Proverbios LBPopular
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JOHN C. JESKE
Editor del Antiguo Testamento
GARY P. BAUMLER
Editor del Manuscrito
Proverbios
Roland Cap Ehlke
EDITORIAL NORTHWESTERN
Milwaukee, Wisconsin, EE.UU.
Derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación: puede ser reproducida, ni almacenada
en ningún sistema de manipulación mecánica de textos, tampoco puede ser transmitida en
cualquier forma o medio ya sea: electrónico, mecánico, fotocopia, grabación, ni ningún otro,
excepto para citas breves con fines de estudio o revisión, sin previa autorización de la compañía
publicadora
Texto bíblico:
Versión Reina-Valera 95 ®
© Sociedades Bíblicas Unidas, 1995.
Usada con permiso. Todos los derechos reservados.
1
Librería del Congreso Tarjeta 2001131152
Northwestern Publishing House
1250 N. 113th St., P.O. Box 26975, Milwaukee, WI 53226-3284
©2001 por Northwestern Publishing House
Publicado en 2001
Impreso en los Estados Unidos de América
ISBN 0-8100-1329-0
CONTENIDO
ILUSTRACIONES
2
¡Que tus ojos miren lo recto!
La casa de los justos permanece firme
Es mejor un hombre paciente que un guerrero
El comprador dice: “¡Malo, malo!”
La miel del panal es dulce
León rugiente… es el príncipe impío
La Biblia Popular es precisamente lo que su nombre implica: una Biblia para el pueblo.
Incluye el texto completo de las Sagradas Escrituras que se encuentran en la versión
Reina Valera 1995. Los comentarios que siguen a las secciones de las Escrituras
contienen: aplicaciones personales, antecedentes históricos, y explicaciones del texto.
Los autores de La Biblia Popular son eruditos con buen discernimiento intelectual y que
saben aplicarlo, por sus años de experiencia en los ministerios de la enseñanza y la
predicación. Han tratado de evitar el lenguaje técnico que caracteriza a muchas series
de comentarios y que dificulta su lectura para todos aquellos que no sean eruditos en el
estudio de la Biblia.
La característica más importante de estos libros es que están centrados en Cristo.
Hablando de las Escrituras del Antiguo Testamento, Jesús declaró: “Ellas son las que dan
testimonio de mí” (Juan 5:39). Cada volumen de La Biblia Popular dirige nuestra
atención a Jesucristo; él es el centro de toda la Biblia, él es nuestro único Salvador.
Los comentarios vienen acompañados de: mapas, ilustraciones, e información
arqueológica, cuando se considera conveniente. En la parte superior de cada página
aparece un encabezamiento que remite al lector al pasaje específico que desee
encontrar.
Esta serie de comentarios fue iniciada por la Comisión de Literatura Cristiana del Sínodo
Evangélico Luterano de Wisconsin.
Oramos para que esta labor pueda continuar como empezó. Dedicamos estos
volúmenes a la gloria de Dios y al bien de su pueblo.
Roland Cap Ehlke
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PREFACIO A LA EDICIÓN EN ESPAÑOL
Los comentarios de esta edición en español han sido ligeramente modificados del
original para su mejor adaptación a la versión Reina-Valera 1995.
Cuando el comentario, originalmente referido al texto de la New International Version,
no concuerda plenamente con el de la versión Reina-Valera 1995, se cita la Nueva
Versión Internacional (en español) o alguna otra versión española de la Biblia. En caso
de que algún fragmento del texto bíblico de la versión inglesa no aparezca en ninguna
de las versiones antes mencionadas, damos nuestra propia traducción del mismo,
haciendo la correspondiente aclaración.
El traductor de este volumen es una persona dedicada a la obra del Señor y competente
en esta disciplina. Respetamos su deseo de permanecer anónimo. La revisión fue hecha
por la señora Albina Teigen, natural de Perú cuyo esposo Martín es misionero a
hispanoamericanos que viven en el sureste de Minnesota.
La Epifanía de nuestro Señor del 2001
Paul Hartman, coordinador
Ronald Baerbock, editor de teología
Publicaciones Multilingües
Sínodo Evangélico Luterano de Wisconsin
El Paso, Texas, EEUU
Título
El primer versículo nos da el nombre del libro: “Los Proverbios de Salomón”. La
palabra española “proverbio” es la traducción de la palabra hebrea mashal, que
significa “paralelo” o “símil”; se refiere a un método de descripción y de enseñanza por
medio de la comparación, en la que una verdad se expone paralelamente a otra. Por
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ejemplo, Proverbios 14:34 dice: “La justicia engrandece a la nación; el pecado es afrenta
a las naciones”. Aquí vemos, uno junto al otro los efectos que tanto la justicia como el
pecado, ejercen sobre una nación y sobre las naciones.
Un proverbio puede ser tan breve como para ocupar sólo dos líneas, o puede ser
mucho más extenso. En el Libro de los Proverbios encontramos ejemplos de ambos
tipos. En muchos aspectos, los proverbios bíblicos no difieren mucho de los refranes
sabios de más reciente aparición; nuestro idioma está lleno de expresiones de este tipo:
“Más vale pájaro en mano que ciento volando”, “Más vale tarde que nunca”, etc. Tal
como veremos después, los proverbios bíblicos también son similares a algunos de los
que aparecen en la literatura procedente de países que están fuera de los límites de
Israel. En todas partes y en todas las épocas, la gente ha desarrollado sus propios
proverbios. Lo que hace que los proverbios bíblicos sean únicos es que son parte de la
Palabra inspirada por Dios.
Aunque el título del libro es “Los Proverbios de Salomón”, el libro de los Proverbios
incluye otras colecciones, además de las del rey Salomón; ese asunto lo trataremos en
las secciones correspondientes.
Sin embargo, el versículo inicial se refiere a los proverbios de Salomón, indicando así
que él es el autor principal. Salomón fue rey de Israel desde el año 970 hasta el año 931
a. C., y fue conocido por su sabiduría extraordinaria. 1 Reyes 4:29–34 describe la
amplitud de su sabiduría:
Dios dio a Salomón sabiduría y prudencia muy grandes, y tan dilatado
corazón como la arena que está a la orilla del mar. Era mayor la sabiduría de
Salomón que la de todos los orientales y que toda la sabiduría de los egipcios.
Fue más sabio que todos los demás hombres, más que Etán, el ezraíta, y que
Hemán, Calcol y Darda, hijos de Mahol. Y fue conocido entre todas las naciones
de los alrededores. Compuso tres mil proverbios, y sus cantares fueron mil
cinco. También disertó sobre los árboles, desde el cedro del Líbano hasta el
hisopo que nace en la pared. Asimismo disertó sobre los animales, sobre las
aves, sobre los reptiles y sobre los peces. Para oír la sabiduría de Salomón
venían de todos los pueblos y de parte de todos los reyes de los países adonde
había llegado la fama de su sabiduría.
De acuerdo a una antigua tradición: el libro de Proverbios es producto de la edad
madura de Salomón; el Cantar de los Cantares fue escrito en su juventud, y Eclesiastés
en su ancianidad. El contenido de estos libros le brinda credibilidad a esa tradición. El
libro de Proverbios refleja la sabiduría de un hombre maduro; el Cantar de los Cantares
describe el amor juvenil, y Eclesiastés contiene las reflexiones de un hombre anciano
que mira retrospectivamente la vida. Además de estos escritos, Salomón escribió los
Salmos 72 y 127.
Literatura sapiencial
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Junto con Job y Eclesiastés, al Libro de los Proverbios, se le clasifica a menudo como
parte de la “literatura de sabiduría” de la Biblia. A veces el Cantar de los Cantares y los
Salmos, también se incluyen en esa categoría; Jeremías 18:18 se refiere a ella como
“consejo [usado por el] sabio” y la sitúa al lado de “la ley [enseñada por el] sacerdote” y
“la palabra [dicha por el] profeta”.
La sabiduría de los Proverbios trata de cómo llevar vida buena aquí en la tierra. Tal
como ya hemos indicado, este tipo de literatura no se limita a la Biblia; otros pueblos de
la antigüedad, fuera de la nación escogida de Israel, también tenían sus libros de
sabiduría. Uno de ellos, procedente de Egipto, es La instrucción de Amenemopet (o
Amenemope) que se asemeja a Proverbios 22:17–24:22. (Hablaremos más acerca de
esa similitud en el comentario sobre ese pasaje). La cita de 1 Reyes 4, compara la
sabiduría de Salomón con la de “todos los orientales, y… la sabiduría de los egipcios”.
Aun sin la revelación especial de Dios, los pueblos de todas partes han sido capaces
de extraer ciertas verdades útiles acerca de la conducta humana. Sin embargo, la
literatura de sabiduría bíblica se eleva por encima de las restantes. Su origen no está en
las observaciones de seres humanos pecaminosos, sino en el Señor que creó la vida y
que sabe mejor cómo es que se debe vivir.
Los proverbios de la Biblia están enraizados en el “temor de Jehová” (Proverbios
1:7); por consiguiente son completamente confiables y ciertos. Tal como observa un
comentarista, los proverbios de la Biblia brillan con “una luz más fuerte y más estable”.
Santiago 3:17 resume la superioridad de la sabiduría bíblica sobre la meramente
humana: “Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica,
amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni
hipocresía”.
En la literatura de sabiduría de la Biblia, el libro de Job enfatiza la fe en medio de las
pruebas de la vida, el libro de los Salmos está lleno de viva esperanza; y el libro de
Proverbios es la sabiduría nacida del amor. A este libro se le ha llamado el Sermón del
Monte del Antiguo Testamento; en el Sermón del Monte Cristo nos dirige a llevar una
vida de amor y el libro de Proverbios también lo hace.
En hebreo, el idioma en que fueron originalmente escritos, los Proverbios emplean
algunas palabras diferentes para distinguir En el Nuevo Testamen varios aspectos de la
sabiduría. Debido a que la diferencia entre esas palabras, no siempre se nota en la
traducción, hablaremos brevemente de las tres palabras claves. La que se usa con más
frecuencia es hokmah, que se refiere a la sabiduría práctica. En segundo lugar está
binah, que hace énfasis en la comprensión y la capacidad para distinguir. Y en tercer
lugar tushiyyah, que se refiere al discernimiento intelectual. Aunque no es importante
recordar estas palabras u otros términos hebreos para referirse a la “sabiduría”, es
bueno tener presente que el libro de Proverbios cubre todas sus fases: desde su
discernimiento teórico intelectual hasta su aplicación práctica.
Un aspecto notable de los Proverbios es el uso frecuente de la palabra “corazón”
(casi cien veces). Aunque el libro trata de la conducta humana, nos hace ver
constantemente la fuente de esa conducta, es decir, la condición del corazón. La
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palabra hebrea del Antiguo Testamento para corazón (leb) se usaba raramente para
referirse al órgano físico, más bien se refería a la totalidad de la vida interior del ser: las
emociones, la voluntad, el intelecto y la personalidad. Para que haya un verdadero
cambio en la conducta exterior, tiene que comenzar desde dentro del corazón.
La sabiduría bíblica alcanza su cumplimiento más elevado en Jesucristo, que es la
sabiduría misma de Dios. Solamente el evangelio de Cristo puede producir un
verdadero cambio en el corazón y hacer “sabio para salvación” al hombre (2 Timoteo
3:15).
Propósito
Al tratar sobre la literatura sapiencial, ya hemos hablado del propósito del libro, es
decir: dirigir a los creyentes para que lleven vida piadosa. Martín Lutero dijo en su
introducción al libro de los Proverbios: “Justicieramente se podría decir que es el libro
de las buenas obras puesto que en él se enseña a actuar con probidad ante Dios y ante
el mundo”. También indica que Salomón “se dirige especialmente a la querida
juventud”.
Otro autor ha notado que el libro de Proverbios “es como una medicina”. Aunque
no se puede vivir únicamente de él (ya que no se centra en el plan de salvación en
Jesucristo), “uno lo puede utilizar frecuentemente, pero no en grandes dosis. La
‘medicina’ de los Proverbios es sin impurezas de tal manera que sus consejos vienen en
forma altamente concentrada”.
El libro de Proverbios destaca la superioridad de la vida piadosa sobre la impía: a
veces, la gente impía prospera (Eclesiastés así lo indica), y a menudo el bueno sufre (vea
Job); sin embargo, al final, la vida justa es mejor.
El libro de Proverbios nos dirige, no solamente a la vida piadosa, sino que también
nos muestra la necedad de la vida impía que termina en el dolor y en la ruina. A este
respecto, Proverbios nos capacita para los hechos duros de la vida.
Para vivir como Dios quiere, necesitamos conocimiento. ¿Cómo podremos hacer lo
correcto, si no sabemos lo que es? Nosotros también necesitamos confianza; confiar
que lo que Dios nos dice que es lo correcto, incluso cuando vaya contra nuestros
propios instintos. Proverbios 3:5, 7 dice: “Fíate de Jehová con todo tu corazón, y no te
apoyes en tu propia prudencia.… No seas sabio en tu propia opinión”.
Podríamos resumir así el propósito de este libro: el Libro de los Proverbios nos lleva
a conocer la sabiduría de Dios y a confiar en ella para llevar vida recta.
A diferencia de la mayoría de los otros libros del Antiguo Testamento, el de
Proverbios no se concentra en la nación hebrea, el pueblo de Israel. En realidad, el
término Israel no aparece en el libro, cuyo carácter es general a través de toda su
extensión. Sus observaciones se vinculan con situaciones familiares: la vida tanto en el
medio rural como en el urbano, los negocios, la política, y lo militar. Estas observaciones
son aplicables a las personas de todos los tiempos y lugares.
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Poesía
Como el libro de los Proverbios es parte de la literatura de sabiduría de las
Escrituras, por eso aparece también en la lista de los libros poéticos de la Biblia,
acompañado de: Job, Salmos, Eclesiastés, y del Cantar de los Cantares.
La característica principal de la poesía hebrea no está en la rima ni en el ritmo, sino
en el paralelismo. Eso significa que la línea de un verso es seguida por un pensamiento
paralelo. Hay tres clases de paralelismo: sinónimo, antitético y sintético.
En el paralelismo sinónimo las líneas poéticas repiten el mismo pensamiento en
palabras diferentes. Veamos dos ejemplos:
Los malos se inclinarán delante de los buenos,
Y los malvados a las puertas del justo (14:19).
La boca del necio le acarrea quebranto,
Sus labios son trampas para su propia vida (18:7).
En el paralelismo antitético se presentan pensamientos opuestos o contrastantes:
El justo come hasta saciarse;
Pero el vientre de los malos quedará vacío (13:25).
El corazón alegre es una buena medicina;
Pero el espíritu triste seca los huesos (17:22).
En el paralelismo sintético el pensamiento de la primera línea se amplía en la
siguiente:
La cordura del hombre aplaca su furor,
Y un honor le es pasar por alto la ofensa (19:11).
El comprador dice: Malo, malo;
Pero cuando se va, se jacta por la compra (20:14).
A veces el paralelismo hebreo incluye más de dos líneas, pero se aplican los mismos
principios básicos. Una serie de versículos del libro de los Proverbios enseña verdades
importantes por medio de comparaciones o semejanzas. Por ejemplo, Proverbios 25:11
dice:
Manzana de oro con figuras de plata
Es la palabra dicha como conviene.
Lugar en la Biblia
En el Nuevo Testamento aparecen más de veinte citas tomadas del libro de
Proverbios. Eso demuestra que los escritores inspirados del Nuevo Testamento lo
reconocieron como parte de las Escrituras. Santiago 4:6 lo dice muy claramente: “… Por
esto dice [la Escritura, vea el versículo 5]: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los
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humildes”. Esta es una cita de Proverbios 3:34, y Santiago se refiere a ella como la
Escritura.
Por un tiempo, algunos de los eruditos judíos cuestionaron si los Proverbios
pertenecían a la Biblia. Pensaban que había una contradicción entre Proverbios 26:4 y 5
(que trataremos en el comentario acerca de estos versículos), y se sintieron molestos
por lo explícito de algunos de los pasajes del libro contra el adulterio (como 7:7 ss). Sin
embargo estas objeciones son tan débiles y el apoyo del Nuevo Testamento es tan
fuerte, que es firme el lugar que tiene el libro en las Escrituras.
Bosquejo
El libro de Proverbios no encaja en nuestras concepciones modernas acerca de
cómo un libro debe ser cuidadosamente bosquejado para que sus ideas fluyan fácil y
progresivamente. Eso no le quita valor ni utilidad; un erudito lo ha descrito de esta
manera: “Proverbios es realmente una colección de dichos sin distribución, bosquejo,
orden ni progresión. Sin embargo, cuando uno lo piensa, resulta que la vida es así”.
Aunque no sigue un patrón definido, el libro se divide en varias unidades o
secciones. Es útil que pensemos en él, no tanto como una sola unidad, sino como una
colección de dichos sabios compilada en varias épocas y que finalmente se reunieron en
lo que ahora es el Libro de los Proverbios. El libro se divide en seis partes principales y
algunas secciones dentro de ellas:
Prólogo: propósito y tema (1:1–7)
Exhortaciones a adoptar la sabiduría (1:8–9:18)
Diez discursos para los jóvenes (1:8–7:27)
Siete apelaciones de la sabiduría (8:1–9:18)
La primera colección de los proverbios de Salomón (10:1–22:16)
Apéndices a la primera colección (22:17–24:34)
Dichos de los hombres sabios (22:17–24:22)
Dichos adicionales de los hombres sabios (24:23–34)
La segunda colección de los proverbios de Salomón
Colección de Ezequías (25:21–29:27)
Apéndices a la segunda colección (30:1–31:31)
Dichos de Agur (30:1–33)
Dichos del rey Lemuel (31:1–9)
Epílogo: la mujer de noble carácter (31:10–31)
A partir de este bosquejo podemos ver que la esencia del libro consiste en las
colecciones de proverbios de Salomón a las que se han añadido otras que hemos
llamado “apéndices”. Al leer el libro notaremos algunas repeticiones y diferencias entre
las dos colecciones de proverbios de Salomón. En tanto que la primera está dirigida a la
juventud, la segunda está orientada a gente de mayor edad, especialmente hacia los
que ocupan cargos de responsabilidad.
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Ahora, hemos llegado al momento de entrar en el Libro de los Proverbios. Notemos
los distintos tipos de poesía, pero lo más importante es que saboreemos cada preciosa
verdad. Apliquémosla a nuestras propias circunstancias, y pidámosle a Dios que nos
ayude a ponerlas en práctica. Dios enriquecerá sobremanera nuestra vida al vivirla en la
sabiduría de los Proverbios.
PRÓLOGO
PROVERBIOS 1:1–7
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nos hemos hecho sabios en los caminos de Dios, tenemos que permitir que ellos
gobiernen nuestra vida. En ambos pasos, dependemos del Señor. Nuestro conocimiento
de él y de su voluntad viene a través de su Palabra, la Biblia; el deseo y la capacidad
para aplicar este conocimiento vienen a través del Espíritu Santo que obra en la
Palabra. Filipenses 2:13 nos lo recuerda: “Dios es el que en vosotros opera tanto el
querer como el hacer, por su buena voluntad”.
En la Introducción hablamos de la palabra “sabiduría” (hebreo hokmah, véase la
página 4). En otras partes del Antiguo Testamento se usa esta palabra para designar las
habilidades de un artesano, y aparece más de cuarenta veces en Proverbios, donde se
concentra en la habilidad de hacer la vida agradable delante de Dios en el mundo impío.
Un comentarista advierte: “No se pretende sagacidad, ni aprendizaje abstracto, ni
especulación filosófica, sino la comprensión de los principios que controlan y dirigen la
vida humana hacia lo más elevado y a lo mejor”. El énfasis principal del libro de
Proverbios está en la sabiduría práctica.
La disciplina es otro de los conceptos claves en Proverbios; consiste en la cualidad
de ser capaces de seguir y aplicar cabalmente la sabiduría que Dios nos ha dado. La
podríamos llamar autodisciplina. Los antiguos rabinos judíos tenían un dicho: “Los
malvados están bajo el control de sus impulsos, pero los justos tienen los suyos bajo
control”.
Es muy importante que tengamos presente la autodisciplina, ya que nuestra
sociedad alienta justamente lo opuesto. De mil maneras distintas se nos dice: “¡Si te
sientes bien al hacerlo, hazlo!” Se nos exhorta a que sigamos nuestros impulsos en lugar
de controlarlos. Como resultado, tenemos una sociedad atrapada en los horrores de los
problemas masivos con: la droga, las relaciones sexuales ilícitas, la falta de
responsabilidad en el hogar, en la escuela, y en el trabajo; así como una tendencia
general en las personas a hacer lo que les venga en gana: la ética de “primero yo”.
El libro de Proverbios no les quita a las emociones lo que les corresponde. El gozo y
la satisfacción, tienen su lugar, pero sólo encuentran su plenitud cuando los
mantenemos dentro de los límites de la Palabra de Dios. Dios establece las reglas para
la vida, no para hacernos infelices, sino para darnos la felicidad real y duradera.
El versículo 2 presenta otra de las palabras claves de Proverbios, el término
“entendimiento” (binah, vea la Introducción en la página 4). Esta palabra se relaciona
con el concepto espacial “entre” y se refiere a la habilidad para establecer distinciones.
El joven rey Salomón pidió este tipo de sabiduría al comienzo de su reinado: “Concede,
pues, a tu siervo un corazón que entienda para juzgar a tu pueblo y discernir entre lo
bueno y lo malo” (1 Reyes 3:9).
La vida nos pide constantemente que distingamos entre lo que es bueno y lo que es
malo, o entre lo que es una elección sabia y una que es todavía mejor. La manera como
hagamos la selección determinará en mucho el curso de nuestra vida. Al enfrentarnos a
decisiones vitalmente importantes: ¿cómo distinguimos entre las opciones? ¿Actuamos
solamente por impulso? ¿Seguimos los consejos de los amigos? ¿Leemos libros para
poder entender mejor? Todos estos son factores importantes en las decisiones de la
vida; pero es todavía más importante que consultemos la Palabra de Dios (incluyendo el
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consejo escrituralmente sabio de: amigos cristianos, consejeros, y pastores) y que le
pidamos al Señor en oración que nos guíe.
El versículo 3 es paralelo con el 2; con otras palabras nos habla nuevamente de
aumentar los conocimientos, y continúa para aplicar lo que es correcto: “para adquirir
[literalmente, para aferrarse a] instrucción y prudencia, justicia, juicio y equidad”. La
vida cristiana no se limita al servicio de adoración ni al estudio bíblico, siempre va más
allá de eso y se expresa en actos. La Biblia nos presenta muchas veces esta verdad; un
libro entero, el de Santiago, trata de este asunto: “Hermanos míos, ¿de qué
aprovechará si alguno dice que tiene fe y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarlo? … Así
también la fe, si no tiene obras, está muerta en” (Santiago 2:14, 17).
El ejemplo supremo de estas características es Jesucristo; su amor hacia nosotros
era y es activo. Él, el eterno hijo de Dios, dejó su trono celestial y vino a este mundo
donde, asumiendo la naturaleza humana en carne y hueso, llevó la vida perfecta,
haciendo bien a los demás, y después murió como el sacrificio para pagar por nuestros
pecados. Jesús nos dice: “Éste es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo
os he amado” (Juan 15:12). El libro de los Proverbios se dirige al mismo fin: el amor en
acción.
Fijémonos que los versículos 2 y 3, se dirigen a la persona que estudia el Libro de
Proverbios, que es quien debe “aprender” y “adquirir”: sabiduría, disciplina, y
entendimiento. En los versículos siguientes Salomón ya no se dirige al estudiante sino al
instructor, que es el que debe suministrar el conocimiento a la vez que aumenta a su
propio caudal de aprendizaje.
Ya sea que se nos enseñe, o que estemos ayudando a que otros aprendan, el libro
de los Proverbios es para nosotros.
1:4–6. La raíz de la palabra que se traduce como “ingenuo” significa “estar abierto”,
y se refiere a la persona de opiniones indecisas ampliamente abierta y susceptible tanto
a las malas como a las buenas influencias. La palabra que se traduce como “jóvenes”
significa persona sin experiencia.
Por ellos mismos, no es probable que los jóvenes y los ingenuos encuentren la
verdadera sabiduría. La idea de que esas personas escogerán por ellas mismas el mejor
curso de acción carece de base bíblica. Siendo pecadores por naturaleza, estamos
inclinados a seguir la senda del menor esfuerzo; es decir, la que satisfaga nuestra
inclinación personal a actuar por egoísmo y por la codicia o cualquier cosa que
aparentemente convenga mejor a nuestros intereses personales, sin pensar mucho en
lo que Dios quiere ni en lo que pueda ser mejor para los demás. Es especialmente
insensato suponer que de algún modo los jóvenes abandonados a ellos mismos harán lo
que es mejor. Algunos padres descuidan la preparación espiritual de sus hijos con la
idea de que ellos decidirán por ellos mismos cuando sean mayores. También esto es
contrario a la Palabra de Dios que nos enseña a “criarlos” en disciplina y amonestación
del Señor” (Efesios 6:4).
A través del libro de Proverbios vamos a encontrar muchas palabras diferentes para
designar la sabiduría al igual que lo opuesto, la necedad. Al hablar de los “ingenuos” y
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de los “jóvenes” el versículo 4 se refiere a personas que están atrapadas en dos tipos de
necedad. Los jóvenes están necesitados de instrucción, en tanto que los ingenuos
pueden haber tenido alguna, pero son crédulos y fácilmente son desviados hacia el mal.
Unos y otros carecen de sabiduría porque les falta la experiencia práctica, y ambos
necesitan ser instruidos. La insensatez de estos no es tan grave como la de los que
saben más y pese a eso desprecian la Palabra de Dios.
El versículo 5 va dirigido hacia los que ya están entre los “sabios” e “inteligentes” y
que sin embargo, todavía necesitan añadir a su aprendizaje; todavía necesitan de guía.
Mientras más sabios nos hagamos en la vida piadosa, más nos damos cuenta de cuánto
nos falta por andar. Como escribió San Pablo: “Ahora vemos por espejo, oscuramente;
pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte, pero entonces conoceré
como fui conocido” (1 Corintios 13:12). Luchamos por conocernos a nosotros mismos, a
otros, y a Dios. La vida es también una constante batalla para vivirla: con nosotros, con
otros, y con Dios, de la manera que él quiere que la vivamos. El libro de Proverbios es
nuestra guía en esa lucha.
El versículo 6 habla de entender “proverbios” y “sentencias”, “palabras” de sabios y
sus “enigmas”. Al estudiar Proverbios 1:1 vimos el amplio rango de significados
vinculados con la palabra “proverbio”.
Además de “proverbio”, Salomón usa varias otras palabras para describir los
distintos tipos de dichos de sabiduría. Una de ellas es la palabra que se traduce como
“parábola” en la Nueva Versión Internacional (versículo 6), que es una figura del
lenguaje. Por ejemplo, Proverbios 9:17 dice: “Las aguas robadas son dulces, y el pan
comido a escondidas es sabroso”. Entender este “refrán” es darnos cuenta del
significado que hay tras la figura del lenguaje: se refiere a la atracción de lo prohibido.
Algunas traducciones, como la Reina-Valera edición de 1909, traducen la expresión
“enigmas” o “dichos enigmáticos” como “dichos oscuros”. Esta es la misma palabra que
se usa en 1 Reyes 10:1: “Cuando la reina de Sabá oyó de la fama que Salomón había
alcanzado para honra de Jehová, vino a probarlo con preguntas difíciles [dichos
oscuros]”. El crecimiento en la sabiduría de Dios nos ayudará a encontrar respuestas
para los enigmas de la vida, para sus preguntas difíciles.
1:7. El versículo final del Prólogo es el tema del Libro de los Proverbios, y el lema en
general de los escritos sapienciales de las Sagradas Escrituras. Aunque de forma algo
modificada, lo veremos reaparecer posteriormente en Proverbios (9:10; 15:33), en el
Salmo 111:10 y en Job 28:28.
“El temor de Jehová” es reverencia piadosa; no es terror. En realidad, el temor del
Señor nos libra de los miedos. David, padre de Salomón, lo describió en uno de sus
Salmos:
Busqué a Jehová, y él me oyó,
Y me libró de todos mis temores.
El ángel de Jehová acampa en derredor
de los que le temen,
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Y los defiende.
Temed a Jehová, vosotros sus santos,
Pues nada falta a los que le temen.
(Salmo 34:4, 7, 9)
“El principio” es el punto de partida, el fundamento sobre el que descansa el
verdadero conocimiento. No es algo que dejamos atrás a medida que avanzamos, así
como un atleta, un músico, o un artista consagrado, no abandonan lo básico de su
profesión. Todo se apoya en los fundamentos.
Salomón nos dice que, para vivir como se debe, debemos tener una relación
apropiada con el Señor, el Dios de la gracia fiel y gratuita. Nos debemos someter a él
con reverencia; debemos seguir su Palabra; sólo así estaremos sobre las bases
correctas. De esa manera debemos vivir toda la vida, y no solamente algunas partes de
ella.
En sorprendente contraste con esto, “los insensatos desprecian la sabiduría y la
enseñanza”. El necio, en el libro de Proverbios, es una persona moral y espiritualmente
insensata; pudiera ser altamente inteligente e incluso muy astuto según los patrones
del mundo, pero a la vista de Dios es un necio. Jesús, en la parábola del rico insensato,
habló de ese tipo de hombre; resulta que este era un agricultor y negociante exitoso
que tomó la decisión de construir graneros más grandes para tener donde guardar
todas sus cosechas y después se dijo a sí mismo: “Descansa, come, bebe, diviértete”.
Dios tenía otro plan y le dijo: “Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma, y lo que has
guardado, ¿de quién será?” (Lucas 12:16–21). Aunque según el mundo era sabio, el
hombre no había pensado en Dios y en consecuencia era un insensato. Así ocurre con
todos los que no hacen del temor de Dios el principio del conocimiento.
Ignorar a Dios o ponerlo en último término es “despreciar la sabiduría y la
enseñanza”, es hacer el papel de tonto. Al final el necio tendrá buenas razones para
temer a Dios, no permaneciendo en reverencia ante su asombrosa misericordia, sino
encogiéndose ante de su ira.
