El Angel Azul
El Angel Azul
El Angel Azul
Josef Von Sternberg siempre se destaco por el clima y la atmósfera con que envolvía sus
escenas, dotando de un sello inconfundible a todas sus producciones. Por ello, sus obras, por
encima de todo, son plásticas y se caracterizan por una belleza visual inusual en el cine de esa
época. Von Sternberg nació en Viena (Austria) el 24 de mayo de 1894, pero con 10 años de
edad se traslado con toda su familia a los EEUU. Su debut en el cine se tuvo lugar en el año
1925 cuando se sentó tras la cámara para dirigir The salvation hunters, a la que le siguen una
serie de películas mudas que culminan con su obra maestra: La ley del hampa (1927), Los
muelles de Nueva York (1928), La última orden (1928) y El ángel azul (1930). Esta película se
produjo y se rodó en Alemania, contando como protagonista con uno de los mayores mitos de
la historia del cine: Marlene Dietrich. La diva consiguió fama mundial gracias a este título y, a
partir de entonces, se convirtió en un rostro fijo en los siguientes trabajos del director
austriaco. Las siguientes obras de Von Sternberg pueden ser consideradas las mejores de su
filmografía, gracias, sin duda, entre otros aciertos técnicos y de guión, a la constante aparición
de la Dietrich en ellas. Nadie la dirigió con la maestría del cineasta austriaco. De todos estos
títulos, Marruecos (1930) y El expreso de Shanghai (1932) son obras que alcanzaron el
reconocimiento de la crítica internacional. De este mismo periodo es también un título grabado
sin la actriz alemana, pero igualmente rebosante de calidad artística: Una tragedia humana
(1931). Después de esta gloriosa etapa, Von Sternberg entra en una fase en la que comienza a
primar en su cine la imagen por encima del guión, lo que no fue bien recibido por sus
contemporáneos. De esa forma, el nivel de éxito de su obra disminuyó tanto en crítica como
en público. De esta tendencia cromática se puede destacar El embrujo de Shanghai (1941).
Josef Von Sternberg falleció en Los Ángeles el 23 de diciembre de 1969, pasando a la historia,
no sólo por la magia de su obra, sino también por haber sido el descubridor de Marlene
Dietrich.
Films:
1929 THUNDERBOLT 1935 CRIMEN Y CASTIGO.
1930 EL ANGEL AZUL 1935 EL DIABLO ES UNA MUJER
1931 FATALIDAD 1936 LA PRINCESA ENCANTADORA
1931 MARRUECOS 1939 SERGEANT MADDEN
1931 UNA TRAGEDIA HUMANA 1942 EL EMBRUJO DE SHANGAI
1932 EL EXPRESO DE SHANGAI 1951 AMOR A REACCION
1932 LA VENUS RUBIA 1951 UNA AVENTURERA EN MACAO
1934 CAPRICHO IMPERIAL 1953 ANATHAN/THE SAGA OF ANATHAN
En 1930, Erich Pommer, entonces jefe de producción de la UFA, llamo al austriaco Von
Sternberg para que dirigiese El ángel azul, la primera película sonora producida en Alemania.
La recomendación provenía del popular actor Emil Jannings, quien había actuado en los
Estados Unidos bajo las órdenes de Von Sternberg en La última orden (1928). Por su actuación
en este filme, Jannings había obtenido el primer Oscar otorgado a un actor.
El trato convenció a la Paramount, productora donde trabajaba Von Sternberg, la cual se alió
con la UFA para la distribución mundial del filme, mismo que se rodó en doble versión inglesa y
alemana.
La protagonista femenina seria la poco conocida Marlene Dietrich, una actriz que estuvo a
punto de obtener el estelar de La caja de Pandora (Pabst, 1928) y que llevaba una docena de
filmes poco memorables. Sin imaginarse que el filme pasaría a la historia por su lanzamiento
internacional, la Dietrich se presento en el set ataviada con un sombrero de copa, llamativas
medias negras coronadas por un par de ligas sobresalientes y un ajustado vestido corto.
