vivencias de estos padres como plantea Trenchi (2016), es la
incertidumbre
que los procesos legales acarrean. Por lo tanto, hasta que la adopción legal
finalice, los
padres no tienen la absoluta seguridad de que ese niño vaya a quedarse con
ellos
definitivamente. La autora afirma que la capacidad de entrega afectiva
absoluta en la
relación con el hijo, muchas veces está contaminada por el miedo a perderlo.
23
En estas situaciones se juega un papel muy importante, el de los técnicos y
profesionales
que trabajan en el área. Los mismos deben estar preparados para poder
orientar, asesorar
y ayudar a los padres a sobrellevar e incluso disfrutar dentro de esta etapa.
Es importante que este tiempo se lo viva como tiempo para la formación y
asesoramiento de
estas familias, y no como un tiempo de riesgo.
Muchos autores plantean que los tiempos no deben ser los institucionales, sino
que deben
ser los del niño/a. Por lo tanto cada situación es diferente, ya que cada niño lo
es.
Según Rotenberg (2004), la adopción es un proceso que no se finaliza con el
trámite en sí
mismo, sino que es comenzado mucho antes que esto, en el momento que la o
las
personas deciden adoptar un niño, y es poco certero hablar de finalización ya
que se
considera que es un proceso continuo.
4Æ2Ɔ¿Lo†predeterminado†genéticamenteø
Como se puede apreciar éste es uno de los más grandes miedos que se da a
conocer en
lo que conlleva la adopción.
Por lo tanto vale preguntarse: ¿Qué importancia tiene la herencia genética en
el mundo de
la adopción?
Si algo preocupa a los padres que quieren adoptar, es qué importancia reviste
la carga
genética que traen los hijos adoptivos. El temor a lo desconocido los lleva a
imaginar que
ésta pueda determinar no sólo las enfermedades que desarrollarán, sino
también su
comportamiento y su personalidad.
Como afirma Pilotti (1988):
Antes el análisis de los determinantes del desarrollo futuro del individuo, se
concentraba casi exclusivamente en la herencia genética que el niño porta al
nacer.
En la actualidad, se utiliza una perspectiva más integral, que no descuida el
papel
fundamental que cumple el medio ambiente, especialmente la familia, en el
desarrollo de las potencialidades del niño/a (p.30).
Siguiendo con lo planteado por el autor, existen evidencias que la situación de
los niños
cuyo desarrollo físico y mental han sido severamente limitado a causa de una
deprivación
sociocultural intensa, pueden ser revertidas cuando son acogidos por familias
capacitadas
para entregarles afecto, estimulación y cuidados especiales.
Según Astete (2009), la cual es una reconocida Genetista Clínica chilena,
plantea lo
siguiente en cuanto a la pregunta ¿Qué es la herencia genética?. Ella afirma
que se sabe
que tenemos entre 30 y 40 mil genes, que son los que determinan nuestras
características
personales. Sin embargo, la mayoría de éstas no están definidas por
determinar una
cualidad específica, sino que se da por la combinación de una multiplicidad de
genes.
Afirma que no existe un determinismo genético y cree que la importancia que
se le asigna a
la herencia en la adopción, tiene más bien relación con temores o creencias
erróneas.
Siguiendo con lo planteado, Montano (2011) afirma que, “se puede pensar que
el entorno
en el que crezca un niño/a, es decir, la calidad de los cuidados que reciba,
podrían
posibilitar la manifestación o no de una determinada predisposición genética”
(p.32).
En cuanto a esto, la autora plantea que es común que los padres adoptivos
tengan miedos,
por ejemplo, a la transmisión de enfermedades mentales, entre otras cosas por
parte de los
padres biológicos. Esto contribuye a que las personas y/o parejas que desean
adoptar,
vivan al hijo como un extraño, obstaculizando el establecimiento de un apego
seguro.
