El Elixir de La Larga Vida Resumen

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Se empieza con una dedicatoria, escrita en 1846 (la obra es de 1830), y se dirige

al lector: se explica que no se debe atormentar el lector por el parricidio, cuestiona


mroalmente el suceso y plantea la futilidad de un asesinato porque hay multitud de
profesiones que se nutren de la muerte. También dice que es peor el espía que el
asesino. Dice que trata de de representar en su obra unos pensamientos y dedicarla a
unos dioses desconocidos (pasaje de la biblia), porque cuanod se lee, es como si
fuésemos amigos. Que se ha de tener en cuenta la fecha de publicación.

Narración: una fiesta en un lujoso lugar, mármoles, 7 mujeres conversan en una


fiesta suntuosa. Tiempo lejano al autor. Las siete hablan. Las 4 primeras de disfrutar de
la vida y de su coquetería, la quinta de lo mismo, la sexta le pregunta al príncipe cuándo
será gran duque y otracuándo va a morir el padre. Las 7 mujeres eran las cortesanas de
Ferrara que agasajaban al príncipe Juan Belvídero. Aparece “dios” en forma de sirviente
anciano que le anuncia que su padre se está muriendo justo después de que él diga que
ha tenido la desgracia de tocarle el padre eterno.

El padre, comerciante, nonagenario, sabio y muy rico. El hijo adopta actitud


teatral. Es hijo de una relación a los 60 años, y peirde su madre a los 15. Su padre,
cuando muere la madre, se encierra en un ala del palacio y deja al hijo hacer lo que sea.
Casi al muchacho le da lástima que su padre haya vivido tanto.

Cuando entra, el padre le dice que le alegra que le llene la casa de fiesta y que
tiene menos ganas de morirse queél de dejar todo eso, así que le dice que tiene un modo
de resucitar, que es que le frote con un agua el cuerpo entero cuando exhale su último
aliento.

Se queda la noche pensando, pero no le unta el frasco. Se encuentra al alba con


el príncipe, las cortesanas, los amigos y las cantantes que en un principio creían que no
se iba a tomar en serio la muerte, y luego al ver su expresión marcada por una noche de
desvelo, se ponen a rezar. Se habla del reloj que marca puntual la hora y que tiene un
mecanismo para despertar (el gallo, canta tres veces) y de cómo la muerte somete a la
vida.

Luego, se va a la cámar fúnebre donde embalsamaban el cuerpo de su padre,


pide a todo el mundo que se vaya, y prueba el líquido en el ojo derecho. Se abre,
recciona ante lo que dice y lo mata: lo revienta con un pañuelo, lo aplasta cuando se da
cuenta de que aquel ojo daba signos de entendimiento.
Entierra a su padre en un monumento funerario con una estatua encima. Luego
se entrega a esa vida, lo devora todo, las pasiones, las mujeres, no se conforma con la
vida burguesa normal. El perfecto romántico, que sabe comportarse como debe, coomo
un colegial, saber sonrosar a las mujeres; saber llorar. Admirar las obras de arte, se le
compara con el Goethe, el Don Juan,…

“Pero la profunda jovialidad de don Juan Belvídero precedió a todos ellos. Se rió de todo. Su
vida era una burla que abarcaba hombres, cosas, instituciones e ideas. En lo que respecta a la
eternidad, había conversado familiarmente media hora con el papa Julio II, y al final de la charla
le había dicho riendo:

–Si es absolutamente preciso elegir prefiero creer en Dios a creer en el diablo; el poder unido a la
bondad ofrece siempre más recursos que el genio del mal.

–Sí, pero Dios quiere que se haga penitencia en este mundo.

–¿Siempre pensáis en vuestras indulgencias? –respondió Belvídero–. ¡Pues bien!, tengo


reservada toda una existencia para arrepentirme de las faltas de mi primera vida.

–¡Ah! si es así como entiendes la vejez –exclamó el papa– corres el riesgo de ser canonizado.

–Después de vuestra ascensión al papado, puede creerse todo.”

Cuando llega a los 60 años, se casa con una tal Doña Elvira y tuvo un hijo, pero
no es un buen padre ni un buen marido. El hijo le sale ultra religiosa, la antítesis del
padre. Está viviendo en Eswpaña. Disfrutaba imponiéndoles las leyes religiosas de las
que él se mofaba, contrata a un abad para que vigile a su mujer y su hijo.

Pero le llega el momento del dolor, de que le caigan los dientes, de la gota:
decrepitud, la antítesis de lo que había sido su vida. El día de su muerte, le encarga a su
hijo Felipe que le bañe en el contenido del frasco, pero contándole que se lo dio el papa
amigo suyo y que era una forma de expiar su alma, que no se asombrase de lo que viese
porque el poder de dios era inmenso. Cuando muere, el hijo llora mucho y lo pone en
una mesa, le baña la cabeza, que rejuvenece, y luego le unta el brazo derecho, que le
coje del cuello y este del susto tira el frasco.

El abad cuando ve esto, quiere sacar tajada al son de milagro y lo canoniza.


España es una buena tierra para esta superchería y va mucha gente a verle, soldados,
peregrinos,… Se describe una misa, el canto de la gente, la riqueza que había allí.
Luego, la cabeza, empieza a exclamar que ofenden a Satán, el verdadero señor con lo
que hacen, pero ellos cantan y no le escuchan. Mientras trata de amenazarles con el
brazo, pero se lo toman como una bendición. El final es magnífico:

“Así somos frecuentemente engañados en nuestras adoraciones. El hombre superior se


burla de los que le elogian y elogia en ocasiones a aquellos de los que se burla en el
fondo de su corazón. Cuando el abad arrodillado ante el altar cantaba:

–Sancte Johannes, ora pro nobis –entendió claramente:

–Oh, coglione!

–¿Qué pasa ahí arriba? –exclamó el deán al ver moverse el relicario.

–El santo dice diabluras –respondió el abad. Entonces, aquella cabeza viviente se separó
violentamente del cuerpo que ya no vivía y cayó sobre el cráneo amarillo del oficiante.

–¡Acuérdate de doña Elvira! –gritó la cabeza devorando la del abad.

Éste profirió un horrible grito que turbó la ceremonia. Todos los sacerdotes corrieron y
rodearon a su soberano.

–¡Imbécil! ¿y dices que hay un Dios? –gritó la voz en el momento en que el abad,
mordido en su cerebro, expiraba.”

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