Augusto Salazar Bondy
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Augusto Salazar Bondy (1925-1974), filósofo peruano el cual, como otros filósofos
latinoamericanos se ha preguntado, como él lo hace en su libro, ¿Existe una filosofía de nuestra
América? En él realiza un minucioso análisis de las expresiones de esta supuesta filosofía
americana, esto es, del pensamiento que se ha venido planteando los problemas de su propia
identidad. Para concluir que esta filosofía sólo podrá existir si el pensar que la haga posible es
auténtico. Un filosofar que tome, en primer lugar. Conciencia de la relación de dependencia que
guarda con una cultura que impide su propia realización. La realización del mismo hombre de esta
América como tal. De donde va deduciendo Salazar Bondy la posibilidad de la creación de una tal
filosofía, la cual sólo será plenamente posible cuando el hombre que la realice haya roto con todas
las firmas de dominación y cuando sea plenamente libre. El filosofar de Salazar Bondy ha
encontrado un gran eco y se le considera un antecedente del filosofar que se ha destacado, en estos
últimos años, como filosofía de la liberación. Aquí se incluye un ensayo que es el antecedente
del libro de qué hablamos y en el que ya se anticipan muchas de esas sus ideas. Ideas que la
muerte, un tanto prematura, le impidió llevar a sus últimas consecuencias.
Hacía las décadas finales del siglo todo el favor de la inteligencia hispanoamericana se
ha de volcar hacia otra doctrina o más bien complejo de doctrinas formado por la filosofía
que en Francia ha bautizado Augusto Comte con el nombre de positiva y por otras varias
corrientes del pensamiento decimonónico, como el naturalismo, el materialismo, el
experirnentalismo y el evolucionismo. Con todos estos elementos ideológicos se adoba el
llamado credo positivista que los sectores intelectuales de prácticamente todos los
países hispanoamericanos, si bien con variable intensidad y amplitud, han de adoptar y
defender por casi cuatro décadas, o sea, hasta los años iniciales del siglo actual.
nuevo sentido y una base más profunda y auténtica a la cultura de nuestros países, de
las que son representativos los nombres de Pedro Henríquez Ureña y Alfonso Reyes.
(No es por azar dicho sea aquí entre paréntesis que hasta ahora no nos hayamos
sentido obligados a mencionar nombre alguno de filósofo hispanoamericano al hacer el
recuento histórico de nuestro pensamiento. Como veremos, esto tiene un sentido.
Pero no queremos decir que no haya figuras dignas de mencionarse como maestros de
obra valiosa, equiparable a la de los fundadores, aunque generalmente con menos
conciencia crítica y madurez histórica que éstos: el mexicano Antonio Rubio, el
peruano Diego de Avendaño, el venezolano Agustín de Quevedo y Villegas y el chileno
Alfonso de Briceño son escolásticos de categoría; el mexicano Benito Díaz de Gamarra es
un pensador ilustrado muy representativo y distinguido; José de la Luz y Caballero,
en Cuba, Andrés Bello de Venezuela, José Vitorino Lastarria de Chile y el prócer
argentino Juan Bautista Alberdi destacan en el primer período del siglo XIX;
González Prada, peruano; Justo Sierra, mexicano: Eugenio María de Hostos, puertorriqueño;
Enrique José Varona, cubano, y José Ingenieros, argentino, son nombres notables del
movimiento positivista. Baste aquí mención sumaria. Porque no se trata de historiar
en detalle el proceso de nuestras ideas filosóficas sino de entender su carácter y sentido.)
Los fundadores, cuya obra llena las primeras décadas del siglo actual, no sólo
coinciden en el rechazo del positivismo; comparten igualmente el tipo de orientación
que quieren imprimir al pensamiento filosófico y los mentores occidentales que buscan
para esta empresa: son en lo fundamental antinaturalistas, con marcadas simpatías
idealistas o vitalistas (posiciones éstas que no siempre es fácil distinguir la una de la
otra): tienen una clara preferencia por los conceptos dinámicos y el pensamiento intuitivo,
no rígidamente lógico y, en consecuencia son por lo general condescendientes con la
especulación metafísica. De allí su admiración por autores corno Boutroux, Croce, James
y, sobre todo, Bcrgson. Este último se convierte en el oráculo de los intelectuales de la
época, como antes lo había sido Spencer. Ahora el bergsonísmo, con su concepto de
duración, de devenir concreto y cualitativo, es utilizado en todas las explicaciones y no
sólo es acogido y exaltado por los sectores conservadores sino también por los liberales, e
incluso por los marxistas, que comienzan a representar ya una corriente definida de
pensamiento en Hispanoamérica.