Por lo tanto es valorable que los profesionales que trabajan en la temática,
orienten a los
padres adoptivos en este aspecto, dejando en claro que el entorno en el que
crezca y la
calidad de los cuidados hacia él o ella, es lo que determina o no la aparición de
cierta
predisposición genética.
Cherro (2012) destaca que la mayoría de los trabajos científicos insisten en que
la
adopción no constituye patología en la medida que se dé en condiciones que
no sean
desfavorables. Considera que el entorno incide sobre la expresividad de los
genes, lo cual
también corre para la población adoptiva.
Por lo tanto se han demostrado que el tipo de apego que las personas
desarrollan
intervienen en la expresividad de los genes. Esto cambia el destino inmutable
de la biología
y otorga un papel relevante a la experiencia .
25
La importancia de la experiencia, que si bien lo biológico-constitucional juega
un papel
importante en la determinación de lo que somos, el encuentro del individuo
con el entorno
incide con suma importancia en la estructuración del sistema nervioso.
Cherro (2012) afirma:
Es indudable que todo aquello que favorezca los vínculos personalizados
cargados
de afecto, en un clima equilibrado y confiable, donde haya lugar para el
intercambio
y el disenso, para el respeto y el reconocimiento mutuo, incrementará en el
individuo
la confianza en sus potenciales y en el mundo externo y lo dotará de mayores
habilidades sociales a la vez que propiciará en el actitudes solidarias (p. 87).
4Æ3ƆBúsqueda†de†origen†≠La†identidad†como†construcción
Es necesario partir de la idea que se debe informar al hijo o hija adoptivo su
condición de
tal.
Giberti (1994), se plantea la interrogante de por qué se considera saludable en
la
adopción, poner palabras donde hay silencios. En lo cual plantea que:
Aquello de lo cual no se habla, lo omitido, lo silenciado, aquello que se torna
invisible
pretendiendo que no ocupe lugar en las preocupaciones y decisiones; aquello
que
quizás sea temido o deseado por adoptantes, adoptivos y por algunos que
trabajamos con ellos…
Pensamos que se trata de omisiones significativas cuya ausencia debe indicar
zonas
de malestar o de conflictos para los interesados o en la comunidad (p.51).
Siguiendo con los planteamientos de la autora, la misma considera que al no
expresarse y
desahogarse a través de las palabras, las emociones negativas y
displacenteras, como las
dudas y los temores, quedan encerradas o encapsuladas e impiden el alivio
que produce
poder hablar. Ser padres queda de esta manera, marcado por los temores y las
ansiedades
paralizantes, lo cual acrecienta el miedo al fracaso durante la crianza del hijo
con la
disminución de la posibilidad de disfrutar de él, sin ignorar que en toda crianza
hay una
De aquí la necesidad y la importancia de poder hablar acerca de temas
considerados
difíciles, de poder ponerlos en palabras, y poder hacerse cargo para
enfrentarlo, para
abordar el malestar y el conflicto.
El temor muchas veces radica en la aparición de que estos temas sean vividos
como
fracaso familiar, según Giberti (1994):
Dicen a veces que los padres, suponiendo que a mayor cariño, mayor olvido de
la
historia anterior. Imaginan que sí los niños recuerdan su historia, se debe a que
no
se hayan ligados fuertemente a su presente y a su familia actual. Por el
contrario, la
necesidad de preguntar al respecto habla de libertad y confianza para
compartir,
dialogar acerca de lo que existe y no es posible ni recomendable negar (p.56).
La comunicación fortalece los vínculos, no solo por lo que se dice y se informa
sino por la
confianza que brinda el hecho de que haya otro dispuesto a escuchar y ser
sostén de los
interrogantes y las inquietudes que aparecen.
Amorós (1987) afirma que se tiene que informar de la verdad a la persona
adoptada lo
más pronto posible, aunque como indica Brodzinsky (2002), es preciso tener en
cuenta que
una información temprana no indica que esta concluya también
tempranamente ya que el
niño necesita cierta madurez para poder comprender algunos aspectos que
conforman la
adopción.
