Signos Arte Prehistorico - 2014
Signos Arte Prehistorico - 2014
Signos Arte Prehistorico - 2014
DE AMlGOS
nso~incb
DE LAS CUNAS DEL CASTILLO
SANTANDER, 2014
RECONOCIMIENTOS
El autor desea expresar su agradecimiento a las entidades y representantes del Gobierno de
Cantabria que han colaborado en la edición de este estudio no venal, así como al Centro
de Investigación Nacional de Altamira y a la Sociedad Amigos de las Cuevas del Castillo, en Puente
Viesgo (Cantabria). Del mismo modo, a las siguientes personas: Ignacio Barandiarán Maestu, José
María Ceballos del Moral, Juan Carlos Fernández Domínguez, César González Sainz, Enrique
Gutiérrez Marcos, José Antonio Lasheras, Jorge Lanza Lantarón, José Manuel Martínez Rodríguez,
Alfonso Moure Romanillo, Pedro Saura, Angel Trujillano del Moral y Martín Vega Uribarri.
AYUNTAMIENTO DE
A Y U N T A M I E N T O D E AYUNTAMIENTO DE
RAMALES DE LA VICTORIA COLEGIO OFICIAL
INGENlEllOS INDUSTRIALES
POLANCO
DE CANTAUlllA
O DELP R ~ L O G José
O : María Ceballos del Moral.
O DEL ESTUDIO Y NOTAS:Benito Madariaga de la Campa.
INTRODUCCI~N. ..........
SIGNOS MÁS REPRESENTATIVOS . . . . .
Tectiformes ...................
Escaleriformes ..... ..
Signos Cuadrangulares . . ..
Basnas y Balsas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Puntiformes (puntos aislados. en fila o en grupo). Los discos .
..
Naviformes . . . . . . . . . . . . . . . ...............
Onduliformes y Serpentiformes . ..
Reticulares . ............
Placentiformes . ....
Pisciformes . ..........
Aviformes u Ornitomorfos . . . .
Escutiformes o Campaniformes. .
Empalizamorfos . . . . . . . . . .
Pectiniformes . . . . . . . . . .
Claviformes . .........
Pigomorfos . . . . . . . .
A MODO DE CONCLUSI~N. . .
APÉNDICE: ((REMEMBRANZAS))
por H. ALCALDEDEL Río . .
motivo de la apertura del XXIII ciclo de conferencias sobre Prehistoria
rado en Puente Viesgo, tuve que recordar a los asistentes que, algunos
amigos y colaboradores ya no estaban entre nosotros: Victoria Cabrera, Javier
Fortea, Joaquín Vaquero Turcios, L. G. Freeman y, recientemente, Joaquín González
Echegaray. Sus muertes supusieron una gran pérdida para cuantos les trataron y,
tanto más, para la ciencia prehistórica. Vaya para ellos en este prólogo nuestro
homenaje y agradecimiento por la herencia que nos dejaron con sus palabras.
En cada ciclo hemos elegido y homenajeado a un científico para que con-
tribuyera a fomentar con sus lecciones el ámbito de la prehistoria entre nosotros.
Tras veinticuatro años ininterrumpidos, hemos logrado la permanencia de
estos ciclos creados por la Asociación de Amigos de las Cuevas del Castillo, en
los que diversos especialistas trataron temas muy diversos sobre las cuevas de
nuestro entorno, las excavaciones en ellas, el arte parietal, así como consideraciones
sobre las formas de vida de nuestros antepasados del paleolítico y las ceremonias
que practicaban invocando la caza en las diferentes formas para sobrevivir en
un medio hostil y difícil.
Muchas veces me han preguntado el por qué de la celebración de estos
encuentros en Puente Viesgo y no en Santander. Tal vez la explicación se deba a
la atracción que ejercen las cuevas del Monte Castillo que se hayan dominando
el pueblo y que necesitamos visitar de vez en cuando.
Ya a principios del siglo xx, los primeros prehistoriadores interesados por
su historia y contenido acudieron al lugar que el padre Jesús Carballo llamó la
((Ciudad Troglodita» y Juan Clottes considera una «Montaña Sagrada)).Sin duda,
es difícil encontrar otro lugar que contenga cuarenta y tres cavidades, de las
cuales cinco están dotadas de arte rupestre, aparte del valor de los yacimientos,
principalmente el que posee la cueva de El Castillo, considerada como una de
las más importantes de la Región Franco-Cantábrica.
Desde su descubrimiento en 1903 por Alcalde del Río, la cueva ha sido
visitada por los principales prehistoriadores del mundo, interesados por la belleza
de Puente Viesgo y las pinturas de su interior, inventario que, con el tiempo, se
fue ampliando con el descubrimiento posterior de otras cuevas, principalmente
La Pasiega (191l ) , las llamadas de Las Monedas (1951) y Las Chimeneas (1953).
Atraídos por esta cueva singular de El Castillo acudieron al pueblo para contemplar
su riqueza arqueológica los más destacados entonces estudiosos de la Prehistoria,
como Alcalde del Río, Henry Breuil, Hugo Obermaier, P. Tehilard de Chardin,
J. Nelson, M. Burkitt y P. Wernert, cuyos nombres y direcciones quedaron regis-
trados en el libro de hospedaje de «La Vallisoletana» donde se alojaron. También
el Príncipe de Mónaco fue a ver en 1909 la cueva de Altamira en Santillana del
Mar, la de El Castillo en Puente Viesgo y Covalanas en Ramales.
Obermaier, primer director de las excavaciones en El Castillo, dejó escrito el
7 de julio de 1912 este mensaje en el álbum de firmas de Puente Viesgo: «Yo me
siento dichoso de haber podido contribuir a la gloria del Castillo y de la Pasiega».
