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LITERATURA

Isabel García Gálvez

POESÍA NEOGRIEGA Y HERMENÉUTICA DEL


HELENISMO: ZOÍ KARELI Y OLGA VOTSI

D
urante siglos, las letras grie- persas comunidades griegas y, por otro,
gas han acuñado, atesorado la tradición escrita –culta y arcaizante,
y difundido la esencia del la aticista– del sistema educativo oficial,
helenismo. Más tarde, la el lenguaje eclesiástico y la desbordante
literatura neogriega ha encarado el reto documentación escrita.
de acercarse a ellas y hacerlas entender. En el complejo marco de la tradición
El ejercicio resulta simple y complejo a escrita (grammatologiva), la literatura
la vez, tanto como las imágenes y evo- griega (logotecniva) de los siglos xviii
caciones preconocidas de lo que deno- (finales), xix y xx se debate, al igual que
minamos Grecia y consideramos “hele- el recién creado Estado griego, por de-
nismo”. Imágenes y realidades, mani- finir los límites históricos e ideológicos
fiestas y veladas. Una Grecia repleta de de esta nueva vieja nación. Los creado-
civilizaciones, posada en unas coorde- res los acotan mediante la lengua y su
nadas imaginarias, dispuesta al redescu- adaptación literaria a la nueva realidad
brimiento que, en nuestro Occidente, en un esfuerzo por asumir lo griego
es la búsqueda externa del humanismo (contemplado durante siglos por todo
–búsqueda guiada por renacentistas, tipo de forasteros y nativos), destilar lo
ilustrados, románticos, el legado his- helénico (aquella cosmovisión concebi-
tórico o la realidad geopolítica– pero, da desde época inmemorial, transmitida
allí, ante todo es la búsqueda interior por tradiciones fragmentadas y percibi-
del griego (o el neogriego) apoyada en da por algunos iniciados en el camino
el ejercicio creativo de la lengua que ha- a su comprensión integral), y dotar de
bla. Participar del misterio de una sola nuevo rumbo a la creación, acusando
lengua, milenaria, con al menos dos las inquietudes de los nuevos estados
fuertes tradiciones pujando por sobre- europeos modernos del siglo xix.
vivir en la historia y en la literatura; por La poesía se convierte así en el po-
un lado, la tradición oral del griego ha- deroso hilo conductor para la compren-
blado y de la paideia popular de las dis- sión del helenismo al paso de los avata-

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Literatura

res de su dilatada historia. Es El Poeta, El escenario para la ejecución de esta


en su discurso dado tras la aceptación empresa es estrecho, en el tiempo y en
del Premio Nobel quien nos alerta sobre el espacio, y denso en motivos y tensión
ello: en cada uno de sus siglos de exis- dramática.
tencia, la lengua griega no ha dejado de Los movimientos de concienciación
manifestarse a través de la poesía. de mediados y finales del siglo xviii, tan
La invención del “yo” lírico del pe- disparejos y dispersos como las comuni-
riodo arcaico en Occidente parece pues dades griegas sometidas a los distintos
estar todavía vivo entre estos hablantes poderes oficiales, culminan con éxito
que han tenido y tienen como epicen- en el espontáneo Levantamiento de los
tro intelectual y sensible al ser humano griegos de 1821 contra los otomanos,
(a[nqrwpo»), al individuo. en la creación del liliputiense estado
La poesía neogriega contemporánea griego de 1830 (Monarquía bávara,
–que ha contado con un espléndido 1835-1862), en las sucesivas guerras de
siglo xx para manifestarse– obedece a reconquista de territorios (iniciadas en
los condicionantes de la historia y las 1821 y culminadas en 1921: Pelopone-
grandes transformaciones del helenis- so, Grecia Central y Cícladas en 1832,
mo moderno. Circunstancias de diver- Tesalia en 1868, Macedonia griega en
sa índole se conjugan, como un camino 1913, Tracia occidental, Tracia oriental,
paralelo, con el mundo de la creación Epiro e Islas del Egeo), en los procesos
literaria del siglo xx. El marco histórico de adhesión (o unión) de algunos terri-
de la costosa creación y formación del torios (Islas jónicas en 1864, Creta en
Estado griego ha sido también el escena- 1908, Dodecaneso en 1912 y la Tracia
rio de la construcción del yo individual. occidental en 1948 etc.). Estos antece-
Una búsqueda interior del helenismo dentes convierten el siglo xx en un re-
individual ya iniciada por Kavafis des- guero de guerras, conflictos y acuerdos
de el extrarradio (entre los poetas más entre los países de la Europa oriental,
notorios y aptos para la comprensión supervisados siempre por las potencias
del helenismo en Occidente), y que pa- europeas, que suceden a las guerras bal-
ralela y sucesivamente los creadores han cánicas (1912-13), la primera guerra
ido planteando en su obra y en su vida. mundial (1914-18), la desastrosa ex-
Búsqueda interior, tradición, auto-co- pedición militar a Turquía (1919-22)
nocimiento, consciencia del ser en una de consecuencias irreparables para el
nueva realidad que posibilita que el in- helenismo asiático, la segunda guerra
dividuo se asuma, al igual que su recién mundial, la ocupación nazi (1941-44),
formada nación, en las múltiples y a la guerra civil, la dictadura de los co-
veces divergentes tradiciones que con- roneles (1967-74), la invasión de Chi-
fluyen en el helenismo de hoy. pre (1974), hasta la reciente entrada en

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la Unión Europea de Grecia (1981) y Millones de apátridas en un país por