Se debe tener en cuenta, según plantea Pilotti (1988), que la revelación
constituye la
situación más crítica y difícil que deben afrontar los padres adoptivos, debido a
que esto
involucra dejar al descubierto situaciones provistas de una fuerte carga
emocional e incluso
tabúes en muchas sociedades. La situación se dificulta más aún, cuando
padres adoptivos
temen perder el amor de sus hijos a causa de estas revelaciones.
Es importante considerar la revelación como un proceso gradual y relajado,
que empieza
tempranamente (entre los dos y cuatro años), dentro de un marco de afecto y
seguridad que
estimulará en el niño la confianza y la auto-estima.
Pilotti (1988) plantea que una situación tan compleja con la adopción podría no
Se resumen a continuación
siete dificultades especialmente relevantes, ilustrándolas, siempre que sea
posible, con datos procedentes de nuestras propias investigaciones, tanto de
adopción nacional (Palacios, Sánchez-Sandoval y Sánchez, 1996; Sánchez-
Sandoval, 2002), como en internacional (Palacios, Sánchez-Sandoval y León,
2005a; Palacios, Sánchez-Sandoval, León y Román, en prensa).
Los servicios post-adopción suelen tener un carácter de ayuda fundamentalmente
educativa y psicológica, por lo que la primera cuestión a que nos
referiremos, relacionada con temas de salud y crecimiento, suele llevar a los
padres más a servicios de pediatría que a los equipos post-adopción. Los problemas
de salud y de crecimiento pueden darse en cualquier adoptado en el
momento de su llegada a la familia adoptiva, aunque se han hecho más visibles
a raíz de la fuerte presencia entre nosotros de la adopción internacional.
Embarazos con escasos cuidados y vigilancia médica, malas condiciones del
parto y atención perinatal, problemas en la alimentación, en la higiene o en las
condiciones de vida, dan lugar a la presencia de enfermedades diversas. En la
muestra de adopción internacional por nosotros estudiada (289 niños y niñas
procedentes de China, Colombia, Guatemala, India, Rumanía y Rusia) en torno
al 30% de los adoptados presentaba alguna enfermedad relevante. Por orden
de frecuencia, las patologías más frecuentes fueron de tipo nutricional (anemia
ferropénica, raquitismo, malnutrición energético-proteica), respiratorias y otorri
respiratorias y otorrinolaringológicas
(neumonía, bronquitis, asma bronquial infantil, otitis, placas
Después de la adopción: necesidades y niveles de apoyo 187
Anuario de Psicología, vol. 38, nº2, septiembre 2007, pp. 181-198
© 2007, Universitat de Barcelona, Facultat de Psicologia
calcáreas en los oídos, oído perforado, sordera unilateral, hiperplasia adenoidea,
amigdalitis, rinitis), digestivas (parásitos intestinales, enfermedades hepatobiliares,
intolerancia a la lactosa), infecciosas (moluscum contagioso, poliomielitis,
sarna, varicela), congénitas (malformaciones anatómicas de mano o
pie, displasia congénita de cadera o paladar ojival). Con frecuencias más bajas
se detectaron enfermedades inmunológicas (dermatitis atópica y atopia), circulatorias
(cardiopatías), enfermedades hematológicas/oncológicas (talasemia y
tumores), enfermedades del sistema nervioso (problemas neurológicos leves,
hidrocefalia y convulsiones febriles), nefropatías, problemas de oftalmología y
de cirugía pediátrica.
Por lo que se refiere a los problemas de crecimiento, la misma serie de
razones aducidas más arriba sirve para explicar los frecuentes retrasos que se
observan en parámetros tales como la altura, el peso y el perímetro cefálico.