La monografía que ustedes leerán a continuación contiene las consideraciones
de Benito Madariaga de la Campa, miembro de la Asociación de Amigos de las
Cuevas del Castillo, que es, igualmente, Cronista Oficial de Santander. Inició su
andadura en Prehistoria colaborando con J. G. Echegaray y L. G. Freeman en
las excavaciones de Cueva de Morín en Villanueva de Villaescusa. Veterinario de
profesión, posee un buen conocimiento sobre la vida de los animales, como ha
demostrado en su reciente publicación Vida y muerte en la Cueva de Altamira
(2010). Su amistad con Echegaray le llevó al estudio de dicha cueva y otros
yacimientos de la cornisa cantábrica, en los que ha clasificado su fauna marina.
Su interés por el arte paleolítico, le hizo estudiar, a la vez, la vida y la obra de
Hermilio Alcalde del Río (1866- l947), publicada en 1972.
Las ideas que aporta en este estudio, objeto de una conferencia sobre los
signos en la Prehistoria, debería tenerse en cuenta. En mi opinión, el artista
paleolítico representaba lo que veía, pero el problema está, sin duda, en que por
ahora desconocemos algunas formas que el autor trata de descifrar en este libro.
DEL MORAL
JosÉ MARÍACEBALLOS
Presidente de la Asociación de Amigos de las Cuevas del Castillo
Santander, mayo de 2014
A la memoria del prehistoriador Joaquín González Echegaray
(Santander 1930-Santander 2013)
N el Paleolítico, durante el periodo Magdaleniense y a partir del Auriñaciense,
tienen lugar, sobre todo en el segundo periodo, momentos de apogeo de
la población prehistórica y un mayor desarrollo de sus utensilios y de su
arte. Arte utilitario podemos llamar también a las diferentes formas del trabajo
de la piedra y del sílex con los que consiguieron toda una industria basada en la
fabricación de objetos de los que se sirvieron y que hoy reciben nombres diver-
sos: raspadores, bifaces, cuchillos, perforadores, buriles, etc. Del mismo modo,
existió un progreso en los procedimientos de caza. El Magdaleniense fue la Edad
de Oro de la Prehistoria, en la que se utilizaron principalmente la piedra, la
madera, el hueso, las pieles, el marfil y las astas de cérvidos, materiales con los
que hicieron los vestidos y múltiples objetos de la vida cotidiana, de caza y de
adorno. Aquellos hombres supieron sacar un gran rendimiento con pocos medios.
Las necesidades para la subsistencia en las diferentes formas de vida les obligó
a buscar nuevos procedimientos de ensayo. Las chozas que construyeron con
madera, ramas y pieles se han perdido y únicamente podemos imaginarlas por
su semejanza con las de algunos pueblos primitivos.
La utilidad, es decir, el sentido práctico de sus trabajos, fue la regla de su
comportamiento, exceptuando la faceta artística. La belleza de sus pinturas sería en
algunos casos un resultado expresivo, pero quizá no el fin que buscaban, pues
en otros podían ser unas prácticas de magia aplicadas, por ejemplo, a la captura de
animales que representaron con dardos clavados en su cuerpo, recordatorio de esce-
nas o sucesos a modo de transmisión comunicativa y social e, incluso, incipien-
tes signos lingüísticos, como veremos. Arnold Hauser opinaba que las pinturas
no fueron creadas con un propósito estético, ya que entonces no se ocultarían
como sucede a menudo.'
' Historia social de la Literatura y del Arte, 1, Barcelona, Colección Labor, 3 ed., 1993, p. 18.
Algunas pinturas parecen explicar la aventura de la caza, la muerte y uti-
lización de los animales, como los bisontes representados en reposo, sin cabeza
o en los revolcaderos. Mi estudio Vida y muerte en la cueva de Altamira, publi-
cado en 2010,2 constituye la primera tentativa de interpretación de estas figuras
de los dos sexos de la manada, en la sala de Altamira, con animales vivos y
muertos, en parto, etc., además de las referencias a las diferentes formas de la
cornamenta de los bisontes.
A la pintura se unió el grabado, en gran parte perdido o sin descubrir.
Estas representaciones fueron en su mayoría iconográficas y simbólicas y a
ellas unieron en las cuevas o en el arte mueble ciertos signos que, como vamos
a mostrar, solo algunos de ellos podríamos aventurarnos a descifrar, ya que,
evidentemente, desconocemos los códigos utilizados. Motivos geométricos los
encontramos también en azagayas, arpones e, incluso, en colgantes de adorno
y propulsores, quizá con un sentido práctico expresivo de su forma de vida y
que constituyen a modo de un libro revelador de los medios de que se servían.
Pero solo podemos movernos humildemente en el campo de las conjeturas más
o menos fundadas en el referente de nuestra mentalidad actual. Existen, pues,
signos indescifrables. Su forma, el modo en que un signo se repite, su color,
localización, tamaño y relación espacial con otros o con determinadas figuras
debían de tener para los primitivos un significado relevante. Nos referimos a los
signos rojos y negros que Marcelino Menéndez Pelayo calificó de enigmáticos y
distribuidos conforme a un plan fijo y premeditado, según dice Hermilio Alcalde.
En las cuevas de Tito Bustillo y de Altamira se emplearon también el color rojo
oscuro, casi morado o violeta.
Podemos considerarlos como elementos de un sistema de comunicación.
Pero, como veremos, algunos de ellos se acercan a una forma iconográfica
esquematizada que nos da pie a sugerir una determinada lectura significativa.
