El Patrimonio de La Desamortizacion de L PDF
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DE LOS BIENES
CULTUALES Y CULTURALES
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La obra se publicó por la Diputación Provincial de Sevilla y obtuvo el premio Archivo Hispalense
-Sección Arte- del pasado año 2007. Fue presentada el pasado mes de abril de 2009 en la Sala Carrera
de Marchena. Desde aquí mostrar mi agradecimiento a don Jesús-Lino Rodríguez por las imágenes que
ilustran esta ponencia-resumen.
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de las XIV Jornadas sobre Historia de Marchena, hoy puede servir de resumen de
ese trabajo más amplio ya publicado.
La desamortización se define como la acción legal para liberar los bienes de
manos muertas (que pertenecen a la Iglesia, la nobleza o un municipio, etc.) de manera
que puedan ser vendidos. Ésta afectó a toda clase de bienes. Y si bien, la más conocida
de ellas es la desamortización del ministro Mendizábal, ésta no fue ni la primera ni la
única. No obstante, se puede considerar como la más «virulenta», al menos para la
institución eclesiástica. Se han sucedido numerosas desamortizaciones entre las cuales
se señalan: la expulsión y extrañamiento de la Compañía de Jesús en el año 1767
considerada por numerosos historiadores como la primera desamortización; la
desamortización de Godoy decretada en el año 1798 y que afectó a los hospitales,
colegios, casas de misericordias, hermandades, cofradías, etc. y en la que se pusieron
en venta numerosas propiedades rústicas y urbanas; la desamortización de José I
aprobada en el año 1809, también condicionada por los momentos bélicos que padecía
la nación española y que supuso la primera destrucción y pérdida del patrimonio
artístico español; la desamortización de las Cortes de Cádiz decretada en el año 1812
y de poca duración; la del Trienio Constitucional que no supuso una supresión completa
de todas las comunidades religiosas salvo de aquellas que tenían menos de doce
regulares, las grandes desamortizaciones de Mendizábal y Espartero de los años 1835
y 1841 respectivamente, que en la mayoría de los casos supuso la exclaustración
definitiva y supresión de todos los bienes rústicos, urbanos e incluso culturales, la
desamortización de Madoz en el año 1855 que afectó directamente y de manera
especial a los Ayuntamientos, y la desamortización de la revolución gloriosa de 1868
que redujo aquellas comunidades que habían pervivido a las desamortizaciones previas.
Todos estos procesos desamortizadores se desarrollaron a través de una ley
marco principal que era desarrollada con posterioridad y concretada en numerosos
decretos y normas que se concretizaban según la temática o al tipo de propiedad
afectaba: rústica, urbana, bienes muebles, etc. Toda la legislación aparecía publicada
en los sucesivos compendios legislativos, así como en la Gaceta de Madrid o en otras
publicaciones periódicas de tirada provincial. En ellas se recogían todas las leyes y
decretos e incluso se anunciaron las ventas y subastas de todos los bienes rústicos y
urbanos que pasaban de las comunidades de religiosos y religiosas a manos de la
Hacienda Pública. Uno de esos ejemplos de publicaciones periódicas fue el Boletín
Oficial de la Provincia de Sevilla cuyo primer número salió por esas fechas con el
objetivo de presentar esas ventas de bienes nacionales.
Las consecuencias de la desamortización fueron amplias y de diversa índole.
Las principales afectaron al mundo religioso y se materializaron en la exclaustración
de comunidades de religiosas y religiosos principalmente, pues la primera medida era
prohibir la entrada a legos, para posteriormente reducir las comunidades de menos de
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doce frailes profesos y finalmente producirse la supresión. Por tanto, un fraile que
había vivido más de cuarenta o cincuenta años en un convento, en el mejor de los
casos, serviría la parroquia que tenía junto a su convento, en otros tenía que volver a
su pueblo natal, otros se secularizaron, etc.
En el terreno económico se produjeron la subasta y venta de los bienes que
eran propiedad de las distintas comunidades. Y aunque las ilusiones estaban puestas
en que se produciría una mejora de la Hacienda Pública los resultados no fueron
tales.2 Por lo que se refiere a las consecuencias sociales, en la nación española se
apreciaba un fuerte anticlericalismo desde fuera por la clase política con la entrada
de nuevas corrientes ilustradas y liberales e incluso dentro de la misma Iglesia por
parte de la jerarquía y el clero secular, que no aceptaban de buen grado la vida y
costumbres degradadas de los moradores de los conventos.
