07a, 2016, Galtung, Johan, La Violencia
07a, 2016, Galtung, Johan, La Violencia
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Resumen
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El artículo revisa los conceptos formulados hace años por el mismo en el artículo del
mismo título publicado en el Journal of Peace Research 1990 Aug 1990 Vol 27 nº3 291-305,
Con una traducción autorizada en la que se han suprimido las referencias.
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Johan Galtung
Palabras clave
Abstract
This chapter introduces the concept of `cultural violence’, and can be seen as
a follow-up of the author’s introduction of the concept of `structural violence’
almost 50 years ago (Galtung, 1969). `Cultural violence’ is defined here as
any aspect of a culture that can be used to legitimize violence in its direct or
structural form. Symbolic violence built into a culture does not kill or maim
like direct violence or the explotation built into the structural violence. Howe-
ver, it is used to legitimize either or both, as for instance in the concept of
superior race. The relations between direct, structural and cultural violen-
ce are explored, using a violence triangle and a violence strata image, with
various types of casual flows. Examples of cultural violence are indicated,
using a division of culture into religion and ideology, art and language, and
empirical and formal science. The theory of cultural violence is then related
to two basic points Gandhi’s culture of peace, the doctrines of unity of life and
of unity of means and ends. Finally, the inclusion of culture as a major focus
of peace research is seen not only as deepening the quest for peace, but also
as a possible contribution to the as yet non-existent general discipline of
«culturology».
Keywords
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La violencia: cultural, estructural y directa
Definición
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Johan Galtung
La violencia puede ser vista como una privación de los derechos humanos
fundamentales, en términos más genéricos hacia la vida, eudaimonia, la bús-
queda de la felicidad y prosperidad, pero también lo es una disminución del
nivel real de satisfacción de las necesidades básicas, por debajo de lo que es
potencialmente posible. Las amenazas son también violencia. La combina-
ción de la distinción entre violencia directa y estructural con las diferentes
clases de necesidades básicas nos proporciona una tipología reflejada en el
Cuadro 1. Las cuatro clases de necesidades básicas –fruto de exhaustivos
diálogos en muchas partes del mundo- son: las necesidades de superviven-
cia (negación: la muerte, la mortalidad); necesidades de bienestar (negación:
sufrimiento, falta de salud); de reconocimiento, necesidades identitarias (ne-
gación: alienación); y necesidad de libertad (negación: la represión)2.
2
Nota del IEEE. Posteriormente a esta clasificación y en la misma línea, Naciones Unidas
publica el 21 de marzo de 2005 el informe de su Secretario General, Kofi Annan, Un concep-
to más amplio de lalibertad: desarrollo, seguridad y derechos humanos para todos, en el que
establecen los tres objetivos para erradicar la violencia: la libertad para vivir sin temor, la
libertad para vivir sin miseria y la libertad para vivir con dignidad,
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secundarios en los estudios médicos, que son muy importantes, pero fácil-
mente se pasan por alto. La investigación para la paz debe evitar ese error.
Así, asociada al tipo, mutilación, se encuentra la vulneración de necesida-
des humanas provocadas por los asedios/bloqueos (términos clásicos) y las
sanciones (terminología moderna). Para algunos, estas acciones no pueden
clasificarse como un tipo de violencia, ya que se evitan muertes directas e
inmediatas. Para las víctimas, sin embargo, puede significar una muerte
lenta pero intencionada a través de la malnutrición y la falta de atención
médica, en la que, por si fuera poco, los que sufren en primer término las
acciones son los grupos más vulnerables: los niños, los ancianos, los pobres,
las mujeres. No obstante, al prolongar más la cadena causal la comunidad
internacional evita el tener que afrontar la violencia directa. Pero, sin duda,
el mecanismo que implican los asedios/bloqueos/sanciones es, simplemen-
te, la amenaza a la supervivencia. Para evitar estos efectos secundarios, el
boicot económico propugnado por Gandhi combinaba la negativa a comprar
productos textiles británicos con la recaudación de fondos para los comer-
ciantes, a fin de no confundir el camino para solucionar el problema con la
amenaza a su medio de vida, a su supervivencia.
También, el tipo, alienación, se puede definir en términos de socialización,
entendida como interiorización de la cultura. Hay un doble aspecto: para ser
«des-socializado» de la propia cultura es preciso ser resocializado en otra
cultura; al igual que sucede con la prohibición y la simultánea imposición
de una lengua. La una no presupone la otra. Pero a menudo se unen en la
categoría de ciudadanía de segunda clase, donde el grupo sometido (no tie-
ne porqué ser necesariamente una minoría) se ve forzado a manifestar la
cultura dominante y no la suya propia, al menos no en espacios públicos.