Cuando entono, con profunda y ronca voz de contralto, las primeras notas de "Enamorándome
de nuevo" la magia se produjo y nació un mito del erotismo cinematográfico.
El ángel azul fue un filme exitoso que demostró que el cine alemán podía explotar hábilmente
elementos como el humor, el melodrama y los números musicales y sentar así las bases para
innumerables imitaciones. Al integrar la herencia expresionista con las nuevas técnicas
sonoras, Von Sternberg crea un balance entre el histrionismo de Jannings y la frescura de la
Dietrich, modelo de vitalidad y falta de prejuicios. Es este equilibrio el causante de la energía y
el atractivo del filme, que de ninguna manera es parcial hacia la actriz.
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Pionero del sonoro, El ángel azul integro de manera excepcional al sonido en la trama,
adelantándose a otros filmes que lograrían lo mismo años después. Con esta película, el cine
sonoro alcanzo la consolidación que buscaba desde que Al Jolson pronuncio las primeras
palabras en la pantalla.
LA GRAN MARLENE
Rostro majestuoso, voz rica en matices profundos, personalidad ambigua y sensual, el mito
Marlene Dietrich nació en medio de la decadencia de una Europa que se caía a pedazos, con el
humo de los cigarrillos y la ruidosa música de jazz como telones de fondo.
Para el mundo, la Dietrich embrujo las pantallas por primera vez en Marruecos (1930) del
mismo Von Sternberg, estrenada antes que El ángel azul. La opulenta y generosa figura de
Lola había sido estilizada para adquirir una elegancia art-deco que se convirtió en el sello
Dietrich. Juntos filmaron cinco películas más y construyeron un personaje fascinante y artificial
que permaneció en la imaginación de los espectadores, a pesar de que la misma Dietrich trato
de cambiar esa imagen en años posteriores en filmes como Testigo de cargo (1957) y El juicio
de Nuremberg (1961).
En 1984, la actriz fue objeto de uno de los más bellos homenajes fílmicos jamás realizados, al
aceptar que su colega y amigo Maximilian Schel rodase un documental sobre su carrera. El
filme, titulado sencillamente Marlene, nos muestra al mito en su eterno esplendor, tal como
ella quiso que la recordáramos.
EL ÁNGEL AZUL
Der blaue engel - 1930
Produccion: Alemania 1930 (Universum-Film AG, Berlin [UFA], Erich Pommer)
Direccion: Josef von Sternberg
Guion: Robert Liebmann (Carl Zuckmayer, Karl Vollmoeller), version libre de la novela El profesor Unrath,
de Heinrich Mann
Fotografía: Gunter Rittau, Hans Schneeberger (Blanco y negro)
Montaje: Sam Winston
Música: Friedrich Hollaender
Decorados: Otto Hunte, Emil Hasler
Vestuario: Tihamer Varady
Director de producci?n: Erich Pommer
Interpretes: Emil Jannings (Profesor Immanuel Rath), Marlene Dietrich (Lola Lola), Kurt Gerron (Kiepert,
mago), Rosa Valetti (Guste, su esposa), Hans Albers (Mazeppa), Reinhold Bernt (Payaso), Edward von
Winterstein (Director de la escuela), Hans Roth (Pedell), Rolf Muller (Angst, estudiante), Rolant Varno
(Lohmann, estudiante), Carl Ballhaus (Erztum, estudiante), Robert Klein-Lurk (Goldstaub, estudiante),
Karl Huszar-Puffy (Tabernero), Wilhem Diegelmann
(Capitán), Gerhard Bienert (Policia), Ilse Ferstenberg (Sirvienta de Rath).
Duración: 90 minutos
Estreno: Berlín, 10 de Marzo de 1930
1925. Una pequeña ciudad portuaria alemana, casi medieval. El digno profesor Rath, solterón,
hace temblar a sus alumnos. Cuando descubre que algunos de ellos frecuentan el cabaret El
ángel azul, donde actúa Lola Lola, decide ir personalmente a poner fin a este escándalo. Pero
allí es seducido por la belleza de la cantante y derrotado por su esplendor carnal. Sus alumnos
le pierden todo respeto. Pero Rath se casa con Lola Lola y se va de gira con ella y una
comparsa de actores ambulantes. Comienza entonces un largo proceso de envejecimiento y
degradación para el antiguo profesor. En 1929, el grupo regresa a la pequeña ciudad dónde
todo comenzó y al cabaret El ángel azul. Es aquí donde la humillación llega al clímax.
