Revolución en El Plata (Azcuénaga)

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Miguel de Azcuénaga

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HERNÁN FEDERICO CORNUT1

El brigadier general Miguel de Azcuénaga formó parte de aquella generación de


criollos comprometidos con los ideales de Mayo que hicieron realidad los anhelos de
autodeterminación de sus compatriotas, y su Norte y desvelos fueron la búsqueda del bien
común antes que la satisfacción de los intereses particulares.

Antecedentes familiares

Nació el 4 de junio de 1754 en Buenos Aires. Hijo de Vicente de Azcuénaga Iturbe—


español originario de Vizcaya, próspero comerciante—y de María Rosa Basavilbaso de
Urtubia y Toledo, una destacada dama de la sociedad porteña caracterizada por su
particular belleza y ascendencia opulenta.
La familia Azcuénaga Basavilbaso se componía de siete hijos (cuatro varones y tres
mujeres) a saber: Miguel, José Bruno, Vicente, Domingo, Flora, Ana y María Eugenia. De
ellos, los tres primeros fueron hombres de armas, mientras que Domingo se inclinó por la
abogacía; en tanto Flora contrajo matrimonio con Gaspar de Santa Coloma y Ana lo hizo
con el virrey Antonio de Olaguer y Feliú, convirtiéndose en la primera virreina oriunda del
Río de la Plata.
A temprana edad, el joven Miguel fue enviado a España para completar su educación
media en el colegio de Archidona, en Málaga, partido de Antequera. Posteriormente
asistió a la Universidad de Sevilla, para completar su formación superior, regresando a su
terruño en 1774. Sin embargo, su estadía sería breve, ya que un año después retornaría al
Viejo Mundo para atender negocios relacionados con la actividad comercial de su padre.

Trayectoria militar y ciudadana

Al igual que la mayoría de sus contemporáneos, alternó su labor privada con las
obligaciones ciudadanas que le demandaron tanto fueran tomar las armas en defensa de la
Patria, como desempeñar cargos públicos en la administración gubernativa. Inició su
carrera militar sentando plaza como subteniente en la Compañía Provincial de Milicias de
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Coronel de Infantería, Oficial de Estado Mayor. Integrante del Consejo Académico de la Escuela Superior
de Guerra del Ejército Argentino. Miembro de número del Instituto de Historia Militar Argentina.

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Artillería de Buenos Aires, guarnición en la que revistó hasta después de la rendición de
Colonia del Sacramento en 1777. En ese mismo año fue designado Regidor del Cabildo,
cargo que ejerció con la eficiencia y responsabilidad que caracterizarían sus labores de
gestión en el futuro.
En 1778, en ocasión de una amenaza de invasión por parte de los indios en la campaña
de Buenos Aires, fue encargado de guarnecer el fuerte de la Laguna de Monte, donde
permaneció hasta el fin de las operaciones.
En 1781 con motivo de la guerra entre España e Inglaterra fue nuevamente convocado
a tomar las armas, y en esa oportunidad condujo una batería de artillería compuesta por 4
cañones de a 24, establecida en el Retiro para resguardar la ciudad de una posible invasión
extranjera.
En ese mismo año, el Cabildo lo nombró Alférez Real, para luego desempeñarse como
Alcalde de 2º voto en 1789. Luego ocupó el cargo de Síndico Procurador General en 1790,
y lo renovó desde 1793 hasta 1794. Por aquel tiempo, su personalidad activa hizo posible
iniciar la obra del empedrado de la ciudad de Buenos Aires. Con la anuencia del virrey
Arredondo y una suscripción voluntaria de los vecinos, se recaudó la suma de 8.000 pesos
con los cuales fue posible solventar la mejora edilicia de 36 cuadras de la ciudad,
utilizándose piedra extraída de la isla Martín García. Gracias a la eficiente administración
de Azcuénaga—que llegó a proveer 500 cabezas de ganado de su propio patrimonio para
manutención de los trabajadores en las canteras—fue posible reintegrar al fisco 4600 pesos
del monto inicial recibido.
El 6 de febrero de 1795 contrajo enlace con su prima hermana, doña Justa Rufina de
Basavilbaso y Garfias, consolidando una situación patrimonial estable dentro de su entorno
familiar, junto con su cuñado Gaspar de Santa Coloma.
En 1796, el virrey Melo de Portugal le ordenó tomar el mando de las Milicias
Disciplinadas de Buenos Aires, otorgándole el empleo de teniente coronel. Ejerció esta
función hasta el año 1802, dejando a beneficio de su regimiento todos los sueldos de su
tiempo, suma que superaba los 12.000 pesos plata.
El 24 de marzo de 1802, ya como coronel graduado, fue nombrado comandante del
Batallón Voluntarios de Infantería de Buenos Aires. Una vez más, y como prueba de su
desprendimiento económico y sensibilidad en el mando, desembolsó 2.435 pesos de su
peculio para vestir a sus tropas Este aporte desinteresado vendría a sumarse a una extensa
relación de donativos y suscripciones en los cuales Azcuénaga participó, destacándose en
forma preeminente la colaboración financiera de alrededor de un millón de pesos de la

