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EL PATRIMONIO DE LA DESAMORTIZACIÓN.

DE LOS BIENES
CULTUALES Y CULTURALES

Manuel Antonio Ramos Suárez

A lo largo de la Historia y más especialmente durante los siglos XVIII y XIX


se produjeron en España numerosos procesos desamortizadores que
incidieron principalmente en los bienes de las comunidades religiosas, si
bien no quedaron exentas las propiedades de la nobleza o los bienes de los concejos.
Sin embargo, y aunque numerosos especialistas han tratado lo sucedido a los bienes
rústicos de esas instituciones, es mucho el desconocimiento sobre las consecuencias
que tuvieron esos procesos en el Patrimonio Cultural. Ese desconocimiento afecta no
sólo a nivel nacional donde se conocen algunos hitos, sino también a nivel local, caso
de la localidad que nos ocupa. Para el estudio planteado y su realización se han
consultado numerosas fuentes archivísticas y bibliográficas ya expuestas en la
monografía Patrimonio Cultural y Desamortización. Marchena 1798-1901.1 Por
ello, y aunque este trabajo se presentó con información inédita en una de las sesiones

1
La obra se publicó por la Diputación Provincial de Sevilla y obtuvo el premio Archivo Hispalense
-Sección Arte- del pasado año 2007. Fue presentada el pasado mes de abril de 2009 en la Sala Carrera
de Marchena. Desde aquí mostrar mi agradecimiento a don Jesús-Lino Rodríguez por las imágenes que
ilustran esta ponencia-resumen.

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de las XIV Jornadas sobre Historia de Marchena, hoy puede servir de resumen de
ese trabajo más amplio ya publicado.
La desamortización se define como la acción legal para liberar los bienes de
manos muertas (que pertenecen a la Iglesia, la nobleza o un municipio, etc.) de manera
que puedan ser vendidos. Ésta afectó a toda clase de bienes. Y si bien, la más conocida
de ellas es la desamortización del ministro Mendizábal, ésta no fue ni la primera ni la
única. No obstante, se puede considerar como la más «virulenta», al menos para la
institución eclesiástica. Se han sucedido numerosas desamortizaciones entre las cuales
se señalan: la expulsión y extrañamiento de la Compañía de Jesús en el año 1767
considerada por numerosos historiadores como la primera desamortización; la
desamortización de Godoy decretada en el año 1798 y que afectó a los hospitales,
colegios, casas de misericordias, hermandades, cofradías, etc. y en la que se pusieron
en venta numerosas propiedades rústicas y urbanas; la desamortización de José I
aprobada en el año 1809, también condicionada por los momentos bélicos que padecía
la nación española y que supuso la primera destrucción y pérdida del patrimonio
artístico español; la desamortización de las Cortes de Cádiz decretada en el año 1812
y de poca duración; la del Trienio Constitucional que no supuso una supresión completa
de todas las comunidades religiosas salvo de aquellas que tenían menos de doce
regulares, las grandes desamortizaciones de Mendizábal y Espartero de los años 1835
y 1841 respectivamente, que en la mayoría de los casos supuso la exclaustración
definitiva y supresión de todos los bienes rústicos, urbanos e incluso culturales, la
desamortización de Madoz en el año 1855 que afectó directamente y de manera
especial a los Ayuntamientos, y la desamortización de la revolución gloriosa de 1868
que redujo aquellas comunidades que habían pervivido a las desamortizaciones previas.
Todos estos procesos desamortizadores se desarrollaron a través de una ley
marco principal que era desarrollada con posterioridad y concretada en numerosos
decretos y normas que se concretizaban según la temática o al tipo de propiedad
afectaba: rústica, urbana, bienes muebles, etc. Toda la legislación aparecía publicada
en los sucesivos compendios legislativos, así como en la Gaceta de Madrid o en otras
publicaciones periódicas de tirada provincial. En ellas se recogían todas las leyes y
decretos e incluso se anunciaron las ventas y subastas de todos los bienes rústicos y
urbanos que pasaban de las comunidades de religiosos y religiosas a manos de la
Hacienda Pública. Uno de esos ejemplos de publicaciones periódicas fue el Boletín
Oficial de la Provincia de Sevilla cuyo primer número salió por esas fechas con el
objetivo de presentar esas ventas de bienes nacionales.
Las consecuencias de la desamortización fueron amplias y de diversa índole.
Las principales afectaron al mundo religioso y se materializaron en la exclaustración
de comunidades de religiosas y religiosos principalmente, pues la primera medida era
prohibir la entrada a legos, para posteriormente reducir las comunidades de menos de