Erich Pommer, empeñado en crear artísticos films sonoros alemanes, contrato a Josef von
Sternberg para que dirigiera la película. Nacido en Austria, este brillante director de Hollywood
había probado en UNDERWORLD y en LA ULTIMA ORDEN que era maestro en el arte de recrear
ambientes en que se implicaban imperceptibles emociones. El éxito internacional de esta
película puede atribuirse a dos razones fundamentales; la primera de la cuales fue,
decididamente, Marlene Dietrich. Su Lola Lola fue una nueva encarnación del sexo. Esta
berlinesa vulgar, de la pequeña burguesía, con sus maneras provocativas y fáciles, mostraba
una impasibilidad que incitaba a buscar un secreto detrás de su duro egoísmo y fría indolencia.
Su voz velada también insinuaba que tal secreto existía. Cuando cantaba decía que sólo le
interesaba hacer el amor y nada más, vibrando con nostálgicas reminiscencias y esperanzas
latentes. Por supuesto, su impasibilidad no se alteraba y quizás no había secreto en absoluto.
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La otra razón del éxito del film era su franco sadismo. Las masas son irresistiblemente atraídas
por el espectáculo de la tortura y de la humillación, y Sternberg especulo con su tendencia
sádica haciendo que Lola Lola destruyera, no sólo a Jannings mismo, sino a todo su ambiente
(según Siegfried Kracauer, en De Caligari a Hitler).
EL ÁNGEL AZUL
"Apenas podía cantar". Con esta lacónica frase se dirige al profesor Rath su ama de llaves, en
un gesto de fría condolencia ante la muerte del único ser vivo con quien compartía habitación,
y quién sabe si también la vida. Desde la primera secuencia, Josef von Sternberg deja claro
que no piensa hacer demasiadas concesiones al optimismo y enmarca su historia en unos
parámetros tan limitados como la estancia del protagonista. El terrón de azúcar, que estaba
destinado a alegrarle la reclusión a su compañero alado, vuelve a la taza del profesor para que
no nos queden dudas del paralelismo de sus vidas.
Así comienza El Ángel Azul, la cruel historia de amor y destrucción entre un profesor, Rath, y
una artista de varietes, Lola Lola. La película, ambientada en la Alemania de los años veinte,
presenta desde una perspectiva marcadamente moralizadora las dificultades insalvables de
una relación tan desigual. En efecto, el protagonista es un hombre maduro y culto, de posición
acomodada y que goza de prestigio intelectual entre las personas bienpensantes. Ella, a su
juventud y belleza irresistible añade una buena dosis de coquetería, lo que la convierte a los
ojos de los hombres en una mujer fácil. El tránsito desde su frivolidad a su condición de femme
fatale --que encarnaría como nadie la mítica Marlene Dietrich, dirigida por el cineasta que
mejor supo entenderla-- es descrito a lo largo de los 86 minutos que dura la cinta.
El profesor, que en las primeras secuencias se dedica a perseguir a sus alumnos para impedir
que frecuenten aquellos tugurios depravados, tratando de apartarles de su atmósfera
perniciosa con el fin de evitar que caigan en las manos de personas poco recomendables, no
podrá resistirse a los encantos de la estrella del local, un típico cabaret de los que fueron tan
populares en la Alemania de entreguerras. Así seremos testigos de un progresivo
desmoronamiento, como consecuencia de su inmadurez emocional y su dependencia afectiva,
que le llevara a la más absoluta enajenación tras perder su dignidad personal y su posición
social, su capacidad de raciocinio y, finalmente, su vida.