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época, que realizó junto con los hermanos Larrea y Domingo Matheu para hacer realidad la
improvisada escuadra fluvial que se entregó a Azopardo
Tomó participación activa en los combates acaecidos en oportunidad de ambas
Invasiones Inglesas, sobresaliendo sus dotes de liderazgo en la acción del Puente de Gálvez
en 1806, donde mantuvo su posición durante 20 horas con apenas 400 voluntarios urbanos,
frente a un enemigo considerablemente superior en número y mejor organizado. Sin
embargo, logró reorganizar los remanentes de sus tropas y con 50 hombres acudió al
auxilio del brigadier Hilarión de la Quintana en la barranca de Santo Domingo.
Con posterioridad a los sucesos de Mayo del año 10, ocupó el cargo de Jefe del Estado
Mayor en 1816, y al año siguiente desempeñó la presidencia de la Comisión de Guerra
acompañado en su tarea por los coroneles mayores Marcos Balcarce e Ignacio Álvarez,
teniendo por finalidad la organización de la defensa de Buenos Aires ante un eventual
ataque portugués.
Finalmente desde el punto de vista militar, organizó y comandó el Regimiento de la
Milicia Pasiva hasta el 17 de diciembre de 1832, fecha en la que se retiró del servicio
activo.

Actuación política

En el contexto de los prolegómenos de la Revolución de Mayo y ante la cesantía que


dispusiera la Junta de Sevilla de la figura de Liniers como virrey, reemplazándolo por don
Baltasar Hidalgo de Cisneros, pasa Azcuénaga a integrar la estructura gubernativa como
vocal de la Junta para el Comercio Libre.
Reunido el Cabildo Abierto del día 22 de mayo, Azcuénaga tomó participación activa
en las deliberaciones, manifestando que “en la hipótesis de que haya terminado la
representación de la Suprema Junta Central de España, era de su pensamiento reasuma el
mando el Excelentísimo Cabildo con voto activo del señor Síndico Procurador actual, y
decisivo en caso de discordia para constituir una Junta de Gobierno para este pueblo,
convocando a las demás provincias y gobiernos a representarse, para seguridad de estos
dominios a la Corona”. Ya en ocasión de prestar su juramento como vocal de la Junta de
gobierno, el 25 de mayo, reveló una notable sensibilidad política para comprender los
avatares de su tiempo al sustentar la necesidad de que las provincias interiores participasen
de los debates para dirimir el futuro político del Virreinato, expresando: “que admitía el
cargo de vocal de la Junta que por el Excelentísimo Cabildo y una parte del pueblo había

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sido nombrado, atento al interés de su buen orden y tranquilidad, mas, que debiendo ser la
opinión no sólo del Excelentísimo Cabildo, sino la universal de todo el vecindario, pueblo
y partido de su dependencia, pedía que se tomara la que faltase y las represente, para la
recíproca confianza y seguridad de validez de todo procedimiento”.
Su labor en la Junta de Gobierno estuvo caracterizada por un alto sentido ético en torno
a la función pública, como quedó explicitado en los considerados de la orden del día del 6
de diciembre de 1810 donde, entre otras cosas, señalaba:

El usurpador, el déspota, el asesino de su patria, arrastra por la calle pública la veneración y respeto de
un gentío inmenso […] al paso que carga la execración de los filósofos, y la maldición de los buenos
ciudadanos. Infelices pueblos los que viven reducidos a una condición humillante. Por desgracia de la
sociedad, existen en todas partes hombres venales y bajos, que no teniendo otros recursos para su
fortuna, que los de la vil adulación, tientan de mil modos a los que mandan, lisonjean todas sus pasiones,
y tratan de comprar su favor a costa de los derechos y prerrogativas de los demás.

