Clase 12 XVI EIA v04
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Clase 12 XVI EIA v04
"Evaluación de Impacto Ambiental”
Clase 13: Adaptación de las ciudades al Cambio Climático:
El caso de Buenos Aires.
Prof.: José R. Dadon y Roberto Fèvre
Los efectos del Cambio Climático (CC) incorporan en las evaluaciones ambientales una complejidad
mayor y una consideración particular en este sentido. Por un lado, las medidas de mitigación frente al CC
propician metas tendientes a minimizar las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (véase más abajo),
y cualquier proyecto en evaluación debería considerar en particular esta cuestión. Es decir, ponderar:
qué tan eficiente es el proyecto en términos energéticos, y qué tipo de energía se utiliza en los procesos
asociados, evitando o minimizando el consumo de aquellas que, en su generación emiten dichos gases.
Por otro lado, las políticas y Planes de Adaptación frente al CC, establecen estrategias y normativas
específicas, que deben ser contempladas por los proyectos que se formulen y, consecuentemente
consideradas sus implicancias en los Estudios de Impacto Ambiental (EsIA).
Sin embargo, esta cuestión no siempre se refleja en la práctica institucional de las autoridades de
aplicación en la materia. En el caso de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) por ejemplo, la
Agencia de Protección Ambiental no exige la cuantificación de los GEI emitidos por el proyecto en
evaluación para los EsIA, así como tampoco un análisis respecto del grado de ajuste que presenta
respecto del Plan de Acción frente al Cambio Climático (PACC) vigente.
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13.1. Cambios ambientales: El futuro ya llegó
El Cambio Global es el conjunto de modificaciones en todo el planeta que se originan por las actividades
humanas y que dependen de la cantidad de habitantes (población mundial), el nivel de consumo de
recursos naturales y el incremento en el uso de determinadas tecnologías. Incluye el Cambio Climático
(CC), el adelgazamiento de la capa de ozono, la pérdida de biodiversidad, la desertificación, la
eutrofización (exceso de nutrientes) de las aguas, las precipitaciones ácidas y otros problemas
ambientales que afectan grandes extensiones del planeta. El Cambio Global refiere a efectos
permanentes, o al menos, duraderos durante décadas, implicando un nuevo estado ambiental
En el Informe 2014, el grupo de expertos internacionales que forma el Panel Intergubernamental sobre
Cambio Climático (International Panel on Climate Change ‐ IPCC) concluye que no hay ya dudas acerca de
que el sistema climático mundial ha elevado su temperatura y que desde la década de 1950 muchos de
los cambios observados no tienen precedentes en las últimas décadas o milenios: se han calentado la
atmósfera y el océano (Figs. 1 y 2), han disminuido la cantidad de nieve y hielo, y se ha elevado el nivel
del mar. Se estima que los efectos del CC producirán daños y perjuicios económicos significativos,
afectando sensiblemente a las ciudades, la gobernanza, la salud y los ecosistemas. Esta problemática
diversa requiere de un abordaje integral y transversal a las incumbencias que habitualmente se
presentan fragmentadas y compartimentadas en el accionar de los estados en general y de los gobiernos
locales en particular.
Fig. 1. Incremento de la temperatura superficial promedio (continentes y océanos combinados) desde
1850. El nivel de referencia (0°C en la escala vertical) es la temperatura promedio del período 1986‐
2005. Fuente: IPCC (2014).
Las causas del calentamiento observado están relacionadas directamente con las actividades humanas y
el efecto invernadero. El efecto invernadero es aquel por el cual el vapor de agua, el dióxido de carbono
(CO2), el metano, los clurofluocarbonos, los hidrofluorocarbonos, los perfluorocarbonos, el óxido nitroso,
el hexafluoruro de azufre y otros gases presentes en la atmósfera retienen parte de la radiación que
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emite la Tierra y producen el calentamiento de su superficie. La quema de combustibles fósiles y de
madera, las actividades agrícolo‐ganaderas, algunos procesos industriales (refrigeración, producción de
cemento, aislación eléctrica, etc.) y los depósitos de residuos urbanos incrementan la producción y
concentración de gases relacionados con el efecto invernadero (GEI). Las emisiones de GEI producidas
por las actividades humanas han aumentado desde la era preindustrial, en gran medida como resultado
del crecimiento económico y demográfico, y actualmente son mayores que hace por lo menos 800.000
años atrás. El dióxido de carbono es el mayor contribuyente al efecto invernadero y la quema de
combustibles fósiles explica casi todo el crecimiento de los GEI.
