7 Bound by The Past - Cora Reilly PDF
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Esta traducción fue realizada sin fines de lucro por lo cual no tiene costo
alguno.
Elegí a una mujer por encima del bien de la Organización cinco veces.
Traicioné a mi padre. Mi juramento. Mis hombres.
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Cosechas lo que siembras.
Valentina
Esa es la razón por la que aún estaba aquí, y no muerto por mis crímenes, 5
por mi traición.
Elegí a una mujer por encima del bien de la Organización cinco veces.
Traicioné a mi padre. Mi juramento. Mis hombres.
Y, aun así, mis traiciones quedaron impunes, al menos según las leyes de
nuestro mundo. Pero pagué cada traición con una traición a su vez. Había
traicionado y sido traicionado. Justicia en estado puro.
Mi vida era una historia de traición. Había tenido que hacer sacrificios con
el tiempo que me podrían costar todo si quería conservar lo que más importaba.
Dante, diecinueve años…
L
os gritos ahogados me hicieron parar en seco en el pasillo. Los
lamentos venían de la biblioteca. Seguí el sonido y abrí la pesada
puerta de madera. Ines estaba sentada en el sillón en su rincón de
lectura favorito, con un libro en su regazo, pero dudaba que pudiera ver ni una
sola letra de las palabras en las páginas que tenía delante.
6
Las lágrimas se deslizaban por sus mejillas.
—Oh, eres tú. —Se enjugó las lágrimas rápidamente, evitando mi mirada.
Cerré la puerta antes de acercarme a ella y me dejé caer sobre el pequeño puf en
el que solía apoyar sus pies mientras leía.
Ines tenía dieciséis años, así que era hora de tomar esa decisión. Que padre
lo hubiera pospuesto durante tanto tiempo era porque le daba ventaja. El temblor
en su voz aumentó mi preocupación.
—Pietro pidió tu mano.
—¿Qué? —gruñí.
Las pocas veces que me había visto obligado a visitar uno de nuestros
prostíbulos, vi de primera mano lo que Jacopo consideraba divertido. Había oído
aún más historias terroríficas de su hermano menor Rocco cada vez que había
estado borracho y era incapaz de cerrar su gran bocaza. Jacopo era sádico, en la
cama y fuera de ella. No podía ni imaginar que Ines supiera el alcance de su
depravación, y, aun así, sabía que era la peor opción posible.
—¿Estás segura que está decidido? Padre no me dijo nada —le dije,
sofocando mi ira.
Asentí, entendiendo por qué padre había tomado su decisión. Era porque
me negaba a casarme con nadie más que Carla. Lo desafié y se dio cuenta que no
tenía ninguna manera de obligarme o castigarme, de modo que al final cedió a las
demandas de su Consigliere. Padre sabía qué clase de hombres eran los Scuderi.
Sabía qué clase de hombre era Jacopo, y sin embargo le dio a Ines. Más de una
vez colgó el destino de mi hermana por encima de mi cabeza.
Me puse de pie y salí. Ines era un trofeo para Jacopo. Él y su padre habían
estado pidiéndole a padre que le diera su mano en matrimonio a Jacopo durante
años.
Carla tendría diecinueve en dos años, un año mayor que Ines, y sería
injusto hacia ella hacerla esperar, y no quería. Quería a Carla.
—No. No necesito esperar. —Hice una pausa—. Pero no estoy aquí para
hablar de mi boda.
No mencioné que Rocco ya tenía dos hijas. Para mi padre, las niñas no
valían nada, y por eso trataba a Ines como un trofeo de intercambio. Sacudí mi
cabeza.
—Si Ines responde a sus demandas, estará bien. Cada uno de nosotros
tiene que hacer sacrificios. Debería estar orgullosa de ser dada a alguien de su
estatus.
Alzó un dedo.
Me tragué mi ira. Tenía que actuar con inteligencia. Discutir con padre no
cambiaría nada. Asentí.
Pietro era poco más de dos años mayor que yo y actualmente trabajaría en
Chicago antes de asumir el cargo de lugarteniente de Minneapolis por su padre
en algunos años. Estaba sosteniendo mi whisky cuando se dejó caer en el
taburete a mi lado, indicándole al cantinero que le diera lo mismo que yo.
Él frunció el ceño.
—Y un buen partido.
Eso era un hecho indiscutible. Todos los hombres en nuestros círculos que
quisieran a Ines serían estúpidos si no consideraran el efecto positivo que un
matrimonio tendría en su futuro.
—Por supuesto, también eso. Mi familia quiere una unión con tu familia.
Pero desde que bailé con Ines hace unos meses, supe que la quería como esposa.
—Pietro aferró mi brazo, obligándome a mirarlo a los ojos. La preocupación
sincera en sus ojos me sorprendió. No era amor. No conocía a Ines lo suficiente
para eso, pero era obvio que se preocupaba por ella—. Dante, tú y yo sabemos
qué clase de hombre es Jacopo.
Todos sabían qué clase de hombre era Jacopo. Se excitaba torturando. Yo,
también apreciaba esa ráfaga de poder que traía, de vez en cuando, sobre todo si
tenía que lidiar con traidores o enemigos, pero Jacopo lo disfrutaba a nivel
sexual, lo cual no era un buen augurio en un matrimonio.
—Pero lo desapruebas.
Vacié mi whisky.
—¿El próximo verano? Para entonces solo tendrá diecisiete años. ¿No van
a esperar hasta que sea mayor de edad?
Evaluó mis ojos, intentando dar sentido a mis palabras. No sería más
explícito que eso.
—Puedes confiar en mí. Puedo ayudar.
Le di una sonrisa fría, sin decir nada. No revelaría nada, o compartiría más
de lo que ya lo había hecho. Pietro era uno de los pocos hombres en los que
confiaba hasta cierto punto, pero definitivamente no lo suficiente como para
contarle más de lo que era absolutamente necesario.
—Vas atrás, Precoz —le dijo Jacopo a Rocco cuyas orejas se pusieron
rojas. Antes, toda su cara se habría puesto del mismo color pero había aprendido
a ocultar sus reacciones en los últimos años.
—¿Por qué todavía lo llamas por ese nombre? —preguntó Enzo en su bajo
retumbar a medida que encendía el auto.
—Ciertamente.
Jacopo nos lanzó a su hermano y a mí una sonrisa cruel a través del espejo
retrovisor.
—Es una historia demasiado buena para olvidar.
Traición.
Un jadeo brusco hizo que mis ojos se dirigieran hacia la puerta, donde
estaba Rocco Scuderi. Una mirada a su expresión y supe que había sido testigo
de mi asesinato a su hermano. Ninguno de los dos se movió por varios minutos.
Seguía apuntando la pistola rusa en el lugar donde la cabeza de Jacopo había
estado. 15
El rostro de Rocco se transformó de conmoción a… alivio.
—¿Por qué? —Me detuve a unos pasos de él, el arma aún apuntada a su
corazón.
—Porque me diste todo lo que siempre quise. Jacopo está muerto, y seré 16
Consigliere.
Ladeé la cabeza.
—Sin duda entiendes que, no puedo confiar a nadie con un secreto de esa
proporción.
—Dante, voy a darle veneno a mi padre, algo que sea difícil de detectar a
menos que estés buscándolo específicamente. Algo que haga que su final parezca
como un ataque al corazón. Ya ha tenido uno antes, y es natural para él sufrir
otro después que su heredero, su hijo favorito es asesinado cruelmente por un
bastardo de la Bratva. Tú convencerás a tu padre que estaba devastado y que la
muerte de mi padre fue por una causa natural, y yo convenceré a todos que el
enemigo mató a mi hermano. De esa forma, no soy el único ocultando un secreto.
—Tienes que moverlo un poco hacia un lado para que el ángulo sea el
correcto —dijo Rocco.
Asentí.
—Fue alcanzado por una bala rusa. Tendremos que vengarlo. La Bratva
tiene que pagar con sangre —dije con firmeza.
Una traición siempre era seguida por otra. Aunque me llevaría años darme
cuenta.
—¿Dante?
—Sí —respondí.
—Entra.
—Quería decirte… —dije, pero me detuve cuando Ines se volvió hacia mí.
Ya sabía que Jacopo estaba muerto. El alivio total resplandecía en su rostro—.
No deberías escuchar las reuniones a escondidas, Ines. Padre te castigará.
—Estoy tan feliz, tan feliz de que esté muerto. Es horrible de esté tan feliz
por algo como eso, pero lo estoy. Podría bailar de alegría. Recé cada día desde
que descubrí sobre el matrimonio para que muriera, y ahora mi deseo se hizo
realidad. Sé que fuiste tú. Sé que lo mataste de modo que no pudiera hacerme
daño.
—Sé que fuiste tú. No me mientas. Sé que lo hiciste para salvarme de él.
—Ines —dije con voz áspera—. Shhh. Nadie debe saberlo. Jacopo fue
asesinado por la Bratva, ¿de acuerdo? 19
Ella retrocedió, sonriendo suavemente.
Ines y Carla habían sido amigas desde que podía recordar, razón por la
cual conocía a Carla a pesar de su estatus bajo como la segunda hija de un
Capitán… según mi padre. Saber que hablaban de mí a mis espaldas no me
sentaba bien. No había empezado a notar a Carla hasta hace un año cuando la
había llevado a su casa después de haber visitado la nuestra. Fue inapropiado,
pero Ines no se había sentido lo suficientemente bien como para unirse a
nosotros. El viaje de treinta minutos durante la hora pico nos obligó a hablar y su
suave voz cantarina mientras me hablaba de cosas mundanas como coser o
cocinar me había dado una sensación de calma. Si bien la calma siempre se
reflejaba en mi exterior, la verdadera calma en el interior me había eludido.
Comencé a prestarle más atención. Era hermosa pero muy tímida, sumisa
naturalmente, amable y religiosa, casi piadosa. Era buena de una manera en que
me esforzaba a ser cada mañana cuando juraba no llegar a ser como mi padre y
sin embargo, ya fallaba sin llegar al desayuno cuando albergaba pensamientos de
cómo deshacerme del viejo sin perder el respeto de la Organización. Si alguien
podía sacar lo bueno que había en mí, entonces era alguien como Carla.
Ines sonrió.
Me puse rígido.
—No tienes ninguna razón para tenerme miedo y tampoco Carla. Pero
necesito saber si ella no quiere casarse conmigo, si no se siente atraída por mí.
—Por supuesto que Carla quiere casarse contigo. Casi todas las chicas se
sienten atraídas por ti, incluso si actúas como si no las notaras. Tu
distanciamiento las vuelve locas. Deberías escuchar los rumores que circulan.
Son dignos de escalofríos. Incluso Carla a veces cae en esa trampa.
—¿Qué rumores?
—Preferiría no decirlo.
—Se corre el rumor de que estás tan obsesionado con el trabajo y tan
carente de emociones humanas que no requieres ningún tipo de cercanía física,
por lo que algunas personas creen que eres… —Ines se encogió, alcé las cejas—
… que eres virgen. Carla de hecho me preguntó si te guardas para el matrimonio.
—Lo siento.
Lo hacía, pero era bueno ver que el peso de los últimos días se había ido.
Sacudió su cabeza.
Toqué su hombro.
Salí y ella me siguió, sus dedos aferrando el borde de la puerta con fuerza
mientras la cerraba hasta que solo una rendija de su rostro se asomaba por ella.
—Es una buena opción. —Tragó con fuerza—. ¿Es un hombre bueno?
22
Era un mafioso.
Asentí.
—Lo harás.
Después del desayuno, fui a la oficina de padre. Madre también estaba allí,
y se retorcía las manos.
—Preocúpate por la ropa y las costuras, no por las cosas más allá de tu
comprensión —dijo padre.
—Pietro pidió por la mano de Ines dos veces. Incluso esta ridícula
maldición no ha logrado disuadirlo.
—Acepta a Pietro.
—Cuidado.
—Un rey sin heredero reina sobre un reino condenado a caer. Estoy
dispuesto a la caída inminente. ¿Y tú?
—De todos modos, Pietro es la mejor opción sobre la mesa. ¿Por qué no le
das la buena noticia? Puede tener a Ines el año que viene. Estableceremos la
fecha de la boda para agosto.
—Escuché que Jacopo fue asesinado ayer por una bala de la Bratva.
Pietro sonrió. Le hice señas al barman para que me diera un expreso como
Pietro.
—¿En serio?
Pietro se congeló.
Pietro miró hacia otro lado, pasándose una mano por su cabello.
—No me siento cómodo estando casado con Ines cuando solo tiene
diecisiete años.
—Asumo por el aspecto sexual de tu matrimonio —dije en voz baja,
incluso si temblé ante la idea. Pietro me dio una mirada dolida—. No tenemos la
tradición de las sábanas sangrientas. Puedes esperar los diez meses hasta el
cumpleaños de Ines. El matrimonio no significa que tienes que tener relaciones
sexuales.
—Dante —dijo en voz baja, pero la duda resonó fuerte en esa sola palabra.
Levantó la cabeza.
No estaba ciego. Ines era una mujer muy hermosa. Su cabello rubio y sus
ojos azules eran deseados por muchos hombres, y su figura alta aumentaba su
atractivo. Pietro sería tan buen esposo como buen hombre tanto como su y mí
disposición podían serlo. Al final, también era hombre… un hombre que tenía el
derecho a una mujer muy hermosa con la que compartiría una casa y una cama.
—Sí.
—¿Bailarías conmigo?
—Por supuesto.
—Parecías reacia.
—Tres meses.
Pietro reía de algo que dijo Rocco. Desde la muerte del viejo Scuderi,
Rocco había asumido el cargo de Consigliere, su actitud había cambiado. Ahora
ya nadie lo llamaba Precoz. Liberado de su padre y hermano, demostró que era
un Scuderi de principio a fin, no tan depravado como ellos, pero astuto y brutal.
Un buen Consigliere, uno que me era leal a mí, no a mi padre.
—¿Recuerdas hace un año que dijiste que Jacopo era un monstruo y que
Ines no debía ser dada a él?
Pietro observó a Ines hablar con Carla antes de volverse hacia mí, con las
cejas fruncidas.
—Por supuesto. Me alegró que lo mataran.
—Espero que esta noche, así como todos los días posteriores, demuestres
que eres un hombre mucho mejor que Jacopo, que mereces a mi hermana —dije
en voz baja, dando un paso más cerca de él.
Estaba tenso, había estado así toda la noche y toda la mañana. Pietro e
Ines finalmente entraron y sonaron los aplausos. No me uní. Pietro tenía su brazo
envuelto posesivamente alrededor de la cintura de Ines, pero Ines estaba apoyada 27
contra él, buscando su cercanía y protección cuando la fuerza de la atención de
todo el mundo cayó sobre ella. Mantuvo la cabeza en alto a pesar del ligero
sonrojo en sus mejillas. Echó un vistazo a Pietro sin una pizca de miedo y él le
devolvió la mirada con adoración. Cuando notó mi atención, su expresión se
suavizó, volviendo a la calma en blanco. Me dio un brusco asentimiento, que
devolví porque una mirada a mi hermana me indicó que la trataría de la forma en
que se lo merecía. Tal vez traicionar a la Organización por mi hermana tendría un
precio eventualmente, pero estaba dispuesto a pagarlo.
S
ostuve la mano de Carla, presioné mis labios contra sus nudillos.
Su piel lucía pálida, su respiración laboriosa, dolorosa… Levanté
mis ojos y la encontré observándome con unos cansados ojos
tristes.
No dije nada. Durante todos estos años, la fe de Carla nunca había sido
algo que compartiera, sin importar lo duro que lo intentara. No era creyente,
ahora menos que nunca. Si había un Dios y este era su plan, jamás lo perdonaría.
Le habría dado el mundo. Pero esto no era algo que pudiera prometer. La
ira ya hervía en mi pecho, esperando a derramarse.
—¿Rezarás conmigo?
—Sé que el suicidio es pecado, pero quiero que esto termine. Solo quiero
que se detenga. —Tragó con fuerza—. No puedo… aguantar más.
Me quedé helado. Había sabido que era solo cuestión de tiempo antes de
que tuviéramos que despedirnos, pero las palabras de Carla arrojaron la cruda
realidad contra mi cara.
Besé su mano.
—Dante… 29
—He hecho cosas peores. —Eso era mentira. Esto rompería la última
parte humana en mí, pero si alguien valía ese sacrificio, era Carla.
Asentí.
No dije nada porque cada palabra habría dejado triste a Carla o habría sido
una mentira.
No podía recordar la última vez que hubiera estado tan enfadado, pero sin
una salida para liberar mis emociones. La muerte de Carla había sido como una
bomba de dispersión y desde entonces mi interior se sentía desgastado,
desgarrado, dañado irrevocablemente. Mi tristeza no había disminuido, si es
posible, había crecido en los días desde que la maté y con ella mi ira, mi
necesidad de compartir esta agonía de la única manera que podía, al infligirla a 31
otros.
Unos pasos elevaron mis muros protectores, pero no tuve que enmascarar
mi expresión con una de calma, siempre estaba así. Mis músculos parecían
perfectamente congelados incluso aunque mi interior ardiera con emociones que
amenazaban con deshacerme y con ello posiblemente a la Organización.
Pietro se detuvo a mi lado, sin decir una palabra, y miró al cielo nocturno
como yo. Después de un par de minutos, me miró de reojo.
—Nos quedaremos por una semana. Tu madre está feliz de tener a los
gemelos alrededor e Ines pensó que sería bueno para ti tener a la familia cerca. —
Asentí brevemente—. Dante —dijo Pietro en voz baja, inclinando su cuerpo
hacia mí y supe que sus palabras no funcionarían como deberían, incluso antes de
que las dijera—. Si necesitas a alguien para hablar, sabes que puedes contar
conmigo. No tienes que soportar esta pérdida por tu cuenta.
Dos días después, mis padres invitaron a los Scuderi a cenar y, a pesar de
mi necesidad de estar solo, asistí a la reunión. No había nadie en casa
esperándome y mi deber con la Organización me obligaba a estar presente. No
serviría de nada aparentar debilidad, menos tan poco antes de mi ascenso para
convertirme en Capo.
Ines, Pietro y los gemelos también estaban allí. Las hermanas Scuderi eran
demasiado adultas para jugar con ellos, pero Fabiano solo tenía un año más que
ello, y después de cenar se unió a Serafina y Samuel en un rincón de la
habitación para jugar. Apenas escuchaba la conversación, incluso si se tratara de
la Famiglia y cómo asegurar la paz con ellos.
—Un matrimonio nos uniría. Salvatore está ansioso por encontrar a una
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hermosa novia para su hijo Luca —dijo padre.
—Ese hombre mató a su primo con sus propias manos. No estoy segura si
una unión entre él y una de nuestras chicas puede ser el fundamento de la paz —
dijo Ines.
—Por supuesto, hay algo a considerar antes de decidir dar a Aria a Luca.
—La sonrisa de reptil de padre se extendió, y mis músculos se tensaron en
preparación para sus siguientes palabras—. Aria podría darle a la Organización
hermosos niños rubios. Tú necesitas una nueva esposa y un heredero.
—¡El funeral de Carla fue hace solo dos días! —siseó Ines, mirándome en
flagrante preocupación—. ¿No tienes ni una pizca de respeto por su memoria y el
dolor de Dante?
Pietro agarró la mano de Ines y, por la mirada en sus ojos, supe que estaba
a punto de decir algo que lo metería en problemas con mi padre, y aunque padre
dudaría antes de deshacerse de un lugarteniente, jamás se desharía de mí porque
él quería que su sangre viviera y yo era su única opción. Me puse de pie y
estampé la palma de mi mano sobre la mesa, dejando salir mi ira y apretando mi
tristeza en un nudo firme dentro de mí.
Padre había hablado con Salvatore Vitiello varias veces en los últimos
días, mientras yo retrocedía para recomponerme. Mi estado mental no nos haría
ningún favor en las negociaciones comerciales de momento. Luca y Salvatore
podrían oler la debilidad a kilómetros de distancia.
Asentí.
—Eso es cierto. Darle a Aria a Luca parece la mejor opción. Pienso que
será menos propensa a provocarlo en lugar de Gianna. —Teniendo en cuenta
cómo maté a Jacopo para proteger a Ines de un monstruo, era irónico que yo
estuviera de acuerdo en dar otra chica inocente a un monstruo por el bien de la
Organización. Se necesitaban sacrificios, era el credo de mi padre. Sabía que solo
había una forma de salvar a Aria de las garras de Luca y era si la quería para mí.
Padre y Rocco estarían de acuerdo. Le evitaría la crueldad bajo la mano de Luca,
y me quitaría a padre de encima, permitiéndome sumergirme en mi dolor sin una
vigilancia constante. Podría insistir en un matrimonio en tres años, e incluso si
padre exigía una fecha más cercana, sabía que Aria estaría feliz si no actuaba
como un marido, si no intentaba reclamarla. Mi interior se tensó ante la mera
idea de estar con alguien que fuera Carla, de hacer un voto de esa proporción
cuando Carla era la única mujer a la que quería estar unido.
—¿Sí, padre?
Lo que sabía, sin duda alguna, era que la rompería con mi oscuridad teñida
de tristeza, que con el tiempo, ventilaría mi ira en ella porque se atrevió a ocupar
el lugar a mi lado que nadie más merecía salvo la mujer que enterré hacía apenas
unos días.
—Lo es. —Mi voz no reflejó mi agitación interna—. Por eso tenemos que
dársela a Luca Vitiello. Le enviará el mensaje de que estamos decididos a darle
lo mejor que podemos ofrecer. Si la paz es nuestra intención, no tenemos opción.
Y eso era una traición a mi juramento, pero los votos a Carla significaban
más para mí. Siempre lo harían.
Tres años después…
C
ontemplé a Aria mientras se acurrucaba junto a Luca. A pesar del
vestido espléndido y su sonrisa deslumbrante, era obvio para mí
que su boda no era un día de alegría para ella. No era una
sorpresa, teniendo en cuenta su esposo. Los ojos vigilantes de Luca siguieron
volviendo a mí, como un león que olía a otro depredador en su territorio.
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No era alguien a quien habría tolerado en mi vecindad bajo circunstancias
normales, pero lo normal se había convertido en un concepto aún más difícil de
entender en estos últimos tres años.
—No todos comprenden que lleva tiempo superar el dolor. —Sus ojos se
dirigieron brevemente a su padre, quien hablaba con Rocco.
—Dante, ya estuvo casada antes. ¿En serio quieres a una mujer que ya ha
sido reclamada por otro hombre? Serás Capo, en unos pocos meses. Puedes tener
a cualquier chica que quieras, ¿por qué optar por artículos de segunda mano?
Padre suspiró, sus lechosos ojos azules intentando socavarme, pero había
envejecido y la única cosa que lo protegía de una muerte temprana era el hecho
de que respetaba a madre y sabía que muchos hombres se preocupaban por mi
padre a pesar de sus muchas fallas.
—No es por eso que estoy aquí. —Acepté la bebida que me tendió antes
de sentarme en el sofá. Giovanni se sentó frente a mí, con un destello de
inquietud en sus ojos. ¿Acaso pensaba que estaba aquí porque lo removería de su
posición como lugarteniente ahora que me había convertido en el Jefe de la
Organización? Después de todo, éramos la única familia de la mafia donde el
Capo permitía un lugarteniente en su propia ciudad.
—Si aún no está comprometida con nadie, me gustaría pedirte que me des
su mano en matrimonio.
—¿Disculpa?
—Puedo verlo.
—¿Tu padre está de acuerdo con que te cases con alguien que no es pura?
—No pido permiso, Giovanni. Sabes tan bien como yo que ya gobierno
sobre la Organización. Mi palabra es ley.
—Pensé que estarías feliz con una unión entre Valentina y yo.
Giovanni hizo una mueca y algo en sus ojos cambió. Fue un cambio sutil,
pero uno que noté porque había aprendido a prestar atención a los detalles
pequeños. Era un hombre que había pasado de preguntar como mi lugarteniente a
interrogarme como padre de Valentina.
—Di lo que tienes que decir —dije con frialdad, aunque tenía el
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presentimiento de saber a dónde iba esto.
—De acuerdo a sus palabras, y cito “fuiste allí para sacar la ira de tu
sistema follando”.