A través de todo el resto de los Proverbios veremos este contraste entre la sabiduría
y la insensatez. ¡Dios nos guíe en la primera y nos libre de la segunda!
El Dios trino es la fuente del conocimiento. Él es nuestro Creador, nuestro Salvador,
y nuestro Santificador. Con este punto de partida, entraremos en la sabiduría del libro
de los Proverbios.
14
Diez discursos para los jóvenes (1:8–7:27)
Las Exhortaciones para Adoptar la Sabiduría (Proverbios 1:8–9:18) constituyen una
de las seis divisiones fundamentales del libro, siendo la segunda en tamaño y superada
sólo por la Primera Colección de los Proverbios de Salomón (10:1–22:16). Aunque las
exhortaciones no dicen de forma específica que provienen de Salomón, hay buenas
razones para pensar que son suyas. El encabezamiento de todo el libro dice “Los
Proverbios de Salomón”; además, las porciones que no han sido escritas por él
nombran a sus autores específicos (vea 30:1; 31:1).
Las Exhortaciones se dividen en dos secciones. La primera consta de los Diez
Discursos Para los Jóvenes (1:8–7:27), dirigidos al “hijo mío” o a los “hijos”. Esta sección
está encaminada a guiar a la juventud hacia la madurez en las cosas de Dios. La segunda
sección son las Siete Apelaciones de la Sabiduría (8:1–9:18).
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incrédulo. En la parábola del banquete de bodas (Mateo 22:1–14), Jesús describe a un
rey que envía a sus sirvientes a las calles para invitar a la gente a la boda de su hijo. El
Salvador concluye la parábola con estas palabras: “Pues muchos son llamados, pero
pocos escogidos”.
El Libro de Proverbios continúa hablando de lo que sucede cuando la gente no le
presta atención al llamado:
1:22–27. Al enseñar el camino de la sabiduría a través de los escritores inspirados, el
Señor emplea a menudo el contraste. Como un artista hábil que sitúa su objeto contra
un trasfondo contrastante, el Señor pone la gema brillante de la sabiduría contra el
sombrío telón de fondo de la necedad. Aquí vemos algo de ese telón.
Es importante recordar que cuando la Biblia en general, y el libro de Proverbios en
particular, habla de necedad o insensatez, señala una situación moral y espiritual. No
debemos confundir esto con falta de capacidad académica o con bajo cociente
intelectual. Es por esto que algunas personas que son geniales pueden resultar necias
ante los ojos de Dios. Por ejemplo, los Salmos 14:1 y el 53:1, afirman: “Dice el necio en
su corazón: No hay Dios”.
En Proverbios, el necio es aquel quien no tiene el adecuado temor de Dios y por eso
se puede apartar fácilmente de lo que Dios dice, o simplemente lo ignora.
Salomón usa diversas palabras hebreas para describir al necio. Una de ellas
corresponde a las personas que son crédulas o, como bien la traduce la Versión Reina-
Valera 1977, “simples”. También podríamos describirlo como ingenuo e inexperto: vaga
sin propósito definido hasta que cae víctima fácil de la tentación. De los distintos tipos
de necio, éste es uno de los menos endurecidos si lo comparamos, por ejemplo, con el
necio que dice que no hay Dios.
Si este “simple” no aprende, puede caer entonces hasta el próximo nivel de
insensatez y convertirse en un “necio” hecho y derecho. Pese a que los distintos
términos hebreos para insensato tienen diferentes matices de significado, todos ellos se
aplican a la persona que cree y vive contrariamente a lo que enseña la Palabra de Dios.
En las páginas de los Proverbios, nos encontramos además del insensato con otros
personajes indeseables. Al igual que el necio, ellos hacen un marcado contraste con los
hijos de Dios. Uno es “el que se burla”, (que se traduce a veces como “escarnecedor” en
la versión Reina-Valera 1995). A diferencia del sabio, este individuo prefiere burlarse de
otros antes que recibir crítica constructiva. “No reprendas al escarnecedor para que no
te aborrezca; corrige al sabio, y te amará” (9:8).
Otro conocido que llegará a nuestra galería de los impíos es el “perezoso”.
Ya sea observando: al insensato, al cínico, o al perezoso, el creyente se dará cuenta
de que “si no fuera por la gracia de Dios ahí estaría yo”. El rey Saúl comenzó sabiamente
su reinado, pero cayó en el pecado y tuvo que admitir: “He obrado neciamente” (1
Samuel 26:21). Hasta el autor del Libro de los Proverbios, el sabio rey Salomón, se vio
convertido él mismo en esta clase de insensato, que posteriormente cayó en la idolatría
(1 Reyes 11:4–11).
Al final, los que persistan en la impiedad se encontrarán con el rechazo de Dios.
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Aunque en su sabiduría Dios derramará su “espíritu” en el corazón de ellos (versículo
23, o como lo dice la Nueva Versión Internacional, abrirá “su corazón”), cuando no
recibe más que rechazo, la sabiduría deja de llamar. Eso ocurre con individuos, con
naciones completas (vea Isaías 1:4), y con cuerpos eclesiásticos. El propio Jesús tuvo
que anunciarles esta severa realidad a algunos de sus seguidores: “Las palabras que yo
os he hablado son espíritu y son vida. Pero hay algunos de vosotros que no creen” (Juan
6:63–64).
Cuando el Señor dice: “Me reiré en vuestra calamidad” no es que no tenga corazón,
estas palabras son más bien una referencia a lo absurdo de la incredulidad. El término
hebreo que se traduce como “torbellino” en el versículo 27 se refiere a una tormenta
que causa estragos. Ese es el fin de los que insensatamente rechazan la sabiduría de
Dios.
1:28–33. De nuevo recordamos las palabras del Salvador; esta vez, les hablaba a los
fariseos: “…Yo me voy, y me buscaréis, pero en vuestro pecado moriréis; a donde yo
voy, vosotros no podéis ir” (Juan 8:21).
Mucha gente posterga la Palabra de Dios, considerándola como algo de lo que se
ocuparán más tarde en la vida: “Yo me voy a ocupar de eso cuando esté viejo y retirado,
y ya no tenga otra cosa que hacer”. Esa es la actitud de muchos, pero el hecho trágico
es que la mayoría de los que rechazan la Palabra en su juventud tampoco la
comprenderán en la vejez; su corazón y su mente estarán demasiado endurecidos.
Dejar las cosas para más tarde no es una virtud, especialmente en materia espiritual,
“en tiempo aceptable te he oído; y en día de salvación te he conocido” (2 Corintios 6:2).
Felizmente, esta sección de advertencias concluye con una nota positiva.
Quienquiera que escuche al Señor disfruta de seguridad y de libertad del temor. El
Señor vela por nosotros y nos protege físicamente. Incluso si permite que el daño
corporal llegue a nosotros, sabemos que espiritualmente, por toda la eternidad,
descansaremos en sus brazos omnipotentes.
Solamente por la gracia de Dios y a través de su Palabra, es que podemos hacernos
sabios y continuamos aumentando en sabiduría. La cura contra la necedad es hacer de
las palabras de Dios nuestra diaria compañía y tomarlas en serio.
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guardamos en el corazón. Fijémonos que la adquisición de la Sabiduría de Dios, parece
crecer en intensidad: primero es asunto de aceptarla y guardarla, después se convierte
en un clamor y en una búsqueda como la de un tesoro escondido. Job también habló de
la sabiduría divina, como de un tesoro raro y escondido: “No se le pueden comparar el
oro ni el diamante, ni se la cambiará por alhajas de oro fino” (Job 28:17).
La palabra “mandamientos” que aparece en el versículo 1 no es sólo una referencia
a los Diez Mandamientos (Decálogo), sino a todas las palabras de Dios. Es muy
importante que los padres cristianos les enseñen a sus hijos las “Sagradas Escrituras, las
cuales te pueden hacer sabio para salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (2 Timoteo
3:15).
Los primeros cuatro versículos de este discurso establecen una condición: “Si
recibes mis palabras”, etc. A partir de esta condición siguen cinco conclusiones, que son
las siguientes:
• “Entonces entenderás el temor de Jehová…” (versículos 5–8).
• “Entonces entenderás justicia, juicio y equidad…” (versículos 9–11).
• “La sabiduría te librará del camino de los malvados…” (versículos 12–15, NVI).
• “Serás librado de la mujer extraña…” (versículos 16–19).
• “Así andarás por el camino de los buenos…” (versículos 20–22).
Si buscamos la sabiduría divina, se derramarán sobre nosotros muchas bendiciones,
tanto terrenales como espirituales. Eso se asemeja a esta observación de Jesús: “Buscad
primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”
(Mateo 6:33).
Queda el hecho de que muchas personas sencillamente no buscan esa sabiduría;
algunos porque no la consideran importante, otros porque no están interesados en
Dios ni en sus cosas. Algunos porque se preocupan nada más que por los deleites de
esta corta vida, o por creer que la sabiduría es solamente para los de educación
superior. Y otros porque piensan que ya saben lo suficiente. Cualquiera que sea la
razón, resulta un trágico descuido. En nuestra época materialista y superficial,
deberíamos mirar por encima del oropel atrayente de las posesiones y de los placeres
temporales de la vida, hacia los tesoros eternos de la Palabra de Dios.
La búsqueda de la sabiduría, encuentra su recompensa en “el temor de Jehová” y en
“el conocimiento de Dios”. Estas son expresiones que un comentarista ha descrito
como, “los dos términos clásicos del Antiguo Testamento para la verdadera religión: los
polos del asombro reverente y de la intimidad”. Martín Lutero define lo que significa
para el creyente el temor de Dios: “Temer a Dios es simplemente servirle interiormente
con el corazón, y exteriormente con nuestras acciones, y esto consiste en honrarlo y
reverenciarlo”6
En la medida en que crecemos en el conocimiento de Dios, más asombrados
quedamos de su grandeza y de su amor en Jesucristo, “en quien están escondidos todos
los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (Colosenses 2:3).
La sabiduría divina implica mucho más que el conocimiento intelectual, significa
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andar en los caminos de Dios:
2:9–11. Viajar por la vida es una peregrinación. A medida que andamos podemos
decir con David, el padre de Salomón: “Jehová es mi pastor… Junto a aguas de reposo…
me guiará por sendas de justicia… Aunque pase por valle de sombra de muerte, no
temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo…” (Salmo 23).
A lo que David describe en el más famoso de todos los Salmos como “sendas de
justicia”, Salomón lo llama “todo buen camino”. El asunto no consiste en que tomemos
un mapa de carreteras y planeemos sobre él toda nuestra vida; eso es imposible. No,
nosotros sencillamente vivimos cada nuevo día con el Señor, prestando atención a lo
que él dice en la Biblia y hablándole en oración. Ése es el camino de la sabiduría.
En contra del decir popular, la ignorancia no es felicidad. El conocimiento de Dios sí
lo es, pues trae la paz: de corazón, de alma, y de mente, que no se puede comprar. Tal
como lo expresa otro decir: “Sin Jesús no hay paz. Conoce a Jesús y conocerás la paz”
Dios no nos promete que nunca vamos a enfrentar los dolores físicos ni los peligros
en esta vida; sin embargo, la sabiduría nos libra de los que nos causamos nosotros
mismos, y al final nos mantiene espiritualmente seguros para siempre.
2:12–15. En nuestro mundo infestado de pecado, es difícil encontrar un hombre
honesto. Las palabras de los que “hablan perversamente” (literalmente “al revés”), las
mentiritas blancas, las verdades a medias, y las insinuaciones engañosas, son partes de
la vida diaria. Sea que nos importe admitirlo o no, ninguno de nosotros es
completamente honesto, ni con los demás, ni siquiera con nosotros mismos.
Sin embargo, hay quienes hacen de la deshonestidad un modo de vida. Puede ser
dando una declaración falsa en su declaración de impuestos o engañando a su esposa.
El caso es que tienen poco tiempo para los tratos honestos y veraces. La pregunta de
Pilato: “¿Qué es verdad?” (Juan 18:38), no les interesa.
No sólo las palabras y los actos deshonestos, juegan un papel fundamental en este
mundo, también lo hacen la deshonestidad descarada y sin tapujos. A menudo,
individuos descaradamente malvados se hacen ricos y famosos. Vemos esto y el diablo
susurra en nuestro oído: “Si no puedes vencerlos, únete a ellos”.
El versículo 13 habla de “caminos rectos” en oposición a “sendas tenebrosas”. La
Biblia asocia lo recto con lo justo, de la misma manera que utiliza la luz para simbolizar
el bien y la oscuridad para representar el mal.
Los que dejan los caminos rectos para andar en los oscuros, pueden llegar a
“alegrarse” y “complacerse” en ese estilo de vida. Al principio pueden encontrar
repulsivo el mal, después comienzan a meterse en él y no les parece tan malo;
finalmente se unen a los que “al mal llaman bien, y al bien, mal” (Isaías 5:20). Es por
esto que resulta decisivo e importante no involucrarse con los malvados.
La sabiduría nos libra de esas personas. Fue esta Sabiduría de Dios la que libró a
Asaf que desalentado suspiraba: “Tuve envidia de los arrogantes, viendo la prosperidad
de los impíos” (Salmo 73:3). Dios le guió a comprender “el fin de ellos… en una
completa ruina… asolados de repente… Perecieron, se consumieron en terrores…”
20
(Salmo 73:17–20).
Además de salvarnos del hombre malvado, la sabiduría también nos salva de la
mujer malvada:
2:16–19. La palabra hebrea que se traduce como “extraña” en la Versión Reina-
Valera 1995, se traduce también como “ajena” en la Nueva Versión Internacional, y
como “ajena” o “adúltera” en la Biblia de la Editorial Ortells, 1995. Toda mujer, excepto
nuestra propia esposa, debe estar fuera de nuestros límites, es decir, que debe se le
considerar extraña o ajena en materia de intimidad sexual.
La prostitución era una costumbre en las idólatras naciones que limitaban con el
antiguo Israel. El pueblo escogido de Dios se debía mantener puro de la falsa adoración
de esas naciones y de sus estilos inmorales de vida. Pero la tentación siempre estaba
allí; es por eso que los Proverbios tienen varias advertencias fuertes contra la
inmoralidad sexual. Triste es decirlo, pero el pueblo de Dios no siempre hizo caso de
esas advertencias. Por ejemplo, el profeta Jeremías se lamentó diciendo: “La tierra está
llena de adúlteros” (23:10).
No sabemos exactamente lo que implicaba una ceremonia matrimonial en el
Antiguo Testamento, pero el versículo 17 indica que un voto o pacto era parte de ella.*
En otro lugar Salomón dice enfáticamente que los votos que se hacen ante el Señor no
son para ser tomados a la ligera: “Ni delante del ángel digas que fue por ignorancia”
(Eclesiastés 5:6). Esto es tan cierto hoy como lo fue hace 3,000 años. El matrimonio está
designado para perdurar “hasta que la muerte nos separe”.
Es de interés señalar que “el compañero de su juventud” significa literalmente “el
señor de su juventud”. En Israel las mujeres se casaban a una edad temprana y el
hombre era el jefe de la familia. En los matrimonios cristianos las mujeres deben estar
“sometidas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la
mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia” (Efesios 5:22–23). Por otra parte, se les
dice a los esposos: “Amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se
entregó a sí mismo por ella” (Efesios 5:25).
Desgraciadamente nuestra época no alcanza ese ideal. “La tierra está llena de
adúlteros”… y de matrimonios deshechos e infelices. Necesitamos el perdón y la
fortaleza del Señor.
En tiempos del Antiguo Testamento, el adulterio exigía la pena de muerte (Levítico
20:10). Aunque esa no es la situación de hoy en día, nuestros periódicos relatan muchos
casos en los que un esposo ofendido o una esposa airada, toman el asunto en sus
propias manos y matan. Incluso si eso no sucediera, siempre estarían los
remordimientos de conciencia con los que tienen que vivir los adúlteros.
El adulterio produce mucho más que unas consecuencias desdichadas en esta vida:
lleva a la muerte espiritual. Los que no se arrepientan de su inmoralidad, irán al
infierno: “Ni los fornicarios, ni los idólatras ni los adúlteros… heredarán el reino de
Dios” (1 Corintios 6:9–10).
2:20–22. Los versículos finales del primer discurso al “hijo mío” describen la
21
situación feliz de los piadosos y el fin desgraciado de los malvados. Estos versículos se
refieren nuevamente a la condición original del discurso: “Si recibes mis palabras y
guardas mis mandamientos… Si inclinas tu corazón a la prudencia… Si clamas a la
inteligencia… Si como a la plata la buscas…”
Entonces seguirán las bendiciones: una de ellas es andar en el mismo camino con
otros que van en la dirección correcta; otra es vivir en la tierra de los “rectos” y de los
“íntegros”.
Dios le había prometido la tierra de Canaán a su pueblo del Antiguo Testamento.
Antes de que entraran a ella, esa promesa iba acompañada de una advertencia que el
Señor dio mediante su siervo Moisés: “Si no cuidas de poner por obra todas las palabras
de esta ley [de Dios]… seréis arrancados de sobre la tierra a la cual entráis para tomar
posesión de ella” (Deuteronomio 28:58–63).
Cinco siglos después de Moisés, y después de la muerte del rey Salomón, el pueblo
pasó por alto esa advertencia, y esto produjo frutos espantosos. La nación se apartó de
los caminos de Dios; se dividió en dos reinos, el del Sur y el del Norte, y finalmente
ambos fueron llevados al exilio; y el del Norte ya no pudo regresar jamás.
En el Sermón del Monte, Jesús hizo una promesa similar. “Bienaventurados los
mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad” (Mateo 5:5). Los que confían
humildemente su vida a Dios disfrutan de sus bendiciones en cualquier tierra en que
vivan. En realidad, naciones enteras prosperan y se hacen fuertes donde florece el
evangelio. Ay, pero lo inverso también es cierto: la incredulidad arrogante y
autosuficiente lleva tarde o temprano a la pérdida de las bendiciones de Dios.
Por supuesto, la más preciosa de todas las tierras de promisión es el cielo: es el
regalo de Dios mediante Jesucristo. ¡Señor, líbranos de perderla por maldad e
incredulidad! ¡Guíanos día a día en la senda de esa querida tierra de reposo!
22
tierra…” (Éxodo 20:12) y a la vinculada con el amor a Dios: “Escoge, pues, la vida para
que vivas tú y tu descendencia; amando a Jehová tu Dios… pues él es tu vida, así como
la prolongación de tus días; a fin de que habites sobre la tierra…” (Deuteronomio
30:19–20).
Además de la larga vida, Dios promete “paz” o como dice la versión Nueva Versión
Internacional “prosperidad”. La palabra “shalom”, muy común en hebreo, abarca un
amplio rango de conceptos: paz, armonía, integridad, prosperidad; en fin, todo lo que
hace a la vida digna de ser vivida.
Permanecer cerca de Dios y de su Palabra trae con frecuencia bendiciones
terrenales, como vida larga y tranquila. En Jesucristo, podemos alcanzar la plenitud de
esta promesa; a través del Salvador disfrutamos de paz con Dios y de la vida eterna.
3:3–4. La misericordia y la verdad, o como dice la Nueva Versión Internacional: el
amor y la verdad, son dos conceptos claves en el Antiguo Testamento. Ambos
encuentran su fuente en Dios, el dador de todos los buenos dones.
El amor de Dios, tal como se expresa en Jesús, también se refleja en nuestras vidas.
“Este es mi mandamiento”, dice Jesús: “Que os améis los unos a los otros, como yo os
he amado” (Juan 15:12).
Nuestra palabra “amén” proviene de la hebrea para fidelidad. Unida a ella, están las
ideas de veracidad y honestidad. Estas son otras características que se reflejan en la
vida del pueblo de Dios.
Llevamos puestas estas virtudes al igual que un adorno, es decir, como una forma
de glorificar a Dios y de servir a otros. En Deuteronomio 6:8, Moisés les dijo a los
israelitas: “Las atarás [las palabras de Dios] como una señal en tu mano, y estarán como
frontales entre tus ojos”. Los judíos copiaban porciones de las Escrituras, las ponían
dentro de cajitas llamadas filacterias y las llevaban sobre la frente y en el dorso de la
mano; sin embargo muchos de ellos no captaban el sentido del ritual. Jesús habló
contra la actitud de muchos líderes religiosos de su tiempo: “Hacen todas sus obras
para ser vistos por los hombres. Pues ensanchan sus filacterias…” (Mateo 23:5). Ese era
un exhibicionismo hipócrita.
Usar la Palabra de Dios significa mucho más que usar una filacteria (o una cadenita
con una cruz, o un broche en la solapa): significa vivir de la manera que sea agradable a
Dios y de beneficio para el prójimo. Reflejando las palabras de Proverbios, se nos dice
que, siendo niño de doce años, “Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para
con Dios y los hombres” (Lucas 2:52).
Este es el modelo para los hijos de Dios hoy día… sin importar la edad que
tengamos.
3:5–6. La verdadera sabiduría consiste en prestarle atención a Dios, incluso cuando
su Palabra vaya en contra de lo que nosotros pudiéramos pensar que es lo mejor. Este
proverbio resulta difícil ya que tenemos la tendencia a apoyarnos en nuestro propio
entendimiento. Por ejemplo, la sabiduría humana nos podría decir que recurramos: a la
mentira, a la calumnia, al adulterio, al divorcio que no está permitido por las Escrituras,
23
al robo, al aborto, a la cobardía, u a otras opciones pecaminosas, para escapar de
algunas de las situaciones desagradables de la vida. Al final, de ninguna manera esas
“soluciones” serán soluciones. Además, la sabiduría humana, dejada a ella misma, no es
capaz de entender las grandes tragedias de la vida ni de enfrentarse a la muerte.
En lugar de la sabiduría humana, confiamos en el Señor, nos apoyamos en él y lo
reconocemos. Confiar en él, es entregarle enteramente nuestra vida. Apoyarnos en él es
precisamente lo que el término indica. Por supuesto que debemos tener la confianza de
que Dios no se va a apartar, para que nosotros caigamos de bruces sobre el rostro.
Reconocerle es literalmente “conocerlo”. Debemos estar bien familiarizados con Dios a
través de su propia revelación: la Biblia; todo lo demás depende de esto. No llegaremos
a confiar ni a apoyarnos en él, hasta que sepamos realmente cómo es él.
Cuando los israelitas enviaron doce hombres para explorar la tierra donde debían
entrar, solamente dos, Josué y Caleb, confiaron que Dios se la iba a dar. Los otros diez
tuvieron temor: “Pero el pueblo que habita aquella tierra es fuerte, y las ciudades muy
grandes y fortificadas… No podremos subir contra aquel pueblo, porque es más fuerte
que nosotros” (Números 13:28, 31). Pero Caleb dijo: “Subamos luego, y tomemos
posesión de ella; porque más poderosos somos nosotros que ellos” (Números 13:30).
El Señor, ensalzó a Caleb “por cuanto hubo en él otro espíritu, y decidió ir en pos de
mí” (Números 14:24). Josué y Caleb, fueron los únicos de esa generación a quienes Dios
les permitió que entraran en la Tierra Prometida. Ellos habían encontrado su apoyo en
Dios y no en su propio entendimiento.
Hoy Dios es tan amoroso y tan poderoso como entonces. Aún ahora, “enderezará
tus veredas” quitando obstáculos y ayudándonos a seguir el camino que debemos.
Confiemos en él.
3:7–8. “No seas sabio en tu propia opinión” es otra forma de decirnos, que no nos
apoyemos en nuestro propio entendimiento. Un comentarista lo dice en otras palabras:
“No te tomes demasiado en serio a ti mismo”. No obstante, podemos ser
simultáneamente relajados y serios si lo ponemos todo en las manos de Dios.
Si nos entregamos al pecado, no podremos ser de esta forma, pues no conoceremos
otra cosa que una conciencia acusadora y el desagrado del Señor.
En realidad, la salud física está a menudo relacionada con las condiciones mental y
espiritual. En hebreo, el versículo 8 dice literalmente que “los ombligos serán sanados”
y “los huesos serán húmedos”.
3:9–10. De la misma forma en que una vida piadosa puede estar relacionada con el
bienestar físico, también puede traer bendiciones materiales. A los israelitas del
Antiguo Testamento se les pedía que le llevaran, las primicias de sus cultivos y de sus
animales, al sacerdote que actuaba como representante de Dios (Véase Levítico 23:10 y
Números 18:12–13.)
Debían ofrecerle a Dios lo primero y lo mejor que tuvieran. En consideración a ese
dar de acuerdo a cómo les había dicho, el Señor les planteó este desafío: “Probadme
ahora en esto… si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré bendición sobre
24
vosotros hasta que sobreabunde” (Malaquías 3:10). Como la sociedad hebrea era
fundamentalmente agrícola, se pensaba en la riqueza en términos de graneros
desbordantes y de toneles repletos de vino. Desgraciadamente, y con frecuencia, el
pueblo no aceptaba el reto del Señor y le daban las sobras y lo peor de lo que tenían.
Aunque los creyentes de la época del Nuevo Testamento no tenemos reglas en
cuanto a lo que debemos dar, todavía tenemos el desafío del Señor y sus promesas. Por
ejemplo, Jesús dice: “Dad, y se os dará; una medida buena, apretada, remecida y
rebosante os pondrán en el regazo. Porque con la misma medida con que medís, os
volverán a medir” (Lucas 6:38).
Algunas veces esa “buena medida” viene materialmente, otras veces Dios vierte
regalos como la amistad y la felicidad. ¿Cómo respondemos al reto de Dios? Seguros del
amor de Cristo, podemos honrar valiente y generosamente al Señor con nuestros
donativos para su obra, la obra de su iglesia.
Como sabemos, la vida dista de ser un feriado ininterrumpido de salud física y de
riqueza material. Para que no tengamos esta impresión errónea, Salomón pasa a tratar
otro aspecto de la vida.
3:11–12. Junto con los placeres de la vida vienen sus pruebas; ellas también son
bendiciones del Señor. El escritor a los Hebreos, en el Nuevo Testamento, cita de esos
dos versículos de Proverbios al alentar a los cristianos: “Soportáis la disciplina… lo que
nos es provechoso” (Véase Hebreos 12:4–11).
En muchas formas y en numerosos lugares, la Biblia trata el sufrimiento humano
enfocando especialmente las pruebas que los creyentes son llamados a soportar. Por
ejemplo, la totalidad del libro de Job trata de este asunto.
Aunque no siempre nos percatamos de esto en el momento en que ocurren, los
sufrimientos que experimentamos en esta vida son para nuestro bien. En lugar de
molestarse por los problemas, el creyente aprende más bien a reconocerlos como lo
que son. A través de las enfermedades, las penas, y las aflicciones de la vida, nuestro
Padre celestial: nos tiempla, nos enseña a ser pacientes, y nos llama a confiar de una
manera más completa en su fuerza.
Uno de los Salmos lo dice de esta manera: “Bueno me es haber sido humillado, para
que aprenda tus estatutos, [Oh Señor]” (Salmo 119:71). El pasaje que es probablemente
el mejor conocido sobre el tema, tiene lo siguiente para nosotros: “Sabemos, además,
que a los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien, esto es, a los que
conforme a su propósito son llamados.” (Romanos 8:28).
Entonces sabemos que los creyentes amamos a Dios y a su Palabra, no sólo por la
esperanza de las recompensas terrenales, sino porque sabemos que él nos ama en
todas las circunstancias. Job resultó ser el ejemplo ideal de esto; cuando perdió a todos
sus hijos y todas sus posesiones terrenales, exclamó: “Jehová dio, y Jehová quitó; sea
bendito el nombre de Jehová” (Job 1:21).
Este tipo de sabiduría trae la verdadera y duradera felicidad.
3:13–18. Ya hemos visto en este capítulo del libro de Proverbios que la persona con
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sabiduría disfruta de: larga vida, salud, y prosperidad… junto con la disciplina del Señor.
Ahora veamos más de las riquezas de esta sabiduría piadosa. La frase “bienaventurado
[es] el hombre” también se puede traducir como “feliz el hombre”. Esa felicidad
proviene de saber que Dios lo cuida y lo ama.
Excepto por “las riquezas”, las bendiciones de que se habla aquí, están más allá de
lo que el dinero puede comprar: larga vida, honra, comportamiento agradable, paz.
Pero nos preguntamos: ¿no hay muchos fieles cristianos que no disfrutan de esas
bendiciones? Dios siempre cumple sus promesas. Una persona puede ser
materialmente pobre, pero rica en satisfacciones; un creyente puede sufrir pruebas
desagradables o persecuciones, y sin embargo encontrar gran placer en saber que
camina con Dios. Otro hijo del Todopoderoso puede sufrir una muerte prematura,
únicamente para entrar más rápidamente en la eternidad de los cielos.
No debemos buscar el cumplimiento terrenal de esas promesas, ni debemos
descartar esa posibilidad. Dios en su sabiduría trata con nosotros como ve conveniente.
En cualquier momento de la vida podemos tener confianza de que a través de
circunstancias fáciles o difíciles, Dios nos cuida de la mejor manera posible.
El versículo 18 contiene la primera de las cuatro referencias que hay en Proverbios
al “árbol de vida”. (Las otras son: 11:30; 13:12; 15:4) Esto hace que nuestro
pensamiento se remonte al jardín del Edén con su árbol de la vida (Génesis 2:9).
Mediante la verdadera sabiduría, tenemos acceso al cielo mismo, el segundo Edén.
Jesucristo es la sabiduría de Dios, y su cruz es “árbol de vida para los que de ella
echan mano”.
3:19–20. La sabiduría no sólo dirige nuestros pensamientos al pasado del jardín del
Edén, sino aún más atrás, a la propia creación.
En la medida en que la ciencia descubre más de las maravillas del universo, más
podemos entrever la infinita sabiduría de Dios en la creación. Por ejemplo, nuestro
planeta Tierra es en realidad una esfera de 6.5 trillones de toneladas lanzada a través
del espacio a razón de 105,000 km por hora.
