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La Oración Es Un Lugar

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La oración es un lugar. Es un lugar secreto en el Espíritu.

Allí, nuestra relación con Dios


es establecida, y desde allí nos es dado todo lo que pedimos de acuerdo con Su
voluntad. Mientras Jesús estuvo en la tierra, habitualmente oraba a solas en el desierto,
pero nosotros podemos escoger cualquier lugar y dedicarlo específicamente a la oración.
En lo natural, todos necesitamos un sitio físico para representar el lugar espiritual en el
que diariamente nos encontramos con Dios.

Sin embargo, para poder experimentar la presencia de Dios a plenitud, tenemos que
reconocer que la atmósfera es más importante que el lugar mismo. No existe un lugar en
la tierra (o en el universo) donde la presencia de Dios no esté; sin importar qué tan
escondido pueda quedar. No obstante, aunque el Señor está en todas partes, Él no
manifiesta Su presencia en todo lugar. Su presencia sólo se manifiesta donde es adorado
“en espíritu y verdad” (Juan 4:23–24).

Jesús nos enseñó que cuando oremos, entremos a nuestro “aposento” (lugar de oración),
nos encerremos con Dios, y hablemos con Él con fe y confianza, tal como un niño
pequeño habla con su padre. Nuestro Padre celestial siempre estará allí esperándonos.
Cuando hayamos aprendido a orar en el lugar secreto, descubriremos que nada ni nadie
es más importante para nosotros que Dios. En ese lugar, estamos a solas con nuestro
Creador, el Rey de reyes, el Todopoderoso, Aquel que todo lo sabe, incluyendo la
condición del corazón de cada persona. (Vea, por ejemplo, 1 Juan 3:20; Hechos 1:24.)
Allí, nos sumergimos en tan dulce comunión con el Señor que no queremos irnos de ese
lugar. Nos apasionará estar a solas con nuestro Padre celestial, y eso a Él le agrada.
Estar en la presencia de Dios es tan maravilloso que dejamos de preocuparnos por las
personas, y nuestros problemas, temores y dudas pasan a segundo plano; ni siquiera nos
importa la idea de ganar fama o riqueza. Si cuando estamos orando, seguimos pensando
en estas u otras cosas, es que no estamos verdaderamente en la presencia de Dios,
porque allí Él se convierte en nuestra única y absoluta realidad.

Entre al Lugar Secreto

El lugar secreto de oración es donde el hombre se encuentra con su Creador y es


transformado. Dios espera que a diario entremos a Su presencia —el lugar donde el
poder y la actividad espiritual son desatados— para conocer Su corazón y recibir Su
autoridad. Él desea que entremos al lugar de sumisión y sufrimiento, donde se
encuentran las llaves del Reino, donde ganamos territorios, y donde recibimos Su favor.

La iglesia de Jesucristo necesita regresar a ese lugar secreto, para que el Padre que ve en
lo secreto recompense a la iglesia en público. ¿Y cuál es esa recompensa? Una relación
cercana y eterna con el Señor que nos hace portadores continuos de Su presencia
sobrenatural. ¡Entremos a ese lugar secreto! Le aseguro que cuando lo hagamos,
estaremos listos para ser el remanente fiel de Dios; la novia de Cristo que ministra en Su
nombre al mundo y espera Su segunda venida. Abracemos la vida de Dios y hagámonos
uno con el Padre, con Su Hijo Jesucristo y con el Espíritu Santo. Aparte de eso, ¡nada
más importa!

 
Activación

Querido lector, si usted reconoce que su vida de oración no es lo que debería ser, si
usted sabe que ha estado orando de una manera religiosa, sin estar consciente de la
presencia de Dios, sin poder o actividad espiritual en su vida diaria, lo invito a hacer la
siguiente oración en voz alta:

Amado Dios, te doy gracias por darme esta revelación del lugar secreto de la oración.
Te pido perdón si, debido a la ignorancia o a la falta de pasión, no he sabido cómo
buscar una relación contigo que me lleve a estar en Tu presencia. Hoy, me comprometo
a caminar en comunión contigo.

Soy consciente de estar en Tu presencia, y sé que Tú eres mi mayor y absoluta realidad.


Cuando estoy en Tu presencia, ¡nada más importa! Entro a Tu presencia y me convierto
en portador de ella. Declaro que en Tu presencia, recibo poder, y que milagros se
manifiestan entre Tu gente.

Declaro que participo en Tu actividad espiritual en la tierra, creando atmósferas


celestiales para que Tu presencia venga y ministre a otros, y recibo autoridad espiritual
para destruir las obras del diablo.

Permanezco en sumisión al Señorío de Cristo, tal como Jesús caminó en sumisión al


Padre mientras estaba en la tierra. Participo de los padecimientos de Cristo para
manifestar el poder de Su resurrección. Declaro que mis oraciones activan las llaves del
Reino, para legalmente atar y desatar la voluntad de Dios sobre la tierra. También
declaro que, a medida que sigo creciendo en oración, mis territorios y dominios se
expandirán. Proclamo que estoy plenamente consciente de la presencia de Dios, de Su
comunión, y del poder y la autoridad que nuestra relación desata. Oro esto en el
poderoso nombre de Jesús, en el ahora. ¡Amén!

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