El problema es, por supuesto, que cualquier socialización de un niño: en la
familia, en la escuela, en la sociedad en general; es también forzada, una
especie de lavado de cerebro que no deja al niño la libertad de elección. En
consecuencia, podríamos llegar a la conclusión (que no es tan inverosímil)
de que la socialización no violenta es dar al niño la posibilidad de escoger,
por ejemplo, ofreciéndole más de un lenguaje cultural.
Otro ejemplo de efectos secundarios lo vemos en el tipo, represión, debido
también a su doble definición: verse «libre de» y con la «libertad de», con-
tenidas en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y sus limita-
ciones históricas y culturales. En este sentido se han añadido explícitamente
dos categorías debido a su importancia como concomitantes en otros tipos
de violencia: la detención, como la reclusión de las personas (prisiones, cam-
pos de concentración); y la expulsión, entendida como su exclusión, lo que
significa negarles su libertad de residencia (desterrándolas al extranjero o a
partes distantes del país).
Para discutir los tipos de violencia estructural se precisa una imagen, un
vocabulario y un discurso, con el fin de identificar todos sus aspectos y ver
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Religión
En todas las religiones existe algún lugar sagrado, das Heilige; al que nosotros
llamamos Dios. Se puede hacer una distinción básica entre un Dios trascen-
dente situado fuera de nosotros y un Dios inmanente dentro de nosotros. El
judaísmo de la Torá, fundado hace casi 4000 años, entendía a Dios como una
deidad masculina que reside fuera de la Tierra. Una idea catastrófica; un caso
claro de trascendentalismo como una metáfora, con no pocas consecuencias,
que ha calado en otras religiones semíticas occidentales, además de en el
Cristianismo y el Islam. Con Dios fuera de nosotros, como Dios, incluso por
encima («Padre nuestro, que estás en los cielos») no es inevitable pero, de
hecho, es probable que algunas personas sean vistas como más cercanas a
ese Dios que otras, y por tanto, incluso como superiores. Por otra parte, en lo
tradición general occidental no sólo de dualismo sino también de maniqueís-
mo, con grandes dicotomías entre lo bueno y lo malo, con un diabólico Satán
en paralelo al buen Dios. Una vez más las representaciones trascendentales
e inmanentes de Dios. Con Dios y Satanás escogiendo a los suyos; o con Dios
o con Satanás –por no hablar de Dios y Satanás– dentro de nosotros. Todas
estas combinaciones se encuentran en las religiones occidentales. Sin em-
bargo, la atención aquí se centra en la versión más poderosa, la creencia en
un Dios trascendente y un igualmente trascendental Satanás.
¿A quién elige Dios? ¿No sería razonable suponer que Él elige los que se
sitúan más a su imagen, dejando en manos de Satanás a los otros? Esto nos
daría una doble dicotomía con Dios, los Elegidos por Dios, y con Satanás los
no Elegidos por Dios y Elegidos por Satanás; los Elegidos para la salvación
se sitúan cerca de Dios en el cielo; los no Elegidos, condenados y próximos a
Satán en el infierno. Sin embargo, el Cielo y el Infierno también pueden ser
reproducidos en la Tierra, como un anticipo o una indicación de la vida futura.
La miseria y el lujo puede ser visto como preparaciones para el Infierno y el
Cielo, y la clase social como el dedo de Dios.
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Un concepto inmanente de Dios, esto es como Ser que reside dentro de no-
sotros, haría de tal dicotomía un acto contra Dios. Con un Dios trascendente,
sin embargo, todo esto vuelve a ser significativo. Las tres primeras opciones
que se muestran en la tabla superior se encuentran ya en el Génesis. La
última de ellas es más típica del Nuevo Testamento con su enfoque en la
creencia correcta, no sólo en los hechos correctos. De los otros dos aparecen
referencias dispersas en las alusiones a los esclavos o a dar a Dios lo que es
de Dios y al César lo que es del César.
Las clases altas, las que se situarían más cerca de Dios han sido tradicional-
mente tres grupos: el Clero, por la razón obvia de que poseían una capacidad
especial para comunicarse con Dios; la Aristocracia, en particular sobre la
base del rex gratia dei; y los Capitalistas, en la medida en que consigan el
éxito. Las clases bajas y los pobres también fueron elegidos, y pueden inclu-
so entrar en el Paraíso (el Sermón de la Montaña), pero sólo en la otra vida.
Los seis elementos juntos constituyen el núcleo duro del Judaísmo-Cristia-
nismo-Islam, que pueden ser suavizado al renunciar a algunas posiciones a
través de un concepto más inmanente de Dios, como el preconizado en cada
caso por el sufismo, Francisco de Asís o Spinoza.
Las consecuencias de la columna de la derecha de la tabla también podrían
obtenerse a partir de premisas diferentes a las propias de una teología de
los Elegidos; la tabla sólo postula la contribución de los elementos citados
a esas causas.
