Cuentos para Abrigar - Junio 2020

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Cuentos para abrigar

Los cuentos tienen el poder de comunicar temas profundos de manera


muy sencilla. Cuando se lee un cuento los niños y las niñas pueden sentir,
imaginar y comprender la historia sin requerir de una explicación racional
o de preguntas de comprensión lectora planteadas por el adulto. La
magia de los cuentos tiene la capacidad de crear mundos, espacios y
sentidos propios en la imaginación de cada niño, niña.

En Nara estamos convencidas del poder de los cuentos y de su


importancia para la infancia. Frente al contexto actual, que nos demanda
estar en casa como medida de protección y cuidado de la salud,
queremos aportar con una propuesta que permita el disfrute de los
cuentos en familia. Por eso, hemos seleccionado 5 cuentos para niñas,
niños de 3 a 6 años para que puedan leer a sus hijas e hijos durante este
tiempo de cuarentena. Los cuentos no tienen imágenes, pues, como
hemos dicho, buscan el desarrollo de la imaginación de quien los
escuche.
Orientaciones para leer los cuentos:
• Lean previamente los cuentos para interiorizarlos, porque cuando los
lean a sus hijas o hijos van a transmitirles las sensaciones que el
cuento ha despertado en ustedes.
• Practiquen la lectura previamente. Lean en voz alta con una buena
entonación y generando pausas, para dar tiempo a que tus hijos, hijas
puedan imaginar, predecir lo que vendrá. Recuerden que ellos
acceden a la historia a través de tu voz. Por eso, es importante hacer
una buena narración, pero sin robar el protagonismo a la historia.
• Lean buscando ser fieles al texto escrito. Eso significa no suprimir el
texto ni hacerlo más sencillo, ni llevar el texto al discurso oral, porque
el texto escrito tiene una estructura diferente. Si “traducen el cuento”
y se lo cuentan a su manera, están apelando al discurso oral. Si leen
el cuento sin modificarlo, colocan a sus hijas o hijos en contacto con
un texto escrito que tiene una estructura más compleja, más rica.
• Encuentren el mejor momento para leerles. Separen un momento
diario de lectura. Un momento en el que se sientan relajados, sin
distracciones. Para algunos puede ser en las noches antes de dormir,
para otros por la tarde luego del almuerzo, etc.
• Destinen un espacio para la lectura diaria. Es importante hacer la
lectura en el mismo lugar. De esta manera, el espacio también les
permite a nuestros hijos, hijas organizarse para lo que vendrá.
• Creen el clima para la lectura. Encuentren un ritual para invitar a sus
hijos a aquietarse, a escuchar, a abrir las puertas a la magia que traen
los cuentos. Por ejemplo, cantar una canción o recitar una rima o, tal
vez, encender una vela. Algo con lo que se sientan cómodos.
• Traten de leerles el mismo cuento, por lo menos tres o cuatro veces,
para que puedan interiorizar la historia. Muchas veces las madres y
los padres preguntan cuántas veces deben leer el mismo cuento. La
respuesta es: no existe un número determinado. Serán los niños y las
niñas quienes les guiarán. Si han logrado elegir el cuento que ellos
necesitan escuchar para el momento que están viviendo,
comprobarán que no se cansarán de que lo vuelvan a leer. Pedirán
una y otra vez que lo repitamos. Somos los adultos los que nos
cansamos de leer lo mismo, no ellos. Desde nuestra lógica creemos
que si leemos el mismo cuento varias veces va a resultar aburrido, por
lo que buscamos proponerles variedad y leerles muchos cuentos el
mismo día. Eso no está en la lógica de nuestros hijos, hijas.

Esperamos que este tiempo que exige estar resguardados en “nuestras


madrigueras”, sea una oportunidad para conectar con nuestros hijos e
hijas y descubrir el potencial de los cuentos. Que sea un tiempo para
abrigarse en familia con amor y seguridad.

Junio 2020
Antes de leer un cuento iniciemos con un ritual pudiendo Ustedes
elegir; Nosotras solemos cantar: “Estamos ya por comenzar… Un nuevo
cuento vas a escuchar…”

¡Cuac, cuac, cuac! A los patitos les


gusta nadar
Por Vanetty Molinero1

Mamá pata tiene tres patitos.


Tres patitos pequeñitos.
Mamá pata y sus tres patitos se van a nadar.
Nada patito nada que el agua muy rica está. ¡Cuac, cuac,
cuac! En el agua les gusta estar.