Si complicado es moverse en el campo de la ~emiótica,~ mucho más, y
sobre todo arriesgado, resulta teorizar sobre los signos prehistóricos pintados
o grabados, que no dudamos que tuvieran una intención comunicadora y una
función en el seno de la vida social de las comunidades prehistóricas. Responde-
rían a una necesidad de organización mental y de pervivencia de sus elementales
instituciones.
La cueva de Tito Bustillo. El arte de los cazadores del Paleolítico, Gijón, edit. Trea, 1992, p. 28.
«El chamanismo en las cuevas paleolíticas»,El Catoblepas, núm. 21, noviembre 2003, p. 1.
semejanza, por tener «forma de cosas concretas», se
les ha venido designando, desde su descubrimiento,
con los términos que añaden los sufijos «forme»
o «morfo», es decir, «en forma de», a la parte que
indica el objeto que recuerdan.
Existen desde signos que poseen, en mayor o
menor grado, una iconización descriptiva, como
las rayas agrupadas en forma de choza de paja de
Altamira -por cierto en Lascaux asociadas a clavi-
formes- hasta los que carecen por completo de ella.
Las múltiples variantes, incluso de color, podrían
corresponder a cambios significativos de todo tipo,
teniendo siempre en cuenta los materiales colorantes
de que disponían. Naturalmente, estos signos pueden
M. Sanz de Sautuola convertirse en símbolos, sobre todo cuando se agrupan
(1831-1888)
entre ellos o se relacionan espacialmente con pinturas
o con grabados, por ejemplo, con representaciones
animales o humanas. Así, puede verse una fila de claviformes bajo un bisonte
en la cueva de El Pindal en Asturias.
Esto nos lleva a la consideración del valor significativo de la sintaxis o la
relación de unos signos con otros para dar un sentido unitario, que puede así
tener incontables variantes, como se ha venido estudiando recientemente. La
interpretación de los signos varía según las culturas, y el buscar analogías tiene
un evidente interés antropológico. Su sistematización, asociados de diferente
forma, aislados o en grupo, con sus variantes y relaciones, podría aproximarse,
salvando todas las distancias, a un tipo de escritura. Alain Roussat, en su libro
L'art prhhi~torique,~ cree en un sistema de comunicación del pensamiento del
hombre paleolítico que es como una verdadera escritura de la que no poseemos
la Piedra Rosetta.
Es evidente que las agrupaciones humanas o comunidades tenían que
poseer, o más bien conocían, un código compartido para cifrar y descifrar estos
mensajes. Se ha observado, según Breuil, la semejanza en algunas características
de los signos pertenecientes a grupos humanos que habitaban las cuevas en un
radio de espacio cercano, como las del Cantábrico, y las diferencias con las de
otras más alejadas, tal es el caso de las francesas. Del mismo modo, características
de cuevas francesas difieren de las de otras comunidades humanas más alejadas
o pertenecientes a otras etnias. Breuil alude, por ejemplo, a la similitud entre
fROYMEU DE SMIAIIKR.
final de la cueva de Altamira, cuando descubrió las P
como grabados y signos, juntamente con la relación del material obtenido en sus
sencillas excavaciones, donde dio a conocer huesos, sílex, punzones y conchas de
moluscos. Reproduce todos ellos en las láminas insertadas en el libro.
Sautuola sin ser propiamente prehistoriador tenia una buena preparación
en esta ciencia (era Correspondiente de la Academia de la Historia), que cono-
cía por sus estudios y haber visitado la sección de Prehistoria en la Exposición
Universal de París de 1878. Poseía, además, una buena biblioteca sobre el tema.
En vano intentó descubrir pinturas en otras cuevas, aunque las exploró, como
fue el caso de las citadas así por él: de la Peña del Mazo, en Camargo; la cueva
de la Venta del Cuco, cerca de Ubiarco; la de la Fuente del Francés, la del Poyo
en el pueblo de Saja y la de los Campos de Estrada.
Sautuola perteneció a la primera promoción de estudiosos de la Prehistoria
del siglo XIX en España, cuando se inicia «la nueva ciencia» que era admitida y
practicada entonces por contados autores, algunos colaboradores en el Boletín-
Revista de la Universidad de Madrid, como Francisco María Tubino, Juan Vilanova
y Piera y Rogelio Inchaurrandieta, que asistieron al IV Congreso Internacional
de Antropología y Arqueología Prehistórica de Copenhague en 1869. Otros des-
tacados conocedores fueron Casiano de Prado, Augusto G. de Linares y Emilio
H ~ e l i n Sautuola
.~ fue el primer descubridor en Europa del arte parietal con el
de la cueva de Altamira. Después en Francia, en 1890, se descubrió la gruta de
Historia de Los Heterodoxos Españoles, segunda edición refundida, tomo 1, Madrid, 1911,
pp. 84-85. En esta última página aparece la nota 2: CARTAILHAC Y BREUIL:La caverne
d'Altamira, pp. 229, 230 y 235.
'O Las pinturas y grabados de las cavernas prehistóricas de la provincia de Santander, Santander,
Imprenta Blanchard y Arce, 1906, pp. 27 y 65.
" Alianza Editorial, 1976, p. 43.
asociar sus dibujos con cosas y hechos concretos
del mundo en torno». De otros no sabemos su
significado y tendemos a utilizar analogías para
su explicación.
