Como Construir La Vision de La Empresa - J.Collins & J.Porras
Como Construir La Vision de La Empresa - J.Collins & J.Porras
Como Construir La Vision de La Empresa - J.Collins & J.Porras
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Los grandes navegantes siempre saben dónde está el Norte. Saben hacia dónde quieren ir y
cómo hacer para llegar a ese destino. Con las grandes empresas sucede lo mismo: tienen visión.
Esto es lo que les permite manejar la continuidad y el cambio como un proceso simultáneo.
Hewlett-Packard, Sony o Disney son organizaciones que saben distinguir entre lo inmutable y lo
variable. Una visión clara sirve para reconocer esta diferencia. En el siguiente artículo, los autores
explican en detalle, los dos componentes claves de la visión: la ideología central y el futuro
imaginado. Esto es, la naturaleza de la empresa y sus metas y cómo alcanzarlas.
James C. Collins es educador en management y escritor, radicado en Boulder, Colorado, donde
dirige un laboratorio de aprendizaje dedicado a la investigación y al trabajo con ejecutivos.
También es profesor invitado de administración de empresas de la Universidad de Virginia, en
Charlottesville. Jerry I. Porras es profesor Lane de Comportamiento Organizacional y Cambio de
la Escuela de Negocios para Graduados de la Universidad de Stanford, en Stanford, California,
lugar en el que además es director del Programa sobre Liderazgo y Gerenciamiento del Cambio
destinado a los ejecutivos. Collins y Porras son autores del libro Built to last: Successful Habits of
Visionary Companies.
Las empresas que disfrutan de un éxito duradero tienen valores centrales y un propósito central
que se mantienen fijos, mientras las estrategias y prácticas comerciales se van adaptando
indefinidamente a un mundo en permanente cambio. La dinámica que permite preservar ese
núcleo central sin dejar por ello de estimular el progreso es la razón por la que empresas como
Hewlett-Packard, 3M, Johnson & Johnson, Procter & Gamble, Merck, Sony, Motorola y Nordstrom
se convirtieron en instituciones de élite capaces de autorrenovarse y de lograr un desempeño
superior en el largo plazo. Hace largo tiempo que los empleados de Hewlett-Packard saben que
un cambio radical en las prácticas operativas, las normas culturales y las estrategias comerciales
no significa que se pierda el espíritu del llamado "Estilo Hewlett-Packard", es decir, el conjunto de
principios centrales de la empresa. Johnson & Johnson cuestiona continuamente su estructura y
moderniza sus procesos sin dejar de preservar los ideales que son la base de su credo. En 1996,
3M vendió varias de sus grandes empresas —medida drástica que sorprendió a la prensa
dedicada al mundo de los negocios— para poner el énfasis en el propósito central de resolver
innovadoramente los problemas no resueltos. En la investigación que realizamos para nuestro
libro —Built to Last: Successful Habits of Visionary Companies (Construidas para durar: hábitos
exitosos de las empresas visionarias)— estudiamos a algunas de estas compañías y descubrimos
que superaron el mercado bursátil en un factor de 12 desde 1925.