Mamá pata los lleva a descansar, pero los


patitos quieren regresar.
Uno sale corriendo sin preguntar.
El otro da un salto y la barrera logra pasar. Y el
último no se quiere quedar, a sus hermanos fue a
buscar.
¡Cuac, cuac, cuac! No quieren descansar.

Juntos y contentos quieren irse de nuevo a nadar.

1
Cuento editado por Nara.
Pero el agua no pueden encontrar.
Mamá pata los va a buscar.
- ¡Patitos! ¿Dónde están?
Se fueron muy lejos, no pueden regresar.
- ¡Mamá pata! ¡Mamá pata!
Se les oye llamar.
¡Cuac, cuac, cuac! Comienzan a llorar.

Mamá pata, los escucha, y se alegra porque


los va a encontrar.
Con su mamá a casa ya pueden regresar.
Ahora sí, a descansar, para luego, otra vez ir a nadar.
¡Cuac, cuac, cuac! En el agua les gusta estar.

Cerrando el cuento: “Y colorín, colorín, clorado, este cuento ha


terminado… Adiós, adiós….
Los tres cabritillos

Cuento noruego

Érase una vez tres cabritillos. Eran hermanos y les llamaban los tres
cabritillos traviesos. Un día decidieron subir al monte a comer hierba
fresca y verde.

Para llegar hasta la cima del monte, tenían que cruzar un pequeño
puente de piedra, sobre un revoltoso riachuelo. Debajo de este puente
vivía un ogro enorme y feo, con ojos tan grandes como cazuelas y una
nariz tan larga como un bastón.

El primero que empezó a cruzar el puente fue el más joven de los


cabritillos:

“Tripi, tripi, tripi, trip…” resonaban sus pezuñas.


-¿Quién anda ahí? ¿Quién está cruzando por encima de mi puente?-
preguntó el ogro.
-Soy yo, el más pequeño de los cabritillos- dijo con su débil voz-. Voy al
monte a comer hierba fresca y verde.
-Pues yo soy el ogro glotón y te voy a comer para cenar- respondió el
ogro.
- ¡Oh, no! No me comas-dijo el pequeño-. Soy demasiado joven.
Detrás de mí viene mi hermano. Él es más grande que yo.
- Está bien, puedes irte-dijo el ogro.
“Tripi, tripi, tipi, trip…” y el primer cabritillo se fue.
Al poco tiempo, el segundo cabritillo llegó al puente.
“Trapa, trapa, trapa, trap…” resonaban sus pezuñas. -¿Quién anda ahí?
¿Quién está cruzando por encima de mi puente?- gruñó el ogro.
-Soy yo, el mediano de los cabritillos-. Dijo con su templada voz. -Voy al
monte a comer hierba fresca y verde.
Pues yo soy el ogro glotón y te voy a comer para cenarrespondió el ogro.
-¡Oh, no! No me comas. Detrás de mí viene mi hermano. Él es más grande
que yo-.
- Está bien, puedes irte- dijo el ogro.
“Trapa, trapa, trapa, trap…” y el segundo cabritillo se fue.

Al poco tiempo llegó al puente el tercero de los cabritillos.


“Tropo, tropo, tropo, trop…” resonaban sus pezuñas. -¿Quién anda ahí?
¿Quién está cruzando por encima de mi puente?- gruñó el ogro.
-Soy yo, el más grande de los cabritillos- dijo con su potente voz. -Voy al
monte a comer hierba fresca y verde-.
-Pues yo soy el ogro glotón y te voy a comer para cenar- dijo el ogro.
- ¡ATRÉVETE!- contestó el cabritillo. -Tengo dos cuernos fuertes como
lanzas y con mis cuatro pezuñas podría hacerte polvo los huesos-. Y
diciendo esto, se abalanzó contra el ogro, y éste cayó rodando, rodando,
rodando hasta el pie de la montaña.
Y los tres cabritillos, “tripi, tripi, tripi, trip, trapa, trapa, trapa trap, tropo,
tropo, tropo, trop”, subieron al monte a comer hierba fresca y verde, y
tanta comieron, que a duras penas pudieron volver caminando a casa.
Mamá coneja y el incendio en el
bosque
Por Susan Perrow1

Había una vez una Mamá Coneja que vivía en un agujero en la tierra en
medio de un prado verde. Esta mamá tenía muchos conejitos que cada
día disfrutaban jugando, corriendo y saltando por la hierba que rodeaba
su madriguera.