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El patrimonio de la Desamortización. De los bienes cultuales y culturales.

doce frailes profesos y finalmente producirse la supresión. Por tanto, un fraile que
había vivido más de cuarenta o cincuenta años en un convento, en el mejor de los
casos, serviría la parroquia que tenía junto a su convento, en otros tenía que volver a
su pueblo natal, otros se secularizaron, etc.
En el terreno económico se produjeron la subasta y venta de los bienes que
eran propiedad de las distintas comunidades. Y aunque las ilusiones estaban puestas
en que se produciría una mejora de la Hacienda Pública los resultados no fueron
tales.2 Por lo que se refiere a las consecuencias sociales, en la nación española se
apreciaba un fuerte anticlericalismo desde fuera por la clase política con la entrada
de nuevas corrientes ilustradas y liberales e incluso dentro de la misma Iglesia por
parte de la jerarquía y el clero secular, que no aceptaban de buen grado la vida y
costumbres degradadas de los moradores de los conventos.
Y finalmente, las consecuencias que afectaron al patrimonio cultural en todos
sus ámbitos, principalmente en el terreno arquitectónico con el deterioro, destrucción
y pérdida de numerosos edificios conventuales, con numerosos cambios de usos,
transformaciones y derribos. Esta consecuencia trajo consigo la destrucción y el
deterioro de muchos conventos que provocaron numerosos cambios urbanísticos en
el viario de pueblos y ciudades españolas. Además se produjo la pérdida y el trasiego
de todos los bienes muebles tanto en el terreno de la escultura, pintura, artes suntuarias
o los fondos archivísticos y bibliográficos que poseían las comunidades. No obstante,
si algo tuvo de positivo la ley desamortizadora respecto a estos bienes últimos fue la
creación de las bibliotecas provinciales que sirvieron de depósito de esas bibliotecas
conventuales o la creación de los museos provinciales que también acopiaron el
patrimonio pictórico que poseían los conventos y que fueron requisados por los
intelectuales de entonces.
Teniendo en cuenta el título de la ponencia el patrimonio de la Desamortización
estaba formado por bienes rústicos como tierras, cortijos, molinos, etc. y bienes urbanos
destacando la iglesia y el edificio conventual, las casas que tenían las comunidades
que se arrendaban y otros edificios como posadas, baños, etc. Respecto a los bienes
muebles cabe diferenciar los bienes cultuales y los culturales, ya que la ley
desamortizadora distinguió entre unos y otros. De ellos cabe señalar los retablos, las
esculturas, pinturas, ornamentos, artes suntuarias, fondos bibliográficos y archivísticos.
Cada una de las comunidades religiosas de la localidad tenía una zona conventual
compuesta por la iglesia y las dependencias conventuales. Las comunidades de

2
Para conocer el tema en profundidad, véase A. L AZO DÍAZ, La desamortización de las tierras de la
Provincia de Sevilla: (1835-1845) Sevilla, 1970.