Un ejemplo contemporáneo podría ser las políticas de Israel respecto a los
palestinos. Los Elegidos tenían una Tierra Prometida Eretz Israel. Su conduc-
ta es la que cabe esperar en ellos, un tipo clásico de violencia cultural, en la
que se dan los ocho tipos de violencia directa y estructural antes descritos.
Se producen muertes; hay privación de los medios materiales a los habitan-
tes de Cisjordania; existe una des-socialización fruto de la implementación
de una ciudadanía de segunda clase para los residentes no-judíos del Estado
teocrático de Israel; hay detenciones, expulsiones individuales y la perma-
nente amenaza de una expulsión masiva.
Se dan las cuatro estructuras concomitantes de explotación: los esfuer-
zos para hacer que los palestinos se vean a sí mismos como perdedores,
acepten su condición y aspiren únicamente a alcanzar una ciudadanía de
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Ideología
Con el declive e incluso la muerte no sólo del Dios trascendental, sino tam-
bién del inmanente a través de la secularización, se puede esperar que los
sucesores de la religión vengan en la forma de ideologías políticas; y que
Dios adquiera la forma del Estado moderno, al exhibir algunos rasgos de su
mismo carácter. La religión y Dios pueden estar muertos, pero no las ideas
nodales que los hicieron posibles asentadas sobre las grandes y profundas
dicotomías. Las líneas ya no pueden ser trazadas entre Dios y los Elegidos, y
los no-Elegidos y Satanás. La modernidad rechazaría a Dios y Satanás, pero
podría exigir una distinción entre los Elegidos y los no-Elegidos; llamémos-
les el Yo y el Otro. Arquetipo: el nacionalismo, con el Estado como el sucesor
de Dios.
Se promueve, incluso se exalta el valor del Yo; desanimando, incluso degra-
dando, el valor del Otro. En ese preciso momento, la violencia estructural
puede comenzar a operar, convirtiéndose en una profecía auto-cumplida: la
gente se ve degradada por la explotación, y son explotados porque están de-
gradados, deshumanizados. Cuando al Otro no sólo se le deshumaniza sino
que se le cosifica, privándosele de toda humanidad, el escenario está listo
para cualquier tipo de violencia directa, de la que se culpa a continuación a
la víctima. Esta violencia se ve reforzada por la clasificación cultural de: pe-
ligrosos, bichos, o bacterias (como describió Hitler a los judíos); de enemigo
de clase (como Stalin describió los kulaks); de perro rabioso (como Reagan
describió Gadafi); de criminales maniáticos (como algunos expertos en Was-
hington describen a los terroristas). El exterminio se convierte en un deber
psicológicamente posible. Los guardias de las SS se convierten en héroes
celebrados por su compromiso.
Utilizando las seis dimensiones de la tabla podemos apreciar fácilmente
cómo los Elegidos pueden permanecer como tales sin ningún tipo de Dios
trascendental. Por lo tanto, sólo los seres humanos son vistos como capaces
de reflexionar; los hombres son más fuertes/más lógico que las mujeres;
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Idioma
Ciertos idiomas - aquellos con una base Latina, como el italiano, español,
francés (y el inglés moderno), pero no los que tienen una base germánica
como el alemán y noruego - hacen a las mujeres invisibles mediante el uso
de la misma palabra para el género masculino y para la totalidad de la es-
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Arte
Permítanme hacer una sola precisión, importante para una Unión Europea
sucesora de la Comunidad Europea de 1967. ¿Cómo puede Europa compren-
derse a sí misma? La historia ligada a la Europa de la mitología griega no es
muy útil. La comprensión de Europa como la negación del entorno no euro-
peo nos lleva mucho más allá. Y el entorno en el momento de la transición de
la Edad Media a la Edad Moderna fue el gigantesco Imperio Otomano situado
al Este y el Sur, que alcanzaría los muros de Viena (1683), conquistaría Siria
y Egipto (1517) y haría vasalla la Tripolitania, Túnez y Argelia después, dejan-
do independientes sólo el Sultanato de Fez y Marruecos, con los pequeños
enclaves españoles de los Habsburgo, dos de los cuales continúan todavía.
El único entorno no Oriental (es decir, diferente de los musulmanes, de los
árabes,) fue Rusia, pobre, vasta en el espacio y el tiempo. Durmiente, pero
gigante.