De los niños de adopción internacional estudiados por nosotros, algo más de la
tercera parte presentaba al llegar retrasos severos en altura, peso y perímetro
cefálico, con un promedio para la muestra total de en torno a -1.5 puntuaciones
z (recuérdese que, de acuerdo con los criterios de la Organización Mundial
de la Salud, se puede hablar de retraso severo cuando las puntuaciones son
iguales o están por debajo de -2 puntuaciones z). Algo menos de la cuarta parte
presentaba un retraso severo en el índice de masa corporal. Además, estos
retrasos en el crecimiento físico al llegar mostraban una correlación significativa
con los retrasos psicológicos a la llegada, lo que sugiere que se trataba de
retrasos generalizados en el desarrollo.
En general, los problemas de salud y de crecimiento muestran una buena
recuperación tras la llegada a la familia adoptiva. Así lo demuestra, por ejemplo,
el hecho de que tras un promedio de tres años después de su llegada, el
porcentaje de niños con retrasos severos había disminuido drásticamente, ya
que había pasado del 37% con grave retraso inicial en talla al 6% en la actualidad,
del 32% inicial en peso al 1% actual y del 38% inicial en perímetro cefálico
al 13% actual. Además, esta notable recuperación se produce sobre todo
en los dos primeros años tras la llegada, lo que indica la rapidez de la mejora
(Palacios, Román, Sánchez-Sandoval y León, en preparación).
Por lo que se refiere al desarrollo psicológico, el 44% de
Por lo que se refiere al desarrollo psicológico, el 44% de los adoptados
internacionalmente de nuestra muestra estaba gravemente retrasado en desarrollo
psicológico, con un promedio de 16 meses de retraso para la edad cronológica.
Si se considera que la edad promedio al llegar de los gravemente retrasados
fue de 40 meses, un retraso de 16 meses significa que más de la tercera parte
de la vida de estos niños y niñas ha estado muy negativamente afectada desde
el punto de vista evolutivo. Como ocurría respecto al desarrollo físico, los
retrasos psicológicos se observan en prácticamente todos los ámbitos (motricidad,
comunicación, desarrollo cognitivo, adaptación, socialización...).
Pasado un promedio de tres años tras su llegada, se observaron importantes
mejoras en el desarrollo psicológico, aunque no tan completas y generalizadas
como había ocurrido con el desarrollo físico. Así, los que llegaron con grave
retraso psicológico han recuperado siete de los 16 meses de atraso de partida,
lo que muestra a la vez que la recuperación se está produciendo, pero que su
188 J. Palacios
Anuario de Psicología, vol. 38, nº 2, septiembre 2007, pp. 181-198
© 2007, Universitat de Barcelona, Facultat de Psicologia
alcance no es tan completo como en el desarrollo físico. De hecho, la correlación
entre el desarrollo psicológico al llegar y el actual es de .51. Además,
parece que, al menos en lo que refiere a los aspectos intelectuales por nosotros
estudiados, la recuperación más notable se produce en los tres primeros años
tras la llegada, siendo bastante modestas las ganancias a partir de ahí.
Lo que los datos anteriores sugieren es que el porcentaje de niños y niñas
adoptados internacionalmente que presentan al llegar importantes retrasos
evolutivos es importante, así como que no es esperable que algunos de esos
retrasos se recuperen de forma completa. No al menos de acuerdo con lo que
nuestros datos sugieren sobre el desarrollo cognitivo. De confirmarse, se trata de
una conclusión importante, que debe tenerse en cuenta a la hora de abordar con
los adoptantes las expectativas respecto a las posibilidades de recuperación de
sus hijos, particularmente en los casos en que llegan más negativamente afectados.