No caben dudas de que las grandes empresas comprenden la diferencia que existe entre lo que
nunca se debe cambiar y lo que debe estar abierto al cambio, entre lo que es genuinamente
sagrado y lo que no lo es. Esta capacidad poco común para manejar la continuidad y el cambio —
que requiere de una disciplina practicada a conciencia— está íntimamente relacionada con la
capacidad para desarrollar una visión. La visión brinda una guía sobre cuál es el núcleo central
que debe preservarse y cuál el futuro que debe estimular el progreso. Pero lo que ocurre es que
"visión" se ha convertido en una de las palabras más usadas y menos comprendidas del idioma,
porque encierra mensajes muy diferentes para las diferentes personas, mensajes que tienen que
ver con valores firmemente sostenidos, logros sorprendentes, vínculos sociales, metas
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Ideología central
La ideología central define la naturaleza duradera de una organización; una identidad coherente
que va más allá de los ciclos de vida del producto o del mercado, de los avances tecnológicos, las
modas del management o los líderes individuales. En verdad, el aporte más duradero y
significativo de quienes forjan empresas visionarias es la ideología central. Tal como dijera Bill
Hewlett sobre su gran amigo y socio comercial David Packard, en ocasión de su muerte no hace
mucho tiempo atrás: "En cuanto a la empresa, lo mejor que nos dejó fue un código de ética
conocido como el Estilo Hewlett-Packard". La ideología central que ha guiado a esta empresa
desde su creación hace más de 50 años incluye un profundo respeto por el individuo, la
dedicación a una calidad y confiabilidad accesibles, el compromiso asumido con la comunidad (el
mismo Packard legó sus acciones de la empresa, por un valor de US$ 4,3 mil millones, a una
obra de caridad) y el concepto de que el fin de la empresa es contribuir técnicamente al avance y
al bienestar de la humanidad. Forjadores de empresa como David Packard, Masaru Ibuka de
Sony, George Merck de Merck, William McKnight de 3M y Paul Galvin de Motorola comprendieron
que es más importante saber quiénes somos que hacia dónde vamos, porque ese "hacia dónde
vamos" habrá de cambiar a medida que cambie el mundo que nos rodea. Los líderes se mueren,
los productos se tornan obsoletos, los mercados cambian, aparecen nuevas tecnologías y las
modas del management van y vienen, pero la ideología central de una gran compañía perdura
como fuente de guía e inspiración.
La ideología central es como el adhesivo que mantiene unida a la organización mientras crece, se
descentraliza, se diversifica, se expande globalmente y desarrolla la diversidad en el lugar de
trabajo. Hay que pensar en ella asimilándola a los principios del judaísmo que han mantenido
unido al pueblo judío durante siglos, sin una patria que los reúna y diseminados por todo el
mundo. O considerar las verdades manifiestamente proclamadas en la Declaración de la
Independencia, o en los principios e ideales perdurables de la comunidad científica que estrecha
lazos entre los investigadores de todas las nacionalidades en pos del avance del conocimiento
humano. Una visión eficaz debe encarnar a la ideología central de una organización, la que a su
vez está formada por dos componentes distintivos: los valores centrales, es decir el sistema de
doctrinas y principios rectores, y el propósito central, o sea la razón de ser fundamental de la
organización.
Valores centrales
Los valores centrales son los principios esenciales y perdurables de una organización. Como
pequeño conjunto de principios guía atemporales, los valores centrales no necesitan una
justificación externa; tienen un valor y una importancia intrínsecos para quienes forman parte de
la organización. Los valores centrales de la imaginación y la integridad que caracterizan a Walt
Disney Company (Ver "El negocio de la fantasía" en Empresas) no son el resultado de los
requisitos del mercado sino de las convicciones íntimas de su fundador, quien creyó que la
imaginación y la integridad debían alimentarse sin que existiera razón alguna para hacerlo.
William Procter y James Gamble no infundieron a la cultura de P&G el énfasis en la excelencia
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como una mera estrategia para llegar al éxito, sino como un principio casi religioso. Y ese valor ha
estado presente en la gente de P&G durante más de 150 años. El servicio al cliente —casi hasta
el punto del servilismo— es una forma de vida en Nordstrom cuyos orígenes datan de 1901, ocho
décadas antes de que los programas de servicio al cliente se pusieran de moda. Para Bill Hewlett
y David Packard, el respeto por el individuo fue, en primer término, una profunda convicción
personal; no lo aprendieron en un libro ni lo escucharon de boca de algunos de los gurúes del
management. Ralph S. Larsen, CEO de Johnson & Johnson, lo dice con estas palabras: "Los
valores centrales encarnados en nuestro credo podrían ser una ventaja competitiva, pero ésa no
es la razón por la que creemos en ellos. Creemos en ellos porque definen todo aquello que
defendemos, y seguiríamos creyendo en ellos aun cuando, en ciertas situaciones, se convirtieran
en una desventaja competitiva".