Un día Mamá Coneja tuvo que hacer un corto viaje y dejó a los conejitos
durmiendo, cómodos y calientitos en su madriguera y se fue a través del
prado y por el camino polvoriento. Mientras estaba fuera empezó un
fuego en un barranco cercano que se avivó por el viento cálido del verano
y arrasó los prados de hierba verde. Más tarde, cuando Mamá Coneja
volvía a casa vio con horror que el fuego había llegado antes que ella. El
prado de hierba verde era ahora un rastrojo ennegrecido, y el suelo
estaba demasiado caliente para que pudiese caminar. “¿Estarán mis
hijitos a salvo, dormidos todavía, en la madriguera?” se preguntaba.

Mamá Coneja tuvo que esperar a que refrescara para poder pisar el
suelo. A la luz de las estrellas, caminó con cuidado hasta la madriguera y
se asomó. ¡Qué alivio encontrarse a los conejitos. Estaban todavía
profundamente dormidos, a salvo y abrigados en su agujero. Mamá

1
Este cuento ha sido tomado del libro “Cuentos sanadores: una ayuda para padres y
educadores para gestionar situaciones difíciles y desafiantes”. De Suan Perrow. ING
Edicions. 2019. 5ta.Edición. España.
Coneja se sentía muy feliz. Entró a la madriguera con sus conejitos y
todos se durmieron hasta la mañana siguiente.

Cada día los conejitos veían el lugar de sus juegos, el prado de hierba
verde crecer poco a poco. Primero empezó con unos pequeños brotes
verdes asomando del suelo ennegrecido. Los brotes se hicieron cada vez
más altos hasta que todo el prado estuvo cubierto de hierba otra vez. Y
de nuevo, como al principio, los conejitos disfrutaron jugando, corriendo
y saltando por la hierba que rodeaba su madriguera.
La liebre y la zanahoria
Cuento chino. Adaptación y melodía de Tamara Chubarovsky1

La liebre saltaba por la hierba helada. Dos zanahorias encontró, pero solo
una se comió. La buena liebre pensó: -Seguro mi amigo el cervatillo no
tiene nada de comer, iré a su casa y la zanahoria le llevaré. Corre, corre
liebrecita no te vayas a enfriar, a la casa del cervatillo muy prontito has
de llegar
( cantado o recitado )

Pero el cervatillo no contestó y la liebre a su casa volvió. El cervatillo no


estaba, porque se había marchado a ver si encontraba algo de comer en
los prados. Contento vuelve a casa con una calabaza. Ve la zanahoria y
piensa:
-Tal vez mi amiga la zorra, no tiene nada de comer, iré a su casa y la
zanahoria le llevaré. Corre, corre cervatillo no te vayas a enfriar, a la casa
de la zorra muy prontito has de llegar
- ¡Toc!, ¡toc! ¡zorrita, zorrita, abre la puertita !
Pero la zorra no contestó y el cervatillo a su casa volvió. La zorra no
estaba, porque se había marchado a ver si encontraba algo de comer en
los prados. Contenta vuelve a casa, con una calabaza. Ve la zanahoria y
piensa:

1
Tomado del libro “Cuentos para ver, oír y sentir: cuentos breves para narrar,
teatralizar y representar con títeres de mesa”, de Tamara Chubarovsky. Cuarta
edición, 2016. España.
-Tal vez mi amigo el jabalí no tiene nada de comer, iré a su casa y la
zanahoria le llevaré. Corre, corre cervatillo no te vayas a enfriar, a la casa
de la zorra muy prontito has de llegar

- ¡Toc!, ¡toc! ¡Jabalí! ¡Jabali! ¡Sal de ahí! ¡Sal de ahí !


Pero el jabalí no contestó y la zorra a su casa volvió. El jabalí no estaba,
porque se había marchado a ver si encontraba algo de comer en los
prados. Contento vuelve a casa, con una calabaza. Ve la zanahoria y
piensa:
-Tal vez mi amiga la liebre no tiene nada de comer, iré a su casa y la
zanahoria le llevaré. Corre, corre cervatillo no te vayas a enfriar, a la casa
de la zorra muy prontito has de llegar

- ¡Toc!, ¡toc! ¡liebrecita, liebrecita, abre la puertecita !