Poco menos de un año había transcurrido desde la gloriosa jornada libertaria, cuando el
disenso interno de la Junta precipitó los hechos que desembocaron en la conmoción
institucional de principios de abril de 1811. El resultado inmediato fue la separación y el
destierro de Azcuénaga junto con Rodríguez Peña, Vieytes, Larrea, French, Berutti,
Donado y Posadas.
Ya en 1812, el Triunvirato resolvió concentrar la autoridad dentro de cada una de las
unidades políticas e instrumentó una reforma que consistía en reimplantar el régimen de las
gobernaciones – intendencias. Como prueba de la inalterable reputación que gozaba
Azcuénaga entre sus pares, y a pesar de su desgraciado destierro, fue investido como
Gobernador Intendente de Buenos Aires, con fecha 13 de enero. La investidura
correspondiente a su cargo le otorgaba amplios poderes también en el ámbito militar, como
lo acredita el hecho que el 6 de junio de 1813 confirmó al coronel don José de San Martín
en su cargo de Comandante en Jefe de las Fuerzas de la Capital.
El 31 de enero de 1812 se conformó el Congreso que pasaría a la posteridad con la
denominación de Asamblea del año XIII, por haber dictado en ese año sus principales
disposiciones. Sería este Congreso, a instancias del triunviro Posadas, quien definiría una
nueva reforma burocrática de gobierno habida cuenta que

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La experiencia del mando y el conocimiento inmediato de nuestras transacciones han enseñado a este
gobierno que para dar el impulso que requieren nuestras empresas, y el tono que nuestros negocios
exigen, la concentración del poder en una sola mano es indispensable.

Con estos argumentos, el 22 de enero de 1814, la Asamblea nombró a Posadas como


Director Supremo, quien organizaría el Consejo de Estado—en forma inmediata—con la
presencia de Miguel de Azcuénaga en carácter de consejero segundo, junto a otros cuatro
integrantes.
Con fecha 15 de noviembre de 1816, según consta en el Acuerdo correspondiente por
parte del Cabildo de Buenos Aires, fue designado como elector de la Junta Protectora de la
Libertad de Imprenta, quedando nuevamente en evidencia la confianza institucional que su
figura dimanaba.
Una vez trasladado el Congreso General Constituyente desde la ciudad de Tucumán
hacia Buenos Aires, Azcuénaga fue elegido integrante del mismo con un amplio consenso
por parte de los votantes el 3 de agosto de 1818, pasando a desempeñarse como
vicepresidente de dicho organismo a partir del 1º de septiembre del mismo año, siendo
reelecto en mayo de 1819. Su gestión se distinguió por el sostenimiento de la pluralidad de
ideas en un marco de justicia y libertad, abogando por el logro de un adecuado equilibrio
institucional.

Después de la Revolución de Mayo, la asonada del 5 y 6 de abril de 1811; su destierro

Por su adhesión al partido de Mariano Moreno, y como integrante de la Sociedad


Patriótica que se oponía a parte de los miembros de la Junta, Azcuénaga fue separado de
ésta y destituido militarmente con pérdida del grado “por ser notorio que se ha involucrado
en facciones que comprometen la seguridad pública”, y en consecuencia desterrado a
Mendoza. El 29 de abril de 1811 su esposa, doña Justa Rufina de Basalvilbaso, dirigió una
nota a la Junta, en la que “sin oponerse a esta determinación en lo sustancial de ella”,
intentaba interceder por don Miguel, “pues el mencionado su marido […] con la salud
quebrantada debe hacer un viaje de más de 300 leguas”, quien ya “sufrió gravísimos
perjuicios en las pasadas invasiones inglesas […] pues se le secuestró arrendamientos de
unas casas […] y tener dejadas unas populosas estancias en la otra banda…”, y finalmente
concluía solicitando “para rogarle a V.E. que lo envíe a la Villa de Luján”. De esta carta se
desprenden los bienes que Azcuénaga poseía y la firme argumentación de su esposa quien,

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sin embargo, fracasó en su intento, pues el esposo fue enviado a Mendoza. No obstante
poco tiempo después, en un pliego del 30 de septiembre de ese año, Chiclana, Paso,
Sarratea y Rivadavia firmaron la resolución donde se lo absuelve, junto a otros nueve
personajes, de “aquella revolución o sedición” y “declárase por ahora que pueden
restituirse a su domicilio”. El documento había sido encaminado a la provincia cuyana
mencionada, prueba fehaciente que Azcuénaga aguardaba allí.