Pero la Tierra es diminuta, comparada con el Sol, y el sol es diminuto comparado
con nuestra Vía Láctea que tiene 100,000 años luz de ancho (un año luz equivale a 9.6
trillones de km). A su vez, esta galaxia no es sino una entre billones de otras. Por sobre
todo esto, el Señor vela, controlándolo y manteniéndolo en marcha con precisión.
Salomón se vuelve de la Tierra y los vastos dominios de los cielos al agua de los
inmensos mares y de las nubes. La mención que hace de la división de las aguas puede
ser una referencia al segundo día de la creación: “Luego dijo Dios: Haya firmamento en
medio de las aguas, para que separe las aguas de las aguas. E hizo Dios un firmamento,
y separó las aguas que estaban debajo del firmamento de las aguas que estaban sobre
el firmamento. Y fue así. Y al firmamento llamó Dios Cielos” (Génesis 1:6–8).
El agua es esencial. Durante la prolongada estación seca en el Medio Oriente, la
tierra depende del rocío para tener humedad; sin agua no puede haber vida.
La gran masa de los cimientos de la Tierra, la expansión de los cielos, una diminuta
gota de rocío: toda la creación refleja la asombrosa sabiduría de Dios.
26
3:21–26. En su sabiduría, Dios ha provisto para nuestra vida física sobre la Tierra.
Poseer sabiduría espiritual es asirse igualmente a la fuente de otras bendiciones. “La
Ley y el consejo… serán vida para tu alma.”
De manera pintoresca, Salomón muestra que la sabiduría enriquece cada aspecto
de la vida. Ella es un adorno, “gracia” para tu cuello. Es decir, trae el favor de otros.
Ellos admiran esta cualidad en la persona que la posee, igual que si vieran y admiraran
una joya.
La sabiduría nos da seguridad. El darnos cuenta del amor de Dios, nos da la
seguridad de lo que se habla en el Salmo 91:12: “En las manos te llevarán [los ángeles],
para que tu pie no tropiece en piedra”.
Un sueño dulce y tranquilo y la libertad del temor al desastre repentino, son
bendiciones que nos trae la sabiduría de Dios porque por ella sabemos que nuestra vida
está en las manos de nuestro amoroso Dios y Salvador.
Habiendo conocido estas verdades desde la infancia, muchos creyentes las dan por
sentadas. Tal vez ni siquiera pensamos en ellas como sabiduría, sino suponemos que es
algo que todos saben. Sin embargo, la mayor parte de la gente no posee ese
discernimiento. Simplemente, la gente que no conoce a Dios no puede tener la
confianza que poseen los creyentes.
Sin el Señor, las personas carecen de esta inapreciable sabiduría, no importa cuán
capacitadas puedan ser en otras áreas de la vida. Por eso, resulta vital que los cristianos
compartamos el evangelio de Cristo, la sabiduría de Dios.
3:27–28. A veces hablamos de dos tipos de pecados, los de comisión y los de
omisión. Fácilmente, nos inclinamos a pensar que si evitamos cometer pecados, lo
estamos haciendo bien. Mientras tanto, pasamos por alto todas las cosas que estamos
omitiendo y que Dios quiere que hagamos. Salomón nos recuerda que es malo
abstenerse de hacer el bien.
Hoy en día con tanta gente necesitada de ayuda, no hay que mirar lejos para ver
dónde pueden hacer bien los cristianos. Están los que son víctimas de las hambrunas y
de las inundaciones; están los que tienen hambre espiritual del evangelio. Con nuestras
contribuciones para auxilio y para las misiones, con nuestras oraciones y esfuerzos
personales, podemos extender nuestra ayuda. El momento de hacerlo es ahora, no
mañana.
3:29–30. Dios nos advierte contra la mentalidad que se aprovecha de un vecino
confiado (o para el caso cualquier otro). A partir de un sentido de inseguridad personal,
alguien podría conspirar suspicazmente contra los demás o acusarlos de males que no
han cometido. No hagamos tal cosa.
Los cristianos, en especial, no tenemos razones para ser calculadores ni suspicaces,
pues estamos seguros en el amor del Salvador. La explicación que hace Martín Lutero
del Octavo Mandamiento lo dice así: “Debemos temer y amar a Dios de modo que con
mala intención, ni traicionemos, ni calumniemos, ni difamemos a nuestro prójimo, sino
que lo disculpemos, hablemos bien de él e interpretemos todo en el mejor sentido”
27
(Libro de Concordia, Catecismo Menor, pp. 357–358).
En lugar de destruir a otros debemos edificarlos.
3:31–32. Los individuos violentos parecen obtener todo lo que quieren en la vida:
poder, riquezas, posición, mujeres, y el respeto de los demás. Simple y atrevidamente
toman todo lo que pueden conseguir. Salomón dice: no los envidies ni trates de ser
como ellos.
Al Todopoderoso no le impresionan; son perversos, apartados de Dios, y van en
camino a la destrucción. Su momento de gloria pasará rápidamente.
En tanto que Dios detesta al malvado “su comunión íntima es con los justos”. Es
decir, que los que confían en él son sus amigos, son los privilegiados con el consejo
íntimo de su Palabra.
3:33–35. Los tres versículos finales del capítulo 3 consisten de tres comparaciones
entre los justos y los malvados.
El versículo 33 contrasta la maldición de Dios sobre la casa del malvado con su
bendición sobre la casa del justo. La casa donde prevalece la impiedad está llena de
conflictos y de dolor. Aunque los justos todavía tendrán que luchar contra el pecado,
también saben del amor de Dios y de sus promesas de ayuda.
El versículo 34 se cita dos veces en el Nuevo Testamento (Santiago 4:6 y 1 Pedro
5:5). En el Magníficat, María, la madre de Jesús, expresa un pensamiento similar: “Quitó
de los tronos a los poderosos, y exaltó a los humildes” (Lucas 1:52). Esta verdad que se
enfatiza muchas veces en la Biblia con frecuencia resulta irónica: quienes se exaltan a
ellos mismos son humillados mientras que los que se humillan delante de Dios son
ensalzados. El Señor se ríe ante los débiles esfuerzos que hacen los humanos para
glorificarse a ellos mismos: “El que mora en los cielos se reirá; el Señor se burlará de
ellos” (Salmo 2:4). Pero a los que humildemente reconocen su indignidad ante Dios, él
en su misericordia los perdona y los anima.
El versículo 35 hace el contraste entre el honor de los sabios y la vergüenza de los
insensatos. A veces, aun en esta vida, los sabios son reconocidos por los hombres
mientras que los impíos insensatos son tenidos en desprecio. Incluso si hubiera que
esperar hasta la vida venidera, esta palabra de Dios permanece totalmente cierta.
29
Así ocurre con muchas de las actividades de la vida, incluyendo el desarrollo en la
sabiduría de Dios. A medida que andamos en sus caminos, aumentarán nuestra
confianza y nuestra fuerza siempre que continuemos nutriéndonos con la Palabra de
Dios.
La promesa de una larga vida (versículo 10) está frecuentemente vinculada con la
sabiduría (véase 3:16). Eso se puede referir a una vida más larga y plena aquí en la
tierra, y ciertamente a los creyentes nos hace ver hacia la vida venidera.
Caminar por la senda de la sabiduría es andar en veredas derechas (verso 11). En
Palestina, país rocoso y de colinas, abandonar el sendero trillado es una invitación a
tropezar y torcerse un tobillo. Espiritualmente, dejar a Dios es invitar a la caída
(versículos 14–15).
Nada les gusta más a los impíos que ver caer al piadoso (versículo 16). No pueden
dormir hasta haber tramado algún mal, pues éste es su pan y su bebida (versículo 17).
Un comentarista dice que estos versículos son “un cuadro de la moralidad al revés”. El
pueblo de Dios evitará hacer cualquier cosa que haga tropezar a su hermano (Romanos
14:21); y su “alimento”, tal como fue el de Cristo, es hacer la voluntad de su Padre
Celestial (Juan 4:34).
Aquellos que alimentan su mente con la impiedad y con la maldad (incluyendo la
que proviene de la literatura y los programas de televisión inapropiados) llegan a ver
esto como un estilo de vida legítimo. Salomón nos dice que evitemos eso; las dos
sendas llevan a destinos opuestos:
4:18–19. El versículo 18 es una bella imagen de nuestro camino al cielo. Al romper el
alba la luz es tenue, al medio día el sol está sobre nuestra cabeza brillando
radiantemente. Cuando entremos al cielo estaremos en la resplandeciente luz de quien
es en él mismo la Luz. ¡Nos espera un futuro glorioso!
Como los malvados andan en la oscuridad, por eso están destinados a tropezar. Es
tan marcada la oscuridad, que ni siquiera ven sobre qué caen. Pasan la vida tropezando
en la oscuridad sólo para ser arrojados a la eternidad aún más oscura.
El cuadro contrastante de luz y oscuridad, ocurre a través de todas las Escrituras.
Dios lo usa para comparar: la justicia y el pecado, la sabiduría y la necedad, la fe y la
falta de fe, el cielo y el infierno.
30
Cristiano 255).
Fijémonos especialmente en el versículo 23, en el que el corazón aparece como el
sitio de donde “mana la vida”. Es la fuente misma de la vida. En la Biblia, el corazón
representa la totalidad de la vida interior de los seres humanos. Eso significa que no
sólo las emociones sino también el intelecto y la voluntad brotan del corazón. Es por
eso que Dios constantemente pasa por alto las apariencias externas y mira
directamente al corazón.
Si el corazón es malo, entonces la maldad, incluyendo la de los labios, brotará de él.
Jesús dijo: “El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre
malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo, porque de la abundancia del corazón
habla la boca” (Lucas 6:45).
A su vez, hablar de manera pecaminosa tendrá el efecto de endurecer el corazón. La
queja, el cinismo, las insinuaciones, y los chistes groseros, se pueden convertir en algo
habitual. Por esto, “aparta de ti la perversidad de la boca” (versículo 24).
Mirar lo recto (versículo 25), contrasta con tener ojos tramposos tras los que acecha
un corazón engañoso. Una persona piadosa se mantendrá centrada en lo que es justo y
verdadero.
Los caminos rectos y sin desvíos de los últimos dos versículos, representan el
camino correcto y piadoso a través de la vida. Como las señales en la carretera, la
Palabra de Dios muestra el camino que se debe seguir.
31
puede llegar a manos de un esposo celoso o de una enfermedad venérea. La muerte
espiritual y eterna, puede producirse como consecuencia del endurecimiento de la
conciencia.
Quizás la línea más notable en estos versículos sea la última: “Sus caminos no son
firmes: no lo conoce, ni considera el camino de la vida”. La adúltera está tan endurecida
en el pecado y tan acostumbrada a disculpar su conducta, que ya ni se da cuenta de
cuán lejos ha ido en su extravío. El pecado le puede hacer esto a las personas.
33
¿Es que no hay escapatoria? ¡Gracias al Dios trino la hay! La cadena se puede
romper. Después de incluir a los adúlteros entre los impíos que “no heredarán el reino
de Dios”, el apóstol Pablo dice: “Y esto erais algunos de vosotros; mas ya habéis sido
lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor
Jesús, y por el espíritu de nuestro Dios” (1 Corintios 6:9–11). A través de Cristo hay
perdón y poder contra el férreo agarre del pecado.
34
Las hormigas se mencionan solamente dos veces en toda la Biblia. La otra referencia
está en Proverbios 30:25. En ambos casos representan la laboriosidad.
El holgazán puede aprender de esas pequeñas criaturas. Tienen iniciativa y no
necesitan que un líder esté sobre ellas. No postergan, sino planean con anticipación y
almacenan su alimento para el invierno.
6:9–11. Una traducción dice “tú perezoso” como “vagabundo holgazán”. Casi
podemos ver al perezoso que oye lo que se dice de la hormiga y se da vuelta hacia el
otro lado para dormir un poco más. O de otro modo cruza las manos sobre el estómago
(la posición habitual para tomar una siesta) y dice entre dientes: “Estaré con ustedes en
un momento. Déjenme dormir un poquito más”. Nos imaginamos el cuadro.
Salomón pasa del ejemplo positivo de la hormiga a la advertencia de lo que ocurrirá
si el holgazán no se mueve. Le espera la pobreza.
La Biblia no defiende la adicción al trabajo. Jesús mismo se tomó tiempo para
descansar y distraerse. Pero Dios no quiere que desperdiciemos el tiempo en la flojera.
Cuando se trata de trabajar en las cosas del Señor solamente tenemos el ahora para
actuar, antes de que llegue la noche de la muerte y se tenga que detener el trabajo.
Los versículos 10 y 11 se repiten en Proverbios 24:33–34, otro pasaje que advierte
contra la flojera.
6:12–15. De la misma forma en que observó a la hormiguita, Salomón también
observó en detalle la conducta humana. Mucho tiempo antes de que la sicología
moderna se dedicara al estudio del “lenguaje corporal”, el sabio rey de Israel había
observado que incluso los más ligeros movimientos podían decir mucho acerca de una
persona.
Aquí sus poderes de observación se concentran en el “el hombre malo, el hombre
depravado”. El hombre malo es, literalmente, el hombre de Belial. El término Belial
significa “indignidad” y “maldad”, y posteriormente se le aplicó al diablo mismo (2
Corintios 6:15), que es la esencia de la maldad.
Salomón describe varias señales que delatan al hombre malvado. Primero su boca
es corrupta. Las mentiras, el lenguaje corrupto, la calumnia, y un desprecio general por
Dios, caracterizan lo que dice.
Las otras señales consisten en el lenguaje corporal que hemos mencionado antes.
Sus ojos guiñan como la contraseña que un mentiroso le da al otro; ese es también el
guiño de burla dirigido contra alguien que se pone de parte de lo que es correcto. Hasta
sus pies dan señales. Eso podría indicar una señal, como raspar con un pie, para
beneficio de un cómplice malvado. Finalmente, utiliza los dedos de las manos, quizás en
los gestos obscenos o como una invitación al mal.
Ya sea abiertamente o de manera sutil, el malvado incita a la disputa. Los
matrimonios y las amistades se rompen, el comercio, los negocios, la política y los
asuntos internacionales; todos sufren a causa de su hábil trabajo.
Tarde o temprano, su propio mal lo alcanzará. Cuando llega el desastre, es súbito,
completo e irreversible. Una y otra vez, veremos repetirse esta verdad en el libro de
35
Proverbios. Los hacedores del mal no se saldrán con la suya. Dios vigila y juzga.
Para subrayar la actitud de Dios contra la maldad, Salomón nos hace ver siete cosas
que el Señor aborrece:
6:16–19. Este es uno de los conocidos proverbios numéricos en los que el sabio
presenta una lista o catálogo (veremos varios de ellos en Proverbios 30). La forma
“seis… siete” es una manera poética de expresión. Salomón no dice que Dios odia seis
cosas y que hay siete que detesta. Él detesta y odia a todas las siete.
En la mayoría de los proverbios numéricos, la segunda línea aumenta en uno el
número que se da en la primera (son excepciones los Proverbios 30:7–9; 24–28).
También encontramos esta forma en el libro de Job (5:19) y en el de Amós (1:3–2:6).
Volviendo al proverbio en que estábamos, Salomón enumera siete males. El siete
sugiere lo completo, y esta lista podría ser un resumen del pecado en general. No la
debemos confundir con “los siete pecados capitales”, los pecados que más adelante en
la historia de la iglesia algunos consideraron como especialmente peligrosos (el orgullo,
la codicia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia, y la pereza).
Cada uno de los siete pecados que se mencionan en la lista de Salomón es
suficientemente importante como para aparecer varias veces en todo el libro de
Proverbios. Para hacer énfasis en su gravedad, así como en la ira de Dios contra ellos,
damos esta lista de los pecados junto con, por lo menos, una referencia para cada uno
(aunque ocurren con mucha más frecuencia):
• los ojos altivos—reflejan un corazón orgulloso (11:2)
• la lengua mentirosa—refleja un corazón engañoso (12:19, 17:7)
• las manos que derraman sangre inocente—asesinato, no la pena capital (1:11)
• el corazón que maquina intrigas malvadas—el corazón en el centro de la
actividad humana, para el bien o para el mal (1:31, 24:2)
• los pies que corren hacia el mal—sin embargo son lentos para hacer la voluntad
de Dios (1:16)
• el testigo falso—la causa de gran daño (12:17)
• el hombre que incita a la disputa—(6:14)
Esta lista nos impresiona en la medida en que se asemeja a la descripción que recién
estudiamos del hombre malvado (6:12–15); sin duda sigue a ese pasaje como un
resumen. También sirve como una advertencia de que Dios mira cada pecado como una
abominación, ya sea: de pensamiento (en el corazón), de palabra, o de obra.
Lo más sorprendente de todo es que podemos vernos a nosotros mismos en la lista.
¡Cuán a menudo no hemos caído de una manera o de otra en toda clase de pecados! En
vez de considerar a unos pecados como más mortales que los otros, la Biblia nos
informa que cualquier violación de la ley de Dios es fatal: “Porque cualquiera que
guarda toda la ley, pero ofende en un punto, se hace culpable de todos” (Santiago
2:10).
Podemos estar agradecidos de que Dios, que aborrece el pecado, haya descargado
su ira sobre su propio hijo: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado,
36
para que nosotros seamos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21). Sobre la cruz, Jesús
sufrió la “desgracia” (versículo 15) que debió habernos sucedido a nosotros por causa
de nuestros pecados.
38
de nuestra vida, ligada a los dedos y escrita en la tabla del corazón (versículo 3). Así
como la gente se solía amarrar una cuerdita a un dedo para poder recordar algo,
también la sabiduría debe ser nuestro recordatorio constante de lo que es justo. A
menos que esto se convierta en un estilo de vida, hasta los mejores consejos serán
inútiles ante las tentaciones fuertes. La niña del ojo del versículo 2 se refiere a la pupila,
que es vital para la visión y que se debe proteger con gran cuidado. De igual manera
debemos guardar y acatar las enseñanzas de la sabiduría. Y ¿cómo hacemos esto? Lo
hacemos al estudiar cuidadosamente la Palabra de Dios y aferrándonos a ella con su
ayuda.
La referencia a la sabiduría como mi “hermana” y mi “parienta” nos prepara para la
siguiente sección de Proverbios, en la que se la personifica. Esta referencia también
subraya la intimidad que debemos tener con ella. “Hermana” era un término de afecto
que a veces se le aplicaba a la amada o a la novia de uno (Véase Cantar de los Cantares
4:9, 10, 12; 5:1–2).
En la medida en que él guarda las enseñanzas de la sabiduría y las mantiene en su
corazón, ellas protegen al joven… de la esposa adúltera de otro hombre:
7:6–9. Esta advertencia contra la mujer adúltera difiere de las otras en que Salomón
la presenta como la historia contada por un testigo ocular. Mirando a través de las
barras cruzadas de madera que formaban la celosía de su ventana observó lo que
ocurría en la concurrida calle que se encontraba abajo. Allí vio a un hombre joven “falto
de sensatez”.
Hay varios detalles que merecen atención: este joven en particular no era el único
“ingenuo”; había otros jóvenes que eran ingenuos e inexpertos, pero a diferencia de los
otros, éste carecía de buen juicio para esquivar a la adúltera. El término que se traduce
como “jóvenes” en el versículo 7 es realmente “hijos”. Esto enlaza los temas de los diez
discursos de Salomón, que están dirigidos al “hijo mío”, y el cuarto discurso, lo está a
“hijos” (véase también el versículo 24). En otras palabras, él dice que este hombre joven
era uno como tú.
A nosotros, los lectores modernos, nos debe llegar el mensaje tal como a ellos: los
pecados de este tipo podrían seducirnos también a nosotros. Humildemente debemos
tomar a pecho estas palabras de San Pablo: “Así que, el que piensa estar firme, mire
que no caiga” (1 Corintios 10:12).
Quizás el joven era lo suficientemente ingenuo como para no darse cuenta de que
se había dirigido a una zona de mala reputación. O podría ser que habiéndolo sabido
creyera que nada le podría pasar con sólo caminar por allí. Pero estaba jugando con
fuego.
El versículo 9 describe el telón de fondo: la oscuridad se estaba aproximando. Las
tres frases, “a la tarde del día, cuando ya oscurecía, en la oscuridad y tinieblas de la
noche”, describen la sucesión desde avanzada la tarde hasta la noche. Al caer la tarde,
aparece una brisa fría (Cuando ya oscurecía se refiere, en realidad, a la brisa que
empieza al final de la tarde). Entonces llega la oscuridad.
De una manera teatral Salomón continúa con el desarrollo de la escena:
39
7:10–13. No hay nada sutil respecto de la apariencia de esa mujer. En los tiempos
bíblicos eso pudiera haber significado que usaba un velo (Véase Génesis 38:14–15).
Quizás su vestido era de colores chillones. De cualquier modo, estaba vestida de una
manera apropiada para seducir, o como podrían decir algunos, estaba vestida para
matar.
Detrás de ese exterior descarado está su astucia. Aunque aparenta ofrecer amor y
placer a los jóvenes, realmente sólo se preocupa de ella misma. Su interés está en su
propio disfrute y no en el del joven.
La mujer es “alborotadora” casi de la misma manera en la que se describe más tarde
a la insensatez (9:13). Aunque ella “acecha”, una vez que ha encontrado su presa va
directamente hacia ella (versículo 13). Lo agarra, quizás tomando su mano o
abrazándolo, y lo besa. Entonces habla:
7:14–20. Sus primeras palabras son sorprendentes. ¡Habla acerca de sacrificios de
paz y de votos! (Véase Levítico 7:11–21). Quizás había hecho voto de ofrecer un
donativo por alguna bendición, algo así como un seguro de viaje.
A la luz de la inmoralidad que sigue, parece extraño que se preocupe por votos y
ofrendas. Sin embargo, al reflexionar sobre el asunto, puede ser que después de todo
no sea tan extraño. Pensemos, por ejemplo, en los días festivos de la Navidad. Esta
mujer le podría decir al joven inexperto en una fiesta de la oficina: “Este año hasta fui a
la iglesia”, y entonces procede a seducirlo.
Cuando la gente mantiene la vestimenta exterior de la religión mientras vive
inmoralmente, Dios dice: “Odio y aborrezco vuestras solemnidades, y no me complazco
en vuestras asambleas. Y si me ofrecéis vuestros holocaustos y vuestras ofrendas, no los
recibiré, ni miraré a las ofrendas de paz de vuestros animales engordados” (Amós
5:21–22). Solamente nos engañamos a nosotros mismos si pensamos que podemos
pasar por alto los mandamientos de Dios y después comprarlo al echar dinero en el
plato de la ofrenda.
Por lo visto, el joven solía transitar regularmente por el lugar, ya que la mujer lo
buscaba (versículo 15) y lo tenía todo preparado. El muchacho había estado
coqueteando con el peligro y ahora lo iba a experimentar.
La cama de la adúltera estaba dispuesta, con sábanas de Egipto y perfumes. El lino
fino de Egipto era muy apreciado (Ezequiel 27:7). Las tres especias aromáticas: mirra,
áloes, y canela, también se mencionan en la escena del matrimonio en el Cantar de los
Cantares (4:14). Lo que en una situación añade al gozo del “lecho sin mancilla” (Hebreos
13:4), en otra se convierte en herramienta del diablo.
En el Cantar de los Cantares, el novio y la novia son invitados con estas palabras:
“Comed, amigos: bebed en abundancia, oh amados” (5:1). La adúltera invita al joven,
“Ven embriaguémonos de amor hasta la mañana” (versículo 18). Pero inmediatamente
su mundo se separa del de los amantes en los Cantares al decir: “Porque mi marido no
está en casa…”
“Mi marido”: literalmente se refiere a él de una manera despectiva como “el
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hombre” degradándolo; tiene suficiente dinero consigo para un largo viaje. En aquellos
días el dinero, que eran piezas de plata, se llevaba en pequeñas bolsas. La referencia a
la luna llena nos recuerda que el calendario judío era lunar.
La mujer ha apelado a los cinco sentidos. Se vistió provocativamente (vista), lo
agarró (tacto), preparó una comida (gusto), y perfumó su alcoba (olfato). Con palabras
aduladoras, continúa hablándole, apelando a su sentido del oído:
7:21–23. Las palabras “al punto” (versículo 22) señalan el cambio rápido que va de
la indecisión a la acción por parte del joven, que se fue tras ella… al degolladero como
un buey mudo, o como un ave; sin saber lo que le está pasando. Una decisión tomada
en un momento de pasión afectará el resto de su vida. Nos apenan los muchos jóvenes
que hoy en día, seducidos por las mentiras populares acerca del sexo fácil, toman
decisiones rápidas e insensatas, algunas veces en nombre del amor (versículo 18), sólo
para lamentarse el resto de su vida.
Las flechas que lo van a traspasar no son las de Cupido. La enfermedad, el
remordimiento, las pérdidas financieras, los trastornos emocionales, un esposo
vengativo y quizás la muerte prematura, son algunas de las flechas que hay en la aljaba
de la mujer adúltera.
La debilidad de este joven ante la tentación difiere marcadamente de la conducta
de otro joven que se describe en la Biblia. Cuando José fue tentado por la esposa de su
amo, se negó a acostarse con ella o a siquiera estar con ella. Aunque ese rechazo le
trajo una acusación falsa y el encarcelamiento, Dios usó todo esto para fortalecerlo y
prepararlo para un papel de importancia mundial (Lea el relato en Génesis 39).
7:24–27. Salomón termina este discurso dirigiéndose a sus “hijos”. Todos deben
prestar atención a sus advertencias.
Aunque esta amplia advertencia contra el adulterio nos describe una situación
específica, es de carácter general, para todos. A pesar de estas advertencias, muchos
llegan a darse cuenta, por medio de duras experiencias, de que la Palabra de Dios tiene
la razón. La palabra que se traduce como Seol en el versículo 27, también se puede
traducir como “infierno” (en hebreo sheol). Este es el destino final del pecador que no
está arrepentido.
Una de las grandes tragedias en la historia de la Biblia es que el propio Salomón
cayó víctima de los pecados de la carne. Después de haber reunido un gran harén para
sí, permitió que sus mujeres lo llevaran a la idolatría. Aunque es posible que se haya
arrepentido posteriormente en su vida, el daño ya estaba hecho. Los conflictos
inquietaron sus años de madurez; con posterioridad a su muerte, la siguiente
generación vio su poderoso reino dividido en dos. Salomón vivió consciente de que eso
le iba a ocurrir, pues Dios mismo se lo había dicho. 1 Reyes 11 recapitula estos sucesos
de los años finales del gran rey.
Le sucedió a Salomón y le puede suceder a cualquiera de nosotros. Si no hemos
caído víctimas de estas tentaciones es sólo por la gracia de Dios. Si hemos caído, esa
misma gracia nos trae el perdón en Cristo.
41
Aquí terminan los Diez Discursos para los Jóvenes. Que ellos: adviertan, alienten, y
fortalezcan, a los jóvenes y a las jóvenes de hoy día, como lo hicieron con la juventud de
la época de Salomón, hace casi 3,000 años.
42
ella odia todo lo que Dios odia. En Proverbios 6:16–19 vimos siete cosas que el Señor
detesta. Encabezando la lista estaban “los ojos altivos”. Aquí la encabeza el “orgullo,” es
decir, “la soberbia”. Los ojos son un reflejo de lo que hay en el corazón, y la altivez de
ellos es la evidencia de un corazón orgulloso. A través de toda la Biblia vemos al orgullo
como algo que Dios no tolera. Por ejemplo, Jesús reservó sus palabras más ásperas para
los orgullosos maestros de la ley y para los fariseos (Véase Mateo 23).
¿Qué es lo que hace que el orgullo sea tan detestable? Los orgullosos se separan
ellos mismos de la gracia de Dios de una manera que los otros pecadores no lo hacen.
La gente orgullosa no alcanza a ver la necesidad que tiene de Dios: son autosuficientes.
Jesús les dijo a los orgullosos líderes de los judíos: “Los publicanos y las rameras van
delante de vosotros al reino de Dios” (Mateo 21:31).
Sin embargo, la verdadera sabiduría comienza con una reverencia humilde al Señor
(versículo 13). Eso incluye el reconocimiento de nuestra pecaminosidad y de nuestra
completa dependencia de la gracia de Dios. Cualquier valor que tengamos o que
esperemos tener viene de lo alto.
Después de haber descrito lo que odia, la sabiduría se vuelve hacia lo que es, lo que
tiene y lo que ofrece (versículos 14–21). Hemos visto que cuando Salomón se convirtió
en rey de Israel oró pidiendo sabiduría para gobernar a la nación escogida de Dios.
Junto con ella, Dios le prometió otras bendiciones que él no había solicitado: “De tal
manera que entre los reyes ninguno haya como tú en todos tus días” (1 Reyes 3:13).
Cuando buscamos la sabiduría de Dios, encontramos que él nos bendice de maneras
inesperadas. Pero no podemos fingir interés en su Palabra con el motivo ulterior de
obtener lo que realmente queremos, es decir: riquezas terrenales y poder. No, el Señor
mira dentro de nuestro corazón. ¡Busquemos la sabiduría de Dios por puro placer y por
amor a ella! (versículo 17), y entonces dejemos que Dios nos sorprenda de cualquier
forma que él escoja.
Hasta aquí en el capítulo 8 hemos visto a la sabiduría personificada. Siguiendo esta
traducción bíblica, nos hemos referido a ella en femenino; pero eso no quiere decir que
sea una mujer. A veces usamos pronombres femeninos para personificar algo que no es
necesariamente de este género. Por ejemplo, podríamos señalar una embarcación y
decir: “¡Allí está ella!” Este pequeño aparte resulta importante a estas alturas, pues
vamos a considerar lo que algunos autores interpretan como la parte más profunda de
todo el libro: Proverbios 8:22–31.
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muleta para débiles, una tontería, o una pérdida de tiempo. Jesús utilizó una
descripción impactante para ilustrar el asunto: “No deis lo santo a los perros, ni echéis
vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os
despedacen” (Mateo 7:6). En el antiguo Israel, los sucios perros callejeros no eran más
que animales que se alimentaban de carroña, y los puercos eran animales impuros.
Algunas personas impías simplemente no escucharán la Palabra de Dios. La desprecian,
se burlan de ella, y la pisotean.