—Cómo paso mis noches es asunto mío y también lo son mis preferencias
sexuales.
—Lo son, a menos que tengas la intención de usar a Val para deshacerte
de tu ira. No es virgen, de acuerdo, pero no voy a permitir que abusen de ella
solo porque crees que tu conciencia te dará menos problemas con una mujer con
experiencia.
—Esa es una razón que puedo aceptar, pero no estoy seguro si Val
comparte nuestros puntos de vista.
—Parece una mujer razonable. Estoy seguro que estará de acuerdo en que
esta es la mejor solución para los dos.
—Estoy seguro que lo hará —dijo lentamente. Aunque hubo una nota en
su voz que no pude precisar, pero era irrelevante.
—Así es.
43
La boda pasó entre una serie de conversaciones sin sentido, sonrisas
apagadas y felicitaciones que apenas pude aceptar. Bailar fue nada más que
marginalmente mejor.
—Dante —dijo, sus ojos cautelosos. Nuestra relación siempre había sido
distante, y dudaba que ahora cambiara.
Asentí.
—Nuestro mundo está dominado por reglas viejas que pueden ser
subestimadas fácilmente. A menudo se siente como si solo hubiera deber y muy
poca opción.
—¿Qué?
—Creo que está un poco tenso por los problemas entre Gianna y él.
Habían pasado muchos meses desde la última vez que visité el Palermo, la
última vez que liberé al menos parte de la furia acumulada. Uno podría pensar
que mi vida proporcionaba la oportunidad suficiente para aliviar parte de la
tensión y ciertamente me había asegurado de participar en más ataques que en los
años anteriores, pero no parecía suficiente. En lugar de calmar la furia rabiosa y
la tristeza en mis venas, cada acto de violencia parecía encender un fuego nuevo
y más caliente en mi pecho. Valentina me dirigió una mirada, tal vez molesta por
nuestra falta de conversación, pero no podía proporcionarle ninguna una charla
insignificante, no en este momento.
Mis ojos encontraron el escote de Valentina, sus curvas atractivas. Tal vez
podría deshacerme de parte de la tensión enroscándose en mi cuerpo. Desde el
baile de Matteo con ella y las miradas apreciativas que los otros hombres habían
arrojado en su dirección, había sentido la depravada necesidad de reclamarla. 46
Nunca había sido un hombre primitivo, nunca actuaba con base a mis
necesidades, pero había sido un hombre diferente en ese entonces, o tal vez no
diferente, pero mi naturaleza oscura no había estado al control. Con Carla, me
había contenido, nunca sentí el deseo de tener sexo salvaje con ella. Había sido la
calma en mi vida, la que invocaba el bien en mí, una parte de mí que deseaba que
fuera más prominente pero nunca lo sería.
—El baño está por esa puerta —le dije, mientras pasaba junto a ella hacia
la ventana, sofocando mi deseo de agarrar a Valentina, arrojarla a la cama y
follarla por detrás. Era mi esposa, y merecía al menos un poco de control de mi
parte. Que la deseara ya me hacía sentir culpable. Las putas que busqué en el
Palermo habían sido elegidas con base a sus especialidades sexuales, no su
apariencia. No les había dado más que un vistazo fugaz antes de follármelas, pero
había elegido a Valentina, e incluso si quería fingir que fue en base únicamente a
la lógica, tenía que admitirme que la encontraba deseable.
—Puedes acostarte. Tomaré una ducha. —Las palabras salieron como una
orden, pero no me retracté mientras me dirigía al cuarto de baño y cerraba la
puerta ante la cara confundida de Valentina. 47
Arranqué mi corbata y luego la arrojé al suelo antes de quitarme la ropa
restante con la misma violencia. Solo me relajé cuando entré en la ducha y
respiré hondo a medida que el agua caliente caía sobre mí. Agarré mi polla,
necesitando deshacerme del deseo hirviendo bajo mi piel. La mujer esperándome
en nuestra cama compartida quería algo que no podía darle y ella aún no estaba
lista para darme lo que quería. Pronto se daría cuenta de que esta era una unión
por las apariencias externas, y nada más. Mi liberación me trajo muy poca
satisfacción, no es que lo esperara, pero cuando volví al dormitorio quince
minutos después, me sentí más como yo, en control y calma. Valentina se
recostaba en la cama, elegante y hermosa. Mis ojos se fijaron en ella, no podía
parar, pero una vez más su expresión me recordó por qué había intentado
controlarme en primer lugar. Me tendí a su lado, incluso aunque su aroma inundó
mi nariz, clamando al deseo que intentaba enfriar. Me encontré con la mirada de
Valentina cuando se estiró a mi lado. Se veía incómoda e insegura, casi inocente,
y me confundió porque había esperado que fuera diferente, porque me había
casado con ella esperando que sea diferente.
48
E
vité a mi esposa como un maldito cobarde. Me enorgullecía de mi
moderación, pero en su compañía, comprobaba que había estado
equivocado. Cada nuevo intento de su parte por seducirme
derribaba otro trozo de mi muro.
49
Me quedé mirando la chimenea oscura. Las últimas brasas habían muerto
a diferencia de la ira ardiente dentro de mí. Era difícil determinar la fuente de mi
ira. La mayor parte de ella estaba dirigida a mí, pero una parte era por la mujer
que no la merecía. Valentina.
Mis dedos alrededor del vaso de whisky se apretaron. No quería hablar del
pasado, y menos aún que me recordaran mis necesidades primitivas.
—No debí haber dicho nada —susurró—. Fue solo una expresión. No lo
quise decir literalmente. Como dijiste, Antonio y yo estuvimos casados por
cuatro años. Claro que no soy virgen.
—Nada.
—Mientes sobre algo. Y como tu esposo quiero saber qué es. —Los ojos
de Valentina brillaron con ira, sorprendiéndome con su vehemencia.
—Quieres decir que como el Jefe quieres saberlo, porque hasta ahora no
has estado actuando exactamente como mi esposo.
Tenía razón. No había actuado como un marido, no uno bueno, ni siquiera
uno decente. Había estado pisoteando esos votos, pero ese no era el punto, y no
permitiría que ella lo convirtiera en uno.
Ahogué la sensación.
Me concentré en la mujer frente a mí. Intentó sonar segura, pero una pizca
de incertidumbre permaneció en su voz.
—¿No lo haré?
Sostuvo mi mirada.
—Sí, les diste órdenes directas a tus subjefes de decirles a sus hombres
que castrarías a cualquiera que usara la violación como un modo de venganza o
tortura.
—Lo hice. Creo que una mujer nunca debería estar sometida a nadie más
que a su esposo. Pero tú eres mi esposa. —En nuestro mundo, el cuerpo de una
mujer pertenecía a su esposo. Nadie me cuestionaría sin importar lo que le
hiciera a Valentina, no solo porque mi palabra era ley, sino también porque
nuestras tradiciones antiguas me protegían.
—Sí, aun así —dije con firmeza y la solté—. Ahora quiero que me digas
la verdad. Siempre te he tratado con respeto, pero espero lo mismo de ti. No
tolero las mentiras. Y eventualmente, compartiremos la cama y entonces,
Valentina, sabré la verdad.
La ira me llenó. Ira contra mí por ser incapaz de hacer lo que debí haber
hecho en nuestra noche de bodas.
—Lo hago. No dudes de mis palabras. Cada vez que doy una mirada a la
cremosa piel de tus muslos… —Acaricié el suave muslo, sintiendo que se le
erizaba la piel. Se sentía tan cálida, suave y mía. La conmoción cruzó el rostro de
Valentina, seguido por el deseo, clamando a un lado de mí que estaba haciendo
54
todo mi maldito esfuerzo por suprimir—. O cuando veo el contorno de tus
pechos a través de las pequeñas nadas que usas para dormir… —continué,
incapaz de evitar tocar el oleaje de los senos de Valentina—. Quiero lanzarte en
nuestra cama y enterrarme en ti. —La verdad se demoró entre nosotros y retiré
mi mano rápidamente, sofocando mi deseo.
Valentina era una mujer que muy pocos hombres podían resistir. Había
visto la forma en que muchos de mis soldados la miraban cuando pensaban que
no estaba prestando atención.
—¿Era impotente?
—No, mencionó una vez que no podía conseguirlo con las mujeres. —
Volví mi atención a Valentina, quien parecía sinceramente incómoda, y sus
palabras me hicieron darme cuenta de otra cosa. Nunca había visto una erección.
—Has vivido una vida protegida, Valentina. Hombres más duros me han
dicho lo mismo, y al final terminaron revelando todos sus secretos.
—¿No eres leal a mí? ¿No crees que me debes la verdad? ¿No crees que es
tu deber? No solo porque soy el Jefe de la Organización sino porque soy tu
esposo —dije.
Valentina entrecerró los ojos. Esa no era la reacción que había esperado.
—Dime lo que quiero saber. —No estaba ni siquiera seguro si esto seguía
tratándose de coaccionarle la información a mi esposa porque dudaba que
pudiera evitar frotar mis dedos por encima de sus pliegues. La respiración de
Valentina se profundizó, sus caderas haciendo pequeños movimientos de
balanceo a medida que se acercaba a su liberación. Se puso más húmeda, y tuve
que esforzarme para mantener el toque suave y no follarla con mis dedos como
había fantaseado. Valentina comenzó a temblar, más excitación haciendo que mis
dedos se deslizaran aún más fácilmente entre los labios de su coño. Valentina
apoyó la cabeza contra mi hombro.
—¿Me deseas?
¿No lo veía? Quería follármela con tanta fuerza que no podría caminar,
quería derramar mi semen por su garganta, quería reclamarla. Sus ojos verdes
nadaban en necesidad y deseo, y eso solo podría haberme convencido de arrojarla
a la cama y mostrarle lo mucho que la deseaba. Pero detrás del deseo aparente,
detecté su inseguridad, su ansiedad, su necesidad de ternura. Acaricié mi dedo
hasta su clítoris, frotándolo con la almohadilla y los ojos de Valentina se abrieron
en estado de shock, sus labios perfectos abriéndose libremente, a medida que se
corría bajo mi mano. Mi polla estaba dolorosamente dura mientras la veía
sucumbir al placer, sabiendo que podía darle mucho más, mostrarle diferentes
formas de placer.
Deseaba a Valentina, nunca había deseado a una mujer como lo hacía con
ella. Y ese era el problema. Era mi esposa. Había hecho un voto de ser bueno y lo
cumpliría. No me la follaría, no cuando merecía hacer el amor y la ternura con
ello. Era mi esposa, no una puta.
—Lo hago. Ese es el problema. —La solté antes de que hiciera algo que 58
pudiera lamentarme, y sin duda algo que ella lamentaría. No la miré otra vez
cuando salí de la habitación, necesitando poner distancia entre mi esposa y yo.
No ralenticé mis pasos hasta que llegué a mi oficina y cerré la puerta. Fui
directamente al mueble bar, preparándome una bebida fuerte. Al momento en que
levanté el vaso con el whisky, solté un suspiro fuerte y cerré los ojos. El aroma
de Valentina persistía en mis dedos. El dulce aroma de su excitación. Quería
probarlo, probarla. Bebí el whisky de un trago y volví a dejar el vaso. Mi polla se
presionaba contra mis pantalones, dura y con liquido pre seminal en la punta.
Resistí el impulso de masturbarme en medio de mi oficina. No era un maldito
adolescente e incluso entonces, había poseído más autocontrol que este.
La gente pensaba que era el epítome del control, pero no lo era. No había
pasado mucho tiempo después de la muerte de Carla cuando finalmente rompí la
primera promesa, cuando busqué follarme a las putas. Había estado enojado,
jodidamente desesperado por una forma de aliviar la tensión y el dolor. Había
hecho las paces con mi naturaleza pecaminosa, me había dicho que eso no
afectaba el voto que hice porque esas mujeres no eran nada más que cosas para
follar. Bien podrían haber sido muñecas de goma para todo lo que me importaba.
El hombre capaz de ese tipo de cosas había muerto con Carla. Ese hombre
solo había existido por Carla.
Una parte depravada de mí, la parte que se escondía detrás de trajes caros
y una máscara de control total, se regocijó al reconocer la inocencia de Valentina.
Esa parte de mí quería reclamarla. 60
Luché contra el deseo, mantuve mi control externo, cuando sabía que era
una batalla perdida. Deseaba a Valentina, la quería como la mayoría de los
hombres querrían a una mujer de su belleza e inexperiencia. Quería poseerla y
corromperla. No había estado con una mujer desde que me casé con Valentina e
incluso antes de eso mis visitas con las prostitutas habían sido poco frecuentes.
Mi cuerpo gritaba por la liberación, y no solo por mi deseo, sino también por la
ira acumulada hirviendo en mis venas.
Pero Valentina era mi esposa y merecía algo mejor que el sexo por ira.
Sabía que no sería capaz de darle mucho más.
Mis ojos se dirigieron al marco con una foto de Carla. Lo agarré. En estos
últimos días, cada vez menos de mis noches habían estado plagadas con el
recuerdo de su último aliento. En cambio, las fantasías reclamando a Valentina
habían ocupado mis noches.
—Por supuesto que sí, pero ésta es mi oficina y tengo que trabajar.
Si solo supiera…
Se dio la vuelta y salió corriendo, cerrando la puerta con tanta fuerza que
un libro cayó del estante. Como un cazador despertado, la perseguí y agarré su
muñeca.
—Es tu culpa.
Sus ojos nadaban con confusión y dolor. Valentina era joven y en algunos
aspectos ingenua, incluso si a menudo presentaba un frente sofisticado.
—Porque estaba enojado y quería follarme a alguien. Lo quería fuerte y
duro. No estaba buscando cercanía, sensibilidad o lo que sea que quieres. Tomé
el placer que quería, y luego me fui. Lo que tú estás buscando, no te lo puedo dar.
La parte que era capaz de ello murió con mi esposa, y no volverá.
—Puedo ver en tus ojos que no es cierto. Quieres hacer el amor, pero no
puedo darte eso. Sí quiero poseerte, quiero ser dueño de cada parte de ti, pero no
por las razones que tú deseas. Soy un bastardo sin corazón, Valentina. No trates
de ver nada más en mí. El traje de negocios y el rostro sin emociones son la
delgada capa que cubre al puto abismo que es mi alma y corazón. No intentes ver
debajo de ella, no te gustará lo que vas a encontrar.
62
Terminar el trabajo fue imposible después de nuestra discusión. Lo único
en lo que podía pensar era en Valentina.
—¿Puedo entrar?
—Me decidí.
—¿Sobre qué?
—Deberías irte.
—No me des la espalda. Mírame. Creo que al menos merezco ese pequeño
decoro, Dante. —No sabía nada—. ¿Soy tu esposa?
—Por supuesto que lo eres. —Lo cual era parte del problema. Si fuera
cualquier otra mujer, ya me la habría follado.
Sin pensarlo mucho más, fui en busca de mi esposa. Aún no estaba seguro
de lo que haría una vez que la viera, si finalmente escucharía la voz crepitando en
mi cuerpo exigiendo reclamarla.
—Quiero esto.
Deslicé los dedos hasta que rozaron su apertura y luego comencé a entrar
en ella. Estaba imposiblemente tensa y la incomodidad brilló en su hermoso
rostro. Seguí empujando hasta que mis dedos quedaron enterrados en ella, luego
me obligué a esperar un momento para que se adaptara, incluso si era lo último
que quería.
Saqué mis dedos. Estaban resbaladizos con su excitación. Estaba lista para
mí. Tenía que estarlo porque no podía seguir conteniéndome más. No quería.
¿Cómo aún podía creer eso? Tan peligrosamente ajena cuando se trataba
de detectar el deseo de un hombre.
—Deslízate hacia arriba —pedí, al mismo tiempo que me daba cuenta que
debería elegir unas palabras más suaves, pero se lo advertí. Empujé su abertura
con mi punta, sofocando un gemido ante su excitación caliente. Sus paredes me
apretaron fuertemente cuando empecé a empujar. Valentina se tensó aún más y
gritó de dolor. A pesar de mi hambre oscura y el latido feroz de mi polla, el
sonido de su incomodidad fue como un bálsamo para el fuego en mis venas,
recordándome una vez más que ella era mi responsabilidad. Me detuve, esperé a
que Valentina se relajara, buscando cualquier señal de que pudiera tomar más de
mí. Sus ojos verdes encontraron los míos, nadando con nervios y confianza. Me
agarró por los hombros y asintió. El permiso que necesitaba.
—Está bien.
68
A
l día siguiente, me reuní con Giovanni, Rocco y mi padre en la
mansión Scuderi para nuestra reunión semanal. Mi padre me
contempló con los ojos entrecerrados cuando entré. Me había
estado observando aún más de cerca desde mi matrimonio. No estaba seguro de
lo que esperaba.
—Sí.
Estreché mis ojos hacia él. El rostro de Giovanni se puso rojo de ira, su
mano apretándose alrededor de su rodilla.
Los ojos de mi padre fulguraron con ira, pero ahora yo era el Jefe de la
Organización. Aunque todavía era muy respetado entre nuestros hombres, me
veían como el líder más capaz, lo había sido durante muchos años. Padre era
viejo. Ya era hora de que muriera. Desafortunadamente, se aferraba a la vida 70
como lo hacían todos los narcisistas.
Padre se volvió hacia Giovanni quien, como Rocco, sabía que no debía
mostrar sus sentimientos abiertamente.
—Si hace feliz a Val y si Dante está de acuerdo con eso, no veo por qué
debería desaprobarlo. De todos modos, dejará de trabajar una vez que sea madre.
Me puse rígido. Se esperaba que tuviera hijos, sobre todo ahora que estaba
en mis treinta años y mi primer matrimonio no había dejado descendencia. Luché
contra el torrente de ira y tristeza que estalló en mi interior.
—Cuando quiera que sea eso. Pero estoy seguro que Dante tiene todo
planeado. —No dijo nada más después de eso. Quizás finalmente entendió que
sus días de poder habían terminado. Mi palabra ahora era ley. Sin duda, aún me
dio su opinión sobre algunos asuntos en varias ocasiones.
71
Cuando terminó la reunión, aparté a mi padre.
—Creo que es tiempo para que te retires totalmente y dejes de asistir a mis
reuniones con mis hombres. Tu presencia socava mi autoridad y eso es algo que
no puedo permitir.
—Sí.
—Eso va a causar un escándalo, Dante. Ya hemos molestado a muchas
personas cuando tomaste a una viuda, ¿por qué insistes en romper mi corazón?
¡Piensa en la Organización!
Mi boca se torció.
72
Permitir que Valentina trabajara fue en parte para mi beneficio, por
supuesto. Estaba ocupada y tenía menos tiempo para buscar mi compañía. Como
había esperado, el pasado no era fácil de dejar atrás. Evité la cercanía de
Valentina tanto como fue posible durante el día, pero por las noches mi deseo
siempre ganó. Nunca había estado tan desenfrenado, tan dominado por mis
necesidades. Valentina no era consciente de su poder sobre mí, y no solo de
noche. Incluso durante el día, me sorprendía pensando en ella. Algo en la forma
en que ella insistía en superar mis límites me intrigaba.
Elegí el que tenía casi el mismo tono que los ojos de Valentina. A pesar de
su cuerpo impresionante, sus ojos me atormentaban más que sus curvas.
—Hola, Pietro.
74
Abrí la caja y miré los pendientes de esmeraldas. El color de los ojos de
Valentina… Dios, esos ojos.
—¿Pasa algo?
—Cada vez más grande —dijo con una pequeña risa tan llena de ternura
que mi corazón dio un vuelco en mi pecho—. Solo dos meses más. —Se quedó
en silencio—. ¿Cómo van las cosas con Valentina? —Su voz sonó cuidadosa.
Sabía lo renuente que era a compartir algunos detalles privados.
—Las cosas van bien —dije evasivamente—. Supongo que los rumores
por su nuevo trabajo ya están circulando.
Más tarde ese día, iba de camino para comprobar a Valentina en el casino.
Leo y Raffaele todavía necesitaban instrucciones claras de mi parte. Su renuencia
a trabajar con una mujer era demasiado evidente. Mi teléfono sonó cuando estaba
a solo una cuadra de distancia.
—Valentina…
—¿Así que esto es lo que haces cuando no estoy cerca? ¿Encontrarte con
76
otros hombres? —pregunté con voz mortal.
—¡No sé! Pensé que estaba solo. Frank ni siquiera conoce a nadie que
pueda disparar un arma.
Valentina me miró.
Valentina me dio el espacio, y por una vez deseé que no lo hiciera, deseé
que intentara seducirme como lo había hecho desde el principio, de modo que
pudiera ceder.
—No te toques a ti misma. Soy el único que hará que te corras —gruñí. Se
estremeció y supe que estaría completamente empapada ahora. Mierda. El
pensamiento me abatió y derramé mi esperma por su garganta, sosteniéndola en
el lugar con un agarre firme en su cuello. La atraje hacia mí, luego gruñí en su
oreja—: Aún estoy enfadado contigo. Es por eso que tendrás que irte a dormir
ahora sin un segundo orgasmo. —Hizo un pequeño sonido de protesta—. Ni una
palabra, Valentina.
—Dante…
—No —gruñí.
Sin decir una palabra, separé sus piernas y hundí dos dedos en ella.
Valentina se apretó alrededor de mí y se arqueó con un gemido. Manteniendo
mis dedos dentro de ella, di un pequeño mordisco al lóbulo de su oreja.
Saqué mis dedos de ella, medio tentado a meterlos en mi boca para probar
a Valentina nuevamente.
Mi polla se sacudió. Esta mujer era mucho más de lo que esperaba, mucho
80
más de lo que podía resistir.
—Te ves pálida. ¿Aún no te estás sintiendo bien? Quizás deberías hablar
con el doctor.
—¿Valentina?
—Estoy bien.
—Estoy embarazada.
Valentina esperó.
—Sí. Nunca utilizamos protección, así que no sé por qué actúas tan
sorprendido. ¿No era tener un heredero una de las razones por las que te casaste
conmigo?
—Esa era la razón por la que mi padre quería que me casara de nuevo.
—Contesta mi pregunta.
—Por supuesto que es tu hijo. Eres el único hombre con quien he dormido
alguna vez. ¿Cómo puedes siquiera hacer tal pregunta? ¿Cómo te atreves?
—¿Cómo puedes siquiera decir algo así? Nunca te he dado razón alguna
82
para dudar de mí así. Soy fiel a este matrimonio. Hay una diferencia entre no
decirte sobre Frank y engañarte.
—No sé por qué actúas como si eso fuera imposible. Si tu primera esposa
era infértil, entonces esa es tu explicación. ¿Has siquiera consultado con un
doctor? ¿O pensaste que eras tú quién era infértil?
Valentina tenía razón. En el fondo sabía que tenía que dejar de aferrarme
al pasado, pero en este momento, no podía. El enojo conmigo mismo burbujeaba,
más fuerte que cualquier ira que hubiera sentido alguna vez hacia Valentina.
—Estoy tan harta que me trates como una prostituta. Me ignoras durante
el día y vienes a mí en la noche por sexo. ¿Y ahora me acusas de engañarte?
Algunas veces pienso que me lastimas a propósito para mantenerme a suficiente
distancia. ¿Cuándo seguirías adelante finalmente? Tu esposa ha estado muerta
por cuatro años, es tiempo que dejes de lamentarte y te des cuenta que la vida
sigue. ¿Cuándo dejarás de aferrarte al recuerdo de una mujer muerta y te darás
cuenta que hay alguien en tu vida que quiere estar contigo?
Levantó la barbilla.
Giovanni vino por la tarde a nuestra reunión semanal, pero quince minutos
antes de la hora acordada. Abrazó a Valentina con fuerza, besándola en la mejilla
y susurrando algo en su oído que la hizo sonreír, lo cual murió cuando me miró.
La culpa siempre me tomaba por sorpresa, cosa que no debería, ya que era
un sentimiento común en torno a mi esposa últimamente.
Nuestro hijo. Era un pensamiento sorprendente. Había hecho las paces con
no tener hijos cuando Carla se había enfermado. Nunca la culpé, aun cuando a
menudo se sentía culpable por no darme un heredero como todo el mundo
esperaba de ella. Casi se sentía como otra traición que Valentina hubiera quedado
embarazada tan rápido. No solo deseaba a Valentina y anhelaba su cercanía, sino
que también me estaba dando lo que Carla no podría.