Fig. 2. Incremento de la temperatura promedio (izquierda) y de la precipitación promedio (derecha)
durante el período 1901‐2012. Los valores de referencia (valor cero de ambas escalas) corresponden al
período 1986‐2005). Los casilleros blancos indican datos insuficientes. Fuente: IPCC (2014).
Las emisiones continuas de GEI causarán un mayor calentamiento y cambios duraderos en todos los
componentes del sistema climático, aumentando la probabilidad de impactos severos, generalizados e
irreversibles en las personas y en los ecosistemas. A partir de modelos climáticos se predicen dos
situaciones posibles en el mediano ‐ largo plazo (período 2081‐2100). En la primera, si las emisiones de
GEI se han reducido hasta limitar el ascenso de la temperatura a menos de 2°C (con respecto a la media
del período 1986‐2005), los cambios se concentrarán en el Polo Norte (Fig. 3, izquierda). Si en cambio,
no se alcanza esa reducción de los GEI, la temperatura promedio mundial podría ascender hasta 8,5°C y
aumentaría el riesgo de desastres en todas las regiones continentales (Fig. 3, derecha).
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Fig. 7. Predicciones de cambio de temperatura media (a) y precipitaciones medias (b) para el período
2081 ‐ 2100. Los modelos climáticos predicen que incrementos moderados de hasta 2°C causarán
impactos importantes solamente en el polo Norte (izquierda); sobrepasado ese valor, afectarán todo
el planeta (derecha). Los valores de referencia de ambas escalas corresponden al período 1986‐2005).
Fuente: IPCC (2014).
El calentamiento incrementará la frecuencia y duración de las olas de calor y las lluvias intensas en
muchas regiones, desencadenando desastres recurrentes. En las áreas costeras, el ascenso del nivel del
mar ocasionará inundaciones recurrentes y mayor erosión. A mediano plazo reducirá la disponibilidad de
agua potable, el rendimiento de los cultivos y la captura pesquera, afectando la seguridad alimentaria
Un desastre es una alteración severa del funcionamiento normal de una comunidad o sociedad debido a
eventos físicos interactuando con condiciones sociales y resultando en efectos sanitarios, sociales,
económicos y/o ambientales adversos, extendidos que requieren respuesta inmediata para satisfacer
necesidades humanas básicas en estado crítico; puede necesitar de ayuda externa para la posterior
recuperación.
Es importante destacar que los cambios en las variables ambientales por sí mismos no generan riesgos ni
desastres; el riesgo es producto de la exposición de la población y la vulnerabilidad que ésta presente. La
exposición es la presencia de personas, medios de subsistencia o mantenimiento, servicios ambientales,
recursos utilizables, infraestructura, elementos de interés económico, social o cultural en lugares que
puedan ser afectados de manera adversa. Ello implica que la exposición es dinámica y depende de los
cambios demográficos, los patrones de asentamiento y urbanización, los patrones de uso de recursos
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naturales, etc. La vulnerabilidad es la predisposición a ser afectados adversamente. Depende de los
factores económicos, sociales y culturales de una población, como educación, estado sanitario,
estructura social y económica, etc.
Estudios realizados en distintas partes del mundo confirman que el CC agudiza otros factores de estrés
ambiental, afectando especialmente a los sectores de menores recursos y en particular, a la población
en situación de pobreza extrema (IPCC 2014).
El manejo de riesgo es el proceso de diseño, implementación y evaluación de estrategias, políticas y
medidas para mejorar la comprensión del riesgo de desastre, fomentar la reducción del riesgo, transferir
y promover el mejoramiento continuo de las prácticas de preparación, respuesta y recuperación, con el
propósito explícito de incrementar la seguridad, el bienestar, la calidad de vida, la resiliencia y el
desarrollo sostenible.
