El Embarazo Adolescente en El Perú

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El embarazo adolescente en el Perú: Situación actual

e implicancias para las políticas públicas


INTRODUCCIÓN

Uno de los aspectos menos atendidos en las políticas públicas de salud corresponde a las necesidades y
demandas de las poblaciones de adolescentes y jóvenes. A esto se puede agregar el desconocimiento de
sus derechos a un ejercicio libre, informado y responsable de su sexualidad, situación solo recientemente
revertida mediante el fallo del Tribunal Constitucional que despenaliza las relaciones sexuales consentidas
entre y con adolescentes (1), pero cuya implementación práctica mediante servicios y orientación
pertinentes no se avizora próxima.

Algunas iniciativas ya empezaron a enfrentar esta situación, aunque se trata de intervenciones sectoriales
aisladas bajo el esquema del presupuesto por resultados a cargo del Ministerio de Salud, como es el caso
del Programa Estratégico de Salud Materna Neonatal, o de los servicios de salud diferenciados para
adolescentes, cuyos efectos a escala poblacional aún no son demostrables. A esto se agregan las actuales
condiciones educativas y de salud de la población adolescente, que siendo mejores que la de generaciones
anteriores, los mantiene lejos de poder competir en una economía globalizada. Esto resulta más
preocupante si consideramos que la oportunidad derivada del cambio poblacional en el país para hacer
realidad el llamado bono demográfico (2), solo será posible si se invierte más y mejor en la adolescencia y
juventud, tal como lo señala el Plan Nacional de Población 2010-2014.

A poco de terminar la infancia y apenas iniciada la pubertad, algunas necesidades y demandas de los
adolescentes ya han quedado fuera de las prioridades en las políticas públicas. No se trata de cualquier
necesidad o demanda, sino de aquellas que tienen que ver con su desarrollo afectivo y social, en edades
en que se consolida una larga acumulación de oportunidades o exclusiones que ya marcaron sus primeros
años. Adolescencia en la que, particularmente en el caso de las mujeres, aunado a la falta de educación
sexual y de servicios de orientación y consejería (que incluya desarrollar habilidades para postergar la
edad de inicio de la actividad sexual, si así lo desean), un embarazo no planificado puede bloquear las
posibilidades de continuar una transición hacia la vida adulta acorde con los planes de vida que quisieran
para sí mismas. En especial si se trata de adolescentes pobres.

Ahora bien, ¿cómo entender el embarazo adolescente?, sobre todo el que más nos interesa para la política
pública, el que no es planificado. Al igual que para la fecundidad general se ha postulado una serie de
determinantes que se expresan en el contexto sociocultural, familiar e individual (Figura 1).

De manera esquemática, estas relaciones dan cuenta de una compleja trama de variables e intereses
sociales que incrementan el riesgo de que una adolescente quede embarazada, en la mayoría de casos sin
proponérselo. En acuerdo con estas relaciones dinámicas, los marcos teóricos propuestos señalan que no
se debe dejar de considerar el efecto de algunos factores contextuales, más vinculados al hogar y a las
dinámicas familiares, de género y comunitarias, incluyendo la cultura local (1). De los resultados de esta
dinámica a escala poblacional, y de algunos comportamientos que se generan en ella, da cuenta la sección
siguiente.

SITUACIÓN Y TENDENCIAS

Prácticamente estable en las últimas décadas entre el 12 y 13%, el embarazo en adolescentes de 15 a 19


años oculta una persistente heterogeneidad, sobre todo si no es planificado, que como veremos son la
mayoría. Al compararlas con los hombres, menos de 1% de ellos son padres a la misma edad (2).

En los estratos de mayor riqueza el embarazo en adolescentes representa la décima parte de la observada
en las zonas más pobres. Aunque las prevalencias son menores en áreas urbanas, es aquí donde se
registra una leve tendencia al aumento, a diferencia de la tendencia al descenso registrada en las áreas
rurales, pero persistentemente sobre el 25% en áreas de la selva (superior al 30% en el 2012 en Loreto).
La evolución de estas y otras características sociodemográficas de interés en las últimas dos décadas
puede ser apreciada en la Tabla 1.