—¿Estás bien?
—¿Estás seguro que todo está bien? ¿Se trata del bebé? ¿Es una niña?
85
Hice una mueca.
¿Lo estaba? Aún no había hablado con Valentina sobre nuestro hijo, nunca
la había acompañado al médico. Mierda. Era un maldito bastardo.
—¿Qué tal si nos centramos en los negocios ahora? Rocco estará aquí
pronto.
Ahora tenía que encargarme de los traidores. Eso era lo único en lo que
podía concentrarme.
Siempre era más fácil desatar tu ira sobre los demás que sobre ti mismo,
incluso si era a mí a quien despreciaba con una pasión ardiente.
Incliné mi cabeza con una sonrisa fría que hizo que Raffaele se retorciera
en su asiento, luego gimió contra la cinta cubriendo su boca. Sus rodillas estaban
astilladas, pero eso no lo mataría. La herida de disparo en el estómago de
Antonio era un problema mayor, pero Arturo lo había vendado de modo que no
se desangraría demasiado pronto.
—Piensa en Val. Jamás querría que me tortures —dijo con voz ronca.
Era lo peor que podía decir, recordarme su conexión con Val, la forma en
que le falló como yo le había fallado hasta el momento. Incluso sabiendo que era
gay, la idea de que él besara a Val, de que la tocara envió una ráfaga de celos
furibundos a través de mí. Sonreí y él comenzó a temblar.
—Val jamás se enterará, ¿verdad?
—Me dirás todo lo que quiero saber, cada pequeño detalle, sobre este
golpe, sobre tus compañeros conspiradores. Pero primero… sobre Val.
El sonido del agua me llevó al baño y la vista que tuve ante mí atravesó
las nubes oscuras con que la tortura había cubierto mi alma. Val estaba
encorvada en la ducha, sus piernas presionadas contra su pecho mientras el agua
corría sobre ella. Su cabello estaba pegado a su cuerpo tembloroso. Me acerqué
hacia ella y cerré el agua, sorprendido de encontrarla caliente cuando la piel de
gallina en Valentina sugería que estaba fría.
—Val, mírame.
—Lo sé y lo hago.
—Gracias.
Contemplé su rostro pálido, sus labios temblando, sus ojos muy abiertos.
Era una mujer hermosa, buena, una que no merecía, pero por la que me
juré ser un esposo mejor, un hombre mejor para ella.
—¿Lo encontraste?
Rocco frunció el ceño. Por lo general era muy bueno haciendo que la
gente permaneciera viva el tiempo suficiente para revelar todos sus secretos, pero
ayer había sido un día catastrófico y ni siquiera yo estaba más allá de fallar. Con
suerte, eso lo aplacaría. Él asintió, pero sus ojos siguieron curiosos.
—¿Que no te dejé opción? ¡No puedes ir por ahí matando a mis hombres!
—Si matara a cada hombre de la Organización que trata mal a las mujeres,
perdería la mitad de mis solados. Esta es una vida de brutalidad y crueldad, y
muchos soldados no entienden que como hombres de la mafia deberíamos
proteger a nuestras familias de eso, y no descargar nuestra furia en ellos. Saben
que no apruebo sus acciones. Eso es todo lo que puedo hacer. —Era una triste
verdad. Despreciaba a muchos de mis hombres por cómo trataban a sus esposas.
Por lo general, me aseguraba de salvar a menos de estos hombres en las peleas,
pero no podía matarlos abiertamente.
Tuve que apartar la mirada de los ojos de Val por un momento. Su amor
por mí… no quería ser confrontado con él ahora mismo. Las cosas ya eran
complicadas como estaban.
—No me preocupa que me envenenes. Como dije antes, confío en ti. Pero
tendré que investigar la muerte de Tommaso.
—Es posible que haya personas por ahí que no creerán que Bibiana no
estuvo involucrada en la muerte de Tommaso exactamente por las razones que
manifestaste antes. Ella tenía razones para odiarlo. Tenía razones para matarlo.
—No lastimes a Bibi. Simplemente no lo hagas. Sin mí, ella nunca habría
encontrado una manera de matarlo. Fue tanto mi culpa como de ella. Compartiré
cualquier castigo que le impongas.
Como si alguna vez haría daño a Val. Mis sentimientos por ella siempre lo
evitarían. Castigar a Bibiana lastimaría a Val. Eran mejores amigas. Val ya era
frágil en su estado de embarazo. No quería causarle más angustia, no más de la
que ya le había causado con mi comportamiento frío. Merecía felicidad y amor.
Aunque no estaba seguro si podía darle esto último, haría todo lo posible para
asegurar lo primero.
Por Val.
94
Después de mi interrogatorio con Bibiana y de encontrarla inocente, Val y
yo íbamos camino a casa. Rocco e incluso Giovanni habían sospechado. La
historia de Bibiana no había sido completamente convincente pero mi juicio era
definitivo y ninguno de mis hombres correría el riesgo de mi ira por alguien
como Tommaso. No había dejado a nadie atrás que en realidad lo echara de
menos. Pura suerte.
—Lo hice por ti. —Había ocultado la participación de Bibiana por Val, así
como había corrido el riesgo del descontento entre mis hombres cuando le
permití trabajar. Había traicionado los intereses de la Organización por Carla y
ahora estaba haciendo lo mismo por Val. ¿Cuánto más iría por ella?
Las cosas parecían haber seguido sin problemas, y sin embargo no podía
dejar de sentir una sensación de aprensión.
—¡Ayuda! ¡Ayuda!
Valentina podía perder a este bebé antes de que siquiera le dijera lo feliz
que estaba con su embarazo. Por mí. ¿Por lo que la había hecho pasar?
Giovanni se apresuró hacia nosotros, su rostro reflejando la preocupación
que amenazaba con paralizarme.
—¿Valentina?
—No es tan malo como antes. Es tu bebé, Dante. Nunca te engañé y jamás
lo haré.
Livia sollozó.
—¿El bebé está bien? —soltó Livia antes de que pudiera decir algo.
Giovanni apretó su hombro a modo de advertencia, pero ella solo tenía ojos para
el médico.
Una vez que el médico me dio instrucciones claras sobre cómo proceder,
se fue.
98
Y entonces sonó el primer grito. Los ojos de Val se abrieron por completo
y apreté su mano y besé sus nudillos.
Val me soltó.
Asentí y finalmente sostuve a mi hija por primera vez. Era mucho más
pequeña que cualquier bebé que hubiera cargado alguna vez y eso encendió mi
instinto protector. Acaricié su mejilla, maravillado por mis sentimientos hacia
este pequeño humano. ¿Cómo podía nacer el amor tan rápido?
Eché un vistazo a Val, quien observaba con ojos llorosos. Ahora me daba
cuenta que, aunque mi amor por ella no había nacido en un solo segundo, no
ardía con menos fiereza. Me acerqué a Val y le mostré a nuestra hija. 99
—Anna —dijo Val—. Tu papá siempre te amará y te mantendrá a salvo.
Las palabras se aferraron a mi lengua, unas palabras que debí haber dicho
antes, pero nuevamente quedaron atrapadas en mi garganta. Besé a Anna y luego
a Val.
—A ti y a Anna, a ambas.
Val me dio una sonrisa conocedora. Tal vez de hecho se daba cuenta de
que la amaba. Y un día se lo diría. Solo necesitaba sacudirme esa pequeña hebra
que todavía me anclaba a mi culpa, a mi voto a Carla.
N
o dejé el lado de Valentina hasta el día siguiente cuando se
recuperó un poco de la cirugía y sus padres la visitaron. Anna
estaba en la UCI para asegurarse que recibiera suficiente oxígeno
y estaba bajo vigilancia las 24/7. Val estaba decidida a visitarla hoy, pero su
herida por cesárea lo dificultaría.
Asentí. Livia se dirigió directamente hacia Val, que yacía en la cama pero
parecía impaciente por salir.
Giovanni se acercó a Val y la abrazó. Al ver que Val estaba siendo 100
atendida, salí y llamé a mi padre. Les había enviado a Pietro y él un mensaje
rápido ayer contándoles de Anna, y aunque Pietro nos había felicitado a Val y a
mí inmediatamente, padre no había respondido.
—Padre, ¿qué pasa? —dije en un tono tan neutro como era capaz sabiendo
lo que diría.
—Es una pena —musitó—. Pero tal vez la próxima vez que finalmente
serás bendecido con un heredero. No deberías esperar demasiado tiempo para
intentar tener un segundo hijo.
—Estoy feliz con la niña que Valentina me dio ayer. Tu nieta es hermosa
y está bien, considerando las circunstancias.
—¿Vendrás a visitarnos?
—Sabes cómo se pone tu madre cuando está en un hospital. Esperaremos
hasta que la niña esté en casa.
—¡Estoy tan feliz por ti! Felicitaciones de parte de Pietro y yo. ¡Estamos
muy emocionados por ti!
—¡Por mensaje! Eso no es suficiente. Estoy muy feliz por ti. Desearía
poder abrazarte a ti y a Valentina. ¿Cómo está Anna? ¿Está bien?
—Los doctores están contentos con ella. Está respirando por su cuenta y
se está desarrollando bien para un bebé prematuro. 101
—Maravilloso —dijo en voz baja—. Nos encantaría ir a visitarlos. Ha
pasado mucho tiempo. Sé que ahora estás ocupado, pero ¿tal vez Pietro y yo
podemos ir con los niños la próxima semana? Incluso podemos quedarnos con
madre y padre si prefieres tener la casa para ti.
Ines resopló.
—Solo tienen ocho, por supuesto que son un poco salvajes. Déjame
adivinar, ¿no te felicitó por tu hija?
—Así que madre hizo lo que mejor sabe hacer y simplemente siguió el
ejemplo de padre. —Hizo un pequeño ruido de descontento—. Me alegra que te
consiguieras una esposa con sus propias opiniones. Creo que eso es exactamente
lo que necesitas.
Mi boca se torció.
—¿Crees que voy a permitir que alguien haga eso? —Serafina y Samuel
gritaron en el fondo, seguidos por los chillidos de Sofia.
—Y tú de la tuya y tu esposa.
Al ver a Anna en la incubadora con todos los monitores siguiendo sus 102
signos vitales, mi corazón se apretó con fuerza. Una enfermera se apresuró hasta
nosotros y sacó a Anna de la incubadora y luego la dejó en el pecho de Val. Val
me sonrió radiante y luego a sus padres. Livia comenzó a llorar una vez más.
Giovanni se inclinó hacia abajo y tocó la mano de Anna ligeramente.
Val no solo había sido una buena elección por ser quien era, sino también
por sus padres. Giovanni era un hombre que me agradaba y en el que podía
confiar hasta cierto punto. Y Livia sería una abuela mucho más amorosa de lo
que podría ser mi propia madre.
—Creo que ahora les daremos algo de tiempo —dijo Giovanni después de
unos minutos. Una vez que se hubo ido con Livia, acerqué una silla junto a Val y
acaricié la mejilla de Anna.
—Estás a salvo, Val. Mis hombres están vigilando cada entrada. Patrullan
los pasillos, y yo estoy a tu lado.
103
Tres semanas después, Anna finalmente pudo volver a casa con nosotros.
La cargué a nuestra mansión porque Val todavía no tenía permitido cargar nada
pesado.
—Es preciosa.
Val asintió.
—Su padre llamó, señor —dijo Zita a medida que tomaba el portabebés
una vez más. Mi boca se apretó—. Su madre y él quieren venir a cenar para
conocer a su nieta.
Val alzó las cejas. Ella había fingido no importarle el desinterés de mis
padres por nuestra hija, pero no estaba ciego.
—No estaba segura qué hacer, pero compré todo para un gran festín solo
por si acaso —dijo Zita, mirando entre Val y yo.
Intenté controlar mi ira. Val rozó mi brazo, dándome una sonrisa, y parte
de mi furia se evaporó.
Una vez que Anna estuvo acomodada en su cuna, tomé los hombros de
Val.
—Eres todo lo que quiero, Val, créeme. Tu cuerpo pasó por mucho. Me
diste una hija. Date tiempo para sanar. Quiero estés sana y feliz, eso es todo lo
que requiero de tu parte en este momento.
Asintió.
—Tal vez será mejor decirles a mis padres que no tenemos tiempo para
ellos esta noche. Ninguno tendrá un efecto positivo en tu salud.
—Sé que no están felices por no haberte dado un heredero. —Mis manos
en ella se apretaron—. Pero su decepción no puede lastimarme, Dante. Todo lo
que importa somos nosotros. Que seamos felices, y estoy absolutamente alegre
cada vez que miro a Anna.
—Pensé que podrías esperar una celebración más grande para la ocasión.
—No —dije con firmeza—. Creo que este es un concepto para el futuro,
incluso cuando Anna sea mayor y no necesite que estemos cerca. Me gusta que
seamos solo nosotros dos, sin miradas indiscretas.
La comprensión se apoderó de la expresión de Dante y presionó un beso
en mi mano.
—No, adulador, es la pura verdad —dijo en voz baja y con una mirada en
sus ojos que pude sentir justo entre mis piernas.
—Ahora exageras.
Le di una mirada.
107
—Tengo ojos y tú también. El poder y el dinero son la encarnación del
atractivo sexual, y si los combinas con unos abdominales increíbles. Es ridículo.
—No estoy cansada. —Era una mentira, por supuesto. Anna nos había
mantenido despiertos las últimas noches.
Sus dedos se enlazaron con los míos a medida que me llevaba escaleras
arriba.
Sonreí.
—Mi todo —dijo con voz áspera, y no podía imaginar jamás ser más feliz
que en este momento.
Unos tres años después…
M 109
e froté las sienes, intentando ignorar los indicios de un dolor
de cabeza palpitando en la parte posterior. Desde que declaré
la guerra a la Famiglia unos meses atrás después de que
Liliana huyera con Romero, el soldado de Luca, y mataran a uno de mis
hombres, no había dormido más de unas pocas horas por las noches. Quería ser
un padre para Anna quien parecía crecer todos los días, pero para que yo tuviera
tiempo para mi pequeña durante el día, necesitaba trabajar por las noches.
Pronto tendría que cuidar de otro hijo, por no mencionar que Valentina
necesitaba mi apoyo criando a dos niños pequeños. No me hacía ilusiones con
nuestra relación futura con la Famiglia. Después de todo lo que había sucedido,
la paz estaba fuera de discusión. Esta guerra pronto se volvería más sangrienta y
brutal, y necesitaba asegurarme que mi familia estuviera a salvo.
Unos segundos después siguió una foto. Fue tomada desde un ángulo malo
y, obviamente, medio oculto pero reconocí el rostro de Aria. Incluso su peluca
oscura no podría disfrazar sus rasgos faciales extraordinarios.
¿Por qué Aria habría contactado a Val? Y más importante aún, ¿Val me lo
diría? En realidad, esperaba que lo hiciera. Era mi esposa. Su lealtad debería estar
conmigo, no con su prima, sin importar lo cercanas que hubieran sido.
SÍ
No dije nada. Casar a Aria con Luca debía traer la paz, pero a la larga, el
vínculo había llevado a tantos eventos desafortunados que nos habían sumido en
una guerra más brutal que antes.
—Aún no tengo toda la información detallada.
—¿Enzo la capturó?
Rocco asintió.
—Muy bien.
Pero Luca era incluso menos contenido que yo. Al segundo en que le
dijera que tenía a Aria se vería impulsado por las emociones, la furia y el amor
por igual, y armaría un ejército para atacar a Chicago. Dejaría un rastro
sangriento. No podía ver cómo saldría de esto debilitado a menos que me las
arreglara para matarlo, pero hasta entonces, él mataría a cientos de mis hombres.
E incluso si mataba a Aria, eso no destruiría a la Famiglia, solo haría a Luca
completamente impredecible, trastornado y mucho más peligroso de lo que era
ahora. Si era honesto, esos pensamientos estratégicos no fueron la única razón
por la que estaba reacio a secuestrar a Aria. Dañar a una mujer inocente iba en
contra de mis convicciones, y no solo eso, una parte de mí de hecho sentía una
pequeña obligación de proteger a Aria del daño. La había arrojado a los brazos de
un monstruo para silenciar a los entusiastas de la Pareja Dorada y evitar casarme
tan cerca después de la muerte de Carla. Incluso si Luca la trataba bien, no lo
había sabido en aquel entonces. Sacrifiqué a una chica inocente por mis propias
razones egoístas. La idea de volver a hacer eso, de secuestrar a Aria, me
disgustaba. Esas no eran consideraciones que debería meditar como Capo. Solo
la Organización debería ser mi preocupación.
—Definitivamente voy a capturarla. Lo que voy a hacer con ella una vez
que la tenga, aún es incierto. No quiero que nadie se entere de esto.
—Tenemos que pensar en qué haremos con Aria. Luca es un oponente 112
peligroso, especialmente cuando es provocado.
—Lo es, razón por la cual no creo que secuestrar a Aria sea el plan más
prometedor de todos.
—Tenemos que abrir una brecha entre ellos, destruirlos desde adentro. Si
el matrimonio de Luca se rompe, las personas en la Famiglia que estuvieron en
contra de una unión con una mujer de la Organización se alzarán.
—No.
Me dejé caer frente a Bibi, quien levantó la vista del dibujo que Luisa
estaba haciendo y frunció el ceño. Me conocía bien. Miré a Enzo y le di una
sonrisa tensa porque todavía se cernía cerca de mí en lugar de sentarse junto a
Taft. Al final, se retiró y se sentó. Mis ojos se dirigieron a la puerta del baño,
preguntándome cuándo surgiría Aria, pero no me atreví a enfocar mi atención
allí.
—¿Cómo van las cosas con tus padres? —pregunté en voz baja,
necesitando cambiar de tema antes de que la emoción de Anna sacara lo mejor de
ella, o mi preocupación me vuelva loca.
Bibi suspiró.
—Están muy infelices de que todavía esté soltera. Es escandaloso ante sus
ojos. Han estado hablando con Rocco. Piensan que Dante debería dejar de
intervenir por mí. Es asunto de mi familia, no del Capo. —Me dio una sonrisa a
modo de disculpa—. Espero que no se meta en problemas por mi culpa.
—No lo hará —dije con firmeza. A Bibi le había llevado mucho tiempo 114
recuperarse del abuso de Tommaso. No había estado interesada en estar con otro
hombre, y mucho menos alguien a quienes sus padres eligieran otra vez para ella.
La primera vez la habían dado a un monstruo. Dudaba que su gusto hubiera
mejorado. Eran seres humanos despreciables—. ¿Has considerado ir a una cita?
¿Conocer a alguien?
Tomé su mano.
—Quiero casarme. Quiero amor y todo lo que tienes con Dante. Pero no
estoy segura que sea algo que pueda tener alguna vez.
—Por supuesto que lo tendrás. —Hice una pausa—. Alguien me preguntó
por ti. Si ya estabas prometida nuevamente, o si podrías estar dispuesta a
conocerlo.
Asentí.
115
—Sí. Es muy inteligente, muy recatado, y se ve bastante bien, ¿no te
parece?
Le di una mirada.
Sonrió tímidamente.
—Tal vez es como Dante y quiere a una mujer cercana a su edad con un
poco de experiencia en la vida. ¿Quién sabe? ¿Por qué no lo averiguas por ti
mismo? Reúnete con él.
—Tal vez debería hacerlo, pero ¿puedes estar allí? No creo que pueda
reunirme todavía con él a solas.
Mi corazón se sintió más ligero después de esto. Estar con Bibi y Luisa
116
siempre me alegraba, sin importar lo que hubiera pasado antes, por eso me
encontraba con Bibi al menos una vez a la semana, y ahora cada dos días.
Por un momento, pensé que sabía sobre Aria, pero luego me dije que
estaba siendo ridícula. Siempre me preguntaba cómo estaba. Prácticamente a
estas alturas estaba por estallar.
—Maravilloso.
—¿Pasa algo?
Sacudió la cabeza.
Sonreí.
Evaluó mi cara.
Sacudí mi cabeza.
—Taft ya lo hizo.
—Es hermoso.
119
E
ntré en el Santa Fe y vi a Val con Aria. Pero mi decepción y rabia
hacia Val eran algo en lo que no podía concentrarme en este
momento.
—Me seguiste —dijo ella, mirando su teléfono que yacía sobre la mesa.
—Eso, sí, y Enzo reconoció una cara familiar esta mañana durante tu
almuerzo con Bibiana, pero no estaba seguro, y cuando me envió una foto de
Aria y le pedí que la agarrara, ya había desaparecido.
—Valentina —gruñí. No había usado ese tono con ella en un tiempo muy
largo, y ciertamente no me gustó usarlo con ella en su estado de embarazo, pero
me había traicionado y eso tendría que ser tratado más adelante.
Aria asintió. Era más complaciente que Gianna, pero aún desconfiaba de
su indulgencia. Después de pagar, agarré el abrigo de Aria y la ayudé a 121
ponérselo. Toqué sus hombros, mi cuerpo cerca del de ella. Fue un gesto
demasiado íntimo. Uno que normalmente habría evitado porque era irrespetuoso
con Aria, pero era necesario. Mis ojos evaluaron el exterior del restaurante, pero
no pude ver al fotógrafo desde mi punto de vista.
—No intentes correr o hacer nada estúpido, Aria. Odiaría tener que
lastimarte.
—Supongo que estás sola —dije a medida que nos alejábamos del
restaurante. No tenía prisa. El fotógrafo tendría que alcanzarnos.
—Sí.
Salí de la carretera principal y estacioné cerca de las vías del tren. Este era
el lugar más probable para las siguientes fotos. Si nuestra aventura fuera cierta,
un lugar más desierto sería una buena opción para participar en actividades más
entretenidas.
Aria miró el bolso en el espacio para las piernas entre sus pies. La
expresión contemplativa indicándome que había algo dentro de lo que se debatía
usar en mí contra. Alcancé el bolso, antes de que pudiera obligarme a lastimarla
en defensa propia.
El miedo cruzó por la cara de Aria. Aún no pensaba que fuera por su
propio destino. Amaba a Luca. Había atestiguado los sentimientos del uno por el
otro en nuestros encuentros en los últimos años. Parecía imposible teniendo en
cuenta mi evaluación de la personalidad de Luca, pero era la verdad indiscutible.
—Pero tú eres su esposa, y vi la forma en que te mira. Solo hay una cosa
por la que Luca arriesgaría su posición como Capo, y esa eres tú.
—Al hacerte daño. No me gusta mucho infligir dolor a las mujeres. Sin
embargo, la Organización es donde reside mi preocupación. —Aria no podía
descifrarme, no podía saber que ya había tomado mi decisión. Jamás le haría
daño del modo que requería para chantajear a Luca. No solo porque la conocía
desde que era más joven y me sentía obligado a protegerla, sino porque Val
nunca me perdonaría si lastimaba a Aria. Ella y yo habíamos hablado a menudo
sobre cómo las mujeres en nuestro mundo muy frecuentemente sufrían a través
de sus esposos o por las fallas de sus esposos, y ella lo odiaba ferozmente. Si me
convertía en un hombre que torturaba a una mujer, aunque fuera a través de la
mano de Arturo, me resentiría.
—Luca sabe cómo hacer que la gente vea las cosas como él quiere que las
vean. Luca es el Capo más fuerte que Nueva York ha visto en mucho tiempo. Sus
hombres lo admiran, pero no conocen su debilidad.
—Luca hará cualquier cosa para seguir siendo Capo. Está en su sangre. En
última instancia, si tiene que elegir entre el poder y yo, elegirá el poder, créeme.
Le tendí un pañuelo.
—Toma.
—Ambos. Nunca te he tenido más miedo que hoy. —Si esperaba que me
ablandara, estaría decepcionada—. Pero eso no es todo. Estoy embarazada.
125
Pensando en Val y en lo preocupada que estaba por ella porque era tan
vulnerable estando embarazada, supe sin lugar a dudas que Luca se volvería
completamente loco. Perdería la cabeza, y atacaría.
Era un plan diabólico, pero uno que posiblemente podría destruir a Luca y
con él a la Famiglia, o al menos sacudirlos tanto que fueran vulnerables. También
me haría quedar mal, pero haría que Val se viera como otra víctima y por lo tanto
no le daría a Luca ninguna razón para apuntar a ella o Anna.
