Letra J

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Letra J

La J es una letra que se considera una aproximante palatal. Ésta ocupa la posición 10
dentro del alfabeto español y es la séptima consonante del mismo. El origen etimológico
de la letra J deriva del latín y del griego, sin embargo tiene reconexión con el egipcio y
el etrusco. Se cree que esta letra es una adaptación que la letra “i” sufrió con el paso del
tiempo, lo cual explica el porqué del punto encima de la letra “j”.

Qué es la letra J

La letra j ocupa el décimo lugar del alfabeto español y es la séptima consonante del
mismo, así como del alfabeto latino básico. Su representación en mayúscula es J, y en
singular es pronunciada como “jota” mientras que en plural es “jotas”. En el AFI
( Alfabeto Fonético Internacionales) es catalogada como una letra aproximante palatal,
sin embargo su uso puede variar en los diferentes idiomas.
Por ejemplo en idiomas como el alemán y el finés es también la representación de una
aproximante palatal, mientras que en español es una fricativa velar sorda “x”

Origen de la letra J

El origen de la letra J procede del latín “I” y del griego “Iota I o f”, de igual forma. En
el etrusco es bastante parecida a la letra I.
En los jeroglíficos egipcios era representado por el símbolo de una mata o junco. Por
otro lado en el alfabeto fenicio existe una letra equivalente, lo cual es la letra “Yodh” o
“jod” que posee forma de Z y la cual figura una mano.

Historia de la letra J

Para entender de dónde proviene la letra j es importante saber que esta letra no es más
que una modificación que la letra i sufrió con el paso del tiempo, lo cual demuestra que
la letra J posee también un punto en su parte superior.
Por su parte la “i” procede de la décima letra protosinaítica “iod” también llamada
“brazo con mano” por lo que en el idioma griego es conocida como iota.
Respecto al punto, el mismo se incorporó durante la edad media para evitar confusiones
en la escritura de tipo cursiva, específicamente en el diptongo latino “iu” con el “ui”
pero con el tiempo se terminó generalizando el uso de la i en minúscula.
La etimología letra J afirma que en el latín la J si existía, pero no el sonido “jota” como
en el español se pronuncia “jarra” o en el griego “jarites”, pero cabe destacar que no se
conocía como “jota”, puesto que se le llamaba “iota longa” es decir “i larga”.
En muchas inscripciones antiguas es común observar palabras con letra I larga y con i
normal. Lógicamente ambas tenían el mismo sonido, pero diferenciaban la i breve y la i
larga. En ocasiones se empleaba solo por arcaísmo.
De igual manera en la actualidad los diccionarios mantienen la forma de la “j” a pesar
de que se pronuncie como “i” para de esa manera diferenciar la semiconsonante de la
vocal.
En la escritura del latín, las formas de la J y la U ya existían, pero como variantes de la I
y la U respectivamente y con ese rol permanecieron durante varios siglos. No fue sino
durante los siglos XVI y XVII cuando su uso les dio marchamo de letras de manera
autónoma. Reservándose las letras U y la I para fonemas vocálicos, y la J y la v para
consonánticos.

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