Para controlar el cambio climático sería necesario encarar acciones de mitigación (es decir, reducir de
forma sustancial y sostenida las emisiones de GEI) y acciones de adaptación (ajustes en las respuestas
del sistema para enfrentar situaciones a las cuales no había sido sometido previamente y acomodarse a
ellas). El proceso de Adaptación al Cambio Climático (ACC), implica no solo la etapa de diagnóstico, sino
también las de planificación, implementación y gestión.
Hay estudios que demuestran que la destrucción de bienes y servicios por eventos extremos es ya mayor
que la creación de dichos bienes y servicios mediante programas de desarrollo. Por ello, es necesario
encarar la adaptación de una manera superadora incluso de la gestión de riesgo (la cual, en última
instancia, es preventiva), formulando planes de desarrollo que incorporen explícitamente la ACC como
una de sus premisas necesarias.
Es posible concebir dos contextos diferentes de ACC. El primero corresponde a un sistema altamente
expuesto y vulnerable, con bajos niveles de planificación, donde los eventos extremos causan enormes
pérdidas y se pasa a un estado mejor adaptado a través de reconstrucciones sucesivas, cada una con
niveles de riesgo decrecientes. En el segundo, la adaptación ha sido internalizada en la planificación del
desarrollo local; el pasaje a un sistema mejor adaptado se realiza mediante un proceso gradual y
continuo, sin cambios demasiado drásticos, pasando por etapas que son a su vez socialmente
aceptables, económicamente viables y ambientalmente sustentables.
El énfasis en pasar de la gestión del riesgo a la ACC puede representar una disyuntiva difícil de resolver
para sociedades cuyas prioridades se concentran en el desarrollo económico a mediano plazo, ya que
pueden comprometer recursos en objetivos cuya ocurrencia se encuentra signada por la incertidumbre.
Ello implica frecuentemente que los problemas ambientales y las políticas de desarrollo se consideren
prioritarios frente a eventos cuya probabilidad de ocurrencia es todavía incierta. Existe un conjunto de
problemas ambientales recurrentes, a saber: procesos erosivos, contaminación, urbanización
inadecuada, privatización del dominio público, sobreexplotación de los recursos naturales, pérdida de
biodiversidad, deterioro del hábitat natural, etc. Si bien es posible establecer políticas que respondan al
principio precautorio, cuando el nivel de incertidumbre sobre los impactos futuros es considerablemente
alto para la formulación de planes y programas de adaptación, los mismos deberían ser al menos
flexibles, escalables y servir a múltiples propósitos.
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Existe una gran diferencia entre la información disponible a partir de los estudios científicos del clima y
los datos necesarios para la planificación local. Los modelos climáticos planetarios resultan insuficientes
en muchos casos para la formulación de políticas de adaptación; si bien pueden proporcionar tendencias
en los promedios que permitan reorientar los planes en un sentido u otro, resultan de poca utilidad al
tratar con el incremento de la variabilidad y la frecuencia de eventos extremos. En muchos casos, las
decisiones pueden carecer de fundamentos técnicos debidamente fundamentados y dependen casi
exclusivamente de decisiones políticas circunstanciales.
Sin embargo, la consideración explícita de la ACC como uno de los objetivos de la planificación puede
posibilitar avances aún en condiciones de incertidumbre, al distinguir entre situaciones que benefician,
perjudican o son neutras respecto a dicha adaptación, lo que a su vez permitiría establecer prioridades
en la implementación de medidas y por ende, favorecer la toma de decisiones mediante mecanismos
más transparentes.
En el contexto internacional, las políticas vinculadas al cambio climático han tenido mayor desarrollo
desde la perspectiva de mitigación que en lo concerniente a la esfera de la adaptación, si bien ambas
cuestiones han sido planteadas desde el inicio en el IPCC. En los países más desarrollados, las políticas de
adaptación al cambio climático aún se encuentran en un estado incipiente y, si bien existen experiencias
en este campo, sigue siendo necesario avanzar en metodologías, estándares, instrumentos y
mecanismos de actuación. En cualquier caso, es evidente que las políticas de adaptación están
adquiriendo cada vez mayor visibilidad.