Según muestran las proyecciones de población derivadas del censo del 2007, el país es cada vez más
urbano, y la población rural se reduce en términos absolutos, pasando de 8,3 a 7,2 millones. Esto,
mientras a nivel nacional ha venido creciendo el número total de las gestantes adolescentes, pues, en
tanto las prevalencias se mantenían relativamente estables, venía aumentando la población de este grupo
de edad, que alcanzó su pico histórico en el año 2011. Según estas tendencias el área urbana, sobre todo
la de menores ingresos, seguirá concentrando el mayor número de gestaciones en este grupo de edad, en
un contexto en el que desde hace más de veinte años disminuye anualmente la cantidad total de
nacimientos, también por primera vez en la historia del Perú (3).

Otro aspecto por considerar es el leve aumento del embarazo en adolescentes con mayor educación, que,
aunque de niveles menores al valor nacional, se registra incluso en Lima Metropolitana. Haría falta saber,
sin embargo, la influencia que en estas cifras tiene el embarazo no planificado, o en cuánto son atribuibles
a decisiones libres e informadas (4).

A nivel de comportamientos individuales, o de determinantes próximos, algunas probables explicaciones


de esta persistente prevalencia provienen de la dinámica en la exposición al embarazo, según se muestra
en la Tabla 2. En él se evidencia el aumento de la actividad sexual reciente (en las últimas 4 semanas) en
aquellas adolescentes de 15 a 19 que ya se iniciaron sexualmente, proporción que como vemos ha
aumentado sostenidamente en los últimos 20 años. Lo mismo sucede en quienes registraron actividad
sexual antes de los 15 años. A esta información habría que agregar, como probable explicación, los
cambios registrados a nivel mundial en el descenso en la edad de la menarquia (5), aunque en el Perú la
información sobre este importante marcador siga siendo escasa (6,7). A su vez, también cabe considerar las
mejores condiciones nutricionales asociadas a cambios hormonales, así como los cambios psicológicos
vinculados con la educación y el creciente acceso a medios.
 

En este punto debemos precisar que el análisis demográfico previo no se agota en las estimaciones, sino
que estas deben ser interpretadas en la medida que afectan las decisiones personales y pueden truncar
proyectos de vida de cientos de miles de adolescentes en el Perú. Con mayor razón cuando el embarazo
no fue buscado por la propia adolescente ni alentado por su familia (8).

Según se aprecia en la Tabla 3, son cada vez más las adolescentes embarazadas que hubieran querido ese
embarazo más tarde, cifra que llega cerca al 60% en el 2012, y que fuera casi la mitad de este valor hace
dos décadas. Mientras, quienes efectivamente buscaban quedar embarazadas bajaron de 52,6 a 31,7%.
Se trata de situaciones que responden a cambios en la mentalidad, en los planes y expectativas de vida, y
a una mayor educación y acceso a información en múltiples medios (que por sí sola no es suficiente para
prevenir los embarazos no planificados).

A su vez, el efecto sobre las formaciones familiares también puede ser identificado. Si una adolescente
pobre resulta embarazada, será mayor la probabilidad que pase a formar un nuevo hogar, generalmente
precario e inestable. Cerca de dos tercios del total de madres adolescentes (63,8%) es conviviente. Pero
si se trata de una adolescente de los estratos más altos (más educada) no habrá intención de unirse, y es
su propia familia quien la apoya con la crianza y los cuidados del niño (9), mientras ella continua con su
educación, y accede, a la larga, a mejores empleos.

Otro aspecto que considerar radica en la violencia sexual contra las mujeres, incluso en menores de
15años. En nuestro país, según la ENDES 2012, el 6% de adolescentes unidas han sido víctimas de alguna
forma de violencia sexual por parte de sus parejas. Las situaciones de violencia tendrán mayor relevancia
en poblaciones en las que hay alta movilidad poblacional, asociados a ciclos expansivos de explotación de
recursos naturales o comercio, como sucede en muchas áreas de la selva y ceja de selva. En estas zonas
se trata de un negocio cuya rentabilidad forma parte del comercio de bebidas alcohólicas y alimentos, y no
obedece a una lógica criminal organizada, sino a un conjunto de redes familiares (10).