Chipre (2004). inventar. La aceptación de una visible
Estos azarosos acontecimientos ex- realidad que delimita la construcción
ternos en aquella esquina del sureste eu- de un espacio y un tiempo definitivos
ropeo –en un constante sucederse de hi- entendidos como cíclicos en una his-
tos bélicos, refugiados, asesinatos, exilio, toria común: pasado-presente-futuro,
caos, hambruna, desamparo, etc.– son vida-muerte, luz-oscuridad, etc.
surcados por las diminutas embarcacio- El eje principal de ese continuum
nes que la voz siempre viva de la lengua será de nuevo el hombre, el individuo,
griega otorga a cada uno de inseparable de su doble y
sus poetas, inmersos en el estrecha relación: la rela-
combate de la vida y en la ción del individuo con sus
siempre manifiesta presen- dioses (paganos o cristia-
cia de la muerte en la socie- nos) y la relación del in-
dad y en la historia. dividuo con los hombres,
El cenit creativo en en esa cíclica formación
Grecia surgió como conse- de cualesquiera sociedades
cuencia del “desastre” de la adaptadas a los momentos
campaña militar griega en históricos que toca vivir.
Asia Menor (1919-21) que Relación inseparable que
supuso el final de la Gran el mismo individuo ha de
Idea y de la reconquista de conformar teniendo como
los territorios del helenis- factores determinantes el
mo, además de la destruc- respeto a la tradición y el
ción física y el desarraigo pulso a la modernidad.
de una población milena- Desde esta perspectiva,
ria que habitaba en terri- la fecha en que la poesía
torio turco y que se refugia, en aluvión, neogriega adopta una nueva conciencia
en el joven Estado griego; pero supuso –no ya como ejercicio particular o pro-
además la definición de las fronteras e puesta individual (Solomós, Karyotakis,
identidades de los recientes estados de Sikelianós, Papatsonis, entre otros mu-
Turquía y Grecia, tras los acuerdos de chos) sino como planteamiento colecti-
1923. vo con el que las diferentes artes avalan
Años aciagos para el helenismo, ese cambio profundo para la construc-
apeado de su esencia, el corazón de ción de una identidad griega del siglo
Bizancio (Constantinopla, el Mar Ne- xx– se articula en torno a la denomina-
gro, Capadocia, Asia Menor), del pri- da Generación del 30. Este movimien-
mer cristianismo y del mundo antiguo. to, obligado por unas circunstancias

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Literatura

históricas determinantes –delimitación de fronteras,


intercambio de poblaciones, extirpación del helenis-
mo asentado en Asia, nuevos aires con el rumbo po-
lítico adoptado por Venizelos, etc.– acepta asumir la
helenidad desde una perspectiva moderna pero sin
omitir, evidentemente, el peso de las diferentes tradi-
ciones que confluyen en él. Esta generación marcará
el rumbo de la creación poética y artística posterior
acentuando aún más el interrogante sobre la propia
helenidad del creador y del público en su inagotable
afán por explicar sus claves, en cuyo punto de mira
se sitúa el helenismo contemporáneo.
Sirva esta breve reflexión para enmarcar la pre-
sentación de la obra de dos poetisas griegas pertene-
cientes a las sucesivas generaciones de posguerra que
destacan (entre otras aportaciones a la poesía neo-
griega contemporánea) por la generosidad con que
nos ofrecen sus reflexiones en torno al helenismo.
Su poesía se debate por desvelar y revelar las claves
del helenismo, inmerso en la férrea y críptica tradi-
ción, en una suerte de ascesis del auto-conocimiento
(y conocimiento supremo), y de la concienciación
en un constante, ininterrumpido y vital ejercicio de
creación poética. Esa búsqueda del helenismo se rea-
liza en el interior del hombre, de profundis, que tan
sólo con la ayuda del arte se acerca a la vida para des-
velar sus propios límites, ya difusos en la tradición,
y revelarlos al conjunto de la sociedad, sedienta de
definiciones en un mundo que cae según se alza.
Esta introspección, experimentada con la pleni-
tud del ser, con el intelecto y el cuerpo, identificada
con el arte y la vida, necesita de la poesía para vis-
lumbrar lo velado por siglos de tradición: la esencia.
También necesita de la palabra, del verbo poético,
de su ritmo particular con el que indagar en las pro-
fundidades del ser humano, para entenderlo y expe-
rimentarlo.

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POESÍA GRIEGA
Zoí Kareli

Z
oí Kareli, (1901 - 1998) pseudónimo
literario de Jrisula Aryiriadu, herma-
na mayor del novelista N. Pentzikis.
Nació en Tesalónica en 1901 en el
seno de una rica familia burguesa, culta y con
inquietudes sociales. Estudió música y filosofía.
Escribió poesía desde 1935 y publicó 12 poema-
rios: Camino (1940), Era de la Muerte (1948),
Imaginación del tiempo (1949), De la soledad y
la altivez (1951), Calcografías e iconos (1952),
La nave (1955), Casandra y otros poemas (1955),
Cuentos del jardín (1955), Antítesis (1957), El es-
pejo de medianoche (1958), Poemas I y II (1973),
Del viento, del mar, de la luna, de las flores (1988).
También fue dramaturga: El diablo y el 7º man-
damiento (1959), Suplicantes (1966, 1988), Si-
món Infante de Bizancio (1965), Orestes (1971),
y ensayista: De la duda (1958), Lo absoluto en la
obra de Claudel (1959), Esperando a Godot o la
pasión de la inmovilidad (1967), Observaciones I
y II (1982). Ha traducido a T. S. Eliot. Ha sido
reconocida en Grecia por su obra poética y su ca-
lidad humana. Irrumpe en la literatura neogriega
desde unas perspectivas diferentes marcadas por
su poética (lengua, temática y ritmo), el origen
tesalonicense, la condición de mujer y de ser hu-
mano, el profundo ejercicio de comprensión del
helenismo (asunción del cristianismo ortodoxo y
del paganismo clásico), su entrega a la creación
literaria y a la vida, etc. Obtuvo numerosos pre-
mios y condecoraciones. Fue miembro de la Aca-
demia de Atenas y candidata a Premio Nobel.

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Literatura

Prefacio

Q ué puede expresar o decir el poeta al intentar


escribir una introducción a su obra?
Explicaciones, que por mucho que se explique o
se intente explicar, comentar, quedan no obstante
en el misterio de la existencia. Creo que al final la
poesía es un misterio, no sólo suceso sentimental
sino también movimiento existencial. Fenómeno
de la expresión humana.
¿Qué hace? ¿Qué conduce al ser humano a crear
el verbo poético? Dado que existe una prosa –rica,
clara, cómoda– ¿por qué este tipo de discurso con
reglas y leyes particulares? En cualquier otra mani-
festación artística no se observa esta doble naturale-
za, no existe una diferencia así.
Digamos pues explicación de lo que concierne
a la esencia y a la técnica de la poesía cuando, ade-
más, en este momento crítico nuestro se crean tam-
bién nuevas relaciones y respuestas a la articulación
del verbo poético, incluso la obediencia que puede
atribuir más correctamente el sentido esencial o
más profundo. Escucha y obediencia al ritmo, su
sentimiento más profundo.
Creo que oí el verbo rítmico una soleada maña-
na de domingo, en “El 10 de abril de 1939”. Fui al
cementerio (a una misa). Sentía que me poseía el es-
plendor de la vida y, más profundamente, el temor
a la muerte: aversión, sorpresa primigenia, prima-
ria, y el extraño disfrute del miedo. Caminaba casi
tambaleándome por el destartalado camino. Este
fue el comienzo de Camino. No podía entonces,
claro está, imaginarme su continuación. Que llega-
ría al Cruce. No era posible ni siquiera pensarlo. Sin
embargo, inconscientemente –y luego consciente–
sentí la necesidad de la composición. Siempre. No
me bastaba cualquier disposición unitaria. Quizás
porque tantas libertades se dan (aparentemente) al
poeta, al artista, en general al ser humano, en estos