Conviene, con todo, indicar que los anteriores son datos promedio y que
existen importantes diferencias interindividuales, de manera que algunos niños
parecen más resistentes a la adversidad previa y además presentan luego una
mejora más rápida y completa, mientras que otros parecen más afectados y de
recuperación más comprometida. Los factores significativamente relacionados
con más grave deterioro al llegar y que se relacionan luego con una recuperación
más limitada son una mayor edad en el momento de la llegada, una institucionalización
más prolongada y la existencia de malos tratos
Cómo es lógico, el retraso evolutivo de que venimos hablando tiene su
reflejo en diferentes ámbitos. Así ocurre, por ejemplo, en el desarrollo del
lenguaje o en el desempeño académico, estudiados ambos, entre otros, por
Monica Dalen y de los que se encuentra reflejo en su artículo en este mismo
número de Anuario de Psicología.
Tal como se indicó anteriormente, los problemas de conducta son quizá
los que con mayor frecuencia llevan a los adoptantes a pedir ayuda en los servicios
post-adopción. Tanto nuestros datos de adopción nacional como de
internacional, como los datos de todos los investigadores que se han ocupado
del tema, indican que los problemas relacionados con la hiperactividad y los
problemas de atención (impulsividad, dificultad de concentración, conductas
molestas para los demás) son los más frecuentes entre los adoptados. En todas
las comparaciones adoptados-no adoptados (incluida la nuestra en Palacios,
Sánchez-Sandoval y Sánchez, 1996), las diferencias en el ámbito de la hiperactividad-
dificultades de atención suelen estar entre las más sobresalientes, si
es que no son las más importantes. Con la dificultad añadida de que los problemas
en esas áreas tienden a mantenerse en el tiempo y se traducen fácilmente
en dificultades en el rendimiento académico (problemas de atención) y
en problemas en las relaciones con compañeros (impulsividad, dificultad para
el auto-control). Para un análisis de los problemas de conducta entre los adoptados
se puede consultar Haugaard (1998) entre otras muchas fuentes.
Siendo los más prevalentes, los problemas de hiperactividad no son los
únicos. Se ha descrito también una mayor incidencia de conductas desafiantes,
mentiras, agresividad (verbal y/o física), rabietas, robo, escaparse de casa... (ver,
por ejemplo, los datos de Smith, 2006a). En el bien entendido de que esto no sigDespués
de la adopción: necesidades y niveles de apoyo 189
Anuario de Psicología, vol. 38, nº2, septiembre 2007, pp. 181-198
© 2007, Universitat de Barcelona, Facultat de Psicologia
nifica que la mayoría de los adoptados presente cualquiera de estos problemas.
Significa que el porcentaje de niños adoptados que presenta estas dificultades es
superior al de los no adoptados que las presentan. La mayoría de los adoptados
no presentan problemas clínicos de conducta, pero la proporción de los que los
presentan es superior a la que se encuentra en la población infantil general.
Puesto que en la historia inicial de estos niños y niñas hay situaciones de
abandono, de negligencia, de malos tratos, de institucionalización... es poco
sorprendente que los problemas de apego formen parte del cuadro de dificultades
que se encuentran entre los adoptados con más frecuencia que entre los
no adoptados. De acuerdo con el meta-análisis de van IJzendoorn y Juffer
(2006), los problemas de apego inseguro y desorganizado son frecuentes en
los niños adoptados al llegar a sus hogares adoptivos. Las dificultades de apego
pueden presentar, en efecto, diversas formas: en unos casos, se trata de
apego desinhibido o sociabilidad indiscriminada (niños que no han aprendido
la relación de apego privilegiada con una persona y que parecen encontrarse
igualmente cómodos con conocidos y desconocidos); en otros casos, se trata,
por el contrario, de conductas muy retraídas y de aislamiento respecto a los
demás. El apego desorganizado da lugar más bien a un patrón de conductas
erráticas y complejas, a veces sin clara relación con las circunstancias. En los
datos de nuestra propia investigación sobre adopción internacional, el 55% de
los niños presentaban al llegar indicios o clara existencia de sociabilidad indiscriminada
(Palacios, Sánchez-Sandoval y León, 2005a).