Alcalde del Río, uno de los primeros que
hizo una referencia en Cantabria a estos signos,
fue descubridor en la región de más de once
cuevas desde 1903 hasta 1910, algunas de ellas
en compañia del P. Lorenzo Sierra y otras del
abate Henri Breuil. Sin prisa, ya que dice en su
primer libro de 1906, que le llevó dos meses,
pudo examinar la cueva de Altamira y copiar
un numeroso número de signos y grabados con
suficiente exactitud, como buen dibujante y pro-
Alberto 1, Príncipe de Mónaco
fesor que era de la Escuela de Artes y Oficios de
(1848-1922) Torrelavega, Fue, sin duda, un hombre dedicado a
la Prehistoria, en la que fue un autodidacta, célebre
por los descubrimientos de algunas y las exploraciones de otras de fuera de su
región, en Asturias. Con ser el suyo un libro interesante, con abundantes datos
sobre los signos, no podía compararse con el de Cartailhac y el abate Breuil, La
caverne dAltamira a Santillana prks Santander (Espagne), impreso en Mónaco en
el mismo año, fecha del Congreso de Prehistoria del Principado. Se trata de un
libro de lujo, de gran tamaño, con copias de Breuil, fotocolografías de Lassalle,
dibujos y una parte del libro dedicada a la etnografía y el arte de los pueblos
primitivos de África, Australia, etc. Contiene, además, signos de cuevas francesas
de Bernifal y Combarelles.
Alcalde del Río envió un ejemplar de su libro al Príncipe de Mbnaco, al
IV Congreso de Paleontología y Arqueología Prehistórica, lo que hizo que fuera
felicitado por los congresistas y escribe al respecto: a[ ...] a la terminación de
aquel congreso recibí una comunicación en nombre del Príncipe, en la cual
se me manifestaba el deseo de S. A. S. de asociarme al grupo de especialistas
que bajo sus auspicios y protecci6n se estaba formando para la prosecución
de estos estudios, y, ante tan elevado como inmerecido honor, acepté el puesto
señalado para colaborar en tan para mí gratos recuerdos».12En julio de 1909, el
Príncipe vino a Santander a bordo de su yate, el «Princesse Alice II», y realizó
varias excursiones para conocer las principales cuevas de la región (Altamira,
El Castillo y Covalanas) visitadas bajo la dirección principal de Henri Breuil y
l 3 RIPOLLPERELL~, Eduardo: Vida y obra del abate Henri Breuil, padre de la Prehistoria,
Barcelona, 1964 y véase también Prefacio escrito por Breuil, UNED, Madrid, 1994.
Máscara de la Cueva de El Castillo, Máscara de piedra del Juyo,
según H. Breuil. según J. G. Echegaray y L. G. Freeman.
l4
«L'art des grottes en Arikge magdalenienne)), Gallia Préhistoire, Suplemento xxv~,Paris, 1986.
líneas y los construidos con estructura interna o de contorno, de tipo estructu-
ralista. En justicia debe citarse también a George Sauvet, con más de cuatro traba-
jos de 1977 a 1993. Según F. Bernardo de Quirós y A. Mingo Álvarez las clasifi-
caciones de signos se rigen por criterios morfológicos o tipo lógico^.'^
iPor qué los pintaron y qué significado tienen? Igualmente es difícil conocer
qué buscaban con ello. Indudablemente las asociaciones entre los signos con las
pinturas, el número de puntos y las filas de ellos, su tamaño, el por qué unos
fueron pintados en rojo y otros en negro, los que figuran aislados o integrados
con pinturas, etc., constituyen enigmas sin descifrar. La repetición de ellos indica,
sin duda, una intencionalidad. Actualmente el estudio de los signos ha tomado
una gran importancia en el conocimiento de cada cueva porque tenían para los
ejecutores un significado y un valor utilitario, fuera mágico o informativo, quizá
no muy diferente al de las pinturas.
Los estudios sobre estos signos son numerosos cuando se consideran las
cuevas respectivas de la región cantábrica. Ignacio Barandiarán Maestu ha sido
posiblemente el autor que ha estudiado con más detalle el arte mueble, sus
pinturas y signos en esta región.16Ya en su libro de Arte mueble realizó en 1972
una completa clasificación de las representaciones no figurativas de hasta diez
formas: longitudinales, dentadas, en ángulo, en arco, cerradas, en zig-zags, etc.
Podemos mencionar, igualmente, en este repaso somero de la bibliografía, la de
Altamira Symposium (1981), donde colaboran varios autores: F. Jordá, Leroi-
Gourhan, M. Farinha dos Santos et alii, a J. G. Echegaray y L. G. Freeman, que
publicaron trabajos sobre los signos y los dos últimos lo hicieron también sobre
una máscara del Juyo. J. Ucko y Andrée Rosenfeld se ocuparon, también de ellos
en su libro Arte Paleolitico (1967). Alfonso Moure, como editor de El hombre
fósil, 80 años después (1996), incluyó en el libro un artículo de Christian Züchner
sobre los signos escaleriformes de Altamira (pp. 325-343). El mismo Alfonso
Moure los relaciona con la movilidad o intercambio dentro de las agrupaciones
humanas de los cazadores-recolectores.'7 En esta breve mención que hacemos
ahora de una representativa bibliografía canbábrica hay que mencionar también
el estudio de L. G. Freeman y colaboradores, donde se recoge ampliamente el
comentario de las figuras de animales y signos en las diferentes galerías de la «Cola
de caballo)) con ciervos, máscaras, tectiformes, bisontes y macarronis digitales,
l5 Ver de estos autores «La interpretación de los signos)),El significado del Arte Paleolítico, edic.
de J. A. Lasheras y J. González Echcgaray, Madrid, Ministerio de Cultura, 2005, pp. 21 1-228.
l6 Arte mueble del paleolítico cantábrico, Zaragoza, 1972, pp. 42-48. Item: Imágenes y adornos
en el arte parietal paleolítico, Barcelona, Ariel, 2006.
l7 Ver Complutum, 1994, núm. 5, pp. 3130-3330; M. R. González Morales, idem., pp. 291-302.