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religiosos que estaban establecidas en Marchena eran los dominicos (San Pedro
Mártir), franciscanos recoletos (Santa Eulalia), franciscanos observantes (San
Francisco), agustinos (San Agustín) y capuchinos (Santo Ángel). Estos edificios
conventuales fueron los primeros que padecieron los diversos estragos de los distintos
procesos desamortizadores. A continuación se va a ofrecer un somero análisis histórico
de cada uno de ellos haciendo constar en primer lugar cuando fue su fundación,
algunos hitos históricos y añadiendo los nuevos usos que tuvieron a lo largo de las
distintas desamortizaciones.
El convento de Santa Eulalia, situado a unos cuatro kilómetros fuera de la
localidad, fue fundado por deseo de los duques de Arcos en el año 1490 según las
crónicas y estuvo habitado por una comunidad de frailes franciscanos recoletos. Gozó
de fama y santidad y según la historiografía allí habitó fray Juan Pérez de Marchena
que posteriormente asesoró a Cristóbal Colón en su viaje. Su comunidad tuvo fuertes
lazos de confraternidad con la comunidad del convento de San Francisco llegando a
compartir la enfermería del último. Albergó una gran biblioteca, generosamente donada
por la duquesa Guadalupe de Aveiro.
Durante la desamortización de José I fue ocupado a fines de enero de 1810 y
convertido en fortaleza. Sufrió graves destrozos por su ubicación en descampado, así
como por ser zona de incursiones militares. En la desamortización del Trienio Liberal
y obedeciendo el decreto de arreglo de conventos se le unieron las comunidades de
Osuna y Palos de la Frontera. Entre los desperfectos que padeció hubo que reparar
la cerca de la huerta conventual. Fue en la desamortización de Mendizábal cuando en
octubre de 1835 se procedió a su supresión definitiva. A partir de entonces, se aumentó
el deterioro del inmueble manteniéndose como capilla rural a cargo de un fraile
exclaustrado. En los años cincuenta del siglo XIX sirvió de parroquia rural para atender
a los vecinos de las haciendas cercanas, pasando con posterioridad a ser propiedad
de una familia de la localidad. Hoy sólo se conservan algunos restos y ruinas del
edificio.
El convento de San Pedro mártir fue fundado por Bartolomé Sánchez de la
Bonilla en el año 1517, con la intención de situarlo en la Plaza de la Fuente y con
posterioridad gracias al mecenazgo de Rodrigo Ponce de León, I duque de Arcos, en
el año 1520 se comenzó su construcción en los Cantillos de la puerta de Morón. Su
capilla mayor sirvió de enterramiento de algunos de los miembros de la casa ducal, si
bien desde mucho tiempo atrás, el convento de San Agustín de Sevilla había servido
de lugar de enterramiento del linaje de los Ponce de León. A lo largo del siglo XVII y
XVIII se sucedieron numerosos cambios estéticos en su inmueble, principalmente el
cambio de cubierta del templo pasando de tener una armadura mudéjar a sustituirse
por una bóveda de cañón a mediados del siglo XVIII. En esa centuria llegó a albergar
hasta ocho hermandades.

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El patrimonio de la Desamortización. De los bienes cultuales y culturales.

Con motivo de la aplicación de la desamortización de José I y la ocupación


napoleónica, las dependencias conventuales se usaron como cuartel, si bien su templo
estuvo abierto desde noviembre de 1811 atendiendo a las peticiones de los fieles de la
localidad pues en él se encontraban dos devociones de fuerte arraigo como el Cristo
de San Pedro y la Virgen del Rosario, patrona de la localidad. Contraviniendo la
norma general, el convento fue ocupado por los frailes en diciembre de 1812
procediéndose por parte de la comunidad a la reforma de tejados y recuperación de
las puertas del cenobio. Durante el Trienio Liberal y tras la aplicación de la legislación
vigente, fue uno de los conventos que se suprimió para unirse al de Carmona. Sus
dependencias sirvieron como cuartel de guardia de la milicia nacional de Infantería.
Con la desamortización de Mendizábal vino su supresión definitiva. El convento se
usó para celebrar exámenes finales de las escuelas locales, como plaza de abastos
que aún se conserva en este lugar, incluso planteándose la ubicación de la Casa
consistorial. En el período desamortizador de Espartero y entre los años 1843 y 1845
se sucedieron varios pleitos promovidos por la Casa ducal de Arcos sobre la propiedad
del inmueble, así como el deseo y la reclamación por parte del Consistorio a las
autoridades provinciales para que se conservase su templo dados sus valores artísticos.
A partir de 1850 la zona conventual comienza a sufrir fragmentaciones y arrendamientos
por instituciones y particulares que llegan hasta nuestros días.
Según Morales Sastre, el convento de San Francisco fue fundado en el año
1530 por acuerdo testamentario de Diego Núñez de Prado y Juana Blázquez, destinando
su casa que luego fue capilla mayor, capilla del sagrario, sacristía y claustro chico. La
casa ducal contribuyó económicamente durante muchos años a la celebración de
capítulos intermedios de la orden franciscana, tal como se deduce de la contabilidad
ducal.
La aplicación del inmueble como fábrica de salitre durante la ocupación
napoleónica dejó muy deteriorado tanto el templo como el convento. Posteriormente,
a fines de 1812 la comunidad volvió a habitarlo tras hacer numerosas reformas. Con
motivo de la desamortización del Trienio fue suprimido trasladándose cuatro frailes al
convento de Aznalcázar y ocho al de Morón de la Frontera. Tanto el templo como la
zona conventual se mantuvieron en buen estado usándose como escuela, si bien se
desestimó su uso como cárcel provisional. La desamortización de Mendizábal provocó
su definitiva supresión, aunque se quiso mantener abierto dada su importancia para la
villa. Sin embargo, su clausura vino motivada por el hundimiento de la bóveda del
templo a fines de 1846, sin poderse llevar a cabo su rehabilitación. Todo el templo y el
convento se parceló ocupándose con inmuebles con diversos fines: viviendas, plaza
pública, escuela, juzgados, etc. Tan sólo se conserva la capilla de la Vera Cruz como
reducto de lo que fue el convento franciscano.