Al respecto, cabe mencionar que el quinto informe del IPCC concluye que, incluso si hubiera posibilidad
de cesar de inmediato todas las emisiones de gases de efecto invernadero, (es decir, que tuvieran éxito
las políticas de mitigación que se instrumenten lo que no está sucediendo; (Klein 2015)) existirían aún
daños de magnitud considerable y en muchos casos, irreversibles. Por lo tanto, la mitigación se presenta
como imprescindible pero insuficiente, convirtiéndose la ACC en una tarea urgente e ineludible.
13.2. El Cambio Climático en el Área Metropolitana de Buenos Aires
En Buenos Aires, como en general en todo el resto de Argentina, en los últimos años, los efectos del CC
se manifiestan con más intensidad y frecuencia; y todas las previsiones indican que este incremento
persistirá en el futuro. Frente al problema, la mayoría de los diferentes estamentos del estado vienen
desarrollando políticas con escaso o nulo efecto respecto de alcanzar objetivos de adaptación, y aun
cuando los planes de ACC están fuertemente recomendados para los gobiernos locales por las
organizaciones de mayor prestigio en la materia, a nivel nacional e internacional, y se encuentra además
entre los Temas Estratégicos del Plan Argentina Innovadora 2020, la mayoría de los municipios no han
desarrollado hasta el momento estrategias para enfrentar los efectos del CC, y asumir el rol que les
compete en dicha adaptación. La diversidad de situaciones, la ausencia de estándares, la falta de
difusión y visibilidad de la temática, y las limitaciones presupuestarias son algunos de las causas que
provocan esta situación, lo que deviene en mayor vulnerabilidad social y ambiental en las respectivas
localidades.
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El Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), está conformada por 24 municipios y la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires (CABA). Posee una extensión de 2590 km² y, de acuerdo a datos del Censo
2010, cuenta con una población de 12,8 millones de habitantes que representan el 32% de la población
total de la República Argentina.
El territorio del AMBA constituye una planicie que se desarrolla en la margen Sudoeste del Río de la
Plata. Experimenta incrementos en su nivel debido al aumento del nivel del mar y a la acción de los
vientos dominantes, causantes del efecto de “sudestada”. Este fenómeno debe sumarse al aumento de
la frecuencia y severidad de eventos climáticos extremos en toda la región. El impacto del CC en lo
referente a inundaciones costeras se manifestará principalmente como una mayor frecuencia de
inundaciones provocadas por las sudestadas. Actualmente el daño por efecto de sudestada se estima en
alrededor de 30 millones de USD/año, mientras que, si se mantienen las mismas condiciones
socioeconómicas, por efecto del CC la pérdida alcanzaría entre los 100 y 300 millones de USD/año.
(Barros et al., 2010).
El AMBA es atravesado por numerosos ríos y arroyos cuyas cuencas exceden la extensión del área
urbanizada. La CABA y siete de los municipios del AMBA poseen frente costero rioplatense. La extensión
de costa sumada alcanza a los 103 km y sus poblaciones sumadas superan los 5 millones de habitantes.
En las zonas ribereñas de los ríos que atraviesan el AMBA, donde se aparecen bolsones de población con
alta vulnerabilidad social estructural, se prevé un aumento considerable de la exposición a inundaciones
recurrentes.
Durante los últimos dos siglos, con el crecimiento urbano, la costa resultó invadida en su mayor parte
por obras de infraestructura de todo tipo (puertos, amarraderos, muelles, espigones, paseos, pasarelas,
etc.); rellenos (en su mayoría no planificados producto de excedentes de las actividades urbanas), y
actividades poco compatibles con la condición ribereña. Siendo la franja costera es receptora del drenaje
de las cuencas urbanas, presenta niveles alarmantes de contaminación en los cursos de agua, producto
de actividades industriales y de un incompleto y deficitario sistema de red de líquidos cloacales en el
AMBA. A su vez, la alteración de la forma original de la línea de costa, y consecuentemente de las
condiciones hidrodinámicas, producto de los rellenos ya mencionados, sumada a la masiva
impermeabilización del territorio sin ningún tipo de medida compensadora, han generado un sistema de
drenajes ineficiente, afectado por inundaciones recurrentes, que requiere de inversiones correctivas
significativas.