Además, el burlón te odiará por brindarle una crítica constructiva. Ni siquiera te
molestes en intentarlo, dice Salomón.
Por supuesto no podemos prejuzgar a cualquiera considerándolo un burlón; no lo
tomemos como disculpa para no dar nuestro testimonio a otros, sólo porque algunos lo
van a rechazar.
Aunque sea triste decirlo, la mayoría de las personas rechaza enfáticamente la
invitación de la sabiduría. Volviendo a la parábola de Jesús del banquete de bodas, el
Señor la terminó con estas palabras: “Porque muchos son llamados, y pocos escogidos”
(Mateo 22:14).
Un hombre sabio no actúa de esa manera; recibe con agrado la invitación y es
receptivo a la corrección de la Palabra de Dios. ¡Quiera Dios que por su gracia nunca nos
volvamos orgullosos ni pensemos que estamos “por encima” de la reprensión! Sino,
más bien que estemos siempre listos a recibir la corrección y la instrucción,
especialmente en lo que concierne a las verdades espirituales.
Salomón ubica al “hombre sabio” y al “justo” en líneas paralelas, ambos son
sinónimos. La sabiduría bíblica no es solamente conocimiento intelectual, ella tiene que
ver con ser justo, y nuestra justicia viene mediante Jesucristo.
9:10–12. Aquí tenemos otra vez el refrán clave de los Proverbios: “El temor de
Jehová es el principio de la sabiduría”. El libro sigue volviendo a él porque es de
importancia. No podemos ni vamos a encontrar sabiduría, entendimiento, ni felicidad
duradera, aparte del Señor. Estas palabras finales de la sabiduría resumen los nueve
primeros capítulos de Proverbios.
Seguir la sabiduría bíblica significa llevar un estilo de vida más saludable, que en
cierto sentido alarga la vida; pero Dios es quien realmente decide. La eternidad que
tenemos mediante Jesucristo es la prolongación definitiva de la vida.
Al versículo 12 se le ha llamado “quizás la expresión más fuerte de individualismo
que se encuentra en la Biblia”. Pese a que somos influenciados por otros, sobre los que
a nuestra vez influimos, cada persona responde por ella misma ante Dios. A fin de
cuentas, vivimos y morimos como individuos. “Así que cada uno someta a prueba su
propia obra, y entonces, solo en si mismo y no en otro motivo de gloriarse; porque cada
uno cargará con su propia resonsabilidad” (Gálatas 6:4–5).
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una de las porciones más extensas de Proverbios. Salomón la termina con una
personificación de la necedad o, como se traduce en otras versiones, la insensatez: la
adversaria de la sabiduría.
Conviene más al gusto moderno que se concluya un trabajo, sea: una historia, un
sermón, o un artículo, con una nota optimista. Sin embargo, muchos proverbios
individuales y algunas secciones más extensas del libro terminan en pesimismo,
hablando acerca de los impíos o de los necios. Varios libros del Antiguo Testamento
(Eclesiastés, Isaías, Lamentaciones, Malaquías) terminan con palabras cortantes de
juicio. Algunas parábolas de Jesús lo hacen con palabras fuertemente negativas (Véase
los versículos finales de Mateo 22, la historia del banquete de bodas).
Salomón termina los siete llamados de la sabiduría con el llamado de la insensatez.
Ésta es como la adúltera del capítulo 7 y ambas son seductoras. Aunque esta es la
verdadera naturaleza de la insensatez, ella procura imitar a la sabiduría; y también
llama desde los sitios altos de la ciudad como lo hace la sabiduría. Podríamos razonar
que, en nuestros días, la necedad se ha adueñado de los sitios más prominentes para
hacer su llamado. Piense en la manera en que la insensatez controla la televisión, el
cine, y el mundo de las publicaciones.
El versículo 16 es una repetición casi exacta del versículo 4. La insensatez usa las
mismas palabras de la sabiduría: “Dice a cualquier ingenuo: ¡Ven acá!” Éstos están
abiertos al mal o al bien, que es especialmente cierto en cuanto a los jóvenes. ¿Qué
clase de influencias están recibiendo nuestros hijos? ¿Es una dieta constante de basura
espiritual de la televisión? ¿Con cuánto de la Palabra de Dios entran en contacto y
cuánto escuchan de ella?
A “los insensatos” les llenarán ese vacío. La pregunta es: ¿con qué lo van a llenar?
La insensatez ofrece mentiras: “Las aguas hurtadas son dulces…” Puede que las
relaciones sexuales con la esposa de cualquier otro sean más gratificantes que con la
propia esposa. El negocio oscuro promete las cosas que siempre hemos deseado tener,
pero que nunca hemos podido comprar. Esta es la misma antigua mentira que usó
Satanás con Eva en el jardín del Edén. “Vio, pues, la mujer que el árbol era bueno para
comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y
tomó de su fruto, y comió, y dio también a su marido, el cual comió así como ella”
(Génesis 3:6). El fruto prohibido era seductor.
Adán y Eva se dieron cuenta rápidamente de que habían sido engañados. Muchos
continúan llegando a la misma conclusión, a veces demasiado tarde. Dentro de la casa
de la insensatez, no están los placeres prometidos, sino los huesos de hombres
muertos. “Lo profundo del Seol” también se puede traducir como “las profundidades
del infierno” (en el hebreo sheol). Allí es donde terminan los insensatos.
Únicamente por la gracia de Dios podemos tener esperanzas de escapar a las
trampas de la necedad y entrar a la casa que construyó la sabiduría.
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LA PRIMERA COLECCIÓN DE LOS PROVERBIOS DE
SALOMÓN
PROVERBIOS 10:1–22:16
10:1 El texto mismo se encarga de indicar que tenemos aquí una nueva parte del
Libro de Proverbios. Después de haber finalizado sus exhortaciones a adoptar la
sabiduría (capítulos 1–9), Salomón nos presenta ahora algo de la sabiduría que vamos a
adoptar.
Esta es la sección más larga del libro, forma su núcleo y consta de 375 proverbios.
Todos los versículos de esta colección están conformados por proverbios cortos de dos
líneas. Usualmente, al pensar en un proverbio, éste es el tipo que nos viene a la mente.
La mayoría de ellos son antitéticos en cuanto a la forma. Es decir, que la segunda
parte del versículo expresa un pensamiento que contrasta con el de la primera. En
general, la primera parte del versículo presenta las ventajas de la vida piadosa; el
pensamiento contrastante, introducido por “pero” muestra el daño producido por el
mal.
No parece haber un plan que responda a esta sección. Cada proverbio se yergue por
sí mismo, sin ninguna relación ni con el anterior ni con el siguiente. Tal como lo destaca
un comentarista, “cada uno es, en sí mismo, un todo terminado y perfecto”.
49
descubierto esta realidad. Al igual que involucrarse con una adúltera (2:18), la
persecución inescrupulosa de las riquezas puede llevar a la muerte prematura. Por otra
parte, una conciencia limpia deja dormir por las noches y “libra de muerte”.
Hasta cuando los impíos progresan en el mundo, todavía no satisfacen realmente
sus anhelos. ¿Por qué no? Porque buscan su realización en los lugares equivocados. La
persona que anhela riquezas, nunca tendrá suficientes; igualmente, la persona que vive
para satisfacer los deseos de la carne, nunca encontrará una satisfacción perdurable.
La Biblia nos enseña a depositar la confianza en el Señor, a buscar en primer lugar
su reino y a estar satisfechos con sus bendiciones, pues él nunca nos desamparará.
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10:6–7. La primera línea del versículo 6 nos hace recordar las palabras de bendición
de Jacob para los hijos de José. “Serán [las bendiciones] sobre la cabeza de José, y sobre
la frente del que fue apartado de entre sus hermanos” (Génesis 49:26). Representar las
bendiciones de Dios como una corona es una forma maravillosa de pensar en ellas pues
honran y dan un porte digno a los justos.
Por otra parte, los malvados se acarrean su propia destrucción final. Los problemas
que han causado con su habla engañosa o malévola se vuelven contra ellos. David
expresó un pensamiento similar en uno de sus Salmos: “En cuanto a los que por todas
partes me rodean, la maldad de sus propios labios cubrirá sus cabezas” (Salmo 140:9).
Las bendiciones caen sobre la cabeza de los justos, y los problemas vuelven sobre la
de los malvados. De igual modo, los justos serán finalmente honrados, en tanto que los
malvados serán desacreditados. Algunos como Judas han adquirido una reputación tan
corrupta que ningún padre pensaría en darle a su hijo el nombre de alguno de estos
personajes.
Incluso, si nadie se acordara del justo, Dios se acuerda de él. Se acuerda de los
justos y de los que han afligido a su pueblo. “Porque el que demanda la sangre se
acordó de los ellos; no se olvidó del clamor de los afligidos” (Salmo 9:12).
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está en nuestro interior cuando dijo: “El habla es el índice de la mente”. Más
importante aún es lo que Jesús dice: “El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón
saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de
la abundancia del corazón habla la boca” (Lucas 6:45). ¡Esta es una razón por la que
resulta vital que el Espíritu Santo more en nuestro corazón! Lo que hay en el corazón
afecta la manera en que hablamos y cualquier otra cosa que hagamos.
En el texto original el versículo 11b dice exactamente lo mismo que el versículo 6b.
En cada uno de ellos Salomón contrasta esta verdad acerca de los impíos con una
verdad acerca de los justos. Estas diferencias entre justos e injustos son al final
diferencias entre la vida y la muerte.
La primera parte del versículo 12 no requiere explicación. El pensamiento
contrastante que le sigue se cita dos veces en el Nuevo Testamento (Santiago 5:20; 1
Pedro 4:8). Pero ¿qué se entiende por “el amor cubre todas las faltas”? Este cubrir no
es de naturaleza engañosa como cuando se miente para ocultar el mal que se ha hecho,
sino que consiste en la buena voluntad de pasar por alto y perdonar los pecados de
otros.
En el versículo 13, encontramos el primero de varios pasajes que hablan del castigo
físico. (Para otros ejemplos vea Proverbios 14:3, 19:29, 26:3.) En ocasiones, el Antiguo
Testamento también habla de la pena de muerte, por lapidación, para ciertos delitos
graves; pero nunca le dijo al pueblo de Dios que tomara parte en las mutilaciones que
practicaban sus vecinos, que incluían sacar ojos, cortar pulgares y dedos de los pies, o la
costumbre de exponer en público los cadáveres. Aunque los padres cristianos les
podían dar nalgadas a sus hijos, nunca los atropellarían. Hoy en día desgraciadamente,
las enseñanzas saludables de la Biblia en relación con la disciplina casi han
desaparecido, cuando mucha gente se opone a cualquier forma de castigo corporal y lo
identifica como un abuso contra el niño.
El versículo 14 vuelve a un pensamiento similar al que se encuentra en el versículo
8. Mientras los sabios se ocupan en recopilar la sabiduría y guardarla como el
inapreciable tesoro que es, los insensatos se ocupan en labrarse con su charlatanería el
camino al desastre. En ambos versículos se emplea un mismo término hebreo para
“necio”, aunque otra versión lo traduce en el versículo 8 como “charlatán”, cuyo
significado es muy cercano al anterior. La expresión describe a la persona que persiste
en su necedad de manera cada vez más acentuada.
Es interesante ver con cuánta frecuencia los escritores hebreos del Antiguo
Testamento, emplean ilustraciones físicas muy concretas para relacionar las verdades
morales con las espirituales. El justo camina y el malvado corre; la boca (es un)
manantial; el amor encubre (todas las faltas); la vara es para las espaldas del falto de
cordura; la sabiduría es atesorada. El lenguaje tan vívido que vemos en esta pequeña
porción del Libro de los Proverbios es típico y ayuda a infundir vida.
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He aquí que ponemos freno en la boca de los caballos para que nos
obedezcan, y dirigimos así todo su cuerpo. Mirad también las naves; aunque tan
grandes y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño
timón por donde el que las gobierna quiere. Así también la lengua es un
miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí ¡cuán gran bosque
enciende un pequeño fuego! Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La
lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e
inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno…
(Santiago 3:3–6).
La lengua del justo contrasta con la lengua desenfrenada. Ella es un tesoro como
“plata pura”. Notemos que Salomón vuelve a vincular la lengua con el corazón; lo que
fluye de ella, sea bueno o malo, no es más que reflejo de lo que está en el corazón.
Ojalá que nuestros labios ofrezcan palabras edificantes, que alimenten el
pensamiento y que lleven a otros a Jesús que es el “pan de vida” (Juan 6:35). Sin él
solamente habrá hambre espiritual y muerte.
Integridad (11:1–3)
11:1–3. En la ley mosaica, Dios había ordenado: “Balanzas justas, pesas justas y
medidas justas tendréis” (Levítico 19:35–36, Deuteronomio 25:15). Era evidente que no
todos los israelitas le prestaban atención a esas leyes. Por eso, cinco siglos después del
tiempo de Moisés, Salomón tuvo que recordarles a los judíos la voluntad de Dios.
Posteriormente en Proverbios, Salomón vuelve sobre ese tema en (16:11; 20:10, 23) y
dos siglos después de él, Amós, el profeta, advirtió contra: achicar las medidas, subir el
precio, y falsear las balanzas (Amós 8:5). El profeta Miqueas volvió a tocar el mismo
asunto (Miqueas 6:11).
Nada hay nuevo bajo el sol, el Señor continúa aborreciendo las balanzas
deshonestas, pero se deleita en la honestidad. Mientras que algunos parecen salirse
con la suya mediante la deshonestidad, debemos recordar que Dios lo ve todo y que
habrá el día de juicio.
Así como las balanzas deshonestas son algo malo, también lo es tener un sentido
falso e inflado de uno mismo. Cualquier talento que tengamos o cualquier éxito que
alcancemos, todos son regalos de Dios. Una antigua máxima rabínica dice: “Así como las
aguas abandonan los sitios altos y van a los más bajos, así la torah [la ley] deja a aquel
de mente altiva y es fiel al de mente humilde”.
La verdadera humildad reconoce nuestra total dependencia de Dios. Él es nuestro
Creador, sin él no existiríamos. Él es nuestro Redentor, sin él estamos perdidos y
condenados; él es nuestro Santificador, sin él no podemos hacer nada bueno, ni
podemos tener esperanza de salvación. Esto es humildad… y sabiduría.
Con este tipo de honestidad: hacia Dios, hacia uno mismo, y hacia los demás, los
rectos se pueden mantener bien orientados para seguir en el camino correcto, mientras
que al faltarles la guía, los infieles recurren a la deshonestidad, en el orgullo falso y en la
duplicidad, todo lo que los lleva a la destrucción.
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El valor de la justicia (11:4–9)
11:4–9. La riqueza es un don de Dios, a menos que sea una riqueza mal adquirida.
Sin embargo, las riquezas tienen limitaciones graves. A la hora de la muerte y del juicio,
todos los tesoros del mundo no son de ningún valor; pero la justicia resulta un bien
inapreciable: ella nos libera.
Desgraciadamente, por causa del pecado, ninguno de nosotros es justo ante el
santo Dios. Salomón dice en Eclesiastés, que probablemente fue escrito al final de su
vida: “Ciertamente, no hay hombre tan justo en la tierra, que haga el bien y nunca
peque” (7:20). Entonces, ¿qué nos quiere decir Salomón cuando habla de la justicia que
nos sostiene en el día de la ira y que nos libra de la muerte? La justicia a la que se
refiere no puede ser otra que la que proviene del propio Dios. Abraham, el padre de la
nación judía, también conocido como el padre de los creyentes, tuvo esa justicia. “Y
creyó a Jehová, y le fue contado por justicia” (Génesis 15:6).
Viviendo en la era del Nuevo Testamento, vemos en Jesucristo la justicia plena de
Dios. Su vida perfecta y su muerte expiatoria, se convierten en nuestra justicia en la
medida en que somos llevados a la fe en él (Romanos 1:16–17). Es su justicia la que nos
hace justos a nosotros, la que nos libra del juicio de la ira de Dios, de la muerte eterna
en el infierno.
Aunque estas doctrinas no están plenamente desarrolladas en el Antiguo
Testamento, no debemos pensar que Salomón y otros creyentes antes de Cristo,
tuvieran un tipo distinto de justicia ni que fueron salvados por otros medios. La fe en el
Salvador que vendría fue su justicia, así como la fe en el Salvador que ha venido es
ahora nuestra justicia.
La Biblia también habla de otro tipo de justicia. Éste es el bien que capacita a las
personas a llevarse bien con los demás en este mundo; a veces se habla de ella como
justicia cívica. Aunque no basta para sostenernos en el día de la ira del Juicio de Dios,
conduce a la armonía en la sociedad y en las relaciones personales. Mucho en el libro
de Proverbios tiene que ver con este tipo de situaciones temporales y terrenales.
Sin embargo, en los versículos 4 a 9, parece que Salomón trata de los asuntos
eternos: el día de la ira, la muerte, el camino a través de la vida, el perecer, la
esperanza, la destrucción, el rescate, la liberación.
Al final, el impío no tiene esperanza. Nótese especialmente el versículo 7: “Cuando
muere el hombre malvado, perece su esperanza; la expectación de los malos perecerá.”
¡Qué futuro tenebroso les espera a los que viven y mueren sin Dios! Como una
bocanada de humo, todo aquello en lo que depositaron su confianza se convierte en
nada a la hora de la muerte.
Los justos, es decir los justos en Cristo, saben que su futuro es brillante, sin que
importe cuán desdichada pueda ser a veces su vida sobre la tierra. Pasajes como el
Salmo 73:27–28 muestran que, a fin de cuentas, el único sitio seguro para estar es cerca
de Dios: “Ciertamente, los que se alejan de ti perecerán; Tú destruirás a todo aquel que
de ti se aparta. Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien”.
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El versículo 9 se refiere al mal que los malvados pueden hacer con la boca. Pueden
destruir a otros emocional y espiritualmente por medio: del engaño, la seducción, la
mentira, la calumnia, y otros malos usos de la lengua. Pero los justos conocen la Palabra
de Dios, la siguen y quedan libres.
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precios. Ese no fue el caso de un hombre devoto como José; durante la hambruna que
tuvo lugar en su época abrió los graneros de Egipto y vendió el cereal (Génesis
41:53–57). Tampoco debe ocurrir que un cristiano acapare y esconda lo que otros
necesitan.
Ciertamente esa no es la forma en que Dios trata con nosotros, pues nos da
gratuitamente todo lo que tenemos incluyendo a su Hijo, quien dio su vida para nuestra
salvación. Después de saber cómo es el amor de Dios y su continua generosidad, cabe
que nos preguntemos si no nos corresponde a nosotros también ser generosos.
61
El carácter determina la dirección (12:1–4)
12:1–4. Se ha dicho que el amor al conocimiento no es mayor que el amor a la
corrección. Aunque va en contra de la naturaleza de nuestro orgullo pecaminoso, la
corrección es necesaria si es que queremos que nuestra sabiduría aumente. Odiarla es
ser “ignorante”, palabra que en hebreo significa ser semejante al animal o como una
bestia muda.
Ya vimos los textos en que Salomón habla de que los sabios disfrutan del favor de
Dios (3:4; 8:35). Cuando el ángel le anunció a María que ella iba a ser la madre de Jesús,
le dijo: “Has hallado gracia delante Dios” (Lucas 1:30). Cualquier beneficio de que
gocemos nos viene como un regalo por la misericordia de Dios, que por otra parte
condena al hipócrita. Los que preparan artimañas y buscan la sabiduría fuera de Dios,
no obtendrán el verdadero producto. Puede ser que alcancen una forma mundana de
sabiduría, pero no la verdadera. Dios dice: “Destruiré la sabiduría de los sabios, y
frustraré la inteligencia de los inteligentes” (1 Corintios 1:19).
Las teorías y los sistemas filosóficos están siendo constantemente invalidados y
remplazados por otros nuevos. Éste es el juicio de Dios sobre los que procuran ser
sabios sin él. Eso es parte de la verdad que se expresa en el versículo 3: que aparte de
las bendiciones de Dios, nadie tiene fundamento firme. En nuestro siglo, los nazis y los
dictadores de todo tipo trataron de edificar sistemas de gobierno sobre malas bases,
que a veces incluían el ateísmo y la destrucción metódica y masiva de la población; esos
sistemas no pudieron seguir en pie. Lo que es verdad para los gobiernos, también se les
puede aplicar a las personas.
Sin embargo, los justos no pueden ser desarraigados, son “como árbol plantado
junto a corrientes de aguas” (Salmo 1:3). Sus raíces radican profundamente en la
Palabra de Dios y vivirán para siempre.
Pasando de las grandes verdades generales de la vida a las aplicaciones particulares,
Salomón habla de que el carácter de la mujer puede afectar a su esposo. El hombre
casado con una mujer noble está realmente bendecido; ella es su corona, su honor. Los
versículos finales del libro de los Proverbios están dedicados a la atesorada y
excepcional esposa de noble carácter (31:10–31). En contraste, una mujer
desvergonzada es como cáncer en los huesos. Ya sea como esposa infiel (véase
Proverbios 7) o como esposa regañona (19:13), tarde o temprano será la ruina de su
esposo.
63
malvado cuida a su familia. Los hijos y las esposas que sufren atropellos son clara
evidencia de eso.
Dedícate a lo que tienes que hacer, nos dice el versículo 11. Trabajar la tierra te
hace sudar, pero recoger la cosecha hace que el sudor valga la pena. Eso es diferente de
la estrategia de hacerse rico rápidamente. La fantasía de algunos es ganarse la lotería o
triunfar en algún gran negocio.
Para conseguir dinero fácil, los malvados despojan hasta a los suyos. Las guerras de
pandillas de nuestra época son testimonio de eso. Mientras tanto, los justos continúan
con su honesta labor y florecen bajo la mano de Dios.
Ya hemos visto que los malvados tratan de usar las palabras para atrapar a otros
(versículo 6), sin embargo, ellos mismos caen a menudo en su propia trampa, como
ocurrió con los líderes religiosos que trataron de engañar a Jesús. Quizás nosotros
mismos hayamos experimentado algo de ese caer en nuestra propia trampa. Puede
haber ocurrido que, al decir una “mentirita blanca” para cubrirnos, alguien nos haya
descubierto y nos haya hecho avergonzar. “Más el justo saldrá de la tribulación”. Hay un
dicho que dice que la gente honesta no necesita tener buena memoria.
Nuestras palabras sí importan, Jesús dijo: “Y yo os digo que de toda palabra ociosa
que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio, pues por tus palabras
serás justificado, y por tus palabras serás condenado” (Mateo 12:36–37). El justo
tratará de ser “saciado de bien del fruto de su boca” con palabras que sean edificadoras
y a la vez verdaderas.
Lo que hacemos debe concordar con lo que decimos. Nuestras palabras y nuestros
actos, deben armonizar sin contradicciones entre unas y otros. Dios recompensará
misericordiosamente esos esfuerzos.
Nótese que los versículos 13 y 14 forman un par. En esta extensa sección de los
proverbios de Salomón (10:1–22:16) resulta poco común que existan dos versículos
seguidos tan vinculados como éstos.
67
los justos odian lo falso. En nuestros días, muchos cristianos parecen ajenos a la
corrupción moral y espiritual que los rodea. ¿Qué le pasó al aborrecimiento ardoroso
que los profetas, los apóstoles, y el propio Jesús, tenían contra todo lo malo?
Los impíos traen vergüenza sobre ellos mismos. Algunos se endurecen tanto en la
inmoralidad que su “gloria es aquello que debería vergonzarlos” (Filipenses 3:19), es
decir, se jactan de sus pecados.
El estilo de vida pecaminoso que practican llevará a la ruina final a los pecadores, “el
fin de ellos será perdición” (Filipenses 3:19). No así los rectos que protegidos por el
poder de Dios son librados en este tiempo y por la eternidad.
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La esencia de la vida (13:12–14)
13:12–14. La espera prolongada agota la vida y las energías. Cuando Raquel
esperaba y esperaba tener un hijo, se desanimó tanto que le dijo a su esposo Jacob:
“Dame hijos, o si no, me muero” (Génesis 30:1). Cuando finalmente nuestras
esperanzas se hacen realidad, es como si recibiéramos un nuevo contrato de vida.
Puede ocurrir que Dios en su sabiduría nos haga esperar años antes de que recibamos
la respuesta a nuestra oración. Algunas veces la respuesta es que nuestras esperanzas
no se verán realizadas hasta que lleguemos al cielo. Una vez que estemos allí, todos los
dolores de la vida y sus ansiedades, serán cosas pasadas.
El versículo 13 resulta apropiado para nuestros tiempos en los que hay tanta falta
de respeto por las autoridades: del gobierno, de las escuelas, y de la iglesia. Los que
ignoran la autoridad y las disposiciones de los maestros y los funcionarios, tendrán que
pagar por eso; tendrán que aprender por las malas, la dura lección a la que debieron
haber prestado atención, y que ellos no pueden ser ley para ellos mismos. El respeto y
la obediencia, traen como recompensas: la amistad, la satisfacción, y la paz mental.
Como el árbol de vida del versículo 12, el manantial de vida que se menciona en el
versículo 14, nos hace evocar imágenes del paraíso. El último capítulo de la Biblia habla
de “un río limpio de agua de vida” y del “árbol de la vida” en los cielos (Apocalipsis
22:1–2). La sabiduría de Dios tiene como finalidad la vida perdurable y la liberación de
la muerte eterna en el infierno.
72
El burlador no puede encontrar la sabiduría pues parte de un principio equivocado.
En lugar de temer a Dios, que es “el principio de la sabiduría” (1:7), se burla. La persona
que sabe discernir, comienza desde los fundamentos correctos y se mantiene
edificando y aumentando sus conocimientos mediante el estudio de las Escrituras.
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• Sea crédulo (versículo 15). Crea cualquier cosa evitando ser prudente y reflexivo.
• Sea insolente y confiado (versículo 16). No le preste atención al Señor, ni evite el
mal. En lugar de eso, precipítese a la maldad.
• Enójese con facilidad añadiéndole a esto algo de artimañas (versículo 17). Si la
gente lo odia por eso, tanto mejor. Demuestra que lo respetan.
• No malgaste su tiempo aprendiendo cuando hay tanto que disfrutar (versículo
18). Deje a los sabios con sus conocimientos, ya se preocupará usted por eso
más adelante.
Pero sepa esto, si usted va a ser insensato, al final se verá humillado, mientras que
los buenos serán ensalzados (versículo 19). “Ante las puertas del justo” se puede referir
a que los justos están en el lugar de honor mientras que los malvados son dejados
fuera. Antiguamente los sitios de reunión de los líderes eran las puertas de las ciudades,
en tanto que los marginados eran dejados fuera de los muros de la ciudad.
En el Juicio Final, todos se inclinarán ante Jesucristo y lo reconocerán como Señor.
Los justos se alegrarán de hacerlo tal como lo hacen hoy. Los malvados no tendrán otro
remedio que inclinarse ante su juez (Filipenses 2:9–11).
Prójimos (14:20–21)
14:20–21. En las dos líneas breves del versículo 20, Salomón describe lo que son los
amigos que lo son solamente cuando todo marcha bien. Un comentarista dice que este
es “el lado oscuro de la naturaleza humana”. Cuando estamos arruinados es cuando
descubrimos quiénes son nuestros verdaderos amigos, como dice Salomón más
adelante: “En todo tiempo ama el amigo” (Proverbios 17:17).
El versículo 21 nos dice que debemos estar seguros de no ser el tipo de amigo que
lo es solamente en las buenas y que desdeña a su prójimo cuando está necesitado.
Aunque el mundo se muestre despreocupado, Dios, que es bondadoso con el que
padece necesidad, se mantiene vigilante. Otros proverbios nos dicen cómo expresar la
misericordia: compartiendo el alimento con el pobre (22:9), ayudándolo
económicamente (28:8), y defendiendo sus derechos (31:9). Dios ve esta bondad y la
bendice.
75
La maldad misma de los malvados los pierde y trae la ira de Dios sobre ellos; pero
los justos “piensan el bien”, y en recompensa reciben fidelidad y amor de diversas
fuentes.
La pobreza de la que nos habla el versículo 23 no es la misma de los versículos 20 y
21, sino que es la producida por la pereza. Es la pobreza que describe San Pablo cuando
habla de los ociosos “entremetidos”, gente que no trabaja sino que anda hablando y
molestando a los demás. A ellos les dedicó el apóstol estas palabras: “A los tales
mandamos y exhortamos por nuestro Señor Jesucristo que, trabajando sosegadamente,
coman su propio pan” (2 Tesalonicenses 3:12).
El comentarista Robert Alden destaca tres tipos de pobres en el Libro de Proverbios:
• El abandonado y desamparado: 13:8, 23; 17:5; 18:23; 19:4, 7, 22; 22:2, 7; 28:3,
6, 27; 29:13; 31:20
• El oprimido: 3:34; 13:23; 15:15; 22:22; 30:14; 31:5, 9.
• El perezoso: 6:11; 11:24; 21:5, 17; 22:16; 24:34; 28:22.
El sabio obtiene beneficios de su sabiduría, ya sean de orden monetario o de otro
tipo (versículo 24), en tanto que el insensato no genera otra cosa que más insensatez.
Al decir la verdad (versículo 25), especialmente cuando compartimos la verdad de la
gracia de Dios, se puede decir que estamos salvando vidas. El engaño destruye en vez
de salvar.
Los versículos 26 y 27, describen el temor del Señor en dos maneras pintorescas:
como una fortaleza y como una fuente de vida. Los creyentes encuentran refugio en
Dios; él los protege de los asaltos de Satanás (1 Corintios 10:13). Y, Dios vela porque no
nos ocurra nada que al final no sea para nuestro bien (Romanos 8:28). Como nuestro
“manantial de vida”, nos ha creado y también nos ha dado la vida eterna. Con estas
seguridades podemos enfrentar: la vida, la muerte, y la eternidad, desbordantes de
confianza.
“¿De qué sirve tener un reino si es que no hay nadie en él?” pregunta el versículo
28. “En el pueblo numeroso está la gloria del rey”. La sola demostración exterior de
realeza es vana; de igual forma, es vacía toda pretensión exterior sin verdadera
sustancia que la respalde.