II
Las características que, según este balance, se ofrecen como más saltantes en el
pensar hispanoamericano son las siguientes:
III
En sus Lecciones sobre la historia de la filosofia escribió Hegel: "La filosofía es la filosofía
de su tiempo, un eslabón en la gran cadena de la evolución universal; de donde se
desprende que sólo puede dar satisfacción a los intereses propios de su tiempo." En otra
parte, confron- tado con la existencia de sistemas que pretenden repro- ducir las doctrinas
del pasado, o sea, hacer una suerte de traslado de un pensar a otro, formulaba esta
tajante descalificación: "Estos intentos son simples traduccio- nes, no creaciones
originales; y el espíritu sólo encuentra satisfacción en el conocimiento de su propia y
genuina originalidad." Con la cual el gran maestro de la historia de la filosofía ponía de
relieve un hecho importantísimo en el dominio del pensamiento =que traduce un hecho
más general de la existencia histórica-, a saber, que la filosofía como tal es un producto
que expresa la vida de la comunidad, pero que puede fallar en esta función y, en lugar de
manifestar lo propio de un ser, puede desvir- tuarlo o encubrirlo. Se da el caso, según
esto, de una filosofía inauténtica, de un pensamiento mistificado.
Hasta qué punto la filosofía puede ser inauténtica se hará claro tratando de precisar
la misión y sentido del pensamiento filosófico. Tal como nosotros la entende- mos, una
filosofía es muchas cosas, pero entre ellas no puede dejar de ser -y es, seguramente, a la
postre siem- pre-- la manifestación de la conciencia racional de una comunidad, la
concepción que expresa el modo como ésta reacciona ante el conjunto de la realidad y
el curso de la existencia, su manera peculiar de iluminar e inter- pretar el ser en el que
se encuentra instalada. Porque se refiere al conjunto de la realidad tiene que ver con lo
esencial del hombre, con su compromiso vital. En esto se diferencia de la conciencia
que no compromete al hombre total. Por otro lado, en cuanto es una conciencia racional,
un intento de hacer inteligible el mundo y la vida, no se confunde con la fe religiosa
que obra por sentimiento y sugestión. La filosofía tiene que ver así con la verdad total
de la existencia racionalmente clarifi- cada, lo que apela a la totalidad del ser personal
humano y a su plena lucidez, dos formas de referirse a lo más propio de cada hombre.
SENTIDO Y PROBLEMA DEL PENSAMIENTO FILOSOFICO HISPANOAMERICANO
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Pero la filosofía puede ser inauténtica, según hemos visto. ¿Cómo ocurre esto? El
hombre construye la ima- gen de sí mismo como individuo y como entidad social; es
=para usar las palabras de Ortega···· el novelista de sí. Pero puede serlo como un escritor
original o como un plagiario, como alguien que se retrata a sí mismo, perfi- lando su idea
genuina. o como alguien que se ilusiona sobre sí, "se hace ideas" sobre sí mismo y
toma como imagen suya la de otro. Entonces, creyendo conocerse, se ignora. Una
filosofia puede ser esta imagen ilusoria de sí, la representación mistificada de una
comunidad, por la cual ésta "se hace ideas" -veras ideas- sobre sí misma y se' pierde
como conciencia veraz. Esto ocurre cuando la filosofía se construye como un
pensamiento imitado, como una transferencia superficial y episódica de ideas y principios,
de contenidos teóricos motivados ante el mundo que no pueden repetirse o compartirse y
que a veces son contrarias a los valores de las demás comunidades. Quien asume
este pensamiento imitado cree verse expresado en él y de hecho Se esfuerza por vi- virlo
como suyo, pero casi siempre no se encuentra en él. La ilusión y la inautenticidad que
prevalecen en este caso se paga con la esterilidad, y la esterilidad, que de- nuncia una
falla vital, es siempre un riesgo para la vida individual y colectiva .
