Literatura Neogriega 2 PDF
Literatura Neogriega 2 PDF
Literatura Neogriega 2 PDF
D
urante siglos, las letras grie- persas comunidades griegas y, por otro,
gas han acuñado, atesorado la tradición escrita –culta y arcaizante,
y difundido la esencia del la aticista– del sistema educativo oficial,
helenismo. Más tarde, la el lenguaje eclesiástico y la desbordante
literatura neogriega ha encarado el reto documentación escrita.
de acercarse a ellas y hacerlas entender. En el complejo marco de la tradición
El ejercicio resulta simple y complejo a escrita (grammatologiva), la literatura
la vez, tanto como las imágenes y evo- griega (logotecniva) de los siglos xviii
caciones preconocidas de lo que deno- (finales), xix y xx se debate, al igual que
minamos Grecia y consideramos “hele- el recién creado Estado griego, por de-
nismo”. Imágenes y realidades, mani- finir los límites históricos e ideológicos
fiestas y veladas. Una Grecia repleta de de esta nueva vieja nación. Los creado-
civilizaciones, posada en unas coorde- res los acotan mediante la lengua y su
nadas imaginarias, dispuesta al redescu- adaptación literaria a la nueva realidad
brimiento que, en nuestro Occidente, en un esfuerzo por asumir lo griego
es la búsqueda externa del humanismo (contemplado durante siglos por todo
–búsqueda guiada por renacentistas, tipo de forasteros y nativos), destilar lo
ilustrados, románticos, el legado his- helénico (aquella cosmovisión concebi-
tórico o la realidad geopolítica– pero, da desde época inmemorial, transmitida
allí, ante todo es la búsqueda interior por tradiciones fragmentadas y percibi-
del griego (o el neogriego) apoyada en da por algunos iniciados en el camino
el ejercicio creativo de la lengua que ha- a su comprensión integral), y dotar de
bla. Participar del misterio de una sola nuevo rumbo a la creación, acusando
lengua, milenaria, con al menos dos las inquietudes de los nuevos estados
fuertes tradiciones pujando por sobre- europeos modernos del siglo xix.
vivir en la historia y en la literatura; por La poesía se convierte así en el po-
un lado, la tradición oral del griego ha- deroso hilo conductor para la compren-
blado y de la paideia popular de las dis- sión del helenismo al paso de los avata-
POESÍA GRIEGA
Zoí Kareli
Z
oí Kareli, (1901 - 1998) pseudónimo
literario de Jrisula Aryiriadu, herma-
na mayor del novelista N. Pentzikis.
Nació en Tesalónica en 1901 en el
seno de una rica familia burguesa, culta y con
inquietudes sociales. Estudió música y filosofía.
Escribió poesía desde 1935 y publicó 12 poema-
rios: Camino (1940), Era de la Muerte (1948),
Imaginación del tiempo (1949), De la soledad y
la altivez (1951), Calcografías e iconos (1952),
La nave (1955), Casandra y otros poemas (1955),
Cuentos del jardín (1955), Antítesis (1957), El es-
pejo de medianoche (1958), Poemas I y II (1973),
Del viento, del mar, de la luna, de las flores (1988).
También fue dramaturga: El diablo y el 7º man-
damiento (1959), Suplicantes (1966, 1988), Si-
món Infante de Bizancio (1965), Orestes (1971),
y ensayista: De la duda (1958), Lo absoluto en la
obra de Claudel (1959), Esperando a Godot o la
pasión de la inmovilidad (1967), Observaciones I
y II (1982). Ha traducido a T. S. Eliot. Ha sido
reconocida en Grecia por su obra poética y su ca-
lidad humana. Irrumpe en la literatura neogriega
desde unas perspectivas diferentes marcadas por
su poética (lengua, temática y ritmo), el origen
tesalonicense, la condición de mujer y de ser hu-
mano, el profundo ejercicio de comprensión del
helenismo (asunción del cristianismo ortodoxo y
del paganismo clásico), su entrega a la creación
literaria y a la vida, etc. Obtuvo numerosos pre-
mios y condecoraciones. Fue miembro de la Aca-
demia de Atenas y candidata a Premio Nobel.
Prefacio
Zwh» Karevllh Ta; Poihvmata th» Zwh» Karevllh. jAqhna. OiJ jEkdovsei» twn Fivlwn. 1990, 2 tomos.