Cave of Altamira
a CHARCOAL W I N G
BlSON MASK
@ ANTHROPORMORPHIC MASK
4 CHARCOAL LINES
ALTAMIRA 1981 @
Final Gallery
l8
Ver ((Animals, Faces and Space at Altamira: A Restudy of the Final Gallery ("Cola de
Caballo")», Altamira Revisited Ch. V: 18, ChicagoISantander, Institute for Prehistoric Inves-
tigationslcentro de Investigación y Museo de Altamira, 1987, pp. 179-247.
l9 SPAL (Revista de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Sevilla), núm. 18 (2009),
pp. 29-40.
O'
Las cuevas con arte paleolítico en Cantabria, Torrelavega, Gobierno de Cantabria, 2010.
21
La materia del lenguaje prehistórico, Santander, Gobierno de Cantabria, 2005, pp. 26-30.
'' Comunicación presentada en el congreso «Razón, Utopía y Sociedad)), El Futuro del
Pasado, núm. 2, Salamanca, 2011, pp. 29-47.
Signos tectiformes: 1. Grabado de Combarelles y pintados al rojo; 2 y 3 de Font de Gaume
(según Capitan y Breuil, 1906).
Formas de techos y exteriores de tectiformas de Altamira (según Alcalde del Río, 1906).
existe, con otras, una pintura en negro, modelo de tectiforme, en el que pudiera
interpretarse como casa rectangular con entrada central y laterales cubiertos.25
Modelos semejantes con techos del mismo material Son las chozas de los
pigmeos y parecidas se observan, segián describe Murdock, en Nuestros contem-
poráneos primitivos (1945), con tipos de casas hechas por los aztecas de Méjico
con adobes o con ramas entretejidas recubiertas de barro y el techo cubierto con
hojas de magüey. Las chozas de los habitantes primitivos indígenas de Rahomey
(África Occidental) también las cons-
truyen de paredes rectangulares con
barro extendido sobre un entramado
de ramas. Los «iroqueses» de los Esta-
dos Unidos las tenían parecidas, con
techos horizontales y postes que servían
de soporte y con un tejado y costados
cubiertos de corteza seca de árboles.26
Los «salish» costeros y los «nootka»
de la Columbia Británica (Canadá), Choza de los hotentotes nama,
tenían casas rectangulares con el tejado según G. P. Murdock (1945).
27 DARYLL FORDE,C.: Hábitat, Economía y Sociedad, Barcelona, col. Libros Tau, 1966, p. 91.
28 MURDOCK, G. P.: ob. cit., 1945, p. 401.
29 Las pinturas y grabados ..., ob. cit., 1906, pp. 18 y 34 respectivamente.
30 La cueva de Tito Bustillo. El arte de los cazadores del Paleolítico, ob. cit., p. 32.
todo en el animal cazado, desde los huesos, carne y órganos, hasta los tendones,
formados por hacecillos paralelos, fibrosos, tensos y longitudinales, protegidos
por una envoltura de tejido conjuntivo laxo. Estas fibras de los tendones debida-
mente tratadas servían para fabricar cuerdas para distintos usos, como enmangar
herramientas y armas. Los cuernos se empleaban como recipientes.
sinuosidad y variantes se nos ocurren para ellos otra interpretación: las de cursos
de agua de ríos o cascadas. Una de las representaciones parece una corriente de
agua que se abre en brazos que se unen y se separan; en otra forma meandros
e incluso junto a ellas un signo onduliforme y cuatro especie de canoas.
Construcciones con escaleras en Bedolina (Italia), del Centro Camuno di Studi Prehistorici.
Los escaleriformes se diversifican por su tamaño, grosor, longitud y se pre-
sentan asociados con otras figuras y signos.
Con respecto a la primera interpretación, es muy curioso el conocido «Mapa
de Bedoha)), en Val Camonica (Brescia), de arte posglacial alpino, en el que
figuran varias escaleras de acceso a las casas.
Basnas y Balsas
Entre los signos cuadrangulares, se advierten
algunos parecidos a basnas o balsas, ya citados,
como en El Castillo y Altamira.
Tenemos que dar por seguro.la utilización de
embarcaciones hechas con pieles, troncos ahueca-
dos, además de las balsas, etc. y que el hombre
prehistórico se arriesgó a penetrar en las aguas no
solo interiores.
Dice H. Harrer en su libro Vengo de la Edad de
Piedra (1998), que en la Nueva Guinea Occidental o
Papúa Occidental en Indonesia se fabricaban éstas con signo en forma de ((parrilla))de
tres troncos sobre los que se ajustaban otros tres árbo- la de Las *guas
Foto: Musco dc Altamira.
les delgados cruzados y fijos en entalladuras o cortes
realizados en los primeros para ensamblarlos en conjunto con ataduras de bejuco.33
Los productos del agua (río y mar) fueron habituales en su alimentación
sobre todo de peces y moluscos y se evidencia por la fabricación de anzuelos, de
arpones y por la presencia de conchas de lapa (Patella) recogidas en las bajama-
res, de las que hay verdaderos concheros en los yacimientos de algunas cuevas.
31
Las cuevas con Arte Paleolítico en Cantabria, ob. cit., p. 244.
32
BINFORD, L. R.: En busca del pasado, Barcelona, Crítica, 1998, pp. 144-145.
33
HARRER, H.: Vengo de la Edad de Piedra, Barcelona, Plaza y Janés, 1998, p. 308.