IV
SENTIDO Y PROBLEMA DEL PENSAMIENTO FILOSOFICO HISPANOAMERICANO
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Como hemos señalado antes, hay consenso en los in- térpretes del pensamiento y la cultura de
Hispanoamérica sobre la existencia de un problema que afecta su sentido y función. La
constatación de esta situación problemáti- ca en lo que toca a la filosofía ha sugerido varios
intentos de explicación que conviene recordar y examinar, aunque sea en un apretado resumen.
2_ Aunque cercana a la anterior, una segunda actitud tiene signo más bien negativo.
Quienes la adoptan recono- cen que no hay una filosofía vigorosa y creadora en
Hispanoamérica y explican este hecho apelando general- mente a causas étnicas. Se
dice, vg., que esta situación es el efecto de nuestra mentalidad, que nuestra raza no tiene
disposición filosófica, que la filosofía no armoniza con el genio de nuestro pueblo, mejor
dotado para otras creaciones espirituales. La tesis supone generalmente la afirmación de
que existe una vigorosa constelación de valores y productos culturales genuinos,
diferentes de los filosóficos, de lo cual, por cierto, no hay prueba. Esta opinión no resiste
mucho la confrontación con he- chos notorios que muestran que las carencias y la inau-
tenticidad alcanzan a otros campos muy importantes y aun cubre el ámbito entero de
la cultura.
3. Una tercera explicación apela a la juventud histó rico cultural de nuestros pueblos.
Se piensa que cuatro- cientos años de evolución-sin contar el proceso de las
civilizaciones anteriores-no son suficientes para acli- matar la filosofía y que cabe
esperar un cambio sensi- ble en este aspecto cuando la comunidad hispanoame- ricana
logre la madurez que hoy le falta. Se olvida con esto que otros pueblos más
"jóvenes"-- para usar este concepto que, por cierto. no es muy claro antropoló-
gicamentc=y con menos añeja tradición intelectual·-- como es patentemente el caso
de los Estados Unidos·sí han logrado crear un pensamiento filosófico propio.
Acercándose a un planteo con mayor dosis de rea- lismo histórico, aunque sin tocar los
factores a mí juicio más decisivos, otra explicación apela a la precariedad de las
condiciones institucionales y de los medios sociales mecesarios para el desenvolvimiento
SENTIDO Y PROBLEMA DEL PENSAMIENTO FILOSOFICO HISPANOAMERICANO
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y avance del genui- no pensamiento teórico. En-este caso se tiene sobre todo en mente la
organización académica y profesional coordinada con el cultivo de la filosofía como
especialidad universitaria y las múltiples ocupaciones o actividades profesionales de los
pensadores hispanoamericanos. Lo cual permite esperar una evolución favorable en vista
de que en nuestro tiempo se ha ganado ya una normalidad en el status académico de los
estudios de filosofía. Hay en la base de esta explicación una idea muy limitada y parcial
de las condiciones en las cuales prospera la filo- sofía. Se toma a ésta como una
actividad estandarizada y se da por sentado que la atmósfera universitaria es al- go así
como el lugar natural del pensamiento. Fuera de que semejante idea lleva aparejado el
riesgo de confundir a los filósofos creadores con los meros profesores de fi- losofía, se pasa
por alto en ella el hecho muy significati- vo de que muchos de los más grandes pensadores
no go- zaron de las facilidades referidas, ni fueron -y más de una vez no quisieron ser-
profesores universitarios. Pién- sese en Descartes, Locke, Spinoza, Leibniz, Hume, para
no citar sino unos cuantos nombres famosos, que se de- dicaron a muy otras actividades
que el magisterio.
Si las explicaciones que he revisado son insuficientes o equivocadas, como me parece que
son, es preciso vol- ver la mirada a otro tipo de causas y factores explicati- VOS, más
amplios y profundos, que operan en ese terreno de realidades fundamentales, gracias al
que, como vimos pese a las desconexiones y separaciones, se produce una coincidencia en
sus caracteres y una evolución común del pensamiento filosófico en las naciones
hispanoame- ricanas. Es preciso reconocer la necesidad de buscar en el modo de vivir de
nuestros pueblos, como organismos sociales, como conjuntos histórico-culturales, los
facto- res y causas capaces de dar cuenta del problema que nos ocupa. Una conciencia
filosófica defectiva e ilusoria hace sospechar la existencia de un ser social defectivo e
inauténtico, la carencia de una cultura en el sentido fuerte y propio del término antes
definido. Este es el caso en Hispanoamérica.