La localización, complejidad, estructura y características convierten al AMBA en un conglomerado
urbano particularmente vulnerable a los efectos del CC. La recomendación generalizada al respecto,
tanto de los organismos internacionales especializados como desde la ciencia y la academia, señalan el
imperativo de instrumentar medidas de adaptación que posibiliten ciudades más preparadas y con los
mayores niveles de resiliencia posibles. La situación se torna más urgente aún en las costas, debido a la
multiplicación de problemáticas ambientales y de actores sociales e institucionales que allí se
concentran.
La complejidad ya mencionada de la problemática en juego y el imperativo urgente de su tratamiento en
virtud de los riesgos asociados, pone en discusión los modelos, los métodos y las herramientas de la
gestión y la planificación urbana y regional tradicionales. Los problemas ambientales del AMBA y las
dificultades de gestión adquieren mayor complejidad debido a que, en la mayoría de los problemas que
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se presentan, resulta necesario abordar acciones a escala metropolitana; lo cual implica coordinar, según
los casos, con las autoridades provinciales, el gobierno de la CABA, empresas prestatarias de servicios
con regulación de las autoridades de la nación, organismos del nivel nacional y municipios.
El Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (GCABA) cuenta con un organismo denominado
UPE‐AMBA que propicia programas comunes de intercambio técnico, políticas articuladas, y el
establecimiento de un marco institucional para el AMBA, con el objetivo de impulsar agendas comunes a
largo plazo, a través de estructuras que funcionen como dispositivos de negociación y acción donde
también participen las organizaciones de la sociedad civil (UPE‐AMBA, 2015). Sin embargo, este
organismo no ha avanzado en iniciativas asociadas a la ACC.
Salvo el caso de la CABA (véase sección siguiente), ni los municipios costeros del AMBA, ni el Gobierno
de la Provincia de Buenos Aires (GBA) que los aglutina, han desarrollado hasta el momento políticas,
planes, normas ni instrumentos para enfrentar los efectos del CC y asumir el rol que les compete en
dicha adaptación. Respecto de la cuestión ambiental en general, las falencias de planes, estrategias y
programas a escala metropolitana son notables, en una escala en la que sería recomendable desarrollar
las políticas básicas sobre la temática.
Las dificultades severas de procesos gestionarios con la articulación de múltiples jurisdicciones en
nuestro país han sido frecuentes en la historia reciente. Un caso paradigmático respecto de la
ineficiencia de programaciones multijurisdiccionales con incidencia territorial en el AMBA, lo constituye
la trayectoria de la Autoridad de Cuenca Matanza Riachuelo (ACUMAR). Este organismo creado en 2006,
fue intimado en 2008 por la Suprema Corte de Justicia de la Nación a implementar un plan de
saneamiento en respuesta a la causa judicial conocida como “Causa Mendoza”, una demanda
presentada en 2004 por un grupo de vecinos habitantes de la cuenca. Diez años después los avances
obtenidos presentan atrasos y deficiencias significativas. Al respecto, las ONG´s del Cuerpo Colegiado de
ACUMAR (2016) presentaron, ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación, un manifiesto que da
cuenta de numerosas falencias en la gestión, causantes de un atraso generalizado y la falta de acción
necesaria tendiente a alcanzar el objetivo del saneamiento. Al mismo tiempo señala el documento “han
emergido nuevos y complejos problemas descriptos en las más de 250 presentaciones Realizadas por el
Cuerpo Colegiado que impiden un adecuado logro de los objetivos dispuestos por la Corte Suprema de
Justicia de la Nación y que deben ser abordadas por los máximos actores institucionales de este proceso”
(Cuerpo Colegiado de ACUMAR (2016).