Siguiendo un esquema narrativo clásico, Josef von Sternberg articula la historia en tres
bloques. Al proceso de enamoramiento corresponde el primero; a la crisis marital y posterior
desencanto el segundo bloque; y al deterioro de la convivencia conyugal, que culmina con la
ruina psíquica y moral del protagonista, el tercero de ellos. De toda la historia será testigo
mudo un payaso, cuya triste mirada opera como un acta notarial que registra minuciosamente
cuanto sucede en la escena del drama. La sustitución de su propio rol por Rath en el
espectáculo es uno de los recursos de que se servirá el director para enfatizar el triste sino del
profesor humillado. Un destino que queda perfectamente enmarcado en la secuencia final: tras
la crisis de explosividad que ha llevado a Rath --en pleno arrebato celopetico y mientras
cacarea su canto lastimero de gallo castrado-- a intentar el estrangulamiento de Lola Lola,
oímos a esta cantar de nuevo desde el escenario ("Ich bin vom Kopf bis Fuss_), como si nada
hubiese pasado. El profesor, con el pánico y la desorientación reflejados en su rostro,
aprovecha para coger su sombrero y su abrigo, marchándose del local con la sola compañía de
las sombras que le acompañan mientras se aleja de El Ángel Azul. El público aplaude la
actuación de Lola, que permanece sentada con gesto entre pensativo y satisfecho. Se oyen
unas sirenas al fondo; el profesor consigue llegar a la escuela con dificultad, toca la campanilla
y un hombre provisto de una linterna le abre la puerta. Como si fuera un autómata se dirige
escaleras arriba en busca de su aula. Cuando el celador lo encuentra dentro, lo enfoca con la
linterna y lo descubre inmóvil, aferrado a su mesa de trabajo. El hombre intenta soltarlo pero
no puede. Se oyen unas campanas como música de fondo. Un travelling final nos aleja hasta el
fondo del aula, enmarcando la figura del profesor en el escenario docente que nunca debía
abandonar. Fundido en negro. Único final posible para una historia tan oscura.
ELEMENTOS DE ANÁLISIS
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cuando se decide a llevar una vida más libre, a dejarse guiar por sus sentimientos. Es como si
más allá de los límites estrictos de la racionalidad -académica para más señas-no hubiera otra
cosa que el abismo y la amenaza de la locura.
Testigo de cargo
El personaje del payaso tiene un valor extraordinario a lo largo del film; es el testigo mudo de
los acontecimientos y funciona también como un signo premonitorio. La elocuencia de su
mirada silenciosa se convierte en un presagio de lo que le espera al profesor. A pesar de que
su figura aparece y desaparece continuamente durante el desarrollo del drama, su notoriedad
omnipresente sólo parece pasar desapercibida para un profesor cuya realidad esta
absolutamente determinada por un código de valores incapaz de categorizar aquella triste
existencia, novedosa en su vida. El desprecio de su apariencia tragicómica se convierte en una
cruel venganza del destino, que le hará asumir a Rath el papel de payaso y trasunto de aquél
"cuando ya no sirva para nada".
Obra de manera que lo que hagas pueda ser una norma universal
La ordenada, sistemática, recta y juiciosa vida del profesor Rath se disuelve como el simbólico
terrón de azúcar, cuando se sale de los estrictos límites de la racionalidad y se atreve a
desafiar el imperativo categórico kantiano.
"Que buscan ustedes aquí?_ Lo mismo que usted, profesor"; esta frase es la esencia del breve
diálogo que mantienen el maestro y sus alumnos descubiertos in fraganti. Pero lo que el
profesor busca se supone que ya no puede ser un modelo para nadie, ni siquiera para si
mismo: es el modelo de los demás.
Con la pérdida de su autonomía moral se acaba minando toda su autoridad, no sólo ética, sino
también pedagógica, intelectual y social. El desenlace final de este incidente (el vocerío de los
alumnos y las palabras de recriminación del director) parecen la consecuencia lógica de su
incoherencia personal.