El punto es que una gran empresa decide por sí sola cuáles son sus valores centrales,
independientemente del entorno actual, de los requisitos competitivos o de la moda del
management. Es evidente, entonces, que no existe un conjunto universalmente correcto de
valores centrales. No es necesario que una empresa tenga como valor central el servicio al cliente
(Sony, por ejemplo, no lo tiene), o el respeto por el individuo (Disney no lo tiene), o la calidad
(Wal-Mart no la tiene), o la orientación al mercado (Hewlett-Packard no la tiene), o el trabajo en
equipo (Nordstrom no lo tiene). Estas cualidades podrían ser parte de las prácticas operativas o
estrategias comerciales de una empresa sin que constituyan la esencia de su razón de ser.
Además, las grandes empresas no tienen por qué tener valores centrales agradables o
humanistas, aunque es cierto que muchas los tienen. La clave no está en qué valores centrales
tenga una empresa, sino en que los posea.
Es común que las compañías tengan pocos valores centrales, generalmente entre tres y cinco. En
realidad, descubrimos que ninguna de las empresas visionarias estudiadas tenía más de cinco, y
la mayoría sólo tenía entre tres y cuatro. Y, en verdad, es correcto que así sea. Muy pocos
valores pueden ser realmente centrales —es decir, tan fundamentales y profundamente
arraigados que muy rara vez habrán de cambiar— si es que lo hacen.
Para identificar los valores centrales de su empresa, Ud. debe recurrir a la honestidad más
inflexible para definir qué valores son verdaderamente centrales. Si llega a considerar más de
cinco o seis, lo más probable es que Ud. esté confundiendo los valores centrales (que no
cambian) con las prácticas operativas, estrategias comerciales o normas culturales (que deben
estar abiertas al cambio). Tenga presente que los valores deben aprobar la prueba del tiempo.
Una vez preparado un listado preliminar de los valores centrales, formúlese la siguiente pregunta
para cada uno de ellos: si las circunstancias cambiaran y se nos castigara por defender este valor
central, ¿seguiríamos sustentándolo? Si Ud. no puede, con verdadera honestidad, contestar
afirmativamente, entonces no se trata de un valor central y deberá dejar de considerarlo.
Una empresa de alta tecnología se preguntaba si debía incluir a la calidad en su lista de valores
centrales. El CEO preguntó lo siguiente: "Supongamos que dentro de diez años la calidad deja de
marcar una diferencia importante en nuestros mercados. Supongamos que lo único que importa
es la velocidad y la potencia, pero no la calidad. ¿Querríamos seguir incluyendo a la calidad en
nuestra lista de valores centrales?". Los miembros del equipo gerencial se miraron unos a otros y
finalmente dijeron que no. La calidad siguió estando presente en la estrategia de la empresa y se
siguió recurriendo a los programas de mejoramiento continuo como mecanismo impulsor del
progreso, pero ya no formó parte del listado de valores centrales.
Este mismo grupo de ejecutivos se dispuso a considerar si la innovación de vanguardia era un
valor central. El CEO preguntó: "¿Seguiríamos incluyendo a la innovación en nuestra lista de
valores centrales independientemente de los cambios que se produjeran en el mundo que nos
rodea?". En esta oportunidad, el equipo gerencial respondió con un sí contundente. La
perspectiva de los gerentes podría resumirse de la siguiente forma: "Siempre buscamos crear una
innovación de vanguardia. Eso es lo que somos. Para nosotros es realmente importante y
siempre lo será. No importa lo que pase. Y si nuestros actuales mercados no la valoran,
encontraremos mercados que sí lo hagan". La innovación de vanguardia pasó entonces a integrar
la lista y allí permanecerá. La empresa no debe cambiar sus valores centrales según los cambios
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del mercado; por el contrario, deberá cambiar a los mercados, si es necesario, para seguir siendo
fiel a sus valores centrales.