Por otro lado, en cuanto al análisis global del rango de edad adolescente, también se debe considerar el
hecho que el grupo de 15 a 19 años es heterogéneo, lo que tendría implicancias para la prevención. En los
últimos veinte años el grupo de 15 a 17, que en su mayoría está en la escuela secundaria, presenta
porcentajes de embarazo relativamente estables, por debajo del 10%, mientras que el grupo de 18 a 19,
generalmente fuera del sistema educativo, muestra prevalencias superiores al 20%. Obviamente, y
tratándose de valores nacionales, lo que también debemos considerar es que estos valores fluctúan hacia
arriba o hacia abajo según analicemos estratos, regiones naturales, etc.

IMPACTOS DEL EMBARAZO ADOLESCENTE

Tanto a nivel individual como colectivo, son múltiples los impactos del embarazo adolescente, sobre todo
si no fue resultado de una decisión libre e informada que, como vimos, son la mayoría. Algunos de los
impactos más estudiados en nuestro país, someramente esbozados en secciones anteriores, tienen que
ver con la limitación al ejercicio de derechos y oportunidades, que afectan los planes de vida y la
transición a la vida adulta, perpetuando la transmisión intergeneracional de la pobreza (11). Menos
reconocidos, pero no por falta de evidencias, son sus asociaciones de riesgo con la desnutrición infantil y
la muerte temprana (de la adolescente y de sus hijos). En conjunto o por sí solos, configuran un potencial
efecto negativo para los intentos de capitalizar la oportunidad derivada del cambio poblacional y hacer
realidad el bono demográfico.

En relación con el primer grupo, directamente vinculado a la pobreza, está la formación del llamado capital
humano, fundamentado en una educación y salud de calidad. La evidencia educativa va por doble vía. De
un lado, el embarazo lleva a la deserción escolar, mientras que una educación de mala calidad desalienta
la continuidad en la escuela. En nuestro país, la deserción escolar por causa del embarazo, matrimonio o
para cuidar niños varía, pues según los departamentos del 10 al 20% de mujeres de 15 a 24 años dejaron
la escuela por alguno de esos motivos. Nueve de cada diez madres adolescentes no asisten a algún centro
educativo, y según estudios realizados en América Latina, las más pobres al acceder mayoritariamente a
una educación de muy mala calidad, no consideraban que ese acceso vaya a alterar su futuro (12).

En cuanto a sus efectos sobre la continuidad en la escuela secundaria, los estudios encuentran que en el
área urbana el efecto de haber tenido algún parto en los últimos tres años reduce en 33% las
posibilidades de progresar en los estudios. En el área rural esa probabilidad alcanza el 39% (13).
Nuevamente, la pobre calidad educativa no hace sino reforzar este circuito de exclusiones; además del
embarazo, la deserción escolar también puede resultar de uniones formales tempranas, de la baja calidad
de la educación que se ofrece y de expectativas igualmente bajas que tienen las adolescentes para sus
propias vidas. Por lo tanto, las políticas que buscan reducir el embarazo adolescente tendrían que
considerar mucho más que solo brindar información sobre los anticonceptivos y facilitar su acceso. Es
decir que, sin educación sexual de calidad o el fortalecimiento de las capacidades de asertividad
adolescente, es realmente poco lo que se pueda lograr (14).

En el caso del embarazo adolescente, estudios realizados por el Banco Mundial han encontrado que el
costo de oportunidad de por vida, medido por el ingreso anual no percibido por la madre adolescente
durante toda su vida, varía entre 1% (en países muy desarrollados, con baja fecundidad) hasta el 30%
(países muy pobres, con alta fecundidad) (15). Para el Perú, el costo que tiene la deserción escolar (para
ambos sexos), en términos de la producción no materializada durante la vida de la cohorte actual de los
jóvenes, ha sido estimado como equivalente a 17,1% del PBI (16).

En las adolescentes más pobres el embarazo llevará a conseguir un empleo a edades más tempranas, y
bajo malas condiciones laborales (17). Justo en los años en que inician la transición a la vida adulta,
apresurada a causa del embarazo, en los que se van asumiendo nuevos roles, dependiente de la situación
familiar, etnicidad, pobreza, y acceso a redes de apoyo social. Se trata de transiciones que, según la
distribución de oportunidades, hacen o no posible la inclusión social. En tal sentido, se perpetúan las
inequidades en las transiciones a la vida adulta, limitando el ejercicio de sus derechos, con altos costos
sociales y económicos derivados de estos rezagos.
El impacto sanitario tampoco será menor, sobre todo si consideramos que casi el 60% de los embarazos
en adolescentes no fueron planificados. Entonces, ¿Cuántos de ellos terminan como aborto inducido?
Según la Primera Encuesta Nacional de la Juventud del 2011, cerca del 30% de adolescentes declaraba
“cercanía con algún conocido que se ha realizado un aborto” (18). A su vez, estudios más especializados
reportan datos por encima y por debajo a los estimados realizados para el país en estudios
internacionales (19,20). En todo caso, prevenirlos habría costado bastante menos, tanto desde el punto de
vista sanitario, psicológico, social y familiar, como económico, el más invocado por quienes optan por
aborto (21). Según algunos estudios internacionales, en países como el Perú, evitar cada embarazo no
planificado en la adolescencia costaría entre US$ 43 y US$ 63 (22).