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El convento de San Agustín se fundó en una ermita dedicada a Nuestra Señora


de Gracia situada al final de la actual calle Santa Clara también con patrocinio ducal.
Posteriormente, en el año 1616 la comunidad se trasladó a un nuevo inmueble que se
fue construyendo a lo largo del siglo XVII, finalizándose en la segunda mitad del siglo
XVIII. Sirvió de enterramiento de Manuel Ponce de León, VI duque de Arcos y
desde sus inicios se vinculó con el convento agustino de la ciudad hispalense.
Actualmente y desde el año 1915 está regentado por una comunidad de mercedarios
descalzos.
Se cerró con motivo de la desamortización de José I y padeció pocos destrozos.
En el Trienio Liberal se mantuvo abierto, agregándose las comunidades de Écija,
Cazalla y Osuna y procediéndose a la reparación de uno de los ángulos de su claustro.
En octubre de 1835 se llevó a cabo su definitiva supresión. La zona conventual se usó
como escuela para impartir clases y las dependencias se habitaron por los maestros
y sus familias. El templo se abrió de nuevo en abril de 1840 trasladándose allí la
Parroquia de San Miguel. Posteriormente, el edificio conventual quedó en estado
ruinoso, sucediéndose numerosas reformas que fueron costeadas por el Concejo de
la localidad.
El convento del Santo Ángel, de la orden de capuchinos, se fundó en 1651 por
deseo expreso del duque de Arcos y se construyó en el interior del palacio ducal,
teniendo su entrada en uno de los ángulos de la Plaza ducal. Gozó de mucha asistencia
de fieles, dada su ubicación en la plaza principal del pueblo. Estaba comunicado con
el palacio con una tribuna desde donde los duques asistían a las diversas celebraciones
religiosas.
Dado su emplazamiento, éste se sintió afectado con las medidas de
exclaustración de José I y durante la guerra de la Independencia se usó como cuartel
de tropas por su cercanía al palacio ducal, lugar donde se atrincheró la caballería. El
deterioro fue tal que el refectorio, las bodegas y otras dependencias se usaron como
cuadras. En el año 1814 se procedió a su reparación. Con motivo del Trienio Liberal
se agregó al convento de capuchinos de Écija, aunque su inmueble se mantuvo en
buen estado. Con la desamortización de Mendizábal le llegó la supresión definitiva.
Posteriormente, en el año 1841 se mantuvo abierto el templo bajo la dirección de un
capuchino exclaustrado, se propuso como lugar para establecer allí el cementerio de
la localidad. Al estar incluido dentro de la zona palaciega, también sufrió el deterioro
y destrucción a fines del siglo XIX.
Como se ha expuesto, las comunidades religiosas sufrieron en cada uno de los
procesos la consiguiente exclaustración y posterior desamortización. Conscientes de
que la desamortización de Mendizábal supuso la supresión definitiva de todas las
comunidades religiosas masculinas que se establecieron en Marchena durante los
siglos XV al XVII se analizarán algunos aspectos legislativos que afectaron al