Su legajo militar

En este documento sólo figuran, como en otros casos, los servicios prestados con
posterioridad a la Revolución de Mayo. El primer antecedente se remonta al 4 de junio de
1810 donde la totalidad de la Primera Junta firmó la providencia donde se le otorgaba a
don Miguel de Azcuénaga, el grado de coronel efectivo, atendiendo a “los méritos y
servicios del coronel de Milicias Provinciales […], al dilatado tiempo de su carrera y a la
calidad de vocal de la Junta”.
El 14 de enero de 1811, la Junta de Gobierno emitió un nuevo pliego donde ponía de
manifiesto que “atendiendo a los relevantes y dilatados servicios del coronel de infantería
[…] ha venido en conferirle el empleo de Brigadier de Ejército […] y que como a tal se le
tenga y respete por los demás cabos mayores y menores, oficiales y soldados y le guarden
y hagan guardar las honras, gracias, preeminencias y exenciones que por este empleo le
tocan”.
En oportunidad de la toma de juramento como Gobernador - Intendente, a título
provisional, el documento pertinente consignaba a Azcuénaga con el grado de coronel y no
de brigadier. Esta discrepancia respecto de las jerarquías militares que le correspondían al
vocal de Mayo en el año 1812, encuentra explicación en los relatos de Gervasio Antonio
Posadas contenidos en sus Memorias. En efecto, si bien Posadas ya desde el año 1813
como integrante del Triunvirato propendió a la restitución del grado máximo para
Azcuénaga—tal como se lo había augurado en las jornadas de viaje que compartieron
rumbo al ostracismo—esto no fue posible, según manifiesta Posadas, porque el secretario
“jamás nos lo presentaba a la firma, unas veces por el olvido, y otras por excusas y
pretextos frívolos”. Así, la resolución final llegaría recién en 1814 cuando—continúa
Posadas su relato—“me eligieron Supremo Director del Estado y único gobernante, y tuve
el placer y la ocurrencia de despachar y firmar por primera cosa el título y remitírselo con

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semejante esquela: <Amigo, acompaño a usted el despacho de brigadier, que tantas y tan
repetidas veces le ofrecí entre los Chañaritos, camino de Mendoza>”.

Sus últimos años,

En 1828, contando ya con 74 años de edad, aceptó de buen grado el puesto de


Encargado de los Negocios Generales de la República para la ratificación de la paz con
Brasil, que se celebrara en Montevideo.
En 1829 y 1830 presidió la Junta Administrativa de la Caja de Amortización, con el
celo y empeño que siempre lo caracterizaron.
Fue electo diputado en 1831 y 1832, destacándose por su asiduidad a las sesiones
legislativas, lo que mereció el reconocimiento de sus colegas.
El 19 de diciembre de 1833, a las siete y treinta horas, expiraba en su residencia de
campo sobre la costa de San Isidro—en el predio que hoy ocupa la residencia presidencial
—rodeado del afecto de su familia y la gratitud de sus contemporáneos.
El 7 de mayo de 1834, apenas transcurridos cinco meses del fallecimiento del ilustre
patriota, el gobernador Viamonte—a instancias del general Tomás Guido, como
responsable del Departamento de Guerra y Marina—dispuso la construcción de un
cenotafio en el “cementerio del Norte” para perpetuar la memoria del prócer. Entre los
considerandos del decreto correspondiente merece destacarse el siguiente pasaje: “Los
relevantes servicios que hizo a la Patria en todas épocas el Brigadier General D. Miguel de
Azcuénaga, y muy particularmente en los días de su gloriosa independencia, exigen una
demostración que lleve a la posteridad el nombre de tan ilustre patriota, y perpetúe la
memoria de sus eminentes virtudes cívicas”.
La inmediatez del reconocimiento de sus coetáneos constituye una muestra clara del
alto prestigio que el otrora vocal de aquella Junta de Gobierno del Año 10 supo granjearse
durante su vida, resultando como lógica consecuencia de su permanente entrega ciudadana
y del acendrado—y nunca mejor definido—amor a la Patria.

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ORIENTACIÓN BIBLIOGRÁFICA

Sobre la vida y personalidad del militar, véanse: Documentos: EJÉRCITO ARGENTINO,


Dirección General de Asuntos Históricos, Archivo General del Ejército (AGE): Buenos
Aires, Sección Legajos Personales, legajo del Brigadier General Antonio González
Balcarce Nro. 1080; Archivo General de la Nación (AGN), Sala VII, Legajo 69, “dos
expedientes relacionados con Azcuénaga”. Otros trabajos de interés: ANTONIO ZINNY,
“Estudios biográficos”, Buenos Aires, Hachette, 1958, pp. 25 a 28. ANTONIO F. A.
PEDROTTA, “Brigadier General Miguel de Azcuénaga. Estudio crítico biográfico”, Buenos
Aires, Edición del Autor, 1954. JACINTO R. YABÉN, “Biografías Argentinas y
Sudamericanas”, Tomo I, Buenos Aires, Ediciones Históricas Argentinas, 1952, pp. 688 a
692. VICENTE OSVALDO CÚTOLO, “Nuevo Diccionario Biográfico Argentino (1750-
1930)”, Tomo I, Buenos Aires, Elche, 1968, p. 282. RICARDO LESSER, “La infancia de los
próceres. Belgrano, Rivadavia, Moreno, Castelli, Azcuénaga”, Buenos Aires, Biblos, 2004,
pp. 170 y 171.

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