Aunque no son muchas las investigaciones que han analizado la recuperación
posterior de estas dificultades, el meta-análisis de van IJzendoorn y
Juffer (2006) muestra dos cosas interesantes: en primer lugar, tras algún tiempo
con su familia adoptiva, los porcentajes de seguridad en el apego han aumentado
de forma clara. En segundo lugar, aun después de esta importante recuperación,
los problemas de apego entre los adoptados son superiores a los que se
encuentran entre los no adoptados, con una presencia menor de apego seguro
y una mayor incidencia de apego desorganizado. Como en otros ámbitos,
cuanto más tarde se produzca la adopción y cuanta más adversidad previa
haya existido, la probabilidad de dificultades es mayor.
En los últimos años los investigadores han empezado a interesarse no sólo
por las conductas de apego, sino también por los llamados modelos internos de
apego, es decir, los patrones de relaciones interpersonales que se supone quedan
impresos en nosotros como consecuencia de nuestras experiencias de apego
infantiles. Los datos longitudinales de Hodges, Steele, Hillman, Henderson y
Kaniuk (2005) tienen, como los anteriores, un doble interés: desde el punto de
vista de estas representaciones internas, la seguridad no deja de aumentar con el
paso del tiempo. Sin embargo, la inseguridad no presenta un decremento proporcional
al incremento de la seguridad. De hecho, hay un cierto mantenimiento de
representaciones mentales de relaciones caracterizadas por la inseguridad, seguramente
como resultado de las experiencias de inseguridad vividas en el pasado
y de la huella de incertidumbre que puede haber dejado en el psiquismo.
Barth, Crea, John, Thoburn y Quinton (2005) han alertado del riesgo que
existe de atribuir a problemas de apego toda suerte de conductas y dificultades
que los adoptados pueden presentar de forma transitoria o permanente. Señalan,
con razón, que las evidencias empíricas son aún escasas, que los datos
longitudinales a largo plazo son prácticamente inexistentes, y que hay que ser
muy cautelosos para no exagerar en exceso las dificultades de apego que pueden
derivarse de experiencias negativas de partida. Aun estando plenamente
de acuerdo con estas prevenciones, no cabe duda de que el ámbito del apego
es particularmente sensible en niños y niñas que han tenido difíciles y a veces
traumáticas experiencias en las relaciones interpersonales tempranas.
La experiencia de pérdidas es particularmente importante en la historia de
los adoptados. Al fin y al cabo, la adopción es el camino por el que se gana
una nueva familia después de haber perdido, por las razones que sean, la familia
de origen. Y si lo más frecuente es pensar en la adopción como una historia
de ganancia, no puede olvidarse la pérdida que está en el origen de esa ganancia.
Brodzinsky (2007) ha desmenuzado las diferentes pérdidas que la adopción
entraña: pérdida de los padres biológicos, de hermanos y parientes; pérdida
genealógica; pérdida de amigos y compañeros; pérdida del nombre, del país y
la cultura de origen; pérdida de estatus (el adoptado es consciente de pertenecer
a un grupo “diferente” al que pertenecen la mayor parte de sus compañeros);
pérdida de privacidad (en el caso de niños con rasgos físicos marcadamente
distintos de los de sus padres)...
Como el propio Brodzinsky (2007) ha mostrado, durante los años preescolares
los niños y niñas que fueron adoptados como bebés suelen tener una
visión neutra o positiva de la adopción, un hecho al que no dan más importancia
y del que hablan con naturalidad. Durante esos años, el concepto infantil
de familia es el de un grupo de personas que viven juntas y se quieren mucho.
Pero en algún momento en torno a los 6-7 años los niños descubren que una
familia es un grupo de personas biológicamente relacionadas. Y es entonces
cuando el adoptado entiende del todo las implicaciones que tiene la historia de
adopción que hasta ese momento no le producía inquietud: si ahora tiene esta
familia es porque antes tuvo otra; ha ganado una, pero ha perdido otra. No es
extraño que en torno a estas edades los niños se muestren preocupados o tristes
respecto a su historia, respecto al hecho de ser adoptados y, como en seguida
mostraremos, respecto a sus orígenes. Los datos de nuestra muestra de adopción
nacional (Palacios y Sánchez-Sandoval, 2005a) muestran que los niños
adoptados de estas edades manifiestan una mayor susceptibilidad emocional,
una mayor tendencia al retraimiento o la tristeza, que nosotros relacionamos
con el descubrimiento de las pérdidas.