Luces y sombras
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El expresionismo del film es tanto un recurso ético como estético. Determinadas
ambientaciones de la película, precisamente aquellas que nos resultan más nítidamente
expresionistas, permiten al director destacar la sordidez y la ambigüedad moral de situaciones
y personajes. El contraste entre las escenas que invitan a la esperanza -como la del banquete
de bodas-- y aquellas en las que la fatalidad es la única salida posible -como las que suceden
en el cabaret-- se representa didácticamente mediante la utilización de claroscuros, entre luces
y sombras. Unas sombras extraordinariamente largas como para pensar que su siniestro
presagio no llegue a alcanzarnos.
EMIL JANNINGS
Nombre real: Theodor Fiedrich Emil Janenz
23 de julio de 1884 Rorschach - 2 de enero de 1950 Stroblhof , Austria
Actor suizo, estrella del cine mudo. Estudio en las universidades de Zurich y Goerlitz, pero su
espíritu aventurero lo llevo a viajar a los 16 años. A los 18 años comenzó su carrera de actor,
trabajando en varias compañías teatrales. En 1914 el famoso Max Reinhardt lo invito a
incorporarse al Teatro Alemán (Deutsches Theater), para el que interpreto grandes papeles.
Por cuestiones económicas, hizo algunos pequeños papeles en el cine, hasta que en 1914 le
llego su primer protagónico en la película La pobre Eva (Arme Eva).
Formado por Reinhardt, Jannings represento la transición entre el actor de teatro (clásico y
alemán) y el actor cinematográfico. Fue el intérprete de los primeros filmes históricos de Ernst
Lubitsch, que le dieron la reputación de ser el mejor actor alemán. Fue la estrella de La última
carcajada (Der letzte Mann, 1924) y de Fausto (Faust, 1926), ambas de Friedrich Wilhelm
Murnau. Debido al éxito de la comedia Variete (idem, 1925), la Paramount lo contrato por tres
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años y partió a Hollywood. De su producción allí pueden mencionarse trabajos como De carne
somos (The way of all Flesh, 1927), de Victor Fleming, y La última orden (The Last Command,
1928), de Josep von Sternberg, con la que ganó el Oscar al mejor actor en 1929.
El cine sonoro le impidió continuar su carrera en Hollywood y regreso a Alemania. Allí realizo
una de sus mejores interpretaciones en El ángel azul (Der Blaue Angel, 1930), de Von
Sternberg, que consagro a Marlene Dietrich. Convertido en el "actor oficial" de los períodos
pre-nazi y nazi, actuó en filmes de propaganda y fue premiado por el Estado alemán.
Terminada la Segunda Guerra Mundial, se retiro a una propiedad en Austria, donde murió en
1950. Hoy sus actuaciones se ven como anacrónicas por su grandilocuencia y ampulosidad,
pero esta considerado como uno de los primeros grandes actores del cine.
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Filmografía:
Los hombres son como esto (1922) Ángel (1937)
Un hombre al borde del camino (1923) La condesa Alexandra (1937)
Salto a la vida (1923) Arizona (1939)
Tragedia de amor (1923) Siete pecadores (1940)
Joyless Street (1925) La llama de Nueva Orleans (1941)
El baron imaginario (1926) The Lady Is Willing (1942)
Arriba la cabeza, Charlie (1926) Manpower (1942)
Madame no quiere tener hijos (1926) Forja de corazones (1942)
Manon Lescaut (1926) Los usurpadores (1942)
Cafe Elektrik (1927) Sueños de gloria) (1944)
La moderna du Barry (1927) El príncipe mendigo (1944)
El otro yo (1927) En las rayas de la mano (1947)
Noches de amor (1929) Berlín Occidente (1948)
Hombres sin ley (1929) Jigsaw (1949)
Three Loves (1929) Pánico en la escena (1950)
El ángel azul (1930) Momentos de peligro (1951)
Marruecos (1930) Encubridora (1952)
Fatalidad (1931) La vuelta al mundo en ochenta días (1956)
La venus rubia (1932) Gran mundo en Monte Carlo (1957)
El Expreso de Shanghai (1932) Testigo de cargo (1957)
El cantar de los cantares (1933) Sed de mal (1958)
Capricho imperial (1934) Vencedores o vencidos (1961)
El diablo era mujer (1935) El juicio de Nuremberg, Vencedores o vencidos (1961)
Deseo (1936) Encuentro en Paris (1964)
El jardín de Ali (1936) Gigoló (1979)
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Grandes Putas Del Cine
de Greta Garbo a Nicole Kidman
El impacto de Nicole Kidman en Moulin Rouge ha despertado en Feinmann un mundo de
sensaciones, pero sobre todo una imperiosa necesidad de rendir homenaje a las más célebres
cortesanas del celuloide. Urgido por recordarlas a todas, Feinmann va de Garbo y la Taylor a
Julia Roberts y Kidman, para descubrir el destino que Hollywood le depara a las más putas: la
simpatía de la Academia y una muerte que las vuelve puras.