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Isabel García Gálvez

tiempos nuestros al límite, quizás porque se apoderó


de mí el sentimiento doloroso de la escisión del ros-
tro humano, de su presencia, añoré instintivamente
la composición, como reacción entonces.
Por eso he intentado que cada colección poética
mía fuera una composición. Que existiera en ese sen-
tido un motivo central que contuviera y constituyera
el verbo.
Quizás tendría cierto interés señalar ahora aquello
que se escribió cuando se publicaron algunos de mis
primeros poemas: “En Estía Zoí Kareli se pone en
ridículo con su poema publicado en Diario de Mace-
donia. Antesdeayer, nos habíamos opuesto también
nosotros a sus versos absurdos. También los lectores
nos habían animado”. (Nueva Verdad, 20.10.1938)
Recuerdo que cuando se publicó mi colección
poética Camino un excelente colega, apesadumbra-
do, me dijo que no lo entendía. Yo comprendí que
era sincero, que tenía buena disposición y hubiera
sido feliz agradeciéndome cualquier sensibilidad fe-
menina y llaneza del verbo en mis poemas.
El primer aliento se lo debo al poeta Giorgos
Sarandaris –de una sensibilidad muy diferente a la
mía–. Él me animó a que imprimiera Camino en un
artículo suyo en Kathimeriní (6.05.1940) sobre mi
todavía inédita obra. Se lo dije y no me olvido de su
sonrisa infantil de satisfacción.
Creo que tuvo que pasar la guerra para que se
prestara atención a La Era de la Muerte (1948).
Apareció el cambio, manifiesto ya, quizás sólo ex-
terno, pero las pasiones del alma humana, que desde
hacía tiempo oprimían, quedaron aún algo indefini-
das para nosotros. ¿Qué añadir sobre coincidencias y
contemporizaciones...?
Pienso, creo, que he vivido y he luchado –como se
suele decir– para sentir la armonización, mi enarmo-
nización como ser humano en el ser, y expresar, en la
medida de mis posibilidades, el éxtasis que experi-
mento, y me experimenta: antigua sacudida para una
afirmación. ¿De qué?

52 Cuadernos del Ateneo


Literatura

El verbo poético creo que puede ser el único


libre en el tiempo y en el espacio, en el amor del
verbo que se manifiesta en la poesía, testigo de la
comunión en el combate y de la embriaguez de
la existencia, no sólo es dicha o pena, también es
dolor, intenso, de nuestra existencia. El intento
de percibirla. Dolor del pensamiento masculino y
don de los sentidos.
Fe (y pasión del discurso), la poesía discurso
apasionado, más allá de la duda y la dubitación
intermedia, conduce al consentimiento, a la re-
conciliación, a la aceptación de la vida Variada,
dentro de nosotros y a nuestro alrededor.

 
Zwh» Karevllh Ta; Poihvmata th» Zwh» Karevllh. jAqhna. OiJ jEkdovsei» twn Fivlwn. 1990, 2 tomos.

Cuadernos del Ateneo 53


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Encomio de la poesía

L
a poesía es expresión del amor Preciado exceso y enajenación del
multiforme hacia la vida. Ha- verbo en poesía es recibo del factor de
bla reveladora, conversación un atisbo contrario, muestra de una
del yo con lo desconocido, búsqueda por la expresión principal,
con aquello imaginario que es conden- por el momento afortunado.
sación de lo realizable. Es una composi- Misterioso susurro lógico y, más
ción del discurso que forma más allá de allá de la lógica, la poesía no puede ser
la voluntad y del objetivo concreto, más simple voluntad lógica y unilateral, es
allá del poder de lo momentáneo. discurso de apasionado entusiasmo, pe-
Gracias a la poesía el discurso adopta netrante.
extensiones insospechadas y se multipli- Ecos existentes per se, cercanos. Lla-
ca. No se dirige, dirige hasta adoptar su mada escondida, oculta escucha, ruido
más profunda integridad y entonces se extraño y obediencia y confesión a ellos
permite la elaboración. –¿para que el hombre sienta el secreto
La poesía crea extensiones que adop- de la existencia? Maravillosa atención la
tan formas míticas pese a que el punto disposición poética en lo excepcional, lo
de partida puede ser el contacto direc- inaudito, peligrosa en su intensidad ya
to, intenso, con lo llamado real. Es la que la traslada a una coartada ilusoria.
deducción de las impresiones ilimitadas Espacio en donde las aventuras de los
con que la costumbre del existir embota sentimientos y del alma encuentran su
al hombre. Vidas, conocimientos, mul- lugar ¡a pesar de todo!
titud de sensaciones y sentimientos en La poesía propone, concede el he-
alteraciones y explicaciones. Condensa- chizo de las palabras a la vista, al oído, al
ción espontánea de la memoria, del de- gusto, dirige imaginariamente al olfato
seo, medición del ímpetu y contracción y a la pasión del tacto, conduce el amor
del arrepentimiento. Es escucha extraña a las cosas para que sean conquistadas,
del verbo, finalmente casi inexplicable, para que todos los sentidos se combi-
al igual que nuestra propia vida. Y para nen. Embriaguez altiva. Fuego (tal vez
dar un rodeo sobre el término explica- excesivo) el amor hacia todo, raramente
ción que he utilizado diré que la poesía ventajoso, la poesía lo crea, agotamien-
contiene diversas explicaciones ya que to, también las pretensiones que enton-
puede ser que no las realicemos sino ces atraviesan sin cesar su objeto. Ins-
que las sintamos con desasosiego, a ve- piración poética y, sin embargo, excelsa
ces doloroso a veces placentero... Y esto atención y acercamiento excepcional,
se manifiesta en la arbitrariedad, en la discrepancia desprevenida, exaltación y
estructura del verbo, en la edificación aceptación, el verbo poético un enigma,
de cualquier poema. enigma del alma, cuando florecen sus