82
algunos “puntos débiles” y se precipitará a un fracaso innecesario.
El necio se deleita en la necedad (versículo 21). La persona sabia se deleita en
encontrar respuestas a los problemas de la vida, y en ser capaz de ayudar a otros con
una palabra oportuna (versículo 23). No nos debemos imaginar que los tontos vayan
por la vida divirtiéndose, mientras que los sabios están siempre sombríos y con caras
serias. No, es que simplemente ellos encuentran su gozo de una manera diferente y
más satisfactoria.
85
El versículo 6 habla de la expiación por medio de la misericordia y de la fidelidad.
Hablando en sentido estricto, esto es algo que ningún humano pecador puede lograr. Es
solamente a través del amor y de la fidelidad de Jesucristo que nuestros pecados son
expiados. Su sangre inocente expía, es decir, cubre nuestros pecados y los lava. Su
bondad inmerecida hacia nosotros nos lleva a corresponderle. Nuestro temor
reverencial del Señor, y nuestro gran respeto por él, nos motivan a evitar el mal.
Nuevamente, esto que hacemos no es otra cosa que la respuesta a lo que Dios ya ha
hecho por nosotros.
Nuestros caminos sólo pueden ser gratos a Dios mediante la fe porque “sin fe es
imposible agradar a Dios” (Hebreos 11:6). Cuando vivimos de manera agradable a Dios,
él nos bendice con la paz. Durante los reinados de los piadosos reyes de Judá, Asá y
Josafat, Dios mantuvo todo el país en paz con los enemigos que lo rodeaban (2 Crónicas
14:6–7; 17:10).
Reyes (16:10–15)
16:10–15. En estos versículos Salomón se concentra en los reyes y en sus funciones
(25:2–7). Lo que dice en cuanto a los reyes es válido también para los gobernantes y
funcionarios en general.
La palabra que se traduce en el versículo 10 como “oráculo” tiene usualmente una
connotación negativa como la “adivinación” que se condena en Deuteronomio 18:10 y
en otras partes. Sin embargo, aquí la vemos en compañía del “juicio”. Dios establece los
reyes y los gobiernos (Romanos 13:1–7). Así como a los ciudadanos les corresponde
honrar su gobierno, también Dios espera que los gobernantes actúen como sus
representantes, que hablen en asuntos civiles como sus portavoces y que gobiernen
86
con justicia.
Al igual que los demás hombres, los reyes tienen que responder ante Dios, quien es
el Rey de reyes. Esto subraya una diferencia importante entre la concepción de los
reyes del Antiguo Testamento y la de las naciones paganas que rodeaban a Israel. El
punto de vista de la Biblia era que los reyes no eran un tipo de seres divinos creadores
de las leyes, tal como lo creían las otras naciones, sino que ellos mismos estaban sujetos
a las leyes de Dios.
El Señor espera que los gobernantes sean honestos; ellos no pueden crear:
medidas, pesos, y balanzas, para satisfacer sus propios caprichos (versículo 11). Las
“pesas de la bolsa” es una referencia a las piedras que usaban como pesas de medida;
los comerciantes llevaban esas piedras en bolsas.
Entonces lo que afianza a un rey es su posición para con Dios; cuando detestan el
hacer mal y siguen caminos de justicia, Dios los afianza (versículo 12), es decir, les da
seguridad. Estos gobernantes se complacen en la honestidad (versículo 13) y se rodean
de consejeros confiables.
Los déspotas de la antigüedad poseían una asombrosa potestad de vida o muerte.
Todo lo que tenían que hacer era decir una palabra y podían sentenciar a muerte a una
persona. La Biblia da muchos ejemplos de eso; varios provienen del libro de Ester, en el
que vemos cómo ella siendo reina, tenía que ser cuidadosa al presentarse ante el rey,
no fuera que incurriera en su desaprobación (Ester 5:1–3). También vemos en el mismo
libro que cuando el rey se enfureció contra el alto dignatario Amán lo hizo colgar de
inmediato (7:8–10). Los hombres sabios sabían cómo aplacar la ira de un rey.
La alegría del rostro de alguien (versículo 15) significaba que esa persona te miraba
favorablemente. Cuando el rey te demuestra su favor mejora tu vida. Sin embargo, lo
más importante es que el Rey de Gloria nos lo muestre. La bendición de Aarón dice:
“Jehová te bendiga, y te guarde; Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de
ti misericordia; Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz” (Números 6:24–26). Al
hablar del rostro radiante de felicidad, o de orgullo de alguien, estamos empleando una
terminología similar a la de la esta cita. En cuanto a la “lluvia tardía” (“lluvia en la
primavera”, versículo 15, NVI), sin ella: no se podría desarrollar el grano, no habría
cosecha, y no habría vida. De igual modo, sin el favor de Dios no puede haber vida: ni
física, ni espiritual.
Orgullo (16:18–19)
16:18–19. Los orgullosos quieren usurpar para ellos la gloria que le pertenece sólo a
Dios. El Salmo 115:1 dice: “No a nosotros, oh Jehová, no a nosotros, sino a tu nombre
da gloria”. Ensalzarnos a nosotros mismos en lugar de ensalzar a Dios es orgullo. Esta es
una altivez momentánea, pues Dios derribará al orgulloso.
Resulta evidente que muchos de nuestros males de hoy parten del hecho de que
nuestra sociedad alienta la agresividad y el orgullo, como se ve en los lemas “Eres el
número Uno” y “Tú mereces lo mejor”. El impulso a anteponerse a los demás lleva
fácilmente a menospreciarlos.
El mejor camino sigue siendo el de la humildad, incluso si nos sitúa entre los
oprimidos. Eso no significa que tengamos que mantener ocultos nuestros talentos, sino
reconocer que todo lo que tenemos viene de Dios y que se debe usar de manera que le
agrade. Igualmente, la humildad piadosa reconoce nuestra continua dependencia de la
misericordia y de la ayuda del Señor, por lo cual, como consecuencia, podremos seguir
adelante en la vida sin temor y confiando en el amor de Dios que nos sostiene.
88
seguir a un líder religioso que tiene algo nuevo y diferente que ofrecer. Todo lo que nos
aparta de la Palabra de Dios nos lleva hacia la muerte.
Incluso si la tarea resulta monótona, el hambre empuja al hombre a trabajar. En
este sentido, “su boca le estimula” (versículo 26). Ésta es su motivación. Los cristianos
tienen una motivación más elevada: “Hacedlo todo para la gloria de Dios” (1 Corintios
10:31).
Santiago recurre a la imagen del versículo 27 y nos dice: “Y la lengua es un fuego…
contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada
por el infierno” (Santiago 3:6). ¡El daño que puede hacer la lengua! El versículo 28 nos
da un ejemplo de ese daño, de la discordia que puede causar el chisme.
Es poco frecuente que los noticieros modernos reporten el caso de asesinos que
atrajeron a sus víctimas hacia una trampa. En una era violenta como la nuestra, el
versículo 29 nos da una advertencia: que tengamos cuidado al seleccionar nuestras
amistades.
Las expresiones faciales (versículo 30) dicen más que las palabras. Los difamadores
pueden usar de guiños de ojos o gestos con los labios para dar a entender que “aún se
pueden decir cosas mayores”.
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manos de Dios. Debemos tener esto presente al tomar nuestras decisiones.
Este episodio en que los discípulos echan suertes ocurre precisamente antes de
Pentecostés y, significativamente, es la última referencia que se hace en las Escrituras a
esta práctica. Aunque no está prohibido echar suertes, ahora usamos otros medios. Hoy
en día oramos, leemos consejos bien fundamentados, e intercambiamos con otros
creyentes antes de actuar, encomendándole a Dios los resultados.
17:1–6. La verdad que se expresa en el versículo 1, presenta una realidad tan
innegable que pocos la discutirían. ¿Quién escogería las riquezas si tuviera que
cambiarlas por la paz? La elección parece sencilla en apariencia, pero hay muchos tan
enamorados de las riquezas que las procurarían, aun a costa de un hogar sin amor.
Oremos para que Dios nos conceda el don del contentamiento. ¡Entonces un bocado
seco será tan apetitoso como un banquete!
En la antigüedad, un amo agradecido le podía otorgar plena libertad a su siervo y
adoptarlo como hijo en su familia e incluso hasta podía desheredar a un hijo y
transferirle la herencia al siervo. Eliezer, el mayordomo de Abraham, ocupa un lugar
prominente entre los siervos del Antiguo Testamento. En una ocasión, antes de que le
naciera un hijo, Abraham se preparó para que Eliezer fuera su heredero (Génesis 15:2).
El mensaje que trasmite el versículo 2 es que un buen siervo puede alcanzar mayor
honra que un hijo desvergonzado. Lo que importa no es la posición en que nacemos,
sino lo que hacemos con nuestra vida.
El crisol es un recipiente que soporta altas temperaturas (versículo 3). La plata y el
oro se fundían y refinaban en crisoles y en hornos (27:21). Mientras que la capacidad
del hombre permite refinar los metales de esta manera, sólo Dios puede probar el
corazón de las personas.
Dios usa las pruebas y los sufrimientos de la vida para refinar a su pueblo y para hacer
que sea más fuerte y más puro. El Señor dice: “A este tercio [un remanente del pueblo]
lo meteré en el fuego, lo fundiré como se funde la plata, lo probaré como se prueba el
oro. Él invocará mi nombre, y yo le oiré, yo diré: pueblo mío, y él dirá: Jehová es mi
Dios” (Zacarías 13:9). San Pedro nos anima a aceptar los sufrimientos porque son para
nuestro bien: “para que, sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro
(el cual, aunque perecedero, se prueba con fuego), sea hallada en alabanza, gloria y
honra cuando sea manifestado Jesucristo” (1 Pedro 1:7).
Conocemos el dicho: “Dios los cría y ellos se juntan”; el versículo 4 pone el énfasis
en eso. En este caso dice cómo se asocian los malos. Los que se ocupan de la mentira y
en hablar malévolamente, escuchan a los que son de su misma calaña.
El versículo 5 nos hace pensar. ¿Cuánto de nuestro humorismo no se hace a costa
de otros? La diversión a costa de los marginados demuestra desprecio por Dios mismo.
Él es el poseedor de todas las cosas y si ha distribuido más a unos que a otros, eso no es
motivo de burla, sino, más bien, es una oportunidad que Dios nos da para que les
demostremos amor al compartir nuestros dones con los necesitados. De igual forma,
mofarse de aquellos sobre los que el Señor ha permitido que caiga la desgracia, es
también invitar el castigo de Dios.
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La Biblia describe a menudo la ancianidad como una bendición. Proverbios 16:31
habla de las canas como “corona de honra”. En el versículo 6 vemos que vivir para ver a
los nietos es también “corona”. Esta fue la bendición que pronunció el salmista sobre
“todo aquel que teme a Jehová… y veas a los hijos de tus hijos” (Salmo 128:1, 6).
No sólo los padres son los que se regocijan al ver a sus hijos crecer y formar su
propia familia, sino que también los hijos se sienten orgullosos de sus padres. Sin usar
expresiones directas, Salomón nos ha descrito aquí el amor y el gozo de una familia
temerosa de Dios.
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Las consecuencias de vivir de la maldad (17:11–15)
17:11–15. A algunas personas no se les puede convencer para que abandonen el
camino equivocado. El hombre que “no busca sino el mal”, es así; no se detendrá hasta
que se encuentre con “un mensajero cruel”: la policía o los militares. El apóstol San
Pablo escribe: “De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios
resiste … si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues está al servicio
de Dios para hacer justicia y para castigar al que hace lo malo” (Romanos 13:1–4). La
necesidad de la fuerza es una dura realidad en nuestro mundo caído.
El necio es otra áspera realidad de la vida (versículo 12). Una osa a quien le hayan
robado sus cachorros te atacará y te destrozará; el necio, en su locura insensata, es
igualmente peligroso. Curiosamente, Dios usa esta misma imagen para él mismo y para
su ira contra el pueblo rebelde: “Como osa que ha perdido los hijos los encontraré, y
desgarraré las fibras de su corazón” (Oseas 13:8).
Es un error devolver mal por mal (1 Pedro 3:9). ¡Mucho peor es devolver mal por
bien! (versículo 13) El mal nunca se apartará de la casa de esa persona, es decir, de su
familia. Salomón mismo provenía de una familia de ese tipo. David asesinó al piadoso
Urías y tomó por mujer a la mujer de él, Betsabé; y de esa unión nació Salomón. A causa
de este pecado Dios le dijo a David: “No se apartará jamás de tu casa la espada” (2
Samuel 12:10).
Es suficiente un pequeño hueco en una represa para que tarde o temprano toda la
estructura comience a derrumbarse. Cuando alguien está contrariado todo lo que
necesita es una palabrita para iniciar una pelea. Salomón dice: “Sé sensato, no
comiences la disputa. Podrías comenzar algo que está fuera de tu alcance. La represa,
una vez rota, tiene una fuerza terrible”.
A menudo el pequeño ofensor sale perdiendo mientras que el criminal que puede
contratar los mejores abogados escapa a pesar de su crimen. El famoso abogado
Clarence Darrow dijo: “La justicia no existe, ni en la corte ni fuera de ella”, y eso ocurre
con frecuencia. Pero Dios toma nota y no olvida.
El lenguaje de estos cinco versículos ha sido duro, se ha hablado de un mensajero
cruel, de una osa a quien se le han robado sus cachorros, y de una represa que estalla.
Salomón no se anda con rodeos para describir el mal y sus consecuencias.
95
vergüenza (Génesis 3:6–11). Todos vivimos con una sensación de vergüenza en tanto
que nuestra conciencia nos dice que somos pecadores. Solamente Cristo nos libra de
esto y de las demás consecuencias del pecado.
La mayoría de las veces hablamos de “cosas triviales”, sin importancia. En lo
profundo, bajo la superficie están nuestros verdaderos pensamientos y sentimientos,
que sólo afloran con dificultad. El hombre sabio es capaz de expresarse en ese nivel de
palabras claras y abiertas, a la vez que sabe extraerlas de los demás. De esta manera, la
sabiduría es un “arroyo que rebosa”.
Resulta malo parcializarse hacia el rico (véanse los comentarios de Proverbios 22:2.)
También es malo parcializarse hacia el malvado, ya sea por una conveniencia egoísta o
por temor.
En vez de estar siempre calculando: qué hacemos, quién está en el asunto, y qué
podría pasar, la sabiduría nos enseña a hacer sencillamente la voluntad de Dios y a
hacer justicia, dejando que ocurra después lo que vaya a ocurrir.
La flojera (18:9)
18:9. Con la pereza ocurre lo mismo que con el chisme: es un pecado más grave de
lo que se nos ocurre pensar. El perezoso es hermano del destructor, que es uno que
actúa rápidamente al saquear y quemar.* El otro destruye de una manera lenta al
permitir que las cosas se deterioren.
96
“más nosotros del nombre de Jehová, nuestro Dios, haremos memoria” (Salmos 20:7).
Salomón trata de otro tipo de falsa seguridad: las riquezas. Cuando habla del “rico”,
el término se le puede aplicar a la mayoría de los que viven en los países más
desarrollados del mundo. Allí disfrutan de unas condiciones de vida que el resto de la
población mundial sólo las puede ver en sueños. Han refinado el planeamiento
financiero hasta convertirlo en una ciencia, tienen programas de seguridad social, de
pensiones, de seguro de vida, de pensiones vitalicias libres de impuestos, de cuentas de
retiro individual, mercados de valores, fondos mutuos, etc., etc. Y la lista sigue y sigue.
Si confiamos en todas estas cosas y las consideramos como nuestra “ciudad
fortificada”, entonces la imaginación nos engaña. ¿De qué nos servirá cuando
comparezcamos desnudos ante nuestro Hacedor?
Dios es nuestra “fuerte torre”. “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto
auxilio en las tribulaciones” (Salmos 46:1). Él nos salva del pecado, de la muerte y de la
condenación.
97
permiten que las palabras penetren en su corazón. Oremos para que nunca disminuya
nuestro interés en oír la Palabra de Dios y para que siempre la tomemos en serio.
En el versículo 16, tenemos otra afirmación que describe la vida tal como es en este
mundo. Los “regalos” aquí se parecen mucho al soborno. Si la única vía para llegar ante
“los grandes” es mediante regalos, puede ser que a fin de cuentas los grandes no sean
tan grandes.
Sin embargo, evitemos volvernos cínicos con respecto a dar regalos; como quiera
que sea, la Biblia no lo condena. El centro mismo de las Escrituras es el gran regalo que
Dios le da al mundo: el Salvador. En amor cristiano, el pueblo se alegra de poder ayudar
a otros. Aunque esta generosidad nos puede llevar tarde o temprano a asociarnos con
los grandes, esta no es la motivación cristiana sino que, más bien, debemos dar así
como Dios nos dio a nosotros.
El habla (18:20–21)
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18:20–21. En una forma llena de colorido, el versículo 20, comparando lo que
hablamos con un campesino que planta la semilla, nos dice que cosechamos la
recompensa o el castigo de lo que decimos. Siempre que decimos algo, sembramos. Los
cientos de miles de palabras que salen diariamente de nuestra boca son como semillas.
Posteriormente vamos a recoger la cosecha y tendremos que comer el fruto.
Tal vez deberíamos examinar nuestra manera de hablar. ¿Estamos sembrando
expresiones positivas y amables o sarcásticas e hirientes? ¿Sembramos amargura o
bondad?
En el versículo 21 el sabio hace énfasis en el fruto positivo del habla. El poder de la
lengua es enorme; por ejemplo, cuando compartimos el evangelio de Cristo estamos
plantando semillas que pueden brotar para vida eterna. Con la ayuda de Dios, que
nuestro hablar produzca frutos de vida.
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del engaño, que es lo que implica el versículo 1, el hombre pobre que confía en el Señor
estará siempre en mejores condiciones espirituales que un necio.
Toda la emoción y la energía del mundo no pueden sustituir la falta de
conocimientos (versículo 2). Pablo se lamentaba de la situación de sus compatriotas
judíos: “Tienen celo de Dios, pero no conforme al perfecto conocimiento… Ignorando la
justicia de Dios; y procurando establecer la suya propia, no se han sometido a la justicia
de Dios” (Romanos 10:2–3). En materia espiritual, y en toda área de la vida, antes de
que nos lancemos a algo, lo mejor es que sepamos hacia dónde nos dirigimos.
La realidad que se expresa en el versículo 3 es demasiado común; los humanos lo
enredamos todo y después culpamos a Dios. Santiago escribió: “Cuando alguno es
tentado no diga que es tentado de parte de Dios, porque Dios no puede ser tentado por
el mal ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia pasión es
atraído y seducido” (Santiago 1:13–14). Recoger los pedazos de una vida arruinada,
comienza con el reconocimiento humilde de que es nuestra propia culpa y que
necesitamos el perdón y la ayuda de Dios.
Otra realidad pecadora de la vida es que el dinero puede comprar y en realidad
compra amistades, pero cuando se va el dinero también desaparecen los amigos.
Conscientes de esto, será mejor que sigamos las palabras de nuestro Salvador en vez de
seguir los caminos del mundo: “Más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:35).
Más importante que lo que podamos obtener de los demás, es lo que podamos darles
nosotros a ellos.
Engaño (19:5–9)
19:5–9. Los versículos 5 y 9 son casi idénticos, difieren sólo en la línea final. En el
primero se dice que el testigo falso “no escapará,” es decir, que no se escapará del
juicio. El segundo dice que “perecerá,” es decir, que será castigado. En ambos casos,
finalmente llega el juicio de Dios, pese a que en este mundo los perjuros con frecuencia
se salen con la suya. Estos proverbios nos hacen recordar los testigos falsos contra
Nabot (1 Reyes 21) y contra nuestro Salvador (Mateo 26:59–63).
Los versículos 6 y 7, destacan un asunto que Salomón trata varias veces: la conexión
que existe entre la riqueza y la amistad, y la de la pobreza con la soledad. Un
gobernante poderoso y la persona que distribuye regalos tienen muchos “amigos”. Por
otra parte, al pobre hasta su familia lo esquiva.
Si hasta los familiares evitan al hombre pobre, ¡cuánto más lo evitarán sus
“amigos”! Podrá correr tras ellos, pero no querrán tener nada que ver con él. La línea
que existe entre ser popular e impopular en el mundo es, a menudo, la misma línea que
separa al rico del pobre.
A pesar de esto, recordemos que Salomón en el versículo 1 dijo, que un hombre
pobre pero íntegro está en mejores condiciones que uno rico y fatuo. La pobreza
material es una desdicha, pero no tan mala como la bancarrota espiritual.
Además, ya que las amistades mundanas no son más estables que las inversiones en
el mercado de valores, muchos individuos adinerados sentirán algo más que una ligera
100
sensación de inseguridad.
Amar la sabiduría divina (versículo 8) es amar nuestra propia alma. Podemos
encontrar una satisfacción profunda y duradera en la Palabra de Dios. Este tipo de
prosperidad contrasta radicalmente con el terreno movedizo de la confianza en el
dinero y en las cosas que el dinero puede comprar.
103
los demás se debe a que están interesados en su dinero.
No importa cuán buena pueda ser una relación, ningún ser humano es perfecto en
“hacer misericordia”; sólo Dios nos puede dar esa clase de amor en el que no hay
simulación, pues no hemos hecho nada para merecerlo. Sin embargo, Dios dice: “Con
amor eterno te he amado” (Jeremías 31:3). Él ha demostrado su amor perfecto al enviar
a su Hijo para que sea nuestro Salvador.
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Escarnecedores (19:28–29)
19:28–29. El versículo 28 resulta interesante porque nos enseña que el mal sale de
la boca del impío y que éste también la usa para encubrir (o engullir, NVI) la maldad.
Todo el que sea un testigo falso se burla de la justicia, y la maldad se propala por su
boca.
En otro sentido, los que tienen una dieta fija de maldad por medio de lo que: ven,
leen, y oyen, están ingiriendo solamente maldad. En el libro de Job, Elifaz habla del
“hombre abominable y vil, que se bebe la iniquidad como agua” (15:16).
Entonces se describe a los impíos de esta manera terrible, como personas que
tienen un caudal constante de maldad que entra y que sale de ellos, es decir, que la
consumen y a la vez la producen.
Salomón nos dice que a algunas personas la instrucción no les entra y que puede ser
que la única manera de que esto suceda sea por medio de castigos y de golpes. En una
época en la que el castigo físico se ve mal, las palabras de Salomón nos suenan severas.
Sin embargo, vivimos en un mundo pecador y algunas personas se han endurecido
tanto en la maldad que se requieren medidas duras para contrarrestar sus maldades.
Sin embargo, también es verdad que la ley y el evangelio de Dios pueden abrir
camino y transformar hasta el corazón de necios y escarnecedores.
108
porque Dios las ha puesto sobre nosotros y nos lo pide.
Los bienes que se adquieren rápidamente (versículo 21) probablemente no sean
apreciados debidamente. En la parábola del hijo pródigo, Jesús nos da un buen ejemplo
de eso (Lucas 15:11–32), el hijo derrochó su herencia en el mal vivir. No les hacen
ningún bien a sus hijos los padres que les facilitan demasiado las cosas, porque así les
impiden aprender valiosas lecciones de: laboriosidad, paciencia, y aprecio. Al final, lo
heredado no traerá las bendiciones que se hubieran podido esperar.
Las palabras que les dirigió San Pablo a los cristianos en Roma hablan sobre el
pensamiento que se expone en el versículo 22: “No paguéis a nadie mal por mal;
procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de
vosotros, estad en paz con todos los hombres. No os venguéis vosotros mismos,
amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza,
yo pagaré, dice el Señor” (Romanos 12:17–19).
Incluso en materia de religión, a veces pensamos que nos corresponde actuar como
vengadores de Dios haciendo pagar debidamente a quienes han hecho el mal. No, Dios
nos llama a perdonar. A su debido tiempo y donde sea necesario él tomará venganza.
El versículo 23 reitera lo dicho en el versículo 10. En el 23 se habló de que Dios
detesta las pesas y balanzas falsas, pero el corazón humano siempre está buscando
escapatorias. En caso de que después de leer el versículo 10 alguien piense: “¡Ah, pero
él no dijo nada acerca de las balanzas!”, Dios añade el otro versículo. El Señor no nos da
un sistema legal cuyas reglas podamos manipular. Dios reclama una actitud de amor en
el corazón, una actitud que aborrezca la idea misma de aprovecharse de otro: mediante
pesas, balanzas, medidas, o cualquier otro medio.
El versículo 24 es muy profundo, nos recuerda que Dios tiene el mando. Nosotros
hacemos nuestros planes, andamos a tientas, tratando de buscar el camino por el que
vamos a andar y haciendo nuestros planes a veces contra la voluntad de Dios. Mientras
tanto, entre bastidores, el Señor lleva a cabo sus propósitos.
Incluso los hombres malvados son usados para servir a los fines del Todopoderoso.
Por ejemplo, Roboam, el hijo de Salomón, desoyó las quejas del pueblo y siguió
obstinadamente su propio camino. “Y no oyó el rey [Roboam] al pueblo; porque era
designio de Jehová para confirmar la palabra que Jehová había dado” (1 Reyes 12:15).
Dios usó las acciones del rey para que ocurriera lo que él había prometido que iba a
hacer.
El Señor sabe mejor que nosotros mismos lo que nosotros hacemos; él dirige
nuestra vida, y eso constituye una fuente de fe y de confianza para el creyente.
El versículo 25 nos advierte contra los votos que se hacen apresuradamente. Esto es
similar a lo que Salomón dijo en otro lugar:
“Cuando a Dios hagas promesa, no tardes en cumplirla, porque él no se
complace en los insensatos. Cumple lo que prometes. Mejor es no prometer que
prometer y no cumplir. No dejes que tu boca te haga pecar, ni delante del ángel
digas que fue por ignorancia. ¿Por qué hacer que Dios se enoje a causa de tus
palabras y destruya la obra de tus manos?” (Eclesiastés 5:4–6).
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Al hacer promesas las debemos tomar seriamente, tal como lo hace el Señor.
El versículo 26 menciona el asunto de dispersar a los malvados, que ya se ha tratado
en el versículo 8, bajo la expresión de disipar el mal. La Nueva Versión Internacional
trae en la última línea del versículo 26 la imagen poética de una era donde se trilla el
grano: “Los desmenuza con rueda de molino”. En la mayoría de los sitios donde se trilla
el trigo, un buey arrastra un pesado trineo o una rueda sobre el cereal para aplastar el
grano y desprenderlo de la cáscara, para aventarlo después, es decir lanzarlo al aire
para que el viento se lleve la paja. Salomón emplea esta comparación para mostrar la
manera como un buen rey aplasta al malvado y se libra de él como si fuera paja. Tal
como dijimos antes, esto también es un cuadro del juicio de Dios.
La idea que se trasmite en el versículo 27 es la de que Dios nos conoce y mira en lo
profundo dentro de nosotros. Esta verdad del libro de Proverbios, que se repite con
frecuencia, es para recordarles a los impíos que no escaparán al juicio de Dios. Para el
pueblo de Dios es un consuelo saber que él sabe de todas nuestras cargas y debilidades,
y que estará allí para ayudarnos.
110
nosotros lo tuvimos por azotado, como herido y afligido por Dios. Más él fue
herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados. Por darnos la paz,
cayó sobre él el castigo y por sus llagas fuimos nosotros curados (Isaías 53:4–5)
112
en 25:24 y en forma ligeramente modificada aparece también en 21:19. Un
comentarista observó: “De todos los proverbios que se repiten, este del versículo 9 es el
que menos parece merecerlo.” Nosotros no estamos de acuerdo con esta opinión. En
virtud de que el libro de Proverbios es parte de la palabra inspirada de Dios, el Señor
mismo respalda esa repetición; destaca la importancia que Dios le concede a la
tranquilidad doméstica.
Además, si acaso parece que se singulariza discriminativamente a la mujer
rencillosa, se debe tener en cuenta que la inmensa mayoría de los Proverbios describen
a hombres malvados. El impío piensa de principio a fin en su propia conveniencia, no
tiene tiempo para sentir misericordia por los demás (versículo 10). La realidad de este
proverbio es especialmente inquietante si consideramos que estamos viviendo en la
generación del “yo”, en la que se estimula continuamente a que cada cual se ponga en
primer lugar. A cada paso se nos dice que nos debemos preocupar por nosotros mismos
y se escribe acerca del egocentrismo, como si se tratara de una virtud.
Otra cosa inquietante del versículo 10 es que la impiedad puede ir más allá de ser
una debilidad y convertirse en una ansiedad. Bajo esas circunstancias el malvado deja
de ofrecer resistencia a sus impulsos pecaminosos, que pasan a convertirse en una
adicción cuya satisfacción buscará voluntaria y activamente.
El versículo 11 repite el pensamiento de Proverbios 19:25: el ingenuo puede
aprender, aunque la motivación que lo lleve a eso no sea la ideal. Cuando vea que el
burlón ha sido castigado puede ser que el temor de sufrir igual suerte lo lleve a ser algo
más sabio.
Esto es lo que queremos decir cuando decimos que la ley moral actúa como una
restricción para impedir la propagación del mal. Muchas personas tienen una vida
respetable no a causa de convicciones profundamente arraigadas, sino porque
simplemente no quieren que los multen ni ir a la cárcel. Un ejemplo común de ese
comportamiento se da cuando vemos que a alguien se le saca de la vía para ser multado
por exceso de velocidad. De inmediato, ¡todos los demás conductores reducen la
marcha y avanzan a la velocidad establecida para esa vía!
El sabio ama el conocimiento por el conocimiento mismo y no solamente porque le
evite el castigo. Esto nos hace recordar el pasaje acerca de Jesús cuando estaba en el
templo, a los 12 años: “sentado en medio de los maestros, no sólo escuchándolos, sino
también haciéndoles preguntas” (Lucas 2:41–52). Aunque ni nosotros ni nuestros hijos
alcancemos ese ideal, sí podemos cultivar el amor por la Palabra de Dios.