Y finalmente, las consecuencias que afectaron al patrimonio cultural en todos
sus ámbitos, principalmente en el terreno arquitectónico con el deterioro, destrucción
y pérdida de numerosos edificios conventuales, con numerosos cambios de usos,
transformaciones y derribos. Esta consecuencia trajo consigo la destrucción y el
deterioro de muchos conventos que provocaron numerosos cambios urbanísticos en
el viario de pueblos y ciudades españolas. Además se produjo la pérdida y el trasiego
de todos los bienes muebles tanto en el terreno de la escultura, pintura, artes suntuarias
o los fondos archivísticos y bibliográficos que poseían las comunidades. No obstante,
si algo tuvo de positivo la ley desamortizadora respecto a estos bienes últimos fue la
creación de las bibliotecas provinciales que sirvieron de depósito de esas bibliotecas
conventuales o la creación de los museos provinciales que también acopiaron el
patrimonio pictórico que poseían los conventos y que fueron requisados por los
intelectuales de entonces.
Teniendo en cuenta el título de la ponencia el patrimonio de la Desamortización
estaba formado por bienes rústicos como tierras, cortijos, molinos, etc. y bienes urbanos
destacando la iglesia y el edificio conventual, las casas que tenían las comunidades
que se arrendaban y otros edificios como posadas, baños, etc. Respecto a los bienes
muebles cabe diferenciar los bienes cultuales y los culturales, ya que la ley
desamortizadora distinguió entre unos y otros. De ellos cabe señalar los retablos, las
esculturas, pinturas, ornamentos, artes suntuarias, fondos bibliográficos y archivísticos.
Cada una de las comunidades religiosas de la localidad tenía una zona conventual
compuesta por la iglesia y las dependencias conventuales. Las comunidades de
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Para conocer el tema en profundidad, véase A. L AZO DÍAZ, La desamortización de las tierras de la
Provincia de Sevilla: (1835-1845) Sevilla, 1970.
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religiosos que estaban establecidas en Marchena eran los dominicos (San Pedro
Mártir), franciscanos recoletos (Santa Eulalia), franciscanos observantes (San
Francisco), agustinos (San Agustín) y capuchinos (Santo Ángel). Estos edificios
conventuales fueron los primeros que padecieron los diversos estragos de los distintos
procesos desamortizadores. A continuación se va a ofrecer un somero análisis histórico
de cada uno de ellos haciendo constar en primer lugar cuando fue su fundación,
algunos hitos históricos y añadiendo los nuevos usos que tuvieron a lo largo de las
distintas desamortizaciones.
El convento de Santa Eulalia, situado a unos cuatro kilómetros fuera de la
localidad, fue fundado por deseo de los duques de Arcos en el año 1490 según las
crónicas y estuvo habitado por una comunidad de frailes franciscanos recoletos. Gozó
de fama y santidad y según la historiografía allí habitó fray Juan Pérez de Marchena
que posteriormente asesoró a Cristóbal Colón en su viaje. Su comunidad tuvo fuertes
lazos de confraternidad con la comunidad del convento de San Francisco llegando a
compartir la enfermería del último. Albergó una gran biblioteca, generosamente donada
por la duquesa Guadalupe de Aveiro.
Durante la desamortización de José I fue ocupado a fines de enero de 1810 y
convertido en fortaleza. Sufrió graves destrozos por su ubicación en descampado, así
como por ser zona de incursiones militares. En la desamortización del Trienio Liberal
y obedeciendo el decreto de arreglo de conventos se le unieron las comunidades de
Osuna y Palos de la Frontera. Entre los desperfectos que padeció hubo que reparar
la cerca de la huerta conventual. Fue en la desamortización de Mendizábal cuando en
octubre de 1835 se procedió a su supresión definitiva. A partir de entonces, se aumentó
el deterioro del inmueble manteniéndose como capilla rural a cargo de un fraile
exclaustrado. En los años cincuenta del siglo XIX sirvió de parroquia rural para atender
a los vecinos de las haciendas cercanas, pasando con posterioridad a ser propiedad
de una familia de la localidad. Hoy sólo se conservan algunos restos y ruinas del
edificio.