Por Jose Pablo Feinmann
Puta sin tuberculosis es puta, pero no tanto, suele decir un amigo mío y piensa, siempre que lo
dice, en La dama de las camelias y en el tango Griseta.
La divina Garbo instala ese modelo de mujer pálida, consumida por la cruel enfermedad del
romanticismo, pero acaso más consumida por sus pecados que no han cesado ni cesaron hasta el
día del escupitajo final, si se me permite decirlo así. Uno la ve a la divina y muy prostituta no da.
Era un poco gélida la Garbo. Le salía mejor decir “Quiero estar sola” que “Quiero coger”.
La primera frase la dice asiduamente en Grand Hotel, la segunda no la dice en La dama de las
camelias, pero se supone que debía decirla pues era ese oficio, el de coger por dinero, el que
ejercía. Sin embargo, antes que una puta, antes, incluso, que una prostituta, la Garbo se ve aquí
como una cortesana. Una exquisita mujer de mundo, que sabe vestir los colores blancos que le
diseña Adrian (el gran diseñador de la Metro) y juega durante los cien minutos del film a ser un
cisne que agoniza. Pero Garbo era Garbo, sabía hacer las cosas, les entregaba cierta eternidad.
Su modelo de prostituta ha permanecido. Es la mujer que desborda sabiduría, conocimiento de la
vida. Es protectora y capaz de enamorarse. Es frágil pero soporta en secreto su condena. Tose y
se lleva el pañuelo a los labios, disimulando. Así, su enamorado, Armand (Robert Taylor), no se
entera de esa condena y la ama como si ese amor fuera a durar siempre. La historia es triste y
establece la dura condena que la ficción descarga sobre las prostitutas: el verdadero amor les
esta vedado. Garbo muere en brazos de Armand y su muerte es uno de los instantes más
sublimes del cine. Ella se desvanece, hace algo con los ojos, arquea levemente su cuerpo tísico y
Armand comprende que ahora lo que tiene entre sus brazos es sólo un cadáver. No es casual que
Dumas hijo le haya endilgado el mal del siglo XIX a su heroína.
Las prostitutas son personajes que se llevan bien con el romanticismo. Son pasionales,
tormentosas, ajenas a la razón, dionisíacas y no apolíneas, desafían los dogmas, lo clásico, lo
establecido. Son el Sturm und Drang entre sábanas agitadas. De este modo, han nacido para la
pasión, el pecado y la enfermedad, que es su castigo. Para el tango son, además, francesas.
Puta, francesa y tuberculosa son casi lo mismo. “Ando con una francesa”, expresaba clase y
poder para un porteño. Francesa era sinónimo de cortesana. Y una cortesana es una puta fina,
es decir, una puta francesa. La historia de Griseta no es la de Camille, pero su enfermedad si.
Mezcla rara de Museta y de Mimi, dice ese tango de González Castillo y Enrique Delfino. Y
también: Era la flor de París/que un sueño de novela trajo al arrabal/Y en el loco divagar del
cabaret/al arrullo de algún tango compadron/alentaba una ilusión/soñaba con Mimi/quería ser
Manon. Y por fin: Francesita, que trajiste pizpireta/sentimental y coqueta/la poesía del Quartier/
Quién diría que tu poema de Griseta/ sólo una estrofa tendría/ la silenciosa agonía de Margarita
Gauthier. Pobre Camille. Pobre Margarita. Pobre Griseta. Pobres prostitutas. Condenadas a morir
sin conocer el amor verdadero, o a sufrir -.si lo encuentran, la condena de no poder gozarlo.
