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ENSAYO SOBRE EL IMPERIO BIZANCIO

¿Cuál es la historia del Imperio Bizancio?


Principalmente el referirse a Imperio Bizantino es llamado el Imperio Romano de Oriente en
la Edad Media, la capital de este Imperio era Constantinopla con lo que se puede afirmar el
nombre antiguo Bizancio de allí fue creado el término Imperio Bizantino. Como todo un
imperio que se constituye en procesos formativos; tuvo sus época y etapas de esplendor, de
transformación de conquistas, de progreso, y también de crisis; convirtiéndose en una entidad
cultural con pocas similitudes y grandes diferencias de Occidente. Fue un camino largo de
una civilización que siempre intentaba conservar el recuerdo de lo que era la vieja Roma. Se
habla de una época de esplendor cuando hago referencia a la armonía entre la Iglesia y el
estado primeramente como una de las etapas del imperio (Siglos IV y VI). En la estrecha
relación con la iglesia y también con el imperio carolingio se revitalizo las estructuras
imperiales y culturales dándose paso decisivo para la formación del feudalismo como modo
de producción dominante de esto puedo deducir que fue el camino al feudalismo en lo ya
hablado. Como algo esencial en el esplendor al mencionar a Justiniano, alcanzó la mayor
gloria militar y económica, puedo entender que fue un personaje realmente marcado en el
imperio bizantino. Y por el lado del esplendor cultural deseo dar a ver como resultados
logrados como lo fueron el cristianismo propio, un arte rico y espiritual, la invención del
nuevo alfabeto y la importante labor de lo que fue el derecho humano en sus recopilaciones.
El Imperio Romano de Oriente o también llamado Imperio Bizantino, se originó en el año
395 d.C. cuando el emperador Teodosio dividió el Imperio Romano en dos: Oriente y
Occidente. A diferencia del Imperio Romano de Occidente, que fue destruido por los
germanos en el año 476 d.C., el Imperio Bizantino logró sobrevivir a la amenaza germánica.
Por eso perduró por casi diez siglos, hasta el año 1453 en el que los turcos otomanos ocuparon
su capital, Constantinopla. A lo largo de diez siglos, los bizantinos, que eran en realidad una
pluralidad de pueblos, lograron fusionar la cultura de los griegos y romanos, los elementos
religiosos de cristianos y paganos y las costumbres occidentales y orientales. De esta manera
conservaron los aportes culturales de la antigüedad y los reelaboraron bajo nuevas formas.
Aunque hablaban griegos, los bizantinos se llamaban así mismos romanos, pues
consideraban herederos de este antiguo imperio. Por eso a Constantinopla se le conocía
también como la nueva Roma. CONSTANTINOPLA: Actualmente esta ciudad no existe con
este nombre, hoy en día esta antigua ciudad se llama Estambul. Fue construida por el
emperador Constantino en el año 330, se construyó sobre la antigua ciudad griega de
Bizancio. En sólo seis años edificó una ciudad cuyo tamaño y arquitectura eran equiparables
a los de Roma y la llamo Constantinopla. Constantinopla se ubicó entre el Mar Negro y el
Mar Mármaro; estaba rodeado de mar y era el paso obligado de todos los comerciantes que
viajaban por mar o por tierra entre Asia y Europa. Para proteger Constantinopla de los
germanos, el emperador Teodosio II, construyo en el siglo V una muralla triple de unos 12
metros de altura que rodeo la ciudad. Esta muralla recorre unos 19 km y tiene 96 torres, desde
las cuales los soldados bizantinos divisaban al enemigo. La historia de un gran imperio.
Desde la caída del Imperio Romano de Occidente, los gobernantes bizantinos añoraban los
tiempos en que este imperio dominaba todo el Mediterráneo. Uno de ellos fue el emperador
Justiniano, intento restaurar la grandeza del viejo imperio. Justiniano, sobrino del emperador
Justino, llego al trono en el año 527. Justiniano era como su tío, hijo de un simple campesino.