Por lo tanto, Europa ha de comprenderse a sí misma como la negación del
enemigo del Sur y el Sureste, y deberá enfrentarse con un entorno que se
ha desarrollado a través de la metáfora del despotismo oriental, que sigue
siendo muy importante en la mentalidad europea. Lo más característico del
déspota oriental fue la insensibilidad y la arbitrariedad. Mataba igual que
hacía el príncipe europeo, pero gobernaba sobre la base de su propio ca-
pricho, no en base a la ley. Sexualmente disfrutaba de un acceso ilimitado
(harén) mientras sus coetáneos europeos solo podían violar campesinas por
la noche y a escondidas. Lo mismo hicieron los musulmanes, no limitados
por la monogamia cristiana. En Francia surgió en el siglo XIX una escuela de
pintura que representa el despotismo oriental en un entorno de relaciones
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La ciencia empírica
Ciencia empírica
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Ciencia formal
Nada parece que pueda decirse de las Matemáticas. Pero esto no es tan
obvio. Si las matemáticas son consideradas como un juego formal con una
regla básica, que un teorema T y su negación -T no pueden ser válidos si-
multáneamente, entonces, tal afirmación puede tener consecuencias vio-
lentas. Incluso cuando la lógica matemática explora la lógica polivalente, la
herramienta utilizada es la lógica bivalente con su estricta limitación entre
lo válido y lo no válido; tertium non datur. Y se ve fácilmente que tiene que
ser de esa manera, la inferencia es la argamasa del edificio matemático,
con el modus ponens y modus tolens como procedimientos clave. Ninguna
inferencia es posible sobre la base de la ambigüedad en los antecedentes o
en la verdad.
Esto significa que las matemáticas nos disciplinan de una forma particular y
altamente compatible con el pensamiento en blanco y negro, polarizando los
espacios personales, sociales y globales. La lógica binaria del pensamiento
matemático lo convierte en un juego emocionante, pero como modelo dista
de ser suficiente para una realidad humana, social y global especialmente
dialéctica. La adequatio es el requisito básico para la cultura, en tanto que
espacio simbólico, si lo que queremos es ser guiados desde una visión de la
realidad potencialmente menos violenta.
Cosmología
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reproducir a través de ellos. Que esto sea muy especulativo no es tan pro-
blemático; está en la naturaleza de la ciencia investigar las áreas más pro-
fundas, explicando las implicaciones de los hallazgos, poniendo a prueba el
núcleo duro de la teoría en los terrenos más conflictivos.
El concepto de cosmología está diseñado para alojar el sustrato de los su-
puestos más profundos de la realidad que van a servir para definir lo que es
normal y natural. Los supuestos referidos al nivel del subconsciente colec-
tivo no se confirman fácilmente, por no hablar de la posibilidad de propiciar
su desarraigo. Y, sin embargo, es a este nivel en el que la cultura occidental
muestra muchas de sus características más violentas, hasta el punto de que
el conjunto comienza a parecer violento en su totalidad. No hay pueblo ele-
gido, existen fuertes desigualdades centro-periferia. Existe la urgencia, el
síndrome del apocalipsis inmediato que se opone a la construcción lenta y
paciente de la paz estructural y directa. Hay atomización, pensamiento di-
cotómico con cadenas deductivas que se contraponen a la unicidad de fines
y medios. Existe una arrogancia que desafía a la naturaleza, lo que se con-
trapone a la unicidad de la vida. Hay una fuerte tendencia a individualizar
y jerarquizar a los seres humanos, con lo que se rompe la unicidad del ser
humano. Y hay un ser trascendental, un Dios absoluto con impresionantes
sucesores. El conjunto de la cultura posee un enorme potencial para los di-
ferentes tipos de violencia que pueden manifestarse de forma explícita y
notoria sin ningún tipo de escrúpulos y ser utilizados para justificar lo in-
justificable. Que también haya paz en el Occidente, a veces incluso que la
paz emane de Occidente, es una especie de milagro, posiblemente debido a
tendencias más elaboradas.
El problema es que este tipo de pensamiento conduce fácilmente a un sen-
timiento de desesperanza. Cambiar el código genético cultural parece al
menos tan difícil como cambiar el código genético biológico. Por otra par-
te, incluso si fuera posible una ingeniería cultural, esta podría adoptar una
forma de violencia tan problemática y sutil como la ingeniería genética está
demostrando provocar. Es más, en el supuesto de que se pretendiese no
dejar pasar la oportunidad, la clase dominante, los que tienen el poder y el
privilegio, serían los que la tendría que poner a prueba. Este es un campo
muy difícil e importante para futuras investigaciones para la paz.
¿Qué tiene que decir el propio Gandhi acerca de estos problemas difíciles,
abierto como estaba a la exploración de alternativas tanto a la violencia di-
recta como a la estructural? Su respuesta fue reproducir, desde su ecume-
nismo, dos axiomas que en cierto sentido resumen el gandhismo: la «unici-
dad de la vida» y la «unicidad de medios y fines». Del primero se desprende
el segundo si se supone que no hay vida, y en particular que no hay vida
humana que se pueda utilizar como un medio para un fin. Si el fin es la vida,
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Conclusión
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