El “justo” del versículo 12 solamente se puede referir a Dios, de cuyo conocimiento
no escapa nada. La caída de los impíos a menudo va acompañada de la caída de los
integrantes de su casa o familia, como sucedió el caso de Acab, uno de los más notables
reyes de Israel en la época del Antiguo Testamento. Con posterioridad a su muerte (1
Reyes 22:37), su esposa Jezabel y setenta hijos del rey fueron muertos (2 Reyes
9:30–10:17); esa cifra incluía probablemente a hijos que había tenido con mujeres de su
harén y a los nietos.
El asunto es que los malvados acarrean frecuentemente el desastre, no sólo sobre
ellos mismos, sino también para los de su casa, especialmente cuando la familia los
113
sigue en sus sendas de maldad.
Al igual que los demás proverbios de este grupo, el versículo 13 da una nota de
alerta. Los que se niegan a escuchar el clamor del pobre, algún día se verán en la misma
situación. A menudo, por ejemplo en Lucas 13:28, Jesús habló del infierno como un
lugar donde habrá “el llanto y el crujir de dientes”. No se prestará atención al llanto de
los condenados.
Dios ha sido tan misericordioso con nosotros, ¿cómo les podremos dar la espalda a
los lamentos de los que necesitan nuestra ayuda?
21:14–19. El tema de los regalos y de los sobornos ya fue tratado antes en lugares
como en Proverbios: 17:8; 18:16; 19:6. Sin brindarle aceptación al empleo de los regalos
en función de soborno, Salomón nos mostró que ésta es una costumbre en este mundo
pecaminoso. Hoy día, en numerosos países, el soborno es casi una porción del salario
de los empleados gubernamentales. Dar dinero en ese sentido es parte de los trámites
necesarios: para evitar una multa por exceso de velocidad, para conseguir la prórroga
de un pasaporte, o para cualquier favor. El versículo 14 habla de los regalos como
medio para calmar la ira. Algunos han visto en esto una referencia a las obras de
caridad, pero es más probable que se trate del uso de los regalos para comprar la
conciencia de alguien.
Parece que las referencias que hace Salomón en este sentido señalan hechos reales
y deja que los lectores saquen sus propias conclusiones. Ciertamente, un regalo puede
aplacar la ira de alguien, pero la persona sabia le da prioridad a evitar conflictos
innecesarios.
Si alguien está furioso con nosotros porque le hemos hecho daño, ciertamente no
podremos arreglar las cosas tratando de pagarle; dos males no hacen un bien. Si el
disgusto se debe a que nosotros mantenemos una postura correcta sobre determinado
asunto, entonces debemos soportar de buena voluntad el embate de su ira (1 Pedro
2:19–21).
No debemos pasar al siguiente versículo llevándonos la impresión de que se debe
evitar todo lo que sea regalar. Cuando un esposo, una esposa o un amigo, ofrecen un
regalo con el ánimo de ayudar a normalizar las cosas después de una discusión, ese
regalo puede ser un símbolo de amor, y no lo debemos entender como soborno. De la
misma manera que con muchas otras cosas de la vida, el asunto de los regalos depende
mucho de la motivación.
El versículo 15 presenta un agudo contraste entre el justo que se regocija cuando ve
que se hace justicia y el malhechor que se aterroriza ante ella. El famoso pasaje de San
Pablo acerca del papel del gobierno habla del mismo fenómeno: “Porque los
magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo” (Romanos
13:3).
Podríamos salir de la carretera y caer en una zanja o incluso tener un accidente
serio o fatal; pero apartarnos del camino de Dios es todavía mucho más grave (versículo
16). El diablo nos puede tentar a pensar que rechazar la Biblia es entrar en el camino de
una vida plena y libre. La realidad es que el desobediente obtiene lo opuesto de lo que
114
busca: en lugar de libertad de movimiento él se detiene (“va a parar”). En lugar de una
vida plena se encuentra “en compañía de los muertos”. No se trata solamente en la
muerte física, sino de la muerte espiritual y, a menos que se arrepienta, puede ser la
muerte eterna.
El vino se asociaba con las fiestas (versículo 17). El aceite caro se usaba en lociones y
perfumes. A la persona que le gusta disfrutar de ellos, estas satisfacciones le pueden
quitar la dedicación necesaria para trabajar y enriquecerse. O puede ser que por la
dedicación al placer pierda las riquezas que tenía.
El versículo 17 encierra un asombroso e inesperado giro. Anteriormente (en el
versículo 15) Salomón había dicho que la persona que busca justicia consigue eso y
mucho más. También obtiene alegría o “placer”. En el versículo 17 dice que la persona
que hace del “placer” una meta, no lo encontrará. En hebreo las palabras que se
traducen como: alegría, gozo, y placer, son las mismas. Dicho de otra manera, cuando
busquemos satisfacción en las cosas de este mundo, no la encontraremos. Cuando
busquemos primero las cosas de Dios, él también nos otorgará el don de sentirnos:
contentos, satisfechos, y bendecidos, aquí en la tierra como “miel sobre hojuelas”.
En el versículo 18, Salomón nos muestra un giro aún más extraño. Resulta habitual
que los malos hagan pagar rescate a los buenos, pero aquí las cosas ocurren al
contrario. La idea es que aunque por un tiempo los malvados estén al mando y ejerzan
poder sobre los justos, este cuadro sufrirá un cambio. La Biblia contiene giros como
éstos; por ejemplo cuando Jesús dice: “He aquí que hay últimos que serán primeros, y
primeros que serán últimos” (Lucas 13:30). A menudo, las cosas no son en realidad
como las vemos, ni de la manera en que resultan.
Después de haber visto el versículo 9 se aprecia cuán similar a éste resulta el
versículo 19, con la diferencia de que en este último Salomón dice “en tierra desierta”
en lugar de “rincón del terrado”; entre la primera y la segunda afirmación de este
proverbio hay un aumento evidente de intensidad.
El perezoso (21:25–26)
21:25–26. Este es otro caso raro en la colección de los proverbios de Salomón,
donde dos versículos forman un pensamiento continuo.
El perezoso anhela una vida fácil. Como todo lo que hace es sentarse y soñar con la
vida fácil, no lleva a cabo ningún trabajo. Al no trabajar, no dispone de alimentos y
termina muriéndose de hambre.
Mientras el perezoso pierde su tiempo soñando despierto, los justos están llenos de
energía para hacer el bien. No solamente proveen para ellos mismos, sino
generosamente también para los demás.
119
El Rey de reyes, lo ve todo: “No hay cosa creada que esté oculta de su vista; antes
bien todas las cosas están desnudas y descubiertas a los ojos de aquel a quien tenemos
que dar cuenta” (Hebreos 4:13). No importa lo listo o engañoso que pueda ser el impío,
el Señor lo sabe y cuando lo estime oportuno arruinará sus planes, mientras que vela y
protege a aquellos que lo reconocen como su Dios.
22:13–16. Estos versículos finales de la Primera Colección de Proverbios de Salomón
se concentran en algunas de las advertencias centrales de todo el libro y van dirigidas
contra: la pereza, el adulterio, la insensatez, la opresión, y el soborno.
Los pretextos que esgrime el perezoso para no trabajar suenan absurdos (versículo
13), y lo son; se aferra a cualquier pretexto, sin que importe lo ridículas que sean sus
excusas para no trabajar. Cuando posponemos una tarea, llevarla a cabo se va haciendo
progresivamente más difícil hasta que toma proporciones casi monstruosas. No seamos
perezosos, usemos las habilidades que Dios nos ha dado.
El versículo 14 es la primera advertencia que se hace contra el adulterio desde el
amplio pasaje dedicado al tema en el capítulo 7. La boca de la adúltera con su habla
suave y sus besos, es la entrada a la muerte y al infierno mismo; caer víctima de ella es
un castigo de Dios sobre el impío.
Por naturaleza, todos somos necios; es decir, nos apartamos de Dios y nos
encaminamos a seguir nuestros propios deseos pecaminosos. Los hijos también tienen
la inclinación a la conducta tonta e insensata. Los padres cristianos deben tener esto en
cuenta al aplicar una disciplina amorosa pero firme mientras educan a sus hijos.
El Señor denuncia la opresión de los pobres y la práctica del soborno que llevan a
cabo los ricos; ambas son acciones pecaminosas destinadas al provecho personal a
expensas de los demás. Dios las detesta. Salomón nos alienta mucho a ayudar al pobre
y a cumplir el deber de tratar imparcialmente con el rico.
Hemos llegado al fin de la porción más larga de los Proverbios; los centenares de
proverbios breves que hemos comentado alimentan nuestros pensamientos y nos
orientan en la vida diaria. Ellos contienen material que es más que suficiente para toda
una vida de santificación; seguramente nos gustará volver sobre ellos en muchas
ocasiones mientras vivimos al servicio de nuestro Salvador.
En 1923 se publicó por primera vez para el público de habla inglesa un antiguo
documento egipcio titulado “La sabiduría de Amenemope”. El documento, que se
estima corresponde a una fecha tan antigua como la de 1570 a.C. o tan tardía como 500
120
a.C., se le atribuye a un funcionario egipcio de ese nombre, y consiste de treinta dichos
sabios que de alguna manera son similares en forma a Proverbios 22:17–24:22.
Algunas traducciones, como la Nueva Versión Internacional, tienen en Proverbios
22:20 lo siguiente: “¿Acaso no te he escrito treinta dichos que contienen sabios
consejos?”, (lo que también se puede traducir “¿Acaso no te he escrito
anteriormente…?”). Además de esto, es posible dividir Proverbios 22:17–24:22 en
treinta dichos que tratan de consejos para la vida. Ante estos hechos, algunos eruditos
han visto una conexión entre los dichos de Amenemope y esta sección de Proverbios.
En caso de que se haya tomado material de una obra para la otra, lo más probable
es que el poco conocido Amenemope haya extraído material de la obra de Salomón,
que era famoso por su sabiduría; y lo menos probable es que ocurriera lo contrario.
Aunque estas comparaciones sean de interés histórico, no afectan ni a la inspiración
ni al significado de esta sección de Proverbios. El Espíritu Santo supervisó la
composición y la recopilación de las Sagradas Escrituras que nos “pueden dar sabiduría
necesaria para la salvación mediante la fe en Cristo Jesús”, además: “Toda la Escritura
es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en
la justicia” (2 Timoteo 3:15–16, NVI).
Continuamos con los “Dichos de los sabios”:
125
23:12. Una vida disciplinada implica a toda la persona en forma íntegra. Al contrario
de lo que muchos pudieran pensar, no es algo que se logre fácilmente, sino que exige el
estudio de la Biblia: estudiar y escuchar la Palabra de Dios. Entonces la Palabra debe
penetrar profundamente en nuestro corazón y convertirse en parte de nuestra vida.
La instrucción nos llega no solamente cuando tenemos contacto directo con la
Biblia; también nos llega indirectamente mediante el consejo y la corrección de los
amigos y los maestros cristianos.
126
premio del elogio. Deben hacer que sus hijos sepan cuánto los aman y cuán felices se
sienten de ver que su sabiduría y su madurez aumentan. En ocasiones nos olvidamos de
estimular a los niños y pensamos solamente en corregirlos, lo que constituye un error
similar al abandono de la disciplina.
Los hijos son una bendición de Dios (Salmos 127–128); nuestros sentimientos hacia
ellos son profundos y es muy grande el gozo de ver que maduran espiritualmente. ¿Es
que puede haber una mayor alegría para los padres que oír que sus hijos “hablen con
rectitud”, en especial al expresar la fe en el Salvador?
127
se puede convertir en un estilo de vida; la borrachera y la glotonería embotan física y
mentalmente, y pueden llevar a la pobreza.
Al esforzarnos por andar en los caminos de Dios y mantenernos apartados de esos
pecados, nos debemos abstener de juzgar erróneamente a los demás. El sacerdote Elí
consideró de manera equivocada que Ana estaba borracha, porque la conducta que
podía ver en ella le pareció extraña (1 Samuel 1:12–17). Si vemos que una persona
conocida está consumiendo alcohol en un restaurante no nos debemos apresurar a
sacar conclusiones. Tampoco debemos pensar que cualquiera que esté un poco obeso
sea culpable del pecado de la glotonería. Primero nos debemos mirar a nosotros
mismos, y tener cuidado de vivir con moderación para gloria de Dios.
130
Intrigas insensatas (24:7–9)
24:7–9. La puerta de la ciudad era un sitio protegido donde, en tiempos bíblicos, se
reunían los líderes de la comunidad y sesionaban los tribunales. El insensato no tenía
nada digno de mención que pudiera llevar ante estas asambleas.
Cuando alguien está constantemente provocando problemas, eso hará que alcance
mala reputación. El escarnecedor es una persona que prefiere burlarse de los demás en
lugar de ofrecer una crítica constructiva, por eso también llegará a ser detestado.
Los insensatos, los intrigantes, y los burladores, terminarán todos viéndose
apartados de la compañía de los demás.
131
nutritiva.
La sabiduría proporciona una esperanza imperecedera. Cuando la Biblia nos habla
de la esperanza de los creyentes, nos habla de la esperanza positiva y segura. Esta
esperanza en Cristo es muy diferente a cuando miramos el cielo nublado y decimos:
“Ojalá que no llueva”.
132
Al terminar el Prólogo (1:7), como penúltimo verso de todo el libro (31:30) y aquí, al
final de otra sección. Con estos dos versículos termina la sección de los Dichos de los
Sabios conocida también como la de los Treinta Dichos.
Lo que particulariza esta ocasión que comentamos es la exhortación que la
acompaña para que también el “hijo mío” tema al rey. En el Nuevo Testamento, Pedro
hace referencia a la primera línea de este pasaje cuando escribe: “Honrad a todos.
Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey” (1 Pedro 2:17).
Los reyes, así como los gobernantes en general, son representantes de Dios y por
eso les debemos respeto. El apóstol Pablo escribió:
Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay
autoridad que no provenga de Dios, y las que hay, por Dios han sido
establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por
Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos. Porque los
magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo.
¿Quieres, pues, no temer a la autoridad? Haz lo bueno, y serás alabado por ella.
(Romanos 13:1–3).
134
todo el mundo necesita descansar y distraerse. Pero el perezoso no se conforma con un
poco, sino que hace del descanso un estilo de vida.
¿La solución? Está en vivir para Dios usando para su gloria y para beneficio del
prójimo las habilidades que el Señor nos dio.
Idénticos
21:9 25:24
18:8 26:22
22:3 27:12
20:16 27:13
22:13 26:13
19:24 26:15
19:1 28:6
135
12:11 28:19
22:2 29:13
17:3 27:21
15:18 29:22
137
Hay quienes piensan que ellos mismos se deben hacer su propia propaganda. Eso no
es lo que Dios dice. No debemos alardear de nuestros dones para que los demás los
miren; si los usamos bien, las personas inteligentes los notarán.
140
tomar mucho tiempo para que un hombre justo se vuelva a encaminar bien; y hasta
que eso no ocurra puede afectar a otros que hagan caso de sus consejos o sigan su
ejemplo.
Los que son justos ante Dios mediante la fe en Jesucristo también querrán vivir
rectamente. De esta manera glorificamos al Señor. ¡La vida íntegra y de buena
reputación es como manantial o pozo de aguas puras y refrescantes!
25:27–28. En los versículos 6 y 7 se nos dice que no busquemos nuestra propia
honra. Aquí este deseo se compara con comer demasiada miel, que nos enfermaría en
lo físico. De igual modo, perseguir la propia honra resulta dañino a la salud espiritual.
En tiempos bíblicos la población cuyas murallas estuvieran derribadas quedaba
indefensa. Cuando los asirios amenazaron Jerusalén, el rey Ezequías preparó la defensa
de la ciudad. Entre otras cosas “edificó Ezequías todos los muros caídos, e hizo alzar las
torres, y otro muro por fuera” (2 Crónicas 32:5).
El hombre que no puede controlar sus impulsos, está en peligro constante de
seguirlos ciegamente y de pagar el precio. Esos impulsos pueden ser: la ira, la lujuria, la
embriaguez, la ambición, o la venganza. Nuestra defensa está en el Señor que nos
fortalece, y que si caemos, es nuestra fuente de perdón.
El necio (26:1–12)
26:1–3. Once de los siguientes doce versos (todos menos el 2) tratan del necio.
Hemos leído acerca de él en muchos pasajes, pero ésta es la mayor concentración de
versículos acerca de él.
Cuando nieva o llueve fuera de estación, lo consideramos inapropiado, pues puede
ser más destructivo que beneficioso. Un lugar de honor resulta inapropiado para el
insensato, desde él puede hacer más daño que bien. En nuestra época, la gente
superficial alcanza con frecuencia posiciones de honor debido a su apariencia, a su
capacidad atlética, o por su fama en el ambiente de la música popular. Sus opiniones
sobre política y religión, así como el apoyo que le brindan a cualquier cosa desde la ropa
interior hasta las cervezas, llegan a millones de oídos. Esto no resulta apropiado.
Con anterioridad habíamos visto a Salomón empleando a la hormiga para
ejemplificar una lección (Proverbios 6:6). A partir del versículo 2 comienza a emplear,
además, a otros animales como ilustraciones. En el capítulo 26 de Proverbios aparecen:
el gorrión, la golondrina, el caballo, el asno, el perro, y el león. En correspondencia con
sus amplios estudios, Salomón enseñó “sobre los animales, sobre las aves, sobre los
reptiles, y sobre los peces” (1 Reyes 4:33).
De la misma forma que el gorrión y la golondrina vagan sin pausa volando fuera del
nido y regresando a él, así la maldición permanece en el aire una vez que ha sido
pronunciada. Aunque a menudo se tiende a pensar en la maldición solamente en
términos de desear que alguien sea condenado o que se le someta a la más profunda
humillación, maldecir a alguien podría significar también rebajar a esa persona o hacer
que se sienta mal. Ya sea de manera verbal u otra, nos molesta que nos menosprecien.
141
La naturaleza de las maldiciones, en especial las no merecidas, las hace semejantes al
ave que revoletea sin descanso manteniéndose sobre nuestra cabeza y sin irse. Por lo
tanto, seamos cuidadosos en nuestro trato con los demás, edificándolos en lugar de
maldecirlos.
El caballo puede necesitar del uso del látigo para marchar en la dirección correcta.
El asno, siendo más terco, necesita la brida. Como si fuera un animal, el necio necesita
sentir la vara en la espalda, o como alguien podría decir, un buen puntapié. El asunto es
que algunas personas, es decir, los necios, no responden a las palabras ni a la razón.
Necesitan lecciones enérgicas y objetivas.
26:4–5. Estos proverbios contrapuestos les han dado dolores de cabeza durante
siglos a los eruditos bíblicos. Algunos piensan que siendo obviamente contradictorios,
sirven de razón suficiente para que no se considere al libro de los Proverbios como
parte de las Escrituras. Sin embargo, cuando pensamos en esto, resulta altamente
improbable que tanto el sabio rey Salomón como los escribas de los tiempos de
Ezequías hubieran sido tan torpes como para no ver que estos proverbios se oponen
entre sí. Evidentemente los pusieron uno junto al otro por alguna razón.
Existen varias posibilidades en cuanto a cuál fue esa razón. (1) Algunos sugieren que
el par de proverbios demuestra la imposibilidad de tratar con el necio, ya sea que se le
responda o no, usted se verá mal por el simple hecho de haber tenido que tratar con él.
(2) Otros sugieren que el versículo 4 se aplica a los asuntos terrenales, en tanto que el 5
se refiere a preocupaciones de tipo religioso. (3) Aparte de lo anterior, otros opinan que
estos versículos significan que se debe responder siempre a la persona, a no ser que se
sepa que es necia. En otras palabras: que se le dé el beneficio de la duda hasta que uno
se dé cuenta de que está tratando con alguien que es necio sin remedio.
La segunda y la tercera posibilidades tienen en común que ambas sugieren que son
las circunstancias las que determinan cómo se responde al insensato. Teniendo esto en
cuenta y considerando lo determinante que es el momento, ofrecemos una cuarta
posibilidad. Tal como dice el sabio rey en Eclesiastés 3:1: “Todo tiene su tiempo”,
mientras exista todavía la esperanza de llegar al insensato, no se debe responder “de
acuerdo con su necedad” (versículo 4). En lugar de darle una respuesta necia, démosle
una respuesta seria; puede ser que penetre en él. Pero si niega a escuchar, entonces
respondámosle “como merece su necedad” (versículo 5). Dele una respuesta tonta que
concuerde con la necedad de su mente.
26:6–11. “Beber algo en daño propio” (traducido como “bebe violencia” en la Reina-
Valera Actualiza) es una frase que hemos visto antes en 4:17 (“beben vino de
violencia”), y tiene que ver con la sed que tienen los impíos de hacer el mal. De modo
similar, la referencia a quien se corta los pies ilustra un tipo de conducta que conduce
solamente al mal y al dolor. Salomón pone al mensajero necio al mismo nivel que estos
horrores. El necio como mensajero se equivocará al trasmitir el mensaje o fallará de
algún modo en el cumplimiento de su misión. El resultado será el dolor y malas
consecuencias.
142
Salomón continúa, empleando la ilustración de un cojo cuyas piernas compara a un
proverbio en boca de un necio. Así como las piernas del cojo son incapaces de hacerle
alcanzar su destino, el proverbio en boca del necio no puede cumplir su función. El
insensato puede repetir las palabras de sabiduría, pero como le falta verdadero
entendimiento las emplea mal y es incapaz de aplicarlas a su vida. En ocasiones se
puede escuchar a un político citando de manera equivocada, y a voz en cuello, un
pasaje bíblico en el intento de mostrar sus conocimientos de la Biblia a un auditorio de
votantes cristianos. También se puede ver a cristianos cuya vida contradice en alta voz
lo que sus labios profesan. Ambos casos ilustran la verdad del versículo 7.
Con una piedra que arrojó con su honda, el joven David le dio muerte al gigante
Goliat (1 Samuel 17:48–50); eso nunca hubiera ocurrido si David hubiera puesto mal la
piedra en la honda. Honrar al necio resultaría igualmente inútil (versículo 8).
El versículo 9 emplea un ejemplo diferente para ilustrar la misma verdad del
versículo 7. Un borracho que agarra una planta espinosa está expuesto a pincharse las
manos y, como probablemente agite las ramas, puede que hiera también al que esté
cerca. El mal manejo de la sabiduría por parte del necio lo lleva a dañarse a él mismo y a
los demás. San Pedro nos ofrece un ejemplo interesante cuando habla de algunos que
empleaban mal los inspirados escritos de Pablo, su colega en el apostolado:
Y tened entendido que la paciencia de nuestro Señor es para salvación;
como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido
dada, os ha escrito en casi todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas;
entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e
inconstantes tuercen (como también las otras Escrituras) para su propia
perdición (2 Pedro 3:15–16).
Los que toman las Escrituras fuera de contexto y las tuercen para que se acomoden
a sus propias ideas se dañan a ellos mismos y a los demás. Son necios.
El tema del versículo 10 es el cuidado que se debe tener al escoger los trabajadores.
Un arquero que dispara a tontas y locas resulta peligroso; también lo es contratar a
cualquiera que aparezca y que pudiera ser perezoso o ladrón con el resultado de que
arruine la empresa. Eso no quiere decir que no les debemos dar a las personas la
oportunidad para trabajar y ganarse la vida, pero es necesario ejercer la prudencia.
En 2 Pedro 2:21–22, el apóstol cita la primera línea del versículo 11 y añade otro
proverbio que no aparece en el libro que comentamos: “El perro vuelve a su vómito y la
puerca lavada a revolcarse en el cieno”. Pedro les aplica estos proverbios a los que
después de haber conocido “el camino de la justicia” optan por “volverse atrás del
santo mandamiento que les fue dado”. También sin citar de los Proverbios, el escritor
de Hebreos y el apóstol Juan, advierten acerca de caer de la gracia y volver de nuevo al
pecado (Hebreos 6:4–8; 1 Juan 2:19). El cuadro no es agradable. Comer su vómito
solamente hará que el perro se vuelva a enfermar; abandonar la sabiduría de Dios y
retornar a la incredulidad y a los hábitos pecaminosos es espiritualmente repugnante,
necio, y destructivo.
143
26:12. Este versículo le da fin a los proverbios concernientes al necio con un
recordatorio. Creámoslo o no, ¡hay alguien peor que el insensato! Es la persona que
orgullosamente piensa que es sabia. El orgullo viene a ser la más pavorosa de todas las
condiciones porque nos separa del Salvador. Los que se consideran sabios en su propia
opinión, están ciegos a su pecado y no reconocen que necesitan la gracia de Dios.
La actitud de la persona que está muy satisfecha de ella misma, está muy lejos de
ser la del creyente que se mantiene humildemente en el temor de Dios.
El perezoso (26:13–16)
26:13–16. Inmediatamente después del amplio conjunto de versículos
concernientes al necio, encontramos cuatro proverbios sobre el perezoso. El vínculo
entre unos y otros no es por accidente, pues la pereza es una variedad de la necedad.
El versículo 13 es una variante de Proverbios 22:13. La palabra hebrea para león es
diferente en cada caso. De paso se puede apreciar la creatividad del perezoso, tanto en
el uso de términos diferentes como en la variedad de pretextos que emplea, pero
cuando llega el momento de actuar, el perezoso se aferra a cualquier pretexto para
eludir el trabajo.
Después de dar una evasiva, el holgazán se voltea en la cama (versículo 14). No es
sólo que gire allí como una puerta sobre sus bisagras, sino que está tan unido a la cama
como la puerta lo está a las bisagras.
El versículo 15 es casi idéntico a Proverbios 19:24. Después de haber visto al
perezoso ofrecer excusas y después de haberlo visto echado en la cama, ahora lo vemos
sentarse también perezosamente a la mesa para comer, dando de nuevo un
espectáculo exasperante.
Lo peor de todo es que el perezoso ni siquiera se da cuenta de su condición
lastimosa (versículo 16); es demasiado flojo para adquirir sabiduría, y sin embargo se
considera más sabio que los que son considerados y reflexivos, y lo demuestran en las
respuestas que dan. El número siete significa lo completo. Podríamos decir “varios que
sepan aconsejar” en vez de “siete que sepan aconsejar”.
Notemos que esta sección sobre el perezoso termina al igual que la anterior,
dedicada al necio, con un proverbio en contra de considerarnos sabios en nuestra
propia opinión. La persona que piense que nadie le puede enseñar nada, es la que está
en la peor condición.
144
dirá cuándo es ese momento.
También hay un momento para el humor y una manera apropiada de ser divertido.
Engañar a alguien y hacerle sentirse mal no es grato a Dios, aunque solamente sea “por
broma”. Salomón habla contra el tipo de humor que lleva a los malentendidos y lastima
los sentimientos de los demás. De acuerdo con la traducción de la Nueva Versión
Internacional, el rey compara ese tipo de humor con un loco que dispara flechas
llameantes y mortales.* Seguro que la gente inocente resultará herida.
El humor piadoso mantiene su gentileza y preocupación por los demás. Es el humor
del amor.
145
Los males de la mentira (26:23–28)
26:23–28. La limpia y pulida superficie exterior de una copa de cerámica vidriada,
oculta el barro común de que está hecho el recipiente. Jesús usó una ilustración similar
para denunciar a los hipócritas de su época: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos,
hipócritas!, porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis
llenos de robo y de injusticia. ¡Fariseo ciego!, limpia primero lo de dentro del vaso y del
plato, para que también lo de fuera quede limpio.” (Mateo 23:25–26). Limpiar el
interior de la copa significa orar con el salmista: “Esconde tu rostro de mis pecados, y
borra todas mis maldades. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu
recto dentro de mí” (Salmo 51:9–10).
Los versículos 24–26 hacen énfasis en el hecho de que el tono amable encubre con
frecuencia al corazón engañoso. En cuanto a lo de las “siete abominaciones” veamos
Proverbios 6:16–19. De nuevo, el número siete representa lo completo. Es una manera
de decir que el corazón está lleno de maldad.
Uno se podría preguntar: “Si el engañador es tan amable, ¿cómo podríamos saber
que es un mentiroso para no creerle?” Bien, tarde o temprano la verdad saldrá a relucir.
Jesús dice: “Pues no hay nada oculto que no haya de ser manifestado, ni escondido que
no haya de ser conocido y salir a plena luz” (Lucas 8:17). A menudo esta revelación
ocurre en esta vida; las evidencias de la mentira salen a la superficie, para mostrar que
la enseñanza o la vida de una persona no concuerdan con lo que la Biblia enseña. Si el
pecado no es seguido por el arrepentimiento, los cristianos pondrán en vigor la
disciplina de la iglesia trayendo el asunto ante la “asamblea”, es decir, ante la
congregación (véase Mateo 18:15–20). Dios tiene maneras de hacer que los impíos
queden al descubierto.
Quienes planean el mal de otros encuentran muchas veces que ese mismo mal se
vuelve contra ellos (versículo 27). En el libro de Ester, el destino del malvado Amán es
un ejemplo vívido de esta verdad; la horca gigantesca que había construido para colgar
al judío Mardoqueo, su enemigo, terminó siendo usada para que lo colgaran a él mismo
(Ester 7:9–10). A menudo, de forma no tan directa, las intrigas de las personas terminan
destruyéndolas a ellas mismas. Por ejemplo, la ira de uno contra otro puede volverse
consumidora. La ilustración de aquel que cae en su propio hoyo aparece en otro lugar
del Antiguo Testamento, Salomón la usa en Eclesiastés 10:8.
En el versículo 28 a la lengua falsa y a la boca lisonjera, se les dan las características
de la persona que las maneja; así, la lengua atormenta (“odia” en la Nueva Versión
Internacional) y la boca arruina. “La boca lisonjera” es literalmente “boca suave”. El
habla placentera del mentiroso esconde su verdadero propósito, que no es otro que el
de hacer daño a aquel a quien lisonjea.
En este conjunto de proverbios nos vuelve a conmocionar la forma en que Salomón
entreteje el habla con los motivos y los actos. El corazón, la boca, y las manos, deben
trabajar juntos; no podemos tener determinados valores en el corazón pretendiendo a
la vez tratar de engañar a otros con la conducta externa. Lo de dentro y lo de fuera, han
146
de formar una unidad indivisible.