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Literatura

más extrañas formas, los más preciados puede ser prueba de la participación en la
colores existen y obedecen. Palabras búsqueda de explicaciones más profun-
poéticas como inútiles alguna vez y no das, sacras, más allá de las apariencias y
obstante valiosas. Señales consoladoras, la gracia y, junto con ellas, testimonio
esperanzas y temores exquisitos, des- del desasosiego así como de la certeza
asosiegos con tonalidades, resonancias del existir.
musicales. Palabras sencillas y austeras. Ricas
Algo resta indeleble en la escucha de en sentidos, ilustres y llamativas, recar-
la poesía. gadas, intencionadas, frases lujosas pre-
El verbo poético la mejor consola- texto de la opulencia del verbo, exhibi-
ción en el momento final. ciones, rodeos, rotación de las palabras,
Melancolía y dicha imprevista, se- reflexiones...
ria, el verbo poético puede aliviar al Flor de la devoción y de la glorifica-
hombre de la insaciabilidad. Se detiene ción, de la pasión afligida. Poesía, pa-
ante la pena de un pecado más interior, labras excepcionales de oración, aten-
mientras puede transmitir de forma ex- ción y expectativa de un alma luchadora
traña un respeto por los más íntimos mientras combate desesperadamente. A
sentimientos humanos. Su forma, pese menudo aún desconocido complejo de
a todo, verbo de amor a menudo man- sumisión y acto de apelación cuando
so para nuestra existencia. nuevas heridas acechan y cuando uno
La poesía, particularmente en nues- sabe cuando entiende lo que signifi-
tro mundo, es un lugar extremo para can.
expresar el pavor y el miedo, algunas Potencial de la palabra en la plegaria,
veces, y el terror, el prodigio, el asom- la búsqueda, experiencia de lo dicho y
bro y el deseo cuando no basta el cono- emoción oculta y manifiesta.
cimiento porque no basta con que surja La poesía se convierte en un recono-
el amor a la vida. cimiento de los sentimientos sobre las
El verbo poético se convierte en ape- cosas –no obstante, la cosa se convierte
lación, súplica y adoración, como debe en real o se queda en la realidad en el
ser en las criaturas, expresión del éxtasis, momento de la emoción poética pero
aleación de tragicidad y dicha, profun- ¿cómo puede mantenerse en el pálpito,
da conciencia de lo ignoto. Excepcional en la historia del inicio y su senda?
sabor de la dulzura y de la amargura del La poesía demuestra, sugiere, atri-
ser. Comienzo del orden de las cosas y buye el amor a las cosas y al movimien-
luego exaltación y restitución. to, incluso en la disolución del verbo y
Instintivo también, antes del evi- en una composición de su música, evo-
dente, el diálogo secreto de los sonidos- catoria en el torbellino de las palabras,
palabras, la capacidad de descripción en en el deseo siempre perezoso del poeta
la poesía atestigua la autenticidad que por expresar cuanto más perceptible y

Cuadernos del Ateneo 55


Isabel García Gálvez

correctamente pueda vinculaciones, des- nos circunda en las tres dimensiones


velos, respuestas y relaciones impercepti- del Tiempo. Por eso existen las palabras
bles, detalles escasos. de la poesía, fantaseadoras y profun-
La poesía puede consumarse recibien- damente reflexivas a la vez, metódicas
do el sentimiento del “otro mundo”. Di- y rítmicas, irreconocibles, entregadas
vina búsqueda y desasosiego. junto con las conocidas como renova-
Eco de la completa armonía del mun- das, palabras de consuelo de muchos re-
do dentro de nosotros, intento desespera- cursos y embriaguez para la comunión
do y luego afortunado de que se atribu- toda. Verbo poético escogido y selecto,
yan las visiones, el sentimiento de todo intransigente, delimitado e ilimitado,
movimiento, cuando el poeta lo busca, palabras insumisas en la seca necesidad
vibra y se propasa. y, sin embargo, con admiración incluso
Muestra de traslación al otro mun- por ella y por su propia libertad.
do, vista y miradas de otro mundo, el Y es en realidad una privación con-
discurso de la poesía, más allá de la frí- siderar la poesía sólo como un determi-
vola realidad, es aquella más profunda, nado logro sensible –aunque también
conmovedora, que el ser humano des- tenga lugar para eso–. Incluso para lo
vela con su extraña habilidad y altivez, didáctico, basta que sintamos y perci-
inexplicable en la práctica porque escu- bamos sus múltiples lugares en la osa-
cha también la otra expresión: el habla día de su música, no sólo de la exterio-
del mundo. rizada sino de la por entero más interior
Discurso de la poesía, a veces pesado, que puede vincular el todo con la vida
a veces ideal y fugaz. Juega y enseña, se- y la muerte.
duce sin forzar. Esencia de sentidos y de
sentimientos, de miradas y de sueños,
de ilusiones que no toleran una reali-
zación mediocre. Pero también muestra
de la soledad en la que puede estar el
poeta, buscando el discurso de la perse-
verancia en lo determinado y común, y
que no pueda permanecer en él.
La poesía expresa las vidas persona-
les que explotan por la agudeza de los
sentidos y también por su percepción.
Su doble naturaleza, acentúa la necesi-
dad de mitificar el verbo común porque
es mucho todo lo que vemos y cuanto
Zwh½» Karevllh « jEgkwvmio th» poivhsh»».
no vemos, y es una pérdida que avance- Parathrhvsei». jAqhna. jAstrolavbo». 1982, pp.
mos en la vida sin ver la infinitud que 143-148.

56 Cuadernos del Ateneo


Literatura

POEMAS

Impresiones
Las impresiones dedos,
a veces nacáreos a veces más rosados
leve sobre la frente,
en las sienes, de allí,
goce en las raíces del pelo
y en los párpados sensibles.
También son manos bárbaras,
anchas o puntiagudas,
que te cubren el rostro
de golpe o lo desgarran.
Pero para penetrar
en el cerrado secreto del cuerpo,
donde se deponen y danzan,
en ese alma desnuda, hemos de esperar
tal vez mucho para el recuerdo.
Entonces, el resultado aparece
aunque hayamos olvidado nosotros
la impresión, se hace diferente
se restituye a nuestra alma,
inesperado, el esquema
de la respuesta custodiada.
De Imaginación del tiempo, 1949

Cuadernos del Ateneo 57


Isabel García Gálvez

Sentimental
... La melodía barata
y agradable sin embargo la añoranza
trae cierta angustia. Desde la oscuridad
leve llega la voz.
Nada interesante, claro,
algo bronca, adolescente.

El deseo, un juego, agradable


el sonido conduce al baile.

El hombre es curioso
con trozos de casualidades dentro de sí.
Observo la puerta de la terraza abierta,
mueve la ligera cortina.
Fuera del brillante firmamento relucen,
con la suave luz, los astros.