El convento de San Pedro mártir fue fundado por Bartolomé Sánchez de la
Bonilla en el año 1517, con la intención de situarlo en la Plaza de la Fuente y con
posterioridad gracias al mecenazgo de Rodrigo Ponce de León, I duque de Arcos, en
el año 1520 se comenzó su construcción en los Cantillos de la puerta de Morón. Su
capilla mayor sirvió de enterramiento de algunos de los miembros de la casa ducal, si
bien desde mucho tiempo atrás, el convento de San Agustín de Sevilla había servido
de lugar de enterramiento del linaje de los Ponce de León. A lo largo del siglo XVII y
XVIII se sucedieron numerosos cambios estéticos en su inmueble, principalmente el
cambio de cubierta del templo pasando de tener una armadura mudéjar a sustituirse
por una bóveda de cañón a mediados del siglo XVIII. En esa centuria llegó a albergar
hasta ocho hermandades.
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y función se agruparon en bienes cultuales y bienes culturales. De ahí que los bienes
que se considerasen destinados al culto permanecerían en los templos, como así sucedió
con los objetos litúrgicos y que fueron entregados al diocesano del lugar. Los que
tuviesen un marcado valor artístico o cultural pasaban a formar parte de los museos,
bibliotecas, academias o establecimiento de instrucción pública.
A continuación se presentan algunos ejemplos significativos de esos bienes, si
bien como ya se ha expuesto, un desarrollo más amplio de lo que sucedió puede
consultarse en la monografía mencionada.
Del convento de San Pedro mártir se va a reseñar un cuadro que representa al
beato Francisco de Posadas. Y aunque la legislación manifestaba que los cuadros
pasarían a los museos provinciales, el lienzo formaba parte de un retablo ubicado en
el lado de la epístola dentro de la capilla mayor. Ello debió ser motivo para que
permaneciese en el templo como un bien cultual y no fuese considerado como bien
cultural. Así se aprecia en una fotografía de los años cincuenta del siglo XX de la
fototeca del Laboratorio de Arte de la Universidad de Sevilla. Actualmente, el lienzo
junto con su marco se conserva en una de las dependencias anexas del templo.
Al darse uso de parroquia al convento de San Agustín eso permitió que se
conservasen numerosos bienes muebles. Uno de los objetos que formaron parte del
ajuar litúrgico de la comunidad agustina se encuentra en la vecina Parroquia de San
Miguel. Se trata de un terno compuesto de capa pluvial y dos dalmáticas de color
rojo, con el escudo de la orden agustina en el capillo de la primera y en los collarines
de las dalmáticas. (Láms. 1 y 2) El terno se debió usar cuando la parroquia se trasladó
al convento en el año 1840 y posteriormente pasaría a la parroquia cuando volvió a su
antigua ubicación. Por tanto, este terno se puede considerar como un ejemplo de bien
cultual que dada su función, se mantuvo entre las propiedades de la iglesia secular.
Para el caso del convento capuchino del Santo Ángel se va a analizar qué
sucedió con dos imágenes de la Virgen. En primer lugar, la historiografía tradicional
manifiesta que la imagen de la Virgen Dolorosa que se conserva en un retablo del
lado de la epístola de la iglesia de la Purísima Concepción -conocida como Santa
María «la Chica»- proviene del mencionado convento capuchino.(Lám. 3) Se trata
de una pequeña imagen de candelero que conserva una inscripción en la parte inferior
de la saya. En ella se puede leer «Fray Francisco de Asís de Sevilla. 1839».
La otra imagen mariana es una Divina Pastora de principios del siglo XIX que
se encuentra en la iglesia parroquial de San Juan y que recientemente está ocupando
el nicho del retablo de la Inmaculada de Pedro de Mena.(Lám. 4) Una vez que el
templo se cerró al culto a fines del siglo XIX, se debió trasladar esta imagen desde el
convento capuchino a la parroquia, ya que tras la desamortización de Mendizábal
continuó abierto. Resulta de interés los comentarios que refiere Gómez Azeves cuando
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hace su visita a Marchena en el año 1867, exponiendo que la iglesia continuaba abierta
en el año 1865 a cargo del «último de sus conventuales» el hermano José Mayen.3
No obstante, y siguiendo las leyes desamortizadoras, no era común que las
imágenes pasasen a la parroquia en la que estaba enclavado el convento. Sin embargo,
y aunque resulta extraño que la imagen de la Dolorosa se trasladase al convento de
las clarisas, tal vez esta circunstancia vino motivada por el hecho de que ambos
conventos se encontraban dentro del palacio ducal y eso permitió su conservación en
el convento femenino del palacio.