Todo el capítulo 26 de Proverbios ha tratado de aspectos negativos que debemos
evitar. Estudiamos al necio en los versículos 1 al 12, al perezoso del 13 al 16, el mal uso
de la lengua y al entremetimiento los vimos en los versículos 17 al 19, y el chisme del 20
al 22. Finalmente, se trató de la mentira, a la que Salomón le dedicó los versículos 23 a
28. Vivir santamente tiene dos partes: del lado positivo está lo que Dios quiere que
hagamos, del lado negativo nos dice lo que no debemos hacer. Es necesario prestar
atención a ambos lados, para tener un cuadro completo de lo que significa vivir como
hijos de Dios.
147
que son la envidia; y Salomón habla de estos celos y de la envidia en el sentido
pecaminoso, según el motivo de la persona. En respuesta a esta pregunta retórica, no
hay quien pueda permanecer frente a estos celos que llevan a la destrucción de su
objeto, y consumen a quien los sufre. Si este sentimiento encuentra albergue en
nuestro corazón, debemos pedir el perdón de Dios y su ayuda para desarraigarlo de
nosotros.
Las siete palabras sencillas del versículo 5 dicen mucho. Pese a todo el desparpajo
del mundo moderno, nuestra sociedad teme ejercer la crítica, sobre todo en las
relaciones de persona a persona. Se requiere valor para enfrentar a alguien porque
siempre existe el peligro de que la sinceridad resulte en lastimar los sentimientos de
alguien y en romper amistades. Sin embargo, la crítica constructiva, franca, y amorosa,
está de acuerdo con Dios y resulta mejor que hablar a espaldas de alguien o no decir
nada por amor, cuando es necesario decir algo.
Pablo criticó abiertamente a Pedro y a sus acompañantes porque “no andaban
rectamente conforme a la verdad del evangelio” (Gálatas 2:14). Eso, que era lo que se
debía hacer, resultaba útil, amoroso, y grato a Dios. En ocasiones Jesús amonestó a sus
discípulos. Debemos pedir la ayuda de Dios en esta área para brindar amonestación
amorosa cuando sea necesario y para aceptarla cuando la necesitemos. Sin embargo, el
amor oculto permanece dentro del corazón, y con su ardor al que ama ni amonesta ni
anima.
Pese a todo el tacto que se utilice, o por amorosa que sea, la amonestación seguirá
siendo dolorosa. Éstas “son las heridas que causa el que ama” (versículo 6); pero al igual
que ocurre con algunos remedios que causan ardor o dolor, esas heridas resultan
saludables; el que aplica la medicina es digno de confianza. Sin embargo, así como Judas
traicionó a Jesús con un beso (Marcos 14:44–45), los enemigos fingen amor y amistad.
Se dice que el hambre es la mejor cocinera. Después de una comida abundante,
ningún alimento resulta apetecible; cuando estamos hambrientos todos lo son. Al
aplicar el versículo 7 a los asuntos espirituales, debemos recordar diariamente nuestra
pecaminosidad y nuestra necesidad del Salvador. De otra manera, nos volveríamos
satisfechos de nosotros mismos y tontamente pensaríamos que no necesitamos nada,
cuando en realidad nos estamos muriendo de hambre.
El ave que se aleja de su nido tiene que construir otro. La persona que se aleja de su
hogar tiene que comenzar todo desde el principio. Los que han sido desarraigados o
que han vivido errantes saben lo abrumadora que puede ser la tarea. El cuadro que nos
describen las palabras de Salomón en el versículo 8 resulta desolador y triste,
especialmente cuando se aplica a la vida espiritual. Los que se alejan de las enseñanzas
de la palabra de Dios pierden su hogar espiritual. Puede ser que construyan otro hogar,
pero nunca será tan bueno como el que dejaron atrás.
27:9–10. Salomón se vale del sentido del olfato para describir el gozo de la
verdadera amistad. Las fragancias del perfume y del incienso agradan a todo el que se
acerca. El “cordial consejo” de un amigo es expresión de su profundo deseo de ayudar.
Tener un buen amigo, deseoso de escuchar y de brindar consejo amablemente, es uno
148
de los más gratos placeres de la vida.
Así como queremos los beneficios de la amistad de otros, también nosotros
desearemos ser amigos para otros. Seamos el tipo de amigo que cultiva amistades tan
duraderas como las de los antiguos amigos de nuestra familia. La segunda y tercera
líneas del versículo 10 destacan el hecho de que un buen amigo puede ser de más
ayuda que nuestro propio hermano, especialmente si el amigo vive cerca. Ocurre a
veces que los miembros de la familia están lejos, no sólo en cuanto a distancia, sino
también emocionalmente. ¡Qué gran alegría es saber que en Jesús tenemos al amigo
más íntimo y cercano!
Estos dos versículos, al igual que Proverbios 18:24, destacan el valor inapreciable de
los buenos amigos. Pidámosle al Señor que nos conceda esa clase de amigos y también
que nos conceda serlo para los demás.
27:11–16. Cuando el joven acepta las enseñanzas de sus padres o de sus maestros
se convierte en una fuente de alegría para ellos. Si los críticos dudan de ellos o tratan
de desacreditarlos, ellos pueden mostrar como ejemplo a los jóvenes que han seguido
sus enseñanzas. Los jóvenes sabios son prueba del valor de sus mayores.
El sabio prosigue destacando uno de los resultados de la buena instrucción: “el
avisado” identifica el peligro y lo evita. Pero el incauto que no ha sido bien instruido se
adentra ingenuamente en el peligro y sufre las consecuencias. Hoy en día podemos
pensar en muchos peligros de los que debemos alertar a los jóvenes: las relaciones
sexuales prematrimoniales, las drogas, la bebida, las amistades desaconsejables, la falta
de respeto a la autoridad, etc. Los padres cristianos, los maestros, y los líderes de las
iglesias, deben trabajar juntos para alertar y guiar a los jóvenes.
En el versículo 13 encontramos otro de los peligros que los jóvenes deben evitar en
su vida y al que son especialmente susceptibles: el de asumir insensatamente las
deudas de otro. En el texto original este versículo es casi idéntico a Proverbios 20:16.
Aunque el versículo 14 no lo afirma explícitamente, la implicación es que esa
bendición no es sincera. La descripción de la bendición, como que ocurre “en alta voz” y
“en la madrugada”, indica que se produce con vigor y energía. La cuestión es que,
cuando alguien se aparece con demasiada disposición a ser amistoso, sus insinuaciones
se deben tomar con sospecha. La gente piensa que debe haber una segunda intención
oculta tras esta bendición.
Mientras que algunas esposas pueden estar muy dispuestas a ser agradables, los
versículos 15 y 16 describen a una mujer que es el extremo opuesto. Su queja es tan
constante como una gotera en día de lluvia. Nadie la puede detener, como tampoco
nadie puede detener el viento ni agarrar el aceite con la mano. Lejos de menospreciar
el papel de la esposa en la sociedad antigua, estos versículos muestran el papel vital
que desempeñaban en la vida de su esposo. Eso continúa vigente; la esposa puede
destruir o edificar a su esposo. La única forma de tratar con la mujer rencillosa es
desaparecer hasta que se le pase la crisis de mal carácter (21:9, 19).
Dispersos a través del Libro de los Proverbios encontramos los versículos que
describen a la mujer desagradable. Sin embargo, los versículos finales de este libro
149
describen a la mujer de carácter noble (31:10–31).
27:17–22. Al compartir y aprender junto a otros nos afilamos mutuamente el
entendimiento de la misma forma que el hierro le da filo al hierro.* Los rabíes de la
antigüedad sostenían que estudiar con otros lleva a un conocimiento más pleno y
exacto. Cuando todo nuestro aprendizaje transcurre a solas, existe la posibilidad de que
sin la corrección de los demás nos desviemos. El versículo 17 es otro buen respaldo para
participar del estudio bíblico en la iglesia, además de la lectura individual de las
Escrituras en casa.
Junto con la vid, el olivo y las palmeras, la higuera se menciona frecuentemente en
las páginas de las Escrituras. Esta planta de lento crecimiento requiere años de cuidado
paciente. Frecuentemente se le plantaba junto con la vid y su crecimiento era símbolo
de prosperidad, por ejemplo, en vida de Salomón “Judá e Israel vivían seguros, cada
uno debajo de su parra y debajo de su higuera” (1 Reyes 4:25). A la inversa, el deterioro
o la destrucción de la higuera, representaba un desastre nacional. A la luz de todo esto
se entiende que quien cuida de la higuera, tal como aparece en el versículo 18, es la
persona que a través de esfuerzo cuidadoso y continuo disfruta de prosperidad.
Salomón compara al labrador laborioso con un sirviente que trabaja lealmente para
su amo y disfruta de su favor. San Pablo retoma este cuadro y lo aplica a los siervos de
nuestro Señor Jesucristo: “El labrador que trabaja duro tiene derecho a recibir primero
parte de la cosecha” (2 Timoteo 2:6 NVI). Y el propio Jesús declara: “Si alguno sirve, mi
Padre le honrará” (Juan 12:26). Cuando nuestro Maestro celestial nos recompensa de
este modo, es una recompensa de gracia inmerecida, porque tal como Jesús nos dice en
otra parte, tenemos que reconocer que: “Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos
hacer, hicimos” (Lucas 17:10).
El versículo 19 compara el corazón humano con un reflejo en el agua.* La segunda
línea se podría entender de dos maneras, siendo ambas apropiadas. (1) El corazón
refleja la verdadera persona. Si realmente queremos saber cómo es alguien,
necesitaremos saber cómo es esa persona en su corazón. (2) El reflejo del que se habla
no proviene de dentro de nuestro propio corazón, sino del corazón de otro. En otras
palabras, lo que está en nuestro corazón se refleja en el corazón de otro. Nuestros
sentimientos y nuestros pensamientos encuentran su reflejo en los sentimientos y en
los pensamientos de otros. Debido a esto, podemos volcar lo que está en nuestro
corazón en otro, que a su vez comprenderá y responderá con simpatía, pues su corazón
alberga pensamientos y sentimientos similares.
Con anterioridad hablamos de la personificación de la Muerte y de la Destrucción
(Proverbios 15:11). Sin satisfacerse nunca, ambas exigen cada vez más y más (versículo
20). Salomón nos dice que los ojos de los hombres se comportan de igual manera, y en
Eclesiastés 1:8 el sabio rey habla de modo similar: “Nunca se sacia el ojo de ver”, y con
respecto al avaro dice en el 4:8 del mismo libro que “ni sus ojos se sacian de sus
riquezas”. Al decirnos esto, Salomón está describiendo lo que en otras partes la Biblia
llama “la codicia de los ojos” (1 Juan 2:16). Los ojos representan la codicia y la avaricia
humanas. El hombre pecador siempre quiere más y nunca está contento.
150
Irónicamente, el polvo de la tumba saciará finalmente al ojo insatisfecho. Existe, por
supuesto, otra solución mejor para el ojo sin reposo. En vez de fijar la vista en las cosas
de este mundo que nunca nos pueden satisfacer, concentrémosla en Jesús; él trae paz,
satisfacción, perdón… y victoria sobre la Muerte y la Destrucción. San Pablo nos lo dice
de la siguiente forma en 2 Corintios 4:18: “no mirando nosotros las cosas que se ven,
sino las que no se ven, pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven
son eternas”.
La primera línea del versículo 21 es casi idéntica a la primera de Proverbios 17:3 que
es seguida por: “Pero Jehová es quien prueba los corazones”. Él los examina mediante
las pruebas; el versículo 21 muestra que los hombres lo hacen de manera diferente. La
forma en que respondamos a cualquier adulación que recibamos da fe de nuestro
carácter. Jesús advirtió: “¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!,
porque de la misma manera hacían sus padres con los falsos profetas” (Lucas 6:26). Si el
elogio de los hombres fuera la principal fuerza motriz de nuestra vida, tendríamos la
tendencia a ser menos que honestos y no estar tan dispuestos a hablar ni a vivir la
verdad de la Palabra de Dios.
Por otra parte, si el elogio llega, ¿cómo lo recibimos? ¿Permitimos que se nos “suba
a la cabeza” o nos mantenemos centrados en Aquél que da las capacidades y el éxito
que tenemos?
Guardando semejanza con el pensamiento del versículo 22, un antiguo refrán judío
dice: “La borrachera se pasa, pero la necedad persiste”. Si incluso después de moler a
un necio en un mortero y hacerlo polvo golpeándolo con la mano que éste tiene para
machacar, persiste en su necedad, ¿qué esperanza queda? Humanamente hablando,
ninguna. Únicamente Dios, para quien nada es imposible, puede cambiar a un necio.
Por naturaleza todos somos necios, es a través de Cristo que nos convertimos en sabios.
152
A veces los creyentes se desaniman al ver que los malvados son alabados por el
mundo que ignora o persigue a los justos. Algunos hasta se pueden se sentir tentados a
unirse con ellos. El versículo 4 fortalece al pueblo de Dios. En vez de abandonar “la ley”,
los creyentes deben resistir a los impíos. En este versículo (así como en los 7 y 9), la
palabra para ley es torah. Este término no solamente se refiere a la ley como en los Diez
Mandamientos, sino en general a las enseñanzas de Dios. Torah es también el término
que designa al Pentateuco, los cinco primeros libros de la Biblia escritos por Moisés.
Guardar la ley significa aferrarse a las enseñanzas de las Escrituras.
La palabra “recto” del versículo 5 es otro término interesante, pues no es un
atributo solamente humano, sino que tiene su fuente en Dios: “Porque todos sus
caminos son rectitud” (Deuteronomio 32:4). En última instancia, “es de Jehová [de
quien] viene el juicio de cada uno” (Proverbios 29:26). Esta rectitud incluye compasión:
por el huérfano, por la viuda, y por el extranjero (Deuteronomio 10:18), así como el
castigo de Dios sobre los que oprimen a su pueblo (Deuteronomio 32:40–43).
Solamente los que están vinculados por medio de la fe a la fuente de esta rectitud o
justicia, lo comprenden verdaderamente, pues buscan a Dios en su Palabra y reflejan su
justicia o derecho en su vida.
Lo que realmente importa a los ojos de Dios es entender la justicia y guardar su ley.
Esto es lo que busca el Señor y no cuestiones superficiales, como cuánto dinero se
tiene. Salomón deja bien clara esta idea en el versículo 6.
Cuando vemos la palabra “integridad” aquí y en otras partes de Proverbios, no es
sinónimo de ser sin pecado. Todos pecamos. Los íntegros son aquellos cuyos pecados
son perdonados y llevan una vida santificada. Algunas traducciones usan la palabra
“honrado”.
28:7–10. El hijo sabio escucha la Palabra de Dios y la guarda; el hijo malvado es una
desgracia. El versículo 7 resume numerosos pasajes del libro de Proverbios
concernientes a los hijos sabios y a los necios, especialmente Proverbios 23:19–25.
El versículo 8 nos da la única referencia a la usura que se hace en todo este libro.
Varios pasajes del Antiguo Testamento prohibían que los Israelitas prestaran dinero a
interés a los de su propia nación (Levítico 25:35–37; Deuteronomio 23:19–20). Vemos
que esta actitud se expresa en las leyes que se dieron en el monte Sinaí:
Cuando prestes dinero a uno de mi pueblo, al pobre que está contigo, no te
portarás con él como usurero, ni le cobrarás intereses. Si tomas en prenda el
vestido de tu prójimo, a la puesta del sol se lo devolverás. Porque sólo eso es su
abrigo, el vestido para cubrir su cuerpo. ¿Con qué dormirá? Y cuando él clame a
mí, yo le oiré, porque soy misericordioso. (Éxodo 22:25–27).
El juicio de Dios sobre los que se aprovechan del necesitado consiste en que sus
riquezas terminarán en manos de aquellos que las usen para ayudar al pobre.
Ya en los versículos 4 y 7 habíamos visto la palabra “ley”, ahora la vemos
nuevamente en el versículo 9 donde el que “aparta su oído para no escuchar la ley” se
niega a prestarle atención. Este proverbio habla sin rodeos; como los malvados se
153
niegan a escuchar a Dios, Dios se negará a escucharlos a ellos.
Pecar ya es de por sí bastante malo, pero más terrible todavía es inducir a otros a
pecar. Los impíos están preparando su propia perdición cuando llevan a pecar a los
justos. Jesús habla de la gravedad de inducir a los niños al pecado: “A cualquiera que
haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le
colgara al cuello una piedra de molino de asno y que se le hundiera en lo profundo del
mar” (Mateo 18:6).
Pedro dice que los cristianos son llamados a heredar una bendición (1 Pedro 3:9). Y
Jesucristo nos dice que en el Día del Juicio, dirá a los que estén a su derecha: “Venid,
benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del
mundo” (Mateo 25:34). Los miembros del pueblo de Dios “heredarán la dicha” que se
les ha reservado. A diferencia de lo que se obtiene como pago, la herencia es un regalo;
en este caso un regalo de la gracia de Dios.
28:11–14. En nuestra época, al igual que en la de Salomón, la riqueza se asocia a
menudo con la sabiduría. Se supone que si una persona es eficiente y gana buen sueldo,
es que debe ser sabia. Ya hemos revisado suficientemente los Proverbios como para
saber que la riqueza material puede ser necedad espiritual. Ahora Salomón nos dice
que el hombre pobre pero con discernimiento puede escudriñar al rico. Como lo dice un
comentarista, “la sabiduría no respeta rangos”.
Sin embargo, este pasaje resulta inquietante, si se medita en lo dispuestas que
parecen estar las iglesias a hacerles la corte a los ricos y ubicarlos en juntas y comités
importantes, pese a que en ningún lugar la Biblia considera la riqueza como un
indicador de sabiduría. Al dar la lista de los requisitos que deben reunir los líderes,
Pablo, usando como ejemplo a los ancianos, dice cómo debe ser cada uno de ellos:
“Debe apegarse a la palabra fiel, según la enseñanza que recibió, de modo que también
pueda exhortar a otros con la sana doctrina y refutar a los que se opongan” (Tito 1:9,
NVI). Dios distribuye esa clase de sabiduría sin tener en cuenta cuánto dinero tiene o no
tiene, determinada persona.
El versículo 12 es similar a Proverbios 11:10. Aunque es frecuente que el malvado
prospere, nadie se alegra cuando alcanza el poder. Todo el mundo sabe, o pronto se da
cuenta de que los injustos se interesan únicamente en ellos mismos y que pisotearán a
todo aquel que se les interponga en el camino. 1 Reyes 18:13 nos relata que cien
profetas tuvieron que esconderse durante el reinado de Acab. Por otra parte, cuando
los justos llegan al poder, el pueblo sabe que la justicia y la misericordia prevalecerán.
El versículo 13 constituye una hermosa expresión evangélica que trae a nuestra
mente las palabras del apóstol Juan: “Si decimos que no tenemos pecado, nos
engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros
pecados, él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados, y limpiarnos de toda
maldad” (1 Juan 1:8–9; Salmo 32). Entretanto que no admitamos y renunciemos a
nuestros pecados, sufriremos: en nuestra vida emocional, en nuestra relación con los
demás, y sobre todo en nuestra relación con Dios. Confesar el pecado equivale a
conocer el gozo del perdón, y junto con el arrepentimiento va el sincero deseo de
154
renunciar al pecado de modo que, con la ayuda de Dios, enmendamos nuestro camino.
El temor del que se habla en el versículo 14 no es el temor reverente que
usualmente se asocia con el temor del Señor, sino que se usa una palabra hebrea
diferente. Aquí, la idea es la del temor al pecado y a sus consecuencias. Junto al temor
piadoso, el cristiano alberga un temor saludable hacia el pecado. Sabemos lo que éste
puede hacer. Pero el impío no podría preocuparse menos; imprudentemente endurece
su corazón y se mete de lleno en el pecado para sufrir tarde o temprano sus terribles
consecuencias.
28:15–17. El profeta Amós hace la pregunta: “¿Rugirá el león en la selva sin haber
presa? ¿Rugirá el cachorro de león desde su guarida, sin haber atrapado nada?” (3:4).
Del mismo modo, el gobernante malvado ruge y ataca confiado, cuando sabe que
puede dominar. El diablo actúa de manera semejante. El apóstol Pedro nos aconseja:
“Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda
alrededor buscando a quien devorar” (1 Pedro 5:8). Los malvados son pendencieros que
se gozan haciendo presa de los débiles y desprevenidos.
En el versículo 16 se establece un claro contraste entre el gobernante que explota
injustamente al pueblo y la persona recta que odia la injusticia. En su furia ciega, el
tirano oprime sin reflexionar; y al hacerlo siembra las semillas de su propio
derrocamiento. La historia está llena de ejemplos de tiranos que abusaron de su poder
y fueron derrocados. La persona honesta y laboriosa no tiene ante sí ese prospecto,
sino que Dios la bendice con vida larga y plena.
El versículo 17 nos recuerda a Génesis 9:6: “El que derrame sangre de hombre, por
el hombre su sangre será derramada.” En el Antiguo Testamento el asesinato acarreaba
la pena de muerte. Los que eran culpables de asesinato se veían forzados a permanecer
fugitivos hasta ser finalmente capturados por “el vengador de la sangre”, un pariente
cercano de la víctima. Las ciudades de refugio en Israel les brindaban protección a las
personas que daban muerte accidentalmente a otras, o eran acusadas erróneamente
de homicidio (Números 35). Pero el proverbio no se dirige a esos casos, sino que trata
de la persona culpable de homicidio: darle apoyo equivaldría a permitir el crimen.
155
Nuestro trabajo es el medio a través del que nos bendice el Señor. Los que intentan
eludir las palabras de Dios sobre este asunto terminarán con las manos vacías. Nuestra
época tiene su parte de “cosas vanas”* muy atractivas para los que se interesan en
enriquecerse rápidamente. Aunque podamos bromear hablando de inversiones en
tierras pantanosas, muchos han comprobado la verdad de este proverbio al perder su
dinero en fantasías de cualquier otro tipo. No hay nada que sustituya el ganarse la vida
al modo antiguo: trabajando. Las palabras de Timoteo constituyen un paralelo
apropiado en el Nuevo Testamento de estos dos proverbios:
“Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos ya satisfechos; pero los que
quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y
dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de
todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron
de la fe, y fueron atormentados con muchos dolores (1 Timoteo 6:8–10).
Todo el mundo está consciente de que el favoritismo es incorrecto (versículo 21).
Sin embargo, en este mundo corrupto no falta quien se incline al mal por el más
pequeño soborno, incluso “por un bocado de pan”. Tampoco debemos pensar que el
pueblo de Dios tiene un precio más alto, algo así como si se necesitaran dos bocados de
pan para comprarnos. La Biblia hace énfasis en que los cristianos actuarán “no haciendo
nada con parcialidad” (1 Timoteo 5:21). En cuanto a nuestra salvación, Dios no mostró
parcialidad; Cristo murió por todos. “Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no
solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo” (1 Juan 2:2).
Querremos mostrar esta clase de amor por todos.
Como muchos otros versículos de este capítulo del libro de Proverbios, el 22 trata
acerca de nuestra actitud hacia el dinero. El principio bíblico es que la generosidad, y no
la mezquindad, es la que lleva a la riqueza. En unas oportunidades esta riqueza puede
ser de carácter material; con frecuencia llega en forma de otras bendiciones. En tanto
que ocasionalmente un hombre avaro puede adquirir la riqueza que codicia, nunca
encontrará riquezas verdaderas como la amistad y el amor.
Confrontar a alguien puede ser difícil, pues tememos que nos rechacen o que
lleguemos a herir sentimientos y perder amistades. Encontramos mucho más fácil
elogiar a las personas, aunque sepamos que lo que ellas necesitan es la corrección. A la
larga, la persona que amonesta gana respeto, mientras que al adulador se le aparta por
no ser sincero. De manera que aunque de momento sea más fácil, la adulación no
produce lo que el adulador pretende, que es ganarse el favor de los otros. Aunque a
corto plazo la amonestación pudiera parecer áspera, resulta ser realmente lo correcto
desde el punto de vista del amor, pues ayuda a quien la recibe. Por supuesto que la
amonestación no se debe confundir con la crítica totalmente despiadada y negativa,
sino que debe llevar en sí la amable preocupación por el bienestar de los demás.
28:24–28. Resulta difícil imaginarse que alguien les robe a su padre o a su madre y
diga “esto no es malo”. Sin embargo, ha pasado en todas las épocas. En tiempos de
Jesús los judíos tenían una tradición que les permitía librarse de sostener a sus padres
156
ancianos y en vez de eso llevar una ofrenda al templo (Marcos 7:9–13). Hoy en día
muchos hijos son negligentes en el cuidado de sus padres; toman egoístamente todo lo
que pueden de ellos, pero nunca les corresponden con amor o nunca los visitan. En
realidad, eso es robarles a sus padres lo que ellos merecen. Algunos de esos hijos
pueden llegar hasta el extremo de arrasar con la casa de sus padres. Lo que hacen es
tan malo que merece el calificativo que Salomón les asigna.
El versículo 25 establece un contraste entre el hombre altanero (o codicioso, según
otras versiones) y el que confía en Dios. Por supuesto que la codicia no es más que falta
de confianza. Como el codicioso no confía en que Dios le proveerá, necesita acumular
más y más posesiones. En su loco afán de riquezas (y de la supuesta seguridad que
otorgan), pisotea a los demás y suscita desacuerdos. Al final ha causado innumerables
problemas, sin encontrar la paz que solamente Dios le puede proporcionar.
En la primera línea del versículo 26 tenemos la definición salomónica del necio: “El
que confía en su propio corazón es un necio” (como el corazón representa la totalidad
de la vida interior del sujeto, la traducción de la Nueva Versión Internacional, “en sí
mismo”, resulta apropiada). Por naturaleza el corazón humano, o el “yo”, está lleno de
pecados. Jesús dice: “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios,
los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias”
(Mateo 15:19). De modo que confiar en el propio, malvado corazón, es convertirse en
necio. Resulta claro que en la definición de necio que Salomón nos da caben muchos
que a los ojos del mundo parecen muy sabios.
Los que confían en el Señor son los verdaderos sabios; en lugar de buscar dentro de
ellos la guía para el camino de la vida, ellos buscan en la Palabra de Dios, la cual
conserva seguro a su pueblo. Los ángeles de Jehová velan sobre nosotros, y él nos libra
del mal en este mundo y nos conduce seguros a nuestro hogar celestial.
Dios nos bendice cuando damos al pobre (versículo 27); y a la inversa, sufrimos
cuando somos mezquinos. Esa es una verdad que la hacemos propia mediante la fe. El
Señor nos desafía, así como desafió a los creyentes del Antiguo Testamento, para que lo
probaran llevando sus diezmos y sus ofrendas: “Traed todos los diezmos al alfolí para
que haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos,
si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta
que sobreabunde” (Malaquías 3:10).
Como si se tratara de una ecuación moral, el versículo 28 muestra la relación que
existe entre el poder que se ejerce con rectitud y la prosperidad de la tierra. A medida
que los malvados escalan más y más posiciones de poder, más las emplean para
suprimir lo que es bueno. Las personas se ven entonces obligadas a esconderse, ya sea
por temor a morir o para proteger a su familia. En ocasiones se esconden físicamente, y
en otras ocultan sus convicciones. A la inversa, cuando los malvados disminuyen en
número, los justos se multiplican (literalmente aumentan). Por tanto la población de un
territorio no es estática; los justos y los malvados aumentan o disminuyen según lo que
haga el bando opuesto.
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Algunos estilos de vida (29:1–14)
29:1–7. La expresión “se vuelve terco” que aparece en la primera línea se traduce
con más propiedad como “endurece la cerviz” en otras versiones. “De dura cerviz” era
la expresión con que el Antiguo Testamento describía gráficamente al pueblo
voluntarioso y terco. Durante los cuarenta años que anduvieron los israelitas en el
desierto, con frecuencia Dios y su siervo Moisés emplearon esa expresión para referirse
a los israelitas. Por ejemplo, Moisés oró: “Vaya ahora el Señor en medio de nosotros;
porque es un pueblo de dura cerviz; y perdona nuestra iniquidad y nuestro pecado”
(Éxodo 34:9 Reina Valera 1960).
¡Qué advertencia la de este proverbio (29:1)! La paciencia de Dios se agota cuando
el pueblo se rebela continuamente contra su voluntad.
El versículo 2 es similar a Proverbios 11:10. Por la historia antigua, como la de los
israelitas en Egipto (Éxodo 2), podemos ver cuán difícil puede ser la vida bajo
gobernantes malvados. De eso hay abundancia de ejemplos en nuestros propios días.
Se nos recuerda que trabajemos y oremos para que haya justicia entre nuestros
gobernantes y a través de todo nuestro país.
Jesucristo es el ejemplo perfecto del hijo sabio que “alegra a sus padres” (versículo
3). De él dijo Dios el Padre: “Este es mi hijo, el amado, en quien tengo complacencia”
(Mateo 3:17). Como un ejemplo de la línea negativa del proverbio, tenemos la parábola
de Jesús sobre el hijo pródigo que “malgastó” sus bienes con prostitutas (Lucas
15:11–31). Este proverbio les habla por igual a los padres y a los hijos; a los padres, que
críen a sus hijos de manera que lleguen a estar orgullosos de ellos. A los hijos, que
hagan que sus padres se sientan felices.
El tema de los gobernantes justos (versículo 4) ya se trató anteriormente (16:12;
25:5). Su continua repetición en el libro de los Proverbios demuestra su importancia.
Este proverbio muestra lo grave que puede ser el asunto de los tributos o de los
sobornos, pues el país puede ser destruido, ya sea mediante tributos como nos dice la
versión Reina-Valera 1995, o por codiciar sobornos como dice La Biblia de las Américas.
En cualquiera de los dos casos el trasfondo es la codicia. Los funcionarios codiciosos y
dados al soborno son destructivos. El término que se traduce como “tributos” o
“sobornos”, se refiere usualmente a las porciones de los sacrificios que se les asignaban
a los sacerdotes. Resultaba especialmente reprensible que los reyes echaran mano de
las contribuciones religiosas.