Por el film la canción es conocida,


sentimental. La muchacha y el joven
alardean en un intencionado beso.
¿Cuánto han cambiado las mujeres ... han olvidado
o nunca aprendieron la doble naturaleza del placer?

Pero ¿existen sentimientos en el ronco ruido,


en los labios del adolescente?
Canta quizás con descuido. ¿Sólo yo
encontré el doloroso sonido, añorado,
por lo que de incumplido queda?
De De la soledad y la soberbia, 1951

58 Cuadernos del Ateneo


Literatura

Efebo de Anticitera
He venido por ti otra vez.
Al avanzar observé bastantes
recipientes corintios,
me causaron, claro, impresión
por la gracia de la forma y los motivos.
Reflexioné sobre la vida palpitante
de la afamada ciudad. Luego,
casi a propósito, me quedé en las salas,
allí donde la luz tiene algo acuoso.
No sé si eso se debe
a la tonalidad de las paredes
o a la inmovilidad de lo expuesto,
en el cristal de los escaparates.
Me quedé pues,
aguantando la espera de tu presencia,
dicha.

Por poco no me detuvo Creso


“plántate y ten piedad … destruyó el batallador Ares”.
En el movimiento, en la posición de las manos,
un giro particular delataba el alma
que todavía allí queda
y daba la voluntad contenida
del cuerpo hacia delante.
Crujido imaginario de la vida de las estatuas,
cuando pudo concebir el artista
el instante oportuno ...
Instante único tú,
excelente, no eres sólo
el efebo de la perfecta belleza,
de la radiante juventud,
el armónico en la forma de la música de los miembros,
el que tiene su postura y mantiene
en su fuerza e imposición naturales
como la piedra o la planta
que existen simples y perfectas a la vez;

extensión de las manos en equilibrio ideal,


línea divina,

Cuadernos del Ateneo 59


Isabel García Gálvez

incorruptible pureza del tiempo concebido,


gentil rostro de lo imperecedero,
elevación de nuestra perecedera postura.

Realidad y hechizo,
botín superficial de la vida,
inflado, curvado
por el ímpetu dentro de él oculto,
contenido y conducido.

Ofrenda y aceptación de la existencia,


en movimiento junto con inmovilidad,
como ponderación del pájaro imperial.

Naciste
antes de la enseñanza del pecado.
Eres aquella concesión del espíritu
que apaga la insaciable privación
y aniquila la avidez.
Deseas permanecer dispuesto a privarte.
Por encima de ti resbala
toda disposición ajena a tu forma.
Buscas la honra del alma
y tú la regalas, cuerpo vivo y calmo.

Encuentro frugal con lo absoluto,


desnudo misterio,
Forma escapada de la necesidad.
Música de un sonido te alzas
divina habilidad humana dada.

No te ha torturado el amor
que es duda,
anhelo y dolorosa sumisión,
aunque tengas en la mirada
la maravillosa humana melancolía,

obra del hombre, tú,


de aquel que ha amado su vida
con gloria altiva y respetuosa.
De Antítesis, 1957

60 Cuadernos del Ateneo


POESÍA GRIEGA
Olga Votsi

(1922 - 1997) Pseudónimo literario de


Olga Buki-Platí. Nació en El Pireo en
1922. Estudió Filología en Atenas y Ale-
mania. Tiene una amplia obra en verso:
Himnos (1946), Soledades (1951), Intimi-
dades (1953), Aéreos (1955), Existencia y
silencio (1958), Raíz primera (1962), El
gran eco (1965), Cripta y frontera (1970),
Plantas desnudas (1973), Las escalas
(1976), Claro del bosque (1979), El otro
conocimiento (1982), La fuente y el ojo
(1984), Forma de barro (1985) La tarima
(1988) y ensayos: Poliedros (1978), Tris-
teza y Descubiertos (1984) y Encuentros
(1995). Ha traducido a Frank Kafka y
George Trakl.

LA INSPIRACIÓN
Y de repente, dentro de los sentidos de una infértil soledad, dentro de una extraña
interrupción del mundo restante –porque buscas algo y no puedes delimitarlo– den-
tro de innumerables corrientes de un anhelo, como esperando algo que no viniera,
sientes que se forma dentro del silencio, allí donde tu ojo o tu existencia entera se
inmovilizan, un escalofrío en el aire, un círculo musical supraexistencial para recibir
el ignoto pálpito místico que viene de las profundidades de la vida, de las profundi-
dades de tu pecho; que ha sentido la necesidad de hacerse oír y ha llegado. Y cuanto
de más lejos viene tanto más grande y poderosa es esa extraña agitación tuya. Te
inmovilizas y callas para atender ese instante de alegre acercamiento que tantas y
tantas veces has cerrado en tus dedos pero siempre te has quedado desesperanzada
porque él pedía irse al llegar. Para desearlo constantemente. Es el camino musical

Cuadernos del Ateneo 61


Isabel García Gálvez

que de repente se forma para que el alma pase, para descolocar el peso de una nueva
cosecha, un pesado y doloroso saber de experiencias hasta entonces desconocidas de
dentro de mis profundidades. Viene con todos aquellos dones, pesados y oscuros,
que sin temor ha recogido y mirado en su camino para desubicaros en manos del
poeta: es la inspiración.
Y el poeta, dichoso por una visita así, por una transformación interior así, que
siente que lo ilumina con todas sus luces como una habitación resplandeciente, como
una luz suave cuya fuente no es este mundo aunque tan sólo calla, inmóvil, no sea
que pierda una presencia así, sabedor del peso de su riqueza; que no quiere mante-
nerlo para sí mismo, sino que desea transmitirlo también a los demás hombres, que
lo saboreen, que lo destilen ellos también por la apertura de la verdad desvelada. Es
el momento de la inspiración del poeta que se ha convertido por entero en miedo y
espera a su poeta porque sabe que la parte que lo guiaba no medía con ningún metro
material sino que sopesaba con la báscula más ancha, mientras se baten los grandes
deseos de la existencia humana y los grandes sueños que saltan como flores enormes
en los prados de nuestro pecho muerto y que hablan de sangre, dolor, verdad y es-
peranza.
%Olga» Bovtsh  JH %Empneush , Sunanthvsei». Melethvmata kai; stocasmoiv. jAqhna. OiJ
jEkdovsei» twn Fivlwn. 1995. Tomo III, pp. 184-185; (Eujquvnh 135 (Atenas, 12.1982), pp. 592-593).
%Olga» Bovtsh Ta` Poihvmata th=» ''Olga» Bovtsh. jAqhna. OiJ jEkdovsei» twn Fivlwn. 1989. 3 tomos.