Encomio de la poesía
L
a poesía es expresión del amor Preciado exceso y enajenación del
multiforme hacia la vida. Ha- verbo en poesía es recibo del factor de
bla reveladora, conversación un atisbo contrario, muestra de una
del yo con lo desconocido, búsqueda por la expresión principal,
con aquello imaginario que es conden- por el momento afortunado.
sación de lo realizable. Es una composi- Misterioso susurro lógico y, más
ción del discurso que forma más allá de allá de la lógica, la poesía no puede ser
la voluntad y del objetivo concreto, más simple voluntad lógica y unilateral, es
allá del poder de lo momentáneo. discurso de apasionado entusiasmo, pe-
Gracias a la poesía el discurso adopta netrante.
extensiones insospechadas y se multipli- Ecos existentes per se, cercanos. Lla-
ca. No se dirige, dirige hasta adoptar su mada escondida, oculta escucha, ruido
más profunda integridad y entonces se extraño y obediencia y confesión a ellos
permite la elaboración. –¿para que el hombre sienta el secreto
La poesía crea extensiones que adop- de la existencia? Maravillosa atención la
tan formas míticas pese a que el punto disposición poética en lo excepcional, lo
de partida puede ser el contacto direc- inaudito, peligrosa en su intensidad ya
to, intenso, con lo llamado real. Es la que la traslada a una coartada ilusoria.
deducción de las impresiones ilimitadas Espacio en donde las aventuras de los
con que la costumbre del existir embota sentimientos y del alma encuentran su
al hombre. Vidas, conocimientos, mul- lugar ¡a pesar de todo!
titud de sensaciones y sentimientos en La poesía propone, concede el he-
alteraciones y explicaciones. Condensa- chizo de las palabras a la vista, al oído, al
ción espontánea de la memoria, del de- gusto, dirige imaginariamente al olfato
seo, medición del ímpetu y contracción y a la pasión del tacto, conduce el amor
del arrepentimiento. Es escucha extraña a las cosas para que sean conquistadas,
del verbo, finalmente casi inexplicable, para que todos los sentidos se combi-
al igual que nuestra propia vida. Y para nen. Embriaguez altiva. Fuego (tal vez
dar un rodeo sobre el término explica- excesivo) el amor hacia todo, raramente
ción que he utilizado diré que la poesía ventajoso, la poesía lo crea, agotamien-
contiene diversas explicaciones ya que to, también las pretensiones que enton-
puede ser que no las realicemos sino ces atraviesan sin cesar su objeto. Ins-
que las sintamos con desasosiego, a ve- piración poética y, sin embargo, excelsa
ces doloroso a veces placentero... Y esto atención y acercamiento excepcional,
se manifiesta en la arbitrariedad, en la discrepancia desprevenida, exaltación y
estructura del verbo, en la edificación aceptación, el verbo poético un enigma,
de cualquier poema. enigma del alma, cuando florecen sus
más extrañas formas, los más preciados puede ser prueba de la participación en la
colores existen y obedecen. Palabras búsqueda de explicaciones más profun-
poéticas como inútiles alguna vez y no das, sacras, más allá de las apariencias y
obstante valiosas. Señales consoladoras, la gracia y, junto con ellas, testimonio
esperanzas y temores exquisitos, des- del desasosiego así como de la certeza
asosiegos con tonalidades, resonancias del existir.
musicales. Palabras sencillas y austeras. Ricas
Algo resta indeleble en la escucha de en sentidos, ilustres y llamativas, recar-
la poesía. gadas, intencionadas, frases lujosas pre-
El verbo poético la mejor consola- texto de la opulencia del verbo, exhibi-
ción en el momento final. ciones, rodeos, rotación de las palabras,
Melancolía y dicha imprevista, se- reflexiones...
ria, el verbo poético puede aliviar al Flor de la devoción y de la glorifica-
hombre de la insaciabilidad. Se detiene ción, de la pasión afligida. Poesía, pa-
ante la pena de un pecado más interior, labras excepcionales de oración, aten-
mientras puede transmitir de forma ex- ción y expectativa de un alma luchadora
traña un respeto por los más íntimos mientras combate desesperadamente. A
sentimientos humanos. Su forma, pese menudo aún desconocido complejo de
a todo, verbo de amor a menudo man- sumisión y acto de apelación cuando
so para nuestra existencia. nuevas heridas acechan y cuando uno
La poesía, particularmente en nues- sabe cuando entiende lo que signifi-
tro mundo, es un lugar extremo para can.