Sin embargo desde joven, recibió una excelente formación militar. Al momento de su
ascensión al trono, el Imperio Bizantino incluía la Península Balcánica, Asia Menor, Siria,
Palestina y Egipto. Sin embargo, Justiniano pensaba que el mundo cristiano debía tener una
única autoridad política: el emperador bizantino. Poco tiempo después de la muerte de
Justiniano, los bizantinos perdieron posesiones conquistadas en Europa Occidental y
debieron afrontar el avance de los ávaros, eslavos y búlgaros que presionaban para internarse
en la Península de los Balcanes. Los persas por su parte de adentraron cada vez más en las
provincias orientales del Imperio Bizantino. Sin embargo, el peligro persa fue sustituido por
el árabe, que se convirtió en el adversario más temible, ya que en el siglo VII ocupo Siria,
Palestina y el norte de África. Entonces, el imperio se redujo a Grecia, Asia Menor y el sur
de Italia. Organización política: En contraste con las monarquías germanas, el Imperio
Bizantino contó con una sólida organización política. El imperio constituía una monarquía
teocrática en la que el emperador era considerado el delegado de Dios en la Tierra y por lo
tanto un personaje sagrado. Por eso fue el jefe de la Iglesia y con tal podía nombrar a los
patriarcas. Al emperador se lo representó como a los santos con la cabeza rodeada por un
halo de luz. La sociedad bizantina era profundamente religiosa: todas las actividades
cotidianas estaban estrechamente ligadas a la región. Por ello los pleitos o querellas envolvían
a todo el pueblo y creaba serios problemas políticos. Esto ocurrió por ejemplo con el
monofisismo, una corriente religiosa que sostenía que Cristo poseía una sola naturaleza, la
divina, y que contrariaba a la posición cristiana que invocaba la doble naturaleza de Cristo:
humana y divina. A lo largo de diez siglos de historia, Bizancio fue uno de los centros
económicos más importantes del mundo medieval. La economía bizantina fue
mayoritariamente agraria. Las grandes propiedades agrícolas estaban en manos de la Iglesia
y de la aristocracia, pero también había pequeños propietarios que con el correr de los siglos,
desaparecieron, incorporándose los grandes dominios como colonos. Por otro lado, Bizancio
no descuido las actividades artesanales ni el comercio. Este imperio desarrolló un importante
comercio internacional. Gracias a esta actividad, en los mercados de Constantinopla y de
otras ciudades del imperio se podían hallar productos de zonas tan diversas como por
ejemplo, China, Persia y España. Los artesanos bizantinos fabricaban a su vez numerosas
piezas que se vendían al extranjero. Por ello, la moneda bizantina, el besante, fue aceptada
en todos los mercados de la Edad Media hasta el siglo XI. Se trató por lo tanto de una moneda
internacional. Imperio Bizancio fue de gran importancia ya que fue la divulgación del
cristianismo, también de la economía política y cultural.
ENSAYO SOBRE MAHOMA

¿Quién es Mahoma?
Un hombre que meditaba solo en una cueva cercana a La Meca tuvo una visión religiosa. Esa
visión envió las bases de una nueva religión. Era el año 610 y el hombre se llamaba Mahoma.