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El patrimonio de la Desamortización. De los bienes cultuales y culturales.

patrimonio mueble de estas comunidades. Además se presentarán ejemplos de lo que


sucedió a algunos bienes muebles y cual fue su destino.
La ley marco del proceso desamortizador de Mendizábal se decretó el 25 de
julio de 1835, si bien una nueva ley ratificada el 8 de marzo de 1836 definió en sus
cincuenta y cinco artículos como se llevaría a cabo la misma. Estos artículos estaban
divididos en siete bloques según sus contenidos:

1. Los conventos de religiosos varones (art. 1-3)


2. Los conventos de monjas (art. 4-10)
3. Consecuencias jurídicas supresión de conventos (art. 11-19)
4. Destino de los bienes (art. 20-26)
5. Pensiones (art. 27-38)
6. Colocaciones de exclaustrados y secularizados (art. 39-46)
7. Juntas Diocesanas (art. 47-55)

De todos ellos, el bloque cuarto estaba dedicado al destino de los bienes.


Abarcaba los artículos veinte al veintiséis en los cuales se señalaban qué sucedería
con los bienes muebles y cual sería su aplicación. A continuación se desarrollan las
ideas principales del mencionado articulado:
Todos los bienes se aplicaban a la Caja de Amortización, salvo los muebles de
las casas abiertas que se quedarían en ellas para su uso, haciéndose el correspondiente
inventario. (art. 20) La excepción también afectó a los bienes y rentas de los colegios
de misiones y la Obra Pía de los Santos lugares, objetos de hospitalidad, beneficencia
e instrucción pública. (art. 21)
Los diocesanos, tras la aprobación del Gobierno, destinaban para parroquias
aquellas iglesias de los conventos suprimidos más convenientes, (art. 22) así como
disponían de vasos sagrados, ornamentos y demás objetos pertenecientes al culto
para destinarlos a las parroquias más pobres de los distintos obispados. Se suprimieron
los ornamentos u objetos que por su rareza o mérito artístico debían conservarse
cuidadosamente y los que por su elevado valor no correspondiese a la pobreza de
esas iglesias. (art. 23)
El Gobierno también podía destinar los conventos suprimidos a establecimientos
de utilidad pública. (art. 24) Se aplicaban los archivos, cuadros, libros y objetos de
ciencias y bellas artes a los museos, bibliotecas provinciales, academias y otros
establecimientos de instrucción pública. (art. 25)
También los religiosos podían llevar consigo muebles, ropas, libros, etc. de uso
particular. (art. 26)
De lo expuesto se deduce que se elaboraron numerosos inventarios que
contenían los bienes de las comunidades religiosas. Esas propiedades, según su tipología