La elección de quiénes deben participar de este proceso que deriva en la determinación de los
valores centrales varía de acuerdo con el tamaño, la antigüedad y la dispersión geográfica de la
empresa pero, en muchas situaciones, hemos recomendado lo que llamamos el Grupo Marte.
Funciona de la siguiente manera: imagine que le han pedido que recreara los mejores atributos
de su organización en otro planeta, pero sólo tiene lugar para un grupo de entre cinco y siete
personas en la nave espacial. ¿A quiénes enviaría? Lo más probable es que Ud. elija a quienes
comprenden cabalmente sus valores centrales, a quienes tienen el más alto nivel de credibilidad
entre sus pares y la mayor idoneidad. Solemos pedirles a las personas dispuestas a trabajar en el
tema de los valores centrales que propongan un Grupo Marte de entre cinco y siete personas
(que no necesariamente tienen que ser los participantes del grupo). Invariablemente, terminan
eligiendo representantes de gran credibilidad que realizan una tarea magnífica, precisamente
porque son modelos de esos valores centrales, porque constituyen una porción representativa del
código genético de la empresa.
Hasta las organizaciones globales integradas por personas provenientes de las más diversas
culturas pueden identificar un conjunto de valores centrales compartidos. El secreto está en
trabajar desde el individuo y hacia la organización. Quienes tienen a su cargo enunciar los valores
centrales deben responder las siguientes preguntas. ¿Qué valores personales trae Ud. a su
trabajo? (deben ser tan esenciales que Ud. estaría dispuesto a defenderlos independientemente
de que sean recompensados o no). ¿Cuáles son los valores centrales que Ud. les diría a sus hijos
que defiende en su trabajo y que le gustaría que ellos también defendieran cuando les toque el
turno de ser trabajadores adultos? Si Ud. se levantara mañana temprano con suficiente dinero
como para jubilarse y no trabajar más por el resto de su vida, ¿seguiría Ud. viviendo de acuerdo
con esos mismos valores centrales? ¿Puede imaginarlos tan válidos para Ud. dentro de 100 años
como lo son hoy? ¿Estaría dispuesto a defender esos valores centrales aun cuando en algún
momento uno o más de ellos se convirtieran en una desventaja competitiva? Si Ud. fundara
mañana una nueva organización en una línea de trabajo diferente de la de hoy, ¿qué valores
centrales incorporaría a la nueva organización, independientemente de cuál sea la industria? Las
últimas tres preguntas son especialmente importantes, porque marcan la diferencia crucial entre
los valores centrales duraderos que no deberían cambiar y las prácticas y estrategias que
cambian permanentemente.
Propósito central
El propósito central, la segunda parte de la ideología central, es la razón de ser de una
organización. Un propósito eficaz refleja las motivaciones idealistas que llevan a la gente a
cumplir con las tareas de la compañía. No describe solamente la producción de la empresa o el
segmento de clientes al que apunta, sino que capta el alma de la organización. El propósito, tal
como lo señalara David Packard en un discurso que diera frente a sus empleados en 1960,
entraña las razones más profundas que fundamentan la existencia de una organización y que van
más allá de ganar dinero. Packard dijo lo siguiente:
"Quiero referirme a las razones por las que una compañía existe, en principio. En otras palabras,
¿por qué estamos acá? Creo que mucha gente erróneamente supone que una empresa existe
sólo para ganar dinero. Aunque éste es un resultado importante de su existencia, tenemos que
cavar más hondo para encontrar su verdadera razón de ser. Al investigar esto, inevitablemente
concluimos que un grupo de personas se unen y conforman esa institución a la que llamamos
empresa para poder realizar colectivamente algo que no podrían lograr por separado, hacen una
contribución a la sociedad, una frase que puede parecer trillada pero que es fundamental. Si
miran a su alrededor y contemplan el mundo de los negocios, podrán encontrar personas
interesadas en ganar dinero y nada más, pero las motivaciones subyacentes provienen en
esencia del deseo de hacer algo más, de fabricar un producto, o brindar un servicio —es decir, de
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el talento creativo de su gente. Pero, ¿por qué habría la gente de brindarse entera? Tal como
señalara Peter Drucker, las personas más dedicadas son, en última instancia, los voluntarios,
porque tienen la oportunidad de hacer algo más con sus vidas. Frente a una sociedad cada día
más activa, al cinismo en el que viven las compañías y el crecimiento de los emprendedores en la
economía, las compañías necesitan más que nunca comprender con claridad cuál es su propósito
para que el trabajo tenga sentido y, en consecuencia, atraiga, motive y retenga a su mejor
personal.