Algunos pueblos primitivos derribaban los árboles corpulentos por medio
del fuego y los menores con hachas de piedra, como lo hicieron los ((witotosndel
noroeste del Amazonas (Colombia), según apunta H. Harrer.34 Siempre con
madera joven.
34 Ibídem, p. 378.
Los grupos de bisontes irían siguiendo rutas fijas y en fda, los dos sexos de
la manada por separado y las hembras preñadas, o no, con sus crías conducidas
por una hembra vieja y experimentada. Así en la Cueva de Chufín, en Riclones
(Cantabria), se ven alineaciones de puntos en rojo de tres y cinco filas. También
en la cueva de La Meaza o en La Pasiega, entre otras.
El bisonte europeo (Bison Bonasus, L.), que es el que conoció el hombre
prehistórico, formaría grupos poco numerosos que en el verano se dispersaban por
las praderas. Por analogía con los conservados hasta el primer tercio del siglo xx
o en reservas y zoos del este europeo, mediría de 2,30 a 3,50 m y 1,60 a 1,95 de
alzada y peso de 400 a 1000 kg. Su capa es de color castaño rojizo, habitaba
en los bosques y también en llanos y montes. La época de celo y reproducción
tendría lugar a finales de verano. Las crías siguen con sus madres tras la lactan-
cia y hacia los cuatro meses los machos se incorporan a la manada de su sexo.
1
por el hombre prehistórico. Los «nootka» de la Columbia
británica fabricaban las canoas con árboles pequeños que
abrían por la mitad longitudinalmente, de madera de cedro y
Naviformes de de haya y los vaciaban con cinceles de piedra. Los «nootka»
~1 Castillo y Altamira. y los «haidas» eran los mejores constructores de canoas.41
Onduliforrnes y Serpentiforrnes
Se llaman así los signos curvilíneos representativos, tal vez del agua en los
ríos. Están presentes estos signos en las cuevas de Altamira (muy abundantes),
en Hornos de la Peña y en la francesa de Gargás (Aventignan) con numerosas
j9
((Exploringthe Mind of Ice Age Mari», National Geographic, January, 1975, pp. 64-89.
40
MURDOCK,
G. P.: ob. cit., p. 194.
41 DARYLL
FORDE, C.: ob. cit., pp. 98 y 99.
manos negativas en esta última. Leroi-Gourhan los señaló abundantemente en
una de las salas de R ~ u f f i g n a c . ~ ~
Pueden considerarse como serpentiformes algunos ejemplares representados
como pinturas o grabados en las cuevas de Altxerri y Llonín.
Placentiformes
Los placentiformes fueron señalados por primera vez por Manuel Mallo
Viesca y J. M. Suárez en las cuevas de La Riera y de Balm0ri,4~en signos, tam-
bién con puntuaciones que, a juicio de Enrique Junceda están presentes en las
cuevas de Tito Bustillo y Hornos de la Peña y representarían placentas ani-
males o humanas.44Del bisonte pueden verse placentas en la cueva de Altxerri
Placentiforme
Placentiforme en la cueva de Las Aguas. Placentiforme de la cueva de Aitxerri
de Tito Bustillo, Foto: lavier Herrera. (Guipúzcoa).
según M. Mallo. Foto: Alberto Fernández Ibarburru.
42
Arte y grafismo en la Europa prehistórica, Ediciones Itsmo, Madrid, 1984, p. 252.
43 Zephyrus, Salamanca, 1972-73, p. 24.
44 JUNCEDA, Enrique: La sexualidad primitiva y su simbología a través del arte prehistórico,
Discurso en la Real Academia de Medicina del Principado de Asturias, 1974.
1
-L
Emb
EscutzjCormes o Carnpaniformes
Los escutiformes podrían interpretarse como posi-
bles recipientes realizados con pieles de animales. (Se
aprecia en algunas de las figuras que están abiertas por
el centro como para introducir algo en su interior, a
modo de un saco para el transporte). Junto a su repre-
sentación hay un signo vegetal negro. Junceda Avello
concede a los campaniformes de' El Castillo el valor
de signos femeninos. Alcalde los consideró escudos de Escutiformes de ~l Castillo,
defensa. según Alcalde (1906).
45 «Les oiseaux dans l'art paleolithique)) en Les cavernes de la Region Cantabrique, por H .
Alcalde, H. Breuil y L. Sierra, ob. cit., pp. 230-237.
Los signos que podemos llamar empalizamor-
fos (en forma de empalizada) tienen dos formas,
los de tamaño grande, asociados a representaciones
de bisontes como en Altamira y los que en menor
tamaño son trazos verticales sobre una línea hori-
zontal. Hay otra variedad con forma repetida de ((y)
griega en fila, también asociada al bisonte, como
Empalizamorfo de Hornos
de la Peña, según Alcalde.
en Altxerri que opinamos figuran en los pasillos
que conducen a los copos de captura. Alcalde los
describió en Altamira y en Hornos de la Peña (San Felices de Buelna), donde
dice que los encontró reproducidos en un espacio de tres metros (Pinturas y Gra-
bados, p. 50).
Otra cosa diferente son los copos acotados o cercos, construcciones con
una entrada que permitía que los animales pudieran introducirse en ellos para
luego matarlos. Por ejemplo, los indios «iroqueses» (confederación iroquesa de
América del Norte), que habitaban el norte del Estado de Nueva York incendia-
ban una parte del bosque y obligaban a los animales a huir «entre dos cercas
convergentes de maleza hacia las salidas de las cuales se los mataba desde una
emboscada^.^^ Los «Pies negros», cazadores de bisontes en Norteamérica, al norte
46
MURDOCK, G. P.: p. 251. LOS«pies negros» de las Grandes Praderas de Norteamérica quemaban la
hierba por el lado que soplaba el viento para rodear así a los animales (DARYLL FORDE, C.: Habitat,
Economía y Sociedad (Introducción geográfica a la Etnología), Barcelona, Edic. Oikos-tau, 1966, p. 71.