Los comentaristas han entendido el versículo 5 en cualquiera de las dos formas. Con
su habla suave el adulador tiende una red a los pies de su prójimo, o se la tiende a él
mismo, es decir, que se ve atrapado en sus propias maquinaciones. Cualquiera de las
dos interpretaciones concuerda con otros pasajes del libro de los Proverbios, y puede
ser que Salomón hubiera dejado esta ambigüedad intencionalmente. La adulación
resulta mala en cualquiera de sus formas. El elogio hipócrita termina dañando: al
adulador, al adulado, o a ambos.
El versículo 6 habla de la transgresión del hombre malo y del lazo que hay en ella.
158
Nos podríamos sentir inclinados a entender el versículo anterior de la misma manera: el
adulador quedará atrapado en su propia red. Los malvados nunca se sienten cómodos,
viven con una conciencia atribulada y andan conscientes de que tarde o temprano
sufrirán las consecuencias de su maldad. No sucede así con el justo, que conoce la
gracia de Dios y le canta alabanzas mientras enfrenta confiadamente el futuro.
Job, que era un hombre justo, dijo: “Fui padre de los necesitados y defensor de los
extranjeros” (Job 29:16 NVI). Los impíos piensan en ellos mismos al principio y al final.
Una encuesta reciente entre los norteamericanos, arrojó que el 63 por ciento de los
encuestados estuvieron de acuerdo en que “cuando llegue el caso, la responsabilidad
prioritaria de cada cual es con uno mismo”. ¡Cuán lejos se ha apartado la generación del
“yo” de las enseñanzas de la palabra de Dios! (versículo 7)
29:8–14. Los escarnecedores impíos conmueven la ciudad poniéndola, literalmente,
“en llamas”. Son agitadores de la gentuza que fomentan el desacuerdo, en tanto que
los sabios buscan la paz, como dice San Pablo: “Tened paz entre vosotros” (1
Tesalonicenses 5:13).
Recordemos que cuando el libro de Proverbios habla del necio, como en el versículo
9, significa que habla de la persona que es moralmente necia, que pretende vivir sin
Dios. Esta persona se puede enfurecer, airándose como “una osa a la cual han robado
sus cachorros” (17:12). Una persona sabia evita los enredos legales con los necios.*
El versículo 10 establece una estrecha relación entre ser un hombre sanguinario y
odiar la integridad. Como los sanguinarios cometen crímenes, les resulta intolerable la
verdad que pone al descubierto sus maldades; y como los hombres veraces y justos
denuncian sus pecados, los malvados quieren eliminarlos. Es por esto que el crimen y el
engaño son aliados. Como dice el salmista, Dios desprecia ambas cosas: “Destruirás a
los que hablan mentira; al hombre sanguinario y engañador abominará Jehová” (Salmo
5:6).
Jesús describe al propio diablo como: “Homicida desde el principio, y no se ha
permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él” (Juan 8:44). Sabiendo cómo es
la naturaleza de Satanás y la de los que le pertenecen, es de esperar que si somos
veraces seremos también objeto de su ira.
Existe una manera saludable de desahogar las emociones: podemos hablar acerca
de lo que sentimos y compartir nuestras frustraciones. Sin embargo, el necio no se
refrena (versículo 11), muestra falta de control y permite que sus emociones se
apoderen de él.
Son muchos los funcionarios que le dirán a quien los dirige lo que éste quiera oír
(versículo 12). Si él no quiere oír la verdad y prefiere oír falsos elogios y mentiras, eso es
lo que obtendrá. En el proceso, los funcionarios del gobernante, que no tienen las
agallas de decirle la verdad se convertirán en adulones y mentirosos.
Los opresores y los pobres, parecen estar en polos opuestos, ya que los primeros
tienden a aprovecharse de los segundos (versículo 13); pero Dios puede emparejar la
situación. El Señor le puede dar al opresor la visión para ver su pecado y arrepentirse. Al
pobre le da la visión para encontrar la manera de soportar su pobreza.
159
Los poderosos de este mundo desprecian al pobre, y con frecuencia lo hacen para
su propio mal. Cuando los pobres ya no pueden tolerar más la opresión, tarde o
temprano se levantan contra los gobernantes injustos y los derrocan. El gobernante que
procura ayudar al pobre y lo trata con justicia no enfrenta este peligro (versículo 14). De
modo que aunque los pobres puedan parecer insignificantes, son en realidad
tremendamente influyentes.
161
confianza: en el Señor.
El versículo 27 es un final apropiado para la Segunda Colección de los Proverbios de
Salomón, que nos muestra a justos e injustos enfrentados en un paralelismo poético. A
través de toda la colección, hemos visto que hay sólo dos posiciones: estamos del lado
de Dios o del lado de Satanás y el mundo incrédulo. No hay reconciliación posible. Jesús
dice: “El que no es conmigo, contra mí es” (Lucas 11:23), y: “Si el mundo os odia, sabed
que a mí me ha odiado antes que a vosotros” (Juan 15:18).
Si no hubiera sido por Cristo, todavía seríamos enemigos de Dios y amigos del
mundo; pero hemos sido reconciliados con Dios y ahora, con su ayuda, andamos en el
camino de la sabiduría. Oramos y atestiguamos que por la gracia de Dios otros pueden
ser ganados para el lado de Jesús.
Esta última parte del Libro de Proverbios se divide en tres partes: los Dichos de Agur
(30:1–33), los Dichos de Lemuel (31:1–9), y el famoso pasaje de la Mujer de Noble
Carácter (31:10–31).
162
de lugares, como Betel, que significa “Casa de Dios”.
En todo caso, ahora nos volvemos a la inspirada sabiduría de Agur:
165
como si comieran pan, y no invocan a Jehová?” Pero no sólo los que manifiestan su
desprecio al Señor los que son capaces de “devorar” al pobre, a veces hacen lo mismo
los que guardan la apariencia de que son personas religiosas. Jesús habló de los que
“(ocupan) los principales asientos en las sinagogas… que devoran las casas de las viudas
y, para disimularlo, recitan largas oraciones” (Marcos 12:39–40). Entonces, devorar es
aprovecharse de los débiles, ya sea en los negocios o en otras actividades.
Es posible que en ocasiones hayamos estado incluidos en alguna de estas cuatro
clases. Si este es el caso, pidámosle a Dios que nos perdone y nos capacite para vencer
esos pecados. Que el Señor nos ayude a reemplazar la santurronería con la humildad, y
el ansia de devorar a otros con el deseo de ayudarlos y de hacernos sus amigos.
167
conciencia los atribuyen al trauma de lo que llaman una educación estricta en la
infancia. El asunto es dar paso a la consigna de moda: “Si te sientes bien al hacerlo,
hazlo”.
Algunos ven en la expresión “come, se limpia la boca” como una referencia indirecta
al acto sexual mismo. En todo caso, la adúltera ha endurecido su conciencia, y esto es
¡algo que le debe infundir temor a cualquiera!
169
30:32–33. Este capítulo comenzó con un llamado a la humildad y termina de igual
forma. El comentarista Derek Kidner nos hace ver, con toda razón, que la humildad
aparece en el libro de Proverbios 30 en formas distintas: como reverencia (versículos
1–9), como continencia (versículos 10–17), como asombro (versículos 18–31) y por
último, como conducta pacífica (versículos 32–33).
Olvidándose de su pequeñez, el necio se exalta a él mismo ante el Todopoderoso.
Colocarse uno mismo en lugar de Dios como si fuera el centro de la vida, no nos puede
llevar a otra cosa que no sea el mal. La filosofía del “yo primero” conduce a planes
malignos y a conflictos con los demás. Si quiero salir adelante en este mundo, terminaré
teniendo que darle un pisotón a algún otro. ¿Sí o no?
Agur nos contesta: No. Si hemos estado tramando algo por el estilo, detengámonos,
y tapémonos la boca antes de que salga la próxima palabra egoísta. Así como cuando
uno bate la leche se hace mantequilla y cuando uno se suena fuerte la nariz se saca
sangre, sucede que la ambición egoísta provoca discordia al desencadenar la ira de los
demás.
En vez de procurar agresivamente la delantera, la Biblia nos llama a humillarnos
ante Dios. Santiago 4:10 es uno de los muchos pasajes que tratan esta verdad
importante: “Humillaos delante del Señor, y él os exaltará”. La lección principal que
aprendemos de Agur hijo de Jaqué es esta: la humildad ante nuestro Creador y
Salvador.
170
¡No te pongas a ti mismo en la condición de indefenso! (31:2–3)
31:2–3. La madre de Lemuel le recuerda cuánto significa él para ella, como hijo de
sus entrañas. Él es el hijo de sus votos. Tal vez esto sea una referencia a su nombre: que
ella había hecho el voto de dedicarlo al Señor. Esto nos hace recordar a Ana, la madre
de Samuel, que oraba pidiendo un hijo con estas palabras: “Jehová de los ejércitos, si te
dignas mirar a la aflicción de tu sierva, y te acuerdas de mí, y no te olvidas de tu sierva,
sino que das a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida”
(1 Samuel 1:11).
Después de recordarle cuánto lo ama, la madre de Lemuel le advierte de dos riesgos
que acechan a los líderes: en primer término las mujeres.
Las mujeres resultaron ser la caída de alguien tan sabio y entendido como Salomón.
Tenía 700 mujeres y 300 concubinas. Años más tarde, Nehemías recordó que las
mujeres extranjeras de Salomón lo indujeron a la idolatría: “Aunque en muchas
naciones no hubo rey como él, que era amado de su Dios, y Dios lo había puesto por rey
sobre todo Israel, aun a él le hicieron pecar las mujeres extranjeras” (Nehemías 13:26).
Para un rey y para cualquier otro hombre que esté en posición de liderazgo, el
dedicar sus energías a los placeres del harén en vez de invertirlas en sus deberes, le
puede ocasionar la ruina. En los tiempos modernos muchos políticos han arruinado su
carrera como consecuencia de haber sido sorprendidos en relaciones ilícitas con
mujeres. La madre de Lemuel no le dice a su hijo que no tenga una esposa, sino que le
advierte que no disipe sus fuerzas en mujeres.
171
Defiende al pobre y al necesitado (31:8–9)
31:8–9. Estos versículos, cargados de poder, se prestan para muchas aplicaciones,
como defender a una persona que es víctima del chisme; con frecuencia se les aplican a
los muchos niños que son asesinados ilegalmente en nuestros días mediante el aborto.
¿Quién es más incapaz de hablar en su propia defensa que un bebé que aún no ha
nacido y a quien se le priva del mismísimo derecho a la vida? Apoyamos a los
legisladores que tratan de ayudar a los niños y a los necesitados.
Las palabras de Lemuel van dirigidas a los líderes; sin embargo, se aplican a todo
cristiano. Cuando ayudamos al necesitado mostramos el amor por Jesucristo que nos
dice: “En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo
hicisteis” (Mateo 25:31–46).
172
matrimonial con el fundamento sobre el que se basa esta unión. Sin la confianza mutua,
un matrimonio nunca puede ser ideal; pero cuando la confianza en otra persona es
completa, todos los demás valores encuentran su sitio.
El versículo 12 habla de la dedicación de la mujer a su esposo. Todos los días de su
vida y continuamente la mujer le ofrece apoyo y aliento, sin deprimirlo ni humillarlo.
Los versos del 13 al 27 muestran: la laboriosidad, la preocupación, y el cuidado que
la mujer despliega por los de su casa, y por otros que están necesitados (versículo 20).
La relación de sus actividades muestra la imagen de una persona llena de energía, feliz,
y optimista. Es interesante ver que varias de esas actividades son de negocios. La
Palabra de Dios no propugna que la mujer permanezca en el hogar y no se aventure
más allá, hacia el mundo exterior. Al mismo tiempo las preocupaciones de la mujer
están claramente concentradas alrededor del hogar y de la familia.
Cuando el versículo 13 afirma que “trabaja gustosamente con sus manos”, la
traducción literal dice: “Ella hace de acuerdo al placer de sus manos”. Eso es como si sus
propias manos disfrutaran del trabajo, o en otras palabras, le gusta lo que hace, y lo
hace con vigor (versículo 17).
La alusión que se hace a la nave de mercader en el versículo 14, nos trae a la mente
los barcos de Salomón. “El rey tenía en el mar una flota de naves de Tarsis… Una vez
cada tres años venía la flota de Tarsis y traía oro, plata, marfil, monos y pavos reales” (1
Reyes 10:22). Desde el puerto de Ezión-geber (Ezyón-géber) del mar Rojo (golfo de
Akabah), sus barcos navegaban a Arabia y posiblemente hasta la distante India. La
mujer noble se esfuerza en obtener lo mejor para su familia.
La mención que se hace de criadas del versículo 15 da la impresión de solvencia
económica. El contexto también indica que la riqueza fue adquirida honestamente y
que el amor de la mujer se extiende más allá de su propia familia y alcanza también a la
servidumbre de ella. En tanto que muchas esposas cristianas no tendrán a su alcance las
riquezas que se describen aquí, todas pueden tener ese carácter.
El verso 16 nos habla de la viña plantada por la mujer virtuosa sin que esto
signifique que lo haya hecho personalmente, sino que puede haber supervisado el
trabajo, tal como es el caso de Salomón cuando en 1 Reyes 8:44 habla de “la casa que
yo edifiqué”.
La referencia que se hace en el versículo 18 a la lámpara que no se apaga de noche
se puede referir tanto a que la mujer trabaja hasta muy tarde, como a que dispone de
los recursos suficientes como para mantener la lámpara encendida hasta la llegada del
día. El que la luz de alguien se apagara era símbolo de la desaprobación de Dios (Job
18:5).
Su preocupación por los pobres (verso 20) refleja un proverbio anterior: “El alma
generosa será prosperada, y el que saciare, él también será saciado” (Proverbios 11:25).
Varios de los versículos de Proverbios 31:10–31 se refieren a los brazos y a las manos de
la mujer; de manera concreta ellos representan la actividad de toda la persona.
En Palestina los inviernos son fríos y lluviosos e incluso nieva a veces. Sin embargo la
familia de la mujer permanece abrigada (verso 21), y no solamente abrigada, sino
provista de las mejores vestiduras posibles. La púrpura del versículo 22 es el color de la
173
realeza (Cantar de los Cantares 3:10, Nueva Versión Internacional). Consumada
costurera, la esposa virtuosa es capaz desde hilar y hasta de vender telas y ceñidores
(verso 24).
Cuando el versículo 23 nos dice que su marido es respetado en las puertas, se
refiere al encuentro de éste con los líderes de la ciudad. En el Medio Oriente, la puerta
de la ciudad era sitio de negocios y de debate de temas importantes. Buena parte del
respeto que merecían los participantes dependía de la esposa que tuvieran.
Se habla mucho de que esta mujer de noble carácter vestía a su familia. La
verdadera belleza de su aspecto no depende del material con que ella se viste, sino de
las cualidades que lleva dentro: fortaleza, dignidad, confianza, sabiduría, lealtad,
preocupación, y laboriosidad (versículos 25–27). Muchas parejas de hoy día tratan
inútilmente de encontrar el amor y la satisfacción en las posesiones y las apariencias
externas; la Biblia nos dirige constantemente hacia las actitudes del corazón.
¡Con razón la alaba su familia! (versos 28–29). Resulta hermoso ver los hijos criados
por una madre creyente; cuando se hacen mayores le recompensan su amor más y más.
Su esposo, que tanto le debe, la colma de alabanzas sinceras.
Lo que ella hace por su familia no es con el propósito de glorificarse; sino como
consecuencia de su temor a Dios. Los suyos y otros la alaban, no sólo en la privacidad
del hogar, sino también a las puertas de la ciudad (verso 31).
El versículo 30 resume el poema: la hermosura es pasajera, literalmente es “un
soplo” que desaparece como el aliento que se exhala en un día de invierno (esta es la
misma palabra hebrea que se traduce como “vanidad” en Eclesiastés 1:2). En el Prólogo
al Libro de los Proverbios se afirmó: “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová”
(1:7); esta es la fuerza que impulsa la vida de la mujer noble. Lo que proviene de este
temor a Dios no es pasajero, sino que perdura por toda esta vida, y más allá de ella.
Es apropiado que el libro de los Proverbios termine como comenzó, con el temor del
Señor. Este tema ha estado presente en todo el libro. Temer a Dios es: permanecer ante
él en asombro reverente, confiar en él, y amarlo. Este es el principio, el centro y el fin
de la sabiduría piadosa.
Con esta nota alentadora concluimos nuestro estudio. Pero esto no es realmente el
final; como lo dijo Lutero: “Todo aquel que piense llegar a ser probo debería tener este
libro [Proverbios] como su manual o su libro de oraciones, leyéndolo a menudo y
aplicándolo en su vida.” Que nuestro estudio del Libro de Proverbios continúe como
una aventura de toda nuestra existencia. Y que nuestra sabiduría aumente por medio
de Jesucristo, que es la verdadera sabiduría de Dios.
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.
174
ÍNDICE POR TEMAS
Esta concordancia no está completa, pero puede ser de mucha ayuda en el estudio
temático del libro de Proverbios. Y como una gran cantidad de los proverbios son
antitéticos, si no encuentra lo que se busca, intente buscar el opuesto de la palabra (por
ejemplo, trabajo-holgazanería). Con excepción del material de la Introducción, todas las
demás son referencias a los capítulos y versículos.
Acusación, 3:30
Acróstico, 31:10–31
Actitudes, 18:12–16
Adulación, 22:11; 25:3; 27:21; 29:5, 12
Adulterio, 2:16–19; 5:1–23; 6:20–35; 7:1–27; 22:14; 30:20
Advertencias
contra la necedad, 6:1–5
contra rechazar la sabiduría: 1:22–27
Agur, 30:1
Agur, dichos de, 30:1–33
Altercados, 17:14, 19; 18:17–19; 20:3; 26:17
Amenemope, Introducción, p. 3;
22:17–21; 24:4, 5
Amigo, 12:26; 14:20, 21; 17:17; 18:24; 19:7; 20:6; 22:11; 23:6–8; 25:19; 27:6, 9, 10
Amistad, 12:26; 27:9, 10
Amor, 27:5
Ancianidad, 16:31; 17:26; 20:29
Ansiedad, 12:25
Árbol de vida, 3:18; 11:30; 13:12; 15:4
Beber, vea Vino
Bendiciones, 10:22, 23
Beneficios de la sabiduría, 2:1–22; 3:1–35
Bromas, 26:18, 19
Burladores, 1:22; 9:7, 8, 12; 13:1; 14:6, 9; 15:12; 18:6–8; 19:25, 28, 29; 21:11, 24; 22:10;
24:9; 30:17
Caridad, vea Generosidad
Celos, 27:4
Compañías, 13:19, 20; 18:22–24
175
Complot, 3:29; 12:20; 14:22; 24:2
Codicia, 15:17; 23:4, 5; 28:20, 22, 25; 29:4; 30:15
Confesión (de pecados) 28:13
Confianza en Dios, 3:5, 6; 29:25
Consejo, 25:20
Del padre, 23:22–25
Contentamiento, 15:16, 17
Control de sí mismo, 17:16–27; 25:28; 29:11
Coraje, 28:1
Corazón, 11:20–23
Corrección, 27:17, 19; 29:15
Creación, 3:19, 20, 33; 24:24; 30:11
Consejo, 25:20
de los padres, 23:22–25
Cristo, como Sabiduría, 8:22–31
Cuidado (por los demás), 24:10–12; 27:18; 29:7
Dichos de los Sabios, 22:17–24:22, 23–34
Dinero, 3:13–16; 10:2, 3, 16; 12:12; 13:11; 16:8; 17:16; 19:4, 6, 7; 20:4; 22:1, 2, 7, 9, 26,
27; 23:4–8; 28:8, 11, 22; 29:8
Disciplina, 10:13; 13:24; 15:32, 33; 19:18; 20:30; 22:15; 23:12–14; 29:15, 17
(de) niños, 13:24; 19:28; 22:15; 23:13, 14; 29:15, 17
de Dios, 3:11, 12
Discordias, 17:14, 19; 18:17–19; 20:3; 26:17
Dones, 7:14; 10:22, 24; 14:27; 16:16; 17:8, 23; 18:16; 21:14
Egoísmo, 18:1, 2; 23:6–8
Endurecido, 12:15, 16; 29:1
Enemigos, 16:7; 24:29; 25:21, 22
Engaños, véase Mentiras
Envidia, 3:31; 13:21; 14:20; 23:17; 24:1, 19, 20
Esperanza, 23:17, 18
Esposa, 2:16–19; 5:18–20; 6:23–29; 7:4, 5; 12:4; 18:22–24; 19:13; 21:9, 19; 23:26–28;
25:24; 27:15; 31:10–31
de noble carácter, 12:4; 31:10–31
pendenciera, 19:13; 21:9, 19; 25:24; 27:15
Ezequías, 25:1
Fortaleza de carácter, 14:4
Fuente de vida, 10:11; 13:14; 14:27; 16:22
Generosidad, 3:27, 28; 11:24–26; 19:17; 22:9
Gobierno, vea Reyes
Gozo, 14:10–13; 15:13–15, 23, 30; 25:25; 27:11; 29:6
176
Habla, 10:8–14, 18–21, 31, 32; 12:17–20; 13:2, 3; 14:3; 15:1–7; 16:1, 20–24, 27; 17:28;
18:6–8, 20, 21; 20:14–17; 22:11, 12; 23:9; 25:15; 29:19, 20
(de) mensajeros, 25:11–14
Herencia, 28:10
Hijo, 1:8; 5:20; 9:16; 13:22, 24; 15:32; 17:6, 21; 19:18; 20:7, 11; 22:15; 23:13–16, 25;
28:9, 24; 29:3, 15, 17; 30:17; 31:28
Holgazanería, 6:6–11; 12:24, 27; 18:9; 19:15, 16, 24; 20:4, 13; 21:25, 26; 22:13, 14;
24:30–34; 26:13–16; 28:19
Honestidad, vea Integridad
Humildad, 22:4
véase también Orgullo
Imparcialidad, 24:23–26; 28:21;
29:14
Impiedad, 21:27–29; 24:1, 2
aspectos de, 18:3–5
consecuencias de, 17:11–15; 21:7, 12; 22:5, 8
(en el) poder, 28:15, 16, 28; 29:2, 12, 16
Infidelidad, 25:19
Inmortalidad, 12:28
Integridad, 11:1–3; 12:22; 16:8, 9; 20:10, 23
odiada por los
malvados, 29:10
Interés, 28:9
Intolerables (cosas), 30:21–23
Instrucción, 1:3, 4, 8; 2:1; 4:1–6, 10; 8:10, 33; 9:9; 10:1, 17; 13:1, 13; 16:20; 19:16, 20,
27; 20:7; 22:6, 17–21; 23:12; 27:12; 29:15; 31:26
Jactancia, 27:1, 2
Juicio (humano), 20:20–27
Justicia, 24:23–26; 28:21; 29:14
Justo (s), 10:2, 3, 6, 7, 24–32; 11:10–19; 12:5–7; 13:5, 6; 15:9, 28, 29: 28:18
gobierno, 14:34, 35
titubea el, 25:26; 27:8
recompensa del,
11:27–31; 12:21; 13:21, 22, 25; 20:7
triunfo del, 28:12
valor del, 11:4–9; 24:15, 16
Juventud, diez discursos a, 1:8–7:27
Lemuel, 31:1
Lemuel, Dichos de, 31:1–9
Linderos, 15:25; 22:28; 23:10
177
Literatura Sapiencial, Introducción, p. 2–4
Litigios, 25:8–10; 29:9.
Luz, 4:18; 6:23; 13:9; 21:4
Madre, 1:8; 6:20; 10:1; 15:20; 17:25; 19:26; 20:20; 23:22, 25; 28:24; 29:15; 30:11, 17;
31:10–31
Maldad, 21:27–29; 24:1, 2
aspectos de la, 18:3–5
consecuencias de la, 17:11–15; 21:7, 12; 22:5, 8
en el poder, 28:15, 16, 28; 29:2, 12, 16
Maldición, 3:33; 24:24; 26:2; 27:14; 30:10, 11
Maquinación, 14:22; 24:8, 9
Mentiras, 12:17–20, 22; 14:25; 17:20; 19:5–9; 21:8; 26:23–28; 27:6; 28:17
Misericordia, 21:13
Motivaciones, 16:2; 20:5, 9, 11, 12, 27; 21:2
Misterio
de la Creación, 30:18, 19
de Dios, 30:2–4
Muerte, 1:19, 32; 2:18, 19; 5:11, 23; 8:36; 10:16; 11:7, 19; 12:28;
14:11, 12, 32; 21:16; 23:13, 14, 17, 18; 24:14, 19, 20; 27:20
Mujer, 2:16–19; 5:18–20; 6:23–29; 7:4, 5; 12:4; 18:22–24; 19:13; 21:9, 19; 23:26–28;
25:24; 27:15; 31:10–31
hacendosa, 12:4; 31:10–31
rencillosa, 19:13; 21:9, 19;
25:24; 27:15
Mujeres, 14:1; 31:2, 3
Necedad, 12:23; 22:15
consecuencias de la, 15:10–12, 24–27;17:7–10
personificación de la, 9:13–18
advertencias contra la, 6:1–5
Necios, 14:7–9; 24:7; 26:1, 3–12; 27:3, 22; 28:26; 29:9
Odio, 29:27
Oración, 15:8; 28:9
Orgullo, 8:13; 11:2; 13:10; 16:5, 18, 19; 21:22–24; 25:27; 28:11; 29:23
Obstinación, 12:15, 16; 29:1
Paciencia, 16:32; 19:11
Palabra de Dios, 30:5, 6
Padre, 1:8; 3:12; 4:1–6; 6:20; 10:1; 11:29; 13:1, 24; 15:5, 20; 17:21, 25; 19:13, 26; 20:20;
23:22–25; 28:7, 24; 29:3; 30:11, 17
Patrones de personalidad, 14:14–19; 15:18, 19; 16:25–30; 30:11–14
Paz, 16:7
178
Planes, 10:22; 12:5, 20; 15:22; 16:3, 4, 33; 19:21; 20:18; 21:30, 31; 24:5, 6, 27
Pereza, 6:6–11; 12:24, 27; 18:9; 19:15, 16, 24; 20:4, 13; 21:25, 26; 22:13; 24:30–34;
26:13–16; 28:19
Pleitos legales, 25:8–10; 29:9
Pobre
desamparado, 13:8, 23; 17:5; 18:23; 19:1–4, 7, 22; 22:2, 7; 27:7; 28:3, 6, 27; 29:13;
31:20
perezoso, 6:11; 11:24; 21:5, 17; 22:16; 24:34; 28:2
oprimido, 3:34; 13:23; 15:15; 22:22, 23; 29:13; 30:14; 31:5, 8, 9
Poesía, Introducción p. 5, 6
Preocupación (por otros), 24:10–12; 27:18; 29:7
Préstamos, 6:1–5; 22:26, 27; 27:13
Prevaricador, 25:19
Primera Colección de los
Proverbios de Salomón, 10:1–22:16
Progenitores, 1:8, 9; 17:6; 19:13, 14; 23:22–25
Prólogo a Proverbios, 1:1–7
Promesas de Dios, 2:20–22; 3:9, 10
Propiedad, 22:28; 23:10, 11
Prostitución, 23:26–28; 29:3
Proverbios, definición de, Introducción p. 1; 1:1–6
Proverbios, Libro de Secciones, 1:1, 8; 8:1; 10:1; 22:17; 24:23; 25:1; 30:1; 31:1, 10
bosquejo, Introducción p, 7, 8
lugar en la Biblia, Introducción p. 7
propósito, Introducción p. 4, 5
título, Introducción p. 1, 2
Proverbios numéricos, 6:16–19; 30:7–9, 15–19, 21–23, 24–28,
29–31
Prueba, 27:21
de Dios, 17:3
Rechazo de la Sabiduría, 1:20–33
Reprensión, 1:23, 30; 3:11; 9:7, 8; 13:1, 2; 15:5, 31; 17:10; 19:25; 25:12; 27:5; 28:23;
30:6
Reputación, 22:1
Resultados, 12:8–14
Rey (es), 14:28, 35; 16:10–15; 19:12; 20:2, 8, 26, 28; 21:1; 25:2–7; 28:2, 3
Justos, 16:12; 25:5; 29:4, 14
Riqueza, 3:9; 10:15–17; 11:14; 13:7, 8, 11; 14:24; 18:11; 19:10; 21:20, 21; 22:2, 7; 28:8
Sabiduría, advertencia de la, 8:32–36
autodescripción de la,
8:12–21
179
beneficios de, 2:1–8; 3:1–4, 16–18; 24:13, 14
en la conducta, 13:15–18
efectos de, 9:7–12
discursos de, 8:1–9:18
despreciada, 1:28–33
existencia eterna de, 8:22–31
general, 1:1–7; 14:33
invitación de la, 8:1–11; 9:1–6
personificación de la, 1:20, 21
protección de la, 2:9–15; 3:23–26
valor de, 3:13–15, 21, 22; 16:16, 17; 24:3, 4
Saciarse, 30:15, 16
Salud, 3:8
Salvo, estar a, 18:10, 11
Satisfacción, 30:15, 16
Segunda colección de los proverbios de Salomón: 25:1–29:27
Seguridad, 18:10, 11
Socializar, 23:1–3, 6–8; 25:16, 17
Tentación, 1:18, 19
Trabajo, 10:4, 5; 13:4; 14:23; 22:29
véase Holgazanería
Temor del Señor, 1:7, 29; 2:5; 3:7; 8:13; 9:10; 14:2, 26, 27; 15:16, 33; 16:6; 19:23; 22:4;
23:17; 24:21, 22; 31:30
Testimonio, 12:17; 24:28, 29; 25:18
Vecinos, 14:20, 21
Venganza, 20:22; 24:28, 29
Vida, 3:1, 2; 4:10; 9:11; 10:16, 27; 11:19; 12:28; 14:32; 16:31; 28:16
véase además Fuente de
vida, Árbol de vida
Vida rural, 27:23–27
Vino, 20:1; 21:17; 23:19–21, 29–35; 31:4–7
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