Estrechamente vinculado con lo anterior están las muertes maternas evitables, de no haberse producido
estos embarazos o de no haberse producido su deterioro. En las adolescentes de nuestro país las razones
de mortalidad maternas (RMM) son desproporcionadamente más altas que las registradas para las
mujeres en edad reproductiva, sobre todo en la sierra y selva, llegando en esta última a valores de 453
muertes maternas por cien mil nacidos vivos en el periodo 2007-2011, según lo muestra un reciente
estudio de la Dirección General de Epidemiología del Ministerio de Salud del Perú y el Fondo de Población
de las Naciones Unidas (UNFPA) (23). Estos valores demuestran claramente la inequidad existente, lo que
justifica no solo una atención en términos geográficos. Adicionalmente, hay que considerar que, según
registros de vigilancia epidemiológica, algunas muertes maternas en este grupo de edad son producidas
por suicidios, situación sobre la cual la es escasa la información acerca de su magnitud y contexto.

Luego del embarazo se pueden considerar los efectos vinculados con la nutrición y desarrollo, no solo de
la propia madre sino también la del recién nacido. En el Perú es mayor la probabilidad de que los hijos de
las adolescentes multíparas (alrededor del 2% de las gestaciones entre las adolescentes) experimenten
bajo peso al nacer o que sean pequeños para la edad gestacional, comparadas con quienes no son
multíparas a esa edad (24). Resultados de otros estudios evidencian una importante diferencia entre las
madres adolescentes y las adultas en términos de peso del recién nacido, más aun en la adolescencia
temprana (25). Los resultados nutricionales, sin embargo, pueden ser revertidos (26).

Un elemento adicional es que todos estos aspectos, a la larga, afectan el estado nutricional del niño, en
estrecha asociación con un intervalo intergenésico corto (27), más aun si es menor a 18 meses (28). En el
Perú, en madres adolescentes de 15 a 19 años, dicho intervalo se mantiene alrededor de los 25 meses,
mientras que en los otros grupos de edad es casi el doble.

Globalmente, las crecientes brechas de oportunidades entre las adolescentes que, siendo pobres, resultan
embarazadas sin haberlo planificado, son de tal magnitud que en conjunto pudieran contrarrestar la
posibilidad de capitalizar la oportunidad derivada del cambio poblacional. De no revertirse estas
tendencias, el bono demográfico no pasará de haber sido una oportunidad más. Al no estar aprovechando
la oportunidad, no dejará de ser sino un pagaré.

EMBARAZO ADOLESCENTE E INCLUSIÓN SOCIAL: ALGUNAS EXPERIENCIAS

Aprovechando el actual ciclo de crecimiento económico, los últimos gobiernos han venido priorizando la
atención a las poblaciones más vulnerables mediante los programas sociales en programas de
transferencias condicionadas. Sin embargo, alcanzados algunos logros en los primeros años de la vida,
tales como el descenso en la mortalidad infantil y la menor desnutrición, ninguno de estos programas
sostiene intervenciones orientadas a consolidar dichos logros, incluyendo la prevención de embarazos no
planificados durante la pubertad o la adolescencia, ni los hacen parte de algunas de sus condicionalidades,
salvo que estuvieran ya embarazadas o sean madres. Incluso, se ha llegado a decir, sobre la base de
presunciones y prejuicios, que el embarazo aumentaría como condicionante para lograr la afiliación en
estos programas (29), cuando ninguna evidencia seria lo ha podido sostener (30).