La gravedad de la situación actual de los recursos hídricos en la CABA obliga a plantear con urgencia la
recuperación de los elementos clave del funcionamiento de las cuencas. Los beneficios que conlleva
dicha recuperación, considerando la posibilidad de usos y aprovechamientos, no pueden vislumbrarse en
la actualidad por el estado de degradación en que estos recursos se encuentran (MTBA, 2009).
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Resulta evidente que la gestión de las problemáticas ambientales a escala
metropolitana requiere efectivizar acuerdos interjurisdiccionales sobre aspectos como
el manejo de cuencas, la contaminación en todas sus formas, la generación,
tratamiento y disposición de residuos, la matriz energética, el sistema de transporte, el
modelo de planificación y desarrollo urbano, entre otros.
13.3. El Plan de Acción de la Ciudad frente al Cambio Climático
Particularmente la CABA es uno de los pocos gobiernos locales de Argentina que ha desarrollado un plan
de acción para enfrentar al CC, con la limitante que este plan sólo aplica a su territorio, porción
minoritaria del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA).
Las tendencias del calentamiento para la Ciudad Autónoma de Buenos Aires son del mismo orden que
las estimadas a nivel global cuando se considera el mismo período. En cuanto a las precipitaciones, se
registran aumentos, pero no acompañados de un incremento en los días con lluvia; es decir que una
mayor precipitación se distribuye en menor tiempo aumentando su torrencialidad. Respecto a las
sudestadas, los registros indican que su frecuencia e intensidad han ido en aumento y esta tendencia se
acentuará en el futuro (GCABA, 2015). Algo similar ocurre con las olas de calor estivales, ya que se ha
observado un aumento de radiación solar por recurrencia de días despejados y la entrada de aire cálido
desde el norte. Al respecto es posible apreciar que en el período 1981‐2000 se registró la misma
cantidad de olas de calor que las registradas en el lapso más corto y reciente transcurrido entre 2001 y
2014 (op. cit.). El mismo documento concluye que el clima en la CABA muestra cambios significativos en
los últimos 50 años en cuanto al incremento de la temperatura media y las precipitaciones, así como
mayor frecuencia de olas de calor, sudestadas y eventos de precipitación extrema. Asimismo, concluye
que las proyecciones climáticas para lo que resta del siglo XXI indican que los cambios observados
tenderán a incrementarse en mayor o menor magnitud de acuerdo con la evolución de las emisiones de
GEI a nivel global.
El GCABA en el año 2009 creó el Equipo Interministerial para la elaboración e implementación del Plan
de Acción frente al Cambio Climático (PACC) de la Ciudad (Decreto GCABA 137/2009) que le permitiera
tomar medidas y prepararse para los efectos del calentamiento global. Este equipo, presidido por la
Agencia de Protección Ambiental (APrA), concibió el PACC como una herramienta orientada a la
planificación de mitigación y adaptación a los efectos adversos del cambio climático para el período
2010‐2030.
En la misma línea se sancionó la Ley GCABA 3871, promulgada en el año 2011, que tiene por objeto:
“establecer las acciones, instrumentos y estrategias adecuadas de adaptación y mitigación al Cambio
Climático en la Ciudad de Buenos Aires, para reducir la vulnerabilidad humana y de los sistemas
naturales, protegerlos de sus efectos adversos y aprovechar sus beneficios”; y que a su vez plantea que
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“la Autoridad de Aplicación debe convocar a un Equipo lnterministerial a fin de articular entre las
distintas áreas de gobierno la gestión de las políticas públicas relacionadas con la aplicación de las
disposiciones establecidas en la presente ley y sus normas complementarias”
Otro aporte positivo propiciado por esta Ley es la integración de un Consejo Asesor coordinado por la
autoridad de aplicación e integrado por: “Científicos, expertos e investigadores de reconocida trayectoria
sobre los diversos aspectos interdisciplinarios del Cambio Climático; y representantes de organizaciones
ambientales, universidades, entidades académicas y técnicas, y centros de investigación públicos y
privados con antecedentes académicos y científicos o con trayectoria en la materia.”