expresar el pavor y el miedo, algunas Potencial de la palabra en la plegaria,
veces, y el terror, el prodigio, el asom- la búsqueda, experiencia de lo dicho y
bro y el deseo cuando no basta el cono- emoción oculta y manifiesta.
cimiento porque no basta con que surja La poesía se convierte en un recono-
el amor a la vida. cimiento de los sentimientos sobre las
El verbo poético se convierte en ape- cosas –no obstante, la cosa se convierte
lación, súplica y adoración, como debe en real o se queda en la realidad en el
ser en las criaturas, expresión del éxtasis, momento de la emoción poética pero
aleación de tragicidad y dicha, profun- ¿cómo puede mantenerse en el pálpito,
da conciencia de lo ignoto. Excepcional en la historia del inicio y su senda?
sabor de la dulzura y de la amargura del La poesía demuestra, sugiere, atri-
ser. Comienzo del orden de las cosas y buye el amor a las cosas y al movimien-
luego exaltación y restitución. to, incluso en la disolución del verbo y
Instintivo también, antes del evi- en una composición de su música, evo-
dente, el diálogo secreto de los sonidos- catoria en el torbellino de las palabras,
palabras, la capacidad de descripción en en el deseo siempre perezoso del poeta
la poesía atestigua la autenticidad que por expresar cuanto más perceptible y
POEMAS
Impresiones
Las impresiones dedos,
a veces nacáreos a veces más rosados
leve sobre la frente,
en las sienes, de allí,
goce en las raíces del pelo
y en los párpados sensibles.
También son manos bárbaras,
anchas o puntiagudas,
que te cubren el rostro
de golpe o lo desgarran.
Pero para penetrar
en el cerrado secreto del cuerpo,
donde se deponen y danzan,
en ese alma desnuda, hemos de esperar
tal vez mucho para el recuerdo.
Entonces, el resultado aparece
aunque hayamos olvidado nosotros
la impresión, se hace diferente
se restituye a nuestra alma,
inesperado, el esquema
de la respuesta custodiada.
De Imaginación del tiempo, 1949
Sentimental
... La melodía barata
y agradable sin embargo la añoranza
trae cierta angustia. Desde la oscuridad
leve llega la voz.
Nada interesante, claro,
algo bronca, adolescente.
El hombre es curioso
con trozos de casualidades dentro de sí.
Observo la puerta de la terraza abierta,
mueve la ligera cortina.
Fuera del brillante firmamento relucen,
con la suave luz, los astros.
Efebo de Anticitera
He venido por ti otra vez.
Al avanzar observé bastantes
recipientes corintios,
me causaron, claro, impresión
por la gracia de la forma y los motivos.
Reflexioné sobre la vida palpitante
de la afamada ciudad. Luego,
casi a propósito, me quedé en las salas,
allí donde la luz tiene algo acuoso.
No sé si eso se debe
a la tonalidad de las paredes
o a la inmovilidad de lo expuesto,
en el cristal de los escaparates.
Me quedé pues,
aguantando la espera de tu presencia,
dicha.
Realidad y hechizo,
botín superficial de la vida,
inflado, curvado
por el ímpetu dentro de él oculto,
contenido y conducido.
Naciste
antes de la enseñanza del pecado.
Eres aquella concesión del espíritu
que apaga la insaciable privación
y aniquila la avidez.
Deseas permanecer dispuesto a privarte.
Por encima de ti resbala
toda disposición ajena a tu forma.
Buscas la honra del alma
y tú la regalas, cuerpo vivo y calmo.
No te ha torturado el amor
que es duda,
anhelo y dolorosa sumisión,
aunque tengas en la mirada
la maravillosa humana melancolía,
LA INSPIRACIÓN
Y de repente, dentro de los sentidos de una infértil soledad, dentro de una extraña
interrupción del mundo restante –porque buscas algo y no puedes delimitarlo– den-
tro de innumerables corrientes de un anhelo, como esperando algo que no viniera,
sientes que se forma dentro del silencio, allí donde tu ojo o tu existencia entera se
inmovilizan, un escalofrío en el aire, un círculo musical supraexistencial para recibir
el ignoto pálpito místico que viene de las profundidades de la vida, de las profundi-
dades de tu pecho; que ha sentido la necesidad de hacerse oír y ha llegado. Y cuanto
de más lejos viene tanto más grande y poderosa es esa extraña agitación tuya. Te
inmovilizas y callas para atender ese instante de alegre acercamiento que tantas y
tantas veces has cerrado en tus dedos pero siempre te has quedado desesperanzada
porque él pedía irse al llegar. Para desearlo constantemente. Es el camino musical
que de repente se forma para que el alma pase, para descolocar el peso de una nueva
cosecha, un pesado y doloroso saber de experiencias hasta entonces desconocidas de
dentro de mis profundidades. Viene con todos aquellos dones, pesados y oscuros,
que sin temor ha recogido y mirado en su camino para desubicaros en manos del
poeta: es la inspiración.