Muchos de mis hombres estarían descontentos con esta táctica, dirían que
debería haber conservado a Aria para controlar a Luca. Algunos incluso podrían
decir que no estaba tomando la decisión necesaria para la Organización.
Estábamos en guerra. La misericordia hacia una mujer, especialmente Aria
Vitiello, sería vista como innecesaria, tal vez incluso como una debilidad. Sin
embargo, mi conciencia me había obligado a elegir una mujer inocente por
encima de la Organización.
No necesitaba su ayuda.
—Estamos en guerra. —No solo era la ira que sentía por su traición.
También estaba preocupado. Se arriesgó demasiado. Esto podría haber sido una
trampa.
Apreté los dientes ante su negativa a aceptar la triste verdad. Esta guerra
era global.
—Podría haber sido un truco. Luca podría haberla enviado para engañarte.
Te arriesgaste demasiado.
—¿En serio crees que Aria me habría llevado a una trampa de modo que
Luca pudiera capturarme? ¿Y entonces qué?
—Es algo bueno que nunca lo averigüemos. —Me quedé en bóxer, avancé
para salir, pero Val dio un paso en el camino.
Sacudí mi cabeza.
—¿En serio? —Se dio la vuelta en mi agarre, haciendo que su vientre roce
con mis abdominales.
—En serio.
Val pensaba que actué por la pura bondad de mi corazón. No sabía a qué
había enviado a Aria de vuelta. Y no sería capaz de escondérselo para siempre.
—Deberías descansar un poco. Aún tengo trabajo que hacer —le dije, y la
llevé a la cama.
Podía decir que Val quería seguir discutiendo, pero retrocedí y salí de la
habitación.
Me froté la sien, cerrando los ojos. Esto tenía el potencial para salirse de
control. Era un movimiento muy arriesgado. Algunas personas en la
Organización estarían furiosas de que hubiera estado en contacto con Aria, no
tanto sobre el asunto de la aventura, otros podrían aplaudirme por tener a una
espía tan cerca de Luca. También tendría que contarle a Giovanni de esto
mañana. Tampoco estaría feliz. Estaría preocupado de cómo afectaría esto a Val.
Espera con las fotos por ahora. Tenemos que discutir las consecuencias.
—Estaba aburrida.
—No puedes tocar las cosas de papá. Son importantes para su trabajo. —
Y potencialmente traumáticas para un niño pequeño. Anna no entendía lo que
hacía Dante.
Debí haber sabido que Dante no había permitido que Aria se fuera por la
simple bondad de su corazón. Era un asesino insensible, un líder brutal de una
organización criminal, y aunque nos amaba a Anna y a mí, sus sentimientos hacia
la mayoría de la humanidad eran indiferentes en el mejor de los casos.
Hice clic en las fotos una vez más, deteniéndome en las que mostraban a
Dante y Aria en un automóvil. Se inclinaba sobre ella, su brazo extendiéndose
entre sus piernas. Sabía que Dante no tendría una aventura, especialmente no con
Aria. Era absolutamente hermosa y una mujer que todo hombre deseaba, pero
Dante era fiel.
Dante se acercó, echando un vistazo a las fotos y luego a mí. Una pizca de
preocupación apareció en su rostro, dándome una satisfacción extraña.
—¿Por qué? —pregunté, aunque tenía una sospecha, una que era cruel y
genial a la vez.
—No lo hará.
—¿Cómo puedes estar seguro? ¿Me está diciendo que Luca Vitiello, un
hombre que aplastó la garganta de su primo, no es capaz de matar a una mujer en
un ataque de celos?
—La tengo.
—En última instancia, Aria no me dejó otra opción. No podía dejar pasar
esta oportunidad. Entró en mi territorio, si la dejaba ir sin utilizar eso a nuestro
favor, habría parecido débil. Dejarla ir en absoluto ya fue un gran riesgo. No le
debo nada a Aria.
Tragué con fuerza.
—Jamás volverán a verse otra vez, a menos que Luca se rinda o muera, y
entonces tal vez habrá paz de nuevo.
—¿Cómo te sientes?
—Bien. Leonas está muy activo hoy —dije con una pequeña sonrisa a
pesar de la tensión que sentía. Tomé la mano de Dante y la llevé al lugar donde
Leonas estaba pateando.
—Te das cuenta que estas fotos también provocarán un escándalo en la 135
Organización. Seré la pobre mujer embarazada que fue engañada, con la mujer
más hermosa que tenía la Organización para ofrecer a Luca. Eso les dará
municiones nuevas a todos los entusiastas de la Pareja Dorada. Apuesto a que
algunos incluso esperarán que Aria regrese a Chicago para poder casarse contigo.
—¿Y si los rumores sobre tu aventura alcanzan los oídos de Anna con el
tiempo? Aún es demasiado joven para comprender, pero entenderá que es algo
malo.
—No va a enterarse. Val, estas fotos no serán publicadas en ninguna parte
de mi territorio.
—¿Qué pasa?
—Creo que esta es solo la segunda vez que dices que lo sientes.
Sonrió sombríamente.
—He tenido muchas más razones para disculparme contigo, lo sé, pero no
es algo en lo que soy muy bueno.
—Lo sé. Y agradezco tu disculpa, pero aun así desearía que hubieras
encontrado otra forma de atacar a la Famiglia en lugar de inventar el rumor de 136
una aventura.
Dante no dijo nada pero podía decir que tal vez parte de él estaba de
acuerdo.
—L
as fotos aún no han aparecido en ninguna parte —
dijo Rocco a modo de saludo al entrar en mi oficina a
la tarde siguiente.
—Luca debe haber logrado sobornarlos. Pero las ha visto, no tengo dudas.
—Mis contactos con la prensa más allá de nuestras fronteras son muy
limitados. Estoy esperando que alguno de esos periodicuchos tenga las bolas para
publicar un artículo. Es un escándalo que ninguno de ellos debería dejar pasar. 137
—Así es —digo. Tenía que admitir que no estaba del todo descontento
con el hecho de que las fotos no llegaran a los titulares. Los posibles rumores
habían preocupado a Val más de lo que anticipé, tal vez por su embarazo, pero no
quería estresarla más de lo absolutamente necesario—. Estoy seguro que Luca
me enviará pronto algún tipo de mensaje.
Sacudí mi cabeza.
—Voy a reunirme más tarde con él. Livia y él vendrán a cenar para ver a
Anna y ver cómo está Val.
—Felicidades —dije. Hasta ahora Rocco no había sido un buen padre con
sus hijos. Esperaba que hiciera un mejor trabajo con este niño.
Ella sonrió.
—¿Ahora?
—Bueno, este es mi primer parto natural, al menos espero que lo sea… así
que no sé cuánto tiempo lleve esto, pero es probable que tenga tiempo para
llamar a mis padres de modo que se encarguen de Anna y agarrar mi bolsa para
el hospital.
—¿Esto es otra vez por mí? —La última vez, el embarazo de Val había
sido horrible porque le hice la vida tan difícil. ¿Su trabajo de parto estaba
vinculado a nuestra conversación de ayer?
—Estoy segura. Llamé a mi partera y ella dijo que aún me quedan unas
horas.
Como Val había dicho, el parto tardó seis horas más y ya era tarde cuando
Leonas emitió su primer grito.
Era mucho más grande que Anna. Unas pocas semanas hacían una gran
diferencia. La partera lo puso en los brazos de Val de inmediato y rodeé sus
hombros con mi brazo. Se parecía a las fotos que había visto de mí cuando bebé.
A Val se le permitió salir del hospital al día siguiente. Quería que volviera
a casa lo más rápido posible, considerando el conflicto escaldándose con la
Famiglia.
—Estoy seguro que se llevarán bien. Es bueno para ella compartir nuestra
atención.
140
—Lo sé —dijo Val, sonriendo a Leonas, quien estaba profundamente
dormido en su portabebés. Acaricié su espalda. No había dejado su lado desde
que dio a luz. Mi instinto protector estaba en su punto álgido y era difícil
suprimir el sentimiento.
—Felicidades por tu hijo —dijo, pero podía decir por el sonido de su voz
que ese no era el motivo de su llamada. Algo había pasado.
—¿Qué está pasando? —pregunté en voz baja, dirigiéndome a mi oficina
de modo que Valentina no pudiera escuchar nada por casualidad. No necesitaba
preocuparse.
—Aunque, teniendo en cuenta que las fotos aún no han llegado a los
titulares, puede que la intención de Luca sea asegurarse que siga siendo así. 141
—Podemos filtrar las fotos directamente a varias plataformas de redes
sociales. Una vez que estén en línea, ni siquiera Luca podrá evitar que se
propaguen.
Por supuesto que sí. Daría rienda suelta a su ira sobre cualquiera que
alguna vez se opusiera a él y mataría a tantos de sus oponentes como sea posible.
Antes de convertirme en Capo comencé a eliminar a los soldados que no
me eran leales. Luca tenía mucho con qué ponerse al día.
—No cooperan muy bien. Siguen sus propias reglas. Jamás podremos
saber si podemos confiar en ellos.
El timbre sonó.
—¡Es blanco!
Me reí.
Anna me miró.
—Casi.
Giovanni y Livia se unieron a nosotros, sonriendo con orgullo.
—¿Ha ido todo bien? —preguntó Val a sus padres y luego besó la frente
de Anna.
—Está cansado.
Acaricié su cabello.
Todos nos dirigimos hacia el comedor. Puse a Anna en el suelo para que
así pudiera seguir a Val y hacerle preguntas sobre Leonas.
—Todavía. Para ser honesto, me alegro que Luca lograra mantener las
fotos lejos de los titulares.
—El hombre ha estado en nuestra nómina por años. Mucha gente sabe de
él. La lista de posibles espías sería muy larga.
—No me gusta la idea de un espía entre nuestros hombres. ¿En serio crees
que ese es el caso?
—Espero que no, pero creo que debemos aceptar la posibilidad. ¿Tienes
algún sospechoso aparente? —Giovanni miró hacia otro lado con una expresión 144
distante. Algo en su rostro me hizo creer que había alguien que tenía en mente,
pero que todavía era reacio a nombrar—. ¿Giovanni?
—Tendré algunos nombres para ti hoy mismo y los enviaré por correo
electrónico. Creo que deberíamos unirnos a nuestras esposas, nos están
esperando.
Tenía razón. Val y Livia nos estaban mirando. Los platos ya estaban
llenos de comida. Incliné mi cabeza, pero mi sospecha permaneció intacta. Si
Giovanni dudaba en revelar un nombre, debía ser alguien cercano a él, de modo
que era uno de sus soldados más cercanos o su familia.
Era fácil entender por qué Ines estaba tan feliz con él. Era uno de los
mafiosos más fáciles de llevar que conocía, pero eso no lo hacía ser menos
eficaz. Dominaba el arte de canalizar su lado oscuro. Una de las razones por las
que lo admiraba.
—Espero que solo haya una rata. Y no tengo en mente a ninguno de tus
hombres. Orazio ha estado en contacto con muchos soldados que trabajaron
estrechamente con la Famiglia a lo largo de los años. Me gustaría hablar con él. 146
—Estoy seguro que puede darte una lista de personas que se llevaban
demasiado bien con los soldados de la Famiglia. Pero… —vaciló—… ¿por qué
me llamas a mí? Orazio ha estado en Chicago por dos semanas y hasta ahora no
ha regresado a Minneapolis. Giovanni me dijo que iba a ayudarlo con el
laboratorio otra semana más. ¿No crees que Orazio irá a visitar a Leonas y Val?
—Giovanni tuvo una discusión con él, así que supuse que regresó sin decir
una palabra.
—Tal vez —dijo Pietro—. Giovanni le hizo pasar un mal rato por esa
chica suya. Pero rompieron hace tantos años que pensé que habrían hecho las
paces a estas alturas.
—Se toleran mutuamente en el mejor de los casos —dije. No me había
involucrado en sus asuntos familiares. Giovanni había querido mantener la cosa
en secreto, no le había contado a nadie salvo a Pietro porque valoraba su
aportación. Valentina y yo ni siquiera nos habíamos casado cuando ocurrieron las
cosas entre Orazio y la chica, y para entonces, había estado de luto.
Pietro suspiró.
—Lo es.
—Eso espero. —Mi voz sonó de acero, pero mi interior era un infierno
devastador.
Después del desayuno del día siguiente, Leonas estaba durmiendo a mi
lado en el sofá mientras leía un libro ilustrado con Anna acurrucada a mi costado.
Apenas se separaba de mí desde que sus abuelos la habían llevado a casa ayer.
Podía decir que le preocupaba que ya no tuviera tiempo para ella ahora que nació
Leonas. Pasé la página, acariciando su cabello y seguí leyendo.
—Hola, hermanito —dije con una sonrisa. En los últimos años, nuestra
relación había mejorado nuevamente y eso me hacía delirar de la felicidad.
—¿Otra vez? ¿Pero pensé que ibas ayudarlo con el nuevo laboratorio de
drogas?
Otro gruñido.
—No hablemos de eso. Quería ir esta tarde para ver a mi sobrino, ¿está
bien?
—¡Yay!
—Ven. Vamos a buscar a Zita para decirle que tendrá que hornear el
pastel favorito de Orazio.
—De acuerdo.
—Dijo que tuvo una pelea con papá. Quizás necesitaba tiempo para
calmarse.
—¿Lo hicimos?
—Soy su Capo, Val. Dudo que alguna vez me vea de otra forma.
Asentí.
—De acuerdo. Se supone que Bibi debe venir en cualquier momento para
almorzar. ¿Te unirás a nosotras o vas a trabajar?
—Necesito trabajar. Estoy seguro que ustedes dos tienen mucho de qué
hablar.
—¡Miren!
Quince minutos después, Bibi llegó a nuestra mansión para una cita de
juegos. Luisa y Anna se amaban mutuamente, un hecho que me hacía
absolutamente feliz. Me alegraba que Anna tuviera una de sus mejores amigas
viviendo cerca porque siempre estaba triste de no poder ver a Sofia tan a menudo
debido a la distancia entre ellas.
Había optado por pantalones chinos cómodos y una blusa que permitía un
acceso rápido a mis senos para amamantar a Leonas.
—Bibi, escúpelo.
La empujé ligeramente.
—Bibiana, has pasado años viviendo en la miseria y tuviste que escuchar
las historias felices de todos. Ahora es tu turno. Por favor, necesito la distracción.
—En realidad no quería preocuparme por Orazio y mi padre nunca más.
Entonces me di cuenta de lo que dijo—. ¿Citas, como en más de una? Pensé que
me necesitabas como chaperona.
—Solo hemos tenido dos citas —admitió con una risita avergonzada a
medida que entrábamos en la sala de estar.
—¿Y?
—Forzarlo…
—Entonces lo besaste —dije con una sonrisa—. ¿Y qué? Eres una mujer
adulta. Y mereces disfrutar un poco.
Bibi sonrió.
—No. No puedo ser egoísta con esto. Quiero que Luisa tenga el mejor
futuro posible y no quiero que la gente hable a sus espaldas de cómo su madre
tuvo una aventura.
Apreté su mano.
154
—Dario es abogado. Estoy segura que tiene sus maneras de ser astuto al
respecto.
—Quiero hacer esto en mis términos. Le dije que me gustaría verlo otra
vez, pero que tenemos que ir despacio.
—Haz lo que sientas correcto. Sabes que te apoyaré sin importar nada. —
Me incliné hacia adelante y besé las mejillas de Bibi—. Pero Bibi, te mereces
algunos orgasmos provocados por el hombre.
—Espero que no discutan delante de los niños —dijo Val con un suspiro.
—Gracias.
Unos pasos atronadores sonaron por las escaleras y luego Anna bajó los
últimos escalones casi tropezando y saltando a los brazos de Orazio. La alzó con
una sonrisa.
—Así que esto no es solo una visita familiar, de acuerdo —dijo con
amargura.
—Tuve una gran pelea con mi padre hace dos días y luego ayer por la
mañana. Sabes que simplemente no puede dejarlo pasar. Cada vez que me ve,
critica cada una de mis elecciones, especialmente mi negativa a casarme con una
mujer que sugiera. Estoy jodidamente harto de eso. Sabía que estaba a punto de
perder mi puto control con él y no quería que eso ocurriera, así que decidí
despejarme la cabeza. Fui a unos cuantos bares, bebí un par de tragos de más, me
follé a un par de chicas… y ahora estoy aquí, Dante.
—¿Qué bares?
Se rio sombríamente.
—El Voda y la Kamchatka. Mi padre dejó muy claro hace mucho tiempo
que no quiere que mis compañeros mafiosos vean mis aventuras, y nadie sabe
quién soy en los bares de la Bratva.
Asentí.
—La razón principal por la que estaba intentando llamarte, es que Rocco y
yo sospechamos que un espía está detrás de algunos incidentes desafortunados y
ya que has estado trabajando estrechamente con la Famiglia, podrías saber quién
se acercó demasiado a ellos o tal vez una de sus mujeres y sus lealtades
cambiadas.
—No se me viene nadie a la mente. Los chicos con los que trabajé son
leales a ti, Dante. No puedo imaginar que traicionen la causa. Tal vez no hay un
espía. Si me preguntas, Rocco puede ser un poco paranoico.
Tenía que estar de acuerdo, pero incluso sin la insistencia de Rocco, había
sospechado que teníamos un topo.
157
—Créeme, no es una idea que medite a la ligera, pero es una opción válida
y tenemos que estar atentos y encontrar al que está detrás de esto.
—Mantendré los ojos abiertos —dijo Orazio—. Solo dime una cosa, ¿Val
invitó a nuestro padre para que podamos hacer las paces?
—Yo lo hice. Pero primero, vamos a tomar el café con pastel. Estoy
seguro que Val está impaciente por nuestro regreso.
—No seas tan negativo. Por favor, intenta hacer las paces con papá. Al
menos, por mí y mamá.
Orazio asintió, pero su expresión dejó en claro que dudaba que todo
saliera bien. Giovanni y Livia entraron a la habitación, seguidos de Gabby.
Livia se dirigió hacia su hijo y lo abrazó con fuerza, luego besó su mejilla.
El rostro de Giovanni destelló con ira, pero después de una mirada a Anna,
quien observaba todo con grandes ojos curiosos, se limitó a sonreír con rigidez.
—¿Qué tal si primero tomamos café y luego ustedes dos discuten lo que
sea que necesiten resolver? —sugirió Val.
Cerré la puerta.
—Bajen la voz. No quiero que el resto de la casa escuche.
—¿En serio? ¿Controlaste tus impulsos cuando llamaste a Lucy una puta
de ojos rasgados?
—Dos veces.
—Y eso fue hace años. No me digas que sigues pendiente de esa maldita
chica. Por Dios, hay millones de peces en el océano. ¿Qué tienen de malo
nuestras chicas? Hay tantas chicas italianas hermosas que están ansiosas por
casarse contigo y las sigues rechazando a todas.
—¿Qué tiene que ver mi estado civil con todo esto? ¿Crees que seré un
mejor lugarteniente solo porque esté casado? ¿Por qué mis hombres deberían
159
respetarme solo por un matrimonio?
—No tienes que casarte ahora, Orazio, pero tu padre tiene razón. Al
menos debes elegir a una novia viable en algún momento. Nuestras tradiciones
son como son y no cambiarán a corto plazo.
—Por supuesto que quiero casarme. Simplemente no con una de las chicas
que mi padre sugiere.
—Lo es. Me despediré de las mujeres y luego me iré. —Se volvió y salió
de mi oficina.
—Tal vez las cosas se calmen una vez que esté casado y se dé cuenta que
no es el fin del mundo.
161
Ocho meses después…
B
ibi era una novia hermosa. Estaba prácticamente radiante. En su
primera boda, había llorado lágrimas horrorizadas en el baño
después de la ceremonia. Hoy sonrió y, aunque podía decir que
estaba nerviosa y un poco abrumada por la atención, exudaba felicidad. Dario se
alzaba sobre ella, vestido con un traje oscuro, su oscuro cabello corto y su barba
bien recortada. Su expresión era de acero, una máscara que probablemente 162
desarrolló como abogado de la mafia.
Sofia, Anna y Luisa fueron las niñas de las flores y se veían adorables con
sus vestidos rosados a juego. No fue una gran fiesta, solo alrededor de un
centenar de invitados y una fiesta en el jardín de la mansión de Bibi. Para
sorpresa de muchas personas, Dario había aceptado a mudarse a la casa. Su
propio ático no era un buen lugar para una familia y su hermano mayor había
heredado la mansión familiar.
—¿Por qué no vienes de vez en cuando para que nuestros niños puedan
jugar juntos? Una vez que crezcan, los seis meses entre ellos no serán tan obvios.
Su cara se iluminó.
163
—Por supuesto, si Rocco lo permite.
—Fabiano, ¿qué tal se sostienes a Leonas? Así puedo cargar a Rocco por
un rato.
Fabiano asintió y tomó a Leonas. Era obvio que sostenía a su hermanito a
menudo en los últimos dos meses porque se aseguró de sostener a mi hijo de la
manera correcta, incluso aunque Leonas ya era mucho más ágil que Rocco.
Maria se fue rápidamente, sin mirar atrás. Sentí lástima por ella.
Era tan típico de la Organización mantener los rumores del tatuaje entre
los iniciados y las personas que no eran de la mafia cuando Fiore había dejado la
tradición hace mucho tiempo. El Capo en la Organización nunca se había hecho
un tatuaje, solo sus soldados, pero incluso ese había sido pequeño en
comparación con los de la Famiglia y la Camorra, solo un pequeño crisantemo en
sus cuellos ocultos por la línea del cabello. Se suponía que era para demostrar
que el hombre ya había sido marcado por la muerte y no la temía porque los
crisantemos eran flores fúnebres en nuestra tradición. Luego, Fiore decidió que
era mejor no mostrar su asociación con la mafia de ninguna manera, de modo que
también insistió en llamarse a sí mismo Jefe, no Capo. Muchas personas todavía
llamaban a Dante el Jefe, incluso a pesar de volvió a cambiarlo a Capo.
Rocco Jr. por otro lado se había quedado dormido en mis brazos. Tenía los
ojos oscuros y el cabello de la familia Scuderi, no tan claros como los de Fabiano
heredados del lado de la familia de su madre.
Fabiano asintió.
—Sí.
—Por supuesto.
Rocco sabía qué cara mostrarnos a Dante y a mí, pero también sabía cómo
era a puertas cerradas. Cuando aún había estado en contacto con Aria, me lo
había admitido.
No confiaba en él ni un poco.
—¡Quieto!
Leonas se rio aún más fuerte cuando cayó a medias por las escaleras.
Afortunadamente, Dante se encontraba en la base de la escalera, probablemente
alertado por el ruido y atrapó a Leonas antes de que pudiera caer de cara.
—Es rápido.
Leonas se rio como si fuera la cosa más divertida que hubiera oído alguna
vez.
—Buena suerte —le dije. Leonas obedecía a su padre más que a mí, pero
estaba probando sus límites de momento—. Iré a ver cómo está Anna. Su
profesora de piano viene en treinta minutos y tengo el presentimiento de que aún
no ha practicado su canción.
—Una vez.
Me detuve.
—Luisa es muy buena tocando el piano. Mucho mejor que yo. —Pude
escuchar una pizca de celos. Anna quería ser la mejor en todo lo que hacía.
—Sí.
El timbre sonó.
Le sonreí a Bibi.
Me reí.
Bibi asintió.
—¿Qué pasa? ¿Las cosas no van bien con Dario? —No podía imaginar
que fuera el caso. Parecían felices por fuera, pero sabía que a veces las
apariencias podían ser engañosas. Aun así, Bibi me habría dicho si hubiera algún
problema.
Dario no tenía hijos y Bibi quería más, de modo que había esperado que
Bibi quedara embarazada.
Charlamos por más de una hora. Anna y Luisa habían subido a jugar
después de su clase y usamos el tiempo para nosotras.
Pero cuando Dante entró en la sala de estar con una forzada expresión
tranquila, las palabras murieron en mi garganta. Algo en sus ojos hizo sonar mis
campanas de alarma.
—¿Estás seguro?
—Sí. Quiero que tengamos una noche familiar. Podemos hablar más tarde.