POEMAS
Entrega
Los torrentes del espíritu,
las riadas del alma.
Los ríos musicales que por dentro de las manos,
interminables venas de agua,
hacen rodar afuera en el mundo:

El hombre se entrega,
por un momento sólo,
a las anchos pliegues de corrientes subterráneas,
al aterciopelada agua bienaventurada
para desvelar la respiración de la Divinidad,
para mecerse en sus grandes manos protectoras,
para anhelar caer en el abismo liberador del silencio.

Para palpar con su mano lo Indecible.


De Claro del bosque (1979): “Línea exquisita”

62 Cuadernos del Ateneo


Literatura

Adoradores quiere la vida


La vida,
no te saca sin castigo de su matriz.
La vida,
te envía bocas de lobos a desgarrarte,
dolores y lumbres de Hades
si sólo has regresado y la has mirado mucho.
Cuando salgas de su corriente ciega.

Adoradores quiere la vida,


el ardor,
lleno de abrazos y trampas.
Su gran cuerpo,
su escamada piel
no quiere que los estudiemos mucho tiempo;
sólo que caigan en sus manos
a respirar con ella.

¿Quién se ha quedado sobre la vida?


¿Quién no se ha vertido en su ola, se ha perdido
y ha florecido?
Los animales salvajes
desean el eco de una voz
y los dioses vagan por el infinito
para escapar
de la saeta mortal de su soledad.

De Peanas desnudas (1973): “Bolsa de huesos”

Cuadernos del Ateneo 63


Isabel García Gálvez

Mi enemigo, mi amigo
Abro un pasaje en las más oscuras aguas de mi ser,
aguas poderosas que no solicitan un pie del hombre.
Entre sus rectas columnas marcho.
Por fin puedo aprender,
debo someterme,
debo arrojar afuera el secreto
que como animal salvaje devora mis carnes,
como sarpullido traga mi sangre.

Desgarrarlo de cuajo de mi propio corazón,


el secreto que enroscado en mis más oscuras
intimidades,
no quiere de allí salir,
tan sólo clavarme con su mudo ojo brillante.

Mi ser, mi amigo, mi enemigo,


la ígnea morada de mi resistencia.

En cuanto le extiendo la mano,


se recoge en su propia esencia,
no quiere cambiar,
quiere ser quien es,
mi dominante y secreto Señor,
el que a veces me alcanza la rosa
y a veces el veneno,
todopoderosa Ley que obedezco.

De Forma de barro (1985): “Mi enemigo, mi amigo”

64 Cuadernos del Ateneo


POESÍA GRIEGA
Olga Votsi

LA RELIGIOSIDAD EN LA POESÍA DE ZOÍ KARELI

I
ndudablemente, los poemas religiosos ocupan un lugar destacado en la rica y
dramática obra de Zoí Kareli. Poetisa de un pensamiento y una problemática
angustiosa, auto-torturada por los remordimientos y el sentimiento de la cul-
pa, pero siempre sin plan para la vida, asciende hacia la vida de Dios, como
el buzo desde las profundidades del mar al aire y a la luz, ofreciendo las algas de las
profundidades, trayendo consigo el pesado y oscuro “barro” de la vida, todos los
“pecados” y las “culpas” que los hombres del dogma religioso que ya viven tranquilos
quizás incluso después de la gran contienda, se topan con temor con un modo ya
unidimensional en la mirada de Dios.
Su poesía, una poesía llena de puntas y agudas aristas, muestra un alma atormen-
tada que tiene la fuerza de mirar las contradictorias profundidades de su ser y traerlas
a la luz de un modo, si no siempre cerebral al menos intensamente intelectual, y
darnos una visión dramática de la vida en donde los sentimientos de la soledad y la
muerte, de la esterilidad y el daño, y de un amargo sabor de insatisfacción ocupan un
lugar primordial. La principal característica de su expresión poética es la supresión.
En sus poemas, al menos los que se refieren a las experiencias religiosas, hay, en su
mayor parte, una inmediatez del sentimiento y la expresión, la emoción es fuerte y
no esconde la visión.
En sus poemas religiosos, Zoí Kareli encuentra tanto más el paraguas de la Tra-
dición cristiano-oriental cuanto la estrecha fe del dogma. No está sometida a él. Se

Cuadernos del Ateneo 65


Isabel García Gálvez

separa de él. Ya ha dejado de vivir la Religión como la vivía en su infancia y ado-


lescencia, como nos dice en un poema: “Una vez dije / que no iba más a la iglesia./
Ayer fui”. La poetisa viene de la vida y de sus pasiones, de la artesanía de los sentidos.
Viene de la “altivez” de su alma y su libertad que ama con intensidad. Viene del
mundo y quiere permanecer siempre en él, tanto más cuanto más sedienta estuviera
por atravesarlo.
Desde los comienzos de su manifestación poética se bate con el pecado y el dai-
mon del placer, lucha con los sentidos. Ya en su primer libro Camino están esos dos
temas principales: el pecado y el placer, junto con la invocación a Dios. El tacto es
para ella algo muy importante. Es “el flagrante deseo de certeza”, es “el comienzo
del placer, / que nunca se sacia, / ese que te sostiene / y ni te deja avanzar / hacia el
perdón”. Ciertamente, porque con el tacto deja el hombre el mundo, el placer y el
pecado. Este tacto que desea tocar el cuerpo del amor y que deja al hombre “más solo
que el encuentro”, como nos dice otra vez en un verso suyo. Siente en su ser fuerzas
eróticas y satánicas como tan maravillosamente ha expresado en algunos poemas
violentos, sólo oculto desencanto erótico. Y es tan grande la verdad de la vida en sus
poemas, tanta la pasión trémula que sale de las entrañas de la existencia y traspasa
al lector su escalofrío abisal. Kareli es un ser lleno de pasiones, es una persona herida
por la mucha intensidad de vida, es la que en algunos versos nos dice:

Mi corazón es un esbozo,
muy rosado, morado,
que me derrama en la sangre.
...
Tengo dentro de mí una noche
llena de astros que como clavos
perforan mis entrañas con la esperanza.
De Merodio

o en otro:

En las puntas de los hombros tengo


dos heridas encarnadas, señales
de las alas blancas que he quebrado.
De Baco
Sientes que los deseos por ella son “como bocas hambrientas que no se han saciado”,
que por alguna razón no han podido o no han conseguido satisfacerse, que su ím-