Madonna en Evita
La interpretación tradicional de las prostitutas es la que las perdona –purificándola por medio de
la muerte. Pensemos en el musical Evita o (ya que aquí hablamos de cine) pensemos en la
película de Parker-Madonna. Nadie duda de la unidireccional lectura que el film hace de Eva
Perón: una chica de pueblo que utiliza su cuerpo para arribar al poder. En suma, una prostituta
tramada por la ambición. Su primera conquista es la del cantante Agustín Magaldi, a quien usa
para llegar a Buenos Aires. También se insinúa que la madre de Eva (Doña Juana) regentea un
burdel en el originario pueblo de Junín. Evita creció en un prostíbulo. (El film, tal como el
musical, sigue fielmente el libro de Mary Main, La mujer del látigo, que era un rejunte de los
peores chismes que decían las clases altas sobre Eva y el peronismo en general.) Evita llega a
Buenos Aires y su ascenso inescrupuloso sigue su rumbo. Su cuerpo es siempre su instrumento.
De esta forma, conquista a empresarios radiales para hacerse actriz y a militares para acercarse
a su meta más ansiada: el coronel Perón. En una fiesta, junto a uno de estos militares (un
peldaño más en su carrera vertiginosa e impúdica), la encuentra Agustín Magaldi, quien ha
animado la reunión con algunas de sus viejas canciones. Evita le dice: “Veo que tu número no ha
variado demasiado”. Magaldi le echa una ojeada al milico que la acompaña, luego la mira y dice:
“Veo que el tuyo tampoco”. O sea: “Nena, seguís siendo la misma puta de siempre”. Todos estos
episodios están subrayados por un curioso personaje que interpreta Antonio Banderas. Equivale
al Che de la versión teatral. Aquí seria una especie de Juan Pueblo. El tipo habla pestes de Evita
durante todo el film: es una arribista, una ladrona (se roba la plata de la Fundación), una
represora, una dictadora, una demagoga, una enemiga de la gente decente y de la democracia.
No obstante, la acusación que permanece del principio al fin es la de prostituta. Es mala porque
es puta. Y se acabó. Pero Evita (como adecuadamente deben hacerlo las putas en los folletines)
se muere. No de tuberculosis, de cáncer. Y no sólo se muere, sino que agoniza. Largamente la
vemos morir. Tan largamente como a la Garbo en La dama de las camelias. Y ya se sabe: la
muerte purifica todos los pecados. Hasta los de las prostitutas. Hasta los de Eva Perón. Asi,
durante la escena del sepelio, Banderas o Juan Pueblo, se acerca respetuosamente al féretro y...
lo besa. El Pueblo ha perdonado a la Evita-Puta porque la Evita-Puta ?tal como corresponde a
una puta hecha y derecha, que sabe saldar sus deudas, sufrió como una perra y al final se murió.
Que descanse en paz. Ahora es buena. La puta buena es la puta muerta.
Lo que el viento se llevo y El Gatopardo
Nadie recuerda a Ona Munson. En un mundo que no recuerda a Kafka o a Melvilla o a Berg puede
aceptarse sin mayor dolor el olvido de Ona. Sin embargo, hizo la prostituta de Lo que el viento
se llevo. (También trabajo con Josef von Sternberg en La pecadora de Shangai: se dio sus
gustos.) Asi, es posible que todos recuerden a Ona Munson ya que nadie (o casi nadie o, al
menos, no tantos como los que olvidaron a Kafka, Melville y Berg) ha olvidado Lo que el viento
se llevo. Ona Munson hace Belle Watling, la rumbosa prostituta de Atlanta, amiga de Rhett
Butler, el amor imposible de Scarlett O’Hara. Belle Watling es la prostituta buena, generosa, que
ha hecho dinero y sabe dar cobijo. Rhett Butler (Clark Gable) busca en su destellante prostíbulo
satisfacción a sus desbordes vitales. Porque Rhett es el espíritu del Norte industrialista. Siempre
se ha dicho que Lo que el viento se llevo sostiene una óptica sureña, pero no es así: la mayoría
de los episodios (o muchos de ellos y decisivos) se ven desde el punto de vista mercantil y
pragmático de Rhett, cuyo cinismo y desencanto prefiguran el de otro enamorado perdedor que
llevar? las iniciales de su nombre: Rick Blaine (Humprhey Bogart) en Casablanca. Rhett nunca
puede tener a Scarlett: ella siempre amara a Ashley Wilkes (el soñador caballero sureño). Rick
nunca tendrá a Ilsa Lund: ella se ira con otro soñador, con Victor Laszlo, el heroico luchador
antinazi. Pero ahora hablaremos de Belle Watling. La prostituta que se ennoblece por la caridad.
