Como Se Puede No Ser Construccionista Hoy en Dia - Ibañez
Como Se Puede No Ser Construccionista Hoy en Dia - Ibañez
Como Se Puede No Ser Construccionista Hoy en Dia - Ibañez
1. EL LEGADO DE LA MODERNIDAD
Lo que de verdad es asombroso es que se pueda no ser construccionista hoy en día sino que
algunos sean construccionistas. Todo predispone a no serlo, y quienes no son construccionistas
lo tienen en realidad muy fácil. Basta con dejarse llevar por la corriente, basta con no ser críticos
respecto de algunas de las evidencias mejor arraigadas en nuestra cultura, basta con dar por
buenos los postulados básicos de la Modernidad.
Construccionista o no, todos los que se mueven en el campo de la psicología están confrontados
con determinadas realidades psicológicas y con el reto profesional de intervenir sobre esas
realidades para intentar producir, deliberadamente, ciertos efectos; y para ello es necesario
disponer de un buen conocimiento de la realidad psicológica que es de interés.
Estos cuatro mitos están interconectados y bloquean de forma decisiva la posibilidad misma de
adoptar un punto de vista construccionista. Abandonar estos mitos resulta extraordinariamente
costoso. Por ejemplo, abandonar el legado cartesiano que diferenciaba «clara y distintamente»
el «mundo interior» «mundo exterior», y que, a partir de esta dicotomía radical entre interior-
exterior ubicaba en el espacio interior un conjunto de entidades mentales o psicológicas.
Descartes colocó a los psicólogos en el aprieto de explicar la manera en que esas entidades
habían sido engendradas en el ámbito del espacio interior.
El aprieto era tan inconfortable que para intentar salir de él sin cuestionar la dicotomía
cartesiana se llegó incluso a formular posturas tan sumamente desafortunadas como son el
conductismo y el mentalismo. Hoy en día son cada vez más quienes le dan la espalda al legado
cartesiano y sostienen que la «entidades mentales» no nacen dentro de la cabeza ni se
introducen mediante la experiencia, sino que se fraguan en el tejido relacional, en el entramado
social que construye a los individuos, a la vez que es construido por estos.
Se asume que las entidades mentales pertenecen a la discursividad que baña y de la que está
hecho todo ser social.
Semana 2 – Ibañez – PI 2
Si no fuera nada fácil desprendernos de la herencia cartesiana, parece que aún resulte más
difícil deshacernos del legado ideológico de la Modernidad, el legado que la Ilustración
contribuyó a forjar tan eficazmente y que sirve como dispositivo ideológico para legitimar cierta
concepción de racionalidad científica. La Ilustración contribuyó decisivamente a hacer que la
razón científica tomara la forma de una potente «Retórica de la Verdad» con todos los efectos
de poder social.
El procedimiento utilizado para situar a la razón científica como la retórica de la verdad propia
de la Modernidad consistió en hacernos creer que el criterio que define al conocimiento válido,
científico, es independiente de nosotros; nos trasciende y escapa a lo que podamos opinar o
creer acerca de él.
Para ello era preciso arrancar ese criterio fuera de lo que es “simplemente humano” y situarlo
en otro lugar, y el mejor de todos los lugares posibles era la propia «realidad». De esta manera,
podíamos inventar las descripciones, explicaciones y teorías, pero era el tribunal de los hechos
quienes debían dictaminar en última instancia, y era la propia realidad quien debía decir si
habíamos atinado o errado.
1. EL MITO DE LA REPRESENTACIÓN
Quienes pretenden que el conocimiento científico nos dice con cierta precisión cómo es la
realidad, están profiriendo una enorme barbaridad lógica, porque resulta que para saber si dos
cosas se corresponden, hay que compararlas, y para compararlas hay que acceder a cada una de
ellas con independencia de la otra ¿cómo accedemos a la realidad con independencia del
conocimiento que tenemos de ella? Nadie ha podido responderlo, y aun así, la concepción
representacionista del conocimiento sigue predominando ampliamente en nuestra cultura.