Este uso de patrones extraños e inadecuados, de ideas y valores que no hacen juego con las
realidades y reflejan una imagen parcial o falseada de nuestro modo de ser, es lo que en
última instancia sanciona la filosofía hispa- noamericana, y lo sanciona en un doble sentido,
a causa de la ambivalencia de nuestro existir, a saber: como asun- ción consciente de
conceptos y normas sin raíces en nuestra inquietud histórico=existencial, y como
produc- to imitativo, sin originalidad y sin fuerza, del pensar ajeno. La filosofía
hispanoamericana sanciona la inauten- ticidad de nuestra cultura ofreciéndose en sus
ideas y valores ..-cuya misión es iluminar la vida- como un pro- ducto que ignora la
realidad y alienta el espíritu. No es extraño que una comunidad desintegrada y sin
potencialidad, una comunidad alienada, dé una concien- cia filosófica mistificada. La
filosofía, que en una cul- tura plena es la cima de la conciencia, en una cultura
defectiva no puede sino ser una expresión artificial y sin sustancia, un pensar
ajeno al cuerpo vivo de la his- toria, extraño al destino de los hombres de la
comuni- dad en que se sustenta y alienta por principio.
VI
Doy aquí los grandes rasgos de la condición y referen- cias globales al fenómeno
delsubdesarrollo y la domina- ción de Hispanoamérica y prefiero quedarme en este plano
para llamar mejor la atención sobre el hecho bási- co de nuestra cultura. Se puede objetar, a
no dudarlo, la simplicidad de la explicación. Creo que podrían mati- zarse mucho sin variar el
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fondo de la tesis: pero temo que los árboles de la matización no nos dejen ver el bos- que de la
causa básica, temo que el pluralismo refinado de la explicación nos desvíe de la comprensión
original. Por eso insisto en que lo decisivo en nuestro caso hispa- noamericano es el
subdesarroUo, la dependencia y los lazos de dominación, con los caracteres peculiares que
permiten concretarlo como fenómeno histórico.
El efecto socio-cultural de este estado de cosas es esa sociedad mal formada y esa cultura
defectiva, que la filosofía expresa. Recordemos que nuestra filosofía fue un pensamiento
originalmente impuesto por el con- quistador europeo, de acuerdo a los intereses de la coro- na
y la iglesia españolas. Más adelante ha sido un pensa- miento de clase dirigente o de élitcs
oligárquicas refina- das, cuando no ha correspondido abiertamente a olas de influencia
económico=pol ítica extranjera. En todos es- tos casos operan el subdesarrollo y la
dominación. Por otro todo. los caracteres que señalamos al describir nues- tro pensamiento
no sólo no contrarían esta explicación por el subdesarrollo sino que se armonizan
cabalmente con ella. Los países dominados viven hacia afuera, de- pendiendo en su
existencia de las decisiones de las po- tencias dominantes que cubren todos los campos;
este rasgo no es ajeno a la receptividad y al carácter imita- tivo de la filosofía -y no sólo
de la filosofía- que es tí- pico de Hispanoamérica. Como, por otro lado, a estos países les
falta fuerza y dinamismo por la condición de- primida de su economía y por la carencia de
integración y organicidad en su sociedad que comparta el subdesarrollo, no hay un sello
propio del pensamiento que neu- tralice esta receptividad y esta tendencia a la imitación,
ni las producciones espirituales en conjunto pueden lo- grar el vigor necesario para
insertarse como aportes no- vedosos en el proceso mundial de la civilización. La
distancia entre quienes practican la filosofía y la comu- nidad en este caso -a diferencia
de lo que ocurre nor- malmente entre el especialista y el público-- el abismo entre las
élites ilustradas que viven según un modelo exterior y las masas pauperizadas y
analfabetas, encua- dradas dentro del marco de tradiciones remotas y escle- rosadas. Y
la frustración se enraiza en la imposibilidad de vivir según los patrones culturales
extranjeros y en la incapacidad simultánea de hacer fecunda en el pen- samiento la
vida de la comunidad. Esta situación es común, como hemos visto, a
Hispanoamérica, justa- mente en la medida en que es común el subdesarrollo y, con él, la
dependencia y la dominación.