—Está bien —dije con una sonrisa—. Iré a vestirme. ¿Y tú, Anna?
¿Quieres ponerte bonita?
—¡Sí! —gritó.
Elegí un vestido a cuadros para Anna con lindas botas negras y elegí un
traje a cuadros para mí. De esta manera nuestros atuendos eran similares pero
gritaba gemelas desde lejos. Luego trencé el cabello de Anna. No era tan buena
en las trenzas francesas como mi madre, pero hice mi mejor esfuerzo. Después
me peiné y me puse un poco de maquillaje, y entonces nos dirigimos a la
habitación de Leonas.
Para mi sorpresa, Dante había logrado vestir a Leonas con pantalones 171
chinos y una linda camisa abotonada, así como zapatillas deportivas. Le estaba
hablando en voz baja. Dante rara vez alzaba la voz a nuestros hijos e incluso
entonces nunca gritaba. Anna siempre había sido una niña obediente, de modo
que nunca tuvimos razón para ser estrictos, pero Leonas ya estaba poniendo a
prueba nuestra paciencia a una base diaria. Me preguntaba por cuánto tiempo el
enfoque tranquilo de Dante funcionaría con nuestro hijo.
Más tarde esa noche, cuando yacíamos en los brazos del otro después del
sexo, le pregunté:
Dante dejó escapar un suspiro profundo que hizo que su pecho vibrara
debajo de mi mejilla.
—¿Se fue?
—Rocco cree que pudo haber seguido los pasos de sus hermanas y huyó a 172
Nueva York para unirse a la Famiglia.
—¿Qué opinas?
Dante pasó sus dedos por mi cabello y luego por mi brazo y cintura.
—Temo que Rocco podría tener razón. Luca aceptaría a Fabiano si Aria le
pidiera que lo hiciera.
Cerré mis ojos. Como tenía un hijo, las reglas de nuestro mundo me
preocupaban a menudo. Leonas era un poco rebelde y sinceramente esperaba que
eligiera sus batallas sabiamente una vez que fuera mayor.
—Pero es tan extraño, que Fabiano eligiera huir ahora. ¿Por qué no siguió
a sus hermanas cuando se llevaron a Liliana? Podría haber ido con ellos. Pero
intentó detenerlos.
—Tal vez no. Tal vez todo fue un montaje. Ya sabes lo que he estado
sospechando, ¿qué tenemos un topo en la Organización?
—¿En serio crees que Luca habría utilizado a un niño como un espía?
—¿No crees que es terrible cómo alejó Rocco a todos sus hijos? ¿La idea
de perder a Anna y Leonas así? Me destroza el corazón.
Dios, tenía razón. Intenté montarlo un par de veces por curiosidad, pero no
funcionaba para mí. Me encantaba el lado dominante de Dante en la cama, cómo
tomaba el control absoluto. Después de todo, siempre obtenía mi recompensa.
Anna se rio, mirándome. Nunca había sido tan atrevida y salvaje. Prefería
mirar y considerar sus acciones a fondo. Se acercó más a mí y tarareó la nueva
canción que había aprendido en su última lección. Mi teléfono vibró en el
bolsillo de mi abrigo y al ver el nombre de Orazio, tomé la videollamada. Me
preguntaba si era un accidente, ya que nunca antes habíamos tenido un vídeo chat
e incluso sus llamadas eran pocas y distantes.
Sonreí a la lente.
—Hola, Orazio.
Orazio sonrió levemente, pero fue apagado. Lo que hizo las cosas aún más
extrañas era que estaba en un auto.
—¿Dónde estás?
Sostuve la cámara del teléfono hacia la caja de arena donde Leonas estaba
construyendo lo que parecía una pirámide.
Fruncí el ceño.
—¿En serio es tan malo casarse con alguien que papá sugiere? Puede
funcionar.
No estaba segura si escuché bien. Una vez más, su mirada buscó a quien
se sentara a su lado en el asiento del pasajero.
—No sabe que voy a casarme, o que Lucy y yo estamos juntos, pero sabe
de Lucy. —La furiosa nota amarga en su voz me sobresaltó.
Orazio hizo una mueca. Y de repente, me di cuenta que esta llamada era
una despedida. Lo sentía en el fondo. Si Orazio se casaba con una forastera, papá
lo desheredaría. A menos que pudiera convencer a Dante para que hablara con él,
incluso si los asuntos familiares estaban fuera del alcance de un Capo, pero él
podría hacerlo como yerno.
—Tal vez…
—No —dijo Orazio—. Tengo que irme, Val. No hay otra manera.
No quería creer la verdad. Bajé la voz.
Miró hacia un lado y luego asintió, y apareció una hermosa chica con
cabello negro… y un rostro exótico. Una chica asiática. No, papá jamás la
aceptaría, ni tampoco la Organización todavía tan tradicional. Había oído
suficientes rumores en las reuniones sociales para saber del racismo persistente
en nuestros círculos.
¿El amor podría ser un crimen? ¿Querer estar con tu amor sin importar lo
que sea podría considerarse traición?
—Estoy en un lugar seguro, así que puedes decirle a Dante lo que acabo
de decir. No tienes que pensar que necesitas protegerme. Adiós.
—¿Quién era esa chica con el tío Orazio? —soltó Anna mientras me
seguía de cerca.
Sonreí temblorosamente.
—Era su amiga.
Anna me ayudó a batir los huevos mientras Leonas sumergía sus dedos en
el azúcar y los lamía para limpiarlos. Les encantaba aprender cosas nuevas, y a
mí me encantaba darles la oportunidad de sentirse involucrados cuando cocinaba.
Nos acomodamos en la mesa y tanto Leonas como Anna comieron ansiosamente.
Se veían completamente contentos, sus caras espolvoreadas con azúcar y crema.
Intenté aferrarme a la sensación de paz que sentí al verlos, pero mi preocupación
por Orazio pronto se hizo cargo. Por un lado, estaba feliz por él, feliz de que
encontrara a alguien que amaba, pero, por otro lado, me preocupaba por su
futuro, por su vida. ¿Y si esto solo era algo impulsivo? ¿Cuánto tiempo había
conocido a Lucy? ¿En serio valía la pena para dejar todo atrás? No podía
simplemente cambiar de opinión dentro de unos meses cuando las cosas no
funcionaran. Sería considerado un traidor y… Dios, ¿Dante en realidad mataría a
mi hermano? ¿Qué hay de papá?
—¿Estás bien?
—¿Por qué?
Dante se puso tenso, la preocupación instalándose en su rostro.
—Porque no apareció a una reunión con tu padre esta mañana. Pensé que
tal vez podrías saber lo que está pasando y parece que tenía razón.
—Tuvimos un video chat y me dijo que tenía que irse… porque iba a
casarse con una chica llamada Lucy —susurré.
—¿Lo sabías?
—¿Cómo?
—Solo quiere estar con la mujer que ama. ¿Cómo es que esconderse para
estar con ella hace daño a sus compañeros mafiosos?
—Porque sabes que sospecho que hay un espía entre mis soldados. Y tal
vez no era Fabiano…
Exhalé bruscamente.
Lo quería decir, pero había visto la mirada que había pasado entre Orazio
y Lucy, y no quería mentir a Dante.
181
—No puedo —susurré ásperamente, mis ojos escociendo.
Sacudí mi cabeza.
—Haría casi cualquier cosa por ti, Val. Ya antes te he elegido por encima
de la Organización y parte de mí quiere hacerlo otra vez, pero si Orazio traicionó
a la Organización al trabajar con la Famiglia, tengo que castigarlo en
consecuencia.
—Estoy llena. —Miró entre nosotros como si pudiera sentir que algo
estaba pasando. Lo había notado antes. Anna era perceptiva, especialmente
cuando se trataba de medir las emociones de las personas. Era un talento
hermoso, pero también preocupante porque quería protegerla de tantas cosas en
nuestro mundo y su empatía me dificultaría el éxito.
182
L
os rumores sobre la desaparición de Orazio corrieron como la
pólvora en la Organización. Pietro había intentado controlar los
daños, pero los hombres que trabajaron con Orazio obviamente
habían propagado sus especulaciones. Contemplé un informe sobre un ataque a
una instalación de almacenamiento y laboratorio cerca de Cleveland, frotando
mis sienes.
—¿Quieres que lo cuide un rato para que puedas tomar una ducha caliente
y tomar un café en paz?
—Está bien —dijo—. Iré a tomar una ducha ahora. —Salió de la oficina,
con una última mirada a Leonas y yo. Miré hacia mi hijo, recordando la
expresión aturdida de Giovanni cuando descubrió que Orazio había huido.
Giovanni aún no lo sabía, pero tampoco le diría nada si alguna vez atrapaba a su
hijo. Tal vez Orazio era lo suficientemente inteligente como para esconderse en
alguna parte donde no tuviéramos contactos, Escandinavia o Asia sería una
buena opción. La silla del escritorio giraba sobre sí misma, haciendo imposible
que Leonas se subiera. Me acerqué a él y sostuve la silla por el respaldo. Leonas
finalmente se las arregló para levantarse y luego se sentó en mi silla con una
sonrisa orgullosa. Su cabello rubio estaba por todos lados, definitivamente
necesitaba un corte. Hasta el momento no se había oscurecido mucho, pero
cuando había tenido su edad mi cabello también había sido más claro.
Esperaba que esto cambiara para cuando Leonas tuviera la edad suficiente
para enamorarse.
—Recuerdo cuando sostuve a Orazio por primera vez… —Se calló y pude
ver que estaba luchando consigo mismo. Apreté su hombro.
Suspiré.
—Cruzaremos ese puente cuando lleguemos a él. Por ahora, no sabemos si
hizo algo que pueda ser interpretado como una traición. —Huir de la mafia era
una traición, pero si ese era su único crimen, tal vez podría ser indulgente,
incluso si eso enviaría un mensaje fatal a los otros mafiosos considerando
abandonar sus obligaciones. Para nosotros, el mejor resultado posible era que
Orazio no apareciera nunca más.
Esta vez se las arregló para subir sin mi ayuda, lo que hizo que la silla
girara con él. Leonas se echó a reír encantado.
Giovanni suspiró.
—Haré lo mejor que pueda. Livia ya me tortura con una dieta baja en
carbohidratos. Como si un hombre de verdad no pudiera lidiar con pasta y pan.
186
Reprimí una sonrisa.
No llamaría así, poco antes de una reunión a menos que algo hubiera
sucedido.
—¿Sí?
—Estoy de camino, Dante. Tengo malas noticias.
—¿Qué pasó?
—Escúpelo.
—¿Es cierto?
—Lo siento, Dante —dijo Rocco—. Sé lo que se siente ser traicionado por
la familia. La Famiglia ha robado muchos de los nuestros. Estaré en la mansión
en diez minutos.
—No puedo decirle a Livia. Simplemente, no puedo —dijo con voz áspera
a medida que se dejaba caer en el sillón—. Ya ha estado devastada de solo pensar
que huyó, pero ahora… ¿esto? Dios. —Se tapó los ojos con la mano y tomó una
respiración profunda. Cuando me miró después de un par de minutos, su
expresión estaba más controlada—. ¿Qué vamos a hacer?
Giovanni asintió, pero aun así, no dijo nada. Le temblaban las manos.
Pensé en decir algo para aliviar su dolor, pero las palabras no parecían tener
sentido. ¿Qué podía decir que hiciera más fácil perder a tu único hijo? Sobre todo
porque yo era el hombre que tendría que cazarlo y matarlo.
—Lo es.
—Ahora tengo que ir con Livia. Tienes razón. Tiene que escucharlo de mí
y también necesito algo de tiempo para aceptar las noticias. No tienes que
acompañarme a la puerta. Cuida de Leonas. —Giovanni dio unas palmaditas en
la cabeza de Leonas con una sonrisa dolida antes de apresurarse a salir de la
habitación.
Me acerqué más.
Toqué su hombro.
189
—Después.
—Vamos, Val.
—Creo que podría haber estado trabajando con ellos por un tiempo.
Val presionó su frente contra mi pecho, estremeciéndose.
Val evaluó mis ojos. Supe lo que estaba esperando encontrar, incluso sin
decir una palabra, pero esta vez no lo haría. No habría compasión para Orazio
una vez que lo tuviera.
Sacudió su cabeza.
—Porque Luca hizo esto personal. Mató a uno de mis hombres, secuestró
a la hija de Rocco, y ahora se llevó a mi cuñado. Val, no voy a ignorar esto. Mis
hombres esperan que muestre fuerza, y aceptar que otros me falten el respeto a
mí y a la Organización no va a mostrar esa fuerza. Serán recibidos con toda la
fuerza de mi brutalidad y venganza.
—¿Qué dijo mi padre? —Se obligó a sonar calmada, y odié que levantara
una barrera entre nosotros. La seguí.
Su mirada se dirigió a sus manos, que jugueteaban con su suéter
nerviosamente. No quería que leyera su expresión.
Val resopló.
—Soy consciente de ello. ¿Qué esperas que haga, Val? Soy Capo. Mis
hombres esperan que los guíe a través de esta crisis. Una crisis, que podría
agregar, podría haber empeorado por las acciones de Orazio. 191
Se puso de pie una vez más.
—Lo hizo por la mujer que ama y su hijo por nacer. ¿Qué harías para
proteger a nuestros hijos?
Val consideró mis palabras, pero podía ver que no quería creerlas.
—¿En serio crees que Orazio le habría dicho algo a Luca sobre Anna y
Leonas?
192
Mi estómago se apretó dolorosamente cuando Enzo se detuvo delante de
la casa de mis padres. Anna rebotaba emocionada en su asiento e incluso Leonas,
quien había estado llorando todo el viaje, pareció encantado cuando reconoció la
casa. Anoche había hablado con mamá brevemente por teléfono. Su voz había
sonado ronca de llorar pero intentó sonar recobrada.
Mamá se encogió de hombros, otra cosa que nunca hacía a menos que
estuviera totalmente distraída. Encogerse de hombros no era algo que una dama
debía hacer.
—Está intentando ser fuerte por mí, pero que un hombre pierda su
heredero, su único hijo… especialmente de esta forma. —Su voz se apagó—.
¿Qué hay de Dante?
Pensé en mi respuesta.
194
Casi seis años después…
L 195
a risa salvaje y los gritos de Leonas, Rocco Jr. y Riccardo llegaron
hasta mi oficina. Giovanni rio entre dientes.
—Rocco tiene casi mi edad, en serio no sé cómo tiene la energía para criar
a dos niños pequeños. —Una pizca de melancolía cruzó su cara, pero lo ocultó
rápidamente. Orazio había sido parte de la Famiglia durante cinco años para
ahora. Giovanni nunca hablaba de él, a menos que Rocco lo mencionara.
—Creo que son menos bulliciosos en casa que aquí —dije, mis labios
temblando. Las técnicas de crianza de Rocco no habían mejorado mucho según
me dijo Val. Maria a menudo le confiaba la faltaba de paciencia de Rocco
durante sus encuentros semanales. Nunca golpeaba a sus hijos o esposa frente a
mí, completamente consciente de mi postura al respecto. Había intentado abordar
el tema con la mayor delicadeza posible, sin arriesgar que descubriera que Maria
había revelado lo que estaba pasando a puertas cerradas. Dudaba que hubiera
cambiado mucho.
Anna había dejado escapar que Val y yo queríamos un tercer bebé y ahora
Giovanni y Livia no dejaban de preguntar.
Giovanni suspiró.
—Esperemos que traiga buenas noticias. Si escucho una palabra más sobre
la victoria inminente de la Camorra en el Oeste, voy a perder la cordura.
Me aparté de la silla.
—¿Rocco?
—¿Qué pasó?
Fabiano Scuderi con los brazos alzados, celebrando una victoria sobre un
oponente sangrando.
El odio puro brilló en los ojos oscuros de Rocco. Pero no fue la única
emoción que detecté. En su profundidad, encontré un miedo primitivo. ¿De qué
tenía tanto miedo Rocco? ¿Su reputación? ¿Que lo sacaría de su cargo como
Consigliere por este desarrollo? ¿O algo más?
—Tenemos que atacar a la Camorra, Dante. Inmediatamente. Podemos
mostrar debilidad. Luca y Remo nos están haciendo quedar como tontos.
Debemos reaccionar. Debemos matar a Fabiano y Orazio.
Estaba de acuerdo. Tanto Fabiano como Orazio tenían que morir, pero no
antes de que hablara con ellos. Necesitaba saber lo que había sucedido, y
necesitaba saber todo lo que sabían sobre la Famiglia y la Camorra.
—¿Entendido? —siseé.
Maria se apresuró hacia el vestíbulo, con los dos niños delante de ella.
Rocco Jr. y Riccardo tenían cuatro y cinco años, y parecían gemelos. Riccardo
agachaba la cabeza, pero Rocco Jr. fruncía el ceño.
—Pero estábamos jugando con Leonas.
—No es señal de fortaleza hacer daño a las personas que deberías proteger
—murmuró Leonas, repitiendo las palabras que le dije varias veces.
—Hasta pronto.
Se fue sin otra palabra. Maria también empujó a los niños rápidamente y
se apresuró a seguirlo.
—No soy perfecto, eso está claro. Dos hijos de alto rango en Famiglias
enemigas. —Me serví más whisky. No podía recordar la última vez que hubiera
tomado más de un vaso.
—Alguien tiene que pagar por esto. Tengo que asegurarme que mis
hombres sepan que los castigaré severamente si rompen su juramento.
—Hice las paces con la situación con los años. Por Livia y por Val, e
incluso por mí.
—Entonces has llegado más lejos que yo. La paz es lo último en mi
mente.
—Lo sé. Y estoy de tu lado sin importar lo que decidas. Solo recuerda que
una guerra en dos frentes podría destrozar a la Organización. Todo lo que quiero
es que nuestra familia esté a salvo.
Una nueva ola de rabia hirvió en mi interior. Luca arriesgó mucho al hacer
lugarteniente a Orazio. No solo había nacido en la Organización, sino que su
esposa no era italiana. Su Famiglia no podía estar feliz con esa situación.
Val entró sin esperar a que la invitara a entrar. Era algo común, pero hoy
mi paciencia se había agotado.
Val levantó las cejas, luego cruzó los brazos frente a su pecho.
—No soy uno de tus soldados, Dante, así que no me trates como a uno de
ellos.
Apreté los dientes. Tenía razón. No debería desatar mi furia con ella, pero
en este momento me sentía a punto de la detonación y no quería que estuviera
cerca.
Aferré el borde del escritorio, cerrando los ojos. Odiaba pelear con Val.
202
—Está bien —murmuró Anna entre dientes y empezó a tocar una hermosa
canción en su arpa.
Leonas se levantó del banco del piano y caminó hacia mí. Pasé mi mano
por su cabello, que había vuelto a crecer demasiado otra vez, de modo que tenía
que apartarlo de sus ojos constantemente.
—Todavía falta mucho tiempo para eso. Estoy segura que para entonces
se habrá retirado.
Me quedé helada.
Anna tiraba más fuerte de las cuerdas de su arpa y tarareaba una melodía.
Inclinó la cabeza.
No estaba segura qué decirle. Tenía seis años, era un niño pequeño, y sin
embargo sabía estas cosas, hablaba de la muerte como si fuera algo ordinario.
Tragué con fuerza.
—Sabes que no deberías hablar de estas cosas con otras personas,
¿verdad?
—Sí. —Lo empujé suavemente hacia el piano y luego avancé hasta Anna,
quien estaba mirando hacia sus dedos en fingida concentración. Me puse en
cuclillas junto a su taburete. Su largo cabello castaño le caía por la espalda y lo
alisé suavemente. Anna se volvió hacia mí, sus ojos azules nadando con
preocupación. Cada vez que me miraba, mi aliento se detenía por un momento.
Era una niña tan hermosa, por dentro y por fuera.
Por supuesto, era una mentira. La mafia gobernaba sobre cada aspecto de
nuestra vida.
Tenía razón.
No iba a comenzar hoy una discusión sobre las opciones escolares con
Dante. No estaba de ánimo para hacerlo. En su lugar, me dirigí a mi oficina para
planificar mi próxima visita a nuestro prostíbulo principal, uno frecuentado por la
élite de Chicago, en su mayoría políticos.
205
Los niños y yo cenamos solos, lo que ya casi nunca sucedía. Me abstuve
de tocar a la puerta de Dante para pedirle que se uniera a nosotros. Sabía que
siempre comíamos a la misma hora.
Una vez que los niños estuvieron en la cama, me puse mi camisón, pero el
sueño me evadió, así que me dirigí a mi oficina para trabajar un poco más, pero
poco antes de la medianoche decidí buscar a Dante una vez más. No podía
ocultarse en su oficina para siempre.
Se enderezó con una mirada entre una ira y un hambre familiar. Los dos
primeros botones de su camisa estaban abiertos y había arremangado su camisa,
revelando sus antebrazos musculosos. Me acerqué despacio y sus ojos siguieron
el movimiento de mis caderas y luego se desplazaron hacia mis senos. Mis
pezones se endurecieron bajo su escrutinio.
—No quiero descansar —dijo en una voz que sentí entre mis piernas.
Cualquier cosa que hubiera sucedido hoy, y averiguaría lo que pasó más 206
tarde, había sacudido a Dante más que nada en mucho tiempo. Estaba tenso y
enojado. Necesitaba desahogarse y verlo así me excitaba.
Podía decir que Dante tenía toda la intención de castigarme hoy. Se había
convertido en nuestro pequeño juego de roles, a veces más serio que otras veces.
Era una oportunidad para los dos de aliviar la tensión, y Dante lo necesitaba hoy.
Hice lo que exigió y esperé. Ya estaba tan ansiosa por su toque, por su
polla, me estaba volviendo loca.
207
El roce de la ropa y el suave clic de sus zapatos me dijo que estaba cerca,
pero aún no podía sentirlo. Un dedo se hundió entre mis pliegues y contuve un
gemido.
—Por favor.
—Abre la boca.
Sabía que iba a ser más fácil no correrme si no veía, pero ver a este
hombre poderoso entre mis muslos era la cosa más erótica en el mundo y no
podía privarme de ella.
—Dante —jadeé.
Sacudió la cabeza.
Asentí.
—Abre los labios —ordenó. Lo hice sin dudarlo y deslizó su polla hasta
que golpeó la parte posterior de mi garganta. Comenzó a empujarse dentro de mí,
sujetando mi cabeza, follando mi boca lentamente. Su control estaba cayendo y,
como siempre, me dio una sensación de triunfo.
210
Lo hizo. Siempre lo hacía, pero una vez más la orden la hizo estremecerse
de excitación.
—Cuidado, o podría decidir no dejar que te corras —le advertí. Apretó los
labios, sus ojos llenos de necesidad y lujuria. La vista era suficiente para que mi
polla permaneciera medio erecta.
Eso era algo nuevo. Algo que no habíamos hecho todavía. Sus ojos
brillaron de deseo.
—Sí.
—Comienza a contar.
—Uno —dijo. Enganché mis pulgares en sus pétalos y los abrí para mí—.
Dos. —Le di mi primera lamida, por encima de su apertura, y “tres” y “cuatro”
salieron temblorosos, después me sumergí realmente profundo. Esto no sería
fácil para ella. Chupé y mordisqueé sus pliegues sensibles, los froté con mis
pulgares, tracé su abertura palpitante. Val tuvo problemas para contar, cada
palabra un jadeo ahogado, una exhalación, un gemido mientras la lamía,
disfrutando de su excitación más que cualquier otra cosa.
Val era muy receptiva, tan juguetona y le encantaba probar cosas nuevas.
A la cuenta de veintinueve, cerré la boca sobre sus pliegues y chupé con fuerza.
Gritó los treinta y se abrió aún más para mí, temblando y gimiendo cuando
le concedí su liberación. Gemí contra ella mientras deslizaba mi lengua dentro de
ella. Sus músculos se apretaron a mi alrededor. La lamí, delirando por su sabor.
Val se estremeció.
Asentí.
—Y Fabiano.
Val levantó la cabeza.
—¿Fabiano?
Asintió lentamente.
—Lo sé. No después de esto. Pero Luca va a estar esperando algo, ¿no
crees?
—Por supuesto. Sabe que estaré furioso una vez que me entere de Orazio.