Sus ideas se convirtieron en la base de una de las religiones más practicadas del mundo: el
islam. Profeta árabe, fundador de la religión musulmana. La biografía de Mahoma, de la que
se conocen muy pocos datos seguros, nos ha llegado envuelta en la leyenda. Su nombre
primitivo fue probablemente Ahmad; nació en una familia pobre de la noble tribu de Quraish
(acontecimiento que los musulmanes celebran con la fiesta del Mawlud). A los seis años
quedó huérfano y fue recogido por su tío Abú Talib, al que acompañó en sus viajes de
comercio. Conoció, si bien superficialmente, las dos grandes religiones monoteístas de su
época (el cristianismo y el judaísmo) a través de las pequeñas comunidades cristiana y judía
que habitaban en La Meca y quizá también por sus viajes de negocios. Tan escasa cultura
(pues probablemente era analfabeto) no le impediría crear una religión que había de servir de
base para toda una cultura de difusión universal. A los cuarenta años Mahoma comenzó a
retirarse al desierto y a permanecer días enteros en una cueva del monte Hira, en donde creyó
recibir la revelación de Dios -Alá-, que le hablaba a través del arcángel Gabriel y le
comunicaba el secreto de la verdadera fe. Animado por su esposa Jadicha, comenzó a
predicar en su ciudad natal, presentándose como continuador de los grandes profetas
monoteístas anteriores, Abraham, Moisés y Jesucristo. Por entonces Mahoma se limitaba a
predicar la vuelta a la religión de Abraham. Mahoma consiguió sus primeros adeptos entre
las masas urbanas más pobres, al tiempo que se enemistaba con los ricos. Cuando sus
seguidores se hicieron numerosos, las autoridades empezaron a verle como una amenaza
contra el orden establecido; se le acusó de impostor y comenzaron las persecuciones. Una
parte de sus seguidores huyeron a Abisinia, en donde recibieron la protección del negus
cristiano. Pero las amenazas a la seguridad de Mahoma llegaron hasta tal punto que, después
de la muerte de Jadicha y de Abú Talib en el 619, decidió huir a Medina el 16 de julio del
año 622. Se considera el momento de esa huida -la Hégira- como fecha fundacional de la era
islámica. En Medina, Mahoma tomó contacto con la comunidad judía, que le rechazó por su
errónea interpretación de las Escrituras. Comprendió entonces que su predicación no
conducía a la religión de Abraham, sino que constituía una nueva fe; de entonces data el
cambio de la orientación de la oración, de Jerusalén a La Meca. Combinando la persuasión
con la fuerza, Mahoma se fue rodeando de seguidores, que empezaron a practicar las razias
contra caravanas y poblaciones del entorno como medio de vida. Estas escaramuzas (Badr,
Uhud), elevadas a la categoría de batallas por la historia oficial, fueron descubriendo a los
musulmanes la «guerra santa», el uso de la fuerza para someter y convertir a los infieles. En
Medina, Mahoma se convirtió en un caudillo no sólo religioso, sino también político y
militar. Los enfrentamientos entre Medina y La Meca culminaron con la conquista de esta
última ciudad por los mahometanos en el 630, fruto de la presión militar, de la negociación
política y de convenientes enlaces matrimoniales (Mahoma se casó hasta con doce mujeres,
nueve de ellas al mismo tiempo). El santuario de la Kaaba, piedra negra venerada en La
Meca, fue inmediatamente consagrado a Alá. Poco antes de morir, Mahoma realizó una
peregrinación de Medina a La Meca, que ha servido de modelo para este rito que todo
musulmán debe realizar una vez en su vida. Mahoma fue personalmente el creador de la
teología islámica, que quedó reflejada en el Corán, único libro sagrado de los musulmanes;
es una colección de sentencias que se suponen inspiradas por Alá y que fueron recogidas en
vida del profeta y recopiladas hacia el 650. En los dos últimos años de la vida de Mahoma el
Islam se extendió al resto de Arabia, unificando a las diversas tribus paganas que habitaban
aquel territorio. Eran un conjunto de tribus semíticas politeístas, cuyo continuo estado de
guerra entre clanes les había impedido hasta entonces tener protagonismo alguno en la
historia. A pesar de haber nacido en una región atrasada y marginal del planeta, y de proceder
él mismo de un ambiente modesto, Mahoma convirtió a las belicosas tribus árabes en un
pueblo unido y las embarcó en una expansión sin precedentes. Al morir Mahoma sin heredero
varón, estallaron las disputas por la sucesión, que recayó en el suegro del profeta, Abú Bakr,
convertido así en el primer califa o sucesor. El profeta Mahoma es la figura central del islam,
aunque no posee carácter divino. Se trataba de un hombre común y corriente que fue según
la visión del islam elegido por Dios para transmitir la palabra divina a la humanidad. Se
convirtió así en el último de una larga lista de profetas que habían difundido el mensaje de la
salvación, desde Noé y Abraham a Moisés, David o Elías hasta Jesucristo. No tiene
naturaleza divina pero se le considera el último y definitivo de los enviados; tras él no puede
venir otro. De ahí que reciba también el sobrenombre de “sello de los profetas”. Fue en la
edad media donde la cultura islámica brillo en su máximo esplendor en todos los aspectos.