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y función se agruparon en bienes cultuales y bienes culturales. De ahí que los bienes
que se considerasen destinados al culto permanecerían en los templos, como así sucedió
con los objetos litúrgicos y que fueron entregados al diocesano del lugar. Los que
tuviesen un marcado valor artístico o cultural pasaban a formar parte de los museos,
bibliotecas, academias o establecimiento de instrucción pública.
A continuación se presentan algunos ejemplos significativos de esos bienes, si
bien como ya se ha expuesto, un desarrollo más amplio de lo que sucedió puede
consultarse en la monografía mencionada.
Del convento de San Pedro mártir se va a reseñar un cuadro que representa al
beato Francisco de Posadas. Y aunque la legislación manifestaba que los cuadros
pasarían a los museos provinciales, el lienzo formaba parte de un retablo ubicado en
el lado de la epístola dentro de la capilla mayor. Ello debió ser motivo para que
permaneciese en el templo como un bien cultual y no fuese considerado como bien
cultural. Así se aprecia en una fotografía de los años cincuenta del siglo XX de la
fototeca del Laboratorio de Arte de la Universidad de Sevilla. Actualmente, el lienzo
junto con su marco se conserva en una de las dependencias anexas del templo.
Al darse uso de parroquia al convento de San Agustín eso permitió que se
conservasen numerosos bienes muebles. Uno de los objetos que formaron parte del
ajuar litúrgico de la comunidad agustina se encuentra en la vecina Parroquia de San
Miguel. Se trata de un terno compuesto de capa pluvial y dos dalmáticas de color
rojo, con el escudo de la orden agustina en el capillo de la primera y en los collarines
de las dalmáticas. (Láms. 1 y 2) El terno se debió usar cuando la parroquia se trasladó
al convento en el año 1840 y posteriormente pasaría a la parroquia cuando volvió a su
antigua ubicación. Por tanto, este terno se puede considerar como un ejemplo de bien
cultual que dada su función, se mantuvo entre las propiedades de la iglesia secular.
Para el caso del convento capuchino del Santo Ángel se va a analizar qué
sucedió con dos imágenes de la Virgen. En primer lugar, la historiografía tradicional
manifiesta que la imagen de la Virgen Dolorosa que se conserva en un retablo del
lado de la epístola de la iglesia de la Purísima Concepción -conocida como Santa
María «la Chica»- proviene del mencionado convento capuchino.(Lám. 3) Se trata
de una pequeña imagen de candelero que conserva una inscripción en la parte inferior
de la saya. En ella se puede leer «Fray Francisco de Asís de Sevilla. 1839».
La otra imagen mariana es una Divina Pastora de principios del siglo XIX que
se encuentra en la iglesia parroquial de San Juan y que recientemente está ocupando
el nicho del retablo de la Inmaculada de Pedro de Mena.(Lám. 4) Una vez que el
templo se cerró al culto a fines del siglo XIX, se debió trasladar esta imagen desde el
convento capuchino a la parroquia, ya que tras la desamortización de Mendizábal
continuó abierto. Resulta de interés los comentarios que refiere Gómez Azeves cuando

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hace su visita a Marchena en el año 1867, exponiendo que la iglesia continuaba abierta
en el año 1865 a cargo del «último de sus conventuales» el hermano José Mayen.3
No obstante, y siguiendo las leyes desamortizadoras, no era común que las
imágenes pasasen a la parroquia en la que estaba enclavado el convento. Sin embargo,
y aunque resulta extraño que la imagen de la Dolorosa se trasladase al convento de
las clarisas, tal vez esta circunstancia vino motivada por el hecho de que ambos
conventos se encontraban dentro del palacio ducal y eso permitió su conservación en
el convento femenino del palacio.
El convento de Santa Eulalia fue uno de los que más sufrió el deterioro,
posiblemente por su situación a las afueras de la población. No obstante, pudo conservar
los bienes muebles que formaron parte del templo. Como se ha expuesto, la nave
principal del convento de San Francisco se hundió once años después de suprimirse
su comunidad. Tras ese suceso y desmembrarse todo el templo y la zona conventual,
la hermandad de la Vera Cruz decidió ampliar su capilla. Para cubrir esos nuevos
espacios necesitó mobiliario litúrgico, por lo que solicitó a la autoridad eclesiástica
local varios retablos del convento de Santa Eulalia. Y allí fueron a parar los pequeños
retablos de San Antonio y San José, que estaban ubicados en el sotocoro, y que
fueron colocados en las naves del evangelio y de la epístola de la capilla de la Vera
Cruz. (Láms. 5 y 6) De igual forma, se trasladó el retablo y el Cristo de la Salud,
ubicándose en la nave del evangelio de la capilla. A los pies de la imagen del crucificado
se encuentra una hornacina que alberga el busto de una Dolorosa que procesiona en
la delantera del paso del Cristo de la Vera Cruz y que también provenía del convento
franciscano de Santa Eulalia. (Lám. 7)
Sin embargo, el convento que más padeció tras los efectos desamortizadores
fue el de San Francisco. El derrumbe de parte del templo provocó el traslado de todos
los bienes muebles por parte del vicario eclesiástico de la localidad.4 En un inventario
se señalaron los muebles litúrgicos que tenían el convento y los templos donde se
ubicaron nuevamente. Posiblemente, de todos los enseres se sabe que al convento de
Santa Clara se trasladó el retablo de la Venerable Orden Tercera de San Francisco
presidido por una Inmaculada de candelero que se conserva en la actualidad y que
recientemente procesiona el día del Corpus, (Lám. 8) así como las imágenes de la
Hermandad del Señor de la Humildad y Nuestra Señora de los Dolores.