Los mismos datos de nuestra investigación muestran que estos sentimientos
vuelven a aparecer al comienzo de la adolescencia, seguramente en relación
con las nuevas capacidades cognitivas y con la construcción de la identidad
que tiene lugar en esos años. En efecto, las nuevas habilidades en el pensamiento
hipotético permiten ahora al adoptado hacerse preguntas en relación
con su pasado (¿qué hubiera pasado si...? ¿qué pasaría si un día...?) que abren
la puerta a dudas e interrogantes que no son puramente cognitivos, sino que
tienen también su vertiente emotiva.
Con los problemas relacionados con las pérdidas en la adopción se corre
un riesgo parecido al que se ha comentado anteriormente en relación con los
problemas de apego: el riesgo de patologizar los sentimientos de pérdida o de
atribuir cualquier problema de una persona adoptada a su experiencia de pérdidas
significativas. Leon (2002) ha analizado con acierto la construcción social
de la noción de pérdida y los diversos significados que la experiencia de pérdida
puede tener. Pero como en el caso del apego, no cabe duda de que dicha
experiencia forma parte sustancial de la adopción, que con mucha frecuencia
se produce precisamente como resultado del entrecruce entre dos pérdidas: la
de los adoptantes en relación con los hijos biológicos que no pudieron tener, y
la de los adoptados en relación con una familia en la que no pudieron crecer.
Como es obvio, los problemas que hemos presentado aquí como independientes
están en realidad interrelacionados, lo que hace que a veces se presenten
más en constelación que solitarios. Un mismo niño o una misma niña pueden
presentar problemas de apego, tener dificultades en relación con las pérdidas y
también en la construcción de su identidad. De acuerdo con los datos de Smith
(2006a), por ejemplo, más del 55% de los adoptados presentaban dificultades
en esos ámbitos.
Sin duda relacionada con los temas anteriores, está toda la problemática
de la comunicación en torno a la adopción. Tema prácticamente inevitable
cuando de adopción se trata, ya que es una de las dimensiones educativas características
en las familias adoptivas: cuándo se va a hablar, cómo se va a
tratar, con qué frecuencia, qué se va a hacer con la información que se considera
más problemática o dolorosa... Los datos longitudinales de nuestra investigación
sobre adopción nacional muestran un importante cambio en las actitudes
comunicativas de las familias adoptivas. Cuando entrevistamos por primera
vez a las familias del estudio, el 50% de los niños y niñas de 6 años aún no
sabían que eran adoptados y lo mismo ocurría con la cuarta parte de los de 8
años (Palacios et al., 1996). Seis años después volvimos a estudiar a las mismas
familias (Sánchez-Sandoval, 2002). Para entonces, los que en aquel momento
tenían 6 años sabían que eran adoptados en un 90%, lo que da testimonio de los
cambios producidos en las actitudes comunicativas de las familias adoptivas.
Más recientemente hemos estudiado este mismo fenómeno en las familias de
adopción internacional. En este caso, el 95% de los niños y niñas de seis años ya
sabían que eran adoptados (Palacios, Sánchez-Sandoval y León, 2005a). Parece,
pues, que hay una mayor conciencia de la importancia de hablar sobre la adopción
con los adoptados y de hacerlo a una edad temprana. Sería equivocado, sin
embargo, pensar que se trata de un tema resuelto. De hecho, según los datos de
nuestro estudio de adopción internacional de 2005, el 30% de los padres que
dicen haber hablado con sus hijos sobre la adopción afirman haberlo hecho
una sola vez. La idea de muchos es que si el niño quiere saber, ya preguntará.