En relación a las costas, esta Ley establece como premisas: “a) Utilización, ajuste y desarrollo de modelos
de respuesta morfodinámica y ecológica de la zona costera de la Ciudad, para distintos escenarios de
cambio climático. b) Cartografía de la vulnerabilidad de la zona costera frente al ascenso del nivel de las
aguas del Río de la Plata y Riachuelo. c) Identificación, delimitación e Inventario de las áreas, estructuras
y sistemas vulnerables. d) Evaluación de las estrategias a desarrollar sobre los asentamientos humanos,
la infraestructura, la estabilidad de la costa y los sistemas pluviales y de saneamiento, frente a distintos
escenarios de ascenso del nivel de las aguas.”
La Ley establece como Autoridad de Aplicación a la APrA, que en su estructura cuenta con una Dirección
General de Estrategias Ambientales y que a su vez coordinaba subáreas dedicadas al CC y la
problemática ambiental de las costas de la ciudad. En la actualidad no existe ningún área dedicada
específicamente a la problemática costera.
En el año 2015 se actualizó el PACC y se publicó el PACC 2015 – 2020 (GCABA, 2015) que, en su Capítulo
4, establece acciones y estrategias dirigidas a reducir la vulnerabilidad de la población, mejorar el
sistema de salud y desarrollar obras de infraestructuras fundamentalmente referidas al sistema
hidráulico y de espacios verdes. El PACC 2015‐2020 no incluye estrategias específicas para el manejo de
las áreas costeras.
La costa de la CABA presenta un grado de complejidad mayúsculo, en tanto coexisten en ella usos y
actividades poco compatibles con la condición costera, y en algunos casos poco compatibles entre sí (Fig.
1). Algunos ejemplos son los asentamientos informales de Rodrigo Bueno y Padre Mujica que vuelcan
gran parte de sus líquidos cloacales al Rio de la Plata sin tratamiento (Fèvre y Dadon, 2014). En la
actualidad se están ejecutando obras de infraestructura en estos barrios que incluyen infraestructuras y
redes de saneamiento.
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Figura 1. Usos del suelo y actividades económicas en la zona costera de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires.
13.4. Otros planes de adaptación al CC en el mundo
Los planes de adaptación de ciudades frente al CC vienen desarrollándose en todo el mundo en forma
profusa y dinámica en cuanto a alcances y contenidos. Con el objetivo de dar una visión general sobre la
temática, se realizó una comparación de los planes de la CABA con los realizados en Barcelona (España) y
del Cantón Esmeraldas (Ecuador), a fin de visualizar diferentes formulaciones en distintas escalas y tipos
de ciudades (Tabla 1).
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Tabla 1 (continuación): Tabla comparativa de Planes y Estrategias de ACC. Fuente: Elaboración propia.
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Tabla 1. Matriz comparativa de Planes y Estrategias de ACC. Fuente: Elaboración propia.
El ejemplo del Cantón Esmeraldas (Tabla 1) resulta ejemplificador en tanto propone análisis y acciones
que integran a la región geográfica en su totalidad. Asimismo, incorpora un eje de actuación que
propone la vinculación con la investigación y la transferencia de tecnología. En el caso del PACC de la
CABA, sin duda la formulación de líneas de actuación que involucren a toda el AMBA resulta un objetivo
insoslayable para las próximas actualizaciones. En cuanto a la incorporación de estrategias de
investigación y transferencia de tecnología (y aun considerando positiva la creación del Consejo Asesor
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estipulado por la Ley 3871), resultaría sumamente valioso frente a la dimensión de la problemática y de
la amplitud de sus alcances, que se instrumentaran formalmente instancias de cooperación y tarea
efectiva conjunta, con instituciones del campo académico y de desarrollo científico tecnológico.
