Discurso y Género (Drag Queens)

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Universidad Distrital Francisco José de Caldas

Facultad: Ciencias y Educación

Carrera: L. E.B.É.H.L.C.

Asignatura: Discurso y género

Estudiante: Daniel Felipe Rodríguez Córdoba

Código 20161160013

Fecha: 05/10/2017

DICOTOMÍA CRUENTA:
¿Hombres, mujeres o humanos?

“¿Que yo me contradigo? Pues sí, me contradigo.


Y, ¿qué? (Yo soy inmenso, contengo multitudes).”
Walt Whitman

“En la historia lo que triunfa no son las masas


de millones de hombres ni las fuerzas materiales,
que parecen tan fuertes e irresistibles,
ni el dinero ni la espada ni el poder,
sino el pensamiento (…)”
Fiodor Dostoievski

Han pasado millones de años desde que la huella del hombre y la mujer brotó –por azar de
mano divina o explosión de masa concentrada– sobre la faz de la tierra, para comenzar a
extenderse a lo largo y ancho de su vientre minado de junglas espesas y abundantes paraísos
naturales; millones de años en que mujeres y hombres forjaron su destino mano a mano, que
encarnaron suplicios pecho a pecho, a través de cataclismos, hecatombes, crisis y sobre todo
guerras. Es cierto, sería un despropósito negar lo innegable, durante todos esos millones de años
el rol de la mujer, paulatinamente, fue relegado a la ‘trivialidad’, puesto bajo la sombra de lo
‘sencillo’ y lo ‘débil’, en otras palabras: fue opacado por la intensa inseguridad masculina, por
qué ¿Qué otra razón habría para que un “macho” sienta la necesidad de subestimar al máximo el
potencial femenino con base en premisas relacionadas con la sexualidad? Diremos que Pirre
Bordiue nos da una idea: “La paradoja consiste en que son las diferencias visibles entre el
cuerpo femenino y el cuerpo masculino las que, al ser percibidas y construidas de acuerdo con
los esquemas prácticos de la visión androcéntrica, se convierten en el garante más indiscutible
de significaciones y de valores que concuerdan con los principios de esta visión del mundo” 1

Lo anterior lo podemos constatar desde los primeros tropiezos de la humanidad, desde que
el hombre salía a cazar animales y la mujer se ocupaba de cuidar la zona de confort, es decir: de
las tareas del hogar. Más tarde, en el Medio Evo, con el surgimiento de un obscuro conocimiento
religioso, el hombre se convirtió en el centro de la verdad revelada por Dios y la mujer fue
cosificada, ultrajada, silenciada. Pero ahí no acaba la situación, con la aparición de la Burguesía
y las consecuencias acarreadas por la primera y la segunda guerra mundial, las mujeres tuvieron
la oportunidad de acceder a trabajos que antes eran únicamente para hombres, y obtener
posiciones a las que no habían aspirado en otras épocas. Hasta nuestros días, esta cruenta
dicotomía hombre/mujer basada en la superioridad de fuerzas y marcada por una profunda
connotación sexual sigue más vigente que nunca, no obstante, como afirma Judit Butler en su
texto Sujetos de sexo/genero/deseo: “la pretensión de un patriarcado universal ya no disfruta de
la misma credibilidad que anteriormente” 2

Así fue como se desató la risible distinción entre aquellos seres entendidos y fuertes,
capaces de sortear cualquier circunstancia de peligro (los “hombres”) y esas pobres criaturas de
razón nublada que por su delicada apariencia no merecen sino las tareas que –también en
apariencia– se antojan más simples y menos complicadas (las “mujeres”). Por tanto, el propósito
del siguiente ensayo, tendrá como norte desarrollar la siguiente pregunta: ¿De qué forma los
conceptos de sexualidad, género y discurso han permitido que la dicotomía hombre/mujer sea
cada vez más profunda y cuáles son sus principales consecuencias?

Por consiguiente, empezaremos con algo de suma importancia, hablaremos sobre la


sexualidad, dado que de allí parte gran parte del problema. Con Focault nos queda más que claro