VII
de los re- cursos históricos disponibles, produzca en las áreas ade- cuadas de la vida social las
reacciones dialécticamente más fecundas. Hegel decía que el buho de Minerva levan- taba el
vuelo al atardecer, con lo cual daba a la filosofía el carácter de una teoría que elucida el sentido
de los he- chos ya consumados. No siempre es así; contra lo que pensaba Hegel, creemos que
la filosofía puede ser y en más de una ocasión histórica ha tenido que ser la mensa- jera del alba,
principio del cambio histórico por una to- ma de conciencia radical de la existencia proyectada
al futuro.
La filosofía en Hispanoamérica tiene, pues, una posi- bilidad de ser auténtica en medio de la
inautenticidad que la rodea y la consume: convertirse en la conciencia lúcida de esa condición y
en el pensamiento capaz de de- sencadenar el proceso superador de ella: ha de ser una reflexión
sobre nuestro status antropológico y desde nuestro propio status negativo, con vistas a su
cancela- ción. Por consiguiente, la filosofía hispanoamericana tiene ante sí ·como
posibilidad de su propia recupera- ción-una tarea destructiva-a la larga destructiva tam- bién
de su entidad actual. Debe ser una conciencia can- celadora de prejuicios, mitos, ídolos, una
conciencia desveladora de nuestra sujeción como pueblos y de nues- tra depresión como
hombres, una conciencia libera- dora; en consecuencia, de las trabas que impiden nuestra
expansión antropológica, que es también la expansión antropológica mundial. Debe ser,
además, una concien- cia crítica y analítica de las posibilidades y las exigencias de nuestra
afirmación como humanidad. Todo lo cual demanda un pensamiento que desde el principio
ponga de lado toda ilusión enmascaradora y busque, sumergién- dose en la substancia histórica
de nuestra comunidad, las categorías y los valores que la expresen positivamen- te. Estas
categorías y valores tienen que ser justamente aquellos capaces de .encontrar resonancia en el
conjunto del mundo hispanoamericano y desencadenar, junto con otras fuerzas convergentes, un
movimiento de transfor- mación que cancele el subdesarrollo y la dominación.
Creo indispensable advertir que no estoy postulando la necesidad de una filosofía práctica,
aplicada o socio- lógica, como más de una vez se ha propuesto como modelo del
pensamiento hispanoamericano. Estoy convencido de que el carácter teórico estricto, la más alta
exigencia reflexiva es indispensable en toda filosofía fecunda, y es preciso advertir, de paso, que
la distribu- ción de tareas en filosofía, recomendada algunas veces, inclusive por figuras próceres
de nuestra cultura, según la cual la teoría correspondería a Europa y la aplicación a
Hispanoamérica, es una manera más de condenarnos a la dependencia y la sujeción. En
filosofía, como en ciencia, sólo quien tiene Ia clave de la teoría puede hacer suyos los avances
y los poderes de la civilización. Nuestra filosofía debe ser, entonces, teoría y a la vez aplicación,
concebidas y ejecutadas a nuestro modo propio, de acuerdo a nuestras pautas y categorías,
así como la cien- cia que, pese a su neutralismo declarado, comporta, sobre todo en las
disciplinas sociales, un ingrediente de interpretación y de ideología y debe ser elaborada por
nosotros como teoría según nuestros propios patro- nes y aplicada de acuerdo a nuestros ñnes.
Esta es la tarea que tenemos por delante. En ciertos casos será imposible cumplir
cabalmente sus meras, pero hay que tender a ellas con la conciencia de que la difi-
cultad aumenta cada día por la dinámica de la historia mundial. En el gran campo de la
competencia internacio- nal. son cada vez más agudas las diferencias que separan a los
países subdesarrollados de los desarrollados, a los países proletarios, y es por tanto
cada vez más fuerte y permanente la sujeción de las primeras a las segundas y más
grave la enajenación de] ser de las naciones domi- nadas, entre las cuales se cuentan las
hispanoamericanas. Pero hay todavía posibilidad de liberación. En la medida en que la hay
estamos obligados a optar por una línea de acción que materialice esa posibilidad. La
filosofía tiene también delante esta opción de la que depende, además, su propia
constitución como pensamiento auténtico.