Los programas de transferencias condicionadas (del tipo Juntos) operan de modos diversos. Establecida
como condicionalidad la permanencia en la escuela secundaria puede modificar las percepciones de las
adolescentes respecto de las oportunidades que perderían, mejoraría su autoestima y agencia personales,
desincentivándolas del riesgo de un embarazo no planificado. También esta mayor retención del sistema
escolar puede incidir en el uso del tiempo por parte de las adolescentes, abocándose más a sus
actividades lectivas (31). Sin programas sociales específicamente orientados a la población adolescente, en
el área rural del Perú la población de 12 a 19 años de ambos sexos dedica 29 horas semanales a
actividades educativas, dos horas menos que en el área urbana, mientras que en esta última se disponen
de seis horas y media adicionales de tiempo libre a la semana (21 h 47 min frente a 15 h 17 min) (32).

Algunas experiencias en América Latina han empezado a transitar por esos caminos. En Colombia, el
programa Subsidio Educativo ha contribuido a reducir el embarazo adolescente, siendo la condición no
solo asistir a la escuela secundaria, sino también alcanzar un mínimo de rendimiento educativo, variable
que hizo la diferencia respecto de otros programas sociales (33). También en Brasil algunos estudios
encuentran que el programa Bolsa Familia ha logrado impactar sobre el embarazo adolescente (34). De
manera similar a lo registrado en Chile, país en el que la extensión de la jornada escolar contribuyó a
reducir la fecundidad adolescente, explicando hasta en un tercio de la reducción observada (35) .

Estas intervenciones no tuvieron lugar solo sectorialmente, dada la compleja trama de situaciones en que
se presenta el embarazo adolescente no planificado. El Gobierno de México ha incorporado a su oferta de
programas sociales, en gestión con los gobiernos locales y organizaciones comunales y ONG, un programa
de becas para adolescentes madres y gestantes. De modo que el sector educación es uno de los que
ineludiblemente debe formar parte de estas intervenciones. A la larga, para superar la pobreza, que no es
solo monetaria sino multidimensional, se debe excluir al embarazo como opción principal para la movilidad
social.

En otras regiones del mundo, aun más pobres, se han registrado logros semejantes. Es el caso de una
experiencia local en el marco del programa de transferencias condicionadas en Malawi, en el que la
probabilidad del embarazo cayó en 30% en quienes en un principio no formaban parte de él, mientras que
la de unirse para formar alguna pareja descendió en 40%. A su vez, la iniciación sexual resultó 38%
menor que en quienes no formaban parte del programa (36).

PLAN NACIONAL PARA LA PREVENCIÓN DEL EMBARAZO ADOLESCENTE

Para hacer frente a la situación descrita en secciones anteriores, este plan tiene una sólida propuesta de
intervención de política pública, aunque su aprobación está pendiente desde hace dos años. Recoge lo
más avanzado de la investigación internacional y nacional, a partir del balance de las intervenciones que
tienen efecto probado para disminuir embarazo no planificado en adolescentes (37), y reconoce que solo las
intervenciones simultáneas y multisectoriales, nunca aisladas, habrán de tener un efecto sostenible. Su
horizonte temporal alcanza el año 2021 (bicentenario), siendo su objetivo general reducir en 20% la
prevalencia del embarazo en las adolescentes. Sus objetivos específicos son:

• Postergar el inicio de la actividad sexual en la adolescencia;

• Incrementar el porcentaje de adolescentes que concluyen la educación secundaria;

• Asegurar la inclusión de la educación sexual integral (ESI) en el marco curricular nacional y en los
programas de capacitación del Ministerio de Educación para que las regiones cuenten con condiciones
institucionales para implementar la ESI;

• Incrementar la prevalencia de uso actual de métodos anticonceptivos modernos en los adolescentes


sexualmente activos mayores de 18 años y en adolescentes que ya son madres;

• Disminuir los diferentes tipos de violencia en los adolescentes poniéndose énfasis en la violencia sexual.

Tratándose de un plan multisectorial requerirá de un sostenido liderazgo del Ministerio de Educación y del
Ministerio de Salud, y en menor medida (por el volumen de las acciones) del Ministerio de la Mujer y
Poblaciones Vulnerables, y de los gobiernos regionales y locales. Aún no se formaba el Ministerio de
Desarrollo e Inclusión Social cuando este plan fue formulado. Sus principales líneas de acción
comprenden:

• Acceso a la educación básica;

• Educación sexual integral desde la infancia;

• Entorno familiar y comunitario favorable para el desarrollo integral del adolescente;


• Espacios de recreación y buen uso del tiempo libre para el desarrollo integral de los adolescentes;

• Acceso a servicios de atención integral en salud sexual y reproductiva.