Copo de un supuesto cerco con empalizada y pasillo de entrada (según Desprez).
Tectin$orrnes
Los pectiniformes, en forma de peine, aparte de abstracciones
generalmente numéricas podrían significar, empalizadas (líneas de
postes hincados sobre el suelo), como se ve en un trazo con barras
yuxtapuestas en la cueva La Clotilde de Santa Isabel (Cantabria).
Los hay con las púas hacia arriba y otros con ellas hacia abajo, Pectiniformes
según la perspectiva y de tamaño grande y pequeño. A los grandes en El Castillo.
47 ALTUNA,Jesús y APELLANIZ,Juan María: Munibe, fasc. 1-3, San Sebastián, 1976, p. 116.
se los llama también parrillas como los
ejemplares destacados en Las Aguas, en
Novales y La Garma. De Altamira, Car-
tailhac y Breuil copiaron en su libro dos
pectiniformes junto a pequeños bisontes
negros del techo. En la citada figura 63,
p. 116, de la cueva de Altxerri, reprodu-
ce la marcha de los bisontes caminando
hacia un copo. Una de estas empalizadas
puede verse en la cueva de Hornos de la
Peña representada con el número 11 en
la lámina VII. Reproducción de un pectiniforme junto
a un bisonte en Altamira, según H. Breuil.
Claviforrnes
Los claviformes, estudiados principalmente por Leroi-Gourhan, han sido
interpretados comúnmente como figuras tanto femeninas como masculinas, aso-
ciadas muchas veces a otras imágenes y presentes en numerosas cuevas, como por
ejemplo en Cullalvera con signos claviformes rojos y negros, en Las Monedas y
en Peña de Candamo. Caso de grabados de líneas paralelas son los de La Peñota.
Hay claviformes en Altamira, La Pasiega y La Garma. Me parece muy curiosa e
interesante la figura de Altamira que, a mi modo de ver, representa una pareja
humana, hombre y mujer muy esquematizados. Existe también en el techo un
claviforme que al separarse muestra una
pareja humana, que podemos ver desdo-
blados. Se trata de uno de las figuras más
curio,sas de la cueva, ya que cada clavifor-
me puede tener el significado tanto mas-
culino como femenino, según se dibuje.
Los signos sexuales, aparte de las vul-
vas, las placentas y de los esquematizados
claviformes, aparecen señalando en algu-
nos casos una porción de la figura feme-
nina como las que presentan el desarro-
llo de los glúteos y, en otros casos, de los
pechos o de la zona del pubis. Existen
abundantes signos sexuales (vulvas) en
la cueva de La Lluera 11 en la cuenca del
Bisonte y Claviformes en El Pindal. Nalón, en Asturias.
Signo del techo de Altamira con dos claviformes y su desdoblamiento en figuras humanas.
Tigomorfos
Son menos conocidos los llamados signos pigo-
morfos (del griego «pygué», nalga) que son siluetas
sin cabeza ni pies que representan la parte posterior
de figuras femeninas vistas de perfil, localizadas en signo pigomorfo femenino
Gonnersdorf, en Neuwied, cerca de Colonia. en Gonnersdorf.
Puntiformes
Escutiformes o Campaniformes .- .
(migraciones del bisonte)
.
Empalizamorfo
de Hornos de la Peña
* ..
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Placentiforme
Puntiformes y Discos
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e
' a
.
Pectiniforme
En definitiva:
Los signos no son producto del azar ni del entretenimiento, aunque hay
trazos y muestras ornamentales en instrumentos de caza o de uso cotidiano.
Representan mensajes comunicativos, algunos indescifrables. Tienen, gran parte
de ellos, un carácter informativo y utilitario, aunque no intuimos en todos su
significado. Los signos se comportan como un código de la forma de vida y de
los medios que tenía el hombre prehistórico para sobrevivir mediante el uso
del agua, la vivienda, la navegación, la caza de animales, etc. Los signos fueron
realizados de tal modo que pudieran ser entendidos por sus congéneres. La con-
sideración morfológica de los signos, de sus variantes y localización, así como
de su interpretación, están hoy en proceso de estudio.
para un tercio de siglo desde que por vez primera me aventuré en
a búsqueda, por esta región del Cantábrico, de nuevas localidades sub-
terráneas que, cual «Altamira»,pudieran contener en sus muros muestras
de arte del cuaternario antiguo. Porque mi convencimiento, después de detenido
estudio con respecto a tal localidad, fue el de que no podía ser ella un caso
aislado, por cuanto para alcanzar el grado de perfección que allí se manifiesta
era necesario seguir un continuado proceso en prácticas de aprendizaje que no
habrían de poner, allí precisamente, principio y término a la experiencia.
Hubo en aquellos lejanos días un inesperado acontecimiento que vino a
poner mayor estímulo a mis afanes de investigación: Transcendió, aquende las
fronteras, el descubrimiento en la Dordogne (Francia) de la caverna de «Font
de Gaume», gemela de nuestra «Altamira». Y era de dar por descontado que de
tan por entonces lejanos lugares, con el bloque pirenaico por barrera, no iban a
intentar los artistas decoradores de señaladas localidades efectuar un recíproco
traslado para ejercer su oficio.