Triplicará sus medidas de seguridad, al menos en Nueva York, y Orazio también
tendrá mucha más seguridad.
Toqué su mejilla.
—Por supuesto. Está furioso, pero puedo decir que hay algo más.
—Lo es. Sugiere que no tuvo otra opción. Pero, en primer lugar, ¿por qué
se encontraría en territorio de la Camorra?
—Crees que Rocco es la razón por la cual Fabiano fue a Las Vegas. ¿Por
qué haría eso? Lo hace quedar mal. Teniendo en cuenta que sus hijas ya están en
214
la Famiglia, esto solo empeorará su reputación.
—No. —Rocco era ciertamente capaz de los actos más depravados cuando
pensaba que estaban a su favor. Pasé mis manos por el cabello de Val—. ¿Qué
harías en mi lugar?
Los ojos de Val se tornaron tiernos. Me besó, pero luego sus cejas se
fruncieron en pensamiento.
—Sí, claro.
—Mi corazón podría ser un problema cuando se trata del lado sangriento
del negocio.
—Pero el mío no. Soy capaz de hacer lo que sea necesario. Pero tienes
razón. Tal vez es bueno que no seas parte de los negocios.
—Eso te encantaría.
—Pues, sí.
Me reí.
Val asintió, después bostezó. Eran más de las dos y ambos teníamos que
levantarnos temprano.
Apagué las luces y le di las buenas noches a Val.
Durante unos momentos, Val no dijo nada cuando sus palabras susurradas
suavemente penetraron el silencio:
El sueño me evadió esa noche, así que me levanté a las cinco de la mañana
y salí del dormitorio con ropa de gimnasia. Val seguía profundamente dormida.
Me puse mis pantalones cortos y una camiseta y fui al pequeño gimnasio junto a
mi oficina. Intentaba correr diez kilómetros cada mañana. Esta mañana decidí por
trece kilómetros con la esperanza de calmar mi mente inquieta y desterrar la
tensión persistente en mi cuerpo.
216
Después de una rápida ducha en el baño de visitas y cambiarme a un traje
de negocios, me dirigí a mi oficina. Aún no eran ni las siete, pero tenía un día
ocupado por delante. Necesitaba visitar a uno de nuestros traficantes de armas y
luego dirigirme al Trentino, uno de nuestros casinos clandestinos más nuevos.
Un suave clic hizo que mi cabeza se disparara en alto rápidamente con los
ojos entrecerrados.
—Sabes que puedes decirme cualquier cosa, ¿verdad? —dije en voz baja.
—Papi, si hago algo malo, algo que no te gusta, ¿vas a matarme como a
Orazio?
Se mordió el labio.
—De acuerdo.
—Leonas dijo que tienes que matar a Orazio porque es un traidor, y que
harías lo mismo con cualquier otra persona que te traicionara.
Ya rara vez tocaba el piano. Por un lado, no tenía tiempo, y nunca había
sido mi pasión, pero tocar con Anna tenía un lugar especial en mi corazón.
Saltó de mi regazo y tomó mi mano, prácticamente arrastrándome hacia la
biblioteca. Esta era mi hija, no la niña asustada de hace unos minutos.
—¡Let it be!
—¿Lista?
—¿Uno de los hombres que Rocco envió a Las Vegas para capturar a
Fabiano?
Giovanni resopló.
—Al parecer, Rocco los envió allí con las órdenes claras de matar a
Fabiano y a todos los malditos hermanos Falcone que estuvieran con él durante
una de esas desagradables peleas a muerte.
Me puse rígido.
—Lo escribieron. Los Falcones lo dejaron vivir para que nos enviara el
mensaje, a ti por supuesto. Pero mutilaron su cuerpo bastante mal. Le cortaron la
lengua y sus malditas orejas. Rompieron casi todos los huesos de su cuerpo que
no fueran del todo necesario y luego lo dejaron a las puertas de la avanzada. Los
médicos no están seguros de que vaya a sobrevivir a la hemorragia interna.
—¿Qué escribieron?
Dante,
220
No te tomé como un hombre que juega sucio.
Hasta hoy.
Buen movimiento.
Remo Falcone
—Lo es —coincidí.
Sonreí fríamente.
—Nadie más que Pietro y tú sabían del plan para capturar a Fabiano.
Prefiero que siga así.
Incluso si un ataque a Las Vegas era locura pura, prefería que mis
soldados pensaran que estaba detrás del plan demente que hacerles saber que mi
propio maldito Consigliere fue por su propia venganza.
—Dudo que Maria esté muy triste de verlo desaparecer de su vida. No les
den información detallada. Esto tiene que permanecer dentro del círculo interno.
Me reí amargamente.
—Sí.
222
—De acuerdo. Déjame saludar a los niños y Val, y luego podemos irnos.
Di otro asentimiento breve, contento de estar solo por un rato. Tal vez me
había aferrado a ciertas tradiciones durante demasiado tiempo. Luca se había
deshecho de muchos estatutos antiguos cuando asumió el cargo como Capo,
incluso había hecho a su hermano Consigliere, en lugar del hombre que estaba
designado para tener la posición por tradición. Había elegido los lazos familiares
por encima de la lealtad absoluta y gratitud.
—Reafirmo mi decisión. Creo que ahora que tendré que remover a Rocco
de su posición deberías ser mi Consigliere, Val.
—No sabes lo feliz que me hace, pero no creo que ahora sea el momento
adecuado. Las cosas empeorarán antes de mejorar, puedo sentirlo.
Sacudí mi cabeza.
—Haré mi mejor esfuerzo para mantener las consecuencias del error de 223
Rocco al mínimo. Aun así, intentar negociar con los Falcones a estas alturas es
inútil.
—¿Por qué no le pides a mi padre que pase a ser tu Consigliere por ahora?
Es leal a esta familia, a la Organización, y mantiene la cabeza fría. Nunca perdió
la cordura, ni siquiera cuando sucedió lo de Orazio. Tiene sesenta años, de modo
que es una edad que muchos soldados consideran respetable para un Consigliere.
Acuné su cabeza.
Val sonrió.
—¿Qué significa todo esto? —preguntó Rocco con falsa valentía y se puso
de pie.
—¿Lo es? Entonces, ¿no les dijiste a tus hombres que atacaran y mataran
a Fabiano y los Falcone?
Santino levantó sus cejas oscuras. Arturo dejó escapar un pequeño sonido
que podría haber sido una risa.
—Te di una orden. Fue clara y sencilla de entender. Captura a Fabiano y 225
tráemelo. ¿Y qué hiciste? No intentaste capturarlo. Intentaste asesinarlo.
—Hice lo que pensé que era correcto —dijo, con una pizca de pánico en
su voz. Tal vez estaba empezando a darse cuenta de lo que esto significaba para
él.
Rocco palideció.
—No dirás ni una palabra más, o haré contigo lo que los Falcones hicieron
a tus hombres. Empezaré con tu lengua después, pasaré a tus orejas. Arturo es
bueno extrayendo los ojos sin matar a la víctima y Santino es muy bueno
rompiendo huesos, uno tras otro de modo que la tortura dure tanto como sea
posible. Pero sabes eso, Rocco, ¿verdad? Después de todo, eras mi Consigliere.
Arturo se puso de pie con un brillo ansioso en sus ojos, pero levanté la
mano.
Giovanni suspiró.
—Debe ser extraño lidiar con alguien que conoces desde hace tanto
tiempo.
227
A
nna y Sofia se reían mientras salían corriendo del baño
ruborizadas con sus vestidos de dama de honor. Cada vez que las
veía juntas, me sorprendía lo similares que se veían cuando uno
no prestaba mucha atención a los detalles. El cabello de Anna era ligeramente
más oscuro que el de su prima, pero no tenían los mismos ojos. El azul de los
Cavallaro.
Sofia asintió con entusiasmo, entrelazando sus dedos con los de mi hija.
Leonas asintió, pero le dirigió a Anna una mirada asesina. Ella sonrió.
Dante tocó la cabeza de Leonas y luego se dirigió hacia mí con una 229
expresión exasperada.
—Mentirosa.
—Esta será una boda hermosa. Serafina y Danilo son una pareja tan
hermosa.
—¡Deja de espiarnos!
—¿Estás de humor para una pequeña apuesta? Digo que no van a superar
la ceremonia de la boda sin pelear.
—Solo hago apuestas que gano.
—Por supuesto. Es por eso que tenemos casinos. La casa siempre gana.
—Estoy bien.
—Tú también.
—Tu hermana te va a extrañar una vez que te mudes —dije en voz baja.
—Me mudé hace unos meses, pero Emma vivirá conmigo tan pronto
como Serafina se haya instalado en la mansión.
Danilo me dio una sonrisa rápida y luego empujó a Emma hacia sus
padres. Anna y yo también nos sentábamos en la primera fila. Unos minutos más
tarde, Sofia, Ines y Pietro se unieron a nosotros. Aunque era tradición que el
padre llevara a la novia al altar, Samuel lo haría. Él y Serafina eran de lo más
cercano como podía esperarse de gemelos.
—Lo sé.
—¿Serafina? —grité.
Asintió.
—Me voy. Conozco esta ciudad, cada rincón, cada esquina. Voy a
encontrarlos.
Ines saltó del banco y corrió hacia mí. Estaba descalza y su maquillaje se
había corrido de llorar. La atrapé cuando tropezó contra mí, sus ojos frenéticos
encontrándose con los míos.
—¿Qué está pasando? ¿Dónde están mis hijos? ¿Dónde está Pietro?
—Samuel estará bien. Está siendo atendido. —Hice una pausa, sin saber
cómo decir lo que había que decir. Miré a Anna por un momento, quien me
miraba con los ojos completamente abiertos y horrorizados. No podía imaginar lo
que la noticia le haría a mi hermana. Si Remo tuviera a Anna en sus manos. Mi
garganta se contrajo de solo considerar la opción—. La capturaron, Ines. Pero
enviamos a nuestros hombres a buscarla en la ciudad, y alerté a todos los
soldados para que vigilen cualquier rastro de ella. Vamos a encontrarla.
Temía que fuera exactamente por eso que Remo la hubiera elegido. La
furia se disparó por mis venas. Había ido demasiado lejos, y debía pagar por ello.
—La Camorra.
Ines me miró con culpa en sus ojos y eso me cortó aún peor de lo que
nunca admitiría.
—Ines…
—Franco, tenemos que evacuar a todos ahora mismo. Diles a tus hombres
que se aseguren que todos tengan suficientes guardias para llegar a sus hoteles. Si
es posible, deberían regresar a casa de inmediato.
Franco suspiró.
—Papá y yo te protegeremos.
—Tus padres cuidan de Samuel. Fue herido, pero va a estar bien. —Dudé.
¿Cómo decirle a una niña de once años que su hermana había sido secuestrada
por el enemigo que no eran mejores más que los peores monstruos de sus
pesadillas? Sus ojos sostuvieron los míos esperanzados y aterrorizados a la vez.
Toqué su mejilla—. Estamos buscando a Fina. Alguien se la llevó, pero la vamos
a encontrar.
Val adoptó una expresión valiente y envolvió sus brazos sobre Anna y
Leonas.
—Está bien, Sofia. Voy a protegerte. Una vez que volvamos a la casa de
seguridad, llamaré a tus padres para que sepan dónde estamos de modos que
puedan unirse a nosotros con Samuel.
—Aquí estoy.
Sofia se echó hacia atrás, sollozando. Tenía los ojos de Ines. Superado por
una nueva oleada protectora, acaricié su cabeza nuevamente antes de
enderezarme y cerrar la puerta. Leonas se sentó junto a su hermana, intentando
mantener una expresión valiente. Le di una sonrisa tensa y él enderezó los
hombros un poco más.
Val tomó mi mano al momento en que me puse detrás del volante. Estaba
temblando, pero mantenía la cabeza en alto, intentando parecer tranquila.
Era una casa rodeada de muros altos y un jardín vasto, diseñada para dar
cabida a las personas que necesitaban protección, especialmente a los visitantes
importantes.
No me relajé hasta que estuvimos dentro. Val se hizo cargo de los niños,
conduciéndolos escaleras arriba para que así pudieran cambiarse de ropa. La casa
siempre ofrecía una amplia gama de ropa, para niños, mujeres y hombres, de
modo que estaba seguro que Val encontraría algo apropiado para ella y los niños.
—¿Dónde estás?
—¿Puedes decirle a alguien que busque las cosas de Ines y Pietro? No los
quiero en el hotel. También tienen que venir a la casa de seguridad.
—¿Alguna pista?
—La Organización los está buscando. Me uniré a ustedes tan pronto como
Samuel y Pietro estén en la casa de seguridad.
El orgullo sonó en su voz y tenía todas las razones para sentirse así.
Asentí distraídamente.
Me paré.
Ahora que no tenía que mantener las apariencias ante el público o con
nuestros hijos, el temor destelló claramente en sus ojos. Crucé la distancia entre
nosotros, acunando su rostro y besándola.
Asentí bruscamente.
—Una vez que Pietro y Samuel estén aquí, nos uniremos a la caza por
Serafina.
Besé su coronilla.
Apreté mi agarre sobre ella, sin decir nada. Mi seguridad era irrelevante
siempre y cuando mi familia permaneciera intacta. Daría mi vida si eso los
protegía.
Esta mañana, las risas de Anna había sonado en mis oídos, ahora tenía que
ver a mi hija acurrucada en la cama estrecha en la casa de seguridad, vestida con
un pijama ajena. Su cabello todavía estaba en su hermoso peinado de boda. Se
había negado a soltarlo.
Las lágrimas escocieron en mis ojos. Lo habían hecho todo el día, y con
cada momento que pasaba la lucha por contenerlas se tornaba más difícil.
Caminé hacia la cama, respirando profundamente, y me hundí en su borde.
Toqué el cuello de Anna, sintiendo las horquillas allí.
—Mami…
—¿Puedo jugar al póker con Taft y Enzo? Me dijeron que necesito pedir
permiso.
Anna asintió.
—¿Es por eso que papá insiste en que sea educada en casa?
—Sí.
—Me siento muy mal por Sofia. Estaría aterrada si alguien lastima a
Leonas. —Toqué su cabeza—. ¿Ellos van a lastimar mucho a Serafina?
Para Anna, “ellos” era un concepto general, un enemigo sin forma que
quería hacernos daño. No sabía lo que era la Camorra o lo que representaban. No
podía ni imaginar los horrores que podrían aguardarle a Serafina en manos de
esos monstruos. ¿Por cuánto tiempo esos conceptos de miedos permanecerían sin
forma para mi hija?
—Ines…
Di un paso atrás.
—Por supuesto. —Sofia bajó la mirada a su libro, evitando mis ojos. Me
giré y salí de la habitación. Me apoyé contra la pared fuera de la habitación, por
un momento. La paz era cada vez más improbable, con cada acto de violencia en
ambos lados.
Bajé las escaleras hacia el gran espacio comunitario donde varios guardias
jugaban póker con Leonas. Era una vista extraña, mi hijo pequeño posado en su
silla, con todos esos hombres armados y musculosos alrededor de él. Su
expresión lucía enfocada y determinada a medida que escaneaba sus cartas. Los
hombres estaban tomando café o Coca-Cola, y Leonas también tenía un vaso de
la bebida frente a él. Por lo general, no dejaba que nuestros hijos la tomaran a
excepción de Año Nuevo o su cumpleaños, pero hoy no era tiempo para las
reglas.
—No lo hace —dijo Enzo. Se hundió nuevamente y les dio a los otros
hombres una señal para continuar—. Puede unirse a nosotros si quiere. 246
Eso le valió algunas miradas de sorpresa de los otros guardias.
Leonas resopló.
—¿En serio?
—Sí. ¿Están jugando Texas Hold 'em? —Era la única forma de póker en
la que era buena.
—Diez y veinte.
Me reí.
—Digamos que, mejor nos olvidamos de las tasas de intereses —dijo con
un guiño. Teniendo en cuenta que era de la edad de mi padre, sabía que era el
típico soldado de buen humor, y de hecho, lo prefería en lugar de las reverencias
rígidas que recibía a menudo.
Los malos. Mis ojos observaron a los cuatro hombres en el vestíbulo con
sus armas, ojos cansados y cuerpos con cicatrices. Me pregunté si los niños
pequeños de la Camorra les hacían la misma pregunta a sus padres cuando 248
hablaban de nosotros. ¿El hijo de Luca le preguntaría eso cuando hablaba de
Dante? Ser malo siempre era una cuestión de perspectiva.
Aun así, una cosa era segura, los Falcone eran lo peor. Incluso en nuestro
mundo.
Danilo sacudió la cabeza con una expresión áspera y pasó junto a nosotros
hacia el gabinete de licores, vertiéndose una generosa cantidad de un líquido
oscuro.
—¿Por qué carajo están jugando en una situación como esta? —gruñó a
los soldados. Los hombres bajaron la cabeza.
Mis ojos se encontraron los de Dante, pero su expresión era una máscara
de control. Debía ser malo si actuaba así.
Un vaso se rompió.
Dante se sentaba al borde de la cama, con los brazos apoyados sobre sus
muslos, luciendo un poco aturdido y… culpable.
—Esto no es tu culpa.
Dante sacudió la cabeza, su máscara volviendo a su lugar. Odiaba que
sintiera la necesidad de hacerlo, pero también me decía que su confusión interna
era tan fuerte que quería protegerme de eso.
Sacudió la cabeza.
Estaba mintiendo y eso fue más una respuesta que sus palabras reales.
—¿Lo haré? ¿A tiempo para qué? Podría ser demasiado tarde mientras
hablamos. Hasta donde sabemos, el cuerpo profanado de Serafina ya ha sido
arrojado en algún sitio donde lo encontraremos. Val, ¿siquiera te das cuenta de la
clase de horrores de las que es capaz Remo Falcone?
Me agarró por los brazos con demasiada fuerza. Su ira no estaba dirigida a
mí, pero Dios mío, me golpeó como un huracán, dejándome desorientada y
sacudida.
—Creo que debemos tener en cuenta que Serafina ya está en Las Vegas u
otra ciudad en territorio de la Camorra. Sin embargo, dudo que la mantengan
cerca de nuestras fronteras.
Pietro estaba más sobrio. Su preocupación por su hija no era menos aguda
que la de ellos, pero sabía cuán peligroso era Remo y que no nos devolvería a
Serafina al empezar a matar a sus lugartenientes. Nos la enviaría, pedazo por
pedazo.
—Vamos a comer.
Pietro y yo nos levantamos. Samuel no se movió y Danilo se limitó a
sacudir la cabeza y mirar por la ventana enojado.
La mesa en la gran cocina estaba puesta para nuestra familia. Ines levantó
la vista cuando entramos y la tristeza en sus ojos se sumó a mis hombros como
un peso adicional.
—Cavallaro.
Nunca había oído la voz de Remo Falcone y sin embargo sabía que era él.
—Remo —dije.
—¡Dile que voy arrancarle la puta garganta! —rugió Samuel.
Danilo me alcanzó.
Levanté la mano para detener a los demás. Sus gritos y rugidos solo le
darían a Remo lo que ansiaba y no lo permitiría.
Remo rio entre dientes. Lo haría pagar por esto. Un día lo haría sufrir diez
veces más.
—Sí, porque viva vale más que muerta. —Remo no renunciaría a este
juego del gato y el ratón a corto plazo. Era demasiado divertido para alguien
como él.
—Aún no.
Asentí bruscamente.
Samuel se me acercó.
—¿Qué hay de Fina? ¿Sabes algo?
—¿Nos va hacer ver? —Se dejó caer en un sillón y apoyó los codos sobre
sus rodillas—. ¡El maldito cabrón nos hará ver cuando la torture o… o… folle!
Samuel apuntó con la cabeza hacia la puerta donde Anna, Leonas y Sofia
asomaban la cabeza con los ojos completamente abiertos y los labios separados.
—Dante, ¿en serio crees que van a lastimar a mi niña delante de una
cámara y hacer que veamos? —Miró hacia mí, esperando que lo negara,
rogándome que lo hiciera, y quería hacerlo, tenía que hacerlo, de modo que
mentí.
Así era. Remo iba a lastimar a Serafina frente a nosotros. Era el comienzo
de nuestra tortura, el siguiente paso en su juego.
Pietro asintió.
257
—Ines va a insistir, pero me mantendré firme. No debe ver eso. —Se
hundió en el sofá, cerrando los ojos—. Mierda, no quiero verlo. Yo… —Puso su
cara entre las palmas de sus manos, respirando temblorosamente—. Si él… si
él…
Danilo hizo el sonido más pequeño, uno que con suerte solo nosotros
pudimos escuchar. Su lucha interna estaba escrita en toda su cara.
Remo pareció mirarme fijamente por un momento, un desafío, una
invitación a la guerra. Si quería la guerra, la tendría. Luego se enfrentó a
Serafina, quien se puso rígida.
Incluso sin ver su rostro, sabía que Remo se regodeaba. Sabía exactamente
lo que esto nos hacía. Incluso si no le importara nadie lo suficiente como para
sentir la misma angustia cuando eran torturados, estaba bastante familiarizado
con las emociones humanas.
—No.
262
N
os mudamos a una casa de seguridad en Minneapolis porque
Dante determinó que era demasiado arriesgado tenernos a todos
bajo un mismo techo por las noches. Pero pasábamos todo el día
en la mansión de Ines y Pietro. Nos instalamos en una extraña rutina y los días
comenzaron a desdibujarse.
Me levanté.
—¿Por qué no van a buscar lo que van a llevarse con ustedes hoy?
Saldremos en quince minutos.
—Ven, Leonas.
—¿Qué pasa?
—Remo hizo su primera demanda —dijo con una voz mortal que me dijo
que estaba luchando por controlarse. Se levantó y me miró—. Quiere
Minneapolis.
Resoplé.
—¿Qué quiere?
—Puede quedárselo.
—Ines, él sabe que Dante jamás le dará parte de su territorio. Entregar una
ciudad importante al enemigo pondría en peligro a todos.
—Quieres decir que pondría en peligro a tus hijos —dijo con ferocidad.
—Lo siento. Eso fue innecesario. Yo… —Tragó con fuerza, y presionó su
mano sobre sus ojos—. Me siento tan impotente. Siempre les dije a mis hijos que
mantendría los monstruos a raya. Y aquí estoy, mi hija en manos de un monstruo
y yo aquí sentada tomando café, incapaz de ayudarla, de protegerla.
—No lo sé. Las cosas han ido escalando más y más. Hay tanto odio entre
las famiglias. ¿Cómo terminará todo esto? —La paz era aún menos una opción
después de lo que Remo había hecho. Dante preferiría hacer otro tratado de paz
con Luca antes de aceptar una tregua con la Camorra—. ¿Siquiera tenemos
alguna opción? La Camorra y la Famiglia trabajan juntas. Están en contra de
nosotros.
No dije nada. Las cosas se veían mal para nosotros. Luca no trabajaría con
Dante, no después del incidente de las fotos y no cuando eso implicaba tener a la
Camorra como su enemigo. ¿Quién más estaba allí? La Unión Corsa en Canadá,
pero se mantenían en secreto. No compartíamos el mismo fondo cultural o
lingüística. No confiaban en nosotros y tenían poco que ganar de una
cooperación. No se arriesgarían a un conflicto con la Camorra y la Famiglia. ¿Y
la Bratva? Los Pakhan en Chicago que gobernaban la mayor parte de la Bratva
en el Medio Oeste tenían algún tipo de pacto de no agresión con Remo Falcone.
Era fácil dar consejos cuando no tenías que sufrir las consecuencias. Podía
dar a Dante mi opinión, porque en última instancia, él era quien sería juzgado por
ello. Teniendo que cargar con el peso de la responsabilidad.
Sintiendo que Ines quería estar sola, fui en busca de Leonas para decirle
que cenaríamos todos juntos. Danilo también estaría allí. Decidió alternar entre
Indianápolis y Minneapolis tan a menudo como era posible. Para alguien tan
joven como él, estaba cargando con mucha responsabilidad. Un padre enfermo,
una hermana discapacitada, gobernar sobre Indianápolis, y ahora salvar a su
prometida.
267
—¡Leonas! —llamé.
—Está conmigo —dijo Dante desde una habitación al final del pasillo en
la que nunca presté mucha atención. Para el momento en que entré, me congelé.