La liebre no abría, porque se había quedado profundamente dormida. El
jabalí no la quiso despertar, dejó la zanahoria y se fue a casa a descansar.
A la mañana siguiente la liebre se despertó y contenta exclamó:

-¡Qué sorpresa, qué sorpresa, la zanahoria otra vez en mi mesa! ¡Ahora


sí me la comeré y a la madre tierra y a mis amigos agradeceré!

Y ñac, ñac, ñac, la zanahoria ya no está…


EL PEQUEÑO RATÓN QUE TENÍA
QUE QUEDARSE EN CASA1
Por Susan Perrow2El pequeño ratón estaba extrañado.

¿Por qué tenía que quedarse en casa?

¿No sabía todo el mundo cuánto les gusta salir y correr a los pequeños
ratones?

No podía ir al jardín, no podía jugar con sus amigos en el bosque y sus


amigos no podían ir a visitarle.

1
El protagonista del cuento original es un Gnomo. Lo hemos cambiado por un
ratón, que es un personaje más cercano a los niños.
2
Susan Perrow ha escrito este cuento para ser contado a los niños pequeños (3 a 5
años) que tienen que permanecer en casa durante la actual pandemia. Como señala
la autora lo ha escrito con una “estructura de espejo”. “El cuento sencillamente
refleja la situación y la amplía con imágenes que ayudan a compartir un mensaje que
es demasiado fuerte para exponerlo directamente a los niños pequeños. No he
mencionado ningún límite de tiempo, porque habría sido irresponsable ya que nadie
lo sabe en este momento”. El propósito de este cuento como señala es animar a
aceptar la situación actual de “distanciamiento social” y ayudar a los niños a buscar
y disfrutar las actividades que pueden hacer dentro de casa. El cuento ha sido
traducido por Teresa Blanco y compartido por Marisa Fernandez (www.marisa-
fernandez.es).
El pequeño ratón estaba encerrado en su casa en las raíces del árbol.

Por lo menos podía mirar por su ventana a través de las rocas y las raíces
del árbol. Se sorprendió de cuántas cosas se podían ver: hormigas
corriendo por allí, escarabajos de brillantes colores trepando por entre
las hojas caídas y conejos de largas orejas saliendo de su madriguera y
volviéndose a esconder.

Pero a pesar de todas las cosas que podía ver, el pequeño ratón cada vez
estaba más impaciente. ¿Por qué tenía que seguir sin salir de casa? No
tenía sentido que no pudiera salir.

Entonces Madre Árbol le susurró: “Las cosas no son como solían ser,
pero, confía en mí, pronto podrás salir. Confía en mí, confía…”

El pequeño ratón sabía en su corazón que siempre podía confiar en


Madre Árbol.

¡Madre Árbol tenía la sabiduría de todo el bosque! Madre Árbol lo sabía


todo. Los pájaros y el viento eran sus amigos y sus mensajeros. La
visitaban todos los días y compartían con ella las noticias de todo el
ancho mundo. El pequeño ratón oía cuando venían los pájaros. Les oía
cantar allá arriba en las ramas de Madre Árbol. El pequeño ratón veía
cuando llegaba el viento. Veía cómo se balanceaban las ramas de un lado
a otro. A veces tenía que cerrar la ventana para que no entraran las hojas
y el polvo que levantaba este amigo tan ocupado.

Todos los días Madre Árbol le susurraba: “Las cosas no son como solían
ser, pero, confía en mí, pronto podrás salir. Confía en mí, confía…”
Así que el pequeño ratón tenía que confiar y tenía que esperar. Sabía que
pronto sería libre para salir a jugar entre las rocas y las raíces del árbol.
Sabía que pronto sería libre para corretear de nuevo por el bosque.

Y mientras esperaba, se sorprendía de cuántas cosas que hacer podía


encontrar en su cómoda casita en las raíces del árbol. El pequeño ratón
puede bailar, el pequeño ratón puede cantar, el pequeño ratón puede
pintar y dibujar, y dar volteretas en el suelo. El pequeño ratón puede
bailar, el pequeño ratón puede cantar, el pequeño ratón puede limpiar y
cocinar, y acurrucarse con un libro de cuentos. El pequeño ratón puede
bailar, el pequeño ratón puede cantar, el pequeño ratón puede ………… ,
y …………………………….(completar el cuento con la participación del niño)
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Comprometidos
con la educación de la infancia

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