Por ejemplo, según nuestra información, Nike no tiene una definición formalmente enunciada de
su propósito central. Sin embargo, y de acuerdo con nuestras observaciones, sí tiene un
poderoso propósito central que se filtra hacia toda la organización: experimentar la emoción de la
competencia, ganar y derrotar a los competidores. Nike tiene un campus que se parece más a un
lugar sagrado para el espíritu competitivo que al edificio de oficinas de una empresa. Enormes
fotos de los héroes de Nike cubren las paredes, placas de bronce de sus atletas pueblan su
Sendero de la Fama, estatuas de los atletas de Nike acompañan todo el largo de la pista de
atletismo que rodea al campus, y hay edificios que rinden tributo a los campeones, como la
maratonista olímpica Joan Benoit, la superestrella del basketball Michael Jordan, o el famoso
tenista profesional John McEnroe. La gente de Nike que no se siente estimulada por el espíritu
competitivo y la garra para ser feroces simplemente no dura mucho tiempo dentro de esa cultura.
Hasta el nombre de la empresa refleja el sentido de la competencia, porque Nike es la diosa
griega de la victoria. En consecuencia, aunque Nike no lo haya definido formalmente, es evidente
que tiene un propósito fuerte.
Por lo tanto, identificar el propósito y los valores centrales no es un ejercicio que consiste en forjar
palabras. En realidad, la organización genera una gran variedad de definiciones para su ideología
central con el transcurso del tiempo. En los archivos de la empresa, descubrimos más de seis
versiones diferentes del Estilo Hewlett-Packard, redactadas por David Packard entre 1956 y 1972.
Todas esas versiones afirmaban los mismos principios, pero las palabras utilizadas variaban
según el tiempo y las circunstancias. Del mismo modo, la ideología central de Sony ha sido
expresada de manera diferente en el transcurso de la historia de la empresa. En el momento de
su fundación, Masaru Ibuka describió dos elementos de la ideología de Sony: "Aceptaremos de
buen grado las dificultades técnicas y nos concentraremos en productos técnicos altamente
sofisticados que tengan gran utilidad para la sociedad, independientemente de qué cantidad se
trate; pondremos especialmente el énfasis en la capacidad, desempeño y temperamento
personal, de modo tal que cada individuo pueda dar lo mejor de sí en capacidad y habilidades"
(2). Cuatro décadas después, este mismo concepto apareció en una definición de ideología
central llamada "El espíritu pionero de Sony": "Sony es una empresa pionera y nunca trata de
seguir a las demás. A través del progreso, Sony desea servir al mundo entero. Siempre será un
buscador de lo desconocido... Sony defiende el principio de respetar y alentar la capacidad
propia... y trata siempre de sacar lo mejor que hay en cada persona. Esta es la fuerza vital de
Sony" (3). Los mismos valores centrales, distintas palabras.
En consecuencia, Ud. debería poner el énfasis en el contenido correcto, en capturar la esencia
del propósito y los valores centrales. La cuestión no es crear una definición perfecta, sino
comprender plenamente cuál es el propósito y cuáles los valores centrales de su organización, los
que luego podrán expresarse de múltiples maneras. De hecho, con frecuencia sugerimos que una
vez identificado el núcleo central, los gerentes deberían generar sus propias definiciones de
propósito y valores centrales y compartirlas con sus grupos.
Finalmente, tampoco debe confundirse la ideología central con el concepto de capacidad central.