Y el poeta, dichoso por una visita así, por una transformación interior así, que
siente que lo ilumina con todas sus luces como una habitación resplandeciente, como
una luz suave cuya fuente no es este mundo aunque tan sólo calla, inmóvil, no sea
que pierda una presencia así, sabedor del peso de su riqueza; que no quiere mante-
nerlo para sí mismo, sino que desea transmitirlo también a los demás hombres, que
lo saboreen, que lo destilen ellos también por la apertura de la verdad desvelada. Es
el momento de la inspiración del poeta que se ha convertido por entero en miedo y
espera a su poeta porque sabe que la parte que lo guiaba no medía con ningún metro
material sino que sopesaba con la báscula más ancha, mientras se baten los grandes
deseos de la existencia humana y los grandes sueños que saltan como flores enormes
en los prados de nuestro pecho muerto y que hablan de sangre, dolor, verdad y es-
peranza.
%Olga» Bovtsh JH %Empneush , Sunanthvsei». Melethvmata kai; stocasmoiv. jAqhna. OiJ
jEkdovsei» twn Fivlwn. 1995. Tomo III, pp. 184-185; (Eujquvnh 135 (Atenas, 12.1982), pp. 592-593).
%Olga» Bovtsh Ta` Poihvmata th=» ''Olga» Bovtsh. jAqhna. OiJ jEkdovsei» twn Fivlwn. 1989. 3 tomos.
POEMAS
Entrega
Los torrentes del espíritu,
las riadas del alma.
Los ríos musicales que por dentro de las manos,
interminables venas de agua,
hacen rodar afuera en el mundo:
El hombre se entrega,
por un momento sólo,
a las anchos pliegues de corrientes subterráneas,
al aterciopelada agua bienaventurada
para desvelar la respiración de la Divinidad,
para mecerse en sus grandes manos protectoras,
para anhelar caer en el abismo liberador del silencio.
Mi enemigo, mi amigo
Abro un pasaje en las más oscuras aguas de mi ser,
aguas poderosas que no solicitan un pie del hombre.
Entre sus rectas columnas marcho.
Por fin puedo aprender,
debo someterme,
debo arrojar afuera el secreto
que como animal salvaje devora mis carnes,
como sarpullido traga mi sangre.
I
ndudablemente, los poemas religiosos ocupan un lugar destacado en la rica y
dramática obra de Zoí Kareli. Poetisa de un pensamiento y una problemática
angustiosa, auto-torturada por los remordimientos y el sentimiento de la cul-
pa, pero siempre sin plan para la vida, asciende hacia la vida de Dios, como
el buzo desde las profundidades del mar al aire y a la luz, ofreciendo las algas de las
profundidades, trayendo consigo el pesado y oscuro “barro” de la vida, todos los
“pecados” y las “culpas” que los hombres del dogma religioso que ya viven tranquilos
quizás incluso después de la gran contienda, se topan con temor con un modo ya
unidimensional en la mirada de Dios.
Su poesía, una poesía llena de puntas y agudas aristas, muestra un alma atormen-
tada que tiene la fuerza de mirar las contradictorias profundidades de su ser y traerlas
a la luz de un modo, si no siempre cerebral al menos intensamente intelectual, y
darnos una visión dramática de la vida en donde los sentimientos de la soledad y la
muerte, de la esterilidad y el daño, y de un amargo sabor de insatisfacción ocupan un
lugar primordial. La principal característica de su expresión poética es la supresión.
En sus poemas, al menos los que se refieren a las experiencias religiosas, hay, en su
mayor parte, una inmediatez del sentimiento y la expresión, la emoción es fuerte y
no esconde la visión.