3
Vid. Antonio GÓMEZ AZEVES, Marchena Pintoresca. Sevilla, 1867. p. 33.
4
Con posterioridad a la ponencia aquí desarrollada se ha publicado un trabajo sobre el particular, vid.
Manuel Antonio RAMOS SUÁREZ, «La dispersión del patrimonio mueble del convento de San Francisco
de Marchena» en El Franciscanismo en Andalucía. Exclaustración y desamortización de los conventos
franciscanos andaluces. Córdoba, 2009, pp. 201-220.

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Como caso curioso, varios retablos pasaron a la capilla de San Lorenzo situada
a escasos metros del convento franciscano. Allí se situó un retablo dedicado a la
Inmaculada Concepción, imagen de talla que aún se conserva en la Parroquia de San
Juan, que fue sustituida por la imagen de San Lorenzo. El retablo algo transformado,
se conserva en el lado del Evangelio de la Parroquia de la Inmaculada Concepción de
Sierra de Yeguas (Málaga) y está presidido por una imagen de San José con el Niño.
Además, en la misma capilla de San Lorenzo se colocó un retablo dedicado a San
Luis obispo, santo franciscano, que pasó a la Parroquia de San Juan donde aún se
conserva desmontado junto con el lienzo principal que representa al santo y un lienzo
que se situaba en el ático con la imagen de San Juan Nepomuceno.
También es de interés la cajonera de la sacristía conventual que pasó a la
Parroquia de San Sebastián junto con la mesa calicera y otros bienes. Este traslado
obedece a la norma desamortizadora por la que los bienes muebles de los conventos
se destinasen a las parroquias «pobres» del obispado donde se ubicasen.
Y finalmente, del mismo convento, se conoce que uno de sus bienes muebles pasó
a propiedad de una hermandad de la localidad a través de una venta. Es de los pocos
casos que se conocen en la villa donde el propietario de la finca en que se había convertido
el convento, Luis Manuel de la Pila, vecino de Sevilla, vendió una campana a la Hermandad
del Cristo de San Pedro. Se conserva la escritura de la compraventa y aún está situada en
la espadaña del antiguo convento de Santo Domingo de la localidad. En ella se representa
la escena de la estigmatización de San Francisco.(Lám. 9)

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Lám. 1: Capillo de capa pluvial con el escudo de la orden agustiniana. Procede del
convento de San Agustín. Actualmente en la Parroquia de San Miguel.

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El patrimonio de la Desamortización. De los bienes cultuales y culturales.

Lám. 2: Collarín de dalmática con el escudo de la orden agustiniana. Procede del


convento de San Agustín. Actualmente en la Parroquia de San Miguel.

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Lám. 3: Imagen de Dolorosa. Retablo del lado de la epístola del convento de la Purísima
Concepción -Santa María la Chica-

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Lám. 4: Imagen de la Divina Pastora. Retablo de la Inmaculada. Nave del lado de la


epístola de la Parroquia matriz de San Juan.

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Lám. 5: Retablo de San Antonio. Nave de la epístola. Capilla de la Vera Cruz.

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Lám. 6: Retablo de San José. Nave del evangelio. Capilla de la Vera Cruz.

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Lám. 7: Retablo del Cristo de la Salud. Nave del evangelio. Capilla de la Vera Cruz.

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Lám. 8: Imagen de la Inmaculada Concepción. Retablo del lado de la epístola de la


iglesia de Santa Clara.

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Lám. 9: Campana donde aparece la escena de la estigmatización de San Francisco.


Espadaña de la iglesia de San Pedro Mártir.

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