Pero como ha mostrado Brodzinsky (2005), los niños captan el grado de apertura
que los padres tienen de cara a la comunicación en torno a la adopción, en
qué medida se sienten cómodos o incómodos tratando del tema. Este mismo
autor ha indicado con acierto que la actitud comunicativa de los padres no se
relaciona con la cantidad de información de que dispongan sobre el pasado del
niño, de manera que se puede tener una actitud y desarrollar unas conductas
muy comunicativas respecto a la adopción en ausencia de información concreta,
o, por el contrario, una actitud cerrada y escasas conductas de comunicación
cuando se tiene mucha información sobre la historia previa a la adopción.
Los datos anteriores muestran que en general a los adoptantes les es más
fácil contarle al niño pequeño la circunstancia de su adopción, que mantener
una actitud abierta y comunicativa en torno al tema, tomando la iniciativa de
manera proactiva y no sólo en respuesta a las preguntas de los niños. Y estas
actitudes de reserva no siempre se compadecen con la necesidad de información
de los adoptados y, sobre todo, con la necesidad de sentir que el de su
adopción no es un tema prohibido o molesto o vergonzoso.
Finalmente, y también en conexión con todo lo anterior, está la problemática
de la búsqueda de los orígenes, que tiene una especial importancia en la historia
personal de los adoptados. Aunque el concepto de búsqueda de orígenes suele
interpretarse como los intentos que los adoptados hacen de encontrarse con sus
padres biológicos, la realidad es que el concepto es más rico y más complejo.
Como Irhammar y Cederblad (2000) han mostrado, existen dos tipos de búsqueda:
la interna y la externa. La primera afecta probablemente a todos los adoptados
y se relaciona con las preguntas que todos los que saben que son adoptados
se hacen sobre las razones de su adopción, lo que habrá ocurrido con sus padres
biológicos, la existencia o no de hermanos... Es la llamada por Irhammar y Cederblad
(2000) “búsqueda interna”. En efecto, no se trata en este caso de intentos
de buscar o de encontrar; con frecuencia, no se trata de conductas que nadie pueda
percibir, porque muy frecuentemente adoptan la forma de preguntas que el niño
o la niña se hace en silencio y sin compartirlas con nadie. Esta búsqueda está claramente
ligada al descubrimiento de las pérdidas de que se ha hablado en los párrafos
anteriores, y probablemente se intensifica en los comienzos de los años
escolares y luego al principio de la adolescencia, por las razones ya comentadas.
Está luego la “búsqueda externa”, que es aquella con la que más frecuentemente
se asocia el concepto de búsqueda de orígenes. La forma más habitual
de esta búsqueda son los deseos de saber, la necesidad de obtener información, de
reconstruir desde el principio el rompecabezas de la historia personal con el mayor
número de piezas posibles. Ésta suele ser una tarea típica de la adolescencia
y de la juventud, mientras que los intentos de búsqueda activa, con deseo de encuentro,
son quizá más frecuentes en los comienzos de la adultez. La investigación
sobre este tema es aún muy escasa, siendo una de las muchas lagunas en
nuestro conocimiento sobre las personas adoptadas y su desarrollo. Tal vez algunos
acontecimientos vitales personales (por ejemplo, estar a punto de convertirse
en padres) inciten a una búsqueda de información y de contactos. Tales deseos de
contacto pueden ser con los padres biológicos (parece que mucho más frecuentemente
con la madre), o bien con algún otro miembro de la familia (parece que
mucho más frecuentemente con hermanos). Por otra parte, hay que distinguir
claramente entre la situación de quienes fueron adoptados como bebés y no
guardan memoria alguna de su pasado o de las personas con que se relacionaron,
y la de quienes fueron adoptados a edades más avanzadas, que guardan recuerdos
en ocasiones bien precisos de las personas que para ellos fueron relevantes.