1
Bordieu, Pierre. La dominación masculina, 1998, París, Editions du Seuil, pág. 37
2
Butler, Judith. "Sujetos de Sexo / Género / Deseo". 1990, New York, pág 2
que si hablamos de sexo, entonces también hablamos de represión. Represión en diferentes
términos y sentidos, ya sean biológicos, psíquicos, económicos, sociales o culturales. Tal
represión nos conduce a lo que el filósofo francés llama un: ‘mutismo’ o ‘silencio’ para con todo
lo que se tiene que decir acerca del sexo, mientras aceptamos con sumisión todo tipo de
prohibiciones. En esencia, Foucault nos advierte mediante una ‘’hipótesis represiva’’ que la raíz
de esta constante censura se debe en gran parte a la estructuración de discursos que incitan a
tener posturas endebles y poco críticas, que solo buscan: “(…) asegurar la población,
reproducir la fuerza de trabajo, mantener la forma de las relaciones sociales, en síntesis:
montar una sexualidad económicamente útil y políticamente conservadora” 3. Con ‘’sexualidad
económicamente útil y políticamente conservadora’’ Foucault hace referencia al menester de
dejar por fuera todas las ‘’perversiones’’ que los discursos pro-silencio se niegan a visibilizar y
tratar con la seriedad que se debería, asociándolas con enfermedades mentales y lo ilícito.
Además, no olvidemos que como afirma Bordiue: “El mundo social construye el cuerpo como
4
realidad sexuada y como depositario de principios de visión y de división sexuantes.”

Así las cosas, no hablaremos de la homosexualidad porqué ello implicaría alargar


demasiado el tema, simplemente recalcaremos la represión a la que sido sometida la mujer a
partir de su sexualidad. Una represión que sin duda varía del contexto en que nos situemos pues
no es la misma represión que se ejerce en Oriente a la que se perpetúa en Occidente, no es el
mismo discurso, ni las mismas condiciones socio-culturales, pero sin duda, contiene los mismos
elementos de violencia física y simbólica. Y es que, como nos recuerda Bordiue, lo irónico del
asunto es que las propias mujeres, asentadas en el seno de relaciones de poder toxicas, ofrecen su
consenso para ser violentadas de manera inconsciente, gracias a los esquemas y expresiones
<<pre-empaquetadas>> a las que han debido acostumbrarse; y esto es bastante grave.

Un ejemplo de hasta qué punto pueden llegar las consecuencias de la violencia cometida
contra la mujer, podría ser el que se ve en una etnografía realizada por Cesar Augusto Tapias
Hernández, titulada ‘Fumando Mañas’, que trata sobre una familia que vive en un contexto que
roza con lo más denso de la ilegalidad; pero eso no es lo más grave, sino el hecho de que la
familia, por lastima, tolera y convive con el violador de una de sus integrantes femeninas. ¿Cómo

3
Foucault, Michel. Historia de la Sexualidad I, 1991, París, pág. 24
4
Bordieu, Pierre. La dominación masculina, 1998, París, Editions du Seuil, pág. 22
puede ser posible eso? En palabras del propio sociólogo francés: “las mismas mujeres aplican a
cualquier realidad y, en especial, a las relaciones de poder en las que están atrapadas, unos
esquemas mentales que son el producto de la asimilación de estas relaciones de poder y que se
explican en las oposiciones fundadoras del orden simbólico” 5

Ahora bien, teniendo en cuenta lo anteriormente expuesto y siendo conscientes de la


manera en que la mujer se ha convertido en un mero objeto de placer sexual, hablaremos sobre
los discursos que constantemente nos inoculan a través de las concepciones que se germinan en
cuanto a las ideas de ‘identidad’ y ‘género’. No entraremos a dar definiciones a diestra y
siniestra, mejor, delimitaremos la forma en que dichos conceptos son asumidos por las mujeres y
como esto afecta su posición y rol social.

Así las cosas, y para ser bastantes breves, diremos que las mujeres están acostumbradas a
asumir estereotipos de toda clase para sentar las bases de su identidad (al igual que los hombres);
estereotipos clásicos, como que deben usar el color rosado en sus vestidos, jugar con muñecas,
no ensuciarse, ocuparse de las labores domésticas, etc. Ello lo podemos contemplar desde la
mujer conservadora que funge como esposa y es tan recatada como se lo permite su inmenso
pudor, hasta la mujer desarraigada y sin convenciones que con fervor fomenta la transgresión;
los prejuicios y estereotipos permanecen presentes en todos los casos. Con una identidad
usurpada y tan limitada, es entendible que muchas mujeres terminen por ser dominadas por los
hombres dentro de un sistema ‘patriarcal’, al verse involucradas en una carrera de discursos
‘performativos’ en donde solo tienen la opción de hacer silencio y actuar de la manera más dócil
posible.