La capacidad central es un concepto estratégico que define las habilidades específicas de su
organización —aquellas cosas que sabe hacer bien— mientras que la ideología central
representa todo lo que Ud. defiende y las razones por las que existe. Las capacidades centrales
deben estar alineadas con la ideología central de una compañía y, generalmente, están
fuertemente arraigadas; pero no son la misma cosa. Por ejemplo, la miniaturización es una
capacidad central de Sony, una fortaleza que puede aplicarse estratégicamente a una amplia
variedad de productos y mercados. Pero la miniaturización no es la ideología central de Sony. La
miniaturización podría no ser parte de la estrategia de la compañía dentro de 100 años, pero
continuará siendo una gran empresa porque seguirá teniendo los mismos valores centrales
descriptos en El Espíritu Pionero de Sony y la misma razón de ser fundamental, es decir,
desarrollar tecnología para beneficio del público. En una empresa visionaria como Sony, las
capacidades centrales cambian con las décadas, no así la ideología central.
Una vez que Ud. haya clarificado el punto de la ideología central, puede sentirse absolutamente
libre como para cambiar todo lo que no sea parte de ella. De allí en adelante, cada vez que
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alguien dice que algo no debería cambiar porque "es parte de nuestra cultura" o porque "siempre
lo hicimos de ese modo", o cualquier otra excusa similar, recuérdele esta regla simple: si no
pertenece al núcleo central, está abierto al cambio. La versión afirmativa de esta regla es: si no
pertenece al núcleo central, ¡cámbielo! Sin embargo, articular la ideología central es sólo el punto
de partida. Todavía le quedará decidir qué tipo de progreso Ud. desea estimular.
Vislumbrar el futuro
El segundo componente esencial del marco de la visión es el futuro imaginado. Está integrado por
dos partes: una meta audaz de 10 a 30 años, más descripciones vívidas de cómo será llegar a
ese objetivo. Reconocemos que la expresión futuro imaginado es un tanto paradójica. Por un
lado, transmite el sentido de algo concreto —algo visible, vívido y real. Por el otro, habla de un
tiempo que aún no se ha materializado— con sus sueños, esperanzas y aspiraciones.
Descripción vívida
Además de este nivel de BHAG, el futuro imaginado necesita lo que nosotros llamamos una
descripción vívida: es decir, una descripción vibrante, atrapante y específica de cómo será llegar
a la BHAG. Piense en ella como aquello que traduce la visión de palabras a imágenes, piense en
crear una imagen que la gente pueda llevar incorporada a su mente. Se trata de pintar un cuadro
con sus palabras. Pintar este cuadro es esencial para que esa BHAG prevista para 10 a 30 años
cobre cuerpo en la mente de las personas.
Por ejemplo, Henry Ford dio vida a la meta de democratizar el automóvil con esta vívida
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descripción: "Construiré un auto para la gran multitud... Su precio será tan bajo que todos los
hombres que ganen un sueldo razonable podrán tener uno y disfrutar con su familia de la
bendición que significan las horas de placer en los grandes espacios abiertos de Dios... Cuando
haya terminado, todos podrán acceder a un auto y tendrán uno. El caballo habrá desaparecido de
nuestras autopistas, el automóvil será algo que todos darán por sentado... y daremos empleo a
una gran cantidad de hombres a un buen salario".
La división de soporte de componentes de una empresa de productos de computación tenía un
gerente general que pudo describir vívidamente la meta de convertirse en una de las divisiones
más buscadas de la compañía: "Seremos respetados y admirados por nuestros pares... Nuestras
soluciones serán activamente buscadas por las divisiones de productos terminados, las que
lograrán verdaderos éxitos en el mercado en gran medida gracias a nuestra contribución técnica...
Nos sentiremos orgullosos de nosotros... La gente más prometedora de la compañía querrá
trabajar en nuestra división... Sin que se lo pidamos, la gente dirá que ama lo que está haciendo...
Estarán dispuestos a trabajar mucho, simplemente, porque quieren hacerlo... Empleados y
clientes sentirán que nuestra división ha realizado un aporte positivo a sus vidas".