66 Cuadernos del Ateneo


Literatura

petu ha sido cercenado a mitad de camino. En este desmesurado deseo por la vida,
Kareli siente su incapacidad para plantar resistencia. Busca vivir con fuerza, saborear
la “conocimiento” del placer y del mundo, la alegría de la vida que, sin embargo,
considera “pecado” porque busca también por igual el conocimiento de Dios. Una
dolorosa ola palindrómica caracteriza este modo de vida suyo, por una parte, la
alegría de los sentidos y, por otra, el mundo de Dios, tanto que al final surge un sen-
timiento combativo consigo misma que se convierte culpable. La mayor parte de las
veces este modo de vida suyo es una invocación dramática a Dios por la salvación, un
círculo continuo alrededor de él y una confesión agonizante porque los dardos de la
vida la bordan una y otra vez, y la despiertan a cada instante para resbalar de nuevo
desde aquella altura que por un momento creyó que había conquistado y que en su
interior busca evitar preguntando continuamente, dudando continuamente, confe-
sándose continuamente y mostrándonos sin cesar sus ensangrentadas entrañas:

Y me persigue la importancia del pecado,


multiforme, por comprender
quién es.
Vertida me contamina los ojos, el olfato,
el oído, el gusto y el tacto.
De Viernes Santo

Asciende hasta Dios desde el mundo que no quiere olvidar. El mundo es para ella
siempre su punto de referencia, el que en su centro quiere existir y respirar. Se di-
rige a Dios como a una Presencia todopoderosa, elevada y excepcional, del que no
obstante no puede colgarse a sus pies porque no quieres sacrificar la vida, porque no
puede disolver en su interior el mundo y sobrepasarlo. Siente su creación, siente que
sale de su oscuridad y su instinto:

Un pozo profundo oscuro, sombrío,


soy, me inclino ante él, me miro
en un espejo turbio, roto.
De El pozo

Kareli en un extremo de su división considera la vida como un valor insustituible


que no quiere perder, el “Gran Bien Primero” dado al hombre y que no se le permite
pisotear. “¿Es pecado la gracia de la vida?” dice en un verso suyo. Y en otro: “Tanto
es mi pasión a la vida / que podría morir.”

Cuadernos del Ateneo 67


Isabel García Gálvez

Y así, pese a todas las invocaciones a Dios, permanece en el límite de los dos
mundos para probar el sabor amargo de su impotencia por alzarse y permanecer más
estable en las más altas esferas. Ha permanecido fiel a su sospecha de ser un espíritu
libre, de sacrificar el valor de dos mundos, pagando sin embargo, al mismo tiempo,
el valor de su libertad con no poder entregarse con toda convicción a ninguno de
los dos. Este sentimiento de quiebra y pecado, que recuerda el espíritu del Pequeño
Canon Peticionario (“Por mis muchos pecados enferma mi cuerpo, ¡también enfer-
ma mi alma!”), Kareli lo ha expresado de forma única en nuestra Literatura, ya sea
cubierto dentro de distintos personajes religiosos ya sea en profundas confesiones
poéticas:

Señor, deseo tu visión.


Tengo la vista insaciable,
¿Cuándo tomarás mis ojos?
Te pido cerrado en mi interior
verte a ti tan sólo.

¿Cuándo me sellarás el oído?


Oírte a ti aislado
de toda voz pasajera.
¡Chupar el olor de la vida!
Mi sabor, ¿cuándo me pagarás
con la palabra del Señor?
Don del sometimiento
que todo intento paga.

Oh tacto, muy cierto material,


consuelo sumiso, insaciable
satisfacción de mi cuerpo
–quiero– dejar de obedecer.

Oigo, Señor mío, ¿acaso


sólo la muerte me calmará?
...
¿Cuándo llegará dentro de mí la luz
que busco para ver
y para escuchar, sentir,
saborear la tranquilidad?

68 Cuadernos del Ateneo


Literatura

¿No me bastará nunca


la paz de tu mundo?

De La tentación

La poetisa es una “remordida”, una “bizantina”. Por mucho que adore la vida no la
vive dentro de sí con el sentimiento equilibrado del antiguo griego que disfrutaba sin
preocupaciones de sus sentidos, que saboreaba este mundo como si “hubiera nacido /
antes de la enseñanza del pecado”, como dice en su poema “Efebo de Anticitera”.
Este poderoso modo de vida del pecado aproxima a Kareli a los ascetas cristianos
que se ocultan en el desierto para apaciguar sus pasiones, la voz bronca de los instintos,
la voz del placer, ¡como si sólo encontraran el Mal en ella! Tan sólo que al final el de-
sierto se ganó a aquellos poderosos hombres y también Dios su alma, porque, al final,
en el increíble ejercicio de su voluntad y en el gran acto de autosuperación se acercaban
a Él ya que querían obtener Su gracia.
No existe poemario suyo en donde no se repita esa visión interior de la culpa.
Ciertamente, tiene momentos que ensalza y se siente sosegada, unida a Dios, pero su
modo de vida primordial es el sentimiento de la separación. No es un paso estable de
los sentimientos y de una calma sin retorno al cielo del espíritu que encuentre en las
lágrimas el sosiego interior y luche por mantenerlo de cualquier modo. La poetisa no
se envuelve dichosa en la vida de Dios como un pájaro en sus alas. No se abandona a
la dicha de la levedad como los místicos.
De este modo, en su plena libertad, pisando sobre el dolor de las situaciones
límite, no vacila en sostenerse en lo negro y en lo blanco de sus sentimientos, no
teme mirarse en su “Espejo de la medianoche”, en el espejo de su ser, que tan esta-
blemente sostiene en sus manos. No vacila en desnudar sus entrañas para mostrarnos
los interiores de su alma que día y noche juega el duro combate con el deseo de la
luz. ¿Vence al final la luz? En los grandes combates anímicos no hay vencedores. Sólo
hay aflicción. Hay una verdad humana, y tanto más es digno el poeta cuando tiene
la fuerza de concienciarla y de expresarla. Dentro de sus ensangrentadas entrañas.
Porque, ¡ay si el poeta no circundara la verdad humana!, la verdad del alma que no
son palabras bellas y superficiales sino combate con las fuerzas más profundas que
dominan exteriormente al hombre. La poesía religiosa no es sólo un himno mo-
nocorde siempre –por muy elevado que sea– hacia Dios, sino también el descubri-
miento de las entrañas humanas ensangrentadas. De este modo el poeta se convierte
más profundamente verdadero y dramático, y puede hablar a los congéneres, puesto
que todos los hombres, unos más otros menos, cierran en su interior una oscuridad,
todos están atados a los instintos como a un garrote, esos instintos que gritan con
toda la extensión de la Historia de la humanidad.