Era un arsenal. Eso explicaba las ventanas enrejadas y la puerta pesada.
Cuchillos, ametralladoras y pistolas se alineaban en los estantes.
—Ahora ve al comedor.
Leonas salió corriendo, sonriendo como si este hubiera sido el juego más
divertido del mundo. Cerré la puerta para mayor privacidad.
Dante cargó el arma con calma, y después la puso en una de sus fundas.
Sacudió su cabeza.
Di un paso atrás.
—A los doce.
Me estremecí.
Dante
Pietro tomó otra calada profunda del cigarrillo, lo arrojó al suelo y lo pisó.
—Tenemos que atacar a Las Vegas. Cada día que Serafina sigue con ese
imbécil, destruye otra parte de ella. No podemos solo sentarnos y esperar. —Su
tono puso mis vellos de punta, pero le di holgura.
—Entre Las Vegas y nosotros nos esperan más de cientos de seguidores
leales a Remo, hombres dispuestos a morir por él. Están entre Serafina y
nosotros, y aún si llegamos a Las Vegas sin que ninguno de ellos lo descubran, lo
cual es poco probable teniendo en cuenta que necesitaríamos un ejército para
entrar en Las Vegas, estaremos en terreno de Remo. Él conoce a Las Vegas, y
nuestros informantes nos dicen que es casi imposible conseguir pasar más allá de
las medidas de seguridad de la mansión Falcone. Es decir, si Serafina aún está
allí. Docenas morirían.
—Me importan una mierda. Todos ellos pueden morir, siempre y cuando
recupere a Fina —gruñó Samuel.
Anna frunció el ceño y luego miró su plato. Después del desayuno, la llevé 272
a un lado.
—Gracias, papá.
—Sé que estás ocupado, pero me alegra que intentes hacer tiempo para
ellos. Este también es un momento difícil para ellos.
—Lo sé —dije en voz baja. Deseaba que mis hijos no tuvieran que
presenciar toda esta cruda brutalidad de la vida en la mafia.
—¿Qué? —La furia en mi voz hizo que Anna me mirara con sus ojos
completamente abiertos. Le di una sonrisa tensa y me desenredé suavemente de
ella antes de ponerme de pie.
—Maldita sea, Pietro. ¡Esa es una misión suicida! No volverán con vida, y
mucho menos con Serafina. ¡Remo estará furioso por esta nueva infracción de su
territorio! —Pietro no dijo nada durante casi un minuto, y estaba intentando
conseguir un agarre sobre mi ira y preocupación creciente. Si Samuel moría
intentando salvar a Fina y si Remo la mataba para hacernos pagar… Ines no
sobreviviría a eso—. ¡Maldición! —gruñí, dándome cuenta demasiado tarde de
lo cerca que estaba Anna. Intentaba no maldecir delante de ella, pero había 273
fallado repetidamente en las últimas semanas. Bajé mi teléfono un poco—. Ve a
buscar a tu madre. Dile que necesito ir con tu tío y tu tía.
Pietro hizo un pequeño ruido de afirmación. Colgué y cerré los ojos. Dios
mío, Samuel. Remo lo destrozaría pedazo por pedazo y lo grabaría para que todos
lo viéramos. Tal vez incluso lo haría en un vídeo en directo y nos obligaría a
verlo, o también mataría a Serafina.
No tuvimos noticias de Samuel o ninguno de sus compañeros ni pudimos
llegar a ellos: hasta el día siguiente, cuando un Samuel un poco apaleado pero
vivo y un soldado bastante torturado y muerto fueron entregados a nuestro puesto
de avanzada cerca del territorio de la Camorra.
—¿Está vivo?
Sacudí mi cabeza.
—No sabemos nada. Aún no hablo con Samuel. Está volando en un jet
privado ahora mismo. Debería estar aquí pronto.
—Me sorprende que Remo lo dejara vivir —dijo Danilo con el ceño
fruncido—. Creo que todos podemos estar de acuerdo que no es un acto de
misericordia. Ese bastardo no tiene misericordia.
Las manos de Ines temblaron contra mi pecho y sus ojos me rogaron ser
misericordioso. Había matado por ella, un hombre que estaba destinado a ser mi
Consigliere. Lo haría de nuevo. Nunca me arrepentí de mi decisión porque la
felicidad de Ines había estado en juego, incluso su vida.
Y hoy me enfrentaba a una elección similar. Solo que ahora tenía que
decidir no matar a un soldado que mereciera la muerte por su traición.
—Dante… —comenzó Pietro pero levanté la palma para detenerlo. Lo
respetaba, pero esto no era entre él y yo.
—Hablaré con Samuel. Me aseguraré que nunca más actúe fuera de lugar
—dijo Pietro a medida que nos instalábamos en los sillones de felpa en su
oficina.
Ladeé la cabeza.
Un rato después, recibí una llamada avisando que Samuel estaba casi en la
mansión.
Pietro se apresuró a decirle a Ines, pero me quedé para hablar con Danilo.
—A veces no estoy seguro si aún habrá una unión entre nuestras familias.
¿En serio crees que recuperamos a Serafina con vida? —Alzó la vista, sus ojos
torturados y enojados.
Rocco me había dicho algo similar hace muchos años atrás. Esperaba que
las cosas con Danilo no terminaran de una manera similar.
277
Permití que Pietro, Sofia e Ines tuvieran unos minutos para su reunión
familiar después de la llegada de Samuel. Tenía moretones en la cara y los ojos
inyectados en sangre. Su brazo derecho estaba enyesado y sus movimientos
sugerían que sus costillas hacían que el movimiento fuera doloroso.
Eché un vistazo a mi reloj. Val y los niños vendrían a cenar, pero quería
tener mi conversación con Samuel para entonces.
Samuel captó mi mirada y la resignación llenó sus ojos azules. Los ojos de
Ines. Mis ojos.
Estaba furioso con él. Furioso por sus acciones precipitadas, pero al verlo
y la expresión rota en sus ojos, me di cuenta que Samuel ya estaba
experimentando su propia tortura personal.
Samuel se dejó caer en uno de los sillones y hundió la cara en las palmas
de sus manos, dejando escapar un suspiro tembloroso.
—Por nada. Todo fue por nada. —Se estremeció, cerró los ojos—. Sé que
traicioné a la Organización, te traicioné yendo a tus espaldas. Deberías
castigarme por eso.
Sí, debería. Recordé cuando dio sus primeros pasos. Carla y yo habíamos
278
visitado a Ines en ese momento. Samuel fue el primero de los gemelos en
descubrir la mansión en sus propias piernas, pero Serafina pronto lo siguió,
siempre decidida a estar cerca de él.
—¿Qué pasó?
Mi voz sonó firme pero libre de ira, y me di cuenta que era porque
sorprendentemente, apenas si la sentía. También habría intentado salvar a Ines.
Samuel era joven. Aprendería de sus errores. Era doloroso pero necesario.
—Nos vencieron. Los Falcone, son una unidad. Nino y Remo… —Su
boca formó una mueca—. No pueden ser derrotados en su territorio…
—Es por eso que no estuve de acuerdo a un ataque. Sabía que iba a fallar.
—No voy a matarte, Sam. Ni ahora y ni cuando Fina esté de vuelta en 279
casa.
—Por mamá.
—No lo haré —dijo ferozmente, pero sabía que una promesa como esa
podía romperse fácilmente.
—Sí… sabiendo que Fina está sufriendo por mi estupidez. —Se quedó en
silencio.
—Tío, ataca a Las Vegas. Pide ayuda a todos los lugartenientes, capitanes
y a cada maldito soldado que pueda ayudar y pisotea a ese jodido cabrón.
Me preocupaba que Samuel pudiera tener razón, pero Remo tenía sus
propios demonios. Había una cosa que Remo quería más que cualquier otra cosa.
—Luca no va a entregárnoslo.
Ines y ella estaban jugando un juego de mesa con las niñas en la mesa del
comedor mientras nosotros los hombres nos habíamos acomodado en los sofás 281
para discutir posibles soluciones. Era inútil intentar ocultarles todo a los niños.
Después de semanas viviendo en estado de emergencia, se habían acostumbrado.
El timbre sonó.
Samuel puso los ojos en blanco, pero se puso de pie. De todos modos, los
guardias no habrían dejado que alguien se acercara a la puerta si no hubiera
pasado su escaneo inicial.
—Arriba —gruñí.
Los ojos de Leonas brillaron con sorpresa. Lo solté y él irrumpió escaleras 282
arriba.
No lo hice.
—Ines, déjanos…
Estoy seguro que todos se han reunido en este momento difícil para
congregarse. Esto me permite presentarles mi regalo a todos ustedes.
Compartir es bueno, ¿verdad? 283
Siempre pensé que la tradición de las sábanas sangrientas de la
Famiglia era un relicto ridículo del pasado, pero tengo que decir que me
considero reformado. Tiene algo muy satisfactorio presentar la prueba de tu
victoria a tus adversarios. Les alegrará saber que le hice saber a Luca que
tomé prestada la tradición de su Famiglia para enviarles un mensaje bastante
gráfico. Les manda saludos.
Tengo que decirlo, Pietro, criaste a una campeona. Luchó contra mí con
uñas y dientes para defender su honor. Hizo que mi reclamo sobre tu hermosa
hija fuera aún más entretenido.
Danilo miró las sábanas, con la cara congelada y los brazos colgando
flojos a su lado.
Pietro estaba de espaldas a nosotros, sus hombros temblando. Mis
músculos se habían paralizado en un estado de shock y una ira tan profunda que
amenazó con romper las paredes que había construido durante décadas.
¿Y tú, Dante? ¿Qué sientes ahora que has fallado en proteger a uno de
los tuyos, porque fuiste demasiado orgulloso para admitir la derrota? Espero
que tu orgullo valga la pena viendo la prueba de cómo sufrió Serafina en mis
manos, ¿o debería decir pene?
Remo
—Ines —dijo con una nota tensa. Podía ver la angustia en sus ojos. Dante
no tenía problemas para tomar difíciles decisiones duras, pero esto iba más allá
de lo que nunca había esperado.
285
Ines cayó de rodillas, aferrándose a las pantorrillas de Dante. Lo miró
desesperada.
—Te lo ruego, Dante. Estoy de rodillas, por favor salva a mi hija, salva a
Fina. Por favor.
—Ines, para. Ines. —Luchó contra él, aferrándose a las piernas de Dante
como si le ofrecieran salvación: la salvación de Fina.
Nuestros ojos se encontraron. El rostro de Dante era una máscara dura, sus
ojos tumultuosos. Quería decir algo tranquilizador para aliviar el peso de la
responsabilidad descansando en sus hombros, pero mi mente estaba en blanco.
—Voy a ver a los niños —dije. Incluso si anhelaba ser sostenida por
Dante, podía decir que necesitaba unos minutos para sí mismo. Solo asintió, ya
dándome la espalda.
Anna y Sofia se sentaban en la cama con las piernas cruzadas, sus rostros
confundidos y temerosos. Me buscaron por respuestas, y por un momento supe
cómo se sentía Dante cuando todos sus hombres siempre recurrían a él en busca
de soluciones.
Anna asintió.
—De acuerdo. Iré por algo de comer. —Le di una sonrisa agradecida. Casi
a los once, ya era más responsable que yo a su edad. Eso era herencia de su
padre, sin duda alguna.
—No está enojado contigo. Tal vez lo estuvo por un momento, por lo que
288
dijiste. Tienes que pensar antes de hablar o podrías lastimar a las personas,
¿entiendes?
—Supongo.
—Cuenta hasta tres antes de decir algo que podría molestar a los demás.
—En este momento, si es algo sobre Fina. Todo el mundo está muy
afectado.
Algunas de las acrobacias que había atrapado a los niños haciendo con sus
bicicletas casi me habían dado un infarto. Sin mencionar que Dante perdería la
cordura si salía de casa con Leonas para dar un paseo.
—¡Sí! —Si esto causaba mucha emoción a un niño de siete años, sería
algo que definitivamente no disfrutaría, sobre todo si había slime involucrado, 289
pero quería distraerlo.
—¿Papi?
No estaba seguro que “triste” fuera la palabra adecuada para describir mis 290
emociones.
—Todo va a estar bien. Vas a hacer que todo esté bien. Siempre lo haces.
Anna asintió. Sabía que esa era mi señal para indicar que necesitaba
trabajar.
—Es curioso que digas eso. Cuando tus soldados atacaron mi territorio,
dispararon a mi hermano de trece años. Tú rompiste primero esas jodidas reglas,
así que déjate de estupideces.
Anna, Leonas, Val… jamás se acercaría a ellos. Haría cualquier cosa para
protegerlos, incluso si es necesario caer tan bajo como él.
Samuel no creía que Remo se preocupara por nadie más, pero el tono
protector que usaba cuando mencionaba a sus hermanos me llevaba a creer otra
cosa. Era una pizca de esperanza.
—Pensé que las sábanas podrían haberte hecho entrar en razón, pero veo
que quieres que Serafina sufra un poco más.
Intenté llamar a Remo en los días siguientes, pero ignoró mis llamadas. La
desesperación de Ines se disparó con cada día que pasaba, y lo mismo pasó con el
deseo de Danilo, Samuel, y Pietro para seguir adelante con nuestro ataque sobre
el Ejecutor de Luca.
Intercambiar a una niña sin valor por un antiguo Consigliere sería visto
por algunos de manera crítica. Otros, aquellos que valoraban a su familia, me
juzgarían más amablemente. No importaba. Había tomado mi decisión. Tenía que
salvar a Serafina, por su bien y el bien de mi familia.
292
V al había horneado un pastel para el undécimo cumpleaños de
Anna y celebramos una pequeña reunión que pareció más a un
funeral.
Anna apagó sus once velas, y cerró sus ojos con fuerza. Sabía cuál era su
deseo incluso sin que ella lo revelara. Esperaba que las cosas fueran bien
mañana, que todos regresáramos con Serafina. También era mi mayor deseo. 293
Muchas cosas dependían del resultado del intercambio, y más importante aún, la
felicidad de mi familia.
Anna sonrió cuando desenvolvió los utensilios de pintura que Val le había
comprado. Todos comimos pastel después, intentando mantener una
conversación sin sentido, pero fue imposible superar la tensión.
Todos nos fuimos a la cama temprano, pero el sueño no llegó. Ni para mí,
ni para Val. Se aferró a mí en la oscuridad, su cuerpo tenso por la ansiedad.
—Estoy tan asustada de que esto sea una trampa. Ir a Las Vegas es una
locura, lo sabes. Remo podría planear matarlos a todos.
—Podría, pero lo dudo. Nos matará más adelante, después de que
hayamos sufrido durante un tiempo.
—¿Sufrido?
Val exhaló.
—No puedo vivir sin ti, Dante. No dejes que la rabia te consuma mañana.
No te arriesgues.
Mi ira por Remo era casi indomable. Quería verlo de rodillas, suplicando
misericordia. Mañana no sería ese día. Pero eventualmente…
Besé a Val y deslicé mis dedos entre sus suaves muslos, queriendo sentir
su calor, queriendo sentirme vivo. No quería hablar, no de todas las formas en
que esto podría salir mal.
294
Nuestro beso fue lento y mis dedos también. No estaba abrumado por la
lujuria. Ni siquiera quería correrme. Solo necesitaba hacer que Val se sintiera
bien, necesitaba perderme en su calor y sus gemidos.
—Mañana no —soltó.
—Mañana no —prometí.
Danilo y yo sacamos a Rocco del baúl del auto cuando llegamos al lugar
designado para la reunión treinta minutos antes de la hora acordada. Escaneé
nuestro entorno, pero no pude detectar ningún francotirador en los tejados de los
alrededores. Los ojos desesperados de Rocco atraparon los míos y luchó contra
sus ataduras, intentando hablar a pesar de la cinta adhesiva sobre su boca. Lo
dejamos caer al suelo y luego esperamos. El calor seco nos saludó y el sudor me
escurrió por la espalda bajo las gruesas capas de mi traje.
Danilo contemplaba a Rocco con disgusto, pero los ojos de Rocco estaban
en mí, todavía esperando que cambiara de opinión.
Remo sonrió.
—La próxima vez que consideres joder con nosotros, mira a tu sobrina,
Dante, y recuerda cómo le fallaste a ella.
Lo haría. Les había fallado a todos. Había hecho lo que creí que era lo
mejor y aún no podía ver qué otra cosa podría haber hecho después de que Remo
hubiera secuestrado a Serafina. Antes de eso, mucho antes de eso, debí haber
removido a Rocco de su posición.
—Entrega a Scuderi.
Remo sostuvo mis ojos por un momento, había desafío en ellos. Era el hijo
de Benedetto de principio a fin. Los mismos ojos y locura. Su padre había caído
profundamente, y Remo también caería y su reino caería con él.
Remo acercó a Serafina una vez más contra sí, y ella se estremeció. Apreté
los dientes con tanta fuerza que el sonido vibró en mi cabeza. Al final, Remo
empujó a Serafina y ella tropezó hacia mí, sus ojos desorientados.
—Gracias.
Puso la taza sobre la pequeña mesita a mi lado y luego se dejó caer en otra
silla en el porche. Había estado separado de su familia durante largos períodos de
tiempo mientras protegía a mi familia en Minneapolis, pero nunca se quejó.
—Estarán bien.
Ayer, Anna había cumplido once años, una edad en la que el futuro
brillaba esperanzado ante ti, pero lo único en lo que podía pensar era en cómo
proteger a mi hija de los horrores de este mundo. ¿Quién podía decir que Remo
no probaría suerte nuevamente y esta vez secuestraría a mi niña?
Enzo me miró, sus cejas oscuras frunciéndose. Cumplía cincuenta este año
y su edad se reflejaba en su rostro, curtido por el sol. Algunas canas se asomaban
en su cabello y cejas. Taft era incluso mayor. Eran buenos guardaespaldas.
Diligentes y vigilantes. Confiaba en ellos, pero necesitábamos sangre fresca y 299
más protección.
—Quiero un guardaespaldas para cada uno de mis hijos —dije. Una vez
que Leonas fuera mayor, Dante insistiría en que podía protegerse por su cuenta,
pero por ahora tanto él como Anna, necesitaba un guardaespaldas que lo
protegiera solo a él. Taft había llevado a Leonas a la escuela y lo protegió allí
mientras Enzo vigilaba nuestra casa con unos pocos hombres responsables del
perímetro general.
—Sí. —Anna cantó otra canción, una melodía triste que no reconocí.
Enzo asintió.
Enzo lo pensó.
—Por supuesto.
—De acuerdo.
—¿Dante? —jadeé.
—Val, estamos de camino a la mansión. Todos estamos bien.
—Te amo —solté. Enzo apartó la mirada, intentando fingir que no podía
oírme. Por lo general evitaba este tipo de exclamaciones emocionales cuando los
demás estaban alrededor, pero en este momento no me importaba si todo el
mundo escuchaba.
—¿Era papá?
Me relajé por primera vez ese día. Superaríamos cualquier cosa que nos
esperara por delante.
—Tal vez debería ver a Ines —dije en voz baja. Dante asintió. Sus ojos
sostuvieron los míos por un momento, y no quise nada más que arrojarme a sus
brazos como lo habían hecho Leonas y Anna. En cambio, me giré y fui en busca
de Ines.
Me mordí el labio.
—Ella insistió.
No dije nada, pero temía que tuviera razón. Danilo todavía quería a 303
Serafina y según nuestras reglas él tenía derecho a ella, pero una boda parecía
poco probable dado el estado emocional de Serafina.
Unos minutos más tarde, Danilo emergió, con una mirada oscura en su
rostro y el anillo de compromiso de Serafina en su palma extendida, como un
monumento conmemorativo de lo que solía ser. Levantó la vista.
—Esto no les gustará a los Mancini —dijo Pietro en voz baja—. Nuestras
familias estaban destinadas a convertirse en una para fortalecer a la
Organización. Indianápolis es la ciudad más importante de la Organización.
—Por favor, ten cuidado, Dante —dijo en voz baja—. Ya ha pasado por
mucho.
—Serafina.
Y aun así, todo lo había hecho. Todos lo hicimos. Nuestra familia lo hizo.
Serafina lo hizo. Ninguno había resultado intacto de los horrores que nos provocó
Remo Falcone.
Danilo y yo nos sentamos en sillones uno frente al otro. Eran más de las
diez de la noche, pero ninguno de nosotros tenía ganas de dormir.
—Cuida tu tono, Danilo. Me doy cuenta que esta es una situación difícil,
pero de todos modos espero respeto.
—No voy a conformarme con menos que una unión con tu familia.
—Es un hecho, Dante. Creo que eres un buen Capo pero insisto en
conseguir lo que merece mi familia. No me conformaré con menos.
Asentí.
—Estoy de acuerdo.
Intercambié una mirada con Pietro, quien cerró sus ojos brevemente. Se 307
puso de pie y nos dio la espalda.
—Pietro, si seguimos las reglas, Danilo podría exigir casarse con Serafina.
Estaban comprometidos.
Danilo resopló.
—¿Danilo?
—¿Qué condición?
—Está en…
—En una silla de ruedas, sí. Por eso nadie de valor la quiere. Mi hermana
se merece solo lo mejor, y tú eres el heredero de Minneapolis. Si todos ustedes
quieren esta unión, entonces Samuel va a casarse con mi hermana, y luego me
casaré con Sofia.
—¿Tendrá que servir? —gruñó Samuel, dando un paso adelante con los
ojos entrecerrados—. Estás hablando de mi hermanita. No es una maldita cosa
que aceptas como premio de consolación.
—La boda tendrá que esperar hasta que Sofia sea mayor de edad —dijo
Pietro, luciendo cansado.
Pietro asintió.
309
—Entonces, está decidido —dije.
—Estuviste de acuerdo a una unión con Danilo hace años, Pietro. Eso no
fue cosa mía. Querías una unión entre él y Serafina.
—No es un hombre que abuse de una mujer, sin importar lo cambiado que
esté por lo que sucedió.
—Espero que ahora que esto está decidido, todos podamos regresar a
nuestras vidas normales. Ines ha estado sufriendo mucho. Necesita un descanso.
Pero unos meses más tarde, Serafina nos dijo que estaba embarazada del
hijo de Remo y cualquier esperanza de olvidar lo que había sucedido quedó
aplastada para siempre.
T
odos habíamos rezado en secreto que los gemelos de Serafina no
mostraran ningún parecido con su padre. Era nuestra única
esperanza en este momento, nuestra única oportunidad para darles
a estos niños un futuro en la Organización.
Ines me llamó poco después de que Serafina dio a luz a un hijo y una hija,
Nevio y Greta.
—No podemos hacer nada más que ayudar a Fina con la situación. ¿Cómo
se lo tomó? —Algunas víctimas de violación no podían soportar que sus hijos se
parecieran a su agresor, pero hasta ahora Serafina se había recuperado
sorprendentemente bien. Había insistido en que no fue violada. Dante y los
demás no le creían, culpando al síndrome de Estocolmo. No estaba del todo
segura, pero no tenía derecho a entrometerme a menos que Fina confiara en mí.
—Está completamente embelesada con ellos. Es como si ni siquiera notara
que parecen Falcone.
—Sé que no debería decirlo, pero desearía que nunca los hubiera tenido —
susurró Ines.
No había estado segura si Ines había exagerado sobre las similitudes, pero
cuando vi los gemelos por primera vez dos días después, tuve que esforzarme
para no mostrar mi sorpresa.
Más tarde ese día, encontré a Fina en la habitación infantil con sus
gemelos, inclinada sobre su cuna compartida, con una sonrisa suave en su rostro.
Levantó la vista brevemente cuando entré antes de volver su atención a sus hijos.
—Tomará tiempo.
Apreté su hombro.
—¿Qué?
—No le digas a Fina. Aún no. Nunca te perdonará si castigas a Nevio por
los pecados de su padre.
—Creo que dejas que tu odio por Remo anule tu lógica, Dante. No te
pierdas en una furia inútil.
Sonrió sombríamente.
—Val, cada vez que pienso en Remo, y eso es cada vez que miro a
Serafina o sus hijos, todo lo que soy es una rabia pura y sed de venganza. No voy
a descansar hasta que tenga mi venganza.
Tragué con fuerza porque sus ojos mostraban una determinación absoluta.