Con el bagaje tenaz de la obsesión y la suerte por aliada recorrí toda nuestra
zona montañosa, y a partir de 1902 hasta 1911 descubrí la serie de localidades
siguientes, en todas las cuales se halla gráfica rupestre más o menos interesante,
pero demostrándose con claridad en su conjunto el proceso seguido en este
arte, hasta alcanzar su culminación en «Altamira»: «Hornos de la Peña, en San
Felices de Buelna; «Covalanas» y «La Haza», en Ramales (en colaboración estas
dos últimas con el P. Sierra); «Castillo», en Puente Viesgo; «Santián», en Puente
Arce; «Meaza», en Ruiseñada; «Pendo», en Camargo; «Las Aguas», en Novales;
«Pindal», en Pimiango (Asturias); «Mazaculos»,en La Franca (id.); «Quintanal»,
en Balmori (id.); «La Lojan, en Buelles (id.); «Clotilde»,en Santa Isabel (estas dos
últimas en colaboración con Breuil); «Atapuerca»,en Ibeas de Guarros (Burgos);
«La Pasiega», en Puente Viesgo (en colaboración con Obermaier y Wernert).
Al llegar aquí he de hacer referencia a una humorada, por demás graciosa,
del Sr. Obermaier, mi antiguo colaborador. En su obra El Hombre Fósil, atribuye
-sin duda por un fenómeno poco explicable de amnesia aguda- la paternidad
de dos de las citadas localidades por mí descubiertas, a otros individuos. Pero
solo me interesa aludir a uno de estos por la calidad de la caverna de que se
trata. Puse en conocimiento de él el honor que la concedía el autor mencionado,
testimoniado en letras de molde, y quedose, al saberlo, mi «sustituto» tan admi-
rado y perplejo cual si le presentaran un hijo sin haber tenido «tratos» con la
madre.
Con referencia a las cuatro primeras localidades de esta serie publiqué una
Monografía en la revista Portugalia, de Porto, y una edición, aparte, en Santander,'
incluyendo en su estudio el verificado en «Altamira» con extensas reproduccio-
nes de la gráfica contenida y referencia de las investigaciones iniciadas en sus
yacimientos arqueológicos, que dieron la resultante de contener niveles perte-
necientes al Mousteriense, Aurignaciense, Solutrense y Magdaleniano.
En la fecha de la publicación de aquella Monografía coincidió el IV Congreso
de Paleontología y Arqueología Prehistórica que se celebró en Mónaco, presidido
por el Príncipe de este pequeño Estado; y a tal Congreso envié, sin otro anuncio,
un ejemplar impreso. Y poco después recibí la grata sorpresa de la buena aco-
gida que se dispensó a aquel trabajo por los congresistas, algunos de los cuales
me enviaron telegramas con sentidas frases de felicitación por mi emprendida
labor. De entre ellos recuerdo a MM. Capitán, Cartailhac, Boule, Breuil, Mor-
tillet, todos ellos especializados en la ciencia prehistórica. En correspondencia
posteriormente habida tuvieron la gentileza de ratificarme sus laudatorias frases
a mi humilde persona.
Mas hube de tener otra mayor sorpresa. A la terminación de aquel Congreso
recibí una comunicación en nombre del Príncipe, en la cual se me manifestaba
el deseo de S. A. S. de asociarme al grupo de especialistas que bajo sus auspicios
y protección se estaba formando para la prosecución de estos estudios, y, ante
tan elevado como inmerecido honor, acepté el puesto señalado para colaborar
en tan para mí gratos deseos.
El resumen de estos trabajos, por lo que afecta a nuestra nación y se rela-
ciona con esta región, ha sido dar a luz estas tres monumentales obras de fondo:
La Caverna de Altamira, por Cartailhac y Breuil, con un capítulo adicional sobre
su yacimiento arqueológico, por H. Alcalde del Río, edic. Mónaco, 1906; Las
Cavernas de la Región Cantábrica, por Alcalde del Río, H. Breuil y el P. Lorenzo
l
Las pinturas y grabados de las Cavernas prehistóricas en la provincia de Santander (mar-
zo 1906).
Sierra, edic. id., 1911; y La Pasiega, por H. Breuil, H. Obermaier y H. Alcalde del
Río, edic. id., 1913.
En tales estudios se ha venido perseverando con extensión a otras regiones
principalmente, en una labor continua, por el abate Breuil, además de otros varios
especialistas y aparte de los de nuevas hornadas. La realizada por él ha sido dada
a conocer en su monumental obra, distribuida en cuatro grandes tomos y edi-
tada en París recientemente bajo los auspicios de la Fundación Singer-Polignac
intitulada Les Peintures Rupestres Schématiques de la Péninsule Ibérique [1933].
El primer tomo comprende las rebuscas realizadas al Norte del río Tajo; y el
segundo, tercero y cuarto, las realizadas, respectivamente, en el valle del Guadiana,
en Sierra Morena y en el Suroeste de España.
Al terminar estas líneas deseo rendir tributo y homenaje de admiración
y cariño a este sabio abate y amigo, profesor de la Universidad de París y del
Instituto de Paleontología Humana, a quien trato desde su juventud con cua-
lidades tan notables como las de su sencillez, laboriosidad, sabiduría y prendas
morales que le acompañan ha sabido elevarse por su propio esfuerzo a los más
altos puestos del saber humano.
H. ALCALDEDEL Río
Director de la Escuela de Artes y Oficios
Torrelavega, 1935
Este libro es el resultado de la conferencia pronunciada
por el autor, el día 25 de septiembre de 2013, dentro del
«XXIII Ciclo de Conferencias sobre Prehistoria))
(Homenaje a Benito Madariaga de la Campa),
celebradas en Puente Viesgo (Cantabria)
por la Asociación de Amigos de las Cuevas del Castillo.