Sin embargo, fue decayendo gradualmente. Su duración e importancia nos habla de una
hegemonía tanto religiosa como cultural, debido a su acérrimo seguimiento del Corán
“Lectura por excelencia”. Para entender el Islam es necesario saber que es una religión
estrictamente monoteísta, cuyo dogma está contenido en las palabras: “No hay otro Dios sino
Ala, y Mahoma es un profeta”, es el creador del universo.
ENSAYO SOBRE EL TRIBUNAL DEL SANTO OFICIO

¿Cuándo y por qué nació el Tribunal de la Inquisición?


El primer tribunal inquisitorial para juzgar delitos contra la fe nació en el siglo XIII. Fue
fundado por el Papa Honorio III en 1220 a petición del emperador alemán Federico II
Hohenstaufen, que reinaba además en el sur de Italia y Sicilia. Parece que el emperador
solicitó el tribunal para mejorar su deteriorada imagen ante la Santa Sede (personalmente era
amigo de musulmanes y no había cumplido con la promesa de realizar una cruzada a Tierra
Santa) y pensó que era un buen modo de congraciarse con el Papa, ya que en aquella época
el emperador representaba el máximo poder civil y el Papa, el religioso y, era conveniente
que las relaciones entre ambos fueran al menos correctas. El romano pontífice exigió que el
primer tribunal constituido en Sicilia estuviera formado por teólogos de las órdenes
mendicantes (franciscanos y dominicos) para evitar que se desvirtuara su misión, como de
hecho intentó Federico II, al utilizar el tribunal eclesiástico contra sus enemigos. ¿Existía en
el siglo XIII alguna razón de justificar la creación de ese tribunal que consideraba la herejía
como delito punible? Conviene aclarar que los primeros teólogos cristianos de la talla de
Tertuliano, San Ambrosio de Milán o San Martín de Tours sostuvieron que la religión y la
violencia son incompatibles. Eran más partidarios de la doctrina evangélica que recomienda
corregir y amonestar a quien dilapida el bien común de la fe. La represión violenta de la
herejía es, como ha señalado Martín de la Hoz, un error teológico de gravísimas
consecuencias, implicado en la íntima relación que de hecho se trabó entre el poder civil y la
Iglesia en la Edad Media. La herejía pasó a ser un delito comparable al de quien atenta contra
la vida del rey, es decir, de lesa majestad, castigado con la muerte en hoguera como en el
siglo IV, bajo los emperadores Constantino y Teodosio. Es lógico, pues, que la Inquisición
resulte una institución polémica. Desde luego, porque, afortunadamente, hoy sabemos que es
injusto aplicar la pena capital por motivos religiosos. Los católicos de fin del siglo XX
conocemos la doctrina del Concilio Vaticano II sobre la libertad religiosa, que coincide, en
sus planteamientos básicos con la de muchos teólogos cristianos de los cuatro primeros siglos
de nuestra era. Por este motivo, el Papa Juan Pablo II en su Carta Apostólica Tertio Milenio
Adveniente (10-11-94) ha subrayado la necesidad de revisar algunos pasajes oscuros de la
historia de la Iglesia para reconocer ante el mundo los errores de determinados fieles,
teniendo en cuenta la unión espiritual que nos vincula con los miembros de la Iglesia de todos
los tiempos. ¿Entonces, la «leyenda negra», más que leyenda es una realidad histórica? Es
preciso advertir que la polémica sobre la Inquisición se nutre de otra actitud muy distinta a
la ya expuesta; me refiero a la ignorancia histórica, la falta de contextualización de los
hechos, el desconocimiento de las mentalidades de épocas pasadas, la escasez de estudios
comparativos entre la justicia civil y la inquisitorial... Todo esto contribuye a formar no sólo
una polémica justificada sino una injusta leyenda negra en torno a la Inquisición.
¿Cuál fue la actitud del Santo Oficio español ante la brujería? En España hubo pocos casos
de brujería en comparación al resto de Europa. Fue un fenómeno más destacado entre la
población bautizada de los territorios americanos, por el apego a sus ritos y tradiciones
seculares. En la Península fueron desgraciadamente famosas las brujas de Zugarramurdi
(Navarra) condenadas en 1610. Desde entonces se tuvo en cuenta la acertada observación de
un inquisidor, para quien cuanto menos se hablara de ellas, menos casos habría; la Inquisición
prefirió considerarlas personas alucinadas o enfermas.

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