En la década de los '30, Merck tuvo la BHAG necesaria para dejar de ser un fabricante de
productos químicos y transformarse en una de las empresas productoras de drogas más
importantes del mundo, con una capacidad para la investigación comparable a la de cualquier
universidad importante. Para describir este futuro imaginado, George Merck dijo al inaugurarse la
planta de investigación de la empresa en 1933: "Creemos que el trabajo de investigación
realizado con paciencia y perseverancia dará nueva vida a la industria y el comercio, y tenemos fe
de que en este nuevo laboratorio, equipado con las herramientas con las que cuenta, habrán de
progresar la ciencia y el conocimiento, para que la vida humana pueda quedar libre del
sufrimiento y la enfermedad... Comprometemos toda nuestra ayuda para que esta empresa
amerite la fe que hemos depositado en ella. Dejemos entonces que brille su luz. Que todos
aquellos que buscan la Verdad, que todos los que se esfuerzan porque creen que este mundo
puede ser un mejor lugar para vivir, que todos quienes mantienen en alto la antorcha de la ciencia
y el conocimiento en estos oscuros tiempos en lo social y económico, cobren renovado aliento y
se sientan acompañados".
La pasión, la emoción y la convicción son componentes esenciales de la descripción vívida.
Algunos gerentes se sienten incómodos emocionándose con sus sueños, pero eso es
precisamente lo que motiva a otros. Churchill comprendió esto cuando describió la BHAG de Gran
Bretaña en 1940, porque no dijo solamente : "Derroten a Hitler", sino que señaló: "Hitler sabe que
tendrá que derrotarnos en esta isla o perder la guerra. Si podemos hacerle frente, Europa toda
será libre, y la vida del mundo podrá avanzar hacia tierras altas iluminadas por el sol. Pero si
fracasamos, el mundo todo, incluido Estados Unidos y todo aquello que conocemos y cuidamos,
se hundirá en el abismo de una nueva Era de Oscuridad, más siniestra y más prolongada, quizá
por el aporte de la ciencia perversa. Dispongámonos, entonces a cumplir con nuestro deber y
seamos los responsables de que si el Imperio Británico y el Commonwealth duran mil años más,
los hombres sigan diciendo: 'Esta fue su hora más gloriosa'."
en consecuencia, que algunos ejecutivos progresan más comenzando por la descripción vívida y
marchando desde allí hasta la BHAG. Este enfoque significa comenzar con planteos como éstos:
estamos sentados aquí dentro de 20 años, ¿qué nos gustaría ver?, ¿cuál sería el aspecto de esta
compañía?, ¿cómo sería para los empleados?, ¿qué debería haber logrado? Si alguien escribiera
un artículo sobre esta compañía para una revista de negocios importante dentro de 20 años, ¿qué
diría? Una de las empresas de biotecnología con la que trabajamos tenía dificultades para
vislumbrar el futuro. Uno de los miembros del grupo ejecutivo dijo: "Cada vez que aportamos algo
que es para toda la compañía, resulta que es demasiado genérico como para ser vivificante —
algo banal como 'desarrollar la biotecnología en todo el mundo'". Cuando se les pidió que pintaran
un cuadro de la empresa dentro de 20 años, los ejecutivos mencionaron cosas como "estar en la
tapa de la revista Business Week por ser una empresa exitosa modelo... o en la lista de las 10
empresas más admiradas de la revista Fortune... o que los mejores graduados en ciencias y
negocios quieren trabajar aquí... que la gente que viaja en avión elogie a su compañero de
asiento uno de nuestros productos... tener 20 años consecutivos de crecimiento en las
ganancias... tener una cultura emprendedora que ha generado la creación de seis nuevas
divisiones... que los gurúes del management nos usen como ejemplo de excelente gestión y
pensamiento progresista", y así sucesivamente. A partir de acá, pudieron ver la meta de
convertirse en una empresa de biotecnología tan respetada como Merck o como Johnson &
Johnson.