El convento de Santa Eulalia fue uno de los que más sufrió el deterioro,
posiblemente por su situación a las afueras de la población. No obstante, pudo conservar
los bienes muebles que formaron parte del templo. Como se ha expuesto, la nave
principal del convento de San Francisco se hundió once años después de suprimirse
su comunidad. Tras ese suceso y desmembrarse todo el templo y la zona conventual,
la hermandad de la Vera Cruz decidió ampliar su capilla. Para cubrir esos nuevos
espacios necesitó mobiliario litúrgico, por lo que solicitó a la autoridad eclesiástica
local varios retablos del convento de Santa Eulalia. Y allí fueron a parar los pequeños
retablos de San Antonio y San José, que estaban ubicados en el sotocoro, y que
fueron colocados en las naves del evangelio y de la epístola de la capilla de la Vera
Cruz. (Láms. 5 y 6) De igual forma, se trasladó el retablo y el Cristo de la Salud,
ubicándose en la nave del evangelio de la capilla. A los pies de la imagen del crucificado
se encuentra una hornacina que alberga el busto de una Dolorosa que procesiona en
la delantera del paso del Cristo de la Vera Cruz y que también provenía del convento
franciscano de Santa Eulalia. (Lám. 7)
Sin embargo, el convento que más padeció tras los efectos desamortizadores
fue el de San Francisco. El derrumbe de parte del templo provocó el traslado de todos
los bienes muebles por parte del vicario eclesiástico de la localidad.4 En un inventario
se señalaron los muebles litúrgicos que tenían el convento y los templos donde se
ubicaron nuevamente. Posiblemente, de todos los enseres se sabe que al convento de
Santa Clara se trasladó el retablo de la Venerable Orden Tercera de San Francisco
presidido por una Inmaculada de candelero que se conserva en la actualidad y que
recientemente procesiona el día del Corpus, (Lám. 8) así como las imágenes de la
Hermandad del Señor de la Humildad y Nuestra Señora de los Dolores.
3
Vid. Antonio GÓMEZ AZEVES, Marchena Pintoresca. Sevilla, 1867. p. 33.
4
Con posterioridad a la ponencia aquí desarrollada se ha publicado un trabajo sobre el particular, vid.
Manuel Antonio RAMOS SUÁREZ, «La dispersión del patrimonio mueble del convento de San Francisco
de Marchena» en El Franciscanismo en Andalucía. Exclaustración y desamortización de los conventos
franciscanos andaluces. Córdoba, 2009, pp. 201-220.
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Como caso curioso, varios retablos pasaron a la capilla de San Lorenzo situada
a escasos metros del convento franciscano. Allí se situó un retablo dedicado a la
Inmaculada Concepción, imagen de talla que aún se conserva en la Parroquia de San
Juan, que fue sustituida por la imagen de San Lorenzo. El retablo algo transformado,
se conserva en el lado del Evangelio de la Parroquia de la Inmaculada Concepción de
Sierra de Yeguas (Málaga) y está presidido por una imagen de San José con el Niño.
Además, en la misma capilla de San Lorenzo se colocó un retablo dedicado a San
Luis obispo, santo franciscano, que pasó a la Parroquia de San Juan donde aún se
conserva desmontado junto con el lienzo principal que representa al santo y un lienzo
que se situaba en el ático con la imagen de San Juan Nepomuceno.
También es de interés la cajonera de la sacristía conventual que pasó a la
Parroquia de San Sebastián junto con la mesa calicera y otros bienes. Este traslado
obedece a la norma desamortizadora por la que los bienes muebles de los conventos
se destinasen a las parroquias «pobres» del obispado donde se ubicasen.
Y finalmente, del mismo convento, se conoce que uno de sus bienes muebles pasó
a propiedad de una hermandad de la localidad a través de una venta. Es de los pocos
casos que se conocen en la villa donde el propietario de la finca en que se había convertido
el convento, Luis Manuel de la Pila, vecino de Sevilla, vendió una campana a la Hermandad
del Cristo de San Pedro. Se conserva la escritura de la compraventa y aún está situada en
la espadaña del antiguo convento de Santo Domingo de la localidad. En ella se representa
la escena de la estigmatización de San Francisco.(Lám. 9)
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Lám. 1: Capillo de capa pluvial con el escudo de la orden agustiniana. Procede del
convento de San Agustín. Actualmente en la Parroquia de San Miguel.
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Lám. 3: Imagen de Dolorosa. Retablo del lado de la epístola del convento de la Purísima
Concepción -Santa María la Chica-
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Lám. 6: Retablo de San José. Nave del evangelio. Capilla de la Vera Cruz.
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Lám. 7: Retablo del Cristo de la Salud. Nave del evangelio. Capilla de la Vera Cruz.
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