• Orientación y consejería en salud sexual y reproductiva y anticoncepción para los adolescentes


sexualmente activos mayores de 18 años y en adolescentes que ya son madres;

• Redes de protección y apoyo social con participación comunitaria;

• Empoderamiento y participación adolescente y joven;

• Comunicación social en la prevención del embarazo adolescente;

• Orientación vocacional y empleabilidad juvenil;

• Alianzas estratégicas multisectoriales;

• Monitoreo, supervisión, evaluación e investigación operativa.

Además, las políticas y programas en marcha, y por desarrollarse, deberían poder medir su impacto en
temas clave como el incremento en el porcentaje de adolescentes que concluyen la educación secundaria;
el incremento de la prevalencia de uso actual de métodos anticonceptivos en adolescentes sexualmente
activas, y la disminución de la violencia sexual que afecta a los adolescentes.

CONCLUSIONES

En el Perú, el porcentaje de mujeres adolescentes (15 a 19 años) que están o han estado alguna vez
embarazadas se mantiene a niveles estables (alrededor del 13%) en las últimas dos décadas. Los
porcentajes varían notablemente según se trate de adolescentes pobres o no pobres, urbanas o rurales, y
según región natural (en la selva supera el doble del promedio nacional), lo que las limita para aprovechar
sus escasas oportunidades educativas, laborales y de desarrollo personal y familiar en sus transiciones
hacia la vida adulta. Aunque a nivel rural se registra un leve descenso, a nivel nacional el valor se
mantiene estable, a causa de un leve aumento en las áreas urbanas, incluyendo Lima Metropolitana,
cuyas poblaciones crecen, a diferencia de las poblaciones rurales.

Por otro lado, se registra un notable aumento de adolescentes que hubieran querido postergar el
embarazo, de 35,2% (1991/92) a 57,8% (2012), a la par de un notable descenso en quienes
efectivamente lo esperaban cuando se presentó (52,6 a 31,7%). En consecuencia, los riesgos sanitarios
son mayores en ellas, al presentar RMM superiores a todos los otros grupos de edad, y al tener sus hijos
mayor desnutrición. Según un estudio reciente del Ministerio de Salud y el UNFPA, para el periodo 2007-
2011, la RMM en este grupo fue 241 muertes maternas por cien mil nacidos vivos, valor superior al doble
del promedio nacional global (106); y si la adolescente vivía en la selva, dicha razón llegaba a 453
muertes maternas adolescentes por cien mil nacidos vivos.

A la prácticamente ausencia de políticas de prevención, expresada en la falta de educación sexual, en un


contexto de precaria calidad educativa, también se registra un incremento de la práctica sexual reciente
(en los últimos 30 días) y un leve aumento en el inicio sexual antes de los 15 años. En el terreno de las
políticas públicas, se revisan las experiencias de otros países en programas tipo Juntos, que vinculan la
retención en la secundaria con la prevención del embarazo. Finalmente, se reseñan las principales
medidas del Plan Nacional para la Prevención del Embarazo Adolescente, destacando el trabajo
intersectorial, sobre todo entre el Ministerio de Educación, Ministerio de Salud y el Ministerio de Desarrollo
e Inclusión Social.

Contribuciones de autoría: WM y GS participaron en la concepción y diseño del artículo, análisis e


interpretación de datos y revisión de las fuentes, WM preparó la primera versión escrita del texto. WM y
GS aprobaron la versión final del artículo.
Conflictos de interés: los autores declaran no tener conflictos de interés en la publicación de este
artículo.

Referencias Bibliográficas

1. Tribunal Constitucional. Sentencia del Pleno Juridisccional del Tribunal constitucional 00008/2012 PI/TC.
12 de diciembre del 2012.

2. Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA). El bono demográfico en las regiones del Perú.
Lima: UNFPA; 2012.

3. Boyd C. La transformación de las mujeres rurales jóvenes en Perú. Análisis comparativo a partir de los
censos nacionales (1961-2007). Documento de Trabajo N.º 10. Lima: Instituto de Estudios Peruanos,
Nuevas Trenzas; 2013.

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