No tiene sentido analizar si el futuro imaginado es el correcto. Con la creación —y de lo que se
trata aquí es de crear un futuro, no de predecirlo— no existe una respuesta correcta. ¿Creó
Beethoven la Novena Sinfonía correcta? ¿Creó Shakespeare el Hamlet correcto? No podemos
contestar estas preguntas, porque no tendría sentido. El futuro imaginado incluye preguntas tales
como: ¿lo sentimos agitar en nuestro interior?, ¿es para nosotros un estímulo?, ¿alienta un mayor
impulso?, ¿logra que la gente se mantenga en movimiento? El futuro imaginado puede ser tan
vivificante por derecho propio que seguiría motivando a la organización aún después de haber
desaparecido los líderes que establecieron esa meta. La BHAG de Citi Bank, predecesor de
Citicorp, era "convertirse en la institución financiera más poderosa, más útil y de mayor alcance
que el mundo haya conocido" —una meta que despertó el entusiasmo de varias generaciones
hasta que se la pudo alcanzar. Del mismo modo, las misiones de la NASA a la Luna continuaron
energizando a la gente a pesar de que el presidente John F. Kennedy (el líder que creó esta
meta) murió varios años antes de que se la concretara.
Para crear un futuro imaginado eficaz hace falta un cierto nivel de confianza y compromiso
irracionales. Tenga en cuenta que la BHAG no es sólo una meta; es una Meta Grande, Sólida y
Audaz. No es razonable que un pequeño banco regional se proponga la meta de convertirse en la
"institución financiera más poderosa, útil y de mayor alcance que el mundo haya conocido", tal
como lo hizo el Citi Bank en 1915. Tampoco es un objetivo tibio decir que "vamos a democratizar
el automóvil", tal como se propuso Ford. Casi causó risa enterarse de que Philip Morris —que
ocupaba el sexto lugar entre las tabacaleras, con una participación en el mercado del 9% en la
década de los '50— se propusiera como meta derrotar al Goliat de los cigarrillos, RJ Reynolds
Tobacco Company, y convertirse en la empresa número uno. Tampoco fue modesta la actitud de
Sony, una pequeña empresa con escasos recursos, cuando proclamó que su meta era cambiar la
imagen mundial de que los productos japoneses eran muy deficientes en su calidad. Pero, por
supuesto que no es sólo la audacia de la meta lo que cuenta, sino el nivel de compromiso
asumido. Boeing no sólo vislumbró un futuro dominado por los jets comerciales, sino que apostó
toda su empresa al 707 primero y al 747 después. La gente de Nike no sólo hablaba de la idea de
aplastar a Adidas, sino que se embarcó en la cruzada de cumplir el sueño. En realidad, el futuro
imaginado debería producir un efecto similar al que tenemos cuando perdemos el aliento frente a
algo que, por su magnitud, nos asombra.
Pero, ¿qué sucede cuando fracasamos al materializar el futuro imaginado? En nuestra
investigación, descubrimos que las empresas visionarias despliegan una enorme capacidad para
lograr hasta las más audaces de las metas. Ford pudo democratizar el automóvil; Citicorp se
convirtió en el banco de mayor alcance del mundo; Philip Morris logró pasar del sexto lugar al
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Traducido y reproducido con autorización de la Harvard Business Review. Este artículo fue
originalmente publicado bajo el título en inglés "Building your company´s vision", por James C.
Collins y Jerry I. Porras, septiembre-octubre 1996. Copyright © 1996 the President and Fellows of
Harvard College, todos los derechos reservados. Esta traducción Copyright © 1997 the President
and Fellows of Harvard College
Una visión bien concebida está integrada por dos componentes principales: una
ideología central y un futuro imaginado.
La ideología central define la naturaleza duradera de una organización; una identidad
coherente que va más allá de los ciclos de vida del producto o del mercado, de los
avances tecnológicos, las modas del management o los líderes individuales.
No debe confundirse la ideología central con el concepto de capacidad central.
La capacidad central es un concepto estratégico que define las habilidades
específicas de la organización.