Cuando elaboramos un conocimiento no estamos representando algo que estaría ahí fuera de la
realidad, como tampoco estamos traduciendo esos objetos exteriores en ecuaciones, estamos
construyendo un objeto original que no representa ningún trozo de realidad con el cual estaría
en correspondencia.
La objetividad implica, entre otros elementos, que se neutralice cualquier influencia del sujeto
productor de conocimientos sobre los conocimientos producidos. Se postula de esta manera
una estricta separación, una dicotomía radical entre sujeto y objeto que aparecen como dos
polos preestablecidos y preexistentes, necesarios para la generación de conocimiento, siempre
que no se mezclen o se confundan.
En definitiva, el carácter literalmente construido del sujeto, del objeto y del conocimiento
arranca estas entidades fuera de un supuesto mundo de objetos naturales que vendrían dados.
No es que el construccionismo pretenda excluir el uso de las palabras como sujeto y objeto, se
trata simplemente de alterar su contenido perceptual y las implicaciones de su uso.
Además, la objetividad requiere en efecto que haya un objeto, que aquello sobre lo cual
elaboramos conocimientos objetivos exista con independencia del conocimiento elaborado, que
la realidad exista previamente a su investigación y que no se modifique producto de esta.
Con cierta frecuencia se alude a los «descubrimientos» realizados por investigación científica
para defender la creencia de que existen objetos naturales preexistentes a cualquier
conocimiento que alcancemos acerca de ellos e independientes de que los descubramos o no.
Aceptar este planteamiento es olvidar que los hechos científicos están hechos: los hechos no
anteceden a su investigación sino que resultan de dicha investigación.
Semana 2 – Ibañez – PI 4
Lo que hace cualquier investigador es construir algo que tan solo se transformará en un
auténtico «hecho científico» después de que intervenga un complicado proceso al que
concurren múltiples redes sociales, convenciones, entramados de relaciones de poder y es todo
esto lo que acabará por transformar eventualmente en un «hecho científico» tal o cual
construcción realizada por tal o cual investigador.
Si no hay objetos en la realidad, entonces lo que hay es lo que ponemos en ella. Esto no
significa que podamos poner en ella cualquier cosa arbitraria, significa simplemente que la
realidad no existe con independencia de las prácticas mediante las cuales la construimos. La
realidad es siempre «realidad-para-nosotros», «realidad desde nuestra perspectiva».
Cuando se afirma que la realidad no existe a no ser como resultado de nuestras prácticas de
construcción de la realidad se corre el riesgo de ser tildado de “idealista” o “solipsista” ¿acaso
no existen los árboles, los rayos y los truenos? Está claro que existen, con total independencia
de lo que pueda pensar, decir o desear cualquiera de nosotros individualmente considerado.
Sin embargo, todo eso existe porque lo hemos construido como tal, colectivamente. Ejemplo:
los colores no existen en la naturaleza.
La afirmación de que la «nieve es blanca», constituye una afirmación verdadera, pero no porque
esta afirmación se corresponda con la realidad, sino porque lo que somos y las convenciones
que hemos creado hace que sea verdadera.
4. EL MITO DE LA VERDAD
A partir del instante en que nos percatamos de que no podemos recaer sobre el «mundo tal y
como es» la responsabilidad de decidir acerca de la validez de los conocimientos, de que no hay
trozos de lenguaje que correspondan con trozos de realidad, y en definitiva, de que los criterios
de validez no están “fuera de nosotros mismos” ya no queda más remedio que aceptar que esos
criterios son plenamente nuestros. Y si son nuestros, esto significa que los hemos construido
nosotros mismos mediante nuestras prácticas colectivas y que son, por tanto, relativos a dichas
prácticas y a las características de sus agentes.