Nada de lo que pudiera decir lo cambiaría.
—Dante —dije en voz baja—. El niño tiene quince años. Serafina dijo que
nunca la lastimó.
—No es inocente, Val —gruñó Dante, sus ojos destellando con furia—. Es
parte de la Camorra. Es un Falcone. No sabes nada de esa familia. Si lo hicieras,
ni siquiera considerarías pedirme que perdone a Adamo Falcone.
—Leonas será reclutado en tres años, ¿eso también lo hará culpable de tus
crímenes?
Dante se tensó.
—No es lo mismo.
Me estremecí.
Dudó, luego se acercó y besó mis labios antes de irse. Caminé detrás de él
lentamente, pero me detuve a mitad de la escalera. Samuel le dio a su padre una
sonrisa sombría que él le devolvió. Su hambre de venganza era tangible. Dante ni
315
siquiera se molestó en ocultar el hambre oscura de sangre.
Antes de irse, Dante alzó la vista una vez más, pero sus ojos no reflejaron
conflicto. No se le concedería ni un poco de misericordia a Adamo Falcone.
Sufriría en lugar de su hermano.
—No me gusta que Fina esté allí cuando torturen al chico Falcone.
Anna me miró con los ojos completamente abiertos. Había esperado que
no se enterara de la tortura, pero Ines estaba tan perdida en su preocupación que
ni siquiera se dio cuenta de lo mucho que acababa de revelar frente a nuestras
chicas.
—Fina dijo que el chico no es mucho mayor que Sofia y yo, solo tiene
quince —dijo Anna.
—Es Camorrista —dijo Ines. Nevio se arrastró hacia mí y lo alcé. Sus ojos
oscuros reluciendo hacia mí, e intenté imaginar cómo Dante y los otros hombres
solo podían ver el mal cuando miraban a este niño.
Suspiré.
—Eres tan tonto. ¿En serio crees que papá te habría permitido quedarte?
Anna cruzó los brazos sobre su pecho. Era una discusión constante entre
los dos que Leonas fuera a la escuela mientras Anna tenía que quedarse en casa.
—Mamá, voy a ser Capo —dijo con una certeza absoluta y como si eso
resolviera el asunto.
Sonreí melancólicamente.
—Lo sé, pero hasta que seas reclutado, solo eres mi niño pequeño.
Había soñado con este día desde el momento en que Remo había
secuestrado a Serafina. Ahora la venganza estaba cerca.
—¿Y?
—Lo hace por sus hermanos —dije neutralmente. Val tenía la tendencia
de intentar ver las cosas desde ambos lados, ver más allá de las fallas de alguien,
pero con Remo, esto no tenía sentido.
—No saben nada de Remo si piensan que les dará lo que quieren —siseó
Adamo entre dientes.
Abrí la puerta.
Samuel dio un paso adelante y golpeó a Remo en la cara, luego le dio una
patada en la ingle antes de estampar su pistola contra su sien. Remo se desmayó
con esa jodida sonrisa retorcida en su rostro. Hice un gesto a algunos soldados.
Se apresuraron hacia adelante y agarraron a Remo para entonces llevarlo a un
auto donde lo empujaron a una cajuela.
Los Falcone ya estaban en su auto, pero Nino me miró con puro cálculo.
Samuel dejó escapar una risa incrédula y le dio una palmada a Pietro en el
hombro, quien le dedicó una sonrisa tensa. Danilo se echó hacia atrás con un
suspiro profundo.
Remo lo miró hasta que su mirada finalmente se encontró con la mía. Aún
sin señales de miedo. Eso cambiaría pronto. Cada hombre tenía un punto de
quiebre. Miró a Serafina nuevamente.
—¿Quieres que te pida perdón?
—No quiero que lo haga porque sería falso. —Hizo una pausa—. ¿Lo
castrarás?
—Gracias —dijo antes de dirigirse a las pantallas en las que sería capaz de
vernos encargándonos de Remo.
—¿Tú lo harías?
Remo rio.
—Oh, pero lo somos. Ese brillo en tus ojos, lo entiendo, me pasa cada vez
que clavo un puto cuchillo en alguien. Es la mejor jodida sensación del mundo.
¿En serio crees que eres mejor solo porque ocultas tu monstruosidad detrás de un 322
maldito traje de tres piezas?
Ya era tarde.
—De acuerdo.
Nos dirigimos a los dormitorios y nos acostamos en los catres. Cerré los
ojos. A pesar de la satisfacción que sentía de torturar a Remo, no podía esperar a
que estuviera muerto, de modo que esto terminara definitivamente.
323
—No deberías estar aquí, palomita. Esto no es algo para una mujer. —
Pietro intentó razonar con Serafina. No podía ver lo que Danilo y yo veíamos.
—Samuel va a estar bien. Está noqueado detrás del sofá —dijo Serafina.
—Solo queremos irnos. Nadie tiene que salir herido —susurró Serafina.
—Por favor, déjanos irnos, tío. Esta guerra es por mi culpa, y puedo
decirte que no la quiero. No quiero ser vengada. No les robes su padre a mis
hijos. Iré a Las Vegas con Remo a donde pertenezco, a donde pertenecen mis
hijos. Por favor, si te sientes culpable por lo que me pasó, si quieres salvarme,
entonces haz esto. Déjame volver a Las Vegas con Remo. Esto no tiene que ser
una espiral infinita de derramamiento de sangre. Puede terminar hoy. Por tus
hijos, por los míos. Déjanos irnos.
Sus ojos me rogaban, pero aparté la vista y miré a Remo. Mi odio ardía
aún más brillante que nunca, comprendiendo que había tomado más de lo que
nunca anticipé.
—Envíalos con él a Las Vegas. Son Falcone, pero tú no, Fina. Libérate de
ellos y de él. Puedes empezar una vida nueva —dijo Pietro.
—Iré a donde vayan mis hijos. ¿No crees que he sufrido lo suficiente por
todos sus pecados? No me conviertas en otro peón en tu juego de ajedrez.
Libérame. —Se volvió hacia mí una vez más—. Déjennos irnos. Me fallaron una
vez, y ahora estoy perdida para ustedes. Pero, por favor, permítanme llevar a mis
hijos a una familia que va a amarlos. Permítanme llevar a mis hijos a casa. Me lo
deben.
Esto era por venganza. Venganza por ella. Una venganza que no quería.
Tenía que liberarla, no por ella, por Val y mis hijos, por Ines y Sofia.
Necesitábamos dejarla ir porque Serafina ya estaba perdida. Tal vez la perdimos
al momento en que Remo la capturó. Tal vez todos los meses de esperanza
habían sido un desperdicio. Serafina había hecho su elección y hoy tenía que
326
hacer la mía.
—Vete.
—Gracias.
327
—¿Cómo pudiste hacer esto? —rugió Danilo, el desprecio retorciendo su
cara.
Danilo tragó con fuerza. Era joven, impulsado por la ira y el orgullo
herido; una combinación peligrosa.
—Te refieres a mi hija y mis nietos —dijo Pietro en voz baja—. Lo que
me pregunto es, ¿si habrías dejado que Anna se fuera con un Falcone si hubiera
estado en el lugar de Fina?
—En este momento, Fina está bajo el control de Remo. Su poder sobre
ella es demasiado fuerte para romperlo. Se habría resentido con cada uno de
nosotros si matáramos al padre de sus hijos. Habríamos tenido un espía potencial
en nuestras propias filas. Y viste lo que hizo. Disparó a Danilo. Traicionó a la
Organización por Remo. Drogó a su propio gemelo. Si me apegaba a las reglas,
habría tenido que declararla como una traidora y luego someterla a su juicio,
Pietro. Tus hombres habrían esperado que la castigaras por lo que hizo, o habrías
perdido su respeto.
—Habríamos sido más fuertes con Remo muerto —dijo Danilo con
amargura—. Nos arrebataste nuestra revancha.
—¿Y de qué sirvió eso? El hijo de puta no gritó, no rogó por su puta vida
ni una vez. Apuesto a que ahora se ríe de nosotros —dijo Samuel.
Pietro se me acercó.
No estaba seguro.
Tomé su hombro.
Danilo resopló.
Le envié una mirada dura. Si fuera otro día, ya estaría muerto, pero las
emociones seguían corriendo enfurecidas.
—Tengo que decirle a Ines que nuestra hija se fue, que la entregaste sin 330
una buena razón.
—No —dije, luchando por mantener mis propias emociones bajo control.
Danilo se fue sin decir una palabra más, y Samuel y Pietro lo siguieron
poco después. Pasé una mano por mi cabello, mis ojos siguiendo el rastro de
sangre en el piso que Remo había dejado atrás. ¿Esto era lo mejor para la
Organización? Eso creía. Remo había dado su vida por su hermano. ¿Qué haría
por sus hijos?
—Hice lo que pensé que era lo mejor —dijo Dante como si Ines no
acabara de abofetearlo.
—¿Para quién? —siseó Ines con dureza, haciendo un gesto hacia Anna—.
¿Para tu hija?
Parpadeé.
—Busquen sus cosas —les dije a Leonas y Anna. Ellos dudaron, pero los
empujé y finalmente se movieron.
—¡Leonas, Anna!
—¿Por qué permitiste que el tío Pietro nos echara? Esta es también tu
ciudad.
—Sofia dijo que Fina está enamorada de Remo, y que quiere criar a los
gemelos con él.
¿No lo era? Tal vez un amor retorcido, pero el amor a menudo venía con
dolor y sacrificio. No sabía lo que sentía Fina, y mucho menos lo que ocurría con
Remo Falcone, pero no compartía la certeza de Dante.
—¿Cómo lo sabes?
—Por supuesto.
—Adelante.
—Hiciste lo correcto.
—¿Lo hice? —Sus ojos parpadearon con la duda y peor aún con la
culpa—. Aparté a Serafina de su familia. Le permití irse a un futuro incierto. Los
Falcone son impredecibles en el mejor de los casos. Son unos lunáticos. Solo
conocí a su padre Benedetto una vez y créeme, cualquier hijo suyo debe estar
trastornado.
—Lo sé, pero es difícil admitir que los niños acaban sobrepasando las
reglas que establecemos para ellos.
—Invité a tus padres para la cena. Necesito hablar con tu padre. Tenemos
que hacer planes para asegurar el poder de la Organización.
Suspiré y besé su mejilla.
—Está bien —dije lentamente. Él asintió brevemente. Salí con una sonrisa
alentadora, dejándolo con sus pensamientos.
—¿RJ? —pregunté.
Me reí. ¿Hoy en día la fase vanidosa comenzaba tan temprano? Dios, 337
estaba creciendo muy rápido, y también Anna. Un anhelo profundo me inundó,
por otro bebé, otro pequeño humano para cuidar y recordarnos la belleza de la
vida y nuestro futuro brillante. Porque todavía creía en ello: un buen futuro.
Bajé al sótano, pasé por nuestra habitación de pánico y recogí la caja con
adornos navideños. Aún no había encontrado tiempo para ponerlos, pero ahora
que habíamos regresado a Chicago para bien, quería crear un espíritu navideño.
Después de rebuscar a través de la decoración, llamé a Anna y Leonas hasta
abajo. Anna había pasado la última hora al teléfono con Luisa y ya ni siquiera
parecía abatida.
Papá asintió.
Fina no había estado involucrada y aun así había sido atacada, pero estuve
de acuerdo con mi padre en última instancia.
—Creo que eso significa que tendrás que vivir para siempre de modo que
puedas aconsejar a Dante.
—No, pero tal vez no está destinado a ser. —La tristeza sonó en mi voz,
delatando mi falta de aceptación en el asunto.
—Lo es —coincidió papá—. Tengo que ser honesto. Incluso las personas
que piensan que tomaste la decisión más inteligente se preocupan. La Famiglia y
la Camorra unirán fuerzas, ahora más que nunca, para destruirnos y dividir
nuestro territorio.
—Luca tiene que proteger a Marcella y Amo. Remo ahora tiene a Nevio y
Greta. ¿En serio creen que permitirán que esta guerra se intensifique? —dije.
—Dudo que Luca aumente sus esfuerzos. Remo es difícil de leer, aunque
probablemente también lo pensará dos veces antes de arriesgarse a algo.
Papá se rio.
Ladeé la cabeza.
—Sí, creo que debemos hacernos aún más indispensables para la élite 342
política en nuestra ciudad y estado. Eres amigo de algunos senadores.
Dante asintió.
Papá asintió.
—Vas a convencerlos.
343
N
unca había visto el atractivo de jugar al golf. Si quería alcanzar
un objetivo, disparaba mi arma, si quería esforzarme, elegía un
deporte que de hecho aumentara mi ritmo cardíaco, y si quería
participar en negociaciones comerciales, prefería sentarme y hablar sin ninguna
distracción.
—¿Tú?
—No. Dario Fabbri es una buena opción. Es uno de los abogados más
capaces en Chicago como seguramente sabes.
La besé.
Val sonrió tristemente, dándose la vuelta para que así pudiera ver que la
parte superior de la cremallera de la falda estaba abierta.
—¿Cómo estás?
Mi humor cayó.
—¿Tan mal?
Me reí.
—El chantaje siempre es una buena opción, pero podría ser un mal
comienzo para nuestra cooperación y no tiene ningún esqueleto en su armario.
Chantajearlo con las actividades nocturnas de su padre o hermano podría
perjudicar su reputación o podría hacer que se vea como el rey noble.
—Así fue. Por supuesto, le dije todo lo que quería escuchar. Estuvo
absolutamente enamorada con nuestros matrimonios arreglados. Piensa que es
simplemente absolutamente romántico, como algo sacado de una obra de
Shakespeare. —Val imitó la cadencia entusiasta de la mujer.
—Por lo que deduje, su matrimonio con Maximo deja bastante que desear.
—Qué lástima.
—¿Qué piensas?
—Se conocen entre sí. Van al mismo club de tenis —dijo Val—. Podría
hablar con Anna si quieres que se encargue de las cosas.
Suspiré.
—No puede seguir siendo nuestra niña para siempre. Cumple trece años
en septiembre. Está creciendo.
Me tensé.
—¿Y? —No había hablado con mi hermana desde que nos echó de su
casa.
—¿Qué dijiste?
349
—Le dije que Anna los visitará la próxima semana.
Anna comenzaría la escuela privada este año por primera vez en su vida.
Había insistido y no pude negárselo por más tiempo. Luisa y ella ya no querían
seguir siendo educadas en casa.
Mi pecho se apretó.
—Bien.
—Sí.
—¡Leonas! Primero saluda —llamó Val. Leonas se apartó del agua con
evidente reticencia y corrió en nuestra dirección. Pasó junto a nosotros y atravesó
la puerta principal que Anna había dejado abierta—. Solo presenciar su energía
me desespera —dijo Val con una sonrisa—. Espero que Beatrice sea una niña
tranquila. No nos estamos haciendo más jóvenes. 350
Escuchar a Val decir el nombre de nuestra hija por nacer me llenó de
tranquilidad y alegría. Lo hacía desde el primer momento en que lo decidimos.
Lo que me hacía feliz era el significado del nombre. No podía haber sido más
apropiado. Entró en nuestras vidas cuando todo estaba en ruinas y parecía que
habíamos llegado a un punto muerto y nos mostró que el futuro aún tenía muchas
maravillas y oportunidades.
Miró a Pietro, quien frotó la parte superior de su brazo para alentarla. Ines
se acercó a nosotros. Le sonrió a Val y tocó su vientre.
—Dios mío, estás tan grande.
—¿Por la boda?
La boda entre Remo Falcone y Serafina un par de meses atrás había sido
el escándalo del año.
—Ines —dije en voz baja—. Me alegra que accedieras a que nuestras 351
familias pasen las vacaciones juntas.
—En los últimos meses apenas fuimos más que conocidos —dije.
Ella asintió.
—Ya no estoy enojada contigo. Aún estoy enojada con la situación, pero
no contigo.
—Vi las fotos. Fina se veía tan feliz en ellas. No entiendo. Nunca lo haré.
Toqué su espalda.
—Tampoco yo.
Ines se apartó.
Ladeé la cabeza.
—Claro.
—Estará bien.
Las chicas se alejaron unos pasos de Samuel y Leonas, pero Val se acercó
más. Su embarazo la había hecho aún más protectora.
—En realidad, fue idea suya. Quiere que nuestra hija crezca normalmente,
o lo más normal posible. Y Santino estará con Anna en todo momento. 353
La mirada de Pietro se posó en Santino quien se sentaba con los otros
guardias delante de su cabaña.
—Me sorprendió que eligieras a alguien tan joven para proteger a tu hija.
—Es diez años mayor que Anna, y ella es una niña. Es bueno en su
trabajo. —Sin mencionar que él sabía lo que le pasaría si alguna vez lo
sorprendía mirando a mi hija con un interés más que profesional.
—Tu diferencia de edad con Val es mayor. Danilo dejó muy claro su
punto a la hora de elegir los guardaespaldas de Sofia. Tienen que ser de mi edad,
e insiste en que sea educada en casa, lo que de todos modos queríamos hacer
después de las cosas con… —Se calló, con un gran dolor reflejado en sus ojos.
—Es comprensible —dije, permitiendo que Pietro se recuperara. La herida
de la pérdida de Serafina todavía estaba fresca. Quizás nunca sanaría por
completo—. Probablemente prometeremos a Anna a Clifford Clark.
Anna se echó a reír cuando Leonas falló su objetivo por varios metros y, 354
como siempre, me inundó la sensación de paz que había estado ausente de mi
vida tan a menudo en el pasado.
Beatrice nació en el día más caluroso del verano, en las últimas horas de
agosto. Y al igual que con Leonas, había llegado a término.
—Es algo que nunca consideré en mi futuro cuando Carla murió. Estaba
dispuesto a rendirme sin siquiera luchar, incluso si no está en mi naturaleza
admitir la derrota. Me alegra que entraras en mi vida y me enseñaras que es
digno arriesgarse por amor.
355
Le sonreí.
—Sé que prefieres tomar apuestas seguras, pero me alegra que apostaras
por mí.
—Dale unos años más. Estoy segura que luchará conmigo por ese puesto.
—No. Pero que Leonas tenga tu temperamento solo puede ser la forma en
que el destino me hace pagar.
—Todos queremos mantenerte joven y ágil.
—No puedo esperar a vestirla. He visto muchos atuendos a cuadros tan 356
lindos.
—Eres un idiota.
Leonas saltó hacia ella y le hizo cosquillas. Ella chilló y trató de alejarlo,
pero ya era casi de su altura.
—De acuerdo. No puede ser peor que escuchar las historias interminables
de Clark padre sobre su juventud.
Bea estaba dormida tomando su siesta. A los seis meses de edad, su rutina
de siesta funcionaba como un reloj.
Abrí los labios para protestar, pero Dante deslizó su pulgar sobre mi
manojo de nervios. Pronto estaba jadeando y frotándome descaradamente contra
su mano y la erección clavándose en mi trasero.
Unos pasos tronaron por el pasillo antes de que sonara un golpe a medias
en la puerta.
—¿No te dije que esperaras hasta que te diera permiso para entrar? —dijo
Dante con severidad. Me tapé la boca con la mano, preocupada de que mi
respiración fuera demasiado fuerte. Peor aún: una risa histérica quería estallar de
mi garganta, incluso si la situación no era divertida en lo más mínimo.
—Sí, pero…
—Está ocupada.
—Dante…
—Suficiente.
Pronto tuve que apretar mis labios para evitar los gemidos y los gruñidos
de Dante también se tornaron menos controlados. Estaba más allá de que nos
importara. La biblioteca estaba lo suficientemente lejos de la oficina.
Dante enganchó sus brazos debajo de mis muslos y me empujó contra él,
empalándome sobre su longitud. Se inclinó sobre mí a medida que bombeaba y
me besaba apasionadamente, tragándose mis gemidos. Su chaqueta me envolvía.
Y Dios, no había nada más sexy que Dante tomándome completamente vestido
con su traje de tres piezas.
—Vaya —suspiré.
Dante sonrió.
Unos pasos retumbaron por el pasillo una vez más, sonó un golpe y luego
la manija se movió, pero la cerradura evitó una debacle.
—¿Papá? —La voz de Leonas sonó casi indignada. Tal vez pensaba que
Dante le estaba jugando una broma. La manija se sacudió otra vez—. ¿Papáááá?
—¿Cómo me veo?
—Completamente satisfecha.
—Dante.
Leonas me miró.
—¡No! Quise decir cuando estés fuera por los negocios. Seré el hombre
entonces.
362
Dante tomó a Leonas por el hombro.
—Se supone que debes vigilar a tus hermanas y mamá cuando no esté en
casa, pero eso requiere que sigas órdenes, en especial las órdenes de los guardias
siempre y cuando no tengas la edad suficiente para protegerte y proteger a
nuestra familia. Un hombre tiene que conocer sus responsabilidades y ahora
mismo, la tuya es hacer tu tarea.
Se alejó penosamente.
—De acuerdo.
—Estoy buscando un atuendo lindo para Bea. Luisa va a venir y quiero
mostrarle lo linda que se ve Bea con vestidos a cuadros.
Anna estaba creciendo muy rápido. Ahora su interés en la moda era casi
tan grande como en el arte. Casi trece, Dios mío. El tiempo volaba. A veces ya
me volvía loca con sus primeras travesuras adolescentes.
Una hora más tarde, estaba en el porche, envuelta en una capa gruesa y
una manta alrededor de Bea y yo mientras veía a Leonas, Anna, y Luisa
involucrarse en una de las más grande peleas de bolas de nieve entusiasta que
hubiera visto alguna vez. Se reían a carcajadas mientras se golpeaban con bolas
de nieve. Había nevado toda la mañana y nuestro jardín se había convertido en un
paraíso invernal.
Un momento medio adulta, y al siguiente otra vez una niña. Qué extraña
fase en la vida, pero una que no quería perdérmela. Aunque Bea requería una
gran cantidad de atención, estaba decidida a pasar el mayor tiempo posible con
Leonas y Anna. Serían adultos antes de que pudiera parpadear.
Unas manos cayeron sobre mis hombros y Dante dio un beso contra mi
mejilla, después presionó otro en la cabecita de Bea.
—¿No está haciendo demasiado frío?
Sacudí mi cabeza.
Dante me abrazó.
Me encogí de hombros.
—Solo quiero disfrutar cada día, cada segundo. Y estoy tan feliz ahora
mismo. Quiero conservar este momento exacto y mantenerlo en mi memoria para
siempre.
Parpadeé.
—No soy perfecto. He cometido tantos errores en los últimos años. Pero
tú y nuestros hijos no son uno de ellos, y todos los momentos de sufrimiento, de
dolor, de incertidumbre han valido la pena, porque en última instancia, me
trajeron a este momento.
—Te amo —dije en voz baja, intentando no llorar con todas mis ganas.
Anna ya había sufrido por hoy un momento de mortificación. Si empezaba a
llorar frente a Luisa sin ninguna razón aparente, experimentaría el segundo.
—Es bueno que el amor es infinito —dije en voz baja. Dante me apretó
aún más contra él y Bea le sonrió radiante. Leonas y Anna rieron ruidosamente.
365
Sofía sabe cómo se siente ser el
premio de consolación.
Demasiado joven.
Morena.
Y definitivamente no una
princesa de hielo.
Poder.
Respeto.
Orgullo herido.
Sed de venganza.
Una combinación peligrosa… una que Danilo no puede dejar atrás, ni
siquiera cuando una chica igual de hermosa toma el lugar de su hermana para
aplacarlo. Pero, tiene un defecto: no es su hermana.
367
Cora Reilly es la autora de la serie Born in Blood Mafia, Camorra
Chronicles y muchos otros libros, la mayoría de ellos con chicos malos
peligrosamente sexy. Antes de encontrar su pasión en los libros románticos, fue
una autora publicada tradicionalmente de literatura para adultos jóvenes.
Cora vive en Alemania con un lindo pero loco Collie barbudo, así como
con el hombre lindo pero loco a su lado. Cuando no pasa sus días soñando
despierta con libros sensuales, planea su próxima aventura de viaje o cocina
platos muy picantes de todo el mundo.
1. Sweet Temptation
2. The Dirty Bargain
3. Fragile Longing
Moderación
LizC
Traducción
LizC
Diseño
JanLove
370