Rhett se divierte en el prostíbulo de Belle. Hasta le regala uno de sus hermosos pañuelos de
bolsillo. Belle es abundosa, vital, se desborda una y otra vez. Nadie la quiere, nadie la acepta
entre la gente decente de la aristocrática ciudad de Atlanta. Cierta noche, en medio del
inminente desastre, de la inminente derrota, Belle se allega al Hospital donde agonizan cientos
de soldados sureños. Quiere dar dinero. La desdeñan, la echan. Alguien, sin embargo, la llama:
es Melanie Hamilton (Olivia de Havilland). Melanie no sólo representa la exquisitez de la mujer
sureña, también esta urdida por una bondad infinita. Le pregunta a Belle para que ha venido.
Belle dice que quiere ofrecer una suma de dinero para el hospital. Alguien, coherentemente, le
grita: “No queremos su dinero!”. Melanie impone silencio y le dice a Belle que si, que ella
aceptara su dinero, y que aprecia su bondad. Belle dice que no lo hace porque es buena sino
porque es una buena confederada. Sujeto por un pañuelo blanco entrega el dinero y se va. (La
más pura de las mujeres del film ha sido la que ha aceptado, comprendido a la más impura.)
Melanie abre el pañuelo: son muchos dólares en oro. No en papel, en oro. Melanie exclama: “Que
buena mujer!”. Y proviniendo de la santa de Melanie esta es una absolución para Belle. Scarlett
agarra el pañuelo y ve las iniciales RB: Rhett Butler. Así, descubre que Rhett -.además de todos
los defectos que odia en el y le impiden y le impedirán amarlo, es un putañero. Scarlett se
enfurece: “Si esa mujer fuera una dama... se las vería conmigo”. Pero no es una dama. Es Belle
Watling, la prostituta de Atlanta. Belle diseña otro aspecto de la prostituta en el cine: se la
termina aceptando porque es generosa, porque contribuye a una buena causa y porque,
también, entrega diversión y vitalidad a un Rhett Butler que no puede encontrarlas en otro lado.
Es la prostituta que consuela a un héroe solitario, que sufre de amores no correspondidos. Belle
prefigura a otra entrañable prostituta que entregar (en un film tan inolvidable como Lo que el
viento se llevo, pero superior) Luchino Visconti. Todos sabemos que -.en El Gatopardo, 1963, el
príncipe Fabrizio Salina (Burt Lancaster) besaba, todas las noches, en el lecho matrimonial, a su
muy católica esposa. Todos sabemos que luego ella se santiguaba. Todos nos hemos reído en
esa escena pero lamentamos también que un hombre tan pleno como el príncipe Fabrizio Salina
estuviera casado con mujer tan marchita. Sin embargo, cierta noche, amparado por un cura
cómplice, el príncipe sale de su casa, recorre algunas callejuelas, se separa del cura y continúa
su marcha hacia una puerta en la que golpea imperativo. La puerta se abre y aparece una mujer
hermosa, sensual, con un pelo negro que le cae en cascada y unos ojos que brillan desbocados
de lujuria. Echa sus largos brazos al cuello del príncipe y con una voz susurrante y espesa dice:
“Principone mío”. El príncipe Fabrizio entra a la casa y todos sabemos que esa noche nadie se va
a santiguar por causa de sus besos.