En sus poemas religiosos, Zoí Kareli encuentra tanto más el paraguas de la Tra-
dición cristiano-oriental cuanto la estrecha fe del dogma. No está sometida a él. Se
Mi corazón es un esbozo,
muy rosado, morado,
que me derrama en la sangre.
...
Tengo dentro de mí una noche
llena de astros que como clavos
perforan mis entrañas con la esperanza.
De Merodio
o en otro:
petu ha sido cercenado a mitad de camino. En este desmesurado deseo por la vida,
Kareli siente su incapacidad para plantar resistencia. Busca vivir con fuerza, saborear
la “conocimiento” del placer y del mundo, la alegría de la vida que, sin embargo,
considera “pecado” porque busca también por igual el conocimiento de Dios. Una
dolorosa ola palindrómica caracteriza este modo de vida suyo, por una parte, la
alegría de los sentidos y, por otra, el mundo de Dios, tanto que al final surge un sen-
timiento combativo consigo misma que se convierte culpable. La mayor parte de las
veces este modo de vida suyo es una invocación dramática a Dios por la salvación, un
círculo continuo alrededor de él y una confesión agonizante porque los dardos de la
vida la bordan una y otra vez, y la despiertan a cada instante para resbalar de nuevo
desde aquella altura que por un momento creyó que había conquistado y que en su
interior busca evitar preguntando continuamente, dudando continuamente, confe-
sándose continuamente y mostrándonos sin cesar sus ensangrentadas entrañas:
Asciende hasta Dios desde el mundo que no quiere olvidar. El mundo es para ella
siempre su punto de referencia, el que en su centro quiere existir y respirar. Se di-
rige a Dios como a una Presencia todopoderosa, elevada y excepcional, del que no
obstante no puede colgarse a sus pies porque no quieres sacrificar la vida, porque no
puede disolver en su interior el mundo y sobrepasarlo. Siente su creación, siente que
sale de su oscuridad y su instinto:
Y así, pese a todas las invocaciones a Dios, permanece en el límite de los dos
mundos para probar el sabor amargo de su impotencia por alzarse y permanecer más
estable en las más altas esferas. Ha permanecido fiel a su sospecha de ser un espíritu
libre, de sacrificar el valor de dos mundos, pagando sin embargo, al mismo tiempo,
el valor de su libertad con no poder entregarse con toda convicción a ninguno de
los dos. Este sentimiento de quiebra y pecado, que recuerda el espíritu del Pequeño
Canon Peticionario (“Por mis muchos pecados enferma mi cuerpo, ¡también enfer-
ma mi alma!”), Kareli lo ha expresado de forma única en nuestra Literatura, ya sea
cubierto dentro de distintos personajes religiosos ya sea en profundas confesiones
poéticas:
De La tentación
La poetisa es una “remordida”, una “bizantina”. Por mucho que adore la vida no la
vive dentro de sí con el sentimiento equilibrado del antiguo griego que disfrutaba sin
preocupaciones de sus sentidos, que saboreaba este mundo como si “hubiera nacido /
antes de la enseñanza del pecado”, como dice en su poema “Efebo de Anticitera”.
Este poderoso modo de vida del pecado aproxima a Kareli a los ascetas cristianos
que se ocultan en el desierto para apaciguar sus pasiones, la voz bronca de los instintos,
la voz del placer, ¡como si sólo encontraran el Mal en ella! Tan sólo que al final el de-
sierto se ganó a aquellos poderosos hombres y también Dios su alma, porque, al final,
en el increíble ejercicio de su voluntad y en el gran acto de autosuperación se acercaban
a Él ya que querían obtener Su gracia.
No existe poemario suyo en donde no se repita esa visión interior de la culpa.
Ciertamente, tiene momentos que ensalza y se siente sosegada, unida a Dios, pero su
modo de vida primordial es el sentimiento de la separación. No es un paso estable de
los sentimientos y de una calma sin retorno al cielo del espíritu que encuentre en las
lágrimas el sosiego interior y luche por mantenerlo de cualquier modo. La poetisa no
se envuelve dichosa en la vida de Dios como un pájaro en sus alas. No se abandona a
la dicha de la levedad como los místicos.