Cuadernos del Ateneo 69


Isabel García Gálvez

En la mayoría de sus poemas religiosos Kareli no ha mostrado su rostro dividido.


Sin embargo, esa dramática vacilación suya y la impotencia por aunar en su interior
los contrarios en una abundante luz no fue impedimento para no ser atraída, como
por un imán, hacia cualquier excelso combate del alma que habían manejado otros,
más fuertes que ella, para no comprender y no maravillarse de la cantidad de fuerza
que necesita un ser humano por sobrepasar su yo en los silenciosos y solitarios com-
bates de la conciencia y el espíritu. Las imágenes de los santos dentro de las iglesias
le dan fuerza a la vida y a la resistencia ante el pecado, igual que los iconos muestran
la terrible resistencia a las fuerzas destructivas que les vencen (pero con qué dolor
y llanto se muestran sus semblantes austeros y serios). La austeridad de los santos
iconos habla de los combates mortalmente serios del alma humana (que tan sólo y
más difícilmente los acepta hoy el hombre) para expresar dentro de él el deseo de una
perfección cuya única compensación es la caricia del cielo y el hartazgo de la idea
divina en su interior. La poetisa agita también estas figuras y su alma se sosiega:

Los santos tan sólo no te dejan,


su redondo ojo del todo abierto,
y como sorprendido, te sigue,
a una secreta fijación interior te conduce
para que creas en tu propia visión
con todo el sometimiento.

Ya no temerosa,
sino iluminada por el sentido del alma
que ha sido captada y confiesa.
De Los iconos. III

En bastantes poemas religiosos suyos Kareli ensalza además la fijación de la divina


belleza que refleja el rostro del ángel que, viviendo el sosiego de una excelsa supervi-
sión sobre lo terrenal y las oscuridades, sobre los embates del alma, conquista capas
espirituales más profundas sobre la dolorosa vida del pecado y de la vana invocación
por la salvación, cuando tranquilizada, tras la lucha y el tormento, tiene instantes de
felicidad por su unión con Dios que todo separa y del que sólo Él queda:

Cada movimiento mío por Él.


Él comienzo y perfecto fin mío.
Él todos los hombres de la vida.
No se necesita lucha, destrucción y caos.

70 Cuadernos del Ateneo


Literatura

Basta el amor. Mi debilidad


se hace dicha, dichoso rito.

De Las bodas secretas de Santa Catalina

Eleva además su sueño a las iglesias de la Ortodoxia con sus basílicas y frescos. Se

desespera porque hoy no hay mártires y santos que proclamen su fe, “que eleven las
formas de su oración”. Añora también las antiguas fiestas religiosas con la brillante
participación de los fieles. En estos poemas suyos Kareli es descriptiva y horizontal.
No tiene aquella profundidad que convulsiona. Describe con realismo las fiestas de
las iglesias, como la fiesta de la Resurrección donde

avanza la pompa
con salmos y estandartes refulgían
preciosos, subían millares de velas
de los cristianos, llamas de fe,
señal de alegría.
De Antes de la Resurrección

No obstante, la Virgen constituye su perfecto amor, a la que en cada poema escrito


dedica tonos apasionados, por ser ella la consoladora de los dolores humanos, ella
sabe comprender por haber sentido mucho dolor, por haber llorado mucho. La en-
salza con sus particularidades valiosas y celestiales, con sus adorables descuidos, la
nombra
remembranza de la dicha, memoria, monumento
del amor, canto melifluo victorioso,
saber, raciocinio del amor
que unes el luto con la dicha.
Referencia al espíritu
al Verbo primero,
engendradora del deseo de amor.
De Invocación

En esos momentos la poetisa tiene el mismo sosiego y la dicha profunda como cuan-
do ensalza el brillo de la Naturaleza en otros muchos bellos poemas suyos. Al ensal-
zar a la Virgen no olvida la luz de donde sale, de donde la misma vida sale, no olvida
el pecado.

Cuadernos del Ateneo 71


Isabel García Gálvez

Pensativa Madre de Dios


y oscura, imagen bizantina,
esta intermediaria esperanza dulce,
ha quedado seria y con la vista severa;

en la mirada del visitante que La mira


lleno de melancolía por su incredulidad,
conociendo a la vez la interna altivez,
quizás también el oculto miedo,
dentro de la iglesia vacía,
cuando terminó el breve Vespertino.

De Tras la Misa Vespertina

Por mucho que ascienda el hombre a Dios, se siente atado a la tierra y a sus voces. Se
siente atado a sus instintos que son la esencia de su naturaleza. Porque no es sólo un
ser espiritual. Es, antes que nada, naturaleza, es sangre y carne, es dolor. Y si llega a
algún instante de equilibrio y de elevación espiritual de cuanto puede ver en sí mis-
mo y en el cielo, sobrepasar sus contradicciones, estar por un instante solo, se hunde
de nuevo en las aguas oscuras. Como el eterno Sísifo intenta con dolor sostener la
piedra de su combate y elevarla a lo alto.
Y el poeta, como los antiguos trágicos griegos lo mostraron en sus obras, viene a
mostrarle este combate en el campo de la vida donde se presentaba al hombre ensan-
grentado y agitado por sus pensamientos sacrílegos, sus intensos deseos y sus impías
obras. Así lo muestran todas las invocaciones por la perfección y la auto-superación
de tantas formas espirituales elevadas de la Poesía religiosa Universal. El verdadero
creador siempre toca levemente el lado trasero, oculto, del hombre. Muestra a los de-
más hombres el camino ensangrentado que tal vez ellos pudieron pasar, muestra los
límites que puede alcanzar la resistencia humana, ilustra su angustia, el amontonado
complejo de su interioridad.
Kareli, en su obra poética, vive angustiada con el tiempo, la muerte, “la soledad
y la altivez”. Sin embargo, el culmen de toda su voz dramática y de su naturaleza
contradictoria son sus poemas religiosos, los que la hacen regresar en torno a Dios
como expresión de una vida angustiada y de una conciencia de la culpa. También
sus poemas religiosos son el espacio espiritual en donde más allá de su división le
acentuó su fe por la belleza y la profundidad de la Ortodoxia cristiana.

%Olga» Bovtsh  JH Qrhskeutikovthta sth;n poivhsh th» Zwh» Karevllh , Sunanthvsei».
Melethmata ´kai; stocasmoiv.
´ jAqhna. OiJ jEkdovsei» twn Fivlwn. 1995. Tomo iii, pp. 94-104; (Sunah
20 (Atenas, 10-12.1986), pp. 13-20).

72 Cuadernos del Ateneo

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