Frente a tal dilema, es inevitable no traer a colación a Virginia Woolf y las lucidas
acotaciones de su ensayo ‘Un cuarto propio’. La escritora anglosajona, quién para su época sería
una de las piedras angulares del pensamiento feminista, no deja en ningún momento de recalcar
la importancia que tiene para una mujer el ser independiente, sobre todo, en aspectos económicos
e intelectuales, pues son estos, los que en gran parte le permitirían cultivar una identidad sólida,
critica; los que le permitirían adueñarse de su cuerpo, de su territorio, de sus potencialidades y
talentos. De lo contrario, la identidad de la mujer continuaría a la sombra de la sombra del
hombre, lo que no es ni justo, ni mucho menos ideal.
5
Bordieu, Pierre. La dominación masculina, 1998, París, Editions du Seuil, pág. 49
Con todo, ahora hablaremos de las cuestiones que atañen al concepto de ‘género’. Judit
Butler, de hecho, hace una afirmación muy interesante, que podría generarle escozor a unos
cuantos: “Existe “un” género que se supone que las personas tienen, o es un atributo esencial
que una persona presuntamente es, como implica la pregunta “¿Qué género eres tú?” 6. Luego,
la misma autora, hace una pregunta que también se antoja de alta relevancia: “¿Cómo y dónde se
construye el género? ¿Qué sentido podemos encontrarle a un constructo que no puede asumir
un/a constructor/a humano/a anterior a dicha construcción?”7. Esta última pregunta es muy
asertiva, ya que años y años de charlatanería en cuanto al sexo y la identidad, nos ha obligado a
soportar un maremoto de discursos, que como mencionaba Foucault en su libro Historia de la
sexualidad I, no han hecho otra cosa que seguir tocando la llaga por encimita, sin ahondar en las
cuestiones que verdaderamente deberían ser analizadas con extrema minuciosidad.

Es por ello, que hablar de ‘género’ en una sociedad que se dimensiona como
“posmoderna”, es todo un reto. Porque cierto es que, cada persona encontrara el sentido de su
‘género’ de acuerdo a las experiencias individuales. Y sí alguien no quiere considerarse hombre,
ni mujer, está en todo su derecho: ¿Pero cuál es la necesidad de rarificar las terminologías para
seguir desovando un tema que finalmente terminó por beneficiar a los intereses capitalistas?
Porque no nos digamos mentiras, tenemos mucho que penar con la ya cruenta dicotomía
hombre/mujer, como para realmente caer en más bifurcaciones dentro de la especie humana, que
lo único que permiten, es que el refrán: “divide y vencerás’’ tenga más veracidad que nunca. Con
ello, no estamos diciendo que el debate sobre el ‘género’ sea algo infructuoso, para nada, en vez,
estamos diciendo que no hemos sabido hilvanar una discusión que nos permita consolidar una
verdadera unión entre hombres y mujeres, más allá de que sean homosexuales, lesbianas,
travestis, etc.

Ya para concluir, en términos generales, nos es factible decir a partir de todo lo que
acabamos de exponer, que las ideas de ‘identidad’ y ‘género’ han sido acompañadas por
cuantiosa cantidad de discursos, que desde una orilla positiva o negativa, prohibicionista o
reivindicadora, se han encargado de hacernos creer que existen diferencias, entre nosotros, que

6
Butler, Judith. "Sujetos de Sexo / Género / Deseo". 1990, New York, pág 4

7
Butler, Judith. "Sujetos de Sexo / Género / Deseo". 1990, New York, pág 4
deberíamos resaltar con orgullo, y esto, solo nos ha hecho distanciarnos uno de otros y seguir
fluyendo rio abajo hacia una imparable desunión de la especie humana.

¿O es que acaso no parece evidente? Tanto el feminismo como el machismo siguen


conteniendo una pieza, un elemento oculto que no nos permite llegar a esa utopía, en la que tanto
hombres como mujeres sean capaces de ejercer su libertad completamente; en la que sea posible
una justicia sin ausencia de igualdad, y viceversa; esa utopía en la que no existan prejuicios,
estereotipos, discursos de odio o vanidad, en la que no tengamos que decirnos ‘’hombres’’ o
mujeres, sino solo: seres humanos, personas, habitantes del planeta tierra.

Sin embargo, está conclusión suena demasiado romántica, así que para poner los pies sobre
la tierra, valdría recalcar que para que se pueda dar una verdadera comunión plenaria de toda la
humanidad, para que no tengamos que decirnos hombres y mujeres, como quienes viven juntos
pero se odian, es necesario, en principio primordial, mejorar a pasos agigantados el sistema
educativo, y como objetivo sustancial: abandonar los paradigmas a los que estamos sujetos. Y
aún más importante, contribuir a la transformación socio-cultural desde una postura activa, que
se empeñe en abanderar una causa desde cualquier ámbito, ya sea académica, intelectual,
científica o política; una causa que se dé el lujo de cuestionar constantemente; que cuestione el
machismo, el falocentrismo, el feminismo, todo aquello que nos ubique en una dicotomía cruenta
y nos impida sentir lo que realmente somos: seres humanos.

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