De este modo, en su plena libertad, pisando sobre el dolor de las situaciones
límite, no vacila en sostenerse en lo negro y en lo blanco de sus sentimientos, no
teme mirarse en su “Espejo de la medianoche”, en el espejo de su ser, que tan esta-
blemente sostiene en sus manos. No vacila en desnudar sus entrañas para mostrarnos
los interiores de su alma que día y noche juega el duro combate con el deseo de la
luz. ¿Vence al final la luz? En los grandes combates anímicos no hay vencedores. Sólo
hay aflicción. Hay una verdad humana, y tanto más es digno el poeta cuando tiene
la fuerza de concienciarla y de expresarla. Dentro de sus ensangrentadas entrañas.
Porque, ¡ay si el poeta no circundara la verdad humana!, la verdad del alma que no
son palabras bellas y superficiales sino combate con las fuerzas más profundas que
dominan exteriormente al hombre. La poesía religiosa no es sólo un himno mo-
nocorde siempre –por muy elevado que sea– hacia Dios, sino también el descubri-
miento de las entrañas humanas ensangrentadas. De este modo el poeta se convierte
más profundamente verdadero y dramático, y puede hablar a los congéneres, puesto
que todos los hombres, unos más otros menos, cierran en su interior una oscuridad,
todos están atados a los instintos como a un garrote, esos instintos que gritan con
toda la extensión de la Historia de la humanidad.
Ya no temerosa,
sino iluminada por el sentido del alma
que ha sido captada y confiesa.
De Los iconos. III
Eleva además su sueño a las iglesias de la Ortodoxia con sus basílicas y frescos. Se
“
desespera porque hoy no hay mártires y santos que proclamen su fe, “que eleven las
formas de su oración”. Añora también las antiguas fiestas religiosas con la brillante
participación de los fieles. En estos poemas suyos Kareli es descriptiva y horizontal.
No tiene aquella profundidad que convulsiona. Describe con realismo las fiestas de
las iglesias, como la fiesta de la Resurrección donde
avanza la pompa
con salmos y estandartes refulgían
preciosos, subían millares de velas
de los cristianos, llamas de fe,
señal de alegría.
De Antes de la Resurrección
En esos momentos la poetisa tiene el mismo sosiego y la dicha profunda como cuan-
do ensalza el brillo de la Naturaleza en otros muchos bellos poemas suyos. Al ensal-
zar a la Virgen no olvida la luz de donde sale, de donde la misma vida sale, no olvida
el pecado.
Por mucho que ascienda el hombre a Dios, se siente atado a la tierra y a sus voces. Se
siente atado a sus instintos que son la esencia de su naturaleza. Porque no es sólo un
ser espiritual. Es, antes que nada, naturaleza, es sangre y carne, es dolor. Y si llega a
algún instante de equilibrio y de elevación espiritual de cuanto puede ver en sí mis-
mo y en el cielo, sobrepasar sus contradicciones, estar por un instante solo, se hunde
de nuevo en las aguas oscuras. Como el eterno Sísifo intenta con dolor sostener la
piedra de su combate y elevarla a lo alto.
Y el poeta, como los antiguos trágicos griegos lo mostraron en sus obras, viene a
mostrarle este combate en el campo de la vida donde se presentaba al hombre ensan-
grentado y agitado por sus pensamientos sacrílegos, sus intensos deseos y sus impías
obras. Así lo muestran todas las invocaciones por la perfección y la auto-superación
de tantas formas espirituales elevadas de la Poesía religiosa Universal. El verdadero
creador siempre toca levemente el lado trasero, oculto, del hombre. Muestra a los de-
más hombres el camino ensangrentado que tal vez ellos pudieron pasar, muestra los
límites que puede alcanzar la resistencia humana, ilustra su angustia, el amontonado
complejo de su interioridad.
Kareli, en su obra poética, vive angustiada con el tiempo, la muerte, “la soledad
y la altivez”. Sin embargo, el culmen de toda su voz dramática y de su naturaleza
contradictoria son sus poemas religiosos, los que la hacen regresar en torno a Dios
como expresión de una vida angustiada y de una conciencia de la culpa. También
sus poemas religiosos son el espacio espiritual en donde más allá de su división le
acentuó su fe por la belleza y la profundidad de la Ortodoxia cristiana.
%Olga» Bovtsh JH Qrhskeutikovthta sth;n poivhsh th» Zwh» Karevllh , Sunanthvsei».
Melethmata ´kai; stocasmoiv.
´ jAqhna. OiJ jEkdovsei» twn Fivlwn. 1995. Tomo iii, pp. 94-104; (Sunah
20 (Atenas, 10-12.1986), pp. 13-20).