En el caso de Barcelona, se proponen indicadores específicos para el seguimiento del proceso de
adaptación. Algunos de ellos dirigidos específicamente al manejo costero, como los que reflejan el
“Grado de artificialización de la costa”; la “Calidad de las aguas vertidas al mar”; la “Calidad de las
playas”; la “Accesibilidad a las áreas costeras”; y otros (MACC, 2008). En el PACC de la CABA no se prevén
indicadores específicos asociados al proceso de adaptación, como tampoco referidos a la problemática
costera. La utilización de sistemas de indicadores en procesos como el que nos ocupa, resulta de suma
utilidad para establecer metas, fijar resultados, evaluar etapas y reprogramar acciones superadoras.
Establecer e incorporar un sistema de indicadores de adaptación en el PACC, que además considere
particularmente a los procesos costeros, resultaría una mejora sensible que le aportaría mayores
certidumbres y fortalezas al Plan. Otro aporte del Plan de Barcelona, es la amplitud temática que abarca
al planeamiento, la energía, al transporte y a la movilidad, etc. Una muestra de ello es la “Aplicación de
criterios bioclimáticos al urbanismo y la edificación” en la normativa que regula la actividad, que se
incorpora como acción concebida dentro del Plan e integrante del mismo.
Conclusiones y perspectivas
Los avances e iniciativas de la CABA con respecto a la ACC resultan plausibles y alentadores, más aún si
se los compara con la generalizada inactividad en la materia de la mayoría de las ciudades en nuestro
país. Contar con una normativa con rango de Ley que establece mantener el PACC actualizado
quinquenalmente, posiciona a esta iniciativa como política de estado relativamente resguardada de los
vaivenes habituales político‐institucionales.
También son sumamente auspiciosas las instancias instauradas por la misma Ley referente a la
integración del Consejo Asesor coordinado por la autoridad de aplicación e integrado por científicos,
expertos e investigadores, así como por representantes de organizaciones ambientales, universidades,
entidades académicas y técnicas, y centros de investigación públicos y privados con antecedentes
académicos y científicos o con trayectoria en la materia.
En el mismo sentido, la creación del Equipo lnterministerial con el fin de articular entre las distintas
áreas de gobierno la gestión de las políticas públicas relacionadas resulta superadora de la habitual
fragmentación temática y compartimentación de la gestión.
No obstante, resulta imprescindible avanzar en algunas cuestiones clave de la problemática que no están
presentes o aún no se han desarrollado suficientemente y que se enuncian a continuación:
a) La articulación de un efectivo accionar con alcance metropolitano. Un objetivo postergado
históricamente en materia ambiental que, como ya hemos mencionado, se torna imperativo
para el abordaje de la problemática asociada a la ACC.
b) La consideración de la gestión costera con un enfoque integrado y específico dentro del plan, en
virtud de las particularidades y complejidades que este medio presenta.
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c) La incorporación a las acciones de adaptación de todas las áreas y organismos involucrados,
como transporte, energía, manejo del agua, etc.
d) La dotación al PACC de un robusto cuerpo normativo asociado que establezca un accionar claro
dirigido a los actores sociales e institucionales con injerencia en el tema.
e) La compilación de una base de datos georreferenciados que permita un diagnóstico acabado del
territorio y un mapa de vulnerabilidad ajustado. Este instrumento debe concebirse con
capacidad operativa para el seguimiento y actualización continua de los procesos asociados a la
ACC en todo el ámbito del AMBA.
f) El diseño e instrumentación de un sistema de indicadores representativos del proceso de ACC,
que dé cuenta de la evolución en tres campos fundamentales: i) Estado de los recursos clave; ii)
Robustez de políticas y cuerpo normativo específico; y iii) Maduración de los procesos
gestionarios asociados.
Finalmente, será indispensable asignar los recursos económicos y los cuerpos profesionales con las
dimensiones adecuadas para dar respuesta a la complejidad planteada. Asimismo, si bien para enfrentar
el CC es necesario disponer de políticas públicas, recursos económicos y conocimiento científico‐
tecnológico, resulta además indispensable contar con consenso social que permita implementar nuevos
instrumentos de gestión. En tal sentido, cabe destacar que todavía no se han encarado campañas de
información ambiental acerca del CC de manera consistente y sostenida en el tiempo, lo cual contribuye
a invisibilizar el tema en la agenda pública.
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